Lenguaje Inclusivo y Subjetividad
Lenguaje Inclusivo y Subjetividad
Lenguaje Inclusivo y Subjetividad
Legajo: L-1384/6
Año: 2022
Índice
Resumen ........................................................................................................................... 3
Lenguaje inclusivo y subjetividad. Sobre la performatividad, el reconocimiento y la ofensa ....... 4
Introducción
Presentación del problema ................................................................................................ 4
Objetivos............................................................................................................................ 5
Categorías de análisis ....................................................................................................... 5
Primera parte
Exposición del material de revisión .................................................................................... 7
1. Consideraciones generales acerca del lenguaje inclusivo .............................................. 7
2. Género, discurso y subjetividad ................................................................................... 10
3. Lenguaje inclusivo y agencia lingüística....................................................................... 13
3.1. El reconocimiento.................................................................................................. 15
3.2. La ofensa .............................................................................................................. 16
Segunda parte
Análisis e interpretación de las materialidades discursivas .............................................. 19
4. Presentación del material discursivo ............................................................................ 19
5. Reconocimiento institucional ........................................................................................ 19
6. Reacciones conservadoras .......................................................................................... 22
Cierre
7. El lenguaje inclusivo en la práctica profesional de salud mental .................................. 26
Consideraciones finales ................................................................................................... 27
Referencias bibliográficas ................................................................................................ 29
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RESUMEN
Este trabajo propone una lectura de la relación entre Lenguaje inclusivo (LI) y
subjetividad desde los aportes de los estudios de género, la filosofía del lenguaje y la
sociolingüística. Con miras a una reflexión y elaboración simbólica, se privilegia el análisis
y perspectiva teórica de Judith Butler (1997) sobre los modos de pensar el lenguaje y su
papel central en la constitución subjetiva, así como las implicancias de este proceso tanto
en la reproducción como en la subversión de las relaciones de poder.
Luego de las referencias iniciales, en las cuales se discuten los alcances de los
conceptos de LI y género, se toma en consideración el LI como práctica lingüística que
comporta una doble operación de performatividad: reconocer (visibilizar y legitimar) o
rechazar (excluir e impugnar) las múltiples diferencias afirmadas ontológicamente como
tales, identidades que son así creadas, reproducidas, negociadas o incluso resistidas a
través del discurso, conformando una línea difusa y frágil tensada por el reconocimiento
social y la ofensa.
En la parte final, se intenta ilustrar esta tensión con el análisis de algunos
mecanismos de reconocimiento institucional que promueven la instrumentación,
regulación y legitimación del LI, junto con el examen de las reacciones conservadoras a
esas aperturas.
Este recorrido de lectura y análisis crítico se completa con algunas observaciones
de importancia fáctica sobre el LI en el trabajo de los profesionales en Salud Mental.
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LENGUAJE INCLUSIVO Y SUBJETIVIDAD
SOBRE LA PERFORMATIVIDAD, EL RECONOCIMIENTO Y LA OFENSA
INTRODUCCIÓN
El notable desarrollo que han experimentado en las últimas décadas los distintos
estudios sobre el denominado “lenguaje inclusivo” (en adelante, LI) dentro de las ciencias
del lenguaje y su articulación con otros campos del saber (la Psicología, la Antropología,
los estudios de género y los estudios culturales) así como su creciente lugar en el
espacio polifónico de los discursos sociales dan cuenta de la pertinencia y la
productividad de una reflexión teórica en torno del tema.
El presente trabajo se propone un acercamiento a esta problemática desde una
doble vía: en primer lugar, se traza una relación teórica entre los conceptos de LI,
subjetividad y género y, en segundo lugar, a partir de las conceptualizaciones de distintas
investigaciones y planteos teóricos que ponen el acento en el carácter performativo del
lenguaje, se exploran algunas de las diversas reacciones (justificaciones, explicaciones y
resistencias) que el LI suscita en la escena enunciativa actual (en particular, a raíz de su
paulatino ingreso a ciertas instituciones oficiales y de los efectos públicos de esas
aperturas).
La reflexión sobre los vínculos entre el LI y subjetividad conlleva la pregunta sobre
la identidad (o su despliegue plural, “las identidades”) y resulta muy fértil en la medida
que abre el universo del discurso a subjetividades que no se ajustan al modelo discursivo
hegemónico de inteligibilidad de género.
Asimismo, las distintas reacciones a las que ha dado (y sigue dando) lugar el LI
muestran que el fenómeno estudiado se inscribe en una trama discursiva compleja y
dinámica más amplia, que no puede ser analizada si no se la enmarca en la disputa por
el sentido que se produce en las esferas públicas actuales. Detenerse en estos órdenes
del discurso resulta fundamental, en la medida en que los mismos crean, reproducen,
sostienen y transforman representaciones que intervienen en la construcción identitaria.
En ese sentido, los efectos, actitudes y mecanismos que despierta y activa el LI
en la comunidad lingüística habilitan el inicio de una lectura sobre su incidencia en el
interior del campo de la Psicología, con el afán de propiciar otras derivas de análisis
posibles que involucren los modos de implicancia y aceptación que instalan el
interrogante sobre los paradigmas, conceptos y categorías que atraviesan esta
problemática.
Reflexionar sobre esos modos que favorecen la incorporación del LI en las esferas
públicas del discurso y descifrar los argumentos esgrimidos para evitar su avance se
convierte en una tarea que puede constituir una perspectiva de relevancia teórica y
práctica sobre este fenómeno.
Lejos de proponer una clausura, estas indagaciones tienen como propósito abrir
distintas aristas de un tema que interpela de modo directo a lxsa profesionales de la Salud
a Como puede apreciarse, en este trabajo se opta por utilizar algunas de las formas del LI,
siendo la más manifiesta -pero no la única- el uso de un género neutro no binario, mediante el
empleo de la x. Esto obedece a dos razones. Por un lado, responde a una toma de posición en
relación con el debate que a continuación se abordará, posición que debe ser ineludiblemente
considerada en las operaciones de escritura sobre este tema. Por el otro, poner en práctica
este tipo de discurso es una oportunidad de experimentar con el lenguaje, con su fuerza, con
los matices, con lo decible. Debe aclararse, también, que debido a esta fuerza del lenguaje y al
carácter experimental y nunca clausurado de este tipo de escritura, puede haber “restos” de
marcas de género androcéntricas.
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Mental, particularmente convocadxs a problematizar la transparencia del lenguaje y a
reconocer y poner entre paréntesis los esquemas de representaciones y de prácticas
incorporados social y culturalmente a través del discurso.
OBJETIVOS
General:
Específicos:
CATEGORÍAS DE ANÁLISIS
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acerca de las potencialidades del LI como espacio de resistencia y confrontación en el
interior de los discursos dominantes.
Por último, se asume al LI como un producto lingüístico reciente que pone en
evidencia las sanciones y censuras específicas del mercado lingüístico (Bourdieu,
1982/1985). Los aportes de la sociolingüística crítica permiten abordar el análisis de las
argumentaciones sobre el LI, como una muestra de la lucha continua y actual en la que
se juegan estrategias para otorgar reconocimiento, para lograr identificación y legitimidad
simbólica y, en suma, para configurar operaciones de representación mediante el
discurso.
PRIMERA PARTE
Hablar de Lenguaje Inclusivo (LI) representa una tarea difícil y controversial por
diversas razones. Las dificultades remiten a varios aspectos, como el gramatical, el
conceptual y el terminológico, pero alcanzan también cuestiones de índole histórica,
subjetiva e ideológica. Para empezar, no hay una unidad en el código que lo conforma,
sino múltiples formas que han ido apareciendo y se han desarrollado a lo largo de los
últimos años. Por ello, y aunque es posible encontrar lineamientos y recomendaciones
para el uso del LI por parte de academias (RAE, 2020), instituciones privadas o
gubernamentales (Chenlo, 2014) y ámbitos profesionales (Banus y Garra, 2016), no
puede considerarse que esté establecido bajo ninguna normab lingüística absoluta y
definitiva. Se parte, entonces, de la idea de que se está trabajando con un fenómeno
polifacético, en desarrollo y transformación, por lo que no puede pensarse al LI como
homogéneo, unificado ni consensuado en cuanto a los modos de empleo.
La falta de consenso a nivel gramatical se ve replicada a la hora de hallar la
denominación adecuada. Otras terminologías, como lenguaje no-sexista, lenguaje no-
binario, lenguaje igualitario, etc., se utilizan con frecuencia como sinónimos en la
bibliografía consultada. Por ejemplo, Ramos Hernández (2018) alterna entre “lenguaje
inclusivo” y “lenguaje no-sexista”, mientras que, en otros estudios, como en el de Becker
(2019) se aclara que debe entenderse a cualquiera de estos dos términos como situados
en el contexto más amplio del “lenguaje políticamente correcto”, y los define como “la
creación de patrones lingüísticos por determinados grupos sociales con el objetivo de
implementar la igualdad de personas de diferentes sexos y géneros en y mediante usos
lingüísticos” (Becker, 2019: 3).
Sin embargo, desde una posición que tenga en cuenta el plano semántico, resulta
conveniente revisar estas etiquetas. Las formas de denominar remiten, a veces, a ideas
próximas pero no idénticas. Por eso, en este trabajo se considera provechoso trazar una
distinción entre LI y “lenguaje no-sexista”. Revisar estas denominaciones y profundizar en
los conceptos constituyen tareas importantes, no para arribar a definiciones cerradas y
definitivas, sino más bien para poner en relieve las diversas categorías, problemáticas y
aspectos que se movilizan en cada forma de nombrar.
La denominación “lenguaje no-sexista” antagoniza con el “sexismo lingüístico”,
entendido como “el uso discriminatorio del lenguaje que se hace por razón de sexo. Este
problema no deriva de la lengua en sí misma, sino de los usos que hacemos de ella”
(Acosta-Penco et al., 2019: 11). Se trata, nuevamente, de una definición entre otras
posibles, pero es indudable que el sexismo en el lenguaje se entrelaza con el concepto
b La norma, según Ducrot, es la fijación con claridad de un buen uso, una corrección “que
retendría solo determinadas maneras de hablar efectivamente utilizadas y rechazaría las
demás por descuidadas, incorrectas, impuras o vulgares” (Ducrot y Todorov, 2014: 150).
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de patriarcado, el sistema social en el que las desigualdades basadas en el sexo son la
norma.
Así, es frente al relato del mundo desde una perspectiva única, las muestras de
discriminación y los tratos desiguales, evidentes en algunos casos, pero naturalizadas y
encubiertas en otros, que encuentra su lugar el “lenguaje no-sexista”, con el propósito de
evitarlas, denunciarlas y erradicarlas. Su origen se ubica alrededor de los años „70, época
marcada por una reflexión crítica sobre las desigualdades sociales, con sus puntos más
representativos en el mayo francés y en el movimiento negro en Estados Unidos. Incluso
una fuentec data al “lenguaje no-sexista” en 1973 (Theumer, 2018). En cuanto al debate
del lenguaje no-sexista en los países de habla hispana, este estalla a partir de los años
„80 (Becker, 2019).
Una definición posible del “lenguaje no-sexista” es aquella proporcionada por
Chenlo (2014), cuando establece que “hablar en términos de lenguaje no sexista implica
nombrar tanto a varones como a mujeres en cada caso intentando hacer visibles a ambas
partes” (22). Es por ello que en este uso de la lengua predominan tres técnicas o
intervenciones lingüísticasd.
Una de estas técnicas es la creación y uso de femeninos de profesión, impulsados
a medida que la sociedad posibilita el acceso de las mujeres a ciertos puestos y
profesiones. Otra técnica del “lenguaje no-sexista” es el uso del desdoblamiento, esto es,
la reformulación de las frases en las que usualmente se emplea el masculino genérico,
para mencionar de manera explícita a mujeres y hombres (por ejemplo: “señoras y
señores”, “los y las estudiantes”, “psicólogos y psicólogas”, etc.). Por último, también se
utilizan sustantivos colectivos sin marca de género, como “la humanidad”, “la ciudadanía”
o “el estudiantado” en lugar de “el hombre”, “los ciudadanos” y “los estudiantes”. Si bien
no se trata de un uso que explicite al género femenino, evita el uso del masculino
genérico como universal. Este método ha sido en ocasiones adoptado por la RAE,
principalmente en enmiendas realizadas en su Diccionario (2020: 130).
Lo propio del LI es, en cambio, que esta eliminación del uso del masculino
genérico se realiza mediante formaciones ajenas a la norma del idioma español, lo que
se traduce en una reestructuración profunda de la lengua. En general, se reemplaza la
marca de género masculino por asteriscos, arrobas, equis o la letra -e. De acuerdo con
varios planteos, la utilización de términos neutros o el uso de letras o símbolos sin
marcas de género tienen la ventaja de superar la concepción binaria del género, e incluir
en su enunciación a aquellas personas que no se reconocen con ninguno de los géneros
tradicionales (Travits y Pérez, 2019, en Pesce y Etchezahar, 2019).
Tanto el LI como el “lenguaje no-sexista”, entonces, comparten el espíritu de lucha
y toman a la lengua como objeto de análisis e intervención crítica. Intentan desterrar o
transformar el uso discriminatorio del lenguaje que está arraigado en el discurso y en el
significado de algunas palabras y acabar con la ginopia, es decir, “la falta de registro de la
existencia de un sujeto femenino, la invisibilización de las mujeres (y otros sujetos) que
quedan fuera de lo nombrado” (Maffia, 2012: 2). La gran diferencia entre LI y lenguaje no-
sexista debe buscarse, entonces, en ese mecanismo que rompe la norma lingüística y
con el cual se pretende abarcar los géneros no binarios. De esta manera, se produce un
efecto subversivo (o “incisivo”, según Theumer, 2018) que en sí mismo es una
característica importante del LI, ya que resuena claramente en quien recibe el mensaje y
produce un efecto de choque que, muchas veces, impone una resistencia, mientras que,
por su parte, el “lenguaje no-sexista” puede pasar inadvertido.
Esto remite a otra de las dificultades que comporta el LI, ya que el mencionado
efecto subversivo actúa sobre lxs hablantes, lo que actualiza el conflicto en relación con
c Aquí se afirma que fue una argentina, Delia Suardíaz, la primera en marcar la problemática del
sexismo en la lengua castellana. Sin embargo, no se pudo acceder al material original.
d Se debe recordar la falta de sistematización antes aludida, por lo que la presentación que
sigue solo representa una aproximación a dichas técnicas. Asimismo, el carácter creativo de
lxs hablantes hace imposible formular una reseña definitiva.
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las posiciones que, sobre él, se adoptan en el seno de la comunidad lingüística. En
efecto, en estas posturas no sólo se ponen de manifiesto opiniones de cómo es o debería
ser la lengua, ni “simples” decisiones personales en cuanto a modos de expresión, sino
que se juegan cuestiones de mayor alcance, ligadas a la identidad, a los colectivos de
pertenencia, a los ideales, al valor de los productos lingüísticos, a la legitimación de lo
propio frente a lo “otro”, tal como se verá en la segunda parte de este trabajo.
En términos muy generales, podría afirmarse que se trata de posiciones
encontradas donde, por un lado, se sostiene un cuestionamiento a la lengua española,
señalada como androcéntrica e invisibilizadora de la mujer y de los géneros no binarios.
Por el otro lado, predomina el conservadurismo normativo, es decir, la idea de mantener
la regulación y el control lingüístico, lo cual se manifiesta en formas variadas: desde la
idea de “preservar” o salvaguardar el idioma frente a tendencias que serían
contaminantes o deformantes, hasta la total anulación del conflicto planteando desde la
perspectiva opuestae, anulación que supone desacreditar el debate, ridiculizándolo, por
ejemplo.
No es de sorprender que la propia denominación “lenguaje inclusivo” sea también
resistida, por ejemplo, en referencia a la inclusión, y esto en, al menos, dos sentidos. Por
una parte, se tilda de ficticio que un cambio lingüístico pueda afectar la realidad de
manera tal que produzca, de por sí, una inclusión; por otra, se pone en tela de juicio la
importancia de una inclusión en torno al género, lo que se expresa, frecuentemente,
mediante la idea de que sería más útil o productivo un lenguaje que incorporara nuevos
recursos para la comunicación, como por ejemplo, el lenguaje de señas. Este hecho
puede ser pensado como una muestra de la disputa por el sentido que representa llamar
a un lenguaje inclusivof.
Algo que puede evitar esa discusión es llamarlo “lenguaje no binario”, tal como lo
hace Ártemis López. “Elle”, como pide que se le nombre, es “doctorade” en lingüística y
estudia el español no binario. López (2020) clasifica entre el lenguaje no binario directo y
el lenguaje no binario indirecto. El indirecto es aquel que tiene como objetivo referenciar a
todos los géneros sin utilizar marcas gramaticales de género, empleando en su lugar
ciertas estrategias lingüísticas como las que en este trabajo se ubicaron dentro del
lenguaje no sexista; mientras que el directo “es mucho más obvio porque utiliza
neologismos y neomorfemas como {-e} o {-x}” (López, 2020: 296-297), lo que aquí se
calificó como LI.
Así como el estudio del LI comporta las dificultades reseñadas, también constituye
un arduo trabajo hacer un desarrollo histórico del concepto. Esto se debe a la forma en la
que se despliega una lengua de manera natural: constantemente, la comunidad
lingüística crea palabras o las cambia, incorpora otras prestadas de lenguas extranjeras,
instaura nuevos usos y significados, incluso varía su pronunciación y escritura, de modo
tal que con el tiempo la lengua que circula en la comunidad ya no se parece a la lengua
“original”. Pocas veces se conoce con certeza el momento en que suceden estos
cambios, aunque se pueda intentar una aproximacióng. Se trata, como puede advertirse,
de consideraciones que remiten al concepto de cambio lingüístico.
Por supuesto que no cualquier cambio es incorporado en la lengua. Sólo tienen
éxito aquellos neologismos que por adopciones sucesivas empiezan a vivir de boca en
e El tema reactiva un viejo debate dentro de los estudios del lenguaje. Por un lado el privilegio
del sistema, de la estabilidad de la lengua, del sentido único, por el otro, el estudio de la
palabra en su despliegue discursivo, en sus usos sociales, la reivindicación de la multiplicidad
de significados y el énfasis en el carácter ideológico de toda proferencia lingüística.
f Como se verá más adelante con los planteos de Butler (1997), al definir un lenguaje como
inclusivo también se está definiendo un sujetx hablante.
g Mediante la herramienta de búsqueda de Twitter, se pudo encontrar que los primeros twits con
la palabra “todes” son del año 2008. Además, lxs trxs usuarixs de las cuentas desde donde se
publicaron los mensajes parecen ser de España, lo que nos daría una pista de su lugar de
origen. Recuperado de: https://twitter.com/search?q=todes%20lang%3Aes%20until%3A2009-
01-01%20since%3A2008-01-01&src=typed_query
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boca, por su forma novedosa, por su secuencia grata al oído o mayor expresividad.
Además, el prestigio que se asocia o no a ellos juega un papel importante, y suele ser un
proceso relativamente largo durante el cual estarán en pugna la forma innovadora y la
arcaizante (Wagner, 2018). En el caso particular del LI, esta innovación lingüística
vehiculiza además representaciones ideológicas que, en un contexto sociohistórico que
no necesariamente comparte una misma sensibilidad ante tales representaciones, genera
tanto apoyo como resistencias.
Lo que se puede establecer con mayor precisión es que, en Argentina, el auge del
LI se dio durante el año 2018, en el cual se llevaron a cabo grandes movilizaciones de
grupos feministas y LGBTQ+, principalmente a raíz del Proyecto de Ley de Interrupción
Voluntaria del Embarazo (Tosi, 2019). En este contexto, precedido por las marchas de “Ni
Una Menos”h desde 2015, cada vez más masivas, y “en los discursos militantes a favor
del aborto legal, seguro y gratuito –en su mayoría, provenientes de los sectores más
jóvenes– emergió el uso del morfema –e como nueva marca de género que pone en
cuestión el sistema binario” (Tosi, 2019: 2).
Más allá de las certezas que se pueda tener acerca del momento preciso en que
emerge el LI, no quedan dudas de que su masificación en nuestro país es correlativa a
dichas movilizaciones, lo que deja en evidencia el valor ideológico del novedoso código
lingüístico. A partir de ese momento, se fue haciendo más habitual, en gran medida
visibilizado (tanto en su uso como en la crítica) a través de las redes sociales, los medios
de comunicación y por los avances relacionados con su incorporación en legislaciones y
documentos oficiales.
Resumiendo, el LI es un resultado (entre otros posibles) de la reflexión sobre las
representaciones que el lenguaje transmite acerca del género. Se presenta materialmente
como un conjunto de variantes lingüísticas que, originalmente, tienen la intención de
nombrar de manera explícita (desdoblamiento) o tácita (reemplazo de la marca de género
puramente masculina) a las mujeres, pero más recientemente también busca incorporar a
los géneros no binarios. Es una integración de formas lingüísticas heterogéneas que
comportan (de manera implícita o explícita) ideas de cómo se constituyen las relaciones
entre los géneros, junto a un ideal de cómo deberían ser.
Como puede advertirse por el desarrollo precedente, las dificultades y
consideraciones expuestas hasta aquí resultan de la naturaleza diversa y multifacética del
fenómeno. En esta problemática conviven, pues, junto a los lingüísticos, factores
sociales, políticos, ideológicos e identitarios. En consecuencia, en su estudio adquiere
una gran densidad significante el plano enunciativo, que marca en el discurso una
posición de subjetividad (individual o colectiva) y su lugar en la red de la
interdiscursividad social. Este trabajo orienta su indagación en ese sentido. Pero antes de
avanzar, conviene detenerse en una noción fundamental en el marco de estas
reflexiones: el concepto de género.
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El género gramatical es importante en este debate porque, desde la perspectiva que
propone el LI, es aquello que se modifica y se postula como portador de un poder
performativoi, mientras que se busca mantener el género gramatical y se niega la
existencia de tal poder desde el discurso que le es contrario.
No todas las lenguas poseen género gramatical. Se dice que una lengua lo posee
cuando los sustantivos y los pronombres imponen a otras palabras sus rasgos de
concordancia, por lo tanto, como se dijo, el español es una lengua con tres géneros.
Como en algunos casos la categoría gramatical de género se usa para expresar el sexo
biológico, una de las acciones que suele cuestionarse es equiparar ambos conceptos.
Debe señalarse que el género gramatical no se comporta de manera homogénea
en todas las lenguas y su cercanía con el concepto de sexo tampoco se presenta en
todas ni con la misma intensidad en aquellas que lo hacen. Sin embargo, el fenómeno del
LI no es exclusivo de la lengua española, sino que se está dando en diversos idiomas,
como el inglés, el francés, el sueco, entre otros, cada uno de ellos con sus características
propias.
El otro plano que debe tenerse en cuenta es el género como rasgo social e
identitario (identidad de género), que tiene su origen conceptual en el término inglés
gender. Según Costa Pérez (2017), desde que Money introdujo la noción de gender role
(rol de género) en 1955, el uso del concepto género no ha hecho más que incrementarse.
Esta noción era usada por Money para referirse a la auto-identificación para quienes el
sexo natural escapa a las definiciones simples, como en el caso del hermafroditismo. A
partir de ahí, comienza un gradual incremento del uso de género en artículos
académicos, especialmente en Ciencias Sociales, para enfatizar la importancia del
entorno en el comportamiento social y las diferencias entre hombres y mujeres. Género
englobaría un conjunto de prácticas que acumulan significados ligados a nociones
culturales, históricamente construidas.
En los años „80, el uso del término género comienza a dominar como variable en
el discurso feminista mientras que se produce cierto declive en el uso de su contraparte,
sexo. En ocasiones, el binomio sexo/género se ve reducido a género, lo que resulta en el
solapamiento de significados y el uso de estos términos como sinónimos. Sin embargo, si
se quiere apostar por una delimitación de estos conceptos, conviene pensar al binomio
como una relación entre dos ideas complementarias, en cuanto que género viene a cubrir
un aspecto de sexo que se aleja de lo biológico y se acerca más a la conducta y al
comportamiento que a lo naturalmente dado (Costa Pérez, 2017).
De esta manera, la noción de sexo puede entenderse como un “conjunto de
componentes complejos (genes, hormonas, respuestas cerebrales, enfermedades),
encuadrables, sin duda, dentro del ámbito biológico, pero que manifiestan un desarrollo
necesariamente psicosocial y que se engloba bajo la etiqueta género (conductas, deseos,
afectividad, erotismo, amor)” (Costa Pérez, 2017: 35). La noción de género, por su parte,
en su nueva significación teórica discursiva, apunta a un entramado cultural marcado por
la subjetividad, “un conjunto de prácticas, creencias, representaciones y prescripciones
sociales que surgen entre los integrantes de un grupo humano en función de la
interpretación y valoración que se hace de la diferencia anatómica entre hombres y
mujeres” (Rocha-Sánchez y Díaz-Loving, 2005, como se citó en Costa Pérez, 2017: 25).
Por lo tanto, desde esta perspectiva o plano conceptual, el género está formado
por las representaciones de una sociedad dada en un momento histórico concreto,
acerca del ser y el deber ser del hombre y la mujer. Esto constituye la definición social del
género, mediante la cual se clasifica a las personas como pertenecientes a un género
específicoj. Por otra parte, también existe una definición individual del propio género, que
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puede coincidir o no con el sexo biológicok. Es lo que se denomina identidad de género, y
se erige como un elemento central en la construcción de la subjetividad, en la medida en
que ciertos rasgos o características sexo-genéricas son asumidos como “propiedades del
ser”.
Sin embargo, como lo marcan las distintas reflexiones que se orientan
especialmente hacia las vicisitudes del sujetx y su relación con el lenguaje y con lxs otrxs,
la concepción contemporánea de las identidades se aleja de todo esencialismo, en tanto
que conjunto de atributos dados o preexistentes, para centrarse en su cualidad relacional,
en su posicionalidad en una trama social (Arfuch, 2005). De este modo, la identidad –en
singular- sería vista como un momento identificatorio en un trayecto nunca concluido.
Desde esta perspectiva,
la pregunta sobre cómo somos o de dónde venimos (…) se sustituye (…) por el cómo
usamos los recursos del lenguaje, la historia y la cultura en el proceso de devenir más que
de ser, como nos representamos, somos representados o podríamos representarnos. No
hay entonces identidad por fuera de la representación, es decir, de la narrativización -
necesariamente ficcional- del sí mismo, individual o colectivo. (Arfuch, 2005: 24)
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constituye. En ese sentido, el “yo” es una figura discursiva, una instancia subyacente a
todo enunciado que trasciende la voluntad y la intención de unx individuo particular.
Asimismo, establece las bases para la reflexión acerca del lugar del sujetx como un
espacio en el cual interpela y es interpelado.
Si bien, como señala Gasparri, la teoría de Benveniste “sobrevive legítima para
alertar los procesos de mediación: el lenguaje nos sujeta, el lenguaje funda la
subjetividad, el sujeto se constituye en y por el lenguaje” (2019: 52), es en la obra de otro
lingüista que el planteo se inscribe de modo directo: la teoría de los actos de habla de J.
Austin.
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en cuestión la naturalización y la esencialización de las identidades de género de la
cultura hegemónica y de quienes la defienden.
Porque si los actos de habla permiten dar cuenta de los mecanismos lingüísticos
que inscriben lo normal, lo a-normal, lo extraño en la constitución de la identidad, al
mismo tiempo habilitan la explicación acerca de los cambios en el lenguaje para la
producción de nuevos sujetxs, cuerpos e identidades. Allí radica, precisamente, la
importancia del LI y su potencia dinámica y compleja: permite crear las condiciones de
visibilidad de nuevos sujetxs en un doble juego que consiste en, por un lado, romper con
las narrativas tradicionales sobre la identidad y, por el otro, ensayar modos diferentes que
den cuenta de esas nuevas operaciones de significación.
En suma, al dar lugar a nuevas expresiones productoras de posiciones de
identidad, el LI permite, de algún modo, invertir la fuerza performativa con la que el
lenguaje sanciona la diferencia. Esto es posible gracias al “hacer" del lenguaje y en el
lenguaje, a su doble característica: “Aquel que actúa (…) actúa precisamente en la
medida en que él o ella es constituido en tanto que actor y, por lo tanto, opera desde el
principio dentro de un campo lingüístico de restricciones que son al mismo tiempo
posibilidades” (Butler, 1997: 37).
Butler (1997) recupera, también, la noción de interpelación de Althusser (1977). La
interpelación es un acto de habla cuyo “contenido” no es verdadero ni falso. Ser llamadx
por un nombre es una de las condiciones por las que un sujetx se constituye en el
lenguaje. Al producirse este llamado, se ofrece una cierta posibilidad de existencia social:
se inicia a unx en la vida temporal del lenguaje. Es por esto que la huella que deja la
interpelación no es descriptiva, sino inaugural. Intenta crear una realidad más que dar
cuenta de una realidad que ya existe.
Mediante la interpelación ideológica, lxs individuxs son llamadxs a asumir las
prácticas y significados sociales asociados al lugar que se les asigna. La interpelación no
se dirige a un sujetx ya constituidx, sino que lo produce en su misma operación. En esta
dirección, Butler (1997) entiende que el sujetx es llamadx a identificarse con una
determinada identidad sexual, bajo la ilusión de que ésta responde a una interioridad que
ya estaba allí anteriormente. Siguiendo con esta autora:
Para tender un puente entre los puntos de vista de Austin y de Althusser, necesitaríamos
dar cuenta de cómo el sujeto constituido a través de la llamada del Otro se transforma en
un sujeto capaz de dirigirse a los otros. En tal caso, el sujeto no es ni agente soberano con
una relación puramente instrumental con el lenguaje, ni un mero efecto cuya agencia está
en complicidad total con las operaciones previas de poder. La vulnerabilidad con respecto
al Otro constituido por una llamada previa nunca se supera a través de la posesión de la
agencia (1997: 51).
l En retórica, la metalepsis es una figura del lenguaje que consiste en sustituir la causa por el
efecto o a la inversa. Ciertos tratamientos la ubican como una clase de metonimia.
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Se piensa el lenguaje sobre todo como agencia, un acto con consecuencias, un acto
prolongado, una representación con efectos. El lenguaje es postulado o constituido en
tanto que agencia. Pero es posible pensar el lenguaje precisamente porque es agencia;
una sustitución figurada hace posible que podamos pensar la agencia como lenguaje.
(Butler, 1997: 24)
3.1. El reconocimiento
En la obra de Judith Butler, la noción de reconocimiento está asociada a los
modos en que lxs sujetxs adquieren inteligibilidad y forma como tales. Como se viene
estableciendo, sostiene que una cierta existencia social del cuerpo se hace posible
gracias a su interpelación en términos de lenguaje.
Propone imaginar una escena imposible en la que un cuerpo, al que no le ha sido
dada aún una definición social (un cuerpo, estrictamente hablando, inaccesible), se
vuelve accesible en el momento en que alguien se dirige a él, “con una llamada o una
interpelación que no descubre el cuerpo, sino que lo constituye. Para que se dirijan a uno,
uno debe ser primero reconocible” (Butler, 1997: 21). Es por eso que se puede decir que
se llega a existir en virtud de esta dependencia fundamental de la llamada del Otro, que
anuncia el reconocimiento. En un sentido althusseriano, se puede sostener que la
interpelación constituye a un sujetx dentro del circuito posible de reconocimiento.
En otras palabras, sólo puedo decir „yo‟ en la medida en que primero alguien se
haya dirigido a mí, y que esa apelación haya movilizado mi lugar en el habla;
paradójicamente, la condición discursiva del reconocimiento social precede y condiciona
la formación del sujetx: no es que se le confiera el reconocimiento a un sujetx, el
reconocimiento forma a ese sujetx. Además, la imposibilidad de lograr un reconocimiento
pleno, es decir, de llegar a habitar por completo el nombre en virtud del cual se inaugura y
moviliza la identidad social de cada unx, implica la inestabilidad y el carácter incompleto
de la formación del sujetx.
El „yo‟ es pues una cita del lugar del „yo‟ en el habla, entendiendo que ese lugar es de
algún modo anterior y tiene cierto anonimato en relación con la vida que anima: es la
posibilidad históricamente modificable de un nombre que me precede y me excede, pero
sin el cual yo no puedo hablar” (Butler, 1993/2002: 317).
m Ley 26.743 de 2014. por la cual se establece el derecho a la identidad de género de las
personas. 9 de mayo de 2012. B. O. 32404.
14
o insultos; es decir, la palabra divina, (…) dan existencia a aquello que enuncia”
(Bourdieu, 1982/1985: 16).
Por su parte, el LI también interviene en un espacio de reconocimiento (o de
disputa por el reconocimiento), donde el género se actualiza constantemente a través del
discurso, tanto de manera explícita como velada. Quien, mediante cierto uso de la
palabra, reconoce las diferencias y desigualdades de género inscritas en el discurso,
posibilita al otrx asumir esa diferencia como propia o ajena. Por eso, la disputa por el
reconocimiento que subyace al problema del LI no es exclusivamente lingüística, en la
medida en que no pretende ser gramática: “Su objetivo es el cambio social y, en la
sociedad moderna, una de las herramientas ineludibles del cambio social es darle al
mensaje una forma potente que propague la idea de que cierto estado de cosas es
inaceptable y debe cambiar” (Kalinowsky et. al., 2020: 21).
Otro punto donde se cruzan el LI y el reconocimiento es en el cuestionamiento de
la universalidad que subyace a la idea del consenso. En su trabajo, Butler (1997) aborda
este tema retomando a Habermas, quien sostiene que para alcanzar el consenso las
palabras se deben correlacionar con significados unívocos, y para ello cada participante
debe adherir a un mismo punto referencial. Lo que evidencia el surgimiento del LI en sus
variadas formas es la falta de consenso tanto en relación a la universalidad del masculino
genérico como en el reconocimiento que el LI busca otorgar. Cabe preguntarse, con
Butler, por la posibilidad misma de establecer significados de una vez por todas y, en ese
caso, quién sería capaz de levantarse por encima de la disputa interpretativa a la posición
de asignar significados a los enunciadosn.
Al respecto, Butler concluye que una teoría del consenso es idílica porque
cortocircuita la labor necesariamente difícil de forjar un consenso universal desde
distintos lugares de la cultura y además entorpece la ya difícil práctica de traducción entre
los distintos lenguajes en los que la universalidad hace sus variadas y opuestas
apariciones. En este aspecto, es interesante pensar al LI bajo la contradicción
performativa que tiene lugar cuando alguien, sin autorización para hablar desde dentro y
como lo universal (en este caso las mujeres o los géneros no binarios), reclama la
palabra. Esto es, cuando alguien que está excluidx de lo universal, y a pesar de todo
pertenece a éste, habla desde una situación de existencia escindida, a la vez autorizada
y desautorizada.
Este tipo de discurso no será una simple asimilación a una norma existente, puesto que
aquella norma está predicada a partir de la exclusión de quien habla, aquel cuyo discurso
pone en cuestión la fundación del universal mismo. Pronunciar y mostrar la alteridad
dentro de la norma (la alteridad sin la cual la norma no se “sabría a sí misma”) muestra el
fracaso de la norma para ejercer el alcance universal que representa. (Butler, 1997: 154)
3.2. La ofensa
Así como se dijo que el lenguaje puede preservar el cuerpo, no de una manera
literal (trayéndolo a la vida o alimentándolo), sino haciendo posible una cierta existencia
n En esta disputa por las definiciones se puede apreciar que ésta se realiza de manera
relacional, es decir, se plantea un sexismo lingüístico en oposición al LI, el cual a su vez
contiene una referencia negativa hacia lo que sería un lenguaje excluyente. Estas diferentes
definiciones son posibles dada la polisemia inherente a la constante presencia social en la
lengua legítima. En una sociedad diferenciada, los nombres comunes (como trabajo, familia,
amor, madre, etc.) reciben diferentes significaciones, que incluso pueden ser antagónicas
(Bourdieu, 1982/1985).
15
social del cuerpo gracias a su interpelación, también puede el lenguaje amenazar su
existencia. Este es el otro elemento que constituye el citado trabajo de Butler: la ofensa,
el poder de herir a través del lenguaje. Este modo de interpelación, a través de la cual el
lenguaje puede suponer una amenaza violenta, estaría estrechamente ligado a esa
dependencia primaria con el Otro que todo ser parlante tiene como consecuencia de
dicha alocución interpelativa o constitutiva (Butler, 1997: 22).
Para trabajar la ofensa, Butler cita a Mari Matsuda, quien entiende que el lenguaje
de odio no sólo actúa sobre quien oye, sino que también contribuye a la constitución
social de aquel al que se dirige, oyente que ocupa, así, una posición social o incluso se
convierte en sinónimo de ella. De esta manera, resulta heridx por un enunciado en virtud
de la posición social que ocupa. Asimismo, el enunciado fuerza a ocupar una posición
social subordinada. “Según este modelo ilocucionario, el lenguaje de odio ni describe un
daño ni lo produce como consecuencia, sino que constituye aquel al que se dirige en el
momento de pronunciar el enunciado” (Butler, 1997: 41). El argumento que da Matsuda
supone que en el momento en el que se da una enunciación de odio se enuncia una
estructura social; el lenguaje de odio invoca de nuevo la posición de dominación, y la
consolida en el momento del habla.
Continúa Judith Butler:
16
Este punto conduce nuevamente a la cuestión del reconocimiento, ya que a través
de la censura que busca establecer los parámetros sociales de lo que se puede decir, se
fija tanto un discurso permitido como uno prohibido (lo cual es una contradicción
performativa), y como no hay discurso sin hablante, recaerá sobre él, ella o elle la pena
de haberse salido del campo de lo enunciable y de poner en juego su categoría de sujetx
de discurso junto con su reconocimiento. Sin embargo, esto no significa el fin de la
subjetividad, ya que paralelamente se produce un espacio de oposición donde se puede
encontrar un nombre propio. Esto se relaciona con lo visto en el apartado anterior sobre
los significados equívocos, ya que, como señala Butler:
(…) la equivocidad del enunciado significa que puede que no siempre signifique de la
misma manera, que su significado puede ser invertido o desviado de alguna manera
significativa y, más importante todavía, significa que las palabras mismas que tratan de
herir pueden igualmente errar su blanco y producir un efecto contrario al deseado (Butler,
1997: 148).
o Existen varios ejemplos de esta reapropiación en el ámbito del fútbol: canallas, leprosos,
pincharratas, triperos, bosteros, gallinas, etc. Todos términos originalmente insultantes y
peyorativos utilizados para señalar a las hinchadas o equipos respectivos, pero que con el
tiempo fueron adoptados como apodos.
17
SEGUNDA PARTE
Luego de haber hecho un recorrido acerca de los aspectos generales del LI, de su
relación con el concepto de género y de la relación con las categorías teóricas de Butler
del reconocimiento y la ofensa, en esta segunda parte se propone una ilustración de los
planteos precedentes a partir del análisis de algunas expresiones, argumentaciones y
respuestas que emergen en la escena enunciativa actual en torno al fenómeno. Para ello,
se recurre a algunos materiales representativos que expresan una tendencia hacia el
reconocimiento del LI o, por el contrario, su cuestionamiento, el cual refleja, entre otros
aspectos, un importante nivel de ofensa.
Se trata de un primer acercamiento, entre tantos otros posibles, a algunas de las
materialidades discursivas relacionadas con el LI que circulan por el mercado lingüístico,
conformadas por una resolución académica que habilita institucionalmente su uso, la
correspondiente cobertura periodística, realizada por un diario local, y los comentarios de
lectorxs en el sitio web donde se la publica.
Concretamente, se revisa la Resolución Académica emitida por la Facultad de
Psicología de la Universidad Nacional de Rosario (UNR) en agosto de 2019, en la que se
reconoce y permite el uso del LI en sus producciones discursivas. La revisión de este
documento es relevante en la medida en que el presente trabajo nace en la esfera de
dicha institución, por lo que conocer el marco normativo, y más aún, indagar en el
fundamento teórico que sustenta tal habilitación, se convierten en tareas centrales. La
Facultad de Psicología (UNR) es parte de las Casas de Altos Estudios pionerasp en la
habilitación del uso del LI en Argentina, en consecuencia su pronunciamiento es parte de
un contexto especialmente relevante en el desarrollo de la discusión.
Luego se explora una nota periodística del diario La Capital (Bazzoni, 2019), que
en su versión web da a conocer la noticia. Esto posibilita examinar los modos en que se
lleva a cabo la tarea de informar sobre el hecho, atendiendo tanto a aquello que se dice
como a lo que se omite; aunque (claro está), solo se trate de una aproximación que no
busca reflejar la postura de la prensa en general ni el grado de profundidad con el que se
suele tratar el tema.
Finalmente, la revisión se nutre de algunos de los comentarios escritos por
distintxs usuarixs de internet en dicha versión web de la noticia. De este modo, se busca
relevar algunos de los discursos que circulan en relación al LI, al hacer foco en las
reacciones que se evidencian en los enunciados de reconocimiento u ofensa.
Debe insistirse en que no se pretende hacer un análisis detallado de materiales
tan diversos. Realizar una generalización de los numerosos documentos, notas de
opinión o comentarios en internet que han surgido (y que siguen surgiendo) en este
tiempo al respecto del LI, no sería posible en un espacio como éste. Simplemente se
pretende ilustrar algunos casos representativos acerca de las ideas que del LI se
comunican, cómo lo hacen, desde qué lugares y con qué fuerzas.
18
5. RECONOCIMIENTO INSTITUCIONAL
q Estos documentos son (1) la Convención sobre la eliminación de todas las formas de
discriminación contra la mujer (ONU, 1979), (2) la Convención Americana sobre Derechos
Humanos (también conocido como “Pacto de San José de Costa Rica”, OEA, 1969), (3) la
Convención Interamericana para prevenir, sancionar y erradicar la violencia contra la mujer
(OEA, 1994), (4) los Principios de Yogyakarta (documento redactado por un grupo de
especialistas en derechos humanos internacionales y presentado ante el Consejo de Derechos
Humanos de la ONU, 2007), (5) la Resolución sobre Derechos Humanos, Orientación sexual e
Identidad de género (OEA, 2009), (6) la Ley de Protección Integral a las Mujeres (ley N.º
26.485, Argentina, 2009), (7) la Ley de Identidad de Género (ley N.º 26.743, Argentina, 2012),
(8) el Protocolo y Plan de acción contra la violencia de género de la UNR, y por último (9) los
proyectos aprobados por la Facultad de Humanidades y Ciencias Sociales de la Universidad
Nacional de la Patagonia y (10) por la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de
Buenos Aires.
19
Estas citas presentes en la Resolución establecen un marco y una posición desde
la cual se enfoca el problema del LI. En estas disposiciones queda establecido con
claridad el posicionamiento que busca controlar los discursos que pueden circular en la
institución (García Negroni y Hall, 2019), y se señala la valoración que se otorga a ciertas
instituciones y legislaciones. Estas instituciones son socialmente valoradas como
legítimas, especialmente en algunos ámbitos discursivos, como el académico o el
jurídico.
Sin embargo, en este caso, el control de los discursos que circulan en la
institución (a diferencia de aquel control que se caracteriza por la censura) tiende a
ampliar las posibilidades discursivas y no, a restringirlas. Como se dijo más arriba, el
discurso jurídico se distingue por su poder performativo, por lo que acudir a la legislación
nacional e internacional no responde únicamente al prestigio social que puedan tener
estos documentos o instituciones, sino también al poder de su palabra creadora
(Bourdieu, 1982/1985), en este caso, para crear y habilitar un espacio discursivo
alternativo.
En el siguiente apartado, el de los “considerandos”, se mencionan los Principios
de Yogyakarta, que recomiendan adoptar las medidas necesarias para asegurar el
derecho a expresar la identidad o la personalidad, “incluso a través del lenguaje”. En
sintonía, se afirma que “si consideramos a los actos de habla como performativos
podemos sostener que aquello que no se nombra, no existe. En este caso, „las‟ y „les‟ que
no se nombran no existen” (Resolución 204, 2019: 1). Y denuncia luego que “la lengua se
presenta como „neutral‟ mientras va reuniendo sucesivas referencias hacia los varones y
negando a las mujeres (y diversidades sexuales)” (Theumer, como se citó en Resolución
204, 2019: 1-2) por lo que puede entenderse que una intervención en el lenguaje se haga
necesaria. Aquí ya es clara la posición teórica, fundada en la performatividad del
lenguaje, que ayuda a establecer la importancia de nombrar las diferencias sexo-
genéricas como un factor fundamental hacia el reconocimiento.
Otro de los puntos destacados surge en relación al “movimiento feminista y de la
diversidad sexual”, de los cuales se sostiene que “avanzaron hacia una comprensión de
la lengua como una tecnología de gobierno del género” (Resolución 204, 2019: 2), lo que
permitió disputar la exclusión y la subordinación moral, biológica y jurídica, colocando al
LI como un tema de agenda pública, en pos de la visibilización de dichos grupos. El
reconocimiento que se les asigna a estos movimientos sociales interpela definitivamente
a aquellos grupos que participan en dicha disputa, la cual involucra tanto el campo del
lenguaje como el del género. En este mismo sentido, se afirma que el lenguaje es
político, y se define al sexismo lingüístico como el uso discriminatorio del lenguaje por
razón de sexo, y al LI como aquel que no oculta, no subordina, no infravalora ni excluye.
Los últimos aspectos que menciona la Resolución posicionan a la Facultad de
Psicología y a la Universidad Nacional de Rosario como instituciones que deben
acoplarse a los movimientos culturales y políticos que promueven y luchan por la
efectivización de los derechos, se considera a esta propuesta como una forma de generar
otras modalidades de lazo e incidir en la filiación de las diferentes generaciones que
transitan la institución, y se afirma que se está haciendo historia, la cual debe estar
atravesada por una formación académica con un enfoque de derechos.
La Resolución de referencia concluye, finalmente, con la sección de “Resuelve”,
que consta de cuatro artículos: el reconocer el uso del LI en la escritura de los
documentos de difusión y comunicados institucionales, entendiendo al lenguaje inclusivo
como aquel que nombra a las mujeres y diversidades sexuales y rompe con la idea del
masculino como universal y neutro; aceptar el LI en producciones escritas y verbales,
realizadas tanto por los estudiantes como los docentes y no docentes; propiciar espacios
de sensibilización y capacitación -lo que está en consonancia con la Ley Micaelar- para
r Esta ley N.° 27499, promulgada en enero de 2019, establece la capacitación obligatoria en
género y violencia de género para las personas que se desempeñan en la función pública.
20
proveer herramientas que faciliten el uso del LI y que eliminen los estereotipos; y
finalmente, establecer el registro y la comunicación de la Resolución (204, 2019: 3).
En suma, se trata de una normativa que reconoce un conflicto en torno a la
diversidad de género y tiene en cuenta su expresión a través del lenguaje, en la medida
que considera que la palabra posibilita a lxs sujetxs ser inteligibles. Este conflicto exige
una validación jurídica, dado que ciertos grupos reclaman la palabra, su palabra, la cual
es denegada porque se juzga que ciertas leyes “universales” están siendo violadas. Es
por todo esto que se considera que el espíritu de esta Resolución es ampliatorio de
derechos: tiene una tarea política, que es dejar al descubierto el hecho de que esta
gramática les excluye, al tiempo que asume que las identidades son creadas,
reproducidas, negociadas, impuestas o incluso resistidas a través del discurso (Aniceto,
P. et al., 2019). Debe reiterarse, finalmente, que el uso de LI no se impone sino que se
habilita.
Sin embargo, este reconocimiento de subjetividades que “no tienen, a priori,
correspondencia con elementos gramaticales impuestos con fuerza de ley” (Aniceto, P. et.
al., 2019: 28) abre una cadena de argumentaciones. Se hace necesario, por lo tanto,
atender a este juego de revisión y conservación en otro de sus lugares de disputa: las
reacciones en oposición al LI.
6. REACCIONES CONSERVADORAS
21
Este caso es representativo de otros muchos y de la postura que en general
adoptan los medios sobre el tema, que se presenta siempre en el marco del conflicto
entre discursos legítimos y autorizados, con otros de resistencia, oposición o marginales
(Rojo, 1997, como se citó en Pérez y Moragas, 2020: 75). Y es que otros diarios o
medios, como el diario La Nación, sí se han caracterizado por presentar reacciones
conservadoras hacia el LI. Apelando a argumentos cientificistas y academicistas, las
voces invocadas y legitimadas son las de personalidades afines al campo de las letras y
la literatura, y principalmente a instituciones como la mencionada RAE y la Academia
Argentina de Letras. De esta manera, se ciñe la arena discursiva, relegando a aquellas
otras miradas propias de los estudios de género, de los movimientos feministas y la
comunidad LGBT+ (Pérez y Moragas, 2020).
En términos generales, entonces, los medios asumen mayormente una postura
conservadora y reaccionaria frente al LI, por lo que no es de extrañar que esa misma
postura se replique con mayor dureza en los comentarios que escriben lxs lectorxs de
estas noticias en paginás web, foros, redes sociales y otros espacios de la internett.
A continuación, se citan algunos de estos comentarios escritos en sitio web de La
Capital, en respuesta a la noticia redactada por Bazzoni (2019). De esta manera, se hace
posible relevar algunos rasgos salientes en relación a los tipos de argumentaciones que
se vislumbran en estas reacciones, con la intención de ponerlos en relación con algunos
de los planteos teóricos expuestos en la primera parte.
Como podrá verse, la ofensa tiene un lugar prominente en estos comentarios,
entendiendo la ofensa como palabras que hieren (Butler, 1997). Sin embargo, no es tanto
las palabras que se utilizan para agredir las que interesan a este trabajo, sino los efectos
que la ofensa tiene (o busca tener), junto con las ideas que estos enunciados transmiten,
dado que en ellos se juega una lucha por el poder de establecer definiciones.
El despliegue de estos enunciados se funda en una serie de argumentos que
pueden clasificarse, de manera un tanto arbitraria, en pares de opuestos que pugnan por
prevalecer. Estos pares, debe aclararse, no se presentan aisladamente, sino que en
general aparecen combinados.
Para comenzar, uno de los argumentos más frecuentemente esgrimidos es aquel
que pretende la defensa del lenguaje ante tendencias que serían impuras, por lo que
puede pensarse en un par de opuestos: pureza/contaminación. Aquí se transcriben los
comentarios textualmente, sin corrección de errores ortográficos y/o de sintaxis. Por
ejemplo:
t Esta mayor dureza (u ofensa, como se trabajará a continuación) puede ser potenciada por el
anonimato y la liviandad o falta de los lazos entre lxs usuarixs.
u Las cursivas están en el original.
22
Otra forma de reacción es fijar la naturalidad/imposición de la lengua en general y
de los discursos en particular. De esta manera, en los comentarios se asume la
neutralidad de la lengua oficial, mientras que se denuncia la imposición del LI. Además, lo
que es impuesto no sería solo este uso del lenguaje, sino cierta ideología que vendría
con él. Dicha ideologización es valorada negativamente, lo que también puede
relacionarse con la impureza, un lenguaje contaminado de ideología. Algunos ejemplos:
Licatta, C. (2019). Atrofian el cerebro de los chicos , cuando escriban como tontos
inclusivos, la maestra les va aponer un cero inclusivo, aparte es de mal gusto.
Farina, C. (2019). Y bueno. Ahora la homosexualidad obligatoria está a la vuelta de la
esquina. Y seguramente ya están pensando en revolear a San Martín a una fosa común
para poner al che en su lugar.
[Comentarios en la página web UNR: la Facultad de Psicología utilizará el lenguaje
inclusivo]. La Capital. https://www.lacapital.com.ar/la-ciudad/unr-la-facultad-psicologia-
utilizara-el-lenguaje-inclusivo-n2519846.html
Lepra, R. (2019). que se puede esperar de una carrera tan inutil y dañina como psicologia
basada en psiconalisis.
Schreyer, J. (2019). Siempre para atrás, y después estos tipos ponen un consultorio…
Arango, W. (2019). si entro a un lugar y saludo con un buenos dias "señores".... espero
que las mujeres y los putos no se enojen... es inclusivo... es re boludes hablar asi....
demasiade psicologes... peques ingenieres, torneres... etc.
[Comentarios en la página web UNR: la Facultad de Psicología utilizará el lenguaje
inclusivo]. La Capital. https://www.lacapital.com.ar/la-ciudad/unr-la-facultad-psicologia-
utilizara-el-lenguaje-inclusivo-n2519846.html
Toledo, C. (2019). Si quieren incluir, por que no empiezan por digitalizar todos los apuntes
de la carrera a modo que lo puedan usar las personas con problemas de visión o cegera.
Eso si sería inclusivo de verdad, pero bue…
23
Sabanez, G. (2019). Que estupidez. La inclusión y la efectivización de los derechos, se
plasman con hechos, no distorsionando las palabras.
Martínez, R. (2019). Que ridiculo!!!! lenguaje inclusivo no es bastardear nuestra lengua,
inclusivo es el braile o el mensaje de manos para los sordo mudos, vamos para atrás.
Barzetti, A. (2019). Les pelotudes no se dan cuenta que cuando el genérico es masculino
invisibiliza a los varones no a las mujeres, porque cuando uno dice "todas" se sabe que
son solo mujeres y si uno dice "todos" pueden ser varones y mujeres (...)
[Comentarios en la página web UNR: la Facultad de Psicología utilizará el lenguaje
inclusivo]. La Capital. https://www.lacapital.com.ar/la-ciudad/unr-la-facultad-psicologia-
utilizara-el-lenguaje-inclusivo-n2519846.html
Rodríguez, C. (2019). la pelotudes en su pico maximo y asi estamos tendriamos que estar
peor.
Falzone, F. (2019) Nos merecemos el dólar a $200.
Treppo, M. (2019). y despues de esto que sigue???, porque no quemamos los diccionarios
y libros??, dejemos de ir a la escuela si total se puede escribir como se nos canta el orto,
la ortografia bien dicha nos la metemos en la orto...... Dolar a 500 nos merecemos..
24
Cesar, J. (2019). aca hace falta un bolsonaro para terminar definitivamente con el zurdaje.
[Comentarios en la página web UNR: la Facultad de Psicología utilizará el lenguaje
inclusivo]. La Capital. https://www.lacapital.com.ar/la-ciudad/unr-la-facultad-psicologia-
utilizara-el-lenguaje-inclusivo-n2519846.html
De este modo, la censura que se impone a través de las estructuras del mercado
lingüístico se ve reforzada con el castigo por transgredir las normas de la lengua oficial.
Los comentarios establecen “penas económicas” y reflejan un carácter político.
Finalmente están las ofensas directas. Se recuerda que es difícil hablar de tipos
de reacciones puras, y esto puede verse en estos comentarios ofensivos, ya que además
de la agresión, el insulto o la definición peyorativa de lxs otrxs, se produce un acto de
desprestigio. Así, algunos ejemplos de ofensa directa son los siguientes:
25
CIERRE
CONSIDERACIONES FINALES
26
El LI fue considerado, así, como acción y práctica discursiva en tanto
agenciamiento e intervención sobre la constitución subjetiva con efectos de
reconocimiento e identificación. Surgido de la constatación de las desigualdades de
género que se manifiestan y reproducen a través del lenguaje, justamente esa doble
condición performativa y transformadora lo ubica como un indicador de lucha y cambio
contra estas desigualdades al mismo tiempo que como blanco de críticas, malestares y
resistencias.
Así, entonces, bajo el supuesto de que lo real se configura lingüísticamente y la
conclusión lógica de que es imposible separar el LI de sus efectos performativos, se ha
abordado un corpus de materialidades discursivas conformado por una Resolución
académica, una noticia que informa sobre el hecho y una serie de comentarios en
reacción a la misma.
Este abordaje fue realizado con el objeto de ilustrar que la red de
argumentaciones en torno del LI se traza sobre dos grandes ejes que constituyeron dos
de las categorías de análisis de este trabajo: el reconocimiento y la ofensa. Explicitar
cómo estas categorías atraviesan las reacciones y posturas sobre LI ha posibilitado
observar que el LI se erige como campo de acción y de disputa que da cuenta de las
posibilidades de figuración de las identidades.
En la exploración de algunas de las reacciones, expresiones y respuestas que
emergen al instrumentar el LI se evidencian distintas formas de ofensa y niveles de
resistencia que enfrenta este uso inclusivo del lenguaje. La pregunta que queda sin
responder es si el ingreso del LI a nuevos espacios oficiales hará que pierda parte de su
potencia disruptiva.
Finalmente, resulta central para la práctica psicológica que las percepciones
relativas a esta problemática se configuren de modo explícito. Estas nuevas
subjetividades investidas por el lenguaje, que pueden nombrarse, autopercibirse y
expresarse bajo nuevas formas de nominación y que son respaldadas por documentos
institucionales que las habilitan, abren un importante espacio para futuros estudios y
desafíos. ¿No se corre el riesgo de entender las identidades como estables y definitivas,
de ir en la búsqueda de un lenguaje que nombre el todo, que incluya “todas” las
diferencias? Quizás estas políticas de reconocimiento de la diferencia deban ser
acompañadas por un gesto que entienda al sujetx como incompletx, nunca determinadx
del todo. Sin dudas, garantizar cierta incompletitud de la interpelación permitiría que el
sujetx pueda ser habilitadx sin ser reducidx a un lugar definitivo y esencial. Si el lenguaje
hace inteligibles a lxs sujetxs, les da visibilidad, lxs constituye, del mismo modo la
resistencia y la subversión de la identidad sólo podrán darse dentro del lenguaje y de la
posibilidad de resignificarlo. El fenómeno del LI es la mejor prueba de ello.
27
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29