El Navegante Interior y Su Faro

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EL NAVEGANTE INTERIOR Y SU FARO

Dra. Adriana Sosa Terradas


No hay ser humano más admirable que la persona competente y humilde. La gente orgullosa termina
sola, la gente impulsiva termina sola, la gente que discute, critica, juzga y mide con la misma vara,
también. Pero para poder encontrarnos, reconocer, mirar, enfrentar y aceptar nuestros límites hay que
ser valiente. Sólo una persona valiente es capaz de hundir sus pies en sus propias zonas oscuras y
darles pelea. Todos tendemos a negarlas, racionalizarlas, minimizarlas, ocultarlas ante los demás,
creer que el modificarlas no cambiaría en nada nuestra vida.

Sin embargo, los seres humanos estamos dotados de un órgano invisible que es nuestra conciencia.
Yo la llamo nuestro “navegante interior” Su voz puede ser apenas audible o haber decidido
silenciarla, pero en algún momento, frente a ciertas circunstancias, siempre aparece. Aparece para
iluminarnos el camino, para mostrarnos que estamos llamados a ser más de lo que hoy somos, a
alejarnos de la comodidad y a caminar hacia la mejor forma de nosotros mismos.
Este camino por supuesto que no es el más fácil, ni siquiera el que nos asegura siempre felicidad,
pero sí el que nos brinda la paz y la plenitud del que habita su libertad verdadera, la libertad interior.
Pero nuestro navegante interior no sólo se nutre de esa voz que viene de lo más profundo de nuestra
alma, también tiene otro aliado fundamental. Para sentir, para expresar, para disfrutar y experimentar
lo hermoso y placentero, para reconocer lo que no lo es, los seres humanos SOMOS CUERPO.
Para la Logoterapia, creada por Viktor Frankl (1905-1997), ser persona es realizar, a través del
cuerpo y en unión con el mundo, un destino, un proyecto fundamental de vida. Porque soy mi cuerpo
aparezco ante los demás, soy presencia para otros, tengo un rostro. Asimismo, la existencia de lo
otro y de los otros, se me da en la experiencia de la encarnación, por ella accedo al dolor e incluso
comprendo la muerte. La forma de ser-en-el mundo viene definida por la corporalidad; a través de
mi cuerpo me abro al otro, al mundo, y es aquí donde tiene cabida mi libertad y mi amor. En mi
compromiso con el mundo siempre puedo fallar, caer en la tentación de considerar mi cuerpo, y con
él todo lo demás, como meros objetos, como meras funciones y, al hacerlo, me pierdo en un vacío,
me alejo de mi esencia trascendente. Además de nuestro cuerpo y nuestra autoconciencia, nuestro ser
espiritual cuenta con un tercer gran aliado en su evolución. Yo considero que todos necesitamos un
“mentor” en nuestra vida. Ser capaz de ser mentoreados, supone que aceptemos que somos seres
“perfectibles”, jamás “perfectos” y que necesitamos de otros para que nos muestren esos “puntos
ciegos” en el camino de nuestra autoconformación. Esos o ese otro significativo es nuestro tercer
aliado.

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Un mentor es esa persona que encarna aquello que quieres lograr. No es un amigo, ya que los amigos
nos acompañan a celebrar nuestros éxitos, mientras que el mentor conoce y corrige nuestras
dificultades; con un amigo siempre estaremos cómodos, mientras que un mentor generalmente nos
molestará ya que nos estará desafiando a ir siempre por más; nuestros amigos nos aman como somos
mientras que un mentor no se contenta con lo que somos sino que “ve” lo que podemos llegar a ser y
nos ayuda a lograrlo.
Un mentor es necesariamente un “constructor de puentes”. Es que todo en la vida se basa en
relaciones interpersonales. Desde que nacemos nos vamos “humanizando” por la presencia de un
otro humano. Desde que nos levantamos hasta que nos acostamos, nos relacionamos con otros. Es
por ello que necesitamos revisar continuamente nuestro aprendizaje de lo vincular para progresar
hacia una existencia más plena, y para revisarlo es necesario ser capaces de escuchar lo que otro nos
pueda decir acerca de nosotros mismos
Muchas personas se acercan a mentores o a psicoterapeutas con la ilusión de que el/los otro/s
cambie/n. Que pérdida de tiempo, no?
En realidad: EL CAMBIO COMIENZA POR TI.
Lo que vemos en el otro como problema, eso que nos fastidia y enoja de su personalidad, es probable
que nos esté mostrando algo de nosotros mismos o de nuestra historia. Por ello, si recorremos el
camino de la autoconciencia, el mismo debe llevarnos a preguntarnos cuál es el origen verdadero de
nuestras emociones negativas ante los demás e intentar corregirlas con la ayuda de los otros.
Esta pequeña reflexión espero te ayude a recordar que la tarea más importante que tenemos como
seres humanos es llegar a ser aquél que elegimos ser y no el que otros o nuestros impulsos eligen.
Ese es nuestro desafío, es hora marinero de que vuelvas a CONDUCIR TU BARCO.

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