Autonomia Privada y Derechos Fundamentales-Antonio Lopez
Autonomia Privada y Derechos Fundamentales-Antonio Lopez
Autonomia Privada y Derechos Fundamentales-Antonio Lopez
SUMARIO
«Derecho natural del hombre hay uno únicamente, la libertad», decía Kant en
La Metafísica de las Costumbres1. Qué hacer, para que en una sociedad igualitaria
de gobierno popular impere la libertad y no el despotismo es el problema público,
al que, según Tocqueville, toda sociedad contemporánea está convocada a dar
respuesta2.
1 Cfr.: Immanuel Kant, Die Metaphysik der Sitten, Werkausgabe Bd. VIII Hrgbn. von Wilhelm
Weischedel, Frankfurt am Main: Suhrkamp 1982.
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4 vid., Ernst-Wolfgang Böckenförde, Die Bedeutung der Unterscheidung von Staat und
Gesellschaft im demokratischen Sozialstaat der Gegenwart, in ders. Staat, Gesellschaft, Freiheit.
Studien zur Staatstheorie und zum Verfassungsrecht, Frankfurt am Main: Suhrkamp, 1976.
5 vid. en particular BVerfGE 6, 32 (36 f.); asimismo I. Gutiérrez, Dignidad de la persona y
derechos fundamentales, Madrid: Marcial Pons Ediciones Jurídicas, 2005; D. Grimm,
Constitucionalismo y derechos fundamentales, Estudio Preliminar de A. López Pina, Madrid: Ed.
Trotta, 2006; A. López Pina e I. Gutiérrez, Elementos de Derecho público, Madrid: Marcial Pons
Ediciones Jurídicas, 2002
terceros un derecho a protección por el Estado. Tal dualismo da cuño al Derecho
privado: la sociedad se constituye por medio del Derecho civil (Herzog)6; sobre los
pilares de la propiedad privada, la libertad de empresa, la libertad de contratar y de
invertir y la libertad profesional y de trabajo se constituye y actúa la sociedad civil.
Si los arts. 10.1, 33, 387, 35.1 y 28 CE garantizan la autonomía privada, contienen
asimismo una encomienda de protección y regulación para el legislador. Dotada de
los derechos fundamentales como facultades subjetivas y amparada por la
obligación de protección a cargo del Estado, la autonomía privada aparece así como
pieza estructural de un orden social en libertad.
De todos modos, desde Hegel8 hemos cobrado conciencia de que, por benéficas
que sean la libertad y la autonomía privada, abandonadas a sí mismas son causa de
servidumbres y de grandes desigualdades; una autonomía privada y un ejercicio de
la libertad sin límites acaban, justo, en la negación de la libertad de los otros,
cuando no provocan conflictos de tal envergadura que hacen estallar la sociedad.
LA AUTONOMÍA PRIVADA Y LOS DERECHOS FUNDAMENTALES... 149
voluntad de cada uno sea conciliable con la voluntad de los demás bajo una ley
general de libertad (Kant)11.
¿Qué entiendo por intereses generales? El art. 128 CE subordina toda la
riqueza de España al interés general; conforme al art. 103 CE la Administración
Pública sirve a los intereses generales 12. Interés público o interés general son
conceptos que se implican recíprocamente y cuyo uso depende del contexto: en
contraposición a propiedad privada, mercado, iniciativa privada, sector privado o
interés privado hablamos de interés general; frente a los intereses particulares
hablamos de interés público. El concepto jurídico del interés general o interés
público remite, en principio, al deber del Estado de realizarlo. De todos modos, al
no precisar el texto constitucional su contenido, interés público o interés general
son conceptos jurídicos indeterminados, no susceptibles de ser aplicados sin más.
Dogmáticamente, se trata de conceptos normativos abiertos a la ocupación
ideológica, que precisan ser dotados de contenido. Los fines del Estado se nos
brindan, así, al fin de orientarlos y medirlos. De esta manera, el interés público o el
interés general deviene un concepto bisagra que si, de un lado, remite a la
legitimación del Estado, fines y tareas del Estado incluidas, de otro, transpone las
mismas al plano constitucional y las proyecta al orden jurídico.
La tarea del Estado de procurar el interés general se traduce en la puesta a
disposición y el fomento de bienes públicos13. Cuentan como públicos los bie-
Realisierung öffentlicher Interesen, Herfried Münkler; Karsten Fischer Hrsg., Berlin: Akademie Verlag,
2002; Gemeinwohl in Deutschland, Europa und der Welt, W. Brugger; S. Kirste; M. Anderheiden
Hrsg., Baden-Baden: Nomos Verlagsgesellschaft, 2002.
En España son pioneros los trabajos El interés público en la interpretación de los contratos
administrativos, Documentación Administrativa, n.º 110, 1967, de Landelino Lavilla, La
Administración sirve con objetividad los intereses generales, Libro-Homenaje a Eduardo García de
Enterría, Madrid: Ed. Civitas, 1992, de Alejandro Nieto y Lo público como supuesto constitucional,
México: Universidad Nacional Autónoma de México, 1997, de Antonio de Cabo de la Vega.
Sobre las fuentes clásicas del concepto de intereses generales en términos de bien común cfr.:,
Erns-Wolfgang Böckenförde, Gemeinwohlvorstellungen bei Klassikern der Rechts-und
Staatsphilosophie, in: Gemeinwohl und Gemeinsinn im Recht. Konkretisierung und Realisierung
öffentlicher Interesen, Herfried Münkler; Karsten Fischer Hrsg., Berlin: Akademie Verlag, 2002; en la
doctrina española, por todos Rodrigo Fernández-Carvajal, El Lugar de la Ciencia Política, Murcia:
Universidad de Murcia, Secretariado de Publicaciones, 1981.
10 vid. Schnapp, Juristische Schulung, 1978, S. 729.
11 cfr.: Kant, Die Metaphysik der Sitten, op. cit.; Michael Stolleis, Verwaltungsarchiv, 65
(1974). 12 vid. Alejandro Nieto, op. cit.
LA AUTONOMÍA PRIVADA Y LOS DERECHOS FUNDAMENTALES... 151
13 cfr.: Michael Anderheiden, Gemeinwohlförderung durch die Bereitstellung kollektiver Güter in:
Gemeinwohl in Deutschland, Europa und der Welt, W. Brugger; S. Kirste; M. Anderheiden Hrsg.,
Baden-Baden: Nomos Verlagsgesellschaft, 2002.
nes que, a diferencia de los privados, no pueden ser producidos y distribuidos por el
mercado; más bien, deberán ser procurados por el Estado. Estos bienes poseen
rasgos comunes que han permitido que se los caracterice como públicos, en la
medida en que son de acceso universal y no desaparecen por el mero consumo. Se
distinguen por el rasgo de que ningún privado puede excluir a nadie de su
utilización. El mandato constitucional del interés general deberá ser concretado al
caso en la determinada situación de que se trate. Así aplicados, el interés general,
el interés público, los intereses generales como mandato constitucional dejan de
ser un concepto comodín a disposición de definiciones partidarias.
La cuestión es: ¿qué configuración de los mismos contiene la Constitución?
Formalmente, buena parte de la doctrina y de la jurisprudencia los contempla como
una simple cuestión de competencia, como a continuación veremos. Lo que sucede
es que, sin perjuicio de definir la distribución de competencias, la Constitución
contiene también parámetros materiales para definir el interés público o el interés
general. De ahí que, si bien nos venga impuesto hacer las consideraciones a
renglón seguido, nos esté vedado cerrar con ellas nuestro tema.
especial interés (STC 248/2000), Ley sobre Régimen de Suelo y Valoraciones (STC 164/2001), Ley de
ordenación del comercio minorista (STC 124/2003), Ley de la Función Pública de la Administración
de la Generalidad (STC 101/2006)Si y cuando la jurisprudencia logra deslindar el conflicto de
competencias, deja pendiente de resolver la cuestión nuclear de la materialidad constitucional de los
intereses generales. Cuando tan fácil habría sido seguir la STC 48/1981 que hablaba de que «bases»
(art. 149.1.13.ª, 18.ª y 25.ª CE), «condiciones básicas» (art. 149.1.1.ª CE), «normas básicas» (art.
149.1.27.ª CE), «legislación básica» (art. 149.1.17.ª y 18.ª CE), en cuanto versiones semánticas de «lo
básico», incorporan la acepción de fundamento o apoyo principal de algo, con vocación por la esencia,
cuya finalidad consiste en «asegurar, en aras de intereses generales superiores a los de las
Comunidades Autónomas, un común denominador normativo» (STC 48/1981).
20 BVerfGE 7, 377 (404, 414).
21 BVerfGE 25, 1 (16)
en transitoriamente viable dotándole de alguna estabilidad, en parte mediante el
tratamiento homogéneo de las diferentes listas de competencias. Siendo entretanto
alta la descentralización política y administrativa, no cabe hablar, sin embargo, sea
de una consolidación del régimen territorial, sea de un previsible fin de las
tensiones. De ahí el grado considerable de conflictos de competencia que las
Comunidades Autónomas llevan al Tribunal Constitucional. Ahora bien, nuestros
Magistrados caen a veces en la trampa de la voracidad competencial de ciertas
LA AUTONOMÍA PRIVADA Y LOS DERECHOS FUNDAMENTALES... 155
Zugleich ein Beitrag zum institutionellen Verständnis der Grundrechte und zur Lehre vom
Gesetzesvorbehalt 3. erweiterte Auflage, Heidelberg: C. F. Müller Juristischer Verlag, 1983; Olivaer
Lepsius, Besitz und Sachherrschaft im Öffentlichen Recht., Tübingen: Mohr Siebeck Verlag, 2002
24 El principio de igualdad (art. 14 CE) ha sido configurado como un derecho de los
ciudadanos a recibir un trato no-discriminatorio. Obliga y limita a los poderes públicos a respetarlo y
exige que a iguales supuestos de hecho se apliquen iguales consecuencias jurídicas. Veda, por tanto, el
recurso a elementos arbitrarios o carentes de justificación para introducir diferencias (STC
27/2004). vid. Konrad Hesse, Der allgemeine Gleichsheitssatz in der neueren Rechtsprechung des
Bundesverfassungsgerichts zur Rechtsetzungsgleichheit, in Wege und Verfahren des Verfassungslebens
Festschrift für Peter Lerche zum 65, Geburtstag, P. Badura und R. Scholz Hrs., München: C. H. Beck,
1993
25 La Constitución económica es el conjunto de normas destinadas a proporcionar el marco
jurídico fundamental para la estructura y funcionamiento de la actividad económica, resaltando la
En su vertiente objetiva como principio del orden jurídico, la igualdad se
extiende al derecho al trabajo y a las relaciones laborales. El modelo de relaciones
laborales comprende la garantía institucional de los sindicatos y las asociaciones
empresariales, la libertad sindical, el derecho de negociación colectiva y el
principio de igualdad. Merced a la tutela de las relaciones laborales, España se
articula como Estado social de Derecho: tal postulado ha supuesto para el Tribunal
Constitucional un potente instrumento de interpretación y aplicación en el ámbito
laboral de la normativa constitucional26.
importancia que adquiere la exigencia de que los principios básicos del orden económico sean unos y
los mismos en todo el ámbito nacional, como proyección concreta del más general principio de unidad
que el art. 2 CE consagra (SSTC 1/1982; 11/1984; 29/1986; 64/1990).
De la Constitución se deriva la unicidad del orden económico nacional, que trae como
consecuencia la existencia de un mercado único (STC 87/1985). Esta unidad de mercado supone la
libertad de circulación sin trabas por todo el territorio nacional de bienes, capitales, servicios y mano
de obra (art. 139.2 CE) y la igualdad de las condiciones básicas de ejercicio de la actividad económica
(arts. 139.1; 149.1.1.ª CE) (SSTC 96/1984; 29/1986; 88/1986).
La unicidad del orden económico nacional requiere la existencia de un mercado único y que la
unidad de mercado descanse sobre la libre circulación de bienes y personas por todo el territorio
español (art. 139.2 CE) y la igualdad de las condiciones básicas de ejercicio de la actividad económica
(arts. 139.1; 149.1 CE), sin los cuáles no es posible alcanzar en el mercado nacional el grado de
integración que su carácter unitario impone (STC 64/1990).
La exigencia de que los principios básicos del orden económico sean unos y los mismos en todo el
ámbito nacional es una proyección concreta del más general principio de unidad que el art. 2 CE
consagra (SSTC 1/1982; 11/1984; 24/1986). De esa unidad se infiere como consecuencia necesaria la
exigencia de un mercado único (STC 88/1986), configurándola como un límite de las competencias
autonómicas (STC 71/1982) derivado implícitamente del art. 139.2 CE (SSTC 1/1982; 86/1984;
87/1985).La libertad de empresa, la libertad de circulación de bienes, capitales, servicios y mano de
158 ANTONIO LÓPEZ PINA
obra (art. 139; 149.1.1.ª CE) (SSTC 37/1981; 1/1982; 71/1982; 32/1983; 88/1986) y la unidad del
orden económico (STC 133/1997) han de ser compatibles con la igualdad de todos los españoles en el
ejercicio de los derechos y en el cumplimiento de los deberes constitucionales en cualquier parte del
territorio (art. 139.1 en conexión con arts. 14, 30-53, 138 1. y 2. y 149.1.1.ª CE) (STC 37/1981).
26 El modelo de relaciones laborales comprende la garantía institucional de los sindicatos y las
asociaciones empresariales (art. 7 CE), la libertad sindical (arts. 28 y 7 en conexión con el art. 37.1
CE), el derecho de negociación colectiva (art. 37.1, en conexión con los arts. 7, 14.1, 38 y 139.1 CE) y
el principio de igualdad (art. 14 en relación con art. 9.2 CE). Merced a la tutela de las relaciones
laborales, España se articula como Estado social de Derecho (art. 1.1 CE): tal postulado ha supuesto
para el Tribunal Constitucional un poderoso instrumento de interpretación y aplicación en el ámbito
laboral de la normativa constitucional (SSTC 11/1981; 19/1982; 3/1983; 14/1983; 6/1984; 18/1984;
83/1984; 88/1985; 39/1986).
Ni las organizaciones empresariales forman mundos separados y estancos respecto del resto de la
sociedad, ni la libertad de empresa (art. 38 CE) legitima el que quiénes prestan servicios en aquéllas
por cuenta y bajo la dependencia de sus titulares deban soportar despojos transitorios o limitaciones
injustificadas de sus derechos fundamentales y libertades públicas: las manifestaciones de «feudalismo
industrial» repugnan al Estado social y democrático de Derecho y a los valores superiores de libertad,
justicia e igualdad a través de los cuáles ese Estado toma forma y se realiza (art. 1.1 CE) (STC
88/1985). El art. 40.2 CE exige en el campo laboral diferenciar el régimen jurídico del trabajador
respecto del empresario que compense la desigualdad económica de partida... puesto que la diferencia
de régimen jurídico entre trabajador y empresario aparece exigida por el propio principio de igualdad
material (art. 9.2 CE) y constituye instrumento ineludible para su debida efectividad, compensando una
desigualdad económica de partida (SSTC 8/1983; 210/1990).
La autonomía de la voluntad del empresario va a verse así condicionada por la
dimensión colectiva de la relación de trabajo, que se traduce en la negociación
colectiva, a la que el Tribunal Constitucional reconoce una relevancia cuasi-
pública. En relación con el cierre empresarial, el Tribunal Constitucional ha
rechazado la doctrina alemana de la paridad de armas, destacando el muy distinto
tratamiento constitucional del derecho de huelga y del cierre patronal. Al declarar
el reconocimiento de una desigualdad originaria, referencia obligada en la
aplicación del valor de la igualdad en el ámbito laboral, nuestro más alto intérprete
de la Constitución hace una excelente figura frente al Bundesverfassungsgericht.
En la concepción del Tribunal Constitucional, el art. 9.2 CE compromete la
acción de los poderes públicos, a fin de que pueda alcanzarse la igualdad
sustancial entre los individuos con independencia de su situación social. La
igualdad material o real y efectiva es una finalidad propia del Estado social de
Derecho.... De ahí que, en definitiva, más allá de que las manifestaciones de
«feudalismo industrial» repugnen al Estado de Derecho, la finalidad
LA AUTONOMÍA PRIVADA Y LOS DERECHOS FUNDAMENTALES... 159
28 El derecho a comunicar o recibir libremente información veraz por cualquier medio de difusión
y la naturaleza jurídica de la televisión como servicio público esencial de titularidad estatal (art. 20 CE)
(SSTC /1981; 12/1982; 74/1982; 35/1983; 106/1986; 20/1990; 206/1990; 85/1992; 31/1994; 127/1994;
79/1999; 112/2006) El art. 128.2 CE permite a la Ley reservar al sector público «recursos» o «servicios
esenciales». La noción de «servicios esenciales» puede abarcar estos servicios de radiodifusión, para
suministrar información plural a través de determinados soportes técnicos y permitir formar opinión
pública. La asunción por los poderes públicos de la actividad televisiva como servicio público no
puede tener otra justificación que servir a los intereses generales y asegurar la eficacia de otros bienes
y principios o derechos constitucionales. Se trata no sólo de asegurar sin interrupciones el
cumplimiento de ciertas actividades que satisfacen una necesidad esencial, la obtención de una
información libre y plural por los ciudadanos por medio de la televisión, sino también de permitir el
acceso en condiciones de igualdad al ejercicio de los derechos fundamentales a suministrar
información y pensamiento libre a través de este soporte técnico.
La distinción entre los derechos fundamentales garantizados por el art. 20.1 CE y los derechos a
instaurar soportes, instrumentos o medios de comunicación indispensables para el ejercicio de estas
libertades es jurisprudencia consolidada del Tribunal Constitucional: la Constitución consagra, junto a
las libertades de expresión e información por cualquier medio de difusión, el derecho de crear los
medios de comunicación indispensables para el ejercicio de estas libertades. En la línea de las SSTC
12/1982; 74/1982; 35/1983; 106/1986; 206/1990; 119/1991; 31/1994, la declaración de la televisión
como servicio público no es contraria a la Constitución.
Por lo demás, la libertad de empresa no resulta constitucionalmente resquebrajada por
limitaciones derivadas de las reglas que disciplinen proporcionada y razonablemente el mercado
(SSTC 37/1981; 88/1985; 37/1987; 17/1990), y, entre otras, por el sometimiento a una autorización
LA AUTONOMÍA PRIVADA Y LOS DERECHOS FUNDAMENTALES... 161
administrativa que tutele distintos bienes constitucionales y los derechos de otros (SSTC 227/1993;
127/1994).
llamado a cumplir. La profunda transformación experimentada por la propiedad en
el último siglo como derecho individual y en cuanto institución se manifiesta, así,
en diversos tipos de propiedades dotados de estatutos jurídicos varios e impide
considerarla por más tiempo como la figura definida en el Código Civil (caso
RUMASA; caso Ley del Parlamento de Andalucía de Reforma Agraria).
Corresponde al legislador delimitar el contenido del derecho de propiedad en
relación con cada tipo de bienes. Las cláusulas de la función social, la utilidad
pública y el interés social permiten, así, la intervención legislativa en el destino
económico de la propiedad y de la empresa, sin perjuicio del respeto a su contenido
esencial. El Tribunal Constitucional hace depender la validez de la expropiación de
la utilidad pública o del interés social. Dado que la expropiación comporta una
severa intervención en el derecho de propiedad, habrá de justificarse rigurosamente
y, en el marco de la ponderación, habrá así que tener especialmente en cuenta el
alto rango que la Constitución reconoce a la propiedad privada: en su caso, la
expropiación deberá responder a un interés público importante y urgente.
El límite para el legislador se encontrará en no sobrepasar la barrera más allá de
la cual las facultades de disponibilidad que supone el derecho dominical no resulten
recognoscibles en la posibilidad efectiva de realizar el derecho en cada momento
histórico. Por otra parte, la reserva al derecho de propiedad del art. 33.3 CE tiene el
valor de una determinación negativa de competencia: presupuestos constitucional
—materiales limitan la facultad del Estado de expropiar. Ciertamente, de la
Constitución no se deja inferir qué fines en concreto justifican la expropiación. Sí
excluye, en cambio, para una expropiación determinados fines: así, la gravación
fiscal nunca tendrá alcance confiscatorio.
El art. 132.2 CE, al tiempo que excluye directamente la titularidad privada de
algunos bienes, permite al legislador declarar la demanialidad de otros la opción de
incluir las aguas continentales y la costa en el dominio público, sin ir más lejos. Al
encomendar al legislador una configuración legal de los derechos patrimoniales,
deberá aquél tomar en consideración el interés general y la dimensión social
inherentes al carácter público de los bienes sobre los que recaiga la declaración de
demanialidad29.
29 Cfr.: SSTC 111/1983 caso RUMASA; 37/1987 caso Reforma Agraria de Andalucía; 89/1994;
112/2006, SSTC 37/1987; 170/1989; 204/2004).
162 ANTONIO LÓPEZ PINA
En relación con cada tipo de bienes, corresponde al legislador delimitar el contenido del derecho
de propiedad. Las cláusulas de la función social, la utilidad pública y el interés social (art. 33 CE)
permiten, así, la intervención legislativa en el destino económico de la propiedad y de la empresa
(SSTC 111/1983; 37/1987), sin perjuicio del respeto a su contenido esencial (art. 53.1 CE) (SSTC
11/1981; 37/1987). Partiendo de las previsiones de los arts. 128.1, 40, 45 y 130 CE, los poderes
públicos deben «delimitar el contenido del derecho de propiedad en relación con cada tipo de bienes».
Esto no supone una absoluta libertad del legislador para «anular la utilidad meramente individual del
derecho». El límite se encontrará, a efectos del art. 33.3 CE, en no sobrepasar la barrera más allá de la
cuál las facultades de disponibilidad que supone el derecho dominical no resulten recognoscibles en la
posibilidad efectiva de realizar el derecho en cada momento histórico (SSTC
— b2) Libertad empresarial y un mercado de libre competencia definido como
interés público.
La libertad empresarial entraña el reconocimiento a los particulares de la
libertad de decisión para crear empresas y dirigir su actividad, así como las
consiguientes libertades de contratación, de organización y de inversión. El respeto
a la libertad empresarial marca «los límites dentro de los que han de moverse los
poderes constituídos».
En nombre del interés general, la jurisprudencia ha ido configurando al paso
del tiempo una serie de límites a la libertad empresarial: de los principios básicos
del orden económico, medidas de política económica de alcance nacional al
servicio de objetivos fijados por la Constitución y el mercado único a la libertad de
circulación de bienes, capitales, servicios y mano de obra sin trabas por todo el
territorio nacional y la igualdad de las condiciones básicas de ejercicio de la
actividad económica; de la unidad del mercado de valores, de la ordenación del
crédito, de la banca y de los seguros, del sistema monetario y de la política
financiera a la igualdad en el acceso a toda suerte de mercados30.
11/1981; 37/1987; 170/1989)... Al establecer con carácter general una nueva configuración legal de los
derechos patrimoniales, el legislador debe tener en cuenta las exigencias del interés general... y debe
tomar en consideración el interés general y la dimensión social inherentes al carácter público del bien
sobre el que recáen (STC 227/1988 CE). Conforme al art. 33.3 CE, Nadie podrá ser privado de sus
bienes y derechos sino por causa justificada de utilidad pública o interés social, mediante la
correspondiente indemnización y de conformidad con lo dispuesto por las leyes. El Tribunal
Constitucional hace depender la validez de la expropiación del fin público, a saber, la utilidad pública o
el interés social. De ahí que el legislador deba precisar los presupuestos y el fin de la expropiación.
Dado que la expropiación comporta una severa intervención en el derecho de propiedad, habrá
rigurosamente de justificarse y en el marco de la ponderación habrá, así, que tener especialmente en
cuenta el alto rango que la Constitución reconoce a la propiedad privada: en su caso, la expropiación
deberá responder a un interés público importante y urgente (STC 227/1988 CE).
LA AUTONOMÍA PRIVADA Y LOS DERECHOS FUNDAMENTALES... 163
liberalizar nuestro sistema financiero, potenciando el funcionamiento de los mecanismos del mercado
dentro del mismo (SSTC 1/1982; 96/1984; 49/1988; 135/1992; 155/1993; 96/1996; 133/1997).
Otra manifestación de esa unidad del orden económico es la exigencia de adoptar medidas de
política económica aplicables, con carácter general, a todo el territorio nacional, al servicio de
objetivos de carácter económico fijados por la propia Constitución (arts. 40.1; 130.1; 131.1; 138.1 CE)
(SSTC 96/1984; 37/1981; 1/1982; 64/1990). Según el Tribunal, cuando por la necesidad de asegurar un
tratamiento uniforme de determinados problemas económicos o por la estrecha interdependencia de las
actuaciones a realizar en distintas partes del territorio nacional, para conseguir objetivos de política
económica nacional se precise una acción unitaria en el conjunto del territorio del Estado, éste podrá
efectuar una planificación de detalle, siempre que la necesaria coherencia de la política económica
general exija decisiones unitarias y no pueda articularse sin riesgo para la unidad económica del Estado
a través de la fijación de bases y de medidas de coordinación (SSTC 29/1986; 133/1997).
Las competencias estatales del art. 149.1.11.ª CE son así instrumentos al servicio de una política
monetaria y crediticia única y, por tanto, de una política económica común (STC 133/1997). Desde las
SSTC 1/1982; 96/1984; 48/1988; 49/1988; 86/1989; 135/1992; 178/1992; 87/1993; 37/1997).
Corresponde a la Comisión Nacional del Mercado de Valores velar por la transparencia de los diversos
mercados, la correcta formación de los precios en los mismos y la protección de los inversores (STC
133/1997). La atribución de tales funciones a la Comisión Nacional del Mercado de Valores forma
parte del ejercicio legítimo de las competencias del Estado, por cuanto constituye un presupuesto
necesario para garantizar la unidad del mercado de valores que es una manifestación del principio de
unidad del orden económico (SSTC 96/1984; 133/1997). Se trata de establecer un sistema de
información que garantice la transparencia en el mercado de valores, dentro de una política económica
tendente a liberalizar nuestro sistema financiero, potenciando el funcionamiento de los mecanismos de
mercado dentro del mismo (STC 133/1997). La Comisión Nacional del Mercado de Valores localiza las
decisiones en un centro unitario y garantiza, así, la unidad del mercado y la igualdad en el acceso al
mismo (STC 133/1997). También los ferrocarriles y transportes terrestres, en cuanto obras públicas de
interés general (art. 149.1.21.ª CE), son interpretables como límites a la libertad empresarial.
Actividades públicas relativas a la ordenación de las condiciones en las que se presta el servicio de
traslado o desplazamiento de personas o mercancías (SSTC 203/1992; 118/1996): establecimiento y
mantenimiento de un sistema común de transporte en todo el Estado, mediante la coordinación e
interconexión de las redes, servicios o actividades que lo integran y de las acciones de los distintos
órganos y Administraciones Públicas competentes. Satisfacción de las necesidades de la comunidad
con el máximo grado de eficacia y
Los preceptos constitucionales sobre propiedad privada, libertad empresarial,
derecho al trabajo y libertad profesional y libertad sindical limitan materialmente la
discrecionalidad del legislador y ponen riendas al activismo de los tribunales. Por
otra parte, la primacía del interés general contrarresta, en fin, el subjetivismo de
propietarios y empresarios respecto de los propios derechos.
El recorrido del texto y de la jurisprudencia revela la metamorfosis del derecho
de propiedad privada y de la libertad empresarial, de derechos subjetivos en, a la
postre, meras garantías institucionales. Estas responden a una técnica de
LA AUTONOMÍA PRIVADA Y LOS DERECHOS FUNDAMENTALES... 165
con el mínimo coste social. Mantenimiento de la unidad de mercado en todo el territorio español (art.
139.2 CE). Los poderes públicos promoverán la satisfacción de las necesidades de transporte de los
ciudadanos en el conjunto del territorio español en condiciones idóneas de seguridad, con atención
especial a las categorías sociales desfavorecidas y a las personas con capacidad reducida, así como a las
zonas y núcleos de población alejados o de difícil acceso. En el marco del principio de la unidad de
mercado, los Poderes Públicos buscarán la armonización de las condiciones de competencia entre los
diferentes modos y empresas de transporte, tenderán a evitar situaciones de competencia desleal, y
protegerán el derecho de libre elección del usuario y la libertad de gestión empresarial que únicamente
podrán ser limitadas por razones inherentes a la necesidad de promover el máximo aprovechamiento de
los recursos y la eficaz prestación de los servicios (STC 118/1996).
31 vid. Carl Schmitt, Freiheitsrechte und institutionelle Garantien der Reichsverfassung (1931),
in: ders., Verfassungsrechtliche Aufsätze, Berlin: Duncker & Humblot, 1928. Sobre un desarrollo más
extenso del tema y para información bibliográfica, vid. A. López Pina, Comentario introductorio al
Capítulo III del Título I, en Comentarios a la Constitución Española de 1978, Tomo IV, edición de
Oscar Alzaga, Madrid: Cortes Generales; Editoriales de Derecho Reunidas,
1997. Cfr. asimismo Konrad Hesse, Significado de los derechos fundamentales, en Manual de Derecho
constitucional, Benda, Maihofer, Vogel Hesse, Heyde; edición, prolegomena y traducción de A. López
Pina; Prólogo a la segunda edición de M. A. García Herrera, Madrid: Marcial Pons Ediciones Jurídicas,
1996; Luciano Parejo, Estado social y Administración pública, Madrid: Ed. Civitas, 1983; id., Garantía
institucional y autonomías locales, Madrid: Instituto de Estudios de Administración Local, 1981; Juan
Alfonso Santamaría Pastor, Fundamentos de Derecho administrativo, Madrid: Editorial Centro de
Estudios Ramón Areces, 1988
166 ANTONIO LÓPEZ PINA
32 Bajo la presidencia de Cruz Villalón, el Tribunal hace suya la ponencia del Magistrado
ponente Vives Antón para declarar la defensa de la competencia un elemento definitorio del mercado
(STC 208/1999). Para una visión constitucional relativizadora de la libre competencia, vid.
Christian Tomuschat, Daseinsvorsorge und Wettbewerbsprinzip in der Europäischen Union in: Die
Rolle der europäischen Institutionen in der Wirtschaftspolitik, Horst Tomann Hrsg., Baden-Baden:
Nomos Verlagsgesellschaft, 2006.
33 Sobre la diferencia entre la igual libertad de nuestra Constitución como postulado y la
blairista igualdad de oportunidades para competir vid. A. López Pina, La Constitución territorial de
LA AUTONOMÍA PRIVADA Y LOS DERECHOS FUNDAMENTALES... 167
España. El Orden jurídico en garantía de la igual libertad, Madrid: Marcial Pons Ediciones Jurídicas,
2006.
34 La protección de la seguridad, la salud y los intereses económicos del consumidor (art. 51;
149.1.8.º; 149.1.16.ª CE) es un fin de la ordenación estatal del mercado (SSTC 71/1982; 88/1986;
15/1989). La reglamentación de productos alimenticios es capital en la protección de la salud en
materia alimentaria-legislación sobre productos farmacéuticos (art. 149.1.16.ª CE); intervención
pública orientada a la tutela de intereses colectivos de los consumidores, al servicio de una
transparencia en los precios y una defensa en la calidad de los bienes y servicios (STC 71/1982). En la
defensa estatal de los consumidores éstos aparecen como destinatarios de unos productos ofrecidos por
las empresas, productos cuyas condiciones de oferta se pretende regular protegiendo la seguridad, la
salud y los legítimos intereses económicos de los consumidores (art. 51. CE) (STC 88/1986).
De la defensa de los consumidores la jurisprudencia transita a la protección de
los inversores35: el Estado se propone garantizar la transparencia en las
transacciones financieras, la correcta formación de los precios y la protección de
los inversores, la solvencia de las entidades que actúan en el mercado de valores y
la igualdad en el comercio de valores entre los operadores del mercado y, en última
instancia, la estabilidad del sistema financiero.
El Tribunal Constitucional es especialmente rotundo al imponer a los poderes
públicos el deber de cohonestar el desarrollo económico con la protección del
medio ambiente, el paisaje incluido, en términos de un desarrollo sostenible, para
asegurar una mejor calidad de vida36. En el caso del medio ambiente, éste ha de ser
defendido de las propias acciones del hombre, en beneficio de los demás y de las
generaciones sucesivas.
En consecuencia, la ordenación del territorio, de la utilización del suelo y de la
acción urbanística de acuerdo al interés general y la protección del dominio
público hidráulico y marítimo-terrestre del Estado, tienen la preservación del medio
ambiente, el paisaje incluido, como referencia normativa. De ahí su virtualidad de
límites a la propiedad privada y la libertad empresarial en cuanto a la gestión del
suelo.
La enumeración hace evidente que, según el caso, se trata de bienes locales,
regionales o mundiales. Los órganos estatales deberán perseguir el bien público de
la preservación del medio ambiente según se tercie: el paisaje de lagos y montañas,
la protección de plantas autóctonas o de especies del reino animal son bienes
públicos, pero de alcance regional o nacional. Por el contrario, otros bienes
colectivos como la preservación del equilibrio ecológico hay que plantearlos
mundialmente; en consecuencia, España trata de hacerles justicia en el seno de la
Unión Europea y por medio del Derecho internacional.
168 ANTONIO LÓPEZ PINA
Autonomía presupone no solo la coexistencia sino la convivencia de ambas lenguas cooficiales, para
preservar el bilingüismo existente en aquellas Comunidades Autónomas que cuentan con una lengua
propia y que constituye, por sí mismo, una parte del patrimonio cultural al que se refiere el art. 3.3 CE.
Situación que necesariamente conlleva, de un lado, el mandato para todos los poderes públicos, estatal
y autonómicos, de fomentar el conocimiento y asegurar la protección de ambas lenguas oficiales en el
territorio de la Comunidad. De otro, que los poderes públicos deben garantizar, en sus respectivos
ámbitos de competencia, el derecho de todos a no ser discriminado por el uso de una de las lenguas
oficiales en la Comunidad Autónoma (Ley 7/1983 de Normalización Lingüística en Cataluña).
El art. 3 CE prevé un tratamiento diferenciado: respecto del castellano, establece para todos los
españoles el deber de conocerlo y el derecho de usarlo; tal deber de conocer y usar no se declara, en
cambio, para las lenguas autonómicas. En cualquier caso, la Constitución asegura un conocimiento
efectivo que permita a ciudadanos y residentes dirigirse en una de las dos lenguas, a su elección, a
todos los poderes públicos «con plena validez jurídica» y, de igual modo, comunicarse de forma directa
con los demás en cualquier lugar del territorio nacional. Ello implica un régimen de convivencia entre
las dos lenguas cooficiales, así como el mandato de fomentar el conocimiento y garantizar el mutuo
respeto y la protección de ambas lenguas a todos los poderes públicos.
Los límites constitucionales que las Comunidades Autónomas bilingües deben respetar, vienen
determinados por el modelo de cooficialidad lingüística en el que es esencial el principio de libertad de
elección. A tenor del mismo, todo residente en una Comunidad Autónoma bilingüe tiene derecho a
elegir, en sus relaciones con los poderes públicos y entre particulares, la lengua castellana como medio
de expresión lingüística; lo cual excluye, que quepa imponérsele el uso del idioma autonómico.
Respecto del empleo del castellano como lengua docente, «corresponde al Estado velar por el
respeto de los derechos lingüísticos en el sistema educativo y, en particular, «el derecho a recibir
enseñanza en la lengua oficial del Estado». «El deber constitucional de conocer el castellano presupone
la satisfacción del derecho de los ciudadanos a conocerlo a través de la enseñanza en los estudios
básicos. Del reconocimiento de la cooficialidad del castellano y de la lengua propia de una Comunidad
se deriva el mandato para los poderes públicos, estatal y autonómicos, de incluir en los Planes de
Estudio ambas lenguas cooficiales como lenguas docentes y como materia de enseñanza obligatoria.
En modo alguno procede interpretar el bilingüismo como deber de conocer y usar la lengua
vernácula, ni como una atribución a la Administración de la Comunidad Autónoma de la facultad de
imponer la lengua de la Comunidad Autónoma en la enseñanza como lengua vehicular, negando el
derecho a elección. La Constitución no deja margen a que el ordenamiento autonómico niegue el
derecho de todos los españoles, a preferir el castellano en sus relaciones con los poderes públicos, el
sistema educativo inclusive y en las relaciones entre particulares.
El carácter del catalán de lengua usual o habitual debe ser compatible con el uso asimismo normal
del castellano tanto en la expresión por escrito de actos o avisos como en las relaciones entre privados.
Un uso excluyente podría dar lugar a segregación por razones del lenguaje, cuando conforme a la
Constitución nadie puede ser discriminado por razón de la lengua, mucho menos por razón de la lengua
oficial del Estado.
La política lingüística de la Generalidad de Cataluña de fomento del catalán y de hostilidad hacia
la lengua castellana, en la medida en que excluye u obstaculiza la libre elección entre los dos idiomas
médula del modelo constitucional de bilingüismo, afecta a la propiedad privada, la libertad
empresarial, la libertad de expresión y al derecho a la educación. Por todos los comentarios valgan a
170 ANTONIO LÓPEZ PINA
catalán y castellano, y se elude mencionar el art. 3.3 EAC, a cuyo tenor «La Generalidad garantizará el
uso normal y oficial de los dos idiomas y... creará las condiciones que permitan llegar a su igualdad
plena en cuanto a los derechos y deberes de los ciudadanos de Cataluña«. Los tribunales demoran el
enjuiciamiento de los excesos a la aplicación de los Reglamentos. De todos modos, una interpretación
tan favorable a la conservación de las normas no ha podido sostenerse, procediendo los tribunales a la
anulación o suspensión cautelar de determinados preceptos.
Según Carreras, de las distintas resoluciones judiciales analizadas se deduce el significado de
catalán lengua propia de Cataluña como el principal elemento de controversia. Tal término figura
solamente en el Estatuto de Autonomía de Cataluña no en la Constitución. Ciertamente, desde un punto
de vista histórico-geográfico puede mantenerse que el catalán es la lengua propia de Cataluña. Ahora
bien, la Ley de Política Lingüística le otorga la condición de lengua de sus instituciones y pretende
convertirla también en lengua de sus habitantes. Ello parece a Carreras mucho menos aceptable por no
avenirse con la realidad social; en efecto, las lenguas mayoritariamente utilizadas por los ciudadanos
catalanes son tanto el castellano como el catalán. Incluso es mayor el porcentaje de ciudadanos que
declaran considerar como lengua propia el castellano. La protección del catalán no debe anular los
derechos lingüísticos de los ciudadanos. Es previsible que prosigan los conflictos judiciales mientras la
normativa y las prácticas administrativas obvien tales datos de la realidad social y pretendan imponer
la llamada lengua del territorio.
Los órganos judiciales catalanes han acudido a ejercicios de malabarismo jurídico para no
cuestionar constitucionalmente la legislación y las prácticas de la Generalidad. Ello parece
jurídicamente indefendible. A pesar de que la voluntad del legislador catalán es convertir al catalán en
lengua oficial exclusiva y excluyente, jueces y tribunales han preferido ignorarlo. Los mismos no
parecen dispuestos a asumir la carga de limitar los desafueros del Parlamento de Cataluña. Así, se han
limitado a anular los preceptos reglamentarios en los que la voluntad monolingüe excluyente del
castellano era especialmente notoria. Los conceptos «normalización lingüística», «discriminación
positiva» y «pluralismo lingüístico» están arrumbando la libertad de elección, la cooficialidad de las
lenguas y la conexión del Derecho con la realidad social.
2) Votos particulares a la STC 337/1994. Voto del Magistrado don Eugenio Díaz Eimil. Objeto del
voto particular: el enjuiciamiento constitucional que merece la política de inmersión lingüística
ordenada en la Ley de Normalización Lingüística, en la medida en que declara el catalán lengua
vehicular de la enseñanza, imponiéndola como tal en la enseñanza no universitaria de manera
obligatoria y sin solución alternativa que permita elegir el castellano como lengua docente.
A juicio del Magistrado Díaz Eimil, la mayoría yerra alterando la naturaleza del problema al
desplazar el contencioso hacia el art. 27 CE y, a partir de ahí, introducir criterios derivados del derecho
a la educación que lo es solamente desde un segundo plano. Lo realmente planteado es un problema de
cooficialidad lingüística en el que no se debate de manera primaria los efectos limitadores de la lengua
en la organización del sistema educativo, sino los límites constitucionales que las Comunidades
Autónomas bilingües deben respetar en el ejercicio de su acción política de fomento lingüístico.
Los límites constitucionales que las Comunidades Autónomas bilingües deben respetar en el
ejercicio de su acción política de fomento lingüístico debe determinarse desde el art. 3 CE, que es el
que consagra el modelo de bilingüismo que acoge nuestra Constitución. Tal modelo constitucional
completado por los Estatutos, establece los principios y derechos a partir de los que debe obtenerse la
172 ANTONIO LÓPEZ PINA
solución del problema, con independencia de cuál sea el ámbito administrativo o sector material sobre
el que se proyecta la acción política.
El art. 3 CE, completado por el art. 147.1.17 CE y el art. 3 EAC, establece un modelo de
cooficialidad lingüística en el que, respecto a las lenguas autonómicas, es pieza esencial el principio de
libertad de elección. A tenor de tal principio, todo residente en una Comunidad Autónoma bilingüe
tiene derecho a elegir, en sus relaciones con los poderes públicos, la lengua castellana como medio
exclusivo de expresión lingüística. Por consiguiente, no puede imponérsele contra su voluntad el uso
obligatorio del idioma autonómico.
Según el bilingüismo reconocido en el art. 3 CE, la cooficialidad de las dos lenguas —castellana y
la propia de la Comunidad Autónoma— no significa sino la atribución de plena eficacia y validez
jurídicas a las manifestaciones hechas en cualesquiera de los dos idiomas cooficiales. En modo alguno
procede interpretar el bilingüismo como deber de conocer y usar la lengua vernácula, ni como una
atribución a la Administración de la Comunidad Autónoma de la facultad de imponer la lengua de la
Comunidad Autónoma en la enseñanza como lengua vehicular, negando el derecho a elección.
El art. 3 CE establece un tratamiento diferenciado entre el castellano y las lenguas autonómicas.
Respecto de éstas no se declara el deber de conocerlas y usarlas, que se predica de la lengua castellana.
El tratamiento diferenciado entre el castellano, lengua oficial del Estado, y las lenguas de las
Comunidades Autónomas se estableció de forma deliberada en la Constitución: las Cortes rechazaron
la enmienda núm. 106, que proponía el reconocimiento expreso del deber de conocimiento de las
lenguas cooficiales distintas de la lengua castellana.
El art. 3 CE no deja margen a negar el derecho de todos los españoles a preferir el castellano en
sus relaciones con los poderes públicos, incluido el sistema educativo-el derecho a recibir enseñanza en
lengua castellana ha sido reconocido por el Tribunal STC 6/1982;
— el Tribunal niega que exista obligación constitucional de conocer las lenguas propias de las
CC.AA. STC 84/1986;
— el Tribunal declara que la Constitución no impone el deber de conocer el idioma autonómico y
que este deber no es inherente a la cooficialidad lingüística;
— el Tribunal reconoce a todos los ciudadanos el derecho a elegir con libertad real entre las dos
lenguas cooficiales y legitima la enseñanza en vascuence por la voluntariedad de su elección.
Este modelo de cooficialidad lingüística, en el que el conocimiento y uso de las lenguas
autónomas se rige por el principio de libre elección encuentra su complemente en el art. 3 EAC,
conforme al cual, para cumplir el deber de garantizar el uso normal y oficial del castellano y del
catalán se impone a la Generalidad la obligación de adoptar las medidas necesarias para asegurar su
conocimiento y crear las condiciones que permitan alcanzar las condiciones de igualdad en lo que se
refiere a los derechos y obligaciones de los ciudadanos de Cataluña.
Con el art. 3 EAC se cierra el modelo constitucional de cooficialidad lingüística. A su tenor, el
derecho de conocer y usar el catalán se corresponde con la obligación de la Generalidad de llevar a
efecto la política lingüística que permita a los ciudadanos satisfacer ese derecho, si libremente optan
por ejercerlo. En cumplimiento de esa obligación, la Generalidad tiene amplios márgenes para
proyectar y realizar las medidas que considere convenientes en orden a generalizar y profundizar el
conocimiento y uso del catalán, No existe obstáculo constitucional para, además de incluir la
enseñanza del catalán en los planes de estudio, establecer un sistema educativo en el que se utilice el
catalán como lengua vehicular de la enseñanza. Ahora bien, la Generalidad deberá siempre proveer un
LA AUTONOMÍA PRIVADA Y LOS DERECHOS FUNDAMENTALES... 173
sistema educativo alternativo que permita a los ciudadanos y residentes en Cataluña que así lo
prefieran, elegir la lengua castellana como lengua docente exclusiva.
En atención a ello, la inmersión lingüística que se articula en la Ley 7/1983 es inconstitucional en
cuanto desconoce y niega el derecho a recibir la enseñanza en la lengua oficial del Estado.
El Tribunal Constitucional yerra al admitir el deber de usar el catalán como lengua vehicular de la
enseñanza. Ello subvierte el modelo constitucional de bilingüismo al transmutar la obligación de la
Generalidad de satisfacer el derecho a conocer el catalán, en la potestad de imponer su conocimiento y
uso con carácter obligatorio. De ese modo el Tribunal reconoce a la Generalidad convertir lo que es un
derecho de conocimiento del catalán en un deber de conocerlo y usarlo, sin alternativa alguna. El
Tribunal destruye, así, el principio de libertad de conocimiento y uso de las lenguas autónomas, que es
el núcleo del modelo de cooficialidad lingüística.
El Tribunal debería, más bien, haber reconocido a todos los ciudadanos y residentes en Cataluña el
derecho a elegir el castellano como lengua vehicular de la enseñanza y vedado que se imponga el
catalán como lengua docente de obligado uso.
Voto particular del Magistrado don José Gabaldón López.
güística de la Generalidad de Cataluña, en la medida en que afecta, por supuesto, a
la libertad de empresa y a los derechos de usuarios, consumidores e inversores,
pero asimismo al ejercicio del resto de derechos y libertades y, por
1. El art. 27.1 y 2 en relación con el art. 3.1 CE definen un derecho a recibir la educación no
solo en el idioma propio de la Comunidad Autónoma sino asimismo en castellano como lengua oficial
del Estado.
No cabe hablar de un derecho a la educación, si no puede establecerse el vehículo esencial a través
del cual todo saber ha de transmitirse, o sea el lenguaje. El derecho a la educación supone, pues, el de
recibirla en un lenguaje que sea suficientemente conocido... en aquel idioma del país donde la
educación se recibe, puesto que los centros educativos están en todo caso sometidos a las reglas de la
oficialidad lingüística establecida.
2. Cosa distinta es, sin embargo, el derecho a recibir la enseñanza en lengua que se conozca y a
cuyo uso se tenga derecho e incluso obligación; es decir, en una de las lenguas que son cooficiales en
cada Comunidad Autónoma. El derecho a recibir la instrucción en lengua que se comprenda completa
su contenido con el derecho a que sea aquella que configura el derecho de los ciudadanos a conocerla y
usarla.
El Tribunal ha reconocido tal derecho: tras señalar que los órganos centrales del Estado tienen
competencia exclusiva para «regular las condiciones básicas que garanticen la igualdad de todos los
españoles en el ejercicio de los derechos y en el cumplimiento de los deberes constitucionales, entre los
cuales se encuentra el de conocer la lengua del Estado» (STC 6/1982), el Tribunal afirma que la Alta
Inspección puede ejercerse legítimamente para «velar por el respeto a los derechos lingüísticos y en
particular el de recibir enseñanza en la lengua del Estado».
Al señalar «la obligación que tienen todos los españoles de conocer el castellano» —solo del
castellano se establece constitucionalmente un deber individualizado de conocimiento y, con él, la
presunción de que todos los españoles lo conocen—, se reconoce que «el Estado puede regular... las
garantías básicas de la igualdad en el uso del castellano como lengua oficial... así como las garantías
174 ANTONIO LÓPEZ PINA
del cumplimiento de deber de conocimiento del castellano, entre las que se halla la obligatoriedad de la
enseñanza en ese idioma (STC 6/1982).
3. Si el art. 3.1 CE establece el deber de conocer la lengua castellana y el derecho fundamental
a la educación exige que la enseñanza, dentro de España se reciba en un idioma comprensible para el
alumno pues, de no ser así, no queda eficazmente prestado, es evidente que en el contenido del derecho
a la educación se comprende el de recibirla en la lengua de quien ostenta ese derecho. Por el art. 14 CE
nadie puede ser discriminado en la enseñanza por razón de la lengua, mucho menos por razón de la
lengua oficial del Estado.
Ambas lenguas oficiales han de ser empleadas como lenguas docentes y también como materia de
enseñanza (SSTC 87/1983; 88/1983), pues al no hacerlo se incumpliría el art. 3 CE.
7. El art. 3.3 EAC establece que la Generalidad garantizará el uso normal y oficial de los dos
idiomas. El que los centros de enseñanza «deban hacer» de la lengua catalana vehículo de expresión
normal en todas sus actividades, tanto internas como de proyección externa, ha de reputarse como una
prescripción legítima siempre que el mandato no se convierta en un obstáculo real para el uso habitual
de la lengua cooficial; es decir, que «expresión normal» sólo indique el carácter de lengua usual o
habitual, pero no única ni menos excluyente del castellano para que no se convierta en una barrera
previa a la necesaria integración de todas las personas. Ese carácter de lengua usual debe ser
compatible con el uso asimismo normal del castellano tanto en los actos o avisos que hayan de
expresarse por escrito como en las relaciones personales. Un uso excluyente podría dar lugar a
separación por razones del lenguaje.
Cfr. Asimismo, Tomás Ramón Fernández, Dictamen emitido a requerimiento de diversas
asociaciones sobre la conformidad a la Constitución de la Ley catalana de Política lingüística, de 7 de
enero de 1998; Sebastián Martín Retortillo, Dictamen sobre si la Ley catalana 1/1998 de Política
lingüística es o no conforme con el bloque de la constitucionalidad; Miguel Herrero Rodríguez de
Miñón, Dictamen en derecho, a petición del Gobierno de la Generalidad de Cataluña, sobre la
Constitucionalidad de la Ley catalana 1/1998 de Política lingüística todos ellos en Teoría y Realidad
Constitucional, núm. 2, 1998.
ende, a los intereses generales. El problema se centra en los límites
constitucionales que las Comunidades Autónomas bilingües deben respetar en su
política lingüística. Los mismos vienen determinados por el modelo de
cooficialidad lingüística en el que es central el principio de libertad de elección. A
su tenor, todo residente en una Comunidad Autónoma bilingüe tiene derecho a
elegir, en sus relaciones con los poderes públicos y entre particulares, la lengua
castellana como medio de expresión lingüística; lo cual excluye que quepa
imponérsele el uso del idioma autonómico. Con la Ley de Inmersión Lingüística,
de 1993, la Generalidad ha transgredido tales límites. La Ley de Política
Lingüística, de 1998, agravó más aún si cabe la situación. La imposición del
catalán como lengua preferente destierra al castellano como lengua normal. La
obligación por ley para los poderes públicos de diseñar la toponímica sólo en
catalán atenta contra la cooficialidad del castellano. La prescripción de uso del
LA AUTONOMÍA PRIVADA Y LOS DERECHOS FUNDAMENTALES... 175
intereses generales. La clase política y los medios de Cataluña deben saber que la
igual libertad de todos y los intereses generales no están a disposición. La
diversidad territorial y cultural es, incluso en la España federal de mañana, también
un bien público a garantizar, pero solamente realizable como subfunción de la igual
libertad de todos como bien público superior.
Un ramillete de conclusiones se ha ido avanzando al paso de mi exposición
sobre los intereses generales.
1. El espacio material de lo público. Los derechos fundamentales como
principios objetivos del ordenamiento, los límites al derecho de propiedad privada
y a la libertad empresarial y los principios rectores de la política social y
económica son, en cuanto elementos de los intereses generales, tres figuras
jurídicas ciertamente autónomas pero ligadas causalmente entre sí y con
equivalentes efectos jurídicos. Conjuntamente, la tríada de figuras delimita el
espacio material de lo público, que el constituyente ha querido acorazar frente a
veleidades de las mayorías parlamentarias. El núcleo esencial de lo público que
una sociedad precisa indispensablemente para realizarse en segura e igual libertad
(Hegel) no puede depender de la coyuntura. Con ellos, el constituyente quiso
acotar un espacio constitucional al abrigo de todo decisionismo, en el que,
protegidos de las dependencias respecto de los poderes económicos y mediáticos,
sea posible a los ciudadanos vivir en libertad.
2. La imagen del hombre en la Constitución. Tal tríada de figuras ensambla
los bienes públicos que los españoles identifican como patrimonio con la
Constitución. En su conjunto, expresan la imagen del hombre (Häberle) 38
condensada en el art. 10.1 CE. En ese sentido, previenen, de un lado, contra una
interpretación exclusiva de los derechos fundamentales en términos de derechos
subjetivos de defensa frente al Estado. Por otro, refuerzan el ordenamiento contra
mayorías legislativas que, so pretexto de la libertad de circulación de capitales y de
la libre competencia comunitarias (TCE), pudieran sentirse tentadas a dar al traste
con tales garantías. Vienen, así, a sancionar una cierta condición irrevocable del
Estado social, ya que a ningún gobierno cabe hoy día incumplir las tareas de
procura, previsión y compensación sociales, como ha escrito el maestro Konrad
Hesse, o el principio de irregresividad, en términos de nuestro Tribunal
Constitucional39. El esfuerzo concretador del constituyente y su apuntalamiento de
las grandes conquistas sociales tienen la virtud de servir de muro de contención
LA AUTONOMÍA PRIVADA Y LOS DERECHOS FUNDAMENTALES... 177
EPÍLOGO
griego y del ideal emancipatorio del profeta judío. No se extrañe, pues, de que la
haya querido tanto. Yo desperté a la vida buscando el diálogo con la generación de
1914. Ellos me dejaron en herencia una suerte de sueño, la España de ciudadanos
igualmente libres del futuro, que desde entonces espera ser hecha realidad. De
Manuel Azaña, Julián Besteiro, Américo Castro y Luis
40 Sobre la modificación de las fuentes del Derecho STC 166/1986. En la doctrina por todos,
vid. J. Alguacil González-Aurioles, La Directiva comunitaria desde la perspectiva constitucional,
Madrid: Centro de Estudios Constitucionales y Políticos, 2004.
41 vid. A. López Pina, Derecho europeo y principio constitucional de igualdad. El Tratado de la
Unión ante la prueba de las tradiciones constitucionales, en id., La Constitución territorial de
España. El orden jurídico como garantía de la igual libertad, Madrid: Marcial Pons Ediciones
Jurídicas, 2006.
42 Cfr.: Jürgen Habermas, Faktizität und Geltung, Frankfurt am Main: Suhrkamp, 1992. Hay
version en lengua española de Editorial Trotta. Sobre el particular vid., A López Pina, Del
procedimiento como fundamento moral, Saber / Leer, núm. 73, Madrid: Fundación Juan March, 1994.
Jiménez de Asúa a Salvador de Madariaga, Manuel Pedroso y Fernando de los
Ríos, sin olvidar, faltaba más, José Ortega y Gassett43, me legaron su idea de
España: por una parte, fundada en la educación y el trabajo; por otra, magnánima
hasta el extremo de abrazar y dar morada en solidaridad y respeto a todos los
españoles e inmigrantes igualmente libres. Tallar en Derecho tal idea de España de
la generación de 191444 ha sido la ilusión de la generación de 1956 a la que
pertenezco.
El enfrentamiento actual de la oposición con el Gobierno, hasta el extremo de
cuestionar la legitimidad de los resultados electorales de 2004 y de escenificar
aquelarres semejantes a los que hasta ahora sólo cultivaban los identitarismos
catalán y vasco, lleva a la exacerbación la lucha desnuda por el poder de los
partidos. Los efectos negativos de tal encono se ven potenciados por el hecho de
que, sin límites ni escrúpulos, algunos medios de difusión contribuyen diariamente
a una descalificación popular de los políticos democráticamente elegidos. Nunca
desde 1977 he tenido como ahora la impresión de que estamos bordeando la
violencia. Antes de la guerra civil Francisco Ayala y, más recientemente,
Böckenförde se han planteado en qué medida cabe al Estado de Derecho dotarse de
garantías de la propia eficacia45. La Monarquía Parlamentaria española es un caso
arquetípico de hasta qué extremo una Constitución progresista puede cambiar el
destino histórico de una sociedad46. Sin embargo, garantías de naturaleza cultural
extramuros del Derecho como el espíritu de tolerancia, la civilidad, la razón, la
LA AUTONOMÍA PRIVADA Y LOS DERECHOS FUNDAMENTALES... 179
sensibilidad para las instituciones y los intereses generales o la virtud pública, bien
se nos dan ex origine y la clase política los asume como noble tradición, o, en otro
caso, su misma carencia condena a la impotencia la acción benéfica del Derecho.
La vigencia
43 vid. A. López Pina, Lo público. Hacia la recuperación del discurso ilustrado español (1914-
1936), Debate Abierto, núm. 10, homenaje a Carlos Ollero, 1994; Luis Gómez Llorente, En torno a la
confesionalidad de la escuela, Cuadernos de Pedagogía, núm. 50, Abril 2004; id., Un consenso
laborioso y necesario, Cuadernos de Pedagogía, núm. 329, Noviembre 2003; id., El valor de la
Igualdad, en Un futuro para la Izquierda. 20 años de Izquierda Socialista, Madrid: Biblioteca Nueva,
2002; id., Vigencia del Laicismo, Temas para el Debate, Noviembre 2001; id., Escuela pública: el
libre pensamiento. Una reflexión actual en torno a Condorcet, Cuadernos de Pedagogía, núm. 307,
Noviembre 2001; id., La participación y la educación ético-cívica, en Una alternativa progresista.
Educación de calidad, Madrid: Fundación Pablo Iglesias, 2001; id., Educación y Ciudadanía, Madrid:
Colectivo Lorenzo Luzuriaga, 15 Junio 2000; id., Principios de la Escuela Pública, en Por la Escuela
Pública. Homenaje a Mariano Pérez Galán, Madrid: Fundación Educativa y Asistencial CIVES, 1998;
id., Alternativa socialista a la Enseñanza, conferencia pronunciada en el Club Siglo XXI, Madrid:
Secretaria de Organización Federal del PSOE, 1979; Antonio García Santesmases, Laicismo,
Agnosticismo, Fundamentalismo, Madrid: Biblioteca Nueva, 2006.
44 Cfr., Sobre la Generación de 1956, F. Bustelo, La izquierda imperfecta, Barcelona: Planeta,
1996; D. Jato, La rebelión de los estudiantes. Apuntes para una historia del alegre SEU, segunda
edición, Madrid: 1969; A. Lago Carballo, A. Una nueva Generación entra en escena, Madrid, 1956; P.
Lizcano, La generación del 56. La Universidad contra Franco. Barcelona: Grijalbo, 1981.
45 Vid. F. Ayala, Presentación, de la obra Teoría de la Constitución, de Carl Schmitt, en edición
de 1934; publicada en Madrid: Alianza Editorial, 1982; E.-W. Böckenförde, Gewissensfreiheit,
Vereinigung der deutschen Staatsrechtslehrer, 28/33, 80 Berlin: Walter de Gruyter Verlag.
46 Vid. A. López Pina, La Constitución territorial de España, op. cit.
de la Constitución termina a la postre siendo rehén de los rasgos culturales
regresivos que caracterizan a nuestra política actual.
Colocados de nuevo al borde del enfrentamiento civil, el hermoso mito de
España bajo el Derecho, de la generación de 1914, que ha cobrado forma en la
Constitución de 1978, se encuentra bajo asedio. Como a todos ustedes, a mí no me
deja indiferente el destino de tanta grandeza. Estando aún a tiempo de salvar el
orden constitucional amenazado, ¿seremos capaces de enderezar el actual curso?
Pendientes de los recursos de inconstitucionalidad contra los Estatutos de
Autonomía y, en su caso, del eventual conflicto entre el derecho al trabajo y los
Acuerdos con la Santa Sede, el Tribunal Constitucional nos tiene en vilo. A ningún
poder es lícito pretender una patente de corso frente a los intereses generales. Y la
verdad es que, para obsequiarnos con un par de grandes sentencias sobre el
180 ANTONIO LÓPEZ PINA
* * *
ABSTRACT. In this article the author meditates on the main problem of our
societies, on which Tocqueville already pointed out what can be made so that in
popular government‘s equitable society governs the empire of the law and not the
despotism. Our architecture constitutional part of the private autonomy but this
freedom can only reconcile with the freedom of the others ones when it is limited
through the public interest. The author explains it with several examples.