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Editorial Sempete
Martí, С. С. - Valencia
Propiedad.
Derechos reservados para to-
dos los países.
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18 CARMEN DE BURGOS
(1) T e ó f i l o B r a g a s o s t i e n e q u e l a p r i m e r a e d i c i ó n d e l Quijote f u é
i m p r e s a en P o r t u g a l , y la primera que se hizo en c a s t e l l a n o c o n s e r v ó
p o r t u g u e s i s m o s que se c r e y e r o n erratas.
E n L e i r i a s e i m p r i m i ó t a m b i é n e l l i b r o Imitación de Cristo, d e T o -
más Kempis.
AMADIS 25
«OOLOMBINE>
AQUÍ COMIENZA
EL P R I M E R L I B R O
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34 AMADIS
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50 AMADIS
fío en Dios que vuestra fama será tal, que dará testi-
monio de lo que con más honra se ha debido hacer.
Mabilia y Oriana, muy alegres, besaron las manos
al Rey, el cual encomendó el Doncel a Dios y se
marchó.
Oriana, que sentía partírsele el corazón, sin darlo
a entender, llevó al Doncel aparte y le dijo:
—Doncel del Mar, yo os tengo por tan bueno, que
no creo que seáis hijo de G-andáles: decídmela verdad.
El le dijo lo que el Rey Lisuarte le había comuni-
cado, y Oriana se puso muy contenta.
El Doncel, al separarse de su amada, halló en la
puerta de Palacio a G-andalin, que le tenía la lanza,
el escudo y el caballo; y cabalgando apresuradamen-
te se fué camino adelante, sin que nadie lo viese, por
ser aún noche cerrada.
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CAPITULO V
EL MEJOR CABALLERO DEL MUNDO
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82 AMADIS
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98 AMADIS
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114 AMADIS
—¿Quién va allá?—dijo.
—Soy yo—respondió Amadís.
—¿Y quién sois vos?
—Un caballero extraño.
—¿Y quién os ha dado licencia para entrar aquí?
—Nadie—dijo Amadís—yo he entrado.
—Pues peor para vos que iréis a parar donde están
esos que dan tan grandes voces.
Se volvió, cerró la puerta, y despertando a los
otros, dijo:
—Compañeros, aquí hay un malandante caballero.
Entonces uno de ellos, que era el carcelero,
exclamó:
—Dejadme con él, que yo lo llevaré donde están
los otros.
Tomó un hacha y una adarga y fué contra Ama-
dís, diciendo:
—Si no quieres morir, deja tus armas.
—No daré por tí ni una paja—dijo Amadís—que
aunque seas alto y valiente eres malo y de mala
sangre y te faltará corazón.
Alzaron las hachas y el carcelero le dio con la
suya encima del yelmo y le entró el hacha por él,
pero Amadís le dio en la adarga y se la pasó, y
el otro tiró hacia fuera y se llevó el hacha en el
adarga. El carcelero cogió entre sus brazos a Amadís
pugnando por derribarlo, pero Amadís le dio con el
puño de la espada en el rostro, le quebrantó una
quijada y lo derribó aturdido. Los otros que los
miraban le dieron voces diciendo no lo matase, por-
que entonces lo matarían a él. Amadís sin hacerles
caso, se fué contra ellos, que venían todos juntos, e
hirió a uno, metiéndole el hacha hasta los sesos, le
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CAPITULO X
LA ESTATUA D E PIEDRA
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146 AMADIS
—Porque me ha robado.
—Yo puedo hacer que lo encontréis, si me conce-
déis un don.
Galaor, que tanto deseaba vengarse del caballe-
ro, se lo otorgó; pero la doncella era amiga del ca-
ballero, y tendían entre los dos un lazo a Galaor.
Así es que lo condujo a una cabana, donde el
caballero lo aguardaba, para hacerle entrar a trai-
ción; pero Galaor advirtió la maniobra, arremetió
contra él y lo mató del primer golpe.
Cuando la doncella lo vio muerto, comenzó a la-
mentarse y amenazar a Galaor.
—Yo te seguiré a todas partes—le dijo—y te exi-
giré el don que me has prometido en lugar donde no
podrás huir de la muerte, por muchos bríos que
tengas.
Tuvo Galaor que resignarse a seguir su camino
seguido de la doncella, que no hacía más que insul-
tarlo y maldecirlo, y al cabo de tres días entraron en
una selva que se llamaba Angaduza.
A poco de caminar por ella, vieron venir a un ca-
ballero al que seguían un escudero y un enano, y la
doncella dijo a Galaor:
—Caballero, ya es hora de que me otorguéis el
don. Quiero la cabeza de aquel enano.
Galaor, aunque mucho le pesaba, echó mano a la
espada y se dirigió al enano, que al verlo venir
escapó corriendo hacia su dueño y gritando:
—¡Socorredme, señor, que me matan!
Amadís, se adelantó.
—¿Qué es eso, señor caballero—dijo—por qué que-
réis matar a mi enano? No pondréis la mano en él
porque yo lo amparo.
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162 AMADIS
ASTUCIAS DE CABALLEROS
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CAPITULO XIV
LA TRAICIÓN DE ARCALAUS
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194 AMADIS
—¿Quién fué?
—La miBma por quien va a combatir ahora; que
aunque vos sois hija del mejor rey del mundo y de
tanta hermosura, quisierais haber ganado lo que ella
ganó.
—¿Qué ganancia fué esa? ¿Quizás a tu señor?
—Sí, por cierto que él le entregó su corazón y
quedó en ser su caballero para servirla.
Dicho esto azotó a su rocín y fué lo más de prisa
que pudo a reunirse con su señor, al que no le dijo
nada de lo sucedido.
No habían andado mucho cuando apareció una
doncella y les advirtió que estaba guardado el paso
de aquel valle por un caballero. Ellos continuaron su
camino sin hacerle caso y no tardaron en encontrarse
con el caballero desconocido que obligó a combatir
en él a Agrájes y a Galaor, los venció y se marchó sin
querer combatir con Amadís.
Los tres quedaron muy afligidos, poniendo gran
empeño en encontrarlo, pero la doncella le dijo:
—Sólo yo podría conduciros donde se halla, pero
no lo haré sin que me digáis quiénes sois y me otor-
guéis sendos dones, para cuando yo os los pida.
Ellos lo hicieron así y como Amadís tenía que
continuar su camino, para cumplir la palabra dada,
decidieron que se quedaría Galaor con la doncella en
busca del desconocido caballero.
Cuatro días anduvieron por el bosque Galaor y la
doncella, y al cabo de ellos encontraron un castillo
donde fueron muy bien recibidos de un caballero
anciano, que dijo:
—Caballero, mucho siento que mis dos hijos no
puedan eBtar con vos. Los dos están mal heridos por
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(1) Aqui acaba la edición del Amadís hebraico, del cual no se co-
nocen inás libros. En lo que respecta al amor de Briolanja por Ama-
dís, nos atendremos también a la interpretación que en dicha versión
existe y que concuerda con l a de Garci Ordóñez de Montalvo. £1 cual
textualmente, dice, que así sucedió «aunque el señor luíante don Alfonso
de Portugal, habiendo piedad de esta hermosa doncella, de otra guisa
lo mandó poner y el autor hizo lo que su merced fué, mas no aquello
que en efecto de sus amores escribía*.
Las otras versiones quedan reseñadas en el prólogo.
CAPITULO XX
LA INSULA FIEME
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242 AMADIS
Mi esperanza é mi porfía,
El amor y sus engaños.
Mas quedará en mi memoria
Lástima nunca perdida,
Que por me matar la gloria,
Me mataron gloria é vida».
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306 AMADIS
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noveDHDes CITCRRRIHS
LUIS PIRANDELLO
Tercetos 4 pesetas
Seis personajes en busca de autor. . . 3 »
Esta Editorial publicará las obras completas de Luis Pirandello
F. DOSTOIEWSKY
La Patrona, novela . 2'50 »
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