Una Oportunidad Real Ricardo Monreal
Una Oportunidad Real Ricardo Monreal
Una Oportunidad Real Ricardo Monreal
Ricardo Monreal
mío, probablemente viviría de cultivar la tierra
Monreal
o estaría buscando la forma de integrar nuevas
tecnologías para el ahorro del agua. O quizá,
como tanta gente, hubiera migrado al país ve-
cino en busca de oportunidades. Pero no es así,
escribo en un momento de madurez personal y ricardomonrealavila.com
profesional que me permite sentirme preparado @ricardomonreal
@RicardoMonrealA
para ser presidente de México.
He decidido hacerlo porque las y los mexi-
canos parecemos estar cada vez más alejados y
divididos. Aunque siempre han existido diferen-
cias y desigualdades, ahora es distinto: en lugar
de exigir cambios que generen justicia, nos en-
real
frentamos usando como argumento nuestro ori-
gen, tono de piel, nivel socioeconómico, género,
preferencia sexual y opinión política.
Escribo porque mi vida se ha desplegado
oportunidad
justamente entre grupos que pudieran parecer
opuestos, así como entre situaciones y aspectos
contrastantes. Este libro contiene ejemplos del
porqué debemos tener confianza en las capaci-
dades que, como mexicanas y mexicanos, bus-
camos para alcanzar grandes cambios.
Una
Es momento de volver a vernos, escu-
oportunidad
charnos, de actuar en conjunto para vencer lo Una
real
que nos divide. En otras palabras, es tiempo de
la reconciliación mexicana.
rmá
UNA OPORTUNIDAD REAL
/maporrua @MAPorrua
CUARTA DÉCADA maporrua.com.mx
Una
oportunidad
real
índice
Ricardo Monreal
Una
oportunidad
real
MÉXICO • 2023
923. 27243
M752
Monreal Ávila, Ricardo
Una oportunidad real / por Ricardo Monreal Ávila -- 1ª ed. -- México : Miguel Ángel Porrúa,
2023.
© 2023
Ricardo Monreal Ávila
© 2023
Por características Miguel Ángel Porrúa, librero-editor
tipográficas y de edición Amargura 4, San Ángel
Álvaro Obregón
01000, Ciudad de México
www.maporrua.com.mx
índice
prólogo
Avancemos en comunidad.
N ací —como millones de personas en nuestro
país— en situación de pobreza, pero mi vida se
convirtió en una historia que no es nada común. Debería
serlo, y para lograrlo es que sigo luchando.
De haber seguido el rumbo que parecía ser el mío,
probablemente hoy viviría de cultivar la tierra y estaría
buscando la forma de mejorar mis productos o de integrar
nuevas tecnologías de ahorro de agua. O quizá, como tan-
ta gente de mi estado, hubiera migrado al país vecino,
Estados Unidos, en busca de oportunidades para una vida
mejor. Pero no es así. Escribo estas líneas llegando a casa
después de mi trabajo en el Senado de la República, en un
momento de madurez personal y profesional, que me per-
mite sentirme preparado para ser presidente de México.
Es la primera vez que comparto la historia de mi
vida, más allá de las generalidades que ya se conocen. A
pesar de haber publicado una treintena de libros, todos
abordan temas estrictamente vinculados con mi trabajo
político y legislativo y, por tanto, no incluyen reflexiones
o confesiones personales. Quizá es porque nunca he
considerado que mi vida privada sea de mayor relevan-
cia que la de alguien más, y tampoco lo creo ahora.
| 7 |
índice
Sin embargo, durante mis 46 años en la política, a ras de tierra
y cara a cara con la sociedad, he intercambiado fragmentos de mi
historia con todas las personas que, con generosidad y confianza,
me compartieron la suya: sus anhelos, necesidades, ideas y preo-
cupaciones. Y justamente gracias a ese genuino contacto con la
gente, desde hace tiempo percibí un cambio importante que me
motivó a escribir este libro.
Decido escribir porque las mexicanas y los mexicanos parece-
mos estar cada vez más alejados, distanciados y divididos entre
nosotros. Resuena por el país la sensación de ser invisibles, de no
ser valorados ni escuchados. Con inquietud noto que se vuelve
común dejar de dialogar para, en lugar de ello, ignorar, descartar o
subestimar a personas o grupos enteros. No es una tendencia que
se limita a unos pocos sectores o lugares del país, sino que está
afectando a cada segmento de nuestra sociedad. Todo ello forma
parte de un fenómeno internacional de división y polarización que,
hasta en los países más equitativos del mundo, como los nórdicos,
causa preocupación y discusión.
Aunque podría decirse que siempre han existido diferencias y
desigualdad, es ahora distinto: en lugar de confrontar a las autori-
dades y exigir cambios que generen justicia, nos enfrentamos entre
nosotras y nosotros para juzgarnos y culparnos, usando como ar-
gumentos nuestro origen, tono de piel, nivel socioeconómico, gé-
nero, preferencia sexual y opinión política. Así, todas y todos so-
mos parte de un ejercicio constante para dividir a la gente en
grupos opuestos, y sus vidas, en contrastes.
Piense por un momento en las últimas cinco personas (que no
sean sus familiares) con quienes haya hablado. ¿A qué “bandos”
índice
dirían que pertenecen? Quizá le sucede a usted lo que nos pasa a
la mayoría. Es muy fácil meternos en cajas y ponernos etiquetas.
Pero esto se convierte en justificaciones de rechazo, discriminación
y desigualdad, y pone en riesgo el proyecto democrático. Mientras
tanto, cada día, millones de mexicanas y mexicanos experimentan
que, por más iguales que seamos en derechos, la realidad no lo
refleja en hechos.
Entonces escribo. Escribo porque mi vida se ha desplegado
justamente entre grupos que pudieran parecer opuestos, así como
entre situaciones y aspectos contrastantes.
Pasé de vivir en una pequeña comunidad rural en el estado de
Zacatecas, integrada por apenas unos miles de personas, a habitar
y dirigir uno de los territorios más vivos y complejos de la Ciudad
de México; de soñar con tener estudios a lograr un doctorado, y de
ser un líder campesino a convertirme en diputado, senador y go-
bernador de mi estado. Como parte del pueblo mexicano, siempre
he estado con él: convivimos en el desierto y en la selva; en la sierra
y en la costa, y he construido acuerdos con un sinnúmero de sectores
sociales, privados y corporativos renombrados.
He luchado para cambiar un estado y participé en la fundación del
partido político que hoy trabaja para la transformación de México. El
niño que fui, que padeció pobreza y condiciones de desigualdad, hoy
es un hombre que ha elaborado leyes que contribuyen a erradicar las
injusticias sociales. Y tras décadas de luchar por una visión de país
justo, igualitario y sin corrupción, estoy construyendo grandes acuer-
dos políticos y legislativos para hacer de ello una realidad.
Mi vida es una historia sobre lo posible. Podría parecer un re-
lato más acerca de un niño que padeció privaciones y logró salir
PRÓLOGO 9
índice
adelante con esfuerzo. Sin embargo, aunque efectivamente fui ese
niño, mi historia no es heroica. Más bien, muestra cómo los gran-
des logros suelen ser resultado de que seamos diferentes, no igua-
les. Es una historia que nos recuerda que aun cuando los desa-
cuerdos puedan parecer insalvables o “los otros” nos parezcan
incomprensibles, casi siempre hay puntos de conciliación para que
podamos avanzar en mayor comunión.
Como se verá, mi vida ha estado marcada por momentos trans-
curridos en terrenos desconocidos y por obstáculos mayores, lu-
chando para romper con lo establecido. Y cada vez fueron los sueños
colectivos y la voluntad de la gente para colaborar lo que me ayudó a
llegar a esas “primeras veces históricas”, que indican que empieza
una nueva era.
Este libro contiene esos instantes, pero no como anécdotas de
un protagonista que confirmó sus propias habilidades, sino al con-
trario, como ejemplos del porqué debemos tener confianza en nuestras
capacidades, como mexicanas y mexicanos, para alcanzar grandes
cambios. Y sabemos que podemos lograr mucho más, ya sea como
personas o como país, pero teniendo una oportunidad real.
A estas alturas de mi vida y con un profundo conocimiento de
nuestro país y de su gente, tengo la certeza de que es posible crear
un México en donde tengamos esa posibilidad para desarrollarnos
en todo nuestro potencial. También estoy cierto de que esto no será
a partir de enfrentamientos, de ganar a costa de otras personas, ig-
norarnos o distanciarnos. Al contrario, es momento de voltear a
vernos, escucharnos, de actuar en conjunto para vencer lo que nos
divide. En otras palabras, es tiempo de una reconciliación mexicana.
índice
Quien lea mi historia, tendrá claro por qué justamente soy yo
quien levanta la voz para hablar de reconciliación, porque he ates-
tiguado los destellos de grandeza que surgen cada vez que se han
logrado cambios que unen a las mujeres y los hombres de México
en igualdad, prosperidad y justicia.
Por ello, después de que termine esta historia, también com-
parto mi visión de cómo construir un México reconciliado, con
iniciativas y políticas públicas que podrán vencer la desigualdad y
las divisiones, y permitir que, por fin, logremos desarrollar nuestro
potencial.
Esa visión de país inicia entre senderos polvorosos y el susurro
de las plantas del frijol que se mueven en el viento, allá, en donde
me acostumbré a contemplar la inmensidad del paisaje, de mi
mundo. Sentía que ese enorme espacio daba más libertad para
pensar. En ese entonces, sólo medía un metro de altura y no sabía
que la predilección de pensar libremente me iba a llevar a momen-
tos extraordinarios y grandes batallas que marcaron la historia que
está usted por conocer.
índice
Al regresar al campo
que vi de niño,
pienso en libertad.
I
tierra de
los pensamientos
libres
Una de las pocas fotografías
que existen de mis padres juntos.
La familia hizo un gran esfuerzo para comprar el vestido Al cumplir tres años,
de boda de mi madre. Mi papa usó la mejor ropa que tenía. con mis primos y mi padre.
Mi padre (a la derecha)
como líder campesino,
en una reunión en Fresnillo.
PRÓLOGO 17
Disfruto manejar el tractor;
en mi infancia, soñaba con tener esa oportunidad.
L o primero que se percibe es la frescura de la ma-
drugada que envuelve el cuerpo. Luego, el olor
intenso a tierra con notas de hierbas. El familiar sonido
crujiente de caminar en la tierra seca y agrietada que
hace escuchar cada paso con fuerza. En la oscuridad no
puedo ver el polvo rojizo que se levanta a cada pisada,
ni tampoco veo los corrales de los cerdos, pero sé que
están ahí, a mi derecha. Todo se encuentra aún en silen-
cio. Los cerdos suelen dormir profundamente. Cruzo el
pequeño campo entre las casas de adobe de mis tíos
donde más tarde voy a jugar futbol con mis hermanos y
primos. Me encarrilo al camino flanqueado de nopales
que lleva a nuestros cultivos de frijol. Aquí nacen los
pensamientos libres. Es el campo de mi pueblo. Es el
campo donde crecí, donde aprendí a amar a la tierra y a
la gente. Es donde inicia mi visión de México.
Nací en Plateros, una pequeña comunidad rural de
Fresnillo, que actualmente cuenta con una población
de apenas 6,000 habitantes. Se ubica al norte de la capital del
estado de Zacatecas y está cerca del centro geográfico
de la República. En aquel entonces, esos ejidos eran
además el centro de la organización social y política,
| 19 |
índice
percibido por las familias locales como la vía principal para cam-
biar el futuro y prosperar.
Mi familia, como las demás del pueblo, cultivaba maíz y frijol,
y luego chile y ajo. Teníamos además cerdos, ganado y, por su-
puesto, gallinas. Nuestra vida se desplegaba en ese campo semi-
desértico, que vuelve especialmente arduo e incierto el trabajo de
agricultura. Durante el día, el sol se siente tan fuerte y pesado
que, como se dice, “cae a plomo”. A veces caminaba hasta encon-
trar una palmera con su sombra fresca y protectora. ¡Cómo me
gustaba descansar la espalda hacia el tronco y ver a lo lejos el
horizonte, con su contraste de cerros pardos y cielo azul intenso!
Así podía quedarme largo rato, solo, con mis reflexiones y sin
jamás aburrirme. Confieso que traigo un anhelo persistente de mi
pueblo.
La familia Monreal lleva más de 130 años en la región. Es muy
grande y seguramente se conforma ya por miles de parientes. En
mi rama actualmente somos más de 100 personas. Vivíamos en ca-
sas de adobe, lámina de asbesto y piso de tierra firme, separadas
por unos metros. Siempre había tías, tíos, primos y hermanas a la
vista. Si queríamos, podíamos estar en compañía el día entero,
pero a mí me gustaba la reflexión en soledad. Cuando podía esca-
par del murmullo constante de mis parientes y el sinfín de novedades
que compartir, salía a caminar por el campo o me sentaba atrás del
ganado, donde quedaba escondido de la vista de los demás.
Formar parte de una familia tan numerosa marca para siempre
el valor de la convivencia, la lealtad y la comprensión del prójimo.
Además, maniobrar cotidianamente con tantas y tantos parientes,
conocer sus planes, desacuerdos, problemas y encuentros, me en-
índice
señó tolerancia, la necesidad de negociar y la capacidad de recon-
ciliar en situaciones de distanciamiento o conflictos.
La familia sigue significando mucho para mí, y cuando estamos
40, 50 o 100 integrantes comiendo juntos, siento alegría y agradeci-
miento por tener tantas personas queridas y compartir con ellas la
vida de campo, que es el punto de partida de mi historia.
Mi padre, Felipe Monreal, era un hombre carismático, más alto
que el promedio y con el poder de la palabra. Su forma de mirar
era pensativa, firme y un poco desafiante. Para nosotros, sus hijas
e hijos, esa mirada se asociaba con el respeto, aunque también con
cierto temor. Nos podía dar instrucciones con los ojos, sin abrir la
boca. Exigía total obediencia y cuando nos pedía hacer algo, sabía-
mos que tendría que quedar a la perfección. Revisaba el resultado
con escrutinio, mientras que vigilábamos cualquier cambio en su
semblante para identificar cómo lo percibía. Cuando aprobaba lo
realizado, sólo pronunciaba una breve declaración de: “está bien”,
la cual nunca iba acompañada de halagos o comentarios positivos.
Más bien nos dirigía una mirada directa, que cuestionaba más que
reconocía.
Ahora que lo pienso, gran parte de mi infancia la pasé obser-
vando a mi padre con esa mezcla de admiración y tensión que si-
guió marcando mi relación con él hasta su muerte.
Era duro, no sólo con sus hijas e hijos, sino también consigo
mismo. Por más pesada que fuera la jornada en el campo, no mos-
traba cansancio ni se le escapaba un suspiro. Él era como una
fuerza que empujaba todo hacia adelante: lo que sigue; lo que si-
gue. Si se sentaba, no se debía a que el duro trabajo le hiciera
merecer un descanso, sino porque había que planear lo que seguía.
índice
Con frecuencia tenía la impresión de que mi padre se fijaba más en
los resultados de nuestras actividades y trabajo que en nosotros
como personas. Teníamos que servir para algo, teníamos que hacer
una diferencia. ¿Para quiénes? Para la gente de los ejidos y las colo-
nias agropecuarias que, por más que trabajaban, no lograban dejar
atrás una vida de carencias, pues habían depositado su esperanza
en la organización local y en conjunto podía salir adelante.
Por ello, para mi padre, el trabajo no terminaba con haber “tum-
bado” el frijol, sembrado las semillas de maíz o alimentado al ganado.
Viajaba por toda la zona, de ejido a ejido, para platicar con la po-
blación, entender sus necesidades y discutir posibles soluciones.
La firmeza de mi padre, su entrega y capacidad para formular
acuerdos generaron gran confianza en mucha gente. Reflejaba esa
sabiduría particular que da el campo, adquirida a lo largo de cen-
tenas de años y construida por ancestros que caminaron en silen-
cio a lo largo de espacios abiertos para ver a lo lejos, dejando los
pensamientos libres.
Pero en mi padre también se manifestaba un profundo espíritu
de justicia. Se convirtió en una especie de abogado popular, dedi-
cado a los problemas y reclamos del campesinado. Hasta la fecha
es recordado como un gran líder agrario, aunque para mí era y
sigue siendo más bien mi guía, mi ejemplo y fuente de motivación.
Me hubiera gustado aprender tanto de mi madre Catalina, co-
mo de mi padre, pero dolorosamente ella no vivió suficiente tiempo
para enseñarme todo lo que seguramente habría deseado. A mi
madre todo le llegó muy temprano: se casó a los 16 años, fue ma-
dre por primera vez a los 17, y murió a la edad de 36, después de
haber dado a luz a 14 hijas e hijos.
índice
Su muerte fue consecuencia de las complicaciones del parto de
mi hermano Saúl y ocurrió sólo 10 días después de su nacimiento.
Cuando la gravedad de la situación era clara, entre los parientes
Monreal se reunió todo el dinero posible para llevar a mi madre a
una pequeña clínica privada, que era la más cercana. Mientras es-
taba internada, mi padre seguía buscando la manera de tener re-
cursos suficientes para la medicina y la atención. Logró vender una
vaca y yo fui con toda rapidez a la clínica para dejar la ganancia.
Cuando platiqué con ella esa vez, no sospechaba que pocas horas
después de despedirme, ella se despediría de esta vida. Fui la últi-
ma persona que la vio.
La tristeza de las pérdidas en la vida suele ir disminuyendo con
los años. Sin embargo, pienso en mi madre cada vez con más
dolor. No sólo por su muerte, sino también por su vida. Su tiempo
aquí estuvo marcado por abnegación y trabajo sin tregua, sin com-
pensación o estímulo alguno. Y pese a todo, la caracterizaba la
ternura y no la amargura. Todo lo duro que era mi padre, ella lo fue
de cariñosa. Y mientras él nos veía con cierta insatisfacción por lo
que deberíamos ser, pero no lo éramos; en la mirada de mi madre
encontrábamos una aceptación absoluta. Nos hacía sentir amados
e indispensables. Me imagino cuánto se debe haber esforzado para
estar con 14 hijas e hijos con tanta presencia y atención, y a la vez,
no haber recibido suficiente interés en su persona, en sus talentos
o sueños. Nunca sabré lo que más disfrutaba, los lugares que hu-
biera querido conocer, qué solía pensar sobre el futuro o qué ha-
bría querido estudiar.
En aquella época no imaginaba que ese era el destino de tantas
mujeres antes y después de mi madre. Tampoco sabía que la pobreza
índice
cobra vidas a cada instante por la inexistencia, precariedad o esca-
sez de los servicios de salud. De hecho, ante la falta de recursos y
de oportunidades para acceder a servicios médicos, mi abuela Do-
minga, a quien quise profundamente, se desempeñaba como partera
y ayudó a que nueve o diez de mis hermanas y hermanos vieran la
luz por primera vez.
Años después, mi esposa, María de Jesús, me ayudó a entender
aún más cómo el género influye de manera injusta en la pobreza y
la injusticia, y mis hijas ampliaron ese aprendizaje.
Desde entonces tengo claro que todos los días debemos cues-
tionar esa disparidad y hacer cambios culturales de fondo para que
las mujeres se puedan desarrollar libremente, sin la amenaza de
padecer una vida con mayor pobreza, menos oportunidades, más
abandono y muchos riesgos.
Actualmente, la pérdida de mi madre se mezcla con el dolor de
ver el enorme costo que tiene en la vida de la gente el que no haya
un México con igualdad y piso parejo.
Guardo mis recuerdos de ella con el cuidado de quien teme que
se le puedan escapar para siempre. Quiero seguir evocando su cla-
ra presencia en mi memoria y no permitir que se desvanezca como
fotografía que se decolora.
índice
rada en la vida. No era nada fácil solventar las necesidades diarias
de una familia de 15 personas; trabajábamos largas jornadas en el
campo, las cuales se extendían hasta la noche o la madrugada.
Sabíamos la importancia de que el trabajo saliera bien para poder
seguir adelante, realizábamos un gran esfuerzo. Al final de los días
más pesados, mi padre hacía un movimiento con el brazo para
indicar que debíamos terminar, y con su voz serena y profunda nos
decía: “Ya vámonos, hijitos, pues hoy no se hizo nada. Mañana
Dios dirá”.
Al escuchar esa frase, se producía en mí una sensación extraña.
La mirada de mi padre mostraba que, por supuesto, sabía de mi
esfuerzo y el de mis hermanas y hermanos, pero al mismo tiempo
nos hacía ver que la próxima vez nos podríamos empeñar aún más.
Para mí, su mensaje era clave: si quieres salir adelante y triunfar,
no alcanza con esmerarse; hay que entregarse por completo.
En ese momento, ni él ni yo sabíamos que esa frase se conver-
tiría en un principio inquebrantable en mi vida, en mi trabajo como
servidor público y, por lo tanto, en mi lucha por la gente. Los años
y los retos cambian continuamente, mientras que mi esfuerzo por
entregarme de lleno a las tareas de cada día sigue siendo una
constante. Por más largas y exigentes que sean mis jornadas, siem-
pre mantengo la mirada fija en lo que sigue, en lo que falta, sin
hacer mucho caso a mi cansancio.
Estoy consciente de que para mucha gente cerca de mí (sea de mi
equipo de trabajo o parte de mi círculo personal), mi sentido de
entrega y compromiso pueden ser frustrantes e incluso desgastan-
tes. Sé que esto tiene un precio en las relaciones humanas y que
implica sacrificar muchos momentos de placer y descanso. Innu-
índice
merables veces he tratado de encontrar una manera de reducir
esos costos, y tenido toda la voluntad de facilitar el trabajo y la
convivencia conmigo. Sin embargo, en el momento de elegir a qué
dar menor prioridad o entrega, me invade una intensa sensación
de resistencia e incomodidad, y termino por abandonar el intento.
Estoy donde estoy para hacer un esfuerzo extraordinario y lograr
resultados, y para mí, cualquier disminución de entrega lo percibo
como fallar a mi compromiso.
La gente que ha vivido situaciones similares a las mías, o que
conocen bien la agricultura y la ganadería, seguramente reconocen
esta forma de enfrentar la vida y el trabajo. En muchos lugares, esta
manera de actuar es parte de la sabiduría que se encuentra en el
campo y quienes lo habitan.
índice
toda una temporada y nos obligaban a pasar tiempos difíciles. Me
costaba mucho aceptar que no teníamos control sobre los resulta-
dos de nuestra propia labor y que podíamos perder su fruto con lo
que pareciera un plumazo del cielo. Ahora, a los factores de esta
difícil incertidumbre se agregan la afectación del crimen organiza-
do en el campo y los precios volátiles de los productos que se ven-
den, los cuales se definen por tendencias nacionales e internacio-
nales distantes del lugar de cultivo.
Ante estos riesgos o los momentos complejos, la gente campe-
sina ni se dobla ni se frustra, aunque esas serían reacciones com-
prensibles. Al contrario, actúa con audacia, esperanza y con la
convicción de que las derrotas no son definitivas, lo mismo que las
victorias. De esta forma, aprendí que a veces las cosechas son abun-
dantes y a veces no, y que eso pasa en general en la vida, a veces
va bien, a veces es más complicada.
Indudablemente, el campo y su gente son grandes maestros de
valores, principios y resiliencia que en mi vida política han sido
herramientas fundamentales e indispensables.
Sin embargo, el campo de Zacatecas, como el de todo México,
también nos enseña una realidad injusta: por más que las personas
trabajen, resistan y aprendan, su esfuerzo no les abre oportunidades
de una vida mejor. Cuando debería ser fuente de bienestar, de-
sarrollo y prosperidad, es lo contrario; la mayoría de la gente en las
zonas rurales de México vive en situación de pobreza, sin suficien-
te comida, con limitado acceso a la salud y a la educación; sus
ingresos son tan bajos que no puede cubrir las necesidades básicas y
hay barreras casi insuperables que le impiden participar en las
índice
dinámicas que forman nuestra sociedad. Es, en sí mismo, un siste-
ma de discriminación severa.
Aunado a esto, la población que en nuestro país vive en situa-
ción de pobreza —sea en el campo o en las ciudades— enfrenta
rechazo, maltrato y faltas de respeto, además de ser víctima de
estereotipos y prejuicios que sugieren que le falta valor y capaci-
dad. ¡Hasta la fecha, el 40 por ciento de las y los mexicanos piensa
que la pobreza es causada porque no se desea trabajar! Esta forma de
juzgar parece un constante intento de justificar la desigualdad en
nuestro país.
En mi vida campesina olía, saboreaba y escuchaba las conse-
cuencias de esta indiferencia y el desprecio que conforman la dis-
paridad de México. Se acumulaban en mí las experiencias de per-
sonas que callaban ante el maltrato para no perder el trabajo que
alimentaba a su familia, y veía a otras tantas que ni cuestionaban
la injusticia…, porque “así es la vida”.
Quizá esto tenía un efecto mayor en mí, porque en casa mi pa-
dre hablaba de cómo podría ser, de cómo debería ser la vida. Mi
padre describió la desigualdad como es, una tragedia que de nin-
guna manera se puede justificar y que definitivamente se tiene que
erradicar. Cuando lo escuchaba, no había duda del gran valor de la
gente y del hecho de que ser campesino siempre tiene que ser
fuente de orgullo. Por ello, en mi transformación de niño a adoles-
cente, no percibía mi entorno como algo ya definido, sino que lo
veía con otros ojos: como algo posible de cambiar.
Al principio, eso me impulsó a adentrarme en el Comité Cam-
pesino y empezar a hablar de las injusticias en voz alta. Nunca
callarlas.
índice
Al ampliar mi conocimiento sobre México y su gente, descubrí
cada vez más aspectos de la disparidad que se vive con tantas
diferentes manifestaciones y expresiones: la desigualdad y la vio-
lencia que enfrentan las mujeres de cada rincón de nuestro terri-
torio; el abandono y la relegación de las comunidades y los pue-
blos indígenas y afromexicanos; la lucha y falta de compensaciones
de las y los obreros de la industria; el rechazo social y la negación de
derechos a las personas de la comunidad lgbtttiq+;1 la falta de va-
loración e integración de las personas con discapacidad, y los
estigmas hacia quienes enfrentan retos de salud mental.
Desde que en el campo empecé a hablar en voz alta sobre las in-
justicias, no he bajado el volumen de mi voz. Aunque eso tuvo grandes
consecuencias en mi vida, como describiré más adelante, nunca dudé
ni sentí temor de señalar con fuerza las injusticias que veo.
Mi lucha empezó en la pequeña comunidad de Plateros, en
Zacatecas y alcanzó una dimensión nacional por los derechos
de igualdad. Seguiré ahora la defensa de un México inclusivo, donde
los derechos por fin se vivirán como hechos.
1
La abreviatura lgbtttiq+ refiere a lesbianas, gays y personas bisexuales,
transgénero, transexuales, travestis, intersexuales y queer, y el signo + representa
al conjunto de nuevas comunidades y disidencias.
índice
un interés o pasatiempo, sino por un momento de desilusión y
enojo.
Tenía apenas 15 años. Las pláticas de mi padre sobre las con-
diciones de las y los campesinos, y lo que debería ser una vida
orgullosa y justa en el México rural, habían despertado en mí un
gran interés por entender cómo se podría generar un cambio. Por
ello, con grandes expectativas acepté la invitación para formar par-
te del Comité Regional Campesino del municipio de Fresnillo, or-
ganización social que agrupaba a las comunidades agrarias para
defender sus intereses. Allí di lo que después resultaron ser mis
primeros pasos en la política.
Inicié en el Comité como parte de la Vanguardia Juvenil Agrarista.
Éramos un grupo de jóvenes que compartíamos edades similares y
el sueño de poder hacer una diferencia, creando beneficios para las
comunidades, los ejidos y las colonias agropecuarias de la región.
Un día iba con otros integrantes del Comité hacia la capital de
Zacatecas, a comprar semillas y aperos de labranza, para después
integrarnos a la peregrinación al Cerro de la Bufa a visitar a la vir-
gen del Patrocinio, que era costumbre cada año. Además, había-
mos aceptado trasladar a un grupo de danzantes en la caja del
vehículo.
El ambiente en la camioneta que nos trasladaba era animado.
Platicábamos con entusiasmo de los proyectos que íbamos a reali-
zar y traíamos las ilusiones a flor de piel.
Sin embargo, la conversación terminó con gritos al sentir un
fuerte golpe que nos proyectó hacia adelante. Nos había chocado
un vehículo de carga. Nadie se lesionó, pero la fuerza del impacto
llevó las camionetas a bloquear la carretera.
índice
En pocos minutos llegaron al lugar dos patrullas. Recuerdo
que, al ver a los cuatro oficiales dirigirse hacia nosotros, sentí una
mezcla entre alivio y agradecimiento al pensar que venían a ayu-
darnos. La sorpresa fue mayúscula cuando nos dimos cuenta de
que sus intenciones eran otras. Con actitud amenazante nos acu-
saron de un sinfín de faltas que, según ellos, nos llevarían directo
a la cárcel si no “cooperábamos”. Nos llamaron con adjetivos des-
pectivos, que ni aquí ni en ningún sitio deben ser repetidos, pero
que mostraban su desprecio por nuestra apariencia de gente cam-
pesina y de pocos recursos.
Busqué defenderme y defender a los demás, como siempre ha-
bía visto hacerlo a mi padre. Insistí una y otra vez que se trató de
un accidente en el que no había culpables, mientras que los poli-
cías repetían que habría consecuencias insuperables si no les dá-
bamos dinero. En el grupo de compañeros intercambiábamos mi-
radas y era claro que estábamos dispuestos a resistir las amenazas
y no dejarnos humillar de ninguna forma, además de cuidar el
dinero que nos habían confiado para los materiales. Nos mantuvi-
mos firmes ante los gritos despreciativos y las amenazas; sin
embargo, terminamos detenidos en forma arbitraria.
Aunque la detención sólo duró pocas horas, ese hecho me lle-
nó de una mezcla de desasosiego e impotencia. Todo estaba de
cabeza. ¿Cómo podía pasar algo así? ¿Cómo podía ser que, en lu-
gar de mostrar interés y apoyo, los policías nos hubieran visto con
desprecio? Durante el camino de regreso al pueblo, mi desilusión
se había transformado en enojo. Noté la sorpresa en la cara de mi
padre cuando me vio entrar. Seguramente mis ojos transmitían la
ira contenida. Estallé, y le conté todo lo sucedido, acompañado de
índice
argumentos sobre cómo aquello formaba parte de una injusticia
social totalmente inaceptable. Cuando por fin callé, mi padre me
miró un instante más en silencio, siempre con esa combinación de
firmeza y reflexión que lo caracterizaba, y me dijo sin titubear: “Tú
deberías ser abogado”.
Esa experiencia no sólo me motivó a estudiar la licenciatura
en Derecho, sino que también me permitió comprender que las
luchas contra la desigualdad y la corrupción son inseparables.
Me quedó claro que cuando quienes abusan de su poder como
autoridad miran a la gente que enfrenta más dificultades y obs-
táculos en la vida, no reparan ni en su valor ni en sus derechos.
Lo que ven es una oportunidad de aprovecharse de las personas
que menos recursos tienen para defenderse. En esos momentos
de cinismo de quitarle a esa gente lo que tiene, valiéndose de
presión, amenazas y maltrato, además de estar dañando su vida,
también siembran una ansiedad y vulnerabilidad con ramifica-
ciones profundas y destructivas para nuestra cultura, nuestro
país y el futuro.
Con los años fui dimensionando el daño de la corrupción, des-
de la gravísima acción de condicionar el acceso a servicios básicos
al pago de sobornos, hasta el cambio de reglamentos oficiales a
normas informales hechas para enriquecerse ilícitamente, generar
desconfianza en las instituciones, impactar negativamente a las
empresas, así como a la productividad e imagen del país. La corrup-
ción nos hace víctimas a todas y todos de una sensación de
desamparo e injusticia. Para mí, la lucha contra la corrupción y la
impunidad se convirtió en una prioridad clave que ha determinado
los 46 años que llevo desempeñando funciones públicas.
índice
Desde mi primera posición de liderazgo, como secretario del
Ayuntamiento de Fresnillo, en 1985, uno de mis actos iniciales fue
exhortar públicamente a que las y los habitantes de la comunidad
denunciaran cualquier irregularidad, presente o pasada, en los servi-
cios que prestaba el municipio. Existía allí, como en tantos otros
lugares de México, la convicción de que las y los funcionarios en-
trantes tenían que encubrir la corrupción y las irregularidades de
los salientes. Ese “pacto de silencio”, que lamentablemente se si-
gue aplicando en nuestro país, es el sustento de la impunidad que
hace posible que la corrupción continúe dictando nuestra vida y el
destino de la nación.
En aquella primera oportunidad busqué romper el pacto, ex-
presando en voz alta lo que era injusto y cómo combatirlo, al igual
que lo había hecho mi padre en el campo. Enfrentando una fuerte
resistencia interna, inicié el proceso de revisión y denuncia para
exponer la corrupción, así como retirar a las y los funcionarios
toda protección que pudiera alimentarla.
Esa medida fue seguida por una amplia serie de acciones e
iniciativas para combatir la corrupción y la impunidad a lo largo de
mi vida. Como líder campesino no dejaba de denunciar la corrup-
ción de funcionarios que usaban los servicios para extorsionar a la
gente del medio rural, y al frente de mis distintas responsabilida-
des en el gobierno construí códigos de ética e implementé audien-
cias públicas donde la gente ha podido denunciar la actuación
deshonesta de personas funcionarias públicas, cuando ninguna de
estas iniciativas era común.
También he hecho revisión abierta de las cuentas públicas y
diseñado procesos para que ésta pasara por la aprobación de la
índice
oposición. Como gobernador de Zacatecas, transparenté el uso de
recursos en la gestión pública y eliminé por completo su gasto
discrecional. Sustituí trámites que se prestaban a corrupción por
mecanismos públicos y claros para evitar cualquier tipo de abuso,
y trabajé en procesos legislativos amplios y complejos para que
actualmente, por fin, exista un marco legal contra la corrupción,
que permita su persecución, sanción y reparación.
Hasta la fecha, aquel primer encuentro con la corrupción en el
campo, al lado de mis compañeros, sigue apareciendo en mis re-
cuerdos cuando veo un automóvil detenido por la policía. Incluso,
mientras fui gobernador en Zacatecas, acercarme cada vez que
veía esa escena se convirtió en un hábito personal. En la mayoría
de las ocasiones, los vehículos eran sencillos y sus tripulantes,
gente de escasos recursos. Al interrumpir mis actividades y diri-
girme a la escena, quería dejar claro que ningún acto de corrup-
ción se puede ignorar, por más pequeño que sea, y que cualquier
persona en México tiene que ser protegida y todos sus derechos
respetados.
Cuando decidí estudiar Derecho, empecé a entender que para
que nadie viviera el maltrato y el abuso de poder, que era común
en nuestro país, lo difícil y complejo sería generar un cambio real, en
el que habría de abatir la corrupción y sus infinitas manifesta-
ciones, pues eran una frustración permanente en mi vida y
mientras se lograban eliminar algunas de ellas, al poco tiempo
aparecían otras.
Ahora comprendo estos desafíos, y después de más de cuatro
décadas de combatir la corrupción y la impunidad, así como de
implementar acciones e innovar en esa batalla, sé qué se requiere
índice
para lograr resultados. Por ello no comparto la idea que ha ganado
mucha aceptación respecto a que el cambio se crea principalmente
con reemplazar los liderazgos para que los demás actúen acorde con
el buen ejemplo. Aunque indudablemente esto es importante, la
injusticia social y la corrupción como parte de ella no se enfrentan
únicamente con eso y tampoco sólo por medio de leyes o decretos.
Combatir la corrupción requiere una amplia gama de mecanis-
mos oficiales, ciudadanos y tecnológicos, para detectar, exhibir y
sancionar las dinámicas y acciones que impiden lograr la sociedad
que queremos, así como implementar aquellas que la favorecen.
Implica además un cambio cultural que fomente la convicción so-
cial de que las y los mexicanos somos personas honradas y solida-
rias, que no generan beneficios propios a costa de otros. Hago
énfasis en esto porque, a pesar de que la mayoría coincidimos en
que la corrupción es un problema que requiere ser erradicado de
manera eficiente, es frecuente observar que se sigue admirando a
la gente que logra éxito y riqueza, sin importar con qué medios lo
consiguió.
Al ser admitido en la Universidad Autónoma de Zacatecas no
dimensionaba todo esto. Caminaba por mi tierra de pensamientos
libres, y soñaba con estudiar para mostrar que sabía luchar y que
podía cambiar las condiciones de la gente del campo.
índice
Los libros siempre han tenido un lugar muy
especial en mi vida. Mi padre me inculcó el
amor a ellos, y nunca he dejado de leer.
II
futuro
en la mira
Durante mis estudios de maestría y doctorado,
trabajé no sólo en los ejidos de Zacatecas,
también en los de todo el país.
Así yo, al cursar la licenciatura en Derecho.
| 43 |
índice
No recuerdo ese primer viaje de Plateros a la universidad en
Zacatecas, pero sí el cobijo que sentí al emprender aquella nueva
vida con cinco amigos que estaban llenos de las mismas ilusio-
nes que yo: Tomás Torres Mercado, José Antonio Saldívar Duarte,
Crisóforo Herrera Ramos, Carlos Marcial Padilla y Leopoldo
Chairez. Rentamos un cuarto para vivir los seis e íbamos juntos
a la universidad todos los días.
Pasaba por un momento muy difícil y, por primera vez, no es-
taba cerca mi familia. Incluso, mi familia, como la conocía, ya no
era la misma sin mi madre. Pero ahí estaba yo, con los que hoy
llamaríamos roomies. Fueron mi palanca.
En aquel momento se sembró en mí el gran significado que en
mi vida tienen las amistades. Comúnmente se dice que en la polí-
tica no hay amigos; sin embargo, mi experiencia no ha sido así. Mi
manera de ser político se distingue de muchas de las formas usua-
les. Mis amistades son una de ellas.
Mantengo y cuido las amistades, incluso las que se formaron
durante mis estudios universitarios. Tienen gran importancia
para mí y me esfuerzo para ser un buen amigo. Hago lo posible pa-
ra estar siempre cuando me necesitan. Y a diferencia de muchas
personas que dan por terminada una relación amistosa con el
primer —aunque fuera mínimo— desacuerdo o momento incó-
modo, mi lealtad va más allá. No vale la pena perder las amista-
des por tonterías.
La situación que dominó mi entrada a la universidad también
me obligó a desarrollar una de las capacidades más importantes
para una vida en política: poder dividir la atención y manejar una
gran cantidad de temas y tipos de situaciones.
índice
Fui un estudiante muy dedicado y meticuloso en las tareas.
Según varios de mis compañeros, ya era perfeccionista y sentía
disgusto por dejar los asuntos a la mitad. Como no había mucha
tranquilidad en el cuarto que compartía con mis compañeros, es-
tudiaba en diferentes lugares de la universidad y fuera de ella.
Además, tenía que trabajar para poder mantener mis estudios y
solventar los gastos. El primer año trabajé sin salario, para acumu-
lar experiencia, y luego entré como secretario auxiliar en un juzga-
do penal. El segundo año me ofrecieron ser asesor jurídico en la
Liga de Comunidades Agrarias y Sindicatos Campesinos del Estado
de Zacatecas. Esa fue una de las experiencias más formativas e
importantes de mi vida pública. No sólo me mantenía vinculado
con el campo y la gente, sino que me permitió acercarme a la acti-
vidad de mi padre, por quien sentía tanta admiración. Al fin podía
hacer una diferencia real. Podía ayudar, asesorar y proteger a
la gente más humilde del estado, que no disponía de recursos pa-
ra pagar servicios jurídicos privados. Conocí a dirigentes campesi-
nos extraordinarios y acudí a casi todos los ejidos en Zacatecas.
Incluso participé en actividades políticas relacionadas, desde la
capacitación electoral hasta la representación partidista y la ges-
tión social. A esas actividades se sumaban las de la agenda estu-
diantil izquierdista, que era intensa, casi eléctrica. Quería partici-
par para aportar y hacer crecer las causas.
Mi vida estaba llena de contrastes: alegría y tristeza; lectura y
acción; soledad y convivencia; anhelo por el pasado y gran emoción
por el mañana. Para poder manejarlo, me obligué a aprender a estar
totalmente presente en lo que hacía, sin pensar en nada más. Cuan-
do era necesario, me esforzaba para lograr un tipo de concentración
FUTURO EN LA MIRA 45
índice
tan intensa, que era como si me hubiera metido en un espacio her-
mético en donde ya no había ruido, interrupciones o gente.
En aquellos momentos, esa técnica me ayudó a salir adelante
con buenos resultados, a pesar de las condiciones; sin embargo,
a lo largo de mi vida política esa capacidad ha sido una herramienta
indispensable para poder concentrarme en jornadas de 15 a 17
horas al día, que son altamente cambiantes, llenas de conversa-
ciones con gran cantidad de mujeres y hombres, desde senado-
res, gobernadores y secretarios de Estado, hasta jóvenes, ciuda-
danos, periodistas y tantos más. En la toma de decisiones, en
momentos clave, me encierro en ese espacio hermético interior
para reflexionar.
índice
organizar, apoyar y defender a la gente. Sus hijos, en cambio, sí
fueron; y en particular, a mi padre le gustaba mucho aprender y leía
libros cada que podía. Sin embargo, para mi abuelo, las necesida-
des cotidianas no se resolvían con textos, sino con trabajo duro. Mi
padre había llegado apenas al segundo año de la primaria cuando
fue sacado de la escuela para cuidar el ganado. Lo hizo sin quejarse,
aunque en silencio anhelaba los pequeños triunfos de adquirir
nuevos conocimientos y de por fin entender las razones detrás de
un problema.
Cuando fue ganando cada vez más liderazgo entre la gente del
campo, analizaba con cuidado las situaciones y todo su contexto.
Profundizaba y ampliaba su perspectiva sobre lo que había que
hacer para mejorar el futuro de las y los campesinos. Incluso, más
adelante abrió un espacio en la esquina de la casa de Fresnillo,
ubicada cerca del centro, para atender a las organizaciones del
campo y a vecinos de la colonia, así como discutir los temas polí-
ticos del día. Era una oficina de gestión, pero también de educa-
ción y formación cívica.
No obstante, mi padre se topaba con su propia exigencia, pues
sentía que no lograba suficiente y estaba convencido de que, si hu-
biera podido continuar con sus estudios, habría logrado servir más.
Se esforzó por compensar lo que percibía como insuficiencia y
conseguía libros para seguir estudiando por las noches. Recuerdo
que cuidaba los libros como si fueran tesoros. Fue lo primero que
me atrajo a ellos. Quería entender qué podrían tener de interesan-
te y precioso para que mi padre les mostrara tanta atención. Ape-
nas pudiendo hacerlo, él me permitió leer Sinuhé, el egipcio, de
Mika Waltari, y Los de abajo, de Mariano Azuela. Lo recuerdo con
FUTURO EN LA MIRA 47
índice
mucha claridad, porque los devoré de la misma forma en que se
toma agua después de un día largo de trabajo bajo el sol: con una
sed intensa.
Mi padre no deseaba que a sus hijas e hijos les sucediera lo
mismo que a él. Insistió en que cultiváramos el intelecto, no sólo la
tierra. Quería que nos preparáramos para lograr más. Su deseo era
que cada uno de nosotros recibiera educación universitaria, meta
poco común para su época, cuando rara vez se permitía a las mu-
jeres estudiar. Mi madre, inteligente y talentosa, murió sin haber
tenido esa oportunidad.
Parecía una misión imposible lograr que 14 hijas e hijos pudie-
ran estudiar en la universidad, cuando nuestra vida era una lucha
para tener recursos suficientes siquiera para cubrir las necesidades
más básicas. Aumentamos el trabajo en el campo y abrimos, además,
un puesto de aguas frescas en el mercado de Fresnillo. La meta era
clara y avanzábamos en conjunto. Yo estudiaba con una disciplina
e interés que se hicieron notar y cuando llegué al sexto año logré
alcanzar a mis otros dos hermanos mayores, graduándonos de
sexto juntos.
Siendo el tercero de los mayores, mi turno para iniciar la edu-
cación universitaria llegó en 1976. Empecé lo que mi madre y pa-
dre sólo habían podido soñar. Ahora tengo claro que estudié por
ellos y por tanta gente más en México. Porque yo pude y ellos
nunca tuvieron una oportunidad real.
Lo que al principio era una cuestión de adquirir rápidamente
los conocimientos más importantes para regresar a luchar al campo,
pronto se convirtió en una entrega absoluta a la preparación, siempre
en universidades públicas. No podía desaprovechar la oportunidad
índice
y seguía hasta conseguir los máximos logros. Estudié licenciatura,
especialidad, maestría y doctorado.
Y mis hermanas y hermanos también estudiaron. Cándido es in-
geniero agrónomo; Leticia, médica cirujana y partera, así como espe-
cialista en salud pública; Rodolfo, ingeniero mecánico e industrial y
doctor en Educación; Ana María, médica cirujana dentista, doctora
en tanatología; David, licenciado en Derecho; Elías, médico veterina-
rio zootecnista y maestro en Producción Animal; Eulogio, licenciado
y doctor en Derecho; María del Refugio, licenciada en Derecho y
maestra en Derecho Constitucional y Administrativo; Susana, conta-
dora pública y especialista en política y gestión legislativa; Jovita,
licenciada en Educación Especial y maestra en Organización y Admi-
nistración de la Educación; Claudia, licenciada en Informática; Luis
Enrique, bachillerato, aunque se dedica a las labores del campo; Saúl,
maestro en Derecho Político y Administración Pública.
Jóvenes en movimiento
En el México de la década de los setenta, el paisaje de la política
estaba cambiando, y más habitantes tuvieron acceso a oportunida-
des que sus madres y padres no pudieron ni imaginar. El año 1968
no sólo se había marcado en la conciencia de la gente por la bru-
talidad de la autoridad, sino que también había dejado ver una
dirección clara para la lucha por conseguir mayor participación e
influencia ciudadana.
Cuando las y los estudiantes se movilizaron en las universidades,
exigían nuevos modelos educativos, participación en la toma de deci-
siones y mayor facilidad de acceso a la educación. Habían construido
FUTURO EN LA MIRA 49
índice
el camino para que las siguientes generaciones pudiéramos tener más
oportunidades. Las y los jóvenes, así como los movimientos sociales
de ese momento, se organizaban con fuerza para mostrar que era
posible…, y lo lograron. Imaginaron un futuro distinto y lo crearon,
no sólo en México, sino también en distintas partes del mundo.
El sistema —público y privado— se resistía al cambio con la
fuerza y desesperación que caracterizan a quienes aguantan un
peso ya insostenible, sabiendo que si aflojan, aunque fuese un poco,
se les caía encima.
A empujones se logró estirar cada vez más un sistema educati-
vo autoritario y elitista, y se abrieron las primeras ventanas de
oportunidad para que estudiáramos personas como yo, crecidas en
pobreza. Era excepcional. En esos años, en México sólo el 1.2 por
ciento de la población tenía una educación profesional superior, y
en Zacatecas apenas el 0.4 por ciento.
Durante décadas se vio una tendencia de constante mejora de
oportunidades en México y en otras partes del mundo, gracias a los
grandes movimientos sociales, a los procesos democráticos, a la
tecnología y al crecimiento económico.
Llegó a ser obvio e incuestionable que cada generación tendría
una vida de mayor calidad que la de sus padres. Y de pronto dejó
de ser así.
En estos últimos 10 años se ha debido reconocer que no sólo
se detuvo aquella favorable tendencia, sino que se invirtió. Como
está ahora, las y los jóvenes no tienen ni de cerca las mismas opor-
tunidades que sus padres. Y seguimos perdiendo lo que se ganó
con tanto esfuerzo. ¡No lo podemos permitir!
índice
Aún hay millones de jóvenes en México que no tienen posibili-
dades de estudiar. A esto se agrega un nuevo y grave problema del
que muy poco se habla: los cambios en el mundo suceden con tal
velocidad que una parte importante de lo que actualmente se en-
seña en las aulas podrá ser insuficiente para la demanda y las ca-
racterísticas del futuro cercano.
La educación tendrá que ser adaptada a esta realidad altamen-
te cambiante, para evitar que se vuelva obsoleta y, por tanto, que
deje de representar una vía de oportunidades en la vida. No es
necesario describir las consecuencias obvias que tendría este de-
sarrollo para la capacidad de México de competir en un mundo
donde las poblaciones se especializan, en mayor medida, para en-
frentar los cambios más rápidos en la historia de la humanidad.
Pongamos a las juventudes mexicanas al centro de nuestras
decisiones. Tengo la certeza de que ahora no es así. Desde que
inicié en la lucha social y en la política, y con frecuencia no me to-
maban en cuenta por mi edad, he buscado sumar a las y los jóve-
nes en los asuntos públicos, con programas para su integración en
la toma de decisiones, entrenamientos, recopilación de propuestas
y hasta parlamentos. No es fácil lograr que estos espacios sean
valorados y elevados como prioridad.
Confirmo lo anterior en mi convivencia con más de decenas de
generaciones de estudiantes, a quienes he impartido clases de De-
recho en la Universidad Nacional Autónoma de México (unam),
cuyas experiencias de barreras y la sensación de que no se les
escucha siguen siendo las mismas año tras año. La población
joven de México permanece al margen y sin la influencia que le
corresponde.
FUTURO EN LA MIRA 51
índice
Se ha escuchado hasta el cansancio la frase: “las y los jóvenes
son el futuro”, pero parece más un dicho que un reconocimiento
real de su importancia. Sin embargo, literalmente es así, no sólo
porque son quienes tendrán que llevar a México adelante, sino
también porque nos avisan a gritos que debemos hacerlo diferente:
quieren un país que tenga equidad de género y no una cultura
patriarcal que justifica la violencia e injusticias contra las mujeres.
Desean un México donde haya mayor equilibrio entre la vida labo-
ral y personal y donde se pueda vivir dignamente con un trabajo
remunerado, no con ingresos precarios. Buscan cómo ser parte de
la sociedad, sin que ello implique riesgos de sufrir retos de salud
mental. Quieren un México que actúe con urgencia ante el cambio
climático y la crisis del medio ambiente. Saben que nuestras accio-
nes de ahora definirán qué país y qué planeta van a heredar. Tene-
mos que cambiarlo. Necesitamos revertir la tendencia actual y
crear una nación en donde las y los jóvenes, así como nuestro fu-
turo, tengan una oportunidad real.
índice
compartiéndonos su impresionante conocimiento. En las universi-
dades privadas sólo sabían de ellos por los libros que estudiaban.
En mi caso, varios de esos docentes que admiraba incluso me brin-
daron su amistad.2
Como la mayoría de los días, aquella mañana salí temprano,
incluso mucho antes de lo necesario (la costumbre del campo de
levantarme de madrugada sigue conmigo hasta la fecha). Me inquie-
ta no estar activo a las cinco de la mañana. Aquel día, al cerrar la
puerta tras de mí, nunca pensé que no la iba a volver a abrir.
En el camino pensaba en cómo festejar mi cumpleaños con mis
amigos, por la noche, después de clases; pero la fiesta no se hizo,
y no he vuelto a celebrar mi natalicio sin escuchar de fondo un
sonido grave de tristeza. Era el 19 de septiembre, día en que el
terremoto derrumbó edificios, familias, vidas… sueños.
Sucedió cuando iba hacia la universidad. Tardé mucho en llegar,
y entré contracorriente viendo decenas de caras asustadas y preocu-
padas. Por supuesto, las clases habían sido canceladas y, después de
un momento con mis compañeros, cada uno emprendió el camino
de regreso a casa, sin aún tener información de la magnitud de la
tragedia que se extendía por la ciudad y por el país entero.
Conforme avanzaba en el trayecto a casa, empecé a ver la di-
mensión de los destrozos, pero sin poder comprender que todo
aquello que constituye la vida diaria en la ciudad puede desapare-
2
El querido Alfonso “Chato” Noriega, como se le llamaba con cariño, y tam-
bién Alberto Trueba Urbina, Ignacio Burgoa Orihuela, Miguel Acosta Romero,
Héctor Fix-Zamudio, María del Refugio González, Héctor Cuadra Moreno, Raúl
Cervantes Ahumada, Jorge Fernández Ruiz, Horacio Castellanos Coutiño y Luis
Rodríguez Manzanera.
FUTURO EN LA MIRA 53
índice
cer en segundos. Seres queridos quedaron bajo las ruinas de edifi-
cios que antes eran imponentes. El silencio era interrumpido por
gritos de dolor en calles donde antes se caminaba a ritmo de cum-
bia. Los lugares que eran nuestro refugio seguro estaban hechos
polvo. Seguía andando en un estado que quizá era un tipo de
shock, porque no me di cuenta que ya había llegado a la calle don-
de vivía. Seguía mirando hacia donde se supone que estaba mi
edificio, pero en su lugar había escombros mezclados con escritorios,
camas, toallas, cuadros rotos.
Se cambiaron las jornadas de estudio y análisis en la universi-
dad por largos días en las calles de la ciudad, para tratar de hacer
una diferencia. En las noches me quedaba en el sofá de un compa-
ñero, con quien mantenía largas pláticas al final del día sobre las
experiencias dolorosas. Durante meses no dormía sin antes agra-
decer a Dios por permitirme seguir con vida. Esos días los cuento
entre los más difíciles e impactantes de mi existencia, y estoy se-
guro de que comparto eso con decenas de miles de mexicanas y
mexicanos.
Al mismo tiempo, aquel fue un momento en el que se disolvie-
ron las diferencias sociales, de lugares de origen, género, creen-
cias, ingresos y opiniones políticas. Todas y todos nos necesitába-
mos y nos percibíamos respecto a nuestro valor humano, no por
estereotipos o estatus social. Era impresionante ver la colabora-
ción, el cuidado y las muestras de cariño entre gente desconocida.
Había quienes cocinaban para cientos de personas; quienes exca-
vaban con las herramientas que pudieran conseguir; quienes abrían
sus casas para gente que había perdido la suya, y quienes conse-
guían despensa, medicinas, ropa y mucho más.
índice
Fue una muestra de la poderosa capacidad de lo que puede
hacer un pueblo unido y solidario. No obstante, todo aquello vino
con el descubrimiento de una cruda verdad, vislumbrada desde
hacía tiempo, pero no se había mostrado en toda su claridad: la
gente no contaba con su gobierno.
La población avanzaba entre reacciones lentas, logística fallida,
falta de muestras de acompañamiento y datos institucionales falsos.
La experiencia de abandono cortaba los lazos esenciales de confian-
za entre el gobierno y la gente, mientras que se entrelazaban otros
nuevos con las luchas de los años sesenta y setenta para conseguir
mayor influencia, transparencia, democracia e igualdad. Se estaba
despertando esa ciudadanía vital que se mantenía latente bajo capas de
hartazgo y opresión. El efecto social del terremoto se extendió como
una vibración constante bajo el sistema político.
Mientras me preparaba para terminar el doctorado, y con ello
el ciclo de nueve años de estudios y regresar a Zacatecas, sentí con
claridad que ya formaba parte de un cambio profundo e imprescin-
dible. Y así fue.
Lo que seguía iba a cambiar a México. Y lo que seguía para mí
era la consolidación de una forma de hacer política que yo sabía era
la única correcta: la política que se hace para la gente y con la gente.
Sabía qué hacer, pero no me imaginé lo que me esperaba.
índice
III
¡escucha!
los cambios
siempre se anuncian
Los días de campaña en las elecciones para gobernador eran muy largos.
Con María de Jesús, siempre encontré la oportunidad para descansar juntos por un instante.
FUTURO EN LA MIRA 61
Ambos gozamos de lo más sencillo. Es placentero para nosotros
sentarnos a leer a la sombra de un árbol, o bien saborear un helado.
V i una última vez a la gente antes de dar la vuelta
y bajar del escenario por la escalera de atrás.
Lancé una mirada panorámica a las caras decididas y
los letreros hechos a mano con textos de apoyo: “¡Esta-
mos contigo, Ricardo!”; “Adonde quieras irte nos iremos”;
“Por la dignidad y la democracia, ¡vámonos!”; “No te
rajes, el pueblo está contigo”; “Es momento de escribir
historia”. Se seguían escuchando los gritos llenos de
convicción y la esperanza de la gente, aun cuando ya
había abandonado el escenario.
María de Jesús, mi esposa, me esperaba para salir
juntos y continuar con el cargado programa de activi-
dades. No necesitaba decir nada. Su mirada me mos-
traba que había notado el cambio, ese instante en mi
discurso cuando guardé silencio y, contra toda cos-
tumbre, perdí el hilo. Me abrumó sentir un apoyo tan
grande y, al mismo tiempo, saber que todo estaba pla-
neado para que dejara a esta misma gente y me retira-
ra de la aspiración de ser candidato a gobernador. Por
supuesto, nadie podía saber las dimensiones del au-
téntico drama que se desplegaba detrás del telón del
teatro político.
| 63 |
índice
Desde meses atrás había buscado que, el Partido Revoluciona-
rio Institucional (pri) aceptara mi candidatura para las elecciones a
la gubernatura de Zacatecas en 1998. No tenía duda de que podía
ganar, y no sólo porque fuera mi deseo, sino porque la gente de mi
estado natal y yo habíamos unido las necesidades, construido pro-
puestas y soluciones hacía tiempo. Y, sin embargo, no había argu-
mento, propuesta o intermediario que cambiara la decisión parti-
dista y la del presidente de la República en turno, Ernesto Zedillo
Ponce de León; pero yo estaba determinado a lograr convencerlos
por todas las vías posibles… hasta aquel momento en el evento.
No podía seguir aceptando la confianza y esperanza que de-
positaba la gente en mí, sin cumplir con mi promesa de ser su
candidato. Sentí una tensión particular en el cuerpo, como si fí-
sicamente me estuviera preparando para proyectarme hacia ade-
lante. Ahí, en medio del escenario, tomé la determinación de dejar
el partido que había percibido como mío desde que tenía 15 años,
y que la gente decidiera. Y para ello, debían tener una oportunidad
real.
Quienes conocen esta parte de la historia saben que lo que
sucedió para que tomara esa decisión tuvo relación con la apari-
ción de nuevas dinámicas que movían el escenario político en
México a mediados de los años ochenta. Entre éstas destacaba la
formación de una corriente al interior del pri, que luchaba por
la democratización del partido y por reintegrarle la responsabilidad
social que, en su perspectiva, se había abandonado con el inicio
de la política económica neoliberal. Esta organización crítica fue
creada y liderada por el entonces gobernador del estado de Mi-
choacán, Cuauhtémoc Cárdenas Solórzano; el expresidente del
índice
pri , Porfirio Muñoz Ledo, y la exembajadora Ifigenia Martínez,
entre otros.
Indudablemente, su valentía y sus cuestionamientos fueron
decisivos, no sólo para ese instante en Zacatecas y para mi historia
política personal, sino también para los 26 años que han pasado
desde entonces. Sin embargo, para poder estar en ese lugar, mo-
mento y situación hubo sucesos importantes que explican mi for-
mación —y vida— como el político que soy.
Preparación en acción
El impacto del terremoto de 1985 permaneció conmigo por mucho
tiempo. Seguían grabadas en mi memoria las imágenes del destino
de miles de personas. A la vez, se había instalado en mí la sensa-
ción de fragilidad de la vida, de que los planes y sueños se pueden
acabar en un instante debido a fuerzas que están fuera de nuestro
control. De alguna forma, esa vulnerabilidad me dio fortaleza para
regresar a Zacatecas y poder involucrarme de lleno en el proyecto
político del partido en el que más podía servir.
En febrero de 1986 me integré al cargo de secretario de Gobier-
no en el municipio de Fresnillo. Conocía bien las necesidades de la
gente, en particular en los ejidos, y estaba al tanto de la situación
social, económica y política. Sin embargo, por primera vez en mi
vida tenía la responsabilidad de crear resultados, no para un grupo,
sino para todos los segmentos de la demarcación.
Tenía 10 años de experiencia en negociar acuerdos y asesorar
en situaciones de conflicto en los ejidos; además, casi la misma
cantidad de años de enseñanza jurídica, incluyendo la de analizar
índice
cada situación como única y poder tomar la perspectiva de todas
las partes de cada caso; asimismo, me había especializado en de-
recho constitucional, que estudia los valores, principios y derechos
que organiza el Estado y establece la Constitución.
Ahora construía sobre esos aprendizajes; no obstante, me sor-
prendió la cantidad de tiempo que se requería para escuchar a to-
das y todos y recopilar la información necesaria para conocer sus
necesidades, intereses y problemas. Me llamaba aún más la aten-
ción que las demandas de diferentes grupos de la población parecían
contradictorias, o incluso mutuamente excluyentes y, a la vez, todas
eran legítimas y requerían ser resueltas.
Los tiempos en la administración pública están marcados por
una gran presión para actuar con rapidez al servicio de la gente, y
en esa época seguramente causé cierta frustración y retraso por
insistir en analizar con más rigor cada situación para encontrar
soluciones que favorecieran a todas las partes. Fue la primera vez
que percibí que los acuerdos amplios tenían una importancia par-
ticular para mí, aunque aún no sabía que aquello se convertiría en
una característica en mi forma de hacer política.
Así como me adentraba en la complejidad de la negociación pa-
ra lograr acuerdos y resoluciones, también quería aportar mis cono-
cimientos para generar cambios más profundos. Los viajes que
realicé por el país durante mis estudios en la Ciudad de México y la
experiencia del descontento social, que a partir del terremoto se
estaba consolidando, reafirmaban la percepción de que era necesa-
rio acercar el gobierno a la población y reforzar los fundamentos
que deben regir el servicio público.
índice
Así, en la Secretaría de Gobierno coordiné gran cantidad de
reuniones con grupos de habitantes y servidores públicos, para
buscar una nueva forma de organizar el trabajo y desarrollar linea-
mientos claros de operación. Destacaban iniciativas de diálogo con
la ciudadanía y un manual para las y los funcionarios, que puso en
el centro un código moral de comportamiento con un objetivo cru-
cial: que se comprometieran y actuaran en consecuencia, para
erradicar uno de los peores males gubernamentales, es decir, la
corrupción.
Aquella propuesta de lineamientos llevó a un intenso debate, y
aprendí mucho de todas las partes. Empecé a entender más a fondo
que, aunque los cambios propuestos pueden ser lo que se necesite,
lo que define su éxito es un proceso colaborativo de construcción,
así como la forma y el momento de presentar el cambio.
índice
El estudio especificaba tres objetivos principales: primero, re-
saltar y rescatar la vocación campesina de Zacatecas; segundo,
impulsar un modelo que nos permitiera transitar de la dependen-
cia a la productividad; y tercero, plantear los ejes de acción que
nuestra organización o cualquier estructura campesina debiera
seguir para actuar realmente como impulsora y promotora de los
derechos del sector y no simplemente como maquinaria electoral.
Se tenía que dejar de utilizar este tipo de organizaciones única-
mente para cumplir fines políticos.
Estaba ansioso de poder realizar mis visiones y convencido de
que éstas podrían generar cambios necesarios y positivos para el
estado. La Liga de Comunidades Agrarias y Sindicatos Campesinos
debía elegir a su representante estatal, y el estudio era mi oportuni-
dad para hacerles ver que yo podía ser candidato.
En noviembre de 1986 presenté esa posibilidad y fue bien reci-
bida, tanto por el sector como al interior de la organización. Sin
embargo, no pareció facilitar mi candidatura porque, al igual que
cualquier organización que busca concentrar el poder, en la cnc
índice
de la organización, el temor de enfrentarse al poder central parecía
mayor que el deseo de cambio y hubo poco apoyo a mi planteamiento.
Aun así, con un pequeño grupo nos mantuvimos firmes en la
demanda, y conforme se expandía la noticia en el ámbito, quedó
claro que el pensar colectivo estaba de nuestro lado y que no se
toleraría otra imposición. De esta manera se organizó la celebra-
ción del Congreso Extraordinario Agrarista para una votación
abierta, transparente y democrática.
Por primera vez en la historia de Zacatecas, las y los campesi-
nos podían decidir quién sería su representante estatal. No era al-
go menor, ni histórica ni simbólicamente el despliegue del proceso,
que era inmenso. Según el entonces líder nacional de la cnc, Héctor
Hugo Olivares Ventura, la realización de aquel congreso implicaba
la movilización de 140,000 agraristas, que participaron en las 864
asambleas de las 14 regiones del estado. Se organizaron cua-
tro asambleas del Comité Central Ejecutivo, 56 municipales y 47
para las juventudes agraristas y femeniles; todo esto en más de 700
núcleos campesinos.
El evento se realizó el 24 de enero de 1987. Estaban presentes
más de 5,000 diligentes campesinos de todo el estado y se regis-
traron 461 delegados de un total de 493, lo que permitió constituir-
se en asamblea. En la boleta estábamos tres personas: María del
Refugio Calderón González, José Antonio García Leyva y yo.
Se instalaron las casillas en tensa calma. Ante la vista de las y
los presentes se mostraron las urnas para garantizar que estuvie-
ran vacías, que no hubiera votos previamente colocados, y en si-
lencio, delegado por delegado pasó a emitir su sufragio. Durante
las horas del conteo, me quedé en frente prestando atención. Creo
índice
que se notaba que estaba nervioso, porque cada vez que captaba
una mirada de alguien, me hacía señales con las manos de que
podía estar tranquilo porque íbamos a ganar.
Finalmente, el líder nacional tomó el micrófono para anunciar
los resultados: José Antonio García Leyva, 49 votos; María del Refu-
gio Calderón González, 130 votos; Ricardo Monreal Ávila, 273 votos.
En ese momento, todo parecía paralizarse. Como si las miles de
personas hubieran dejado de respirar al mismo tiempo. Las caras
reflejaron sorpresa. ¡En verdad habían formado parte de un proceso
histórico y exitoso! La mayoría comenzó a buscar al nuevo líder con
la mirada. En cuanto me ubicaron, estalló un fuerte y largo aplauso,
mientras que mucha gente movía la cabeza en afirmación del resul-
tado. El aplauso no era sólo por mí, sino por el proceso en sí mismo
y por cada persona que había votado. Se había hecho valer la de-
mocracia y respetado la participación.
A mis 26 años me convertí en líder estatal de una organización
con enorme peso político. Me embargaba la emoción. Sentí una pro-
funda satisfacción y agradecimiento, aunque naturalmente advertí la
tensión por la enorme responsabilidad y el compromiso que venía
con la victoria. Mientras veía las caras llenas de júbilo y esperanza,
repetía en mi interior: “No puedes fallarles. No puedes fallar”.
Cuando llegó mi turno de hablar, ignoré por completo las líneas
que había preparado en caso de ganar —algo que se volvió cos-
tumbre y que hasta el día de hoy me sucede— y traté de transmitir
mi compromiso y cercanía con aquellas personas, a quienes perci-
bía como mi gente.
Les aseguré que la organización cambiaría la pasividad y el
enclaustramiento derivados de una institucionalidad rancia; que
índice
no permitiría que grupos de presión obtuvieran ganancias de las y
los funcionarios o que se actuara fuera de la ley. Bajo mi liderazgo
no buscaríamos sacar provecho, sino impulsar el respeto pleno a
los derechos de las y los campesinos.
Aseveré lo que hasta hoy sigo creyendo firmemente: que las
luchas de facciones dejaron como resultado el empobrecimiento
de las zonas rurales. Era urgente lograr un trabajo en unidad, con
un solo frente y un mismo propósito. Y al gobernador, que estaba
presente, le afirme que la cnc en Zacatecas ya era democrática e iba
a recuperar su prestigio. Con ello, quería mandar la señal de que
seríamos una fuerza independiente y no una organización manipu-
lable para fines electorales.
Renuncié de inmediato a mi cargo como secretario de Gobierno
y me entregué a lo que sigue siendo uno de los periodos que más
he disfrutado en mi vida política. Atendía semanalmente a los cam-
pesinos y los fines de semana acudía a los ejidos. Fuimos fortale-
ciendo la organización y creando importantes mejoras para el
sector, por ejemplo, apoyos para la producción, créditos y seguros
en los cultivos, una mayor tecnificación del campo y estabilidad en
la tenencia.
La victoria que inició esa nueva época para la cnc de Zacatecas
y para mí fortaleció mi convicción de cuán importante es la demo-
cracia interna para los organismos políticos y el no aceptar la im-
posición desde las cúpulas. Por ello, no titubeaba cuando nueva-
mente me encontré ante una decisión autoritaria que impedía un
proceso democrático para definir la candidatura para las eleccio-
nes por la gubernatura. Era momento de luchar y no callar. Sin
embargo, ahora no se trataba de las prácticas de una organización
índice
campesina, sino del presidente de la República y el partido en el
poder durante casi 70 años, el pri.
3
Por el pri fui diputado federal de 1988 a 1991; luego senador, de 1991 a 1997,
y nuevamente diputado federal de 1997 a 1998.
índice
Asimismo, un año antes, en la elección de diputados federales
de 1997, el pri había obtenido en Zacatecas la votación más alta de
todo el país, con casi 75 por ciento. Esto llevó al entonces gober-
nador a declarar que “con Monreal o sin Monreal, el pri ganará la
gubernatura de Zacatecas; lo demás son sueños guajiros”. Sin em-
bargo, aceptó consultar a la dirigencia nacional del partido que, a
su vez, contaba con su propio proceso de consultas.
La respuesta era un “no” que, después entendí, era rotundo. Al
principio se argumentaba que era porque tenía 36 años, y era poco
común una trayectoria como la mía a esa edad. “Espérate, para que
más adelante llegue tu momento”, me seguían repitiendo. Poste-
riormente, entendí que dicha insistencia estaba relacionada con un
asunto trivial: por la asistencia a la presentación de un libro en el
Teatro Calderón de Zacatecas, cuya autora, Manú Dornbierer, se
había distanciado del presidente y su esposa. Y aunque en esa oca-
sión defendí a la pareja, nunca se me perdonó lo que ellos consi-
deraban una herejía política: asistir a ese evento académico.
Independientemente de si era uno u otro argumento el que
pesaba en la decisión, me costaba trabajo aceptarla ante una situa-
ción inédita en el estado y en México, así como ante mis posibili-
dades de ganar, que me parecían obvias. No acepté, y solicité reu-
nirme con el secretario de Gobernación, Emilio Chuayffet. Tuvimos
una conversación constructiva y, aun cuando me repitió lo que ya
sabía, también me prometió volver a identificar posibles puntos de
negociación. Resultó ser el primero de varios encuentros.
La situación me estaba causando mucho conflicto interior. El
pri era el partido al cual me había afiliado hacía más de 20 años, y
con el que había pasado de adolescente a adulto, de estudiante a
índice
profesional, de líder campesino a diputado federal y senador. Me
había formado en el Revolucionario Institucional. Era una identi-
dad que también se conformaba por hábitos particulares del partido,
por ejemplo, la aceptación de una fuerte centralización, así como
un respeto incuestionable a la jerarquía.
Me era difícil aceptar que ese partido, que era mi cuna política,
representaba el autoritarismo, la falta de democracia y la lejanía
con la gente que tanto había luchado desde el terremoto de 1985.
“¿No se dan cuenta?”, me seguía preguntando. “¿No ven que no
es cuestión de reparar cosas, sino de que nada puede seguir igual?
No funciona. Tenemos que cambiar”. Seguía buscando argumen-
tos convincentes y vías de comunicación para tratar de revertir la
imposición.
En este proceso para resolver la situación, una persona del prd
me invitó a conversar en privado. Me platicó que había escuchado
de todas mis dificultades y que le daba mucha pena lo que me iba
a decir, pero que igual lo haría, y señaló: “el pri y su cúpula nunca
van a cambiar. Lo tienes que aceptar y asumir las consecuencias”.
Esa persona era Andrés Manuel López Obrador, el actual presiden-
te de México.
Había escuchado de él, pero hasta ese momento no lo conocía
en persona. Me pareció directo, honesto, muy seguro de sí y a la
vez sencillo e íntegro. “Ya es momento de que veas que, si te deci-
des, tú le vas a ganar al pri sobre cualquier candidato, porque la
gente está contigo”, me dijo, y me propuso que me uniera al Partido
de la Revolución Democrática (prd) para ser su candidato.
Al igual que él, me sentí confiado de que la mayoría de la gente
de Zacatecas y yo estábamos dispuestos a buscar la gubernatura
índice
como fuera, y sin embargo, me pareció una propuesta poco realista.
El prd contaba apenas con aproximadamente el 5 por ciento de los
votos, mientras que los demás tenían el 95 por ciento. La respues-
ta de Andrés fue que, ciertamente, era así, “pero esa situación la
podrás cambiar tú”.
Era una decisión vertiginosa. Necesitaba tiempo para pensar.
Resultó importante que aquello coincidiera justamente con las
fechas en las que mi familia y yo seguíamos los pasos de millones
de peregrinas y peregrinos que una vez al año, entre el 30 de enero
y el 2 de febrero, acuden a San Juan de los Lagos para venerar a la
Virgen. Mi madre y mi padre —ambos, profundamente devotos—
iban cada año, y antes de ellos, también sus padres y madres.
Empezamos la peregrinación en Aguascalientes, caminamos
cerca de 100 kilómetros para llegar a la Catedral Basílica de Nues-
tra Señora de San Juan de los Lagos, por las mismas calles y sen-
deros que se han recorrido desde mediados de 1600, cuando se
difundió que precisamente ahí se resucitó a una niña: el milagro de
Cihuapilli.
Para mis padres, la peregrinación formaba parte de un agrade-
cimiento profundo por lo que la vida nos daba, fuera positivo o no.
Al agradecer lo que nos sucede, aceptamos que no es sólo resulta-
do de lo que hacemos y decimos, sino que formamos parte de algo
más grande. En ese mismo sentido, me enseñaron que estar bien
con Dios era una forma de ser y una orientación constante en la
relación con la gente. Mi padre, vinculaba con frecuencia esa relación
con las causas sociales y políticas, mientras que mi madre, en cual-
quier momento del día, espontáneamente, sostenía mi cara con
sus manos y me decía: “Teme a Dios, hijo, y ayuda a la gente”.
índice
La manera en que he llevado esa enseñanza a mi vida es con la
convicción de que el amor incondicional de Dios se debe reflejar en
nuestra aceptación y reconocimiento del valor del próximo, en el
sentido más profundo. En esto no hay excepciones para mí. Usar
las creencias para rechazar a seres humanos porque profesan otra
religión, por su preferencia sexual o por tener un estilo de vida que
rompe con las percepciones convencionales no coincide con mi
práctica de la fe.
Cuando hoy, como cada año, sigo emprendiendo la peregrina-
ción, siento con fuerza la presencia de mi madre y de mi padre en
cada paso. Después de las primeras ocho o 10 horas de camino, los
pies empiezan a doler, salen ampollas, las rodillas parecen no poder
aguantar más el peso del cuerpo y los nervios de la espalda mandan
punzadas de agotamiento. A pesar de ello, el camino sigue.
Esos momentos muestran en su justa dimensión que aquello
que nos empuja hacia adelante es algo más grande que nuestras
necesidades inmediatas. No somos superiores ni en nuestra rela-
ción con la gente ni en nuestra vida; no somos personas todopo-
derosas, sino parte de un cuadro más grande. Consciente de ello,
se empiezan a disolver las molestias físicas y la mente se aclara. En
esa humildad encuentro mi fuerza.
Así ocurrió cuando inicié la peregrinación con la necesidad de
pensar sobre la propuesta de Andrés para convertirme en el candi-
dato del prd y su alianza, y terminé con la claridad de que no se
trataba de mi candidatura, sino de un cambio mucho más grande
que yo.
Tuve que reconocer que Andrés tenía razón cuando decía que
en el pri no iban a cambiar. Poco tiempo después, cuando subí a
índice
aquel escenario, las caras de los asistentes, llenas de esperanza,
me dieron la respuesta que buscaba. Era claro que junto con la
gente había tomado la decisión de luchar por la gubernatura y
por el pri, y que también con ella tomaría la decisión de salir del
partido. Convoqué a la población simpatizante del pri de Zacatecas
a una votación en urnas para decidir si nos quedábamos en el
tricolor o si nos salíamos.
El 5 de febrero de 1998, a mediodía, se empezó a reunir la gente
en la plaza ubicada frente a la sede del pri. Todas y todos recibían
una hoja con la pregunta de si yo debería permanecer en el partido,
sólo había dos opciones de respuesta: “sí o no”. Las urnas se
llenaron y el resultado fue contundente: “Me voy”, declaré. “Nos
vamos”, contestó la gente. Había más de 5,000 exsimpatizantes del
partido, y en ese momento de euforia iniciamos una de las marchas
más grandes en años. En las calles del centro de Zacatecas sonaban
nuestros pasos enérgicos dirigidos hacia un futuro digno y democrá-
tico, hacia un México transformado.
Siempre juntos
En todos los sentidos, la campaña era diferente de lo que se cono-
cía. No teníamos grandes comités de coordinación, equipo o ase-
sores. Era la misma gente la que organizaba eventos y mítines.
Contábamos con muy pocos recursos, por lo que muchas personas
empezaron a llevar fruta, comida, pasteles y agua de sabor a los
eventos. En lugar de discursos largos, la campaña tomó forma de
diálogos y convivencia. Nunca antes o después he experimentado
algo similar. Describiría la campaña con una palabra que no suelo
índice
usar para ese tipo de actos, pero que en este caso es la más precisa:
bella. Transmitía colaboración, unión, entusiasmo y confianza en un
futuro mejor. No sólo anunciaba un cambio, sino que era el cambio.
¡Y había otro también en María de Jesús, mi esposa! Ella era un
ejemplo de cambio, al romper con muchas tradiciones y normas.
En una época en que las mujeres tenían poca participación en la
política y las esposas de candidatos rara vez alzaban su propia voz,
María de Jesús hizo su propio ramo de la campaña. Viajaba sola
por todo el estado, montaba eventos y reuniones de diálogo. Al
principio iban mujeres para escuchar su perspectiva de las cosas, y
luego estos grupos fueron creciendo y multiplicándose. Con efi-
ciencia admirable, se organizaban para realizar más eventos, cocinar
para cientos de personas e invitar a la gente de sus comunidades. Den-
tro de poco, María de Jesús llenaba las plazas y unía a mujeres,
hombres, jóvenes y personas adultas mayores. Es indudable que
las mujeres son motores que impulsan y generan los grandes cambios.
Me llenaba de satisfacción que en la campaña todo el estado
podía apreciar las grandes cualidades de mi esposa que me
unieron a ella por siempre: su integridad, su insistencia en ser
auténtica y su convicción de nunca fingir para caer bien. También
su impresionante capacidad de enfrentar con valentía y sin titubear
los retos más difíciles. Y esa mirada madura, sabia y serena que
suele reflejar confianza en lo que puedes ser, en lugar de ver lo
que te falta.
Su mirada era así desde muy joven. Lo sé porque nos vimos
crecer. Su familia es de la comunidad vecina, Puebla del Palmar, a
sólo 15 kilómetros de donde yo vivía. Mientras que en mi casa éra-
mos seis hijas y siete hijos, en su casa eran siete hijas y tres hijos.
índice
Y su padre, el señor Juan Pérez, tal como el mío, buscaba agrandar
su mundo y aumentar sus oportunidades. En mi casa, mi padre nos
llevó libros que fijaron el horizonte más allá de nuestro pueblo. En
cambio, el padre de María de Jesús llevó la casa desde la comuni-
dad hasta la ciudad para construirles un hogar en Fresnillo. Sus
hijas, decía, tendrían que vivir otras cosas, conocer más gente y no
tener que encontrar el amor entre los pocos hombres vecinos. Aún
sonrío cuando pienso en lo irónico de que María de Jesús se casa-
ra conmigo, siendo justamente de esos “vecinos”, y que seguimos
juntos luego de más de 37 años.
Después de su mudanza, la veía con cierta frecuencia cuando
atendía el puesto de aguas frescas que pusimos en el mercado de
Fresnillo para aumentar el ingreso y solventar los estudios universi-
tarios de mis hermanas, hermanos y míos. A pocos metros trabajaba
ella, en el puesto de su familia, que era de Choco Milk. Agua fresca
y Choco Milk… sé que para muchas personas que lean esto sonará
a Como agua para chocolate, el famoso libro hecho película sobre un
amor imposible en la Revolución mexicana. Afortunadamente, no
fue nuestra historia; al contrario.
En mi segundo año de la universidad, mis actividades con los
ejidos me llevaron a Fresnillo un fin de semana. Por la noche fui a
un convivio para ver a algunos amigos. Ahí estaba María de Jesús.
Algo había cambiado en nuestra relación de saludos amables cuando
nos veíamos en los puestos de nuestros padres. En el camino de
regreso a Zacatecas, sabía que me iba a arrepentir toda la vida si
no me casaba con ella.
Siendo ya novios, le propuse que nos casáramos cuando termi-
nara mi doctorado en 1985. Y así fue, aunque ella dice que nunca
índice
fuimos “novios normales”, porque mi entrega a los estudios y las
actividades políticas no nos dejaron mucho tiempo para hacer co-
sas juntos. Hasta la fecha no somos un matrimonio “normal”.
La vida de una persona que se dedica a la política está enfo-
cada en su trabajo todos los días y todas las horas de la semana.
En ningún momento es posible desconectarse de las obligaciones
o de las reflexiones constantes de cómo manejar los temas que se
presentan y el análisis estratégico de las acciones de otros perso-
najes de la escena política. Ni cuando el cansancio es abrumador
ni cuando hay enfermedad en la familia, cumpleaños, bodas o
funerales. Las situaciones que surgen, ya sea en la población, la
sociedad o entre personas públicas, se tienen que atender de in-
mediato, a la hora que sea y con las herramientas que se tengan.
No es fácil describir cómo impacta en mi vida la responsabili-
dad presente en cada momento. Quizá sea cierto que uno se va
acostumbrando; sin embargo, en mí nunca ha cambiado la profun-
da seriedad y responsabilidad con que participo en la toma deci-
siones que influyen en las condiciones y oportunidades de seres
humanos o de un municipio, estado o país completo; es una pre-
sión permanente, ello significa que no existe un solo momento en
el que su atención deje de ser prioridad sobre cualquier otro asunto.
Bajo estas condiciones, la familia sólo puede funcionar si la pareja
posee fuerza, resistencia, flexibilidad, disciplina y una extraordina-
ria capacidad para ser paciente y tolerante. Todo ello y más tiene
María de Jesús.
En la campaña, ambos requeríamos de esa fuerza, no sólo para
aguantar el ritmo y las largas jornadas, sino también para enfrentar
índice
una guerra sucia brutal, que tiene efectos hasta este momento, 26
años después.
El MURO 98 se derrumba
Es común escuchar que en la política no se debe tomar como per-
sonal lo que se hace en tu contra. Me parece más un ideal que una
realidad, pues con frecuencia la política se convierte en herramien-
ta para ofender, vengarse o desprestigiar a otras personas. Hoy en
día sé cómo es vivir eso, sí, desde la voz de un individuo o un
grupo, hasta la de un partido o de un presidente. Conozco las gran-
des consecuencias de ir en contra de las tendencias autoritarias.
Desde antes de salir del partido ya me habían advertido en Go-
bernación que me disciplinara, y que si no, habría consecuencias.
Ciertamente, pocos días después de tomar la decisión, la presidencia
nacional del pri denunciaba públicamente y, sin aportar prueba
alguna, que yo tenía vínculos con narcotraficantes en Zacatecas.
Era un primer aviso de lo que me esperaba; no obstante, en lugar
de ocultarme, obedecer y callar, convoqué a conferencia de prensa
para informar a la población que el partido preparaba un expedien-
te en mi contra y de qué se trataba.
Durante años continuaron con las mismas acusaciones sabiendo
que, con el tiempo, la repetición puede parecer una verificación de
los hechos. Todavía se mencionan aquellas calumnias, 26 años
después, y a pesar de que hasta la fecha sigue sin haber prueba
alguna, me ha representado daños morales y políticos irreversi-
bles. Me parece absurdo que en el pri no hicieran un esfuerzo para
índice
cumplir sus promesas a la gente de México, pero sí sus amenazas
a quienes la defendíamos.
Sin embargo, ninguna parte de su intensa campaña de despres-
tigio alcanzaba la misma dimensión y gravedad del plan que de-
sarrollaron —por instrucciones del presidente Ernesto Zedillo—
para arrebatar la elección de manera ilegal.
Andrés recibió información confidencial sobre sospechas serias
de que el pri planeaba cometer fraude electoral, y decidió actuar de
inmediato. El presidente Zedillo y él tuvieron seis reuniones, que
fueron subiendo de tensión y tono. Andrés insistía en que la demo-
cracia fuera respetada, no sólo en Zacatecas, sino en todo el país,
mientras que Zedillo al final trató de resolver la situación en la
forma que se acostumbraba entonces, ofreciéndole incluso un
consulado en Miami a cambio de dejar de lado la democracia.
Por vías desconocidas, recibimos un documento que confirma-
ba todas las sospechas del fraude electoral que se planeaba. “MURO
98, capítulo Zacatecas”, se titulaba, y contenía detalles escalofrian-
tes de las acciones que deberían seguir, cómo manejar las casillas,
seleccionar representantes y funcionarios electorales y mucho
más. El día de la elección, Andrés tomó la decisión de llamar direc-
tamente a Los Pinos, entonces residencia presidencial. Cuando
Liébano Sáenz, secretario particular del presidente Zedillo, contes-
tó el teléfono, Andrés le contó que poseía la información sobre su
plan del fraude electoral en Zacatecas. “Dile al presidente que ten-
go grabaciones que confirman el operativo. Infórmale también
que, si no da marcha atrás y desiste ahora mismo del operativo,
voy a dar a conocer públicamente las grabaciones”. Su interlocutor
índice
le respondió: “Ten confianza, Andrés Manuel y espera el reporte en
la televisión a las 10 de la noche”.
Aquellas horas de incertidumbre fueron las más angustiantes
del proceso electoral. Al mismo tiempo, fue también el momento
que me dejó claro que, independientemente del resultado de las
elecciones, el proceso había generado un vínculo estrecho con An-
drés y el movimiento que abanderaba. Él defendió la voluntad po-
pular de las y los zacatecanos y, con sus actos, dejó la vía libre
para un cambio profundo y democrático en nuestro estado. Esa
voluntad popular se reflejó en las urnas. Gané con el 45 por ciento
de los votos, con un margen del 7 por ciento respecto al más cer-
cano competidor. Ya era gobernador Zacatecas.
Lo que se conoció como mi rebeldía contra la imposición y el au-
toritarismo fue el inicio de una ola democrática que se reflejaba en las
elecciones de otros estados y que terminó por derrumbar al pri.
Sin embargo, se debe recordar que ninguno de estos momen-
tos históricos habría sucedido si no se hubiera escuchado a la
gente.
¡Escucha!… porque los cambios siempre se anuncian.
índice
Toda mi vida he nadado a contracorriente
y a veces se requiere protestar contra
el sistema establecido. En la imagen,
preparándonos para una marcha, dialogo
con el exgobernador de Zacatecas,
Guadalupe Cervantes Corona.
IV
rebeldía
y corrientes
En Zacatecas, miles de militantes del pri se unieron conmigo en la protesta contra la falta
| 87 |
índice
tenido momentos de rebeldía; sin embargo, muchas veces en mi
vida política debí actuar en formas que difieren de la mayoría, sin
que haya implicado una desobediencia contra la autoridad o el
sistema establecido. Lo he hecho incluso cuando esa mayoría per-
tenece a mi propio grupo político. En tal sentido, ir a contracorriente
es algo más amplio que ser rebelde.
Es una manera de estirar la mirada y, por tanto, también el
mundo que vemos. Nos permite ver opciones que no habíamos
contemplado y con ello ganamos posibilidades de elegir. Eso, para
mí, aumenta nuestra libertad.
Me han preguntado incalculables veces por qué soy así, y no sé
qué explicación dar. Puede haber muchas razones.
Es muy probable que el ir a contracorriente provenga de que mi
padre, quien —como saben— nos insistía a mis hermanas, hermanos
y a mí que debíamos planear y lograr lo que parecía imposible: tener
educación universitaria, a pesar de ser 14 jóvenes que nacieron y cre-
cieron en la pobreza del campo. No sólo nos empujó con disciplina a
que lo intentáramos, sino resultó que lo “imposible” era posible.
También puede haber influido que nuestro desgaste en el tra-
bajo, las carencias y los sufrimientos no fueron percibidos en casa
como sacrificios o justificaciones para sentir pena, sino como me-
dios para que, como individuos, alcanzáramos un fin mayor.
Ademas, teníamos que actuar para mejorar la condición de vida
de mucha gente. Incluso, como he comentado, esa sensación pro-
funda de deuda con las personas que no han tenido las mismas
oportunidades, me ha impulsado a hacer cosas que en otras cir-
cunstancias no creo siquiera haber imaginado. Mi historia a con-
tracorriente también se relaciona con el renovado compromiso de
índice
mi estancia en esta vida, que surgió de sobrevivir el terremoto, así
como de mis largas caminatas en el campo —tierra de sueños e
ideas libres—, donde podía pensar y repensar escenarios, imaginar
oportunidades y crear las rutas ficticias para llegar a ellas.
En fin, no sé cuál de estas razones tiene más peso sobre el
porqué suelo nadar a contracorriente, o en qué orden y combina-
ción ofrecerían una explicación satisfactoria para quienes me lo
siguen preguntando. Más que ocuparme del “por qué soy” así, me
interesa el “para qué lo hago”.
Antes de describir mis razones, es importante aclarar que, sin las
corrientes, ni siquiera poseeríamos cultura. Adaptarnos a las tenden-
cias y las percepciones colectivas nos permite sentir pertenencia, te-
ner identidad e historia. Es algo que hacemos incluso instintivamente,
adaptarnos a lo cotidiano para poder formar parte de lo colectivo.
Esos ajustes, a su vez, conducen paulatinamente a cambios en nues-
tra sociedad; así ocurre, por ejemplo, con muchos aspectos de la
tecnología. Hemos integrado poco a poco los celulares, el Internet y
los servicios en línea. Los ajustes llevan a otros cambios, que requie-
ren que nuestras instituciones y leyes se actualicen. Por ello, ir a
contracorriente no puede ser una conducta permanente, sino un
acto que se ejecute en momentos o situaciones específicas.
Para mí, existen en particular tres tipos de situaciones en las
cuales decido no seguir las tendencias y nadar a contracorriente.
El primero, que es el más frecuente, abarca los momentos en
que percibo que la inercia de la corriente nos lleva a asumir lo que
es correcto, sin los suficientes cuestionamientos. A menudo, cuando
más de acuerdo parecemos estar —sea en la sociedad o en un grupo—,
es cuando más se nos olvida preguntar, pero el cuestionamiento es
REBELDÍA Y CORRIENTES 89
índice
un motor importante para crear mejoras y progreso en lo pequeño
al igual que en lo grande.
Cuestionar requiere que tengamos apertura para frenar un ins-
tante, resistir la corriente y, por ejemplo, integrar la perspectiva de
otros actores o preguntar qué excepciones pudiera haber a lo que
asumimos como correcto. No obstante, suele pasar que este tipo
de cuestionamiento se percibe como provocación, crítica o diferen-
cia. En ocasiones se entiende también como una forma de mostrar
duda, una señal de debilidad y hasta un desgaste innecesario.
Sin embargo, como presidente de la Junta de Coordinación Polí-
tica del Senado, este tipo de “pausa de reflexión” fue esencial para
el cumplimiento de mi compromiso de mejorar el país y la vida de la
gente. Lo he propiciado gran cantidad de veces, por ejemplo, con las
reformas sugeridas para la revocación del mandato, la Guardia Na-
cional, así como la Ley Federal de Cinematografía y el Audiovisual.
La importancia que doy a esta forma de resistir por un instante
la inercia de la corriente, también implica para mí. En ocasiones, el
convencimiento de los principios que están detrás de mis propues-
tas me ha dificultado tener una mirada lo suficientemente amplia
para ver o entender otras perspectivas. Para lograrlo, someto mis
planteamientos a la visión de personas que tienen otras perspecti-
vas, distintas de las mías. Así sucedió cuando propuse reducir
costos para el Estado a través de una fusión de los órganos regu-
ladores de energía, telecomunicaciones y de competencia econó-
mica en un solo regulador, bautizado como Instituto Nacional de
Mercados y Competencia para el Bienestar (Inmecob).
Hubo muchas críticas a este planteamiento y terminé haciéndole
caso a las personas expertas que consulté, pues comprendí que aque-
índice
llo no era la vía para acortar gastos. Como la gran mayoría de la po-
blación, tengo la convicción de que la austeridad debe ser un principio
que rija la administración pública; sin embargo, puede haber situacio-
nes en que la reducción de costos no conlleva mejoras. En este caso
específico, diversos sectores me señalaron que había asumido benefi-
cios de mi propuesta que en realidad eran todo lo contrario.
Contaba con los votos suficientes para que prosperara mi pro-
yecto, pero tener la mayoría no siempre significa tener la razón,
por lo que decidí retirarlo.
Estas experiencias son importantes para mí, porque subrayan
que ir a contracorriente y mantener el pensamiento libre e inde-
pendiente también implica un proceso constante de autocrítica,
para saber en qué momento tengo que parar y cuestionarme.
Es un proceso que incluye el segundo tipo de situaciones de ir a
contracorriente, en que busco mejorar algo, a pesar de que la mayo-
ría concuerda en que ya está bien. En muchas ocasiones esto es
percibido como crítica, un intento de complicar las cosas o una falta
de valoración del buen trabajo que se ha hecho. Sin embargo, esa no
es mi intención al pedir que vayamos más allá, sino de fluir con una
corriente favorable de resultados aceptables.
Quizá sea una versión distinta de la frase que mi padre nos
decía a sus hijas e hijos: “hoy no se hizo nada”, a pesar de nues-
tro empeño. Cuando pienso que podemos hacer un mayor esfuerzo,
voy a contracorriente, sin importar que ese extra no sea valorado
ni aceptado. En mi reciente posición en el Senado lo hice con el
proceso de lo que se conoce como la ley del outsourcing, o la
eliminación de la subcontratación laboral, en el que recomendé
REBELDÍA Y CORRIENTES 91
índice
realizar un Parlamento abierto para seguir mejorando la propues-
ta a través de la integración de todos los sectores involucrados.
Fue similar con la reforma para y por el Poder Judicial, institu-
ción que había hecho una labor grande e importante para crear
una buena propuesta. Sin embargo, faltaba la perspectiva de otras
instancias y de la sociedad civil, que podrían mejorar la iniciativa.
Debo confesar que ese trabajo aún está incompleto y se mantiene
un doloroso déficit de justicia en el país. En esa, como en tantas
otras ocasiones, voy a contracorriente para buscar lo mejor.
El tercer tipo de situaciones en que voy a contracorriente es
cuando se distorsionan y dañan los procesos democráticos que
sustentan nuestro país y su progreso. La construcción aún persis-
tente de una democracia en México beneficia ampliamente a la
población, y a la vez ha sido una lucha costosa que se refleja en
cada parte de la sociedad, sus instituciones y procesos. La gente
marcada por la pobreza anhela un entorno democrático, con dere-
chos, una sociedad equitativa y con futuro.
Esa lucha no ha terminado y no podemos ir para atrás. Como
demócrata incondicional, estoy dispuesto a actuar con rebeldía
—con todo lo que implica— cuando se ponga en riesgo el avance
que hemos logrado o cuando dejemos de cuestionar las prácticas que
sólo en apariencia son democráticas.
Precisamente por ello luché en 1986 para que se sustituyeran
los métodos antidemocráticos de elección de las y los representan-
tes de la organización campesina en Zacatecas. Luego, entre 1997
y 1998, lideré ahí mismo el movimiento que expuso el autoritaris-
mo al interior y exterior del pri, mostró que era posible derribarlo
e hizo camino para su caída definitiva en el año 2000.
índice
Esto es algo que quizá haría la población, la sociedad civil o la
oposición, pero que rara vez realiza una persona que forma parte del
partido en el poder, que suele cuidar su posición y pertenencia. No
obstante, desde mi perspectiva, al interior de los bandos políticos es
aún más necesario mantener vivo el cuestionamiento crítico, como
remedio principal contra la ceguera que puede causar el poder.
Esa convicción también me acompañó en 2017, cuando me opu-
se, critiqué y busqué generar cambios en mi partido, Morena, del cual
soy fundador. Esto ocurrió cuando reconocí que estaban regresando
las prácticas de imposición y falta de transparencia en los procesos
de elecciones internas; es decir, aquellas que nos movilizaron en con-
tra del pri ya mostraban su cara en Morena, ahora con miras a las
elecciones para la Jefatura de Gobierno de la Ciudad de México y
para las que hubo un proceso cuestionable de votación al interior.
En línea con mis argumentos de 1987 y 1997, sigo pensando
que la falta de coherencia y transparencia no sólo lastima la con-
fianza de la población en los partidos políticos y su capacidad de
ser democráticos, sino que también genera fracturas, conflictos
internos e ineficiencia. Fue precisamente lo que sucedió en el 2017,
y hasta la fecha Morena sigue padeciendo las consecuencias de la
división en bandos internos.
Hoy mismo el partido continúa sufriendo esas prácticas de proce-
sos hechos a modo, ahora para la nominación de candidata o candi-
dato de las elecciones en 2024 para que Morena siga ocupando la
presidencia. Yo competiré, y veo una luz al final del túnel de que even-
tualmente podrá haber apertura a una competencia democrática.
En el mes de septiembre de 2021, cuando Andrés, en carácter
de presidente de México, destapa quiénes son las personas elegi-
REBELDÍA Y CORRIENTES 93
índice
das por él como sus posibles sucesores, también desnuda una
grave exclusión que espero se corrija antes del inicio del proceso,
ya que, como en 1997-1998, me parece incongruente que un par-
tido político, sea cual sea, no busca que sus procesos internos re-
flejen los principios democráticos.
¿Cómo convencer a la población de que tomamos los principios
democráticos con la seriedad y compromiso requeridos, si son los
mismos que desdeñamos en nuestro funcionamiento como partido?
Además, ¿qué consecuencias deja para la formación de las y los
jóvenes políticos si, a pesar de su preparación, trayectoria y resul-
tados no tendrán una oportunidad real de competir? ¿Con qué
cara acercamos a las juventudes al servicio público y a la política
si no existen procesos justos de competencia?
Hace tiempo he tenido la claridad de que mi larga preparación
y los más de 46 años de servicio público en áreas clave para la
población y el país, me posicionan como una de las personas
con mayor capacidad para llevar a México adelante hacia un
futuro próspero y con justicia social. A pesar de mis legítimas
aspiraciones confié en que se me incluyera y se me diese la opor-
tunidad de participar.
Primero luché para tener acceso a participar en la contienda, lo
que se me negó durante meses. Las y los lectores que han seguido
mi trayectoria, saben que he mantenido una posición crítica frente
a esa exclusión. Cuando la situación estaba acercándose a lo in-
sostenible, Andrés decidió incluirme en el grupo de aspirantes a los
que él llama “corcholatas”.
Sin embargo, esta decisión no resolvió la situación, sólo cambió la
escena de los obstáculos definidos para impedir que personas con el
índice
pensamiento crítico y libre como yo puedan ser elegidas. Al momento
de escribir estas líneas, las condiciones siguen caracterizadas por una
gran desigualdad, especialmente en las dos variables con valor crítico
en una competencia política: el tiempo y el recurso económico. Siem-
pre he hecho política sin recursos económicos, pero no sin el tiempo
necesario. Es la primera vez que me movilizaré sin tiempo y sin dinero,
es decir, otra vez a contracorriente.
No hay piso parejo, y por más que lucho, el sistema da ventaja
sólo a algunas personas predefinidas. A pesar de ser incluido en la
lista de aspirantes, ha sido sin medidas o procedimientos para
compensar los meses de promoción que ya han tenido las otras
personas de la contienda, sin embargo, me mantendré participan-
do porque creo en el movimiento y en el presidente, y sé que al
final se impondrá la necesidad de la unidad y la apertura.
Es difícil, frustrante y decepcionante. Si continuamos con la
metáfora de nadar, he vivido estos meses como si estuviera nadan-
do en mar abierto, y cada que estoy a punto de llegar, la costa
parece volver a alejarse. A pesar de haber medido mi uso de
fuerza para alcanzar la meta, ésta se mueve todo el tiempo.
Esta situación no es exclusivamente mía, y no es especial o más
importante por tratarse de una elección presidencial. Más bien, es
la experiencia que vive la mayoría de las mexicana y los mexicanos
todos los días, porque no existe piso parejo en nuestro país. Por
más que se trabaja y se emprenden esfuerzos, esto no necesa-
riamente lleva a una oportunidad real, porque aún no existen las
medidas y dinámicas que aseguran que haya justicia social.
Tengo claro lo que está en juego. No es mi candidatura sola-
mente, se trata también de la selección simbólica de cualquier
REBELDÍA Y CORRIENTES 95
índice
persona en México. No es el procedimiento del partido, sino de
todos los procesos democráticos que nos impulsan a tener piso
parejo para participar en nuestra sociedad de manera equitativa.
En cada una de estas rebeldías he actuado con los ojos abier-
tos. Pocas personas de la vida pública en México conocen tan bien
como yo las consecuencias de ir a contracorriente. Después de que
el presidente Ernesto Zedillo, en 1998, me advirtió que él y el pri
índice
En el universo de los deportes, nadar a contracorriente es una
técnica que se aplica en mar abierto o en las albercas que cuentan
con la tecnología para generar el flujo de agua con la potencia ne-
cesaria. Es una de las técnicas más eficientes para estimular cada
músculo en el cuerpo, así como fortalecer la capacidad de resisten-
cia de una persona.
A toda la gente en México y en el mundo que nadamos contra
las corrientes, que dañan nuestro diálogo social y esfuerzo demo-
crático nos toca resistir y mantener la mirada fija en las razones
que nos hicieron asumir los riesgos para hacerlo. Así es actual-
mente para las mujeres jóvenes que han tomado las calles para
seguir exponiendo una cultura masculinizada dominante que no
se quería cuestionar; las y los denunciantes que evidencian los
laberintos de poder, conspiración y corrupción; el gremio cientí-
fico que durante décadas siguió alertando sobre el cambio climá-
tico, aunque nadie pareciera escucharlo; las personas que recien-
temente rompen con los tabúes y exponen sus retos de salud
mental, abusos o adicciones, en lugar de callarlos, y tantos, tan-
tos casos más.
Cada persona que resiste y cuestiona, aporta a que la corriente
colectiva se siga ajustando para ir en la dirección que queremos.
De la misma forma que estudié porque pude, porque tuve la
oportunidad, en contraste con mis padres y millones de otras per-
sonas en México, voy a contracorriente porque puedo. Sí, puedo. Y
aquí sigo, a pesar de las grandes consecuencias que ello ha tenido
para mí, mi familia, colaboradores y simpatizantes. Y seguiré, por-
que podemos soportar mucho más, y merecemos que México y su
gente tengan una oportunidad real.
índice
Al igual que como gobernador de Zacatecas y como
delegado político de la Cuauhtémoc, en la Ciudad de
México, hice jornadas de diálogo cada semana, donde
mi equipo y yo escuchabamos y atendíamos a la gente.
V
gobernar
para la gente
y con la gente
REBELDÍA Y CORRIENTES 99
Al ganar las elecciones en 1998 para encabezar
el gobierno de mi natal estado de Zacatecas,
Andrés Manuel López Obrador levantó mi mano
y entre ambos, sorprendida, mi hija Caty.
Se dice que
actuar en la política
afecta la vida en
familia. Nosotros
aprovechamos cada
oportunidad para
estar juntos.
| 105 |
índice
man. La mayoría de la gente que enfrenta estas condiciones vive en
el campo. Se levanta cada día a cultivar la tierra para vender sus
productos: frijol, maíz, chile y ajo. La venta no depende sólo de los
precios de mercado, sino también del clima. Con frecuencia hay
inundaciones y sequías fuertes que implican terribles consecuencias
para la población del ámbito rural. Sin lluvia no hay cultivo, sin
cultivo no hay comida. La probabilidad de que su futuro sea dife-
rente es muy baja.
Los caminos entre los pueblos y las ciudades están en mal es-
tado y el polvo cubre a los vehículos que van dejando huellas en la
tierra rojiza de Zacatecas. Todo parece estar lejos. Las escuelas, los
hospitales, los trabajos… y el gobierno. Para poder estudiar, las y
los jóvenes se trasladan varias horas. Quienes viven en la ciudad
tienen la preparatoria y la universidad más cerca, pero no significa
que éstas sean más accesibles. Estudiar requiere que la familia
se quede sin alguien que aporte económicamente al funcionamien-
to del hogar. En aquel año, apenas el 0.97 por ciento de la población
del estado cursaba estudios de nivel universitario. No hay duda de
que las familias necesitan más ingresos, en particular porque casi
el 70 por ciento de la población trabaja sin contratos o salarios
formales, y cada vez más gente decide dejar atrás esta situación
difícil y buscar oportunidades lejos de casa —mucho más lejos—,
hasta Estados Unidos
En los últimos cinco años, más de 50,000 personas originarias
del estado se fueron a vivir a otro país. Mandan dinero a sus fami-
lias cada mes, con una vida que sólo se parece a la que dejaron por
las larguísimas jornadas de trabajo. Pero no tienen la convivencia
de sus lugares de origen, en donde siguen los bailes; las comidas
índice
grandes en familia o en la comunidad; las caminatas al aire fresco;
las peregrinaciones para ver al Santo Niño de Atocha o las fiestas
religiosas que unen a las y los zacatecanos.
En las ciudades hay tiendas bien surtidas, conciertos, oficinas
de empresas, centros culturales y servicios del gobierno. Gran par-
te de la población puede ir a los cafés y restaurantes para comer.
En todo el estado hay una creciente participación de la iniciativa
privada que, más allá del sector comercial, incluye un centenar de
escuelas y hospitales, además de algunos negocios importantes
para el turismo, como restaurantes y hoteles. Sin embargo, la so-
ciedad zacatecana enfrenta una situación difícil: la economía no
crece, hay poca inversión nacional e internacional y es difícil en-
contrar perspectivas de cambio en el horizonte.
La situación de inseguridad está empezando a afectar más la
vida cotidiana. Para el gobierno central de México, Zacatecas no
parece ser tan importante. Su gente se siente incluso abandonada
y olvidada. El estado se encuentra lejos del centro de poder, del
sitio donde se toman las decisiones, donde están los grandes ne-
gocios y donde se manifiestan las nuevas tendencias del país y del
mundo.
índice
un área de 32 kilómetros cuadrados, distribuidos entre 33 colonias. La
mayoría reside en edificios de muchos colores, aunque existen todo ti-
po de viviendas, desde departamentos pequeños de interés social hasta
las antiguas haciendas remodeladas que cuestan millones de dólares.
Llama la atención la gran diferencia que se nota en el aspecto
físico de las y los habitantes de la delegación Cuauhtémoc. Existe
una gran mezcla de etnias, tipos, estilos y modas, en particular en
las calles de las colonias Roma y Condesa, donde incluso hay tantas
personas con aspecto extranjero que ya no parecen llamar la aten-
ción. Incluso se pueden escuchar idiomas diversos, como inglés,
alemán, sueco, ruso y francés.
Las vidas de la gente de la Cuauhtémoc son muy distintas.
Mientras que algunas colonias reflejan las últimas tendencias de
moda con una población que tiene salarios superiores a los 30,000
pesos mensuales y donde el 35 por ciento de las y los habitantes
cursaron una licenciatura, en otras colonias los recursos alcanzan
apenas (y siendo optimistas) los 5,000 o 6,000 pesos al mes. Aquí
se encuentran las torres más altas de la Ciudad de México, pero
también el mayor número de población en situación de calle. Se
perciben grandes contrastes.
En este pequeño territorio de la Ciudad de México todo parece
estar cerca. En sólo unos minutos se encuentran escuelas, univer-
sidades, centros médicos, clínicas públicas y privadas, oficinas,
empresas transnacionales, hoteles de lujo, tiendas de ropa, diseño
y arte. El área es famosa por sus restaurantes y vida nocturna. Con
sus casi 7,000 lugares de alimentos, tiene una de las concentraciones
de restaurantes más grande del país. Abarca desde los muchos
locales con comida corrida, hasta cafés y restaurantes de alta cocina
índice
con reconocimiento internacional. A esto, se suma el número más
alto de museos y teatros de la Ciudad de México, con 91 y casi 70,
respectivamente.
En todos sentidos, la Cuauhtémoc es fuente de riqueza cultural
y turística, con una enorme concentración de actividades sociales,
culturales y económicas, incluidos el comercio de mayoreo y me-
nudeo en el Centro Histórico y en las zonas de La Lagunilla y Tepito,
así como en los 19 mercados, como los de San Juan —el de Pugibet
y el de Arcos de Belén— o los de Medellín y de San Cosme. En tér-
minos de patrimonio cultural, concentra el mayor número de in-
muebles con valor histórico, arquitectónico o cultural. Casi el 10
por ciento de sus 190,000 inmuebles están catalogados.
En el 2014, los resultados turísticos de la delegación fueron
muy buenos y la derrama económica del sector fue una fuente im-
portante de sus ingresos: en ese año se capturó al 60 por ciento de
quienes visitaron la ciudad y se obtuvieron casi 40,000 millones en
favor de la demarcación. El turismo fortaleció su posición como
centro económico. Las delegaciones Cuauhtémoc, Miguel Hidalgo,
Cuajimalpa y Álvaro Obregón concentraron casi el 80 por ciento de
las actividades económicas, aportaron más del 95 por ciento de los
empleos, pagaron el 98 por ciento de las remuneraciones y gene-
raron el 73 por ciento de la producción total de la Ciudad de México.
Sólo la Cuauhtémoc generó la quinta parte de empleos de toda la
capital del país, y una cuarta parte del Producto Interno Bruto (pib)
de la ciudad. Por eso se le llamó “la capital de la capital”.
Además de ser un centro económico y de productividad, tam-
bién lo es del poder público de México, al encontrarse aquí el
Palacio Nacional; la Cámara de Senadores; la Procuraduría Gene-
índice
ral de la República; la Cancillería; la sede del Gobierno de la Ciu-
dad de México y otra centena de edificios institucionales, donde
se toman las decisiones más importantes para el país. Por ello,
también es el núcleo de manifestaciones ciudadanas que buscan
atención y resolución a temas específicos. Es indudablemente
uno de los lugares más complejos de México.
Lo anterior ejemplifica cómo el nuestro es un país de diversidad y
contrastes. La gente tiene vidas muy distintas en lugares con caracte-
rísticas tan diferentes que puede ser difícil comprender que forman
parte de un mismo país, con un mismo pueblo. Del desierto a la selva,
de la sierra a la costa, del frío al calor, del campo a las ciudades, de la
pobreza a la riqueza. Todas y todos reconocemos fragmentos de estas
realidades como nuestra propia existencia, y a través de otras perso-
nas captamos un vistazo de lo que viven los demás.
La gran diversidad de México se estudia, se ve reflejada en pe-
lículas y en otras expresiones o se percibe en visitas fuera de casa.
También se toma en cuenta en los programas gubernamentales
para ayudar a subsanar las necesidades de la población, así como
los grandes planteamientos del manejo de la economía, la educa-
ción y la salud. Se menciona en discursos, que con frecuencia re-
ducen las diferencias y los contrastes a una sola cuestión de desigual-
dad. En la política, nuestras realidades diversas fácilmente se
vuelven grupos que atender y metas por satisfacer.
Difícilmente se integran realmente la diversidad y los contras-
tes en nuestro pensar y actuar. Es decir, en pocas ocasiones se
activa la diversidad de la gente en las visiones y resultados. Quizá
mi vida me hizo verlo diferente, pues ha sido un movimiento entre
contrastes.
índice
Así, empecé encargándome del cultivo y el ganado, para después
estudiar el doctorado. Fui un líder campesino que se hizo diputado,
senador y más tarde gobernador. Años después de fundar el partido
político que hoy gobierna a México, los habitantes en la delegación
Cuauhtémoc de la Ciudad de México me eligieron como su autori-
dad. En este sentido, la descripción de Zacatecas y de la Cuauhtémoc
es también el relato de cómo mi vida es resultado de la gran diversi-
dad y realidad contradictoria de la nación.
Por ello, conozco la distancia que ahora se tiene que vencer
para tener una oportunidad real. Y no se trata sólo de un trayecto
del campo a la ciudad o del desempleo a ingresos dignos. Es mu-
cho, mucho más que ello. Es disolver una división social, que im-
pide que nos percibamos como personas con valor, con los mismos
derechos y oportunidades de participar en la vida de este país, que
es nuestro hogar y lugar de pertenencia.
También es lograr entender que los problemas de México son
compartidos, independientemente de si nos impactan en forma
directa o no. Es asegurar que nos escuchemos y nos veamos. Y me
refiero a vernos en verdad. Cuando estamos físicamente alejados, es
difícil mirar el rostro de la gente; de manera similar, la separación
social no nos permite vernos. No se trata de pasar la mirada para
registrar la apariencia de otra persona o un grupo de la población.
Más bien, observar realmente a la gente es hacerla sentir vista.
Ante esta división social, es fácil sugerir la unión como el cami-
no de reparación. Pero no lo es. Hay algo antes de ello que no
podemos brincar o ignorar. Grupos sociales de realidades tan dis-
tintas que en ocasiones apenas se cruzan y no tienen camino de
unión, pues las condiciones para unirse no son favorables entre
índice
desiguales. Cuando no tienen conocimiento unos de otros, no se
ven y no se escuchan. Incluso, las percepciones de “nosotras y
nosotros” y “ellas y ellos” con frecuencia son penetradas por la
idea de ser grupos históricamente opuestos que tienen que abatir-
se para ganar.
Para poder aspirar a una unión, primero se debe buscar esa
reconciliación que construya diálogo y colaboración para la solu-
ción de problemas compartidos y beneficios distribuidos. Por
supuesto, no se logrará repitiendo los mismos mecanismos que
crean y fortalecen la división social. Requiere una forma de go-
bernar que en muchos aspectos se distingue de otras que más
conocemos.
Todo esto lo tenía claro cuando gané las elecciones para gober-
nador en el Zacatecas de 1998, y esa misma noche hice el primer
llamado de reconciliación.
índice
vengarme o de que la transición al primer gobierno izquierdista en
México resultaría en una persecución política disfrazada de justifi-
caciones ideológicas.
Sin embargo, aquella no era mi intención. Al contrario. Estaba
convencido de que la única manera de gobernar con eficacia y ge-
nerar un cambio profundo para la gente y su estado era poner en
marcha un proyecto común que incluyera a todas y todos. Eso re-
quería espacios de diálogo y de colaboración. Momentos después
de mi toma de protesta invité a grupos opositores y al empresariado
a sostener reuniones al día siguiente.
Entre las personas participantes de aquellos encuentros se no-
taba cierta sorpresa y escepticismo respecto a que la comunicación
con ellas como oposición fuera una de mis prioridades. Aunque
esas reuniones fueron amables y me esforcé en transmitir la volun-
tad y necesidad de colaborar para transformar, recuerdo salir de
ahí con la percepción de que sería un largo proceso de recupera-
ción de confianza, pero que era indispensable hacerlo, por lo que
prometí armarme con paciencia para seguir construyendo una
plataforma común. Sin embargo, poco después esos mismos gru-
pos fueron los que me sorprendieron con sus prontas muestras de
apertura y colaboración.
Aquello fue el inicio de un proceso de integración de un estado
que había estado fragmentado por años y que poco a poco fue sa-
nando y transformándose. A este esfuerzo colectivo se sumaron los
diversos grupos de todas las ciudades y comunidades de Zacate-
cas. La voluntad de participar era impresionante. Iba diluyéndose
la insistencia de imponer visiones unilaterales sobre los temas e
intereses específicos de cada grupo, para dar espacio a momentos
índice
de colaboración enfocados en conseguir una meta común: un
progreso que creara vidas de calidad que permitiera la movilidad
social y económica.
Este proceso de integración también fue cambiando la diná-
mica de mi liderazgo. Al principio me pareció en verdad abruma-
dor haber luchado intensamente por una posición y luego, de
pronto, tenerla con la responsabilidad que ello conllevaba y la
enorme cantidad de temas por atender. Estaba preparado, tenía
conocimiento de lo que se necesitaba y una visión clara de có-
mo lograrlo. Sin embargo, gobernar no significa que se haga la
voluntad de quien gobierna. Imponer el plan de una sola perso-
na a miles o millones, no es una visión, sino una imposición.
Nadie puede solo.
Para mí, gobernar es encontrar la manera de que la visión
y su implementación se vayan formando con las perspectivas
de las personas. Es un proceso constante de ida y vuelta entre
la gente y su gobierno, que requiere flexibilidad y cuestiona-
miento crítico.
Esa también es la razón por la que elegí una forma de seleccio-
nar a mi gabinete, que difiere de la que se suele usar en la política
mexicana. En la mayoría de los casos, a sus integrantes se les se-
leccionó por medio de consultas, en las que grupos de personas
expertas, universidades y la sociedad civil eligieron a quienes con-
sideraron como las mujeres y los hombres más cualificados. Las
secretarias y los secretarios no eran mis incondicionales, sino las y
los mejores. De esta forma constituían, además, un grupo crítico,
que reflexionaba sobre lo que se requería para mantener una me-
jora constante.
índice
Rápidamente fue cambiando la dinámica de percibirme como
el líder cuya voz ensordece a las otras, por una experiencia de co-
lectividad y corresponsabilidad.
Los resultados del trabajo colectivo se sintieron pronto, su rit-
mo proyectó a Zacatecas más lejos de lo que imaginamos, de modo
que superamos varias de nuestras propias metas, y no por poco,
sino duplicando los resultados esperados. Así sucedió, por ejem-
plo, en el caso de la construcción de carreteras.
Sabía que el éxito de la reconciliación y del cambio dependía de
la capacidad de generar esta nueva forma de gobernar, en la que el
diálogo y la colaboración están al centro. Y por mis muchos años
trabajando con la gente del campo, sabía que esto requiere de co-
municación directa.
Empezamos con una jornada semanal de diálogo con la ciuda-
danía en la Plaza de Armas, a donde llegaron entre 2,000 y 3,000
personas interesadas en tener un contacto directo. Personal de mi
oficina, de distintas instancias y yo mismo estuvimos presentes
para atender sin intermediarios a la gente, ya fuera para brin-
darles orientación, escuchar sus necesidades, canalizar sus de-
mandas o sólo para conversar.
Por ejemplo, durante uno de los primeros días, me fijé en un
hombre en sus 70 años, que había estado por más de dos horas
esperando pacientemente en la fila. Me llamó la atención que
estaba de pie observando todo lo que ocurría a su alrededor con
enorme curiosidad. Cuando por fin fue su turno y se sentó fren-
te a mí, le pregunté qué lo llevaba hasta ahí ese día y me con-
testó: “Nada. Sólo quería ver si realmente era posible saludarlo”.
Él fue la primera de muchas personas que llegaron principalmente
índice
para comprobar si en verdad podría ser tan fácil tener acceso al
gobernador.
Me esforcé en generar los mismos espacios de diálogo directo
en el resto del estado. Viajaba ciertos días y horas a la semana pa-
ra poder reunirme con la gente, conversar, integrar propuestas y
supervisar de cerca los proyectos que estábamos implementando.
Pero más allá de señalar la importancia que tenía lograr que todas
y todos se sintieran vistos y acompañados por su gobierno, estos
ejercicios nos ayudaron a tener un panorama claro de las necesi-
dades de cada lugar y, mejor aún, nos permitió recopilar las pro-
puestas de sus habitantes respecto a cómo atenderlas.
Esto resultó clave para el éxito de lo que íbamos a alcanzar en
beneficio de todas y todos, y en tal sentido, el diálogo y la colabo-
ración fueron base importante para implementar los cambios. Para
lograr un gobierno eficiente no basta con tener claridad sobre qué
reformar y transformar, sino también respecto a cómo implemen-
tar las estrategias, y después, cómo sustentar en el tiempo los re-
sultados, independientemente de las administraciones por venir.
Fortalecer la voz y visibilidad de la gente implicaba, por su-
puesto, más que el diálogo directo con el gobierno. Hicimos un
esfuerzo histórico por integrar a las y los migrantes de Zacatecas
que viven en Estados Unidos,4 y que hasta ese momento no tenían
la posibilidad de participar en decisiones políticas del estado.
4
La migración ha acompañado a Zacatecas desde su constitución como es-
tado e integración a la Primera República Federal mexicana. La independencia de
México respecto a España dejó una población de trabajadores mineros que en-
contraron una fuente alterna de vida durante la fiebre del oro en el estado de Cali-
fornia, que acogía a migrantes con experiencia en la actividad minera. Desde
entonces, existen redes de familias en Zacatecas y en Estados Unidos que han
índice
Por primera vez se logró que el Congreso de México abriera dos
espacios legislativos para diputadas y diputados migrantes, y con-
vertimos a Zacatecas en el estado pionero del programa Tres por
Uno, mediante el cual cada dólar enviado por nuestras paisanas y
paisanos para obras en sus comunidades de origen se triplicaría
con un dólar puesto por el gobierno estatal y otro entregado por el
gobierno federal.
Buscábamos crear espacios de diferentes tipos como parlamen-
tos abiertos para niñas, niños y jóvenes que, después de algunos
años, trascendieron al plano nacional. También abrimos un instituto
para las y los jóvenes de Zacatecas, enfocado en que sus intereses y
necesidades fueran resaltados en la sociedad y la política pública,
así como para conectarlos con oportunidades.
De manera similar, en 1999 creamos el primer Instituto para las
Mujeres en Zacatecas, a fin de impulsar la equidad de género, y en
2001 fuimos el primer estado de México en constituir las instancias
municipales para lo que se denominó Mecanismos para el Adelan-
to de las Mujeres (mam), que tenían el objetivo de transversalizar la
perspectiva de género en las políticas públicas, promover los
derechos humanos de las mujeres y niñas, así como erradicar la
violencia contra ellas.
Incluso, en congruencia con esta perspectiva de género, y en
tanto gobierno pionero, buscamos paridad en las posiciones de
toma de decisión, 20 años antes de que fuera necesario legislar
para lograr algo que siempre debió haber sido así. Fueron mujeres
índice
quienes encabezaron las secretarías de Obras Públicas, de Finan-
zas, de Seguridad Pública y de Medio Ambiente, así como la Oficia-
lía Mayor y la Secretaría Particular.
Al mismo tiempo que fuimos implementando los mecanis-
mos de diálogo, emergieron más prioridades: la primera de
ellas, empezar a sanar las finanzas del estado, que estaban en
condiciones miserables. Esto incluía el aumento de la exporta-
ción al extranjero; atraer inversión y fortalecer las instituciones,
iniciando por el Poder Judicial. Seis años después, entregamos
la administración de Zacatecas con una deuda reducida a más
de la mitad, con mayor ingreso y una capacidad fortalecida para
retener los recursos federales, que aumentaron de 45 a 370 mi-
llones de pesos. Por primera vez en el estado se transparentaron
las finanzas, lo que necesitó de sistemas de estricta vigilancia y
supervisión de los gastos (por supuesto, incluyendo los míos
como gobernador).
Nuestro estado se fue convirtiendo más atractivo para la inver-
sión; se establecieron empresas extranjeras que aportaron al au-
mento de empleos y los ingresos en general incrementaron. Las
fuentes de ingresos locales permanentes crecieron en un 266 por
ciento, mientras que las exportaciones del estado aumentaron de
84 millones de dólares a 2,000 millones.
Era una señal para dejar claro que los cambios profundos nun-
ca deben arriesgar la estabilidad financiera o las oportunidades a
futuro. Al contrario, se buscaba hacer una transformación que fue-
ra financiable y que, por tanto, perdurara y generara más cambios.
De eso se trataba: mostrar al estado, a cada sector, grupo y
habitante, que su valor y capacidad eran reconocidos. Por ello, no
índice
se trataba de apoyar a ningún ámbito en particular o a ninguna
persona en lo individual para que pudieran sobrevivir, sino de ofre-
cer más herramientas a fin de poder vivir con calidad y con opor-
tunidades de crecimiento y desarrollo.
Esto significaba que, en lugar de ofrecer préstamos para sol-
ventar una situación económica difícil relacionada con la agricul-
tura, se facilitaron reparaciones y adquisiciones de maquinaria que
permitieran mejorar o cambiar esa condición. En vez de sólo
compensar los precios variables de los productos agropecuarios
dominantes como frijol, maíz y chile, se aumentaron los apoyos
para ampliar y diversificar los productos y, con ello, elevar el ingreso
y disminuir la vulnerabilidad de precios volátiles. En forma similar,
se incentivó el aumento de calidad de la carne del ganado para, por
primera vez, calificar en la exportación internacional.
En este sentido, la reconciliación en Zacatecas tuvo su punto
de partida en el reconocimiento del valor y potencial de la gente
como el estado mismo; se enfocó en la generación de las condicio-
nes para tener una oportunidad real, y se empezó a crear la cerca-
nía requerida: entre la gente y su gobierno; en el acceso fácil a los
servicios públicos; entre el potencial y la posibilidad de desarro-
llarlo, y entre el hoy y un futuro mejor.
Los planteamientos, la colaboración y el gran impulso hacia
adelante llamó la atención incluso a nivel internacional. En 1999,
la revista Time y el canal de televisión cnn me reconocieron entre
los 50 líderes latinoamericanos destacables al inicio del tercer mi-
lenio, poco después, el Foro Económico Mundial de Davos me
seleccionó para integrar la sección “Líderes Globales del Mañana
en el Mundo”, en el periodo 2000-2003. Indudablemente me dio
índice
mucho orgullo y, sin embargo, sigo considerando que todo el esta-
do de Zacatecas merecía esas distinciones.
A la mayoría de los habitantes de Zacatecas les dio confianza
cuando los discursos, planes y reconocimientos se convertían en
acciones y resultados. Conectamos y acercamos al estado median-
te la ampliación y mejora sin precedentes de la infraestructura,
pavimentando más de 2,000 kilómetros de carretera, además de
construir una gran red de autopistas y distribuidores viales.
Invertimos en educación como nunca antes en la historia del
estado: casi 23,000 millones de pesos para ampliar la cobertura edu-
cativa, aumentar la calidad y fortalecer su equidad. Construimos y
reparamos más de 8,500 espacios de educación para su cercanía
y acceso en todo el estado, independientemente del tamaño de la
comunidad o su cantidad de habitantes. Equipamos las escuelas con
herramientas tecnológicas; abrimos nuevas universidades; agregamos
materias y carreras que reflejaban las necesidades del país y el mundo;
subimos los requisitos académicos para docentes y ofrecimos pro-
gramas escolares para personas adultas sin estudios, lo cual redujo
20 por ciento el rezago educativo.
A lo largo y ancho del estado, desarrollamos 200 bibliotecas
comunitarias que no sólo abrían las puertas a las riquezas de la
literatura, sino que también incluían las nuevas tecnologías de
computación que permitían la conexión con centros educativos a
nivel nacional e internacional. De esta manera, incluso tenían uti-
lidad para las y los estudiantes mexicanos en Estados Unidos.
Esa era una de las formas en que procurábamos integrar la
tecnología, la innovación y la ciencia, aspectos esenciales para
asegurar que los cambios no fueran rebasados por los avances
índice
a nuestro alrededor, sino que constantemente se buscaran nuevas
opciones y vínculos con un mundo que se estaba desarrollando a
gran velocidad.
La falta de capacidad de adaptación y aportación puede llevar
a consecuencias severas para el progreso de un país, estado o po-
blación. Por ello, aumentamos el gasto a la promoción científica y
tecnológica de los escasos 300,000 pesos de la administración
anterior a 100 millones de pesos anuales, destinados a crear cen-
tros interactivos de ciencia para niñas, niños y jóvenes, generar
proyectos de investigación, subir el nivel de especialización y fun-
dar el primer Consejo Zacatecano de Ciencia y Tecnología.
La tecnología también era nuestra apuesta para enfrentar los
grandes retos medioambientales. El tema del cambio climático aún
no tenía mucha presencia y en el mundo se seguía tratando de
apagar las voces científicas que pronosticaban alteraciones catas-
tróficas a futuro. En Zacatecas no necesitábamos predicciones se-
veras para actuar. En ese tiempo, las inundaciones y las sequías
se reemplazaban las unas a la otras, con consecuencias graves
para el campo y quienes vivían de él. Entre los años 1998 a 2000,
las sequías eran las más fuertes en décadas.
Personalmente, los estragos de aquellos fenómenos naturales
forman parte de los momentos más difíciles de mi gestión como
gobernador. Iba a las zonas afectadas donde todo se encontraba a
merced de la sequía. Plantas y cultivos estaban muertos, la piel de
los animales colgaba de los huesos como saco en un perchero, y la
gente se mantenía en esa tensa calma que a veces acompaña
la sensación de impotencia. Sentí que cualquier acción para reme-
diar la situación, por más rápida que fuera, era lenta e ineficiente
índice
al lado de la manera en que el clima devoraba las fuentes de ingreso
de la población.
Corríamos contra reloj para apoyar, llevar despensa y abrir las
cocinas comunitarias para que las personas tuvieran cuando me-
nos un plato de comida caliente al día. Estos espacios quedaron
después como sitios de recreación y convivencia. Fueron tiempos
difíciles, aunque también hubo momentos que pusieron las cosas
en su dimensión. Así lo entendí en mi visita a una comunidad que
conocía bien y que se encontraba muy afectada por la sequía.
Cuando llegué, sus habitantes se agrupaban debajo de una
gran lona, esperando nuestra conversación. Al aproximarme, regis-
tré brevemente que algo faltaba. No caí en cuenta de qué era hasta
que vi a una niña de unos seis o siete años que caminaba hacia mí.
Creí que se adelantaba para saludarme, así que le sonreí, mientras
le preguntaba cómo estaba. Me miró brevemente y pasó de largo,
mientras que me decía: “Perdona, señor, pero no tengo tiempo. Voy
a la escuela”. Entendí que lo que faltaba eran las niñas y los niños,
que ya estaban en la escuela recién abierta a la vuelta. La experien-
cia me recordaba que no estábamos actuando sólo para resolver el
presente, sino para cambiar el futuro.
Queríamos mejorar los problemas de agua para los siguientes
años, pero también para las próximas generaciones. Por ello, el
presupuesto para el campo ya era tres veces mayor al de adminis-
traciones anteriores. Incluía la construcción de una infraestructura
hidroagrícola, la elevación de cortinas en las presas para recuperar
el agua antes de que se derramara y saliera del terreno, la capta-
ción de agua en todos los municipios y la prevención de inunda-
índice
ciones asegurando que, por ejemplo, los cauces de los arroyos
funcionaran.
Asimismo, buscamos ahorrar agua mediante sistemas moder-
nos de irrigación y riego por goteo. A esto se sumaron las iniciati-
vas ya mencionadas para diversificación en cultivo, reducción de la
erosión de la tierra, mejora de calidad de semillas y procedimientos
generales para el cuidado del medio ambiente. Y justo este tema se
integró en los materiales educativos, para empezar a crear mayor
conocimiento y conciencia a futuro.
De esta forma, el agua se volvió elemental para el proceso de
cambio que generamos y los resultados se cuentan entre los que
más significan para mí. En mi infancia sufrimos escasez de agua
potable y durante todos los años de trabajo como líder campesino
amplié mis conocimientos del efecto de esa carencia, desde la
afectación para el ganado y la agricultura hasta la falta de alimen-
tos, deshidratación, desaparición de especies y todas las enferme-
dades que surgen al ingerir agua contaminada.
El día que concluimos nuestro gran proyecto de proveer de
agua potable a todas y todos los zacatecanos sentí gran emoción.
¡Logramos llevar este vital líquido a casi el 95 por ciento de la po-
blación! Sucedió al mismo tiempo que nuestro estado obtuvo el
tercer lugar en los indicadores nacionales de calidad en los servi-
cios de salud y se ubicó con firmeza entre las cinco entidades fe-
derativas más seguras del país. Habíamos logrado crear mayor
cercanía entre la gente y las instituciones de salud, cuya cantidad
había aumentado considerablemente, y también conseguimos dar
índice
la seguridad necesaria que permite sentir mayor confianza en un
gobierno que protege a su gente.5
No suelo celebrar los resultados favorables de la manera co-
mún. En general, creo que no soy muy bueno para detenerme a
disfrutar los momentos de éxito. Mi concentración está fijada en
lo que sigue, quizá un poco como mi padre, que nunca se sentaba
a gozar el momento al terminar una jornada de gran esfuerzo.
Pero aquel día quise que marcara un hito y fui hasta el campo de
mi infancia para caminar, solo, en la tierra de los pensamientos
libres.
Andando allí, sentí la grandeza de ese esfuerzo colectivo que
había crecido y crecido durante los años. Campesinado, gente del
ámbito académico, estudiantes, empresariado, inversionistas, con-
nacionales en Estados Unidos, artistas, sociedad civil, legisladoras y
legisladores del estado y en general todas las personas servidoras
públicas que aportaron su profesionalismo, habíamos creado un
movimiento de reconciliación e integración de nuestro estado para
poder avanzar en conjunto en condiciones más equitativas, y aho-
ra con una oportunidad real.
“Esto fue obra de todos”. Dije la frase en voz alta, aunque nadie
me escuchaba. Esas palabras me llenaban de admiración y agrade-
5
En términos de seguridad, en seis años Zacatecas sólo registró cuatro secues-
tros y cada uno se resolvió recuperando con vida a las víctimas. Nada que ver con
la epidemia de delitos de alto impacto que se dispararon en 2007, cuando se declaró la
guerra contra el crimen organizado y que hasta ahora empieza a disminuir. Me
causa una profunda tristeza pensar que una generación completa de mis paisanas
y paisanos están viviendo con violencia e inseguridad. Sus vidas son impactadas por
la impunidad y disputas por las rutas del trasiego de drogas, tráfico de migrantes y
armas, así como por secuestros, extorsión y lavado de dinero.
índice
cimiento por la gente de Zacatecas y por lo que logramos hacer.
Decidí que aquél sería el título del informe con el que concluía mi
periodo como gobernador: “La obra es de todos”.
índice
postularme primero como candidato a jefe delegacional en Cuauhté-
moc. Y gané las elecciones.
Ya no enfrentaba sequías, procesos de calidad de productos
agropecuarios o complicaciones derivadas de la construcción de
carreteras, sino que resolvía problemas relacionados con más
de 400 manifestaciones al mes, ambulantaje y el lado complicado de
la vida nocturna. No luchaba para generar espacios culturales, sino
que veía por las dinámicas urbanas alrededor de casi un centenar
de museos y miles de eventos culturales cada año.
Las iniciativas para el cuidado de la fauna en mi estado natal
se cambiaron por operativos para la recolecta de más de 1,600 to-
neladas de basura… ¡al día! Esto es más del 200 por ciento de lo
que se recolecta diariamente en todo Zacatecas.
Hablamos previamente de la delegación Cuauhtémoc y su im-
presionante concentración de diversidad y contrastes. Recordemos
que abarca zonas en donde se intercalan galerías de arte con tien-
das de diseño y restaurantes gourmet, pero también áreas con
pobreza extrema, venta de productos bajo lonas y familias viviendo
en baldíos y ruinas de edificios caídos. Hay calles en donde se es-
cucha música del mundo; otras, con ritmos de son, y algunas más
que están en silencio o donde incluso se oye cantar a los gallos por
la mañana.
En la Cuauhtémoc todo parece andar a paso veloz. El café de la
esquina, que estaba hace poco, ahora es tienda de abarrotes
asiáticos; bazares surgen por unos días para desaparecer nueva-
mente, y talleres mecánicos se transforman en hoteles boutique.
Los cambios constantes son sólo una de las muestras del ritmo
desenfrenado de la demarcación que es un centro económico de
índice
México, de los poderes y, por tanto, de las decisiones del país, lo
mismo que un centro cultural y turístico y el centro de la capital.
Indudablemente, es uno de los lugares con mayor pulso de la nación.
Se podría afirmar que es el latido del “corazón de México”, como
decía su lema, o lo que se suele llamar la “capital de la capital”.
Aunque históricamente la Cuauhtémoc ha sido una zona de
gran importancia para la Ciudad de México, así como para el país,
la velocidad de su desarrollo reciente ha sido muy veloz. Esto, por
un lado, implica grandes oportunidades de empleo, atracción de
inversión, promoción de México en el mundo, aumento de bienes-
tar, de calidad de vida, de creatividad e innovación.
A la vez, requiere un equilibrio fino para que sus aspectos po-
sitivos no lleven a excesos y se desborden los muchos problemas
que los acompañan. Cuando gané la elección para ser jefe delega-
cional de Cuauhtémoc, mi percepción era que el equilibrio ya se
había perdido.
Había una parte importante de la población en situación de po-
breza que no experimentaba los beneficios del auge económico, y al
mismo tiempo crecía la población de personas en situación de calle.
El desgaste de los espacios públicos de los millones de per-
sonas que cada día van a la Cuauhtémoc o cruzan por ella era
muy visible. Los parques y jardines tenían un estado de grave
deterioro, faltaba alumbrado público, las calles estaban llenas de
hoyos, había reparaciones abandonadas a la mitad y aumento
de terrenos baldíos. Se había aumentado el nivel de ruido y los
problemas de convivencia vecinal. La dinámica económica atraía
delincuencia y, como consecuencia, inseguridad. Había asaltos,
robos de cajeros automáticos, tráfico y trata de personas, venta
índice
de drogas y mercancía pirata. Había indicios de presencia inci-
piente del crimen organizado, en sus modalidades de lavado de
dinero, extorsión y narcomenudeo. Paralelamente, había otro
tipo de delitos: conforme aumentaba la ganancia de los nego-
cios en la Cuauhtémoc, también crecía el nivel de corrupción. Los
permisos para abrir negocios, para restaurantes, bares, construc-
ción y otros trámites se habían vuelto mecanismos de corrupción.
La situación estaba afectando la calidad de vida de la gente en
la Cuauhtémoc. Esto ocurría al tiempo que las condiciones para la
clase media estaban siendo fuertemente afectadas por el aumento
en los costos de vivienda y de los gastos básicos. En ese tiempo,
uno de cada cinco hogares gastaba más de lo que ganaba. Era una
situación compleja.
La situación demandaba que, por un lado, se estimulara el cre-
cimiento y el éxito y, por el otro, requería un plan de acción de
rescate de los espacios públicos, de los procesos de operación de la
delegación y de combate a la corrupción, que amenazaba con em-
peorar todos los aspectos del territorio. Sin embargo, como se
verá, el reto principal para resolver esta situación resultó que poco
tenía que ver con la Cuauhtémoc.
No cabía duda que se requería construir nuevamente una pla-
taforma de colaboración con todos los grupos sociales, el ámbito
empresarial y la sociedad civil. No obstante, de inmediato me que-
dó claro que iba a ser mucho de lo que antes había hecho. Aunque
ya contaba con casi 40 años en la política y gran cercanía con la
gente, la diversidad de la Cuauhtémoc implicó un reto mayúsculo.
La gente conoce sus derechos, las funciones y responsabilida-
des del gobierno, los programas y sus objetivos. Sus demandas
índice
son, con toda razón, legítimas y perseverantes. El cuestionamiento
crítico es parte integral de la relación entre los habitantes y la au-
toridad. Asimismo, quedó claro que no se percibía como aceptable
atender sus temas de manera colectiva, como se acostumbra hacer
en muchos lugares, incluyendo Zacatecas. Fuera cual fuera el gru-
po de habitantes, esperaban una atención personalizada y resolu-
ciones sustentadas en explicaciones, planes y garantías de eficacia.
Las negociaciones eran más directas, y las críticas, inmediatas.
Con objeto de construir la plataforma de comunicación idónea
para esa situación, retomé las jornadas de diálogo directo que ha-
bía realizado en Zacatecas, en la explanada de la propia sede dele-
gacional. Además, salía todos los días para visitar, dialogar y su-
pervisar los trabajos en las colonias, muchas veces llegaba sin
previo aviso para poder percibir sin filtro la vida de las y los habi-
tantes y platicar con quienes allí estuvieran. Estas conversaciones
siempre arrojaron otro tipo de información sobre los problemas
que enfrentaban y las soluciones que consideraban correctas.
Sin embargo, con la enorme cantidad de demandas diarias no
eran suficientes ni los procedimientos de atención en la delegación
ni las jornadas de diálogo o las visitas. Por ello, instruí a todo el
personal con cargos de dirección que reunieran con frecuencia a
grupos representativos de las y los habitantes, para escucharlos y
proponer las soluciones correspondientes al ámbito de sus respecti-
vas competencias. Además de ello, las redes sociales ya se habían
vuelto parte de la comunicación cotidiana de la mayoría, por lo que
decidí que toda Dirección usara su cuenta de Twitter para responder
a cada pregunta, demanda o necesidad. No debía omitirse ninguna.
índice
Yo mismo empecé a utilizar lo que en esa época era el medio
social más popular para emitir videos en directo: el Periscope. Desde
las 7 de la mañana informaba en vivo sobre las obras, operativos,
sucesos inesperados, acuerdos y decisiones relevantes o actualiza-
ciones de proyectos, manifestaciones y más. Según entiendo, me
encuentro entre las primeras personas de elección popular en el país
que integró a sus funciones ese tipo de comunicación en línea.
Es claro que esa exposición pública mediante las redes sociales
facilitó también el aumento de las críticas. Cada frase, gesto o acto
mío eran motivo de escrutinio y opinión. Y eso está bien. Hay que
estar preparado para ello, tener disposición para aceptar la crítica,
pues forma parte de gobernar y ayuda a mantener firmes los
pies sobre la tierra. Hay que estar muy conscientes de que las re-
des sociales y la comunicación en línea son parte de la vida pública,
y que en la mayoría de las ocasiones sirven para fortalecer los
procesos democráticos y la participación ciudadana. Pero también
hay que tener presente que esas mismas redes pueden ser usadas
para lo contrario.
En mi caso, desde que anuncié mi aspiración de ser jefe dele-
gacional, se orquestaron campañas de desprestigio y una constan-
te fabricación de fake news en mi contra, primero por parte de
quienes no veían con buenos ojos a Morena (que recién había ga-
nado sus primeras cinco delegaciones) o que yo no hubiera nacido
en la Ciudad de México. Más adelante, los ataques en el espacio
digital parecían llegar de mis propios pares en las otras delegacio-
nes morenistas. No obstante, independientemente de dónde o por
parte de quién venían esas campañas, todas son ejemplos y recor-
datorios de que estamos en una época en la que, con frecuencia,
índice
la percepción de los resultados en la política depende más de la
capacidad de generar ciertos ambientes y creencias en las redes
que de lo que realmente se ha hecho.
Nuestra intención era dar voz a todas y todos a través de las
muchas y diversas formas de comunicación y participación. Aun-
que, era claro que entre la población residente no había el mismo
respeto y sensación de valor y pertenencia. La diversidad era im-
presionante, pero no significaba que la gente siempre conviviera en
armonía o que se respetara en sus diferencias.
A pesar de que la Cuauhtémoc se encuentra entre los lugares
con mayor presencia de comunidad lgbtttiq+, sus integrantes su-
frían de una profunda discriminación. La experiencia de haber sido
discriminado por mi origen campesino y ser de escasos recursos
me permitieron comprender mejor cómo lastima este flagelo a di-
versos grupos de la población. A pesar de ser doctor en Derecho,
estoy convencido de que combatir la discriminación no es posible
a punta de leyes y reglas. Indudablemente, el camino hacia la
igualdad en México tendrá que pasar antes por amplios cambios
sociales y culturales profundos.
Por ello, al conocer las problemáticas de la comunidad lgbtttiq+,
decidí crear el primer programa en la Ciudad de México enfocado
en sensibilizar a la población sobre las características y obstáculos
que enfrenta este sector de la sociedad. El programa se llamó El
Corazón No Discrimina, que también hacía referencia al lema de la
delegación (“El corazón de México”). Se realizaron pláticas, talle-
res, obras de teatro y otros eventos, y desde los torneos de futbol
en Tepito hasta las fiestas para mujeres transgénero se fue constru-
índice
yendo un mayor entendimiento, comprensión y apertura que ayu-
dan a valorarnos en nuestra diversidad.
De la misma forma, desarrollamos gran cantidad de programas
sociales para aportar una mayor integración de los diversos grupos
que habitan en la demarcación y ayudar a vencer los obstáculos de
la discriminación que impidieran tener una oportunidad real y
robustecer la transformación desde los cimientos.
También quisimos vencer otras barreras: las de la corrupción,
infiltrada hacía tiempo en la propia institución delegacional, espe-
cialmente en el área de trámites de los comercios y en el de la
construcción. Era absurdo que las y los empresarios no sólo tuvie-
ran que luchar para generar negocios sanos, productivos y contri-
buir a los progresos en la zona, sino además lidiar con prácticas
ilícitas desde la propia autoridad.
Cualquier trámite, ya fuera de permisos o de licencias, se rela-
cionaba con algún tipo de pago a personas funcionarias que abu-
saban de su poder para quitarles recursos que eran parte de su
ganancia, o necesarios para pagar los sueldos de su personal o
para invertir en mejorar el negocio. Por el beneficio personal (e
ilegal) de algunas y algunos servidores públicos se estaban destru-
yendo el ambiente productivo, los empleos y la distribución e in-
versión de dinero en la zona.
En cuanto tomé posesión del cargo me reuní con las y los
empresarios de la zona para asegurarles que se acabarían los pa-
gos destinados a la corrupción. Transparenté los trámites e hice
públicas las licitaciones, los permisos, autorizaciones y licen-
cias, así como el desarrollo inmobiliario y los procesos de demo
lición. Propuse una amplia colaboración para mejorar la Cuauhté-
índice
moc, en beneficio de todas y todos, que implicaba que la delegación
mejorara la calidad, los tiempos y atención a los trámites y pro
blemáticas del empresariado, y que éste, por su parte, apoyaría en
la remodelación y el mantenimiento de la demarcación. Esta
colaboración se convirtió en una alianza que superó por mucho
mis expectativas.
De manera similar al gran esfuerzo colectivo realizado años
atrás en Zacatecas, el rescate de la Cuauhtémoc se fue convirtien-
do en un proyecto común. Las y los empresarios, desde los mu-
chos negocios familiares pequeños y hasta las grandes compañías,
colaboraron en la remodelación de los parques y obras de arte
públicos, pusieron alumbrado adicional en sus propiedades y
arreglos de flores y plantas en la cuadra donde estaban ubicados
sus negocios, además de aportar eventos culturales y actividades
educativas.
En todos los sentidos, los cambios logrados en conjunto rebasaron
lo que esperábamos. Al final de mi periodo como jefe delegacional,
en 2017, la Asociación de Empresarios y Ciudades Hermanas me
otorgó un reconocimiento por encabezar la mejor administración
delegacional de la Ciudad de México, con sentido humanista y cer-
cana a la población. Sin embargo, esa distinción debió incluir la
importancia de la contribución del sector productivo de la demar-
cación a los resultados exitosos.
Aquello fue un ejemplo en menor escala de por qué el progreso
de México depende en parte de una relación colaborativa entre la
iniciativa privada y el gobierno, con reglas claras, obligaciones mu-
tuas y objetivos que beneficien a la población. La pandemia, que iba
a cambiar el mundo cinco años después, corroboró de manera con-
índice
tundente la importancia y el impacto de este vínculo; fue una confir-
mación de que las grandes dificultades requieren de un gobierno
eficiente. Ninguna empresa tiene la capacidad para gestionar ese
tipo de situaciones nacionales de crisis y, sin embargo, quedó claro
que la iniciativa privada era indispensable para poder mantener fun-
cional a la sociedad y mitigar los impactos.
Años antes del inicio de la pandemia, en la Cuauhtémoc más
que en cualquier otro lugar, la gestión y los resultados depen-
dían de la colaboración de todos los sectores, niveles políticos
y partidos.
Con esto, estamos llegando a lo que fue mi reto principal como
jefe delegacional del Corazón de México, así como uno de los dilemas
más complejos de mi vida en política.
Contemplemos la situación:
El presupuesto para la delegación Cuauhtémoc, como para todas
las demás, es destinado por el Gobierno de la Ciudad de México,
del cual también depende una parte importante de los servicios.
Por ejemplo, ante la inseguridad, la delegación puede recopilar
información, recibir denuncias de cierto tipo e identificar necesida-
des; sin embargo, no cuenta con policías, patrullas o equipo, que
son exclusivos del gobierno capitalino. En este sentido, las facul-
tades importantes para una gestión no corresponden a la jefatura
de la demarcación.
El tamaño del presupuesto se calcula con base en el número de
habitantes que, en el caso de la Cuauhtémoc, era de 532,000 perso-
nas, a pesar de que su población flotante rondaba los 5 millones de
mujeres y hombres que diariamente transitaban por la zona y que la
índice
convertían en una de las cinco demarcaciones con mayor desarrollo
humano en todo el país. Sin embargo, no existía un presupuesto
adicional para la atención y el manejo de la presencia de casi un
1000 por ciento más de gente que se encontraba en la zona durante
el día ni para hacer frente al impacto de su paso por territorio dele-
gacional como, por ejemplo, los miles de toneladas de basura, el
desgaste de las áreas públicas, los accidentes, etcétera.
A esto se agregaba que, del dinero recibido por parte del Go-
bierno de la Ciudad, la delegación debía pagar la nómina de su
personal, que equivalía aproximadamente al 70 por ciento del pre-
supuesto total. Con el 30 por ciento sobrante, se cubrían los costos
de alumbrado y demás servicios públicos, que consumían cerca del
14 por ciento. Para la gestión de la delegación, la atención a las
demandas, los programas de desarrollo, las mejoras, obras y remode-
laciones, herramientas de trabajo y tanto, tanto más, se contaba
apenas con el 16 por ciento del presupuesto global.
En este escenario, el impuesto del predial podría haber sido un
ingreso importante para la delegación, así como lo es para los mu-
nicipios. No obstante, en la Ciudad de México esta recaudación
recae en el gobierno central y no en las delegaciones, lo que deja-
ba fuera del alcance otra opción para tener recursos que podrían
dirigirse a mejorar el funcionamiento de las demarcaciones.
En resumen, la jefatura delegacional era responsable de la
demarcación, con un presupuesto que no se basaba en la situación
real, pues el 84 por ciento ya estaba etiquetado.
A esto se sumaba la complejidad política del momento, pues
Enrique Peña Nieto, del pri, despachaba como presidente de México,
y Miguel Ángel Mancera, del prd, era jefe de Gobierno de la Ciudad
índice
de México, en tanto que yo, jefe delegacional en Cuauhtémoc, pro-
venía de Morena. De hecho, Claudia Sheinbaum y yo formábamos
parte del grupo de los primeros cinco candidatos electos de Morena
para gobernar las delegaciones en 2015, y con ello contribuimos a
disminuir significativamente la fuerza territorial que el prd había
tenido durante 20 años continuos. En ese contexto, una gestión
6
índice
Después de la fundación de Morena en 2011 y la pérdida de las
elecciones en 2012, el partido seguía creciendo. Para Andrés era
importante que siguiéramos representando una diferencia clara
respecto a los demás partidos. Las y los mexicanos ya no querían
más de lo mismo, y no había que generar ninguna duda sobre
nuestra separación de otras instituciones partidistas. En general,
las mujeres y hombres fundadores del movimiento-partido compar-
tíamos esta idea, aunque en la práctica es una condición esencial
de la política —aquí y en el resto del mundo— que entre partidos
se mantiene cierta comunicación. Esto era más marcado porque
gran parte de la militancia y simpatizantes de Morena proveníamos
de otras fuerzas políticas, principalmente del pri, y conocemos a
los demás de años en política.
Yo, en particular, me he dedicado a entablar esa comunicación
en el nombre de Morena y de Andrés desde que fundamos el partido.
Por ello, me sorprendió que mi esfuerzo para crear lazos con los
otros niveles de gobierno, con tal de lograr una gestión eficiente en
la Cuauhtémoc, causara un murmullo de descontento en las otras
delegaciones morenistas. Al principio estaba convencido de que
únicamente se trataba de destellos de la competencia por la popu-
laridad, que es parte del adn de la política; sin embargo, con el
tiempo esto dio pie a un distanciamiento notable. Aunque Andrés
no me lo decía directamente, empecé a entender que no aprobaba
las relaciones constructivas que yo había logrado, particularmente
con el gobierno federal y con el de la Ciudad de México.
De ahí nació el dilema.
Ser electo como jefe delegacional implicaba un compromiso
innegable con la gente. En mi historia, los compromisos de gober-
índice
nar para y con la población son los que orientan mi vida, y me
llevan a una entrega y dedicación que no son a medias. Además,
no fue un secreto que mi visión era ser la persona que llevaría a
Morena no sólo a la Cuauhtémoc —la capital de la capital—, sino
a toda la ciudad. Desde la delegación quise mostrar a la Ciudad de
México lo que podríamos lograr en conjunto, si la gente votaba por
mí para ser el jefe de Gobierno en las elecciones de 2018.
Quería dejar constancia de un liderazgo que generaba una
oportunidad real para la gente, que construía progreso y lograba
resultados, aun en las situaciones más difíciles y con recursos li-
mitados, integrando a los diferentes sectores de la población y la
sociedad civil en un esfuerzo común en que el valor, las necesida-
des y visiones de cada quien eran importantes, contaban.
En este marco, identifiqué que a través del Fondo de Capita-
lidad podía obtener recursos federales para aportar más a la ges-
tión de la Cuauhtémoc y tenía la posibilidad de explorar rutas
para lograrlo con el entonces secretario de Hacienda, José Antonio
Meade.
No obstante, parecía que debía elegir entre hacer algo sin pre-
cedentes para cumplir mi compromiso con el Corazón de México y
sus habitantes o evitar los riesgos de ser percibido como menos
comprometido con mi partido.
¿Qué hubiera elegido usted?
Yo opté por cumplirle a la gente de la Cuauhtémoc y a nuestro
proyecto de rescatar y fortalecer esa parte de México que concen-
tra nuestra diversidad, creatividad, capacidad y generosidad cultu-
rales. Argumentaba en mi interior que después de fundar Morena
con Andrés y luchar todos los días para que el movimiento echara
índice
raíces profundas en nuestro país no podía haber dudas de mi iden-
tidad y lealtad políticas.
Estoy convencido de que elegí lo correcto, porque la gente
siempre es primero. En la ciudad, era claro que percibían mi intención
y su autenticidad, porque lideraba en todas las encuestas ciudada-
nas previas a la elección interna de candidata o candidato de
Morena para las elecciones en 2018. Sin embargo, me equivoqué
en lo otro. El esfuerzo por lograr relaciones de colaboración con
los gobierno local y federal generó escepticismo respecto a mis
intenciones. Esto se reflejó de la manera más contundente cuando
se realizó la encuesta por parte de Morena el 19 y 20 de agosto de
2017. Estaba seguro de que triunfaría, pero fue Claudia Sheinbaum
quien resultó la favorita de Andrés y ganadora de la encuesta, en la
que de repente me encontré en el tercer lugar.
Era como si estuviera desfasado del momento. Seguía en el
entendido de que una parte importante de la esencia de Morena la
había aportado yo, y de igual manera, que Morena era la esencia
de mis acciones, pensamientos y entrega. No obstante, la situación
se había movido. Y lo viví como una traición.
Confieso que durante semanas mi enojo fue profundo y sin
precedentes. Nunca antes en mis casi 40 años en la política había
vivido algo similar. Por primera vez en 20 años de amistad y acom-
pañamiento surgían grietas en mi relación con Andrés. Llegué a
pensar que éstas serían irreparables y que Morena ya no era mi par-
tido, a pesar de ser resultado de mi propio esfuerzo. Tomé la decisión
de renunciar a la delegación Cuauhtémoc, e incluso consideré la
salida de mi partido. Sin embargo, el tambaleo en mi vida se fue a
un segundo plano cuando la Ciudad de México se sacudió nue-
índice
vamente el 19 de septiembre, pero de 2017, cuando otro gran
terremoto derribó edificios y truncó existencias.
Las tragedias, la urgencia de salvar vidas y el compromiso de
hacer lo posible para la gente eran superiores a cualquier situación
política y experiencia personal. Sin dudarlo, me quedé…
Era desgarrador ver cómo la vida cotidiana de la gente, todo su
mundo, se sepultaba bajo escombros y polvo. Una sola vida perdi-
da hubiera sido una gran tragedia, lamentablemente, los falleci-
mientos fueron aumentando. El shock y el dolor que debe haber
vivido cada familia son inimaginables. La Cuauhtémoc terminó
siendo la más afectada de la Ciudad de México, con 98 personas
que perdieron la vida y más de 1,143 edificios afectados.
Convertimos la explanada de la sede delegacional en centro
de acopio, construimos albergues y empezó una labor titánica
para identificar los daños, organizar las labores, los procesos
legales, la adquisición de maquinarias y herramientas, desple-
gar los servicios médicos, la distribución de víveres, ropa, boti-
quines de emergencia y mascarillas, así como para buscar re-
cursos e informar.
Trabajamos sin cesar durante semanas y meses. Esto me hizo
revivir momentos del terremoto de 1985, y era especialmente im-
portante mostrar a la gente que estaba acompañada por su gobierno.
Por ello, coordinaba el esfuerzo desde la calle, yendo de colonia en
colonia, de mañana a noche. Conservo experiencias muy satisfac-
torias de ese tiempo, por lo que se logró hacer, pero también evoco
mucha impotencia por no haber ayudado a disminuir el dolor de
tanta gente, vecinas y vecinos, cuya vida cambió para siempre
de manera tan abrupta.
índice
Durante las semanas de entrega absoluta al momento de emer-
gencia, mi propia situación quedó almacenada. Sólo en los pocos
momentos de silencio por las noches, cuando hacía mi evaluación
del día, me llamaba la atención que Andrés en ningún momento se
hubiera comunicado conmigo tras la selección de Claudia como
candidata a jefa de Gobierno de la Ciudad. No existía antecedente
de que el contacto entre Andrés y yo se hubiera roto de esa forma.
Antes de que las tragedias ocasionadas por el terremoto cambiaran
las prioridades, en varias ocasiones busqué una reunión con An-
drés para poder enfrentar el asunto como siempre lo habíamos
hecho. No tuve éxito.
El proceso de la elección, la traición, la falta de comunicación
y el tiempo transcurrido me hicieron pensar que un encuentro ya
ni siquiera tenía razón de ser. Claramente, no estaba siendo perci-
bido como el fundador de Morena que soy ni tampoco como parte
de su futuro. Seguía sin poder creer lo que sucedía, y con esa mez-
cla de asombro y profunda decepción contemplé las oportunidades
de seguir mi camino con la oposición. Durante los muchos años de
construcción de Morena, así como durante mi labor como jefe dele-
gacional, habíamos construido innumerables acuerdos y comuni-
caciones. No éramos ni desconocidos ni ajenos. Estaba iniciando
una serie de encuentros cuando llegó la propuesta de Andrés para
reunirnos, lo que ya había dejado de esperar.
Fueron horas de conversación profunda y sincera. Entre recla-
mos mutuos, fuimos aclarando situaciones, malentendidos y de-
cepciones. Andrés estaba determinado a lograr que no me fuera de
Morena, y yo, a tener la certeza de que no volvería a encontrarme
en la periferia de un partido que habíamos construido juntos. Entre
índice
cada frase vibraba nuestra historia de 20 años de lucha para lograr
el primer gobierno de izquierda en la historia de México, con An-
drés como presidente. Poco a poco, nos fuimos concentrando en la
misma meta que nos ha unido desde hace tanto. Así como la ciu-
dad sacudida por el temblor seguía de pie, nosotros también, aun-
que con grietas profundas en nuestra relación, que aún requerían
un gran trabajo de reparación.
Acordamos mantener y cuidar nuestro vínculo para llegar fuer-
tes a la recta final en las elecciones que se llevarían a cabo pocos
meses después. Esto implicaba que yo solicitara licencia a mi po-
sición como jefe delegacional en Cuauhtémoc, para irme a la cam-
paña presidencial. De ahí iniciaría un nuevo capítulo esperado por
décadas… desde ese primer encuentro ocurrido exactamente 20
años antes, el cual cambió mi historia y llegó a formar parte de la
historia de México.
| 149 |
índice
mos la posibilidad de ajustar el curso de la nación. Tenía una clara
visión de cómo sería éste, si lográbamos gobernar para la gente y
con la gente.
Sin embargo, fue hasta mi primer encuentro con Andrés Ma-
nuel López Obrador, cuando me propuso ser el candidato del prd
índice
sur y yo en el norte, logramos crear una sólida plataforma de con-
fianza y acompañamiento local, que iba creciendo. Los dos estábamos
dispuestos a tomar riesgos y hacer grandes sacrificios para mostrar
que era posible generar cambio y no volver a defraudar a las y los
mexicanos.
Actuamos con la mezcla de entrega y desafío que suelen surgir de
la convicción de estar del lado correcto de la historia, así como de que
íbamos a transformar una nación completa. Quizá los grandes mo-
mentos de la humanidad son justamente eso, instantes en los que se
callan las dudas para poder actuar con la fuerza necesaria.
Las similitudes entre Andrés y yo se combinaban con diferen-
cias importantes. Él tenía, y tiene, un talento particular para crear
identidad colectiva de lucha, en parte con base en reglas sencillas
y coordenadas claras, mientras que yo suelo escuchar más y definir
menos lo que se debe pensar. Pareciera formar parte del potencial
que percibimos al unirnos. Reconocía la importancia de cómo An-
drés, con gran empatía con la gente, comunicaba cómo deberían
ser diferentes nuestra vida y nuestro país, y despertaba la esperanza
de que se podría lograr. A su vez, él veía lo que se podría alcanzar
mediante mi capacidad de construir acuerdos y acciones a partir de
donde estaba la gente en ese momento y no donde debería estar.
Esta forma de complementarnos ha sido una constante duran-
te los 26 años que han pasado, y que nos han llevado a más mo-
mentos históricos en la política de México, los cuales jamás ima-
ginamos cuando hicimos nuestro primer acuerdo decisivo en
Zacatecas en 1997.
El primer proyecto que consolidó nuestra unión se realizó jus-
to después de que fui electo gobernador. Iba a haber elecciones en
índice
otros estados, y en cuatro de éstos, los candidatos se encontraban
en situaciones similares a la que había superado. Los estados eran
Tlaxcala, Baja California Sur, Nayarit y Chiapas, donde el pri seguía
tratando de hundir las ideas progresistas que prosperaban como
semillas en tierra fértil. La derrota del tricolor en Zacatecas no te-
nía que ser un evento aislado. Lo veríamos como la primera pieza
en el dominó que haría caer a las demás.
Acordé con Andrés organizar una especie de asesoría para los
candidatos que luchaban para romper con el régimen. Iba con fre-
cuencia a cada uno de aquellos estados durante los limitados tiem-
pos que me dejaba la gran carga de trabajo como gobernador. Era
sorprendente lo que hacía el pri para reprimir el cambio. Hubo
persecución política, represión contra trabajadores y empleados
públicos, amenazas constantes de las consecuencias de estar en la
“lista negra” del partido, mientras que se invertían recursos ilimi-
tados para intervenir las elecciones locales. No obstante, la situa-
ción tuvo el mismo impacto en mí que el que se notaba en la
gente. Cada intento del pri por apagar la llama de nuestra lucha era
como echar gasolina al fuego. La intención de controlarnos sólo
provocó que nos rebeláramos.
Los candidatos progresistas ganaron en los cuatro estados.
¡Ganamos! Y aunque dos años después fue el pan y no el prd —con
Cuauhtémoc Cárdenas como candidato— el que por fin venció al
pri en las siguientes elecciones presidenciales, Andrés logró triun-
far en el gobierno de la capital de México con casi 40 por ciento de
los votos. Habíamos confirmado nuestra capacidad como fuerza
izquierdista. A pesar de que los votos aún no estaban de nuestro
lado para llegar a la Presidencia, sabíamos que era cuestión de
índice
tiempo, porque el cambio que se hacía camino entre la gente era
también el nuestro.
A fin de generar una plataforma para estos primeros goberna-
dores izquierdistas ante el Ejecutivo federal en turno, en 1998 Andrés y
yo propusimos crear una Asociación Nacional de Gobernadores
(Anago), que nos fortalecería y serviría para atraer recursos federa-
les a las entidades, generar propuestas relacionadas con la política
presupuestaria e identificar negociaciones parlamentarias de inte-
reses comunes. La agrupación existió durante dos años con Cuauhté-
moc Cárdenas, Alfonso Sánchez, Leonel Cota, Antonio Echevarría,
Rosario Robles (al sustituir a Cárdenas) y yo.
Insistí en que aquel espacio debía servir para fortalecer el fede-
ralismo y, por lo tanto, ser incluyente. Sugerí que se abriera al pri,
que ahora también estaba en oposición, así como al pan, que estaba
en el poder. No obstante, los gobernadores del pan no querían par-
ticipar y llevó varios años lograr integrar a todos los gobernadores
del país. En julio de 2002, mi visión se realizó y formalmente pudi-
mos empezar a existir, ahora como Conferencia Nacional de Go-
bernadores (Conago) que en 2003 pudo agrupar a la totalidad de
gobernadores de todos los partidos políticos. Esta Conferencia si-
gue existiendo como un espacio de colaboración entre las entidades
federativas para el desarrollo de propuestas comunes.
Manteniendo el curso
Cuando concluí mi periodo como gobernador, inicié de inmediato
con actividades para negociar apoyos hacia nuestro movimiento y
en específico para Andrés, que ahora, como jefe de Gobierno en el
índice
Distrito Federal, tenía un liderazgo dominante y visible. En la gente
no había duda. Aunque se había votado por el pan y su candidato
Vicente Fox como presidente del país en el año 2000, el México que
se soñaba tampoco se podía lograr con ese gobierno, tan similar a
los del pri, no sólo en su política, sino en su abuso del poder. Tan
es así que, tal como el pri en 1988 robó la victoria electoral de
Cuauhtémoc Cárdenas, el pan tomó nuestro país como rehén en
otro fraude histórico en las elecciones de 2006. Las y los mexica-
nos no dudaron. Votaron en su mayoría por ese México que anhe-
laban cuando pusieron su cruz sobre el nombre de Andrés.
Paradójicamente, el fraude electoral no unió a la izquierda, si-
no que la fragmentó. Empezaba a haber cada vez más diferencias
entre personas clave del prd. Y cuando Andrés decidió mostrar su
protesta al fraude electoral con la toma del Zócalo y partes de la
avenida Paseo de la Reforma, la mayoría en el partido se mostró en
desacuerdo, empujados por la dirigencia formal del prd.
Aunque entiendo sus argumentos de que parte importante de
la democracia es resolver y no generar conflictos en la sociedad,
también era claro que no se podía crear una nueva forma de go-
bernar si se aceptaba repetir la misma historia de fraude electoral.
Andrés insistía en que se debía hacer algo distinto para enfrentar
este nuevo fraude, pues de lo contrario nos podrían seguir mante-
niendo fuera del nivel de influencia, y México continuaría sin tener
un gobierno que realmente representara a su gente. Cada elección
fraudulenta no quita el acceso al poder a un partido, sino que eli-
mina la voz y voluntad de la gente. No había que abandonar a ésta
ni debilitar la identidad del movimiento que ya se estaba consoli-
dando. Por ello, mientras se seguía reduciendo el espacio para
índice
Andrés y lo que era su fracción en el prd, él continuaba fortalecien-
do la relación con la sociedad, con la base.
La situación era insostenible a largo plazo. Tener un movimien-
to creciente que no se reflejaba en el partido, sus voceros, sus re-
presentantes electos en la Cámara de Diputados y en el Senado,
tarde o temprano iba a generar consecuencias graves. La pregunta
era para quiénes. La gente del movimiento iba a quedar sin partido
o el partido se iba a quedar sin la gente.
Para no perder representación y fuerza, Andrés robusteció los
lazos con los partidos aliados, particularmente con el Partido del
Trabajo (pt) y Convergencia (que luego cambió el nombre a Movi-
miento Ciudadano). Como parte de ese proceso, acordamos que
me tenía que integrar en esos partidos para estrechar la alianza y
a la vez mantener abiertos los canales de comunicación del movi-
miento. Por ello, de 2008 a 2012 fui senador y coordinador del
Grupo Parlamentario del pt y, posteriormente, diputado federal por
Movimiento Ciudadano de 2012 a 2014.
Lo que para mucha gente pudiera parecer la actividad de un
“chapulín”, que brinca de partido a partido, era la estrategia
para enfrentar el periodo de adversidad, obstáculos e intentos
de debilitar al movimiento desde afuera y desde adentro. Si no
hubiera sido por las alianzas tan importantes con esos otros
partidos, es probable que nuestra historia hubiese sido diferente.
La lucha incansable de sus líderes, Dante Delgado y Alberto
Anaya, es parte esencial de la historia. A la vez, también es un
ejemplo de cómo Andrés y yo nos complementamos en las múl-
tiples acciones para poder seguir expandiendo y consolidando
el movimiento.
índice
Se acercaban las elecciones de 2012 y la lucha para ganarlas se
iba tensando. La inversión del pri para regresar al poder era astro-
nómica, y el pan estaba dispuesto a hacer lo que fuera para no de-
volver la presidencia al tricolor. Nosotros no sólo teníamos recur-
sos muy limitados para afrontar la guerra sucia de dos partidos
poderosos, sino que también estuvimos enfrentando resistencia al
interior de nuestro propio instituto político, el prd.
Marcelo Ebrard, que en el 2000 había declinado su candidatura
a favor de Andrés en las elecciones para jefe de Gobierno del Distrito
Federal, se había afiliado al prd y ganado la capital en 2006. Andrés
entregó la administración a Marcelo después de haber demostrado
que la izquierda efectivamente podía gobernar con equilibrio finan-
ciero, mejoras importantes y cercanía con la gente. El gobierno de
Marcelo continuó esta curva para arriba y ganó amplio reconoci-
miento por sus políticas progresistas, que incluso lo llevaron a reci-
bir el galardón internacional de “mejor alcalde del mundo” en 2010.
Por supuesto que era un excelente candidato para las elecciones
presidenciales; sin embargo, Andrés ya se había mostrado capaz de
ganarlas en 2006 (aunque robaron su victoria), y nos habíamos de-
dicado a construir una plataforma nacional de apoyo y simpatizan-
tes que lo identificaban a él como líder, y no a Marcelo.
Por ello, cuando los liderazgos formales empujaron para que
Marcelo fuera el candidato único, lo que habían sido tensiones
ahora se convirtieron en conflicto abierto. Se hablaba de ruptura, y
en el grupo leal a Andrés nos preparamos para ese escenario, con
la creación de una asociación civil que abarcara nuestro movi-
miento. Andrés lo nombró Movimiento Regeneración Nacional
(Morena). La ley de entonces no permitía la creación inmediata de
índice
un partido político, por lo que la asociación seguiría como un re-
conocimiento oficial de que el movimiento construido tenía su
propia identidad y un camino distinto al del prd.
En ese momento, el pt nos hizo a todas y todos parar por un
momento para evaluar la situación de ruptura. Su mensaje era claro:
el pt iba a apoyar a Andrés, con o sin el prd. Ante las elecciones
cercanas, ¿en verdad se quería una ruptura de ese tamaño? Se su-
girió realizar una encuesta con la población simpatizante para
decidir entre Marcelo y Andrés de manera justa. Como ya se sabe,
Andrés ganó la encuesta y, por segunda vez, Marcelo se retiró de la
contienda con promesas de lo que podría llegar a ser en caso de
haber triunfado.
Al contrario de lo que harían muchas otras personas en la po-
lítica, Marcelo no buscó aumentar el conflicto, sino que expuso
continuamente las razones por las que deberíamos buscar la unión
entre los grupos y fracciones de la izquierda para, en conjunto,
vencer al pri y al pan. Reconozco y valoro esa forma de enfrentar su
propia situación sin jamás dejar de pensar en las metas superiores
y lo que necesitábamos para alcanzarlas. En mi perspectiva, con
ello se convirtió en un ejemplo a seguir en una cultura política que
revela cada vez menor capacidad para reconciliar y unir ambicio-
nes personales a favor de un proyecto común.
Las luchas de poder inevitablemente dominan la vida política,
lo que implica estrategias y tácticas en contra de unas personas y
a favor de otras. Sin embargo, durante la última década pareciera
que las aspiraciones colectivas se están debilitando ante una forma
de hacer política cada vez más individualista. No puedo decir con
certeza si ahora existen más traiciones y obstáculos entre supues-
índice
tos compañeros políticos que antes, pero pienso que es probable y
que se relaciona con un arraigo menos profundo de nuestro pen-
samiento colectivo.
El esfuerzo de Marcelo para lograr mayor unificación al interior
del prd era similar a lo que Andrés me encomendó hacer en todo el
país. Al mismo tiempo que promovía nuestro movimiento, siendo
ya oficialmente Morena, tenía que dar certeza de que no había
rompimiento o debilitamiento del partido. Buscaba a quienes ha-
bían querido a Marcelo como su candidato, para integrar sus pers-
pectivas, construir acuerdos de apoyo que incluyeran los ajustes
necesarios para cada lugar e iba de grupo a grupo de la izquierda
para asegurar que pudieran identificar con claridad cuáles eran las
ventajas de unirnos.
Iniciaba nuevas conversaciones con actores políticos, empre-
sarias y empresarios, sociedad civil, dirigentes locales y sindicatos.
Atendía los conflictos que surgían entre grupos o fracciones de la
izquierda y mantenía comunicación con los gobernadores para
identificar los márgenes de apoyo o las formas de limitar la resis-
tencia y los ataques verbales hacia Andrés y Morena. Con frecuen-
cia, mis reuniones por el país fueron seguidas por una visita de
Andrés, que reiteraba y sellaba los acuerdos.
Habíamos encontrado una fórmula eficiente para que nuestra
complementariedad siguiera dando resultados para Andrés y la
expansión de Morena. Al mismo tiempo, era más visible que nues-
tras diferencias nos hacían eficientes juntos, y no tanto las muchas
similitudes que al inicio nos habían unido. Mientras que él era
cada vez más determinado en cómo deberían ser el movimiento,
sus metas y acciones, yo buscaba cómo incluir en la práctica la
índice
diversidad, integrar las distintas voces, sus necesidades y propues-
tas, para llegar a acuerdos sustentables en cada estado, así como
en los distintos niveles de la sociedad y el gobierno.
Con la capacidad extraordinaria de escuchar a la gente y con-
vertir sus necesidades en definiciones y propuestas claras, Andrés,
hacia afuera, unía todas las voces de la población en una sola. Al
mismo tiempo, hacia adentro, yo desplegaba las muchas voces
distintas que había que tomar en cuenta para llegar a acuerdos y
hacer nuestra visión operable en cada estado, municipio y sector.
Se puede decir que llegamos a representar dos diferentes dinámi-
cas en la realización de una misma visión de la nación.
Cuando llegó el momento de iniciar la campaña electoral de
2012, Andrés me nombró su coordinador nacional de campaña,
para que pudiéramos continuar con nuestra efectiva forma de lo-
grar progreso.
Pérdidas
Las campañas nacionales electorales son una mezcla peculiar en-
tre una fuerte presión que constantemente va en aumento, un rit-
mo frenético y, al mismo tiempo, un crecimiento exponencial de
acciones y asuntos por atender. Ello combinado con el diseño de estra-
tegias, tácticas y definición de enfoques en un ambiente de impre-
vistos y de atención intensa de los medios de comunicación. Todo
parece cambiar a cada momento. Lo que parecía ir bien la semana
pasada, ya no avanzaba a la siguiente, y lo que funcionaba en el
norte, no era exitoso en el sur. Es algo muy complejo, que requería
una estructura sólida.
índice
Creamos un comité de campaña con coordinadores territoriales
y temáticos con gran experiencia y capacidad. Dimos atención espe-
cial a la selección de candidatas y candidatos a diputaciones federa-
les y senadurías, así como a la conformación de aspirantes para in-
tegrar legislaturas locales, presidencias municipales y gubernaturas
estatales. Yo, además, tenía que buscar la unidad y armonía con las
personas aspirantes locales para las elecciones, tratar con todos los
sectores sociales y líderes de opinión y, junto con el coordinador de
actos políticos, Ricardo Cantú Garza, organizar los mítines.
Era una campaña a ras de tierra. Después de las elecciones de
2006, habíamos estado en un cerco informativo, creado por la
decisión de la mayoría de los medios de comunicación, de que
Andrés no fuera tema en las noticias. Por ello, durante los años
posteriores, se fue construyendo el movimiento por tierra, visitan-
do los estados, las ciudades y comunidades. Y la campaña seguía
esas huellas, con el 75 por ciento de los viajes hechos en tierra en
jornadas de 18 horas al día.
Cuando inició la campaña, Andrés era el único candidato que
había recorrido cada uno de los entonces 2,430 municipios del
país. Ascendía a millones la cantidad de gente que lo había escu-
chado de manera directa, a nivel de calle, y que lo había saludado
estrechando sus manos. Se notaba en la creciente cantidad de
simpatizantes y voluntariado, que para marzo de 2012 era de 3.5
millones de mexicanas y mexicanos.
Para nuestro movimiento, las elecciones se podían resumir en
una decisión sencilla. En la contienda había cuatro candidatos,
pero sólo dos caminos. Como Andrés solía decir, uno era personi-
ficado por Enrique Peña Nieto, del pri; Josefina Vázquez Mota, del
índice
pan, y Gabriel Quadri de la Torre, de Nueva Alianza. Eran represen-
tantes de lo mismo: pobreza, desempleo, inseguridad, violencia,
corrupción y sufrimiento. La otra opción era la que él representaba con
la coalición Por el Bien de Todos, nuestra alianza electoral confor-
mada por el prd, el pt y Convergencia. Ese camino consistía en
honestidad, justicia y amor.
La meta era clara: una transformación profunda de México
desde la Presidencia, a través de un cambio de las instituciones,
con medidas de austeridad, de sobriedad republicana, nuevas po-
líticas sociales y de origen público que permitieran recobrar el
crecimiento, la seguridad y economía del país. En eso se centraban
el discurso y la propuesta de campaña.
Era notable que el electorado había cambiado respecto al 2006,
cuando la gran mayoría de los votos a nuestro favor provinieron de
los grupos menos favorecidos. No sólo se fue incrementando el
apoyo de las y los jóvenes y mujeres, a quienes habíamos dado
prioridad, sino también el de grupos de universitarios, trabajado-
res asalariados e incluso de pequeños y medianos empresarios.
Desde temprano en la campaña era claro que íbamos a la delantera,
lo que se confirmó después del primer debate, cuando varias en-
cuestas mostraron a Andrés como favorito.
Con la experiencia acumulada de la lucha de la izquierda en
México, naturalmente habíamos esperado una guerra sucia en nues-
tra contra, tal como ha sido desde los años sesenta del siglo xx. Las
elecciones de 2006 también mostraban que nada se descartaba
cuando se trataba de ganar; ni siquiera el fraude electoral. Sin em-
bargo, las dimensiones de la guerra sucia eran tan grandes que era
difícil librar la batalla en todas los frentes.
índice
Los medios de comunicación dominantes estaban volcados a
favor de Enrique Peña Nieto, con todo lo que esto implica: las su-
puestas encuestas y estudios de opinión arrojaban resultados (du-
dosos) a favor de su candidato, gran desequilibrio en la cobertura
y una estrategia impresionante para desacreditarnos. Sólo la
campaña del candidato priista contaba con 42 asesores extranjeros
pagados en forma ilegal —con recursos públicos—, para operar la
cruzada de desprestigio en nuestra contra. Mientras tanto, los
otros partidos violaron todas las reglas de gastos, financiamiento y
promoción. Fuimos documentando las anomalías e irregularidades
que generaron una enorme inequidad en las elecciones y distorsio-
naban los procesos democráticos. Presentamos casos y evidencias
a las autoridades correspondientes que, sin excepción, resolvían a
favor de los otros partidos en la contienda.
El resultado de las elecciones ya los conocemos. Y, por supuesto,
lo impugnamos. Con frecuencia nos cuestionaron sobre cuál era el
número de votos necesarios para saber si el resultado electoral es
impugnable.
Contesté en mi discurso en la Cámara de Diputados el 1 de
diciembre de 2012, que el resultado de una elección democrática
era, además de un tema cuantitativo, también uno cualitativo.
“Cuando existe equidad, una elección se pierde o se gana con un
voto de diferencia, y así lo reconoceremos siempre; pero cuando la
inequidad es la condición dominante, la diferencia numérica no es
fuente de legitimidad, sino indicador del tamaño de las irregulari-
dades cometidas”.
La pérdida de las elecciones conllevaba otras más: la de la con-
fianza en la imparcialidad de las autoridades, así como la de tole-
índice
rancia a la manipulación y descalificación de los partidos de la
derecha. De los 16 millones de mexicanas y mexicanos que votaron
por Andrés, muchos experimentaron algo similar, e indudablemen-
te eso influyó en parte para que en los siguientes comicios casi se
duplicaran los votos por él y la coalición Juntos Haremos Historia.
Paralelamente a todo esto, de manera personal viví una pérdida
mucho más difícil de nombrar o describir. Esta fue la falta de tiem-
po junto a mi familia, María de Jesús y nuestras hijas e hijo, Eldaa
Catalina, María de Jesús y Ricardo.
La política ha definido la vida de mi familia y se introduce en
cada espacio de ausencia mía. La construcción de un país con justicia
social era la respuesta a las miradas inquisitivas de mis hijos cuan-
do eran pequeños, pero muy conscientes de que no éramos una
familia como las demás. Los esfuerzos por acompañar y mantener
cercanía con el pueblo de México llenaban mi agenda. Y mientras
tanto, se puso en espera el disfrute de los pequeños detalles de la
vida cotidiana en el hogar, que suelen llevar a los grandes milagros,
como el primer paso de una hija, un diente que brota de la boca de
un hijo o una experiencia transformadora de la pareja de vida.
El profundo agradecimiento que le tengo a mi esposa por su
presencia en mi vida incluye también todo lo que ha hecho para
compensar y mitigar esos efectos de mi trabajo. A la vez, la cre-
ciente consciencia de lo que implicaba estar en las entrañas de la
política mexicana me hizo fortalecer nuestra conexión de otras
maneras, por ejemplo, siendo mucho más expresivo en mi forma
de mostrar cariño, así como mi reconocimiento e infinita acepta-
ción de lo que ella y mis hijas e hijo son como personas y lo que
han hecho con su vida.
índice
A la familia han llegado Sergio, Eva, Ricky, Romina, María y
Máximo, mis nietas y nietos, quienes iluminan cualquier espacio
y momento. Nacieron entre las últimas dos elecciones presidencia-
les. El primero fue Sergio, que tenía apenas unos meses cuando se
dieron los comicios de 2012.
Pruebas y cuestionamientos
Sé por muchas personas en la política que el tiempo después de
una campaña electoral intensa, que termina sin victoria, es más
difícil que la campaña en sí misma. Hay quienes lo describen como
un vacío peculiar o una sensación de culpa y fracaso, mientras que
otras lo evocan como esa pesadez que surge al sentir que se debe-
ría hacer algo, sin tener claridad de qué. Yo no viví las elecciones
de 2006 o las de 2012 de esa forma. En el primer caso, la indigna-
ción y el enojo dominaron el tiempo posterior a los resultados,
además, nos enfocamos en actuar para comprobar el fraude y
mostrar al mundo lo que estábamos viviendo en México.
Lo sucedido fue inaceptable, abominable y a la vez un reen-
cuentro con todo lo que habíamos combatido durante décadas. Al
contrario de la sensación de pesadez, había en nuestro grupo una
experiencia de fuerza y voluntad inquebrantables, que se fueron
transformando en nuevas metas conforme nos espejeamos en las
miradas confundidas y rabiosas de la gente. No tuvimos un mo-
mento de descanso, sino que nos entregamos de inmediato a la
recopilación de pruebas del fraude, a un sinfín de reuniones y ne-
gociaciones para entender cuál era el escenario que enfrentába-
mos para que se hiciera justicia.
índice
Al darnos cuenta de que eso no iba a suceder, al menos no en
ese momento o en términos legales, en muchos grupos de simpati-
zantes y políticos se instaló una sensación de resentimiento y re-
chazo hacia la parte de la población que había votado, apoyado o
aceptado un gobierno del pan. Creo que es de las primeras veces que
percibí esa aversión como un ambiente nacional, como una nueva
división que no era sólo social, regional y cultural, sino política.
En 1988 había percibido el inicio de algo similar, pero princi-
palmente como un descontento dirigido hacia el gobierno y no
hacia votantes compatriotas. En otras ocasiones surgieron enojos
entre ciertos grupos, como estudiantiles, campesinos y otros, sin
embargo, tampoco se habían extendido a un ambiente social. No
obstante, en 2006 esto cambió. A pesar de cierta contención, esta
nueva polarización o división sociopolítica fue creciendo y actual-
mente está arraigada y más fuerte que nunca.
Ese cambio no lo experimenté en mis percepciones de la pobla-
ción que no nos apoyaba. Diría que incluso lo viví de manera con-
traria. Cuando la gente alrededor sentía rechazo hacia los grupos
que no eran partidarios nuestros, tenía interés en saber cómo
pensaban y curiosidad de conocer por qué estaban dispuestos a
seguir un camino tan distinto del nuestro. Cuando simpatizantes
de Morena se mantenían alejados del otro bando político, analiza-
ba cómo poder mantener abiertos los canales de comunicación.
Era fundamental contar con información sobre sus perspectivas y
posibles plataformas de acuerdos comunes. Y lo que para muchos
eran razones para desvincular a los grupos adversarios de las ini-
ciativas nacionales, para mí era explorar y corregir posibles malin-
terpretaciones, confusiones y reclamos. Quizá por ello dicen que
índice
soy un político pragmático, porque me ocupo menos de lo que
sueño hacer y más de lo que tengo que hacer para construir solu-
ciones y avances.
Los grandes conflictos de una nación o entre naciones rara vez
se resuelven abandonando la comunicación, polarizando o amena-
zando. Las batallas en la historia no se han ganado con aislarse o
con hablar únicamente con los que están de acuerdo. Al contrario.
A través de las ventanas de diálogo con quienes no coincidimos es
como podemos descubrir los márgenes para maniobrar y solucio-
nar. Ello nos permite ver la diversidad como nuestra oportunidad
de crecimiento y no como obstáculo.
Por tanto, después de las elecciones de 2006 y 2012, tenía aún
mayor prioridad para mí escuchar, dialogar y buscar puntos, si no
en común, al menos de cierto interés de todas las partes. Y necesi-
taba de esto para empezar a convertir el movimiento de Morena en
un partido político. A pesar de contar con los principios y progra-
mas de acción y una amplia red de comités locales en todo el país,
en ese momento no era fácil completar los requisitos para el regis-
tro como partido. Ello incluía la formalización de los estatutos, los
comités, consejos estatales y de distrito; la definición de coordina-
ciones; la afiliación de más de 6,000 personas en al menos 20 en-
tidades del país; la celebración de asambleas, y otros más.
Durante 2013 y hasta que me inscribí en la campaña para ser
jefe delegacional en Cuauhtémoc, viajaba a todos los estados que
tenían dificultades para cumplir con los requisitos. Fui a apoyar,
negociar soluciones y empujar el proceso. Finalmente, el 26 de
enero de 2014 logramos que el Movimiento Regeneración Nacional
se convirtiera en el partido político denominado Morena.
índice
Al mismo tiempo que fue un momento de satisfacción haber
creado el partido que iba a cambiar nuestro país profundamente,
también lo percibí como nuestro verdadero reto. Veía cómo se exten-
día rápidamente el apoyo de la gente y el reconocimiento de
Andrés como su líder nacional, proporcionalmente con que la de-
cepción por el gobierno del pri se consolidaba por el país. El har-
tazgo que se sentía por la clase política, su corrupción y desfiles
de propuestas que parecían más de lo mismo crecía proporcional-
mente por un anhelo casi desesperado de ya ver señales de cam-
bio. Por donde iba, se percibía la certeza de que íbamos a ganar la
elección presidencial en 2018 con la coalición Juntos Haremos
Historia,7 tal como sucedió.
Por ello, como lo veía y lo sigo viendo, el reto principal no era
tanto la elección como el desarrollo de Morena como partido. Es
un equilibrio difícil crear la identidad partidista en un ambiente cada
vez más polarizado. Por un lado, dividir y enfrentar a la gente
resultan métodos altamente eficientes, porque despiertan nuestras
emociones y las canaliza como un potente motor para generar
movilización. Por el otro, fácilmente podía opacar la profundidad
de las propuestas de Morena y llevar a prácticas de exclusión de la
población que no las compartía y, por tanto, aumentar la división
de las y los mexicanos. Se requiere poder abarcar la experiencia tan
profunda de la gente respecto a la injusticia, corrupción, abusos de
la clase política y anhelo de cambio y, al mismo tiempo, asegurar
que la forma de resolver estos conflictos no aporte más a la divi-
sión y se convierta en parte del problema.
índice
En este mismo sentido, después de que la izquierda ha logrado
que la voz de la gente oriente la política, el reto ahora es cómo
mantener la cercanía con las personas, cómo seguir escuchando
las múltiples voces e integrar la diversidad de las y los mexicanos,
en lugar de excluirla.
En otras palabras, una de las pruebas más grandes para Morena
como partido político es seguir mostrando que venimos para aca-
bar con las prácticas antidemocráticas que definían la vida en
nuestro país, alejadas de la gente y sus necesidades.
Como una de las personas fundadoras de Morena, a casi 10
años de convertirlo en partido político y cerca de cinco de que go-
bierna a México, es un momento natural para reflexionar y cuestio-
nar críticamente cómo estamos en estos temas. ¿Cómo se perciben
los logros de Morena en los estados, municipios, colonias y comu-
nidades? ¿Mantenemos suficiente cercanía con la gente? ¿Todas y
todos se sienten escuchados? ¿Qué quieren que escuchemos?
En estos años, como presidente de México, Andrés ha dirigido
la política del gobierno hacia el cumplimiento de las promesas de
generar cambios profundos en el país, poniendo siempre en primer
lugar a la población en situación de pobreza.
Al mismo tiempo que se ha buscado la transformación en cada
nivel de nuestra sociedad, ésta, por sí misma, está cambiando. La
pandemia dejó grandes huellas que apenas estamos empezando a
dimensionar, ya sea en la participación de las mujeres en el mercado
laboral; en la educación; la salud mental; las dinámicas de trabajo
y de consumo, y mucho más. La guerra en Ucrania, la primera en
Europa desde la Segunda Guerra Mundial, está afectando los
índice
precios de productos agrícolas, y la inflación lesiona la economía
de la mayoría.
¿Cómo se ha transformado la vida de las familias del país, de
las pequeñas empresas, de la gente del campo y de las niñas, niños
y jóvenes? ¿Cómo se reflejará en el México del mañana? ¿Cómo
aseguramos que tengan una oportunidad real a futuro?
En los años noventa del siglo pasado luchamos para que todas
y todos fueran tomados en cuenta. Fundamos Morena como mo-
vimiento y como partido, llevados por las necesidades y anhelos de
la gente. Transformamos su voz en los principios y estatutos del
partido y luego en programas y reformas de nuestro gobierno. Te-
nemos que seguir esa misma lucha, aunque ahora somos nosotras
y nosotros quienes gobernamos.
Necesitamos asegurar que estamos escuchando a la gente.
Para mí, no sólo significa tener canales fortalecidos para volver a
oír a nuestra base, las y los simpatizantes y afiliados de Morena;
también es tener nuevos mecanismos para integrar la perspectiva
de toda la población e incluso involucrarla en la construcción del
siguiente proyecto de nación, así como en los procesos continuos
de toma de decisiones.
En la situación actual, quizá el reto es todavía mayor que en la
década de los noventa, porque la división en la población, sea social,
económica o política, requiere que la lucha sea para que la gente se
sienta escuchada por su gobierno, pero también para que los diver-
sos grupos sociales del país vuelvan a tomarse en cuenta entre sí.
Considero que ese proceso forma parte de una reconcilia-
ción profunda de nuestra sociedad, que pueda vencer las divi-
siones entre la gente. Significaría, entre otras acciones, cuestio-
índice
nar críticamente la constante polarización en personas buenas
o malas; adineradas o sin recursos; con estudios o sin ellos;
afortunadas o desafortunadas. No somos grupos opuestos. So-
mos mexicanas y mexicanos con necesidades, intereses y sue-
ños. Todas y todos contamos… independientemente de nuestras
opiniones, dónde vivimos, nuestro tono de piel o por qué parti-
do votamos.
Yo, que me reuní con la oposición en mi primer día como go-
bernador y que colaboré con cada nivel del gobierno y cada partido
en el país para poder generar mejoras para la población de la
Cuauhtémoc, sigo convencido de que el diálogo y los cuestiona-
mientos críticos son nuestras herramientas principales. Son nues-
tros recordatorios de que no podemos descansar en la convicción
de tener la razón. Nos advierten de los riesgos de asumir que sa-
bemos qué necesita la gente. Nos ayudan a ser diferentes del régi-
men que vencimos.
Las diferencias, los cuestionamientos y la libertad de formular-
los empujan el desarrollo del país y de los partidos políticos. Por
ello, en las posiciones que he ocupado durante estos 20 años que
hemos construido y hecho realidad el movimiento y partido de
Morena, considero parte de mi responsabilidad seguir siendo una
voz crítica y tener una mente independiente. Sin ello, no habría
podido realizar las negociaciones que fueron parte de cada pisada
al acelerador para construir Morena. Los principios y la esencia del
partido son también los míos. Sin embargo, no soy seguidor, sino
fundador. Y mi función principal no ha sido y no es sólo estar de
acuerdo, sino construir acuerdos.
índice
Ahora que Morena está en el poder, para algunos grupos del
partido, esta función raya en la traición. “Traidor” es otra palabra
que se suele usar para quienes nadamos a contracorriente e insis-
timos en tener pensamientos libres.
Con cierta frecuencia, esa forma de descalificarme llega a las
portadas de los periódicos y a las noticias destacadas de las redes
sociales, como huellas de las luchas internas por el poder. Es com-
prensible querer callar una voz como la mía y es fácil enredarse en
las grillas, pero éstas, además de distraernos de nuestras respon-
sabilidades, roban la atención a temas que realmente afectan la
vida de las y los mexicanos. Con frecuencia me apena esta circuns-
tancia de la lucha insensible y de poco valor, no tanto por mí, sino
porque este tipo de conflictos internos son precisamente los que
socavan esa confianza de la población en la política, que lleva va-
rios sexenios en caída libre.
La mayoría diría que así son las reglas del juego político. Sin
embargo, el mismo hecho de que Morena es el primer partido iz-
quierdista que gobierna México, después de décadas de lucha,
muestra que siempre es posible cambiar lo establecido. Y vale la
pena recordar que el triunfo no se logró a partir de insultos, juicios
o fracciones en conflicto, sino todo lo contrario. Tampoco creando
división entre grupos de la población por sus opiniones políticas,
sino a través de la unión, en toda nuestra diversidad, para avanzar
en comunidad.
Por ello, diría que los conflictos internos y las acusaciones ex-
ternas no sólo son las reglas del juego, sino que son parte de una
tarea pendiente para tener más autocrítica en los partidos y recu-
perar la confianza de la población en la política. Inicia con asegurar
índice
que la dinámica sea menos de descalificación y más de construc-
ción. Los partidos y la forma de hacer política necesitan estar en
constante ajuste para no perder su objetivo de ser herramientas
para una vida mejor de la gente.
¿Y nosotros?
Fueron justamente cuestionamientos similares los que llevaron a
ese primer encuentro entre Andrés y yo hace ya tantos años. Esa
reunión que cambió mi historia y que forma parte de los sucesos
que cambiaron la historia de México. Sabíamos en ese momento que
al andar se hace camino. Y nunca paramos. Seguimos y persisti-
mos, por más obstáculos que encontramos y sacrificios que tuvimos
que hacer. A veces nuestro andar era más cercano, a veces paralelo,
o uno adelante y otro de respaldo. En ocasiones estuvimos en las
mismas actividades, mientras que en algunas más nos dedicamos
a temas distintos, pero siempre complementarios y enfocados en
una sola meta: lograr que México tuviera su primer gobierno de
izquierda y que Andrés fuera el verdadero presidente de la gente.
Nuestros cuestionamientos críticos eran herramientas para ser
más eficientes, plurales y abiertos. Durante 20 años de lucha
juntos, esos cuestionamientos no fueron causa de conflicto.
Sin embargo, suele haber cambios cuando se llega a la meta o
cuando ya se está a punto de alcanzarla. Así también fue para An-
drés y para mí, que desde 2017 hemos vivido varias situaciones en
que nuestras perspectivas complementarias de repente parecieron
contrarias. Incluso, por primera vez, esto implicó varios años
sin comunicación directa.
índice
Curiosamente, estas situaciones también han estado relaciona-
das con mi búsqueda de acuerdos amplios; la integración de la
diversidad de perspectivas, incluyendo las de la oposición; mi lu-
cha contra cualquier tipo de polarización, y mi insistencia en reglas
democráticas al interior del partido. Y esos son precisamente los
aspectos clave que me han acompañado en la lucha política desde
mi juventud y que fueron la base para mi entrega absoluta durante
las décadas de construcción del movimiento y luego del partido
Morena.
Es claro que mis pensamientos libres, los comentarios críticos
y la actitud de apertura se perciben diferentes cuando ya no están
canalizados para vencer a otros, sino para crecer nosotros.
Ese “nosotros” no sólo nos incluye a Andrés, a mí o a Morena,
sino a todas y todos. Tenemos que reconocer que sigue habiendo
división y polarización que generan injusticia, discriminación y
desigualdad. Tenemos que reconocer que en México se sigue escu-
chando con atención a unas voces, mientras que otras hablan a
oídos sordos. Con una población distanciada no podemos usar
nuestro potencial. Y podemos más. Podemos tanto más.
Millones de mexicanas y mexicanos hicimos camino para llegar
a tener el primer gobierno de izquierda en la historia. Desde ese
momento se ha actuado para lograr una regeneración nacional
profunda. Y ahora es momento de la reconciliación nacional.
“Al andar se hace camino”.
índice
Atentos al resultado de una de las
votaciones en el salón del Pleno
del Senado de la República.
VII
contrapeso
y equilibrio
| 181 |
índice
man forma como iniciativas concretas que se implementan en
cada parte del gobierno y que influyen en cada área de la sociedad.
Ya como presidente, Andrés me propuso para una de estas
instancias, a fin de coordinar al Grupo Parlamentario de Morena
en el Senado de la República, lo cual me dio acceso para presidir
la Junta de Coordinación Política (Jucopo) del mismo órgano
legislativo.
Para mucha gente, el Senado está entre dos extremos: ser una
instancia lejana, poco accesible, en la que políticos de todos los
partidos hacen leyes y, por tanto, su función es muy aburrida; o
bien, es el marco de numerosas escenas bochornosas en las que
las y los legisladores gritan, se insultan, usan disfraces o muestran
pancartas con leyendas de todo tipo. Sin embargo, el Senado abar-
ca mucho más que esos polos.
Esta Cámara tiene funciones muy concretas: crea, reforma o
extingue leyes, pero también es un contrapeso importante para
vigilar y controlar la actuación del gobierno. Para cumplir con su
tarea, el Congreso tiene la misión de cuidar que las leyes que dis-
cute y las acciones del gobierno se ajusten a la Constitución y sus
principios, así como a los procesos democráticos que se han ido
construyendo a lo largo de los años.
En nuestro país, el Senado y la Cámara de Diputados forman el
Congreso de la Unión, que es el depositario del Poder Legislativo.
En el caso de su función de hacer, modificar o desaparecer leyes
que dejan de ser útiles, todo comienza con la presentación de ini-
ciativas, las cuales contienen las propuestas para hacer esas trans-
formaciones al marco jurídico del país. Estas iniciativas pueden ser
presentadas por cuatro actores: la persona que ocupa la Presiden-
índice
cia de la República; las y los diputados y senadores; los congresos
de los estados y la ciudadanía.
Las iniciativas se pueden presentar ante la Cámara de Diputados
o el Senado de la República. La Cámara en la que se presenta la ini-
ciativa se conoce como cámara de origen, mientras que a la que le
toca analizar la propuesta en segunda instancia se le llama cámara
revisora. Es decir, cualquier Cámara puede jugar ambos papeles, pero
todo depende de dónde se presenta inicialmente el proyecto de que se
trate. Eso sí, este sistema bicameral implica que todas las iniciativas
—salvo algunas excepciones— deben ser revisadas, discutidas y apro-
badas por ambas cámaras para que su contenido se convierta en ley.
He ahí cómo la negociación para que esto ocurra comienza ser com-
plejo, pues en el camino se activan diversos factores, internos y exter-
nos, que determinan el destino de las propuestas.
En ese mar de complejidades, coordinar una bancada no es
algo menor: requiere contar con ciertas habilidades para lograr
transmitir el sentir y la voluntad de quienes integran al grupo
parlamentario que se encabeza. A su vez, las y los coordinadores
de cada grupo conforman la Jucopo, un órgano que reúne a los
liderazgos de cada bancada y donde precisamente se construyen
los acuerdos y consensos que aritmética, política y éticamente lo-
gran convertir las diversas iniciativas en leyes que benefician a
todas y todos los mexicanos. De ahí que la función de las y los
coordinadores camine en dos vías igualmente importantes: nego-
ciar, acordar y construir hacia el interior de su grupo y, al mismo
tiempo, con las otras fuerzas políticas.
Expuesto lo anterior grosso modo, me atrevo a aseverar que la
esencia de mi función en el Senado como coordinador de Morena
índice
y como presidente de la Jucopo ha sido una ampliación de la mi-
sión que he llevado a cabo desde finales de la década de los noven-
ta para hacer operable nuestras visiones de la izquierda, justamen-
te a través del diálogo y de la construcción de acuerdos.
A pesar de que esa misma característica mía causó el primer
periodo de distancia entre Andrés y yo en el 2017, mi nombramien-
to en 2018, en un papel tan central para la Cuarta Transformación
(4T), era un reconocimiento mutuo de que nuestra dinámica com-
plementaria seguiría, aunque ahora para construir el México que
habíamos visualizado durante 20 años. Era una nueva fase marca-
da por incertidumbre, porque el poder cambia las cosas, así como
a la gente, y no se sabe de qué manera.
Establecer un nuevo gobierno siempre implica muchos cam-
bios. Sin embargo, cuando ganamos no fue una situación compa-
rable con la de tantos otros gobiernos, que planean ajustes y pre-
cisan el curso del país. Para nosotros era distinto porque habíamos
estado en la oposición no por un periodo, sino siempre. No se
trataba de un cambio de gobierno, sino de régimen.
La política de las últimas décadas había seguido la tendencia
neoliberal mundial de tratar de crecer la economía, expandiendo la
privatización y un comercio desregularizado, al mismo tiempo que
una disminución del rol del gobierno y del gasto público. A nivel
mundial, así como en México, esta política ha significado un au-
mento radical y constante de la desigualdad, una acumulación de
riqueza para un muy pequeño porcentaje de la población, además
de un grave debilitamiento de garantías, derechos fundamentales
y la justicia social y laboral. El modelo neoliberal ha fracasado.
índice
Al momento de ganar las elecciones, México ya era uno de los
países con mayor desigualdad del mundo, incluso a niveles por
arriba del promedio en América Latina. Grandes partes de la pobla-
ción vivían sin acceso real a la educación, la salud y el trabajo
formal. La pobreza seguía siendo la condición de vida de casi la
mitad de la población, sin que la demanda social se viera reflejada
en la política. A su vez, la inseguridad y la corrupción habían subido
a niveles escalofriantes, amenazando la vida en México y profundi-
zando la injusticia social.
Era indispensable y urgente convertir a México en un Estado de
bienestar en el cual la gente, y no el mercado, regresara a su lugar
central y de punto de partida. Es una profunda transformación que
implica anular, deshacer y retractar las estructuras que generan la
desigualdad, y simultáneamente construir un estado con las me-
didas necesarias para garantizar la igualdad de oportunidades,
priorizando a las personas que históricamente han sido excluidas
de los derechos básicos. Una transformación de estas dimensiones
no se puede realizar ni sustentar a futuro sin un cambio extenso en
el marco legal.
Puede ser difícil imaginar lo que implica crear un cambio del
marco legal que permite el surgimiento de un nuevo régimen y, con
él, la transformación de México. Es un trabajo inconmensurable.
Inmediatamente empezamos a desarmar las grandes reformas
estructurales avaladas e implementadas en los gobiernos anterio-
res, para sustituirlas con otras que reconstruyen la columna social
de nuestro país. En estos años de labor intensa, se han aprobado
30 reformas constitucionales, 40 nuevas leyes y cientos de refor-
índice
mas a leyes, ordenamientos y decretos que actualmente están
marcando el rumbo al Estado de bienestar para las y los mexicanos.
Por ejemplo, a lo largo de estos años cambiamos la Constitu-
ción para crear la Guardia Nacional, que desde su creación ha sido
un cuerpo fundamental para reconstruir la seguridad y la paz de
nuestro país. Además, materializamos en la ley la separación entre
el poder político y el poder económico proclamada por Andrés, al
eliminar del texto constitucional la posibilidad de condonar im-
puestos a las grandes empresas, práctica que dañaba gravemente
a las finanzas públicas. También establecimos una serie de meca-
nismos para tomar posesión de los bienes que son producto del
delito, así como para regresar al pueblo lo que se roba a través de
la corrupción.
Nuevas leyes han sido creadas para garantizar la austeridad del
gobierno y combatir las empresas fantasma que maquilaban el
desvío de recursos, que entonces dejaban de estar disponibles pa-
ra crear un país más justo. Aprobamos, además, una reforma labo-
ral para eliminar la subcontratación de trabajadoras y trabajadores
(práctica conocida como outsourcing), a fin de aumentar el trabajo
formal y eliminar los actos que por años implicaron la violación
masiva de los derechos de millones de trabajadoras y trabajadores.
Además, impulsamos una reforma integral al sistema de pensiones
y se han facilitado los mecanismos de acceso a créditos para ad-
quirir una vivienda digna.
Dado que uno de los mantras fundamentales de nuestro movi-
miento ha sido el empoderamiento del pueblo, en estos años se
incluyeron nuevos mecanismos de participación ciudadana en la
toma de decisiones de asuntos clave para el país, a través de
índice
la consolidación de figuras como la consulta popular y la revoca-
ción de mandato, que permite quitarle el poder a quienes no cum-
plan con las expectativas de las y los mexicanos.
Asimismo, reformamos la Constitución para eliminar el fuero
presidencial, de modo que la persona titular del Poder Ejecutivo pue-
da ser juzgada por cualquier delito y también para asegurar el
principio de paridad de género, con el fin de que sean ocupados
por mujeres la mitad de los cargos de decisión en los tres poderes
del Estado y en los tres órdenes de gobierno, así como en los or-
ganismos autónomos y en las candidaturas de los partidos políti-
cos a cargos de elección popular.
Por primera vez en la historia de nuestro país se han elevado a
rango constitucional los aspectos centrales del Estado de bienes-
tar, para que los derechos de las y los mexicanos sean protegidos,
independientemente de los gobiernos que lleguen. Ello implica que
las personas adultas mayores con ingresos mínimos ahora tienen
derecho a recibir una pensión al cumplir 65 años, y las personas
con discapacidad permanente, de cualquier edad, tienen derecho a
un apoyo económico. Además, por esa misma vía se garantiza una
extensión de los servicios de salud, particularmente para la pobla-
ción que no tiene seguridad social, así como también se asegura el
acceso a la educación pública de excelencia. Esto se complementa
con becas para estudiantes de todos los tipos educativos del sistema
de educación pública y con una serie de medidas para reivindicar
el trabajo de las y los maestros responsables de su aprendizaje.
Estas grandes reformas son un pequeño ejemplo de un catálo-
go mayor, pero muestran la voluntad y el compromiso de la fuerza
política mayoritaria para transformar a nuestro país desde las raíces.
índice
Quizá ayude a dimensionar el trabajo en el Senado si se expone
que, desde el inicio del sexenio y hasta este momento, se han apro-
bado 1,039. Merece ser repetido: ¡1,039 iniciativas!
Esta transformación quizá ha tenido una importancia más pro-
funda para mí que para muchos otros que forman parte de este
proceso. Por un lado, mi sensación de compromiso con la gente ha
crecido a lo largo de 46 años, desde que las personas del campo
me hicieron ver que sus derechos eran mi objetivo. Por el otro, así
como me entregué a los estudios para aprovechar la oportunidad
que ni mis padres ni millones de connacionales en situación de
pobreza habían tenido, mi origen también influyó en mi manera
de tomar posición al frente de la Jucopo en el Senado. Desde el
primer día, he querido hacer un esfuerzo extraordinario que no
deje dudas de la importancia de tirar las estructuras que han inmo-
vilizado a más de la mitad de la población del país en condiciones
que no permiten mejoras en su vida. Por ello, como senador, no he
querido desperdiciar ninguna oportunidad de formular y presentar
iniciativas sobre temas que han sido centrales durante mi vida po-
lítica, todas enfocadas a crear condiciones de igualdad.
Por sólo mencionar algunas, he presentado iniciativas para
implementar una economía circular en México; proteger los dere-
chos de las personas trabajadoras del campo; salvaguardar el pa-
trimonio cultural de los pueblos y comunidades indígenas y
afromexicanos; regular y controlar el cannabis; proteger los dere-
chos humanos de las personas con vih/sida; aumentar las sancio-
nes por delitos cometidos en contra de personas adultas mayores;
definir sanciones por reclutamiento de niñas, niños y adolescentes
para actividades relacionadas con asociaciones delictuosas y cri-
índice
men organizado; detectar en forma temprana la deserción escolar
y combatirla, así como garantizar los derechos de participación de
las juventudes en asuntos públicos.
Además, ha sido imperativo para mí presentar iniciativas adi-
cionales en reconocimiento y atención a la deuda histórica con las
mujeres que han vivido en mayor desigualdad y bajo violencia sis-
temática. Se incluyen, entre otras, la protección a las víctimas de
violencia familiar; atención durante el embarazo, así como la ini-
ciativa para definir y asegurar los derechos de días de duelo por
muertes fetal y perinatal, que han llamado la “ley de cunas vacías”.
La cantidad de propuestas que he presentado subraya lo que la
transformación de México significa para mí después de tantos años
de lucha para llegar a este momento. Mientras que mis antecesores
al frente de la Jucopo presentaron un promedio de 10 iniciativas
durante sus periodos en lo que va de este sexenio, yo presenté 298.
De ellas, ya se ha aprobado una cuarta parte, mientras que el resto
se encuentra en las distintas comisiones que existen en el Senado
para ser analizadas y emitir propuestas para su proceso.
Para mí, ninguna posición en la administración pública es sólo
“otra más en la carrera”. Sin embargo, encabezar la Jucopo me
ubica en el lugar donde más puedo aportar a la transformación, sin
(aún) ser presidente de México. Y mucho está en juego en este
proceso. Con ello no refiero únicamente a la urgencia de hacer
realidad nuestra visión de nación, sino “de qué forma”. ¿Qué
queremos que nos caracterice en nuestro trabajo para progresar?,
¿buscamos los resultados finales a costa de lo que sea, o percibi-
mos el proceso de cómo haberlos logrado como parte del mismo
índice
resultado? Quizá la decisión entre estas formas es aquello que nos
distingue en la política, aquí y en el mundo.
Al llegar a la Jucopo tenía claro que se necesitaba recuperar la
verdadera función del Senado como la instancia revisora que apor-
ta a la transformación de una forma que protege y fortalece la de-
mocracia de México. Implica que su dinámica sea un recordatorio
permanente de que por más imperiosa que sea la transformación,
la meta no justifica el medio. Como parte de ello, el Senado no
está ni subordinado ni supeditado a la Presidencia de la República,
así como tampoco se debe confundir su poder de definir y aprobar
leyes con sentirse la ley.
Reivindicar al Senado ha significado para mí años de lograr
equilibrios para alcanzar acuerdos entre bandos políticos, lograr la
transformación sin subordinación y que mis convicciones sigan
intactas bajo el peso de las presiones. En este equilibrio también
se encuentran caminos para lograr un México mejor.
Equilibrios
“Tu trigo está maduro hoy; el mío lo estará mañana. A ambos nos
resulta ventajoso que yo trabaje contigo hoy y que tú me ayudes
mañana”, escribió el filósofo David Hume en 1739. Y abundó:
No siento afecto por ti y sé que tampoco tú lo sientes por mí. Por lo
tanto, yo no quiero ahorrarme fatigas porque me preocupe tu bienestar,
y si trabajara contigo por mi interés esperando que se me devolviera
el favor, sé que me engañaría y que esperaría en vano tu gratitud. Así
pues, dejo que trabajes tú solo y tú me tratas de la misma forma. El
índice
resultado es que se pasa la época de la cosecha y ambos la perdere-
mos por falta de confianza y seguridad mutuas.8
8
Hume, David (1977). Tratado de la naturaleza humana. Autobiografía, tomo 2.
índice
dar o necesitar. Y peor aún, al ignorar sus beneficios y oportunida-
des, reducimos el bien común.
Sé que en lo más álgido de las luchas de poder no se presta
mucha atención o apoyo a esta perspectiva, que incluso puede pa-
recer un sinsentido. No obstante, es esencial que la creación de un
México que ofrece calidad de vida y oportunidades para su gente
jamás sea percibida como un juego de suma cero que va merman-
do nuestro bien común. Y, por tanto, tampoco pueden serlo las
negociaciones de ese marco legal que nos funciona como herra-
mienta principal de cambio. En congruencia con mi convicción de
cómo servir mejor a la población, durante mi vida me he empeña-
do en que la diversidad no se perciba ni como un problema ni co-
mo una meta de moda. La diversidad es nuestro punto de partida.
Mis muchos años de experiencia en política y con la gente me han
dado la certeza de que la forma de integrar y manejar esta condi-
ción, en gran medida, define nuestros logros.
Por ello, desde el principio, para convertir al Senado en una ver-
dadera instancia revisora, fue importante buscar la forma de trabajar
como un presidente de la Jucopo que marcaba que la transforma-
ción del país debe ser a través de un ejercicio de pluralismo y con-
senso, y no a costa de éstos. Para mostrarlo y construir la confianza
en que esa es la nueva prioridad, había que abstenerse de aprove-
char la mayoría de Morena. En lugar de ello, insistí en debatir las
iniciativas, ajustarlas y fortalecerlas con propuestas de los partidos
de la oposición, así como de muchos otros actores que pudieran
verse afectados por los cambios.
La mejor manera de mostrar esta dinámica plural es compartir
que de las 1,039 iniciativas aprobadas desde que asumí la presi-
índice
dencia de la Jucopo y hasta este momento, 844 han sido aprobadas
por unanimidad. En otras palabras, se logró consenso en más del
80 por ciento de los casos.
Sinceramente, es extraordinario. Revela un ejercicio democrá-
tico que quisiera fuera una confirmación para las y los mexicanos
de que su vida y futuro son demasiado importantes para perderse
entre berrinches y vanidad política, y que uno de los centros de
gobernanza de mayores contrastes y conflictos, como lo es el Se-
nado de la República, puede ser ejemplo de integración y acuerdo.
Esta dinámica se ha generado y sostenido por voluntad de to-
dos los grupos parlamentarios. Incluso cuando se abordaron las
iniciativas marcadas por los mayores desacuerdos y los instantes
más complicados, los grupos nunca renunciaron al esfuerzo conti-
nuo para mantener el diálogo necesario. Por mencionar sólo algu-
nos ejemplos, en todo momento se preservó la colaboración du-
rante los procesos de gran tensión relacionados con la iniciativa
de revocación de mandato, la reforma de la Guardia Nacional y la
reforma de subcontratación —la llamada ley del outsourcing.
Para ofrecer una idea de lo que eso implica, imagínese la com-
plejidad de las negociaciones de la reforma sobre outsourcing: por
tratarse de una ley que afecta a gran parte de los sectores privado
y público, y ser percibida por algunos de éstos como un asunto
altamente conflictivo, decidí realizar las negociaciones en un par-
lamento abierto con todos los actores relevantes, representados
por más de 40 personas de seis diferentes instancias del gobierno
federal, de todas las cámaras empresariales, sindicatos, sociedad
civil, asesores de índole varia, e integrantes de la mesa interinsti-
tucional del Senado. Cada actor defendía los intereses y necesida-
índice
des de su grupo y tenía una agenda específica. Aun así, y a pesar de
diferencias significativas, se encontró una forma de redactar en
conjunto las propuestas de mejora.
Estas grandes negociaciones se deben entender además en el
contexto del momento que, a su vez, se conforma por un sinfín de
situaciones, sucesos en las noticias que cambian el ambiente, per-
sonas con influencia sobre quienes negocian y la historia compar-
tida entre éstas.
Esto demanda mucho de todas las personas que participan.
Los procesos de negociación son largos, con momentos con estan-
camiento y otros con tantas opciones, que es un reto saber cómo
enfocarse y qué priorizar. A veces, la manera de generar progreso
es —paradójicamente— regresar al inicio o parar la negociación,
para reconocer el valor de lo que aportan las y los participantes, y
así (re)construir la confianza en que es posible llegar a un buen
resultado. Siempre repito que lo más importante es dedicar el ma-
yor tiempo posible a escuchar, escuchar y escuchar; a veces por
horas y días enteros.
Mientras tanto, se necesita poner atención a cualquier idea,
palabra, propuesta o cambio de ambiente que pudiera ser útil para
ir tejiendo con paciencia un acuerdo que todas y todos puedan
aceptar. En esto se aplica la máxima de Napoleón, el emperador
francés: “Despacio, que voy de prisa”. Y cuando el momento pare-
ce irremediable o cercano a una ruptura, algo sucede y nuevamen-
te se avanza otro tramo en camino a esos acuerdos por unanimi-
dad que caracterizan a un verdadero ejercicio democrático.
Los medios de comunicación son indispensables para el fun-
cionamiento sano de una democracia y su información constante
índice
sobre el trabajo legislativo es parte importante de ello. Sin em-
bargo, la característica de la prensa, así como de las redes sociales,
es prestar más atención a los conflictos, obstáculos y revelacio-
nes potenciales. Esto lleva a una cobertura menor de los resulta-
dos extraordinarios de un Senado que destaca incluso a nivel
internacional por su colaboración entre grupos parlamentarios
de distinto signo.
Esto merece atención, análisis y reflexión, no para recibir co-
mentarios positivos, sino porque es un logro que muestra algo
distinto de la política mexicana en tiempos de polarización y divi-
sión social. Es incluso una plataforma sobre la cual podemos cons-
truir un camino futuro, si también en eso nos ponemos de acuerdo.
Quisiera que la población tuviera este conocimiento, para que se
sepa que una nueva forma de hacer política en México, basada en
reconocimiento, diversidad y colaboración, no es una fantasía, es
una oportunidad real.
Podría ser, además, otro sustento para que la gente vaya recu-
perando la confianza en que la política mexicana puede servir para
reconciliar a la nación y seguir aumentando el bien común.
En estos tiempos en que la idea de gobiernos de coalición está
de moda, la actual construcción de acuerdos y consenso también
resulta una muestra interesante. Estamos obteniendo una parte
importante de las ventajas de la colaboración y el mayor equilibrio
entre los partidos, sin la parálisis que a veces enfrentan los gobier-
nos de coalición por los chantajes y riesgos latentes de que uno o
varios partidos se retiran y hacen caer al gobierno.
La capacidad del Senado me enorgullece y da sentido al esfuer-
zo de mantener los equilibrios que se necesitan para impulsar la
índice
dinámica de colaboración que aumenta el bien común. Sin embargo,
ello no es suficiente para que el Senado sea una verdadera Cámara
revisora. Se requiere de otro tipo de equilibrio para encontrar, por
un lado, el balance entre realizar las visiones de un México de bien-
estar social con urgencia y a gran velocidad y, por el otro, frenar el
proceso cuando no cumple con las reglas.
En el tiempo que encabecé la Jucopo, no fueron pocas las
iniciativas difíciles de operar, ya fuera por falta de calidad, cohe-
rencia, argumentos sólidos; porque distorsionaban el proceso
legal de una u otra o porque eran directamente inconstituciona-
les. Independientemente de donde vienen, o si han sido aproba-
das en la Cámara Baja, gran parte de ellas se canalizan a análisis
y debate para identificar las mejores formas de lograr los benefi-
cios que pretenden generar, o bien, ya fueron rechazadas, como
es el caso de más de 70 iniciativas. Así ocurrió, por ejemplo, con
las relativas a vacaciones dignas o la de reforma al quinto transi-
torio de la Ley de la Guardia Nacional. Poco se habla de esto,
aunque es esencial para que el Senado cumpla su función como
contrapeso.
En algunos casos, a pesar de que las iniciativas son claramente
inconstitucionales, mi esfuerzo como presidente de la Jucopo para
que no sean aprobadas, sino modificadas, ocasionó cuestiona-
miento, crítica y presiones fuertes para su aprobación, desde el
Ejecutivo y al interior de Morena. De esa manera sucedió, por
ejemplo, el caso de la reforma electoral que violaba la Carta Magna
en más de 20 aspectos o el de la reforma que cambió el original mando
civil de la Guardia Nacional por el mando militar de la Secretaría
de la Defensa Nacional.
índice
Puede resultar extraño que no se acepte una iniciativa cuando
en su revisión el Senado identifica una inconstitucionalidad, to-
mando en cuenta que esa es una de las funciones principales de
este órgano legislativo. Como constitucionalista de formación, a
mí también me parece peculiar. Sin embargo, en política —aquí, al
igual que en cualquier otro país— la interpretación de la ley estira
constantemente el proceso legislativo para poder llevar a cabo los
proyectos del gobierno, dejar su huella en la sociedad, en la vida
de la ciudadanía y en la memoria de las y los votantes. Forma par-
te de la esencia de hacer política. No obstante, se debe garantizar
que en el afán de querer transformar no se dañe el progreso demo-
crático. Es un equilibrio fino que se pierde cuando pesa más el
fervor de cumplir con visiones ideológicas o instrucciones del Eje-
cutivo, que cumplir con principios democráticos.
Desde ambas perspectivas hay mucho en juego. Para el Ejecu-
tivo, la 4T no se debe frenar, modificar o poner en espera. La visión
de la nación es auténtica —no es negociable—, y se tiene que lo-
grar lo más posible en el tiempo disponible. Desde mi perspectiva
y posición en un Senado que es auténtica Cámara revisora, la vi-
sión tiene que ser consensuada para volverse operable y poder
aportar a la democracia.
Mi historia se cuenta a través de la lucha campesina por dere-
chos, que después fue ampliada e impulsada por la corriente que
plasmó la democracia en el paisaje político de México, y que nos
llevó a la oportunidad de gobernar. Por ello, sin duda, entiendo la
ansiedad de cambiar, pero eso no justifica ocasionar un revés en el
desarrollo democrático o la solidez de las instituciones que tanto
hemos luchado por tener. No es justificable arriesgar la confianza
índice
en los procesos legislativos. Quizá en el momento pudiera parecer
que vale la pena. Sin embargo, tratar de convencer a la población
de que se puede violar la ley cuando parezca conveniente o causar
intervalos en la democracia cuando no está de nuestro lado es se-
ñalar a las futuras generaciones el camino de regreso a las épocas
en que la ley era la del más fuerte.
Comprendo ambas perspectivas y lo que representan, y percibo
como mi obligación encontrar el balance entre ellas y sostener la
gran presión que genera. Porque al mismo tiempo que el constante
esfuerzo para mantener los equilibrios me ha dado las satisfacciones
más grandes de mi vida política, también ocasiona críticas fuertes y
costos que he debido asumir como persona y como político.
índice
de control, contención y equilibrio emocional. Sin embargo, considero
que no sólo es cuestión de soportar y resistir, sino de intentar dar
ejemplos de que se puede debatir fuertemente sin que ello impli-
que convertir el diálogo en una pelea callejera verbal. Si seguimos
extendiendo los límites de la aceptación de descalificaciones, nos
arriesgamos a llegar a un punto de no retorno. Sería una pena si el
Senado llegase a normalizar la descalificación y los insultos, en
lugar de ser ejemplo de lo contrario.
Tengo fresco en mi memoria cómo el maltrato a toda persona
representante de la izquierda asfixió durante décadas la vida política
de México. No debemos revivir los hábitos de un régimen sepultado,
sino llenar los pulmones de aire fresco y seguir generando nuevas y
constructivas formas de comunicación crítica en la política.
Los grupos parlamentarios de oposición me cuestionan por
no integrar suficientes de sus puntos, por pensar que el proceso
de acuerdos debería haber sido diferente o que su ganancia resul-
ta insuficiente. Desde mi propio grupo de Morena se han lanzado
acusaciones de que freno, critico y resisto la aprobación de ini-
ciativas clave para el Ejecutivo federal y que, por lo tanto, podría
no ser suficientemente leal, que quizá los quiero perjudicar o que
desde la clandestinidad pertenezco a un bando opositor. Incluso
las veces que he promovido el proceso democrático por encima
de una iniciativa inconstitucional, han puesto mi posición seria-
mente en dudas.
Cuando menos tres veces mi propio grupo parlamentario cues-
tionó y retó mi liderazgo, demandando mi renuncia. Mientras que
la primera estaba vinculada con una situación de injusticia y per-
índice
secución política que afectó a alguien de mi propio equipo,9 las
siguientes dos se relacionaron con mi crítica continua a la incons-
titucionalidad de la reforma sobre la Guardia Nacional y la reforma
electoral.
Es normal aprovechar los momentos críticos para retar el lide-
razgo. Considero que como coordinador político es parte de las
condiciones y se tiene que poder manejar. No me causa conflicto y
poseo la capacidad para separar los asuntos. Sin embargo, las dos
situaciones más recientes claramente estuvieron relacionadas con
la distancia que Andrés marcó hacia mí en junio de 2021, por razo-
nes similares al primer distanciamiento de 2017.10
A éstas se agregó la percepción de que mi amplia comunicación
con todos los partidos seguramente fue utilizada para influir en las
elecciones de 2021, de tal forma que los resultados de Morena en
9
El 22 diciembre de 2021, el secretario técnico de la Jucopo, José Manuel del
Río Virgen, fue detenido y acusado de ser el autor intelectual del homicidio de
Remigio Tovar, candidato de Movimiento Ciudadano a una alcaldía en Veracruz.
Claramente se trató de una persecución política, y al otro día se emitió un pro-
nunciamiento desde el Senado, que anunciaba la integración de un grupo especial
para dar seguimiento a los casos de abuso de autoridad en aquella entidad fede-
rativa, lo cual generó fuertes críticas hacia mi persona, porque parecía una acción
en contra de un gobernador del mismo partido. Sin embargo, Del Río era inocente
y fue liberado después de seis meses de prisión en el penal de Pacho Viejo.
10
En esta segunda ocasión, el tema no fue la interpretación de mi reunión con
el entonces secretario de Hacienda, José Antonio Meade, dedicada a mis intentos
de conseguir recursos para la Cuauhtémoc. Más bien, la causa se relaciona con
que mi comunicación con grupos diversos, que ha formado parte importante de
la construcción del movimiento y el partido Morena, se percibe como la razón
de que esta última perdió 6 de 13 alcaldías en la Ciudad de México, bajo la res-
ponsabilidad de Claudia Sheinbaum. Aunque impresiona que piensen que tengo
la capacidad de lograr un resultado tan contundente gracias a mi comunicación,
considero que el tema no merece más comentarios.
índice
la Ciudad de México fueron peores que los esperados. Por supuesto,
es sorprendente que me perciban con la capacidad e intención de
lograr que la gente vote por otros partidos que no sea el nuestro.
No obstante, lo que me parece preocupante es que los señalamien-
tos sobre mí como chivo expiatorio significan que los malos resul-
tados de la elección no dieron pie a reflexión interna o evaluación
alguna.
Pareció haber sido más fácil culpar a alguien, que razonar so-
bre las causas más profundas de esos resultados. Era más relevan-
te que la gente me identificara como menos morenista que como
luchador y fundador del partido.
Estas circunstancias dividen mi periodo al frente de la Jucopo
en dos partes. En la primera, de 2018 a 2021, Andrés y yo retoma-
mos nuestro viejo hábito de desayunar juntos cada lunes, ahora en
Palacio Nacional, donde en conjunto planteamos las grandes lí-
neas de la transformación que pasaban por el Senado. Semanal-
mente le compartía mi visión de las reformas que consideraba
podrían definir el cambio del país, por ejemplo, revisar la compo-
sición de los órganos jurisdiccionales cuya integración había sido
motivo de pactos entre el pri y el pan; la indispensable reforma fis-
cal progresiva, que debería haberse dado desde el primer año, y la
profundización del sistema de procuración y administración de
justicia, esta última que resultó incompleta.
Con gran frecuencia, estas propuestas, así como otros temas del
desayuno, terminaron orientando las conferencias matutinas
de Andrés o dominando las cabeceras de las noticias. Cuando las
negociaciones y la construcción de consenso en el Senado llevaron
a modificaciones importantes a las iniciativas, le expuse los argu-
índice
mentos y beneficios de aceptar los cambios y, en la gran mayoría
de los casos, él coincidía y apoyaba. Nuestra dinámica complemen-
taria de costumbre, era más eficiente que nunca.
Después de las elecciones de 2021 se perdió esa comunicación.
Durante los primeros meses, establecimos contacto a través de
Olga Sánchez Cordero, y después, en estos últimos dos años, me-
diante Adán Augusto López, secretaria y secretario de Gobernación,
respectivamente. Sin el espacio de diálogo que siempre habíamos
tenido, incluso en momentos difíciles, también perdimos el con-
tacto de 20 años de lucha juntos, que siempre alimentamos en
nuestros encuentros.
Poco tiempo después de las elecciones de 2021, en una confe-
rencia de prensa en Villahermosa, Andrés adelantó sorpresivamen-
te la sucesión presidencial. Se describió a sí mismo como el “des-
tapador de corcholatas”, en referencia a la práctica del antiguo pri
de elegir aspirantes por dedazo. Hizo caso omiso al grupo de más de
14 personas de Morena que habíamos anunciado nuestras aspira-
ciones presidenciales. Sólo mencionó a tres de ellas: Marcelo
Ebrard, Claudia Sheinbaum y Adán Augusto López. No incluirme
era un mensaje contundente de exclusión para mí, y para México era
un aviso de que la constelación política se estaba moviendo.
El cambio de Andrés en su trato conmigo inicialmente tuvo un
impacto considerable para mi función en la Jucopo del Senado
donde, por un momento, fue más difícil mantener la misma rela-
ción, particularmente con el grupo parlamentario de Morena. Me
percibían sin respaldo y se especulaba que estaba por renunciar o
ser expulsado del partido. Aumentaron las críticas abiertas y los
cuestionamientos a mis decisiones, mientras que los medios de
índice
comunicación interpretaban cómo se estaba fraccionando nuestro
grupo parlamentario. Se convirtió en uno de los muchos momen-
tos en política en los que se busca medir fuerzas.
Inició un nuevo capítulo en mi coordinación política de la Cá-
mara Alta. Sin el constante intercambio con Andrés, pero aún con
mi posición, redoblé esfuerzos para mantener el alto pulso de pro-
greso y colaboración en el Senado. Primero se realizaron las am-
plias y complejas negociaciones de la iniciativa del outsourcing, y
seguía la segunda etapa de acuerdos respecto a la reforma al quin-
to transitorio sobre la Guardia Nacional. Quedó claro que, a pesar
de las circunstancias, quería y podía seguir operando e impulsando
la transformación de México. Más que un ejemplo de mi trabajo, es
nuevamente una muestra de la reivindicación de un Senado con su
dinámica independiente.
Para el ojo entrenado, este proceso de medir fuerzas entre ac-
tores y grupos políticos fue acompañado de una serie de señales y
mensajes camuflados en las conferencias de prensa, en revelacio-
nes de información hackeada y exclusiones de reuniones y eventos.
La situación ya no derivaba únicamente del distanciamiento
entre Andrés y yo. Se estaba enredando con el adelanto de la suce-
sión presidencial. No diría que cambiaba el juego político, sino
más bien la forma de percibirlo. Por ejemplo, aumentaban los
cuestionamientos de mis razones de actuar como líder. Lo que an-
tes se entendía como mis intenciones congruentes de cuidar el
proceso legislativo y la forma de transformar a México, ahora se
prestaba para interpretarlas como partes o escenas en una compe-
tencia para llegar a ser candidato a la Presidencia.
índice
Lo que anteriormente tenía potencial para detonar la reflexión
sobre las iniciativas y su impacto, ahora generaba debate respecto
a mis probabilidades para ganar la candidatura presidencial, a los
cálculos de la diferencia de apoyo entre aspirantes y una adivinanza
permanente sobre la relación entre Andrés y yo. En lugar de discu-
tir la sustancia de nuestra política, se debatía sobre quién era más
mencionado en la conferencia “mañanera” y en qué términos.
Es otro equilibrio que considero que se debe trabajar, aunque
en este caso no me refiero a mí, sino a los partidos políticos, los
medios de comunicación y otros actores. ¿Qué significa para la
democracia y la política que se haga campaña durante tiempos tan
prolongados? ¿Qué equilibrios se deben buscar para que el trabajo
que se pretende realizar por México no se convierta en batallas de
promoción personal? Debemos aprovechar este proceso inédito
de adelanto de sucesión (que inició casi dos años antes de los co-
micios) para reflexionar sobre cómo lograr que las elecciones demo-
cráticas y todo lo que las rodea no perjudiquen a la misma democracia
que se procura celebrar.
Más allá de las reflexiones sobre el sentido y el impacto del
“destape” de aspirantes a la sucesión presidencial a mediano y
largo plazos, en lo inmediato significaba un nuevo frente de lucha
para mí. Sin el contacto con Andrés, que nos permitía resolver las
situaciones o malinterpretaciones que nos estaban separando, lo
único que me quedaba era usar cada oportunidad que se me pre-
sentaba para informar sobre el proceso y protestar contra éste.
Me parecía incomprensible que nuevamente me encontrara en
una situación tan parecida a la de 1986, en las elecciones internas
del cnc de Zacatecas; en 1998, en las del pri, y en 2017, en la elec-
índice
ción de la candidata o candidato de Morena para la Jefatura de
Gobierno de la Ciudad de México. Es por demás curioso que An-
drés, como la persona que me había propuesto salir del tricolor en
1998, ahora también era quien me negaba un proceso democrático
para ser aspirante.
Pensé que quizá era una forma de insinuar que tendría que
salir de Morena, tal como había renunciado al pri en aquel enton-
ces. Debía prepararme para ese escenario. En varias ocasiones me
reuní públicamente con personas de la oposición, en quienes, gra-
cias a mi amplia colaboración durante décadas, he reconocido su
gran capacidad y alta sensibilidad respecto a los temas que intere-
san al país. Naturalmente, aumentaron las críticas de ambos lados
y la presión alcanzó nuevas alturas.
Yo puedo enfrentar esto y más. Cuando estaba en aquella situa-
ción tan similar en Zacatecas a finales de los años noventa, nunca
dudé de que, independientemente de si ganaba o no la gubernatura,
la lucha valdría la pena, porque no se trataba sólo de mí, sino de la
gente y de la democracia que queríamos. Desde entonces se ha
vinculado conmigo la frase que afirma que “ni nos vamos a dejar
ni nos vamos a rajar”. Está vigente.
— —
índice
en general ni en mi posición en el Senado. Más bien percibo que
son situaciones de presión que se tienen que resolver. No hay ra-
zón para enredarse en ansiedades y desazones que impidan avan-
zar. Pongo atención para identificar acciones que pueden hacer
una diferencia, y actúo. Incluso la decisión de dejar que las cosas
se acomoden solas es una forma de actuar.
Siempre encuentro la fuerza en mi origen y familia, mi forma-
ción y mi fe. Mientras que muchas personas hablan de tener una o
dos de estas fuentes de fuerza, yo tengo las tres, y me hace sentir
muy afortunado.
Cuando estoy más presionado, me conecto con las tres. Con mi
formación, estudio de manera incansable para identificar informa-
ción, detalles y opciones que me pueden dar pistas de solución;
traigo presente el campo, mi casa, donde también inicié en la po-
lítica hace 46 años, y deposito mi confianza en algo superior.
En esos momentos, la familia es mi remanso de paz: María de
Jesús, mis hijas, mi hijo, sus parejas, mis nietas y nietos, pero tam-
bién mis hermanos y sus familias. Por más complejo que sea trans-
formar un país o por más extraordinarias que hayan sido mis expe-
riencias de vida, lo sencillo es lo que más me conforta. En particular
dos cosas simples: las caminatas y la comida.
Caminar ayuda a que se muevan los pensamientos. Además,
cuando avanzo entre la naturaleza, su inmensidad pone todo en
perspectiva y sirve como otro canal para conectarse con algo supe-
rior, que nos recuerda que independientemente de quienes somos
y lo que hacemos, somos infinitamente pequeños en el universo.
Debemos mantenernos humildes.
índice
Estar en familia y comer un platillo sencillo tiene un efecto si-
milar para mí. Me ayuda a verlo todo desde otro punto de vista. Me
gustan esos alimentos que no son complicados ni elevados, un gui-
sado simple, frijol, queso, nopal, ¡y la salsa picante casera de mol-
cajete! Esos sabores son acompañados por recuerdos de mi tierra
y me generan una sensación de arraigo.
Es curioso que estas dos cosas sencillas sean las que me unen
con lo superior y con lo más terrenal. Allí están mis fuentes de
fuerza que me ayudan a no sentir estrés, sino sólo la necesidad
de resolver y continuar.
Con esa fuerza escucho, busco retroalimentación, intercambio
ideas y perspectivas, solicito opiniones, consejos y recomendaciones.
Y, sin embargo, hay decisiones importantes que tomo en soledad…
Convicciones y decisiones
Cierro la puerta y me vuelvo a sentar en el sofá que está en la es-
quina de mi oficina. Quiero estar solo. En estos días, muchas per-
sonas me han hecho saber que no estarían de acuerdo con la de-
cisión que había pensado tomar. Me han aconsejado, insinuado y
empujado para que esta situación termine sin mayor conflicto. Sus
argumentos se basan en evitar las grandes consecuencias que pro-
bablemente esperan si opto por seguir mi convicción. Son acerta-
dos y buenos. Sin embargo, no me generan esa certeza que co-
múnmente me acompaña.
Me levanto y camino hacia la vidriera que da al patio. La luz
es fuerte y, cuando entrecierro los ojos, tiene una ligera similitud
con cómo se siente el sol en mi tierra de pensamientos libres.
índice
Repito las palabras que me generan una sensación de calma y
serenidad que siempre me permiten escuchar mis pensamientos
con claridad y sin interrupción. Ahora en este espacio no siento
duda alguna. Mi convicción esta en equilibrio con mi decisión.
Me quedo un tiempo más, muy consciente de lo que espera
afuera. Es uno de esos raros momentos cuando me siento en pre-
sencia absoluta en el ahora y, al mismo tiempo, estoy en el mañana.
Haber recorrido mentalmente las consecuencias futuras tantas
veces, convierte el momento en una pisada ligera para llegar a lo
que sigue.
Y esa ya es mi clave para irme. Al abrir la puerta, afuera está
buena parte de mi equipo y vamos subiendo las escaleras para la
sala de sesiones en el Senado, mientras que hablamos de cosas
que no tienen nada que ver con lo que está por venir.
Poco después, me encuentro ante el micrófono de la tribuna
para presentar mi voto particular sobre la ley que la gente conoce
como Plan B, y expreso lo siguiente:11
nado.gob.mx/65/gaceta_del_senado/documento/131580
índice
tos, mis justificaciones, mis causas por las que he decidido tomar
esta posición.
Aclaro que es un asunto estrictamente personal, no involucra al gru-
po parlamentario en el que participo y es un asunto que me mueve
asumir con toda integridad y responsabilidad, incluyendo los desen-
laces, las consecuencias o lo que de ello resulte, así ha sido mi vida
pública y política, nunca ha sido fácil para mí tomar decisiones y en
el documento se expresa por qué razón creo que se vulnera la Cons-
titución, con seriedad, atendiendo la doctrina, la jurisprudencia, los
principios generales del derecho, afirmo y sostengo que algunas de
las normas que pudieran aprobarse esta noche pueden alejarse de los
principios constitucionales y esa es mi defensa.
Soy legislador y es un honor y un privilegio serlo.
Soy académico y asumo, con integridad, lo que enseño en las aulas
de la división de estudios de postgrado de la unam.
Y soy político, servidor público, el que corre riesgos y asume compro-
misos con la sociedad.
Aquí está plasmado, ¿por qué razón?
Recuerdo que cuando el embajador británico, en 1860, le ofrecía a
Benito Juárez una solución para pacificar al país y amnistía para
aquellos que habían iniciado con Maximiliano la revuelta en con-
tra de la República, Juárez, Benito Juárez, sostuvo con firmeza y le
respondió: “Yo he sido llamado a sostener la Constitución que juré
cumplir y hacer cumplir, como soy un hombre de honor y de con-
ciencia no puedo burlar la voluntad de los pueblos con la violación
de mis juramentos”.
Y Juárez sostuvo su convicción por velar por la Constitución nuestra
Carta Magna.
¡Gigante Juárez!
Es un momento difícil, pero al mismo tiempo con razones jurídicas.
índice
En el momento procesal oportuno, señora Presidenta, también pre-
sentaré un paquete de reservas cuando estemos en la discusión en lo
particular, reservas y propuestas de modificación, no es un ejercicio
retórico, falso o demagógico, es un ejercicio de auténtica preocupa-
ción por nuestra democracia.
No voy a hablar más, simplemente expreso a todos mis respetos, mi
aprecio y mi reconocimiento por escucharme, es un asunto de carác-
ter personal y no debe de ofender a nadie porque esta es una Cámara
Revisora, y la Cámara Revisora tiene esa obligación constitucional, a
nadie debe extrañar que asumamos con integridad nuestros actos, no
soy ingenuo y sé a lo que me enfrento, lo único que quiero es que se
respete la Constitución.
Gracias.
índice
leza de esa misma estructura democrática, el Senado sea un
auténtico contrapeso que no acepte trabajo legislativo inconstitu-
cional, tampoco cuando se trate de nuestras propias propuestas.
Ambas razones forman parte de mi lucha por dar una oportunidad
real a México para que el país y su gente puedan desarrollar su
potencial. Tercero, es mi convicción que la nación y su ciudadanía
merecen esa oportunidad, porque aún podemos mucho más.
Por ello, me sentí tranquilo y preparado para enfrentar lo que
viniera, fuera lo que fuera. Al igual que muchas otras personas,
pensaba que trabajaba mis últimos días en la Jucopo, y que quizá
incluso estaba por tener que salir de mi propio partido, a cuya
construcción había contribuido durante 20 años. Sería con profun-
da pena y frustración, pero no la primera vez que sucediera en la
política mexicana. También Cuauhtémoc Cárdenas, fundador del
prd, terminó por dejar su propio partido, luego de haber sido em-
pujado constantemente hacia su límite.
En todos sentidos, el momento era peculiar. El 14 de diciembre de
2022 empezaron las vacaciones navideñas, en medio de la gran incer-
tidumbre sobre cómo iba a terminar aquella medición de fuerzas. En
el Senado concluyó el periodo de sesiones; los medios de comunica-
ción tenían baja actividad; todas y todos regresaron a sus estados y
sus casas para celebrar las tradiciones de fin de año. La tensa situa-
ción, al parecer, quedó en suspenso, no sin antes darle una vuelta más
a la tuerca. Andrés decidió invitar a todas y todos los legisladores fe-
derales de Morena y sus aliados a Palacio Nacional para agradecerles
su apoyo y lealtad. Yo fui excluido de esa invitación.
Cuando ya, en mi carácter de presidente de la Jucopo del Senado,
no estaba considerado como parte de la labor que se agradecía, la
índice
señal enviada era muy clara: no se trataba de la exclusión de una
reunión, sino de una comunión.
Fue el 20 de diciembre, y recuerdo cómo se instaló en mí la
sensación de que ya no sólo se trataba de mantener equilibrios
importantes en los procesos legislativos y democráticos del país,
ahora estaba en una situación que requería que yo mismo mantu-
viera el equilibrio. Estaba en el filo entre ser parte de mi partido y
estar fuera de él, y por primera vez había nadado a contracorriente
tanto tiempo y con tanto esfuerzo que estaba llegando al borde de
lo que tenía sentido.
En esta ocasión, mi convicción y llamados a la reflexión no
habían tenido el impacto esperado. No estaba logrando un cambio
de percepción, ni siquiera una evaluación de lo que estaba en juego.
El tema que dominaba en el debate no era la fidelidad a nuestros
principios como garantes del futuro de México y su democracia,
sino mi lealtad a la línea del partido. Era momento de pensar y
volver a contemplar las opciones.
Lo que sigue
Regresé a mi casa en el campo de Zacatecas, a mi tierra de pen-
samientos libres. Caminaba en la frescura de las mañanas, levan-
tando el polvo rojo con las botas. Ahí, en el paisaje abierto, en
una especie de evaluación que sólo surge cuando se está al límite,
pude ver todo en su justa dimensión. Pensaba en los grandes logros
del primer gobierno de la izquierda en México: desde el compro-
miso que, por fin, se cumple con las personas adultas mayores
que han aportado toda su vida al país y a quienes ya se les garantizó
índice
una pensión, hasta en los mecanismos para identificar y castigar
las desviaciones fiscales, para que esos recursos regresen al Es-
tado y se utilicen para mejorar la vida de las mexicanas y los
mexicanos.
¡Tantas iniciativas y acciones realizadas para cambiar un mode-
lo neoliberal fracasado a nivel mundial! Y aun así, después de per-
cibir y manejar el mundo según ese modelo durante más de 60
años, difícilmente se pueden revertir y reparar sus daños por com-
pleto en un décimo de ese tiempo, es decir, en un sexenio. Todavía
hay mucho por hacer. Esto incluye la corrección de planteamientos
formulados para lograr grandes mejoras, pero que actualmente
requieren ajustes para un funcionamiento óptimo, como es la si-
tuación de salud y seguridad, que está lejos de mostrar los resul-
tados que todas y todos deseamos y necesitamos ver.
Quisiera que esta reflexión no fuera sólo mía, sino una colectiva.
¿Qué se requiere para que el cuestionamiento crítico en el ambiente
político sea una herramienta de mejora y no de ataque? ¿Qué se
necesita para que en la política el reconocimiento de errores o la
necesidad de correcciones no se perciba como debilidad?
Caminando al costado de los cultivos que siguen cubriendo el
paisaje de mi pueblo, hice una anotación en mi mente de estas
preguntas. Merecen un debate serio.
En soledad, repasaba en mi lista de pendientes algunas de las
reformas que siento le debemos a México. Varias la encabezan:
una, al Poder Judicial, para que regrese la confianza de la ciuda-
danía en la justicia; una reforma fiscal, que asegure la continua-
ción de un Estado de bienestar con una política social enfocada
a crear piso parejo para el pueblo mexicano, sin que sea a costo
índice
del crecimiento y de la productividad que impulsan al país a la
prosperidad.
Asimismo, en mi perspectiva, tiene gran urgencia una reforma
que sitúe al cambio climático en el centro de las acciones del go-
bierno, incluyendo la aceleración de la transición a energías reno-
vables. Y, pensando en los grandes retos del futuro, también es
impostergable crear iniciativas para el manejo de la inteligencia
artificial, que tiene más capacidad que cualquier otra herramienta
para transformar completamente nuestra sociedad en un abrir y
cerrar de ojos.
Esto forma parte de una serie de cambios que vislumbré y que
están relacionados con la necesidad de sobreponernos a lo que nos
divide y aleja como pueblo mexicano, para crear un país con igual-
dad y piso parejo en el sentido más amplio. Significa vencer la
distancia entre géneros; entre personas jóvenes y adultas mayores;
entre norte y sur; entre el campo y la ciudad; entre la población de
mayores ingresos y la de los menores; entre migrantes y quienes
no han dejado su tierra; entre los que viven de una producción que
pudiera contaminar y los que viven en y del medio ambiente que la
contaminación destruye; entre los bandos políticos de la izquierda
y la derecha, y entre la esperanza de un mejor futuro y una opor-
tunidad real de que sea así.
Estas distancias se acompañan de conflictos, violencia y sufri-
miento, los cuales aumentan la desigualdad. De manera que, lograr
un México igualitario y con justicia social está estrechamente co-
nectado con los mecanismos de diálogo, colaboración y reconoci-
miento del valor de cada persona y grupo.
índice
Por ello, con frecuencia llamo a la reconciliación. Cuando por
primera vez lo hice, al tomar posesión como gobernador de Zaca-
tecas en 1998, muchas personas me dijeron que no era lo correcto
ni era posible o deseado. Durante décadas me han repetido esos
mismos argumentos. Sin embargo, en aquellos momentos, hace
más de 20 años, resultó ser lo que quería la gente, y era posible dar
pasos grandes de colaboración para crear mayor igualdad. Ahora
más que nunca existe un anhelo en nuestra sociedad por poder
avanzar sin polarización, discriminación ni condiciones desigua-
les. Pese a ello, tenemos que reconocer que no está disminuyendo
la división, sino aumentando.
Por tal motivo sigo hablando de la reconciliación —de una ver-
dadera reconciliación mexicana—, y lo hago en voz alta y en grande,
para que se escuche. Con esta intención decidí realizar un gran
evento en noviembre de 2022 en la Arena México, lugar conocido
por albergar contiendas de lucha libre y el eterno combate entre
los bandos rudos y técnicos. El ring, que normalmente es centro
del gran espectáculo de golpes, patadas y movimientos aéreos pa-
ra tirar el oponente al suelo, se transformó en el lugar desde don-
de propuse la reconciliación mexicana.
Entre máscaras de luchadores, disfraces coloridos, banderas,
letreros y música de tambores, 10,000 personas y yo mandamos un
mensaje a México de que existe una ruta de reconciliación que
puede ser nuestro proyecto común.
En su momento, nuestro movimiento fue nombrado como
Morena, acrónimo de Movimiento Regeneración Nacional. Para mí, la
continuación natural es la reconciliación nacional. En otras pala-
bras, reconciliación es transformación.
índice
En la caminata por mi tierra de pensamientos libres, los recove-
cos de mis reflexiones me habían llevado a lo que ha sido parte de
mi impulso para continuar durante 46 años en la política: un México
reconciliado e igualitario. Los grandes empujones para llevarme al
margen de mi partido y las últimas maniobras realizadas para que
pierda el equilibrio y caiga serán en vano. Me quedaré y resistiré.
Ni me dejo ni me rajo.
Así como diría mi padre: “No es momento de sentarse. Vamos
a lo que sigue”. Lo que sigue...
Posdata
Regresé al Senado al inicio del nuevo año, 2023, sin certeza
sobre mi situación, pero con claridad en mi mente, con un ma-
nuscrito prácticamente terminado del libro que usted está le-
yendo. No obstante, durante los siguientes meses, este proyec-
to quedó como uno de esos puntos aplazados en la lista de qué
hacer en un momento libre, que parece nunca llegar. Los suce-
sos significativos se fueron reemplazando.
Y justo cuando parecía que mi situación iba empeorando, hubo
un giro y todo se empezó a recomponer, sólo para que surgie-
ran nuevas complicaciones. Eran idas y vueltas en un ritmo
cada vez más acelerado.
índice
cidas como aspirantes a la candidatura presidencial. Se menciona el
nombre de cada una y uno de estos últimos… ahora incluyendo el mío.
12
Instituto Nacional de Transparencia, Acceso a la Información y Protección
de Datos Personales.
13
Al momento de escribir esto, aún no se ha nombrado a las o los comisiona-
dos, lo que impide que la Comisión sesione y tome decisiones, por lo que la ins-
titución no puede operar o cumplir su función adecuadamente.
índice
Después del giro inesperado dado por mi grupo parlamentario,
la oposición tomó la tribuna del Senado en protesta contra el
resultado, y la población pudo ver en las noticias un momento
lamentable, cuando el diálogo y la colaboración se sustituye-
ron por ofensas, gritos y empujones entre bandos políticos.
Ante el cierre del periodo legislativo pocas horas después, se
decide cumplir con la agenda y seguir sesionando en una sede
alterna, la de Xicoténcatl, en donde Morena y aliados aprueban
19 iniciativas, haciendo uso de la mayoría con que cuentan.
Durante el sexenio se hubiera podido actuar en forma similar
pero, como ya se sabe, en mi periodo al frente la prioridad fue
construir acuerdos aprobados por unanimidad.
Resaltó, entonces, el uso de la mayoría de Morena en lo que se
llamaría “la noche guinda”, porque la oposición no apareció en
la sesión y su protesta se silenció. Mi liderazgo siguió en duda.
Unos pasos para adelante y otros para atrás, para tener estabi-
lidad en el tambaleo.
índice
11 de junio. El Consejo Nacional de Morena anuncia las reglas
para el proceso de elección de candidata o candidato del partido en
las elecciones del 2024, lo que será denominado “Coordinación de
Defensa de la Transformación”. Entre éstas, se establece que cada
aspirante debe renunciar a su cargo y desistir de descalificar a los
demás candidatos en la contienda; así también, de usar recursos
públicos para promoción. La encuesta para elegir quién quedará a
cargo de la coordinación se realizará del 28 de agosto al 3 de sep-
tiembre de 2023. Otro paso hacia adelante.
índice
epílogo
| 221 |
índice
Este libro resalta la importancia que ha tenido y tiene mi
origen campesino en mi forma de ser, de pensar y de hacer
política. Ahí se sembró mi convicción de que el punto de par-
tida y de llegada es la gente, y aquella se fue convirtiendo en
una nueva forma de gobernar para la gente, con la gente, y sin
dejar de acompañarla en sus propios espacios. Es también mi
origen que me enseñó en carne propia sobre los obstáculos
que la mayoría de las personas en México enfrenta para mejo-
rar su vida, y me dio las razones para dedicar mi vida a luchar
en contra de la desigualdad y la discriminación, que día a día
impide que nuestros derechos se reflejen en hechos.
Al mismo tiempo, es justo el esfuerzo por resistir el peso de
la injusticia y seguir adelante, que hace del campo un lugar
donde la vida depende del trabajo en equipo. Y por ello, el va-
lor de la colaboración se arraigó en mi forma de ser y es el
principio que dirige cualquier cosa que emprendo.
Siento profunda gratitud por estas enseñanzas que forman
mi vida y que muestran que todas y todos estamos parados
sobre los hombros de muchas personas que en el pasado han
luchado para que ahora nosotros podamos retomar y cons-
truir sobre los cambios que generaron. Así fue cuando los
sueños de mi padre me impulsaron a estudiar y una genera-
ción anterior de jóvenes hizo posible que tuviera esa oportu-
nidad, por haber enfrentado a las autoridades y revolucionado
las universidades.
También sucedió así cuando fui líder campesino en mi es-
tado, mientras que un pequeño grupo de políticas y políticos
valientes y visionarios generaba una corriente democrática tan
índice
fuerte que podía llevarnos a todas y todos hacia adelante. Una
corriente cuyo cauce me llevó a ser gobernador e iniciar el traba-
jo para demostrar que la democracia se despliega y se conso-
lida entre las elecciones y no que se limita a ellas. Me permitió
convertir el desarrollo del estado en un verdadero proyecto co-
mún, donde cada persona y grupo de la sociedad sabía que su
valor era reconocido y su participación necesaria.
En el resto del país, donde aún no era así, la gente ya había
luchado durante décadas para generar un cambio. Fueron sus
anhelos, protestas y propuestas las que nos dieron el sustento
para crear un nuevo movimiento social, luego un partido y
después un nuevo régimen que unificó la lucha social, la cer-
canía entre la gente y una nueva forma de hacer política. Esto
me permitió integrarme (nuevamente) a una institución anclar
de la democracia, el Senado de la República, constituido y de-
fendido por mexicanas y mexicanos durante cerca de 200 años.
Desde que me convertí en el presidente de la Jucopo, me he
inscrito en este linaje de personas defensoras y, al mismo
tiempo, he luchado por fortalecer al Senado de la República
como un verdadero contrapeso. Aquí también corroboré que,
aun en procesos que se caracterizan por luchas de poder y
desacuerdos, es posible colaborar en la construcción de las
grandes reformas para el desarrollo de México. La voluntad de
todos los grupos parlamentarios, de la mayoría y de la oposi-
ción para aprobar iniciativas por unanimidad es un acto que
materializa el verdadero sentido de la política, porque rechaza
enfáticamente que divisiones y supuestos bandos opuestos
arriesguen nuestro futuro democrático.
EPÍLOGO 223
índice
Cada uno de estos logros muestra que la confianza es pro-
tagonista de cualquier proceso democrático, y sirve como afir-
mación y recordatorio de la importancia de cuidarla, así como
de multiplicar los ejemplos que evidencian que la política
mexicana la merece.
De esta forma, mi historia, inseparable de los cambios ge-
nerados por tantas personas, es parte de una historia mayor:
de lo que se puede lograr cuando salimos de las dinámicas de
suma cero, en las que la ganancia de unos debe ser pérdida
para otros y, en su lugar, aumentamos el bien común a través
de la diversidad de perspectivas, el diálogo, la colaboración y
la construcción de acuerdos.
Son estas mismas acciones las que suelen caracterizar los
procesos de reconciliación que sanean situaciones donde la
gente se encuentra distanciada o enfrentada. Por ello, en este
momento de nuestra historia, marcada por divisiones sociales,
culturales, económicas y políticas, la reconciliación nacional
se presenta como el camino para vencerlas y para crear una
oportunidad real de desarrollar nuestro potencial como perso-
nas y como país.
Es con una política de reconciliación que podemos cons-
truir un México igualitario e inclusivo, colaborativo, seguro,
verde, con prosperidad y justicia social. Estos son los propósi-
tos de mi visión para el país, que comparto a continuación. Esa
visión se ha pensado como un primer paso en un proceso co-
lectivo para crear un proyecto de nación que integra la pers-
pectiva y voz del pueblo mexicano. Todas y todos somos parte
de la creación de ese México que le permitirá a las siguientes
índice
generaciones estar sobre nuestros hombros y poder contem-
plar una vida con una oportunidad real para desarrollarnos en
libertad, tal como somos y con las herramientas para conver-
tirnos en lo que podemos y deseamos ser.
Esa es la verdadera reconciliación mexicana que asegurará
que tengamos un país en el que una historia como la mía, que
se desprendió de la pobreza y se formó por grandes oportuni-
dades, ya no sea excepcional, sino al contrario, sea la regla.
índice
mi visión
de méxico
un proyecto
en construcción
T odas las personas queremos una vida en la que nos
sintamos vistas como valiosas por la gente cercana y
por la sociedad. Una vida en la cual podamos desarrollarnos
libremente, aprender, tener un trabajo con sentido y aportar
en lo que somos buenas y buenos para hacer. Anhelamos una
vida con oportunidades que nos hagan pensar en el futuro
con esperanza y sin preocupación.
Todas y todos sabemos bien que México tiene lo que se
requiere para ofrecer eso y más. Y, sin embargo, no es la rea-
lidad que tenemos. Aún. El cambio que se ha buscado crear,
no es inmediato.
Esto genera frustración; es comprensible. Pero la solución
no está en ponernos unos contra otros. Ni en descalificarnos.
Cuando la división y la distancia entre nosotras y nosotros va
creciendo, México se va debilitando. Su potencial se encoje y
nuestra diversidad espléndida se aplasta bajo la idea de que
pertenecemos a grupos diferentes y distanciados.
No somos de grupos opuestos. ¡Somos México!
Podemos lograr el México que queremos. Podemos lo-
grarlo si dejamos de combatir entre nosotras y nosotros para,
en conjunto, luchar por avanzar.
| 229 |
índice
Salgamos ya de los estereotipos que nos encasillan y que no
permiten ver todo lo que somos y todo lo que podemos hacer. Somos
un pueblo con una capacidad extraordinaria para enfrentar retos y
crear nuevos caminos. Detrás de nuestras diferencias y de la insa-
tisfacción con nuestra situación, sabemos que no es posible tener
un país más fuerte si nos descontamos y desvaloramos.
Necesitamos reconciliar a México.
Una reconciliación mexicana es vencer las brechas sociales que
nos dividen y separan.
Reconciliar a nuestro país es luchar para que cada persona se
sepa valorada y necesitada por la sociedad, y que nuestra diversi-
dad sea la herramienta para tener productividad y creatividad. Es
asegurar que las injusticias que arrastramos, como la desigualdad
y la pobreza, se sanen construyendo un Estado que cambie de fon-
do las condiciones económicas y sociales.
Un México reconciliado debe estar organizado en un solo
frente común para recuperar nuestra vida y luchar en unidad
contra la violencia y el crimen, que cada vez más nos separan y
aíslan, manteniéndonos en un estado permanente de ansiedad
y precauciones.
Reconciliar a nuestro país es lograr que todas y todos tenga-
mos la posibilidad de desarrollar y ampliar nuestras competen-
cias con estudios, cursos y certificaciones, independientemente
de nuestra edad. Es aprovechar el enorme potencial que tiene
cada sector que impulsa nuestra economía, a fin de destacar en
el mundo. Eso implica generar empleos que ahora están buscan-
do las personas de cada lugar de México. Es vincular nuestras
capacidades con oportunidades.
índice
Una reconciliación real es cuando los momentos difíciles de la
vida, como la pérdida de empleo o la interrupción abrupta de estudios,
no se convierten en una amenaza de pobreza. Es cuando, en lugar del
miedo de ser excluidas o excluidos, el gobierno crea mecanismos para
sustentar a las personas y lograr que sean incluidas en la sociedad; es
decir, existe sustento gubernamental para lograr la inclusión.
Porque México necesita de ti. Tu participación en nuestra socie-
dad contribuye a fortalecer la nación que queremos.
¡Iniciemos ya el diálogo y la colaboración que marquen el ca-
mino para nuestra reconciliación!
Para que cada persona, así como el país, tenga una oportuni-
dad real de alcanzar su potencial, es necesario que nos reconci-
liemos y comencemos a vernos como personas que forman parte
esencial de los cambios que se requieren. Para ello, es preciso
que todas y todos los mexicanos nos unamos: la gente que viven
en nuestras ciudades, en las costas y en el campo; quienes están en
la sierra y en la selva; las personas de todos los géneros; de todos
los tonos de piel; de cada etnia, religión y creencias; de todas las
edades y preferencias sexuales. Colaboremos con quienes tienen
convicciones políticas diferentes a las nuestras; con quienes forman
parte de la iniciativa privada, de la sociedad civil y los medios de
comunicación, así como con servidoras y servidores públicos.
La reconciliación mexicana que proponemos es un camino co-
mún para llevarnos a una nación próspera, con justicia social.
Podemos tanto más, y merecemos una oportunidad real.
rmá
índice
méxico inclusivo
e igualitario
Avancemos con diversidad
M éxico es uno de los países con mayor diversidad cul-
tural del mundo. En él coexiste una gran cantidad de
grupos sociales con distintas circunstancias, características e
identidades. Esta diversidad tendría que ser nuestra fuente de
orgullo, inspiración y fortalecimiento.
Está demostrado que las sociedades con mayor activa-
ción de la igualdad y la equidad de género, así como de la
diversidad e inclusión, salvan más vidas; padecen menos
pobreza y poseen mejores índices de salud; en ellas se au-
menta la productividad y crece la economía; se fortalece la
justicia y hay una mayor percepción de paz.
Sin embargo, una mayoría de la población de nuestro país
no se siente incluida ni valorada por la sociedad. Aunque su
valor y sus derechos están reconocidos en papel, la discrimina-
ción, exclusión y persistencia de estereotipos impiden que los
experimenten en la vida cotidiana.
La visión de México desde la reconciliación surge de la
urgencia de construir un país donde nuestra diversidad cultu-
ral y social sea nuestro motor de progreso, y donde se ponga
fin a la discriminación y la desigualdad, que ahora son motivo
de exclusión social.
| 235 |
índice
Tenemos una historia en la que ser mujer significa ser más po-
bre, tener empleos peor pagados y menor acceso a salud, educa-
ción y posiciones de poder. Esta exclusión sistemática ha sido
acompañada por abusos y una violencia contra las mujeres que
lamentablemente está normalizada. En los años recientes, grupos
liderados por mujeres jóvenes lograron hacerlo aún más visible,
pero a pesar de que hay avances importantes, también queda mu-
cho por hacer para que en nuestra cultura se fomente la igualdad
de género en lugar de obstaculizarla.
De igual manera, sigue habiendo una brecha dolorosa entre la
enorme importancia que tienen los pueblos indígenas y afromexi-
canos para México, y la realidad que afrontan, de pobreza y falta
de visibilidad.
La creciente comunidad lgbtttiq+, en su esfuerzo por partici-
par en la sociedad, se enfrenta a rechazos, estereotipos y violen-
cia. Esto es similar a lo que vive uno de cada cuatro mexicanos
con alguna discapacidad física o con distintos retos mentales y
emocionales.
Estos grupos representan la mayoría de México. Forman par-
te de la esencia de nuestra historia, de la riqueza cultural que nos
hace destacar como un país con una diversidad espléndida. No es
aceptable que ni una sola persona en México, sólo por sus oríge-
nes, creencias y características, deba tener una vida más difícil y
con menos oportunidades.
Tenemos que empezar a frenar ya la percepción de que las in-
justicias se resuelven con descalificación o exclusión. En la diná-
mica de la polarización se buscan culpables y no soluciones; se
reconoce a unos, mientras que se descalifica a otros. En lugar de
índice
ser aliados en la lucha por un país justo e igualitario, nos dividimos
en “nosotros” y “ellos”. Se percibe a la gente en polos opuestos:
“gente blanca o de color”, “gente de campo o de ciudad”, “los ricos
y los pobres”, “los buenos y los malos”. Se está empezando a notar
una tendencia de cambiar la lucha contra la desigualdad por una
entre grupos sociales. Cuando destacamos las diferencias se gene-
ra división y se empieza a percibir que el valor de otras personas u
otros grupos es menor o cuestionable.
Gobernar responsablemente para todas y todos, empieza por
reconocer primero el valor de cada una de las personas y convertir
la diversidad en nuestra base de unión y fortaleza.
índice
lo que queremos…
| 238 |
índice
Una nueva forma de hacer política con un
enfoque vanguardista centrado en las personas
Implica que representantes de la diversidad de nuestro país par-
ticipen en la identificación de obstáculos, oportunidades y diseño
de políticas públicas, para asegurar la mayor eficiencia y mejores
soluciones.
índice
afromexicanos, y realizaremos campañas nacionales permanentes
para visibilizar sus grandes aportaciones tanto al país como al res-
to del mundo. Esto implica la implementación efectiva de políticas
de prevención y actuación ante la apropiación cultural, así como
para la defensa de sus derechos.
Fomentaremos la inversión en los proyectos locales en las
zonas donde habitan las personas indígenas y afromexicanas.
Asimismo, se priorizará su integración en la toma de decisiones
sobre megaobras u otros desarrollos que pudieran afectar su re-
gión, su entorno y sus culturas, así como las decisiones sobre la
distribución de los beneficios que generen los que hayan sido
aprobados.
Se garantizará su acceso a servicios públicos de calidad y con
pertinencia cultural, incluyendo los relativos a salud, educación
bilingüe, acceso a justicia y vivienda.
índice
Inclusión plena para personas con discapacidad
Incluir a los 6 millones de personas que viven con alguna disca-
pacidad es más que otorgarles apoyo económico. Aseguraremos
que ejerzan plenamente sus derechos, que estén representadas
en la formulación de políticas y en el diseño de procesos que ga-
ranticen su inclusión plena, también a través de la facilitación de
accesos aptos.
índice
méxico
colaborativo
Las mejores soluciones
surgen de la colaboración
D espués de décadas con gobiernos alejados de la po-
blación y sus necesidades, se está cambiando la for-
ma de hacer política. Tenemos que seguir fortaleciendo el
esfuerzo por dejar atrás las tendencias de gobernar para
la mayoría o para las minorías y simplemente gobernar
con la gente. Esto significa que, por fin, las mexicanas y los
mexicanos no serán objetivos de políticas públicas que pue-
dan o no ser eficientes, sino que sus voces serán escuchadas
y formarán parte de las decisiones y soluciones a los proble-
mas de la vida cotidiana.
Una verdadera colaboración requiere espacios de diálogo
y construcción de confianza, para asegurar que las soluciones
a los problemas que afectan a la población sean implementa-
das de la manera más eficaz.
Lo necesitamos porque la división, la desconfianza y la
polarización que están dejando huellas por todo nuestro país
no sólo nos separan en la vida social, sino que también gene-
ran distancia entre el gobierno y la población. Esto afecta a
cada persona en nuestro país, porque es la cercanía la que
asegura que todas y todos sean escuchados y que la política
y los programas gubernamentales se desarrollen con com-
prensión de las realidades y necesidades de la gente.
| 245 |
índice
Con un gobierno colaborativo se integrará a cada parte de la
población, la sociedad civil, cada sector y cada comunidad en los
procesos que aseguran que los problemas de nuestra nación se
resuelvan con eficacia.
Es el camino para reconstruir la confianza de la gente en su
gobierno e instituciones públicas y llevar a nuestro país a consoli-
darse como una democracia participativa, con un gobierno trans-
parente y eficiente.
¡Reconciliar es colaborar!
índice
lo que queremos…
| 247 |
índice
La iniciativa privada como aliada esencial
para potenciar el desarrollo
Se priorizará crear un diálogo constructivo y establecer comisiones
intersectoriales para la identificación y negociación de soluciones co-
munes de las problemáticas que enfrenta el país, ya sea en la ge-
neración de empleos formales, la inversión o el impulso a los
sectores de comercio, manufactura, agropecuario y turístico.
Gobierno abierto
México tendrá su primer gobierno abierto, el cual, a través de
herramientas tecnológicas, insistirá en la transparencia de todos
los procesos públicos. De esta forma, el diálogo democrático se
volverá confiable y efectivo, y permitirá hacer realidad nuestra
visión compartida de México.
índice
méxico justo
Por una potencia con piso
parejo y justicia social
EPÍLOGO 249
L a vida no se tiene que definir por nuestro origen, lugar
de nacimiento, nivel de ingresos o características físicas.
Cada mexicana y mexicano tienen valor y merecen un país
donde haya piso parejo y oportunidades para mejorar las
condiciones sociales y económicas a lo largo de la vida. Por
ello, para nosotros no habrá una reconciliación real en nues-
tra nación hasta que cerremos todas las brechas sociales que
nos separan y alejan.
Eliminemos las distancias que generan desigualdad de
oportunidades, educación, salud y empleo. Cerremos las bre-
chas entre la ciudad y el campo, entre el norte y el sur, y entre
nuestros derechos y los hechos.
Queremos crear un país con una justicia social que per-
dure. Esto no se logra con confrontaciones o compensacio-
nes. Se deben tomar en serio los problemas y las necesidades
que expresan la población, sociedad civil e iniciativa privada.
Por ello, planteamos iniciativas responsables, realistas y de
vanguardia que, simultáneamente, llevarán a beneficios nota-
bles en la vida laboral, en la formación profesional y la salud,
y que proveerán un respaldo cuando se esté en riesgo de
perderlos.
| 251 |
índice
Cambiarán, entonces, la vida de millones de personas y, con
ello, el destino de México. Así avanzaremos en comunidad.
índice
lo que queremos…
| 253 |
índice
La educación de las y los jóvenes de México
tendrá una visión de futuro
Para un gobierno dedicado a lograr un México próspero y justicia
social, la educación es clave y trae consigo beneficios a largo plazo.
Para la gente, los estudios mejoran su economía y su situación de
vida, incluso generan movilidad social. Para nuestro país, un mayor
nivel de educación mejoraría las condiciones en el mercado labo-
ral, llevaría a un crecimiento económico y otorgaría mayores ven-
tajas en la competencia internacional. Por ello, se reforzará el ac-
ceso a servicios gratuitos y de calidad para que el derecho a la
educación se ejerza plenamente.
Se realizará una iniciativa interdisciplinaria e intersectorial pa-
ra analizar los escenarios futuros, las oportunidades y los retos
nacionales e internacionales, con el fin de definir las necesidades
futuras que habrán de ser tomadas en cuenta para plantear cómo
debe ser la formación y preparación de las próximas generaciones de
mexicanas y mexicanos, y qué disciplinas serán fundamentales.
Se desarrollarán amplias iniciativas para subsanar el profundo
impacto que ha dejado la pandemia en la educación y las consecuen-
cias que seguirá teniendo para México. Como parte de ello, para ni-
ñas, niños y jóvenes se requieren de manera inmediata acciones en
materia de salud mental y trabajo social proactivo que, en forma
continua, den seguimiento a su bienestar y actúen ante el abandono
escolar.
Se desarrollará un programa enfocado a la infraestructura, que
buscará proveer a las escuelas con los materiales y servicios bási-
cos para su funcionamiento, ampliar su conectividad y, sobre todo,
expandir las zonas de cobertura de Internet.
índice
Un sistema de profesionalización para
todas las personas, de todas las edades
Abriremos un nuevo capítulo en la historia de México, con la intro-
ducción de un sistema de educación para la vida, el Programa Na-
cional de Actualización y Profesionalización, que ofrecerá espacios
para que las personas de todas las edades puedan actualizar y pro-
fesionalizar sus capacidades y aprendizaje. Realizaremos programas
de certificación de saberes, sin que éstos sean, necesariamente, ad-
quiridos mediante educación formal, sino a través de, por ejemplo,
el trabajo obrero, el de campo o en el comercio informal.
Tendrá un efecto positivo para aumentar el empleo formal, así
como para incrementar el pago por el trabajo. Al mismo tiempo, podrá
fortalecer la mano de obra especializada que tan necesaria es para
impulsar cada sector de la economía. Hagamos que México sea un
país vibrante de habitantes que sientan orgullo por sus capacidades,
y que cuenten con oportunidades para desarrollarlas y mostrarlas.
índice
Se plantea incluso una visión integral y preventiva de la salud
con acciones de acompañamiento, no sólo en momentos críticos,
sino en el día a día, en términos de alimentación, trabajo, edad y
salud sexual y reproductiva. Ello requerirá una mayor cercanía
y acompañamiento de las instancias de salud, a través de módulos
sanitarios locales con equipamiento, sea en las ciudades o en las
comunidades rurales.
índice
parte de ese sector de la población, mantener esta política y, al
mismo tiempo, hacer frente a todas las inversiones necesarias para
que México crezca requiere, también, de un manejo responsable e
integral de las finanzas públicas.
Para asegurar un futuro con justicia social, nos enfocaremos en
simplificar los procesos de registro y cumplimiento de obligaciones
fiscales ante el Sistema de Administración Tributaria (sat), y lograr
un aumento en la cantidad y calidad de la base gravable; que los
sectores con mayores ingresos aporten más y que se subsidie a
los grupos menos favorecidos de la población.
Combinaremos estas iniciativas con un mayor control en el
padrón de contribuyentes, para evitar la evasión fiscal, así como
con la integración del Padrón Nacional de Beneficiarios de Progra-
mas Sociales, que evitará duplicidades y facilitará la coordinación
entre dependencias y entidades. Los recursos de esos programas
se distribuirán a través de medios formales de pago para promover
la inclusión financiera y la bancarización.
Para alcanzar los beneficios buscados con la reforma, los con-
troles serán acompañados con la reducción y simplificación del
Impuesto sobre la Renta (isr); esto fomentará la inversión y dismi-
nuirá la sobrecarga fiscal del sector formal de la economía.
El futuro es mañana, no esperemos para asegurarlo.
índice
méxico seguro
Recuperemos el rumbo y la
vida en comunidad
| 261 |
índice
En términos de Estado de derecho, nuestro país ocupa hoy el
puesto 115 de 140 naciones de todo el mundo. Los factores que
más contribuyen al deterioro del orden y de la seguridad son el
debilitamiento del sistema de justicia civil y de los contrapesos,
como la sociedad civil y la prensa. A esto se suman los retos en
materia de anticorrupción y sus grandes consecuencias.
El gobierno que genuinamente se interesa por restituir un ver-
dadero Estado social de derecho y de regresar a las personas la
seguridad perdida estará enfocado en actuar responsablemente
para generar un diálogo público, abierto y sonoro sobre las conse-
cuencias de la inseguridad, la impunidad y la corrupción en cada
aspecto de la sociedad y de nuestra vida.
Este proceso iniciará por reconocer que muchos aspectos del
modelo adoptado hasta ahora, contra toda la intención, no han
sido suficientemente benéficos; incluso, provocaron profundo do-
lor, frustración y ansiedad. El reconocimiento de las experiencias
lacerantes y las limitaciones será un paso indispensable para em-
pezar a restituir la confianza de las y los mexicanos, e iniciar en-
tonces una seria y necesaria revisión de lo que se ha hecho, así
como sobre lo que se debe cambiar, corregir o profundizar para
caminar en la dirección correcta.
índice
lo que queremos…
| 263 |
índice
dad, implica revisar integralmente los sistemas policial, judicial y
penitenciario, así como diseñar y ejecutar un plan que garantice el
cumplimiento del plazo, los propósitos y las condiciones para des-
militarizar a nuestro país.
Una de las consecuencias de los muchos esfuerzos por mejorar
las estrategias ante la inseguridad del país ha sido el uso de perso-
nal militar, para proteger a la población en zonas de mayor concen-
tración del crimen y la violencia. A fin de cumplir con el plazo
constitucional que mandata el regreso de los elementos castrenses
a sus cuarteles, se aumentarán la inversión y el uso de inteligencia
para combatir al crimen organizado, como mecanismo de
anticipación en la lucha contra éste y la delincuencia grave. Ade-
más, se seguirá neutralizando su economía a través de acciones
que permitan confiscar y eliminar los beneficios que obtengan a
partir de actividades criminales. De manera prioritaria, se buscará
fortalecer la cooperación internacional contra la delincuencia or-
ganizada que transciende fronteras.
La revisión y redefinición de las estrategias contra la inseguridad
también estarán marcadas por la urgencia de crear una política
penitenciaria que ayude a resolver los grandes retos de control,
regularización y supervisión de las cárceles; la violación de dere-
chos humanos; la mezcla en privación de la libertad de personas
consideradas como de alta peligrosidad con las demás, y la canti-
dad de crímenes cometidos contra la sociedad, pero que están
planeados en las cárceles. Este tema, tan importante para combatir
la inseguridad y, a la vez, tan poco presente en el debate público,
tendrá un lugar central.
índice
Enfoque preventivo
Esto implica la creación de instituciones y políticas públicas que
atiendan las causas reales de la violencia, a través de mecanismos
diversos que sean transformadores de la realidad. Se diseñarán
políticas que apuesten por tener un país con menos pobreza y mar-
ginación; mayor inclusión social y más crecimiento económico.
Ninguno de esos objetivos es sencillo, no obstante, atender la in-
seguridad sólo por la vía de la fuerza ignora las dinámicas que
generan la violencia y el crimen.
índice
crearán mecanismos efectivos para que sean ellas quienes determi-
nen qué medidas atienden mejor sus necesidades.
índice
Lo que queremos es un Estado de derecho en el que, si los de-
rechos de las personas son violentados, existan mecanismos para
subsanar las afectaciones producidas. Queremos un Estado de
derecho en el que la justicia jamás se supedite a la política.
índice
Cultura de la legalidad
La seguridad y el Estado de derecho están ampliamente ligados
con la cultura de la legalidad. Desde el momento en que hay tole-
rancia ciudadana al delito, al igual que propensión de ciudadanía y
autoridades a pasar por encima de la ley, se genera un ambiente
ideal para la expansión de la violencia y la criminalidad, y se fo-
menta la idea de que incumplir, torcer o usar la ley, para beneficio
propio, es posible, incluso deseable. Si la autoridad no pone el
ejemplo de apegarse a la ley y a la civilidad, la población no se
siente obligada a hacerlo.
Para recobrar la confianza en las autoridades, el gobierno pon-
drá en marcha un ambicioso plan para promover la cultura de la
legalidad tanto en las instituciones como en las comunidades. In-
volucrará a escuelas, madres y padres de familia, Iglesias y organi-
zaciones comunitarias. Una comunidad que forma parte de las
estrategias para recobrar la seguridad es mucho menos vulnerable
a las amenazas externas, y logrará recobrar la confianza al ver los
frutos que el trabajo coordinado, activo y participativo con su go-
bierno son capaces de dar.
índice
méxico verde
Cambio responsable para
un futuro sustentable
| 271 |
índice
atender las causas del cambio climático y hacer uso responsable
de nuestro patrimonio y los recursos naturales.
Por ello, se plantea un gobierno verde, dedicado a atender esta
situación con urgencia, antes de que sea demasiado tarde. Una
política verde y responsable se enfocará en cuatro sectores clave,
para garantizar este futuro sostenible con justicia social: i) una
firme transición hacia fuentes de energía renovable; ii) una econo-
mía con emisiones cero de carbón; iii) atención y protección de
nuestros ecosistemas, y iv) un desarrollo urbano sustentable.
Actuar para crear un México verde no es cuestión de si tenemos o
no los recursos, sino que no tenemos opción. Si no actuamos aho-
ra perderemos el sustento de nuestro país y de millones de personas.
índice
lo que queremos…
Cero emisiones
A partir de los estándares y compromisos internacionales ad-
quiridos por México, se priorizará llegar a cero emisiones
netas en el mediano plazo. Asimismo, se plantea exigir mayor
responsabilidad de aquellos que más contaminan. Para esto
se ajustarán los sistemas de transporte y de producción de
alimentos y electricidad, así como el manejo de los residuos y
la producción industrial a un modelo en el que los recursos
se usen de manera responsable, se evite el desperdicio y se
utilicen fuentes renovables de energía.
La exigencia del cumplimiento estricto de obligaciones se
complementa con incentivos fiscales, que apoyarán a los sec-
| 273 |
índice
tores para contribuir a la transición hacia la economía verde. De
esta forma se buscará conseguir un balance social, económico y
ambiental para que los procesos de producción generen riquezas
en las sociedades.
Transición eléctrica
Todas las personas tenemos derecho a contar con energía a bajo
costo, limpia y confiable. Para conseguirlo, se reforzarán las accio-
nes que garanticen la transición efectiva del uso de combustibles
fósiles al de energías limpias y renovables.
En este proceso se sugiere que las empresas privadas y extran-
jeras puedan participar en la generación de energía, siempre bajo
reglas claras, transparentes y justas.
Por primera vez en México, se planteará permitir la participa-
ción de proyectos pequeños, como la tenencia de techos solares o
la ejecución de planes comunitarios y cooperativos, y que los be-
neficios de la generación de energía limpia se queden en las mis-
mas comunidades. Para ello, se propone el Programa Nacional de
Incentivos a la Generación, distribuidos en hogares y comercios,
así como el Programa Nacional de Incentivos para la Generación
Comunitaria y Cooperativa en todas sus escalas.
índice
al agua. Si continuamos de esta forma, la vida en las ciudades será
cada vez más complicada, incómoda y conflictiva. El crecimiento
de las urbes no tiene por qué comprometer la calidad de vida de las
personas ni el futuro de las próximas generaciones.
Para asegurar la prosperidad de generaciones futuras, diseñare-
mos una política que concilie el crecimiento urbano con el uso sos-
tenible de los recursos, promoviendo la transición hacia el modelo
de comunidades y ciudades inteligentes, así como de espacios
sustentables.
índice
méxico próspero
Un México productivo
que destaca en el mundo
L a gran mayoría de las y los mexicanos nos sentimos
orgullosos y seguros de la grandeza de México. Esta-
mos convencidos de que el potencial de nuestro país es ex-
traordinario. A pesar de ello, más del 70 por ciento de la po-
blación cree que México está lejos de ser el país que desea, y
más de una tercera parte piensa que el futuro no va a mejorar,
sino más bien empeorará.
Al mismo tiempo, en el mundo se habla cada vez menos
de todo aquello que hace destacar al país por su esplendor y,
en su lugar, son las tendencias negativas las que resaltan. No
tiene por qué ser así. Pocos países cuentan con tantos recur-
sos como el nuestro para crear riqueza, generar crecimiento
y lograr competitividad para eliminar la pobreza y la injusticia
social. México posee lo que se requiere, pero se necesita un
plan ambicioso, enfocado a aprovechar todo ese potencial.
El tipo de gobierno que proponemos tendrá como priori-
dad unir voces, experiencia y esfuerzos del campo, el comer-
cio, la industria, la manufactura y el turismo para construir
un Estado de prosperidad a largo plazo.
Son estos sectores los que siguen dando al país una
sólida plataforma para crecer, así como los medios viables
| 279 |
índice
para sobreponerse a los obstáculos. En cada uno de estos ru-
bros, México ya ocupa una posición importante; sin embargo, su
potencial todavía tiene mucho para dar y por eso queremos im-
pulsarlos aún más, a fin de asegurar que se multipliquen los
beneficios y, sobre todo, se perciban en la vida cotidiana de las
y los mexicanos.
El campo, la palanca
para un México mejor
El campo es una parte esencial para asegurar un México próspero,
en particular por lo que significa en términos de productividad, no
sólo para nuestro país, sino para el resto del mundo. Y es que,
cada día, cerca de 6.5 millones de mexicanas y mexicanos traba-
jan en el campo y dedican su vida a producir lo que cientos de
millones de personas consumen en esta nación y en otras partes
del mundo.
La riqueza de productos que ofrece nuestro campo y su biodi-
versidad son las razones que colocan al país como el octavo expor-
tador de alimentos a nivel mundial, y lo ubican entre los 10 pro-
ductores agrícolas más grandes. Como se observa, el campo
mexicano tiene un potencial extraordinario y, sin embargo, contra
toda lógica, sigue siendo percibido como ajeno y lejano, al tiempo
que vive la carencia de apoyos y herramientas que corresponden a
todo lo que nos da. No apostar por el campo es sabotear nuestro
futuro; por eso, el gobierno que proponemos hará de él una de sus
prioridades dentro de la estrategia para la prosperidad.
índice
Una fuerte alianza con la industria:
la clave para la prosperidad
La industria es sin duda un sector fundamental para cerrar las bre-
chas que nos han impedido alcanzar ese potencial; sin su partici-
pación es imposible pensar en un Estado capaz de afrontar los
desafíos presentes y futuros. Para que la industria siga siendo el
motor que mueve al país, el gobierno comenzará por generar un
entorno de confianza, respeto y colaboración con el sector, al tiem-
po que diseñará una política industrial centrada en las personas,
de modo que haya un balance entre ganancias económicas y el
bienestar de las y los mexicanos.
Asimismo, este proyecto priorizará a la ciencia, la tecnología y la
innovación como elementos transversales, no sólo para incrementar
nuestra capacidad de competir, sino también para enfrentar muchos
de los problemas que impiden que seamos un país próspero. Tene-
mos que integrar a nuestras estrategias las herramientas que nos
aseguren que seremos parte del futuro tecnológico y de las econo-
mías que se fundamentarán en el conocimiento y la creatividad.
índice
Más México en el mundo, más mundo en México
Por otro lado, para el gobierno comprometido con una genuina
prosperidad a largo plazo, la política exterior se entiende como la
visión para fortalecer a nuestro país y tener un lugar destacado en
el mundo. Es por ello que en ese rubro se propone fortalecer la
actuación de México en el mundo, así como sus alianzas, y gene-
rarle prestigio por impulsar las agendas globales en favor de un
mundo pacífico, democrático, justo e innovador.
En esta visión de México próspero no hay grupos buenos o
malos, ni ciudadanas y ciudadanos mejores o peores. En este pro-
yecto todas y todos formamos parte del país que sabemos que
podemos llegar a ser. Así, nuestro propósito es devolverle a las y
los mexicanos la esperanza en el presente y en el futuro.
índice
lo que queremos…
| 283 |
índice
ferencia de otros gobiernos, que han apostado por otorgar apoyos
económicos directos al sector o establecer precios de garantía,
este proyecto propone generar grandes cambios en las condiciones
de la producción. Esto se hará a través de una iniciativa nacional
para el financiamiento e integración de las tecnologías, que permi-
ta que tanto pequeños como medianos y grandes productores
puedan optimizar sustancialmente su producción y lograr una ma-
yor calidad de sus productos sin causar daños al medio ambiente.
El campo está marcado por diferencias regionales y culturales,
así como por la cantidad de producción. Se impulsará una política
pública que contemple estas diferencias y actúe con firmeza para
equilibrarlas, generando beneficios y oportunidades para los pe-
queños, medianos y grandes productores.
En la visión de un México Próspero, la población que habita y
trabaja en el campo vivirá con la certeza del valor y la importancia
que tiene para nuestro país. Por ello, se buscará apoyarla para que
sobreviva a las adversidades, pero también para darle las herra-
mientas que le aseguren vivir plena y dignamente. Se generará un
sistema de seguro social para la población adulta, que protegerá
su salud y le garantizará un retiro digno. Se implementará un
enfoque especial centrado en las familias rurales, que implica su
reconocimiento jurídico como unidad de producción, así como
iniciativas que se dirijan a cada generación de la familia. Además,
aumentaremos el gasto público destinado a acercar y mejorar la
educación de niñas, niños, adolescentes y jóvenes del medio ru-
ral, así como implementar un sistema que facilite el vínculo entre
las empresas medianas y grandes y las y los jóvenes que viven en
el campo.
índice
Una fuerte alianza con la industria
para impulsar la prosperidad
El gobierno comprometido con la prosperidad fungirá como un
regulador imparcial y eficiente, y no como una barrera constante.
Invertiremos mayores recursos en el sector, fomentaremos la adop-
ción de tecnologías e innovaciones para potenciarlo y desarrolla-
remos los espacios institucionales para que las y los industriales
no sólo opinen, sino que participen en el diseño y la ejecución de
las políticas que les atañen.
Además, será vital aumentar la confianza mutua entre el sector
y el gobierno, comenzando por brindar la certidumbre y certeza
necesarias para elevar la inversión, colaborar y hacer alianzas con
el Estado, a fin de detonar el crecimiento y la competitividad. Una
prioridad en este sentido será la mejora del entorno regulatorio,
incluyendo la simplificación y digitalización de los trámites, así́
como la reducción y el cumplimiento de los plazos de respuesta
gubernamental.
En lo que respecta a la fuerza laboral, se promoverán las carre-
ras del futuro, como la ingeniería cibernética y de software, la ro-
bótica y la inteligencia artificial, la logística, la ciencia de datos, las
ciencias para la sustentabilidad, entre otras, así como una política
de justicia salarial, que reconozca el trabajo de todas y todos. Ade-
más, y en concordancia con los compromisos de transitar hacia
una economía verde, se establecerán incentivos para lograr que las
industrias garanticen un balance entre la generación de riqueza y
la protección del medio ambiente, en virtud de los compromisos
internacionales adquiridos por México.
índice
Dar nuevos aires a la industria manufacturera
En México, la industria manufacturera es el principal sector exportador,
con un 87 por ciento. Aunque sus números son magníficos, dejar que
su futuro se construya por inercia o azar sería un error. Por ello, se pre-
tende darle mayor impulso a través de varias iniciativas, que implican:
índice
Un México como la primera potencia de turismo
El impulso y la solidez del turismo son destacables y, seguramente, así
pudiera seguir el sector por un tiempo. Sin embargo, su potencial sigue
creciendo en el país, por lo que podría convertirse en la primera poten-
cia turística. Esto requiere una amplia estrategia para mantener y me-
jorar las zonas turísticas que durante años han atraído a millones de
personas en el mundo hacia nuestro país. También se destinará para el
desarrollo de nuevas áreas, con la finalidad de aumentar la capacidad
de captar más turistas que, además, se queden por más tiempo para
explorar el país. Finalmente, se invertirá en la construcción de la in-
fraestructura que conecte estas zonas y facilite los trayectos.
En este proceso, se fortalecerá la recaudación de impuestos y
derechos federales, en particular del llamado “derecho de visitante”,
el cual podrá proveer más de 6,000 millones de pesos anuales, que
se destinarán al desarrollo de los proyectos turísticos.
Vinculada con la política exterior de México, diseñaremos una
poderosa estrategia que dará presencia a nuestro país en cada con-
tinente y que, a la vez, mostrará al mundo la imagen del México
que nos orgullece y permitirá sembrar una percepción distinta de
la que actualmente se tiene de él. La promoción se orientará por
una visión más amplia del turismo, que integra los muchos moti-
vos para visitar nuestro territorio como, por ejemplo, el interés por
nuestra cultura, la naturaleza, la gastronomía o, incluso, por razo-
nes médicas. En este sentido, la estrategia se dirigirá a la amplia
variedad de tipos de turismo que nuestra espléndida nación ofrece.
Se buscará que nos visiten más de 65 millones de viajantes
anualmente, lo que deberá ir acompañado de la responsabilidad de
índice
crear un entorno de seguridad en las zonas turísticas, con iniciati-
vas que se diseñarán con base en el movimiento del turismo por el
país, desde su entrada y hasta el regreso a su lugar de origen. Con
ese propósito, crearemos una red nacional de protección, que
coordinará a los actores del sector con las instancias de seguridad,
y se identificará la viabilidad de volver a crear y capacitar a una
policía nacional enfocada y especializada en el turismo.
La experiencia internacional muestra que el turismo puede
afectar negativamente al medio ambiente y las comunidades loca-
les, generando desgaste y daños. El gobierno que se plantea fomen-
tará un turismo nacional e internacional que tenga la sostenibili-
dad como criterio transversal para su desarrollo. Esto implica que
la sostenibilidad deberá ser integrada en cada proyecto relacionado
con el turismo, garantizando que siga siendo un beneficio para el
futuro de nuestro país y no un daño.
Con el fortalecimiento del sector, el incremento de visitantes y
la ampliación de las zonas y atracciones turísticas, aumentarán las
fuentes de empleo para la población mexicana, incrementarán los
ingresos, y el dinero que se genere se distribuirá y utilizará en
nuestro país. Además, implementaremos programas diseñados es-
pecialmente para la población que trabaja en actividades relacio-
nadas con el turismo, por ejemplo, personal de restaurantes, guías,
transportistas, desarrolladores y comerciantes.
Para el gobierno que prioriza la prosperidad del país, el turismo
es también un medio para unir personas, culturas y costumbres.
En los encuentros se construyen puentes de comunicación que
superan las dificultades de idiomas y creencias distintas. Con in-
fraestructura se conectan regiones y pueblos. El turismo fortalece
índice
el conocimiento y las experiencias que tenemos en nuestro propio
país, su grandeza y su gente, al igual que la creatividad y la inno-
vación. Nos permite valorar nuestra diversidad. En este sentido, el
turismo es un proyecto de reconciliación y de nación.
índice
Una visión clara de la política exterior
Se realizará un profundo análisis de cómo debemos moldear el rol de
México en el mundo para poder cumplir con la visión planteada para
la nación. Desde hace décadas no se ha desarrollado este tipo de
estudio en su más amplio sentido. México tiene urgencia de una es-
trategia internacional de altos vuelos, vinculada a los anhelos, los
valores, las necesidades y preocupaciones de lo que queremos ser.
¿Qué tipo de alianzas requiere el país? ¿Qué imagen se busca que
tenga en el mundo? ¿Qué tratados nos conviene negociar y suscribir?
México es una de las naciones que posee una mayor interac-
ción con todas las regiones y los grandes temas que ocupan al
mundo. Somos miembros de los organismos y mecanismos de
concertación más relevantes del planeta, desde el G-20 hasta la
onu misma y, por supuesto, los sistemas de financiamiento al de-
sarrollo más importantes del orbe. Somos un país de pertenencias
múltiples: enclavado en América del Norte, pero de raíz y cultura
latinoamericana y caribeña; con relaciones históricas con el conti-
nente europeo e integrante de las principales organizaciones de
cooperación Asia-Pacífico. En realidad, contamos con una geografía
que nos proporciona una gran ventaja comparativa. Tenemos a la
mano la posibilidad de conectarnos con todo el planeta para ofrecer
lo mejor de México y obtener a cambio lo mejor del mundo.
índice
grandes potencias. Las estrategias que aplican Estados Unidos,
China y Rusia marcan de manera preponderante la actual dinámica
internacional. En buena medida, la interacción entre estas tres
grandes naciones está determinando la dinámica mundial, provoca
el realineamiento de otros países y constituye el principal riesgo a
la paz y la seguridad del planeta.
La defensa y promoción de los intereses de México exigen definir
cómo posicionarnos en este nuevo escenario y generar el debate y el
análisis de la diplomacia que nuestro país debe conducir en ese en-
torno. Es parte importante para ubicar las demás relaciones con países
y organismos internacionales; otra parte que domina fuertemente la
política exterior es nuestra ubicación como país vecino de Estados Uni-
dos. Ambos factores requieren que prioricemos de manera renovada la
diversificación de nuestras relaciones internacionales para tener mayo-
res oportunidades de actuar a favor del país, de modo tal, que se pueda
equilibrar la dependencia respecto a la Unión Americana.
Enfocaremos este esfuerzo en lograr aliados en lo político y en
lo económico, en forma prioritaria, pero también en temas selectos
e importantes para el futuro del país, como es la tecnología, la in-
fraestructura, la protección del medio ambiente y la conectividad.
Un primer paso consistiría en promover la construcción de un
grupo multirregional de países afines, que sea capaz de presentar
una agenda común en foros multilaterales y de generar sinergias
de beneficio colectivo para cada una de las partes. De esta forma
podríamos lograr que nuestra voz alcance a un número amplio y
significativo de naciones.
Además, el fortalecimiento de nuestras relaciones estratégicas,
implicará:
índice
1. Maximizar la posición que ocupa México en el contexto internacio-
nal, en materia de seguridad, comercio, finanzas, conectividad y
como uno de los cinco países megadiversos más importantes del
mundo.
2. Tomar el liderazgo de un proyecto de desarrollo mesoame-
ricano, que permita a Centroamérica alcanzar niveles susten-
tables de estabilidad social, seguridad interna y desarrollo
económico.
3. Generar un nuevo aliento a la integración e identificación de
coincidencias con América Latina, a efecto de que la región
obtenga un mayor peso específico en la toma de decisiones
globales, mostrar una óptica propia y desplegar las potenciali-
dades de una mejor coordinación política y presencia en la
economía mundial.
4. Encabezar un proyecto para la construcción del Gran Caribe,
abriendo alternativas de desarrollo al sureste mexicano y, a la
vez, presentando alternativas a ese conjunto de naciones res-
pecto a su dependencia de Estados Unidos.
índice
Los intereses primordiales de Estados Unidos respecto a México
continúan concentrándose, como ha sucedido por décadas, en torno
a cuatro temas: frontera, migración, comercio y tráfico de drogas.
Se priorizará lograr un cambio en esta percepción, para que el
esfuerzo de crear un México próspero sea un propósito común. Un
México próspero sería un mejor aliado de Estados Unidos; tendría
recursos para combatir el narcotráfico; sería más benéfico para los
negocios estadounidenses y podríamos compartir una frontera
moderna, mejor interconectada, más eficiente y segura. Los dos
países podrían generar proyectos conjuntos de desarrollo para
Centroamérica y el Caribe, de donde provienen algunos de los pro-
blemas comunes más acuciantes. Desde un punto de vista econó-
mico y comercial, las dos naciones podrían aprovechar cabalmente
sus diferencias climáticas, culturales y productivas.
índice
En la visión de reconciliación, es prioritario crear una unión
más orgánica de las comunidades mexicanas dentro y fuera del
país; que será una de las piezas más relevantes de la nueva estra-
tegia internacional de México.
Esto también incluirá impulsar un sistema de incentivos (como
lo hacen Turquía e Irlanda) para que, además de sostener a sus
familiares, tengan opciones preferentes de inversión. De esta forma,
México convertiría a sus migrantes en el socio económico más
relevante del mundo.
El pib de la comunidad mexicana en Estados Unidos se encuen-
tra por encima de la economía de nuestro país y la posiciona como
la decimosegunda o decimotercera del mundo. Los rangos del pib
índice
internos, el país confeccionará una política integral para la recep-
ción de las y los migrantes, que estará basada en un enfoque de
derechos humanos que garantice su protección ante situaciones a
las que son más propensas, incluida la trata de personas, secues-
tros por parte del crimen organizado, explotación laboral y sexual,
maltrato, entre otras. Se pasará de una política de contención a
una política garantista, cuyo centro será el respeto a los derechos
fundamentales de la persona migrante.
Asimismo, reforzaremos los puntos de paso más importantes
de los flujos migratorios, a fin de brindar seguridad, alimentación
y atención médica y jurídica. Estas medidas serán ejemplo de lo
que hemos exigido a Estados Unidos para nuestros paisanos, con-
siderando nuestra propia historia migratoria y teniendo en cuenta
lo que han vivido en carne propia las y los mexicanos al dejar nues-
tro país.
Más allá de nuestro papel hacia el interior, tenemos que lograr
acuerdos comunes con Estados Unidos para beneficios comunes.
Para ello, impulsaremos con mayor fuerza un plan bilateral que
abarque dos pilares esenciales: atajar las causas estructurales de la
migración y lograr un plan de inversión y creación de empleo para
Centroamérica, el territorio de origen de la gran mayoría de las y
los migrantes.
índice
como la paz, los derechos humanos, la protección de las y los mi-
grantes y las acciones ante el cambio climático.
Una de las prioridades será la formulación de un plan de acción
mundial en contra del crimen organizado transnacional, pues la
naturaleza de este fenómeno, que tan gravemente afecta a México,
solamente puede afrontarse de manera colectiva. Por eso, la colabo-
ración internacional será un pilar en la estrategia del combate a la
inseguridad.
Al mismo tiempo, las propuestas de México ante los organis-
mos internacionales mandarán señales claras de que existe la vo-
luntad y estabilidad política para atender los temas que más afec-
tan a la imagen de nuestro país, pero también para ser un fuerte
promotor de una agenda sobre los temas que aquejan a toda la
comunidad internacional en conjunto, como es el caso del cambio
climático. Estas señales también serán importantes para contribuir
a la inversión en México, para animar el turismo, así como para
lograr un rol de liderazgo que corresponda con el tamaño y la im-
portancia de México.
índice
con un apoyo decidido. Será otro cambio relevante que se realizará
para aprovechar el gran potencial de México a favor de su gente.
índice
índice
Prólogo.......................................................................................................................... 5
Posdata.................................................................................................................................... 216
Epílogo.................................................................................................................................................221
Mi visión de México.
Un proyecto en construcción
México inclusivo e igualitario.
Avancemos con diversidad............................................................................................233
México colaborativo.
Las mejores soluciones surgen de la colaboración................................243
México justo.
Por una potencia con piso parejo y justicia social..................................249
México seguro.
Recuperemos el rumbo y la vida en comunidad......................................259
México verde.
Cambio responsable para un futuro sustentable.....................................269
México próspero.
Un México productivo que destaca en el mundo....................................277
Una
oportunidad
real
se terminó en la Ciudad de México durante
el mes de julio del año 2023.
La edición digital estuvo al cuidado
de la oficina litotipográfica de la
casa editora.
ISBN 978-607-8859-52-8
Ricardo
De haber seguido el rumbo que parecía ser el
Ricardo Monreal
mío, probablemente viviría de cultivar la tierra
Monreal
o estaría buscando la forma de integrar nuevas
tecnologías para el ahorro del agua. O quizá,
como tanta gente, hubiera migrado al país ve-
cino en busca de oportunidades. Pero no es así,
escribo en un momento de madurez personal y ricardomonrealavila.com
profesional que me permite sentirme preparado @ricardomonreal
para ser presidente de México. @RicardoMonrealA
real
gen, tono de piel, nivel socioeconómico, género,
preferencia sexual y opinión política.
Escribo porque mi vida se ha desplegado
justamente entre grupos que pudieran parecer
oportunidad
opuestos, así como entre situaciones y aspectos
contrastantes. Este libro contiene ejemplos del
porqué debemos tener confianza en las capaci-
dades que, como mexicanas y mexicanos, bus-
camos para alcanzar grandes cambios.
Es momento de volver a vernos, escu-
Una
charnos, de actuar en conjunto para vencer lo
oportunidad
que nos divide. En otras palabras, es tiempo de Una
la reconciliación mexicana.
real
rmá
/maporrua @MAPorrua
CUARTA DÉCADA maporrua.com.mx