Viacrucis 2023
Viacrucis 2023
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Via Crucis
HERALDOS DEL EVANGELIO
Via
Crucis
Mons. João Scognamiglio Clá Dias, EP
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Mons. João Scognamiglio Clá Dias
Via Crucis
Caballeros de la Virgen
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El Autor
El Autor
Mons. João Scognamiglio Clá Dias, EP, natural de San
Pablo, Brasil. Nació el 15 de agosto de 1939, siendo hijo de
Antonio Clá Dias y Annitta Scognamiglo Clá Dias.
Cursó Derecho en la Facultad del Largo de San Francisco
en São Paulo, profundizó sus estudios teológicos con gran-
des catedráticos de Salamanca, de la Orden Dominicana. Se
formó en Filosofía y en Teología en el Centro Universitario
Ítalo-Brasilero, de São Paulo; es licenciado en Humanidades
por la Pontificia Universidad Católica Madre y Maestra, de
República Dominicana, doctor en Derecho Canónico por la
Pontifica Universidad Santo Tomás de Aquino (Angelicum)
de Roma y doctor en Teología por la Universidad Pontifica
Bolivariana, de Medellín, en Colombia.En 1970 a inició una
experiencia de vida comunitaria, semilla de tres institucio-
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ViadeCDerecho
nes rucis Pontificio. Mons. João Clá es el fundador y
actual Superior-General del los Heraldos del Evangelio y de
la Sociedad Clerical de Vida Apostólica Virgo Flos Carmeli,
además fundador de la Sociedad Femenina de Vida Apostó-
lica Regina Virginum, entidades que extienden sus activida-
des en 78 países. Organizó cerca de 50 coros y bandas en los
países en donde los Heraldos están establecidos. En el 2005
fue ordenado sacerdote para actuar de modo más pleno en la
Nueva Evangelización.
Para dar una sólida formación a los Heraldos, fundó el
Instituto Filosófico Aristotélico-Tomista y el Instituto Teo-
lógico Santo Tomás de Aquino. También es fundador y asi-
duo colaborador de la revista Heraldos del Evangelio, que
se publica en portugués, español, italiano e inglés con un
tiraje mensual de cerca de un millón de ejemplares.
El 15 de Agosto de 2009 el Santo Padre Benedicto XVI,
como un reconocimiento a Mons. João Clá por la obra des-
empeñada a favor de la Iglesia, entregó -por manos del
Cardenal Franc Rodé, prefecto de la Congregación para los
Institutos de Vida Consagrada y Sociedades de Vida Apos-
tólica- la medalla “Pro Ecclesia et Pontifice”, una de las
honras más altas concedidas por el Santo Padre a aquellos
que se distinguen por su actuación en favor de la Iglesia y
del Papa.
Mons. João Clá es Canónigo Honorario de la Basílica
Pontificia Santa María la Mayor en Roma, y Protonotario
Apostólico.
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Oración Inicial
“Sin mí, nada pueden hacer” (Jn 15, 5).
Oh Jesús mío, me preparo en este momento para
acompañarte en tu Vía Crucis. En él voy a encon-
trarte llagado, sin fuerzas y ensangrentado: “Pero
yo soy un gusano, no un hombre; el oprobio de
los hombres y el deshecho del pueblo” (Sl 22, 7).
Una fuerte expresión usa la Escritura al referir-
se a Tu Pasión. Muy diferente es tu Divina Fi-
gura de la que contemplaron los Apóstoles en el
Tabor, o caminando sobre las aguas, o curando a
los enfermos. En este camino hacia la Cruz veré
estampadas la fealdad, la maldad de mis pecados
y la profunda misericordia del Señor. ¡Ah, Señor
Jesús, perdón! Comienzo pidiéndote perdón por
tanta miseria y por la enorme culpa que tengo en
tus tormentos.
Para eso te pido la intercesión de la Virgen Do-
lorosa. Que ella me cubra con su maternal manto,
auxiliándome a unirme a ti y también a abrazar mi
cruz. Así sea.
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I Estación
Jesús es condenado a muerte
II Estación
Jesús carga su Cruz
V/. Te adoramos, oh Cristo, y te bendecimos.
R/. Porque por tu santa Cruz redimiste al mundo.
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III Estación
Jesús cae por primera vez
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IV Estación
Encuentro de Jesús con su
Madre Santísima
V/. Te adoramos, oh Cristo, y te bendecimos.
R/. Porque por tu santa Cruz redimiste al mundo.
Entonces Simeón les dio su bendición, y dijo a
María, la madre de Jesús: Mira, este niño está des-
tinado a hacer que muchos en Israel caigan o se le-
vanten. Él será una señal que muchos rechazarán,
a fin de que las intenciones de muchos corazones
queden al descubierto. Pero todo esto va a ser para
ti como una espada que atraviese tu propia alma.
(Lc. 2, 34)
¡Ustedes, los que van por el camino, deténganse
a pensar si hay dolor como el mío, que tanto me
hace sufrir! (Lam. 1, 12)
“Su madre conservaba estas cosas en su cora-
zón”. (Lc. 2, 51) Ella debía recordar con exactitud
las palabras del Arcángel San Gabriel durante la
Anunciación: “Él será grande y será llamado Hijo
del Altísimo. El Señor Dios le dará el trono de Da-
vid, su padre, reinará sobre la casa de Jacob para
siempre y su reino no tendrá fin.” (Lc. 1, 32-33)
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Pero, ¿cómo será ese trono y ese reino — de-
bería pensar Ella — si mi Hijo es una sola llaga
de la cabeza a los pies, sin fuerzas bajo el peso de
la cruz?
María, por su sabiduría, conocía profundamente
la inmensa gravedad del pecado. Pero, ¿sería ne-
cesario llevar las cosas hasta ese punto? ¿Quién
podría imaginar una escena más trágica? Una es-
pada de dolor atravesó su alma purísima y allí de-
positó un sufrimiento desgarrador.
¡Oh Virgen Dolorosa! Ruega por mí por la gran
culpa que tengo en este paso de la Pasión. Re-
conozco mis faltas y te agradezco que te hayas
asociado a los tormentos de tu Divino Hijo para
redimirme. ¡Madre del Señor! Invoco este sagra-
do intercambio de miradas entre Madre e Hijo, en
circunstancias tan dramáticas, para implorar per-
dón.
Padre Nuestro. Ave María. Gloria.
V/. Sagrado Corazón de Jesús, víctima de los pecado-
res,
R/. Ten piedad de nosotros.
V/. Que las almas de los fieles difuntos, por la miseri-
cordia de Dios, descansen en paz.
R/. Amén.
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V Estación
Jesús es ayudado a llevar la Cruz
por el Cirineo
V/. Te adoramos, oh Cristo, y te bendecimos.
R/. Porque por tu santa Cruz redimiste al mundo.
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VI Estación
La Verónica enjuga el rostro
de Jesús
V/. Te adoramos, oh Cristo, y te bendecimos.
R/. Porque por tu santa Cruz redimiste al mundo.
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VII Estación
Jesús cae por segunda vez
V/. Te adoramos, oh Cristo, y te bendecimos.
R/. Porque por tu santa Cruz redimiste al mundo.
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Via Crucis
VIII Estación
Jesús consuela a las Hijas de
Jesusalen
V/. Te adoramos, oh Cristo, y te bendecimos.
R/. Porque por tu santa Cruz redimiste al mundo.
IX Estación
Jesús cae por tercera vez
V/. Te adoramos, oh Cristo, y te bendecimos.
R/. Porque por tu santa Cruz redimiste al mundo.
X Estación
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Jesús es despojado de sus vestiduras
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XI Estación
Jesús es clavado en la Cruz
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Via Crucis XII Estación
Jesús muere en la Cruz
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tra salvación. San Juan emplea el verbo “atrave-
sar” para significar el paso de la puerta de la cual
nacería la Santa Iglesia.
¡Oh Jesús mío, mayor prueba de amor no hay!
¡Diste tu preciosísima vida por mí! ¿Y qué debo
dar yo? ¿Qué más grandioso podría recibir? ¡Pen-
sar que este mismo sacrificio se renueva todos los
días sobre el altar, de forma incruenta, pudiendo
beneficiarme totalmente de él!
¡Ah, Señor, acepta mi pobre ser, mi cuerpo,
mi alma, mis parientes, todo lo que me pertene-
ce ahora y me pertenecerá en el futuro, hasta mis
méritos. Todo es tuyo, Señor, y te lo entrego, por
medio de María Santísima.
XIII Estación
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Jesús es bajado de la Cruz
V/. Te adoramos, oh Cristo, y te bendecimos.
R/. Porque por tu santa Cruz redimiste al mundo.
XIV Estación
Jesús es colocado en el sepulcro
V/. Te adoramos, oh Cristo, y te bendecimos.
R/. Porque por tu santa Cruz redimiste al mundo.
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cual nadie aún había sido depositado. Como
era para los judíos el día de la Preparación y el
monumento estaba cerca, pusieron allí a Jesús.
Después [José de Arimatea] hizo rodar una gran
piedra a la entrada del sepulcro, y se fue. María
Magdalena y la otra María estaban sentadas
frente al sepulcro. (Jn 19, 41-42 : Mt 27, 60-61)
Una gran piedra nos separa, en este momento,
del cuerpo de Jesús.
Quien tuviese fe, podría adorar a Jesús en Cuer-
po y Divinidad presente en el sepulcro, y bene-
ficiarse de él recibiendo las gracias concedidas
directamente por el Salvador. Este fue el gran
consuelo de las Santas Mujeres.
Por esto afirma San Jerónimo:“Las mujeres per-
severaron en su fe y fueron al sepulcro, esperando
lo que Jesús había prometido; por esa razón mere-
cieron ser las primeras que vieron la Resurrección,
porque ‘quien persevera hasta el fin, se salvará’” .
¡Felices santas mujeres! Pero más felices somos
nosotros, pues tenemos a Jesús Resucitado en
Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad presente en la
Eucaristía. En ella lo adoramos, no con “una gran
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Oración final
En ti, oh Virgen Dolorosa, recuerdo la síntesis
de todos los episodios por mí meditados. ¡Qué
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