Economia Libidinal Lyotard

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TEXTOS SOBRE SOCIOLOGÍA

PRIMEROS SOCIÓLOGOS CIENTÍFICOS Y LAS CORRIENTES BIOLOGÍSTAS

FICHA DEL TEXTO

Número de identificación del texto en clasificación sociología: 1663


Número del texto en clasificación por autores: 14492
Título del libro: Economía libidinal
Autor (es): Jen-Francois Lyotard
Editor (es): Fondo de Cultura Económica S.A. de C.V.
Registro de Propiedad: ISBN: 950-557-100-3
Año: 1990
Ciudad y País: México D.F. - México
Número total de páginas: 147
Fuente: http://ebiblioteca.org/?/ver/58248
Temática: Jean Francois Lyotard 1924 - 1998
JEAN-FRAN~OIS LYOTARD
· Economía libidinal

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FONDO DE CULTURA ECONOMICA
Buenos Aires - México - Madrid
Primera edición en francés, 1975
Primera edición en español, 1990
,, LA GRAN PELICULA EFIMERA

'
1

TRADUCCION:
'!\muna Mercado

TITULO ORIGINAL:
Economie Libidinale,
© 1974, Les Editions de Minuit, París

© 1990, FONDO DE CULTURA ECONOMICA, S. A. DE C. V.


Av. de la Universidad 975; 03100 México
Suipacha 617; 1008 Buenos Aires

ISBN: 950-557-100-3

IMPRESO EN ARGENTINA - PRINTED IN ARGENTINA


Hecho el depósito que previene la ley 11.723
ABERTURA A LA SUPERFICIE LIBIDINAL

AURA el presunto cuerpo y exponga todas sus superficies: la piel con cada
uno de sus pliegues, arrugas, cicatrices, con sus grandes planos atercio-
pelados y, junto a ella, el cuero y su vellón de cabellos, el abrigo suave
del pubis, los pezones, las uñas, los cascos transparentes del talón, la le-
ve ropavejería poblada de pestañas de los párpados; pero no solamente
eso: abra y extienda, explicite los labios mayores, los pequeños labios con
su red azul, bañados de mucosidad; dilate el diafragma del esfínter anal,
corte longitudinalmente y aplane el negro conducto del recto, luego del
colon, luego del ciego; a partir de ese momento la banda será una super-
ficie completamente estriada y contaminada de mierda; como si con sus
tijeras de modista abriera las piernas de un pantalón, ándele, ponga en
descubierto el presunto interior del intestino delgado, el yeyuno, el íleon,
el duodeno o bien, en la otra punta, suelte la boca de las comisuras o
arranque la lengua hasta su raíz distante y pártala, extienda las alas de
murciélagos del paladar y de sus húmedos subsuelos; abra la tráquea y
conviértala en el armazón de un casco en construcción; provisto de bistu-
ríes y de las pinzas más agudas, desmantele y deposite los haces y los
cuerpos del encéfalo; luego extienda toda la red sanguínea intacta sobre
un inmenso jergón, y la red linfática, y las delicadas piezas óseas de la
muñeca y del tobillo; desmóntelas y colóquelas de punta a punta con to-
das las capas del tejido nervioso que recubre el humor ácueo y con el
cuerpo cavernoso de la verga, y extraiga los músculos mayores, los gran-
des filetes dorsales, extiéndalos como lisos delfines durmientes. Haga el
mismo trabajo que hace el sol, o la hierba, sobre su cuerpo cuando usted
se asolea.
Pero no se crea que allí termina todo: habría que conectar a esos
labios una segunda boca, una tercera, una gran cantidad de bocas, una
boca, y también vulvas, pezones. Y contiguas a la piel del extremo de los
dedos, rascada por las uñas, sería necesario quizás unas grandes playas
de piel sedosa, extraídas de la cara interna de muslos o de la base de
nucas, o unas cuerdas de guitarra. Y contra la palma de la mano, llena
de nervaduras y de pliegues como una hoja marchita, tal vez haya que
depositar arcilla, o bien báculos de madera dura con incrustaciones de
plata, o un volante de automóvil, o la escota de una mesana. No se olvi-
de de agregar a la lengua y a las partes del aparato fonador, todos los
sonidos de que disponen y, además, toda esa red selectiva de sonidos
que constituye un sistema fonológico puesto que ella también pertenece
al "cuerpo" libidinal, así como los colores que tendrá que añadir a las re-
tinas, ciertas texturas a las epidermis y ciertos olores que habrá elegido

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10 ECONOMIA LIBIDINAL ECONOMIA LIBIDINAL 11

a las paredes nasales, palabras y sintaxis preferidas a las bocas que las la interioridad. La cámara representativa es un dispositivo energético.
dicen y a las manos que las escriben. Y no es suficiente decir, como Describirlo y seguir su funcionamiento es la tarea. Ninguna necesidad
Bellmer, que el pliegue de la axila de la niña apoyada distraídamente, el de criticar la metafísica (o la economía política, que viene a ser lo mis-
codo sobre la mesa y el mentón en la palma de su mano, podía ser equi- mo); puesto que la crítica supone y recrea sin cesar esta teatralidad mis-
valente al pliegue de la ingle o incluso a la comisura de los labios del se- ma, más vale estar dentro de ella y olvidarla: es la posición de la pulsión
xo. No nos apresuremos a plantear la cuestión de ser equivalente a, y de muerte, y mejor describir eso, sus pliegues y adherencias, sus trasmi-
menos aún a resolverla. No es una parte del cuerpo ¿de cuál cuerpo?: siones energéticas que determinan sobre la superficie única y heterogé-
cuerpo orgánico, organizado para su propia supervivencia ante lo que a nea el cubo teatral con sus seis caras homogéneas. Ir de la pulsión a la
muerte lo conmueve, asegurado contra la conmoción y la emoción; no representación, pero sin permitirse, para describir esta implantación, es-
una parte que sustituya a otra como en el caso de la niña (la morbidez ta sedentarización de los influjos, sin permitirse la sospechosa facilidad
del brazo a la del muslo y un p1iegue sutil a una hendidura más intra- del concepto de falta, la facilidad del cuento de una Alteridad vacía, de
vagante), no es ese desplazamiento de partes, reconocibles en la econo- un Cero en cuyo silencio viene a chocar y a romperse la demanda (de-
mía poUtica de] cuerpo orgánico (él mismo en principio provisto de par- manda, ¿palabra, ya, por lo tanto?, ¿palabra ya dirigida y hacia algo?, sí,
tes diferenciadas y apropiadas que no podrían ir sin él) lo que hay que a ese Otro y por algo, ¿acaso él también ya sabe hablar?, sí, aunque sea
comenzar por tomar en consideración. Un desplazamiento semejante., mediante gestos, llantos, furias, torpores de lactante atragantado, inter-
cuya función es de representación, vicaria, supone una unidad corporal jeccione.s, que le dicen), aun cuando con ese cuento de la demanda y del
sobre la cual se inscribe como transgresión. No hay que comenzar por ]a silencio del Cero no quedaría otra cosa que inaugurar y echar a andar el
transgresión, hay que ir de inmediato hasta el límite de la crueldad, ha- teatro y el poder, el teatro de poder en el que habrán de representarse
cer la anatomía de la perversión polimorfa, desplegar la inmensa mem- las satisfacciones del deseo nacido de la misma presunta falta. Muy por
brana del "cuerpo" libidinal, que es todo lo contrario de un armazón. el contrario, y lo veremos más adelante, hay que describir la cuestión del
Ella está hecha de las texturas más heterogéneas: huesos, epitelios, ho- cubo a partir de la banda del cuerpo libidinal abierto y extendido en su
jas en blanco, tonadas que hacen vibrar, aceros, cristalerías, pueblos, única cara sin reverso, cara que nada oculta.
hierbas, telas para pintar. Todas esas zonas se empalman en una banda Más aún, no hay que confundir tampoco 1a clausura de la represen-
sin dorso, banda de Moebius, que no interesa porque esté cerrada, sino tación, ese hallazgo sarcástico, ese falso desengaño de los pensadores
por tener una sola cara, piel moebiana que no fuera lisa sino (¿acaso se- que nos dicen: lo que está en el exterior en realidad es el interior, no hay
ría esto posible topológicamente?), por el contrario, que estuviera cu- exterioridad, la exterioridad del teatro es también su interioridad; ni
bierta de asperezas, recovecos, repliegues, cavernas que Jo serán en la mezclar esta triste noticia, este kagangile que no es sino el converso del
"primera" vuelta, pero que en la "segunda" serán quizá protuberancias. evangelio, este miserable anuncio de que los cargadores de artefactos
Pero nadie sabe ni sabrá en cuál "vuelta" estamos: en la vuelta eterna. que recorren su pequeño muro detrás de las espaldas de esclavos senta-
La banda interminable de variada geometría (puesto que nada obliga a dos y maniatados al fondo de su caverna en realidad no existen o, lo que
que una excavación siga siendo concavidad más allá de haber sido forzo- es lo mismo: que ellos mismos son sombras ,en la caverna del mundo so-
samente convexidad en la "segunda" vuelta, si ésta al menos persiste) leado, reduplicación de tristeza; que no se confunda, entonces, este men-
no tiene dos caras sino una sola y, en consecuencia, carece de exterior e saje despechado y esta representación de un teatro totalmente clausura-
interior. do con nuestra película moebiana-laberíntica, patchwork de una sola ca-
No se trata, por lo tanto y sin duda, de teatro li.bidinal: no hay es- ra de todos los órganos (inorgánicos e inorganizados) que la libido puede
pesor, las intensidades corren por doquier, posándose, escapándose, sin atravesar: por más que esté cerrada sobre sí misma, ella también, como
que nunca puedan ser apresadas en un volumen sala/escena. La teatrali- una buena banda de Moebius, de ningún modo lo está en el sentido de
dad-representación, lejos de que pueda tomársela como un dato libidinal un volumen; por oposición al cubo representativo es infinita; Ias intensi-
a fvrliori metafísico, resulta de cierto trabajo sobre la banda laberíntica <la~es corren en ella sin encontrar término, sin chocar jamás con el muro
y rnoebiana, trabajo que imprime estos pliegues y repJiegues especiales rlo unn aul'!cncia, con un límite que sería la marca de una falta; no, a la
cuyo efecto es una caja que, cerrada sobre sí misma, filtra los impulsos y libido v1mlodcromontc no le falta nada, y menos aún regiones a ocupar;*
ndmite que aparezca en escena sólo aquello que, proveniente ,fo lo q1,10
dr; nhoro en ndelante se llamará el ,:xi<'rior, fltltisfoga los cond iri onoR do • hw1111llr, l111111Nli111m1111111t (/11•H11t:z111111 on nlomf\n), 1101•611 lrnd11citlos como ocupar, ocu -
1m1·11111, ''"'""', 110,H", 11,•N•'"'H"''· d111,~·tr1"J(11; l 11111Jrl,r, i11u11r11ió" (ucm11¡)11ilud«s do divorsns
12 ECONOMIA LIBIDINAL LA GRAN PELICULA EFIMERA 13
t~l dedo fino y muy moreno de la mano izquierda que en una conversación versión una posición en sí misma de goce, que el "rigor de la ley" excita a
pasa la joven sobre su ceja -inquieta por lo que supone es el saber del más de uno, y que esa Nada no remite a una necesidad ontológica, sino a
otro-, mientras que con la derecha sostiene un cigarro: ésa es una ver- una fantasía religiosa, libidina1 por lo tanto y, como tal, perfectamente
dadera región a ocupar, se puede perder la vida en ello, uno puede entre- aceptable, vale la pena decirlo, si no fuera, por desgracia, terrorista y de-
gar toda su organicidad, su cuerpo en orden, su alineamiento funcional óntica. Necesitamos modelar una idea afirmativa del Cero.
ele órganos, su estatuto socio-profesional, su presunto pasado y su pre- Recomenzamos, en consecuencia, la crítica de la religión, recomen-
sunto futuro por eso, su memento y su teatrQ íntimo: uno puede llegar a zamos, en consecuencia, la destrucción de la piedad; buscamos incluso el
querer pagar muy caro, fuera de precio, ese dedo que es como una gubia ateísmo: muy inteligentes, hemos comprendido que la reintroducción del
y todo el espacio orbital craneano, vaginal, que engendra alrededor del Cero, es decir de lo negativo, en la economía del deseo, es simplemente la
ojo. ¡Y no es porque esté prohibido que se lo ocupa, ni porque sea repre- reintroducción de la contabilidad en las materias libidinales, es la econo-
sentado fuera de escena o porque no se tenga derecho a ponerlo en esce- mía política, es decir el capital, llevada hasta la esfera de las pasiones, y
na que uno desea montarlo y apropiarse de él! A la libido no le faltan re- con esta economía del capital, hemos comprendido necesariamente otra
gfones a ocupar y no ocupa bajo la condición de la falta y de la apropia- vez más que la piedad es lo que prosigue, el dispositivo pulsional y pasio-
ción. Ocupa sin condición. Condición es regla y saber. Pero el toque de nal de la religiosidad, en la medida en que ésta es identificada como la
emoción en la mano que alisa la ceja, ¿importa que obedezca a reglas, a fuerza de la falta, la religiosidad capitalista, que es la de la moneda que
leyes de la emoción y otras necedades?, ¿importa que se conozca lo que la se engendra a sí misma, causa sui. Y, en consecuencia, "hacemos políti-
motiva, la timidez de esa mujer ante su presunto personaje (evidente- ca", deseamos que la fuerza de la falta periclite, degenere; amamos y
mente paternal...)?, ¿qué importa todo eso, ese fárrago de palabras que queremos todo lo que afirma que ese cero no solamente no se engendra a
van a dar cuenta y a rendir cuentas? Son esas palabras las que ponen en sí mismo, ni tampoco es engendrado por otra fuerza (la fuerza de trabajo,
·r epresentación ese gesto y lo producen en la exterioridad interior de todo supone Marx, pero justamente y una vez más, en tanto faltante, borrada
discurso, y la ley que van a inventar para explicar la exterioridad y el es- en superficie de la escena social), sino que las cuestiones de engendra-
pectáculo es su ley propia corno saber. miento tienen trampas, conllevan el saber y sus "respuestas" (las cuales
Muy lejos de tomar el gran Cero como el ontológico motivo, impues- se le ríen a usted en la cara); no, no subordinamos nuestra política anti-
to al deseo, de diferir todo siempre, de re-presentar y simular en una rreligiosa, es decir anticapitalista, al saber de lo que es de verdad el ori-
prórroga sin fin, nosotros, economistas libidinales, afirmamos que ese ce- gen del sentido, es decir de la plusvalía, menos aún la subordinamos al
ro es en sí mismo una figura, la pieza de un dispositivo potente, sangui- saber de lo que verdaderamente no tiene origen y de lo que carece no en
nario como el Dios de los Judíos y pálido como el Vacío de Lao-Tsé; dispo- tanto de esto o de aquello, sino en tanto origen; queremos y hacemos una
sitivo de la circunversión en el cual, ciertamente, varias posiciones libidi- política desmembrada, no contable, imp(a para con las políticas y, en ese
nales son afirmadas en conjunto, y al cual nos complacerá desenmarañar sentido, la cr(tica de la religión que recomenzamos no es ya una crítica,
y desmontar con tacto, despejar sin violencia, en japonés, como se sepa- no está ya en la esfera (es decir el volumen teátrico, adviértase) de lo que
ran las varillas entremezcladas en el juego de los palillos; y vamos a critica, puesto que la crítica descansa a su vez en la fuerza de la falta, y
mostrar que no solamente es necesario pasar por él para seguir el reco- puesto que la crttica es la religión todavía.
rrido de las intensidades en el laberinto, sino que, incluso, el paso por el
cero es propiamente un recorrido Jibidinal de carácter especial, que la
posición del Significante o del Otro ocupa en el dispositivo de la circun-

proposiciones según los casos), y aun a veces como investir (conferir un carácter, un cargo o
dignidad, una investidura, a algo o a alguien, que de ese modo quedarán in.vestidos), o des-
tacando el sentido de sitiar, sitio; cercar, cerco de la terminología militar respecto de una
plaza, ciudad o territorio. Estas opciones se harán teniendo en cuenta el contexto, sin per-
der la acepción literal de esos términos en psicoanálisis, economía política o estrategia mi-
lítar, Se ha preferido esta variedad para evitar en lo posible los neologismos investir, in.·
uestimien.to, respetando al mismo tiempo usos ya consagrados por el Diccionario do
Laplanche y Pontalis y otras traducciones reconocidas. (N. de 1n tr.)
TEATRICA PAGANA

Deseamos el ateísmo de la banda libidinal y si no puede ser crítico, es


decir religioso, debe ser entonces pagano, es decir afirmativo. Tenemos
que saltar así por encima de dos fronteras, la que separa la política de
la a-política, pero también la que separa lo religioso de lo laico; diremos
por ejemplo que hay quizá más ateísmo (afirmativo) en esta religión del
Bajo Imperio que Agustín detestaba y zahería, e ~ ~ u e
~ . la más_m_inima sandalia, por un coito de nada, un
parto, un pip!,_..una-decisión militar,..habia un dios, una diosa, varios cfící.
ses y diosas w as.is.t(an...al-acto., al paciente y al agente, no para redu-
pl1carlosen un espectáculo inútil --eomo Agustín finge creer-· ni tam-
poco para ocultarle la responsabilidad al presunto sujeto implicado en el
acto -en cuestión, Sino Q.Q.!9_Ue de_esa-ma-ne-ta todos estos gestos, todas esr
la
tas situaciones, aquéllos.y aquéllas de ll~madª (después) vidáccitigia-
na-('comQ...Si..hubi,_era ot¡,a,) por una parte empezaban a valer como iíiten-
sidades, ~c!!ap d~ei.en utilidades y, por la otra, no tenían que vol-
ver a atarse mecliante un vínculo paradójico, dialéctico, arbitrario, te-
rrorista, a una Ley o a un Sentido ausentes, sino que, por el contrario,
no dejaban de ponerse a prueba como singularidades que se bastaban
en la afirmación de sí mismas. Lo divino era simplemente esta autoafir-
mación. Quizá nada esté más cerca de lo que sucede sobre la banda libi-
dinal que la parodia que obtiene la "teología teátrica" de esta religión
popular semi-escéptica, semi-estoica de la última Roma. En todo caso,
aun cuando seamos injustos en su beneficio, ella es bastante más atea
que el discurso de ciencia, de política y de crítica de nuestros contempo-
ráneos abastecedores de deseo, mujeres, homosexuales, Negros, Indios,
espacios y proletarios -abastecedores que amarnos y que, por lo demás,
también somos-.
Entre la teología teátrica y la judeo-cristiana que todavía hoy go-
bierna la crítica de la religión y de la economía política, no hay oposición
entre un elogio de lo divino en el mundo y una alabanza de Dios a ex-
pensas del mundo e in absentia, sino diferencia entre dos dispositivos
del pathos. Aquí comienza Klossowski. Siguiendo su consejo, escuche-
mos a Agustín discutir la disyunción que establece Varron entre una te-
ología fabulosa o mítica y una teología civil o política. El cristiano toma
el ejemplo del ncoplamiento nupcial: "Si hay una diosa Virginensis para
desatar ol ci11l.11nin ch• In joven, un dios Subigus para que se entregue a
su 111nriclo, 111111 dioH1 1 l'ron111 pnrn que, una vez subyugada, no se mueva
y Ht• d<'j11 opri11111, /,< 11111 1111<'<', 1111to11rc•s, In diosa J't-rLundn? ¡Que se rubo-

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16 ECONOMIA LIBIDINAL LA GRAN PELICULA EFIMERA 17

rice, que se vaya! ¡Que le deje hacer algo al marido! Es muy inconve- ble, súplica y orden --oh cosa poderosa entre todas las cosas- que los
niente que otro satisfaga en su Jugar la tarea que conHeva este nombre. atraviesa: haz lo que el deseo desee, sé su esclavo, su conexión, yo te de-
Tal vez se la tolera porque es una diosa y no un dios(. .. ). Pero, ¿qué di- signo.
go? ¿No hay acaso allí también un dios demasiado viril: Príapo? ¡Sobre Y por cada conexión, un nombre divino; por cada grito, intensidad
su miembro gigantesco y repugnante la recién casada fue invitada a y conexión que aportan los encuentros esperados e inesperados, un pe-
sentarse, según la muy decente y muy religiosa costumbre de las matro- queño dios, una pequefia diosa, que tiene el aire de no servir para nada
nas! / ¡Que todavía se pueda distinguir, cpn gran refuerzo de sutilezas, cuando se la mira con los globulosos ojos tristes platónico-cristianos,
entre la teología civil y la teología fabulosa, entre las ciudades y el tea- que en efecto ,no si!:_ue para nada, pero qui es u._E ~ e para el paso_j,e
tro, entre los templos y la escena, entre los ritos de los pontífices y los ~ s . ~ odo~ lo~~Ilcu~ntros dan ggf!r_a díV101aad,.1Q.<!ª2.]as co-
versos de los poetas como se distingue entre la decencia y la impureza,
la verdad y la mentira, las cosas graves y las frívolas, las serias y las
~- -
nexiones a mundac1ón de afectos. Pero Agustín, que se ha pasado al
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campo del gran Cero, no comprende ya nada de todo eso, quiere y convo-
bufonas, lo que hay que buscar y lo que hay que rechazar! " (Ciuitas Dei, ca la resignación, abandonen la banda libidinal, dice, sólo una cosa me-
VI, 6.) rece afecto, mi Cero, el mío, mi Otro, es a través de él que todas las emo-
Y Agustín, como buen apóstol, argumenta así: si Varron se las ciones llegan a ustedes, a él se las deben, cuídenselas, devuélvanselas,
arregla de tal manera para decir que las representaciones respectivas él las redimirá, el redentor. ¿Qué quiere el cristiano? Ignorar la éone-
de lo divino en la escena teatral y en la escena social son en definitiva xión, pretende casi la desconexión: el prójinw, ¡qué palabra chistosa! El
indiscernibles, es porque ya habita en este pagano la certeza de que sólo otro está situado en la atmósfera del alejamiento afectivo, después muy
es verdadera la teología natural, la de los filósofos, entiéndase: la de cerca por un esfuerzo particular y paradójico llamado caritas porque
Platón y, por lo tanto, la de Agustín, entiéndase: la de Cristo. Todos los cuesta caro (se da sin retorno, se dan distancias de alejamiento, es el
simulacros, sean de histriones o de sacerdotes, vienen a caer juntos de Cero quien recibe las donaciones y las hace fructificar). Con esa desco-
un lado, del lado mentiroso, ilusorio, impuro; el nuevo límite viene a se- nexión se acaban las singularidades. Caritas tiene respuestas para todo.
parar todo eso, que es apariencia, de lo esencial, que es puro y verídico. Es por eso que todo se encuentra desvalorizado, escindido; en su apa-
Y, ¿qué hace Agustín de esta manera? Cree ponerle fin con el teatro; lo riencia, como dios antiguo, Virginensis, Príapo, bufón y, en su esencia,
inventa, lo reinventa después de Platón y los otros, restaura lo que los como el dios nuevo, el Cero central, el director de teatro.
fiel es de Subigus, Prema y Pertunda habían demolido, es decir la desva- En su apariencia, el delirio o la locura y, en su esencia, las inten-
lorización del aquí y el ahora, su subordinación al Otro; reforma la tea- ciones divinas. Escuchen al padre de la Iglesia en su afán de escindir las
tralidad voluminosa y repite el dispositivo mediante el cual la sala es ig- intensidades: "Se ha querido que el nombre de Líber venga de
norada en beneficio del escenario y el escenario consagrado a represen- Liberamentum, liberación, porque en la unión sexual los varones se libe-
tar una Exterioridad dejada a las puertas del teatro, y juzgada -ella- ran gracias a él del semen que derraman (. .. ). Se añade que a Líber se le
de una vez para siempre no teatral. asignan las mujeres y el vino a fin de excitar el deseo. De ahí que las
Pues bien, la teátrica varroniana y popular no presentaba de nin- Bacanales se celebraran en medio de una locura furiosa desencadenada.
gún modo esta distribución de funciones en su escenografia. Si el joven Varron mismo confiesa que las Bacantes no habrían podido hacer lo que
esposo incitaba a Virginensis a que desatara el cinturón de la joven que hacían sin estar presas de delirio, nisi mente commota (. ..). Hay algo se-
él iba a desflorar, ¿cómo imaginar que lo hacía por indecencia, bufonería guro, y es que semejantes cosas no sucedían en los teatros. Allí se juega,
y mentira? ¿No es acaso evidente que Virginensis es el nombre que lle- no se delira; aunque tener dioses que se complacen con tales juegos se
van tanto la impaciencia del vir desiderans como la espera no menos parece a la locura furiosa, simile furoris." Así es como prepara el excelen-
fuera de ella, pero más sorprendida de la virgo, y el desanudamiento del te Padre (Ciuitas Dei, VI, 9) el encierro generalizado de las apariencias
cinturón a punto de soltarse y, en sobreimpreso, la disposición de otro bajo el nombre de síntomas. La desvalorización de lo dado funciona en
nudo a punto de hacerse entre brazos, hombros, vientres, muslos, in - plenitud, es decir en el vacío: el movimiento de fuerzas se vuelve con-
troitus y exitus? Virginensis es un grito que lanza todo eso a la vez, grito moción del espíritu y muy pronto dementia y amentia. Los paganos lo
hecho de varios gritos incomposibles: que ella se abra, que él me tome, llamaban DioniROl3 y Bnco, nombres de singularídades inestimables.
que ella resista, que él apriete, que ella se afloje, que él comience y que AdviorLnn el pn1·u lo1!it1mo dt' Agustín, mnnera balbuceante de hacer ho-
él cese, que ella obedezca y ordene, que eso se pueda y sea como impoai.. nor, no oh11t,1111to 1 u In fuMZII do Hit lodtricn: 'lila DncnntoA oran prosas rlel
18 ECONOMIA LIBIDINAL LA GRAN PELICULA EFIMERA 19

furor; eso no se ve en el teatro, donde sólo hay que representar; aunque muy cristiano y muy pendejo para imaginar esos Romanos y esos negros
las representaciones del teatro sean juegos que sólo puedan gustar a dio- como mensos libidinosos, inocentes sumidos en el estupro. Este sufri-
ses atacados también de furor. La implicación es directa, y pagana: el miento por exceso es el de las bacantes, procede de la incomposibilidad
furor es divino, lo divino es el furor, tanto en los ritos sagrados como en de las figuras, de las máscaras juntas que ócupan el mismo espacio-
los juegos escénicos, no hay nada que pueda entrar con un nombre sin- tiempo y revelan por ese hecho la banda libidinal, ya que una
gular en el recorrido de las impulsiones, y no hay nada que se mantenga incomposibilidad semejante en la que se afirman a la vez pru-tes, dife-
fuera de ese recorrido. Aquí sorprendemos a Agustín a punto de volver la rentes sin embargo del presunto cuerpo orgánico, o bien, si se prefiere,
banda libidinal sobre sí misma con el objeto de producir allí volumen y en la que se afirman a la vez secciones deJ aparato psíquico y social que
cámara de presencia/ausencia. Será necesario filtrar y otorgar las inten- sólo deberían ser afirmadas separada o sucesivamente, es insoportable.
sidades al activo del gran Cero, para saldar cualquier cuenta. Y veremos ¿Acaso porque ella es la disolución de la unidad, de la presunta síntesis?
entonces que no se llega, que la diferencia entre el juego y el furor, el si- Lo que se hunde en la teología teátrica -para nosotros que venimos
mulacro y la verdad, la payasada y la seriedad no logra ubicarse. mucho después, que tenemos siglos, casi dos milenios de costumbres ci-
Esto, esta afirmación de banda, este bandidaje, se escribe con tan- catrizantes mantenidas por las religiones, la metafísic~ el capital-, es
to dolor que hace temblar la mano. Escucbérnoslo, seguramente es más la identidad. ¿Es posible que la intensidad sea sufrimiento sólo por el
importante que lo que se dice. Este dolar no es tristeza o pérdida de hecho de que somos religiosos, religiosos del Cero? Incluso decirnos eso
fuerza, sino lo contrario: está marcado por un derroche de cantidades tal vez sea un consuelo.
importantes de energía que se utilizan para hacer soportable algo que Lo que a nosotros, economistas libidinales, nos amenaza es que
no lo es, que quizá sea esta acumulación misma de potencias. Llorar, lleguemos a fabricar una nueva moral con este consuelo, a proclamar y
aullar, están al alcance de la mano. Las figuras -aunque la mano siga difundir que la banda libidinal es buena, que la circulación de afectos
avanzando su pluma en los bosquecillos de Dionisos-, las figuras de vi- es alegría, que el anonimato y la incomposibilidad de figuras son im-
da y de muerte se acumulan, figuras que son esa energía misma capta- presionantes y libres, que todo dolor es reaccionario y encubre el veneno
da en un instante y en una eternidad, y que, amantes de fieras, la devo- de una formación surgida del gran Cero -lo que acabo de decir-.
ran. Figura egipcia, melenas del N eguev, andrógino bistre, niño femeni- Ahora bien, lo que se necesita no es una ética, ésta o aquélla. Quizás
no intratable. un ars vitae, joven, pero en el que convendría ser los artistas y no los
Con este dolor, quizás en el centro, esta nueva situación verdadera- propagadores, los aventureros y no los teóricos, los forjadores de hipó-
mente terrible: ese mismo rostro egipcio que mira no se sabe hacia dónde tesis y no los censores.
con su impasibilidad, ayer, anoche, se volvió negro. La cara de mujer jo- No tenemos ni siquiera que decirlo: ¡este gran Cero, qué porque-
ven devino la máscara mortuoria de un joven cuyo cuerpo ocultaron los ría! Después de todo, es una figura del deseo y, ¿dónde iremos a ins-
tiras que lo vigilaban y golpeaban, desde hacía dos años, en la cárcel de talarnos para negarle esa cualidad? ¿En qué otro Cero no menos terro-
una isla bordeando el litoral africano, cuando su padre se negó a admitir, rista? Uno no se puede instalar sobre la banda laberíntica retorcida
después de examinarlo, su versión de muerte por suicidio. Es el mismo olectrizada sismiada. Hay que compenetrarse de esto: que determinar
rostro, la misma frente estrecha, la gran nariz un poco curva y el gran la instancia* de las intensidades sobre una Nada de origen, sobre un
vértice mediano del módulo abisinio, la misma delicadeza de maxilares. l1lquilibrio, y el repliegue de partes enteras de la banda libidinal moe-
Y él hablaba, todo el tiempo, mientras que ella se calla, él flexible, esca- 1,iana, en forma de volumen teatral, no procede de un error, de una ilu-
pando a su muerte y buscándola mediante torrentes de palabras; habla- Hi6n, de una maldad, de un contra-principio, sino fundamentalmente
ba como un negro, multiplicaba las emboscadas de palabras, pero sus pa- del deseo. Que la puesta en representación es deseo; que la puesta en
labras er an tan suaves e imperiosas que producían efectos absolutamen- osee na, en jaula, en prisión, en fábrica, en familia, la puesta en caja son
te visfüles, como si fueran acciones físicas. ¡Si su muerte pudiera estallar
en transformaciones palpables, como estallaban sus palabras, cuando él
era su cuerpo! Hacer incluso de su muerte su cuerpo activo, transforma- • F.n ol t)l'il{lnnl fmncc!!s dice in.~la.nciation; pa.ra evitar el neologismo se prefirió bus-
dor. Roma, Amor eran anagramas de su nomen. 11111·) 0un l(h-o: iluturmt1u,.r, IJ8iablecur o cnmr uno instancia on (o sobre), según el caso; ins-
Y esta tensión, obstáculo e intolerancia ante todo, está ligada a la tt111dt1(n): túr1Htt t11ldo(fl) n1 (ltr. <> l<t:1) i11,vt(l11CiriM, cc,nso1•vnndo In iden de un orden dentro de
111111 "J11ri111lladon", tlu 011 <l11111110 on ul qu u Hu llcv11r1 u ~ubo iram1formncionos, en el que se
incomposibilidad de todas estas figuras simultáneas. Habría que ser Jltlll llllllUI Lll\ltllON,
20 ECONOMIA LIBIDINAL

deseadas. Que la dominación y la exclusión son deseadas. Que las in-


tensidades extremas tienen también su propia instancia en ese tipo de
arreglos. Que el negro rostro faraónico tuvo la muerte, la metamorfosis GIRO DE LA BARRA
que deseaba: fue esa muerte que él era. Hay que llegar a entender esto
sin rechazarlo, pues el rechazo, la puesta en exterioridad, es lo que pro-
longa la teatralidad proyectada como una sombra sobre la banda libidi- Existe, en consecuencia, el dolor de la incomposibilidad. Este dolor es
nal. Ahora bien, ese rechazo es concomitante, necesariamente, con la mucho más antiguo que lo que la palabra incomposibilidad indica. Esta
instalación del punto de vista en el Cero, en el centro vacío, lugar desde tendería a hacer creer que el origen del dolor es lógico, violación de lo
donde se supone que todo es visible-inteligible, lugar del saber. composible, afirmación simultánea del esto y del no-esto. Hay, cierta-
mente, un poco de sufrimiento, que los matemáticos y lógicos más agu-
dos conocen bien, en estas ocupaciones de espacios antes cuidadosamen-
te considerados exclusivos y disyuntos: basta recordar el tema de los
nombres imaginarios, de los conjuntos imprecisos, de la lógica de los in-
dividuos. Lo mismo sucede con los pintores, por ejemplo cuando Klee
abre el cubo perspectivista sobre el soporte plástico como una, como diez
cajas desarticuladas que se ofrecen en conjunto a cinco o seis puntos de
vista. Un poco de sufrimiento, pero no es sin embargo como este dolor,
sería más bien como su negativo; este dolor pero anunciado a contrario
en los espacios del no-dolor. Allí donde el concepto había producido la es-
tricta delimitación del esto y del no-esto, haciendo pasar el límite y de-
t erminando por lo tanto una zona de puntos que no son ni esto ni no-es-
to, puntos neutralizados que forman frontera y prohiben la confusión, he
aquí que un nuevo "trabajo" (que le dicen) de concepto desplaza esta se-
l'Íe de puntos, borra límites y los restablece de otro modo, provocando el
pánico de un cuadrado negativo, de una lógica trivalente o, en la hipóte-
sis de Lesnievski, de la verdad de una proposición como: el canto del li-
bro es el libro.
Pánico breve: uno se reinstala, se sedentariza de otro modo, al me-
nos cuando nos posee la obsesión del gran Cero, cuando se quiere produ-
cil· a cualquier precio un llamado discurso de saber, cuando por lo tanto
no se cesa de proclamar, luego de todos estos trastornos, que ya estuvo,
que ahora ya se tiene el verdadero dispositivo en lógica de proposiciones,
on teoría de nombres, en no importa qué. El verdadero, es decir aquel
que el mismo gran Cero produce y asume. Se deja rápidamente de noma-
dizar, se ocupa y cultiva el terreno, bajo la caución de lo Verdadero. P ero
estas cicatrizaciones se tornan raras, dios mediante; los científicos de
hoy en día comienzan a marchar ellos también hacia el dolor, a dejar ca-
ür sus pequeños sufrimientos, sus pequeños escándalos, la pequeña dia-
lóctica y el miserable "trabajo del concepto". Saben que éste es la impos-
tura misma, que lo que trabaja no es el concepto, que el concepto es el
cnpit11l quo nparont.a t,·abajar, pero que determina las condiciones del
l,l'llhnjo, quo clolirnif,ll 101-1 nfuora y los adentro, los autorizados y los prohi-
hidm1, quo fw lo,·l·io,111 y v,1 ltH·iin, (Juo lnvicl'Lü, ()\11 1 1·on li1.l\; quo ol concepto

i1
22 ECONOMIA LIB1DINAL LA GRAN PELICULA EFIMERA 23

es comercio, pero que el movimiento, la fuerza de ese comercio, no es el El operador de la desintensificación es la exclusión: o bien esto, o
concepto, ese pobre pequeño sufrimiento de universitario radical-so- bien no-esto. No los dos. La barra de disyunción. Todo concepto es así
cialista. concomitante con la negación, con la puesta en exterioridad. Esta exte-
Nuestros grandes matemáticos, esos a quienes amamos, nuestros riorización del no-esto es lo que dará materia a la teatralización: el afue-
hermanos en el dolor y la alegría, saben incluso muy bien que no es jus- ra "deberá" ser conquistado, el concepto "querrá" extenderse, apoderarse
to, que es fútil y casi innoble decir, con una delicada sonrisa: sí, todo lo de lo que ha dejado a las puertas de su territorio, partirá a la guerra y al
que hacemos no es más que un juego; sí, somos combinadores; sí, com- trabajo con Hegel, pero ya antes con Agustín, hacia el afuera, para ane-
prendemos perfectamente que sólo hay el gran Cero y que sólo hay que xarlo. En realidad es empujado allí no solamente por el diablo de la con-
girar alrededor de él, en un vasto espectáculo. Saben como nosotros que fusión, por el sincretismo, por el gozo de trastornar, por las búsquedas de
no se trata en absoluto de juego, que no se despoja uno de la falsa serie- intensidades, sino por la fuga ante ese dolor de incomposibilidad del que
dad del concepto por el facsímil del juego. La alegría y el dolor romanos, hablábamos. ¡Cuánta angustia en estos límites, en estas desvalorizacio-
paganos y estoicos no son juegos. Los juegos escénicos que Agustín des- nes que provienen de exclusiones! ¡Cómo se ama estas exterioridades!
precia (y adora) no son para nada simulacros de una realidad diferente, Así aparecen los viajes, la etnología, la psiqmatn'.a, la pediatría, la peda-
no hay divinidad seria (la de los filósofos, evidentemente) cuya versión gogía, el amor a lo prohibido: bellas negras, encantadores Indios,
popular y política fuera las máscaras de la escena; la Nada que los filóso- Amarillos enigmáticos, soñadores, niños, entrad en mi trabajo y mis es-
fos y los sacerdotes pueden proporcionarnos como máximo y óptimo de pacios de concepto. Es el teatro; es la blancura del Occidente en expan-
conciencia o de saber o de sabiduría y gracias a lo cual las jntensidades sión, el innoble imperialismo carubal.
vivaces y mortíferas que nos atraviesan podrían ser desconsideradas, esa El pequeño sufrimiento no es sino el desplazamiento de la barra de
Nada es producida por su deseo, y no es ella quien produce el deseo. disyunción. El pequeño sufrimiento llevado a segundo grado es la con-
Esas intensidades de ninguna manera proceden de las ilusiones de cam- ciencia de que ese desplazamiento es la regla, que siempre hay desplaza-
bio en la ocupación del círculo inmóvil que contornearía la Nada, sino miento. Pequeño sufrimiento que alcanza su acmé en el pensamiento de
que, por el contrario, ellas pueden engendrar este último como centro de la metáfora y de la separación , Pero el dolor del que hablamos no está de
una disposición de circunversión que se llama tanto cuerpo propio como ningún modo ligado al desplazamiento de la barra del concepto. Este do-
yo, sociedad, universo, capital, buen dios. La idea del juego, del gran lor no es la depresión que se origina en la situación de estar con un pie
Juego, juego del deseo y juego del mundo, es todavía un pequeño pensa- nquí y un pie allá, un pie adentro, un pie afuera, de estar dividido. Este
miento triste, es decir un pensamiento que sigue estando totalmente en dolor no guarda ninguna relación con el pequeño sufrimiento de la cas-
la jnstancia del Cero, y desde allí hace el esfuerzo, supremo para e] pen- i.ración, que es el sufrimiento del concepto, fisura y cicatrización dife-
samiento, de decirse: he aquí que todo lo que sucede en la periferia, so- ridas sin cesar. Es así más bien como hay que imaginarlo, Crines per-
bre el círculo, es sólo tránsito de intensidades, vuelta y retorno eterno; él fumadas.
se dice: sólo soy pensamiento, es decir la Nada y nada; lo que es gira al- Usted toma esta barra que separa el esto y el no-esto. Es decir, no
rededor y tal vez yo sólo tenga que colocarme también sobre la circunfe- importa cuál segmento. La coloca en un espacio neutro, digamos tridi-
rencia y girar con las intensidades, hacer como si amara, sufriera, riera, mensional para facilitar la intuición tan gastada de la imaginación. La
corriera, cogiera, durmiera, caga~a y meara, yo, pensamiento. Ese supre- l'Cviste de un movimiento de rotación alrededor de un punto pertenecien-
mo esfuerzo del pensamiento tiene que reventar: ése es nuestro deseo de te a ese segmento, movimiento que presenta las tres siguientes propie-
economistas libidinales. dHdes: la rotación se produce en todos los ejes, sin exclusión; el punto
El dolor de la incomposibilidad no se refiere a 1J..Il cero delimitador, central se desplaza él mismo sobre el segmento de manera aleatoria; se
seleccionador, orientador. El pensamiento no lo precede. Muy a menudo desplaza, por fin, igualmente en el supuesto espacio neutro. Así se en-
lo que se llama el pensamiento es lo que se le escapa, ·está hecho para ~~ondra una superficie, que no es otra que la banda laberíntica libiclinal
darle escapatoria. El dispositivo de encerramiento, es decir de delimita- d<' morras: esta supm·ficie tiene siempre como ancho el largo del segmen-
ción y de concepción, que va a producir el exterior y el interior, que va a to, ole. Pero lo imporLnntc 110 es describir las propfodades de la banda.
acotar la extensión del concepto, que va a definir los lugares (del arte, de g Rlt1 i.or,monto que "p111-111 1i,,bre" todo el paisaje de las superficies "cor-
la cultura, de la producción, de la política, de la sexuul idncl), ese disposi- por11 h111'' 11ni<i11111 ,·01110 y11 diji1110H (qltt\ ,lo hocho lo engendra punto por
tivo con su cero s61o puede ser engendrado por dc:rniutN1 11iíi,:11ción. p11rd.n, 1111 c•I t.i111111111 1n1p1•rl't•pl.1lilfl do 1-1 u ¡>nrnu.i11t11H1in ollf), Ctuml.o mlts
24 ECONOMIA LIBIDINAL

rápido gira sobre sf mismo, más energía emplea y gasta, y calienta la zo-
na viajada. Este paso puede ser absolutamente inmóvil, negro sol de las
llamadas conversiones histéricas o de los llamados bloqueos obsesivos o DUPLICIDAD DE LOS SIGNOS
paranoicos, o ser por el contrario fulminante o efímero: ideas sobre el ar-
te, la ciencia, el amor. El hielo que deja tras de sí es proporcional a la
energía bombeada: intensidades frías extremas. Y toda intensidad, que- Vea usted enseguida, Incomplaciente de ojos grises, por dónde, una vez
mante o remota, es siempre esto y no-esto, no el efecto de la castración, más, creemos romper nosotros, economistas libidinales: no hablamos
de la represión, de la ambivalencia, de la tragedia debida al gran Cero, más (salvo por inadvertencia, téngalo en cuenta) de superficies de ins-
sino el efecto de lo que sería la intensidad del movimiento asintético, mo- cripción, de regiones a ocupar, y otras cosa s semejantes. Desconfiaremos
vimiento más o menos complejo, pero de todas maneras tan rápido que de la separación admitida entre la inscripción y su lugar. Es necesario
la superficie engendrada por él, en cada uno de sus puntos, es al mismo (Nietzsche dice que es muy diferente decir es necesario que tú debes), es
tiempo esto y no-esto. No se puede decir respecto de ningún punto, ni de necesario exigirle a nuestra imaginación, a nuestra potencia de palpa-
ninguna región, por más pequeños que sean, lo que son uno y otra, por- ción, hasta el punto de -si no pensar, pues no somos pensadores- al
que esa región o ese punto no solamente ya han desaparecido cuando se menos de forjar la idea de una intensidad que en vez de posarse sobre un
pretende hablar de ellos sino que, en el instante singular e intemporal cuerpo productor, lo deterrrtine; la idea de un paso sobre nada, que sea
del paso intenso, él o ella han sido sitiados por ambos lados a la vez. por un instante fuera del tiempo contable, su propio pasar, su vuelta (pa-
Cuando se dice a la vez, se dicejuntos los dos (o los n), pero se dice l'H hablar como algunos, pero en una acepción muy diferente). En con-
también uno en cada vez, en la singularidad de Za vez, della volta. Una 11rcuencia, no de entrada una superficie y luego una escritura o una ins-
sola vuelta acarrea muchos afectos. El tema no es la separación, sino, cripción sobre ella, sino la piel libidinal de la que podrá decirse apres
por el contrario, el movimiento, la desplazabilidad en el sitio. Hab1ia in- roup que está hecha de un patchwork de órganos, de elementos de cuer-
cluso que imaginar la banda de una sola cara como si fuera producida pos orgánicos y sociales; la piel libidinal en primer lugar como reguero
por este rotativo aleatorio, este segmento loco que actuaría como una rlc? intensidades, obra efímera, inútil como una estela de reactor en el ai-
matriz cuyas propiedades no cesarían de cambiar y que desarrollaría en ro exiguo a una altitud de 10.000, exceptuando que sería, en oposición a
consecuencia, a su "salida", la cinta imprevisible de las marcas libidina- dicha estela, completamente heterogénea, aunque, al igual que ella, su-
les. Pero esta misma ficción debe ser corregida porque toma como modelo perficie viajada y viaje al mismo tiempo. Usted podrá decirnos: "viajada"
una máguina industrial, por ejemplo una trefiladora o una laminadora y, OA un pasado, no es el paso que da la piel, sino el pasado del paso, no la
siguiendo ese modelo, implica la categoría de una acumulación, de un al- intensidad sino su apres coup; y la superficie, la piel libidinal ya es, en
macenamiento, de una memoria material y, lo que viene a ser lo mismo, consecuencia, una memoria de intensidades, una capitalización, una lo-
de una diacronía. Por ejemplo, usted puede -pienso yo- modificar de rnl ización de sus pasos; hay la intensidad y lo que queda, y la compara-
cualquier manera y de manera incesante las normas del estirado o del t:ión que usted hace no vale nada porque muestra que hay caput, superfi-
laminado y siempre obtendrá barras o hilos de metal con propiedades cie de inscripción, registro, allí donde ella cumplía la función de hacer
necesariamente variables. Queda que permanecen, que las marcas de va- v(ir la acefalía.
riaciones se inscriben en estos objetos y los transforman en monumentos Lo estoy viendo, Incornplaciente, sonreírse de la farsa que repre-
de una actividad pasada, en medios determinantes de una actividad por 1wntan para mí las palabras del saber y del capital aun antes de que ha-
venir, abriendo de este modo el espacio de un río arriba y de un río abajo .YIJ empezado a hablar. Estimemos esa farsa, no le temamos, digamos sí
en la producción, de un tiempo diacrónico acumulativo, de una historia cada vez que sea necesario (y lo será y lo será una y otra vez) decir lo que
capitalizante. Y ¡cuidado! porque con el instrumento, la máquina, usted t.c11emos que decir corno economistas libidinales, esa farsa rellenará
ya está en pleno cero. Mientras que los torbellinos del segmento dis- nuestras palabras con su viejo picadillo de tristeza nihilista. Entre la
yuntivo en su viaje libidinal no constituyen memoria por el hecho de ser pir. l libidinal y un registro de inscripción, siempre será posible la con-
singulares, este segmento sólo está allí donde está durante un tiempo, a l'unió1'\, como entro Ci·isto y Anticl'isto, entre la materia y la antirnateria.
tense, inasible y, por consiguiente, lo que ha sido viajado "antes" no exis- No térlf'rtlOH /Joder, gracias a dios, de disociarlos, de aislar una región,
te: acefalía, tiempo del inconsciente. pr<;ciH11rt1urlto, un c11m1>0, ir>nlci snmonte! quo sería una buena represen-
t.11l'i6n, p1 1•t'i1111n1ttrHt•, dt• 111 hu11cl11 lihiclinnl y quo Oflcnpm·ía a In ndminiR-
1
26 ECONOMIA LIBIDINAL LA GRAN PELICULA EFIMERA 27

tración del concepto, a su rígido escepticismo y a su nihilismo. No hay critura nos consterna y deprime? No, nos interesa vivamente y nos reani-
región afirmativa, palabras que se aniquilan entre· sí. ma. Si hay un secreto, es ése, el suyo: ¿cómo da lugar a la inscripción y al
Freud dice maravillosamente: las pulsiones de muerte trabajan si- registro la imposible yuxtaposición de singularidades intensas? ¿Cómo da
lenciosas en el rumor de Eros. Eros y las pulsiones de muerte, incompo- lugar y tiempo a la multiplicidad, luego a la generalidad, luego a la univer-
sibles, son indisociables. Lo mismo sucede con el paso de intensidades y salidad, en el concepto, en el conjunto del registro, el diferimiento-
la superficie de inscripción: ésta opera como la memoria, el manteni- desplazamiento fuera de lugar-tiempo de la singularidad de afecto; cómo
miento del paso; es el medio por el cual la efervescencia se consigna y da lugar-tiempo al diferimiento-composición o coro-colocación? ¿Cómo la
conserva, y por el cual el signo singular de nada que es la intensidad se potencia da lugar al poder? ¿Cómo se circunscribe la afirmación fulgurante
transforma en término presente-ausente cuya posición, y por eso mismo alrededor de un cero que al inscribirla la anula y le asigna sentido?
su valor, será asignado en función de la presencia-ausencia de otros t ér- Ese es nuestro vivo interés (interés político, entre otros, puesto que
minos, en función de su regisb·o, de su lugar en una forma o Gestalt o toda la cuestión política reside en eso). Y los cómo que le dirigimos no
composición. La superficie de inscripción es entonces el medio de regis- son porqués. El porqué es rabioso, nostálgico, pérfido, siempre nihilista.
tro. Y del medio de registro al medio de producción no h ay que dar más No negamos la realidad -libidinal, se entiende-, de ese cero, de ese re-
que un paso, el que, según Deleuze, da el déspota, el gran Gestaltista. gistro; no tenemos la intención de desvalorizarla por hipótesis, de empe-
Sabemos bien que esta superficie es a la vez, de manera indiscernible, la zar diciendo: ese cero es un déspota malvado, ese cero nos r eprime, está
piel libidinal "engendrada" por la barra enloquecida y la juiciosa cbatura para eso, etc., resentimientos todos que sirven a menudo de resorte a lo
del libro de cuentas. A la vez la yuxtaposición de efectos singulares que político y que no compartimos. Una vez más, lo que nos interesa: el signo
se llaman Sarah, Birgit, Paul, el hígado, el ojo izquierdo, los guijarros de en el sentido klossowskiano-romano de Subjugus y de Pertunda, el ten-
ese cuello, yuxtaposición de intensidades puntuales nunca reunidas en sor singular con su enloquecida multiplicidad de direcciones; no preten-
un cuerpo, solamente colindantes en la imposible idea de la banda pul- demos c;lesenmarañarlo del signo nihilista "malo", desde Platón hasta
sional, la cual no puede ser una superficie de inscripción, sino unas ex- Peirce y Saussure, con el objeto de colocarlo aparte, en un buen lugar en
plosiones -ni siquiera forzosamente sucesivas-, efímeras, de intensi- ol que estaría finalmente al abrigo del gran Cero semiótico-semioticiano,
dad libidinal -por consiguiente eso y a la vez la hoja donde se registra ni disociarlo, por lo tanto, para ponerlo en exterioridad con relación al
bajo forma de listas, nomenclaturas, estados civiles, repertorios, índices, 1-,rigno malo ni tampoco poner a éste en exterioridad con relación a aquél,
bajo la doble ley del paradigma y del sintagma, de la columna y de la lí- :.eparándolos, y llegar a ser así nosotros los Justos, Bienaventurados,
nea, donde se registra lo que queda de la intensidad, su huella, su escri- ~t,bios, Iguales, Hermanos, Camaradas; no, no nos interesa ninguna de
tura. usas negaciones, sino lo siguiente: ser lo bastante refinados allí donde es-
Esa es la farsa que nos juegan las palabras, que nos juegan las in- Lemos para sentir, en la rudeza de los signos intercambiables, las singu-
tensidades y que nos va a jugar de punta a punta en este libro nuestro laridades irrepetibles de los pasos de afecto, bastante discriminatorios
arrebato mismo: este arrebato, lector, Incomplaciente, llegará a usted y... , yo diría, como provocaci6n: jesuitas, para captar, en el movimiento
refrenado, remitido, esta hoja en la que escribo y que por un instante, en ¡ro neral de reducció'n y de inscripción en el Cero del capital, del
el deslumbramiento y la impaciencia, es la piel acariciada de una mujer 1-:;ignificante, los de este lado de acá y los por aquel lado de allá de este
o la lisura de un agua en la que nado crawl con amor, esta hoja, usted la 11,ovimiento, las inmovilidades o las agitaciones que arrastra y traiciona
recibe impresa, r epetida, por duplicado; usted recibe una hoja de regis- 111:10 movimiento, para amar la inscripción no porque ella reporta y com-
tro. Las palabras que queman en la punta de la pluma, que esta punta porta, sino por aquello que para producirse la necesita, no porque canali-
espolea como si se tratara de un rebaño al que hiciera correr para atra- '1,ll sino porque deriva.
par al vuelo la más noble, la más veloz, la más poderosa de entre ellas, Ese es nuestro problema, político y otro, ésa es al m enos su posi-
usted las r ecibe como lexicólogo. Y todas las comparaciones que podrían d611: Ju teatralidad sin referencia, las máscaras que no remiten a ningún
venir a la mente están jodidas de antemano por el cum- que comportan y , m,l,ro -lo cual sería a su vez una máscara-, los Nombres (¡aguas con
que hace de ellas procedimientos de pesada, pensada, conmensurabili- 111 n111y1'lRcl'lln!) do una historia que no es la memoria de las sociedades
dad, buenas para el registro y la contabilidad, incapaces para siempre de 11onllH·os Que !'lcríon Au nmnORin-1 sino este exceso sobr e la apariencia
dar la intensidad en su event. ,1pnll1Hm awrnpro i11diHt1t1rr1ihlc• do 61, <'I DionisoR insílportihle de la gran
¿Cree usted que la melancólica comprobación rlc ORO di(N·ir rlo In c18 • 111 ;-;, 1111 ,,,11uo 1111 11puo»t.n Hi no c1omo Hll 11och11 11m•h1o r1 In kÍ ll(.:'ulnridod
28 ECONOMIA LIBIDINAL

siempre situada en el orden paranoico de lo universal. Y, en ese sentido,


no es una r evolución lo que tenemos que hacer, es .una revolución, una y
otra vez, una revolución permanente si usted prefiere, pero a condición DEDUCCION DEL CUERPO VOLUMINOSO
de que esa palabra deje de denotar la continuidad y quiera decir: no se-
remos nunca lo suficientemente refinados, el mundo (libidinal) será
siempre demasiado bello, h abrá siempre en él un exceso demasiado Caricia en el cuello: lugar donde se detiene la blusa, donde comienza la
grande de temblor vibrante mudo en la depresión o en el desabrimiento piel, o bien a la inversa, ¿frontera o fisura? No, es más bien la región de
más ordinarios; no dejaremos de ser allí los discípulos del afecto, las vías trasmutación de una piel en una piel diferente. El liviano algodón oscuro
de los afectos no dejarán de recorrer y volver a recorrer los signos de re- os una piel. -Codo alojado como un líquido en palma, dedo medio ali-
presentación y de trazar en ellos los itinerarios más inesperados, los más sando y borrando con ligereza plegadura de sangrado blanco y azul.
audaces, los más desconcertantes. Y a condición de que permanente quie- ¿,Aquí también fisura? No, zona de paso, de vuelco de las superficies.
ra decir también esto: no buscamos producir una cartografía, una memo- ¿Qué es lo que emociona en esas regiones? Reducirlas a una simbólica
ria, un registro de nuestros esfuerzos de refinamiento, una organización, del sexo femenino sería una pendejada. ¿Son entradas imaginarias, en-
un partido de refinados, uña antisociedad, una escuela de cuadros para t,radas en lo imaginario? ¿El estreno de teatro, la entrada del teatro, la
afectos, un aparato de permanentes del refinamiento; la permanencia en t.catralizaci6n de la superficie libidinal? -No, a la entrada, se pasa por
cuestión no es algo que persiste a través de una duración idéntica a sí delante de la entrada sin entrar, el largo dedo borra la ilusión príncipe
misma y sobre la que podrían asentarse adquisiciones, ganancias, expe- tlo que hay allí una fisura, por lo tanto un adentro si se la penetra. Sí, no
riencias y resultados, un saber en materia de intensidad, no, por el con- Pres un teatro en el cual entra mi obra para ser representada; no eres un
trario, todo eso se perderá a medida (¿de qué?), y se perderá de tal modo línlite, verga enguantada en vagina es será ha sido un caso particular de
que en un sentido nunca llegaremos a querer continuamente, a querer en una ensambladura incesante, maníaca y absolutamente imprevisible, de
el sentido de una resolución mantenida, este refinamiento en los embar- pmtes de la gran piel de una sola cara. La fuerza se congrega en esas lí-
gos (desembargantes) de signos porque la potencia (Macht) no puede ser 11oas de contacto las cuales, gracias a su carga abundante, se expanden
querida (Willkur), porque el deseo no puede ser asumido, aceptado, com- l'I'\ nuevas superficies llamadas de inscripción. Este aflujo es el euent.
prendido, atornillado a unos nombres = nomenclaturado, porque esas in- - Aunque bajo manga mano envuelve codo ligeramente plegado (¿por la
tensidades que deseamos nos producen horror, porque les huimos, por- ncci6n de esta misma mano?), mirada queda perdida, pero se vuelve ne-
que las olvidamos. Y es justamente de ese modo que en tal ocurrencia li- H"ª y se pone a mirar "adentro". Ese adentro es lo siguiente: la fuerza
bidinal, diferente en tal o cual otra, se produce una revolución diferente, que se alojaba en los ojos se escapa y corre hacia sangrado. ¿Será para
incomparable (y siempre ya compa·rable y todavía comparada, como en dt1shacer ese contacto con la epidermfa digital o para arrojarse allí y pa-
las palabras mismas que acabo de emplear); y nada de permanencia: he- Nnt? Un tercero, que le habla, no ve nada.
mos huido del goce-muerte, pero lo reencontramos delante de nosotros, ¿Cuándo, cómo empieza la banda a ser voluminosa? ¿Es el lenguaje
desconocido, de inmediato reconocido, unheimlich, puesto que heimisch, 1,l que, por su función referencial, le confiere espesor y presencia de au-
diferente, no querido por decisión reflexionada, sino, por el contrario, 1111ncia? ¿Es el ojo el que cava las superficies en reversos y prosigue loca-
evitado, rehuido en el pánico y el terror de la nostalgia y, por consiguien- 111cnte, detrás de ellas, la continuidad de sus anversos? Pero, ¿qué es el
te, verdaderamente deseado (Wille), inasumible. Y habrá que olvidarlo '' longuaje"?, ¿qué es el "ojo"? ¿Entidades de pensamiento, con ceptos?
cada vez porque es insoportable; sin embargo ese olvido lo hace ser "que- /,Cuál actividad pueden tener? La polirnor:6.a llamada perversa, simple-
rido" en el sentido de la Wille, y produce el desplazamiento y viaje de las 1111mte diversa, de la infancia, se desplaza sin fin sobre una superficie sin
intensidades y su retorno fuera de la identidad. Nuestra política es en 1111ujcros. No hay agujeros sino invaginaciones de las superficies. Por eso
primer lugar de huida, como nuestro estilo. 1,11 que cuando abrimos, solamente afirmamos lo que es, vasta piel con re-
N1<lt1R, en la que Jas grietas no son entradas, heridas, cortaduras, perfo-
rucionoa, s ino la misma superficie que prosigue, después de un rodeo, en
l'oi•nw do hohm, frcnt.e replegado casi en contra de sí misma, como en
m11linwudo. Lo polimorfia rlivcrsn sabe que no hay agujero, ni interior,
l11111pcwo 11intl1n flHULuurio u 1wr rospotu<lo. Quo sólo hay piel. "El niño",
30 ECONOMIA LIBIDINAL LA GRAN PELICULA EFIMERA 31

ese fantasma de Occidente, el niño, es decir el deseo, es energético, ecq- gia comienza con la producción de esta instancia unitaria; y, por la otra,
nómico, no representativo. una instancia semejante desvaloriza, anula, cercena inevitablemente los
¿Es la ausencia, la ruptura o rotura o pérdida o desconexión de una signos intensos que son las conmutaciones libidinales, interrumpe las
ex parte de piel libidinal lo que va a dar lugar al lugar voluminoso, al te- uniones labios-lengua-pezón, las conexiones nuca-hombro, dedos-seno,
atro, al signo sustitutivo, a la interioridad que ocupa el lugar de la exte- porque en lugar de ser pasos suficientes de intensidad, estas metamorfosis
rioridad, de la cosa perdida? Eso dice Freud en Jenseits, a propósito de se vuelven metáforas de un acoplamiento imposible, estas conmutaciones,
su nieto. Ese sería el origen del teatro: el niño tenía, en su película pul- otras tantas alusiones a un poder-goz¡µ- inaprensible, estos signos feroz-
sional, como uno de los fragmentos cuya ensambladura hace crecer esta mente singulares, incomparables, los signos comunes, universales, de un
pequeña piel al infinito, t.enía el seno de su madre, el pezón en la lengua 01igen perdido.
entre sus labios, la elasticidad cálida del pecho enorme bajo sus dedos Nuestra pregunta es: ¿quién sufre en el dolor? Freud responde: el
ciegos, su nuca hundida en el hombro muelle de su madre, ojos entrece- nifio, por lo tanto un sujeto ya constituido, formado frente a, simétrico
rrados por el placer que escrutaban de arriba abajo su placer (de él), en del objeto madre, por lo tanto ya con una pared entre ellos, la pared es-
suma, una excelente conexión múltiple, diversa-perversa; se caga en los pecular, y el lado de la sala y el lado del escenario: el teatro; y el teatro
pañales mientras mama y he aquí que "pierde" a su madre, digamos me- q11e el niño fabrica con el borde de su cama como rampa y el hilo atado a
jor: la conexión se deshace, inmenso dolor por falta, dice Freud, desam- lu bobina como telón y escenografía que regula entradas y salidas, este
paro insoportable, aflujo masivo de pulsiones al borde del derrame, pero t.ontro-prót.esis, de la misma clase que el ya excavado en él, es la réplica
callejones sin salida por doquier, esclusas cerradas, conmutadores des- nn "exterioridad" del volumen hueco en el cual los dos polos de su propio
conectados, desperfectos, estasis, todo va a saltar. Se monta el teatro, 1'1lcrpo y del cuerpo de su madre, frente a frente t.eátrico, polos inexisten-
mamá será bobina, vamos a repetir su pérdida, ¡oh! - "¡se ha ido!" 1,us, capturan, retienen en su campo, dominan, todos los acontecimientos
hisse- ¡"ahí está"! vamos a amarrar el desamparo, encontrar salida a rlu la banda libidinal. El dolor como cesura, fisura, grieta y desconexión,
esas masas amenazantes de energía desplazable que gro.fíen a las puer- 11610 hace daño a una totalidad unitaria. Al concebir el dolor como el mo-
tas del cuerpo, a éste lo abriremos hacia su prótesis, el teatro de la bo- lol" de la teatralidad, Freud confiere a ésta la consistencia metafísica de
bina. lo negativo y, por lo tanto, es víctima de esta teatralidad, ya que la des-
Es el dolor, en consecuencia, lo que inaugura el teatro, es la inten- rnnexión y la fisura sólo hacen daño en la representación con vocación
sidad como intensidad mortífera, dice Freud. Pero observen ustedes la bo- 1111itaria; la pérdida sólo es sentida como agresión por el cuerpo ya pro-
bina presente-ausente: sería necesario que el pezón, el vientre del seno, el pio, propietario, y la muerte es un horror sólo para la conciencia ya orga-
hombro y el brazo y los ojos se hubieran ya constituido como instancias so- 11 izuda. Si se quiere explicar el nacimiento del teatro, no hay que buscar
bre una persona, una unidad, la madre, para que ella, esta bobina, pudie- ,rn ttocreto en el dolor de una pérdida, pues sólo puede haber pérdida pa-
ra tener lugar, reemplazar esa entidad. El niño podría entonces, en efecto, 111 un a memoria y, siendo acéfala la llamada perversión polimorfa, para
sufrir la pérdida de una instancia pero ya no sería entonces más la perver- ulln la pérdida es o no es la ocasión de gozar-sufrir. Y eso es todo.
sión polimorfa que nos interesa, tanto a Freud como a nosotros. No hay 'l'nmpoco hay sufrimiento de un lado y placer del otro: esta dicotomía
posibilidad de un dolor por falta, incluso posibilidad de una ausencia si no ¡111111,,,ncce al orden del cuerpo orgánico, de la instancia supuestamente
se ha supuesto de entrada que había la presencia de una madre, de al- u111fic11da, y exige el trabajo de negación, de Verneinung, que lleva a cabo
guien. Y hemos hecho así una petitio principii, vicio formal no muy grave 111 principio de placer al escupir lo que hace daño y no dejar entrar sino lo
para gente como nosotros cuyo discurso no tiene la pret.ensión de la consis- 111111 hnco bien, principio de placer que es también principio de realidad,
tencia, pero r edhibitorio cuando se quiere dar una explicación: desde el ¡ ¡,1111rtto que escupir es separar lo doloroso, expectorado como e:xterio-
momento en que hay alguien, una instancia que pasa por ser el lugar de , ld11rl, clo lo placentero, conservado como interioridad. Hay que barrer to-
totalización, de unificación de varias singularidades, de varias intensida- \ 1fu11 nirns fobuHtas maravillosas que- suponen lo que tendrían que hacer
des libidinales, se está ya en el gran Cero, se está ya en lo negativo; y se 1 11111 miclor, ln formación de la dualidad, del signo sustituto, del teatro inte-
está ya en el desamparo, puesto que esta instancia sobre la que habrán de \ 1111r q1w repite una realidad exterior (y la recíproca) y por lo tanto tam-
ser aplastados esos goces-muertes singulares, madre o cualquier otro 1 ltlf111 lu formnción de la cesura, herida, fisura que daría entrada hacia el
equivalente, por una parte nunca está dada, nunca hay conexión sobre 1 11.t,,rlor; l:odna 08llR fábulas, Jcnseíts, Die Vemeinwig, preexisten en la
ella, sólo hay cabos, metamorfosis parciales, y en consecuencia, la noRtal- 1l1111l11J11d dol Cl1ro (dol Uno, de In propin pcrffonn, objeto o sujeto, del
32 ECONOMIA LIBIDINAL

Yo... ) y de la intensidad (del goce, del dolor, de los dos juntos). Hay que
intentar describir la circunscripción de un teatro allí donde había piel li-
sa, afirmativa, energéticamente, sin presuponer la falta, aun cuando hu- DUPLICIDAD DE LOS DOS PRINCIPIOS PULSIONALES
biera que hacerlo bajo el nombre de dolor.
Imaginemos ahora esto: Piel rajada. La barra giratoria disminuye
su carrera; el movimiento loco, aleatorio, que engendra la piel libidinal, 1Yor qué se desacelera el movimiento de la barra? No lo sabemos, no se
ese movimiento se frena lo suficiente como para que el esto y el no-esto puede responder a la pregunta del porqué, lo cual supondría precisamen-
que su velocidad muy alta confundía en todos los puntos del campo, sean t.11 el nihilismo y el pensamiento. Damos vuelta la pregunta y decimos:
ahora distintos, tan pronto el esto, como el no-esto, el he aquí y, además, ,•uundo gira intensamente no hay porqués; el porqué mismo que usted se
el he aquí fuerte, claro que sí. La barra deviene frontera que no se puede pluntea proviene de que gira menos fuerte, y es reivindicativo y nostálgi-
1 ,i. El movimiento de la barra disminuye porque, y entonces se intensifi-
franquear so pena de confusión, pecado contra el concepto, transgresión,
tontería, locura, pensamiento primitivo. La barra deviene borde, el borde 1•11 ol porqué... Entonces comenzará a alegarse acerca del no-esto para
de un escenario: allí el no-esto, aquí el esto. Fin del disimulo, comienzo tl,11· cuenta del esto. Entonces se abre el espacio del nihilismo de las razo-
twH (¿de la que acabo de dar, por ejemplo?).
del valor, y de la ambivalencia. Porque para ir del no-esto al esto, ahora
habrá que pagar: tener ese no-esto de allá costará muy caro. Pagar para El teatro viene por lo tanto con el concepto. La barra cesa de girar;
entrar en el allá, para subir al escenario. Tener: manera de ser lo que no por ol contrario, circunscribe. El signo intenso que engendra el cuerpo li-
se es, prótesis que supone la negación. Y el tiempo también comienza con hirlinal abandona esta vasta piel moebiana al signo significativo; la sin-
esta desaceleración: ya, ya, repetición y, por lo tanto, también espera y 111duridad de un paso o viaje de afectos es recogida y encerrada en una
memoria, síntesis del ahora, del todavía no, del ya no más, que siempre l11111llu coiñüñícab'le:-Queésa huella sea c~munical:Íle, o· qu~ e~; signo
hay que rehacer porque esos polos temporales son mantenidos "en lo su- provenga de un sistema, o que la oposición sea oposición pertinente que
1 11 vuhre (mas, ¿en cuál espacio-tiempo?) la diferencia impertinente, todo
cesivo" en exterioridad, unos en relación con los otros, al mismo tiempo
co-puestos, compuestos de una parte y la otra de lo que los separa. "º
1 remite a la duplicidad, ya señalada, de los signos, y merecería bas-
t ,, nto más refinamiento en el análisis.
Montaje al mismo tiempo de la escena y del tiempo narrativo.
¿Qué es esta desaceleración? ¿Un enfriamiento? ¿Una baja de in- En primer lugar, eso quiere decir que no hay una diferencia notable
tensidad? ¿Un retiro de la inversión? Sí, todo eso. Los influjos se despla- 1, rd.rl: una formación libidinal y una formación discursiva, por más que
111111 y la otra sean formaciones, Gestaltungen. Un dispositivo libidinal,
zan, la barra va a girar "más lejos"; no es la madre lo que el niño pierde,
la conexión labios-pezón es lo que ahora aparece como una conexión, co- , 1111 fli rlerado precisamente como estabilización e incluso estasis o grupo
mo la juntura, en lo sucesivo parádojica, de las dos zonas, de un esto y de dn 1• fl tasis energéticas, examinado formalmente es una estructura.
un no-esto, cuando de ningún modo se trataba de una síntesis, sino de l11 vL·1·samente, lo esencial a esta última, cuando se la aborda en términos
1lt 1 l'Conomía, es que su fijeza o su consistencia -las cuales permiten
una zona libidinal intensa. El niño no pierde nada, gana una madre, y la
madre un hijo, el esto y el no-esto se ubican bajo sus nombres de com- 1111111tcner en el espacio-tiempo denominaciones idénticas a sí mismas en-
plementos, mientras que el movimiento del segmento en desaceleración l 111 1111 esto y los no-esto-, trabajan los movimientos pulsionales como si
los deposita, centrífugos. El concepto, el tiempo, la negación, la ambiva- l1111r11n represas, esclusas o canalizaciones. Podremos en consecuencia

lencia aparecen con el debilitamiento de las intensidades. La representa- l1111larnos dos veces e inclus9 una cantidad innumerableoe vece;, ~n. ;i
ción supone astros no muertos, sino tibios: de-siderium, los sidéreos no 111 111 n10 río, si a éste se lo considera por su pendiente, sus bordes, sus di-

se sideran; el deseo nostálgico, el voto, el Wunsch, comienzan con la baja , n1•r1011cs, su caudal, como lo haría cualquier espíritu-cuerpo razonable:

de la economía libidinal. il11 1111,ncra discriminada; pero uno no se baña nunca en el mismo río,
111 rup lorrH·n t:e porque no hay río; eso es lo que dice el loco aficionado de
1111:ulnddades, se llame Proust, Sterne, Pascal, Nietzsche o Joyce; loco
ilP1·11lido u juzgur ese bafio in.intercambiable por ningún otro, a pesar de
1111 11 11mlwo m•nérico; loco <lispuesto a t ener un nombre pr_opio, un_rw1:nhr.e
tllvow, Jl<ll' l'lido inlcn fiidacl, y a morfr, por lo tanto, con cada una de
IIH11, 11 ¡,nrdor h11¡.d,11 In m c r11 o rfr1 (qua se llnmn lecho y trazado del río), y
34 ECONOMIA LIBIDINAL LA GRAN PELICULA EFIMERA 35
seguramente su p_r..opia...iclentida_d. Locura del pathos; p ero usted tiene los organismos. Es de nuevo dejarse convencer por el binarismo; es acep-
querecÓnocer, Incomplaciente, que esta locura co.mparte el mismo res- tar el regreso del concepto hasta en el movimiento de su disolución: si só-
paldo con la locura del estructuralista que se ha declarado incapaz de es- lo se puede asignar una función, y sólo una, a cada instancia, una y otra
cuchar en el silencio de las redes el crujir de las masas de flujos que al1í instancias, de vida y de muerte, serán siempre localizables por sus fun-
circulan y que son, sin embargo, la "razón última" de su operatividad. ciones, a partir de efectos que precisamente siempre podrán crear ins-
Freud es la víctima de esta confusión de las formaciones, tancias tanto sobre la vida como sobre la muerte, pero siempre de mane-
Gestaltungen, que hace que los dispositivos libidinales sean idénticos en ra unívoca. Aun cuando se protestara porque los signos a partir de los
principio a las estructuras formales y que sirve de pantalla a su proyecto cuales se operan estas inducciones o determinaciones de instancias son
o al menos a su idea de una económica libidinal. equívocos o al menos polisémicos, y porque sobre ellos se pone en juego
Si las intensidades bajas se estabilizan en configuraciones, si los la rivalidad o incluso también la connivencia de la muerte y de la vida,
afectos se distribuyen según vastos dispositivos matriciales, según lo que quedaría que en principio concederíamos en lo esencial al admitir para
Klossowski llama fantasmas, en cuerpos voluminosos, en simulacros y, cada instancia la unicidad de su función y, en consecuencia, la identidad
por lo tanto, igualmente, en organizaciones fijas de elementos de la "an- de la instancia y de su función y, más aún por lo tanto, la identificación
tes" piel libidinal convertida en organismo, aparato psíquico, o en cual- posible de la instancia a partir de la función. Ahora bien, más acá de lo
quier otr a cosa de ese tipo que se prefiera, entonces es seguro que Eros que dice el texto de 1920, si Freud introduce la instancia de las pulsiones
podrá hacer buen m atrimonio con Logos. Y cuando digo Eros, es todavía de muerte, es precisamente para mantener no solamente ese signo, sino
de manera muy simplista, como se verá más adelante: se trata asimismo la economía Hbidinal entera, al abrigo del concepto y de la discrimina-
de las pulsiones de muerte -cuyo desajuste o desarreglo, cuando su ción binarista. No se trata, de ningún modo, de desdoblar las instancias,
efecto es el bloqueo de las impulsiones, produce otras tantas configura- lo cual sería el llamado "trabaj o" del concepto, se trata por el contrario
ciones, estasis, rigideces económicas- que podrán pasar (silenciosamen- tle que su confusión sea siempre posible y siempre amenazante, de que
te... ) por estructuras formales. ¿Quién puede discernir lo que es enfermo K~a insoluble la cuestión de saber si tal Gestaltung es más un efecto de
de lo que es terapéutico en una neurosis de conv~rsión (para hablar como ,nuerte que de vida; si tal inundación, desligamiento pulsional, son más
los nosógrafos)? Después de Freud se ha vuelto trivial considerar la neu- 1micidas que terapéuticos desde el punto de vista del aparato que los pa-
rosis como una formación de compromiso, como una estabilización que d<-!ce, si, por el contrario, tal estasis, tal bloqueo, tal cristalización de un
cumple el deseo en su doble dimensión erótica y mortífera. Que las dos clispositivo estable son más bien resultado de la ortopedia salvadora o de
dimensiones sean indecidibles en el síntoma, por lo tanto, casi va de su- lu entropía mortífera.
yo. Pero no es menos cierta la función casi comunicativa, lógica, del sín- Silencio es una línea única tendida sobre cejas que se curvan a cada
toma; toda configur ación energética, puesto que descansa en disyuncio- Indo, de manera que envuelven pómulos, como la mano del amante en-
nes y reposiciones sintéticas de elementos disyuntos, es una estructura. vuelve en las esculturas de Khajuraho el seno de la servicial amante;
El síntoma, o al menos el síndrome, podrá ser le(do, analizado y reconsti- dospués ella se ensancha en superficie deltaica y remonta para formar
tuido como estructur a, como disposición estable de elementos; los pasos fltlncos estrechos de la nariz. Alrededor del Mediterráneo, en Umbría, en
intensos, los tensores, dejan de ser singularidades para adquirir valor, Provenza, existen estas extrañas pendientes, suaves y dóciles, a veces
como elementos de su aplazamiento, de su oposición, de una metonimia t·11ltivadas a veces desérticas según la orientación, pero siempre lisas; ex-
sin fin. El inconsciente está estructurado como un lenguaje, h agámoslo 1,,·nñas porque la tierra no se levanta allí en colinas y valles sino que co-
hablar entonces, no pide otra cosa. Lo está, en efecto, y sólo lo está cuan- l'l'O como un cuerpo líquido; corre tanto hacia lo alto como hacia lo bajo,
do las intensidades han bajado, cuando la incandescencia de la barra da 110 corre en el sentido en el que perdería un lavabo, se desliza entre dos
lugar al sonrojo de lo discriminante; cuando el sueño es intercambiado 1lírccciones o en todas a la vez, desplegando un espacio inclinado sin lí-
por el relato del suefio, cuando el viajero viene a tenderse y a vender las 111if,<)S aunque perfectamente circunscrito.
imágenes por una oreja que lo librará de ellas. Ojos sonríen derecho, el sistema párpados permanece inmóvil, sola-
Discriminar las instancias Eros y muerte mediante efectos específi- 111t11d.c se trntn de una modificación del brillo de la córnea, tal vez del
cos es creer que a una de las instancias, pulsión de vida, Je corresponde i, 111, dol <lílirtlütro de la pupila, que se capta en un "tiempo" muy inferior
una función, la de reunir y la de atar, mientras que la otra sólo dispersa- 111 it,, 11n 1:uiflo. S ilencio ignal es el que recurre a los influjos, abismo. El
ría, gastaría, haría circular las impulsionaH por la muerte más gru11do do lil11qurn¡, pocl11ro,;o c 1<tnsiH, iml'lovili:r.acíón y dique o los impulsiones, que
36 ECONOMIA LIBIDINAL LA GRAN PELICULA EFIMERA 37

podría ser por lo tanto descrito como y pasar por inhibición, neurosis, da y de muerte, si no se los puede discernir por sus funciones, si los conjun-
lugar a otros r ecorr.idos y presiona. Por eso es intolerable que se preten- tos atados pueden volver tanto a la vida (organismos, estatutos, institu-
da curar ese silencio, aliviarlo de su sentido que se supone puede formu- ciones, memorias de toda clase) como a la muerte (neurosis y psicosis,
larse en palabras. Excedente dominación del dispositivo de saber sobre brotes paranoicos, estables desarreglos letales del funcionamiento orgá-
todos los silencios, ¡como si en el discurso del científico o del filósofo o del nico), si las desataduras se producen tanto para el alivio de los cuerpos
análisis (y no solamente en el del ideólogo), no fuera sobre todo el silen- - el orgasmo y soltar el semen, la embriaguez y soltar las palabras, la
cio, el silencio que deja detrás de él por el goteo de la llave de las pala- clnnza y soltar los músculos-, como para su destrucción: la risa loca que
bras bien pesadas, el reguero de deseo que dejan a su paso, lo que consti- perturba el ritmo respiratorio y asfixia al asmático, el pánico que des-
tuye su fuerza! El médico inclinaría, sobre el abismo del silencio, una co mpone la alegría de las manifestaciones jóvenes, la impotencia cen-
oreja (la tercera), oiría, como en una cámara anecoida, el ruido y el furor l.J'ffuga que aniquila la fuerza de aquéllos que no quieren disponer de
de sangre golpeando paredes de arterias y de influjos nerviosos corriendo ningún poder, el vagabundeo a muerte del esquizofrénico que termina
a lo largo fibras del trigémino... de su "cuerpo de él" -se lo deseamos-. por condenarlo al lecho de por vida? ¿A santo de qué dos principios, si ca-
¿Qué tenernos que curar? No lo sé con precisión, pero al menos esto do efecto puede relacionarse con ambos a la vez? ¿No será, por el contra-
en primer término: la enfermedad de querer curar. Y no se trata de privi- rio, la regla del ahorro de hipótesis y del empobrecimiento de conceptos
legiar la talking cure por sobre los métodos psicoqufmicos: éstos van con 111 que rige la elaboración de los sistemas teóricos?
aquélla, la dominación por doquier, la ocupación por todos los medios, Freud conocía perfectamente estas e>dgencias formales. Si intro-
11 palabras o sustancias, de las regiones que se considere atacadas y su sa- duce el principio que llama del Nirvana, es porque su economía libidinal
neamiento. "La formación del Superyo, dice Freud, que atrae hacia él las n1w1pa a la analogía termodinámica y en términos más generales mecá-
peligrosas tendencias agresivas, equivale, por así decirlo, a la instalación 11 ka, y porque su idea del inconsciente no se encierra precisamente como
de tropas en el lugar donde amenaza la sedición." 1 "i11toma teórico; tan próximo de Nietzsche en este aspecto. La economía
Mirada de un ojo lento, ligero, aplicado; luego, de pronto, la cabeza libidinal es, si se quiere, un embrollo de máquinas; pero lo que prohíbe
pivotea de tal modo que sólo hay un perfil, Egipto. Silencio que se posa p111·a si.empre que se espere hacer su relevamiento y su descripción fun-
alrededor de ella se extiende a grandes placas banda libidinal que, al pa- 1 mr1al completa es que, a la inversa de la dinámica, que es la teoría de

recer, son propiedad de su cuerpo de él. Esas zonas también se callan, lo l011 sistemas de energía, el pensamiento -aunque todavía es decir de-
cual quiere decir que espesos raudales de inundación fluyen allí sin rui- 11111 siado poco-, la idea de la economía libidínal se vuelve todo el tiempo
do, de manera continua, hacia "sus" regiones de ella o vienen de esas 1•111Jí imposible por la indiscernibilidad de las dos instancias. Esta "dua-
mismas regiones, a lo largo de las pendientes. No hay necesidad de in- 1111:l<l" no es de ningún modo la de un diálogo, no pone en movimiento
tentar el abordaje. Ese silencio no es ciego y no exige cerciorarse acerca 111111!una dialéctica, no proviene de un dualismo, puesto que las dos ins-
de lo que pasa mediante un lenguaje, ni siquiera de manos o de pieles. l 1111cias son indiscerníbles a priori y que sólo examinando ese efecto con
Nos gusta el lenguaje de manos y de pieles, pero en este caso sería sin 1111 ppciente cuidado, casi infinito (como Proust lo hace respecto de un
refinamiento. R ecurrir a él sería obedecer a la ideología de la sexualidad. ,111dur, una sonrisa, un gusto, el contacto con un suelo, la luz de una lám-
Sugerirle: cojamos, sería en verdad considerarse representante del movi- 11111·11 en una escalera, cada euent inintercambiable y, por lo tanto, perdi-
miento de liberación del sexo. La misma dominación que la del médico, ,111 pMa la memoria), se podrá, golpe por golpe, atribuir más bien esa
esta vez del militante. La misma grosera preterición del laberinto libidi- , l,,.'ltr1ltung a la vida y a la conservación de ese conjunto organizado, esa
nal en el cual, si es verdad que el lenguaje no es nada, el sexo no es todo. 1111pHrución y ese rompimiento más bien a la muerte por exceso o defecto.
Por consiguiente: conexión con una suerte de dolor y de alegría, alegría 1,o qL10 podría pasar por sobreabundancia de conceptos no tiene por lo
inundación, que rompe cantidades de diques, dolor semejante deriva, re- 111111.o nada que ver con una debilidad cualquiera respecto de reglas de
giones enteras despegando su partida hacia regiones, y dolor mismo de l11r11111ción de un sistema teórico: no se trata de conceptos puesto que si
que todo no parta, impaciencia porque los sitios todavía resisten, porque 1111 l11 :-.0 no podemos pensar las instancias de vida y de muerte (como ci-
el abismo aún no llama con la suficiente fuerza. l1111 Md,icoa, por ej emplo, para quienes la primera es la memoria que en
Pero, entonces, ¿por qué y cómo suponer los dos principios, de vida 1111 1ion,11111t.o homoostátíco repone el sistema desarreglado por un aconte-

111111,•1111) fl u unidocl de niferencia y la segunda, en consecuencia, algo
1u11 1•on11.1 lo J)61'!1idu do 01;11 mC'm01·i•1, In amnesia), pll.csto que, a pesar de
1 Nouuclles Con(dre11ces, tr. fr., Golllmord, pp. 1 ól-1152.
38 ECONOMIA LIBIDINAL LA GRAN PELICULA EFIMERA 39

esos pensamientos, no podemos captar, prever, controlar, los efectos, los fascismo. Ustedes confundirán siempre el poder y la potencia, llamarán
afectos, con ayuda de esta idea de las instancias: muy poco conceptual, siempre poder-terror a la violencia que amenaza su poder.
por lo tanto... ¡Freud quiere, nosotros queremos, ideas que estén dentro Sabemos eso, sabemos que entre la potencia y el poder hay, para
de su "orden", es decir por el pedazo de piel libidinal que ocupan, lo que una mirada grosera, una especie de indiscernibilidad... ; no responde-
solemnemente es llamado campo teórico! - que sean también, casi tam- remos a eso porque no dialogamos con el concepto radical-socialista ("co-
bién, imposibles como el efecto del paso de la barra giratoria precedente- munista" incluido): hemos aprendido que entablar ese diálogo es ya con-
mente descrito-. ceder en lo esencial, o sea en la posición del concepto m ismo y sus se-
Este efecto no es de dualidad, sino de duplicidad. En el "orden teó- cuelas de orden "repr esivo". Sería necesario que ustedes elevaran su al-
rico" hay que llegar a proceder de ese modo, corno esa barra duplicada, ma hasta la siguiente idea: estamos seguros, absolutamente seguros, de
no por afán de mimetismo o de adaequatio, sino porque el pensamiento que lo que decimos (sin que esto sea para nada la certeza en el sentido
mismo es pensamiento de la libido, porque lo que cuenta es su fuerza (su on el que ustedes la entienden habitualmente) y al mismo tiempo, en el
intensidad) y porque eso es lo que es necesar~o dejar pasar en las pala- mismo instante, desprovistos completamente de cualquier seguridad; se-
bras, eso, esta inquietud interminable, esta duplicidad incandescente. Es guros, magistralmente seguros de los puntos en los que, en el momento
!in el que "pensamos", la libido alcanza la intensidad -porque nosotros
necesario, en consecuencia, que lo que se piense sea t odo el tiempo a la
vez asignable a un conjunto teórico, a un sistema (semántico, form al, po- nos h emos educado y refinado en el goce y en el dolor lo suficiente como
co importa), y que desespere de esta asignación. Es necesario desviar el pura haber adquirido ese olfato de pirómanos,- pero despojados una y
destino que empuja a l pensamiento hacia el concepto, si no se corre el otra vez de la protección del concepto, rechazados a l margen del cordón
riesgo de fabricar una economía libidinal que se parecerá a una trivial f1unitario del pensamiento de los sistemas, y por eso frágiles como niños
economía política, es decir a una ideología con pretensión de orden, inca- o sospechosos, insanos, acechados por la estupidez, decididos a zafarnos
paz de captar la duplicidad de los movimientos llamados económicos. Es de ella arrojándonos en los brazos de ustedes, hombres del concepto, los
necesario que el presun to campo teórico se deje barrer por la agitación días en los que el fuego sea demasiado fuerte, cuando lleguemos a temer
de las intensidades, aún aquellas más difíciles de ser aceptadas "teórica- q11e en nuestras palabras y nuestras ideas sólo la pulsión de muerte esté
rnente"4N adie puede decir que estar á a la altura de semejante tarea, to- consumiendo todo, y cuando no n os atrevamos a soplar encima, a barrer
do el mundo trata de huir de estas intensidades y de su indecidibilidad on su compañía las superficies que ustedes habían cuadriculado.
en dirección del sistema y de su ideal binario. Es verdad que el precio
que hay que pagar por esas ideas es extraordinariamente alto· y h ace po-
co rentable el negocio, si se lo comp~ra con esa actividad de r entista que
es el trabajo del concepto, en la cual el más mínimo pedazo de material
cobra sentido y cuyo proceso de acumulación parece infaliblefC on la hi-
pótesis (pero evidentemente no es una hipótesis, ya que eso no se discu-
te, y supuestamente sólo hay que esperar hechos que la falsifiquen o la
hagan aceptable), con la posición de las dos instancias, nos hundimos en
la falibilidad justamente porque pensamos sin criterio de falsificación;
porque el criterio de verdadero y falso no es pertinente para la idea si és-
ta es un trompo inten samente lanzado. Y estamos sumergidos en lama-
yor angustia porque en definitiva, señores radicales-socialistas de1 con-
cepto, no somos inocentes, sabemos bien lo que se perfila en el horizonte
del pensamiento como libido, el mismo espantajo que sacan ustedes de
sus bolsillos y agitan por encima de sus orejas mórbidas cada vez que pa-
sa u na intensidad y que nosotros saltamos, locos de alegría y de temor,
en su torbellino: el espantajo del fascismo; el núsmo que ustedes agita-
ban en el 68 en F rancia, en Alemania, en Italia. No hay que empujarlos
demasiado porque ustedes lo decían muy claramente: la íden-fu erza es el
EL LABERINTO, EL GRITO

El laberinto es un desierto de guijarros expuesto al sol del Cercano


Oriente, sin muro ni puerta ni ventana, una superficie de tiza.
Reconocemos su modelo: un laberinto que la locura de saber de uno de
nuestros maestros destinaba al aprendizaje de una lepisma. Hecho de
cartón inmaculado, iluminado de lleno por una lámpara en arco, el terror
blanco que se suponía tenía que trasmitir al animal, debía empujar a és-
te a atravesarlo, a lo largo, sin error. Se estudia de este modo la adquisi-
ción de costumbres y se evalúa la inteligencia del animal por el número
·de intentos que necesita para lograr una travesía infalible. El cartón re-
cortado descansaba sobre una superficie de agua, a la que la lepisma
también tiene horror. El animal, expulsado del abrigo oscuro donde se lo
mantiene, corre en todos los sentidos, hilo de plata casi imperceptible,
aterrorizado. Nunca aprende ese laberinto.
El terror en el laberinto es tal que impide que se distingan y esta-
blezcan las identidades: es por eso que el laberinto no es U:na construc-
ción arquitectón_ica. perman~nte sino quese constituye inmediatamente
y
en elTugar en el momento (¿en cuál mapa, según cuál calendario?) en
que hay terror. El laberinto por lo tanto no existe, pero hay tantos la'6e-
rintos "en él" como emociones terribles, vividas o no. Cada encuentro es
la ocasión para un viaje enloquecido fuera del sufrimiento. La supresión
de este último sólo podría ser el resultado de una repetición idéntica del
encuentro. Se huye quizá para aprender, para recuperar la propiedad en-
contrada, porque al repetirla se piensa poder localizarla, enderezar su si-
tuación, inscribirla en un tiempo. Pero como este terror produce su labe-
rinto propio, singular, son otras encrucijadas, otros corredores los que di-
buja la fuga, y el que huye no puede saberlo; es por eso que el animal no
a prende nada: él multiplica los laberintos incomparables.
Semejante particularidad justifica la extraña conducta de uno de
mis amigos italianos, que él me relató, confesando no poder explicársela.
Investigador, había salido de su laboratorio muy tarde, cansado, y había
ido a una fiesta que daba un amigo suyo, animador cultural de uno de
los grandes museos de la ciudad. La fiesta tenía lugar en algunas salas
tlol mismo museo y era para celebrar la remodelación y la nueva organi-
;i;nción, más aptas para hacer valer obras modernas; pero también signi-
ficaba el término del contrato mediante el cual su amigo había recibido
ol encal'go de la ciudad de promover y presentar actividades plásticas,
1111111icolcs y cinomotognHicas desdo hacía varios años. Cuando mi relator
c111t,rn al mui,oo, In n111lt.itu<l de omigos de su amigo se distribuye en to-
cl,,AlnA1wlnH nhic 1 rl.1111, 111H t•1111loH forman un coll ar cerrado: por doquier

,t 1
42 ECONOMIA LIBIDINAL LA GRAN PELICULA EFIMERA 43
hay grupos de gente que conversa, grita, ríe, se interpela, fuma, bebe, co- chinches con sus uñas; coloca la foto bajo su saco, en el hueco de la axila,
me, se reconoce, alrededor de las mesas, de las dos_orquestas pop, de las y sale: se la roba. Sube a su auto, se dirige hacia su casa, pero toma el
barricas de vino abiertas, en sillones o sentada en el piso. Los rostros son camino del domicilio de esa mujer, a quien no ha visto desde la ruptura.
de tal tipo que mi amigo podría conocerlos. 1,n departamento está situado en los altos de un viejo inmueble; sólo se
Su fatiga y su aislamiento se encuentran, por así decirlo, en equili- t\ccede a él, a partir del último piso, por una escalera caracol metálica,
brio, se alivian y se agravan. Come, bebe, sin reconocer a nadie, recorre Huspendida en el vacío, desde la cual se puede percibir lo que sucede en
el circuito de las salas, examina las retrospectivas que allí se exponen, lo pieza de adelante. Está iluminada, ve circular una silueta, desliza la
años de trabajo; ciertas obras han sido regresadas; otras sólo están pre- fotografía por debajo de la puerta, desciende corriendo el tramo de espi-
sen tes en reproducciones fotográficas, pero tanto unas como las otras, si- r11l, toma el elevador, recupera su auto y espera, con las luces apagadas.
lenciosas en el tumulto, sólo están aJlí para testimoniar actividades pa- l ,o han seguido: escucha pasos que lo buscan en la calle húmeda y de-
sadas, corno hue11as antes de borrarse. Las salas diametralmente opues- 11ierta es el amante de la mujer. Mi amigo arranca sin saber si ha sido
tas al buffet y al emplazamiento de las orquestas, están casi vacías; él identificado. Unas semanas más tarde, e1la lo llama por teléfono, le dice
les huye, regresa al vientre de la multitud, la atraviesa y saluda a su uo haber comprendido lo que ha hecho al llevarle esa foto, espera una ex-
amigo el conservador, bebe una vez más, recomienza el circuito interro- plicación. Él se hace el sorprendido, ¿de cuál foto se trata? Ella sabe muy
gando tanto los rostros como los muros, presa de una agitación creciente, bien que él no tiene nada de ella. No podría afirmar lo contrario.
que no obstante observa. El h éroe de esta historia me dice que no supo lo que hacía, pero es-
Es en el trayecto de ese segundo recorrido cuando reconoce en el l:1 de acuerdo en que es importante: sintió que algo 1o poseía hasta tal
muro un rostro fotografiado no hace mucho tiempo, para una exposición ¡)unto corno para dictar su conducta. Nosotros no sabernos mucho más
de Warhol, delante de la serie titulada Marilyn. Clisé mediocre en blanco que él, pero el efecto de impoder debe ser tenido en cuenta. Si se lo quie-
y negro, como al trazo, que marca duramente los valores. Delante de la rn eliminar, se interpretará el robo y la c1restitución" como signos signifi-
reja que forma la serie de retratos de la actriz, pintados sobre el clisé 1·11tivos: por ejemplo, mi amigo quiere suprimir hasta los duplicados de
m.ismo, e1 rostro que lo inmoviliza es el de una mujer que fue su amante 1111 sufrimiento pasado; y, asimismo: al llevar el facsímil a esa mujer,
hace unos años; ella se vuelve hacia el objetivo, con una sorpresa afecta- quiere volver a vincularse con ella. Se dirá, en consecuencia: es ambiva-
da, la boca entreabierta, como si el fotógrafo la hubiese llamado en el l011te, y es por eso que fue intenso. Nosotros no buscamos 1as causas y
momento en que ella miraba el cuadro. El cabello, las cejas, el maquilla- l11zgarnos la ambivalencia como una pequeña abyección.
je de los párpados y de los labios son aquí de un negro carbón; el brillo En el laberinto del museo, mi amigo, la lepisma, ha tenido un en-
del iris y de las pup:ilas ha sido fielmente reproducido. 1•11cintro. Ha recomenzado el recorrido varias veces; en cada una pierde
La fotografía está clavada con cuatro chinches entre otras que ilus- NII camino ante la foto; no aprende nada. Huye de la imagen, pero final-
tran el mismo período de actividad del museo. Un antiguo sufrimiento, 011:nte se la lleva; la imagen le abre entonces un segundo laberinto, el de
al que esta mujer no ha dejado de contribuir, no tarda en despertarse; él 11111 calles de la ciudad, de los pasillos y escaleras de edificios. El segundo
se aleja y se pierde en la multitud donde espera encontrar algún conoci- 1111c,umtro tiene Jugar en ese otro laberinto que se ha desarrollado enlo-
do. Pero su pedplo por la retrospectiva lo vuelve a llevar delante de la fo- quccidamente a partir del encuentro r ealizado en el primero. La devolu-
to. ¿Qué hacer? Avanza una cuarta vez, deteniéndose largamente ante la 1·1/'í n de ]a foto pone fin al segundo laberinto y al sufrimiento que es su
Prosa del transiberiano ilustrado por Sonia Delaunay, en una sala casi d 'octo y que fue recuperado en el primero. La negativa irónica por telé-
desierta, pero más por disciplina que por verdadero interés, ocupado por l',,110 may,ca la disolución del tercer laberinto, nacido en alguna parte
la amenaza que emana de la fotografía. Ha bebido de nuevo. Es muy tar- (q11i2:is en la mujer) del nuevo domicilio de la foto. Un cuarto laberinto
de, el cierre se aproxima, los grupos se dispersan, las orquestas levantan pndrío. habérsele abierto entonces a quien escuchaba, pero no, al parecer
sus artefactos, los guardianes comienzan a hacer evacuar las salas a par- un 1mcedió nada. A menos que el hecho de que mi amigo me haya conta-
tir del punto opuesto a la gran sala de la entrada, donde se encuentra la du ostc acontecimiento y yo lo haga público deba ser considerado como
foto , y avanzando lentamente por los dos semicírculos que conducen a 1111 torcor oncuentro, abriendo un Jabednto del cual ignoro hasta el mate-
ella. , 1111 c·on que podría ostnr hocho: de todos modos nadie podría decidirlo.
Mi amigo se encuentra frente a la imugon, siompre de incógnito en Nudic t,iono ol poder de, t,rnznr ol mapn da la gran película¡ ésta,
medio del atropello anónimo. Aprovm•hanclu ol doao,·dnn, dospi·ondt1 lm; vu1t11 dtrndo ol oxtorior (11unq1rn ol ln no Uoiu: exterior), sería una especie
44 ECONOMIA LIBIDINAL LA GRAN PELICULA EFIMERA 45
de animal monstruoso cuyas partes componentes cambiarían según im- ber repeticiones, el justo debe eliminar (cometer) los actos más infames,
previsibles modulaciones, apareciendo, desapareciendo con la misma para que éstos no manchen el porvenir y para asegurar el advenimiento
aterradora ligereza que las imágenes virtuales sobre una pantalla. Aun del reino de Jesús". Los otros heréticos, pertenecientes a la diócesis de
habría que imaginar que la sucesión y la naturaleza de esas imágenes no A.ureliano, "afirmaban que el tiempo no tolera repeticiones (... ). Las mo-
estén determinadas por las imágenes reales inscritas sobre la película uiciones de la nueva doctrina ('¿Quieres ver lo que no vieron ojos huma-
(en el sentido técnico). De manera más general, imaginemos que ni los uos? Mira la luna. ¿Quieres ofr lo que los oídos no oyeron? Oye el grito
contenidos ni los procedimientos llamados técnicos permiten sintetizar dcll pájaro. ¿Quieres tocar lo que no tocaron las manos? Toca la tierra.
en una historia, en una doctrina, en un estilo, los fragmentos de película Verdaderamente digo que Dios está por crear el mundo') eran harto afec-
ensamblados; sería entonces imposible construir un solo tiempo para t.ndas y metafóricas para la transcripción".2
contener y organizar el monstruo de imágenes; aun los acontecimientos El laberinto no deja por lo tanto de inventarse y de borrarse. Los
sugeridos por ciertos planos permanecerían ignorados, cada aconteci- hor éticos antes citados profesan y practican la impaciencia de terminar
miento sería experimentado como un efecto presente e inocente. Y no ha- l'On él; pero aun cuando sostengan que nada se repite, si pueden esperar
bría nada de monstruoso en este ensamblado, el cual no existiría para que se precipite el advenimiento de la salida prometida cometiendo los
ninguna mente ni para ningún ojo. 11 r:l,os más infames (eliminándolos, por consiguiente), es porque piensan
Cuando mi Romano pasa de un laberinto al otro, no transita por qu o la cantidad de males no es innumerable y que en alguna parte se po-
una reja espacio-temporal. Los laberintos que por comodidad (por tributo dt•n hacer su cuenta regresiva, al cabo de la cual se alcanzará la verdad:
inevitable que se paga al orden razonable) he nombrado primero, segun- 111 1 ética es un álgebra en la que prima lo negativo (Jouhandeau pertene-
do, etc., no forman de ningún modo una serie ordenada. No pertenecen a 1•uda a esta herejía). Pero, ¿se puede alimentar a la vez la herejía de la
una estructura de referencia; nada de uno se encuentra en el otro, al me- 11111gu]aridad y la herejía de la aceleración? ¿No exige esta última una es-
nos hasta que cada uno se forme como una especie de ciclón alrededor de pot'Í e de memoria, una catamnesis? Mas la herejía de la singularidad de-
un vientre que sería el encuentro cuyos efectos prolonga y del que huye. l u• excluir incluso la catamnesis, ]a cual supone que hay un final de la
Cada uno de esos dédalos está cerrado, el mismo tiempo que en indeci- hh1l,oria ya asignado, y que el porvenir se agota enteramente en manio-
dible expansión; cerrado en tanto no tiene con los otros torbellinos de te- 111·11 1, destinadas a apartar lo que retarda ese final. Esas maniobras no
rror ningún punto de cruce, ninguna parte común; en cuanto a su expan- mu perversas puesto que su infamia es finalmente cfrcunvertida, en ne-
sión, sería en la medida de la potencia de efecto del encuentro. 11111,i vo, sobre el inmaculado cuerpo místico de Jesús. Nosotros decimos
No sería apropiado decir que el encuentro se hace en el laberinto; el 'lllll una teología semejante es miserable, como la teología de Hegel; per-
laberinto se hace con el encuentro ..Sólo hay encuentros que trazan cada 1111111tice en la dialéctica del bien y del mal, apenas un poco caricaturiza-
uno a toda velocidad a su alrededor oleadas de muros transparentes, 1111 , y presentada con más gracia: la Fenomenología del espíritu en 96
umbrales secretos, suelos blancos, cielos vacíos en los cuales este en- 111111gones por segundo, una grabación en 33 revoluciones de Fedra, pasa-
cuentro se rehúye, se efunde, se olvida -o se repite, 'dejando de ser en- il11 (J I\ 78.
tonces un encuentro-. Este no vuelve, no se reproduce; el terror de la le- Pero que se quiera tocar la tierra, mirar la luna u oír el pájaro·
pisma es único, nuevo cada vez; nada se le inscribe; es necesario edificar bl11111pre por primera vez, como profesa la otra herejía, es grave de una
toda una configuración del inconsciente para llegar a imputarle la res- 111 1111 o ra diferente. Mi amjgo italiano sería un poseedor de esta dolorosa
ponsabilidad de que regrese lo mismo; hay que suponer que sus efectos 111,woncia, mi amiga lepisma también: los grandes miedos, los grandes
están subordinados a un sistema en el cual sería posible detectar las ,,moros no son inscripciones en un registro ospacio-temporal, y la conti-
identidades o, lo que viene a ser lo mismo, las diferencias. Las pulsiones 11,11dud o la fidelidad no tienen allí ningún lugar puesto que de un en-
son tontas exactamente en la medida en que no repiten los mismos efec- ,. ,11,11t ro al otro no hay permanencia, sino la intensidad singular que abre
tos, por lo tanto, en la medida en que inventan. La invención es una ton- • 11d11 VtJ :l su Jnberinto propio. Siempre perdidos, aun cuando creamos en-
tería del tiempo. ' 1111 l,1•111•nos en 61, aun cuando atribuyamos por ejemplo tal o cual emoción
Borges imagina, en "Los teólogos", dos herejías para la no-repeti- u 1111 motivo, u nosotros mismos o a una persona.
ción; una tiene que ver con ciertas sectas llamadas de los Histriones, SO· t•:J4L(l no signiíi cn que la fid elidad o continuidad no puedan ocasio-
bre las que escribe: "Otros nistriones discurrieron que el mundo conclui-
ría cuando se agotara la cifra de sus posibilidades; ya que no puedo hn- ,~, At, p h , Tl,1111111" ¡\f,·1111, r,:,11tol'l11l l.m111,l11, 111112 (lt(ll(llllllll (ttlt111c\11), pp,:1!1,110,
46 ECONOMIA LIBIDINAL LA GRAN PELICULA EFIMERA 47

nár un encuentro intenso; pero sólo lo harán en la medida en que son ros que estabilicen su pobre yo, esa fulminación no solamente ataca el
efímeras. Así como hay laberintos de continuidad, hay también laberin- cuerpo de una víctima, un cuerpo explotado, sino también el vientre·cie-
tos de traición y de interrupción. Esforcémonos en no subordinar nada a /{O sordo inmóvil de un laberinto en expansión acelerada, sin solución. La
nada, ni la permanencia a la discontinuidad, ni el encuentro a la infideli- 1.ona atacada no es solamente el cuerpo de su mujer, el suplicio no es so-
dad: es lo más extraño. lamente el suyo, el de ella, tampoco el suyo, de ella y de él: es la conse-
Considero la teología de los histriones, de quienes dije que eran cuencia de muchos fragmentos anónimos de la película pulsional puestos
miserables, como una subordinación indirecta, viciosa, de lo efímero a lo 111 rojo blanco.
permanente. La relación de Octavio con Roberta, en la obra de Borges cuenta la historia de un duelo a muerte entre dos hombres
Klossowski, pertenecería a esta clase de subordinación. Las leyes de la llOnachos y rivales en el juego; nunca aprendieron a pelear; escogen al
hospitalidad permiten, a través de la prostitución de la dueña de casa a 11:1.ar dos armas en la panoplia de su anfitrión, uno elige una daga con la
sus huéspedes, medir el precio que ella tiene a los ojos de su marido. ¡ruarnición en u, el otro un cuchillo de hoja corta cuyo mango de madera
Como ese precio está fuera de precio, se necesita una apreciación, una 1•Htá decorado con un árbol; para sorpresa de los testigos, la lucha revela
estimación, reducir cada voluptuosidad y cada sufrimiento fuertes de 11<-r· de una precisión erudita, no la vil carnicería que se esperaba, sino
acuerdo a un patrón de medida. 11na meticulosa partida de ajedrez que se juega sobre los cuerpos, hasta
Escuchemos el alegato de un marido infiel: "El grito, diría él, que 111golpe final. Mucho más tarde, el narrador se entera de que esas armas
desgarra el plexo de mi mujer -y que no ha dejado de gustarme-, cada tlt•I combate habían sido de los dos rivales, gauchos célebres por su coraje
vez que ella cree ver que acaricio con la mirada otro rostro, y que le hace y 1:1u destreza para matar; concluye que fueron ellas las que combatieron,
sentir que pierde el suelo bajo sus pies, ese grito es lo que yo más busco 111 11pirando a quienes las portaban.
en el mundo, es como la muerte, la única certeza; por él sacrifico y sacri- El anonimato de estos últimos no excluye, sino que implica, sus
ficaré todos los rostros, las cabelleras, las arrugas y los pliegues que ha- nombres propios. Sólo en relación con una instancia central -la de un
ya encontrado y con las que haya tenido contacto. Mi deseo es precisa- wun Armero que tuviera el archivo de todas las muertes cometidas con
mente el de un sacrificio semejante: de que por ese grito, indefectible y 111-ms armas, la de un Padrote que llevara la cuenta de todos los goces de
deliberadamente, poblaciones de gritos no sean jamás oídas, de que po- ltJfl cuerpos prostituidos que él autoriza- podría deslizarse otro anoni-
blaciones de dolor y voluptuosidad sean mansamente abandonadas, de 111ttto en aquél de la banda pulsional, y sólo en el lugar C.:.e los nombres
un día para el otro. Esto debe sugerir que la verdadera relación libidinal propios y de los dédalos locos que ellos designan podrían inscribirse los
de mi traición no es que mi esposa amada sea sacrificada a mis placeres, 11üm.eros matrículas que permitieran observar los sujetos actuados desde
sino, por el contrario, que mis ojos, manos, labios sólo se posen sobre 1t1d,onces: deslizamiento imperceptible, pero inmenso, desde el anonima-
otras superficies y articulacfones de carne para obtener su dolor de plexo to tensorial hacia el anonimato productivo prostitutivo burocrático.
insoportable y la intensidad sin ningún equivalente para mi cuerpo; sólo Agregue, además, al primer alegato del "infiel" lo siguiente: "El gri-
para hacer bajar esas intensidades, no pequeñas, por cierto, hasta el ple- t,n de mi mujer de ningún modo consiste en el efecto de una causa -el
xo de ella a fin de que la trastornen corno una fulminación incomparable 1lntthonor, la caída de su posición como persona-, que yo le haría pade-
con cualquier orgasmo". 1111r por mis infamias, como sería para el caso de un sádico, un Octavio.
Mala perorata si quien alega se mantiene en ella; desarrolla la po- Yo no soy el que pone en escena, en archivo, en saber, ese grito. Yo no lo
sición del sádico, del propietario: el fuera de precio implica un cálculo 1111lculo. Eso grita sobre mi cuerpo al mismo tiempo que sobre el suyo, no
comparativo. Y ésa es la posición de los heréticos histrion es: cada una de uolnmente cuando yo le digo: mire cómo esta otra mujer siente la volup-
mis infamias sólo está allí para apresurar mis rencuentros con la verdad l uoRidad, no solamente cuando en respuesta a su expresa voluntad le de-
y la vida, el amor de mi amado(a) Jesús; la engaño para alcanzarla. lº Imaginar que mis ojos y mis palmas alisan finas playas irritadas, sino
¿Quién puede decir sin vergüenza (y sin sentido del ridículo) que el su- 111 ,-lu ~o en el mismo instante suspendido en el que el glande recibe la
frimiento que provoca es un medio e incluso una prueba de amor, y que pul:mción lejana venida del fondo de la matriz de la otra. Aun entonces
detenta el poder sobre el sentido de las intensidades? Y luego, la fuhni- 11 110 ul'itn de crueldad, y en esa violencia está la violencia del dolor de mi
nación de la que habla el infiel, si no es un padrote menor protegido por 111,~or. J•~sto presencio no se obtiene por comparación, negocio, juego del
el proxenetismo, la ética negativa y la economía libidinal, capaz de en- l•l'llt'ÍO y dol fuoru do prodCl, no supone una instancia monetaria-mnésica,
contrar en las estimaciones comparadas las voluptuoaiclncl!'R y 101-1 dolo- 1111 1111u1v11lonto r,cm11r11l y 1m11l11dor posíblo de deudas, e11a no se compara
48 ECONOMIA LIBIDINAL LA GRAN PELICULA EFIMERA 49
ni se contabiliza. Cómo es eso posible, no lo sé". propio cuerpo, el suyo, infiel, está celoso de las intensidades que le pro-
Esta no es por lo tanto la presencia de lo mismo, una instancia de cura su infidelidad, él grita también por la energía que le roban, y si gri-
referencia ni de diferencia (aunque los crímenes la hubiesen precipita- ta al mismo tiempo que el cuerpo de su amada, es porque ambos perte-
do). No hay grito permanente. Lo permanente se calla porque se repite; necen a los mismos alrededores pulsi.onales.
su abyección y su inteligencia de policía o de comisario político es lo que Hay que oir el grito de la lepisma arrojada bajo el fuego de los 500
él se repite. El grito de su torturada no es un grito: ella grita cada vez, watts, escapándose en el dédalo. Todo laberinto se traza como huida ba-
sus gritos abren otros tantos laberintos. Si usted la oye gritar -no, no es r ia una salida. Allí no hay salida: o bien uno se acostumbra, lo que el
ni siquiera eso: si el grito resuena en el laberinto en el que usted se ha profesor esperaba que el animal hiciera -especie de costumbre que es
perdido, no es que él esté al final, como una salida perversa. Hay que de- dopresión e inhibición-, o bien se produce un encuentro, y en un nuevo
jar de plantear el problema de los celos en términos de exterioridad, de wito, se abren otro laberinto y otro tiempo, sin que nadie sea el amo de
formación triangular, de envidia del pene y de identificación homo- los encuentros. El amor no es dar lo que no se tiene; es tener algo que
sexual. Habría unos celos pulsionales mucho más simples, más singu- ¡pitar en los sitios fulminados.
lares, que dependerían sólo de la economía libidinal, celos incluso mal di- Mis ejemplos son de sufrimiento; podrían haber sido de alegría.
simulados, por ejemplo los celos muy codificados que conocen los no- 1lay laberintos de la alegría, ésta no es menos loca que el sufrimiento, se
velistas, los psicólogos y el buen sentido, que pertenecen a una tópica le acerca demasiado. Alrededor del sillón de las Bodas de Fígaro ,
cualquiera, que dependen de cualquier instancia y que se vuelven a en- 13oaumarchais traza algunos dédalos fulgurantes en los que huyen y se
contrar, evidentemente, en economía política, por ejemplo en el mercan- pierden pedazos de cuerpos expulsados de sus refugios, pero riéndose. El
tilismo y en todo imperialismo. •rozo es edificante, circunverso, una elevación hacia un destinatario su-
Los celos del grito no son solamente los de una instancia escarne- premo, mas la alegría incrédula e insolente es 1a risa de las metarnorfo-
cida sino la relación de todos los fragmentos de la banda libidinal con tt iMque no espera ningún reconocimiento de nadie y que sólo goza con su
aquel que elide el deseo, cuando son afines. Estos celos son una llama- <luctilidad. Es una risa horizontal, sin asentimiento.
da pulsional; la fuerza que aquí se invierte arranca allí, al costado, un -Pero, me dirá usted, el encuentro con alegría no engendra un re-
grito, una exhalación ; se apodera de cualquier fuerza cercana, bombea •·tH'l'ido de huida sino que, por el contrario, intenta mantenerse, ¿no pro-
al costado cualquier energía. Los celos son el silbido que produce el sal- 1foce él 1a permanencia que usted detesta?
to de la potencia al abatirse un instante sobre un área (o al inventarla); -No, la fuga no es solamente de espanto, usted o yo no somos emi-
y el laberinto se dibuja por esas oleadas que se derraman (aunque el 11111·ios que huimos, lo que se pierde es la intensidad en su movimiento
centro es efímero como un vientr~ de huracán). La vulva está celosa de nlismo de expansión. Imagine el universo en expansión: ¿huye de miedo
la boca bien besada, la amante lo está del libro que escribe su amante, n explota de alegría? No se puede decidir. Del mismo modo para las emo-
el hombre del futuro del joven, el sol de las persianas cerradas detrás , 1011es, esos laberintos polivalentes a los que sólo a posteriori los semiólo-
de las cuales usted libra su imaginación a las aventuras de la lectura; HOR y psicólogos intentarán atribuir sentidos.
el grito que retumba en su desarraigo de infiel, no es el de su mujer, ni -¿Usted recusaría, entonces, la ética spinoziana o nietzscheana
el suyo, es verdad: es el ruido que produce sobre la banda la incompo- tft H! separa los movimientos de más-ser y de menos-ser, de acción y de re-
sibilidad de varias intensidades ca-presentes. Los dioses antiguos es- llC'Ción?
taban celosos unos de otros; ese Olimpo poblado de sus gritos es la gran -Sí, hay que temer que reaparezcan, en favor de estas dicotomías,
película (uti poco simplificada) que se regresa y vuelve a regresarse se- 1ndn una moral y toda una política, sus sabios, sus militantes, sus tribu-
gún sus laberintos, como un monstruo atacado en varias de sus partes uriles y sus prisiones. Donde hay intensidad hay laberinto, y determinar
a la vez. In di,•ección del recorrido, ya sea el sufrimiento o la alegría, es asunto de
No hay intensidad sin grito y sin laberinto. La potencia que ful- l11H conciencias y de sus directores. Nos basta con que la barra gire para
mina esa superficie de 1a gran piel (es decir que la inventa) consume el 1p w deflagren las espirales imprevisibles, nos basta con que disminuya
entorno que la hace gritar y abre el dédalo de sus den-ames. Si la infi- 111 velocidad y se detenga para que se engendren la representación y el
delidad hace gritar al infiel tanto como a aquel o aque1la que es su cón- 1wm1mni onto claro. No hny, im consecuencia, buenas y malas intensida-
yuge, es porque sus cuerpos, fragmentos de sus cuerpoR, no c11s11n de fre- dm1, i;ino la intonRid11d u Hu ,1, flC0mprcsión . Y como hemos dicho y volve-
cuentar los alrededores de los puntos en los QllO S<' olutl11 111 ¡111 l1111ci:1. 8u 1111uoR u clocirlo 1 111111 ,v 11h11 di1u111ulnclnRjuntns, el sentido oculto en la
50 ECONOMIA LIBIDINAL

emoción, el vértigo en la razón. Nada de moral, por lo tanto, más bien


una teátrica; nada de política, más bien una conspiración.
No hablamos como libertadores del deseo: viejos chochos con sus EL TENSOR
pequeñas fraternidades, sus desvaríos fourieristas, sus esperanzas de
derechoh abientes sobre la libido. No tenemos tampoco nada que ver con
eso de redorar el blasón de lo trágico. Lo trágico supone, además, forzo-
samente, el gran Cero detentor de destinos, alocutor mudo, dios judío, o
locutor de enigmas, oráculo griego. ¿A quién busca el infiel en sus pere-
grinaciones? ¿A la que traiciona o a la que reencuentra? Traiciona forzo-
samente a la que reencuentra, reencuentra fuertemente a la que traicio-
na. De ahí que su alegría y su terror aparezcan intrincados, un vértigo
que arrebata los polos y los sentidos de avance, que destruye las referen-
cias, los yo. Eso no es lo trágico de un destino, ni lo cómico de un carácter
(aunque puedan presentarse así, por supuesto); tampoco lo dramático de
la totalización, sino más bien la extrañeza de los espacios ficticios, esas
cascadas de Escher cuyo punto de impacto es más alto que la fuente.
SIGNO SEMIOTICO

I< 11:'l'OMEMOS todavía una vez más ese asunto de los signos, ustedes no en-
11111dieron, ustedes siguen siendo racionalistas, semióticos, occidentales,
1111loémonos una vez más, éste es el camino hacia la moneda libidinal y
huy que abrirse paso a la fuerza. La hipótesis de los semióticos por deba-
Ir• do su discurso es que la cosa de la que hablan puede ser tratada siern-
pt II como signo; y ese signo, a su vez, ha sido muy pensado en la red de
, 1111,·cptos de la teoría de la comunicación: es "lo que reemplaza una cosa
por 11lgo", decía Peirce, repite Lévi-Strauss, lo cual quiere decir que la
, 111ut (!S considerada como un mensaje, o sea como un soporte provisto de
111111 Hccuencia de elementos codificados, y que su destinatario, él mismo
1111 posesión de ese código, es capaz, al descifrar su mensaje, de encontrar
/,, /11/ilrmación que el remitente le destina.
De inmediato, en consecuencia, por hipótesis, ahuecamiento de la
t111111, que deviene sustituto en la medida en que reemplaza la "informa-
111111 " para ese alguien, el destinatario. Este reemplazo puede ser, por
, 1111 f.o, concebido de dos maneras, según dos líneas de pensamiento muy
1l1f111·n11tos. Se puede decir que el signo reemplaza lo que significa (el
1111111,ti~jo reemplaza la información), esa sería la acepción más brutal, el
pl11t1111i1,mo de la teoría de las Ideas, por ejemplo: el signo al mismo tiem-
ptt l111c•u pantalla y convoca eso que anuncia y oculta. Port-Royal lo h a di-
11111 Indo al respecto. O incluso se puede pensar la sustitución no ya me-
1111111 H 11monte, sino según la metonimia interminable que Saussure o no
1

111111111l.11 cuál otro economista político concibe bajo el nombre de inter-


• ,1111hlo; entonces no será la significación (lo que está en código) lo que
1111111 11 do sustituir el signo, y se inventa el siguiente cuento: que la signi-
11, 111 tc"ut tnmbién está hecha sólo de signos, que eso no tiene fin; por lo
11111111, q11 0 sólo hay remisiones, que la significación es siempre diferida,
r1111 111 ,wnlido jamás está presente en carne y hueso; uno se llena de
11111qm1ii611 por el buen Husserl y se dice: pero no, sólo hay separaciones
v, 11 1 lt ny Hontido es porque hay signo, y si hay signo es porque hay sepa-
111111111, l'iortnmente no cualquiera: no se pasa de un elemento a otro de
1111dq11im· nu\llora, por el contrario, el viaje es organizado de un término
11 111, 11, 111 prec isión del sistema o estructura es extrema y, eventualmen-
11, 1·111111d t1 tm t,ione el alma r eligiosa como Freud y Lacan, la imagen que
1 fl' 1Jd11ro l lH lo de un gran significante completamente ausente para
1111111111, 1•11y11 Holn pl'oscncia es de a usentificación, de reserva y de relevo
1111 1111 t 11 111ii11011 quo cons l.it.uycn sus signos -sustitutos unos de otros-,
111 111111"1111 clu un wnn C ol'O quo montic:nc drsunidos osos t ~rminos, y cu-
54 ECONOMIA LIBIDINAL ELTENSOR 55

yo nombre -evidentemente impronunciable- se traducirá en economía No hay signo ni pensamiento del signo que no sean de poder y con poder.
libidina1 como Kastrador. . Ji!l viaje de esta búsqueda no es una deriva de locos y de apestados, ni el
Mire Jo que usted hace: en primer Jugar, el material anulado. No óxodo transespacial de iluminados, es la aventura muy preparada del ex-
hay material allí donde hay mensaje. Eso decía Adorno admirablemente plorador que anuncia ya la del cura, luego la del militar y la del comer-
de Schoenberg: en el serialismo, explicaba, el material ya no vale como ciante; es la vanguardia del capital que en sí misma no es ya otra cosa
tal, sino solamente como relación, como enlace de un término y de un Que el capital, aunque la perpetua actividad de éste sea correr sus fron-
término. Y en Boulez no sólo habrá relación entre las alturas de sonido, teras, incorporar fragmentos siempre nuevos de la banda en su sistema,
sino entre las intensidades, los timbres, los tiempos. Desmaterialización. pero incorporarlos a los fines de la ganancia y el rendimiento. El signo
Aquí una larga interrogación necesaria: ¿esta desmaterialización es el va con ese viaje de negocios, y el viaje de negocios crea el signo: ¿qué es
equivalente de lo que hace el capital en los asuntos que conciernen a la un africano para un explorador británico? ¿Qué es un japonés para un je-
sensibilidad y al afecto? ¿Es también simplemente la abstracción de los lJ\tita del siglo xvm? Organos y pulsiones parciales que serán reabsorbi-
fragmentos de la banda pulsional, el recorte de esta última en partes dos en el cuerpo normal orgánico único llamado Humanidad o Creación.
comparables y contables? ¿O bien, bajo la cubierta de este descuartiza- Materiales para desmaterializar y hacer significar. ¿Cree usted verdade-
miento y a causa de él mismo, de manera indiscernible, es la ocasión de ramente, dicen los blancos pensadores, que cuando el actor No avanza
un refinamiento y de una intensificación de los pasos de afectos? Y si és- HtlS pies uno junto al otro deslizándolos sobre el piso del escenario como
te fuera el caso, ¿no es esta "desmaterialización", al mismo tiempo y en Mi no se moviera, eso no quiere decir nada? Eso es un signo, está en lugar
el mismo espacio, la cartografía de un viaje material, de nuevas regiones do otra cosa, allí hay un código, y los destinatarios lo conocen o, en todo
del espacio sonoro, pero también del espacio cromático, escultórico, polí- cuso, aun cuando sea inconsciente, existe, y nosotros, semiólogos, jesui-
tico, erótico, lingüístico, que existe gracias a la puesta en signos conquis- 1-os, Stanleys, conquistadores, sólo habremos hecho una conquista cuan-
tados y atravesados por los recorridos de influjos que ofrecen a la libido do tengamos ese código y podamos rehacerlo, simularlo -el modelo de
nuevas ocasiones de intensificarse, la fabricación de los signos por "des- l.ocla semiología no es la Carta robada, es el Escarabajo de oro-. Estos
materialización" que da motivo a 1a extensión de los tensores? 11fricanos, estos orientales, ya mµertos , dejan mensajes de tesoros, noso-
Creemos bastante que esta última hipótesis es la buena, pero antes 1,,·os simulamos su s códigos. Lévi-Strauss: yo quiero ser el lenguaje que
prosigamos la descripción de algunos efectos notables de la puesta en hublan los mitos.
signo en su campo propio. Y así, con este viaje de conquista que la puesta en signo no puede
No sólo el material se conmuta en término-signo, sino que la "cosa" 11ino inspirar (a menos que fuera a la inversa y que cierta clase de viaje
que el signo reemplaza para alguien es en sí misma otro signo, y no hay i111;pire la puesta en signo, pero no somos muy aficionados a esas priori-
más que signos. Primera consecuencia: la relación es un aplazamiento al dndes fútiles: todo eso es como un enorme paquete de pequeños arreglos
infinito y se instaura por lo tanto, como rasgo fundamental del sistema, qlJ e gravitan sobre tal o cual cosa, sobre tal o cual material, sobre tal o
la recurrencia, la reiteración del aplazamiento significante que garantiza 11110! persona, un dispositivo en el que todo camina a la par); con este via-
que no se tendrá nunca la misma presencia y también que siempre cos- Jll, entonces, de búsqueda y de conquista siempre diferida, viene indiso-
tará trabajo determinar los términos a }os cuales, en un corpus dado, l'l11blem&1te también una intención, una intención de rendimiento, de
puede y debe conducir el término estudiado. La otra consecuencia es que nin ta. Recuperar el código de signos para poder, con motivo de poder, a
con el signo comienza la búsqueda. Pudo ser la búsqueda de Dios, de la ru, de poder. Una vez cubiertos todos los riesgos, ir a cohabitar con los
significación, cuando lo que predominaba era la organización metafórica 1•11n{bales, acantonarse en los puestos de frontera, los microbios, las r a-
de la significancia. Para nosotros, modernos, de cuyo pensamiento esta diaciones, expuestos a todas }as muertes, a todos los pecados, como el je-
metáfora está ausente y que hallamos nuestra gloria en la sustitución "11 ita del Suplemento al viaje de Bougainville, pero con intención, por lo
metonímica bajo estructura, la búsqueda ya no es más búsqueda de Dios t.ont;o con escisión [clivage].* No la zona y el momento tendidos-tensores,
o de la verdad, es sencillamente la investigación, la investigación científi- nino zona atravesada, momento de un movimiento; por consiguiente, las
ca, de hecho no una búsqueda de causas -es sabido que éste no es un t,1•11::;iones y sus riesgos y dolores pagados a cuenta de una ganancia ulte-
buen concepto-, sino una búsqueda de "efectos" en el sentido científico, 1i1)r, percibidos y experimentados como pérdidas, como concesiones que
búsqueda de un discurso que puede producir metamorfosís rooonocib]es,
previsibles, controlables; búsqueda de discriminuoión, 1111 L•or1111w11oncia. • So pondrd clivn1111 onlru corc:h ctcs coda vez que hoya sido elegida por el autor para
0111rc•11r unn efwisíd11, IN. ,lt, J,. l 1·.)
56 ECONOMIA LIBIDINAL ELTENSOR 57
hay que hacer para la salvación, el progreso, el conocimiento, las. luces, v.n de ganar, momento en el atesoramiento, indispensable exterioridad
el socialismo, jirones de carne podrida colgando d~ espinas, inesenciales, ,m un proceso sin fin de puesta en signo, de acumulación de cosas que se
porque lo que importa es el provecho final, cómo aprovechan un viaje de hun convertido en signos en los sistemas. Nosotros deseábamos que
vacaciones hoy en día los asalariados, pero también sus patrones, sus ri- ( JHses no volviera, llorábamos con N ausica, y le decíamos: has sido de-
cos, sus amos: para traer imágenes, fotos, películas, palabras, prestigio, 1111tsiado griega, no era necesario ni la sumisión ni la dominación, sino
turismo del regreso, r!?gresoturismo, resultado de las exploraciones, y 11\1edarse al costado, solamente así él habría podido descarriarse hasta
siempre el mismo esquema. Aquí aparece la cuestión del interés, ya que HOr incapaz de lograr rendimiento, y de lograr su rendimiento. Pero, res-
el turismo, o la conquista, es interesante-interesado, en la medida en 1iondió ella, ¿acaso es posible no entrar en el juego viril capitalista de la
que los gastos, no únicamente de equipo y de mantenimiento, sino tam- dominación? Quedarse al costado, decía la bella princesa, no es quedarse
bié n gastos de afecto, eventualmente muy pesados -César en el 11r>1trte, es estar dentro y, sin embargo, indisociablemente al margen.
Rubicón-, no son más que adelantos; en la medida en que el deseo, en Además, ¿era yo la que tenía que salvar a ese pendejo? Al querer que yo
consecuencia, no se pierde allí más que para mejor volver a encontrarse. lo IHtlve ustedes actúan en mi lugar como él mismo lo hacía, me subordi-
Es preciso señalar, sin embargo, que no volverá a encontrarse, vol- u11n a sus designios; por supuesto, ustedes ya no quieren el regreso y la
verá a encontrarse al1í, ¿dónde? en ninguna otra parte más que en el li- l!llllancia, ustedes quieren su "perdición" -que a ojos de ustedes sería su
bro cuentas, que en el espacio-tiempo abierto (como un libro) por la in- nlvación, mientras que yo sigo siendo su esclava, su momento, su tram-
tención de la puesta en signo. No volverá a encontrarse porque sólo hay 1wlfn-, y una vez más me mantienen en una dialéctica. Ella tiene ra-
suma anterior y diferencia, y porque de ninguna mane1·a se trata del de- d1r11 desear que Nausica "pierda" a Ulises, todavía es el Occidente, toda-
seo y de su modalidad propia en la constitución de los signos: la semiolo- vln es el signo, apenas desplazado; después de todo hay exploradores que
gía, como preámbulo a todas las ciencias ignora, al igual que éstas, el de- 111• han hecho negros, curas paganos, jesuitas polinesios, sublevados del
seo que se cumple en aquélla. Por lo tanto, otra consecuencia: con el sig- ll11nnty: ¿acaso la intención de salvación es menos acuciante en esa gen-
no, si se tiene la intención y la suma, se tiene también la apertura de la 1I' '}Ue en sus amos de la City, de Roma y de la Royal N avy? ¿Menos acu-
diacronía, la cual no es más que trefilado del tiempo tensor compacto in- t lnnte en nuestro amigo Jaulin que en su maestro enemigo Lévi-
móvil en ya no más y no todau(a, en todavía sin embargo y ya no, en jue- tll l'nuss? Hay algo más que se nos escapa en esos recorridos de perdición,
go de la des-presencia que es el juego mismo del nihilismo semiótico. 11Hlnvía existe la intención en esas búsquedas de intensidad. Uno no se
¿Qué pasa con la significación respecto de sus signos? Se les adelanta ,lul4hace del ingreso ni del rendimiento, por una partid~\ y un export.
puesto que no son más que sus vástagos; siempre están atrasados por- A1 1u í, amigos, tenemos que tener cuidado con la duplicidad y cultivarla.
que su desciframiento no termina. Pero en esta persecución aparente- Todavía una consecuencia más de la constitución informativa del
mente insensata que es la constitución del sentido, un hermeneuta o un NljfllO: hay alguien para quien el mensaje reemplaza la cosa significada,
pesimista pueden venir a decirle: mire usted, nunca lo tenemos, el senti- 1111,y un sujeto (dos sujetos), es decir una instancia a la que se remiten to-
do se nos escapa, nos trasciende, nos enseiia nuestra finitud y nuestra ,11111 los predicados, todos los remanentes de sentido, todos los aconteci-
muerte, y bien, rruentras que el edificante pastor le cuenta eso, sus sol- 111lontos recorridos, turisteados. Ese alguien es algo que va a inflarse a
dados y sus comerciantes almacenan órganos, pulsiones, pedazos de 11111dida que la experiencia se acumule (experiencia, recuerden lo que di-
membrana, los acopian, los capitalizan. Y el ti empo que nosotros "cono- t'h Hegel, en la que el sujeto no dejará de decir que no ha cesado de pere-
cemos bien", el tiempo "secw1dario", según Freud, la forma a priori se- 111r ¡oh héroe, oh el Yo [Moi]*!), a medida que los acontecimientos, los
gún Kant, el despliegue de la conciencia bergsono-husserliano-sanagusti- 1,11111ores, los pasos de intensidad van a estar escindidos [cliués] en signos
niano, se fabrica en el doble juego de esta desesperación y de este ateso- y el "receptor", el destinatario, es quien va asegurar entonces el acopio
ramiento, desesperación del sentido remitido-perdido, tesoro de los sig- Y la propiedad de estos signos, y va a decir: pues bien, yo estuve en
nos que no son más que las "experiencias" que se ha atravesado, recorri- J1'1!ipto, pues bien, navegué entre Caribdis y Escila, pues bien, oí las sire-
do, la Odisea.
Con Ulises, la cosa que r eemplaza al signo ya deviene signo; obser- • Pnm hacer valer la disti nción eo francés entre je y moi hemos recurrido a la "Nota
ven a U1ises con Nausica y adviertan que ése es el amor que puede sen- 11111 11•ntl11c:Lor'' de Tomás Scgovia - on Lectura. estructura.lisl.a de Freud, México, Siglo
tir el Occidental en su miserable vil"ilidad de conquistador, pues para él V,·tntfor111 '1!1<.liLore:4, 1971- ou Ju 1¡u1• "' bi<'n Lrndul'O respectivamente estos términos por
las mujeres son, como los negros y los chinos, ocasión de arriesgar, certe- •v,, 11111u,,J• y "yo ,11111Lnnl.ivu", 11vll11 l11 p111•fifho1l1111lni1)lcmonto enfocando entre corchetes la
58 ECONOMIA LIBIDINAL ELTENSOR 59

nas, pues bien, salí de mi habitáculo al vacío, y va a decir: todo eso, esas dtcunstancia cada término es un cruce de vías, un vértigo, y la red es un
emociones, son mensajes que yo oía, recibía, es preciso que los compren- texto o textura en la que se traman no uno, sino varios sentidos, cada
da, me han hablado, eso ha hablado, ¿quién es el emisor? El Yo se consti- uno jalando para sí el término: ése es el trabajo del signo. ¡Oh la polise-
tuye en esta relación de signo a la vez como destinatario (lo que Kant lla- mia exquisita, pequeño desgarramiento de los bien pensantes, pequeño
ma Sinnlichkeit, Rezeptiuitiit) y corno descifrador e inventor de códigos desorden protestón, desconstrucción azucarada! No pretendan recoger lo
(intelecto, Selbsttiitigkeit, autonomía). La receptividad en este caso no es llbidinal en esas redes.
más que el momento constitutivo indispensable de la autoactividad. El Última cosa, que ha sido mil veces entendida: la semiología es el
Yo es primero un yo [moi], pero se va a constituir construyendo lo que eso 11lhil~smo. Ciencia religiosa por excelencia, abran ustedes los Victorinos
o el otro dicen (puesto que no está allí). La misma "dialéctica" de lo in- dHI s1_glo XII y verán lo que es la buena semiótica, el intento de leer la
tenso y de lo intencional que escinde [cliue] las cosas recorridas, escinde 1
·1·0~1c1ón e;1 _sus detalles, de entender los datos como mensajes y de cons-
el yo [moi] constitutivamente, ella es su constitución, receptivo/activo, l 1111r su cod1go; y ya este refinamiento: que ellos saben -Hugo de Saint-
sensible/inteligente, donatario/donador -todo esto sólo vale, repitámos- Vktor, Richard de Saint-Victor-, que no les corresponde ni les corres-
lo, en la configuración del signo, la escisión del Yo [moi] y la escisión ponderá jamás tener el código; ese refinamiento temprano de amar en las
constitutiva del signo, parte pasividad parte actividad, parte mensaje re- 1111N11s aquello que carece de código, de amar lo negativo del código en el

cibido parte inteligencia descifradora, parte sentido parte entendimien- 11111nsaje, de valorizar el trabajo de ese negativo, el texto, la disimilitud
to, parte opacidad emocional parte capacidad intencional, y aun Husserl du In~ cosas y ?e enc_ontrar allí la belleza. Ciencia religiosa puesto que la
con toda su intencionalidad tendrá que inyectar a su meditación, la pasi- 11l11u11nona la h1pótes1s de que alguien nos habla en los datos y, al mismo
vidad, la síntesis pasiva. Y, por supuesto, esa dialéctica no será más que l 111111po, de que su lengua, su competencia, o en todo caso su capacidad de
momento en la construcción de la intencionalidad ¡oh el bonito movi- ,,,,, /rirmance, nos trasciende: definición misma del inconsciente en los se-
miento de mentón por el cual la cabeza recobra los sentidos, recupera el 11111'11.icos más arriesgados, Lacan, Eco. De este modo el signo es acapara-
dominio sobre ellos!, ¡oh formación del capital, gracioso juego del relevo! 1111 11or el ni?il~smo, el nihilismo procede por signos; seguir en el pensa-
Dos cosas más todavía sobre la semiótica. Ella piensa por concep- 111111111,o semiótico es permanecer en la melancolía religiosa y subordinar
tos. El signo mismo es exactamente el concepto: no solamente en su 111,ln ornoción intensa a una falta y toda fuerza a una finitud.
constitución estable estática de término en la que la connotación y la de-
notación sólo son asignables por relaciones reguladas con otros términos,
por conjuntos de proposiciones que son consideradas en sí mismas bien
formadas en un sistema formal explícito¡ sino también en su dinamismo
de concepto; él es el signo como conquista, ya que trabaja, tanto el con-
cepto como el signo, es inquieto, busca los bordes, sus fronteras, avanza
hacia sus exterioridades, las toca, y como dejan de ser exteriores desde el
momento en que las toca, no las alcanza jamás, y al mismo tiempo eso le
permite maravillarse con la potencia de lo negativo, ¡oh imperialismo
bendito travestido de laborismo trágico!, ¡oh el chistoso "trabajo del con•
cepto"! Bueno, es el mismo sedicente "trabajo" con el signo: no es tnn
simple corno u sted lo dice, dirán ustedes, la relación de término a térml•
no en la metonimia no solamente no tiene fin sino que constantemente
se confunde, atravesada por otras cadenas, Freud nos lo enseñó, y en 11

forma odginal [je] o [moi]. -Je es la forma átona del pl'Onombre de prime1·a persona d11l 1ln
guiar, forma que no puede tener otra función gramatical que la de sujeto y que adon11\1 1111
puede aparecer sino 'apoyada' en un verbo efectivamente expresado, mientras quo mui, Ílll't
ma tónica, toma el lugar de todas las otras formas (je, mu) cndll vo:r. q11ú fnltn t11l ilpoyu, puP
ejemplo cuando aparecen aisladas (Qui? -Moi: ¿Qui~n? •'io)" (Nnln tln 111 tr11d.)
EL DISIMULO

:1, mióticos: conocemos su objeción; nos dicen: cualquier cosa que ustedes
l111gan o piensen, nos dicen, su acción y su reflexión será un signo; por el
111mple hecho de exponer su acción-discurso sobre el eje de la referencia,
11 11tedes no evitarán que sea excavada como cosa bifásica sensata/insen-
11nlo, inteligible/sensible, manifiesta/oculta, adelante/atrás; nos dirán:
dm1de el momento en que ustedes comienzan a hablar excavan un teatro
11 11 los cosas.
Muy bien, no decimos que no, nosotros hemos pasado por ahí, y pa-
•u rnos por ahí todo el tiempo; no se trata en absoluto de determinar un
1111ovo dominio, otro campo, un por el otro lado de la representación que
.-,11·fa indemne a los efectos de la teatralidad, en absoluto, sabemos muy
l1l11 n que ustedes esperan eso de nosotros, esa "tontería" (aunque seme-
111 11 t.o error no merecería ese nombre; nosotros más bien reivindicamos la
11111tcría) que consistiría en decir: salgamos de los signos, entremos en el
11nlon de los tensores fuera de la semiótica. Sabemos bien que con decir
11'10 cumpliríamos plenamente sus deseos, puesto que al primer semiótico
q11 <1 llegara le sería fácil empezar a hacer de nuevo sobre nuestra pre-
10 111 ta exterioridad el trabajito imperialista africano de la exploración, de
111 citnología, de la misión, de la factoría, de la pacificación y de la colonia.
tl11l>omos bien que ésa es la suerte que ustedes deparan, sonrientes, a
1111 01,lra economía libidinal, como es ésa la suerte que depara el capital a
11111 reivindicaciones obreras, los Blancos a la colored people, los adultos a
11111 niños, los normales a los locos, los "hombres" a las "mujeres". Muy in-
11111 idatorio. Todo se juega a eso en el presente, y es allí donde es necesa-
1111 hntirse, trazar nuestra vía, no las fronteras de nuestro imperio sino
1111111-Jtras líneas de fuga, como dice Deleuze.
Captar en principio lo siguiente: que los signos no son solamente
1 11 111inos, etapas, puesta en relación y explicitación en un recorrido de
, ,111(¡uista, sino que pueden ser, de manera indisociable, intensidades sin-
111 il11ros y vanas en los éxodos.
¿Se trata de otra clase de signos? De ninguna manera, son los mis-
1111111 que aquéllos sobre los cuales el semiótico hace teoría y práctica tex-
11111 l. Lo primero que hay que evitar, mis camaradas, es pretender colo-
• 11111 0H en otro lado. No desalojamos nada, nos quedamos en el mismo lu-
1111r1 o<·upamos el terreno de los signos, solamente decirnos: esta muerte
, il 111d nntro los Guayaki que ustedes interpretan como la contrapartida
do 1111 iÍltorcnmbio entre vivos y muertos destinada a conservar intacto el
111¡111lihrio del mundo, de la cual us tedes hacen un signo que r emite a

01
62 ECONOMIA LIBIDINAL EL TENSOR 63

otros términos en una estructura general de la cultura guayaki, nosotros 1111a recta de entonación, un silencio, una fijeza, una fuerza de relámpa-
la recibimos de otra manera. ¿A ustedes l es habla? A nosotros nos pone lW, y nada sucede. Y que, muy lejos de sentir por ello resentimiento o
en movimiento. El padre de Marcel sube la escalera con su lámpara: us- dii¡gusto, amarnos con la más dura impaciencia esa reserva.
tedes oyen en las emociones de su hijo el efecto de sentido de la estructu- Danza que incluye suspenso, como música incluye silencio. Y lo im-
ra edipica, nosotros pretendemos que se continúen en la fabricación de nortante no es que esté "bien compuesta'' (aunque sea necesario que esté
otras cosas, textos, imágenes, sonidos, políticas, caricias, tan producto- hion compuesta), sino que en ocasión de esta perfección semiótica, justa-
ras de movimiento, en la medida de lo posible, como el texto de Proust. Y mente, pase la tensión. Que 1a estructura sea solamente lo que "cubre" el
cuando digo "tan productoras", digo mal: no es una cuestión de cantidad, 11fccto, en el sentido en que le sirva de cobertura; que sea su secreto y casi
hay que entenderla como la cualidad singular de ese texto de producir ll lJ disimulo. Por eso tienen que gustarnos mucho los semióticos, los estruc-
las prolongaciones, ramificaciones, invenciones de nuevos fragmentos li- li111·ales, nuestros enemigos: son cómplices nuestros, en su luz reside nues-
bidi.nales, que ningún otro objeto hubiera podido engendrar. De entrada, 1rn oscuridad. Si yo compusiera, aquí se injertaría el elogio del disimulo.
por lo tanto, una reacción diferente, otra recepción. No suponemos, para Contentémonos con reconocer en el disimulo todo lo que buscamos,
empezar, que lo s signos -en este caso el texto de Proust, el de 111 diferencia en la identidad, el azar del rencuentro en la previsión de lo
Clastres- sean vehículo de mensajes comunicables en principio. No em- 1101npuesto, la pasión en la razón -entre ambos, tan absolutamente aje-
pezamos por decir: hay alguien o algo que nos habla, tengo que oírlo. Oír, nna, la más estrecha unidad: el disimulo-. Así el Anticristo que predica
ser inteligentes, no es esa nuestra pasión predominante. Ambicionamos 1111 la plaza pintado al fresco por Signorelli en Orvieto es muy parecido al
más bien ponernos en movimiento. Es por eso que nuestra pasión sería t !d sto; así también es verdad que el Cristo disimula al Anticristo en el
más bien la danza, corno quería Nietzsche y corno quieren Cage y ,mntido en que oculta su terrible misión hasta en st.ts propias palabras y
Cunningham. (Y ustedes comprenderán de inmediato que sobre este llll(í cuando dice: amáos los unos a los otros, basta una nimiedad para
punto de método habrá las peores dificultades, los peores desaires; vere- 1111<1 se produzca el más desastroso desprecio; y el Anticristo también di-
mos montones de falsos bailarines que van a decir ser nuestros amigos, •l inula poco más o menos al Cristo en la medida en que lo simula, es de-
en primer lugar y, a continuación, habrá censores que nos explicarán, co- ,,,,. en la medida en que es el dis- del disimulo, o de la disimilitud.
mo si ya no lo supiéramos, que para bailar h ay que oír; pero nosotros les Nuestra acogida al signo disimula la acogida semiótica y ésta disimula
diremos que no es lo mismo bailar por tránsito que escuchar para com- In nuestra, aunque esto no se produzca de la misma manera y aunque no
prender y, por fin, en ese momento aparecerán los exiguos analistas a de- ,111tremos aquí a juzgar si hay Anticristo y quién lo es.
cirnos: ¡Ah, sí! ustedes predican pasar al acto, es así como designan a la Pero ustedes tienen más bien que comprender, para cambiar de re-
danza, ustedes hacen acting out parn no hacer working in; y ¡por desgra- ruroncias, que los dos principios, Eros y muerte, de la última teoría de
cia!, ésos serán los más difíciles de subvertir.) 11111 pulsiones de Freud (Jenseits ... , 1920), nos son dos instancias dotadas
En consecuencia, una danza, pero no compuesta y anotada, una ,111díl una de un principio de funcionamiento distinto que permitiría iden-
danza en la cual, por el contrario, el gesto del cuerpo existiera con la mú- 1lricnrlas a partir de sus efectos o síntomas respectivos en el "psiquismo"
sica, su timbre, su tono, su intensidad, su duración, y con las palabras o ,wbre el cuerpo. No es verdad que Eros sea hacedor de conjuntos, de
(bailarines, nosotros también cantamos), en una relación singular cada 11l11tomas, compositor y maestro-gavillador, que las pulsiones de muerte
vez, produciendo cada vez un acontecimiento emocional, como en la 111111n, por otra parte, las destructoras de los sistemas, desconstructoras,
Theater Piece de Cage, como en la ejecución de una pieza de No por un 1l1111rrnvilladoras. Cuando sobre el cuerpo de la histérica los fragmentos
actor inspirado en la fl.or de la interpretación de Zeami. Podemos esperar 1111 In gran banda son circunscritos y excluidos de la circulación normada
mucho tiempo inmóviles, inertes, el momento de esa flor, de ese reen- lln 1011 afectos, colocados fuera de intensidad regular, "insensibilizados",
cuentro, de la tuché en la que flamea algo sobre lo que llamamos el cuer- 1111111do hay músculos que se contraen y se mantienen crispados, cuando
po, y es preciso amar también esa espera, casi no menos bella, esa inmo- 111M l'finales respiratorios se angustian provocando asma, se crean peque-
vilidad casi no menos muda y motora que el despliegue del juego de face- no• dispositivos pulsionales (un fragmento del sistema orgánico de la
tas de las finas manos pálidas y su violencia cuando se abaten sobre el , m1J)lrnción, un pedazo del sistema orgánico de la musculatura estriada o
tambor en la danza de co1·te coreano llamada Yu Ch'o Shin. 111• 111 musculatur a lisa) que forman conjuntos muy solidarios consigo
Pues también hay esto: que se busca lo que va a pasar en un rostro 1111 111110R, ¿sn pu,e de decir que Eros, corno ensamblador, es responsable de
en la noche de Montparnasse, en una voz oída en el teléfono, una curva o tudn m~to? ;,O lo muN'l.(l, 1,110Nt,p qu<: estos conjuntos están engripados?
64 ECONOMIA LIBIDINAL ELTENSOR 65

Pero, ¿engripados en relación a qué, a cuál normalidad?; el sistema res- y signo que produce intensidad por potencia y singularidad. La intensi-
piratorio de Dora la orgánica está engripado, el sistema respiratorio de dud libidinal, estaríamos casi tentados (pero no lo haremos, nos hemos
Dora la histérica funciona de maravilla y no tiene necesidad de buscar vnelto viejos zorros, demasiado en la trampa) de darle una prioridad y
un beneficio secundario a su trastorno. El beneficio es inmediato, allí no de decir: ¡pero finalmente, si ustedes, los semiólogos, tienen materia pa-
hay beneficio, hay una maquinaria pulsional instalada, que funciona 1•11 trenzar sus redes de sentidos es porque, en primer lugar, existe esta
por su cuenta, y esta maquinaria no camina según la muerte o según el Incandescencia positiva, porque en primer lugar la garganta de Dora se
Eros, sino según ambos; erótica porque se trata de una máquina regula- 1•icrra, porque hay, en suma, un dato, y este dato es la intensificación de
da (cuyo discurso intentará producir un simulacro razonable en el texto 1111 región del cuerpo de la bella Dora, y esa región se ha convertido en
de Freud o en el de Lacan), letal porque es una máqujna que (se) des- 110 signo inteligente-inteligible! Pero no decimos ni siquiera eso, indife-
compone (que el analista quiere arreglar), pero, además, mortal por ser rt111tes a las prioridades y causalidades, esas formas de la culpabilidad,
regulada (puesto que condena a Dora a una repetición estéril), y viva por ,•orno decían Freud y Nietzsche, poco importa el orden; importa mucho,
su desarreglo (porque atestigua que sobre el cuerpo orgánico circula y se JIIH' el contrario, el hecho de que de ese mismo signo sean posibles, simul-
carga la libido en su imprevisible desplazabilidad). 111 nea e inevitablemente, dos acogidas.
En consecuencia hay dos principios, y esos dos principios no son ¿Es necesario decir a cuáles radiantes perspectivas abre esta idea
instancias identificables por sus respectivas funciones; Eros puede desa- tlol disimulo, particularmente en materia de discurso teórico, y también
tar y liberar, la muerte atar hasta estrangular, y Freud mismo, que no ,,n esta cuestión (beatíficamente recibida hoy día bajo la etiqueta mar,co-
ve esto con claridad, lo reconoce no obstante al final de Jenseits, cuando l'i-1,udiana) de la dialéctica de la teoría y de la práctica?
dice, a pocas líneas de distancia, en primer lugar, que el principio de pla-
cer está subordinado a las pulsiones de muerte a las que considera en
ese momento como sistema de compulsiones repetitivas que hacen regre-
sar cualquier cosa, aun la más dolorosa, como en los sueños de neurosis
traumáticas, y que hay que suponer un vínculo por repetición antes de
cualquier descarga si es cierto que ésta exige vías reguladas y acciones
específicas para producir la satisfacción; y, poco después, por lo tanto,
que el principio de Nirvana está subordinado al principio de placer, en-
tendiendo por "Nirvana" ese exceso de fuerza que empuja la descarga
más allá de la regla metabólica a la que está sometido el "aparato psíqui-
co" (o el cuerpo), y que amenaza a este último de estallido. Las funciones
no se pueden decidir en cada ocurrencia singular; se trata de reservar
siempre la posibilidad de no poder asignar un efecto, es decir justamente
un signo, a un principio pulsional y a uno solo. Está claro que no es cues-
tión de polisemia entonces, ni de sobredeterminación; no es posible za-
farse diciendo: la muerte viene a sobreañadir sus efectos a los de Eros, o
a la inversa; no se trata del hecho de que el signo, la tos de Dora, sea
atrapado en varias redes o estructuras que crean sentidos.
Se trata claramente de algo muy diferente: por un lado, el signo es
atrapado, en efecto, en sus redes, y se lo puede localizar en los sistemas
metonímicos (en Freud mismo a menudo incluso metafóricos) diferentes
unos de otros; es heterosémico o heterológico y sujeto a semiótica por
consiguiente pero, además, jenseits ... , no es asignable a tal función y por
lo tanto al juego de sus efectos de sentido, ni a tal otra, que es, de mane-
ra indiscernible, signo de remisión y por remisión, y signo sin remisión
asignable. A la vez signo que produce sentido por separación y oposición,
LA INTENSIDAD, EL NOMBRE

tll f'u era necesario dar un ejemplo de la manera en la que el tensor puede
,ll111i mularse en la semántica y disimilarlo, podría tomarse el del nombre
111 opio. En primer lugar es el nombre del que hablan Frege y Russell,
1111 0 crea problemas al lógico porque remite en principio a una referencia
11l111rular y no parece intercambiable con otros términos en la estructura
Mulco-lingüística: no hay equivalente intrasistémico del nombre propio;
f\l 111>unta hacia la exterioridad como un deíctico, no tiene connotación, o
1111111 ésta es interminable. Pequeña dificultad que los lógicos resuelven
, 1111 un concepto (no teniendo la opción de los medios), el del predicado de
,,al11 tcncia. Hegel ya lo conocía: el Meinem y el obstáculo que la donación
,tu oYistencia -la carne y el hueso, dirá a su vez Husserl-, puede opo-
11 111• , la puesta en sistema de los signos. Así, en consecuencia, a quien
11111,runte: ¿Y Flechsig?, se le responderá: hay al menos un individuo exis-
11111 t.o al que podemos llamar Flechsig, era el médico de Schreber; mante-
11 l1i11close en la referencia como en un anclaje. Pero el nombre de ese mis-
11111 individuo da lugar a dividuación cuando es el delirio de Schreber el
1¡110 se apodera de él, y hará compatible una multitud de proposiciones
l1111ornposibles sobre un mismo "sujeto" del enunciado. Del predicado
l•'l,whsig se dirá simultáneamente que es un tira, que es Dios, que es un
1111wnte seducido por los encantos femeninos de Schreber, que hace todo
11111•11 impedirle cagar al presidente, que es miembro de una noble familia
111111 desde hace tiempo ha tenido que ver con los Schreber. ¿Por qué sería
1111110 un delirio? Unicamente porque se enuncia.
El mismo delirio de un escritór, apenas un poco más prudente por
l111hor interpuesto un sujeto de la enunciación entre él y su texto, el nom-
11111110 Marcel; el mismo delirio con el nombre propio de Albertina.
El mismo delirio de Octavio con el nombre propio de Roberta, la di-
1111 t.oda puta, la virtuosa libertina, el indecidible cuerpo ofrecido-rechaza-
1111, cuerpo del disimulo por excelencia por ser dismulación en dos senti-
1111111: por una parte la hugonota y la vival pueden cumplir la función de
11lu110 en las redes igualmente pensables de la respetabilidad y de la sen-
• 1111 liciad; pero, por la otra, cada una de estas asignaciones disimulan al-
1111 -no la otra como ella, como perteneciente por su lado a una red tam-
ltltin •·ogulada, regulada de manera semejante, y solamente desplazada,
1lo11clo la diputada tan pensable como la puta, cada una de acuerdo a su
111 11110- ; no, cada asignación disimula el signo como tensor, y no el otro
• luno sensato, y el signo-tensor consiste en que el nombre propio de
Uohorta cubre un áron oo la que los dos órdenes (al menos, pues debe ha-

07
68 ECONOMIA LIBIDINAL EL TENSOR 69

ber otros) no son dos, sino indiscernibles, en. la que el nombre Roberta es Mchreber, de la asistencia que se le presta? No; o más bien sí, pero de
corno una barra de disyunción que gira a toda velocidad alrededor de un 1111\nera muy indirecta. Este amor compasivo sólo aparece alusivamente
punto cualquiera, la mirada, la hendidura vulvar, el pulgar enguantado, 1,11 el discurso del Presidente, y aparece al revés. Si Flechsig-Dios hacen
una entonación, desplazándose él mismo aleatoriamente sobre el seg- tic• la defecación un milagro y despojan el cuerpo de Schreber del uso na-
mento que forma esta barra. Si Roberta es un tensor, no lo es porque sea 1111·al de esta función, a decir verdad es para poder despojar de milagro
al mismo tiempo mujer pública y mujer con cabeza, sino porque excede ffl extremis el acto de cagar, y de tal manera perseguir al Presidente:
jenseits una y otra de esas asignaciones en el vértigo de una intensidad 11111ndan a alguien al baño antes que él para ocupar el lugar. De este mo-
en la cual, si la playa interna del muslo se devela en el borde de la falda, do cortan rápidamente "el vigorosísimo desarrollo de la uoluptuosidad
si la parte muelle del pulgar se tiende ante la boca del seductor, si la nu- ,IHI alma" que acompaña la defecación lograda. Y si obran de ese modo es
ca se da vuelta bajo sus dientes, es ciertamente por pudor auténtico y 1¡110 un goce parecido amenaza a Flechsig-Dios, en la medida en que, co-
por sensualidad sincera, pero, además, sin razón calificable, por una fi- 1111> sucede con todo goce fuerte, los hace esclavos del cuerpo del
gura pulsional según la cual se disponen y se derraman los influjos que 1',•osidente. Ejemplo: "Dios nunca emprendería una acción de retirada
no pertenecen a Roberta, ni a nadie. Roberta no es el nombre de alguien 1 ,), sino que sin resistencia alguna y con duradera uniformidad obedece-
(predicado de existencia), aunque fuera incluso doble: es el nombre de • íH a la atracción si me fuera posible asumir siempre el papel de la mujer
aquello innombrable, el nombre del Sí y No, y del ni Sí ni No, y del pri- 111 10 yace conmigo mismo en abrazo sexual, hacer descansar siempre mi
mero y el segundo, y si el nombre propio es un buen ejemplo de signo n11Tnda en un ser femenino, contemplar siempre imágenes de mujeres
tensorial, no lo es porque su designación singular cree dificultad cuando ttlc•. "l No es entonces por amor que se tiene por milagrosa la defecación
se piensa por concepto, sino porque cubre una región del espacio libidi- ,,rhreberiana, sino para defenderse de la seducción que ella ejerce.
nal librada a la indecibilidad de los influjos de energía, una región en l1'l1 1chsig amante, pero en la defensiva. Pero Flechsig también persegui-
llamas. il11 r pérfido que, al preguntar a Schreber: "¿Por qué no caga usted,
Lo mismo para Schreber. Si nos atenemos a Mémoires d'un névro- 111 111s?", le hace responder: "Tal vez porque soy tonto, o algo por el estilo".2
pathe, veremos perfectamente cuál vértigo se localiza, si así puede decir- l11lochsig que humilla a su VÍctirna. Pero, también Flechsig-Dios estúpido,
se, en el nombre de Flechsig. Es necesario, piensa Schreber, que yo sea l11t:11paz de comprender que una criatura humana no tiene necesidad del
una mujer para que Dios me fecunde y para que, al engendrar hombres 111d11gro de una potencia todopoderosa para defecar: ''La pluma se niega
nuevos, se cumpla a través de mí la salvación de la humanidad. Este ,11111i a poner por escrito el formidable dislate de que Dios, de hecho, en su
cambio de sexo es un milagro; pero cualquier modificación del cuerpo a 1111Mguecimiento debido a su ignorancia de la naturaleza humana, llegue
los ojos de Schreber es un milagro y debe ser imputado a una potencia l111r,Lo suponer que exista un hombre que pueda no cagar por tontería
singular, en todo caso a la decisión singular de una potencia (en ese sen~ t1iondo cosa que todo animal es capaz de hacer-''.ª
tido la religión de Schreber es completamente romana, pariente de aque- ¿Todas estas propiedades contrapuestas no constituyen una polise-
lla penetración de instancias divinas en los actos más "cotidianos" y más 111111 sobre el nombre de Flechsig? Vamos a verlo. Pero antes dos observa-
simples, de esa laicización de lo sagrado o sacralización de lo laico). De , 10110s que anuncian la continuación. En primer lugar: observemos esta
ahí que la defecación sea materia para el disimulo, que abarcará a 111 m,, nsidad de la tontería, que se extiende mucho más allá de la bestiali-
Flechsig (a través de Dios); y si se puede describir estas ambivalencias 1l11d de Bataille, la cual sigue sabiendo lo que hace, aun cuando la con-
continuas de los destinos de pulsión, lo importante no deja de ser en todo ,. ,,.ttc·ül ya no lo sepa, y allí reside todo el secreto acéfalo del pequeño ero-
momento la indiscernibilidad de los incomposibles, entregar y retener la 1h•mo, mientras que con Schreber hay que chapotear en el pantano de
mierda, Flechsig protector y verdugo, Dios amante y perseguidor, mi 111111 incertidumbre que trabaja los instintos mismos, los montajes de la
cuerpo hombre y mujer, mi yo divino y humano; y todaVÍa algo más, por l111111.in, y que estarnos situados más acá de lo que sabe la acefalía animal,
añadidura. •11 10 d "cuerpo" ya no sabe cagar cuando lo "necesita", que la mierda ya
La defecación no es natural, sino que se produce por un milagro. 11 11 t·,moco su camino de salida. Formidable tontería del cuerpo loco, en la
Ahora bien, a propósito de este milagro de cagar, que Freud cita en su
totalidad, se ve lo que un delirio puede acumular bajo un solo nombre. l tr'rt11{rt10nto do Memorias de un enfermo nervioso, citado por Freud, en Obras
Que defecar exija la intervención milagrosa de un "Se" que es al mismo , •,.1,111/11/oH, V11lnmon ,J 2, p. az.
1
~ / lilrl ,. p, 2H.
tiempo Flechsig y Dios, ¿es signo de algo? ¿Del amor que se tiene por l //111/,
70 ECONOMIA LIBIDINAL EL TENSOR 71

cu~l Flechsig ?undirá a Schreber. Al contrario del cuerpo orgánico, mon- 11ean cuatro o n, poco importa, ¿quién osaría agotar su serie potencial?)
taJe de montaJes, ensambladura funcional, edificación erótica este cuer- ¡verdaderamente dan lugar a lo que nosob·os buscarnos bajo el nombre
po libidinal par~ce no ~ener canales establecidos para la circ~lación y la ,le disimulo? ¿No será más bien que proveen una polisemia, por un lado
descarga de las 1mpuls10nes. No profundidad de la tontería sino inmen- una homonimia - siendo Flech sig amante el homónimo de Flechsig ver-
sidad, ausencia de medida. La tonterCa libidinal es otra c~sa que la de clugo-y, por el otro, una sinonimia, Flech sig amante verdugo como sinó-
Bouvard y Pécuchet, que consiste en recitar, en volver a citar hasta ago- nimo de Dios (grupo sinonímico al cual Freud no dejará de agregarle el
tar el lugar común de los enunciados, y está al mismo tiempo muy cerca Padre) -otras tantas relaciones que el semiólogo conoce bien y aceptará,
de ella puesto que, como ella, descan sa en la destrucción del sujeto capaz no como objeciones, para nada, sino como estímulos a su método-. Todo
de responder con sus dichos y sus actos por la pérdida de identidad (se- nos lleva, ciertamente, a esas transformaciones a través de las cuales no
ñalada en Flaubert por el dúo que forma el héroe tonto). 4 Tontería inse- nos acercamos mucho a la economía libidinal. Si Flechsig, como antes
parable del disimulo al que nos hemos referido. Roberta es un signo tensor y no solamente "sensato", no lo es por la poli-
Segunda observación : esta tontería se vuelve a encontrar en la ex- liemia d~ los enunciados que se adhieren a su nombre, sino por el vértigo
traña acepción de la femineidad que implica el texto del Presidente de erotismo anal que se apodera del cuerpo libidinal schreberiano y cuya
Schreber citado más a~rib~; este ''hacer de" mujer más que ser mujer, es- extensión es el nombre Flechsig. Vértigo porque de nuevo allí, alrededor
te hacer de se traduce indiferentemente como: hacer de mujer en el coito del ano, la revolución de la bal'Ta de las disyunciones va a tomarse furi-
y también hacer de hombre de esta mujer ("asumir siempre el papel de la bunda hasta tal punto que el culo del Presidente alcanzará la incandes-
~ujer que ~ace con.migo en abrazo sexual"), mirar mujer, contemplar cencia solar, sobre todo hasta tal punto que favorecer y prohibir el paso
imagen muJer -y sm duda más aún: ser visto mujer, etc.-. Aquí, una de la materia (de las heces o del miembro divino) ser á a partir de ese mo-
vez m~s, inmensidad tonta d~ la economía libidinal. Al nombre propio de mento indecidible, habiendo sido investidos y desencadenados juntos los
Flechs1g, tensor por excelenc1a, le corresponde el anonimato del cuerpo dos movimientos: "Esto acontece por ser el excremento esforzado dentro
de Schreber: cuerpo sin funciones orgánicas r eguladas, cuerpo sin sexo o <le los intestinos hacia adelante (muchas veces también de nuevo hacia
con mu_chos sexos: ¿Diremos nosotr os ahora que ese nombre de Flechsig utrás) y cuando, a consecuencia de evacuaciones cumplidas, ya no queda
no es smo el predicado de algunos enunciados que implican que se acti- material suficiente ... )",G y que en ese descuartizamiento en el sitio hacia
ven de manera conjunta, bajo él, pulsiones incomposibles? Flechsig me la constipación y la diarrea, hacia la hétero y la homosexualidad, hacia
ama, porque me hace cagar-gozar; Flechsig me odia porque me prohíbe la virilidad y la femineidad, es la posición del sol, de los dioses, de los
cagar-gozar; amo que Flechsig me odie porque mi propia persecución es médicos de los hombres, la que se pone a girar sobre ella misma prohi-
necesaria para que yo cumpla la salvación de la humanidad futura· odio biendo toda distribución estable y todo "pensamiento". Este vértigo in-
que Flechsig me ame, porque yo querría que la defecación fuera p~ra mí c:andescente lleva e] nombre de Flechsig, y es de ese modo que éste vale
natural como para los demás...
como signo tensor. .
Interrumpamos la enumeración de enunciados ya en sí mismos El prolonga el juego del trompo más allá del cuerpo orgámco de
simplificados. Descuidemos la lectura que hace Freud de la relación de Schreber, a regiones inesperadas de la banda libidinal; ese nombre se
Schreber con Flechsig: es una lectura ejemplarmente semiótica o concep- apodera de ellas o más bien las hace existir de pronto como pedazos ~el
tual, puesto que hace de todos esos enunciados y de muchos otros toda- vasto laberinto eréctil maníaco anónimo, ¡ah! u sted creía ser un méd1co
vía, las frases terminales que resultan de transformaciones a partir de haciendo volver mi ano solar a sus proporciones miserables de regresión
un núcleo único que sería: Yo [un varón] lo amo [a un var6n].5 pregenital edípica; al decir Flechsig, al bautizar Flechsig mi novela me-
Transformaciones debidas, como en la exfoliación del fantasma Un niño tafísica e histórica, al poner a Flechsig al comienzo y al final de mis
es g~lpea_do, a desplazamientos pulsionales por represión o regresión y odios y amores, yo hago de usted, médico, no una pieza en mi juego de
que 1mphcan, por lo tanto, un u so, muy poco generativista, por cierto, pe- par anoico, como u sted cree, sino un jirón imprevisible de la inmensa
ro al menos perfectamente regla-regulador de la negación. banda donde circulan los influjos anónimos. Su nombre es la garantía
Discutamos más bien el punto siguiente: nuestros enunciados (ya <lcl anonimato, 1a garantía de que estas pulsiones no son de nadie, que
nadie, y menos el "médico", está al abrigo de su recorrido y de su asalto.
4
Mostrado en un tTabajo inédito de Suzanne Lafont sobr e Bouvárd el Pdcuchet,
5 lbtd., p. 58, los corchetes son de Froud.
ti M,lmw'r,111 .... c•IL,ulo Jllll' l '1111al, op. c:lt, p. 25.
1
72 ECONOMIA LIBIDINAL

Ese es su miedo y la razón por la cual usted me encierra. Lo que se tra-


ma bajo el nombre de Flechsig no es por lo tanto sqlamente la mansa po-
lisemia que se encuent ra en el enunciado más anodino, es la incandes- "USAME"
cencia de un pedazo de cuerpo que ya no da más de asignaciones, porque
la asaltan juntos, el por y el contra, y más aún: es la trasmisión de esta
quemadura impensable a otras regiones libidinales, especialmente los 1,. t1i ese nombre propio fuera el rufián? Es decir Dios. Releamos una vez
lenguajes de la historia y de la religión, su invención y captura en el vér- 11 11111 Schreber: "En los capítulos anteriores se señaló ya que los Rayos
tigo anal, su sexualización, como decíamos antes, su conexión al ano lo- 1,1111•vios divinos) que sufrían la atracción cedían a ella sólo contra su vo-
co, la extensión de éste a aquéllos, y, por consiguiente, la presunta fron- l1111t.nd ya que llevaba a una pérdida de la propia existencia y, por consi-
tera del cuerpo de Schreber es lo que aparece así violado por el nombre 1,,11,•nt~, era contraria al instinto de autoconservación. Por esta razón_ in-
de Flechsig (tanto como la presunta frontera del cuerpo de Flechsig), y t ,11d,11ban siempre interrumpir la atracción , o, con otras palabras, libe-
este límite mismo es pulverizado por el remolino vertiginoso, el cuerpo ,'" tlC de mis nervios (. .. ) En todo esto predominó la idea de 'dejarme ol-
del Presidente se deshace y sus pedazos se proyectan a través del espa- 1d,1do', es decir, de abandonarme, cosa que en la época de la cual estoy
cio libidinal mezclándose a otros pedazos en un inextricable patchwork. t, 1d.nndo se pensó que podría lograrse mediante la emasculación Y la ~n-
La cabeza no es más que un pedazo de piel cualquiera. Flech sig mi culo. i, 1, ,n de mi cuerpo como prostituta femenina y, ocasionalmente, también
1
Y más allá de la sinonimia y de la homonimia, el anonimato. 11111t'.ándome y luego destruyendo mi razón (convirtiéndome en idiota)".7
V Schreber añade, corno una verdadera "puta": "Pero en lo referente a los
1,it,011tos de emascularme, pronto se hizo la comprobación de que el pro-
ll ''etHivo llenar de mi cuerpo de nervios voluptuosos (femeninos) producía
1111•í'ccto precisamente contrario: la llamada 'voluptuosidad del alma' que
,In osa manera surgía en mi cuerpo reforzaba más bien la fuerza de
11t.rncción".8 ¿Como una verdadera prostituta o más bien arrastrado por
t,, fuerza de la dependencia?
Pero, antes, ¿quién quiere este escándalo, esta feminización? "Por
11 110 resultaba enteramente natural, desde el punto de vista humano, que
,11·11 el que aún entonces me dominaba predominantemente, que yo viera
,iolo mi verdadero enemigo en el profesor Flechsig o en su alma (poste-
, lm·mente se sumó el alma de von W., de la cual volveré a hablar más
11dolante) y que considerara a la omnipotencia de Dios como mi aliada
1111tú.ral, a la que erróneamente sólo creía en una situación de apremio
l'l'üt\te al profesor Flechsig y a la que, por lo tanto, pensaba que debía
11 poyar con todos los medios imaginables, hasta _la ~utoinmolación. ~u.e
, 1 propio Dios pudiera ser el consabidor, si no el mstigador, del plan dm-
gido al almicidio que se habría de perpetrar contra mí y de la entrega de
111i cuerpo como prostituta femenina, es un pensamiento que se me ocu-
1•ri6 mucho después(. .. )."9
La prostituta acepta la prostitución en nombre de un interés supe-

7 Daniel Pnul Schrcbcr, Memorias de un enfermo nervioso, Buenos Aires, Ediciones


(!11rloH Lohló, estudio preliminar de Jorge Saur.!, trad. directa del alemán de Ramón
Aknl<ltt. 'I'r. fr., Cahicrs pour l'analyse, 7, p.119.
11 TMtl.
11 lbi,l,, pp. 68-69.
74 ECONOMIA LIBIDINAL EL TENSOR 75

rior. Ella la quiere y, en ese sentido, es lo más parecido a un mártir: tes- ffobre esto Xaviere dice lo esencial: ''Más aún, el castigo es el medio para
timonia a través de su humillación, Magdalena c9mo Jesús. Empieza por hncer aceptar a un ser humano lo inaceptable. Pero es también el lazo
testimoniar en contra de su rufián. Disociación todavía ingenua de dos 1111do-masoquista que termina por hacerte sentir 'a1go' por tus rufianes.
instancias: afectiva, es Dios, a los ojos de quien se expone el sufrimiento M11e algo no tiene ningún nombre. Es algo más allá del amor y del odio,
y al corazón de quien se ofrece; económica política, es el proxeneta, 111ás allá de los sentimientos, una alegría salvaje, mezclada de vergüen-
Flechsig en este caso, Herodes o Pilatos, que pone precio a ese sufrimien- "'", 1a alegría de recibir el golpe y de darlo, de pertenecer, y de sentirse li-
to, saca beneficio de él y, en consecuencia, lo ignora como tal. Después, liorada de la libertad. Eso debe existir en todas las mujeres, en todas las
en un segundo tiempo (el tiempo de escribir, observémoslo: "Es un pensa- pnrejas, en grados menores o inconscientes. En verdad no sabría expli-
miento que se me ocurrió mucho después, y que no me vino claramente a 1 nl'lo. Es una droga, como una impresión de vivir la propia vida varias
la conciencia, me atrevo a decido, sino durante la redacción del presente v, ces al mismo tiempo, con una intensidad increíble. Los propios rufia-
trabajo"),10 los dos nombres, Flechsig y Dios, se condensan, la instancia 1wa, al infligir estos castigos, sienten 'algo', estoy segura". Sin embargo·,
de apelación resulta ser tanto o más criminal que la del crimen, ,', pOr qué dar a esa cosa sin nombre el de sado-masoquismo, como sugiere
Entonces el rufián-Dios-médico cobra toda su dimensión libidinal: el or- ullu? Aquí estamos en pleno disimulo. Si Flechsig es el nombre del uérti-
den del mundo, dice Schreber, es verdaderamente violado por este pro- >1•>, el padrote o la comunidad de padrotes también lo es. Lo que sucumbe
yecto de mi transformación en mujer (en prostituta), no hay instancia de 1111 el castigo, frente a ese vértigo, es la ilusión del yo: "Lo habían logra-
apelación, Dios también es mi perseguidor, no es el juez íntegro que reci- ,In, porque ahora yo no existía más que pa1·a ellos".
be mi sufrimiento, es incluso el rufián que lo exige y se beneficia con él y Sin embargo, como en la cara dialéctica del amo y del esclavo, esta
que, por este hecho, lo revela y lo explota en la duplicidad de sufrimien- 1l11pendencia extrema puede ser ciertamente manejada por la ''mujer'' co-
to-goce. 1110 un arma contra el dominador. En el amor, puede que sea el orgasmo
Ahí Schreber protesta, y hay que ver en su lucha por salir de los lo menino lo que arrastra el cuerpo hacia la mezcla ciega; así Schreber se
manicomios donde se lo encierra el mismo combate que puede librar una q11icre más mujer y prostituta, siempre más loco, en consecuencia, más
prostituta para escapar del medio y del burdel o de cualquier otro cua- 1
·1ouerto", para seducir mejor a Flechsig y a Dios. ¿Será entonces inten-
drado de acera donde se la secuestra. Mas esta protesta no se da sin am- ' ,~n más que intensidad? Y a1lí donde creíamos, con Xaviere, haber en-
bivalencia, pues, como lo hemos visto, Schreber desea ser ]a prostituta 1•011 trado la fuerza, la fuerza del impoder ("Yo no digo que eche de menos
de Dios, gozar como mujer y hacerlo gozar si no como su amante, al me- v11ln. Pero te falta para siempre. Es una cocaína. No se vuelve a encon-
nos como su amo. Es por eso que quiere todas las mujeres y las mujeres 1n1r jamás una intensidad semejante en la vida... normal"); ¿es necesario
todo el tiempo, y el "siempre", el "continuamente" que vuelven bajo su lrncorle un lugar al poder y a su connivencia con cualquier debilidad?
pluma para definir la condición que según él es la del goce de Flechsig- :l11truramente. Pero esa no es una razón para borrar la primera; la inten-
Dios, que todo el tiempo haya mujer, es el esfuerzo de la criatura por si- 111dnd se disimula en los signos y las instancias. Si el nombre propio es el
tuarse a la medMa de la omnitemporalidad divina: "Aun cuando yo viVÍa , 11/írtn o Dios, también es la ocasión de ese algo innombrable. Si el yo
sola en un estudio, dice Xaviere Lafont, el teléfono sonaba a cualquier 011oi) sucumbe en la dependencia, no lo hace solamente según las mise-
h ora del día o de la n oche para controlar mi presencia (. .. ). Ellos [los ru- 1•11ules idas y venidas de las preocupaciones de poder.
fian es] tienen todo el tiempo necesario para ir a buscarte en América si Del ombligo de la noche, en el agotamiento de las palmas y de las
lo quisieran". Y aun después de haber dejado el oficio, ''el teléfono me 111lrndas, verga y vulva en andrajos, tierra quemada sin táctica, puede
despierta a veces en plena noche (. .. ). Del otro lado, nada. Solamente el f 11duvía nacer en la garganta ronca e íntima de una mujer, esta orden:
aliento de una respiración, y después cuelgan". 11 ' l l1111me", y eso quiere decir: no hay yo [moi]. La prostitución es el aspee-
En la formación de esta ambivalencia que va a confundir a Dios con lo ,,olítico de la dependencia, pero ésta tiene, además, una posición Hbi-
el rufián, Dios y Flechsig, el "castigo" es un elemento decisivo; en el caso dlnul. Es la que le faltó a Sade. La demanda de "pasividad" no es la de-
de Schreber se llama persecución. Es idéntico, sin embargo, al que sufro 1111111clH de esclavitud, la demanda de dependencia no es el ruego de ser
Xaviere: encierro, estado de dependencia, la clínica como ley del medio. ,l1111iinl\<lo. No hay dialéctica del esclavo, ni la de Hegel, ni la dialéctica
,1,, 111 h ist,é1·ica según Lacan porque una y otra suponen el intercambio
lO ]bid. ti,, f'()lw1 en el ütterior del espacio de la dominación. Todo eso es una pen-
11 ~Jusline 73", Le Nouuel Obseruateur, 19 de mano de 1973. d,~t11d11 viril. "Uso.me" tiende, en dirección del miembro erigido por enci-
76 ECONOMIA LIBIDINAL EL TENSOR 77

rna de los rhiones, el señuelo del poder, de la relación de dominación. cia. Es lo que Jesús dice en la cruz, ¿no? Pero Jesús puede demandar la
Pero lo que sucede en esos riñ ones es otra cosa, tanto más importante: el dependencia pU,esto que ofrece su dolor como salario del pecado: el fuera
ofrecimiento de abolición de un centro, de una cabeza. Cuando el hombre, ele precio de su sufrimiento, de su abandono, la terrible desmiraculiza-
Flechsig, el rufián, hace uso de esta "demanda" manifiesta de "uso" para ción schreberiana que padece, desasimiento perpetrado y cumplido por
ser él mismo cabeza, poder, él se defiende, no se atreve a entender el al- ése a quien amamos y que es así todopoderoso, ese fuera de precio, Jesús
cance del ofrecimiento y a darle curso. La pasión de la pasividad que ha- lo fija como precio de redención de los pecados. Jesús sería entonces una
ce decir eso, no es una fuerza, un sobrante de fuerza en un combate, es prostituta calculadora. Tú me haces morir, eso hace daño, pero todo el
la potencia misma que liquida todos los estasis que bloquean aquí y allá mundo habrá de reencontrarse allí: los perversos o los pobres de espíritu
los pasos de intensidad. Del ofrecimiento de las nalgas, del pliegue de ("que no saben lo que hacen") serán recuperados en el cuerpo gracioso de
nalga abierto, del ano y del conducto, de la mujer que se agacha como la creación, es decir del capital. Y Dios es un rufián que dice a su mujer
una espigadora, hay que desconfiar, no es un desafío tipo potlatch, mira Jesús, como también a Schreber: hazlo por mí, hazlo por ellos. ¿Qué ga-
lo que te doy, a ver tú qué me muestras. Es la abertura de la banda libi- na Jesús con eso? se preguntarán ustedes. Y yo les respondo: ¿qué gana
dinal, y a esta aber tura, a esta extensión e invención instantáneas es a una prostituta con vender los pedazos más imprevisibles de su cuerpo,
lo que el hombre de poder, el rufián, el político, se niegan, contentán- su mirada, sus talentos de costurera, sus zapatos, y qué gana Schreber?
dose, por pura mezquindad, con capitalizar las intensidades libidinales No se trata de eso. La prostituta, como Jesús y Schreber, se inventa y se
en objetivos de plusvalía: sobrexplotación de la fuerza de goce, r ecaída propone ella misma como sujeto del cálculo, aunque sea puro fantasma,
en las viscosas especulaciones chinas. Pues este interés, esta intercesión que se impone, y que es suficiente para convertir la perversión, para cir-
de un tercero, son ciertos también para la erótica inteligente, sin duda. cunvertirla. Y no hay que olvidar que como Jesús también es dios, la
Al menos uno está obligado a preguntarse, del mismo modo en que debe prostituta es, por cierto, su cliente, pero también su rufián. El misterio
hacerlo a propósito de la maquinaria barroca que une el cuerpo de de la Trinidad, que es el de la similitud, es la maquinaria misma que
Schreber al de Flechsig, si la erótica consiste en reducir, atesorar, incluso produce el signo sen sato y disimula el signo tensor. Una vez más, no hay
capitalizar fue1·za, como sugieren abundantemente los textos chinos que que dejarse agarrar por esto.
ya veremos o Las relaciones peligrosas; o bien si, si se arroja la inteligen- "Usame": enunciado de una verbginosa simplicidad, no es místico
cia en la partida, incorporando la "frialdad" a los cauces de la energía, es sino materialista. Que yo sea tu playa y tus tejidos, que tú seas mis orifi-
decir la quemante tensión del cálculo, ella no tendrá, por el contrario, la cios y mis palmas y mis membranas, perdámonos, dejemos el poder y la
función de intensificar regiones y pasos descuidados; y no de intensificar justificación inmunda por la dialéctica de la redención, seamos mztertos.
mediante el contrapunto de la secundariedad, del cálculo, del otro espa- Y no que yo muera por tu mano, como dice Masoch. Aquí yace la supre-
cio-tiempo, del otro cuerpo, contrastados o alternados con la primarie- ma astucia, voluntaria o involuntaria, para que de este orden último,
dad, sino de elevar las intensidades por la inyección de la libido en el que emana de un cuerpo ya exasperado por las caricias y el insomnio, re-
proceso de inteligencia, por la incorporación de la cabeza a la banda libi- surja, del estrépito de pulsiones parciales desencadenadas, la función-
dinal, por la puesta en marcha de las máquinas capitales y capitalistas sujeto. Glosa h egeliana de la súplica: sé mi amo, que sea hecha tu volun-
en beneficio de las circulaciones pulsionales, por la erotización del enten- tad. Es así corno Sade o Freud o Bataille la entienden, introduciendo lo
dimiento; imaginen al pequeño comerciante o al pobre contador poniendo político ahí núsmo, y, en consecuencia, de nuevo el orden, la estrategia,
su arte innoble al servicfo de sus glándulas. la razón de la guerra, Lados y Clausewitz.
Se trataba entonces de eso: la tontería de Sade, de la que Klossows- · Pero, ¿qué quiere ella, la que demanda eso, en la aridez y la exaspe-
ki no llega a desprenderse, ni siquiera en "el Filósofo perverso". Al me- ración de todos sus pedazos de cuerpo, la mujer-orquesta? ¿Cree usted
nos la tontería de un Sade. Hay otro Sade -que es Spinoza y Lucrecio-, que ella quiere ser amante de su amo, y todo eso? ¡Vamos! Ella quiere
el de "Fi·anceses, todavía un esfuerzo para ser republicanos", materialis- que usted perezca con ella, desea que los limites de exclusión sean corri-
ta libidinal, que deseamos aquí y que deseamos prolongar aquí. dos, el barrido de todos los tejidos, la tactilidad inmensa, el tacto de eso
"Usame" es una orden y una súplica -súplica imperiosa-, pero lo que se vuelve a cerrar sobre sí mismo sin formar cofre y de lo que se ex-
que ella demanda es la abolición de la relación Yotrú (Que es amo/escla- tiende sin cesar fuera de sí sin hacer conquista. Frente a eso, ¡la medio-
vo, reversible) y también evidentemente de la relación de uso. Esta sú- cridnd autondh'.l!liva cla los viriles! que se ríen burlonameRte creyendo
plica parece pura religiosidad en la medida en que demnndf1 dcponrlcm- dc:tiulltnílf\cn rnt· y 1•xplot1u• 11 1n hitit6rico o o ln muj er y su presunta men-
78 ECONOMIA LIBIDINAL

tira, mediocridad semejante a la de los políticos, inscrita en la esquela


que envía Lenin a Trotsky por correo a través de los pasillos del Palacio
de Invierno (apenas fabulamos): -"¿Y qué pasará -me preguntó SIMULACRO Y FANTASMA
Vladimiro Ilitch en uno de aquellos primeros días, cuando yo menos lo
esperaba- si las guardias blancas nos quitan de en medio a usted y a
mí? ¿Cree usted que Svérdlov y Bujarin sabrán salir del paso?",12 pala- Con el nombre propio y su disimulo nos acercamos a uno de los epicen-
bra de un hombre del medio, sobre la que Xaviere hace una vez más el tros de la problemática de Klossowski, presente en su lectura de
mejor comentario: ''La primera vez una los toma por 'buenos vividores'. Nietzsche, de Fourier, de Sade, en su filosoña de la escritura, de la na-
Visten bien, a menudo con algo de afeminados. No son forzosamente ho- rración, de la política; epicentro anunciado por Klossowski mismo en
mosexuales, pero una siente que podrían serlo. En todo caso, no son ºProtase y apodose".1a "Veremos así el sentido del "simulacro" (en la in-
grandes amantes. Se desplazan siempre en grupo". Es que a estos per- terpretación que da San Agustín a este término, en función de la theolo-
versos de pueblo les hace falta una organización, como dicen Deleuze y gia theatrica (Varron) retomado por mí en le Bain de Diana y en le
Guattari (propiamente ellos ... ). Cercle vicieux, en relación al fantasma (Wahnbild y Trugbild)."
¿Qué quiere una mujer?, preguntaba Freud. Quiere que el hombre En primer lugar, ¿qué sucede con el simulacro en la polémica de
sea hombre ni mujer, que no quiera ya nada, que ella y él, diferentes, se- Agustín con el paganismo romano? Lo que está en juego bajo el nombre
an idénticos en el acoplamiento insano de todos los tejidos. "Sería más de simulacro es la posición misma del signo que acabamos de criticar, su
acorde con la realización del deseo, en la vida del más allá, que por fin raíz teológica. Agustín toma en La ciudad de Dios por adversario y re-
fuéramos liberados de la diferencia de sexos", escribe Schreber, quien ci- presentante del paganismo romano, a Varron teólogo, gramático, filólogo,
ta la canción de Mignon en Wilhelm Meister: "Und jene himmlischen retórico, y va a intentar ser su cómplice. Varron distingue tres teologías:
Gestalten/ Sie fragen nicht nach Mann und Weib (Y esas figuras celestia- una natural, discursiva, filosófica, que Agustín pretende retomar y sal-
les/, Ellas no preguntan si uno es hombre o mujer)". ¡Y que ese desear var; otra, mítica, teátrica, escénica, poética (son sus palabras); y, final-
que todo se descontrole y se inflame sea llamado por los pensadores pul- mente, una teología cívica o civil, política. La estrategia de Agustín con-
sión de muerte, por Dios! ellos, que bajo el nombre de vida sólo piensan siste en disociar las dos últimas, en conjunto, de la primera, en presen-
en juntar, unir, capitalizar, conquistar, extender, encerrar y dominar. Los t.arlas como infames parodias de la última, que sería la única honesta;
griegos Lenin y Trotsky, los pederastas que se desplazan en grupo, pros- parodias que autorizan no solamente los juegos del circo, sino el juego
tituyendo a las masas-mujeres. Y cogida aferrada a sus infames nombres político como circo. Y, frénte a esta política paródica, erigirá una política
propios de dirigentes, la súplica insensata de las masas, que no es: Viva natural, una política filosófica, una ciudadanía divina. En un segundo
la Social (y menos aún: Viva la Organización), sino Viva la Libidinal. tiempo, por consiguiente, necesita arrancar lo político de lo escénico,
mostrar que todo lo que se apoya en la teatralidad, la representación, en
la política imperial, hay que rechazarlo en razón de que "no se puede so-
licitar ni esperar la vida eterna de dioses poéticos teátricos lúdicros escé-
nicos" (Civ. Dei VI, 6). (¿Y por qué no? ¿Y por qué el criterio de la vida
eterna sería pertinente en materia teológica y política? ¿No hay acaso
una intensidad en el instante intenso de un juego de circo? ¿La muerte
no está incluida en el goce?)
12 . Trots~y, Mi vida. Ensayo autobicgrtifico, México, Juan Pablos Editor, 1973, p. 352. Así, pues, Agustín levanta un teatro, circunscribe un interior y un
Ma v,e, Gallimard, tr. fr., p. 347. L,yotard, en efecto, fabula. La pregunta de Lenin surgió en exterior que, de hecho, en la vida pública romana no están separados
un diálogo mantenido con Trotsky en un aparte cuando el Comité Central discutía la for- -al menos así vamos a fantasearlo-, que incluso son inexistentes como 1
mación del gobierno, después de la toma del poder. Trotsky respondió a la pregunta: términos opuestos si es verdad, como dice Varron, que lo teátrico es solo
"-¡Hombre, quizá nos quitarán de en medio!" No hubo, pues, esquela, en esa ocasión aun-
que esa forma de comunicación fue adoptada, en efecto, por ambos dirigentes, ya que los ol espejo de lo político, y éste de lo natural, si, por consiguiente, hay 11
cuartos de trabajo que ocupaban en el Smolny estaban muy retirados uno de otro. 1...onin
había incluso propuesto, valga la curiosidad, "un servicio volante de bicic)etaa~. (Not• do la
trad.) 1:i L'Arc, ndm, 48, 1070.
80 ECONOMIA LIBIDINAL ELTENSOR 81

equivalencia sin caducidad entre uno y otro y si se excluye que la tras- pol (tica, muy lejos de implicar el recorte platónico de la caverna, que es
cendencia de lo divino natural pueda ser planteada tal cual. Vayamos 1,I recorte efectivamente teatral entre un exterior verdadero y un interior
má s lejos en nuestra fantasía interpretativa: la teología natural es filo- ,¡11e simula ese exterior (para simplificar), descansa, por el contrario, en
sófica; en este caso el lugar que se carga principalmente es el lenguaje. 111 convicción de que todo es signo o marca, pero que nada está marcado
¿Qué es la teología natural? La libido que inventa enunciados inauditos, 11 i significado, de que en ese sentido los signos son signos de nada, no en
que agrega a la banda pulsional las frases de la súplica, de la plegaria, ol sentido de que remitan a un cero que los har(a significar, sino en el
de la apologética, de la metaffsica reflexiva. Extraña obra en la carne de tinntido preciso en el que hemos hablado de signos-tensores: cada cosa y
l as palabras en la que el término de naturaleza, desde los Estoicos, ocu- 11xtremo de cosa son, por una parte, término en una red de significacio-
pa un lugar a la vista, término arbitrario si lo hay, idea de una autono- 1His, las cuales son remisiones metonímicas sin tregua; y, por la otra par-
mía, pero envolvente y que penetra todas ·1as cosas, no de una exterio- l t". de manera indiscernible, singularidad tendida, concentración instan-
ridad que se alcanzaría allí desemembarazándose aquí de una falsa in- 11\nea efímera de fuerza.
manencia, sino, por el contrario, de una potencia inmanente a todas las Esta cuerda locura afirmativa es lo que Agustín quiere destruir en
cosas y como tal jamás disociable. Y, por lo tanto, la teología civil y la te- lwneficio de una cordura nihilista, en la cual la intensidad presente no
ología teátrica quedan autorizadas por esta teología natural: la primera 1ll) lnmente es desvalorizada, sino casi olvidada¡ en la cual el concepto del
significa que la libido inviste* sus energías de vida y de muerte en el es- 1iompo de conciencia que remite sin cesar el acontecimiento de instancia
pa?io de la ciudad Y, en primer lugar, que circunscribe ese espacio, y en ,,n instancia en el trastrueque de pasado y futuro obligará a suspender
pnmer lugar una vez más, que inventa aditivos a la banda laberíntica toda la red de ausencias en una Presencia, en un Presente omnitempo-
los cuales serán "políticos", toda una imaginación de la ciuitas o politeia' r11'l mente vivo, pero él mismo ausente; en la cual, con ese tejido de remi-
de la equivalencia de los hombres en ella, de la posición de las mujeres'. t1iones, 1a máquina semiótica estará en lo sucesivo instalada, lista para
los esclavos, de los niños en su periferia, y también la invención una vez rnducir toda intensidad a signo, a valor que vale por algo ausente.
más de enunciados nuevos, retóricos, no filosóficos. Ahora bien, no se Allí se sitúa la tesis agustiniana del simulacro, que es la tesis de la
trata de que esta invención de lo político sea menos noble o esté depre- il militud generalizada , es decir el soporte de toda semiótica al menos
ciada respecto de lo natural. Para la religión estoica y escéptica de estos 111ctafórica: todas las cosas son lo que son porque ellas se parecen a otra
romanos lo político y lo natural no están jerarquizados, nada menos neo- t'osa, y si es así, debe haber una Semejanza, una Similitudo en cuya par-
platónico que estos guerreros eróticos banqueros filósofos. Lo mismo con 1icipación todas las cosas similares son semejantes. Agustín llama a esto
la teología de las poesías y de las mitologías, no se trata tampoco de des- ,Mtoche el Vérbo: hijo imjtación perfecta del padre, representando lo que
considerarla, puesto que ella atestigua que otros investimientos* de len- lo engendra de una manera tan absolutamente plena y acabada que es lo
guaje son todavía posibles: aquellos que producen los enunciados que con (¡ue imita siendo distinto de él, misterio de la dualidad en la unidad que
Platón y Agustín se (des)clasifican como imaginarios o fantásticos, con el •·s ns imismo enjgma del signo. E1 hijo o verbo es el Simulacro en st, si es
pretexto de que no son "verdaderos": las proposiciones que forman cuen- v41rdad que la relación de imagen o simulacro exige entre los dos térmi-
tos, epopeyas, dramas, lirismos, novelas. (Y la reclusión en ghetto del ar- nos no solamente la similitudo, sino el engendramiento: el hijo perfecta-
te y de los artistas comienza allí, en La República, y por lo tanto no sola- r,umte semejante al padre es también lo que emana de él. Todas las cosas
mente con la burguesía.) Y bajo su forma teatral, escénica (que toca en ,mtán por lo tanto en relación de semejanza cuando no son imágenes
particular a Agustín), esta producción de dioses no es solamente una in- \ 1nns de las otras; y, por supuesto, se establece una jerarquía de las cosas
vención de palabras y de sintaxis nuevas, sino también de arreglos espa- que depende del tenor en similitudo (.y complementariamente en disimi-
ci~les y sonoros; no se inscribe solamente en lenguajes, sino en movi- 1.,tudo) de las relaciones que tienen entre sí. Si la relación del padre y del
mientos de cuerpo, dotándose de gestos, ropa, máscaras, instrumentos h~io confiere la semejanza mfama de la que participará toda la jerarquía
musicales, edificios, es decir aquí también de los más arbitrarios elemen- mí'orior, muy por debajo de ésta, por el contrario, debe haber lo menos
tos materialmente, los libidinalmente más eficaces. ,w rnejante, lo más desemejante, lo di-simulado y di-similado; y como no
Si bien este teatro romano, esta teatralidad de circo y de asamblea huy nada que no lo sea por simi.litud, que no sea simulacro, lo abso1uta-
111onto disimulado sería la nada.14 El último de los seres, si no es nada,
• En este caso se prclil'íó usar investir e lnuestimiento en cursiv1114 pm,,11111 nvH.10- ol nn-
ologiAmo h Abrfn crcodo imprecisión. (Nota de lo tmd.)
111 (;.il11on, lnlr<Xluclio111 a l'ét,~dc·da sainl-Augustin, Pn1·{s, V1in, 1929, p. 268.
82 ECONOMIA LIBIDINAL EL TENSOR 83

es al menos un simulacro ilusorio; así el cuerpo: ''Vos quidem, dice do, en la medida en que no es la similitud misma, es potencialmente de-
Agustín,15 nisi aliqua unitas contineret (corpus), n,ihil essetis, s~d r~rsus /11•icnte. La teatralidad de la representación implica esta deficiencia, esta
si vos essetis ipsa veritas, corpora non essetis". En consecuencia, s1 hay ,11,presión. Es en ella donde se organiza la figura de la a lienación. E. de
una unidad corporal, es casi por paralogismo: la unidad del cuerpo no N t:t,'Til7 vuelve a trazar la genealogía de este término: Pablo escribe so-
puede sino ser infinitamente precaria, y, en cuanto a la teoría general del h,•o la encarnación que Cristo "se despojó a sí mismo tomando forma de
simulacro, falsa. (Su precariedad nos gusta, su "falsedad", para nosotros, r11orvo" (Filip., II, 6-7); ékénf>sén, dice el griego, que la Vulgata traduce
no tiene otro sentido que situar esta tesis de los simulacros como mise- pn,· exinanivit, "se vació, se agotó". A través de Lutero -quien traduce:
rable teoría de la verdad.) En esta jerarquía de la similitud se sitúa la lt 1tl sich selbs geeussert ("Jesús se puso en el exterior de sí")-, Hegel re-
teatralidad de la representación nihilista. La verdad, puesto que habrá ' lho esta tradición nihilista que trasmitirá a Marx y a los políticos con el
entonces que hablar así, de un ser tomado como signo, se encuentra si- 11umbre de alienación.
tuada fuera de él, e incluso, puesto que Agustín concibe el signo bajo la De manera parecida que aquél a quien se ofrece el signo metoními-
categoría de la metáfora, por encima de él. Este ser significa otra cosa 110 . Lo que me es dado a través del signo, a él por eso mismo le es negado,

que lo que es: significa aquello cuyo simulacro es, pero, por el hecho de ~ flC constituirá como compendio de memorias de signos que habrán de
que no es 1o que significa, significa también la distancia que lo mantiene 1111¡:r)ificar y de anticipaciones de significación que habrán de presentarse
aparte, la desemejanza, la falta de ser que lo separa. (Es por eso que los 1•111110 signos. Formará su ser semiológico como encuentro entre dos na-
Victorinos, y en primer lugar la tradición hermética, podrán decir que la dnH, pasado y futuro. Este ser semiológico llamado conciencia desarrolla-
fealdad, que atestigua esta separación, es precisamente lo que más ho- "'' 11sí lo que se denomina temporalidad, sobre la base del nihilismo cons-
nor hace a la omnipotencia divina.) El nihilismo aparece allí de cuerpo 1lt utivo del signo: "La muerte que el alma debe vencer no es tanto la úni-
entero: sentido diferido y, en ese aplazamiento, falta que se desliza. La 1 11 muerte que pone fin a la vida corno la muerte que padece sin cesar el
misma construcción en Hegel : entre una formación (Gestaltung) y la l\ltna mientras vive en el tiernpo".1 8 Sujeto ausente, vida muerta, signifi-
otra, separación de identidad-alteridad, otros nombres para sernejanza- ' ,11:ión faltan te, signos marcas de incornpletud, temporalidad negativa,
desemejanza, y conciencia de su indisociabilidad en laAufhebung. El te- 11rnorte liberación, aplazamiento de la verdadera vida al más allá: semió-
ma trinitario se da de entrada en el pensamiento greco-cristiano. l 1~· 11 metafísica con todos sus diversos pormenores, y teología nihilista.
Después sólo se tratará de variaciones sobre lo mismo. Comparen por M11 sobre y con esta falta generalizada que se construye el gran
ejemplo el trinitarisrno agustino tal corno aparece en el De trinitate (X:, Ml1rnificante, el gran Dios, ausente también, pero supuesto principio de
8 14), donde se dice: "Sensus accipit speciem ab eo corpore quod senti- 1ucln presencia y significación. Señor de los signos en su ek-sistencia,
~us, et a sensu memoria, a memoria vero acies cogitantis", con la r efle- 1u116n. ¿Advierten cómo el amor por la Ungüística, el amor por el psicoa-
xión joven-hegeliana que se encuentra en el manuscrito de 1803-1804, 11 11 liRis, y su conjugación, pueden marcar la menor ruptura en relación
en el cual el maestro dialéctico escribe: "El color en sus tres Potencias: , 1111 esta teología? ¿No advierten más bien que se trata más bien de vás-
en la sensación -posibilidad de determinar el azul, por ejemplo-, Y lue- 111,!0S o resurgimientos de esta teología, de la misma teología, del mismo
go como concepto -referido a los demás [colores] y opuesto a esos colores 11niquilamiento del cuerpo pulsional en un discurso de denegación?
e igual a ellos; [el color consiste por lo tanto] en que los colores son colo- Y frente a eso, el fantasma, en el sentido de Klossowski. No la pe-
res y existen por eso de una manera simple y universal corno color".18 'lll fll'ia puesta en escena, el day dream o el Traum; la pequeña historia
Por lo tanto: 19 ese azul, como singularidad= sensus agustiniano; 2!! el ,¡111• uno se cuenta, o que se cuenta sola, por ejemplo, en el ataque bisté-
a:zul, como opuesto al rojo, como referencia opositiva respecto de otros , li·o, el argumento; y tampoco la matriz que pone en escena- tal como
nombres = la memoria; 3!! el color, meta-unidad del azul, rojo, etc. = el 1,.11 entiende Freud, a uno y otro, y que son, una vez más, sustitutos de
acies de Agustín. ni 1•11 cosa, que están allí para remplazar un cumplimiento de deseo prohi-
La cosa está allí en lugar de otra y es menos que lo que ella repre- lodo, para vicariar un llenado de sentido Hbidinal imposible, y que como
sen ta. Para que sea lo que es ha habido pérdida de ser. Lo que nos es dn-
1'T "l,'oluho1·Mdono hogolinnn di tcmi agostinioni", Revue iritemationale de philosophie,
VI, 11Hl2, l,w. VP· 62-78.
111 01• l1111111r/11/1111/ll t111imae; oit.ndo por P. Land11bcrg, "Du conccpt. de voritó chez snint
16 De vera religione, XXXII, 60. Auw111ttn•, 1Jouc(l/lti11 , a, OClt.. 10110.
16 La premi~re Philosophie de l'esprit (1803-1804), tr. fr., l>.U.F., 1969, pp. 87-Sfl.
ELTENSOR 85
84 ECONOMIA LIBIDINAL

un signo semiológico cualquiera están hechos de falta. Lo que Klos- difícil advertir en lo que comporta de negativo, que se recurre a una re-
sowski entiende por fantasma habría más bien que concebirlo, tal corno lt·rencia secreta a un cuerpo que recuerda, a un cuerpo orgánico. ¿Es
él mismo lo sugiere, como un objeto que sería fabricado con la fuerza uuestra falta que tengamos que disociar, línea tras línea, paciente (e inú-
pulsional desviada de su uso "normal", generador; al menos si se trata tilmente) lo que pertenece al entendimiento de lo que pertenece a la in-
del fantasma ')>erverso", tal como aparece en la obra de Sade (y también tunsidad?). Así, dice el Baphomet, ''la memoria es el dominio del creador,
en la de IOossowski). Dejemos por un instante la cuestión que su scita es- pf mío es el olvido de sí en aquellos que r enacen en mí''. E incluso a ese
te "desvío", en el cual evidentemente muy pronto se reconocerá el mismo 11001bre propio de Baphornet, "no se_lo puede recordar mientras uno n?
nihilismo que acaba de ser denunciado en la teoría del simulacro, y por rngrese a sí mismo".19 Nombre propio del regreso, que no es volver_ª. s~,
lo tanto la persistencia en IOossowski y sin duda en Sade mismo, bajo la ,.¡no recorrido aleatorio e instantáneo, ni siquiera sobre un cuerpo hb1di-
idea de perversión, de una teología de la disimilitud que pertenece nece- 1Hll preexistente a ese recorrido, sino formando pedazos de ese cuerpo,
sariamente a la de la Similitudo agustiniana. Dejemos esta discusión un wrdido en el instante mismo en que es formado. Es p_or eso que el
instante, retengamos en primer término que la posición sugerida del fan- Bnphomet puede decir: "Yo no soy un creador que esclaVIZa el ser a lo
tasma, que hace de él algo así como un objeto fabricado, como un produc- que él crea lo que él crea a un solo yo [moi], y ese yo a un solo cuerpo
to cuyo "consumo" sería la emoción voluptuosa misma, es, al menos a es- c.. ). No soy'un amo que cosecha, como El, lo que no ha sembrado".2º
te respecto, plenamente afirmativa: los pedazos de cuerpo en postura El hecho, entonces, de que con esta extraña "semiótica" estemos_ lo
que produce la fuerza pulsional y que se consumen vanamente como in- más cerca posible de la banda laberíntica evanescente que trazan las m-
tensidades gozosas son ahora concebidos como sustitutos de nada son in- Lcnsidades Klossowski lo atestigua al f01jar la fantasía de la compene- \
cluso aquello wsmo que la impulsión engendra por su intensificación ' y !.ración o i~vasión inmediata de "intenciones", unas en otras, en l.)s espí-
su circulación, pedazos "inventados" y agregados como patchwork en la ritus privados de cuerpo, y se comprenderá sin esfuerzo que este cuerpo
banda libidinal. Y del mismo modo en que es necesario entonces, si se f)riuado así de sus "alientos" es precisamente el odioso, pesado, inepto
mantiene la analogía sugerida en la Monnai,e vivante entre la fantasmá- cuerpo orgánico del habeas corpus, del haber y de la memoria: "Desde el
tica y la producción, concebir aquélla con el mismo título que ésta, como 111omento en que se designaba cualquier cosa que fuere, comenzando por
metamorfosis perpetua, habrá que concluir que no hay en la transforma- 111 hecho de poder prescindir del cuerpo, todo se modificaba al rnodificar-
ción perpetua de las energías libidinales más objetos y sujetos que en la tte el 'interlocutor': se modificaba uno mismo en el sentido en que aquel
de todas las energías posibles en el seno del proceso llamado de produc- que se expresa sin cuerpo pasa inmediatamente al interior de la ~osa
ción en un sentido amplfo. Por cierto, nosotros no hacemos nuestro tal que él expresa; y se modificaba al mismo tiempo aquello ~ue se designa
análisis, y IOossowski está lejos de adherir completamente a él; pero él corno la cosa expresada, en el sentido en que aquel que recibe esta expre-
tiene al menos esa ventaja de hacer imaginar a espíritus modernos, con- 11íón de una cosa -que sin embargo ya conoce y ve para sus adentros-
vencidos de la positividad de la economía política, lo que puede ser la po- 11oporta en su comprensión misma la manera de ver de aquel qu~ se la
sitividad de la economía libidinal. El fantasma no es en este caso una declara (. ..). Ningún limite establecido por el cuerpo entre sus inten-
irrealidad o una desrealidad, es "algo" de lo que se apodera la agitación ciones respectivas se mantiene: éstas se invaden mutuamente". 21 La
loca de la libido, que ella inventa como objeto incandescente y que ella cuestión de la violencia se plantea entonces con una singular suavidad,
adjunta un instante a la banda tr azada por ella en su recorrido. Del mis- bastante nueva, para transformarse en indiferente_ y ti~rna c_rueldad:
mo modo un producto, cosas todas iguales. Y en esas condiciones no es "Mas, ¿qué diremos nosotros ahora, cuando ha habido violencia de ~
legítimo -siempre en la condición de prescindir del terna sado-klossows- Hhento sobre otro aliento? ¿Le guardará éste rencor por haberle destrw-
kiano del desvío de fuerzas- investigar una verdad de este "objeto"-fan- tlo su frágil habitáculo, por haber sido liberado de permanecer él ~ismo
tasma fuera de él mismo, determinar la instancia de su significación en ( .. .)? Aliviados de este pretexto de permanecer los mismos, los alientos
un gran Significante. A decir verdad simplemente no se trata de su signi- víctimas van a confundirse con los alientos verdugos desde el momento
ficación. (Pero sabemos que no podemos mantenemos ahí, lo sabemos... )
Como no hay semiótica ni signo inteligente sin memoria, aun rudimenta- l!l Le Bophomet, Mercure de Fraoce, 1965, pp. 1 39 y 138. Tr. esp.: El Bophomet,
ria, la "semiótica" de las intensidades, aquella que Klossow~ki doi;peja Vuln ncin, ed. Fuodamentos.
una vez más al final de Nietzsche et le cercle vicieux, no funrlr.11111 NÍJI om- ?.() !bid.., pp.135 y 136.

nm1in. (Aquí tambián, por cierto, en la palabra mismn 111nnanl11 1111 1 c,rá \11 !bid., pp.119 y 120.
86 ECONOMIA LIBIDINAL ELTENSOR 87
en q~e los ven venir. Estos no quieren exponerse a la vergüenza de ser 11 0 y mantiene referencia a una unidad, es porque intensifica la vo-
acogido~ por aqu~llos. Ni ac~sació_n ni quejas de una y otra parte, tampo- luptuosidad, no por pérdida de las identidades, sino solamente por su
co per?on (.:.). Ninguna satisfacción moral que no haya sido requerida. transgresión. La perversión, dice Klossowski al comentar a Sade, es lo
Una v10len_cia_de otr~ orden nace en nuestra condición: ena se ejerce con "que se requiere para descomponer lo que el término de sexualidad reú-
una total mdiferencia. Ella es esta indiferencia misma: y, al no dejar 110 de manera genérica, o sea por una parte en la emoción voluptuosa
huellas, ¡es la peor de las violencias!"22 La supresión de los cuerpos me- previa al acto de procreación y, por la otra, en el instinto de procreación
morables Y mnésicos permite la compenetración de las intenciones es m,pecífico, dos propensiones cuya confusión funda la unidad apropiada
decir .su a~olición _en ben~ficio de intensidades anónimas de las qu; ya dol individuo para reproducirse". 23 Aquí se entiende bien todo lo que
no eXJste ninguna mstanc1a para responder y para crear Umite. puede haber quedado de cristiano y de nihilista en una filosofía sólo per-
La indiferencia, de ningún modo se trata de frialdad, es como la del versa: que la intensidad procede de la descomposición de la sexualidad
fuego: q1:1e quema t~do lo que e~ inflamable. Como la barra que gira so- 1•onsiderada natural o divinamente propagadora; habrá que concluir que
bre s1 misma, no deJa huella -s1 es verdad que la gran película no se da olla existe en virtud de eso natural y de eso divino, en suma del cuerpo
~oda ~n~era junta-, y, en ese sentido, no hay nadie, no hay cuerpo, ni 11usente del significado. Casi todo Sade, una vez más, tiene que ser verti-
~nscrzpción puesto que no hay sitio de inscripción asignable. Solamente do en el expediente, comenzando por el uso de la blasfemia que reco-
incandescencias puntuales, sin instancia. Se ve esto: la misma palma mienda para intensificar el goce y que muestra lo suficiente el papel que
que un momento antes alisaba el adorno de los pechos y bordeaba la pla- Díos sigue teniendo en su formación. El fantasma klossowskiano quiere,
ya blanca de los pronadores, tensa hasta el punto de la ruptura, golpea Nt alguna parte, al menos un cuerpo para transgredir, porque él consiste
con unas palmadas secas entre los muslos, sobre la vulva. Se ve esto: el precisamente en un uso parcelario del cuerpo de la víctima; en el cual se-
que golpea es el primer sorprendido. Se ve esto: las superficies fustiga- l'á ocasión de voluptuosidad el acto de hacer caso omiso de su destino de
das se encogen, los dedos antes abandonados entre los muslos todavía reproductor, cuando tal o cual fragmento de su superficie sea arrebatado,
mojados con los licores de la hendidura, forman un enrejado ant~ los ojos por así decirlo, de su volumen total. No habría allí creencia en Dios, y
p~ra protegerlos y para que puedan seguir viendo. Se ve por doquier el eso ya debería ser nombrado sacrilegio. Todo tratamiento de un volumen
m1_ed~ ante lo absurdo de este acontecimiento. Se comprenderá que deba osférico como si fuera una superficie finita es blasfemia. Cuando, en lu-
existir, entre esta fantasía de una indiferencia suprema por exceso de f~Or de ayudar a l miembro viril a penetrar en su asilo vaginal, la palma
compenetración por una parte y, por la otra, la teoría, más bien sadiana, i;e distrae en circunscribir y alisar una axila, una nalga, o una oreja,
del fantasma, una suerte de vacilación, y acaso de incompatibilidad. blasfema. Pues bien, ése es precisamente para Klossowski el fantasma:
Tanto la invasión indiferente de intensidades se inscribe necesariamente no ciertamente el sustituto de una "realidad;, imposible, como pensaba
en u~a vuelta eterna en la que se pierden las identidades y, por lo tanto, [~reud, sin ó recorte sobre el cuerpo del otro de una fracción de su s super-
en primer lugar los volúmenes corporales propios, como, por el contrario, ficies, y anexión de ésta al cuerpo del sujeto fantasmante.
el fantasma exige, igual que un producto de la industria el universo 1de
la apropiación y de la reserva. La emoción que puede su;citar el fantas-
ma y ~n 1~ cual ~e con~ume no procede de ninguna manera de la compe-
netración mmed1ata, violenta, anónima, efímera de los alientos es decir
de las impulsiones libidinales; por el contrario, resulta de y se a~recienta
por la existencia de un cuerpo, el de la "víctima", en cuya superficie las
maniobras irritantes de la perversión van a suscitar aflujos de desorden
Y cuyos desarraigo y desasimiento van a regresar, bajo la forma de flujos
voluptuosos, para asaltar las superficies del cuerpo del "verdugo".
Si, como habíamos adivinado, el fantasma extrae su fuerza del des-
vío de las energías lejos de los fines reputados naturales, es porgue supo-

22 [bid., p.150.
23 la Monnaie uiuante, Losfcld, 1970, n.p. 1 (pp.19-20).
LA SINTAXIS COMO PIEL

Se puede ver que no es fácil seguir la línea de falla entre signo inteligen-
te y signo intenso. En el centro del fantasma klossowskiano, fuertemente
afirmativo sin embargo, se vuelve aún a encontrar la determinación de
instancias, la remisión de la emoción a un cuerpo total, que dará su me-
dida. Tanto como decir, en el léxico de la teátrica pagana, que los nom-
bres divinos de los que Agustín se mofa ya son nombres funcionales,
nombres de funciones, que de este modo verdaderamente no valen lo
mismo que ese nombre propio anónimo que se trató de alcanzar en
Flechsig, por ejemplo, sino más bien como clases de actantes en una es-
tructura narrativa. Lo que se dibuja con la función actancial del frag-
mento de cuerpo en juego en el fantasma klossowskiano, es incluso algo
así como la moneda libidinal, o más bien como la libido en calidad de
amonedable, si es verdad que el fantasma de deseo, inintercambiable
consigo mismo, encuentra no obstante en su referencia constitutiva al
presunto Cuerpo que, él, es un "universal" (como "el color" de Hegel), su
poder de cosa negociable. Prostitución institutiva; enseguida Tosca
(¿Usted creía que ella fornicaba muy genitalmente a Caravadossi?).
Agustín al acecho obtiene su ventaja de nuestro retroceso: admitir
que Pertunda y los otros son ya abstracciones comunicables e intercam-
biables no es todo, dirá él, reconoced además que mi Dios se hizo carne,
que el engendramiento del hijo, en buena teoría de la Similitudo, es mo-
vimiento hacia la singularidad y la desemejanza, hacia la intensidad del
dolor y de la voluptuosidad. ¿Lo que también volvemos a encontrar aquí
es el principio invertido de los indiscernibles, al cual Freud ya nos había
conducido cuando se trataba de Eros y de las pulsiones de muerte?
No vayamos demasiado rápido, distingamos, refinemos todavía.
Hay en Klossowski una teoría del simulacro, diferente a la de AgustCn.
No dice: todo es simulacro, sustituto en especie más pobre de una rique-
za infinita, residuo caído de un Cuerpo divino; no es platónica; ella dice:
nparte hay fantasmas y, no menos reales que ellos (Klossowskijamás du-
ela de lo real), transcripciones habladas, plásticas o escritas de esos fan-
tnsmas, hay cosas artistas que valen por fantasmas inintercambiables.
Ahora bien, veamos cuál es la relación de exclusión que Klossowski ad-
mito entre el objeto de la voluptuosidad y su simulacro: "Si el fantasma
on cada uno es lo que lo hace un caso singular -para defenderse contra
111 Hi¡.,rnificación institucional que le da el grupo gregario-, el caso singu-
'"" no puede sino recurrir al simulacro: o sea un valer por su fantasma
1111( como para un intercambio fraudulento entre el caso singular y la ge-

89
90 ECONOMIA LIBIDINAL EL TENSOR 91
neralidad gregaria (. ..). El caso singular desaparece com~ t~l. desde el una usurpación; uno y el otro son de la misma calaña, uno no oculta al
momento en que significa lo que es para s(; no h ay en el individuo más otro, s~ ~~lor ?º es sólo un poder mediato de intercambio (de compra), de
que su caso de especie, que le asegure su inteligibilidad. No solarn.ente posposic1on, smo ~e una potencia actual de conmover. El libro, por su
desaparece corno tal a partir del momento en que se_formula ~ sí rm~mo ~xto, es como 1~ piel _de U,? cuer ~o. Al_comienzo de Le Lois de l'hospita-
su fantasma -puesto que sólo puede hacerlo a traves de los SLgnos ins- lité, Klossoswsk1 escnbe: La epidermis de Roberta, puesto que mi sin-
tituidos - sino que sólo se reconstituye a través de esos signos exclu- taxis constituye su tejido ... " Si a los ojos de Klossowski el texto es un
yéndose a1'misrno tiempo de lo que deviene en él inteligible, intercambia- f~nt_asma , lo es p~r su rigidez propia. Las exclusiones de los posibles sin-
ble".24 táct~cos y s~mánticos que forman el estilo producen sobre la piel del len-
El simulacro puesto que es comunicable (aunque esté destinado a gua.¡e l?s mismo~ efectos de in~ensidad, de carga y de derrame que puede
comunicar lo intr~nsmisible del fantasma), introduce la intercambiabili- producir sobre ciertas superficies de carne el severo rigor de un dispositi-
dad: así, es moneda, signo, vale por otra cosa que por sus materiales y vo erótico.
arreglos propios, y está consagrado a la circulación. Examin:mos aho~a ¿Volvemos a encontrar así la condición propia del fantasma klos-
la unión del fantasma y del simulacro que supone tanto una coherencia sowskiano de valer en términos de afecto sólo en tanto y en cuanto sea
adúltera" como un "intercambio fraudul ento", ésas son las palabras de referido a una instancia unitaria? No, es algo más todavía se trata de
Klossowski: coherencia adúltera porque para que el intelecto transcriba una acepción distinta, muy diferente y a la vez plenament¿ confundida
el fantasma en signos comunicables, es necesario que tome partido por la con la que la precede del "intercambio fraudulento" que hace un momen-
intensidad en contra del cuerpo unificado del sujeto y de la sociedad, sin to prese~tamos como traición de la intensidad por el intelecto y que aho-
lo cual el simulacro que forja no simula ría nada. La inteligencia de Sade ra habna ~ue entei:tder como ocupación del comercio inteligente mismo
"engaña" la institución con la singularidad pasional intr~nsmis~ble. Pero por los afluJ os emoc1onal~s. El fraude consiste en este caso en que bajo el
intercambio fraudulento: los signos empleados para forJar el simulacro, P_retex~o de hacer comunicable el fantasma y de traducirlo en signos y en
para contar las historias, pintar los cuadros vivos, no pueden dejar. de sintaxis, son estas figuras de lenguaje las que vienen a su vez a recibir
tr aicionar y de travestir la intensidad inane, por lo demás ya perdida carga libidinal. La capacidad nihilista de la posposición y la oposición re-
desde el momento en que es declarada. Punto de divergencia de la econo- guladas, es eso ahor a Jo que va a ser ocupado por el deseo en el simula-
mía libidinal por la coherencia adúltera que demanda al intel~cto, ~ de cro, y lo que va a dar a este último la consistencia de fantasma: la figura
la economía libidinal por el intercambio fraudul ento con los signos ms- de lenguaje, la "sintaxis", no tiene valor entonces solamente como susti-
tituidos que autoriza, el simulacro r epite la duplicidad q~e no he~os ~e- tuto de las superficies de carne abordadas y an exadas en la consumación
jado de advertir en los signos: es a la vez signo -:ano pasion~l y signo in - del fantasma, sino que es tal superficie. Los signos que traza la pluma
tercambiable racional ; a la vez querer en el sentido de la Wille, Y querer sobre el pa~el no son solamente medios de comunicar una emoción que
decir en el sentido del sentido. les es extenor y que se h abría, por así decirlo, perdido por el hech o mis-
Sin embargo, este acuerdo, tranquilizador, merece ser desh echo. mo ~e _s~r escrita (la escritura sería así en tendida de manera propiamen-
Hagamos de discípulos todavía más puntill~so~ ?el maest:~ de cuadros te mh1hst~, como lo ha:e Blanchot, "escribir: matar, ¡Qué tanto!"), sino
vivos y empujemos con él más adelante el pru~cip10 de duphcidad. El l~n- que esos. signos de escritur a son simultáneamente, en si mismos, no a
guaje, si se trata de simulacros del lenguaJe, no_~s sola~ent~ ~1 m- pesar, smo en razón y en proporción de su rigidez e invariabilidad pro-
tercambio aun fraudulento, del fantasma, es tamb1en él mismo mmter- ductos de consumo fantasmático. '
cambiabilidad y singularidad intensa: "Pues si recurrimos al lenguaje es . Aq~ parece_ dibu~arse lo que nos importa ante todo: la posibilidad
porque en virtud del carácter fijo de los signos, ofrece también el equiva- de 1magmar la sintaxis, la ley del valor, el negocio, en suma, y por lo
len te de nuestra singularidad obstinada".25 La relación del simulacro tanto _ese m_etanegocio -~ue es el capital, como r egiones intensivas, y no
propio del lenguaje con el fantasma no es solamente de sus~it~ción, de sólo ~1stens1vas, como Jnones de patchwork añadidos por la vertiginosa
valer por, de signo inteligente; es, además, la de un recubrimiento, de rotación de la barra disyuntiva. Se percibe esta monstruosidad: esta ba-
l'ra que d~sune, que deUmita en consecuencia propiedades (cuerpos, bie-
24 Nietzsche et le cercle vicieux, Mcrcure de Frnncc, 1969, p. 367. Tr. 011p.: Nlrtzsche Y nes, Sí mismo), y ordena las transfer encias de una a la otra, que es por
el c{rculo vicioso, Vnlcncia, cd. Fundnmcnlos. lo tanto el s_oporte de la ley misma de los intercambios, llamada ley del
25 ]bid. vnlOl' o preclO de producción- si ella misma es "ocupada", si ella misma
ELTENSOR 93
ECONOMIA LIBIDINAL
92
relevo de la intensidad y la desplaza sobre sí mismo; en el adulterio klos-
l b·eto de la atracción de las pulsiones, es necesario que al mil·smo sowskiano, la instancia de la intensidad permanece "elocuentemente" en
es e o ~
~:~i;a¿i~~
.
no que su na a
. .
~!:n::f:r
or eso mismo quema y mezc a en
~
l~s~:~:~e ~eserva que aiministr~, es
f: . ld d ''sintáctica'' sea su incandescencia. Es evidente . .
d t 1cance como pos1b1-
n::~:~ un fantasma, es decir en un arreglo de fragmentos (bostezo de una va-
lenciana de pantaleta, elevación de una palma, semiextensión de un an-
tebrazo, parte carnosa de la nuca que gira, pezón que surge de un corsé
al precio de admitir esta imaginación y é :::r~b~; ;::gociar y capitalizar desatado) extraídos de un cuerpo imposible que lleva un nombre propio.
lidad que podremos c_:npr~:d:Iuie:t;ues decir intelecto intenso, negocio Lo que Octavio trata de obtener al suscitar el adulterio de su mujer, es,
pueden hacer gozar. one • entre otras cosas, una suerte de visión global, sobre ese cuerpo (pasión
de lo inestima~le,_razón pasional d rcidad del signo sobre la que ahora totalmente diferente de la fisgonería), lograr que el nombre único corres-
Por cons1gwente, de nuevo t¡~inos· cuando la emoción (fantasma) ponda al único cuerpo unitario que se supone le corresponde. Por este
podríamos ~nterroga;-n?s e~ e~~: que hab~r ahí adulterio O prostitución? hecho, Octavio no es tanto un rufián como un político, si se admite que
todo verdadero político está obsesionado por el fantasma del cuerpo uni-
f:
se babl~ (su~ulacrz b¿no e: las intensidades en detrimento del concepto,
Adul!~no.i~ :: 1: ;:;s~ad en beneficio de los intercambios. ~i p~ra
tario, pero de ese cuerpo en la medida en que escapa precisamente al im-
perio de las instituciones de unificación; más allá del imperio, obsesiona-
iá~!so:~~ el arte hacedor de s~mula?ros debe c~asifi~:r;::~~/ia:ud:~ do por el "país real"; más allá de la sociedad burguesa, por el cuerpo de
d 1 dulterio puesto que la ley smtáctica en su ngor, , . clase.
e a . t en ocasión de goce y de vertígo, para
yuncion~s, es lo qu~a:~~i~;:rela acción artista de traslación de fantas- Maquiavelo escribe: "Es necesario saber que hay dos maneras de
Baudelaire hay que 1 ·t . S be· "·Qué es el amor? -la ne- combatir, una mediante las leyes, otra por la fuerza: la primera clase es
mas a simulacros con la prosb uc1 6n. esa . ¿ t·t . 'n" Y· "·Qué es propia de los hombres, la segunda propia de las bestias; pero como la pri-
·a d de sa11·r de s1' ( ) También: todo amor es pros 1 ucio . . ¿ . mera muy a menudo no basta, hay que recurrir a la segunda. Es por eso
ces1 a · ·· · ·
tit "6 " ''El día en que el joven escritor co1nge · su pnmera
.
el arte? Pr os uc1 n . l ue acaba de pescarse su pnmera que el Príncipe necesita saber ejercer bien la bestia y el hombre". Y agre-

~;~~~_!;si~ :;~!~J;s::.~:~n::;~:a
2 del go_~~!:i~: :al: :~~~~~al;;::
ga: "Esta regla fue enseñada a los Príncipes con palabras veladas por los
antiguos autores que escriben como Aquiles, y muchos otros de esos
ción del negocio en \f eS ucc t-~º~~o;~net· es la frialdad del siste-
tr 1 1
Y grandes seño1·es del tiempo pasado fueron conducidos ante el Centauro
cuente, como decía Bata1 e a pr~p s1 úblicas pl~namente despojadas de Chiron para que los educara y los instruyera bajo su disciplina. Tener
ma encarna~º. en las nu~vas m;Jr:s cfe otros ~itios, "despiadadas Sabias", por gobernante una semi-bestia y un medio-hombre, significa que un
todo romanticismo, de to a no~ ~ _gi el precio de cualquier demanda surgi- Príncipe tiene que saber usar una y otra naturaleza, y que una sin la
máquinas de cakular con prec1s1on
da del cliente_ Y qtue p~ep~:
consumo comen e, maqm .
:~:s::;
. obra erótica no programada en el
automatismo contable, muy lejos
e
otra no es duradera".2 7 "En el centro del laberinto que sirve de viñeta al
Cercle Vicieux, no encontraremos un Minotauro, bestia simple en su mo-
nótono apetito, sino un Centauro, monstruo más inteligente que los hom-
de deci]ct~::: ~ef~~t~:i:~~d~:;:~t ;;aj~~plo en Le s lois de
1 t"tu . , Si el mando se vue1ve proxe-
bres más inteligentes, imagen del maravilloso disimulo de los signos en
otros signos, suprema sabiduría que incluye la tontería de la bestialidad.
l'hospitalité, a~entaja ~1_ d~ {:t::;;s {;~:~s de su sobrino, no es porque De manera paredda, Octavio es un centauro, el adúltero es un centauro,
0 que no desea sólo el país que legalmente sus manos, sus labios y su ver-
net~ de su_;ur:r~:;;~:~ibidinal vaya a convertirse en mon_e_da que él
en a ocas1 n . 1 . os tensores de la emoc1on perver- ga están autorizados a recorrer, sino ese propio país que, por más que
habr~ de recoge\ºº ~s por1~~el~;e:fes del negocio de los rufianes, si~o sea "real", se Je escapa; y es por eso que Octavio se duplica o prolonga en
sa deJen lugar a . os s1~os . asi a a Roberta, para introducir, su grupa bestial, Antonio, así como el Príncipe de 1a ley sabe metamorfo-
pura apreciar _el 1mpost1e ptc1\~~: y e~ensamiento en la impensable searse en quien encubre la fuerza. Y si es preciso sacar a César del vien-
en consecuencia, la me ~ a, a pe os de cuerpo-su mujer. En la pros- tre de su madre, abriendo éste por la fuerza, contra natura, es porque
desmesura de lo ~ue lo blga_ a los_ p:~~gente (la moneda muerta) toma el César, maestro político, es un monstruo mitad hombre y mitad bestia.
t,itución baudeleriana, e Slgno 10 e 1 En la prostitución se va de la intensidad al orden; en el adulterio,
MI ,·11na11!11
.."(I nº"pootI vumOfll(•·,. Ml cora.tdll p11u8tc) a.l tlct/lllll( I<>, ('
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h ("II
() . , •
fW41Hlu al d111;,
27 El Príncipe, cnp. xvm, Obras completas, Pléiade, p. 341.
94 ECONOMIA LIBIDINAL
EL TENSOR
95
del orden a la intensidad. Pero se trata del mismo camino, el disimulo
1
inmóvil, el viaje en el mismo sitio que recorre los extremos de la tontería ~~e~:~~é;0~;:::\rfe~~aj: : :sh~~~ª· ~a confusión es inevitable, sím-
0
pulsional y de la claridad nocional. Es la misma indiscernibilidad de los ce, como jirones, a la misma band es era s_:parada, porque pertene-
signos, que a nosotros, economistas libidinales, nos quita tanto el apetito
por el vulgar romanticismo como por el no menos aburrido formalismo,
muev~n bajoLlas palm~s s~yas y qO: ~~=se~~~g::;~:s;:c;~ºef~~cjc:;::
s us COJones. a comumcac1ón por gr·t
J:
tanto por una política de las pasiones espontáneas como por una política
del entendimiento. Nosotros trabajamos en un refinamiento del disimu-
fi

que e cc1dente Y en primer lugar el filósofo han q


.,
la locluOra ~ratoria hasta el dominio ~eºs:~:i~o\ ::~~;~ l~:~~:ftn
.d ' .
de
ogos
lo; la estructura es estúpida y el pathos estéril. resguard d I . uen o siempre tener a
Necesitamos, en particular, dotar a los signos económicos -a los o e a monstruosidad de los amantes Y de Jos políticos impíos.
que el adulterio, pero sobre todo la prostitución, evidentemente ya no
pueden sino conducirnos-, de ese mismo coeficiente de disimulo que en-
contramos en otras esferas, de las que seguramente ellos son también la
ocasión. Comprender que la moneda -y que de manera más general
cualquier objeto en el sistema del capital, puesto que sería mercancía y
por lo tanto moneda, actual o potencial-, no es sólo un valor convertible
en un proceso universal de producción, sino, indiscerniblemente (y no
opositiva, dialécticamente) una carga de intensidad libidinal. Compren-
der que el sistema del capital no es el lugar del ocultamiento de un pre-
sunto valor de uso que sería "anterior" a él -eso es el romanticismo de
la alienación, el cristianismo-, sino, en primer lugar, que en un sentido
es más que el capital, más antiguo, más extendido, y, en segundo lugar,
que esos signos llamados abstractos, susceptibles de medida y de cálculo
previsional, son en sí mismos libidinales. La teoría -económica o incluso
la antropología estructural, conciben estos signos exclusivamente como
los términos en juego en un sistema de comunicación que regula su cir-
culación, como la necesidad que tienen de ellos las parejas del intercam-
bio, sus valores de intercambio y de uso. Si ahora se los aborda también
como nombres propios, como signos de intensidad, como valores libidina-
les (los cuales no son ni de uso ni de intercambio), como pulsaciones de
deseo, como instantes de Eros y de muerte, pues bien, pues bien ...
La prostitución intercambia el fantasma (que es el cliente) por los
signos del sistema económico (la moneda); pero introduce también el sig-
no inteligente, la moneda comunicable, en la "monstruosidad" singular y
vana del fantasma, y de esta manera consagra la "coherencia adúltera"
de lo pensable con lo impensable. El precio se mezcla a y con lo fuera de
precio; lo que no tiene comparación se paga, por lo tanto se evalúa. Esta
confusión, más monstruosa que lo que puede llegar a serlo el fantasma
mismo, es a la vez imposible e inevitable. Imposible, ya lo hemos com-
prendido; inevitable porque la singularidad misma incita a comunicarse,
porque el pathos extremo extiende su imperio a la piel del lenguaje, por-
que la irritación sexual más púrpurn, In quo dejn casi ciego, hace proferir
palnbras que no son forzosamonto ohNro11n11 poro quo son siempre signos
int.cilir:ontoH ocupncloH y d0Hp0Hc,fdo11, 1mr1111n 111 011¡,nldn quo da las nnlgns
FUERA DE PRECIO

En Sade, el grupo de relaciones entre el valor del signo monetario y su


intensidad es muy diferente del que encontramos en la prostituci6n. En
primer lugar el cuerpo del cliente es el mismo que el del rufián, Antonio
y Octavio no son más que uno (y quizás en eso resida el republicanismo
de Sade). La Sociedad de amigos del crimen no es la Sociedad de los ru-
fianes. El Medio encarna la duplicidad de signos: adulterio del dinero
con el goce, fz:aude del goce cuando se amoneda. El signo de los inter-
cambios se vuelve c6mplice de los fantasmas intransmisibles, la consu-
mación de la singularidad pulsional se compra al precio de sumas uni-
versalmente estimables en dinero. Como la Mitte de Hegel,28 el Medio
asegura la permeabilidad del deseo a la institución; en esto poco difiere
de la Policía. Las pulsiones "perversas" son canalizadas por él hacia el
cuerpo social, el cuerpo de los intercambios, hacia el circuito de la comu-
nicación de los intercambios y de los bienes. Medio de la duplicidad y
del disimulo por excelencia, aun cuando no baya necesidad de ocultarse,
igual que la Policía, puesto que ésta es también detección y regulación
de las pulsiones parciales consideradas socialmente perversas. Nos gus-
taría mucho escribir la palabra del policía, palabra disimulada-disimu-
lante por excelencia, no tanto porque su fin real sea diferente del que
ella exhibe, no el suyo propio, sino en razón de su interés por las pasio-
nes del interpelado: el deseo del comisario comprensivo, siempre más
comprensivo, casándose, adecuándose a, conectándose a las regiones
más intensas del deseo del interpelado, las más desconocidas para él,
por ejemplo la pasividad, la fustigación que ha padecido, inscribiéndose,
por lo tanto, en una relación conmovedora, erótica, perversa, infantil,
pero con el objeto de circunvertir todas estas pulsiones parciales en el
círculo del negocio y en el cuerpo total, uno de cuyos productores es el
policía. "Hacer hablar" aquí no sería otra cosa que restablecer el goce en
el lugar asignado por el orden.
El padrote es un elemento de la misma figura, trabaja mucho más
del lado de las pasiones que del lado del interés, en complementariedad
con la precedente. Su oficio, además, es precisamente refinar la libido de
los fragmentos del cuerpo negociable de las prostitutas, de elevar su te-
nor mediante un ejercicio continuo de desasimiento que los haga en cual-
quier momento disponibles para los pasos de energía más fuertes. Esta

2 8 Realphiosophie 1 Iéna (1803-1804), tr. fr., P.U.F., 1969. Tr. esp. de José M. Ripalda:
1

Filosofúi rMl, M11drid 1 Fondo de Cultura Económica, 1984.

!)7
98 ECONOMIA LIBIDINAL ELTENSOR 99
disponibilidad en cualquier momento es lo que da en la gran prostitu- Se dirá que subordinar la potencia libidinal de 1os arreglos del cas-
ción: como creación del padrote sobre el cuerpo de la mujer, ella es al tillo en la Selva Negra al hecho de que son pagados al precio de la vida
mismo tiempo la marca de su significación de signo comunicable y nego- de miles de bocas a alimentar, es concebir a Sade de una manera todavía
ciable, y la insigne locura de su desaparición como persona y de su aboli- nihilista. ¿Es que no basta que las víctimas compradas sean destruidas
ción en el anonimato de las impulsiones. En la relación de poder, una en el interior del castillo para que se comprenda la inanidad mortífera
puesta a disposición semejante se denomina esclavitud o al menos de la libido, sin que se necesite, por lo demás, calcular lo que ella cuesta
Knechtschaft, pero en el orden de las potencias es al mismo tiempo fuer- a los de afuera? Pero la función de esta infamia no es "suplementaria".
za y anonimato que sobrepasa toda dominación. Sin que haya entre las Ella debe ser relacionada con el estatuto particular del perverso,
dos posiciones ninguna dialéctica, puesto que no hay allí ningún inter- que es al mismo tiempo el rufián y el cliente, o mejor dicho ni uno ni el
valo: por ejemplo, la misma arrogancia en Jacques el Fatalista vale al otro. El rufián hace ingresar la pulsión parcial del cliente en el regazo
mismo tiempo como salida contra la posición del amo y, en consecuencia, del cuerpo-bidón de la sociedad bajo la forma del equivalente monetario;
corno tentativa de derribarlo por una parte y, por la otra, como una pro- el cliente, al consumir su energía pulsional en la realización de sus fan-
ducción anónima de un "saber" libidinal que rebasa toda jerarqtúa; esta tasmas con el concurso de la prostituta, produce un equivalente libidi-
arrogancia es la de la pulsión intratable por doquier y, en ese sentido, nal de la moneda. Pero para el perverso es esencial del sistema de la
nunca agresiva, nunca permeable a las razones sociales de la lucha. En equivalencia entre la pulsión y el dinero; si el dinero sigue presente en
la historia de F.B. o de O, todo marca de manera parecida el vértigo del su "contabilidad" libidinal no lo hace como el sustituto o el simulacro, si-
rufián, amo de los cuerpos reducidos a iniciales-matrículas, región de re- no a título de una región del cuerpo (el cual ya no podrá ser entonces,
corridos para intensidades sin nombre. La inicial de la mujer y el nú- evidentemente, el presunto cuerpo social, sino forzosamente la gran pelí-
mero de matrícula del prisionero resultan de un trabajo suplementario cula libidinal) que, como cualquier otra, puede y debe ser tomada por la
sobre el nombre propio, mediante el cual aquel es casi borrado, como de- libido y sufrir su irradiación. La moneda, el lenguaje mismo, son objeto
be serlo toda corporeidad encerrada sobre sí misma y toda reserva subje- de las manfobras de los libertinos con el mismo título que el cuerpo.
tiva, pero también mantenido en su borradura, puesto que en el anoni- Sabemos que de Jornada en Jornada, la Duelos "cuenta la historia" de su
mato que se aloja en el nombre es donde se hace notar el extravío. vida monstruosa que es sólo el desarrollo diacrónico de la combinatoria
Ahora bien: nada de todo eso en la Sociedad de amigos del crimen. de las infamias; este "relato" de la perversa es al lenguaje lo que el dine-
Sociedad sustraída del cuerpo social, y que no capta las pasiones perver- ro de los crímenes gastado por los cuatro amos libertinos es a la eco-
sas circunvirtiéndolas sobre él. A diferencia del padrote y del tira, el per- nomía política: no el su stituto en palabras de arreglos "reales", que, se
verso es un hombre muy rico, 25.000 libras de renta anual, 10.000 fran- sabe, practfoan abundantemente, sino realidad entendida mucho más
cos de gasto por víctima comprada para fines de goce. Y su oficio no es de allá de la presunta "práctica" (indebidamente dotada por una tradición
ningún modo el de la circunversión de pulsiones parciales: éstas, gasta- nihilista del privilegio exclusivo de determinar la realidad) hasta las re-
das en profusión sobre el cuerpo de los sujetos, no se inscribirán en el giones ocupadas, según esta misma tradición, por sustitutos de las cosas
cuerpo social como dinero, gracias a la trujamanía del perverso. A la in- y de las personas, que son las regiones del lenguaje y del dinero. El per-
versa, éste desvía sus rentas de la circulación de bienes y las consagra a verso perpetra sobre la piel de la moneda, así como también sobre la de
la pura consunción voluptuosa. Si hay allí venalidad del goce, cierta- los seres y las palabras, el mismo designio de intensificación a ultranza
mente no es por miseria, sino gracias al mayor lujo y para sumar a la lu- cuya ejecución no puede sino terminar en la calcinación de las superfi-
juria. "El equivalente del fantasma (la suma pagada), escribe cies excitadas, y es por eso que aquí los signos del intercambio, al contra-
Klossowski,29 representa no solamente la emoción en sí, sino además la rio de lo que sucede en la prostitución, no solamente son retirados del
exclusión de miles de vidas humanas. El valor aumenta aún más con es- circuito de la comunicación, sino destinados a la destrucción; h asta el
te escándalo, desde el punto de vista gregario." Y establece ]as ecuacio- punto que uno se pregunta si la Sociedad de amigos del crimen es econó-
nes perversas, que no pueden ser las del rufián, de la siguiente manera: micamente viable. En todo caso no es capitalizadora, lo que ella acumula
"Voluptuosidad exclusiva = hambruna = aniquilamiento = supremo valor es un tesoro en ruinas. ·
del fantasma(.. .). Un fantasma= una población entera",3º Sin embargo, Klossowski entiende de una manera diferente, más
"progresista", este uso ruinoso de los signos monetarios, el cual según él
29 La. Mormaie uiuante, n.p. (p. l-M), constituye una protesta contra la función prostitutiva del numerario en
30 /bid.
100 ECONOMIA LIBIDINAL EL TENSOR 101

la sociedad. Allí donde el rufián establece la relación entre la perversión sea sobre un simulacro de trueque -simulacro que reside, bajo la forma
y el cuerpo social, entre el signo tensor y el signo inteligente, y donde se de recursos, en mano de obra, por lo tanto de una 1JlOneda viviente, in-
confirma de ese modo la ú nica verdadera ligazón institutiva del cuerpo confesada como tal, ya existente".34
negociador mjsmo, el perverso desliga: el retiro de su fortuna y su dilapi- Antes de sorprendernos por esta fantasía midafl'lOS el alcance exac-
dación a los fines de voluptuosidad intransmisible son provocaciones to que le atribuye su autor: "Moneda viviente: la esclava ind~strial v~le
destinadas a hacer surgir la alternativa ante la cual el disimulo o la du- al mismo tiempo por un signo garante de riqueza y por esta riqueza mis-
plicidad de los signos colocan necesariamente a una poütica de la libido: ma. Como signo vale por toda clase de otras riquez!lS materiales; como
o bien reconocer que la "desaprobación de la monstruosidad integral por riqueza ella excluye no obstante cualquier otra dem11nda, si no es la de-
parte de las instituciones se vuelue prostitución de hecho, material Y mo- manda cuya satisfacción representa. Pero la satisfacción propiamente di-
ral'' 31 admitir por lo tanto que el sistema de la mercancía generalizado cha, su cualidad de signo, la excluye igualmente. Es!l es la razón por la
es ei sistema de la prostitución bajo la cubierta del negocio de objetos y que la moneda viviente difiere esencialmente del estado de esclava in-
servicios, y que no hay otra, o bien "afirmar que sólo hay una comuruc~- dustrial (estrella, star, maruquí publicitario, edecanas, etc.). Esta no po-
ción universal auténtica: el intercambio de los cuerpos por el lengua;e dría reivindicar el título de signo en la medida en q!Je ella misma esta-
secreto de los signos corporales",3 2 cuyo principio provee y cuyo efecto blece una diferencia entre lo que acepta recibir, en f110neda inerte, Y lo
ilustra la perversa sadiana, el efecto de insurrección o de perpetuo des- que ella vale para sus propios ojos".35
qu.iciamiento del círculo de los intercambios por las pasiones, para ha- La criatura que deviene moneda viviente ocupa un lugar muy dife-
blar como Blanchot.ª3 rente del que tiene la mujer que Klossowski llama "esclava industrial".
A partir de una posición alternativa semejante del problema libidi- Esta última no ofrece, si lo pensamos bien, nada verdaderamente nue~o
onl político -o bien la comunicación de los seres por intercambio de sus si se la confronta con el estatuto de la fuerza de trab!ljo-mercancía como
cuerpos, llamada "perversión", o bien la prostitución bajo el si~o de la asalariada en los empleos de la producción en sentidº amplio. El maru-
moneda muerta, que es el capital, en todo caso el mercanbhsmo-, qui cuya imagen corporal acompafia la oferta de mercancía (pantimedia,
Klossowski forja su imposible ficción de una moneda viviente: "~ue n~s refrigerador, helado), es simplemente un elemento coJ'l'IPOnente de la me-
imaginemos un instante, escribe, una regresión aparente.mente 1mpos_1- tamercancía que constituye el objeto publicitario (cl)rtel, "adoquín'' de
hle: o sea una fase industrial en la que los productores tienen el med1_0 imprenta, cortometraje). La misma observación paro 1a aeromoza, etc.,
do exigir, a título de pago, objetos de sensación de parte de los consumi- todas cosas iguales por otro lado. El interés que concede el poder econó-
dores. Estos objetos son seres vivientes. Según este ejemplo de tr~eque, mico a ese cuerpo y a ese rostro parece ciertamente 1ndisociable de una
pi·oductores y consumidores forman colecciones de "personas" destinadas consideración de su potencia libidinal. Pero, de hecno, esta última es
prosuntamente al placer, a la emoción, a la sensación. ¿Cómo puede la fundamentalmente ignorada; las imágenes que se ofre~en al consum_idor
"persona" humana cumplir la función de moneda? ¿Cómo los productores potencial no tienen la función de despertar sus potencJaS fantasmábcas,
Cll\ lugar de "pagarse '' mujeres se harí~n paga: "en muje~es"? ¿.Cómo pa- sino su propensión a comprar el helado o el refrigertidor; no pretenden
¡•nrian entonces los empresarios, los mdustnales, sus mgemeros, sus hacerle gastar su libido, sino su djnero. No se trata alJU~ de pot~n~ia in-
,;hrcros? "En mujeres". ¿Quién sostendrá a esta moneda viviente? Otras tensiva, se trata sólo de poder psico-económico: ah orf> bien, la libido no
mujeres. Lo cual supone la inversa: mujeres que ejercen un oficio se ha- es una "motivación" psico-económica. La esclava industrial sufre en con-
rán pagar "en chavos". ¿Quién sostendrá, es decir ~ustentará esta '?1ºn~- secuencia, por su posición de metamercancía, la neutfali~ación libidinal
do viril? Quienes dispongan de la moneda femenina. Lo que aqm dec1- que es de regla en la constitución de todos los objetos en Juego en la pro-
ruos existe de hecho: sin recurrir a un trueque literal, toda la industria ducción y el intercambio industriales. El consumo que ella sugiere no es
moderna descansa sobre un trueque mediatizado por el signo de la mo- la consunción. Esta permanece ignorada por el siste111ª monetario que
nocln inerte, neutralizando la naturaleza de los objetos intercambiados, o emplea a la mujer con fines publicitarios; el precio que se pued_e asignar
al goce intenso de su cuerpo en su singularidad inir,tercambiable, ese
:11 l.a Mmmaia ulu1mtc, n.p. (79). precio no es apreciado en el sistema monetario, queda "fuera de precio",
:12 Jl1itl .
;1:) J,'1,icronu,m<VtCu ma,jeur·e, Pnuvert, 1965. Pero Blonchot, como Sndt,, \lt1 olll 11,1ht·11 l.od(1
34 La. Monnaie uiua:nte, n.p. (89).
11 ,1,,,·i11t'ivfo, 35 !bid., (92).
102 ECONOMIA LIBIDINAL ELTENSOR 103

y habría que decir "fuera de valor". La esclava industrial está destinada ¿En qué sería entonces diferente el sistema klossowskiano de la
por lo tanto a la escisión [clivage] más clásica entre lo que pertenece al prostitución? En que el uso de la mujer no se compra con moneda, por el
comerciante y lo que proviene del amante. contrario, ese uso es aquí autorizado por un crédito del cual el "cliente"
En una mujer-moneda-viviente, por el contrario, sería la potencia es beneficiario ante el "amo" de la mujer. El cuerpo de la prostituta es
emocional de su cuerpo lo que determinaría directamente su precio li- enteramente mantenido en la red de los valores venales, aun cuando lle-
bidinal: IOossowski dice: "inmediatamente" (pero vamos a ver que esta gue a suceder que el goce que procura al cliente se "escape" de ella de
inmediatez es imposible). Sería "riqueza" de este modo: en tanto "ex- manera fraudulenta para consumirse en intensidad; pero el cuerpo de la
cluye cualquier otra demanda", y no puede valer como sustituto de moneda viviente no remite a la moneda muerta y, en ese sentido, no es
otra cosa: extinción de la suma, destrucción de cualquier resto. Aquí una mercancía, sino propiamente moneda puesto que, si no su adquisi-
Klossowski sugiere una analogía con el oro, en el cual ve una metáfora ción, al menos su goce vale como pago de deudas y extinción de créditos.
económica-política del precio libidinal: pues el oro, como este último, el ¿Hay ahora una diferencia entre la organización imaginada por
oro es vano, y precisamente por eso es precioso, por oponerse a cual- Klossowski y las casas destinadas por Sade al libertinaje de hombres y
quier instrumentalidad; su inutilidad recordaría, en la esfera de los de mujeres en el panfleto "Franceses, un esfuerzo más... "? La diferencia
u sos, lo que es la inanidad en materia pasional. No obstante, ese vano reside en un punto de importancia, el republicanismo. En las casas de
referencial sirve como patrón para los valores de las monedas, según Sade, que son propiedad pública, todo ciudadano, cualquiera sea su sexo,
Klossowski, y esto de la manera más arbitraria: según el mismo e im- tiene poder de convocar allí, para gozar de él o de ella a su antojo, a cual-
previsible encuentro, el preci,o 1-ibidinal de la moneda-cuerpo ("moneda quier ciudadano o ciudadana. El "motivo" de la convocatoria, en Sade, no
concreta") determinaría el valor negociable de las mercancías, del es de ningún modo económico, y el goce obtenido del objeto que
"precio" al "valor" la consecuencia seria indecidible y la inconmesura- Klossowski llamaría fantasmático nunca surge como extinción de una
bilidad impenetrable. deuda. La única deuda que Sade reconoce y tiene valor en sus casas es
Volvemos a encontrar aquí los dos rasgos que reúnen y confunden una deuda de goce, que es política y de la que está gravado potencial y
signo tensor y signo inteligente en una misma "cosa": indisociabilidad y continuamente cualquier ciudadano respecto de todos sus conciudada-
no-deductibilidad. La mujer-moneda sería el disimulo mismo; no es sola- nos. Esta independencia, mantenida con fuerza por el marqués, de lo li-
mente el punto de cruce de cadenas significantes más o menos divergen- bidinal respecto de lo económico, e s la diferencia con la fantasía de
tes, punto de capiton polisémico y sobredeterminado, sino, además, la in- Klossowski: el tema sadiano es un tema político; la producción y el inter-
finidad de la tensión a muerte que el libertino acorrala como 'bestia sobre cambio de mercancías no forman parte de él. Las casas de libertinaje son
las planicies y pequeños valles de su cuerpo. Entre su función de valor y instituciones de la ciudad y, como tales, tienen la función, indirecta pero
su potencia sensorial, la moneda de cuerpo ofrece la relación dúplice, que esencial, de circunvertir la libido en el círculo del cuerpo político. Aquí
ya encontramos antes, de incomposibilidad y de indisociabilidad. Es en dos versiones: "Si (. .. ) no hay ninguna otra pasión que necesite como
razón de que el orden de las intensidades no es traducible o convertible aquella de toda la extensión de libertad, sin duda no hay ninguna otra
en el de los valores, que la moneda, aun siendo el cuerpo singular listo tan despótica; ( ... ) toda vez que no daréis al hombre el medio secreto de
para servir de material a los fantasmas "perversos", no puede dejar de desahogar su pasión, recurrirá a los objetos que lo rodean para hacerlo,
permanecer abstracta o muerta, y que es necesario que Klossoswski, perturbando al gobierno. Permitid, si queréis evitar ese peligro, un libre
contradiciendo en esas pocas palabras todo su proyecto, añade al recono- vuelo a sus deseos tiránicos que, a pesar suyo, lo atormentan sin cesar
cimiento de su singularidad libidinal ("ella excluye cualquier otra de- ( ... )". 36 La perversión se desahoga, por consiguiente, en instituciones pe-
manda que no sea la demanda cuya satisfacción representa") la confe- riféricas, fiel en suma en este aspecto al modelo griego.37
Hión de su neutralización en signo inteligible: "la satisfacción propiamen- Pero Sade también dice lo contrario: que un gobierno republicano
Lo dicha, su calidad de signo la excluye igualmente". Si bien la cuestión siempre amenazado por los déspotas que lo rodean debe tener como mo-
<lol goce queda expuesta por la moneda viviente, según un carácter ple- ral única mantenerse por todos sus medios, que está excluido que los me-
namente aporético: cuerpo de intensidades, esta moneda parece prestar- dios sean todos morales, que, por el contrario, deben ser los hombres in-
se al goce pero, numerario destinado al pago, no puede sino diferirlo,
exactamente corno está excluido que la piel de la prostituta puocln omo- 36 "Fran(:ais ... •, La Philosophie dans le boudoir, J.-J. Pauvert, 1972, p. 211.
cionarse con la caricia de un cliente. 37 Véase mlis adelante, El negocio.
104 ECONOMIA LIBIDINAL EL TENSOR 105

morales quienes por su movimiento de insurrección perpetua mantengan Monnaie Vivante, ni tampoco en Le cercle vicieux), como ella persiste
en alerta al gobierno republicano. Entonces las casas qe las que hemos -como puede verse claramente en lo que sin embargo juzga como un co-
hablado, lejos de tener la función de apaciguar las agitaciones que provo- rrectivo importante a este respecto en "El filósofo perverso''- en mante-
can las pulsiones en los ciudadanos, cumplen más bien la de conservar- nerse en la tradición nihilista de la transgresión (de la propagación), de
las. Duplicidad funcional de los sitios de lujuria en cuanto a la esfera po- la perversión (del agente), del desvío (de las energías) y, concurren-
lítica misma: la cargan de energías al mismo tiempo que la descargan: la temente, si no del fantasma como sustituto al menos del simulacro como
perversión, esa movilidad perpetua de ésos a los que Platón en La redoblamiento del fantasma, entonces, establecer el goce en pleno circui-
República llamaría los avispones, y a los que quería eliminar, presta dos to del negocio no puede tomar a su s ojos forma que la de una moneda
veces servicio al gobierno, al urgirlo por sus insaciables excesos, los de que sería viviente: acrecentada así con la herencia milenaria de la pros-
ella, y al obligarlo a instituir espacios perversos que son puntos de des- titución de la sustitución, es decir del dualismo que nosotros, economis-
carga, para ella y para él. Aquí Sade reaviva la gran tradición maquiavé- tas libidinales, rescindimos.
lica de la connivencia del político con la bestia, la tradición de Chiron el Si se admite la inintercambiabilidad de los fantasmas, hay que con-
Centauro pedagogo de los Príncipes, política dúplice por excelencia. cluir en la necesidad de conservar la economía política y el capital, ya
En Klossowski no hay ciudad ni gobierno: es un hombre moderno, que esta inintercambiabilidad hace inevitable sustituirlos por dobles o
la república ya no existe, el único cuerpo con pretensMn totalizadora es por simulacros, falseando, por lo tanto, las "riquezas" libidinales median-
el cuerpo del capital, es un secreto de Polichinela que los políticos son te los signos económicos de esas riquezas, los cuales ciertamente habrán
hoy en día sólo los ejecutores de los imperativos impulsivos del capital, y de r epresentarlas pero que, asimismo, diferirán para siempre su consun-
que no tienen ya necesidad de recibir de un Chiron la gran desmesura de ción. Que la moneda sea viva no suprime el que sea moneda, por el con-
la tontería o la bestialidad como dotación de genio político, provistos co- trario. Al extenderse a los cuerpos eróticos mismos, la nueva economía
mo están cuando una Escuela de administración los avala. Será en lo política hace de ellos también simulacros, apariencias, y compone con los
económico, como posmarxista, donde Klossowski habrá de buscar la con- fragmentos de carne congregados en esos cuadros llamados igualmente
jura de las pulsiones sobre el "cuerpo social". Pero no se contenta con "vivos" por los que tiene estima IGossowski, una suerte de ciudad terres-
protestar como Marx contra la extensión de la prostitución indfrecta- tre que no es sino el duplicatum de otra ciudad, para siempre fuera de al-
mente a todas las actividades por la trujarnanía de la mercancía; prolon- cance. En ese sentido, La moneda viviente continúa la religión agustinia-
ga también la indicación que este hecho sugiere y ve en el capitalismo el na de La Ciudad de Dios, y la "vida" que agita esta moneda en esos cua-
retorno, pero inconfesado, ignorado, de lo que r echaza, oisea la intensi- dros es una especie de muerte, de conformidad con la tradición de los
dad libidinal en el seno mismo de los intercambios aparentemente más Padres.
neutralizados. (Análisis que, a primera vista, no aparece sin relación con No obstante, es necesario rendir homenaje a esta ficción en el mo-
aquel de Baudrillard, para quien el fetichismo de la mercancía, denun- mento mismo en el que uno se aleja de ella. Porque lo que se busca tam-
ciado y ampliamente ignorado por Marx mismo, es la transcripción, en el bién bajo la fantasía de esos cuerpos de oro es exactamente lo opuesto de
orden de la economía política, de la forcfosión que subtiende ese orden, las lecciones de Agustín. El intercambio de las zonas pulsionales por
al mismo tiempo que lo instituye.) En consecuencia, Klossowski se dice: arreglos desmesurados ("fantasmas" fuera de precio), puede y debe ser
hay poco que hacer ("lo que decimos existe de hecho") para que esto que comprendido, en la obra de Klossowski mismo, no como un intercambio
pasa hoy con el desconocimiento -que se origina en el hecho de que la en el sentido en que dos contradicciones se ponen de acuerdo para trocar
producción y el intercambio de bienes velan, bajo la panta lla de la mone- dos objetos en equivalencia de utilidad (marginal), sino como una meta-
da muerta, el intercambio y el consumo de fantasmas-, para que esto morfosis en la que las regiones ocupadas (y hemos visto que esto podría
sea puesto a la luz del día y que producción e intercambio lleguen a ser ser, según Sade, a quien sigue en este punto Klossowski, el lenguaje o
de inmediato circulación de goces: la imaginación de la moneda viviente incluso el dinero) no existen sino en la medida en que la intensidad las
no tiene otra función que la de pretender restablecer la intensidad sobre recorre -la más graride o la más fina o la más suave tensión y dolor, im-
el círculo del negocio mismo y dejar así de tratar el deseo como proscrip- previsiblemente y sin cesar-. Este "intercambio" es el paso de intensi-
to y de valerse del cuerpo del capital corno si fuera un sesgo cómodo para dades que corre de un nombre propio a otro, de una inicial a otra, de una
alcanzar fines inconfesables en la especie (''pagarse mujel'es1'). Poro como matrícula a otra, sin retomo a lo mismo y, por lo tanto, sin capitaliza-
la idea klossowskiana de la intensidad no es afirmativo (al menos C1n l,a ción, sin que haya allí ninguna instancia, estructura, gran Cero de roa-
106 ECONOMIA LIBIDINAL ELTENSOR 107
trices input/ output, Memoria, para contabilizar las energías gastadas afecto y el trabajo. Como los del capital, esos signos son dúplices, y no se
aquí y acumuladas allá. Así entendida, es la "vida" Jo que es toda mone- trata de anunciar urbi et orbi que con su aparición se arruinan la semió-
da en el sentido en que allí no hay más que simulacros, signos ciertos, tica y la economía política, y que el deseo se libera de la argolla del siste-
pero sin referencia a otro orden, a un significado; una economía libidinal, ma de valores. Su intensidad es nueva por la manera en que se inscriben
indudablemente, pero que, lejos de ser la traición y el disfraz de la econo- en regiones establecidas, por las lontananzas que rechazan y esbozan.
mía libidinal, es esta economía libidinal; una economía política sin "ori- Su relación con los signos-valores, con los signos-inteligentes se sumerge
gen" traicionado o alienado, sin teoría del valor. Moneda por Jo tanto en en una nueva duplicidad. Más que saludar una aurora, habría que salu-
el sentido en que la romanidad pagana y la teología teátrica no admiten dar en ellos un nuevo disimulo. Allí donde no hay más que superficies
más que signos-tensores, que máscaras sin rostro, que superficies sin fo- reina la conspiración y el secreto.
sos de escenario, que precios sin valores. ·
Sin duda por no haber podido romper con un pensamiento de la
alienación, que es tan agustiniano corno marxista, Klossowski vacila en
su apreciación del capitalismo y, por consiguiente, en cuanto al alcance
exacto que hay que dar a un uso libidinal de los signos. Puede perfecta-
mente insistir en la estrecha analogía que reina entre el producto útil
("utensiliario") y el fantasma, entre el consumo del producto y la emoción
voluptuosa, entre el "mundo industrial" y la sociedad perversa, pero pa-
ra declarar enseguida cómo hay que desconfiar de ella: "No existe una
economía propiamente dicha de la voluptuosidad que se beneficiaría de
los medios industriales"; e incluso para superponer a esta analogía una
relación abiertamente "contrarian te": "una relación puramente analógica
no conduce a nada si no se parte del punto de vista de los objetos o de las
necesidades para revelar la lucha de los afectos contra su formulaci6n
inadecuada, reconvertida materialmente en el estado de una demanda
de bienes que no les corresponde sino de manera contrariante".38 Ahora
bien, esta relación contrariante, ¿no es evidente que ¡:¡rocede de un regre-
so del pensamiento de la alienación al seno de la erótica? Klossowski di-
ce por otro lado que las pulsiones están siempre en lucha consigo mis-
mas: no es necesario entonces el capitalismo para que ellas se formulen
"inadecuadamente". Queda por decir que esta inadecuación, venga de
donde viniere, sólo existe respecto de un pensamiento de y para la ver-
dad. Entre el signo-inteligente y el signo tensor, entre la moneda y la
pulsión, decimos que la relación no es de formulación, de expresión, de
traducción, de traición, sino de coexistencia o disimulo. Y que el proble-
ma del capital, y el de la moneda, no puede ser liberar el deseo de sus
máscaras grotescas, no siendo las del capital ni peores ni mejores, ni
más ni menos "auténticas" que otras. Que es decisivo reconocer que des-
de hace algún tiempo aparecen nuevos "signos", nuevos enunciados-en-
1,,·o los cuales en primer lugar están los de Klossowski-, nuevas "prácti-
<:ns", nuevas "obras", que tanto libidinal como económkamente se convo-
co a la ruina del distingo entre los sentimientos y los negocios, entre el

:18 Lo. mo11naie uivanle, n.p. (26-29).


EL DESEO LLAMADO MARX

.,

J
MARX LIBIDINAL

Es NECESARIO tomar a Marx corno si fuera un escritor, un autor lleno de


afectos, su texto como una locura y no como una teoría; es necesario lle-
gar a desconcertar su barrera teórica y acariciarle la barba sin desprecio
y sin devoción, sin falsa neutralidad tampoco, aquella que aconsejaba
Merleau-Ponty en otros tiempos para alguien que, según decía, se había
convertido de ahora en adelante en un clásico y no había que tratarlo de
manera diferente que a Hegel o Aristóteles; no, acariciarle la barba como
si fuera un complejo volumen libidinal, despertar su deseo oculto y con él
también el nuestro. No es necesario criticar a Marx, y aun cuando lo cri-
tiquemos, comprendan que de ninguna manera se trata de una crítica:
hemos dicho y r epetido que nos importa poco criticar porque sería per-
manecer en el campo de la cosa criticada y en la relación dogmática, in-
cluso paranoica del saber. El deseo de Marx no nos interesa por sí mis-
mo, aunque él nos pueda informar sobre los temas de los escritos que se
metamorfosean en temas de las "prácticas" sociales y políticas. Es preci-
so llevar a Marx, al gordo y gran Marx, y también al pequeño Marx de
los estudios epicurianos y luteranos, todo ese continente, al atlas de la
cartografía libidinal, o más bien a la inversa: hacer atravesar ese país
extraño por nuestros afectos y desafectos, dando curso a nuestros ape-
gos, a nuestras decepciones, refinando aquí el análisis, descuidándolo
allá porque no tenemos en absoluto la esperanza ni la intención de forjar
un retrato de la obra, de dar su "interpretación". Nosotros no interpreta-
mos, leemos, y dejamos por escrito. Durante mucho tiempo, habiendo leí-
do Marx, llevábamos a la prác~ica (pues ésa es la palabra que los griegos
nos dejaron como calamitosa herencia). No decimos esto para hacer más
justificable o menos vergonzoso el uso libidinal que hacemos del Viejo al
presente, sino más bien para situar estas "prácticas" en la esfera de lo
que pertenece justamente a la interpretación. Una práctica política mar-
xista es una interpretación de un texto, así corno una práctica social o es-
piritual cristiana es la interpretación de un texto. De manera que las
prácticas son en sí mismas textos, en la medida en que son interpretacio-
nes. Y es precisamente eso lo que no deseamos h acer aquí. Tampoco que-
remos corregir a Marx, releerlo o leerlo en el sentido en el que los althu-
serianitos nos querían hacer "leer El Capital": interpretarlo según "su
verdad". No tenemos el proyecto de ser verdaderos, de decir la verdad so-
bre Marx, no nos preguntamos lo que sucede con la libido en Marx, ni
"en Marx", es decir en su texto y en sus interpretaciones, principalmente
prácticmJ. Vmno11 n t.rntnrlo más bien como una "obra de arte". Vamos a

t JI
112 ECONOMIA LIBIDINAL EL DESEO LLAMADO MARX 113

tomar tal o cual detalle, incontestable, juzgado menor, y que en efecto lo ya se indica todo un dispositivo, un monstruo libidinal con gran cabeza
es en r elación con los temas manifiestos de la obra, perQ no ciertamente de hombre de pensamiento guerrero y conflictivo y cuerpo suave de joven
para la geografía libidinal del continente. renana enamorada, monstruo que no llega a plasmar su unidad por esa
Advertimos por añadidura lo siguiente, amigos economistas libi- incapacidad misma, y es este "fracaso" lo que se destaca en la intermina-
dinales: nos hemos sentido casi obligados en suma, acaban ustedes de ble suspensión teórica. Lo que tenemos ante nosotros no es exactamente
oírlo, de hacer una suerte de declaración de intención, un poco solemne, el centauro, maestro de políticos como Chiron fue el maestro de Aquiles;
vagamente epistemológica 0o menos posible sin embargo, hay que re- sería más bien el hermafrodita, otro monstruo en el cual femineidad y vi-
conocerlo), en el linde de ese continente. Ningún otro continente nos rilidad se intercambian indiscerniblemente haciendo fracasar de ese mo-
arrancaría semejantes declaraciones, por lo demás ,bastante tontas y do la tranquilizadora diferencia de sexos. Pues bien, de lo que se trata
ciertamente inútiles. Podríamos decir que es por desconfianza e intimi- justamente en la "Economía" es de esta última, y nosotros sostenemos,
dación, prevenidos como estamos, por un pasado militante, de que poner queridos camaradas, la tesis siguiente: la pequeña Marx, ofuscada por la
la mano sobre Marx, aunque fuera para fornicar con él, y sobre todo para perversidad del cuerpo polimorfo del capital, reclama ·un gran amor; el
eso, es vigilado de cerca por los paranoicos que se llaman políticos mar- gran fiscal Karl Marx, delegado para la acusación de los perversos y la
xistas y en general por todos los Blancos de izquierda. En consecuencia, "invención" de un amante que conviniera (el proletariado), se pone a es-
prudentemente les advertimos: he aquí con cuál estado de espíritu, esta- tudiar el expediente del acusado capitalista.
do de corazón, estado de cuerpo nos acercamos al Viejo. ¿Qué ocurre cuando se delega para la acusación a un personaje que
Mas la "verdad" libidinal de nuestro preámbulo está en otra parte. está tan fascinado por el inculpado que se escandaliza de él? Sucede que
Ya dice lo esencial, que es lo siguiente: el Viejo es para nosotros también el fiscal se pone a buscar cien mil buenas razones para prolongar el estu-
una mujer joven, un extraño engendro bisexuado. Los dispositivos que dio del expediente, que la indagatoria se torna meticulosa, cada vez más
canalizan sus impulsos en discursos teóricos, y que van a dar lugar a or- meticulosa, que el hombre de ley sume1·gido en el British Museum en el
ganismos de poder, esos mismos que van a endurecerse en el Partido ale- análisis microscópico de las aberraciones del capital no consigue des-
mán, en el Partido bolchevique, esos dispositivos son evidentemente pegarse de él, que la unidad orgánica, que se supone debe producir (dia-
"compromisos", son otras tantas tentativas de estabilización de las fuer- lécticamente) ese hormigueo de flujos perversos, no deja de alejarse, de
zas sobre el frente de la libido, mediaciones -¡Oh, cuán "alienadas"!, co- escapársele, de diferirse, y que la presentación de las demandas se hace
mo se solía decir- interpuestas entre los flujos de deseo y las regiones a esperar interminablemente. ¿Qué ha pasado entonces a lo largo de las
las que se dirigen. Eso no solamente se ve en ciertos temas o al menos en miles de páginas manuscritas? La unificación del cuerpo de Marx, que
ciertos motivos "m enores", de los cuales destacaremos algunos, sino que exige decretar la muerte de la perversidad polimorfa del capital en be-
se observa, en primer lugar, en algo muy sorprendente: el aplazamiento neficio del cumplimiento del deseo de amor genital, no es posible. El fis-
perpetuo de la finaHzación del trabajo sobre el Capital, un capítulo que cal no logra deducir el alumbramiento de un nuevo y bello cuerpo (in)or-
se convierte en libro, una sección en capítulo, un parágrafo en sección, gánico (parecido al de las formas precapitalistas), que sería el socialis-
mediante un proceso de cancerización del discurso teórico, mediante una mo, a partir de la pornografía del capitalismo. Sj hay un cuerpo del capi-
proliferación totalmente pulsional de una red de conceptos destinada por tal, ese cuerpo es estéril, y no engendra nada: excede la capacidad de
el contrario, en primer lugar, a "detener", a "definir" y a justificar una unificación del discurso teórico.
política proletaria, por consiguiente, mediante la aceleración de una ma- "No quiero decidirme a enviar cualquier cosa", responde Marx a
quinaria de discursos con una pretensión sin embargo explícitamente ra- la presión de Engels (31 de julio de 1865), "antes de tener el conjunto
cional (teórico-práctica). ¿El non-finito es un rasgo de la teoría racional? ante mis ojos. Cualquier defecto que pudieran tener... , ésa es la venta-
Es posible sostenerlo ahora, en nuestros tiempos de posrelatividad; pero ja de mis escritos, que constituyen un todo artístico, y sólo puedo lle-
para Marx (¡y por lo tanto para Engels el impaciente!) eso debe haber si- gar a ese resultado a mi manera, no haciéndolos imprimir hasta no te-
do una inquietante rareza. nerlos todos completos delante de mí." Pues bien, los escritos nunca
Diremos que en ese aplazamiento que hace que la "Economía" que- constituirán ese todo artístico visible cuyo modelo en sí es el modelo de
de sin terminar, 1 y que los cálculos del libro III del Capita.l sean falsos, 2
1 V6111<(1 M. Ruh11I, 1111 rn,lncC'icln nl tomo II de las Obras do Mui·it, 1•11, 1~, dt1111 PM!odo. 1li1;1w par dr.s marclu,.ndises, Dunod, 1970, y la discusión de esas tesis por S. Latouche,
;¡ 'li: Mn ll~ 111 n1tlrn d /\,-tr,, d11 n11h111•°füiWOl'k. VóllSC P. Srnlfo, l'mi/111·11111) ,¡,. 111w•d1a11 /Cpl.~tdmolo11i«: et économie, A.nthropos, 1973, pp. 539-551.
EL DESEO LLAMADO MARX 115
114 ECONOMIA LIBIDINAL

un cuerpo (in)orgánico, orgánico como totalidad consumada y fecunda, ca esperanza de una mejoría en un futuro próximo) que no logro prose-
inorgánico en la medida en que no es biológico, sino en este caso teóri- guir mis trabajos teóricos. Es cierto que un buen día pondré térmi°:o a
co (el mismo modelo unitario que será deseado y "reconocido" en las todo eso, pero hay circunstancias en las que uno está moralmente obliga-
formas precapitalistas o en el socialismo, esta vez en el plano socio- do a ocuparse de cosas mucho menos atractivas (things much less atrac-
económico). tive) que el estudio y la investigación teóricos." No es muy atractivo, dice
La joven y casta Marx dice: en efecto, estoy enamorada del amor, el equívoco fiscal, su bello cuerpo proletario, veamos todavía un poco
esto tiene que parar, esta mierda industrial e industriosa, ésa es mj an- más la infame prostitución del capital. ..
gustia, quiero el retorno al cuerpo (in)orgánico, y ella se deja relevar por Pero dirán ustedes, esa suspensión de la labor teórica sobre el ca-
el gran erudito barb6n para que él establezca la tesis de que esto no pue- pital, no ~s ni por un segundo un placer en el sentido de una seguridad,
de sino cesar y declare, como abogado de los miserables (para los cuales de una irresponsabilidad, por el contrario, es el resultado de un mercado
está la pequeña Marx:), sus conclusiones revolucionarias; para que haga libidinal, es el precio que el deseo de Marx muchacha enamorada del
la obstétrica del capital y para que le dé, por consiguiente, a ella, ese cuerpo reconciliado hace pagar a Marx cabeza importante acusadora del
cuerpo total que necesita, ese hijo, al menos ese hijo en palabras que se- cuerpo social atomizado: ¡Ah, tú sueñas con una unión sin dominación de
ría el doblete anticipado (el benjamín nacido antes) del rujo carnal: del los hombres y de las cosas, y de los hombres entre sí, y de los hombres y
11
proletariado, del socialismo. Pues bien, no se lo da. Ella no tendrá nunca las mujeres! Pues bien, muestra la consistencia del sueño, demuestra
ante sus ojos "el conjunto artístico" de los escritos "todos completos". que también la realidad sueña ese sueño. Es decir: paga tú también, pa-
Tendrá a nte ella y en ella un sufrimiento creciente, puesto que su fiscal ga con palabras, paga con palabras productos, con articulaciones, con ar-
descubrirá en la investigación misma, en tanto no tiene fin, un goce ex- gumentaciones fundadas, sin fin. ¿No es eso lo que se dice, en sustancia,
traño: el goce mismo que produce crear la instancia de las pu1siones y su en el linde de la obra, en 1844: el proletariado es Cristo, y el precio de su
descarga en el diferir. El goce de la infinitud. Esta "perversidad" del sa- redención es su sufrimiento actual; es por eso que no basta con que se le
ber se 11ama justamente investigación (ciéntíñca), y la intensidad no es cause un perjuicio particular, un perjuicio de tendero, una lamentable li-
a llí, como en el orgasmo "normal", la de una descarga que se instancia mitación de sus márgenes de beneficio, por ejemplo; no, para su reden-
en la pareja genital, sino la de una ínrubición, puesta en reserva, aplaza- ción hace falta un dolor total, por lo tanto un perjuicio total, y eso será
miento e inversión de los medios. Aunque el fiscal encargado de aportar de una vez por todas el proletariado para Marx, y ése será Marx: de una
la prueba de la ignominia pornográfica del capital repita, tanto en su in- vez por todas para el proletariado que el deseo llamado Marx necesita:
dagatoria como en la preparación de su alegato, ese mismo "retraso en Cristo el proletariado, Marx su testigo mártir, y él discurso teórico, su
gozar" -si así puede decirse-, que simplemente es otra modalidad del cruz, su tortura?
goce dentro del dispositivo libidinal del capital. Aunque por su contenido Seguramente la cosa se puede decir así, con la metáfora religiosa.
esté siempre en busca del cuerpo amable que él-ella desea, la forma de Pero a ésta le falta lo esencial: presupone lo que está justamente en
esta investigación contiene ya en sí misma su desmentido y su imposi- cuestión en ei' deseo de Marx, presupone ese cuerpo de referencia para el
bilidad. sacrificio ~uerpo del capital para el martirio del proletariado, cuerpo
Por esa razón, los cuidados que puede exigir ese cuerpo y que debe- del proletariado para el martirio de Marx-, sin el cual sacrificio y mar-
ría tener derecho a obtener, suscita el mal humor del paradójico defensor· tirio se esfuman para no ser más que fantasmas de culpabilidad. Dicho
de los miserables. Cuando los refugiados de la Comuna afluyen a de otro modo, la metáfora sacrificial no es libidinalmente neutra, no es
Londres y 1a Internacional está totalmente ocupada por ellos, cuando en de buena economía, es de ''buena" tópica, requiere de un principio (aun-
suma algo así como la "realidad" subversiva de ese cuerpo proletario-so- que fuera imaginario, necesitaría sin embargo de su soporte "simbólico")
cialista presuntamente buscado estalla ante los ojos del mundo (y, al pa- de unificación y de inscripción respecto del cual podrían computarse y
recer ante los del autor del Manifiesto del Consejo de la Internacional, contabilizarse el sufrimiento y el placer, de la investigación de Marx, en
fechado el 30 de mayo de 1871), ¿qué es lo que tiene que decjr Marx el 9 este caso. ¿Y si fuera precisamente esta instancia referencial lo que le
de noviembre del mismo año a Danielson, su traductor ruso, que espera faltara a la inspección de Marx, ese cuerpo de la Ratio de la cuenta que
las correcciones al texto del primer capítulo? hay que rendir? ¿Si lo que prolongara interminablemente la investiga-
"Sin duda es inútil esperar una revisión del primer cnpftu lo, yo que ción fuera, no como se diría con trivialidad "psicoanalítica" o "nietzschea-
mi tiempo, desde hace meses, está tan tomado (y sobn1 ('IW punto hay po- na", el deseo "masoquista" o la "mala conciencia" de Karl Marx, sino el
1
11
116 ECONOMIA LIBIDINAL EL DESEO LLAMADO MARX 117

vértigo de un terrible descubrimiento (siempre oculto): que no hay nadie orden y de la estructura, ha terminado por cansar a los fieles e incluso a
que lleve las cuentas del sufrimiento y del goce, y que ésa es la domina- los sacerdotes. ¿Queremos entonces solamente ser los salvadores de un
ción que ejerce el dinero-capital? mundo faUido, los corazones de un mundo sin corazón, los profetas (crue-
Si nos atenemos a una "crítica" (que se quiere no cr(tica, por cierto) les , crueles, está en el programa) de una humanidad sin habla?
de la culpa o el resentimiento que habría en la organización del deseo lla- ¿Aportamos por lo tanto nuevos valores? Al denunciar el resentimiento
mado Marx, también 11amado en términos generales militante,ª de hecho militante no hacemos otra cosa que valorizar cierta clase de dispositivo
nos quedamos en la metáfora religiosa y reemplazamos la metáfora reli- libidinal, la viscosidad admirable como efecto de los flujos que levantan
giosa por una metáfora irreligiosa, siempre religiosa por lo tanto, en la y borran sin cesar la gran película libidinal; afirmamos su valor exclusi-
cual volverán a ponerse en acción los juicios del bien y del mal con refe- vo: pues bien, el valor exclusivo se llama verdad. Por consiguiente, afir-
rencia a un dios "nuevo", que será el deseo: bueno será el movimiento, mamos: el deseo esquizo ¡ésa es la verdad! ¿El dispositivo de nuestra
malo el investimiento; buena la acción como innovación y potencia de afirmación misma, en qué difiere de aquel que sirve para afirmar los an-
acontecimiento, mala la reacción que reitera la identidad. ¿Y cómo des- tiguos enunciados (el amor, ésa es la verdad; el renunciamiento, ésa es la
cribiremos entonces el dispositivo libidinal Mane: o militante? Veremos verdad; el conocimiento, ésa es la verdad; el socialismo, ésa es la ver-
allí la pasión expiatoria y el resentimiento. Cualquier inversión (de los dad)? ¿Lo que éstos tenían de reactivo no residía en su poder de excluir?
"primeros" en "últimos", pero también de los dominadores en iguales) ¿No vamos nosotros también a excluir? ¡Qué miseria!
que forme la figura de la r evolución implica, diremos, la intención de un No es de esta manera como hay que describir, solamente describir,
precio a (hacer) pagar. Si Marx se autoriza a instituirse como abogado de el dispositivo libidinal llamado Marx; no como efecto del resentimiento.
los proletarios y a prevenir contra sus explotadores, si a éstos puede ma- No describir nunca nada como efecto, ésa debería ser nuestra regla; pero
nifestarles: he aquí por qué serán ustedes quienes pagarán el precio, es, sí todo, siempre, como capaz de efectos. Ahora bien, en el interminable
digámoslo una vez más, a condición de haber marcado sobre su propio aplazamiento de la perorata revolucionaría acusadora en Marx, hay cier-
cuerpo el sufrimiento, la expiación y el resentimiento, y de que él mismo ta potencia de efecto; el di scurso teórico deja de presentarse según su
sufra y pague. ¿No es ésta acaso la ley que da derecho al deseo de revo- clausura aun incluso cuando la busca. Lo que Marx percfüe como fraca-
lución, en la esfera del resentimiento: que el militante haya organizado so, sufrimiento (y eventualmente vive, en efecto, en el resentimiento) es
su propio cuerpo en una monstruosa composición, así como la mujer-el la marca en su obra de una situación que precisamente es aquella mis-
proletario obtiene del hombre-el acusador el más duradero y total dolor, ma del capital, y que da lugar tanto a un extraño éxito como a una es-
que todo el r esentimiento revolucionario se juega sobre su cuerpo, entre pantosa miseria: la obra no puede hacer cuerpo, como tampoco el capital
la Marx y el Marx? puede hacer cuerpo. Y esta ausencia de unidad orgánica "artística" da lu-
Muy lejos de liberarnos de Jo que detestamos, la religión, el resen- gar a dos movimientos divergentes siempre asociados en un único vérti-
timiento, la culpa y la moral, por una crítica semejante: no haremos otra go: un movimiento de fuga, de hundimiento en el sin-cuerpo, por lo tanto
cosa que invertir los signos; Marx quiere un cuerpo (in)orgánico, ¿su de- de inventividad perseguida, de adiciones o afirmaciones expansivas de
seo lo esclaviza a un modelo genital? Nosotros queremos un modelo es- nuevos pedazos (enunciados, pero, además, músicas, técnicas, éticas) en
quizofrénico y un cuerpo precario. ¿Marx quiere hacer pagar? Nosotros el patchwork insano: movimiento de la tensión. Y un movimiento de ins-
queremos la gratuidad generalizada. ¿Marx inculpa? Nosotros discul- titución de un organismo, de una organización y de órganos de totaliza-
pamos. ¿Marx-el proletariado sufre y reivindica? A nosotros nos gusta ción y unificación: movimiento de la razón. Las dos clases de m ovimien-
alegremente todo lo que se nos presenta. Etc. Nueva moral, nueva reli~ tos son efectos en potencia tanto en el non-finito de la obra como en el
gión, es decir, de hecho, muy antigua ética, incJuso fuertemente "reacti- del capitalismo.4
va", pues el partido del movimiento y de la existencia siempre ha existi- El "retraso" de Marx en su libro (que es también un "adelanto", en
do en el seno de las religiones, al menos de aquellas que fundan su auto- todo caso una discronía), en lugar de hacer de él un efecto de masoquis-
r idad en una revelación, para obrar como contra-veneno en la creencia y mo o de culpa, habría que compararlo con el que constituye el motivo de
en los aparatos de' ]a creencia, cada vez que su adversario, el partido del Tristram Shandy. En los dos casos lo que está en causa es la siguiente
3
Véase el texto de F. Fourquot, "Cénéalogie du Capital 11-L'ldéal hit,forique",
4 Hay al respecto ciertos hallazgos de Patrice L-Orau.x en una investigación en curso.
llccherches 14, Rcvue du c.E.R.FJ., enero de 1974, en particular el cap. JY,
118 ECONOMIA LIBIDINAL

configuración: para fabricar un discurso, ya sea de narración O de teoría


que im.plique una organiz.ación nu~va, inaudita, del esp?cio y del tiempo:
el escritor (nar~ado~, teórico) usa tiempo y espacio. En Sterne, este uso (o NO HAY REGION SUBVERSIVA
e~~ usura) se mscribe en el relato mismo, y lo devora: el lugar y la dura-
cion ocup~dos por el "acto de narración" poco a poco invaden aquellos
que .deber~an ser consagrados al relato de la historia y hacen que ésta Repitámoslo, repitámoslo, no vamos a hacer la crítica de Marx, es decir
sea i~pos1?l~,. o al menos la transforman en relato de esta invasión y de la teoría de su teoría: no vamos a mantenernos en lo teórico. No, es pre-
esta 1mpos1b1hdad. En Marx, la incidencia del "acto de elaboración" en el ciso mostrar cuáles intensidades se alojan en los signos teóricos, cuáles
espa~io~tiempo d~l dis~u~~o teórico no está marcada explícitamente por afectos en los discursos serios; hay que robarles sus afectos. Su fuerza no
este ~!timo, Y la 1rnpos1b1hdad final de dominar la duración y el lugar en es de ningún modo el poder de su discurso, no lo es ni siquiera en propor-
un d1scurs.o (que en este caso es de teoría y no de relato, pero que no obs- ción inversa; como arreglo eso sería todavía un poco dialéctico; no, su po-
tan~e remite a una supuesta "historia" tomada como referencia) no da tencia estalla aquí o allá, independientemente de la consistencia de la
c~b1da al humor desesperado de Sterne, a un estilo. En Marx, la expre- argumentación, a veces en un detalle olvidado, a veces en el justo medio
sión d~ ~sta desesperación es reprimida, escondida y arrinconada entre de un sólido aparato de conceptos bien articulados y enfocados, pero evi-
s?- activ1?ª? d~ fabrica~te de enunciados finales apodícticos y los enun- dentemente siempre en los signos inteligentes. ¿Qué sería una crítica de
ciados, ni s1qmera asertivos, que publica en otro texto, aquel de las confi- Ma rx (aparte de que ya hay cien mil)? Tendría forzosamente que decir:
dencias, cartas, manuscritos abandonados o retirados, de las notas de ¡oh! sigue siendo alienado , ¡oh! ha olvidado lo simbólico (eso es
lectura y de los proye~tos. Pero esta desesperación da lugar, sea corno Baudrillard), ¡Oh! todavía es religioso (eso sería más bien nosotros),
fuere, al suspenso teórico, abre el vacío del: Esperen a que termine. ¡Oh!, sigue siendo economista (eso sería Castoriadis). Ahora bien, evi-
.Ese vac~o es el del mediador que se aliena el sujeto (Marx, Sterne) y dentemente ha seguido síendo esto, ha olvidado aquello, es todavía tal
el obJeto (el libro), para hablar como Marx; es el de la inhibición que re- cosa, todo aquello que, se supone, el crítico ya no es más, que ha supera-
conduce el deseo desde su objeto primero hacia los medios para alcanzar- do. Pues bien, nosotros no superamos nada ni tenemos nada que supe-
lo;. es el del capital, que no ama el producto sino la producción y para rar, aquí no se trata de trepar por la espalda de Marx, "provisto de ante-
Jmen e~ pr~ducto no es más que el medio de producir; es el del partido ojos dobles, como un liliputiense cualquiera, instalado sobre una puntita
comunista , que no ama la revolución sino los medios de poder hacerla, del trasero del gigante [era Aristóteles, en la ocurrencia] que anuncia
Y e~ c~yas manos ésta no es nada más que pretexto para el aparato que maravillado al mundo la nueva visión sorprendente descubierta desde su
capitaliza el deseo de revolución. Ese vacío, entonces, es aquél en el cual punctum visus, y que se esfuerza irrisoriamente por hacer comprender
se construyen los aparatos de poder; pero es también flexible viscosidad que no es en la efervescencia del corazón, sino en la circunscripción fir-
del capitalismo como migajas de cuerpo, como singularidades conecta- me y sólida en la que él mismo se sitúa donde se encuentra el punto de
das-desconectadas, como amnesia, anaxia y anarquía, como arlequinada Arquímedes, del cual el mundo está suspendido por goznes", como escri-
co~o ~etamorfosis sin insc~ipción, como derrota de las totalidades y to~ bía la pequeña Marx, Alicia, en sus anotaciones sobre su tesis de doc-
tahzaciones, como agrupamientos efímeros de afirmaciones imprevistas. torado.5
Por supuesto que sigue siendo religioso. Pero, ¿qué es lo que que-
r,emos-deseamos? ¿Un verdadero ateísmo? ¡Pero no! Un más allá de la
religión y del ateís:rp.o, algo así como la parodia romana y, en consecuen-
cia, no estaríamos para nada contentos con haber "demostrado" que la
política y la economía política de Marx están llenas de religiosidad, de
reconciliación y de esperanza, aunque hayamos estado forzados a hacerlo
y sea imposible eludir esta suerte de discurso sabio. Sin embargo, a éste
lo conocemos bien por estar articulado de modo de no dejar pasar nada
de las emociones que lo sostienen y, por lo tanto, que tranquiliza por su

Cí M.~;. \V., Ergti n¡,'1.1 ng Bond 1, An.merlwngen zur Dohtordissertalion, p. 331.

11 0
120
ECONOMIA LIBIDINAL
EL DESEO LLAMADO MARX 121
posición misma o que sólo se e ·t d .
único afecto noble por lo que p~r:: e eJar a~ravesar alguna angustia, bueno, trabajaban sin saberlo y habrían de aprender a hacerlo si bien no
sorpresa azorada Lo ue n d . , ' pero no e amor, no la cólera, no la con el nombre de griegos, sí con el de r omanos o ingleses -nosotros deci-
en un discurso libidin!l las :te~~~adcontentos sería ·poder retranscribir mos: está muy bien, y hacemos marchas forzadas en el mismo sentido,
de Marx y que or 1 ª.
e~ que atormentan el pensamiento convencidos de que hay que destruir en todos lados los bastiones de la
del discurso de' l~ eco:;!~:r;ld:~: ~~~ula~as en la formalidad plana presunta racionalidad económica y también los de la semiología-. Pero,
menzar a mostrar en é] cómo la p ~ca. l' ~ostrar de ese modo, co- al igual que respecto de esta última, no queremos caer aquí en la trampa
dinal. ' econonua po ibca es una economía libi- tendida por esta racionalidad en el momento mismo en el que se la ven-
Estamos, pues, muy cerca Y mu l . d . ce. E sa trampa muy simple consiste en responder a la demanda de la te-
una excelente ocasión para explicár ~ eJos e Baudr1Uard,6 y esta es oría vencida, y esta demanda es: pongan algo en mi lugar. Ahora bien, lo
miento de Baudrillard con e) cua1 n::.Sºs o ;n poco, ya ~ue ha~ un movi- importante es el lugar, no el contenido de la teoría. Es el lugar de la teo-
polarizados. Muy cerca: no tienen uste~: irnos como smcrom~ados Y co- ría lo que hay que vencer. Y eso no puede hacerse sino por desplazamien-
lo que gobierna el enfoque de este h e s m~s que leerlo. LeJos, porque to y fuga. Importa poco que digamos: no hay historia, si se reemplaza la
hipoteca de lo teórico y de lo críti. ;mano sigue estando gravado por la historia lineal de las etapas del desarrollo de Ja humanidad, tal como lo
0
crítico como imperialismo Y lo t /~· es porque no haya denunciado Jo imagina el materialismo histórico, por una historia o incluso por una si-
las que a legremente refrendam e n_;,o como racismo valiéndose de fórmu- multaneidad de formas discontinuas que den cuenta de las formaciones
cólera, sigue a puntando todaví:\ 1!ro p~r ;;/s ~ella Y santa que sea su sociales en sus diferencias externas e internas. Importa poco decir : no
mía política, aunque sea marxista s buert ad ro: e reprocha a la econo- hay economía política universal si se añade: la verdad de la relación so-
peró de elJa justamente lo contra;io o;eb o o marxjgt:1 puesto que se es- cial es el intercambio simbólico en su ambivalencia, sólo este intercam-
la producción, de] valor del traba'o, ~ ir per~ anec1do en la esfera de bio da derecho al deseo en su potencia erótica o letal. Tanto más cuanto
haber reprimido O más bien forcl \i
Y ª er olvidado por lo tanto algo, se es bastante sutil, y así era la muy bella entrada en materia de
Baudrillard calificaba anteriorm~~t~ ~~\:;\~u;rte de perve~~ión que Baudrillard en su artículo reciente sobre el fetichismo , para reconocer
personas que no estuvier a subordinada 1 ic is. a, un_a relac1on entre que el deseo subtiende también al capitalismo, que éste por lo tanto de
sino que estuviera enteramente regid a a t?ns1derac1?n del producto, alguna manera da derecho a aquél, que él n o es una nada libidinal a un-
teramente centrada en e l a . t . a por e mtercamb10 simbólico, en- que en su investidura comporte un efecto propio de anula;ión (la de 1a
amor y de muerte en un da go ~b7;tzdento de los recursos libidinales de ambivalencia). Pues bien, una vez consentida esta pertenencia del capi-
, r-rec1 ir espr eocupado po b'
d espreocupado por el poder d d ' d . r conservar 1enes, tal al or den del deseo, una vez especificada la "perversión" que la marca-
. , e ica o a reavtvar a cual · .
potencia. La economía política sería en . qwer prec10 la ría, henos de nuevo en la teoría y en la valorización: "Y según el mismo
en alguna parte en la historia de 1 h
co1~secuenc1a, algo que comienza movimiento revolucionario, aquel que fue el de Marx, decimos que h ay
pecie de dispositivo social· muy 1/
~rnamqtd, en todo caso con una es-
sociedad -de presentarse'en fil' ~os e ser a ~erdad universal de toda
que pasar a un plan radicalmente diferente que permita, más allá de su
crítica, la resolución definitiva de la economía política. Este ruvel es el
las sociedades arcaicas· sería la igrana, : n embnón-, estaría au sente en del intercambio simbólico y de su teoría".ª
capitalista sobre interc~mbios si pri~~cc1ón r e~roactiva del ordenamiento ¿Dirán u stedes que la economía política descansa en el desconoci-
para valer sólo según la pasión :d ~co~ que 1.gnorar~an todo del interés miento del deseo? No, sino en la forclusión de la castración, 1·esponde
la ambivalencia. , o e a eqwvalenc1a para exhibir sólo Baudrillard. Pero, ¿qué es esta castración y su forclusión?, ¿el deseo está
' Que se aparten con el revés de la 1 - . marcado por la castración y ésta lo ordena como lo negativo de Saussure
lo 'determinante" y de lo "dominante" 7 ~ª1:º. _as pequenas artimañas de subtiende la lengua? Extraña partida de escondite entre nosotros: esta
trista según la cu 1 l . . , a VJs1on profundam ente Jogocen- castración, esto negativo, Jo que aquí llamamos el gran Cero -lejos esta-
a os gnegos ciertamente ignoraban el tr ab .
6 . . aJo pero, mos de ver allí el orden del deseo, que es movimiento de energías-, es
En Le miroir de la production., Casterman 1973 Tr parn nosotros el del capital en el sentido más amplio, aquél de la teología
,lit fo producci6n., Barcelona, Gedisa 1983 p d.
d . . esp.' de frene Ago/T: El espejo
clu l'dcor&omie polilique du sign.e Galli .d ~ro es e ya, por c1e11:o, en Pour une critique
Crllica de la eco11omta poletica d, l . m~ ' . 972.. T.r. esp. de Aurolio Gnn:6n del Comino·
7 Según God r e signo, éX1co, Siglo XXT, 1!)74. . h echo t.ambién lo necesario paro atraerso la cólera do Baudrillni·d. Fue objeto do nuestm
,¡,,
o ter, o ¡¡c¡,"lin Pou lantv.os (Poder puliti(•p V ,•11111•,..,,,,,,, ,•/,,11,•) 1 1 f
, l(IH• ltl lr 11
u11iudio hoce dos o tres años.
8 Le Miroir de la produciion, p. 38.
122 ECONOMIA LIBIDINAL EL DESEO LLAMADO MARX 123

que capi~za los afectos en la instancia del Otro, una figura del deseo. Ocurre que quien no quiera reconocer q~e la econo~a política es_ li-
Y Baudnllard tendría el derecho de decir que es nuestra economía libi- bidinal, reproducirá con otras palabras la misma fantas~a de una ~e~ón
dinal lo que forcluye la castración y, por consiguiente, ef deseo. ¿Sostene- exterior en la cual el deseo estaría al abrigo de cualquier transcnpc1ón
mos nosotros lo contrario? Ni siquiera. Tomemos un caso preciso. Cuan- infiel como producción, trabajo y ley del valor. Fantasía de una región no
do Baudrillard dice: "No hay modo de producción ni producción en las alienada. Metodológicamente, r ehacer el movimiento de M~~· aun pro-
socie_dades ~rimitivas, no hay dialéctica en las sociedades primitivas, no longándolo hacia la posición deseante, es rec~menzar la ~eligión; de ma-
hay inconsciente en las sociedades primitivas",9 nosotros decimos: no hay nera que hay algo de casi trágico en la par~d1a de Bau~r~llard al célebre
sociedades primitivas. enunciado de 1843: "Para Alemania, la crítica de la religión está e~ sus-
. En primer lugar, metodológicamente (y sí... ), esta sociedad de do- tancia terminada'', cuando escribe: "La crítica de la economía política es-
nación y de contra-donación desempeña en el pensamiento de Baudrillard tá en sustancia terminada". Ya que en ese texto de 1843, que _supo~e. co-
el papel de una referencia (perdida, por supuesto), de un atenuante (in- menzar otra cosa, una política que no sea filosófica, es d~c1: religios~,
hallable) a su crítica del capital. Baudrillard no quiere oír hablar de na- Marx deja salir su amor muy religioso por una consu~tanciah~d perdi-
tura_leza Y de naturalidad.1° ¿Cómo no alcanza a ver que toda la proble- da de los hombres entre sí y con la naturaleza: es alh en particular que
mática de la ~onación, del intercambio simbólico, tal como la recibe de su deseo de retorno tan semejante al de Rousseau, tiene curso tramando
Mauss, con o sm lo~ agregados y desvíos de Bataille, Caillois, Lacan, per- el guión absolutam~nte cristiano del mártir del proletariado como episo-
tenece de l_leno al imperialismo y racismo occidental; que es todavía el dio sacrificial necesario para la salvación final: "Es necesario formar una
buen salvaJe de la etnología, un poco libidinalizado, lo que hereda con es- clase con cadenas radicales, una clase de la sociedad bur~esa q_ue no
te con~epto? Aquí sería necesario hacer un rodeo, examinar la crítica de sea una clase de la sociedad burguesa, una clase que sea la d1soluci6n de
Baudrillard a la idea de naturaleza, refutar la dicotomía que él propone todas las clases (. .. ), una esfera que sea la pérdida completa del hombre
entre la "naturaleza buena", que sería la que se deja "civilizar" es decir y no pueda conquistarse a sí misma sino por la renovación completa del
dominar y explotar, y una "naturaleza mala", que sería la r ebeld~. Defini- hombre",n etcétera.
do c~mo está c~ntra el materialismo de las fuerzas y relaciones de pro- No digo que ese guión esté en Baudrillard, lejos de. eso; pero hay,
du~c~ón, que e~ge en ~fecto ese desempate, olvida que en el pensamiento forzosamente, la reproducción de eso mismo que lo subtiende Y qu~ el
pobtico, es decir también sociológico y etnológico de Occidente al menos deseo de Marx requería ("es necesario ..."), una región_ que no estuV1e~a
desde _el Platón de Timeo que va a buscar los depositarios de' su utopía en la sociedad y que fuera: "Generaciones puestas o d eJadas fuer~ de cir-
a_tlántica e~ los muy antiguos "salvajes" egipcios, y en el pensamiento so- cuito, off limits, por el desarrollo mismo de las f-uerzas_ prod~ctivas"; Y
c10-económ1co de Marx con seguridad, hay la referencia, totalmente inver- de esta producción de los marginales ~e hoy en d1a se ?ir_á, as1 como de-
sa, de ~na naturaleza buena rebelde, de una naturaleza que es buena en cía Marx de los proletarios de ayer: Nuevas contrad1cc1ones nacen de
la _medida en que es rebelde y, por lo tanto, en la medida en que ha sido alh'".12 Una vez más: nuestra intención no es reducir aquello a esto; no
deJada fuera, olvidada, forcluida. La etnología en su totalidad tanto la de deja de complacernos la cólera del antieconomista y ni un instante he-
Lévi:Strauss como la de Jaulin, emana de esta fantasía (que 'a su vez n o mos dejado de soplar sobre ella. Por otro lado, ~l ti~ne mue~? ~uida?o ~~
es ~100 un caso entre otros de la puesta en representación propia de mostrar que estas contradicciones no son de nmgun modo dialéct~cas ,
Occidente, que _Procede ~e su logofilia). Lo mostraremos en Marx, no para y de oponer a las reivindicaciones -que son s~lo elementos d:l Juego
con~encer .ª qwen sea, smo m ás bien por una especie de placer, por afecto que el capital juega consigo mismo-, la subvers16i: que ~e por s1 no e~-
hacia esa Joven que es ~l, que sueña con la reconciliación y cree, por otro tra en el orden de la economía política. No hay dialéctica en Bau~ril-
ludo, que ésta ya ha temdo lugar en alguna parte y en otros tiempos, y de lard, y no la bay porque la referencia subvers~v.a, la del buen sal~aJe Y
In cual ella, ella y su amante, el proletariado, han sido privados. del buen hippie, a sus ojos está presente positivamente en la socieda d
M?st:arem_os que para hablar del trabajador arcaico, este Marx de la fe- moderna, no negativamente como ~arx i~~~naba respecto del ?roleta-
mineidad tiene acentos en suma bastante parientes de los d e Baudrillard riado. Los marginales son afirmaciones bb1dmales, los proletano~ eran
cuando forja su mito del intercambio simbólico. negaciones de negación en un periplo y en un relevo. Nosotros s1mple-

11 Contribución a la cr!tica de la Filosofta del Derecho de Hegel, 1843.


O lbid., p. 38 (subrayndu en ol texto).
1O lbid., 12 Le Miroir de la production, p. 113.
cap. 11.
124 ECONOMIA LIBIDINAL

mente te~emos las consecuencias de esto, de este pequeño detalle de


est~ matiz "metodológico": que lo afirmativo sea delimitado como ~na
reg:ón, pues toda _región da lugar a régimen y a reino, á signo y aparato, TODA ECONOMIA POLITICA ES LIDIDINAL
Y s1 uno ha depositado la esperanza en ella, se asegura estar desespera-
do. ¿Acaso, como políticos, deseamos nosotros todavía y siem-
pre desesperarnos... ? He aquí una primera cosa que nos hace decir: no hay sociedad primiti-
va, es decir: no hay referencia exterior, aun cuando fuera inmanente, a
partir de la cual se pueda hacer siempre y propiamente el desempate
entre lo que es de capital (o de economía política) y lo que es de subver-
sión (o de economía libidinal); en la que el deseo sea claramente legible,
en la que su economía propia no sea confusa. Y que se comprenda bien
esto: "confusa" no quiere decir "contrariada", viciada, por una instancia
ajena, mala. Esa es la problemática de la alienación, es, para invocar a
otro hermano, lo que todavía pertenece en el Anti-Edipo I a esta idea de
un error o de una maldad. "Confusa" quiere decir que la economía del
deseo no es asignable, ni siquiera como ambivalencia, no solamente por-
que es Eros y pulsión de muerte, sino porque los efectos de una y otra
instancia son inasignables, como ya se dijo. Confusa en consecuencia
para sí y en sí, no atravesada por otro orden, económico político, y alie-
nada a él. No hay alienación desde el momento en que se escapa a la
situación crítica. Y hay tanta intensidad libidinal en el intercambio ca-
pitalista como en el intercambio supuestamente "simbólico". Y esa es la
segunda cosa que hay que decir, de manera más provocadora o afirmati-
va, glosando nuestra: "no hay sociedad primitiva".
No solamente no hay otra referencia "regional": el capitalismo es
también una sociedad primitiva o: la sociedad primitiva es también el ca-
pitalismo. En primer lugar, este último enunciado: por supuesto, los sal-
vajes no capitalizan bienes; ¿pero quién no ve que la instancia mercantil
al menos del gran Cero es lo que autoriza e incluso exige la puesta en
equilibrio minuciosa de las entradas y salidas de afectos (bajo la forma
de padres y de palabras, de animales, de vidas, de sexos), es lo que domi-
na en estas sociedades y lo que las hace mantenerse? Tomemos las des-
cripciones etnológicas que ustedes podrían oponernos como contraejem-
plos embarazosos, los más embarazosos; al azar, las brujas locas que
Mich~l Leiris frecuenta en Gondar;13 el terrible asesinato, la varilla del
arco de Jakugi suspendida durante tres noches sobre la nuca de la joven
que debe perecer, asesinato anunciado, reverenciado en un canto
insomne, tan admirablemente descrito por Pierre Clastres.14 Por cierto,
intensidades extremas aquí y allá, y ambivalencia, es lo menos que se
puede decir. Pero lo importante no es ni siquiera eso, esta posibilidad de

13 L'Afrique fant!Jme, Gallimard, 1934, pp. 342-475.


14 Chronique des lndians Guayaki, Pion, 1972, pp. 252-261.

125
l 2Ci ECONOMIA LIBIDINAL EL DESEO LLAMADO MARX 127
amor Y. ~e odi~ cr~minal del cazador indio hacia su compatriota, ni la con otros, entre la ciencia y el capital. Pues bien: la ocupación del siste-
oxaltac1on orgasm1ca y mortífera de las mujeres contaminadas con la ma, del valor, de la constitución de pedazos de banda libidinal en térmi-
san~e ~e lo~ animales sacrificados; lo importante es que esas inten sida- nos que sólo valen por "diferencia" o remisión, y del dictado de las leyes
des md1scutibles se leen también en términos de orden, y aun de retorno de esas remisiones -es decir la ocupación furiosa de la relación y de su
ul orden, que las tensiones que de golpe se inscriben en la punta O en el compadre, la falta ("Droga ni siquiera se pide por no tener más falta,
c~ntro de la superficie social forman parte plenamente de ella en el sen- pues la falta es un tener como cualquier otro")-,1s en el sentido de la
tido en que no l~ s~bvierte~ en absoluto, sino que literalmente la compo- economía libidinal freudiana, de la Metapsicología o del Ello y el Yo, ¿es
n en Y, por cons1gu1ente, CJTculan en ella como signos semióticos inter- que eso no puede dar lugar a vertiginosas intensidades? ¿Las invencio-
cambiables, inteligibles. Pues bien, Baudrillard toleraría que se hable al nes más preciosas de Einstein no mudaban también por este mismo de-
respecto de este modo: sociedades de donación y contra-donación, diría seo, por esta convicción de que Dios, como él decía, no juega ~iertamente
61. Sea, pero entonces es necesario que admita lo siguiente: que el "inter- a los dados? ¿Y qué es lo que se ha perdido allí dentro? Nada.
cambio simbólico" es también un intercambio en el sentido de la econo- Pero ustedes pueden decirme: eso da lugar a poder y a dominación,
mía política. a explotación, y aun a exterminio. Absolutamente cierto; pero el maso-
Pero aho~a. intentemos ~sta otra proposición, y veamos qué resulta quismo también; y el extraño convenio de la O.S. con su chamba y su má-
de ella_: este ~isimulo de las mtensidades en los valores y de los valores quina que tan a menudo hace pensar en el dispositivo de la histeria,
en las mtens1dades, no es menos activo en la sociedad capitalista. Así co- también puede producir el exterminio de una población: basta ver los
m~ _h ay un orden 9ue capitaliza a los salvajes (que el imperialismo de proletarios ingleses, lo que el capital, es decir su trabajo, ha hecho de sus
Levi-Strauss autoriza pero, ¿qué imperialismo no está autorizado por un cuerpos. Pero ustedes pueden decirme: era eso, o morir. Pero siempre es
gara:1te del ?rden, por un deseo de perecuación, activos en la sociedad eso o morir, esa es la ley de la economía libidinal, no, la ley no: ésa es la
dominada m1sm~?), hay potencias errantes en los signos del capital. No definición provisoria, muy provisoria y en forma de grito, de las intensi-
en sus márgenes y en sus marginales, sino disimuladas en sus intercam- dades de deseo, eso o morir, que es: eso y morir de eso, siempre la muerte
bios más "nucleares", más esenciales, más "alienados" o "fetichizados" en eso, como si fuera su corteza interior, su delgada piel de avellana, to-
según el punto de vista de Baudrillard. Si no reconocemos esto, tendre- davía no como su precio, sino por el contrario, como lo que lo hace impa-
mos que recomenzar una nueva crítica, la crítica de la "crítica de la eco- gable. ¿Y quizás ustedes creen que ésa es una alternativa, eso o morir? Y
nomía política del s!gno", de aquí a diez años. Pero el deseo del capital, si hacemos eso, si nos hacemos esclavos de su máquina, máquina de má-
tal como puede ser mstado aquí y allá es extraordinariamente dificil de quina, chingón chingado por ella, ocho horas por día, doce horas hace un
1·econocer; por ejemplo, sobre el trabajo en el sentido terrible y común de siglo, ¿es porque estamos obligados a hacerlo, constreñidos, porque que-
IH ch':1-mba para la que no hay -el trabajador mismo hoy no las tiene- remos vivir? La muerte no es una alternativa a eso, es parte de eso, tes-
M~fic1ente~ palabras de desprecio y desconsideración; o sobre el objeto, el timonia el goce que hay en eso, los desocupados ingleses no se han h echo
mismo obJeto que la fascinación de Baudrillard respecto de él nos ha obreros para sobrevivir, han gozado -agárrense fuerte y escúpanme en-
ayudado a recuperar en su potencia a través de su poder: ¿el fetichismo cima- el agotamiento h istérico, masoquista, y no sé qué más, de
no es ocasión de intensidades? ¿No da acaso pruebas de una admirable aguantar en las minas, en las fundiciones, en los talleres, en el infierno,
fuerza de invención, de adjunción a la banda libidina], de ocurrencias han gozado en y de la loca destrucción de su cuerpo orgánico que les era
qu~ n? pueden ser más improbables? ¿Desde dónde criticarían ustedes el ciertamente impuesta, han gozado porque ésta se les imponía, han goza-
febch1srno cuando saben que no se puede criticar la homosexualidad o el do de la descomposición de su identidad personal, de aquella que la tra-
masoquismo sin ser un vulgar cabrón del orden moral? O bien incluso la dición campesina les había construido, gozado de la disolución de las fa-
carga de intensidades libidinales en el tiempo del capital, esa extraña re- milias y de los pueblos, y gozado del nuevo anonimato monstruoso de los
Rerva Y gasto por anticipado, todo al mismo tiempo, que implica el siste- suburbios y de las cantinas de la mañana y de la noche.
rna del banco y de la moneda; intentaremos un análisis de esto más ade- Pero dejemos que tal goce sea: es semejante -y en esto la pequeña
la nte. O, más simple, la carga del sistema, como tal, en general, trato por Marx veía claro- es semejante en todo sentido al de la prostitución, goce
ul cual un Gell -Man, gran físico, colabora de pronto con un del anonimato, goce de la repetición de lo mismo en la chamba, el mismo
Wostmoreland, mi serable criminal "científico" de la guerra de Vietnam
l.1·11 io d1:1 unfl docis ivo conir,·uoncia y, sin duda no exclusivo on rnlnció~ 16 Hophir• Podol~ki, Le Pays 01l tout est permis, Pierre Bclfond, 1973, p. 104.
128 ECONOMIA LIBIDINAL
EL DESEO LLAMADO MARX 129
gesto, las mismas idas y venidas en el taller, cuántas varillas por hora,
cuán~as toneladas de carbón, cuántas barras de hierro cuántos barriles focendiar los palacios de gobierno y a degollar a los centinelas, no, es por
de nuerda, no "p_r?ducidas", por cierto, sino soportadas;· las mismas par- algo muy diferente: allí no hay dignidad; lo que ~yotat logr~ de manera
tes del_ cuerpo utilizadas, usadas, con exclusión total de las otras, y como tan admirable en términos de escritura a propósito de Argeha.1 6 Hay po-
la v~~a Y la boca de la prostituta, también usadas, histéricamente in- siciones libidinables sostenibles o no, hay posiciones cargadas que, de
sensibilizadas, como la oreja de ese obrero que Tomatis describe y anali- golpe, se descargan y las energías pasan por otros pedazo~ del gran rom-
~a, quien escribe tranquilamente su correo y escucha los ruidos más finos pecabezas, inventan nuevos fragme~to~ y nt1;e~a~ modalidades de g~c~,
Junto ª. un alternador que funciona a 20.000 Hz; y cuando Tomatis hace es decir de intensificación. No hay d1grudad hb1dinal, hay contactos lib1-
s~ aud~ograma, comprueba que la playa sonora que corresponde al fun- dinales sin comunicación (a falta de "mensaje"). Es p~r eso que pu~d_e
existir la más profunda incomprensión entre los individuos que partici-
c1on~~ento del alternador a 20.000 Hz está neutralizada, sorda. Por
cons1guien~e, ~atamiento histérico de una fracción del cuerpo auditivo pan de un mismo combate, aunque estén colocados en el mismo sitio en
puta org~~1zación, uso libidinal exigido, ciertamente, por las "condicione; la sociedad y en la economía. Si ese argelino luchó cuatro años en la gu?~
de trabaJo , pero que son las de la prostitución. Ustedes han entendido rrilla o algunos meses en las redes urbanas es porque su deseo s~ volVI_o
por supue~to, que lo ?ecimos sin ninguna condena, sin ningún pesar, po; deseo de matar, no de matar en general, sino de matar una parte investi-
el contrano, descubriendo que al1í ha estado y quizá perdura la fuerza da, no lo duden, todav{a investida, de sus regiones sensibles. ¿Matar a su
extr~ordinaria, disimulada-disimulante, del trabajador, fuerz~ de resis- amo francés? Más que eso: matarse como lacayo complaciente de ese
tencia, fue~za de goce en la locura histérica de las condiciones de trabajo amo, despejar la región de su consentimiento prostit~do, buscar o~ros
que los sociólogos llamaban parcelarias sin advertir en qué medida esas goces en vez de la prostitución como modelo, es dec~r co~o mod~hdad
parcelas pueden ser, como tales, vehículo de intensidades libidinales. predominante de la ocupación. Sin embargo, al elegir la ~nstanc1~ _del
matar, su deseo quizás aún quedaba atrapado e~ la rela~1~~ punitw~
¿Cómo _vamos a seguir hablando de alienación cuando está claro
para cada ~men, por la experiencia que "tiene" (y que muy a menudo no que quería abandonar, quizás ese matar era _todaVJa un smc1dio, el.casti-
puede propiamente tener, puesto que se supone que ella es inconfesable go, el precio exigido por el padrote, ~ la servidumbre.. Per?. en ocas1ó~ de
la misma lucha por la independencia, ese otro argelino,. ~oderado , es
Y má~ por~ue _cada cual es esa experiencia que porque no la. tiene) del
decir centrista, que optó por el compromjso y la negociación, buscaba
t1·a?aJo c~p1tal1sta aun el más tonto, que puede haHar goce y una extra-
una dispos.idón gozosa muy diferente, excluyendo ~l muerte de sus da-
tfa intensidad, ~e,:versa, ~or lo que se sabe; cuando está claro que ningu-
tos, incluyendo el cálculo, alimentando ya el desprec10 de los cue~po~ Y la
na meta_morfos1s productiva" o "artista" o "poética" ha sido lograda ni se
exaltación de las palabras que requiere la negociación, por cons1gmente
logr~rá Jamás por ~n cuerpo unitario y totalizado, sinó que ha sido posi-
también su propia muerte, pero como came en genera], no com~ cuerpo
ble s1em~re al precio de su presunta disolución y, por Jo tanto, de una re-
prostituido, muerte muy admitida por el Occidente habl~dor. Etcetera.
~1 tontena; cu~do está claro que no ha habido jamás e incluso no habrá
Ahora bien, estas separaciones, que son heterogeneidades de ocu~a-
Jamás un~ ~al d:solución por la sencilla razón de que no ha habido jamás
Y, no habra Jamas tal cuerpo reunido en sí mismo en su unidad y su iden- ción de los flujos eróticos y mortíferos, evidentemente aparecen en el m-
terior de cualquier "movimiento" social, ya sea éste í?fimo, a es:ala de
t,~~d, ~ue ese_ cuerpo es ~a fantasía -pasablemente libidinal, erótica e
h1g:i_émca = griega, o eróbca y sobrenatural = cristiana-, y que toda alie- un taller o inmenso, cuando se extiende a todo un prus o un contmente.
nación es ~e1:1sada y resentida en relación con esta fantasía, en el sentido Pero, ap~rte de los momentos de 1~ rebelión abierta, vea~os que e~tos
clol resentirmento, que es el sentimiento suscjtado por el gran Cero como goces singulares, "histérico", por eJemplo, o el que llamar1:1mos de po-
clmrno de retorno? Pero el cuerpo de los salvajes primitivos no es más tencial" tan emparentado con la cientificidad moderna, o mcluso aquél
011orpo entero que el de los mineros escoceses de hace un sjglo: no hay mediante el cual un cuerpo se encuentra situado en el lugar de l_a repro-
11lh' cuerpo entero. ducción ampliada del capital, donde está completamente subo~dmado al
Comprender también, finalmente, que un goce semejante, me refie- cálculo del tiempo retenido y del tiempo adelanta.do, -pues bien, tod~s
r u ni d? los proletari~s, no es de ningún modo exclusivo de las más duras estas instancias (aquí esbozadas de manera salvaJe), aun cuando la ma-
V más intensas rebeliones. El goce es insoportable. No es para reconquis- quina capitalista ronronee en el aburrimiento general aparent~ Y q~e ca-
1n r su djgnidad ~ue los obr?ros van a rebelarse, rompe~ lm1 máquinfls, da uno parezca hacer su chamba sin historia, toda esta determmac1ón de
,mcuestrar a los Jefes, cambiar los delegados; que los eoloniz11do11 vun a
16 Tombeau pour 500,000 soldats, Gallimo.rd, 1967.
130 ECONOMIA LIBIDINAL

instancias libidinales, estos pequeños dispositivos de retención y de de-


rrame de los influjos de deseo jamás son francos y no pueden dar lugar a
una lectura sociológica o política unívoca, a un desciframiento en un léxi- TODA ECONOMIA POLITICA ES LIBIDINAL (BIS)
co y una sintaxis decidibles; el castigo suscita tanto la sumisión como la
rebeldía, el poder tanto la fascinación del orgullo como la depresión auto-
desvalorizadora; todo "oficio" demanda la pasión y el odio, aunque éstos Cuántas barras de hierro, toneladas de esperma, decibeles de gritos de
sean la indiferencia, en el sentido de Marx, de quien lo ejerce. Por consi- lecho y ruidos de fábrica, más y más aún: ese más puede ser investido co-
guiente ambivalencia, diría Baudrillard. Y nosotros decimos: mucho más mo tal, lo es en el capital, y hay que reconocer no sólo que es completa-
que eso, todavía algo más que eso, que ese condensado caso de amor y de mente inútil, eso lo aceptamos plenamente, no es ni más ni menos vano
disgusto o temor, que en definitiva podrá desplomarse bajo el golpe de que la discusión política sobre el ágor a y que la guerra del Peloponeso,
un análisis semiológico o hermenéutico de los afectos -la polisemia no sino que hay que reconocer, sobre todo, que no es ni siquiera una cues-
atemoriza a los intérpretes-, al mismo tiempo y de manera indiscerni- tión de producción. Estos "productos", no son productos; lo que aquí
ble, algo que es un término que funciona o dis-funciona en un sistema, y cuenta, en el capital, es el hecho de que éstos sean padecidos y padecidos
algo que abruptamente es alegría y dolor implacables; a la vez significa- en cantidad; es la cantidad, el número impuesto lo que en sí ya es motivo
ción ambivalente y tensión, disimuladas una en la otra. No solamente el de intensidad; no la mutación cualitativa de la cantidad, de ninguna ma-
y/ o, sino la coma silenciosa:",". nera, sino, en Sade, el aterrador número de golpes que se recibe, el nú-
mero de posiciones y de maniobras que se exige, el número de víctimas
que se requiere; en Mina Boumedine la abominable cantidad de vergas
que penetran por varias entradas en la mujer que trabaja acostada sobre
el hule de una mesa en la sala trasera de un bar: "Ella chupa y mastur-
ba en una neblina húmeda mama las ubres que le ordeñan sobre el ros-
tro se estremece cuando las braguetas la lastiman la vista le da vuel-
tas entradas y falsas salidas el despertar de hospital la puerta del
bar rechina Mina es esa puerta diástole y sístole le va a estallar el
palpitante ella se esfuerza en contar las aberturas de la puerta ella se
dice que se masturbará otras tantas veces como pierde la cuenta y con-
serva el rechinamiento la obligan a beber coca tiene un gusto bien ra-
ro en el fondo de la garganta ella es un pájaro herido que tirita arruga-
do ella yace sobre el borde de la ruta ha tenido un accidente (. .. ). Has
contado bien no todo el tiempo has perman ecido junto a mí sí todo el
tiempo no te he dejado un solo instante la cuarentena nada más que
en el coño Mina en cuarentena te doy asco dímelo que te doy asco ha-
ré de puta para ti haré mis cien por día sobre el hule de cuadritos azu-
les el olor de la lámpara de acetileno el silbido de la lámpara el silbido
de su sufrimiento ella está muerta asesinada bajo la luz de los pobres
ella está muerta ya desde hace meses años el centenar por día sobre el
hule de la trastienda y el balde de agua cuando ella ha terminado por
reanimarla el balde de agua helada y de golpe nuevamente el silbido de
la lámpara entonces no estaba muerta no estaba lo suficientemente
muerta ella debería recomenzarl7 (. •• ). "

17 Mln• ll1111111111 l11111, l ,'Oi111Jau da11s la main, Bolr<>nd, 1973, pp.152-155.

l :l 1
EL DESEO LLAMADO MARX 133
132 ECONOMIA LIBIDINAL

Use erogenous zone numbers,1 8 más, siempre más ¿No es ésta una mo O barbarie trazaron en el campo político prá~tico Y teó_rico. F:n 1964
instancia decisiva de la intensidad en el capitalis~o? ¿Acaso nosotros rompimos, aparentemente por cuestiones de teona y de o_n~ntació?, co~
mismos, monseñores intelectuales, no activamos y pasivizamos para Castoriadis quien, justamente harto de tamizar el materialismo históri-
"producir'' más palabras, todavía más, más libros, más artículos llenan- co dialéctico y cagático, proponía sin embargo poner en su lugar ese a_bo-
do sin cesar la marmita de la palabra, más bien haciéndonos}~ llenar, minable objeto super-macho de la creatividad generalizada: en el capita-
19
saltando sobre los libros y las "experiencias", para metamorfosearlos lo lismo moderno1 explicaba (pero léanlo, ya publicó sus obras completas),
más rápidamente posible en otras palabras, conectándonos aquí, mien- el problema ce ntral ya no es la explotación sino la destrucción toda ?e
tras estamos conectados allá, al igual que Mina sobre su hule, extendien- comunicación humana verdadera, el aniquilamiento de la capacidad de
do el "mercado" y el negocio de las palabras, ciertamente, pero también los hombres de crear sin fin, por sí mismos, sponte sua, formas nuevas d_e
multiplicando las ocasiones de goce, rascando por doquier donde sea po- relacionarse con el mundo y con los demás. El reiv_indic?ba, contra la ~i:-
sible las intensidades, nunca lo suficientemente muertos porque tene- vatización, esta socialización activa; contra la alienación, esta creabVI-
mos que pasar de la cuarentena al centenar por día, y tampoco nosotros dad siempre activa. Por doquier y siempr_e, creativid~d. ¿Por qué sufren
haremos lo bastante de puta, nunca lo bastante de muerta. los hombres (las mujeres, los niños, no deJemos a nadie de lado) en la so-
Y he aquí la cuestión: ¿Por qué ustedes, los intelectuales políticos, ciedad de la "abundancia"? Por su soledad y pasivida~, ¿pero ~or qué?
se inclinan hacia el proletariado?, ¿por conmiseración hacia qué? Porque su poder de comunicarse y de amar, su capacidad de inventar
Comprendo que los proletarios los odien a u stedes, pero no deberían respuestas nuevas a sus problemas más radicales, y de probarlas, han
odiarlos porque sean burgueses, privilegiados de manos finas, sino por- sido aniquilados, decía él, por la organización burocrátic? no solamen~e
que ustedes no se atr even a decir lo único importante que hay que decir, de su vida de trabajo, sino de todos los aspectos de s~ VIda. Burocrac1a
que se puede gozar tragándose el semen del capital, las materias del ca- que no es un pequeño defecto en el cuerpo de una sociedad ~or otro lado
pital, las barras de metal, los polistfrenos, los libros, los rellenos de las buena, en el sentido en el que los poujadistas_hablan por eJem?lo de la
salchichas, tragando toneladas de todo eso hasta reventar, y porque en burocracia administrativa, ni aquella burocracia en la que Croz1er v~ f::e-
lugar de decir eso, que también circula por el deseo de los capitalizados, nialmente los restos del viejo centralismo real y jacobino en las adrmnis-
proletarios de las manos, de los culos y de las cabezas, pues bien, adop- traciones (sic) o la que Trotsky denuncia como un cán_cer _que devora un
tan una cabeza de hombres, una cabeza de tipejos, se inclinan y dicen: Estado que por otro lado es proletario. No: la burocratización del mundo,
ah, pero eso es la alienación, no es bonito, esperen, vamos a liberarlos, como decía Bruno Rizzi. 20
vamos a trabajar para librarlos de ese malvado afecto por la servidum- Ahora bien, por supuesto, bajo el nombre (a pesar de todo her~dado
bre, vamos a devolverles la dignidad. Y de esta manera ustedes, moralis- del trotskismo) de burocracia, estábamos muy de acuerdo que babia ~ue
tas, se ponen del lado más innoble, aquél en el que se desea que nuestro entender lo siguiente: no un nuevo fenómeno político, no ~a e~tens~ón
deseo de capitalizados sea plenamente ignorado, prohibido, pisoteado, de aparatos a nuevos sectores de la vida social, no la consolidación sun-
ustedes son como los curas con los pecadores, les da miedo, tienen miedo ple de una nueva clase social dominante, sino, además de tod? eso, la
de nuestras intensidades serviles, y necesitan decirse: ¡sufren y aguan- producción de una humanidad diferente para _la cual el pensamiento re-
tan demasiado! Y seguro que sufrimos, nosotros los capitalizados, pero volucionario de confección que heredábamos bien que mal de Marx, aun-
eso no quiere decir que no gocemos, ni que lo que ustedes creen poder que fuera el de todos los opositores de izquierda, ya no servía. Y estába-
ofrecernos como remedio ¿a qué?, ¿a qué?, no nos disgusta todavía más; mos muy de acuerdo en que era necesario, en ?-n sen_tido, "recomenzar la
nos produce horror la terapéutica y su vaselina, preferimos reventar a revolución" 2 1 como titulaba el texto de or1entac16n presentado por
causa de los excesos cuantitativos que ustedes juzgan como los más ton- Castoriadis ~ su tendencia. No obstante, nos dirigi~os al campo adv~r~o,
tos. Y no esperen tampoco que nuestra espontaneidad se rebele. el cual continuó Poder obrero un tiempo, campo clasificado como tradicio-
Aquí un paréntesis de odio, una palabra bastará, contra el gran nalista en materia de diamat e histmat, y que habría que haber llamado
drenaje profundo recolector de consuelos llamado espontaneidad y crea-
tividad, que algunos osaron conectar en los recorridos, errantes, por cier- 19 Cnstorindis La SociéU bureaucratique, t. 1, 2: l'Experience du mouvement ouvrier, t.
to, pero hasta entonces nunca vulgares, que las impulsiones de Socialis- 1, 2, u.G.E., coll. Í0/18, 1973 y ss. Tr. esp.: La sociedad burocrática, 2 vols., Bnrcclona,
'l\isqucts.
20 La bureaucratisation du monde, París, 1939.
18 Il,id., p. 61. 21 Sooialisme ou barbarie, 35, enero de 1964.
134 ECONOMIA LIBIDINAL EL DESEO LLAMADO MARX 135
por el contrario campo de refugiados o de personas desplazadas, tan di- trario, a llamarla privatización, pasividad, alienación, pérdida de crea-
versas eran las preocupaciones de los que se encontraban en él como se tividad, es decir apresurándonos a situarla como falta y a presentar lo
hizo evidente en los desacuerdos que estallaron desde las prim~ras ten- lleno como aquello que había que hacer venir o regresar. En fin, no era
tativas de investigación teórica y práctica, y en las renuncias. necesario decir: recomencemos la revolución, había que decir, y ése ha-
Si digo una palabra sobre esto, y una palabra incluso liviana a de- bría sido el agujero: eliminemos también la idea de revolución que ha de-
2
signio, es 1 porque no hay que rodear el asunto con la solemne pen~mbra venido, y que tal vez siempre lo haya sido, una pequeña idea de nada, la
que generalmente envuelve la Gran Política y que es tan propicia para idea de una caída de posición en la esfera del poder económico político y
mantener el mjto, ya establecido, de Socialismo o barbarie, mito que hay por lo tanto la idea de un mantenimiento de esa esfera, o incluso, para
que maldecir más que cualquier otro mito; 2 8 para que nuestros lectores ser más justos respecto de Castoriadis, la idea de una caída de posición
estén advertidos de que nuestros pesados antecedentes son tan livianos en todas las esferas; aun este pensamiento de una caída generalizada,
como nuestros consecuentes; 3!! para que consideren nuestra huida hacia había a su vez que atravesarlo, ya que era de nuevo un muro, el mismo
la economía libidinal por lo que es, es decir la resolución de un largo dolor muro del mismo callejón sin salida, puesto que donde hay pensamiento
Y la escapatoria de un callejón sin salida; 42 y para que entiendan estas de la caída, hay teoría de la alienación, nihilismo y teóricos-salvadores,
breves líneas de odio como una carcajada de cólera en reversa ante el cabezas depositarias del saber. "Las cabezas pensantes están siempre Ji.
agujero que Castoriadis creía hacer y hacía creer que hacía en el muro gadas por hilos invisibles al body del pueblo", escribe encantado Marx a
que bloqueaba todo, nuestro pensamiento, nuestra vida, nuestros actos Meyer (21 de enero de 1871).
de "militantes" (y no era éste un asunto menor, no se trataba de tener 1~ Ese era mi odio: se seguía en el saber, se creía tener el buen saber
credencial del partido en la bolsa ni de vender mansamente le canard el -¡oh , muy sofisticado! saber sabiendo no saber, saber presentándose
domingo por la mañana en los mercados), carcajada ante ese agujero que sinceramente como no sabiendo, saber a ser construido, abierto, no pro-
no nos conectaba con ninguna otra cosa que con lo ya conocido, que nunca movido, promotor, saber de analista en última instancia-; y, como gra-
dejaba fugar nuestras cabezas ni nuestros cuerpos hacia disposiciones cias a esta sofisticación, se esperaba escapar al adulterio -no a los es-
inauditas sino que los canalizaba prudentemente hacia una "nueva" vi- ponsales muy legales y muy autorizados- de este saber con el poder, se
sión del mundo, hacia un "nuevo" pensamiento, hacia un humanismo de decía: somos militantes que ya no son más militantes, no traemos la bue-
creadores en el fondo pariente de aquél de algún gran boss norteamerica- na nueva, nos ponemos al servicio de la gente cuando desea hacer algo,
no filántropo, hacia una teoría una vez más, teoría de la alienación gene- huelga, boicot, ocupación,etc., cuya forma no ha sido instituida; seremos
ralizada que forzosamente implica, como su doblete, la teoría de la creati- sus agentes, s;us go-between, fabricaremos sus panfletos, los ?ifundire-
vidad generalizada -siendo el ser dios el únicó modo conocido desde mos, casi no exi stiremos; y debo decir que era bastante bomto ver en
Hegel y sin duda desde Jesús, de no ser alienado-. "Nueva" religión, en hombres nacidos amos este deseo de una posición de esclavos, esta bús-
consecuencia, el hombre se hace dios, religión fáustica, que ya incluso de- queda de la histeria, diría Laca~, en estos militantes básicamente para-
lataba su vejez, como nos lo hjzo notar una vez un casto amigo, en la in- noicos. Pero se continuaba el saber, porque el espíritu absoluto puede
consistencia de la expresión misma de "poder obrero". convertirse en esclavo; debe convertirse en el esclavo dialéctico de todas
Porque decir "obrero" debería haber sido la consideración de lapo- las formaciones que atraviesa; las palabras que pronuncia no dicen lo
tencia misma de lo que es dominado, y no ofrecerle entonces la infamia que ellas dicen, son equívocas, no en el sentido del disimulo, equívocas
del poder como un paliativo para consoJarla o curarla: no solamente por- por el contrario porque son intercambiables, la pinche pequeña ambiva-
que nadie puede juzgarla (y no digo siquiera: si no lo hacen los interesa- lencia, el amo que se convierte en esclavo y que por ese hecho se convier-
dos mismos -ellos no más que otros, sin duda-); sino, además, porque te o vuelve a ser el verdadero amo, y el militante que se suprime como
éramos nosotros, políticos, qu~enes tendríamos que haber arriado bande- jefe (o incluso como soldadito de la r evolución) y que por ese hecho sigue
ra ante ella, quienes tendríamos que haberla considerado cabalmente, y siendo el verdadero jefe; las palabras de la boca humildemente dirigida
haber abandonado entonces el punto de vista del poder; no había que co- hacia el suelo ya eran las palabras del poder que vendría, lanzadas des-
menzar, apenas la percibíamos, y la percibíamos en su extensión, a com- de la tribuna porque son las del saber, la nueva revolución recomenzada
prenderla negativamente, como nihilistas, rehusando llamarla potencia, debía entonces girar como las precedentes si estos nuevos servidores se
potencia de sostener lo insostenible, y también potencia de no sostenerlo convcrt<un en aus portavoces.
y de hacer saltar todo, incluido uno mismo -apresurándonos, por el con- Oilio por uRto facsímil ¿Qué importa lo que se diga si la posición del
136 ECONOMIA LIBIDINAL EL DESEO LLAMADO MARX 137

discurso sigue siendo la misma? (Eso sólo lo comprendió Philippe Gui- insiste: "Eso tiene su importancia: la cabeza es maquinada por la corpo-
llaume muy al comienzo, en el seno del grupo.) Recomenzar la revolución ración, pero como una parte orgánica del cuerpo. No se trata entonces de
no_es recomenzarla, es dejar de ver el mundo alienado y la gente que se una jerarquía interna en la que la cabeza estaría espacial y cualitativa-
qwere salvar o ayudar o aun servir, es abandonar la posición viril en- mente colocada en la cima, más arriba que la fuerza de las manos, de los
tender la femineidad, la tontería, la locura de una manera diferente' que pulmones, de los brazos, de los dedos, de las piernas, de los pies".24
como males. Odio por el padrote que se disfraza de puta sin desear serlo Admitamos que en el campo del trabajo productivo la corporación sea
siniestra caricatura viril del noble travesti. ' ese cuerpo no jerárquico; pero sucede que una caracterización semej8:°te
Fin del paréntesis. R~Il_unciar, en consecuencia, a criticar y a no vale sino a condición de aislar ese campo, de separarlo de la organiza-
consolar. Se puede investir la cantidad como tal, y eso no es una aliena- ción política en la cual está apresada, ya sea el despotismo oriental o la
c~n (y, por afiadidura, ya existía en el consumo "de prestigio" de las so- ciudad abierta o la ciudad o el imperio y -para referirse sólo a Grecia-,
ciedades llamadas precapitalistas -pero Baudrillard lo sabe mejor que a condición de no tomar en cuenta la aparición de la palabra como techné
n~sotro~-). Se puede investir la parcelaridad como tal, y eso no es una político, que, a cosas iguales, equivale a un proceso de cefalización y ~un
alienación. Es una fantasía -no simplemente reaccionaria, sino consti- de capitalización que reduce cada oficio manual a una parcela subordma-
tutiva de la teatralidad occidental-: creer que hubo sociedades en las da del cuerpo político. Para decirlo de otra manera, la cabeza ya existe en
que el cuerpo no fue parcelizado. No hay cuerpo orgánico para la econo- la era de la corporación. no en la corporación quizá., pero seguramente en
mía libidinal; y no hay tampoco cuerpo libidinal, extrafio compromiso de el "cuerpo social". El cuerpo social no es tal vez el cuerpo de la economía
un concepto proveniente de la medicina y de la fisiología occidental con política en esta época, y el cuerpo productivo tal vez no reviste la forma_ de
u~a idea je la libido como energía soll_!etj_da a los regímenes indiscer- circunversión de las pulsiones parciales (puesto que de ellas se trata), smo
mbles de Eros y de la muerte. Fran~ois Guéry, en su comentario a la que es el cuerpo político el que efectúa esta circunversión, pero no por eso
cuarta sección del libro I de El Capital,22 señala que las protestas huma- ésta existe en menor medida, y la reducción sobre el Cero central, que no
nistas, tales como las de Friedman o de Marcuse, contra el trabajo frag- es necesariamente la moneda (en Esparta, por ejemplo), sino siempre el
n:ientado desc8:°san en un error de localización de la escisión del cuerpo: centro de la palabra y de la espada, no suscita en menor m edida una je-
c~ertamente, dice, el cuerpo del capital, al apoderarse del cuerpo produc- rarquización de esas pulsiones y de las entidades sociales en las cuales és-
~1vo en ~a m~ufactura~ tal como Marx lo describe, y a fortiori en la gran tas tienen curso de manera privilegiada.
mdustna semiautomática, rompe el cuerpo orgánico en partes indepen- Podría decirse lo mismo de una sociedad no política, por lo tanto
dientes, exigiendo de tal o cual "una sutileza casi sobrehumana" que ''va "primitiva" o salvaje, teniendo en cuenta que la circunversión no se pro-
a la par de una mecanización cada vez más intensa del gesto virtuoso"· duce allí sobre la guerra y el discurso, al menos no sistemáticamente. Lo
pero, agrega, eso no es más "que un fenómeno anacrónico que afecta el' que hay que enfocar aquí, más allá de un "error'' que parecerá de detalle,
a~tiguo mixto de cuerpo biológico y productivo. La verdadera gran esci- es la fantasía, tan poderosa y constante en la mejor herencia marxista,
sión del cuerpo no está allí. Se apoya sobre otra, practicada en el seno de un estado dichoso del cuerpo que trabaja, una felicidad que seria pen-
mismo del cuerpo biológico, aquella que está entre el cuerpo, reducido sada (en la pura tradición de Occidente) como unidad consigo mfama en
entonces a una maquinaria, y las fuerzas intelec.t uales de la producción, todas sus partes. Ahora bien, esta fantasía, si se la examina, se verá que
la cabeza, los sesos, y cuyo estado actual es el software de los informáti- no es otra en distintos exteriores, que la de la sociedad primitiva de
cos". 23 ¿Cómo entender que la línea de corte verdaderamente pertinente Baudrillard. El intercambio "simbólico" es también un .intercambio eco-
Rea, para Guéry, ésta y no la primera? Lo que pasa es que él admite cier- nómico político, así como la ley de la palabra cívica en Atenas y del tetra-
ta imagen de la corporación medieval o más bien de la corporación eter- 1ogos25 es también una ley de la mercantilización del discurso y, com-
o ~, efectiva "de toda antigüedad", hasta la Edad Media, imagen que es la plementariamente, como la minuciosa parcelización de las tareas en los
m1sma que forja Marx, la de un "cuerpo que maquina fuerzas" que son oficios reglamentados implica su subordinación a un Cero central que,
"las fuerzas orgánicas del cuerpo humano, incluida la cabeza". Y Guéry no siendo (quizá) profesional, no es por eso menos el caput del presunto
cuerpo social.
:¡:¡ Dldier D;l~~le_y_Fra~~i~ Guéry, Le Corps productif, Mame, 1972, en particular }a
24 ]bid., pp. 23-24 .
J)rl;.11lrn porte, L mdividualisat1on du corps productü", por Fran~is Guéry. 26 Jacqueline de Romilly, Histoire et raison chez Thucydide, Les Bclles Lettres, 1956,
• l btd•• pp. 37-39.
¡)fl, 180-24,0.
'l!j

11

1 NO HAY SOCIEDADES PRIMITIVAS

Todavía una palabra más sobre el intercambio simbólico. Concedámonos,


derogando nuestros principios, unas páginas para criticarlo. Es ésa una
idea en la cual vienen a confundirse dos conceptos de lo simbólico: el con-
cepto maussiano de la donación cargado de efectos ambivalentes, el con-
cepto lacaniaho de un orden, de una marcación en discontinuidad, que
1
hace significar los materiales (por ejemplo, los restos diurnos en el traba-
jo del sueño) por su mera y arbitraria inserción en cadenas. Pero dejemos
que esta crítica, un poco académica, libere, por la confusión de los concep-
tos, su intensidad en la forma en que se nos presenta a nosotros, una no-
che en la que, entre una música de Kagel y una música de Boulez, oriná-
bamos en el mingitorio desierto de la Konzerthalle de Donaueschingen.
¿A dónde va esto?, nos preguntábamos. Y cobraba forma la idea de que el
miedo a .la impotencia se resume en esta pregunta: ¿Y si no fuera a nin-
1 guna parte? Es decir: pedazos de cuerpo no conectados, fuera del circuito
de las metamorfosis. ¿Y si se perdiera? No, más bien a la inversa: eso va
a quedar. La impotencia (que no es el impoder, que quizá sea, por el con-
trario, el poder) sería por lo tanto: eso queda, no se metamorfosea más.
No se trata de ningún modo de la castración, sino de mantenerse aparte
de las corrientes metamórficas, la no-conexión en los pasos de intensidad,
la depresión.
Y bien, aquí aparece la cuestión del intercambio simbólico: este
miedo no es, como lo habíamos creído, el temor de no poder dar más. La
categoría de la donación es una idea de teatro, pertenece a la semiología,
supone un sujeto, un límite de su cuerpo propio y de su propiedad, y la
violación generosa de esta propiedad. Cuando Lacan dice: amar es dar lo
que no se tiene, para él quiere decir: olvidar que se es castrado. Eso de-
bería decir: no se tiene nunca nada, no hay sujeto, y así sólo hay amor;
no solamente nunca hay nada para dar porque no se tiene nunca nada,
sino que no hay nadie para dar ni para recibir. Es en la teoría de los sig-
nos donde el intercambio donador (o la donación, forma primitiva del in-
tercambio) puede ser representado como atribución o devolución de un
objeto cargado de afectos a alguien que al principio del ciclo no lo ten(a:
porque el signo es algo que para alguien, para el destinatario (y también
para el destinador), reemplaza otra cosa, oculta y manifiesta otra cosa.
Esta problemática que a Lacan le viene de Jakobson, es decir de la teoría
de la comunicación, vehiculiza con ella toda la filosofí~ del sujeto, la filo-
Aoffa de un cuerpo atormentado por la apropiación de sí mismo, y por la
propiedad, puesto que, además, la teoría de la comunicación es evidente-

139
140 ECONOMIA LIBIDINAL EL DESEO LLAMADO MARX 141

rnente una pieza de la teoría económica. No hay que leer a Mauss como bio una condensación y es por eso una idea muy libidinal (y nos gusta
úl descubrimiento de un "antes de la economía capitalista" o mercantil al tanto como a BaudriUard puede gustarle, pero hay un deseo mucho más
menos, sino como la invención y la puesta a punto, en el seno de esta fuerte que nosotros, un deseo latente en la sociedad capitalista, al que no
economía, de su indispensable complemento en anterioridad-exterio- le gusta esta condensación, y es necesario escucharlo): condensación, ya
ridad. Reemplacen la donación por el intercambio simbólico, y permane- lo dijimos, entre Mauss, que es una descripción fenomenológica de rela-
cerán ustedes en la misma esfera, porque el intercambio se produce tam- ciones interhumanas, y Lacan, que es una teoría estructuralista de la
bién entre cuerpos unitarios o con vocación unitaria, aunque estén impe- segmentación de elementos de "realidad" y de producción del sentido. En
didos para siempre (por la "barra del significante") de efectuar esta uni- el intercambio simbólico, en consecuencia, están implicados al mismo
dad, y aunque por su desdoblamiento, por la Entzweiung, como decía tiempo la relación de un sujeto con otros sujetos por la mediación de ob-
Hegel, se vieran impelidos a intercambiar alguna cosa, ésta no obstante jetos que sólo valen como símbolos de afectos ambivalentes, amor y
no sería más que fragmentos de sí mismos; los cambistas permanecen en muerte (el potlatch pasa a este respecto por un modelo), y una r elación
línea de puntos, más como polos o ideas de la razón (mercantil) que como estructural que determina (arbitrariamente, según cada cultura) )as ca-
existentes, además de que el intercambio exige esta polarización, esta lidades y las cantidades de objetos susceptibles de convertirse en tales
oncefalización, y un movimiento de ida y vuelta, un ciclo de flujos, el cír- símbolos. Cuando Baudri1Jard dice: no hay inconsciente salvaje, ¿hace al-
culo de un mercado y su equilibrio central. El hecho de que se intercam- go diferente que expresar de manera provocadora la condensación men-
b,en afectos no modifica esta configuración, simplemente la dramatiza. cionada: o sea afirmar que todo lo consciente (intercambio entre perso-
Y vemos así que no conseguiremos ajustar a la gran película los nas) acoge y asume en las sociedades primitivas todo lo inconsciente (or-
enunciados nuevos que "le son necesarios" si trocamos el intercambio ganización que divide los símbolos y su intercambio), y que no hay allí
mercantil por el intercambio simbólico. Criticar la producción es forzosa- ningún resto opaco?
mente criticar también el intercambio, todo intercambio, su concepto. El Esta condensación en sí es muy interesante: tolerada por la lectura
intercambio no es menos ''humanista" que la producción. Si hay que salir lacaniana de Freud, remite a una "fuente" común de Lacan y de Mauss,
de la producción, y es necesario hacerlo, eludamos también el intercam- que es el capítulo IV de la Fenomenología del Esp(ritu. La lucha por el re-
bio, evitemos establecer la instancia de los flujos y los afectos sobre esas conocimiento, que es evidentemente el modelo, espontáneo o controlado,
entidades que son los cambistas. La circulación no es menos sospechosa que permite a Mauss descrifrar el potlatch y entender su alcance, es
que la producción, no es, y Marx lo sabía, más que un caso particular de también lo que persiste en la imagen que se forma Lacan del inconscien-
la producción tomada en el sentido general. Situémonos más bien en la ·te. Ahora bien, en esa imagen ya hay una condensación inicial entre la
acepción de esta producción en el sentido general, que es la metamorfosis muerte en la dialéctica hegeliana y la castración en la dramática freudia-
general de todo lo que pasa por el cuerpo y se inscribe en el cuerpo social na. Si la conciencia aspira a salir de la simple certidumbre de sí, es nece-
y, atormentados por la idea de una metamorfosis general sin resto, o de sario que salte fuera de la particularidad de su "vida natural", explica
una producción general sin inscripción -que no es otra que la gran pelí- Hegel, y ese salto sólo puede serlo a condición de que esta particularidad
cula-, preguntémonos más bien cuáles son los rasgos de la figura que sea en efecto renegada. Como ella es mi vida, su negación es mi muerte,
permiten pasar de esta última a la producción inscrita, los rasgos del y la conciencia no puede por lo tanto acceder a la universalidad sino a
dispositivo de la inscripción que constituye la voluminosidad social. condición de aceptar el riesgo de este dispendio irreversible que es dar la
La moralidad del mingitorio de Donaueschingen se encontraba por vida. ¿Qué es, entonces, el Otro?, pregunta Lacan, sino el amo que hace
1111ticipado en un sitio similar: en los sanitarios para Hombres del depar- temblar bastante la "conciencia" para que ella abandone su inquietud
l,ml1ento de Matemáticas e Informática de la Universidad de Aarhus un por ser "reconocida" y se repliegue en el equívoco de su particularidad
1>oqueño dispositivo foto-eléctrico pone en marcha el sistema de agu~ en arriesgada-defendida o de su universalidad esperada-frustrada. El cliva-
lus tazas en el momento mismo en que uno, con la bragueta abierta, je del sujeto que da lugar al inconsciente requiere de esta muerte sus-
uMrca el pene. He aquí un "enunciado nuevo" y la certeza de que allí no pendida, del terror ante la "castración", de la amenaza de la ley, es decir
hay impotencia, salvo por depresión. de la espada: el desasimiento es constitutivo del sujeto.
Ahora podemos proseguir esta "crítica" del intercambio simbólico Que en Hegel haya finalmente Vergebung, Versohnung, remisión,
flicmpre por placer, e incluso puede suceder, por añadidura, que hagamo; reconciliación, en el tema del saber absoluto o de la sustancia-sujeto, es
ciertos descubrimientos de importancia. Hay en esta idea del int<\rca m- aparente, aunque no sea sin duda ilegítimo mostrar hasta qué punto la
L42 ECONOMIA LIBIDINAL EL DESEO LLAMADO MARX 143

categoría misma de Aufhebung, de ese aniquilamiento lleno de reserva, mal; separados por completo de la naturaleza, creían en su dios porque
está mucho menos aceitada de lo que parece, y puede en~ubrir el riesgo veían en él, en virtud de una supremacía, la reunión de esa naturaleza
extremo de una locura por el vacío. 26 A la inversa, podría esperarse que con ellos."29
en Lacan, lector de Freud, la irreconciliación -la imposibilidad para el Los judíos, al no estar ligados a una Idea, sino a una existencia ani-
Yo [Moi1 de venir "allí donde estaba el Ello"-, fuera insuperable. Pues mal serían, por consiguiente, la bestialidad, una especie de bestialidad
bien, le hace falta mucho para eso, aun en el nivel temático privilegiado enferma, contranatural o desnaturalizada, que sólo puede subsistir por
que es el de la eficacia de la cura,27 enteramente pensada en términos de el recurso de la dominación infinita, inmensa, de un Amo; y éste prome-
dialéctica; pero, con más fuerza todavía, la Vergebung está presente en el terá la supervivencia animal, la satisfacción de las necesidades, pero a
pensamiento en calidad de esquema; que el inconsciente sea concebido (y condición de que su dominación sea aceptada y aceptada sin cesar, sin
practicado) no como el otro del discurso, sino como discurso del Otro, pro- diálogo, sin amor de palabra ni de acto, sin intercambio simbólico, justa-
cede de una simple inversión que asegura al sujeto, sin embargo escindi- mente, en el sentido de Hegel, pero solamente en la donación sin contra-
do [clivé], una unidad de segundo rango, una meta-unidad que no es sin donación que serían, al parecer, la plegaria y el sacrificio hebraicos.
duda la de la conciencia misma, sino seguramente la del lenguaje (es de- Aunque Abraham y su pueblo no son verdaderos servidores ni Jehová un
cir del filósofo o del pensador). Pues si el inconsciente está estructurado verdadero amo, porque este amo no hace trabajar a su esclavo y, en con-
a la manera de un lenguaje, y ni siquiera la conciencia misma puede ya secuencia, éste no puede liberarse por el trabajo del terror a la ruptura
decir todo en razón de la escisión [clivage] consecutiva del encuentro con con la naturaleza, del terror a la muerte. La existencia de Abraham "es
la muerte-castración, que es lo indecible, la "parte" del sujeto que se su- la impotencia de la dialéctica del amo y del esclavo, o más bien la impo-
merge en ese miedo primitivo todavía "habla"; dice por cierto otra cosa tencia de ser, la ausencia de esa dialéctica, la fijación reflejada en esta
que lo que dice la conciencia; inconsciente, no sabe lo que dice; no obs- vida natural de la cual debería salir esta dialéctica".30 ¿Quién no ve que
tante, se puede poner en práctica un diálogo o una dialéctica entre am- en esta naturaleza desnatura1faada, en esta bestialidad que ha perdido
bas mitades: lo que Lacan llama cura. Con el silencio del amo se hace, los medios de sus necesidades, en esta animalidad dominada que se sos-
pues, remisión de causa: cuando él rehúsa el reconocimiento y uno no tiene por su servidumbre, se dibuja una de las principales figuras del in-
dialoga con él, cuando él no responde, sino que mata o amenaza, o se consciente según Freud, o del Ello, la figura de su opacidad de cuerpo?
conforma, como Job cuando su amo colérico recuerda a su Knecht que no Dialectizar el inconsciente, como hace Lacan, es convertir a los Judíos al
sería nada sin él, el Innombrable -y bien, a pesar de todo, hay en Lacan culto del Hijo; disolver su cuerpo, surcado por las marcas rituales y ab-
las esperanzas de que el silencio se suspenda por el simple hecho de que -surdas de la pertenencia, en lo diáfano de la insípida hostia; proscribir la
la muerte sea asimilada a la vida del espíritu, a la palabra.2s bestialidad negra y la tontería, poner el espíritu allí donde están las pul-
Al decir: el inconsciente es el discurso del Otro, Freud es reintrodu- siones. Pues bien, ubicar a los primitivos como criaturas sin inconsciente
cido en Hegel, se recupera la judeidad, -por la cual este último sentía es volver a hacer con los melanesios y los indios la misma operación occi-
sin embargo una gran aversión-, en el intermedio helénico o cristiano. dental de disolución del cuerpo tonto o cuerpo de animal,* la operación
Recordemos un poco: los judíos, para Hegel, son el fracaso de la dialécti- verdaderamente clásica-romántica que Hoderlin y Hegel joven hacían
ca, es decir el fracaso del amor, la ruptura, encarnada en la historia de con los griegos, de quienes también se supuso entonces que no tenían in-
Abraham, de todo vínculo de patria, de parentesco, la soledad ante una consciente y que vivían en la reconciliación y la limpidez.
naturaleza hostil y la impotencia de reconciliarse con ella como Nemrod, En resumen, genealogía de la "crítica" de lo simbólico de Baudri-
Dcucalión y Pirrha lo hicieron. "Los judíos no podían, como otros exalta- llard: pedir en préstamo la posición del inconsciente a la fenomenología
dos habrían de hacerlo más tarde, librarse al hacha o a la muerte por de la conciencia, es decir que lo que le falta al sujeto al mismo tiempo
hnmbre, porque no estaban ligados a una Idea, sino a una existencia ani-
29 Hegels theologische Jugendschriften, Nobl ed., Tübingen, 1901, p.258; citado por B.
Bourgeois, Hegel a Francfort, P.U.F., 1970, p. 39. Tr. eBl), de José Maria Ripalda, en Escritos
:.lO J.L. Nancy, La Remarque spéculative, Galilée, 1973, en particular el comentario en de juventud, México, Fondo de Cultura Económica, 1978;
11p. 152 sq., de la adenda al parágrafo 462 de l'Encyclopédie. 30 B. Bourgeois, Hegel a Francfort, p. 43.
27 "La DirecLion de la cure et les principes de son pouvoirn, Ecrits, Scuil, 1966, pp. 685 • El autor juega con el doble sentido de Mte, tonto y animal, y unas líneas antes, con
11<¡. el deslizamiento entre bétise y bestialité, tontería y bestialidad (que, aparte del sentido de
2A Sobro esta función dialéctica de la negación en el inconsciente, véase Lacan, Le nnúnalidad, conlleva en español la falta de razón, y olras connotaciones como crueldad).
Myth11 irldiuidual du névrosl, c.n.w. (N. de la tr.)
144 ECONOMIA LIBIDINAL

que lo constituye no es otra cosa que lo que cobstituye el discurso-diálogo


sin dejar de escapársele, la muerte, que para Hegel es el. elemento en el
que se baña la vida del espíritu, la misma a la que Freud va a consagrar CUERPO INORGANICO
su texto sin duda el más loco, el más emocionado, Más allá del principio
de placer, en el que intenta, sin embargo, tematizada, bajo el nombre de Puesto que de lo que se trata es del rumor verdaderamente ensordecedor
pulsiones de muerte, como aquello que, lejos de entablar con Eros-Logos de Eros-logos, jalemos un instante en Marx joven y viejo, mujer sin em-
una relación dialéctica, impulsa a repetir el desorden hasta destruir el bargo de cualquier edad, el hilo del tema menor del lenguaje. El modelo
cuerpo, hasta tornar "interminable" el análisis. Decir que los salvajes no de esta temática viene evidentemente de Feuerbach, como se puede ver
tienen inconsciente es llevar una vez más a un silencio total el imperia- en este texto de juventud: "El único lenguaje comprensible que podemos
lismo del rumor que practica Eros y que, como todos saben hoy en día, es hablar unos con otros, escribe" Marx,31 "son nuestros objetos en sus rela-
simplemente el lenguaje de la estructura. ciones mutuas. No estaríamos en condiciones de comprender un lenguaje
No, decididamente no; es preciso decirlo con claridad: no hay en ab- humano, y éste quedaría sin efecto; sería por un lado conocido y justifica-
soluto sociedades primitivas o salvajes, somos todos salvajes, todos los do como una plegaria, como una imploración y, por lo tanto, corno una
salvajes son capitalistas-capitalizados. humillación; sería así proferido en la vergüenza y en el sentimiento de
Ahora bien, no vayan a creer que esta problemática del intercambio ser despreciado (Wegwerfung); y sería, por el otro lado, recibido y recha-
simbólico es una fantasía ajena al deseo llamado Marx: es una de sus zado como algo desvergonzado y delirante (als Unverschiimtheit oder
principales formaciones. Wahnwitz). Estamos hasta tal punto recíprocamente alienados (entfrem-
det) del ser que el lenguaje inmediato de ese ser se nos aparece como una
violación de la dignidad humana, pese a que el lenguaje alienado de los
valores convertidos en cosas nos parece la dignidad humana misma en
su plena legitimidad, en la confianza y r econocimiento de sí''.
¿Qué le falta al lenguaje de estos valores de cosa (sachliche Werte),
de los valores convertidos en cosas? El afecto, lo que Rousseau 11amaba
el acento. En este lenguaje, el del lenguaje mercantil, y agreguemos: el
del concepto, que es también el intercambio de la m ercancía información,
· toda pasión parece delirio, incongruencia, la inmediatez de la demanda
(plegaria, súplica) parece ser una obscenidad. Problemática feuerbachia-
na, medio-luterana, medio-russoniana. Marx señalaba eso en la prima-
vera de 1844, cuando comenzaba sus lecturas de economía política, ya
sabemos que en el marco de una problemática fundamentalmente reli-
giosa. Casi por la misma fecha publicará, en los Anales franco~alemanes,
fragmentos de un singular texto de Feuerbach sobre la Esencia de la fe
en el sentido de Lutero, en el cual no será difícil volver a encontrar ese
mismo tema de la inmediatez nevado a su término: concluyamos el tra-
bajo de Lutero; al destruir el papismo eliminó la mediación alienada; al
mostrar que Dios mismo no es nada más que el cumplimiento de mi de-
seo, se evitará al ser supremo el destino de Entfremdung; digamos pues
que Dios es mi dios, es decir yo [moi], puesto que es mi goce y puesto que
"la esencia de la fe es la esencia del amor de sí''.32
31 Auszüge aus James Mills, "Eléments d'economie politique", M.E.w., Ergiinzungsband
J p. 461; tr. fr. in Marx, Oeuvres, Pléiade II, p. 32 (aquí modificado).
' 32 . Fcuerpach, "Das Wesen des Glaubens im Sinne Luthers. Ein Bcitrag zum 'Wesen
des Christcntums'"·, in Gesammelte Werke, Berlín, 1970, Bd. 9, p. 411.

1-Só
146 ECONOMIA LIBIDINAL EL DESEO LLAMADO MARX 147

La inmediatez como supresión de la Mitte, de lo que se interpone, sa-mercancía está siempre marcada por la barra, pero ésta es borrada.
pertenece a la tradición reformada, que pasa tal cQ.al, a través de Tal es la "tartufería" de la economía política que Marx llama fetichismo y
Feuerbach, a la izquierda hegeliana y a Marx, a su análisis de la econo- que corresponde a lo que Baudrillard interpreta como el ocultamiento de
mía inclusive: comparen lo que acaban de leer sobre el lenguaje con lo la castración o de la ambivalencia en el "objeto" capitalista. La inmedia-
que Marx escribe, en ese mismo momento, sobre el dinero: "El dinero es tez perdida no puede sino disimular su retorno en la simplicidad aparen-
el intermediario (der Kuppler) entre la necesidad y el objeto, entre la vi- te de la cosa: estatuto del fetiche.
da y el medio de vida del hombre. Pero lo que mediatiza mi vida para mí, El análisis del objeto que encubre la escisión [clivage] propia del de-
mediatiza también la existencia de los otros hombres para mf'.33 Vemos seo establece una continuidad evidente con la nostalgia de este Marx:
entonces que para él el dinero es el lenguaje que hablan los valores de allí donde éste opone la inmediatez a la mediación alienada, el pensa-
intercambio. Y a ese dinero le asigna un rasgo, la indiferencia, que está miento del significante castrador opone el reconocimiento de la escisión
muy emparentado con la equivalencia según Braudillard. "En el dinero, [clivage] y de la ambivalencia a su forclusión fetichista. No se dice la
en la indiferencia total tanto respecto de la naturaleza del material y de misma cosa ciertamente en los dos casos, pero no es poca cosa abrir un
la naturaleza específica de la propiedad privada como respecto de la per- campo, en el que sólo reinaban el discurso del filósofo y el del economis-
sonalidad del propietario privado, lo que se manifiesta es la dominación ta, a la consideración del deseo, lo cual implica al menos que se dejará de
consumada de la cosa alienada sobre el hombre. Lo que era dominación pensar la actividad exclusivamente como productora y reproductora y
de una persona sobre una persona es ahora la dominación universal de que en principio se aceptará dotarla de su potencia improductiva. Lo
la cosa sobre la persona, del producto sobre el productor. Del mismo mo- cual no arrastra la creencia, o sea que al mantener tal oposición, llámese
do lo equivalente: el valor determina la alienación del propietario priva- inmediatez/alienación o escisión [cliuage] /forclusión, uno se sedentariza
do, así como el dinero es la existencia sensible, autónoma, objetiva, de en el campo de la verdad, se confronta un estado de cosas y de deseo, ca-
esta alienación. "ª4 pitalista, juzgado finalmente falso o al menos engañoso, con un estado
Donde se advierte que es feuerbachiano y cristiano es en el hecho de auténtico; se aniquila lo que se posee, que efectivamente es el capitalis-
que la equivalencia es opuesta, no exactamente a la ambivalencia (aun- mo y las formaciones libidinales que allí trabajan, en beneficio de lo que
que la plegaria, la súplica, la humillación, la vergüenza, la dominación no se tiene, la buena salvajería
sean, ¡aguas!, una muestra de afectos pasablemente "ambivalentes"), sino Y así vuelve a aparecer la connivencia entre una filosofía de la
más bien a la persona, y a la persona como productor. Combinación inex- alienación y un psicoanálisis del significante, dos religiones nihilistas;
tricable, en estos textos, del feuerbachismo, es decir del luteranismo lai- pero el uso que hace Baudrillard de este último lo lleva a deslizarlo ha-
co, con la economía política. La escisión [cliuage] del objeto y del sujeto cia un optimismo, hacia la esperanza de una restitución del estado ver-
según la oposición valor de uso/valor de cambio o fuerza de trabajo/tiem- dadero del deseo, mientras que la versión estrictamente lacaniana, si
po de trabajo, siempre tematizada en la Contribución, en los Grundrisse, bien implica una dialéctica de la cura, excluye sin embargo que el señue-
en El Capital, encuentra su principio en una ruptura o un desdoblamien- lo del objeto a, en su función de fijación de la ambivalencia y de oclusión
to de la inmediatez, ella misma fantaseada como lengua del corazón. Ese de la falta a significar, pueda ser alguna vez disipado: análisis intermi-
lenguaje apasionado se ha perdido, y no es el dios papista con su "fran- nable, revolución permanente. Pero se trata de matices en el interior de
queza", como dice Engels en ese momento, ni aun el hipócrita dios refor- una misma teología, de un mismo ni)ljlismo de la 11_érdida: los judíos
mado,35 quien podrá restituirlo. Y tampoco la economía política, es decir tampoco esperan reconciliación e instalan su dispositivo libidinal en la
el capital, que no hace sino continuar esa escisión [cliuage], haciéndola ·elección, el desasimiento y el humor de los aplastados, mientras que los
pasar del corazón a las cosas, y, de este modo maquillándola. Pues la co- cristianos esperan dialécticamente la remisión; no obstante, uno a otro
se devuelven puntos en materia de nihilismo. En Marx, la alienación del
33 Manuscrits de 1844, tr. fr., Ed. Sociales, pp.119-120 (trad. modificada). mediador, contrariamente a lo que él piensa, es todavía un esquema cris-
34 Auszílge..., p. 455; Pléiade n, p. 28. tiano: el mediador debe ser destruido, sacrificado, para que la alienación
35 "En el lugar de la franqueza católica, la tartuferla protestante•: ta1 es, escribe el au-
tor de las Umrisse zu einer Kritik der Nationalokon.omie, publicadas también en los Anales
que él combate y comporta desaparezca, ¿acaso hay algo que lo diga me-
n fines de febrero de 1844, tal es el cambio introducido por Adam Smith, el "Lutero de la jor que el relato de la Encarnación y de la Pasión de Jesucristo?
economía política", en esta "ciencia". Marx desarrolla este punto en los Manuscritos de Ahora ustedes van a decir que ése tal vez sea Marx el joven, pero
1844, tr. fr., p. 80.
qt1e, cui1ndo onvojece, la mirada h~cia la inmediatez y la referencia a
148 ECONOMIA LIBIDINAL EL DESEO LLAMADO MARX 149

una coexistencia significante sin alienación desaparecen. No es así para ce por lo tanto de entrada como tal, en su abstracción; posee en la propie-
nada: son solamente desplazadas. El aspecto feuerbach~ano desaparece, dad de la tierra un modo de existencia objetivo, condición de su actividad
el aspecto roussoniano predomina. Sigue habiendo un paraíso como sitio y no simple r esultado de ésta última. Esta propiedad es una condición de
de apoyo para una visión crítica y ún proyecto revolucionario. Es el pa- su actividad con el mismo título que su piel, sus órganos sensoriales, que
raíso del "cuerpo inorgánico", en el presente: ese mismo paraíso que F. él reproduce y desarrolla, ciertamente, en el proceso vital, pero que pre-
Guery fantasea bajo las especies de la producción corporativa "de toda siden ese proceso de reproducción mismo".38
antigüedad", que Baudrillard imagina como cuerpo apasionado de las En consecuencia: 1!!) el cuerpo de la tierra es llamado inorgánico sólo
ambivalencias intensas, anterior a toda economía política, y que Marx para distinguirlo del cuerpo orgánico del trabajador mismo; de hecho es
-aunque llegue a ese mismo punto viniendo del otro lado, del lado de la un cuerpo orgánicamente relacionado con el cuerpo orgánico y desde todo
economía política justamente- no obstante, también alcanza desde su punto de vista idéntico a él en la medida en que, como él, es dado y no pro-
perspectiva crítica, porque lo necesita casi como la exterioridad sobre la ducido; 22) de ese gran cuerpo (in)orgánico forma parte la comuna misma,
cual se apoya toda crítica para criticar su objeto; cuerpo inorgánico que ya que como miembro de ésta el cuerpo "trabajador" (que por otro lado no
Marx tematiza explícitamente en un texto tan "tardío" como lo s aparece como tal) puede entrar en relación productiva con la tierra. Y la
Grundrisse en estos términos: "Lo que Proudhon llama la génesis extrae- pertenencia a la comuna es también dada y no producida. Las tres instan-
conómica de la propiedad -que entiende precisamente como la propie- cias, cuerpo propio, cuerpo social, cuerpo de la tierra, están articuladas
dad rural-, es la relación preburguesa del individuo frente a las condi- juntas como otras tantas piezas de una única maquinaria que es la natu-
ciones objetivas del trabajo y, en primer lugar, frente a sus condiciones raleza. En el seno de esta naturaleza es donde se efectúa la "producción"
objetivas naturales. Teniendo en cuenta que el sujeto que trabaja es un o, más bien, esta "producción" es la naturaleza que se reproduce.
individuo natural, una realidad natural, la primera condición objetiva de Esta imaginación es constante. Abran La ldeologta alemana y ha-
su trabajo aparece como naturaleza, como tierra, como su cuerpo inor- llarán este largo texto perfectamente explicito: "Aquí aparece la diferen-
gánico; él mismo no solamente es un cuerpo orgánico, sino que él, como cia entre los instrumentos de producción naturales y los instrumentos de
sujeto, es esa naturaleza no orgánica". Esta condición no es producto del producción creados por la civilización. El campo cultivado (el agua, etc.)
individuo; éste la encuentra ya lista frente a él, como una realidad natu- puede ser considerado como un instrumento de producción natural. En el
ral anterior y exterior a éJ.36 primer caso, para el instrumento de producción natural, los individuos
Si ahora no se comprende la expresión: "él, como sujeto, es esa na- están subordinados a la naturaleza; en el segundo caso, lo son a un pro-
turaleza no orgánica", hay de donde explicitar la función de realización ducto del trabajo. En el primer caso, la propiedad, aquí la propiedad ru-
que cumple el cuerpo orgánico en la imaginación de Marx: en todas las ral, aparece por lo tanto también como una dominación inmediat~ y ~~­
formas precapitalistas de la producción, que son las de la comuna, "la tural; en el segundo caso, esta propiedad aparece como una dom10ac1on
tierra (es) a la vez instrumento primitivo de trabajo, laboratorio y reser- del trabajo y en especie, del trabajo acumulado, del capital. El primer ca-
va de materias primas (...), y el individuo considera las condiciones obje- so presupone que los individuos están unidos por un lazo cualquiera, ya
tivas del trabajo como suyas propias, como la naturaleza no orgánica de sea la familia, la tribu, el suelo mismo, etc. El segundo caso presupone
su subjetividad, como el vínculo y la ocasión en los cuales él mismo se re- que son independientes unos de los otros y que sólo se mantienen juntos
aliza como sujeto".37 ¿Estamos en la inmediatez? Sí, pero esta inmedia- por el intercambio. En el primer caso, el intercambio es esencialmente
tez incluye la colectividad comunitaria (comunista), que, por consiguien- un intercambfo entre los hombres y la naturaleza, un intercambio en el
te, forma parte también ella de la naturaleza: "Este comportamiento res- cual el trabajo de unos es trocado por el producto de la otra; en el segun-
pecto de la tierra, propiedad del individuo que trabaja, es inmediata- do caso es, de manera predominante, un intercambio entre los hombres
mente mediatizada por la existencia natural, más o menos desarrollada mismos. En el primer caso, una inteligencia media basta para el hombre,
y modificada históricamente, de] individuo como miembro de la comuna, la actividad corporal y la actividad intelectual no están de ningún modo
y de su existencia natural como miembro de un clan, etc." Y en una nota separadas todavía; en el segundo caso, la división entre el trabajo corpo-
en ese sitio, la siguiente observación: "El individuo que trabaja no apare- ral y el trabajo intelectual ya debe estar prácticamente realizada. En el
36 Grundrisse, "Formes prccapitalistes...", tr. fr. in Pléiade 11, p. 328. El texto es de primer caso, la dominación del propietario sobre los no-propietarios pue-
)857-1868. Tr. esp. de Wenceslao Roces: Marx Grundrisse 1857-1858, Móxico, Fondo de
Cultura Económicl\, 1986. 38 ]bid.
:J7 ]bid., p. 32-1.
150 ECONOMIA LIBIDINAL EL DESEO LLAMADO MARX 151

de descansar en vínculos personales, en una suerte de comunidad; en el plicado, pues el discurso de la economía política se engendra a partir de
segundo caso, debe haber cobrado una forma material, encarnarse en un la vacante o hiancia* que ella abre en el sujeto social: esto es lo que
tercer término, el dinero; en el primer caso, la pequeña industria mixta, Marx (más bien el fiscal, esta vez) intenta hacer comprender en la
pero subordinada a la utilización del instrumento de producción natural Introducción (de 1857) a la Cr(tica de la economía política, al decir que
y, por ese hecho, sin reparto del trabajo entre los diversos individuos¡ en ciertamente ha habido trabajo antes que el salariado y dinero antes que
el segundo caso, la industria sólo existe en la división del trabajo y por el capital, pero que es necesaria la práctica del "trabajo en general", del
esta división".39 Muy poca distancia entre los dos textos, a doce años de "trabajo sin rodeos"; práctica, dice Marx, que es la propia del trabajador
intervalo; y, si la hubiera, sería en detrimento del más joven, que habla norteamericano, la de la indiferencia por el "job", que ''ha devenido un
de la propiedad precapitalista como de una "dominación" mientras que medio de crear la riqueza en general y ha dejado de ser una sola y mis-
en 1857 reina plenamente la gran figura del Cuerpo (in)orgánfoo, el cual ma cosa con los individuos"42 -que es necesario entonces esta práctica
excluye toda relación de doJT11nación en el interior de sí mismo, y que só- de la escisión propia del capitalismo para que vuelvan a sí mismas, como
lo conoce los efectos de realización inmediata de una función parcial por categorías de la economía política, prácticas muy "anteriores" a esta esci-
las otras partes. sión-. Lo que se necesita explicar es la escisión, al mismo tiempo que es
Y no se puede despachar este tema de la naturalidad perdida di- en y de la escisión que nace esta necesidad de explicación. No podría de-
ciendo que Marx no hizo más que valerse de las formas preoapitalistas cirse que invocar la antípoda de una sociedad no escindida sea sólo una
de la producción para endurecer mejor su oposición a la forma capitalis- facilidad expositiva en Marx: ella rige su metodología (imposible, pero
ta y hacer aparecer esta última en su especificidad, aunque fuera al pre- ése es otro asunto), y rige su política que es, muy explícita y constante-
cio de una verdadera mitificación de las primeras.40 La presunta oposi- mente, abolir la escisión y establecer el gran cuerpo pleno y común de la
ción no es sólo una; hay para Marx una mutación, una r evolución, como reproducción natural, el comunismo.
dice el Manifiesto, entre todas estas formas precapitalistas y el capitalis- Esto está dicho, y no podría decirse más claramente, en el libro I
mo, una diferencia en el sentido de que, en este último, sólo existe opaci- del Capital, que además introduce, bajo apariencias un poco vergonzo-
dad, en este último sólo la sociedad se equivoca respecto de sí misma, en sas: "Puesto que a la economía política le gustan las robinsonadas, visi-
este último el trabajo, que aparece precisamente como una realidad coti- temos primero a Robinson en su isla".43 Siguen cuatro ilustraciones de la
diana, sólo puede aparecer a condición de haberse vuelto una abstrac- transparencia o naturalidad o inmediatez, cuatro formas de las que está
ción plenamente desnaturalizada, o, finalmente, sólo en el capitalismo ausente "todo ese misticismo que oscurece los productos del trabajo en el
esta desnatura1izaci6n requiere de una Spaltung, una escisión no período actual": bmpidez de la economía política de Robinson, vaya y pa-
solamente de los objetos (en mercancías y en bienes de uso; en valores y se; pero claridad no menor de la oscura Edad Media: "En la medida en
en necesidades) sino también de los sujetos en cuerpos concretos y en que la sociedad está basada en la dependencia personal, todas las rela-
fuerzas de trabajo contabilizadas. A la inversa de la inmediatez "precapi- ciones sociales aparecen como relaciones entre las personas. Los trabajos
talista", esta escisión es para Marx lo que hay que explicar: "Lo que re- diversos y sus productos no tienen en consecuencia necesidad de asumir
clama una explicación no es la unidad de los individuos activos y de las una figura fantástica distinta de la realidad. Se presentan como servi-
condiciones no orgánicas de su metabolismo con la naturaleza de la que cios, prestaciones y entregas en naturaleza". 44 ¿Esto quiere decir que la
se apropian; esta unidad no es el resultado de un proceso histórico. Lo
que debe ser explicado es más bien la separación de la existencia huma- • Traducimos béance, término filosófico de la lengua francesa, por hiancia, (béan-
te / hiante) .fieles a la decisión de Tomás Segovia de valerse de un tecnicismo de la retórica
na activa de las condiciones no-orgánicas de la existencia, separación para cubrir un significado que en el español no tiene significante asignable. Véase Nota del
que es perfectamente visible sin la relación entre el trabajo asalariado y traductor, en Lectura estructuralista de Freud, p. VD, M6xico, Siglo Veintiuno, 1971.
el capital". 41 Pero hay aún más: esta escisión no solamente tiene que ser 42 Critique de l'économie politique, tr. fr., Edit. Sociales, 1957, p. 168. Tr. esp. de
Wenceslao Roces: El capital, México, Fondo de Cultura Económica, 1946. Este tema de la
explicada, sino que pone en evidencia que hay algo que necesita ser ex- indiferencia es ampliamente desarrollado en el manuscrito titulado "Sexto capítulo.
Resultados del proceso de producción inmediato", que habría de ser parte del libro I del
Capital; traducido y presentado por Dangeville, Un chapilre inédit du Capftal, u.G.E.,
39 L'Idlologie allemande I, tr. fr., Eclit. sociales, 1968, pp. 79-80. 10/18, 1971, en parti cular las páginas 222 ss., 231 ss., 241 ss. Este manuscnto data de
40 Eso dice Poulantzas, en Pouvoir politique et classes sociales, Masporo, pp, 25-26, 1863-1866.
UM. 43 El Capital, 1, 1, tr. fr., Eclitions sociales, p. 88.
•IJ Gru11dris¡¡e, "Formae precapitnlistas", p. 329. 44- !bid., p. 89.
152 ECONOMIA LIBIDINAL

realidad del deseo (suponiendo que consista en su ambivalencia) se exhi-


be allí? ¿Por qué no? Marx no lo dice, pero, en fin, las "relaciones entre EDWARDA Y LA PEQUEÑA MARx
personas" son, a los ojos de Marx como a los de cualquiera, relaciones
plenamente transferenciales y constituyen un lenguaje humano verdade-
ramente apasionado. Baudrillard objetará que allí de ningún modo exis- Marx todo entero: la joven y el teórico; la joven que sueña la reconcilia-
te la transparencia con la que Marx sueña; pero que ella es la exhibición ción y el fin de la miseria de la escisión y que por lo tanto s~ distanc~a de
sin maquillaje de la ley del valor: "Cada chambeador sabe perfectamente la "realidad" (capitalista) para poder oponerle el cuerpo (m)orgámco Y
bien, sin recurrir a un Adam Smith, que lo que él gasta al servicio de su transparente, la joven que hace ese movimiento de desenganche_ y de
amo es una cantidad determinada de su fuerza de trabajo personal''.45 aniquilamiento de lo dado, que rechaza lo dado y se procura otro, Justa-
Correctivo que sería también válido para los dos últimos ejemplos de so- mente el rechazado, el de la transparencia perdida. Ahora bien ¿qué re-
ciedad en los que la economía política es juzgada cristalina: la realidad chaza ella en lo dado? La prostitución. Basta recordar el Manifiesto: la
-presente de la industria rústica y patriarcal de una famili~ campesina; y, familia burguesa descansa sobre el capital, sólo existe por la burguesía,
finalmente, la imaginación de "una reunión de hombres libres que traba- "pero encuentra su complemento en la ausencia de familia, imp1:1esta a
jan con medios de producción comunes, y que prestan, de acuerdo a un los proletarios, y en la prostitución pública"; es por eso que, ~1 el co-
plan concertado, sus numerosas fuerzas individuales como una sola y munismo tenía el programa de instituir la comunidad de las muJeres, no
misma fuerza de trabajo social".46 Robinsonada colectiva, dice Marx; ¿no había alfí mucho que hacer porque ésta ya era la institución de la bur-
es acaso el comunismo? Ninguna duda de que este último sea la (re)cons- guesía, la cual no solamente dispone de las mujere.s e hijas de lo~ prole-
títución del gran cuerpo orgánico o inorgánico, transorgánico o transi- tarios sino que "el matrimonio burgués es en realidad la comunidad de
tivo. Mas la objeción vuelve: esta transitividad está ya situada en la eco- las 111~jeres casadas" burguesas. El comunismo d~ las mujeres_ no haría
nomía política puesto que sólo concierne a las relaciones de trabajo, pro- otra cosa que exhibir y descubrir su actual comunidad clandestina. Pero,
ducción y distribución. Ahora bien, la sociedad sin inconsciente de agregan los autores, "se da por supuesto que con la abolición de las rela-
BaudrilJard no es solamente una economía política preburguesa, es una ciones de producción actuales desaparece también la comunidad de las
economía pre-política, libidinaJ, o incluso una pre-economía. Quizá la mujeres que resulta de ellas, es decir la prostitución oficial y no o~cial".47
frontera sea corrida en efecto aún antes en la arqueología fantástica, Ya en 1844 Marx ataca el comunismo grosero que n(I es, dice, más
"antes" de la producción y no solamente, como parece serlo en Marx, an- que generalización de la propiedad privada~ institución de un~ especie
tes del ocultamiento de la fuerza de trabajo en las relaciones capitalis- de comunidad privada o privativa, en particular para las muJeres. La
tas; desplazamiento de la línea de crítica que admite entonces por crite- misma posición que en 1848: la comunidad de las mujeres es la prostitu-
rio no solamente la forclusión del deseo en la práctica capitalista-capita- ción. El secreto del capitalismo se r evela: "Así' como la mujer pasa (en la
lizada, sino su negación en la circunscripción misma de un campo de la hipótesis de este comunismo) del matrimonio a la prostitución general,
economía. Sólo que el desplazamiento de una frontera permite cambiar el mundo objetivo de la riqueza, es decir la esencia objetiva del hombre,
la denominación de los países que se encontraban de un lado y del otro; pasa de la relación de matrimonio exclusivo con el propietario privado a
aquí eso ya no sucederá: economía capitalista versu.s economía capitalis- la de la prostitución universal con la comunidad". 48 Aquí una anotación
ta será: economía política o equivalencia versus intercambio simbólico o precisa: "La prostitución no es más que una e_xpr~sión particular_ de la
ambivalencia; pero e] sistema de oposiciones sigue siendo el mismo, y la prostitución general del obrero, y ~orno 1~ prosbtu_c1ón e~ una relac1~n en
formación de regiones distintas, y la constitución de una teatralidad por la que participan no sólo la prostituta smo también qmen la prostit~ye
exteriorización (del campesino, de Robinson, del trabajador socialista, -cuya abyección es aún mayor- el capitalista'. etcétera, cae tamb1én
del marginal), y 1ª c.rítica gue h~ sido posible por la posición de un incri- bajo esta categoría". . . .
Ucado ("lo que reclama una explicación no es la unidad de los individuos Lo que la joven soñadora rechaza en el capitalismo, baJo el nombre
activos y de las condiciones no orgánicas ...") entendido como el lugar des- de mediación alienada, es la prostitución. "Es el círculo vicioso habitual
de donde habla el criticante, y por consiguiente el nihilismo. Todo Marx
descansa sobre ese nihilismo.
d5 [bid. 47 Mani{este du parti communiste, tr. fr. Livre de Pocbe, 973, pp. 29-31.
4H !bid., p. 90. 48 Manuscrits de 1844, tr. fr:. Edit. sociales, 1962, p. 85.

153
154 ECONOMIA LIBIDINAL EL DESEO LLAMADO MARX 155

de la economía política: el objetivo es la libertad del espíritu; luego, para No ya un cuerpo, en efecto, sino una abstracción, no ya la unidad carnal,
la mayoría es la servidumbre embrutecedora. Las necesidades físicas no "artística", de w1 adentro y de un afuera, de un puño y de su herramien-
son el único objetivo; luego, para la mayoría son el único objetivo. O, in- ta, de una palma y de una playa de piel acariciada, de una casa y de un
versamente: el objetivo es el matrimonio; luego, para la mayoría, es la país circundante, de una fatiga y de su reposo complementario, sino el
prostitución. El objetivo es la propiedad; luego, para la mayoría, ninguna "cuerpo del capital", que no es un cuerpo orgánico, que le parece un cuer-
propiedad."49 Tema central y persistente y que incluso amplía su alcance po gravado por enfermedades repugnantes, cuyos órganos están separa-
cuando se desdibuja la oposición, señalada al comienzo, entre matrimo- dos por lo que debería reunirlos, cuya unidad "mediadora" no es totaliza-
nio y prostitución. Por ejemplo, en 1857, en los Grundrisse, en una nota dora-inmanente, sino trascendente-destotalizadora. El dinero del capital
al pie de página todavía (evidentemente): "La intercambiabilidad de to- reúne los incomposibles. No está constituido por un lento proceso de na-
dos los productos, actividades, relaciones, por otra cosa, por un objeto a cimiento y crecimiento como un ser vivo, sino por un acto discontinuo de
su vez indiscutiblemente intercambiable, por cualquier cosa, en resumen vampirización: no ha hecho más que apoderarse de lo que ya estaba allí,
el desarrollo de los valores de cambio (y de las relaciones monetarias) es presa de la disolución, fuerza de trabajo por un lado, masas de moneda
una sola cosa con la venalidad y la corrupción generales. La prostituci6n por el otro, medios de trabajar de un tercer o, para reorganizarlo de otra
generalizada o, para expresarnos de manera menos brutal, el sistema manera;54 él no puede existir como unidad "orgánica", su unidad es ex-
general de la utilidad y del uso, aparece como una fase necesaria, etc".50 trínseca, como lo es la que forman la impaciente perversión de un clien-
¿Ante qué retrocede, en cualquiera de sus edades, la pequeña te, la indiferencia de una prostituta y la neutralidad de un rufián. El he-
Marx? Ante Madame Edwarda. Batail1e decía: "Es inútil dar sitio a la cho de que el capital haga entrar en su ciclo de transformaciones indife-
ironía cuando digo que Madame Edwarda es DIOS. Pero que DIOS sea rentemente todas las actividades y vuelva indiscernibles los usos, para
una prostituta de casa clausurada y una loca no tiene sentido razonable- Marx es como si, habiendo perdido la sexualidad su anclaje, su finalidad
mente", 51 Marx no ignora nada de esta conjunción fatal y cita a y su justificación en la genitalidad y la reproducción, se desencadenara
Shakespeare, comentando las dos propiedades que el autor de Timón de la infamia de las pulsiones parciales. En lugar de la sensibilidad amoro-
Atenas reconoce en el dinero: "1 2 es la divinidad visible, la transfor- sa, la sensualidad en el sin sentido. En lugar del orden natural e inme-
mación de todas las cualidades humanas y naturales en su contrario, la diato, quizá la locura. "Sentada, ella mantenía en alto una pierna sepa-
universal confusión y perversión de las cosas; 22 es la prostituta univer- rada: para ofrecer mejor la hendidura acababa por estirar la piel con las
sal, el universal alcahuete de los hombres y de los pueblos",62 y volverá a dos manos. Así me miraban los "andrajos" de Edwarda, velludos y rosa-
citarlo en El Capital, en el capítulo del dinero. En la indiferencia o "igua- dos, llenos de vida como un pulpo repugnante. Yo balbuceaba suavemen-
lación de las diferencias" que resulta del mercantilismo y más aún del te: -¿Por qué me haces eso? -Ya lo ves, decía ella, yo soy Dios ...
capitalismo, y que el comunismo grosero no haría más que generalizar, -Estoy loco... -Pero no, tienes que mirar: ¡mira!"55
lo que Marx dice detestar, temer y rechazar (lo que él desea, por lo tan- La vulva exhibida de Edwarda, su síncope en la calle (porque como
to), es la destrucción de la "relación inmediata y natural del hombre con mujer de burdel, ella puede no obstante salir, al igual que cualquier tra-
el hombre", que sería en primer lugar "la relación de] hombre con la mu- bajador asalariado que no es un esclavo), su odio a su cliente ("Me ahogo,
jer;53 la desnaturalización de la mujer y, por consiguiente, la desnatura- grita ella, pero a ti, piel de cura, YO TE CHINGO... "), su regreso en taxi, el
lización del hombre y de la naturaleza misma. Y nosotros diremos que coito con el chofer desconocido basta con un orgasmo baboso y lívido, eso
este horror del dinero, del mundo del dinero que vende para comprar y es lo que promete el capital a los enamorados y enamoradas de cuerpo
que compra para vender, del mundo del capital como Medio de la prosti- orgánico y de armonías afectivas. El capital no es la desnaturalización
tución universal, es el horror (concupiscencia, por lo tanto) ante la "per- de la relación del hombre con el hombre ni de la relación del hombre con
versión" de las pulsiones parciales. la mujer, es la!irresolución ;de la primacía (¿imaginaria?) de la genitali-
Porque ¿qué ofrece a la casta pequeña Marx el sistema del capital? dad, de la reproducción y de la diferencia de sexos, es el desplazamiento

49 "Notas de lectura" (invierno 1843-1844), tr. fr., Pléiade rr, p.11.


50 Grundrisse, tr. fr. Pl~iade 11, p. 216. 54 Véase Grundrisse, "Formes.. ." : "El capilal no tiene mós que una sola propiedad, la
51 CEuures completes, m, Gallimard, p. 26. de reunir la masa de brazos y de inslrumentos que encuentra frente a él y que aglomera ba-
52 Man14.~oriü1dP. 1844, pp.121-122. jo sus 6rdenes. Eso es todo Jo que en realidad se acumula." Pléiade n, p. 352.
53 ]bid., p. Hli, 55 Madame Edwarda, p. 21.
156 ECONOMIA LIBIDINAL EL DESEO LLAMADO MARX 157

de lo que estaba en su lugar, es el destape de las pulsiones más insanas quería hacer esta crítica, no escapa al nihilismo de esta denegación, no
porque es el dinero como única justificación o vínculo y .porque en la me~ es por error, es porque ~9d_ª su crítica saca vigor de la denegación si-
dida en que el dinero puede justificarJo todo, desresponsabiliz~ y desva- guiente: no, ustedes no pueden hacerme gozar. Baudrillard no se aparta
ría absolutamente; es la sofisticación de las pasiones al mfamo tiempo de esa línea cuando agrega: ustedes no pueden hacerme gozar sino como
qu~ su prótesis energét~ca, y si la "unidad'' que quiere aplicar al cuerpo perversos, colocándome fuera de la ambivalencia, denegando la bisexua-
soci_al l_e c~usa tan~o m1~do .ª Marx, es porque ésta tiene ciertos rasgos lidad y la castración. Pues no se ve por qué esta limitación sería la pro-
an_tiunztarws y antitotalitarws en los cuales se advierte ]a gran película pia del capital. Se advierte perfectamente, por ejemplo, cuáles modos de
eñmera. goce están excluidos de la circunferencia de la homosexualidad helénica,
El descubrimiento de esta última, al menos el esbozo de su emer- o cuáles de la organización jerárquica de los gremios medievales. Por el
gencia en las aguas frías del capital, es lo que hace retroceder a la joven contrario, en el inmenso y viscoso circuito de los intercambios capitalis-
enamorada. ¿Qué es lo que queda por amar en esta sociedad, cómo vin- tas, ya sean de mercancías o de "servicios", parece ser que todas las mo-
cularse en la relación natural, inmediata, apasionada, cara a las almas dalidades del goce son posibles y que a ninguna la golpea el ostracismo.
puras? La tarea que la pequeña fija al abogado Marx es descubrir un ob- Además, en estos circuitos puede decirse que es 1a banda libidinal lo que
jeto de amor, un fuera de precio oculto, olvidado en la subversión de los sale a la luz en su polimorfia efímera y anónima.
precios, un más allá del valor en la feria de los valores, algo así como una Es necesario abandonar completamente la crítica, en el sentido en
naturaleza en la desnaturalización. Reencontrar una dependencia natu- que hay que cesar de criticar al capital acusándolo de frialdad libidinal o
ral, un Nosotros, una dialéctica del Tú y del Yo en la sórdida soledad de de monovalencia pulsional, acusándolo de no ser un cuerpo orgánico, de
la independencia pornográfica a la que la función capitalista del dinero y no ser una natural relación de los términos que pone en juego; hay que
del trabajo condena todo gasto de afectos. comprobar, examinar, exaltar las posibilidades pulsionales increíbles, in-
Si es ~er~ad que el modelo de la relación en la sociedad capitalista confesables, que pone en juego y, a partir de allí comprender que alU
es la prost!tuc1ón, entonces de ahí se desprenden dos cosas: la primera, nunca ha habido cuerpo orgánico, relación inmediata y de naturaleza en
muy cono~1da, es que todas las relaciones son mediatizadas y aplastadas el sentido de un sitio establecido para los afectos, y que el cuerpo (in)or-
en_ el Medio de los rufianes-capitalistas; pero la segunda, escondida en la gánico es una representación en el escenario del teatro del capital mis-
primera, es, desde el punto de vista de la consideración de un cuerpo or- mo. Reemplacemos la crítica descolorid~ ~ actitud más próxima de
gánico, la desaparicjón de este último, su remplazo por series de relacio- lo que experimentamos efectivamente en nuestras relaciones corrientes
nes singulares, anónimas e indiferentes (pero solamente desde ese punto con el capital, en la oficina, en la calle, en el cine, sobre las carreteras, en
d~ vista), entre los clientes y las prostitutas. El conjunto de los cuerpos vacaciones, en los museos, los hospitales, las librerías, es decir una fasci-
ch~ntes ~o forma un_ c~erpo orgánico, y tampoco el de los cuerpos prosti- nación horrorizada por la gama completa de dispositiv¿s de goce. Es ne-
tuidos. Solo_ la colectividad de rufianes-capitalistas hace cuerpo, un cuer- éesaño -decir: l.a pequeña Marx inventa la crítica (e inventa a su gordo
po clandestino, un estado-mayor, y es sólo por instancia de las pulsiones fiscal barbón) para defenderse de esta fascinación horrorizada, que es la
de to?as las pulsiones sobre su centro de poder, que los clientes y la~ que nos produce el desorden pulsional.
prostitutas, los consumidores y los productores tienen una suerte de Es cíerto que la prostitución es además un orden, un recorte y una
existe~cia colectiva. La "desaparición" del cuerpo orgánico, he aquí la distribución de los movimientos pulsionales sobre polos distintos, en los
acusación qu~ condena, en suma, desde Marx hasta Baudrillard (pero que cada uno cumple una función definida en la circulación de los bienes
eso va más leJos, en los dos sentidos), al dispositivo del capital. y de los goces. Pero las intensidades no se alojan allí menos que en toda
Pues bien, muy lejos de que este rechazo nos aclare acerca de la la red posible. Madame Edwarda no es solamente una prostituta en este
función Iibidinal, o acerca de las funciones libidinales relativas a cada sentido de orden que autoriza una semiótica y una sociología de la prosti-
"posta" económica del capital, mantiene, por el contrario, bajo la forma tución; ella es también una loca. ¿En qué consiste su locura? En el exceso
de una denegación previa a todo análisis, la idea de que el capitalismo de su goce en posición profesional. La regla de la frialdad no se respeta,
nos priva de las intensidades afectivas. Esta denegación es lo que intro- por el contrario, lo que ella osa procurarse en favor de su oficio es el desa-
duc.e a Ja economía_ política y a la semiótica corno "cien~ias" separadas, es rreglo del furor y del orgasmo. No la disyunción de lo que pertenece al
decir absurclns .Y CJegas acerca de sus presupuestos, pero os ta mhi6n lo amante (eventual) y de lo que pertenece al cliente; sino la barra de dis-
qu e POl'SiRl1u Nl "uht<mcfor lo crítica de esas "cienciu11''; y tti M111·x, que yunci6n que da vueltas sobre la función disyuntiva misma: la intensidad
158 ECONOMIA LIBIDINAL EL DESEO LLAMADO MARX 159

se produce sin ninguna referencia al afuera, sino por el calentamiento al deren dignos de satisfacerlas".56 Madame Edwarda está a punto de
rojo blanco de lo que pone en el afuera. El chofer de taxi. habrá hecho su transformar el burdel donde se gana la vida en una de esas casas demo-
jugada en un triste turno; pero no h abrá pagado nada, su vehículo h abrá cráticas de voluptuosidad, sitio de emergencia de las intensidades en la
hecho las veces de recámara de hotel, no habrá pedido nada y, fmalmen- isonomía política. Y Marx discierne h orrorizado(a) hasta qué punto una
te, lo que habrá tomado y penetrado será la demencia y no la neutra car- igualdad disimula a la otra, hasta qué punto la equivalencia mercantil
ne venal La prostituta Edwarda viaja aUende cualquier organización estimula, aunque encubriéndolo, el intercambio de voluptuosidades y
proxenética, pero en el sitio, en el terreno mismo de esta organización, pronto también la igualdad de los derechos sobre el goce, que es su vaga-
por la circunstancia misma de su posición de cuerpo-mercancía. bundeo sin límite. Una igualdad es el orden; y la otra, que es la misma
Su furor, que es arrancado a la barra disyuntiva, a lo que acota to- pero sin el rufián y el dinero, es la subversión de ese orden. Subversión
dos los furores entre clientes y cortesanas, ciertamente va a la par de por condensación: la puta es ella misma su rufián, el trabajador su pro-
otro rasgo esbozado por Bataille, su autonomía en la organización prosti- pio patrón. Pero sobre todo el goce de fornicar o de trabajar no constituye
tutiva. Si la prostituta es su propia amante, si ella se ofrece sin la excu- su instancia sobre una ausencia, el Medio, el Capital. ¿Fin de la alie-
sa siquiera de la maldad de los rufianes, si Jesús trepa por la cruz sin nación?
haber sido invitado a hacerlo por su padre, si, por ende, no hay nadie pa- Tal vez nada de eso: Sade ve también en su extraña institución li-
ra recibir el precio del goce-sufrimiento, no digo que todo se vuelva claro, bertina un factor de orden, pero de orden polttico. El círculo de la deter-
pero, en fin, el velo de intenciones cuyas intensidades disimula la organi- minación de instancias y de las contabilidades se reconstituye al costado
zación se levanta un poco, ya sea la organización del comercio de muje- de los circuitos económicos, sobre el círculo político. Se dirá: recupera-
res o la organización del trabajo y de su mercado, y revela que es necesa- ción, pero no de todo; las intensidades no cir culan jamás como tales, sino
rio una nada, en el seno mismo del orden prostitutivo-salarial, para que disimuladas; por no hacerlo en la equivalencia mercantil, se disimularán
la locura de Edwarda se levante por doquier (lo que Chaplin había mos- en la igualdad republicana. Este desplazamiento, si se difundiera como
trado en Los tiempos modernos: el O.S. deviene una especie de dios loco quería Sade, sería un verdadero desplazamiento, de ningún modo una
cuando su cuerpo deja circular el goce que recibe de las máquinas y que derrota de las libertades o más bien de las libidinalidades, y Marx no se
él les transfiere): esa nada es la destrucción del círculo de referencia del equivocó al respecto. En la prostitución capitalista, él denuncia el estu-
Medio y del triángulo divino, o sea del capital como lugar de las cuentas. ' pro; pero lo que alll se denuncia es la perversión polimorfa sin amo, la lo-
Eso no quiere decir que la ley, que la disyunción que separa a la mujer de cura de los "andrajos" de Edwarda que sus propias manos abren; locura
su cliente desaparezca, por el contrario, queda una barra infranqueable y riesgo y anonimato puesto que, como en la masturbación, manos en pe-
(que siempre podrá dar lugar al retorno del poder, al retorno del conta- zones, en clítoris, en el borde del glande, no son entonces mías ni de na-
ble, del semiólogo), pero es sobre esta barra y de esta barra misma que va die, y puesto que la erección y la detumescencia que obtienen no se de-
n provenir el extremo goce, y este goce extremo es perfectamente una in- ben ni siquiera a ellas, ni manos de mujer ni manos de hombre, no son
tensidad en la medida en que no inflama sólo a la clientela, sino al per- su producto, son tensiones inasignables.
i;onal, no sólo al cliente, sino a la mujer, de manera tal que aquí se dibu- O como en esta figura del apareamiento: posición en cuclillas pies
ja, en la locura, la supresión de la religión (ya sea del suave Jesús, del sobre muslos, sodomización hasta la punta del pelo, pecho izquierdo alo-
severo rufián o del capitalista cualquiera). jado en la \sangría de brazo izquierdo, derecho en el hueco de palma iz-
¿No era esto lo que proyectaba Sade en sus instituciones de volup- quierda, pezón derecho pellizcado y erguido entre pulgar e índice iz-
t,nosidad, profundamente igualitarias, y de una igualdad completamente quierdos, cabeza boca arriba sobre hombro izquierdo, boca abierta hasta
dircrente de la que el capital toma por su cuenta y extravía en el peque- las comisuras, sondeo del refugio hiante por tres dedos centrales unidos,
~º miedo de sus ecuaciones, de una igualdad en la disponibilidad de go- irrigación de lengua y paladar por el licor extraído. Quedan dos manos,
7.lll', no en la propiedad (el capital), sino en el goce o aun en el "derecho cuatro pies, alientos, el sudor de las caras internas bañando el contacto
do propiedad sobre el goce", como decía Sade? En esas casas de libertina- espalda torso. ¿Qué corresponde a quién?
ju republicanas, no solamente "todos los hombres tienen el mismo dere-
rho do gozar de las mujeres", sino que "bajo la cláusula especial de li-
b,•nrao udcmás a todos los que lo deseen, es necesario quo lna mujeres 56 La Philosophie dans le boudoir, "Fraw¡;ais, encore un efl'ort...", Pauvert, 1972, pp.
tl\llJ!lln In libClrtnd de goznr ir,uolmontc de todoii nQ\ll.'11011 qui• e llni. consi~ 215-217.
160 ECONOMIA LIBIDINAL

O como en esta figura de la separación: llevan bajo sus uñas restos


de piel recogidos de tanto rascar caminos sobre las crestas de las cade-
ras, las axilas desplegadas, la caída de los hombros y la de los riñones. LA FUERZA
No son dos identidades que se disyuntan en la separación, dos cuerpos
devueltos cada uno a sí mismo. La barra de división atraviesa imprevisi-
blemente los campos de vist_a, de tacto, de olfato y de oído; la textura de La instancia de la cr(tica de la economía política ha sido establecida so-
la piel "pertenece" también a las lenguas que hemos amado u odiado, no bre el cuerpo (in)orgánico; es él, el cuerpo bello de la genitalidad reconci-
solamente al presunto cuerpo que aque11a envuelve. Las partes se entre- liada, lo que permite caracterizar y rechazar el capitalismo y el salariado
mezclan de manera inextricable en relación con el orden de "esto es tuyo corno propios de la prostitución. Toda la "crítica" se articula sobre los si-
~9~ ' guientes enunciados simples: la ganancia oculta la plusvalía, la plusva-
Ese orden es el orden del capital, pero ese desorden es el desorden lía procede del ocultamiento del valor de uso de la fuerza de trabajo por
del capital. El orden cuenta y hace sus escrituras, el desorden se multi- su valor de cambio; o sea: del ocultamiento de su fuerza sustancial, so-
plica por esas cuentas y sufre sacudimientos. La figura de Madame breabundante, por su propiedad de mercancía intercambiable, suficien-
Edwarda se repite en la del inasturbador-escritor, dispositivo capitalista te; por lo que el capita1ismo también tiene que despreciar el origen de su
por excelencia: "Para la reflexión, dice Guyotat, no hay espectáculo más crecimiento, y este desprecio es fatal para él.
brutalmente excitante que el de un niño que con su mano izquierda se ¿Es esto disimulo de la potencia en el orden? No. ¿Es lo mismo que
masturba en este aparato, y con su mano derecha escribe. Hay que ver habíamos querido mostrar respecto de los signos, el signo sensato, aquel
en la perturbación de entonces uno de los términos de esta voluntad pul- del valor de cambio, que disimula al signo tensor, el cual se confundiría
sional contradictoria de ser a la vez visto y fisgón (clarividente), rufián y entonces con el valor de uso, y a la inversa? De ninguna manera. El va-
puta, comprador y comprado, fornicador y fomicado".57 Ahora, ¿qué ha- lor de uso pertenece tanto al sistema de los signos sensatos como el valor
cía la mano izquierda del fiscal Marx mientras él escribía El Capital? de cambio, no es su exterioridad; pero Marx dice que sí lo es, precisa-
mente a propósito del valor de uso de la fuerza de trabajo. El piensa que
su exterioridad, su heterogenidad, es responsable, y la única responsable
de introducir los acontecimientos en el sistema: si el capital es amenaza-
do, piensa el fiscal, es porque no puede al mismo tiempo reducir al míni-
mo el tiempo de trabajo (v) y seguir obteniendo ganancia de la explota-
ción de esta fuerza, en la medida en que el aumento de la composición
orgánica c/v no cesa de hacer bajar la tasa de ganancia y la incitación a
invertir. El capital capta la fuerza y la convierte en trabajo social medio,
medido por reloj: "ata" la fuerza.
Se podría establecer una suerte de homología entre este esquema
y el de Freud: algo atenta contra el "aparato psíquico" o contra el capi-
talismo, una excitación que procede de la X pulsional o de la fuerza y
en relació}i_ a la cual el "aparato" o el sistema reacciona no solamente
atando los efectos perturbadores que resultan de la introducción de es-
ta fuerza en un circuito de tensión regulada, sino modificando, y en
particµlar subiendo la capacidad del regulador de tensión, a falta del
cual el sistema se rompe. Es que para el fiscal al menos el capital con-
siste en un desvío de fondos, en la captura de la fuerza y en la puesta
en circulación regulada bajo la ley del valor y bajo la forma del trabajo
acumulado o "muerte". La fuerza viva es la pulsión fuente del aconteci-
miento, el capital es su muerte en la medida en que es su atadura. No
obstante, Freud distribuirá más bien estos roles a la inversa: lo que ha-
67 "Langago du co!'ps", en Artaud 10/18, 1973.

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162 ECONOMIA LIBIDINAL EL DESEO LLAMADO MARX 163

ce acontecimiento es pulsión de muerte, el Eros de vida es lo que hace se le cause, sino un meta-perjuicio, un perjuicio que no es económico sino
sistema. ontológico. Entre el valor que esta fuerza añade a la de los medios de
Esta inversión de los signos permite evidentemente señalar un producción utilizados, y su "verdadero" valor de uso, la distancia es ina-
"optimismo" de Marx y un "pesimismo" de Freud. Pero a su vez oculta lo preciable. Eso no quiere decir que no se la podría fijar, de hecho lo está
esencial: que la dialéctica se cumple enteramente en el juego de la fuerza por las discusiones continuas, las concertaciones y las protestas que ro-
y del sistema; la acción, por más indirecta que sea, de la primera sobre el dean la definición de los salarios y de las condiciones de trabajo. Pero, si
segundo, es lo que conduce a éste a su punto de ruptura. En Freud, por el precio de la fuerza en su función donadora no puede ser establecido si-
el contrario, la oposición no es dialectizada y no es dialectizable (bajo la no arbitrariamente respecto de lo que pasa con las otras mercancías, es
reserva de una acción de la cura) entre las pulsiones letales y la organi- porque ella no es, porque se mantiene fuera de ualor, y porque ese precio
zación erótica; por cierto, ésta ata a aquéllas y, en un sentido, obtiene no podrá ser fijado sino en un contexto extra-económico, fuera del siste-
"beneficio" de ellas (el famoso "beneficio secundario"), pero las primeras ma del valor, en el contexto de la lucha de clases. Es por ahí que se esca-
no son exteriores al aparato regulado, sino que más bien la h abitan, y es- pa la fuerza en el enfoque economista, o sea por su función originaria, y
ta cohabitación impensable del regulador y del desarreglo bajo los mis- es por eso mismo que ella es perturbación y desorden, y que su evalua-
mos signos es propiamente el disimulo o disimilación mediante el cual ción obliga a recurrir a los conflictos o a los organismos de concertación,
todo signo intenso se ofrece como signo codificado, y a lgún signo codifica- que ya no parecen proceder del cuerpo regulado del capital, sino del
do (pero inasignable) encubre una intensidad. Aun cuando Freud mismo cuerpo socio-político disparatado, incierto, equívoco, perturbado. La tras-
se haya equivocado al respecto, por ejemplo, al interpretar en El males- cendencia de la fuerza respecto del sistema se marca, en consecuencia,
tar en la cultura las pulsiones de muerte como agresividad, restablecien- en el traslado de su definición del campo de la reproducción al campo de
do, por consiguiente, una especie de binarismo pulsional, su invención de las luchas.
1920 da lugar u ocasión a un monismo disimilador: nada equivalente en Prostitutas que se organizan para combatir la dominación de los
Marx; demasiado cristiano para eso. rufianes. La consecuertcia "política" viene sola, a los ojos del marxista: si
Un primer "efecto" determinable (y lo es "de origen") para este es para obtener un m ejor porcentaje sobre las tarifas del turno, perma-
Marx andrógino, es la escisión [cliuage] de la fuerza en fuerza viva y necemos en la desnaturalización de la fuerza , nos inscribirnos en el siste-
fuerza muerta. Viva, la fuerza da más de lo que toma, consume menos de ma, encerrarnos allí la fuerza de trabajo por completo, asimilada a partir
lo que produce, pequeño milagro meta-económico de la donación dis- de ese momento a una mercancía. Eso será denunciado como economi-
pendiosa que sería el origen olvidado de todo enriquecimiento. Lo que es cismo en la crítica leninista de la r eivindicación sindical. La buena lucha
matado en la reproducción es este exceso absoluto, improbable, n egen- apunta por el contrario a emancipar los cuerpos venales de las transas
trópico. Ahí se trata del verdadero origen del capital, acontecimiento in- de sus presuntos rufianes (cuando son los primeros los que sostienen a
mutable que sostiene sin cesar el proceso de acumulación ampliada y los segundos) y a restablecer por doquier la magnífica trascendencia de
que debe dar lugar a su decreto de muerte. La fuerza de trabajo así su- Eso que daba (la fuerza), que enmascara la infamia de Aquello que reci-
puesta, fuerza que dispensa más energía (traducida en valor en el siste- bía (el capital). La esperanza de la joven mujer política es simplemente
ma) que la que gasta, satisface plenamente la demanda formulada por que las prostitutas vuelvan a ser vírgenes fecundas, los miembros de un
J3ataille del dispendio y de la consunción. ¿Qué es esta fuerza sino el re- puro cuerpo (in)orgánico del que ellas en realidad forman parte. Y que
greso a la "crítica" de un elemento indispensable al modelo de la dona- s1.1- donación sea r epartida entre ellas, en ~roporción, finalmente, de sus
ción de prestigio? La fuerza se consume y es esta consunción misma lo necesidades respectivas, exactamente como sucede, según piensa Marx,
que permite al capital acumularse. Un modelo semejante se erige contra entre órganos en un cuerpo ,orgánico sano. Capital o prostitución, enfer-
ol del intercambio. Ustedes creen que hay intercambio, dice la pequeña medad de un cuerpo social,' parte que absorbe las fuerzas de] todo, que
Marx, pero por debajo de todos los intercambios a igual valor hay una altera la relación de lo que se da y de lo que se toma, que derriba la rela-
clonación de origen, una relación irreversible de inegalidad que hace que ción del donante y donatario, el "patrón" que parece dar trabajo y super-
~odn!l las igualdades e igualamientos sean ilusorios. La fuerza de trabajo vivencia, cuando es el trabajador el que enigmáticamente da el exceso de
MLá /iwrct de precio, o al menos fuera de valor, en la medida en que como la potencia, la cual, en su exaltación, se torna la sedicente "sabiduría" de
ori~{Otl clo lu plusvalía escapa a todo el sistema de eva1uuclon<>i; itl mismo la regulación concertada de los empleos, los salarios, los precios. Las
l,it•n1po que lo huco poaihlH. Aunque osto no sea un podnirio ;1, 111,•ra.l qnc emociones de odio o de desesperación que pueden hacer presa de los mili-
164 ECONOMIA LIBIDINAL EL DESEO LLAMADO MARX 165

tantes de izquierda o de los trabajadores más exasperados cuando ven ducción sin explotación de la fuerza de trabajo inmediata y en conse-
que "el proletariado" acepta luego de negociaciones nuevas tarifas para cuencia sin proletariado, lea todavía allí la promesa de una fuerza de
su prostitución, no tienen desde luego los motivos económicos que sus- trabajo, pero anónima y triunfante: "La apropiación por el hombre de su
tentan, en efecto, las quejas de los dueños de las empresas, los sindicatos propia fuerza productiva universal", tal es el nuevo sujeto social, cons-
y los partidos (todos buenos rufianes), sino que se alimentan en la pasión ciente, sabio y pudiente. ¿Se trata siempre del mismo cuerpo unificado
de una otra parte, de un cuerpo orgánico escondido bajo el cuerpo abs- que reclamaba el amor de la genital pequeña Renana? No, ya no es un
tracto del capital, de una potencia alojada por debajo o por fuera d~ }as cuerpo orgánico, es un cuerpo sin carne, un cuerpo de máquinas que obe-
relaciones de poder. decen a una cabeza inmensa. Las máquinas "son órganos del cerebro
Pues bien, esta idea de una exterioridad trascendente de la fuerza humano creadas por las manos del hombre: es la potencia materializada
respecto del sistema, que estaría en el origen de la plusvalía y por lo tan- del saber''.59
to de la ganancia, parece estar seriamente amenazada por el estado ac- Ahora bien ¿ese cuerpo sería socialista o capitalista? Marx escribe:
tual de la producción capitalista. Marx mismo lo sabe, como así lo testi- "A partir de allí la producción fundada sobre el valor de cambio se de-
monia un texto de los Grundrisse,58 en el que dice claramente que la rrumba (. ..)". Y, más fuertemente: "El capital pone en movimiento todas
fuerza de trabajo individual en su uso inmediato deja de ser la fuente de las fuerzas de la ciencia y de la naturaleza, estimula la cooperación y el
la riqueza a medida que se desarrolla la gran industria, a medida por 1o comercio social para liberar (relativamente) la creación de la riqueza del
tanto de que "el conjunto de los conocimientos (knowledge) se vuelve po- tiempo de trabajo (. .. ). Esas son las condiciones materiales que harán es-
tencia productiva inmediata". Observación que, en este punto decisivo de tallar los fundamentos del capital".60 ¿Por qué este estallido? Porque el
la acusación que el fiscal se encarga de levantar contra el capital, a sa- capital "pretende medir en tiempo de trabajo las inmensas fuerzas socia-
ber la explotación o, com o él dice, "el robo del tiempo de trabajo de los les así creadas, de manera que contenga, inmovilice y limite sus adquisi-
demás, base actual de la riqueza", no deja de desesperar a la pequeña ciones". Y ésa es la "contradicción en acto": "Reducir al mínimo el tiempo
Marx. Esta base es sólo actual, y muy lejos de que los miserables puedan de trabajo, haciendo de él la única fuente y medida de la riqueza".61 Si,
esperar pedir venganza por ese robo mediante un derrocamiento (una re- por lo tanto, amigos, el capital debe reventar, será por contabilizar toda
volución) que permitiera finalmente que la fuerza de trabajo fuera hon- riqueza como tiempo de trabajo, porque el patrón y la base del valor son
rada en su trascendencia inalienada, es el desarrollo mismo del capita- y siguen siendo la fuerza de trabajo medida en tiempos de reloj. Ahora
lismo lo que los coloca "al margen (neben) del proceso de producción, del bien ¿quién dice eso? En cuanto a la base del valor, no el capital, que no
cual eran antes agente principal". De este modo, más trabajo suplemen- quiere ni puede saber nada acerca de su origen, sino el fiscal barbón en-
tario como condición del desarrollo de la riqueza en general; más necesi- carnizado con las causas; esta "contradicción" sólo es mortal, evidente-
dad de la generosidad dispendiosa de una fuerza para asegurar el creci- mente, en la medida de su odib.
miento. En cuanto a la medida de los valores, el capitalista tiene pronta su
Es cierto que Marx, inquieto, sustituye de inmediato al sujeto mise- respuesta: no contabilizarnos en tiempo de trabajo, tomamos cualquier
rable, así puesto al margen, por otro "principal pilar de la producción y unidad susceptible de asegurar en los hechos un mínimo de consistencia
de la riqueza", el "individuo social", o sea "la inteligencia y el dominio de a nuestro sistema (que es producir por producir); aunque el cuerpo de las
la naturaleza por el conjunto de la sociedad". ¿Cómo entender este indi- máquinas coronado por una gran cabeza abstracta, que ustedes llaman
viduo social? ¿Una sociedad que deviene sujeto de la producción en su sujeto social y fuerza productiva universal del hombre, no sea otra cosa
conjunto? ¿Es un conjunto de individuos cuya socialización será aumen- que el cuerpo del capital moderno. El saber que allí se pone en juego no
tada de manera inconcebible, o sea "el desarrollo artístico, científico, etc., es de ningún modo cuestión de todos los individuos, está separado, es un
de cada uno" gracias a la reducción al mínimo del tiempo de trabajo y a momento en la metamorfosis del capital, que le obedece tanto corno lo go-
la extensión de su tiempo libre? Las formulaciones del sabio fiscal sobre bierna. Y los salarios de hoy, continuará diciendo el defensor de los amos
este terna son vacilantes; pero esta vacilación no es aquí importante; pe- burgueses y burócratas, ¿acaso no contienen indistintamente el precio de
ro sí lo es el hecho de que Marx, situado ante la perspectiva de una pro- venta del tiempo de trabajo y una fracción del excedente redistribuido?

58 Tr. fr., Anthropos, D, pp. 233 y ss.; Pléiade, pp. 305 y ss. El texto fue tomado y discu- 59 ]bid., Pléinde n, p . 307.
tido por Marcuso en L'Homme unidimensionnel, Ed. de Minuit, 1068, p. fil; por Mattiok, 60 ]bid., pp. 306-307.
on M(J,~ et Keyne11, 19~9, k . fr. pp. 234-236; por Naville, en Le Nnuiw.a11 /Jvhitlum, t. r. (ll ]bid., p. 806.
166 ECONOMJA LIBIDINAL

En cuanto a la formación de capital adicional, ustedes saben bien que se


ha vuelto imposible imputársela de manera válida a la diferencia metañ-
sica entre valor de uso y valor de cambio de una presunta fuerza de tra- LA TAUTOLOGIA
bajo, diferencia que sería la única en el origen de la plusvalía, pero que
simplemente requiere en general de una desigualdad o de una diferencia
de potencial en alguna parte del sistema, diferencia que marca en él la Si el sistema del capital en definitiva es todo un conjunto natural, y
orilla al mismo tiempo que atestigua que ese sistema no estaría aislado Marx mismo no está lejos de reconocer, en más de una confesión, su su-
sino que debe extraer sin cesar energías de las nuevas reservas para prema traición a la causa que se supone debe defender, 62 muchas oposi-
transformarlas en más mercanctas. Tal vez haya "debido" valerse prime- ciones, surgidas del deseo de escindir [cliver] los datos, deben caer.
ro de las energías humanas, pero eso para él no es esencial y puede so- Dispondríamos de buenos elementos para arruinar, por ejemplo, aquella
brevivir muy bien a la explotación en el sentido en el que usted, fiscal de de las "necesidades fijas" versus necesidades artificiales;63 conformémo-
los miserables, lo entiende, y no exigir, como todo sistema natural com- nos con sacar consecuencias de la eliminación de la pareja valor versus
plejo, más que una superioridad irreversible en su relación metabólica valor de uso.
con el contexto bio-físico-químico del que extrae su energía. Exterioridad Determinar la primera no exige, al parecer, más que dos cosas: defi-
de esta última, en efecto y en consecuencia, pero de ningún modo tras- nir un patrón de cuantificación aplicable a todas las mercancías que en-
cendente: simplemente natural. ¿Usted mismo, fiscal, no dice: "Inteligen- tran en la producción, y reglas de proporcionalidad para la redistribu-
cia y dominio de la naturaleza por el conjunto de la sociedad"? ¿Qué es ción de los productos en ]as diversas ramas productivas. Es así como lo
esta naturaleza, fiscal? ¿Un "objeto" frente a un "sujeto" social producti- entiende Piero Sraffa cuando, a l postular un cuerpo de capital regulado
vo, o bien el contexto (natural) en el cual un sistema, igualmente natu- en forma de bucle (in self-replacing state), construye lo que llama una
ral, extrae su energía? Y si ese fuera el caso, ¿de quién seria la culpa? mercancía-patrón como una entidad compuesta formada de n ramas pro-
ductoras que se redistribuyen la totalidad de sus n productos de acuerdo
a una ley de proporcionalidad que permitirá restablecer la distribución
anterior de los productos y recomenzar la producción de acuerdo a los
mismos métodos.
O sea un cuerpo de producción compuesto de dos ramas o empresas,

62 "Si quisiéramos pretender, como ciertos adversarios sentimentales de Ricardo, que


la producción como tal no puede ser el objetivo, olvidaríamos que la fórmula: la producción
por la producción significa simplemente: desarrollo de todas las fu erzas productivas huma-
nas, por lo tanto desarrollo de la riqueza de la naturaleza humana planteado como su pro-
pio objetivo. Si oponemos a este objetivo el bienestar del individuo, que, por ejemplo, no es
necesario hacer la guerra porque los individuos serían matados en ella (... ), no comprende-
mos que ( ...) el desarrollo superior del individuo no so compra sino mediante un proceso
histórico en el que los individuos son sacrificados. Sin hablar siquiera de la esterilidad de
todas estas consideraciones, puesto que en el reino animal,· tanto como en el vegetal, las
ventajas de la especie siempre triunfan en detrimento de aquéllas de los individuos. La
b1utalidad de Ricardo no era poi: lo tanto simplemente honesta desde el punto de vista
científico, sino además científicamente impuesta por su punto de vista. Poco le importa, en
consecuencia, que el desarrollo de las fuerzas productivas mate la propiedad rural o los
obreros (. ..)." Histoire des doctrines économiques, tr. fr. Costes, IV, p. 11; citado por S. Latou-
che, Epistémologie et économie, pp. 569-570.
63 Marx opone a Stirner, en un pasaje de La ldeologta alemana sacado de la parte "San
Marx", la fijeza natural de los "deseos", es decir de las necesidades alimentarias y sexuales.
E. Fromm cita este texto en Marx's Concept of Man, su introducción a la edición de los
Manuscritos de 1844, Nueva York, 1960. R. Kalivoda retoma toda esta discusión en una
lm·ga nota de su Marx et Freud, tr. fr., Anthropos, 1971, pp. 81-84.

167
168 ECONOMIA LIBIDINAL EL DESEO LLAMADO MARX 169

una (T) productora de trigo, la otra (H) de hierro; todo el trigo producido Sraffa parte de hechos, como Marx, pero no son los mismos hechos:
por T debe ser redistribuido entre T y H como medio de ~ubsistencia y co- el hecho de....Marx~eS-Y sigue siendo, de una punta a la otra de la carrera
mo medio de producción (alimentación de los trabajadores); lo mismo pa- de fi~al romántico, la alienación del trabajo en la propiedad, en el capi-
ra el hierro. El valor, dice Sraffa, será la proporción en la cual x quinta- tal, la cual no es por consiguiente un primer hecho, sino algo que hace
les de trigo se cambiarán por y toneladas de hierro de manera que uno y referencia a un ''hecho" todavía más arcaico y oculto: la instancia perdi-
el otro se redistribuyen enteramente entre T y H como si estuvieran al da del trabajo y de las necesidades, por una mediación inmediata, ~n
comienzo. O sea, por ejemplo, el sistema de producción siguiente organi- una naturaleza social o en una sociedad natural: hecho nihilista que es
zado en dos ramas: materia de interpretación. El hecho de Sraffa es el sistema del capital co-
mo productor y consumidor de mercancías: hecho a construir, positivista.
(T) 280 qx de trigo + 12 t de hierro > 400 qx de trigo Aquí no hay punto de origen auténtico ni punto de llegada desrealizante;
(H) 120 qx de trigo+ 8 t de hierro> 20 t de hierro hay clausura, las mercancías se transforman en mercancías y tanto el
salario como la ganancia son tomados como variables, dependientes una
Sólo hay un valor de la relación hierro/trigo que permite la repro- de la otra ciertamente (ganancia= 1-salario), pero ofrecidas a la observa-
ducción homogénea, que aquí es 1/1 O. En efecto, T emplea para su repro- ción, que no necesitan ser explicadas o interpretadas; lo que es necesario
ducción 280 qx de trigo sobre los 400 productos; cede a H la diferencia, o explicar, es decir construir, por el contrario, es de qué manera, con los
sea 120 qx, los cuales H necesita para su reproducción. Inversamente, H "métodos de producción" (o sea aproximadamente las "composiciones or-
va a ceder a T (20 - 8) = 12 t de hierro, que T emplea para su reproduc- gánicas") diferentes según las ramas, el sistema puede sin embargo
ción. Por lo tanto, a condición de que 120 qx de trigo se cambien por 12 t mantenerse en equilibrio, es decir subsiste como sistema. El valor es
de hierro, las composiciones de los medios de producción de las dos ra- simplemente el conjunto de las reglas de transformación de todas las
mas serán así reconstituidas en su estado primigenio.. El valor, dice mercancías productos en mercancías-bienes de producción. El sistema
Sraffa, es por lo tanto la relación de igualdad de 1O qx de trigo con 1 t de completo de estas transformaciones pude ser tomado como unidad(= 1),
hierro. y el valor de cambio de cada mercancía podrá ser expresado en términos
Se trata en efecto de un patrón de medida, ya que "no existe más de esta ''mercancía compuesta-patrón", es decir de manera absolutamen-
que un solo conjunto de valores de cambio que, si es adoptado por el mer- te cerrada; clausura por lo tanto en el nivel del sistema de las ramas: "La
cado, restablece la distribución original de los productos y hace posible la relación de intercambio (de un producto fundamenta1)66 depende tanto
repetición del proceso".64 La mercancía-patrón o el sistema-patrón será, de la utilización que se hace de ella en la producción de otras mercancías
en un conjunto complejo, este conjunto único de valores de cambio que fundamentales, como de la medida en la cual esas mercancías son utili-
permite volver a llevar el cuerpo de producción a las proporciones inicia- zadas en la producción". Y bucle en el nivel de cada rama: "En el caso de
les. ''Tales valores, agrega Sraffa, derivan directamente de los métodos un producto fundamental los precios de esos medios de prodt1cción de-
de producción", fórmula que apunta evidentemente al neomarginalismo penden de su propio precio de la misma manera en que su propio precio
por la demanda y la utilidad subjetivas de todas las teorías del valor, pe- depende de esto".67
ro que no afecta en menor medida al marxismo y la teoría del valor por Esos circuitos cerrados implican en particular que, para determ_inar
la cantidad de trabajo, puesto que semejante cálculo excluye completa- el valor de una mercancía, no se considera, anaUticamente, una cantidad
mente la distinción entre ''forma fenomenal" y realidad sustancial del de sustancia incluida en ella (la fuerza de trabajo por ejemplo), sino su
valor, distinción por el contrario indispensable para la teoría marxista.65 intercarnbiabilidad río arriba (o sea la relación de su cantidad con la de los
Con Sraffa se abandona la escisión [cliuage] y la teatralidad: y es que se medios de producirla) y río abajo (la relación de su cantidad con la de to-
abandona el anclaje en una exterioridad pre-sistémica, papel desempe- das las mercancías que contribuye a producir). Es sólo sobre el conjunto
ñado por la fuerza en la crítica económica de Marx y por el cuerpo (in)or- de los circuitos (de productos fundamentales al menos) que puede leerse el
gánico en su enfoque filosófico. valor: allí se lee con claridad, sin remontarlo a las fuentes, sino por cons-

6 4 Production de marchandises par les marchcmdises. Prélude il une critique de la tM- 66 Se dice que el producto es fundamental cuando entrn, de manera directa o indirectn,
orie économique, 1960, tr. fr., Dunod, 19701 p. 4. en In producción de todos los bienes. Sólo tales productos pertenecen a la mercancía com-
65 Como Mnl'X lo repite en sus "Notas sobre el Tratado de Wngnar" (1880), Plóindo Il, puesta que puede servir de patrón.
pp. 1682-111151 . 6 1 Production de marchandises ... , pp.10-11.
170 ECONOMIA LIBIDINAL EL DESEO LLAMADO MARX 171

trucción de un modelo teórico que totaliza y articula los datos. La oposi- tructural de la lengua que hablan los intercambios de mercancías; es, al
ción meta-económica del valor de uso y del valor de cambio, o mejor dicho· parecer, una de las más estrictas (pero no somos economistas para juz-
del valor de uso y del valor a secas, desaparece aquí completamente: no garlo... ). ¿Deja algo fuera de sí misma? ¿Le reprochamos, como lo hace S.
hay más que valores de uso-cambio, que son los precios en su dependencia Latouche,68 desconocer la heterogeneidad de la mercancía-fuerza de tra-
recíproca o las relaciones cuantitativas de las mercancías. bajo a cualquier otra mercancía? Sería volver sobre nuestros pasos, bus-
. ¿A qué tendríamos acceso, en definitiva, con el enfoque de Sraffa? A car de nuevo una exterioridad, una sustancia, proseguir la teología (hu-
un discurso de teoría propiamente dicho, que expulsa de sí todo recurso manista, atea). Nos gusta, por el contrario, la frialdad del sistema y su
a una exterioridad y a una dialéctica del derrocamiento de la realidad falta absoluta de elocuencia: el cuerpo del capital en un sentido sólo ha-
económica, que sólo pone en juego ]as distancias, reguladas por leyes de bla ratio, corte y cuenta, tautología.
transformación, entre dos términos de los cuales ninguno tiene privilegio Si algo le falta a la descripción de Sraffa a este respecto, es eso mis-
referencial, sin que importe cuál mercancía del sistema pueda ser toma- mo que la sostiene, sentar instancia sobre esta ratio, la incandescencia
da como patrón, y la mercancía compuesta descrita hace un momento só- que se obtiene de segmentar el continuo llamado película efímera y de
lo siendo, en el modelo teórico, el equivalente más saturado de lo que permutar tautológicamente sus segmentos y, por fin: gozar del valor, es
efectivamente regula los intercambios en el dominio de referencia o sis- decir de la suma, y de su anulación algebraica. El discurso de teoría no
tema empírico. Es éste una clase de discurso análogo en todos sus pun- es menos gozoso que otro; lo que él goza se sitúa en la frialdad misma del
tos de vista al que Saussure ha elaborado para el lenguaje, es la misma modelo que construye y que, por hipótesis, es un modelo de equilibrio
toma de partido epistemológica (lingüística de la lengua más que del ha- (equilibrio estático o dinámico), o sea el máximo de relación supuesto en
bla, económica del sistema de mercancías más que de los sujetos o de los el objeto del que habla, pero sobre todo obtenido efectivamente en su
bienes), y es por lo tanto el mismo concepto del valor como suma regula- propia disposición de discurso. Palabra sin viscosidad, fijada a sí misma
da puesta en el lugar de la significación-designación. Punto de vista ple- por las tuercas de una axiomática infalible, que se dirige por lo tanto ha-
namente sintáctico. cia un cuerpo de lenguaje inmovilizado o que se inmoviliza, cuerpo sobre
Al lado de Sraffa, el intento fallido llevado a cabo por Marx de ce- el que podría debatirse infinitamente si es de muerte o de vida, lo cual es
rrar el sistema (y su libro sobre el sistema... ) sólo puede parecer bastar- indecidible.
do, por más que hagan los althuserianos: lo que prohíbe a Marx una tal Pero aun esta apreciación del discurso de clausura, positivista, si-
descripción "científica", es que necesita cumplir la función de fiscal que gue siendo muy imperfecta para el punto de vista libidinal. La instancia
le asigna su deseo de una integración de los bienes, de los medios y de del deseo en la tautología está lejos de ser la más importante de las for-
las personas en un solo cuerpo, su deseo de genitalidad armoniosa. El maciones del deseo en dispositivo capitalista. Se produce allí la extraña
"cuerpo" de Sraffa es inasible como el del capital, las mercancías mismas operación que Marx llamaba acumulación ampliada, la cual plantea a
no están allí presentes más que como los términos de una metamorfosis los economistas el problema llamado del crecimiento. Las dificultades
sin fin; lo cual sugiere la congruencia del funcionamiento del capital con que ofrece a la teoría económica en su tautología parecen exactamente
aquél de un sistema teórico. De una aproximación semejante se deduce aquellas que puede suscitar la presencia de un excedente de valor en un
evidentemente que toda perspectiva de catástrofe está excluida: la muer- sistema regulado por homeostasia. ¿Cómo puede obtener un sistema, al
te del capital no podría llegarle desde adentro, de una contradicción cabo de un ciclo, más de lo que ha obtenido durante el proceso de
cualquiera, allí no hay contradicción, hay cuanto más desequilibrios, no producción? En el fondo, la respuesta a esta pregunta ha sido siempre
hay muerte por rompimiento. del tipo: el sistema no está aislado, toma o recibe del exterior suplemen-
En el vocabulario de la pequeña Marx, Sraffa define el campo pro- tos de energía que transforma, integra a sus circuitos, y que le permiten
pio y la estrategia del grupo de los grandes rufianes: ideología economi- diferenciarse aún más. La exterioridad de los fisiócratas se llama natu-
cista que oculta bajo la exterioridad del rigor la prostitución de la gente raleza, la de Marx fuerza de trabajo, la de muchos marxistas o keynesia-
y de las cosas en beneficio de los proxenetas. ¿Hablaríamos nosotros así? nos el Tercer Mundo o el intercambio desigual.69 Pero de todas maneras
En la terminología de Baudrillard, la acusación estaría dirigida al feti-
chismo completo de esta puesta en estructura: ocultamiento de la castra-
ción y de la ambivalencia en la posición del anonimato de bienes neutros. U!I ltpi1,l.tfmologí1: el éoon.omie, pp. 547-550. S. Lntouche es el L'raductor del libro de
S1•11f'l'o,
Nosotros tampoco diremos eso. Nosotros decimos: he nllf una sint;axis es- 110 1-:!ohl'o 0111;<1 ¡)unto S. Lnto\Jl.:ho (rlJ), Gr.o.r,,;1) ro1n¡1<1 t1tH1 vci m/111 NlO Sl'llffn: (,Al.<>, he•
172 ECONOMIA LIBIDINAL

es necesario introducir el concepto de una orilla que ponga en contacto el


sistema en su tautología con una reserva exterior de energías captables.
Dispositivo de conquista, por lo tanto de viaje más allá de las re- EL NEGOCIO
glas de tautología, que no hay que imaginar solamente bajo exteriores
evidentes del imperialismo militar o comercial, sino también en una más
sutil y más interesante conquista del tiempo. Puesto que la conquista
misma no es un proceso propio al capitalismo, los grandes estados despó-
ticos siempre la han practicado, y sin duda ya la practicaban los nóma-
das; pero, para éstos, no podía ser amenazante puesto que no era más
que pillaje de energía pasajero, deducción discontinua y, de esta manera,
regulada-reguladora; en cuanto a aquéllos, por el contrario, siempre les
fue fatal porque creaba un rompimiento entre las cantidades de energía
conquistadas y las cantidades de energía asimilables: siempre demasia-
do mucho o demasiado poco de las primeras relativamente respecto de
las segundas. El capitalismo incluye, por el contrario, bajo el nombre de
acumulación ampliada, de crecimiento, de desarrollo, etc., un dispositi-
vo de regulación de la conquista, dispositivo de conquista permanente.
Este dispositivo tiene como pieza maestra cierto uso de la moneda, que
es un juego sobr e el tiempo. De este u so, habría que captar la función li-
bidinal; el examen del mercantilismo y, en primer lugar, del negocio, per-
mite acercarse a él.

redero de Ricardo y de •cierto Marx" (aquél mismo que se entrega a gozar de la suma, se-
gún nosotros), omite, •olvida" la necesidad, para que el sistema crezca, de encontrar •mer-
cados previos". Es necesario, en consecuencia, volver al intercambio desigual, declara
Lotoucho.
EROTICA A NICOMACO

No ESPEREMOS que los historiadores atestigüen el siguiente aconteci-


miento (tanto más cuanto que quizás ya lo han hecho ... ) para hacer de él
un núcleo de las cuestiones que nos preocupan, a nosotros, economistas
libidinales: el meson que Detienne, Vidal-Naquet, Vemant, Finley colo-
can en el centro vacío del colectivo de guerreros-habladores de la Grecia
arcaica, ese lugar de depósito del botín de la razzia conjunta, esa tribuna
en el medio del mundo cívico, ese geometral de la isonom(a de los ciuda-
danos, ese eje en el que todos los rayos políticos se emplazan y todos los
diámetros del intercambio se neutralizan, pues bien, ese cero, en suma,
es el mismo que Aristóteles, con el nombre de moneda, instituye como el
juez de los intercambios económicos. Su justicia, distributiva, consiste en
primer lugar en anular los términos del intercambio, así como los pro-
pios cambistas, en la medida en que uno quiere ("desea", tiene necesidad
de, tiene ganas de, es motivado a adquirir, está interesado por) lo que
tiene el otro. Cuando Marx relee los textos de la Etica a Nicómaco éstos
le inducen la convicción de que una teoría del intercambio, que en parti-
cular se atiene a los precios y a las necesidades, es incapaz de compren-
der por qué habrá que ofrecer dos sillas por una mesa, y no tres. Y dirá:
es necesario un valor objetivo, un elemento mensurable común a los dos
términos, es preciso por lo tanto descender debajo del esc<mario del mer-
cado y encontrar en el subsuelo la maquinaria completamente objetiva y
necesaria de los intercambios subjetivos y contingentes. Al hacer esto,
desvaloriza el sitio del precio, evidentemente de manera intencional, ha-
ciendo de su superficie, la piel del cuerpo económico, casi una ilusión.
Ahora bien, si se parte del cero de la moneda-juez, de su función de
anulación como la entendía Aristóteles (sin preocuparse, hay que repe-
tirlo, por saber cómo, y mucho menos todavía por qué, la figura del círcu-
lo isonómico guerrero-político se encuentra, o no, desplazada en la esfera
económica o, mejor dicho, cómo y por qué en el lugar de los hombres por-
tadores de armas y de palabras vienen, en el mundo aristotélico, merca-
deres y mercancías), se toma absolutamente en serio esta piel del cuerpo
justamente porque se dice: en economía libidinal no hay más que piel en
el interior y en el exterior, no hay más que una superficie, la maquinaria
no existe, no hay más que una superficie de una sola cara, el cuerpo libi-
dinal es una banda moebiana, y un dispositivo como éste del meson no es
una maquinaria debajo del escenario o de los bastidores; muy por el con-
lirnrio, él ordena que se instancien ciertas impulsiones libidinales sobre
ol cuorpo-banda y determina el bloqueo y la exclusión de ciertas regio-

17r,
176 ECONOMIA LIBIDINAL EL NEGOCIO 177
nes: así los guerreros charlatanes y pederastas no muestran ni siquiera conjunto social, asumiendo la maldición sagrada de la esterilidad geni-
el culo a las mujeres, a los esclavos, a los metecos, a lqs niños, a los ex- tal, pero provocando simultáneamente el regreso de esos gastos "a pérdi-
tranjeros, a la naturaleza, sino su perfil, preocupa dos como están por el da" al circuito de los intercambios sociales. La prostituta rescata por con-
círculo loco acumulador de deudas internas en muertes, en vidas, en pro- siguiente la perversión (el desvío de las pulsiones) reintroduciendo su
ducción y en palabras, fascinados exclusivamente por la perecuación de producto, no el semen mismo, sino su equivalente, el dinero, en el canal,
todo eso y su compensación y su mantenimiento en el cero r egulador, sin no de su útero, el cual está necesariamente clausurado durante la fre-
captar ya ninguna fuerza "exterior" sino en la medida en que ésta va a cuentación de la clientela peniana, sino del mercado de bienes y, por lo
poder encontrar en el mundo de los ciudadanos-calculadores su expre- tanto, de la sociedad. Ahora bien, nuestro guerrero, cuando le hace hijos
sión, su lugar y su neutralización. a su mujer, no actúa de manera diferente que la prostituta puesto que
De este modo el arreglo "político" - y el arreglo mercantil en el sen- ésta le hace dinero a la sociedad con la estéril perversión de su cliente. Y
tido más lato de la palabra, aquél del mercado en el que los intercambios así como el cliente paga con dinero la esterilidad de su goce, rindiendo
se hacen por moneda de pago- no es tomado por nosotros como la expre- así homenaje, a pesar suyo, al Eros social, del mismo modo el ciudadano
sión de otra cosa, por ejemplo de relaciones de producción ocultas, de un paga con el semen dejado en la genitalidad de la mujer este verdadero
orden subter ráneo a describir, no, lo tomamos como una modalidad, una goce estéril que sólo le procura además la realización de la horno-erótica
figura, un dispositivo por el cual las pulsiones que corren en la superficie de los ciudadanos. No se trata entonces de la captura de la energía mor-
de los "cuerpos" jóvenes y viejos, masculinos y femeninos, griegos y no tífera bajo una forma monetaria, sino de su regulación bajo }a forma ge-
griegos, se encuentran ya sea aplastadas hacia este centro, o se agregan, nital, pero ésta aparece a partir de ese momento -y ése es el inmenso
se combinan, conspiran y siempre deben por fin anularse, o sea, son pri- vuelco griego-, como la nueva y verdadera prostitución, la prostitución
meramente rechazadas "al exterior". E sto entraña, sin met áfora, muchas al revés; a partir de entonces cualquier mujer, y ya no más como estéril,
cosas, entre otras la siguiente: el "cuerpo" del ciudadano, el famoso cuer- sino como fecundada, como máquina que transforma el esperma en hijo,
po griego, es un fragmento muy pequeño de la cinta polimorfa 0a banda en guerrero potencial, cualquier mujer aparece por este h echo como un
con una cara), y la ciudad, la politeia, consiste en no hacer útil, utiliza- apéndice detestable pero necesario al solo funcionamiento autorizado de
ble, más que ese pequeño fragmento de la banda. La totalidad a rmoniosa goce que es aquí la sociedad de los ciudadanos locuaces, pederastas y
voluminosa del atleta es una parcialidad en relación a los pedazos de su- guerreros, para quienes es la propagación lo que deviene prostitución, es
perficie libidinal. ¿Qué es un cuerpo-ciudadano? La carga de las pulsio- decir el rescate de las intensidades estériles del goce homosexual para la
n es sobre el pene y sobre el logos. Pero la verga y el lenguaje son aquí reproducción de hijos. Ellos pagan con el desvío del semen. Tienen por lo
desviados de los sitios de carga que les ofrece la configuración de otras tanto dos vergas, una para ese pago, la otra para el goce ciudadano.
sociedades. ¿Qué ocurre ahora con éste en el interior del círculo de hombres y
Muy lejos de reservar su semen para la matriz femenina y por lo no ya del pago en sus fronteras? ¿Qué es lo que aquí se intercambia si ya
tanto para la propagación de la especie, los pederastas pitagóricos se la no son más hijo:;, es decir medios de reproducción? ¿Cómo se organizan
reparten. Fecundarán por supuesto a su;; mujeres, ése no será más que los acoplamientos de los cuerpos-bandas libidinales en el círculo de los
el precio que hay que pagar para proveer a la ciudad de jóvenes para guerreros? La identidad absoluta exigida de los miembros de este círcu-
educar, armar, introducir y anular en el círculo homosexual. Una parte lo, lo que se denomina la igualdad de los ciudadanos, la isonomía, la dis-
de esperma para la propagación, una parte para el comercio viril. Ellos tancia igual respecto del centro, en el mesan, el hecho de que sean igual-
invierten extrañamente los términos de un dispositivo que se podía creer mente machos y habladores de lengua ática y hoplitas, que cada uno
natural; es cuando se acuestan con sus mujeres cuando se prostituyen, pueda venir al centro, a esta tribuna vacía que sin embargo nadie debe
porque la prostituta transforma el goce del cliente en dinero y convierte, poder ocupar o apropiarse de ella de manera durable, el hecho de que las
por lo tanto, flemáticamente, la libido perversa o simplemente su em- palabras de la decisión política deban seguir la singular regla del tetra -
pleo, el excedente de energía pulsional disperso en la sociedad, y peligro- logos (yo hablo, tú respondes, yo te respondo, tú me respondes) después
so para ésta, mortífera porque es capaz de hacerla salir en todos los sen- de lo cual uno resuelve (buleusis), todos esos rasgos hacen de la politeia
tidos sin ningún miramiento por su unidad orgánica; ella convierte en un extraño dispositivo de la anulación de las diferencias. Esta anulación
consecuencia esas perversiones o desvíos de encrg(tt 1•n monoda, y ésta opera desde inicios del juego puesto que este círculo de ciudadanos sólo
en mercancías (es decir en capital), velando mi{ por l11 ,111l v11f~u11rcln del necesita de machos; y opera como regla de todas las reglas de la admi-
178 ECONOMIA LIBIDINAL EL NEGOCIO 179
nistración política, caducidad de los oficios, elegibilidad de los respons~- pleto, el halos kagathos es una sección del cuerpo-banda pulsional, un
bles revocabilidad de los cargos, deliberación pública de todas las dec1- pedazo de superficie en el cual la carga de la libido y su derrame de des-
sion~s recuento de los votos: en todo caso, retorno al cero, neutralización carga son estrictamente circunscritos. Pero eso no es todavía lo más sor-
por el ~ero. Esta democracia, puede decirse, descansa sobre la ocultación prendente sino que las descargas de un cuerpo sobre otros deben com-
de la diferencia de los sexos y del trabajo. Pero ella implica en su seno, pensarse, que, por consiguiente, todo el encaminamiento de las pulsiones
por añadidura, la configuración geométrica de los cuerpos pulsionales, y a través del círculo debe hacerse por el cero central y que después de ca-
más aún, exige el álgebra de las pulsiones, su contabilidad, su intercam- da ciclo, el quitus -es decir la quies, el reposo de la nulidad- pueda ser
biabilidad y su anulabilidad por medio de algún elemento neutro. pronunciado por el conjunto de los cambistas. Por lo tanto no solamente
La imposible relación peligrosa de Alcibíades con Sócrates (al me- parcelamiento del cuerpo-ciudadano -lo que en sí no es original puesto
nos la que Platón cuenta en El Banquete) no prueba solamente lo que ya que el cuerpo pulsional jamás ha estado y jamás estará unido, unificado
sabemos, hasta qué punto es Eros lo que está en juego entre los ciudada- consigo mismo, y puesto que ninguna organización social puede apoyarse
nos nos enseña sobre todo que la orgaruzación circular de los cuerpos de- sobre su imposible totalidad-, sino la determinación de la instancia del
sea~tes en la politeia los inscribe necesariamente en un intercambio en segmento útil de ese cero sobre el cero-centro. Perversión anular: anular
paridad, en la equivalencia. Alcibíades se ofrece a Sócrates para ~ue éste por movimiento sobre el anillo de la ciudad. Circunversión.
goce de su juventud y de su belleza, pero es para obtener a cambio el se- Con esta operación política, a lo que asistimos, en particular, es a la
creto de la sabiduría de los Viejos. Hay allí un mercado que supone, por institución misma de la división [clivage] de los valores de uso y de cam-
lo tanto la intercambiabilidad de los términos que aquí son la región pe- bio. El cuerpo en juego en la politeia, y en Aristóteles los bienes y las ne-
ne-ano ~or una parte (Alcibíades) y, por la otra (Sócrates), la región boca cesidades en juego en la koinonia, si pueden ser intercambiados según la
discursiva. E s preciso ver bien en esta oferta de negocio una suerte par- ley del cero final, es porque han sufrido en primer lugar la estricta "edu-
ticular de insinuación amorosa. El goce en su perversidad económica po- cación" libidinal que va a permitir dejar en su lugar, en el agora, en el
lítica cuenta con un ingreso y descuenta lo que adelanta: descarguemos a mercado, sólo segmentos de banda sobre los que el goce se instancia de
lo más rentable y con la menor pérdida. Alcibíades por lo tanto calcula Y manera convertible. La equivalencia mercantil es el doblete de la homo-
Sócrates, justificando su aparente rechazo de hacer negocio, de hecho sexualidad política: los signos de más y de menos pueden ser aplicados a
sienta la teoría de todo mercado (en el mercantilismo simple que es polí- esos pedazos de cuerpo y a los flujos que los atraviesan porque ellos son
tico), que es que no hay nada que ganar, que todo se i~terc~mbi~, Y ~ue estimables en cantidad, habiendo sido planteados como homogéneos. Lo
el saldo de cualquier cuenta es nulo. El oro de m1 sab1duria, dice que Aristóteles, el primer economista político, va a denominar necesidad,
Sócrates, es cero. Esa es la virtud que la politeia exige: mantenerse de_re- chreia, es eso que deviene la carga pulsional que empuja a gozar en un
cho en el cero de los intercambios de impulsiones, vivir sin haber perdido segmento de cuerpo isonómico, circunverso. Y el valor de uso de un bien,
ni ganado, regular la circulación de las energías libidinales al m(nimax, que es su valor en goce en estas condiciones del círculo, será la capacidad
al mínimo de las pérdidas y al máximo de las ganancias que permite a que tiene ese bien, al insertarse sobre el segmento de cuerpo deseante,
una y otra de las partes un juego de suma nula (las cantidades intercam- no solamente de llevarlo a la descarga, sino de hacer rebajar de nuevo en
biables son constantes) y con información completa (cada uno sabe lo que el mercado el producto de esa descarga, anularlo en la compensación fi.
el otro viene a pedir al centro): la partida nula de ajedrez, por ejemplo. nal de las pérdidas y ganancias. Valor de uso, en consecuencia, inmedia-
Por consiguiente, esterilización de las vergas y compensación del tamente subordinado al valor de cambio, goce que ya 1o es más en el sen-
semen; y también limitación en número de los ciudadanos cambista_s Y, tido de los economistas que de los erotólogos.
además erotización de la palabra mediante la cual se hacen, en esos Jue- Lo cual no quiere decir que no exista, que sea ilusorio o alienado.
gos políticos, los indjspensables anuncios. La ciudad, en consecuencia, se No, nada de eso, y le damos la espalda, de manera ostensible, a esa críti-
hace cargo de todo un trabajo sobre los "cuerpos" que allí entran, de un ca vieja. Una vez más sería necesario, para sostenerla, poder hablar de
descuartizamiento que los circunscribe a algunos órganos útiles Y expul- un cuerpo Hbidinal total, de una banda o colección de órganos que se pu-
sa a todos los otros, todas las vaginas, todas las lenguas venidas del diera tornar en todos sus puntos, apta para gozar por doquier sin resto,
extranjero, todas las manos que no pueden matar, sino solamente tr~ba- respecto de la cual cualquier goce cuya instancia fuera fijada aquí o allá
jor, todas la s p afohrn.lf pronu nci fldas en otra p~rte que no sea el medio, y f!6lo lo 11erfA nl precio de una verdadera amputación. Economistas libidi-
R<iguti\rnPntt, mudmit ot.r11" ooAflR t.odnvín ... LOJOS dt' ser \ln hombre com- nalOR, rciconooomos eso vioji1 imaginería, no se trata tanto de] goce corno
180 ECONOMIA LIBIDINAL EL NEGOCIO 181

fantasma (idea en suma muy triste y nihilista), sino del imaginario de la bajo el nombre de bien, una proporción de otro cuerpo o producto de
totalización, de un Eros sin pulsión de muerte (o reconciliado con ella, cuerpo. ¿Quién se es? El dispositivo de la politeia-koinonia. Y, en cuanto
Marcuse), de una unidad sin pérdida. Idea que no está alejada del me- a la moneda, ella es la unidad como moneda de cuenta y el elemento
canicismo, por más extraño que esto parezca: pues de éste y de cualquier neutro como moneda de pago: convención de las convenciones de necesi-
teoría física del movimiento está ausente por hipótesis el principio de dad. La necesidad es lo que puede aniquilarse en moneda. La moneda es
que un desorden insuprimible, irreprimible, pueda en instantes imprevi- el cero de la necesidad. Pero la necesidad era ante todo el lugar medio de
sibles y de acuerdo a modalidades inevaluables, venir a desregular las los deseos, la reabsorción de las intensidades como intenciones mensura-
organizaciones de movimientos y hacer que se desmembren los cuerpos bles, del mismo modo que el ciudadano isonómico se obtiene por repre-
mecánicos. Ahora bien, la pulsión de muerte de la que hablaba Freud, y sión de las heteronomias y de las anomias. La necesidad es necesidad del
que sostiene nuestro economicismo libidinal propio, implica por el con- deseo mantenido en los cánones de identidad, es intercambiable porque
trario un fantástico azar (no por sí misma, sino por su indiscernibilidad), no es diferente, o indiferente.
y si él la llamaba de muerte es porque ese azar implica inevitablemente "Hay que considerar los intercambios futuros. Si no se tiene por el
el desarreglo de los dispositivos allí emplazados, su letalización, lo mis- momento ninguna necesidad, llegará el día en que se la tenga y en el que
mo que el ''buen'' funcionamiento de esos dispositivos -por ejemplo, el el intercambio sea posible; es preciso entonces que la moneda sea en ese
de la isonomía de los ciudadanos y de las mercancías- sofoca bajo su caso nuestra garantía (egguetes)." Ese cero de la moneda es por lo tanto,
música armoniosa los gemidos y los gritos de todos los segmentos del además, otra cosa: es una instancia temporal, el eterno presente del in-
cuerpo-banda despojados de la circulación de flujos libidinales, desirriga- tercambio posible, por lo tanto de la necesidad y del bien posibles. E s el
dos, esterilizados, sublevados: desamparados fuera de circunversión. Si "todo el tiempo" del mercado y de la comunidad. La moneda introduce
el valor de uso de pronto es instituido con el valor de cambio en la geo- una omnitemporalidad, la del ciclo económico y la del pensamiento en la
metría y el álgebra de la ciudad y del mercado, es porque sin este valor medida en que las instancias de uno y otro son fijadas sobre el medio. El
de cambio y sin esta isonomía no es nada y no se podría, como hace cero de la moneda es la región de la anulación, potencial, siempre posi-
Marx, apelar a uno contra el otro, como si se tratara de algo auténtico ble; yo tengo hambre, yo compro, yo como; alli donde había exterioridad
contra algo que es usurpado. Todo es falso y todo es verdadero. La utili- de una necesidad y de un bien, no queda nada más (necesidad satisfe-
dad y su "valor" son recortes sobre los cuerpos, que corresponden al in- cha, bien consumido) que el cero del dinero que ha sido pagado y ha pa-
tercambio y a su equilibrio. El uso y la necesidad no son exterioridades o sado a las manos del vendedor. Este no experimenta ninguna necesidad,
naturalidades o referencias desde donde se pueda criticar el intercambio, ese cero entre sus manos me da seguridad, nos asegura a todos (los que
forman parte de él. estamos sobre la circunferencia) de que él lo volverá a poner en circula-
"Es necesario que las cosas sean apreciadas: es eso lo que todo el ción a cambio de nuestros bienes. Ese cero que es el del pasado del inter-
tiempo hará posible el intercambio y, por ende, la comunidad. En ver- cambio y que nos deja a mano es, al mismo tiempo, el cero de una provi-
dad", añade Aristóteles, "es imposible volver conmensurables cosas tan sión de pagos venideros. Entre la necesidad, esa forma política económi-
diferentes, pero se puede lograrlo convenientemente si se tiene en cuen- ca del deseo, cuyo rasgo esencial es la solvencia, es decir la resolución o
ta la necesidad. Es necesario entonces cierta unidad, y esta unidad no supresión posible en moneda, entre esa necesidad y esta supresión mis-
puede ser establecida más que por convención (ex hypotheseos). Así, se la ma, el cero del dinero abre la duración de lo durable, la permanencia. La
llama moneda (. ..). La moneda puede por lo tanto igualar todo, como una necesidad, solventable, es, por ella, igualmente previsible. Y todo lo que
medida que hace todas las cosas conmensurables (...). La moneda se ha hay sobre la periferia del circulo mercantil político se encuentra enton-
convertido de alguna manera en un término medio (meson) (...). La mo- ces en la instancia de lo posible. Pues bien, para 1a pulsión que se engan-
neda ha sido hecha corno sustituto de las necesidades y por convención." cha sobre estos pequeños segmentos de película bidimensional nada es
(Etica a Nicómaco, 5, 8.) más desconocido que lo posible.
En verdad, por lo tanto, Jos términos del intercambio no son inter- Con lo posible comienza el pensamiento. Por eso, con la politeifl. y el
cambiables, cada segmento de la banda libidinal es absolutamente sin- morcado, comienza el logos. Es como si la voz o 1a escritura, la produc-
gular. Pero convencionalmente se volverá mensurable, bajo el nombre de ción de signos a los fines del intercambio, acaparara casi toda la libido de
necesidad, la puja de las fuel'Zas de deseo en talos o cunlos puntos de es- loR cue rpos ciud11danos-mercade1·es. Pero el cuerpo que habla, escribe,
ta banda, y convencionalmente se le opondrá, por ronox ión y descarga, piPr111n, yo no dit~o quo no r,'0:1.a, es un segmento del cuerpo chato de las
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pulsiones, sino que su carga, en lugar de hacerse con las intensidades re- que se inscribe sobre estas últimas como si fueran objetos inaceptables
gulares, viene a aplastarse no solamente sobre la necesidad del mercado para las primeras.
y de la ciudad, sino sobre el cero en la que ésta y aquéi se centran, sobre Aquí es necesario tomar absolutamente en serio las metáforas de
el cero de la moneda y del discurso. El nihilismo prevalece: las necesida- Freud, es decir no tomarlas como metáforas, o tomarlas tal como son,
des, se dirá, y por lo tanto los cuerpos que se supone las soportan, los aquellas que le sirven para sugerir, con la ayuda de imágenes de ciuda-
bienes y sus propietarios, las bocas que h ablan, todo eso no hace más des extrañas o de comarcas, como Roma, Egipto, que son las Prisiones de
que transitar sin fin, y no hay actualidad, sólo la muerte es inmortal, ese Piranesio o de los Otros Mundos de Escher, un inconsciente completa-
meson vacío alrededor del cual gravitan los miembros de la koinonia. mente afirmativo, que acumula simultáneamente sobre todos los puntos
Ulises, mercancía que transita de forma en forma, regresa a ltaca. de] cuerpo libidinal las cargas en apariencia (para el logos) más contra-
Ulises, el hablador y el mentiroso, todas sus palabras se anulan, verda- dictorias. Lo que Freud permite pensar mediante estas orgullosas viola-
deras o falsas, en el reconocimiento final, todas esas pruebas en la iden- ciones de las reglas elementales del espacio-tiempo, es precisamente la
tidad final. Ulises es el espíritu hegeliano, la dominación de lo posible, la afirmatividad de las cargas del terreno libidinal. El nihilismo viene cier-
desvalorización de toda afirmación en beneficio de una nada, el escepti- tamente de Sócrates, no sin duda como Nietzsche lo creía con la fe del
cismo hegeliano que ya ha llegado a su plenitud vacía. Viaje en círculo, dualismo un poco ingenuo de El origen de la tragedia, sino que viene del
para nada. Viaje de la moneda: ella se metamorfosea en todas sus encar- modelo de ciudadano guerrero, hablador y homosexual que exhibe el pri-
naciones pero no es ninguna de ellas; ellas no son más que los momentos mer Sócrates platónico.
de una cosa que no es nada, el dinero. Pero también viaje del concepto, Cuando Platón pone el nihil en la boca de Sócrates rehusando el
que busca a tientas intercambiarse según la regla de la lógica (la deter- trato con Alcibíades, no es (por una vez ... ) el nihil de una trascendencia,
minación), y que reduce las singularidades afirmadas-afirmativas a re- de un estado de los afectos y de los pensamientos que se mantendría fue-
presentaciones o formaciones de sí mismo, así como la moneda cambia ra de alcance, o que estaría situado en otra región: es la negación de esta
todas las cosas en sus especificaciones posibles. región, por lo tanto, la negación de un sitio hipostasiado, la afirmación
Morir/no morir. En esa palpitación del sí y del no (que, según de que no hay un sitio del discurso y del saber diferente de aquel del co-
A. Culioli, el infinitivo interro-reflexivo: ¿via,jar... ? expresa perfectamen- mercio y al cual sería posible aproximarse pagando el precio más alto;
te en francés), el lingüista ve la modalidad de lo posible, que todavía lla- es, por lo tanto, de golpe, las palabras de la filosofía devueltas a su sitio,
ma noción. Se puede pensar que, bajo expresiones de superficie diferen- en el intercambio anulador, consagradas de ese modo - como todos los
tes, ésta existe en todas las lenguas, pero lo que logra el dispositivo -o objetos intercambiables- al aniquilamiento; y, por otra parte, también
la figura que ya mencionamos respecto de los griegos-, es el predomi- esos objetos presentados a partir de entonces como objetos aniquilables
nio de esta modalidad por sobre las demás, predominio de lo negativo: el en el instante mismo en el que el deseo del cuerpo que se ha apoderado
no en paridad con el s(, la negación con la afirmación, la afirmación que de e11os los toma como sus prolongaciones positivas; esos objetos que, al
no se afirma sino a condición de determinar, de excluir. Trabajo de mismo tiempo que se los desea, se los destina al aniquilamiento por el
Sócrates, análisis binarios del último PJatón. Ahora bien, el deseo como cero de la contabilidad justa. Si el oro de mi saber es cero, dice Sócrates,
desplazamiento de potencias sobr e el cuerpo libidinal no conoce el no. no es porque no sea nada, es porque es la moneda, el vehículo de los in-
Las exclusiones de ciertas regiones, los bloqueos de ciertas vías, los es- tercambios y el medio de anular las deudas, es decir las estasis de poten-
tasis que provocan que grandes cantidades de energía sean descargadas cia sobre los cuerpos libidinales, las ilusiones y ]os errores.
en unas especies de canalizaciones que irrigan esas zonas, ninguna de El nihiJismo, en consecuencia, r eina en el interior del círculo. El
estas operaciones es negatoria o denegatoria, cada una procede de la so- predominio de ]a noción (en el sentido del lingüista), es decir del concep-
la carga de la libido; y exceptuando los celos pulsionales, sólo en el cuer- to (en el sentido del filósofo) o de la moneda, no afecta solamente los
po memorizado, que crea sus instancias sobre la memoria y la perma- cuerpos transformando sus desplazamientos de energía en necesidades,
nencia, de hecho por lo tanto sobre el concepto de su vida (su sobrevida), no gravita solamente sobre los objetos transformando su conexjón de
sólo en un cuerpo semejante y en relación con él, en relación a la totali- descarga en valor de uso, sino que va a afectar también la boca que ha-
dad que se le supone, se podrá decir que haber fijado la instancia de las bla, imponiéndole gozar no ya con la producción de relatos de destinos,
potencias de gozar en tales regiones "suyas" viono ncompof'lado de un con la imaginería a partir de ese momento popular de los mitos, o con la
dOAufoct.o por las otras y, por consiguiente, cln unn ,nwrl.11 dc1 donegnción puesta en escena a partir de ese momento artística de ]as tragedias, es
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decir, con los simulacros que son homogéneos respecto del cuerpo libidi-
nal, con lo que éstos valen por las intensidades extr~mas que transpor-
tan, h aciendo llorar, regocijarse, gritar a quienes se llama los espectado- ELOGIO DE LOS LIDIOS
res y que son los cuerpos furiosamente conectados a esos simulacros pa-
ra absorber de allí y verter allí su placer-dolor; no, la boca ciudadana de-
berá gozar con el intercambio político civilizado de los argumentos, con Herodoto (I, 94) dice: "Los Lidios son los primeros según nuestro conoci-
los fastidiosos Cara a cara y A iguc.les armas de los Isócrates, Lisias y miento que acuñaron y pusieron en uso la moneda de oro y de plata; los
análogos litigantes, de los Peyrefitte y los Marchais, con el buen tono primeros también que hicieron el comercio al menudeo". Una línea más
que es la igualdad de tono y de humor, y la regulación retórica de las arriba señalaba que la única diferencia entre los griegos y los lidios acu-
distancias de tono y de humor. En lugar de los relatos, los discursos de ñadores y mercantiles, es que estos últimos entregaban sus hijas a la
argumentos. La boca deberá gozar de ese modo, lo cual no quiere decir prostitución. Es preciso admirar esta consistencia libidinal. La moneda
que lo logrará; Platón ya se queja bastante de que ella no lo haga, y de de pago es el cero instalado en meson y la koinonia de los hombres (esta
que todos estos demócratas sean unos pendejos, de que los Calicles no vez mercaderes) centrada sobr e este cero, y la perversión homosexual es-
hablen para alcanzar el minimax, sino para eliminar al adversario, y de tablecida en el mercado bajo la forma de la normalidad homogénea de
que la ciudad tiránica sea como un cuerpo seccionado en polaridades lo- los cambistas y de los bienes a intercambiar. Esta normalidad es perver-
cas. Sin embargo, a falta de la buena política (nula), es la palabra filosó- sa en el sentido de que es estéril, puesto que todos los intercambios de-
fica lo que va a salir de esta exigencia, a través de los diálogos con fun- ben llegar a la anulación. Muy lejos de ayudar la propagación, ella la
ción neutralizadora, en los que la suerte de las palabras es acabar en compromete en el callejón sin salida de un álgebra improductiva.
una noción sobre la cual se ponen de acuerdo todos los protagonistas La instancia del mercado, centrada sobre el cero del a fin de cuen-
(cuerpos ciudadanos descuartizados) y por la cual, en consecuencia, las tas, no puede sino latir al ritmo del pulso regularizador en lo sucesivo de
razones para proseguir la discusión al final desaparecen. Esta noción, es- las necesidades que nacen aquí y allá sobre la circunferencia del círculo
te concepto, es una palabra que podrá saldar las deudas entre los juga- mercantil, en el cuerpo de lo que se denomina los compradores. Estos
dores, que será la moneda de bocas nuevas, el nihil en el cual éstas ha- vienen por lo tanto al centro, al mercado, y confrontan lo que cada uno
brán de aniquilar las potencias libidinales que las motivan. Y así como el puede (quiere) dar con lo que cada uno quiere (puede) recibir. Perecua-
cuerpo-ciudadano 1·echaza el útero, las manos laboriosas, las sintaxis y ción de bienes aquí y allá, y perecuación de las necesidades, necesaria-
los fonemas bárbaros, del mismo modo la boca ciudadana relegará los mente, como lo muestra el marginalismo: pues todo intercambio de A con
gritos y todos los signos de su pertenencia a la libido, en el calabozo de Bes al mismo tiempo, en A mismo, un intercambio, una comparación en-
los nocturnos de Dionisos. Primer encierro: la noche, primera prisión, tre lo que se tiene y lo que se desea tener. En consecuencia, se establece
desde el punto de vista del bello sol cerótico de los apolíneos. Su anti- una proporcionalidad de lo que se ofrece y lo que se demanda, de lo ac-
mercado negro. tual y de lo posible. Así va a establecerse la famosa curva lomo de burro,
.,, que es la inscripción en los ejes de la "utilidad" de las diversas opciones
que, por otro lado, descifrarán las matrices de Morgenstern y de
Rapoport, sobre las que diremos una palabra más adelante.
Si, en definitiva, el juego es nulo, si todo lo que puede ganar A es
perdido por B, si por lo tanto no hay exterioridad respecto del círculo de
los intercambios ciudadanos, y si se permanece en el cero del medio, está
claro que este sistema sigue siendo perfectamente infecundo. Esta socie-
dad de hombres mercaderes es un dispositivo libidinal muy singular, un
dispositivo de conservación de la libido en una suerte de tesoro pulsional
constituido por los miembos de la koinonia, cuyas riquezas circulan de
uno al otro sin salir jamás del círculo y sin que sea introducido jamás
ningún 1mmpl1•n1on io libidinal. Por lo tanto, no sólo dispositivo muy se-
lectivo, 11ino 11111,v <'<lllAtrrvador en el sentido pulsiona1, ya que el Mro clo

rnr,
186 ECONOMIA LIBIDINAL EL NEGOCIO 187

las anulaciones de intercambios es, entendido en términos de intensida- bajo la forma de hijos (pues al cliente, el perverso, le horrorizan y es eso
des, el signo -que la sociedad ciudadana mercantJl obedece perfecta- lo que viene a eludir en sus brazos), deben hacerse bajo la forma de un
mente- de un regulador de tensiones en sí mismo programado sobre equivalente de los hijos: el dinero.
una unidad de tensión que es la suma de las intensidades presentes·al- Cuando los lidios prostituyen a sus hijas dan un enorme paso ade-
rededor del círculo. Si estas intensidades son contabilizables es porque lante respecto de los helenos. Estos no prostituyen m ás que a sus vergas,
ya han pasado por el filtro de la politeia, el cual excluye, ya lo dijimos, sólo el tiempo de asegurar la reproducción de los ciudadanos, es decir, el
los enormes pedazos de la banda laberíntica del cuerpo pulsional. De esa retorno, por la mediación del útero, pudenda por excelencia, de una pro-
forma este mercado o esta ciudad funcionan como un conjunto regulado porción de su gasto pulsional. Esta prostitución, en primer lugar, es el
en re~lación horneostática, y el cero marca el simple retorno al estad·o desvío fuera de la institución cívica de las pulsiones que pertenecen a és-
anterior a la agitación del intercambio. El ciclo económico (pero sin duda ta; y, en segundo lugar, también el retorno a esta misma, en hijos, de
también político y er ótico) está así determinado por la realiza~ión de. t~- esas cantidades pulsionales desviadas. En todo eso, simple cálculo de su-
das las operaciones sobre un medio, o meson, o Mitte, o med1a, o mini- pervivencia y de regulación horneostática. En el fondo, homosexualidad,
max en el cual se anulan las diferencias. Pero las diferencias sólo pue- que prosigue a través de vagina y útero (al igual que la prostituta o su
den ~nularse en la medida en que lo son simultáneamente en la consti- rufián: enriquecimiento que prosigue a través de las perversiones de la
tución de parejas ciudadanos mercaderes amantes, cuerpos idénticos en clientela).
los que el deseo, despojado de su vagabundeo en virtud de localizaciones Pero los lidios de Herodoto, suave soñador, que sin duda por otro la-
estrictas, y de sus saltos de tensión en virtud de rigurosos ajustes ed~ca- do están igualmente obligados a pasar por allí, de pronto extienden el
tivos (la paideia), va a poder intercambiarse consigo mismo en cantida- mercado: prostituir a las hijas -y no a las esposas, que conservan la su-
des iguales. sodicha función reproductora-, por una parte es condenarlas a la esteri-
El cero de la cuenta hecha es por lo tanto al mismo tiempo la esteri- lidad y, por la otra, hacerlas entrar en el juego circular del mercado de los
lidad de la koinonia. Cuando la moneda funciona solamente como mone- intercambios como bienes y corno propietarias de bienes (no hay diferen-
da de pago, ella logra que no pase nada. Hasta tal punto que la sociedad cia) que pueden pasar de mano en mano. La homosexualidad de los gue-
no puede entonces reproducirse. De ahí que exista esa franja de mujeres rreros, como rasgo característico de la isonomía, aquí falta. El verdadero
y de trabajadores que la proveen de jóvenes cambistas y de bienes fres- mercader intercambia tanto un "sexo" como el otro. Cesa de concebir y de
cos. Pero esta franja no funciona, repitámoslo, si.no a condición de que practicar el cuerpo femenino como máquina de reproducir y puede co-
las mujeres sean preñadas por los ciudadanos pederastas, los cu~les se nectarlo sobre la circulación de los goces, pero siempr e con la condición
prostituyen entonces al revés: si la perversión homosexual deviene la (perversa, homosexual) de que ese cuerpo permanezca estéril, que su fe-
normalidad modelo, la heterosexualidad fecunda sólo podrá realizarse en cundidad "natural" sea tachada y que se le sustituya una capacidad de
la extrema desvalorización que acompaña, en principio, a la prostitución. reproducción en dinero. El ciudadano lidio no embaraza a esa mujer (su
Al fecundar a su esposa, el ciudadano griego desvía del círculo d~ lapo- hija), la indemniza, a ella o a su propietario, la paga, y esta moneda de
liteia una parte de sus emociones y l~s consagra a algo que no tiene de- pago es la misma que la que circula en el mercado de bienes. Al pagarla
recho de ciudadanía, que es otra cosa; pero esa otra cosa, el útero, devol- puede, habiéndola consumido, anular su consumo (satisfacerse en él) ya
verá, bajo otra forma -el hij~-, a esta ciudad de l~ que está _ex~luido, lo que este dinero regresará al centro de una manera u otra, cuando la hija
que la verga ciudadana desVIada de su noble función pederastíca le ha o su ,propietario, teniendo alguna necesidad para satisfacer, vengan a
concedido en semen. Ahora bien, la prostituta, o su propietario, r educe buscar allí el bien complementario. Y así nada habrá sucedido.
así en lo que se denomina el organismo social, bajo la forma del dinero Este dispositivo, que llamaremos "lidio", si creemos a Herodoto,
qu; ha ganado con el oficio de su cuerpo, el goce inutilizable, perverso, "anticipa" el capitalismo, y es por eso que es aún más interesante que el
de sus clientes. Todo eso: alienación muy hegeliana. No obstante, en el círculo aristocrático de los matadores pederastas del Atico. "Anticipa" el
caso "corriente" de la prostitución en la que es la mujer quien se prosti- capitalismo dos veces. En primer lugar, extiende a otros segmentos de la
tuye, no es su matriz lo que constituye la sección útil de su cuerpo, sino banda-cuerpo pulsional la posibilidad de ser medida y comparada. Los
cualquier segmento (según la demanda del cliente). Corno tal (ín-diferen- griegos al menos dejan fuera de la isonomía a las mujeres; no han inven-
~o), la prostituta es, por lo tanto, también un prostituto. Como la reduc- tado el a-sexismo. Los lidios afirman que el aparato femenino puede ser
ción y el rotvmo a la "comunidad" del cuerpo social no pueden hacerse una ocasión de goce comparable a la que procura la homosexualidad, por
188 ECONOMIA LIBIDINAL EL NEGOCIO 189

lo tanto a la esterilización y a su puesta en equilibrio con otro segmento la carga pu1siona1, pues el infinitivo siempre viene acompañado, como si
bajo la condición de la perecuación cuantitativa. Comprenderán ustedes fuera su sombra, de su negativo: ser/no ser, por más que al circunscribir
que de lo que se trata, en definitiva, es de la introducción de todas las lo que es pensamiento, la noción, excluya de ella todo lo que no le perte-
partes del laberinto "entero" del cuerpo pulsional en el círculo de los in- nezca, en el modo de la Verneinung. Y puesto que ya estamos en el proce-
tercambios, de toda esta superficie torcida, replegada, estirada, de cuya so de pensamiento, esa determinación tiene valor de posición de lo posi-
inmensidad podríamos tener una idea si llegáramos a hacer su proyec- ble: lo que es pensamiento se concentra siempre sobre el fondo de lo que
ción plana ~pero una proyección "completa" que no esquive ningún re- ha sido dejado fuera de pensamiento como su opuesto y su diferido.
pliegue de la mucosa intestinal, ninguna válvula, ninguna aspereza útil Al decir que el sueño o la esquizofrenia tratan las palabras como co-
o inútil de ningún conducto, ninguna ligera textura de la más mínima sas, Freud subrayaba precisamente la manera propia con que lo pul-
envoltura epitelial, ningún surco de la corteza cerebral, ningún endure- sional sefiala su presencia hasta en el orden del pensamiento: produce
cimiento de la planta de los pies, cartografía imposible, pero sin ma- efectos que son intelectualmente inadmisibles, figural en el sentido de
quillaje, junto a la cual las láminas de anatomía pasarían por meros re- paralogismos, aporías, peticiones de principio, círculos yjciosos, errores,
levamientos académicos, en la que, para empezar, la distinción entre el olyjdos, inconsecuencias, sin sentidos y, finalmente, el extremo delirio por
exterior y el interior no hubiera sido todavía ni siquiera interrogada, sos- el cual lo pulsional se eleva hasta parodiar, basta confundir la organiza-
pechada y menos aún desenmascarada, ni tampoco la distinción entre ción del pensamiento racional, en un esfuerzo gigantesco por hundirnos
masculino y femenino-; por consiguiente, toda esa superficie del labe- en una especie de terror situado mucho más allá del escepticismo: ¿se
rinto de las pulsiones es la que, con la prostitución de las hijas lidias, puede pensar, es decir distinguir?
presenta su candidatura a la mercantilización, porque si por la media- Pero la pulsión que ocupa ese hueco de mano, ese pliegue de la axi-
ción (Vermittlung) de la moneda usted está en condiciones de encontrar la del que habla Be11mer, al mismo tiempo que ocupa los labios de la vul-
comprador para una vagina del mismo modo que para un ano, entonces va, está alojada aquí y a11á sin que su instancia tenga que estar aquí
hay que pensar que cada parcela de la gran banda laberíntica puede más que allá, despreocupada corno está por no unificar jamás lo que ella
amonedarse en el medio (Mitte). Y de eso mismo se trata hoy en día en el recorre consumiéndolo. Es por eso que la comparación, que exige la anu-
capitalismo universal. lación de los términos comparados a los fines de la unificación, ya ejerce
Pero, evidentemente, eso no es posible, y desde ya no para l os li- sobre las pulsiones y sus descargas singulares la presión aplastante del
dios, si cada uno de los segmentos del cuerpo pulsional susceptibles de orden unitario. Es necesario llegar a ver, y eso es lo que los lidios dan a
venir a intercambiarse en el mercado como ocasiones de goce a cambio entender, que este orden unitario es en realidad una organización nular:
del dinero no ha sido él mismo sopesado y comparado con tal o cual otro, sobre la banda del laberinto de las pulsiones la unidad sólo se hará a
de manera que el propietario de ese segmento, su proxeneta (entendien- condición de que cada descarga sea comparable a otra y sea proporcio-
do que en esas condiciones del mercado el hombre normal es el proxene- nalmente estimable en relación a ella, comparación y estimación que exi-
ta de todas las regiones posibles de su cuerpo, que no existe sino como gen que se anule o posibilite lo que, en términos de libido, siempre se
punto de referencia de la carga libidinaL-sobre una de elJas, como su "cul- carga afirmativamente. Por lo tanto, la unidad del cuerpo orgánico, a la
tura" o su educación, a los fines de la solvencia), de manera tal por lo cual nos aproximamos a medida que son levantados y desasidos los do-
tanto que ese propietario ya lo baya por sí mismo sopesado, estimado, minios libidinales fortuitos que trituran y bloquean regiones de la ban-
evaluado, preferido (todo eso eyjdentemente no de manera consciente) a da, está subordinada en la economía pulsional a una suerte de anulación
cualquier otra región, en una suerte de trabajo imposible de compara- de las descargas a los fines del equilibrio. El sujeto sobre el círculo, el su-
ción. Imposible porque esta última exige lo que la pulsión no puede ha- jeto-mercader-ciudadano, es contemporáneo de una especie de negocia-
cer: anularse, posibilitarse, puesto que es afirmación sin modalidad. Su ción. sobre las puntas de banda. laberíntica.
l.lbicuidad, el h echo de que haya sido descargada aquí y allá sobre el Los psiquiatras, que tienen la misma bonachona simplicidad de mi-
cuerpo laberíntico, su excitabilidad clitoridiana y excitabilidad anal, por ras que los agentes del orden, describen la normalización de la histérica
ejemplo, o bien su cefalalgia e irritabilidad genital, no tienen ninguna re- en estos términCJs: golpiza clínica que obliga a la paciente a abandonar
loc ión con una modalización o modulación del tipo si... enton.ces, o del tipo su compulsión, pero que le prohíbe también entregarse a la duda ante la
l¡uizá, o da) Upo o hicn. Parn los idiomas con conj11r.11ción , como loR nucs- compulsión (es decir abandonarse al delirio ... ). En consecuencia, ni carga
t.1•ofi, ol infi11it,ivo, yn lo h omnR dicho, no bm1tnrín ni ttlq,11 .. ,·H pnr-11 i. ituur compulsiva, ni carga delirante: es necesario (dicen los psiquiatras, siem-
190 ECONOMIA LIBIDINAL EL NEGOCIO 191

pre) llevar a la histérica al cero de los afectos, y como éste no se puede meses) se acerca para tomarlos; Wolik le grita desde lejos: '¡No tienes de-
sostener, se terminará por lograr algo a sí como una transferencia sobre recho a tomarlos, son míos!' Genja, llorando: 'Pero yo quiero esos cajonci-
el médico, es decir la apertura a una comunicación posible... tos'. Yo le digo entonces: 'Tú ves, Genja, cuando Wolik no quiere prestarte
Lo que ha sido así descrito es la paideia: la educación, con sus gol- los cajoncitos, eso no te gusta; y bueno, a él tampoco le gustó cuando tú
pizas, bloquea el cuerpo libidinal, abre esta vía, permite comparar, intro- no quisiste prestarle la carretilla. Otra vez dale lo que quiere, así él tam-
duce el interés allí donde no hay, pulsionalmente, ninguna consideración bién te lo dará.' Wolik se acerca y escucha atentamente. Cuando termino
de rentabilidad. Cuando ocurre que el médico habla de una ganancia, de de hablar, le tiende sus cajoncitos a Genja con un aire decidido: "Ibma,
un beneficio libidinal -Freud, a propósito de la tos de Dora-, cuando Genja, te las presto sin más'. Genja está feliz, toma los cajoncitos y se
sospecha un beneficio primario de la enfermedad (que sería el ahorro de apresta a largarse, cuando de pronto cambia de opinión y pregunta, amis-
esfuerzo, la ganancia que saca un obrero accidentado de su propia inmo- tosamente: 'Wolik, ¿quieres mi carretilla?' '¡Oh, sí, sí!' responde Wolik,
vilización) y por añadidura un beneficio secundario, comparable al alco- contento. Genja corre hacia la carretilla, pero Wolodja (2 años 10 meses)
holismo, al cual el accidentado en el trabajo no dejará de dedicar, según ya la ha agarrado, está sumergido en su juego y no tiene ninguna gana de
Freud, el producto de sus m endicidades (ojalá así sea), esas comparacio- cedérsela a Wolik. Genja se queda inmóvil y medita algo, con el entrecejo
nes introducen en las consideraciones de la economía líbidinal la más fruncido y los ojos fijos. Luego da un paso hacia Wolodja, se detiene, le da
grave confusión, la más perniciosa. Plantean el problema al revés, tema- la espalda; hace algunos pasos en sentido inverso, da de nuevo media
tizan el laberinto pulsional de Dora como si fuera administrado por un vuelta y corre rápidamente hasta Wolodja. 'Wolodja, ¿quieres mis cajonci-
ministro de finanzas o un banquero o incluso por un proletario desocu- tos?' Wolodja está de acuerdo, y cede la carretilla a Wolik. Todos están
pado, es decir por entidades que tienen todas en común, a pesar de sus co:itentos: Genja tiene un cajoncito, Wolodja tiene dos y Wolik tiene la ca-
extremas disparidades sociales, el hecho de pertenecer al círculo de la rretilla".1 Y Vera Schmidt tiene su cuerpo social.
economía política y a su cero central, de existir como poder de calcular
utilidades y de elegir. De este modo la acefalía de la gran banda laberín-
tica de una cara es suprimida, el psiquiatra o el psicoanalista la sustitu-
ye por un horno ceconomicus apto para las comparaciones y las razones,
por una cabeza llena de ese n egativo sobre el que un filósofo alemán ha
osado finalmente decir que es quien hace todo el trabajo, entiendan uste-
des: todo el negocio.
Esta sustitución es la que exigen los lidios con su prostitución y su
moneda. Las comparaciones y razones sobre el cuerpo pulsional se harán
por moneda, y de ese modo el cuerpo cesará de ser ese paisaje imposible
barrido por los influjos libidinales y podi¡á intercambiarse parte por par-
te, parte contra parte: se centra sobre su propio cero, se vuelve capaz de
llevar a cabo juegos racionales consigo mismo, de simular inversiones
para poder medirlas y calcular la combinación más provechosa. Con la
instalación del cero sobre el cuerpo, obtenida forzosamente al precio de
la eliminación de regiones enteras, lo que está en juego es la institución
del Yo. Ese Yo es el propietario de los campos libidinales de ahora en
adelante definidos y controlados y puede ir sobre la circunferencia mer-
cantil a ofrecer y demandar tales campos y pedazos de campos. Sobre el
círculo lidio, todo es mercado, la mercancía toma su vuelo de universali-
dad y el Yo es su proxeneta.
Relato de la institución del negocio, por Vera Schmidt: "Los niños se
l Vero $<?hroidt, "Rapport sur le Home expérimentol d'enfants de Moscou (1921-
ponen a recoger flores. Mientras recoge flores, Wolik (3 nt'io!i 3 meses) ha 1924)", ir11tl11rlilo ni francés por Jean-Marie Matagnc, "Les Temps modernes", marzo de
rnlocndo sus cajoncitoH no lejos de allí, sobre el pni1to. Go1\fn (?. ní'los 10 1960.
LA PROSTITUCION INSTITUCIONAL

Eso no es todo: que los lidios extiendan el intercambio a segmentos que


han quedado baldíos es una cosa, pero otra es señalar que, al hacerlo, ex-
tienden la perversidad. Porque si es verdad que de ahí en adelante, po-
tencialmente, como lo sabemos y como los lidios "siempre" lo han sabido,
todo segmento del cuerpo gozador puede, a condición dé su circunversión,
ocupar lugar como "bien", es decir como objeto convertible según la "na-
da" (moneda), sobre el círculo de los intercambios; de ahí se deduce que al
mismo tiempo es arrancado de la ilusión de un funcionamiento natural y
preparado, por lo tanto, para un uso perverso polimorfo (pero sólo bajo la
condición señalada). Polimorfo puesto que cada segmento arbitrariamen-
te elegido tiene que poder venir a ocupar un lugar desde el imposible con-
junto de la banda donde corren los flujos pulsionales hasta el circuito de
los negocios, el cual, en consecuencia, ofrece, con su nulidad central, una
ocasión sin precedente a la economía libidinal de manifestarse en la infi-
nidad, o al menos en un número muy alto, de sus posibles inversiones.
Bajo la condición de la metamorfia, enorme polimorfia, por consiguiente.
Esta condición formal de la conmutatividad que pesa sobre lo incondicio-
nal en cuanto a los contenidos (a las significaciones, los valores, los códi-
gos, las creencias, es decir, a todos los ordenamientos estables y exclusi-
vos de conjuntos de partes del cuerpo-banda) es "siempre" la condición del
capitalismo. Lo es también de la matemática y de su lógica. Cuando se di-
ce que ésta o aquél trabajan siempre en extensión, no se dice simplemente
que descuidan el punto de vista de la comprensión -la comprensión no
es menos extensiva que la extensión, es su indispensable complemento, el
interior de su exterioridad, como lo es el valor de uso al valor de cambio
-. No, queremos decir que lo que se abandona por principio es la inten-
sidad, cuando ésta es lo incomparable, pues todo el negocio y la política
descansan sobre la incomparabilidad. Y ésta exige necesariamente que se
establezcan las proporciones de las intensidades, la cual es a estas últi-
mas lo que era el encuadre de los primeros perspectivistas florentinos a
las intensidades plásticas de los antiguos acuarelistas chinos. 'Ibda medi-
da de las intensidades es una especie de desmesura (la cual a su vez no
va a faltar en una alta potencia de intensidades: intensidad en relación
con el cero, con lo imposible, con la conciencia y la mala conciencia). Esta
desmesura se llama razón, y ésta se obtiene por la búsqueda del medio o
media proporcional, o mínimax: instancias todas que regulan las circula-
ciones de intensidades, que las desintensifican o las sobreintensifican se-
gún el cnRo para que el intercambio se haga "convenientemente".

1!)3
194 ECONOMIA LIBIDINAL EL NEGOCIO 195

Tenemos un modelo muy bueno de esta desmesura de la circunver- Se verá, al rehacer los cálculos, que la matriz de Rapoport admite
sión en la teoría de los juegos, que es también la de la -llamada "utilidad una flotación de los precios según la naturaleza del intercambio: así, pa-
marginal" en economía política. A Rapoport relata 7bsca: el jefe de poli- ra Tosca, la situación de buena fe compartida (Tb.Sb.) le da un score de
cía, Scarpia, detiene a Caravadossi, amante de Tosca. Está dispuesto a + 5; se puede concluir que Tb (acostarse con Scarpia) le cuesta a Tosca
soltarlo con la condición de que ella se le entregue a él, Scarpia. Aquí - 5, y que Sb (la vida a salvo de Caravadossi) le aporta+ 10. Pero enton-
cálculo de Scarpia: si juego el juego, dejo la vida a un rival que destesto, ces, en la hipótesis (Tm.Sb.) en la cual ella engañaría a Scarpia, si los
pero poseo a Tosca; si no juego el juego, puedo ganar en los dos tableros. precios siguieran siendo los mismos, ella debería tener un saldo a favor
Por su lado, Tosca hace sus cuentas: entregándose al horrible Scarpia, de + 15 (+ 10 para Caravadossi y+ 5 por haber escapado al abrazo de
salva a su amante: score medio; lo mejor sería ·obtener la gracia de Scarpia). Si Rapoport sólo cuenta+ 10, es porque soportar a Scarpia, en
Caravadossi sin tener que ceder a las exigencias del policía. Uno y otra, efecto, es desagradable, pero no soportarlo es simplemente nulo. (Tm.Sb)
cada uno por su cuenta, quiere por lo tanto hacer trampa, Scarpia poseer igual por lo tanto: O+ 10, y no+ 5 + 10.
a Tosca haciendo matar al rival, Tosca rechazar al tira una vez que Esta estimación, por ejemplo, en su agudeza relativa, ¿es justa? Es
Caravadossi esté a salvo. Como dice Rapoport, "ningún argumento diri- indecidible. Lo que se puede decir es que el interés de una decisión
gido individualmente a Tosca o a Scarpia los convencerá de que más vale (Sb.Tm) para Tosca, calculada en + 10, es al mismo tiempo lo suficien-
respetar el m ercado (=jugar sinceramente el juego) que traicionar al temente elevada como para tornarla interesante, y lo suficientemente
otro. Sólo un argumento dirigido a los dos juntos sería lo bastante fuerte. modesta como para hacer vacilar a Tosca(+ 15 suscitaría una preferen-
Sólo el razonamiento colectivo podrá ayudarlos a evitar la trampa de la cia inmediata). Este carácter razonable a la vez que ventajoso, que se ob-
doble traición".2 tiene si se anota O y no + 5 el triunfo de haber escapado al lecho de
Conclusión muy sabia, muy aroniana, muy aristotélica: prudente y Scarpia, es lo que podría empujar a Tosca a hacer trampa. En todo caso
democrática. Pero, el argumento a los dos jugadores ¿quién lo dirigirá? es esta misma moderación aparente la que, en otro sentido, incitará a
Una instancia cero, un mediador, un término medio, un punto de cálculo, Scarpia a hacer fusilar a Caravadossi, pese a haber obtenido de Tosca lo
un centro vacío. No importa quién pueda oficiar de conciliador. Lo impor- que desea. Y de h echo tendría razón si no viniera a la mente (?) de la jo-
tante no es el juez, sino el criterio de estimación de las pérdidas y las ga- ven mujer, dos veces transada, la idea de matarlo, lo cual no está conta-
nancias, de los daños e intereses. Rapoport propone la siguiente matriz:; bilizado en las matrices. Y lo cual está por lo general excluido del círculo
de las parejas de la politeia. Si tiene que haber alü muerte de alguno de
Tosca Scarpia ..los dos, será a partir del cero central que esa muerte deberá ser delibera-
da y decidida: Sócrates.

~
Se ve aquí cómo la negociación de las inversiones sobre el cuerpo-
Sb Sm Sb Sm banda pulsional produce el sujeto negocioso.* Este no es el negociador si-
1, /~ no el r esultado inestable de una negociación sin término. Neg-otium: fin
de la fluencia ociosa de los influjos. ¿Pondría yo mi intimidad en las ma-
Tb + 5 -10 Tb nos y en el vientre del tira para poder luego reservarla para mi querido
+ 5 + 10
bandido? Pero, suponiendo que lo hiciera, ¿no sería yo transada sin em-
bargo,· yo transa, puesto que habría pagado para mi amante esta posibi-
Tm + 10 - 5 Tm -10 - 5 lidad de lo que justamente debe estar fuera de precio? ¿Cómo podría él
sentirse bien de tener en sus brazos, bajo sus labios, sus dedos, sus ojos,
enguantando su verga, esos pedazos de cuerpo desde el momento, no en
en la que S se lee "Scarpia", T "Tosca", Sb "Scarpia es de buena fe", Sm que han sido compartidos con el tira y que le son remitidos como los res-
"Scarpia de mala fe", Tb ''Tosca es de buena fe", etc., y que resume los tos de un primer festín, lo cual en sí sería más piadoso, desde el momen-
cálculos de los dos interesados. to en que han sido negociados, puestos en relación proporcional con el

2
• N1:goaic11x (negocioso) en el original; valga en este caso el neologismo para salvar la
A. Rnpoport, "Le¡¡ Tcmps modernos~, oct. do 1963, pp. 70'1 70/J. cllfi,roncin con ncgocialeur (negociador).
196 ECONOMIA LIBIDINAL EL NEGOCIO 197

goce, el de mi amante, y con mi goce, desde el momento, en definitiva, en apoderarse de él, y es concebido como una relación en lugar de serlo como
que me be prostituido? Ella no es un sujeto, es decir una cuestión, sino la afirmación incomparable? Es preciso decir entonces que la prostituta
en la medida en que se ha prostituido. Si entrega sus encantos a Scarpia, lidia (es decir, asimismo -con las precisiones que aportaremos-, el capi-
es para conservar a Caravadossi y conservarse para él. De repente, los tal), que como Tosca en su totalidad es la pesada de lo que está fuera de
investimientos incomparables -que conectaban en conjunto goces sin- peso, también es todo aquello que se puede decir y resentir del goce. Y
gulares (nos lo imaginamos) en esas puntas de la banda anónima y que abandonar hasta el proyecto de una economía libidinal, cuya instancia es
disponían el amor de la joven mujer y del joven bandido-, se han desol- la sola intensidad del menos: puesto que pensar es amonedar, aquel que
dado, se los ha relevado, se han establecido sus instancias sobre la nada, piensa en materia de pasiones es forzosamente puto.
sobre una permanencia necesariamente imposible puesto que ella es des- Pero volvamos al mismo tema, que no es tan simple; los lidios, al
truida por el momento mismo de relevo que le confiere seguridad. Con- acuñar moneda, corno ya lo dijimos, no se contentan con regular las inten-
servarse o reservarse para un goce ulterior, es fijar ]a instancia de esas sidades en el meson de todas las mediaciones, también prostituyen a sus
intensidades sobre el cero de un continuo temporal, y aplanarlas como hijas, y de ese modo hacen entrar vulvas, clítoris, pechos y sus pezones,
moneda. Cuando Klossowski habla de un "fuera de precio" del "fantas- nalgas plétoricas, cabelleras, gritos soprani y contralti de caricias, olores
ma" (en su sentido), entiende precisamente que ]as intensidades bajas o de secreciones vaginales, granos apretados de la piel, sedas de las caras
altas que se obtienen por conexiones de órganos parciales sobre el cuerpo internas de los brazos y de los muslos, otros colores del pelo, del iris, otras
perverso polimorfo lJama do banda laberíntica, que esas intensidades son texturas musculares, otras armazones óseas, otras posiciones y encadena-
improporcionadas y que por lo tanto nunca se debería poder sacar venta- mientos en el círculo de los bienes cesibles. Extienden la cantidad de par-
ja de haber pagado demasiado caro su fulgurante paso. Ahora bien, es tes de la banda laberíntica que pueden ser estimadas e intercambiadas. Y,
necesario que Tosca haga descuento y detalle, ni más ni menos que como al mismo tiempo, no solamente confinan la mujer (al menos la mitad, la
una prostituta que tiene que educar un niño en provincia con sus ingre- hija) a su presunta naturaleza, sino que la exponen (prostituere) a todas
sos. Tosca hace la cuenta de las entradas y salidas, input y output, y eso las desnaturalizaciones que pueden tramarse y ejecutarse en el círculo
que ya es prostitución y la convierte en la alcahueta de las cargas y las mercantil. Pues bien, esas desnaturalizaciones son innumerables porque
descargas. Siempre la instancia cero, la del ingreso: de lo compuesto, de han sido todas autorizadas, en principio con la única condición, corno ya
lo permanente, otro tiempo, tiempo del sujeto. señalábamos, de la isomorfia o proporcionalidad entre los bienes inter-
Desde aquí podemos ver la pregunta: ¿hay acaso goce fuera de esta cambiados. Una fijación de precio semejante, cuando implica la desvalori-
contabilidad, de esta determinación de las instancias sobre el cero? Lacan zación de los pedazos del cuerpo libidinal considerados en su singularidad
dice: el goce es el 1/0, la oscilación interminable del deseo entre la institu- intensa, puede suscitar por el contrario una suerte de rebote en la circula-
ción de un sujeto unario (1) y la determinación de las instancias sobre un ción de los influjos, ya que nuevas rutas se abren para éstos sobre la in-
no-ser de referencia (O). ¿No es esto lo mismo que dice IGossowski, en tér- mensa banda de los cuerpos, acrecentándose por consiguiente la polimor-
minos de economía libidinal, cuando da a entender que el goce extremo fia de las conexiones para el goce, así como el vagabundeo de la libido.
no va sin esta aporía: comparar lo inco{nparable? ¿apreciar lo que está Imaginen todos estos pedazos inauditos y eréctiles de superficie en los que
fuera de precio? ¿anular lo afirmativo? ¿El fantasma, según Klossowski las cargas podrán venir a acumularse para luego huir de golpe. No es sufi-
-que no es de ningún modo lo mismo que para Freud, es decir una for- ciente verlos condenados a la ley del minimax, hay que ver también qué
mación de sustitución, sino la conexión rígida, insuprimible y repetitiva concentraciones nuevas de deseos, aunque sea en la única forma autoriza-
de órganos parciales- no obtiene su fuerza, sin embargo, de la libido, de da de las necesidades, van a poder provocar y satisfacer.
Eros y la muerte revueltos, ni de todo lo que allí se derrama, en ese corre- Pero además, esta forma autorizada de las necesidades no es, como
dor, sino de la comparación vertiginosa entre el presunto ser de una per- podría creérselo, una forma titil. En esta prostitución lidia concomitante
sona (la víctima, el verdugo, según el caso), es decir de una unidad con de la institución monetaria vemos por el contrario que la utilidad, en su
vocación universalista por un lado y, por el otro, la mezquindad decrépita, acepción corriente de valor de uso, no tiene precisamente ningún sentido,
ton.ta, mortífera para todo aquello que podría presentarse como totalidad, que sólo es determinable relativamente con respecto a la regla de inter-
de un pequeño dispositivo pulsional singular? Y si esta comparación está cambiabilidad, que ·e l cuerpo de la hija lidia no existe como algo que tuvie-
necesariamente implicada en el goce, ¿no será porque este último siem- ra un destino natural y requiriera por lo tanto un uso específico, sino por
pre se cncue1nl.ro ya locnlizado por e] pens~micnt,o Mgocfoso que tl'{ÜO do ol contrario que sólo existe como la instancia vacía del negocio supuesta
198 EL NEGOCIO 199
ECONOMIA LIBIDINAL

por las estimaciones comparativas sobre regiones pulsionales, como cuer- pueda ser comerciada. La supresión, en consecuencia, de las prohibicio-
po cero con función capitalista, mientras que su presurito uso nunca es nes eróticas y el levantamiento del automatismo de la propagac,ión.
otra cosa que el comercio golpe por golpe del intercambio entre órganos. A la vez el derecho a la perversión y el derecho a la negociación. Es
Ni siquiera es necesario decir que ese cuerpo entonces es pervertido o per- decir la politeia. Hijo, sí, pero entonces objeto de un mercado, término de
verso, puesto que no es nunca nada (pero él es esa nada) y no podría, por un intercambio que en principio deberá anular la carga que el hijo repre-
lo tanto, ser desviado de ningún uso predeterminado; de hecho es circun- senta, en términos libidinales, las intensidades de afectos que va a ab-
vertido, inclinado a aplastar sobre la instancia vacía de la permanencia sorber. Por lo tanto supresión de las madres, y de las esposas que nunca
mercantil las intensidades que, aquí o allá, estallan y se apagan como so- son desde los guerreros pederastas, más que las madres de hijos que les
les en el universo. ha~ hecho. No es un libre uso, porque el uso, categoría de una finalidad
En particular la prostituta, es decir la "mujer'' de negocios moder- natural, mantendría, si fuera ''libre", a la mujer bajo el concepto de esta
na, que es también un ''hombre" -y por eso mismo-, no tiene ni debe finalidad reproductora, su libertad se limitaría a elegir el momento y la
tener ninguna relación más con la fecundidad. Que produzca hjjos en la pareja de la fecundación. Es la extensión de la intercarobiabilidad al pre-
ocasión de los goces que procura significaría que ha recibido en su seno sunto cuerpo femenino, es decir la inyección de pedazos de banda des-
el semen fecundante; pero eUa no puede recibir más que dinero y en su conocidos en el ciclo de los intercambios y en las estimaciones margina-
bolsa, ya que, primer argumento, este dinero es convertible en e] merca- listas. Lo que se llama las mujeres no puede conquistar el pleno derecho
do, mientras que el hijo no necesariamente lo es. Va a ser necesario mu- cívico si no conquista la esterilidad y la polimorfia perversa, propiedades
cho "tiempo después" de los lidios para que el hijo mismo sea incorpora- monetarias. Es la figura misma del círculo extendiéndose a todos los
do al ciclo económico, para que cese de ser percibido como un don que se fragmentos de la banda labe1·íntica lo que instituye las medidas aborti-
recibe (de otro lado), para que se pague a la mujer que consienta tenerlo vas, puesto que ella quiere todas las enadicaciones. .
(bajo la forma de salario familiar, en primer lugar, luego bajo la forma Si el cuerpo de la mujer deja de ser la tierra o algo parecido, un ele-
del derecho a la jubilación de los trabajadores, más tarde simplemente mento, un receptáculo, complementariamente desaparece la prostitución
bajo la forma de salario) y para que el centro mediador vacío pueda em- parcial de las vergas. La virilidad no deberá ser dividida como lo es en
prender la administración de su propio punto de vista, el de las equiva- Grecia, entre su goce anular y su tarea de fecundar las matrices. Lo si-
lencias siempre anulables, la introducción y la circulación de estos nue- métrico de las medidas abortivas que liberan al cuerpo femenino de su
vos pedazos del cuerpo-banda laberíntica en el circuito del negocio. destino considerado natural es, para el hombre de la politeia contempo-
Circunversión de los cuerpos-hijos. Cosa curiosa: ésta es la última en fe- ráneo, la institución de los bancos de esperma: "Los procedimientos para
cha, en buena parte todavía por hacerse, cuando evidentemente ésos son congelar esperma humana en nitrógeno líquido permiten hoy en día pre-
los cuerpos más afirmativos y los más discontinuos en la perversión, los servar durante varios años, una producción importante de espermato-
más intensos en la medida en que son los más inusitados en la explora- zoides' cuyo poder de fecundación es normal".3 Algunas condiciones son
ción de las conexiones de goce. Demora sin embargo incomprensible si se exigibles para que su esperma sea circunvertible: usted deberá tener me-
piensa, en efecto, en su inocencia, en sd incapacidad de crear la instan- nos de cuarenta años, ser padre al menos de un hjjo normal: costado ca]j-
cia de la emoción presente sobre una permanencia que pronto hará posi- dad del producto. Uno se excusa de hacer eugenesia y selección, confe-
ble su negocio, en su insubjetividad libidinal. sando, por eso mismo, cuán apremiante es la analogía con las prácticas
Y segundo argumento: todas las luchas que conocemos y que libra- médicas nazis. Costado institución familiar, se salvan las apariencias:
mos como economistas libidinales transexuados para que, como se dice, usted tiene que estar casado y haberle avisado a su mujer. Pero no pone-
las mujeres puedan hacer libre uso de su cuerpo, en particular la libre mos en duda que lo que vencerá será la lógica del producto: su calidad es
decisión de dar a luz o no, son consecuencias lidias. ¡Cómo nos gustan los de manera inevitable independiente del consentimiento de la esposa y
lidios y sus hijas! En realidad no se trataría de un libre uso sino de nin- del paso por el Registro Civil. No parece haber sin embargo muchos afi-
gún uso, libre o no. Lo que deseamos (y el capital también lo desea) de cionados. ¿Será porque no se le paga al donante? (¿Y por qué no se les
hecho es que lo que se llama una mujer pueda verdaderamente benefi- paga si no es porque se teme la atracción irresistible que puede tener so-
ciarse del estatuto del negocio bajo dos aspectos: que toda erección -y
detumescencia- de cualquier partícula del cuerpo-banda que sea y que
Re le ntt·ibuyn, en primer lugar sea posible y luego, on ,w,~u11do lugar, !I Mart.ine Allain-R6gnault, Le Monde, 14 de febrero de 1973.
200 ECONOMIA LIBIDINAL

bre los jóvenes desempleados la nueva profesión de espermador y el ex-


ceso en bodega de la mercancía fabricada'!) Se nos dice que no, que los
principales factores de oposición son: "La masturbación necesaria para EL PAGO DE LA ESCAPATORIA
recoger esperma, el carácter adulterino del acto (sentido a menudo de
ese modo por la mujer), el hecho de no conocer el futuro del semen hu-
mano". Para el miedo del adulterio, respuesta ya preparada: que el do- ¿Estamos con el cero en los parajes de las tesis sadianas? ¿La fuerza del
nante n o sea casado. En cuanto a la angustia (innoble, ¿hay que decirlo?) filósofo malvado reside en haber comprendido este mecanismo del círcu-
de ser padre sin saberlo, una vez más procede de la institución familiar lo y de la rotación? Así podría creérselo si se lo oye, en el panfleto que in-
por la cual padre y madre se ven concediendo toda propiedad tanto sobre serta en La filosofía en el tocador, justificar el homicidio en nombre de
el hjjo como sobre su producto. En cuanto al primer obstáculo finalmen- una concepción enteramente metamórfica de la naturaleza: "Si la eterni-
te, sugerimos que el banco de esperma se asegure de prefere~cia el con- dad de los seres es imposible para la naturaleza, su destrucción será, en
cur~o de ona~istas: excelente ilustración verosímil, de que en el gran ne- con secuencia, una de sus leyes. Ahora bien, si las destrucciones le son
gocio del capital, todos los pequeños dispositivos, todas las conexiones tan útiles que no puede en absoluto prescindir de ellas, y si ella no puede
son comercializables, hasta tal punto que precisamente aquél entre esos lograr sus creaciones sin extraer de esas masas de destrucción que le
dispositi-~os que desde muy larga data, como sabemos, no sólo ha sufrido prepara la muerte, a partir de ese momento, la idea de aniquilamiento
por doquier las cen suras de la moralidad y las sanciones por atentar a que le conferimos a 1a muerte ya no será real, y ya no habrá más aniqui-
las costumbres, sino que también ha debido experimentar el desprecio de lamiento comprobado; lo que llamamos el fin del animal que tiene vida
los espíritus liberales, es decir revolucionarios: gozar masturbándose, no será ya un fin real, sino una simple trasmutación cuya base es el mo-
pueda en razón misma de la esterilidad irremediable de su resultado (de- vimiento perpetuo, verdadera esencia de la materia que nosotros los filó-
rramar ~l e~perma por e] suelo), devenir el vehículo privilegiado, puesto sofos modernos admitimos como una de sus primeras leyes. La muerte,
que susti.twble y negociable, indiferente, precisamente, y diferible, de la de acuerdo a estos principios irrefutables, no es por lo tanto más que un
propagación fecunda como sistema mercantil. Que al mismo tiempo que cambio de forma, un tránsito imperceptible de una existencia a otra Y
desaparecen las madres nos desembaracemos también de los padres con eso es lo que Pitágoras denominaba la metempsicosis. Una vez admiti-
su preocupación de r~n ta ~spermática bajo la forma de sus hijos e hijas, das estas verdades, pregunto si no se podrá declarar que la destrucción
eso es lo que pronto 1mphcar á la prostitución lidia extendida a nuevas es un crimen (...). La única cosa que hacemos al librarnos a la destruc-
regiones de la banda libidinal, gracias a la expansión del capital. P ero no ción es operar una variación en las formas". 4
por ello nos libraremos del gran Cer o, muy por el contrario. Investiguemos ahora lo siguiente: ¿cómo se crea la instancia del
goce sobre el círculo? E l naturalismo ostentado por Sade r emite a
Pitágoras y a la metempsicosis, incluso también presumiblemente al Tao
y a la Etica spinozista, se supone. Pero más allá de ese naturalis~o, p_er-
fectamente conocido por los filósofos, que es un gran paso en la d1recc1ón
del desmantelamiento del sujeto, del cuerpo unificado, queda o puede
quedar todavía una filosofía, puede quedar un medio de aplastar las in-
tensidades rehusadas a los sujetos individuales sobre un hiper-sujeto in-
menso que no será en suma otra cosa que el mismo cero central que crea
las instancias de goces periféricos de los ciudadanos. Ahora bien, Sade
dice muy bien que la pena de muerte es una infamia porque es una ley,
es decir una regulación de las intensidades, mientras que el asesinato, si
es apasionado, no sería más crimen que un orgasmo. Y ofrece como guía
en la cuestión aquel juicio de Luis XV en contra de un asesino: Te conce-
do gracia, pero concedo por adelantado gracia a quien te dé muerte. Esta
4 La Philosophie cúms le boudoir, Pauvcrt, pp. 231-232.

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202 ECONOMIA LIBIDINAL EL NEGOCIO 203

naturaleza metempsíquica es por lo tanto también, o quiere también ser, recuperará después, sino que ese despojo consiste en desmembrar ese
la banda pulsional misma: no la salida razonable y alegre a las pasiones cuerpo, para lo cual el donante dice a cada uno de los sacerdotes por tur-
irracionales, sino la circulación de esas pasiones y ia puesta en curso de no: a ti te doy mis brazos, a ti mi vientre, a ti mis orejas (imagino). Ese
las intensidades. nuevo cuerpo, muy próximo de la banda aberrante de ]as pu)siones, es e)
Aquí volvemos a encontrar dos modelos, dos paradigmas, ya que cuerpo de goce, y su "institución" hace aparecer el sacrificio como goce y
debemos introducir otro cero, una segunda muerte, que no es ya la del el tiempo del sacrificio como "tiempo" del goce.
centro, sino la que va a circular sobre la circunferencia y a torcerla, arru- Va en el mismo sentido, evidentemente, siempre siguiendo a
garla, estirarla para aproximarla lo más cerca posible del cuerpo-banda Bataille y a Caillofa, la consunción a pura pérdida de los ingredientes de
laberíntica. Mientras el cero esté solamente situado en el centro, mien- la ofrenda (aquí los indios son bastante parsimoniosos... ). Hay que decir
tras la organización griega del meson prohiba toda heteronornia y hete- todavía que el fuego y sus volutas pertenecen también a los efectos de
rogeneidad pero requiera, con el negocio, la compensación de las pulsio- irreversibilidad libidinal ya que las cenizas no serán ni siquiera restos, y
nes y la constitución del cuerpo propio como caja de esta compensación, si se quiere la descarga a muerte, sin residuo, entonces habrá que
estaremos en la racionalización y la amistad, la homosexualidad desin- quemar -cosa que saben perfectamente los indios (y los jóvenes de la es-
tensificada, la regularización de las tensiones. En consecuencia, según cuela secundaria)-. Aquí, en consecuencia, no hay ninguna ganancia
Bataille, encontraremos, al margen de esta circunferencia, especies de contable; aun cuando ésta fuera descontada, aun cuando el sacrificante
canalizaciones que se dirigen hacia el exterior, hacia la supuesta exterio- esperara del sacrificio un efecto de retorno, una gracia divina o calculara
ridad del círculo, mediante las cuales las intensidades que no hayan sido un beneficio, sería en un orden en el cual el cálculo, en esa hipótesis, no
liquidadas en el círculo, las puntas de cuerpo no eréctiles en las condicio- se podría efectuar porque interesaría a cantidades infinitas. Ya no es
nes del negocio, van a encontrar escapatoria. más un cálculo, así corno podríamos decir que la apuesta de Pascal no es
Se trata de un dispositivo aparentemente general: el sacrificio, la una apuesta verdadera, puesto que los objetos que se pretende negociar
prostitución, el psicoanálisis son sus ilustraciones entre otros centena- de una parte y de la otra son inconmesurables. Pascal no quería decir
res. En los tres casos se trataría de válvulas que autorizan la evacuación apuesta, quería decir paradoja en el sentido kierkegaardiano, lo cual es
bajo nombres diversos: ofrenda, "echarse un polvo", transferencia, cargas algo muy diferente, y hace una vez más referencia a una alteridad del
libidinales intercambiables en los circuitos establecidos. En los tres ca- goce de la cual toda realidad de una ganancia, de un beneficio, está en
sos es el goce -en la medida en que es mortífero, gasto vano- lo que se principio excluida.
tratar á de desviar fuera del círculo. Pero prestemos atención a un aspec- Pero al lado de esta quemazón inútil, se da la moneda al sacerdote
to de estas instituciones que se ha descuidado y que sin embargo es muy brahmánico. ¿Y por qué, pues? Porque es necesario que aquel que da sin
interesante: el encendido del vehículo de los intercambios (]os bienes que retorno, pague. El tiempo del goce se compra. El tiempo de su cuerpo des-
sirven para pagar al sacrificador, la prostituta y el psicoanalista) sobre hecho, roto, jubiloso, sagrado, se amoneda (y caro). Cuando la daksina
la consumación de este goce que de otro modo sería prohibido. En el sa- sea abonada, entonces recuperará su cuerpo orgánico, unificado, que po-
crificio indio tfll como lo describen 16s viejos textos védicos,5 la daksina drá repartir en el ciclo cerrado de los intercambios, en este caso cósmicos
constituye el pago para los sacerdotes que ofician. Coinciden allí la -no estamos en Atenas-, y por eso este pago se hace bajo el signo de
ofrenda propiamente dicha, pequeños fragmentos vegetales, anjmales Amaya, el dios de los hombres como mortales. El pago lo hace entrar en
-que un fuego lleva a los cielos, hacia las narices de lo divino-, y la es- la ley, -en el ciclo, es decir en la realidad, lo cual implica la muerte, pero la
pecie de sala rio, en oro, vestidos, caballos, eventualmente mujeres, que muerte del cuerpo orgánico, esa muerte cuya instancia está sobre el cero
los brahmanes reciben de los sacrificantes. (Es frecuente que el pago de central del cosmos, que no es muerte sino de un sujeto episódico y evanes-
los sacerdotes sea mucho más importante que la ofrenda sacrificial.) cente que en la reaJidad es sólo metábola. Y, por -consiguiente, vida.
Ahora bien, el ritual implica esta clausula singular de purificación: que En consecuencia: por la ofrenda, mu~rte de goce; por el salario del
el sacrificante, el que ofrece el sacrificio a lo divino, no solamente sea sacerdote, muerte de orden. El mismo tiempo inmensurable de lo irrever-
despojado, durante el tiempo del sacrificio, de su cuerpo profano que sólo sible es descontado como tiempo de trabajo del sacerdote. Allí donde el
sacrificante corre el riesgo de dispararse al aire y de no regresar, en el
Nirvana, allí precisamente, los hombres del cero central y su intercam-
5 Ch. Malnmoud, Comunicnción inódita prcsantadn en ol $t1rnl1111Ho ,1~, l11vu11lignción
do J.P. Vol'Jlnnl, marzo do 1973.
biabi1idad toman la parte que les toca y fabrican lo general con lo singu-
204 ECONOMIA LIBIDINAL EL NEGOCIO 205

lar. El sacrificio es un crimen pasional, la daksina es el precio por el cual error; en consecuencia, voy a dar a luz todo eso. Ahora bien ¿qué es aquí
se acepta que caiga en suerte dentro del circuito de las intensidades mi- dar a luz? Es hacer que la singularidad de las inversiones sea acuñable.
nimaximisadas. Se conecta el cero del exutorio sobre el cero de las matri- No solamente limitar a un turno, a un tiempo de sacrificio, a una sesión,
ces input-output. ¿Salía en forma de llamas y humaredas? Es necesario el instante del goce así descargado, sino apoderarse, aunque fuera bajo
que regrese en forma de bienes acuñables. ¿Eyaculaba? Fecundará. el nombre de fantasmas, de sueños despiertos, de síntomas, apoderarse
Desde ese punto de vista se trata del mismo tipo de conexión que de las circulaciones de influjos y de los pasos de intensidades para acu-
gobierna la prostitución: el desvío de la energía libidinal en el goce per- ñarlos, esta vez sí en esta moneda que ya no consiste en bienes inter-
verso se compone del pago de la mujer venal del que r ecuper a, bajo la cambiables, sino en palabras inteligibles. Pues va a ser necesario que las
forma de sus honorarios, una parte en el circuito de los intercambios. De cosas se digan, que del gran laberinto removido y torpe salga una voz
este modo la singularidad del fantasma y la irreversibilidad de las emo- comprensible, que en el consultorio del analista las violencias imprevisi-
ciones que procura se encuentran paradójicamente negociadas según el bles de las salidas pulsionales dejen lugar, poco a poco, iterativamente,
precio del tumo. Si el turno es un turno, es porque el tiempo abierto por de sesión eo sesión, al retorno.
el descuartizamiento del cuerpo cliente-sacrificante se vuelve a unir y Ahora bien, se ve con claridad patente que este trabajo llamado de
necesita volver a· sí, regresar. No se h ace otra cosa que pasar por el ani- transelaboración, que es forzosamente un trabajo de institución de una
quilamiento de la incandescencia. Es necesario que eso termine, es decir instancia a la que hay que referir los avatares pulsionales y que a su vez
que el ciclo se reanude, que eso recomience. Este relevo es lo que se ase- podrá vehiculizarlos con palabras y aun con sentimientos amables, ins-
gura con el precio. El r elevo es del goce-muerte. Se han apartado, sobre tancia que es absolutamente la misma, llámesela individuo, o Yo [Moi], o
la chimenea del hotel de paso, los billetes que saldan el breve acostón persona social, o por el contrario, se insista en su nulidad, en su ausen-
mortal. Tal es la función de la daksina, tal es finalmente el precio del cia o en su calidad de cero, se ve con claridad que este trabajo de transe-
analista. laboración establece una diferencia con la prostitución o el sacrifico. La
En la situación analítica, sin embargo, la relación es más complica- sesión es ciertamente una ofrenda sacrificial y un turno de prostíbulo,
da, el reenganche de las pasiones se produce todavía más lejos que en la pero hace penetrar la economía política, si así puede decirse, en lo libidi-
prostitución. Por cierto, el analista, como la prostituta, no debe gozar, nal mucho antes todavía que aquéllos, puesto que lo que quiere arrancar
ésa es la regla del control de la contratransferencia; y también como la de la banda-cuerpo laberíntica es el afecto mismo, para colocarlo sobr e el
prostituta, neutraliza el goce del otro y le crea una instancia mediata so- círculo de las intercambiabilidades. Pues bien: el afecto es perfectamente
bre el cero de la intercambiabilidad, y esto gt·acias al pago. Usted gozará el nombre que tiene en Freud 1a energía misma en sus descargas y sus
descargando su deseo en mí, me hará representar todos los papeles de desplazamientos cuando opera sobre las "representaciones". Que Dora
personajes que usted haya podido asumir (es decir de hecho todos los pe- tosa, que haga un asma, Freud desea que ella diga lo que tose, y lo que .
dazos de cuerpo-banda sobre los cuales las conexiones hayan podido pro- ella ahoga; ¿y en qué sabrá él reconocer que ella lo dice? (en la ocasión,
curar cierta intensidad a su Yo [Moi]-cero, pedazos que usted habrá de por otro lado, no lo supo, entiendo que relativamente a su propio deseo
designar con los nombres de aquéllos~ quienes han estado asocfados, pe- incluso de decir.) Reconocerá en esa confesión que el síntoma oral o res-
ro que en verdad no pertenecen a nadie, pues una persona no es per- piratorio puede crear su instancia en la genitalidad, es decir justamente
sona); ya no es el analista e] que dice eso; él, por el contrario sigue di- en el cuerpo reproductor. Por lo tanto no solamente hablar de las intensi-
ciendo: usted podrá por lo tanto subir horizontal desde su diván hasta el dades-y así acufiarlas sobre la moneda de las palabras, sino referirlas al
escenario donde suceden estas circulaciones, y atTastrarme allí con us- cuerpo orgánico, reparar en ellas sobre la cartografía del cuerpo de la fi-
ted, revistiéndome alternadamente de funciones: de un tío abuelo, de siología y de la química que es también el de la propagación. No sola-
una joven sirvienta, de una madre rica, de una hermanita o de un viejo mente hace que el Yo-cero de Dora confíese que M.K, la apretaba contra
compañero, y yo me prestaría a todo eso, como el sacerdote brahmánico él en la tienda cerrada, es decir intercambiar esta conexión de una inten-
se presta a ese resplandor de cosas vivas, hierbas, flores, carne, hueso, sidad de terror curioso, esta estasis por la que la energía de los flujos ha
que es el sacrificio. Pero al mismo tiempo que me prestaría a eso, dice el circulado y se ha disipado y conservado a la vez completamente en el
nnalista, lo aliviaría de sus conexiones; voy a tratarlas como síntomas, "tiempo" laberíntico, sino, además, formular la hipótesis de que su asma,
como fontaRmas, como vientos ilusorios, aquellos mif:;moR qoe Sócrates se su tos, sus síntomas orales y respiratorios proceden de un desplazamien-
dulJo In toroo do extraer de las cabezas de loa j6vnn1•1t nt.111,ícnses en el to de la sensación de opresión que la joven experimentaba a causa del se-
206 ECONOMIA LIBIDINAL EL NEGOCIO 207

xo erecto de M.K., apoyado contra su vientre mientras la apretaba con- <1ue es un cuerpo negociante, dispuesto a anular con moneda todas las
tra él, desplazamiento en dirección del tórax y del sistema respiratorio: perversiones de la clientela. Aquí, en el análisis, la puta es el analista
apretada-oprimida, lo cual implica inversamente que la región respirato• Con tanto se hace· pagar para absorber el goce inintercambiable del pa-
ria (u oral) no puede ser investida, según Freud, más que por sustitu- 1•iente y para transformarlo de ese modo en concepto), y el paciente no es
ción y, por consiguiente, que la única verdadera intensidad es genital. Kolamente su cliente, sino también su alumno, si el educador analista
Ese es el otro sentido, casi propio, que se puede atribuir al término dar <11úere obtener del paciente un cuerpo "normal", sexuado. Una cortesana
a luz. Si tomáramos la doctrina de los estadios encontraríamos el mismo pedagoga, un Moisés venal. De manera tal que en análisis la conexión de
rebajamiento; si multiplicáramos esos estadios, incluyendo el del espejo, 111s intensidades sobre el circuito de los intercambios se hace en realidad
el del respiro, tendríamos que sólo al final, cuando las pulsiones llama- l,,·os veces: la primera cuando el paciente paga para reactivar el goce, y
das parciales son por fin captadas y reunidas bajQ el signo de la genitali- por lo tanto metamorfosearlo en moneda; la segunda cuando dice o in-
dad, todo anda ... tonta decir el deseo, y lo conmuta, en,consecuencia, por conceptos; la ter-
Existe t1.na correlación estrecha entre la arnonedación del tiempo do rnra. cuando en esta ocasión se supone que un trabajo de recuperación y
"des-realidad", del tiempo consagrado a lo "real" en el momento de la se- du determinación de instancias sobre el sexo instituirá un cuerpo nor-
sión, por una parte y, por la otra, la creación, mediante la palabra, de la 111nl, en el cual la libido será sexo y el sexo genitalidad, o sea promesa de
instancia de las parcialidades, encaminamientos de influjos perversos, <oproducción.
divergentes, bloqueos imprevistos de tal o cual esquina de la superficie
libidinal, sobre el cuerpo de la genitalidad, es decir de la reproducción.
Esta correláción permite ver la proximidad y la distancia de los dos ci•
c1os, el de la moneda y el de la propagación de la especie. Si se paga al
analista, es porque se corre el riesgo, en sesión, de dispararse al goco-
muerte sin regreso, contra el cual previene el ritual del sacrificio indio y
en general cualquier pago al sacrificador; si se le paga con moneda, con
líquido, es porque se pertenece a un sistema monetario; si, en fin, se 11
paga, además, con palabras, es porque en este caso el sacrificio obedece
al dispositivo complejo de la judeidad y de la cientificidad: cientificidad
que hace que el todo del lenguaje sea pensado con la categoría de la in•
tercambiabilidad, o que se suponga que el todo de las cosas, comprendl
dos los afectos, pulsiones, desplazamientos, viajes de las cargas, descar-
gas con pérdida y tutti quanti, puedan ser pensados con la categoría dol
lenguaje: hay buenos ejemplos de elJo en la literatura filosófica y cienteíl
ca contemporánea; no hay más que agacharse para juntarlos; pero judo!
dad que hace que las palabras no importen sino a condición, por el con
trario, de que no operen como significaciones, sino como dones; no como
unidades, sino como recorridos que drenan sobre las superficies del Ion
guaje las fluctuantes liquideces intercambiables de los afectos; por lo
tanto, más como oración que como razón. Hay en el análisis los do1
dispositivos y el paso se le concede ora al partido de los sign'os neutra
Jizables, ora al costado de la deuda de las emociones. Pero en lo quo Al
r efiere al cuerpo, en todos los casos, es anulado como banda arrugadn in
mensa, e instituido como bolsa de órganos apenas susceptibles do onfor
marse (de desreglarse por causas o por exterioridades) ' mi cntrn fl que
cualquier erectibilidad de ese cuerpo es supuestamente bloquo11<l11 1mhr1
vaginas y vergas. Estamos en las antípodas del cuerpo do ln 1n·o11t,itul n,
GUERRA DE DINERO, MONEDA DE MUERTE:
LA POLITICA MERCANTIL

Abrir la instancia de la intensidad sobre el círculo mismo de las equiva-


lencias daría una primera idea, aproximativa, de lo que puede ser el goce
en el capital. Lo que ocurre allí con la moneda como fragmento libidinal
o potencia pulsional, según su complejidad o más bien según un disimu-
lo inicial y patente, preferimos percibirlo bajo el vidrio de aumento de la
polttica mercantilista en la edad clásica, encarnada en la pareja Luis
XIV-Colbert.6 Allí se instancia doblemente un dispositivo valioso que per-
mite a la vez confirmar la impresión de que la economía libidinal de la
que Marx habla como una de las premisas de la economía capitalista es
una suerte de entidad inestable, casi imposible, una construcción de mo-
delo teórico; y entender lo que le falta a una aproximación de índole eco-
nómica o incluso histórica del mercantilismo es justamente considerar
otro modo de goce de la moneda y mercancía diferente del que se llama
comúnmente interés.
Leamos esta carta de Colbert al rey: 7 "(. ••) El buen estado de las fi-
nanzas y el aumento de las rentas de Su Majestad consiste en aumentar
por todos los medios la cantidad de dinero en moneda que circula conti-
nuamente en el reino y en mantener en las provincias la justa propor-
ción que ellas deben tener(. .. ), aumentar el dinero en el comercio público
atrayéndolo de los países de los que proviene, conservándolo dentro del
reino e impidiendo que salga y dando a los hombres los medios de sacar
provecho de él. Como en estos tres puntos reside la grandeza, la potencia
del Estado y la magnificencia del Rey por todos los gastos que los gran-
des ingresos permiten hacer, es por eso tanto más relevante cuanto que
I
reduce al mismo tiempo a todos los Estados vecinos, teniendo en cuenta
que tiene sólo la mitad del dinero que circula por toda Europa, el cual es
de tanto en tanto acrecentado por el que viene de las Indias occidentales,
es cierto y puede demostrarse que si no hay más que 150 millones de li-
bras de dinero que circulan entre el púbJico, no se puede llegar a aumen-
tarlo en 20, 30 y 50 millones si al mismo tiempo no se quita la misma
cantidad a los Estados vecinos (. ..). Suplico a Su Majestad me permita
decirle que desde que se ocupa de la administración de las finanzas ha
emprendido una guerra de dinero contra todos los Estados de Europa.
Ha vencido ya a España, Alemania, Italia, Inglaterra, sobre los que ha

6 Picn·e Dcyon, Le Mercantilisme, Flammarion, 1969.


7 Citada por Deyon, pp.101-102.

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210 ECONOMIA LIBIDINAL EL NEGOCIO 211

arrojado una gran miseria y necesidad, enriqueciéndose de sus despojos, -Colbert da caza a los bullionnaires, fabricantes de moneda falsa, apa-
los cuales l e han dado los medios para h acer tantas grandes cosas como riencia de riqueza; no hablemos de las formas fiduciarias de la mone-
las que ha hecho y hace aún todos los días. Sólo queda Holanda que com- da-; e igualmente al cuantitativismo, doctrina extrafia para nosotros,
bate todavía con grandes fuerzas: su comercio del Norte (... ), el de ]as que sostiene que para ser rico hay que acumular la mayor cantidad po-
Indias orientales (...), el de Levante (. .. ), el de las Indias occidentales, sus sible de moneda; lo que no se entendería si ésta no fuera en sí misma
manufacturas, su comercio de Cádiz, el de Guinea y una infinidad de considerada como un tesoro. Esta posición del dinero es lo que desapare-
otros en Jos cuales reside y consiste toda su potencia. Su Majestad ha cerá en la extensión y la sofisticación de la moneda fiduciaria moderna y,
formado compañías que los atacan por doquier, como si fueran ejércitos finalmente, en el desenganche completo de las tasas de cambio respecto
(... ). Las manufacturas, el canal de transnavegación de los mares y tan- del patrón de referencia tradicional, el oro.
tos otros establecimientos nuevos que Su Majestad hace, son otros tan- El otro rasgo de la política económica de ,C olbert es que implica ·que
tos cuerpos de reserva que Su Majestad crea y saca de la nada para cum- la riqueza monetaria sea una cantidad finita: ''Teniendo en cuenta que
plir bien con su deber en esta guerra (. ..). El fruto sensible del éxito de tiene sólo la mitad del dinero que circula por toda Europa". Lo cual se lee
todas estas cosas sería que al atraer por el comercio una gran cantidad según su efecto político más brutal en otra nota de Colbert en la cual
de dinero a su reino, no solamente lograría muy pronto restablecer esta concluye en estos términos una pequeña evaluación de los beneficios ob-
proporción que debe existfr entre el djnero que circula en el comercio y tenidos por los holandeses de su casi monopolio sobre el comercio maríti-
las imposiciones que son pagadas por el pueblo, sino que incluso aumen- mo: "Sobre esta suposición, es fácil llegar a la conclusión de que cuanto
taría uno y otras, de manera que esos ingresos aumentarían y Su más podamos sustraer las ganancias que los holandeses obtienen de los
Majestad pondría a esos pueblos en condiciones de poder asistirlo de ma- súbditos del rey y del consumo de mercancías que nos aportan, tanto
nera más considerable en caso de guerra o de otra necesidad(. .. )". más aumentaremos el dinero contante que debe entrar en el reino por
Declaración en la que todo está dicho. En primer lugar la moneda; medio de nuestros productos necesarios, y tanto más aumentaremos la
tiene dos funciones, o más bien dos posiciones: es un medio de pago, de potencia, la grandeza y la abundancia del Estado".9 La misma posición
liquidación de deudas, el nomisma de Aristóteles. Los súbditos del rey que en la teoría de los juegos se llama juego de suma nula:10 la ganancia
necesitan de ella para saldar sus impuestos, el reino mismo para liberar- de uno es pagada por la pérdida del adversario, por oposición a un juego
se de acreedores extranjeros si llegara a suceder que los tuviera. A esta con suma no-nula en el que existe la posfüilidad de una ganancia simul-
función de la moneda parece corresponder la nueva importancia acorda- tánea de los dos adversarios.
da a la producción de mercancías. Estas no son objetos recibidos de la Los teóricos de los juegos establecen, vale la pena recordarlo, que
naturaleza (sector "primario"), sino fabricadas a partir de objetos recibi- los adversarios de un juego de suma nula, si tuvieran una política "racio-
dos y que llevan por ese hecho la misma marca arbitraria, humana, que nal", se comunicarían uno al otro todas las informaciones sobre sus in-
el instrumento monetario. No obstante, no en mayor medida que en la tenciones Guego con información completa), y alcanzarían así el mejor
Grecia antigua,ª no son consideradas aquí bajo el aspecto del trabajo que resultado razonablemente descontable en ese juego, que es el minimax, o
ellas contienen, como productos; si interesan a Colbert, es como máqui- mínimo de las máxima que se pueden componer. En el caso de Tosca,n
nas de gue1Ta, como medios de destrucción de los clientes extranjeros. Se vemos que si Tosca y Scarpia se hubieran "entendido", habrían podido
puede saldar las deudas mediante el pago en moneda; se debería, al pa- obtener, una y el otro, una ganancia de cinco puntos. Tal es la idea gene-
recer, poder saldar las deudas en mercancías, por trueque o compensa- ~al de la concertación, idea al parecer perfectamente mercantilista, pues-
ción sobre la balanza del comercio exterior -pero no, la mercancía no to que apunta a igualar las probabilidades de ganar de los adversarios y
tendrá esencialmente ese estatuto, en igual medida que la moneda no se a repartir igualitariamente, al final de la partida, la cantidad de riqueza
disuelve en su papel de saldo de las deudas-. o de placer a ser distribuida entre ellos. Una política del minimax impli-
La moneda es, en efecto, también algo precioso, un tesoro que mar- ca que de una parte y de la otra las jugadas son comparables, las apues-
ca "la grandeza, la potencia del Estado y la magnificencia del Rey". Es tas conmensurables, los jugadores mismos, en definitiva, permutables:
como tal que el mercantilismo está siempre asociado al metalismo
9 Citado por Deyon, p. 100.
B J .P. Vcrnant, Mylhe et pensée chez les Orees, M11sporo, 1 !)(11). lO Rapoport, Combats, dtbat.s etjeux, tr. fr. Dunod, 1967.
11 Vc!11R11 mita 11rriba, p.194 y sig.
212 ECONOMIA LIBIDINAL EL NEGOCIO 213

nadamos, aparentemente, en el sistema (o la fantasía) de la equivalencia no lo oculta: "La administración de las finanzas (es) una guerra de dine-
generalizada, en la cual las intensidades son corroídas en beneficio de ro", dice, y en esta guerra las compañías comerciales francesas "como si
cantidades cuya instancia ha sido creada sobre una unidad de referencia fueran ejércitos" asaltan a las compañías holandesas ; las manufacturas,
arbitraria, pero admitida por ambos adversarios. Y es sin duda una inge- las obras de arte maestras son "otros tantos cuerpos de reserva" mante-
nuidad, o mejor dicho una perversión del teórico del juego, creer que nidos alerta en las retaguardias. El reino es un campo, las fronteras son
existe en efecto un cuerpo orgánico semejante de referencia, cuerpo so- un frente. Las tarifas de protección aduanera son las obras exteriores
cial, solidaridad razonable, mediador (que él mismo, por supuesto, encar- que protegen la fortaleza francesa.
naría, y también su pagador) al que cada jugador tendría interés en recu- En cuanto al principio de esta guerra, descansa sobre la imagina-
rrir para estar seguro de obtener el mejor resultado composible. Como si ción de que el adversario está en estado de inferioridad, de necesidad.
la pasión por el mejor resultado incomposible, que implica por lo tanto la Vemos entonces que esta idea de necesidad que va a hacer fortuna en el
destrucción del adversario y el final de todo juego, no fuera también un pensamiento económico y social, incluido el de Marx, es simplemente la
pathos habitual del deseo de jugar. metáfora organicista de la dependencia irreversible y jerárquica de una
La intercambiabilidad de los jugadores mismos, supuesta por una parte respecto de un centro. "Es la única monarquía que puede prescin-
política "raciona}" y marcada por los cambios de posición social o tempo- dir de todos sus vecinos", afirma La Gomberdiere; es necesario, aconseja
ral en los deportes de competencia o en los juegos de sociedad, implica a Laffemas, que el rey de Francia sea poderoso, ''a fm de que nuestros ve-
la vez la recurrencia en principio infinita de las "partes". La visión "razo- cinos no puedan prescindir de nosotros". "El reino no tiene nada que pe-
nable" sobre el intercambio es que éste es interminable, que el juego dir prestado a sus vecinos, dice Montchrétien, pues la Francia sola puede
puede proseguir sin fin. Es por eso que no conviene aniquilar al adversa- prescindir de todas sus tierras vecinas, pero las tierras vecinas de ningu-
rio, puesto que es un compañero, sin el cual el juego no sería posible. na manera pueden prescindir de ella." Y La Jonchere: "El reino puede
Hay por lo tanto una preocupación por conservar los polos del intercam- prescindir de toda clase de Comercios extranjeros, pero los Extranjeros
bio que es lo propio del negocio en general, y que aparece asociado nece- no pueden pres cindir de sus Vinos, Trigos, Sales, etc."12 En consecuencia,
sariamente con la transacción mercantil. Aquí la moneda y la mercancía los términos del intercambio nunca dejarán de serles desfavorables.
no son cosas, sino concreciones de relaciones intercambistas, y son trata- Sobre todo si a estas ventajas naturales, recibidas, Francia agrega, y es
das como tales. eso lo que Colbert trabaja, aquellas que resulten de la creación de infra-
Ahora bien, lo que dice Colbert a su rey es todo lo contrario de eso: e structuras y de manufacturas. Podrá vender sin comprar, siempre.
siendo la cantidad de moneda metálica que "circula por toda Em·opa" Podrá imponer, ex.igir oro, y en cantidad, como pago. Y de ese modo el
constante, y siendo ese oro la riqueza misma, si el rey debe enriquecerse, oro entrará y quedará en el reino.
tiene que apoderarse al máximo de ese oro. Eso es condenar a la pareja a Ahora, para proseguir la rápida descripción de este singular dispo-
perecer en un plazo más o menos largo. Es contar el tiempo del negocio sitivo económico poUtico libidinal, nos preguntamos para qué sirve ese
no hasta el infinito, sino limitarlo a) momento en el que todo el oro de oro. No sirve casi para nada; principalmente no es reinvertido, sino con-
Europa estará en Versalles. Y es identificar el oro con la forma tradicio- sumido en fiestas, representaciones y gastos de prestigio. De ese oro está
nal de la riqueza, con la tierra. Atraer el oro a las fronteras del reino, es hecho Versalles, es decir el escenario o el altar del reino, donde la rique-
la misma cosa que extender las fronteras hasta las fuentes del oro. za es disipada, destruida y el tesoro dilapidado en goce. Y esta combina-
Siendo la tierra redonda, la conquista debe también ella por principio ción de la mercancía, moneda y manufactura, con el gasto vano no es lo
encerrarse sobre sí misma, los ejércitos que progresan hacia el este tie- menos sorprendente. El cuerpo mercantil es un "monstruo", una de cu-
nen que terminar por encontrar a los que marchan hacia el oeste y, den- yas partes es valor que se hace girar y, la otra, oro que se destruye; parte
tro de esta barda, instituir el dominio del mundo. El encierro del oro inteligencia, parte tontería, como un centauro. Y en cuanto a la mercan-
dentro de los límites del reino es para Colbert la misma operación relati- cía de ese mercantilismo, es un ser con triple función: concreción de rela-
vizada: es la tierra-oro o la tierra de oro lo que vendrá a rematar sumo- ciones de intercambio, arma de una guerra de dinero, medio para un ate-
vimiento en los cofres del rey. En el primer caso, el reino se desplaza so- soramiento ruinoso. En el centro de esta fortaleza de tarifas, de aduanas
bre la tierra, la envuelve y se toma su cofre, en el segundó el oro que se y de ordenanzas proteccionistas, no reina la nada, núcleo del capital o de
desplazaba viene a dejarse encarcelar en el reino.
El hecho de que se trate perfectamente de una conquista, Colbort 1i 'lbxtou ruu11idofl por E. Silbornor, cito.dos en Do;yott, up. cit., p. 99.
214 ECONOMIA LIBIDINAL EL NEGOCIO 215
]a sobria civitas que redistribuye las plusvalías o anula los intercambios exterior de los campesinos, es al mismo tiempo como cualquiera de sus
en ciclos sin fin, sino un fuego que los abrasa y alime~ta el esplendor so- partes y como su representante en el escenario de las voluptuosidades.
lar del rey y de su corte. Vamos a volver sobre este recorte de teatralidad, tan importante aquí:
· Para tomar la medida libidinal del dispositivo, imaginemos los cua- Francia como teatro, los súbditos del rey como espectadores cuyas contri-
tro amos libertinos de los Ciento veinte d!as de Sodoma que gozaban no buciones financian el espectáculo, la Corte como un escenario, los corte-
solamente de las considerables rentas de la tierra como Sade suponía, si- sanos representando alli su tragedia. Pero antes agreguen a ese cuerpo
no de ingresos mercantiles. Imaginemos cuántos Colbert, cuántos agen- gris de los campesinos franceses, encarcelados entre los muros teatrales
tes (necesariamente hay aquí una resdistribución de poderes entre dos del fisco real y señorial, el cuerpo todavía más lejano de los Extranjeros,
instancias pue¡,to que se trata de dos polos de goce) se ocupan en cual- también campesinos, que. vienen ahora a exprimir a las compañías co-
quier ciudad vecina (París) de librar guerras de dinero, de practicar el merciales y los contratos leoninos que imponen a ,sus amos los agentes
comercio, de emplazar una administraci6n fiscal y militar cuya función de Colbert, a través de gran cantidad de intermediarios. Es la riqueza
sigue siendo por cierto esencialmente el pi1laje, pero mediante el subter- que "circula por toda Europa" lo que necesita el libertino de Versalles, y
fugio del negocio. Imaginen complementariamente que Versalles es ese tendrá por lo tanto que extraer del cuerpo gris de la tierra de toda
castillo de los D{as; que el rey y la corte son esos libertinos (un poco más Europa, hasta dejarlo exangüe y blanco como su banderín ojo, el oro que
jerarquizados) que se retiran allí y se mantienen apartados de sus fuen- encubre con las armas del negocio.
tes de ingresos, la ciudad y el campo, instituyendo el castillo de la volup- El comercio sirve en este caso para extender el alcance del cuerpo a
tuosidad corno un sitio en el que todos los intercambios y las contribucio- destruir, instancia referencial de un goce que tiene su modelo en Sade. Si
nes afluyen sin retorno; que la población de las provincias que forman es cierto que la voluptuosidad no tiene precio, la aplicación de la tortura
Francia son esos mismos campesinos a quienes los libertinos de Sade ex- y la matanza en toda Europa por las guerras de dinero no es demasiado
traen sus rentas al precio de insoportables miserias; y que, además, las cara para alimentar la gloria del rey, es decir su goce. Este necesita la
manufacturas, los armadores, los banqueros, los contratistas que susci- imaginación de un cuerpo finito, de un cuerpo económico que sea cir-
tan el celo de Colbert no tienen otra función al vender sus mercancías cunscrito como un cuerpo orgánico, ya que sólo con esta condición la vo-
que la de llevar más lejos, de llevar más allá de cualquie1· medida, de es- luptuosiaad se unirá a la destrucción que necesita para intensificarse.
tirar hasta la ruptura, las voluptuosidades sobre el escenario versalles- ¿Cómo destruir un cuerpo infinito? La hipótesis en apariencia técnica
co. ¿La moneda y la mercancía son investidas por sí mismas en este dis- que nace Colbert de una cantidad constante de dinero en Europa (hip6te-
positivo? Quizá, podrá decirse, por aquéllos a quienes se llama los bur- sis por cierto congruente con ese "estancamiento" o con la "contracción"
gueses, los fabricantes y mercader es; seguramente no por la corte, pues- económica de los años 1680-1700) hay que ponerla a cuenta de la libido
to que ellas no son más que medios de goce. Pero no, hay que decir más mercantilista. Porque ésta, paradoja para nuestros ojos de capitalizados,
bien lo contrario: que los mercantiles por definición no invisten jamás el hace un uso no benéfico sino dispendioso del negocio mismo. De ningún
objeto por sí mismo, sino solamente por su valor, es decir por su poder de modo hay que entender entonces las curvas descendentes del tráfico de
renta y de interés; son Luis XIV y los"Grandes quienes, justamente por- mercancías o de las entradas de oro y de dinero americanos en Sevilla
que destruyen sin remanente mercancías y m.oneda, "aman" intensa- entre 1600 y 1650, o las de la fabricación de sayos y fustanes o de sába-
mente las primeras y deben hacer perecible la segunda: lo cual es una nas en las ciudades del norte durante el segundo cuarto del siglo XVII, co-
paradoja sólo a ojos del capital, no de la libido dispendiosa. mo las causas del dispositivo mercantilista: ellas son sus piezas. El deseo
¿Qué pasa entonces en materia de intensidades? Klossowski señala mercantilista requiere lo que nosotros llamamos el estancamiento o la
que el goce de los libertinos necesita no sólo de los cuerpos de sus vícti- penuria, pero que para él' es la condición de un plus de goce. Un cuerpo
mas por así decirlo inmediatas, sino también del cuerpo mayor e indeter- económico infinito abre la perspectiva de un crecimiento interminable y
minado de los campesinos que sus administradores estrujan: no es una compartible, y prohíbe en principio la sombría voluptuosidad por com-
analogía ni una metáfora que convenga establecer entre el objeto de las paración que Colbert promete a su amo, ]a misma que estaba implicada
exacciones perversas y el de las peores explotaciones sociales; se trata en en la antigua denominación persa del rey de los reyes.
verdad del mismo cuerpo, cuerpo de referencia, inclispensable para el go- Hume lo dirá: los celos están en el centro de la política económica
ce sadiano despótico, cuerpo para ser destruido; aparte de que el que del mercantilismo y, al desarrollar sus efectos "contradictorfos''i esperará
constituyen las víctimas en el interior del castillo. en ndot'i6n ni cue1·po clemostrar su error. Si, en efecto, afluye mucho oro en un país en detri-
216 ECONOMIA LIBIDINAL EL NEGOCIO 217

mento de otros, dirá, el primero verá aumentar sus precios, crecer sus las otras."14 Es que el patrón-oro es lo que persiste del cuerpo de oro,
importaciones y bajar sus expor taciones. Por el contr.ario, "supongamos cuerpo orgánico de referencia para el mercantilismo hasta la era de la
que los 4/5 de toda la circulación monetaria que existe en Gran Bretaña moneda fiduciaria. El patrón-oro es la marca de los celos. La moneda del
sean liquidados en una noche ¿cuál sería la consecuencia de este hecho? verdadero capital es envidiosa, no es envidiable; en su función crediticia
¿El precio del trabajo y el de las mercancías no tendrían que bajar en es sólo el permiso para emprender y sacar provecho; y su tiempo no se
proporción? ¿Qué nación podría competir con nosotros sobre los mer- cuenta hacia atrás, por el contrario, ella no deja de reproducirlo por un
cados extranjeros? ¿No sería n ecesario bastante poco tiempo para hacer relanzamiento interminable de los créditos. La verdadera moneda del ca-
ingresar el dinero que habríamos perdido y para elevarnos hasta el nivel pital, lejos de ser un tesoro, una cosa terrena, es una relación, relación
de todas las naciones vecinas?"l 3 El razonamiento es poco convincente, de poder, por cierto, puesto que es necesario poder dar el derecho de an-
pero lo que estalla en él es el amor por la balanza, en el cual podemos re- ticipar al acordar crédito, y poder beneficiarse de él mostrándose solven-
conocer perfectamente el pathos de Lavoisier y la pasión generalizada te¡ pero también relación de distanciamiento del deseo respecto de sí
por la anulación negociadora. En cuanto al "fondo", mejor convencer a mismo, inhibición y rebote de las energías libidinales, cuyo esquema in-
los libertinos de que sus crímenes los conducen a la ruina, y de que por tentaremos armar más adelante. La moneda del capital en un sentido no
su propio interés, y aun por su supervivencia, sería mejor devolver de al- es más que tiempo que se da y se recupera, que se anticipa y se retrasa.
guna forma la riqueza que extraen de la población que les aporta benefi- La moneda mercantilista es una cosa erótica y letal.
cios. Mejor recomendar a la perversión que se torne más democrática e Regresemos al teatro mercantilista. Quizá su análisis energético
igualitaria en el campo de sus objetos. En verdad, el cuerpo de Europa permita inspeccionar mejor estos extraños celos que, como lo hemos vis-
devino, en época de Hume, al menos para los ingleses, un cuerpo de capi- to, no guardan ninguna relación con el interés, bien o mal entendido. Si
talización dotado de las propiedades del goce, o de los goces, que el ca- es verdad que al teatro clásico le hace falta no un límite sino dos -pri-
pital requiere; para Colbert era un cuerpo no menos gozoso, pero de una mero el recinto del teatro, y el marco del escenario después; w10 en el
muy diferente manera. cual tiene lugar la representación, que envuelve el conjunto sala y esce-
El equibbrio de las balanzas nacionales, es decir la regla del cero, nario, y otro en el que se circunscribe el espacio de la representación-,
no es tomado allí en consideración. El deseo no marca aquí la locura al se verá que el espacio mercantilista tiene la misma configuración. La
darse las condiciones de la infinidad, la moneda no opera aquí como po- frontera aduanera delimita la entrada a ese teatro que es el reino: los es-
der de crédito, como posibiUdad ofrecida al adversario de anticipar sus pectadores de hecho son súbditos del r ey que llenan la sala. En el inte-
compras de bienes o de servicios; en el lugar del crédito, los celos. El rior del espacio francés, la Corte circunscribe un segundo límite, el de su
tiempo del mercantilista, como el del celoso, se cuenta en sentido contra- propio escenario, en el cual los actores son los Grandes. La congruencia
rio: "Sólo queda Holanda que combate todav(a con grandes fuerzas ... ", y del dispositivo teatral que da lugar entonces a la tragedia clásica france-
culmina en el blanco del cuerpo europeo vaciado de su potencia y en la sa con el disposfüvo político económico del mercantilismo es cierta.
tumefacción carmesí del amo de Versa11es. Y el tiempo de ese amo mismo Sin embargo, la organización con doble límite no es de ningún modo
se cuenta a muerte: "Después de mí, '81 diluvio"; tumefacción no per- lo propio del espacio mercantilista. La Grecia antigua da un modelo más
petua, porque la voluptuosidad no es buscada en la intensidad de una fuerte de él: límite de la ciudadanía y, en el interior, límite de la esfera
permanencia, sino en la intensidad de una consunción. El capitalista, y política, centro (meson) en el que el orador viene a decir lo que se ha he-
desde ya Hume y su amigo A. Smith, ve Europa como un cuerpo de in- cho y lo que se va a hacer y a través del cual 1a ciudad será, por lo tanto,
versión que reporta, Colbert y su amo como un cuerpo de suntuosidad representada. Esquema no muy dffer ente del t eatro trágico y cómico.
del que se extrae; para nada el nosotros, sólo la dicotomía yo/ él. Los ce- Pero el escenario político griego no es el monárquico, en tanto y en cuan-
los necesitan, como la perversión según Klossowskj, una referencia orgá- to está, por construcción, vac(o. Cualquier ciudadano puede en principio
nica, una vida, para hacerla perecer. "No se ha inventado jamás en el dirigirse a él, hablar en él y convertirse, por lo tanto, en el espejo de la
curso de la historia, escribe Keynes, un sistema más eficaz que el del pa- ciudad, en su reflejo. A esta constitución republicana se asocia una r egu-
trón-oro para regir los intereses de las diferentes naciones unas contra lación muy diferente de la destrucción: ésta no tiene nunca lugar fuera
13 "De la ballll)cc du commcrce", CEuvre économique, tr. fr., París, p. 66; citado por H 'l'hiforfo ¡¡tfmlml c/1• t'nnploi, del l'intdrl!t et de la monnaie (1936), tr. fr., 1942, p. 362.
'T'r. oup. <1,, It.. J 11111111du · 'll1t1rft1 l(l!rwral de la ocupnoión, d int11rds y 1!l dinera, M6xico, Fondo
n cyoa, p.103. ,lo Cultn'r•u F:rn,11,11111 u, l 11•1:t
218 ECONOMIA LIBIDINAL EL NEGOCIO 219

de los límites de la ciudad, por la guerra contra los enemigos o los alia- Europa es entonces ese monstruo de dos cuerpos: un cuerpo mercan-
dos rebeldes, y por el imperialismo contra los aliados. ¿Qué se destruye til, o sea un círculo intercambista formado por la circunversión de todas
aquí? No el rey, sino el colectivo de los guerreros. Es el deseo de potencia las intensidades de las que es capaz la gran película, y por su anulación
(Macht) lo que empuja esa ciudad a la consunción de sus fuerzas y de sus gracias al equivalente general; pero es al mismo tiempo un cuerpo de oro,
riquezas en las guerras y las conquistas de prestigio, corno decimos noso- una Barbarie, alemana, italiana, inglesa, a conquistar, robar, arruinar.
tros. Pero este deseo no se instancia sobre una figura despótica que cir- Cuerpo del negocio y cuerpo víctima, hecho de clientes que también son
cunscribe una segunda clausura (el escenario versallesco) interna de la bárbaros prometidos a la expoliación y a la destrucción. Se les vende al-
esfera política (la nación, la ciudad); todo ciudadano es retenido en él. Si, guna cosa, se les roba su oro. La barrera proteccionista delimita lo que es
no obstante, el segundo escenario existe de verdad en las repúblicas, es bárbaro y lo que es francés, lo que es cliente para aniquilar y lo que es
para distinguir un tesoro de palabras más que de riquezas. Si lo exclusi- súbdito para conservar. Deja filtrar en la exportación las mercancías con-
vo propio de la determinación del poder y de la representación fija suba- sideradas sin uso entre los súbditos, en la importación, los tesoros metáli-
na en alguna parte, es allí, sobre la piel del lenguaje más que sobre la cos de guerra y de fiesta. Deja salir lo que hará sobrevivir a las Bestias
piel de los bienes; la tribuna pronto cesa de ser un medio vacío y accesi- de afuera, que tienen necesidad de Francia y de quienes Francia puede
ble para convertirse en el teatro donde las palabras se atesoran y se dila- "prescindir" holgadamente; deja entrar, "a cambio", las materias de gloria
pidan, procurando prestigio. No basta con ver en la techne del habla de y de destrucción, lo fuera de precio, lo inintercambiable.
los retóricos y de los sofistas el síntoma de un profesionalismo que afecta En el momento en el que el comercio comienza a hacer reinar la ley
al habla, habría que considerarla también como la adquisición y el uso de las equivalencias y de los rninimax, la política mercantilista da vuelta
de una fortuna de enunciados que dan acceso privilegiado al escenario de su función en una fórmula imposible: cómprame tu supervivencia, dice
las asambleas, simplemente porque esos enunciados tienen credibilidad: Colbert al Extranjero, pero al precio de perder todos tus medios de com-
la tribuna republicana sería un escenario en el que el lenguaje se gasta pra, y yo representaré tu agonía en mi casa. Sobre la gran película las
en puro prestigio y a pura pérdida. Al igual que en el mercantilismo-, eso pulsiones siguen corriendo; pero un flujo de exportaeiones no aporta a
no excluye, sino que implica, la generalización del comercio (de las pala- las regiones destinatarias más que la obligación de reexpedir un flujo de
bras); pero, también al igual que en el mercantilismo, la circulación, aquí importaciones inconmensurables en intensidad. De este modo se forma
lingüística, debe permitir, bajo la cubierta de Hquidar las obHgaciones un "exterior" del otro lado de las barreras aduaneras que no tiene otro
conb·aídas igualitariamente con los conciudadanos, a los reyes de las pa- papel que vaciarse en un "interior", enorme transferencia de energías
labras, a los retóricos y a los sofistas, arruinar el crédito oratorio de si¡s que corre sob1·e el cuerpo ambiguo de Europa, que alimenta la incandes-
pares y asegurarse la posesión exclusiva, por lo tanto necesariamente cencia de la fiesta versallesca. Y, al mismo tiempo que se vacía, se repre-
consuntiva, del tesoro de la palabra. senta allí a medida que se destruye, puesto que nunca es devuelto por el
El mercantilismo francés clásico conoce otra generalización del ne- movimiento del comercio. La consunción en apariencia aberrante de los
gocio: comienza a extenderlo al trabajo mu1tiplicando las manufacturas tesoros sobre el escenario de la Corte representa la destrucción del
(aunque no lo haga con el espíritu de la acumulación del capital sino de Extranjero. Si a1lí hay dos límites y no uno en esta teatralidad, es porque
la guerra por comercio); sin embargo, erige en el centro de los intercam- el primero determina lo que en exterioridad sufre la guerra y la destruc-
bios un sitio sin reciprocidad que acapara las plusvalías y las destruye. ción de dinero, la víctima de la pasión despótica, el cuerpo de oro de los
Este Estado despótico requiere de ese modo la movilización de una parte países -atrasados, e] Tercer Mundo de los bárbaros, y el segundo, en inte-
importante de las energías disponibles a los fines de constituir la doble rioridad, repitiendo de manera ritual este aniquilamiento de las rique-
clausura y de hacer fluir al centro, donde habrán de perderse, los suple- zas : el monarca y su corte r epresentan y hacen representar por ellos, en
mentos de impulsión captados de afuera. El espacio "político" que cono- el espacio sagrado del Centro, la potencia mortífera que devasta el espa-
cemos, con su capital bulímica y narcisista y su red-telaraña de policías cio profano de la Periferia bárbara. Tantos son los celos del despotismo
y "justicias", ha sido organizado por el mercantilismo: imperio profunda- que el mercantilismo alimenta que éste no se contentaría con tomar y
mente guerrero y ladrón en el que el trabajo y la empresa económica destruir, sino que necesita presentar como pr opio lo que afuera aniquila.
nunca son otra cosa que armas reales o potenciales en manos del déspo- Todo Occidente, en razón de su imperialismo de conquista, no cesa-
ta, en el que las producciones no dan lugar al crédito, sino a los antojos l'á rle importar, es decir de repetir sobre su propio cuerpo, lo superfluo
del príncipe. que despoja del cuerpo de la tierra. Pero este superfluo sólo aparece co-
220 ECONOMIA LIBIDINAL

mo superfluo en la medida en que ha sido estimado en términos mercan-


tiles, medido según un supuesto valor mínimo de la vida, descontado en
presuntas necesidades, en la medida por lo tanto en que el cuerpo de la EL CAPITAL
tierra, cubierto por extranjeros bárbaros de quienes "se puede prescin-
dir", ha entrado en contacto comercial con los Europeos. La banda libidi-
nal se enrosca sobre sí misma, con inclusión por sustitución de lo que ese
cierre excluye. Retorno de lo reprimido, si se prefiere: el Bárbaro es el
rey. Pero entendido no como sustitución consecutiva a una falta (¿dónde
está la falta en todo eso?) sino por recurrencia de las pulsiones de muer-
te en el justo medio del Estado orgánico que se delimita eróticamente.
De ahí la predominancia de lo trágico en el escenario central, y del
Terror que a continuación le sigue.
La moneda se torna equivalente general para hacer que sean con-
mensurables los pueblos exteriores, sus riquezas ("productos") y sus po-
brezas ("necesidades"), en relación a las mercancías que ellos compran.
Y, como tal, no es evidentemente nada más que el cero central de la cir-
cunversión y que el cero final de cada ciclo mercantil. Ella determina de
esta manera los precios puesto que determina las relaciones estimables
entre cantidades, ofertas y demandas de bienes. La moneda se exhibe en
consecuencia como ratio, cuenta. Pero el mercantilismo traiciona uno de
sus secretos, o mejor dicho lo hace público: que ella no es solamente un
instrumento de Eros que contribuye a formar el cuerpo viable del merca-
do europeo, es decir mundial, sino que también es arma de envidia, me-
dio de destrucción, agotamiento de ese mismo cuerpo que ella forma, su-
gestión de otras superficies. No solamente la tierra de Europa unida y
encerrada sobre sí misma por la ley de los intercambios, sino también los
fragmentos dispersos, pedazos de gente que sufren la mordedura vampí-
rica. En el equivalente se disimula el vampiro, dirá la crítica liberal del
mercantilismo; en el vampiro se disimula algo más que el equivalente, el
capital por lo pronto, dirá la crítica marxista-keynesiana. Nosotros deci-
mos: en el signo intercambiable, el teh.sor, y a la inversa. Ahora ¿qué
queda de este disimulo (casi perfectamente evidente) de la moneda mer-
cantil en el capitalismo?
COITUS RESERVATUS

Los "GASTOS" están lejos de ser, lo hemos ya visto, emancipaciones abso-


lutas del ciclo reproductivo: el derrame de intensidades pulsionales ha-
cia un presunto exterior da lugar siempre a un doble proceso, uno por el
cual una proporción más o menos importante de estas cantidades libidi-
nales es compensada por un retorno, la daksina, el pago del turno, de la
sesión, las palabras mismas, cuando pertenecen a la moneda suelta del
lenguaje, al concepto; el otro que, por el contrario, deja escapar en calor,
en humo, en goce, una cantidad de pulsiones irreversibles e inutilizables
en ciclos de esta clase. Se trata por Jo tanto de efectos de transmutación
sobre el círculo, apenas entrecortados por gastos a pura pérdida, que son
goces dispendiosos. Pero la cuestión de qué ocurre con el goce sobre el
círculo subsiste. Cuanto más hemos llegado a entender que es perversa
en relación a aquellas que tienen curso en la ofrenda sacrificial, analítica
o prostitutiva, así como éstas, inversamente, lo son si tomamos aquélla
como el punto en el que se instancia. Queda por captar afirmativamente
este goce, del cual hemos dado como modelo, con cierta arbitrariedad, la
ciudad griega y su función mercantil.
Siempre por la misma vía zigzagueante e inane que siguen las im-
pulsiones sobre la banda laberíntica, iremos a encontrar en la erótica
china el modo de aproximarnos a este goce. Aquí es necesario asestar el
golpe sobre doctrinas que son sin embargo entrañables para nuestra con-
ciencia de occidentales: no conceder ni siquiera al Tao, ni siquiera a su
admirable doctrina de la debilidad, el menor crédito, apartar todo eso
que está todavía del lado del nihilismo, por más refinamiento altanero
que pueda significar en materia libidinal.
"En el comercio sexual hay que considerar~! semen como la sustan-
., cia más preciosa. Al ahorrarla, es la vida misma lo que el hombre pro-
tege. Después de cada eyaculación, hay que compensar la pérdida de se-
men absorbiendo la esencia de la mujer. [Para economizar el semen], hay
que hacer nueve pausas después de cada serie de nueve golpes, o incluso
prevenir la emisión de semen mediante una presión [de los dedos de] la
mano izquierda sobre el punto situado por debajo del miembro. Entonces
el semen retrocederá y le hará bien al organismo. Para absorber la esen-
cia de la mujer, hay que dar alternadamente nueve empujes poco profun-
dos y uno más, profundo. Al poner la boca sobre la boca de 'la enemiga'
se inhala su aliento y se chupa su saliva. Lo que se ha tragado desciende
al estómago y desde allí cambia su esencia Yin en esencia Yang. Una vez
que se haya repetido esto tres veces, será necesario nuevamente dar em-

223
224 ECONOMIA LIBIDINAL EL CAPITAL 225

pujes poco profundos, nueve por nueve, separados por una estocada pro- se trata aquí para nada de lo que Klossowski o Sade llamarían una ope-
. f~da, hasta que se haya alcanzado la cifra 81 o 9 veees 9, que cubre la ración simple de propagación de la especie. En particular, sea cual fuere
crfra Yang."1 el destino ulterior de su simiente, )a verga china no actúa de ninguna
En este Yi-hsin-fang se encuentran consignadas las grandes tesis manera como la verga ateniense, preocupada solamente, cuando penetra
de la erótica china, que es taoísta en lo esencial. Y se ve que allí actúa la cavidad de la esposa, por depositar allí lo más rápido posible su semen
un dispositivo de conmutación de los influjos tan diferente de los que ha- a los fines de la reproducción, un acto en suma muy elemental: en Grecia
bíamos recorrido con la mirada, que merece una viva atención. Ya que, el problema del orgasmo femenino no se plantea, y cuando el pene se he-
contrariamente a lo que sucede con el turno, el sacrificio y la sesión, cuyo terosexualiza, como ya dijimos, lo hace en una casi prostitución, ya que
efecto para todos era reunir en una forma pasible de intercambio (mone- la comunidad de los pederastas no podría reproducirse sin pasar por las
da, bienes como salario de los sacerdotes, lenguaje) una parte de la ener- mujeres.
gía gastada en el goce perverso, y dejar de alguna manera salir el resto Parece ser que lo mismo ocurre entre los chinos: los letrados, los
del ciclo de la reproducción y de la comunicación, en intensidades vanas funcionarios, los militares de cualquier rango, los gobernadores, los prín-
que se pierden para todos y son, por así decirlo, hurtadas por el perverso cipes y el emperador mismo (que por cierto no están reunidos en un
(el sacrificante, el cliente, el analizando) a la organización social, en este círculo como ciudadanos, sino estamentados en una pirámide burocrática
caso de la erótica taoísta el arreglo es tal que operará de modo de susci- como el techo de una pagoda) no podrían asegurar mediante su aparato
tar en la mujer -mediante un anáHsis y un respeto meticuloso de las estatal la reproducción simple de la población. Por lo tanto, aquí tam-
posiciones y pr ocedimientos adecuados para maximizar su goce-, la bién es necesario pasar por las mujeres. Pero es mucho más que pasar
exaltación de su energía Yin, con el objeto de robársela. Mientras que la por ellas, y el hombre que se entrega al coito, muy lejos de prostituir un
prostituta, el sacerdote y el analista observaban, frente a las impulsio- instante su verga ciudadana al servicio de la propagación y sin goce, per-
nes inadmisibles de sus pares respectivos, una regla estricta de minimi- sigue en su r ecámara una estrategia y una medicina que con el nombre
zación del goce que podían experimentar y del peligro que podían correr de erótica provienen de toda una cosmología y se combinan con toda una
a menos que lastraran pesadamente su aventura mediante el pago de los política. La punta de cuerpo femenino útil no es tomada sólo por su posi-
servicios demandados a la competencia de profesionales, la recámara ble capacidad de fecundar hijos, aunque por otro lado así lo sea, como ve-
china es el lugar de una transacción muy diferente: muy lejos de que la remos más adelante: aquí se la toma por su potencia intensiva en Yin, la
mujer, que uno podría en este caso considerar el sujeto del goce, si estas cual se establece por los cinco signos de la mujer, por los cinco deseos de
palabras tienen sentido, -o más bien: la región de la intensidad y, aún la mujer y las diez maneras de moverse de la mujer, por los nueve espí-
más, habría que decir: en un cuerpo entera y exclusivamente tratado en ritus de la mujer según el Yi-hsin-fang. Que se trata de una medicina,
su sección genital 0o que permite a Van GuHk ponderar la "normalidad" todos los textos taoístas (e incluso los otros), aun cuando r estrinjan sus
de esta erótica)-, muy lejos de que esta región así localizada de las erec- alcances, lo afirman: la intensificación del goce femenino refuerza la
ciones y de las emociones sea desautorizada y sometida a sustitución (co- energía masculina, el Yang. Las secreciones de la boca, de los pezones, de
mo en la indiferencia del vientre prosHtuido, de la ofrenda o de lo que se la vagina, son aspiradas por la boca y el meato del hombre, entran -en
habla en el diván, y por intermedio de los pagos descritos), ella es exal- ese fragmento del cuerpo libi~inal que es él- como un exceso de energía.
tada en la mayor medida posible por el juego de las palabras, de las ma- Esta es indudablemente Yin, y Yin es el agua estancada que desgasta to-
nos, de la boca, de las miradas, de la verga y de los riñones del hombre. do sin· desgastarse nunca y es por eso que amenaza el principio Yang,
Aunque esta conexión -a través de las nueve posiciones del Hsuan-nu- que es fuego y por lo tanto extinguible, y es por eso que la erótica es tam-
King o las treinta del Tong-hsuan -tze- no interese más que a la pene- bién una estrategia en la que la mujer es designada como "la enemiga".
tración del Tallo de jade en la Caverna en forma de grano a través de la Pero el Yin, agitado por los espasmos del goce, es agua que hierve, se
Puerta de Jade, el cuidado maníaco que rodea esta penetración, su pre- vuelve fuego y puede pasar al costado Yang; se ha producido una trans-
paración, su transcurso y su término, obliga por de pronto a decir que no mutación no sólo de los elementos sino de los principios, uno en el otro,
pues en uno siempre está el núcleo del otro, y la expansión de ese núcleo
. 1 "Prcscriplions s8<:rMes pour In ch~bre couchc:r" (c. 600 p. C.), recogidas en Yi- en uno lo conduce fj devenir el otro. Lo que esa mujer conducida al des-
cuortízamien to y ol rrrito da f-a través de los innumerables derrames
Onlllruard, 1971, p. 191.
,
/11,111 -fang (982-984). C1tndo por Van Gubk, La Vie se;melle dans la Chine ancienn11
' do líquidos q1111 cl1 111crilll'11 lc1fl 'l'ratados-] ha sido sacudido tanto que ya
226 ECONOMIA LIBIDINAL EL CAPITAL 227
no es agua, y por esta razón, al apoderárselo, el hombre, que está en el zan las nociones de la falta de goce y de la incomprensibilidad del objeto
costado Yang, podrá enriquecerse. Enriquecimiento pres.entado como con- libidinal. Observemos no obstante que ellas están de hecho dominadas
valecencia, terapéutica de males benignos, pero también de enfermeda- por algo que precisamente no sobrepasa de ninguna manera el pensa-
des graves (con prescripciones precisas que se refieren a las posturas y a miento y menos aún la erótica taoísta: la categoría del sujeto. Pues si el
las maniobras susceptibles de remediarlas), pero sobre todo enriqueci- Tao tiene importancia para nosotros, economistas libidinales, no es por
miento como potencia de inmortalidad, ya sea-en la versión laica y so- su nihilismo, lo es por su refinamiento en la investigación y la afirma-
cial, es decir confucioniana- porque de esta capitalización de las energí- ción de la mutabilidad, y de este hecho por la inexistencia que tiene para
as se espera obtener el beneficio de los bellos hijos varones, o ya sea - él la cuestión del sujeto.
cuando el uso de la erótica se inclina hacia la mística taoísta- porque se Esa es precisamente la otra línea a partir de la cual se puede seguir
espera alcanzar, por la repetición de estos bombeos de Yin en plena acti- la respuesta de P'ong-tsou, y es ella la que acreditan todos los textos que
vidad, la inmortalidad del Tao mismo identificándose con el Sin-Nombre presenta por otro lado Van Gulik: el fortalecimiento del cuerpo del hom-
que no cesa de transmutarse. bre el refinamiento de su audición y de su visión, su disponibilidad, ese
Pero todo eso, en primer lugar, de cualquier manera que se lo en- alg~ que hace que después del Zen, como decía Cage, estemos igual que
tienda y se lo practique, sólo vale a condición -completamente inversa antes, pero sólo que a tres pulgadas por encima del suelo -todo eso, que
de la función peniana del esposo ciudadano helénico- de que el Tallo de se obtiene por la retención del semen y por la coacción a que se lo some-
Jade se mantenga en su erección y que la eyaculación no se produzca. En te, por medio de técnicas ya sea mentales o psíquicas (como la presión
consecuencia, por un lado, las fuentes líquidas que nacen en las cavida- del dedo medio y del índice sobre el canal antes de la emisión), haciéndo-
des y repliegues de la banda-cuerpo pulsional en erupción llamada mujer lo retroceder hacia la cabeza, todo eso no proviene del nihilismo sino de
y, por el otro, una verga dura que bebe a boca llena estos líquidos de agi- 1a intensificación-. A este hombre le vale madre la mujer con quien se
tación y los conserva: coitus reservatus. acuesta. Los Grandes chinos tienen gineceos de mil mujeres: eso es el
¿Qué es ese dispositivo singular? A la Muchacha Elegida que se anonimato. Pero quizá también le valga madre él mismo. ¿Qué es lo que
sorprende de que el hombre pueda obtener algún placer al frenar de ese necesita? Multiplicar las circulaciones, las conexiones, agitar el agua con
modo la eyaculación, P'ong-tsou responde que la emisión de semen pro- ese fuego que le quema los riñones, viajar en la extrema reserva, en el
cura sin duda un momento de alegría, pero ,no una sensación de vo- muy pequeño margen fijado por las reglas de los libros del Ars amatoria.
luptuosidad. "Si, por el contrario, el hombre practica el acto sexual sin Estas reglas, en su minucia, hay que entenderlas y practicarlas al igual
eyacular, su esencia vital se fortalecerá, su cuerpo estará muy a gusto, que las que rigen la mímica, el canto, la danza y la música de un espec-
su oído será fino y su vista aguda; incluso si el hombre reprime su pa- táculo No: ellas ofician de guías sólo para los aprendices a quienes limi-
sión, aumentará su amor por la mujer. Es como si nunca pudiera poseer- tan a contrario el campo de las cosas que no hay que hacer. Pero el gran
la de manera suficiente."2 A partir de esta respuesta ambigua, dos líneas arte, como en la erótica taoísta, y como en la locura sin duda, consiste en
a seguir: en primer lugar ése es un punto de partida para los temas del subvertir todo el campo que ellas delimitaban, haciendo de él una suerte
amor platónico, cortés, imposible, rom1ántico, en la medida en que en el de no-sitio que barren en lugar de circunscribirlo, y en el cual no se lle-
lugar de la conexión de las energías libidinales sobre órgan os, sobre pe- garía a saber jamás si esta inclinación del torso no está un poco más allá
dazos de cuerpo laberíntico, la reserva de esperma va a autorizar otra co- o más acá de la regla, este golpe del tambor, este gesto del brazo. Al tras-
nexión, esta vez sobre personas, y que el amor por estas personas va a tornar tompletamente la relación del acto, escénico para el No, sexual
sustituir la descarga sobre esas regiones anónimas. Un desplazamiento para el Manual de amor, con la medida, hasta que el primero sea el que
semejante requiere la producción, tanto del lado de la mujer como del determine por sí solo su intensidad fuera de medida, entramos por fin en
hombre, de sujetos, es decir de instancias unitarias y vacías que no se- la singularidad incomparable e indecidible. La regla no es más una línea
rán, en efecto, por definición, jamás "poseídas" de manera suficiente, que pasa alrededor del campo donde lo que debe hacerse es hecho y que
puesto que no son más que un cero en creación de instancias pulsionales. excluye lo que no debe hacerse, sino un torbellino sobre ella misma (y su
Si seguimos esta dirección nos encontraremos muy cerca de problemáti- punto axial de rotación mismo se desplaza sobre este segmento de recta
cas llamadas "modernas", como la de Lacan, por ejemplo, que caracteri- que es la 1·eg1a), en una rotación oscilante que torna incomprensible e in-
motnol'ahlo lo que pasa (ya sea movimientos de la cabeza, cantos, en el
2 Citado por Van Gulik, pp.188-189. No, m11puj0f1 do la verga, ondulación de las nalgas, en el coito); ella no
228 ECONOMIA LIBIDINAL EL CAPITAL 229
sirve más que para engendrar -por la imposibilidad de situar el acto rencio de los demás porque hallo la paz en la Madre que me nutre."" El
c?n respecto a sí misma-, ese no-sitio o ese sitio no pensable que es pre- mar es el agua, la mujer, el Yin; el viento es el hombre, el Yang: esta con-
cisamente el paso de intensidad. Línea que engendra una región evanes- fusión es tanto la del coito como la del Tao, y cuando se está "allí" (allí
cente en la que se enciende la emoción, región que es por excelencia frag- donde yo no piensa, como dice Lacan), entonces lo que pasa es justamen-
mento incomposible de la banda labeóntica. te la intensidad, sin intención, sin objetivo preciso.
Cualquiera sea la función libidinal de las escrupulosas prescripcio- Pero la intención es apenas desplazada un poco hacia un costado:
ne~ _eró~icas, no_ se las puede negar. No obstante, ellas no justifican el queda la intención de "nutrirse de la Madre". Esta Madre, la Madre del
pnvilegio exclusivo acordado al coitus reseruatus. Parecería que todas las Universo, es el Tao: "Obligado a darle un nombre lo llamaría
pasiones deberían ser en este caso igualmente capaces de crear el nuevo Trascendente / Trascendente significa avanzar / Avanzar es llegar más
espacio de las singularidades no mesurables. Por lo tanto, si el Tao y to- allá/ Llegar más allá quiere decir retomar".5 Nutrirse de la Madre es
da la tradic~ón china reservan sin embargo toda la función intensiva pa- bombear el Yin o el Yang, poco importa, recoger la mayor cantidad de
ra la retención de esperma, es porque a través de la intensificación sigue energía posible para inscribirse en la fluencia sin fin de la marea que se
despuntando lo que Klossowski llamaría una intención, y no es un azar expande y regresa en su suprema vacuidad. 6 En consecuencia, mientras
que se demande al semen retornar en dirección del cerebro. La intención usted copula en medio de las intensidades, no olvide esa delicada presión
sin duda ~o es, como .po_dría creérselo, esencialmente misógina; en otra de los dedos de la mano izquierda entre escroto y ano, esta suspensión
parte se dice que la muJer también tiene por su lado poder de ahorrar del vaivén del vientre, que le permitirán tomar con astucia lo que su
sus secreciones vaginales, y de absorber el principio Yang activo en su compañera le ofrece (¿sin pagar?), y luego de robarle el excedente de su
pareja. El Yu-fang-pi-kiue da al respecto consejos que permiten a las mu- fuerza que a partir de ese momento pasa a usted, intente capitalizar el
jeres no gastar toda su esencia Yin en el coito y de diferir el orgasmo. El todo en la inanidad fluida que es el Tao: "Treinta rayos convergen en el
Tratado llega incluso a decir: "$i una mujer conoce la manera de alimen- círculo de la rueda, [pero es el] espacio [vac!o] que hay entre ellos en
tar su potencia y la de realizar la armonía de las dos esencias (yin y donde reside la utilidad de la ruedan:1 el cual viene a ser, en el orden cos-
y~ng), puede tran~formarse en hombre. Si durante el coito puede impe- mológico, el mismo dispositivo que el cero central mercantil griego y li-
dir que las secreciones de su vagina no sean absorbidas por el hombre dio. Usted estaba sobre la circunferencia, y al utilizar una intensidad ex-
éstas refluirán en el organismo de su propio cuerpo, y así su esencia Yin' trema, calcula hacerse eyectar o inyectar hacia el centro vacío, fuera de
será alimentada por el Yang del hombre."ª No se podría afirmar de ma- la vida y de la muerte. Usted negocia. ¿Este coito es una guerra? Allí no
nera más vehemente que no existe diferencia insalvable entre los sexos reside lo importante. Lo importante es que se diga: entonces, hagamos
que hay potencialmente en uno y en el otro su correlato, y por lo tanto 1~ estrategia, porque estrategia es mercado, y la muerte está incluida en
eventualidad de su paso al "enemigo". No, la cuestión no es la que se las eventualidades que se estiman. Y lo que hasta hace un instante pa-
plantea el feminismo, la intención de reservar puede también habitar saba por refinamiento de los preceptos que permiten desocupar el no-si-
~to en la cabeza de una mujer com9 en la de un hombre: en esa mate- tio de la banda libidinal, ahora parece, por la moralización de la cuestión
ria el Arte de amar no establece diferencias; pero, en definitiva, hace fal- y el nihilismo que reduce los alcances sobre el vacío central, una simple
ta una cabeza donde eso refluya y se retenga. Una instancia de recepción maximización del provecho energético. No es porque éste sea considera-
Y de relevo. Y la intención de alcanzar un fin, e incluso varios fines. En
primer lugar el que ofrecen los más místicos y también los más popula-
4 Tao 1l1 King, XX. Existe una versión en espado!: Lao Tse, Tao 1l1 King, prefacio y tra-
res, es la inmortalidad, es el retomo al vacío de la mutabilidad y la pér- ducción de José M. Tola, México, Premié editora, La nave de los locos, 1977, p. 65, pero ex-
dida de la falsa subjetividad en la endeblez, que es la verdadera fuerza. cluye las palabras mar y viento que sirven a la interpretación de ~otard. Se la utilizará no
"Todos los hombres viven en la opulencia/ Sólo yo parezco necesitado co- obstante, aunque cambiando la línea pertinente: "Mi espíritu está confuso al igual que el
de un loco" se cambia por: "Mi espíritu está confuso y flota como el mar, sopla como el vien-
mo un pobre / Mi espíritu está confuso al igual que el de un loco / Los to". (N. de la tr.)
vulgares saben discernir parecen iluminados / Sólo yo parezco inútil co- 5 Tao 1l1 King, xxv. En la versión que utiliza Lyotard el término 7rascendente aparece
mo quien no conoce ocupación / Todos los hombres parecen tener algo uomo gran.deza (grandeur); oonservamos el de José M. Tola entendiendo que no modifica el
1ontido quo {votard le confiere. Op. cit., p. 75. (N. del tr.)
que cumplir / Mi apariencia es la de un tonto desmañado / Pero me dife-
6 /bid., XV. No nos valemos para esta cita del texto en español. (N. de la tr.)
7 !bid,, x1; ol 11ubrayado es do Iqotard, los corchetes encierran lo que se añade a la ver-
3 OitudCl por Van Gulik, p. 205. 11l611 du 'fül11, O¡>. cit., p, 47.
EL CAPITAL 231
230 ECONOMIA LIBIDINAL
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do cosmológico u ontológico que es menos interesante o temible. Hay un mente la comunidad ciudadana y la sociedad "despótica oriental". ¿Qué
negocio taoísta. Lo vemos cla ramente en la versión alquímica que puede es este semen chino? ¿El objeto de un ahorro? Más aún: de una capitali-
darse de los textos eróticos. Nada más negociador que la alquimia: nego- zación. Un ahorro sería simplemente reservar semen en el momento del
cio de los simulacr os de afectos, cuantificación de las pulsiones de vida y goce. El gesto del ahorro se reduciría a la presión de los dedos izquierdos
muerte, pesar los sexos, con fines de enriquecimiento y aun de riqueza sobre el canal seminal. Pero la erótica china requiere muchas otras cosas
absoluta: el oro. No sorprende que todo este dispositivo se vuelva a en- más que ese gesto: quiere extraer de la pareja la mayor cantidad de fuer-
contrar -por la balanza de Lavoisier y su posición de equilibrio para los za posible· introducir por lo tanto en un cuerpo, que será el cuerpo repro-
intercambios de peso de cuerpo-, en la industria. La erótica, la estrate- ductor, n;euas cantidades de energía. No solamente la emisión, o sea el
gia, la alquimia, la ética Tao: otras tantas circunversiones profundamen- gasto, es suspendida, lo cual sería el ahorro, sino que se busca el aumen-
te análogas, por su nihilismo central, a la que preside el mercantilismo to de las fuerzas, para lo cual la verga funciona no ya como un canal de
generalizado. salida para aquello que excede, sino, en el sentido inverso, como un con-
Pero hay algo más, o a] menos más llano y más directamente cir- ducto de perforación mediante el cual las sustancias energéticas que
cunver tido: si el hombre (puesto que en definitiva en la mayor parte de duer men en los repliegues del cuerpo (de la tierra-mujer) son recogidos,
los textos a pesar de todo es el hombre el que vampfriza) practica el coito almacenados (genitales, espina dorsal, cabeza; estaciones de bombeo,
reservado, lo hace no solamente para ser Tao, sino también, por otra par- oleoductos, depósitos), y ulteriormente puestos en circul ación como me-
te, para que todo este semen así acumulado produzca, cuando sea solta- clios de producción (emisión de sem en fecundant~, combustión de los hi-
do a sabiendas, bellos y buenos hijos. Será necesario crear condiciones drocarburos para fines llamados reproductivos). La an alogía es incluso
eróticas, atmosféricas, estacion ales, sociales favorables, por cierto; queda insuficiente: sería necesario imaginar que la perforación, por sí misma,
algo más: lo que él reserva mediante su priapismo aprendido, no es sola- por la agitación que provoca en las napas a las que llega y que el enorme
mente el aniquilamiento sobre el cero central, sino la propagación -la glande sobado suscita en ellas, es lo que en principio multiplica la ener-
mejor- en el ciclo de la economía política chin a. Y entonces la cabeza gía que contienen. Lo cual no sería ver?ad r~specto de la perfora~ión
hacia la cual remonta y en la que se recoge su semen como reserva n o es misma (intromisión de la verga en la vagJna), smo respecto del cracking,
una cabeza mística, sino de las más burocráticas, la cabeza de un jefe de algo así como las maniobras eróticas que r odean la penetración.
fam ilia, y ese jefe será tanto m ás poderoso cuanto más varones tenga, y La maximización del orgasmo de la pareja es objeto en este caso de
los hará tanto más numerosos y en érgicos cua nto m ás h aya atesorado su una búsqueda ajena a las preocupaciones de una reproducción simple. A
esperma, y su tesor o de esperma seYá tanto más rico cu anto m ás concu- lo que apunta la intención del taoísta místico o burocrático es a una re-
binas tenga, por lo tanto él mismo será más rico o más capaz, militar, al- producción ampliada. Un elemento totalmente desconocido de la simple
to funcionario, de procurarse mujeres en cantidad. En pocas palabras, la philia griega, del simple deseo de la intercambiabilidad y de la pe~muta-
mujer cumple absolutamente la función de una fuente de energía (usted bilidad de los bienes y las necesidades, aparece señalado en esta inten-
podrá decir suelo, subsuelo, fuerza de 1trabajo, caída de agua, viento) a la ción de intensificación. Esta no hace más que defraudar cualquier inten-
que se le apropia la fuerza que puede dar optimizando su rendimiento, y to de desempate simple entr e lo libidinal y lo político. Porque si bien es
se la transforma en otr a forma de energía (en este caso los hijos), que, a verdad que la intención de reservar viene, con su cálculo frío, a r ecubrir
su vez, por transmutación, dará un suplemento de energía (en este caso la ebullición de intensidades suscitada por la erótica de las posturas Y de
famili a grande, herederos varones, de calidad y en cantidad, permitiendo los procedimientos, su cede que en el c!rculo de las frialdades intencio-
extender los poderes de la familia y de sus clientelas a través de los es~ nales vuelve a surgir la ocasión de nuevas intensidades. Y al examinar
pacios superpuestos de la jer arquía burocrática). Per spectiva confucio- este recorrido nos acercaremos a la pregunta: ¿Qué ocurre por lo tanto
niana sobre el coito reservado, perspectiva muy reservada ella misma, con el goce sobre el círculo y, por consiguiente, qué ocurre con el goce en
que juzga indecen te la erótica Tao y que habrá de reprimirla, pero que so el capitalismo mfamo?
nos aparece claramente como el reverso y el complemento, al mismo
tiempo que la caída en la vulgaridad del poder, de la búsqueda taoísta do
las intensidades aniquiladoras.
Nunca los griegos tuvieron ese punto de vista sobre la mujer y el hi.
,,,.
jo, un punto que al economista pulsional le permite diferen ciar fuerte•
EL CERO DE LA CIRCUNVERSION

¿Qué es lo que goza en este goce que es al mismo tiempo la reserva y la


maximización de las intensidades? No: ¿quién goza? Sino: ¿cómo eso go-
za, en qué lugar, bajo cuál modalidad se produce la intensidad, cuál tra-
bajo, deformación, danza especial, sofisticación, la intensidad le hace pa-
decer a la gran película efímera y laberíntica? El hombre cuyos dedos iz-
quierdos retienen el semen (la fuerza) y lo reexpiden hacia la cabeza ¿en
qué movimiento ha sido tomado: un movimiento polimórfico de la poten-
cia, una pura inserción en el ciclo de las metamorfosis, en el cual no hay
más que un paso de una forma a la otra, ni siquiera: de una intensidad a
la otra en un laberinto, ni siquiera: en una colección innumerable de la-
berintos surgidos cada uno de un encuentro (del hallazgo de una bella
"adversaria" de la que se huye llevándose su miedo y su fuerza), por lo
tanto de una huida, y después una huida, la incandescencia del Yang, re-
encontrada, raptada, esquivada, transformada, perdida en otra in-
candescencia? ¿O bien lo que este chino trae es una intención de capitali-
zación, de crear instancias sobre un centro, sin duda vacío, es decir ine-
xistente como el Tao mismo, pero donde residiría el dominio sobre las
metamorfosis? ¿Inmersión en la potencia de las metamorfosis? ¿o crear
instancias sobre el poder de las metamorfosis?
Esta vacilación oscila entre dos clases de cero, y estas dos clases de
cero se disimulan en el funcionamiento mismo del capital, puesto que es-
te último funcionamiento no es de ningún modo la maquinaria bien acei-
tada cuyo modelo trata de construir Sraffa, tampoco la máquina de con-
tradicciones que un Marx quiere desmontar para demostrar que no es
viable: es un funcionamiento que se instancia en principio sobre un cero
central, sobre una mercancía-patrón, sobre una ley general, estructural,
de la equivalencia; guiado por lo tanto por cierto uso (contable, pagador,
acreedor) de la moneda; pero es también y de manera simultánea, disi-
mulado en este uso, indecidiblemente, un antifuncionamiento convulsivo
que pone en peligro el sistema de la reproducción, bajo el nombre de lo
que se llama especulación, ' por ejemplo, pero que es mucho más que la
especulación, que es al uso productivo de la moneda lo que la antimate-
ria es a la materia.
Hay dos usos de la riqueza, es decir de la potencia-poder: un uso re-
productivo y un uso ladrón. El primero es circular, global, orgánico; el se-
gundo es parcial, mortífero, celoso. Son dos usos de la moneda, pero no
hay que confundir esos dos usos de la moneda, esas dos monedas, si se
quiere, con las dos clases de cero concebibles y efectivamente operatorias

233
234 ECONOMIA LIBIDINAL EL CAPITAL 235

en el sistema. Comencemos por ahí, por determinar (sí, hombres del con- de ese punto de vista? Ninguno; todos, por el contrario, puesto que son
cepto... ) un cero de 1a anulación y un cero de la conquista, un cero del va- perturbaciones de un orden circular, que reproducen lo mismo (u o Au ),
lor o del precio y un cero del beneficio o plusvalía. Luego podremos divi- que exigen una movilización de la energía con fines de apropiación y de
dir dos clases de conquista, por ane,dón y por pillaje, que se disimulan eliminación. ¿Es esto abstracto? ¿Es necesario un "ejemplo"? Es el pro-
en k función de crédito de la moneda capitalista, es decir en el cero del yecto mismo que perpetra, en Francia y en un alto lugar, la institución
beneficio. E ste disimulo es ese mismo del que no hemos dejado de hablar de una Defensa operacional del territorio, garantizada por un Centro de
aquí, el que rjge todo lo que hay de intensidad del lado del capital El ca- operaciones del ejército, cuya especificidad es prevenir la amenaza "in-
pitalista (que existe y no existe) es un conquistador, y el conquistador es terna", la que surge en los oscuros repliegues del "cuerpo social'1, y de la
un monstruo, un centauro: su cuartos delanteros se alimentan de repro- que el estado-mayor pretende ser nada menos que su cabeza clarividen-
ducir el sistema regulado de las metamorfosis controladas bajo la ley de te: esta clarividencia se Uama fichero nacional; 1a amenaza se extiende
la mercancía-patrón, y sus cuartos traseros de robar energías sobrexcita- entonces "en un sentido global, no solamente militar, sino diplomático,
das. Con una mano apropiarse, por lo tanto conservar, es decir reprodu- económico, científico, interior, incluso cultural";8 la traducción del acon-
cir en la equivalencia, reinvertir; con la otra, tomar y destruir, robar y tecimiento en información para el sistema se llama informe: éste, "es de-
huir, cavando otro espacio, otro tiempo. Pero aún la simetría de estas cir el conocimiento previo", ¿no es acaso "la clave de cualquier decisión"?
fórmulas es engañosa. Los mismos signos, monetarios o mercantiles, que Consecuentemente, su búsqueda "interesa a todas las ramas del saber y
valen siempre como significantes económicos, es decir como remitentes a de la actividad de los hombres(. ..). Se extiende a todos los campos: políti-
otros signos, pueden también ser intensidades muy diferentes, goces de co, militar, económico, científico";9 en definitiva, la ejecución de órdenes
destrucción. Reproducir disimula destruir, destruir puede disimular re- reguladoras y su inscripción sobre el "cuerpo social", sobre todo cuando
producir, pero los tiempos laberínticos de 1a destrucción fundamental- uno se imagina esto presa de alguna intensa emoción, por ejemplo el
mente no son deducibles del tiempo único de la reproducción. miedo pánico que lo sacudiría en todo sentido en el caso de que se desen-
Volvamos primero al cero. En todo sistema cibernético hay una uni- cadenara la guerra nuclear (entiéndase además: vaya uno a saber dónde
dad de referencia que permite medir la separación producida por la in- se levantaría una ola, que se juzgara insana, de protesta, impugnación,
troducción de un acontecimiento en el sistema, luego, gracias a esta me- deserción civil); esta ejecución requiere de la infiltración asidua y fina de
dida, traducir este acontecimiento en información para el sistema, si se canales emisores en la "carne" social, o sea, como lo dice de maravilla ese
trata, finalmente, de un conjunto regulado en homeostasia, anular esa oficial superior: "la policía de los movimientos espontáneos".10
separación y reconducir el sistema a la cantidad de energía o de informa- El totalitarismo no es más que el proceso de dominación del conjun-
ción que precedentemente era la suya. La mercancía-patrón de Sraffa to amo sobre el conjunto escJavo. Este proceso no es episódico, coyuntu-
cumple esa función. Que el sistema sea regulado en crecimiento no modi- ral, ligado a la fortuna de tal o cual partido político (la "derecha") o de tal
fica en nada el modelo del funcionamiento en bucle (feedback): simple- o cual clase social (la ''burguesía"): una izquierda, unida o no, que opera
mente la magnitud de referencia y~ no será u, sino Au. El modelo es perpetuamente en nombre del proletariado, hará este mismo trabajo de
aquel mismo que bajo otros nombres tiene Freud ante los ojos cuando detección de las amenazas, de centralización de los informes, de difusión
describe el funcionamiento del aparato psíquico, ya sea en el Esbozo o en de las órdenes, de eliminación de los acontecimientos y de los hombres o
Más allá ... Fw1cionamiento erótico, sostenedor de conjuntos. Este Eros grupos que se supone en connivencia con estos últimos. Siendo la dimen-
está centrado sobre un cero: cero evidente de la regulación homeostática, sión erótica del deseo de la izquierda más marcada que en otros grupos,
pero, de una manera más general, anulación, por feedback (es decir por podemos incluso preguntamos si no puede sellar Ja circulación de ener-
repetición con función de r elación), de toda separación no pertinente al gías, más aún de lo que nfaguna formación que confiara en el poder uni-
sistema, de todo acontecimiento amenazante. ficador del capital lo haría. En todo caso, ¿qué diferencia podemos hacer
Detengámonos aquí un poco. Veamos cómo la adopción de este pun- hoy en día, más de un medio siglo después de la primera revolución obre-
to de vista sobre la sociedad, o sea la fantasía despótica que tiene el amo
de colocarse en el sitio presunto del cero central y de identificarse de ese 8 General Beauvallet, Revue de la défense national, agosto-setiembre 1973. Citado por
modo a la Nada matricial (como podría decirlo Lévi-Strauss), sólo puede O. Dupin en un documr.mto titulado La.Double Capture: l'armée contre la constitution.
O Toniento coronel Jean, in Forces armées fraru;ai..ses, junio de 1973.
constreñirlo a extender su idea de la amenaza y por lo tanto de la defPn · 10 (fonornl dol ejército B. Usinenu, en Revue de la défense national, agosto-setiembre
sa. Porque ¿cuál es el acontecimiento que no compor-ta1·ía arntwzn, des- do J ll'l:l,
236 ECONOMIA LIBIDINAL EL CAPITAL 237

ra, entre la estatización por un partido "comunista" de los circuitos eco- cientificidad sucumbe dos veces: bajo el sometimiento de las funciones de
nómicos y de los pensamientos culturales y políticos de un lado, y del la ciencia a las del capital como el gran circunversor, o incluso bajo la
otro la golpiza y el encuadre de todos los pedazos del cuerpo social por la confusión de unas con las otras; y bajo el efecto de descompartimenta-
escuela, el cuartel, los medios masivos de comunicación, la publicidad, el ción que produce sobre los campos de investigación instituidos el paso
conformismo y el miedo al fracaso, en un país de "libre empresa"? del capital, en este caso como el gran perverso. Aunque la ciencia de hoy
Pequeños matices, aquí y allá, en el terror por doquier blanco, en compa- sea en virtud del primer aspecto sólo búsqueda de eficacia, o bien de po-
ración con la roja violencia de las intensidades que mutan sobre la gran der, y del segundo sólo producción de ficciones extrañas y eficaces. No so-
película pulsional. Matices en el totalitarismo y el poder de circunvertir. lamente no hay "cosa económica", sino que tampoco hay "cosa científica".
Lo importante no es decidirse entre el Este y el Oeste, por supues- El gran circunverso quiere circuitos estables, ciclos iguales, repeti-
to. Sino más bien advertir que el totalitarismo, que es el proceso mismo ciones previsibles, contabilidades sin confusión. Quiere eliminar cual-
de la circunversión, no pueda extenderse a medida que se incluyen en la quier pulsión parcial, quiere inmovilizar el cuerpo. La ansiedad de aquel
circulación del mencionado capital cantidades nuevas de energía que vie- emperador del que habla Borges, que deseaba un mapa tan exacto del
nen a extender sin cesar las superficies implicadas y a multiplicar las imperio que recubriera el territorio en todos sus puntos y lo reprodujera
ocasiones que se presentan a las pulsiones parciales de descargarse so- a su escala: los súbditos del monarca tardaron tanto tiempo y gastaron
bre el "cuerpo" social, haciendo aleatoria la unidad de este último. Es es- tanta energía en acabarlo y en mantenerlo que el imperio "mismo" cayó
te movimiento concentracionario lo que arruina las antiguas distincio- en ruinas a medida que su relevamiento cartográfico se fue perfeccionan-
nes, por ejemplo entre lo militar y lo civil, lo político y lo privado, lo eco- do; ésa es la locura del gran cero central, su deseo de inmovilización de
nómico y lo cultural, lo que despoja a estas regiones otrora diversas de un "cuérpo" que sólo puede ser representado. Y ésa es la locura de la eco-
su dignidad específica y las hace inscribirse con igual título en el nomía política demostrada por las construcciones de Sraffa. Ahora bien,
Catálogo central de la información y de la decisión. Y si hay una crisis de ésa era ya la locura de la pequeña Marx, el deseo de una genitalidad so-
la economía política es en primer lugar (pero no solamente, ya lo vere- cial en la cual todas las pulsiones parciales se reabsorbieran, que tendría
mos) porque en ese proceso de integración incesante que suscita el movi- su unidad en sí y desde donde dominaría por fin la "verdad" de la econo-
miento de la expansión, la 1Jamada "ciencia'' seguramente no sabe por mía política o sea una reproducción conforme a la naturaleza. Hay en ese
dónde anda, pero tampoco sabe cuál es su objeto: porque ¿qué es "ri- deseo de "naturaleza", que lo es de una totalidad unitaria, un furioso em-
queza", qué es "bien", qué es "intercambio", qué es "trabajo", cuando el puje concentracionario.
salario contiene evidentemente plusvalía, cuando los precios se determi-
nan, fuera de toda discusión, entre cambistas, de acuerdo a una mercan-
cía-patrón compleja que nadie (salvo un teórico después de cuarenta
años de estudio) llega a definir, cuando la palabra, el saber, una opinión,
una aptitud pueden y deben ser contab,ilizados en haberes, cuando la de-
cisión sobre las inversiones de capital no pertenecen necesariamente a
los propietarios de este último, cuando el militar se hace economista, el
economista psicoanalista, el científico militar, el pedagogo informático?
El espacio y el tiempo son el objeto de informaciones y decisiones, a
escala del "cuerpo" del trabajador en el taylorismo, a escala del mapa ur-
bano en las horas pico de las grandes metrópolis, o del mapa nacional en
los días de salida de vacaciones en los países industriales. Esas son las
llamadas "motivaciones", último grito de las necesidades, cuyas cantida-
des se registran y cuyas intenciones se miden si es posible en los estu-
dios de mercado y los controles de venta por publicidad. El sociólogo más
lúcido se quejaba (y se reía) de no poder dotar a su función de un exte-

mentar la misma gran sospecha ace~ca de su lugar propio. La ira


ri or de dignidad científica. Pero ahora cualquier "disciplina" puede ali~
de la
TEORIA NIHILISTA DEL CERO DEL CREDITO

Veamos ahora el otro cero, no el que en el centro procede, como la moneda


de la Etica a Nicómaco, a la anulación equitativa de las relaciones entre
los bienes y las necesidades, sino el que arrojado, por así decirlo, sobre el
circuito mismo de los intercambios, parece permitir la extensión de sus
alcances y el crecimiento de su volumen, el enriquecimiento. No ya lamo-
neda de pago, patrón arbitrario de las anulaciones, sino la moneda de
crédito. En la Política, Aristóteles, al que Marx no deja de leer en 1857 y
después, distingue tres crematísticas, es decir tres clases de procedimien-
tos de satisfacción de las necesidades. La primera es perfectamente orgá-
nica, se inscribe sobre el cuerpo de una comunidad familiar produciendo
según sus necesidades, de manera autárquica, y no tiene necesidad de
moneda; es cuando aparecen los excesos de bienes aquí, de necesidades
allá, cuando entre comunidades naturales surge una necesidad de inter-
cambio nuevo que traslada sobre los bienes que pone en juego una -suerte
de primera sospecha, porque éstos ya no se destinan a la satisfacción in-
mediata de las necesidades del cuerpo doméstico que las ha producido, si-
no a la de las necesidades de otra comunidad familiar: su valor de uso es
entonces mediado por su valor de cambio. No obstante, dice Aristóteles,
una crematística de esta clase, si necesita la moneda y su arbitraje políti-
co, no es contra natura, ella no deja nunca de basarse en la necesidad y
e'n la koinonia, la más orgánica posible, es decir la familia. Esta primera
escisión [cliuage] entre economía natural y economía política, cuyos al-
cances Marx extenderá dramáticamente, será minimizada al contrario
por Aristóteles, en razón de que la crematística de tales intercambios de-
be haber permanecido ante sus ojos acotada, finita, medida de acuerdo a
la necesidad de las partes intercambistas, que son las comunidades do-
mésticas. Pero imaginemos la operación del pequeño comercio, del kapé-
likon; por la mañana el comerciante compra algún bien de subsistencia,
no por el uso que tiene, sino para revenderlo más caro por la tarde. He
ahí, dice Aristóteles, lo que sería contra natura: un procedimiento que
contiene en potencia una peligrosa infinitud: ya no es en este caso la ne-
cesidad lo que puede acotar, detener el proceso, sino sólo la cantidad de
moneda de la que puede valerse un comerciante para comprar y reven-
der; ahora bien, esta cantidad precisamente se incrementa con la opera-
ción misma. "La crematística natural depende de la economía doméstica
(oikonomike), mientras que el pequeño comercio (kapélike) es el arte de
crear bienes. Y es esta última forma, agrega Aristóteles, la que al parecer
tiene relación con la moneda, pues la moneda en este caso es el elemento
1
240 ECONOMIA LIBIDINAL EL CAPITAL 241

y el límite del intercambio. De ahí que esa especie de riqueza que provie- signos de lenguaje, la lengua como institución, viene a interponerse co-
ne de la crematística así definida sea verdaderamente sin límites."n mo intermediaria entre el emisor y la referencia. Lo mismo ocurre, final-
Vemos así aparecer la moneda de credito. El pequeño comerciante mente, con el trabajo, en el cual el deseo productor se suprimiría al mis-
se hace un adelanto a sí mismo; es a la vez su deudor y su acreedor: co- mo tiempo que destruiría toda su materia si la memoria del deseo-nece-
mo deudor tendrá que devolver la moneda que gastó en la compra de la sidad y la forma de la materia que se pone en juego contra la forma del
mañana con la que habrá ganado en la venta de la tarde; acreedor, re- objeto no se inscribieran a la vez en la Potenz de la herramienta. De este
tendrá un interés sobre la suma "prestada", interés que en la ocurrencia modo, dice Hegel, la potencia simplemente nihilista del deseo se trabaría
consiste en la diferencia neta entre la suma ganada y la suma gastada. o disminuiría porque se habría instanciado sobre una Mitte (un medio
Uso de la moneda que anticipa un resultado porvenir, cuando su función que se mantiene en la mitad: el hijo medio del amor, la palabra de la
de pago se limitaba hasta ese momento a saldar una deuda presente o enunciación, la herramienta del trabajo); y la instauración de ésta exige
pasada. A esta inversión de los tiempos responde Ja inversión de las rela- un retorno, ein Rückkehr), por el cual la fuerza que ha sido declarada
ciones entre mercancía y dinero: éste se toma aquí como fin, mientras destructiva invierte su curso, se desvía de su consumación catastrófica y
que en la crematística interdoméstica era un medio de satisfacción de las se inhibe al fijarse en su medio mismo. Hegel emplea aquí el término
necesidades: D.M.D. en lugar de M.D.M. ¿No se vale exactamente de esta que después empleará Freud: Hemmung, inhibición.
misma inversión el coi'tus reservatus, que al suspender la emisión pone Estamos tentados de decir que lo que se describe en los exteriores de
en reserva la riqueza en semen, en intensidades Tao por consiguiente (o tal inlúbición del deseo, en su potencia juzgada destructiva, es la capitali-
en clientela burocrática), mientras que por otro lado excita las regiones zación. Si el río abajo y el río arriba del proceso de producción, que tam-
(la mujer) capaces de abastecerlo de energías? ¿El comerciante no activa bién es un proceso de "aniquilamiento'' de todas sus componentes, fuerza
acaso, no extiende los circuitos del comercio, al suscitar intercambios de trabajo, material, he1Tamientas, pueden, no obstante, conservarse, ¿no
nuevos que al principio se consideran forzosamente inútiles e incluso es acaso gracias a una parecida inhibición de la pulsión destructiva en
desnaturalizados, y no suspende acaso, como el erótico oriental, la emi- juego en la economía política? Y esta inhibición escinde [clive] los objetos,
sión, es decir el uso de los bienes que hace circular, únicamente en bene- cosas y hombres, que conserva, así como la designación escinde el objeto
ficio de aquello que puede ponerlos en relación, la energ(a monetaria, la en su significación "intra" sistémica y en su representación o percepción
energía como moneda? "extra" sistémica (sensible, fenomenológica, etc.); o como la familia desdo-
Si se sigue esta descripción de la autonomía del mediador (en este bla la pareja en objeto libidinaJ y en cónyuge dotado de poderes y dere-
caso el dinero), pronto se encontrará, evidentemente, a Hegel,12 la des- chos regulados. Cualquier análisis marxista del desdoblamiento del tra-
cripción que hacía en 1804 de la formación de las Potenzen, de las Mitte, bajo en concreto y abstracto, del valor en valor de u so y valor de cambio,
a partir de la inhibición (Hemmung) del deseo. El deseo en su inmedia- pertenece a la misma figura de aplastamiento de la potencia sobre el me-
tez, dice Hegel, es destructor, su consumación aniquila siempre el objeto diador y de su instauración como Potenz. Figura de la alienación tanto
deseable y el sujeto deseante, uno y1otro como tales. Para escapar a este para Marx como para Hegel, más allá de que para el primero ésta no es-
destino nihilista necesariamente inventa un término medio entre el suje- taría bien fundada por el segundo. Todo el pensamiento dialéctico con sus
to y el objeto. El deseo sexual y las parejas se aniquilarían en el orgasmo dos grandes funciones de redoblamiento sobre la instancia mediadora y
si la institución de la familia (y del hijo) no viniera a relevar y reservar de desdoblamiento (Entzweiung, término recurrente en los escritos del jo-
la fuerza que de otro modo estaría destinada a la consunción. Del mismo ven Hegel) de las instancias mediatizadas sería en realidad, desde el
modo, la pulsión de denominación, si se consumara también en la inme- punto de la economía libidinaJ, un pensamiento de Ja inhibición.
diatez de la expresión emotiva, no podría hacer otra cosa que desapare- ¿En qué consiste, sin embargo, esta acción extraña de una inhibi-
cer sin resto en cada una de sus ocurrencias, incapaz de mantenerse do ción de la fuerza que se supone destructiva, de la que emanaría el poder
un instante al otro y no menos incapaz de reconocer el objeto designado mism0? (Porque de lo que se trata bajo el nombre de Potenz es cierta-
por enunciaciones esporádicas: aquí también la Potenz del sistema do mente del poder). Allí se encuentran aglomeradas dos ideas por lo me-
nos. En primer lugar el poder es, como su nombre lo indica, una potencia
ll Polttica 1, 1257 a (trad. Tricot, revisada por Austin y Vidal-Naquet, Economics ot 111¡ en e] sentido de virtualidad operatoria, que no va sin una organización
oietés en Gréce ancienne, Armand Colin, 1972, pp. 189-190. Tr. esp. do Toófilo do IA:wyL1:
Eaonomta y sociedad en la Antigua Grecia, Barcelona, Paidós, 1986. ' cio los acontecimientos en pasado y futuro y su conmensurabilidad o al
12 Renlphil<mnphlc ,. rnonoR Ru c:o-concebibilidad. En segundo Jugar es correlativo de una in-
242 ECONOMIA LIBIDINAL EL CAPITAL 243

hibición del deseo¡ el poder es deseo proyectado sobre un medio o mé- del Yo [,Moi]. Tanto como decir que toda disponibilidad -veremos su im-
dium; pero es decir poco, como Marx señala en 1843, puesto que en un portanci&. para el funcionamiento de la moneda en el capital-, todo po-
pensamiento de la síntesis todo puede ser medio; y así todo es materia de tencial pertenece a la instancia rea1ista, quiero decir: a la instancia que
poder. Sería necesario decir entonces que el poder es del deseo en la me- determina lo que es rea1idad y Jo que no lo es, exactamente como en ma-
dida en que se proyecta, simplemente. (Y sin duda habría que concluir teria económica sólo es realista la instancia del capital. Ahora bien, esas
igualmente acerca del Yo [Moi] en Freud: constituido de manera conti- masas flotantes de energía, si bien siempre pueden ser contadas como re-
nua por duelos de objetos y por vuelcos concomitantes, no es nada, no es serva del Yo [Moi] o del capital al servicio de Eros, puede suceder que
esa "persona propia" presuntamente previa sobre la cual vendría a vol- también, imprevisiblemente, pasen al enemigo, al Ello, a las pulsiones
carse la yulsión, sino que es ese vuelco inhibición del objetivo pulsional, parciales y a la muerte por exceso;. y tal es su capacidad de desplazarse:
como senalaba Green en su estudio sobre el narcisismo que no deja de no limitada a las funciones defensivas que les asigna su amo, sino exten-
producir el Yo [Mói] como la instancia evanescente de su consumación.) diéndose hasta llegar a amenazar a este último, como los pretorianos al
Estas dos ideas de orden de los acontecimientos (en el sentido matemáti- emperador. La reserva de capital también puede llegar a ser amenazante,
co.en el que los términos son ordenados en un conjunto) y de inhibición y no en razón de una dialéctica cualquiera. Pero me estoy anticipando... )
del deseo se combinan por lo tanto en la idea de Potenz o poder. ¿Qué sería entonces el crédito en la perspectiva de Hegel? No la
La inhibición coincidiría entonces con la abertura de la temporali- monstruosa infinitud que Aristóteles entr evé con la peor aprehensión,
dad que Freud llamará secundaria, con el desencadenamiento de ese sino una regulación inbibidora del deseo, que incluye reserva y puesta
tiempo que para Hegel es el concepto. Porque, al suspender su consuma- de nuevo en circulación de estas cantidades energéticas. La pregunta
ción ("destructora", admitámoslo todavía un instante), ella crearía una implícita en el uso del crédito es saber en qué consiste exactamente lo
reserva o un depósito de energía al mismo tiempo que una falta que es- que el acreedor adelanta al que pide prestado. Por ejemplo: ¿qué adelan-
pera su hora para suprimirse. Esta espera abriría el intervalo de un fu- ta el banquero en la operación D.M.D? Si se considera esta última no co-
turo, y se cargaría de la energía inhibida en un proceso acumulativo de mo el hecho de un individuo sino como un modo de funcionamiento eco-
retención; así se constituiría el orden crónico secundario. Como en el nómico libidinal, el capital financiero prestaría restos energéticos rete-
ejército, la reserva es algo que puede servir de nuevo:1a ya ha servido sin nidos antes del vencimiento que el capital financiero prestaría. Y lo que
haberse agotado en ese empleo precedente, y puede entrar en un proceso retendría en el transcurso de la operación bajo el nombre de interés co-
de uso para recomenzarlo o para proseguirlo. Pertenece al pasado, ha pa- mo diferencia entre D2 y DI no sería más que el resultado de la sustrac-
sado sus pruebas, puede volver a pasarlas, pertenece por lo tanto al futu- ción que el deudor no podrá dejar de hacer a su vez, durante el tiempo
ro; pero, evidentemente, a un futuro igual al pasado, que repite lo mis- de reembolso, sobre su propio gasto energético. El préstamo con interés
mo. Charles Malamoud muestra la importancia que tiene la categoría sería, por lo tanto, sólo un adelanto actual de un suplemento de energía
del resto tanto en la metañsica védica corno en las prácticas rituales de normalmente disponible más tarde. Diremos entonces que lo que da cré-
la alimentación india: figura de l8(permanencia.11 Es~a reserva sería en dito y a usted le da solvencia es su capacidad de inhibición prolongada;
consecuencia el poder como potencial, como fuerza que se retiene en la el prestamista apuesta (y de h echo usted se ve forzado a aceptarlo) so-
descarga inmediata. bre la negatividad de segundo grado, negación de negación, potencia de
(Y aquí, además, podríamos establecer un paralelo con Freud, res- hacer r etroceder su semen que usted ejerce. Pero, siempre según Hegel,
pecto de la energía desplazable, fiotante, que Freud imagina desexualiza- ningún riesgo de mala infinitud en esta cuestión; por el contrario, fecun-
da, es decir para él desinvestida, y mantenida en reserva bajo el control didad de la reserva y relevo. Si el comerciante de dinero le presta hoy en
día 100 y le retiene 15 unidades de valor durante n años, es sólo porque
13
"La defensa operativa del territorio descansa sobre el emplazamiento rápido de uni- tiene poder de anticipar una formación del capital (de energía reserva-
dades regionales homogéneas. ¿Quién, mejor que vosotros, pregunta R. Galley a los congre-
sistas de la Uni6n nacional de oficiales de reserva, puede asegurar la defensa de un sector da) que no dejará de producirse en el sitio de paso que ustedes constitu-
geográfico y de una población que ustedes conocen perfectamente? ¿Quién mejor que uste- yen. La teoría marxista del origen de la plusvalía no es diferente de
des podría proveer de cuadros a una unidad de reservistas en un reclutamiento local...?.n aquélla: si ]a fuerza de trabajo puede ser la fuente de un suplemento, es
Se trata, lo han adivinado, de formular la "policía de los movimientos espontá.neos"
(Forces armées f:anfaises,junio de 1973, citado en el documento do G. Dupin). porque ella puede costarle menos energía a su propietario, el trabajador,
14 Observac10nes sobre la noción de "resto" en el brllhm11nilono, Wiimcr Zeilschrift {ilr que la que dispensa a su comprador, el patrón. ¿Y por qué habría de ser-
clis Kundc Si.ldasiens, XVI, 1972. ' lo do ot1·0 modo si no efl en razón de que e] primero es capaz de inhibir,
244 ECONOMIA LIBIDINAL EL CAPITAL 245

al menos durante un tiempo, su gasto "improductivo" en energía (su cual al borde de la emisión, los dedos de la mano izquierda presionan el
consumo y el resto... ), y el segundo de activar, también por un tiempo, el can~l seminal para hacer retroceder el esperma en una costosa media
gasto productivo del primero? Todo lo que se gana en el tiempo y el lu- vuelta o al menos no estaría exclusivamente alojado allí, sin que se pue-
gar de la producción ¿no ha sido acaso sustraído al lugar y al tiempo de da afi:.mar que esta localización tenga algo que ver con la intensifica-
"la vida", gracias a una terrible inhibición? Y si se puede demostrar que ción. Pero sería mucho más esencial reconocer, ante todo, el hecho de la
ésta no es solamente cuestión de los amos sino que es necesario también irritación que suscita la erótica o la crematística "contra natura" en los
que sea deseada por los proletarios, como Reich lo hace en la ocasión (y depósitos de energía situados inicialmente al abrigo del sistema: estratos
nosotros mismos), a los ojos del hegelianismo eso no sería un descubri- de Yin que duermen en los receptáculos de la femineidad, que vienen a
miento demasiado importante porque no se trataría de saber quién re- sublevar las tareas de la erótica masculina; masas de energías naturales
prime, sino cómo puede eso inhibirse. (carbón, agua, petróleo, núcleos) o humanas (artesanos, campesinos sin
La debilidad de semejante análisis salta a los ojos: si cualquier in- trabajo) que dormitaban en los alrededores del capital y de las que éste
terés no es más que un adelanto de resto energético a futuro que se ob- viene a' apoderarse para explotarlas. Entonces las intensidades de las
tiene por inhibición, y si se supone un sistema cerrado de energías, será que es capaz el capitalismo no están exclusivamente asociadas a la inhi-
necesario que el capital no pueda de ninguna manera crecer, sino que bición o a la reserva, sino necesariamente a la conquista y a la agitación.
-mediante el juego del interés y del beneficio- sólo permita pasar a las En definitiva es una ingenuidad o una perfidia creer q_ue porque re- 1

manos de los acreedores cantidades energéticas repartidas primero al torna sobre sí mismo y se suspende, el deseo abre el espacio de una re-
azar o en pie de igualdad en una imaginaria comunidad primitiva, sin serva con la que es posible librar letras de cambio a condición de recons-
que aumente la cantidad total del sistema en potencia. Si el suplemento tituir esta reserva a medida que se reembolsa (intereses). Si el deseo es,
que se pone en circulación está all! ya a su manera, si basta con suspen- como cree Hegel, puramente destructor, ¿por qué el incremento de su po- 1
der la consumación del deseo para despejar nuevas fuentes energéticas, tencia negativa trocaría la naturaleza de sus efectos? ¿Qué es por.lo tan-
es porque éstas se originan en el ahorro, ya sea obligado o espontáneo. to lo que se inhibe en el movimiento pulsiona] para dar lugar a la instan-
El comerciante de Aristóteles, por ejemplo, 11amémosle (O), al sacarle a cia-engaño del Yo-Historia-Capital? ¿Esa es la potencia destructiva? ~N_o
su comprador (e) más de lo que él mismo paga a su vendedor (V) obliga es simplemente su potencia, su fuerza? ¿Qué es lo que se toma de la libi-
al primero a reducir ulteriormente sus compras (o sea su participación do y se constituye como instancia? ¿Por qué la misma fuerza que se ~ -
en los circuitos económicos) para poder restablecer el equilibrio (que se ge hacia su "objetivo", a su expansión, sería aniquiladora, destructiva,
supone constante) de sus entradas y salidas. A menos que (C) tenga la mala y se volvería buena por el hecho de dar media vuelta, de retorn~r
oportunidad de hacer a su vez como el comerciante (O) y recupere, esta sobre sí misma y tomarse por objeto, de detene1·se y amarse, de devenir
vez como vendedor, sobre un compradór eventual, una parte o la totali- reflexiva y tautológica? Si ustedes aceptan esta idea de] retorno institu-
dad de las energías de las que ha privado a su vendedor precedente (O). tivo de la instancia realista, entonces recojan junto con ella todo el plato:
Pero, si el sistema es cerrado, el compr,ador en cuestión no es otro (a tér-
mino) que (V), el cual ya ha deducido su interés en la primera transac-
nismo de Hegel, por lo tanto su cristianismo, su nihilismo. Puesto que s1
de nihilismo se trata ha llegado el momento de decirlo, no lo hay cierta- 1
ción con el comerciante (o), de manera que el retiro de un suplemento mente en la potenci¡ expansiva del deseo, la cual, muy lejos de destruir
energético de (C) sobre (V) compensa el que (V) había hecho sobre (O), y el los polos contra los cuales era de suponer que se tendía, no deja de in-
sistema estará sin duda en equilibrio, pero no en expansión. ventar pedazos del patchwork que inviste de manera efímera. No, el
O bien el ahorro es verdaderamente un ahorro, lo que implica la te- nihilismo está todo por entero en la idea de que el bien, lo serio Y la ver- 1
sis de la inhlbición, a condición de que se la complete con la de una can- dad, es la disminución, el Rückkehr, y la institución de la Potenz; en la
tidad finita de riqueza libidinal; o bien de lo que se trataría, bajo el nom- idea de que la inhibición cambia la naturaleza y los alcances de las fuer-
bre de ahorro, sería en realidad de la introducción de cantidades nuevas zas que la padecen, y que los cambia para mejor. Toda economía P?líti<:a
de energía en el sistema, pero lo importante entonces sería que el siste- que se construya sobre esto será idéntica a las filosoñas de la conc1enc1a
ma no esté aislado, que encuentre su suplemento de riqueza no por inhi- y se apoyará en la siniestra "potencia de lo negativo". Pues ?ien, la cu~s-
bición interna, sino por expansión externa, por expropiación de fuerzaR tión del capital consiste en saber cómo el deseo como potencia afirmativa
energéticas "exteriores". En esta segunda hipótesis, el goce, o mejor di- se vu<•lve r eserva e institución.
cho lo intensidad, no estaría Rlojndn on este misterioso bucle me,ante el
LA MONEDA DE CREDITO EN SU USO REPRODUCTIVO

El adelanto del capital-moneda no es una simple puesta en circulación


anticipada de reservas energéticas a reconstituir posteriormente me-
diante ahorro: disimula dos funciones libidinales casi incompatibles, una
de acumulación ampliada, la otra de pillaje; pero una y la otra de con-
quista, captura y apropiación de pedazos inauditos del patchwork. Por el
hecho de que estas dos funciones están en conjunto disimuladas en la
moneda de crédito, es imposible recubrir la acepción de los dos ceros y la
de l¡¡s dos monedas, como si se dijera por ejemplo que al cero de la anula-
ción central, de la circunversión negociadora, le corresponde la moneda
de cuenta y de pago (y el poder regulador de los ciclos), y que la moneda
de crédito implica por su lado el otro cero, aquel que, lanzado bajo la for-
ma de adelanto (¿de qué?) sobre el circuito mismo de los intercambios,
permitiría hacer crecer su extensión. La moneda de crédito implica de
hecho tanto el cero contable como el cero acreedor, y sólo en ocasión de
desajustes singulares, imprevisibles -las "crisis", que son como ataques
histéricos- se puede 'discernir dos usos del crédito: uno de reproducción
y el otro de celos. Hay que ver que no se trata de dos monedas y dos fun-
ciones, sino de dos monedas y de tres funciones: el cero regulador no des-
cansa sólo sobre los intercambios de un sistema homeostático, está ade-
más presente en este adelanto de capital que permite la reproducción
ampliada; dicho de otro modo, la moneda de crédito debe ser considerada
también como una moneda de pago que regula un régimen de crecimien-
to, y, finalmente, esta misma moneda de crédito puede, por el contrario,
resultar un desregulador mayor de todos los circuitos capitalistas. Por lo
tanto, dos monedas: de pago, de crédito; tres funciones: la homeostasis,
el equilibrio dinámico, el desequilibrio.
Acerca de la moneda de pago Aristóteles lo ha dicho todo. Pero,
¿qué ocurre con ella cuando ese pago se hace en régimen de crecimien-
to? Los marxistas conocen esta cuestión bajo el nombre de realización
de la plusvalía. Si hay crecimiento es porque se introduce en el sistema
un suplemento de energía (dé cualquier índole que sea, pero siempre ba-
jo la forma de mercancía) en cada ciclo. Ahora bien, ¿cómo puede un sis-
tema regulado por el único axioma de Ja perecuación virtual de los tér-
minos que allí circulan (o, si se prefiere, de su anulación, en principio
siempre posible, en una contabilidad general), cómo puede, sin desajus-
tarse, introducir en su seno términos nuevos (mercancías) que no ten-
ch·ían su contrapartida monetaria? Pregunta que resulta familiar a los
nco nom is tas.

'
248 ECONOMIA LIBIDINAL EL CAPITAL 249

He aquí lo que a nosotros, libidinales, nos sugiere nuestra imagina- nuevas energías en el sistema. La capacidad de liberar tales poderes
ción: en primer lugar inverlir el problema, es decir no partir de la pro- constituye el poder de todos los poderes.
ducción del beneficio, sino de la banca y del interés; comprender que si el No obstante, esta capacidad está en sí misma subordinada a la con-
empresario puede efectivamente capturar (y posteriormente poner en dición de producción; el acreedor dice al deudor: hay aquí una suma D,
circuito como mercancías) fragmentos de zonas energéticas hasta ese con la cual usted producirá M, o sea términos que entrarán en el sistema
momento intocadas es porque para él es lícito gastar antes de ganar y encontrarán allí evidentemente (puesto que D ya habrá sido distribui-
(comprar los medios de esta captura antes de vender sus productos); da) su equivalente monetario. Se hace necesario producir. Es por eso que
comprender que no es esencial, desde nuestro punto de vista, que se diri- las propiedades de estos créditos no son cualesquiera: mediano o largo
ja más bien al financiamiento de la banca o más bien al autofinancia- plazo, forzamiento de inversiones, tasa de interés indexada sobre la tasa
miento, puesto que para el sistema la única cuestión es la siguiente: de ganancia promedio. Estamos muy lejos del kapélikon, en el que el
¿Cómo se pueden comprar los medios de la empresa siendo que la sola préstamo se hace a un plazo muy corto o incluso a la vista, en el que la
venta de los productos podrá proveer su equivalente en moneda? tasa de interés parece extremadamente flotante, y en el que no existe
Problema de tiempo cíclico, repetitivo: el crédito es simplemente la ninguna obligación de producir impuesta por el prestamista al prestata-
constitución prematttra, bajo la forma de medios disponibles, de la rique- rio. Producir significa en este caso, precisamente, extender la reproduc-
za que sólo se dará a posteriori en productos ·cte la empresa. No hay que ción, hacer pasar el capital sobre regiones energéticas intactas, transfor-
confundir esta función de la moneda de crédito con aquella que sugería mar en mercancías "objetos" que no lo eran, emprender.
Keynes en la Teorta general ... Keynes se refería a un sistema cuyos me- Entonces, es un adelanto de nada, pero no para nada. Este suple-
dios de producción, ya dados, estaban solamente vacantes como conse- mento de energía que se acuerda bajo la forma de préstamo de dinero de-
cuencia de la crisis de los años 30. Su proyecto era por lo tanto una recu- be anularse o realizarse (como se quiera, en este caso es la misma cosa)
peración. Pero nosotros nos preguntamos cómo se hace en períodos de bajo la forma de mercancías suplementarias. Es así que vemos que la
expansión la conquista y la puesta en circulación de nuevas unidades moneda de crédito utilizada de esta manera (productiva) continúa ope-
energéticas: o sea la creación del capital. Pues bien, ella no puede hacer- rando como moneda de pago, como cero anulador, como instancia de la
se sin pasar por la forma moneda, y sin emplearla en un uso específico, reproducción: simplemente, se trata de una reproducción ampliada, la
que sería una preduplicación o preplicación del sistema por sí mismo. El unidad de referencia no es constante sino en crecimiento. Pe r más que
prestamista le adelanta al prestatario algo que ni uno ni el otro ni nadie su uso esté limitado por la (re)producción, el crédito no contiene ninguna
en el sistema puede tener, por hipótesis, o sea un suplemento de medios. peligrosa infinitud, en el sentido en que temía Aristóteles. En el fondo, la
Este suplemento sólo se dará en el sistema si la empresa tiene éxito, y moneda opera aquí sólo como signo de otra cosa, signo del capital indus-
gracias a ella. El crédito es el adelanto de esta riqueza que no existe, trial o comercial invertido. Ella no es en sí misma su fin ni su límite: és-
precisamente para que exista. tos no son las mercancías nuevas que vendrán a intercambiarse con ella
El sistema se hace a sí mismo un adelanto, este adelanto es un al final del ciclo. La irrealidad del adelanto es por lo tanto provisoria
adelanto de nada si se piensa en térm1nos de mercancías; es un adelanto (provisional), se cambiará por la buena "realidad" de las mercancías. Por
liso y llano, o sea un crédito de tiempo. Pero un crédito de tiempo no tie- supuesto, éstas no son a su vez más que medios, y es bien sabido que pa-
ne en el nivel del sistema ningún signo asignable: tendría uno si se ad- ra el capital sólo hay medios, medios de reproducirse en crecimiento.
mitiera que existe un reloj cósmico en cuyo horario el tiempo del sistema Pero es.justamente esta función retributiva, función de signo, lo que con-
fuera conmensurable. Este patrón puede tener una significación cuando fiere estatuto de realidad en el sistema a cualquier cosa que uno quiera.
el adelanto es el que hace un terrateniente, por ejemplo, en semilla, a su La nada que adelanta la banca al empresario es una realidad porque se-
. peón, porque gravitará sobre los productos del año siguiente y porque el rá intercambiada por mercancías. Al hacer adelanto de nada, la moneda
ciclo del año no está determinado por el sistema de la producción agríco- de crédito no hace en suma más que realizar la naturaleza del signo en
la misma sino por el de las estaciones, que es un reloj independiente. un sistema, que no es otra que la de remitir, sin fin , a otros signos.
Pero tal no es el caso de una producción llamada secundaria y terciaria En cuanto a la temporalidad que se pone en juego en este adelanto,
desarrollada, cuyo anclaje en e] tiempo cósmico casi no existe. En este eR el tiempo de la reproducción, el cual en el fondo es acrónico como el
caso, el crédito de tiempo es solamente un proceso de regulación expnn · t,ic•mpo de lns estructuras. Ciertamente, la cantidad de elementos en jue-
Riva, un acto arbitrario mediante el cual se libera el poder , inrlnir iro 11 r1 l'l 11i1Jtemn no OR c<mi;tnnt,, y, poi· consiguientf', no podremos oncon-
250 ECONOMIA LIBIDINAL

trar todas sus combinaciones posibles idénticas a sí mismas de un ciclo


al otro. B. Russell necesita de una historia r~gurosamente cíclica para
poder decir que "el estado ulterior es numéricamente idéntico al ante- LA MONEDA DE CREDITO EN SU USO ESPECULATIVO: 1921
rior", que "no podemos afirmar que este estado se produce dos veces,
pues eso implicaría un sistema cronológico", pero habría que enunciar
más bien esta historia de la siguiente manera: "Consideremos el conjun- No existen "especuladores", gente mala que perpetra crímenes sobre las
to de todas las circunstancias contemporáneas de una circunstancia de- espaldas de los honestos gerentes del capital. El capital moneda es sus-
terminada; en ciertos casos, el conjunto por entero se precede a sí mis- ceptible, a cada instante, de un uso que sólo es ajeno o inesperado si uno
mo".15 La historia del capital en crecimiento es sólo análoga a sí misma: se obstina, como los economistas, en no ver en el capital más que su fun-
las nuevas mercancías que se introducen en el momento del ciclo n + 1 ción reproductiva. Pero existe el mercantilismo. Marx se ve obligado, pa-
son a la moneda adelantada lo que eran las del ciclo n a la moneda en- ra establecer la fórmula general del capital, a proceder en primer lugar
tonces en circulación. El crédito en su uso (re)productivo descansa en es- al análisis de la moneda y a imaginar el sistema mercantil como una
ta analogía: el futuro que abre no es diferente del pasado. Uno y otro son etapa indispensable en la formación del capitalismo propiamente dicho.
en principio idénticos, es por eso mismo que son reversibles y es por eso El mercantilismo es en efecto constitutivo del capitalismo, pero no es su
que el acreedor puede comprar futuro. "etapa" formadora; alojado en la reproducción y definida su instancia so-
bre su condición misma, la forma moneda, es una potencia de intensida-
des. El mercantilismo no es un sistema, cuanto más sería un antisiste-
ma, incapaz como lo es de mantenerse puesto que conlleva la muerte por
agotamiento del cuerpo que explota. Pero, además, es más bien una vir-
tualidad de conquista por rapiña y disipación, probablemente siempre
presente en las organizaciones económicas, pero que en este caso logra _la
importancia de su s efectos por el h echo de que los celos (que son él mis-
mo) se ejercen allí sobre la moneda, momento indispensable en las meta-
morfosis del capital y de que pueda, en consecuencia, alterar gravemente
la circulación de este último. La especulación es el mercantilismo en el
capitalismo: per sigue respecto del capital moneda la misma clase de in-
tensidad que Colbert y Luis XIV obtenían de la moneda metálica. Es
inútil querer inducir los "picos de fiebre especulativa", como dicen los
Mstoriadores y los economistas, a partir del estado general de la econo-
mía. Se ha podido imaginar que cuando la incitación a invertir se vuelve
insuficiente el capital se lanza a una vía en la que las tasas de interés
prometido son mucho más elevadas que en la producción. Pero esta des-
cripción razonable ignora todo de la diferencia libidinal que implica este
desplazamiento de los capitales. La Bolsa no es entonces la mejor inver-
sión; río es de ningún modo una inversión: es un terreno de guerra y de
conquista por compra y venta. La moneda muy sofisticada con la que se
hace allí negocio no se emplea para producir, sino para comprar.
Aunque esté en juego una gran cantidad de fuerzas de destrucción
en la historia, no son ellas, o no son necesariamente ellas, las que produ-
cen la guerra.is La producción de la guerra es una producción de guerra,
todavía una producción. Pero la destrucción se disimu]a .en la producción
circular", Historia de la eternidad. I
15 An Inquiry into Meaning and Truth, 1940, p. 102; cilo,!n p,,r Dorgcs en "El 'l'icmpo
W Vónsc Dommchl, Marx et l'histoire, L'Hcrnc, 1969.

2/í 1
252 ECONOMIA LIBIDINAL EL CAPITAL

~ás.pacífica_, la muerte en la acumulación de la riqueza. No se puede ni paridad creciente entre partes del cuerpo haría estallar este último: la
s1qU1era ~ecir que el destino del capital sea conducir, por su proceso de koinonia no puede soportar una fuerte diferencia de potencial entre sus
acumulación, a la ruina de las sociedades. Esto no es seguro esta dialéc- órganos.
tica es muy religiosa tanto respecto de la esperanza como deÍ temor de la Consideremos la crisis de 1929: allí se ve en gran tamaño la má-
catástrofe que promete. Así como las pulsiones de muerte se disimulan quina mercantil. Que poderosas impulsiones de pillaje se produzcan de
en las de la vida, las fuerzas destructivas no son discernibles de las de la una punta a otra, que en el capital se ponga de manifiesto la desmesura
~roduc~ión. Y _así como la función lítica o letal no pertenece a ninguna de lo que no tiene contrapartida: ése es el acontecimiento, ése es su ca-
mstanc1a puls1onal, no se podría tampoco decir que la especulación sea rácter afirmativo. Lo mismo sería válido respecto del acontecimiento
mortífera y la producción erótica; la inversa no es menos verificable. Lo más parecido, la especulación sobre los cambios, que hoy en día perturba
importante sin embargo no es maravillarse de esta ambivalencia sino el funcionamiento del capitalismo mundial. Para éste, los datos no están
más bien advertir cómo se desliza el goce o intensidad de la reprod~cción establecidos. La crisis del 29 por el contrario es actualmente una especie
hacia el pillaje. de grueso microscopio para deslizar el ojo en la libido del capital. Se ad-
¿Acaso el mercantilismo es otra cosa que una política del kapéli- vierte allí fácilmente la duplicidad pulsional del uso de la moneda: inver-
hon elevada a la escala del E stado? La infinitud de una crematística de sión, especulación; y del tiempo: iterativo-único, puntual-múltiple; y de
la mon~da, que tanto terne Aristóteles, no es ni puede ser una propiedad la moneda misma: medio, tesoro y, por consiguiente, intensidad: acu-
del capital en su uso reproductivo, el cual está limitado por el cero de la mulación por retribución, disipación. Las dos incandescencias coexisten,
anulación. La infinitud del crecimfonto capitalista no implica por sí mis- sólo se las puede discernir por sus efectos, cada una vale en diferentes
ma nada de aterrador ni de mortal puesto que está regulada en principio regiones, el mismo capital moneda opera en dos espacios-tiempos hetero-
sobre una mercancía-patrón. Si sucediera que no se regulara sería en géneos e indecidib]es, colocados uno al lado del otro, pero en el mismo lu-
particular por el mercantilismo, por un uso del capital del qu¡ se podrá gar: neben. No porque el funcionamiento del capital reproductivo se haya
~erfectamente decir que no es "en verdad capitalista", porque se tiene la vuelto imposible o difícil se pondría en marcha su funcionamiento espe-
imagen de_un capital que sería esencialmente modo de (re)producción, y culativo: pero ¿qué sería esa imposibilidad? ¿Cuándo no sería más posi-
qu~ lo ser)a perfectamente si el pillaje de las riquezas que llega a hacer ble la reproducción de un sistema? Decir eso sería intentar tornar trági-
pe~grar la supervivencia del "cuerpo social" (tal como la reproducción lo co a poco costo e inscribir en un destino dialéctico lo que ha sido y es un
e,oge) formar~ parte de las impulsiones activas -y quizás indispensa- episodio singular, un acontecimiento: si éste es prueba de a1go lo es de la
bles- en el s1sterna. En el mercantil~smo de los siglos xvn y XVIII, se du:plicidad de los signos económu:os, aun de los más abstractos y, parece
produce para vender y se vende para mcrementar la cantidad de mone- ser, de los más inocentes a los ojos del economista. La crisis del 29 de-
da. Hasta allí, nada más capitalista; pero lo menos capitalista sería lo si- mu ....stra que el presunto "cuerpo" social -de hecho los miles de jirones
guiente: esta cantidad de moneda es, sustancialmente, la riqueza que se de patchwork unificados en principio bajo la ley capital paranoica de la
-pretender acumular (y gastar). I reproducción- vuede deshebrarse, deshuesarse y desaparecer en un co-
Tal es la desmesura, la falta de límites, que no es capital lo que se cido durante mucho tiempo (hasta 1950-1955, o sea un cuarto de siglo
acumula, algo que sería puesto en circulación según las reglas de los ci- contado según el reloj de la Weltgeschichte), y de m anera atroz (millones
clos Y de las anulaciones. Se acumula cantidades de metálico que consti- y millones de muertos, miles de ruinas), sin otra "razón'' que las furiosas
tuyen tesoro de guerra y tesoro suntuario; al hacerlo así se las sustrae a impulsiones celosas que a partfr de la primera guerra mundial no cesan
l~s ciclos y a la medida de los intercambios y se bloquea lo que en princi- de traba~ar en el uso del capital en el sentido de la crematística temida
pio asegura la reproducción. La infinitud "mala" es propia de ese pillaje, por Aristóteles.
que ~o devuelve nada de lo que toma, que no puede sino conducir alago- Después de 1914, lo que se llama el mercado mundial, o sea el
tamiento del cuerpo reproductivo. Atesoramiento consuntivo que crea "cuerpo" que el capitalismo intenta continuamente darse, está muy ale-
entre una parte y la otra de ese "cuerpo" una desigualdad cada vez más jado de su ideal orgánico. El desequilibrio comercial entre Europa y los
aplast~n.te. de las riquezas: al crear entre un pedazo y el otro del patch- Estados Unidos es pesado: 11.000 millones de dólares de excedente co-
work hb1dinal c.;elos cada vez más rencorosos respecto de las intensida- mercial para los Estados Unidos en 1922. Aquí viene a operar la moneda
des. Lo infinitud Je Aristóteles, si para él es mortífera, es porque ese de crédito en su función en principio reproductiva: préstamos y créditos
n11 1·1·po q1111 ,,1 111111c1111t.ili1uno explota es finito y porque un proces,de dis- son acordados por )os Estados Unidos, durante la guerra, a los Estados
254 ECONOMIA LIBIDINAL EL CAPITAL 255

aliados, para defender el valor exterior de su moneda: estos dólares les referencia estable, el oro o el dólar (que en esa época es también indexa-
permiten volver a comprar su propia moneda desvalorizada que las do sobre el oro). Keynes describe como libidinal lo que los economistas
Bolsas negocian por doquier a la venta, por dólares u oro; y, después de 11aman hipócritamente "rapidez de circulación" : "En Moscú, en cierto
la guerra, a los Estados surgidos de los Imperios centrales, para sostener momento, el deseo de no conservar ninguna moneda por poco tiempo
las monedas nacionales golpeadas por la inflación: la destrucción de los que fuera, alcanzó una acuidad increíble. Si un abarrotero vendía una
m edios de reproducción de Europa central conduce a esos Estados a mul- libra de queso, se embolsaba los rublos que acababa de recibir y corría
tipHcar los signos monetarios para hacer frente a sus pagos y para incen- lo más rápido que sus piernas se lo permitían al Mercado central para
tivar la recuperación. Por su lado, las empresas europeas utilizan para reconstituir su reserva, cambiando sus rublos por queso, a menos que
sus compras en los Estados Unidos las facilidades de crédito que les ofre- hubiesen perdido su valor antes de que tuviera tiempo de llegar".1 8
cen las sociedades industriales y comerciales estadounidenses. Schacht hace notar a este propósito que la palabra alemana para el va-
¿Qué sucede entonces en 1921? Un tipo de crisis que anticipa en lor monetario, o sea el título o tenor de una moneda en patrón (por
ciertos aspectos la del 29. Los prestamistas norteamericanos vienen a ejemplo en oro), es Wahrung, --wahren significa durar-. Y J . Néré ob-
presentar con descuento las letras de cambio de sus clíentes europeos; el serva: "La desaparición de la duración desajusta los cerebros y los ner-
Sistema federal de reserva, instituto de emisión, se las compra; por lo vios de los hombres".1 9
tanto tiene que liberar papel moneda corno contrapartida de las letras A decir verdad, el abarrotero de Moscú con su desajuste está en
descontadas. Es así que desde junio de 1918 hasta diciembre de 1920 el busca de una regla permanente, que es el queso: su perecibilidad es me-
valor de la cartera comercial del Sistema federal de reserva pasa de 435 nor que la del papel-moneda. Lo fascinante de esta crisis de 1929 es que
a 1.578 millones de dólares. Paralelamente, el porcentaje de las existen- entramos en ese momento en otro tiempo, vertiginoso, en el que hay tan-
cias en oro cae; a comienzos de 1921 es del 42,4%, cuando el mínimo le- to tiempo como intercambios, muy parecido en esto a nuestro laberinto.
gal es entonces del 40%.17 La inflación europea cone el riesgo de propa- Es un tiempo de la fuga en el que, durante cada transacción, aquél de los
garse a los Estados Unidos. El F.R.S. torna entonces una medida técnica intercambistas a quien le toca el papel-moneda corre a desembarazarse
en definitiva modesta: eleva su tasa de descuento al 6% y luego al 7%. de él, no para poder abordar una transacción ulterior en la misma posi-
Los créditos comerciales disminuyen entonces (a partir de junio de 1921} ción mejorada, la del vendedor, que es por el contrario maldita, sino con
hasta el punto de que el valor de la cartera comercfol del F.R.S. vuelve a la esperanza de constituir una reserva (de quesos) y de r establecer una
caer a 659 en diciembre de 1921, y a 294 en junio de 1922. Por lo tanto, unidad de referencia independiente de la moneda, y que podría valer co-
simple medida de estabilización del dólar. mo una buena moneda. Habría que imaginar cada encuentro del quesero
Pero eso basta para desequilibrar de nuevo, y de manera grave, la con los rublos como un acontecimiento insoportable del que huye, e ima-
distribución de las fuerzas sobre el "cuerpo" del capital. La r estricción de ginar que su hui.d a no deja nunca de aportarle más lejos nuevos billetes,
créditos comerciales acarrea (¡he aquí causas y efectos!} una caída del vo- aún más billetes. Y, de una huida a otra, no hay continuidad. De un
lumen de las exportaciones nortea¡nericanas y finalmente de los precios montón de billetes al otro, tampoco hay identidad, ni siquiera la simple
mundiales, lo que, a su vez, desalienta cualquier inversióo a mediano o diferencia cuantitativa. Cada "intercambio" constituye un acontecimien-
largo plazo. La inflación va a tomar en Europa ei sesgo que conocernos: to, inaugura una especie de aventura en la que está en juego la muerte.
el marco-oro vale 17 marcos-papel en diciembre de 1920, 46 en diciembre No es solamente el poder de crédito lo que detiene en principio la
de 1921, 1.778 en diciembre de 1922, 45 ..000 en junio de 1923, 1.000.000 moneda abolida en esos laberintos, sino también su poder de pago, pues
en agosto de 1923. la hu:da ante la moneda nos recuerda, por la enloquecedora restricción
¿Hay algo que explicar en todo eso? No es asunto del economista li- de las demoras, que el segundo poder en sí mismo es un caso del prime-
bidinal. Consideremos dos cosas importantes: la primera es que al en- ro: el comprador, al pagar, no hace más que dar al beneficiario un crédito
contrarse los Estados Unidos en posición de haber agotado la riqueza de de valor sobre la riqueza gener al, o sea sobre un tercero. El alza de la ta-
una parte de Europa (centro y este), ésta corre hacia su muerte orgánica sa de descuento en Washington produce en Moscú ese vértigo, la trans-
al no poder instanciar sus intercambios sobre la base de una unidad de
1a J .M. Kcyocs, La Réforme monétaire, tr. fr., París, 1924, p. 64, nota; citado por Néré,
1 7 Todas estas informaciones (y mucho más que ellas) han sido tomadas en pr6stnmo pp. 29-:iO.
del libro doJocqucs Nóró, La cri:;e de 1929, Armnnd Colin, 1971. 111 thirL., p. :io.

I
EL CAPITAL 257
256 ECONOMIA LIBIDINAL
numerario que circula en Occidente es una cantidad finita, y que de este
formación de D.M.D. en M.D.A. 1 un abarrotero que sólo quiere queso y no
modo la acumulación de signos de crédito (las letras de cambio europeas)
quiere dinero y que por lo tanto no invierte más el crédito y el tiempo de hunde en un polo del "cuerpo" capitalista todo lo que pertenece al otro
crédito implicados en el papel-moneda. Yugulación mortal en un órgano polo en la sin-medida tan temida por Aristóteles: amnesia, ametría, ano-
parcial del cuerpo del negocio. mía económica .. Y esta posición sin-medida que vemos padecer a la
Es posible imaginar el equivalente de este desorden en el campo del Europa central de 1921, que veremos afirmarse por el capital norteame-
lenguaje: la amnesia de un microléxico, sin ir más lejos; éste es una red ricano en los años 1925-1929, admitan ustedes que tiene un estrecho pa-
semántica que garantiza un patrón de sentido a través de la multiplici- rentesco con el paso de los influjos sobre pedazos del patchwork libidinal,
dad de las enunciaciones. O sea por ejemplo el léxico de los nombres de que ofrece todos los rasgos del "desor den" pulsional que afecta el cue~o
colores; Gelb y Goldstein, describen su amnesia, comentada por Cassirer de la reproducción: el quesero moscovita que corre es un efecto de moc1on
y Merleau Ponty.20 Este escribe: "Nosotros podemos obtener una expe- pulsional parcial.
riencia de este tipo (amnésica) si nos colocamos frente a un montón de
muestras con una actitud de percepción pasiva: los colores idénticos se
juntan bajo nuestra mirada, pero los colores solamente parecidos no
anudan entre sí más que relaciones inciertas". Y Gelb y Goldstein: "El
montón parece inestable, se mueve, verificamos un cambio incesante,
una suerte de lucha entre varios agrupamientos posibles de colores se-
gún diferentes puntos de vista". Cassirer comenta: no hay, para el am-
nésico, un lenguaje único de colores sino varios lenguajes, tantos como
experiencias cromáticas, "cada impresión sensible es afectada por un
vector de sentido, pero estos vectores ya no tienen dirección común, no se
orientan más hacia centros principales detenninados, sino que divergen
mucho más que en lo normal". No ya un círculo, el rosetón de los colores,
sino muchos pequeños círculos sin que ninguno se comunique con el otro.
Segunda cosa a observar: quizás allí hay el dolor de una amnesia
incompleta, que conserva la huella de una exigencia unitaria, igual a la
del quesero ruso. Se diría que uno está leyendo, en estos protocolos de
experiencias, los efectos de la política de Colbert sobre sus "clientes".
Pues ese mismo vértigo, bajo el nombre de inflación, ataca necesaria-
mente las partes del "cuerpo" de las riquezas que habrá sido privado de
oro, aunque fuera de manera muy iqdirecta (en 1921, por intermedio del
dólar). Amnesia de oro. Es en la medida en que el dólar se defiende, es
decir se trata a sí mismo como la riqueza, que condena a Europa central
al desierto de los laberintos.
Por supuesto, el F.R.S. no es Luis XIV, la reserva de oro de Fort Knox
no está destinada en principio a financiar las fiestas de una corte, y la
medida de aumentar las tasas de descuento no es un acto de beligeran-
cia abierto, sino también de salvaguarda general: en pocas palabras, es-
tamos ya en el capitalismo, no en la práctica de estado mercantil. No
obstante, vemos lo siguiente, que es la hipótesis misma de cualquier
mercantilismo: que la riqueza que se ha desplazado hacia los bancos nor-
teamericanos ha sido sustraída al capital europeo, que la cantidad del
20 Vónso La Phénoménologie de la perception, Gallimard, 1942, pp. 222-224.

I
LA MONEDA DE CREDITO EN SU USO ESPECULATIVO: 1929

Si ustedes quieren verla ahora positivamente, observen la Bolsa da


Nueva York, no solamente los 24 de octubre de 1929, sino a partir dt
1924, cuando en todo Occidente a la crisis de 1921 sigue la estabiliza
ción. En los Estados Unidos queda una masa significativa de capitalH
flotantes; un movimiento de especulación en bienes raíces sobre tierra•
de Florida es un fiasco en 1925-26. Los signos de riqueza van a seguir
principalmente dos vías: sustituir los ahorros y los fondos de circulación
de las empresas de Austria, Alemania e incluso de Inglaterra,21 por prlt1
tamos a corto plazo; sostener la especulación en el mercado de loa VI
lores mobiliarios de Wall Street, en este caso también bajo la forma da
créditos a corto plazo, o aun a la vista. A comienzos de 1925, la tasa dt
descuento practicada por la Reichsbank (Berlín), por ejemplo, es dol
10%, la de la Federal Bank de Nueva York del 3 %: las inversionea qu,
se hicieron en Europa con esas tasas, sobre todo cuando eran a corto pla
zo, pueden llamarse "especulativas", aunque también sean reproduotl
vas. En cuanto a aquellas que en Wall Street vienen a financiar las com
pras de valores norteamericanos fuera de cotización después de la a,u1
rra, como la de los ferrocarriles o de los servicios públicos (en piona
recesión), su destino prueba por sí solo que aspiran a obtener ganonclH
rápidas en capital fiduciario y no un interés proporcional al beneficio In
dustrial que puede esperarse de estas empresas "en mal estado".
Segundo rasgo, por consiguiente, de estas inversiones: en primer
lugar se orientan no hacia el valor (re)productivo de las acciones u ohll
gaciones, sino hacia las posibilidades de sobreganancia que ofrecen on 11
único mercado bursátil; los títulos interesados no son tomados como 14'
nos (de medios de producción), sino como cosas a las que el mero movl
miento de intercambio al que se ven expuestas les confiere una plu1 a
una minus-valía. Hay una cantidad dada de títulos negociables en l1
Bolsa; un movimiento de compra sobre un título basta para valorizArlo
tan:o que sus adquirientes son percibidos como una minorfa bene{tdn
ria, de la cual no puede sino tenerse celos; los celos cesan a partir del
momento en que la tendencia se invierte; dan lugar a la reserva y luai,o
a la liquidación. Lo que se llama "factores psicológicos" del juego burartUI
consiste en esta extraña "perversión" (pero, nosotros ¿nos atreveremo1 1
emplear esta palabra?) de la relación con el capita1: los títulos se convinr
ten en oro y es posible, como sobre el oro, ganar oro por el solo juego dn

21 Nóró, pri. ll:1-ffll .

I :um
260 ECONOMIA LIBIDINAL EL CAPITAL 261

los celos. Y cuando decimos celos no queremos decir solamente: de sujeto ladrón nómade: que la simple conquista de un paquete de acciones pro-
a sujeto, los celos propietarios, sino en toda libido, esos celos que las par- voca de manera indefectible su desvalorización en cierto plazo, como la
tes de la gran película sienten por aquellas investidas de intensidad, ce-· conquista de un territorio por los caballeros implica inmediatamente que
los pulsionales directos, sin mediación de un límite propietario que hace tendrán que abandonarlo, y contiene por lo tanto su agotamiento. Las
que las masas de capital que flotan sobre el cuerpo de los valores bursá- cosas que se conquistan de ese modo, por robo, ya están muertas, y de-
tiles no puedan repartirse allí equitativamente, en paridad, sino que se ben ser descartadas lo más pronto posible. En ese sentido toda conquista
desplazan sin cesar, produciendo las más grandes separaciones entre po- es una fuga hacia adelante, hacia otras cosas todau(a no desvalorizadas
tenciales. Una vez más lo que aparece es el mercantilismo y el kapéli- y sin embargo ya desvalorizadas, puesto que uno habrá de apoderarse de
kon, la desmesura forzosamente asociada a la cantidad finita (el conjun- ellas. Es de esta manera celosa que los tiempos del laberinto se ignoran
to de los títulos negociables). unos a otros y que cada uno tiene el sabor del fuego y la ceniza.
Y el segundo rasgo: las compras de valores inmobiliarios en Wall Pero eso no es todo. Otro rasgo, aparentemente ''técnico", de la espe-
Street desde 1925 hasta 1929 se hacen, en una buena parte, "al mar- culación mobiliaria en Wall Street en esa época muestra con claridad el
gen", con el dinero tomado en préstamo a la vista (call loans); se trata, carácter disimulado, indecidible de un uso de pronto intensivamente celo-
por consiguiente, para el prestamista, de una inversión muy móvil, re- so del capital moneda. Los préstamos consentidos a los brokers no son
embolsable sobre pedido. La tasa de interés de estos call loans en Nueva esencialmente cuestión de los bancos, sino que tienen un origen princi-
York sube desde 3,32 en enero de 1925 hasta 9,41 en julio de 1929; no se palmente no bancario. Por ejemplo, el 31 de diciembre de 1924, de 2.230
la puede comparar más que con las tasas practicadas en Europa "para millones de dólares prestados a los brokers sólo 550 millones no provie-
atraer" los capitales norteamericanos. Pero en este caso la duración de la nen de bancos. Pero, el 31 de diciembre de 1927, la cifras son respectiva-
inmovilidad del capital prestado es todavía menor. Me imagino que el mente de 4.430 y 1.830; el 31 de diciembre de 1928, de 6.440 y 3.885 (más
broher que tiene una influencia viene a solicitar un préstamo a la vista a de la mitad); y, el 4 de octubre de 1929, de 8.525 y 6.440 (o sea alrededor
algún representante de un banco (ya veremos que ni siquiera es eso), de tres cuartos de préstamos no bancarios).22 Como señala Néré, los fon-
que le entrega ahí mismo un pagaré, con la promesa de que si la opera- dos que no provienen de bancos son fondos de circulación de las socieda-
ción imaginada por el broker es beneficiosa, el fruto será repartido entre des industriales y comerciales. Esto quiere decir que capital "normalmen-
ellos en esa proporción. La moneda de cr édito circula aquí según un te" invertido en su propia reproducción por intermedio de las mercancías,
tiempo que no es el del capital productivo: no hay más ciclo natural, o "juega" en este caso a prestarse al precio más alto para cambiarse por tí-
asimilado. No hay de ningún modo ciclo, sino tendencias al alza, a la ba- tulos, a reserva de liquidarlos en cualquier momento a la tasa de interés
ja, y sus transformaciones, imprevisibles en período de turbulencia. más alta. No basta entonces con decir que hay especuladores malvados:
Este crédito a la vista dirigido a compras a muy corto plazo implica existe una compulsión a especular que puede incluso concernir al capital
una desplazabilidad máxima. Ya no se trata del quesero que corre tras el destinado a la reproducción; son los mismos hombres, directivos de em-
queso a través de los rublos, sino dcl prestamista que corre tras el dinero presas, presidentes de sociedades industriales y comerciales los que se
a través de los títulos. Esta desplazabilidad es, una vez más, un rasgo complacen en aplazar y diferir y los que pueden brindarse las voluptuosi•
del kapéli.kon: imaginen que el comer ciante no haga una sino dos, sino dades que ofrece ese mercantilismo de segundo o tercer grado.
diez operaciones D.M.D. en su jornada. Esto no agrega nada seguramente Esa es la cuestión, como lo dice muy bien Néré, que plantea la cri..
a las capacidades productivas de su ciudad; es un pillaje del tiempo, o sis de 1929: no tanto saber por qué hubo especulación en la Bolsa¡ siem,
más bien es un tiempo del pil laje, en el que 1a rapidez de desplazamiento pre na habido, responderá el economista; nosotros agregaríamos: cuando
es indispensable porque garantiza que uno será el primero en el asunto, se abre una instancia libidinal no se acepta ningún "porque>', no más on
en las tierras cuando es nómade de las estepas, sobre el oro cuando es el todo caso que en el propio capitalismo (que no es menos misterioso ¿no 011
Gran Rey, sobre los títulos cuando es un gran corredor de Bolsa. El mis- verdad?). "La verdadera dificultad proviene de la amplitud de la especu-
mo vértigo temporal, los mismos laberintos en los que la inflación galo- lación a crédito -que por lo tanto n o se alimenta directamente de in(,,,.O·
pante hunde a Europa central en 1921. Es un tiempo pasional, un tiem- sos excedentarios-. La cuestión es saber cómo puede ser que esta ospo-
po de disipaciones.
Pues aun cuando los negociantes de títulos no dan fiestas suntuo-
MlS, neceRariamente son apresados en esa extraña Rit,uaci6n propia del

I
262 ECONOMIA LIBIDINAL EL CAPITAL 263

culación en la Bolsa, eminentemente aleatoria, haya implicado hasta tal constitutiva de los laberintos mismos de los que hemos hablado. Se huye
punto a los fondos de circulación de las empresas y comprometido los de toda intensidad a muerte, es decir hasta la extenuación; la energía se
mecanismos normales del crédito a corto plazo y de los pagos." Y J. N éré gasta allí hasta el máximo de su potencia, explotando en consecuencia
concluye: "Faltan los elementos para responder a la pregunta''.2a todas las reservas, destruyendo cualquier cuerpo organizado: los nóma-
En efecto, no hay respuesta a la pregunta de un desplazamiento de des de las grandes invasiones, Luis XIV, los corredores de Bolsa de 1929.
inscripción pulsional. El hecho de que la intensidad o que la potencia se Que desde los primeros hasta los últimos los signos hayan cambiado, que
instancien sobre el comercio de los títulos tomados como objetos ínter~ se hayan trocado tierras por mobiliarios, no cambia en nada la fantasía
cambiables más que sobre la producción de mercancías para el consumo, de una "finitud" semejante, y de lo serio de su crueldad. Los signos no
no es más explicable que el hecho de que la libido alojada en la zona ge- son tomatlos aquí como sustitutos según los hábitos de pensamiento ver-
nital se desplace hacia el ano o la oreja. Llámenle ustedes a esto regre- daderamente sedentarios (estructurales), son paquetes de energía des-
sión, si eso los tranquiliza. La erotización (en ese sentido trivial) de la plazables. El caballo del nómade no es otra cosa que la tierra, sólo que
Bolsa no necesita ser explicada, sino verificada. Las proporciones que al- con una movilidad mayor. Cuando se pasa de la tierra al caballo, el cual
canza en 1929 permiten solamente afirmar: ésa es una manera en la que no es instrumento ni arma, 's ino lo más importante: el vehículo -cuando
la potencia puede llegar a intensificarse, en el capitalismo y del lado de se va del caballo a la letra de cambio, y de ésta al préstamo a la vista-,
los capitalistas, aunque este dispositivo no pueda funcionar en principio se va cada vez hacia lo más desplazable posible. Hacia un tiempo y un
más que al margen, e incluso al precio de la modalidad considerada "nor- espacio paulatinamente menos "mundanos'', cósmicos, cada vez más libi-
mal", que es la reproducción y el aplazamiento. Este ejemplo nos basta dinales, laberínticos, efímeros. ¿Existe acaso un espacio-tiempo de la es-
para pensar que no hemos comenzado a describir la economía libidinal peculación cuyo relevamiento podamos hacer? ¿Una geografía y una his-
del capital. Estas pocas páginas no eran más que una contribución mi- toria de la Bolsa? Al contrario, en estas circulaciones hay siempre algo
núscula a esa descripción. de salvaje que pone en peligro el espacio-tiempo de la reproducción, el
Aquí ustedes podrían decir: lo que estas páginas muestran es una cual es un espacio-tiempo reproducible.
ambivalencia en el uso de la moneda de crédito; hay un crédito que da Otro ejemplo reciente. Arabia Saudita, Kuwait, Abu Dhali, Katar y
confianza y un crédito que no da confianza, un crédito que se juega se- Libia totalizan juntos 9.5 millones de habitantes. Después del alza de los
gún el tiempo de los adelantos y los retrasos de un "crédito" que se juega precios del petróleo que impusieron a sus compradores europeos en 1973,
fuera de ciclo, en el golpe por golpe de los laberintos especulativos. No deben embolsar juntos en 1974 alrededor de 45 .mil millones de dólares.
piensen ustedes eso. Lo importante no es esa ambivalencia o sea que una Ahora es Europa íntegra, incluida la Francia del Gran Rey, la que de-
misma inversión valga a la vez como reproductiva y especulativa; lo im- sempeña el papel del cliente carenciado y de la víctima. Porque, como los
portante es que en esas dos instancias indiscernibles, éstas se ofrezcan a mercantilistas lo entendían muy bien, lo que pueden vender como con-
las intensidades, y que la voluptuosidad pueda ir de aquí para allá de trapartida a los amos del petróleo es muy poco, teniendo en cuenta que
manera imprevisible. No reemplacen }a dialéctica optimista de unos, pe- éstos no lo necesitan: todos los países árabes vendedores de petróleo (y
simista de otros (la pequeña Marx, Mattick) por el secreto de Polichinela no solamente los cinco que hemos mencionado) no podrían absorber más
de la ambivalencia. La ambivalencia es copresencia de vectores de senti- de veinte mil millones de dólares de importaciones anuales. Agreguemos
dos contrarios en un mismo espacio-tiempo. Pero la duplicidad de este que el excedente de sus exportaciones se exige en dólares, al igual que
crédito capitalista es copresencia (¿pero presencia para qué, para quién?) Colbert exigía metálico. Está claro que de acuerdo a esas cuentas el capi-
de tensores en signos y de signos en tensores. Ahora bien, signos y tenso- talismu europeo muy pronto estaría en ruinas. (Sabemos bien que eso no
res no pertenecen al mismo espacio-tiempo: los signos dependen por defi- es tan simple... )
nición del sistema en el que son transformables (conmutables, traduci- Imposible describir todo este zafarrancho en términos de explota-
bles, intercambiables); los tensores abren cada uno su tiempo eñmero y ción de la fuerza de trabajo ¿es necesario decirlo? Pero también inesen-
su espacio laberíntico evanescente. cial, desde luego, la fantasía simplemente estructural de un Sraffa.
Es necesario comprender que la hipótesis de la cantidad finita de Porque el único medio de evitar esta -ruina, como señala G. Bosquet,24 se-
riqueza que hace todo mercantilismo (toda especulación) en sus celos es ría evidentemente que se definiera una nueva mercancía-patrón comple-

23 ,l. Nó1-ó, p. Dtl. 24 Le Nouuel OIJ1mr11ntwr, 7 de enero de 1974.


264 ECONOMIA LIBIDINAL EL CAPITAL 265

ja, incluyendo el barril de petróleo y la unidad automóvil, por ejemplo, enteramente positiva que sólo se diferencia de la energía fijada en la ma-
absolutamente según los puntos de vista de Sraffa. Pero el episodio de teria por sus efectos: cuando se encuentran , ambas se aniquilan.
73-74 muestra precisamente que esta mercancía no éxiste y que en un Al invertir en mercancías (incluido medio de producción), ustedes
sentido no debe existir. Si existiera ¿de dónde vendrían estos desórde- se someten a la regulación de las metamorfosis: la producción es un con-
nes? ¿Cómo tendrían lugar en una reproducción cuyo fm fuera ella mis- sumo y los productos a su vez deben ser consumidos. Es en este sentido
ma? Si la inversión estuviera regulada considerando la reproducción del que el denominado "valor de uso", como ya lo sugiere Aristóteles al ha-
sistema, tales golpes estarían excluidos. blar de una crematística que utiHza la moneda de pago entre unidades
Esa es la religión que la economía política incluye, que postula, co- naturales de necesidades (las familias), es una modalidad indispensable
mo la crítica de la pequeña Marx, esta unidad orgánica del cuerpo del ca- del sistema de la reproducción. Hay allí un tiempo lento, cósmico, el de
pital y que cree en ella. Y, sin duda, "la izquierda" inglesa, francesa, ita- la simiente y el fruto, de la gallina y el huevo, de la gestación, y de la di-
liana cree en ella mucho más que "la derecha", la cual está impedida de lución del azúcar. Con los "signos" monetarios se escapa a este tiempo y
hacerlo porque sus privilegios sobre el manejo del capital le dan la posi- a su espacio. Uno enloquece con los signos: permiten varios tiempos, mu-
bilidad de dejarse ir en las pasiones del despilfarro. La economía política chos tiempos, son aceleradores y frenadores, justamente porque no están
es por excelencia la ilusión de '~la izquierda". constreñidos a (re)producirse, es decir al consumo, al nihilismo. Su mul-
El poder que ejercen directamente los ''feudales" árabes sobre la tiplicación no deriva de su fecundidad, de la traducción de su valor facial
suerte de empresarios europeos muy importantes, e indirectamente (por en mercancías productivas, es decir de su inversión; es sólo una concen-
la especulación sobre el oro, porque ¿a cambio de qué quieren ustedes tración de riqueza en un polo de la circulación que ha sido robada al otro
que suelten sus petrodólares estos desdichados al borde de la disipa- polo, sólo movimiento que barre y extenúa las superficies. Estos movi-
ción?) sobre la suerte de la muy reproductiva Europa, no es de ningún mientos están libres de las coacciones de cualquier con sumo reproducti-
modo paradójico. Sólo hay paradoja cuando se cree en la ley del valor, así vo y hacen posible la disipación de las superficies que recorren.
sea bajo la forma de Sraffa, cuya mercancía-patrón compleja, al eman- ¿Qué hacía entonces el chino con su riqueza espermática? ¿Era
ciparse de la hipótesis de un origen del valor no deja por eso de alimen- puesta en reserva y capitalizada con el fin de ganar el Centro metapsí-
tarse de la creencia en el equilibrio y el retorno. Este equilibrio está lejos quico o Tao, o incluso la cima de la jerarquía burocrática? ¿No era acaso
de ser Jo esencial. Hay en el capitalismo más "moderno", bajo el nombre también esta reserva suya en el coito la intensificación de las energías y
de mercantilismo, de especulación, de imperialismo, de intercambio de- su pillaje con objetivos de disipación? Lo que él suscita en el cuerpo de la
sigual, una potencia que no es de orden, sino de celo: "celos" viene de ze- mujer, y en el suyo propio ¿no es acaso la misma frritación que suscita el
lus, "celo". dólar en el Mercado central de Moscú y en Wall Street? ¿Por qu~ esta re-
Otro hecho a examinar desde la perspectiva del kapélikon: el aban- serva no daría lugar a un crédito a largo plazo, invertido, repro'ductivo?
dono de la convertibilidad del dólar, el desenganche de las tasas de cam- ¿No es también un préstamo a la vista, una especulación sin intención,
bio, la generalización del principio ~e flotación de las monedas -todo una incandescencia de las superficies barridas sin preocupación por re-
eso en el sentido de una desp]azabilidad mayor, en principio más produc- producirlas ni aumentarlas, un celo celoso y no una conquista del poder?
tiva, pero también más crispada, y que muy lejos de impedir las manio- Seguramente. Disimulo e inmortal duplicidad: ¿la de cualquier capitali-
bras especulativas o mercantilistas en el sentido que señalamos, no hace zación?
más que desplazar la posibilidad (a reserva de volver, a falta de otra ri-
queza, al viejísimo oro, como hacen los emires)-. Teniendo en cuenta es-
ta desplazabilidad, la inversión, es decir la sedentarización, a veces a
largo plazo, de energías sobre medios de (re)producción todavía parece
una cuestión de naturaleza, cíclica, regular en principio, algo que hace
del cuerpo productivo una especie de tierra: la tierra de la revolución
neolítica. Pero la especulación o el mercantilismo no tienen modelo natu-
ral; ni siquiera el siniestro segundo principio de la te'l'modinámica da
cuenta de su vagabundeo; sería necesario más bien algo como la enig-
mática hipótesis de la antimateriu, muy semejante a la materia, cncrr.!o
ECONOMIA DE ESTE ESCRITO

~'
ECONOMIA DE LO FIGURATIVO Y DE LO ABSTRACTO

¿QUÉ ES este discurso? ¿Cómo se legitima? ¿Dónde está situado? ¿Cuál es


su función? ¿Quién lo autoriza a hablar de este modo? ¿Es usted el en-
cargado de la gran película? Pero, ¿cómo podría serlo si ella es efímera y
no ofrece nada para guardar ni retener? ¿No será este asunto pura ima-
ginación y retórica? ¿Busca .usted lo verdadero y pretende decirlo o ha-
berlo dicho? ¿Ha hecho algo más que una nueva filosofía, que un sistema
más? ¿Palabras, una vez más? ¿Esas palábras tienen la pretensión al
menos de cambiar el mundo? Si no es así ¿qué pretenden? ¡Confirmarlo,
miserable! En verdad, se trata de una pura fabricación imaginaria de su
parte, consumación del deseo sobre la "piel del lenguaje", corno diría us-
ted: esteticismo, elitismo.
Responde mediante preguntas, a ver, diles: y su discurso teórico
¿qué es? Todas sus preguntas se subtienden con referencia a ese discur-
so, con referencia a la palabra de verdad. No nos vamos a dejar intimi-
dar por esa referencia, ustedes no saben nada de la verdad y nunca sa-
brán nada; nosotros sabemos que es el arma de la paranoia y del poder,
la garra de la unidad-totalidad en el espacio de las palabras, el retomo y
el terror. Por lo tanto, luchemos contra el terror blanco de la verdad, en
favor para y por la crueldad roja de las singularidades. Y vamos a res-
ponderles con cuidado, no porque no tengamos cierta inquietud al oír sus
preguntas, sino porque eso nos va a permitir colocar este terror blanco
(sobre todo cuando se presente como "de izquierda", el más repugnante)
sobre nuestra película efímera y, al mismo tiempo, desplazar, correr
nuestra propia fuerza sobre esta misma banda de una sola cara.
Oh mujeres, oh hombres jóvenes, oh amigos que envejecen bañán-
dose en plena juvencia, la incomplaciente, la abundante, la vehemente,
la bárbara, la soberbia, oh pederastas, oh dependientes, oh árabes, oh
sangre, ayúdennos ahora a soportar este último continuo asalto que vie-
ne de la verdad odiosa y de la inteligencia, hágannos más inteligentes
que e:Ia, dénnos la tontería que ella no posee y ahórrennos la que sí po-
see; tómennos de las axilas, desbraguétense, pónganse erectos, llévennos
ante la Medusa para que le eyaculemos en la cara; extiendan ustedes el
rojo, el azul, extendamos el tallo azul oscuro del cuello que emerge de la
nieve de una blusa, despleguemos tercipelo carmesí cavidad vaginal, sa-
tín ópera labios menores duros, taffetas cereza labios mayores arruga-
dos, violeta azul glande, telas crudas prepucio acordeón, playas impene-
trables de plata, de oro, de marga, extiendan todo eso bajo las narices de
la Medusa: así es como se le habrá respondido.

269
270 ECONOMIA LIBIDINAL ECONOMIA DE ESTE ESCRITO 271

La Medusa inmoviliza, y es el goce. La teoría es el goce sobre la in- distintos (disyunción) llamados órganos; que los órganos sean enuncia-
movilización. Por lo tanto es la barra de disyunción investida de su fun- dos, y ese cuerpo un texto, sólo puede perturbar a los materialistas men-
ción de disyunción misma, puesto que desunir es inmovilizar el esto en sos, y solamente prueba que todo es materia para la libido.
esto y el aquello en aquello: identidades. Cuando la disyunción produce En un discurso narrativo puede haber un cuerpo orgánico también,
intensidad, en la teoría, esta barra a la vez se inmovfüza para disyuntar pero éste se sitúa en el polo de referencia de ese discurso: el r elato va a
el esto y el aquello de una parte y otra de sí, y está animada de un movi- producir un efecto de cuerpo, va a suscitar la imaginación de un tema,
miento giratorio de una tal rapidez que es imposible atribuir a esto o a simple o complejo, de la historia que cuenta el relato, va a clavar con un
aquello los espacios que engendra. Más aún, la barra gira en la medida alfiler los acontecimientos que desarroUa sobre un soporte, del cual se-
en que se inmoviliza, en la medida en que distingue que barre indis- rán los atributos. Mientras que, en el discurso teórico, la silueta de ese
tintamente. Lo que a ustedes los excita*, teóricos, lo que los arroja a cuerpo está colocada sobre el texto mismo: no es el campo de referencia
nuestra banda, es la frialdad de lo claro y distinto; de hecho, sólo de lo lo que se unifica y totaliza a través del discurso, es el discurso mismo el
distinto, que es lo que puede oponerse, ya que lo claro es sólo una redun- que se vuelve unidad y totalidad. (Incluso sus propiedades referenciales
dancia sospechosa de lo distinto, traducido en filosoña del sujeto. son propiedades formales.) El formalismo de ese discurso sobre la piel de
Detener la barra -ustedes dicen : salir del pathos-, ése es el pathos de las palabras es algo análogo a lo que sobre la piel de los colores es la lla-
ustedes. Bella y medusante**, en efecto, la severa disyunción que sus- mada pintura abstracta. Por el contrario, la pareja pictórica del relato es
pende. la figuración.
La función disyuntiva es además y al mismo tiempo la función sin- La barra disyuntiva trabaja en los dos casos, pero cuando se trata
tética. Ustedes dicen: es esto, no es aque11o; es decir: en la medida en que de teoría el lugar de su trabajo de separación y el lugar donde gira son el
es esto, no es aquello. Viejo principio que descansa en una síntesis, pues- mismo: el cuerpo del texto; en la narración, en la actividad que organiza
to que para disociar el lado de aquí del lado de allá es necesario estar en el relato, las disyunciones y las síntesis elementales tienen lugar sobre
los dos lados. En el momento en que ustedes desunen, unen. Todo lo que e] texto, el goce se instancia sobre la historia de referencia, en el más
los fonólogos, por ejemplo, han elaborado con el nombre de oposición, su- a11á del texto, en lo que él muestra.
pone esta síntesis. Síntesfa muy elemental, pero indispensable para la ¿Podemos entender estos dos modos de abrir instancias como econo-
constitución del discurso consistente. Este exige su uso continuo: todo mistas libidinales? Sí, podemos. Decimos lo siguiente: en toda organiza-
enunciado se adelanta en el pathos para separar, en él, el esto y el no es- ción figurativa-narrativa hay un polo de inmovilización, y nosotros soste-
to, se adelanta por lo tanto provisto de un cutter, de un doble filo, y corta nemos que las intensidades que pueden procurar cuadro vivo, posering,
La consistencia que así se asegura descansa sobre una aceptación pre- posturas de relatos sádicos o eróticos en general, fotograña realista, pin-
viamente definida, de manera arbitraria. Ustedes conocen las propieda- tura figurativa, ciertas películas underground, y quizá toda narración y
des formales de un discurso teórico estricto, es decir axiomatizado: la figuración, estallan como arcos eléctricos tendidos entre ese polo de in-
más elemental de las reglas que pennit, n establecer esas propiedades es movilización de una víctima (el cuerpo representado) y un -polo de agita-
la de la exclusión binaria: o bien un enunciado es aceptable, o bien no lo ción que hunde el cuerpo de aquel que llamaremos el cliente, por razones
es (en un cálculo de enunciados con varios valores, este meta-operador evidentes, en el más extremo desorden.
de exclusión no deja por ello de funcionar). Observen de paso que en la figuración-narración así polarizada la
Un texto teórico, idealmente, es un cuerpo orgánico inmovilizado sugestión de una relación que inmoviliza lo que allí se muestra, se paga
que satisface las propiedades formales de consistencia, saturación, inde- con ht ocultación de los procesos mediante los cuales, sobre el texto, la
pendencia de los axiomas y completud en cuanto al campo de referencia, película, la tela, etc., esta sugestión puede ser obtenida. La piel del so-
si lo hubiera. Un cuerpo orgánico es un conjunto (síntesis) de elementos porte y de sus marcas es borrada (pictórica o cinematográficamente por
ejemplo, es tratada como si fuera un vidrio transparente que da sobre un
• Bander, se bander, {aire bander, son todos términos relacionados con la erección, en afuera situado a cierta distancia), y es la piel de los objetos figurados lo
ol sentido de excitación sexual. En este caso la traducción no permite dar el juego entre que capta la emoción del cliente. La función referencial o denotativa, pa-
(aire bander (provocar erea:ión, hacer que se "le pare" a alguien) y bande (banda como cin-
ta y banda como grupo de gente organizada con una finalidad). ra hablar en el dialecto de Jakobson, predomina sobre todas las otras.
•• De méduscr, ncolog. Producir un estupor comparable ni efecto que producía la cabe• Pero, a continuación, si tornamos justamente como eje de referencia la
:r.u <lo Medusa. emoción, es decir los movimientos pu1sionales, ¿qué podemos decir?
272 ECONOMIA LIBIDINAL ECONOMIA DE ESTE ESCRITO 273
Imaginen al cliente goloso de los posering, lector de relatos, espectador res, de los elementos plásticos. La fascinación por lo abstracto es una
de westerns, afecto a los cuadros: está frente a la cosa representada in- instancia de goce propio, la Medusa paraliza al cliente, pero la Medusa
móvil o inmovilizándose, como ante una presa. Una presa es un cuerpo puede moverse. Ella se mueve por disparidades, el cliente víctima la cree
orgánico impedido de moverse: el envoltorio de una carne viva impone si- gélida, petrificada en oposiciones, no ve más que el sistema, la barra en
lencio y produce insensibilidad. El goce del cliente requiere en este caso su función disyuntiva, cortando y sintetizando, está ciego ante la cues-
de la organicidad y la mortificación de la presa. El movimiento extremo o tión principal: esta misma barra que se desliza entre el azul y el azul, el
emoción se instancia sobre el cuerpo del cliente: impaciencias locas, des- blanco y el blanco, aparentemente para disjuntarlos y hacer reinar la
lumbramiento, emisión de saliva, de llantos, de semen, piel enchinada, distinción del concepto, gira indecidiblemente en una oscilación que no
imaginaciones, tartamudeos, erizamientos, los afectos se colocan y se es de ningún modo una ilusión o una vacilación de la percepción, sino
desplazan sin cesar sobre los fragmentos de la gran película que cons- una disimilación de la energía, su furioso lanzamiento desde y sobre este
tituyen "su cuerpo". Estos movimientos, lejos de volver a cerrar este últi- lugar. La piel del cuadro no actúa como una totalidad unificada, sino
mo en un volumen completo que tuviera su centro y su unidad en sí mis- aquí y allá, en los rincones, en esos contactos imposibles entre playas
mo, lo descuartizan en zonas heterogéneas, independientes, susceptibles cromáticas, siempre segmentaria o parcialmente, .como un rompecabezas
de incandescencias autónomas: no son otra cosa que las llamadas pulsio- efímero de fragmentos de la película pulsional. El cuerpo del cliente se
nes parciales. He aquí el dispositivo: un cuerpo orgánico unificado y pro- recoge, se unifica bajo la dependencia de ese rompecabezas. ¿Es esto ac-
metido a la muerte por inmovilización (la víctima), sobre el cual se co- tividad o pasividad? Esta unificación misma provoca un efecto de iden-
necta, bajo el nombre de cliente y por intermedio de un soporte borrado tidad, de subjetividad y por lo tanto de atención activa sobre el cliente;
desconocido, el movimiento browniano de pulsiones parciales. pero diremos también que éste está bajo la dependencia del cuadro y
En una pintura abstracta, un desplazamiento de importancia se que, como el cazador, es atisbado, cuando él creía estar al acecho. El es la
produce: el cuadro no representa nada, no remite a un polo de inmovili- presa, el cuerpo-víctima que se constituye en totalidad recogida y suscita
zación situado en el campo de referencia. El polo de inmovilización se si- de ese modo movimientos perversos del lado de la disposición cromática:
túa sobre el cuerpo-cliente: esta clase de cuadro reclama que se amarren el cuerpo-pintura sadiza el cuerpo-cliente, en favor de la fascinación que
las pu]siones parciales que estaban en estado de emoción en la figura- ejerce. Por lo tanto el dispositivo es aquí muy diferente del que opera en
ción, que la atención se concentre e incluso que las facultades permanez- lo figurativo: la emoción, la vuelta de la barra de exclusión, barre el cua-
can pasivas, una puesta en estado de dependencia. Por el contrario, es la dro, superficie polimorfa a la cual está conectada -por la trampa de su
piel del soporte, marcada cromáticamente (la tela, los medios, los pig- unificación- el cuerpo-víctima del cliente.
mentos), lo que se pone en movimiento: no solamente porque no se borra
"detrás" de lo que representa (aunque en efecto no represente nada), sino
también porque la inmovilidad aparente, insignificante para un ojo que
no la goza, las disposiciones de punto,i, líneas, superficies, colores, es
precisamente aquello con lo que el deseo produce movimiento. Estamos
aquí muy cerca de lo que buscamos, la instancia de la intensidad en el
texto teórico, el movimiento inmóvil. Klee, Delaunay, Newman, Rothko,
Guiffrey, falsos inmóviles, producen movimiento mediante muy peque-
ñas disparidades de color, líneas, etc. Disparidades, no oposiciones.
Aprender a dejarse poner en movimiento por ahí, por un azul que se
añade a un azul, por dos brillos del mismo blanco que se disimilan según
el ángulo de visión, más allá de cualquier locuacidad y de cualquier di-
dáctica cromáticas.
Porque un abstracto vulgar opera por sistema solamente, es un teó-
rico, camina en el otro sentido, hacia la parálisis del cuerpo cromático;
poro los grandes van hacia su movilización . El cliente se vuelve In vícti -
mn dcil cun<lro (del texto), y éste es lo que se mueve: emoción de los colo-
LA TEORICA COMO LIBIDINAL

Volvamos ahora al género teórico, aquel que aprovecha las propiedaclos


formales mencionadas. Recordemos sus propiedades pulsionales: como el
discurso narrativo-figurativo, comporta una totalidad orgánica, pero quo
no está situada sobre la referencia sino sobre el texto mismo; como lo
abstracción, exige la inmovilización de su cliente, pero necesita tambión
su desafecto. Estas diferencias deben ser descritas.
Lo abstracto no actúa por efecto de simulacro, sino por la sola orga-
nización de su material. Pues bien, ese mérito es el mismo del que so va-
nagloria la teoría, no hacer ilusión o ideología. Es a lo que obedecía por
ejemplo la estrategia de descomposición de los materiales que el grupo
"Soporte-superficie" aplicaba en sus tiempos a los simulacros pictóricoH:
la exposición de marcos, de telas, de fondos uniformes coloreados, de ro-
llos tramados de madera ligera o de tarlatana colocados sobre el suelo
que presentaban una forma de banda de Moebius, creaba en el espacio
sensible el equivalente exacto de una axiomática de las pinturas en el 011-
pacio del habla; éstas no serían otra cosa que enunciados aceptables on
el léxico y la sintaxis determinados por esta axiomática. Dezeuze y Cano
formulaban, en efecto, bajo el título -"Por un programa teórico pictóri-
co"-, el discurso teórico equivalente de esas expresiones.
No podríamos decir lo mismo de todos los abstractos, respecto do loH
cuales "Soporte-superficie" no era por otro lado menos crítico que en eu
oposición a los figurativos. No obstante, el dispositivo libidinal resalta on
cualquier abstracción, y en la teórica en particular, porque frustra In
transferencia del cliente sobre un objeto simulado, sobre una referencin.
La transferencia no puede hacerse más que sobre el material y sobro KU
ordenamiento: ¿Es esto correcto? ·¿está autorizado? ¿Es aceptable esto
enunciado? Esas son las ''buenas" preguntas, las mismas que ustedes no11
plantean, teóricos, y que a nuestra vez estarnos cuestionando. Pregunto11
llenas de preocupación por la verdad, llenas de derecho y de culpabiliclticl.
¿Qué ofrece a su cliente fascinado el texto teórico? Un cuerpo inasible, on
el sentido en que puede serlo un ladrón, un mentiroso, un impostor: nun
ca tomado en falta. Todo lo que se enuncia en ese texto es dorivablo on
principio de su axiomática. Texto que se cohesiona firmemente conHi.:o
mismo y se deriva de sí mismo mediante procedimientos explícitos, cuor
po orgánico abierto, que el cliente puede en principio recorrer sin HUlu ·
ción de continuidad, repitiéndolo o replicándolo sin error; cuerpo qu,, no
tolera que se yerre, que define aparatos de exclusión y canales <In irn
plicación. Para él, todo enunciado que allí se encuentra tiene rl dt•ri•clw

27ó
276 ECONOMIA LIBIDINAL ECONOMIA DE ESTE ESCRITO 277

para él: el cliente puede derivarlo en principio de los otros. Bello cuerpo ría el nombre genérico que se da a todas las vueltas en torbellino de la
tautológico del texto teórico, sin referencia externa, sin zona interior ale- barra disyuntiva, el nombre común de las emociones. Y también decíal
atoria en la que correría el riesgo de perder los caminos y las huellas, mo- que la única diferencia entre la invención (pero aquí no hablamos para
delo que cerrado en su identidad blanca, que se ofrece por repetición. nada de ella) de una hipótesis científica y la de un objeto plástico, musi-
El texto teórico es un modelo, algo a ser imitado, y él mismo tiene cal, etc., es que este último es el vehículo de intensidades afectivas,
un modelo a imitar, su axiomática; y ésta tiene su modelo, propiamente mientras que la regla de la primera es que su trasmisión esté despojada
formalista. Y más que intentar demostrar que la clausura de los modelos en principio de afecto y que su recepción se haga sin emoción.
es imposible (teorema de Godel) y que hay siempre una opacidad prime- Por lo tanto, a la inmovilización de la barra en disyunciones esta-
ra, del símbolo, del lenguaje ordinario, sería mejor considerar esta remi- bles sobre el cuerpo de la teoría (conceptos) se corresponde una similar
sión a lo mismo como un dispositivo pasional, ni más ni menos que la inmovilización en la región del contacto entre el cuerpo del texto y el
remisión al origen que la h ermen éutica quiere oponerle. Aquí y allá se cuerpo del cliente. El texto t eórico no toma contacto con el cliente sino a
trata de semiótica: la oposición gravita solamente sobre la relación entre condición de que éste esté desafectado, neutralizado, que se lo suponga
signos. Comprendamos más bien el modelo según su fuerza. Esta fuerza no m~vilizable, insensible, imparcial, es decir no teniendo parte en las
se revela en su expansión por mímesis. El maniquí (mannekijn, hombre- emociones disimul adas en el texto, ni en otras.
cito) presenta modelos de colección. Es el vehículo para el júbilo de repe- Esta frialdad es el ca1or propio de lo teórico. No es una parodia, su
tir lo mismo, el goce por la reproducción en serie. carácter libidinal aparece más bien en el anonimato que ella requiere.
El cu erpo cerrado del texto t eórico suscita, como modelo, este mis- La famosa universalidad del saber, generalmente entendida como condi-
mo goce. Su perfección tautológica induce el entusiasmo de la fidelidad ción a priori del discurso teórico en su comunicabilidad, entendida pul-
en la réplica. Va mucho más lejos, idealmente al menos, de la reproduc- sionalmente, es un rasgo de destrucción de las identidades personales.
ción biológica en la que los efectos de singularidad propios del encuentro Sobre el discurso teórico no se conectan más que fragmentos anónimos
de códigos genéticos no solamente no están excluidos sino que son inevi- de la banda pulsional, fragmentos capaces de r epetirlo sin transforma-
tables. El cuerpo orgánico teórico cumple su función mimética por parte- ción. No hay que sorprenderse, desde Freud en adelante, de que la r epe-
nogénesis. Hay una afinidad de lo teórico y de lo virgen. Los psicoanalis- tición pueda procurar goce; queda aquí por destacar que una repetición
tas dirán: lo t eórico implica la den egación de la difer encia de los sexos. fiel como la que implica el discurso teórico procede tanto de Eros, por
Pero esta "diferencia" a nuestros ojos es sospechosa de semioticidad. cuanto afirma un cuerpo consistente, el de la teoría, como de las puls.io-
Nosotros decimos: implica la denegación de disparidades, de heteroge- nes de muerte puesto que pasa por la destrucción de los dispositjvos libi-
neidades de recorridos y bloqueos de la energía, implica la denegación de dinales ya formados sobre el cuerpo del cliente y su diálisis en anonima-
la polimorfia. Necesita de una forma, de una buena y bella forma. Una to. El olvido implicado en lo teórico es ya la amnesia propia del Ello.
forma semejante tiene su principio en una disyunción sintética estable. De esta manera se vuelve menos opaca la paradoja de una barra de
Esta disyunción gravita de tal maniera en el interior del cuerpo teó- disyunción al mismo tiempo inmóvil y en rápida rotación: disyuntiva,
l'ico que conduce idealmente a su inmovilización. El polo de parálisis que suspende todo paso de energía del cuerpo-cliente al cuerpo-texto, y a la
habíamos encontrado en lo figurativo lo volvemos a encontrar aquí, des- inversa; animada, abre paso sobre su función disyuntiva misma, sobre la
plazado desde la referencia h acia el material mismo. No es aquello de lo desconexión de los dispositivos clientes con relación al discurso, hace co-
que se habla lo que se encuentra inmovilizado por el discurso, como en el nexión ·de esta desconexión, sume al cUente y al texto en un goce por no-
relato; es el discurso mismo, sistema de enunciados aceptables en la copulac.ión y repetición anónima. La banda libidinal emerge en el punto
axiomática "elegida", que trata de detenerse. Gran diferencia con la ins- mismo en el que pasa por excluida. Ahora bien, esta desconexión en el
tancia intensiva en la pintura de los grandes abstractos: en éstos, las co- punto de la torna es el equivalente de la homogeneización interna que re-
sas pintadas inmóviles se ponen en movimiento en el lugar, en el umbral quiere el discurso teórico para constituirse en cuerpo. Del mismo modo
de la percepción, sin cesar: están en movimiento hacia el movimiento. que esta homogeneización puede ser cargada intensamente, la neutra~
Pero los cuerpos teóricos corno tales están en movimiento hacia el repo- lización de los cuerpos conectados puede acompañarse de su excitación
so, como las obras de los malos abstractos. Tienen un fin. Medawar decía extrema. ¿Teníamos que aprender esto, que el movimiento hacia la frial-
(1110 una hipótesis científicn nlivia una angustia. Los discutsos teóricos
son opm·atos de fijación y dci dcirronw tlo los intensidades) la unr,uatin 110- 1 The Art o{lhe Soluble, Londres, Methuen, 1967, p~. 14-5-146 y 155 y ss.
278 ECONOMIA LIBIDINAL ECONOMIA DE ESTE ESCRITO 279

dad y la muerte es quemante; que las intensidades no están ligadas a "la Al contrario, ellas la afinan y nos ponen a salvo de una ingenuidad
vida" sino que pueden correr y detenerse en cualquier tema o pedazo del evidente. La mímesis vuelve a cerrar el texto teórico como poder de
gran patchwork, inc1uidos aquellos que, como el discurso teórico, exigen enunciados. El modelo es lo que hace hacer y rehacer, hacer conforme al
la extrema frialdad y Ja r éplica muerta? No decimos que esto sea un hecho: eso es el poder. El robot tiene poder, el hacedor de robots tiene po-
error, una perversión, una ilusión, una ideología. Si la mímesis les pro- der a la segunda potencia, y el hacedor de hacedores de robots tiene po-
voca erección, señores, ¿qué podemos objetarle? der a la tercera potencia. Lo que no tiene poder es el enunciado mismo,
Esto es lo que nos interesa sobre todo. El capital también es mimé- en principio, puesto que sólo es un efecto. Es por eso que nosotros lucha-
tico, mercancías que producen mercancías, es decir que se intercambian mos contra un pensamiento regido por causas: por poderes.
con mercancías, lo mismo conmutado en mismo de acuerdo a un patrón A este respecto, la teórica es un procedimiento mayor de invagina-
inmanente, por ejemplo el de Sraffa. Si el "conocimiento" puede devenir ción y encerramiento de la gran película sobre sí misma; procede por re-
fuerza de producción, como decía Marx, es en razón de que siempre lo ha peticiones, transforma los enunciados inauditos en simples innovaciones,
sido y que lo es, en cuanto a que es construcción de identidades y de sis- el gran dolor de decir alguna cosa que no se sabe en la pequeña inquie-
temas de su replicación. La producción capitalista es esta construcción tud de modificar el edificio teórico, por agregado de algún axioma o por
de las condiciones del poder-repetir: producir para producir, comprar pa- derivación, conforme a sus leyes de formación, de alguna expresión que
ra vender para comprar para vender, las series, las cadenas, los estánda- no por ser nueva está menos bien formada . La teórica no piensa en lo
res, etc. La rentabilidad obtenida por la repetición (con una validez de que sería una expresión mal formada más que para alejar su amenaza.
500 km y 3 meses, el precio de compra de su carta de tarifa reducida se- La innovación no es admitida sino en la medida en que dará lugar a la
rá amortizada después de dos idas y vueltas) es, luego de su transcrip- repetición del modelo teórico como organismo que se inmoviliza. (Al
ción en términos de economía política, ese mismo movimiento hacia la igual que el capital no toma en cuenta nuevas cantidades o calidades de
parálisis del discurso que encontramos en el texto teórico. El modelo per- energía sino en la medida en que puede repetir sobre ellas su axiomática
mite la serie, por lo tanto el ahorro de gasto energético. de intercambios en paridad.)
Este ahorro no es necesariamente mortífero: la amortización impli- Nada entra en el sistema que no esté ya allí, que no tenga ya su do-
ca saldar una deuda que gravaba la desplazabilidad del capital en ener- blete, es decir su modelo. Esta relación mimética hace pensar en la si-
gía, por lo tanto la liberación de este último, libre de nuevo para colocar- militudo agustiniana.Difiere de ella en igual medida que la metáfora di-
se en otra parte. Se puede así entender amortización como reviviscencia: fiere de la metonimia, que la dependencia en relación con un modelo pri-
la energía fijada en máquinas y empleos, dispuesta, y en este sentido mero recibido, revelado, trascendente, se separa de la condición de posi-
muy ligada (en cuerpo del capital invertido), se escapa en parte de este bilidad (axiomática) que el teórico se da como autoridad trascendental
dispositivo y va a disponerse de otro modo. La compulsión a la detención, para juzgar cualquier enunciado nuevo. En la similitudo, la autoridad no
cm el discurso teórico, tiene también esta función: circunscribe un campo pertenece al teórico, sino a quien él se dirige: sólo el Verbo habla y el ver-
de referencia, producir un modelo capaz de tratarlo previsionalmente, es dadero Locutor está ausente; el verbo del locutor actual no es más que la
decir según la identidad; y liberar potencia. Tanto en la fabricación de la metáfora del Otro; mayúsculas de la ausencia, presencia minúscula; pero
teoría como en la de máquinas productivas, el robot es una implicación en la mímesis el teórico conquista el metalenguaje, o sea no solamente la
necesaria, y lo es doblemente: garantiza la replicación del modelo, garan- enunciación, sino la enunciación de las condiciones de la enunciación. Es
tiza el ahorro de energía. Abre a aventuras y a encuentros. por eso que todo enunciado tiene su doblete de principio puesto en siste-
No queremos decir que la teoría viene del capital, ni lo contrario. ma aún "antes" de ser proferido, corno posibilidad a priori. Leibniz lo ha
Nada proviene de nada, nada es efecto de una causa. Pero el parentesco dicho todo al respecto, aunque en el dialecto de la antigua metafísica:
os estrecho: el capital es tan viejo como la teoría, tan viejo como que Alea jacta est es un enunciado ya contenido en la noción de Césa!"
Occidente en tanto determinación de identidades. Sin embargo, algunas que Dios se ha forjado y que la fortuna así reencontrada por el vagabun-
objeciones: el capital no se detiene, mientras que el discurso teórico va deo cesariano está incluida en la axiomática del omni-discurso divino.
hacia su inmovilización; el capita l es también un cuerpo inasible, per- Pongan en el lugar del Dios de Leibniz la junta de los presidentes de los
verso, el discurso teórico so vuelve a cerrar en un bello cuerpo orgánico: diez más grandes bancos mundiales, y comprenderán por qué eso que us-
¿ost.ns proposiciones nn mnrc,m llCOAO divorgencias que hacen imposihlc tedes hacen, cualquier cosa que hagan, no podrá entrar en la "realidad"
111 nnuloi:fa? del capital más que como recurrencia. Pensar algo es haber podido pen-
280 ECONOMIA LIBIDINAL ECONOMIA DE ESTE ESCRITO 281

sarlo, producirlo es reproducirlo. No hay primera vez, la repetición es lo nunciables y de la conquista de enunciados en principio matemáticamen-
primero en la medida en que está incluida en la constitución misma del te bárbaros. Este progreso es en el tiempo lo que es en el espacio del im-
elemento: concepto, mercancía. Si no es repetible, intercambiable en pa- perialismo la extensión de las fronteras del imperio: desplazamiento de
ridad, no es un elemento sistémico. un borde (de una línea de llegada) más allá del cual, está aceptado que
Y así es el poder democrático en el discurso teórico, un poder que li- se vuelve inaudible. Pero apenas fijado el limes, un francotirador, un ca-
ga las potencias intensivas en potencialidades repetitivas; democrático, zador negro, un viajero solitario regresa y dice: es audible, oigan ustedes
puesto que las condiciones de formación de esas potencialidades son en en qué forma. Se puede describir ese momento como cesarismo y explota-
principio universalmente accesibles. La igualdad es la figura política de ción de bárbaros fronterizos; sería olvidar el momento de la locura cuan-
la paridad teórica. Ella ejerce su coacción sobre cualquier discurso y do Lobatchewsky dice: hago una geometría sin recurrir al postulado eu-
cualquier producción. El teórico, el científico va a quejarse de ese discur- clidiano de la paralela, cuando Cantor dice: yo incluyo el infinito en los
so (¿el nuestro?) porque no puede repetirlo, al menos rápidamente. números operatorios. Esos momentos no son los de la permanencia, sino
Inutilizable¡ inintercambiable. El poder democrático es el poder de la de la discontinuidad; no de la inhibición, sino del delirio asumido y con-
propagación identificatoria fácil. No tenemos nada en su contra, a no ser ducido a su término. No reducen lo que se desconoce a lo que se conoce,
su terrorismo, pues para él está excluido que se pueda gozar de otro mo- hacen vacilar todo lo que se creía conocer según la pauta de lo que no se
do que en la repetición, en la duplicación y multiplicación ahorrativa. conocía¡ por un instante se oye hablar bárbaro en el ágora¡ ellos son a la
Por más relajados que seamos, es necesario confesar que el ejercicio de ciencia lo que los últimos cuartetos de Beethoven a la armonía.
ese poder de excluir cualquier m odalidad intensa diferente de la que se A cada instante, sobre el corpus de la teoría establecida, pasa la
instancia sobre la fun ción disyuntiva no es algo que se sobreañadiría al muerte, una tensión de muerte en la que todo el sistema pone en juego
discurso teórico democrático, que se adjuntaría a él por añadidura, que su capacidad de sobrevivir. Aquí la ciencia es fiction. 2 No se contenta con
sería como una mala interpretación suya, dejándonos a la espera de repetir, apelar a reservas para rehacer algo desde ya admfüdo, desde ya
acepciones en lo sucesivo más abiertas. No, su terrorismo le es consus- conocido, sino que forja nuevas superficies de inscripción; agrega al cuer-
tancial, él está hecho del uso de la barra y de la coacción de paridad. po del saber, al corpus, nuevos pedazos que la libido ocupa y por los que
Pero no nos dejemos intimidar por la teórica mortífera. Vayamos a circula, y al hacerlo desequilibra ese corpus, Je hace la vida precaria; por
la otra muerte, al capital en su función de agitación revolucionaria y a la la abundancia misma de sus hallazgos se ve obligada a dudar de su voca-
ciencia insolente, que cobra vigor de la teoría misma. ción por la verdad, abr e los ojos, no cree más en nada, el espacio y el
En la muerte por repetición que transportan los signos contables tiempo se tornan para ella infinitamente sospechosos, los conceptos que
del capital, opera silenciosa e inextricablemente una función casi idén- recibía como a priori son alcanzados por la obsolescencia. Después de
tica y completamente h eterogénea: las dos muertes son indiscernibles, Heisenberg y de Bachelard se ha vuelto inútil insist.i r sobre este tema.
están en conflicto. Ahora bien, consideren ustedes un instante lo que se Pero no hay que dejarse engañar por la expresión que designaba
llama la ''historia" de las ciencias, por ejemplo de la matemática: es el para Bachelard el pensamiento secreto de esta ciencia: la filosoña del no.
desborde continuo de las definiciones de objetos matemáticos por nuevas Quedarse en ese negativismo sería reducir el alcance del "desorden" de
imaginaciones que no sólo extienden el conjunto formado por esos objetos ciencia a una función crítica, a la función de criticar el corpus de los
a nuevos seres, sino que modifican completamente la naturaleza de la enunciados posibles. Lo importante no estaría allí sin embargo sino en el
matemática: basta comparar los Elementos de Euclides y los Principios hecho de que esta ciencia es positivamente productiva o creativa o ficti-
de la geometría de Hilbert. ¿Cómo entender tales desplazamientos desde cia, como lo es el arte. Es cada vez m enos interesante como crítica teóri-
el punto de vista energético? Duplicidad. Si forman una historia, será co- ca (lo que explica el desconcierto de miles de investigadores), y cada vez
mo una historia de la nación, o de Europa, o de Occidente: una Bildung, más como delirio operatorio. Este delirio conlleva la muerte del sujeto
el movimiento de la conquista, el viaje acumulador de sí, el periplo de sabio. ¿Quién sa.be en el saber de la ciencia de hoy en día? Pregunta ab-
aprendizaje que es también la fenomenología del espíritu. La irreversibi- surda, planteada desde un sitio en el que se supone que el saber es asig-
lidad, enteramente secundaria, del tiempo de esta historia, su "progreso" nable a un sujeto que en principio lo poseería. El barrido delirante del
es, como Cavailles decía de la irreversibilidad de las matemáticas preci- campo t eórico por In cicmcio mo<loma no elimina solamente un sujeto de
samente, la esencia misma del cuerpo de la ciencia: sólo la marca, en su
capacio-tiempo propio, del p1·occRo dr. copitalización de enunciadoR Pl'O· ll V<1n110 Do,·111 JlllVy'k n111t1, ,'it•l~"''" /1dl1111111 m¡,lt<,UHmc, M11tm,, L!)71 ,
282 ECONOMIA LIBIDINAL

quien se supone que sabe, sino que descalifica al supuesto sujeto.


Cualquier tópica aparece como una ideología perixp.ida frente al recorrido
de la econom!a libidinal que se pone en juego en la invención. El científi- CUERPOS, TEXTOS CONDUCTORES
co moderno no existe más como sabio, es decir como sujeto, sino como pe-
queña región de tránsito en un proceso de metamorfosis energética
increíblemente refinado; existe sólo como "investigador", lo que quiere En el seno de lo teórico hay un juego a jugar, juego apretado, que jugaría
decir por un lado, por supuesto, como parte de un aparato burocrático de un "discurso" de disimulo: éste no buscaría medusar un cliente paritario,
poder científico, y por el otro parte indisociable como experimentador, in- capaz de repetir enunciados nuevos idénticos a los que él le propone; no
cansable y no esclavizado, de nuevas uniones y combinaciones de ener- prejuzgaría de ninguna manera sobre lo que su cliente está en condicio-
gía; los enunciados que propone sólo valen por su novedad. nes de recibir de los enunciados que oye o lee, ni sobre el modo en que va
Y, en ese sentido, en su anonimato y en su vagabundez, no es me- a conducirlos; buscaría el impoder; dejaría que la conexión de su borda
nos el hombre del capital que en la subordinación de sus trabajos a los incierto con el de su cuerpo-cliente se hiciera aleatoriamente, sin preocu-
designios del poder. El capital también es delirio positivo, condena a parse de controlarla. Sería como arrojar una botella en el mar, pero sin
muerte de las instancias e instituciones tradicionales, decrepitud activa desesperación, sin ultima verba, sin que su lanzamiento sea un último
de las creencias y las seguridades, cirugía frankensteiniana de las ciuda- intento por señalar y hacer oír un mensaje que le habría sido confiado.
des, las imaginaciones, los cuerpos. En este caso también la tópica se No habría mensaje en nuestra bote11a; solamente algunas energías cuya
vuelve irrisoria, porque la categoría del topos remite a un espacio-tiem- transmisión -y transformación- es dejada y deseada imprevisible.
po, aristotélico en la ocasión, que se supone estable y "natural", mientras Puesto que creemos en las fuerzas no forzamos a nuestro cliente a apare·
que en ese barrido las intensidades precisamente no tienen ninguna per- arse con nuestro modelo discursivo. ¿Tenemos acaso un modelo?
manencia que permita fijar sus momentos y lugares mediante el recurso Nos gustaría una multiplicidad de principios de enunciación; ser
a un referente común: el hecho es que no solamente todas las capas o juzgados por los efectos, como todo el mundo; pero conscientes de que
grupos sociales no viven en la misma hora y en el mismo lugar históricos nuestro discurso no es su causa, cua1esquiera que aquéllos sean. No SO•
y algunas están en retraso o de punta en relación con otras, sino que en ría entonces Tratado, como en la época clásica, ni tampoco Ensayo o
la "esfera" más desarrollada, en estas regiones (provisoriamente) muy Indagación como hicieron Montaigne o Hume: no solamente este "discur-
ocupadas como lo son tales ramas de la industria, tales sectores de la in- so" no sería tratamiento de un objeto definido, no sería ni siquiera inves·
vestigación, tales mercados, tales zonas de urbanización, y en todos los tigación de ese objeto, ni búsqueda de un enunciado conveniente a su
pedazos del presunto cuerpo social, en las profesiones, que entran en propósito. -¿No busca usted pues, sin embargo? podrían decimos-. Sí,
efer"V"escencia porque rozan esta "esfera", aun all! por lo tanto, no hay sí. Pero en el discurso teórico la búsqueda es como el suspenso y el apla-
topos común, aun allí las invenciones, los conflictos no pueden ser redu- zamiento de su clausura para más tarde; del mismo modo la frontera do
cidos a una institución, reconocida o no, a una instancia reconocible en los grandes Césares no es nada más que una marca provisoria de un es-
una tópica. Aunque si consideramos sólo ese aspecto del capital, no ten- tado de conquista que será borrada cuando un nuevo aliento lleve el l i ·
dríamos que cambiar casi nada de lo que hay alrededor nuestro -mun- mes más allá del limes: ¡todavía más totalidad ... ! y por lo tanto más uni -
do, vida, sociedad- para darle su alcance de ciencia-fictiva: tiene tanto dad burocrática que se construye por añadidura. Un discurso de disimu•
cuerpo como la ciencia tiene teoría. ¿Qué tenemos que cambiar? Una na- 1o buscaría algo diferente: ni siquiera la disimilación de lo asimilable y In
da que lo es todo: que la conducción de intensidades -pueda hacerse sobre inintercambiabilidad en lo cambiable, sino singularidades. No "innovo-
todos los pedazos del "cuerpo" social, sin exclusiva. ciones" (deducibles de un cuerpo de axiomas), sino cosas inauditas. JCsto
discurso buscaría su locura en la sabiduría de la investigación; un Cótmr
enloquecido en el conquistador. Y no habría ninguna necesidad de lapa-
rodia delirante de Heliogábalo.
Este <iiscurao de disimulo no podrín tampoco complncorso oo In
omnrgn sotisf't.1cción "modoroo" do lo auscncio de objoto y dol ocio: yn hny
oq,1( ol~ltnl\8 pdginns on los quo HO roíloxionn n propói;ito do In po11kión
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284 ECONOMIA LIBIDINAL ECONOMIA DE ESTE ESCRITO 285
superfluas; no experimentamos ningún placer, más bien aburrimiento (y Pero la demanda que dirigimos a las pieles, a las palabras, a las co-
esperamos que eso se sienta), al escribir sobre nuestra esc~itura. No que- sas no puede volverse límpida, nuestro tiempo libidinal no puede tornar-
remos que nuestro cliente se quede rumiando sombríamente sobre la se previsional. Nuestro discurso no puede satisfacer la exigencia de la
Nada que sirve de coda a las muy clásicas sinfonías del estructuralismo. teódca, no hay ninguna seguridad ni en un sentido ni en el otro: ni de
Este escrito no sería un libro: no hay libro sino como ideal de cuerpo or- que la construcción teórica vaya a asegurarnos la posesión de intensida-
gánico inmovilizado. No habría aquí más que pedazos diversos, siendo des ni de que habrá desconstrucción. La teórica demanda lo mismo que
cada uno de tamaño variable y dependiendo de su tiempo propio, que co- la amante enamorada, lo mismo que la incomplaciente: que tu verga sea
mienza y termina en él, que iría o no iría a situarse aquí y allá o, mejor operada de manera que sólo se erija en el acto de amor; que tus palabras
dicho: soportar la incandescencja aquí y allá del giro de la barra. Que tal sean trabajadas de manera que digan claramente qué ocurre con su obje-
cuerpo-cliente también se encuentre allí, está bien. Que no se encuentre to, de manera que sólo se erijan conociendo. ¡Que la verga sólo se yerga
Allí, está bien. No un libro, sólo fascículos de libido (lo cual sería la opor- por amor, que la verdad sólo se erija por la verdad! Tal era la demanda
tunidad para que los perros guardianes de cualquier laya trataran al de Platón, como tal permanece, aun en el aparente cinismo del discurso
"autor" de fascista, cuando en realidad está fascinado). moderno, de hecho muy reHgioso.
"Habría que operar las vergas, las vaginas, los culos, las pieles para No podemos creer que la desconstrucción sea una seguridad mayor
que el amor se convierta en la condición del orgasmo." Eso es lo que sue- respecto de las intensidades que la construcción. No es más que el nega-
ña el amante, la amante, a fin de escapar a la terrible duplicidad de las tivo de lo negativo, se queda en la misma esfera, alimenta la misma pre-
superficies recorridas por las pulsiones. Pero esta operación sería una tensión terrorista por la verdad, es decir por la asociación del signo
apropiación o propiación, como dice Derrida, y finalmente una semiótica, -aquí, en su derrota, es la única diferencia- y de la intensidad; exige la
en la cual las erecciones y descargas señalarían de manera infalible las misma intervención quirúrgica sobre las palabras, la misma separación
mociones pulsionales. Pues bien, es necesario que no exista tal infabili- y las mismas exclusiones que exige la demanda amorosa sobre las pieles.
dad, ése es nuestro último y mayor recurso contra el terror de lo verda- Cualquier fijación de un patrón responde a una demanda de apro-
dero y del poder. Que fornicar no esté garantizado ni en un sentido ni en piación, carga la barra disyuntiva en su función de exclusión e induce la
el otro, ni como prueba de amor ni como caución de una intercambiabili- confusión de las intensidades con las identidades. La economía política o
dad indiferente, que el amor, es decir la intensidad, se deslice allí de ma- el capital es eso mismo. No hay ley del valor en el sentido de Marx sino
nera aleatoria y que, inversamente, las intensidades puedan retirarse de que, si hay una ley, capaz de fijar el aglomerado del signo y del tensor,
las pieles de cuerpos (¿no gozaste?) y pasar sobre las pieles de palabras, hay al mismo tiempo valores que no son más que los signos inteligentes
de sonidos, de colores, de sabores de cocina, de olores de arumal y de per- tomados según su presunta función de intensidad.
f1,1mes, ése es el disimulo al cual no escaparemos, es la angustia y eso es Podríamos decir: entonces es a la inversa, busquemos entonces las
lo que debemos querer. Pero en la medida en que esta "voluntad" está intensidades en las ausencias de regularidad, en los vértigos, en las ten-
más allá de cualquier libertad subjetiva, sólo podemos encontrar este di- siones inaprehensibles y hagamos la teoría antiteórica, un discurso en el
simulo lateralmente, neben, como ciegos y fugitivos, porque ella es inso- cual las palabras no tengan ni puedan tener garantías sobre su carga es-
portable y no se trata de volverla grata. perada. Pero tampoco vamos a decir eso. Si hay un fracaso profundo, una
En la teórica hay el deseo de acabar con el disimulo: así se presenta imposibilidad de la poesía hoy en día, no es porque estemos en un tiempo
ta sólida y tranquilizante positividad del llamado trabajo del concepto. de peligro y el Ser se haya retirado de nosotros. Por razones profundas
Es lo mismo que en la fornicación: ninguna seguridad de que esos traba- ese discurso nos chinga profundamente, al igual que el religioso. Nada se
jos procuren intensidades, ni de que las intensidades habiten su obra. La ha retirado, no hemos "olvidado" nada; los arcaicos griegos, Heráclito, en
pretensión de la teórica se parece a la demanda de los amantes: que ha- el medio entre la fe y el saber, no son más originales que Janis Joplin. El
ya signos claros, que aun siendo equívocos se los pueda leer, aunque sea fracaso de la poesía es simplemente la imposibilidad de una antiteoría;
on una lectura doble. Y ustedes observarán que esta legibfüdad que de- la figura no debe ser contrapuesta al discurso, así como el sitio de las in-
manda la erótica o la teórica supone la replicación: ]os signos son claros tensidades puede serlo al reino de las identidades. No hay sitio para las
cuando, a fuerza de repetir su ocurrencia, permiten inducir un léxico y intensidades, no hay g~nero intenso; y si hay que volverlo a decir, repeti-
una sintaxis, y preverlos, anticiparlos. La pretensión teórica es preten- rnmos que la articuloci6n toórica más estricta puede dar ocasión a trán-
11íón de poder, como cualquier demanda de amor por medio de signos. i;ito» vol'tí~i11oso1,, y ,,1 rnpital, 1'111 tiu r'igiclü:r. mi 1m111, hncer gozar.
286 ECONOMIA LIBIDINAL ECONOMIA DE ESTE ESCRITO 287
La demanda de claridad debe ser frustrada con fuerza; ella exige a Vean ustedes entonces por qué teátrica de máscaras sin rostro: todo
quien ama o a quien habla, el poder sobre sus intensidaqes. Ella deman- efecto es una máscara, y como no hay causa, no hay rostro. Estas másca-
da: tengan poder, definan lo intenso. No, recibamos esta demanda con te- ras no enmascaran ningún origen perdido (noción de una causa, apenas
rror; huir de ella es todo lo que podemos hacer: ella es la primera marca un poco más sutil), se vuelven conductoras unas de otras, sin que su or-
del poder sobre la banda libidinal. Nosotros nos decimos incapaces de ga- den de aparición sea asignable, sin ley de concatenación, y por lo tanto
rantizar el vínculo de nuestras palabras, de nuestros gestos, de nuestras de acuerdo a singularidades anónimas. Vean ustedes entonces por qué
miradas, con los barridos pulsionales. Por lo tanto, ninguna claridad: al- sin análisis: ni siquiera el de Freud, el más cercano sin embargo al dis-
gunas veces eso sucede, otras no. Lo que ustedes nos piden, teóricos, es curso que buscamos. Muy cercano porque precisamente son los efectos lo
que nos constituyamos en identidades, en responsables. Pues bien, si de que la llamada relación analítica pretende que se produzca, son precisa-
algo estamos seguros es de que esta operación (de exclusión) es un enga- mente los afectos lo que se supone quiere liberar, y es precisamente como
ño, que las incandescencias no son cuestión de nadie ni pertenecen a na- cuerpo buen conductor que el analista se ofrece a las conexiones pulsio-
die, que tienen efectos, no causas. nales, y también a la potencia de un cuerpo conductor anónimo y libre
Anonimato, potencia: palabras para que ustedes sacien su deseo de expuesto a las intensidades que pretende llevar el cuerpo anudado, ais-
saber. Poco importa, pero vean al menos lo que quiere decir: efectos, no lado, yoico y superyoico, que se resiste, del paciente. Nos gustaría que la
causas. Ustedes asocian las dos como polos de una relación única, la cau- relación analítica fuera esta relación femenina, esta relación de ductili-
salidad. Pero, después de Hume, no hay necesidad de insistir sobre el en- dad y de ductibilidad, esta polimorfia. Pero no lo es, es también búsque-
gaño de esta pequeña organización. Por lo tanto, cuando decimos: efec- da de causas, de responsabilidades, búsqueda de identidad, localización
tos, no se trata de efectos de causas. No se trata de descargar la respon- del deseo, toma de conciencia, virilización, poder, saber: o sea análisis.
sabilidad del efecto sobre la causa, de decirse: si tal discurso, tal rostro, Deseamos efectos de conducción y conducciones de efectos. Lisis, tesis.
tal música producen tales efectos, es porque... Se trataría justamente de No tenemos ninguna mala conciencia ¿es necesario decirlo? al bus-
no analizar (ni siquiera en "esquizo análisis") en un discurso que forzo- car esos efectos y esas conducciones por el lenguaje, como usuarios del
samente será de saber, sino más bien de ser lo bastante sutiles, de ser lenguaje. Otros lo hacen por pintura, otros por danza, por caricia, por di-
cuefPOS lo bastante anónimos y lo bastante conductores como para no nero... El lenguaje no está por añadidura, no sustituye, y tampoco es lo
detener los efectos, para conducirlos a nuevas metamorfosis, para agotar fundamental del acarreo de fuerza. Por consiguiente: ni mala conciencia,
su fuerza metamórfica, la fuerza de efectos que nos atraviesa. ni sentimiento de una responsabilidad aplastante, dos relaciones con el
Vean ustedes entonces por qué anonimato: sólo obtenemos esta con- texto que circunscriben y definen la relación con lo político propia del
ducción desocupando los dispositivos de canalización y de exclusión que Blanco de izquierda. Nosotros no entregamos ningún mensaje, no deten-
se llaman el yo [moi], la propiedad, el cuefPO voluminoso cerrado. Vean tamos ninguna verdad, no aportamos ninguna revelación, y no hablamos
ustedes entonces por qué pasividad: no vamos a juzgar causas ni a selec- en lugar de quienes se callan. Nadie se calla, no hay nadie, el silencio
cionar los efectos, las energías nos pasan por dentro y las padecemos; lo forma parte de la música libidinal.
que hacemos es una filosoña de cogidos y de mujeres, ocurra lo que ocu- Lo que es hermoso aquí es hacer el "libro"; apenas hecho, se cae de
rra sin que hagas lo que debes, Keats decía que el poeta es un camaleón las manos, somos su efecto, originado en otra parte; y hacerlo son algu-
y Hoffinanstahl que no hay yo [moi], pero eso no basta, no son los poetas nos instantes, una decena de instantes, distribuidos quizás en cinco años
los que tendrían ese privilegio que ya Platón les atribuía junto a los adi- o en tres días, en realidad todos co-presentes: cada uno es un signo ten-
vinos, dejen todos pasar todo, sean todos ustedes conductores de calor~s sor, un resplandor sobre una idea, sobre una imagen, sobre una palabra
y de fríos, de agrios y dulces, de bajos y de agudos, de teoremas y de gri - o una frase, sobre un olor de bomba lacrimógena o una denegación de
tos, dejen que todo eso haga camino en ustedes, sin jamás saber si eso justicia intolerable, sobre un rostro, un libro; signo tensor al que habría
funcionará o no, si tendrá un efecto inaudito, nunca visto, ni gustado, ni que dar continuidad, vía y conducción en unas páginas, pronto, arreglar
probado, impensado o no. Y si ese paso no implica en efecto la adición dé rápidamente palabras en frases, parágrafos para que transmitan este
un nuevo fragmento al bello e incomprensible patchwork libidinal, en- calor y este frío, esta fuerza. Por lo tanto el libro no es un compendio, re-
tonces, por ejemplo, lloren, y su llanto será ese fragmento puesto que nA- memoración, testimonio ni anuncio. No hay necesidad de volverse profé-
da se pierde, y puesto que hasta la más dura decepción a su vez pued<1 tico, no hay ni siquiera necesidad de parodiar la profecía como
producir efectos. Nietzsche. Solamente nos complacería su prisa. ¿Carrera contra la muer-
288 ECONOMIA LIBIDINAL ECONOMIA DE ESTE ESCRITO 289

te, contra la noche de la locura que va a caer sobre nosotros? Pero no, no vez abierta la banda libidinal, las capas de deseo extendiéndose por intu-
vale la pena dramatizar de esta pesada manera todavía occidental, pues- suscepción de un fragmento en otro corno una sustancia en el interior de
to que ¿quien debería correr si se produjera el desorden que se teme? El las células, sólo queda ~razar la pantalla de nuestros papeles para que al
yo [moi], el sostén. Esta prisa de la que hablamos no es la huida protec- imprimirse en ella estos movimientos, se conviertan por un instante en
tora, narcisista; más bien prisa al encuentro de los terribles chorros de pedazos de la banda. Por última vez: dejen de confundir entonces poder y
energía que vienen a tachar el trazado de la pluma, el avance de los pen- potencia. Si hay un trabajo, para añadir a la banda esos breves instantes
samientos, la visión; correr hacia eso, atrapar al vuelo sus pulsiones, ro- de intensidad, ese trabajo es de desasimiento, de impoder, un trabajo
bar las palabras que necesita, hacerse cuerpo múltiple conductor pluri- que abre a la potencia. El poder es poder de un yo [moi], de una instan-
direccional área polimorfo. El libro sería estos fragmentos obtenidos por cia, la potencia de nadie. Es incluso la violencia propia de la potencia,
los efectos de las intensidades. que procede a la erradicación de cualquier subjetividad. Es su condición.
No tenemos ninguna pretensión de locura. Hacerse el loco es la cosa Aunque cuando decimos dejen todos pasar todo, no se trata de una ple-
más despreciable: hacer de indígena para el encargado de asuntos indí- garia de no-violento, sino de la violencia misma. Dejen de confundir la
genas. El loco así hecho es siempre el loco de un rey; los déspotas tienen violencia y el terror blanco. El terror blanco es instanciado, destruye
necesidad de sus locos: su justificación, la representación en la corte de aquí para conducir en otra parte, allá; aplasta tales pedazos de la gran
lo que está excluido de ella. Como los médicos de sus enfermos y los polí- película, pero para edificar un centro. La violencia no es edificante, con-
ticos de sus obreros. No- pretensión de locura, sino búsqueda de la locura. siste enteramente en la inedificación (la inutilidad), en allanar defensas,
Pero aquí, atención una vez más: no la buscamos como algo que sería un abrir recorridos, sentidos, espíritus. Este escombro es sangriento como
bien propio y del que alguna instancia malvada nos habría desposeído, una excavadora. La violencia, o crueldad roja, destruye las apropiaciones
como algún ser que nos perteneciera en propiedad y que hubiese huido: que se instancian, los poderes. ¿Es pura alguna vez?
así los padres miserables buscan a sus hljos escapadizos y se olvidan de Y este "libro", ¿llega alguna vez a ser ese traje de arlequín de frag-
buscarlos cuando creen tenerlos. La locura no es un bien; detestamos mentos libidinales que se deshace en jirones cuando es asimilado? ¿No
que se grite: ¡viva la locura! La locura no es la conquista de la singulari- seguirá su carrera en las economías políticas de la edición, de la literatu-
dad individual. Es lo que es insoportable en la intensidad. Buscar la lo- ra, del pensamiento? ¿Su violencia roja no terrrúnará por ser i isimulada
cura sería hacerse -hacer de su cuerpo, en este caso hacer del len- en el terror blanco? ¿No se dejará tomar como testimonio, como anuncio
guaje- un buen conductor de lo insoportable. Sería un discurso que se de verdad? ¿Y de qué manera, en efecto, podría darse lo que es tensjón
desplaza hacia la irritación y se refina para ella; Ilse Barande dice justa- fuera de lo que es racionalidad; ductilidad a cubierto de regularidad?
mente que es ese movirrúento, sin embargo admirable, lo que se intenta Toda palabra está revestida de un valor de verdad, sea lo que fuere lo
recubrir y desvalo1·izar bajo el nombre de perversión.a Una perversión, que se entienda por esta expresión. Incluso para nosotros, economistas
pero que escaparía a la nosograña; que no es un dispositivo sino un labe- libidinales, y no solamente para ustedes, los teóricos, lo que se dice aquí
rinto. La conducción discursiva de los afectos sobre la piel de las pala- vale como verdadero. Puesto que desde que hay yo [moi], nosotros, la ins-
bras no sería continua/discontinua, como una derivación lógica, una arti- tancia que espera la verdad está lista, como un animal viejo espera su
culación; sería una y una y una eclosión laberíntica por la que se fugaría alimento. Por lo tanto, ninguna sorpresa, extrema serenidad en cuanto a
a cada instante, de manera singular, la potencia de esos afectos. El de- esta cuestión. Se puede demostrar perfectamente que Nietzsche es sieIJ}-
sorden, la desconstrucción, la figura no ofrecen ninguna garantía de bue- pre platónico. Desde el momento en que se quiere mostrar algo, se orga-
na conducción. niza el objeto del que se habla de acuerdo al campo de lo verdadero y de
Dejen ya de confundir servidumbre y dependencia. Nosotros que- lo fa1so, y se muestra su verdad y su falsedad. Se trataría más bien de no
rríamos un libro de absoluta dependencia: estas piezas de patchwork efí- mostrar en ese sentido, de no hacerle señales al espíritu de lo verdadero
mero se formarían y se pondrían en contacto sobre cuerpos, en la punta y lo falso. ¿Una danza es verdadera? Siempre podremos decirlo. Pero allí
<le dedos, a lo largo de hojas; y estas formaciones de un instante nos colo- tlo está su potencia.
carían entonces bajo su dependencia. Si no hay causa, no hay autor. Una No tenemos por qué abandonar el lugar en el que estamos, tener
vorgüenza de hablar en una universidad "pagada por el Estado", de es-
3 "Nolre duplicité: loa 'porvorsions', leur champs, lour origins", en La Swxualilcl p11r rrihir, de h;icornos publicar y comercializar, rlo nmnr 1\ 1rnn mujer, a un
ü11flw. li;lud4s psyclumalyli(¡11r11, 1'11,yol, 1!>72. hoinhn•, y do hnccrlo conyugalmente; no hny lu,:ur 111111110, las u11iv<1r-
290 ECONOMIA LIBIDINAL

aidades "libres" son como las otras, las ediciones salvajes son como las ci-
vilizadas, y ningún amor logra escapar a los celos. ¡Es pecesario que
nuestro miedo al sistema de signos, y por lo tanto nuestra descarga so- INDICE
L>re él, sea todavía muy inmenso para que busquemos esas posiciones de
pureza (desde cuya cima no dejaremos de dar lecciones por doquier a to-
dos, lo que será una siniestra revolución de paranoicos, otro golpe más)! LA GRAN PELICULA EFIMERA
Lo interesante sería quedarnos donde estamos, pero pudiendo aprove- [7]
char sin ruido cualquier ocasión de funcionar como cuerpos buenos con-
ductores de intensidades. Ninguna necesidad de declaraciones, de ma- Abertura a la superficie libidinal ... .. ... .. ..... ..... .. .. ........ .. .. .. ... .. ... .. .. .. ... ... 9
nifiestos, de organizaciones, de provocaciones, ninguna necesidad ni si- Teátrica pagana...................................................................................... 15
ouiera de acciones ejemplares. H·a cer actuar el disimulo en favor de las Giro de la barra... ................................................................................... 21
iutensidades. Conspiración invulnerable, sin cabeza, sin domicilio, sin Duplicidad de los signos ............... ............................... .......................... 25
programa ni proyecto, que despliega en el cuerpo de los signos los mil Deducción del cuerpo voluminoso ......... ..... ..... ........... ........................... 29
cánceres de los tensores. No inventamos nada, ya está, sí, sí, sí, sí. Duplicidad de los dos principios pulsionales ............. ........................... 33
El laberinto, el grito............................................................................... 41

EL TENSOR
[51]

Signo semiótico....................................................................................... 53
El disimulo ........................................................................,.................... 61
La intensidad, el nombre ................. :..................................................... 67
"Usame" .................................................................................................. 73
Simulacro y fantasma....................... ...................................................... 79
La sintaxis como piel ............................................................................. 89
Fuera de precio....................................................................................... 97

EL DESEO LLAMADO MARX


(109]

Marx libidinal .......... ,.............................................................................. 111


No hay región subversiva ...................................................................... 119
Toda economía política es libidinal ....................................................... 125
Toda economía política es libidinal (bis)............................................... 131
No hay sociedades primitivas ............................................................... 139
Cuerpo inorgánico .................................................................................. 145
Edwarda y la pequeña Marx ................................................................. 153
La fuerza ................................................................................................. 161
La tautología .................. ........................................................................ 167

20 1
292 ECONOMIA LIBIDINAL

EL NEGOCIO
(1 73]

Erótica a Nicómaco ......................................................... : ...................... 175


Elogio de los lidios .................................................................................. 185
La prostitución institucional ................................................................. 193
El pago de la escapatoria....................................................................... 201
Guerra de dinero, moneda de muerte: la política mercantil.. .............. 209

EL CAPITAL
[221)

Coitus reservatus. .. ... .. .. .. ... ......... ... .. .. ... .. .......... ....... ................ .. ... .... ..... . 223
El cero de la circunversión ... ... .. ... ..... .... ..... .... .......... ............ ..... .... ... ..... 233
Teoría nihilista del cero del crédito ....................................................... 239
La moneda de crédito en su uso reproductivo ...................................... 247
La moneda de crédito en su uso especulativo: 1921... ....... ......... .. ..... .. . 251
La moneda de crédito en su uso especulativo: 1929 ............................. 259

ECONOMIA DE ESTE ESCRITO


(267)

Economía de lo figurativo y de lo abstracto .......................................... 269


La teórica como libidinal ......... ... .. ..... .................. ..... ............ .. ... ....... ..... 275
Cuerpos, textos conductores.................................................................. 283

Este libro se terminó de imprimir


en los Talleres Gráficos LITODAR,
Viel 1444, Capilal Federal
en el mes de octubre de 1990

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