Capitulo I

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CAPÍTULO I

SAN JOSÉ EN LA TRADICIÓN BÍBLICA Y PATRÌSTICA

1. SAN JOSÉ EN LA TRADICIÓN BÍBLICA Y SU INFLUENCIA EN LA VIDA DE


JESÚS

1.1. LA RELACIÓN PADRE E HIJO EN LA TRADICIÓN RELIGIOSA DE


JESÚS

En la tradición veterotestamentaria, la bendición más grande de Dios que pueden recibir


los hombres es el de concederles el favor de tener hijos y una grandiosa descendencia (cf. Sal
128,1-4; 127,3-5). Esto se debe a que los hijos son los garantes de la continuidad de los
progenitores (cf. Sir 30,4) y de la perdurabilidad de su memoria y nombre (Cf. Sir 40,19; Sal
144, 12ª; Rut 4,14). Por el contrario, si no hubiera descendencia, la memoria de estos hombres
desaparecería1. A partir de estas afirmaciones, podemos ver que la familia no es ajena a la
realidad del mundo adyacente porque vive dentro de ella. Por ello, los progenitores, además
de velar por el bien de su entorno familiar cercano (hijos, nietos, etc.), tendrían que
preocuparse, también, por los excluidos de la sociedad, aquellos que son considerados
hombres de segunda o tercera clase: pobres, huérfanos, viudas, perseguidos, ancianos e
incluso aquellos que nos tienen por enemigos, etc., Y esto, lo sabe muy bien todo israelita
justo y piadoso, por ello, al remontarnos a Pr 31,10-31, contemplamos un elogio grande por
parte del esposo e hijos hacia aquella mujer que es esposa y madre (v.28), que sabe tender sus
1
Cf. JEREMÍAS J., Jerusalén en tiempos de Jesús. Estudio económico y social del mundo del Nuevo Testamento,
ed. Cristiandad, Madrid, 1980, pp. 289-290.
1
manos a aquel que lo necesita, en especial al pobre (v. 20). Del mismo modo, esta actitud, no
es ajena a otros personajes bíblicos, como por ejemplo al venerable Job, un hombre de gran
fortuna y descendencia (cf. Job 1,2; 42,13), que, en momentos de reflexión, se acordaba de
aquellos actos de misericordia que realiza diciendo: “pues yo libraba al pobre en apuros, al
huérfano privado de ayuda. El descarriado me bendecía, a las viudas devolvía alegría” (Job
29,12-13), y es más, estas obras que realizaba le llevo a atribuirse una cierta paternidad hacia
ellos: “yo era padre de los pobres, abogado del desconocido” (29,16; cf. Sal 68,6). Otro
personaje que nos recuerda esta actitud bondadosa es Ben Sirá, quien nos dice: “Sé cómo un
padre para los huérfanos y como un marido para su madre; así serás como un hijo del
Altísimo, y Él te amará más que tu madre” (Sir 4,10)2.

Esto nos lleva a ver que la paternidad que un hombre puede realizar hacia otro no es necesario
que dependa del lazo biológico que les una, sino más bien de aquella actitud de querer hacerlo
realmente, una actitud que va acompañada de amor misericordioso, porque solo esto es que
nos lleva a mirar a los demás como hijos. Una actitud que san José se lo gano, por ello Dios
Padre lo eligió para ser su sombra como padre en la tierra de su Verbo Eterno.

Del mismo modo que Dios constituyó al otro José, hijo del patriarca Jacob, gobernador de toda
la tierra de Egipto para que asegurase al pueblo su sustento, así al llegar la plenitud de los
tiempos, cuando iba a enviar a la tierra a su unigénito para la salvación del mundo, designó a
este otro José, del cual el primero era un símbolo, y le constituyó señor y príncipe de su casa y
de su posesión y lo eligió por custodio de sus tesoros más preciosos. Porque tuvo por esposa a la
inmaculada virgen María, de la cual por obra del Espíritu Santo nació nuestro señor Jesucristo,
tenido ante los hombres por hijo de José, al que estuvo sometido. Y al que tantos reyes y
profetas anhelaron contemplar, este José no solamente lo vio, sino que conversó con él, lo
abrazó, lo besó con afecto paternal y con cuidado solícito alimentó al que el pueblo fiel comería
como pan bajado del cielo para la vida eterna 3.

Ahora bien, remontándonos a los escritos neotestamentarios, podemos leer en el Evangelio


de Mateo las acciones de José, el prometido de María, que es llamado a adherirse, en la fe, al
plan divino de ser convertido en padre del Redentor 4, quien ha sido concebido en el vientre de
su prometida, la mayor oblación de Dios a la tierra, a ponerle un nombre y a afirmar su
pertenencia a la dinastía davídica (cf. Mt 1,18-21), según lo profetizado en 2 Sam 7,12-16. En
efecto, es a José quien le toca avalar el título cristológico de Jesús como hijo de David. En
cambio, de María no podemos decir lo mismo porque en los evangelios no hace ninguna
alusión a su pertenencia a la casa de David. Por ello, decimos que «José es agraciado con la

2
Cf. HERMANN SCHELHLE K., Teología del Nuevo Testamento, ed. Herder, Barcelona, 1975, pp. 179-200.
3
PIO PP IX, Decretum: In patriarchalibus urbis basilicis inter missarum solemmia, quo sanctus Iosephus
catholicae ecclesiae patronus declaratur, 8 decembris 1870, en ASS, MDCCCLXX (1870), 193-194.
4
Cf. IOANNIS PAULUS PP II, Adhortatio Apostolica: De persona sancti Ioseph et opera in Christi Iesu
Ecclesiaeque vita, 15 Augusti 1989, en AAS, MCMLXXXIX (1989), 5-34, n.1.
2
máxima bendición divina ya antes de recibir en su casa a María como esposa; está invitado a
recibir a Jesús, hijo de Dios, como hijo suyo, a abrir sus brazos para protegerlo y a educarlo
como hijo bien amado (Mt 3,17;17,7.), aún sin comprender nada (Lc 2,50)» 5. En definitiva,
decimos que José fue elegido para ser primero padre de Jesús antes de acoger a María como
esposa.

La paternidad de José era indispensable en Nazaret para honrar la maternidad de María. Era
indispensable para la circuncisión e imposición del nombre. Era indispensable en Belén para
inscribir al recién nacido como hijo de David en los registros del imperio romano. Era
indispensable en Jerusalén para presentar al primogénito en el templo. Y también era
indispensable la presencia de José para el crecimiento de Jesús en sabiduría y gracia ante Dios y
ante los hombres (Lc 2, 52)6.
Era indispensable porque él era el hombre que custodiaría al Verbo Eterno de Dios y a su
Madre como representante de Dios Padre.

1.2. JESÚS, EL DIGNO HIJO DE JOSÉ, EL CARPINTERO

Al leer los evangelios, nosotros podemos descubrir que Jesús era conocido por sus
contemporáneos como “el hijo de José, el de Nazareth” (Jn 1,45; cf. Lc 4,22; cf. Jn 6,42); “el
hijo del carpintero” (Mt 13,55) o incluso como “el carpintero” (Mc 6,3). Estas afirmaciones,
nos permiten sacar dos cosas sumamente importantes: el nombre del hombre que lo educó y el
oficio o profesión que le enseño7.

Ahora bien, para poder comprender la labor grande de José en relación a la educación
religiosa y laboral de Jesús, hemos de remontarnos a los escritos veterotestamentarios, pues en
ellos veremos que la formación e instrucción de los niños era tarea principal de los padres, ya
que ellos, eran los primeros educadores del futuro hombre israelita (cf. Pr 1,8;6,20). Por tanto,
ante esta gran labor de los padres, los sabios de Israel siempre aconsejaban: “educa al
muchacho al comienzo de su camino, que luego, de viejo, no se apartará de él” (Pr 22,6). Es
una gran labor que nadie debe ser ajena a ella, ya que el futuro del pueblo está en sus manos.
En definitiva, es la familia, en este caso la israelita, quien se encargará de educar a sus futuros
ciudadanos8, educar a aquellos niños que serán los ciudadanos que cuidarán de sus tradiciones
5
GMANCUELLO GONZÁLEZ W- MEDINA CRISTALDO C., San José en la sagrada escritura y en la espiritualidad,
en Cuestiones Teológicas, vol. 47 (2020), 108, pp. 019-039.
6
PEÑA A., San José el más santo de los santos, (no hay editorial) Lima, 2008, p.11. controla estos detalles en
todas las notas por favor.
7
CF. GONZÁLES FAUS J., La humanidad nueva. Ensayo de Cristología, ed. Sal Terrae, Santander, 1984, pp.215-
345.
8
Cf. RODRÍGUEZ TORNÉ I., El libro de Proverbios: tres textos, tres lecturas. El trasfondo sociocultural de los
escritores, traductores, lectores y comunidades receptoras de TM, LXX y vulg.: el caso de Proverbios , Madrid,
2011, p. 82.
3
culturales y religiosas. Por consiguiente, nosotros al conocer esta tradición que es la que
salvaguardará las demás tradiciones, nos hemos de dar cuenta que la Sagrada Familia de
Nazareth no fue ajena a esta tradición y a las demás tradiciones. Por ello, José será el padre
que educa a Jesús en todo lo que se refiere a su cultura y a sus costumbres, además, le
enseñará a trabajar en su oficio, como todo buen padre hace con su hijo. De esto, nos queda
solo señalar que «a) José cumplió la ley que manda enseñar al hijo una profesión […] y b)
Jesús aprendió de José una profesión digna y estable» 9. Ben Sirá lo resumirá así: “educa a tu
hijo y trabájalo bien, para que no tengas que soportar su insolencia” (Sir 30,13).

Hemos visto que José se preocupó realmente en educar a Jesús en todo lo referente a sus
costumbres culturales y religiosas, como también el de enseñarle un oficio que le permita
ganar el pan de cada día con dignidad. Por ello, para comprender un poco más de este oficio
que José enseño José a Jesús, hemos de analizar el termino griego Tekton, término que
encontramos en los pasajes de Mt 13,55; Mc 6,3 a la cual en las traducciones bíblicas siempre
se le traduce por “carpintero”, el cual indica que es el oficio que José desempeño y al cual
enseñó a Jesús. Ahora bien, Tekton no es un simple termino que haga solo alusión al trabajo
que un carpintero hace hoy en día, ya que según el lenguaje bíblico no se limita a ello, sino
más bien a muchas cosas más. Esto lo decimos porque al analizar algunos de los pasajes de
los escritos veterotestamentarios, podemos descubrir que este término se puede aplicar a todos
aquellos que se encargaban de trabajar con la madera (Is Lxx 40,20;4,13; Sab 13,11; Sir GI
38,27), pero también a aquellos que trabajaban con metales como por ejemplo el hierro (1 Sm
Lxx 13,19: 3 re 7,2; Is Lxx 40,19;47,1; 44,12)10.

Por tanto, en la educación de Jesús, José fue su mejor guía y mentor. Fue el que en el
silencio de su vida oculta le iba formando como un buen hombre. Por ello, decimos de José
que fue aquel siervo fiel y prudente que Dios eligió para que administrara su casa (cf. Mt
24,45-47). Fue el que formó y enseño a Jesús todo sobre las costumbres y tradiciones
israelitas11. En otras palabras, Jesús aprendió de José el valor verdadero del trabajo, por esta
razón, en su vida pública afirmará: “mi Padre hasta ahora trabaja y yo también trabajo” (Jn
5,17). Un trabajo que lo ejerce de la mejor manera posible, y lo plenifíca al acoger el nuevo
trabajo que el Padre le encomendó: su misión (Mc 6,3).

9
GMANCUELLO GONZÁLEZ W- MEDINA CRISTALDO C., San José en la sagrada escritura y en la espiritualidad,
en Cuestiones Teológicas, vol. 47 (2020), 108, pp. 019-039.
10
Cf. MEIER J., Un judío marginal. Nueva visión del Jesús histórico. Tomo I. Las raíces del problema y la
persona, ed. Verbo Divino, Pamplona, 1991, pp. 292-293.
11
Cf. CARRASCO, J. La paternidad de José sobre Cristo. ¿Necesitas una nueva reflexión?, en Teresianum,
(1994), 193, 185-194.
4
Para finalizar, señalamos que José, el patriarca de Nazareth, jugó un rol importante en la
vida de Jesús, pues de él aprendió mucho en su vida oculta, sobre todo a trabajar. Por eso, al
contemplar a Jesús en la casa de Nazareth lo hemos de ver aprendiendo y ayudando a José, de
acuerdo a su edad, en las labores propias de este oficio de carpintero; y cuando ya no estaba
presente José, Jesús es quien asumiría esta labor plenamente. Por eso, al contemplar a Jesús
en la casa de Nazareth, lo hemos de encontrar con las manos ocupadas, encallecidas, sucias
del polvo de madera y piedra, con el rostro sudoroso, contribuyendo, de tal manera, al
progreso de su pueblo, y más adelante con la misión encomendada a contribuir en la salvación
del hombre12.

1.3. DE LA ENSEÑANZA DE LA CARPINTERIA A LA ENSEÑANZA DE LA


TORÁ

Según el evangelio de Mateo, en los relatos de la infancia de Jesús, podemos contemplar


tres escenas en la que el carpintero de Nazareth interviene, pero no es una intervención como
la que conocemos actualmente, en donde, el alumno se levanta para preguntar al profesor ante
algún tema para profundizar, o en el caso de la intervención de un policía a un transeúnte.
Pues estas intervenciones son a veces muy confróntales y muchas veces bruscas. En el caso de
José, no fue así, su intervención fue de manera silenciosa y discreta (1,18-25;2,13-15.19-23).
En efecto, para comprender mejor a lo que queremos aducir, leamos el siguiente texto:

El origen de Jesucristo fue de la siguiente manera. Su madre, María, esta desposada con José;
pero, antes de empezar a estar juntos, se encontró encinta por obra del Espíritu Santo. Su marido
José, que era justo, pero no quería infamarla, resolvió repudiarla en privado. Así lo tenía
planeado, cuando el ángel del Señor se le apreció en sueños y le dijo: José, hijo de David, no
temas tomar contigo a María tu mujer, porque lo engendrado en ella es del Espíritu Santo. Dará
a luz un hijo, a quien pondrás por nombre Jesús, porque él salvará a su pueblo de sus pecados
[…] Una vez que despertó del sueño, José hizo como el ángel del Señor le había mandado, y
tomó consigo a su mujer. Pero no la conocía hasta que ella dio a luz un hijo, a quien puso por
nombre Jesús (Mt 1,18-21.24-25).
En esta escena vemos que José se encuentra desposado con María, pero sucede algo
inesperado: su prometida se encuentra en cinta, pero el bebé que espera no es de él. Ahora
bien, siguiendo las leyes judías, José, al ver que su prometida había quedado embarazada,
tenía el deber de denunciarla (Dt 22,13-21), pero opto por no difamarla y así poder salvar su
reputación, es más salvarla de la muerte. Decimos reputación porque el honor era un valor
sumamente importante en aquella época. Ante esta actitud de José, Mateo lo califica como un
hombre justo (v.19), y nosotros sabemos que los justos, según la tradición israelita, son

12
Cf. CALLIARI P., San José Patrono del Perú, ed. Latina, Lima, 1991, pp.125-128.
5
aquellos que observan minuciosamente la ley, y si se le atribuía esta actitud a José se debe
seguro a «su deseo de observar la Ley»13. Sin embargo, podemos constatar en la lectura que
José aparentemente hace lo contrario, ya que se resiste a cumplir la ley deuteronómica para
recurrir a aquella que brota del corazón, una ley que «está mitigada por su compasión» 14, para
seguir la ley del amor, la cual, nos lleva a la fidelidad y lealtad de la persona que se ama. Esto,
lo podemos constatar en la Sagrada Escritura, la cual, nos señala que el mandamiento
principal que debe seguir el hombre es el amor (Dt 5,6; Lv 19,18; Jn 15,12-16: etc.); y
aprender a amar es algo que uno se va forjando cada vez que toma esta actitud. Por tanto, se
trata, no de una actitud cualquiera, sino una superior, en la cual se resume toda la ley (cf. Rom
13,8-10; Mc 12,31). Una actitud que José aprendió a forjar en sí mismo como buen israelita,
una actitud que es la base de la Torá: el amor.

«El padre debe enseñar la Torá a su hijo. Así lo prescriben Dt 6,7; 11,19 y el tratado
mísnico de Quiddushin IV, 14: “Rabbí Nehoray decía: Yo dejo a un lado todas las profesiones
del mundo y no enseño a mi hijo más que la Torá”. Es decir, la enseñanza de la Torá es de
mayor obligación para el progenitor»15. De ello, se deduce que José, como buen padre, le
introdujo a su hijo Jesús en el conocimiento de las leyes mosaicas, en la forma de interpretarla
y sobre todo de practicarla, vivenciarla.

1.4. JOSÉ, EL VOCACIONADO PARA EL CUIDADO DEL EMMANUEL

El texto de Mt 1,18-25 no nos refiere ninguna palabra de José a no ser que consideremos la
importancia del verbo discendi: “llamar” (vv. 21.25) en boca de José; es decir, la pronunciación
del nombre Jesús durante el rito de imposición con la que termina la Berit Milah o circuncisión,
fundada en Gn 17, 9-14. No es un dato baladí. El nombre de Jesús, en una de las propuestas de
estructuración literaria del Evangelio, tiene un peso particular: Él es el Dios con nosotros (1,23;
18,20; 28,20). Por tanto, es José quien nos presenta, jurídicamente, al Dios con nosotros. Acepta
con fe el misterio de su paternidad y su aceptación queda confirmada cuando pone nombre al
niño, reconociéndolo como hijo legítimo. Vivió su rol de padre con Jesús en todo y para todo 16.
La vocación de José es algo especial, ya que está llamado a formar una familia, que no es
cualquiera, sino aquella familia que será modelo de las demás en la posteridad, es decir, me
refiero a la Sagrada Familia, a la cual tendrá el gran deber de custodiarla, protegerla y
defenderla17 como hace todo varón que asume esta responsabilidad. Pues en ella, el acogerá a
13
AA.VV; Comentario Bíblico san Jerónimo, ed. Cristiandad, Madrid, 1972, p.175.
14
AA.VV; Nuevo comentario Bíblico san Jerónimo. Nuevo testamento y artículos temáticos, ed. Verbo Divino,
Pamplona, 2004, p.73.
15
GMANCUELLO GONZÁLEZ W-MEDINA CRISTALDO C., San José en la sagrada escritura y en la espiritualidad,
en Cuestiones Teológicas, vol. 47 (2020), 108, pp. 019-039.
16
GMANCUELLO GONZÁLEZ W - MEDINA CRISTALDO C., San José en la sagrada escritura y en la espiritualidad,
en Cuestiones Teológicas, vol. 47 (2020), 108, pp. 019-039.
17
Cf. CALLIARI P., San José patrono del Perú, ed. Latina, Lima, 1991, pp.67-71.
6
María virgen, como esposa, y al hijo de Dios como su propio hijo. Ahora bien, formar una
familia, es algo que está dentro de la jurisprudencia judía (cf. Gn 24,1-4), pues de ella
depende la pervivencia de una sociedad. Sin embargo, si nos fijamos en algunos casos que nos
presentan los escritos veterotestamentarios, algunos dirán que el Señor ha trasgredido este
principio, ya que se presentan situaciones familiares penosas. Uno de estos casos es el del
profeta Oseas, a quién Dios le pide que se case con una mujer que no tiene buena reputación,
es decir, una mujer que se dedicaba a la prostitución, y es más, para coronar el pastel de la
torta con la cereza, esta mujer era pagana (cf. Os 1,2-9) y los paganos eran gente considerados
despreciables. Un acontecimiento que el profeta asume con obediencia porque el Señor, con
esto, quería manifestar aquella infidelidad que el pueblo Israelita vivía (cf. Os 1,2c). Por ello,
Oseas está pronto a cumplir la voluntad de Dios sin presentar objeción alguna 18, es más,
cuando su esposa cae en adulterio, él la perdona y se vuelve a casar por segunda vez a
petición de Dios (cf. Os 3,1-5). Otro caso similar al de Oseas, tenemos al del profeta Jeremías,
al cual Dios le pide ya no casarse, sino más bien que viva solo y sin descendencia para
mostrar al pueblo aquella situación que atravesarían en los años venideros, es decir, el
destierro, tiempo en que las familias son separadas y viven en situaciones penosas. Por ello,
Jeremías a este mensaje que ha de transmitir lo hará con sus palabras, pero sobre todo con su
estilo de vida (Jer 16,1-4.13). Por tanto, estos dos casos parecen ser contrarios al mandato
expresado en los libros del pentateuco: en el primer caso contraer matrimonio con una
prostituta pagana (Dt 7,3-5; Ex 22,13-21), y el segundo en no casarse ni tener descendencia
(Gn 26-28; 2,24; etc., pero que en realidad son casos que nos muestran que en la historia
salutis Dios se sirve de aquellos que él ha elegido para realizar su designio salvífico, y se
sirve, porque son sus amigos, su familia, y en pocas palabras son parte de su heredad
“Guardaos de tocar a mis ungidos, no hagáis daño a mis profetas” (salmo 105,15). Son
hombres, que a pesar de las contrariedades que puedan encontrar están prontos en hacer la
voluntad de Dios y a asumir la misión que les encomiende porque saben que es Dios quien
camina con ellos.

Ahora bien, en el caso de José, también es un hombre que en el silencio de su vida estaba
íntimamente unido a Dios, era su amigo, parte de su heredad. Por ello, es llamado a asumir
una misión igual que de los profetas, e incluso, superior al de ellos, porque su misión
consistiría en acoger al Verbo Eterno de Dios hecho carne como hijo suyo. Una paternidad
que asumirá con responsabilidad. Una paternidad que concederá al Verbo hecho Carne el
poder pertenecer al linaje davídico y así llevar a realización la promesa hecha al pueblo
18
Cf. SICRE J., Profetismo en Israel. El profeta. Los profetas. El mensaje, ed. Verbo Divino, Navarra, 1998, p.
174.
7
israelita a lo largo de la Tradición Veterotestamentaria: de que su Salvador pertenecería al
linaje Davídico. Por consiguiente, es importante esta llamada que Dios hace a José de ser,
como dice el autor polaco Jan Dobraczynski: su sombra en la tierra 19. José es la sombra del
padre. Sombra que gracias al linaje que pertenecía podía conceder a Jesucristo el poder
pertenecer a la dinastía de David con el solo hecho de acogerlo como hijo suyo, ya que según
la tradición judía pertenecer a un linaje no depende tanto del terreno biológico sino más bien
legal:

Los lectores actuales de la Biblia se encuentran con el problema casi tan pronto como abren sus
ejemplares del NT. El capítulo 1 de Mateo trata de la genealogía de Jesús a través de José (1,1-
17), de la concepción virginal de Jesús por parte de María y del papel de José al reconocer a
Jesús como su hijo legal ("imposición del nombre") e insertarlo así en su genealogía davídica,
haciendo a Jesús "Hijo de David" y candidato a la mesianidad davídica (1, 18-25). De hecho, el
papel de José ante el misterio de la concepción virginal constituye la mayor preocupación de la
perícopa sobre el "sueño de José" o la "anunciación a José" (1,18-25). Dado que, aparentemente,
Mateo no considera a María de linaje davídico (lo que en cualquier caso sería irrelevante para
los judíos, que determinaban el linaje de los hijos a través de su padre legal), es vital que José
acepte al niño como hijo propio para que Jesús tenga genealogía davídica […] Jesús es
concebido virginalmente y, a pesar de ello, es el Hijo de David a través de José, su padre legal 20.

Esta actitud pronta de José de acoger al Hijo de Dios Padre como Hijo suyo, nos lleva a ver
en él un hombre que realmente le unía una íntima relación de amistad. Era un hombre
realmente unido a Dios, por ello se mostró disponible al mensaje dado en sueños: “Una vez
que despertó del sueño, José hizo como el ángel del Señor le había mandado” (v.24). Un
acontecimiento que permite instaurar un nuevo modo de relación familiar, que más adelante,
Jesús en su vida pública lo promoverá «al proclamar la hermandad fundada en la escucha, la
acogida y la vivencia de la Palabra de Dios, de la voluntad de Dios (Mc 3,31-35; Mt 12, 46-
50; Lc 8,19-21)». Por tanto, José se hace parte del plan divino de salvación, no por iniciativa
suya, sino porque Dios así lo quiere, es su voluntad.

1.5. JOSÉ, DEFENSOR Y PROTECTOR DE LA VIDA AMENAZADA

¿Cómo ejerce José esta custodia? Con discreción, con humildad, en silencio, pero con una
presencia constante y una fidelidad total, aun cuando no comprende. Desde su matrimonio con
María hasta el episodio de Jesús en el Templo de Jerusalén a los doce años, acompaña en todo
momento con esmero y amor. Está junto a María, su esposa, tanto en los momentos serenos de
la vida como en los difíciles, en el viaje a Belén para el censo y en las horas temblorosas y
gozosas del parto; en el momento dramático de la huida a Egipto y en la afanosa búsqueda de su

19
DOBRACZYNSKI J., La sombra del Padre. Historia de José de Nazaret, ed. Palabra, Madrid, 1977.
20
MEIER J., Un judío marginal. Nueva visión del Jesús histórico. Tomo I. Las raíces del problema y la persona,
ed. Verbo Divino, Pamplona, 1991, pp. 329.
8
hijo en el Templo; y después en la vida cotidiana en la casa de Nazaret, en el taller donde
enseñó el oficio a Jesús21.

José es el custodio por excelencia, a él Dios le encomendó el cuidado de su Hijo y de


María santísima. Por ello, ante el mensaje dado por el ángel estuvo pronto en responder a ese
mensaje (Mt 2,13-15) porque la vida del niño, su niño, estaba corriendo peligro, ya que
Herodes había mandado a asesinar a los recién nacidos. Una actitud que debe ser propia de
cualquier padre al querer cuidar de su hijo ante los peligros que les acechen, y que san José
nos lo demuestra, ya que hizo lo posible para cuidar, proteger y defender al Hijo de Dios de
aquellas amenazas que corría. Una actitud tan paternal 22 que le llevo a pasar largos días y
noches en medio de las acechanzas propias que implica un viaje por medio del desierto
(asaltantes, frio, humedad, polvo, fieras salvajes, etc.). Un viaje que nos recuerda a aquel viaje
que hizo Moisés junto a su esposa y su hijo Guersom cuando volvían a Egipto después de
escuchar la llamada divina (Ex 4,20), para dar comienzo a la liberación de su pueblo de la
esclavitud de Egipto. Del mismo modo, José emprende este viaje siguiendo las instrucciones
del ángel (v.14), para proteger a aquel que sería la Salvación de la humanidad entera. Por ello,
decimos que, gracias a la pronta respuesta de José, Jesús pudo salvarse.

José, en su momento, fue el custodio legítimo y natural, cabeza y defensor de la Sagrada


Familia. Y durante el curso entero de su vida él cumplió plenamente con esos cargos y esas
responsabilidades. Él se dedicó con gran amor y diaria solicitud a proteger a su esposa y al
Divino Niño; regularmente por medio de su trabajo consiguió lo que era necesario para la
alimentación y el vestido de ambos; cuidó al Niño de la muerte cuando era amenazado por los
celos de un monarca, y le encontró un refugio; en las miserias del viaje y en la amargura del
exilio fue siempre la compañía, la ayuda y el apoyo de la Virgen y de Jesús 23.

Esta actitud de José no es ajena en la vida y enseñanzas de Jesús, porque si leemos el


pasaje de Mt 9,35-38 nos damos cuenta que Él también tiene un corazón compasivo y
misericordioso que le lleva a velar por el bien de los demás; es decir, este pasaje nos muestra
a Jesús con un corazón compasivo por la muchedumbre, el cual ve a su pueblo “como ovejas
sin pastor” (v.36). Por ello, les enseña, les instruye y le habla del Reino de Dios. Ahora bien,
nosotros nos preguntamos ¿De quién aprendió Jesús estas actitudes tan humanas? Una
pregunta tan sencilla que nos llevan a decir que es en san José, aquel hombre que le cuidó y
protegió. Aquel hombre que es su padre en el sentido pleno de la palabra. Aquel hombre que
supo afrontar las dificultades haciendo siempre la voluntad de Dios.
21
FRANCISCO PP, Santa Misa. Imposición del Palio y entrega del anillo del Pescador en el solemne inicio del
ministerio Petrino del Obispo de Roma. Homilia del Santo Padre Francisco, 19 de marzo de 2013.
22
Cf. STRAMARE T., La vida de san José. Espiritualidad josefina, ed. Perfect Laser, Lima, 2002, pp. 83-89.
23
LEONIS PP XII, Epistola Encyclica: De patrocinio s. Ioseph una cum virginis Deiparae pro temporum
difficultate implorando, 15 augusti 1889, en ASS, MDCCCLXXXIX (1870), 65-69.
9
En la huida a Egipto algunos dirán que ahí vemos a un José cobarde, lleno de miedo que no
supo afrontar las dificultades que se presentaban. Ante esto nosotros diremos que justo ahí se
muestra claramente la grandeza de san José, porque supo hacer lo que Dios le pedía, supo ser
obediente y dócil; y ante una dificulta grande, supo actuar con prudencia y sencillez. Y esta
actitud no es ajena en la vida de Jesús que pide a sus seguidores huir de aquellas situaciones
de peligro y persecución que se les presente, y no solo en estos casos, sino también, salir de
las ciudades que no sepan escuchar y acoger el mensaje que ellos transmitan para dejar en
manifiesto la dureza de su corazón (cf. Mt 10,16-23). A todo esto, si nos remontamos a los
escritos veterotestamentarios podemos ver que huir es una táctica de los indefensos (Gn
39,12-18; Ap 12,6), de los desvalidos (Ex 2,15; Jue 9,21; Hch 7,29) para ponerse a salvo de
las prepotencias de los que se creen dueño de todo 24. Analizándolo bien, huir es un medio
legítimo, para todos aquellos que se ven en esta clase de situaciones, y esto no es ajeno para la
situación de los seguidores de Jesús quienes serían perseguidos (Hch 8,1; 14,5; 2 Cor 11,33).
Una actitud que podría considerarse signo de miedo, cobardía, pero que a la luz de Mt 10,16
es signo de prudencia y sencillez. Por tanto, esto nos lleva a ver que la actitud de huida de
José en los momentos de persecución es una actitud que ilumina a los cristianos a cuidarse,
protegerse de las persecuciones del mundo25. En efecto, esta actitud también estuvo presente
en la vida de Jesús cuando sus adversarios le perseguían (Jn 8,59; 10,39-40).

1.6. JOSÉ, UN AMIGO DE DIOS

Cuando ellos se fueron, el ángel del Señor se apareció en sueños a José y le dijo: “prepárate,
toma contigo al niño y a su madre y huye a Egipto; y estáte allí hasta que yo te diga. Porque
Herodes va a buscar al niño para matarlo.” Él se preparó, tomó de noche al niño y a su madre, y
se retiró a Egipto. Y estuvo allí hasta la muerte de Herodes, para que se cumpliera lo dicho por
el -Señor por medio del profeta: De Egipto llamé a mi hijo. Muerto Herodes, el ángel del Señor
se apareció en sueños a José en Egipto y le dijo: “Prepárate, toma contigo al niño y a su madre,
y vete a la tierra de Israel, pues ya han muerto los que querían atentar contra la vida del niño.”
Él se preparó, tomó consigo al niño y a su madre, y entró en tierra de Israel. Pero, al enterarse
de que Arquelao reinaba en Judea en lugar de su padre Herodes, tuvo miedo de ir allí. Así que,
avisado en sueños, se retiró a la región de Galilea, y fue a residir en una ciudad llamada Nazaret,
para que se cumpliese lo dicho por los profetas: Será llamado Nazoreo (Mt 13-15.19-23).

Siguiendo estos textos nos podemos dar cuenta que José recibe muchas llamadas tipo
mandatos, la cual, las ejecuta sin ninguna objeción, pues esta pronto a obedecer a lo que Dios
le manifiesta por medio del ángel: “Una vez que despertó del sueño, José hizo como el ángel
24
Cf. IOANNIS PAULI PP II, Litterae Encyclicae: De vitae humanae inviolabili bono, 25 Martii 1995, en ASS,
MCMXCV (1995), 152, 401-522.
25
Cf. De la Carta a Diogneto (cap.5-6; funk 1, 317-321)
10
del Señor le había mandado, y tomó consigo a su mujer” (v.24). Ante este mandato, José no
hace ninguna objeción, antes bien lo realiza como si fuera el pan de cada día, es decir, como si
fuera parte normal de su vida cotidiana: “Él se preparó, tomó de noche al niño y a su madre, y
se retiró a Egipto. Él se preparó, tomó consigo al niño y a su madre, y entró en tierra de
Israel” (vv.14.21). Por tanto, vemos claramente la disposición de José ante la voluntad divina;
estuvo pronto a cumplirla, a obedecerla 26. Por consiguiente, nos cuestionamos ¿Qué es lo que
hace que José sea obediente? ¿por qué Dios trata de esta manera a José? Y ¿Por qué José no
cuestiona, permanece en el silencio a diferencia de su esposa en Lc 1,34?

A las incógnitas realizadas, nos respondemos que la prontitud de respuesta de José a la


voluntad divina, se debe al trato íntimo que él tiene con Dios; no es un trato cualquiera sino
un trato fundamentado en una solidad amistad. Una solidad amistad que le lleva a vivir una
vida en presencia de Dios, la cual le permite vivir una vida justa, de acuerdo al querer de
Dios; por ello, el evangelista llama a José como el “justo”, el justo de Nazaret; y nosotros
sabemos que los justos en la Sagrada Escritura son aquellos que tienen una relación profunda
con Dios, una relación que les permite ser sus amigos (Sant 2,23). En definitiva, las
exigencias de Dios hacia José, y la pronta respuesta de éste, se fundamenta en aquella
confianza amorosa, confianza que desemboca en una amistad profunda y sincera, por ello,
Mons. Ettore Ibagué dirá:

Aquellos años de intimidad en Nazaret constituyen la trama de la vida de José, allí descubrimos
sus virtudes, escondidas y profundas. José es un contemplativo. Es silencioso, porque es
trabajador y al mismo tiempo porque es contemplativo y porque ama intensamente (el verdadero
silencio proviene del amor) […] José es el hombre del silencio que une maravillosamente la
contemplación, el trabajo, la caridad y el servicio. Siervo fiel, siervo dulce, siervo pobre, en su
servicio se dona completamente, servicio que hace con tanto amor, porque es por María y por el
Niño Jesús. Debe ejercitar la autoridad, pero sabe que María, a causa del amor del Padre y de
Jesús por ella, debe educarlo a una vida divina siempre más profunda. Él reconoce en María una
persona más vecina a Dios, y esta es su gran alegría 27.

Ahora bien, además de la relación amical de Dios con los profetas, en especial los
mencionados anteriormente (Oseas, Jeremías o Ezequiel), nos encontramos con otro personaje
muy importante del Antiguo Testamento que iluminara este apartado, es decir, nos referimos
al patriarca Abraham.

Abraham es el hombre de fe, y amigo leal de Dios (cf. Is 41,8; 2Cro 20,7; Sant 2,23). Este
hombre es llamado a abandonar todo (casa, tierra, patria) para emprender un viaje hacia lo

26
Cf. JUAN PABLO PP II., Capilla pontificia para la ordenación de nueve obispos en la solemnidad de san José.
Homilia del Santo Padre Juan Pablo II, 19 de marzo de 2001.
27
NUNCIATURA APOSTÓLICA EN COLOMBIA, “San José esposo de la Santísima Virgen María” Intervención del
Nuncio Apostólico S.E. Mons. Ettore Balestrero Ibagué, 5 de mayo de 2018.
11
desconocido28. Y vemos que la respuesta de Abraham, ante esta llamada, fue pronta: “Marchó,
pues, Abrán, como se lo había dicho Yahvé, y con él marchó Lot. Tenía Abrán setenta y cinco
años cuando salió de Jarán” (Gn 12,4), del mismo modo vemos esta actitud en Gn 22,1-19,
cuando Dios le pide ofrecer a su hijo como sacrificio, una actitud que no lo haría cualquiera
sino solo aquel que confía en Dios y lo tiene por amigo. Una relación que se afianza a lo
largo de los años con los pequeños gestos que se ofrece.

A la luz de lo narrado podemos ver en José, un hombre que ante el llamado divino de hacer
algo, no se queda en la idea perdida de sus pensamientos, sino que actúa de manera pronta
como fiel amigo de Dios, y actúa así porque lo conoce. Ahora bien, nosotros sabemos que
solo los hombres justos son amigos de Dios, y todo cuanto ellos emprendan o digan llega a
realizarse. En el caso de José, la Escritura no cesa en recalcar que es un hombre justo (cf. Mt
1,19) ya que «cada gesto operado por José es acompañado por la afirmación del cumplimiento
de la Escritura»29. Por otra parte, en la tradición sapiencial, el hombre justo es aquel hombre
sabio (Pr 10, 31; 11,30; 17, 27-28). Esto es así, porque los sabios son los que toman las
mejores decisiones en el silencio de su vida30, es más, son los que mejor saben considerar y
apreciar el lazo de amistad que el otro le ofrece: “El amigo ama en toda ocasión, pero el
hermano nace para las adversidades” (Pr 17,17).

Todo esto nos lleva a ver que la amistad es un don bien grande, algo que muy pocos saben
valorar y cuidar. Sin embargo, los que sí saben cuidarlo y cultivarlo nunca se abandonarán a
pesar de las dificultades (Pr 27,10; Sir 9,10). Por ello, Ben Sira dirá:

El amigo fiel es un apoyo seguro;


quien lo encuentra ha encontrado un tesoro.
El amigo fiel no tienen precio,
su valor es incalculable.
El amigo fiel es un elixir de vida;
los que temen al Señor lo encontrarán (Eclo 6, 14-16).
De esta manera, vemos en José aquel amigo, de corazón sencillo que se maravilla de las
grandezas que se dice del niño en el momento de la presentación en el templo (Lc 2,22-38),
Jesús lo es todo para él, es la bendición más grande que Dios le ha hecho (v.34). Es un padre
que siempre sale al encuentro de su hijo, y lo vemos esto claramente en el pasaje de Lc 2,41-
50, dónde Jesús se pierde y José sale a en su búsqueda (v.44), lo encuentra (v.46), y claro,

28
Cf. JUAN PABLO PP II., Homilia del santo padre Juan Pablo II durante las celebraciones en recuerdo de
Abraham “Padre de todos los creyentes”, 23 de febrero de 2000.
29
GMANCUELLO GONZÁLEZ W- MEDINA CRISTALDO C., San José en la sagrada escritura y en la espiritualidad,
en Cuestiones Teológicas, vol. 47 (2020), 108, pp. 019-039.
30
Cf. MANCUELLO GONZÁLEZ W., La importancia de la palabra humana en el libro de los Proverbios, ed. San
Pablo, Buenos Aires,2010, pp. 80-81.
12
ante las actitudes propias de un adolescente se sorprende (v.48), pero nunca le deja solo, antes
bien, le acompaña en el silencio de su casa, un silencio que es activo, por ello se dice en el
silencio de su escuela de Nazaret (v. 50-51), por tanto, «acercarnos a san José es acercarnos a
una escuela de virtudes, y desde el calor del hogar de Nazaret somos introducidos en el
misterio del amor divino»31.

1.7. JOSÉ, EL HOMBRE CONTEMPLATIVO DEL DIOS CON NOSOTROS

Al leer el pasaje de Mt 2, 11, “al entrar en la casa, vieron al niño con María, su madre.
Entonces se postraron y lo adoraron; abrieron luego sus cofres y le ofrecieron dones de oro,
incienso y mirra”, contemplamos aquella actitud reverencial por parte de los magos al
encontrarse en la presencia del niño acostado en el pesebre. Una actitud propia, no de un alma
cualquiera, sino de un alma noble que descubre su pequeñez ante la grandeza de su Señor. Por
otra parte, descubrimos en el mismo pasaje que ante la grandeza de Dios las palabras sobran,
no son necesarias, pero lo que si se manifiesta es aquella actitud de respecto y reverencia
hacia Él. Una actitud expresada en gestos concretos (postrarse- adorar- ofrecer) ante el rey del
universo32.

Ahora bien, nosotros ¿Qué podemos decir de José? ¿Dónde se encuentra él? Pues somos
conscientes que en este pasaje no se dice nada él, pero al leer los versículos siguientes (Mt 2,
13-15) nos describen de manera implícita aquellas actitudes reverenciales de José hacia Jesús,
que son actitudes de verdadera reverencia, adoración y amor, por tanto, «La narración y el
contexto literario (v.13-15) permiten verlo adorando al bebé, Dios con nosotros. Así lo han
entendido los artistas. Él está en casa, es el pater familias, y contempla al hijo, admirando el
misterio que había puesto en crisis su amor y su amistad con María (Mt 1,19)» 33. Un amor
eterno que lo hace regocijarse, le hace sentir el hombre más feliz del universo ya que ve cara a
cara a Dios, prenda de nuestra felicidad eterna. Por ello decimos, que ese ver, es una
contemplación activa al tener siempre presente a su Señor delante de su mirada corporal, pero
sobre todo espiritual, su Señor que no es más que su hijo por voluntad divina.

31
San José ante los desafíos del tercer milenio, ed. Grambs, Lima, 2004, p.19 (es un discurso inaugural de
Sandra Sato en el Congreso de san José en el 2004)
32
Cf. PIUS PP. XI, Litterae Encyclicae: De festo Domini nostri Iesu Christi regis constituendo, 11 Decembris
1925, en ASS, MCMXXV (1925), 593-610.
33
GMANCUELLO GONZÁLEZ W- MEDINA CRISTALDO C., San José en la sagrada escritura y en la espiritualidad,
en Cuestiones Teológicas, vol. 47 (2020), 108, pp. 019-039.
13
2. SAN JOSÉ EN LOS PADRES DE LA IGLESIA

Cabe señalar que los padres de la Iglesia no escriben grandes tratados teológicos o
espirituales sobre san José, e inclusive ni dedican ninguno de sus sermones directamente al
patriarca de Nazareth, sino más todo lo que se sabe de él, a través de ellos, se debe gracias a
que trataron temas relacionados a la persona de Jesucristo, o la de su Madre la Virgen María,
o a los comentarios realizados algunos pasajes del Evangelio. Por tanto, estos datos nos
permiten ver que los santos padres relacionan sin titubear a Cristo y a María a su persona,
para indicarnos que ellos forman parte de su vida, en especial en el momento de la
Encarnación34.

2.1. SAN JUAN CRISÓSTOMO

San Juan Crisóstomo es considerado uno de los cuatro grandes padres griegos y patrono de
los oradores cristianos, es por ello que en el siglo VI se le empezó a llamar «Boca de Oro» 35 .
En su comentario al Evangelio de San Mateo, las ideas expuestas han impactado grandemente
en la piedad y en la doctrina de san José, ya que «sus comentarios bíblicos están llenos de
reflexiones»36, que permiten ver en ellos una enseñanza rica para la vida. Pues, en estos textos
«se afirma que todo cuanto corresponde a la paternidad […] pertenece a José» 37. Además, en
ellos, se muestra aquella fe de José ejercida en obediencia dócil y fiel al designio de Dios, que
le lleva a custodiar y salvar al Redentor de los hombres de las manos de aquellos que le
perseguían para matarle.

Al oír esto, José no se escandalizó ni dijo: Esto parece un enigma. Tú mismo me decías no ha
mucho que Él salvaría a su pueblo, y ahora no es capaz ni de salvarse a sí mismo, sino que
tenemos necesidad de huir, de emprender un viaje y largo desplazamiento. Esto es contrario a tu
promesa. Pero nada de esto dice, porque José es un varón fiel. Tampoco pregunta por el tiempo
de la vuelta, a pesar de que el ángel lo había dejado indeterminado, pues le había dicho: Y estáte
allí hasta que yo te diga. Sim embargo, no por eso se entorpece, sino que obedece y cree y
soporta todas las pruebas alegremente38.

34
Cf. SIMEÓN DE LA S. FAMILIA, San José en los Padres de la Iglesia, en Ephemerides Carmeliticae, vol. 23
(1972), 443, pp. 436-448.
35
PRÓLOGO DE RUIZ BUENO D., Obras de san Juan Crisóstomo I. Homilías sobre San Mateo (1-45), ed. BAC,
Madrid, 2007.
36
RAMOS LISSON D., Patrología, ed. Eunsa, Navarra, 2005, p.295.
37
CANALS VIDAL F., San José en la fe de la Iglesia. Antología de textos, ed. BAC, Madrid, 2007, p.3.
38
Obras de san Juan Crisóstomo I: Homilías sobre el Evangelio de San Mateo (1-45) (BAC, 2007), p.151.
14
Por ello, las palabras y escritos de san Juan Crisóstomo, acerca de san José, influyeron
grandemente en la devoción de los cristianos de su época y la posteridad, ya que vieron en él,
un hombre que era modelo ejemplar de la vida cotidiana y familiar. Es decir, «la presencia de
José en los hogares cristianos y su ejemplaridad en las dimensiones más cotidianas de la vida
cristiana pueden atribuirse especialmente a este gran Padre oriental, que en realidad nos legó
la figura del san José presente en la -Familia de Cristo y por ello orientador de la vida familiar
cristiana»39. Un hombre que inspira aquella paternidad que han de tener todos aquellos que
realmente lo desean.

2.2. SAN HILARIO DE POITIERS

Nació hacia el 31040 en Poitiers. Es uno de los grandes Santos Padres de la Iglesia Latina,
conocido como el «Atanasio de Occidente» por su conocimiento de las doctrinas antiarrianas
de los Padres Capadocios. En sus escritos podemos encontrar un claro testimonio sobre el
matrimonio de María y José, en especial, lo relacionado a la Maternidad virginal de María y
de la solicitud paterna de José hacia su Hijo41.

Es sencillo el concepto de la generación. Pues convienen todos los Profetas en que el nacido de
María Virgen fue concebido por el Espíritu Santo. Pero muchos poco religiosos, totalmente
ajenos de doctrina espiritual, toman ocasión para pensar torpemente de María lo que está dicho
en Mateo 1,18: “Antes que estuvieran juntos, fue hallada teniendo en el útero”; y aquello “No
temas recibir a María como tu esposa” (Mt 1,20). Y aquello “No la conoció hasta que hubo
parido” (Mt 1,25), sin que pensaba abandonarla: porque siendo él mismo justo, no quería que
ella fuese juzgada según la Ley. Así pues, no porque se diese alguna ambigüedad sobre su parto,
sino que es asumido como testigo de haber sido concebido Cristo por el Espíritu Santo 42.

Por tanto, Hilario de Poitiers, indica que los pasajes citados en su comentario dicen que la
actitud de José frente a este acontecimiento grande ayuda a ver en él un testigo veraz de la
obra realizada por el Espíritu Santo en la Virgen Santísima María.

2.3. SAN AGUSTÍN

39
CANALS VIDAL F., San José en la fe de la Iglesia. Antología de textos, ed. BAC, Madrid, 2007, p.3.
40
Cf. TREVIJANO ETCHEVERRÍA R., Patrología, ed. BAC, Madrid, 2009, p.260.
41
Cf. CANALS VIDAL F., San José en la fe de la Iglesia. Antología de textos, ed. BAC, Madrid, 2007, p.7.
42
CANALS VIDAL F., San José en la fe de la Iglesia. Antología de textos, ed. BAC, Madrid, 2007, p.7-8.
15
Conocido como el. Doctor de la Gracia, es uno de los Santos Padres, que, en sus escritos,
no deja de lado a san José, el cual lo sitúa en la perspectiva de «su servicio creyente y fiel a
los designios divinos de la Encarnación Redentora»43. Su trabajo realizado entorno a las ideas
sobre la historia salutis homini ilumina su comprensión del servicio realizado por María y su
esposo san José en la venida del Hijo de Dios, hecho hombre.

Por ello, Agustín, afirma, claramente, que el matrimonio virginal de María y José, y la
gracia de este hombre a asumir la paternidad del Verbo hecho carne, se debe a aquella justicia
en que vivían, justicia que permitía al Espíritu Santo reposar en ambos44. Es decir, gracias a la
justicia de María y José, el Espíritu Santo les concedió la gracia de tener un Hijo. Un Hijo que
es el mismo Verbo Eterno. Esta justicia conlleva una obediencia de fe. Por ello, Jesús, cuando
se perdió en el Templo de Jerusalén respondió a su madre diciendo “¿es qué no sabíais ser
necesario que Yo esté en las cosas de mi Padre” y san Agustín comenta:

Esto lo dijo porque, como Hijo de Dios, estaba en el templo de Dios. Aquel templo, en efecto,
no era de José, sino de Dios […] Cuando le dijo María: Tu padre y yo con dolor te estábamos
buscando, él contestó: ¿No sabíais que conviene que yo me ocupe de las cosas de mi Padre?
Aunque era hijo de ellos, no quería serlo en forma que excluyese el ser Hijo de Dios. Hijo de
Dios, en efecto; Hijo de Dios desde siempre, el que los creó a ellos. Hijo del hombre, en
cambio, en el tiempo, nacido de una virgen sin semen marital; a uno y otro, sin embargo, tenía
como padres. ¿Cómo lo probamos? Ya lo dijo María: Tu padre y yo con dolor te estábamos
buscando45.

Esto da entender que Jesús siendo hijo suyo no dejaba de ser Hijo de Dios. Pues siempre lo
ha sido desde la eternidad, y ahora encarnado es Hijo también del hombre, gracias a estos dos
personajes que aceptaron con obediencia de fe hacer la voluntad divina.

En su comentario al evangelio de Lucas dice de José que se le tenía por padre de Jesús,
entendiendo que era una opinión pública a causa de que era normal que aquellos que le veían
bajo su custodia pensarán que era germen suyo, pero, como dice más adelante que el señor no
era germen de José, aunque por tal se le creyere. Por tanto, a la piedad y caridad de José le
nació de la Virgen María un hijo, Hijo a la vez, de Dios 46. Con ello, Agustín entendía al
carpintero de Nazaret como el padre del Hijo de Dios. Una potestad que se dio por voluntad
divina, de tal manera, que el Hijo de Dios vino a este mundo bajo su protección y cuidado,
como también bajo su dominio, ya que serían sus padres.

43
CANALS VIDAL F., San José en la fe de la Iglesia. Antología de textos, ed. BAC, Madrid, 2007, p.8.
44
Sermón 51, fragmento 30; cf. Obras completas de san Agustín, X (BAC) 42.
45
Sermón 51, fragmento 17; cf. Obras completas de san Agustín, X (BAC) 24-25.
46
Cf. Sermón 51, fragmento 30; cf. Obras completas de san Agustín, X (BAC) 43-44.
16
Si hay algo claro en San Agustín respecto a San José es que fue tan padre de Jesús como esposo
de María. La gran dificultad surge si se le quiere dar un nombre a esa paternidad, pero el
Hiponense es suficientemente claro como para andar en la oscuridad o en la imprecisión. El
relato de las genealogías que traen los evangelistas Mateo y Lucas proporcionan los medios para
introducirse en la doctrina josefina que desarrolló San Agustín en cuanto al rol de padre que
desempeñó San José47.

2.4. SAN PEDRO CRISÓLOGO

Fue uno de los «oradores más famosos de la Iglesia Católica» 48, nació en Italia en Imola a
finales del siglo IV. Fue obispo de Rávena en el 424 y cuidó con celo apostólico a su grey a
través de sermones y escritos, que llevaron al abad Agnello de Ravena a denominarlo por su
elocuencia Crisólogo (palabra de Oro)49.

Crisólogo nos dice que la actitud de José al querer dejar a María ocultamente al enterarse
de que concebía un hijo, se debe a que fue un hombre justo y compasivo. Justo porque juzgo
con compasión aquel acontecimiento, la cual es propio de la justicia divina.

La generación de Cristo […] sucedió así: estando desposada su Madre, María, a José, y antes de
que se reunieran, se encontró llena en su seno por obra del Espíritu Santo: pero José, su esposo,
siendo hombre justo y no queriendo denunciarla, quiso dejarla ocultamente. ¿Y cómo es
llamado justo, siendo así que decidió no preguntarse por el concebido por su esposa? ¿No
investiga lo sospechado? ¿No vindica la fama del matrimonio? Quiso, ocultamente,
abandonarla. Esto más bien parece ser conveniente para un hombre compasivo que para un
hombre justo. Pero es así por juicio humano, no por el juicio no hay piedad. En un sentido
celeste, sin bondad no hay equidad, ni sin equidad bondad. Si las virtudes se separan, se alejan;
la equidad sin bondad es crueldad, y la justicia sin piedad es crueldad. Así, pues, con razón
decimos de José que es justo porque es piadoso y que es piadoso, pues es justo 50.
Además, Crisólogo da un gran testimonio sobre la conciencia de la Iglesia en estos siglos
sobre José y María, lo cual dice de ellos que fueron «escogidos por Dios como cónyuges al
servicio de la venida al mundo del Verbo encarnado»51. Por tanto, al leer sus textos en lo
referente a María y José podemos sentir aquel fervor grande a ellos en esta época, la cual
conllevo a una devoción que se extenderá con el tiempo.

47
ARIZA ZEVALLOS H., Las luces agustinianas sobre san José, (tesina para obtener el grado de Licenciatura en
Teología), Facultad de Teología Pontificia y Civil de Lima, Lima 2005, p.74.
48
ACIPRENSA, San Pedro Crisólogo, 12 de abril de 2021.
49
Cf. MORESCHINI C. y NORELLI E., Patrología. Manual de literatura cristiana antigua griega y latina, ed.
Sígueme, Salamanca, 2009, p.485.
50
CANALS VIDAL F., San José en la fe de la Iglesia. Antología de textos, ed. BAC, Madrid, 2007, p.14.
51
CANALS VIDAL F., San José en la fe de la Iglesia. Antología de textos, ed. BAC, Madrid, 2007, p.14.
17

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