Un Año y Tres Meses Luis García Montero

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ÍNDICE

PORTADA
SINOPSIS
PORTADILLA
CITA
I
EL MISTERIO Y EL SECRETO
LECTORES
LA VERDAD DE LAS FICCIONES
LOS CUIDADOS
NUEVO DIAGNÓSTICO
LA COSTUMBRE DEL DAÑO
DE MADRID A LIMA
HISTORIA DE UN DESORDEN
FUERA DE CASA
ASUNTOS FAMILIARES
LA RESISTENCIA
ÚLTIMOS PASOS
II
NO ME SALEN LAS CUENTAS
AMOR DE SIEMPRE
CONVERSACIÓN CON LAS AUSENCIAS
ANIMAL DOMÉSTICO
OTRO TIPO DE MEMORIA
LA MUERTE ES SUEÑO
SÓLO MIRAR
EN CUERPO Y ALMA
DE LA TRISTE FIGURA
PARTIDO A PARTIDO
LA MUDANZA
LAS ESCRITURAS
III
UN AÑO Y TRES MESES
CRÉDITOS
SINOPSIS

¿Es la tristeza, la devastación íntima, lo que nos da la medida de


nuestro amor cuando perdemos al ser amado? ¿O será tal vez la
intimidad de la convalecencia una extraña forma de ternura, el
último asidero de la felicidad compartida?

Un año y tres meses reúne los poemas escritos por Luis García
Montero a raíz de la pérdida de su mujer, Almudena Grandes. Son
poemas que evocan con delicadeza y emoción contenida a veces,
desatada otras, la enfermedad y la convalecencia de ella, la vivencia
y la emoción de lo vivido. En sus versos se despliega el argumento
del último paseo en verano, el diagnóstico inesperado, los cuidados,
la noche de Fin de Año en el hospital, el desgarro del dolor, la casa
vacía, los recuerdos convocados por la ausencia, los momentos de
una larga historia de amor que aquí cobra todo su sentido.
Tal vez el libro más conmovedor de Luis García Montero, por la
contención, la evocación serena de momentos angustiosos, la
inmensa ternura evocando la complicidad y el recuerdo de la que ya
no está. Tal vez por ello, y sin proponérselo, uno de los más
hermosos libros de amor de la literatura reciente.

«Una de las voces más personales e importantes de la nueva


poesía española.» Ángel González
«Tono sostenido, poderosa nostalgia, emoción delicada que no alza
la voz, poesía escueta, ceñida...» Octavio Paz

«Un joven maestro.» José Manuel Caballero Bonald


Luis García Montero

UN AÑO
Y TRES MESES
Mientras él pudiera lavarla, peinarla, acariciarla...

ALMUDENA GRANDES
I
EL MISTERIO Y EL SECRETO

POR nuestra orilla caminamos solos


bajo el atardecer,
mientras las huellas van y vienen.
Lo que acerca la espuma se va con la resaca.
Para que no te dañe el sol
hemos salido casi en el crepúsculo,
cuando los sentimientos se desnudan
sobre la arena todavía cálida
y un murmullo de luz
escribe el horizonte que nos mira.
Como una carretera,
donde las luces rojas son frenos de la noche,
vemos pasar despacio las preguntas
sin saber qué decir.
No es lo mismo un misterio que un secreto,
pero los dos se mezclan:
lo han aprendido ahora
nuestras conversaciones contenidas.
Qué difícil andar con pies descalzos
y miedo a lo que corta. Qué difícil
saber lo que se esconde en esta caracola.

Orillas del mar,


dejadnos soñar.
LECTORES

TAMBIÉN es el amor una luz negociada.


Somos barcos nocturnos que fondean
en esta habitación
junto a una cama que parece un puerto.

No me importa que tardes en apagar la luz


si me quedo dormido en tu lectura.
Un faro parpadea muy pegado a tu cuerpo
para que Ulises pueda hacer justicia,
mientras que Fortunata
naufraga por las calles de Madrid
y la esperanza se defiende
con uñas y alegría
en la ciencia ficción de cualquier cuerpo.

Tampoco tú protestas
si yo enciendo la luz antes de hora.
Duermo poco. Digamos que a las cinco
mi mesita de noche es una dársena
donde hay carga y descarga de palabras
que pasan a tu sueño.
Por Nueva York camina Baudelaire,
Federico en París,
mientras Machado cruza la frontera
y Cernuda nos habla de Galdós
bajo el cielo de México.
El amor es también una luz negociada.
Me das tus sueños al vivir los míos.
Te doy mis sueños al guardar los tuyos.
Historias que se enlazan como cuerpos.
LA VERDAD DE LAS FICCIONES

LA veo en el espejo
mientras se arregla los cabellos
como quien hace cola en la puerta de embarque
en busca de un destino.
No sé lo que baraja su paciencia,
ni lo que cabe en mi silencio.
Me vigilan a mí los maniquíes
con su sombra de ojos
y sus pelucas educadas
en el verbo buscar y en la razón del arte.
Cabellos en el viento de la vida,
tristezas rubias, pelirrojas, negras,
ordenadas por la quimioterapia.
Eres tú, le comento, y me sonríe.
Ninguno de los dos, ninguno, nunca,
habíamos sentido de este modo
que existe la verdad en las ficciones.
Nunca tuvieron las miradas
tanto amor a la vida.
LOS CUIDADOS

MIRAR con otros ojos


las tallas de las camisetas.
Escuchar con oídos diferentes
los rumores del baño.
Soportar las llamadas ajenas, los avisos,
por no dejar el móvil en silencio.
Vivir el suelo, vigilar un orden
que evite las caídas y los sustos.
Pensar en la comida
sin ganas de comer,
masticar la palabra nutrición,
el miedo a la diarrea,
los horizontes de la hemoglobina.
La ropa sucia deja de oler mal
porque ya se ha mezclado
con todo lo que somos y sentimos.
Son cosas de la vida,
suburbios del presente, domicilios de amor
que se habitan lo mismo que un recuerdo.

Y nada quise más que tus cuidados.


NUEVO DIAGNÓSTICO

EL agua está muy fría,


casi duele.
Pero tampoco puedo llamar a recepción
porque la ducha inhóspita
me responde de tú, maldice mientras cae
por las paredes de la casa.
Mi casa que no es mía, una casa de agua.
El tiempo corre más que yo
y no respeta propiedad privada.
Ya lo sabes, lo asumes, el mundo es un hotel
sin libro de reclamaciones.
Y qué puede importarle nuestro caso.
Fría el agua que muerde la cabeza,
fría la que recorre sus caminos
por la espalda y la piel
del desterrado,
frías son las palabras
que me dejan sin mí con su noticia.
Seguro que el reloj también lo sabe,
seguro que está el mar
detrás de su maldito
correr indiferente.
LA COSTUMBRE DEL DAÑO

EL agua negra estaba ahí,


inevitablemente estaba ahí,
pero en su sitio.

El agua negra sube ahora,


corre al lugar donde vivían
mis labios con el pez y el junco de la orilla.

Y está en mi copa.
Mírala tú que conoces la sed.
Sube de forma inevitable,
un trago más,
una costumbre de agua negra.
DE MADRID A LIMA

ES un avión de muertos.
Me he levantado para ir al baño
y de pronto camino entre cadáveres.

Ordenada quietud bajo sábanas blancas,


noche rígida y muda de pasillos,
una hilera de cuerpos
hacia ningún lugar.

Tumbados en la muerte de primera,


sentados en las plazas de turista,
las sábanas ocultan
un paisaje de cuerpos,
una angustiosa eternidad.

Y la penumbra me interroga. Dime,


¿eres tú el que lo sabe?
¿Quién pilota este vuelo silencioso?
¿Otro muerto quizás,
de mirada vacía en un sueño infinito?

Agradezco la luz de una azafata


que se pinta los ojos
delante de un espejo en la cabina.
Vuelvo a mi asiento, busco
la manta que me cubra
en las horas que faltan. Llamaré
cuando llegue al hotel para decirte
que estoy en Lima, que viajar
me cansa, pero el vuelo ha sido bueno,
que todo está tranquilo,
que tengo ganas de volver a casa.
HISTORIA DE UN DESORDEN

LAS botellas están en la despensa,


la ropa en el armario,
las horas en sus días,
los coches circulando por las calles
con un sentido regular del tráfico,
más precisos que nunca los recuerdos,
cada uno en su año y su ciudad,
las tierras y los mares en los mapas,
la pantera en la selva, la luna en sus poemas,
las ideas, las dudas, las pasiones
hechas a resistir consigo mismas,
por géneros los libros,
los números por orden alfabético
en las agendas del teléfono,
las letras como cifras en los ordenadores,
las dos almohadas en la cama,
las zapatillas simulando espera
con su tranquilidad de buen rebaño...

Que todo esté en su sitio


es el mayor desorden que pueda imaginarse.
FUERA DE CASA

Y me asomé a la tarde esta mañana


cuando bajé a la plaza,
y no salí de mí
porque la tarde se asomó a mi vida.
El mundo de este ocaso que va dentro
de todo lo que soy
hace que no sean mías las paradas,
ni los saludos torpes.
Al pasar por delante del portero,
el vecino educado y el amigo de siempre,
las huellas de mis pasos van demasiado llenas
en medio del vacío.
Le preguntan a otro
que se siente impostor cuando responde
con un decir deshabitado.
Es la tarde que pasa y se escucha a lo lejos
como un golpe de puerta
en medio de la nada.
ASUNTOS FAMILIARES

UNA historia de amor es un viajero


que se sienta en la mesa para hablar de la vida.
Sin duda tiene ganas estos días
de contarnos sus luces y sus sombras.
Sabe que la balanza de los años
está de nuestra parte
y recuerda la noche de la primera vez.
Aunque se vanagloria de su oficio,
a la segunda copa
no encontró demasiada resistencia.

Enumera ciudades, domicilios, hoteles,


abrazos y amistad,
cuevas donde guardó
el fuego que nos une a la existencia.
Aquel día impensable de hace ya tantos sueños,
aquellas citas sin mesura,
las decisiones, las costumbres
decentes o indecentes,
lo que vino después, lo que nunca se irá.
Todo lo va contando
con un orgullo de coleccionista.

Y cómo no...,
habla también de asuntos familiares.
Esta tarde de otoño pide que nos sentemos
para que tú descanses,
un alto en la glorieta de Bilbao.
Los ventanales del café reflejan
la caída serena de la luz.
Entran y salen caminantes
por la boca del metro,
vigilan en la calle los semáforos
con su verde y su rojo
y en el paso de cebra
un mendigo formula la pregunta
que ha esperado el viajero.
De forma descarnada, sin mentiras
ni argumentos inútiles,
nos habla de la vida que hay después de la muerte.

No quiere referirse al paraíso.


El juicio final para nosotros
es saber si es peor
la suerte del que muere o del que permanece
aquí sin más sentido que la nada.
Uno de los dos muertos debe seguir de pie.

Te beso mientras pasan en calma los silencios.


Nunca había previsto que me tocase a mí
cerrar la puerta, apagar la luz
cuando el reloj se agote,
cuando desaparezcan los aviones,
los barcos o los trenes
y este viajero amigo y desdichado
se quede sin oficio de viajar.
Me asusta su monólogo,
el eco despiadado de mi sombra.
LA RESISTENCIA

UNA hermosa palabra


que tantas veces llega hasta nosotros
en manos de la historia.
Es la razón del viento
en casi todas tus novelas.
La ciudad que resiste un bombardeo,
no pasarán, las redes clandestinas
que luchan contra el nazi,
las huelgas generales,
la rebeldía de la gente anónima
en una dictadura.

No has querido quedarte ingresada esta noche,


así que regresamos al cuartel
y el taxista no pone buena cara
cuando nos acercamos en la silla de ruedas
hasta su posición.

El hospital, la cuesta, el maletero,


la lentitud de tus rodillas
al entrar en el coche,
asaltan su paciencia.
Yo no se lo reprocho, no sabemos
cuáles son sus batallas,
mientras la historia cae resumida en nosotros
y en tu mano que guardo entre las mías.
Al regresar del frente
en la luna menguante se dibujan
las palabras amor y resistencia.
Nada saben de pólvora ni redes clandestinas.
Con pocas fuerzas hoy,
el cielo de Madrid nos mira triste.
Una vez más nos faltan aliados
en las trincheras últimas de nuestros corazones.
ÚLTIMOS PASOS

NO me atrevo a decir que esto no es un poema,


pero la muerte ahora, lo confieso
y digo la verdad,
no es un asunto literario.
Me rodea lo mismo que un desorden,
lo mismo que la sombra que me sigue
por esta calle solitaria,
la calle que soy yo,
lo confieso y lo digo de verdad.
Por más que me repito y murmuro... tal vez,
la pierdo poco a poco,
aunque la quiera paso a paso
y la cuide si hablo con la luz,
para que esté conmigo,
para que no desaparezca,
para que nadie diga ya nada puede hacerse.

La muerte es miserable.
Vengo de vomitar una tarde de whisky,
escondido de mí,
escondido de ella.
Negocio con la vida deshojada,
pero la muerte es miserable,
y pierdo los papeles, y vomito
en un baño cualquiera,
y temo que me vean de esta forma.
Pueden avergonzarse de mí. Me doy vergüenza
en muchas ocasiones. Pero tengo razón,
la muerte es miserable, miserable,
la muerte es miserable.
II
NO ME SALEN LAS CUENTAS

Y es que nunca se aprende del todo


a sumar y restar.

Le quito treinta años a este tiempo,


una resta sencilla en el verbo vivir,
y te veo llegar, aparecer
en medio de un congreso de escritores,
hermosamente libre,
vestida de ti misma,
morena en el hablar y en el mirarme.
Rondábamos los treinta para doblar la vida,
orgullosos de amor y de desnudo,
de sábanas tomadas y memorias,
dispuestos a buscarse por los mapas.

Tampoco comprendía lo que puede sumarse


a un dolor esperado,
una suma sencilla en el verbo perder,
en las letras del no
escritas con la luz de una ventana.
Estás ahí, por fin dormida.
Contra mi espalda la ciudad
que tanto hemos amado, y por delante
tú en la habitación,
la de un amor de pies y de cabeza
que tampoco ha podido con la muerte.
Porque nunca se aprende del todo
a sumar y restar,
no me salen las cuentas.
Las cosas van y vienen
confundiendo el ahora y el mañana
con lo que ya no puede suceder.

Todo es raro y difícil como llamarme Luis,


como esperar a que me llames,
como vivir sin ti.
AMOR DE SIEMPRE

SUPONGO que este modo de sentirse


definitivamente hundido
es una forma mía de estar enamorado
para empezar de nuevo
una vida distinta
con el amor de siempre.
CONVERSACIÓN CON LAS AUSENCIAS

IGUAL que los caminos más difíciles,


la casa es grande y solitaria.
Como los días nuevos la están deshabitando,
más que nunca hay lugar para el recuerdo.
Oigo conversaciones, veo sombras
que cruzan las paredes
y me llega el olor de la cocina:
desayunos mezclados con un rumor de ducha.
Dialogar con la vida no es sencillo
si la memoria del amor nos sirve
platos precocinados,
responsabilidad de carne a fuego lento
y un postre que tal vez
viene de la nevera en manos de la muerte.
Necesito salir a la ciudad
y llamo al ascensor. Dicen los médicos
que para mis rodillas
resulta inconveniente bajar las escaleras.
Salir o estarse quieto, qué más da.
En el fondo es lo mismo
porque Madrid no está cuando piso la calle
y escucho en un murmullo,
por detrás de los coches,
estas conversaciones con la ausencia
que quería dejar encerradas en casa.
ANIMAL DOMÉSTICO

ASUMO las preguntas de la tierra


con la tierra en la mano.
Yo daba por supuesto que la muerte
no iba a ser una duda metafísica,
pero desconocía hasta qué punto daña
como animal doméstico.

Lo vacía que está una nevera llena,


la soledad de una toalla
al lado de la ducha,
el teléfono inútil al llegar al hotel,
el no callar de la televisión
que nada tiene que decir,
la falta de costumbre de un silencio
o de un sofá a la deriva
o del ordenador y la butaca
que me miran sin ojos
al pasar por la puerta del despacho.

Todo es presentimiento de lo que no sucede,


pero está ahí, doméstico y sincero,
lo mismo que un ladrido sigiloso
que no parece un grito.
Es una convivencia con la tierra
y las habitaciones de la casa.
OTRO TIPO DE MEMORIA

ESTÁ perdiendo la memoria,


le decías a Elisa.
La cartera, las llaves, el teléfono,
son buenos aliados de un olvido.
Cuando me despedía y cerraba la puerta
para tocar el timbre un minuto después,
el murmullo que tarda
en bajar y subir un ascensor,
tu sonrisa cruzaba la pregunta:
¿qué te has olvidado?
Tu padre está perdiendo la memoria,
sonaba en los rincones de la casa
cuando las gafas se escondían
como un búho callado para jugar conmigo.
Y, sin embargo, ahora,
no se pierde un recuerdo,
no se me van los años, ni los días,
ni siquiera un minuto partido en los segundos
de subir y bajar por lo que nunca llega,
pero nunca se va.
Todo se queda aquí, todo sigue en la piel,
porque también las piedras forman parte del río
y me miran dos veces a la cara.
Debe ser otro tipo de memoria.
LA MUERTE ES SUEÑO

CUANDO se retiraban las bandejas


y el avión era calma,
solías tú ponerme la cabeza en el hombro,
cerrábamos los párpados
y nos dejábamos llevar
por un viaje de largo recorrido.
Así me gusta imaginar la muerte
ahora que estoy solo.

Es condición del ser humano


la despedida y el encuentro
con lo desconocido,
reconocer la casa que se deja,
la habitación que nos espera
entre las fechas de los calendarios.
La conciencia del tiempo no responde
al dolor animal,
ni siquiera al esfuerzo de vivir,
sino la soledad de saberse con vida.

Hablo de una experiencia de la muerte


de la que no querría despertarme.

Al final era esto.


Después de tantas vueltas, me dijiste,
todo resulta simple.
Nunca tuvimos fe,
pero teníamos palabras
para darnos las gracias, para decir adiós,
para ponerle nombre al no saber,
para observar las alas
en la caída de la noche,
para cerrar los ojos, tu cabeza en mi hombro,
en un viaje infinito
en el que sigo todavía.
SÓLO MIRAR

SOLITARIAS ruinas de Cartago


junto al mar y a un recuerdo.
Son veinticinco años desde entonces.
Estuvimos aquí
cuando éramos capaces de dar vida
a las columnas rotas de los siglos.
Comprábamos la historia con los ojos,
la mercancía humana de la imaginación,
el tiempo reducido en cada paso
a nuestro propio tiempo.
Los secretos y las complicidades
recorrían un cielo de aire limpio,
volaban como pájaros
tomando posesión de cada piedra.
Cada latido de la luz
formaba parte de nosotros.
Caminabas despacio para no tropezar.

Estabas de seis meses.


Volvían los imperios a ponerse de pie
en la sonrisa del enamorado.

Bajo el cielo ceniza, esta mañana


también camino lento.
Cuando salgo a la calle,
como paso de largo y distraído,
el mercader suplica que me acerque.
Sólo mirar, sólo mirar, recita
delante de su oferta de ilusiones.
Sólo mirar, me digo.
El tiempo pasa ahora sin nada que vender.
EN CUERPO Y ALMA

¿PUEDE hacerse el amor en vuestro cielo?


Pregunto porque sí,
porque también las manos tienen lágrimas
y miran con sus dedos debajo de un latido
y hablan lentamente
con la lengua materna de los enamorados.

Son buenas intenciones.


Alguna vez me paran por la calle,
comparten mi dolor para decirme
por fin descansa en paz, está en el cielo.
Pero los meses todavía
tienen la luz de un pésame difícil.
Con buenas intenciones
hay quien habla de ángeles,
de vida eterna, de misericordia,
del dios que ha muerto por nosotros,
del paraíso en el que nos esperan
los que ya se han marchado.

Un mundo extraño para consolarme


con una vida eterna que no es vida.

¿Puede hacerse el amor en vuestro cielo?


¿Hay caricias de sol a media noche?
¿Labios que se despiertan para decir te amo
e insistir en la piel,
cuerpo abajo camino de un infierno glorioso?

Si fuese así, si fuese


primavera en el árbol de la sabiduría,
tal vez yo negociase con la fe
dispuesto a consolarme entre supersticiones.
Porque mis manos tienen lágrimas
y sienten con sus dedos
y hablan con la lengua de los enamorados.

Es todo lo que pido:


una resurrección y una manzana,
el uno sobre el otro,
que permitan morir como solía.
DE LA TRISTE FIGURA

LOS molinos de viento me saludan


por la maldita primavera.
El coche va a lo suyo porque sabe el camino,
conoce las canciones, la montaña
que ha cruzado mil veces
entre Granada y Rota.
Se calla lo que puede echar de menos.
Como una lágrima domada,
la carretera piensa delante de mis ojos
en las curvas amables
y en adelantamientos sin peligro.
Pero vienen de frente
las puertas de la casa y las enredaderas
donde el vacío da su flor.
El patio y el jardín son la llanura,
el campo de batalla que me espera
hasta llegar al dormitorio.
Maldito mes de abril con sus espinas.
Trato de combatir una vez más
con molinos de viento.
PARTIDO A PARTIDO

NADA tiene sentido, ya lo sabes.


Y sin embargo el día
viene con su luz sucia, pero es luz.
Y sin embargo llegan con el despertador
las primeras noticias, los acontecimientos
del poder, el dinero y las fronteras,
todo lo que nos duele, pero llama
a mezclarnos de pronto
en las conversaciones de la vida.
Nada tiene sentido.
Y sin embargo llaman por teléfono,
el amor de los hijos, las preguntas de un viaje,
las dos invitaciones
para ver una obra de teatro
a la que iré solo y sin ganas.
Y sin embargo sé
por los actores que me gustará,
que después habrá cena y copas con amigos.
Así que volveré despacio hasta la casa,
sin responder de mí,
pisando soledades y recuerdos,
con los ecos del día y del trabajo,
de los telediarios
y de las lluvias familiares.
Camino de la cama murmurará la noche
con hojas secas y bastón de ciego.
Al desnudarme, al encender la luz,
las páginas de un libro
tal vez me digan: «sin embargo».
LA MUDANZA

LAS cajas de cartón ya están conmigo


junto a la puerta de la casa.
En la primera pongo la cabeza
para guardar de golpe tu memoria,
la intemperie y un día de mañana.
Organizo mi pecho en la segunda
con sus aves de paso, las sábanas tendidas
y el corazón de antes.
En la tercera van
las manos y las piernas
con el norte y el sur
y el este y el oeste
y América Latina.
En la caja final doblo mi sombra.
Guardo también los ojos
para empezar a ciegas la mudanza.
LAS ESCRITURAS

UNA cuestión de piel:


busco y toco palabras con mis manos,
aunque no escribo a tientas
porque suelo poner los ojos en el mundo.
Al futuro le pido
que la naturaleza conserve sus costumbres,
las de todos los días,
más allá de nosotros
y que siga presente
en mi forma de hablar y en mi silencio.
Por costumbre también
mis palabras se meten en un charco,
o se van por las ramas,
o tienden a llover sobre mojado
cuando caen sobre mí.
Son blancas como cisnes, sucias de puro lodo
y miran con la noche de los búhos.

Es la naturaleza que ahora busca en mi vida


una definición algo lunática
de la esperada primavera,
esa definición
que le devuelva paz al sol de invierno.
Busco y toco palabras
mientras meto la mano en el agua del río
que corre hasta la mar del cementerio
cultivado y civil
en donde está su tierra.
III

Te los ofrezco hoy, acabando este año que para mí ya


está entre los que fueron los más felices de mi vida.

JOAN MARGARIT
UN AÑO Y TRES MESES

COMO las narraciones de la lluvia


o los cuadernos de bitácora,
tuvo la enfermedad sus argumentos.

No me quejo de nada. Hoy sostengo


el optimismo amargo con el que respondimos,
septiembre, 2020,
cuando las citas médicas y el mar de los análisis
se mezclaron de un día para otro
con las arenas de la vida.

Nunca me quejaré de la disciplinada


manera que tuviste de contar nuestros pasos
para ver la ciudad con otros ojos,
la resistencia física y mental
que exigía la quimio.
No me quejo de las debilidades
o de la Navidad sin cabellera
o de la extraña forma de despedir el año
cuando el amor pasó por el quirófano.

La pandemia prohibía las visitas.


Disfrazado de médico sin bata,
subí para esconderme hasta la habitación
5427.
Dividimos por dos las uvas de tu postre,
oyendo de la mano aquellas campanadas
de la televisión
que no sonaban todavía a muerto.

No me quejo de todo lo que hicimos después,


del cuerpo poco a poco tan vencido,
de las ventanas de los hospitales,
de la silla de ruedas en 2021,
penumbras fatigadas de noviembre,
ocho de la mañana en el rumor del Clínico
con resultados últimos en la sala de espera.
No me quejo del miedo a la caída,
de la ducha difícil,
de los duros transbordos para llegar al baño.
No me quejo tampoco
de los cuidados paliativos,
la memoria con gasas
y la conversación inevitable.
No me quejo de verte morir entre mis brazos.

Comprendí que los viajes y los libros


con sus dedicatorias
siempre han sido maneras de cuidarnos.
Comprendí las raíces de nuestra militancia,
comprendí la factura de querer
de un modo tan completamente viernes.
Comprendí el argumento de esta historia
en la noche estrellada,
una historia de amor,
este año y tres meses,
estos días finales que ya son,
ahora, recordados,
los más felices de mi vida.
Un año y tres meses
Luis García Montero

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Ilustración de la portada: © Alamy / ACI

© Luis García Montero, 2022

Todos los derechos reservados para Tusquets Editores, S.A.


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Primera edición en libro electrónico (epub): septiembre de 2022

ISBN: 978-84-1107-161-1(epub)

Conversión a libro electrónico: Acatia


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