Anorexia y Bulimia. La Enfermedad Del Ideal.

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Anorexia y bulimia; “las enfermedades del ideal”

Ps. Vanessa Yankovic

“Amarás a tus huesos sobre todas


las cosas”
(Grupo pro-anorexia)

Resumen

Este trabajo presenta un intento de comprensión teórico - clínica tanto de


la anorexia como de la bulimia. Pese a que estos cuadros se manifiestan
en diferentes estructuras de personalidad dan cuenta de una problemática
psicopatológica común necesaria de comprender por su alta incidencia y
el carácter de epidemia en los últimos años.

En estos cuadros se evidencia una falla en la integración psique - soma


primaria, generándose una conflictiva de orden psicosomático. Es decir,
un conflicto de orden psíquico que afecta al cuerpo, manifestándose una
vulnerabilidad psicosomática de alto riesgo; el cuerpo no sólo es el
escenario de los conflictos: el cuerpo es intervenido directamente a través
de dietas restrictivas, atracones, y purgas.

En la práctica clínica observamos que en estos pacientes el sujeto y su


palabra son llevadas a actos. Como analistas nos topamos con las
dificultades de expresión de su subjetividad mediante el habla y, - aunque
podemos reconocer sus singularidades -, la alexitimia y el pensamiento
operatorio se manifiestan en mayor o en menor medida sobre todo en
torno a la vivencia subjetiva de los síntomas.

Tanto en la anorexia como en la bulimia, se constata en el origen del


desarrollo un deficiente proceso de diferenciación entre la madre y el
bebé, generándose un conflicto tanto para separarse como vincularse con
los objetos. Frente al caos que implica la diferenciación, la separación e
individuación, se intenta - a través de las defensas narcisistas y de la
satisfacción de las aspiraciones del Ideal del Yo-, recuperar el equilibrio
perdido. Esto fuerza a que el Yo coincida con el ideal del Yo, aspirando u
otorgando una sensación de triunfo, sin la aparente necesidad del objeto.

Durante la niñez este proceso se refleja en “las niñas perfectas”, que


responden adecuadamente al deseo de sus padres y los deseos sociales.
En la adolescencia - con resurgimiento pulsional y de la sexualidad -, la
batalla se inscribe en el cuerpo, muchas veces con efectos destructivos.

Además, la alta incidencia de estos trastornos en mujeres, (90%),


cuestiona los conflictos inducidos por los modelos de identidad femenina
que dominan el mundo occidental (Tubert, 1997).

En la adolescencia, al comienzo estas patologías se manifiestan en el


comportamiento como un intento de restricción alimentaria para lograr
bajar de peso. Este objetivo adopta diversas formas en el curso de su
desarrollo; como anorexia restrictiva y bulimia. Se establece un modo de
comprensión que plantea a grandes rasgos los intentos de solución en
ambas patologías.

I. La escisión del psique - soma. Repliegue narcisista e ideal del yo

Winnicott postula la existencia de una tendencia heredada en cada


individuo para alcanzar la unidad psique - soma, una identidad
experiencial de la psique y la totalidad del funcionamiento corporal.
(Winnicott, 1992).
En el inicio de la vida, desde la perspectiva de bebé, el niño pequeño y la
madre son una misma persona. Es decir, él no puede diferenciar entre su
cuerpo y el de la madre. Hay una tendencia natural a la fusión y también
a la diferenciación, lo que rige el funcionamiento somato psíquico.
(McDougall, 1996).

La falla en este proceso impide la formación de la representación del sí


mismo y del otro, generándose una representación corporal arcaica donde
los contornos del cuerpo, la investidura de zonas erógenas y la distinción
entre el cuerpo materno y el del niño permanecen confusos. (McDougall,
1996).

Se produce una escisión entre psique y soma; un repliegue respecto del


yo soy y del mundo, que se ha vuelto hostil para el individuo a causa de
su repudio de lo distinto de mí. (Winnicott, 1992).

Freud (1914), postula que el odio es la relación de objeto más antigua


que el amor; brota de la repulsa primordial que el yo narcisista opone en
el comienzo al mundo exterior pródigo de estímulos. La ruptura de este
estado narcisista primario obedece al reconocimiento del objeto: en este
tipo de trastornos hay una dificultad para diferenciar el yo - no yo.

Frente a este impedimento, la líbido es sustraída del mundo exterior y


conducida al Yo, generando un repliegue de las investiduras de objeto que
correspondería a un narcisismo secundario que se edifica sobre la base al
narcisismo primario. (Freud).

Este narcisismo secundario no sería en este caso, un sano soporte de la


personalidad y se manifiesta como un narcisismo patológico pues no
habría suficiente estabilidad ni cohesión en las representaciones del sí
mismo, ni una adecuada discriminación entre las representaciones de sí
mismo y de los otros.
El sujeto aspira a reencontrar la perfección narcisista de la que gozó en
la infancia a través del repliegue narcisista y el establecimiento del ideal
del Yo, que opera como modelo al que intentará ajustarse el sujeto y que
representaría las aspiraciones hacia las cuales se dirige el yo,
obteniéndose la satisfacción mediante el cumplimiento de este ideal.
(Freud).

El ideal del yo designa una formación intrapsíquica relativamente


autónoma que sirve de referencia al yo, para apreciar sus realizaciones
efectivas. Su origen es principalmente narcisista: “Lo que [el hombre]
proyecta ante sí como su ideal es el substitutivo del narcisismo perdido
de su infancia; en aquel entonces él mismo era su propio ideal”
(Laplanche).

Freud en Psicología de las masas y análisis del yo (1921), sitúa en primer


plano la función del ideal del yo en el origen de la constitución del grupo
humano. Expone que la eficacia del ideal colectivo proviene de la
convergencia de los “ideal del yo” individuales: “cierto número de
individuos han colocado un mismo objeto en el lugar de su ideal del yo, a
consecuencia de lo cual se han identificado entre sí en su yo” (Laplanche).

En nuestra cultura occidental el ideal del yo contiene un ideal estético del


cuerpo femenino, un ideal de esbeltez; una mujer delgada es bella, es
fina y elegante; se vincula a una baja expresión de las satisfacciones
libidinales. Una mujer comiendo pausadamente un plato de ensalada se
aprecia mejor que un comer ansioso frente a un plato saturado de
alimentos llenos de grasa y carbohidratos. La dieta, los ejercicios y la
eliminación de la grasa son buscados activamente y hay castigo
socialmente si estos objetivos no se logran. Esto se vincula con la
ideología de género, que representa a las mujeres como los objetos
sexuales. En la sociedad esta ideología aspira un cuerpo no solo delgado
sino, además, en impedir las manifestaciones del paso del tiempo en el
cuerpo, proyectándose una imagen joven, donde no se aprecie el paso
años. Se buscan activamente la eliminación de las arrugas, la celulitis u
la flacidez, a través de cremas, inyecciones y diversas cirugías; se
interviene activamente el cuerpo para ser un objeto deseado y valorado
por el otro.

Este ideal de las mujeres nunca puede alcanzarse realmente; no se puede


impedir el paso del tiempo y sus huellas en el cuerpo. En la práctica clínica
se aprecia que la búsqueda de este ideal genera síntomas en torno a la
anorexia y/o bulimia, que buscan alcanzar este aspecto del ideal del yo
por la satisfacción narcisista de ser un objeto de deseo. Deseo del otro.

La anorexia y la bulimia buscan alcanzar este ideal del yo, pero la


diferencia está en que en estas patologías el ideal de esbeltez persigue
otra satisfacción narcisista: la búsqueda del ideal no persigue ser objeto
de deseo, el objetivo que se espera lograr a través de la consecución del
ideal de delgadez se ha distorsionado. Se pretende prescindir del deseo
de satisfacción pulsional y del deseo del objeto.

Así, el ideal de yo estético de las mujeres occidentales, en la anorexia y


en la bulimia pierden este sentido: no se desea un cuerpo delgado para
recibir la gratificación narcisista al ser objeto de deseo sexual, ser mirada
y apreciada; el logro de la delgadez pasa a constituir el ideal del yo, no
sólo su aspecto estético, sino en su totalidad, volcando todo su narcisismo
en la búsqueda de este objetivo. Es una fórmula que intenta eliminar el
conflicto generado por la alteridad: eliminar peso corporal es eliminar el
deseo, el deseo de satisfacción libidinal y el deseo del otro.

Esta es una de las razones por las que tanto en la anorexia como en la
bulimia nunca es suficiente el peso que se baja: siempre falta más. El
cuerpo continúa sintiéndose gordo y grande; todo su conflicto se ha
enquistado en el cuerpo y se equipara el bajar de peso con bajar el deseo.
Por ello el peso corporal nunca bajará lo suficiente.

Adelgazar será “desligar”. El verbo se vuelve sustantivo; es kilo, dieta,


calorías, hueso, clavícula. El yo esta subyugado por las demandas de este
ideal donde el control sobre la alimentación equivale al control de la
necesidad del otro. Cuando comienzan a bajar de peso no muestran su
delgadez esperando una mirada de deseo: la gratificación narcisista al
exhibirse está dada por el triunfo narcisista que pareciera decir; mírenme
no necesito a nadie, ni a nada. Se ha triunfado sobre el objeto.

En la clínica se observa como el peso que marca la balanza en la consulta


médica no se toma en cuenta: siempre existe desconfianza, porque eso
sería considerar a un otro, a la realidad. Se observan diversas conductas
que utilizan para medirse; como que el contorno del brazo sea posible
cruzarlo con los dedos de las manos, que los huesos de la clavícula o de
cada una de las costillas pueda ser palpado... El fracaso de quienes las
rodean por evidenciarles su estado de desnutrición se relaciona con la
prohibición inherente de que otro pueda dar información que ellas mismas
no puedan constatar.

El mundo en cuanto objetos queda petrificado y cuando aparece su


existencia, su alteridad, modifica el débil equilibrio narcisista que volverá
a movilizar las catexias narcisistas y a subyugar al Yo frente a la demanda
del ideal del Yo.

En la actualidad – a través de la web -, destacan las comunidades Pro-


Ana (pro-anorexia) y Pro-Mia (pro-bulimia). Son sitios donde se
promueve, apoya y ayuda con el fin de tener un cuerpo anoréxico, a
purgar y lograr ese “cuerpo perfecto”. Se constituye una comunidad que
otorga sentido de pertenencia y que ayuda al logro de una religión que
posee sus propios mandamientos: “estar delgada y no comer demuestran
la verdadera fuerza de voluntad y el nivel de éxito”, o “Amarás a tus
huesos sobre todas las cosas”. En estas páginas se auto denominan
princesas, aludiendo al narcisismo infantil. Toda la valoración personal se
da en función de la postergación de la satisfacción libidinal; se procura
una vida ascética, pura, donde no exista la huella del deseo visto como la
manifestación de la carne que rodea los huesos y conforma su cuerpo. En
estos sitios web se aprecia la rivalidad narcisista a través del orgullo por
su estado de desnutrición y el triunfo frente al objeto.

Durante la niñez, las gratificaciones narcisistas por alcanzar el ideal del


yo no han enfrentado los cambios que se generan en la adolescencia; en
la clínica se escuchan relatos sobre la infancia de estas pacientes,
descritas como “niñas perfectas”; en su apariencia, buena conducta, éxito
académico, sociables, amorosas, solidarias, cooperadoras. La mayoría ha
recibido premios por estos logros en la etapa escolar. Durante la latencia
el entorno social, educacional y familiar premia y mantiene la satisfacción
de las necesidades de gratificación narcisista de la niña.

II. Adolescencia, anorexia y bulimia

En la adolescencia se generan nuevas dificultades que alteran el frágil


equilibrio alcanzado hasta ese momento: aparece un cuerpo que crece y
cambia, junto con el resurgimiento pulsional y la conflictiva edípica.

Tubert postula que la adolescencia marca las coordenadas básicas de


nuestra existencia: la sexualidad y la mortalidad. La metamorfosis
corporal que se produce en este momento supone, desde el punto de vista
pulsional, una excitación somática difícil de procesar psíquicamente. Esto
genera una intensa angustia y evoca los fantasmas y recuerdos de
carácter libidinal, referidos a la sexualidad pregenital. La modificación
corporal despierta y se convierte en el representante de fantasías
inconscientes donde se articula el deseo, lo que produce una herida
narcisista, que conduce a apartar la libido de los objetos. (Tubert, 1997).

En esta metamorfosis el cuerpo se sitúa en primer plano en las


preocupaciones del sujeto, al mismo tiempo que debe procesar diversas
pérdidas; el cuerpo infantil, a los padres como soportes del ideal del yo
infantil, y a la pérdida de la representación narcisista de la niña ideal,
donde se revive el drama de la separación originaria. (Tubert, 1997).

En la adolescencia se aprecia una crisis narcisista, donde se retrae la libido


de los objetos hacia el yo, etapa transitoria en la cual se comienza a
libidinizar nuevos objetos y restaurar el narcisismo herido.

Tanto en la anorexia como en la bulimia, se llega a la adolescencia con


carencias en la representación del sí mismo y en la diferenciación del sí
mismo. Los recursos psíquicos son pobres para defenderse de manera
adecuada; este déficit más los nuevos conflictos pueden conducir a un
estancamiento de la posición narcisista.

La solución nuevamente se orienta a la búsqueda del ideal yo, un ideal


narcisista de autonomía, a menudo cautivador para los padres y
transmitido por ellos, ahora toma el lugar de una ausencia de vida sexual
y de investidura de lazos amorosos. Un ideal de yo hipertrofiado, que da
lugar a un ideal megalómano de control y de dominio. (Cosenza, 2018).

El ideal del yo estético transformado a un ideal anoréxico orientado a no


reconocer la sexualidad ni la mortalidad, ni la necesidad del otro,
manifestando su dimensión como patología narcisista.

Kestemberg afirma que en estas pacientes el yo aparece gravemente


escindido entre un ello ignorado y un súper yo confundido con el ideal del
yo, y viven más bien en el registro de la vergüenza que de la culpa,
vergüenza por dejarse llevar a satisfacer un deseo, lo que representa una
debilidad más que una falta. (Kestemberg, 1976).
Es una organización narcisista patológica, como postula Rosenfeld, una
organización defensiva creada contra ansiedades primitivas de
diferenciación que hacen especialmente insoportable el sentimiento o la
conciencia de la dependencia y la ambivalencia. (Rosenfeld, 1965).

Polaco Williams focaliza la raíz de la anorexia y la bulimia en el rechazo a


la dependencia del otro, generado por un impasse primario de la función
contenedora - metabólica de la madre. (Williams, 1998).

Las catexias narcisistas se masifican sobre el yo e intentar volver a


someter esta vez también al cuerpo y a las pulsiones sexuales. Se procura
impedir el desarrollo de las características sexuales secundarias bajando
de peso, eliminando la menstruación, expresando la incapacidad de
integración genital. En el ideal de yo aparece un cuerpo delgado,
asexuado; un cuerpo que no manifiesta deseo alguno que es símbolo de
belleza y autocontrol.

Debido al repliegue libidinal se manifiesta un empobrecimiento del Yo,


que nos muestra un sujeto egocéntrico, que rechaza a la libido de objeto
y se instala en la omnipotencia. Toda la regulación narcisista del sujeto
queda anclada en las demandas y en el cumplimiento del ideal del yo, que
actúa cómo un sádico dictador donde el yo debe subyugarse. Kestemberg
sostiene que la vulnerabilidad narcisista es predominante: toda persona
exterior, debido a su existencia propia, es vivida como una herida
atentatoria. Además, las necesidades del cuerpo se viven como algo
despreciable en comparación con la propia imagen idealizada. Representa
una herida permanente, una burla que destroza y que la obliga a no
satisfacerlas, so pena de verse destruida. (E.Kestemberg, 1976)

Destacan en estas pacientes la hipomanía, la omnipotencia y la sensación


de dominio y control sobre los objetos. Mujeres exitosas, activas,
enérgicas y controladoras.
Manía, porque el Yo cree haber dominado la pérdida del objeto y por ende
no necesitarlo (Garma, 1965); y al otro, manifestado como cualquier
objeto que se necesite para sobrevivir, hasta el alimento.

El Yo se ha sacrificado, renunciando a la satisfacción libidinal y se siente


orgulloso, omnipotente, lugar donde no se necesita al otro y el Yo todo lo
puede. Apreciado también por un entorno social que premia la inhibición
de la satisfacción pulsional. Y sintiendo el triunfo narcisista que le provoca
la preocupación y/o la desesperación de otros por su delgadez y para que
se alimente.

Hay una denigración placentera de los objetos y de la realidad exterior y


la psíquica. Los objetos libidinizados son denigrados, y los tanáticos y
superyoicos son idealizados (E.Kestemberg, 1976). En este caso, se trata
de dejar de comer, controlar el hambre, desafiar las necesidades
biológicas, la necesidad del objeto.

III. Anorexia y bulimia; intentos de solución

Si esta solución no encuentra espacio para el reconocimiento de la


alteridad, las órdenes de este ideal del Yo se verán cada vez más
desligadas de lo erótico. Así, en el desarrollo de estos cuadros se puede
observar que la hipomanía comienza a disminuir. Se manifiesta - junto
con los efectos de la inanición o inadecuada nutrición -, una disminución
de la energía; el rechazo a salir de casa y a exponerse a situaciones
sociales ya que estas atentan contra su narcisismo, ya no la hipomanía
generada al comienzo de la enfermedad, sintiéndose más vulnerables a
experimentar el deseo del objeto o su falta, la satisfacción narcisista
ofrecida por el ideal del yo, la renuncia a la gratificación libidinal se vuelve
cada vez más difícil de mantener. Entiendo poco todo este párrafo. Frases
más cortas. Si es la misma idea, punto seguido.
Es aquí donde pienso se pueden apreciar dos soluciones viables. La
primera, en la bulimia, es lo que se denomina viraje de la enfermedad.
En el comienzo de estos trastornos siempre hay una intención de
restricción alimentaria para bajar de peso, pero pronto pueden aparecen
conductas como el comer compulsivo que luego se intentará purgar de
alguna manera: vómito, ejercicio, laxantes. La segunda solución es la
continuación del estado restrictivo, donde el bajo peso y el estado de
inanición se manifiestan no como un estado hipomaniaco sino como una
baja de energía con tendencia al retraimiento donde sólo parece existir
en el mundo psíquico el objeto comida.

a) Bulimia

Se va al encuentro voraz del objeto y luego se rechaza. Se instala un


descontrol sobre la comida, que se manifiesta a través de atracones:
comer mucho rápidamente, sin experimentar placer por la comida y luego
expulsarla por medio de vómitos y diversas purgas. Es el placer y el
displacer al mismo tiempo. En esta solución, a pesar de que el rechazo al
objeto persiste, este se incorpora, aunque luego se expulse, (a través de
purgas o de restricción alimentaria). La pulsión de vida intenta buscar
nuevas soluciones a esta paradoja de subsistir sin necesidad del objeto.
En este caso no existe la total renuncia a la satisfacción pulsional o
sexualidad infantil.

Algunas viñetas de pacientes:

“¿Y si voy a la fiesta y me pongo a comer y a tomar?, ¡capaz que termine


vomitando delante de todos!, esa sería mi mayor vergüenza”.

“Mis amigas se van a juntar a comer hoy. Todos se van a dar cuenta: o
no como nada o me lo como todo”.
“Luego de ir a la universidad, mis compañeros se van a carretear, me
gustaría ir con ellos, pero yo me voy rápido a casa, llego y como lo que
encuentre hasta que me duele el estómago, me siento mal y luego lo
vomito todo y nuevamente me prometo que nunca más lo volveré a
hacer”

Como expone Zukerfeld “la conducta masoquista aquí es el guardián de


una estructura narcisista en la que el cuerpo enajenado pugna por
alcanzar significación” (pág. 164). La base es una organización narcisista
especialmente porque es un mecanismo creador de estructuras desligado
totalmente de la necesidad biológica, aún cuando se trate de alimento.
(Zukerfeld, 1996).

En este caso las angustias narcisistas son las que predominarían. Como
las expone Grenn, “la insatisfacción frustra. Priva al sujeto de la
satisfacción, pero no en la medida en que esta supone la búsqueda de un
placer determinado: lo priva de ser liberado, por la satisfacción, del
deseo” (Grenn, 1999 p. 34).

En la repetición de estas conductas se aprecia un comportamiento


compulsivo con la finalidad de aplacar las tensiones internas que revelan
aspectos del funcionamiento mental muy primitivo. Se encuentra ahí la
pulsión no domesticada, en su estado más original. Las conductas
repetitivas de atracón y purga esclavizan y subyugan al cuerpo,
evidenciando la falta de mediación psíquica. (Terra Machado).

Esta solución, aprisiona el sujeto en una compulsión masoquista, en un


circuito pulsional cerrado. Es necesario transformar el dolor en
sufrimiento psíquico, recurriendo al otro. Esta apertura es lo que posibilita
al sujeto la salida de su encierro narcisista y de detener el camino
regresivo de la pulsión. (Terra Machado).
b) Anorexia restrictiva

La restricción alimentaria persiste, el peso disminuye de forma


progresiva, y el sujeto se predispone a estados de desnutrición severa
que pone en riesgo su sobrevivencia. El rechazo por la comida es
permanente y la restricción se extiende, en un comienzo, principalmente
de grasas y carbohidratos… llegando a extremos donde considera que el
agua “engorda”.

Esta solución - expresada a través de bajar de peso -, busca ser pura; en


soledad, renunciando al mundo, a sus placeres y a sus displaceres.

En este tipo de narcisismo el infierno es el cuerpo, no son los otros. El


cuerpo es limitación, servidumbre, finitud. El malestar es primordialmente
un malestar corporal, que se expresa en la sensación de no caber bien en
su pellejo. Ante su cuerpo, quedan desguarnecidos. El cuerpo es su amo
absoluto, su vergüenza. Por eso estos sujetos se muestran corporalmente
“petrificados”. (Grenn, 1999).

Encontramos pacientes que, incapaces ya de ingerir alimentos, son


sometidas a alimentación mediante sonda y aún así logran interrumpir
mediante diversos métodos la incorporación del alimento. Estas pacientes
aparecen frías, omnipotentes, sin contacto emocional con la gravedad de
su estado, ni con la preocupación que su estado genera en los demás. En
ellas ya no se aprecia el placer narcisista de generar desesperación para
que se alimente desde los deseos de la gente que las rodea. Los únicos
pensamientos y angustias que expresan son referentes al peso corporal y
a los alimentos.

Si logran reprimir la angustia evitando todo tipo de alimentos, el dominio


del cuerpo es prefiguración de un sueño definitivo, signo precursor de la
muerte. (Grenn, 1999).
Se comienza a manifestar el predominio de la pulsión de la muerte,
energía que se desliga de la realidad, una energía libre, que no liga
representaciones. Entonces prevalecen en el sujeto un pensamiento
operativo y la alexitimia, características conocidas en mayor o menor
medida en este tipo de trastornos. Se instauran en todas las vivencias
del sujeto, donde el control sobre la comida parece único elemento en la
vida psíquica.

Algunas viñetas de estas pacientes:

“Estoy mejor en mi casa, no se me ocurre que hacer, ¿para qué? Y


conversar. ¿Qué puedo decir?”

“No quiero ir al colegio, no me concentro, me quedo en blanco frente a


las pruebas, y yo estoy acostumbrada a ser la mejor”

“No me interesa lo que digan, lo único que me importa es estar delgada,


me importa más estar delgada que morir”

Prevalecen no sólo las angustias narcisistas sino también las psicóticas.


Se echará mano de los recursos disponibles por la operación de las
pulsiones de destrucción. Estas se volcarán sobre el objeto externo, o
sobre el objeto interno, y, aún, sobre el yo. La identificación proyectiva
será en este caso excesiva. La realidad exterior y la realidad interior serán
odiadas (Bion, 2013).

En este caso, el repliegue narcisista ya no podrá sustentar con la misma


eficacia la ilusión de la megalomanía del yo. Un narcisismo negativo como
lo propone Grenn, es decir, el narcisismo se hará solamente negativo.
Negativo en todos los sentidos del término. En el sentido de contrario de
lo positivo: lo bueno se vuelve malo, y negativo en el sentido de la
nadización, en el que el yo y el objeto tienden a la mutua anulación.
(Grenn, 1999)

La pulsión de muerte evita la representación. No paraliza la acción, es una


acción sin deseo. (Gutiérrez, 2010)

Es la banalidad de la pulsión de muerte, (tomando el concepto de Hanna


Arendt sobre la banalidad del mal). La banalidad de la pulsión de muerte
señala, la banalidad de su destrucción. La indiferencia hacia lo destruido
es la pobreza representacional la que conforma esta banalidad porque no
hay un afán de destrucción en la pulsión. Pero destruye y convierte al otro
y a si mismo en cosa, simplemente busca la nada, a diferencia de lo
destructivo o de la autodestrucción que van de la mano con el deseo
(Gutiérrez, 2010), como en el sadismo o masoquismo observados en la
bulimia. Acá el sujeto llevado por la pulsión de muerte no pretende
matarse, ignora y se ignora, lo que posiblemente termine siendo nocivo
para su integridad física, aunque no sea su intención.

IV. Conclusiones, reflexiones

Nos parece que esta mirada sobre los trastornos alimentarios permite
considerar varios aspectos-

1. Un mejor pronóstico para el análisis de aquellos trastornos donde


se manifiesta de alguna forma el descontrol de impulsos relacionado
con incurrir en la ingesta de alimentos, pensado en una especie de
“orgasmo alimentario” y entendiendo este comportamiento como
una forma de aparición del eros, una sexualidad infantil, que no
tolera la excesiva subyugación libidinal que impera desde el superyó
y su ideal del yo.

Es posible entender los síntomas bulímicos, como un nuevo intento


del yo de ligarse con los objetos. Se evidencia una lucha, un
anhelo, aún cuando de forma primitiva y arcaica de satisfacción
libidinal y de presencia del objeto.

En este tipo de pacientes las características de pensamiento


operatorio y la alexitimia no dominan todo el psiquismo y
manifiestan en la clínica con menor resistencia la sensación de caos
pulsional. Las carencias de identidad y las dificultades en torno a la
separación e individuación se encontrarían a la base, otorgándoles
el acceso a fantasías, sueños, angustias con los cuales comenzar a
asociar.

2. Por otra parte la anorexia restrictiva propiamente tal, donde el


sujeto permanentemente controla y restringe la ingesta de
alimentos, no presenta atracones y continuamente muestra un peso
más bajo, enfrenta un pronóstico más reservado. Es posible que el
dominio de la pulsión de muerte, al eliminar las posibilidades de
pensar, de ligar, o de aspirar a representar, mostrarán al analista
un pobre acceso a la asociación y a su subjetividad. Esta aparece
empobrecida, orientada hacia la inercia, hacia la nada, al deseo de
no desear.

En estos casos es importante considerar el estado nutricional de la


paciente; la desnutrición severa más los efectos de la inanición
limitan las ya escasas posibilidades de pensar, deteriorándose las
funciones cognitivas como la atención, concentración y memoria,
siendo necesaria la participación de un equipo multidisciplinario.
3. ¿Será posible la reversibilidad del dominio del narcicismo de
muerte o de pulsión de muerte en estos casos más graves? Como
lo expone Grenn, ¿será tal vez sea un período reactivo al
resurgimiento pulsional de la adolescencia? Es probable que la
reversibilidad del dominio de la pulsión de muerte dependa de los
cuidados físicos y psíquicos de un objeto que nunca existió. No se
trata de un objeto perfecto, acaso sólo de un objeto - trauma que
limita el trauma inevitable a su falta de adecuación perfecta al yo,
sin que venga a mezclarse en sus intervenciones la angustia nacida
de sus propias pulsiones. (Grenn, 1999).

4. Los estudios epidemiológicos muestran que un 90% de los casos


de anorexia y bulimia se da en mujeres, lo que cuestiona los ideales
propios del imaginario social vinculados al lugar de lo femenino en la
cultura. La anorexia, expone Tubert nos permiten apreciar - como si
se tratara de una lente de aumento -, los conflictos inducidos por los
modelos de identidad femenina, sobre todo los referidos a la imagen
corporal ideal y los medios prescriptos para alcanzarla, que dominan
en el mundo occidental. Es decir, existe un continuo entre las
exigencias interiorizadas de manera relativa y con cierta flexibilidad
por las mujeres que son consideradas como normales, y los efectos
devastadores de esas mismas exigencias asumidas de manera
absoluta, de tal forma que pueden llevarlas a la muerte, aunque en
un número reducido de casos- por las anoréxicas. (Mira si puedes
modificar lo que está en tomo en dos o tres párrafos. En difícil de
leer; hay varios conceptos). En este sentido, el ideal de la esbeltez y
las dietas para alcanzarlo proporcionan un excelente ejemplo de un
valor socialmente aceptado que quizás no habría sido cuestionado si
no mediara su aplicación llevada hasta estas consecuencias. (Tubert,
1997).
5. El trabajo analítico. Tomando en cuenta la revisión que hemos
realizado en este estudio, frente a los síntomas de la anorexia y/o
bulimia observados en la práctica clínica, sería importante considerar
cuál es la gratificación narcisista que se busca al desear la
disminución de peso. ¿Aspiran ser objetos de deseo del otro o al
deseo de no necesitar ni desear al otro?

En la anorexia y la bulimia los conflictos en torno a la aceptación de


la alteridad y a la diferenciación entre el yo - no yo serán los
prevalentes. Al interior de estos cuadros estos cuadros es importante
observar la prevalencia de la pulsión de muerte.

Parte importante del trabajo analítico será llevar a las pacientes a


aceptar el hecho que todo ser humano necesita ser nutrido, tanto de
forma literal cómo simbólica y esperando que el análisis pueda
ofrecerles un espacio - tal vez un primer espacio -, donde logren
sentir que tienen derecho a existir, a necesitar y a desear.

Bibliografía

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