El Celular
El Celular
la mano
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La primera llamada con un teléfono móvil fue hecha hace 40 años entre John Mitchell y
Martin Cooper, de Motorola. Cada uno de los aparatos que utilizaron pesaba alrededor de
2 kilos. Para comienzos de los años 90, teléfonos móviles de apenas unas centenas de
gramos podían conectarse a redes y hacer operaciones similares a las de un computador
personal. Por eso se los llamó ‘smartphones’ (teléfonos inteligentes).
Por más que sea una historia cautivadora, la revolución que produjo este vertiginoso
desarrollo no fue solo el producto de la mente de adorados genios del diseño y el
mercadeo. Detrás del glamur de las brillantes pantallas de alta resolución y las superficies
redondeadas está el producto de la investigación de miles de científicos expertos en una
herramienta olvidada y que a veces solo parece servir para sembrar el terror en los
corazones de los bachilleres: la tabla periódica de los elementos.
Un teléfono móvil de última generación incluye más elementos de los que un ciudadano
promedio puede recordar sin recurrir a internet. La cubierta de un teléfono está hecha
de plástico, esencialmente enlaces de carbono (C) e hidrógeno (H); o metal,
aleaciones de magnesio (Mg). También incluye bromo (Br), que actúa como retardante
del fuego, y níquel (Ni), que reduce la interferencia electromagnética.
La mayoría de los teléfonos usan, además, baterías de ion litio, compuestas por óxido de
litio (Li), cobalto (Co) y grafito dentro de una cubierta de aluminio (Al). Los componentes
electrónicos están hechos de silicio (Si), fósforo (P), galio (Ga), antimonio (Sb) y arsénico
(As), soldados con plomo (Pb) y estaño (Sn).
Las conexiones eléctricas están hechas de cobre (Cu), plata (Ag), tantalio (Ta) y oro (Au).
De hecho, hay más de 100 veces más oro en un kilo de celulares que en un kilo del
mineral que se extrae en una mina. Pero el oro no es lo más valioso ni lo más raro en
un teléfono móvil.
Uno de los más grandes desafíos para los científicos de materiales es encontrar un
reemplazo para el óxido de indio y estaño, y aunque existe un candidato, el grafeno (una
sustancia compuesta de carbono puro), su aplicación masiva aún no ha sido probada.
El país con las mayores reservas de tierras raras en el mundo es China, pero, debido a su
valor en aplicaciones tecnológicas, su búsqueda se ha extendido a otros países, incluida
Colombia.
Cuando alguien decide que un celular inteligente ha llegado al fin de su vida útil, estos
pueden ser enviados a centros de reciclaje donde es posible reacondicionarlos, pero
todos los años millones de ellos terminan en la basura. Allí son reducidos a trozos en
máquinas trituradoras y pasan a la eternidad como polvo en los rellenos sanitarios, donde
el valioso indio y las difíciles de encontrar tierras raras, ese grupo de elementos
indispensables para los ‘smartphones’, se pierden para siempre.
Para que algún día no tengamos que extrañar esos elementos, que hacen posible nuestra
forma de vida actual, hace falta mejorar considerablemente los procesos de
reciclaje. O, a lo mejor, tenemos que inventar nuevos materiales que suplan estos
elementos o desarrollar estrategias para explotarlos en asteroides y otros planetas.
De cualquier manera, los genios que necesitamos para que esta tecnología siga siendo
rentable y útil para la humanidad probablemente no estarán detrás de los comerciales
anunciando los últimos productos, sino en los laboratorios de física y química.
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Determine niveles de energía
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Observe el ejemplo: