La Lógica de La Escritura y La Organización de La Sociedad - Jack Goody (1990)

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Ciencias Sociales

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La lógica de la escritura y la
organización de la sociedad
La lógica de la escritura
y la organización de la sociedad
Alianza Universidad
Jack Goody

La lógica de la escritura
y la organización de la sociedad

Versión española de
Inmaculada Alvarez Puente
Revisión técnica de
Jesús Alborés

Alianza
Editorial
Título original:
The Logic of Writing the Organization of Society

© Cambridge University Press, 1986


© Ed. cast.: Alianza Editorial, S. A., Madrid, 1990
Calle Milán, 38, 28043 Madrid; teléf. 200 00 45
ISBN: 84-206-2632-5
Dep6sito legal: M. 13.004-1990
Compuesto en Fernández Ciudad, S. L.
Impreso en .Lave!. Los Llanos, nave 6. Humanes (Madrid)
Printed in Spain
INDICE

Estudios sobre la escritura, la familia, la cultura y el estado:


una introducción . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 9

Prefacio 13

Capítulo 1. LA PALABRA DE DIOS 21


El concepto de «una»/«la» religión 24
Delimitación . 25
El cambio 26
Obsolescencia 29
Incorporación o conversión 30
Universalismo y particularismo 31
Contradicciones cognitivas en lo general y en lo particular 33
La especialización: sacerdotes e intelectuales 37
Dotación y alienación . . . . . . . . 39
Burocracias paralelas . . . . . . . . . . . . . 40
Autonomía organizativa y estructural . . . . 41
Las grandes y pequeñas tradiciones: el culto a los espíritus
y las religiones universales . . . . . . . . . . . . 44
Escritura y religión en el Antiguo Egipto . . . . . . 48
Escritura y religión en otras civilizaciones primitivas 59
El ritual y la escritura . . . . . . . . . . . . . . . 65
7
Capítulo 2. LA PALABRA DE MAMMON . . . 69
El origen de la escritura y la economía antigua 73
La escritura y la economía del templo 80
La escritura y la economía del palacio . . . 88
La escritura y la economía mercantil . . . . 98
La escritura y las transacciones individuales 104
La escritura y la economía en Africa . . . . 11 O

Capítulo 3. EL ESTADO, LA OFICINA Y EL ARCHIVO 115


Burocracias . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 117
La administración en los primeros estados con escritura . 121
La administración interna . . . . . . . . . 121
La administración exterior . . . . . . . . . 127
La administración en los estados sin escritura 129
La administración exterior . . . . . . . . . 130
La administración interna . . . . . . . . . 133
La escritura en las administraciones coloniales y nacionales 144
La escritura y el proceso político . . 151

Capítulo 4. LA LETRA DE LA LEY 159


La definición de ley . . . . . . . . . 162
Los tribunales, la policía y los códigos 165
Las fuentes del derecho y las modificaciones de las
normas . . . . . . . . . . 168
El razonamiento legal . . . . 173
La organización del tribunal 176
Formas legales . . . . . . . . 177
La expansión de la escritura y el derecho en la Inglaterra
medieval . . . . . . . . . . 193
La letra y el espíritu de la ley . . . . . . . . . . 200

Capítulo 5. RUPTURAS Y CONTINUIDADES 205

Bibliografía 221

Indice analítico 231


ESTUDIOS SOBRE LA ESCRITURA,
LA FAMILIA, LA CULTURA Y EL ESTADO:
UNA INTRODUCCION

Los libros de esta serie son el resultado de un viaje que comenzó


en la Europa occidental y mediterránea para dar posteriormente un
giro más académico hacia el oeste de Africa y la India occidental.
Indirectamente retrocedió en el tiempo y se alejó en el espacio,
alentado por el convencimiento de la unidad de las ciencias sociales,
cuyo valor reside no tanto en una teoría generalizada y un conjunto
de conceptos abstractos y elevados como en proporcionar un
incentivo para abordar problemas intelectuales de la situación
humana, pasados y presentes, sin limitarse a un campo o a un
método.
Los diferentes campos que podemos llamar antropología, socio-
logía e hi~toria son aspectos de una misma investigación más amplia
sobre la interacción humana que en contextos más especializados se
divide en economía, política, demografía y estudios religiosos. Cada
campo principal se concentra en un cierto grupo de sociedades
(«simples» o «complejas», presentes o pasadas, particulares o genera-
les) y emplea diferentes métodos y fuentes de información (observa-
ciones de campo o documentos escritos, procedimientos deductivos
o inductivos). Pero la mejor manera de tratar los problemas
sustantivos no es utilizar un método o reducir el discurso a un área,
sino intentar traspasar las espesas cortinas de las fronteras instituidas
e institucionalizadas y hacer uso de una gama de recursos tan amplia
como sea posible.
9
Jack Goody

Los distintos estudios tienen tres hilos conductores comunes.


Uno es metodológico. Entre las razones por las que en un principio
emprendí el trabajo de campo en Africa occidental estaba el deseo de
representarme con más claridad algunas de las características de la
sociedad occidental, por ejemplo, a través de la diferencia entre lo
escrito y lo oral. Una vez allí adquirí un compromiso profundo,
tanto personal como académico, con Africa occidental, compromiso
que perdura hasta la fecha. Habiendo realizado trabajos de campo
quise intentar valorar más ampliamente las conclusiones observando
situaciones similares en otras partes del mundo, a veces mediante
comparaciones de tipo informal, pero también a un nivel más
sistemático (por ejemplo, en Production and Reproduction [ Producción y
reproducciónJ, 1977, y en varios estudios demográficos); pues no
siempre son adecuados' en sí mismos los «experimentos cruciales»
llevados a cabo a través del trabajo de campo intensivo, ni siquiera
las comparaciones críticas de grupos vecinos o regionales, defendi-
das por muchos antropólogos, aunque yo he usado todos estos
procedimientos en momentos diferentes y con distintos fines. Evi-
dentemente, el resultado de esta búsqueda metodológica fue el de
hacernos volver desde la etnografía a los intereses anteriores de la
sociología comparativa (o antropología social) y la historia compara-
tiva. De hecho, si se está interesado en problemas y temas más que
en campos de estudio delimitados, tal interrelación de intereses es
fundamental, aunque los resultados estén muy lejos de constituir una
«ciencia social unificada».
El segundo hilo conductor tiene que ver con el contenido de
estos estudios. Aunque existen muchas diferencias de detalle en las
sociedades humanas que requieren explicaciones muy específicas (y
he tratado de considerar algunas de éstas en dos comunidades
vecinas del oeste africano en mi libro Death, Property and Ancestors
[ Muerte, propiedad y antepasados], Stanford, 1962), hay otras caracte-
rísticas más extendidas (tanto semejanzas como diferencias) que
requieren hipótesis más generales. Por un lado, estas características
están relacionadas con las hipótesis relativas a las diferencias entre
sociedades orales y sociedades que emplean la escritura, simples y
desarrolladas, frías o calientes, así como las semejanzas dentro de
cada uno de estos grupos. Por otro lado, tienen que ver con el modo
en que la gente se gana el sustento. El primer conjunto de problemas
fue el tema central en mi estudio de las consecuencias de los cambios
en los medios y modos de comunicación (The Domestication of the
Estudios sobre la escritura. Una introducción 11

Savage Mind [ La domesticación de la mente salvqjeJ, 1977, y el presente


volumen); el segundo fue crucial para el análisis de los aspectos de la
vida doméstica y política en el contexto de cambios en los medios y
modos de producción y destrucción (Technology, Tradition and the
State in Africa [Tecnología, tradición y el estado en Africa ], 1971,
Production and Reproduction, 1977).
Inevitablemente, es necesario depurar y continuar contrastando
las hipótesis sugeridas. Cualquier situación empírica implica una
variedad de factores distintos de los que yo he considerado. Pero
para entender el curso general de la historia humana se tiene que
empezar con alguna perspectiva teórica y desde un punto de partida
específico. Al observar la familia y el matrimonio en el Africa
occidental estudié primero las diferencias y semejanzas particulares
entre dos pequeños subgrupos étnicos de los loDagaa, luego
comencé a observar algunas diferencias regionales (Comparative
Studies in Kinship [ Estudios comparativos sobre el parentesco], Kegan
Paul y Standford University Press, 1969) y finalmente estudié ciertos
rasgos diferenciadores generales que distinguen a Africa de las
sociedades principales de Eurasia (por ejemplo, en Bridewealth and
Dowry [El precio __ de la novia* y la dote], con S. J. Tambiah, 1973).
Sorprendido p'or 'ciertas inconsistencias entre mi modelo y los
primeros sistemas europeos de matrimonio y familia (la historia de
los últimos doscientos años plantea otras cuestiones), me vi impulsa-
do a examinar el papel histórico de la Iglesia cristiana en la
promoción y, hasta cierto punto, en el establecimiento de nuevas
normas de vida doméstica (The Development of Marriage and the Family
in Europe [ El desarrollo del matrimonio y la familia en Europa j, 1983).
Este estudio a su vez planteó otras cuestiones: en primer lugar, sobre
las transformaciones a lo largo de los últimos doscientos años, las
cuales normalmente se enfocan desde el punto de vista del presente
(y siempre desde el de la Europa occidental), pero que deben
considerarse comparativamente y desde el pasado; en segungo lugar,
sobre las posibles influencias de otras culturas religiosas en el
matrimonio y la familia, así como el papel de la caridad en general.
Pero éstos son otros problemas para otras investigaciones y otros
investigadores, los cuales se beneficiarán de una mejora en los datos,

* Bridewea!th en el original. Se trata de los regalos o pagos transferidos por el


novio o su familia a la novia o su familia con ocasión de la boda. Parece que el
término fue introducido por Evans-Pritchard como alternativa a Bride-price.
12 Jack Goody

conceptos y métodos de la investigación social comparativa, que


combinen la observación intensiva, las investigaciones extensivas y
el estudio documental.

JACK GOODY
Cambridge,
Febrero 1986
PREFACIO

Este libro pretende explicar algunas de las diferencias generales


entre la organización social de las sociedades con y sin escritura y el
proceso de trans1ción de una a otra. Aunque el tema sea desmedida-
mente amplio, exige un tratamiento preliminar y unos breves
comentarios previos. Me he visto obligado a limitar casi toda mi
atención a dos situaciones, una con escritura y otra principalmente
sin ella: el Cercano Oriente antiguo, es decir, el lugar en el que surgió
la escritura, y el Africa occidental contemporánea, donde su uso ha
proliferado a lo largo de los últimos cincuenta años. Por supuesto,
los distintos sistemas de escritura tienen consecuencias diversas en
sociedades distintas en diferentes épocas, pero también hay impor-
tantes características comunes a algunos de estos contextos particula-
res, y yo he intentado llamar la atención sobre éstas.
No me interesan las diferencias en sí mismas. En primer lugar
intento proporcionar una explicación más satisfactoria, para mí
mismo y para el lector, de ciertos conceptos ampliamente usados,
sociológicos y antropológicos, históricos y de sentido común,
utilizados para describir las principales diferencias o transiciones en
la historia de las sociedades humanas. Este intento me lleva a
trasladar parte del énfasis puesto en los medios y modos de
producción para explicar la historia humana a los medios y modos de
comunicación. Al mismo tiempo creo necesario poner a prueba
13
14 La lógica de la escritura y la organización de la sociedad

ciertas nociones sobre la singularidad de Occidente en lo que


concierne a la explicación del surgimiento del mundo «moderno», ya
que algunos de los prerrequisitos de tal surgimiento están más
ampliamente extendidos de lo que muchas de las teorías actuales
conceden. Pero estos objetivos, especialmente el. último, no siempre
son prioritarios, ya que me concentro más en los aspectos de una
«temprana» adopción de la escritura que en posteriores desarrollos
de la alfabetización.
La forma actual de este estudio es en gran parte el resultado de
haber sido invitado a impartir cuatro conferencias en la Universidad
de Chicago en octubre de 1984, en honor a L. A. Fallers y su obra,
cuya investigación, significativamente, no sólo abarca el estado
«simple» de los busoga del Africa oriental en su adaptación al
dominio colonial, sino la nación turca, muchísimo más compleja,
heredera islámica de los nómadas asiáticos y de los cultivos, el
comercio, la población, el gobierno y hasta cierto punto las tradicio-
nes del Imperio Bizantino centrado en Constantinopla. Este despla-
zamiento de la investigación desde Africa al Oriente Medio no se
originó al hacer esa frecuentísma pregunta antropológica, «¿Adónde
tengo que ir ahora?», sino al plantear dicha pregunta con una
referencia más intelectual qu~ territorial. El interés de Fallers por los·
escritos de Max Weber, así como el marco contemporáneo en el que
trabajaba -el surgimiento de las nuevas naciones africanas- y sus
propias reacciones hacia estos sucesos, le empujaron a comparar la
naturaleza de las formaciones de estados simples y complejos, y la
transición de estas formaciones. Fallers se fue adentrando en la
investigación de las características y factores subyacentes a este
contraste dinámico, un contraste que desde luego no es ni binario ni
lineal, sino que representa un proceso con puntos de ruptura
significativos que es necesario poder especificar si se quiere dar
razones plausibles para explicar los cambios sociales, la caída y
surgimiento de estad.os, imperios y naciones.
Como sabía que estos problemas le interesaban, y uso el verbo
con matices cuáqueros, le envié para que lo comentara un artículo
escrito por Ian Watt y por mí, osadamente titulado «The consequen-
ces of literacy» [«Las consecuencias de la alfabetización»], cuando yo
estaba en el centro de estudios avanzados de Stanford en 1960 y él se
preparaba para participar en aquel significativo traslado colectivo
con Geertz y Schneider de Berkeley a Chicago. Su respuesta fue
alentadora. En esa época habíamos trabajado juntos con la intención
Prefacio 15

de publicar una nueva Journal of Social Anthropology [Revista de


Antropología social] (véase Stockin, 1979), pero como este proyecto
estaba en el aire, sugirió que el artículo debería enviarse a Comparati-
ve Studies in History and Society [Estudios comparativos de historia y
sociedad], una publicación importante y ya consolidada.
Seguí tratando aspectos de este artículo en publicaciones sucesi-
vas. Dirigí la edición de una recopilación de estudios, Literary in
Traditional Societies [La aifabetización en las sociedades tradicionales]
(1963), que recogía artículos sobre la etnografía de la escritura de
una serie de sociedades de diferentes partes del mundo. Un volumen
tiulado The Domestication of the Savage Mind (1977) trató algunas de las
implicaciones de la representación gráfica del lenguaje en los
procesos cognitivos, especialmente el uso parcialmente descontex-
tualizado del lenguaje en contextos formales, la lista, la tabla (esto es,
listas emparejadas formando filas y columnas) y la matriz (una tabla
más compleja), junto cqn el desarrollo de unas nociones más precisas
de contradicción, de formas de la «lógica» (en sentido especializado),
incluyendo el silogismo y otros tipos de argumento y prueba
(Goody, 1977; Yoffee, 1979).
El segundo objetivo de mi investigación sobre las implicaciones
de la escritura ha sido considerar la interrelación entre lo oral y lo
escrito, no sólo para las culturas, sino para los registros y actuacio-
nes en las culturas escritas. He comentado esta interrelación en un
buen número de ensayos recientes, que versan principalmente sobre
«alfabetización» o formas «artísticas», los cuales trato ahora de reunir
en un libro que, desgraciadamente, siempre estará incompleto.
El tercer objetivo, que conforma el presente estudio, está
relacionado con los efectos a largo plazo de la escritura en la
organización de la sociedad. Permítaseme que intente clarificar este
objetivo. Una parte de la empresa es aplicar ciertas características
que los sociólogos y otros investigadores han considerado importan-
tes para el análisis de las instituciones sociales -por ejemplo, la
dicotomía o polaridad «particularista-universalista» empleada por
Talcott Parsons como una de sus variables-pautas (y que, en lo
esencial, deriva de Max Weber)- a fin de ver hasta dónde podemos
explicar su diferente incidencia en función de los desarrollos de la
comunicación humana. Lo mismo ocurre con las disputas sobre
sistemas legales. Mis propios intereses se hallan en todo esto
cercanos a los de Fallers, a quien no le ha importado cruzar las
fronteras entre antropología y sociología, entre sincronía y diacronía
16 La lógica de la escritura y la organización de la sociedad

o entre la cultura europea y otras culturas, porque se interesaba más


por proponer soluciones a los problemas intelectuales que por las
fronteras disciplinarias o geográficas.
Gran parte del material que uso relativo a las diferencias entre
sociedades con o sin escritura y a la transición de unas a otras
proviene de mi propio trabajo y del de otros sobre Africa occidental.
El resto procede de las primeras culturas con tradición escrita del
Cercano Oriente antiguo; a pesar de lo superficial de mis conoci-
mientos, estas culturas son de una importancia obvia, pues estamos
tratando de los primeros desarrollos de los usos de la escritura, del
comienzo de una tradición escrita que, en sentido amplio, alimentó a
Grecia y a Europa. Y al ocuparme del derecho he expuesto
brevemente el desarrollo del uso de la escritura en Europa durante la
Edad Media como otro período de transición.
Los problemas que conllevan tal esfuerzo son muchos y pueden
ser mal entendidos, en especial dado que la ironía del título del
estudio sobre la «domesticación» no siempre ha sido apreciada. Para
mis propósitos actuales, examino estos problemas bajo tres aparta-
dos: implicaciones causales, categorías y pruebas.
Mis colegas antropólogos están acostumbrados a analizar un
contexto particular que ya han observado en el propio terreno, del
que han oído hablar a otros («informantes», como son algunas veces
mal llamados) o sobre el que han leído en libros y documentos. El
análisis implica desenredar los hilos que constituyen esta situación
humana y observar cómo actúan los distintos factores en el ámbito
socio-cultural concreto. Mis colegas historiadores y arqueólogos
están más acostumbrados a seguir la pista a las situaciones a lo largo
del tiempo y a establecer, entre otras cosas, secuencias cronológicas
de desarrollo, algunas de las cuales, como la transición de la caza y la
recolección a la agricultura, tienden a repetirse bajo condiciones
diversas. Una tercera forma de investigación consiste en tomar un
hilo conductor concreto (o incluso un tema) y seguir su rumbo
cambiante a través del tiempo y el espacio. Esto es lo que yo he
intentado hacer, y se trata de un tipo de investigación con respeta-
bles antecedentes. Se podría mencionar aquí, en el campo de la
comunicación, la obra de Eisenstein sobre la repercusión de· la
imprenta (1979) o la de Turkle sobre el efecto de los ordenadores en
el «espíritu humano» (1984) o, en el ámbito de la agricultura, la de
White sobre el arado (1940) y, más en general, sobre la tecnología
medieval (1962).
Prefacio 17

Se trata de amplios tipos de investigación que no están restringi-


dos a una disciplina académica en particular. No agotan el campo de
posibilidades, el cual incluiría investigaciones como la de Thomas
(1978, 1983) sobre ciertos aspectos de las transformaciones de la
conciencia en el Renacimiento, o como la admirable descripción
socio-histórica de la vida medieval en el libro de Homans English
Villagers of the Thirteenth Century [ Aldeanos ingleses del siglo XIII]
(1942). Pero, de momento, será suficiente la categorización tripartita.
En diversas ocasiones he intentado las tres formas de investiga-
ción. Cada una tiene sus pros y sus contras. Un inconveniente obvio
de la investigación sobre las posibles consecuencias del arado es que
algunos lectores considerarán el enfoque como un determinismo
mono-causal. Por otro lado, el autor que lleve a cabo una investiga-
ción sobre todos los factores o causas de un conjunto de situaciones
difícilmente podrá evitar ser considerado un defensor convencido de
un enfoque estructural o funcional. Un estudio histórico suele verse
como parte de una perspectiva más amplia del desarrollo evolutivo,
que a veces incluso se caracteriza como unilineal; pero a pesar de lo
tentadoras que puedan ser estas caracterizaciones, deben evitarse.
Al tomar por tema la escritura y la tradición escrita, por ejemplo,
no quiero decir ni mucho menos que éstos sean los únicos factores
de una situación concreta, sino sólo que son significativos. En estas
investigaciones desearíamos poder evaluar la relevancia de diferentes
elementos y producir un diagrama que valorara de una: manera más o
menos precisa los factores implicados. A no ser, por supuesto que
uno no deseara llevar el análisis más allá del nivel funcional que
muestra que todo influye en todo, o del nivel estructural que señala
las homologías abstractas o los principios subyacentes. Pero este
modo más exigente de valorar esos factores, tan ampliamente usado
en economía a causa de la naturaleza numérica de muchos de los
datos, es prácticamente imposible, al menos por el momento y
posiblemente en el futuro, para muchas de las situaciones que
abordan las ciencias sociales menos rigurosas. Como consecuencia, al
escoger un tema de investigación no sólo se corre el peligro de
exagerar su importancia, sino, lo que es peor, el de dar la impresión
de que se cree que los asuntos humanos están determinados por un
solo factor. Algunos escritores incluso parecen suponer que la
expresión «relaciones causales» se refiere a aquellas relaciones deter-
minadas en este sentido, es decir, a las situaciones que tienen una
sola causa, en cualquier lugar y permanentemente.
18 La lógica de la escritura y la organización de la sociedad

No puedo aceptar una visión tal del análisis socio-cultural, ni


tampoco su concepción de la teoría y práctica sociales como
fenómenos opuestos. Sin embargo, hasta cierto punto las diferentes
clases de investigación sobre las que hemos llamado la atención dan
lugar a equívocos. El asunto está claramente expuesto en un reciente
artículo de Cole y Keyssar:

También hay acuerdo en que el impacto causal general del conocimiento de la


escritura no discurre de modo unidireccional de la tecnología a la actividad. Las
actividades proporcionan en mayor o menor medida oportunidades para que las
particulares tecnologías con escritura sean eficaces. Como se apuntó en Goody (1977)
o Schmandt-Besserat (1978), la interacción de las fuerzas socio-económicas y alfabéti-
co/tecnológicas representa un caso clásico de sistemas dialéctivos interactivos que
siempre están al borde de un proceso de cambio (1982, pág. 4).

El que algunos lectores interpreten el argumento como unidirec-


cional mientras que otros reconozcan las influencias en ambos
sentidos y multicausales puede deberse a las dificultades de la
comunicación escrita en tanto que distinta de la oral más que a un
error de comprensión. También está la cuestión de la disposición a
suspender, no la incredulidad, sino las «creencias», los compromisos
ideológicos, las categorías predeterminadas del entendimiento. He
elegido como título la expresión que me sugirió Marshall Shalins,
«La lógica de la escritura ... », para tratar de evitar algunas de estas
ambigüedades.
Éste no fue el único resultado positivo de mi visita a Chicago. R.
T. Smith fue un anfitrión excelente y tuve ocasión de escuchar útiles
comentarios de B. Cohen, T. Turner, E. Shils y algunos otros.
Anteriormente había contraído una deuda de gratitud con J.
Flanagan por leerse varios capítulos. Carolyn Wyndham y Antonia
Lovelace efectuaron el trabajo de proceso de textos y ayudaron con
las referencias. J ohn Baines y Keith Hart me han ayudado mucho
con el conjunto del manuscrito, y John Dunn y A. L. Epstein han
leído algunos capítulos en concreto. Tengo que agradecerle a la
Universidad de Cambridge el haberme concedido la jubilación
anticipada necesaria para terminar el manuscrito, y al St. John's
College el proporcionarme una habitación y el ambiente adecuado
para continuar trabajando. En la primavera de 1985 di una versión
distinta de las conferencias en Le College de France (gracias a una
invitación de Frans;oise Héritier-Augé), donde el cálido clima social
e intelectual de la primavera parisina me estimuló a volver al trabajo
Prefacio 19

de revisión; el esfuerzo de preparar el curso para una audiencia


diferente me ayudó a reformular partes de la argumentación, como
lo hizo el trabajar con mis traductoras Anne-Marie Roussel y Anne
de Sales. También estoy agradecido a Patricia Williams, a Anne
Nesteroff del Armand Colín y a Michael Black de Cambridge
University Press.
Una advertencia final: aunque he dividido los temas de los
capítulos de acuerdo con las líneas de los subsistemas sociales
frecuentemente aceptados --es decir, religión, economía, política y
derecho-, muchos temas y características afloran en cada uno de
estos encabezamientos, que, en cualquier caso, se solapan entre sí.
Esta duplicación es inevitable en la medida en que trato de
seleccionar ciertos factores generales más que de entrar en el examen
detallado de situaciones particulares, en parte porque en algunos
casos esto último ha constituido la tarea de otros escritos. Sin duda,
los antropólogos se irritarán ante esta escasez de datos de campo en
mi presentación, los historiadores por la ausencia de descripciones
concretas y los sociólogos por la escasez de referencias a la teoría
social publicada. Desde el punto de vista de sus dominios particula-
res, todos sus comentarios estarán justificados. Peor aún: he omitido
el tratamiento de un gran número de temas, tales como la acción
ritual, el parentesco y la educación; mi excusa es que he intentado o
estoy intentado tratar estos temas en otros contextos.
Todo esto ya es suficiente como prefacio; pasemos a los propios
argumentos. En el primer capítulo empiezo tratando la influencia de
la escritura en la religión, pues esto plantea la mayoría de los
principales temas aplicados. Primero considero hasta dónde ha
afectado la presencia de la escritura a la noción y al estudio de los
fenómenos religiosos. Aquí, según como creo que ocurre con el
derecho, el libro escrito nos conduce hacia ideas diferentes sobre lo
que es la religión, ideas que también están relacionadas con cuestio-
nes esenciales de forma y contenido. De forma, porque la escritura
fija un límite a la «creencia» y a la práctica, lo cual plantea cuestiones
relacionadas con la naturaleza de la creencia, la verdad y la
conversión. De contenido, porque la escritura tiende a generalizar
demasiado las normas. De ambos modos la religión incrementa su
autonomía respecto a ottos aspecto~ del sistema social. Pero el
surgimiento de la religión como µna delas «grandes organizaciones»
(no simplemente como un ,aspee~ parcialmente diferenciado de,
digamos, la interacción intrafamiliar) conlleva una autonomía a otro
20 La lógica de la escritura y la organización de la sociedad

nivel: la autonomía de la iglesia como organización. Es la autonomía


parcial de estas organizaciones la que nos obliga a restringir el
intento de Durkheim, en The Elementary Forms of the Religious Lije
[ Las formas elementales de la vida religiosaJ, de usar el término «iglesia»
en un sentido omniabarcante (como otros antropólogos han hecho
con el de derecho). También nos obliga a modificar aquellas teorías
sociales de diferentes inspiraciones que presuponen que la religión,
incluso en su forma eclesiástica, refleja los temas dominantes del
resto del sistema socio-cultural de algún modo estructural o fundo~
nal rígido. Las «grandes organizaciones» con su tradición escrita
adquieren una cierta independencia de sí mismas, fomentada por su
custodia de los libros, así como por su interés en la continuidad
terrena y la salvación en el otro mundo.
Capítulo 1
LA PALABRA DE DIOS

Se nos dice que en el principio era el verbo. Era, por supuesto, la


palabra de Dios, Dios que creó el mundo, o la palabra de sus
profetas, y después la de su Hijo, que salvó al mundo. Esta palabra
no sólo fue pronunciada, sino que fue escrita en un libro: las
Sagradas Escrituras; la Biblia, los Testamentos. ¿Qué diferencia
marca el que la palabra esté escrita en un libro (o grupo de libros),
como en el judaísmo, el islam y el cristianismo, o que la palabra sea
sólo hablada, el producto de una lengua oral? ¿Siguen alguna pauta
general las diferencias entre las creencias y prácticas religiosas de las.;
culturas orales y escritas? ¿De qué manera dependen los sistemas de
culto de modos específicos de comunicación? ¿Hasta qué punto las
tradiciones de actividad intelectual dependen, a lo largo del tiempo,
de la existencia de una religión basada en un Libro?
Estas preguntas, aunque muy generales, son abordadas por
muchos estudiosos; algunos piensan sobre ellas y otros las descartan,
y sobre ellas se asumen de forma tácita diversos supuestos. Intentaré
formular estos pensamientos, en gran parte no expresados, tomando
como punto de partida el gran contraste entre ciertas características
de las religiones de Africa y de Eurasia, incluyendo en la última no
sólo las religiones del Oriente Medio centradas en un solo libro, sino
también aquellas que dependen significativamente de la escritura, en
especial de la escritura alfabética, para la transmisión del mito, la
21
22 La lógica de la escritura y la organización de la sociedad

doctrina y el ritual. Sin embargo, las formas que adoptan las


religiones orientales son a menudo más eclécticas que las mediterrá-
neas, modificando esta tendencia hacia un compromiso exclusivo de
la congregación, si bien no siempre de los sacerdotes. A pesar de que
ésta y otras diferencias son importantes, aquí sólo trato de las
tendencias generales.
Permítaseme empezar diciendo que en el nivel más general
ambas tienen mucho en común, es decir: en Africa, el observador
euroasiático identificaría fácilmente un ámbito de creencias y prácti-
cas que denominaría religiosas, ceremoniales o rituales, al margen de
su aceptación de estas creencias. Por ejemplo, señalaría los rituales
centrados en los ciclos humanos y cósmicos. Los primeros compren-
den los ritos del nacimiento, el matrimonio y la muerte (al igual que
aquellos que marcan varias fases intermedias: embarazo, iniciación,
divorcio, retiro, etc.); el segundo incluye los rituales del ciclo anual,
que en la mayoría de las sociedades agrícolas se celebran al principio
y al final de la estación productiva. También hay ritos celebrados
ocasionalmente, a menudo cuando la desgracia se abate en forma de
enfermedad o muerte, sequía o inundaciones, acontecimientos cuya
misma irregularidad requiere un acto de adivinación para averiguar
los agentes o fuerzas involucrados, humanos o no.
Al estudiar aquellos ritos que marcan fases en el ciclo humano
estamos, por definición, ocupándonos de la entrada y salida de
hombres y mujeres en este mundo y en el otro. Los misterios del
nacimiento y de la muerte son fundamentales en la experiencia
religiosa, ya que sigue siendo cierto, al menos hasta épocas recientes
y secularizadas, que todas las sociedades humanas tienen alguna
noción del otro mundo y del paso del alma (y a veces del cuerpo) de
uno a otro. Por consiguiente, todas las religiones tratan de los dos
mundos y sus habitantes, principalmente humanos en un caso y
«agentes sobrehumanos» -e incluso «fuerzas sobrehumanas»-, en
el otro; en la mayoría de los casos, existe algún tipo de Dios
Supremo que es el creador de este mundo aunque habita en el otro.
En todas partes, las preguntas sobre la vida y la muerte, el
comportamiento de los dioses y los hombres constituyen el ámbito
de las religiones.
Aunque tienen mucho en común, es interesante examinar las
diferencias generales entre las religiones de Africa y Eurasia a la luz
de su relación con las culturas orales y escritas. No se trata sólo de
una cuestión de contraste sincrónico; el hecho de que la palabra sea
La palabra de Dios 23

palabra escrita en un caso y no en el otro es importante desde el


punto de vista diacrónico para ayudar a explicar la expansión
característica de las llamadas religiones universales (que en el caso de
Africa son el islam, el cristianismo y el judaísmo) por conversión y
por absorción, expansión que fue acompañada del declinar -¿o
quizá deberíamos decir incorporación o ajuste?- gradual de las
religiones locales.
En Occidente inevitablemente tomamos como modelo, en cursos
de religión comparativa, por ejemplo, a las que tienen textos escritos
sobre el mito, la doctrina y el ritual. Estas son las religiones
universales, a veces llamadas religiones éticas. Sugeriré que existe un
nexo intrínseco entre las características de estas religiones que estos
epítetos implican y el propio modo escrito, el medio por el que las
creencias religiosas y el comportamiento se formulan, comunican y
transmiten, al menos en parte. Pero, en primer lugar, ocupémonos
de Africa.
En este continente las únicas religiones basadas en un libro eran
las del Oriente Medio, y sus áreas de distribución principales estaban
al norte del Sáhara. Históricamente, Egipto es uno de los primeros
ejemplos de religión escrita: un culto sacerdotal en los templos, en el
que la enseñanza e incluso el uso de la escritura se concentró en gran
parte en manos de los sacerdotes; como en Mesopotamia, la escritura
era crucial tanto para la religión como para el clero. Geográficamen-
te, esta religión apenas traspasó las fronteras políticas, y puede ser
significativo que sólo con la escritura alfabética pudieron algunas
religiones atravesar decisivamente sus fronteras nacionales para
llegar a ser religiones de conversión. En Africa, partes de Etiopía,
como los adyacentes Yemen y Arabia, fueron influidas por el
judaísmo en una época temprana, y más tarde por el cristianismo y el
islam. Los cartagineses trajeron de Fenicia un conjunto de cultos y
creencias semíticos que más adelante dieron paso a prácticas judías a
lo largo del litoral mediterráneo; en efecto, se ha sugerido que una
parte importante de la diáspora judía en Europa consistió en fenicios
conversos del norte de Africa 1• Más tarde la misma zona también
llegó a ser el origen de la iglesia donatista; y durante un breve
período el cristianismo se extendió a través de todo el norte de
Africa, desde el Magreb hasta Etiopía, abarcando los coptos de
Egipto y los reinos cristianos del Sudán. Finalmente, fue precisa-

1 M. Berna!, comunicación personal.


24 La lógica de la escritura y la organización de la sociedad

mente este área de la cristiandad la que luego llegaría a ser dominada


por un islam en expansión (dejando atrás pequeños focos de judíos y
cristianos), que se extendió a través del Sáhara tanto por el oeste
como por el este, así como hacia el .sur de la costa este africana hasta
Madagascar. Aparte de las del Antiguo Egipto, estas religiones están
asociadas con la escritura alfabética, que aunque fue más ampliamen-
te difundida dentro de sus dominios era adoptada con más facilidad
fuera de ellos; por lo tanto, tenían más probabilidad de ser religiones
«universales» que «nacionales». En efecto, se puede decir que estas
religiones alfabéticas difundieron la escritura tanto como la escritura
extendió dichas religiones; fue la difusión no sólo de una religión
particular, sino de «la idea de una religión».

El concepto de «una»/«la» religión


En primer lugar, explicaré a qué no me refiero con esta
observación. No me refiero a la idea de religión. Como ya hemos
visto, no es necesario ser comparatista para reconocer aspectos de las
prácticas y creencias de todas las sociedades que se centran alrededor
de nociones de vida y muerte, del otro mundo, de seres espirituales y
de adivinación, propiciación de los dioses y secuencias de ritos. Pero
en los lenguajes africanos no encuentro equivalente para la palabra
occidental «religión» (ni siquiera para «ritual»), y, lo que es más
importante, los actores no parecen considerar las creencias y prácti-
cas religiosas como nosotros, seamos musulmanes, judíos, hindúes,
budistas, cristianos o ateos, es decir: como un conjunto diferenciado.
Esta diferencia ya se sugiere en el modo en que definimos la religión
africana, no sólo por sus características como una secta o iglesia (pace
Durkheim, quien aplicó el término incluso a las sociedades más
simples), sino como religión kikuyu o religión asante. En otras
palabras, definimos una religión en función de las prácticas y
creencias de un grupo particular de individuos territorialmente
limitados, sea una tribu o un reino. Efectivamente se puede argüir
que hasta la aparición de la competencia del islam o el cristianismo,
no empezó a tomar forma la idea de una religión asante en tanto que
concepto distinto del modo de vida asante, primero en la mente del
observador y luego en la del actor. Esta propuesta está respaldada
por el hecho de que cuando se ha intentado definir tales sistemas
religiosos de una manera global, dejando de lado las designaciones
«étnicas», los estudiosos europeos comenzaron a utilizar etiquetas
La palabra de Dios 25

tales como paganismo o animismo, que describen las religiones en


términos de una oposición a las formas escritas hegemónicas.

Delimitación
La razón de este estado de cosas es bastante obvia. Las religiones
escritas tienen alguna clase de límites autónomos. Los practicantes
están comprometidos con una sola y se distinguen por su vincula-
ción a un Libro Sagrado, su reconocimiento de un credo, así como
por la práctica de ciertos rituales, oraciones y modos de propicia-
ción. No digo que siempre sea fácil distinguir quién es musulmán,
judío, cristiano, budista o hindú; la frontera suele estar poco clara.
Pero es cierto que existe algún concepto equivalente al de Dharmas-
hastra, el camino; por tanto, algunos grupos están dentro y otros
fuera, y no únicamente desde un punto de vista espacial o territorial,
aunque la proximidad suele ser un factor importante. Compárese
esto con la situación en sociedades sin escritura. No se puede
practicar la religión asante a no ser que se sea un asante; y lo que es
ahora la religión asante puede ser muy diferente de lo que fue hace
cien años. Por otro lado, las religiones escritas, al menos las
alfabéticas, son generalmente religiones de conversión y no religio-
nes «de nacimiento». Se pueden extender, como la mermelada, y es
posible persuadir u obligar a la gente a dejar un conjunto de
creencias y prácticas adquiriendo otro, el cual toma el nombre de
una secta o iglesia determinada. De hecho, la palabra escrita, el uso
de un nuevo método de comunicación, a veces puede proporcionar
por sí misma un incentivo para la conversión, independientemente
del contenido específico del Libro; aquellas religiones no sólo se
consideran «superiores» porque sus sacerdotes saben escribir y
pueden leer y oír la palabra de Dios, sino porque pueden dar a su
congregación la posibilidad de alfabetizarse. Lo que aquí afirmo es
que sólo las religiones escritas pueden ser religiones de conversión
en sentido estricto, en la medida en que éstas se distinguen de la
adopción de un nuevo culto cargo*, santuario curativo o movimien-
to antibrujería.
A pesar de esta diferencia, las creencias y prácticas locales suelen

* Culto cargo: «movimiento de revitalización originario de Melanesia basado en


la expectativa de la vuelta inminente de los antepasados en barcos, aviones y trenes
que traen tesoros de bienes fabricados en Europa». Marvin Harris, Introducción a la
antropología general, Alianza. Madrid, 1981.
26 La lógica de la escritura y la organización de la sociedad

considerarse, tanto por parte de los actores como de los observado-


res, en cierto modo como alternativas a los sistemas religiosos
«delimitativos», tales como el islam o el cristianismo. Durante los
años cincuenta, en el tribunal del distrito de Lawra, en el norte de
Ghana, a todos los que comparecían ante el comisario colonial se les
ofrecía la alternativa de jurar la veracidad de su testimonio sobre la
Biblia, el Corán o sobre un relicario local, al que todos llamab.an
«fetiche». Así, en la sala del tribunal, el culto local, el loDagaa, se
colocaba en una equívoca situación de paridad con las religiones
universales, e inevitablemente salía perjudicado en la comparación,
aunque sólo fuera porque sus juramentos usaban palos o piedras,
esto es, un ídolo en vez de un icono o la palabra escrita. Al menos en
este· contexto, todos volvieron a considear la palabra escrita· más
eficaz que la puramente oral o incluso que el relicario visual o la idea
imaginada, a causa de la evidente fuerza ejecutiva de ese canal de
comunicación y el rango jerárquico de sus practicantes.

El cambio
Aunque sostengo que en las culturas orales la conversión, en el
sentido ordinario de la palabra, es imposible, no quiero decir que no
se den cambios en el sistema religioso, en la medida en que difieren
de la modificación del número de adeptos a la religión: todo lo
contrario. La denominación «religión asante» puede encubrir cam-
bios considerables de una década a otra, aun cuando este tipo de
denominación étnica, esta forma de hablar sobre las cosas, parece dar
por supuesta una continuidad, una homeostasis, suposición que
también subyace a muchas discusiones eruditas sobre las religiones
sin escritura. Pero mi perspectiva es opuesta a cualquier tipo de
hipótesis semejante sobre la naturaleza estática de los sistemas
religiosos de las sociedades más simples y carentes de escritura, en
contraste con los del dinámico y cambiante mundo moderno. Es
muy posible que este contraste se dé respecto a la tecnología, la
economía y otras esferas relacionadas de la acción social, pero es
discutible en el aspecto religioso. En primer lugar, todas las
religiones universales de las que he hablado tienen su Libro Sagrado
o sus Escrituras: la Torah, la Biblia y el Corán. Tales obras son
depositarias sagradas de la palabra de Dios, y permanecen invaria-
bles y eternas en sí mismas, inspiradas por la divinidad y no
únicamente por el hombre. Aunque la liturgia de la Iglesia Católica
La palabra de Dios 27

debe cambiar con el tiempo, y aunque las técnicas de oración pueden


diferir, como ocurre con la Qadariyya y la Tijaniyya del islam
maghrebí, o las sinagogas ortodoxas y reformadas, o las iglesias
calvinistas y luteranas, y aunque las interpretaciones varían, la propia
palabra permanece inalterable. (Aunque cada lectura es diferente,
decir que el texto existe sólo en la comunicación es una engañosa
exageración de la crítica literaria.) El deber primordial de los
copistas, de los calígrafos islámicos, de los impresores del rey o de la
reina (como la Cambridge University Press) ha sido conservar el
texto precisamente en la misma forma canónica mediante la elabora-
ción de versiones «autorizadas». Una simple errata (cosa que ha
ocurrido) que confunda Judas con Jesús provoca un escándalo. Es
verdad que las religiones orientales no se centran en un solo libro
sagrado de la misma manera, pero también lo es que poseen un
cuerpo de escrituras que se transmiten de una forma precisa y, por
tanto, «canónico». No hace mucho (1977), en un pueblo indio oía a
mi vecino brahmán recitar todos los días sus oraciones diarias del
Rgveda, en sánscrito, compuesto, según dicen, hace más de tres mil
años. En Indonesia asistí a una lectura y exégesis públicas de un
antiguo texto budista; se conservaban las palabras exactas, traducidas
al balinés popular por un titiritero, y al mismo tiempo se les daba
una interpretación más amplia. Se pueden encontrar los mismos
mantras sánscritos, recitados o leídos, en lugares tan lejanos como
China, el Tibet y Japón; si bien es cierto que en diferentes contextos
se usan los mismos textos a través de un área enorme de tiempo y
espacio. La escritura es seguramente crucial para que el hinduismo
(incluso teniendo en cuenta la variedad de cultos y manifestaciones
locales) pueden existir en formas claramente similares por todo el
subcontinente, mientras que en Africa o Nueva Guinea la variedad
local de creencias religiosas y acciones rituales es enorme.
Solemos considerar que los rituales, los mitos, las creencias y las
prácticas de las sociedades más simples son estáticos (y, ciertamente,
así los tratamos), inalterables generación tras generación, transmiti-
dos de forma fija de una a otra (al menos en sus aspectos básicos).
Nunca se ha apoyado este supuesto con pruebas adecuadas, aunque
sólo sea porque las culturas sin escritura dejan pocos restos del
pasado oral. Pero al aparecer la grabadora, que registra el flujo del
habla y las palabras de un relato en una cinta magnética, se han
obtenido resultados que tienden a mostrar la inventiva de las
culturas africanas en cuestiones religiosas, incluyendo el ritual y el
28 La lógica de la escritura y la organización de la sociedad

mito. Sin duda la gran variación entre grupos vecinos nos lleva a tal
conclusión. Aquellos que han tratado con los que han sido llamados
aspectos culturales de las religiones están convencidos de que la
evidencia de la migración de los «santuarios medicinales» entre
grupos étnicos y unidades políticas muestra que esta adopción y
adaptación de creencias y prácticas no es un fenómeno nuevo. En
Africa occidental, el Asantehene (el jefe supremo) dirigía tales
importaciones del exterior, motivado por consideraciones políticas
más que por ningún tipo de adhesión a la ortodoxia religiosa;
también otros han buscado, con éxito, beneficiarse de ellas. Induda-
blemente un sistema político centralizado ha .establecido cierta
uniformidad, manteniendo la variación controlada. A pesar de todo,
en tiempos precoloniales circularon estos santuarios, y al llegar,
traían nuevas ideas, nuevas prohibiciones y nuevos tabúes, y nunca
eran exactamente lo mismo. De este modo modificaron con frecuen-
cia de manera significativa los sistemas de clasificación de la
comunidad en la que penetraban, introduciendo nuevas formas de
valorar la experiencia, a veces con efectos de largo alcance sobre el
orden político, moral y cosmológico. Tal fue el caso de la migración
del santuario Kungkpenbie de Birifu a las afueras de Kumasi, y del
advenimiento del Pequeño Dios entre los loDagaa (Goody, 1975).
En el primer caso, las esculturas de barro de Birifu llegaron a
difundirse ampliamente por todo Asante, y en 1950, cuando estuve
por primera vez en la zona, apareció una placa de latón kumasi en el
funeral del jefe Gandaa, que era el guardián del santuario originario.
Esta penetración de la cultura material de una sociedad a otra es
señal de otras transferencias culturales y, aunque el ritmo de
movimientos de santuarios creció indudablemente con el estableci-
miento del régimen colonial, no cabe duda de que tal movilidad ya
se daba en épocas anteriores. El movimiento del Pequeño Dios
representó un cambio de perspectiva bastante diferente, ya que era
en parte un culto sincrético, aunque el potencial para tal síntesis
existía al menos desde la llegada del islam, e incluso antes de que las
contradicciones en la idea de un Dios Creador (ayer presente, hoy
ausente) hicieran que su reaparición a nivel humano, aunque
pasajera, fuera una posibilidad siempre presente.
La palabra de Dios 29

Obsolescencia

Ya he expuesto en otra ocas1on (Goody, 1957) que en ciertos


ámbitos de actividad religiosa, los relacionados con el sufrimiento y
la fertilidad, con fines humanos específicos y concretos, hay una
contradicción parcial entre lo que se ofrece y lo que se recibe, lo que
se da y lo que se toma. Algunas veces el culto no logra conceder lo
deseado, proporcionar el alivio esperado, de modo que los indivi-
duos o grupos afectados se ven obligados a buscar otros medios de
satisfacción. Por tanto, los sistemas de creencias africanos están
abiertos de un modo significativo; animan a la búsqueda, a caminar
en pos de la verdad (si es que es acertado traducir en este sentido el
concepto loDagaa de vilmionq, el camino adecuado, el discurso
apropiado). Se puede interpretar esta afirmación como una visión de
la actividad religiosa excesivamente pragmática; pero no estoy
intentando explicar la totalidad de su ámbito, sino sólo investigar las
razones por las cuales las religiones africanas son más flexibles de lo
que admitirían muchas teorías y están sujetas al cambio y absorción
más que al rechazo y conversión.
En mi opinión, lo mismo puede decirse de los mitos, aquellos
relatos formales parcialmente abstraídos del curso de la acción ritual.
En este punto tengo que ampliar la explicación pragmática ofrecida
anteriormente, y defender la ex.istencia de una investigación intelec-
tual (aunque la dicotomía no es tan rotunda como sugieren las
palabras). Permítaseme volver a los datos que presento para apoyar
mi opinión de que el mito es más flexible que lo que muchas teorías
suponen. Hace algunos años grabé el largo relato bagre de los
loDagaa de Ghana septentrional (Goody, 1972). En aquella época,
yo creía disponer de una forma oral estándar que había sido
deliberadamente enseñada y que había variado poco a través del
tiempo y del espacio. Desde 1950, el uso de la grabadora portátil a
pilas nos permitió captar muchas otras versiones a lo largo de los
años, algunas de la misma población y otras de poblaciones vecinas.
Las diferencias son muchas y profundas, especialmente en el más
especulativo y «místico» Black Bagre, pero existen variaciones en
otros niveles. Los individuos incluso corrigen versiones de la
invocación inicial formal de unas veinte líneas, como si se tratara de
una fórmula fijada; a pesar de ello, esa corta y repetida invocación
resulta tener casi tantas variantes como hablantes, en marcado
contraste con el carácter fijo del Padre Nuestro o la bendición de la
30 La lógica d~ la escritura y la organización de la sociedad

mesa en los colleges, ambos recogidos en un texto escrito y leídos o


aprendidos «de memoria».
La flexibilidad, entonces, es una característica de las creencias y
prácticas religiosas africanas, que las deja abiertas al cambio interno
y a influencias externas. Así ocurre con el asante y sus cultos,
muchos de los cuales vienen del norte; la verdad implica una
búsqueda, no sólo interior, a través de la adivinación, sino también
exterior. Para averiguar las verdaderas intenciones británicas durante
su invasión de 1874, la corte asante envió representantes al santura-
rio Dente de Kete Krachi, muy alejado de sus dominios. También se
informaron en la ciudad Gonja de Salaga sobre cómo obtener el
consejo de musulmanes eruditos de Kano en Hausaland, cuyo
conocimiento parecía derivar del estudio del Libro Sagrado. La
búsqueda supuso el obtener consejos independientes fuera de la
unidad política, incorporando, por tanto, el trabajo de los practican-
tes de religiones de otros países, de otras regiones.
En las iglesias con escritura, el dogma y los servicios son rígidos
(es decir, dogmáticos, ritualistas, ortodoxos) en comparación con esto;
el Credo se recita palabra por palabra, los Mandamientos se aprenden
de memoria y el ritual se repite de modo literal. Si tiene lugar un
cambio, a menudo toma la forma de cisma (se utiliza la palabra
«cisma» para sectas que se separan de la iglesia madre); el proceso es
deliberadamente reformista, incluso revolucionario, a diferencia del
proceso de incorporación que suele caracterizar a la situación oral.

Incorporación o conversión
Las delimitaciones características de las religiones basadas en un
Libro no sólo producen sectas cismáticas, sino también individuos
cismáticos: apóstatas o conversos. La conversión es una función de
las delimitaciones que crea la palabra escrita o, más bien, que ésta
define.
Tomo como ejemplo la llegada de los Padres Blancos al noroeste
de los territorios septentrionales de la Costa Dorada (hoy Ghana) a
principios de los años treinta. El cuidado de enfermos y las plegarias
por las cosechas, que por fortuna se vieron rápidamente inundadas
por la lluvia, condujeron a una adhesión primero minoritaria y
después masiva a la Iglesia Católica, pese a que ambos beneficios se
encontraban entre los conferidos por las divinidades locales y sus
santuarios. Esta rápida adopción de un culto nuevo y prometedor
La palabra de Dios 31

era algo habitual en la práctica local, y nuevos cultos, como hemos


visto, traían a menudo nuevos tabúes. Pero en el caso presente los
resultados fueron más drásticos y al mismo tiempo imprevistos. Ello
se debe a que a largo plazo la aceptación de creencias y prácticas
cristianas no implicaba sólo un complemento que traía modificacio-
nes limitadas al sistema religioso existente, sino el rechazo de todas
las demás. Suponía una conversión, el cruzar una frontera, el cambio
de un conjunto total por otro diferente, con escritura. El eclecticis-
mo ya no estaba a la orden del día. La ortodoxia tomó el poder. La
verdad adquirió un sentido diferente, ya que había una nueva pauta:
la palabra escrita.

Universalismo y particularismo
Examinaré a continuación algunos aspectos del sistema moral
relacionados. Las religiones escritas se conocen a menudo como
religiones universales, en contraste con las locales; en su libro
Primitive Culture [La cultura primitiva] (1871), Tylor se refirió a ellas
como cultos éticos en contraste con los no éticos. Los dos aspectos
están interrelacionados, porque las religiones con escritura suelen
asociarse con más de un lugar, más de una época y más de un
pueblo. Esto significa que sus normas de comportamiento están
inevitablemente situadas en un marco más amplio que el que es
probable encontrar en un culto puramente local. En otras palabras,
están caracterizadas por el rasgo que Weber, y más tarde Parsons,
denominó «universalismo», el cual se opone el particularismo de las
religiones locales.
En su introducción (1947) a la traducción de la primera parte de
Wirtschaf und Gesellschaft [Economía y Sociedad], Parsons se refirió a
la idea de Weber de un proceso de racionalización fuera de la esfera
económica, en el que la racionalidad concierne al razonamiento y el
cálculo, pero es también «una actitud receptiva hacia nuevas solucio-
nes de problemas, en contraste con el tradicionalismo» (1947, pág.
28). Este proceso se caracteriza, entre otras cosas, por la devoción a
una tarea por sí misma, sin motivos ulteriores (es decir, por la id~a
de «una vocación»), la disposición a encajar en roles funcionalmente
especializados y a ser gobernados por «estándares universalistas»
(1947, pág. 28). Este universalismo está relacionado a su vez con la
presencia de un estado racional-legal y con un sistema legal universa-
lista, perspectiva que Parsons desarrolla en su obra sobre sociología
32 La lógica de la escritura y la organización de la sociedad

política. Sin embargo, esta idea es también muy evidente en su


sociología de la religión, donde analiza la orientación especial de la
sociedad occidental, una actitud que considera distintiva del «protes-
tantismo ascético» y que, según afirma, tiene cinco componentes
principales (Parsons, 1947, págs. 71-72): 1) existe orientación trans-
cendental; 2) esta orientación se dirige al Reino de Dios en la Tierra:
es intramundana; 3) es «racional»; 4) se caracteriza por el universalis-
mo ético, esto es, por su «insistencia en tratar a todos los hombres
con los mismos estándares generalizados e impersonales» (1947, pág.
72), y Parsons señaló que, si bien esta idea es común a todas las
ramas del cristianismo, tiene una importancia especial en relación
con las «actitud ascética activa» del protestantismo; 5) fomenta la
especialización de los roles.
Independientemente de que consideremos la relación sugerida
entre el surgimiento del capitalismo y el desarrollo del «protestantis-
mo ascético» como cuestión de una asociación empírica excepcional
o de «afinidad electiva», las características de las que tratamos aquí
parecen mucho más comunes de lo que aquí se apunta en las
religiones del Libro y en sociedades con escritura en general. La
cuestión general ha sido muy discutida con respecto al islam, al
budismo y al hinduismo, lo cual tendría que llevarnos a cues-
tionar la estimulante tesis de Weber. En este contexto me gusta-
ría señalar que un componente de universalismo, especialmente de
universalismo ético, es característico no sólo del cristianismo, sino
de todas las principales religiones del mundo y está relacionado di-
rectamente con el empleo de la escritura por parte de éstas, ya que
las religiones con escritura potencian el universalismo de la estructu-
ra normativa de un sistema social de dos formas muy importantes.
Primero, en la medida en que la religión viene, en algún sentido,
«del exterior» (mediante el proceso de conversión y expansión), sus
normas han de aplicarse necesariamente a más de un grupo o
sociedad. En segundo lugar, las formulaciones escritas fomentan la
descontextualización o generalización de las normas. El segundo de
estos procesos actúa de la siguiente manera: en los códigos escritos
hay una tendencia a presentar una única fórmula «abstracta» que
cubre, y en cierta medida sustituye, a las normas más contextualiza-
das de las sociedades orales. Por contextualizadas entiendo que en las
sociedades más simples las normas contra la violencia, por ejemplo,
suelen relacionarse con condiciones particulares, tales como estruc-
turas segmentadas. En aquellas sociedades sin un gobierno central la
La palabra de Dios 33

respuesta a un homicidio varía de acuerdo con la distancia social de


las partes involucradas; así pues, como Evans-Pdtchard mostró
convincentemente (1940), entre miembros de segmentos próximos
tiene lugar una reacción limitada, mientras que contra grupos o
individuos más distantes se emplean medidas más agresivas. Un
homicidio dentro del «grupo» puede ser sancionado con el exilio,
dejando el castigo en manos de Dios, sin ejercer ninguna acción
violenta, mientras que un homicidio entre clanes puede conducir a
una enemistad continua, en la que la obligación de un individuo (la
responsabilidad del «redentor») es vengar la sangre de su hermano o
hermana (Daube, 1947; Black-Michaud, 1975). Esto es cierto en
sociedades acéfalas que favorecen los procesos segmentados. Los
sistemas estatales tienden inevitablemente a aplicar normas de
ámbito estatal, al menos en esferas claves, tales como el control de la
fuerza. Si la religión está ligada a la estructura política en cualquier
nivel, será frecuente que un gobierno centralizado tenga un efecto
similar sobre algunos elementos de culto, como vemos en los
asantes. Pero los códigos escritos llevan este proceso de generaliza-
ción, de consolidación, un paso más allá. En primer lugar, cuando
los códigos (y en particular los alfabéticos, ya que es más fácil
adoptarlos) están asociados con la religión, a menudo se extienden
fuera de las fronteras de un estado particular para abarcar la totalidad
de una comunidad de fieles. En segundo lugar, por su misma
naturaleza, las formulaciones escritas del derecho, de las normas o de
las reglas han tenido que abstraerse de situaciones particulares para
dirigirlas a una audiencia universal, en vez de transmitirlas cara a
cara a un grupo específico en un momento y lugar determinados. El
contexto comunicativo ha cambiado drásticamente, tanto en lo que
atañe al emisor como en lo que respecta a los receptores, con las
consiguientes implicaciones para la naturaleza del mensaje. En la
comunicación escrita, el mandato universal «no matarás» tiende a
reemplazar la fraseología más particular de «no matarás a otros
judíos» o, quizá, «no matarás excepto bajo las órdenes del líder, del
partido o de la nación».

Contradicciones cognitivas en lo general y lo particular


Cada uno de estos dos tipos contrapuestos de estructura normati-
va, el segmentado (o particularista) y el universalista, origina
contradicciones en el plano cognitivo. Permítaseme empezar diluci-
34 La lógica d¡; la escritura y la organización de la sociedad

dando la primera de éstas. Al tratar de «explicar» los rituales


homicidas en sociedades sin escritura y no centralizadas he apuntado
cómo incluso homicidios justificados (esto es, ho,micidios honrosos,
llevados a cabo en defensa de la familia o del pueblo) tienen un lado
negativo, ya que se atentan contra sentimientos humanitarios muy
extendidos, esto es, sentimientos de humanidad contrarios al derra-
mamiento de sangre y a quitar la vida humana (Goody, 1962, págs.
115-121). La destrucción o gasto de los recursos del entorno, sean
humanos, animales, vegetales o minerales, está limitada no sólo por
las demandas particulares de la agricultura, sino por el deseo más
general de preservar lo que ha proporcionado Dios o el azar. Es fácil
ver cómo los trabajos agrícolas hacen hincapié tanto en la conserva-
ción como en el crecimiento. Por lo que respecta a los cereales en
particular, una porción de la cosecha tiene que ser apartada como
semilla para el año siguiente; el sacrificio del espíritu del maíz -la
siega de los tallos, el hacerlos gavillas, el desgranar las espigas-
debe ir acompañado de su resurrección, un tema que Frazer siguió
tan intensamente desde las fuentes clásicas en el mito de Osiris del
Antiguo Egipto y en otras religiones del Cercano Oriente. En el
caso de los animales domésticos, un criterio limitado y selectivo al
decidir cuáles sacrificar se hace incluso más importante para obtener
alimentos y mantener e incrementar el rebaño. Podría decirse que la
existencia del «sacrificio» como método formal de matanza del
ganado para los dioses está ligada a la ambivalencia, tanto psicológi-
ca como social, que implica el proceso dual de criar primero
animales y luego matarlos para la consumición humana; es decir, en
el proceso de tener que atender y cuidar a aquello que más tarde se
mata y cocina. ¿Se mitiga el problema entregando los animales vivos
a los dioses, o mandando a los siervos de los dioses empuñar el
cuchillo y matar en su nombre? Pues, de esta manera, la mano que
cuida el cordero no es la que vierte su sangre, mientras los
«verdaderos» receptores, los destinatarios percibidos, son dioses y
no hombres. En las religiones escritas, este tipo de sacrificio tiende a
desaparecer a la larga, y las ofrendas a los dioses toman formas
distintas, en parte a través de un proceso de «racionalización», de
cuestionar contradicciones, llevado a cabo por los especialistas que
dominan la escritura, y en parte porque las ofrendas están ahora
encauzadas para sostener a esos especialistas y sus trabajos (Goody,
1983). Tanto el cristianismo como el hinduismo se han apartado
bastante de las ofrendas de animales a los dioses, y algunas de las
La palabra de Dios 35

jerarquías religiosas también de su matanza y consumo. ¿Está re-


lacionada con el problema de matar y conservar al mismo tiempo la
centralidad de la imagen del pastor y el rebaño en la enseñanza
cristiana y, en un sentido diferente, la del rebaño de vacas y las
vacas?
Esta ambivalencia respecto al derramamiento de sangre se
presenta más claramente cuando la propia vida humana está en
juego. A los grupos humanos se les ordena matar en circunstancias
determinadas, pero conservar la vida en otras; la práctica relacionada
con quitar la vida humana (es decir, los rituales a los que se sujeta un
homicidio) suele ser de la clase que hace explícitos, y por consiguien-
te quizá representa, los problemas inherentes al homicidio intra-
específico; estos problemas son tales que incluso una muerte en caso
de guerra o enemistad exige expiación antes de que la humanidad
perdone completamente a su autor o el autor se exonere totalmente a
sí mismo del derramamiento de sangre.
La misma clase de ambivalencia estructural respecto al sacrificio
de animales y vegetales existe incluso en esas sociedades que, en
apariencia, son puramente depredadoras, es decir, sociedades en las
que el sustento de una persona se obtiene mediante la caza y la
recolección, ya que el cuidado de los animales salvajes es casi tan
importante como el de los domésticos, incluso aunque requiera un
cuidado a distancia; del mismo modo es importante la conservación
de matorrales y plantas para que puedan producir nuevos frutos al
años siguiente. La destrucción gratuita es contraria a los intereses de
la condición humana. Como prueba etnográfiéa en favor de esta
afirmación me remito a un incidente, no de una sociedad cazadora,
sino de los loDagaa, que son típicos agricultores de azada del norte
de Ghana. Una tarde estuve tratando en vano de reducir el número
de insectos que revoloteaban alrededor de mi lámpara mientras
estaba escribiendo mis notas de campo. «¿No sabes que ésas son
criaturas de Dios?» protestó mi ayudante, insinuando quizá que lo
que les hiciéramos a ellas El nos lo haría a nosotros, la actitud que
Shakespeare expresó tan gráficamente en el Rey Lear: «Somos para
los dioses como las moscas para los niños traviesos. Nos matan para
su entretenimiento.» Algún tiempo después le encontré matando lo
que yo consideraba un inofensivo lagarto, ya que, según explicó,
transmitía la lepra; él asociaba la enfermedad con el animal por las
manchas que éste tenía en la piel. Al reprenderme anteriormente,
creo que mi amigo no estaba influido por el cristianismo, el islam o
36 La lógica de la escritura y la organización de la sociedad

cualquier otra de las llamadas religiones «éticas»: su concepción


provenía de una idea más general sobre la interconexión del mundo
de los seres vivientes. Sugiero que los problemas que surgen de la
protección de algunas especies y la destrucción de otras (a veces por
razones más fácilmente identificables que la transmisión de la lepra,
tal como un peligro personal o el abastecimiento de comida) se
expresan de modo más formal en las doctrinas y prácticas del
totemismo, donde una especie se asocia con un grupo particular y
éste la conserva, en tanto que para el resto de la tribu es una presa
aceptable. El totemismo de este tipo (y hay otros muchos tipos y
todos ellos tienen otros aspectos) es especialmente importante en las
sociedades cazadoras y recolectoras, en las que el hombre depende
por completo de la naturaleza salvaje. Uno de los problemas de las
sociedades orales es, por tanto, que este tipo de conciencia universa-
lista suele ser infravalorado porque el discurso y la acción están
integrados en un contexto específico, y, por consiguiente, aparece en
gran medida en forma de una «contradicción implícita». La situación
en sociedades con escritura sufre la presión contraria sobre el sistema
normativo. Pues si se sustituye «no matarás a otros judíos» por «no
matarás», no sólo se amplía el espectro de aplicación de las normas
morales, sino que se hacen menos aplicables a los contextos reales.
En otras palabras, se hace difícil, quizá imposible, que cualquier
individuo o grupo puedan regirse por esta clase de moral universa-
lista o imperativo ético, ya que en cierto plano, es claro que las
religiones escritas parten de una base más explícitamente abstracta (o
generalizada) que la de las sociedades puramente orales (incluso las
centralizadas). El reconocer de forma franca esta discrepancia,
explicitada por y a través de la escritura, puede originar grupos
disidentes; por ejemplo, los constituidos por pacifistas o vegetaria-
nos. Para ellos, las contradicciones tienen que resolverse adoptando
posiciones que son «extremas» aunque «lógicas» en el marco del
universalismo, rechazando totalmente la matanza de hombres y
animales y el consumo de su carne.
Este proceso de generalización podría, es más, debería llevar a
una tensión entre las fórmulas universalistas de la iglesia y las
exigencias más particularistas de la estructura política, sea en el plano
estatal, familiar o individual. Tal tensión podría desembocar en
imperativos normativos y jurídicos en conflicto, imperativos que
adquieren un interés especial para el desarrollo de los sistemas
sociales cuando se encarnan en textos específicos y en organizaciones
La palabra de Dios 37

específicas, dando lugar a la clásica oposición entre iglesia y estado.


Aunque guerreros y sacerdotes, kshatriyas y brahmanes se comple-
mentan, sus papeles y normas los empujan a un cierto conflicto que
surge de este modelo fundamental. La diferenciación no es simple-
mente una cuestión de complementariedad y reciprocidad, sino
también de la oposición, conflicto e incluso dominación que caracte-
rizan las relaciones de las «grandes organizaciones» en sociedades
complejas con escritura.

La especialización: sacerdotes e intelectuales


Esta argumentación apunta hacia otro elemento de la compara-
ción entre la religión en sociedades orales y con escritura: la
especialización de roles y organizaciones. En primer lugar, en
aquellas organizaciones religiosas que tienen una clase de hombres
instruidos se da claramente una forma de _especialización, sobre todo
cuando estos practicantes controlan en algún sentido el conocimien-
to que se desprende del Libro, al menos del Libro religioso. No se
sugiere con esto que en sociedades orales sin escritura no exista un
clero como cuerpo con entidad propia. Algo semejante a un cuerpo
tal estuvo presente en los sistemas religiosos de Asante y Dahomey
en Africa occidental, especialmente en esta última sociedad, donde
los iniciados eran llevados a un asentamiento diferente durante un
período de entrenamiento, alejados de la vida general de la comuni-
dad, un desarrollo ulterior de la clase de «instrucción» que se da en
numerosos rituales de admisión o iniciación. Con la escritura surge
una nueva situación, pues el clero tiene un acceso privilegiado a los
textos sagrados (sean éstos uno o varios) de los cuales él es el
custodio y primer intérprete. Como mediador tiene una relación
única con Dios, cuya Palabra a menudo sólo puede leerla él. En el
principio era ~l Libro, pero el sacerdote era quien lo leía y explicaba.
Por consiguiente, las religiones del Libro suelen estar asociadas con
limitaciones en los usos y extensión de la facultad de leer y escribir.
En el caso extremo los sacerdotes son la única categoría de personas
que saben leer; en otras palabras, la división entre los que saben leer
y escribir y quienes no pueden hacerlo corresponde a la que hay
entre sacerdote y seglar .. Tal fue la situación en diversos períodos de
la historia de la India en los que el dominio de la lectura y la
escritura se limitaba a los brahamanes (Das, 1930; Ingalls, 1959).
Prácticamente, tal fue también la situación en Europa a principios
38 La lógica de. la escritura y la organización de la sociedad

del Medievo, tras el declive de la alfabetización laica con la caída de


Roma. En Inglaterra clericus llegó a identificarse con literatus, y
literatus con el conocimiento del latín (Clanchy, 1979; pág. 177). Un
conocimiento tal reportaba grandes privilegios; en una etapa poste-
rior, el «privilegio del fuero» significaba que la habilidad para recitar
el «neck-verse»* frente al tribunal podría salvar a una persona de la
horca, un fuerte estímulo en favor de una alfabetización mínima
(pág. 185). La mayoría de las religiones (incluyendo el hinduismo,
más reciente) no llevan la separación tan lejos, incluso aunque las
lenguas de las religiones escritas con frecuencia no sólo son arcaicas,
sino muertas o extranjeras. Con el alfabeto, las técnicas de lectura y
escritura se hacen más asequibles para quienes no pertenezcan al
propio grupo de escribanos o sacerdotes. Por otra parte, bajo el
cristianismo, el islam y el judaísmo, la enseñanza (al menos la
promoción de técnicas avanzadas de lectura y escritura) estuvo
dominada por especialistas religiosos hasta el advenimiento de la
moderna educación secular, posición que obviamente les interesaba
conservar con el fin de mantener su papel de guardianes de ideas;
incluso cuando las técnicas estaban más ampliamente difundidas, el
contenido ideológico quedó en gran parte bajo su control. Desde
entonces y hasta el momento presente, la supervisión religiosa de las
escuelas tiene una fundamental importancia socio-política en muchas
partes del mundo, como podemos observar en los acontecimientos
recientes de Francia o Irlanda del Norte.
El control efectivo de los medios de comunicación escrita, al
menos de los medios de reproducción no sólo de los textos (en el
scriptorium), sino también de sus lectores (en el parsallah hindú, el
madrasa musulmán, o el collegium) otorgó un inmenso poder a la
iglesia o al templo sobre los hombres de letras que ellos mismos se
habían encargado de producir. Hoy día, este poder ha sido en gran
parte asumido por el estado, pero la separación entre el sacerdote y
el maestro, entre las órdenes religiosas y la educación escrita que se
produjo en Grecia y en menor grado en China, ha sido una
característica rara en las civilizaciones con escritura.

* neck-verse: en el antiguo derecho inglés, el neck-verse era un versículo de la Biblia


(generalmente el comienzo del Salmo 51) que se daba a leer a quien afirmaba que
estaba fuera de la jurisdicción del tribunal secular por su calidad de eclesiástico; si lo
leía correctamente, su afirmación se consideraba cierta. Posteriormente, este privilegio
(que se denominaba benefit of clergy, equivalente de nuestro «privilegio del fuero») se
extendió a cualquiera que supiera leer.
La palabra de Dios 39

Dotación y alienación

Si la enseñanza de las técnicas de lectura y escritura es una parte


intrínseca de las religiones del Libro, sus especialistas adquieren
inevitablemente el control del consumo y producción de una parte
considerable del conocimiento escrito disponible. Pero, además,
necesitan los medios para mantener las escuelas en las que se imparte
esta enseñanza. Este mantenimiento requiere no sólo un edificio, un
templo, sino también personal (profesores y alumnos) a quien se
tiene que mantener no únicamente mediante las limosnas diarias,
sino por dotaciones más sustanciosas y permanentes. De especial
importancia fueron las donaciones de tierras que cayeron en grandes
cantidades bajo el control de las iglesias con tradición escrita: en
Europa occidental un tercio de la tierra cultivable, más o menos lo
mismo que en el Ceilán medieval y en partes del sur de la India,
cantidades considerables en Nepal y el Tibet y sustanciosas extensio-
nes bajo el islam, y también un tercio en el Antiguo Egipto.
Efectivamente, la capacidad de leer y escribir no es solamente uno de
los fines, sino también uno de los medios, implicados de forma
decisiva en el propio proceso de adquisición, ya que la redacción de
testamentos y escrituras suele servir para enajenar (e incluso para
legitimar esa enajenación) la propiedad de la familia o linaje en favor
de la iglesia. Como menciono al hablar del derecho, parece haber una
íntima asociación entre la escritura y la flexibilidad en el reparto de la
herencia.
Tales dotaciones crean el problema que Weber describió como
«la paradoja de todo ascetismo». Es una contradicción que provoca
oposición dentro y fuera de la iglesia. Un ejemplo de disentimiento
interno con respecto a la tendencia dominante se encuentra en los
monjes ascetas · que vivían en el bosque del Sri Lanka medieval.
Insistían en la existencia contemplativa en una época en la que la
vida en algunos grandes monasterios budistas solía ser «cómoda» si
no «lujosa» (Gunawardana, 1979, pág. 350; Carrithers, 1983). Aun-
que eran pocos en número, su visión del mundo y modo de vida les
dio prestigio e influencia entre los seglares, y esto a su vez les dotó
de la autoridad necesaria para jugar un importante papel durante el
período de reforma del siglo XII que siguió a la dominación
extranjera (finales del siglo X), la injerencia política y la confiscación
de la propiedad de la sangha, una comunidad de monjes budistas de
principios del siglo XII. La tensión ideológica inherente a la
40 La lógica de la escritura y la organización de la sociedad

acumulación de propiedad colectiva por parte de una secta ascética


condujo a la formación de una corriente disidente que representaba
una fuente de ideología y personal a la que se pudo recurrir para los
movimientos de reforma. La tensión no se eliminó permanentemen-
te, pero la sangha obtuvo una nueva vida y un nuevo comienzo.
Como se ha expuesto en el caso de la oposición a la vida lujosa
(Goody, 1982) en China y en el resto de los países, la importancia
perdurable de tales tendencias disidentes aumenta cuando la disiden-
cia, como el escepticismo, cristaliza en la escritura y se convierte en
parte de una tradición duradera, un acervo de tipo filosófico, crítico
o radical.

Burocracias paralelas

El desarrollo de la iglesia como una institución burocrática, en


su acepción más simple de posesión de una oficina con registros
escritos, creó otra área de conflicto de intereses entre la iglesia y el
estado. Tales desarrollos, por supuesto, no están limitados a las
sociedades con escritura; cierto dualismo entre el poder secular y
religioso es una característica de muchos sistemas estatales simples.
Sin embargo, el desarrollo de la burocracia, el control sobre las
mentes y las técnicas y la acumulación de tierras que la escritura
permite o fomenta aumentan la diferencia entre los intereses de la
iglesia y el estado. Aunque ambos tienen algunos intereses comunes,
como, por ejemplo, en lo que atañe a las actividades de los
desposeídos, al menos cuando éstos amenazaban las jerarquías
establecidas en el ámbito laico o eclesiástico, la iglesia a menudo ha
mostrado mayor preocupación por la caridad, que constituía una
piedra angular de su ideología y una justificación de la acumulación
de propiedades, que en parte estaban destinadas a su redistribución;
pero también pueden competir por el poder, incluso político,
llegando a la dominación del uno por el otro. Este proceso puede
funcionar en ambos sentidos. Los religiosos instruidos en la escritu-
ra suelen pensar que, idealmente, el reino de Dios debería descender
a la tierra y que el clero debería administrar su heredad; ésta es una
idea presente en el papado medieval, en el califato del islam y en la
ideología chiita del Irán contemporáneo. Por otra parte, los dirigen-
tes seculares, como Ataturk, hicieron todo lo posible para reducir el
papel de la religión en la esfera política.
La palabra de Dios 41

La situación de las burocracias paralelas se ongrna en sus


dotaciones parcialmente independientes y en los requisitos de orga-
nización del sistema de contabilidad mediante el cual se administran
los fondos. Estos aspectos se discutirán con más detalle cuando se
examine la relación de la escritura con la economía. Pero ahora lo
que se pretende es tratar la importancia de la contribución de la
propia actividad escrita a la economía estructural· por medio de la
creación de una tradición escrita en el ámbito de la religión.

Autonomía organizativa y estructural

La cuestión de la complejidad de la organización y la naturaleza


de la actividad escrita está muy relacionada con el aumento de
autonomía de los sistemas religiosos. Una religión escrita con una
iglesia con propiedades no puede seguir considerándose como un
reflejo o como homóloga de otros aspectos del sistema social, ni
como parte de una superestructura determinada de forma directa por
la infraestructura de la economía política. Este punto de vista (al
igual que el opuesto, la perspectiva idealista) simplifica excesivamen-
te la situación, incluso en la cultural oral, pero en las culturas con
escritura hay numerosas pruebas de un incremento de autonomía e
independencia. Una vez que la Palabra Sagrada ha quedado escrita
en forma de libro y se ha institucionalizado en una iglesia se
convierte en una fuerza profundamente conservadora o, mejor
dicho, en una fuerza que apoya la continuidad;· su propia continui-
dad, y no necesariamente la del Estado, a pesar de los cambios en la
estructura política o en la economía. Desde luego, una religión
escrita (incluso en la forma de una iglesia) no es nunca un elemento
puramente conservador en la sociedad (a diferencia de un elemento
preservador), incluso cuando el carisma se ha convertido en rutina;
pues las palabras originales de los profetas y los elevados fines de los
fundadores han quedado concentrados en las palabras y pueden
representar poderosas potencialidades de cambio. Con frecuencia,
llamamientos posteriores a la «vuelta al libro» parten de revoluciona-
rios que organizan y legitiman sus actividades mediante la vuelta a lo
que una vez fue un credo nuevo y reformador. Incluso en épocas
corrientes las implicaciones normativas del texto proporcionan a
menudo un criterio para medir la diferencia entre la realidad y la
potencialidad, entre lo que es y lo que debería ser, entre la realidad y
42 La lógica de la escritura y la organización de la sociedad

la utopía, mostrando de esta forma el grado de nuestro descontento.


En el norte de Nigeria, a principios del siglo XIX, los reformistas
musulmanes volvieron al Corán declarando que aquél era el momen-
to para purificar y devolver la salud al mundo de acuerdo con la
palabra de Dios. Entre las sectas fundamentalistas contemporáneas
de Irán, Sudán y otros lugares, el retorno a las primitivas prescrip-
ciones del Libro supuso, entre otras cosas, los velos para las mujeres
y la pérdida de la mano para los ladrones. Los numerosos movimien-
tos «heréticos» en la Europa medieval, que culminan en la Reforma
Protestante, miraron atrás para inspirarse en la Palabra original y sin
adulterar. Aunque estos movimientos muestran algunas similitudes
con los cultos cargo de Melanesia, también manifiestan diferencias
significativas relacionadas con la naturaleza de la comunicación
escrita.
Estas diferencias se relacionan con otros aspectos de sociedades
con y sin escritura. En las últimas hay una relativa acomodación
entre la religión y otros aspectos del sistema social. En lo que
respecta a la moralidad y a la ética, las nociones de bondad y maldad
se asocian más estrechamente a situaciones sociales específicas.
Como ocurre con los mitos y las tradiciones orales en general, estos
valores suelen alterarse con los cambios en el resto del sistema y, en
cierto plano, proporcionan así a la acción social un tipo de estatuto
siempre amoldable, un esquema normativo e ideológico ajustable, e
incluso homeostático. Nos referimos aquí al papel central -tan
difícil de diferenciar- de la religión y el ritual en la vida social, y no
a las normas particulares que, como se ha apuntado, están sometidas
a una transformación creativa; de aquí el grado de variación en el
tiempo y en el espacio. Una vez que la capacidad de leer y escribir se
introduce en la comunicación interpersonal, el bien y el mal tienden
(aunque no de forma inmediata) a fijarse por escrito y a sistematizar-
se como código jurídico o ética. Los ideales encarnados en un texto
más que en un contexto ya no están ligados a las preocupaciones
presentes con la misma rigidez; puede persistir una antigua escatolo-
gía, o puede crearse una nueva que se enfrente a otros aspectos de la
tradición socio-cultural, accidental o intencionadamente, por interés
o esencialmente. En otras palabras, la religión puede llegar a ser un
elemento relativamente distinto en el ámbito de la sociedad, manifes-
tando y creando una mayor complejidad de creencias y prácticas. Por
ejemplo, mientras que los hindúes pueden admitir el culto a los
espíritus, el hinduismo no lo hace; el cristianismo excluye más
La palabra de Dios 43

expresamente lo mágico, pero para muchos cristianos una creencia


paralela en la astrología forma parte de su visión del mundo tanto
como la medicina alternativa para muchos pacientes de hospitales. A
largo plazo, la «adaptación» de la religión a la sociedad adopta una
forma diferente cuando pasamos de la comunicación oral a la escrita.
La palabra religiosa adquiere una encarnación física propia, y pasa de
ser una parte más o menos integrante de la cultura a tener un papel
con mayor proporción de autonomía estructural, más o menos
definido, a veces decisivo y cuya importancia disminuye más tarde; si
se me permite utilizar términos corrientes en un sentido especializa-
do, se da un desplazamiento desde una visión del mundo a una
ideología, si consideramos esta última, al igual que Gellner (1978),
como algo esencialmente parcial y oposicional. Esto se puede
observar a pequeña escala en los sistemas de adivinación. La
adopción de los modos islámicos de adivinación en Madagascar y en
el Africa occidental (Hébert, 1961, 1965; Goody, 1968a, págs. 25-26)
modificó el aparato conceptual de la sociedad imitadora de una
forma limitada pero significativa, proporcionando un vínculo con
fragmentos del sistema simbólico de una civilización distinta y con
escritura.
La adaptación relativamente estrecha entre la religión y otros
aspectos del sistema social en las sociedades orales ~(aunque tampoco
aquí falten del todo contradicciones, ni mucho menos) puede dar
lugar en las religiones escritas a una considerable falta de adecuación,
a una situación en la que la religión, lejos de «reflejar» el sistema
social, puede de hecho influir en él de diversas formas significativas.
Creo que no hay duda de que la iglesia cristiana ha modificado las
leyes del matrimonio de manera muy significativa en el Africa
contemporánea, como lo hiciera en la Inglaterra de San Agustín, en
la Nueva España del siglo XVI (Bernand y Gruzinsky, 1985) o en la
Escocia del siglo XVII (Goody, 1983, págs. 216-219). Para la iglesia,
algunos de estos cambios fueron ventajosos a corto plazo, como sin
duda todos lo fueron a la larga. Sólo este hecho debería impulsarnos
a modificar la idea de que existe una interdependencia funcional o
estructural clara entre la religión y la sociedad, y a reconocer que la
escritura, la presencia del texto escrito, además de su expresión oral,
favorece el que la ideología desempeñe un papel parcialmente
independiente, proporcionándole cierta «autonomía estructural» que
no posee en las sociedades orales.
44 La lógica de la escritura y la organización de la sociedad

Las grandes y pequeñas tradiciones: los cultos a los espíritus


y las religiones universales

La existencia de una ortodoxia es una invitac1on a buscar


alternativas. Las principales religiones del mundo varían claramente
en su tolerancia respecto a las creencias heterodoxas, las prácticas de
culto y los procedimientos mágicos que no se derivan del cuerpo de
su ortodoxia. Al menos en la práctica se adaptan de diferentes
maneras, dependiendo del credo («No tendrás otros dioses ... »), de
las exigencias políticas y de la capacidad para hacer valer los
derechos jurisdiccionales, es decir, de su control de los tribunales, la
propiedad y la propaganda. Las iglesias de Oriente Medio, el
judaísmo, el cristianismo y el islam insistieron más que las religiones
orientales del hinduismo y el budismo en la idea de que eran las
únicas depositarias de las verdades espirituales. No obstante, incluso
en el Oriente se encuentra una continua oposición entre las religio-
nes con tradición escrita por un lado y los cultos locales a los
espíritus por otro. La religión con escritura tiene un marco universa-
lista; tiene que tenerlo aunque no sea más que porque su influencia
no está limitada a un tiempo y lugar concretos. Por otra parte, los
cultos a los espíritus están asociados con costumbres locales,
pequeños lagos o bosquecillos del lugar, y tienen más en cuenta los
fenómenos locales, los microclimas del espíritu. En este sentido, los
dos conjuntos de creencias y prácticas tienden en realidad a comple-
mentarse aunque la religión con escritura pretende imponerse, a
menudo intenta excluir los cultos locales de la consideración teológi-
ca o intelectual seria, y los descalifica como «mágicos», «populares» y
como desviaciones del buen camino.
Tambiah, en su exposición de los cultos a los espíritus en
Tailandia, examina la interacción entre «el gran budismo literario y
la religión de las aldeas» (1970, pág. 367). Observa que en lo que
respecta a la India ha habido dos enfoques antropológicos de la
relación entre el texto literario y la observación de campo. Uno
deriva de la escuela de Chicago de Redfield y sus colaboradores, un
enfoque que se manifiesta con particular claridad en el ensayo de
Marrioto «Little communities in an indigenous civilization» [«Pe-
queñas comunidades en una civilización indígena»] (1955); podemos
considerar que el trabajo de Srinivas sobre el proceso de sanscritiza-
ción es afín a este enfoque (1956). Las ideas de Dumont y su
colaborador, Pocock, sobre el pre-hinduismo y el pasado histórico
La palabra de Dios 45

de la cultura religiosa literaria contrastan con este punto de vista


(1957; 1959). Tambiah criticó la exposición de Marriott aduciendo
que la Gran Tradición no se opuso a tradición rural; así pues, no es
posible entender los procesos de universalización y «parroquializa-
ción» en función de las dos Tradiciones, la Grande y la Pequeña,
dado que la Gran Tradición ya existía dentro de la propia aldea en
forma de textos escritos.
Dumont y Pocock emplean una versión alternativa de los dos
niveles: por una parte la civilización sánscrita tradicional, que es
esencialmente literaria y demuestra la unidad de la India, y por otro
lado el nivel cultural y religioso más bajo o popular que pone de
relieve la diversidad. Tambiah a su vez critica a estos autores por
reemplazar una dicotomía por otra; la religión de las aldeas incluye
textos escritos que proceden del pasado, y forma parte del saber y de
los conjuros rituales de los oficiantes de la aldea. Sin embargo,
sostiene que el aldeano tiene una visión unificada. Los así llamados
niveles son de alguna forma homogéneos u homólogos, ya que hay
un conjunto de «relaciones cotI]-plementarias» entre los dos, a saber:
la distinción puro/impuro, el doble vínculo con la divinidad a través
del clero (esto es, una relación mediada) y a través de la posesión (o
sea, directamente) y, en tercer lugar, la distinción entre cultos a las
deidades masculinas y femeninas. Al mismo tiempo, considera que
las ideas generales de la tradición escrita se elaboran localmente,
opinión que parece semejante al concepto de parroquialización de
Marriott.
Debemos señalar que la complementariedad implica jerarquía,
que es también una jerarquía valorativa; la pureza se concentra en el
polo superior, la impureza en el inferior. El clero es algo elevado, la
posesión es algo bajo; los dioses hindúes generalmente se componen
de parejas sexuales, mientras que las deidades locales, más bajas, son
a menudo figuras maternas femeninas (Fuller, 1984).
Tambiah considera que todo el concepto de los dos niveles es
profundamente ahistórico, ya que los mismos textos abarcan un
amplio período de tiempo. Los dos niveles son un constructo del
antropólogo cuyas observaciones tienen lugar en un período de
tiempo limitado, prolongado por una investigación de archivo para
escoger la bibliografía relevante. El problema, observa, es que los
antropólogos no han sido orientados hacia la «recogida y registro de
los textos y literatura rituales utilizados por los especialistas rurales»
(pág. 372). En resumen, «los antropólogos que tratan de complejas
46 La lógica de la escritura y la organización de la sociedad

sociedades con escritura deberían prestar mayor atención al papel de


los canales tradicionales de aprendizaje y transmisión del conoci-
miento» (pág. 373). Pues ciertos tipos de literatura constituyen un
punto de referencia para el conjunto de la sociedad, incluso para las
masas que no pueden leer ni escribir, como Stock (1983) señala con
respecto a la Europa medieval. Eso implica una diferencia entre la
perspectiva sociológica y la histórica, sin que ninguna de ellas sea
necesariamente errónea. Para el actor hay una única perspectiva, un
único campo, pero para el observador que contempla el cuadro
histórico hay una oposición entre quien puede leer y escribir y quien
no, entre la práctica budista-hindú y los cultos locales. El curso
general de este debate muestra algunas similitudes con el de Portes
(1936) y Malinowski (1938) sobre el tema del contacto cultural. ¿Hay
uno o dos campos? ¿Hay dos culturas encontradas o hay una única
trama de relaciones sociales? 2
Internamente, el problema es más nítido y puede considerarse
que depende en parte de la diferencia entre el actor y el observador,
entre lo que algunos han llamado puntos de vista emic y etic. Pero
mientras que el actor opera en un único campo que comprende tanto
la religión universal como el culto local, ese campo está diferenciado
no sólo desde el punto de vista histórico, sino, por ejemplo,
mediante la estructura normativa. Esto se desprende claramente del
análisis de Obeyesekere también sobre el budismo en Sri Lanka
(1963). Aquí encontramos una especificación escrita de los cinco
preceptos básicos que se espera que sigan los budistas de Theravada
y cuyo papel y contenido son algo similares a los Diez Mandamien-
tos en el judaísmo y el cristianismo; por ejemplo, se ordena no
matar, no robar, no cometer adulterio, no mentir y no beber. Estas
prohibiciones están expresadas de un modo ligeramente más comple-
to en el texto original pali. Pero lo decisivo es que en una cultura
oral las prohibiciones difícilmente se expondrían y enumerarían de
esta manera formal y organizada; posiblemente no se formularían de
ninguna manera, puesto que su enunciación se contextualizaría en un

2 Para el estudio del contacto cultural y un análisis de la interacción entre negros y

blancos en Sudáfrica, véase M. Gluckman, 1958. Toda la controversia sobre el


contacto cultural tuvo tanto un nivel práctico como uno «ideológico», ya que la
capacidad de Malinowski para reunir fondos para investigar en Africa dependía de su
habilidad para venderle «antropología aplicada» a la Fundación Rockefeller, mientras
que Evans-Pritchard y su colega Portes despreciaban completamente tales desviacio-
nes de la «investigación pura» (Goody, en prensa: a).
La palabra de Dios 47

grado mucho mayor. Una vez escritas adoptan una postura universa-
lista, lo que quiere decir que no puede seguirlas al pie de la letra
nadie que participe en la vida social de Sri Lanka o Tailandia,
excepto quizá los monjes, los sacerdotes o los santos, es decir, los
especialistas en religión, los «perfectos». Se han convertido en
expresiones generalizadas y normativas del tipo que promueve la
palabra escrita.
La escisión entre el código y la realidad puede salvarse con
alternativas locales, lo que origina, tanto en el budismo ceilanés
como en el Tai, una contradicción básica o quizá una tensión entre la
tradición escrita de la religión ascética y la práctica social cotidiana
de consecución de méritos unida a los ritos «mágico-animistas»,
cultos a los espíritus. Hay tensión pero también interpenetración.
Hay 6.000 monasterios en Sri Lanka habitados por monjes que
instruyen a la gente corriente en la vida religiosa (Ames, 1964), e
incluso los monjes ermitaños son requeridos para la instrucción de
los seglares, un proceso que reduce su religiosidad y aislamiento
pero que ayuda a transmitir los ideales de la tradición más elevada a
una población más amplia. Estos monasterios están unidos al sistema
de clases; la educación monástica proporciona el ascenso social de
sus alumnos, tanto para aquellos que permanecen dentro de los
muros como para los que vuelven a la vida mundana. Gran parte de
la enseñanza utiliza una lengua muerta, el pali, preservada para
propósitos religiosos de modo semejante al uso del latín en la
Europa medieval. La literatura misma consiste a menudo en com-
plejos textos rituales. Por ejemplo, los monjes budistas tienen que
seguir 227 preceptos para alcanzar el nirvana. El escolasticismo, el
«aprendizaje», la elaboración y la precisión son características de la
tradición, que subraya el contraste entre la pureza y el ascetismo de
la tradición escrita, por un lado, y lo profano y contaminado de la
vida ordinaria, por otro, contraste paralelo a la distinción entre la
generalidad o el universalismo de las normas escritas y el mayor
particularismo de la presentación oral. De estas diversas formas la
existencia de la escritura es tan crucial en las discusiones sobre las
Grandes y Pequeñas Tradiciones en la India como lo es en aquellas
de la Cultura Elitista y la Popular en Europa y en América.
48 La lógica de la escritura y la organización de la sociedad

Escritura y religión en el Antiguo Egipto

El culto a los muertos

Para seguir la pista de algunas de las influencias de la comunica-


ción escrita sobre un sistema religioso estudiaré a continuación una
de las primeras sociedades con tradición escrita, el Antiguo Egipto.
En los Imperios Antiguo y Medio gran parte del uso de la escritura
y de las formas gráficas se centraba en el culto a los muertos. Lo que
ha llegado hasta nosotros de este período son en gran medida textos
monumentales relativos a cuestiones religiosas más que textos
administrativos, que normalmente utilizaban materiales menos dura-
deros. La relación entre los desarrollos en -las dos esferas se aprecia
en los monumentos, ya que la mayoría de los dibujos incluyeron la
escritura y gran parte de las primeras escrituras consistieron en
dibujos. Las paredes de las tumbas fueron esmeradamente decoradas
con escenas de la vida en la tierra, una importante fuente de
conocimiento para los estudiosos del mundo antiguo. Está claro que
la comunicación estaba dirigida no hacia los vivos, sino hacia los
muertos y los dioses, ya que estas pinturas están ocultas al ojo
humano, al contrario que la monumental exhibición regia. El
significado exacto de las representaciones, si reflejan una vida
después de la muerte o proporcionan un entorno para el muerto-
viviente, ha sido muy discutido y no parece que tenga mucho
sentido intentar elegir entre varias alternativas cuando la evidencia
es escasa y las posibilidades no son excluyentes, excepto para señalar
que a un conjunto de interpretaciones se le otorga a veces una
superioridad «moral» sobre los demás. En ocasiones se ha considera-
do que la religión egipcia fue adquiriendo gradualmente «moralidad»
e incluso racionalidad con el paso del tiempo y con el progresivo
predominio de las tendencias monoteístas.
Esta teoría forma parte, evidentemente, de la tradición de los
estudiosos occidentales del tema, y tiene un atractivo obvio para los
seguidores de las religiones monoteístas. Aunque este punto de
vista, que inspira gran parte del tratami~nto de las creencias
religiosas en el estudio sintético de la UNESCO The Beginnings of the
Civilisation (Los comienzos de la civilización) 3, es inaceptable como tal,

3 Véase, por ejemplo, los comentarios de Woolley: «El egipcio no era muy dado al
pensamiento reflexivo y no le preocupaba lo más mínimo el hecho de que sus ideas
sobre los fenómenos de la realidad fueran irremediablemente incompatibles» (1963,
La palabra de Dios 49

puede considerarse que ciertos aspectos de esta cuestión, tales como


la generalización de las normas («moralidad») y su formalización
(«racionalidad»), están en relación con la presencia de la escritura.
Naturalmente, todas las sociedades humanas tienen sistemas norma-
tivos, que están más extendidos en los estados centralizados que en
las comunidades tribales, pero lo que yo sostengo es que, al fijarlos
en la escritura, su formulación suele hacerse más inclusiva y
.elaborada.
El culto a los muertos fue importante en el desarrollo de la tra-
dición escrita desde otro punto de vista; pues parece que estuvo fuera
del culto a la realeza muerta que desarrollaron los grandes templos,
cuyo clero y pujantes grupos de personas instruidas en la lectura y
escritura fueron sostenidos por donaciones hechas por el faraón; pero
éstas son cuestiones para secciones y capítulos posteriores.

Materiales y textos

El papel de la escritura en el aspecto más «literario» de la


actividad religiosa egipcia puede estar ligado no sólo a la naturaleza
personal del culto a los muertos y a su íntima relación con el arte
pictórico, sino también a la naturaleza de los materiales usados. El
papiro era conocido en Egipto desde la dinastía I (c. 3000-2800 a. de
C.) y su utilización, al igual que el uso de la escritura para la
administración en general, parece haber fomentado las formas
cursivas de escritura desde los mismos comienzos; la escritura
hierática (cursiva) en su forma más primitiva difiere de la jeroglífica
sólo en lo que respecta al uso de una pluma en vez de un
instrumento punzante (James, 1979, págs. 89, 93). Si bien uno de los
primeros rollos de papiro escritos (uno anterior carece de inscripcio-
. nes) data de la dinastía V (c. 2500-2350 a. de C.) y consiste en
fragmentos de libros de contabilidad del templo de Abusir (aunque
los de Gebelein, más arriba de Tebas, pueden ser anteriores), quizá la
naturaleza de los materiales fomentó tipos más «literarios» (conti-
nuos) de textos 4 •

pág. 719); «los textos de los sarcófagos como ejemplo de completa incapacidad para
reconocer un estrecho nexo entre religión y moral» (pág 722). Véase también su
insistencia en el uso de la magia para forzar a los dioses a prestar su conformidad.
4 Hay dudas acerca de la cuestión de si la escritura estimuló más la producción

(literaria) en sentido estricto. Assmann y otros autores han afirmado que los textos
50 La lógica de la escritura y la organización de la sociedad

Obras didácticas, como el texto sapiencial conocido como «Las


Enseñanzas de Ptahhotep», una especie de «cartas a un hijo»,
también se ha pensado que datan de la dinastía V, aunque muchos lo
consideran ahora un trabajo posterior de principios del primer
período intermedio o Imperio Medio. Libros similares de enseñanzas
se han encontrado hasta el período romano (siglo I d. de C.), y
contienen exhortaciones del tipo «No adquieras riquezas hasta que
no tengas un lugar seguro». Desde el Imperio Medio (c. 2000 a. de
C.) se encuentra literatura pesimista, profética y meditativa. Compo-
siciones literarias como los textos sapienciales pesimistas fueron
producto de los intelectuales, y su difusión puede haber fomentado
(o expresado) el cuestionamiento del orden existente (James, 1979,
pág. 136). En los textos de las pirámides reales de las dinastías V
y VI también aparecen himnos al Dios Sol, y derivan probablemente
de liturgias. Los llamados componentes «mágicos» destacan en la
literatura egipcia; incluyen conjuros, calendarios de los días favora-
bles y desfavorables, la interpretación de los sueños, consultas a los
oráculos, y amuletos que contienen textos escritos para protegerse.
Las narraciones de historias y relatos de viajes aparecen en el
Imperio Medio. Por otro lado, se encuentran cartas -que más tarde
formaron parte de la enseñanza escolar- que datan de las dinastías
V (en los papiros de Abusir) y VI; una de ellas es de un comandante
militar a cargo de tropas que trabajaban en una cantera, quien
protesta por lo incómodo del método para recoger las ropas. En los
Imperios Nuevo y Antiguo también se escribieron cartas a parientes
muertos, al igual que a los dioses, implorando su ayuda (O'Connor,
1983, págs. 197-199).

La composición del panteón

La unificación del país, la invención de la escritura y, posible-


mente, la reorganización del panteón sobre una base nacional,

«sapienciales» tienen un origen específicamente legal y generalmente moralizante


(1983, págs. 80 y ss. ), sugiriendo que, excepción hecha de la narrativa, la «literatura»
se encontraba presente en los monumentos más que en la escritura de los papiros. A
pesar de todo, la idea de una transmisión completa del texto es muy importante para
la «literatura» y está relacionada con la mezcla de las matemáticas, la medicina, la
«magia», etc., con los textos específicamente «literarios» (J. Baines, comunicación
personal).
La palabra de Dios 51

ocurrieron en el mismo período, lo que condujo a la adopción del


halcón Horus como el primer gran dios de la monarquía egipcia.
Otros dioses, incluido Ptah de Menphis y en la dinastía IV el Dios
Sol, Ra, de Heliópolis, fueron adorados como dioses nacionales
(Hornung, 1982). Algunos dioses locales se incluyeron en el panteón
que, aunque era nacional, aceptado por la totalidad del clero, a la
larga cambió. Por consiguiente, sería incorrecto considerar el pan-
teón como algo completamente fijo; se incorporaron deidades como
Astarte, y dioses como Ator se difundieron hasta Byblos, pero el
ritmo de cambio parece bastante diferente al de Africa occidental en
tiempos recientes (Schoske y Wildung, 1984, pág. 181; O'Connor,
1983, pág. 147). Estamos tratando un período de la historia que
abarca unos tres mil años, durante el cual la mayor parte de las
figuras y su iconografía parecen haber perdurado, incluso aunque
sus relaciones hayan cambiado. Esta relativa estabilidad, al menos
desde el Imperio Nuevo, estaba asegurada por los grandes templos
del estado dedicados al culto público en nombre del monarca, un
culto que excluía en gran medida al pueblo llano, excepto con
ocasión de las principales festividades 5 •
A pesar de la diversidad del panteón, parece probable que en
todo santuario importante «se llevaba a cabo un ritual diario que
durante el Imperio Antiguo ya había alcanzado un importante grado
de homogeneidad por todo el país» (James, 1979, pág. 139). Esta
uniformidad se debía en parte al hecho de que el rey era presentado
en todas partes como el oficiante 6 • Pero, además, la escritura de un
ritual (por ejemplo, el acto de bañar y vestir a un rey y dios, la
ofrenda de incienso y comida) significaba que este texto podía servir
como modelo y como regulador de otros actos en cualquier otro
lugar, tal como un documento escrito significaba que el pasado
también podía proporcionar un modelo para un tipo concreto de
comportamiento (O'Connor, 1983, págs. 189, 242).

5 Uno de los ejemplos más sorprendentes de la posterior -independencia de los

templos fue la manera en que asimilaron el paso a las dinastías de los ptolomeos y a
los emperadores romanos (J. Baines, comunicación personal).
6 El título de Sumo Sacerdote lo ostentan humanos, pero no se presentan como
oficiantes del culto. Parece que en parte se trata de una cuestión de «decoro», pero es
considerable su efecto en la uniformidad. Por ejemplo, un texto muestra que incluso
en un período de debilidad un templo provincial tomaba de la capital su nueva
imagen de culto (J. Baines, comunicación personal).
52 La lógica de la escritura y la organización de la sociedad

Conservación y revolución

Un aspecto del poder conservador de las religiones escritas se


pone de manifiesto en la historia de Amenhotep IV (1364-1347 a. de
C.), más tarde llamado Akenaton, que llegó a favorecer el culto de
Atón, el disco solar asociado por el poder imperial, «carente de
connotaciones mitológicas y una manifestación más adecuada de la
divinidad inmanente del rey», al tratarse de un aspecto del culto a la
monarquía (O'Connor, 1983, págs. 220-221 ). Con esto distrajo la
atención y desvió los tributos de Amón-Ra, el gran dios del sol
adorado en Tebas, ya claramente definido. El clero se opuso a este
cambio y el faraón reaccionó desposeyendo a los sacerdotes y
proscribiendo a Amón-Ra y a los viejos dioses, llegando hasta el
punto de borrar el nombre de Amón de los relieves y de los
monumentos sagrados. «Incluso la palabra "dioses" se suprimía
cuando aparecía en una inscripción, y las capillas mortuorias, las
tumbas y las estatuas de los antepasados del rey fueron violadas sin
piedad, e incluso el nombre de su padre que estaba compuesto con el
de Amón fue borrado de los muros de las grandes construcciones
con las que él había enriquecido Tebas» (Woolley, 1963', pág. 726;
Hornung, 1982, pág. 249) 7 • Bajo el impulso del cambio religioso, de
la creatividad mística, el olvido no podía confiarse simplemente al
paso del tiempo; la reinterpretación tenía que ser ahora cuestión de
una revolución deliberada, de la destrucción física de la palabra, un
equivalente verbal a la actitud iconoclasta. Naturalmente, no es que
la escritura evitara el cambio. En algunas esferas del conocimiento,
un documento permanente era una condición del desarrollo futuro,
pero en otras esferas y en diferentes grados la escritura hizo del
cambio cuestión de una reforma deliberada más que de adaptación
continua.
W oolley señala que la religión egipcia del primer período del
Egipto dinástico era muy «inestable» y «confusa» (1963, pág. 717).
De hecho predominaron los esquemas formalizados y un sistema de
decoro, aunque siguió dándose cierta innovación. Sin embargo, en la
medida en que existe confusión, aquí y en todas partes, se trata quizá
de la condición «natural» de la religión oral, si por esa palabra

7 La desfiguración de los monumentos de Hatshepsut propqrciona otro ejemplo


de un intento para eliminar un testimonio demasiado sólido del pasado (O'Connor,
1983, págs. 218-219).
La palabra de Dios 53

entendemos frecuente ausencia de un panteón formalizado y la


continua incorporación de costumbres cambiantes como resultado
de la obsolescencia inherente a muchas actividades religiosas. El
aumento del formalismo y un mayor conservadurismo se introducen
en el cuadro cuando la escritura reduce la chispeante efervescencia
del descubrimiento sobrenatural (o invención sobrenatural, depen-
diendo del punto de vista de cada uno) a un conjunto de relaciones
específicas entre deidades dotadas de una existencia más estable,
dada en parte por su incorporación al texto, en parte por su posición
fija en el esquema, y en parte por su institucionalización en un
templo cuyos sacerdotes en posesión de escritura, como .los de
Amón-Ra, están poco dispuestos a ver desaparecer a sus dioses y su
sustento; efectivamente, es su poder sobre los medios de comunica-
ción lo que les permite a estos sacerdotes resistir tales amenazas.
La «revolución» de Akenatón no duró mucho; el viejo orden y
su clero establecieron otra vez su dominio de forma reforzada, y los
nuevos estilos artísticos desaparecieron (Schoske y Wildung, 1984,
pág. 186). En el plano popular, sus ideas monoteístas no tuvieron el
menor éxito, ya que eliminaron algunas de las festividades principa-
les (O'Connor 1983, pág. 221); sin embargo, las ideas incorporadas
al nuevo culto tuvieron un efecto más duradero sobre «el pequeño
grupo de escritores reflexivos y más o menos filosóficos», nada
menos que en los intelectuales. Algunos estudiosos han detectado
una persistente tendencia monoteísta en la expresión religiosa del
Antiguo Egipto 8; una vez que el nuevo culto había sido estimulado
por la escritura era difícil eliminarlo completamente, así que su
resurgimiento perduró como posibilidad omnipresente aunque leja-
na. Una vez que tuvo acceso a la escritura, incluso el disentimiento
estableció su propia tradición. Un papel del intelectual fue desarro-
llar y preservar visiones del mundo alternativas (es decir, ideolo-
gías). En gran medida, su acumulación y posterior difusión depen-
dieron de la intervención de la escritura, ya que ésta evita que el
escepticismo y fa especulación queden totalmente absorbidos en el
ethos cultural dominante; es decir, la escritura puede incluso propor-
cionar un soporte semi-permanente a la oposición. En el Antiguo

s La orientación «monoteísta» también se ha descrito como «henoteísta» por


Hornung (1982) y Assmmann (1983) (véase Baines, en prensa). El henoteísmo se
refiere a la creencia en un único dios sin afirmar que es el único Dios; a veces se
considera un nivel de creencia situado entre el politeísmo y el monoteísmo (Oxford
En_glish Dictionary).
54 La lógica de la escritura y la organización de la sociedad

Egipto, por ejemplo, incluso en las tumbas se encuentran canciones


de arpistas que niegan el valor del ajuar funerario, declarando que
«nadie ha vuelto nunca de allí».
No creo que tales desarrollos sean inmediatos o inevitables. Las
tendencias surgen a largo plazo dentro del marco de una tradición
escrita. La cultura hitita de Anatolia, de tradición escrita, proporcio-
na un buen ejemplo del proceso dinámico. Los dirigentes hititas, al
organizar sus reinos recientemente alfabetizados, no sólo asumieron
elementos anteriores, sino que se mostraron particularmente dis-
puestos a adoptar elementos de las culturas elevadas -incluso sus
dioses- con las que habían entrado en relación (Woolley, 1963, pág.
729). Los hititas orientales adoptaron del todo las leyendas mitológi-
cas sumerias, quizá originalmente como obras literarias, mientras
que, en el oeste, los hurritas de Siria adoptaron como propias las
deidades del Occidente semítico. El panteón, escribe Woolley, era
«extrañamente ecléctico y confuso», un hecho que él atribuye a la
incorporación de las deidades locales en la época de la conquista y
expansión imperial. Sin embargo, el proceso no fue simplemente de
incorporación, sino de identificación; los innumerables dioses locales
de la tormenta -cada ciudad hitita tenía el suyo- fueron en su día
fundidos en el dios nacional de la tormenta.
La formalización del panteón suele estar en relación con la
formación del estado, con la incorporación o identificación de los
dioses locales dentro de una estructura nacional más amplia. Efecti-
vamente, la expansión de las relaciones entre estados significa que la
identificación entre deidades (tales cornn Alá y el Dios Supremo
local) se da no sólo dentro, sino también fuera de la comunidad.
Pero la llamada a la «racionalización», es decir, a la formalización;
tiene una fuerza mucho mayor en las culturas con escritura, en las
que el mero hecho de confeccionar listas de dioses, sobre tablas o
sobre monumentos, crea un orden jerárquico e identifica las figuras
particulares de los diferentes grupos, clasificándolas según sus
papeles y relaciones específicos y conformando, por tanto, panteones
mucho menos flexibles y ambiguos.
En este sentido, puede pensarse que los efectos de la escritura en
las religiones del Cercano Oriente antiguo son un preámbulo del
nivel posterior de investigación estructurada que se dio en épocas
alfabéticas, cuando el sistema se hizo más cursivo y simple, y por
tanto más general, permitiendo una elaboración más fácil y por ende
la extensión de comentarios sobre el texto y tratados similares, lo
La palabra de Dios SS

que más tarde serían los productos de la «escolástica» medieval, de


los autores del Hadith, de los comentaristas de la Torah, de los
trabajos de los Padres Cristianos. Preguntar cuántos ángeles pueden
estar sobre la cabeza de un alfiler era el tipo de investigación
minuciosa (sin duda apócrifa), el intento de aclarar ambigüedades
estimulado por el medio que utilizaban, un medio que con el tiempo
formentaría un uso del lenguaje y una definición de sujeto parcial-
mente descontextualizados, así como un debate más abstracto 9.
Desde cierto punto de vista, estas investigaciones representan un
formalismo conservador, los comentarios de un canon, y una
ritualización del pensamiento; pero desde otro ángulo, el proceso era
potencialmente capaz de suscitar las preguntas y comentarios de la
élite «educada». En Egipto no encontramos el surgimiento de una
literatura religiosa «canónica», acompañada de éxegesis, similar a la
que conocemos en la tradición judía o cristiana; sin embargo, sí se
copiaron y glosaron textos importantes, lo que representaba un tipo
parecido de proceso dependiente de la escritura.

La organización del clero


La organización del clero egipcio no 'sólo se basaba en el culto
real y en el mantenimiento de los templos, sino que, al menos en el
período tardío, también se basaba en su papel de profesores de los
escribas y custodios de los textos antiguos. Su posición estaba
respaldada por la propiedad de la tierra, donada constantemente por
reyes -cuyo rango les obligaba a realizar este tipo de donativos-,
y, en el primer milenio, por particulares. Hubo una época en que las
tierras del templo llegaron a suponer un tercio de los recursos
cultivables del país, así que el sistema eclesiástico de arrendamiento
de tierras proporcionó una sólida base económica para la elaboración
de actividades mágico-religiosas (O'Connor, 1983, pág. 202) 10 • Con
la derrota de los invasores hicsos y la consiguiente adopción de sus
armas y tácticas militares, los faraones extendieron su dominio desde
9 Se puede ver en Stock (1983) un brillante tratamiento de este proceso en la
Europa de los siglos XI y XII. Este desarrollo no fue el primero, pero del mismo modo
que la historia a veces ha recapitulado y desarrollado procesos anteriores, las
implicaciones de la escritura a largo plazo han sido retomadas y promovidas en
diferentes lugares y en diferentes períodos. No ha habido una única .línea de
expansión.
10 No incluyo el término «magia» en un sentido despectivo, sino sólo para indicar
un conjunto de actividades. El judaísmo, el cristianismo y el islam contienen muchos
de los elementos que se suelen llamar mágicos en otras sociedades, aunque acostum-
56 La lógica de la escritura y la organización de la sociedad

el valle del Nilo hasta orillas del Eufrates. Los dioses de Egipto se
convirtieron también en los de las tierras conquistadas, las cuales
contribuían anualmente a los tesoros del templo. A pesar del riesgo
de exagerar el grado de separación entre el templo y el palacio, en la
tardía dinastía XX (1200-1085 a. de C.) el faraón no fue más que un
títere en la lucha por el poder entre el clero y el ejército.
Ni que decir tiene que la toma del estado por la iglesia, o
viceversa, es solamente posible cuando ya existe una clara separación
de poderes, funciones y organización. El «sacerdote-rey» que presen-
ta Frazer en su historia de las religiones tenía bajo su control tanto el
dominio político como el religioso; efectivamente, estos dominios
apenas se distinguían. La separación de los papeles de «sacerdote» y
«rey», de los oficiantes religiosos y políticos, significaba que bajo
ciertas condiciones también era posible para una de las partes asumir
las funciones de la otra. Pero el dominio de uno sobre el otro se
convierte en una posibilidad permanente con el surgimiento de dos
organizaciones distintas, especialmente cuando ambas están reforza-
das por importantes ingresos procedentes de los impuestos, tributos
o propiedad de tierras y por un considerable control de la fuerza
militar, espiritual o ideológica. Inevitablemente, lo más probable es
que quede por encima el estado, con su control de la fuerza física;
pero encontramos ejemplos del dominio de la iglesia en la toma del
estado tibetano por las órdenes religiosas y en el poder del Sacro
Imperio Romano y más tarde los estados papales de Italia. La
oposición entre iglesia y estado, frecuentemente discutida, depende
de esta diferenciación, unida a una elaboración de los medios de
comunicación, de los métodos para almacenar el conocimiento.
Incluso aunque en el Cercano Oriente antiguo la escritura se usó
sobre todo para fines laicos, gubernamentales, también se solía
enseñar en los templos, los cuales (al igual que las abadías y los
monasterios de la Europa medieval) debían servir como bibliotecas y
escuelas de la palabra escrita. A consecuencia de esto, los templos
actuaban no sólo como centros de instrucción, sino también como
centros de actividad escolástica (Oppenheim, 1964, pág. 243), que
exigía una creciente especialización a medida que el lenguaje del
conocimiento escrito inevitablemente se fue distinguiendo más y
más del habla cotidiana, incluso aunque alguna vez hubiera habido
bramos a excluir nuestras propias acciones de esta categoría, considerando el
movimiento de la magia a la religión como algo progresivo, que progresa de ellos a
nosotros.
La palabra de Dios 57

una correspondencia fonológica y semántica; la incorporación del


conocimiento a un sistema de escritura que perdura durante un largo
período produjo, al igual que en otras áreas, la necesidad de
reformas deliberadas, pues paralizó el proceso de adaptación cons-
tante (Baines, 1983, pág. 584).
La trascendental importancia de la escritura para el clero y para la
práctica del culto se aprecia en la organización interna de la actividad
religiosa, especialmente en el papel desempeñado por las escuelas de
los templos y en el papel de los sacerdotes como escribas y
archiveros 11 . Esto se pone de manifiesto en los nombres que se les
da en el Onomasticon de Amenope, un listado enciclopédico
(aunque las copias que se conservan están incompletas) de todas las
categorías de personas y objetos existentes en el universo. Tras la
entrada 113, «jefe de los archiveros de la Casa del Mar», llegamos a
una nueva sección de personajes sacerdotales, enumerados de la
siguiente manera por Gardiner:

114. El escriba real y el sacerdote-lector como (?) Horus.


115. Escriba de la Casa de la Vida, experto en su profesión
(Casa de la Vida quiere decir los templos escritorios en los
que fueron compuestos y copiados los trabajos religiosos
y culturales).
116. Sacerdote-lector del lecho real.
117. Sacerdote principal de Amun en Tebas.
118. El más grande adivino de Ra-Atum (el título del sumo-
sacerdote de Heliópolis). ·
119. El más grande de Sus Artífices quien está al sur de Su
Muro (es decir, de Ptah, el título del sumo sacerdote de
Menphis).
120. Sacerdote-semita, de rostro perfecto (es decir, de Ptah, el
segundo título de sumo sacerdote de Menphis).
121. Supervisor de los Graneros del Alto y Bajo Egipto.
122. Mayordomo del rey en el Palacio.
123. Ayuda de cámara de Palacio.
124. Gran administrador del Señor de las Dos Tierras.
125. Escriba de la colocación de las ofrendas a todos los dioses.

11 Véase A. B. Lloyd, 1983, págs. 301-309, sobre el papel de los sacerdotes en el

período tardío. Herodoto quedó impresionado por su pureza ritual, que incluía la
circuncisión, baños frecuentes y la abstención del pescado y las judías.
58 La lógica de la escritura y la organización de la sociedad

126. Sacerdotes mayores (literalmente, sirvientes de dios).


127. Padres de dios.
128. Sacerdotes (subordinados) (literalmente los «puros» o
«limpios»).
129. Sacerdote-lector.
130. Escriba del templo (para asuntos generales, entre los que
se cuenta la contabilidad).
131. Escriba del libro del dios.
A estas entradas les siguen la 132, portero; 133. anciano
del portal; 134. observador de la hora (astrónomo); 135.
oferente; 136. portador de la jarra de vino (según Gardi-
ner, 1947, págs. 1,35*-63*).

El sacerdote-lector, cuyo nombre significa «el que lleva el libro


del ritual», suele representarse en los templos y tumbas leyendo un
rollo de papiro, aunque a veces simplemente aparece destacado en las
ceremonias. Su principal competencia era el conocimiento de los
usos rituales, lo cual ya no era solamente una cuestión de experiencia
y memoria al alcance de cada participante, es decir: en lo fundamen-
tal, ya no podía recurrirse directamente a la memoria social para los
asuntos relacionados con el ritual (y por tal «memoria social» no
entiendo nada más místico que los recuerdos de los ancianos), sino
indirectamente, mediante los libros. Este papel de los sacerdotes en
el culto funerario está bien expresado en una inscripción del Imperio
Antiguo, referente a su ayuda cuando pasen por la tumba: «Amado
del rey y de Anubis es el sacerdote-lector quien realizará por mí las
cosas beneficiosas para un espíritu santo de acuerdo con esa escritura
secreta del gremio de los sacerdotes-lectores» (Gardiner, 1947, págs.
1, 55*). Los hebreos aludieron a estos sacerdotes del templo, lectores
de conjuros y oraciones, como los «hechiceros de Egipto», y también
son descritos como practicantes de la magia (Baines, 1983, pág. 585);
los propios sacerdotes suelen ser los magos de lo desconocido. En
cualquier caso, como muestra la discusión de Gardiner, la escritura
fue esencial para la adecuada ejecución del ritual del templo, e
incluso para algunas formas de rito individual que se remontan hasta
el Imperio Antiguo, el período más antiguo en el que se empleaban
textos continuos.
La palabra de Dios 59

Escritura y religión en otras civilizaciones primitivas

Hay, desde luego, grandes diferencias entre las distintas socieda-


des en cuanto a qué elementos del sistema religioso son plasmados
en forma escrita y cuáles continúan tansmitiéndose únicamente por
vía oral. Las partes confiadas a la escritura representan porciones
diferentes de la totalidad, como ocurría con las adivinaciones reales
en la China primitiva. En sociedades diferentes, la escritura se utiliza
con fines muy distintos. De Creta no nos ha llegado casi ningún
texto que se refiera a actividades religiosas, la mayoría son listas
administrativas (Chadwick, 1976). Por el contrario, los ricos archi-
vos hititas de Bogazkoy desvelan muchos detalles sobre el culto,
arrojando luz sobre la organización del templo, mantenido por
contribuciones del rey, del palacio y del municipio. Se fijaron reglas
estrictas acerca de la limpieza física y ritual, y los castigos por el
incumplimiento de esas reglas eran de gran severidad, pudiendo
llegar incluso a la muerte. Aquí como en todas partes las formas de
adivinación estaban influidas por la escritura, lo cual no resulta
sorprendente, ya que la adivinación normalmente implica la manipu-
lación de objetos a veces señalados con signos gráficos. Por ejemplo,
la aruspicina, el examen del hígado de una oveja sacrificada, fue
aprendido de los mesopotámicos; en Alalakh, como en Etruria,
encontramos un modelo de arcilla de un hígado en el que se muestra
el significado de sus marcas mediante diagramas.
El resultado de la redacción de informes escritos referentes a
situaciones específicas, del registro de la experiencia para uso futuro,
tuvo resultados especialmente interesantes por lo que se refiere a las
profecías mesopotámicas. Se anotaron comportamientos extraños de
animales o acontecimientos celestes inusuales, con el resultado de
que, según Oppenheim, «la adivinación pasó del ámbito de lo
popular al nivel de la actividad científica» (1946, pág. 210). «La
sistematización subsiguiente de tales anotaciones representa un
importante logro de la erudición.» La manera en que esto ocurre es
de considerable interés para cualquier examen de las consecuencias
de la posesión de la escritura. «Una vez en manos de los escribas
eruditos, estos compendios [de profecías] se hacen cada vez más
complejos y arcanos. La conservación de este texto escrito se hace
importante para el copista, y esta preocupación incrementaba las
dificultades filológicas, ya que se fue produciendo una discrepancia
entre el lenguaje del escriba y el del texto que copiaba. Las glosas
60 La lógica de la escritura y la organización de la sociedad

explicativas y los textos comentados se hicieron necesarios cuando la


adivinación se introdujo de lleno en el dominio de la erudición»
(Oppenheim, 1978, pág. 642).
La adivinación acadia estuvo muy bien considerada en toda la
zona; sus textos se copiaron en muchos sitios y sus prácticas se
extendieron al Oriente y Occidente, incluso después de la desapari-
ción de la civilización mesopotámica. En ciertas formas de adivina-
ción se invita a los dioses a «escribir» sus mensajes en las entrañas de
animales sacrificados. El registro de tales prácticas, su interpretación
y resultados condujeron a una forma erudita de adivinación escrita
que, según parece, coexistió con las versiones populares. Mesopota-
mia fue famosa por el regio arte de la astrología. La mayoría de los
textos proceden de la biblioteca de Assurbanipal y, entre ellos, se
puede distinguir una serie «canónica» de 70 tablillas que tratan de los
cuerpos celestes (Oppenheim, 1964, pág. 225). En los siglos V y III a.
de C. encontramos horóscopos que mencionan «la fecha de naci-
miento, seguida de un informe astronómico» y que concluyen con
una predicción sobre el futuro del niño.
Este interés por las profecías «engendró especulaciones que
reflejan una preocupación por los problemas teológicos y que no
sólo condujo al perfeccionamiento de los métodos de interpretación
de las profecías, sino que también introdujo constantes cambios en
las técnicas de adivinación» (Oppenheim, 1964, pág. 226). Aunque las
reacciones abiertamente escépticas eran raras, es cierto que existie-
ron, y a veces mostraban desconfianza respecto a la honestidad
profesional de los adivinos, y también dudas más generales acerca
del propio sistema (Oppenheim, 1964, pág. 227). Tal escepticismo es
común en las sociedades orales, pero cuando las predicciones se fijan
por escrito es más difícil escapar a las consecuencias intelectuales de
su incumplimiento. Las nuevas formas de adivinación pueden
entrañar un interés más complejo, «objetivo» y «científico» en los
cielos, llevando al desarrollo de la astrología y astronomía. Al mismo
tiempo, la acumulación de escepticismo en la escritura termina por
establecer una tradición crítica que rechaza la «magia», tradición que
convive con otra, de tipo más marcadamente oral, que la acepta.
Aunque no cabe duda de que tales desarrollos estaban extendidos
por la Grecia clásica (Lloyd, 1979), en la Europa medieval (Stock,
1983) y en el Renacimiento (Thomas, 1978), los comienzos del
proceso ya se pueden encontrar en la tradición escrita de Mesopota-
mia.
La palabra de Dios 61

En los textos mesopotámicos es posible distinguir vagamente


otro aspecto de lo que se podría denominar las potencialidades
reflexivas de la escritura. Oppenheim remite a las «listas de deidades,
organizadas de varias maneras, o listas que enumeran los animales
sagrados de ciertos dioses, y otras tentativas de especular sobre los
dioses y sus relaciones por parte de los escribas; en resumen, lo que
podríamos denominar teología» (1964, pág. 180, el subrayado es
nuestro). Oppenheim consideraba que esto reflejaba más la erudición
que la religiosidad de los mesopotámicos, pero el propio hecho de
que se pueda establecer una distinción tiene importancia: no sólo en
sí mismo, sino también porque la construcción y contemplación del
texto constituye una reflexión sobre la vida religiosa, una invitación
no simplemente a consolidar, sino a elaborar una forma embrionaria
del proceso que Stock (1983) investiga en la Edad Media europea.
Varios autores que han tratado la «religión primitiva» han señalado
la relativa ausencia de dogma y teología, especialmente Robertson
Smith en su obra principal, The Religion of the Semites [La religión de
los semitasJ (1889). Se podría plantear el problema de distinta manera
y al mismo tiempo sugerir un mecanismo posible; la redacción del
texto, que en cualquier caso es distinta de la transcripción del
discurso, puede conducir a su contemplación, al desarrollo de
pensamientos sobre pensamientos, a una metafísica que puede
requerir su propio metalenguaje.
Sin embargo, la escritura también podría paralizar aspectos de la
religión, como vemos con respecto al ritual y al mito en Mesopota-
mia, en donde, al igual que en Egipto, la práctica ritual llegó a ser
dominada por el texto. Este paso del ritual al registro escrito,
utilizado «por sacerdotes y técnicos sacerdotales del santuario» para
la práctica del rito, es también una característica de Mesopotamia,
donde los textos «prescriben, a menudo con gran detalle, los actos
individuales de un ritual, las oraciones y fórmulas a recitar (transcri-
biéndolas íntegramente o citando sus primeras palabras) y las
ofrendas y los instrumentos que se requieren para el sacrificio»
(Oppenheim, 1964, pág. 178). Oppenheim comenta que una serie
particular de rituales de Assur pertenece a la «corriente de la
tradición», que se remontaban a prototipos muy anteriores y que
utilizaban las oraciones sumerias, esto es, oraciones en otra lengua.
Sin duda con un énfasis y una intención diferentes, pero es difícil
concebir que en una cultura oral se aplique una fórmula invariable
de este tipo a un amplio conjunto de circunstancias muy diferentes
62 La lógica de la escritura y la organización de la sociedad

durante un largo período de tiempo, aunque esto es algo perfecta-


mente natural en una cultura escrita.
Quiero hacer un comentario en concreto sobre la estabilidad del
texto: anotar una oración es fijarla de una determinada manera, de tal
modo que llega a ser esencial repetir, por ejemplo, el Padre Nuestro
con las palabras exactas en las que fue escrito, incluso aunque apenas
las entendamos, en vez de inventar una variante propia más
apropiada para la época y la ocasión (Goody, 1986). En Mesopota-
mia encontramos un interesante ejemplo de esto. «Del mismo modo
que se han fijado los actos y las ofrendas de la oración, con ligeras
variaciones y escasas desviaciones respecto al pequeño número de
modelos existentes, así el texto de la oración muestra un número
limitado de invocaciones, peticiones, quejas, y expresiones de acción
de gracias» (Oppenheim, 1964, pág. 175). Este «lenguaje repetitivo»
de la oración es el resultado de la estandarización de las ofrendas
verbales al dios, proceso en el que la ocasión sólo se tiene en cuenta
de forma limitada. A lo largo del tiempo, esta estandarización
origina una divergencia creciente con respecto al lenguaje común
(como en «santificado sea tu nombre»), e incluso a una falta de
comprensión. De esta manera, el texto ritual puede llegar a conver-
tirse en un galimatías para el pueblo, por lo que puede requerir un
cuerpo especializado de intérpretes para «traducir» (de alguna de las
diversas maneras posibles) las palabras dirigidas a la deidad. Al
mismo tiempo, tales textos tienden a simplificar procedimientos
complejos, poniendo énfasis en la repetición, repetición literal, fin
para el que el Libro es sumamente útil.
La escritura afectó al mito de una manera incluso más directa.
Ciertamente, los mitos mesopotámicos no han llegado hasta noso-
tros en la forma de la recitación oral. En sus versiones escritas, las
narraciones, afirma Oppenheim, «proporcionan los temas más ob-
vios y apreciados a la creatividad literaria de una civilización ... Estas
fórmulas literarias son ... la obra de los poetas de palacio sumerios y
de los antiguos escribas babilónicos que los imitaron, determinados
a explotar las posibilidades artísticas de un nuevo lenguaje literario»
(1964, pág. 177), con toda su artificiosidad «arcaica» y erudita. Nos
encontramos sin duda alguna ante un tratamiento claramente litera-
rio, como ocurre tan a menudo con lo que se presenta como
producto de una cultura oral.
En Fenicia, los dramáticos mitos de los ritos agrícolas que
aparecen en los textos escritos (textos culturales más que literarios o
La palabra de Dios 63

míticos) muestran semejanzas con las creencias y prácticas de los


primitivos hebreos y con las mesopotámicas. Los hebreos, a pesar de
su pasado «nómada», siempre estuvieron relacionados con las cultu-
ras literarias de las ciudades, y, ya desde su origen en el credo
mosaico, la religión tuvo la impronta de la presencia de la escritura
en forma de las Doce Tablas. La Biblia no representa la transcripción
de una religión oral tanto como la creación de una escrita. Esto no
quiere decir que las partes «mitológicas» del Génesis no tuvieran
antecedentes orales, ni que las genealogías de los Números y las
prohibiciones del Levítico no sean en cierto modo comparables con
las encontradas en culturas sin tradición escrita. Las comparaciones
con la sociedad tribal son sin duda relevantes, y las sugerencias
implícitas y explícitas hechas a este respecto por Evans-Pritchard
(por ejemplo, 1956), Schapera (por ejemplo, 1955), Malamat (por
ejemplo, 1981 ), Flanagan (por ejemplo, 1981 ), y otros, han arrojado
luz sobre el antiguo Israel. Pero también está claro que los usos
y consecuencias de la escritura fueron muchos e importantes: la
paralización de las genealogías, el ordenamiento de los Diez Manda-
mientos y la enumeración de las tribus hebreas (Núm. 1:1 y ss.), la
descripción de los métodos de construcción del templo, la recopila-
ción de proverbios y la enumeración de los tabúes levíticos, se
vieron afectados enormemente por el uso de la escritura.
Cuando se estableció el papel sacerdotal de los levitas, el Señor
ordena a Moisés,
«Habla a los hijos de Israel y haz que te entreguen una vara cada uno de los
príncipes de casa patriarcal, una por cada una de las doce casas patriarcales, y escribe
en cada una el nombre de una de ellas. El nombre de Aron lo escribirás en la vara de
Levi, pues cada vara ha de llevar el nombre del cabeza de cada casa patriarcal. Ponlas
todas en el tabernáculo, delante del testimonio, desde el cual yo hablo. Florecerá la
vara de aquel a quien elija yo; a ver si hago cesar de una vez las quejas y
murmuraciones de los hijos de Israel contra vosotros» (Núm. 17: 2-5)*.
Un uso parecido de la escritura sobre palillos o cartas con fines
adivinatorios se encuentra entre los chinos del Taiwán contemporá-
neo, así como en las formas más frívolas de las sorpresas navideñas y
de las máquinas adivinadoras del porvenir. Esto tiene su réplica
bíblica en un tipo de prueba que utiliza un procedimiento común en
áreas musulmanas actuales (véase Goody, 1968, pág. 230). Al juzgar
a una mujer acusada de adulterio (el proceso de los celos), el
sacerdote la echó una maldición. «Y el sacerdote escribirá estas
* Texto tomado de la traducción de Nácar-Colunga, B. A. C., Madrid.
64 La lógica de la escritura y la organización de la sociedad

maldiciones en un libro, y las borrará. con el agua amarga, y hará


beber a la mujer el agua amarga de la maldición. Y el agua de la
maldición entrará en ella, y se volverá amarga»* (Núm. 5, 23-4).
Después de esto, el sacerdote toma la ofrenda de la mujer y quema
un puñado ante el altar como una ofrenda a Dios. Pero la prueba en
sí misma consiste en la interiorización de la palabra escrita por la
acusada, fenómeno que ya encuentra paralelismos en el temprano
Egipto y en otros lugares (Baines, 1983, págs. 588-589). La escritura
penetra profundamente, incluso en la adivinación, las pruebas y los
procedimientos mágicos de muchas clases.
La insistencia en la redacción de listas de los que pertenecen a la
comunidad, en otras palabras, en la confección de un censo, es una
característica notable de la sociedad hebrea temprana. «Habló Yavé a
Moisés en el desierto de Sinaí... diciendo: Haz un censo general de
toda la asamblea de los hijos de Israel, por familias y por linajes,
describiendo por cabezas los nombres de todos los varones de veinte
años para arriba, de todos los aptos para el servicio de las armas en
Israel. Tú y Arón haréis el censo, según sus escuadras» (Núm. 1,
1-4) **. Luego sigue una lista de las tribus con sus representantes,
quienes hicieron «el censo por familias y linajes, registrándose por
cabezas los nombres desde los veinte años para arriba»*** (1, 18). De
esta manera, las diferentes «tribus» son numeradas para propósitos
militares, y sus tiendas situadas en una disposición especial particular
alrededor del tabernáculo.
Los compiladores de la Torah afirman que fue el propio Moisés
quien registró las leyes y las decisiones legales por escrito (Ex. 24, 3-
7; Deut. 31, 24-6) e hizo llevar una memoria de los viajes de los
israelitas. El «escribió todas las palabras del Señor» y leyó el libro de
la alianza a su pueblo cuando «acabado que hubo Moisés de escribir
en un libro las palabras de esta Ley», mandó a los levitas poner «este
libro de la Ley ... en el arca de la alianza de Yavé» ****. El nombró
funcionarios (sóterím) para que registraran las decisiones y ordenaran
los asuntos en general (Deut. 1, 25; Ex. 18, 21-2). Aunque otros
pudieran «usar la pluma del escritor» del «personal» de la oficina
(Jueces 5, 1-4), una familia quinea descendiente de Caleb continuó
durante mucho tiempo desarrollando esta labor de especialista (1

* Id. Ibídem.
** Id. Ibídem.
*** Id. Ibídem.
**** Id. Ibídem.
La palabra de Dios 65

Cron. 2, 55). De la época de Moisés a la de David poseemos una lista


ininterrumpida de aquellos que guardan el arca que contenía la
Torah o documentos básicos del «estado» (Deut. 31, 24-6). De
David a Josué, comenzando con el período de gobierno definido y
centralizado (Flanagan, 1979), tenemos los nombres del escriba del
estado, un alto funcionario de rango superior al cronista (mazkír)
que conservaba los numerosos informes de estado (2 Sam. 8, 16,
Rey. 4, 3). El Escriba Principal era un consejero del rey, otros
estaban empleados en el ejército o en el censo (2 Rey. 25, 19; Jer. 52,
25), y los que tenían rango superior entre ellos poseían sus propias
habitaciones en el palacio o en el templo (Jer. 36, 10, 12-21). Sin
embargo, hasta el Exilio la profesión de escriba parece haber estado
bastante separada del clero, el cual tuvo sus propios secretarios y
escribas.

El ritual y la escritura
Hay otro aspecto, relativo al ritual más que a la religión, que
abordaremos en capítulos posteriores; se trata de la cuestión del uso
de la escritura para registrar los cambio en el estado de los
individuos a lo largo del ciclo vital: nacimiento, matrimonio,
muerte, etc. Las sociedades orales normalmente anuncian abierta y
públicamente que se ha producido un cambio de este tipo: me estoy
refiriendo a los cambios organizativos más que a los estructurales.
La manifestación pública puede incluir una procesión, un baile, una
fiesta con cerveza, una ceremonia u otra actividad de la comunidad.
Por supuesto, la comunicación de tal cambio de ninguna manera es
la única función de los ritos de tránsito; el rito afecta al cambio, y la
formalidad de la tradición es importante en sí misma. En la
Inglaterra contemporánea muchas personas que no son «cristianos
practicantes» desean casarse por la iglesia, aunque la ceremonia pue-
da realizarse igualmente en un registro civil y anunciarse en las
columnas de la prensa. En las sociedades contemporáneas con
escritura se dispone de métodos alternativos, no ceremoniales, para
contraer una unión; todavía se requieren «testigos», aunque la
función de estas personas ha cambiado considerablemente. Es
significativo que con el desarrollo de la alfabetización los ritos de
tránsito relacionados con el nacimiento, el matrimonio y la muerte
han llegado a ser en gran medida asuntos privados, mientras que en
las sociedades orales son públicos. Estuve mucho tiempo entre los
66 La lógica de la escritura y la organización de la sociedad

loDagaa antes de poder vencer un cierto sentimiento de vergüenza al


entrometerme en los funerales de los muertos de otras familias; creo
que nunca superé esa sensación. Sin embargo, según los loDagaa fui
acumulando gracia. Un día, tras salir a una cacería, estaba paseando
por un camino a cierta distancia de Birifu, cuando me encontré con
cierto individuo desinhibido que me preguntó quién era yo. Le dije
de dónde era, y él me contestó: «Sí, hemos oído de ti.» Luego,
después de utilizar una extravagante fórmula de elogio, continuó:
«Eres el que asistes a todos los funerales de por aquí.»
El anuncio público, que es un aspecto importante de estas
ocasiones, adopta diversas formas y aspectos en las culturas escritas:
para la realeza, los mensajes inscritos en las lápidas; para los
terratenientes, las inscripciones en los mojones; y en Roma se
exhibían avisos de los cambios en el estado de los particulares, los
cambios de la ley y los cambios de legisladores. En el contexto de la
cambiante naturaleza de la sociedad urbana, estas formas de exhibi-
ción podrían producir una cierta decadencia de la ceremonia,
excepto a muy pequeña escala. Si bien sería arriesgado afirmar que la
vaga categoría de «comportamiento ritual» es menos importante en
las sociedades contemporáneas con escritura, es sin duda cierto que
la ceremonia está menos unida a los múltiples cambios en el ciclo
vital de nacimiento, matrimonio y muerte. Pero esta transformación
fue lenta. En épocas anteriores, los escritos realizados con ocasión
del matrimonio y de la muerte, por ejemplo, no estaban destinados a
hacer público el acontecimiento, pues su finalidad era más bien la
transmisión de propiedad y otros derechos. Sólo en tiempos relativa-
mente recientes los propios acontecimientos han tomado con cierta
frecuencia una forma escrita con el registro de los acontecimientos
en el ciclo vital en los archivos parroquiales durante el último
período de la Baja Edad Media europea. Su uso anterior para
propósitos cuasi-contractuales se examinará más adelante en relación
con los efectos de la escritura sobre el derecho.
Varias de las observaciones sobre la influencia de la escritura en
la religión expresadas aquí reaparecerán en otros contextos. Hemos
omitido otras cuestiones de peso. Por mor de la exhaustividad (una
fórmula para la producción de conocimiento claramente relacionada
con la escritura), debería haber considerado la forma de los rituales
escritos y la construcción de un texto ritual, la reproducción del
Libro (los escritorios, la caligrafía y la función de la repetición
exacta) así como la educación de los propios lectores: en otras
La palabra de Dios 67

palabras, la escuela prim1t1va. Estas facetas están vinculadas al


crecimiento del complejo templario, las enormes abadías de Europa
occidental, las mezquitas del Oriente Medio, los templos del hinduis-
mo, y los monasterios del budismo, que tan importante papel han
desempeñado en Eurasia, Indonesia y el norte de Africa en lo que se
refiere a la estética y el saber tanto como a la organización social,
proporcionando en muchos casos hospitales y hoteles, así como
centros de erudición y comercio 12 . Estas son cuestiones que requie-
ren un tratamiento más extenso del que podemos darles aquí.
También hubiera deseado discutir con mayor detalle algunas de
las consecuencias de la escritura en el contenido de las religiones. Me
he referido específicamente al elemento «ascético» que no se mani-
fiesta dentro de la iglesia, sino también fuera de ella, representado
por los individuos disidentes y por ciertos tipos de grupos, aquellos
que rechazan la comida, el sexo u otros placeres en oposición a las
tendencias principales de la sociedad civil. Es un asunto que ya he
tratado en Cooking, Cuisin and Class [Cocina, cuisiney clase], 1982] y al
que volveré a referirme en el contexto de la acción económica y
política.
Relacionado con este desarrollo está el tránsito general desde el
sacrificio en sentido literal al «sacrificio» en sentido metafórico,
camino seguido por varias religiones escritas. Y quizá también tenga
que ver con él, aunque de forma más complicada, la creciente
preeminencia de un Dios supremo, relacionada con la obsolescencia
y la conservación de registros, con la teodicea y el problema del
mal 13 .
Pero éstos también son caminos que no podemos recorrer ahora,
ya que requerirían más tiempo, más erudición y quizá más especula-
ción de lo que en este momento soy capaz de ofrecer.

12 Parece que en el Sri Lanka medieval los hospitales monacales eran sólo para los
monjes (Gunawardana, 1979, pág. 147). Sobre la relativa autonomía del clero en
Mesopotamia, véase Yoffee, 1979, pág. 16.
13 Para comentarios relevantes sobre el sacrificio, véase Goody, 19816; sobre la
idea del Dios Supremo, véase Goody, 1972, pág. 32.
Capítulo 2
LA PALABRA DE MAMMON

En este capítulo voy a tratar en primer lugar el papel que


desempeñaron actividades económicas en el origen de los primeros
sistemas completos de escritura, los del Cercano Oriente antiguo. La
investigación reciente ha insistido en dos aspectos: el temprano
papel de la escritura en el intercambio (comercial) y el papel de la
escritura en la gestión de los asuntos económicos del templo y del
palacio. Una vez introducida, sin embargo, afectó a otras áreas de la
economía.
Los antropólogos economistas han considerado en cuatro aspec-
tos la naturaleza de este campo (Nash, 1968): (1) la tecnología y la
división del trabajo; (2) la estructura de las unidades productivas; (3)
el sistema y los medios de cambio; (4) el control de la riqueza y el
capital. Este no es lugar para discutir la influencia de la escritura en
los desarrollos tecnológicos y su aplicación, pues esto nos llevaría a
investigar aquellas invenciones que se vieron igualadas no sólo por
el uso de representaciones gráficas, sino también por toda la
tradición escrita. Desde luego, la tradición escrita influyó en las
invenciones y en la división del trabajo que resultó de su aplicación.
Pero la escritura, en sí misma, constituye una importante tecnología
que requiere una categoría de especialistas muy cualificados que es
necesario mantener a expensas de la comunidad. Algunos de estos
especialistas eran sacerdotes y otros administradores, quienes em-
69
70 La lógica de la escritura y la organización de la sociedad

pleaban la escritura para la administración del templo y del palacio


respectivamente. Dada la importancia del templo tanto por lo que
respecta a la escritura como a la economía, es preciso tratar primero
los efectos de la escritura sobre su economía. Aunque estas esferas
no se puedan separar de forma tajante, y si bien rasgos característicos
de sus comunicaciones escritas se solapan, proseguiré discutiendo la
economía del palacio (retomando el tema de las burocracias parale-
las), y continuaré con las actividades mercantiles y las operaciones
individuales, porque considero que éstas podrían haber sido afecta-
das por las modificaciones de los medios de comunicación. Mi punto
de comparación implícito continúa siendo el Africa negra (aunque
no era totalmente analfabeta), y en una sección final lo explicitaré al
tratar algunos de los desarrollos modernos.
El problema central de la contribución de la escritura a la
economía tiene que ver con su función en el «desarrollo» en el más
amplio sentido, es decir, en la promoción de nuevas tecnologías (y la
división del trabajo relacionada con ellas), en la ampliación de las
posibilidades de la administración por una parte y del comercio y la
producción por otras, en la transformación de los métodos de
acumulación del capital y, finalmente, en la modificación de la
naturaleza de las operaciones individuales de tipo económico. El
problema se ha tratado de dos maneras diferentes. Si consideramos
maniobras recientes para desarrollar las economías de países del
Tercer Mundo, con frecuencia se cree necesario un cierto índice de
alfabetización para el cambio radical; en parte para algo tan simple
como poder leer las instrucciones de un saco de semillas, en parte
por la mayor autonomía (incluso por lo que se refiere al saco de
semillas) del autodidacta, y en parte por la mayor participación en el
sistema socio-político en general. Otra línea de argumentación hace
hincapié en la necesidad de acceder a la tradición escrita existente
con el fin de poder contribuir y adaptarse, así como aceptar e imitar,
no sólo en el campo económico, sino también en aquellos otros
aspectos de las actividades políticas, legales y religiosas, tanto
interna como externamente, que la escritura promueve y cuyas
formas elementales constituyen el tema de este libro.
Pero hay un nivel, más básico, en el que también interviene la
escritura, y que parece haber sido particularmente decisivo en su
desarrollo temprano. El uso de la escritura para la contabilidad de
varios tipos es sumamente conspicuo; sobre este tema volveré más
adelante. Pero hay otra cuestión relacionada con ésta, el problema
La palabra de Mammon 71

del nexo entre sistemas de circulación distintos: sistemas de circula-


ción del dinero, por un lado, y de la palabra escrita, por otro.
Muchas ideas preestablecidas sobre las distinciones entre sociedades
o, más dinámicamente, ideas sobre el desarrollo de una forma a otra,
adoptan una visión particular del contexto socio-cultural del dinero
y de los tipos de intercambio en el mercado, del trabajo asalariado
libre y de los procesos productivos con los que está relacionado. La
consideración del papel de la escritura podría llevarnos no a
abandonar, pero sí al menos a matizar algunos de los contrastes
radicales que subyacen a muchas discusiones sobre el «desarrollo de
Occidente» y de la Economía Antigua; lo mismo cabe aplicar a las
que versan sobre la naturaleza de las economías preindustriales de
sus estados sucesores, lo que Parsons llamó las «sociedades orientales
intermedias» de la China, la India y el Cercano Oriente. Esta es una
cuestión que queda implícita en nuestra discusión. Primero es
necesario proporcionar un enfoque general de lo que la escritura
puede lograr, facilitar o acompañar; la naturaleza de la relación en
cada caso particular será objeto de determinación específica, no de
una hipótesis general.
Al considerar los efectos de la escritura en la vida social habría
sido razonable empezar con la economía más que con la religión, no
porque sostengamos ninguna clase de determinismo económico
universal, sino porque muchos estudiosos del Mundo Antiguo han
señalado que en este ámbito fue donde surgió por vez primera la
escritura. Es de destacar que hay muy pocas o ninguna prueba que
sugiera que la economía estuviera ligada de manera muy directa a los
sistemas de proto-escritura que se desarrollaron en otras partes del
mundo, tales como los más destacados de Norte y Centro América;
allí, uno de los desarrollos más generales tuvo fines mnemotécnicos
y de datación, aunque en los estados centralizados los gráficos se
usaban para muchos propósitos regios, principalmente en los monu-
mentos. Sin embargo, el caso es diferente en lo que atañe a los
sistemas completos de escritura del Cercano Oriente. Se ha llegado a
sostener que la cultura cuneiforme mesopotámica «no fue una
invención deliberada, sino el subproducto accidental de un fuerte
sentimiento de propiedad privada» (Piggott, 1950, pág. 180, según
Speiser). Formulada así, esta afirmación no debe tomarse muy en
serio, ya que la asignación de derechos de propiedad a los individuos
no fue invención de la Edad de Bronce (Renger, 1979, pág. 249), y
éstos se observan rigurosamente en muchas economías más simples.
72 La lógica de la escritura y la organización de la sociedad

En algunas sociedades sin escritura tales derechos· se indican con


marcas gráficas de propiedad en los enseres y el ganado, lo que,
según sugieren algunos, origina códigos semióticos de alcance
limitado. Sin duda, se trata de formas embrionarias de escritura, a
menudo relacionada con afirmaciones específicas de derecho de
propiedad. Hace largo tiempo que se ha reconocido la importancia
de los sellos, que desempeñan un papel similar, para el desarrollo de
la escritura (Schmandt-Besserar, 1978; Hawkins, 1979, pág. 133).
Casi todo nuestro conocimiento de la escritura harappa (tercer
milenio) del norte de la India y Pakistán procede de estos sellos y
signos impresos hallados a veces en vasijas, en el valle del Indos y en
Mesopotamia, entre los que existían importantes relaciones comer-
ciales. Parece que sirvieron principalmente como método para
identificar la propiedad en el intercambio, aunque deben haberse
utilizado para otras cosas.
Las marcas identificativas fueron muy usadas en las primeras
ciudades del Cercano Oriente antiguo. A la plata de curso legal, que
fue esencial para la economía de Mesopotamia, se le dio una marca
propia para garantizar su calidad (el sello es gin, «normal») como un
signo tanto de exactitud como de legitimidad (Oppenheim, 1978,
pág. 664); el control de calidad y la normalización de los pesos y
medidas usados en el intercambio fue un aspecto importante de la
autoridad, tanto entonces como ahora. Por encima de todo, esta
supervisión era asunto de los templos, que intentaban aliviar los
sufrimientos de los pobres, tratando también de controlar los tipos
de interés (Oppenheim, 1964, pág. 107). Sin embargo, este uso
particular de los signos gráficos no requería un sistema de escritura
completo; a este respecto, tenía una gran semejanza con los tipos
generales de marcas identificadoras encontradas en el ganado y en
los enseres. A veces, estas últimas se empleaban para indicar el autor
o el dueño, como, por ejemplo, la firma de una pintura. Ocurre
exactamente igual con los vales o piezas de cambio de arcilla
(«calculi») con diferentes formas que aparecen muy extendidas en el
Cercano Oriente alrededor del 8500 a. de C. Estas piezas, desde
luego, no eran gráficas, aunque algunas mostraban incisiones y
punteados, sino que parecen haber servido como representaciones de
las transacciones llevadas a cabo por mercaderes o en la economía
centralizada del estado o del templo, probablemente en ambas (véase
Schmandt-Besserat, 1980, etc.). Cualquiera ·que fuese su papel
primitivo, estuvieron más tarde vinculadas a las actividades econó-
La palabra de Mammon 73

micas que posteriormente llegaron a expresarse en la propia escritu-


ra, es decir, en las representaciones gráficas del lenguaje.
Dado el nexo aparente entre los sistemas primitivos de signos y
la posterior escritura en la economía de Mesopotamia, donde la
calidad y cantidad de las pruebas es grande, invertiré el procedimien-
to del capítulo anterior y consideraré primero todas aquellas caracte-
rísticas de la economía del Cercano Oriente antiguo que parecen
haber sido afectadas por la escritura, tratando el contraste con las
culturas orales más implícita que explícitamente, aunque volveré a
ocuparme de él al final.

El origen de la escritura y la economía antigua

Algunas obras sobre Mesopotamia insisten en el grado en que la


economía dependía de la escritura y la escritura dependía de la
economía. «Basada en la agricultura intensiva de cereales y crianza a
gran escala de ganado menor, todo ello en manos de un poder
centralizado, esta civilización se vio rápidamente envuelta en una
extensa economía, la cual hizo necesario el control meticuloso de
infinitos movimientos, infinitamente complicados, de los bienes
producidos y en circulación. La escritura se desarrolló para lograr
esta tarea; en efecto, éste fue prácticamente su único uso durante
varios siglos» (Bottero, 1982a, pág. 28). Amiet expresa el orden de
este desarrollo en términos más precisos:
Desde aquella época, las capitales de las dos regiones vecinas desempeñaron un
papel decisivo: Uruk en Sumeria y Susa al pie de los Montes Zagros vieron surgir los
primeros estados dignos de este nombre, al principio por una ruptura con la tradición
prehistórica simbolizada por la cerámica pintada, después por la elaboración de un
sistema de contabilidad que había llegado a ser esencial para la administración de sus
vastas riquezas. Esta contabilidad condujo de forma natural a la creación de un
sistema de escritura, todavía primitivo, en parte pictográfico pero principalmente
abstracto, que más adelante se conocería como cuneiforme y fue adoptado en la mayor
parte del antiguo Oriente. Esta escritura se encuentra en U ruk al final del período del
mismo nombre, alrededor del 3300 a. de C., cuando sus vecinos, de la misma cultura,
sólo practicaban la contabilidad numérica. La escritura y la contabilidad fueron
establecidas por una administración sacerdotal que fomentó un arte decididamente
realista en oposición a las obras estilizadas del período prehistórico (1982, pág. 19).

Es cierto que algunos autores han adoptado un punto de vista


aparentemente distinto. Woolley mantenía que en Mesopotamia «la
escritura fue una invención del templo y, por tanto, practicada en
74 La lógica de la escritura y la organización de la sociedad

primer lugar por los sacerdotes» (1963, pág. 467). Sin embargo, esta
afirmación apunta en la misma dirección general, ya que la escritura
que inventaron y practicaron se utilizó principalmente para gestionar
los asuntos económicos; la escritura mesopotámica primitiva se usó
para la contabilidad más que para recoger los mitos y los rituales.
Los libros fueron sobre todo las cuentas de los almacenes del templo
(pág. 510), de manera que aunque la escritura fue practicada por
sacerdotes y administradores del templo, y posiblemente su forma
definitiva fuera una invención del templo, su origen fue escasamente
religioso en el sentido ordinario de la palabra; se originó en la
naturaleza de la economía de la primera sociedad mesopotámica. Los
registros de las actividades cotidianas en Mesopotamia «surgieron en
el ámbito de una burocracia elaborada que trataba con experiencia
técnica y consistencia metodológica los asuntos de la administración
de los templos del sur de Babilonia» (Oppenheim, 1964, pág. 23).
También nos han llegado registros similares de los palacios reales y
más tarde de las transacciones legales privadas, ventas, alquileres y
préstamos, y de los contratos matrimoniales, adopciones, testamen-
tos, etc. Adams señala (1966, pág. 126) que los templos fueron
«centros cruciales para la innovación de técnicas administrativas
especializadas tales como la escritura y la contabilidad», en parte
quizá a cambio del excedente agrícola que se apropiaban en nombre
del dios. En fecha tan temprana como la época del surgimiento de la
escritura, el conocimiento de la aplicación de la escritura en la
contabilidad habría fortalecido «las funciones gerenciales de los
templos», y fomentado entre sus practicantes «una idea de distancia-
miento y superioridad respecto a las preocupaciones diarias de la
vida secular». Por tanto, la escritura representa no sólo un método
de comunicación a distancia, sino también un medio de distanciarse
uno mismo de la comunicación.
¿Cómo se desarrolló tal sistema? En los años treinta las expedi-
ciones alemanas a Uruk, en el corazón de la sociedad sumeria,
descubrieron que los primeros ejemplos de escritura son tablillas de
cuentas (Falkenstein, 1936, pág. 43; Green, 1981 ); también había
varias listas elaboradas con propósitos económicos y diccionarios
para «textos escolares» (por ejemplo, V AT 9130 de Fara), fenómeno
sorprendente en la tradición mesopotámica, pero que no constituye
nuestro principal interés en este trabajo. Estas tablillas de cuentas
parecen estar relacionadas con el uso anterior de las piezas de cambio
en el Cercano Oriente y, más tarde, con una especie de sistema de
La palabra de Mammon 75

facturación que se extendió entre Elam al sureste y Siria al noroeste.


El desarrollo de las piezas de cambio y los sobres parece ser el
siguiente. Las piezas de cambio de arcilla, modeladas de distintas
formas, la mayoría geométricas, se encuentran en yacimientos
arqueológicos del Cercano Oriente antiguo que datan de alrededor
del 8500 a. de C., aproximadamente contemporáneos de los comien-
zos de la agricultura. Con el surgimiento de las ciudades sobre el
3500 a. de C., estas piezas de arcilla experimentaron un cambio
radical que se manifiesta en la proliferación de las marcas en ellos.
Sobre el 3500 ó 3200 a. de C. encontramos los primeros sobres de
barro, que se usaban como recipiente para guardar las piezas de
cambio 1• Hay que distinguir estos objetos redondos y huecos del
tamaño aproximado de una pelota de tenis que fueron descubiertos
por primera vez en los niveles proto-elamitas en Susa, de los «bullae»
ovoides usados como sellos para cerrar los cordeles de los fardos de
mercancías. Al darse cuenta de que un sobre mucho más tardío, del
segundo milenio, era un sistema de registro basado en piezas de
cambio que constituyen un complemento a la contabilidad escrita en
el palacio de Nuzi, Oppenheim sentó las bases para desarrollos
posteriores (Schmandt-Besserat, 1980, pág. 360). Los movimientos
de un rebaño perteneciente al palacio podían ser registrados trasva-
sando las piezas de cambio adecuadas de un recipiente (es decir, un
campo) a otro. Amiet (1966) identificó posteriormente ejemplos de
Susa como «pieces de comptabilité»; las piezas de cambio representa-
ban bienes y mercancías 2 • Sugirió además que pudieron utilizarse
como conocimientos de embarque que acompañaban a los carga-
mentos de mercancías desde los centros de producción en el campo a
los centros administrativos en la ciudad, de la misma manera que los
mercaderes asirios que comerciaban entre Assur y Anish en Anatolia
utilizaron más tarde los contratos.
Susa es el ejemplo más claro de esta secuencia de desarrollos. En
la segunda mitad del cuarto milenio, las transacciones (sólo las cifras,

1 Los primeros «sobres» conocidos por ahora son del nivel Uruk Medio en
Farukhabad.
2 Le Brun y Vallat rechazan la idea de que las piezas de cambio o vales

representen algo más que números (1978, págs. 33-34). Para otra crítica a Schmandt-
Besserat véase tambitn Lieberman, 1980, y la respuesta de Powell (1981, págs. 423 y
ss.). Para un análisis muy interesante sobre el modo en que la disposición espacial de
la escritura cuneiforme temprana se desarrolló a partir de su uso en piezas de cambio
en respuesta a las necesidades administrativas, fundamentalmente económicas y de
archivo, véase Green, 1981.
76 La lógica de la escritura y la organización de la sociedad

según Le Brun y Vallat, 1978) estaban representadas por piezas de


cambio, y las que representaban una sola transacción estaban
introducidas en una bola de arcilla «au montant du contrat» (pág.
30); sobre la superficie de este recipiente se pasaban uno o dos sellos
cilíndricos para sellar el documento. En caso de discusión, el
recipiente podía abrirse, pero una vez roto ya no podía volver a
usarse. Así pues, una segunda fase consistió en marcar el contenido
en la superficie, bien imprimiendo la forma de las propias piezas de
cambio en el barro, o bien con alguna copia inscrita. Ahora ya no
hacía falta abrir el recipiente. Efectivamente, las propias piezas de
cambio llegaron a ser superfluas, dando paso a las llamadas «tablillas
numéricas», para Schmandt-Besserat (1981 b) «tablillas impresas», ya
que ella cree que el significado de las piezas de cambio era más
amplio. De hecho, en Susa estas tablillas se encuentran en el mismo
nivel que los recipientes y las piezas de cambio, pero son reemplaza-
das en el nivel 18 por signos pictográficos incisos proto-elamitas 3,
que en la mitad del tercer milenio dieron paso a la escritura
cuneiforme de sus vecinos mesopotámicos.
Algunos autores consideran que los recipientes y los posteriores
desarrollos de la escritura están relacionados con la administración
del templo, que registraba los regalos recibidos o los impuestos
recolectados por dicho organismo. Efectivamente, Schmandt-Besse-
rat asociaría la aparición de los recipientes en el cuarto milenio con la
época en que «el clero fue investido con el poder de imponer
mediante sanciones la entrega de las mercancías» (1980, pág. 381 ),
aunque las primeras piezas de cambio estuvieron dispersas por todo
el creciente fértil y pudieron tener alguna relación con las actividades
comerciales. Esta autora considera que la invención de los recipien-
tes fue estimulada por la necesidad de conferir un carácter oficial a
ciertas transacciones mediante el uso de sellos, ya que todos los
encontrados en los centros administrativos principales tenían este
tipo de marcas. Sin embargo, otros creen que los hallazgos de los
recipientes y las piezas de cambio representan archivos de comer-
ciantes (Le Brun y Vallat, 1978) que contienen registros de contratos
privados, especialmente préstamos; y, en efecto, más tarde encontra-
mos ventas de tierras, de casas y arrendamientos agrícolas que
constituyen transacciones «privadas» más que «públicas». Esta cues-

3 Amiet señala muchos de tales signos en el nivel 17, pero sólo aparecen de forma
«organizada» en el siguiente nivel (Le Brun y Vallat, 1978, pág. 40).
La palabra de Mammon 77

tión es muy importante; en primer lugar, para aquellos que, como


Polanyi, algunos historiadores marxistas y la mayoría de los antropó-
logos, piensan que la economía del Mundo Antiguo estaba organiza-
da centralmente por el estado o el templo, ya sea considerando esto
un ejemplo de despotismo oriental, un capitalismo de estado o un
sistema redistributivo y, en segundo lugar, para aquellos que, como
W oolley y otros estudiosos del Cercano Oriente antiguo, hacen
mayor hincapié en las actividades de los grupos de mercaderes que
trabajan por cuenta propia pero que pagan impuestos, derechos y
ofrendas a las «grandes organizaciones» del estado y el templo. Tras
examinar los testimonios de un período posterior, volveré a esta
cuestión, pero, mientras tanto, el papel de las piezas de cambio por
lo que se refiere a la escritura plantea otra cuestión importante,
aunque su relación con la economía es más indirecta.
Schmandt-Besserat sostiene que las piezas de cambio no sólo
estuvieron relacionadas con la escritura mediante los recipientes de
arcilla que más adelante se convirtieron en tablillas escritas, sino que
las mismas piezas de cambio fueron los prototipos de signos
«pictográficos» cuneiformes específicos. Esta opinión rechazaría de
una vez por todas la idea de que la escritura se desarrolló desde
sistemas de pictogramas (es decir, dibujos de objetos distintos de los
signos de las palabras), aun más primitivos. Indudablemente, mu-
chos signos sumerios tienen componentes figurativos, como muchos
de los caracteres chinos, pero está claro que no hay una evolución
general de lo concreto a lo abstracto, como lo demuestra la
naturaleza «abstracta» de muchos de estos signos tempranos, espe-
cialmente de los signos numerales. Ya hace muchos años Boas
sostuvo (1927) que lo mismo puede afirmarse del «arte primitivo» y
del diseño primitivo en general, idea que es confirmada a poco que
reflexionemos seriamente sobre las culturas orales contemporáneas.
En efecto, puede ser que el mismo hecho de que necesitáramos una
gran cantidad de signos en un sistema logográfico fuera lo que
estimulara cierto grado de representación pictórica con propósitos
mnemotécnicos, al igual que la identificación de algunas de las
miríadas de estrellas del cielo se ve facilitada por la representación de
constelaciones particulares, como la Osa Mayor, la constelación de
Orión, etc. Se señala este hecho en parte para modificar la idea de la
evolución general de lo concreto a lo abstracto que subyace a
algunas formulaciones de las diferencias o desarrollos culturales; la
evolución tiene que estar relacionada con las actividades de un
78 La lógica de la escritura y la organización de la sociedad

campo específico y asociada con mecanismos particulares, y hay


algunos aspectos, como los de representación visual, que han
evolucionado en dirección contraria (véase Baines, 1985).
Sin embargo, en estos desarrollos hay un elemento que sí lleva a
la abstracción y generalización. Las piezas de cambio representan el
contenido de las transacciones de forma abstracta cuando compara-
mos estas operaciones no sólo con un trueque directo, con las
transacciones en especie, sino también con las formas de «dinero»
representadas por ciertos tipos de intercambio tales como la plata en
Mesopotamia y las barras de sal en el oeste africano. Desde luego,
pocas sociedades humanas -si es que hay alguna- están limitadas a
los meros intercambios simultáneos de un objeto por otro; algunas
transferencias conllevan retrasos, otras alguna generalización funcio-
nal de mercancías como medio, sean éstas esteras de rafia o artículos
de ropa. Pero el uso sistemático de las piezas de cambio supone el
primer paso hacia una economía basada en medios generalizados de
intercambio a los que podríamos denominar dinero. El uso de este
término plantea problemas de definición, relacionados con el grado
en que es posible utilizarlo de forma generalizada en las diveras
transacciones posibles o potenciales. Pero si las piezas de cambio
estuvieran tan íntimamente relacionadas con la escritura, debe
considerarse que ambas facilitaban el uso de medios de intercambio
más generalizados, cuestión que sacaremos de nuevo a colación al
tratar las «cartas de crédito» y las «unidades de cuenta».
Desde luego, con esto no sugerimos que las piezas de cambio
fueran medios de intercambio; parece cierto que en el período tardío
fueron usados en la contabilidad para fines mercantiles y de
organización. Tampoco se ha querido sugerir en ningún momento
que en las culturas orales no se utilicen representaciones arbitrarias
para el intercambio. Entre los loDagaa del oeste de Africa se da un
interesante uso del juego. Al igual que en otras partes del mundo,
uno no sólo se jugaba «piezas de cambio» o incluso «dinero», sino
también otros artículos sobre los que se tenía algún derecho,
incluyendo a la esposa. Las conchas de cauri, que constituyen un
medio de intercambio de cierta generalidad, no sólo se usan como
medios de pago en el juego, sino también se apostaban las propias
conchas, al igual que cuando el premio es la misma moneda que se
ha lanzado al aire. Pero, como en otros lugares, una cierta combina-
ción de las conchas puede representar alguna otra cosa de manera
puramente arbitraria, por ejemplo, la esposa, el derecho de hacer el
La palabra de Mammon 79

primer movimiento en un juego o, en la adivinación (cuando los


dioses están manejando más deliberadamente la caída del dado), la
necesidad de hacer un s.acrificio. El uso de estas formas de represen-
tación abstracta es intrínseco a la condición humana. Sin embargo,
aunque no creo que el uso de las piezas de cambio en el noveno
milenio marque el principio de la «contabilidad», ni siquiera del
registro de datos al nivel más elemental, en cambio sí que señala, al
igual que la escritura, un hito en la posterior separación del número
y el objeto que es esencial para el desarrollo no sólo del «dinero»,
sino de las matemáticas, cuyas raíces se sitúan a menudo en el tercer
milenio, con el comienzo de la escritura (Friberg, 1978-1979).
Hay otra forma en la que la representación gráfica se presta a la
contabilidad, no sólo a través de los números -que pueden
desarrollarse independientemente al ser un sistema autodefinido-,
sino a través de las palabras. La escritura fomenta un uso no
sintáctico del lenguaje que hace de él un instrumento especialmente
adapatado a las finalidades de la contabilidad, tan características del
lineal B egeo. Incluso en el caso de Egipto, donde los usos de la
escritura para fines religiosos y para las exhibiciones monumentales
fueron tan importantes en una primera fase, Baines considera que la
«administración» (es decir, la «contabilidad») tiene «primacía en el
origen de la escritura» (1983, pág. 575), esto es, el tipo de
administración que caracteriza el estado burocrático complejo. Este
uso «no textual» de la escritura (al que me he referido en otra parte
como «no sintáctico» o como «descontextualizado» en términos de la
estructura de la oración) materializado en listas de varias clases
afectó a otras áreas de la comunicación, pero dominó los usos
administrativos, desembocando probablemente «en una amplia proli-
feración de la cantidad obtenida, permitiendo un mejor control
central de la actividad económica, así como un control más preciso
de la distribución de la generosidad real».
Estas formas no sintácticas que conllevan el mantenimiento de
archivos tuvieron un efecto de realimentación sobre otros usos del
lenguaje y posiblemente sobre el propio lenguaje, ya que el uso
de listas categóricas, conceptuales y administrativas fue importante
sobre todo para las escuelas (Goody, 1977). Esta opinión se ve
apoyada en cierta medida por el Antiguo Egipto, donde Baines
señala que, si bien la escritura se utilizó en la administración y en la
exhibición monumental casi desde el principio, durante cerca de
medio milenio no hay ningún ejemplo de «textos continuos». La
KO La lógica de la escritura y la organización de la sociedad

«restricción original de la escritura a las tablas, marcas de propiedad


y acotadones» continuó ejerciendo su influencia incluso sobre las
formas habladas. En una interesante historia de un período posterior
(cerca del 1200 a. de C.), un vaquero «enumera» lo que lleva de la
siguiente manera: «trigo*: 3 sacos; cebada: 2 sacos, etc.»; Baines
comenta sobre esto que «puede que la gente no hablara realmente
así, pero es profunda la influencia de la presentación tabular del
material escrito que contiene números» (1983, pág. 575). La contabi-
lidad y los listados desarrollan una clase diferente de lenguaje,
introduciendo fórmulas extensas y omitiendo verbos, como ha
señalado Veenhof en el caso de Mesopotamia (1972, pág. 346). En la
práctica, si yo estuviera contando a alguien lo que transporto
construiría frases sencillas más que fórmulas: «Bueno, hay tres sacos
de trigo y hay además dos de cebada», etc. El habla no suele ser
telegráfica. Aquí estamos presenciando el desarrollo de un lenguaje
escrito adaptado a la contabilidad para la administración del templo
y del palacio, así como para el intercambio comercial y las transfe-
rencias interpersonales.

La escritura y la economía del templo

Dotaciones e ingresos

No sólo fue la administración central en Egipto la que. se


benefició de la escritura; al igual que en Mesopotamia, también se
benefició la iglesia. En el primer período, el único gran cuerpo de
documentos procede de los templos funerarios de los reyes de la
dinastía V (sobre el 2500 al 2350 a. de C.), y en él se incluyen
ejemplos de «registros detallados»; las fundaciones religiosas cerca-
nas a la residencia real eran «relativamente ricas y sus fondos eran
administrados con un estricto control, y tenían los medios y el
interés necesarios para producir documentos elaborados» (Baines,
1983, pág. 585).
Como hemos visto en el primer capítulo, la dicotomía entre el
templo y el palacio, como instituciones socio-culturales distintas con
intereses propios, marca las dos grandes culturas escritas del antiguo

* Emmer en el original. En realidad se trata de una variedad del trigo, cuyo


antepasado silvestre (triticum dicoccum) se cree que crecía espontáneamente en Persia
occidental, Mesopotamia, Siria y Palestina.
La palabra de Mammon 81

Oriente 4 • Goedicke ha explicado cómo los grandes templos egipcios


del Imperio Antiguo no se desarrollaron en un principio a partir de
cultos locales, ya que éstos no poseían importancia económica ni un
clero profesional 5 • Más bien parecen haberse desarrollado a la vez
que la expansión del estado en el caso del culto a Horus (1979, pág.
116); la actividad del clero de Heliópolis data de la dinastía III, pero
careció de independencia económica al estar tan integrado en la
estructura política. La «función económica y administrativa del
templo de culto se desarrolló a partir de las responsabilidades
funerarias de la corona» (pág. 120), ya que la atención a este culto,
especialmente en forma de ofrendas diarias de alimentos, exigía
preparativos administrativos y éstos, a su vez, requerían recursos
económicos en forma de fundaciones funerarias reales, que Goedicke
compara con las waqf islámicas, aquellas corporaciones religiosas que
más tarde alcanzarían tal importancia precisamente en esta misma
región.
Cuando la generosidad requerida para aplacar a los dioses ya no
se cubre con ofrendas diarias, sino con dotaciones permanentes, el
resultado es una mayor independencia para los administradores
sacerdotales. No sugiero que esta afirmación tenga validez universal;
pero si consideramos lo que ocurre en la actualidad, no es necesario
sostener la idea de la primacía del dominio económico para poder
apreciar que es «natural» (es decir, probable) que las escuelas,
facultades y sectas se esfuercen por no depender del «cepillo» diario,
mensual o anual.
En Egipto, las dotaciones provenían en gran medida de la
corona y a menudo se registran por escrito. En la Piedra de Palermo,
que es probablemente una copia tardía de los anales recogidos en la
dinastía V y que se remontan hasta la I, se enumeran donaciones o
dotaciones reales casi todos los años; estas donaciones consistían en
bienes raíces y en ofrendas, principalmente a divinidades sostenidas
por razones políticas además de por piedad.
Una inscripción que registra una ofrenda de este tipo estipula
que «todo su producto [o las tierras] es una ofrenda del dios, exenta
en cuanto tierra del dios» (págs. 127-128), en otras palabras, libre de
4 Sobre el problema más general del conflicto entre una Iglesia acumuladora y un

Estado acaparador, véase Goody, 1983.


5 En el primer período no hay muchas pruebas de la existencia de templos

importantes dedicados al culto a la divinidad, excepto en uno o dos lugares; es una


cuestión a del;,atir si este material indica o no una distribución más amplia de tales
templos.
82 La lógica de la escritura y la organización de la sociedad

impuestos al estado. Esta exención, detallada en un decreto del rey


Neferkare, parece que no se aplicaba a un solo culto sino a todos los
«sacerdotes». Dichos sacerdotes no parecen haber sido personal con
dedicación completa, sino «pluriempleados»; sin embargo, estamos
ante una élite profesional que depende no sólo de las ofrendas diarias
(los cuencos de arroz, las monedas de la viuda), sino del producto de
una dotación consistente en el recurso agrícola básico, es decir:
tierras.
Para este propósito la dotación del templo tiene que consistir en
tierras organizadas en un cierto tipo de sistema productivo. La tierra
que un gobernante del oeste africano podría proporcionar no sería
un buen donativo a menos que pudiera proporcionar también la
mano de obra, y aun así los beneficios serían mínimos. La mayoría
de las formas de cultivo rotativo no permiten crear un sistema de
dotaciones; sólo son posibles las ofrendas, aunque éstas pueden
acumularse. En estas condiciones es grande la vinculación de los
cultos religiosos con otros aspectos de la sociedad y es pequeña la
independencia relativa y la autonomía estructural de la iglesia frente
al estado.
Independencia significa que el gobernante podría haber tenido
que buscar deliberadamente el apoyo de la iglesia, que no siempre se
otorga de forma automática. Goedicke sugiere que las concesiones
que hizo Neferkare al clero pudieron ofrecerse a cambio de que
apoyaran sus derechos al trono por sucesión fraterna, ligeramente
dudosos (pág. 129). Comoquiera que fuera, estas concesiones lle-
varon a los sacerdotes a ser cada vez más independientes como re-
sultado de su posesión de «tierras divinas». A pesar de que el
hecho de que los sacerdotes tuvieran asignada una pluralidad de tales
arrendamientos en diferentes partes del país les otorgaba indepen-
dencia personal, su independencia del estado estaba limitada por
razón de que muchos servían en él como altos funcionarios. Durante
un tiempo se ahondó la separación entre las instituciones y su
personal, así como entre el estado y la iglesia; esta independencia se
vio favorecida por reyes posteriores, quienes tuvieron que hacer
mayores donaciones para obtener apoyo político. Este complejo
sistema de una iglesia y un clero con tierras donadas requería un
complicado sistema de registro aunque, desde luego, el estado hizo
peticiones similares, probablemente con anterioridad.
La relación entre iglesia y estado varió con el tiempo. En
Mesopotamia, al menos en ocasiones, hubo una separación más clara
La palabra de Mammon 83

que en Egipto. Después del período babilónico antiguo hay una


reducción del crecimiento económico, y de aquí la importancia
política del templo tras el auge de la organización palaciega encabe-
zada por el rey (Oppenheim, 1964, pág. 187). Hammurabi, que
sometió gran parte de Mesopotamia, intentó incrementar los recur-
sos financieros de la corona subordinando la economía de los
templos al control directo de la administración palaciega, un proceso
que se ha descrito como secularización (Renger, 1979, pág. 252;
Harris, 1961, págs. 117-120) 6• Si bien la iglesia pide y recibe apoyo
por sus buenos servicios a los dioses y hombres, sus recursos
acumulados son una tentación constante para el palacio y para la
clase dirigente en general, independientemente de que se pretenda
expropiar sus tesoros para obtener beneficios privados, para el
desarrollo público o simplemente para reducir su poder. No obstan-
te, el templo siguió siendo una de las dos «grandes organizaciones»,
junto con el palacio, y consumía los mejores productos de los
campos y los rebaños, que se enviaban al templo a fin de emplearlos
como alimento para la imagen, como ingresos o raciones para los
administradores y trabajadores, y, en tercer lugar, con el propósito
de almacenarlos para uso futuro o exportarlos e intercambiarlos por
materias primas.
Como hemos visto, los recursos en manos del templo provenían
de varias fuentes: las ofrendas de los creyentes, la asignación de
recursos fiscales y las contribuciones en forma de mano de obra.
Gran parte de los recursos procedían del rey, que era el responsable
de los templos (Lansen, 1976, pág. 119). Un texto asirio antiguo
utiliza la fórmula «construyó el templo por su vida y por la
prosperidad de su ciudad» (pág. 64). Como en otros lugares, parte de
la riqueza precisa provenía del botín de guerra; incluso aquellos
grandes depredadores europeos que invadieron Sudamérica contri-
buyeron a la construcción de iglesias y al tesoro real.
De los victoriosos reyes mesopotámicos «el templo esperaba una
parte del botín, especialmente preciosas ofrendas votivas para
presentarlas a las divinidádes en las cámaras del templo, y la
asignación de prisioneros de guerra para aumentar la mano de obra
del templo» (Oppenheim, 1964, pág. 108). A los reyes se les hacía
ver que su deber era construir «santuarios más grandes y más

6 Sobre la secularización de las tierras por los gobernantes de Acadia, véase

Garelli, 1969, pág. 91.


84 La lógica de la escritura y la organización de la sociedad

suntuosamente decorados con altas torres ... , una expresión de


agradecimiento así como una garantía de éxitos futuros». Sin
embargo, los intereses del palacio y el templo eran dispares en ciertas
cuestiones básicas, lo que producía conflictos de intereses. «Mientras
el templo se esforzaba por conseguir una independencia económica
asegurada por propiedades agrícolas y mano de obra suficiente, el
rey también tenía que mantener e incrementar la base fiscal del
palacio, o sea, del estado» (pág. 109).

La contabilidad
Las permanentes donaciones acumuladas por la iglesia, proce-
dentes en su mayor parte de las arcas reales, es decir, «gubernamen-
tales», trajeron ciertas consecuencias. En primer lugar, la escritura
adquirió una importancia decisiva en la enajenación de la propiedad,
particularmente de las tierras, que requerían las grandes organizacio-
nes. En segundo lugar, la adquisición de los medios básicos de
producción implicó al templo en el negocio de la producción y de la
organización de la producción ajena. En tercer lugar, la organización
de la producción se vinculó a la del comercio, aunque esta última
haría su propia contribución independiente a los ingresos y activida-
des del templo. Finalmente, la misma complejidad de la economía
del templo, la necesidad de alimentar y vestir a su clero, supuso el
registro de los ingresos y los gastos. En todos estos contextos el
templo hizo un uso de la escritura tan amplio como el palacio y el
comerciante, ya que llevaban a cabo actividades similares. Como sus
actividades estaban orientadas a fines diferentes, surgieron contra-
dicciones internas entre la ideología y la práctica, entre las cuentas
celestiales y las terrenas.
La historia posterior, en la que se dan numerosos ejemplos,
puede ayudar a aclarar estas cuestiones. El papel de los templos con
tradición escrita en una economía posterior se puso de manifiesto en
la historia de la iglesia cristiana de la temprana Edad Media europea.
A pesar de una ideología dedicada a la renuncia de la riqueza
terrenal, acabó siendo una iglesia propietaria con sus textos rituales y
registros formales, documentos que tanto esclarecen el funciona-
miento general de la economía 7 • Pero quisiera poner otro ejemplo,
referente al Sri Lanka medieval, porque nos recuerda que hasta hace
7Véase el estudio de Dyer sobre el obispado de Worcester entre los siglos VII y
X\'I (1980).
La palabra de Mammon 85

poco la importancia de la economía del templo era crucial en gran


parte de Eurasia.
En su estudio de los monasterios budistas en el primer período
medieval, Gunawardana (1979) señala el significado de las donacio-
nes religiosas que se inician en el siglo II a. de C. Aunque los monjes
budistas originalmente habían sido devotos de la vida ascética y las
primeras donaciones fueron cuevas, el auge de los clérigos y los
monasterios necesitó una dotación más regular y un · hábitat más
«artificial». Su dependencia total de las donaciones irregulares para la
alimentación y el vestido se hizo insostenible, y necesitaron una
fuente de ingresos estable para poder administrarse independiente-
mente. Tal cosa sólo era posible si se adquirían derechos sobre los
medios básicos de producción.
Las ofrendas de la congregación continuaron siendo de impor-
tancia en la mayoría de las comunidades de los templos, en forma
tanto de productos para las imágenes, incienso, flores, holocaustos, y
otras cosas más duraderas para el clero, aunque el dinero depositado
en el plato es una ofrenda más flexible que los bienes en especie.
Tales ofrendas son signos externos de la participación de los fieles,
una pequeña ofrenda es una expresión visible de la esperanza de una
inmediata bendición como recompensa. Las donaciones permanentes
suelen proceder de aquellos que están preocupados por la continui-
dad a largo plazo, de reyes, de la nobleza, de quienes contemplan su
destino en el otro mundo. La idea de que el futuro en el otro mundo
está relacionado con las buenas.acciones en éste supone.un beneficio
obvio para los intermediarios entre los dioses· y los hombres, así
como para los pecadores ricos.
En Sri Lanka la tecnología mejorada de la producción agrícola,
especialmente la extensión del regadío, que comenzó alrededor del
100 d. de C. y duró los siete siglos siguientes, significó que los reyes
y los nobles tuvieron suficientes excedentes para asignar las enormes
dotaciones que requerían la construcción y el mantenimiento de los
templos y monasterios. Estas dotaciones adoptan la forma no sólo de
derechos sobre la tierra, a veces propiedad, sino también de derechos
de percepción de rentas, impuestos, derechos de riego y prestaciones
personales, incluyendo donaciones de esclavos, aun cuando esto iba
contra la letra y el espíritu de la sangha, la comunidad budista (pág.
121, 345).
Un aspecto importante del sistema de gestión de las propiedades
y de los recursos laborales (que estaban relacionados con las
86 La lógica de la escritura y la organización de la sociedad

donaciones) fue la tradición de registrar y archivar información. En


palabras de Gunawardana, «el interés que manifestaba el monasterio
por la contabilidad y el registro era digno de un negocio» (1979,
págs. 125-126). El monasterio llevaba un registro de los monjes
residentes del tipo de los que se conocen en el norte de la India. En
el monasterio Abhayagiri se registraba el nombre y los deberes de
todos los empleados. Según las tablillas Mihintale, se asentaban en
los registros todos los recibos de las fincas, todos los pagos hechos
para el aprovisionamiento de alimentos y para las reparaciones, así
como los nombres de aquellos que tenían derecho a un subsidio.
El monasterio estaba gestionado por un comité administrativo,
al igual que en los templos hindúes del sur de la India, comité que en
algunos casos incluía a seglares, ya que las reglas de disciplina
contenidas en el Vinqya Pitaka ordenaban a los monjes abstenerse de
actividades profanas, incluida la aceptación, administración y empleo
de riquezas materiales. La existencia de esta dotación económica
atrajo inmediatamente la atención sobre lo que Weber llamó «la
paradoja de todo ascetismo racional», que crea la riqueza que
rechaza. «Los templos y los monasterios han llegado a ser en todas
partes los loci de todas las economías racionales» (Weber, 1947b, pág.
332). En otras palabras, la «racionalidad» de la escritura, una
«racionalidad» económica, se encuentra en el corazón de las institu-
ciones religiosas que se ocupan de lo «no racional».
A partir de las entradas en estos registros, el comité administrati-
vo preparaba un balance diario de las cuentas. Este era debidamente
firmado y guardado en un cofre con cerradura, que a continuación se
sellaba y guardaba en un relicario. Al final del mes se preparaba un
sumario más completo, y al final de cada año los doce informes
mensuales eran recopilados para el balance anual presentado a la
asamblea de monjes. Una inscripción señalaba que esto debería
hacerse antes del octavo día de la luna menguante del mes Vap
(octubre/noviembre), siete días antes del Dípáváli, el día en el que los
mercaderes hindúes hacían su contabilidad anual (Gunawardana,
1979, pág. 129).
El desarrollo extraordinario de la contabilidad y la revisión de
cuentas no sólo se debió a la naturaleza colectiva y corporativa de la
sangha, una auténtica sociedad de consumidores, sino también al
hecho de que se tenían propiedades en común. Esta propiedad se
explotaba de diversas y complicadas maneras que fomentaban -si es
,¡ue no requerían- un sistema de cálculo por medio de registros
La palabra de Mammon 87

escritos. Cada monje tenía derecho a una «partidpación» en el


excedente anual, una práctica que recuerda, como todo el sistema de
contabilidad y revisión de cuentas, a los «dividendos» que recibían
antiguamente los Fellows* de algunos Colleges de Oxford o Cambrid-
ge, por no hablar del reparto anual de beneficios de las modernas
empresas. No es sorprendente oír que la pérdida de la propiedad que
sufrieron posteriormente los monjes como consecuencia del dominio
extranjero y la confiscación política tuvo «un efecto perjudicial sobre
la existencia de la comunidad monástica» (pág. 328). Esta situación
se repetiría en muchos otros casos posteriores de «disolución de los
monasterios».
El funcionamiento interno de la comunidad monástica estaba
basado en un tipo de sistemajqjmani que dependía más de las rentas
en especie que de las transacciones en moneda, aunque el oro se usó
para la adquisición de ropa y de otras mercancías, esto es, para
productos de comercio exterior. Sin embargo, está claro que la ética
budista no fue un impedimento para la acumulación de la propiedad,
ni siquiera para el ejercicio del juicio económico «racional». ¿Fue la
demolición de la economía de los templos, la reversión de su capital
e ingresos al uso secular, quizá más decisiva que la demolición de
una ética económica específica (burlada en Sri Lanka tan fácilmente
como en el islam y el cristianismo) para el desarrollo de la economía
industrial moderna? Está poco claro que el «fracaso» del sur asiático
para desarrollar formas capitalistas occidentales pueda explicarse en
función de las limitaciones de una ética religiosa, y mucho menos de
un modo de producción oriental. Si bien los factores influyentes en
el desarrollo del siglo XVI en Europa incluyeron cambios en los
modos de comunicación (véase Eisenstein, 1979 sobre la imprenta) y
en el modo de producción, la perspectiva histórica que considera un
período más largo puede también mostrar que hemos sobrestimado
mucho la diferencia que existía en esta época entre Oriente y
Occidente, y que hay que explicar más y menos de lo que creíamo!;.
Este análisis ha sugerido que la idea de Hocart de la unidad de
iglesia y estado en Sri Lanka (1950, pág. 67) no puede mantenerse, y
mucho menos el punto de vista de que la organización monástica fue
un «ministerio del estado». Como subraya Gunawardana, la posición
económica del monasterio y el prestigio y autoridad de la sangha

* Jellows: Miembros de una facultad que tenían derecho a percibir emolumentos de


los ingresos de ésta.
88 La lógica de la escritura y la organización de la sociedad

garantizaba un alto grado de autonomía. La simbiosis fue antagonis-


ta y modificadora de cualquier tendencia hacia el centralismo
despótico (pág. 350). Efectivamente, en todas las economías del
templo tal independencia tuvo que suponer un obstáculo para la
acumulación monolítica del poder y, lo que es más importante,
fomentaría la descentralización feudal.
Como hemos visto, los peligros de la autonomía relativa de la
iglesia y el estado consisten en que cada uno de ellos puede interferir
en el funcionamiento del otro, con resultados potencialmente desas-
trosos, sobre todo para el más «débil». La invasión cola a finales del
siglo X de las llanuras del norte de Sri Lanka dejó a la sangha en una
situación difícil, pues perdió tanto su sostén como su propiedad. La
restauración de la unidad del país invirtió la tendencia hasta que los
propios clérigos intervinieron en la política y despertaron la ira de
Vikramabahu I al tratar de impedir que llegara a ser rey. Cuando
subió al trono procedió a confiscar los terrenos monásticos, a pesar
de los esfuerzos de algunos monjes por defender sus posesiones y sus
privilegios utilizando mercenarios tamiles (Gunawardana, 1979, pág.
349), poniendo en marcha de esta manera una serie de acontecimien-
tos irreversibles cuyas consecuencias perduran aún en nuestros días.

La escritura y la economía del palacio


El templo recibió del palacio gran parte de su dotación económi-
ca, y éste a su vez recaudaba impuestos, organizaba la producción
principal, participaba en el comercio (en unas épocas más que en
otras) y distribuía sus bienes dentro o fuera de la casa real. La
contabilidad de los ingresos empleaba métodos de escritura pareci-
dos a los encontrados en la economía del templo, pero fueron
aplicados más ampliamente en el registro de botines y en el censo de
la población para fines fiscales y de control.

Los impuestos y el censo


Los impuestos agrícolas en Mesopotamia se pagaban en especie y
suponían un porcentaje de la producción anual; teóricamente, éste
era el 10 %, pero el sistema de arrendamiento de impuestos suponía
una exacción que oscilaba entre un quinto y la mitad de la
producción. Estas contribuciones eran enviadas por el recaudador a
los almacenes gubernamentales, donde los funcionarios podían
La palabra de Mammon 89

llamarle para explicar las demoras y llevaban un cuidadoso registro


de todos los ingresos, los cuales se ponían en circulación tan
rápidamente como era posible; «los animales podrían enviarse a los
rebaños estatales; otras mercancías perecederas eran vendidas o
prestadas a los mercaderes a tipos regulares de interés, o se
entregaban a las fábricas del gobierno para su manufactura» (Woo-
lley, 1963, pág. 628).
Otros impuestos se recaudaban de las mercancías de la ciudad y
de la gente. La comprobación de las actividades de los recaudadores
y una previsión presupuestaria se obtenía mediante el registro de
todos los contribuyentes, es decir, mediante el censo. «Se llevaba un
registro de los nacimientos, por lo que se podían establecer fácilmen-
te impuestos personales; pero para los impuestos en general las listas
estaban relacionadas no sólo con las personas, sino también con la
propiedad» (Woolley, 1963, pág. 628). En Babilonia, los nombres de
tales listas estaban divididos en tres categorías: «Primero vienen los
campesinos, semi-siervos, sometidos a la corvée y al servicio militar,
propietarios de pequeñas parcelas de tierra o viñedos, de quienes se
suele señalar que «no tienen ganado»; a continuación, la clase media,
entre la cual encontramos a comerciantes, jardineros, pastores y
mozos; después vienen los hidalgos, que se distinguen por la
posesión de carros de guerra» (pág. 629). Aquí se nos recuerda
vívidamente la íntima conexión entre la escritura, el censo y los
impuestos. En los estados sin escritura, el equivalente a los impues-
tos es el tipo de proceso que Polanyi llamó «redistributivo» (1957),
que Pryor denominó «acumulación central» (1977) y que Sahlins ha
descrito en el caso de los reinos polinesios (1958) y Herskovits en el
de Dahomey (1938). Pero los complicados sistemas de impuestos, la
mayor precisión en la previsión de necesidades, recursos e ingresos,
unidos al consiguiente miedo de la población a ser incluida en el
censo (el cual representa la penetración del estado en la vida
doméstica de sus súbditos y constituye el medio para obtener los
impuestos ahora y en el futuro), todo esto depende decisivamente
del uso de la escritura (véase también Postgate, 1974).

La administración central
Mientras que la economía de Mesopotamia fue originalmente en
gran medida una economía de templos que más tarde se secularizó,
en Egipto, tras la supresión de los nomarcas o gobernadores
90 La lógica de la escritura y la organización de la sociedad

provinciales, la economía estuvo controlada principalmente por el


gobernante aunque más tarde hubo ocasiones en las que el clero
tuvo más poder que el rey. Durante el Imperio Nuevo los grandes
templos adquirieron enormes haciendas como donaciones reales, y
las ganancias procedentes de estas tierras proveían al mantenimiento
del clero y a la observancia del servicio al dios. Este sistema
eclesiástico de arrendamiento de tierras a tal escala sólo fue posible
bajo un sistema de cultivo intensivo (e impuesto), cuyo origen, por
otra parte, fue civil. Fue el hecho de que la iglesia pudiera funcionar
como una corporación productiva lo que la convirtió aquí, como en
la Europa medieval y en el Tibet, en un rival para el control del
sistema político. Su posición no dependía sólo de la acumulación de
recursos. Los templos fueron esenciales para la enseñanza de la
escritura; en el tercer período intermedio ya controlaban la forma-
ción de los escribas y burócratas que manejaban el aparato guberna-
mental.
Durante la mayor parte del período histórico, la economía
nacional de Egipto estuvo centrada en la figura del faraón. Gran
parte de los dos tercios de la tierra no controlados por los templos
era trabajada por siervos bajo la supervisión de funcionarios desig-
nados por él. Sin embargo, también se asignaron tierras a particula-
res en condiciones diversas, y éstas podían transferirse por testamen-
to o por venta, procedimientos ambos que se hacían constar en
documentos escritos. Los arrendatarios podían tener otras propieda-
des· de la corona, por cuyo uso pagaban un gravamen anual
archivado en los registros tributarios de la «Casa Blanca», el Tesoro
de Egipto. Los impuestos se pagaban en especie y se guardaban en
los almacenes reales y del templo. Esta era la «economía de almacén
central» arquetípica ejemplificada en la historia bíblica de la adminis-
tración de José, y dependía, al menos a esta escala, del mantenimien-
to de registros.
Como hemos visto, este hecho tuvo interesantes consecuencias,
tanto conceptuales como prácticas, pues todas las mercancías lleva-
das a los almacenes -grano, ganado, vino, artículos de lino- eran
facturadas en términos generales para las «contribuciones», una de
las cuales también significaba «trabajo» o derivaba de la misma raíz.
Las mercancías solían ser consideradas del mismo modo que la corvée
usada para construir una pirámide o limpiar un canal (Woolley,
1963, pág. 624). En otras palabras, había cierta tendencia hacia una
unidad de cuenta general, y hasta cierto punto abstracta, para valorar
La palabra de Mammon 91

las mercancías; transformación paralela al desarrollo de modos y


medios de intercambio relativamente generalizados. La evolución
fue incompleta en Egipto, donde había unidades de contabilidad
múltiples y no siempre intercambiables, especialmente en relación a
la mano de obra y las mercancías, pero fue una tendencia de la
misma clase que la que se manifiesta en la adopción reciente de
cuentas entre los vai del Africa occidental (Goody, Cole y Scribner,
1977), expuesta más adelante en este capítulo.
Aunque el uso primitivo de la escritura estuvo a menudo
asociado con la religión, el propio clero estuvo íntimamente ligado
tanto a la estructura política como a la economía. Pero la estructura
política planteó sus propias exigencias. En Egipto la aparición de la
escritura parece haber sido más o menos contemporánea de la
creación de un estado único y un panteón común. «Efectivamente, la
escritura fue en su origen un instrumento para la comunicación de
órdenes más que para el almacenamiento de ideas. Es absolutamente
esencial para la organización y el ejercicio del poder», declaró
Leclant (Woolley, 1963, pág. 664), aunque la expresión «ejercicio del
poder» apenas cubre todo el campo de proceso de información
implicado. La escritura fue primordial en la administración civil del
primer período dinástico, en el que los principales usos administrati-
vos estuvieron íntimamente ligados a la economía. El funcionario de
mayor rango era el Canciller, quien estaba a cargo de los tesoros del
Alto y Bajo Egipto, es decir, la Casa Blanca y la Casa Roja. Sus
empleados eran uno o más «ayudantes» y «escribas» (ss). «Sus
funciones... comprendían no sólo la supervisión de los ingresos
nacionales, la cual incluía al final de la dinastía II la organización del
«censo de oro y de tierras» bienal, sino también el almacenamiento y
distribución de varias mercancías, tales como los aceites y otros
productos recaudados como impuestos» (Edwards, 1971, pág. 38).
El control de las provisiones figuró destacadamente en la organiza-
ción económica y administrativa, como puede verse en la existencia
de varios departamentos que tratan de estos asuntos; los cereales
estaban a cargo de los «Graneros»; los suministros de las personas
privilegiadas, incluidos los templos y la corte, eran distribuidos por
la «Casa del Señor de la Generosidad», departamento íntimamente
vinculado a la «Mansión de la Vida» en el palacio; dos viñedos
estaban bajo el control de la «Oficina de Alimentación», y la carne
era guardada en un almacén especial llamado la «Casa de la carne».
Está claro que la escritura facilitó enormemente tales tareas
92 La lógica de la escritura y la organización de la sociedad

administrativas; una burocratización a esta escala sería difícil de


gestionar sin ningún tipo de registro expreso, semejante como
mínimo al que se desarrolló entre los incas mediante el quipu (Murra,
1980). Pero las transacciones más complejas de mercancías se
facilitan con la adopción de un lenguaje escrito, sobre todo en .el
ámbito de la economía. Gelb, al igual que otros, relaciona específica-
mente el origen de la escritura en Sumeria con las necesidades de la
economía pública. «Con el aumento en la productividad del país,
resultante del control estatal de los sistemas de canalización y
regadío, el excedente agrícola acumulado acabó en los almacenes y
graneros de las ciudades; era necesario contabilizar las mercancías
que llegaban a las ciudades, así como los productos manufacturados
que iban de las ciudades al campo» (1963, pág. 62) 8• Sin embargo,
aunque la escritura desempeñó posteriormente un papel importante
en la administración de la economía del palacio y del templo, sus
orígenes fueron quizá más simples. Como hemos visto, los sumeró-
logos generalmente están de acuerdo en lo que atañe al desarrollo de
un sistema de escritura completo desde sus primeros principios,
posiblemente a partir de las piezas de cambio, comenzando quizá con
los sellos cilíndricos y luego atribuyendo denominaciones y etiquetas
a las mercancías. ·
Tanto en Egipto como en Mesopotamia, la economía del templo
y del palacio origina el desarrollo de los burócratas y la burocracia,
de los archivos y archiveros. Un documento de los archivos de Ebla
de Siria censa un total de 11. 700 hombres empleados directamente
por los dignatarios y la administración de la Acrópolis, aunque este
número es difícil de creer. Otro calcula las raciones de cebada p;ra
un cuarto de millón de personas, quizá como ejercicio. El adveni-
miento del rey Sargón de Acadia (2334-2279) proporciona un
ejemplo más creíble del desarrollo de la administración, una evolu-

B Recientes estudios tienden a considerar el control del riego como competencia


de cada localidad, especialmente en Egipto (por ejemplo, A. B. Lloyd, 1983, pág.
326). En Mesopotamia, el hecho de que la inundación ocurriera en un momento
posterior y más desfavorable implicaba que era esencial preparar diques y malecones
para proteger los huertos del agua, construir terraplenes para almacenar y distribuir el
agua y cambiar de vez en cuando los lugares de cultivo para evitar la progresiva
salinización. La excavación de nuevos canales y el reasentamiento de la población
formaba, según Oppenheim, «una parte esencial del programa económico y político
del soberano responsable, cuya importancia era equiparable al mantenimiento de los
diques» (1964, pág. 42). Por supuesto, el soberano era generalmente el gobernante de
una ciudad estado.
La palabra de Mammon 93

ción desde el registro mínimo a algo mucho más extenso. Algunos


de los documentos comerciales y administrativos de este período se
han conservado, y parecen atestiguar el desplazamiento del énfasis
desde las haciendas de los templos a la economía secular. Tales
documentos se caracterizan por la formalidad burocrática (casi el
formulismo) de sus contenidos.

Las tablillas de negocios del período Agade suelen ser de tipo formal, listas y
recibos, aunque también hay documentos legales: declaraciones, ventas de tierras,
esclavos, animales y mercancías, informes sobre el tráfico de tierras y granjeros, y del
comercio entre ciudades. También existen cartas, caracterizadas en este período por
un peculiar exordio; tratan principalmente de la administración de las fincas y los
contratos de arrendamiento, y sólo se refieren a cuestiones de interés más amplio muy
ocasionalmente. (Gadd, 1971, pág. 450).

La proliferación real de los usos de la escritura se produjo en la


siguiente dinastía, conocida como dinastía III de Ur. Aquí la
influencia de la escritura se extiende a todos los rincones de la
economía: es fundamental para las operaciones comerciales, para
organizar la producción de los talleres del templo y del estado, para
recaudar el «excedente» agrícola, y para definir la transferencia y
pertenencia de la propiedad. La naturaleza de la escritura supuso que
su introducción produjera una transformación significativa en toda
actividad.

Las cuentas de palacio

La teneduría de libros en la economía de palacio hizo avanzar las


técnicas contables. Y a en el tercer milenio se desarrollan fórmulas
como títulos del libro de contabilidad (Veenhof, 1972, pág. 345). El
«balance de las cuentas» es una característica destacada de los
archivos reales de Mari en el Alto Eufrates, que datan del 1700. El
registro de varios repartos de comida terminan con una recapitula-
ción de la cantidad de comestibles distribuida durante el mes (Birto,
1960, pág. 291). Algunas tablillas no son más que resúmenes,
mientras que otras intentan «cuadrar las cuentas», esto es, hacer un
balance de ingresos y gastos, «sorties» y «rerus». Birto señala que en
cierta tablilla «el escriba no se contentó con alinear las cifras de los
ingresos y los gastos, sino que hizo un verdadero balance» (pág.
295). Una vez más, la cuestión consiste en encontrar una forma
94 La lógica de la escritura y la organización de la sociedad

abstracta de sumar juntas manzanas y naranjas. En el período


babilónico antiguo, en Sippar, esto se logró en la «oficina real de
cuentas de la lana» reduciendo la lana y la cebada a plata, que
funcionaba como «un modelo estándar por el cual se determinaba el
valor de las mercancías» (Yoffee, 1977, pág. 4).
Estas tablillas revelan toda la complejidad de la economía de
palacio, muy diferente de la de un reino africano, incluso de uno tan
centralizado como Dahomey en el oeste de Africa. En primer lugar,
la casa real se mantenía mediante un elaborado sistema de tributos e
impuestos, manteniendo les repas du roí, mediante los cuales el rey no
sólo se sostenía a sí mismo y a su familia, sino también su rango y
posición. Como en los templos del Sri Lanka medieval, se hallaba el
saldo de los ingresos y gastos para calcular los totales mensuales y
anuales. La misma contabilidad se aplicó a los metales; por ejemplo,
el oro se entregaba a los herreros, pero la corte ejerció un «rígido
control sobre el uso del metal precioso distribuido a los orfebres»
(Birot, 1960, pág. 315).
Proliferaron los funcionarios para controlar esta economía cen-
tral. Tales funcionarios desarrollaron diversos tipos de registros que
distaban de reflejar la estructura natural del universo. Por ejemplo,
algunas tablillas proporcionan una lista de trabajadores de ambos
sexos agrupados según sus ocupaciones (Birot, 1960, pág. 331).
Tanto de Mari como de Terga tenemos dos listas del mismo
personal; una es un informe de las raciones de grano distribuidas
mensualmente a cada individuo, y la otra no es más que una relación
de nombres. Como en la economía del templo, la «economía» de
palacio desarrolló métodos elaborados para seguir las transacciones y
hacer balances y revisión de cuentas, actividades que también
influyeron en el comportamiento lingüístico y en la vida social en
general (véase también Dalley, 1984).

La producción textil

El palacio no sólo se ocupaba de la contabilidad de sus ingresos y


gastos, sino también, y más directamente, de la producción y el
comercio. En la producción textil se comportó igual que el templq y
los comerciantes en diferentes períodos. La primitiva economía de
Mesopotamia fue durante mucho tiempo una economía de templos
más que una economía basada en artesanos individuales, a pesar de
La palabra de Mammon 95

que éstos existían, y una centralización de este tipo requería llevar la


contabilidad del personal y los factores de la producción. El uso de
libros de contabilidad y cuentas estaba relacionado con la organiza-
ción de las «fábricas» del templo (como las denominó Woolley) 0 lo
que otros llamaron «talleres» o «casas de trabajo», reservando el
término fábrica para los talleres en los que las máquinas (es decir,
máquinas más complejas) son manejadas por trabajadores a sueldo
en vez de siervos. Estos talleres producían tejidos que, como en
otras muchas economías estatales primitivas -en China, India, Perú
y Africa-, fueron un artículo de consumo e intercambio exterior e
interior, siendo una de las primeras materias que se manufacturaron
mecánicamente. Según parece, a medida que esta actividad se
extendió desde la producción puramente doméstica hasta la exporta-
ción, pasó de ser un trabajo femenino a uno predominantemente
masculino 10 ; en Ebla y en otros lugares todavía se empleaban
hilanderas, pero su exclusión del proceso de tejido se podría deber
en parte a la introducción del telar, que requería más fuerza, así
como a la comercialización de la producción. Los tejidos mesopotá-
micos eran principalmente de lana, mientras que en Egipto la base
del comercio textil fue el lino, el algodón en la India y la seda en
China 11 • En Mesopotamia, la ropa de lana, producida por trabajado-
res especialistas pertenecientes al gremio en los talleres regentados
por ricos comerciantes, por templos y por el palacio llegó a ser el
principal artículo de exportación; parece que la mayoría de los
trabajadores fueron esclavos, pero otros eran ciudadanos libres. Es
posible que algunos de estos últimos trabajaran en casa, recogiendo
los ovillos del almacén del templo y devolviendo la ropa terminada
(como parecen indicar los recibos del templo).
Se llevaban listas detalladas de los trabajadores individuales, de la

9 Woolley trata constantemente de recalcar los elementos «capitalistas» de la

economía antigua, para desazón de sus colegas soviéticos. Los seguidores de Polanyi
también subrayan la diferencia entre los sistemas económicos, pero es importante
intentar reconciliar la continuidad y la discontinuidad al tratar los modos de
producción. .
Según Garelli, la mano de obra de los talleres textiles era servil y femenina (1969,
pág. 103).
10 Este proceso está especialmente claro en Egipto. Cuando el telar asiático fue

introducido en el Imperio Nuevo era manejado por hombres, aunque su precursor


había sido trabajado por mujeres.
11 En Mesopotamia también se usaba el lino, y en el jardín real de Sennacherib

(704-681 a. de C., Oppenheim, 1964, pág. 94) y en la China del siglo XII d. de C. se
plantó algodón.
96 La lógica de la escritura y la organización de la sociedad

cantidad de lana que recibía cada uno, de la cantidad, peso y calidad


de la ropa una vez confeccionada y de los pagos en especie que
recibían (para los esclavos, éstos consistían solamente en raciones):
«se toma nota de las muertes, de las ausencias o de los sustitutos que
reemplazan a un empleado enfermo... El almacenamiento no era
menos propio de una organización empresarial. .. ; las listas son
inmensamente largas y muy detalladas, indican las medidas, pesos y
calidades, y anotan las entregas, generalmente contra el recibo:
"obsequio de lana a los músicos reales en la gran herrería; recibo de
Massaga"» (Woolley, 1963, pág. 593). Se han hallado libros de
empleo y listas de existencias muy parecidos en otros comercios de
los templos de la dinastía III de Ur, aunque después del 2000 a. de C.
los talleres individuales y las asociaciones civiles se hicieron cargo de
una parte mayor de la producción.

El comercio

El papel del palacio en el comercio ha sido una de las cuestiones


más importantes de la controversia sobre la economía del Cercano
Oriente antiguo. Al igual que ocurre con la producción de mercan-
cías y productos agrícolas, el grado de control ejercido por el
palacio, el templo y los comerciantes o agricultores varió según la
época. Si bien parece que el comercio a gran escala del antiguo
Egipto fue organizado principalmente por el estado 12 , la ausencia de
madera, piedras y metales en Mesopotamia significaba que el
abastecimiento de materiales básicos de la región dependía en gran
medida del comercio extranjero, en el que participaron tanto los
comerciantes particulares como los sacerdotes del templo. Pues a
pesar de que el dios principal de la ciudad, al que los sacerdotes
representaban, era el «dueño» de la tierra, muchas partes de las fincas
divinas fueron cedidas a particulares, algunos de los cuales comercia-
ron con los productos que cultivaban. Por tanto, en Mesopotamia

12 «El gobierno central utilizó parte de los excedentes de alimentos y de las


mercancías manufacturadas que tenía a su disposición para comerciar con el
extranjero. Aunque no hay pruebas de que el rey reclamara el monopolio sobre este
comercio, las necesidades y riqueza de la corte incitaban al palacio a negociar a una
escala tal que excedía con mucho cualquier otro particular o institución del país. Por
consiguiente, parece probable que fuera a través de la corte por donde la mayoría de
las mercancías extranjeras entraron en Egipto, antes de ser distribuidas como dádiva
real» (Trigger, 1983, pág. 59).
La palabra de Mammon 97

las relaciones mercantiles solían depender menos que en Egipto de


las relaciones políticas, en parte por la ausencia, durante la mayoría
de su historia, de un gobierno capaz de controlar todos los ámbitos
de la sociedad. Aunque los comerciantes tenían una mayor libertad,
sus negocios interiores y exteriores estaban regulados en parte por el
sistema político-legal, al que los códigos como el de Hamurabi
hicieron una contribución limitada (véase capítulo 4). Esta es una
cuestión a la que prestaré más atención en «La escritura y el crédito».
Pero aunque el comercio privado fue una característica importante
de la vida económica mesopotámica, hubo épocas en las que los
comerciantes parecen haberse convertido en «emisarios reales que
transportaban preciosos obsequios de un gobernante a otro» (Op-
penheim, 1964, pág. 93) y durante las cuales se menciona expresa-
mente que estaban incluidos en la «nómina» de palacio.
Gran parte del comercio en el Cercano Oriente estaba en manos
de corporaciones, es decir: en manos del estado y del templo.
Documentos de los archivos del estado sirio de Ebla que datan del
período del 2400 al 2250 muestran una economía central, donde «la
forma más sistemática de registro estaba reservada para envíos o ...
expediciones de mercancías acabadas -los artículos textiles produci-
dos en la ciudad- y las llegadas de tributos, impuestos y pagos en
oro y plata» (Matthiae, 1980, pág. 178). La naturaleza de los registros
fue «esencialmente la contabilidad; el objetivo de la administración
era, por encima de todo, transcribir la cantidad de entradas y salidas
de mercancías» (págs. 178-179). La contabilidad suponía el 70 % de
los textos de los archivos, otro 10 % eran históricos y el 20 %
literarios, muchos de estos últimos escritos en sumerio en vez de en
el antiguo cananita o eblaita (Pettinato, 1981, pág. 231).
Según parece, los documentos comerciales y financieros se
guardaban en el archivo de Ebla durante varias generaciones. De
especial importancia eran aquellos registros relacionados con el
comercio textil, que llegó a extenderse hasta Palestina hacia el sur,
Anatolia central hacia el norte y el valle del Tigris hacia el este,
incluyendo las ciudades-estado mesopotámicas de Mari, Assur y
Kish. Encontramos gran cantidad de textos sobre los envíos de las
raciones de cebada para las obreras de las hilanderías, trabajadoras de
las que se afirma taxativamente que no eran esclavas.
98 La lógica de la escritura y la organización de la sociedad

La escritura y la economía mercantil

Es difícil, e innecesario, tratar de separar tajantemente las


actividades de los comerciantes, el templo y el palacio en Mesopota-
mia, ya que los tres interactúan claramente, particularmente en el
terreno económico. Sin embargo, ciertos usos de la escritura
empezaron a destacar en el ámbito del comercio y la banca,
especialmente en las dos esferas interrelacionadas de las acciones y
los créditos.

Las acciones

Y a me he referido a los «dividendos» de las corporaciones


religiosas, pero la posesión de «acciones» en la actividad mercantil
por parte de comerciantes independientes y grandes organizaciones
fue un rasgo importante del comercio mesopotámico. Su extensión y
complejidad de nuevo hicieron de la escritura una verdadera necesi-
dad, no sólo para seguir el movimiento de las mercancías, sino
también para conservar un registro de las empresas, registro que no
era simplemente un estado de cuentas, sino un certificado de deudas
y de acciones; pues los términos en que los poseedores del dinero
invertían y las condiciones que los comerciantes aventureros acepta-
ban variaban hasta el punto de requerir un tipo de registro
específico. Además, una vez establecidas, tales «acciones» (Larsen,
1976, pág. 96) podían ser compradas y vendidas, originando una
mayor complejidad de derechos y de deberes, reclamaciones y
contrarreclamaciones, que era necesario recordar o, a ser posible,
registrar. Algunos hombres acaudalados adelantaban fondos a un
tipo de interés fijo sin correr ningún riesgo personal. En otros casos,
el prestamista participaba de los beneficios de la empresa; algunas
veces podía vender «una parte en la expedición marítima», compro-
metiéndose a un tipo de seguro marítimo (Oppenheim, 1954). El
control de tales transacciones estuvo claramente auxiliado por la
existencia de unos medios de comunicación que no dependían de la
memoria de los testigos, sujetos a las limitaciones del olvido, la
mortalidad o el partidismo.
Muchos historiadores antiguos han llamado la atención sobre la
similitud existente entre estos acuerdos de asociación y los commenda
que se encuentran en Europa desde el siglo X en adelante y que
La palabra de Mammon 99

desempeñaron un papel tan esencial en la obtención de capital


inversor para el desarrollo de la actividad mercantil en Europa al
final del período medieval y principios del moderno. Efectivamente,
bien podría haber un nexo ininterrumpido entre esta institución
financiera en el Renacimiento y en la Edad de Bronce, pues los
comerciantes europeos parecen haber aprendido de la práctica del
Cercano Oriente (López, 1952, pág. 267). Esta cuestión tiene un
gran significado general en la reconsideración del papel de la
comunicación en la economía, pero aquí sólo quiero indicar cuánto
avala estas hipótesis un historiador de la economía que escribe sobre
este tipo de asociaciones en la Génova del siglo XII. La información
procede de los datos «garabateados sobre tres trozos de papel... que
se consideran los ejemplos más antiguos de contabilidad mercantil
medieval. Aunque son muy primitivos, demuestran que los acuerdos
de asociación hicieron indispensable que los comerciantes guardaran
información, no sólo sobre las cuentas por pagar y por cobrar, sino
también sobre cualquier elemento que les permitiera determinar los
beneficios y las pérdidas» (de Roover, 1963, pág. 52). Aquí estamos
considerando asociaciones no familiares, no asociaciones familiares,
aunque la escritura podría afectar incluso a estas últimas. Es de suma
importancia para nuestro tema general que esta institución dependie-
ra de la escritura, la cual ya estaba disponible como medio para
desarrollar el capital en el segundo milenio.

El crédito

Los barcos mesopotámicos, aunque pequeños, eran capaces de


transportar mercancías al mercado extranjero en un intercambio
directo con otras mercancías u objetos de valor. Por otra parte, el
viaje por tierra no podía dar abasto al transporte de mercancías
voluminosas, y era arriesgado llevar objetos de valor. Los riesgos
disminuyeron con la redacción de lo que podríamos denominar
«cartas de crédito», sistema facilitado por la existencia de agentes
establecidos a lo largo de las rutas comerciales.

El viajero que salía con un envío de grano podría venderlo en alguna ciudad del
camino, recibiendo una tablilla firmada en la que el valor, posiblemente, se expresaría
en cobre o en plata; con ella, podía comprar allí o en cualquier otro sitio algo del
mismo valor, que podía vender sacando un beneficio más adelante. De nuevo podría
convertir su pagaré, no necesariamente en los bienes en él mencionados, ni siquiera en
100 La lógica de la escritura y la organización de la sociedad

verdaderos bienes, sino quizá en forma de otro pagaré que garantizara la entrega, de
algún artículo por el que hubiera demanda más hacia el norte. Un vendedor
inteligente podía efectuar varias operaciones y sacar un beneficio de cada una de ellas
durante un solo viaje. Al no haber dinero acuñado, no tenía problemas en el cambio
extranjero en las distintas fronteras; sus tablillas, que podían ser pagadas por los
agentes con los que tenía crédito, eran el antiguo equivalente de los billetes en
circulación basados en el valor de los productos (Woolley, 1963, págs. 613-614).

El uso de tales tipos de crédito escritos facilitó el intercambio


lucrativo de mercancías al disminuir el riesgo y aumentar la
flexibilidad, y por consiguiente la complejidad, de las transacciones.
Hay tendencia a anotar las transacciones ya efectuadas y los
compromisos relativos a entregas y pagos futuros; el popular pagaré
es una especie de proto-cheque, el reconocimiento informal de una
deuda, un compromiso escrito legitimado por la firma y a veces, en
la Europa medieval, por una marca (en particular una cruz) que
representaba el signo de la cruz y ponía en juego sanciones
sobrenaturales. La firma es un juramento; en efecto, la firma es la
propia persona moral, o al menos la persona legal, el homo legens. Por
otro lado, las bendiciones, que se parecen a las promesas en que
ambas se refieren al futuro apelando a agentes sobrenaturales y, por
consiguiente, están sujetas a la voluntad de otros, suelen mantener su
forma oral, excepto en las esperanzas de tipo general respecto al
futuro de los muertos que se expresan en la arquitectura funeraria.
Las maldiciones tienen una posición intermedia, ya que en Mesopo-
tamia se usaban en forma escrita (aunque no en las primeras etapas)
para proteger los mojones, los monumentos de la realeza y, en
particular, la santidad de los muertos y sus moradas.
Era frecuente que los comerciantes trabajaran para el rey y el
templo, pero también por cuenta propia, especialmente durante la
dinastía III de Ur, cuando la plata se utilizó cada vez más como
medio de pago y unidad de valor (Garelli, 1969, pág. 103). Este
extremo es muy discutido: Polanyi defiende que la plata sólo fue
usada como «moneda de cuenta» y Veenhof afirma su papel en el
intercambio. Sin embargo, incluso en la Babilona antigua ambos
usos de la plata eran evidentes (Yoffe, 1977, págs. 16-17). Como
hemos visto, había comerciantes privados desde el principio, pero
las muestras más visibles de tal actividad proceden de las tablillas
encontradas en Asia Menor, provenientes de los archivos comerciales
y legales de los mercaderes asirios que trabajaban en Anatolia en el
siglo XIX a. de C. y llevaban la exportación de los tejidos y el metal,
La palabra de Mammon 101

a la vez que actuaban como intermediarios en el intercambio de


metales raros por estos otros productos (Larsen, 1967, 1976; Op-
peheim, 1964; Veenhof, 1972). Los comerciantes pertenecían a una
organización llamada el karum, «el muelle», y por extensión el
mercado y sus edificios oficiales. Este «puerto» estaba situado a las
afueras de la ciudad y proporcionaba un centro de importación y
exportación, un banco, una cámara de comercio y de compensación.
También era un centro para la recaudación de los impuestos
comerciales, así como para juzgar las disputas de tipo comercial.
Estas instituciones existían en todas las ciudades importantes de la
Anatolia central; la principal estaba en Kanish, que a su vez estaba
subordinada a las autoridades de la ciudad de Assur. Los principales
comerciantes de Assur «adelantaban el capital, regulaban los precios,
fijaban los tipos de interés, controlaban las exportaciones y las rutas
de caravanas, actividades en las cuales nunca se puede separar del
todo su función oficial de la privada» (Garelli, 1969, pág. 119). Las
finanzas públicas y privadas parecían solaparse a menudo, incluso
con el gobernante de Assur, «qui fait plutot figure de gros marchand
que de roi».
La capital asiria de Assur se ha descrito como fortaleza que
funcionaba como «una ciudad de paso en la red de rutas de
caravanas» (Larsen, 1976, pág. 3); era «una ciudad de consumidores
y productores que dependía de un comercio a larga distancia para
satisfacer su necesidad de víveres». Igualmente, el estaño, un
producto escaso y esencial para los hititas en Anatolia, ya que se
requería para la fabricación del bronce, se importaba tanto de Irán
(vía Assur) como de Bohemia (Mellaart, 1968). En ocasiones, parece
que el comercio con Kanish estuvo a cargo de sociedades del tipo de
las que se daban entre los comerciantes marítimos de Ur práctica-
mente en el mismo período, y otras veces en manos de firmas
familiares. Cierta correspondencia muestra que el comerciante se
encontraba establecido en Kanish, mientras que su mujer estaba en
Assur, donde dispondría de un alto grado de autonomía en la
organización y la toma de decisiones. Por ejemplo, una tal Lamassi
envía 16 tejidos a su esposo; ya que este número era muy grande
para que lo hubiera producido ella sola, es de suponer que tuvo que
ser ayudada por hijas y esclavas en una especie de industria
doméstica (Veenhof, 1972, pág. 113). Otros tejidos fueron produci-
dos por las grandes organizaciones, en parte en talleres, en parte
mediante un sistema de «encargos». «En las grandes ciudades, los
102 La lógica de la escritura y la organización de la sociedad

templos y palacios eran la sede de la industria [lanar], pero grandes


cantidades de tela eran entregadas en depósito a establecimientos
privados para ser elaboradas y devueltas o pagadas» (Johns, 1904,
pág. 203). Por consiguiente, la mujer del comerciante podía comprar
otro tejido, bien fabricado en la localidad o importado del sur,
pagando precios más altos cuando había escasez debida a una
revuelta u otras circunstancias (Veenhof, 1972, págs. 87, 98, 116).
No está claro si llevaba o no su propia contabilidad comercial
separada, pero disfrutaba de bastante libertad de acción; redimió a
una esclava, pagaba deudas y llenaba a cabo actividades parecidas
(pág. 123). En una ocasión, una infeliz mujer escribe a su marido
contándole cómo tuvo que reunir sus propias joyas y dárselas al
Ayuntamiento en pago de alguna piedra preciosa (Larsen, 1976,
págs. 198-199), quizá haciendo uso temporal de su dote para
mantener la empresa conjunta.
La participación familiar era considerable. Los hijos volvían a la
capital para educarse (Larsen, 1974, pág. 471). Más tarde algunos
ejercían de agentes, y luego se convertían en comerciantes indepen-
dientes por cuenta propia (Larsen, 1967, pág. 173). La disolución de
la firma a la muerte del padre podía traer serias discusiones internas
(Larsen, 1976, pág. 97). «En este complejo sistema social y económi-
co, que incorpora la estructura familiar que, en gran medida,
equivale a la estructura económica, los contratos de inversión, que
venían a ser como sociedades a largo plazo, y un modelo de
representación y agencia muy desarrollado, tenemos el marco para el
éxito de la expansión comercial de la antigua Asiria» (pág. 102).
También aquí, el comercio, del cual tenemos noticia principal-
mente a través de sus registros escritos, dependía íntimamente de
esos registros. Hay tres clases de registros escritos, dos procedentes
de la colonia y uno de la capital. Estos eran: (1) los contratos de
transporte, enviados con la persona que traía el dinero para comprar
mercancías; (2) las notificaciones, para decir al agente qué era lo que
se necesitaba; (3) la contabilidad de la caravana, que detallaba los
gastos, los impuestos, el precio de adquisición y otros detalles
concernientes a las mercancías compradas. Además, había contratos
de venta o pagarés, así como documentos de préstamos, en algunos
de los cuales se determinaba una fecha fija, mientras que otros
utilizan la frase «se presta dinero con interés» (pág. 104). Todo el
comercio estaba regulado por una serie de documentos estandari-
zados.
La palabra de Mammon 103

Estos documentos ilustran claramente el proceso de generaliza-


ción que conlleva la contabilidad de esta clase, especialmente la
contabilidad de la caravana, en cuyo caso se intenta presentar una
hoja de balance. Uno de estos textos suma el dinero/plata recibido,
las mercancías adquiridas en Assur así como otros gastos, una lista
que incluía ropas de lino, estaño, burros y pienso, salarios, derechos
de paso, etc. (Larsen, 1967, págs. 39-40) 13 • A veces los gastos
incluían alojamientos, regalos a los funcionarios, posiblemente
sobornos o pagos por atravesar los ríos. Parte de la ropa se daba a
los arrieros de los burros de la caravana como «capital activo», para
que pudieran obtener algún beneficio ellos mismos (pág. 150). Una
vez más, se insistió en la separación entre los fondos privados y los
de la sociedad, como ocurría en el seno de la familia (V eenhof, 1972,
pág. 116). Había un concepto claro de empresa con contabilidad
propia en la que todas las diferentes partidas tenían que reducirse a
un tipo de valoración, una unidad de cuenta, para poder calcular los
beneficios y las pérdidas. La identidad de cada partida se integraba
temporalmente en la contabilidad general de la transacción, en la que
diversas entradas se reducían a un común denominador.
Los comerciantes asirios de Kanish no fueron el único ejemplo
del comercio extraordinariamente complejo que llevaban a cabo los
comerciantes independientes. Más o menos durante el mismo perío-
do se encuentran características similares en el comercio marítimo de
Ur, ciudad que servía de «puerto de entrada» para el cobre en
Mesopotamia durante la dinastía de Larsa. El comercio estaba en
manos de un grupo de comerciantes marítimos «que trabajaban
mano a mano con capitalistas emprendedores en Ur para llevar ropas
a la isla de Bahrain con el fin de comprar grandes cantidades de
cobre» (Oppenheim, 1954, págs. 6-7). En realidad, el cobre venía de
otras partes, pero la isla servía de «centro mercantil». Los comercian-
tes, si habían tenido éxito, ofrecían a su regreso ofrendas al templo
de la diosa Ningal. Los contratos muestran que recibían préstamos
de dinero como «capital para una sociedad», aunque algunos de estos

13 Aunque Larsen considera que el lino es el tejido dominante y la lana el


secundario, Veenhof cree que es al revés. En cualquier caso, los telares aparecieron
muy pronto en los sellos cilíndricos del IV milenio procedentes del sur, de donde
proviene la mayor parte de estos tejidos (Le Brun y Vallat, 1978, pág. 26; Amiet,
1972). Los tejidos eran muy importantes en el comercio y constituyeron la única clase
de «producción industrial» en el Cercano Oriente hasta la época musulmana
(Oppenheim, 1964, pág. 84).
104 La lógica de la escritura y la organización de la sociedad

especifican que el prestamista rehúsa compartir las pérdidas, y por


consiguiente, los beneficios de la expedición; sólo quiere recuperar
su capital más los intereses. Según el Código de Hamurabi, el
mercader inversor tenía que compartir tanto las pérdidas como los
beneficios del mercader que viajaba pero, en la práctica, esta
responsabilidad no siempre fue aceptaba; sin embargo, un contrato
declara que «juntos recibirán las ganancias y sufrirán las pérdidas».
Había muchas clases de acuerdos. «La compleja relación legal
entre el mercader inversor y el que viajaba ha creado bastante tipos
de préstamos, de los cuales se mencionan al menos dos en el Código
de Hamurabi» (págs. 9-10). Las mujeres concedían préstamos; un
comerciante prestó dinero a una sociedad a la que él mismo
pertenecía; en otro caso dos socios reciben un préstamo por cinco
años. Una vez más, la complejidad en las operaciones (debida a la
multiplicidad de funciones sociales e individuos implicados, a la
separación de la caja y el dinero personal, a la variabilidad de los
precios, a la cantidad de gastos y oportunidades de beneficio) es tal
que la contabilidad se convierte prácticamente en un prerrequisito,
prerrequisito que tuvo importantes consecuencias no sólo en el
ámbito comercial, sino también respecto a la conceptualización de
una serie de transacciones y a la propia naturaleza de los artículos
implicados.

La escritura y las transacciones individuales

Finalmente, examinaré con más detalle el papel que desempeñó la


escritura en las transacciones individuales que afectan a la economía,
un asunto que ya se tocó en la sección anterior sobre las acciones y
los créditos.

La prueba de la transferencia

Incluso en el caso de los comerciantes independientes se registra-


ron un gran número de transacciones comerciales. Estas transaccio-
nes escritas incluían la transferencia de derechos sobre las tierras, que
estaban sujetas a préstamos y en algunos casos a ventas, registradas
con los nombres de las p;trtes implicadas. Sin un documento de este
tipo, el presunto prestamista no podía hacer valer sus derechos
La palabra de Mammon 105

(Woolley, 63, págs. 606-607). Efectivamente, en los términos ideales


del código de Hamurabi, la vinculación con la escritura llegó al
punto de prescribir la pena de muerte por comprar o recibir en
depósito una propiedad de un hijo o esclavo (es decir, de cualquier
otro que no fuese el propio dueño) sin un documento escrito
debidamente testificado; «ese hombre es un ladrón». En otras
palabras, el documento escrito servía como prueba y garantía de la
legitimidad de una transacción. El documento proporcionaba pro-
tección a ambas partes de manera parecida en la Inglaterra medieval,
donde una de las primeras formas de registro oficial fue instituida en
1194 para censar los préstamos hechos por los judíos; el alto grado
de alfabetización de los judíos fue importante en sí mismo por su
papel en la economía como proto-banqueros (Clanchy, 1979, pág.
54), pero también tenían que guardar un justificante de las transac-
ciones, como protección para sus clientes y posiblemente con fines
de control político.
Una de las razones por las que la escritura fue tan útil en el
comercio fue por su capacidad para almacenar información a lo largo
del tiempo y para hacer la «memoria» más fiable; la confirmación de
una transacción dejó de depender de la longevidad de los testigos
«oculares», y pasó a depender de la conservación del propio
documento, frecuentemente validado por medio de firmas o marcas,
tal como el colofón en la ciudad-estado de Ebla (Pettinato, 1981,
págs. 231-232), además de los propios testigos. La certeza no fue la
única ventaja que se obtuvo; el uso de la escritura aumentó la
capacidad de almacenamiento de la memoria, con lo que se pudieron
controlar y por tanto realizar más transacciones simultáneas. No se
trataba de un resultado necesario, y dicho resultado puede perjudicar
a la memoria interna; pero el almacén externo que proporcionaba el
libro ofrece una nueva potencialidad alternativa para la comunica-
ción humana.
Por decirlo de otra manera, los miembros de las culturas orales a
menudo observan minuciosamente los movimientos de los planetas,
las horas del amanecer y la: puesta del sol y de otros cuerpos celestes.
Pero los avances en la astronomía conseguidos por las principales
civilizaciones no europeas dependían considerablemente de dos tipos
de mecanismos tecnológicos; en primer lugar, de los instrumentos
de medida y observación que utilizaban la formalización gráfica o
geométrica; en segundo lugar, y esto es más importante, de la
escritura, con su capacidad para registrar (es decir, conservar).
106 La lógica de la escritura y la organización de la sociedad

múltiples observaciones repetidas de los acontecimientos, permitien-


do así valoraciones precisas de sus similitudes y diferencias, condu-
ciendo a generalizaciones sobre sus movimientos y a predicciones
sobre el futuro. La fiabilidad de las observaciones y su conservación
eran intrínsecas tanto al desarrollo de la astronomía como al de otras
ciencias «exactas»; esto es lo que las convirtió en «exactas» y
«científicas», en el sentido de que era posible percibir las regularida-
des y prever los acontecimientos futuros. En gran medida, la base de
la temprana ciencia fue la «teneduría de libros», la conservación- de
libros.

Títulos de propiedad

La escritura se usó para registrar préstamos personales y transac-


ciones comerciales, pero en ningún ámbito tuvo tanta importancia
como en el registro de títulos de propiedad. Y a hemos visto el papel
destacado que desempeñó en Mesopotamia el sistema eclesiástico de
arrendamiento de tierras. Gran parte del territorio de una ciudad
estado descansa en manos de un dios patrón: el gobernante humano
ejercía de «arrendatario» y era el verdadero señor de la tierra. La
tierra podía darse en arriendo a particulares, ser trabajada directa-
mente por el templo o alquilada con la condición de que se preste
servicio a ese cuerpo. A veces hubo conflictos, como en Lagash,
entre los intereses del gobernante (enst) y los del templo. En esta
versión del extendido conflicto entre la iglesia y el estado, entre el
templo y el palacio, entre el sacerdote y el rey, el brazo secular a
veces fue acusado de hacer uso de las tierras de los religiosos para
sus propios intereses. Woolley hace hincapié en que siempre «existió
la tendencia a sustituir la propiedad de la comunidad o del dios por
la privada» (1963, pág. 626). Los registros eran un modo de evitar
este tipo de expropiaciones, a pesar de que la asignación de tierras al
templo, que probablemente representaba la enajenación de algún
otro propietario, es presumible que frecuentemente se llevara a cabo
de modo similar.
Con el paso del tiempo, los derechos reales se extendieron,
especialmente en el período III de Ur; incluso antes, existen
documentos en los que aparece el rey de Kish como comprador de
vastas fincas. En efecto, las tablillas de contratos demuestran que
durante el segundo milenio la tierra generalmente se compraba y
La palabra de Mammon 107

vendía con más libertad. También se asignaba a individuos como


recompensa por el servicio prestado o para asegurarse su fidelidad;
en la época de Hamurabi, los oficiales de alistamiento de la policía y
el ejército recibían propiedades libres de impuestos transferibles por
línea paterna, siempre que los deberes originales fueran cumplidos
por los descendientes del propietario, una práctica que continuará
por mucho tiempo en el Cercano Oriente y en la época greco-
romana en el Mediterráneo, en Bizancio y que se mantendría hasta el
Imperio turco.
La propiedad y transferencia de los derechos sobre las tierras fue
esencial para la economía política, y especialmente aquí fue donde la
escritura mostró sus verdaderas posibilidades de diversas formas,
algunas de las cuales ya he señalado. En primer lugar, las transaccio-
nes de tierras podían registrarse como referencia para el futuro, para
proporcionar la prueba de un título; un antiguo contrato babilónico
de Uruk (1750 a. de C. aprox.) es una escritura de venta que registra
la compra por parte de dos hermanos de un terreno por un sexto de
onza de plata, y se incluye en ella el juramento de las partes y los
nombres de siete testigos (catálogo del British Museum, 1963, núm.
6) 14 . Bajo los reyes cassitas de Babilonia, tales escrituras a veces se
grababan en los mojones (o kudurru), casi todos reales, que definían
el área de la finca y maldecían a aquellos que no respetaran los
derechos del propietario.
En segundo lugar, la misma área, que a veces era de valiosa tierra
de regadío, debía constar por escrito; una tablilla de Lagash (c. 1980
a. de C.) enumeraba cinco campos con sus dimensiones irregulares;
el área se calculaba tomando como referencia un rectángulo o una
figura regular y sumando o restando las partes del campo que
quedaran fuera o dentro de estas líneas (catálogo del British
Museum, 1963, núm. 5). Aunque estos cálculos no necesitaban de la
escritura como tal, sí implicaban el desarrollo de la representación
gráfica precisa que parece seguir a la aplicación de los gráficos al
lenguaje. Tal representadón parece que a su vez condujo a la
resolución del teorema pitagórico en Mesopotamia, aunque nunca se
expuso en la forma explícita en que más tarde aparecerá entre los
griegos (Neugebauer y Sachs, 1945, págs. 42-43).
En tercer lugar, la introducción de los contratos por escrito llevó

14 En los testamentos escritos romanos también se exigían siete testigos y una


firma (Guigue, 1863, pág. 2).
108 La lógica de la escritura y la organización de la sociedad

a los escribas a formalizar las fórmulas y a elaborar procedimientos


para su transmisión (Veenhof, 1972, pág. 345). Una tablilla de
Nínive (siglo VIII a. de C.) muestra la copia tardía de una lista
babilónica de palabras y frases legales en sumerio (la lengua clásica
muerta) y en acadio. Dicha lista forma parte de una serie de tablillas
de este tipo que tomaron el nombre de la frase inicial, Ana ittifu
(«como término establecido»), y que se utilizaban en los colegios
para enseñar a los escribas la terminología de los contratos y otros
documentos legales. La práctica condujo a la formación y, a la larga,
al desarrollo formal del estudio académico, «descontextualizado» (o
separado) de los asuntos legales. La escritura condujo finalmente a la
aparición de abogados especializados en el Mundo Antiguo y a la
enseñanza de las leyes, que era especialmente necesaria porque
muchas de las fórmulas estaban encerradas en una lengua muerta
cuya conservación, su existencia en cuanto tal, fue un resultado
directo de la escritura. No se puede decodificar y descifrar un
lenguaje oral que ya no se habla.
En cuarto lugar, el hecho de que algunas tierras tuvieran
impuestos y otras no, de que algunas de las tierras de los templos
fueran trabajadas directamente por mano de obra esclava y otras
arrendadas, requería un conjunto de registros o cuentas que contro-
laran no sólo las contribuciones, sino las diferentes situaciones de la
tierra y las personas con derechos sobre ella (Landsberger, 1937).
Los gravámenes sobre la tierra eran de dos tipos fundamentales:
alquileres o diezmos para el templo (o propietario) e impuestos para
el estado. Ambos requerían contabilidad. Hammurabi hizo traer a
Babilonia a los administradores del templo y a los ganaderos del
templo Shamash para revisar sus cuentas; un rey cassita eximió de
todos los impuestos a las tierras del dios Marduk, y otros abastecie-
ron a los templos con los ingresos del estado. Las exacciones fiscales
alcanzaron un nivel tal que el estado mesopotámico tuvo que
depender de fuentes de ingreso distintas a los impuestos sobre la
tierra y las personas, especialmente de las prestaciones personales.
Las obras de construcción, la limpieza de canales y la construcción
de carreteras fueron llevados a cabo empleando a las gentes del lugar
y, algunas veces, reuniendo un número concreto de trabajadores de
otras partes, una práctica que se remontaba a los inicios del sistema
de regadío. Si se necesitaba tal mano de obra, se podía mostrar al
agricultor «una convocatoria debidamente firmada y fechada»: «Ta-
rea: transporte de ladrillos durante un día» (W oolley, 1963, pág.628).
La palabra de Mammon 109

La introducción de títulos escritos en una sociedad en donde los


derechos y deberes se conservaban de forma oral tuvo un efecto de
gran alcance, particularmente devastador para aquellos sin acceso al
nuevo medio de comunicación. En efecto, tanto por lo que se refiere
al presente como al pasado puede considerarse que este cambio fue
crucial para que los terratenientes -eclesiásticos y seculares-
pudieran apropiarse los derechos. Los hombres de poder, especial-
mente los conquistadores, siempre se han adueñado de las tierras por
la fuerza, pero el valor que los tribunales han dado a las escrituras ha
proporcionado un mecanismo muy utilizado para legitimar la trans-
ferencia de la tierra sin título, y por tanto sin dueño, a aquellos que
directa o indirectamente controlaban los medios de comunicación.
Es un problema al que volveré en el apartado «La letra de la ley».

La reciprocidad y el balance de los libros

Como resultado del mayor número de transacciones que las


partes implicadas estaban en condiciones de gestionar, la reciproci-
dad (y el crédito) en las transacciones comerciales podían extenderse .~
con mayor facilidad más allá del contexto inmediato. No me refiero
aquí a las reciprocidades a largo plazo que consideran los antropólo-
gos al discutir sistemas de intercambio marital generalizado y
transacciones similares, ya que dichas reciprocidades o bien le son
conocidas implícitamente al actor o existen sólo para el observador.
En el primer caso podemos ver de nuevo cómo la escritura tiende a
explicitar lo hasta entonces implícito, a modificar todo cuanto toca;
por ejemplo, introduciendo un mayor grado de «cálculo». Ningún
acto único (o pareja o conjunto limitado de actos) tenía que
equivaler a otro, siempre y cuando los «libros» cuadraran a largo
plazo, es decir, el ciclo potencial de reciprocidades aceptadas fue
extendido o, en otras palabras, la asimetría fue totalmente reconoci-
da. Por otro lado, las mismas reciprocidades y obligaciones se
hicieron más precisas cuando se fijaron por escrito en vez de ser
conservadas en el sistema de almacenamiento del cerebro, con sus
tendencias homeostáticas. Es un proceso que he ilustrado en otro
sitio con un análisis de la influencia de la escritura en las contribucio-
nes funerarias de los loDagaa (1972b, pág. 46), donde el registro
escrito recordaba a los anteriores beneficiarios cómo debían actuar
en tanto que futuros donadores, un poco como las listas de tarjetas
110 La lógica de la escritura y la organización de la sociedad

de Navidad que se guardan como referencia para enviar las del año
siguiente. El cálculo de las reciprocidades precisas ha reemplazado,
al menos en parte, la intimidad de la relación. Janssen ofrece un
paralelo fascinante: menciona un ostraca egipcio que enumera los
obsequios recibidos cuando un hombre se convierte en abuelo, o
regalos al padre (¿suegro?); Janssen describe esto como una aide-
mémoire; pretendía refrescar la memoria del autor en alguna fecha
posterior, ya que los regalos no eran gratuitos, sino que tenían que
devolverse (1982, pág. 256).

La escritura y la economía en Africa

El considerar los cambios potenciales que la escritura puede


introducir en los sistemas de reciprocidad sugiere la observación de
hechos recientes recogidos en Africa para evaluar las potencialidades
de la escritura y las limitaciones de la economía oral.
Numerosas comunidades africanas han mantenido durante mu-
cho tiempo un comercio a larga distancia; se ha visto en esto una de
las características más importantes del llamado «modo de producción
africano» (Coquéry-Vidrovitch, 1969). Sin embargo, la extensión y
complejidad de ese comercio era de una escala diferente de la del
Cercano Oriente antiguo. Probablemente, en los lugares en los que
el Comercio fue más complejo (a lo largo de la costa este africana, a
través del Sáhara y en el Sudán occidental) es significativo que
participaran en él musulmanes, extranjeros e indígenas (y antes que
ellos egipcios, griegos e hindúes), lo que suponía al menos un uso
mínimo de la alfabetización para propósitos comerciales. Por toda
Africa había medios de intercambio relativamente independientes:
conchas de caurí, ajorcas, barras de sal y telas; en la costa este
africana encontramos metal acuñado en circulación durante el
período medieval. En todas partes de Africa existe el comercio y en
ocasiones créditos; en el comercio más elaborado, también hallamos
facturas de intercambio escritas, así como mapas, itinerarios y
pasaportes usados por mercaderes. Indudablemente, en las socieda-
des orales se pueden encontrar analogías y precursores de todas las
prácticas de los comerciantes del Oriente Medio, pero la escritura
permite un desarrollo en complejidad que de otra manera sería
imposible.
Atendamos a la simple cuestión del crédito. Hart observó que,
La palabra de Mammon 111

debido a lo limitado de la memoria humana, las mujeres de Ghana


que proporcionaban comida a crédito a los empleados de una casa de
transporte y les cobraban a la puerta a final de- mes sólo podían
manejar un número restringido de clientes y un número restringido
de diferentes tipos de transacción. Si no llevan un libro, los
comerciantes también tienen dificultades con los beneficios y las
pérdidas. Pero las ventajas de la escritura también están en el ámbito
de los testimonios y acuerdos. Desde luego, la escritura puede
engañar tan profundamente como las palabras habladas, especial-
mente si se encuentra en manos de unos pocos afortunados; pero
cuando ambos negociantes saben escribir, una factura por escrito da
la oportunidad de revisar y comprobar su contenido, lo que por sí
solo le confiere más autoridad, tanto por lo que se refiere al
comprador como al vendedor, además de sus usos en caso de
disputa.
En el contexto del desarrollo práctico e intelectual es importante
insistir en que un atributo significativo de la escritura es la capacidad
para comunicarse no sólo con los demás, sino también con uno
mismo. Un registro permanente permite releer y conservar los
propios pensamientos y notas. De esta manera se puede revisar y
reorganizar el trabajo propio, reclasificar lo que ya se ha clasificado,
reordenar las palabras, las frases y los párrafos de diversas formas, lo
que ahora puede hacerse con mayor eficacia empleando una máquina
de escribir eléctrica o un ordenador personal. La forma en que la
información se reorganiza y se vuelve a copiar nos da una valiosa
idea sobre el funcionamiento de la mente del homo legens. A un nivel
más simple esto es lo que estaba haciendo el comerciante vai,
Ansumana Sonie, cuando se sentaba a reorganizar sus cuentas
diarias, así como las cuentas y la lista de miembros de la «sociedad de
amigos» o hermandad de la cual era secretario. La escritura no sólo
le permitía reclasificar las cuentas, sino también recordar y clarificar
conceptos (Goody, Cole y Scribner, 1977).
Un examen de los libros de cuentas de Sonie nos lleva a
considerar algunas de las implicaciones cognitivas de los diferentes
medios y modos de comunicación escrita, especialmente en lo que
respecta a las operaciones formales. Este no es lugar para resumir y
mucho menos para entrar en esta discusión, ni siquiera para
considerar la cuestión a la que me referí al principio de este capítulo
al hablar sobre el nivel de alfabetización necesario para el «desarro-
llo», y mucho menos para «el despegue». Mi propuesta es que la
112 La lógica de la escritura y la organización de la sociedad

escritura no sólo contribuye de forma «directa» (aunque no suele ser


inmediata) en muchos aspectos, sino también acumulativamente, a
través del propio cuerpo escrito; así pues, puede ser importante para
la acumulación y almacenamiento cuantitativos del conocimiento
tanto como para su desarrollo cualitativo, tema éste que nos podría
llevar a considerar toda la influencia de la tradición escrita, incluido
el conocimiento científico, sobre la economía.
Ilustra la argumentación general el modo en que el conocimiento
sobre la agricultura se recopila, organiza, desarrolla y distribuye
gracias a la escritura. En parte se trata de registrar las categorías
botánicas existentes e información que pueda leerse, pensarse y
reorganizarse. En parte, tiene que ver con la anotación de los
resultados de las nuevas perspectivas, «experimentos» y procesos. Y
en parte, consiste en difundir la información a los especialistas y al
público. Tomemos un ejemplo sacado de las conclusiones deducidas
de documentos escritos. En la Inglaterra medieval, un manual
recomendaba anotar el rendimiento de la producción de leche de las
vacas con el fin de mejorar la calidad de la raza. Por lo que se refiere
a la difusión, casi en el mismo período (siglo XII), un subprefecto
chino de Hangzhou, preocupado tanto por el bienestar de los que
estaban bajo su jurisdicción como por establecer una hacienda para
su linaje, encargó «una serie de diagramas sobre los cultivos e
hilados para impulsar la mejora de las técnicas en la agricultura y
sericultura, mostrando métodos y explicándolos con poemas» (W al-
ton, 1984, pág. 45); los diagramas sobre el hilado consistían en
veinticuatro dibujos, desde el lavado de los gusanos de seda hasta el
corte de las telas, y estaban pensados para mejorar la suerte del
granjero y su mujer, cuyas «ropas no tapaban su cuerpo» y cuyos
estómagos estaban vacíos. Además, la adopción de nuevos cultivos y
técnicas puede acelerarse mediante canales de comunicación y
comercio más amplios fomentados indirectamente por la escritura,
bien a través del comercio, bien mediante el intercambio diplomáti-
co. Ni el comercio a distancia ni el regadío se sigue de la escritura,
posiblemente es al revés, aunque en las primeras épocas la escritura
ayudó a recopilar y clasificar las especies botánicas y zoológicas y la
información relativa a ellas. Un resultado o concomitancia fue el
jardín exótico del Cercano Oriente antiguo, al que se trajeron y
donde se cultivaron nuevas plantas y árboles del extranjero en
aquellos refugios cercados y regados de los que tomamos la idea y el
nombre de «paraíso», del original de la antigua Persia. Por ejemplo.
La palabra de Mammon 113

en el siglo VII a. de C., Sennacherib plantó algodón hindú en su


jardín real; mucho antes encontramos en Egipto el templo solar de
Neuserre de la dinastía V, con su meticulosa observación zoológica
en forma gráfica y textual, y el jardín botánico de Thutmost III, que
contenía todas las plantas que el rey había traído de sus campañas.
La avanzada agricultura que estos jardines o huertos representa-
ban, su control del agua (el riego) y de la energía no humana (el
arado), produjo lo suficiente para mantener a una parte de la
población que no se ocupaba directamente de la agricultura. Esta
estaba compuesta, aparte de los artesanos, por los guerreros y las
personas instruidas, fueran administradores del palacio o sacerdotes
del templo, que con frecuencia poseían las explotaciones agrícolas
más importantes, aunque la relación entre los grupos cambió de
forma radical a lo largo del tiempo. Quienes poseían los medios de
destrucción no siempre controlaban los medios de comunicación,
excepto en «última instancia», y mucho menos a los propios
individuos instruidos. Aunque el palacio vivía en parte del producto
del botín (el cual tuvo su propia literatura: las listas de cautivos y
capturas, redactadas en parte por prestigio y en parte para la
contabilidad), el templo dependía más, directa o indirectamente, de
la apropiación del excedente mediante métodos diversos: las rentas,
los impuestos, los tributos o las ofrendas que se solían hacer a los
dioses. Tales transacciones de regalos y tributos se daban en los
estados indígenas de Africa, pero allí los excedentes de la producción
agrícola solían ser pequeños, los mecanismos de archivo simples y la
capacidad para emplear permanentemente a especialistas limitada.
Los botines y los impuestos sobre el comercio contribuyeron al
sostenimiento de la jefatura, pero hay un marcado contraste respecto
al Cercano Oriente antiguo, donde el crecimiento de la economía
«doméstica» del clero (el templo) y los reyes (el palacio) se vio muy
facilitado por el uso de procedimientos de contabilidad y una
economía más compleja. Es evidente que el mundo de la escritura
tenía que mantenerse de la tierra, pero al mismo tiempo contribuyó a
adquirir y acumular esos medios de subsistencia, y fomentó métodos
complejos de intercambio y producción, que a su vez aumentaron las
posibilidades de la recaudación fiscal. Por otra parte, los estados
indígenas de Africa, con la excepción parcial de aquellos que
aceptaron el sistema de escritura vinculado con la religión islámica,
carecían de un agente catalizador para propósitos internos, aunque
algunos pueblos estuvieron de hecho influidos por las culturas
114 La lógica de la escritura y la organización de la sociedad

escritas, a cuyas presiones quedaron muy abiertos. Efectivamente,


parte del fenómeno denominado neocolonialismo debe entenderse
en función de esta misma apertura, relacionada con la ausencia de
una tradición escrita sólida que pueda resistir las culturas escritas del
sistema mundial. Hay importantes diferencias entre las distintas
regiones socio-culturales del Tercer Mundo, del sistema mundial, no
sólo por lo que se refiere a sus relaciones con la metrópolis, sino a su
propia organización socio-cultural indígena, tanto desde el punto de
vista de las comunicaciones como de la economía. Aunque las
sociedades más importantes del continente asiático se vieron afecta-
das en gran medida por la expansión europea, es más raro que
fueron «colonias» en sentido africano, americano u oceánico, ni
tampoco son hoy en día neocoloniales desde el punto de vista
cultural. Sus tradiciones escritas les han proporcionado una base más
sólida para la resistencia cultural de lo que es el caso de la mayoría de
las culturas orales.
Capítulo 3
EL ESTADO, LA OFICINA Y EL ARCHIVO

¿Cómo ha influido la escritura en la política? O, por decirlo de


otro modo: ¿en qué difieren los regímenes con escritura de los que.
no la poseen? Esta pregunta tiene que responderse haciendo referen-
cia a muchos niveles. Evidentemente, los sistemas electorales, las
legislaturas, la administración interior y las relaciones exteriores de
las naciones modernas dependen en gran medida de la escritura. Y
no sólo de la escritura, sino que también la reproducción mecánica
de la palabra gracias a la imprenta es fundamental para la distribu-
ción de la información en la que se basan las decisiones, de las
ideologías que gobiernan la formación de partidos. Es obvio que
toda la constelación de instituciones y actitudes políticas modernas
es parte de una tradición en desarrollo en la que las transformaciones
de los modos de comunicación desempeñan un importante papel.
Pero, ¿qué hay de los primeros estados? Una vez más, me
centraré en las características especiales de los primeros estados del
Cercano Oriente antiguo que emplearon la escritura, y no en los
ejemplos más recientes de Grecia y Roma, pues aquéllos están más
próximos a los estados básicamente orales de Africa, y por tanto es
más probable que muestran mejor las diferencias concretas a las que
la escritura ha contribuido.
Al examinar la influencia de la escritura sobre la política, me
ocuparé sobre todo de ciertos aspectos de la organización política
115
116 La lógica de la escritura y la organización de la sociedad

más que del proceso político. Quiere esto decir que, si bien la
política como lucha por el poder y uso de éste está presente en todos
los niveles del sistema social, la organización política generalmente
se refiere al más inclusivo de ellos. Cuando los antropólogos sociales
estudiaron durante los años treinta los grandes reinos africanos con
instituciones políticas diferenciadas, buscaban un marco de referen-
cia para poder comparar los sistemas «tribales» que hasta entonces
habían ocupado gran parte de su atención. Radcliffe-Brown ofreció
la siguiente definición básica de un sistema político que abarcara la
variedad de sociedades encontradas en Africa: «Al estudiar la
organización política hay que considerar el mantenimiento o el
establecimiento del orden social dentro de un ámbito territorial
mediante el ejercicio organizado de una autoridad coercitiva a través
del uso, o la posibilidad del uso, de la fuerza física» (1940, XIV,
Colson, 1968, pág. 191).
La definición planteó problemas de aplicación incluso en las
sociedades «tribales», al igual que la definición paralela de «derecho»,
el arreglo de las disputas en los tribunales respaldados por esa misma
fuerza coercitiva. Posteriormente, M. G. Smith, que había trabajado
principalmente sobre los estados centralizados, siguió a Weber al
distinguir entre la distribución del poder en la competición política y
la distribución de la autoridad dentro de un sistema administrativo, y
señaló que esta distinción también se puede encontrar en sociedades
tribales. «La organización política consiste en la combinación e
interacción de las relaciones de autoridad y poder en la regulación de
los asuntos públicos» (1968, pág. 194).
Así pues, en el ámbito más amplio de interés antropológico, el
estudio comparativo de la política, definida «sustantivamente» más
que «conductualmente», ha estado dominado por la división entre
los estados por un lado y las sociedades acéfalas por otro (esto es,
sociedades sin «cabeza», a veces segmentadas, lo que he llamado
antes «tribales»). La investigación de estas últimas ha estado dirigida
principalmente a analizar cómo se resuelve el problema del orden (y
por tanto el del desorden) en comunidades que no tienen una
estructura global de liderazgo y autoridad, sin soberano, sin jefe, sin
rey o sin un consejo permanente para dirigir o coordinar sus
asuntos. Este punto fue uno de los que atrajeron a Aristóteles y a
lbn Khaldun, fue tratado por Hobbes y Locke, así como por
Rousseau y Austin, y es fundamental, como señaló Parsons, para el
trabajo de Durkheim en La división del trabqjo en la sociedad (1897), y
El estado, la oficina y el archivo 117

también para los intereses del propio Parsons en The Structure of


Social Action [La estructura de la acción social] (1937) y The Social
System [ El sistema social] (1951 ). Así pues, no es sorprendente que el
contraste sea uno de los puntos centrales del trabajo de Portes y de
Evans-Pritchard, como se explica en la introducción a su African
Political Systems [Sis temas políticos africanos], donde muchos de los
conceptos principales, como «segmentario» y «densidad moral»,
proceden directamente de Durkheim.
Posteriormente, los antropólogos trataron de especificar los tipos
de grupo que determinan los campos más importantes de la acción
social en las sociedades acéfalas, sean éstas linajes, grupos de edad o
agrupaciones rurales, y la forma en que estos grupos funcionan en
un tipo de régimen que ha sido descrito como «anarquía ordenada».
En este nivel, la escritura no tuvo relevancia para la estructura
política, aunque algunas tribus del desierto o de las montañas,
especialmente en el mundo islámico, podrían haber recibido la
influencia de las culturas escritas de los estados adyacentes.
El término de contraste explícito consistía en una estructura
política estatal en la que el centro principal de control social era la
jerarquía de roles autoritarios integrados en el sistema de gobierno,
tras la que permanece un árbitro supremo, el control organizado de
una fuerza «legítima». Por consiguiente, el «estado» de los antropó-
logos tiende a aparecer como una categoría indiferenciada, dejando
aparte algunas excepciones menores (menores en tanto que no se han
desarrollado dentro de una línea comparativa), entre las que se
cuentan el «estado bola-de-nieve» de los ngoni estudiado por Barves
(1954), el estado «segmentario» de los alur propuesto por Southall
(1953), el «sobrerreino» de Gonja (Goody, 1967), el «estado primiti-
vo» de Kaberry (1957) y quizá el «estado teatro» de Balí de Geertz
(1980). Bien en las discusiones sobre el origen del estado, bien en las
investigaciones comparativas, esta única categoría contrasta con la
heterogeneidad de las sociedades acéfalas, por un lado, y por otro
con las tipologías más complejas de los científicos políticos (quienes,
a su vez, acostumbran a tratar todas las sociedades «tribales» como
categoría residual).

Burocracias

Incluso al examinar los estados simples está claro que hay que
hacer un gran número de distinciones en la naturaleza de los
118 La lógica de la escritura y la organización de la sociedad

regímenes, dependiendo, por ejemplo, de si el sistema administrativo


está controlado por una dinastía, un dictador, el ejército, la iglesia o
los representantes de una asamblea más representativa. También está
la distribución de las funciones y el poder en los diversos subsiste-
mas de la estructura política: el administrativo, el legal, el militar, el
gobierno y los cuerpos electoral y legislativo.
La absorción de las actividades administrativas por parte de una
organización específica, la burocracia, es una ampliación de la
distinción entre la relación de autoridad y poder tratada por Smith.
Pero tal absorción depende fundamentalmente, en esta versión
ampliada, de la capacidad de la escritura para comunicar a distancia,
almacenar información en los archivos y despersonalizar la interac-
ción. Pero esto representa sólo uno de los ejes de diferenciación
dentro del sistema político. La definición de Radcliffe-Brown (como
muchas otras) señala, por una parte, los vínculos con el derecho, y,
por otra, con la guerra (esta última forma parte del grupo más
inclusivo de relaciones internacionales). La segregación de la acción
legal conduce a separar el tribunal de la corte, separación que
constituye el tema del próximo capítulo. La especialización en la
guerra lleva al surgimiento del poder militar en forma de ejército
permanente. También está la separación de la competición política
formal por el poder (y de la participación popular) en las institucio-
nes electorales y legislativas.
Hasta cierto punto, la distinción entre lo administrativo/ejecuti-
vo, legislativo/gubernamental, electoral/participativo, lo legal y lo
militar/policial representa aspectos qu ... pueden encontrarse en los
sistemas políticos de todas las sociedades humanas. Su separación
organizativa representa un aspecto del proceso de diferenciación que
han experimentado todas las sociedades humanas complejas. La
escritura, al igual que la religión, ha tendido a potenciar la
autonomía de las organizaciones que han desarrollado sus propios
modos de proceder, su propio corpus de tradición escrita, sus
propios especialistas y probablemente su propio sistema de sustento.
La sociología comparativa reciente ha llevado a cabo poco
trabajo sistemático sobre estas diferencias entre los estados pre-
modernos y, en ausencia de un marco de referencia conceptual
aceptado capaz de incluir todo el espectro de sistemas políticos, ha
sido común aferrarse a ideas generales de los autores del siglo XIX,
que se desarrollaron sobre lo que ahora se consideraría una base
empírica débil. Para la sociología comparativa, el resultado ha sido
3. El estado, la oficina y el archivo 119

que en Africa y en otros lugares se han aplicado con demasiada


ligereza las categorías y secuencias referidas a Europa, las cuales han
recurrido a la comparación con el feudalismo occidental (Goody,
1963) o, todavía peor, a la idea de Despotismo Oriental (Wittfogel,
1957; Murdock, 1959; Suret-Canale, 1961; Godelier, 1977). Aparte
de pasar por alto las implicaciones de diferencias importantes de los
sistemas productivos, hay otro factor que estos intentos de asimila-
ción descuidan: los efectos reales o potenciales de los cambios en los
modos de comunicación sobre los modelos de gobierno. Incluso
aunque el papel de la escritura, el pupitre y la oficina es fundamental
en el concepto weberiano de burocracia, incluso aunque los sistemas
de archivo fueron básicos para el desarrollo de los estados «civiliza-
dos» del Cercano Oriente en el primer período de la Edad de Bronce
(y posteriormente, por ejemplo, en Creta: Chadwick, 1959), los
estudiosos han descrito la monarquía africana como ejemplo de
burocracia Baganda o Akan (Southwold, 1961; Wilks, 1966). Tales
descripciones, como algunos informes sobre los mitos y la filosofía
de los Dogon de Mali, desde el punto de vista ideológico formaban
parte del admirable esfuerzo por lograr reconocimiento adecuado de
las creencias y prácticas indígenas de otras culturas en los círculos
occidentales, un esfuerzo de descolonización intelectual que es a
menudo muy fructífero para los estudios comparativos. Pero tales
intentos tienen que ser examinados constantemente para comprobar
si han descuidado las derivaciones históricas así como las diferencias
en escala y modo de funcionamiento. El amplio uso del término
«burocracia» parecía dar poco valor a la importancia de las conse-
cuencias, causas o concomitancias de los sistemas comunicativos y
factores relacionados en la esfera del gobierno. En palabras de un
historiador de la sociedad primitiva: «El surgimiento de una institu-
ción a gran escala, centralizada y burocrática ... podría haber sido él
mismo una consecuencia de la creación de los instrumentos que
fortalecieran su funcionamiento. Efectivamente, la escritura posibili-
tó el crecimiento de la administración y, a través de los compromisos
escritos, el mantenimiento de una autoridad directa incluso sobre los
niveles más bajos del personal y la clientela» (Green, 1981, pág. 367).
Una cuestión sociológica y antropológica fundamental sobre la
relación entre la escritura y la política tiene precisamente que ver con
la formación del estado, la burocracia y el consiguiente papel de la
primitiva escritura en su contribución a la unificación de vastos
imperios, como el chino. Se ha afirmado que «los primeros progre-
120 La lógica de la escritura y la organización de la sociedad

sos de la escritura en la mayoría de las civilizaciones «primarias»


fueron exactamente contemporáneos al desarrollo primitivo del
estado» (Adams, 1975, pág. 464; Wheatley, 1975, pág. 229). Históri-
camente, la asociación podría ser accidental, ya que, en efecto, lo
primero que conocemos sobre los estados proviene de los testimo-
nios escritos. Es cierto que en Africa, Polinesia y en las Américas
surgieron estados que no tenían acceso a la escritura en su sentido
pleno, si bien algunos desarrollaron métodos para mantener «regis-
tros». En el curso de este capítulo quiero examinar las limitaciones
que la comunicación oral impone a la organización de la política, y
sostendré que la escritura es fundamental en el desarrollo de los
estados burocráticos, incluso aunque sin ella son posibles formas de
gobierno relativamente complejas. Y la adopción de la escritura con
varios propósitos relacionados con la estructura política tiene impli-
caciones, al menos potenciales, para la gestión de sus asuntos a todos
los niveles.
La escritura no era esencial para el desarrollo del estado pero sí
para el de cierto tipo de estado: el burocrático. La diferencia está
claramente expuesta en el estudio de Fallers sobre los busoga del
Africa oriental, titulado Bantu Bureaucrary [ La burocracia bantúJ (1956),
donde examina las diferencias entre los roles en conflicto de los
linajes Soga, del estado y de la introducción de la burocracia por el
régimen colonial. Estas diferencias las relaciona con los modos de
autoridad y con la existencia de una relación patrón-cliente en el caso
tradicional, en oposición a la autoridad impersonal y situacional del
funcionario asalariado; el primero es un ejemplo de un tipo de
relación social «particularista», el segundo «universalista». Aunque
Fallers ha señalado correctamente algunas de las diferencias intrínse-
cas entre estados africanos tradicionales y modernos, al igual que
Weber ha dejado implícitas las implicaciones de diferentes modos de
comunicación, en particular de la escritura.
En este capítulo quiero intentar poner de relieve algunas de estas
implicaciones en los sistemas políticos de tres maneras. Primeramen-
te, volveré a la discusión sobre el papel de la escritura en el gobierno
de los primeros estados del Cercano Oriente antiguo que hicieron
uso de ella, en parte porque podemos ver allí la génesis de ciertas
instituciones sociales («las formas elementales de la vida con escritu-
ra», por tomar una frase de Durkheim), y en parte porque el Africa
pre-colonial proporciona escasos ejemplos de los usos de la escritura
con propósitos políticos o de otro tipo, y ésos principalmente
El estado, la oficina y el archivo 121

derivan del Cercano Oriente, tanto en su forma como en su


aplicación. La segunda sección estará dedicada a discutir la adminis-
tración de los estados africanos para descubrir algunas de las
características específicas de aquellos estados sin escritura (o sólo
con un mínimo uso de ella). En tercer lugar, consideraré brevemente
los efectos del islam y de Europa sobre la extensión de los usos de la
escritura en las sociedades africanas por parte de los regímenes
coloniales y nacionales.

La administración en los primeros estados con escritura

La escritura tiene un papel destacado, sobre todo, en el sector


administrativo, incluyendo su uso en la economía estatal, que ya he
mencionado. Desde luego, la escritura desempeñó una función
importante en el sistema legal, como veremos. Pero la situación era
muy distinta en relación con los usos de la escritura en asambleas, en
la circulación de información en el nivel ideológico, en los procedi-
mientos consultivos; estos desarrollos estaban relacionados princi-
palmente con una mayor disponibilidad de técnicas y material de
lectura más que con un sistema social que utilice un difícil código
logográfico.

La administración interna
Los impuestos, la contabilidad y el censo

La estructura política de los estados del Cercano Oriente antiguo


estuvo íntimamente ligado al ámbito económico y religioso, por lo
que ya se han expuesto en el capítulo anterior algunos de los
aspectos principales de los usos de la escritura en el gobierno. En
Egipto, una economía de almacenamiento centralizado de tamaño,
alcance y complejidad considerables se ayudaba de procedimientos
y
contables que intentaban cuadrar los libros supervisar los gastos e
ingresos. Lo mismo ocurría en la economía del rey, en la «economía
de palacio» de Mesopotamia. Ambas estaban sustentadas, en un
sentido más amplio, por el apoyo de la autoridad sagrada del clero y
el templo -identificada con la palabra escrita-, los cuales legitima-
ban el papel del soberano y en ciertos períodos formaron a los
especialistas que requería la burocracia. Y a me he referido a estos
aspectos del sistema político. También he señalado la íntima co-
122 La lógica de la escritura y la organización de la sociedad

nexión entre los impuestos y el censo, el recuento de la gente y la


extracción de sus «excedentes». En este punto, los intereses de estos
estados les obligan a intervenir en las estructuras domésticas de la
comunidad de una manera que yo encuentro diferente a la de un
reino africano, donde el censo y los impuestos generalmente tienen
una importancia mínima 1•
Al discutir la economía antigua he tratado con cierto detenimien-
to el papel que desempeñaba la escritura en la contabilidad nacional
(o más bien, en la del «palacio»), tanto la de los impuestos como la
de los botines. Curiosamente, el botín también exigía sus propios
inventarios, a menudo de forma pictórica, los cuales aumentaban el
prestigio del conquistador y al mismo tiempo ofrecían una cierta
clase de procedimiento de contabilidad para los beneficios que tenían
que ser compartidos entre el ejército, la realeza y a menudo la iglesia
o el templo que habían apoyado a las fuerzas victoriosas, del mismo
modo que legitima las grandes organizaciones en general.
Desde luego, los reinos de Asia y Europa no eran los únicos que
hacían la guerra para obtener ganancias. La obtención de botín fue
un aspecto importante de la economía política de los estados
precoloniales africanos que se abastecían principalmente de las
incursiones en las comunidades acéfalas vecinas. A falta de una
riqueza transportable adecuada para la apropiación, el botín estaba
constituido por esclavos, que eran luego distribuidos a los partici-
pantes en la incursión y a sus seguidores, bien con el fin de
utilizarlos personalmente o con el de venderlos en el mercado para
su uso local o para la exportación a las Américas, al Oriente
Mediterráneo y Medio Oriente o a otros países africanos. En el
Cercano Oriente antiguo, al igual que en la conquista española de las
Américas 2 , el botín consistía en tierras y riquezas transportables y en

1 Para un tratamiento de la relación entre los impuestos, el consumo y el censo,


véase Postgate, 1974. Sobre la relación del censo en el reclutamiento en Mari, véase
Dalley, 1984, pág. 142; incluye un tratamiento fascinante de la resistencia al censo y de
las recompensas ofrecidas por asistir a él (provisiones y redistribución de tierras).
2 Un buen ejemplo de un período muy posterior, el de la expansión de Europa,

apoya esta cuestión. Pocos capítulos de la historia de la obtención de botines pueden


competir con la violencia de la conquista de América del Sur y Central por los
conquistadores españoles. El fin era el oro y los objetos de valor; los medios incluían
no sólo la conquista, sino también matanzas, capturas, esclavitud y continuas
traiciones. Sin embargo, estos violentos y endurecidos soldados estaban limitados por
el uso de la escritura de dos maneras. La corona española tomaba un quinto de todo el
botín, y su recaudación era dirigida por oficiales reales que acompañaban a las
expediciones. Una expedición particularmente sangrienta en el interior de lo que es
El estado, la oficina y el archivo 123

seres humanos, pero el sistema de distribución era más complejo; el


rex rara vez era el dux (el líder en la guerra), ni siquiera nominalmen-
te, y tenía que ser recompensado a distancia. En este contexto la
glorificación y contabilidad del botín tomaba otro significado.

ahora Venezuela fue guiada por Federmann, como resultado directo de los préstamos
hechos por banqueros alemanes al emperador Carlos V. Nos consta que el tesorero
real, Antonio de Naveros, se escandalizara por la forma en que Federmann aceptó
regalos de oro sin llevar un adecuado registro financiero (Hemming, 1976, pág. 27).
La matanza era de menor importancia que la contabilidad.
Poco después de esta expedición, los conquistadores se hicieron con un gran
número de objetos de oro en su ataque a lo que en la Colombia actual es Muisca. En
junio de 1598, el tesoro se reunió para ser fundido. Como en otras expediciones, todas
las cuales tenían que ser aprobadas por el rey, un oficial real, al igual que el_ propio
jefe, anotó lo que se había conseguido. El primer paso fue comparar los informes de
los dos. Luego, todos los participantes fueron registrados por si escondían oro o
joyas. Después de que se hubieran pagado las deudas comunes, el ejército se dividió
en tres partes, capitanes, jinetes y soldados, cada una de las cuales nombró un asesor.
Cuando todo había sido valorado, unos 200 miserables pesos fueron asignados
iglesias para que fueran destinados a misas por los 500 muertos de la expedición. Al
día siguiente, los tres oficiales reales entregaron el botín al jefe de la expedición,
apartando un quinto para el rey. El resto fue dividido entre los participantes. A pesar
de esta cuidadosa contabilidad, el jefe, Jiménez de Quesada, fue acusado más tarde
por algunos hombres que fueron dejando atrás por el camino y sin embargo exigían
su parte, mientras el fiscal le acusó de haber revelado sólo una fracción de la cantidad
debida a la corona. Como abogado se defendió brillantemente a sí mismo, y salió
absuelto con una pequeña multa (Hemming, 1978, págs. 95-96). Los problemas de la
producción del botín y la importancia de un registro exacto se encuentran en toda la
historia del proceso de saqueo del oro y los objetos de valor de Sudamérica.
La segunda forma en que la tradición escrita actuó como un factor moderador de
estos salvajes conquistadores tiene que ver con la religión. Parte de la justificación de
la conquista y la esclavitud de otros pueblos por parte de los españoles y los
portugueses era la creencia de que el cautiverio les otorgaba los beneficios de la
religión cristiana. La mayoría de los esclavos venían de Africa. Antes de dejar Angola
hacia el Nuevo Mundo, normalmente se reunía esta carga humana en una iglesia en
donde se les hablaba sobre la religión cristiana, se les bautizaba y se les daba un papel
con sus nuevos nombres cristianos (Bowser, 1974, pág. 47). Sus nombres, religión y
rango eran cambiados por medio de un papel. Este era su carnet de identidad.
Además, en su pecho se marcaba a fuego el escudo real de España, una prueba de
bautismo pero también una señal, una marca de propiedad.
Aunque los primeros conquistadores esclavizaron a muchos indios americanos
más tarde, tanto la iglesia como el rey formularon objeciones de tipo moral y
eclesiástico. Como resultado de este debate, se decidió que aunque estaba permitido
combatir y esclavizar a los moros paganos de Africa que ya hubieran oído sobre el
cristianismo y lo hubieran rechazado, aquellos que no habían tenido tal oportunidad
estaban en una posición diferente. Así pues, era preciso leer en voz alta (a ser posible
mediante un intérprete) una proclamación escrita, conocida como el Requerimiento,
antes de que tuviera lugar un ataque español. Después de contar una breve historia
del mundo, describiendo el Papado y la monarquía española, se pedía a los nativos
que aceptaran al rey como gobernante jefe en nombre del Papa y permitieran la
predicación del cristianismo en sus tierras. Si no obedecían de inmediato, los oyentes
quedaban expuestos al ataque y seguidamente a la esclavitud; la proclamación
terminaba con estas palabras: «declaramos que cualquiera de las muertes o pérdidas
124 La lógica de la escritura y la organización de la sociedad

Los números y el control del tiempo

El hecho de que la contabilidad desempeñara un papel tan


importante entre los usos de la escritura en la economía política del
Cercano Oriente antiguo tuvo varias consecuencias para el sistema
cultural. Supuso que se pusiera gran énfasis no en los usos literarios,
narrativos y descriptivos del lenguaje, más complejos, sino en los
usos de tipo no sintáctico característicos de la contabilidad. En
contraste con el modo en que la escritura influye en la estructura de
las normas religiosas en la creación y reproducción de los textos y en
la organización de la enseñanza (la reproducción de los lectores),, el
lenguaje empleado en la contabilidad es mucho más distante del
hablado al estar compuesto en gran parte de lexemas independientes
del contexto y por números que forman un «conjunto» tan distinto y
autónomo que puede desarrollarse sin un sistema de escritura
completo. Este hecho es de especial importancia para el análisis de
los estados centralizados de la América precolombina. Pues un
sistema de vales o piezas de cambio, o incluso un código de nudos (o
quipu) como el que describe Murra (1980, págs. 109-110, 161-162),
podría servir para muchos de los mismos propósitos que la escritura,
no sólo para la economía, sino también para el tipo de complejos
cálculos del calendario desarrollados en América Central (Morley y
Brainerd, 1983, págs. 512 y ss.; Zuidema, 1982).
El desarrollo de estos complejos sistemas de calendario depende
fundamentalmente de la representación gráfica (incluida la numera-
ción) (Goody, 1968). Por ejemplo, el concepto de una era requiere la
noción de un punto de partida, el trazar una línea, un comienzo
preciso que se pueda tomar como referencia numérica. La reconcilia-
ción arbitraria, pero esencial, de los cálculos lunar y solar es
necesaria porque el fijar por escrito un cálculo del tiempo potencia el
enlace de unidades de ciclos diferentes. La formalización de la
representación gráfica plantea una elección forzosa, a saber, entre
«meses» variables o «años» variables; aunque la posibilidad de una
reconciliación es sin duda posible en la comunicación oral, la
representación visual exige explícitamente una fórmula. Además, los

que resulten de esto son culpa vuestra» (Hemming, 1978, págs. 37-38). La lectura no
sólo legitimaba el ataque, sino que transfería la responsabilidad y suprimía la culpa. El
extraordinario poder de transformación que se atribuía a la palabra escrita roza con lo
«mágico», aunque ilustra su autoridad en los sistemas polít_icos y legales que estaban a
punto de ser establecidos.
El estado, la oficina y el archivo 125

números se aplicaron a las unidades de tiempo y a sus divisiones en


años, meses, días y horas; algunas unidades fueron arbitrarias, otras
no, así que, con este sistema formal de enlace, la sociedad es capaz de
obtener más control sobre el tiempo a través del sistema de
calendario; y esto también es una cuestión política. Estamos acos-
tumbrados a pensar en un sistema político que controla un espacio,
un territorio. Pero el control del tiempo entra también dentro del
mismo marco. El que controla el calendario, el modo de calcular el
tiempo -sea el clero en Egipto o la corte en América Central-
adquiere un poder que se extiende por todo el sistema social,
alcanzando a cada uno de los ámbitos de la política, la religión, el
derecho y la economía. Los cambios tecnológicos son, desde luego,
muy importantes; fue sobre todo la fabricación en serie del reloj de
bolsillo y, en menor medida, de los relojes no transportables, lo que
democratizó el cálculo «objetivo» y mecánico del tiempo. Pero es
totalmente cierto que el gobierno tiene la posibilidad de atrasar o
adelantar el reloj, de introducir nuevas vacaciones y eliminar las
antiguas e, incluso, de determinar el cálculo de los años por el
comienzo de un reinado o régimen.
Cuando trabajaba entre los loDagaa del oeste africano, que
carecían de escritura y de reloj, parecían estar preparados para una
forma más sistemática de cálculo, ya que siempre me estaban
preguntando la hora y algo más importante, cuántos meses faltaban
para las primeras lluvias. Estrictamente hablando, no es necesario
para este desarrollo un sistema completo de escritura, ni siquiera,
como he sugerido, para un sistema numérico, y quizá ni tan siquiera
para la contabilidad, que desempeñó un papel tan importante en el
Cercano Oriente antiguo. Sin embargo, la relación entre estas formas
de representación simple y la propia escritura es muy estrecha, tanto
desde el punto de vista histórico como lógico.
Los sistemas completos de escritura se desarrollaron muy pronto
en el Cercano Oriente antiguo, pero en muchos casos, especialmente
en los extensos textos de tipo religioso o literario, su uso fue
posterior a un largo período dominado en los contextos económicos
y administrativos por unos modos más alejados de los orales, como
también ocurrió en el control del tiempo y del espacio. Efectivamen-
te, algunas de las principales potencialidades de la escritura para fines
literarios, filosóficos y de otros tipos se realizaron en el Cercano
Oriente sólo con el desarrollo de las escrituras silábicas y alfabéticas,
más simples y fáciles de utilizar, y el de los materiales nuevos, como
126 La lógica de la escritura y la organización de la sociedad

la pluma y el papel, que impulsaron, entre otras cosas, un mayor


acceso a la escritura y, posiblemente, una transcripción más rápida de
la palabra oral. Pero nunca se insistirá lo suficiente en la escasa
utilización de la escritura para esos fines en las primeras fases,
aunque estos otros usos proliferaron gradualmente a lo largo de los
siglos. La transformación de la vida política fue un lento proceso
dependiente de la creación de una tradición escrita. Sin embargo, es
igualmente cierto que los chinos alcanzaron muchas de estas metas,
si no todas, usando un sistema logográfico de escritura. Mientras el
código extenso que esto implica limitaba el nivel de consecución de
una instrucción escrita fluida, los logros de los que aprendieron a
escribir fueron tan grandes en China como en cualquier otro lugar.

Correspondencia administrativa

En los grandes archivos del reino sirio de Ebla (2400-2250 a. de


C., aprox.) no sólo encontramos «textos económicos» que tratan
sobre los impuestos y el comercio, sino también «cartas, edictos y
tratados» (Matthiae, 1980, pág. 164). Las cartas son en su mayoría
partes sobre problemas administrativos que enviaban al rey los
funcionarios. Los subordinados podían comunicarse a distancia y de
manera formal con su superior, de modo que tanto la pregunta como
la respuesta podían constar por escrito permanentemente y llegar a
ser un objeto de referencia futura como clarificación, garantía y
precedente. ·
El intercambio de correspondencia requiere algún servicio postal
que actúe entre los centros principales, tal como el que estableció
Sargón I de Acadia (2334-2279 a. de C.) (J ohns, 1904, pág. 308). En
la gran mayoría de los regímenes, antiguos y modernos, capitalistas
o socialistas, el correo está organizado por el estado, en un
importante sentido en beneficio suyo, su correspondencia es trans-
portada con prioridad sobre las demás y de forma gratuita. Desde el
comienzo mismo tal sistema implicaba el mantenimiento de las
carreteras y los canales para que las entregas pudieran efectuarse en
un tiempo razonable (Oppenheim, 1964, pág. 103). Los archivos de
Ebla incluyen mensajes enviados por el rey a los oficiales con
misiones en el extranjero o dirigidas directamente a otros reyes,
probablemente copias archivadas de los despachos originales; la idea
de «redactar una copia» fue una característica temprana de los
gobiernos con escritura, característica que fomentó claramente el
El estado, la oficina y el archivo 127

rigor de la interpretación «literal» (esto es, al pie de la letra) de


edictos y tratados. Y cuando las comunicaciones tenían que hacerse
permanentes y ser interpretadas al pie de la letra, era necesario que
los especialistas de la palabra escrita las redactaran con mayor
cuidado.
Los edictos encontrados en los archivos eran ordenanzas reales,
aunque con frecuencia regulaban los asuntos privados; por ejemplo,
la distribución de ciudades del reino entre los miembros de la familia
real y la concesión de un grupo de pueblos a una princesa como dote
para su matrimonio, regalo que sería de poco valor a no ser que
produjese una renta en impuestos o en especie.

La administración exterior

Tratados internacionales

Los tratados internacionales, que son un tipo de contrato, fueron


ampliamente usados en el Cercano Oriente antiguo, incluidos los
que concluían una guerra (Oppenheim, 1964, pág. 284). Son un tipo
de contrato fijado por escrito 3• Está claro que también hay formas
de contrato en las sociedades orales, pero aquí, como en todas
partes, la escritura hace explícito lo implícito. Proporciona una
constitución escrita en vez de un entendimiento oral, con todas las
implicaciones que esto conlleva; pues una constitución es un tipo de
«contrato social» en sentido analítico, con lo que las culturas escritas
«extrapolan» su existencia tácita.
En los archivos de Ebla no hay más que unos pocos ejemplos de
tales tratados, y éstos parecen ser extractos abreviados de los
documentos originales, que probablemente eran grabados sobre
piedra y depositados en los santuarios. Sin embargo, en todo el
mundo antiguo del Cercano Oriente la escritura se usó para redactar
alianzas entre estados de un modo que parece (y de hecho es) muy
contemporáneo, si exceptuamos las sanciones religiosas.
«En las leyes internaci.onales como en las privadas», escribe
Woolley (1963, pág. 504),
3 Refiriéndose a los tratados concertados por Mari, Dalley escribe que el «acuerdo
estaba anotado en una tablilla que contenía varias cláusulas que tenían que acordarse
por adelantado. Ambas partes sellarían la tablilla en el momento que fuera un contrato
legal. Cada una poseería una copia con idénticas cláusulas pero con un prólogo
bastante diferente, y sabemos por pruebas (testimonios) algo posteriores que se
depositaba una copia en un templo de cada país» (1984, pág. 140).
128 La lógica de la escritura y la organización de la sociedad

un contrato debe constar por escrito, y deben de haber prestado juramento las partes
afectadas en presencia de testigos divinos. En el caso de un tratado de alianza, las
negociaciones preliminares deben realizarlas los embajadores intercambiados de los
dos poderes firmantes; cada parte tenía que redactar su propio borrador del texto, y el
deber de los embajadores era reconciliar ambas en una versión final; cualquier
desacuerdo importante se notificaría a sus jefes; por ejemplo, Shamshi-Adad de Asiria
recibió de su enviado una copia de una propuesta de tratado con Eshnunna redactado
por la otra parte, a la que objetó de inmediato: «Lo que yo quité de la tablilla todavía
está ahí. Los hombres de Eshnunna están poniendo dificultades.»

En otros casos, los embajadores eran plenipotenciarios, y entre


ellos mismos acordaban un texto satisfactorio, después de lo cual se
tenía que fijar la fecha de ratificación, una fecha no solamente
conveniente para ambos jefes, sino que también tenía que recibir la
aprobación del oráculo por ser auspiciosa.
La ratificación era una ceremonia solemne precedida de un
sacrificio. Aunque el acuerdo era elaborado en nombre de los reyes,
quienes estaban obligados por él, e introducido por sus nombres y
títulos completos, una parte no pequeña del texto consistía en una
lista de los dioses y diosas invocados como testigos, las deidades de
cada país descritas por separado, seguidas de las maldiciones que se
desatarían sobre el que violase el acuerdo: «A quien no observare
todas estas palabras escritas sobre esta tablilla de plata de la tierra de
Hatti y de la tierra de Egipto, que los mil dioses de la tierra de Hatti
y los mil dioses de la tierra de Egipto le destruyan su casa, su país y
sus siervos», y las bendiciones correspondientes: «pero quien guar-
dare estas palabras que están sobre la tablilla de plata, sea un hitita o
un egipcio, y no las ignorase, así los mil dioses de la tierra de Hatti y
los mil dioses de la tierra de Egipto le den salud y una larga vida, y
también a sus casas, a su país y a sus siervos». Este era un juramento
de lo más solemne, tanto que la ceremonia para firmar era llamada
por los babilonios y los sirios «el toque en la garganta», porque
cuando se mataba a la víctima sacrificial, el rey, en presencia de los
dioses y del embajador del otro poder firmante, se pasaba la mano
por la garganta para simbolizar su deseo de morir de la misma
manera si faltaba a su palabra. Una vez firmadas las tablillas del
tratado se presentaban al dios principal de cada país» (pág. 504).
A veces tales tratados especificaban una serie de continuos
intercambios entre las partes, incluyendo el negativo, el derecho a la
extradición de sujetos que se hubieran refugiado en el otro reino,
especialmente los esclavos fugados, una característica de tratados
El estado, la oficina y el archivo 129

bastante recientes (así como fórmulas mágicas) en el norte y oeste


africano. Las alianzas resultantes se reforzaban aún más mediante
matrimonios y se mantenían por el intercambio de regalos y cartas.
Un mensajero especial llevaba esta correspondencia de la canci-
llería, y a veces era despachada por un embajador residente encarga-
do de las negociaciones con el gobernante ante quien estaba
acreditado. Se desarrolló una red de relaciones internacionales
formales que dependía de las comunicaciones escritas. En todo el
creciente fértil, el acadio, en escritura cuneiforme, se convirtió en
lengua diplomática empleada incluso por la cancillería de los
faraones egipcios; y el uso de la misma escritura fue acompañado por
el empleo de formas similares de salvoconductos y tratados 4 • No
sólo las formas, sino también las normas eran parecidas; el reglamen-
to que gobernaba el comercio internacional en Sumeria fue adoptado
por muchos otros estados.
En otras palabras, la escritura no sólo se introdujo sustancial-
mente en los asuntos exteriores, sino que incluso gobernó la forma y
el lenguaje del discurso porque un sistema dominaba las relaciones
exteriores de una gran área del Cercano Oriente. Una vez más, los
usos de la escritura afectaron no sólo las formas de interacción, sino
que también ayudaron a modificar la naturaleza de sus reglas,
sustituyendo la expresión variable por el texto fijo.

La administración de los estados sin escritura


En esta sección examinaré algunas de las características de los
estados africanos desde el punto de vista de su modo de comunica-
ción fundamentalmente oral y de los costes y beneficios que esto
conllevó. Digo que es fundamentalmente oral porque, de hecho, la
presencia del islam, que insiste en la capacidad de leer el Libro y con
una larga tradición, administración y derecho centralizados, influyó
en el modo de resolver los asuntos en muchos estados. Por eso es
interesante prestar atención a los casos en que se adoptó la escritura,
en tanto que indicadores de los ámbitos del sistema oral en los que
existía una tendencia hacia el cambio en el modo de comunicación,
ya que la escritura estuvo en principio al alcance de los estados de las
sabanas del oeste africano desde el principio del segundo milenio d.
4 «Encontramos en los tratados del segundo milenio a. de C. expresiones tomadas

al pie de la letra de las de un tratado de Naram-Sin de Acadia en el siglo XXIV a. de


C.» (Woolley, 1963, pág. 507).
130 La lógica de. la escritura y la organización de la sociedad

de C., como lo había estado para los europeos del litoral desde el
1500. ¿Para qué adoptaron la escritura y cómo afectó ésta el
funcionamiento de la estructura política? La respuesta es, en cierto
modo, diferente de la del caso del Cercano Oriente antiguo, ya que el
desarrollo inicial se produjo principalmente en el ámbito de los
«asuntos exteriores».

La administración exterior
Tratados, etcétera

La evolución de la sociedad humana nunca ha sido un proceso


claramente estratificado. Incluso aunque se puedan distinguir las
líneas generales, una forma de sociedad no sustituye a otra en todas
partes a la vez; no todas cambian o se disponen a cambiar al mismo
tiempo, por lo que la mayoría tiene que interactuar con sistemas
bastante diferentes. Los cultivadores de Etiopía tienen que interac-
tuar con los pastores de Somalia, las religiones del Libro con los
cultos paganos, y los gobiernos centralizados con las tribus acéfalas.
De la misma manera, las sociedades con escritura se relacionan con
las que no la poseen; ésta ha sido una condición recurrente de la
difusión de la escritura, y ha afectado a ambas sociedades de distintas
maneras, tal y como he intentado mostrar al estudiar los usos de la
escritura en Ghana del norte (1968a). Por ejemplo, la magia de la
palabra extendió su poder a los pueblos sin escritura y la demanda
consiguiente afectó a la oferta y a los ofertantes. Esta situación de
encuentro es paralela, en sentido formal, a la que constituye el punto
de partida de muchas teorías sobre el Tercer Mundo y el «desarrollo
desigual» (Frank, 1981 ), sobre la articulación de las formaciones
sociales (Semenov, 1980), o sobre la importancia de las contradiccio-
nes, tanto externas como internas, a la hora de explicar formaciones
sociales específicas (Godelier, 1977).
Cuando la escritura se hizo accesible a los pueblos del oeste de
Africa, algunos estados centralizados la emplearon como un medio
de comunicación con sus vecinos, manteniendo una correspondencia
y concertando tratados; los musulmanes, que actuaban como escri-
bas, se proveían unos a otros de pasaportes e itinerarios cuando iban
a emprender largos viajes, fueran comerciales o de peregrinación. Al
menos en principio, hay más pruebas del uso externo de la escritura
que del interno. Esto se debe, en parte, a la conservación de los
El estado, la oficina y el archivo 131

documentos originales. Conocemos la correspondencia con los


británicos de Samory, un constructor de imperios del siglo pasado,
porque sus cartas se conservan en los archivos de la Oficina Pública
de Registros. Tenemos la correspondencia de principios del siglo
XIX entre los reinos de Asante y Gonja que llegó a los archivos
daneses (Levtzion, 1966), así como fragmentos de la corresponden-
cia de las cancillerías de otros estados.
U na correspondencia tal no sólo se da entre los estados en los
que el islam tuvo una fuerte influencia, sino entre los estados con y
sin escritura; estos últimos disponían de individuos instruidos para
escribir sus cartas. Uno de los resultados de este tipo de correspon-
dencia internacional fue una tendencia inicial por parte de los estados
sin escritura a interpretar los tratados escritos como si estuvieran
sujetos a un posible intercambio o captura, como cualquier otro
objeto material. Cuando los asante entraron en contacto con los
británicos y otros europeos de la costa guineana, se mostraron muy
interesados en las notas, los «libros» y los tratados que vieron
manejar a aquellos. Se hicieron constar por escrito los acuerdos entre
estas fuerzas extranjeras y los jefes locales, dotando de precisión
todos los acuerdos y proporcionando un testimonio «objetivo» del
acuerdo en caso de disputa. Los asante pronto se familiarizaron con
este nuevo modo de comunicación y tendieron a dar a sus productos
una permanencia, concreción y generalidad mayor que la que
pretendieron sus propios creadores, pues consideraron las «notas»
como un objeto de intercambio o adquisición (Collins, 1962).
Cuando los asante conquistaban un poder vecino; tomaban posesión
de sus «libros» y confiaban en que quienes formularon el tratado
seguirían observando lo estipulado para el grupo que habían
conquistado; esta tendencia a confundir el papel con su contenido, el
medio con el mensaje, creó muchos malentendidos.
Las razones fundamentales de que la escritura tuviera una
orientación predominantemente exterior en estas circunstancias son
de cierto interés. En primer lugar, estos reinos iban reaccionando y
adaptándose al uso de la escritura por las potencias europeas o por
aquellos estados musulmanes en los que el islam desempeñaba un
papel dominante y no secundario; ellos usan la escritura, así que
nosotros también. Pero quizá lo más importante, tanto en el caso del
pasaporte como en el de la correspondencia de la cancillería, era que
se podían mandar las palabras allí donde no se podía ir personalmen-
te, que se podía establecer una comunicación personal a distancia,
132 La lógica de la escritura y la organización de la sociedad

que no era el teléfono todavía pero sí algo con más autoridad que un
mensajero. Mientras que para la realeza sería rebajarse visitar un
reino vecino, excepto como conquistador, el monarca puede mandar
su propio mensaje sin tener que delegar en un intermediario cuya
lengua puede tergiversar su intención. En vez de esto, las mismas
palabras del señor eran recogidas en una tabla inanimada, una piel
curtida o una hoja de papel.
El tratado representa un acuerdo específico entre dos potencias
soberanas, donde no hay por definición ninguna sanción por parte
de una fuerza legítima que sustente su acuerdo; tal sanción operaba
dentro de cada estado, no entre ellos. Fuera de sus fronteras es
necesario detallar el contrato, y, a veces, incluso los elementos no
contractuales del contrato, y esto tiene que apoyarse por medios no
legales y no políticos, a menos que la guerra deba considerarse como
la continuación de la política por otros medios. Esos medios pueden
estar, en parte, encarnados en la autoridad de la propia palabra
escrita, sobre todo de la Palabra de Dios cuando El es el garante de
la alianza. Pero las sanciones religiosas funcionan de una manera aun
más general en este dominio de las primitivas relaciones internacio-
nales, como vimos en el caso de los juramentos y bendiciones, en las
listas de dioses y diosas invocados como testigos o en el depósito de
los tratados originales en los santuarios (como se hizo también con
las tablas de las cuentas monacales en el Sri Lanka medieval).
Otro de los aspectos de la tendencia a usar la escritura en este
tipo de situaciones, más para las relaciones exteriores que para las in-
teriores, es el alto grado de variabilidad de los contratos exteriores.
Cuando el contenido y las estipulaciones de una nueva relación
social, como el matrimonio, son relativamente constantes (como
ocurre con el precio de la novia), es menos necesario un registro que
en el caso de una dote en el ámbito interpersonal o de una alianza
entre estados a nivel internacional; lo estipulado varía de acuerdo
con las circunstancias particulares de las partes.

Guerra y paz

Los tratados no sólo contemplan el lado positivo de las relacio-


nes entre los estados, sino también los aspectos negativos, ya que su
quebrantamiento produce conflictos y conduce a la guerra. La
dirección de la guerra en la antigüedad requería abastecimientos y
comunicaciones, como si se tratase del propio palacio, y a este
El estado, la oficina y el archivo 133

respecto, así como en la contabilidad del botín y en la celebración de


la victoria, la escritura jugó un papel importante. En Mari, por
ejemplo, se hacían listas incluso con los nombres de los enemigos
capturados (Dalley, 1984, pág. 145).
Con el advenimiento de las religiones universales (e ideologías
escritas), los conflictos entre los grupos se vieron afectados de una
manera muy distinta, tanto dentro como fuera de las unidades
políticas. Internamente, una consecuencia de la mayor autonomía de
la iglesia y el estado, de la capacidad para la delimitación que posee
la religión escrita, no es simplemente la tensión, la lucha entre las
dos «grandes organizaciones», sino los conflictos entre los seguido-
res de las diferentes religiones «universales», que culminan en
guerras religiosas.
En las sociedades más simples es frecuente recurrir a los
ancestros y los dioses para apoyar a un grupo, normalmente un
grupo territorial o familiar en guerra con otro. En los estados
africanos se invoca a seres sobrenaturales para defender a un
gobierno de otro. Incluso se ha acudido al islam y al cristianismo
para desempeñar este papel, como, por ejemplo, en la narración
legendaria reflejada en la crónica gonja del siglo XVIII (Goody, 1954)
de la ayuda proporcionada por los musulmanes para la conquista de
ese país; la narración fue, desde luego, escrita por los musulmanes y
es rememorada anualmente en la festividad del nacimiento del
Profeta, en parte para fomentar y justificar los regalos de los jefes.
Cuando una religión adquiere este papel, es el principio (en sentido
morfológico) de la Jihád, .de las luchas ideológicas en las que las
diferencias de práctica o creencia desempeñan un papel determinan-
te; es el caso de protestantes y católicos o sunnitas y chiitas. Tal y
como podemos apreciar en todas partes -en la India, Irlanda o el
Oriente Medio-, los conflictos entre los seguidores de estas
religiones son un aspecto de la autonomía que esos sistemas han
adquirido, de su poder para convertir y crear minorías y mayorías
que se consideran a sí mismas las únicas poseedoras de la verdad.

La administración interna

Los impuestos, etcétera

He hablado de la prioridad que los estados africanos precolonia-


les otorgaban a la adopción de la escritura para la comunicación
134 La lógica de la escritura y la organización de la sociedad

exterior. Su uso interior estuvo más limitado, en parte porque su


incorporación era más complicada y en parte por la naturaleza de la
economía política. Los estados africanos tales como Dahomey y
Asante desarrollaron sistemas simples de impuestos y tributos,
aunque el excedente agrícola normalmente era pequeño (Goody,
1971, págs. 21-38) y sus usos limitados. En algunas situaciones de
acumulación central, la escritura es de poca importancia: cuando los
productos recaudados se deterioran rápidamente, el problema del
registro tiene menor importancia, ya que las mercancías no pueden
«conservarse», sino que tienen que redistribuirse en un corto espacio
de tiempo. Lo significativo es la transacción y no el almacenamiento,
es decir, la transferencia inmediata más que la demorada; por tanto,
la contabilidad es menos crucial. Con los productos imperecederos,
tales como el oro de los asante, la posibilidad de rendir cuentas era
necesariamente una cuestión de confianza más que de control
efectivo, aunque el Sanaahene (el jefe del oro, el tesorero), como el
propio gobernante, tenía que mantener separada la riqueza personal
de la pública so pena de ser despedido del cargo. En las sociedades
orales un individuo normalmente puede memorizar sus transaccio-
nes personales, políticas y económicas, con la ayuda quizá de
testigos; la transferencia establece una relación específica de crédito
o deuda más que una relación generalizada de dependencia. Las
transacciones entre el tío materno y el hijo de la hermana, por
ejemplo, están envueltas en una relación múltiple, en palabras de
Gluckman (1955, pág. 19), lo que significa que una deuda es sólo
uno de los muchos elementos, una situación que promueve la
confianza entre los transaccionistas. Pero el registro tiene muchas
ventajas en unidades mayores, o incluso en ocasionales operaciones
fiscales o «mercantiles», en contraste con las transferencias más
regulares de los tributos. Por un lado, un recibo escrito demuestra
que se han pagado tributos e impuestos, procedimiento que somete a
un control potencial al recaudador como intermediario en la transac-
ción y permite que los arrendadores de impuestos rindan cuentas, al
menos en principio. Es un uso de la escritura que se hace más
evidente cuanto mayor es la organización implicada, por lo que es
más importante para un imperio que para una ciudad estado.
Por otra parte, más importantes políticamente que el recibo para
quien paga, el contribuyente, son las cuentas para el que cobra, el
recaudador. Mediante el registro escrito de los ingresos, una organi-
zación puede incrementar su control sobre la distribución interna de
El estado, la oficina y el archivo 135

los fondos; por ejemplo, con el cálculo de la cantidad a invertir o a


apartar como ahorros, diferenciándola de la suma necesaria para
satisfacer los gastos corrientes y las necesidades de consumo. Todas
las sociedades requieren alguna planificación de sus miembros,
alguna distribución de recursos a lo largo del tiempo y algún ahorro.
Pero para una organización compleja, la preparación de un presu-
puesto incrementa su «eficiencia», su «racionalidad», y la profundi-
dad de su control. Este fue el caso de los dominios de los templos de
Mesopotamia, los cuales registraban las entradas y salidas de bienes y
servicios; registros parecidos acompañaron la expansión de las
empresas mercantiles a través del Cercano Oriente antiguo. En lo
que respecta al gobierno, tanto en el presente como en el pasado, los
documentos que justifican los impuestos y su gasto constituyen la
esencia del conjunto de archivos requeridos para el establecimiento
de las autoridades locales y de la propia nación. En el curso de este
proceso la oficina se convierte en el lugar donde se encuentra el
escritorio (el bureau), el oficinista y el archivo, que es el modo en que
comienza la verdadera burocracia.

El individuo y la oficina

Aunque algunas de las características del concepto weberiano de


burocracia (1947b, págs. 196 y ss.; 1947a, págs. 329-341) están, desde
luego, presentes en las sociedades orales (M. G. Smith, 1960;
Southwold, 1961; Wilks, 1966), la ausencia de escritura limita
inevitablemente la eficacia del gobierno (especialmente con respecto
al almacenamiento de la información), así como la de las empresas
comerciales, iglesias y otras organizaciones a gran escala. Como
señaló Weber, una de las principales características de tales órganos
administrativos es la capacidad para separar a la «persona» del
«cargo», a las personas de la corporación, para así establecer
relaciones «universalistas» frente a las «particularistas». Sin una
separación tal, una firma familiar podría dejar de existir con la
muerte del cabeza de familia si sus intereses se dividen entre los
parientes más cercanos. La firma sólo continúa si se evita la división,
si se sabe discernir entre la continuidad de la organización y la
división de la propiedad entre los herederos 5 • El no distinguir entre
5 La dificultad de continuar una empresa comercial después de la muerte de su
fundador es siempre algo problemático, pero en Africa hay dificultades particulares.
Allí la transformación de una empresa individual en una empresa familiar (lo que se
136 La lógica de la escritura y la organización de la sociedad

el interés privado y el público a menudo también afecta a los reinos,


especialmente en las primeras fases de una dinastía particular, donde
la conquista ha difuminado las líneas entre lo privado y lo público; el
estado del conquistador, como sucedió en la temprana Inglaterra
normanda, tiende a dispersarse en los territorios de los hijos; este
hijo se queda con Normandía, ése con Inglaterra y aquél con Irlanda;
y lo que fue una unidad se convierte en una multiplicidad. El
principio de la división igualitaria, adoptado del ámbito personal de
la herencia, fue aplicado al dominio público de la sucesión, confun-
diéndose la singularidad de la realeza con la pluralidad de la
paternidad (Goody, 1966).
Una separación de lo público y lo privado es una característica
frecuente de muchos estados sin escritura, donde en casi todas partes
el rey se distingue de la realeza, el jefe de la jefatura y el empleado de
su cargo (Portes, 1962). Algunos estados llevan la separación un
paso más allá al distinguir la riqueza privada de un hombre
(incluidas sus mujeres) de lo que gana en virtud de su cargo. En el
oeste africano, los jefes asante fueron en alguna ocasión destronados
por confundir los dos ámbitos 6 • Es una separación que ocasiona
tensión y disputas porque nunca puede ser completa, aunque sólo
sea porque los hijos se hayan criado en un ámbito particularista en el
que los dos aspectos del status del padre no pueden diferenciarse
claramente 7 • Pero el mayor grado de separación que caracteriza a las
organizaciones como las que estudiaba Weber parece depender de
otro factor, a saber, la mayor formalización de los procedimientos
administrativos que promueve la escritura y que fue tan notable en
los primeros imperios del Cercano Oriente. Aquí, los asuntos del
estado se materializaban en los archivos escritos, los cuales tendían a
distanciarlos de los asuntos personales de quien ostenta el cargo y a
ofrecer de algún modo la posibilidad de rendir cuentas. De nuevo, la

puede llamar el paso del espíritu emprendedor al negocio) se hace difícil no sólo por
la inadecuada experiencia burocrática, sino también por el predominio de la herencia
fraternal. Este tipo de transmisión está relacionado con los derechos colectivos sobre
la tierra, pero es problemática bajo condiciones en las que una empresa puede pasar a
un «hermano» cuyas habilidades sean distintas a las de un «hijo» que ha sido
adiestrado para el trabajo (véase Goody, 1970).
6 La distinción se basa en otra más ampliamente reconocida, entre la propiedad

heredada y la adquirida por uno mismo; véase Portes (1949). Para un tratamiento del
concepto de cargo en Asante, véase Portes (1962).
7 Sobre esta cuestión véase la discusión de Pallers (1956, pág. 244) de las

opiniones de Parsons y Preud sobre las raíces «psicogenéticas» del nepotismo y de los
grupos solidarios.
1:I estado, la oficina y el archivo 137

escritura tiende a hacer explícito lo que estaba implícito en la


comunicación oral.

La comunicación: el mensaje y la audiencia


El uso de la escritura por el estado tiene muchas otras implicacio-
nes en la acción social, proporcionando un tipo de control de las
relaciones espaciales y temporales. En las sociedades más pequeñas,
la comunicación interior puede mantenerse por medio del contacto
directo cara a cara entre un linaje y sus mayores, por ejemplo. Pero
para un estado, incluso para uno simple, el incremento de escala, la
intervención de la distancia espacial, la inclusión de un mayor
número de individuos en la organización, significa que la comunica-
ción entre sus miembros requiere el uso de intermediarios, represen-
tantes, mensajeros, etc. La comunicación es todavía oral, y por eso
requiere el movimiento de personas más que el de medios; pero el
contacto entre el gobernante y el gobernado es ahora indirecto, se
lleva a cabo por una jerarquía de funcionarios (tales como los
subjefes) distribuidos por todo el reino, y por medio de los
intermediarios necesarios para transmitirse mensajes entre ellos.
La alternativa es comunicarse a distancia elevando el volumen
del sonido y enviando mensajes simples por medio de lo que
consideramos instrumentos «musicales». Entre los acéfalos loDagaa,
el xilófono se usa como en Europa las campanas de la iglesia para
transmitir la noticia de una muerte o buenas nuevas. Entre los
centralizados asante se usan los tambores para transmitir mensajes
más específicos, algunas veces imitando el modelo tonal de una frase
y otras actuando más arbitrariamente. Normalmente los tambores de
la comunicación pertenecen al jefe, quien actúa como un foco de
noticias y rumores; ya que es a él a quien primero se llevan los
extranjeros, a quien los habitantes de la localidad dirigen sus quejas e
información, y cuya corte constituye, por consiguiente, el nudo de la
red de comunicación oral.
Cuando es necesario entregar un mensaje por medio de un
intermediario o mediante la presencia física del subordinado ante el
superior, la inmunidad del mensajero y su presentación ante un
superior son de capital importancia para la continuidad del reino y
están protegidas por importantes sanciones de tipo religioso o
secular. Problemas de seguridad más graves surgen con el envío de
embajadores a tierras que, si bien no son completamente hostiles,
138 La lógica de la escritura y la organización de la sociedad

tampoco son del todo amistosas. Una vez más su misión y sus
personas están rodeadas de formalidades y prohibiciones.
Permítaseme extenderme en el tema de la asistencia a una
audiencia. Cuando un subjefe asante toma posesión de su cargo,
presta juramento a su jefe supremo, el Asantehene, de modo
esencialmente igual al juramento que sus jefes subordinados le
prestarán a él. Los ancianos se presentan ante él uno por uno. Cada
subjefe inclina la cabeza, y el jefe la toca tres veces con la planta del
pie derecho, un acto ampliamente difundido que expresa sumisión
por un lado y dominio por el otro. Luego, permaneciendo de pie
ante su señor, el sujeto toma la espada ceremonial, apunta con ella al
pecho del jefe y declara en voz alta:

Pronuncio el nombre prohibido de (usando el juramento apropiado), pronuncio la


gran palabra prohibida. Soy el Jefe de la retaguardia y cubro vuestras espaldas; así
como me ayudan mis Mayores, así te asistiré yo. Si actúo contigo como quien dice a
un hombre: «Mírate las manos, mira tu sombrero» (es decir, te pido que mires en
ambas direcciones a la vez); si te doy un consejo y no haces caso y me enfado y me
voy a mi casa, y no vuelvo para darte otra vez el mismo consejo; si vienes y me citas
por la noche, si me citas por el día, y no vengo, entonces (he incurrido en la falta),
pues he pronunciado la gran palabra prohibida, he mencionado el nombre prohibido
de_, (Rattray, 1929, págs. 86-87).

El movimiento en presencia de una figura autoritaria es una


característica de todas las organizaciones jerárquicas, modernas,
intermedias o ·simples; uno se adelanta; uno se aproxima a un
miembro de la jerarquía desde abajo, y con reverencias que exigen
inclinarse, ya que de otro modo el acercamiento podría interpretarse
como amenaza. Pero en las sociedades orales se pone más énfasis aún
en el encuentro físico de personas o grupos 8, simplemente porque
no hay otra alternativa. De ahí la importancia de la «audiencia»
concedida por un rey. El superior puede convocar al subordinado a
través de un mensajero que lleva un emblema especial, tal como la
espada estatal o el bastón de los mensajeros 9, y es obligatorio
obedecer a la llamada. En Asante era un acto de rebeldía no «acudir»
cuando se había sido llamado, y los administradores británicos más
tarde usaron la misma técnica con los jefes locales; incluso hoy en día

8 Este es sólo un significado de la ambigua palabra «colectivo»; véase Radcliffe-


Brown (1935), y mi anterior comentario sobre este punto (Goody, 1969, pág. 95).
9 La espada se usaba en la división de Kpembe del este de Gonja; en otras partes,

como en Asante, generalmente era el cetro del portavoz.


El estado, la oficina y el archivo 139

los primeros ministros y los presidentes esperan una respuesta


igualmente rápida a sus órdenes.
No sólo el jefe subordinado tenía que asistir cuando era
convocado; también tenía que estar presente en determinadas ocasio-
nes, lo que servía a fines de comunicación y de forma. En el reino de
Gonja, en el norte de Ghana, los jefes subordinados que vivían en y
alrededor de la capital de la región tenían que visitar a su superior
dos veces por semana, los lunes y viernes, los días en que se tocaban
los grandes tambores para saludar tanto a los muertos como a los
vivos. Durante estos días se esperaba que un jefe de la región se
sentase en la sala de reuniones (lembu) a la entrada de su casa, para
discutir los asuntos con sus subjefes, y que estuviera preparado para
recibir a cualquiera de sus súbditos. Estas eran las ocasiones en las
que se hacían gran parte del trabajo de la región.

La comunicación: las ceremonias nacionales


Las ceremonias anuales eran tanto nacionales como regionales.
Aunque su orientación era más bien ritual, los asuntos seculares
también tenían un papel importante. En la época de la festividad
Damba, un rito procedente del Maulud del islam que celebra el
nacimiento (o circuncisión, depende de la época y el lugar) del
Profeta, todos los jefes subordinados tenían que ir a la capital y
saludar a su jefe regional, y a veces estos jefes regionales tenían que
acudir ante su propio superior en la capital nacional. Entre los asante
del sur, la ocasión equivalente era la Odwira, la festividad de la
Nueva Batata.
Desde 1931, cuando los gobernantes británicos intentaron reor-
ganizar el reino de modo más centralizado para crear una estructura
administrativa subordinada, el jefe principal celebraba una ceremo-
nia Damba en la capital de Nyanga (y desde 1944 en Damongo). No
van todos los subjefes todos los años. A menudo bailan Damba en
los centros regionales acompañados por sus propios jefes subordina-
dos de pueblos remotos; es un indicio de la mayor centralización de
los gonjas 10, en comparación con el reino asante, cuya ceremonia
paralela, la Odwira celebrada en Kumasi, al parecer siempre requiere
la presencia de los jefes subordinados.
10 Utilizo el término «descentralización» con preferencia al de no centralización,

ya que hay hechos que señalan que la involución política había tenido lugar antes de la
llegada de los británicos.
1-1-0 La lógica de la escritura y la organización de la sociedad

En Asante la asistencia no sólo se imponía mediante sanciones


terrenas, sino también con la autoridad sobrenatural; en la ceremonia
Odwira o ceremonia de la Nueva Batata era cuando los ancestros
volvían a la tierra, para recibir entre otras cosas su parte de la nueva
cosecha. Pero el aspecto político, es decir, la renovación de la
obediencia y el establecimiento de la comunicación, es bastante
evidente. Como subraya Bowdich, el jefe de la primera misión
europea a Asante, esta festividad, a «la cual todos los sirvientes y
tributarios» tenían que asistir, parecía «haber sido instituida como las
Panateneas de Teseo, para unir varias naciones en una festividad
común» (1819, pág. 256).
Las ceremonias nacionales de esta clase, ya sean en la Plaza Roja
de Moscú, en la Plaza de la Estrella Negra de Acera o en el desfile de
la guardia montada de Londres, siempre desempeñan algún papel de
reafirmación de la estructura de dominio existente, especialmente en
la medida en que el poder armado, el árbitro final del poder político,
es con tanta frecuencia uno de los principales componentes de la
exhibición. Se puede entrever un elemento «teatral» en las investidu-
ras y en ceremonias parecidas de los países occidentales. Pero en las
sociedades más simples, los aspectos comunicativos, o más bien
«informativos» de la ceremonia, o de los rituales de masas, son a la
vez más específicos y más intrínsecos; éste era el momento y el lugar
para tomar decisiones, para obtener noticias, para transmitir infor-
mación, para reafirmar las relaciones, así como para que se iniciaran
las disputas.
Sean estas ocasiones regulares o esporádicas, un aspecto de su
función política es parecido: ratifican, en una situación cara a cara,
en comunicación directa, las relaciones de super- y sub-ordinación
que existen en el reino. Pero el requisito de que todos los subjefes
estén presentes no constituye únicamente una insistencia en los
gestos de sumisión. Los jefes son convocados porque el supremo
requiere su consejo, su asesoramiento; hasta hoy, en Gonja la
ocasión se aprovecha para tomar decisiones y para establecer (o
proseguir) las disputas que el nuevo sistema político de la nación-
estado permita resolver a sus estructuras integrantes.
Con la aparición de la burocracia en forma de gobierno nacional,
el número y la naturaleza de las decisiones que los jefes del norte de
Ghana toman es mucho más restringido ahora que en el pasado,
pero todavía entienden de disputas sobre cargos y jurisdicción. Con
frecuencia, estos conflictos son cuestiones muy arraigadas que
El estado, la oficina y el archivo 141

originan gran tensión y hostilidad. Aunque no sean necesariamente


solubles, a menudo los afectados sacan a discusión sus problemas
ante el propio supremo. En alguna de estas situaciones, el supremo
actúa de moderador más que de jefe supremo. Las partes en disputa
exponen su caso, más que a él, a través de él a la multitud reunida, y,
consecuentemente, en muchos casos su decisión refleja el sentir de la
asamblea. Su papel en tales discusiones variará dependiendo de sus
capacidades personales; pero no habría llegado a ser jefe si no
hubiera sido capaz de mantenerse firme en enfrentamientos verbales
de esta clase; y en Asante supuestamente se otorga la preferencia a
aquellos que no se precipitan al hablar, aunque esta estipulación es
con mayor frecuencia un ideal que un hecho. Así pues, la vista de
disputas es más bien un ejercicio de juicio político que una forma de
decidir sobre lo justo y lo injusto, de acuerdo con un código
estrictamente definido, aunque con la creciente insistencia en que las
«costumbres» se reduzcan a la escritura esta situación está cambian-
do, incluso en las zonas más remotas. Aunque es cierto que la
dominación colonial y el gobierno independiente han socavado
progresivamente la posición del jefe, su papel rara vez fue tiránico.
Existen pocas pruebas que apoyen la idea general de que el
despotismo africano, y mucho menos oriental, fuera el principal
modo de organización política en épocas anteriores. Las consultas
orales garantizaban una mayor participación en la toma de decisiones
de lo que la expresión sugiere.

La comunicación: el centro y la periferia


La cuestión de los medios de comunicación interna y el modo de
tomar decisiones trata de la naturaleza de las relaciones entre el
centro y la periferia estudiada por Shils (1962) entre otros. Cuando la
administración de un estado depende de la «audiencia», el «porta-
voz» y el «mensajero», esta unión será frágil en comparación con las
potencialidades ofrecidas por una burocracia que use la escritura.
Por consiguiente, el estado estaba más expuesto a la escisión, y la
posibilidad de secesión de una forma u otra preocupó constantemen-
te a las autoridades centrales. Las rebeliones a menudo aspiraban no
a tomar el gobierno, sino a escapar de él; por medio de la escisión
una división subordinada establecía un régimen independiente de la
metrópoli. Bajo unas condiciones en las que tanto la comunicación
con el centro como una identificación con el estado se iban
142 La lógica de fa escritura y la or~anización de la sociedad

debilitando, «la tiranía de la distancia» (por usar el título del estudio


de Blainey sobre la historia económica australiana, 1982) tenía plena
vigencia.
Abrahams plantea este asunto con claridad en su estudio sobre la
sucesión entre los nyamwezi de Tanzania (1966), donde encontramos
el característico fenómeno africano de la «proliferación de jefaturas».
Según el mito nyamwezi, la jefatura original kamba creció tanto que
el jefe ya no recibía de los pueblos alejados el tributo de pieles de
león que se le debía. Como consecuencia, asignó estas áreas distantes
a los hijos de su hermana para que establecieran jefaturas separadas.
La jefatura puede extenderse hasta un cierto punto, hasta que se
enfrenta con un bloque organizativo; no puede seguir creciendo sin
escisiones. Desde cierto punto de vista, esta proliferación de jefatu-
ras es un ejemplo del fracaso en el desarrollo de una organización
que pueda incluir a más gente y áreas más amplias; esto es, son
ejemplos de descentralización política. Me he referido al ascenso y
caída de los estados africanos tales como los reinos interlacustres, así
como a los de los kachin del Burma superior (Gallers, 1956, pág.
248; Leach, 1954; Friedman, 1979). Pero la multiplicación de las
unidades políticas independientes no era la ,única puerta abierta a la
expansión de un estado. El sistema de sucesión rotatoria que existe
entre los gonja y en otros lugares (Goody, 1966) es un mecanismo
que permite conservar una estructura política más amplia, un sistema
estatal más inclusivo, aunque necesariamente no es centralizado de
forma rígida, como implica la idea del «reino superior» (Goody,
1967). El centro puede ser ritualmente fuerte pero políticamente
débil, y a la larga la descentralización podría llevar a una separación
efectiva (tal y como ocurrió entre el este y el oeste de Gonja) dentro
de una unidad nominal.
Esta proliferación de jefaturas está relacionada con lo que
Southall refiere del «estado segmentado» de los alur (1953) y con el
«estado bola de nieves» de los ngoni del que nos habla Barnes
(1954), y es una característica muy extendida de los estados no
burocráticos de Africa. Otros ejemplos son los que ofrecen los
azande y los nzakara, cuyas jefaturas se dividen en un proceso de
expansión, desembocando finalmente en tribus con jefaturas múlti-
ples más que en estados unitarios de dimensiones mayores (Evans-
Pritchard, 1971; Dampiere, 1967). Por otra parte, la presencia de una
burocracia con tradición escrita va en contra de estas tendencias
secesionistas, proporcionando un factor consolidador en la construc-
El estado, la oficina y el archivo 143

ción del estado, no sólo por el hecho y el contenido de la


comunicación dentro de la jerarquía política y de ésta con los
súbditos, sino también porque el uso de un lenguaje escrito común
(como en la Europa occidental medieval) o de una escritura
logográfica común (como en China) ayuda a superar la diversidad de
las lenguas y los dialectos hablados, y también, hasta cierto punto, la
de la práctica cultural.
Algunos estados africanos, influidos por el islam, han recorrido
gran parte de este camino, especialmente el califato de Sokoto del
norte de Nigeria establecido como consecuencia de la ]ihád fulani a
comienzos del siglo XIX. El islam ya había estado presente en el
Sudán occidental durante unos ochocientos años, y su difusión
dependía del conocimiento del Libro. Pero el Libro estaba escrito en
árabe, y ésta era la lengua que se tenía que aprender para convertirse
en un lector o un escritor, por lo que sólo unos pocos eruditos
islámicos tenían acceso a una formación escrita superior. En Africa
occidental se copiaba -e incluso componían- obras, pero la
aplicación de la escritura a los propósitos del gobierno fueron
escasos. Aunque el hausa y el fulani fueron más tarde escritos en
caracteres árabes, incluso con el establecimiento del califato sokoto
la lengua del estado siguió siendo el árabe (Last, 1967, pág. 192). El
. uso de la escritura estaba restringido a causa de su origen en la
palabra de Dios.
Un número considerable de cartas a otros estados se escribían en
la casa del visir de Sokoto, principalmente para los emires de los
estados constituyentes hausa; éstas son cortas, a menudo sólo
consisten en salutaciones, y otras contienen quejas, principalmente
acerca de esclavos fugitivos, aunque a veces se comentan problemas
más complejos entre emiratos. No se conservan copias de las cartas
enviadas; en algunos casos, las cartas eran entregadas por el escritor,
ya que el visir viajaba por los emiratos la mayor parte del año (Last,
1967, pág. 189), por lo que el grado de burocratización era pequeño.
Además, aunque estos estados musulmanes intentaron imponer los
impuestos prescritos por el islam, parece que no se llevó un registro
de los ingresos y los gastos. Las finanzas del estado parecen haber
estado basadas en los tributos y donaciones más que en los
impuestos; sin embargo, éstos y otros fondos sostuvieron cierto
grado de vida intelectual.
Los efectos de la escritura fueron mayores en el ámbito literario.
Los hombres instruidos que condujeron la Jihád pretendían restable-
144 La lógica de .la escritura y la organización de la sociedad

cer la pureza del islam practicado en los reinos de hausa. El Shaikh


creó «una administración elemental» de acuerdo con los ideales
expresados en sus obras sobre el derecho y la praxis islámicos (Last,
1967, pág. 229). Se compusieron algunos libros para asesorar a los
administradores, aunque la mayoría se copiaban. Se escribieron
historias para justificar y explicar acciones pasadas, y también hemos
encontrado una buena cantidad de literatura milagrosa, obras genea-
lógicas, versos polémicos, un manual para escribir cartas e incluso
poemas personales. El empleo de la escritura fue quizá más impor-
tante en el ámbito ideológico y religioso que en el administrativo.
Sólo en el siglo xx se desarrolló una verdadera burocracia.

La escritura en las administraciones coloniales y nacionales

Cualquiera que fuera el uso que hicieran de la escritura algunos


estados del Africa occidental de la zona de la sabana, el advenimiento
de los regímenes coloniales supuso un extraordinario salto cuantita-
tivo, evidente para cualquiera que haya estudiado los informes
documentales relativos a la situación africana del siglo pasado. Aquí,
como en otros regímenes coloniales, el sistema administrativo en el
norte de Ghana sufrió una repentina transformación en la formaliza-
ción de la oficina y en la cantidad de papeleo.
Este cambio se produjo a pesar de que los nuevos administrado-
res eran soldados profesionales que preferían los hechos a las
palabras, la acción al papel y cuyo temperamento a menudo les
llevaba a interesarse únicamente en establecer el nivel mínimo de
organización y actividad burocrática. Sin embargo, en cuanto
aparecieron en escena hubo que llevar un registro sistemático de los
pleitos entendidos, así como de los impuestos recaudados y del
dinero gastado; informes mensuales, trimestrales y anuales debían
enviarse al Comisario Jefe en Tamale, quien tenía que informar al
gobernador de Costa de Oro y éste, a su vez, al Secretario Colonial
en Londres. La información era filtrada según recorría el sistema.
Durante el curso de la propia conquista militar en la última década
del siglo XIX, prácticamente toda la comunicación escrita, todo
informe, todo despacho y todo telegrama se enviaban a Londres, y
se publicaba finalmente en la gaceta parlamentaria. Con la pacifica-
ción el papeleo se hizo aún más abundante, pero parte de éste se
retenía en archivos locales. Cada distrito guardaba los libros de
El estado, la oficina y el archivo 145

archivo de cada pueblo; las cartas mantenían un intercambio cons-


tante de información entre los cuarteles generales y los puestos
avanzados, incluso después de que se instalaran el teléfono y la radio;
posteriormente el «diario informal» proporcionó un medio de
comunicar información menos inmediata y más casual.
En los años treinta el gobierno decidió aplicar la política de
gobierno indirecto, lo que significaba establecer un nivel subordina-
do de la administración basado en las costumbres indígenas y
conocido como la Autoridades Nativas. Esta propuesta supuso un
frenesí de actividad escrita por parte de los administradores, a
quienes se les ordenó que informaron (por escrito) sobre la práctica
local. Esto significó no sólo el reconocimiento de una forma de
jefatura (incluso cuando ésta no existía en la época pre-colonial), sino
la transferencia de algunas responsabilidades de tipo judicial, fiscal y
administrativo. Tales responsabilidades implicaban necesariamente el
mantenimiento de archivos similares, ya que solamente de este modo
se podía informar a las autoridades superiores y, en última instancia,
al gobierno británico.
En el norte de Ghana, al principio no se disponía de oficinistas
que hubieran ido a la escuela; así pues, en Gonja las Autoridades
Nativas emplearon a los que podían leer y escribir árabe. Este no era
el lenguaje más útil para informar a los superiores, y los puestos
pronto fueron cubiertos por hombres jóvenes que se habían gradua-
do en alguna de las pocas escuelas del norte, en las que el inglés era
el medio de instrucción.
Los oficinistas de las nuevas Autoridades Nativas tenían que
presentar el mismo tipo de registro e informe que el comisario del
distrito tenía que presentar a sus superiores; de hecho, aquéllos
proporcionaban la información a éste. Incluso se les animaba a que
guardasen diarios informales parecidos a los de sus superiores. El
primer oficinista de la Autoridad Nativa Y agbum, el del jefe
supremo de Gonja, fue J. A. Braimah, quien más tarde llegó a ser
parlamentario (al igual que muchos otros funcionarios del norte),
luego ministro, comisario regional y finalmente accedió a la jefatura
principal en 1982. Cuando estuvo de funcionario en 1936 se le animó
a llevar un diario de los acontecimientos, en el que llegó a incluir
comentarios sobre la salud de los bueyes de la Autoridad Nativa.
Cada una de las subdivisiones de Gonja guardaba sus propios
diarios, que debían remitirse trimestralmente (hay una referencia al
recibo de uno de la división de Tulugu el 15 de agosto de 1942). J.
146 La lógica de la escritura y la organización de la sociedad

A. Braimah conservó la costumbre de escribir, y siguió registrando


sucesos hasta que con el régimen de Nkrumah quedó claro que los
diarios podían ser usados por las autoridades políticas para controlar
las actividades de uno. Estas tareas administrativas parece que
desarrollaron el talento de Braimah y que le ayudaron a convertirse
en un autor prolífico de obras publicadas e inéditas. Sin duda alguna
estimuló un gran interés por los archivos, las fechas y el control del
tiempo.
Debe insistirse en que lo que se estableció en el período colonial
fue sólo el primer esbozo de un sistema burocrático moderno. Un
solo oficial expatriado se hizo cargo de prácticamente toda la amplia
gama de tareas necesarias para la administración y el desarrollo de
una extensa área de un país desconocido. Durante los ochenta años
que transcurrieron desde la conquista, la diferenciación lateral y
vertical de la administración había crecido considerablemente, pro-
duciendo una compleja red de acciones comunicativas en manos de
una amplia variedad de funcionarios especializados, consejeros
internacionales y representantes políticos, todos en comunicación
con sus propios ministros, oficinas o agencias. Al mismo tiempo, la
llegada del sufragio universal, de la participación de las masas
asociada con la «democracia», estuvo íntimamente ligada a la
difusión de la alfabetización. El registro del electorado tenía que
realizarse a través del censo y, aunque el voto se podía organizar por
medio de fichas y cajas con símbolos gráficos, el registro y el
recuento estaban en manos de los que sabían leer y escribir. Y algo
más importante aún, sólo éstos podían desenvolverse con eficacia en
el nuevo sistema político, dado todo el papeleo que producía el
gobierno y el partido. Para ser un candidato a un alto o bajo cargo
era imprescindible saber leer y escribir.
La expansión de los registros escritos en Africa bajo los
gobiernos coloniales es especialmente notable por la escasez de los
indígenas. Por otra parte, en la India ya se utilizaron informes
escritos durante el período Mughal, no sólo a nivel nacional, sino en
la contabilidad de los pueblos. Sin embargo, se dio un gran empuje a
la burocracia bajo el dominio imperial británico, que Smith (1985) ha
descrito en función de los aspectos complementarios del dominio-
por-archivo y el dominio-por-informe. Los archivos en este sentido
eran archivos de derechos y de obligaciones para con la Hacienda
Pública, construidos sobre precedentes anteriores compilados por
los «contables» locales y basados en la idea de la independencia de la
El estado, la oficina y el archivo 147

comunidad aldeana. Los funcionarios británicos se ocupaban de los


informes de distrito, que se redactaban en inglés; se trataba de
informes de las costumbres del pueblo recogidos para mejorar el
conocimiento de los gobernantes y hacer más gobernables los
gobernados; la culminación de estos informes fue el Indian Census de
1872 y el Ethrographic Survry que le acompañaba, que trataba de las
estadísticas y distribución de grandes grupos sociales, es decir,
castas. La recopilación de ambos bloques informativos estaba regula-
da por una serie de manuales que racionalizaban y normalizaban la
forma de recoger la información; por ejemplo, la recopilación de
genealogías, «crucial para conocer la forma en que la sociedad local
llegó a ser representada» (Smith, 1985, pág. 167) y, esencialmente,
una forma gráfica de representación, hacia 1880 era ya una parte
esencial del Registro de Asentamiento.
La aparición de una regulación y de unas normas a partir de esta
contabilidad formalizada es fundamental para el desarrollo de las
relaciones entre gobernante y gobernado en los estados complejos
con escritura. El lazo etimológico entre «ruler» [gobernante] y «rule»
[norma] pone de relieve la naturaleza del apoyo que la una
proporciona al otro; la escritura explicita estas normas, lleva a su
formalización de diversas maneras y, por consiguiente, transforma la
relación entre gobernante y gobernado.
Esta tesis es paralela a la de Foucault (1979), quien sugirió que en
Europa durante los siglos XVII y XVIII el desarrollo de la estadística
(conocimiento de una población acumulado, escrito y con forma
numérica) fue lo que condujo a la transformación de la idea de
gobierno, como se indica en el cambio de significado de la palabra
«economía», de «administración doméstica» a regulación (gobierno)
de la sociedad. El aumento del conocimiento del estado representó
un incremento de su poder para gobernar; así pues, tanto en la India
como en Africa cognoscibilidad significaba gobernabilidad, y ambas
implicaban el uso extensivo de la palabra escrita.

La educación escrita, la movilidad y el control

De esta manera se crearon nuevos canales de movilidad y control


en Africa. Los especialistas instruidos en la palabra escrita no sólo
eran elegibles ahora para altos puestos en el estado, junto con los
jefes hereditarios y los administradores extranjeros; eran aún más
148 La lógica de la escritura y la organización de la sociedad

importantes como «líderes de la opinión», ayudando a formar o


expresar los puntos de vista de aquellos que habían empezado a
ejercer algún control político a través de la votación.
La introducción de la votación como el modo dominante de
sucesión a un nuevo puesto político (al menos en el período inicial
de independencia, ya que cuando escribo esto la fuerza física es más
evidente) impulsó el papel de los medios de comunicación; el control
de estos canales de comunicación, primero en forma de prensa
escrita y luego en el campo audiovisual de la radio y la televisión, se
convirtió en uno de los focos principales de la lucha por el poder
político y económico. Mientras que a mediados del siglo XIX una
revuelta solía conllevar la toma de la sede del gobierno, la rutina a
mediados del siglo XX en Africa se centraba en la toma de los
edificios de los medios de comunicación: la emisora de radio, el
estudio de televisión y la oficina del periódico. En el último cuarto
de este siglo ha ocurrido otro cambio; lo probable es que la lucha se
centre en el arsenal y los cuarteles, y los medios de comunicación
juegan un papel secundario. Las consecuencias para la acción política
y administrativa son graves, ya que la legitimidad está en el cañón
del fusil y la implantación de un programa político depende de la
creciente participación de la policía y el ejército. El sistema legal, que
Faller (1969) consideraba uno de los grandes logros de Africa, se ha
visto afectado profundamente, especialmente en la Uganda que él
estudió, mientras que hoy en día, en Ghana (1985), el papel de los
abogados ante los tribunales ha disminuido considerablemente. Los
tribunales militares y populares han ido reemplazando las formas
judiciales de los regímenes anteriores.

Estratificación

La escritura afectó de man~ra importante al sistema de estratifica-


ción tanto respecto a los canales de movilidad como el control de los
medios de comunicación.
La escritura ha dotado desde hace mucho a sus practicantes de un
rango elevado. Y a en las primeras épocas del Antiguo Egipto las
posiciones de élite se identificaban totalmente con la escritura
(Baines, 1983, pág. 580), pues los títulos de «escriba» y «administra-
dor de escribas» se aplicaban a las personas de mayor rango. Al
menos en tiempos de paz, los altos mandos del sistema social estaban
El estado, la oficina y el archivo 149

ocupados por funcionarios que se enumeraban a continuación del


rey. En las nuevas naciones africanas no sólo es necesario que los
jefes de todos los niveles sepan leer y escribir, sino que la
alfabetización de las masas se considera unida a la democracia de
masas y ésta, a su vez, a un sistema ocupacional moderno, uniéndose
así, por tanto, la educación, la política y la economía, y estrechándo-
se aún más el vínculo entre status y alfabetización. En este nuevo
orden político las posiciones de los políticos, sacerdotes, profesiona-
les y hombres de negocios dependen todas de la capacidad de leer y
escribir, y la universalización de estas habilidades es parte de un
credo incuestionable. Sin embargo, la idea optimista de que la
alfabetización llevaría a alguna forma de gobierno democrático en
nombre de un electorado informado sufre un revés con cada nuevo
golpe militar, aunque algunos soldados, algunos oficiales al menos,
tienen que saber leer y escribir para poder gobernar el país y dirigir
el ejército.
El impacto de la alfabetización y la educación de las masas sobre
los sistemas de estratificación es significativamente diferente en las
sociedades de Eurasia y Africa, cuestión a la que aludimos al final del
capítulo anterior. Aunque la situación social y política en Europa
cambió considerablemente con la llegada del sufragio universal, el
estamento dirigente de épocas anteriores, la aristocracia terratenien-
te, mantuvo durante largo tiempo una posición importante gracias a
su control de recursos escasos. En el Africa precolonial, sin
embargo, la tierra rara vez fue un recurso escaso; el poder del jefe
dependía más de su control de la gente que de su control de la tierra.
En consecuencia, cuando el sistema político cambió, con la llegada
del primer régimen colonial y después del gobierno nacional, los
gobernantes locales no tuvieron en qué apoyarse, excepto en la
tradición. La alfabetización adquirida en la escuela era un determi-
nante de clase más poderoso que lo fue en el caso de Europa o que lo
es ahora en Sudamérica; la escalera de la movilidad educacional ha
sido más accesible, al menos hasta que los grupos alfabetizados
lograron hacer su posición cuasi-hereditaria, hasta el punto en que la
élite se convierte en una clase, ya que el acceso al poder está menos
limitado por los it?-tereses de clase o étnicos existentes. Es cierto que
los gobernantes coloniales animaron a los hijos de los jefes africanos
a ir a la escuela, pero en muchos casos se mandaron otros niños en
su lugar; aún más, aquellos tenían poco que les sirviera de ayuda en
su nueva situación, donde se encontraban en las mismas condiciones
150 La lógica de la escritura y la organización de la sociedad

que los niños de otros grupos. Desde el principio, la educación tuvo


un efecto disolvente y en cierta forma homogeneizador de la
estructura social.
El que existan funciones sociales que requieren alfabetización
introduce una nueva dimensión de complejidad dentro de un sistema
de estratificación. Esto era así, de forma incipiente, incluso en
aquellos estados precoloniales del oeste africano que hicieron algo
más que un uso mínimo de la escritura que les ofreció el islam. Entre
los nupe de Nigeria del norte (Nadel, 1942), la capacidad para leer en
voz alta o interpretar el Libro Sagrado era importante no sólo para
la adjudicación de casos legales, sino también con fuente de
conocimiento secreto y sabiduría religiosa. Las profesiones que
requerían instrucción proporcionaban una escala de logros así como
un sistema de «valores» en cierta medida autónomos, parcialmente
independientes de las jerarquías principales de los ámbitos político y
económico. Pero tenían una influencia considerable sobre esas
jerarquías, no sólo porque eran los intérpretes de la palabra escrita,
como legisladores o como expertos en rituales, sino también porque
como visires y escribas dirigían las tareas administrativas en nombre
de los gobernantes (Last, 1967). Sin embargo, eran muy pocos,
hombres y mujeres, los que creaban la palabra escrita, produciendo
no tanto la materia del intercambio de los asuntos políticos diarios
como nuevas obras de erudición o literatura, así como comentarios
sobre las antiguas. Algunas de ellas eran críticas, otras sugerían
reformas políticas, y ésta fue precisamente la base de la que surgió la
Jihád fulani. Estos literatos fueron los representantes embrionarios
de una nueva clase: los intelectuales.
Como intelectuales estaban comprometidos con puntos de vista
alternativos, «ideologías», y erigieron una tradición escrita de co-
mentarios críticos que formó la base de la acción futura. De este
modo, los escritores han influido en los sistemas políticos a lo largo
de toda la historia de la palabra escrita, no sólo administrando y
apoyando estos regímenes, sino también extendiendo el alcance de la
crítica y la oposición. Los ejemplos contemporáneos del poder de
tales críticas e ideologías son bastante fáciles de observar, pero la
importancia de la tradición escrita en la modificación de la acción
política y la vida social en general se remonta a la Grecia de Platón y
Aristóteles, a la China de Mencio y Confucio, a los reformadores
desde dentro y fuera del hinduismo, aunque hay dudas acerca de la
medida en que ya en el Cercano Oriente antiguo hubiera precursores
El estado, la oficina y el archivo 151

aun anteriores. Se trataría de crear una tradición de comentarios


semejantes dentro del ámbito de la escritura.

La escritura y el proceso político

Las asambleas

Hay, desde luego, otras maneras de ver la «política» pero, desde


cualquier punto de vista que se elija, la organización y el comporta-
miento estarán influidos significativamente por el uso de la escritura.
Por ejemplo, Finley (1983) considera las asambleas de debate la
esencia de la «política» e invención de Grecia y Roma. Los africanos
angloparlantes contemporáneos de la zona oeste utilizan el término
«política» en un sentido muy similar para referirse a aquellos
períodos de la historia reciente de sus naciones, no tan frecuentes, en
los que se puede ejercer el derecho a votar a los candidatos que se
desee para que puedan actuar como representantes reuniéndose en
una asamblea relativamente libre.
Incluso limitando la idea de política a la de participación
popular, no queda ésta totalmente ausente de sociedades anteriores.
Jacobsen (1943) escribe acerca de una democracia primitiva de la
antigua Mesopotamia, en la que la asamblea de ciudadanos libres
también hacía las veces de tribunal de justicia (Larsen, 1976, pág.
10). Esta asamblea de cabezas de familia funcionaba, según Oppen-
heim (1964, pág. 112), como «una reunión tribal que alcanzaba un
consenso bajo la dirección de los miembros más influyentes, ricos y
ancianos»; escriben cartas, luchan para obtener privilegios fiscales y
aceptan una responsabilidad común por los delitos 11 • Que tales
asambleas no fueron meramente foros para obtener consenso, sino
círculos de debate, se deduce claramente de un poema citado por
Jacobsen (1943, pág. 163):

11 Oppenheim también menciona el trabajo de J. N. Wilson sobre «The Assembly


of a Phoenician City» [La asamblea de una ciudad fenicia] Journal of Near Eastern
Studies n. 4 (1945), al igual que el estudio de un historiador soviético, G. Kh.
Sarkisian sobre «The selfgoverning city of Selucid Babylonia» [La ciudad autónoma
de la Babilonia seleúcida] (1952). Véase también R.M. Adam, 1965. Se ha sugerido
que en Asur el sistema de dar a los años nombres de funcionarios representa ya la
abolición del reinado vitalicio, lo que puede haber constituido un modelo para los
griegos (Larsen, 1976, pág. 192).
152 La lógica de la escritura y la organización de la sociedad

No vayas a figurar a la asamblea;


No te apartes del lugar de discusión.

Así como los israelitas tenían también sus tiendas para reunirse,
los dioses mesopotámicos celebraban un consejo en donde se
debatían los asuntos, se desenvolvía la lucha política. Al menos por
lo que atañe a las organizaciones políticas más simples, si no a las
históricamente anteriores, la cuestión s~ demuestra por referencia a
las reuniones «tribales». Aunque para la mayoría de los grupos la
noción de la tribu gobernada por una asamblea democrática no es
más precisa que la de la tribu gobernada ·por un jefe autocrático, y
aunque la idea de consenso debería quizá ser rechazada en favor de la
del «sentir de la asamblea», en todas estas sociedades se dan consultas
y debates; son los precursores de las asambleas más estructuradas de
épocas posteriores y de sociedades más complejas. En sociedades
africanas de tiempos recientes se encuentran numerosos ejemplos
bien documentados de estos procedimientos orales; el estudio más
detallado al respecto es el análisis de Bohannan sobre los debates de
los tiv del oeste africano (1957). Está claro que la escritura no es
esencial para el desarrollo de las asambleas democráticas a pequeña
escala, pero la idea de una asamblea representativa o de una votación
secreta ejerce cierta presión en favor del uso de la nueva forma de
comunicación. Al igual que el poder del fusil, la escritura puede ser
una fuerza democrática, especialmente para una comunidad mayor
que la que puede dirigirse mediante relaciones cara a cara. Sin
embargo, no tuvo consecuencias inmediatas para el gobierno demo-
crático. Hicieron falta unos cinco mil años para que se extendiera la
capacidad de leer y escribir por todo el sistema social y para que ésta
fuera un instrumento de democracia, del poder popular y de las
masas. Incluso entonces sus implicaciones igualitarias estuvieron
estrictamente limitadas, ya que la alfabetización crea otro eje de
diferenciación que supone el acceso a los textos y su creación. En la
actualidad, esto depende en gran medida del nivel de educación
escrita que se ha recibido; hasta hace poco, la escritura creaba una
división radical entre los individuos instruidos y analfabetos de una
población. La proporción de los que podían leer y escribir fluctuó
enormemente con la aparición de los sistemas fonéticos de escritura,
especialmente con el alfabeto. Si bien en la Europa medieval la
proporción era baja, en Atenas el nivel de alfabetización era
probablemente alto, e incluso en el Egipto romano (donde se trataba
El estado, la oficina y el archivo 153

en gran medida del dominio de la lectura y escritura de una lengua


extranjera). Hopkins [en prensa] ha sugerido que alcanzaba un 20 %.
Atenas fue una sociedad de pequeño tamaño y el Egipto romano
difícilmente se podría considerar una democracia 12 • Para que los
procesos de consulta informada funcionen en grandes unidades, al
menos antes de la radio, el uso extendido de la palabra escrita como
método de comunicación indirecta es una verdadera necesidad, y
esto exigía no sólo la escritura alfabética, sino también la imprenta.
El desarrollo de la votación en el siglo XIX en Europa se
extendió junto con la escolarización de la población. Ambos estaban
unidos a la circulación de la información por medio de la producción
masiva de periódicos, revistas y libros. Sin embargo, la escritura
termina por utilizarse no sólo para promocionar el gobierno y la
participación en el gobierno, sino también para atacar el régimen
existente mediante la comunicación de masas donde el sistema
democrático lo permita, y por las publicaciones samizdat donde no es
así 13. El escepticismo, la crítica y la incredulidad no están, desde
luego, ausentes en las sociedades orales, pero su expresión tiende a
desaparecer con cada generación, incluso cuando llegan a hacerse
explícitos. No hay acumulación de ideas inconformistas. Los ataques
contra la situación política presente suelen adoptar la forma de
rebelión que pretende restablecer el antiguo orden más que refor-
marlo, y mucho menos revolucionarlo. En las culturas con escritura
los comentarios individuales de los filósofos y predicadores adquie-
ren una forma permanente, que, con la amplia circulación de la
palabra impresa, puede cristalizar más fácilmente en ideologías
conflictivas. Los sueños irrealizables se materializan en descripciones
utópicas, y las alternativas más prácticas toman una forma que

12 En el Egipto romano los usos «populares» de la escritura se encuentran en los


ámbitos legal y económico. Aunque fuera a pequeña escala, Atenas empleó la escritura
en una forma de voto, a la vez que se estimulaba el debate al expresar en un lenguaje
visible las leyes, la información, las formas de argumentación, incluso los discursos de
los mismos oradores. El poder de la escritura se hizo sentir por sí mismo en
numerosos contextos políticos.
13 Un ejemplo sorprendente del uso de la escritura para tal propósito tuvo lugar
en la revuelta de los negros, tanto esclavos como libertos en Bahía, Brasil, en 1835.
Parece que los cautivos, principalmente de origen yoruba y hausa, se inspiraron en la
Jihád de Uthman dan Fodio de 1807 en Nigeria, en la cual los textos jugaron un papel
importante en la reforma del país y en la lealtad de los fieles. También en Bahía
fundaron colegios islámicos, difundieron proclamaciones escritas y usaron la escritura
para organizar la revuelta. Las autoridades pensaron que la alfabetización era uno de
los factores principales de su exitosa organización, por lo cual obligaron a volver al
oeste de Africa a los libertos que sabían leer y escribir (Goody, en prensa b).
154 La lógica de la escritura y la organización de la sociedad

permite que su mensaje viaje extensamente a través del espacio y del


tiempo. La articulación del desacuerdo en forma escrita conduce a
las formulaciones de grupos disidentes; el Manifiesto, el Programa
del Partido, las Escrituras del Profeta; todos ellos pueden constituir
un núcleo en el cual los disidentes pueden centrarse, dando origen a
un grupo social, una colectividad de protesta. Como hemos visto, en
sociedades más simples existen objeciones al asesinato, pero su
adopción por parte de grupos disidentes parece requerir una cristali-
zación en forma escrita. En efecto, como éstos son grupos minorita-
rios cuyos miembros están muy dispersos, la disensión no entra
realmente en juego hasta que la prensa no proporciona un modo
regular de comunicación y exhortación. 'Una vez más, es un ejemplo
de los cambios que conlleva el proceso de hacer explícito lo
implícito.

Política de bqjo nivel

En el contexto más amplio, la política se considera la lucha por el


poder y su uso, que es un aspecto de la mayor parte del comporta-
miento social, tanto en el ámbito local como en el nacional. Y o diría
que, incluso tratando del comportamiento político en este sentido
sumamente general, la escritura continúa siendo un factor significati-
vo, ya que constituye una importante dimensión del poder a
cualquier nivel. La composición de la orden del día y el informe
escrito ordenan las decisiones que toma un comité; quienes leen y
estudian los papeles están en situación de ejercer el poder. El que
levanta acta de la reunión no cumple una mera función auxiliar, sino
que puede influir en las decisiones que se adopten.
Incluso a nivel social, la escritura está relacionada con la
distribución del poder a las otras «grandes organizaciones» semi-
autónomas, especialmente la iglesia, ya que establece creencias y
prácticas, ideologías y programas, y exige la atención de los
especialistas. La autonomía de la iglesia y por consiguiente, hasta
cierto punto, su poder en la sociedad, dependen de la palabra escrita.

El papel de los instruidos

Como resumen de este capítulo quiero hacer referencia a la


influencia de la escritura en el proceso político en un área geográfica
El estado, la oficina y el archivo 155

diferente: la de los indios cuna que habitan en las islas del Caribe
panameñas.
El papel político de los miembros instruidos de una comunidad,
que de otro modo depende en gran medida de la comunicación oral,
se pone de manifisto en los estudios de Howe (1979, 1985). Digo en
gran medida porque los cuna desarrollaron ellos mismos una forma
de representación gráfica de tipo pictórico que parece haber servido
como recordatorio mnemotécnico para la interpretación de cantos y
la recitación de mitos y leyendas (Nordenskiold, 1938; Kramer,
1970; MacChapin, 1983). Estas representaciones parecen haber sido
similares a las de los rollos de corteza de abedul de los ojibwa
(Dewdney, 1975), utilizados más bien como ritual y ayuda mnemo-
técnica que para fines de mayor alcance.
Los indios cuna han estado en contacto con los europeos desde el
siglo XVI, pero situados en un país difícil; manipulando hábilmente
un grupo externo contra el otro, han mantenido un grado considera-
ble de autonomía hasta nuestros días, y como resultado han
desarrollado un sistema político propio. Al estudiar estos desarro-
llos, Howes señala que es difícil saber cómo habrían podido
producirse sin escritura, ya que, a pesar de que la mayoría de los
cuna son analfabetos, «los pueblos se han servido enormemente de
sus miembros instruidos en la escritura para registrar casos, leyes,
juicios y permisos, para organizar las finanzas y trabajos del pueblo,
y para mantener una amplia comunicación con el exterior». A un
nivel más general, considera que hay una mayor <iformalidad y
rutinización de los procedimientos políticos. Las listas, los programas,
las leyes escritas y los procedimientos operativos estándar han
reemplazado (aunque sólo en parte) las expectativas difusas y los
acuerdos tácitos. Ninguna de las denominaciones para los sistemas
que han experimentado un cambio de ese tipo -secular, moderno,
burocrático, o el término «racional» de Weber, etnocéntrico y
cargado de connotaciones- es enteramente satisfactoria, pero la
tendencia general es obvia». Al mismo tiempo, Howe identifica una
secularización e individualización progresivas. El autor relaciona clara-
mente las dos primeras características, formalidad y rutinización, con
la existencia de listas y programas, una de las primeras características
de la escritura mesopotámica; las otras ya las hemos puesto en
relación con los desarrollos de la tradición escrita. La secularización,
en la medida en que está ligada a la separación de la iglesia y el
estado, ha constituido uno de nuestros temas principales. En cuanto
156 La lógica de la escritura y la organización de la sociedad

a la individualización (no necesariamente igual a «individualismo», al


ser un proceso más que una ideología), el mejor modo de entender
su relación es considerando la noción de responsabilidad (Faucon-
net, 1920).

La escritura y la responsabilidad

Un aspecto de la introducción de la escritura es la mayor


precisión que da a las órdenes desde arriba y a las peticiones desde
abajo. Es menos fácil escaparse a una orden confiada a la escritura y
que porta una firma con autoridad. Tal compromiso personalizado
«por eserito» también significa que la responsabilidad para dar y
recibir órdenes está mucho más individualizada. En una cadena de
mensajes orales (tal y como ocurre con los cuentos populares y el
mito), la identidad del emisor de una orden específica puede
olvidarse con facilidad; tal ambigüedad puede servir para proteger al
jefe supremo (quien «no se puede equivocar») de los resultados de
las decisiones desacertadas 14 •
La misma búsqueda de un registro preciso se dio en el contexto
de las relaciones exteriores. Pronto se reconoció el valor que tiene el
proporcionar un registro escrito de un acuerdo (el equivalente a un
contrato escrito entre particulares). Como en el caso del propio
contrato, la forma escrita permite una negociación más compleja,
más variable y más individual. La naturaleza del contrato es
claramente crucial para el sistema legal, básico para el sistema de
control gubernamental, y un dominio en el cual Maine (1861) vio el
desarrollo del «contrato» a partir del status como la gran revolución
de la historia social del hombre. Como veremos en el próximo
capítulo sobre el derecho, esa noción requiere alguna modificación;
sin embargo, el contrato escrito generalmente encierra una mayor
asignación de responsabilidad personal que la que es característica de
las sociedades orales.
Al hablar del impacto de la escritura en la política me he

14 Por supuesto, una protección parecida del superior tiene lugar en las adminis-

traciones con escritura, pero es más difícil de ocultar. Para conocer un ejemplo
interesante véase el estudio de Prebble sobre la masacre de Glencoe (1966), que vuelve
a la interpretación (incluyendo la desatención) de las órdenes escritas. En parte, se
trata de los ojos ciegos, que a menudo son más fáciles de cultivar que los oídos
sordos.
El estado, la oficina y el archivo 157

centrado fundamentalmente en las primeras fases de este proceso. He


hecho esto, en gran medida, para señalar las diferencias potenciales
que su aparición pudo producir, para delinear las características
generales del contraste con los sistemas políticos donde la comunica-
ción está limitada al habla. Pero está claro que los efectos de la
escritura son acumulativos de varias maneras. Primero, el contenido
de la tradición escrita (lo que está almacenado por escrito) aumenta
continuamente; no es sólo que el registro de la oficina termine por
transformarse en una pieza de archivo, sino que a las ideas, los
planes y las ideologías se les dota de una existencia perdurable al
fijarlos por escrito; la escritura les confiere una cierta inmortalidad y
forman las bases para formulaciones posteriores y posiblemente más
nuevas de esas ideas. En segundo lugar, los cambios en la forma de
escritura, así como en su difusión, la hacen más accesible a la
mayoría de los miembros de la sociedad. En tercer lugar, sus usos
proliferan a lo largo del tiempo; la imprenta, la reproducción
mecánica de la palabra escrita, hace posible la difusión de la
información sobre los sucesos y las políticas. La escritura afecta a los
medios por los que el control de la política se lleva a cabo a través de
la votación secreta y escrita, deliberadamente opuesta al gesto
abierto de la mano alzada o a la respuesta oral como técnica
verdaderamente democrática, que refleja la opinión real de los
miembros individuales de una sociedad, expresada sin miedo o
presión, en privado y no públicamente.
En el capítulo final volveré a ocuparme de las diferencias
generales entre los primeros estados debidas a la presencia y al, uso
de la escritura. Aquí retomaré la cuestión que he planteado al
principio de este capítulo relativa a su organización. Cuando los
antropólogos sociales han discutido los sistemas políticos, por lo
general se han concentrado en la diferenciación en la segunda mitad
de la división binaria contenida en A frican Political Systems [Sis temas
Políticos Africanos]; esta división era de hecho tripartita (al incluir
también bandas organizadas) pero se percibe y presenta como
división entre sistemas políticos de tipo A y de tipo B. Los estados
suelen tratarse como una categoría unitaria, incluso residual, de
manera que, por ejemplo, las investigaciones se orientan hacia el
origen del estado en vez de a los orígenes (o quizá al desarrollo) de
diferentes formas de estados.
Desde un punto de vista socio-cultural e histórico, esta categori-
zación mayor es inadecuada y requiere mayor elaboración. A pesar
158 La lógica de la escritura y la organización de la sociedad

de tener una mayor base histórica, las ideas sobre el desarrollo y la


clasificación de los estados ampliamente usadas por otros sociólogos
e historiadores comparativos no son más satisfactorias; son muy
eurocéntricas, pues consideran el surgimiento de Occidente como su
paradigma de desarrollo. Con esto tienden a desatender algunas
diferencias importantes entre los primeros estados, omitiendo así
mecanismos cruciales. El abuso en la aplicación de los términos
«feudalismo» y «burocracia» ha llevado a descuidar el papel de las
diferencias de los sistemas productivos. Y lo que es más importante;
especialmente en el segundo caso, se presta muy poca atención a los
cambios en los modos de comunicación. Un sistema administrativo
sin escritura difiere radicalmente de uno que emplea a personas que
pueden leer y escribir. Aun más, esta diferencia no es sólo una
cuestión de organización social en el sentido limitado de la expre-
sión; afecta a las culturas y a su capacidad para resistir el estableci-
miento de hegemonías, potencialidad que tiene a su vez una
dimensión política formidable. Por utilizar un ejemplo aparentemen-
te trivial, en un estudio anterior (1982) intenté señalar el papel de los
libros de cocina en la resistencia a las presiones exteriores de
sociedades políticamente dominantes. Los libros de cocina son
productos literarios que, a su vez, están ligados al desarrollo de una
haute cuisine. Aunque pueda parecer ridículo asociar la haute cuisine de
China con su capacidad para resistir a las presiones de Occidente, las
culturas escritas de China, Japón, la India y el Oriente Medio no
siempre han protegido estas sociedades de la conquista militar, pero
sí hasta cierto punto de la conquista cultural por los poderes
europeos, limitando los efectos hegemónicos de tal contacto. En
contraste, las culturas de las sociedades indígenas de Africa y
América se han visto afectadas de un modo mucho más devastador
por la llegada del colonialismo europeo. La ausencia de una tradición
escrita, también relacionada con diferencias en la economía, fue, al
menos en parte, responsable.
Capítulo 4
LA LETRA DE LA LEY

Como he hecho con los otros temas, en este capítulo quiero


considerar hasta qué punto el propio concepto de derecho está
influido por la presencia de la escritura, para entrar luego a discutir
su relación con la lógica (o racionalidad), los procedimientos, las
instituciones y el contenido del derecho. Aunque hay mucho que
decir sobre la aplicación de la escritura al derecho en el Cercano
Oriente antiguo, y aún más en Grecia o Roma, no estableceré mi
comparación entre la reciente situación en Africa, por un lado, y, por
otro, la de Europa -incluida Inglaterra- a principios de la Edad
Media; en parte porque esta comparación ha estado en la mente de
aquellos autores como Bohannan, Epstein, Fallers, Gluckman y
otros que tanto han contribuido a su análisis. En realidad, sería
imposible examinar la situación sin referirnos a los sistemas legales
europeos, y, más específicamente, anglo-americanos.
El primer problema, que es al mismo tiempo uno de génesis y
clasificación, fue planteado de forma directa por un estudioso del
sistema legal de Babilonia y Asiria. Refiriéndose al primer período
preguntó: «la cuestión es: ¿era «rectitud» o «derecho»? ¿Hubo
disposiciones promulgadas por la autoridad que aclaraban qué era lo
recto y en algunos casos creándolo, donde no lo había habido antes?
Hay muchos indicios de la existencia de ley promulgada, incluso de
un código de leyes» (Johns, 1904, pág. 39).
159
160 La lógica de la escritura y la organización de la sociedad

Cuando los científicos sociales se ocupan del derecho promulga-


do y codificado, a veces suponen que este segmento de acción social
es de tipo formal y técnico, y que es mejor dejarlo en manos de los
especialistas. Pero yo propondría que, como la propia terminología
revela, aquí estamos tratando con problemas tanto de lo correcto y
lo incorrecto como de derechos y deberes, de leyes y reglas tanto
como de agravios y crímenes, de costumbres y normas que algunos
han considerado la base del estudio de la vida social. Estamos
tratando con ideas de justicia y de cómo la sociedad debería ser
gobernada. Tampoco los usos particulares de tales términos y
conceptos están confinados a una sola lengua. En francés le droit,
como las expresiones paralelas inglesa y alemana right y Recht, se
refiere tanto a dirección como a «conformidad con una regla»
(Robert) y proviene, al igual que el adjetivo droit, derecho, del bajo
latín directum; más tarde, en el siglo XVI, la droite, la derecha («lo que
está en el lado opuesto al corazón»), sustituyó a destre, del antiguo
francés (del mismo origen que el inglés dextrous) [diestro]. Como con
los términos ingleses custom (procedente del consuetudo latino a traves
del francés; la palabra mos produjo otro conjunto de derivados
relacionado con el anterior) y en law [ley, derecho], hay una especie
de paralelismo con la loi, que generalmente se refiere a la ley escrita,
o en cualquier caso a la que es «establecida por la autoridad soberana
de una sociedad y sancionada por la fuerza pública» (Robert). Planiol
presenta claramente este contraste en su Traité de Droit civil (vol. I,
núm. 10): «le droit qui dérive de la coutume s'appelle droit coutumier;
le droit qui dérive de la loi s'apelle droit écrii>>. Por consiguiente
«droit» constituye una categoría inclusiva que engloba «ley» y
«costumbre».
Mientras que law parece proceder de una raíz escandinava que
significa «yacer» o «fijar» («ae» [ley, rito] y «doom» [sentenciar, juzgar]
también existen en anglosajón), loi deriva del latín lex, que probable-
mente esté relacionado con legere, leer (Ernout y Meillet, 1951, pág.
630), mientras que ius es el concepto más inclusivo; «consuetudine
ius est id quod sine lege». La costumbre es el resultado de un
acuerdo tácito, mientras que «Le caractere spécial de la loi explique
au contraire qu'elle doive étre écrite et promulgée» (Ernout y
Meillet, 1951,, pág. 630). De ahí provienen las expresiones legem Jigere,
«grabar la ley en bronce y fijarla en el foro», y legem delere, «borrar,
infringir la ley», mientras que ius, de donde procede justicia, es el
término inclusivo; lex, como la «loi» francesa, el Gesetz alemán y en
La letra de la ley 161

cierta medida la «law» inglesa, se refiere al componente fijo y escrito.


Pero lo importante para nuestro contexto inmediato es que estamos
ante un conjunto de conceptos que se solapan y que se refieren a
procesos cruciales en cualquier forma de interacción humana. El
término droit comprende tanto justicia como regularidades. Se
refiere tanto a los derechos del hombre como a los derechos de los
estados a imponer derechos de aduana (les droites de douane) e
impuestos (les impóts), de los cuales algunos están exentos (jrancs). En
alemán, «das Recht» se refiere tanto a «lo recto» como a los derechos.
,,t,,,En seg_undo_j~f, como aclararé más adelante al tratar de la
influencia de la escritura en la ley, estamos examinando nuevas
modalidades en las que una sociedad puede organizar sus asuntos.
Estas nuevas modalidades implican en último extremo la creación,
en el proceso de separación entre el tribunal de justicia y la corte, de
\ otra «gran organización» con un cierto grado (variable en cada
sociedad) de autonomía estructural. En tercer lugar, además de la
autonomía parcial de la organización:-rambien esi:ael problema afín
de la autonomía parcial del texto. Como he sugerido en un artículo
muy anterior (Goody y Watt, 1963), al crear un texto «ahí fuera», un
objeto material independiente del hombre (que lo creó y lo interpre-
ta)/Ía palabra escrita puede llegar a ser el sujeto de un nuevo tipo de
atención crítica. Esto no sólo es porque está «ahí fuera», sino
también porque, como señaló Platón, un texto no puede contestar a
nuestras preguntas, a diferencia de los seres humanos con los que
hablamos. Además, con frecuencia el texto es más difícil de entender
porque carece del contexto del habla, puede que sea abreviado,
críptico y generalizado, y puede que no se refiera primariamente al
presente, si es, por ejemplo, una ley que permanece en los códigos
desde el siglo XVI. De todas estas maneras el texto requiere
interpretación, explicación e incluso traducción. Por otra parte, la
creación del texto legal conlleva una formalización (por ejemplo, una
extensión de su ámbito de aplicación eliminando particularidades) y
una racionalización progresiva. Esto último no debe entenderse en el
sentido de proceso opuesto a los modos de pensamiento de las
comunidades orales, sino de proceso que reordena y reclasifica (a
veces de formas que no necesariamente clarifican) las palabras,
expresiones, frases, y elementos a que el texto se refiere, y lleva a
nuevos comentarios, tanto escritos en primer lugar como resúmenes
de las elaboraciones orales de los eruditos sobre la obra original.
Permítaseme empezar por el problema de la definición de ley, ya
162 La lógica de .la escritura y la organización de la sociedad

que por mucho que pensemos que constituye un concepto oscuro


del actor u observador, no hay razón para eludir el asunto.

La definición de ley

En Europa, la distinción entre la ley y la costumbre está basada


en última instancia en lo escrito y lo no escrito. Codificar la
costumbre es ponerla por escrito antes de proclamarla ley 1• El
término «ley» tiene varios significados, muchos de ellos de gran
amplitud, pero, como hemos visto, un importante componente de
muchos de ellos tiene que ver con el código. En los sistemas
jurídicos de las sociedades sin escritura no puede haber una distin-
ción efectiva de esta clase entre la ley y la costumbre. Esto queda
claro en el cuidadoso análisis que Gluckman hace de la acción legal
entre los lozi de Zambia (1955), en el cual traduce el concepto
correspondiente, mulao, por reglas del recto actuar, que recoge tanto
la ley como la costumbre 2• Las dos son lo mismo. Pero cuando la
jurisdicción de un código escrito se extiende a un territorio amplio,
es muy probable que haya algún conflicto, al menos inicialmente,
entre el derecho nacional y la costumbre local (y en algunos casos
con la «ley» religiosa). En la Francia medieval esta división tomó una
forma territorial, dependiendo de si la fuente primordial de decisión
judicial era el código o la costumbre; el país estaba dividido entre la
parte sur, conocida como le Pqys du Droit Écrit, que reconocía el
derecho romano y la práctica de los vecinos italianos, y la parte
norte, le Pqys du Droit Coutumier, que enfatizaba las costumbres
locales. Inglaterra estaba más próxima a la práctica septentrional. El
derecho cons~etudinario inglés [English Common Law] se estable-
ció en el siglo XIII por medio de la decidida aplicación de la escritura
para crear una ley común a todo el país, antepuesta a las diferencias
de costumbre y a las diferencias locales, pero, por otro lado, no
dependía de los modelos romanos.

1 Véase, por ejemplo, la actuación de los dos rectores de la isla bretona de Hoedic

en el primer cuarto del siglo XIX, quienes «élaborerent une constitution comune».
Observaron las viejas prácticas familiares, usos, derechos y viejas costumbres, y luego
las «codificaron» (J orion, 1983, pág. 42, citando a Escard, 1897). ·
2 Fallers señala que primero concibió el concepto de mu-lao como una forma

bantú de la «ley» inglesa, pero Gluckman le convenció de que no era tal (1969, págs.
331-332).
La letra de la ley 163

La diferencia entre estos regímenes parece estar relacionada con


la observación de Weber de que el desarrollo de las «subculturas
legales racionalizadas» sigue dos vías diferentes. En Inglaterra y en
otros países con derecho consuetudinario fue obra de una corpora-
ción de abogados al servicio de clientes privados, mientras que en el
continente fue creación de eruditos universitarios encargados de
instruir a los funcionarios de una burocracia estatal o eclesiástica
(Fallers, 1969, pág. 329; Weber, 1947c, págs. 42, 89). El resultado
fueron diferentes conceptos de codificación; por un lado el código
basado en el modelo romano, y por otro, la codificación por estatuto
del derecho inglés; ambos empleaban la escritura en la creación de
un código, aunque de maneras bien distintas.
La diferencia entre la ley y la costumbre tiene más frecuentemen-
te una dimensión jerárquica. Fallers escribe en su estudio de los
basoga de Uganda: «El derecho consuetudinario no es tanto un tipo
de derecho como un tipo de situación legal que se desarrolla en
contextos imperiales o cuasi-imperales, en los que los sistemas
legales dominantes reconocen y apoyan el derecho local de las
comunidades políticamente subordinadas. Al igual que la comunidad
campesina con la cual tan a menudo va asociado, se caracteriza por
su relación con un sistema más amplio, más instruido y políticamen-
te más poderoso. Normalmente, el denominado derecho consuetudi-
nario no está escrito, pero es significativo que aquellos que escriben
sobre el derecho no escrito pero que todavía no ha sido «recibido»
en cierto sentido por el sistema dominante, no suelen usar el
término; Barton habla simplemente del «derecho ifugao» y Pospisil
del «derecho kapauku». El derecho consuetudinario es el derecho
popular en proceso de recepción» (1969, pág. 3). En otras palabras:
como distinción intrasocial, tiende a ir paralela a la que hay entre
«magia» y «religión». La costumbre es lo que no está incluido en el
código o sus equivalentes.
La opinión de que el derecho consuetudinario es derecho
popular en el proceso de «recepción» en el cuerpo principal del
derecho nacional representa un posible resultado de la situación
imperial, tal como probablemente se dio en la benigna fase tardía de
la descolonización británica de Africa; cabe dudar de que un examen
de sucesos más recientes pueda conducir a adoptar una visión tan
optimista del futuro. Han surgido otras dos posibilidades: en
algunos casos, las prácticas locales han sido reforzadas al ser escritas;
en otros, el derecho nacional (distinto de los mandatos o de las
164 La lógica de la escritura y la organización de la sociedad

decisiones de los tribunales militares) se han ido debilitando. La era


de la descolonización ha proporcionado datos para muchos trabajos
teóricos en antropología y sociología, pero pocos defenderían ahora
que este período fascinante fue otra cosa que un interludio histórico
que produjo formas sociales muy específicas.
Al considerar ese período, Fallers defendió que el derecho es
tanto cultural como social, y concierne a la institucionalización de
valores «con los que las propias personas están suficientemente
comprometidas como para desear que se impongan sobre ellas de
manera autoritaria» (1969, pág. 2). Ya no se aceptaría totalmente la
idea de que el derecho refleja la estructura social y cultural de la
manera que sugirió Fallers (pág. 315). La homogeneidad que supone
podría proporcionar un modelo adecuado para analizar una comuni-
dad acéfala y sin estratificar como la de los loDagaa del norte de
Ghana. Pero esto no puede caracterizar adecuadamente un proceso
judicial que no siempre es popular y accesible, ni siquiera en el caso
de estados simples como el de los vecinos gonja, que son una
sociedad multiétnica (pág. 315). En los estados burocráticos, los
intereses legales y de otro tipo de los grupos dominantes pueden
divergir de los de los grupos subordinados de manera más radical
aun. Tal diferenciación puede observarse tanto en la historia como
en la experiencia contemporánea, y no se puede permitir que un
holista escamotee el problema, ni siquiera en el ámbito del matrimo-
nio y de la familia. Pero aparte de la diferenciación jerárquica, el
derecho puede poseer, aunque normalmente menos que la religión,
un grado limitado de autonomía ligado a una tradición escrita que le
da al «derecho romano», como a la «religión católica romana», una
cierta independencia en virtud de sus propias reglas, su propia
tradición y su propia organización. Esta autonomía limitada está
recogida en el recurso al precedente escrito de la jurisprudencia,
característico de Inglaterra, donde no hay ni una Constitución escrita
(a diferencia de los Estados Unidos) ni un Código escrito (a
diferencia de Francia). Pero todos estos sistemas están influidos más
directamente por los deseos de las autoridades políticas, que tienen
que apoyar las decisiones de los tribunales, que en el caso de la
actividad religiosa.
Al discutir sistemas legales comparados los antropólogos han
intentado acertadamente reconsiderar algunos de los conceptos que
han surgido al estudiar el derecho europeo. Malinowski extendió la
definición del término «ley» más allá de su esfera normal de
La letra de la ley 165

aplicación a sociedades con códigos, tribunales y policía. Quiso


señalar que las sanciones del comportamiento humano deberían
considerarse como un conjunto total, y por consiguiente aplicó la
palabra «ley» a cualquier norma que no fuera meramente una
costumbre «neutral», del mismo modo que Llewellyn y Hoebel
(1961 ), inspirados en el «realismo» legal americano, vieron la ley
como una regla cuyo incumplimiento requiere. una respuesta activa,
que alguien haga algo al respecto.

Los tribunales, la policía y los códigos

Esta idea es aceptable, pero para defenderla, como Pound (1942),


Radcliffe-Brown (1933), Seagle (1937), Fallers (1969) y otros han
señalado, no hay que prescindir de la útil distinción entre sociedades
con tribunales y aquellas que no los poseen, entre normas «legales» y
«jurídicas». La distinción no es completamente binaria, pues hay
instituciones y prácticas intermedias, pero existen diferencias impor-
tantes, como se puede ver en las descripciones de tribunales post-
coloniales, que muestran que los anteriormente acéfalos tiv (Bohan-
nan, 1957) y arusha (Gulliver, 1963) difieren de manera significativa
de aquellos de los lozi y los basoga.
Los valiosos intentos de los antropólogos por ver los elementos
comunes entre las formas de disputa y su resolución en diferentes
culturas han llevado a tratar el derecho como un conjunto borroso
que cubre todas o la mayoría de las formas de control social. El
enfoque está vinculado, en líneas generales, con una tendencia
antievolucionista, que normalmente considera esa noción ligada a la
de progreso, pero que a menudo también es ahistórica. En una
interesante introducción a un volumen titulado «The Discourse of
Law» («El discurso del derecho»), Humphreys caracteriza el derecho
como una forma de discurso (1985, pág. 254) y rechaza al mismo
tiempo la necesidad de definir el concepto. Esta concepción omnia-
barcante es válida para ciertos propósitos, pero desde luego no lo es
para otros. En general, nos conduce a un empobrecimiento del
análisis, en parte porque no consigue dar una explicación satisfacto-
ria de la intervención de los tribunales, los gobiernos, los abogados y
el pueblo en el proceso legal, y en parte porque si el derecho es una
forma de discurso, debe cambiar al mismo tiempo que los modos en
que el discurso se lleva a cabo, por ejemplo, cuando las «reglas» se
166 La lógica de la escritura y la organización de la sociedad

formulan por escrito. Con respecto a la obra de E. P. Thompson


(1975), Humphreys subraya que «"la clarificación" de los derechos
de propiedad en el derecho inglés de los siglos XVII y XVIII condujo
a la deslegitimación de los derechos de uso previamente disfrutados
por la población rural y a la redefinición del ejercicio de tales
derechos como robo, actos furtivos, etc.» (1985, pág. 247). Este
cambio se interpreta como el resultado de una redacción defectuosa
de las leyes por parte de los juristas. También puede considerarse
como un esfuerzo deliberado por restringir los derechos populares o
como resultado en gran parte no buscado del uso del lenguaje escrito
(pueden producirse ambas cosas en sistemas de registro de tierras).
Pero la cuestión es que encerrar prácticas orales en reglas escritas
tiene consecuencias de amplio alcance para los miembros de una
sociedad. El código escrito no inicia ni la opresión ni la justicia; da a
ambas un formato diferente, que se relaciona con los modos de
comunicación, y no se trata meramente de cambiar un atuendo
cultural por otro. La moderna ciencia social en sus formas estructu-
ral y funcional ha contribuido menos de lo que debería al avance en
el estudio de la sociedad debido a que no ha dado suficiente
importancia a las grandes diferencias ni a las grandes similitudes en
las sociedades humanas (la incómoda tarea de conseguir un equili-
brio difícil y en último extremo inalcanzable). Por un lado tenemos
el particularismo cultural; la afirmación de que cada sociedad es
distinta es un truismo de poca importancia igualmente cierto de todo
individuo, pero ¿han de ser consideradas por separado en cada
contexto? Al mismo tiempo, el particularismo se enfrenta a su
extremo opuesto, un universalismo que utiliza conceptos a los que
suele dárseles una aplicación demasiado general.
Permítaseme volver a este segundo elemento en la vaga caracteri-
zación del derecho con que empecé, como una forma de control
social incluida en una de las «grandes organizaciones» especializadas
que actúa a través de los tribunales, la policía y los códigos.
Y a hemos discutido los primeros, pero la presencia de la policía
proporciona otra característica discriminatoria de los sistemas legales
paralela a la de los tribunales. El papel de los funcionarios que
imponen la ley implica un grado de monopolización de la fuerza (o
quizá, mejor dicho, «control supremo», Yoffe, 1979, pág. 16,
siguiendo a Fried, 1967, pág. 273) que caracteriza los estados que
emplean algún medio para conseguir la resolución autoritaria de las
disputas (Radcliffe-Brown, 1940). Aunque algunos científicos socia-
La letra de la ley 167

les tienden a escribir como si la coerción fuera un fenómeno


marginal, como si las decisiones políticas se tomaran siempre sobre
la base de «modelos», ideologías y elección, no obstante la fuerza
está siempre presente, a veces en un segundo plano, con frecuencia
en primer plano; es su aplicación y distribución lo que es diferente
en los sistemas centralizados y en los tribales (acéfalos).
En el sentido más general del término, la tercera característica, el
código, es igualmente importante para comparar y distinguir siste-
mas legales, y central para la discusión presente. El hecho mismo de
que las leyes existan de forma escrita marca una profunda diferencia,
primero en la naturaleza de sus fuentes, en segundo lugar en la
.manera de cambiar las reglas, en tercer lugar en el proceso jurídico, y
en cuarto lugar en la organización del tribunal. En efecto, afecta a la
naturaleza de las propias reglas.
Utilizo la palabra «código» en el sentido muy general de
aplicación de la escritura a un cuerpo de reglas, aunque está claro
que en muchos de los primeros sistemas legales la escritura se
empleó mucho más para las transferencias implicadas en los matri-
monios, las ventas, las deudas y los testamentos. Sin embargo,
«código» tiene un significado legal más preciso, como en el Código
Napoleónico, que, promulgado hace más de ciento cincuenta años,
«todavía conserva su valor universal; simplemente se han adaptado,
añadido o suprimido algunos artículos, de acuerdo con el desarrollo
de los problemas sociales y la reacción de la legislatura» (Bottéro,
19826, pág. 413). Al considerar el más famoso de los códigos
primitivos, el Código de Hamurabi, Bottéro pone en tela de juicio
la aplicación tanto del término «código» como del de «ley». Eso es
debido a que es incompleto, ya que carece de valor «legislativo» y
fue recopiado sin alteraciones por otras razones; no representaba un
intento de mostrar la totalidad de las leyes de un país. Tampoco se
trata de una ley, argumenta Bottéro, si definimos ley como «una
regla imperativa de conducta, dictada e impuesta por una autoridad
legítima», porque sus proposiciones no son ni generales ni universa-
les, sino derivadas de la propia situación (pág. 416). Además carecen
de la «lógica» de la mayoría de las recopilaciones de leyes, ya que un
mandato parece contradecir otro (pág. 417). Lo que tenemos es un
conjunto de decisiones del rey, sentencias de un tribunal de las cuales
se habían suprimido los detalles específicos del caso; fue un modelo
de un tratado sobre el ejercicio del poder judicial.
La relación de los primeros códigos con el «derecho», en el
168 La lógica de la escritura y la organización de la sociedad

sentido de decisiones jurídicas, es incluso más problemática en el


caso de Europa. Los códigos anglosajones después del día de
Aethelberht han sido descritos como «literatura más que derecho»
(Diamond, 1971, pág. 53). Algunos códigos son «ejercicios litera-
rios» usados para enseñar a leer y escribir y como medios de
educación general; donde hay escribas especialistas en leyes, tienden
a convertirse en libros de derecho y a ser usados en la formación de
abogados y del público en general. Algunos parecen representar
colecciones de juicios; otros son declaraciones de lo que la ley debe
ser más que de lo que es, unos pocos, si los hay, son los que Maine
sugirió, meras recopilaciones de costumbres existentes, ya que la
escritura transforma de varias maneras todo lo que toca, por ejemplo
al establecer penas fijas donde prevalecían penas variables 3 • Este es
simplemente un aspecto de «la propia rigidez que es inherente a la
idea de un código», es decir, un código en sentido pleno y práctico
(Epstein, 1953, pág. 95).
Los primeros códigos no fueron del tipo napoleónico ni tomaron
la forma que creyó Maine, una versión escrita de la costumbre,
aunque esto constituyera un elemento. Por otra parte, hicieron
contribuciones importantes al desarrollo de la jurisprudencia. Mi
propio uso del término «código» cubre toda esta variedad de formas,
y alude también a la codificación de procedimientos, que a menudo
tuvieron mayor importancia en la vida social.

Las fuentes del derecho y las modificaciones de las normas

Como ya señalé, en las sociedades sin escritura, incluso en las que


existen tribunales, no hay una distinción efectiva entre «ley» y
«costumbre» como fuentes de decisión jurídica, aunque ciertas reglas
pueden considerarse justiciables y otras no. A pesar de que podrían
existir algunas personas especializadas hasta cierto punto en recordar
y en juzgar, personas que saben más que otros sobre las reglas del
recto actuar, todos dependen de su transmisión a través del canal
oral. Como consecuencia, las fuentes de la ley procuran que se

3 Véase Diamond, 1971, pág. 45, donde llama la atención sobre un informe del

Eforo, conservado por Estrabón, según el cual los legisladores griegos fijaban las
sanciones y no dejaban que fueran determinadas por la voluntad arbitraria de los
jueces. Igualmente, los legisladores coloniales en Africa querían un código escrito
para aumentar la certeza de la ley, suprimiendo las variaciones locales y buscando
«una versión autorizada» (Epstein, 1967, pág. 209).
La letra de la ley 169

mantenga una unton relativamente estrecha con los otros aspectos


del sistema social. Por ejemplo, la cantidad del precio de la novia
puede elevarse con el tiempo si hay un aumento del flujo de las
mercancías relevantes en la economía. O el servicio-de-la-novia
puede sustituirse por pagos cuando muchos hombres han emigrado
o trabajan fuera del sector agrícola local. Ambos procesos se han
dado en el norte de Ghana recientemente. Pero tales cambios no
requieren la intervención de un proceso deliberado de toma de
decisiones organizada para conseguir un aumento de la cantidad de
las prestaciones nupciales acorde con la inflación, ni siquiera para
legitimar un desplazamiento de la transferencia de mano de obra a la
de mercancías. Lo que ocurre es que un ajuste gradual puede darse
entre los ingresos, el trabajo y el matrimonio como resultado de
muchas decisiones individuales o familiares, las cuales están sujetas a
influencias comunes. No quiero decir que tales ajustes sean inevita-
bles, ni que no se den decisiones «legislativas» deliberadas, sino que
hay una mayor flexibilidad en el contexto oral.
Comparemos esta situación con la que se da en un sistema legal
con un código escrito. Si las prestaciones u obligaciones matrimo-
niales se especifican por escrito, entonces hay que encontrar algún
medio para alterar (o ignorar) deliberadamente el código. En los
parlamentos modernos gran parte de la toma de decisiones por parte
de los representantes del pueblo conlleva cambios precisamente de
esta clase, la eliminación deliberada de «anomalías» que en una
sociedad oral habrían tendido a desaparecer por sí solas de manera
cuasi-automática. Pero una vez confiadas a la escritura, las «costum-
bres» no pueden simplemente desaparecer. Así pues, aunque la
escritura aumenta considerablemente la cantidad de información
registrada, y en este sentido aumenta las potencialidades de la mente
humana, también hace mucho más dificil el problema de la supre-
sión; en otras palabras, la supresión representa la otra cara de la
moneda del registro. Por poner un buen ejemplo, la ley inglesa sobre
la blasfemia, aunque ya no lleva a la pena capital (de haeretico
comburendo) desde 1677 (29 Carlos II c. 9), todavía constituye un
crimen bajo la ley consuetudinaria. En la práctica la regla escrita es
rara vez, si lo es alguna, aplicada. ¿Cómo hacemos para modificar o
ignorar una ley de este tipo? Al adoptar una decisión judicial, el juez
tomará en cuenta otras fuentes de la ley que no sean el propio código
escrito. Una de éstas es el precedente, que consiste en una regulación
dada previamente por un tribunal con autoridad. Otro factor es el
170 La lógica de la escritura y la organización de la sociedad

reconocimiento de los cambios que se han dado en el ámbito de la


opinión. Aunque en las sociedades sin escritura se producen cambios
de este último tipo, hay menos margen para el conflicto directo, la
confrontación abierta entre lo viejo y lo nuevo. Lo viejo desaparece
más rápidamente, pasando a un segundo plano, simplemente, se
olvida.
Un ejemplo de este proceso de fusión es descrito en la explica-
ción de Fallers del sistema legal neotradicional de los basoga de
Africa oriental. Expone que «los arrendamientos formales -límites
al uso de la tierra durante ciertos períodos y para ciertos propósi-
tos- violan el esquema conceptual recibido» (1969, pág. 322). Sin
embargo, la naturaleza obligatoria (y restrictiva) de esta clase de
contrato se ha desarrollado «imperceptiblemente» a partir de la
práctica previa de acuerdo con el aumento de la comercialización de
la economía busoga. Si la ley hubiera estado escrita, no habría
cambiado «imperceptiblemente».
En la ley escrita el precedente es una de las maneras en que la
regla puede ser modificada, una vez que un tribunal anterior ha
tomado una decisión que puede ser utilizada en juicios futuros.
Gluckman (1955, págs. 23-24, 256-258) ha observado que esta fuente
de la ley es poco usada en sociedades sin escritura. La razón es
básicamente la misma: los precedentes verbales o bien son olvidados
o bien se integran en juicios futuros, no constituyen una categoría
distinta, excepto quizá durante uncorto espacio de tiempo.
La relación del precedente y de la naturaleza del razonamiento
legal con la escritura se pone de manifiesto en el análisis que hace
Epstein de los tribunales «consuetudinarios» urbanos en el sur de
Africa, que compara con los tribunales europeos, cuyos juicios

se han registrado durante siglos. Los casos se han abreviado, anotado, presentado,
de forma resumida, y han sido objeto de comentarios prolíficos. Con el paso del
tiempo y los esfuerzos de una clase especializada de abogados, el derecho ha alcanzado
un alto grado de categorización. En estas circunstancias, la tarea del tribunal se ve
simplificada hasta cierto punto porque, cuando surgen nuevas situaciones, los hechos
que revelan pueden ser subsumidos bajo categorías existentes ... Con estas categorías
los tribunales son capaces a un tiempo de buscar analogías con casos anteriormente
decididos, y de :iplicar el precedente adecuado. El derecho consuetudinario africano,
por otra parte, no está registrado, y aunque ciertos delitos particulares tienen sus
respectivos términos vernáculos, los litigantes no tienen que incluir su demanda en
ningún tipo específico de acción. Por lo que he podido descubrir, tampoco las
decisiones individuales constituyen una autoridad vinculante para la decisión de casos
ulteriores (1954, pág. 27, subrayado mío).
La letra de la ley 171

Además del precedente, Maine distingue tres formas de adecuar


la ley a la práctica cambiante: mediante Ficciones Legales, mediante
la Equidad y mediante la Legislación. Por Ficción Legal entiende
«cualquier supuesto que encubra o afecte encubrir el hecho de que
una norma del derecho ha sufrido una alteración, permaneciendo
invariable su letra pero modificándose su forma de actuar» (1931,
págs. 21-1). Tanto la jurisprudencia inglesa como la Responsa
Prudentium romana son categorías generales de tales ficciones, y cita
la práctica de la adopción como un ejemplo específico de su uso.
¿No se está tratando aquí claramente de la relativa rigidez del
derecho escrito a lo largo del tiempo en contraste con la relativa
flexibilidad de la práctica, de la costumbre?
El segundo «instrumento» por el que la ley se adapta a las
«necesidades sociales» es la Equidad, definida como «cualquier
cuerpo de reglas existente al mismo tiempo que el derecho civil
original, fundado sobre principios distintos y que en algunos casos
pretende sobreponerse a la ley civil en virtud de una santidad
superior inherente a esos principios» (pág. 23). Finalmente, está la
Legislación, las sentencias promulgadas por una legislatura, sea un
príncipe autocrático o una asamblea parlamentaria. Se necesitan
ambos instrumentos porque la ley ha sido puesta por escrito y debe
ser modificada cuando las circunstancias cambian, bien deliberada-
mente, por la legislación, o bien informalmente, con la introducción
de consideraciones de equidad general.
En el segundo capítulo de Ancient Law [ El derecho antiguoJ Maine
señala que una diferencia general en las formas del derecho consiste
en el modo de modificarlo. «Una vez que el derecho primitivo queda
configurada en un Código, lo que podría llamarse su desarrollo
espontáneo llega a su fin. De aquí en adelante, cuando se modifique,
si es que se modifica, se modificará deliberadamente y desde fuera
(1931, pág. 17). Maine continúa elaborando esta idea, declarando
que si bien en los primeros tiempos se dieron cambios, rara vez
estuvieron sujetos a un «fin predeterminado», ya que fueron «dicta-
dos por sentimientos y modos de pensar que, con nuestra mentalidad
actual, somos incapaces de comprender. Sin embargo, con los
Códigos comienza una nueva era». Una vez que surge el código, la
«modificación legal» puede atribuirse al «deseo consciente de mejorar»
(pág. 18, subrayado mío).
Aunque Maine apunta en la dirección del problema, no ha
apreciado plenamente que el desarrollo espontáneo del que habla es
172 La lógica de ia escritura y la organización de la sociedad

el proceso imperceptible de ajuste de normas que constantemente se


da en las sociedades orales en respuesta a las presiones externas o a
las fuerzas internas. El proceso es imperceptible porque las normas
tienen sólo una existencia verbal, oral; así pues, las reglas que ya no
son aplicables tienden a desaparecer de la memoria. Pero una vez
escritas las normas en forma de código o estatuto, luego hay que
esforzarse deliberada y conscientemente para introducir cualquier
alteración. Es decir, el gobierno en las culturas escritas tiene que
ocuparse de legislar las modificaciones del derecho que la costumbre
adaptaría de forma más o menos automática, y cuando la ley escrita
no se ha modificado formalmente se recurre a ficiones legales y otras
fuentes de derecho para adaptarla a las situaciones reales. Aunque
Maine y más tarde Gluckman esbozaron esas diferencias, no las
relacionaron específicamente con la presencia de la escritura. Las
diferencias entre sistemas de derecho «primitivos» y «avanzados»,
«simples» y «complejos», son descritas sin hacer explícita (conscien-
te) la influencia de este mecanismo, cuya contribución es fundamen-
tal.
Las fuentes del derecho son, desde luego, específicas de socieda-
des particulares. No obstante, algunos aspectos se encuentran más
ampliamente distribuidos en sistemas con derecho escrito. En la
teoría de la jurisprudencia islámica sunni, el Corán, las tradiciones
proféticas (hadith), la aplicación de la analogía (qivas) y el consenso de
los eruditos (ijma') son las cuatro fuentes reconocidas del derecho,
además del uso hermenéutico de la razón (ray). Udovitch observa
que la costumbre no es, en teoría, una fuente aceptada de derecho
positivo. Sin embargo, especialmente para la escuela Hanafi, y en
particular en la vida económica, la costumbre ('urj), o la práctica
(' ada) de los comerciantes, se emplea constantemente como guía para
conducirse dentro y fuera de los tribunales, de tal modo que llega a
convertirse de hecho en una fuente de derecho (1985, págs. 447,
457). Es decir, el «conocimiento local» modifica el «sistema de
derecho universalmente válido... en el cual la inspiración, los
orígenes y, se podría decir incluso, la autoría literaria en último
término se remontan hasta Dios» (pág. 446). Dios «escribe» el Libro
de la Ley y El es eminentemente «de carácter universal», al menos en
un sistema monoteísta, importante limitación que subraya Udovitch.
Tanto en el derecho como en la religión, la «universalidad» de lo
escrito debe complementarse en la práctica con el particularismo de
lo local, esto es, de la costumbre.
La letra de la ley 173

El razonamiento legal

El recurso al precedente y a la legislación están asociados con


diferencias en la naturaleza del razonamiento legal y en el razona-
miento en sí. Tales diferencias no dependen, desde luego, de la
capacidad mental innata, sino de los instrumentos, los conceptos y
los programas a disposición de la actividad intelectual. Esto se
observa claramente en la exposición que Fallers ofrece del derecho
neotradicional busoga, titulada Law without Precedente [Derecho sin
precedentes] (1969). Fallers establece un contraste deliberado con el
derecho anglo-americano porque considera que la forma casuística
que adopta el precedente está vinculada al razonamiento legal de las
sociedades cambiantes. Surgen nuevas situaciones, cambian las ideas
de la gente, y estos cambios se asumen gracias al uso de conceptos
ambiguos y lo que él describe como un «sistema móvil de clasifica-
ción» (1969, pág. 18).
Aunque el derecho soga es una jurisprudencia en el sentido de
que hace poco uso de los estatutos, «no contiene ningún tipo de
doctrina explícita del precedente» (pág. 19), en parte porque los
jueces suponen la continuidad. Fallers explica que el proceso del
razonamiento legal por medio de «conceptos categorizadores» es
similar pero que difiere en su forma de actuar. Esto se debe a que
«no hay una doctrina explícita del precedente ni mecanismos para
informar sobre casos que permitan practicar sistemáticamente se-
mejante doctrina. Los tribunales tienen archivos excelentes [esto es,
obviamente, una característica reciente de los tribunales neo-tradi-
cionales, J. R. G. ]; pero no hay disposiciones para seleccionar casos
que sienten precedente y llamar sobre ellos la atención de los jueces.
Además, los propios conceptos son algo diferentes, menos abstrac-
tos y generalizados» (pág. 21 ).
El jurista Hart ha argumentado que la comunicación de los
«patrones generales de contenido que multitud de individuos puedan
entender» es esencial para el derecho, y que tal comunicación se lleva
a cabo mediante la legislación y el precedente (1961, pág. 121). Los
soga carecen de estos procedimientos, considerados por Hart como
esenciales para un cambio ordenado. En cambio, cada sesión de un
tribunal soga representa un nuevo comienzo; fuera del tribunal, no
hay autoridad que pueda decidir sobre las reglas. Fallers explicó esta
diferencia en función de la distinción entre sociedades estáticas y
cambiantes, aunque seguramente se trata de cómo el cambio,
174 La lógica de la escritura y la organización de la sociedad

realizado a diferentes velocidades, se concibe y maneja en la


comunicación. Los registros escritos de las actas de los tribunales se
están creando ahora y, como sugiere Fallers, finalmente se utilizarán
para crear precedentes. «El uso de la escritura sirve para mejorar el
registro con respecto a los 'hechos', pero no hace más explícita, al
menos por ahora, la comunicación con y sobre los conceptos legales»
(1969, pág. 314). Este proceso es precisamente el que tuvo lugar
anteriormente en la creación del derecho anglo-americano y se
repetirá en el busoga. Pues es la escritura la que proporciona el
fundamento de las diferencias que Fallers señala «entre sistemas
legales ... que han formado jueces y abogados, informes y escuelas
legales; y aquellos como el sistema soga, que aunque carecen de estos
instrumentos se ocupan, no obstante, de lo que en cierto modo es el
mismo tipo de trabajo» (pág. 20). El razonamiento legal, que Fallers
define como «la aplicación a la resolución de las disputas de los
conceptos categorizadores que definen las cuestiones normativas
justiciables» (pág. 32), es diferente porque el juez europeo puede
reelaborar cuidadosamente decisiones previas (precedentes), preser-
vando de ese modo «el armazón conceptual del derecho al mismo
tiempo que introduce los mínimos cambios necesarios para tratar el
asunto en cuestión». Por el contrario, el juez musoga recuerda casos
similares, pero «asimila cada caso directamente a un conjunto de
conceptos que tiene en mente» (págs. 32-33). Es la cuestión de la
forma en que asimilamos la experiencia y modificamos los conceptos
lo que constituye la diferencia significativa, que se sigue lógicamente
de la aplicación de la escritura. La asimilación se consigue quitando
importancia a la diferencia y el cambio, los cuales son obviamente
más difíciles de contemplar cuando los archivos no existen o no se
tienen en cuenta. Es cierto que los basoga discuten casos de disputa
pero el sistema legal deja mucho implícito y sus procesos rara vez
conllevan la mención explícita de las normas (pág. 36). Fallers
relaciona el carácter no explícito con la falta de pensadores-sobre-la-
ley profesionales, pero se debe recordar que su presencia está a su
vez relacionada con la elaborada organización institucional del
derecho europeo, que en lo esencial no sólo se basa en el informe en
el sentido de «dar cuenta» (una actividad común a todo discurso
humano), sino en la contemplación del registro escrito. Sigamos su
descripción con más detalle. «Los informadores recogen, analizan y
publican casos importantes. Los eruditos organizan ideas legales y
actos legislativos y judiciales en 'campos' coherentes. Los filósofos
La letra de la ley 175

reconsideran las bases morales e intelectuales del pensamiento legal.


Las legislaturas y los jueces de apelación, de cuando en cuando,
ordenan algunas secciones del derecho. Los políticos y los publicis-
tas discuten 'principios' legales en la tribuna pública» (1969, pági-
na 35).
Aunque mi argumento está implícito en la discusión de Fallers
sobre la falta de precedente y legislación en el derecho soga, no
considero la diferencia simplemente como una cuestión de hacer
explícitas las categorías y las normas (sostengo que por medio de la
escritura) que siempre estuvieron presentes. Creo que es aquí donde
me aparto de los supuestos de muchos de mis colegas. En mi
opinión, la idea y la naturaleza de los conceptos y las normas
cambian de hecho en este proceso, tanto con respecto a la forma
como al contenido. Epstein expone una idea parecida en su estudio
de los tribunales urbanos: «como el derecho consuetudinario nunca
se ha escrito, sus categorías nunca han sido formalizadas» (1954, pág.
29). Nunca se examina el sistema como un todo para poner de
manifiesto inconsistencias. No es que no existan los mismos proce-
sos mentales básicos e instituciones análogas. Pero la diferencia entre
razonamiento implícito y explícito, entre la contemplación del texto
y la reflexión sobre las palabras, entre la capacidad de revisar una
proposición visualmente e internamente, con la vista tanto como con
el oído, aunque en cierto sentido insignificante, es de fundamental
importancia para el desarrollo de lo que consideramos razonar. La
lectura permite un mayor distanciamiento entre el individuo, el
lenguaje y la referencia que el habla, una mayor objetividad que
incrementa el potencial analítico de la mente humana.
Fallers proporciona un excelente ejemplo de esta diferencia.
«Para cualquiera acostumbrado a pensar que el argumento legal
contiene un elemento de discusión explícita de las reglas o conceptos
de lo erróneo», afirma, «las transcripciones de los procesos soga
parecen un non sequitur tras otro. A veces los non sequitur están
entreverados con contradicciones aparentes ... » (1969, págs. 320-321).
Continúa diciendo que «ni los non sequitur ni las contradicciones son
realmente tales». Pero seguramente lo son y no lo son; devienen
contradicciones y non sequitur con el carácter explícito de la escritura
(no necesariamente de inmediato, como señala Fallers en la pág.
314), el cual las convierte en non sequitur y contradicciones tal y como
las conocemos. Y esta forma de conocer (que afecta a nuestra
epistemología) es muy importante para el desarrollo de la acción
176 La lógica de .la: escritura y la organización de la sociedad

social y para el conocimiento en el sentido más amplio de nuestra


comprensión del mundo.

La organización del tribunal

La escritura no afecta únicamente a las fuentes del derecho y al


razonamiento legal, sino también a la organización del derecho. La
relación del derecho con la sociedad se formaliza con el advenimien-
to de la escritura. Como ya no hay una adaptación cuasi-homeostáti-
ca de las normas, el derecho escrito alcanza autonomía propia, como
lo hacen sus órganos. El tribunal se va separando gradualmente de la
corte real o del jefe, adquiriendo sus propios especialistas, sumamen-
te instruidos, algunos de los cuales son expertos en la presentación
oral de los casos, en discutir y defender la causa del cliente, y otros
en dar consejos.
El desarrollo de los abogados defensores especializados, en tanto
que distintos de los consejeros, fue una notable característica de la
Roma clásica, aunque también parecen haber estado presentes en
Mesopotamia. En Atenas, sin embargo, la abogacía no era una
profesión; un litigante tenía que llevar su propio caso en persona,
aunque podía dividir el tiempo que se le asignaba entre él mismo y
los que hablaban en su defensa. Los testimonios de los testigos no
estaban incluidos en esta asignación de tiempo, pero a partir del 378
a. de C. estos testimonios tomaron la forma de un informe escrito,
preparado de antemano, que el testigo debía confirmar o negar bajo
juramento ante el tribunal.
Tenemos unos 100 discursos (o fragmentos largos) dirigidos a
los tribunales legales, atribuidos a diez famosos escritores de
discursos, aunque algunas de estas atribuciones son dudosas. Estos
discursos a veces se retocaban para su publicación y circularon entre
el público ateniense (Humphreys, 1985; en prensa). Por consiguiente
ya encontramos tanto informes legales como escritores de discursos;
desde el punto de vista de las sociedades orales, esta última es una
ocupación muy extraña.
La organización interna del tribunal también se hace más
elaborada porque el uso de precedentes, y quizá la ley hecha por el
juez a cualquier nivel, requiere el archivo de los informes. Pero éste
no es el único papel de los informes legales, ya que también pueden
ser útiles para el examen, control y revisión ulteriores de sentencias
La letra de la ley 177

por los tribunales de apelación o funcionarios administrativos, así


como para propósitos más filosóficos.
Los registros escritos implican la presencia de oficinistas cuyo
trabajo da una forma permanente a los duelos y decisiones verbales.
Los jueces también necesitan entender la palabra escrita a medida
que el derecho se va recopilando poco a poco en los digestos y
summae. En estas circunstancias la profesión legal se convierte en una
ocupación para especialistas instruidos en la escritura, y el derecho se
va apartando de los «amateur» corrientes. Las normas legales ya no
residen en la memoria de cada individuo (al menos de cada anciano),
sino que pueden estar literalmente enterradas en documentos para
ser desenterradas sólo por especialistas en la palabra escrita. La
costumbre se convierte en una cuestión de lo que la gente sabe y
hace; el derecho de lo que aparece en el código, cuyo contenido
puede depender de la interpretación que el especialista haga de la
voluntad popular, de la dominación política, de la conveniencia
burocrática o de la «lógica» interna del razonamiento legal. Las
implicaciones a largo plazo de tal disociación del derecho y la
costumbre, que a su vez es una diferenciación de dos ámbitos en la
que normalmente se da prioridad a la palabra escrita, son radicales
para el desarrollo de la sociedad y del individuo.

Formas legales

La escritura fomenta un formalismo de ·otro tipo. Ciertos


aspectos del procedimiento legal occidental, más en sistemas de
estatutos que en jurisprudencias, se han heredado del Derecho
Romano, cuyas primeras fases se caracterizaban por el «formalismo
de los actos». Esta expresión se refiere a «su tendencia a dotar a cada
acto de la ley de una forma definida» (Schulz, 1936, pág. 24), un
proceso que parece derivarse de la escritura, incluso aunque la
escritura no siempre se consideraba esencial para el propio acto legal.
Según Schulz, los documentos tenían un valor puramente probato-
rio, aunque conservaban detalles adicionales a los cuales sólo se hacía
una referencia de pasada en las fórmulas orales. Sin embargo, hubo
un cambio general de dirección; el uso de la escritura sirvió no sólo
para formalizar procedimientos legales en general, sino para cam-
biarlos de modo sustantivo. Por ejemplo, el documento podía servir
para simplificar la fórmula hablada que se refería a él en lo relativo a
178 La lógica de la escritura y la organización de la sociedad

los detalles, mientras que una /ex proyectada se anunciaba pública-


mente por escrito antes de que los votos fueran emitidos.

El contrato
Una de las intervenciones más obvias de la escritura se dio en el
campo del contrato. Para Maine, la graq revolución de la humanidad
fue el paso del status al contrato. En la cultura oral existen, por
supuesto, formas de acuerdo contractual. Dado que éstas crean
relaciones nuevas y a menudo temporales entre individuos o grupos,
en el futuro suele ser necesario referirse a las transacciones expresa-
das en los acuerdos. Para ello se depende de la memoria y
longevidad del «testigo ocular», aunque este modo de recordar tiene
limitaciones que suelen ser reconocidas por los propios actores en
virtud de los muchos conflictos que origina, lo que determina que
tales sociedades estén abiertas a la adopción de formas mejoradas de
testimonio o registro. Los contratos que comprenden una serie
complicada de acuerdos variables son, evidentemente, más difíciles
de seguir en las sociedades orales que se atienen a una práctica
«consuetudinaria». Son ciertamente más susceptibles a la reinterpre-
tación por cada una de las partes implicadas, y están más abiertos a la
disposición del poder presente; puede que la ambigüedad inicial no
sea mayor, pero el margen para la reconsideración selectiva, cons-
ciente o inconsciente, es inevitablemente más amplio.
La ausencia de un registro escrito limita el alcance y la variabili-
dad de los contratos orales. Por ejemplo, en el caso de un
matrimonio, la familia del novio dará cuatro cabezas de ganado a la
familia de la novia. El contrato escrito (distinto del código escrito)
aumenta el grado potencial de especificación, ya que cada contrato
puede ser adaptado por las partes a la situación presente. No quiero
decir que los pagos matrimoniales variables sean característicos
únicamente de las sociedades con escritura; si hay alguna asociación
positiva entre los dos, se debe casi con seguridad a otros factores.
Además, las excepciones son numerosas: en Asante, la naturaleza y
cantidad de las prestaciones matrimoniales depende del rango social
de la novia. Sin embargo, las variaciones que se dan en este tipo dfr
transacción en las sociedades orales normalmente tienen que formu-
larse de manera bastante sencilla. Las implicadas en, por ejemplo, el
matrimonio melanau en Sarawak son mucho más complicadas
(Morris, 1953, págs. 129-133), y cuando es necesario guardar un
La letra de la ley 179

registro de estos regalos, por si el matrimonio se disuelve, la


escritura permite que estas transacciones tengan mayor alcance y
certeza dentro del marco de una fórmula acordada, el contrato.
Por consiguiente, el contrato no estaba ausente en las sociedades
orales, pero en situaciones urbanas aumenta su incidencia, ya que las
interacciones tienden a estar más individualizadas, especialmente
cuando la escritura sirve para fijar la atención sobre un aspecto
específico de una transacción que ya no tiene lugar entre familiares,
sino entre desconocidos. Por un lado, el derecho tribal con frecuen-
cia no consigue imponer contratos ejecutivos (Epstein, 1953, pág.
93); por otro lado, la ley escrita elabora la «concepción del abogado
sobre el contrato en abstracto. Esta es una concepción técnica y
teórica a la que se llega tras un proceso de abstracción a partir de un
número creciente de hechos, y adecuada para aplicarla a las innume-
rables formas de transacción» (Diamond, 1971, pág. 379). Está clara
la importancia de la escritura en la forma del contrato, la elaboración
de la idea a través de un proceso de «abstracción», a través de la
realización de «un sumario» [abstrae!], y la aparición de notarios
especialistas; este caso es un paradigma de los usos de la escritura en
el desarrollo social e intelectual.
La insistencia de Maine en la importancia del paso del status al
contrato y la exposición de Durkheim del papel del contrato en el
movimiento de la solidaridad mecánica a la orgánica fueron modos
influyentes de describir cambios fundamentales en los sistemas
legales. Sin duda, el aumento de relaciones contractuales iba unido,
como indicaron Spencer y Durkheim, al paso de una economía
doméstica a una de manufactura y comercio que empleaba trabajo
asalariado; los contratos los hacen los hombres libres, no los
esclavos. Por otra parte, la proliferación de los contratos formales
también se siguió del uso de la escritura. Piénsese solamente en el
desarrollo de los contratos matrimoniales escritos en el antiguo
Egipto, en el judaísmo, en la Etiopía cristiana, bajo el islam, en
Grecia, Roma, en la Inglaterra del siglo XVIII, en las «escrituras» del
condado de Clare. Es cierto que hoy las uniones matrimoniales
angloamericanas han abandonado efectivamente los contratos forma-
les que regulan la propiedad marital, aunque los acuerdos implícitos
(los elementos no contractuales del contrato) y los controles legales
son numerosos. Nunca han sido tan importantes como bajo un
sistema de notarías locales, pero en Francia y en otros países que
siguen el Código Napoleónico, estos contratos relativos a la propie-
180 La lógica de la escritura y la organización de la sociedad

dad y la distribución de la propiedad son condición sine qua non, y en


muchos lugares lo fueron mucho antes de Napoleón. Y lejos de
restringirse a las relaciones matrimoniales, los contratos escritos
entre generaciones contiguas de la misma familia, entre, por ejem-
plo, padre y madre e hijo y nuera eran habituales en la Europa
continental cuando los padres transpasaban sus fincas u otras
propiedades a sus descendientes. En vez de confiar en los hijos, éstos
tenían que formalizar un contrato escrito (una especie de hipoteca)
que podía especificar los detalles de qué alimentos y ropa había que
proporcionar a los mayores, qué habitaciones y puertas tenían que
usar. Al leer tales documentos (que continúan existiendo en las zonas
rurales francesas y en algún otro sitio) es asombroso comprobar la
manera en que la piedad filial tiene que ser considerada, sopesada,
minuciosamente redactada y descrita en una jerga de abogado.
En el comercio, la influencia de los contratos fue incluso más
extensa, como señalamos al discutir el comercio de caravanas de la
Antigua Asiria. La práctica continuó a través de toda la historia del
Cercano Oriente. Algunos siglos más tarde, Mahoma declaraba:
«Oh, vosotros que creísteis, cuando contraigáis una deuda de uno a
otro para un tiempo determinado, anotadla» (Corán, Surah II: 282).
¿Por qué anotarla? Sobre todo porque parece que eso evita las peleas
(incluso entre parientes cercanos), y evita la usura (riba), un concepto
que cubría numerosos «pecados» comerciales, y finalmente porque
facilita el desarrollo del comercio (Udovitch, 1985).
La influencia del lenguaje escrito en los contratos no se limita a
la forma y el contenido, sino que se extendía a la búsqueda de
clarificación, tal como algunos afirman que ocurre al aprender a
programar ordenadores. «En los contratos escritos», escribe Johns
(1904, p. iv), «encontramos hombres luchando por la exactitud de las
frases y la claridad de dicción... Cada expresión es técnica y legal,
hasta tal punto que a menudo es imposible traducirla». La lucha por
la claridad y el desarrollo de un campo especializado, son temas
constantes en el análisis de la influencia de la escritura en el derecho.

Testamentos
Con el uso de la escritura en los matrimonios e hipotecas, las
transacciones pueden llegar a ser más complejas, en cierta manera
más vinculantes, ya que son más explícitas desde el punto de vista de
la acción legal. Al mismo tiempo las transacciones tienden a no serlo
La letra de la ley 181

tanto en lo que concierne a las sanciones sobrenaturales, ya que estas


últimas son normalmente aludidas, sugeridas, más que explicitadas,
por lo que al reducirlas a escritura su efectividad disminuye; la
separación entre el derecho y la religión, tanto a este nivel como al
nivel de las grandes organizaciones, es también un proceso de
secularización.
Existe un dominio similar donde la escritura proporciona una
flexibilidad creciente a la elección individual, constriñendo a la
generación siguiente más que a la presente. Por medio de la voluntad
o testamento escritos, las decisiones no convencionales de los actores
no pueden ser asimiladas tan fácilmente por la «costumbre». Presen-
taré un ejemplo concreto de lo que quiero decir. Cuando estuve en
Birifu, un poblado de los loDagaa de Ghana del norte, me hice
amigo de un anciano llamado Bonyiri. A diferencia de la situación en
la mayoría de las familias, su hijo mayor San, que vivía en el mismo
poblado, trabajaba el campo por separado a causa. de algunas
disputas que habían tenido en el pasado. Cuando San empezó a
trabajar por su cuenta, su padre le dio tierras; pero la parte más
importante de la tierra de Bonyiri se la quedó él, quien la cultivaba
junto a sus otros hijos. En lo que respectaba a Bonyiri, San había
recibido ya su parte del patrimonio, incluso aunque era más pequeña
de la que le hubiera correspondido según el principio de las partes
iguales. Cuando saqué este asunto a colación, algunos ancianos del
mismo clan me llevaron a un lado y me contaron que, no importa
cuáles fueran los deseos de Bonyiri, la tierra se distribuiría a partes
iguales después de su muerte; me explicaron que de otra manera los
ancestros podrían dar problemas a los vivientes si la tierra no
estuviera dividida de acuerdo con las normas existentes, aquellas
normas que habían heredado los vivos de sus antepasados. El
resultado fue que a su muerte los deseos del viejo sobre la
disposición de su propiedad fueron efectivamente ignorados.
La posibilidad de la «alienación» de la propiedad familiar por un
tipo de tes_tamento existe en algunas culturas orales. En Asante hay
un procedimiento conocido como samansie (literalmente, lo que es
apartado por el muerto) por el cual un individuo puede legar una
propiedad a ciertas categorías de parientes «no herederos», suponien-
do que la transacción esté convenientemente testificada por repre-
sentantes de aquellos que resultarán perjudicados. Pero al igual que
con los loDagaa, tales regalos están siempre sujetos a una revisión
después de la muerte del testador, un hecho que es incorporado al
182 La lógica de la escritura y la organización de la sociedad

proverbio que dice: «Cuando un espíritu ha realizado una distribu-


ción inadecuada de su... propiedad, los vivos harán una nueva»
(Rattray, 1929, pág. 339).
Tales formas existen, pero el uso de la escritura añade otra
dimensión a la disposición testamentaria. Incluso hoy en día no se
necesita ningún testamento si un individuo está satisfecho con las
normas de aquello a lo que los abogados curiosamente (aunque
tampoco sorprendentemente) se refieren como herencia «intestada»,
esto es, la herencia según las normas consuetudinarias cuando no
existe un testamento escrito redactado por un especialista. La
cuestión de un testamento surge sólo si se intenta modificar aquel
acuerdo tácito y dejar más a una querida que a una esposa, o más a
un sirviente que a un hijo; o si hay una propiedad que se desee
distribuir de forma particular, o si se quiere estar más seguro de que
se cumplirá su voluntad.
Colson proporciona un ejemplo contemporáneo de los posibles
efectos de la introducción de un testamento escrito en su descripción
de los tonga del Africa del sur. Aquí señala que la forma escrita de
un testamento suele designar a un solo heredero, o en cualquier caso
a anular los derechos más generales que tienen los parientes sobre la
propiedad del difunto. La misma idea hace que la transmisión de la
propiedad dependa de los deseos o voluntad del testador en vez de
ser parte de una costumbre inmemorial. Las sociedades orales no
ignoran completamente los deseos del testador, pero acostumbran a
rechazarlos más fácilmente que cuando están expresados por escri-
to 4, aunque incluso en este caso la ley suele restringir la capacidad de
un individuo para desheredar a sus herederos «naturales».
Dado que puede considerarse que el testamento expresa los
deseos del testador en oposición a la costumbre, a menudo es un
instrumento de cambio social. El testamento escrito, redactado por
un profesional instruido y testificado por la firma de un tercero, hace
más simple distribuir la propiedad de modo flexible, y proporciona
disposiciones más elaboradas e individualizadas. Lo mismo ocurre
con la alienación de la propiedad en vida. En el derecho anglosajón,
el derecho de asignar tierras era un método para romper con el
modo consuetudinario de la herencia y, por tanto, era fomentado
4
Entre los tswana, una persona agravida apelaba al jefe si un testamento se
apartaba, de manera considerable de las normas ordinarias de herencia (Schapera,
1938, pag. 230). Para los modernos yoruba, véase Lloyd, 1962, págs. 290 y ss.
(Diamond, 1971, pág. 376).
La letra de la ley 183

por la iglesia, en cuyo favor solía ejercerse tal libertad de disposi-


ción; este acto escrito de «libre disposición» alienaba permanente-
mente la propiedad de aquellos que ostentaban los derechos consue-
tudinarios. Un procedimiento de este tipo también era individualiza-
dor y hacía posible introducir disposiciones especiales que estarían
seguras después de la muerte, difíciles de ignorar por el formato
escrito y las sanciones legales. Como hemos visto, los deseos
individuales del testador en las culturas orales, aunque quizá no
menos libremente expresados, tienden a ser asimilados por la
práctica del grupo, que considera la «justicia» y la «libertad» desde
puntos de vista diferentes.
El significado de la voluntad escrita, con su libertad de testación,
no está en ningún sitio tan claramente expresado como en la cláusula
que abre el Lex Baiuvariorum (Diamond, 1971, pág. 51), que dice
así:

Cuando una persona libre haga testamento y conceda su propiedad a la iglesia para
la redención de su alma [véase Proverbios, 13, 8], déjesele hacer eso con su propia
parte después de que haya hecho la repartición con sus hijos. Que nadie se lo impida,
que ni el rey ni el duque ni ninguna otra persona tenga el poder de impedírselo. Y
cualquier cosa que haya cedido (casas, tierras, esclavos o cualquier otra propiedad)
para la redención de su alma, que lo confirme por escrito de su puño y letra, y que
traiga seis testigos, o más si lo desean, y que pongan sus manos sobre el escrito y
pongan sus nombres según los vaya requiriendo. Que ponga luego el escrito sobre el
altar, y entregue el dinero en presencia del sacerdote a cargo del lugar. Y que a partir
de entonces no tenga ningún poder sobre él, ni él ni su descendencia, a menos que el
defensor de la Iglesia quisiera concederle el favor, pero permítl!se que las cosas de la
Iglesia sean defendidas por el obispo, cualquier cosa que den los cristianos a la Iglesia
de Dios.

Una situación parecida está surgiendo en el Africa contemporá-


nea, donde el testamento es a menudo usado para dar prioridad a los
hijos sobre los hermanos o sobre los hijos de las hermanas. Siempre
ha existido tensión en los sistemas patrilineales entre la transmisión a
los hermanos y la transmisión filial, y en los matrilineales entre la
transmisión a los hijos y a los hijos varones de las hermanas. La
tensión aumenta cuando hay una mayor diferenciación, especialmen-
te de riqueza. He comentado (1962) estos problemas en los loDagaa,
y Colson también señaló que entre los tonga son los ricos (y sus
hijos varones) los que quieren que se les permita hacer testamentos
para evitar la herencia matrilineal, mientras que los pobres desean
mantener el sistema presente (1950, pág. 31), ya que de esa manera
184 La lógica de la escritura y la organización de la sociedad

los derechos colectivos (o mejor dicho, los derechos de los parientes


más distantes en el grupo de la descendencia) pueden ignorarse en
favor de los derechos individuales (o mejor dicho, los derechos de
los parientes más cercanos fuera del grupo de la descendencia).
Colson resume los probables efectos del cambio con las siguientes
palabras:

1. La influencia de los grupos matrilineales se debilitará y


probablemente desaparecerá la unión de varios grupos ma-
trilineales entre sí.
2. Habrá una concentración de la riqueza a lo largo de las
generaciones en vez de una distribución general con cada
muerte. Esto podría conducir a divisiones en la sociedad
tonga entre los campesinos hacendados y la mayoría de los
tonga, que todavía controlan pocas propiedades.
3. Habrá un cambio hacia la herencia de hijos e hijas.
4. La autoridad del padre se fortalecerá.
S. El centro de temor a la brujería se desplazará hacia la propia
familia.
6. Es probable que aumenten las acusaciones de brujería y,
posiblemente, los casos reales de envenenamiento.
7. La posición de aquellos hijos que no viven con su padre
(hijos que se han ido con su madre tras el divorcio, hijos
ilegítimos, etc.) probablemente empeorará, como lo hará la
de las divorciadas y no casadas en general, que ya no tendrán
un derecho tan seguro al grupo matrilineal.

Desde luego, el registro de los testamentos, del título de


propiedad, nacimiento, matrimonio y divorcio tiene ventajas e
inconvenientes. Para las administraciones nacionales y coloniales las
presiones generales hacia tal burocratización son evidentes, pero
también hay razones más específicas que atañen no sólo a las
estadísticas para la planificación e impuestos, el evitar las disputas y
el sistema de apelación (en donde el registro de los casos es
importante), sino también al reparto de los beneficios. Esto es
especialmente cierto en la vida más anónima de las ciudades. En un
pueblo todo el mundo sabe quién está casado y quién divorciado; en
una ciudad un certificado tiene un valor añadido, tanto para los
individuos como para los tribunales. Epstein escribe: «El efecto del
registro es librar a los tribunales de la tarea de establecer la validez
La letra de la ley 185

de un matrimonio a través de un arduo proceso de examen y


declaración de los testigos necesarios. Proporciona un modo de probar
un matrimonio de forma sencilla» (1953, pág. 60, subrayado mío).

La boca y la mano
El uso de la escritura conlleva un cambio parcial de la instrumen-
talidad humana de la boca a la mano que tiene un efecto significativo
sobre las formas legales, especialmente las «simbólicas». Cuando un
asante era condenado a morir, su boca era cerrada inmediatamente
por medio de un espetón, con lo cual se evitaba que maldijera al jefe
que había juzgado el caso. El poder de la maldición, en el sentido de
su eficacia, se considera dependiente no sólo de una visión particular
de la interacción de las fuerzas en el universo, sino de la idea de que
una fuerza especial va unida a ciertas fórmulas verbales, sean estas
maldiciones, juramentos, maleficios o bendiciones, una fuerza capaz
de actuar sobre los individuos implicados. Aquellos que son reacios
a aceptar esta cadena causal las pronuncian como insultos, irrespe-
tuosos para el hombre y posiblemente para Dios, pero cuya eficacia
reside en la ofensa.
El juramento, la maldición, el maleficio y la bendición son
expresiones en las cuales la boca adquiere un significado especial. En
el lenguaje de los loDagaa, la frase kuono nuor, «grita la boca»,
describe un juramento o una maldición; para finalizar la situación
creada por este acto verbal hay que «quitarse la boca», un procedi-
miento que elimina el peligro de acción mística.
Para el canal escrito, el órgano correspondiente es la mano que .
constituye un foco de significado paralelo en expresiones tales como
«de mi puño y letra». La caligrafía adquiere una importancia especial
como reveladora del «carácter», y el equivalente del juramento oral
es la confesión firmada. Efectivamente, la firma llega a ser un
sustituto de la persona, al menos al pie de los cheques, y no es sólo
una tarjeta de identidad, tan personal como la huella dactilar o la
mano, sino también una afirmación de la verdad o del consenti-
miento.

La prueba
En el caso del formalismo procesal, los contratos, los testamen-
tos y, como veremos en la próxima sección, el registro de un título
186 La lógica de la escritura y la organización de la sociedad

de propiedad, tan cruciales en las transformaciones contemporáneas


del Tercer Mundo, los tribunales atribuyen mayor valor de verdad a
la prueba escrita que al testimonio oral. Así fue desde el principio.
Algunos de los primeros tipos de texto propiamente dicho que
surgieron, a finales del Imperio Antiguo de Egipto alrededor del
2150 a. de C., eran «copias de decretos y actas legales e importantes
contratos privados, los cuales podían exponerse para hacer sus
términos públicos y vigentes a perpetuidad» (Baines, 1983, pág.
577). Más tarde, preceptos éticos que estaban aparentemente relacio-
nados con el intento de evitar litigios empezaron a introducirse en
los registros. Aparte de las versiones monumentales de los documen-
tos legales y las actas escritas de tribunal del Imperio Antiguo,
encontramos «el uso de documentos como prueba principal. .. , la
mención de los precedentes y del estatuto ... y un código legal. .. Las
instituciones legales se servían de un archivo elaborado... Los
asuntos legales podían ser «publicados» de forma monumental en un
lugar protegido pero accesible» (pág. 589) 5 • Aunque Baines conside-
ra que la mayoría de estas prácticas son respuestas a necesidades que
pueden atenderse de forma diferente en una sociedad sin escritura,
con la aparición de la escritura «adquirieron un notable rigor y
generaron nuevos modos de relación, como en el derecho de un
sujeto de hacer una petición por escrito al rey» (pág. 589). Considera
que la creación de testamentos (los cuales eran técnicamente escritu-
ras de transferencia aplazada, e incluían testamentos de mujeres y
para mujeres) puede haber reducido el conflicto. Con toda seguri-
dad, los testamentos tuvieron una gran importancia al aumentar la
flexibilidad y reducir el conflicto. Sin embargo, hay otros ámbitos en
los cuales el uso de la escritura marca una diferencia significativa en
el sistema legal, incluso en comparación con un estado legalmente
consciente pero oral como el de los lozi (Gluckman, 1955, 1965).
Observemos, por ejemplo, su influencia en las ideas acerca de las
pruebas relevantes, cuestión discutida por Epstein (1954) y Gluck-
man. No pretendo negar la validez del nexo que ellos establecen
entre las ideas de relevancia y el predominio de las relaciones
múltiples sobre las simples. Estos autores argumentan que en la

5 Baines me indica que este documento se considera ahora como un «manual de

derecho» más que como un «código», un cambio de opinión que también ha tenido
lugar con respecto al «código» de Hammurabi (por ejemplo, Bottéro, 19826; Yoffe,
1979, pág. 16). He usado «código» en un sentido menos preciso del que implica esta
distinción.
La letra de la ley 187

situac10n anterior es «lógico» que los jueces escuchen un amplio


número de declaraciones (pruebas) para establecer los hechos, ya que
la disputa concierne a personas cuyas relaciones se solapan de
múltiples maneras. Sin embargo, en los tribunales «modernos» el
concepto específico de declaración no es simplemente atribuible al
predominio de las relaciones simples. La situación, además de esto,
se ve afectada por el nuevo canal de discurso. El mismo hecho de
que se admitan declaraciones y pruebas escritas promueve una
definición de relevancia más estricta, aunque sólo sea porque los
documentos deben clasificarse de antemano y están sujetos a decisio-
nes precisas. Controlar la declaración es sin duda más difícil con
testigos orales, cuyo testimonio tiende a divagar a menos que se vea
ayudado por la libreta de notas de un policía o el interrogatorio de
un abogado.
De esta manera, la influencia de la escritura se introduce en los
propios procedimientos del tribunal, no sólo en el archivo de los
casos, que puede servir de base al precedente o a la apelación, no
sólo en el archivo de las actas y para fines de prueba, sino también en
la delimitación del área de disputa y los asuntos en juego, con
importantes consecuencias para la noción de relevancia. Epstein
señala que hay que buscar la esencia del modo de tratar con los casos
no tanto en uri cuerpo de normas, el contenido del derecho, como en
el «procedimiento con el que las demandas se discuten y los casos se
resuelven» (1953, pág. 25). Por ejemplo, al no haber practicantes
legales, los procesos ante el tribunal toman la forma de una
declaración más que de un examen. Esto se debe en parte a la
ausencia de «alegatos» en la ley consuetudinaria (éste es el término
técnico para los documentos del tribunal que están relacionados con
el caso pero que se salen de sus parámetros). Por otra parte, eh los
procesos orales la naturaleza del caso y la solución buscada a
menudo sólo surgen en el curso de la vista (p. 26).
Como consecuencia, aquellos procesos operan en un contexto
más amplio y con una idea de relevancia más general. Los miembros
del tribunal «no dejan de ser conscientes del elemento derecho-deber
del caso, que sería lo que más interesaría a un tribunal inglés» (pág.
29), pero aspiran a sopesar la conducta de todas las partes y a buscar
una reconciliación. Esto es en gran medida una función de las
múltiples relaciones sociales implicadas, aunque también es cierto
que el uso de documentos sirve para circunscribir los asuntos y
favorecer ideas de prueba y de verdad más precisas.
188 La lógica de la escritura y la organización de la sociedad

El paso a la escritura aparece como una fuerza dirigida que


potencia un concepto más formal de prueba, y en cierto sentido de la
propia verdad, del mismo modo que hemos visto que al nivel del
razonamiento ayuda a transformar las ideas de cómo podemos usar
el pasado (mediante el precedente) y organizar el futuro (mediante la
legislación), ya que el proceso legal está íntimamente relacionado
con la noción de verdad. El riht anglo-sajón significa ley, así como
derecho, costumbre y justicia (Diamond, 1971, pág. 60). El Código
Legal de Kiev era conocido como Pravda de Jaroslav. Cuando la
escritura aparece, la preocupación por la verdad se une estrechamen-
te al uso de la declaración escrita, idea que está claramente estableci-
da en el detalladísimo código visigodo de Recesvinto («la Ley del
Libro») promulgado hacia el 654 d: de C.:

Pregunte en primer lugar el Juez, para que pueda solucionar bien el caso, a los
testigos, y luego pida los documentos, de tal modo que la verdad pueda descubrirse
con más seguridad, para que no llegue fácilmente a un juramento ... Pero préstese
juramento en aquellos casos donde la investigación del juez no descubra escritos o
pruebas o signos seguros de la verdad (II.1.21; Diamond, 1971, pág. 304).

El juramento de purgación es inferior a otras formas de pruebas


y «signos seguros de la verdad», de los cuales la escritura es la más
aceptable, especialmente para las transacciones de tierras.

El registro de las tien~s

De todos los procedimientos legales a los que afecta la escritura,


los cambios implicados en la tenencia de las tierras por el registro de
los derechos son de los de mayor alcance para el conjunto de la
sociedad. La primera vez que estuve trabajando entre los loDagaa
del norte de Ghana en 1950, una floreciente estación agrícola había
estado establecida en la región durante unos diez años. La tierra
había sido adquirida para este propósito por el Gobierno después de
consultas a la gente del lugar. Adquisición es quizá un término
inapropiado, ya que el gobierno colonial había declarado desde un
principio que toda la tierra era propiedad de la Corona. No obstante,
se había destinado dinero de los fondos de la autoridad local (nativa)
para compensar a aquellos que tenían derechos sobre la tierra, es
decir, para quienes eran los «dueños» en términos locales. Sin
embargo, este dinero nunca fue reclamado ya que no había una
La letra de la ley 189

manera consuetudinaria de alienar la tierra, desde luego no vendién-


dola, aunque a un individuo se le permitía trabajar en un terreno
particular sobre el que no tuviera derechos previos pero el cual, a lo
largo del tiempo, sería considerado gradual e implícitamente suyo en
los aspectos más relevantes.
Una de las razones de la ausencia de una alienación completa es
que, como muchos observadores han señalado, la tierra no tiene un
solo «dueño». Un gran número de gente tiene diferentes derechos
sobre una misma parcela, dando lugar a lo que Maine llamó una
«jerarquía de derechos» que subraya de forma sutil importantes
relaciones sociales (Gluckman, 1947; Portes, 1945). Cuando tiene
lugar el registro de los títulos, sea bajo condiciones de conquista, de
expropiación o de modernización, estos complejos acuerdos a
menudo tienen que resumirse en una sola entrada en el registro que
trata de atribuir la «propiedad» (esto es, el conjunto total de
derechos) a un individuo en vez de especificar todos los derechos de
parientes y amigos. Sea cual sea nuestro propósito, con lo que
concluimos es con una lista, una tabla, que asocia un área designada
de tierra con el nombre de una sola persona, y a veces de una
corporación o un órgano similar. La jerai;quía diferenciada o
distribución segmentaria de los derechos suele agruparse en una sola
fórmula.
Es necesario aclarar la idea general. Un contrato escrito puede
introducir elementos de variabilidad y perpetuidad que son más
difíciles de encontrar en una sociedad oral, pero cuando se trata de
resumir situaciones complejas en listas administrativas ocurre lo
contrario; la escritura saca las relaciones sociales de su complicado
contexto y «asesina para diseccionar». Por ejemplo, el contrato en el
derecho neotradicional soga se establece entre sujetos individuales,
pero las consecuencias afectan inevitablemente a otros parientes que
no están incluidos (Fallers, 1969, pág. 371 ). ¿Cómo podrían incorpo-
rarse estos derechos a un contrato escrito, y mucho menos a las filas
y columnas de un registro de propiedad?
Las consecuencias del registro son dramáticos. Ya he menciona-
do el uso de la escritura entre los cuerpos eclesiásticos para adquirir
tierra de unidades familiares o corporaciones. En la Inglaterra
anglosajona «bookland» se opone a «folkland», esta última sujeta a
tenencia consuetudinaria (transmitida oralmente), mientras que la
primera es adquirida por la iglesia. Por consiguiente, la escritura era
un medio de certificar y legitimar la alienación de la tierra que de
190 La lógica de la escritura y la organización de la sociedad

otra manera estaría sujeta a las reclamaciones de los familiares.


Excluía los intereses de la familia extensa 6 •
En el norte de Ghana, en tiempos recientes quienes se apropia-
ban de las tierras «comunales» no utilizadas eran campesinos que
querían cultivar mayores áreas de nuevas cosechas con la ayuda de
fuentes de energía no humana (Goody, 1980). Tenían que registrar la
tierra con su propio nombre a fin de poder pedir un préstamo al
banco o a una agencia gubernamental para comprar un tractor. La
tenencia consuetudinaria no daba ni suficiente tierra ni derechos
individuales que pudieran servir como garantía para el préstamo.
Para obtener el préstamo destinado a adquirir un tractor era
necesario tener un documento en el que apareciese el nombre del
solicitante, el «gran campesino», junto con la cantidad de tierra que
le «pertenecía», dejando a un lado todos los derechos de la familia y
de la comunidad. El registro era, por tanto, una forma de alienación
que sufrían los desposeídos y contra la que protestaban, como es
habitual, con la quema de las cosechas. En todo el mundo una
prueba escrita de la propiedad ha sido requerida por comisarios,
jueces y colonialistas en posesión de escritura. Por eso, sea en Fiji, en
Puerto Rico, o en el Suroeste·americano, personas analfabetas o sólo
parcialmente alfabetizadas se han visto privadas de tierras que eran
originalmente suyas.
Propondré el ejemplo concreto de la República centroamericana
de Panamá, ya que representa un modelo general de conquista
colonial. El presente sistema de propiedad de tenencia de tierra está
íntimamente relacionado con el pasado colonial del país. Al igual
que los británicos en el norte de Ghana, en tiempos de la conquista
todos los derechos sobre la tierra fueron confiscados por el gobierno
español, el cual luego concedería grandes terrenos a sujetos favoreci-
dos que habían servido al gobierno a través del servicio militar o en
la administración civil. Estas concesiones constituyeron la base de
las posesiones de la élite actual (Weil et al., 1972, pág. 111), que
recientemente controlaba el 56 % de las tierras privadas, aunque el
área de tales tierras era mucho menor que la de las tierras estatales.
En otras palabras, gracias a la conquista el nuevo gobierno se hizo
con todos los derechos sobre la tierra, transmitiendo una parte a
6 Y a en el Antiguo Egipto los títulos sobre las tierras y otras propiedades

importantes (por ejemplo, cargos que podían venderse) se «registraban» en el sentido


de que los documentos eran depositados en departamentos gubernamentales (Baines,
comunicación personal).
La letra de la ley 191

aquellos que le habían prestado sus servicios. Aunque los ocupantes


anteriores, los indígenas conquistados, continuaron ejerciendo los
derechos de uso, no tenían un título que mostrar al tribunal, ya que
éste generalmente exigía algún tipo de autoridad escrita.
Lo mismo les ocurrió no sólo a los «nativos», sino a muchos
«campesinos», normalmente mestizos*, descendientes de inmigran-
tes, indios y africanos, que cultivaban la tierra sin ningún título
reconocido, es decir, reconocido por los tribunales. Un estudio de
1966 mostró que el 66 % de los trabajadores agrícolas del país eran
ocupantes ilegales de este tipo, el otro 34 % eran arrendatarios y
propietarios. En 1970 sólo el 15 %, a lo sumo, eran propietarios de
su tierra, la mayoría de pequeñas parcelas.
Esta situación persistió a pesar de la introducción de leyes para la
reforma agraria concebidas para facilitar la transferencia del título de
las fincas ocupadas y a pesar de la disponibilidad de extensos
terrenos cultivables. Cuando con la independencia en 1903 el
gobierno se hizo con las tierras de la corona, se esforzó por
aumentar la propiedad de los campesinos. Algunas tierras ya se
habían vendido a los pueblos como terrenos colectivos, que fueron
luego trabajados comunalmente o asignados a familias individuales
(aunque no en régimen de propiedad). Ahora se estaban haciendo
planes para acabar con las posesiones comunales y las tierras
gubernamentales para el uso del campesino. Sin embargo, los
campesinos**, «analfabetos y desinformados, en su gran mayoría no
solicitaron un título ni trataron de adquirir la propiedad de la que
podrían haber vivido y en la que podrían haber trabajado durante
generaciones» (Weil et al. 1972, pág. 111 ).
Como resultado, la «ocupación ilegal» es la forma de propiedad
que prevalece; familias sin tierra ocupan tierras libres, construyen
sus casas y establecen sus granjas. Normalmente no son expulsados,
en parte por las eternas dificultades que trae consigo desalojar a los
campesinos, en parte porque de otro modo la tierra podría quedar
sin cultivar. Entretanto, los ocupantes ilegales no intentan cambiar
su situación. «Aunque muchos podría9 adquirir su propia tierra
gracias a la reforma agraria a través de· una transferencia o compra,
prefieren la familiaridad de la situación establecida», la cual les
proporciona tanto movilidad como libertad ante los impuestos y
otras obligaciones (Weil et al., 1972, págs. 111-112).
* En español en el original.
** En español en el original.
192 La lógica de la escritura y la organización de la sociedad

Pero aparte de las ventajas de la «ocupación ilegal» para escapar


de estas responsabilidades, está la cuestión de la legitimidad del
sistema existente. La república (y anteriormente la corona) se hizo
por la fuerza física con el control de un área, luego legitimó ese
control por escrito, y más tarde redistribuyó la tierra así adquirida
para crear grandes terratenientes. No es demasiado sorprendente que
indios y campesinos analfabetos prestaran poca atención a tales
pretensiones a menos que fueran forzados a hacerlo por el poder del
estado políticamente organizado, que depende no sólo de la fuerza,
sino de las normas y sentencias escritas.
Una situación parecida existe respecto a los derechos de tipo
reproductivo más que productivo. Los indios, los mestizos y los
negros mantenían uniones «regulares» y semi-permanentes en las que
los niños nacían y crecían. Pero el nuevo orden del derecho escrito
definía el matrimonio en términos de prohibiciones eclesiásticas y
más tarde de una ceremonia religiosa en la cual los detalles del
matrimonio (al igual que en Europa a partir del siglo XVI) se
registraban primero en los archivos parroquiales y después en los
registros civiles. Por consiguiente, todos los matrimonios no escritos
se consideran uniones de derecho consuetudinario o una especie de
concubinato. Bajo tal sistema «¿está usted casado?» significa «¿tiene
una prueba escrita de haber pronunciado ciertas fórmulas escritas?».
Cuando un sector de la población, incluso la mayoría de ella, tiene
otra manera, no escrita, de definir una unión conyugal, su legitimi-
dad y la de los hijos puede carecer de reconocimiento «legal» y,
desde este punto de vista, ser puesta en duda. Por tanto, el derecho
escrito es sumamente parcial en todo el sentido de la palabra,
favoreciendo a los pocos instruidos a expensas de los muchos sin
instrucción. Aunque tal «ilegitimidad» podría no importar si estas
personas tampoco tuvieran derechos de propiedad que la ley escrita
reconociera, sus hijos seguirían perdiendo cualquier derecho ante la
ley. No obstante, en cualquier otro aspecto la unión conyugal puede
ser perfectamente normal. Como señalan los autores del manual de
1972 sobre Panamá (Weil et al., 1972), «a pesar de los cambios, los
conceptos y actitudes hispánicos tradicionales respecto a la familia
todavía se conservan, incluso en las familias de uniones de derecho
consuetudinario» (pág. 113). Tampoco es sorprendente que «en la
clase baja urbana y entre los campesinos, el matrimonio de derecho
consuetudinario es tan común como el formal». Sin embargo, la
naturaleza de estas uniones difiere considerablemente en las áreas
La letra de la ley 193

rurales y urbanas. En las primeras, la mayoría son duraderas y


conllevan responsabilidades plenas, mientras que en las ciudades (y
en ciertas zonas del campo) «los acuerdos son a menudo menos
permanentes, y la deserción paterna es bastante común» (pág. 113).
En los pueblos, las sanciones de amigos y familiares ayudan a
mantener las uniones conyugales, pero en el anonimato de la ciudad,
donde las sanciones «legales» prevalecen (y donde la legalidad se
considera parcial), aquellas uniones son más frágiles y más extendi-
das en el espacio, en parte por el diferente sistema de empleo y la
similar aportación económica de ambos cónyuges.
Nótese que no hay una conexión necesaria entre las uniones sin
registrar y lo que se ha llamado la familia matrifocal (o la deserción
del marido), que es un tipo de familia con un solo padre, ya que la
mayoría de los matrimonios de los grupos socio-económicos más
bajos estarán sin registrar, cualquiera que sea su constitución. Pero
en una sociedad estratificada, especialmente cuando se transmiten
pocos derechos de propiedad o status de padres a hijos, en otras
palabras, entre las clases más bajas desposeídas, el registro tiene poca
importancia. De tal modo que los matrimonios no registrados, como
los títulos no registrados, pueden considerarse como relativamente
libres de responsabilidades, al menos por parte del varón, y con un
tipo de «movilidad», especialmente en una sociedad católica, que el
matrimonio formal inhibe, incluso aunque esté permitido el divor-
cio. Tampoco es tal «libertad» una característica peculiar de los
matrimonios de más bajo rango social, ya que los individuos de los
grupos socio-económicos más altos pueden tratar de evitar delibera-
damente los derechos y deberes del matrimonio «legal». Tradicional-
mente ésta fue la función de un tipo de concubinato, incluyendo el
«concubinato clerical». En Brasil el clero de la fazenda formaba
frecuentemente uniones de este tipo, que también eran comunes
entre la población general de blancos y negros, aunque por otras
razones.

La expansión de la escritura y el derecho


en la Inglaterra medieval

Respecto a los derechos sobre la tierra, se dieron cambios


similares en la Inglaterra medieval. El derecho no escrito había
prevalecido durante el siglo XI. «Sin embargo, dos siglos después,
194 La lógica de la escritura y la organización de la sociedad

bajo el reinado de Eduardo I, los consejeros del rey argumentaban


en muchos de los procesamientos quo warranto contra los terratenien-
tes que la única garantía suficiente de un privilegio era una garantía
escrita en forma de declaración específica en un título de propiedad»
(Clanchy, 1979, pág. 3). Como el título escrito se había empezado a
usar recientemente, estos procesamientos amenazaban con despojar
de sus derechos a la mayoría de los terratenientes. Efectivamente, el
«derecho consuetudinario» inglés representaba en los litigios la
reacción de la corona frente a la independencia de esta nobleza. No
es sorprendente que hubiera una fuerte reacción de los ricos contra
estos procedimientos, los cuales se han empleado en otros lugares
contra los pobres, fueran indígenas o campesinos. Al menos a este
respecto (por citar un tópico del siglo XVI) la pluma demostró sin
duda que era tan poderosa como la espada.
La escritura se ha usado en Inglaterra desde el período romano,
época en la cual no sólo encontramos inscripciones con significado
religioso o político, sino también la notable colección de tablillas del
Muro de Adriano, que incluye cartas privadas y el tipo de contabili-
dad administrativa hallada en los templos y palacios mesopotámicos,
pero utilizada aquí para otra «gran organización», el ejército (Birley,
1977, págs. 132 y ss.). Los anglosajones empleaban la escritura para
cédulas y otros propósitos legales y administrativos, así como para
importantes fines literarios y religiosos; pero con la conquista
normanda se dio un considerable salto en su aplicación a un campo
de actividades más amplio por razones parecidas a las que hemos
encontrado en el norte de Ghana. El gran «Libro del Día del Juicio»
(llamado así popularmente por analogía con el libro que Cristo
sostiene el Día del Juicio Final) que contenía, según la Crónica
anglosqjona, una lista de todas las personas y animales, fue un intento
por reducir los derechos de cada hombre a una forma definitiva.
Esas fueron las palabras de Richard Fitz Neal quien, en el siguiente
siglo, declaró que el rey Guillermo había «decidido poner a los
pueblos conquistados bajo la ley escrita» (Clanch y, 1979, pág. 11) 7 •

7 Las palabras atribuidas a William son parecidas a las que se cree que pronunció

al emperador chino, Hsiao-wen, en el siglo V. «Los códigos [wet] son los grandes
principios del estado y los medios para ordenar al pueblo. Si el gobernante es capaz de
hacer valer sus códigos, entonces el estado está en orden; si no puede, está en
desorden. Nuestro estado se originó en [la zona de] Hung y Tai y creó instituciones a
medida que la necesidad surgía; éstas no son un código perdurable para siempre. Por
tanto, este verano hemos tomado parte personalmente en una discusión sobre los
artículos de la ley» (citado en Dien, 1976, pág. 80). Nótese que el código se ve como
La letra de la ley 195

De hecho, el Libro del Día del Juicio parece haber sido escasamente
utilizado como fuente de derecho (aunque se usaba en la administra-
ción) hasta doscientos años después, cuando hubo otra rápida
extensión de las técnicas burocráticas del gobierno.
La conquista normanda cambió el lenguaje de registro, no al
francés, sino al latín, probablemente como consecuencia de que
normandos y extranjeros fueron designados para ocupar los obispa-
dos y abadías. La introducción de estos hombres y el uso de este
lenguaje lleva a la fundación de nuevas bibliotecas e introduce al país
en «la corriente de la comunicación escrita medieval» (Clanchy, 1979,
pág. 13), más abierta a las reformas administrativas del papado
gregoriano del siglo XI. Según Clanchy, la burocracia inglesa
comenzó realmente con las relaciones presentadas a la Cámara de
Cuentas del siglo XII (pág. 21). Por lo menos desde 1270 se obligaba
a los administradores y alguaciles a anotar los nombres de todos los
varones mayores de doce años; bajo el Estatuto de Exeter de 1285
había que dar a los comisarios del rey los nombres de cada aldea.
Sobre el 1300 los alguaciles y algunos otros estaban ya acostumbra-
dos a hacer listas; los libros sobre administración de fincas recomen-
daban hacer en el otoño una lista con todas las pertenencias del
señorío. También en este período, el reinado de Eduardo I, llegó a
haber siervos que usaron documentos (pág. 33).
La estructura de la vida rural estaba profundamente influida por
el hecho de que Inglaterra nunca adoptó el sistema, reinstaurado en
Italia y en el sur de Francia aproximadamente en este período, por el
cual era preciso que un notario redactara y certificara los documen-
tos; en vez de esto, cada individuo lo hacía por sí mismo usando su
propio sello. Por consiguiente, no tuvieron el mismo desarrollo los
notarios rurales, tan bien reflejados en La Maison du Pere de Collomp
sobre la Provenza del siglo XVIII, la tierra del Droit écrit, donde el
notario y el clérigo controlaban los principales usos de la escritura en
las áreas campesinas. El sacerdote anotaba los sucesos de la vida de
un individuo, los «rifes de passage» más importantes, esto es, el
bautismo, el nacimiento, el matrimonio y la muerte, mientras que el
notario registraba los contratos de matrimonio y los testamentos que

un instrumento para ordenar las relaciones sociales, pero lo hace sin perdurar
eternamente y pasando por alto lo particular. «No deberíamos trastocar nuestras
institucio?es simplememe [para acomodar] a un hombre [digno]», una idea contraria a
la trnd1c1on de Confuc10 de elevar a los hombres por su talento más que por su
nac1m1ento.
196 La lógica de la escritura y la organización de la sociedad

los acompañaban, así como las ventas, los préstamos y otras


transacciones que requerían papeleo. En el siglo XVIII casi todos los
matrimonios en la Alta Provenza, de cualquier nivel social, reque-
rían un contrato por escrito aprobado por la casa de la novia.
Aunque el esposo se convirtió en «la maitre de la dot», la esposa
conservaba los derechos sobre su propiedad, que siempre se relacio-
naban por separado. El contrato notarial precedía en unas cuantas
horas a la ceremonia religiosa, y los términos del acuerdo se
entendían como paro/es de Juture, verba de futura (Collomp, 1983, pág.
18), en otras palabras, eran vinculantes para ambas partes. El
acuerdo era testificado por tantas firmas como las partes pudieran
reunir, siendo el propio número un símbolo de status. Aunque no
todos podían leer y escribir, «el valor de la introducción en el
registro notarial y el poder casi mágico de la palabra escrita» eran
una de las bases de la sociedad provenzal (pág. 19). Una vez más, la
alfabetización puso su impronta en cada rincón de la vida doméstica,
proporcionando un instrumento de control formidable para los
asuntos familiares.
Pronto se percibió el contraste entre los sistemas. Un visitante
italiano en Inglaterra, un tal Giovanni di Bologna, que era notario,
observó en 1279 que los italianos querían tener un instrumento
público para cada contrato que realizaban, mientras que en Inglate-
rra esto no se requería. Sin embargo, la prueba documental fue cada
vez más necesaria y con el Estatuto de los Comerciantes de 1285
«toda ciudad importante de Inglaterra estaba obligada a tener un
empleado que escribiera los compromisos de deuda por duplicado y
expediera facturas de compromiso validadas por un sello real»
(Clanchy, 1979, pág. 37). Ya en 1235, un alegato se invalidó al no
presentarse ningún documento por escrito.
Fue en el siglo XII cuando tales documentos se hicieron comu-
nes, y en el XIII cuando se archivaron (a veces por triplicado) para
consulta y uso posterior. Como demuestra Clanchy, los impuestos
eran el objetivo principal del rey al crear los registros (los cuales
llegaron a ser, por tanto, una de las principales actividades de la
Cámara de Cuentas), pero los individuos también registraban las
transacciones de tierra y las deudas con otros fines.
Esta proliferación de documentos, que preparaba a la baja
nobleza de Inglaterra para un uso más general de la escritura, estuvo
seguida por la llegada de registros y archivos. Al mismo tiempo, la
acumulación de libros produjo el desarrollo de las bibliotecas, de la
La letra de la ley 197

clasificación y de los catálogos, y también fomentó «guías» literarias.


La producción escolástica «intentaba responder a la masa creciente
de material escrito proporcionando guías (en latín) con tratados
lógicamente organizados; la Summa Theologiae de Santo Tomás de
Aquino (escrita en c. 1260) es el más conocido de tales textos»
(Clanchy, 1979, pág. 84). Una summa, como unaglossa, era una forma
escolástica estándar, definida por un obispo del siglo XII como «una
enciclopedia concisa» o «una colección compendiada de casos»; el
prototipo fue Sic et Non de Abelardo (escrita en la década de 1130),
que pretendía guiar a los estudiantes de teología a través de la «masa
de palabras» a que se enfrentaban, reuniendo citas contradictorias
seleccionadas bajo títulos y subtítulos. Los textos legales adquirieron
una forma parecida.
Reparemos en lo que aquí ocurre. La acumulación de documen-
tos, como en Ebla más de tres milenios antes, incita a esforzarse en
organizar los archivos. Pero la tradición escrita es acumulativa en
otro sentido, no sólo cuantitativamente, ya que el conocimiento
contenido en esos documentos está sujeto al mismo proceso. El
conocimiento se acumula y necesita ser resumido. Colocando juntos
diferentes textos, diferentes puntos de vista, se consigue poner de
relieve aquellas contradicciones que serían difícilmente percibidas en
el discurso oral, y fomentar los comentarios, argumentos e intentos
de solucionarlas, que con frecuencia fueron primero orales. No se
trata de que la contradicción y la disputa, que Lloyd tan acertada-
mente considera tan importantes en los tempranos desarrollos de la
Grecia clásica (1979), estuvieran ausentes en las sociedades orales.
Cualquiera que haya presenciado un largo proceso judicial en Africa,
o incluso el tipo menos formal de solucionar disputas, será plena-
mente consciente de que los argumentos y debates les son esenciales.
Pero hablar en contra (contra dicere) es una cosa y escribir en contra es
otra. Pues no es simplemente una cuestión de circulación y duración;
la contradicción adquiere una dimensión diferente cuando el texto
puede ser usado como instrumento de comparación. Esto se debe a
que las contradicciones pueden ser más «obvias» y más «exactas»
cuando se ponen una frente a otra y esto suele significar que se sacan
del contexto, lo cual es, como cualquier autor sabe, una especie de
falsificación. Su efecto es especialmente destacado en aquellos
campos en los que hasta entonces ha habido un discurso autoritario
o en los que el reconocimiento de la diferencia requiere la yuxtaposi-
ción literal de las proposiciones generales hechas a lo largo del
198 La lógica de la escritura y la organización de la sociedad

tiempo, proceso que sólo se hace posible con la aparición de un


registro cuasi-permanente.
En la Inglaterra medieval, esta relativa permanencia del registro
se percibió constantemente como una de las grandes ventajas de la
palabra escrita, aunque esta idea tuvo algunos curiosos efectos
secundarios. El Libro del Jucio Final se usó como fuente del
derecho durante más de doscientos años (principalmente en el
último período), aunque había sido una investigación del estado de
la nación en un momento determinado. Por consiguiente, su valor
de verdad real disminuía a la vez que crecía su valor de verdad
percibido, ya que la palabra escrita se consideraba asociada a la
inmortalidad. El gran tratado de Brancton sobre la ley medieval
inglesa fue un intento de introducir orden (una summa) partiendo de
«los antiguos juicios de hombres justos» que tenían que ser «con
ayuda de la escritura, conservados para la posteridad, para siempre»
(subrayado mío); la obra de Glanvill también tiene este objetivo
(Bracton, 1968, cap. II, pág. 19; Glanvill, 1965). También se admitió,
no por primera ni última vez, que la escritura inmortalizaba no sólo
las palabras, sino al propio escritor. El autorretrato de Eadwine,
monje de la Iglesia de Cristo de Canterbury, le declaraba «el príncipe
de los escritores», cuya alabanza y fama nunca perecerá (Clanchy,
1979, pág. 89). De nuevo, en palabras de Ordericus Vitalis, «con la
pérdida de los libros, los hechos de los antiguos pasan al olvido ...
con el mundo cambiante, como el granizo o la nieve se funden en las
aguas de un río en movimiento, arrastrados por la corriente para no
retornar jamás» (Clanchy, 1979, pág. 117; Ordericus Vitalis, 1854,
cap. II, págs. 284-285). O, en palabras de Bracton sobre la perma-
nencia del testimonio escrito: «Los regalos a veces se hacen por
escrito, es decir, en títulos escritos, para su recuerdo perpetuo,
porque la vida del hombre es breve y para que el regalo pueda ser
fácilmente probado». En su perspicaz estudio de la ley europea en la
Edad Media, Kern también ha afirmado que había «una necesidad ...
de descubrir algún medio para lograr permanencia y autenticidad»
(1939, pág. 178), aunque aquí está discutiendo la recopilación de
escritos fragmentarios en forma de código. Su estudio defiende
incluso de otra manera la tesis general, al señalar el papel del
derecho docto, del escrito, en la transición de «la costumbre al
estatuto» (1939, págs. 176 y ss.). Fue el derecho docto el que unió el
Corpus Juris basado en el derecho romano «que al ser un derecho
muerto y no una tradición viva, obligaba a un estudio y descubrí-
La letra de la ley 199

miento sistemáticos de los principios» y el que otorgó a la jurispru-


dencia «su carácter de ciencia de la interpretación de estatutos
generales» (pág. 177). El nuevo derecho se generalizó en un área
bastante amplia, mientras que el derecho consuetudinario «sólo es
adecuado para pequeñas comunidades locales». Este fue el origen de
la idea de que «el derecho existe como un cuerpo completo en un
código» promulgado por el estado, de que «el derecho escrito es
comprehensivo» (pág. 178).
Kern sugiere que estas ideas ocasionaron una separación parcial
del derecho respecto a la sociedad, sobre la cual ya hemos hablado.
«Para una persona sencilla ... es extraño que toda ley exista en los
libros, y no donde Dios la ha puesto (en la conciencia y la opinión
pública, en la costumbre, y en el buen entendimiento humano). La
ley escrita positiva trae consigo abogados y eruditos instruidos,
separados de la gente» (págs. 178-179). Como resultado, los juristas y
abogados se ven como «pervertidores de la justicia», que tratan con
«leyes ininteligibles... hechas arbitrariamente por los hombres ...
resucitadas en Bolonia». En contraste con el derecho positivo
codificado, el derecho consuetudinario

ignora las leyes obsoletas, que caen en el olvido y mueren en paz, aunque la ley
permanece joven, siempre en la creencia de que es vieja. Sin embargo, no es vieja ...
Por otra parte, hasta que un texto nuevo no haya reemplazado a uno viejo, incluso
aunque la vida hace mucho tiempo haya condenado a morir al viejo, la ley estatutaria
no puede liberarse de la letra de los textos legales; entretanto el texto muerto conserva
el poder sobre la vida (1939, pág. 179) '

Sobre este mismo tema Clanchy comenta:

La verdad recordada también era flexible y actualizada porque no podía probarse


que ninguna costumbre antigua fuera más antigua que la memoria de los sabios vivos
más ancianos. No había conflicto entre el pasado y el presente, entre los precedentes
antiguos y las prácticas presentes ... Los registros escritos, por otro lado, no mueren en
paz, están medio vivos en los archivos y pueden ser resucitados para informar,
impresionar y desconcertar a las generaciones futuras (Clanchy, 1979, pág. 233).

El sistema legal de Inglaterra se alteró con el uso creciente de la


escritura de otras formas importantes. La profesión legal, como
cuerpo de especialistas instruidos, surgió al final del siglo XIII. Y a
hubo cambios en el modo de presentar alegatos, con la introducción
de tipos formales de procedimiento estipulados en los libros. Se
La lógica de la escritura y la organización de la sociedad

aprendía a hablar en público a partir de la palabra escrita. El duelo


verbal y el conflicto legal adoptaron la característica de papeles
prefijados; sobre esto, Clanchy hace un interesante comentario que
también se aplica a la literatura: «La idea de que cada protagonista
tenga un papel prefijado escrito literalmente, del que no puede
separarse, no era familiar ni para los analfabetos ni para los actores,
ya fuera en los tribunales o en los escenarios colocados fuera de las
iglesias; ambos presentan problemas comunes. En un drama religio-
so, Le Mystere d'Adam (que data de c. 1140), se describe detallada-
mente cómo deben declamarse las palabras. M. D. Legge sugiere que
puede que fuera una novedad el escribir papeles fijos: por tal razón
se indica a los actores que no añadan ni omitan nada, que hablen
claramente y que digan sus líneas en el orden correcto» (Clanchy,
1979, pág. 225). Volvemos de nuevo al problema de la formalización
y a la separación entre los papeles de aquellos que reproducen (y
aceptan) la palabra escrita y los que modifican la vieja o crean una
nueva.

La letra y el espíritu de la ley

Esta separación entre creador y actor, entre el aidos con su lira y


el rhapsodes con su bastón, el primero creador de poesías y el segundo
repetidor de la versión autorizada, se amplía drásticamente por la
sustitución de la expresión oral por el texto, lo que ocasiona una
división del trabajo entre el proceso de creación y el de reproduc-
ción, que ya hemos mencionado en el contraste entre el profeta y el
sacerdote. Existe un contraste paralelo entre la letra y el espíritu de
las leyes. Al poseer una ley escrita es necesario disponer de
procedimientos para cambiarla y modificarla de acuerdo con alguna
concepción del «espíritu» de la ley. Aunque podríamos considerar
esta idea de esencia o espíritu un fuego fatuo, un ignis jatuus, sin
embargo representa un reconocimiento del surgimiento de dos
caminos hacia la verdad, la verdad literal (la letra de la ley) y la
verdad subyacente (el espíritu de la ley).
Hemos vuelto al tema central del primer capítulo, la manera en
que las religiones escritas, y en realidad la propia tradición escrita,
potencian la formulación de normas generalizadas. Podemos consi-
derar este proceso, como Fallers hace con el razonamiento legal,
como si se tratara de explicitar lo implícito. Voy ~., ir más lejos, y
La letra de la ley 201

consideraré que transforma el comportamiento normativo y origina


la idea de regla que Bourdieu (1977) critica tan acertadamente. Dos
líneas de argumentación se entrelazan. Existe una diferencia impor-
tante entre razonamiento implícito y explícito (o normas implícitas y
explícitas), ya que el segundo implica el concepto de «publicación»,
de hacer público y, lo que es más importante, de conservar el
producto en el dominio público dándole una forma permanente.
Esto es lo que significa la escritura. En segundo lugar, el proceso de
explicitar hace algo más que cambiar lo que estaba previamente
implícito, pues cuando algo se expresa por escrito se convierte en
sujeto potencial de elaboraciones ulteriores. En tercer lugar, el
proceso de expresar las leyes, las reglas o las normas por escrito es
también un proceso de universalización, de generalización, tal como
ya he expuesto.
El problema no es, desde luego, que en las sociedades orales las
normas estén ausentes. Epstein insiste correctamente en su «priori-
dad lógica» en el proceso de litigio (1967, pág. 206). Se trata más
bien de los cambios que ocurren cuando las normas se explicitan al
ponerse por escrito. No sólo tienden a suprimir las diferencias
locales y a incrementar la «certeza», sino que también pueden estar
sujetas a una variedad de nuevas operaciones y formas de análisis.
«Para muchos juristas... la prueba central de la jurisprudencia
aparece como el análisis y la exposición sistemática de las reglas
legales y los preceptos, y la deducción de los principios generales y
los conceptos que subyacen a la verdad, y la manera en que éstos
pueden integrarse en un esquema o sistema lógico y coherente»
(Epstein, 1967, págs. 208-209).
Los «principios» surgen por deducción y se integran en sistemas
«lógicos», pero tal sistematización depende esencialmente del caso
registrado y la palabra escrita, que pueden ser leídos, releídos,
reorganizados y abstraídos a un nivel más general. La carencia de esa
posibilidad y de su desarrollo potencial significó que, aunque los
litigantes de Epstein analizaban casos concretos con gran detalle,
eran reacios a tratar de casos hipotéticos. No porque carecieran de
perspicacia legal, «sino porque su modo de pensar era concreto y no
abstracto; las reglas del derecho que exponían no se concebían como
entidades lógicas, más bien estaban integradas en una matriz de
relaciones sociales que era lo único que les daba significado» (pág.
210).
Considero que su modo de pensar está dominado por la ausencia
202 La lógica de la escritura y la organización de la sociedad

de escritura, aquella importante tecnología del intelecto, y de la


tradición que la escritura hace posible. Sin este mecanismo distancia-
dor, los casos tienden a permanecer fijados en una matriz de
particularidades. No es simplemente que estemos tratando con
«sociedades múltiples», en palabras de Gluckman, sino que no está a
disposición de los actores ese importante medio de abstracción y
generalización intelectual.
El ejemplo del proceso de generalización que propuse en el
primer capítulo era el de la reacción ante el homicidio, donde expuse
que en la vida real el juicio sobre un homicidio depende del contexto
y la categoría. Esto es cierto incluso en las sociedades con escritura.
La reacción depende de si la víctima está fuera o dentro del grupo,
de si el acto es definido como guerra, enemistad, homicidio
involuntario o asesinato auténtico. Sin embargo, el código escrito
tiende a presentar el conjunto complejo de prácticas en forma de
reglas más simplificadas: «No harás esto o aquello». Tales principios
tan descontextualizados son particularmente característicos de las
religiones escritas, especialmente de las religiones universalistas de
conversión, ya que ofrecen un marco de normas, posiblemente en
forma de una serie de mandamientos, que tiene una aplicación más
amplia que las prohibiciones tribales o nacionales. Las últimas
tienden a ser más específicas: «No harás esto a los demás [judíos o
musulmanes] excepto en las siguientes condiciones ... » Pero las
complejidades son eliminadas, por lo que las normas de las religiones
escritas a menudo proporcionan guías para el comportamiento ideal
más que para la acción práctica, para los santos más que para los
pecadores. La traducción de estas normas generales a términos
cotidianos a menudo requiere un conjunto de modificaciones orales,
o incluso de comentarios escritos, que pueden servir para interpretar
e, incluso, para cambiar la ley.
La ley secular no funciona exactamente de la misma manera que
los mandatos religiosos, pero sostenemos, al igual que Kern, que
mientras la ley consuetudinaria es local, la ley escrita generaliza, en
parte porque está escrita y en parte porque no se aplica sólo en la
iglesia, sino en todo el Estado. Un ejemplo sorprendente es el que
encontramos en la historia post-colonial del Este africano. Mientras
que Kenia y Tanzania unificaron el sistema jurídico tratando de
conservar el derecho consuetudinario codificándola, Uganda estable-
ció un sistema jurídico nacional con la esperanza de que el derecho
consuetudinario acabaría por desaparecer. Por ejemplo, el código
La letra de la ley 203

definía el adulterio como contacto sexual con mujeres que no fueran


la esposa monógama pero, como Fallers indica, esta definición
convertía la vida social de gran parte del país en un sinsentido (1969,
pág. 334). Como resultado de esta legislación encontramos un
extendido conflicto con la moralidad (pág. 328), más bien por la
excesiva generalización de las normas que, como Fallers mantiene,
por la necesidad de aislar una restringida esfera justiciable.
Me he centrado en este capítulo en la comparación de la ley
africana con el sistema legal según se desarrolló en Europa. Este
procedimiento particular tiene una desventaja, ya que compara un
sistema legal relativamente tardío con un sistema oral. Si tuviéramos
que tomar un ejemplo anterior de ley incluida por la escritura, la
comparación tomaría .otra forma, ya que no nos podríamos referir al
cuerpo desarrollado del derecho romano. Los primeros códigos de
Mesopotamia, igual que los de las tribus germánicas, eran de un tipo
muy distinto al de los tratados de Teodosio y Justiniano. Sin
embargo, algunos de los mismos procesos de generalización y
abstracción que hemos visto actuar en la Gran Bretaña medieval y
sus colonias recientes ya funcionaban en épocas anteriores.
Aunque el texto de Hamurabi es un tratado sobre sentencias,
según Bottéro «omite todas las características que son individuales,
contingentes o insignificantes desde el punto de vista judicial»
(1982b, pág. 428). Esta selectividad es la que diferencia al «sabio»
(texto en mano) del espectador, «una forma de abstracción que un
proceso tal requiere, eliminando de un caso particµlar todo lo que no
esté relacionado con un asunto intelectual específico» (pág. 429).
Definamos como definamos la compilación de Hamurabi, está
claro que contribuyó al desarrollo de la jurisprudencia, por lo que
Bottéro la compara a una obra científica y, en concreto, a un texto
médico, al que se parecía tanto en su estructura como en su
procedimiento, a saber, porque generaliza a partir de los casos
eliminando lo particular.
Finalmente, merece la pena volver al ejemplo de Sumeria para
retomar la cuestión planteada al principio de este capítulo: si bien la
transcripción de los códigos y el archivo de los casos fue importante
para el desarrollo de la jurisprudencia y la sistematización del
derecho para el razonamiento legal, y quizá para el razonamiento
más en general, la nueva técnica tuvo al principio más influencia por
lo que atañe a los documentos legales. De Sumeria nos han llegado
un gran número de ellos; miles de tablillas de arcilla tienen inscritas
204 La lógica de la escritura y la organización de la sociedad

todo tipo de formas legales (contratos, escrituras, testamentos,


pagarés, recibos y sentencias judiciales). El estudiante avanzado de
derecho empleaba la mayor parte del tiempo en practicar la escritura
de la terminología legal especializada, así como códigos legales y
aquellas sentencias judiciales que «habían adquirido la fuerza de
precedentes legales» (Kramer, 1956, pág. 51). Los archivos de un
caso, «el caso de la mujer silenciosa», silenciosa respecto al asesinato
de su marido, se encuentran en más de una copia e indican que «se
celebró en todos los círculos legales de Sumeria como un precedente
memorable» (pág. 53).
En la antigua Sumeria, la administración de la justicia estaba en
manos de los sacerdotes, aunque más tarde llegó a ser competencia
de una rama especializada de esta profesión. Los casos continuaban
viéndose en el templo, o ante el templo y allí era donde se
archivaban las sentencias. Poco a poco la ley pasó a manos de Ios
jueces civiles (Johns, 1904, pág. 83), pero siguió dándose el mismo
interés intenso por los procedimientos escritos. Durante el proceso
ambas partes tenían que presentar sus «tablillas», los certificados
escritos relacionados con el caso. Landsberger y Balkan hablan in-
cluso del abogado como de «un funcionario especial que ofrece su
ayuda en los procedimientos legales» (Larsen, 1976, págs. 152, 186).
Consideremos la diferencia con la situación en el antiguo Egipto,
donde la administración de la ley estaba íntimamente ligada a la
administración general, y los escribas y registradores a menudo
tenían que ver con ambas. De nuevo la escritura dominaba la
mayoría de los procedimientos. Por ejemplo, «todas las reclamacio-
nes de indemnización civil tenían que presentarse por escrito y, a ser
posible, había que adjuntar documentos escritos apoyándolas; como
todos los testamentos, contratos, pagos de impuestos, etc. se
registraban también por escrito y sus copias se archivaban en la Casa
Blanca, el archivo del tesoro del gobierno, en la mayoría de los casos
debió de ser fácil llegar a la verdad» (Woolley, 1963, págs. 495-496).
La verdad estaba en juego, pero también la falsedad, ya que los
informes escritos podían alterarse como los orales, aunque tales
cambios son más fáciles de descubrir. En las paredes de una tumba
hallamos los detalles de una demanda presentada por un tal Mes,
quien reclamaba una finca que había pertenecido a su familia durante
mucho tiempo, pero había sido confiscada y concedida a un tal
Khay; Mes ganó su caso basándose en que las escrituras de
propiedad de Khay no sólo eran falsificaciones, sino que se había
La letra de la ley 205

falsificado también el registro de tierras en el proceso anterior 8 •


Incluso a este nivel, el cambio se convierte en un proceso más
deliberado, consciente y, en este caso, ilegal, que implicaba incluso la
falsificación. Esto se debe a que los registros eran cruciales para las
sentencias, y en un caso las decisiones sobre una finca agrícola se
referían a otras decisiones tomadas durante los ochenta años anterio-
res y durante la época de su fundación original, trescientos años
antes (O'Connor, 1983, pág. 218).
Los hechos relevantes en una acción legal se remontaron especta-
cularmente en el tiempo, al igual que en el espacio el derecho
extendía sus tentáculos desde lo nacional a lo local. El consiguiente
proceso de generalización tuvo lugar tanto en el nivel de la forma
como en el del contenido. Así pues, se fijó el formato escrito fijo, al
menos de las declaraciones particulares, y al mismo tiempo se dieron
tanto una pérdida de contexto como la explicitación de normas y
procedimientos implícitos. La utilización de la escritura condujo a
desarrollos en la documentación legal por una parte y en el
razonamiento legal por otra, a la elaboración de registros, del código
y de su aplicación.

8 Naturalmente, se tomaran precauciones contra este delito. En Mesopotamia el

uso de sobres, de copias y de testigos y juramentos ayudó a proteger el documento o a


establecer su validez (Johns, 1904, pág. 80; Larsen, 1976, pág. 187).
Capítulo 5
RUPTURAS Y CONTINUIDADES

Es arriesgado, pero necesario, volver a los objetivos que uno se


ha fijado al principio de un ensayo. En éste quise, en primer lugar,
bosquejar los efectos de los primeros usos de la escritura en la
organización de las sociedades humanas (sólo los primeros porque
considerar los efectos de una larga tradición escrita sería proponerse
una tarea todavía más difícil). Y en segundo lugar pretendí indicar
cómo tales consideraciones no sólo deberían cualificar las nociones
eurocéntricas simplistas sobre la naturaleza de las sociedades moder-
nas y tradicionales, sino modificar los análisis de la clasificación y
desarrollo de las comunidades humanas, poniendo más énfasis del
que se suele poner en el medio y modo de comunicación, es decir, en
las relaciones de comunicación. En este último capítulo quiero
resumir el primer punto, ejemplificar el segundo y añadir algunos
comentarios sobre los procedimientos analíticos.
Al presentar algunas de las principales diferencias que la escritura
puede introducir en la organización de la acción social, tomé como
marco el amplio nivel de las categorías institucionales de la religión,
la economía, la estructura política y el derecho. Incluso cuando
toman la forma de organizaciones independientes, ninguna de estas
instituciones es completamente distinta, así que los temas de los
capítulos se solapan inevitablemente, y cuando se trata de las
sociedades más simples se solapan tanto que estas categorías sólo se
pueden tratar desde el punto de vista funcional.
207
208 La lógica de la escritura y la organización de la sociedad

Para la organización social, el largo proceso de aprendizaje que


implican las primeras formas de escritura conduce al surgimiento de
especialistas instruidos en la escritura que no participan en los
procesos productivos primarios y que, por consiguiente, han de ser
mantenidos por aquellos que sí participan a través de alguna forma
de redistribución o donación. La escritura alfabética no necesita la
creación de una clase de escribas en el mismo sentido; sin embargo,
un proceso muy parecido se da cuando la escolarización escrita se
extiende a pueblos sin contacto previo con la escritura (o incluso a
estratos analfabetos), ya que el esfuerzo requerido para aprenderla es
claramente superior para la primera generación que para la segunda,
y su posición singular les confiere un status especial en la sociedad.
Pero a lo largo de toda la historia, la especialización de los escribas
se asocia con la autonomía relativa de la tradición escrita para
potenciar la autonomía estructural de «las grandes organizaciones»
que tienden a desarrollar su propia corpus literario y sus propios
ámbitos de conocimiento especializado. El caso al que se ha prestado
más atención ha sido la religión; con el surgimiento del templo o
monasterio donados, la iglesia se convierte en una organización
distinta con intereses parcialmente separados de los del estado.
Cualquier divergencia entre el dominio del sacerdote y el del rey
implícita en las sociedades orales ahora se hace explícita y puede
tomar una dimensión «ideológica». Esto se debe a que la tradición
escrita articula creencias e intereses de una forma semipermanente
que puede extender su influencia independientemente de cualquier
sistema político particular. Es en este momento cuando el fenómeno
de la conversión entra en escena, con todo lo que esto implica para la
pluralidad religiosa o ideológica, junto con las libertades y los
conflictos salvajes que esta diferenciación origina.
Al describir las influencias de la escritura sobre la religión hablo
de tendencias. Siempre habrá excepciones. Algunas religiones del
Libro no son religiones de conversión; algunos cultos de las
sociedades sin escritura pueden intentar conseguir adeptos. Tome-
mos primero el caso de las religiones del Libro. Desde algunos
puntos de vista, el hinduismo parece una religión específica de una
cultura en particular. Durante la época medieval, sin embargo, su
práctica se extendió ampliamente por todo el Sureste Asiático, no
sólo por el territorio continental de Indochina, sino también por el
archipiélago de nombre parecido, Indonesia, las islas indias. En toda
esta extensa área, la influencia del hinduismo fue inmensa, como
Rupturas y continuidades 209

pone de manifiesto el efecto dominante que tuvo en la iconografía,


es decir, en la escultura y la pintura, así como en el templo y la
literatura. No se trata únicamente de seguir la pista de las influencias
generales, sino de encontrar escrituras específicas y formas visuales
de los dioses que se podrían reconocer en todo el Subcontinente
Indio. El budismo es claramente una religión de expansión que se
difundió, incluso más que el hinduismo, en el este de Asia,
incorporando algunos de los mantras escritos de éste y difundiendo
la propia escritura. Sin embargo, China tuvo sus «religiones» más
particularistas, como el taoísmo, el cual usaba la escritura logográfi-
ca para sus textos rituales, la adivinación y otros propósitos en un
área enorme, pero no se expandió más allá de los confines del
Imperio. Aunque algunas formas contemporáneas del hinduismo y
budismo en India, China y Japón parecen tener menos que ver con
las delimitaciones y más con la incorporación, ha habido períodos en
la historia de estas religiones en los que la conversión y el temor a la
apostasía han desempeñado papeles más dominantes. Incluso hoy en
día los conflictos entre hindúes y musulmanes, el surgimiento de la
secta Sij, las conversiones al islam, cristianismo y el neobudismo
entre algunas castas bajas ponen de manifiesto los aspectos delimita-
tivos que tienen estos credos escritos, cada uno con sus. propios
textos sagrados, su preocupación por la escritura y por un modo
exclusivo de culto, idea de salvación y acceso a la verdad.
De entre las principales religiones escritas del Cercano Oriente,
el judaísmo aparece en nuestros días como ejemplo de un credo no
proselitista, ya que el cuerpo de creencias y prácticas estaba relacio-
nado con un grupo tribal específico. Sin embargo, la religión parece
haberse expandido por todo el Mediterráneo en la última mitad del
primer milenio a. de C., convirtiendo a la anterior población fenicia
a sus creencias y prácticas. La diáspora no supuso sólo la huida de
Palestina, sino también la conversión o incorporación de pueblos de
Etiopía, Arabia, la India, el sur de Rusia, e incluso China. En
cualquier caso, a pesar de la naturaleza tribal de su mensaje, el
Antiguo Testamento llegó a ser un Libro Sagrado para toda la
Cristiandad y, en cierta medida, también para el islam, el cual dio un
reconocimiento específico a los pueblos del Libro.
En el caso de los sistemas religiosos de las sociedades sin
escritura, ya expuse que carecemos de un concepto de religión; por
un lado, porque las actividades mágico-religiosas forman parte de la
mayoría de los ámbitos de la acción social, sin estar consideradas una
210 La lógica de la escritura y la organización de la sociedad

organización separada, y, por otro lado, por su identificación con un


pueblo, como en la «religión asante». Pero _aungue las religiones no
se mue\Tan, los_cultos lo hacen. En este contexto, entÍendopor cultos
las prácticas asociadas con lo que generalmente se llaman santuarios
curativos en el oeste de Africa, aunque tal movilidad también puede
encontrarse en movimientos (la propia palabra es significativa) de
antibrujería, que se extienden de lugar a lugar y de una sociedad a
otra.
La religión, y más tarde la educación, son los ámbitos donde la
autonomía estructural está más desarrollada en los primeros estadios
de las culturas escritas. Sin embargo, Ja ley y la economía alcanzan a
su propio modo cierta independencia. Un ,tema general que la
discusión del derecho sacó a colación fue . la importancia .de la
escritura como modo de almacenar información~ permitiendo ese de
modo que se supere en cierta medid; el ajuste homeostático que
suele implicar conservar esa información en la memoria. Por
consiguiente, hay una pérdida de flexibilidad que crea problemas en
una situación cambiante. Por otra parte, la rigidez es ventajosa para
relaciones contractuales de muchos tipos, aunque el proceso de
realizar un contrato (o de registrar la tierra) suele ignorar redes más
amplias de derechos y responsabilidades, atribuyendo éstos al indivi-
duo en vez de reconocer la participación de un grupo familiar más
amplio. Para reconocer esta participación se han tenido que reinven-
tar varias formas legales complejas de «derechos corporativos»,
explicitando lo que antes estaba implícito, con la consiguiente
transformación de la situación real.
Las potencialidades para el cambio son muy evidentes en los
textos más largos, porque lo escrito es obviamente más fácil de
revisar que lo hablado, asCque las co~1tradiccioO:~s Tmplíc:.ifai;_ se
explícitari y;poffarifo, se resuelven con rapidez, de lo que resultan
avances acumulativos en el conocimiento y eri los
proúdimíeritos,
aunque tales avances hagan surgir a su vez problemas de otros tipos.
Todo esto forma parte de las potencialidades reflexivas de la
escritura, que afectan a las ideas de conciencia a ambos niveles,
explicitando lo implícito y haciendo el resultado más accesible a la
inspección reflexiva, a la discusión externa y a elaboraciones poste-
riores.
He sugerido que este proceso está relacionado con un concepto
más exacto de las reglas y normas, idea que nos lleva de nuevo al
derecho y la política, aunque sólo sea por el nexo entre normas
Rupturas y continuidades 211

[rules] y gobernantes [rulers]. Todas las sociedades están regidaspor


nort?a.s_y i:~gla_s_ 5:l.c:: algún dpo.-Péro cuandó éstas permanecen
implícitas, en el niver de la «estructura profunda», no toman la
mismafor01a, para el actor o la sociedad1 que cuando soñTorinuladas
coñscientemente por los gobernados, o propuestas en el foro o
grabadas en placas por los gobernantes. En primer lugar, no son tan
«rígidas»; generalmente surgen en. un comexto (como los prover-
bios) y no de manei;a <~a.l:Jsti;ié:ii>>::_~9919 __c_::2c:l{go. En segundo lugar,
suelen estar m~!!_<?.~.g~11~_i:aJi_~a.qªi?.-fl\!~Ja._sfé>r.m1.1l?-s ~ss.rjtas; o, más
bien sus generalizaciones suelen estar integradas en las situaciones.
En tercer lugar, no están f()rt11uJaqas, y mucho menos formalizadas,
en nítidos resúmenes o summae. La escritura es lo que posibilita
seleccionar normas o decisiones y organizarlas en forma de guía o
manual. Una vez hecho esto, la ley, Gesetz o loi, se distingue de la
«costumbre» en el cuerpo total de «derechos», y así a lo escrito se le
atribuye a menudo un mayor valor de verdad (en un tribunal, en la
literatura, en la filosofía, al citar una «autoridad») que a lo oral.
Aunque sería un error enfatizar demasiado el grado en que la
diferenciación institucional entre, por ejemplo, laestructura política
y el derecho puede atribuirse a la aparición de la escritura, hay dos
cuestiones · que deben mencionarse. Directa o indirectamente, la
escritura participa en nuestra manera de definir «una religión» y «el
derecho» (en la medida en que se distingue de la religión y la
«costumbre»). A un nivel diferente, forma parte de nuestra manera
de definir los sistemas políticos burocráticos y una economía
compleja: aquéllos carecerían de sentido sin la oficina y el archivo, y
ésta sin métodos elaborados de contabilizar los beneficios y las
pérdidas, de conseguir créditos y organizar las inversiones, y de
realizar actividades productivas y mercantiles por medio de algún
desarrollo de la sociedad o la compañía, formas organizativas que
dependen significativamente del uso de la escritura. Por tanto,
encontramos una asociación entre el préstamo.de.dinero, la actividad
ba11<::ar,ia. y la escriturª a lo largo de la historia de la humanidad.
· · Con esto no quiero decir que las sociedades orales no posean
institudoñes análogas. Los acuerdos entre un grupo de hermanos, o
un marido y su mujer, que trabajan juntos en la granja o en alguna
actividad artesanal tienen un estrecho parecido con una compañía o
una empresa familiar. Sin embargo, la intr()dtic:ción de l?- f!l>~.t:illJta
ayuda a explicitar lo implícito, y -de ése modo a ampliar las
posibilidades de la acción social, a veces poniendo de manifiesto
212 La lógica de la escritura y la organización de la sociedad

contradicciones tácitas y, por tanto, originando nuevas soluciones (y


probablemente nuevas contradicciones), pero también creando tipos
más precisos de transacción y relación, incluso entre los familiares de
confianza, que dan a estas sociedades fuerza para resistir en circuns-
tancias más complicadas y más «anónimas».
Mi segundo propósito en este análisis ha sido desplazar parcial-
mente el énfasis que a menudo se ha puesto sobre los medios y las
relaciones de producción a los medios y relaciones de comunicación.
Por esto entiendo no solamente las técnicas, sino también la
tecnología, también la tecnología del intelecto que posibilita directa-
mente la escritura, las bibliotecas de conocimiento acumulado y los
desarrollos cognitivos internos, junto con las constricciones y
libertades que los seres humanos asocian a tales sistemas. No ha sido
mi intención limitar el análisis ni a los factores «materialistas» ni a los
«ideológicos», categorización que suena a debates trasnochados,
superados hace tiempo. ¿Quién puede pensar en nuestros días sobre
los productos intelectuales de la mano y mente humanas, tales como
la escritura, como fenómenos puramente internos o externos, como
fenómenos relacionados sólo con la materia o con las ideas?
Desde luego, la escritura es una variable múltiple, tanto en el
ámbito de la técnica como en el de su uso (restringido o no) y
almacenamiento acumulado. La palabra escrita adopta formas muy
diferentes, que a su vez influyen en las tendencias que probablemen-
te potencie. En cualquier caso, la forma que toma no es más que un
factor que influye en una situación particular. Las ramificaciones del
impacto de la escritura, la necesidad de tomarla más en cuenta en la
explicación de los principales cambios sociales, y la defensa, parcial-
mente independiente, de la idea de reconsiderar la naturaleza de esos
cambios, pueden ponerse de manifiesto recapitulando y ampliando
algunos comentarios sobre una situación que he tratado anterior-
mente.
Al discutir primero la religión y luego el derecho, se llamó la
atención sobre la fuerza de generalización que la escritura suele
conferir a las estructuras normativas, en parte por la relativa
descontextualización de la comunicación en el canal escrito y en
parte porque la comunicación se desenvuelve dentro de agrupacio-
nes sociales más extensas. Este aspecto se planteó otra vez en
relación con la economía del Cercano Oriente antiguo. Aquí la
escritura puede considerarse ligada a la circulación de mercancíasfal
uso de medios de intercambio (esto es, el dinero, concretamente la
Rupturas y continuidades 213

plata, /' argent) en una economía en la que una de sus facetas


principales estaba orientada al mercado. La escritura no sólo contri-
buyó a desarrollar la contabilidad, sino también la noción de las
unidades de cuenta, la reducción de la variedad de gastos a una
misma base para calcular los beneficios y las pérdidas, o, simplemen-
te, para facilitar una expresión concisa del flujo de mercancías.
En la Europa medieval se dio una tendencia similar durante los
siglos XI y XII, en la época en que se produjo una extensión radical
de los usos de la escritura que condujo a la recapitulación y
reelaboración de algunos de aquellos desarrollos anteriores que
habían experimentado las sociedades con tradición escrita del Cerca-
no Oriente y del Mediterráneo. Stock llama la atención, en su
estudio del uso creciente de textos en la Europa medieval, sobre el
crecimiento paralelo de la escritura y la acuñación de moneda (1983,
pág. 85): «El renacimiento de la alfabetización medieval coincidió
con la remonetarización de los mercados y el intercambio» (pág. 32).
Acerca del final del siglo XI y el siglo XII escribe: «Por primera vez
desde la antigüedad, Europa presenció la existencia de un mercado
de ideas desinteresado, para el que el prerrequisito esencial era un
sistema de comunicación basado en los textos. El producto lógico de
la organización y clasificación escritas del conocimiento fue el
sistema escolástico, al igual que el mercado fue el instrumento
natural para la distribución de los bienes regulada por los precios>>
(1983, pág. 86). Para Stock los cambios resultan de la actuación de
«principios análogos», la relativa autonomía de la economía y del
mundo cultural, su organización gracias a un conjunto de reglas
abstractas, el carácter externo del mercado y del texto, la creación de
un nivel de «entidades abstractas» y «relaciones modelo» que
corresponden a estructuras léxicas y sintácticas, procesos sociales e
intelectuales que implican un cierto grado de secularización (pág 87).
Aunque las sociedades no pueden reducirse a sistemas de
comunicación o de intercambio, debe esperarse que cambien de
acuerdo con los cambios en estos sistemas, los cuales incluyen tanto
la monetización como la alfabetización. La unión entre los dos tiene
resonancias en la sociología de Talcott Parsons, para el que «el
dinero es probablemente el caso más sorprendente de un medio
institucionalizado que ... tiene todas las propiedades de un medio y
lenguaje de comunicación ... El fenómeno esencial es la generalización
de los compromisos y las expectativas asociadas con ellos» (1960,
pág. 273, subrayado mío). A un nivel más concreto, el dinero
214 La lógica de la escritura y la organización de la sociedad

proporciona un medio de intercambio (más o menos) generalizarlo y


un sistema de cálculo por medio del cual una amplia gama de
mercancías y servicios pueden resumirse en los términos muy
generalizados de una única escala de valores. Aunque el proceso de
generalización implicado en la expresión escrita de las normas y el
uso de medios de intercambio más «universales» no son necesaria-
mente concomitantes entre sí, en cierto sentido marchan paralelos.
El nexo sugerido entre el dinero y la escritura plantea el
problema mucho más amplio de la naturaleza de la economía que
prevaleció en el Mundo Antiguo, con sus elaborados sistemas de
contabilidad, acumulación y comercio. Según V eenhof, en el comer-
cio de la antigua Asiria «la plata tenía un uso puramente comercial y
funcionaba como dinero en todos los sentidos de la palabra» (1972,
pág. 399). No se refiere al papel que desempeña en toda la economía
a lo largo de todo el período, sino a ciertas operaciones comerciales
efectuadas durante un tiempo, alrededor de 1900 a. de C., en las
cuales intervienen comerciantes, mercaderes y «los grandes banque-
ros e inversores». No duda en hablar aquí de mercados (así como de
transacciones en las casas de los mercaderes), de accionistas y ventas
a comisión, de precios fluctuantes y de beneficios y pérdidas. En lo
que respecta a las relaciones de producción, se emplearon esclavos
pero también hombres libres, es decir, asalariados. Parte de la ropa
se producía en los talleres, parte en los hogares y parte a domicilio.
El templo y el estado, así como la empresa familiar y la sociedad
comercial, eran algunas de las instituciones implicadas en la activi-
dad económica. También existían diversas formas de trabajo y de
propiedad de la tierra. Era posible encontrar situaciones de aparcería
junto a .la servidumbre en las reales tejedurías, y el trabajo a sueldo y
la corvée junto a la esclavitud (Johns, 1904, págs. 173, 196). He
sostenido que la presencia de la escritura sirvió no sólo para seguir
de cerca esta variedad de formas de relación laboral, sino en cierta
medida también contribuyó a su surgimiento.
Como Oppenheim señala (1964, pág. 88), una de las cosas que
sucede en estas complejas relaciones comerciales es que el capital se
ha convertido en una mercancía por cuyo uso se cobra interés. Como
medio y patrón de cambio, la plata llegó a estar sujeta a un
tratamiento «capitalista». No obstante, este desarrollo no fue acepta-
do en todas las transacciones, como, por ejemplo, aquellas que se
producían dentro de la propia familia. En palabras del Antiguo
Testamento: «A un extraño le puedes prestar con usura, pero a un
Rupturas y continuidades 215

hermano no le puedes prestar con usura» (Deut., 23, 20). En el sur


de Mesopotamia parece que no se dio tal ambivalencia; de ahí
proviene la visión teológica tardía de Babilonia como centro de las
ideas «capitalistas» sobre el dinero; aunque es básicamente el comer-
cio terrestre el que rechaza la Biblia. Según Oppenheim, este
desarrollo babilónico pudo estar ligado al gran nivel de urbanización
y a una economía de almacenamiento asociada con la empresa
mercantil, una integración que «parece haber favorecido el uso de la
moneda, es decir, la acumulación de excedentes» (pág. 89). Más
tarde, en la última mitad del primer milenio, creció el papel del
capital «privado» (en tanto que se diferencia de las inversiones del
templo y palacio), y hay muestras de una «casa de banca» que asumió
alguna de las responsabilidades que antes correspondían a las
«grandes organizaciones» (pág. 85).
Oppenheim y V eenhof no son los únicos estudiosos de Asiria
que se refieren a capitalistas y a prestamistas. Woolley hace lo mismo
en la historia de la UNESCO (Woolley, 1963), para la evidente
incomodidad de sus colegas rusos (1963, pág. 613). Pero ya a
principios de siglo, Johns había escrito sobre «capitalistas» en su
compendio de las leyes babilónicas y asirias, comparando sus
acuerdos con la posterior commenda del Mediterraneo, institución
que, según consideramos, depende de la escritura. «El agente toma
mercancías o dinero de su principal, estampa su firma, decide pagar
un tanto de los beneficios, y sale en busca de un mercado haciéndose
con todos los beneficios posibles» (1904, pág 78). Las investigacio-
nes de Landsberger, Garelli y Larsen (1976, pág. 102) mantienen y
amplían la comparación con las prácticas comerciales de Venecia y el
Oriente Medio árabe. Oppenheim llama la atención sobre activida-
des similares en las ciudades fenicias de la Edad de Hierro y entre las
caravanas nabateas de los primeros siglos de nuestra era (1964, pág.
92). En todos estos casos, los mercaderes parcialmente independien-
tes, que gozaban de cierta protección del rey o la nobleza locales,
llevaban a cabo operaciones comerciales y bancarias de tipo capitalis-
ta, un tipo que en tiempos modernos se extendió a la manufactura y
al comercio.
Esto no significa que las «grandes organizaciones» no dominaran
los procesos de producción y distribución durante la mayor parte del
primer período, sino, como dejan claro los estudiosos del comercio
asirio, no puede mantenerse para todo el período la idea de Polanyi
(1957) del comercio dirigido por el estado, sin mercado y sin dinero.
216 La lógica de la escritura y la organización de la sociedad

Según Larsen, «las colonias comerciales de la Antigua Asiria en el


norte de Siria y Anatolia estaban basadas en un sistema socio-
económico de tipo 'capitalista' en el que el riesgo implicado en el
comercio a gran distancia era asumido por particulares» (1976, pág.
16). No sólo en el comercio, sino también en las tierras, el trabajo y
la producción encontramos actividades económicas que implican
riesgo y otro tipo de actividades que en épocas posteriores de la
historia humana llegaron a dominar el sistema social.
Lo que no encontramos, desde luego, es una economía industrial
capitalista de tipo moderno, lo que no significa en modo alguno que
se pueda negar la presencia de actividades económicas de tipo
capitalista. Tal afirmación representa un reflejo de tipos anteriores
de teoría evolutiva de la sociedad humana en la cual las etapas
tienden a sobredeterminar la naturaleza de la acción social. Una
teoría de etapas sobredeterminada significa que, por ejemplo, se
sostiene por definición que el «dinero» o los «mercados» existen
solamente en ciertos períodos identificados en términos globales,
como en las etapas que se designan capitalismo o feudalismo.
Muchos de los datos de la historia económica o social no justifican
unos puntos de ruptura tan radicales, con un sistema de intercambio,
tal como el redistributivo, que desaparece para hacer sitio a otro; o la
desaparición de la faz de la tierra del trabajo esclavo para ser
reemplazado por la servidumbre. Tales hipótesis, cuando son váli-
das, suelen privilegiar las secuencias particulares de los hechos
registradas en la Europa Occidental. Pero, en cualquier caso, cuando
consideramos la antigua Mesopotamia, la China del siglo XIV, la
India del siglo XVI, o Brasil del siglo XIX, encontramos la coexisten-
cia de diversas formas de trabajo, propiedad de la tierra e intercam-
bio, aunque obviamente «combinadas» de diferentes maneras. De
esto se sigue que el cambio social consiste no tanto en el desmorona-
miento de los sistemas sociales bajo la presión de contradicciones
internas para adoptar nuevas formas de trabajo y nuevas relaciones
de producción, sino en la expansión de una forma existente a
expensas de otra. La expansión podría ser repentina o gradual, pero
la cuestión es que estas formas alternativas de actividad social y
económica ya estaban ubicadas dentro del sistema social y lo han
estado desde el desarrollo de la «civilización» en la Edad de Bronce.
Una razón de su temprana presencia era la íntima conexión de la
monetarización, el crédito, las sociedades comerciales y l_as cuentas
de todo tipo con la existencia del modo escrito.
Rupturas y continuidades 217

En su magistral análisis de la organizac1on social y económica,


Weber sostiene que «la contabilidad del capital sólo ha aparecido
como forma básica de cálculo económico en el mundo occidental»
(1947, pág. 193), y que es una forma de contabilidad monetaria
característica de la «obtención racional de beneficios económicos» y
«cuyo fin es la valoración y verificación de las oportunidades para
sacar beneficios y del éxito de la actividad dirigida a la obtención de
beneficios» (pág. 191 ). Al mismo tiempo, reconoció que una forma
elemental de tal actividad se podía hallar en la commenda, una de
cuyas variedades ya hemos discutido.

En los primeros comienzos de la obtención racional de beneficios aparece el


capital, aunque no bajo este nombre, como una suma de dinero utilizada en la
contabilidad. Por tanto, en la relación de «commenda», varios tipos de mercancías
eran confiados a un mercader que viajaba para que los vendiera en un mercado
extranjero, mercader que posiblemente también estaría encargado de adquirir otras
mercancías para luego venderlas por su zona. Los beneficios y las pérdidas eran luego
divididos en una determinada proporción entre el mercader y el empresario que
adelantaba el capital, pero para que se diera esto era necesario valorar las mercancías
en dinero; es decir, hacer balance al principio y al final de una empresa. El «capital» de
la relación de commenda o la societas maris era simplemente esta valoración en dinero,
cuyo único fin era el de ajustar las cuentas entre las partes (1947a, pág. 196).

Weber se dio cuenta al hablar de «las limitaciones del desarrollo


del capitalismo» en el Mundo Antiguo que mucho antes de que
existiera la commenda medieval se realizaron actividades de tipo
capitalista que dependían de procedimientos de contabilidad de tipo
complejo. ¿Por qué entonces la contabilidad de capital en tanto que
forma básica sólo se encuentra en el mundo occidental? ¿Es porque
se considera que la característica primordial es la contabilidad por
partida doble, según parece un invento italiano relativamente tardío
publicado por primera vez en 1494 pero usado desde dos generacio-
nes antes? ¿Es porque se exigen mayores cualificaciones, porque las
«empresas con contabilidad de capital» han de estar «doblemente
orientadas al mercado al adquirir medios de producción en el
mercado y vender sus productos en él»? (pág. 201). Sin embargo, la
racionalidad de la contabilidad monetaria en la que insiste Weber
está claramente presente en el Mundo Antiguo y no tuvo que esperar
al Renacimiento en Europa, ya que su existencia tenía una relación
directa con la aplicación de la escritura a los ingresos y gastos de las
«firmas» mercantiles, y de los templos y palacios del Cercano
218 La lógica de la escritura y la organización de la sociedad

Oriente. Sean cuales fueran los importantes desarrollos posteriores,


no incluían la introducción de la racionalidad o contabilidad.
Una consideración de las implicaciones de la escritura en estos
contextos nos lleva a cuestionar los supuestos antropológicos e
históricos de diferentes maneras. Primero, es preciso poner en tela de
juicio el modo en que la categorización formal de las actividades
humanas en intercambio redistributivo o recíproco, por ejemplo, se
transforma en tipos o estadios de la sociedad, de tal manera que no
sólo se considera que un tipo de actividad domina todo el ámbito de
la acción económica, sino que también se excluyen otras posibilida-
des. Las posibilidades a menudo solían estar presentes, aunque su
importancia fuera secundaria. En segundo lugar, es incluso más
necesario poner en duda aquellas dicotomías y distinciones, basadas
más en los sentimientos que en los hechos, en la sensibilidad más que
en el estudio, que tienden a separarnos de nuestros predecesores por
un gran abismo. El caso realmente no requiere que nos dirijamos a
los mundos clásicos griegos y romano, excepto para aquellos que
ven una división fundamental de mentalidades así como de produc-
ción entre lo moderno y lo tradicional, lo industrial y preindustrial,
lo capitalista y lo precapitalista. Pero hay una tradición igualmente
influyente que sostiene la idea de la Gran División, según la cual se
considera primitivo todo lo que se dio antes del siglo V en Atenas.
Sin duda fue mucho lo que se contribuyó al desarrollo de las culturas
humanas en cada uno de estos períodos, pero sería peligroso trazar
una línea divisoria demasiado precisa entre «nosotros» y las grandes
civilizaciones del Cercano Oriente antiguo (en realidad tampoco de
India o China), pues poseían y utilizaban una invención crucial para
la humanidad en la esfera de las comunicaciones, a saber, la escritura,
cuyo uso no fue superficial, sino que penetró profundamente en
muchas áreas de la vida social, permitiendo el desarrollo de nuevas
formas de organización social y nuevas maneras de tratar la informa-
ción.
Una vez más, debemos procurar no trazar una divisoria demasia-
do tajante. Si bien la escritura ayudó al desarrollo de los nuevos
tipos de operación lógica formal, en un principio lo hizo explicitan-
do lo que estaba implícito en las culturas orales, las cuales no eran ni
prelógicas ni mucho menos alógicas, excepto en un sentido muy
restringido de esas palabras.
Estas advertencias son necesarias porque el sobreestimar la
experiencia europea por medio de «teorías de etapas» que nos ,
Rupturas y continuidades 219

separan completamente de otras sociedades nos conduce a adoptar la


autocomplaciente opinión de que la modernización sólo pudo tener
lugar en una zona del mundo. Antes de que atribuyamos su
surgimiento, por ejemplo, a la particular ética económica del
protestantismo, merece la pena considerar que los mercaderes
budistas versados en la escritura del Sri Lanka medieval no estaban
seriamente inhibidos por sus preceptos religiosos, y mucho menos
aquellos empresarios implicados en la manufactura de la seda y la
cerámica en la China medieval, o del algodón en India alrededor del
mismo período. Efectivamente, los propios monasterios budistas
eran administrados con una perspectiva «comercial», con abundantes
registros, dejando a un lado la tradición ascética de los fundadores y
convirtiéndose, como el mismo Weber señaló refiriéndose a los
templos y monasterios en otra ocasión, «en el centro por excelencia
de todas las economías racionales». En efecto, en la China y el Tibet,
como en el caso de algunas órdenes en la Europa occidental, los
templos y monasterios estuvieron considerablemente relacionados
con el comercio. Y la naturaleza de esta «racionalidad» tenía que ver
con la aplicación de la escritura a fines que eran tanto económicos
como religiosos.
Las semillas de muchos factores que asociamos con el surgimien-
to de Occidente se sembraron en otros lugares fuera de la Europa
occidental, incluso en lugares cuyas culturas no descendían de
Grecia y Roma. En el sentido limitado que tiene «racional» en la
hipótesis de Weber (y que es el único sentido en que esta noción,
igual que la de lógica, tiene valor analíticamente), las economías
«racionales» y las actividades «racionales» en general se instituyeron
no por el advenimiento del capitalismo en Europa, sino por la
creación de la escritura en Mesopotamia cuatro mil quinientos años
antes, o más bien mediante los desarrollos que han surgido lentamente
como «implicaciones» de la escritura. La aparición de la escritura
estuvo a su vez ligada a los cambios en el sistema de producción,
distribución y consumo, pero no simplemente como efecto pasivo de
esos cambios. Está claro que esto no creó el capitalismo; muchos
desarrollos tuvieron lugar posteriormente en el sistema de produc-
ción y distribución, así como en el de la comunicación en sentido
más estricto. Algunas de las características a menudo asociadas a
aquellos desarrollos tardíos aparecieron en el período anterior, y de
un modo tal que los vincula a la aparición de la escritura y a la
creación de una tradición escrita. La generalización de los medios de
220 La lógica de la escritura y la organización de la sociedad

intercambio es una de ellas, y también lo es la contabilidad


«racional». Por estas y otras razones, una consideración de los
efectos de la comunicación podría dar lugar a una modificación de la
aguda dicotomía que tantos suponen entre lo moderno y lo tradicio-
nal, lo industriaf y lo preindustrial, lo capitalista y lo precapitalista,
modificación que puede evitar que «primitivicemos» prematuramen-
te la vida social de otras «civilizaciones». No se trata de pasar por
alto diferencias, sino de redefinidas, dando más peso a la tecnología
y los contenidos (incluidos los ideológicos) de los nuevos sistemas
de comunicación.
La economía no es el único ámbito en el que un estudio de las
implicaciones de la escritura lleva a tal reevaluación, sino también la
religión. Al igual que ocurre con el derecho, el mismo concepto de
religión se ve afectado. Lo mismo sucede con la cuestión del status
de la iglesia como cuerpo parcialmente independiente de la sociedad,
una de las grandes organizaciones. El papel que desempeña una
iglesia de este tipo difiere de la «iglesia» que Durkheim distingue
entre los nativos australianos, puesto que tiene cierta autonomía
basada en su control de los recursos y de un sector importante de la
comunicación escrita. Tal independencia parcial significa que la
iglesia nunca es un simple brazo del sistema político; efectivamente,
en ocasiones es su rival, y sus templos y monasterios constituyen
otros centros distintos de poder local, especialmente cuando el
gobierno central es débil. Asimismo, cuando ese gobierno es más
fuerte, los recursos de la iglesia presentan una presa tentadora que
puede servir para complementar los ingresos personales de los
gobernantes, para erigir monumentos públicos, para distribuir entre
los seglares o invertir en nuevos procesos productivos, todos ellos
resultados que se han dado en diferentes coyunturas de la historia
humana.
A lo largo de este ensayo he expuesto algunos otros temas, pero
de una forma tan resumida que sería absurdo resumir aún más lo que
ya ha sido un tratamiento extremadamente breve de una amplísima
cuestión: la influencia de un modelo de comunicación fundamental,
la escritura, sobre la organización social. Sin duda he omitido
bastantes cosas y he señalado algunos rasgos que otros habrían
enfatizado de distinta manera. Un objetivo ha sido explicar algunos
aspectos de las diferencias entre los sistemas socio-culturales que
otros podrían ya haber señalado pero no relacionado de esta forma
en concreto.
Rupturas y continuidades 221

Al adoptar un hilo conductor determinado, los medios y relacio-


nes de comunicación, no pretendo negar la relevancia de los otros. Si
se tiene la impresión contraria, esto se debe al método de exposición,
consistente en seleccionar y desarrollar un tema y en adoptar una
perspectiva diferente, la de seguir la pista de los muy variados
factores relevantes en un campo de estudio o en una situación
histórica. Como sugerí en la introducción, el análisis de las múltiples
cadenas causales podría ser una forma de sopesar estos diversos
factores, pero ni el material ni la investigación se prestan a esta
técnica. Por otra parte, el relacionar simplemente todas las posibles
influencias sin sopesar ninguna es un ejercicio de poco valor
intelectual, aunque puede proporcionar una salida satisfactoria para
la búsqueda académica excesivamente cautelosa de cierto tipo de
marco explicativo. Tampoco ha sido mi intención defender que la
introducción de la escritura conduzca inmediata o necesariamente a
los cambios que he resaltado. La tradición escrita es acumulativa, se
va construyendo con el tiempo. He tratado de esbozar los efectos de
tal tradición sobre la evolución de la organización de las sociedades,
especialmente en sus fases de transición, considerando estos efectos
como tendencias más que como necesidades.
Quisiera terminar con dos comentarios más, uno nuevo y uno
viejo. Al hablar del derecho introduje deliberadamente los datos
sobre la Inglaterra medieval para indicar que en cuestiones de
medios no estábamos ante una evolución continua, directa y unili-
neal. Hay muchos flujos, reflujos y saltos en el proceso en marcha.
La Europa medieval revivió, inventando o adoptando, muchos de
los desarrollos del gobierno burocrático que se habían dado en el
Cercano Oriente tres mil años antes. En este proceso, cada región,
cada país, les dio un carácter propio; los efectos de la escritura y la
tradición escrita no fueron iguales en Inglaterra que en Italia. Sin
embargo, creo que tienen lo suficiente en común para que podamos
hablar de tendencias generales.
Acabaré con la misma advertencia con que empecé. He tratado,
al menos en parte, de las diferencias sociales que otros ya han
observado y caracterizado de formas precisas, por ejemplo, desde el
punto de vista del contraste entre lo universalista y lo particularista,
entre lo abstracto y lo concreto, y entre lo flexible y lo formal.
Algunas de estas denominaciones, como «descontextualizado», por
ejemplo, son poco satisfactorias porque normalmente tratamos con
tendencias más que con dicotomías; nada está completamente «des-
222 La lógica de la escritura y la organización de la sociedad

contextualizado» ni es completamente «universalista». Más aún, estas


tendencias podrían ser peculiares de dominios particulares, con lo
que la mayor «flexibilidad» dada a los contratos se da a la vez que la
mayor formalidad del registro de la tierra. Es en parte por estas
consideraciones por lo que un resumen solamente conduciría al
malentendido, al poner aún más en peligro el delicado equilibrio que
cualquier investigación tiene que encontrar entre lo general y lo
particular, especialmente en la calidad y uso de las palabras. No es
difícil hacer el texto muy oscuro o demasiado simplista. Un equili-
brio sería más fácil de mantener si se pudiera hacer una discrimina-
ción más cuidadosa con la ayuda de feos neologismos. «Tengo que
usar palabras cuando hablo contigo», señala el Sweeney Agonistes
de Eliot. Esta frase puede servir para resumir la naturaleza de mi
investigación, '1a cual ha implicado una exploración de las diferencias
en la vida social cuando uso palabras no sólo para hablar, sino
también para escribir, ya sea dirigiéndome a usted o a cualquier otra
persona.
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INDICE ANALITICO

Acadia, 92, 126 escritura y economía, 110-114


Sargon I de, 126 Este, 23, 110, 111, 119,170,202
acadio, 60, 108, 129 Etiopía, 130, 179
acuerdos, 131, 132, 155; véase también Ngoni, 117, 142
contratos y transacciones Nigeria, 42; Nupe de, 150
adivinación, 59-60, 63, 78, 209 norte, 129
administración, 48, 59, 69, 74-76, 79, oeste, 43, 51, 78, 91, 94, 125, 129,
80, 81, 86, 89-93, 97, 121-144, 130, 136; santuarios curativos en
150, 194 el, 210
de alimentos en Egipto, 91, 92 Tanzania, 202; Nyamwezi de, 142;
introducción de la, en Ghana, 144- jefatura kamba, 142
145 Tonga de Africa del Sur, 182-183
papel administrativo del clero en el Uganda, 148; sistema judicial, 201
Cercano Oriente antiguo, 57 visir de Sokoto, 143
reformas administrativas del papado véase también Ghana, Lozi, LoDagaa,
gregoriano, 195 Vai, Tiv, Dahomey, Busoga,
sistemas administrativos, 117-118 Asante y Gonja
Africa, 23, 24, 27, 28, 29, 30, 67, 70, América, 71, 158, 165
94, 95,.110-114, 115, 116, 119, Central, 71, 1220., 124-125, 190;
120, 1230., 125, 129, 133, 134, indios de, 191
136, 140-143, 146-150, 157, 158, indios cuna de Panamá, 155-156
162-164, 169, 178, 181, 183, 186, Nueva España, 43
197 Precolombina, 124
Alur, 117, 142 del Sur, 86, 149; Perú, 95; Brasil,
Azande, 142 193, 215; clero fazenda, 193; incas,
califato Sokoto, 143 92; quipu, 92, 124
comunicación y gobierno, 136-146 Américas, las, 47, 120, 122; conquista
233
234 La lógica de la escritura y la organización de la sociedad

española de, 122, 122-123n., 190 donaciones a monasterios, 85, 86


Anatolia, 54, 97, 100, 101 neobudismo, 209
Kanish, 101, 103 Nirvana, 47
anglosajón, 168, 194 sangha, 39, 40, 86, 87, 88
book right (derecho de asignar burocracia(s), 40, 41, 74, 79, 91, 92, 93,
tierras), 182 117-121, 129-137, 140-141, 142-
Inglaterra, 189, 194 144, 146, 155, 158, 164, 184, 195,
riht, 188 211
véase también Inglaterra concepto weberiano de la, 119, 135,
archivos, 196, 203 136
Aristóteles, 116, 150 estados burocráticos, intereses legales
asambleas, 171 en los, 164
de debate, 151-154 Busoga, 120, 163, 165, 170, 173
Asante, 30, 33, 37, 131, 134, 136n., derecho, 173, 174, 175, 189
138, 139, 140, 141, 178, 185 tribunales, 173
Asantehene, 28
escritura, adaptación de la, 130-131 calendarios, 71
festival Odwira, 139, 140 sistemas de calendario, 124-126
mensajes, transmisión de en, 137-139 véase también astronomía
oro, 134 cancillería
pueblo, 25, 131, 181 correspondencia de la, 128-129, 131,
religión, 25, 26, 33, 37, 210 143
samansie, 181 · capitalismo, 214-219
ascetismo, 39, 40, 67, 85, 86 censo, 88-89, 91, 121-123, 146
Asiria, 75, 83, 100-103, 159, 180, 214, encuesta etnográfica de la India, 147
215 de India de 1872, 147
Eshunna de, 128 clasificación botánica, 112, 113
Shamshi-Adad de, 128 código(s), 159, 162-169, 171, 177, 198,
astrología, 60 203, 205, 211
astronomía, 60, 77, 105, 106 de Hamurabi, 97, 104, 105, 167, 204
augurios, 59, 60 de Kiev, 188
de Recesvinto, 188
Babilonia(os), 74, 83, 89, 94, 100, 107, comerciantes, 89, 96-104, 111, 135-136,
108, 128, 159 214, 217
babilonio, 62, 107, 108, 215 budistas, 219
Lagash, 107 Estatuto de los Comerciantes, 196
reyes cassita, 107, 108 véase también comercio
Sippar, 94 comercio, 96-97, 112, 126, 180, 211-
Bagre, los, 29 212, 213-217
Biblia, 26, 27, 63, 64, 65, 90, 215 comercio, participación familiar en el,
Antiguo Testamento, 209, 214 99, 101-103, 136, 211-212, 214
Diez Mandamientos, 46, 63 commenda, 98, 215, 217
versión autorizada, 26 comunicación, 99, 109, 113-114, 115,
véase también judaísmo y cristianismo 118, 131, 132, 137-144, 166, 173,
botín, 122-123, 134 212-213, 219
brahamanes, 27, 37, 38 cambios en, efectos de la
budismo, budistas, 32, 44, 45, 46, 47, comunicación sobre el gobierno,
66, 85, 86, 87, 209 119, 120, 158
en Bali, 27 de conceptos legales, 174
Indice analítico 235

escrita, 111, 129, 137-144, 148, 154- Corán, 26, 46, 172, 180
155, 220 correspondencia, 126, 129, 131
escritura, como medio de, 74, 111, de la cancillería, 129, 131, 143
154 corvée, 89, 90, 214
exterior e interior, 130• 135, 141 crédito, 99-104, 109, 110-111, 134, 211
modos de, 166, 207, 220 Creta, 59, 119
oral, 120, 124, 125, 129-144 passim cristianismo, 23, 24, 32, 33, 34, 35, 36,
Confucio, 150 38, 42, 44, 46, 55, 87, 133, 209
consuetudinario, derecho, 160-162, 163, calvinista, 27
167-169, 172, 174, 175, 177, 178, coptos, 23
181-182, 188-189, 198-199, 202, cristianos «no practicantes», 65
211 enseñanza cristiana, 35, 38
arrendamiento consuetudinario, 189 Etiopía cristiana, 179
bookright anglosajón, 183 iglesia cristiana, 43, 65 , 84, 183
contradicciones en, 197 luterano, 27
derecho tribal, 178 Padre Nuestro, 62
flexibilidad del, 171, 210 prácticas y creencias cristianas, 30,
como ley proto-nacional, 163, 198 42-43
reglas, 165, 167, 168, 171, 174-175, tradición cristiana, surgimiento de la
176-187, 191 religión canónica desde el, 55
transmisión oral de la, 169, 181, 189 véase también Iglesias Católica y
uniones, 192-193 protestante, protestantismo
véase también sociedades orales cuentas, 69, 74, 79, 84-88, 90-91, 99,
contabilidad, 70, 74, 78, 80, 86, 87, 93, 103, 111, 122, 123n., 124, 133,
97, 103, 104,111,214,220 134, 135, 146, 211, 216-218
lenguaje empleado por la, 124 balance de, 93-94, 103, 109-110, 122
partida doble, en la Italia medieval, facturas, 111
217 lenguaje empleado por, 124
contratos, 107, 127, 156, 170, 178-180, como un lenguaje no sintáctico, 124
185, 189, 203-204, 210 de palacio, 93-94, 120
escritos, 179, 180, 189; en la Italia véase también contabilidad y registros
medieval, 195 cultos, 59, 81, 82, 130, 208
fórmulas para, 108 cargo, 25, 42
orales, 178, 185 culto a los muertos, 48-49
de propiedad, 179 a los espíritus, 44-47
ley de contrato, 178-180 movilidad de los, 21 O
véase también acuerdos, cuneiforme, escritura, 71, 73, 77, 129
contradicciones en los tratados y cursiva, escritura, 49, 55
oral, 197, 204, 210
control social, 166 China, 27, 38, 40, 59, 63, 71, 95, 119,
separación organizativa en el, 120, 126, 143, 150, 158, 209, 216, 218
208 caracteres chinos, 77
sociedades acéfalas, 116, 117, 122, chino (pueblo), 126
130 , 137, 164-165, 167 Hangzhou, 112
tribal, 117 taoísmo, 209
en los tribunales, 165
véase también sociedades orales Dahomey (de Africa), 37, 89, 94, 134
conversión a la religión, 25, 26, 30, 31, deidades, masculinas y femeninas, 45
208 despotismo africano, 141
236 La lógica de la escritura y la organización de la sociedad

despotismo oriental, 119, 141 Piedra de Palermo, 81


Diez Mandamientos, 46, 63 ritual en, 50, 62, 63
dinero, 71, 78, 212-215, 217 Tebas, 50, 52
sistema de recuento, 214 textos de las pirámides, 50
disputas, resolución de las, 166, 167, textos de la sabiduría, 50
174, 186-187, 194 esclavos, 128, 214
documentos, 134 trabajo esclavo, 216
legales, 108 escribas, 64, 65, 90, 107-108, 150, 205,
véase también testamentos, contratos, 207, 208
testimonios y acuerdos como archiveros, 57
donaciones, 40, 85, 86 status de los, 146
a los monasterios, 85, 86, 208 escritura
droit écrit, 157, 195 y administración, 59, 121-129
Durkheim, 24, 116, 117, 120,179,220 advenimiento del sistema fonético de
la escritura, 153-154
economía, 73-114 en Africa, 110-114
desarrollo en compejidad de la consecución de un status a través de
economía a través de la escritura, la escritura, 148-151, 208
110, 111, 112 cuneiforme, 71, 73, 77, 129
efecto de la economía sobre el cursiva, 49, 54
estado, 72 desarrollo de la complejidad del
efecto de la escritura sobre la, 70-71 comercio a través de la escritura,
expansión de la, 70, 83 78
política, 124 desarrollo del estado, 119, 120
y el templo, 55, 56, 59, 65, 72, 80- difusión de la información a través
88, 92, 100, 113 de la escritura, 113
Egipto Antiguo, 23, 24, 34, 48-58, 61, y distribución del poder, 155
64, 79, 80, 81, 82, 83, 89, 91, 92, y la economía antigua, 73-80
95, 96, 128, 129, 148, 186, 205 y la economía mercantil, 98-104
administración en, 48, 89-90, 205 y la economía del palacio, 88-98
Amenhotep IV (Akhenten), 52 y la economía del templo, 80-88
Amón-Ra, 52, 53 efecto de la escritura sobre los indios
Casa Blanca, 90, 91, 140 cuna, 155; sobre el derecho, 157,
Casa Roja, 91 158, 162, 163, 174, 184-185, 187-
clero en, 52, 53, 55-58, 61, 113, 125 188, 212; sobre el orden social, 50,
contratos matrimoniales escritos en, 150, 151; sobre la práctica
179 religiosa, 42-44, 59, 61, 64, 74,
culto a los muertos, 48-49 124, 208, 209, 212, 220; sobre los
escribas, 90 sistemas de reciprocidad, 110
escritura alfabética en el Egipto efecto de los materiales sobre la
romano, 152-153 escritura, 149-150
escritura en, 43, 48-58, 91 esfuerzo requerido en la, 208
Imperio Antiguo, 48, 50, 51, 58, 81, especialistas en la, 127, 147, 168,
186 182, 199
Imperio Medio, 48, 50 influencia en los sistemas políticos a
Imperio Nuevo, 50, 51, 90 través de la, 150-151
jeroglíficos, 49 influencia de la escritura en la
ostraca, 110 política, 163
papiro abusir, 50 intereses legales en la escritura en los
Indice analítico 237

estados burocráticos, 164 tratamiento de las disputas en, 141


materiales de escritura en el Antiguo véase también loDagaa y gonja
Egipto, 49-50 glosa, 197
materialización de los ideales a través Gonja, 117, 131, 133, 138n., 139, 140,
de la, 42, 43, 144 142, 143, 164
como medios de comunicación, 74, Grecia, 38, 60, 115, 150, 152, 153, 159,
153 179, 197
como medio de transmisión de alfabetización, nivel de, en, 152-153
mensajes, 130-132, 136-139 Atenas, defensa en, 176
modificación de los ideales a través griegos, 107,110,218,219
de la escritura, 150 véase también Creta
movilidad social a través de la
escritura, 147-150 Hausa, la, 143
no sintáctica, 79-80 hebreos, 58, 63, 64
como órgano político, 154-155 véase también judaísmo
y poder, 38, 44, 148, 153 hindúes, hinduismo, 24, 25, 27, 32, 34,
como reflejo de la estructura social, 38, 42, 44, 44, 45, 46, 67, 86, 151,
163 208-209
como registro del pensamiento, 111 brahmanes, 27, 37
reorganización de la información a difusión del, 208-209
través de la, 111 Dipáváli, 86
ritual y, 65-67 influencias culturales de los, 208-209
separación de lo público y lo mantras, 27, 209
privado en estados sin, 135-136 parsa!!ah, 38
y transacciones individuales, 104-110 sistema jqjmani, 87
véase también escribas hititas, 54, 59, 101, 128
estatuto(s), 173, 177, 186, 199 horóscopos, 60
Estatuto de los Comerciantes, 196
Europa, 47, 66, 87, 98-99, 122, 147, Ibu Khaldun, 116
149, 152, 153, 159, 164, 168, 192, Iglesia Católica, 26-27, 30
203, 213, 216, 219 luchas ideológicas, 133
alfabetización en, 153 impuestos, 83, 88-89, 90, 97, 102, 108,
europeos, 83, 114, 129, 131, 155, 158 113, 126, 133-135, 143, 144, 184,
medieval, 60, 61, 66, 84, 87, 90, 99, 196, 204
100, 143, 152, 154, 162, 164, 197- India, 39, 45, 71, 86, 95, 133, 158, 209,
198, 213, 221 216, 218
véase también por países censo de 1872, 147
encuesta etnográfica de la, 147
indios, 110
feudalismo, 216
mantras, 22, 27
occidental, 119
período Mughal, 146
firmas, 185
Registro de Asentamiento, 147
Francia, 164, 179-180
sánscrito, 44
medieval, 162, 195
tablillas Mihintale, 86
Indonesia, 27, 67, 208
Ghana, 26, 30, 35, 111, 130, 139, 140, informes, escritos, 146-147, 154
141, 148, 164, 169, 181, 188, 194 Inglaterra, 164, 179
introducción de la administración en, medieval, 105, 112, 159, 193-200,
144-146 221
238 La lógica de la escritura y la organización de la sociedad

normanda, 136, 195 Torah, 26, 55, 64, 65


romana, 194 véase también Biblia y hebreos
inscripciones alfabéticas, 125, 152, 208 juramentos, 176, 185, 188
logográficas, 126, 143, 209 justicia, 159-160, 166, 183, 188
silábicas, 125
intercambio, 69-73, 78, 80-90, 95, 99,
100, 114, 128, 129, 131, 212-214, legales,
216, 218, 219-220 asuntos, formación, 108, 168, 174,
en Africa, 110, 131 203
facturas de, 111 documentos, 134
marital, 109 palabras y frases, 108
Irán, 40, 42, 101 textos, 197
Islam, 23, 24, 27, 28, 35-36, 38, 40, 41, transacciones, 74, 134, 178-179, 180,
42, 43, 44, 63, 81, 87, 113, 129, 195; escritas, 104-106, 150;
131, 133, 142, 143, 150, 172, 179 ley/derecho, 25-26, 44, 65, 66, 70,
califato, 40 74, 108, 150, 159-205; passim, 210
calígrafos, 27 abogados, 108, 163, 165, 166, 176,
estados musulmanes, 131, 143 179, 187, 204
Hadith, 172 alegatos, 187, 200
Madrasa, 38 busoga, 173, 174, 175, 189
Mahoma, 180 cambios producidos en el, 168-172
Maulud del, 138 codificación, 162
musulmanes, 110, 131, 133, 209 cortes, 25, 151, 165-168, 170, 172,
el profeta, 133, 139 176, 194
Qadariyya, 27 de contrato, 178-180
sectas fundamentalistas, 42 definiciones de, 160-161, 162-192
chiitas, 40, 133 derechos; véase consuetudinario,
jurisprudencia islámica sunni, 172 derecho
Tijaniyya, 27 como discurso, 165-166
Waqf, 81 especialistas en, 177, 179, 182, 199,
véase también Corán 204; véase también abogados
Italia, 195 espíritu de la, 200-206
Bolonia, 199 estados burocráticos, intereses legales
Génova, 99 en, 164
italianos, 196 europea, 164, 168, 174, 197
itinerarios, 111, 130 fuentes de la, 168, 172, 173; Libro
del Día del Juicio como, 194, 198
Jihád Fulani, 133, 143, 150 inglesa, 162, 163, 164, 166, 199; de
judaísmo, 23, 24, 37, 44, 54, 55, 100, blasfemia, 169; común, 162;
179 medieval, 198
deidades semitas, 54 jurídica y legal, 162
Diez Mandamientos, 46, 63 jurisprudencia, 168, 199, 203
expansión del, 209 juzgados, 168, 173-174, 176-177, 187,
judíos, 105 204
Moisés, 63, 64 letra de la, 109, 200-205
ortodoxo, 27 nacional, y cliente local, conflicto
Padre Nuestro, 62 entre, 163
reformado, 27 paso del status al contrato, 178-179
sinagoga, 27 pleitos, 176-177, 186, 203
Indiée analítico 239

precedente, 164, 170-171, 173, 174, escritura cuneiforme, 71, 73, 77, 129,
186, 188, 203-204 155
procesos, 187; orales, 187 Hamurabi, 107, 108; Código de, 97,
razonamiento legal, 173-175, 203, 104, 105, 167, 203
205 horóscopos en, 60
romana, 163, 164, 171, 198, 203; ritual y mito en, 61, 62
Tratados de Teodosio y sacerdotes en, 73-74, 83, 97
Justiniano, 203 sistema de regadío, 108
véase también administradores, teorema pitagórico en, 107
códigos, contratos, control social, Terga, 94
justicia, derecho consuetudinario, mito(s), 27, 29, 61, 62, 74, 155
sistemas legales, testamentos y de los bagre, 29
tratados
Libro sagrado, 25, 26, 129, 150, 209 Nirvana, 47
véase también religión, del Libro; normas, explícitas o implícitas, 200-205
Torah, Corán y Biblia números, 76-80
libros mayores, 94
listas, 61, 64, 74, 79, 80, 81, 110, 155, ojibwa, los
189, 195 rollos de corteza de abedul de, 155
botánicas, 112, 113 oración, 58, 61-62
loDagaa, 28, 29, 35, 65, 66, 78, 109, Padre Nuestro, 62
137, 164, 181-182, 183, 185, 188 orales, sociedades, 37, 60, 65, 78, 105,
bagre, los, 29 109, 111, 155-156, 168-172, 176-
Birifu, 28, 66, 181 179, 182-183, 189, 197, 201, 208,
contribuciones funerarias, influencia 211
de la escritura en, 109 adaptación de la religión en las, 43
y la escritura, 125 cambios de status en, 65-66, 143
juramentos entre los, 185 cambio de leyes en las, 168-172
transmisión de mensajes en, 137 instigación del cambio político en
vilmiong, 29 las, 153
Lozi, 162, 165, 186 oral a lo escrito, cambios de lo, 109,
concepto de mulao, 162 129, 164, 184-185, 187-188
sistemas jurídicos en las, 162, 166,
matrimonio, legitimación del, 192 176
Mencio, 150 orden del día, 154
mensajes, 154
escritura como medio para pagarés, 100-102, 203
transmitir, 130-131, 137-139 Palabra Sagrada, 41, 42
Mesopotamia, 23, 60, 61, 62, 63, 71, panteón, 50-55
72, 73, 74, 78, 80, 83, 89, 90, 95, Parsons, Talcott, 31-32, 71, 116, 117,
96, 97, 98, 99, 100, 103, 104, 107, 213
108, 121, 135, 155, 176, 194, 203, pasaportes, 111, 130, 131
215, 216, 219 periódicos, 148, 153
adivinación en, 60-61 Platón, 150, 161
asambleas en, 151 producción, 67, 68, 84, 85, 86-87, 90,
astrología en, 60 92, 95, 113, 210-211, 215-216
augurios en, 60 sistemas de producción, diferencias
construcciones en, 108 en los, 119
democracia primitiva en, 151 textil, 94-96, 101-102
240 La lógica de la escritura y la organización de la sociedad

propiedad conversión a la, 25, 26, 30, 208, 209


derechos en la, 71-72, 166, 179-180, difusión de la, 23, 24, 25, 26, 42-43,
184, 196 47, 207, 209
privada, 85, 86-87, 179-180, 189-196; escrita y no escrita, 21, 22, 23, 26,
de la iglesia, 85 27, 29, 30, 31, 32, 35, 37, 38, 41-
transferencia de la, 167, 179-180, 43, 45-58, 201, 209-210
182-183, 191 y el estado, 33, 38, 40, 41, 56
transmisión de la, 183-184, 185-186, y estructura social, 32-36
193 ' fronteras de la, 25-26, 31;
protestantismo, 32, 133 mantenimiento de las, 25, 27, 133
ética protestante, 219 Grandes y Pequeñas Tradiciones de
reforma protestante, 42 la, 44-47
pruebas escritas, 184-186, 187, 211 ideas de, 24
quipu, 92, 124 del Libro, 23, 37-39, 41, 42, 62, 66,
129, 130, 143
oral, 52-53
racionalidad, 31, 49, 54, 86, 87, 135, occidental, 26
163, 216-219 en el oeste, 24
Recesvinto, Código de, 188 ('la Ley del universal, 23, 24, 27, 31, 32, 44-47,
Libro'), 188 132, 133
recibos, 134 universal y particular, 31-33, 44, 47,
recitación, 62 172, 209
registradores, 66, 85-86, 195 véase también cultos, religiones
registro(s), 75, 76, 78, 82, 84, 85-86, individuales, ritual y sacerdotes
99, 102, 106, 111, 119, 132, 134, religioso/a
135, 143, 146, 147, 155, 156, 177, cambio, 26-28, 30, 31, 53
192, 195, 196, 197, 201, 204, 205 derecho, 181, 201, 205
agrícolas, 112, 134 dogma, 61
de asentamiento, 147 obsolescencia, 29-30, 52
botánicos, 112-113 prohibición, 46
indios cuna, de los, 155 textos (sagrados y rituales), 37, 48-
latín como lengua de, 195 50, 60, 61, 62, 85, 208, 209
legales, 174, 178, 186, 192, 195-198, véase también Biblia, Corán, Libro
201, 204, 205 Sagrado y Torah
matrimoniales, 132, 192, 195-196 representación gráfica, 69, 72, 73, 77,
Oficina Pública de Registros, 131 79, 105, 107, 124, 146, 155
parroquiales, 192 caracteres chinos, 77
permanencia de los registros escritos, ilustración diagramática, 112
32, 197-199, 204 mapas, 110
véase también archivos marcas identificadoras, 72, 73, 79,
religión 106
adaptación de la religión a la naturaleza abstracta de la, 77, 78
sociedad, 42-43 sellos, 72, 76, 92, 19 5
y autonomía, 41-43, 82, 87-88, 139, véase también representación
154, 164, 210 pictográfica
concepto de «la», 24-25 representaciones pictográficas; véase
concepto de «una», 24-25 también representaciones gráficas,
continuidad en la, 25, 26, 27, 41, 52- 78, 113, 122, 124, 155
53 ritos, 22, 62, 63, 65
Indice analítico 241

ritual(es), 27, 34-37, 45, 51, 58, 59, 61, tablillas, 76, 92, 93, 94, 100, 106, 107,
63-67, 128, 150, 155 128, 194, 204
y escritura, 65-67, 150 Mihintales, 86
Roma, 115, 151, 159, 176, 179, 218-219 testamentos, 180-185, 203, 204
testimonios, 185, 187
sacerdotes, clero, 37-38, 45, 51, 52, 55- textos, económicos, 118
58, 61, 63-65, 69, 74, 76, 84, 85, Tibet, 27, 39, 90, 218
91, 97, 148, 195, 204, 208 tierra
en Egipto, 51, 52, 55-58, 80-83, 90- derechos sobre las, 85, 104-105, 109,
91, 119, 125 166
en Mesopotamia, 74, 83-84, 97 propiedad, 85-86, 149
papel administrativo del, en el tenencia de, 190-191, 216
antiguo Cercano Oriente, 56 título de, registro, 104-105, 106, 166,
sacrificio, 34-37, 59-60, 61, 67 185, 188-193, 210
sellos, 72, 76, 92, 195 transferencia de, 104-106, 181-182,
Siria(os), 23, 92, 126, 128, 216 191
Ebla, 92, 95, 97, 105, 126, 197 véase también propiedad
sistemas de archivo, 119 Tiv (del oeste africano), 152, 165
sistemas legales, 148-156, 164-165, 169, Torah, 27, 55, 64, 65
170, 172, 174, 177, 179, 186, 187, transacciones, 104-105, 212
199, 203; angloamericanos, 159, tratados, 127, 128, 131, 132
173, 174; ingleses, 203
Sri Lanka, 46, 47, 84, 85, 87, 88, 94, Ur, 100, 101, 103
132, 219 diosa Ningal, 103
invasión cola en, 88 Ur III, 93, 96, 100, 106
Vikramabahu I de, 88
vai (del oeste africano), 91, 111
summa(e), 196, 197,198,211
Summa Theologiae, 196-197 Weber, Max, 31-32, 39, 86, 116, 119,
Susa, 75, 76 135, 136, 163, 217, 218
concepto de burocracia, 119, 135,
tablas, 80 136
Alianza Universidad
Volúmenes publicados
416 Luis Angel Rojo: Keynes: su tiem- 440 Mario Bunge: Seudoclencla e Ideo-
po y el nuestro logía
417 Jean-Paul Sartre: El ser y la nada 441 Ernst H. Kantorowlcz: Los dos
cuerpos del rey
418. Juan Pablo Fusl: El Pals Vasco.
Pluralismo y nacionalidad 442 Julián Marías: Espafta Inteligible
419 Antonio Rodríguez Huéscar: Pers- 443 David R. Rlngrose: Madrid y la
pectiva y verdad economla espaftola, 1560-1850
444 Renate Mayntz: Sociología de la
420 José María López Plñero: Oríge- Administración pública
nes históricos del concepto de
neurosis 445 Mario Bunge: Racionalidad y rea-
lismo
421 Hermann Heller: Escritos politlcos
446 José Ferrater Mora: Unamuno.
422 Camilo J. Cela Conde: De genes, Bosquejo de una fllosofia
dioses y tiranos. La determinación
biológica de la moral 447 Lawrence Stone: La crisis de la
aristocracia, 1558-1641
423 Walter Ullman: Principios de go- 448 Robert Geroch: Le relatMdad ge-
bierno y politlca en la Edad Media neral: de la A a la B
424 Mark Blaug: Le metodologla de la 449 Steven M. Sheffrln: Expectativas
economia racionales
425 Carl Schmltt: La dictadura 450 Paulino Garagorrl: Le fllosofla as-
paftola en el siglo XX
426 Rita Vuyk: Panorámica y critica
de la eplstemologia genética de 451 Manuel Tuñón de Lara: Tres cla-
Plaget, 1965-1980, 11 ves de la Segunda República
427 Fernando Vallespín Oña: Nuevas 452 Curt Paul Janz: Friedrlch Nietz-
teorlas del Contrato Social sche. 4. Los años de hundimiento

428 J. M. Jauch: Sobre la realidad de 453 Franco Sellerl: El debate de la


los cuantos teorla cuántica
454 Enrique Ballestero: Los principios
429 Raúl Morodo: Los orígenes Ideo• de la economla liberal
lógicos del franqulsmo: Acción
Espaftola 455 E. H. Carr: El ocaso de la Comln-
tern, 1930-1935
430 Eugene Linden: Monos, hombres y
lengua)e 456 Pedro Laín Entralgo: Ciencia, téc-
nica y medicina
431 Nicolás Sánchez-Albornoz (Compi- 457 Desmond M. Clarke: La fllosofla
lación): La modernización econó- de la ciencia de Descartes
mica de España, 1830-1930
458 José Antonio Maravall: Antiguos y
432 Luis Gil: Censura en el mundo modernos
antiguo
459 Morton D. Davls: Introducción a
433 Rafael Bañón y José Antonio Ol- la teoría de Juegos
meda (Compilación): Le institu-
ción militar en el Estado contem- 460 José Ramón Lasuen: El Estado
poráneo multlrreglonal
434 Paul Hazard: El pensamiento eu- 461 Bhikhu Parekh: Pensadores polítl•
ropeo en el siglo XVIII cos contemporáneos

435 Rafael Lapesa: La trayectoria poé- 462 Wasslly Leontlef y Faye Duchln:
tica de Garcilaso El gasto militar

436, 437 Raymond Aron: Paz y guerra 463 Francisco Rico: El pequeño mundo
entre las naciones del hombre

438 Geoffrey Parker: El ejército de 464 Miguel Rivera Dorado: La religión


Flandes y el camino español, maya
1567-1659 465 Miguel Artola: La Hacienda del
siglo XIX
439 Osear FanJul y Fernando Maravall:
Le eficiencia del sistema banca- 466 Thomas F. Glick: Einstein y los es-
rio español pañoles
467 James Tobin: Acumulación de ac- 494 Albert Soboul: Los sans-culottes.
tivos y actividad económica Movimiento popular y gobierno re-
volucionario
468 Bruno S. Frey: Para una política
económica democrática 495 Juan Ginés de Sepúlveda: Historia
del Nuevo Mundo
469 Ludwik Fleck: La génesis y el des-
arrollo de un hecho científico 496 Ludwig Wittgenstein: Observacio-
nes sobre los fundamentos de la
470 Harold Demsetz: La competencia matemática
471 Teresa San Román (compilación): 497 Juan J. Linz: La quiebra de las de-
Entre la marginación y el racismo mocracias
472 Alan Baker: Breve introducción a 498 Ptolomeo: Las hipótesis de los pla-
la teoría de números netas
473 Jean-Paul Sartre: Escritos políti- 499 José Antonio Maravall: Velázquez
cos, 1 y el espíritu de la modernidad
474 Robert Axelrod: La evolución de 500 El libro de Marco Polo. Anotado
la cooperación por Cristóbal Colón y versión de
475 Henry Kamen: La sociedad euro- Rodrigo Santaella. Edición de Juan
pea, 1500-1700 Gil
476 Otto Pi:iggeler: El camino del pen- 501 Manuel Pérez Ledesma: El obrero
sar de Heidegger consciente
477 G. W. F. Hegel: Lecciones sobre 502 lbn Battuta: A través del Islam
filosofía de la religión, 2
503 Jayant Narlikar: Fenómenos violen-
478 H. A. John Green: La teoría del tos en el universo
consumidor
504 Libro de Aleixandre. Estudio y edi-
479, 480 Georg Slmmel: Sociología ción de Francisco Marcos Marín
481 Nicolás Ortega Cantero: Geografía 505 Sadi Carnot: Reflexiones sobre la
y cultura potencia motriz del fuego
482 Geza Alfüldy: Historia social de
506 Rafael Cruz: El Partido Comunista
Roma
de España en la Segunda Repú-
483 J·ean-Paul Sartre: Escritos políti- blica
cos, 2
507 James Noxon: La evolución de la
484 Louis Dumont: Ensayos sobre el filosofía de Hume
individualismo
508 Alonso de Sandoval: Un tratado so-
485 Jayant Narlikar: La estructura del bre la esclavitud
universo
509 Giordano Bruno: La cena de las
486. Jorge Lozano: El discurso histórico
cenizas
487 Carlos Castilla del Pino: Cuarenta
años de psiquiatría 510 Peter Laslett: El mundo que he-
mos perdido, explorado de nuevo
488 Paul Preston: La destrucción de la
democracia en España 511, 512 Isaac Newton: Principios ma-
temáticos de la filosofia natural
489 Galileo Galilei: Carta a Cristina de
Lorena y otros textos sobre cien- 513 V. l. Arnold: Teoría de catástrofes
cia y religión
514 Paul Madden: Concavidad y opti-
490 Vilfredo Pareto: Escritos socioló- mización en microeconomía
gicos
515 J·ean-Paul Sartre: Escritos políti-
491 Gary Becker: Tratado sobre la fa- cos, 3
milia
516 Léon Walras: Elementos de econo-
492 Concepción de Castro: El pan de mía política pura
Madrid
493 Mijail Bajtin: La cultura popular en 517 David Anisi: Tiempo y técnic_a
la Edad Media y en el Renaci- 518 G. W. F. Hegel: Lecciones sobre
miento filosofía de la religión, 3
519 El Inca Garcilaso: La Florida 544 Francisco de Solano y otros: Pro•
ceso histórico al conquistador
520 Genoveva García Queipo de Llano:
Los intelectuales y la dictadura de 545 Carlos Castilla del Pino (compila-
Primo de Rivera ción): El discurso de la mentira
521 Carlos Castrodeza: Ortodoxia dar- 546 W. V. Ouine: Las raíces de la re-
winiana y progreso biológico ferencia
522 Clive Orton: Matemáticas para ar- 547 Patrick Suppes: Estudios de filo-
arqueólogos sofía y métodología de la ciencia
523 lsaiah Berlín: Cuatro ensayos so- 548 John Shore: El algoritmo sacher•
bre la libertad torte y otros antídotos contra la
ansiedad que provoca el ordena•
524 Alastair Rae: Física cuántica, ¿ilu- dor
sión o realidad?
525 Niels Bohr: La teoría atómica y la 549 Ferdinand Tiinnies: Hobbes
descripción de la naturaleza Vida y doctrina

526 Rafael Rubio de Urquía y otros: 550 Ronald Grimsley: La filosofía de


La herencia de Keynes Rousseau

527 Carl G. Hempel: Fundamentos de 551 lsaiah Berlin: Karl Marx


la formación de conceptos en cien- 552 Francis Galton: Herencia y euge-
cia empírica nesia
528 Javier Herrero: Los orígenes del 553, 554 E. M. Radl: Historia de las
pensamiento reaccionario español teorías biológicas, 1 y 2
529 Robert E. Lucas, Jr.: Modelos de 555 Manuel Selles, José Luis Peset y
ciclos económicos Antonio Lafuente (Compilación):
530 Leandro Prados de la Escosura: Carlos III y la ciencia de la ilus-
De imperio a nación tración
Crecimiento y atraso económico 556 Josefina Gómez Mendoza, Nicolás
en España (1780-1930) Ortega Cantero y otros: Viajeros
531 Helena Bé]ar: El ámbito íntimo y paisajes

532 Ernest Gellner: Naciones y nacio- 557 Victoria Camps: Etica, retórica y
nalismo política

533 José Ferrater Mora: El ser y la 558 William L. Langer: Enciclopedia de


muerte Historia Universal. 1. Prehistoria e
Historia Antigua
534 Javier Varela: Jovellanos
559 Konrad Lorenz: La acción de la na-
535 Juan López Morillas: Racionalismo turaleza y el destino del hombre
pragmático
560 Fray Bernardino de Sahagún: His•
536 Hanna Arendt: Sobre la revolución toria general de las cosas de Nue-
va España, 1
537 Earl J. Hamilton: Guerra y precios
en España, 1651-1800 561 Fray Bernardino de Sahagún: His-
toria general de las cosas de Nue-
538 Charles S. Peirce: Escritos lógicos va España, 2
539 Helmut Frisch: Teorías de la in• 562 Paul Hazard: La crisis de la con-
flación ciencia europea
540 Diana T. Meyers: Los derechos
inalienables 563 Wilhelm Dilthey: Teoría de las con-
cepciones del mundo
541 Carlos A. Floria y César A. García
Belsunce: Historia política de la 564 James W. Friedman: Teoría del oli-
Argentina contemporánea, 1880- gopolio
1983 565 Francis Bacon: El avance del saber
542 Benjamin Franklin: Experimentos y 566, 567 Giovanni Sartori: Teoría de la
observaciones sobre electricidad democracia
543 Mercedes Allendesalazar Olaso: 1. El debate contemporáneo
Spinoza: Filosofía, pasiones y po• 568 Richard P. Feynman: Electrodiná·
lítica mica cuántica
569 John Sullivan: El naclonallsmo va11• 593 Rafael Muñoz de Bustillo (compl·
co radical (1959-1986) !ación): Crisis y futuro del estado
de bienestar
570 Quentln Skinner (compilación): El
retorno de la gran teoria en las 594 Julián Marías: Generaciones y
ciencias humanas constelaciones
571 Adam Przeworskl: Capitalismo y 595 Manuel Moreno Alonso: La gene•
socialdemocracia ración espaliola de 1808
572 John L. Austln: Ensayos filosóficos 596 Juan Gil: Mitos y utopías del des•
cubrimiento
573 Georges Duby y Guy tardreau: 3. El Dorado
Diálogo sobre la historia
597 Francisco Tomás y Valiente: Códl•
574 Helmut G. Koenigsberger: La prác- gos y constituciones (1808·1978)
tica del Imperio
598 Samuel Bowles, David M. Gordon,
575 G. W. F. Hegel: La diferencia en• Tomas E. Weisskopf: La economia
tre el sistema de filosofía de del despilfarro
Flchte y el de Schelling
599 Daniel R. Headrick: Los instrumen•
576 Martin Heidegger: Conceptos fun• tos del imperio
damentales 600 Joaquín Romero-Maura: La rosa de
577 Juan Gil: Mitos y utopías del des- fuego
cubrimiento, 1 601 D. P. O'Brien. Los economistas
578 Lloyd G. Reynolds: El crecimiento clásicos
económico en el tercer mundo 602 Wllliam Langer: Enciclopedia de
Historia Universal
579 Julián A. Pltt•Rlvers: Un pueblo de 3. Edad Moderna
la sierra: Grazalema
603 Fernando García de Cortázar y José
580 Berna! Dfaz del Castillo: Historia María Lorenzo Espinosa: Historia
verdadera de la conquista de Nue• del mundo actual (1945-1989)
va Espalia
604 Miguel Artola: Los afrancesados
581 Glordano Bruno: Expulsión de la
bestia triunfante 605 Bronislaw Geremek: La piedad y la
horca
582 Thomas Hobbes: Leviatán
606 Paolo Rossi: Francis Bacon: de la
583 Wllliam L. Langer: Enciclopedia de magia a la ciencia
Historia Universal
2. La Edad Media 607 Amartya Sen: Sobre ética y eco-
nomía
584 S. Bowles, D. M. Gordon y T. E.
Weisskopf: La economía del des• 608 Robert N. Bellah, y otros: Hábitos
pllfarro del corazón
585 Juan Gil: Mitos y utopías del des- 609 l. Bernard Cohen: El nacimiento
cubrimiento, 2 de una nueva física
586 Alberto Elena: A hombros de gi• 610 Noam Chomsky: El conocimiento
gantes del lenguaje. Su naturaleza, origen
y uso
587 Rodrigo Jlménez de Rada: Histo•
ria de los hechos de Espalia 611 Jean Dieudonne: En honor del es-
píritu humano. Las matemáticas,
588 Louis Dumont: La civllizaclón india hoy
y nosotros
612 Mario Bunge: Mente y sociedad
589 Emilio Lamo de Espinosa: Delitos
sin victima 613 John Losee: Fllosofia de la ciencia
e investigación histórica
590 Carlos Rodríguez Braun: La cues-
tión colonial y la economía clásica 614 Arnaldo Momigllano y otros: El
conflicto entre el paganismo y el
591 lrving S. Shapiro: La tercera revo• cristianismo en el siglo IV
lución americana
615 Enrique Ballestero: Economía so•
592 Roger Collins: Los vascos clal y empresas cooperativas
616 Max Delbrück: Mente y materia 620 Shlomo Ben-Ami: Los orígenes de
la Segunda República: anatomía de
617 Juan C. García-Bermejo: Aproxi- una transición
mación, probabilidad y relaciones
de confianza 621 Antonio Regalado García: El labe-
rinto de la razón: Ortega y Hei-
618 Frances Lannon: Privilegio, perse- degger
cución y profecía
622 William Langer: Enciclopedia de
619 Carlos Castilla · del Pino: Teoría Historia Universal
del personaje 4. El siglo XIX
ACK GOODY analiza en este
libro el impacto de la escritura en las sociedades humanas_ y explica
las diferencias fundamentales entre la organización de las sociedades
sin y con escritura así como el proceso de transición de un tipo de
sociedad al otro. Centra su estudio en el Cercano Oriente antiguo,
área en la que surgió la escritura, y en Africa occidental contempo-
ránea, donde su uso se ha extendido en los últimos cincuenta años y
destaca algunas características generales de los sistemas sociales que
se han visto influenciados por este importante cambio en el modo de
comunicación. Esas características son fundamentales para cualquier
intento de definición teórica de la sociedad humana así como de los
sistemas religiosos o legales. El autor analiza el papel de un mecanis-
mo específico, la introducción de la escritura y el desarrollo de una
tradición escrita, en la explicación de algunas diferencias y similitudes
sociales y argumenta que es esencial poner más énfasis en los medios
y modos de comunicación que en los medios y modos de producción
para poder explicar adecuadamente cambios importantes en la his-
toria de las sociedades humanas. Aunque existen obras anteriores
sobre el efecto de la alfabetización en la organización social, ningún
estudio ha presentado hasta ahora una síntesis ge~ l como la qÜ_e __
Jack Goody desarrolla en LA LOGICA DE LA E$CRITURA YL A
1
ORGANIZACION DE LA SOCIEDAD.

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