Texto 1: Maquiavelo, N. El Príncipe (1513)
Texto 1: Maquiavelo, N. El Príncipe (1513)
Texto 1: Maquiavelo, N. El Príncipe (1513)
El Príncipe (1513)
Todo los Estados, todas las dominaciones que han ejercido y ejercen soberanía sobre los hombres,
República es un recto gobierno de varias familias, y de lo que les es común, con poder soberano.
Colocamos esta definición en primer lugar porque, en todas las cosas, es necesario buscar el fin
principal y sólo después los medios de alcanzarlo. […] Desmenucemos las partes de la definición
que hemos establecido. Hemos dicho, en primer lugar, recto gobierno, a causa de la diferencia
que existe entre las repúblicas y las bandas de ladrones y piratas […]
Debido a ello, los antiguos llamaban república a una sociedad de hombres reunidos para vivir bien
y felizmente. Dicha definición, sin embargo, contiene más y menos de lo necesario. Faltan en ella
sus tres elementos principales, es decir, la familia, la soberanía y lo que es común en una
república. […] Se puede decir que la república debe contar con varias cosas: territorio suficiente
para albergar a sus habitantes; una tierra fértil y ganado abundante para alimento y vestido de
los súbditos; dulzura del cielo, templanza del aire y bondad de las aguas para que gocen de salud,
y, para la defensa y refugio del pueblo, materias propias para construir casas y fortalezas, si el
FAMILIA
Al igual que la familia bien dirigida es la verdadera imagen de la república, y el poder doméstico
es comparable al poder soberano, así el recto gobierno de la casa es el verdadero modelo del
gobierno de la república. Del mismo modo que el cuerpo goza de salud si cada miembro en
particular cumple con su función, la república marchará bien si las familias están bien gobernadas.
[…] Es preciso que haya alguna cosa en común y de carácter público, como el patrimonio público,
el tesoro público, el recinto de la ciudad, las calles, las murallas, las plazas, los templos, los
mercados, los usos, las leyes, las costumbres, la justicia, las recompensas, las penas y otras cosas
semejantes, que son comunes o públicas, o ambas cosas a la vez. No existe república si no hay
nada público. […] La verdadera diferencia entre la república y la familia; en efecto, la verdadera
diferencia entre la república y la familia; en efecto, los jefes de familia tienen el gobierno de lo
que les es propio, aunque, muy a menudo y por doquier, cada familia esté obligada a aportar y
contribuir con parte de sus bienes particulares al común, sea en forma de contribución, de peajes
[…] . Vemos así que el carácter principal de la majestad soberana y poder absoluto consiste
“INTRODUCCIÓN
La NATURALEZA (el arte con que Dios ha hecho y gobierna el mundo) está imitada de tal modo,
como en otras muchas cosas, por el arte del hombre, que éste puede crear un animal artificial. Y
siendo la vida un movimiento de miembros cuya iniciación se halla en alguna parte principal de
los mismos, ¿por qué no podríamos decir que todos los autómatas (artefactos que se mueven a
sí mismos por medio de resortes y ruedas como lo hace un reloj) tienen una vida artificial? ¿Qué
es en realidad el corazón sino un resorte; y los nervios qué son, sino diversas fibras; y las
articulaciones sino varias ruedas que dan movimiento al cuerpo entero tal como el Artífice se lo
propuso? El arte va aún más lejos, imitando esta obra racional, que es la más excelsa de la
Naturaleza: el hombre. En efecto: gracias al arte se crea ese gran Leviatán que llamamos república
o Estado (en latín civitas) que no es sino un hombre artificial, aunque de mayor estatura y
robustez que el natural para cuya protección y defensa fue instituido; y en el cual la soberanía es
un alma artificial que da vida y movimiento al cuerpo entero; los magistrados y otros funcionarios
cada nexo y cada miembro vinculado a la sede de la soberanía es inducido a ejecutar su deber)
son los nervios que hacen lo mismo en el cuerpo natural; la riqueza y la abundancia de todos los
miembros particulares constituyen su potencia; la salus populi (la salvación del pueblo) son sus
negocios; los consejeros, que informan sobre cuantas cosas precisa conocer, son la memoria; la
equidad y las leyes, una razón y una voluntad artificiales; la concordia es la salud; la sedición, la
enfermedad; la guerra civil, la muerte. Por último, los convenios mediante los cuales las partes de
este cuerpo político se crean, combinan y unen entre sí, aseméjanse a aquel fíat, o hagamos al
[…] Quien ha de gobernar una nación entera debe leer, en sí mismo, no a este o aquel hombre,
sino a la humanidad, cosa que resulta más difícil que aprender cualquier idioma o ciencia; cuando
yo haya expuesto ordenadamente el resultado de mi propia lectura, los demás no tendrán otra
95. Siendo todos los hombres, cual se dijo, por naturaleza libres, iguales e independientes, nadie
podrá ser sustraído a ese estado y sometido al poder político de otro sin su consentimiento, el
cual se declara conviniendo con otros hombres juntarse y unirse en comunidad para vivir cómoda,
resguardada y pacíficamente, unos con otros, en el afianzado disfrute de sus propiedades, y con
mayor seguridad contra los que fueren ajenos al acuerdo. Eso puede hacer cualquier número de
gentes, sin injuria a la franquía del resto, que permanecen, como estuvieran antes, en la libertad
del estado de naturaleza. Cuando cualquier número de gentes hubieren consentido en concertar
una comunidad o gobierno, se hallarán por ello asociados y formarán un cuerpo político, en que
cada uno, una comunidad, hicieron de ella un cuerpo único, con el poder de obrar en calidad de
tal, lo que sólo ha de ser por voluntad y determinación de la mayoría, pues siendo lo que mueve
a cualquier comunidad el consentimiento de los individuos que la componen, y visto que un solo
cuerpo sólo una dirección puede tomar, precisa que el cuerpo se mueva hacia donde le conduce
la mayor fuerza, que es el consentimiento de la mayoría, ya que de otra suerte fuera imposible
que actuara o siguiera existiendo un cuerpo, una comunidad, que el consentimiento de cada
individuo a ella unido quiso que actuara y prosiguiera. Así pues, cada cual está obligado por el
referido consentimiento a su propia restricción por la mayoría. Y así vemos que, en asambleas
facultadas para actuar según leyes positivas, y sin número establecido por las disposiciones
positivas que las facultan, el acto de la mayoría pasa por el de la totalidad, y naturalmente decide
como poseyendo, por ley de naturaleza y de razón, el poder del conjunto.
97. Y así cada hombre, al consentir con otros en la formación de un cuerpo político bajo un
determinación de la mayoría, y a ser por ella restringido; pues de otra suerte, el pacto
fundamental que a él y a los demás incorporara en una sociedad, nada significaría; y no existiera
tal pacto si cada uno anduviera suelto y sin más sujeción que la que antes tuviera en estado de
naturaleza. Porque, ¿qué aspecto quedaría de pacto alguno? ¿De qué nuevo compromiso podría
hablarse, si no quedare él vinculado por ningún decreto de la sociedad que hubiere juzgado para
sí adecuada, y hecho objeto de su aquiescencia efectiva? Pues su libertad sería igual a la que antes
del pacto gozó, o cualquiera en estado de naturaleza gozare, donde también cabe someterse y
del conjunto, restringiendo a cada individuo, no podría constituirse el acto del conjunto más que
por el consentimiento de todos y cada uno de los individuos, lo cual, considerados los achaques
de salud y las distracciones de los negocios que aunque de linaje mucho menor que el de la
habría de ser casi imposible conseguir. Cabe, pues, afirmar que quien en la sociedad entrare con
tales condiciones, vendría a hacerlo como Catón en el teatro, tantum ut exiret. Una constitución
de este tipo haría al poderoso Leviatán más pasajero que las más flacas criaturas y no le
consentiría sobrevivir al día de su nacimiento: supuesto sólo admisible si creyéramos que las
criaturas racionales desearen y constituyeren sociedades con el mero fin de su disolución. Porque
donde la mayoría no alcanza a restringir al resto, no puede la sociedad obrar como un solo cuerpo,
“LIBRO I
legislador para escribir sobre política, contestaría que no, y que precisamente por no serlo lo
hago: si lo fuera, no perdería mi tiempo en decir lo que es necesario hacer; lo haría o guardaría
silencio.
Ciudadano de un Estado libre y miembro del poder soberano, por débil que sea la influencia que
mi voz ejerza en los negocios públicos, el derecho que tengo de emitir mi voto impóneme el deber
de ilustrarme acerca de ellos. ¡Feliz me consideraré todas las veces que, al meditar sobre las
diferentes formas de gobierno, encuentre siempre en mis investigaciones nuevas razones para
amar el de mi patria!”.
"Encontrar una forma de asociación que defienda y proteja con la fuerza común la persona y los
bienes de cada asociado, y por la cual cada uno, uniéndose a todos, no obedezca sino a sí mismo
y permanezca tan libre como antes". Tal es el problema fundamental cuya solución da el Contrato
social.
Las cláusulas de este contrato están de tal suerte determinadas por la naturaleza del acto, que la
menor modificación las haría inútiles y sin efecto; de manera, que, aunque no hayan sido jamás
formalmente enunciadas, son en todas partes las mismas y han sido en todas partes tácitamente
reconocidas y admitidas, hasta tanto que, violado el pacto social, cada cual recobra sus primitivos
derechos y recupera su libertad natural, al perder la convencional por la cual había renunciado a
contratante, en un cuerpo normal y colectivo, compuesto de tantos miembros como votos tiene
la asamblea, la cual recibe de este mismo acto su unidad, su yo común, su vida y su voluntad. La
persona pública que se constituye así, por la unión de todas las demás, tomaba en otro tiempo el
nombre de ciudad y hoy el de república o cuerpo político, el cual es denominado Estado cuando
es activo, Potencia en comparación con sus semejantes. En cuanto a los asociados, éstos toman
Pero estos términos se confunden a menudo, siendo tomados el uno por el otro; basta saber
“Despréndese de esta fórmula que el acto de asociación implica un compromiso recíproco del
público con los particulares y que cada individuo, contratando, por decirlo así, consigo mismo, se
halla obligado bajo una doble relación, a saber: como miembro del soberano para con los
En el Estado social todo es representación. Se la encuentra por doquier, tanto en el orden privado
progresos liberales y políticos. Más aún, se confunde con la esencia misma de la vida social [...]
Los amigos del pueblo [...] en su crasa ignorancia, creían que el sistema representativo era
incompatible con la democracia, como si un edificio pudiera ser incompatible con su base natural
[...] El pueblo no debe delegar más poderes que los que no puede ejercer por sí mismo. A este
“Estado es aquella comunidad humana que, dentro de un determinado territorio (el territorio es
un elemento distintivo), reclama (con éxito) para sí el monopolio de la violencia física legítima. Lo
distintivo de nuestro tiempo es que a todas las demás asociaciones e individuos sólo se les
"El Estado se define como una agrupación humana fijada en un territorio determinado en que
existe un orden social, político y jurídico orientado al bien común, establecido y mantenido por
“Una corporación formada por un pueblo, dotada de un poder de marido originario y asentada
en un determinado territorio”.