Métaforas de Empresa. Reflexiones Conceptuales Sobre Responsabilidad Social Empresarial

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Intervención social y el debate sobre lo

público: reflexiones conceptuales


y casos locales
Grupo de Intervención
y Responsabilidad Social
Intervención social
y el debate sobre lo público:
reflexiones conceptuales y casos locales

Grupo de investigación en Intervención


y Responsabilidad Social

Facultad de Derecho y Ciencias Sociales


Universidad Icesi
Cali, Colombia
Intervención social y el debate sobre lo público: reflexiones conceptuales y casos locales
1 ed. –Cali: Facultad de Derecho y Ciencias Sociales, Universidad Icesi, 2014.
258 pp. ; 17x23cm.
ISBN: 978-958-8357-92-8
1. Cali 2. Asistencia social 3. Tercer sector 4. Comunidades y sujetos intervenidos
I. Tit.
361.8 - dc 21

Intervención social y el debate sobre lo público: reflexiones conceptuales y casos locales


Colección “El sur es cielo roto”
Universidad Icesi
Facultad de Derecho y Ciencias Sociales

Rector: Francisco Piedrahita Plata

Secretaria general: María Cristina Navia

Director académico: José Hernando Bahamón

Editor y coordinador editorial: Hoover Delgado

Asistente editorial: Adolfo A. Abadía

Comité editorial
Roberto Gargarella [Ph.D.] Universidad Torcuato Di Tella, Argentina.
Victor Lazarevich Jeifets [Ph.D.] Universidad Estatal de San Petersburgo, Rusia.
Antonio Cardarello [Ph.D.] Universidad de la República, Uruguay.
Javier Zúñiga [Ph.D.] Universidad del Valle, Colombia.
Juan Pablo Milanese [Ph.D.] Universidad Icesi, Colombia.

Diseño: Pablo Andrés Sánchez

Impreso en Cali – Colombia


A.A. 25608 Unicentro
Tel. 555 23 34 Ext. 404
Fax: 555 17 06
E-mail: [email protected]
Cali, Colombia

El material de esta publicación puede ser reproducido sin autorización, siempre y cuando
se cite el título, el autor y la fuente institucional.

Primera edición, octubre 2014


ISBN: 978-958-8357-92-8
Contenido
Prólogo __________________________________________________ 5

Introducción _____________________________________________ 19

Una mirada general de la construcción de lo público


Miriam Fajardo G. ________________________________________ 31

Rupturas y herencias en la intervención social: filantropía,


intelectualidad orgánica y atención estatal como prácticas antecesoras
Viviam Unás y Paola Ocampo ________________________________ 45

Intervención social: algunas pistas para su comprensión y para trazar


otros horizontes posibles
James Cuenca, José Eduardo Sánchez y Mary Hellen Burbano Cerón ______ 69

La intervención social y sus retos frente al quehacer de las ciencias sociales


Ana Lucía Paz Rueda ________________________________________ 91

Metáforas de empresa: reflexiones conceptuales sobre


responsabilidad social empresarial
Edgar Orlando Benítez y Diego Fernando Varón ___________________ 115

¿Medir la Responsabilidad Social Empresarial? Hacia una perspectiva crítica


Diego Hernán Varón Rojas __________________________________ 147
Notas sobre algunos casos de Intervención Social

Transformaciones del tercer sector en Santiago de Cali en el periodo


2005 - 2010 y la información que hacen pública
Nathalia Muñoz Ballesteros ________________________________ 175

Las mediadoras de la intervención social en la construcción de un


escenario público como el Centro de Sscucha de Potrero Grande
María Catalina Gómez Dueñas y Nathalia Muñoz Ballesteros________ 191

Voces subalternas en la construcción de un sueño de vivienda


Nathalia Muñoz Ballesteros _________________________________ 213

El Estado, las políticas públicas y la construcción de los público:


elementos de un nuevo marco relacional frente a la sociedad
Harold Valencia Oliveros y César Eduardo Ibáñez Fernández ________ 227

Sobre los autores_________________________________________ 253

Índice temático__________________________________________ 257


METÁFORAS DE EMPRESA:
REFLEXIONES CONCEPTUALES
SOBRE RESPONSABILIDAD SOCIAL
EMPRESARIAL
Edgar Orlando Benítez
Diego Fernando Varón

S
obre responsabilidad social empresarial hay pocos consensos, pero
quizá el más notable sea que no hay ningún consenso sobre cuál
es su definición ni alcance conceptual. Esto no ha impedido que
numerosas empresas promocionen o difundan sus acciones sociales más
tradicionales, sus programas de bienestar con trabajadores, las actividades
con comunidades o sus políticas de información y comunicación con clientes
como parte de las políticas en responsabilidad social. El boom de la RSE en
los círculos empresariales no ha requerido ningún tipo de acuerdo sobre
cómo se ha de entender, medir o evaluar la misma responsabilidad social;
podría decirse que cada empresa o gremio asume discrecionalmente algún
compromiso público o emplea un modelo en particular o sigue una guía
de indicadores dentro de un amplio abanico de posibilidades. Aunque este
fenómeno también ha ocurrido con otros temas agenciados por los discur-
sos del management (círculos de calidad, método de las 5 S´s, estrategia del
METÁFORAS DE EMPRESA:
REFLEXIONES CONCEPTUALES SOBRE RESPONSABILIDAD SOCIAL EMPRESARIAL

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Océano azul, etc.) éstos nunca hicieron parte de una lectura crítica de la
relación empresa-sociedad, condición que sí caracterizaba a las reflexiones
sobre la responsabilidad social a principios del siglo XX (Perdiguero, 2003).
En otro escenario, lo anterior se ha evidenciado en la diferencia entre la
masiva producción de informes, boletines y en general material con función
proselitista de la RSE y la tenue producción de artículos académicos que
aborden el tema desde una perspectiva amplia en términos disciplinares
(más allá de la administración) y funcionales (más allá de la preocupación
gerencial y/o técnica). Un segundo punto que creemos caracteriza el debate
actual sobre la RSE es su inclinación a centrar la atención más en lo que
hace la empresa en los contextos sociales y ambientales actuales y menos
en cómo tales contextos exigen un replanteamiento sobre lo que significa la
empresa misma. Lo que queremos decir es que el boom de la responsabilidad
social es reflejo tanto de la contestación social de lo que las empresas han
hecho (y siguen haciendo) con su poder económico, como de la respuesta
empresarial a tal contestación tratando de mostrar los beneficios que han
generado en lo social (número de programas, inversión social, número de
beneficiarios, etc.). Esta tensión suele estar centrada en aquello que hace la
empresa, bien en la externalidad de la acción empresarial o bien en el pro-
grama social de la empresa, pero poca atención se ha prestado a la discusión
sobre la naturaleza misma de las empresas y sobre cómo sus tradicionales
límites son redefinidos en la medida en que su acción trasciende el ámbito
de los mercados y la mera producción de bienes y servicios.
En este trabajo pretendemos explorar la responsabilidad social empresa-
rial como una noción conceptual antes que como un concepto delimitado, a
partir de una reflexión sobre las diversas formas que tenemos para interpre-
tar lo que es, o puede ser, una empresa en nuestros días. En su reconocido
trabajo de 1991, Imágenes de las organización¸ Gareth Morgan explora
cómo distintas imágenes pueden servir para atajar los sentidos de lo que
comprendemos por organización. Si bien hablaremos de la empresa como
organización, nos interesa del trabajo de Morgan su enfoque metodológico
para discutir cómo la noción de RSE toma determinada forma dependiendo
EDGAR ORLANDO BENÍTEZ / DIEGO FERNANDO VARÓN

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de las imágenes o representaciones mentales construidas alrededor de la em-


presa. Antes que una definición taxativa de lo que es una empresa, este
artículo recorre tres distintas metáforas de cómo puede ser comprendida
una empresa, a saber: la empresa como negocio, la empresa como organización
y la empresa como institución. La metáfora implica que aquello de lo que
se pretende hablar puede ser interpretado de diferentes y confluyentes
formas; en este caso, al emplear la metáfora queremos “comprender un
elemento de la experiencia en términos de otro” (Morgan, 1991: 15). El
trabajo pretende mostrar cómo la discusión sobre las responsabilidades
atribuidas a las empresas es reflejo de una cierta forma de entenderlas,
de imaginarlas, de darnos una representación de ellas y de sus límites. O
en otras palabras, cada pretendida definición de RSE implica una idea
de empresa que a su vez regula el contenido, sentido y límites de sus
responsabilidades sociales.
La empresa como negocio. En este primer sentido la idea de empresa
está relacionada funcionalmente con su ejercicio económico, cuyo con-
texto viene determinada por el mercado y cuya composición se basa en la
propiedad privada de los accionistas o inversionistas. La empresa puede
ser comprendida no solo como un negocio (business), sino además como
un conjunto de relaciones sociales racionalmente organizadas a través de
una burocracia formal, es decir, un conjunto de reglas, normas y papeles
asignados en función de un objetivo económico. Este es el segundo sen-
tido, la empresa como organización. A su vez, la empresa puede ser leída
como un espacio social en el cual se configuran las tensiones y conflictos
entre distintos modelos e intereses políticos. Un espacio que consolida
determinadas disposiciones de acción en las personas o donde va tomando
forma una cierta identidad profesional y personal que sostiene el valor
que cada cual da a su propia vida. La empresa no se circunscribe solo al
ámbito económico del mercado, la arquitectura funcional para organizar
el trabajo, los recursos productivos y las decisiones colectivas, sino que
ella es también la arena donde, y a través de la cual, se cristalizan relatos
más amplios de legitimación de poder político y en donde se estimula
METÁFORAS DE EMPRESA:
REFLEXIONES CONCEPTUALES SOBRE RESPONSABILIDAD SOCIAL EMPRESARIAL

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procesos de socialización y construcción de identidad que superan lo


formal de la organización y lo estrictamente funcional del negocio. Esta
última es la imagen de la empresa como institución.
Cada una de las distintas formas de comprender la empresa sugiere diferen-
tes implicaciones en términos de las responsabilidades sociales. Reconociendo
que no todas las empresas concretas y particulares son iguales ni presentan
los mismos problemas, la distinción entre negocio, organización e institución
no distingue las empresas por su tamaño (grandes, pequeñas, medianas),
por el área económica en la que desempeñan su función (alimentos, arma-
mento, servicios públicos) ni por su el alcance geográfico de sus operaciones
(multinacional, nacional, local). Se trata, por lo tanto, de una distinción
analítica que puede operar con distintas intensidades relativas en las empresas
concretas, pero que siempre estará presente en todas; cualquier empresa con
independencia de sus características concretas puede leerse como un negocio,
como una organización o como una institución, y por ello puede hablarse de
responsabilidad social empresarial en cualquiera de estas.

La empresa como negocio (business)


Las empresas son un medio (más o menos) eficiente de conseguir lo que
realmente se quiere, que en una economía capitalista será hacer cada vez
más dinero. La finalidad de la empresa, su sentido último y la razón de ser
de su existencia aluden a su condición de instrumento, de medio para el
alcance de aquello que realmente importa: la generación de rentabilidad
económica. Desde este punto, hablar de responsabilidad social de la em-
presa no tiene mayor sentido que hablar de la responsabilidad social de un
edificio de oficinas, puesto que las empresas son –desde esta perspectiva–
una “persona artificial” que reúne las voluntades e intereses de uno o más
individuos quienes libremente han decidido poner en riesgo su capital con el
propósito de alcanzar ganancias económicas. Esta condición artificial denota
que las empresas no tienen ningún “estatus moral” particular puesto que
ellas representan lo mismo que un negocio: una materialización particular
de los intereses de lucro de quienes han de invertir su propiedad en ello.
EDGAR ORLANDO BENÍTEZ / DIEGO FERNANDO VARÓN

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Así, invertir en acciones, comprar bonos o adquirir un CDT aparecen como


otras particulares formas de vehicular este interés; “hacer empresa” es una
alternativa más dentro de este abanico de opciones. Luego, si no hay tal
cosa como la responsabilidad social de las acciones, bonos o cualquier otro
instrumento financiero y económico, tampoco hay tal cosa como respon-
sabilidad social de una empresa.
Se habla, entonces, de responsabilidad en términos de su función, de
aquello para lo cual fue creada. Teniendo en cuenta esto último, la respon-
sabilidad de la empresa como negocio está en responder ante quienes han
puesto su capital, que a su vez garantiza su existencia, siempre que logre un
rendimiento que le permita sostenerse y/o aumentar en el tiempo. El debate
que plantea Milton Friedman, tanto en Capitalism and Freedom (1962) como
especialmente en su artículo “La responsabilidad social de los negocios es
aumentar sus ganancias” de 1970, va en esta dirección. La empresa es una
persona artificial puesto que son sus propietarios quienes han puesto en
riesgo el capital y esperan que quienes gerencien o administren la empresa
(el negocio) cumplan con las responsabilidades asignadas, que no son otras
que hacer tanto dinero como sea legal y éticamente permitido a través de la
empresa: “La empresa es un instrumento del accionista, que es su propietario”
(Friedman, 1962:203). En el caso extremo, un cuchillo no tiene ninguna
responsabilidad si con él se asesina a una persona o si se emplea para una
incisión quirúrgica de emergencia. Por ello, la atención ha de estar puesta
no en la empresa –que es un medio más–, sino en quienes la emplean como
un instrumento para sus intereses, que para este caso serán sus propietarios
o quienes las administran, sus gerentes. Desde esta perspectiva, hablamos
no de responsabilidad social de la empresa, sino de responsabilidad social
de administradores y de accionistas o propietarios.
Sin embargo, quienes administran la empresa no cuentan con la autoridad
para hacer lo que deseen; han de responder ante quienes los han contratado,
cumpliendo aquello que libre y voluntariamente definieron por acuerdo
ante los propietarios (o quien haga de su representante). Por una parte, los
recursos que están a disposición de los gerentes no son de su propiedad
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REFLEXIONES CONCEPTUALES SOBRE RESPONSABILIDAD SOCIAL EMPRESARIAL

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y, por otra, se espera de ellos que empleen tales recursos, conforme a los
intereses de quienes son sus propietarios. De esta manera, la única respon-
sabilidad social de los administradores será la de responder en términos de
rendimiento económico antes quienes los han contratado. Cualquier acción
por fuera de este propósito será un uso ilegítimo de los recursos para fines
personales (en otros términos, un robo, no importa si es para beneficio
propio o no) o un uso ineficiente de tales recursos, puesto que se generan
resultados distintos a los esperados y acordados. Si lo anterior ocurre en el
caso de los gerentes o administradores, no se espera lo mismo de quienes
son los propietarios de los recursos de la empresa; la responsabilidad de los
primeros es tan solo derivada de su función (casi como la de la empresa
misma), pero no así la de los segundos. En el caso de los propietarios ocurre
que si tiene algún sentido hablar de derechos a la propiedad es porque se
asume que quienes tienen tales derechos cuentan con el respaldo jurídico
para decidir libremente sobre el uso de la propiedad misma. Luego, no hay
ningún deber u obligación inherente a la propiedad, sino solo aquellos que
hayan sido asumidos de manera voluntaria. En este sentido, las definiciones
de RSE que circulan en informes, manuales o guías (como la Guía técnica
colombiana 180) hacen alusión al carácter voluntario de la responsabilidad.
El rasgo de voluntariedad de la RSE puede leerse como una expresión de
la empresa como negocio al entender la responsabilidad menos como una
obligación intrínseca a la propiedad empresarial, o al poder económico de
las empresas, y más como el resultado del compromiso derivado de la misma
libertad que protegen los derechos de propiedad.
Se dice que es un compromiso voluntario, queriendo dar a entender
que las acciones correspondientes a la responsabilidad social no están bajo
el abrigo de la regulación estatal, y por ello son medidas de carácter dis-
crecional, voluntario. Las empresas –sus representantes– pueden decidir o
elegir si suscriben o no tales compromisos que, en cuanto voluntarios, no
tienen ningún carácter moralmente vinculante, sino hasta cuando se asumen
libremente como tales. Ciertamente no podría ser de otra manera, dado que
finalmente la empresa es un instrumento de sus propietarios y los derechos
EDGAR ORLANDO BENÍTEZ / DIEGO FERNANDO VARÓN

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que los mismos tienen sobre su propiedad son expresión de la libertad de


decisión que les habilita su propiedad. Dejando de lado al Estado, ningún
otro sujeto político o social podría legítimamente –bajo un esquema político
liberal– obligar a los propietarios a emplear sus propiedades (la empresa)
para alcanzar fines que ellos no hayan libremente decidido. Incluso, desde
una posición libertaria (Nozick, 1974; Friedman, 1980; Hayek, 1982), ni
siquiera el Estado tendría razones justificables para intervenir en la propiedad
privada de los individuos, puesto que ello a su vez implica una ilegítima
restricción de su libertad.
Si las empresas son un instrumento para gestionar los intereses de quienes
han puesto en riesgo sus recursos y esperan alcanzar más dinero del que invir-
tieron, la ganancia es el propósito último de las empresas puesto que su interés
no puede ser distinto al interés de sus propietarios. Incluso la rentabilidad es
presentada usualmente en los manuales de administración y economía no solo
como el propósito de las empresas, sino también como su destino: finalmente
las más eficientes son las que quedan en el mercado, y se explica que han so-
brevivido a la competencia porque han alcanzado un margen suficiente para
continuar con su actividad económica. En resumen, desde la perspectiva de la
empresa como negocio no es posible hablar propiamente de responsabilidades
de la empresa, dado su carácter artificial-instrumental; y, por otra parte, su
única responsabilidad como negocio es optimizar el rendimiento económico
de la inversión que sus propietarios han realizado.
Aunque Friedman es considerado como una referencia polémica y radi-
cal, otras contribuciones comparten la noción de la empresa como negocio
sin necesariamente suscribir abiertamente los compromisos políticos del
pensamiento liberal del economista de Chicago. En estos casos, los autores
mencionan cómo la RSE es o puede llegar a convertirse en una estrategia de
la empresa, puesto que o bien puede identificar una estrategia para nuevos
mercados (Prahalad, 2005), la fidelización de los clientes, atraer recurso hu-
mano altamente cualificado o prevenir las consecuencias sobre la estabilidad
económica de la empresa, que puede tener un manejo irresponsable de sus
acciones de negocio (Zadek, 2005). Esta forma de asumir la responsabilidad
METÁFORAS DE EMPRESA:
REFLEXIONES CONCEPTUALES SOBRE RESPONSABILIDAD SOCIAL EMPRESARIAL

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como una estrategia corporativa puede presentar notables diferencias con


la crítica friedmaniana al concepto de RSE, pero en lo fundamental estas
perspectivas mantienen una noción definida de la empresa como negocio:
son razones de negocio (rentabilidad para accionistas, permanencia y parti-
cipación en el mercado, sostenimiento económico) las que justifican asumir
responsabilidades sociales. Bajo esta nueva modalidad de responsabilidad
social empresarial empresarializada no se ha de apelar a otra cosa distinta
que la racionalidad económica para ser socialmente responsable. Si el interés
de lucro había conducido a las empresas a afectar a la sociedad, es el mismo
interés el que ahora ha de regular las consecuencias negativas que generó
durante años. La RSE es menos un deber y más una estrategia, o mejor, es
un deber no moral, un imperativo hipotético que responde a las expectativas
de reproducción del capital mismo.
En su libro Gerencia: tareas, responsabilidades y prácticas, Peter Drucker
es enfático respecto de las responsabilidades sociales de la empresa. Éstas no
pueden ser eludidas porque hay de hecho un vínculo orgánico entre empresa
y sociedad: “en una sociedad enferma no pueden existir empresas sanas.
La existencia de una sociedad sana concuerda con el interés propio de la
administración” (1979: 295). En otro sentido, la empresa ha de atender las
externalidades que genera su actividad económica e incluso no puede ser aje-
na a los problemas sociales que le rodean, porque su sostenibilidad depende
de ese contexto. Es la responsabilidad de mantener la viabilidad económica
de la empresa la que guía y motiva las ulteriores responsabilidades, puesto
que estas últimas se derivan de las consecuencias no intencionales que se
presentan en el ejercicio de la actividad económica: “las influencias sociales
de las empresas inevitablemente sobrepasan la contribución específica que
es su razón de ser” (Drucker, 1979: 35).
De hecho, es atendiendo a la propia lógica económica de negocio (bu-
siness) como una empresa puede alcanzar un gerenciamiento más efectivo
de su relación simbiótica con el contexto social. Propuestas contemporáneas
como la de valor compartido (Porter & Kramer, 2006, 2010) presentan la
responsabilidad social como un campo en el que la mentalidad de negocio
EDGAR ORLANDO BENÍTEZ / DIEGO FERNANDO VARÓN

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puede (y debe) ser aplicada, puesto que “ninguna empresa puede resolver
todos los problemas de la sociedad. Más bien, cada empresa debe seleccio-
nar problemas que convergen con su propio negocio” (Porter & Kramer,
2006: 8). Y para hacerlo ha de diseñar un mapa de las oportunidades
sociales, empleando las herramientas para analizar la posición competitiva
y el desarrollo de la estrategia como el esquema de la cadena de valor, que
representa todas las actividades que una empresa realiza al hacer negocios.
Según los autores, una empresa ha de atender los factores o relaciones que
pueden resultar social o ambientalmente sensibles en la manera en que se
hacen negocios; más aún, estos factores se identifican a través del modelo de
generación de valor de la empresa: es examinando cómo se hacen negocios,
como se identifican los puntos estratégicos a intervenir; y es esto, en última
instancia, lo que justifica la RSE.
Otra de las contribuciones a la RSE es el enfoque de los grupos de interés
(stakeholders), presentado usualmente como una alternativa a los enfoques
estratégicos (o instrumentales; ver Garriga & Melé, 2004). De acuerdo a
este enfoque, la empresa no responde ante un único grupo de interés (los
accionistas o propietarios), sino ante múltiples partes o grupos sociales que
tienen distintos intereses, expectativas o derechos en la empresa: trabajado-
res, clientes, proveedores, Estado, etc. Sin embargo, y a pesar de ampliar el
conjunto de grupos, buena parte de estos trabajos localizan a los accionistas o
propietarios como un grupo de interés de primera instancia, de primer nivel,
seguidos quizá solo de los clientes y los trabajadores (Mitchel et al., 1997).
Contemplar a los accionistas y clientes como grupos de interés “claves” sigue
afianzando la noción de la empresa como negocio puesto que, finalmente,
la empresa puede no cumplir las expectativas de cualquier grupo excepto de
aquellos que sostienen el funcionamiento de la empresa: sus propietarios.
En esta misma línea se explica por qué al ordenar las diversas responsabi-
lidades de una empresa, es la responsabilidad económica la que aparece en la
base de todas las demás, superando las responsabilidades legales, ambientales
o sociales (Carroll, 1991). Se reconoce usualmente que esta no es la única
responsabilidad, puesto que la empresa se inserta en un contexto político,
METÁFORAS DE EMPRESA:
REFLEXIONES CONCEPTUALES SOBRE RESPONSABILIDAD SOCIAL EMPRESARIAL

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social y ambiental, y en razón de ello las otras responsabilidades tienen


sentido. Pero éstas no son puestas como esenciales, prioritarias ni en la base
de las demás. Desde este punto de vista, una empresa puede sostenerse sin
respetar las obligaciones legales o políticas, o sin cumplir con las expectativas
de cuidado y preservación del medio ambiente, o incluso desconociendo
parcial o totalmente los problemas sociales que ella ocasiona o que están en
su contexto inmediato; pero no puede asegurar su preservación si no genera
los rendimientos necesarios para sostener el funcionamiento de su actividad
productiva y/o las expectativas económicas de sus propietarios.
En resumen, comprender la empresa como la entidad artificial que ve-
hicula los intereses económicos de los propietarios en búsqueda de ganan-
cias –lo que se ha llamado aquí la perspectiva de negocio– circunscribe la
responsabilidad social a la sostenibilidad económica. Esto no quiere decir
necesariamente que desde esta perspectiva los programas y estrategias de
RSE son solo una “fachada” o una nueva forma de mercadear la empresa
y sus productos (capital simpatía, Lipovetsky, 1994). Si bien no faltan ra-
zones y ejemplos para acusar a la empresa contemporánea cuando emplea
campañas pro-sociales para cubrir sus faltas o fallos en otros frentes (Bakan,
2006), no se sigue de esto que cualquier exhibición pública de lo que hace
una empresa en materia social o ambiental tenga exclusivamente la finali-
dad de mejorar la imagen corporativa; o en el peor de los casos, tratar de
ocultar manejos inapropiados e irresponsables. Lo que intentamos afirmar
es diferente. Cuando se interpreta a la empresa como un negocio, con su
lógica económica, cualquier iniciativa en RSE está justificada y circunscrita
a los intereses y expectativas de quienes constituyen la empresa, es decir, de
sus accionistas o propietarios. Lo que se ha denominado responsabilidades
sociales resultan ser incidentales (necesarias para evitar o mitigar daños en
los contextos) o estratégicas (nuevos mercados, nuevos consumidores), pero
siempre derivadas de la responsabilidad última: asegurar la rentabilidad y
sostenibilidad económica de la empresa, que en este caso significa satisfacer
los compromisos económicos con los propietarios.
EDGAR ORLANDO BENÍTEZ / DIEGO FERNANDO VARÓN

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RSE a la medida de la empresa


Entender la empresa como negocio conlleva algunas implicaciones sobre su
responsabilidad social que vale la pena destacar y desarrollar. Como señalamos
anteriormente, el reconocimiento de las influencias hacia y desde el contexto
social en el que se inserta la empresa orienta las iniciativas en responsabilidad
social. Tales iniciativas son resultado de entender estratégicamente la posición
de la empresa con el fin de lograr su sostenibilidad. Por ello, las intervenciones
que realice la empresa en lo social no solo son justificadas desde la afectación
social o ambiental (externalidades), sino también desde las oportunidades de
negocio que puedan identificarse en los problemas de la sociedad. En este
sentido, es la empresa quien decide tanto cómo intervenir como qué intervenir
de acuerdo a su criterio, que en el caso de la empresa como negocio será en
última instancia la generación de valor para los accionistas. Esto significa
que los cambios que pretende realizar mediante la intervención social han
de resultar funcionales a los intereses de la empresa, que no son otros que los
intereses de sus propietarios. De esta manera, el poder económico privado
de los propietarios se traduce a su vez en poder social privado, lo que en sí
mismo no entraña problema alguno si no fuese porque precisamente ese po-
der sobre lo social termina por aumentar aún más el poder de lo económico,
ahora en campos que sobrepasan los mercados y las instituciones económicas.
Emplear el poder para obtener más poder es una conducta que usualmente
entendemos como irresponsable en las sociedades democráticas, no solo por
lo que puede o no hacerse con el poder, sino también porque el hecho de que
una institución u organización social (partido político, gobierno, sindicato,
movimiento social, etc.) cuente con un poder desproporcionado da la posi-
bilidad a esta institución de imponer sus lógicas de acción, su racionalidad,
sus intereses particulares, limitando las libertades y oportunidades para la
expresión y agencia de otras instituciones sociales.
Por otro lado, si bien es comprensible que las empresas guíen sus deci-
siones de intervención social acorde con la racionalidad económica para no
afectar la sostenibilidad del negocio, nada asegura que dichas intervenciones
reflejen necesariamente los cambios que necesita o requiere el contexto social.
METÁFORAS DE EMPRESA:
REFLEXIONES CONCEPTUALES SOBRE RESPONSABILIDAD SOCIAL EMPRESARIAL

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Y esto último se debe, en cierto sentido, a que la forma en que se interpreta


la problemática social responde más a las categorías o esquemas empresariales
que a los sentidos y significados que las comunidades o los actores sociales
usan para representar su condición social. Por ejemplo, cuando Porter &
Kramer (2010) hablan de valor compartido (share value), introducen la
noción de valor relacionada a su vez con la expresión “generación de valor”,
la cual describe los procesos y procedimientos que una empresa emplea para
“crear valor” en su cadena productiva. Se traslada, entonces, una expresión
típicamente empleada en la literatura del management para hablar de valor
social o de generación de valor compartido, que puede no captar la forma
en que los grupos sociales entienden los procesos de transformación que
requiere lo social; o que puede –en el peor de los casos– asumir que en-
frentar problemáticas como la vulneración sistemática de derechos sociales,
el rechazo a la reivindicación histórica de reconocimientos culturales o las
dinámicas de exclusión social es equivalente a encontrar cómo generar valor.
Considerar la RSE desde una perspectiva de negocio también enfrenta una
adicional dificultad. La literatura de “militancia” en el tema suele presentar
la responsabilidad social, o incluso la ética, y los intereses económicos de la
empresa como si naturalmente estuvieran en relación simbiótica; como si ser
responsable o ser ético fuera inevitablemente un buen negocio en términos
económicos, y en cambio cualquier otro comportamiento tuviese asociado
un costo o un alto riesgo financiero. Sin embargo, es notorio el silencio de tal
literatura cuando los casos muestran que hacer lo correcto es lo más costoso.
Por ejemplo, Drucker (1979) afirma que la empresa ha de tener presente su
utilidad mínima cuando decide acometer una acción para enfrentar un pro-
blema social que escapa de su influencia directa. ¿Pero qué decir de los casos
en los que los procesos productivos generan impactos social o ambientalmente
negativos y no aparece una solución eficiente en el corto plazo?, ¿qué ocurre
cuando las empresas reconocen que la regulación existente es insuficiente para
controlar las externalidades generadas? ¿O la sociedad ha de esperar que las
empresas renuncien a emplear su capacidad económica para modificar las leyes
que restringen sus ganancias cuando se afectan los intereses públicos? Aunque
EDGAR ORLANDO BENÍTEZ / DIEGO FERNANDO VARÓN

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estas preguntas señalan un punto límite, quizá demasiado extremo, lo que se


quiere decir es que siempre que la rentabilidad sea el criterio de justificación
de la responsabilidad social, se deja de lado si ello es lo que realmente requiere
la sociedad y se asume (de manera más o menos implícita) que aquello que le
conviene a la empresa le conviene también al conjunto social.
Esto es particularmente evidente en aquellos casos en los que la produc-
ción industrial de determinados productos representa un daño directo, grave
y técnicamente imposible de ser atenuado en el corto plazo. En este caso se
evidencia la oposición entre los intereses de la empresa y los intereses públicos,
oposición que no puede resolverse desde la perspectiva de la empresa como
negocio sin una solución de compromiso: si lo que hace la empresa daña a
la sociedad, peor para la sociedad pues la empresa no puede desaparecer. En
estos casos, entender la empresa como negocio no proporciona ninguna ruta
clara sobre el tipo de acción socialmente responsable; o mejor, parece incom-
patible con esta perspectiva decir que en ocasiones la única acción realmente
responsable en términos sociales o ambientales es la desaparición de la empresa
o del producto. Pero la lógica de los negocios no puede ir tan lejos.

La empresa como organización


A pesar de los múltiples significados que ha adquirido la palabra “organización”,
su comprensión desde las empresas y su responsabilidad implica reconocer la idea
del organum, cuya singularidad filosófica clásica nos aconseja prestar atención
a los instrumentos o herramientas útiles para determinar las reglas formales de la
argumentación. Siglos más tarde, estos instrumentos de análisis son propues-
tos para el estudio de la argumentación, la biología y la música, pero también
se incluyen en el corpus empresarial como parte de su desarrollo. La idea de
organum se representa actualmente con la imagen de empresa, constituyendo
la base de locuciones frecuentemente relacionadas como sinónimo de organiza-
ción; también de organismo como un todo interconectado; de organizar como
parte del proceso administrativo; de organigrama como la representación gráfica
de las jerarquías y cadenas de mando organizacionales, entre otras expresiones
semejantes utilizadas en el mundo productivo.
METÁFORAS DE EMPRESA:
REFLEXIONES CONCEPTUALES SOBRE RESPONSABILIDAD SOCIAL EMPRESARIAL

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La organización burocrática
Asumir la empresa como un “símbolo organizativo” es adentrarse en la com-
prensión de las herramientas (reglas, políticas, normas, instrucciones, etc.)
que hacen parte y forman la estructura social interna de una organización.
O para decirlo de otra manera, son estas herramientas las que finalmente
dan la forma particular que toma la organización. Dentro de las sociedades
modernas, un tipo predominante de organización fue consolidándose frente
a maneras alternativas: la burocracia formal-racional. El surgimiento de la
organización moderna aparece por la necesidad de aplicar mecanismos de
control en las acciones organizativas mediante la burocracia formal, a través de
un conjunto de reglas, normas y papeles asignados en función de determinados
fines; lo que a su vez responde a la creciente complejización de la vida laboral,
la diversificación de los mercados y la necesidad de desarrollar criterios más
universalistas y menos particularistas de decisión (Perrow, 1991).
Como es bien conocido, los procesos burocratizados de producción y toma
de decisiones están guiados fundamentalmente por el criterio de eficiencia en
la acción. Y por esta razón, las empresas actúan como organizaciones cuando
precisamente afianzan y reproducen un modelo burocrático para la toma de
decisiones, el control interno y el aumento de la productividad. Se trata de
un modelo caracterizado principalmente por una jerarquía de cargos, deberes
y funciones oficiales ligadas mediante reglas –reglas técnicas–, separación de
los funcionarios de los medios de producción y administración, formulación
por escrito de las reglas y actos administrativos, entre otras (Weber, 1978).
Aún más, el modelo organizacional basado en la burocracia legal-racional ha
sido también la forma consolidada con mayores ventajas evolutivas, fruto de la
competencia en los mercados. En la medida en “que todas las organizaciones
luchan por la eficiencia definida en términos de sus propietarios, el modelo de
la burocracia racional-legal constituye la forma más eficiente de administración
conocida en las sociedades industriales” (Perrow, 1991: 5).
En relación con su eficiencia funcional, la organización burocrática de
las empresas también conlleva un ineludible poder social que suele aparecer
invisible, un poder que amparado en el universalísimo de los criterios de
EDGAR ORLANDO BENÍTEZ / DIEGO FERNANDO VARÓN

129

decisión, en la neutralidad de la distribución de funciones meramente pro-


ductivas y en la justificación basada la eficiencia alcanzada (un pretendido
criterio amoral) logra concentrarse en pocas manos que, a su vez, no aparecen
como responsables de la acción que se alcanza a través de la organización
burocrática. De esta forma el individuo que ejecuta comandos dados por
la instrucción de quien a su vez también ejecuta otros comandos (y así su-
cesivamente) realiza una acción desprovista de cualquier intencionalidad,
pero que genera efectos que él o ella tampoco reconocen como personales.
Es así como un orden burocrático, perfectamente instalado, puede generar
en quienes participan de él no solo la pérdida de qué es lo que realmente
están haciendo, sino que también debilita el sentido de responsabilidad
sobre aquello que se hace, sobre sus consecuencias y efectos en otros. Sin
embargo, la organización burocrática funciona para los intereses de algu-
nos (como herramienta social), puesto que son éstos los que cuentan con
la capacidad para que otros agentes sociales realicen lo que se espera que
realicen y, además, perciban que eso es lo que se debe hacer. Por esa razón,
“la burocracia se ha convertido en un mecanismo, tanto en las sociedades
capitalistas como no capitalistas, de concentración del poder en la sociedad
y de legitimación o disfraz de esta centralización” (Perrow, 1991: 6).
Las reflexiones sobre la responsabilidad social de las empresas cuando estas
últimas son interpretadas desde la perspectiva de la organización no están en
el orden de una acción puntual o concreta (como por ejemplo, minimizar los
impactos ambientales o ayudar a las escuelas). La cuestión desde esta perspectiva
es cómo se regula o controla el poder que genera la burocracia como modelo
predominante de organizar el trabajo en las empresas, especialmente porque
este poder sobre las relaciones sociales y los capitales (económicos, humano,
cultural) termina por generar efectos que superan la capacidad de las acciones
individuales colectivas. En otras palabras, lo que interesa en esta discusión sobre
la RSE es menos adscribir un listado de “deberes de la empresa” y más hacer
una reflexión sobre el poder incontrolado (e invisibilizado) que la organización
burocrática consolida al hacer de la acción humana una acción humana orga-
nizativamente moldeada (Lozano, 1999). A diferencia del primer apartado, la
METÁFORAS DE EMPRESA:
REFLEXIONES CONCEPTUALES SOBRE RESPONSABILIDAD SOCIAL EMPRESARIAL

130

empresa como organización no responde automáticamente a los intereses de los


propietarios como si esta fuera un simple instrumento que se permite manejar
a voluntad. Las organizaciones se muestran más complejas pues los resultados
y procesos involucrados en ellas sobrepasan la agregación de la acción de los
individuos que trabajan en ellas. Las transformaciones organizacionales toman
tiempo, muestran resistencias, heredan patrones anteriores o inercias históricas
del tradicional quehacer. Por esta razón, pensar en responsabilidad social en
términos de la organización empresarial exige reconocer que la organización
burocratizada ha logrado una cierta capacidad de agencia independiente de la
voluntad o deseo de quienes la dirigen o laboran en ella.

A pesar de la dificultad que presenta asignar responsabilidad moral a una


institución u organización sin asignarla a los individuos que la integran, éstas
tienen capacidades que trascienden las de los individuos. Por ejemplo, las or-
ganizaciones pueden tener capacidades superiores para reunir información y
la teoría relevantes para realizar tareas, y una capacidad radicalmente superior
para movilizar recursos a fin de lograr resultados (Hardin, 2003:195).

Organizaciones flexibles y poder concentrado


Frente a la organización burocrática también ha surgido un tipo de críticas
a la rigidez de la burocracia. Su reinvención, los métodos alternativos de
la burocracia racional-legal, la llamada crisis de la burocracia que sostuvo
el modo de producción típico del capitalismo industrial, son términos
usados para referirse a un sistema que requiere ajustes, pero plantean de
trasfondo el incremento de la desesperanza en la burocracia como siste-
ma que se aleja de las imperfecciones de las empresas humanas. Pero al
mismo tiempo reconocen el poder que esta forma de organización puede
ir consolidando a través de las decisiones personales. La burocracia ideal
exigía muchos desafíos, como hallar el trabajador excelente, despojado
de todo interés personal, amante de tareas rutinarias, preocupado por
obedecer la autoridad, etc., quien como un agente económico podía
construir los relatos de sí mismo siguiendo el guion de la organización.
A su vez, era cada más fuerte la idea de diseñar organizaciones menos
EDGAR ORLANDO BENÍTEZ / DIEGO FERNANDO VARÓN

131

jerarquizadas, más horizontales, en las que las decisiones se adaptaran


con mayor velocidad a los cambios en los mercados. Tanto la idea de
participación-empoderamiento como de flexibilidad fueron tomando un
lugar en el lenguaje empresarial de las dos últimas décadas del siglo XX
para consolidarse como dos rasgos de la organización paradigmática que,
ahora, ya no podía soportar los tiempos de respuesta de la burocracia
tradicional frente a las rápidas transformaciones en los mercados.
Frente a las dinámicas del capitalismo financiero o nuevo capitalismo
(Sennett, 2000), las empresas han modificado sus estructuras organizaciona-
les y suelen promoverse como organizaciones más planas y democráticas, sin
burocracias que frenan la iniciativa personal, y que, en cambio, estimulan la
responsabilidad y la libertad de creación de los colaboradores o asociados. Estos
últimos antes reconocidos como trabajadores pero ahora rotulados de acuerdo
a los esquemas de “liderazgo compartido”, de responsabilidad conjunta.
Las nuevas organizaciones del trabajo se encuentran preocupadas por
pensar formas novedosas para descentralizar el poder, de tal forma que la
gente de categoría inferior tuviese más control de sus propias activida-
des, tal y como ha sido el ideal humano, por lo menos en las relaciones
de subordinación laboral. Sin embrago, una reflexión crítica sobre estas
transformaciones sitúa el debate de la responsabilidad social ya no en las
consecuencias del poder que genera la burocracia formal-racional, sino en
cómo otras formas de organizar la actividad humana en las organizaciones
pueden conservar el mismo principio de dominación social pero ahora a
través de mecanismos menos rígidos o formales. Como lo señala Sennett
en su libro Corrosión del carácter,

Obviamente se trata de una afirmación falsa en lo que respecta a las técnicas


empleadas para desmontar las viejas y gigantescas estructuras burocráticas.
Los nuevos sistemas de información proporcionan a los directivos un amplio
cuadro de la organización y dejan a los individuos, al margen de cuál sea su
lugar en la red, poco espacio para esconderse (2000: 57).
METÁFORAS DE EMPRESA:
REFLEXIONES CONCEPTUALES SOBRE RESPONSABILIDAD SOCIAL EMPRESARIAL

132

Los sistemas de información y comunicación utilizados como formas


actuales de control justamente ponen en duda el empoderamiento, la liber-
tad, el horario flexible y tanta participación en la toma de decisiones desde la
base de la pirámide como formas alternas a la burocracia racional-legal. El
trabajo flexible representado en la tecnología de vanguardia ayuda a que se
generen sobrecargas en los grupos especializados de trabajo, que caracterizan
a las novedosas formas de “reorganización” en las empresas. De modo que
la reinvención de la burocracia, la especialización flexible de la producción
y la concentración sin centralización se orientan hacia el reconocimiento de
preguntas aún por resolver sobre las consecuencias personales de la burocracia
como un sistema formal en el nuevo capitalismo.

Desafiar el viejo orden burocrático no ha traído consigo menos estructura ins-


titucional. La estructura permanece en las fuerzas que empujan a producir a las
unidades o a los individuos; lo que se deja abierto es la manera de hacerlo. (…)
Concentración sin centralización es una manera de transmitir la operación de
mando en un estructura que ya no tiene la claridad de una pirámide –la estructura
institucional se ha vuelto más intricada, no más sencilla– (Sennett, 2002: 58).

La flexibilidad del mundo laboral, y con ello el aplanamiento de las


empresas, conlleva a su vez la dificultad de separar los tiempos de trabajo y
el tiempo de ocio. El trabajo no se queda en la empresa, pero la casa nunca
ocupa un espacio significativo en la empresa. Por lo tanto, si bien hay más
libertad en las decisiones de distribución de tiempos, hay a su vez menos
tiempo disponible para ocupaciones distintas al ámbito laboral. Algunos
indicadores de RSE se orientan justamente a evaluar los balances de vida
familiar/vida laboral mediante indicadores asociados al número de horas,
la carga laboral, etc. Estos indicadores pueden dar una idea aproximada de
esta condición, y consideramos también que mantener un adecuado balance
es responsabilidad de la empresa; pero este quizá no es el rasgo relevante en
esta discusión. Lo que está en juego no es simplemente las horas que se pasan
en el trabajo en contraste con las horas disponibles para asuntos personales
o familiares, sino también cómo los nuevos esquemas de organización per-
EDGAR ORLANDO BENÍTEZ / DIEGO FERNANDO VARÓN

133

mean las relaciones sociales de las personas y, especialmente, sobre cómo


los discursos de estas nuevas formas de organización (por ejemplo, “nada
es a largo plazo”) terminan minando las condiciones básicas para que las
personas hagan un relato de su propia experiencia laboral; o para decirlo de
nuevo en palabras de Richard Sennett, el capitalismo flexible termina por
debilitar las condiciones que dan forma a un carácter.
Las reflexiones sobre los efectos que tienen las formas organizacionales en
el carácter o sobre cómo se lleva la vida en el trabajo (Goodpaster, 1989) son
cuestiones que no escapan a la responsabilidad social de la empresa como
organización. Así como una política de estímulos puede generar mayores
ingresos por ventas para una unidad de negocio, la misma política puede
también generar ciertas disposiciones para mover la línea entre lo que es y
no es permitido. Cuando una organización establece altas metas de rendi-
miento y al mismo tiempo estimula a hacer todo lo posible para alcanzarlas,
termina tensando el carácter moral de las personas, puesto que las lleva a
una posición en la que sus convicciones morales pueden ser debilitadas sin
ningún respaldo por parte de la propia organización. En ese sentido, en
tanto la empresa adopta un cierto tipo de organización que puede generar
este y otro tipo de efectos sobre el carácter de las personas, pensamos que
cobra pertinencia reflexionar sobre este tema cuando se comprende la em-
presa como organización. La cuestión de la empresa como organización
tiene que ver también con qué criterios siguen el diseño de la organización
misma; hablamos también de cómo se “organizan” las decisiones sociales, si
se estimula la inclusión y la participación, si se presentan o no mecanismos
de transparencia sobre las formas de control social; lo que todo esto puede
desplegar sobre la autonomía de las personas.
Otras responsabilidades se orientaron hacia un orden social interno que
permita una igualdad de trato para los trabajadores, la transparencia en los
procesos de contratación, la participación y empoderamiento en la toma
de decisiones, la construcción participativa de normas y formas de control;
todos estas manifestaciones forman parte de esos “modelos alternativos” de
la racionalidad a los que Perrow (1991) apela como retos de la burocracia.
METÁFORAS DE EMPRESA:
REFLEXIONES CONCEPTUALES SOBRE RESPONSABILIDAD SOCIAL EMPRESARIAL

134

Ante mayor participación y más trabajo el trabajador desea ascender en la


pirámide organizativa, pero este asunto se reserva para unos pocos, máxime
cuando la tendencia es la estructura horizontal. El estímulo a la participa-
ción o al compromiso con la empresa (“ponerse la camiseta”) es contras-
tado con el poder que siguen teniendo las empresas para iniciar –cuando
estimen conveniente y sin mayores consultas “participativas”– procesos
de “reingeniería” o reducción de nómina. Así la lealtad esperada nunca es
plenamente concedida. Surge la desmotivación y la desconfianza sobre la
elección de los “líderes” en cargos de poder y mayor trabajo producto de
las reestructuraciones, además de cumplir con procesos de autoformación,
autoevaluación y otros factores que retoman la autonomía como valor
occidental, en respuesta a las reducciones de personal. Por eso, en opinión
de algunos académicos, sin la introducción de cambios importantes en
los sistemas de salario, e incluso en las ideas de propiedad, las propuestas
alternativas de organización burocráticas resulten probablemente inestables
o de corta duración (Perrow, 1991)

Organizaciones como ambiente o espacio moral


El trabajo de la empresa se orienta hacia la creación de estructuras formales
basadas en la racionalidad que sirvan como vehículo para consolidar un
ambiente moral en su interior y poder además agenciar las responsabilidades
frente a las distintas fuerzas del entorno, principalmente las preocupacio-
nes sociales hacia las comunidades que impacta directa e indirectamente.
La empresa “actúa como un agente moral cuando sus políticas y acciones
afectan a los grupos externos de intereses, incluyendo el bienestar de la
sociedad como un todo”, y también cuando “las políticas afectan a grupos
internos de la empresa, ésta puede ser concebida como un ambiente mo-
ral”. Por lo tanto, la gestión debe llevarse dentro de una “perspectiva de
libertad y de bienestar de sus miembros” (Goodpaster, 1989: 15). Muchos
de estos propósitos se representan bajo la responsabilidad de implementar
políticas que incidan en el mejoramiento de la calidad de vida entre los
distintos grupos de interesados en la organización.
EDGAR ORLANDO BENÍTEZ / DIEGO FERNANDO VARÓN

135

La empresa desde la perspectiva organizacional se distingue por su respon-


sabilidad con el conjunto de normas y reglas que se racionalizan para el logro
de los procesos productivos y propende al mismo tiempo por el mejoramiento
de la calidad de vida de sus grupos de interés. En este sentido, han proliferado
estrategias, metodologías y mediciones desde la gestión humana, que al ser
implementadas periódicamente, brindan la percepción de la empresa como
“el mejor lugar para trabajar”. Los rankings de prestigiosas firmas dedicadas
a medir las mejores prácticas en el trabajo (i.e. Best Place to Work) han conso-
lidado la competencia de las empresas excelentes, publicando los resultados
y dando a conocer los beneficios que recibían aquellos colaboradores en
empresas de talla mundial con calidad humana y excelente servicio hacia el
cliente interno. La preocupación por hacer de la empresa un ambiente aco-
gedor, de trato preferencial y con las puertas abiertas para los colaboradores
incidía en un clima de trabajo favorable que generaría confianza, sentido de
pertenencia e incluso disposición para el trabajo bajo presión, entre otras
cualidades frecuentemente valoradas. Sin negar lo anterior, resulta relevante
apuntar que buena parte de estas iniciativas son agenciadas con un énfasis
acentuado en la condición del colaborador desde una perspectiva del bienestar
(well-being), de lo bien que se sienta en su trabajo o desde lo que la empresa
puede hacer por los colaboradores. Siempre que la empresa sea una organiza-
ción, quienes la integran ocupan funciones, roles o cargos definidos, pero su
condición de sujetos de derechos (ciudadanos) puede entrar en tensión con
las expectativas de la empresa respecto de sus funciones o posibilidades de
acción. En este punto la responsabilidad social pasa de ser una consideración
sobre la calidad de vida en el trabajo (bienestar laboral) a ser un compromiso
con la condición de ciudadanía de todos quienes componen la organización.
El debate de la RSE al interpretar la empresa como organización se dirige,
entonces, a explorar el tipo de esquemas organizacionales que podrían entrar
en tensión con la condición política de los colaboradores, o en otras pala-
bras, identificar qué tipo de formas organizativas muestran mayor o menor
capacidad de asumir compromisos con el respeto de todos los derechos en
una sociedad democrática.
METÁFORAS DE EMPRESA:
REFLEXIONES CONCEPTUALES SOBRE RESPONSABILIDAD SOCIAL EMPRESARIAL

136

Sin embargo, la atención a los colaboradores no es la única faceta que


muestra la empresa con sus grupos de interés. Las organizaciones empre-
sariales han ganado consciencia de las influencias sociales y del poder que
ejercen hacia el entorno en los últimos treinta años, además de “la conciencia
colectiva” de distintos sectores sociales, específicamente cuando las empresas
se han implicado en acciones inaceptables e injustificables’ (Lozano, 2000).
El movimiento crítico de organizaciones cívicas como las asociaciones de
consumidores, los grupos de derechos civiles, las iniciativas ciudadanas, los
movimientos ambientalistas y las organizaciones no gubernamentales han
criticado el dominio “ciego e irracional de la razón económica y su firme
rechazo de la racionalidad diseminada por las grandes empresas y corpo-
raciones privadas” (Perdiguero, 2003: 18). La sociedad demanda que las
empresas sean agentes responsables. Lo anterior ha influido en la aparición
de propuestas claves en la gestión organizacional y los cambios mismos
hacia la concepción de sus propias “responsabilidades”. En esta dirección
han sido múltiples las propuestas de RSE.
Los altos ejecutivos de firmas mundiales de consultoría y directivos de
grandes empresas y corporaciones privadas en sociedades desarrolladas se
inspiran “en un original y novedoso modelo de organización empresarial,
cohesionada en el interior y mucho más comprometida con su tiempo y
con los problemas de la sociedad” (Perdiguero, 2003: 56). Motivados por
la competitividad de la economía japonesa y de otros países asiáticos, la
irrupción de las nuevas tecnologías, el aumento educativo de las nuevas
generaciones y los cambios en el mercado, entre otros factores globales ex-
plicados por “las reorganizaciones del sistema productivo”, se propician los
discursos y prácticas tendientes hacia las empresas excelentes. Estas acciones
responsables se inspiran en el principio de confianza para alcanzar “un ele-
vado grado de cohesión interna”, movilizar “la iniciativa y creatividad” de
todos sus miembros, de modo que se construyera un frente para agenciar
las nuevas exigencias del entorno. El compromiso de las empresas con la
sociedad se expresó con la vocación de creación de riqueza compartida, una
actitud responsable y solidaria sobre el empleo y las exigencias internas sobre
EDGAR ORLANDO BENÍTEZ / DIEGO FERNANDO VARÓN

137

la calidad y utilidad social de sus productos y servicios. (Perdiguero, 2003).


Este tipo de empresas no perseguía solamente objetivos de ganancia, sino
que articularía sus finalidades de generación de excedentes económicos con
las del perfeccionamiento humano y de servicio a la comunidad, con una
inequívoca primacía de sus obligaciones de ciudadanía (Perdiguero, 2003).
La fracciones mentales planteadas entre adentro y afuera, interno y
externo, ambiente y agente, son expresiones que intentan representar las
interrelaciones sociales a partir de la estructura y el control, siendo necesario
prestar atención a las consecuencias que produce este poder detentado cada
vez más, percibido y consciente, por las organizaciones empresariales en la
actualidad. Las propuestas pensadas en estos tiempos requieren retomar
asuntos clásicos de la burocracia racional-formal, su incidencia en la calidad
de vida y, desde luego, las mejores prácticas de gestión, siendo consciente de
las responsabilidades que se adquiere con el poder acumular en el tiempo.
Reconocer que se vive en una “sociedad de organizaciones”, y no meramente
en una sociedad de individuos (Lozano, 1999) en donde los ciudadanos crecen
“dentro de organizaciones”, resalta la importancia de esta metáfora. Siguien-
do a Perrow, es difícil permanecer al margen de las organizaciones ya que su
impacto ha incidido sobre nuestras creencias, nuestros valores y sobre nuestra
maneras “de pensar y de razonar”, pero al mismo tiempo se reconoce que la
empresa como organización socioeconómica ha alcanzado un “poder social
no regulado ni percibido” en el siglo XX: “las organizaciones han absorbido
todo lo que habitualmente era pequeño, independiente, personal, comunitario,
religioso o étnico”, de modo que en muchos casos no nos damos cuenta de
estos cambios y de sus influencias (Perrow, 1991: 7-8).

La empresa como institución


Reconociendo el extenso y no terminado debate sobre la diferencia entre
organizaciones e instituciones, en este apartado se examinarán las implicacio-
nes y justificaciones de entender la empresa como una institución. Si bien la
interpretación de empresa como organización ha logrado instalarse como la
imagen más útil y frecuentemente empleada para hablar sobre responsabili-
METÁFORAS DE EMPRESA:
REFLEXIONES CONCEPTUALES SOBRE RESPONSABILIDAD SOCIAL EMPRESARIAL

138

dad social, consideramos que para algunas cuestiones y ciertos escenarios la


delimitación de empresa como organización no representa adecuadamente
los problemas, tensiones o conflictos que emergen de la relación de ésta
con la sociedad y en particular, con la sociedad políticamente organizada.
La escuela, la iglesia o la familia suelen ser algunos de los ejemplos más
paradigmáticos de institución social (o simplemente institución); y lo son
en cuanto ellas constituyen ambientes o escenarios en los que las personas
desarrollan las disposiciones sociales más básicas para la interacción con
otros. Siguiendo la definición de Hodgson: “podemos definir las instituciones
como sistemas de reglas sociales establecidas y extendidas que estructuran
las interacciones sociales” (2011: 22).
Es en la escuela donde los sujetos no solo reciben una instrucción aca-
démica específica que estimula destrezas primarias (leer, escribir y manejar
las operaciones matemáticas básicas), sino que también es en donde se
cristalizan los procesos de socialización primaria. Qué se ha de enseñar, qué
tipo de educación se ha de impartir, supone un debate no solo sobre los
contenidos específicos o, en general, sobre las competencias básicas, sino
también sobre la orientación de esa educación, sobre el tipo de estudiante
bachiller o profesional que se ha de lograr. En una discusión sobre el para
qué de la educación pueden encontrarse razones que den cuenta, por ejem-
plo, de la profesionalización orientada a las necesidades del mercado o una
educación liberadora, en el sentido de Paulo Freire, que libere a los hombres
de los condicionamientos socio-económicos en los que vive; e incluso, una
formación contextual que tome en cuenta la herencia histórica del entorno
donde se vive, que no privilegie los “saberes occidentales” en detrimento de la
sabiduría popular de los pueblos, (como por ejemplo, en la etno-educación).
Lo que se quiere afirmar es que la escuela como institución se convierte
en un espacio de socialización primaria y, a su vez, este poder social suscita
una responsabilidad en tanto a través de ella se configura la sociedad que
queremos, porque es ella y en ella donde se constituye el individuo, el
ciudadano que participa, crea y recrea tal orden social. En este sentido, no
hablamos de la responsabilidad social de una escuela sino de la escuela, la
EDGAR ORLANDO BENÍTEZ / DIEGO FERNANDO VARÓN

139

escuela no solo como una organización (compromisos misionales, objetivos,


distribución de cargos-funciones, manuales, códigos, etc.) diseñada de tal o
cual forma, sino además de la escuela como la institución que forja un cierto
ethos en los individuos y, a través de ellos, en la sociedad en su conjunto.
Pensar en la empresa como institución es aceptar que en la empresa se
crean y recrean reglas sociales establecidas que logran materializarse a través
de hábitos, y éstos a su vez estructuran la interacción social. Pero dicha in-
teracción no se limita a la que se da en la empresa misma, en sus relaciones
internas o en la industria, sino que trasciende a todas las esferas o ámbitos de
interacción humana. Esto es a lo que Goodpaster (1989) alude cuando cita
los resultados de un estudio realizado por el psicoanalista Michael Maccoby
en el cual “algunos de los ejecutivos que él estudió se entristecieron al darse
cuenta de que las mismas cualidades que los hicieron exitosos en el trabajo
los llevaron a fracasar en sus vidas personales” (Goodpaster, 1989: 91).
En términos más generales, algunos consideran que el libre mercado
competitivo termina por erosionar el carácter moral de las personas: “la
competencia en el mercado pone a la gente bajo una gran presión por rom-
per las reglas ordinarias de la conducta decente y da buenas razones para
hacerlo. Es esta racionalización la que corroe el carácter moral” (Walzer,
2009: 22). Y son las empresas las que trasladan la competencia del mercado
a la competencia dentro de ellos a través de mecanismos como incentivos
por ventas, comisiones, metas de cumplimiento, etc. Desde este punto,
la validación racionalizada que terminan por construir las personas para
alcanzar las metas actúa tanto en sus acciones en la empresa como fuera
de ella, y de esta forma la conducta habitual trasciende los límites de la
empresa para instalarse en las interacciones en otros ámbitos más amplios.
Es en este sentido como se entiende la empresa como institución porque al
igual que otras instituciones ellas “pueden estructurar, restringir y promover
los comportamientos individuales, también tienen el poder de moldear las
capacidades y el comportamiento de los agentes de una manera fundamen-
tal, pues cuentan con la capacidad de cambiar las aspiraciones en lugar de
simplemente promoverlas o restringirlas” (Hogdson, 2010: 22).
METÁFORAS DE EMPRESA:
REFLEXIONES CONCEPTUALES SOBRE RESPONSABILIDAD SOCIAL EMPRESARIAL

140

Las empresas no solo pueden incidir en la consolidación del carácter mo-


ral de las persona, pueden también corroerlo o debilitarlo profundamente.
Richard Sennett explica que la dinámica del capitalismo flexible es la que
ha minado las condiciones que hacen posible la construcción del carácter,
de una narración de sí mismo a partir de unas ciertas rutinas; y ello ocurre
no solo en el espacio de las políticas macro, sino también en las empresa
concretas, porque es en y a través de su trabajo que las personas dan un
sentido concreto a sus valores, forjan sus aspiraciones e incluso sostienen
su identidad. Las empresas son el escenario en que transcurre la vida del
trabajo y en ellas se vivencian las lógicas de la flexibilidad, del “nada es a
largo plazo”, de los resultados inmediatos. Pero si esto es así, poco espacio
queda para la consolidación de vínculos fuertes de confianza y respeto.

¿Cómo puede un ser humano desarrollar un relato de su identidad e historia


vital en una sociedad compuesta de episodios y fragmentos? (…) El capitalismo
del corto plazo amenaza con corroer su carácter, en especial aquellos aspectos
del carácter que unen a los seres humanos entre sí y brindan a cada uno de
ellos una sensación de un yo sostenible” (Sennett, 2002: 25).

En términos macro se atribuye el debilitamiento del carácter al capita-


lismo flexible, pero éste no es un sujeto o actor social. El capitalismo actúa
sobre la vida de los hombres y mujeres a través de las empresas, y los efectos
del primero se generan por la acción u omisión de estas últimas.
Cierta lógica de las empresas en la dirección explicativa sobre el debili-
tamiento del carácter posibilita retomar lecturas en donde los mismos seres
humanos construyen sus propias “cárceles” y en particular prisiones psí-
quicas, cuya metáfora nos recuerda a Gareth Morgan. Aunque la metáfora
se expone desde el tema organizacional, también sirve para explicar cómo
las instituciones y sus integrantes llegan a estar atrapados en sus

(…) propias creaciones” mediante sensaciones, apariencias y conocimientos


distorsionados de la realidad, tal y como ocurre con el ejemplo de la caverna de
Platón. Desde este punto de vista, las instituciones corresponden a la lógica de un
EDGAR ORLANDO BENÍTEZ / DIEGO FERNANDO VARÓN

141

fenómeno psíquico en donde los seres humanos se quedan enredados en trampas


cognitivas mediante construcciones de la realidad. Las empresas como instituciones
se quedan atrapadas en las sombras mediantes pensamientos apoyados en el éxito,
por las conquistas de posicionamiento realizadas en el pasado; la pereza que posi-
bilita como resultado la ineficacia institucionalizada con los márgenes de error y los
procesos de grupo que apelan al “consenso de las mayorías”(Morgan, 1991: 238).

Los casos señalados permiten ilustrar cómo las instituciones pueden llegar
a estar enredadas en trampas cognitivas, entendidas como “falsas suposiciones,
creencias dadas por supuestas, normas operativas incuestionadas y otras nume-
rosas premisas y prácticas pueden combinarse para crear visiones autocontenidas
del mundo” (Morgan, 1991: 190), proporcionando recursos y obligaciones para
la acción empresarial. Al crear una forma de ver el mundo, las empresas en su rol
institucional sugieren un modo particular de actuar, pero al mismo tiempo que
crea “formas de no ver”, eliminando de esta forma toda posibilidad de acción
asociada con “visiones alternativas del mundo”. Al estudiar a la empresa más allá
de las formas de pensamiento se encuentran relaciones con la figura de la cárcel
en tanto estructura para el orden social. Las interacciones cotidianas en algunos
lugares de trabajo suelen ser tan intensas en tiempo, dedicación, discontinuidad
con respecto del mundo exterior, satisfacción de todas las necesidades en un
mismo sitio, reglas y vigilancia constante que producen no solo comportamientos
rutinarios y pensamientos orientados exclusivamente a la acción, sino que en las
sociedades complejas producen, además, identidades cercanas a las instauradas
por las “instituciones totales”.
Entendidas como lugares de residencia y de trabajo, estas instituciones se
caracterizan porque un gran número de individuos en igual situación, aisla-
dos de la sociedad por un período apreciable de tiempo (Goffman, 1961),
comparten unas rutinas diarias que formalmente son administradas. La
comprensión de cómo las instituciones totales destruyen la identidad indivi-
dual para proveer una “carrera moral” institucionalizada es un caso extremo
de socialización secundaria. Una vez llega el individuo al establecimiento de
“una concepción de sí mismo que ciertas disposiciones sociales estables de
su medio habitual hicieron posible” (Nizet & Rigaux, 2006: 37), se despo-
METÁFORAS DE EMPRESA:
REFLEXIONES CONCEPTUALES SOBRE RESPONSABILIDAD SOCIAL EMPRESARIAL

142

ja inmediatamente del apoyo que estas le han brindado cuando ingresan,


empezando una serie de depresiones, degradaciones y profanaciones del yo,
caracterizadas por la pérdida de autonomía, despersonalización y la pérdida
del control sobre “los territorios del yo”. En últimas, las instituciones totales
reciben un tratamiento que profana sistemáticamente la identidad personal,
lo que suscita preguntas sobre las formas en que estos esfuerzos hacen cumplir
“las reglas de interacción”, resultando más que necesarios para construir una
identidad institucional y establecer el orden social requerido.
La empresa como institución refleja la orientación o el horizonte de sentido
desde donde se define qué tipo concreto de organización será una empresa
(dado que la empresa puede tomar múltiples formas organizacionales). Es decir,
puede ser en varios sentidos una organización concreta y seguirá siéndolo sin
importar si es más o menos horizontal, vertical, burocrática, sistema abierto,
etc. La discusión sobre qué tipo de organización ha de ser una empresa ya no
se limita a encontrar un criterio como el de la mayor eficiencia en el gerencia-
miento de sus recursos, lograr una arquitectura organizacional óptima o diseñar
instrumentos de control y gestión de información acordes a la estrategia de la
empresa. La discusión se definirá ahora en términos políticos, puesto que lo que
hay en juego es la disputa por cómo la empresa, al asumir un tipo concreto de
organización, consolida (o no) un modelo específico de relacionamiento entre
intereses privados y públicos, entre beneficios particulares y bien común.
Estos modelos de relacionamiento representan apuestas ético-normativas
sobre cómo se ha de considerar un orden social “bueno”, justo o aceptable,
así como lo que se considere necesario y justificable hacer para lograrlo. Estos
modelos aparecen en forma de poderes, que si bien pueden ser entendidos en
términos de “clase social”, pueden también aparecer en otras formas menos
definidas y cohesionadas sin inscribirse dentro de la tradicional dicotomía
propietario/proletariado (i.e. activistas, grupos de presión, ONG, consumi-
dores). La empresa se convierte en el escenario en el que se gestan las disputas
entre los poderes, encontrando formas más o menos institucionalizadas para
tramitar las disputas y diferencias políticas respecto de para quién y cómo se ha
definir la empresa. De esta forma, “la empresa es una institución en el sentido
EDGAR ORLANDO BENÍTEZ / DIEGO FERNANDO VARÓN

143

de que es más que una organización, pero menos que un poder. Es el lugar
en que las fuerzas sociales negocian y llegan a definir las reglas y las formas
de su enfrentamiento, a institucionalizar el conflicto” (Touraine 1973: 168).
La discusión de la responsabilidad, entendiendo la empresa como institución,
desborda las iniciativas de auto-regulación, el diseño particular de programas
o políticas sociales o la intención de identificar una estrategia social y económi-
camente rentable. No se trata de lo que pueda o no hacer una empresa (como
en las metáforas anteriores). Si asumimos a la empresa como institución, la
discusión sobre su responsabilidad está en el ámbito del tipo de limitaciones que
han de tener estas organizaciones en nuestro sistema político, por el reconoci-
miento de su poder y el establecimiento de contra-poderes, por definir el tipo
de regulación social que han de tener debido precisamente al poder que han
logrado desarrollar durante los dos últimos siglos; sobre qué tipo de empresa
(y no simplemente cuáles políticas, programas o proyectos) lograr conciliar las
expectativas políticas de un sociedad democrática, plural e igualitaria.
Un caso que puede ilustrar este debate es la propuesta hecha por Hamel
(2002, 2011), desde su reflexión sobre la necesidad de una estructura de-
mocrática de la empresa, de una equi-propiedad y un sistema de decisión
organizacional deliberativo. En este tipo de casos la cuestión de fondo deja
de ser si es o no responsable la empresa con el medio ambiente o con la
comunidad y su entorno social, o si está o no alineado el programa de RSE
con el core business del negocio. Se habla de responsabilidad en el sentido
ético-político de los límites que han de tener las empresas, ya no desde la ley
o las certificaciones, sino desde su conformación misma como institución;
sobre cómo a través de la empresa misma en la materialización de sus prácti-
cas, sistemas de decisión y asignación de beneficios-cargos se atenúa o regula
el poder social de la propiedad privada sobre los medios de producción.

Conclusiones
El hecho de sugerir un camino reflexivo en torno a las formas en que la empresa
asume su responsabilidad social ha propiciado una perspectiva conceptual
que podría ser tratada con mayor profundidad. No ha sido un objetivo del
METÁFORAS DE EMPRESA:
REFLEXIONES CONCEPTUALES SOBRE RESPONSABILIDAD SOCIAL EMPRESARIAL

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artículo atender a una definición taxativa de lo que es y hace una empresa,


tampoco se ha sugerido una innovación conceptual que propenda por una
definición novedosa de cómo sería la empresa socialmente responsable. No
se ha pretendido evidenciar a partir de un caso o un conjunto de éstos una
manera específica de construir sendas metodológicas para ser responsable ni,
mucho menos, apoyarse en estudios empíricos para clasificar la diversidad de
enfoques a los que apelan las empresas de contextos particulares. En cierta
forma, muchos trabajos ya han sido publicados para llenar estos vacíos e
incluso apelan a correlatos específicos en varias dimensiones.
Se decidió hablar de las responsabilidades que las empresas plantean en
su sentido más amplio, es decir, qué responsabilidades le competen a las
empresas y en razón de qué son atribuibles tales compromisos, obligaciones
o deberes. Se ha pretendido mostrar la discusión sobre las responsabilidades
atribuidas a las empresas, siendo un reflejo de la forma en que son entendidas.
Heredera en parte de la filosofía moral utilitarista y pragmática, la discusión
sobre la responsabilidad suele tener una importante carga normativa orien-
tada fundamentalmente en la acción: lo que es correcto y lo que debe hacer
una empresa, dejando de lado la discusión sobre el sujeto de la acción. Es
en esta dirección hacia donde ser pretendió avanzar en la reflexión.
Son múltiples las preguntas que permanecen sin ser contestadas a partir
de las tres orientaciones generadas. La primera de ellas tiene que ver con la
oposición entre los intereses de la empresa y los intereses públicos: es posible
conciliar estos intereses sin caer en la idea de ver la responsabilidad exclusi-
vamente como un negocio en el que se requiere invertir para ganar posicio-
namiento. Continuando con las reflexiones y considerando el poder que han
asumido las empresas en la actualidad, ¿de qué forma se asumen los límites
de este poder? Y, finalmente, ¿cómo encarar los conflictos sociales que las
empresas han empezado a desbordar por la falta de asumir responsabilidades y
auto regulación? Estas preguntas merecen ser pensadas a luz de otras metáforas
que se van encontrando con la actividad reflexiva de los tiempos actuales.
EDGAR ORLANDO BENÍTEZ / DIEGO FERNANDO VARÓN

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