Un Trienio en La Inquisicion de Cordoba Y Los Judaizantes Del Desconocido Auto de Fe de 1647

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UN TRIENIO EN LA INQUISICION DE CORDOBA

Y LOS JUDAIZANTES DEL DESCONOCIDO


AUTO DE FE DE 1647

LUIS CORONAS TEJADA

En el Libro de obvenciones del Sagrario de la Catedral de Córdoba hay


anotaciones realizadas por José Vázquez Venegas sobre autos de fe celebra­
dos en esa ciudad; entre las anotaciones figura: “Domingo 24 de febrero de
1647. Zelebró Auto de fee, el Tribunal del Santo Oficio de esta ciudad, salie­
ron 17 sentenciados, dos hechiceras; un blasfemo; uno casado dos veces; un
lego de cierta Religion que, sin ser sacerdote, habia zelebrado; un encobridor
y solizitador y factor de herejes judíos; onze judios. Zelebraron este Auto en
el Cómbente de San Pablo el Real del Cordova; dieron 20 reales, de estos,
dos reales a los sacristanes, los 18 repartimos”1. En la obra de Gracia Boix
Autos de fe y causas de la Inquisición de Córdoba después de reseñar la noti­
cia anterior manifiesta que de ese auto de fe no se tienen más detalles2. En la
Colección de Autos Generales publicada por Luis María Ramírez de las
Casas-Deza bajo el seudónimo de Gaspar Matute y Luquín se recoge idén­
tica noticia con diferente grafía3. Pero en nota a pié de página se dice que uno
de los reos murió en 1646 y se ahorró de salir en auto4. Esta noticia está
tomada del mismo libro de Vázquez Venegas: “Domingo 29 de Julio de
1646. En 3 de agosto se hizo un entierro en la Capilla de la Santa Ynquisicion
despues de las 9 de la noche, lebose cubierta la Santa Cruz y quitada del

1. Biblioteca de la Comisión de Monumentos de Córdoba (B.C.M.C.), ms. 256, fol. 136 r.


Citado por GRACIA BOIX, R., Colección de documentos para la Historia de la Inquisición
en Córdoba, Córdoba, 1982, p. 255.
2. GRACIA BOIX, R., Autos de fe y causas de la Inquisición de Córdoba, Córdoba, 1983,
p. 423.
3. Ed. de Córdoba, 1836, p. 124.
4. Ibidem, pp. 124-125.
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zetro, y en la Capilla tome yo sobrepelliz y estola, y el sacristan sobrepeliz y


se puso la Cruz en zetro y se hizo oficio de sepultura a un hombre y se dieron
por los derechos 20 reales, entrando en ello las velas”5.
Nosotros, gracias a las investigaciones realizadas en el Archivo Histó­
rico Nacional de Madrid, podemos reconstruir este auto de fe, del que no
hemos encontrado relato alguno. Tal trabajo lo hacemos gracias a unas rela­
ciones de causas y a varios procesos que nos han permitido conocer bastantes
detalles de los condenados en este auto, así como de otros procesados que se
vieron libres de salir en él6.
Vamos en primer lugar a dar los nombres de los reos que salieron en este
auto. Hechiceras: Catalina de Avila, natural y vecina de Iznájar, de 44 años
viuda de Andrés de los Arcos y María de Jesús Narváez, natural y vecina de
Rute casada con Juan Gómez Moreno, trabajador del campo; blasfemo:
Francisco de Lanzas, natural y vecino de Rute, de 50 años, que ya había
estado preso en la Inquisición cinco año antes; bigamo Jacinto Sánchez
Varela, alias Calixto Varela, natural de San Miguel de los Cebreros en Gali­
cia, vecino de la villa de Palma, de 33 años; lego que dijo Misa sin ser sacer­
dote: hermano Juan de Lezama, carmelita calzado, natural de Toledo, de 33
años; judíos: doña Leonor de Faro y Peláez, doña Beatriz Manuel, Enrique
Gómez, Domingo Luis de Almeida, Ana Núñez, Rodrigo Fernández
Franco, Isabel Núñez, doña Isabel de Mercado, doña María Núñez, Leonor
Núñez y Diego Montesinos. Como se puede comprobar en esta relación figu­
ran 11 judíos; creemos que en la anotación de Vázquez Venegas hay un error
y se trataría de 11 judíos incluido el fautor y por tanto no serían 17 reos, sino
16; podría ser también que hubiese uno más que no aparezca en la documen­
tación que he podido trabajar.
En la relación de causas despachadas aparecen otros procesados que no
salieron en el auto de fe de 1647 porque tan sólo fueron reprendidos y adverti­
dos en la sala de audiencias; son el blasfemo Pedro de la Vega, otro con el
mismo nombre acusado de testimonio falso, fray Francisco de Valdivia
denunciado por solicitante en confesión y el jesuita padre Alonso Fernández
de Córdova encausado por imprimir unas conclusiones que le había remitido
otro jesuita, el padre Pozas, pero que estaban firmadas por una persona ape­
llidada Montes7.

5. B.C.M.C.,ms. 256, fol. 152 r. Citado por GRACIA BOIX, R., Colección de documen­
tos..., p. 259
6.Archivo Histórico Nacional, (A.H.N.), Inq.,Leg.4972,n.° 50, “Relación de causas des­
pachadas en el Santo Ofiçio de Cordova en el año de 1647”, fol. 11 r-28 v. Para completar este
trabajo hemos consultado varios procesos que iremos citando en este artículo.
7. A.H.N., Inq., Leg. 4972, n.° 50, fol. 11 v - 18 v.
UN TRIENIO EN LA INQUISICION DE CORDOBA 77

El judaizante Manuel Díaz Fernández no salió en el auto de fe de 1647


porque murió antes de que se celebrase; ya veremos como posteriormente a
su fallecimiento se terminó su causa, fue condenado y poco después
absuelto.
Estos procesos constituyen las actividades del Tribunal entre septiembre
de 1643 y febrero de 1647. Por razones de espacio estudiamos solamente los
judaizantes que suponen el 63% de los casos, pero por los procedimientos
judiciales ocupan la mayor parte del tiempo y del trabajo de los inquisidores.
inquisidores.

I. LOS JUDAIZANTES DE ALCAUDETE: LA FAMILIA DE LEONOR


DE FARO
Conocemos las vicisitudes de esta mujer en el Tribunal de la Inquisición
por la documentación conservada en dos legajos8. Entró en prisión el 2 de
septiembre de 1644 y diez días después tuvo lugar la primera audiencia en la
que dió su genealogía y expuso “el discurso de su vida” diciendo que nació en
Alcaudete donde se crió con sus padres; casó a los 18 años con Manuel Díaz
Fernández y el matrimonio se dedicó a la labranza y ella a labores propias de
mujer casada; el marido era mayordomo del conde de Alcaudete llevando la
administración de fincas de este noble en esa villa. Luego añadió que la
muerte de varios hijos en Alcaudete movió al matrimonio a cambiar de lugar
consiguiendo del conde que le diese el oficio de “gobernador y mayordomo
de los estados” de este noble en Montemayor. Allí estuvieron hasta 1632,
fecha en que muerto el conde, decidieron, a vista de los muchos enemigos que
tenían, trasladarse a Ecija en donde su marido ejercía hasta su prisión el ofi­
cio de regidor. Declaró que en los tres lugares donde había vivido se había tra­
tado siempre con las familias más distinguidas teniendo comunicación con
las religiosas de los conventos que en ellos había.
Es evidente que este matrimonio no tuvo suerte respecto de la descenden­
cia; cuando estaba recién casada fue procesado por primera vez su marido, en
1600, y declara él que no tenía hijos, pues el que le había nacido murió pron­
to9. La única hija que llegará a adulta, Beatriz Manuel, nació, según conjetu­
ramos, hacia 1611; después, como dice doña Leonor, murieron otros
hijos10.
Doña Leonor se considera cristiana vieja, o al menos así lo afirma ante los
inquisidores. Su abuelo, el licenciado Antón Peláez, se ordenó de sacerdote

8. A.H.N., Inq., Leg. 1851, n.° 2 y 1855 n.° 2.


9. A.H.N., Inq., Leg. 1843, n.° 11, fol . 82 r.
10. A.H.N., Inq., Leg. 4972, n.° 50, fol. 24 v.
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cuando enviudó y fue confesor del conde de Alcaudete. Para ella solamente
su marido había sufrido prisión, algo más de un año, en la Inquisición de Cór­
doba, pero aseguraba que volvió a Alcaudete sin ser reconciliado ni
penitenciado.
El 1 de octubre de 1644 se permitió a la presa que tuviera una criada para
su servicio en las cárceles secretas. Para seguridad del Tribunal se encargó al
alcaide de buscar la criada; los inquisidores tomaron sus medidas y recibie­
ron en la audiencia a una mujer llamada Isabel de Lara, soltera, que vivía en la
casa del sochantre en la colación de la Catedral. Cuando los cuatro inquisi­
dores conocieron a esta mujer la autorizaron para que entrara en su servicio,
previo juramento de “guardar secreto en lo que viese, oyese y entendiese en
las carçeles y que no haga recados, ni papeles, ni otra cosa a persona ninguna
de las dichas carçeles”11. También tuvieron criadas y esclavos su
marido e hijas12.
El 8 de octubre los inquisidores le preguntaron a doña Leonor, una vez
más, si tenía algo que declarar para descargo de su conciencia; de nuevo
manifestó que no tenía más que decir de lo que tenía declarado. Fue entonces
cuando los inquisidores le notifican que el fiscal le quiere “poner acusación”
y que podía todavía decir algo tanto para descargo de su conciencia como
para un mejor despacho de su negocio13.
En efecto, el fiscal Pedro González Guijelmo presentó a los inquisidores
7 cargos contra doña Leonor; algunos son los habituales en estos casos: la
ropa limpia en la noche del viernes, las mejores ropas en los sábados, no
comer tocino, ni carne de cerdo, comer las aves degolladas y entre esos car­
gos figuraba el haberse negado a comer en cierta ocasión un pastelón que
tenía manteca y que comía carne sin guardar vigilias ni cuaresma. Pero en el
punto tres de la acusación figuraba la siguiente ceremonia: “que estando en la
ciudad de Eçixa en compañia de otras personas, que de ordinario los domin­
gos entre dia (sic) se juntaban en su casa cerrando puertas y ventanas della, se
encerraban en una sala y poniendo en un bufete una almoada de terciopelo
rossado y un Sancto Christo con dos vellas de çera amarilla encendidas a los
lados hechas por mano de cierta persona de las que alli estaban llamadas para
esse efecto sin ser su oficio y haçerlas y las haçia en casa de dicha rea encima
de un bufete. Y otra persona de las que allí estaban tomando un papel en latín
de quatro o cinco foxas leía en él puesta a la cabecera del Sancto Christo. Y a

11. A.H.N., Inq., Leg. 1851, n.° 2, fol. 54 v.


12. A.H.N., Inq., Leg. 1855, Visita de don Francisco Marín, inquisidor de Granada,
fol. 30 r.
13. A.H.N., Inq., Leg. 1851, n.° 2, fol. 55 r.
UN TRIENIO EN LA INQUISICION DE CORDOBA 79

este tiempo sacaron una caxa con unos escudos de oro y dentro de ella estaba
otra caxa con un Sancto Christo de oro, y cierta persona que de ordinario se
junta con los susodichos pusso el Sancto Christo en una valança de un pesso y
los doblones en otra. Y se presume de dicha action tantas veces reiterada y
hechas con tanto recato y juntándose unas mismas personas que era por cere­
monia de la ley de Moisen o en detestaçion de nuestra Sancta fe catholica y
passion de nuestro Señor Jesuchisto”.
En el punto seis el fiscal acusaba a doña Leonor de que al tiempo que
enseñaba a sus nietos a rezar, pasaba las cuentas del rosario diciendo para las
avemarias “passa tu” y para los padrenuestros “passe buessa merçed”; que
si alguien al entrar en su casa decía “loado sea Jesuchristo”, ella respondía
“vengais norabuena” y nunca “por siempre”.
El fiscal después del último punto, rutinario, pide a los inquisidores que se
le confisquen los bienes, y que sea relajada al brazo seglar para su castigo y
ejemplo para otros14. La acusada negó todo lo expuesto por el fiscal.

LA DEFENSA DE DOÑA LEONOR

Una vez puesta la acusación la detenida nombró, como se estipulaba en


las Instrucciones de Valdés, el abogado defensor. Los abogados en la lnquisi-
ción actuaban más como oficiales de la institución que como defensores,
pues la función que se les encomedaba era la de consejero que debía estimular
al acusado a decir la verdad; según Lea “el abogado era simplemente un ins­
trumento oficial para asegurar la confesión y la convicción”15. Estaba con­
cebida la actuación del abogado para “defender al reo con el mayor cuidado,
diligencia y fidelidad, si había fundamento para ello, y si no, desengañarlo,
pero su verdadero deber se define como el de urgirle a confesar todo sobre sí
mismo y los demás y abandonarse a la misericordia del Tribunal...”16
Los testigos se ratificaron en las denuncias y los inquisidores presentaron
los testimonios acusadores a doña Leonor que los niega con el asesoramiento
de su abogado.
La actuación del letrado de doña Leonor es atípica, excediéndose según
el punto de vista de los inquisidores en su ejercicio como defensor. Así vemos
que al margen de la publicación de los testimonios están anotadas las contes­
taciones; respecto de la ceremonia con el santo Cristo de oro dice que es

14. Ibidem, fol. 56 r - 58 v.


15. LEA, H. C., Historia de la Inquisición española, Madrid, 1983, T.° II, p. 550.
16. Ibidem.
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“adoracion... en conformidad de la ceremonia de la yglesia”; en cuanto al


peso de oro de las imágenes declara que los plateros “las pesan común­
mente”; en relación con la forma de rezar el rosario con sus nietos declara que
tal acusación “es cuento antiguo de un morisco”; la respuesta “venga nora­
buena” al que llega a casa no respondiendo “loado sea”, dice el abogado “sin
sustancia”. En cuanto a las comidas el abogado alude a la edad de la rea y sus
achaques y respecto a la degollación de aves dice que es práctica “comun­
mente usada en palacios”, así como también encuentra excusa para que no
coincida la comida de la presa en cuanto a carne con la cuaresma o viceversa.
Al tratar la cuestión de la ropa limpia los viernes por la noche dice “ropa lim­
pia es limpieça y regalo”.
En relación con el testigo de Montemayor que declaraba que 14 años
antes había oído decir que el conde tenía muchos judíos y se referían a la fami­
lia de doña Leonor pone al margen el abogado “de oidas” y lo mismo res­
ponde a otras cuestiones. Respecto de la imagen de un niño que se decía tenía
en cojines y que con sigilo en una ocasión se dijo que era un Moisés de oro
contesta “de oidas... y es singular y monstruoso y temerario”. Ante estas
palabras del abogado aparece escrito debajo “mucha liçençia se a tomado
este abogado y mereçia ser advertido”17.
La criada alegó que doña Leonor era buena cristiana y el 17 de junio de
1645 se elevó a definitiva la acusación fiscal; el día 28 se votó el caso en con­
sulta de fe y se suspendió la causa dándosele la libertad y levantándose el
secuestro de bienes.

EL PRIMER PROCESO DE MANUEL DIAZ FERNANDEZ


El marido de doña Leonor, Manuel Díaz Fernández, era hijo de Fran­
cisco Fernández y Clara Méndez ; del proceso de los padres ya hemos tratado
en otro trabajo18. Padres e hijos se vieron procesados a consecuencia de las
denuncias de unas esclavas. Manuel estaba recién casado con doña Leonor;
el 17 de mayo de 1600 tuvo lugar la primera audiencia en donde ofreció su
genealogía; el fiscal Esteban de Torrecilla en la acusación decía que Manuel
“se a pasado en estos tiempos de graçia y verdad evangelica a la acabada lei
de Moisen creyendo y guardando sus preçeptos, ritos y çerimonias que los
judíos tienen y guardan...”19. El fiscal puntualiza las acusaciones entre las

17. A.H.N., Inq. Leg. 1851, n.° 2, fol. 64 r - 66 r.


18. “Criptojudaismo en Jaén en la segunda mitad del siglo XVI”, en Miscelánea de Estudios
Arabes v Hebraicos, Granada, 1982, vol. XXXI, fase.° 2.°, pp. 101-117; vid. pp. 112-114.
19. A.H.N., Inq., Leg. 1843, n.° 11, fol. 85 r.
UN TRIENIO EN LA INQUISICION DE CORDOBA 81

que destacamos que ha celebrado la Pascua del cordero, y los ritos que típica­
mente se acusa a todos los judaizantes en esta época. Sin embargo, hay en la
acusación algo además distinto y es que “no podiendo el susodicho disputar
de cosas tocantes a nuestra sancta fe catholica y mucho menos pretender
interpretar lugares de la Sagrada Scriptura por ser como es persona lega y que
no a oydo ni sabe facultad sea puesto a declarar lugares de la Scriptura y dado
a entender los concordaba”20. Le acusa también de encubridor de judíos por­
que ha celebrado ceremonias con otros y no los denuncia. Además el fiscal
declara que Manuel al saber que le perseguía el Santo Oficio se escondió en
casa de su suegra en donde fue encontrado en un hueco muy estrecho en la
pared lo que delataba que temía por sus actos religiosos. El fiscal pidió la rela­
jación al brazo seglar y que se le diese tormento tanto para declarar su
judaismo como para delatar a sus cómplices.
A la acusación fiscal Manuel Díaz negó todos los puntos y respecto de la
esclava, principal denunciante, dice que tenía tres defectos: borracha,
ladrona y comerciaba con su cuerpo, por lo que la familia decidió venderla en
Motril y luego en Sevilla. Aseguró que se escondía creyendo que venían a
prenderle por dos sentencias que tenía contra sí a causa de una fianza de
1.000 ducados.
Se dispone por los inquisidores que elija letrado y eligió al licenciado
Andrés de Angulo.
Mientras se preparaba la defensa Manuel pidió audiencia a los inquisido­
res el 29 de mayo de 1600 para rogar que la seda y tafetanes que le había
secuestrado la Inquisición no se entregasen ni depositasen en personas que
trabajasen o comerciasen con esos tejidos, porque habiéndolos de diferentes
calidades podrían hacer pasar unos por otros y salir perjudicados. Rogaba
también que la mejor manera de administrar su hacienda era entregándola a
su suegra, que daría las fianzas oportunas y que ella se encargaría del torno,
donde tenía seis hombres trabajando día y noche, a los que se les daba de
comer cuatro veces al día, una de ellas a medianoche21.

DEFENSA DE MANUEL DIAZ


Andrés de Angulo presentó un escrito de defensa en dos folios de letra
apretadísima. Comenzaba pidiendo la libertad de su defendido porque niega
la acusación y los testigos “son falsos, temerarios, singulares, notorios en sus

20. Ibidem, fol. 85 v.


21. Ibidem, fol. 96 v.
82 LUIS CORONAS TEJADA

deposiçiones, careçe de razon, su pasion y enemistad se colige de sus


dichos”22.
En primer lugar el abogado pasa revista a todos los testimonios y va anu­
lando todos aquellos que son de oídas; anula cuando se puede destruir el pro­
pio testimonio como cuando dice que es “imposible cozer media fanega de
pan en rescoldos” o cuando se acusa de comer castañas y huevos cocidos en
miércoles que no es ni por rito judaico ni estar prohibidos tales alimentos; el
no comer algunos pescados es deposición negativa.
Después el abogado pasa a tachar todos los testigos; Manuel para defen­
derse tiene que hacerlo dando a su abogado los nombres de todos sus enemi­
gos declarados como de los posibles. De este escrito del abogado deducimos
que Manuel es por un lado hombre violento y por otro envidiado por su matri­
monio con doña Leonor. El número de enemigos que expone se eleva a 20;
entre ellos las dos esclavas, los padres de una de ellas son los primeros tacha­
dos. Hay seis tachas porque desearon casarse con doña Leonor, (Juan
Cerete, Martín de Jamilena, Juan de Pedregosa, Alonso de Aguilar, Bernabé
Escribano y don Francisco Coello deVilches); en relación con éstos también
figura Diego Cerete, padre de Juan. Se expone una maniobra organizada por
el escribano Diego Masseras su peor enemigo, aunque casi todos son “capi­
tales”, para obligar a casarlo por la justicia con una hija del jurado Alonso
Ximenez testificando las otras hijas, y de este modo evitar la boda de Manuel
con Leonor.
En cuanto al temperamento violento lo deducimos por la disputa con
Diego Masseras en Madrid diez años antes, en la que según Manuel le ame­
nazó con vengarse haciéndolo de varias formas, entre ellas aconsejando a su
esclava herida por Pedro López que declarase que su dueño Manuel era el
autor de las heridas. Según dice Diego Masseras, tuerto de nacimiento y
manco por puñaladas que le dieron por su mala lengua, no es persona de cré­
dito. Tacha también a Miguel de Alcázar que le quiso matar, y lo mismo
Diego Leal. Entre esas personas tachadas figuran su cuñado Manuel Fer­
nández y su hermana Beatriz. Era evidente que Diego Masseras lo acusaba
públicamente de judío y otro tanto hacía Martín de los Arcos.
Ante esta defensa fueron llamados muchos testigos a la Inquisición, entre
ellos Francisco Pérez de Rivera, escribano del cabildo de la villa de Alcau­
dete, que confirmó todo lo que había declarado Manuel respecto de Diego
Masseras, confirmó que terjiversó la denuncia de la esclava rompiendo la fe

22. Ibidem, fol. 97 r - 98 v.


UN TRIENIO EN LA INQUISICION DE CORDOBA 83

propia de un escribano, así como que desde que fue detenido Manuel no ocul­
taba su alegría el testigo tachado23.
El Tribunal de la Inquisición en el año 1601 decidió “que se sobresea por
agora esta causa”24.

SEGUNDO PROCESO DE MANUEL DIAZ FERNANDEZ


En 1644, al tiempo en que fue detenida su mujer, entró también en prisión
Manuel Díaz. Los testigos de cargo son los mismos para el matrimonio y la
hija. Añadamos a los testimonios comunes otros válidos sólo para padre e
hija, cual es la actitud de desprecio o burla en las ceremonias religiosas cris­
tianas a las que asistían. De nuevo, y solo para Manuel figuran declaraciones
de las Sagradas Escrituras que delatan la preocupación de éste por el Libro
sagrado; así se dice que había declarado que los trabajos que sufría el pueblo
judío se debían a los pecados de los Macabeos; según los inquisidores tal
expresión iba en desprecio de la pasión de Jesús pues venía a negar el castigo
de los judíos y su dispersión a consecuencia de aquélla; añaden también los
inquisidores que mentía Manuel Díaz al decir que los pecados de los Maca­
beos eran la causa del castigo judáico, pues entre los Macabeos hay figuras
como Eleazar que murieron santos y padecieron martirio25.
En este segundo proceso los inquisidores tienen noticia de que Manuel ya
había sido procesado con anterioridad, pero no pudieron encontrar su
proceso26.
Las disquisiciones de Historia Sagrada y ese primer proceso que no se
encontraba, junto con las típicas denuncias, determinan la segunda prisión;
la primera audiencia sirve para dar de nuevo su genealogía, declararse cris­
tiano viejo y declarar que presumía que la detención se debía a denuncias de
sus enemigos. Continuaron los trámites propios de estos procesos y en junio
de 1645 se consideró conclusa la causa notificándose de ello al fiscal el día
17. El día 28 del mismo mes, a la vez que a su esposa, fue absuelto, se levantó
el secuestro de sus bienes, pero en la misma fecha el fiscal apeló la sentencia.
Sin embargo, el matrimonio salió de la cárcel y marchó a Ecija.

23. Ibidem, fol. 120 r.


24. Ibidem, fol. 152 v.
25. A.H.N., Inq. Leg. 4972, n.° 50, fol. 26 r.
26. Este proceso que no encontraron entonces es el que figura en este trabajo en A.H.N., Inq.
Leg. 1843, n.° 11.
84 LUIS CORONAS TEJADA

PROCESO DE BEATRIZ MANUEL


Además de las denuncias típicas contra judaizantes, figuran otras contra
esta mujer que también aparecieron en la acusación de su padre, Manuel
Díaz. Entre ellas estaba el “regozijo y fiesta” que tenía en la ceremonia del
Jueves Santo y que advertida de su falta de compostura contestó “a mil años
que murió y quieren que lo lloremos aora”27; hay una denuncia nueva y es
que se decía ponía en Semana Santa un paño en una ventana de la casa que
daba hacia Oriente28; se decía que tenía una gran afición al romance de
Judith, y que tenía reuniones judáicas con sus padres y tías. A pesar de estas
acusaciones a la hora de votar el 15 de julio de 1644 si era encarcelada no
hubo unanimidad y tuvo que remitirse el caso a la Suprema que ordenó
su prisión.
Tras la audiencias de rigor y la acusación fiscal eligió letrado que comenzó su
defensa tachando numerosos testigos. Concluida la defensa el 28 de junio de
1645 se llega a la consulta de fe y se le declara absuelta quedando libre y
levantado el embargo de bienes29.

IRREGULARIDADES EN EL TRIBUNAL DE LA INQUISICION DE


CORDOBA
Las visitas de inspección a los Tribunales de distrito de la Inquisición no
se hacía regularmente ; se disponía por la Suprema de forma discrecional. Era
evidente que cuando una serie de circunstancias se daban, entre ellas el cono­
cimiento de ciertas irregularidades, de trabajo lento, de disminución de visi­
tas a los partidos de la circunscripción, etc., se ordenaba una inspección en
ese Tribunal que era realizada por un inquisidor de otro.
En los años cuarenta del siglo XVII el Tribunal de Córdoba presentaba
muchas irregularidades que detectadas por la Suprema dan ocasión a una
visita de este tipo que va a llevar a cabo el inquisidor de Granada don Fran­
cisco Marín Rodezno. Hay de una lado la seguridad de que las decisiones del
Tribunal se filtran y llegan no sólo a los detenidos, sino también a aquellos
que van a ser encausados y por tanto pueden tener ocasión de huir a tiempo30.
El inquisidor inspector ve que el inquisidor Antonio Hurtado, entre otras

27. A.H.N., Inq. Leg. 4972, n.° 50, fol. 24 v.


28. Ibidem.
29. Ibidem, fol. 25 r.
30. “Soborno en la Inquisición de Córdoba por portugueses a mediados del siglo XVII” en
Proceedings ofthe Ninth World Congress of Jewish Studies, Division B., Jerusalén, 1986,pp.
151-158.
UN TRIENIO EN LA INQUISICION DE CORDOBA 85

cosas, toleraba que algunos presos como el matrimonio estudiado y su hija


tuviesen en la cárcel personal a su servicio31. Del inquisidor Gaspar Arre­
dondo dice el inquisidor visitador que había favorecido a muchos presos
judaizantes, como a los hermanos Díaz Báez, vecinos de Sevilla32; declara
de Arredondo que les había dado la libertad e información e incluso de haber
hecho desaparecer la documentación referente a esos hermanos. En su
defensa el inquisidor Arredondo dice que no los conoce, pero “antes paresce
dellos que se suspendieron (sus causas) porque no se pudieron ratificar los
testigos que avian depuesto en Rúan de Francia”33.
Es más duro si cabe lo que dijo en la inspección del inquisidor Alonso
Montoya: “es tan inorante el dicho inquisidor Montoia que jamas a votado
cosa que haga a la materia de que se trata aunque sea de mui poca considera­
cion; y en las audiencias de fe se porta con tan poca prudencia que dice a los
reos muchas cosas fuera de la obligacion que tiene un inquisidor, especial­
mente tratando con judíos, gente tan entendida i astuta que es necesaria otra
capacidad de la del dicho don Alonso”34. Y es aquí cuando refiriéndose a la
facilidad con que salieron de las cárceles secretas el matrimonio Díaz
Fernández-Faro, e hija, se declara que el dinero corrió entre los funcionarios
de la Inquisición: “se gastó entre los ministros más de dos mill ducados” doña
Leonor35.

NUEVOS PROCESOS DEL MATRIMONIO DIAZ FERNANDEZ E HIJA


La citada visita del inquisidor Francisco Marín obligó a dar por nulo todo
lo actuado al respecto a esta familia y se ordenó la prisión de los tres encausa­
dos con secuestro de bienes36.
En el segundo proceso se acusa a doña Leonor de sobornar al alcaide de la
Inquisición y se insiste en los testimonios del primer proceso. Se suceden las
audiencias y comunicaciones con su abogado, los oportunos alegatos de la
defensa hasta que el día 15 de noviembre se le presenta a doña Leonor la acu­
sación de su propia hija en el tormento; aunque negara doña Leonor las acu­
saciones de su hija Beatriz no pudo mantenerse, pues pronto se iba a disponer
que sufriese tormento también ella para lo que se pidió autorización a la

31. A.H.N., Inq., Leg. 1855,n.° 3, Visi a de don Francisco Marín al Tribunal de Córdoba;
vid. notas 11 y 12.
32. Ibidem, fol. 29 v.
33. Ibidem.
34. Ibidem, fol. 5 r.
35. A.H.N., Inq., Leg. 1855, n.° 1, fol. 3.
36. A.H.N., Inq., Leg. 4972, n.° 50, fol. 25 v.
86 LUIS CORONAS TEJADA

Suprema que la concedió siempre “atendiendo a las fuerças de la rea, edad y


sujeto”; se llegó “hasta ponerle la cincha y entonzes se desmayó y se suspen­
dió”37. El Tribunal no necesitó más y en consulta de fe se dictó la sentencia:
“sambenito de media aspa, sentenzia con meritos y respecto que no se le
pudo dar tormento mas que hasta la cincha se le condeno en la mitad de sus
bienes”; pero remitida esta sentencia a la Suprema por carta de 10 de enero
de 1647 dispuso que “se hiciesse justicia con que adjurase de vehementi y
fuesse condemnada en la terzera parte de sus bienes” y salir en auto de
fe.
El proceso de Manuel seguía idénticos trámites hasta que el 1 de agosto se
puso gravemente enfermo, confesando y a poco falleció38. De este Manuel
Díaz se refería el fallecido y enterrado en la capilla de la Inquisición de
Córdoba.
En el segundo proceso de Beatriz Manuel recibió tormento y declaró que
ella con sus padres habían celebrado ceremonias judías, declaraciones que
ratificó al día siguiente. Más adelante se decide ya en consulta de fe la senten­
cia: confiscación de bienes, reconciliación, abjuración y sambenito tan sólo
el día en que saliese en el auto .No obstante enviada la sentencia a la Suprema
en vez de confirmarla dispuso sambenito y cárcel perpétua, reconciliación y
abjuración, debiendo salir en el auto de fe que estudiamos39.

FINAL DE ESTOS PROCESOS


Como en el tormento que padeció Beatriz declaraba a su padre, ya falle­
cido, judaizante, dispuso el inquisidor Francisco Marín que se siguiese la
causa contra el difunto en la forma acostumbrada. Su viuda, ya libre, nombró
abogado defensor, pero un doble proceso era difícil salvar en la Inquisición y
el 13 de septiembre de 1648 se votó y acordó que fuese “condenada la memo­
ria y fama del dicho Manuel Díaz Fernández” y leida la sentencia relajado en
estatua, exhumado sus huesos y confiscados sus bienes40. Pero remitido todo
el proceso a Madrid la Suprema dispuso el 12 de octubre de ese año que la
memoria y fama del dicho Manuel fuera absuelta y devuelto el proceso a la
Inquisición de Córdoba.
Todavía hay que añadir a estos procesos las transacciones entre doña
Leonor y el Consejo Supremo de la Inquisición en relación con la confisca­
ción parcial de los bienes; al fin en 1652 se aceptó por la Suprema la pro­

37. Ibidem.
38. Ibidem, fol. 26 r - 27 r.
39. Ibidem, fol. 25 r.
40. Ibidem, fol. 27 r.
UN TRIENIO EN LA INQUISICION DE CORDOBA 87

puesta de doña Leonor “de servir al Consejo con sesenta mil reales”, que
serían para Su Magestad con la condición de que a la penitenciada se le
hiciese el desembargo de bienes; el Fisco se quedaría con la mitad de lo
secuestrado en especie más el oficio de regidor de Ecija41.
Los bienes de doña Leonor habían sido tasados en 139.000 reales ; consi­
deramos la interesante fortuna de esta mujer pues la valoración en los secues­
tros se hace muy por debajo del valor real42.

IL EL GRUPO DE JUDAIZANTES DE ALCALA LA REAL

En marzo de 1645 el inquisidor Hurtado se desplazó a Alcalá la Real para


realizar la visita de distrito ; en el curso de esta visita le fueron llegando denun­
cias de algunos vecinos contra otros de los que aseguraban la realización de
prácticas judáicas. El inquisidor envió informes al Tribunal de Córdoba;
algunos presuntos judíos que temían del inquisidor decidieron sobornar con
ciertos regalos al Comisario del Santo Oficio de la localidad para que les
fuera informando del curso de las pesquisas.
El Tribunal cordobés no decidió la prisión en bloque de las personas
denunciadas; la primera que entró en prisión fue doña Isabel de Mercado, el 8
de abril de 1645; al mes siguiente ingresó Enrique Gómez ; mientras tanto
había huido otro de los denunciados, Domingo Luis de Almeida, pero su
mujer fue detenida el 21 de mayo; nueve días después era encarcelada Leo­
nor Núñez y el 1 de junio doña María Núñez. El 9 de junio, fracasada la
huida, entraba en una celda Domingo Luis. Por último, el 23 de junio ingresa­
ban Rodrigo Fernández Franco y su mujer Isabel Núñez. En total eran ocho
los detenidos, de los que cinco, eran mujeres.
Veamos algunos datos sobre estos judaizantes. Doña Isabel de Mercado,
de 45 años, casada con Diego López Núñez, había nacido en Ciudad
Rodrigo; según su declaración descendía de cristianos viejos e hidalgos por
línea paterna y “de parte de su madre podría ser hubiese raza de christianos
nuevos”; su hija, doña María Núñez, de 27 años, casada con Antonio Mar­
tín, se consideraba cristiana vieja e hidalga por parte de su madre; había
nacido también en Ciudad Rodrigo.
Enrique Gómez, portugués, del obispado de Lamego, mercader, poseía
una tienda bien surtida en Alcalá la Real; declaró tener 69 años y descender
de cristianos viejos.

41. A.H.N., Inq., Leg. 1851, n.° 2.


42. Ibidem. Vid. Apéndice, Leg. 1851,n.° 2; el secuestro de bienes ocupa los folios 132r -
137 v.
88 LUIS CORONAS TEJADA

Domingo Luis de Almeida, “mercader de especiería”, de 40 años, portu­


gués, declaró que no sabía “de que calidad eran sus padres y ascendientes”.
Su mujer, Ana Núñez, también de 40 años, aseguró que sus ascendientes
eran cristianos viejos.
Leonor Núñez, natural de Toledo, de 25 años, declaró que era “de gene­
ración de portugueses” y estaba casada con el portugués Francisco de
Campos.
Rodrigo Fernández Franco, portugués, de 45 años y su mujer, Isabel
Núñez, de 29 años; esta última manifestó que era “de nación portuguesa, de
Toledo... y que se tenía a sí y a todos los suyos por cristianos
viejos”43.

LOS PROCESOS DE LOS JUDAIZANTES DE ALCALA LA REAL


Los acusados por judaísmo en Alcalá la Real, portugueses o descendien­
tes de éstos, no se decidieron en su totalidad por declararse en principio cris­
tianos viejos; sólo Enrique Gómez y doña María Núñez dijeron que eran
cristianos viejos. Doña Isabel de Mercado reconocía que por parte de su
madre podría ser descendiente de conversos, pero más tarde, olvidada esa
declaración, manifiesta que su padre fue quien la inició en el judaismo: “y
confesó que por enseñanza de su padre avia guardado la ley de Moysen de
catorce años a aquella parte”44; Domingo Luis desconocía la calidad de sus
ascendientes y los demás venían a ocultar su condición conversa manifes­
tando ser portugueses, a conciencia sin duda de que existía un convenci­
miento por parte de los inquisidores de que un gran número de portugueses
descendían de conversos.
Respecto de la rutinaria pregunta si sabían o presumían la causa de la pri­
sión era normal una respuesta tajante, que la desconocían; sólo vemos dos
casos en este grupo, uno el de Isabel de Mercado que declaró que “presumía
le avian levantado algún testimonio, refirió algunas cosas y enemistades” y
Ana Núñez que en la tercera audiencia ya dijo que “una mujer portuguesa (le
había enseñado) unas zeremonias de enzender un candil los viernes en la
noche y cada semana ayunar un día de sol a sol y otras cosas de la observanzia
de la Ley y que avía hecho otras zeremonias creyendo salvarse en
ellas”45.
Después de las tres audiencias, aproximadamente un mes más tarde,
tuvo lugar una inspección que realizaban los médicos del Santo Oficio en los

43. A.H.N., Inq., Leg. 4972, n.° 50, fol. 17 v - 27 r.


44. Ibidem, fol. 22 v.
45. Ibidem, fol. 20 r.
UN TRIENIO EN LA INQUISICION DE CORDOBA 89

acusados varones para comprobar si estaban circuncidados. En los casos del


grupo de Alcalá la Real ninguno era circunciso; con frases similares se
expresa el reconocimiento y así en la de Rodrigo Fernández se dice “y en 9 de
agosto se hiço la inspection por los medicos y declararon no hallar en el
miembro viril señal ni zicatriz alguna”46.
El fiscal fue presentando la acusación a los judaizantes de Alcalá la Real
y tras la negativa de todos ellos, a excepción de doña Isabel de Mercado que
después de la tercera audiencia pidió otra y confesó en ella algunas prácticas
judáicas, se les permitió designar abogado.
En los procesos de los alcalaínos, que duraron el que más 22 meses y el
que menos 19, los letrados tuvieron contadas intervenciones ; lo normal fue­
ron cinco actos en los que el defensor de un modo u otro actúa. Son excepción
los procesos de Rodrigo Fernández en que el abogado interviene ocho veces
y de Ana Núñez en que el letrado actúa tan sólo en cuatro ocasiones.
En la quinta audiencia se presentaba al acusado los testimonios que
habían dado lugar a la prisión y proceso; los judaizantes de Alcalá menos Isa­
bel de Mercado niegan rotundamente todos los cargos respecto de judaismo y
Enrique Gómez acepta uno relacionado con su presunta huida que él enmas­
cara con que preparaba establecerse en Madrid o Sevilla47.
Tras la sexta audiencia empieza en realidad la defensa de los acusados ; el
ritmo de actuación difiere de uno a otro de los inculpados, pero las formalida­
des son las mismas en todos ellos; el abogado aconseja que confiesen y tan
sólo doña Isabel de Mercado lo hizo ratificando lo que ya había declarado
voluntariamente antes de la cuarta audiencia pero en esta ocasión amplió sus
declaraciones en un momento de la audiencia en que se había salido su abo­
gado de la sala; cuando éste regresó doña Isabel le comunicó a su defensor lo
que había declarado en contra de otros judaizantes.
Los presos alcalaínos fueron recibiendo papel para apuntamientos o sea
para escribir en él todo lo que pudiera servir a su defensa; normalmente era
una lista de aquellas personas que por enemigas podrían haber declarado en
contra; estos apuntamientos eran las bases de la defensa, porque tachando
testigos en los alegatos e interrogatorios podrían desarmar a los acusadores.
No parece que dieran resultado los apuntamientos de los judaizantes de
Alcalá la Real.
A fines de mayo de 1646 terminaban las defensas en cada uno de los pro­
cesos a excepción de los de Domingo Luis de Almeida, Rodrigo Fernández y
su esposa que continuaron en el mes de junio.

46. Ibidem, fol. 24 r.


47. Ibidem, fol. 19 r.
90 LUIS CORONAS TEJADA

Los inquisidores se habían percatado que estos judaizantes estaban ínti­


mamente ligados y que de Enrique Gómez se podía esperar las denuncias de
sus compañeros de cautiverio y decidieron dar tormento a estos acusados;
sólo se libra de él Domingo Luis de Almaida y no sabemos ni deducimos por
qué; la locura que simuló el 17 de octubre en una audiencia, en presencia de
su letrado, manifestando que “era un gran señor y heredero” no le dió resul­
tado, pero en esa fecha otros habían sido ya atormentados48.
La primera en sufrir tormento “ad adbitrium” fue doña María Núñez el 2
de junio de 1646 y se mantuvo negativa; no se consideró aquel tormento com­
pleto porque el 11 de julio “se continuo” por haber estado enferma y persistió
en su negativa49. El segundo fue Enrique Gómez que alegó hernia para evitar
el tormento lo que implicó un reconocimiento médico que diagnosticó la her­
nia si bien manifestaron los facultativos que no era obstáculo para que
sufriese tormento siempre que “no tocasen en aquella parte”50. Padeció el
tormento el 24 de julio y confesó que había practicado el judaísmo desde los
13 años; dió nombres de otros judaizantes y al día siguiente se ratificó de todo
ello, pero el fiscal, que consideraba a éste como el más destacado del grupo,
“presentó alegato pidiendo repetición de tormento”51. De momento no se
aceptó la apelación del fiscal, tras consulta de fe se dictó sentencia: reconci­
liación, abjuración, sambenito y cárcel perpetua y confiscación de bienes. La
sentencia fue comunicada al fiscal que de nuevo apela “por no estar suficien­
temente atormentado y diminuto”. Ante esto el caso se remite a la Suprema y
mientras ésta resuelve los inquisidores deciden suspender otras cinco cau­
sas, y continuar sólo las de Ana Núñez e Isabel de Mercado. Ana Núñez
sufrió tormento en agosto y en él confesó prácticas judaicas dando nombres
de cómplices. Tres días después, el 20 de agosto, una vez ratificada y cele­
brada la consulta de fe de los inquisidores la condenaron a reconciliación,
abjuración, sambenito y cárcel por un año y confiscación de bienes.
A doña Isabel de Mercado, también en agosto, se dió tormento; se llega
“hasta ponerle la cincha” y se mantuvo en su confesión anterior pero dió más
nombres de judaizantes. El 22 de agosto fue condenada a reconciliación,
abjuración, sambenito y cárcel por un año con confiscación de bienes. Ana
Núñez e Isabel de Mercado continuaban en las cárceles secretas en espera de
auto de fe, pero la segunda se puso gravemente enferma y fue reconciliada en
la cárcel, abjuró de sus creencias y confesó; días después se repuso de
la enfermedad.

48. Ibidem, fol. 20 r.


49. Ibidem, fol. 23 v.
50. Ibidem, fol. 19 r.
51. Ibidem.
UN TRIENIO EN LA INQUISICION DE CORDOBA 91

La Suprema decidió que fuese de nuevo atormentado Enrique Gómez


tanto “ad adbitrium” como “in caput alienum”, pero que el tormento fuese
moderado; lo sufrió el 5 de octubre y en esta ocasión el fiscal quedó satisfe­
cho, pues no sólo confiesa sus ritos judáicos, sino que también da nombres de
otros judaizantes.
A partir de este momento y debido a los nombres que da Enrique Gómez
reciben tormento Isabel Núñez (7 de noviembre), Rodrigo Fernández (1 de
diciembre) y Ana Núñez (17 de diciembre), esta última por segunda
vez.
Sabemos que el Tribunal de la Inquisición de Córdoba tenía cierta espe-
cialización en la tortura; en este año de 1646 en que fueron sometidos a tor­
mento los judaizantes de Alcalá la Real la Suprema pidió a los Inquisidores
de Córdoba “información del uso de la garrucha y la silla y una descripción de
la trampa y el trampazo que el Tribunal empleaba con una valoración de su
severidad”; respondieron que se habían abandonado muchos sistemas y los
que entonces se empleaban eran “la vuelta de trampa, la mancuerda y tender
al acusado en el potro”. También empleaba el Tribunal de Córdoba la cincha
que era la preparación para mayores torturas ; era un cinturón con el que el reo
era balanceado con giros diversos52.
Los inquisidores consideraron de nuevo abiertas las causas ya sentencia­
das, pues en los testimonios de los torturados hay acusaciones para aquellas
que habían visto sus causas conclusas y esperaban el auto de fe. Se procede
con todos a nuevas publicaciones de testigos y a las correspondientes negati­
vas de los reos. Desgraciadamente para los presos alcalaínos se habían ido
acusando mutuamente en el tormento y los inquisidores resolvieron tras las
consultas respectivas de fe dando las siguientes sentencias: reconciliación,
abjuración y confiscación de bienes para todos, sambenito y cárcel perpetua
para Enrique Gómez, Leonor Núñez, Rodrigo Fernández Franco, Isabel
Núñez y Ana Núñez, mientras que doña Isabel de Mercado, doña María
Núñez y Domingo Luis de Almeida se les impone sambenito y cárcel por dos
años. Es de señalar que a Ana Núñez condenada en un principio a un año
pasó en la segunda sentencia a cárcel perpetua y a doña Isabel de Mercado en
su segunda sentencia se le dobló el tiempo de sambenito y cárcel.
92 LUIS CORONAS TEJADA

III. EL GRUPO FAMILIAR MONTESINOS

El Tribunal de la Inquisición de Corte tenía denuncias contra un grupo


familiar que englobaba con el apellido Montesinos, de origen portugués, y
establecido tanto en Sevilla como en Burdeos. El acusador, Juan de Viera,
declaraba que había visto en esa ciudad francesa practicar la religiónjudía a
este grupo familiar. El Tribunal de Corte dispuso la prisión el 23 de mayo de
1643 y entraron en las cárceles secretas de Córdoba en los primeros días de
septiembre; la Suprema decidió seguramente para evitar traslados que la
causa contra este grupo se siguiese ante el Tribunal de Córdoba. El grupo
estaba formado de un lado por doña Justa Manuel y sus hijos Francisco,
Antonio y José y de otro por Diego Montesinos, alias don Diego. José no
llegó a ser encarcelado pues había muerto ahogado anteriormente.
Contra el primer grupo citado había cinco testimonios acusadores de
observar la ley de Moisés. Las primeras declaraciones de doña Justa vienen a
desarticular la acusación; era portuguesa, natural de Castil Blanco, y viuda de
Manuel Ruiz Cartagena, cristiano viejo, que había residido en Sevilla y que
nunca había salido de los reinos de Castilla; declaró también que era madre
de los detenidos pero que no eran Montesinos, sino Ruiz Cartagena a la vez
que afirmaba que era suegra de los Montesinos. En septiembre enfermó, se
agravó, confesó y recibió los últimos sacramentos. Ante las manifestaciones
de esta mujer fue necesario que el acusador principal Juan de Viera se despla­
zase a Sevilla y después de “reconocer en la forma que se tiene en la Inquisi­
ción” a la enferma moribunda y a sus hijos aseguró que aquellos no eran los
Montesinos que él había visto en Burdeos, y como consecuencia se les
dió la libertad53.
Quedó Diego Montesinos en prisión; declaró que era natural de Huelva,
mercader en Sevilla, de 31 años y afirmó decididamente que nunca había
estado en Burdeos; después de la acusación fiscal y publicación de testigos
continuó manteniendo que no había pisado Francia; en su defensa logró
tachar por enemigos algunos de los testigos. Después de la consulta de fe los
inquisidores votaron en discordia pasando la causa a la Suprema que dispuso
se hicieran diligencias para averiguar la identidad del preso. Tras nuevos trá­
mites inquisitoriales se volvió a votar en discordia y de nuevo se remitió la
causa a la Suprema que dispuso se le diese tormento “ad adbitrium”; aguantó
tres vueltas de la trampa y se mantuvo negando. Por tercera vez fue remitido
el caso a la Suprema que en esta ocasión ordenó que el preso fuese trasladado

53. A.H.N., Inq., Leg. 4972, n.° 43, fol. 1 r - 2 r.


UN TRIENIO EN LA INQUISICION DE CORDOBA 93

a la Inquisición de Toledo; varios meses pasó en esta ciudad hasta que se dis­
puso que se reintegrase a las cárceles de Córdoba. Fue preciso un reconoci­
miento del reo por los testigos, lo que la Suprema había querido evitar, y al fin
el 9 de octubre de 1646 fue condenado: reconciliación, abjuración de vehe-
menti, sambenito de media aspa, pero por rotura del papel no sabemos el
tiempo de prisión, ni se ha podido leer la confiscación de bienes, que como era
de rigor iría en dicha sentencia54.
94

GENEALOGIA DE DOÑA LEONOR DE FARO Y PELAEZ

1. Todos sus hijos murieron pequeños.


2. Hija única.
LUIS CORONAS TEJADA

3. Todos sus hijos murieron de escasa edad a excepción de ésta.


4. Sin sucesión.
GENEALOGIA DE MANUEL DIAZ FERNANDEZ

1. Este dato lo proporcionan los inquisidores.


2. Al tiempo de la declaración de esta genealogía eran doncellas.
96 LUIS CORONAS TEJADA

APENDICE

CÓRDOBA,
1646, 29 DE ENERO
RELACIÓN DE LAS ALHAJAS DE DOÑA LEONOR DE FARO SECUESTRADAS POR LA INQUI-
SICIÓN DE CÓRDOBA, CUYO INVENTARIO SE INICIÓ EL 23 DE DICIEMBRE DE 1645;
REPRESENTA SÓLO UNA PARTE DE LOS BIENES INTERVENIDOS.

“Yo Juan Fernandez de Zea, secretario de secrestos del Santo Officio de la Inqui­
sición de Cordova, certifico y doy fee como en el secresto de bienes de Manuel Diaz
Fernandez su mujer y hija, que se hizo en la ciudad de Ecija y empezo a veynte y tres
de diziembre de mil y seiscientos y quarenta y cinco, entre los demas bienes que se
secrestaron se hallaron los siguientes :......................................................................................
Un apretador de oro y diamantes con zinquenta y un diamantes, el de enmedio que
esta en la brocha algo mayor que esostros (sic), que peso veinte y seis castellanos
menos dos tomines, el qual dicho apretador esta dentro de su caxa donde se
bolbio a entrar.
Un cabestrillo de oro y diamantes, esmaltado con noventa y ocho piezas, la mitad
dellas cada una con dos diamantes y todos los dichos diamantes son noventa y ocho y
peso sesenta y ocho castellanos y medio, que estava en una caxa muy bieja echa para
el proposito.
Una cadena de oro esmaltada de blanco y negro y rojo con ciento y veinte piezas
entre chicas y grandes, que peso setenta y ocho castellanos y tres tomines que estava
metida en una caxa biexa echa al proposito.
Una fuente y un jarro de plata sobredorados, la fuente con sus armas enmedio
dorada la falda y el borge de la fuente que pesa seis marcos, cinco onzas y cinco ocha­
vas y el jarro dorado a trechos de gallones y asa de buelta que pesso tres marcos, cinco
onzas y quatro ochavas.
Dos vinageras de plata sobredorada con sus tapaderos encontados con sus letras,
que pesaron quatro marcos, una onza y siete ochavas.
Una salvilla de plata sobredorada enborgada azia dentro, que peso dos marcos,
dos onzas y tres ochavas.
Una copa pequeña de plata sobredorada con asas y dos esmaltes azules de plata
picada de lustre, que peso seis onzas y media ochava.
Una copa ponada (sic) de pie alto enbutida azia fuera y sobredorada con un
esmalte enmedio clavado de plata, que peso siete onzas y un real.
Un pimentero de plata sobredorado sobre una basilla quadrada que peso siete
onzas y dos ochavas.
Otra taza de plata sobredorada para beber con asas y pie y su bientre enborjado,
que peso siete onzas y media.
Un pomo de plata blanco estriado con su tapador y cadenilla con tres encontados,
que peso un marco y siete ochavas.

Una joya de San Juan Bautista, con catorçe jaçintos y diez perlas, esmaltado de
blanco, verde y rojo y açul, que peso ciento y setenta y siete reales y medio de plata,
que es balor de diez castellanos y siete reales y medio.
UN TRIENIO EN LA INQUISICION DE CORDOBA 97

Otra joya de oro esmaltada de azul, verde, rojo y blanco con la echura del Arcan­
gel San Miguel con su corona enzima de la caveza, que tiene zinquenta y siete perlas
entre grandes y pequeñas, que peso doze castellanos y diez reales y medio.
Una joya de una aguila de oro esmaltada verde, negro y blanco con una cadenilla
de que pende y en ella una perla y en la caveza una esmeralda, y otras cuatro en el
cuerpo y en las alas dos granates y en medio el (sic ) cuerpo una piedra grande de cristal
de color topaziado, que peso nueve castellanos y un tomin.
Otra joya de oro de un cavallo marino questa pendiente de una cadena con dos
calabazillas de perlas y diez y ocho esmeraldas, que peso diez y ocho castellanos y
medio y un tomin.
Otra joya de un papagaio de oro esmaltado de blanco, azul y berde y colorado
metido en quatro cadenas de que pende con una esmeralda en los pechos con tres
rubies pequeñitos con una perla pendiente enzima la caveça, que peso siete castella­
nos y un real.
Otra joya de oro de una lagartija esmaltada de berde y blanco pendiente de dos
cadenillas con cinco esmeraldas en el lomo, que peso cinco castellanos y medio
y tres reales.
Otra joya de oro de la hechura de un Santo Cristo crucificado con la muerte a los
pies, esmaltada de blanco y la cruz a las espaldas esmaltada de verde y negro; peso
cinco castellanos y dos tomines.
Una joya de oro filigrana que consiste en una jarra de cristal con dentro della (sic)
pintado un rey y otras figuras delante del y encima una perla que pende de una cade-
nita y a las espaldas un granate quadrado y otros dos ojetillos de lo mismo; peso cinco
castellanos menos cinco reales.
Un agnus de oro de rayos esmaltados de blanco, colorado y negro, que peso sin los
dos cristales que tiene con reliquia diez castellanos y medio y un tomin.
Otra joya que consiste en un agnus guarnecido de oro con una iluminazion de San
Juan B autista y otra del Salbador, que todo peso, cristal y oro, ocho castellanos menos
seis reales; todas las quales dichas piezas se bolbieron a meter en otra cajuela y todas
ellas son diez piezas.
Otra cajita redonda pequeña ordinaria en que se hallo onze botones de oro esmal­
tados de blanco, negro y rojo, que pesaron cinco castellanos y quatro reales.
Quarenta y tres piezas de oro esmaltado de blanco y negro; las siete dellas con dos per­
las cada una y las demas a tres, que todo peso treinta castellanos.
Mas nueve perlas y una pequeñita, que son diez, que pesaron tres tomines y
medio.
Una cajita de Caray pequeñita.
Un collar de oro con veinte y una piezas chicas y grandes, con treinta y cinco per­
las chicas y grandes, que peso ocho castellanos y un tomin.
Dos bueltas de cadena de plata sobredorada con una reasa que la abraza, que pesa
un marco menos dos ochavas que se entro en la cajita de Caray.
Un collarillo de oro con veinte piezas en el qual seis piedras turquesas y seis aga-
tas, que peso ocho castellanos y medio.
Siete bueltas de cadena de oro, que peso ochenta y siete castellanos menos
dos tomines.
98 LUIS CORONAS TEJADA

Un alfiler largo con una caveza gorda de plata gueça, que peso con una espadita de
plata guarnezida la guarnizion de alxofar menudita; pero todo ocho reales.
Mas una sortixa de plata becal que pesa un real.
Un rosario de açabache guarneçido de plata con tres medallas muy ligeras
estampadas.
Una cajita aforrada en baqueta colorada argentada de oro con quatro sortixas, las
dos dellas de dobletes berdes y las otras dos de esmeraldas ; la mayor destas tiene diez
y siete esmeraldas, la otra una, las de los dobletes una de nueve y otra de treze y mas
una sortixa de dobletes blancos de diez y siete dobletes, y la otra de diamantes con
enmedio (sic) un rubi, y tiene catorçe diamantes; otra sortija de oro llena y en lugar de
piedras nueve perlas, que todas siete pesaron diez castellanos y tres tomines, que se
bolbieron a meter en la caxuela dicha.
Un librito con su cuniesta de oro macizo con sus manillas de lo mismo, de orazio-
nes, con quinze diamantes y esmaltado, que pesa todo el veinte castellanos y dos tomi­
nes, y tiene su caxita en la que se puso.
Otra caxita con una arracada de diamantes con diez y ocho diamantes cada una,
que pesaron ocho castellanos y medio.
Una banda de alxofar entreneta, que peso tres onzas y media y tres adarmes y es de
nueve sartas.
Un cintillo de oro esmaltado con una correa de terciopelo que tiene quarenta y
quatro piezas y en ellas la punta y hevilla y tiene cinquenta y dos perlas, que todo el
peso diez y seis castellanos menos dos tomines.
Una cintura de mujer de oro esmaltado que esta en una correa de cabritilla con
treinta y nueve piezas y noventa y quatro perlas, que todo junto peso con una cintilla
negra de una quarta de largo treinta y nueve castellanos.
Dos manillas de oro del tiempo antiguo labradas y esmaltadas y sobrepuestas con
quinze perlas, que pesaron quarenta y siete castellanos.
Una copita pequeña de dos asas y dos esmaltes con su pie sobredorado de plata,
que pesa cinco onzas.
Un cintillo de oro en su correa de cordovan con su punta, hevilla y pasador, con
cinquenta y ocho piezas, que pesada con correa peso diez castellanos menos
dos tomines.
Un rosario de coral con sus padrenuestros de oro, que son ocho, y la cruz de oro
con una borla de ylo de oro y seda con granates y una zinta de medio liston con setenta
abemarías del dicho coral, que todo junto peso quatro onzas y una ochava.
Siete botones de oro gruesos que pesaron siete castellanos y un tomin.
Un rosario de cristal con seis piezas de oro en forma de padrenuestros, que peso
todo junto con la zinta en que estava ensartado siete onzas y tres ochavas.
Un anus de oro esmaltado, que peso medio castellano y dos tomines.
Un rosario que pareze de pasta engarçado en plata, con medallas siete, y peso diez
y siete reales sin bedrieras, ni reliquias.
Otro anus de plata, que peso siete reales sin bedrieras ni reliquias.
Otro rosario de azabache labrado que tiene atada una camandula, y el rosario con
tres medallas y la camandula una cruz todo de plata, que peso una onza y tres
ochavas.
UN TRIENIO EN LA INQUISICION DE CORDOBA 99

Una cruz de plata gueca que pesa una onza escasa.


Dos cruzes, una de Santo Toribio y otra de Caray con esmaltes de plata.
Treinta y dos piezas de oro esmaltado de rojo y blanco de zintillo, que pesaron
cinco castellanos menos un tomin.
Mas dos reales de a ocho de plata que no se entrgaron al depositario por quedarse
para el gasto.
Dos tenedores de plata de diferentes echuras, que pesaron quinze reales en
plata.”

A.H.N., Inq., Leg. 1851, n.° 2, fol. 132 r - 134 v.

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