El Saber Filosófico

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TEMA 1.

EL SABER FILOSÓFICO
Contenidos:
Introducción
1. La necesidad humana del saber
2. La historia de nuestro saber
3. La filosofía.
4. La actualidad de la filosofía; ¿para qué?

Introducción
Preguntas previas:
 ¿Qué crees que es la filosofía? ¿De qué se ocupa? ¿Cómo lo hace?
 ¿A qué crees que se dedican los filósofos? ¿Cómo trabajan?
 ¿De qué problemas crees que se tratan en filosofía?
 ¿Conoces algún gran filósofo? ¿Por qué es famoso?
 ¿Qué queremos decir cuando afirmamos que “hay que tomarse la vida con
filosofía”?
 ¿Tiene algún papel la filosofía en nuestra vida?

Kant, decía que no se aprende filosofía, sino que lo que se aprende es filosofar (pensar). Pensar es
tomar conciencia de nosotros mismos y de nuestro entorno, es decir, tomar conciencia de todo cuanto
aparece a nuestros sentidos. Pensar implica vivir la vida sin que la corriente de la propia vida nos lleve.
En este camino “del pensar” advertiremos que las ideas que tenemos sobre nosotros mismos como
las que en nuestra mente adquiere sobre el mundo son contradictorias, oposiciones; hay cosas que no
pueden ser. ¿Cómo puede ser esto posible? ¿Cuál es, pues, la realidad? Aparece la duda y, con ella, la
crítica y la investigación. Surge la ciencia, esto es, la tarea de resolver las contradicciones, las
oposiciones, los absurdos del mundo aparente. Lo que no puede ser es declarado no existente, falso y
sustituido por lo que sí puede ser, lo que existe y, por tanto, lo verdadero. La ciencia nos teje una
imagen de la realidad. Pero… ¿el conocimiento científico está a salvo de la crítica, de la duda? ¿No es
bien cierto, que, aunque no existen cosas (unicornios), las puedo pensar?
Es cierto, el conocimiento se forma o se elabora, reflexionando sobre nuestras sensaciones,
comparándolas, eliminando unas, generalizando otras. Pero si lo que queremos decir es si la ciencia,
como otros saberes son ciertos, la reflexión que estamos haciendo ya no es el mundo sensible, por
ejemplo; nuestra reflexión ahora tiene otro objeto: una reflexión sobre la reflexión. La filosofía,
entonces, es una reflexión sobre la ciencia, la crítica.

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Retomando a Kant, reducía la reflexión a tres objetos muy claros: ¿qué puedo conocer? ¿qué
puedo saber? Y ¿Qué me cabe esperar? Si prestamos atención a la primera pregunta, estaríamos
tratando con el ámbito teórico de la filosofía, es decir, su racionalidad teórica o contemplativas. El
objetivo, aquí, es buscar el conocimiento por él mismo y versa sobre el acceso a la realidad mediante
el conocimiento. En cambio, si tomamos en consideración las dos últimas preguntas estamos teniendo
en cuenta el ámbito práctico de la filosofía, es decir, su racionalidad práctica ligada con la acción
humada. El objetivo, aquí, es organizar nuestra propia vida (Ética: en una dimensión individual; política;
en una dimensión colectiva). Aún hay más, si sólo nos centramos en la pregunta “¿Qué me cabe
esperar”, estamos aludiendo a una tarea específica de la filosofía: la búsqueda de sentido (¿Qué
sentido tiene la vida?) Como un faro encendido en nuestra vida.
Por tanto, la filosofía tiene que ver con un juego de preguntas esenciales, es decir, tienen un
contenido vital al tocar aspectos relacionados con lo que somos porque vincula nuestra forma de ver
la vida (teoría) con la forma de vivirla (actividad, práctica). Filosofar es aspirar, tender hacia la
búsqueda de las respuestas que tienen que ver con las preguntas esenciales. La filosofía, por tanto,
es una disposición de ánimo que brota de nuestra ruptura con las cosas, de un alejamiento del
hombre con respecto a todo lo que le rodea.

1. La necesidad humana del saber

“Todos los hombres desean por naturaleza saber”, así comienza la Metafísica de Aristóteles
(Grecia, 384-322 a. C). El ser humano es el único ser vivo capaz de formularse preguntas, y los únicos
que sabemos que vamos a morir. Deseamos “por naturaleza saber” para conocer la realidad y hacernos
con ella y deseamos, además, orientar nuestra vida para ser felices. Podemos ignorar muchas cosas,
porque no son indispensables para conservar nuestra vida, ni nuestra salud física y mental; y otras,
incluso, ni siquiera son importantes para lograr una vida feliz. Pero hay otras cuyo desconocimiento
puede dañarnos y hasta truncar nuestra vida; y otras que, si las ignoramos, nos conducirán a la
infelicidad.
Quienes nos han precedido en la historia han elaborado distintos saberes y diferentes
concepciones de los mismos según el momento histórico; todos ellos han dado como resultado el ser
humano y la sociedad actuales, aunque hay que tener en cuenta que no todos los seres humanos ni
todas las sociedades actuales participan en el mismo grado de los distintos saberes.

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a. ¿Qué es el saber?

El término “saber” procede del verbo latino sapere, que significa tanto “saber” como “saborear”.
En este sentido, saber es saborear las cosas, gustar de ellas y distinguir sus componentes. Este término
también puede ser usado como sinónimo de “conocer” y “conocimiento” (aunque no signifiquen
exactamente lo mismo).
Del mismo modo que cuando sentimos hambre nos preguntamos qué nos apetece comer,
conforme vamos viviendo nos preguntamos qué son cada uno de los objetos con los que nos
tropezamos y qué es el conjunto de todos ellos, la realidad; y nos preguntamos quiénes somos
nosotros, y quiénes son aquellos con quienes convivimos; y por qué existe todo ello y se nos muestra
organizado de un modo y no de otro; y un sinfín de preguntas más que nos asalta. Todas estas
interrogaciones nos alejan del mero “vivir entre las cosas” de la ignorancia y de la inconsciencia, y nos
conducen a intentar aprender la realidad para hacerla nuestra, expresarla y transmitirla a los demás,
sistematizarla e incorporarla a la tradición cultural a la que pertenecemos.
Por tanto, los saberes son necesariamente históricos, porque intentan dar razón de la realidad y
están sujetos a los cambios que ellas se producen, del mismo modo que reflejan también los cambios
que se dan en la propia vida de los hombres.

b. Fuentes del saber

Podemos definir el saber como el resultado de un conjunto de operaciones en virtud de la cuales


nos hacemos con un ámbito de la realidad, tomamos conciencia del mismo, lo sistematizamos y damos
razón de él ante otras personas. Conocer, en cambio, es la actividad que realizamos cuando nos
hacemos con un objeto o con un estado de cosas, de modo que podemos compartir los resultados de
dicha actividad con los demás.
El conjunto de operaciones que entraña saber lo llevan a cabo dos facultades principales del
conocimiento, que son los sentidos y la razón. Los sentidos nos proporcionan la experiencia
fundamental de las cosas en un contexto teórico que las hace inteligibles, porque no funcionan
aislados, sino entremezclados con la razón: no percibimos, por ejemplo, un color, sino un objeto que
tiene un color y que es igual o se parece a alguna otra cosa ya percibidas. Además, todos nos
desenvolvemos en diferentes ámbitos de experiencias: la vida cotidiana, la experiencia amorosa, la
experimentación científica, el disfrute artístico, la experiencia religiosa, etc.
En todos estos ámbitos nuestros sentidos son la primera herramienta de la que disponemos para
acercarnos a los objetos y hacernos con ellos. Algunos filósofos han resaltado la importancia de uno
de los sentidos sobre el resto: por ejemplo, para Platón (Grecia 427-347 a. C.) la vista es el más

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importante, porque alcanzamos la sabiduría cuando somos capaces de ver la realidad auténtica, y por
eso, según él, la auténtica educación de las personas no consiste en transmitirles contenidos de
conocimiento, sino en enseñar a mirar más allá de la apariencia, a los auténticos seres. Para Aristóteles,
en cambio, el sentido más importante es el tacto, que mientras que solo podemos ver los objetos que
entran en nuestro campo de visión, el tacto está distribuido por todo el cuerpo y, por consiguiente,
nos suministra más información acerca de la realidad.
Por su parte, la razón también produce diversas formas de saber según el tipo de experiencia en
el que repara; sabemos por intuición a partir de una experiencia inmediata, y sabemos por deducción,
por inducción o por reflexión a partir de la elaboración de la experiencia.

2. La historia de nuestro saber.

Si intentamos determinar cómo los hombres fueron conociendo y transformando la realidad que
los rodeaba, a sí mismo y a los demás hombres, pronto caeremos en la cuenta de que fue gracias al
lenguaje oral, primer vehículo de transmisión del saber: elaboraron relatos mediante los cuales
contaban a sus compañeros de vida sus descubrimientos y, también sus fantasías, suposiciones y
conjeturas. Estos relatos orales se convirtieron después en narraciones escritas, por lo que podemos
afirmar que la primera forma de saber que surge en nuestra historia es la literatura. Entre los antiguos
griegos, fueron los poetas Homero y Hesíodo quienes recogieron buena parte de los relatos orales y
los pusieron por escrito, en forma de poemas épicos y en forma de relatos, llamados mitos.

a. El saber mítico
Los mitos fueron las primeras explicaciones de la realidad que se elaboraron en nuestra cultura y
son narraciones maravillosas situadas fuera del tiempo histórica y protagonizadas por personajes de
carácter divino o heroico. Elaborados por los poetas, los mitos se caracterizan por dos rasgos:
- Tomados en su conjunto, constituyen una explicación total acerca del origen del universo, del
hombre, de la civilización, de la organización social y de todos los aspectos problemáticos de
la vida humana.
- Suponen una manera de pensar, que se plasma en que las fuerzas naturales son concebidas
como personas y dioses, y en que los fenómenos naturales y la propia conducta humana
dependen de la voluntad caprichosa de los dioses, aunque tanto los hombres como los dioses
y los acontecimientos cósmicos aparecen en los mitos sujetos al destino, una fuerza abstracta
que se impone sobre la voluntad de unos y otros.
Los mitos son relatos muy relacionados con las leyendas y con los cuentos. No son leyenda, porque
no relatan hechos fantásticos acaecidos a personajes de la historia o situados en un lugar real, y no son

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cuentos, porque tienen una pretensión de explicar la realidad que sobrepasa la intención pedagógica
y de entretenimiento de los mismo.
En el siglo VI a. C. surge en Mileto (Grecia) una nueva forma de acercarse a la realidad, una actitud
distinta ante el mundo; la filosófica, que convivirá con los mitos y conservará de ellos la pretensión de
ofrecer una explicación total de la realidad. Pero lo hará apoyándose en la razón y tratando de
abandonar el antropomorfismo (personificación de las fuerzas naturales) y la arbitrariedad o el
capricho de los dioses, que va ligada que va ligada a él.
La reflexión filosófica sustituye la idea de arbitrariedad por la de necesidad en la explicación de la
realidad que debe estar sometida a leyes necesarias. Esta oposición entre arbitrariedad-necesidad es
decisiva en la historia del pensamiento: en ella radica el cambio de mentalidad que entraña la aparición
de la filosofía.
La necesidad implica que las cosas sucedan según un orden racional. Descubrir las causas de este
orden significa abandonar una explicación mitológica y encontrar ciertas regularidades en la
naturaleza, que no pueden depender de la actuación de los dioses.

b. El saber literario

La palabra “literatura” procede del latín littera, que significa “letra”, por tanto, etimológicamente,
se refiere a la palabra escrita, pero, como hemos visto, la primera forma de lenguaje oral, que goza
como aquella posibilidad de expresar la belleza y, por tanto, de convertirse en arte.
La literatura es el arte que emplea la palabra como medio de expresión, la palabra hablada o
escrita. Aristóteles, fue uno de los primeros pensadores del arte de la producción literaria. En su obra
Poética, diremos que las características de la obra literaria son las siguientes:
- Es una imitación (mímesis) de la realidad.
- No cuenta lo que sucede, sino lo que puede suceder (verisimilitud)
- Tiene que producir al autor y al receptor afecciones negativas o dolorosas (catarsis).
La literatura, pues, es el arte que crea o recrea, mediante el lenguaje escrito, situación fantástica
o vinculadas a algún ámbito de la realidad, producción en los lectores emociones diversas y goce
estético. Se diferencia de la filosofía en que, mientras aquella nos presenta situaciones y personajes
nacidos de la imaginación en el ámbito de lo posible y alternativos, la filosofía se apoya en la razón
para ofrecer argumentos que expliquen las soluciones a los problemas que se plantea, elaborando un
discurso sistemático.

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c. El saber religioso

Es común a todas las religiones intentar responder a la pregunta sobre el sentido de la vida: cómo,
cuándo, para qué surgió y qué nos espera tras la muerte. Elaboran su respuesta valiéndose no sólo de
lo revelado en los libros sagrados, como la Torá, la Biblia o el Corán, sino también del saber legado por
la tradición y la fe de los creyentes.
A diferencia de los demás saberes, las religiones contienen una fuerte dimensión vital y personal
que impregna todos los ámbitos de la vida de quienes creen en ellas, porque se saben en presencia de
Alguién: Yáhvé, Jesucristo, Alá, y porque su visión de sí mismos y de la realidad está penetrada por su
fe.
Por lo que hace a su relación con el mito y la literatura, las religiones contienen elementos del
primero, en cuanto que recurren a explicaciones que sobrepasan la realidad, pero se diferencian del
mismo por la fuente de la que nacen, el dato revelado, y por la dimensión vital de la que hemos
hablado.
Recurren también a la literatura, pues nos presentan relatos, dramatizaciones y poemas, pero no
lo hacen con pretensión artística, sino para hacer más comprensible a los creyentes los contenidos de
la fe.
En cuanto a su diferencia con la filosofía, radica principalmente en que las religiones parten de
verdades indubitables, mientras que la filosofía se pregunta por ellas y no acepta ninguna afirmación
como incuestionable.

d. El saber científico

Filosofía y ciencia comparten una misma pretensión: son saberes racionales y críticos.
Generalmente, entendemos por ciencia un conjunto de procedimientos racionales que nos permiten
obtener conocimientos objetivos. La tarea de la ciencia es indagar y manifestar las causas inmediatas
de la realidad. Es un saber descriptivo que nos dice cómo son las cosas y, dependiendo de los
contenidos y fenómenos que estudian, se distinguen unas ciencias de otras. Así, la ciencia se da
fragmentada en múltiples ciencias, cada una de ellas especializada en una parcela de la realidad. Por
ello, propiamente hablando, no existe la Ciencia, sino las ciencias (formales, materiales, histórico-
sociales). Podemos reducir los objetivos de la ciencia en tres: explicar y/o comprender la realidad,
predecir los hechos futuros; y manipular la realidad para ajustarla a los intereses humanos.

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e. Otros saberes
Muy relacionado con la ciencia se encuentra el saber técnico, encaminado a producir
determinadas cosas. Ciencia y técnica se complementan y ayudan: el saber científico ha alcanzado
muchos de sus descubrimientos gracias a los avances de la técnica, que le ha proporcionado medios
espectaculares para la investigación; y, por otra parte, la técnica se está desarrollando tanto que, a
veces, reta al saber científico, produciendo herramientas cuyas posibilidades aún no se conocen. Esta
interacción entre ambos saberes se denomina “tecnología”.
Por su parte, el saber artístico, en su conjunto: música, pintura, cine, etc., constituye una narración
de la experiencia vital de las personas. No solo la literatura, de la que ya hemos hablado, sino también
de las demás artes suponen un conocimiento de la realidad, en dos sentidos: todas ellas tienen una
parte que podríamos llamar técnica, porque conllevan un saber hacer; y, además, son formas de
conocer la realidad y nos acercan al resto de saberes.
Finalmente, el saber divulgativo o sentido común nos enseña cómo se nos presentan las cosas, por
ejemplo, que el fuego quema, el agua moja, etc. Todo ser humano dispone de un conocimiento
ordinario, no reflexivo, por el ejercicio espontáneo de la razón: el sentido común. Se compone de
certezas comunes a todos, hasta el punto de que nadie carece de ellas, ni puede prescindir de ellas a
la hora de razonar. Esta clase de saber está mezclado con prejuicios y es conformista y acrítico, pero
ayuda a recoger aspectos muy significativos de la cultura de diferentes pueblos. Estos aspectos sirven
de base para otros saberes más rigurosos. Por tanto, este conocimiento es importante, aunque no sea
definitivo y completo.

3. La filosofía

a. La “mirada” de la filosofía.

La filosofía surge en el siglo VI a. C. en Grecia, concretamente en Mileto. Su nacimiento se debe a


un cambio en la “mirada” sobre la realidad: mientras que en el mito se mira el mundo circundante con
los “ojos” de la imaginación, en la filosofía se mira con los “ojos” de los sentidos y de la razón, y busca
en unos y otra los elementos para explicarlo. La filosofía conservará del mito la pretensión de elaborar
una explicación de la realidad completa, pero irá paulatinamente el recurso a la fantasía y a personajes
con poderes extraordinarios.
La causa de ese cambio de “mirada” es una nueva actitud, la actitud filosófica, que se caracteriza
por la admiración, la duda y la conciencia de estar perdido o desorientado en el mundo. En la raíz del
pensamiento filosófico se encuentra la admiración ante la regularidad de los fenómenos naturales y el
orden apreciable en el conjunto del universo, regularidad y orden que los mitos no consiguieron

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explicar; admiración también ante la existencia de una naturaleza común a la inmensa diversidad de
seres que pueblan el mundo, que ha de ser definida y explicada.
Acompaña a la admiración la duda que se suscita en el ser humano cuando toma conciencia de su
ignorancia, cuando cae en la cuenta de que lo que creía verdadero puede no serlo; de la duda nacerá
una tarea de caracterizará al saber filosófico a lo largo de la historia: preguntar hasta poner de
manifiesto los supuestos en los que se apoya cualquier afirmación.
La palabra “filosofía” significa “amor a la sabiduría” y surge en el entorno de Sócrates (Grecia, siglo
V a. C.), para quien la sabiduría es el más alto anhelo y la ignorancia, el peor de los males. Solo podrá
buscar la sabiduría quien se sepa ignorante, por lo que el reconocimiento de la propia ignorancia es el
principio de la sabiduría. Y así cabalgará el filósofo de todo tiempo a caballo entre la ignorancia, de la
que es consciente, y la sabiduría que no termina de alcanzar.

b. Objetivos y objetos de la filosofía

A lo largo de su historia, la filosofía se ha propuesto dos fines u objetivos:


 Conocer con verdad la realidad, lo que ha convertido la realidad entera en su primero
objeto, la mirada filosófica trata de elaborar una explicación de toda la realidad para
descubrir su estructura (el qué, el cómo, el cuándo, etc.) y su sentido (el por qué y el para
qué. A esta tarea se dedica la filosofía teórica, así llamada porque el verbo griego theoréin,
que en un principio significaba “observar”, “contemplar”, y se usaba para nombrar la
mirada de los espectadores en el teatro, tomó después la significación de entender la
diversidad del mundo, comprenderla mediante conceptos y teorías, y expresarla mediante
el lenguaje.
Por eso se ocupa de las normas de corrección del pensamiento, de las estructuras de la
realidad, del conocimiento de la misma y del mal que hay en ella frente a Dios; del hombre;
de la naturaleza como un todo; de la ciencia y de la técnica; y del lenguaje como
herramienta privilegiada para expresar la realidad entera y lo que sabemos de ella.

 Vivir una vida feliz, objetivo para el que es preciso saber elegir, ordenar adecuadamente
los bienes y los fines que pretendemos, y realizar las acciones que nos lleva a ellos, así como
participar en la organización de los grupos humanos en los que vivimos, para alcanzar en
ellos la justicia y hacer posible que, en su seno, las personas seamos felices. De este objetivo
se ocupa la filosofía práctica, que tiene por objeto las acciones libres del hombre en su
vertiente individual y social.

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Son, pues, sus objetos, además de las acciones libres del hombre consideradas individualmente,
también de ellas en cuanto miembro de un Estado; las leyes y la legitimidad del propio Estado y de las
leyes que rigen en él la vida de los ciudadanos; el lenguaje como instrumento de persuasión y disfrute;
el correcto uso de los bienes y las producciones artísticas.

EL SABER FILOSÓFICO
Filosofía teórica

Lógica: se pregunta por las reglas del pensar y es propedéutica de todo saber.
Metafísica: se pregunta por la estructura de la realidad entera.
- Ontología: se pregunta por la realidad (el ser).
- Teoría del conocimiento: se pregunta por el conocimiento humano desde sus fundamentos
- Teodicea: se ocupa de la existencia de Dios en relación con el mal.
Antropología filosófica: se pregunta por la realidad humana.
Filosofía de la naturaleza: reflexiona sobre el mundo físico.
Filosofía de la ciencia y de la técnica: reflexiona sobre la investigación científica, los avances técnicos y la
relación entre ambos saberes.
Filosofía del lenguaje: se ocupa del sentido y del significado del lenguaje, así como del uso del mismo.

Filosofía Práctica
Filosofía moral o ética: reflexiona sobre las acciones libres de las personas, en cuanto se orientan a las justica
y a la felicidad.
Filosofía política o moral: se ocupa de la dimensión social del hombre y de su capacidad para organizarse en
una comunidad política orientada a la justicia.
Filosofía del derecho: se pregunta por la legitimidad del Estado y de las leyes.
Retórica (Oratoria): indaga en la eficacia del lenguaje, escrito o hablado, para persuadir, deleitar o conmover.
Filosofía de la economía: estudia los fundamentos morales sobre los que debe apoyarse el uso de los bienes.
Filosofía del arte o estética: reflexiona sobre la creación artística y su relación con la belleza y el bien.

c. La filosofía en su historia

A lo largo de la historia se han sucedido diversos períodos, autores y problemas en el quehacer


filosófico. Vamos a exponer a continuación dos divisiones de la historia de la filosofía: la más común,
por períodos; y otra, temática, atendiendo a los grandes temas de interés de cada período.

i. Por Periodos

 Historia de la filosofía antigua: comprende desde el siglo VI a. C. hasta el siglo V d. C.; o lo


que es lo mismo, desde el primer filósofo del que tenemos noticia, Tales de Mileto, hasta
la caída del Imperio Romano. A este período pertenecen filósofos presocráticos, los

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sofistas, Sócrates, Platón, Aristóteles, el estoicismo y el epicureísmo, la filosofía helénica y
el neoplatonismo, como figuras y movimientos principales.
 Historia de la filosofía medieval: que abarca del siglo V d. C al siglo XV d. C. período en el
que pertenecen, como pensadores más destacados: Agustín de Hipona, San Anselmo,
Averroes, Maimónides, Tomás de Aquino y Guillermo de Ockham.
 Historia renacentista y moderna, desde el siglo XV hasta el siglo XVIII, período en el que
sobresalen Maquiavelo, Descartes, Leibniz, Spinoza, Voltaire, Rousseau y Kant en el
continente europeo, y Hobbes, Locke, Berkeley y Hume en las islas británicas.
 Historia de la filosofía contemporánea, desde el siglo XIX hasta nuestros días, período en
el que surgen multitud de movimientos filosóficos entre los que conviene destacar:
o En el siglo XIX: el idealismo alemán (Hegel), la crítica materialista del mismo
(Feuerbach y Marx), el vitalismo (Nietzsche), el positivismo (Comte), la
hermenéutica (Schleiermacher), el utilitarismo (Stuart Mill) y el historiador
(Dilthey)
o En el siglo XX: la fenomenología (Husserl), el pragmatismo (Dewey), la filosofía del
lenguaje (Wittgenstein), la escuela de Fráncfort (Horkheimer), el personalismo
(Mounier) y el existencialismo (Heidegger, Sartre).
o En España, destacan pensadores como Ortega y Gasset, Zubiri, Aranguren.

ii. Por temas

Atendiendo a las grandes preguntas que han servido de punto de partida para filosofar,
distinguimos los siguientes períodos:
 Período ontológico: desde el origen de la filosofía hasta la llegada del cristianismo a
Occidente. Como su nombre indica, el problema fundamental de los filósofos de este
tiempo es la verdad de la naturaleza y del ser, tomando en toda su generalidad.
 Período ontoteológico, desde la llegada del cristianismo hasta el siglo XV, en el que la
filosofía, sin abandonar su primer objeto, se ocupa ahora principalmente de Dios, como
causa de todo cuanto existe, y de su relación con el mundo.
 Filosofía de la conciencia, desde el Renacimiento hasta el siglo XIX, período en el que el
centro prioritario de interés de la reflexión filosófica es el hacerse del hombre con la
realidad, esto es, el conocimiento del mundo y de sí mismo.
 “El giro lingüístico”, período que comprende desde el siglo XX hasta nuestros días y en el
que gran parte de la reflexión filosófica se centra en el lenguaje y en la importancia del

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mismo, no solo como herramienta para acercarnos a la realidad, sino como elemento
organizador de ella en todos los ámbitos del saber.
 “El giro práctico”, período que comprende desde el siglo XX hasta nuestros días y en el
que la reflexión filosófica se centra en la ética personal, en la ética de la vida social y
política, y en las éticas aplicadas a los diferentes saberes y a los diversos ámbitos de la vida
en nuestra sociedad.

Los temas enunciados (la verdad del ser y la naturaleza, Dios, el conocimiento de sí mismo y
del mundo, el lenguaje, la ética y sus aplicaciones, y la política) no agotan los problemas que los
filósofos se han planteado, hay más objetos de la reflexión filosófica no especificados y muchos de
ellos han convivido en diferentes momentos; estos son solo los que han sugerido un interés más
general en una etapa de la historia del pensamiento, interés que ha producido nuevos
planteamientos de los mismos, nuevos métodos para su estudio y nuevos logros en su
conocimiento. Pongamos ejemplos:
- La preocupación por el conocimiento de la realidad está presente desde los orígenes
de la filosofía y es constante en toda su historia, desde los filósofos presocráticos hasta
hoy.
- La importancia del conocimiento de nosotros mismos es prioritaria desde Sócrates
hasta el presente.
- Lo divino, sea como un saber anhelado o como primer principio y fin último de todo
cuanto existe, es objeto de la filosofía desde su nacimiento en Grecia; serán los
filósofos cristianos de la Edad Media quienes harán de ello su centro de reflexión y el
concepto de Dios no desaparecerá del horizonte filosófico desde entonces.
- Del lenguaje se ocuparon, entre otros, Platón, los sofistas y Aristóteles, y al origen del
mismo y a su uso para conocer y convivir dedicaron importantes obras.
- Y por lo que hace a la reflexión ético- política y a la aplicación de sus conclusiones a
otros saberes y ámbitos de la vida personal y social, su presencia en el saber filosófico
se remonta a los orígenes de la filosofía y se extiende a lo largo de toda su historia.
Todos los filósofos se han interrogado acerca de la felicidad del hombre y sobre la
presencia o ausencia de la justicia en sus sociedades respectivas, así como acerca de
la necesaria contribución de todos los saberes al logro de ambas.

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4. Características de la filosofía

Según lo visto, anteriormente, la filosofía es un tipo de saber que surge en Grecia en el siglo VI a.
C., momento en el que el pensamiento mítico comienza a ser sustituido por el pensamiento racional.
Es, a partir de Platón, cuando el uso del término “amor a la sabiduría” se generaliza como término
técnico para designar un nuevo tipo de saber que acabó desempeñando un papel esencial en el
desarrollo de la civilización occidental.
La filosofía se puede definir a partir de una serie de características que, tomadas en conjunto, no
comparte con ningún otro tipo de saber. Se trata de un saber acerca de la totalidad de las experiencias
humanas, racional, radical, autónomo y crítico.
 Saber racional: la filosofía es un saber racional que se cuestiona el por qué último de las
cosas. La experiencia muestra cómo son las cosas, pero no por qué son las cosas. Para
responder a esta pregunta, la filosofía procede mediante argumentaciones y
demostraciones lógicas.
 Saber de la totalidad de las experiencias humanas: la filosofía es un saber integrador, que
busca dotar a la totalidad de las experiencias humanas de un sentido, o bien, descubrir el
sentido que subyace a esa totalidad.
Por experiencias humanas entendemos todo aquello que pueda ocurrir a una persona
(percepción, sentimientos, pensamientos, imaginación, leyes físicas, biológicas,
sociales…).
Por sentido entendemos la función que cada tipo de experiencia desempeña en el
seno de la totalidad. A su vez, la totalidad adquiere sentido cuando la dotamos de orden
inteligible.
Ahora bien, que la filosofía busque el sentido global de las experiencias humanas no
quiere decir que vaya analizando cada experiencia, una a una, para desentrañar su sentido.
Tal cosa, además de ser imposible, no nos daría un sentido global. Por eso, la filosofía busca
un principio que funcione como elemento vertebrador o integrador de esa totalidad, que
dé un fundamento a esta totalidad.
Esto es lo que convierte a la filosofía en un saber radical
 La filosofía es un saber radical porque abarca la totalidad de la realidad dirigiéndose hacia
la raíz de los problemas, y no sólo parcela de la misma, como las ciencias experimentales.
No pone límites a sus preguntas. Busca los fundamentos o principios últimos a partir de
los cuales pueda dotar de sentido todo lo demás. Dado que la filosofía es un saber de la
totalidad, no puede dejar nada fuera, no puede dejar que algo quede sin fundamentar y
no puede dar nada por sentado.

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 La filosofía es un saber autónomo porque no está supeditado a otros tipos de saber,
aunque pueda coexistir con ello y aportar reflexiones sobre los mismos.
 Es un saber crítico que ofrece pautas de interpretación de la realidad y de la vida para un
acercamiento al ideal humano. La filosofía no da nada por supuesto, es capaz de cuestionar
ideas aceptadas por la razón o el mero sentido común.

5. La actualidad de la filosofía (¿para qué?)

El saber filosófico es un saber riguroso y crítico que pretende conocer la estructura fundamental
de la realidad y de la razón misma, entendida la realidad como totalidad de lo que hay, también de la
vida personal y social del ser humano. Las preguntas vitales son el centro de la actividad filosófica, y
también las respuestas y controversias entorno a tales cuestiones.
Cabe ahora preguntarnos si tiene sentido filosofar hoy, cuando las ciencias, la técnica y la
tecnología, los llamados “saberes positivos”, parecen dominar ya la realidad o les falta muy poco para
ello; y cuando los cambios sociales se producen con tal celeridad que parece inútil dedicarse a
responder las cuestiones más generales y más radicales. Y la respuesta es que, precisamente por estas
razones, es muy necesaria la filosofía.
Razones por las que la filosofía es necesaria:
- Los saberes positivos, cada uno de ellos ocupado en una parcela de la realidad,
deben ser integrados y valorados desde el punto de vista de su contribución a la
felicidad de las personas y a la justicia en los grupos humanos. Esta tarea no la
realiza ninguno de los saberes no filosóficos.
- Es necesario reflexionar para conseguir criterios que nos ayuden a superar los
prejuicios y dogmatismos que pueblan el saber ordinario sobre la realidad, de
nosotros mismos y de nuestra sociedad.
- Los saberes positivos carecen de instrumentos para cuestionar sus propios
prejuicios acerca de la realidad natural y social.
- Además, hoy convivimos con algunas amenazas especialmente peligrosas en
cuanto a la información y el conocimiento, pues la presunta información es muy
veloz y supera las fronteras, incluso las de la propia intimidad; internet y el teléfono
móvil, que tanto nos ayudan en muchos momentos, son, en otros, instrumentos
deshumanizadores y que nos alejan de la realidad.
- Es preciso adoptar una posición crítica que nos permita determinar si hay fines
razonables para nuestra vida y cuáles son, de lo que se ha ocupado, desde su origen
hasta hoy, la filosofía.

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- Para todo ello es indispensable conocer los conceptos y argumentos que la filosofía
ha producido, y elaborar otros nuevos que nos permitan integrar todos los
conocimientos en una visión lo más completa posible.
Es común la experiencia del niño que, a temprana edad, pregunta sin cesar “¿Esto qué es?” y “¿por
qué?”. A la primera pregunta suele bastarle con que se le responda el nombre del objeto por el que
pregunta, pero la respuesta a la segunda la encadena con otra igual, y con otra, y continúa
sucesivamente con la misma interrogación a partir de cada respuesta, hasta que el adulto se cansa y
lo distrae con cualquier juego u objeto cercano, lo que nos lleva a pensar que preguntar y preguntarse
es inherente a la condición humana, así como a sospechar de quienes, cansados o interesados,
intentan distraernos con juegos u objetos para que dejemos de hacerlo.
Cuando en un momento histórico o en una sociedad los seres humanos renunciamos a preguntar
y a preguntarnos, caemos en la desorientación, aceptamos sin crítica acciones y afirmamos de dudosa
índole, podemos deslizarnos hacia comportamientos prejuiciosos y no someternos a análisis nuestras
vivencias y las de aquellos con quienes convivimos y construimos la sociedad. Todo ello conlleva una
renuncia a la dignidad de la que estamos agraciados por el hecho de ser personas.
Resumiendo, al fin y al cabo todos somos filósofos porque en todo ser humano de cualquier época
encontramos, en algún momento, la admiración ante la inmensidad de lo desconocido y la angustia
ante las decisiones que cabe tomar para afrontar una vida con sentido. Nos encontramos así con la
doble raíz de la doble vertiente de la filosofía: la admiración curiosa y la angustia vital, teórica y
práctica. Para decirlo con palabras de Kant: todo humano habrá de preguntarse alguna vez ¿qué puedo
hacer?, ¿qué debo hacer? Y, finalmente, ¿qué me cabe esperar?

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