El Cabaret de La Muerte

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EL CABARET DE LA MUERTE

En los viejos boliches contaban historias de ese enigmático sitio. Un parroquiano decía que "le
había dicho alguien que conocía a un cajetilla que era habitué a ese cabaret". Lo cierto que
ninguno de ellos había pisado ni pisaría al llamado Cabaret de la Muerte. Se trataba de un sitio
de copas carísimas y un ambiente entre aristocrático y señorial. Por los años 30, ese nombre se
vinculaba a misterios e historias de refinados vicios. Se ubicaba en la curva del Buceo, atrás de
un enorme predio lleno de mausoleos (hoy Museo Zoológico). Por ese tiempo el camposanto
del Buceo, en su parte trasera, estaba abierto y apenas algún tejido marcaba sus límites. Esa

ubicación fue el origen del nombre con que era conocido ese linajudo cabaret.

Su dueño fue un italiano con dinero que había traído la idea luego de

visitar los cabarets de Montparnasse en sus viajes habituales a París. Ese tano también era
dueño del Royal donde había traído a cantar al ídolo Carlos Gardel. Sus amigos de bohemia lo
estimularon a levantar un sitio como esos que tanto lo impresionaron en el barrio más liberal
de París. Lo llamó El Morisco, aunque todos le decían El Cabaret de la Muerte por la zona
donde estaba ubicado. El Cabaret Morisco fue diseñado en 1925 y su construcción comenzó
por 1930. Tuvo un aire de misterio, sofisticados vicios y el encanto de lo prohibido. Por su
época, compartió con Armenonville de Maroñas el privilegio de ser favorito entre unos clientes
de mucha plata, ilustres apellidos y una desenfrenada vocación por los más refinados vicios.
Pero el Morisco tenía una característica que lo hacía diferente. Es que junto a

espléndidas mujeres profesionales del antiguo oficio, también aparecían detrás de las rojas
cortinas unas "extrañas damas" que en realidad eran hombres que practicaban la diversidad
sexual. La decoración y el exterior de la construcción homenajeaban los relatos de "Las 1001
Noches". Las bebidas eran carísimas y muchas tenían un toque con el prohibido licor "pernot".
Era el único sitio de Montevideo donde se podía degustar "El Hada Verde", una combinación
de ajenjo y absenta de efectos más que embriagantes. Ese

ambiente era frecuentado por una "señora" que según contaban se trataba en realidad de un
conocido dirigente del linajudo Jockey Club.

La construcción, que hoy se mantiene en el Museo Oceanógrafico, fue siguiendo un modelo de


arquitectura árabe.

En la profunda noche, mientras el Buceo dormía, El Morisco empezaba a moverse bien alejado
de las miradas indiscretas. Lujosos coches se detenían en su labrada y enorme puerta de
ingreso. Un par de porteros vestidos con

turbantes y atuendos de "las mil y una noches" recibían a los clientes que entraban silenciosos
y por ahora sobrios. En su interior, las mesitas rodeaban una ovalada pista que tenía al fondo
el pequeño escenario donde tocaba la orquesta. Muchas cortinas a los costados ocultaban
otras mesas donde estaban los clientes más selectos que eran personajes conocidos por sus
"gustos diferentes". Se bebía champagne aunque se rumoreaba que en las penumbras era
habitual el pernot y hasta algún esporádico ajenjo. Como en Armenonville las mujeres
profesionales eran de gran belleza y había muchas francesitas.

La música era el jazz aunque aparecían guitarras y un bandoneón cuando llegaba a la sordina
alguna estrella tanguera como cliente. Se buscaba la compañía femenina y también la del
mismo sexo entre las mesas atrás de las

cortinas.

En ese cabaret trabajó en una época Santiago Luz con su clarinete y contaba que para subir al
escenario lo obligaban a ponerse un frac. Entre sus

penumbras se decía que aparecían unas "féminas" de aspecto sospechoso que de

día se vestían con traje cruzado y sombrero de a las autoridades y El Morisco tuvo que cerrar.
Así nació la leyenda del Cabaret de la Muerte,

en la curva del Buceo.

Otra versión del nombre.

Una combinación infeliz de alcohol y celos desataría una tragedia: un asiduo parroquiano,
molesto porque la mujer de su preferencia favorecía a otro hombre, la asesinó en medio de un
baño de sangre. A partir de allí, el

sitio sería conocido como "El Cabaret de la Muerte" y, de acuerdo a la leyenda urbana, sería
lugar maldito. Con los años, no faltarían versiones que aseguran que, en noches de intensa
tormenta, se oyen en el lugar gritos desgarradores de una mujer. También se afirma que en
esas noches, los relámpagos permiten divisar una silueta femenina muy tenue por la zona.

Dicha aparición sería particularmente visible desde la loma cercana

existente sobre la rambla.

¿Y qué pasó con el cabaret? Luego del crimen, mermó la clientela hasta que su dueño se vio
obligado a cerrar (según esta leyenda urbana).
El destino del Cabaret

Irónicamente, siguió ligado a la muerte: supo ser morgue del Cementerio del

Buceo y, posteriormente, al producirse una serie de inusitados accidentes

automovilísticos por los años 60, el tramo de la rambla donde se asienta

sería conocido como "La Curva de la Muerte". En 1934 el edificio sería

destinado a albergar el Museo Oceanógrafico (nombre que le da la mayoría de

los montevideanos), funcionando hasta 1940. Luego permaneció cerrado hasta convertirse en
Museo Zoológico Dámaso A. Larrañaga en 1956. También se

hicieron obras para suavizar el trazado de la curva y evitar accidentes,

hasta llegar a lo que conocemos hoy.gacho. Todo terminó cuando unas familias conservadoras
y con influencias presionaron…

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