Fmartinez, HM 289 02 Figueroa-Villavicencio

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LOS MINISTERIOS ESPAÑOLES Y LA

CONSPIRACIÓN MONÁRQUICA DE
BERMÚDEZ DE CASTRO, 1845-1846

Raúl Figueroa Esquer


I n s t i t u t o Te c n o l ó g i c o Au t ó n o m o d e M éx i c o

Víctor Villavicencio Navarro


I n s t i t u t o Te c n o l ó g i c o Au t ó n o m o d e M éx i c o

introducción

S i bien la monarquía fue el sistema político establecido en


México tras la consecución de su independencia, factor
fundamental para lograr el consenso alcanzado por el Plan de
Iguala en las distintas regiones novohispanas, el lastimero papel
desempeñado por Agustín de Iturbide como jefe de Estado y
las circunstancias que rodearon el final de su breve gobierno la
condenaron a un descrédito generalizado. Las pugnas entre el
Congreso y Agustín I, junto con las actitudes centralizadoras
de éste, provocaron que, tras su caída, muchos consideraran a la
monarquía como sinónimo claro de tiranía y despotismo.
Hubo, sin embargo, quienes no dejaron de mirarla como una
opción viable que, dada la disfunción de los ensayos políticos
subsiguientes, se hizo, además de conveniente, necesaria. De
Fecha de recepción: 11 de marzo de 2022
Fecha de aceptación: 28 de julio de 2022

HMex, LXXIII: 1, 2023 43


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ese modo, en el otoño de 1840 encontramos la célebre carta que


José María Gutiérrez de Estrada mandó al entonces presidente
Anastasio Bustamante y que hizo publicar a manera de folleto
junto con tres textos más, donde aseguró que los fracasos del
federalismo y el centralismo hacían evidente que era necesario
discutir en el Congreso la posibilidad de convertir a México en
una monarquía encabezada por un príncipe europeo. La enér-
gica respuesta de las autoridades a la aparición del folleto y la
polvareda levantada en el mundo de la prensa mostraron que, si
bien el republicanismo había logrado consolidarse en la esfera
política mexicana, la idea de reinstalar las instituciones monár-
quicas se hallaba alojada en la mente de varios personajes e iría
ganado simpatía de otros tantos con el paso del tiempo.1
Dichas ideas monarquistas fueron compartidas también por
varios políticos extranjeros. Fue así que, entre agosto de 1845
y septiembre de 1846, tuvo lugar en la capital de la República
una conspiración para transformar a México en una monarquía
encabezada por un príncipe español.2
El autor intelectual de este proyecto debió encontrarse dentro
del Ministerio de Estado español. Salvador Bermúdez de Castro
afirmó que sus instrucciones al respecto fueron redactadas por
Francisco María Marín, entonces oficial y posteriormente sub-
secretario de dicho Ministerio, presidido por el general Ramón
María Narváez durante su primer gobierno;3 el brazo ejecutor,
por su parte, fue el propio Bermúdez de Castro, a la sazón
representante de Su Majestad Católica en México. Debido a la

1  Villavicencio Navarro, “Cuando la prensa incomoda”.


2  Este trabajo sigue la línea de investigación de la historia diplomática clásica.
Existen otros valiosos acercamientos con diferentes perspectivas metodoló-
gicas: imaginarios, análisis historiográficos y de política interna mexicana,
relaciones México-España desde perspectivas políticas y económicas, entre
otros, los cuales quedan fuera de nuestros objetivos.
3  D-109. De SBC a Martínez de la Rosa. México, 28 de agosto de 1845.

AHN, E, leg. 5869; Bermúdez de Castro, Correspondencia, II, p. 629.


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naturaleza misma de la cuestión, pasaron varios años antes de


que se conocieran los detalles de este plan monárquico.
El primero en advertir la existencia de un cuerpo documental
que ilustrara los pormenores de tan peculiar y reservado pro-
yecto fue Jesús Domínguez Bordona.4 Su obra fue objeto de
una reseña que hizo Genaro Estrada, Manuscritos de México
en el Alcázar de Madrid, en 1936, donde el eminente diplomá-
tico mexicano llamó la atención sobre el asunto.5 Poco tiempo
después, José C. Valadés también señaló la existencia de los
documentos respectivos y, apoyándose en don Genaro, invitaba
a su investigación, misma que debía esperar puesto que en ese
entonces España se veía envuelta en su guerra civil.6 Hubo que
aguardar por tiempos más sosegados para que el examen de di-
cha documentación pudiese llevarse a cabo.
A finales de la década de 1940, el investigador Jaime Delgado
tuvo acceso a estos documentos, de cuya consulta resultó su
estudio clásico, publicado más de 40 años después, titulado La
monarquía en México, 1845-1847.7 Miguel Soto, por su parte,
publicó un valioso libro en 1988, que tiene, entre otras virtudes,

4  Domínguez Bordona, Manuscritos de América.


5  En ella afirmó lo siguiente: “Algunos papeles podrían revelar hechos y
opiniones prácticamente ignorados hasta hoy; tal es un expediente iniciado
en 1846 [sic] por el ministro de España en México, señor Bermúdez de Cas-
tro, sobre el proyecto de convertir nuestro país en una monarquía, con un
príncipe español […]”, en Estrada, “Los manuscritos de México”, vol. i,
p. 267. Sin embargo, don Genaro cometió un error, ya que hemos revisado
cuidadosamente la guía de Domínguez Bordona y no aparece el expedien-
te citado. No nos es posible precisar cuándo pasó el expediente del archivo
del Ministerio de Estado al Archivo Histórico Nacional; probablemente
fue en su creación en 1866 o en su reestructuración en 1899. León Tello,
“La Sección de Estado”, pp. 215-229. Véase la interesante descripción de los
fondos documentales que realiza la autora en el apartado “Correspondencia
diplomática”, pp. 219-220.
6  Valadés, Alamán, p. 415.
7  Delgado, La monarquía. Consideramos que el trabajo de don Jaime y

los libros que escribió sobre las relaciones México-España representan los
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el haber consultado el citado expediente, documentación res-


guardada por la Universidad de Texas en Austin y el haber
analizado de modo profundo y esclarecedor los vericuetos de la
intriga en el complicado escenario político mexicano.8
El presente artículo tiene como objeto dar a conocer la actitud
de los ministerios españoles ante la conspiración monárquica
orquestada por Bermúdez de Castro. Basados en la consulta
exhaustiva de los documentos contenidos en el expediente ori-
ginal, es nuestro propósito describir esta singular intriga desde la
mirada del Ministerio de Estado español.9 Cuál era el resultado
esperado por el gobierno de la Madre Patria, cómo pensaba lle-
varlo a cabo y cuáles fueron los recursos de que pretendía echar
mano para ello son las interrogantes a las que buscamos dar res-
puesta. Para lograrlo, damos cuenta de las características del
ambiente político español entre 1844 y 1847, tema poco tratado
en otros estudios, y de la personalidad de Salvador Bermúdez
de Castro, pero dejamos a los propios documentos llevar la voz
cantante del relato. En ellos son notorias las ambiciones, prefe-
rencias, temores y prejuicios, entre otras muchas cosas, que el
gobierno español tenía sobre México y en los que fundamentaba
su política exterior respecto a su antigua colonia.

primeros estudios académicos hechos al respecto en España, influidos por el


tiempo en que investigó.
8  Soto, La conspiración. Este trabajo representa el primer acercamiento

mexicano al tema de la conspiración monárquica. Su valiosa información


y análisis constituyen un pilar en el estudio científico de tan complicado
asunto.
9  Actualmente, el “Expediente reservado sobre las gestiones para establecer

una monarquía española en Méjico, 1846-1852”, se encuentra en AHN, E,


leg. 5869. Se compone de dos cajas, la documentación no está ordenada y es
común encontrar en una caja copia de documentos de la otra. Gran parte de
esta correspondencia está cifrada. También se ha consultado la correspon-
dencia ordinaria que sostenía la legación de España en México con el Mi-
nisterio de Estado, ahora localizada en el AHN, AMAE, Correspondencia.
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Si bien la figura clave es Bermúdez de Castro, este estudio


saca a la luz una serie de elementos y actores de la política exte-
rior española, destacando entre ellos la clarividencia del Marqués
de Miraflores y de Leopoldo O’Donnell, cuya actitud frente a
la conspiración resultó de gran relevancia para su desarrollo.10
Asimismo, se rescata la polémica periodística provocada por los
extensos artículos escritos por Carlos María de Bustamante, en
los que refirió su férrea oposición al cambio de sistema político
perseguido por el representante español.11

los moderados españoles

El Partido Moderado, cuyo nombre oficial era el de “Monár-


quico Constitucional”, fue una formación política que ocupó el
poder en la España liberal de 1844 a 1854. Los moderados dieron
nombre a esta época conocida como Década Moderada.12 Triun-
fante la revolución liberal en España, dos partidos se perfilan
después de 1837 en su lucha por el poder: el aludido Moderado
y el Partido Progresista. Vendrían a representar la derecha y la
izquierda dentro de la España isabelina. Si bien ambos son libe-
rales, en términos generales los moderados representan a un gru-
po liberal doctrinario, es decir, partidario del sufragio censitario,
10  Además de las instrucciones oficiales enviadas por Miraflores, resultó de
gran valor la consulta de sus Memorias, vol. ii, material muy poco utilizado
por otros estudiosos que se han referido al tema. Respecto a O’Donnell,
resaltamos su escepticismo ante el éxito de la conspiración y el hecho de que
Bermúdez de Castro intentó mantenerlo al margen de la misma.
11  Cabe también resaltar que la presente investigación explora por primera

vez la correspondencia privada de Ángel Calderón con Francisco Javier de


Istúriz, conservada en la Colección Istúriz-Bauer de la Real Academia Es-
pañola de la Historia.
12  El estudio clásico es el de Comellas, Los moderados. Un análisis diferente

es el de Cánovas Sánchez, El partido moderado. También ha sido útil la


consulta de la obra de Comellas, Isabel II. La obra más sólida y actualiza-
da es la de Burdiel, Isabel II, especialmente para este artículo pp. 150-294 y
sobre las distintas facciones del Partido Moderado, pp. 186-187.
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el predominio de las aristocracias, “la del talento y la de sangre”.


Cabe hacer mención que muchos de los altos funcionarios, tanto
civiles como militares, fueron ennoblecidos durante el reinado
de Isabel II.13 Ellos concedían prioridad al orden sobre la li-
bertad. Una formación de carácter elitista que, si bien quería la
preservación del sistema de monarquía constitucional, ésta debía
ser con la menor cantidad posible de liberalismo. Dicho partido
nunca fue homogéneo. “No hay más remedio que reconocer
en el partido moderado una mezcla diversa, y aun informe, de
elementos integrantes.”14
Contaba con distintas fracciones: una situada hacia la dere-
cha, partidaria de un entendimiento con los carlistas, que era
comandada por Manuel de la Pezuela y Ceballos, Marqués de
Viluma, quien ha sido caracterizado como un isabelino tradi-
cionalista; un grupo centrista cuya figura máxima era el hombre
fuerte de la década, el general Ramón María Narváez, además
de José Pedro Pidal, como eminencia gris del partido, y el re-
formador de la Hacienda pública española, Alejandro Mon; una
última fracción, conocida como “puritana”, estaba representada
por Joaquín Francisco Pacheco, Antonio de los Ríos Rosas y
Nicomedes Pastor Díez, y era partidaria de un entendimiento e
incluso de llevar a cabo un turno pacífico con los progresistas.15
En este artículo analizaremos cuatro ministerios y su actitud
ante los proyectos de instaurar una monarquía borbónica en
México: el primer gobierno de Narváez (mayo de 1844 a febrero
de 1846); el breve del Marqués de Miraflores (febrero a marzo de
1846); el todavía más breve ministerio de Narváez (16 de marzo
al 5 de abril de 1846: sólo 20 días) y, finalmente, el gobierno
de Francisco Javier Istúriz (de abril de 1846 a enero de 1847).

13  “Delos 34 títulos que alcanzaron altos puestos de Estado durante el


reinado de Isabel II, 21 datan del siglo xix, y 16 –la mitad del total– fueron
concedidos por la propia Isabel”; Comellas, Isabel II, p. 175.
14  Comellas, Los moderados, p. 145.
15  Burdiel, Isabel II, pp. 198-199.
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Cabe adelantar que este último ministerio estuvo consagrado a


negociar el complicado matrimonio de la reina, celebrado el 10 de
octubre de 1846 con el infante don Francisco de Asís Borbón.16

la figura de bermúdez de castro17

Salvador Bermúdez de Castro y Díez nació en Cádiz el 6 de


agosto de 1817, dentro de una familia perteneciente a la burguesía
gaditana. Su padre, José Bermúdez de Castro, se destacó por sus
dotes mercantilistas y por su pensamiento liberal; fue amigo del
conde de Toreno y formó parte de las Cortes de Cádiz en 1812.
Don Salvador realizó sus estudios elementales y medios en
su ciudad natal y en la ciudad de San Fernando. Más tarde se
trasladó a Sevilla, donde estudió la carrera de abogado y se rodeó
de compañeros que ocuparían posteriormente puestos políticos
relevantes dentro de las distintas administraciones españolas
en el periodo denominado por Jaime Vicens Vives como “la
gran época moderada”, de 1843 a 1868. Se graduó de bachiller en
Leyes en octubre de 1834. Tres años después, sostuvo exitosa-
mente los exámenes de grado correspondientes para convertirse
en licenciado y doctor en Derecho.
Aparte de su vocación política, destaca su inclinación al
mundo de las letras como poeta e historiador. En mayo de 1838,
Bermúdez de Castro se trasladó a Madrid; a partir de entonces

16  IsabelBurdiel comenta: “De la intensidad de las fracturas internas que


provocó entre los moderados [los diferentes candidatos para el matrimonio
de Isabel II] da idea el baile de ministerios que se produjo durante todo el
año de 1846, con dos gabinetes presididos por Narváez incapaces de mante-
nerse en el poder, un breve gabinete Miraflores y, finalmente, una solución
de compromiso con el fidelísimo Francisco Javier de Istúriz a la cabeza”.
Burdiel, Isabel II, p. 168.
17  En este apartado seguimos los datos proporcionados en la biografía de

Calvo Sanz, Don Salvador. Véase también Figueroa Esquer, Entre la


intervención, pp. 169-179 y “Prólogo” de Figueroa Esquer en Bermúdez de
Castro, Correspondencia, I, pp. 41-44.
50 RAÚL FIGUEROA ESQUER Y VÍCTOR VILLAVICENCIO NAVARRO

y hasta 1845 son los años de su producción literaria. Además de


su obra poética, resulta importante consignar los estudios que
dedicó a temas históricos, tales como Antonio Pérez, secreta-
rio de Estado de Felipe II y el artículo “El Congreso de Verona,
del vizconde de Chateubriand”.
En 1840, en medio de las disputas entre la reina gobernadora
María Cristina de Borbón y el general Baldomero Espartero por
la Ley de los Ayuntamientos –antes de la renuncia de aquélla a la
regencia–, Bermúdez de Castro ocupó su primer cargo político,
al ser nombrado secretario del gobierno de la provincia de Tole-
do. Desde entonces, se fue incorporando a la plana mayor de los
moderados,18 sintiéndose aún más identificado con dicho parti-
do luego del extrañamiento de María Cristina y la consecuente
llegada al poder de Espartero, formando parte de la oposición.
Quizá desde un papel secundario, Bermúdez de Castro
participó en el derrocamiento de Espartero en 1843, pues había
acompañado a Luis González Bravo como su secretario duran-
te el viaje que hizo a Barcelona con el propósito de colaborar
en el movimiento catalán contra el regente. Una vez triunfante
la revolución sobre Espartero, Bermúdez de Castro se percató
de que para tener éxito en el nuevo orden moderado debía
relacionarse con la personalidad adecuada, el factótum de la
política española en los años siguientes. De ahí data su amistad
con el general Ramón María Narváez, duque de Valencia, a
quien acompañaba el 6 de noviembre de 1843, cuando su coche
fue víctima de un atentado en el que resultó muerto el coman-
dante José Basetti.19

18  Cánovas Sánchez, “Los partidos políticos”, en Jover Zamora (coord.),

La era isabelina, p. 379.


19  Pabón, Narváez, p. 75. Véase, además, el interesante artículo de Agui-

lera Concepción, “El atentado”. En él queda una vez más puesto de ma-
nifiesto que Bermúdez de Castro acompañaba a Narváez en este intento de
magnicidio, como secretario particular.
LOS MINISTERIOS ESPAÑOLES Y LA CONSPIRACIÓN MONÁRQUICA 51

A finales de 1843, una vez proclamada Isabel II reina de


España, don Salvador ingresó en el Ministerio de Estado con
el cargo de oficial 4º;20 durante el gobierno de González Bravo
fungió como secretario del Consejo de Ministros, del 9 de di-
ciembre de dicho año al 24 de abril de 1844.21 El desempeño de
esta función puso en contacto a Bermúdez de Castro con las más
altas esferas del gobierno de los moderados y, a la sustitución
del gobierno de González Bravo por Narváez, dichas relaciones
le valieron que fuese designado “Ministro Residente cerca del
Rey de los Belgas”, cargo que no alcanzó a desempeñar pues,
una vez iniciado el primer gobierno de Narváez –que duró de
mayo de 1844 a febrero de 1846–, de quien Bermúdez contaba
con un gran apoyo, su nombramiento cambió. El 9 de junio,
Isabel II firmó en Barcelona el decreto donde se le confirmaba
como “Enviado extraordinario y ministro plenipotenciario ante
la República Mexicana”.
A finales de 1844, Bermúdez de Castro pasó por París en su
viaje rumbo a México, donde se encontró con Augusto Conte
y Ramón Lozano y Armenta, quienes colaborarían con él en su
misión diplomática. Tras una larga travesía y otra parada en
La Habana, donde recibió las noticias del pronunciamiento que
derrocó a Santa Anna y encumbró en el poder a José Joaquín de
Herrera, arribó a Veracruz, a finales de febrero de 1845. El nue-
vo representante y sus acompañantes marcharon pronto hacia la
capital del país, a donde llegaron el 5 de marzo. Al día siguien-
te, Bermúdez de Castro se entrevistó con su antecesor, Pedro
Pascual de Oliver, quien le entregó los archivos de la legación.
Tras una entrevista informal con Luis G. Cuevas, ministro de
Relaciones Exteriores, tuvo lugar su negativa a ser recibido en
el Salón de Audiencia mientras no se retiraran de él las banderas

20 Calvo Sanz, Don Salvador, pp. 48-49.


21 Ministerio de la Presidencia, Actas del Consejo de Ministros, pp.
3-164.
52 RAÚL FIGUEROA ESQUER Y VÍCTOR VILLAVICENCIO NAVARRO

españolas adquiridas en Tampico, durante la frustrada expedi-


ción de Isidro Barradas. Una vez satisfecha esta exigencia, la
recepción oficial de sus cartas credenciales se llevó a cabo el 13
de marzo, frente a una gran concurrencia.
La vida en la capital mexicana resultaba placentera y agrada-
ble. Bermúdez de Castro encontró una bella casa en el número 3
de la calle de San Francisco, “el barrio más elegante de la ciudad
–escribe Conte–, de modo que nos hallábamos alojados en el
mejor sitio de ella”. Asimismo, “tuvo la suerte de hallar luego
un cocinero francés que le servía a las mil maravillas”.22
El trabajo de la legación comenzó a marchar rápidamente.
Desde el momento de tomar posesión, el plenipotenciario es-
pañol puso de manifiesto sus afanes de orden, esmero y pulcri-
tud. Poco a poco fue ganándose un lugar de importancia dentro
del cuerpo diplomático asentado en la ciudad de México.
Gracias al erario español, robusto durante la brillante Década
Moderada, contó con el mobiliario y los emolumentos para
llevar a cabo su función eficientemente, además de organizar
diversas recepciones a las que concurría la flor y nata de la alta
sociedad capitalina.23
Tras llevar a cabo una intensa labor como enviado extraordi-
nario y ministro plenipotenciario en México –como veremos,
una de las más importantes desempeñadas por un representante
español–, luego de casi un año y medio de estancia en la lega-
ción española, Bermúdez de Castro solicitó una licencia para
regresar a su país, misma que le fue concedida el 21 de agosto
de 1846. Sin embargo, en medio de la guerra entre México y
Estados Unidos, el diplomático no creyó prudente hacer uso de
ella sino hasta un año después. El 23 de agosto de 1847, ante la

22 Conte, Recuerdos, vol. i, pp. 283 y 285.


23 La efectuada el 19 de noviembre de 1845 fue relatada por La Hesperia (28
nov. 1845); Diario del Gobierno de la República Mexicana (21 nov. 1845);
El Monitor Constitucional (21 nov. 1845).
LOS MINISTERIOS ESPAÑOLES Y LA CONSPIRACIÓN MONÁRQUICA 53

inminencia de la llegada de las tropas norteamericanas a la ciu-


dad de México, comenzó su viaje de vuelta a España.24

primer momento.
entusiasmo generalizado

En agosto de 1845, pocos días antes de cumplir seis meses de


haberse establecido en la representación diplomática de España
en la capital mexicana, Salvador Bermúdez de Castro escribió
a Madrid con la intención de enterar a Francisco Martínez de
la Rosa, a la sazón primer secretario del Despacho de Estado,
de las instrucciones verbales reservadas que, al momento de su
nombramiento como enviado extraordinario y ministro ple-
nipotenciario en México, había recibido por parte de Ramón
María Narváez, entonces presidente del Consejo de Ministros.25
Dichas instrucciones, según Bermúdez de Castro, se hallaban
conformes a los deseos de Isabel II y tenían por objeto procurar
que México se convirtiese en una monarquía moderada, enca-
bezada por un príncipe de la Casa Real de España. Para lograr
ese cometido, sostenía haber madurado un plan desde antes de
su salida de Europa y no haber dejado de trabajar en él desde su
llegada a la capital de la República, allegándose los elemen-
tos n
­ ecesarios para su realización, amistándose con las perso-
nas adecuadas y penetrándose de la realidad política mexicana
y sus protagonistas. Había sido preciso esperar con paciencia,
pero para fines de agosto de 1845 creía llegado el momento de

24  D-367 (Despacho núm. 367). De S.B.C. (Salvador Bermúdez de Castro) a


Francisco Javier de Istúriz. México, 27 de octubre de 1846, AHN, E AMAE,
leg. 1649; Bermúdez de Castro, Correspondencia, IV, pp. 1885-1886.
25  El decreto con el nombramiento de Bermúdez de Castro fue firmado

por la reina en Barcelona el 9 de junio de 1844. Figueroa Esquer, Entre la


intervención, p. 173.
54 RAÚL FIGUEROA ESQUER Y VÍCTOR VILLAVICENCIO NAVARRO

echar a andar la maquinaria de su misión secreta; así lo declaraba


a sus superiores en Madrid.26
Bermúdez de Castro manifestaba que todo se hallaba dis-
puesto en México: la guerra con Estados Unidos era inminente;
los departamentos del país, tomando el ejemplo de Texas y Yu-
catán, aguardaban el momento para rebelarse ante la debilidad
del poder central; las facciones políticas conspiraban contra el
gobierno; el ejército se hallaba inconforme y el erario, exhausto
como siempre, era incapaz de cubrir las necesidades del Estado.
Todo apuntaba a la ruina y sólo era cuestión de tiempo para que
el país cayera en brazos de la anarquía y fuera víctima de la am-
bición de su vecino del norte. Ante tan triste panorama, era hora
de actuar. El ministro español aseguraba contar con el apoyo
incondicional de dos hombres de primer orden: el general Ma-
riano Paredes y Arrillaga,27 cuya reputación de honradez e inte-
gridad, así como prestigio militar, lo hacían el más influyente
y popular entre la tropa, y Lucas Alamán, “hombre de un ta-
lento verdaderamente superior”, cuya inclinación a la monar-
quía era indiscutible.28 Además, sostenía que los comerciantes

26  D-109. De SBC a Martínez de la Rosa. México, 28 de agosto de 1845.


AHN, E, leg. 5869; Bermúdez de Castro, Correspondencia, II, pp. 628-
634. Como ya mencionamos, Bermúdez de Castro afirmó que las instruccio-
nes precisas para la instauración de una monarquía española en México las
había recibido en Barcelona en el verano de 1844 de Francisco María Marín,
funcionario del Ministerio de Estado, nombrado un año después subsecre-
tario de dicho Ministerio. Estas instrucciones contaban con la completa
aprobación, desde luego, de Narváez.
27  Para la trayectoria política de Mariano Paredes y Arrillaga, véase Josefina

Zoraida Vázquez Vera, “En búsqueda del poder: los pronunciamientos del
general Mariano Paredes y Arrillaga”, ponencia presentada en el Congreso
Internacional “Politics, Conflict, and Insurrection: The Experience and
Development of the Pronunciamiento in Nineteenth Century Mexico” en
el Departamento de Estudios Hispánicos, University of St. Andrews, Saint
Andrews, Escocia, 19-21 de junio de 2009.
28  D-109. De SBC a Martínez de la Rosa. México, 28 de agosto de 1845.

AHN, E, leg. 5869; Bermúdez de Castro, Correspondencia, II, p. 630.


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a­ caudalados y los propietarios, el alto clero y su influencia,


los hombres perseguidos por el partido liberal, y los departa-
mentos del norte del país constituían elementos seguros que
secundarían sus pasos. “La República –señalaba– cuenta ya con
pocas simpatías.”29
El plan original consistía en que el general Paredes, situado
en el destacamento de San Luis Potosí, marchara sobre la ciudad
de México animado por la petición que le harían las personas
más importantes de los distintos departamentos, junto con los
militares de más alto rango, de poner orden en el país y terminar
con el gobierno de José Joaquín de Herrera, a quien se achacaba
una actitud pasiva ante las agresiones territoriales de Estados
Unidos. Una vez en la capital, Paredes debía disolver las Cáma-
ras y reunir una asamblea de notables, cuyos integrantes serían
nombrados por él, que haría volver al Plan de Iguala como pun-
to de partida y solicitaría a España un soberano de su dinastía
para ocupar el trono mexicano. Según el plenipotenciario, se
contaba con los mayores augurios de triunfo. Inclusive advertía
al Ministerio de Estado la necesidad de comenzar a pensar en la
persona más conveniente para mandar como soberano. Asimis-
mo, solicitaba que se le concediera confianza absoluta y la más
entera libertad de acción para el desarrollo de sus planes, como
también suplicaba que se le facilitaran todos los recursos que ha-
bría de necesitar para llevar a cabo tan magna y gloriosa empresa.
“Que no se desaproveche la ocasión –pedía a su gobierno–, que
no se me aten las manos.”30
No debe perderse de vista el tiempo que tardaban las co-
municaciones en atravesar el Atlántico. La información conte-
nida en los despachos diplomáticos, así como sus respuestas e
instrucciones, tomaban alrededor de dos meses para alcanzar
29  D-109. De SBC a Martínez de la Rosa. México, 28 de agosto de 1845.
AHN, E, leg. 5869; Bermúdez de Castro, Correspondencia, II, p. 632.
30  D-109. De SBC a Martínez de la Rosa. México, 28 de agosto de 1845.

AHN, E, leg. 5869; Bermúdez de Castro, Correspondencia, II, p. 634.


56 RAÚL FIGUEROA ESQUER Y VÍCTOR VILLAVICENCIO NAVARRO

su destino. De este modo, fue hasta finales de octubre que se


redactó la contestación a Bermúdez de Castro. En ella se hace
evidente el entusiasmo provocado en el gobierno español por
las noticias de México, pues se le respondió aprobando del todo
su conducta y autorizándole para llevar adelante sus planes.31
Resulta notorio el beneplácito del Ministerio y los buenos ojos
con que miraban la oportunidad de recuperar su presencia en
América. Más allá de ordenarle a Bermúdez de Castro en reitera-
das ocasiones que procediera con la mayor discreción y reserva
en sus acciones, de manera que no pudiera sospecharse ni por
un momento la intromisión de España en los asuntos de polí-
tica interior mexicanos, se le informó que se le cumpliría todo
cuanto había pedido: la mayor confianza para continuar con sus
intrigas, recursos económicos hasta por 10 millones de reales
(dos millones para gastos preparatorios y ocho una vez rea­liza­
do el proyecto) dispuestos en La Habana y apoyo marítimo,
todo para lo cual se girarían las órdenes correspondientes.32
Se le escribiría al capitán general de la isla de Cuba, Leopoldo
O’Donnell, a fin de enterarlo de la misión secreta y para que
tuviera listos los recursos, buques, fragatas y vapores que el
representante español en México pudiera necesitar.33 Al mismo
tiempo, se le hacía saber que la reina consideraba al infante don
Enrique34 como el indicado para ocupar el trono mexicano, por

31  Minuta. De Martínez de la Rosa a SBC. Madrid, 31 de octubre de 1845.


AHN, E, leg. 5869; Bermúdez de Castro, Correspondencia, II, pp. 634-640.
32  Las instrucciones respectivas se enviaron desde Madrid el 3 de noviembre

de 1845. Oficios preliminares: de Martínez de la Rosa a Ramón María Nar-


váez, ministro de la Guerra; a Alejandro Mon, ministro de Hacienda; y a
Francisco Armero, ministro de Marina. AHN, E, leg. 5869.
33  Traslado. De Narváez a O’Donnell. Madrid, 3 de noviembre de 1845.

AHN, E, leg. 5869.


34  Hasta la fecha no contamos con una biografía del infante don Enrique.

María Teresa Menchén Barrios escribió una tesis doctoral inédita: “El
infante don Enrique de Borbón”. De la misma autora existen dos artículos:
“El destierro en Tenerife” y “Los movimientos revolucionarios”.
LOS MINISTERIOS ESPAÑOLES Y LA CONSPIRACIÓN MONÁRQUICA 57

lo que zarparía al mando de la fragata Isabel II para dirigirse a


la capital cubana.35
Tal fue el consentimiento por parte del Ministerio sobre la
actuación de Bermúdez de Castro en ese momento, que en sus
instrucciones se observan las esperanzas del gobierno español y
cómo deseaba que se realizara el proyecto. En ellas se señala que
la elección del soberano debía presentarse exclusivamente como
resultado de la voluntad mexicana y, ya fuera por el llamamiento
directo a algún infante o por la petición de uno de ellos a la reina,
debía aparecer como “hija del recuerdo favorable que [había] de-
jado la dominación de España y de la veneración de su dinastía”.36
Por otra parte, se le advertía al representante español que el ma-
yor obstáculo para la realización del plan monárquico vendría de
Estados Unidos, pero que sería fácil de sortear persuadiendo a la
opinión pública de su necesidad ante la constante amenaza de ser
devorados por la ambición expansionista de aquéllos. También se
señalaba la conveniencia de que, siendo una monarquía constitu-
cional la que se pensaba instituir y tomando en cuenta los tristes
resultados que habían obtenido las legislaciones salidas de los
congresos mexicanos, el nuevo monarca arribara con una cons-
titución “semejante a las que rigen en España y en otros Estados
de Europa”, que debía ser apoyada por el partido monarquista
local. Una vez realizado el proyecto, la Corona española habría
de negociar en Europa el reconocimiento del nuevo orden de
cosas en México y éste debía favorecer su comercio con España.
Finalmente, se informaba a Bermúdez de Castro que el príncipe
llegaría rodeado de una corte, con personas de autoridad y una
guardia de honor, con el objeto de darle majestad y decoro;
se le reiteraba la confianza de que era merecedor al encargarle
tan delicada cuestión; se le recomendaba mantener informado
35  Minuta. De Martínez de la Rosa a SBC. Madrid, 31 de octubre de 1845.
AHN, E, leg. 5869; Bermúdez de Castro, Correspondencia, II, p. 635.
36  Minuta. De Martínez de la Rosa a SBC. Madrid, 31 de octubre de 1845.

AHN, E, leg. 5869; Bermúdez de Castro, Correspondencia, II, p. 637.


58 RAÚL FIGUEROA ESQUER Y VÍCTOR VILLAVICENCIO NAVARRO

al Ministerio de Estado y a Leopoldo O’Donnell en Cuba de


todo lo relativo al desarrollo de la empresa; y se le subrayaba la
necesidad de conducirse con la mayor reserva, de modo que “por
ningún concepto, sea cual fuere el éxito, quede en descubierto o
comprometido el gobierno de S. M.”.37
Desconociendo aún estas instrucciones, Bermúdez de Castro
continuó escribiendo a Madrid para dar cuenta de sus pasos. A
fines de septiembre informó que Paredes seguía en San Luis Po-
tosí resistiendo los intentos que el gobierno hacía para debilitar-
lo, ya que le ordenaba desprenderse de buena parte de sus tropas
y le negaba el dinero necesario para su sostenimiento. De igual
forma, aseguraba que su posición era inmejorable pues nadie
sospechaba de sus intrigas políticas y que tanto Paredes como
Alamán le habían manifestado su preferencia por la infanta Lui-
sa Fernanda para ocupar el trono mexicano, pues, “como hija del
señor Fernando VII, continuaría, volviendo al Plan de Iguala, la
cadena de legitimidad”.38 Por último, insistía en que se le dieran
amplias facultades en cuanto a los medios que necesitaría para
llevar a cabo el proyecto. La respuesta del Ministerio fue escue-
ta. Toda vez que aún no llegaban a México sus instrucciones
anteriores, se limitó a aprobar las acciones del plenipotenciario
y recomendarle una vez más la debida circunspección.39
Las cosas, mientras tanto, siguieron su curso. Para el mes
de octubre Bermúdez de Castro reportó a sus superiores que
la situación en México, si bien ya se encontraba a modo para
llevar a cabo el proyecto, se había tornado algo desesperada.40

37  Minuta. De Martínez de la Rosa a SBC. Madrid, 31 de octubre de 1845.


AHN, E, leg. 5869; Bermúdez de Castro, Correspondencia, II, p. 639.
38  D-126. De SBC a Martínez de la Rosa. México, 28 de septiembre de 1845.

AHN, E, leg. 5869; Bermúdez de Castro, Correspondencia, II, pp. 687-689.


39  Minuta. De Martínez de la Rosa a SBC. Madrid, 22 de noviembre de 1845.

AHN, E, leg. 5869; Bermúdez de Castro, Correspondencia, II, p. 689.


40  D-143. De SBC a Martínez de la Rosa, México, 29 de octubre de 1845.

AHN, E, leg. 5869; Bermúdez de Castro, Correspondencia, II, pp. 888-892.


LOS MINISTERIOS ESPAÑOLES Y LA CONSPIRACIÓN MONÁRQUICA 59

El general Paredes continuaba en San Luis Potosí y se hallaba


en constante comunicación con él, recibía sus instrucciones y
seguía comprometido con hacer del país una monarquía con
soberano español. Sin embargo, le agobiaba la falta de dinero,
pues para sostener a su ejército de 11 000 hombres y comenzar
la marcha rumbo a la capital necesitaba al menos 200 000 pesos,
los que, de no recibir, lo harían abandonar la empresa. Resultaba
imposible juntar dicha suma entre los hombres acaudalados,
los militares y el clero, tanto por su falta constante de liquidez,
cuanto porque al intentarlo se vería comprometido el secreto
de la misión. Según Bermúdez de Castro, Lorenzo Carre-
ra, comerciante español también involucrado, dueño de toda
su confianza, aportó 40 000 pesos de su bolsa para que fueran
enviados a Paredes, pero resultaban insuficientes. Por su parte,
Alamán se desanimaba constantemente y se volvía temeroso
ante los obstáculos que se presentaban. La situación, entonces,
se tornaba crítica y el representante español se lamentaba de no
poder disponer de los medios necesarios, por lo que temía que
se perdiera una oportunidad tan propicia para alcanzar el éxito,
tan sólo por falta de recursos. “Un imperio de ocho millones
de habitantes –aseguraba–, llamado por su posición y por su
riqueza a ser una de las primeras naciones del mundo, vale la
pena de algunos sacrificios.”41 Finalmente, insistía en la candida-
tura de la infanta Luisa Fernanda, favorita de Paredes y Alamán,
y a quien él mismo consideraba la más propicia para fundar una
dinastía duradera en México. La respuesta que recibió fue muy
breve, el Ministerio se limitó a aprobar su conducta y recomen-
dar fuertemente que procurara dejar la elección del soberano
enteramente a la reina.42

41  D-143. De SBC a Martínez de la Rosa, México, 29 de octubre de 1845.


AHN, E, leg. 5869; Bermúdez de Castro, Correspondencia, II, p. 889.
42  Minuta. De Martínez de la Rosa a SBC. Madrid, 2 de enero de 1846. AHN,

E, leg. 5869; Bermúdez de Castro, Correspondencia, II, pp. 891-892.


60 RAÚL FIGUEROA ESQUER Y VÍCTOR VILLAVICENCIO NAVARRO

Todavía sin saber el beneplácito de su gobierno respecto


al proyecto monárquico mexicano y el apoyo que había au-
torizado brindarle para llevarlo a cabo, Bermúdez de Castro
volvió a dirigirse al Ministerio de Estado. Sus comunicaciones
comenzaban a tornarse menos alentadoras que al principio.
Para finales de noviembre, destacaba una vez más la falta de
dinero que exasperaba a Mariano Paredes en San Luis Potosí
y aseguraba altivo: “Si yo hubiera podido disponer de recursos
en La Habana, […] la revolución estaría hecha a estas horas y la
monarquía con una dinastía española sería la forma de gobierno
de este país”.43 Decía también que Carrera había logrado que
un grupo de comerciantes hiciera un préstamo de 300 000 pesos
al gobierno con la condición de que fuera enviado al ejército de
Paredes; sin embargo, el presidente Herrera y sus colaboradores
desconfiaban abiertamente de éste, por lo que sólo se le habían
mandado 70 000 que también resultaban insuficientes. A su vez,
se quejaba de no haber recibido el apoyo esperado de la capital
cubana, ya que había requerido la llegada de un vapor que se le
había negado alegando falta de navíos en el apostadero. Las cosas
parecían complicarse, pero en la postdata de su despacho infor-
mó que Paredes había comenzado a marchar rumbo a la ciudad
de México.44 Con ello, las seguridades de triunfo renacían con
fuerza. Su proceder, una vez más, sería aprobado por completo.45
Además de las contrariedades derivadas de la falta de re-
cursos, Bermúdez de Castro debió fijar su atención en Cuba.
Debido a que las instrucciones de luz verde enviadas por el
Ministerio de Estado –las que le facultaban para continuar con

43  D-163. De SBC a Martínez de la Rosa. México, 18 de noviembre de 1845.


AHN, E, leg. 5869; Bermúdez de Castro, Correspondencia, II, pp. 943-
946. La cita corresponde a la p. 943.
44  D-163. De SBC a Martínez de la Rosa. México, 18 de noviembre de 1845.

AHN, E, leg. 5869; Bermúdez de Castro, Correspondencia, II, p. 946.


45  Minuta. De Martínez de la Rosa a SBC. Madrid, 7 de febrero de 1846.

AHN, E, leg. 5869; Bermúdez de Castro, Correspondencia, II, p. 946.


LOS MINISTERIOS ESPAÑOLES Y LA CONSPIRACIÓN MONÁRQUICA 61

la intriga y le aseguraban el apoyo económico y marítimo– pa-


saron primero por La Habana en su camino a México, a fines de
1845, Leopoldo O’Donnell le escribió para informarle que se
hallaba enterado del proyecto y que había recibido las órdenes
de poner a su disposición los recursos –dinero y buques– que
pudiera necesitar para desarrollarlo. De modo sutil, el capitán
general de la isla de Cuba le dejó ver sus reservas respecto de la
misión, advirtiéndole que sólo él, “en el campo de los sucesos”,
podría darse cuenta de qué tantas esperanzas debían abrigarse
sobre el éxito final “y, aún más especialmente, las consecuencias
y estabilidad del triunfo”.46
O’Donnell también redactó una carta que dirigió unos días
más tarde al Consejo de Ministros español con el propósito de
expresar sus dudas respecto a los planes de Bermúdez de Castro
en México.47 Aseguraba en ella que el secreto del proyecto no ha-
bía sido tan bien guardado en España, toda vez que recibía cartas
provenientes de la península en las que se hablaba de él y que la
llegada del navío comandado por el infante don Enrique aumen-
taba las sospechas. Según él, el plenipotenciario en México, con-
fiado y engañado por su propia juventud, podría haber juzgado
las circunstancias de un modo apresurado e inexacto. Para su
modo de ver, la situación mexicana, si bien desastrosa y por ende
muy a propósito para un cambio de régimen político, más aún
frente al expansionismo estadounidense, no ofrecía garantías de
estabilidad una vez erigida la monarquía. México, en efecto, con-
taba con todos los medios para convertirse en una nación pode-
rosa y respetada en el mundo, y aun cuando pareciera oportuno
elevar un príncipe español como soberano, no podía asegurarse
su afianzamiento, mucho menos si no se contaba con el apoyo
de otras potencias. “Creo factible y hacedera una revolución que
46  D-s/n. De Leopoldo O’Donnell a SBC. La Habana, 14 de diciembre de
1845. AHN, E, leg. 5869.
47  D-s/n. De O’Donnell a Narváez. La Habana, 25 de diciembre de 1845.

AHN, E, leg. 5869.


62 RAÚL FIGUEROA ESQUER Y VÍCTOR VILLAVICENCIO NAVARRO

cambie el sistema político de México –señalaba O’Donnell–; que


se establezca una monarquía y sea llamado a regirla un príncipe
español; mas no encuentro que pueda ser duradera y llegue a
consolidarse sólo con los auxilios que pueda prestar la España.”48
Resulta evidente la inconformidad y desconfianza que inspiraba
el proyecto en el encargado del gobierno cubano.
Es probable que Bermúdez de Castro sospechara la mala es-
pina que causaba su misión en O’Donnell. Sin embargo, debía
continuar reportando a Madrid los pormenores de su intriga.
En los últimos días de 1845 redactó dos peculiares despachos
para relatar la situación mexicana. El primero lo escribió ente-
ramente como un espectador de los sucesos, como si, en efecto,
se tratara tan sólo de un representante diplomático que relataba
los acontecimientos a su gobierno con el único afán de enterarlo
de ellos.49 Describió en él la insurrección de Paredes en San Luis
Potosí contra José Joaquín de Herrera; la alarma que produjo
en la capital y las sospechas que se tenían respecto a que se en-
contraba coludido con Santa Anna y su verdadero propósito
era convertir al país en una monarquía encabezada por un prín-
cipe extranjero; las medidas que tomó el gobierno, promovidas
y apoyadas por la facción federalista, para rechazar el levan-
tamiento que tan mal habían caído en la población; y los pro-
nunciamientos de Aguascalientes, Jalapa, Veracruz y San Juan
de Ulúa en favor de Paredes.50 Al mismo tiempo, Bermúdez de
Castro señalaba mustiamente que, si bien las formas monárqui-
cas no se encontraban muy arraigadas en los mexicanos –prueba

48  D-s/n. De O’Donnell a Narváez. La Habana, 25 de diciembre de 1845.


AHN, E, leg. 5869.
49  D-173. De SBC a Martínez de la Rosa. México, 29 de diciembre de 1845.

AHN, AMAE, leg. 1648; Bermúdez de Castro, Correspondencia, II, pp.


970-974.
50  El “Acta de insurrección del Ejército de Reserva” y el “Acta de insu-

rrección de la Guarnición de Veracruz” fueron anexadas por Bermúdez de


Castro al D-173; Bermúdez de Castro, Correspondencia, II, pp. 975-986.
LOS MINISTERIOS ESPAÑOLES Y LA CONSPIRACIÓN MONÁRQUICA 63

de ello constituía el exilio voluntario de José María Gutiérrez de


Estrada, luego de haber propuesto un cambio de régimen en
1840–, el encontrarse cansados y desilusionados del sistema re-
publicano, practicado ya en todas sus modalidades, provocaba
que comenzaran a abrirse paso de a poco.51
En el segundo despacho, escrito inmediatamente después
del anterior, pero cifrado, Bermúdez de Castro ventila su par-
ticipación en los sucesos: el levantamiento de San Luis Potosí
había sido enteramente orquestado por él.52 Tal fue el sigilo con
el que se había manejado, que el propio Paredes desconocía
que el manifiesto que había mandado publicar una vez estalla-
do el ­pronunciamiento había sido escrito por el plenipotenciario
español. Su impacto había sido del todo positivo y Bermúdez
de Castro sostenía que, independientemente del éxito final de
la empresa, se había logrado crear una facción hispanófila sim-
patizante con el cambio de gobierno. “Hoy existe un partido
monárquico español –aseguraba– y sólo por medio de España
puede levantarse un trono en México”.53 Todavía no conocía la
posición del Ministerio de Estado, por lo que insistía en que
la infanta Luisa Fernanda era la candidata ideal. Pensando que la
suerte le sonreía, confiaba en el éxito final de su misión: se con-
taba con el apoyo decidido de las personas más importantes del
país y, además, “con la intención de establecer una monarquía
representada por una princesa española, se [había] lanzado al
frente de diez mil hombres el mejor general de la República”.54

51  D-173. De SBC a Martínez de la Rosa. México, 29 de diciembre de 1845.


AHN, AMAE, leg. 1648; Correspondencia, II, p. 972.
52  D-174. De SBC a Martínez de la Rosa. México, 29 de diciembre de 1845.

AHN, E, leg. 5869; Bermúdez de Castro, Correspondencia, II, pp.


­990-992.
53  D-174. De SBC a Martínez de la Rosa. México, 29 de diciembre de 1845.

AHN, E, leg. 5869; Bermúdez de Castro, Correspondencia, II, p. 991.


54  D-174. De SBC a Martínez de la Rosa. México, 29 de diciembre de 1845.

AHN, E, leg. 5869. Bermúdez de Castro, Correspondencia, II, p. 992.


64 RAÚL FIGUEROA ESQUER Y VÍCTOR VILLAVICENCIO NAVARRO

En el manifiesto mandado publicar por el general Paredes es


notoria la pluma de Bermúdez de Castro.55 Tanto su extensión
como ciertas ideas relativas al dominio español en América
nos hacen pensar que en efecto fue escrito por el diplomático
español. En él, Paredes declaraba que no llevaría a cabo una re-
volución sólo de personas y abría la puerta al cambio de sistema
político, pues aseguraba que había derribado al gobierno con
el objeto de que la nación se constituyera según su voluntad,
por medio de “una asamblea nacional revestida de toda clase
de poderes, sin término ni valladar a sus decisiones soberanas”.56
Todo, entonces, parecía dispuesto. Con la maquinaria monár-
quica andando, el plenipotenciario español se vio ahogado en
trabajo. Debía intrigar en varios niveles, dictar órdenes para
que el movimiento siguiera su curso, redactar documentos que
ayudaran a Paredes y dar cuenta de sus acciones a Madrid, todo
con la mayor discreción.
Fue hasta principios de 1846 que finalmente Bermúdez de
Castro acusó el recibo de las órdenes en las que se le autorizaba
llevar a cabo el proyecto y contar con los recursos que necesi-
tase de la isla de Cuba.57 En esa comunicación aseguraba que
los 100 000 pesos fuertes autorizados (2 millones de reales) eran
insuficientes para los gastos preparatorios, que necesitaría al me-
nos el doble y que Paredes se encontraba sumamente desconten-
to por la que consideraba una falta total de apoyo y compromiso
por parte de las autoridades españolas. Sea como fuere, avisaba
que ya había librado a La Habana la cantidad autorizada ya que
55  El “Manifiesto del general Mariano Paredes y Arrillaga a la nación
mexicana” también fue anexado por el plenipotenciario español al D-173.
Bermúdez de Castro, Correspondencia, II, pp. 979-984; D-174. De SBC
a Martínez de la Rosa. México, 29 de diciembre de 1845. AHN, E, leg. 5869.
Bermúdez de Castro, Correspondencia, p. 990.
56  “Manifiesto del general Mariano Paredes y Arrillaga a la nación mexica-

na”, AHN, E, leg. 5869; Bermúdez de Castro, Correspondencia, p. 983.


57  D-177. De SBC a Martínez de la Rosa. México, 16 de enero de 1846. AHN,

E, leg. 5869; Bermúdez de Castro, Correspondencia, III, pp. 1034-1038.


LOS MINISTERIOS ESPAÑOLES Y LA CONSPIRACIÓN MONÁRQUICA 65

los gastos que venían serían elevados, toda vez que planeaba
echar a andar un periódico y asalariar a varios escritores para
difundir las ideas monarquistas, así como comprar “el apoyo o
la neutralidad de algunas personas muy influyentes” que habrían
de ser elegidas para formar parte de la próxima Asamblea que
daría forma política al país.58 A ella debía abocar sus esfuerzos
en adelante y por ello necesitaba que le confirmaran la autoriza-
ción para disponer de los ocho millones de reales restantes que
habrían de mandársele desde la capital cubana. Por otra parte,
Bermúdez de Castro también aseguraba que, de acuerdo con
los deseos de Isabel II, había comenzado a inclinar a la opinión
en favor del infante don Enrique para ocupar el trono mexicano
y que los generales Nicolás Bravo y Anastasio Bustamante se
encontraban ya de su lado. En resumen, la situación, a pesar de
algunos obstáculos, seguía siendo favorable –“Paredes está en el
poder; la República entera le obedece; se discute en todos los pe-
riódicos la cuestión de monarquía y el partido monárquico está
creado y comienza a desarrollarse y a crecer”–, pero el éxito final
dependía del todo de la facilitación de los recursos económicos.59
Como bien sabían Bermúdez de Castro y el propio gobierno
español, el obstáculo más grande para que un monarca de su
dinastía ocupara el trono de México sería puesto por Estados
Unidos. Ángel Calderón de la Barca, representante español en
Washington, escribió al Ministerio de Estado para dar cuenta
del ambiente que se vivía en el congreso norteamericano, donde
se trataba la cuestión del Oregón y se discutía una probable
contienda contra Gran Bretaña.60 Debido a ello, el ministro
afirmaba que en las sesiones se habían dejado escuchar los más

58  D-177. De SBC a Martínez de la Rosa. México, 16 de enero de 1846. AHN,


E, leg. 5869; Bermúdez de Castro, Correspondencia, III, p. 1036.
59  D-177. De SBC a Martínez de la Rosa. México, 16 de enero de 1846. AHN,

E, leg. 5869; Bermúdez de Castro, Correspondencia, III, pp. 1036-1037.


60  Se refiere al contencioso sostenido entonces entre Gran Bretaña y los

Estados Unidos sobre los límites de la Columbia Británica.


66 RAÚL FIGUEROA ESQUER Y VÍCTOR VILLAVICENCIO NAVARRO

virulentos ataques en contra de las monarquías europeas y vivas


entusiastas a la libertad. Asimismo, informaba la disposición del
gobierno de la Unión de arremeter contra México en caso de
que se negase a recibir a John Slidell para negociar los límites
de Texas y la compra de las Californias.61 Finalmente, acompa-
ñaba a su despacho una copia de un periódico de la capital esta-
dounidense en el que un escritor decía tener muy pocas dudas
respecto a que Gran Bretaña, Francia y España se encontraban
en negociaciones para establecer una monarquía constitucio-
nal en México, con el objeto de poner un alto a los propósitos
expansionistas de Estados Unidos y que, en caso de llevarse
a cabo tal plan, poco podrían hacer los norteamericanos para
impedirlo.62 Como se ve, la intriga monárquica distaba mucho
de ser secreta.
Mientras tanto, sabiéndose autorizado para actuar con li-
bertad, Bermúdez de Castro dirigió una carta a Leopoldo
O’Donnell para acordar su apoyo al proyecto.63 En ella le asegu-
raba no haber recibido la cifra para comunicarle los pormenores
del plan –cosa harto difícil de creer–; le anunciaba que había
librado el dinero autorizado (100 000 pesos) por medio de letras
en La Habana a nombre de Manuel Martínez del Campo y Juan
Manuel Lasquetty;64 le comunicaba que por el momento sólo
61  D-145. De Ángel Calderón de la Barca a Martínez de la Rosa. Washington,
26 de enero de 1846. AHN, E, leg. 5869.
62  Washington National Intelligencer (15 ene. 1846). Copia anexada al D-145

de Calderón de la Barca.
63  D-s/n. De SBC a O’Donnell, México, 27 de enero de 1846, AHN, E,

leg. 5869.
64  De Manuel Martínez del Campo, contamos con amplias referencias pro-

porcionadas por Miguel Soto. “Manuel Martínez del Campo, comerciante


oriundo de Santander que apoyó a los Calderón con gastos y con quien
desarrollaron lazos de amistad […]”, Diario de Ángel Calderón de la Barca,
p. 96. Juan Manuel Lasquetty, por su parte, fue un conocido agiotista aso-
ciado a Manuel Escandón. Véase Urías Hermosillo, “Manuel Escandón”,
en Cardoso, Formación y desarrollo, p. 43; Tenenbaum, The Politics of
Penury, pp. 57 y 68.
LOS MINISTERIOS ESPAÑOLES Y LA CONSPIRACIÓN MONÁRQUICA 67

necesitaba una fragata y un vapor; y le hacía hincapié respecto a


lo perjudicial que podía resultar para sus planes la llegada a cos-
tas mexicanas del infante don Enrique, toda vez que ya se tenían
noticias de su arribo a la capital cubana y ello había alborotado a
la opinión pública en la capital de México. Al mismo tiempo, le
pedía encarecidamente que impidiera por cualquier medio la sa-
lida de Antonio López de Santa Anna, entonces en Cuba, puesto
que su presencia provocaría división en el ejército, poniendo en
grave riesgo el éxito de la intriga, además de la decisión de Pa-
redes de hacerlo fusilar si se presentaba en tierras mexicanas.
Por último, Bermúdez de Castro le compartía a O’Donnell los
malos ratos que pasaba por culpa de la prensa española, ya que
algunos diarios de la península anunciaban la llegada del infante
e informaban de los proyectos del Ministerio, y aprovechaba la
oportunidad para quejarse de los comandantes de los buques
españoles que navegaban por las aguas mexicanas, ya que, no
obstante contar con las órdenes de ponerse a su disposición, los
encontraba reacios a obedecerlo. Finalmente, le recomendaba la
mayor discreción en sus sucesivas comunicaciones y le expresa-
ba que el plan marchaba según lo previsto.65
La intriga monárquica llegaba a su punto más álgido y Ber-
múdez de Castro así lo comunicó a Madrid. En el despacho
que redactó a fines de enero dio cuenta de la forma en que se
habían precipitado los acontecimientos y, contrario a como
lo había hecho un mes antes mandando dos despachos separa-
dos, aun cuando al principio relata los hechos de forma neutral,
termina por hacer manifiesta su participación en ellos en el
mismo documento.66 Comenzó refiriendo el pronunciamiento
de la ciudad de México a favor del Plan de San Luis Potosí, la
renuncia a la presidencia por parte de José Joaquín de Herrera
65  D-s/n. De SBC a O’Donnell, México, 27 de enero de 1846, AHN, E, leg.
5869.
66  D-190. De SBC a Martínez de la Rosa. México, 29 de enero de 1846. AHN, E,

leg. 5869; Bermúdez de Castro, Correspondencia, III, pp. 1075-1086.


68 RAÚL FIGUEROA ESQUER Y VÍCTOR VILLAVICENCIO NAVARRO

y la intentona de los generales Gabriel Valencia, Juan N. Al-


monte y José María Tornel de lograr que Paredes ofreciera ga-
rantías de continuidad al sistema republicano, misma que, por
fortuna, había sido infructuosa, pues la guarnición de la capital
se adhirió incondicionalmente al Plan. Sin embargo, Paredes
había creído necesario transigir con la cúpula militar y convo-
có a una reunión con los altos mandos del ejército, de la cual
resultó una proclama con adiciones al plan en cuyos artículos
3º y 6º prometía mantener las formas republicanas.67 Según el
plenipotenciario español, Paredes se encontraba embriagado
por su triunfo y ya no parecía dispuesto a tomar en cuenta
los consejos de nadie. Por lo que, ante la publicación de las
referidas adiciones y la propuesta que algunos le habían hecho
de dejar la presidencia en manos de Almonte, él mismo había
tenido que ir a verlo para disuadirlo y convencerlo de tomar
el cargo. Una vez en él, Paredes dio a conocer un manifiesto,
redactado por Bermúdez de Castro, en el cual, con la intención
de echar por tierra las expectativas creadas por las adiciones,
reiteró las promesas de San Luis Potosí, declarando que el
Congreso que se convocaría contaría con amplias facultades y,
revestido “de toda clase de poderes, sin término, límite ni va-
lladar alguno a sus decisiones soberanas, sin que pueda existir
autoridad superior a la suya, constituirá libre y definitivamente
a la nación”.68 Por su parte, la convocatoria para el próximo
Congreso había sido encargada a Lucas Alamán, pero éste,
debido a su indecisión y pusilanimidad, había tenido que ser
auxiliado por Bermúdez de Castro. Ambos, luego de trabajar
cuatro días enteros, la redactaron de manera que el gobierno

67  Una copia de las “Adiciones y explicaciones al Plan de San Luis Potosí” fue
anexada por Bermúdez de Castro al D-190. Bermúdez de Castro, Corres­
pon­den­c ia, p. III, pp. 1092-1094.
68  Una copia del Manifiesto de Paredes fue anexada por Bermúdez de Castro

al D-190; Bermúdez de Castro, Correspondencia, pp. 1095-1096.


LOS MINISTERIOS ESPAÑOLES Y LA CONSPIRACIÓN MONÁRQUICA 69

tendría el control final sobre los elegidos, ya que básicamente


se pondría en práctica el voto censitario.69
En su extenso despacho, el diplomático español también
contaba la puesta en marcha del periódico que había preparado.
Según él, en tan sólo tres días arregló la aparición de El Tiempo,
diario que tenía por objeto robustecer las opiniones monárqui-
cas. En su “Prospecto”, cuya redacción asegura ser suya, no
se mencionaba la palabra monarquía, pero sí quedaba clara la
intención de la publicación: apoyo a los principios proclamados
en el Plan de San Luis Potosí, demandando especialmente que
el futuro congreso contara en efecto con total libertad para dar
forma política a la nación.70 El Tiempo, aseguraba Bermúdez de
Castro, entró bien pronto a la arena de los debates periodísti-
cos y llamó enseguida la atención por sus ideas. Lucas Alamán
había escrito el primer editorial, en el que se hacen evidentes
las ideas que tenía sobre el devenir de su país: el papel jugado
por “el ilustre caudillo de Iguala”, el peso de las tradiciones y
costumbres heredadas de la época virreinal, y el desatino por
parte de los diversos gobiernos de no querer reconocerlas, la
total inexperiencia de los mexicanos reflejada en el momento
en que debieron conducir la marcha política del país luego de la
independencia y, en general, el craso error que había significado
gobernar con las instituciones inadecuadas para México.71

69  Una copia de la convocatoria para el Congreso Extraordinario fue anexada


por Bermúdez de Castro al D-190; Bermúdez de Castro, Corresponden-
cia, III, pp. 1099-1127. Sobre el tema de la convocatoria y sus consecuencias
véase Aguilar Rivera, “La convocatoria”.
70  Una copia del “Prospecto” de El Tiempo, publicado el 24 de enero de 1846,

fue anexada por Bermúdez de Castro al D-190; Bermúdez de Castro,


Correspondencia, III, pp. 1127-1131.
71  Una copia del primer artículo editorial de El Tiempo (24 ene. 1846) fue

anexada por Bermúdez de Castro al D-190. También lo fue un artículo que


apareció cuatro días después, en el que se elogiaba la convocatoria para el
Congreso Extraordinario; Bermúdez de Castro, Correspondencia, III,
pp. 1131-1135.
70 RAÚL FIGUEROA ESQUER Y VÍCTOR VILLAVICENCIO NAVARRO

Por último, Bermúdez de Castro solicitaba al Ministerio de


Estado que le informara sobre el curso de las negociaciones
que sostenía el gobierno español con Gran Bretaña y Francia
relativas al apoyo que brindarían en caso de concretarse el
proyecto monárquico.72 La urgencia de contar con noticias al
respecto provenía de la última reunión que había tenido con
Paredes, en la que éste había manifestado la intención de enviar
representantes a esas cortes para preguntar si estarían dispuestas
a sostener un trono en México. Por fortuna, el plenipotenciario
había logrado convencer al presidente de que el gobierno espa-
ñol era el medio más adecuado para dicha tarea, pero reiteraba
que le eran sumamente necesarias todas las noticias correspon-
dientes, puesto que Paredes le preguntaba constantemente por
los avances en la cuestión.73 En efecto, a principios de febrero el
gobierno español ordenó a sus representantes en Londres, París
y Washington que sondearan la actitud de aquellos gobiernos
referente a un posible cambio de régimen político en México y
averiguaran hasta qué punto se encontraban dispuestos a apoyar
la empresa en caso de concretarse, señalando que sería resultado
exclusivo de la voluntad de los mexicanos.74 La respuesta obte-
nida –al menos la de Francia– resultaría positiva.75

72  Para el papel de Gran Bretaña en la intriga monárquica de Bermúdez de


Castro véase Vázquez Vera, México, Gran Bretaña, pp. 187-194. Para una
visión global de las relaciones México-Gran Bretaña de 1835 a 1848, consúl-
tese Vázquez Vera, La Gran Bretaña.
73  D-190. De SBC a Martínez de la Rosa. México, 29 de enero de 1846. AHN,

E, leg. 5869; Bermúdez de Castro, Correspondencia, III, pp. 1085-1086.


74  Las instrucciones fueron enviadas por medio de reales órdenes; hemos

consultado sus minutas, escritas en Madrid el 7 de febrero de 1846. De Martí-


nez de la Rosa a Carlos Martínez de Irujo [enviado extraordinario y ministro
plenipotenciario en Londres]; a Gaspar de Aguilera y Contreras [encargado
de negocios en París]; y a Ángel Calderón de la Barca [enviado extraordina-
rio y ministro plenipotenciario en Washington]. AHN, E, leg. 5869.
75  D-35. De Gaspar de Aguilera y Contreras a Manuel Pando Fernández de

Pinedo. París, 14 de febrero de 1846. AHN, E, leg. 5869.


LOS MINISTERIOS ESPAÑOLES Y LA CONSPIRACIÓN MONÁRQUICA 71

Como se ve, la intriga orquestada por Bermúdez de Castro le


significaba mucho trabajo, angustias y desconciertos. No obs-
tante reiterar en sus despachos encontrarse con el ánimo firme y
dirigir sus energías a la consecución de su propósito, debió sor-
tear todo tipo de dificultades, transigir con diversas personali-
dades y disipar la indecisión y los temores de sus colaboradores.
La empresa, que en un principio se pintaba como una campaña
sencilla con todas las seguridades de éxito, se fue complicando
con el paso de los días. El Ministerio de Estado, al entender que
poco a poco la situación se salía de control y que su proyecto no
se materializaría tan fácilmente, varió su actitud y dio un giro de
tuerca a su política hacia México.

segundo momento.
precaución y reserva

El 12 de febrero de 1846, Manuel Pando Fernández de Pinedo,


Marqués de Miraflores, se hacía cargo de la presidencia del
Consejo de Ministros de España. Aunque su gobierno duró
poco más de un mes (hasta el 16 de marzo), constituye el punto
de inflexión respecto a la intriga monárquica de Bermúdez de
Castro. Podemos caracterizar este momento como de precau-
ción y reserva.
En efecto, el Marqués de Miraflores era un diplomático ex-
perimentado. Había representado a España en Londres, donde
negoció la firma del Tratado de la Cuádruple Alianza en 1834,76
que ligaba a Gran Bretaña y Francia, grandes potencias, como las
garantes de la monarquía constitucional en Portugal y España,
las pequeñas potencias, pues estas últimas luchaban por la ins-
tauración de sendos regímenes liberales representados por dos
76 “Tratado de la Cuádruple Alianza entre España, la Inglaterra, Francia y
el Portugal; firmado en Londres el 22 de abril de 1834, con el fin de expulsar
del territorio portugués a los infantes don Carlos y don Miguel”, en Canti-
llo, Tratados, convenios y declaraciones, pp. 853-854.
72 RAÚL FIGUEROA ESQUER Y VÍCTOR VILLAVICENCIO NAVARRO

reinas niñas: Isabel II y María II. Aun cuando el apoyo militar


de parte de las grandes potencias citadas fue débil y esporádico,
las causas absolutistas representadas por el carlismo español y el
miguelismo portugués tenían sus días contados.
El Marqués de Miraflores, además de ser el presidente del
Consejo de Ministros, tenía bajo su cargo la cartera del Minis-
terio de Estado. Inmediatamente se percató de que el asunto
de instaurar una monarquía borbónica en México era de alta
gravedad y ordenó resumir toda información enviada hasta el
momento por Bermúdez de Castro. Con base en dicho resu-
men, elaboró sus reflexiones en forma de memorándum. En él
afirmaba que, según las propuestas del ministro español en Mé-
xico, el cambio de sistema político resultaría “si no como fácil
y sencillo, como muy hacedero”.77 Se hacía cargo de que en las
antiguas colonias españolas habían ocurrido una serie de trastor-
nos políticos, pero sostenía que seguía siendo válido el principio
de emancipación y repulsa de la dominación española que fuera
causa de la independencia. Insistía en que México existía como
nación desde hacía 24 años.
A continuación, analiza al autor de dicho proyecto. Conside-
ra que el gabinete de Narváez creyó factible el plan propuesto
por Bermúdez de Castro y que ignoró los antecedentes de dicho
diplomático.

77  Memorándum. De Manuel Pando Fernández de Pinedo, Marqués de


Miraflores, presidente del Consejo de ministros y Primer Secretario del
Despacho del Ministerio de Estado. Opinión muy reservada dirigida a S.M.
y al Consejo de ministros. Madrid, 24 de febrero de 1846. AHN, E, leg. 5869;
Bermúdez de Castro, Correspondencia, II, pp. 993-999. Si analizamos una
definición clásica del significado de memorándum veremos que se trata de
una comunicación diplomática, menos solemne que la memoria y la nota, por
lo común no firmada, en la que se recapitulan hechos y razones para que se
tengan presentes en un asunto grave. Informe en el que se expone algo que
debe tenerse en cuenta para una acción o en determinado asunto. Quitando
el hecho de que este documento sí va firmado, la definición es apropiada.
LOS MINISTERIOS ESPAÑOLES Y LA CONSPIRACIÓN MONÁRQUICA 73

No seré yo quien acuse ni rebaje su capacidad y buenas prendas


como hombre; pero en su historia está consignada su falta de expe-
riencia, la improvisación de su carrera empezada por la importante
misión que ahora desempeña, habiendo sentado plaza de ministro
plenipotenciario sin más ejercicio anterior que la de literato, sin
conocimiento previo de mundo, en corta edad y lleno por conse-
cuencia de estímulos fogosos de figurar y hacer noble fortuna”.78

Era un análisis certero del autor de la intriga.


Miraflores no culpaba a su predecesor en el Ministerio de
Estado, Martínez de la Rosa. Se limitaba a juzgar los anteceden-
tes por todos los documentos que encontró en el expediente
sobre la intriga. Pero sí le llamaba la atención la comunicación
de O’Donnell en la que, ya vimos, afirmaba que un cambio de
gobierno en México era muy posible, no así su consolidación.
Otra consideración de Miraflores respecto del cambio po-
lítico que Bermúdez de Castro propugnaba para México era
de orden moral. Argumentaba que ambos gobiernos tenían
relaciones diplomáticas recientemente establecidas: un ministro
de México residía en Madrid: Ignacio Valdivielso, y un minis-
tro de España, el propio Salvador Bermúdez de Castro, acababa
de ser recibido en dicho país. Se preguntaba: “¿Y puede ser
justo ni moral que este ministro de una gran nación se convierta
en foco de una intriga política dirigida a destruir un gobierno
cerca del cual estaba acreditado?”.79 Haciendo alusión a que en

78  Memorándum. De Manuel Pando Fernández de Pinedo, Marqués de


Miraflores, presidente del Consejo de ministros y Primer Secretario del
Despacho del Ministerio de Estado. Opinión muy reservada dirigida a S.M.
y al Consejo de ministros. Madrid, 24 de febrero de 1846. AHN, E, leg. 5869;
Bermúdez de Castro, Correspondencia, II, p. 994.
79  Memorándum. De Manuel Pando Fernández de Pinedo, Marqués de

Miraflores, presidente del Consejo de ministros y Primer Secretario del


Despacho del Ministerio de Estado. Opinión muy reservada dirigida a S.M.
y al Consejo de ministros. Madrid, 24 de febrero de 1846. AHN, E, leg. 5869;
Bermúdez de Castro, Correspondencia, II, p. 995.
74 RAÚL FIGUEROA ESQUER Y VÍCTOR VILLAVICENCIO NAVARRO

política podían ser ridículos semejantes escrúpulos, se refería


a la propia España, nuevamente interrogándose: “¿no estamos
todos y con razón clamando contra toda intervención extranjera
en nuestros negocios interiores y rebelándonos altivos contra el
influjo que algunas potencias quieren ejercer con nosotros?”.80
Al argumento de que no era lo mismo una intervención de po-
tencias extranjeras en España que la que hacía este último país
en un lugar como México, una antigua colonia de España, el
marqués se abstenía de hacer comparaciones.
No creía que un trono pudiese consolidarse en México y le
parecía delicada la participación de España en dicho cambio.
Además, el análisis de Miraflores, como diplomático experimen-
tado que era, aducía a que había que considerar la opinión no
sólo de Francia y de Gran Bretaña, sino también las complica-
ciones que semejante proyecto podría levantar Estados ­Unidos
contra España. Hacía alusión también a las escasas fuerzas ma-
teriales con que contaba la península.
El marqués también se situaba en la hipótesis de que todo salie-
se bien hasta el punto de que se presentase en Madrid una misión
mexicana para negociar qué príncipe español aceptaría el nuevo
trono de México. Ofrecía tres posibilidades de designación.
Primero. Don Carlos de Borbón, hermano de Fernando VII
y cabeza de los carlistas. Reconocía las ventajas de dicho candi-
dato. El inconveniente era que ni la familia real ni el gobierno
podía tratar con él, pues le eran desconocidos sus derechos al
trono de España. Tendría que contar con la mediación de Gran
Bretaña y de Francia.
Segundo. Don Francisco de Paula, el hermano menor de Fer-
nando VII, debería de marchar con toda su familia. Sus hijos, los

80  Memorándum. De Manuel Pando Fernández de Pinedo, Marqués de


Miraflores, presidente del Consejo de ministros y Primer Secretario del
Despacho del Ministerio de Estado. Opinión muy reservada dirigida a S.M.
y al Consejo de ministros. Madrid, 24 de febrero de 1846. AHN, E, leg. 5869;
Bermúdez de Castro, Correspondencia, II, p. 995.
LOS MINISTERIOS ESPAÑOLES Y LA CONSPIRACIÓN MONÁRQUICA 75

infantes don Francisco de Asís y don Enrique, deberían abando-


nar el servicio militar en España y marchar a México junto con
él. Esta combinación, igual que la primera, ofrecía la ventaja de
establecer una dinastía entera y numerosa, lo cual eliminaba los
riesgos de interrumpir la sucesión.
Tercero. La infanta doña Luisa Fernanda, hermana de la reina
Isabel II. Como princesa de Asturias era la inmediata sucesora de
la reina hasta que ésta contase con sucesión propia. Tendría que ir
casada con un príncipe europeo que la preservase de los riesgos
de su juventud –tenía 14 años– y de los eventuales en una monar-
quía de reciente instauración. Asimismo, tendría que renunciar a
sus derechos para ella y sus sucesores del trono de España.
El marqués desapasionadamente señala que los que tenían
la última palabra eran los mexicanos, no los españoles. Los
primeros analizarían bien las pretensiones absolutistas de don
Carlos, que llevaban la destrucción de su Constitución; pro-
bablemente a los mexicanos no les convencería la designación
de don Francisco de Paula. Finalmente, en el caso de la infanta
Luisa Fernanda, se preguntaba qué se haría si los mexicanos la
querrían soltera, cosa que España no podía consentir. “¿Qué si
México quería designar el príncipe que hubiera de casarse con
S.A. y que este príncipe no conviniese a la España, o el que de-
signase el gobierno de su augusta hermana no les conviniese a
los mexicanos?”.81
El Marqués de Miraflores concluía su extenso memorándum
recomendando que tan graves cuestiones debían de tratarse
primero en una sesión de todo el gabinete que él dirigía. Ade-
más, debía celebrarse un Consejo de Ministros presidido por
la reina Isabel II, la cual debería estar acompañada por María

81  Memorándum. De Manuel Pando Fernández de Pinedo, Marqués de


Miraflores, presidente del Consejo de ministros y Primer Secretario del
Despacho del Ministerio de Estado. Opinión muy reservada dirigida a S.M.
y al Consejo de ministros. Madrid, 24 de febrero de 1846. AHN, E, leg. 5869;
Bermúdez de Castro, Correspondencia, II, p. 999.
76 RAÚL FIGUEROA ESQUER Y VÍCTOR VILLAVICENCIO NAVARRO

Cristina de Borbón, la reina madre. El marqués fundamentaba


esta opinión en el hecho de que Fernando VII en su testamento
dejó a esta última como cabeza de la familia real. Argumentaba
que, si bien debían tratarse cuestiones de Estado, los personajes
involucrados formaban parte de la familia real y la dirigente era
María Cristina. Aunque no lo expresa, también debió pesar en
su ánimo el hecho de que la reina Isabel II, aunque había sido
declarada mayor de edad a los 13 años, en el momento en que
escribe Miraflores era una adolescente de escasos 15 años.82
Cinco días más tarde de la redacción del memorándum, Mira-
flores giró instrucciones a Bermúdez de Castro. En ese momen-
to conocía el desarrollo de la intriga hasta las comunicaciones del
ministro de España en México de finales de diciembre de 1845.
Aprobaba su conducta y le pedía que se abstuviera “de redactar
ningún documento” y cuidara de que no pudiera “hallarse nun-
ca el menor vestigio de la parte que le ha cabido en el negocio
pendiente”.83 Le informaba que el gobierno por él presidido ha-
bía iniciado gestiones confidenciales cerca de las cortes de París
y Londres para sondear su parecer ante un eventual cambio de
gobierno en México. También lo instruía sobre la actitud que
debía guardar en caso de que una asamblea mexicana declara-
se el establecimiento de la monarquía con un príncipe o princesa
española. En caso de que el representante británico se dirigiese
a él, debía expresarle que, si bien este hecho halagaba a la reina de
España, en ningún caso actuaría aisladamente, sino de completo
acuerdo con sus aliados –lo cual era una muestra de la debilidad
de España–. Lo instaba a que no debía nombrarse a una perso-
na determinada, dejando a Isabel II la posibilidad de actuar con
la debida libertad. Veía como conveniente la venida a Madrid de
una diputación mexicana con amplios poderes, especialmente si
82 
Todo parece indicar que dicho Consejo no se llevó a cabo.
83 
Minuta. Del Marqués de Miraflores a SBC. Madrid, 1o de marzo de 1846.
AHN, E, leg. 5869. Bermúdez de Castro, Correspondencia, II, pp. 1000-
1001.
LOS MINISTERIOS ESPAÑOLES Y LA CONSPIRACIÓN MONÁRQUICA 77

era elegida la infanta Luisa Fernanda, y que dichos poderes la


autorizasen a que fuese casada con un príncipe europeo. Le rei-
teró que por el Ministerio de Hacienda se le habían enviado los
fondos con cargo a las cajas de La Habana, para que quedaran
cubiertos sus compromisos y no se desgraciara lo iniciado. Sin
embargo, en tono admonitorio le advertía:

[…] debiendo apreciar debidamente y con crítica severa la proba-


bilidad de un éxito definitivo; pero al propio tiempo y aunque el
gobierno de S.M. no ha cesado de dispensar a V.S. una confianza
sin límites, debo prevenirle que use de dichos fondos con la mayor
economía, teniendo muy presente que, en el estado de penuria
del erario, es un sacrificio muy sensible el que se ha hecho y que
para ello han debido quedar desatendidas, por el momento, obliga-
ciones muy preferentes en la península.84

Mientras el Marqués de Miraflores giraba tan prudentes


instrucciones desde Madrid, en México, como ya lo había
anunciado, Bermúdez de Castro propiciaba la publicación del
periódico monarquista El Tiempo. Fue fundado el 24 de enero
de 1846 y apareció en un principio como un diario dedicado
a propagar “ideas políticas diferentes”; al mismo tiempo te-
nía algo de ministerial, dadas sus muestras de deferencia ante
la administración de Paredes. Aunque en sus primeros núme-
ros no hizo claras sus ideas monarquistas, sólo señalando que
el problema de México eran sus instituciones, todo quedó

84 Minuta. Del Marqués de Miraflores a SBC. Madrid, 1o de marzo de 1846.


AHN, E, leg. 5869. Bermúdez de Castro, Correspondencia, II, p. 1001.
En el resumen de los asuntos que se resolvieron en los 34 días que duró el
ministerio de 12 de febrero de 1846, presidido por el Marqués de Miraflores,
éste escribió: “Instrucciones extensas y circunspectas dadas al ministro de
España en México, para que se arreglase su conducta a los críticos momentos
del movimiento político que acababa de verificar el general Paredes”. Mira-
flores, Memorias, vol. ii, p. 285.
78 RAÚL FIGUEROA ESQUER Y VÍCTOR VILLAVICENCIO NAVARRO

despejado al publicar el célebre artículo “Nuestra profesión de


fe”, el 12 de febrero. Su autoría ha sido muy discutida por los
historiadores.85 Por nuestra parte, nos inclinamos a afirmar que
en realidad el autor fue Alamán, pues escribir sobre Iturbide,
el Plan de Iguala, las discrepancias con Gutiérrez de Estrada,
quien no creía que en México hubiese hombres capaces de
transformar las instituciones republicanas, no puede ser sino
obra del historiador guanajuatense. Probablemente cuando el
artículo hace mención de la suerte de los regímenes republi-
canos en Holanda, Inglaterra y Francia, sí se trata de la pluma
de Bermúdez de Castro, quien en comunicación dirigida al
ministro de Estado afirmó: “La profesión de fe era necesaria
para animar a los tímidos y acostumbrar los oídos a la palabra
monarquía, señal hasta ahora de proscripción; la escribí con
acuerdo de Alamán y por consejo de Paredes que deseaba tan-
tear más vigorosamente el campo”.86
Es el diplomático español quien relató también la gran expec-
tación que produjo la circulación del citado artículo y la rapidez
con la que se agotaron todos los números del día que se publicó.
Una declaración política a favor de la monarquía constitucio-
nal por los editores de El Tiempo tenía que provocar una enorme
polémica. Se unieron todos los periódicos republicanos para
combatirla. La discusión no sólo fue llevada al terreno del debate
periodístico, sino que el general Manuel Montoro denunció la

85  Los que señalan a Alamán como autor de dicho artículo son los siguientes:
González Navarro, El pensamiento político; Noriega, El pensamiento
conservador, t. II; Gurría Lacroix, Las ideas monárquicas; únicamente Va-
ladés no lo considera así: Alamán. Un análisis pormenorizado de “Nuestra
profesión de fe” ha sido realizado por Villavicencio Navarro, “Gloria,
honor y prosperidad”, pp. 11-18.
86  D-202. De SBC a Miraflores, México, 26 de febrero de 1846. AHN, E,

leg. 5869. Debido a la trascendencia de esta cita aparece en cursiva lo que


originariamente se encuentra cifrado. Bermúdez de Castro, Correspon-
dencia, III, p. 1173.
LOS MINISTERIOS ESPAÑOLES Y LA CONSPIRACIÓN MONÁRQUICA 79

publicación ante Ignacio Jáuregui, juez de lo criminal, por lo que


se procedió contra el editor Antonio Nájera.87
Otros asuntos trataba Bermúdez de Castro en su comunica-
ción a Madrid, como su distanciamiento de O’Donnell, llenos
ambos de recelos. El plenipotenciario consideraba que el capitán
general de la isla de Cuba no controlaba lo suficiente a la pren-
sa de La Habana. Las indiscreciones de dicha prensa fijaban toda
la atención sobre el diplomático español. Asimismo, aseguraba
que el candidato de Paredes era el infante don Enrique. Don
Salvador relata una entrevista que tuvo con Paredes en la que, a
pesar del lenguaje comedido con que describe dicha audiencia,
probablemente tomando en cuenta que era una comunicación
diplomática, el uso de expresiones que parecen baladronadas de
parte de Paredes nos induce a creer que Bermúdez de Castro
estaba dudando que el general mexicano tuviese el tino político
para un cambio tan trascendental en las instituciones. Las pala-
bras: “Lástima es que no tenga más comprensión política […]”88
parecen indicar que al menos la vacilación se había sembrado en
nuestro intrigante.
Días después de la declaración de monarquía, El Tiempo
publicó un artículo titulado “La República y la Monarquía” en
el que sí es patente la pluma exclusiva de Bermúdez de Castro.89
En este escrito se pretendía desacreditar por completo las ideas
republicanas, asegurando que en la Francia de Luis Felipe ya no
existía un partido que profesase esa ideología y que los segui­
dores se habían fundido con otros. En cuestiones doctrinarias
refutaba al diario La Reforma, que había citado las palabras del

87  Elpropio Montoro mandó una carta a El Monitor Republicano con los
detalles de su denuncia y éste la reprodujo (20 feb. 1846).
88  D-202. De SBC a Miraflores, México, 26 de febrero de 1846. AHN, E,

leg. 5869. Bermúdez de Castro, Correspondencia, III, p. 1174.


89  “La República y la Monarquía”, Artículo segundo, El Tiempo (16 feb.

1846); Bermúdez de Castro, Correspondencia, III, pp. 1181-1185.


80 RAÚL FIGUEROA ESQUER Y VÍCTOR VILLAVICENCIO NAVARRO

abate Henri Gregoire,90 “la historia de los reyes es el martirolo-


gio de los pueblos”. Desacreditaba la figura de obispo juramen-
tado. Y argumentaba que, en los tiempos del citado publicista,
no existía en Europa “la monarquía representativa, admirable
transacción entre los principios del gobierno y de libertad po-
pular”. Consideraba que el principio monárquico conservaba la
vida de las naciones, citando los casos de Francia, España, Gran
Bretaña y Austria.
En otro artículo, seguramente también escrito por Bermúdez
de Castro, se resaltaba la importancia de la aristocracia del méri-
to, tal como ocurría en la Francia de Luis Felipe. Todo el ideario
monarquista bermudino está muy influido por el liberalismo
doctrinario, credo oficial de los moderados españoles y opues-
to, desde luego, al liberalismo doceañista de la Constitución de
Cádiz.91 Consideraba que el poder monárquico actuaba como
un conciliador, “lejos de la esfera de las pasiones de los parti-
dos”, y garantizaba la imparcialidad del gobierno y el orden en
la administración.92
En este estado la polémica periodística se volvió aún más viru-
lenta con la publicación de dos largos artículos de Carlos María
de Bustamante en el diario El Memorial Histórico, ambos titu-
lados: “México no quiere rey, y menos a un extranjero”.93 En el
estilo enfático y vehemente del autor, se trata de una defensa de

90  Domínguez Michael, Vida de Fray Servando, pp. 202-226.


91 Véase Díez del Corral, El liberalismo doctrinario.
92  “La República y la Monarquía”, Artículo tercero, El Tiempo (21 feb. 1846).

Bermúdez de Castro incluyó un manifiesto de Santa Anna, fechado en La


Habana, el 8 febrero de 1846, en el que se hacía patente su fe republicana. Ma-
nifiesto. “El general Antonio López de Santa Anna a la Nación mexicana”,
La Habana, 8 de febrero de 1846, El Tiempo (22 feb. 1846). Bermúdez de
Castro, Correspondencia, III, pp. 1185-1190; 1204-1205.
93  Memorial Histórico (6 y 21 feb. 1846). Una edición crítica de estos dos

artículos en Bermúdez de Castro, Correspondencia, III, pp. 1208-1240.


Con algunas adiciones fue reproducido por Carlos María Bustamante en su
obra El nuevo Bernal, vol. i, pp. 133-162.
LOS MINISTERIOS ESPAÑOLES Y LA CONSPIRACIÓN MONÁRQUICA 81

las instituciones republicanas y en contra de la monarquía que se


pretendía instaurar en México. Cabe mencionar que Bermúdez
de Castro no envío dichos artículos a Madrid. Bustamante se
apoya en una enorme variedad de fuentes y su texto está lleno
de citas en latín.94 Son artículos farragosos y desordenados, que
tratan de probar lo ajena que era la monarquía al pueblo de
México. También señala la injerencia de la colonia española en
los proyectos que se percibían de la intriga monárquica. Ber-
múdez de Castro aseguraba que los periódicos La Hesperia y
El Espectador, de la colonia española de la capital, no se habían
involucrado en la polémica de la prensa, pero no era veraz al me-
nos respecto al primero. Nos consta que La Hesperia intervino,
reconviniendo a Bustamante sus opiniones.95
Aun cuando Bermúdez de Castro juzgaba con desdén di-
chos escritos, protestó por ellos ante el ministro de Relaciones
Exteriores, Joaquín María del Castillo y Lanzas, exigiendo una
retractación del autor.96
Un mes más tarde, el diplomático español informaba sobre la
tan esperada retractación de Bustamante.97 En realidad no hubo

94  Los autores expresan su agradecimiento al doctor Mauricio López


Noriega, quien tradujo, corrigió, referenció (con fuentes clásicas) y nos
explicó las citas y fragmentos originales en latín. Enumeramos las obras que
utilizó Bustamante. Fuentes bíblicas: Samuel, los Salmos, Oseas, Jeremías,
Isaías y la epístola de San Pablo a los romanos; de la antigüedad clásica: Tito
Livio, Juvenal y Cicerón; el gran escolástico Tomás de Aquino; los historia-
dores jesuitas Juan de Mariana y Manuel de Sá; el cronista fray Bernardino
de ­Sahagún; el revolucionario Lázaro Carnot; los historiadores Conyers
Middleton, William H. Prescott y Mariano Torrente.
95  No nos fue posible localizar el artículo del 25 de febrero. Pero sí el publicado

por La Hesperia (4 mar. 1846); Bermúdez de Castro, Correspondencia, III,


pp. 1243-1246.
96  D-203. De SBC a Miraflores, México, 27 de febrero de 1846. AHN,

AMAE, leg. 1649; Bermúdez de Castro, Correspondencia, III, pp. 1205-


1208.
97  D-206. De SBC a Narváez, México, 18 de marzo de 1846. AHN, AMAE,

leg. 1649; Bermúdez de Castro, Correspondencia, III, pp. 1250-1251.


82 RAÚL FIGUEROA ESQUER Y VÍCTOR VILLAVICENCIO NAVARRO

tal, sólo un párrafo en que el autor asegura no haber pretendido


ofender los derechos de España, ni mucho menos a la reina Isa-
bel II o a la reina madre. Fuera de estas palabras de cortesía per-
sistía en la defensa de sus ideales políticos. El artículo se tituló “A
mi Nación Republicana”; si bien guardaba un poco las formas, no
hubo una claudicación de su defensa de la forma republicana de
gobierno para México.98 En un largo comentario que añadió Bus-
tamante al reeditar su artículo en el libro El nuevo Bernal Díaz
del Castillo fue aún más cáustico con Bermúdez de Castro.99
El gabinete de Miraflores tuvo corta vida. Más breve, 16 días,
la tendría el segundo ministerio de Narváez. Entre las causas de
su caída se han argumentado varias razones. Sin embargo, Juan
Valera resalta entre ellas el disgusto que experimentó la reina
madre María Cristina por no haberse considerado a ninguno de
los hijos que tuvo en su matrimonio morganático con Fernando
Muñoz para el trono de México.100
Fue el ministerio de Istúriz el que contestó a Bermúdez
de Castro sobre la reclamación que hizo relativa al caso de

98  Un especialista en el tema ha puntualizado que don Carlos fue un repu-


blicano declarado “enemigo de la monarquía”. Sordo Cedeño, “El pen-
samiento conservador”, en Fowler y Morales Moreno (coords), El
conservadurismo mexicano, pp. 135-168. Otro estudio publicado en el mismo
libro es el de Fowler, “Carlos María de Bustamante: un tradicionalista libe-
ral”, pp. 59-85. En este último queda perfectamente demostrada la afiliación
política de Bustamante: republicano, centralista y católico tradicionalista.
99  “Heridos de muerte los monarquistas se descosieron contra mí en sus es-

critos, apelaron a la calumnia (que es su arma favorita) hasta suponerme que


yo había tratado mal a la reina de España, cuando jamás lo intenté, ni como
señora, ni como soberana. El enviado español [Bermúdez de Castro] se quejó
de esto al gobierno; pero éste se abstuvo de reconvenirme, y si tal hubiera
hecho nos habían oído los sordos, y yo había procurado analizar el pago que
de orden suya se hizo en La Habana de 12 000 pesos que podía extenderse
hasta un millón que serviría sin duda para cohechar a ciertos mexicanos
pícaros que se reunían a ayudar con sus plumas el proyecto.” Bustamante,
El nuevo Bernal, p. 161.
100  Valera, Historia general de España, t. XXIII, pp. 24-25.
LOS MINISTERIOS ESPAÑOLES Y LA CONSPIRACIÓN MONÁRQUICA 83

Bustamante, aprobando su actuación ante el gobierno mexicano.


También alababa la actitud de este gobierno y le recomendaba
que siempre defendiese la dignidad de la nación española, así
como que se preservasen los estrechos vínculos que unían a
ambos países.101

tercer momento. prudente retirada

A partir de las consideraciones que Miraflores envió al Consejo


de ministros, y de las noticias cada vez menos entusiastas de Ber-
múdez de Castro, el Ministerio de Estado dio nuevamente un
giro de tuerca a su política respecto a México, esta vez definitivo.
Mientras tanto, O’Donnell volvió a hacer patente la des-
confianza que la situación le inspiraba. A finales de febrero de
1846, escribió a Miraflores para enterarlo de la reserva que el
plenipotenciario en México guardaba con él sobre su misión.
“Esquiva el entrar conmigo en la cuestión –aseguraba– y no me
da explicación ni noticia alguna respecto al proyecto de estable-
cer una monarquía en aquel país.”102 Asimismo, a pesar de su-
brayar una vez más las dudas que tenía sobre el plan de cambiar
el sistema de gobierno mexicano, se decía enteramente dispuesto
a seguir las instrucciones de apoyarlo, por lo que avisaba que ya
se habían hecho llegar a la ciudad de México los 100 000 duros
autorizados para los gastos preparativos correspondientes y que
el bergantín Habanero saldría para ponerse a las órdenes de Ber-
múdez de Castro. Al final de su carta, el capitán general de la
isla de Cuba reiteró su modo de ver la situación: “Si bien puede

101  Minuta núm. 109. De Istúriz a SBC, Madrid, 28 de abril de 1846. AHN,
AMAE, leg. 1649. Minuta interlineada [Madrid], 29 de mayo [de 1846] al
Despacho 206. De SBC a Narváez, México, 18 de marzo de 1846. AHN,
AMAE, leg. 1649. Bermúdez de Castro, Correspondencia, III, pp. 1206
y 1246.
102  D-s/n. De O’Donnell a Miraflores. La Habana, 24 de febrero de 1846.

AHN, E, leg. 5869.


84 RAÚL FIGUEROA ESQUER Y VÍCTOR VILLAVICENCIO NAVARRO

haber posibilidad de hacer en aquel país una revolución a favor


de las instituciones monárquicas, hay muy poca seguridad y
garantías de que se conserve largo tiempo el príncipe que fuera
llamado al trono”.103
Bermúdez de Castro, por su parte, mantuvo su reserva con
O’Donnell. Le dirigió una carta en la que, con tacto y sutilidad,
le reclamaba el vapor que había solicitado y le afirmaba una vez
más que la cifra para sus comunicaciones seguía sin llegarle, ra-
zón que lo imposibilitaba para compartirle detalles del proyec-
to.104 Por otra parte, le hacía saber que de La Habana salían todo
tipo de rumores referentes a un intento español de establecer
una monarquía en México, motivados por la concentración de
embarcaciones de guerra en Cuba. Ello le causaba gran disgusto
y arriesgaban su posición, por lo cual le encargaba averiguar la
fuente de ellos a fin de evitarlos. En su contestación, O’Donnell
se limitó a señalarle que no había navíos disponibles puesto que
todos serían mandados a Santo Domingo.105 Poco a poco, su
relación fue deteriorándose.
La situación mexicana, sin embargo, se tornaba cada vez más
negra para los planes del plenipotenciario español. A finales del
mismo marzo debió dar cuenta al Ministerio de Estado de las
dificultades que se le presentaban. Según él, todo se había com-
plicado gracias a la incapacidad e irresolución de sus colaborado-
res, además de los ataques que la prensa republicana propinaba
a Paredes, acusándolo de “borbonista y enemigo de la patria
que [deseaba] entregar al país a un príncipe extranjero”.106 Por
103  D-s/n. De O’Donnell a Miraflores. La Habana, 24 de febrero de 1846.
AHN, E, leg. 5869.
104  D-s/n. De SBC a O’Donnell. México, 26 de febrero de 1846. AHN, E,

leg. 5869.
105  D-s/n. De O’Donnell a SBC. La Habana, 10 de marzo de 1846. AHN,

E, leg. 5869.
106  D-220. De SBC a Ramón María Narváez. México, 29 de marzo de 1846.

AHN, E, leg. 5869. Bermúdez de Castro, Correspondencia, III, pp. 1284-


1296.
LOS MINISTERIOS ESPAÑOLES Y LA CONSPIRACIÓN MONÁRQUICA 85

fortuna, aseguraba que había echado a andar otra publicación,


llamada El Mosquito Mexicano, y que El Tiempo se mantenía fir-
me como campeón de las ideas monarquistas, en cuyos artículos
se demostraba que el Congreso que habría de convocarse con-
taba con todas las facultades necesarias para transformar políti-
camente al país. Sin embargo, era tal la rudeza de los ataques de
la prensa republicana, que el gobierno había creído necesario
decretar su regulación, por lo cual había ordenado que cesaran
las discusiones políticas en los periódicos. Ello constituyó, sin
duda, un golpe duro a la intriga que orquestaba.
Como bien se le había anticipado, los Estados Unidos resulta-
rían el principal obstáculo a vencer para desarrollar el proyecto y
ya habían comenzado a complicar su marcha. Bermúdez de Cas-
tro aseguraba que la guerra con el vecino del norte era inminente
y que agentes de la Unión se encontraban corrompiendo a algu-
nos mandos militares con el fin de iniciar una sublevación contra
Paredes, mismo que comenzaba a escuchar los nefastos consejos
de Tornel –“monárquico con los monarquistas, republicano
ardiente con los republicanos”–, quien lo intentaba convencer
de que la única vía de asegurar la paz interna era pronunciarse
en favor del republicanismo. Por fortuna, la funesta influen-
cia de Almonte en el presidente había sido cortada al habérsele
separado de la cartera de Guerra y enviado en misión diplomá-
tica a París.107 Sin embargo, el amor propio, la incapacidad y la
obstinación de Paredes lo hacían encontrarse cada vez más lejos
de la posición ventajosa que ganó con su pronunciamiento en
San Luis Potosí y cada vez era más difícil hacerlo cumplir sus
promesas. Todos los aprietos, en suma, se debían a la tibieza y

107 En su camino a Europa, Almonte se detuvo en La Habana con el propósi-


to, según O’Donnell, de aguardar a que Santa Anna fuera llamado a México
gracias a un pronunciamiento en su favor y así volver junto con él para formar
parte de su gabinete. Despacho 223. De O’Donnell a Istúriz. Traslada una
comunicación enviada el mismo día a SBC. La Habana, 9 de abril de 1846.
AHN, E, leg. 5869.
86 RAÚL FIGUEROA ESQUER Y VÍCTOR VILLAVICENCIO NAVARRO

cobardía de los mexicanos que se habían comprometido con el


proyecto. “Faltan hombres de gobierno en este país –aseguraba
el diplomático español–: la timidez, la apatía, la irresolución son
las cualidades distintivas de los hombres públicos.”108 Por otra
parte, Bermúdez de Castro también se dio tiempo para quejarse
una vez más de O’Donnell con sus superiores, relatando que
en México ya circulaba el rumor del dinero que había mandado
librar en La Habana, lo cual sólo podía atribuirse a una indis-
creción de las autoridades de la isla. Finalmente, volvía a pedir
noticias sobre las negociaciones de apoyo al trono mexicano con
Francia y Gran Bretaña.
La respuesta que recibiría de Madrid dejó en claro la nueva ac-
titud del gobierno español. Toda vez que el destino de la intriga
dependía del Congreso que habría de convocarse, se le ordenaba
que hasta conocer los resultados de sus deliberaciones podrían
saberse con certeza las posibilidades de triunfo o la necesidad
de dar por terminada la empresa, razón por la que no convenía
dar mayores pasos en una dirección que pudiera resultar equi-
vocada. Asimismo, se le encargó muy puntualmente el cuidarse
“de no comprometer al gobierno de S. M. con el de Estados
Unidos” dentro del conflicto que se veía venir con México.109 La
contestación que Bermúdez de Castro recibiría de su despacho
número 190 iría en el mismo sentido: esperar a la resolución de
la asamblea “antes de imponer a España nuevos sacrificios”. En
ella también se le avisó que la reina había decidido ordenar la
suspensión de la entrega del resto de los diez millones de reales
que le habían autorizado librar en La Habana.110 Así, la llave de

108  D-220. De SBC a Ramón María Narváez. México, 29 de marzo de 1846.


AHN E, Leg. 5869. Bermúdez de Castro, Correspondencia, III, p. 1293.
109  Minuta. De Francisco Javier Istúriz a SBC. Madrid, 29 de mayo de

1846. AHN, E, leg. 5869. Bermúdez de Castro, Correspondencia, III,


pp. 1307-1308.
110  Minuta. De Istúriz a SBC. Madrid 30 de abril de 1846. AHN, E, leg. 5869.

La misma orden se transmitió al ministro de Hacienda, de donde se trasladó


LOS MINISTERIOS ESPAÑOLES Y LA CONSPIRACIÓN MONÁRQUICA 87

la que corría el dinero para establecer una monarquía en México


quedó cerrada.
Sin estar aún enterado del todo del cambio de política ultra-
marina que se ponía en marcha desde Madrid, Bermúdez de
Castro continuó mandando sus despachos para informar a su
gobierno acerca de la situación mexicana. Para fines de abril de
1846, la guerra contra Estados Unidos estaba a la vuelta de la
esquina, siendo el tema principal de los debates públicos y perio-
dísticos.111 En realidad, eran pocas las novedades que añadir res-
pecto a su despacho anterior. El Tiempo continuaba en su labor
de probar en sus columnas el error que había significado para
México haber sido gobernado bajo el sistema republicano,112
pero debido a la censura que el gobierno había decretado sobre
los temas políticos en los diarios, se pusieron en marcha nume-
rosos ardides para hacer cesar su publicación, todos infructuo-
sos. Bermúdez de Castro informó también del levantamiento en
contra de Paredes que Juan Álvarez comandaba en el sur; de las
intrigas de Estados Unidos, maquinadas junto con los federa-
listas, para debilitar al gobierno y lograr la anexión de Yucatán
y los departamentos norteños; y de los planes que Santa Anna
orquestaba desde Cuba, poniéndose en contacto con agentes de
todos colores políticos, haciéndose pasar lo mismo por federa-
lista que por monárquico, con tal de ganar adeptos. “Tal es este
hombre –escribía sobre aquél–, cuya reputación de falsedad es
proverbial en su país. Desea volver de cualquier modo, a cual-
quier costa, a gozar de sus riquezas y de las pingües haciendas

a la Intendencia de La Habana. Oficio. De Alejandro Mon a Istúriz. Madrid,


30 de abril de 1846. AHN, E, leg. 5869.
111  D-238. De SBC a Istúriz. México, 28 de abril de 1846. AHN, E, leg. 5869;

Bermúdez de Castro, Correspondencia, III, pp. 1354-1362.


112  Copias de los ejemplares de El Tiempo correspondientes al 12, 13 y 17 de

marzo de 1846, fueron anexadas por Bermúdez de Castro al D-238; Ber-


múdez de Castro, Correspondencia, III, pp. 1363-1378. El contenido de
esos artículos ha sido relatado y comentado por Figueroa Esquer, Entre la
intervención, pp. 120-123.
88 RAÚL FIGUEROA ESQUER Y VÍCTOR VILLAVICENCIO NAVARRO

de su improvisado patrimonio”.113 En lo tocante al Congreso,


se habían llevado a cabo las elecciones, pero no contaron con la
importancia que debían; por fortuna para su proyecto, los resul-
tados habían sido favorables. Sin embargo, Paredes complicaba
todo debido a su debilidad de carácter. Le había asegurado que
se encontraba resuelto a sostener su palabra de levantar un trono
español en México, pero ahora la suerte de la intriga dependía
del resultado de los primeros combates en la frontera contra las
tropas estadounidenses.
Una vez más, Bermúdez de Castro aprovechó para quejarse
del gobierno cubano. El vapor que había solicitado al apostade-
ro de La Habana seguía sin aparecer.

Juzgo mi deber llamar la atención de V.E. sobre este punto –decía–;


sea que no existan fuerzas marítimas bastantes, sea que se prefiera
emplearlas en otros objetos, seis meses hace que, a pesar de las órde-
nes del gobierno y de mis repetidas súplicas, no he conseguido que
se refuerce con un solo buque la estación del golfo mexicano.”114

Finalmente, luego de dar cuenta sobre la conferencia que ha-


bía tenido con el ministro inglés Charles Bankhead –a quien el
propio Paredes había enterado de la intriga– , en la que lo había
persuadido de la conveniencia de que fuera español el príncipe
que ocupara un trono en México, aseguró, como siempre, en-
contrarse fuera de toda sospecha e insistió en que se le enviaran
noticias del avance de las negociaciones de apoyo con las po-
tencias europeas, pues Paredes le preguntaba constantemente
sobre ese tema. Sus instrucciones de respuesta no variarían mu-
cho de las anteriores: se aprobó su conducta, se le advirtió que

113  D-238. De SBC a Istúriz. México, 28 de abril de 1846. AHN, E, leg. 5869;
Bermúdez de Castro, Correspondencia, III, p. 1359.
114  D-238. De SBC a Istúriz. México, 28 de abril de 1846. AHN, E, leg. 5869;

Bermúdez de Castro, Correspondencia, III, p. 1361.


LOS MINISTERIOS ESPAÑOLES Y LA CONSPIRACIÓN MONÁRQUICA 89

las negociaciones con Gran Bretaña115 y Francia iban por buen


camino, que en su momento se le darían más detalles, y se le re-
comendó que economizara lo más posible, juzgando hasta qué
punto valía la pena gastar en el sostenimiento de los periódicos
monarquistas.116
Fue hasta los últimos días de mayo que Bermúdez de Castro
se rindió; comprendió al fin que su gran proyecto sería impo-
sible de llevar a cabo y así lo reportó al Ministerio de Estado.
“Las derrotas sufridas en el Norte y los planes de trastornos
que se multiplican en el interior de la República han añadido
nuevas y más funestas complicaciones a la situación desgraciada
del país –señalaba con tristeza–, y desbaratado casi completa-
mente nuestros planes respecto a la cuestión de monarquía.”117
Con los puertos de Veracruz y Tampico bloqueados, el oro
estadounidense corrompiendo a los mandos militares y la “ver-
gonzosa cobardía de la oficialidad mexicana”, el pabellón de la
Unión marcharía triunfante hacia el interior del país. La prensa
capitalina se ocupaba casi exclusivamente de las noticias de
la frontera; el ardor de la polémica sobre la monarquía y los
trabajos del futuro Congreso habían quedado relegados. Según
el representante español, Paredes dudaba en salir a combatir al
enemigo, temiendo una sublevación de su tropa en el camino
y, al mismo tiempo, temiendo otra en la ciudad de México en
caso de quedarse. Para colmo, el arzobispo Posada y Garduño,

115  Elgobierno británico en verdad parecía interesado en que México se


convirtiera en una monarquía encabezada por un príncipe de la casa de los
Borbones españoles y estaba de acuerdo en brindar su apoyo al proyecto a
la par de Francia. Pero, al igual que el Ministerio español, prefería esperar
a ver qué resultaba de los trabajos del Congreso. Así lo comunicó a Madrid
el representante de España en Londres. D-451. De Carlos Martínez de Irujo
a Istúriz. Londres, 20 de mayo de 1846. AHN, E, leg. 5869.
116  Minuta. De Istúriz a SBC. Madrid, 29 de junio de 1846. AHN, E,

leg. 5869.
117  D-253. De SBC a Istúriz. México, 29 de mayo de 1846. AHN, E, leg. 5869;

Bermúdez de Castro, Correspondencia, III, p. 1421.


90 RAÚL FIGUEROA ESQUER Y VÍCTOR VILLAVICENCIO NAVARRO

quien garantizaba el apoyo del clero al proyecto monárquico,


había muerto.
No obstante, con todos los elementos en contra y ante la
adversidad de la situación, Bermúdez de Castro aseguraba que
había desarrollado un plan que habría significado una nueva
oportunidad para sus propósitos. Éste consistía en que el co-
ronel Cano en San Luis Potosí, al mismo tiempo que Bravo
en Veracruz y Luis Parres en Sonora, se levantara en favor del
sistema monárquico; varios diputados del Congreso se hallaban
decididos a apoyar el movimiento y hacer la propuesta respec-
tiva en la asamblea. Sin embargo, el presidente había decidido
esperar, confiado en que una victoria en la frontera del norte le
brindara una oportunidad más propicia para el levantamiento,
lo cual nunca sucedió. Señaló entonces que la ocasión se había
perdido por completo: “Los cimientos del edificio han faltado
bajo los pies de Paredes y, desalentado y temeroso, sólo piensa
ahora en salvarse de las asechanzas revolucionarias”.118 Como
era su costumbre, antes de firmar su despacho, Bermúdez de
Castro aseguró que se encontraba libre de todo compromiso y
sospecha respecto a su participación en intriga política alguna.
Sin embargo, en la respuesta que recibiría de Madrid se le ad-
vertiría que el secreto no se hallaba tan bien guardado como él
suponía, toda vez que constaba en el Ministerio que el proyecto
de monarquía en México había sido comentado por algún agente
extranjero a su gobierno.119 La confianza en su proceder por
parte de sus superiores comenzó así a decaer.
Al parecer ya resignado por completo, el plenipotenciario
siguió informando a Madrid los pormenores de la desgracia-
da situación de México. Las derrotas en las orillas del río Bravo
se repitieron, el ejército de Estados Unidos marchaba victorioso,
118 D-253. De SBC a Istúriz. México, 29 de mayo de 1846. AHN, E, leg. 5869;
Bermúdez de Castro, Correspondencia, III, p. 1424.
119  Minuta. De Istúriz a SBC. Madrid, 29 de julio de 1846. AHN, E,

leg. 5869; Bermúdez de Castro, Correspondencia, III, pp. 1424-1425.


LOS MINISTERIOS ESPAÑOLES Y LA CONSPIRACIÓN MONÁRQUICA 91

los levantamientos en contra de Paredes se multiplicaban, la es-


casez del erario era total y los santanistas seguían intrigando jun-
to con los federalistas para derrocar al gobierno.120 El Congreso
inició sus trabajos el 6 de junio y en la sesión de apertura Paredes
había leído un mensaje –según Bermúdez de Castro, redactado
por Tornel– en el que pedía a los diputados fortalecer las institu-
ciones republicanas.121 Con ello, el proyecto recibió la puntilla.
Con la amenaza de los pronunciamientos, la molestia de los di-
putados de ideas monárquicas, sin recursos y ante la inminencia
de la invasión estadounidense, el presidente, “para consolarse de
tantos disgustos, se entregó con nueva fuerza a la bebida, que
[había] sido siempre su principal afición”.122 El propio plenipo-
tenciario había ido a entrevistarse con él, pero nada pudo lograr.
Aun cuando Paredes insistió en que continuaba pensando que
el sistema monárquico era el adecuado para salvar al país, ya no
contaba con los elementos necesarios para seguir adelante, había
preferido dar un paso atrás y manifestar su protesta republicana
ante el Congreso. Sin ejército, sin dinero y sin apoyo de Euro-
pa nada podía lograrse. Alamán y los monarquistas mexicanos
le habían manifestado la misma opinión: “fácil es levantar la
monarquía si puede venir algún apoyo ostensible de Europa”.123
Así las cosas, Bermúdez de Castro informaba también que
había hecho desaparecer El Tiempo, tras publicar una despedida
escrita por él en la que se afirmaba que, si bien sostendría hasta

120  D-268. De SBC a Istúriz. México, 27 de junio de 1846. AHN, E, leg. 5869;
Bermúdez de Castro, Correspondencia, III, pp. 1477-1490.
121  Copias del “Discurso” que Paredes leyó al Congreso en la sesión de

apertura y de la contestación del diputado Luis G. Gordoa fueron anexadas


por Bermúdez de Castro al D-261 que mandó a Istúriz el mismo 27 de junio
de 1846. AHN, AMAE, leg. 1649; Bermúdez de Castro, Corresponden-
cia, III, 1439-1451.
122  D-268. De SBC a Istúriz. México, 27 de junio de 1846. AHN, E, leg. 5869;

Bermúdez de Castro, Correspondencia, III, p. 1480.


123  D-268. De SBC a Istúriz. México, 27 de junio de 1846. AHN, E, leg. 5869;

Bermúdez de Castro, Correspondencia, p. 1484.


92 RAÚL FIGUEROA ESQUER Y VÍCTOR VILLAVICENCIO NAVARRO

el fin que los principios monárquicos eran los convenientes para


México, su patriotismo le dictaba que era momento de apoyar al
gobierno ante la amenaza estadounidense, no obstante haberse
pronunciado éste por el republicanismo.124 Del fracaso de la
empresa, sin embargo, podía sacarse algún provecho. El plenipo-
tenciario afirmaba que gracias a todo su trabajo se había formado
un partido monárquico en México y que levantar un trono sería
sencillo si se contaba con los auxilios necesarios. De manera pro-
fética, advertía: “La disolución es el único porvenir de este país
si la Europa no interviene de algún modo y los Estados Unidos,
en un plazo muy cercano, se harán dueños de estas importantes
comarcas”.125 Por último, tras hacer una larga recapitulación de
todos sus esfuerzos para lograr transformar a México en una
monarquía encabezada por un príncipe español, de sus desve-
los, intrigas, trabajos y disgustos, señalaba que de los 100 000
pesos fuertes que había mandado cobrar en La Habana para los
gastos preparatorios, sólo había erogado 89 600, por lo tanto,
quedaban en su poder 10 400, sobre los cuales pedía instrucciones
al Ministerio. “Deseo que merezca mi conducta su aprobación –
concluía Bermúdez de Castro–, que será la mejor recompensa de
mis fatigas.”126 En la respuesta que recibió, como era costumbre,
se aprobaban su conducta y sus esfuerzos, y se le instruía que pu-
siera el dinero sobrante a disposición de las cajas de La Habana.127
Las últimas comunicaciones referentes a la intriga monár-
quica que el plenipotenciario español mandó al Ministerio de

124  Una copia de un número de El Tiempo (7 jun. 1846) fue anexada por Ber-
múdez de Castro al D-268. Bermúdez de Castro, Correspondencia, III,
pp. 1490-1494.
125  D-268. De SBC a Istúriz. México, 27 de junio de 1846. AHN, E, leg. 5869;

Bermúdez de Castro, Correspondencia, Correspondencia, III, pp. 1484-


1485.
126  D-268. De SBC a Istúriz. México, 27 de junio de 1846. AHN, E, leg. 5869;

Bermúdez de Castro, Correspondencia, p. 1489.


127  Minuta. De Istúriz a SBC. Madrid, 28 de agosto de 1846. AHN, E,

leg. 5869; Bermúdez de Castro, Correspondencia, III, pp. 1494-1495.


LOS MINISTERIOS ESPAÑOLES Y LA CONSPIRACIÓN MONÁRQUICA 93

Estado prosiguieron informando el desgraciado panorama que


vivía México. Hacia finales de julio, Bermúdez de Castro re-
dactó un despacho en el que detalló el incidente protagonizado
por Francisco de Paula Enrile, comandante retirado del ejército
español que había llegado a Veracruz y sido víctima del robo de
sus pertenencias en su camino a la capital. Aquéllas fueron re-
cuperadas, pero debido a los objetos y papeles oficiales que traía
consigo, un diario del puerto había afirmado que se trataba del
infante don Enrique, quien se encontraba en el país con el objeto
de erigirse como monarca. La alarma entre el público no se hizo
esperar.128 Fácil había resultado para el representante español
desbaratar tales supuestos infundados, pero se había visto en
la necesidad de exigirle a Enrile su salida de México, tras verse
envuelto en el escándalo de un robo.129
Bermúdez de Castro continuó mandando a Madrid detalles
de los acontecimientos que sucedían en México: las tropas nor-
teamericanas, compuestas por más de catorce mil efectivos, se
habían adueñado de Reynosa y Camargo, y tan sólo esperaban
a que pasara la temporada de lluvias para continuar su avance;
los levantamientos contra el gobierno se extendían, por lo que
Paredes planeaba marchar rumbo al norte para enfrentar al ejér-
cito de Estados Unidos y, en el camino, sofocar la insurrección
de Guadalajara, que cobraba fuerza rápidamente; los trabajos del
Congreso continuaban y se había formado una nueva facción de
diputados, llamados “decembristas”, que pretendían volver a
instaurar las Bases Orgánicas al constatar la debilidad de Paredes
y la amenaza de la vuelta de Santa Anna.130

128  D-296. De SBC a Istúriz. México, 29 de julio de 1846. AHN, E, leg.


1649; AHN, E, leg. 5869; Bermúdez de Castro, Correspondencia, III, pp.
1582-1585.
129  El episodio de Enrile es explicado por Figueroa Esquer, Entre la inter-

vención, pp. 288-289, nota 14.


130  D-297. De SBC a Istúriz. México, 28 de julio de 1846. AHN, E, leg. 5869;

Bermúdez de Castro, Correspondencia, III, pp. 1591-1597.


94 RAÚL FIGUEROA ESQUER Y VÍCTOR VILLAVICENCIO NAVARRO

Por su parte, el general Zacarías Taylor, al mando de las tropas


norteamericanas, había publicado una proclama en Matamoros
en la que aseguró: “No es que traiga yo la guerra. Ni vengo a
invadir el país; vengo en vuestra defensa y la nuestra, a impedir
la invasión que se prepara por un monarca extranjero; vengo a
unirme a vosotros para que no dejemos plantar en el continente
americano esa semilla pestilencial de la monarquía”.131 Por su
parte, en medio de los preparativos para un ataque a la capital,
rodeado de revoluciones que buscaban derrotarlo y enfrentado
con los diputados que detestaban su incapacidad, “el general
Paredes, más entregado cada vez a su fatal pasión por la bebida
–decía Bermúdez de Castro–, se [hallaba] completamente aisla-
do y [perdía] su prestigio hasta entre sus mismas hechuras”.132
El plenipotenciario también llamó la atención del Ministerio
de Estado al informar sobre el conocimiento que tenía de las
actividades en Europa de José María Gutiérrez de Estrada, quien
se encontraba negociando con Gran Bretaña y Austria para
que apoyaran el restablecimiento de la monarquía en México,
encabezada por un miembro de la dinastía austriaca. Según
Bermúdez de Castro, había tenido a la vista la documentación
respectiva y las cartas que Gutiérrez de Estrada intercambiaba
con un amigo en común –“su agente político en esta capital–”
y copias de las que se escribía con Lord Aberdeen y el príncipe
de Metternich, quienes parecían escuchar con agrado las pro-
puestas del exiliado mexicano.133 Finalmente, tras comunicar

131  Copia de la proclama de Taylor, Matamoros, 15 de mayo de 1846, fue


anexada al D-297 por Bermúdez de Castro. Bermúdez de Castro, Corres-
pondencia, III, pp. 1597-1598.
132  D-297. De SBC a Istúriz. México, 28 de julio de 1846. AHN, E, leg. 5869;

Bermúdez de Castro, Correspondencia, III, p. 1594.


133  D-297. De SBC a Istúriz. México, 28 de julio de 1846. AHN, E, leg. 5869;

Bermúdez de Castro, Correspondencia, III, pp. 1594-1595. Las gestiones


de Gutiérrez de Estrada en Europa para convertir a México en una monar-
quía en Villavicencio Navarro, “El camino del monarquismo”, pp. 198-
357. Un documento interesantísimo sobre las negociaciones de Gutiérrez de
LOS MINISTERIOS ESPAÑOLES Y LA CONSPIRACIÓN MONÁRQUICA 95

que había obtenido un excedente luego de librar el dinero que


restaba en su poder del adelantado para los gastos preparatorios
del proyecto y asegurar por enésima ocasión que su nombre se
encontraba alejado de toda sospecha en las cuestiones políticas
mexicanas, manifestaba una queja sobre un par de periódicos es-
pañoles que publicaban noticias acerca del intento del gobierno
de Isabel II para convertir a México en una monarquía, mismas
que eran reproducidas en la capital mexicana y causaban gran
alarma entre la población.134
El Ministerio de Estado nada manifestaría en su respuesta a
Bermúdez de Castro sobre las actividades de Gutiérrez de Es-
trada o la situación mexicana.135 Se limitó a informarle que se le
escribiría al ministro de Hacienda para que le instruyera el desti-
no que debía dar al dinero sobrante que mantenía en su poder.136
Fue en agosto de 1846 cuando los temores y sospechas del
plenipotenciario español respecto a Santa Anna se hicieron
realidad. Leopoldo O’Donnell escribió a Madrid para informar
que el general veracruzano había abandonado Cuba con desti-
no a México. Según el capitán general de la isla, no obstante las
instrucciones que había recibido de impedir su salida, no había
encontrado razón para detenerlo: hacía meses que Bermúdez
de Castro no le enviaba noticia alguna del proyecto monárqui-
co, pero él mismo sabía por medio de sus informantes que la
situación de México hacía imposible llevarlo a cabo y, lo más
importante, sabía bien que Santa Anna llegaría a ocupar una po-
sición de poder en su país; por lo tanto, había juzgado prudente

Estrada ante Luis Felipe, rey de los franceses, y Lord Palmerston, secretario
del Foreign Office, entre septiembre y octubre de 1846, es reproducido en
Vázquez Vera, La Gran Bretaña, pp. 108-109.
134  D-297. De SBC a Istúriz. México, 28 de julio de 1846. AHN, E, leg. 5869;

Bermúdez de Castro, Correspondencia, III, pp. 1596-1597.


135  Minuta. De Istúriz a SBC. Madrid, 29 de septiembre de 1846. AHN, E,

leg. 5869. Bermúdez de Castro, Correspondencia, III, p. 1621.


136  Minuta. De Istúriz a Alejandro Mon. Madrid, 29 de septiembre de 1846.

AHN, E, leg. 5869.


96 RAÚL FIGUEROA ESQUER Y VÍCTOR VILLAVICENCIO NAVARRO

permitirle abandonar Cuba y evitar así posibles represalias en


contra de los súbditos españoles una vez llegado a México.
O’Donnell se justificaba señalando: “Ha venido a esta isla vo-
luntariamente, no se halla prisionero y sería faltar a las leyes de
la hospitalidad y aun a las de neutralidad que estrictamente hago
observar con los mexicanos y angloamericanos, el privarle de su
libertad”.137 Santa Anna, en efecto, llegó a México a mediados
de agosto de 1846.
Bermúdez de Castro dio cuenta a finales de agosto de la
efímera administración de Nicolás Bravo, que había asumido
la presidencia cuando Paredes tomó el mando del ejército para
dirigirse al norte, e infructuosamente había intentado reestable-
cer el orden de las Bases Orgánicas.138 También informó que
Almonte, quien había vuelto al país acompañando a Santa Anna,
se había dado a la tarea de esparcir rumores sobre los planes de
las potencias europeas de erigir una monarquía en México, para
lo cual supuestamente se preparaba desde Cuba a un ejército de
36 000 soldados que invadirían el país. Nadie, por fortuna, había
dado crédito a tales habladurías; sin embargo, continuaba sos-
pechándose de los planes monárquicos del expresidente. El país
seguía en franca agitación, pero Bermúdez de Castro aseguraba,
como siempre, que su posición era cómoda y alejada de cualquier
polémica: “He tenido la fortuna de que no se haya puesto en
cuestión mi nombre ni mucho menos se haya acusado a España
de connivencia con los proyectos monárquicos de Paredes”.139
En la respuesta que recibió de sus superiores, como en muchas
otras, se aprobó su conducta y se le pidió que continuase como
hasta el momento: limitándose a ser “mero espectador de los

137  D-253. De O’Donnell a Istúriz. La Habana, 9 de agosto de 1846. AHN,


E, leg. 5869.
138  D-319. De SBC a Istúriz. México, 28 de agosto de 1846. AHN, E, leg.

5869; Bermúdez de Castro, Correspondencia, IV, pp. 1746-1748.


139  D-319. De SBC a Istúriz. México, 28 de agosto de 1846. AHN, E,

leg. 5869; Bermúdez de Castro, Correspondencia, IV, p. 1748.


LOS MINISTERIOS ESPAÑOLES Y LA CONSPIRACIÓN MONÁRQUICA 97

sucesos” y tener mucho cuidado de “evitar compromisos con


los partidos que sucesivamente [llegasen] al poder”.140 Tras el
fracaso del proyecto, más valía no pactar más con los hombres
que gobernaban en México y evitar de ese modo problemas en
el futuro. El gobierno español aprendió así la peculiar dinámica
de la política de su antigua colonia.

colofón

Durante el mes de septiembre de 1846, Bermúdez de Castro


sostuvo un par de entrevistas con Manuel Crescencio Rejón,
ministro de Relaciones Exteriores de la administración que
presidía Mariano Salas. Rejón le dejó ver que estaba enterado
del desarrollo de la conspiración monárquica, si bien fingió no
culpar a España. El astuto Rejón culpaba a Gran Bretaña de
dichas intrigas. Sin embargo, siempre según el representante es-
pañol, Rejón conocía las polémicas de los periódicos de Madrid,
“cuyos artículos recordaba con sus números y fechas”. El di-
plomático le hizo ver que por lo general las noticias de la prensa
eran sensacionalistas, con lo que Rejón estuvo de acuerdo, pero
señaló como extraña coincidencia lo publicado por el Times, el
Journal de Débats y El Heraldo de Madrid.141 Creemos que don
Manuel Crescencio sí conocía, aunque no en sus pormenores, el
papel desempeñado por Bermúdez de Castro en la intriga, pero
guardó las formas diplomáticas frente a él.
Días más tarde, el 28 de septiembre, Bermúdez de Castro ce-
rraba sus comunicaciones respecto a la intriga monárquica urdida
por él exactamente 13 meses antes. Se jactaba de que a pesar de que
ya tenía dos meses la revuelta contra Paredes, ni él, ni la política

140  Minuta. De Istúriz a SBC. Madrid, 31 de octubre de 1846. AHN, E,

leg. 5869; Bermúdez de Castro, Correspondencia, IV, p. 1749.


141  D-332. De SBC a Istúriz, México, 24 de septiembre de 1846. AHN,

AMAE, leg. 1649; Bermúdez de Castro, Correspondencia, IV, pp. 1772-


1775.
98 RAÚL FIGUEROA ESQUER Y VÍCTOR VILLAVICENCIO NAVARRO

de España, habían sido atacados por la prensa o cualquier otro


medio, “a pesar de la espantosa anarquía” que reinaba en México.
Volvía a quejarse de la indiscreción de la prensa de La Habana.
Respecto a que algún agente extranjero pudo haber informado
confidencialmente a su gobierno sobre los planes de monarquía,
don Salvador creía que se trataba de Charles Bankhead, ministro
de Gran Bretaña, quien, como ya vimos, había sido informado de
ellos por Paredes. Con ello el depuesto presidente creyó ganar-
se el apoyo de esa gran potencia.142 Lo que le debió quedar muy
claro al plenipotenciario español era que el afán de convertir a
México en una monarquía con la participación de las potencias
europeas ya no era un secreto en el otoño de 1846.
No obstante, el diplomático gaditano permaneció un año más
en México. Abandonó la ciudad a finales de agosto de 1847. Se
embarcó el 1 de septiembre en Veracruz en un paquebote inglés
y llegó a Londres, vía Southampton, el 9 de octubre. De esta
capital se dirigió a París, pues argumentaba que debía cuidar su
quebrantada salud.143 Por otra parte, tenía que dar cuentas al
gobierno de Luis Felipe de los dos años en los que había fungi-
do como encargado de negocios de Francia en México y, muy
especialmente, de su mediación para lograr el restablecimiento
de las relaciones diplomáticas entre México y Francia.144

142  D-349. De SBC a Istúriz, México, 28 de septiembre de 1846. AHN, E, leg.


5869; Bermúdez de Castro, Correspondencia, IV, pp. 1816-1817.
143  D-551. De SBC a Narváez, Londres, 10 de octubre de 1847, AHN,

AMAE, leg. 1650; Bermúdez de Castro, Correspondencia, V, pp. 2769-


2771.
144  D-536. De SBC a Joaquín Francisco Pacheco, México, 4 de agosto de

1847. AHN, E, leg. 5870; Bermúdez de Castro, Correspondencia, V, pp.


2715-2724. Las relaciones con Francia habían sido suspendidas después de
los escándalos protagonizados en 1845 por el barón Alleye de Cyprey, mi-
nistro de Francia. Bermúdez de Castro actuó entonces como encargado de
negocios de dicho país en México, desde octubre de este último año, a partir
de la salida de México del atrabiliario barón galo. Figueroa Esquer, Entre
la intervención, pp. 389-395.
LOS MINISTERIOS ESPAÑOLES Y LA CONSPIRACIÓN MONÁRQUICA 99

Fueran este tipo de negocios diplomáticos o el cuidado de su


salud, don Salvador se detuvo en París hasta los primeros días de
diciembre. Mientras, en Madrid había estallado una “bomba”. A
lo largo de 1847 se sucedieron una serie de gabinetes efímeros en
España.145 Fue hasta el 5 de octubre cuando tuvo lugar un hecho
sorprendente. El general Narváez, sable en mano, se presentó
ante el Consejo de Ministros presidido por Florencio García
Goyena, e intimidó al presidente y a todo el gabinete para que
se marchasen a su casa. “Fue, caso único en la historia, un golpe
de Estado dado por un hombre solo.”146
El gobierno largo de Narváez (o tercer gobierno) tendría vida
hasta octubre de 1849. El 1° de diciembre de 1847 tendrá lugar
una singular intervención parlamentaria de Salustiano Olózaga,
quien había sido depuesto del cargo de presidente del Consejo
de Ministros por una intriga moderada en diciembre de 1843.
Esto le costó un exilio de cuatro años. Durante el gobierno
de Joaquín Francisco Pacheco fue oficialmente indultado por
Isabel II y pudo ocupar nuevamente su curul en el Congreso de
los Diputados. Don Salustiano gozó de mala prensa entre los
moderados de su época y los seguidores de estos últimos. Es un
historiador inglés quien nos presenta un interesante retrato del
político español: “Alto, apuesto, vanidoso, cosmopolita que se
sentía más a gusto en los salones de París o Londres que en las
mayorías de las reuniones españolas […]”.147
Olózaga se dedicó a examinar el discurso de la Corona; entre
otras muchas cuestiones, tanto de forma como de fondo, tocó la

145  El de Istúriz terminó el 28 de enero. De esta fecha al 28 de marzo hubo un


gobierno presidido por el duque de Sotomayor. De esta última fecha al 31 de
agosto el presidido por Pacheco y, finalmente el gabinete de Florencio García
Goyena. Durante ese año sólo la cartera de Estado fue desempeñada por
siete personas. Urquijo Goitia, Gobiernos y ministros españoles, pp. 48-50.
146  Comellas, Los moderados, p. 251.
147  Kiernan, La revolución de 1854, p. 18; véase el esclarecedor artículo de

Burdiel, “Salustiano Olózaga”, pp. 77-124.


100 RAÚL FIGUEROA ESQUER Y VÍCTOR VILLAVICENCIO NAVARRO

situación de México, cuya capital era ocupada por los invasores


norteamericanos.

No hay español, señores, que no haya leído con el más profundo


sentimiento los progresos que el ejército angloamericano ha ido
haciendo en nuestro antiguo México; parece que somos nosotros
los vencidos; parece que nuestras glorias se desvanecen ante las que
tan fácilmente adquiere un ejército bisoño, ejército ciertamente no
comparable con aquellos que tan alto renombre dieron a las armas
españolas. Sea instinto de raza, sea patriotismo, no hay un solo es-
pañol que no lamente la facilidad con que va cayendo el imperio de
Moctezuma, una República en que dejamos nosotros sembradas
tantas semillas buenas y malas. Un acento, señores, de dolor, una
muestra cualquiera de interés por parte de esa raza española, por
más degradada que parezca, hubiera sentado también perfectamente
en los labios de S.M.
Pero no hablo yo sólo, señores, de esta omisión por esos intere-
ses a que he aludido, ni por esas simpatías tan nobles; el gobierno
sabe bien, y si no lo sabe debe saberlo, que esto quizá comprenda
a personas poco versadas en la política extranjera, que nuestro
gobierno es el causante principal de la ruina de la desagraciada
República Mexicana. Sépanlo todos los españoles; laméntense de
ello, y que no sea una lamentación estéril; que sirva esto de ejemplo
para que en adelante intrigas de aventureros y de personas igno-
rantes que desconocen absolutamente la índole de los pueblos, su
situación, los intereses políticos que en ellos se agitan, no quieran
trasplantar allí sus ideas y hacerse los grandes hombres en tiempos
en que es un poco más difícil de lo que piensan algunos, no sólo
elevarse a tal altura, pero ni aun llegar a una medianía.
Sabidas son, señores, las pretensiones de la democracia de los
nuevos Estados del Norte de América; sabidos los medios ingenio-
sos que tienen para hacerlas valer; positivos hubieran sido, como lo
fueron en muchas ocasiones, sus ataques y medios empleados para
engrandecer su territorio; pero nos estaba reservado a nosotros, a
LOS MINISTERIOS ESPAÑOLES Y LA CONSPIRACIÓN MONÁRQUICA 101

nosotros que tan escarmentados debíamos estar de mezclarnos en


estas cuestiones, apresurar la suerte desgraciada de México, crear allí
un partido americano y excitar el amor acaso exagerado a la libertad
con las pretensiones que allí fuimos a hacer valer. No hay nadie tan
ignorante en estas cosas que pueda negar haber habido en España el
proyecto formal de establecer una monarquía en México y de llevar
allí un príncipe español. Este proyecto, señores, muy grande en su
tiempo, que se había intentado en tiempo del conde de Aranda,
en tiempo de la emancipación de los Estados Unidos, hubiera evi-
tado positivamente la triste suerte de nuestras antiguas colonias de
América; pero ese proyecto hoy, señores, es lo más descabellado
y ridículo que puede emprenderse, y sólo en la oscuridad y en los
conciliábulos donde no penetra la luz de la discusión y de la razón
pública ha podido por un instante darse cabida a semejante absurdo
y ridículo proyecto.
Pero no es esto sólo, señores, lo que tenemos que lamentar; te-
nemos que lamentar además el dinero perdido, el dinero tirado por
aquel suelo mexicano; y para que el Congreso no crea en negocios
tan graves hago yo acusaciones que no pueda justificar, tengo aquí
un documento oficial, que es el estado de las entradas y salidas en
la Tesorería General de Real Hacienda de La Habana, fecha el año
de 1846, firmado por don Juan Navarro, contador; y en este docu-
mento, entre otras partidas se data la siguiente: “Pagado en libranzas
giradas por el ministro de S.M. en México, 100,000 duros”.148

Olózaga hacia una comparación de los gastos secretos que se


aprobaban en las cámaras legislativas de Francia y Gran Bretaña
y argumentaba que en una sola partida España había gastado
más que dichas potencias en este tipo de emolumentos.
La respuesta a tamaña acusación le tocó realizarla a Lorenzo
Arrazola, ministro de Gracia y Justicia. Dicha contestación fue

Diario de las sesiones de Cortes (1o dic. 1847); Bermúdez de Castro,


148 

Correspondencia, V, pp. 2776-2777.


102 RAÚL FIGUEROA ESQUER Y VÍCTOR VILLAVICENCIO NAVARRO

hecha por medio de evasivas. Arrazola comparó el caso de Méxi-


co con los disturbios que tuvieron lugar ese año en Cataluña. En
ambos casos eran el fruto de las discordias y los desacuerdos los
causantes de las desgracias. “Si México se pierde, por eso será más
que por otra cosa; si Cataluña arde, ¡sabe Dios por qué arde!”.149
Al día siguiente de la denuncia de Olózaga, éste fue interpela-
do por el diputado Manuel Bermúdez de Castro, ya que afirmaba
que la persona de su hermano ausente, aun de Madrid, había sido
atacada, sin mencionar su nombre, por el fogoso orador. Ambos
diputados llevaron la discusión a un plano personal ante la exas-
peración de Alejandro Mon, quien presidía la sesión, y solicitó
en más de una ocasión dar por concluida tan molesta cuestión.
El asunto pudo haberse complicado más, pues el día 6 de
diciembre llegó Salvador Bermúdez de Castro a Madrid. Su
hermano Manuel había nombrado a Francisco Armero y Juan
de la Pezuela para pedir explicaciones sobre las calificaciones
hechas a Salvador por parte de Olózaga. Éste, por su parte,
nombró a Facundo Infante y Francisco Luján. Los mediadores
realizaron un buen trabajo. Olózaga declaró que no tenía “la
más ligera intención de comprender directa ni indirectamente
en sus calificaciones” a don Salvador. Todo el enojoso asunto
quedó solucionado por medio de un arreglo entre caballeros.150
Seis meses más tarde, Eduardo de Gorostiza, encargado de
negocios de México en Madrid, se dirigió de forma muy pru-
dente y hasta tímida a Carlos Martínez de Irujo, ministro de
Estado, solicitando una explicación sobre las declaraciones que
hiciera Olózaga en el mes de diciembre pasado.151 Gorostiza
seguía instrucciones de Luis de la Rosa, ministro de Relaciones

149  Diario de las sesiones de Cortes (1o dic. 1847); Bermúdez de Castro,
Correspondencia, V, p. 2784.
150  El Español (10 dic. 1847).
151  Nota. De Eduardo de Gorostiza a Carlos Martínez de Irujo, Madrid, 29

de junio de 1848. AHN, E, leg. 5869. Bermúdez de Castro, Corresponden-


cia, V, pp. 2805-2806.
LOS MINISTERIOS ESPAÑOLES Y LA CONSPIRACIÓN MONÁRQUICA 103

Exteriores de México. El hecho de tanta prudencia de parte del


representante mexicano lo ha esclarecido Miguel Soto, quien
lúcidamente nos hizo ver que la respuesta está en el contencioso
que sostenía Gorostiza ante el gobierno español por el asunto
del corsario mexicano Único.152
Al contestar a Gorostiza, Martínez de Irujo trivializó la inter-
vención parlamentaria de Olózaga en el Congreso al afirmarle
que era “uno de tantos medios de oposición al gobierno que se
suelen usar en las asambleas deliberantes”.153 Sostenía que Ber-
múdez de Castro mereció la más alta consideración de todos los
gobiernos mexicanos que se habían sucedido de 1845 a 1847. Ar-
gumentaba que el gobierno español no podía ver a las repúblicas
hispanoamericanas verdaderamente como extranjeras, sino
como hermanas: no veía sus asuntos como extraños, pero, una
vez reconocida su independencia no se permitiría tomar parte en
sus asuntos internos. Por otra parte, aludía a la rebelión indígena
en Yucatán y al apoyo dado a la población agredida, al darle
asilo en sus buques o en el territorio cubano.
Así concluyó la intervención de los ministros de España. Es
interesante observar cómo pasaron de la exaltación a la pruden-
cia y a la cautela, y cómo culminó este episodio.

entusiasmo, precaución y retirada

La documentación del Ministerio de Estado español y de su


representante en México acerca de la conspiración monárquica
muestra aspectos que vale la pena destacar. Quizá el más impor-
tante es la idea que la Corona española tenía de su otrora Nueva
España, considerándola como una entidad en extremo débil,
víctima de la inestabilidad interna que la había caracterizado a
152  Soto, “España y la guerra de México”, p. 217; Figueroa Esquer, La
guerra de corso; Figueroa Esquer, “Eduardo de Gorostiza”, pp. 387-410.
153  Minuta. De Carlos Martínez de Irujo, Madrid, 2 de julio de 1848. AHN,

E, leg. 5869. Bermúdez de Castro, Correspondencia, V, pp. 2806-2809.


104 RAÚL FIGUEROA ESQUER Y VÍCTOR VILLAVICENCIO NAVARRO

partir de su independencia. Impulsadas por esta concepción, las


autoridades de la península no tuvieron empacho en instruir a
su representante en México para que intentara modificar radi-
calmente sus instituciones políticas por medio de una conjura.
En el mismo sentido, resulta claro, además, que España no se
resignaba a perder presencia en su antigua posesión americana
y estaba dispuesta a recuperarla de cualquier modo, no obstante
haber pasado veinticuatro años de su separación política y poco
menos de una década de su reconocimiento oficial.
Por otra parte, es de destacar que fue precisamente la ines-
tabilidad política mexicana la que ofreció la oportunidad para
que la conspiración monárquica fuese llevada a cabo y, paradó-
jicamente, fue también la razón por la que debió cancelarse sin
haber dado en realidad un paso firme hacia su éxito. Cabe hacer
mención, por cierto, que ese panorama de inestabilidad no era
exclusivo de México, pues la política española de mediados del
siglo xix, especialmente durante la Década Moderada, presenta
ejemplos claros de diversos vaivenes políticos. La fugacidad
de los gobiernos y los consecuentes cambios de dirección y
políticas fueron comunes. Muestra de ello, como hemos visto,
fueron los cuatro distintos ministerios que debieron lidiar con
la conjura de Bermúdez de Castro, en cuyas instrucciones al
respecto es notoria la falta de congruencia y el cambio de de-
cisiones, mismos que los hicieron pasar del entusiasmo, acom-
pañado de la aprobación general y la garantía de recursos para
desarrollar sus planes, a la cautela expectante y, finalmente, a
sacar las manos en definitiva del asunto, cuidando, aunque sin
éxito, de que no quedara huella de él.154

154  La
intromisión española también se extendió a otra república latinoa-
mericana, como fue el caso del Ecuador, intento paralelo al de Bermúdez de
Castro en México. Véase Haskins, “Juan José Flores”, pp. 467-495. Poste-
riormente hubo más episodios fallidos de recuperar la influencia española en
Santo Domingo y otras regiones del continente.
LOS MINISTERIOS ESPAÑOLES Y LA CONSPIRACIÓN MONÁRQUICA 105

Cinco años más tarde, la idea de transformar las instituciones


políticas de México tampoco había desaparecido en la mente
de la clase política española. Así lo muestran las reflexiones de
Ángel Calderón de la Barca, quien actuando como ministro
de España en Washington se dirigía –en carta privada– a Ja-
vier de Istúriz, embajador de España en Londres, para expo-
nerle la reciente llegada de Santa Anna al poder; una vez más se
refería al desorden y anarquía mexicanas y proponía: “a todo
podría poner [fin] un ejército europeo, seguro de un triunfo fácil
[…] en ello no perdería por cierto la industria europea y los pal-
pables beneficios valen bien los sacrificios (y muchos) que sería
preciso hacer”.155 En una misiva posterior comentaba, además,
sin citarlo, que la estrategia monárquica de Bermúdez de Castro
había sido equivocada, “[…] Pero eso no se puede hacer, sino
lentamente, no gastando dinero en periódicos ni dando [rienda]
suelta a la imaginación, debe ser un plan concertado en Europa,
auxiliado por la Europa y llevado progresiva y astutamente a
cabo”.156 Tal vez no fue casualidad que el destinatario de es-
tas sugerencias, Istúriz, fuera signatario de la Convención de
Londres, de 31 de octubre de 1861, que abrió la puerta a otro
momento del intervencionismo español en México, destinado
igualmente a fracasar. Pero que sin duda se nutrió de la malo-
grada experiencia española de 1846 en lo relativo a contar con el
apoyo irrestricto, en primera instancia, de dos grandes potencias
europeas, que aprovecharon que Estados Unidos se encontraba
inmerso en su guerra civil, por lo que en un principio quedó
fuera del escenario.

155  Carta de Ángel Calderón de la Barca a Francisco Javier Istúriz, Wash-


ington, 4 de abril de 1853. RAH, Colección Istúriz Bauer, 9/6281, doc. 892.
156  Carta de Ángel Calderón de la Barca a Francisco Javier Istúriz, Wash-

ington, 16 de mayo de 1853. RAH, Colección Istúriz Bauer, 9/6281, doc. 895.
106 RAÚL FIGUEROA ESQUER Y VÍCTOR VILLAVICENCIO NAVARRO

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AHN, AMAE Archivo Histórico Nacional. Archivo del Ministerio de Asun-
tos Exteriores, Madrid, España.
RAH Real Academia de la Historia, Colección Istúriz-Bauer, Ma-
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