Cuál Es El Mejor Camino para Conocer A La Persona Humana - Vanney

Descargar como pdf o txt
Descargar como pdf o txt
Está en la página 1de 6

3. CLAUDIA E.

VANNEY1

¿Cuál es el mejor camino para conocer a la persona humana?


Quién es el hombre? La capacidad de reflexionar sobre uno mismo y sobre los

¿ demás es un indicio de la unidad existencial que nos da ser personas. ¿Pero qué
significa ser persona? Hace unos años que esta pregunta ha dejado de ser solo un
interrogante existencial o una inquietud filosófica para convertirse también en objeto de
la investigación científica.
El desarrollo de las ciencias del cerebro se ha convertido en uno de los fenómenos más
importantes de las últimas décadas. Aunque todavía falta un largo camino para lograrlo,
las innovaciones en el plano molecular y celular auguran, por ejemplo, una mejora en la
prevención y tratamiento de las enfermedades cerebrales, como la enfermedad de
Alzheimer. Sin embargo, aunque la neurociencia explica mucho, comprender con
profundidad a la persona humana requiere también otros abordajes. Por un lado, no hay
un único modo de «leer» los resultados de un escaneo cerebral, porque los datos de las
mediciones solo adquieren significado cuando se los interpreta en un marco que les
confiere sentido. Pero principalmente, porque no es fácil distinguir la causalidad
respecto de una mera correlación, de manera que no es posible vincular directamente una
explicación de la persona que apela a causas neurales con otra que busca motivos o
razones.
Parecería que para comprender al ser humano se requiere la contribución de muchas
disciplinas. Pero ¿cómo se relacionan las distintas perspectivas? ¿Se contradicen?
¿Deben unas ser reemplazadas por otras? ¿Corren como por vías paralelas? ¿Es posible
que se complementen?

El conocimiento neurocientífico del hombre


Los avances de la neurociencia poseen no solo una potencialidad terapéutica
indiscutida, sino que también han permitido ahondar en el conocimiento del ser humano.
Se ha avanzado, por ejemplo, en la identificación de la base neural de los estados de
conciencia, y se han explorado aspectos no conscientes de la toma de decisiones, así
como diversos condicionantes del actuar humano. Pero ¿son los datos neurobiológicos
todo lo que podemos saber sobre el hombre?
En términos generales, una explicación es considerada científica cuando puede ser
comprobada empíricamente por distintos observadores. Las ciencias analizan la realidad
con objetividad, separando el objeto bajo estudio del sujeto que lo examina. Los
filósofos llaman a esta característica del método científico perspectiva de tercera
persona, que es el enfoque propio de la neurociencia.
Sin embargo, los procesos mentales son fenómenos de primera persona o fenómenos
que solo son accesibles al sujeto en el que se dan. Tanto es así, que cuando un
neurobiólogo vincula, por ejemplo, ciertas emociones a determinados circuitos
cerebrales, puede hacerlo porque sabe por experiencia qué significan esas emociones. Es

12
decir, en el estudio de los procesos mentales no es posible prescindir del conocimiento
por experiencia del yo personal. Pretender pensar sin suponernos como sujeto es
sencillamente imposible: el que piensa soy yo.
Como el yo personal no es medible en un laboratorio, su conocimiento se escapa o es
irreductible a la perspectiva neurocientífica. Es decir, si aceptáramos únicamente las
explicaciones de la neurociencia, asumiendo que solo somos nuestro cerebro, no existiría
el yo. Por el contrario, si reconocemos la existencia de un yo, debemos asumir que entre
lo cerebral biológico y la experiencia vivida por el sujeto no hay una continuidad
explicativa. El cerebro y el yo se explican por caminos distintos, aunque cabe estudiar
neuralmente la conciencia de la propia identidad, que no se localiza sino que se
distribuye en varias áreas y circuitos del cerebro e implica diversos niveles.
El estudio del ser humano abre así a una doble perspectiva no exenta de dificultades.
En este sentido, las concepciones duales del ser humano (alma-cuerpo) se remontan a la
Antigüedad, y surgieron asociadas principalmente a ideas religiosas y a la creencia en
una vida después de la muerte. Para enfatizar la unidad del ser humano, la antropología
cristiana comenzó a utilizar la noción de persona.
En el pensamiento clásico, el elemento distintivo del alma humana era su condición
intelectual. Pero en la Edad Contemporánea, la noción de alma fue poco a poco
perdiendo importancia, siendo sustituida por la noción de mente. La noción de mente
resalta el ámbito de todo aquello vinculado al yo según la propia consciencia, y cuya
dimensión más radical es la voluntad. Así, el tradicional problema de la dualidad alma-
cuerpo se suele conceptualizar actualmente en términos de mente-cerebro. Para iluminar
la relación entre la mente y el cerebro se han utilizado metáforas diversas, como la del
piloto en la nave o la del programa en la computadora. Pero estas metáforas tienen sus
limitaciones porque, aunque señalan que la dimensión corporal no es la única relevante
del ser humano, no expresan adecuadamente la unidad radical de la persona.

El yo personal
La persona humana es mucho más que su cuerpo. Tiene una existencia real para sí
misma y para los otros seres humanos con los que coexiste. Cada hombre y cada mujer
entiende naturalmente que es persona. La existencia humana está marcada por la
experiencia de ser persona. Podríamos decir que mientras mi cerebro es algo, yo soy
alguien. La persona humana es ese alguien con cerebro, mente, cuerpo, sensaciones,
emociones, ideas, etc. La existencia personal se confirma cuando se considera la
capacidad del ser humano de autoconciencia, de autorreflexión y la autoorganización de
su vida en una biografía individual.
La autoconciencia es la advertencia que la persona tiene de sí misma, de sus actos y
de sus estados existenciales. Mientras permanecemos despiertos no solo advertimos el
mundo que nos rodea, sino que también nos captamos a nosotros mismos, notamos, por
ejemplo, que tenemos frío o hambre, si estamos contentos o tristes. Pero un ser
inteligente es capaz, además, de autorreflexión. Una persona puede volver sobre sus
propios actos psíquicos, profundizar en ellos o analizar sus contenidos. El ser humano es

13
capaz, además, de desplegar el conjunto de acontecimientos que constituyen su vida al
abrigo del orden y la unidad de la narración de su biografía individual.
Toda persona psíquicamente sana sabe que existe, sabe quién es y qué hace. Pero este
conocimiento no se adquiere solo mediante experiencias privadas. La idea que cada uno
tiene de sí mismo se enriquece con el conocimiento que surge de la interacción con los
demás.

Relaciones interpersonales
Conocernos como persona es descubrir que el otro también lo es. La percepción de
otras personas no se limita a la visión de un cuerpo en su materialidad. Al ver el rostro
de los demás advertimos que son otro yo, y que pasan por situaciones, exigencias y
problemas similares a los nuestros. Pero el interior de una persona es inaccesible a los
demás si no es expresado a través de gestos y palabras. La comunicación personal y
social permite conocer a otras personas. La conversación es el acto directo y completo de
la comunicación con el otro. Aunque los demás no pueden experimentar nuestros
sentimientos, pueden compartirlos cuando los comunicamos. Estar cognitiva y
emocionalmente conectado con alguien es experimentar al otro como persona. Las
personas en diálogo pueden penetrar de alguna manera en la intimidad ajena.
El conocimiento que se adquiere en las relaciones interpersonales se alcanza desde la
perspectiva de segunda persona. Esta perspectiva es la propia de la relación entre los
estados mentales de un yo y un tú. La perspectiva de segunda persona lleva a reconocer
que el yo personal no es un absoluto, porque también hay un tú, que es otro yo distinto al
mío.

Reduccionismo, idealismo subjetivista e identidad social


Como hemos visto, el estudio del ser humano se puede abordar desde las perspectivas
de primera, segunda y tercera persona. Siempre que una realidad es susceptible de
diversas perspectivas, una mirada que excluya a las otras distorsiona esa realidad. A lo
largo de la historia diversas corrientes del pensamiento han enfatizado solo uno de estos
enfoques, olvidando los demás.
La consideración exclusiva de la perspectiva de tercera persona es propia de la
objetivación científica que, cuando se la considera con exclusividad excluyendo otras
consideraciones, se vuelve reduccionista. Para estas posiciones solo existen los objetos
verificables empíricamente, estudiados por las ciencias naturales. Excluyen así todo lo
que sea extraño al ámbito físico, como Dios, los pensamientos y también realidades
metafísicas como la esencia de las cosas, o los valores. Por esta razón, proponen reducir
a su substrato físico todas las realidades humanas que no parecen ser únicamente
materiales, como las ideas, las intenciones, la libertad o el yo. Llaman a esta operación
naturalización.
Tomar la perspectiva de primera persona como la única válida es una característica de
algunas formas de idealismo y de subjetivismo. El idealismo tiende a hacer de la

14
conciencia un principio absoluto. En la filosofía moderna ha habido diversos intentos de
hacer de la conciencia el fundamento absoluto del ser. Se la ha considerado, por ejemplo,
como el primer principio epistemológico para construir a partir de ella toda la filosofía.
Pero si se admite que solo tenemos certeza de la propia conciencia se cae en el
solipsismo, que es considerar que solo existo yo con mis pensamientos, de manera que
los demás se transforman en hipótesis o en una realidad incorporada a mi subjetividad.
Por el contrario, cuando se exalta demasiado la perspectiva de segunda persona se
corre el riesgo de olvidar el carácter individual de cada persona. Para algunas corrientes,
por ejemplo, la identidad personal es resultado de la sociedad y de la cultura en la que a
uno le ha tocado vivir. La identidad social sería así el resultado de definir el yo desde la
pertenencia a una determinada categoría social. Cuando la conciencia de grupo (el
nosotros) prevalece sobre el individuo, la noción de persona se oscurece. Si esta postura
se lleva al extremo, el sujeto se identificaría por completo con sus roles sociales,
disolviéndose en la red de relaciones socioculturales.

El desafío de la interdisciplinariedad
Son muchas las disciplinas que contribuyen actualmente a un mejor conocimiento del
ser humano. La neurociencia, la fisiología, la psiquiatría, la psicología son algunas de las
disciplinas científicas, hoy en continuo avance. El estudio de la persona humana nos
pone así frente al desafío de la interdisciplinariedad, porque hay en la persona tres
dimensiones inseparables: la somática o neurofisiológica, la psíquica y la metafísica.
Para estudiar al ser humano la investigación científica utiliza diversos métodos,
mediante los cuales accede a una multiplicidad de conocimientos específicos
neurofisiológicos y psicológicos, con la potencialidad de orientar las distintas terapias y
tratamientos médicos. Pero la existencia de una multiplicidad de métodos específicos
también revela la finitud y la limitación de la investigación científica. Las ciencias no
permiten captar intuitivamente la naturaleza del ser humano, porque aspiran a ahondar
en aspectos específicos. Por esta razón, los científicos necesitan realizar un paciente
esfuerzo, considerar el saber y la experiencia acumulados a lo largo de siglos, y valorar
adecuadamente los avances y retrocesos propios de toda investigación cuando intentan
responder quién es el hombre. La mirada pragmática de las ciencias se distingue de la
mirada teorética o contemplativa de la filosofía. La mirada pragmática se agota en la
utilidad de una determinada cosa, mientras que la filosófica se pregunta directamente por
su naturaleza o esencia, por el lugar que ocupa en el universo, por cuál es su sentido y
cómo se relaciona con el resto de las cosas que son. La mirada filosófica es
examinadora, pero respetuosa de la realidad. No aspira en primera instancia a obtener un
beneficio, sino que se satisface dejando ser a la cosa lo que es.
Sin embargo, toda ciencia se prolonga naturalmente en una sabiduría. El espíritu
humano se define por su apertura a la totalidad. La curiosidad humana es insaciable y
tiene como horizonte el infinito mismo. La búsqueda de principios fundamentales y de
un sentido responde a una profunda necesidad del corazón humano, manifestando su
tendencia hacia la sabiduría. El desarrollo racional y sistemático de las cuestiones

15
sapienciales es el ámbito propio de la filosofía, y alcanza su punto culminante en el
estudio del ser humano.

Para seguir leyendo


J. J. Sanguineti, Neurociencia y filosofía del hombre, Palabra, Madrid 2014, pp. 13-32.
J. J. Sanguineti, El conocimiento humano. Una perspectiva filosófica, Palabra, Madrid 2005, pp. 149-176.
Contenidos multimedia: Videos «Perspectivas sobre la persona».
http://www.austral.edu.ar/cerebroypersona/es/videos/perspectivas-sobre-la-persona/189

Notas

1. Licenciada y Doctora en Física por la Universidad de Buenos Aires y Doctora en Filosofía por la Universidad
de Navarra. Desde el 2011 dirige del Instituto de Filosofía de la Universidad Austral, desde donde promueve
proyectos de investigación interdisciplinares de ciencias, filosofía y teología.

16

También podría gustarte