Análisis de Estilo Enrnest Hemingway
Análisis de Estilo Enrnest Hemingway
Análisis de Estilo Enrnest Hemingway
Francis Macomber era muy alto, y salvo tal exceso, muy bien
formado. Trigueño, con los cabellos cortos como un remero, tenía los
labios más bien delgados. Se lo consideraba hermoso. Vestía ropas
de safari de la misma clase que Wilson, pero las suyas eran nuevas.
A los treinta y cinco años se conservaba en buen estado físico, era
notable tenista, había logrado marcar varios records de pesca mayor
y acababa de demostrar, de manera bastante pública, que era un
cobarde.1
1
Ernest Hemingway: “La corta y feliz vida de Francis Macomber.” Santiago Rueda Editor, Buenos Aires,
1969. Pp. 8 y 9.
(…) Sylvia tenía una cara vivaz de modelado anguloso, ojos pardos
tan vivos como los de una bestezuela y tan alegres como los de una
niña, y un ondulado cabello castaño que peinaba hacia atrás
partiendo de su hermosa frente y cortaba a ras de sus orejas y
siguiendo la misma curva del cuello de las chaquetas de terciopelo
que llevaba. Tenía las piernas bonitas y era amable y alegre y se
interesaba en las conversaciones, y le gustaba bromear y contar
chismes (…)2
de la personalidad.
trama recae en los diálogos. Así, el carácter de los dos asesinos del cuento,
Max y Al, queda plasmado por su forma de interpelar a los empleados del
(…)
-¿Qué está mirando? –dijo Max a George.
-Nada
-¿Cómo nada? Me estaba mirando a mí.
-Tal vez el muchacho quería hacer una broma, Max –dijo Al.
George rió.
-Usted no tiene que reírse. ¡No tiene que reírse!, ¿entendido?
-Está bien –dijo George.
2
Ernest Hemingway: “Shakespeare and Co.”. En Paris era una fiesta. P. 39.
-¿De modo que piensa que está bien? –Max se volvió hacia Al-. Oye,
piensa que está bien.
-¡Oh!, ¡es todo un pensador! –dijo Al. Continuaron comiendo.
(…)3
dice que Max dijo tal cosa con contenida violencia, o que Al tal otra con
conversación.
Helen, igual que su posición social, así como el resto de sus peculiaridades
(…)
-Sí, es cierto; lo decía cuando te hallabas bien; pero ahora reniego
de ello. No comprendo por qué debía sucederte esta desgracia.
¿Qué hemos hecho para que el destino se ensañe contra nosotros?
-Y todo por haber olvidado ponerme yodo en el primer momento. No
le di importancia, porque nunca me infesto. Luego, el rasguño
empeoró, debido, probablemente, a que usé solución simple de
ácido fénico, lo que paralizó los diminutos vasos sanguíneos, y la
pierna comenzó a gangrenarse-. Miró a su compañera, y agregó-:
¿Qué otra cosa podría ser?
-No pensaba en eso.
-Si hubiéramos contratado a un buen mecánico en lugar de un chófer
kikuyu medio salvaje, habría revisado el tanque del combustible, y el
cojinete del camión no se habría quemado.
-No es ése mi sentir.
3
Ernest Hemingway: “Los Asesinos.” Pp.169 y 170.
-Si no hubieras dejado a tu gente, a tu execrable gente de Westbury,
Saratoga y Palm Beach para unirte a mí…
-¡No es posible que digas eso! Me uní a ti porque te amaba. Es,
pues, injusto que te expreses de esa manera. Te amo, y siempre te
he amado. Dime, ¿he dejado de inspirarte amor?
-¿Qué dices? ¡Nunca te he querido!
(…)4
han tenido que pasar en ese lugar que, si bien no se aclara que es Tanzania
(salvo por el título), hay un par de datos que permiten inferir las
(…)
-¿Qué clase de animales eran? –pregunté.
-Eran tres animales, en total –me replicó-. Eran dos cabras y un gato,
y cuatro pares de palomas.
-¿Y tuvo que abandonarlos?
-Sí. Por la artillería. El capitán me dijo que me fuese a causa de la
artillería.
-¿Y no tiene familia? –le pregunté mientras observaba el extremo
más alejado del puente, donde los últimos carros se apresuraban a
bajar por la pendiente de la orilla.
-No –dijo-, sólo los animales que mencioné. El gato, por supuesto, se
salvará. Un gato puede cuidarse solo. Pero no quiero ni pensar qué
será de los otros.
-¿Y de qué bando político es partidario?
-De ninguno. No me interesa la política. Tengo sesenta y seis años.
He caminado doce kilómetros y creo que no puedo seguir más.6
de vida al aire libre sin otra preocupación que disfrutar del paisaje y la
que deja ver aplicada la ‘teoría del iceberg’: “cualquier cosa que uno omita
7
George Plimpton: “Ernest Hemingway”, entrevista de 1958. P. 95.
8
Ernest Hemingway: “Río de dos corazones.” P. 184.
mismo modo que en El anciano del puente se observa al viejo, al puente, a
la gente que cruza por los ojos del narrador – co-protagonista; o en Las
impresión que le han causado esos objetos o personas, sino que se limita a
tomar nota de los rasgos más notables, visibles a primera vista que resultan
implícitos en el texto.
utiliza frases como “tal cosa olía bien” o “tal otra tenía gusto ácido”, sino
más bien reforzando el resto del párrafo descriptivo, casi como si fuera un
chisporroteo, son todos elementos percibidos por la vista y aún por el oído,
9
Ernest Hemingway: “Río de Dos Corazones.” P. 188.
10
Ídem, p. 192.
Pero no sólo la descripción de un desayuno y su preparación pueden
helechos –que Nick coloca entre sus brazos y las correas de la mochila para
que, al aplastarse, despidan agradable olor–, el río mismo, tan claro que
deja ver las truchas nadando, los troncos atravesados, todo eso emana una
Lo que percibe el león al ser alcanzado por las balas en La corta y feliz
momento oyó un seco estampido y sintió el golpe de una sólida bala 30-06
11
Ernest Hemingway: “El hambre era una buena disciplina.” En París era una fiesta.
abierta en su estómago. (…)”12 Tal vez sea la combinación entre el adjetivo
permitan al lector tener una idea cabal del carácter y los sentimientos de los
sabores.
Ernest Hemingway: “La corta y feliz vida de Francis Macomber.” Santiago Rueda Editor, Buenos
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