Texto 1: Maquiavelo, N. El Príncipe (1513)

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Texto 1: Maquiavelo, N.

El Príncipe (1513)

“CAPÍTULO 1 DE LAS DISTINTAS CLASES DE PRINCIPADOS Y DE LA FORMA EN QUE SE ADQUIEREN

Todo los Estados, todas las dominaciones que han ejercido y ejercen soberanía sobre los hombres,

han sido y son repúblicas o principados”.

Texto 2: Bodin, J. Los seis libros de la República (1576)

“CAPÍTULO I CUÁL ES EL FIN PRINCIPAL DE LA REPÚBLICA BIEN ORDENADA

República es un recto gobierno de varias familias, y de lo que les es común, con poder soberano.

Colocamos esta definición en primer lugar porque, en todas las cosas, es necesario buscar el fin

principal y sólo después los medios de alcanzarlo. […] Desmenucemos las partes de la definición

que hemos establecido. Hemos dicho, en primer lugar, recto gobierno, a causa de la diferencia

que existe entre las repúblicas y las bandas de ladrones y piratas […]

Debido a ello, los antiguos llamaban república a una sociedad de hombres reunidos para vivir bien

y felizmente. Dicha definición, sin embargo, contiene más y menos de lo necesario. Faltan en ella

sus tres elementos principales, es decir, la familia, la soberanía y lo que es común en una

república. […] Se puede decir que la república debe contar con varias cosas: territorio suficiente

para albergar a sus habitantes; una tierra fértil y ganado abundante para alimento y vestido de

los súbditos; dulzura del cielo, templanza del aire y bondad de las aguas para que gocen de salud,

y, para la defensa y refugio del pueblo, materias propias para construir casas y fortalezas, si el

lugar no es de suyo cubierto y defendible. […]

CAPÍTULO II DE LA ADMINISTRACION DOMÉSTICA Y DE LA DIFERENCIA ENTRE LA REPÚBLICA Y LA

FAMILIA

Al igual que la familia bien dirigida es la verdadera imagen de la república, y el poder doméstico

es comparable al poder soberano, así el recto gobierno de la casa es el verdadero modelo del

gobierno de la república. Del mismo modo que el cuerpo goza de salud si cada miembro en

particular cumple con su función, la república marchará bien si las familias están bien gobernadas.

[…] Es preciso que haya alguna cosa en común y de carácter público, como el patrimonio público,

el tesoro público, el recinto de la ciudad, las calles, las murallas, las plazas, los templos, los
mercados, los usos, las leyes, las costumbres, la justicia, las recompensas, las penas y otras cosas

semejantes, que son comunes o públicas, o ambas cosas a la vez. No existe república si no hay
nada público. […] La verdadera diferencia entre la república y la familia; en efecto, la verdadera

diferencia entre la república y la familia; en efecto, los jefes de familia tienen el gobierno de lo

que les es propio, aunque, muy a menudo y por doquier, cada familia esté obligada a aportar y

contribuir con parte de sus bienes particulares al común, sea en forma de contribución, de peajes

o de impuestos extraordinarios... […]

CAPÍTULO VIII DE LA SOBERANÍA La soberanía es el poder absoluto y perpetuo de una república.

[…] . Vemos así que el carácter principal de la majestad soberana y poder absoluto consiste

principalmente en dar ley a los súbditos en general sin su consentimiento”.

Texto 3: Hobbes, T. El Leviatán (1651)

“INTRODUCCIÓN

La NATURALEZA (el arte con que Dios ha hecho y gobierna el mundo) está imitada de tal modo,

como en otras muchas cosas, por el arte del hombre, que éste puede crear un animal artificial. Y

siendo la vida un movimiento de miembros cuya iniciación se halla en alguna parte principal de

los mismos, ¿por qué no podríamos decir que todos los autómatas (artefactos que se mueven a

sí mismos por medio de resortes y ruedas como lo hace un reloj) tienen una vida artificial? ¿Qué

es en realidad el corazón sino un resorte; y los nervios qué son, sino diversas fibras; y las

articulaciones sino varias ruedas que dan movimiento al cuerpo entero tal como el Artífice se lo

propuso? El arte va aún más lejos, imitando esta obra racional, que es la más excelsa de la

Naturaleza: el hombre. En efecto: gracias al arte se crea ese gran Leviatán que llamamos república

o Estado (en latín civitas) que no es sino un hombre artificial, aunque de mayor estatura y

robustez que el natural para cuya protección y defensa fue instituido; y en el cual la soberanía es

un alma artificial que da vida y movimiento al cuerpo entero; los magistrados y otros funcionarios

de la judicatura y ejecución, nexos artificiales; la recompensa y el castigo (mediante los cuales

cada nexo y cada miembro vinculado a la sede de la soberanía es inducido a ejecutar su deber)

son los nervios que hacen lo mismo en el cuerpo natural; la riqueza y la abundancia de todos los

miembros particulares constituyen su potencia; la salus populi (la salvación del pueblo) son sus

negocios; los consejeros, que informan sobre cuantas cosas precisa conocer, son la memoria; la

equidad y las leyes, una razón y una voluntad artificiales; la concordia es la salud; la sedición, la

enfermedad; la guerra civil, la muerte. Por último, los convenios mediante los cuales las partes de
este cuerpo político se crean, combinan y unen entre sí, aseméjanse a aquel fíat, o hagamos al

hombre, pronunciado por Dios en la Creación.

[…] Quien ha de gobernar una nación entera debe leer, en sí mismo, no a este o aquel hombre,

sino a la humanidad, cosa que resulta más difícil que aprender cualquier idioma o ciencia; cuando

yo haya expuesto ordenadamente el resultado de mi propia lectura, los demás no tendrán otra

molestia sino la de comprobar si en sí mismos llegan a análogas conclusiones”.

Texto 4: Locke, J. Dos tratados sobre el Gobierno Civil (1689)

“CAPÍTULO VIII. DEL COMIENZO DE LAS SOCIEDADES POLÍTICAS

95. Siendo todos los hombres, cual se dijo, por naturaleza libres, iguales e independientes, nadie

podrá ser sustraído a ese estado y sometido al poder político de otro sin su consentimiento, el

cual se declara conviniendo con otros hombres juntarse y unirse en comunidad para vivir cómoda,

resguardada y pacíficamente, unos con otros, en el afianzado disfrute de sus propiedades, y con

mayor seguridad contra los que fueren ajenos al acuerdo. Eso puede hacer cualquier número de

gentes, sin injuria a la franquía del resto, que permanecen, como estuvieran antes, en la libertad

del estado de naturaleza. Cuando cualquier número de gentes hubieren consentido en concertar

una comunidad o gobierno, se hallarán por ello asociados y formarán un cuerpo político, en que

la mayoría tendrá el derecho de obrar y de imponerse al resto.

Porque cuando un número determinado de hombres compusieron, con el consentimiento de

cada uno, una comunidad, hicieron de ella un cuerpo único, con el poder de obrar en calidad de

tal, lo que sólo ha de ser por voluntad y determinación de la mayoría, pues siendo lo que mueve

a cualquier comunidad el consentimiento de los individuos que la componen, y visto que un solo

cuerpo sólo una dirección puede tomar, precisa que el cuerpo se mueva hacia donde le conduce

la mayor fuerza, que es el consentimiento de la mayoría, ya que de otra suerte fuera imposible

que actuara o siguiera existiendo un cuerpo, una comunidad, que el consentimiento de cada

individuo a ella unido quiso que actuara y prosiguiera. Así pues, cada cual está obligado por el

referido consentimiento a su propia restricción por la mayoría. Y así vemos que, en asambleas

facultadas para actuar según leyes positivas, y sin número establecido por las disposiciones

positivas que las facultan, el acto de la mayoría pasa por el de la totalidad, y naturalmente decide
como poseyendo, por ley de naturaleza y de razón, el poder del conjunto.

97. Y así cada hombre, al consentir con otros en la formación de un cuerpo político bajo un

gobierno, asume la obligación hacia cuantos tal sociedad constituyeren, de someterse a la

determinación de la mayoría, y a ser por ella restringido; pues de otra suerte, el pacto

fundamental que a él y a los demás incorporara en una sociedad, nada significaría; y no existiera

tal pacto si cada uno anduviera suelto y sin más sujeción que la que antes tuviera en estado de

naturaleza. Porque, ¿qué aspecto quedaría de pacto alguno? ¿De qué nuevo compromiso podría

hablarse, si no quedare él vinculado por ningún decreto de la sociedad que hubiere juzgado para

sí adecuada, y hecho objeto de su aquiescencia efectiva? Pues su libertad sería igual a la que antes

del pacto gozó, o cualquiera en estado de naturaleza gozare, donde también cabe someterse y

consentir a cualquier acto por el propio gusto.

98. En efecto, si el consentimiento de la mayoría no fuere razonablemente recibido como acto

del conjunto, restringiendo a cada individuo, no podría constituirse el acto del conjunto más que

por el consentimiento de todos y cada uno de los individuos, lo cual, considerados los achaques

de salud y las distracciones de los negocios que aunque de linaje mucho menor que el de la

república, retraerán forzosamente a muchos de la pública asamblea, y la variedad de opiniones y

contradicción de intereses que inevitablemente se producen en todas las reuniones humanas,

habría de ser casi imposible conseguir. Cabe, pues, afirmar que quien en la sociedad entrare con

tales condiciones, vendría a hacerlo como Catón en el teatro, tantum ut exiret. Una constitución

de este tipo haría al poderoso Leviatán más pasajero que las más flacas criaturas y no le

consentiría sobrevivir al día de su nacimiento: supuesto sólo admisible si creyéramos que las

criaturas racionales desearen y constituyeren sociedades con el mero fin de su disolución. Porque

donde la mayoría no alcanza a restringir al resto, no puede la sociedad obrar como un solo cuerpo,

y por consiguiente habrá de ser inmediatamente disuelta”.


Texto 5: Rousseau, J.J. El Contrato Social (1762)

“LIBRO I

Entro en materia sin demostrar la importancia de mi tema. Si se me preguntara si soy príncipe o

legislador para escribir sobre política, contestaría que no, y que precisamente por no serlo lo

hago: si lo fuera, no perdería mi tiempo en decir lo que es necesario hacer; lo haría o guardaría

silencio.

Ciudadano de un Estado libre y miembro del poder soberano, por débil que sea la influencia que

mi voz ejerza en los negocios públicos, el derecho que tengo de emitir mi voto impóneme el deber

de ilustrarme acerca de ellos. ¡Feliz me consideraré todas las veces que, al meditar sobre las

diferentes formas de gobierno, encuentre siempre en mis investigaciones nuevas razones para

amar el de mi patria!”.

CAPÍTULO VI DEL PACTO SOCIAL

"Encontrar una forma de asociación que defienda y proteja con la fuerza común la persona y los

bienes de cada asociado, y por la cual cada uno, uniéndose a todos, no obedezca sino a sí mismo

y permanezca tan libre como antes". Tal es el problema fundamental cuya solución da el Contrato

social.

Las cláusulas de este contrato están de tal suerte determinadas por la naturaleza del acto, que la

menor modificación las haría inútiles y sin efecto; de manera, que, aunque no hayan sido jamás

formalmente enunciadas, son en todas partes las mismas y han sido en todas partes tácitamente

reconocidas y admitidas, hasta tanto que, violado el pacto social, cada cual recobra sus primitivos

derechos y recupera su libertad natural, al perder la convencional por la cual había renunciado a

la primera.[…] Este acto de asociación convierte al instante a la persona particular de cada

contratante, en un cuerpo normal y colectivo, compuesto de tantos miembros como votos tiene

la asamblea, la cual recibe de este mismo acto su unidad, su yo común, su vida y su voluntad. La

persona pública que se constituye así, por la unión de todas las demás, tomaba en otro tiempo el

nombre de ciudad y hoy el de república o cuerpo político, el cual es denominado Estado cuando

es activo, Potencia en comparación con sus semejantes. En cuanto a los asociados, éstos toman

colectivamente el nombre de pueblo y particularmente el de ciudadanos como partícipes de la


autoridad soberana, y súbditos por estar sometidos a las leyes del Estado.

Pero estos términos se confunden a menudo, siendo tomados el uno por el otro; basta saber

distinguirlos cuando son empleados con toda precisión”.

CAPÍTULO VII DEL SOBERANO

“Despréndese de esta fórmula que el acto de asociación implica un compromiso recíproco del

público con los particulares y que cada individuo, contratando, por decirlo así, consigo mismo, se

halla obligado bajo una doble relación, a saber: como miembro del soberano para con los

particulares y como miembro del Estado para con el soberano”.

Texto 6: Sieyès, E.J., Los manuscritos de Sieyès. 1773-1799 y 1770-1815

En el Estado social todo es representación. Se la encuentra por doquier, tanto en el orden privado

como en el orden público; es la madre de la industria productiva y comercial, y también de los

progresos liberales y políticos. Más aún, se confunde con la esencia misma de la vida social [...]

Los amigos del pueblo [...] en su crasa ignorancia, creían que el sistema representativo era

incompatible con la democracia, como si un edificio pudiera ser incompatible con su base natural

[...] El pueblo no debe delegar más poderes que los que no puede ejercer por sí mismo. A este

supuesto principio se le vincula la salvaguardia de la libertad.

Texto 7: Weber, M., La política como vocación (1919)

“Estado es aquella comunidad humana que, dentro de un determinado territorio (el territorio es

un elemento distintivo), reclama (con éxito) para sí el monopolio de la violencia física legítima. Lo

distintivo de nuestro tiempo es que a todas las demás asociaciones e individuos sólo se les

concede el derecho a la violencia física en la medida en que el Estado lo permite. El Estado es la

única fuente del derecho a la violencia”.

Texto 8: Hauriou, A., Derecho Constitucional e instituciones políticas (1971)

"El Estado se define como una agrupación humana fijada en un territorio determinado en que

existe un orden social, político y jurídico orientado al bien común, establecido y mantenido por

una autoridad dotada de poderes de coerción".

Texto 9: Jellinek, G., Teoría general del Estado (2000)

“Una corporación formada por un pueblo, dotada de un poder de marido originario y asentada

en un determinado territorio”.

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