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ERIK BORGMAN Y FELIX WILFRED

dición cristiana, y el modo en que abordamos el sufrimiento y las


enfermedades en nuestras sociedades y culturas posee un importante
aspecto espiritual y religioso. Lo que se necesita no es tanto una crí-
tica exterior de las prácticas médicas, sino una confrontación dialo-
gante por parte de la teología con la medicina contemporánea con el
fin de ver y experimentar ésta como el espacio en el cual se puede
encontrar lo divino.
Para terminar, Erik Borgman sostiene que el estudio interdisciplinar
puede ser una manera de redescubrir la teología como una disciplina
que estudia, no la religión como un campo social aparte, sino todas
las cosas sub ratione Dei, desde el punto de vista de Dios. La totali-
dad del presente número de Concilium pone de manifiesto que las
actuales fragmentaciones y diferenciaciones que se dan en la socie-
dad y la universidad no sólo constituyen una amenaza importante
para la teología, sino que también le dan a ésta la oportunidad de ela-
borar una aplicabilidad nueva y contemporánea.

(Traducido del inglés por José Pedro Tosaus Abadía)

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RICHARD H. ROBERTS

defendidas por autores como el teólogo católico francés Jean-Luc


Marion y el laico episcopaliano angloamericano John Milbank 2. El
actual obispo de Canterbury, el Dr. Rowan Williams, ha abogado por
un camino cauteloso en el que la adhesión a lo que Marion concibe
como la función teológica fundamental del obispo se alía con un
cauto rechazo (en oposición a Milbank) para deshacerse de las anci-
llae teológicas de las ciencias sociales y humanas. Estas estrategias
permiten a la teología cristiana mantenerse como una práctica lin-
güístico-cultural que se verifica a sí misma y se libera de la contami-
nación de lo que Milbank ha descrito como los discursos “heréticos”
de las ciencias sociales y humanas. Sin embargo, ninguno de ellos
hace posible que la teología afronte el verdadero problema de la
perspectiva holística en un mundo diferenciado. Más allá de la mera
teoría, este afrontamiento exige un enfoque según las categorías de la
evolución de una comprensión “humana y ecológica” de la sostenibi-
lidad de la sociedad y del medioambiente. La adopción de esta pers-
pectiva implica un re-comprometerse con los procesos reprimidos,
desplazados y marginados de transformación que ahora proliferan en
la interfaz psicoterapéutica y espiritual.
Comparado con estas aparentes polaridades, el campo de estudio
representado en el mundo angloamericano por los religious studies
podría a primera vista suministrar la base para una resolución del dis-
tanciamiento entre la teología y las ciencias sociales, pero un examen
más minucioso nos lleva a la conclusión de que nos encontramos en
una situación paralela a la de la subdisciplina de la sociología de la
religión. Ésta tiende a reducir el objeto de investigación a los efectos
que la religión tiene en la construcción social aplicando, por ejem-
plo, los paradigmas de la elección racional y la teoría del marketing a
los compromisos religiosos y espirituales. En el seno del campo multi-
disciplinar de los estudios religiosos, el método fenomenológico,
liderado por autores como Ninian Smart, ha sido criticado por su
fuerte condicionamiento cultural y ha provocado el debate sobre la
viabilidad de la misma categoría de “religión” tanto por razones filo-
sóficas como poscoloniales. Para algunos de los sectores más estri-
dentes de los estudios religiosos es fundamental la investigación del
grial profano de la más simple explicación científica de la religiosi-
dad residual. Un rechazo concomitante de los universales humanos
del tipo de los que depende, en gran medida, la visión global y unifi-
cada de Mircea Eliade, ha tendido a paralizar la capacidad de los
especialistas de las ciencias de la religión para afrontar el estudio
de las implicaciones políticas, éticas y ambientales de su campo de
2
Cf. John Milbank, Teología y teoría social, Herder, Barcelona 2004 (1989).

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UNA DOCTRINA QUE SALVA: HACIA UNA TEOLOGÍA DE LA SALUD Y LA MEDICINA

Adentrarse en el debate sobre el sentido del dolor y el sufrimiento y


sobre la salud y la atención médica es, tal vez, la contribución más
importante que puede hacer la teología a un diálogo interdisciplinar
con la medicina. Además de compartir las preocupaciones sobre el
individualismo, el “terapeuticismo”, el instrumentalismo y el consu-
mismo, la teología y los estudios religiosos tienen una tarea específica
en este diálogo. Las doctrinas cristianas de la creación, la encarna-
ción y la salvación, cuando se explican con esmero e inteligencia a
los médicos, tienen algo que decir sobre las cuestiones de la salud y
la atención, aunque sólo sea para expresar el carácter de don que
tiene la vida y la política que surge de la pertenencia al pueblo de
Dios. Además, como antes he comentado, se podría eliminar la sim-
plista conexión entre pecado y sufrimiento con los argumentos proce-
dentes de la Escritura y la historia de la teología.
Pero lo específico del diálogo teológico con la medicina no se
limita al relato cristiano, si por “relato” entendemos la historia e identi-
dad de la Escritura y la Tradición 21. Al diálogo podría añadirse también
una cierta sensibilidad hacia lo que Rowan Williams, refiriéndose a
Michel de Certeau, ha descrito como “lo que expresa aquella ausencia
que hace posible el espacio cambiante de oración y testimonio que es
la vida cristiana” 22. Respondiendo a esta sensibilidad y confrontada
con el instrumentalismo del razonamiento médico y la indagación en
los efectos de la espiritualidad, la teología podría, “kenóticamente”,
pronunciar la palabra y ser la voz del enfermo y del que sufre. No
mediante la resignación al positivismo de la ciencia, siguiendo sus
mismos parámetros de enfoque y logros, ni mediante el fatalismo del
concepto erróneo de una espiritualidad sin resistencia, sino a través de
la búsqueda de la comprensión del sufrimiento como una experiencia
compartida –es decir, histórica, social y cultural– y a través de una
presencia com-pasiva. De este modo, la teología tiene la oportunidad
de redescubrir y adentrarse en la tradición de la atención y la curación
mediante la confrontación dialogal con la práctica médica contempo-
ránea. Así, la medicina podría verse y experimentarse como el espacio
en el que pueden encontrarse las huellas de lo divino.

(Traducido del inglés por José Pérez Escobar)

21
Cf. J. J. Shuman y K. G. Meador, Health Thyself. Spirituality, Medicine,
and the Distortion of Christianity, Oxford 2003.
22
R. Williams, “God”, en D. Ford, B. Quash y J. M. Soskice (eds.), Fields of
Faith. Theology and Religious Studies in the Twenty-first Century, Cambridge
2005, pp. 75-89, aquí p. 81.

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TEOLOGÍA: UNA DISCIPLINA EN LOS LÍMITES

gías, mirar con ojos diferentes lo que llevan a cabo. Esto hace de la
investigación interdisciplinar un posible locus theologicus, no porque
allí donde las otras disciplinas tienen que vérselas con sus límites la
teología puede suministrar las respuestas que van más allá de ellos,
sino porque en la investigación interdisciplinar se pone en evidencia
la imposibilidad definitiva de comprender y controlar la realidad
desde un único punto de vista. Las tradiciones teológicas no nos
dicen qué hemos de pensar sobre la realidad, sino que nos desafían a
centrarnos allí donde la realidad muestra su misterio y explorar lo
que ahí acontece. La lógica de cada disciplina o subdisciplina acadé-
mica consiste en alejarse de sus límites para centrarse en lo que
puede investigarse dentro de éstos. En sus propias tradiciones, la teo-
logía atesora modos de tratar lo incomprensible, la realidad que siem-
pre huye y nunca está simplemente presente. Todo esto nos sugiere
que puede ser extremadamente valioso reflexionar y conocer lo que
está oculto y más allá de nuestra comprensión.

Racionalización versus racionalidad

Parece que estamos viviendo en el mundo que Max Weber predijo


a principios del siglo pasado11. Por una parte, nuestra cultura está más
o menos racionalizada, al igual que cada una de las partes de nuestra
realidad está científicamente investigada y no existe un campo de
conocimiento independiente que pueda integrar y conectar el cono-
cimiento fragmentado y fragmentador producido por las disciplinas
académicas. Así como ha desaparecido en nuestras reflexiones teóri-
cas una visión del mundo que lo abarque todo, en nuestra vida prác-
tica ya no nos orientamos mediante un gran relato. Reflexionamos
pragmáticamente sobre la situación tal como es y proyectamos la
situación que deseamos para nosotros y aquellos a los que nos senti-
mos afectos. A partir de aquí buscamos en la realidad, tal cual es,
medios disponibles y objetivos realistas y alcanzables. Esta racionali-
zación de nuestras vidas en términos de medios y fines nos ha con-
ducido a un nivel de prosperidad sin parangón histórico, dando a
nuestra existencia unas expectativas desconocidas hasta ahora y
ampliando para muchos la disponibilidad de bienes culturales que
anteriormente estaban reservados a la elite, aunque también tende-
mos a olvidarnos de aquellos que aún no los poseen, tanto en el Ter-

11
Cf. M. Weber, “Die protestantische Ethik und der Geist des Kapitalismus”
(1904-1905), en id., Gesammelte Aufsätze zur Religionssoziologie I, J. C. B.
Mojr, Tubinga 91988, pp. 17-206, aquí pp. 203-206.

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