Una Sola Noche Contigo - S. Giner

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Una sola noche contigo

S. Giner

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Los nombres, personajes, lugares y sucesos que aparecen en este relato
son ficticios, cualquier parecido con la realidad es pura coincidencia.
Copyright © S. Giner 2021
Todos los derechos reservados.
Título del relato: “Una sola noche contigo”, registrado.

Novelas publicadas del autor:


Una esposa para Stanford.
Adiós, señor Stanford.
Una pelirroja indomable.
Un paseo por Alaska.
Susurros desde el mar.

Relatos publicados del autor:


Encuentro inusual.
Atrapado por una novata.
Una sola noche contigo.

Twitter: @sginerwriter
Contenido
Una sola noche contigo
Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 6
Capítulo 1
Jason estaba sentado en una de las mesas del fondo del bar con un par
de amigos que había conocido en ese mismo local meses atrás y con los que
tenía en común su pasión por las motos. De pronto vio entrar en el bar a una
chica y ya no pudo apartar la mirada de ella.
Esa mujer parecía un sueño erótico hecho realidad. Tenía un cuerpo
increíble, con unas curvas de ensueño, y una cara preciosa. La vio caminar
hacia la barra y sentarse en uno de los taburetes altos. Llevaba un vestido de
cuero negro, muy ceñido y muy corto, que se adhería a sus fantásticas
curvas como si fuera su propia piel, y unos botines negros muy altos.
Jason se sintió muy atraído por ella. Era la primera vez que se sentía
así por una mujer. Estaba pensando cuál sería la forma más adecuada de
acercarse a ella, porque quería follársela, a ser posible esa noche, y no
quería que ella lo rechazara. La contemplaba desde su mesa, intentando
seguir la conversación de sus amigos que, desde que ella había aparecido en
el local, había dejado de interesarle.
La mujer pidió una bebida, y el camarero se la colocó delante dos
minutos después. Jason vio a un hombre que se le acercó, pero ella le dijo
algo y él se retiró.
Sin duda lo ha rechazado, pensó Jason.
Poco después se acercó otro, a quien despachó, simplemente, con una
mirada.
Vaya, esa mujer va a ser difícil, pensó de nuevo sonriendo, porque a él,
raramente se le resistía una mujer.
Sus amigos se marcharon. Eran casi las once de la noche y Jason pensó
que esa mujer se marcharía pronto también.
¿A qué habrá venido a este bar, y además sola?, se preguntó.
Y mientras se lo preguntaba, vio que ella giró el taburete, en el que
estaba sentada, para poder observar el local.
—Vaya —dijo Jason al comprobar que ella estaba mirando a los
hombres que había de pie cerca de la barra. Y supo que estaba buscando
compañía para esa noche.
Al no llamarle la atención ninguno de los hombres que había a su
alrededor, la chica empezó a escanear las mesas. Jason cogió su copa, corrió
la silla un poco hacia atrás, y cruzó las piernas, colocando el tobillo de una
sobre la rodilla de la otra, como si estuviera completamente relajado.
La mirada de Kate lo encontró, y se dio cuenta de que él la estaba
observando.
Ese es el hombre indicado, pensó ella, sin apartar la mirada de la de él.
Estuvieron mirándose unos minutos. Sin duda, ambos esperando que el
otro diera el primer paso.
Cuando Jason comprendió que ella no haría ningún movimiento por
acercarse, se levantó y caminó hacia la barra, con esa clase de decisión que
se convierte en un arma letal para una mujer. Jason llevaba un vaquero
negro bastante desgastado, una camiseta del mismo color, botas y en la
mano sostenía una cazadora de cuero negro.
—Hola —dijo él, colocándose a su lado, de espaldas a la barra.
Si de lejos ese hombre le había parecido interesante a Kate, de cerca,
su atractivo era imponente. Su pelo era oscuro y lo llevaba despeinado, lo
que le daba un aspecto informal. Tenía un rostro de infarto, pero lo que más
llamó la atención de Kate fueron sus ojos. O más bien, la forma tan intensa
en que la miraba, con esos ojos verdes que hicieron que el corazón se le
saltara un latido. Era más alto de lo que pensaba. Kate deslizó la mirada por
su cuerpo. La camiseta se ceñía a sus pectorales de una manera deliciosa.
—Hola —dijo ella.
—¿Te gusta lo que ves? —preguntó él, al darse cuenta del exhaustivo
repaso que le había dado.
—No está mal.
—¿Qué bebes?
—Whisky.
—¿Puedo invitarte a otro?
—No, pero puedes pagar este —dijo ella sonriéndole.
—Me preguntaba si llevabas dinero para pagar la copa, porque he visto
que no llevas bolso y, en ese vestido tan ceñido, no creo que pudieras
guardar la cartera.
—Cuando voy de incógnito no llevo bolso —dijo ella con una pícara
sonrisa—. Pero sí llevo las llaves de casa y la tarjeta del banco.
—Me pregunto dónde podrías llevarlas —dijo él sonriendo y mirando
la cremallera del vestido, que llevaba abierta hasta mostrar la parte superior
de los pechos.
—Soy K.
—¿K? —repitió él, volviendo a sonreír—. Yo soy J.J.
—¿J.J.?
—Si tu nombre es una letra, ¿porqué no puede ser el mío dos? —dijo
Jason pagando la copa de ella.
—¿Tú también vas de incógnito?
—No, yo no tengo necesidad de esconderme, pero haré como tú.
Iremos los dos de incógnito.
—Gracias por la copa.
—Ha sido un placer invitarte. ¿Has venido en coche?
Ella lo miró, levantando las cejas.
—Perdona... Supongo que la marca y la matrícula de un vehículo
serían demasiada información..., para ir de incógnito.
—Exacto. He venido en taxi.
—¿Te apetece que pasemos un rato juntos?
—Depende de lo que quieras hacer en ese rato.
—Yo no hago ascos a nada, en cuanto a sexo se refiere.
—A mí me gusta hacerlo fuerte.
—No hay problema. A mí me gusta hacerlo de cualquier forma. Yo no
vivo solo, ¿vamos a tu casa?
—¿Estás casado?
—No, mi hermana vive conmigo.
—De todas formas, no habría ido a tu casa. Prefiero un hotel. No
quiero que sepamos donde vivimos.
—¿Tienes miedo de que desees ir a mi casa para follar de nuevo
después de esta noche?
—No. Yo nunca me acuesto con un hombre una segunda vez. Al igual
que no me quedo a pasar la noche con nadie.
—Tenemos eso en común, yo tampoco me quedo a dormir con ninguna
mujer.
—Lo que quiero decir es que no quiero saber nada de ti ni que tú sepas
nada de mí.
—De acuerdo, iremos a un hotel. La verdad es que no sé por qué he
dicho de ir a tu casa si yo nunca voy a casa de ninguna mujer. ¿Tienes
problema de ir en moto?
—¿Crees que puedo subir en moto con este vestido?
—Es lo suficientemente corto para que puedas sentarte, y puedes
subírtelo un poco más, si es necesario.
—En ese caso no hay problema.
—Jimmy, ¿puedes darme el casco? —dijo Jason poniéndose la
cazadora.
—Claro —dijo el camarero dejándolo sobre la barra.
—Reservaré una habitación —dijo Jason sacando el móvil del bolsillo
de la chaqueta.
—Iré al baño mientras llamas —dijo Kate alejándose.
Jason le echó un buen vistazo por detrás.
—¿Nos vamos? —preguntó Jason cuando ella volvió unos minutos
después.
—Sí.
Salieron del local.
—¿Tienes un casco para mí?
—No, pero el hotel está muy cerca de aquí.
—Si nos coge la policía tendrás un problema.
—Lo solucionaré, si se da el caso —dijo él cuando llegaron a la moto.
Jason se subió y la puso en marcha. Ella se subió detrás de él. Jason le
pasó una mano por el muslo desnudo, acariciándolo y Kate sintió que un
estremecimiento le recorría el cuerpo.
—Sujétate a mí.
Kate le rodeó la cintura con los brazos y colocó las manos sobre sus
abdominales, que notó duros y bien definidos.

Cuando entraron en el aparcamiento del hotel, Kate se sorprendió al


ver que tenía cinco estrellas, pero no dijo nada, por supuesto.
Jason la cogió de la mano cuando entraron en el lujoso hotel y Kate se
tensó por el contacto. Se acercaron a recepción y ella se alejó hasta un
expositor donde había diferentes folletos, para darle privacidad y no
escuchar su nombre.
—Vamos, preciosa —dijo él acercándose a ella—. Es la habitación
909, está en la última planta.
Nada más entrar en el ascensor, Jason la empotró, literalmente, contra
la pared de madera y se abalanzó sobre su boca. Kate le devolvió el beso,
aunque no muy entregada, pero restregándose contra las caderas de él.
Poco a poco, aquel beso fue transformando el cerebro de Kate en
gelatina. Todo lo que había a su alrededor desapareció, excepto aquel
hombre y su boca, que estaba consiguiendo que su cuerpo ardiera.
Se separaron cuando sonó el pitido de llegada a la planta. Salieron del
ascensor y caminaron hasta la habitación. Jason abrió la puerta y la dejó
pasar delante. Luego entró él y cerró la puerta con el pie, mientras la cogía
de la mano para que no se alejara. Le dio la vuelta y la puso contra la pared.
Metió los dedos entre sus cabellos y le devoró la boca de nuevo.
—Desde que me acerqué a la barra del bar y te miré la boca tenía unas
ganas locas de besarte.
Jason la besó de nuevo y empezó a chuparle el cuello mientras ella
volvía a restregarse contra él, desesperada.
Jason se quitó la cazadora y la lanzó sobre una de los sillones. La
camiseta se tensaba sobre sus hombros marcando sus pectorales. A
continuación le bajó la cremallera del vestido y lo abrió. Kate no llevaba
sujetador y los pechos aparecieron ante de él.
—¡Dios mío! Es un crimen que el vestido cubra todo esto. Tienes unas
tetas preciosas —dijo acariciándolas suavemente con las yemas de los
dedos.
Jason deslizó los labios hasta uno de sus pechos para chuparle un
pezón mientras con la mano pellizcaba el otro. Los dos estaban duros. Kate
se sobresaltó cuando una tromba de sensaciones la invadió, recorriéndola
por entero.
—Quítate esto —dijo ella subiéndole la camiseta.
Él se la sacó por la cabeza y la echó sobre la cazadora.
—Desde luego, no estás nada mal —dijo ella mirándole el torso
desnudo.
Jason le bajó el vestido y ella se lo sacó del todo con los pies. Él se
echó un poco hacia atrás para mirarla. Llevaba un tanga de encaje negro.
—¡Joder! Tienes un cuerpo fantástico.
—Gracias —dijo ella desabrochándole los botones del vaquero y
metiendo la mano en su interior para acariciarle la polla—. Supongo que
tendrás condones.
—Supones bien.
—Pues ponte uno, porque quiero tener tu verga dentro de mí, ya.
Jason cogió un condón del bolsillo trasero del vaquero y lo sostuvo
entre los dientes, mientras se bajaba el pantalón. Luego se lo puso. Al
tiempo que él lo hacía, Kate deslizó el tanga por sus piernas y se lo sacó por
los pies.
Jason pasó los dedos entre sus pliegues y metió uno en su interior para
ver si estaba húmeda. Y sí, lo estaba.
—Rodeame con las piernas —dijo elevándola—. Me muero por estar
dentro de ti.
Jason la penetró con una sola estocada, llegando a lo más profundo de
su ser. Y Kate soltó un gemido de placer. Él se quedó sin moverse en su
interior.
—Has dicho que te gusta follar fuerte.
—Sí.
Jason comenzó a embestirla con acometidas brutales, mientras ella se
aferraba a sus fuertes bíceps, gimiendo con cada una de ellas.
—¡Sí, así! ¡Más fuerte!
—¡Oh, Dios! No sabes cuanto me gusta follar contigo.
—¡Más deprisa! Por favor…
Jason acató sus órdenes y aceleró las embestidas, llegando hasta lo
más profundo. Poco después, Kate empezó a jadear. Jason seguía con
estocadas demoledoras, que lo estaban llevando al abismo, donde se
encontraba ella en esos momentos. Cuando las convulsiones la alcanzaron,
Kate hundió el rostro en el cuello de él, abrazándolo. El clímax la invadió y
un orgasmo desolador se extendió por su interior.
Los espasmos de las paredes vaginales estrujaban su verga, y el
orgasmo subió por su espalda como un rayo, y Jason ya no pudo aguantar
más. Después de dos estocadas bestiales, se clavó en su interior
deteniéndose y dejándose llevar.
—¡Hostia puta! —dijo él mordiéndola en el cuello y haciendo que
Kate gritara—. Este ha sido el mejor polvo de mi vida.
Permanecieron abrazados, mientras sus respiraciones se calmaban.
—Me has mordido en el cuello —le dijo ella al oído.
—Lo siento.
—Yo no lo siento. Me ha excitado. Apuesto a que me quedará marca.
—¿Te gusta que los hombres te marquen?
—Nunca me han mordido. Pero tú lo has hecho en el momento
preciso.
Jason salió de su interior y le bajó las piernas.
—Yo nunca había marcado a ninguna mujer. ¿Por qué te gusta follar
fuerte? —preguntó él mientras se sacaba el condón y se subía el bóxer y el
pantalón de cualquier manera.
—No quiero que sepamos nada el uno del otro.
—Que contestes a mi pregunta no va a desvelar tu identidad —dijo él
acercándose a la papelera para tirar el condón. Luego se apoyó en el
escritorio que estaba al lado.
Kate le miró el pantalón, que tenía desabrochado y algo se removió en
su interior.
—No sé por qué me gusta. Supongo que porque todos los hombres con
los que he estado me han follado de esa forma.
—¿Todos?
—Sí —dijo ella caminando hasta la cama y sentándose en el borde.
—Entonces, ¿buscas sexo duro por costumbre? ¿porque no conoces
otra cosa?
Kate no le dijo que varios años atrás había estado con alguien que sí le
había hecho el amor, su novio, pero no quería pensar en ese cabrón.
—Es posible…, pero me gusta. Hace unos meses estuve con un
hombre que me hizo el amor. A mí —dijo ella sonriéndole, como si hubiera
dicho la cosa más insólita que se pudiera nombrar—. Casi me muero de risa
mientras lo hacíamos. Pero pude reprimirme y le dejé seguir. Era amable y
educado y no quise que se sintiera mal. Desde entonces, siempre dejo las
cosas claras antes.
—¿No sentiste nada con él?
—Fingí el orgasmo. Con eso te lo digo todo.
—Pero sabes que el sexo es cosa de dos. A mí no me importa follar
contigo de la forma que te gusta, y puedes estar segura de que lo haré y me
ocuparé de que disfrutes. Pero también tienes que tener en cuenta mi
opinión. A mí me gusta disfrutar del sexo, en todas las versiones.
Empezando por los besos.
—Supongo que lo dices porque has notado que besar no es lo mío.
—Sí, lo he notado. Y no quiero decir que me haya disgustado la forma
en que me has besado, es solo que… se nota que no te entregas.
—Nadie se ha entretenido demasiado en besarme.
—¿Qué me dices de los preliminares?
—No los necesito.
—¿Tampoco se ha entretenido en ello ninguno de tus amantes?
—No. Supongo que ellos tampoco lo necesitaban.
—En ese caso, yo seré el primero. ¿Estás de acuerdo?
—Me gusta como follas. Así que, como bien has dicho, el sexo es cosa
de dos. Estoy de acuerdo. Hazlo y acabemos de una vez con esto.
Jason mostró una ligera sonrisa.
—Eso jamás deberías decírselo a un hombre. Cuanto más despacio
vaya, más disfrutarás tú.
—Pues adelante. Estoy ansiosa —dijo ella con sarcasmo.
Él volvió a sonreír.
—Otra cosa. No quiero que finjas los orgasmos conmigo.
—¿Orgasmos? ¿En plural? —dijo ella riendo.
—Quien sabe. Tal vez descubras que, después de todo, te gusta que te
exciten sin penetrarte.
—Lo dudo —dijo ella sonriendo—, pero puedes intentarlo.
—Lo comprobaremos a partir de ya. Échate en la cama. Voy a besar
cada centímetro de tu piel —dijo él acercándose a ella.
—Parece que estabas seguro de que esta noche follarías —dijo al ver
que él dejaba unos cuantos condones sobre la mesita de noche.
Jason la miró y le guiñó un ojo.
Kate se quitó los botines y los calcetines y echó la colcha a los pies de
la cama. Luego se subió a ella para acostarse en el centro.
—Espero que merezca la pena, al menos para ti.
—Puedes estar segura de que la merecerá —dijo él desnudándose y
subiendo a la cama.
—¿Sabes que tú tampoco estás nada mal? La verdad es que tienes un
cuerpo impresionante.
—Me alegro de que te guste —dijo él sentándose a horcajadas sobre
sus caderas—. Me gusta el color de tus ojos. Ese tono gris me recuerda a las
tormentas.
—¿Te gustan las tormentas? Perdona —dijo ella al darse cuenta de que
le había hecho una pregunta personal.
—Me gustan las tormentas eléctricas, si las contemplo desde casa. Y
tus ojos me recuerdan a ellas —dijo él ignorando su disculpa.
Jason le acarició los pezones, que se pusieron duros con el contacto.
Subió las manos para acariciarle el rostro. Perfiló sus cejas con las yemas
de los dedos y luego los deslizó por su frente, por sus pómulos y, por
último, acarició sus labios, dibujándolos con suavidad. Se inclinó sobre ella
y los lamió una y otra vez, hasta que Kate los entreabrió y él metió la
lengua entre ellos. Empezó a besarla de forma relajada, hasta que el beso se
descontroló.
Kate intentaba no corresponderle con demasiado interés, pero Jason le
estaba devorando la boca y mordiéndole los labios, y ella empezó a sentir
un cosquilleo en el estómago que la obligó a rodearle el cuello con los
brazos y devorarlo a su vez.
Estuvieron besándose mucho tiempo. Jason se apartó de su boca con la
respiración entrecortada. A Kate le faltaba aire en los pulmones y estaba
muy húmeda.
—Aunque no te guste besar, tengo que reconocer que lo haces bien.
—Cuando hago algo me gusta hacerlo bien, aunque no me guste.
—¿Qué es lo que no te ha gustado? ¿Besarme? ¿Que te bese? ¿O el
beso en sí?
—No he dicho que no me haya gustado. De hecho, a ti se te da muy
bien besar.
Jason le miró el cuello.
—Tenías razón, te ha quedado una marca —dijo inclinándose para
lamer el ligero hematoma que le había causado su mordisco.
—No importa, ese polvo bien lo ha merecido.
Jason empezó a darle besos por el cuello. Deslizó sus labios hasta su
hombro, besando cada centímetro de su piel.
Kate se sentía inquieta, porque era la primera vez que su cuerpo se
había estremecido por el simple hecho de que un tío le rozara la piel con los
labios o la lengua.
Jason le colocó las manos por encima de la cabeza, sujetándolas con
las suyas y empezó a lamerle y a mordisquearle la piel de la cara interna de
los brazos, y ella dio un respingo. Le acarició las axilas con la lengua,
primero una y luego la otra, y fue bajando por sus costados, dándole
pequeños mordiscos en las caderas.
La respiración de Kate estaba agitada y él sonrió. Jason subió de nuevo
a su boca y la besó lentamente, con suavidad, y ella le devolvió el beso de
la misma forma. Él se apartó de su boca con un gemido y deslizó los labios
por el cuello de ella, bajando por su escote, hasta detenerse en uno de sus
pezones. Lo mordisqueó con suavidad y luego lo lamió.
Kate se estremeció al sentir esa caricia húmeda. Su vientre se tensó y
se arqueó hacia él, deseando que su lengua no se apartara. Jason volvió a
gemir. Se metió el pezón en la boca y lo chupó mientras pellizcaba el otro
con los dedos. Entonces fue Kate quien gimió, removiéndose debajo de él,
porque se encontraba muy húmeda y necesitaba tenerlo en su interior. Pero
él no se inmutó. Siguió con lo que estaba haciendo hasta que se sintió
satisfecho y bajó hasta sus piernas.
Los dos permanecían en silencio. Sólo se escuchaban los gemidos que
ambos soltaban de vez en cuando y sus respiraciones agitadas. Jason estuvo
largos minutos acariciándole los pies, las piernas y los muslos.
—Me encantan tus piernas —dijo él mirándola.
La expresión del rostro de Kate mostraba aturdimiento y Jason se
sintió satisfecho por lo que estaba haciéndola sentir. Le separó las piernas y
se inclinó para acariciarle los muslos y la parte interna de los mismos. Kate
notó el roce de su incipiente barba sobre su tierna piel y se sintió
desconcertada por lo mucho que ese simple roce le estaba afectando. Elevó
las caderas porque, de pronto, deseó tener la boca de ese hombre entre sus
piernas, en su centro del placer.
Jason empezó a mordisquearle la suave piel y ella levantó de nuevo las
caderas. Y entonces, él le rodeó los muslos con los brazos, separándolos, y
bajó el rostro hasta su sexo. Lo acarició de arriba abajo y ella se tensó, con
la respiración alterada. Jason comenzó a pasar la lengua por sus pliegues,
una y otra vez, sin rozar su clítoris, donde ella más lo necesitaba. Le
mordisqueaba la piel de la vulva haciendo que pequeños gemidos escaparan
de sus labios.
Jason la penetró con la lengua y ella levantó las caderas por tercera
vez. Empezó a sentirse descontrolada. Bajó sus manos para enredar sus
dedos entre los cabellos de él, sujetándole la cabeza para que no se apartara.
Jason sonrió. Entonces deslizó la lengua hasta su clítoris y empezó a
rodearlo con la punta, sin rozarlo. Abrió sus labios con los dedos y empezó
a lamerla suavemente, apenas rozándola, y de los labios de Kate salió un
jadeo de placer. Pasó la punta de la lengua por su clítoris, con un leve roce
que la hizo dar un grito. Oyó la respiración de Kate mucho más agitada. Y
entonces, sí se ocupó a fondo de su centro del placer. Comenzó a chuparlo y
a mordisquearlo.
Ella se removía debajo de él, inquieta, deseando llegar al orgasmo que
estaba formándose en su interior. Jason metió dos dedos en su vagina, sin
apartar la boca de su clítoris, entrando y saliendo de ella.
Kate no podía dejar de gemir, sintiendo la boca de él en la humedad de
su sexo. Jason deslizaba su lengua con maestría mientras ella gemía y
jadeaba, totalmente abrumada por lo que estaba experimentando. Las
oleadas de placer crecían imparables y Kate se sujetaba con fuerza a la
sábana, intentando aferrarse a algo.
Jason notó cómo las paredes vaginales le presionaban los dedos.
Chupó el clítoris con ansia hasta que ella empezó a jadear y soltó un grito
cuando el orgasmo la arrolló, dejándola desolada. Se sentía más aturdida
que en toda su vida. ¡Se había corrido sin penetración!
Jason sacó los dedos de su interior. Se incorporó, quedando de rodillas
entre sus piernas, y la miró, mientras se llevaba a la boca los dos dedos que
la habían penetrado, para chuparlos.
—Estás deliciosa.
Era la primera vez que un hombre hacía algo así ante sus narices, y eso
la excitó de nuevo.
—No oigo que te quejes y, por tus gemidos y jadeos, parece que no te
han desagradado los preliminares.
—Me has dejado aturdida. Y me ha encantado todo lo que he sentido
—dijo ella sonriéndole.
—Sí, ya lo he notado. Tu orgasmo ha sido una buena prueba de ello.
—Al principio estaba preocupada porque no sabía si tendría que fingir.
Te estabas tomando tanto interés con lo que tenías entre manos… Es la
primera vez que me corro sin penetración.
—Me alegro de haberlo conseguido yo, aunque no he tenido que
esforzarme demasiado que digamos.
Jason se echó sobre ella para besarla, y esa vez, ella le correspondió
sin guardarse nada. Le rodeó el cuello y lo besó con desenfreno.
Después de un buen rato de estar besándose, Jason se incorporó. Cogió
un condón de la mesita de noche y se lo puso. Ella no apartó la mirada de
sus ojos mientras lo hacía. Jason le separó las piernas y se colocó entre
ellas. Introdujo un dedo en su vagina para asegurarse de que estaba húmeda.
No estaba solo húmeda, estaba empapada. Sus flujos se deslizaban por su
entrepierna y él no pudo evitar inclinarse para lamerlos.
Jason cogió la verga en su mano para dirigirla y la penetró
suavemente, llegando hasta el fondo. Y ella suspiró de placer al tenerlo en
su interior.
Empezó a moverse despacio, sin apartar la vista de los ojos de ella.
Entraba una y otra vez, a un ritmo controlado. Cuando Kate empezó a
gemir, él salió de su interior y se echó sobre ella para besarla, sonriendo al
escuchar su protesta por haber sacado la polla de su interior.
—No te preocupes, preciosa. Mi polla volverá a estar dentro de ti en
un instante. Es que necesitaba besarte de nuevo. Además, esto es demasiado
bueno para correrme tan pronto, y estaba a punto.
Jason volvió a besarla y ella se sintió aturdida porque le devolvió el
beso de manera desesperada, como si lo necesitara.
¿Ahora me gustan los besos?, se preguntó Kate desconcertada.
Jason volvió a penetrarla. La polla estaba dura como una piedra y tenía
unas ganas locas de correrse. Deseaba follarla fuerte, como ella le había
dicho que le gustaba. Pero quería demostrarle que follar de una manera
pausada también era bueno. Y parecía que ella empezaba a aceptarlo y le
agradaba. Sus gemidos lo corroboraban.
Jason cambió el ritmo de las acometidas. Entraba en ella suavemente
hasta el fondo y luego salía casi por completo para volver a penetrarla hasta
la empuñadura.
Kate seguía aturdida. Algo le sucedía con ese hombre. Se sentía
desolada por el placer que le estaba proporcionando. Y lo que estaba
sintiendo era tan bueno que, a pesar de que deseaba correrse, no quería
hacerlo. Quería estar así toda la noche, dejando que la follara de esa forma
tan suave, que estaba arrasando con todo en su interior. Sabía que el clímax
estaba cerca y quería retrasarlo.
—¿Puedes besarme?
—Será un placer —dijo él mirándola con una tierna sonrisa.
Jason se echó sobre ella, sin sacar la polla de su interior. Apoyó los
antebrazos a ambos lados de Kate para no aplastarla. Jugueteó con sus
labios, lamiéndolos, tentándola, pero sin darle lo que quería. Hasta que ella
metió los dedos entre su pelo para acercarlo más y lo besó. Lo besó de tal
forma que Jason gimió y soltó un gruñido. Fue él quien tuvo que apartarse
de su boca poco después, porque se estaba ahogando por falta de aire. Kate
lo miró a los ojos y se perdió en esos iris verdes, que ahora estaban oscuros.
—Pensaba que no te gustaba besar —dijo él sonriendo.
—Ahora sí me gusta. Y he de admitir que me gusta muchísimo. Creo
que podría correrme únicamente besándote, si le dedicara un poco más de
tiempo.
—Me alegro, porque a mí me encanta besarte. ¡Joder! Besas de puta
madre. Y no puedes imaginar cuánto me gusta follar contigo.
Jason estaba a punto de correrse, a pesar de que no se estaba
moviendo, porque ese beso lo había llevado casi a lo más alto.
—Cielo, voy a follarte, porque no aguanto más, y me gustaría que tú te
corrieras antes, ¿de acuerdo?
—Vale —dijo ella sonriéndole.
Jason empezó a moverse de nuevo, lentamente, pero aumentando el
ritmo poco a poco. Estaba intentando pensar en otra cosa para relajarse,
pero el rostro de esa mujer lo tenía obnubilado. Tenía el pelo enredado y
revuelto, los labios rojos e hinchados por los besos que habían compartido y
las mejillas encendidas por el placer. Y pensó que era la mujer más preciosa
que había visto en mucho tiempo. Siguió embistiéndola, cada vez más
rápido, cada vez más fuerte. Kate empezó a gemir. Le rodeó la cintura con
las piernas para que entrara en ella más profundamente y empezó a
acariciarle la espalda, para acabar cogiéndolo fuertemente de las nalgas,
cuando las convulsiones del orgasmo la alcanzaron. Jason sintió cómo los
músculos vaginales le estrujaban la polla.
—¡Dios mío! ¡J. J.! —gritó Kate mientras se corría.
Jason bajó un poco el ritmo, con mucho esfuerzo, para que ella
saboreara su orgasmo y entonces dio dos empellones salvajes y profundos y
se detuvo en su interior dejándose llevar. Se derrumbó sobre ella
escondiendo el rostro en su cuello.
—Tu coño es la hostia —le dijo él al oído.
—Supongo que eso es un cumplido.
—Un cumplido muy grande. Creo que ha sido la vez que más placer
he sentido en toda mi vida —dijo incorporándose para mirarla.
Ella le dedicó una sonrisa que transformó por completo la expresión de
su rostro, iluminándolo. Una sonrisa que fue directa a la entrepierna de
Jason, dejándolo aturdido. ¿Pero qué cojones?, se preguntó sorprendido por
su reacción a una simple sonrisa de esa mujer.
—Yo no puedo asegurar que haya sido el mejor polvo de mi vida —
dijo ella acariciándole los hombros y los bíceps—, pero, inesperadamente,
me ha gustado muchísimo. Pensé que no podría sentir placer follando… de
esa forma. Y, sobre todo, no pensé que pudiera correrme.
—Eres una mujer muy receptiva y muy ardiente. Te aseguro que
sentirás placer en cualquiera de las formas que te ofrezca el sexo.
—¿Hemos terminado ya?
—Ni por asomo —dijo él saliendo de su interior y quitándose el
condón—. A mí también me gusta el sexo fuerte y voy a disfrutarlo contigo.
—¿Te apetece una copa? —preguntó ella cuando él se levantó de la
cama para ir a tirar el condón.
—Sí, un whisky estaría bien. Y luego voy a comerte el coño a
conciencia —dijo siguiéndola al salón y sentándose en el sofá.
—Eso suena muy bien —dijo Kate poco después dándole el vaso y
sentándose en el brazo del sofá.
Jason la observó, como había hecho unos minutos atrás. Tenía un
aspecto desaliñado, el maquillaje estaba hecho un desastre, el pelo parecía
un nido de pájaros y tenía los labios muy hinchados. Y la encontró tan
atractiva y tan sexy, que se moría de ganar por follarla de nuevo.
—Termínate pronto la copa —dijo Jason bebiéndose el whisky en dos
tragos.
—¿Tienes prisa por marcharte?
—Ninguna. Pero quiero hacer muchas cosas contigo y no tenemos
mucho tiempo.
Kate se llevó el vaso a los labios y se bebió el contenido hasta el final.
Capítulo 2
Nada más entrar en el dormitorio, Jason se echó sobre la cama.
—Siéntate a horcajadas sobre mí.
Kate se sentó sobre sus caderas.
—Acerca tu coño a mi boca, y sujétate fuerte del cabecero.
Ella lo miró extrañada, pero hizo lo que le dijo. Colocó las rodillas a
ambos lados de su cabeza y se cogió del cabecero con las dos manos. Jason
la sujetó de las caderas y la hizo descender hasta tener el coño sobre su
boca. Y entonces empezó a devorarla.
Comenzó a acariciar el clítoris con más intensidad, y ella empezó a
moverse sobre su lengua, buscando el ritmo que deseaba. Jason metió la
lengua en su vagina, hasta donde alcanzó, y Kate empezó a mover las
caderas desesperada.
Cuando tenía cerca el orgasmo, él bajaba el ritmo para que no pudiera
alcanzar el placer que ella estaba buscando. Kate maldecía, sujetándose del
cabecero con fuerza. Jason la llevaba a lo más alto y luego seguía con
movimientos que no eran suficientes, y ella volvió a maldecirlo.
Sin poder soportarlo más, Kate apartó las manos del cabecero y bajó
una hasta su clítoris para acariciarlo y la otra la llevó hasta uno de sus
pezones. Y Jason sintió tal excitación que su lengua empezó a moverse de
manera despiadada. Y Kate empezó a sentir las convulsiones del orgasmo y,
sin más, se corrió.
Kate se sentía agotada, pero Jason no le dio tregua y empezó a mover
la lengua de nuevo, pasándola por los pliegues y el clítoris y dándole
pequeños mordiscos que la obligaron a sujetarse fuertemente del cabecero y
a gritar el nombre de él cuando el segundo orgasmo la atravesó.
Kate se soltó las manos y se deslizó hacia atrás, hasta que pudo estirar
las piernas. Y entonces se echó sobre las piernas de él, con las suyas a
ambos lados del cuerpo de Jason. Estaba agotada... y satisfecha.
—¿Estás bien? —preguntó él acariciándole los muslos arriba y abajo.
—Sí, sólo necesito un instante.
—Tómate el tiempo que necesites.
Jason empezó a deslizar la yema de uno de sus dedos por el sexo de
ella, suavemente. Y Kate comenzó a excitarse de nuevo. Se incorporó,
apoyándose en los codos y lo miró.
¿Qué me está haciendo este hombre?, se preguntó.
Se sentía extraña. Con él, estaba experimentado sensaciones
desconocidas. Nunca había sentido algo así al follar con un hombre.
—Ponte un condón. Ahora voy a follarte yo.
—Estupendo —dijo él cogiendo un preservativo y poniéndoselo en un
tiempo récord.
Kate colocó las rodillas a ambos lados de la cintura de él, cogió la
verga con la mano y la colocó en su entrada. Luego bajó de golpe,
quedando sentada sobre él. Y Jason soltó un gemido de placer.
—No sé lo que tienes, pero me gusta muchísimo follar contigo —dijo
él cogiéndole los pechos con las manos—. ¿Te he dicho cuánto me gustan
tus tetas?
—Puedes decírmelo las veces que quieras—dijo ella inclinándose para
besarlo.
Jason metió los dedos de una mano entre su pelo y, sujetándola de la
nuca, la acercó más a él, y le devolvió el beso con desesperación.
—Y no puedes imaginar cuánto me gusta besarte —dijo saliendo de su
boca para morderle y lamerle los labios.
Kate escondió el rostro en su cuello y lo chupó fuerte. Quería dejarle
una marca, como había hecho él. Luego se incorporó y lo miró sonriendo.
—Ahora estamos en paz, ya tienes mi marca en tu piel. Así te
acordarás de mí durante unos días.
—No necesito una marca para acordarme de ti. Esta está siendo la
mejor noche de mi vida, y no la voy a olvidar —dijo acariciándole los
pezones, que estaban duros como piedras.
Kate empezó a moverse, subiendo y bajando. Él intentó marcar el
ritmo que quería, pero ella no se lo permitió.
—No quiero que te corras antes que yo.
—No lo haré —dijo Jason sonriendo.
Kate empezó a cabalgarlo sin piedad, con un ritmo desolador, que
hacía que Jason gimiera sin cesar y soltara algún que otro gruñido de
desesperación. De vez en cuando se incorporaba para meterse un pezón en
la boca y Kate gemía de placer.
Jason estaba al límite. La acompañaba en las acometidas, subiendo las
caderas y entrando en ella con más profundidad. Cuando notó que estaba a
punto de correrse, empezó a acariciarle el clítoris mientras le mordía un
pezón y tiraba de él con los dientes. Y Kate llegó a lo más alto, dejándose
llevar.
Las contracciones vaginales le apretaban la polla y Jason ya no podía
más. Kate descendió el ritmo hasta que se serenó un poco, y luego volvió a
follarlo, subiendo y bajando sobre él de manera furiosa..
Esta chica es el placer personificado, pensó Jason mirándola a los
ojos.
Kate empezó a gemir, porque otro orgasmo se estaba formando en su
interior.
—Córrete para mí —dijo ella, mirándolo sin dejar de cabalgarlo.
A Jason le hicieron gracia esas palabras, que había pronunciado tantas
veces con otras mujeres.
Las pupilas de Kate estaban dilatadas y tenía la boca entreabierta, por
la que escapaban gemidos de placer. Jason estaba apunto de correrse. Le
gustaba que ella estuviera follándolo, y tenía que reconocer que lo hacía de
maravilla. Hizo un gran esfuerzo para controlarse y no correrse antes que
ella. Cuando Kate tuvo la primera convulsión, él la alcanzó para
acompañarla al cielo, y los dos llegaron a la vez. Kate se derrumbó sobre él
y Jason le rodeó la espalda con los brazos.
—¿Sabes que eres fantástica follando?
—Gracias, tú también. ¿Estás cansado? —le preguntó poco después,
con el rostro escondido en el cuello de él, porque se había dado cuenta de
que le gustaba estar ahí, aspirando su olor.
—Supongo que lo normal, después de un buen orgasmo. ¿Por qué lo
preguntas?
—Porque, antes de acabar la noche, me gustaría que me follaras el
culo —dijo mirándolo.
Jason la observó detenidamente. En su rostro no había ni el más
mínimo signo de timidez. Esa chica tenía una seguridad en sí misma
envidiable, y era atrevida. Sabía que era una mujer que se sentía cómoda
con ella misma. ¡Y Dios! A él le provocaba una lujuria que lo abrasaba.
—¿Lo has hecho antes?
—Sí, muchas veces. Pero, si no quieres hacerlo..., lo entenderé. ¿Tú lo
has hecho alguna vez?
—Unas cuantas, aunque no demasiadas. A todas las mujeres no les
gusta. Y, sí, me gustaría muchísimo follarte el culo. ¿Necesitas algún tipo de
lubricante?
—No, ya estoy acostumbrada —dijo ella echándose sobre la cama.
Jason se quitó el condón y se levantó.
—Voy un momento al baño —dijo él pensando que esa chica era el
sueño de cualquier hombre.
Cuando Jason volvió a la cama se echó sobre ella para besarla.
Estuvieron largo tiempo besándose, a veces con suavidad y otras de manera
desesperada.
—Estás buena de cojones, cielo —dijo él de rodillas en la cama,
mirándola—. Date la vuelta, es hora de follar ese precioso culo.
Kate lo hizo y se colocó a cuatro patas delante de él. Jason subió las
manos por los costados de ella, en una suave caricia y las deslizó hasta sus
pechos, acariciándolos y estrujando los pezones con poca delicadeza. Kate
dio un respingo por la ola de placer que la invadió. Él llevó una de sus
manos hasta su sexo para acaricarle el clítoris, y sonrió al encontrarla
completamente mojada. Se puso un condón y empezó a deslizar la verga
por el sexo de ella, con suavidad. Cada vez que se encontraba en la entrada
de la vagina, la penetraba con una fuerte embestida llegando hasta el fondo,
y luego volvía a salir. Y Kate estaba ansiosa por alcanzar el orgasmo. Ese
hombre había trastocado su mundo, y ahora se excitaba con cualquier cosa
que él le hiciera.
Jason pasó un dedo por sus pliegues y lo metió en su interior para que
se impregnara con los fluidos de ella, y luego se lo metió en el culo para
lubricarlo. A continuación hizo lo mismo con la polla, metiéndola en su
vagina y haciéndola gemir. Y cuando su verga estuvo bien lubricada la
deslizó hasta su trasero. Metió la punta y ella volvió a gemir. Jason se
afianzó, sujetándola de las caderas, y se adentró en ella, despacio,
saboreando el momento. Estaba tan estrecha y apretada que tuvo que
detenerse para no correrse, porque el placer que estaba sintiendo era
desolador.
Jason se inclinó sobre su espalda, pasando la lengua por su columna
hasta llegar a la nuca y ella se tensó. Le mordisqueó la nuca y luego el
cuello y el hombro. Y volvió a incorporarse, porque deseaba follarla fuerte
y correrse en su interior.
Se sujetó de uno de sus suaves hombros y llevó la otra mano a su
clítoris, y ella gritó de placer. Jason empezó a moverse, y no con suavidad.
La embestía con profundas y fuertes estocadas hasta llegar a lo más hondo,
y soltando un gruñido desesperado cada vez que se adentraba en ella, con
una pasión desmedida. Kate pasó de los gemidos a los jadeos. Sentía que se
aproximaban los primeros espasmos.
—Voy a correrme. Dame más fuerte.
Jason incrementó el ritmo, embistiéndola de forma implacable, y ella
gritaba con cada uno de sus furiosos embates.
—¡Oh, J.J.! —gritó cuando el orgasmo la invadió, dejándola desolada.
Jason bajó el ritmo hasta que ella se tranquilizó un poco, y luego
volvió a embestirla con envites demoledores. Poco después, la empaló una
última vez, sin piedad, y se detuvo en su interior.
—¡Joder! —dijo él echándose sobre su espalda y besándole la piel
mientras se calmaba—. Esto ha sido...
—Para mí también ha sido fantástico —dijo ella, aún con la
respiración alterada.
Jason salió de su interior, se quitó el condón y lo dejó en el suelo
porque no tenía fuerzas para levantarse. Luego se derrumbó en la cama, y
ella se echó a su lado, exhausta. Jason la miró sonriendo.
—¿Qué?
—No sabes cuanto me gusta follar contigo.
—Ya me lo has dicho —dijo ella sonriéndole.
—¿Tienes problema de que te lo repita?
—Ninguno. A mí también me gusta mucho follar contigo.
—¿Nos duchamos y damos por finalizada la noche?
—Sí —dijo ella.

Se ducharon, lavándose el uno al otro, como si tuvieran confianza de


años, mientras se acariciaban y se besaban. Luego se secaron y volvieron a
la cama. Él se acostó boca arriba, y ella se colocó a su lado, acariciándole el
suave vello del pecho. Luego deslizó la mano hasta sus abdominales y
siguió bajando por sus oblícuos, hasta llegar a su miembro, que ya estaba
duro como una roca. Jason cogió un condón de la mesita de noche y se lo
puso sonriendo, porque era el último, y era la primera vez que acababa con
todos los condones que había llevado. La colocó de espaldas sobre la cama
y se echó sobre ella.
—Parece que no habíamos acabado del todo nuestra noche de sexo —
dijo ella sonriéndole.
—Esa mano tuya, tan inquieta, me ha puesto a cien —dijo entrando en
ella con una fuerte estocada que la hizo gritar—. Me encanta esto.
—No más que a mí.
—Me empalmé cuando te vi aparecer en la puerta del bar.
—A mí también me gustaste tan pronto te vi. Parece que hay bastante
química entre nosotros.
—Sí, de eso no hay duda.
Jason estuvo follándola con suavidad, y Kate gemía de placer cada vez
que se adentraba en su interior. Se sentía desconcertada, porque con ningún
hombre había sentido nada de lo que estaba experimentando con él. Y era la
primera vez que sentía un placer tan intenso, con cualquier cosa que él le
hiciera.
Por mucho que lo había intentado, Kate no pudo evitar correrse. Él
detuvo por un momento las intrusiones, para darle tiempo a que disfrutara
de su orgasmo y se calmara. Y darse tiempo a él mismo para relajarse,
porque los espasmos vaginales le apretujaban la polla de tal forma, que
había estado a punto de dejarse llevar, y no quería. Sabía que ese polvo
sería el último con ella y quería alargar el momento.
Cuando la vio, mirarlo sonriente, Jason volvió a sus acometidas. La
penetraba lentamente, pero con determinación. No apartaba la vista de su
rostro mientras entraba en ella, y Kate le mantenía la mirada, con los ojos
brillantes de deseo.
Permanecieron en silencio, únicamente, sintiéndose. Sólo se oía el
sonido de sus respiraciones agitadas y los gemidos y jadeos de ambos. Con
cada embestida, la tensión aumentaba.
Kate notaba un fuego líquido correr por sus venas. Clavó las uñas en la
fuerte espalda de él, exigiéndole que no se detuviera, mientras Jason la
besaba, absorbiendo sus jadeos de forma posesiva.
—Voy a correrme.
—Rodeame con las piernas.
Ella lo hizo, y Jason empezó a embestirla con un ritmo apremiante.
Kate se sujetó a sus fuertes hombros. Jason la penetró con rudeza una
última vez y se detuvo en su interior. Poco después los dos se encontraban
asolados por un orgasmo arrollador. Jason sintió en su verga las
contracciones y los espasmos de la vagina. Y ella sentía en su interior cómo
la polla se convulsionaba.
Jason se derrumbó sobre ella, agotado y con la piel sudorosa. Estaba
exhausto, pero satisfecho como no lo había estado jamás. Sus pensamientos
eran un caos. Pensaba cosas extrañas, con ella, que se negaban a apartarse
de su mente.
Permanecieron así, sin que ninguno de los dos tuviera prisa por
alejarse del otro. Jason, con el rostro sumergido en el cuello de ella,
aspirando su aroma y sintiendo el suave tacto de su piel en los labios. Y
Kate, aferrada a sus hombros, y todavía con las piernas alrededor del cuerpo
de él.
Kate sabía que su noche de pasión con un desconocido había llegado a
su fin, y se sintió rara y desconcertada. Porque se dio cuenta de que no
quería separarse de él. De ese hombre que se le había metido debajo de la
piel.
—Creo que ha llegado el momento de separarnos —le dijo él al oído.
—Tienes razón. Ya te he dicho que yo no duermo con ningún hombre
después de acostarnos, así que, puedes marcharte.
—¿Por qué das por hecho que voy a ser yo quien se marche?
—Porque yo estoy cansada. Y porque eres un caballero —dijo ella
dedicándole una traviesa sonrisa.
—En lo de caballero, estás muy confundida. Te aseguro que estoy muy
lejos de serlo, y también estoy muy cansado. Y, aunque yo tampoco suelo
dormir con ninguna mujer después de follar, hoy puedo hacer una
excepción, porque estoy muerto. De manera que, si quieres, puedes irte, te
aseguro que no me molestaré.
—En ese caso, los dos haremos una excepción, porque el solo hecho
de pensar en vestirme me agota.
—Entonces, durmamos —dijo él cubriéndolos con la ropa de cama.
Jason seguía despierto minutos después. No podía dejar de pensar que
esa chica era especial. Estaba completamente seguro de que esa noche iba a
suponer un antes y un después en su vida. Quería volver a verla. Tenía que
convencerla para que se viesen una vez más, para descubrir qué le pasaba
con ella.
Al menos estará aquí por la mañana, pensó Jason adormecido.
Kate se colocó de espaldas a él. Quería estar lo más alejada posible. La
cercanía de ese hombre la aturdía y era incapaz de pensar con claridad.
Sabía que debería irse a casa, pero estaba realmente cansada y, ¿para qué se
iba a engañar?, quería pasar un rato más con él, aunque fuera durmiendo.
De pronto, Jason se giró hacia ella dormido, pegándose a su espalda y
rodeándole la cintura con el brazo.
Dos horas después, Kate seguía despierta. No podía dejar de pensar en
los labios de ese hombre, que la besaban de manera deliciosa, ni en la
sensualidad que emanaba por los cuatro costados de su cuerpo, ni en esos
ojos verdes que la miraban con un deseo arrollador.

Jason abrió los ojos, con esfuerzo, porque el sol que entraba por la
cortina abierta le daba en los ojos. En un principio se sintió desubicado al
no saber donde estaba. Pero el recuerdo de la noche anterior volvió a su
mente y sonrió. Esa preciosa morena de ojos grises lo había tenido muy
entretenido.
Volvió la cabeza hacia el lado de la cama y se sorprendió al
encontrarlo vacío. Cogió el móvil de la mesita de noche para comprobar la
hora. Eran las diez y media y se extrañó de haber dormido tanto porque él,
aunque se acostara tarde, solía levantarse muy temprano. Por suerte era
domingo. Al dejar el teléfono en la mesita de noche vio una nota con el
membrete del hotel y la leyó.

Me he despertado en mitad de la noche y he decidido marcharme.


Cometí un error al quedarme a dormir contigo, porque no está bien romper
una norma que yo misma me he impuesto. De todas formas, ha sido
agradable dormir a tu lado.
No sé lo que sucedió anoche, pero sé que tú has cambiado algo en mí,
en relación al sexo. Sé que ahora me sentiré desconcertada al acostarme
con alguien, porque siento que han cambiado mis gustos sexuales. Y sabes.
Follar contigo es lo más delicioso que he experimentado en mi vida.
Kate

—Kate —dijo él, sonriendo al saber su nombre.


Capítulo 3
—Pareces enfadada —dijo Scott, el socio y amigo de Kate, cuando ella
entró en el estudio de diseño—. Podría pensar que es por ser lunes, porque
sé que el lunes no es tu mejor día, pero tienes cara de enfadada desde hace
semanas. He esperado pacientemente a que me contaras qué te sucede, pero
parece que tu confianza en mí ha desaparecido.
—No tengo que contarte nada porque no hay nada que contar. Y mi
confianza en ti está intacta. Estoy bien —dijo ella sentándose en el borde de
la mesa de su socio muy cerca de él—. ¿Algo nuevo?
—No. He estado repasando lo que nos queda para terminar en casa de
Morgan. Si no hay ningún imprevisto, acabaremos la próxima semana.
—Pues procura que no haya ningún imprevisto porque quiero empezar
con el siguiente proyecto. Estoy harta de oír las quejas de su mujer. No
entiendo cómo la soporta su marido. Dios, a esa mujer no hay forma de
contentarla.
—Su marido parece que lo consigue porque cuando están juntos para
esa mujer no existe nadie más que él. Pero tienes razón, es un incordio.
—Para decirlo tú, con lo paciente que eres…
—Puede que tenga paciencia, pero te aseguro que esa mujer me saca
de quicio —dijo Scott.
—Pues intentemos acabar con ellos cuanto antes.
—¿Quieres elegir ahora la tela para sus sofás? El tapicero está
esperando mi llamada.
—Sí —dijo Kate levantándose y saliendo del despacho con él.
Poco después los dos estaban rebuscando entre varias muestras de
tejidos.
—Kate… ¡Kate…! —dijo Scott chasqueando los dedos delante de ella.
—Perdona, estaba distraída. ¿Qué decías?
—Que este es el color que a ella le gustaba —dijo él mostrándole un
trozo de tela.
—Pues si lo eligió ella…
—¿Qué coño te pasa? Ya no es sólo que estés de mal humor, además,
estás distraída en el trabajo. Y encima, ahora le das la razón a esa
insoportable mujer. ¿Desde cuándo haces lo que dice el cliente, sin dar tu
opinión?
—Tienes razón, Scott, no me siento bien. Últimamente no duermo
mucho.
—Un momento. No estarás así por el tío del que me hablaste, ese que
dijiste que no podías quitarte de la cabeza.
—¿Qué tío?
—No te hagas la tonta, que no te va. Aquel tío con el que pasaste la
noche.
—En realidad, no pasé con él toda la noche —dijo ella con una sonrisa
pícara.
—Así que se trata de él.
—No consigo quitármelo de la cabeza, a pesar del tiempo que ha
pasado.
—¿Él es la razón de que no salgas últimamente?
—No salgo porque no me apetece, prefiero quedarme en casa a
descansar.
—No digas tonterías. Nunca has estado sin sexo más de tres semanas.
—A veces me pregunto por qué te tengo al tanto de todos mis asuntos.
—Porque soy tu mejor amigo y el único que te conoce. Hace semanas
que no estás con ningún tío, y esa es la razón de que estés de tan mal humor.
¿Has estado con alguien después de… ¿cómo me dijiste que se llamaba?
—J.J. Y sí, estuve con uno después de él.
—¿Con el que me dijiste que fue el peor sexo de tu vida?
—El mismo —dijo ella riendo.
—¿Sabes qué creo?
—No soy adivina, Scott.
—Creo que estás colada por ese J.J.
—No digas tonterías. Sólo estuvimos juntos unas horas.
—No es normal que no tengas sexo en semanas.
—A veces, el vibrador es más satisfactorio que algunos hombres.
—Eso no voy a discutírtelo.
—¿Sabes lo que sucede?
—No.
—J.J. fue algo nuevo para mí, algo increíblemente bueno. Y el
problema de haber probado algo tan bueno es, que ya no disfruto de lo que
antes solía gustarme. Es como comer una muffin de bollería industrial,
después de haber probado una tierna y esponjosa de la pastelería de Jenny.
—Te entiendo, Jenny tiene las manos de oro. Y… ¿él es esa tierna y
esponjosa muffin?
—Sí —dijo ella con una dulce sonrisa.
—Esta noche vamos a salir tú y yo. Iremos a cenar y luego… lo que se
presente.
—¿Vas a buscarme a un tío para que me acueste con él?
—No, esta noche vamos a divertirnos tú y yo, solos.
—¿No estarás pensando acostarte conmigo?
—No, cariño. No voy a estropear nuestra amistad por echar un polvo.
Además, somos socios y no voy a arriesgar nuestro trabajo. Pero quiero que
te quede claro que, si no fuera por esas dos razones, ya me habría acostado
contigo.
—Un poco arrogante de tu parte, ¿no?
Él la miró sonriendo.
—Pues, que yo recuerde, al principio de conocernos, que no éramos
socios ni amigos, no intentaste acostarte conmigo.
—Entonces salía con una chica. Y, además, a ti acababa de dejarte el
capullo de tu novio.
—Es verdad —dijo ella sonriendo de nuevo—. Y mientras salías con
esa chica empezamos a conocernos y nos hicimos amigos.
—Bueno…, en realidad, eras tú quien me buscaba para que te
consolara.
—Porque me sentía muy bien cuando estaba contigo.
—Kate, siempre hemos sido sinceros el uno con el otro. ¿Por qué no
me cuentas lo que sucedió aquella noche con J.J.?
—Te lo contaré esta noche mientras me invitas a cenar.

—Empieza a hablar —dijo Scott cuando estaban en el restaurante


sentados el uno frente al otro.
—¿Desde cuándo eres tan impaciente?
El camarero se acercó y pidieron el vino y la cena. Hablaron escasos
minutos del trabajo hasta que el camarero se acercó con el vino y, después
de servirlo se retiró.
—Habla ya, joder. Me tienes intrigado.
—No conocía esa faceta tuya de cotilla.
—No soy cotilla. Eres mi mejor amiga y estoy preocupado por ti.
—Vale. La noche que pasé con J.J. fue la mejor de mi vida. Y también
es cierto que fue el primer hombre con el que dormí. ¿Y sabes por qué lo
hice?
—No.
—Porque quería pasar más tiempo con él. No quería que la noche se
acabara.
—¿Qué diferencia había entre él y cualquier otro hombre con el que te
habías acostado?
—Ya sabes que a todos los hombres con los que he estado les gusta
follar fuerte.
—Sí, parece que tienes un imán para atraerlos.
—Es posible, pero, el caso es que me he acostumbrado a esa clase de
sexo. Ya te he dicho en alguna ocasión que cuando me encontraba con
algún hombre que lo hacía en plan suave, no conseguía correrme.
—Sí, y que fingías los orgasmos para que acabara pronto.
Sí. Pero con él… No sé, todo era diferente. Cuando me penetró por
primera vez, como yo le había dicho que me gustaba, empotrándome contra
la pared, fue increíble —dijo ella mirándolo con una sonrisa—. Y me gustó
que me besara.
—¿En serio? Me has dicho tantas veces que no te gustaba que te
besaran…
—Yo también creía que no me gustaba. Pero con él me gustaron los
besos, las caricias, los preliminares… Me gustó todo.
—Vaya, eso sí es una novedad.
—Me humedecí mientras me besaba. Y mi cuerpo se estremecía con el
simple roce de sus labios o de su lengua sobre mi piel, haciéndome gemir y
jadear, y dejándome sin aire para respirar. Con él sentí sensaciones extrañas,
simplemente con que me acariciara el pecho con la lengua. Te aseguro que
estaba muy aturdida, porque sentía placer, simplemente, con que me rozara
los brazos o las piernas. Y lo único que deseaba era…
—Que te follara —dijo él interrumpiéndola.
—No, lo que quería era sentir su lengua en mi clítoris —dijo ella
riendo—. ¿Te estoy dando demasiada información?
—No te preocupes, en llegar a casa me haré una paja.
Los dos se rieron. El camarero se acercó y les dejó la cena.
—Cariño, no es la primera vez que hablamos de nuestras experiencias
sexuales.
—Lo sé.
—Sigue —dijo Scott.
—¿Aún quieres más?
—Lo quiero todo.
—¡Dios! Te aseguro que ese hombre sabe utilizar las manos y la
lengua. ¿Puedes creerte que me corrí sin que me penetrara? Y luego me
folló de manera suave.
—Te hizo el amor.
—Sí, y me pareció delicioso. Podría asegurar que ese fue el mejor
polvo de mi vida. No sé lo que tenía ese hombre, pero todo lo que me hacía
o yo le hacía a él me encantaba. Perdí la cuenta de cuántos orgasmos tuve
esa noche. Nunca había sentido un placer tan intenso. Y cuando nos
acostamos exhaustos, para dormir, estaba asustada, porque sabía que no
volvería a verlo. Por la noche me desperté, le dejé una nota y me marché.
—¿Por qué no te quedaste hasta por la mañana?
—Me sentía muy atraída por él, y tuve miedo.
—Y desapareciste así, sin más.
—Sí.
—Y no puedes quitártelo de la cabeza.
—No.
—Supongo que no le dejaste tu teléfono en la nota.
—¿Para qué iba a hacerlo? Ya sabes que yo no veo una segunda vez a
los hombres con los que me acuesto.
—¿Y qué vas a hacer?
—¿Hacer?
—Sí. ¿Hasta cuándo vas a pensar en él?
—Hasta que lo olvide.
—¿No tienes idea de quién es? ¿Hay algo que vieras o que pudiera
servirte como pista? ¿La marca o el color del coche?
—¿Por qué iba a querer una pista? No quiero verlo. Y, por cierto, no
llevaba coche sino una moto, negra.
—¿Sabes la marca o la matrícula?
—¿Estás tonto o qué? ¿Has visto alguna vez que me interese por las
motos? ¿Y por qué iba a fijarme en la matrícula?
—No lo sé. Pero creo que si no vuelves a verlo no lo olvidarás. ¿Qué
aspecto tiene? Porque, al menos sí te fijarías en eso.
—¿Vas a intentar localizarlo? —preguntó ella riendo.
—Dime cómo es.
—Rondará los treinta. Es rubio y tiene unos ojos verdes increíbles.
Medirá alrededor de un metro noventa, y tiene un cuerpazo. Llevaba barba
de un día, no más. Tiene una boca preciosa con labios gruesos y bien
perfilados. La nariz recta. Es un hombre seguro de sí mismo.
—Menudo ejemplar y, si encima es bueno en la cama… ¿Qué me dices
de sus manos?
—¿Sus manos?
—Por las manos podremos descartar algunos trabajos a los que pueda
dedicarse.
—J.J. no ha cogido una pala o una herramienta en su vida, porque sus
manos eran grandes, suaves y tenía las uñas muy cuidadas.
—Eso significa que no las emplea para trabajos duros. Así que
tenemos que descartar que sea albañil, mecánico, carpintero… Ya es algo.
¿Dónde lo conociste?
—En el bar de moteros que me llevaste hace algunos meses.
—¿Cómo iba vestido?
—Botas negras, vaquero negro desgastado, una camiseta y una
cazadora de cuero, también negra.
—Por el atuendo no parece millonario.
—Puede que no sea millonario, pero tiene un buen trabajo y dinero.
—¿Por qué lo dices?
—Porque me llevó a un hotel de cinco estrellas y no reservó una
habitación sino una suite. Y además, llevaba un Rolex extraplano de oro. Y
hay que añadir su forma de hablar y expresarse, ese hombre ha ido a la
universidad.
—¿No mencionó nada sobre su nombre?
—Olvídalo, Scott.
—Deberías volver por el bar ese de moteros.
—No voy a volver allí, porque no quiero verlo de nuevo.
—Que no quieras verlo no quiere decir que no lo vayas a ver. Puedes
encontrártelo en algún sitio.
—Seguro que sucederá, porque en Nueva York somos nueve millones
de personas, y es normal que me lo encuentre en más de una ocasión.
—¡Qué sarcástica!
—¿Crees en el amor a primera vista?
—Nunca me he detenido a pensarlo, pero conozco a alguien que me
dijo que se enamoró de su mujer nada más verla, y a ella le sucedió lo
mismo. ¿Por qué? ¿Crees que estás enamorada de él?
—Esté o no lo esté, tendré que olvidarlo.

Habían pasado más de cinco meses desde que Kate y Jason estuvieron
juntos. Según ella, casi lo había olvidado. Casi. En todo ese tiempo, había
estado con tres hombres, pero el sexo había cambiado para ella. No es que
no hubiera sentido placer con ellos, era solo que, el sexo con J.J. estaba a
otro nivel. De manera que ahora salía más con sus dos amigas y con Scott.
Y los fines de semana hacía planes con alguno de sus hermanos y se
mantenía ocupada.
Kate entró en el estudio.
—Hola, Scott —dijo ella sentándose en el sofá y quitándose los
tacones.
—Hola, preciosa. ¿Qué tal te ha ido?
—Bien, pero me habría gustado más ir con deportivos. Esa mujer es
inagotable y me ha hecho recorrer todas las tiendas de decoración. No sé
cómo ella podía soportarlo, porque llevaba unos tacones más altos que los
míos, y ya es decir. Y además me llevará veinte años. Me he sentido una
vieja a su lado.
—¿Vieja? Cariño, tienes veintiocho años.
—Pues no podía seguirle el ritmo, te lo aseguro. Por suerte, ya hemos
terminado con las compras. ¿Qué tal te ha ido a ti?
—He ido al banco y a la vuelta me he puesto con el papeleo y la
contabilidad.
—¡Qué divertido! —dijo ella con sarcasmo.
—Tenemos un nuevo cliente, alguien importante.
—¿Quién?
—Jackson.
—¿Qué Jackson?
—El abogado.
—¿Ese del que hablan a menudo en las noticias?
—El mismo. Está considerado el mejor abogado del Estado y tiene su
propio bufete.
—Eso es estupendo, siempre es bueno hacer un trabajo para alguien
conocido. ¿Cómo ha sabido de nosotros?
—¿Recuerdas a Simon Grant, el arquitecto?
—Claro. Hicimos un trabajo fantástico en su casa y quedó muy
satisfecho.
—Él nos ha recomendado. Parece ser que Jackson es amigo suyo.
—Simon es un cielo, espero que su amigo se le parezca y no se
entrometa en nuestro trabajo. ¿Has hablado ya con él?
—No, me ha llamado su secretaria. Tengo que verlo mañana a las once
en la casa que quiere que le decoremos.
—¿Dónde está la casa?
—A las afueras de la ciudad.
—¿No vive en Manhattan? En un abogado de su prestigio sería lo
normal.
—He hablado con Simon y me ha dicho que Jackson vive en la ciudad,
aunque no me ha dicho donde, pero que se trasladará a la casa que le vamos
a decorar.
—Mañana tendrás que verlo solo. Yo he quedado con el tapicero a las
nueve y a las diez van a llevar a la casa las cosas de decoración que
compramos ayer y tengo que estar allí.
—No hay problema. Le echaré un vistazo a la casa y anotaré lo que
quiere que hagamos en ella.

Scott entró en el estudio a la una y media. Kate estaba en su despacho


hablando con un cliente por teléfono y él se sentó en una de las butacas
frente a la mesa de su socia.
—¿Qué tal el abogado? —preguntó ella cuando finalizó la llamada.
—Te lo contaré mientras comemos. Vamos, estoy hambriento.
Salieron a la calle y caminaron hasta el pequeño restaurante al que
solían ir, que estaba cerca y se comía muy bien. Se sentaron en una de las
mesas y ordenaron la comida.
—¿Cómo es nuestro cliente?
—¿Te refieres al físico?
—Sí —dijo ella.
—¿De verdad no sabes qué aspecto tiene?
—¿Debería?
—Sale casi a diario en las noticias por los casos que lleva.
—Ya sabes que no suelo ver la televisión, y que oigo las noticias en la
radio.
—Pues, puede que no esté bien que yo lo diga por ser hombre, pero es
un hombre muy atractivo y muy elegante.
—¡Bien! Por fin vamos a tener un cliente atractivo —dijo ella
sonriendo—. Y me alegro de que no sea una mujer, necesito descansar de
ellas por un tiempo. ¿O está casado?
—No, no está casado. Pero no lo celebres todavía. Que sea atractivo no
significa que sea un hombre fácil de llevar.
—Todos los hombres son fáciles de llevar.
—Este no, te lo aseguro. ¿Querías tener un cliente hombre para
descansar de las mujeres?
—Sí, porque a los hombres no les preocupa la decoración de la casa y
no se meten con mi trabajo.
—A Jackson sí que le preocupa. Cuando lo conozcas pensarás que
trabajar con mujeres es la cosa más relajante que hay. Ese hombre es
implacable, y me da la impresión de que hay que hacer siempre lo que él
dice. Me ha mirado con mala cara porque he llegado un jodido minutos
tarde.
—O sea que es un capullo.
—Eso me temo —dijo Scott sonriendo—. Cuando le he pedido que me
dijera lo que quería que hiciéramos en la casa, me ha nombrado decenas de
cosas. Es un hombre que no deja hablar, y no razona. Siempre quiere tener
la razón —dijo Scott echando sobre la mesa el bloc con las notas que había
tomado—. Puede que sea atractivo, pero es un prepotente imbécil.
—Entonces, tendrás que encargarte tú de él, porque ya sabes que yo no
tengo paciencia y seguro que lo mandaría a la mierda a la más mínima.
—De eso estoy seguro, incluso yo he estado a punto de hacerlo. Si no
fuera porque nos vendrá bien la publicidad…
—Es raro en ti, con lo paciente que eres.
—Ese hombre es insoportable. Ahora entiendo que no esté casado.
—Tengo entendido que es millonario y el hombre más solicitado de
Nueva York.
—Y con ese carácter seguirá siéndolo durante mucho tiempo.
—No creas, a algunas mujeres no les importa el carácter de los
hombres sino su cartera.
—Tienes razón —dijo Scott.
Kate leyó las notas que había tomado él en su móvil.
—¿No quiere una decoración moderna? ¿Acaso es un vejestorio?
—No, es joven, tendrá mi edad. Quiere una casa cómoda y acogedora.
—Eso no cuadra con lo que me has dicho de él.
—Encontrarás muchas cosas contradictorias en ese hombre, te lo
aseguro. Me ha dado la llave de la casa para que vayamos pensando qué
hacer en ella. Eso sí, me ha dejado claro que tiene que estar al corriente de
cada cosa que vayamos a hacer. Y me ha dado el teléfono de su secretaria.
Por lo visto no nos considera suficientemente importantes como para que
tengamos su móvil.
—No lo entiendo. Si quiere que le informemos de cada cosa que
vayamos a hacer en su casa, ¿para qué nos ha contratado? Podría buscar a
un pintor y elegir el color que quiere para las paredes y puertas. Y luego ir a
comprar los muebles.
—Eso mismo le he dicho yo, y lo único que ha respondido es que él no
tiene tiempo para ocuparse de ello. Le he dejado claro que nosotros
podemos escuchar sus gustos, pero que trabajamos a nuestro aire.
—¿Cómo es la casa?
—Es una maravilla. Te va a encantar. ¿Quieres que vayamos a verla
después de comer?
—Sí.

—Tenías razón, es una casa fantástica —dijo Kate cuando volvieron al


estudio—. Tengo algunas ideas para su dormitorio.
—Me parece que no le van a gustar —dijo Scott después de que ella le
expusiera lo que había pensado—. Me dijo que no quería que pareciera una
casa de soltero.
—Pero me has dicho que está soltero y no tiene novia.
—Quiere una casa familiar —dijo él tomando un sorbo del café que
habían comprado antes de subir.
—¿Eso quiere decir que piensa casarse y tener hijos?
—Eso parece —dijo él sonriendo.
—Por lo que me has contado de él, no le será fácil encontrar a una
mujer.
—Cariño, puede que te lo dijera, pero con su físico y su dinero tendrá
cola esperando.
—Ya estoy intrigada —dijo Kate encendiendo el ordenador—, voy a
ver su aspecto.
Poco después, Kate se atragantó con el sorbo del café que acababa de
tomar, y casi vuelca el vaso sobre el teclado.
—¿Estás bien?
—Sí. Es solo que…
—¿Qué pasa?
—¿Este es nuestro cliente? —preguntó ella girando la pantalla para
que él la viera.
—Sí, ese es Jason Jackson.
—Jason Jackson —repitió ella—. J.J.
—¿Ese es J.J.?
—Sí, es él.
—¡Qué pequeño es el mundo!
—No pensé que volviera a verlo. Bueno, en realidad, no lo veré,
porque vas a encargarte tú de hablar siempre con él.
—Pero si hace meses que tienes a ese hombre en la cabeza.
—Ya lo olvidaré. Supongo que necesito algo más de tiempo.
Trabajaremos juntos, como en cada proyecto, pero serás tú quien se reúna
con él para informarle de todo.
—¿No crees que sería mejor que lo vieses?
—No. Por cierto. Lo que me has contado de él no concuerda con lo
que yo vi el tiempo que estuvimos juntos. Creo que lleva una máscara para
que todos piensen que es frío y despiadado.
—¿Y cómo crees que es en realidad?
—Tierno, sensible, considerado, comprensivo…
—En ese caso, sí que es buena la máscara que lleva.
Capítulo 4
Scott y Kate habían ido varias veces a la casa de Jason, su cliente,
durante las últimas semanas para tomar medidas y estudiar ideas.
Scott había quedado con Jason ese día en su oficina a las doce del
mediodía. Jason acababa de llegar y estaba dentro del vehículo. Iba a abrir
la puerta para salir, cuando vio a Scott, acompañado de una chica, acercarse
a la puerta del edificio donde tenía las oficinas. No pudo moverse del
asiento al reconocerla.
Es ella, pensó Jason mirándola por la ventanilla del cristal oscuro del
coche.
Kate habló un instante con su socio y lo besó en la mejilla. Scott paró
un taxi y abrió la puerta para que ella entrara y el vehículo se alejó.
—Señor Harris —dijo Jason bajando del coche y acercándose a él.
—Señor Jackson —dijo Scott tendiéndole la mano.
—¿La chica que acaba de irse es su novia?
Scott lo miró y supo que la había reconocido.
¿Cabría la posibilidad de que este hombre tampoco pudiera quitarse
de la cabeza a su amiga?, pensó Scott sonriendo.
—No, no tengo novia. Es mi socia —dijo Scott mientras entraban en el
edificio y se dirigían hacia los ascensores.
—¿Ella también va a encargarse de la decoración de mi casa?
—En realidad, ella es la decoradora, yo estudié económicas. Es cierto
que consulta siempre conmigo lo que va a hacer o está haciendo en un
proyecto, aunque no sé por qué lo hace, porque nunca tiene en cuenta mis
consejos —dijo sonriendo mientras entraba en el ascensor detrás de Jason.
—¿Y no cree que, si es ella quien va a encargarse de mi casa, debería
conocerla?
—Y la conocerá —dijo Scott no muy convencido cuando caminaban
hacia el despacho.
—¿Por qué no quedamos hoy para comer? Así la conoceré y le hablaré
de lo que quiero en mi casa —dijo Jason cuando estaban junto a la mesa de
su secretaria—. Gladys, ¿tengo alguna comida hoy?
—Sí, tiene que ver al señor Newman a la una y media.
—Cancélela, por favor.
—De acuerdo —dijo la mujer.
Entraron los dos en el despacho. Jason se quitó la chaqueta y se aflojó
el nudo de la corbata. Luego se sentó en uno de los sofás y le dijo a Scott
que se sentara en el otro, frente a él—. ¿Por qué no llama a su socia y le
pregunta si puede comer con nosotros?
—De acuerdo —dijo Scott sacando el móvil del bolsillo y marcando.
—Hola.
—Hola, cariño. Estoy con el señor Jackson y quiere que comamos con
él.
—¿Puede oír la conversación?
—Posiblemente —dijo Scott sonriendo.
—He quedado para comer con un cliente. Discúlpame ante él y dile
que nos veremos en otra ocasión.
—Vale, te veo luego —dijo antes de colgar—. Lo siento, Kate no
podrá verlo hoy.
—¿No soy suficientemente importante para su socia?
—Para Kate todos los clientes son importantes. Es por eso que no lo
verá hoy. Está con los últimos toques de nuestro proyecto y comerá con
nuestro cliente para ultimar detalles.
—¿Y usted puede comer conmigo?
—Por supuesto —dijo Scott, preguntándose por qué quería que
comiese con él, si le había dicho hacía unos minutos que era ella quien se
encargaba de la decoración.
—¿Le importa que comamos aquí?
—En absoluto.
—¿Qué le apetece comer?
—No tengo problema, me gusta todo.
Jason habló con su secretaria y le pidió que encargase la comida.
—¿Le apetece una copa mientras esperamos?
—Sí, gracias —dijo Scott sacándose la chaqueta.
—¿Whisky?
—Con hielo, por favor.
—¿Desde cuándo conoce a su socia? —preguntó Jason, de espaldas a
él, mientras preparaba las bebidas.
Así que era eso. Quería que comiese con él para hablar de Kate, pensó
Scott sonriendo.
—Desde el primer año de universidad de Kate.
—¿No hay nada más que amistad entre ustedes? —dijo entregándole el
vaso y sentándose frente a él de nuevo.
—También somos socios —dijo Scott, sin poder evitar sonreír.
—Es muy guapa.
—Sí, lo es.
—Ella… ¿tiene novio o está casada?
Scott lo miró arqueando las cejas.
—Me gusta conocer un poco a la gente que trabaja para mí.
Vaya, ese hombre está realmente interesado en Kate, pensó.
Durante la comida siguieron hablando de ella: ¿dónde había estudiado?
¿dónde vivía su familia? ¿desde cuándo vivía en Nueva York?… Aunque,
entre una pregunta y otra, se interesaba por el estudio de diseño y del
trabajo que hacían. Seguramente para que no resultara tan evidente que
estaba interesado en Kate.
Cuando Scott abandonó el despacho estaba totalmente convencido de
que su cliente sentía por Kate lo mismo que ella sentía por él, aunque aún
no estaba seguro de qué se trataba. No pensaba decirle a su amiga nada
sobre ello, pero sí haría lo imposible para que se encontraran.

Kate había evitado en varias ocasiones reunirse con Jason y él estaba


bastante molesto por ello. Un día la llamó al móvil para quedar y no le dio
opción de rechazar que se vieran. De manera que Kate no pudo negarse,
aunque sí retrasó el encuentro cinco días más, cosa que a él le cabreó.
Jason tuvo que salir de viaje inesperadamente el día anterior a la cita y
le pidió a su hermana que acudiera ella en su lugar. Así que la chica llamó a
Kate.
—¿Diga?
—Hola, soy Kelsey Jackson, la hermana de Jason.
—Ah… Hola.
—Mi hermano había quedado hoy con usted, pero ha tenido que salir
de viaje y no volverá hasta mañana.
—No se preocupe. En parte lo agradezco, porque no me encuentro
bien y voy a trabajar en casa.
—¿Es grave?
—No, nada serio. Me ha venido la regla esta mañana y el primer día lo
paso mal.
—A mí me pasa lo mismo. Me hermano me pidió que acudiera yo a la
cita, al fin y al cabo, yo conozco sus gustos. ¿Le importa que vaya a su
casa?
—No —dijo Kate, aunque no muy convencida.
—Bien, envíeme la dirección, por favor. ¿Le parece bien que vaya
sobre las once?
—Sí, está bien. Le enviaré la dirección en colgar.

Kelsey llamó a la puerta a las once en punto y Kate abrió.


—Hola, soy Kelsey.
—Yo soy Kate, pase, por favor.
—Pensaba que sería mayor, pero tendremos casi la misma edad. ¿Le
importa que nos tuteemos?
—Claro que no. ¿Te apetece un café? —preguntó Kate cerrando la
puerta.
—Sí, gracias.
—¿Quieres esperar en el salón?
—No, iré a la cocina contigo.
—Siéntate —dijo Kate cuando entraron en la cocina—. Menos mal
que has venido por la mañana, porque por la tarde, la casa es un caos.
—¿Por qué? ¿tienes niños?
—Podría decirse que sí —dijo Kate sonriendo mientras preparaba el
café—. Tengo dos hermanos y una hermana.
—¿Vives con tus padres?
—No, nuestros padres murieron hace diez años.
—¿Tus hermanos viven contigo?
—Sí, soy la mayor y, cuando nos quedamos solos tuve que cargar con
ellos —dijo Kate sonriendo.
—¿Te has encargado de ellos todos esos años?
—Sí.
—Debió ser duro. ¿Puedes hablarme de ello?
—Es una larga historia.
—No tengo nada que hacer.
Kate la miró. No la conocía de nada y, además, no creía que fuese
buena idea hablarle de su vida a la hermana de Jason. Sin embargo, se vio
contándole su historia.
—Mi padre murió cuando yo tenía ocho años y mis hermanos, uno,
dos y cuatro. Ese año fue difícil, porque tuvimos que apretarnos el cinturón
y vivir con la pensión de mi madre. A los catorce años, cuando estaba en el
instituto, busqué trabajo después de clase, para aportar algo en casa. A los
dieciocho años estaba en la universidad, en mi primer año, y mi madre
murió de repente de un infarto. Y con ella se fue la pensión.
—¿Cuántos años tenían tus hermanos?
—Once, doce y catorce. Tuve que volver a casa a mitad de curso.
Recuerdo que fue unos días antes de las vacaciones de Semana Santa. Por
suerte, la casa estaba pagada y al ser mayor de edad pude hacerme cargo de
mis hermanos.
—¿Y qué hiciste? —preguntó cuando Kate se sentó y sirvió el café.
—Tenía claro que no iba a dejar de estudiar. Mis padres habían dejado
dinero para mi carrera, pero tenía que trabajar para mantenerme. Y de
repente tenía que alimentar a mis tres hermanos. Al ser la mayor, todas las
decisiones recaían sobre mí, y yo era prácticamente una cría. Me volvía
loca pensando qué hacer, porque estaba claro que, si seguía en la
universidad no podría mantenerlos. Hablé con nuestro vecino, que era
amigo de mi padre desde que eran pequeños, y él me dio la solución. Tenía
una inmobiliaria y me aconsejó que vendiera la casa y comprara otra cerca
de la universidad y que nos fuéramos a vivir allí. Y es lo que hicimos. Él se
encargó de la venta de la casa y nos dieron suficiente para comprar otra, y
más grande que la nuestra. Así que cambie a mis hermanos de colegio y nos
trasladamos allí. Brian, que es el mayor de mis tres hermanos, empezó a
trabajar al año siguiente, después del instituto. Lo cierto es que no nos
podemos quejar. Dentro de lo que cabe tuvimos suerte.
—¿Qué hacen ahora?
—Brian es ingeniero informático y está trabajando en una empresa
desde hace unos meses. Al menos ya entran dos sueldos en casa, porque
hasta ahora hemos ido muy apretados con el dinero. Mary está en su último
año de diseño de interiores, y vendrá a trabajar con mi socio y conmigo
cuando acabe. Y Jack, el pequeño, está estudiando Medicina.
—Tienes que haberlo pasado muy mal.
—Tampoco ha sido para tanto. Creo que lo hemos llevado bien.
Aunque he de reconocer que cuando mi madre murió creí morir.
—¿Por lo que se te venía encima?
—No, porque mi novio me dejó cuando se dio cuenta de que yo
tendría que hacerme cargo de mis hermanos.
—Menudo cabrón.
—Sí, un verdadero cabrón. Pensé que estaríamos juntos y con su
apoyo lo superaría todo más fácilmente. Lo pasé mal durante un tiempo,
pero así es la vida.
—Tu vida me recuerda mucho a la nuestra. Mi hermano también se
ocupó de mí cuando nuestros padres murieron. Con la diferencia de que a
mí me llevó a vivir con la hermana de mi madre mientras él estaba en la
universidad.
—Al menos él tenía dinero.
—¿Dinero? —dijo Kelsey riendo—. Cuando nuestros padres murieron
vivíamos en una casa de alquiler y, de la noche a la mañana, nos quedamos
en la calle. Jason estudió con una beca y trabajaba después de las clases.
Cuando acabó la carrera y encontró trabajo fue a recogerme. Mis tíos
querían que me quedara con ellos, pero Jason no lo consintió.
—¿Tú querías quedarte con ellos?
—No. Yo quería estar con mi hermano. Él tiene seis años más que yo y
siempre ha sido muy protector conmigo. Desde que fui a vivir con él nunca
me ha faltado de nada.
—Parece que los dos pasamos unos años duros pero, en mi caso,
mereció la pena. Me siento orgullosa de mí misma y de la educación que les
he dado a mis hermanos.
—Yo también estoy muy orgullosa de Jason. Me dijo que no querías
conocerlo.
—No es eso —dijo Kate sonriendo—, es solo que… no hemos
coincidido en los horarios.
—Pero sabes quién es, ¿no?
—Sí, de oídas.
—¿No lo has visto nunca?
—Mi socio me dijo quien era. Él es quien se encarga de los clientes y
del papeleo. Pero yo no veo la televisión, escucho las noticias en la radio y
no hay día que no hablen sobre él, comentando el caso que lleva entre
manos.
—¿Estás segura de que no lo conoces?
—¿Por qué lo dices?
—Porque mi hermano dice que lo estás evitando.
Kate la miró, pero no dijo nada.
—Tu casa es bonita, lo que he visto de ella —dijo Kelsey cambiando
de tema porque encontró a Kate algo incómoda—. Aunque no es mi estilo.
Pero a Jason le gustaría.
—¿En serio? Por lo que he oído de él, es frío y… no creo que se
sintiera cómodo en una casa como esta.
—No hagas caso de lo que dicen. Mi hermano no es frío, te lo aseguro.
¿Te importaría enseñarme tu casa?
—Claro, vamos.
Después de que Kelsey la viera volvieron a la planta baja.
—Tu casa le encantaría a Jason.
—Si tú lo dices… ¿Te importaría que fuésemos a su casa? Me gustaría
verla para saber qué le gusta.
—¿Quieres ir ahora… aprovechando que él está fuera?
—Es que hoy tengo tiempo. ¿Tienes la llave?
—Kate, vivo allí.
—¿Vives con tu hermano?
—¿De qué te extrañas? Tú vives con tres hermanos. Aunque cuando
acabes de decorar su nueva casa, yo me quedaré en su apartamento. Me lo
va a regalar —dijo sonriendo—. Aunque no lo creeré hasta que me vea
viviendo sola.
—¿A qué te dedicas?
—Soy fotógrafa.
—¿Te va bien?
—Sí, muy bien. Tengo muchos encargos de empresas importantes. Soy
bastante buena en lo que hago —dijo sonriendo.

—¡Santa madre de Dios! —dijo Kate al ver el ático de Jason.


—Bonito, ¿eh? A mí me encanta. Mi hermano lo odia desde el día que
lo compró. Nunca me lo ha dicho, pero sé que no le gusta la decoración ni
los muebles. No lo ha vuelto a decorar porque sabe que a mí sí me gusta.
—A mí tampoco me va este estilo —dijo ella mirando a su alrededor
—. Me temo que me gusta tener muchas cosas, fotos, recuerdos…
—Eso es lo que quiere él.
—¿Cuántos metros cuadrados tiene el apartamento? —preguntó Kate
mientras recorrían el piso.
—Doscientos cuarenta.
—Vas a tener mucho espacio.
—Sí. ¿Has quedado con alguien para comer?
—No, pensaba comer en casa.
—¿Quieres que comamos aquí? Yo no soy buena cocinera, pero me
defiendo con cosas sencillas.
—¿Estás segura de que J.J. no aparecerá?
Kelsey la miró y Kate supo que había metido la pata.
—Conoces a mi hermano. Nadie le llama J.J. desde que jugaba al
fútbol en el instituto. Y a él, ni siquiera le gustaba. Pero tú no puedes
conocerlo del instituto porque eres muy joven.
—Será mejor que comamos fuera. Vamos, te invito a comer. No quiero
que tu hermano se presente aquí, inesperadamente.
—Entonces él tiene razón. Lo estás evitando.
—Hablaremos mientras comemos.

—Bien, cuéntame —dijo Kelsey cuando les sirvieron el primer plato.


—Cuando supe que Jason Jackson nos había contratado para decorar
su casa me alegré. Era conocido y eso es la mejor publicidad para nuestro
trabajo. Pero como te he dicho, yo lo conocía solo por el nombre. Hasta que
vi su foto en Google.
—Y te diste cuenta de que ya lo conocías.
—Sí.
—¿De qué lo conoces?
—Nos conocimos en un bar hace unos cuantos meses. Pasamos la
noche juntos. Bueno, no toda la noche, porque me fui antes de que
amaneciera.
—No puede ser. Mi hermano nunca pasa la noche con una mujer. Si
pasa alguna noche fuera es por trabajo.
—Pues yo puedo asegurarte de que esa noche no estábamos
trabajando, a no ser que tenga un hermano gemelo —dijo Kate sonriendo.
—¿Y no volviste a verlo?
—Yo no veo una segunda vez a los hombres con los que me acuesto.
No quiero tener relación con ninguno. De hecho, nunca les pregunto su
nombre y ellos no me dicen el suyo.
—Y Jason te dijo que se llamaba J.J.
—Sí.
—¿Y no quieres volver a verlos, aunque lo hayas pasado muy bien con
ellos?
—Sobre todo, si son buenos en la cama —dijo Kate sonriendo.
—Entonces, no quieres verlo por la norma esa que tienes.
—Por eso y porque es mi cliente, y me he acostado con él. Siempre he
tenido que ocuparme de mis hermanos, y no quiero complicarme la vida.
—Pero tus hermanos ya son mayores. ¿Por qué sigues con esa norma?
—Supongo que me he acostumbrado. De haber sabido que él era
nuestro cliente, le habría dicho a mi socio que no aceptara el trabajo.
—¿Y vas a decorar su casa?
—No puedo echarme atrás. Hay un contrato firmado y tengo entendido
que tu hermano es un abogado implacable. Podría acabar con nuestra
empresa en un abrir y cerrar de ojos. Así que decoraré su casa, pero no lo
veré.
Kelsey rio divertida.
—¿Te hace gracia?
—Sí —dijo la chica—. ¿Crees que habría algún problema si os
vierais?
—Supongo que no, pero tener como cliente a un hombre con quien me
he acostado…
—Apuesto a que si hicieras como si no lo conocieses, Jason te seguiría
la corriente. Es muy diplomático —dijo sonriendo.
—¿Estás segura de eso?
—Completamente. ¿Quieres que esté yo delante cuando quedéis?
—¿Harías eso?
—Por supuesto. Me has caído muy bien y me gustaría ayudarte para
que no te sientas incómoda cuando os veáis. Porque supongo que tendréis
que veros en algún momento. De hecho, hoy tenías una cita con él.
—Sí, no pude evitarla. Gracias.
—No me des las gracias. ¿Te importaría que llevara a mi hermano a tu
casa para que la viera? No le diré que es tuya, por supuesto.
—No me importa, pero avísame antes para que no haya nadie. Toma
las llaves, tengo otras en el estudio.
—Estupendo.

Jason y su hermana estaban en la casa esperando a Kate y a su socio.


—Ya han llegado —dijo Kelsey, que estaba mirando por la ventana—.
Vaya, su socio está bueno.
—Kelsey, comportate.
—Siempre lo hago —dijo ella dirigiéndose al recibidor para abrir la
puerta.
Kate miró el Mercedes deportivo color plata que había parado en la
puerta de la casa. Estaba nerviosa por volver a ver a J.J., y no sabía si
podría fingir no conocerlo. ¡Dios! Por su mente estaba pasando todo lo que
ese hombre y ella habían hecho y se sentía arder las mejillas. Por suerte
hacía frío y se disimularía su sonrojo.
—Hola, Kelsey.
—Hola, Kate —dijo la chica abrazándola.
—Kelsey, él es Scott, mi socio y mi mejor amigo. Scott, ella es Kelsey
Jackson.
—Mucho gusto —dijo ella tendiéndole la mano.
—Un placer —dijo Scott estrechándosela.
Entraron en la casa y siguieron a Kelsey hasta el salón. Jason estaba
sentado en uno de los sofás. Al aparecer los tres se levantó.
A Kate se le removió hasta la última fibra de su ser cuando lo vio. En
ese momento, cuando sus miradas se cruzaron, Kate supo que Jason estaba
al corriente de que ella era la mujer con la que había estado unos meses
atrás.
—Señor Jackson, ella es Katherine Falkner, mi socia. Kate, él es el
señor Jackson.
—Un placer conocerlo —dijo Kate tendiéndole la mano.
—El placer es mío —dijo Jason estrechándosela sin apartar la mirada
de sus ojos, pero sin el menor atisbo de sonrisa o amabilidad.
Todos los sentidos de Kate volvieron a despertar con el simple roce de
sus manos. De repente, la sangre corría desenfrenada por sus venas, el pulso
se le aceleró y su respiración se volvió agitada.
Jason había pensado mucho en ella desde el día que la conoció.
Aunque todavía no había descubierto qué era lo que le atraía tanto de esa
chica. Sabía que había algo, porque no había podido dejar de pensar en ella,
recordando cada momento que habían pasado juntos. Por Dios, si incluso
llevaba en la cartera la nota que Kate le había dejado antes de marcharse.
Jason intentó disimular sus pensamientos.
—Tengo una reunión ineludible en una hora, de manera que, hágame
las preguntas que necesite con rapidez —dijo Jason.
Kelsey miró a su hermano, extrañada por la frialdad con que trataba a
Kate. Y supo que estaba cabreado porque ella fingiera no conocerlo.
Kate sacó el móvil del bolso y dejó este en el sofá.
—Necesito saber sus gustos —dijo Kate mirándolo.
Jason desvió la mirada hacia ella y arqueó las cejas.
—Me refiero a la casa, lo que quiere en ella.
—En esta planta quiero el salón; el comedor; la cocina; mi despacho,
que tiene que ser muy grande, aunque tenga que eliminar alguna habitación;
la biblioteca; un cuarto de invitados con baño y un baño en el pasillo.
—¿Necesita una habitación para el servicio? —preguntó Kate sin
mirarlo y sin dejar de teclear en el móvil.
—De momento no la necesitaré..., pero sí. Una habitación con una
salita y un baño.
—¿Y en la primera planta?
—Quiero que mi habitación sea grande y con baño interior. El baño
que sea moderno, con todos los adelantos. Quiero un vestidor grande, o
mejor dos, uno para mi mujer. Quiero una habitación para mi hermana. Ella
no vivirá aquí —dijo al ver que Kelsey iba a decir algo—, pero puede que
se quede conmigo alguna noche. Y quiero cuatro dormitorios más, con
baño. Amueble solo uno de ellos, por si lo necesito. Los otros tres puede
dejarlos sin amueblar.
—Sobrarán dos habitaciones. Bueno, una. Porque si quiere dos
vestidores tendré que coger espacio de la habitación de al lado.
—La que sobre déjela vacía. Puede servir para cuarto de los niños.
—Bien.
—Quiero la mejor calefacción. Y no quiero que elimine ninguna de las
chimeneas que hay en la casa.
—De acuerdo.
—En cuanto a la decoración… No quiero una casa moderna. Quiero
una casa elegante, pero cómoda, una casa para disfrutar de ella.
—Vale.
—En el exterior quiero todo lo que pueda necesitar una familia con
niños.
—¿A qué se refiere?
—No estoy seguro, no tengo niños. Piscina, jardín, un sitio para leer,
espacio para que corran y vayan con bicicleta, una pista de tenis…
—Entendido.
—Necesito un garaje con espacio, al menos para tres vehículos. En
cuanto a los muebles y la decoración… lo dejo en sus manos. Me gusta el
trabajo que hizo en la casa que me enseñó mi hermana. Quiero esta casa del
mismo estilo.
—Esa era mi casa.
—En ese caso, se lo he puesto fácil. Decórela a su gusto, pero quiero
que me envíe fotos de todo lo que vaya a comprar, por si no me gusta.
—Si tengo que enseñarle las cosas que voy a comprar, no voy a
decorarla a mi gusto.
—Es que es mi casa.
—En ese caso le va a costar dinero, porque si le envío la foto de algo
que voy a comprar y está ocupado, tendré que esperar.
—Desde este momento, usted será mi prioridad y siempre atenderé sus
llamadas, excepto cuando esté en un juicio.
Kate se quedó mirándolo. Estaba muy serio, pero pudo ver el
movimiento de sus labios simulando una sonrisa, aunque fue solo durante
un segundo.
—Y no se preocupe por el dinero que me cueste.
—Vale.
—Otra cosa. Cuando la obra esté acabada, quiero que se encargue de
comprar todo lo necesario, me refiero a la ropa de la casa, utensilios de
cocina… Y esas cosas puede elegirlas a su gusto y sin pedir mi aprobación.
—Vaya, es usted muy considerado —dijo ella con sarcasmo.
—Cuando tenga que mudarme aquí no quiero perder tiempo
comprando nada —dijo él ignorando su comentario.
—No hay problema.
—¿Tiene alguna pregunta más?
—Usted ha contestado a todas las preguntas que tenía, antes de que las
hiciera.
—En ese caso, me marcho. ¿Te vienes conmigo? —le preguntó Jason a
su hermana.
—Sí.
—Si quiere algo de mí, llámeme —dijo dándole la mano a Kate.
Los dos se miraron a los ojos. La química entre ellos seguía ahí. Era
tan intensa que Kate se sentía asfixiada. Y se dio cuenta de que seguía
deseando a ese hombre con una desesperación terrorífica.
Jason y su hermana abandonaron la casa después de despedirse. Kate
fue a una de las ventanas y miró a través del cristal. Antes de arrancar el
coche, Jason miró hacia la ventana y sus miradas se encontraron. Luego
arrancó el vehículo y abandonaron la propiedad.
—Al menos ya os habéis visto —dijo Scott.
—Sí —dijo Kate respirando profundamente, porque había estado todo
el tiempo en tensión.
—¿Por qué le has hablado de usted y has fingido no conocerlo?
—Porque quiero mantener las distancias.
—Desde luego se lo has dejado claro, y él ni siquiera ha dudado en
seguirte la corriente.
—Porque no signifiqué nada para él, sólo fue una noche de sexo.
—¿Estás segura de eso?
—Por supuesto.
—Pues yo creo que, aunque lo ha fingido, se ha cabreado cuando has
hecho como si no lo conocieras. Puede que también haya estado pensando
en ti todos estos meses.
—No digas estupideces. Y te aseguro que ya me he olvidado de él.
Ahora es nuestro cliente y ya sabes que yo no me relaciono con los clientes,
fuera de asuntos de trabajo.
—Sí, sé que esa es otra de tus jodidas normas. Pero sabes, las normas
están para romperlas. De hecho, ya rompiste una de ellas al pasar la noche
con él.
Capítulo 5
Kate estaba en la casa de Jason. Había salido del estudio al finalizar la
jornada y había ido allí a pensar en las ideas que estaba barajando en su
cabeza, como hacía siempre que comenzaba un proyecto. Estaba descalza
delante de la chimenea, que se había tomado la libertad de encender, y
echada boca abajo en la alfombra, tomando notas en su tablet mientras
observaba los planos de la casa que tenía delante.
—Parece que está muy cómoda en mi casa.
Kate se sobresaltó al escuchar la voz ronca y profunda de Jason y se
dio la vuelta, quedándose sentada en el suelo. Él vestía vaquero y un suéter
azul, y tenía el pelo mojado. Aquel hombre la hacía vibrar, simplemente
respirando el mismo aire que ella.
—No le he oído entrar.
—Será porque no he entrado. Estaba arriba, duchándome.
—¿Está viviendo aquí?
—Por supuesto que no. He terminado pronto en el trabajo, cosa poco
usual, y he aprovechado para ir a correr.
—¿Y ha venido a correr por aquí?
—Quería ver los progresos que ha hecho en la casa. Como había traído
la ropa para cambiarme me he duchado —dijo él sentándose en el sofá y
estirando las piernas—. Quieres que finjamos que no nos conocemos y nos
hablemos de usted también cuando estemos a solas?
—Prefiero mantener las distancias.
—¿Por qué? No vamos a acostarnos de nuevo, ¿verdad? Así que no
romperemos tus reglas.
—De eso puedes estar seguro.
Jason sonrió, y ella se puso tensa. Kate no quería volver a sentir todo
lo que sintió al estar con él. Ya lo había pasado bastante mal los últimos
meses, solo por pensar en él.
—Parece que no has avanzado mucho en este proyecto —dijo él
tuteándola.
—Antes de comenzar, me gusta pensar detenidamente lo que he de
hacer y por donde empezar. Quiero estar completamente segura de que mis
ideas son las adecuadas.
—¿Puedes hablarme de lo que has pensado?
Kate se levantó, cogió las copias de los planos de la casa que había en
el suelo y los puso sobre la mesita, delante de él. Luego se sentó a su lado
con la tablet.
—¿Por qué has venido aquí a estas horas? —preguntó él sin mirarla.
Porque si se giraba la tendría solo a unos centímetros y tenía tantas ganas de
besarla que no sabía si podría contenerse.
—Es cuando mejor me concentro, y las ideas fluyen en mi mente
estando en el lugar que voy a reformar.
—¿Qué has pensado hacer?
—He decidido empezar por la planta superior —dijo ella inclinándose
hacia el plano.
Jason descruzó las piernas, se acercó más a ella y se inclinó hacia
delante, apoyando los antebrazos en las rodillas, mirando el plano.
—He pensado que tu habitación debería ser esta —dijo señalándola en
el plano—. Es la más grande de todas y el baño es enorme, aunque lo
cambiaré todo, porque no me gusta. Voy a coger parte del dormitorio que
hay en este lado para hacer el vestidor. Y el resto del dormitorio lo emplearé
para guardar la ropa de casa y las maletas. Bueno, los vestidores, porque me
dijiste que querías otro para tu esposa —dijo ella sonriendo, pero sin
mirarlo.
—¿Por qué sonríes?
—Es que nadie me ha pedido nunca que diseñe su casa, pensando en
su futura esposa, sin ni siquiera tener novia.
—¿Cómo sabes que no tengo novia?
—Cuando aceptamos un proyecto, procuramos saber todo lo posible
sobre el cliente. De manera que, sé que sales con mujeres, pero no con una
determinada. ¿Qué te parece lo de los vestidores?
—¿Serán suficientemente grandes?
—Yo creo que sí. Pero, por si acaso, cuando busques a tu futura esposa
—dijo ella acentuando la palabra y sonriendo—, procura no elegir a una que
tenga más de cien vestidos, de lo contrario, tendrás que reformar de nuevo
su vestidor.
—¿Y qué hago? ¿Le pregunto cuántos vestidos tiene antes de salir con
ella?
—Apuesto a que serás capaz de averiguar lo que necesites sobre ella,
sin necesidad de preguntárselo.
—¿Tú tienes más de cien vestidos?
—¿Yo? Ni por asomo —dijo riendo divertida—. Suelo trabajar con
vaquero y deportivos. Sólo me pongo vestido cuando quedo con los clientes
o salgo a cenar o voy a alguna fiesta.
—O cuando vas a un bar a buscar compañía —añadió él.
—Sí —dijo ella sonriendo—. No creo que tenga ni quince vestidos.
Estuvieron hablando del resto de lo que pensaba hacer en la planta
superior. Jason se había echado hacia atrás, apoyándose en el respaldo,
aunque un poco girado hacia ella, y la observaba mientras ella le hablaba. Y,
aunque quería prestar atención a sus palabras, su mente estaba en otra parte,
en la suite del hotel donde habían follado. Pensar en las piernas de ella
rodeando su cintura mientras la penetraba con brusquedad, le produjo una
excitación instantánea.
—¿Has cenado? —preguntó él cuando ella terminó de hablar.
—No.
—Pediré que nos traigan algo —dijo Jason levantándose y sacando el
teléfono del bolsillo.
—Por mí no, voy a marcharme ya.
—¿Has quedado con alguien?
—No, me voy a casa —dijo ella levantándose también.
—¿Por qué no quieres cenar conmigo?
Ella lo miró. Estaban el uno frente al otro. Kate se había alterado en el
momento que lo vio, y había seguido intranquila al tenerlo sentado a su
lado, tan cerca, rozándose las piernas. De pronto pensó en todo lo que
habían hecho meses atrás y su intranquilidad se acentuó.
Jason la miró, con esa sonrisa que la había cautivado cuando lo vio por
primera vez, y se sintió perdida. Kate le miró los labios y supo que iba a
cometer un error.
Se acercó a él y le rozó los labios con las yemas de los dedos y, sin
poderlo entender, él sintió ese ligero contacto en su polla. Kate no fue capaz
de contenerse y se lanzó a su boca. Cogió a Jackson por sorpresa, pero al
instante, él la rodeó con sus brazos y le devolvió el beso. Estaba
completamente excitado, y su excitación aumentó cuando, sin dejar de
besarlo, Kate deslizó las manos por debajo de su suéter, ansiosa por
acariciarlo. Y Jason gimió al sentir esas delicadas manos sobre su piel.
Jason se separó de ella para sacarle la camiseta por la cabeza, y suspiró
cuando puso las manos sobre el encaje color rosa del sujetador. La sujetó de
la nuca y metió de nuevo la lengua en su boca, mientras le rodeaba la
cintura con el otro brazo para acercarla más a él. Se devoraron el uno al
otro.
Kate le subió el jersey y él se lo sacó por la cabeza sin perder tiempo.
Jason le desabrochó el sujetador y se lo bajó por los brazos. Ella se sintió
húmeda por la mirada tan intensa que él le dedicó a sus pechos. Kate le
desabrochó el vaquero y metió la mano en su interior, con dificultad, porque
la polla estaba erecta y dura como una piedra. Al sentir los dedos de Kate
sobre su verga, Jason suspiró. Tardaron segundos en estar desnudos.
Él la llevó hasta estar cerca de la chimenea y la hizo sentarse sobre la
alfombra. Después de coger un condón del bolsillo del vaquero, Jason se
arrodilló, con las piernas a ambos lados de las de ella. Kate se acostó y él se
tumbó sobre ella. Jason se apoderó de nuevo de su boca y la besó de manera
despiadada, como si estuviera hambriento de ella. Apartó la boca de la de
Kate, con la respiración entrecortada. La besó en el cuello, le mordisqueó la
barbilla y fue descendiendo.
Ella sintió la aspereza de su barba sobre sus pechos y eso la encendió.
Jason se metió un pezón en la boca y Kate empezó a gemir mientras él
hacía que aumentara su excitación, acariciándole las costillas y el vientre
con la lengua.
La sangre de Kate se deslizaba ardiente y a toda velocidad por sus
venas. Se removía debajo de él para que Jason hiciera algo. Sentía su
erección sobre su sexo y necesitaba con urgencia tenerlo dentro. Kate estaba
fuera de sí, impaciente y con todo el cuerpo en tensión.
Jason le dobló las rodillas y las separó. Pasó las yemas de los dedos
por encima de su sexo, separando los pliegues, y bajó la boca hasta ellos.
Kate soltó un gemido y él se centró por completo en esa parte de su cuerpo,
tomando de ella todo lo que deseaba. Kate gemía, jadeaba y gritaba
palabras sin sentido, unidas al nombre de él, lo que hizo que la polla
aumentara de tamaño, si eso era posible.
La lengua de Jason añadía humedad al lugar que ella pensaba que no
podría estar más mojado. Jason no le daba tregua. Lamía, chupaba y
mordía, y ella estaba ahí, debajo de él, desesperada por correrse.
La chimenea era la única luz y el único calor. Y para Kate, ese
momento, con ese hombre, fue el más perfecto de su vida.
Kate se corrió con un grito. Y entonces, él se puso el condón y la
penetró hasta el fondo. Entraba y salía de ella de manera brutal, con un
ritmo desolador. Enredó la mano en el pelo de ella, tirando de él, mientras la
mordía en el cuello y ella gritaba de dolor y de placer al mismo tiempo. Y
entonces la besó, y le mordió los labios, como si estuviera rabioso y
desesperado. Se incorporó de nuevo para seguir follándola, de manera
despiadada, mientras le acariciaba el clítoris con los dedos. Y escuchó los
gemidos ahogados y los jadeos temblorosos de Kate, próximos al orgasmo.
—¡Joder! Estaría follándote una semana entera sin salir de ti.
Kate empezó a jadear tan fuerte que parecía que se iba a ahogar por
falta de aire. Y eso hizo que Jason llegara casi al orgasmo. Sintió que ella lo
comprimía en su interior y tuvo que esforzarse mucho para no dejarse
llevar, ni siquiera cuando ella explotó. Y entonces empezó a embestirla con
empellones salvajes y profundos, consiguiendo que ella alcanzara un nuevo
clímax segundos antes de que él se corriera, soltando un gemido
desgarrador que no fue capaz de retener en su garganta.
Las lágrimas se deslizaban por las mejillas de Kate sin poder
contenerlas. No le gustaba equivocarse y, lo que acababa de hacer con Jason
había sido un gran error. Un espantoso y delicioso error.
Jason también pensaba en lo ocurrido, pero no por los mismos motivos
que ella. Pensaba que no había sido tierno ni delicado. Hacía meses que
tenía a esa chica en la cabeza, sin poder desprenderse de su recuerdo, y la
había deseado tanto, que aún no podía creer que la hubiera follado de
nuevo.
De pronto, Kate recuperó el sentido común, que por lo visto se le había
evaporado.
—¡Mierda! Esto no tenía que haber pasado.
—Yo no tenía intención de que sucediera. Te recuerdo que has sido tú
quien ha tomado la iniciativa.
Kate lo miró avergonzada.
—¡Mierda! ¡Joder! —dijo apartándolo de encima de ella.
Bueno, ella no fue quien lo apartó, porque con su empujón, Jason no se
movió ni un milímetro. Jason se lo tomó con calma. Salió de su interior, se
sentó a horcajadas sobre ella y se quitó el condón. Luego se sentó a su lado
y Kate se levantó enfadada.
—¿Cómo se me puede haber ocurrido? —dijo cabreada y a punto de
llorar mientras buscaba su ropa interior.
—Cielo, somos adultos, y no tenemos que dar cuentas a nadie de lo
que hacemos. Siento que hayas roto tu norma de no acostarte con un
hombre una segunda vez —dijo él levantándose para vestirse.
—Tú no lo entiendes. ¡Contigo he roto todas las normas!
—¿Todas? —dijo él sonriendo.
—Sí, todas. Dormí contigo y he vuelto a follar contigo y, por si eso no
fuera suficiente, me he acostado con mi cliente —dijo subiéndose los
vaqueros.
—No te preocupes, no se lo diré a nadie. Y no hace falta que te vistas
tan deprisa, ya hemos follado.
—¡No me lo recuerdes! Jason, tenemos que olvidar esto.
—¿Olvidar qué?
—Que hemos follado.
—Yo no lo voy a olvidar. ¿Por qué iba a hacerlo? Llevo muchos meses
pensando en ti.
—No digas tonterías. Dios, no sé lo que me ha pasado… —dijo ella
poniéndose los deportivos.
—Supongo que te habrá pasado como a mí. Desde que te vi aquí el
otro día, no he podido dejar de pensar en follarte. De hecho, cuando te vi
me empalmé, y sólo por verte. Y que conste que follar contigo era lo último
que deseaba en aquel momento, después de que fingieras conocerme, pero
cuando me has besado… Te he deseado durante mucho tiempo. ¿Has
pensado en mí desde que nos vimos la primera vez? —preguntó él
poniéndose el suéter y pasándose las manos por el pelo para peinarse.
—¡Por supuesto que no!
—¿Estás segura?
—Terminemos con esto. De todas formas, no se volverá a repetir.
—Si tú lo dices… ¿Has venido en coche?
—Sí.
—¿Te importa llevarme a casa?
—¿Con qué has venido?
—Con taxi.
—De acuerdo. ¿Estás listo?
—Sí —dijo él cogiendo la bolsa con la ropa de correr y sonriendo.

—La manera que tiene el destino a veces para unir a las personas es
bastante rebuscada —dijo él cuando abandonaron la propiedad—. Jamás
podría haber imaginado que tú fueras a ser quien decorara mi casa.
—No me digas que crees en el destino.
—Hasta ahora no creía, pero tampoco creía que te volvería a ver y ya
ves… Mi hermana me dijo que estuviste en mi casa. ¿Recuerdas dónde
vivo?
—Creo que sí. ¿Por qué hablas de mí con tu hermana?
—Al igual que tú, me gusta saber sobre las personas que trabajan para
mí. Parece que tu vida no ha sido fácil.
—No me voy a quejar.
—Me gustó mucho tu casa.
—Gracias.
No hablaron nada más durante el trayecto. Ambos estaban pensando en
sus cosas.
—Vives en esta calle, ¿no?
—Sí, en el siguiente edificio.
Kate paró el coche en la puerta. Jason se desabrochó el cinturón y se
giró para mirarla.
—Gracias por traerme.
—No hay de qué —dijo mirándolo y esperando que saliera del coche.
Entonces fue Jason quien se acercó a ella. La sujetó de la nuca y la
besó de manera desesperada. Kate se soltó el cinturón y le devolvió el beso
con la misma pasión, porque no había nada que deseara más.
—Sube a casa conmigo —dijo él sin apartarse de sus labios—. Me
deseas tanto como yo te deseo a ti.
—Te he dicho que no volvería a acostarme contigo.
—Entonces, ¿por qué me has devuelto el beso?
—Porque… soy educada —dijo ella sin mirarlo.
Jason sonrió.
—Además, no vives solo.
—Si ese es el problema, iremos a un hotel.
—Jason, esto es un error.
Y nada más decirlo, se abalanzó sobre él para besarlo de nuevo, como
si él fuera el último hombre sobre la tierra.
—¿Estás segura de que es un error? Porque no haces más que
contradecirte —dijo él sonriendo cuando se apartaron.
—Tengo que marcharme.
—De acuerdo —dijo él abriendo la puerta—. Gracias por traerme.
—Esos besos han compensado la molestia.
Jason salió del coche y antes de cerrar la puerta se inclinó para mirarla.
—Nos veremos pronto.

Habían pasado cuatro semanas desde que Jason y Kate estuvieron


juntos. Por parte de él, porque estaba enfrascado en un caso importante que
lo había mantenido alejado de Nueva York la mayor parte del tiempo. Y por
parte de ella, porque lo evitaba como a la peste. Jason la había llamado
varias veces para quedar, pero ella siempre tenía alguna excusa. Él había
ido a la casa en alguna ocasión después del trabajo, para ver si la encontraba
allí. Pero Kate no había vuelto a ir por la noche, para evitar encontrarlo.
Kate estaba trabajando a contrarreloj en el proyecto. Quería terminar
cuanto antes para olvidarse de ese hombre, que ocupaba su cerebro la
mayor parte del día y de la noche. Desde que supo que su cliente era él, no
había podido evitar estar al corriente de todo lo que hacía y de con quien
salía. Cada vez que oía que hablaban de él en la televisión, que era a
menudo, iba al salón para verlo y no perderse detalle. Había comprado,
incluso, una revista de cotilleo, cosa que no había hecho jamás. Cada vez
que veía una foto suya acompañado por una mujer, se preguntaba si esa
sería su futura esposa, la que viviría en la casa que ella estaba decorando. Y
eso la ponía de los nervios.
—¿Se puede saber qué te pasa? —le preguntó Scott.
—¿Qué?
—¡Por el amor de Dios! Llevo hablándote diez minutos y ni te has
enterado.
—Perdona, estaba distraída pensando en algo.
—En algo no, en alguien. ¿Crees que no me he dado cuenta? Cuando
me contaste que habías visto a nuestro cliente en su casa, no me lo contaste
todo, ¿verdad?
Kate cruzó los brazos sobre la mesa de despacho y apoyó la cabeza
sobre ellos.
—Mírame.
—Me acosté con él —dijo ella mirándolo sonrojada—. Y además, fui
yo quien tomó la iniciativa.
—¡Lo sabía! —dijo él riendo—. Al día siguiente estabas radiante.
—No digas tonterías.
—¿Y qué pasa? ¿Tienes algún problema con él para que estés
distraída?
—No tenía que haberme acostado con él, otra vez. Y no volverá a
pasar.
—¿Por qué? ¿No se portó bien en la cama?
—En la alfombra. Lo hicimos en la alfombra. Y Jason es fantástico
follando.
—Jamás imaginé que ese tío pudiera follar en el suelo. Parece ser que
no es tan estirado como pensaba.
—No lo es, te lo aseguro. Creo que tengo un problema muy grande.
—¿Qué problema?
—Creo que estoy enamorada de él.
—¿En serio? —preguntó él riendo de nuevo.
—No tiene gracia.
—Por supuesto que la tiene. Llevo tanto tiempo oyéndote decir que
nunca te enamorarías… Ah, por eso lo estás evitando.
—No lo estoy evitando.
—Claro que lo estás evitando. Y además, te estás dando más prisa que
nunca para acabar este proyecto. Quieres acabar cuanto antes, ¿no?
—Me siento aturdida, desconcertada y aterrada. Y no me gusta
sentirme así.
—Cariño, nadie puede evitar enamorarse. ¿Por qué estás aterrada?
—Ya me dejaron una vez.
—¿Crees que todos los hombres son como el capullo de tu ex.
—Puede que Jason se sienta atraído por mí, pero de ahí a
enamorarse… ¿Acaso no has visto a las mujeres con las que sale?
—Sí, las he visto. Pero tú no tienes nada que envidiar a ninguna de
ellas. Cariño, no voy a aconsejarte que le digas lo que sientes por él, pero sí
te voy a aconsejar que te dejes llevar, a ver qué pasa.
—Él no es un hombre para mí.
—Yo no estoy de acuerdo contigo. Me parece que tenéis muchas cosas
en común. Sé que al principio me parecía frío, insensible y puede que
algunas cosas más, pero tú me dijiste que él no era así, y Kelsey me lo ha
confirmado. Dice que es cariñoso y tierno.
—¿Kelsey? ¿Hablas con Kelsey?
—Bueno… Nos hemos visto un par de veces. Para hablar del proyecto,
ya sabes.
—¿Para hablar del proyecto? ¿Me tomas por imbécil? Ella no tiene
nada que ver con este proyecto, y lo sabes.
—Vale, vale. Me gusta esa chica, ¿de acuerdo?
—Parece que tú también te estabas callando cosas.
—No es nada serio.
—¿Te has acostado con ella?
—Todavía no —dijo Scott sonriendo.
—Pero vas a hacerlo.
—Kelsey se me ha insinuado un par de veces, pero me he resistido,
porque su hermano es nuestro cliente. Pero no sé si podré resistirme si
vuelvo a verla de nuevo.
—Si le haces daño a esa chica, su hermano acabará contigo. Dios mío,
somos unos irresponsables.
—Cariño, no hemos hecho nada malo. Yo por supuesto no, porque no
me he acostado con ella. Y además, aunque lo hiciera, tú bien has dicho que
ella no tiene nada que ver con este proyecto. Y no te preocupes, yo entiendo
perfectamente que no hayas podido evitar acostarte con un hombre de quien
estás enamorada.
—He dicho que creo que estoy enamorada, no que lo esté.
—No me tomes por tonto. Te conozco bien y, desde que estuviste con
él la primera vez, estás cambiada. Y no te preocupes, lo que ha ocurrido
entre vosotros tenía que pasar. Tienes que dar gracias de que os hayáis
encontrado de nuevo. Y no hace falta que intentes eludirlo. Estoy seguro de
que a ese hombre le gustas y por mucho que lo evites, no vas a librarte de
él.
—Estoy asustada por todo lo que siento cuando está cerca de mí.
—¿Y dices que no estás enamorada?
Capítulo 6
Kate y Jason no se habían vuelto a ver desde que se encontraron en la
casa tres meses atrás. Él había renunciado ya y no la llamaba. Y Kate sabía
que no volvería a hacerlo, porque no era un hombre que necesitara ir detrás
de una mujer. Además, la había llamado demasiadas veces.
Kate ya no podía más. Estaba cada vez más cabreada, porque no
soportaba verlo en las revistas con mujeres. Los celos la carcomían. Kate le
había enviado esa semana mensajes y fotos de lo que iba haciendo en la
casa, para que diese su aprobación. A Kate le extrañó, porque desde hacía
algún tiempo, cuando ella le preguntaba si estaba de acuerdo con algo,
Jason se limitaba a decirle que hiciera lo que le gustara a ella, como si su
casa hubiera dejado de importarle.
Kate iba a empezar a amueblar la casa. Había decidido conservar
algunos de los muebles que había en ella porque le gustaban, como un par
de cómodas, y dos sofás que estaban en el tapicero. Kate le envió la foto de
un baúl que vio en un anticuario y que le gustó mucho. Era muy antiguo y
estaba tallado a mano. Y ella se sorprendió porque, en vez de contestar al
mensaje, Jason la llamó.
—Hola —dijo ella alterada simplemente por ver el nombre de él en la
pantalla de su móvil.
—Hola, Kate. Me gustaría ver ese baúl.
—En estos momentos estoy en el anticuario, pero entiendo que no
puedas venir a estas horas un viernes. Llámame cuando tengas un rato libre.
—Tienes razón, esta tarde no puedo. Aún estoy en el trabajo y además,
he quedado para cenar. ¿Podríamos quedar mañana sobre las doce?
—Mañana… —dijo ella pensándolo—. De acuerdo. Ahora te envío la
dirección de la tienda y nos vemos aquí. Así podré mostrarte otras cosas
que me han gustado.
—Vale. Hasta mañana.
—Adiós.

Kate bajó del taxi a las doce y cinco y vio a Jason esperando en la
puerta del anticuario. Iba con traje, lo que significaba que había ido al
trabajo, a pesar de ser sábado.
—Hola.
—Hola, Kate. ¿Por qué has venido en taxi?
—Tengo el coche en el taller. ¿Entramos?
Jason abrió la puerta y la dejó pasar delante.
—Hola, George —dijo Kate, acercándose al propietario, un hombre de
la edad de Jason.
—Hola, preciosa.
—Jason, él es George, el dueño de la tienda. Él es el señor Jackson, mi
cliente.
—Un placer conocerle —dijo George dándole la mano.
—Lo mismo digo —dijo Jason, aunque no sentía ningún placer por
conocerlo, desde que le había dicho a ella hola, preciosa.
—Es Jason Jackson, el abogado.
—Sí.
—Cuando venía en el taxi he visto el mensaje que me enviaste anoche
—dijo Kate—. Lo siento, llegué a casa cansada y me me acosté temprano,
sin mirar siquiera el móvil.
—No iba a enviártelo, porque era media noche, pero quería que lo
vieras tan pronto comprobaras el móvil.
—En el mensaje me decías que habías recibido algo.
—Sí, algo que te va a encantar —dijo él dedicándole una cálida sonrisa
que a Jason le revolvió el estómago.
Estaba celoso, Jason supo que estaba celoso. Empezaba a darse cuenta
de qué era lo que sentía por esa mujer. Se había enamorado de ella.
George empezó a caminar por la tienda hasta llegar al almacén,
seguido por ellos dos.
—Lo recibí ayer a última hora de la tarde. Me dijiste que estabas
buscando una mesa de despacho grande y creo que es lo que buscas. Aquí
está. No la he querido poner en la tienda hasta que la vieses.
—¡Oh, Dios mío! Es una mesa preciosa —dijo ella deslizando los
dedos sobre ella—. Me encanta.
Jason siguió con la mirada esos pequeños dedos, que se habían metido
en su pantalón para acariciarle la polla y pensó que cuando esa mesa
estuviera en su casa la follaría sobre ella.
—¿Qué te parece, Jason? Necesito tu opinión, al fin y al cabo es para
tu despacho.
—Es una mesa fantástica.
—Nos la quedamos, George —dijo ella sonriendo.
—Sabía que te gustaría. Es inglesa, de principios del siglo pasado.
—Me gusta muchísimo. Quiero que el señor Jackson vea también el
baúl.
—Ya sabes dónde está —dijo al ver entrar a una pareja—. Echad un
vistazo mientras atiendo a esos clientes.
—No te preocupes —dijo Kate caminando por el espacio que quedaba
entre los muebles seguida por Jason.
—Parece que conoces bien al dueño.
—Lo conozco desde que abrimos el estudio de diseño.
—¿Has salido con él?
—Yo no he salido con nadie. Y si te refieres a si he follado con él, no,
no lo he hecho. Yo no me acuesto con amigos ni con conocidos.
—Entonces, supongo que tampoco te has acostado con tu socio.
—Supones bien. Este es, ¿qué te parece? —dijo ella deteniéndose
frente al baúl.
—Me parece precioso.
—He pensado ponerlo en tu habitación, debajo de la ventana, para
guardar el edredón y las mantas en verano.
—Buena idea. Nos lo quedamos. ¿Te ha gustado algo más de la tienda?
—Hay una lámpara de pie que creo que quedaría bien en tu despacho.
Te la enseñaré a ver que te parece. Estoy buscando un sillón cómodo para
ponerlo en un rincón con una mesita al lado. Esta es —dijo ella cuando
llegaron.
—Me gusta, es bonita.
—George la reservará hasta que encuentre la mesa y el sillón.
—Bien.
—¿Habéis visto algo que os guste? —preguntó el dueño acercándose a
ellos.
—Nos quedamos el baúl y la mesa de despacho. Sigue reservando la
lámpara, por favor.
—No hay problema.
—¿Cuándo me lo enviarás?
—Te llamaré cuando tenga organizadas las entregas.
—Vale. Bueno, nos marchamos —dijo Kate besándolo en la mejilla—.
Si recibes algo interesante, llámame.
—No lo dudes. ¿Has ido a la tienda que te comenté?
—No. Tengo el coche en el taller desde hace un par de días y está
bastante lejos. Iré la próxima semana.
—Hazlo. Tienen muebles y artículos de decoración muy interesantes.
—Lo haré. Hasta otro día.
—Adiós, guapísima. Hasta la vista, señor Jackson.
—Nos veremos —dijo Jason pensando que volver a verlo era lo que
menos deseaba.

—¿Hace mucho que no vas a la casa? —preguntó Kate cuando


caminaban hacia el coche.
—Hará como un mes. Cuando fui estaban trabajando los pintores. He
estado muy liado en el trabajo.
—Pensé que irías por allí los fines de semana.
—Los fines de semana también tengo cosas que hacer —dijo él cuando
llegaron al vehículo y abriendo la puerta del copiloto para que ella entrara.
—Lo imagino —dijo ella pensando en las mujeres con las que salía.
Jason la miró, pero no dijo nada.
—¿Has adelantado mucho en la casa? —preguntó él cuando se sentó al
volante.
—Sí, he adelantado muchísimo. Ya está todo terminado y la casa está
limpia. Ahora estoy concentrada en los muebles.
—¿Te importa que vayamos a verla?
—Puedes ir a verla solo. Llévame a casa, si no te importa.
—¿Por qué evitas estar conmigo?
—No lo hago.
—Por supuesto que lo haces. Has estado evitando verme durante
semanas. Tienes miedo de lanzarte de nuevo sobre mí.
—¿Te han dicho alguna vez que eres un engreído?
—Eso es lo más dulce que me han dicho —dijo sonriéndole—. ¿Qué te
parece si vamos a comer y luego vemos la casa? Puedes hablarme de las
ideas que tienes para amueblarla mientras comemos.
—¿Comer?
—Sí, yo suelo comer todos los días.
—¿Comer... juntos?
—Si quieres, podemos comer en mesas separadas, pero entonces no
podríamos hablar —dijo él evitando sonreír y satisfecho porque estaba
nerviosa en su presencia—. No nos hemos visto desde que empezaste con
las obras. Kate, no va a ocurrir nada entre nosotros…, si no queremos que
ocurra. Y tú no quieres que ocurra nada, ¿verdad?
—De acuerdo. Pero no elijas un restaurante elegante, por favor. No
voy vestida adecuadamente.
—Dijiste que te ponías vestido para reunirte con los clientes. ¿No me
consideras un cliente importante?
—Creo que eres el cliente más importante que hemos tenido hasta
ahora. Pero, cuando quedamos, no pretendía ir a comer contigo, sólo iba a
mostrarte un mueble.
—De todas formas, estás preciosa con cualquier cosa que te pongas. Y
tengo que añadir que esos vaqueros te sientan de puta madre.
—¿Vas a empezar a tontear conmigo?
—Eres preciosa, cielo —dijo él mirándola y sonriendo—. No puedo
evitarlo.
Jason la llevó a un pequeño y acogedor restaurante italiano. Y Kate le
habló de las ideas que tenía para amueblar la casa.
—Me encantó tu casa cuando la vi —dijo Jason—, aunque en aquel
entonces, no sabía que era tu casa. Me gusta la mezcla de muebles antiguos
y modernos; los sofás cómodos; los colores acogedores, y tener fotos y
recuerdos de viajes.
—Si quieres que ponga fotos familiares y recuerdos de viajes tendrás
que proporcionármelos.
—Lo haré.
—Tu hermana me dijo que no te gustaba la decoración de tu casa.
—Todo es blanco y negro. Blanco, negro y color metal por todas
partes. A mí me gustan los colores. Odio mi casa. Por suerte paso poco
tiempo en ella. Cuando llego cada día, harto de trabajar y con ganas de
relajarme, me encuentro una puta casa en blanco y negro.
—¿Por qué no la decoraste a tu gusto?
—Porque a Kelsey le encantó desde el primer momento que la vio.
—¿Por qué quieres mudarte fuera de la ciudad?
—Necesito tener paz y tranquilidad. Mi trabajo es muy estresante.
Quiero llegar a casa, a una casa cálida y acogedora, lejos del ruido de la
ciudad, y tener mi espacio. Estoy harto del tráfico, de los viajes, de los
juicios…
—Supongo que podrías retirarte.
—Sí, podría. El problema es que me gusta mi trabajo. Pero cuando
termines con la casa y me mude, voy a bajar un poco el ritmo. Me he
rodeado de gente muy competente y voy a delegar parte de los casos en
ellos. Quiero disfrutar de mi casa y de mi mujer, ahora que soy joven.
—¿Ya has encontrado a tu futura esposa?
—Le he echado el ojo a una —dijo él mirándola y guiñándole un ojo.
—Eso está bien —dijo Kate, con una sensación de ahogo en el pecho
por la noticia.
—Y tiene menos de cien vestidos.
—Genial —dijo ella mirando por la ventana, tensa.
Después de comer, Jason la convenció para que lo acompañara a la
casa.
—He hecho algo sin consultarte —dijo ella cuando estaban llegando a
la propiedad.
—¿Crees que me gustará?
—No lo sé. De todas formas es algo que tiene solución.
—¿A ti te gusta lo que has hecho?
—Me encanta.
—Entonces no hay problema. Yo confío en ti.

Kate abrió la puerta de la casa y le dijo a él que entrara primero.


—Vaya —dijo él mirando el suelo de madera oscura y tan brillante que
podía reflejarse en él.
—El suelo es lo que he hecho sin comentarlo contigo —dijo ella
cerrando la puerta—. Había moqueta en toda la casa, excepto en los baños y
la cocina, pero además de que no me gustaba el color, quería cambiarla para
que fuera nueva. Bueno, en realidad, no es que no me gustara el color sino
que las moquetas no me gustan. Creo que es la cosa más sucia y anti
higiénica que existe. Cuando vino el del suelo arrancó un trozo de la
moqueta porque yo quería ver puesto un trozo de la que había elegido para
ver cómo quedaba. Y me dijo que era una lástima cubrir la madera. Este era
el suelo que había debajo de la moqueta y me pareció tan precioso que
decidí conservarlo. Pero si tú prefieres moqueta, se puede poner encima.
—No, no quiero moqueta. Yo también prefiero la madera.
—Compraré unas buenas alfombras y las repartiré por la casa para que
den un toque de color y calidez.
Recorrieron la casa y entraron en el dormitorio de él. La habitación era
enorme.
—¿Crees que tendrás suficiente espacio?
—Sí, es perfecto. Me gustan los colores de todas las paredes.
—Estos son los vestidores —dijo ella mostrándole la estancia—.
Ambos se comunican, pero tienen entradas independientes. Como puedes
ver, son muy grandes y creo que puedes casarte con una mujer que tenga
cien vestidos, o incluso más.
—Si no los tiene, yo me encargaré de que los tenga. ¿Cuánto crees que
tardarás en amueblarla?
—Acabo de empezar a ver muebles. No sé…
—¿Seguirás enviándome fotos de lo que vayas a comprar?
—Sí, si es lo que quieres —dijo ella mientras bajaban la escalera y
entraban en la cocina—. Esas cajas son los electrodomésticos. Los trajeron
ayer por la mañana y vendrán a instalarlos el martes.
—Muy bien. Me gusta mucho la cocina —dijo Jason acercándose a
Kate, que estaba apoyada en la bancada.
Jason colocó las manos a ambos lados de ella, sobre la encimera.
—¿Qué haces? —dijo mirándolo aterrorizada y con la respiración
agitada.
—Te he echado de menos estas semanas que no nos hemos visto.
—No bromees, Jason.
—Te eche de menos los meses que no supe de ti, desde que estuvimos
juntos la primera vez.
—Jason…
—¿De qué tienes miedo?
—No tengo miedo, pero no voy a volver a estar contigo, si es lo que
pretendes.
—En realidad, lo que me gustaría es salir contigo.
—¿Salir conmigo? Yo no puedo salir contigo.
—¿Por qué?
—Porque las relaciones no funcionan. Además, nos hemos visto tres
veces en un año.
—Para mí han sido suficientes. Llevo pensando en ti cada día desde
que nos conocimos. Mi hermana me contó que tu novio te abandonó.
—No debió hablarte de ello.
—Yo la obligué.
—¿Por qué quieres salir conmigo? Yo no me parezco a las mujeres
esas a las que estás acostumbrado.
—A Dios gracias —dijo él sonriendo—, porque si te parecieras a ellas
no estaríamos manteniendo esta conversación. Kate, yo no soy como ese tío
que te dejó.
—No voy a arriesgarme.
—Ahora lo entiendo. Sólo estás con los hombres una vez, y sin que
sepan nada de ti, para no correr el riesgo de que te pidan otra cita. Pero tú y
yo nos hemos acostado dos veces, y podemos hacerlo las veces que
queramos, total, ya hemos roto tu regla. Si crees que no estás preparada
para tener una relación conmigo, esperaré el tiempo que necesites.
—Jason, nunca voy a estar preparada. Si sólo quisieras sexo… tal vez
podría hacerlo.
—Acepto —dijo él interrumpiéndola.
—¿Que aceptas? Pero si acabas de decirme que esperarías el tiempo
que hiciera falta.
—Y lo haré, pero mientras te lo piensas y te decides, tú y yo nos
acostaremos, y tendremos exclusividad.
—¿Quieres decir que no saldrás con mujeres?
—Puede que tenga que salir con alguna, ya que tú no querrás
acompañarme a ningún sitio, y a veces tengo que asistir a eventos y cenas,
pero no me acostaré con ninguna que no seas tú.
La tensión sexual que se respiraba en la cocina era suficiente para que
ardieran. Jason estaba empalmado y lo único que quería era bajarle los
pantalones, sentarla sobre la bancada, separarle las piernas y comerle el
coño, antes de follarla fuerte.
—Me gustas, ¿vale? Me gustas muchísimo. Y esperaré el tiempo que
haga falta hasta que decidas salir conmigo.
—Jason…
Él la besó en los labios y luego los deslizó por su cuello.
—No sabes cuánto te deseo. Te quiero húmeda para que mi polla entre
con facilidad en tu coño. Te quiero excitada y tan cachonda que lo único en
lo que puedas pensar sea en mí.
Jason volvió a sus labios y la besó, y ella lo buscó con su lengua con
desesperación.
Kate le desabrochó el cinturón y luego le abrió la bragueta del
pantalón del traje. Metió los dedos y acarició el comienzo del vello púbico.
Y Jason tardó veinte segundos en desprenderse del pantalón.
Dios, esta chica es atrevida, sexy y toda una tentación, pensó Jason.
A continuación se sacó la chaqueta mientras ella le desabrochaba la
camisa con dedos temblorosos. Jason se desabrochó los gemelos y se sacó
la camisa. Luego le sacó a ella la chaqueta, el suéter y el sujetador en
tiempo récord. Le desabrochó el vaquero y se lo bajó un poco junto con las
bragas. La elevó para sentarla en la bancada y terminó de desnudarla. Le
separó los muslos y le miró el coño.
Kate lo observó. Tenía frente a ella, entre sus piernas, al hombre más
sexy que había visto en su vida. Estaba desnudo y con una erección de la
hostia, y en el rostro, el deseo inconfundible de lo que quería hacer con ella.
Era una imagen tan sensual… Era como estar en el cielo con el rey del
sexo. Desde luego, había ocurrido exactamente lo que él había dicho que
quería. Estaba húmeda y tan cachonda que no podía pensar en nada que no
fuese él.
Jason le separó más las rodillas y volvió a mirarle el sexo. Y Kate se
humedeció más, si eso era posible. Se acercó a ella y la besó, y ella le
devolvió el beso abrazándolo. Estaba asustada, pero también estaba
enamorada y, aunque lo hubiera intentado, no habría podido resistirse a él.
—¿Cada vez que nos veamos vamos a follar?
—A partir de ahora, sí —dijo él besándola de nuevo.
Jason quería tumbarla sobre la encimera y devorarle los pechos. Quería
enterrar la boca en su sexo, hasta hacerla gritar de placer. Pero estaba
desesperado por follarla. Cogió el condón del bolsillo de la chaqueta y se lo
puso. La penetró con una dura y fuerte embestida. Kate se aferró a sus
bíceps, clavándole las uñas, cosa que lo puso a cien en un segundo. Jason la
sujetaba del culo, para que no se fuese hacia atrás, y ella lo rodeó con las
piernas acercándolo más. Estaba aturdida por la fuerza con la que la follaba,
y había perdido la capacidad de pensar. Los dos estaban cubiertos de sudor
y temblando de deseo. Jason pronunciaba el nombre de Kate cada vez que
se adentraba en ella. Y ella estaba sintiendo tanto placer, que las lágrimas
resbalaban por sus mejillas.
—Me gusta follarte, me gusta muchísimo.
—Voy a correrme —dijo ella.
Jason apresuró las embestidas y los dos llegaron al mismo tiempo a lo
más alto, lanzándose al vacío. Kate lo abrazó muy fuerte, con brazos y
piernas. Jason seguía con las manos en su trasero y con el rostro enterrado
en su cuello, aspirando el aroma de su pelo. Se sintió desconcertado. Esa
chica le hacía sentir cosas extrañas, y no quería separarse de ella. Tenía que
conseguir que Kate aceptara salir con él, no iba a conformarse sólo con
sexo. Se separó un poco de ella para sacar la verga de su interior.
—¿He sido muy brusco?
—Para nada. Me ha encantado —dijo ella saltando al suelo cuando él
se apartó a un lado.
Jason no la dejó alejarse. La sujetó del brazo y se colocó delante de
ella, acercándola a él y rodeándola por la cintura. Sus caderas se rozaban.
La polla estaba dura de nuevo y ella podía sentir toda su dureza.
—Tienes un poder de recuperación increíble.
—Mi poder de recuperación eres tú.
Kate estaba temblando, tenía las pupilas dilatadas, la respiración
irregular y estaba empezando a sudar. Y Jason comprendió que estaba
cachonda de nuevo, igual que él. Se pegó a ella y la besó mientras la
conducía, incitándola a que caminara de espaldas, hasta que estuvo pegada
a la pared y aprisionada con su cuerpo. La estaba besando como si fuera la
primera vez y estuviera hambriento de ella. Jason se sentía aturdido porque
no comprendía cómo esa chica le hacía perder el control con tanta facilidad.
—Ahora quiero comerte la polla —dijo ella con toda seriedad y
apartándolo hacia atrás.
Kate se arrodilló en el suelo frente a él y se metió la verga en la boca.
Y Jason casi se desmaya.
Esta mujer sabe lo que se hace con la boca, pensó sonriendo.
La lengua de Kate se movía con maestría sobre su polla y sus dientes
sabían la presión exacta que debían ejercer y en el lugar exacto, porque
Jason no tardó ni dos minutos en estar al borde del orgasmo. Sólo necesitó
que ella le cogiera los huevos y los masajeara para derramarse en su boca.
—Eres la hostia, cielo —dijo él levantándola del suelo—. ¿Pasas hoy
la noche conmigo?
—No.
Sin saber por qué, esa simple palabra hizo que Jason se empalmara de
nuevo. Tal vez fuera porque era la primera vez que una mujer lo rechazaba.
La empujó contra la pared, de espaldas a él, y la penetró desde atrás, con
una fuerte embestida. Entró y salió de ella, sin piedad. La follaba como si
fuera su dueño y señor. Como si quisiera que todo él se impregnara en ella y
en su memoria, para que no lo olvidara jamás. La invadía con duras
acometidas mientras la besaba y la mordía en el hombro, marcándola de
nuevo. Salió de su interior y le dio la vuelta.
—Jason, no estás usando protección.
—¿Tomas la píldora?
—Sí, pero…
—Yo estoy limpio, cielo, nunca lo he hecho sin protección.
—Yo tampoco, pero…
—Déjame que te folle sin nada entre medio. Es lo más delicioso que
he experimentado jamás.
—Me has convencido.
Jason la cogió de las nalgas y la elevó. Kate lo rodeó con las piernas y
se aferró a sus fuertes hombros. Entonces la penetró de nuevo. Pero en esa
ocasión la folló despacio, lentamente, saboreando cada penetración.
—Eres el hombre con quien más he disfrutado.
—Me alegro, porque desde ahora, voy a ser el único con quien vas a
disfrutar.

—¿Has dicho en serio lo de mantener una relación sexual exclusiva


conmigo? —preguntó ella cuando Jason la llevaba a casa.
—No quiero sólo una relación sexual contigo, lo quiero todo, pero
mientras te decides, mantendremos una relación estrictamente sexual, ya
que es lo único que me ofreces. Cariño, la vida consiste en una serie de
decepciones que hay que superar. Y tú todavía no has superado que te
dejara el capullo de tu novio.
—Esa no es la única razón de no querer salir contigo. Tengo tres
hermanos, y soy como su madre…
—Estoy al corriente de eso. Entiendo que no quieras separarte de ellos,
a mí también me duele separarme de mi hermana, pero eso es la vida. Así
que amuebla las otras habitaciones de la casa para que cada uno de tus
hermanos tenga su habitación y pueda ocuparla cuando quiera.
—Estás loco, ni siquiera los conoces.
—Entonces tendrás que presentármelos. Cielo, tus hermanos se
marcharán de casa y te quedarás sola. Y estar sola no te garantiza la
seguridad sino la soledad.
—Yo…
—Me alegro que hayas sido tú quien decorara la casa —dijo él
cambiando de tema de repente.
—¿Por qué?
—Porque así vivirás en una casa que has decorado a tu gusto. Cielo, no
voy a comprarte un anillo —dijo él al verla alterada—, todavía. Pero hazte a
la idea de que lo haré pronto.
—Pero… Tú y yo no nos conocemos.
—Es posible, pero tenemos toda la vida para hacerlo. Mi hermana se
va mañana de viaje y estará fuera una semana.
—¿Y?
—Me gustaría que vinieras a mi casa todos los días mientras esté fuera
y que pases la noche conmigo. A no ser que prefieras que vaya yo a la
tuya…
—No, iré yo a la tuya. Llámame cuando salgas del trabajo y
quedaremos. ¿Por qué quieres estar conmigo?
—Porque eres la mujer que quiero. Y con todos los impedimentos que
me estás poniendo, todavía te deseo más. Escúchame, cariño. A estas
alturas, no te sorprenderá que te diga que estoy enamorado de ti. Déjame
hablar —dijo deteniéndola cuando iba a decir algo—. Desde que me dijiste
que buscara una esposa que no tuviese más de cien vestidos, pensé que me
gustaría que esa mujer fueras tú. Y no he dejado de pensar en ello. Tú eres
todo lo que he deseado siempre y me gusta cómo me siento cuando estoy
contigo. Y cuando estábamos en mi casa hace un rato, descubrí que era allí
donde quería que estuvieses cada día del resto de mi vida. No he dejado de
pensar en ti desde la primera vez que estuvimos juntos. Te quiero, Kate.
—¡Mierda! Yo también te quiero. Creo que me enamoré de ti la
primera vez que te vi, porque yo tampoco he podido apartarte de mi mente.
—Cuántos cambios da la vida, ¿eh?
—¿A qué te refieres? —preguntó ella.
—Cuando nos encontramos dejaste claro que sería una sola noche
conmigo, y ya ves… No va a ser una noche sino todas las noches.

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