Compendio de Desamor

Descargar como docx, pdf o txt
Descargar como docx, pdf o txt
Está en la página 1de 4

Jorge Luis Borges, Ausencia

“Habré de levantar la vasta vida que aún ahora es tu espejo: cada mañana habré de
reconstruirla. Desde que te alejaste, cuántos lugares se han tornado vanos y sin sentido,
iguales a luces en el día. Tardes que fueron nicho de tu imagen, músicas en que siempre me
aguardabas, palabras de aquel tiempo, yo tendré que quebrarlas con mis manos. ¿En qué
hondonada esconderé mi alma para que no vea tu ausencia que como un sol terrible, sin
ocaso, brilla definitiva y despiadada? Tu ausencia me rodea como la cuerda a la garganta, el
mar al que se hunde”.

Gustavo Adolfo Bécquer, Rima XXX (Asomaba a sus ojos una lágrima)
Asomaba a sus ojos una lágrima y a mi labio una frase de perdón; habló el orgullo y se
enjugó su llanto y la frase en mis labios expiró. Yo voy por un camino, ella por otro; pero al
pensar en nuestro mutuo amor, yo digo aún: “¿Por qué callé aquel día?” Y ella dirá “¿Por
qué no lloré yo?”

Alfonsina Storni, Queja


Señor, mi queja es ésta, tú me comprenderás; de amor me estoy muriendo, pero no puedo
amar. Persigo lo perfecto en mí y en los demás, persigo lo perfecto para poder amar. Me
consumo en mi fuego, ¡Señor, piedad, piedad! De amor me estoy muriendo, ¡Pero no puedo
amar!

Rosario Sansores Prén, Filosofía


¡Del pecado de amarte no estoy arrepentida! Aunque un oscuro abismo nos separe a los
dos, en tanto que risueña te doy mi despedida mis ojos se iluminan para decirte adiós. No
nos debemos nada. Tú me diste tu boca límpida como el agua fresca del manantial. Yo
apagué en la cisterna mi sed ardiente y loca y te enlacé en mis brazos, amorosa y sensual.
Peregrinos errantes, nuestra ruta seguimos: si dos sendas opuestas, al azar elegimos, ¿para
qué rebelarnos con violenta acritud? Fuiste mío. Fui tuya ¡Lo demás no importa! ¡Oh, mi
amante de un día, nuestra vida es tan corta que no vale la pena de sufrir su inquietud!

María Delmar, Desvelo


A la hora del alba cuando el sueño me abandona, recorro los momentos de nuestro amor, en
busca de los rostros de entonces, los sueños, las palabras. Todo en vano. Nos fue borrando
el tiempo, sus implacables manos, deshaciendo los cuerpos para sólo dejarnos, viva llama,
que no cesa de arder en el vacío.
Pablo Neruda, Y te perdí, mujer
Y te perdí mujer. En el camino me prendiste una lámpara fragante, entonces se aromaron y
se hicieron divinos todos estos cansancios humildes y constantes. No sé si apenas eras una
leyenda o eras un río que afluía para todo dolor pero si fue leyenda para mi enfloreciste
aromas dentro de mi canción. Hiciste un semillero de ilusiones que vivió ingenuamente en
mi tristeza. Lentamente. Fue el jugo de rencores echados sobre el jugo de rencores sobre el
manto de la ilusión ingenua. En mi torre de odios tuviste una ventana (un vidrio ilusionado,
transparente y gentil.) Ya se quebró. Es inútil que te llame mi amada porque, mujer, en una
negrura te perdí.

Octavio Paz, Monólogo


Bajo las rotas columnas, entre la nada y el sueño, cruzan mis horas insomnes las sílabas de
tu nombre. Tu largo pelo rojizo, relámpago del verano, vibra con dulce violencia en la
espalda de la noche. Corriente oscura del sueño que mana entre las ruinas y te construye de
nada: amargas trenzas, olvido, húmeda costa nocturna donde se tiende y golpea un mar
sonámbulo, ciego.

José Ángel Buesa, Esta Vieja Canción


Esta vieja canción que oí contigo, y que contigo di por olvidada, surge del fondo de la
madrugada como la voz doliente de un amigo. (Yo sé que la mujer que va contigo no puede
adivinar en mi mirada que esa canción que no le dice nada le está diciendo lo que yo no
digo). Y, al escuchar de pronto esa tonada, comprendo la amargura de un mendigo ante una
puerta que le fue cerrada. Pero intento reír, y lo consigo… como si no me recordara nada
esta vieja canción que oí contigo.

Mirta Aguirre, Despedida


Yo me llevo mi amor, mi desvarío, lo que está ya a mi ser incorporado; mi caricia en tu
párpado cerrado, el roce de tu pecho junto al mío. Me llevo una nostalgia como un río
manándome incesante del costado. Al pobre corazón enamorado le es duro retornar a su
vacío. Por haber compartido la locura que floreciera en mi como una rosa, aunque ya nunca
junto a mí las vea, benditas sean tu boca y tu ternura, bendita sea tu carne vigorosa, tu
suave comprensión, bendita sea.
Mario Benedetti, Amor de tarde
Es una lástima que no estés conmigo cuando miro el reloj y son las cuatro y acabo la
planilla y pienso diez minutos y estiro las piernas como todas las tardes y hago así con los
hombros para aflojar la espalda y me doblo los dedos y les saco mentiras. Es una lástima
que no estés conmigo cuando miro el reloj y son las cinco y soy una manija que calcula
intereses o dos manos que saltan sobre cuarenta teclas o un oído que escucha como ladra el
teléfono o un tipo que hace números y les saca verdades. Es una lástima que no estés
conmigo cuando miro el reloj y son las seis. Podrías acercarte de sorpresa y decirme “¿Qué
tal?” y quedaríamos yo con la mancha roja de tus labios tú con el tizne azul de mi
carbónico.
Rosario Castellanos, Desamor
Me vio como se mira al través de un cristal o del aire o de nada. Y entonces supe: yo no
estaba allí ni en ninguna otra parte ni había estado nunca ni estaría. Y fui como el que
muere en la epidemia, sin identificar, y es arrojado a la fosa común.

Alfonsina Storni, Lo inacabable


“No tienes tú la culpa si en tus manos mi amor se deshojó como una rosa: Vendrá la
primavera y habrá flores... El tronco seco dará nuevas hojas. Las lágrimas vertidas se harán
perlas de un collar nuevo; romperá la sombra un sol precioso que dará a las venas la savia
fresca, loca y bullidora”.

Idea Vilariño, Ya no
Ya no será, ya no, no viviremos juntos, no criaré a tu hijo, no coseré tu ropa, no te tendré de
noche, no te besaré al irme, nunca sabrás quién fui, por qué me amaron otros. No llegaré a
saber por qué ni cómo nunca, ni si era de verdad lo que dijiste que era, ni quién fuiste, ni
qué fui para ti, ni cómo hubiera sido, vivir juntos, querernos, esperarnos, estar. Ya no soy
más que yo para siempre y tú ya no serás para mí más que tú. Ya no estás en un día futuro,
no sabré dónde vives, con quién, ni si te acuerdas. No me abrazarás nunca como esa noche
nunca. No volveré a tocarte. No te veré morir.

Julio Cortázar, Ganancias y Pérdidas


Vuelvo a mentir con gracia, me inclino respetuoso ante el espejo que refleja mi cuello y mi
corbata. Creo que soy ese señor que sale todos los días a las nueve. Los dioses están
muertos uno a uno en largas filas de papel y cartón. No extraño nada, ni siquiera a ti te
extraño. Siento un hueco, pero es fácil un tambor: piel a los dos lados. A veces vuelves en
la tarde, cuando leo cosas que tranquilizan: boletines, el dólar y la libra, los debates de
Naciones Unidas. Me parece que tu mano me peina. ¡No te extraño! Sólo cosas menudas de
repente me faltan y quisiera buscarlas: el contento, y la sonrisa, ese animalito furtivo que ya
no vive entre mis labios.

Vicente Núñez Casado, Inmortalidad


Te amé tanto que, un día, abandonó mi alma la cárcel de su cuerpo. Errátil, y no hallándote,
regresó a la morada que yo daba por mía. Mas no estaba mi cuerpo donde allí lo dejara,
sino el tuyo, vastísimo, como un templo de oro. Y no le diste asilo. Y ya no tendré muerte.

También podría gustarte