El Espiritu No Enferma G.Acevedo

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EL ESPÍRITU NO ENFERMA

Gerónimo ACEVEDO

Resumen
En un formato de diálogo, se reflexiona sobre el postulado de la
logoterapia que afirma que el espíritu no enferma, distinguiendo también
entre conflicto y enfermedad.

Abstract
The spirit do not become sick
In a dialogue format, the work reflects on the postulate of logot-
herapy which states that the spirit does not become sick, distinguishing
also between conflict and disease.

Palabras clave: Logoterapia. Frankl. Espíritu. Enfermedad. Inconsciente


espiritual.
Key words: Logoterapy. Frankl. Spirit. Illness. Unconscious spirit.

Nota del editor: Este trabajo no tiene el formato APA habitual de la revis-
ta, pero se incluye por el interés de su reflexión, respetando el estilo ori-
ginal del autor que entronca con escritos de la antigüedad clásica.

El espíritu no enferma...esta frase se encuentra en varios lugares


por la obra de V. Frankl. Pero cuál es su sentido preciso?, ¿cuál es el modo
correcto de interpretarla?, ¿qué importancia tiene en la práctica clínica?

Intentando responder a estas cuestiones, imaginemos un diálogo


entre un médico y alguien que se inicia en la logoterapia, al que vamos a
llamar “lector”.

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Es otoño en el Parque del Retiro y médico y lector caminan bajo
los rojos árboles.

Lector: (En voz alta y como riendo) “¿No será el otoño una enfermedad
del verano?, ¿no será una enfermedad del tiempo? o -como el espíritu- ¿el
otoño nunca enferma?”

Médico: No sé por qué en lugar de disfrutar del paseo te da por ponerte a


pensar... ¡¡hay veces que lo más razonable es no usar la razón!! (cfr.
Frankl, 1992, p. 100).

Lector: Está bien, pero hay veces que la belleza te hace pensar, como le
diría Platón a sus discípulos. Vamos, empiezo yo. Ejercitemos a la par del
cuerpo también el pensamiento. Como te decía, para mí, el espíritu puede
enfermar; me cuesta entender que no puede padecer, sufrir...

Médico: A lo que dices habría que ponerle algunos matices, como mati-
ces tienen los colores que en otoño muestra un bosque y que tanto te gus-
tan.
En primer lugar habría que distinguir entre sufrir y enfermar.
Una de las aportaciones más importantes que hace la antropología fran-
kliana es enunciar que lo psíquico y lo físico están separados por una
membrana porosa, de modo que uno traspasa al otro produciendo altera-
ciones o beneficios de uno en otro. Pero lo espiritual, esa dimensión
humana, no pertenece a las categorías de lo psicofísico, de lo fáctico; de
ese modo, entre lo espiritual y lo psicofísico más que una membrana poro-
sa, lo que hay es un hiato ontológico. Por eso las categorías de sano o
enfermo no se pueden aplicar a lo espiritual.
Y una cosa más -mientras veíamos como pasaban las hojas llevadas por
una suave brisa-, las categorías de sano y enfermo no deben entenderse de
un modo estático sino siempre dinámico, más que sustantivos son verbos.
El sanar y el enfermar dicen más a desarrollo, a proceso. Sería bueno que
tampoco se lo utilice en lo referente a los seres humanos, es preferible
hablar de enfermar, así el verbo muestra cómo se está desarrollando.
A su vez la denominación de enfermedad habría que sustituirla por la de
disfunción, o mejor aún en este momento hay una disfunción, pero de suyo
no tiene entidad, como diría un filósofo que conozco, no es una cosa en
sí. La disfunción es algo en la historia de la persona, pero no se puede con-
fundir con la persona, por eso la persona espiritual no enferma.

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Lector: Ahí me perdí un poco, ¿cómo es eso de la persona espiritual?,
¿qué lugar tiene el espíritu en todo esto?

Médico: Bueno, este es uno de los temas centrales de la logoterapia.


Frankl introduce en el análisis lo espiritual; le da, dentro del análisis, un
lugar central. Es más, te diría que lo espiritual es la presencia fundante de
la esencia humana. Sentémonos un rato. Nietzsche dice que las ideas se
tienen que gestar caminando al aire libre, pero mejor sentémonos para que
no te distraigas.
El espíritu está en la persona independientemente del acto que ésta reali-
ce, el espíritu está aunque no pueda expresarse a través de lo psicofísico
Por eso más que decir que el espíritu enferma, habría que decir que no se
manifiesta, porque cuando se manifiesta se muestra como salud. Así como
la verdad no puede ser mentira, así el espíritu no puede ser enfermedad.
Y quisiera aclararte algo más, algo que en la charla uno no tiene en cuen-
ta y que mejor que decir que el ser humano tiene espíritu, es decir que es
espíritu. Es espíritu y tiene cuerpo y tiene psique. Esto es lo que quise
decir cuando dije que entre lo espiritual y lo psicofísico había un hiato
ontológico, uno pertenece al ser y otro al tener.

Lector: Menos mal que estamos sentados, un poco mucho para mí. A ver
si te entiendo bien, ¿hay tanta diferencia entre ser y tener?, ¿son dos cosas
tan distintas?

Médico: Mas que sentarnos necesitaríamos una pizarra, pero no te preo-


cupes, entender a un autor lleva tiempo. Estamos acostumbrados a enten-
der todo al instante, porque nuestros mensajes son muy sencillos. Hay
temas que requieren un poco más de tiempo, paciencia, mucha paciencia
¿Cómo explicarlo…? Imaginemos un avión, el avión tiene ruedas, pero
las ruedas no son lo fundante del avión, lo fundante del avión es la capa-
cidad de volar, capacidad que no se manifestaría si no tuviera ruedas o se
manifestaría defectuosamente.
Pero llevado al ser humano, el ser humano no sólo es, sino que también es
tener, es hacer, es poder, es querer; todo eso es el ser humano, es una uni-
dad múltiple y si sólo vemos la unidad o sólo la multiplicidad lo estamos
limitando, parcializando.

Lector: Mira tú, y yo creía entender lo que leía, qué suerte que pudimos
charlar. Pero no creas que ya me convenciste o mejor, que ya entendí todo.
Porque si como dices el espíritu no enferma ¿cómo es que Frankl habla de

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neurosis noogenas?... y noogenas significa que nacen del nous, que nacen
del espíritu, ¿no es así?

Médico: Sí, ese es el significado de la palabra pero el sentido es más com-


plejo. No te distraigas con los árboles y préstame atención.
La neurosis noogena es un eclipse espiritual, la dimensión espiritual está
presente, de lo contrario no habría ser humano, pero la oscuridad que sur-
ge la produce el organismo psicofísico, este eclipse genera una sensación
de vacío pero lo espiritual está ahí escondido en la oscuridad, esperando
que lo despertemos. Algo así como lo que sucede en la primavera. Imagi-
na el otoño como un eclipse de la vida, ella está pero escondida, en bar-
becho, en primavera se despierta.
O si quieres otro ejemplo más de ciudad. Una lámpara rota no puede dar
luz aunque reciba la corriente eléctrica correcta, metafóricamente es la
lámpara la que está enferma no la corriente. La lámpara es lo psicofísico,
la corriente es lo espiritual.

Lector: Entonces las neurosis noogenas son enfermedades surgidas del


espíritu pero no son enfermedades en el espíritu.

Médico: Más que surgidas del espíritu son enfermedades que se mani-
fiestan por un oscurecimiento del espíritu. Como cuando baja la marea
vos ves las piedras en el mar, pero la marea no originó las piedras, ya esta-
ban. Cuando se retrae el espíritu aparecen las afecciones de lo psicofísico.
En la obra de Frankl (1987) que se titula “El hombre doliente” aparece el
ejemplo del piano. El pianista y el piano. En esa comparación el pianista
sería lo espiritual y el piano lo psicofísico. ¿Me sigues? Hay que tener en
cuenta que ni el mejor pianista puede tocar bien un piano desafinado, que
en este caso sería un símil de la enfermedad. Entonces se llama al afina-
dor como una especie de intervención del médico y éste afina el piano
(símil del tratamiento). ¿Entiendes la comparación?

Lector: Si, lo entiendo; pero ¿qué ocurre cuando no es un piano, sino un


ser humano el que está desafinado, en el sentido de una psicosis?

Médico: Te explico. La psicosis es una somatosis y no una enfermedad


del espíritu propiamente dicho, de la persona. No es, pues, la persona la
que está enferma de psicosis -sin negar que padezca con la psicosis- sólo
puede enfermar el organismo psicofísico: él es el afectado por la psicosis.
Sólo el instrumento se desafina -ambos términos, instrumento y desafina-
do, tomados en sentido literal y en sentido figurado.

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Pero, además me parece que hay algo que está dificultando tu compren-
sión.

Lector: Sííí, mi inteligencia, o mejor ¡la oscuridad de mi inteligencia!

Médico: A ver, está bien que el humor sea una característica del hombre,
pero no quieras ahora ser demasiado humano. Creo que la dificultad de
comprender que el espíritu no enferma se origina en el error de conside-
rar el conflicto como enfermedad. Eso me parece que te preocupa.
El conflicto es parte de la vida y la salud es la posibilidad de dar respues-
ta a esos conflictos. Si no se pueden dar dichas respuestas aparece la
enfermedad, siempre y cuando haya una predisposición psicofísica.

Lector: ¡Ah, como te gusta decir a ti, “esto es un cambio de paradigma”!


Pero no te parece que si la persona espiritual no puede ser afectada de nin-
guna forma ¿no se vuelve la persona espiritual de alguna manera infalible
o imperturbable?

Médico: No entiendo bien lo que quieres preguntar. Hay veces que tienes
el don de hacer difícil lo fácil. ¡Trata de ser más claro!

Lector: Lo intentaré. Se ve que si dejo a mi espíritu en la inconsciencia


no logro mucho. Vamos de vuelta. Para mí -y volviendo a la idea de matiz-
creo que el espíritu sí puede afectarse. Por ejemplo, la fotógrafa que está
allí debajo de aquél nogal, se acercó a él, a ese nogal, porque para ella era
distinto a los demás, merecía una foto. ¿Podemos decir que la belleza solo
la captó su organismo psicofísico? o ¿acaso no lo capto también y más
propiamente su espíritu?, ¿no afectó el nogal a su espíritu?

Médico: Si, pero esa afectación no es una patología. Te repito: conflicto


no es enfermedad. Me gustaría saber si cualquier persona consentiría en
vivir si poseyera sabiduría y mente y conocimiento y memoria de todas
las cosas, pero careciera de todo sentido del placer y del dolor y no fuera
afectado por esos sentimientos o por otros semejantes.

Lector: No. Por eso me parece que tenemos que matizar también el tema
de la afectación. Si el espíritu no sufriera -vamos a decirlo así- de algún
modo la cosas del mundo, sería algo inconmovible, y a mi entender, fue-
ra de este mundo. Y siguiendo tu razonamiento anterior creo que la vida
perdería su sabor, su motivación.

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Médico: Volviendo a la fotógrafa, que por cierto ¡sigue sacando fotos a
los árboles! El ser humano es una unidad múltiple en preponderancia y
complementariedad, la fotógrafa necesita de su organismo psicofísico
para que se le manifieste la belleza del árbol. Si por alguna razón no cap-
tara la belleza eso no quiere decir que el árbol perdiera su belleza, esa
belleza no se enferma si no es captada; no se manifestaría, pero sería
belleza. Así también el espíritu, no es que no sienta, no es que no se per-
turbe; es que hay veces que no puede manifestar su perturbación o sus
sentimientos.

Lector: Ahora veo; entonces, el espíritu es afectado por las cosas bellas y
por las cosas feas, pero eso es algo normal en la vida del espíritu. Lo que
no sucede, según lo que me explicaste, es que esa afectación llegue a ser
enfermedad. ¿Será algo así? Hay veces que pienso en la vida del espíritu
como una especie de paz, ¡quiero volver a lo inorgánico que diría un freu-
diano!

Médico: Lo espiritual es todo lo contrario a lo impasible. Acuérdate de


que la conciencia es el órgano del sentido, donde lo universal de los valo-
res si sitúan en el aquí y ahora. Y esto es una fuente de conflicto. Esa deci-
sión personal entre lo que es y lo que puede ser, afecta, sí, pero lejos de
enfermar permite manifestarse como un ser único, irrepetible e insustitui-
ble, un ser que habiendo sido y siendo, quiere llegar a ser. Y si fueras filó-
sofo te diría que la persona es un gerundio existencial.

Lector: No sé si te parece, pero, después de todo lo que me explicaste,


creo que tendríamos que ampliar la noción frankliana de homo patiens.
Siempre me causó gracia la imagen que usa en uno de sus libros; dice que
los que se dediquen a la logoterapia no tienen que ser ni loros ni robots.
No hay que repetir a Frankl, sino ir más allá. Bueno, intentemoslo.
Alguien seguramente nos podrá corregir, pero ¿no te parece que habría
que ver al homo patiens no sólo en el sufrimiento sino también en toda la
gama de afecciones que la vida trae consigo?

Médico: ¡Si la fotógrafa tardara tanto en sacar una foto como tu en hacer
una pregunta, ya se le hubiera hecho de noche!

Lector: Creo que el patiens, el padecer, se puede aplicar, como hace


Frankl, a los temas del sufrimiento. En ese caso el espíritu no puede ser
patiens, solo lo es el ser humano en tanto que no puede, como dijiste,

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lograr que el espíritu se manifieste. Pero cuando hablamos de sentirse
afectado, de percibir, ya sea en el amor a la persona amada o percibir los
valores en la conciencia, entonces también podríamos hablar de una
pasión, pero pasión por los valores, por el sentido.

Médico: Mira, la pasión no es un antídoto contra el dolor; quien no es


capaz de sufrir no es capaz de amar, y lo que para mí es más importante,
quién no es capaz de amar tampoco es capaz de sufrir. Ambas afecciones
van de la mano pero no al modo de un equilibrio homeostático. Hay un
texto de Frankl que, aunque no lo creas, todavía lo recuerdo; más o menos
dice que la búsqueda humana de sentido y de valores puede nacer de una
tensión interior y no de un equilibrio interno. Y entonces, precisamente
esa tensión es requisito indispensable de salud mental. Fíjate lo que dije,
salud mental, la tensión entre el poder ser y el ser, que tanto te atormenta,
es un signo no de neurosis sino de ¡salud! Por eso para Frankl nada en el
mundo ayuda a sobrevivir, aun en las peores condiciones, como la con-
ciencia de que la vida esconde un sentido.

Lector: Entonces, por todo lo que venimos diciendo, veo ahora que el
espíritu no enferma, pero tiene afecciones, sufre tensiones, y que esas ten-
siones son, en gran medida, signos de salud. Entiendo también que el espí-
ritu no se enferma porque si se enfermara no podría autodistanciarse, no
podía ejercer esa capacidad de oposición que lo caracteriza. Esa es una
noción que me confunde, ¿podrías explicarla?; capacidad de oponerme ¿a
qué?

Médico: Algo que hay que tener en cuenta es que la logoterapia apela a la
persona, a la facultad del espíritu de contraponerse a lo psicofísico, de
resistirlo. Se apela a ese poder de resistencia del espíritu gracias al cual el
espíritu afronta las disfunciones del aparato psicofísico. Lo que dijimos
antes del hiato ontológico se manifiesta acá de otra manera… Ese anta-
gonismo entre la existencia y la facticidad tiene una extremada relevancia
terapéutica. Gracias a esta facultad de lo espiritual para enfrentarse a lo
psicofísico, la logoterapia, como psicoterapia desde lo espiritual, puede
abordar, por la vía de lo espiritual y con los medios de lo espiritual, todos
los estados psicofísicos.

El Lector se quedó en silencio tratando de rumiar lo que acababa


de escuchar. Poco a poco el cielo se iba despejando y el último sol de la

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tarde venía a despedirse del jardín. Esa luz, más que de otoño, anunciaba
ya al invierno y puso al Lector a pensar en lo frágil y pasajero que es todo.
La imagen de la tarde apagándose y el anuncio del frío lo llevó a repetir
una frase que le había asombrado en Viktor Frankl. Como quien recita una
poesía la repitió en voz alta: “Situado ante el abismo, el hombre ve la pro-
fundidad y lo que percibe en el fondo del abismo es la estructura trágica
de la existencia” (Frankl, 1990, p. 145). La frase, el frío y el crepúsculo
despertaron en el lector una pregunta más.

Lector: Pero hay algo que todavía no entiendo, y creo que es ese el gran
tema que me preocupa. Ya me has mostrado que el espíritu no enferma,
pero, ¿acaso la persona no puede fracasar?, ¿acaso no podemos sentirnos
frustrados? ¿No será esa frustración una prueba de que en el hombre hay
algo más que homeóstasis?, pero… no lo llego a entender. ¿Cuál sería la
diferencia entre la frustración existencial y la enfermedad del espíritu?

Médico: No es nada fácil, pero te puedo decir que en la frustración exis-


tencial el espíritu se hace presente en la ausencia de su manifestación a
través de lo psicofísico; el malestar existencial no es enfermedad, es eclip-
se existencial. No hay enfermedad del espíritu y ese, como para Frankl, es
mi credo psiquiátrico: la fe inconmovible en la personalidad espiritual,
incluso en el enfermo psicótico (Franfl, 1986, p. 163).

En el fondo tiene razón Aristóteles, en algunas discusiones es


necesario detenerse. Nos detenemos en la persona que, de suyo, no puede
enfermar. Pensar en un más allá de ella sería no entender de lo que se está
hablando.

Médico: Sería bueno que hagas algo de filosofía. Frankl dice que como el
análisis existencial no es una terapéutica de la neurosis, no está reservada
al médico, sino que afecta por igual al filósofo y al teólogo, al pedagogo
y al psicólogo, pues ellos tienen que hacerse cargo, tanto como el médico,
de la duda en el sentido de la existencia (Frankl, 1992, p. 185).

Lector: Veo que la vida te ha convertido en sabio. Tu saber médico va


acompañado de los límites de tu saber (Frankl, 1987, p. 42). Y para salvar
el hiato ontológico ¿qué te parece si vamos a comer un plato de jamón?

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Médico y lector abandonan el Parque, la noche ya cae, testigos
fueron los árboles de algo más que un simple diálogo.

Gerónimo ACEVEDO es médico, profesor adjunto en la Univer-


sidad del Salvador, Argentina. Presidente del Centro Viktor Frankl
(CEVF). Ha recibido el “Grand Award of the City of Vienna Viktor Frankl
Foundation” por su vida dedicada a la logoterapia y la psicoterapia
humanista.

Referencias

Frankl, V. (1986). La idea psicológica del hombre. Barcelona: Rialp.

Frankl, V. (1987). El hombre doliente. Barcelona: Herder.

Frankl, V. (1990). Logoterapia y análisis existencial. Barcelona: Herder.

Frankl, V. (1992). Teoría y terapia de la neurosis. Barcelona: Herder.

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