Calvino Erótico
Calvino Erótico
Calvino Erótico
El (h)omnívoro: En los textos llamados “eróticos” tanto autores como lectores siguen
buscando el mito triunfal de un cuerpo no condenado a la derrota y a la decrepitud.
Dentro de esta limitada e incompleta introducción, el escritor italiano Italo Calvino debería
ocupar un lugar más significativo. Su libro de cuentos Bajo el sol jaguar (1990), nos
embarga en el ritual casi mitológico de un particular sabor. Difícil será borrar de nuestra
memoria como lectores, esa sensación erótica de presencia corpórea de los aromas que
busca en la comida, en esos exóticos platos de la cocina mexicana, que despiertan el
deseo, el “apetito sexual” en ese escritor que como turista visita antiguos templos aztecas,
y es víctima consentida de alguna persistente presencia de los sentidos. ¿Qué sería de las
emociones del cortejo amoroso sin la comida? El texto de Calvino nos recuerda, como la
escena deliciosamente sensual y atrevida de la taberna en el Tom Jones de Fielding, que
una comida puede ser el escenario perfecto para la seducción. El hambre sexual y la
comida siempre han sido aliados. “Muchas cosas”, en el cuento de Calvino, dependen de la
comida y de la exaltación del sentido del gusto. El gusto es un sentido íntimo. No
podemos gustar cosas a distancia. Y como lo demuestra Calvino en el texto, y como
somos omnívoros, nos atraen muchos gustos. Debemos comer para vivir, lo mismo que
debemos respirar. Pero la respiración es involuntaria, y comer no lo es; requiere energía y
planificación. La comida es una gran fuente de placer, un complejo de satisfacciones tanto
fisiológicas como emocionales.
A lo largo de la historia, y en muchas culturas, la palabra gusto ha tenido siempre un
doble significado. En inglés, taste deriva de tasten, examinar por el tacto, probar o
degustar, y se remonta al latín taxare, tocar con energía. De modo que el gusto ha sido
siempre una prueba o un juicio. Los que tienen gusto (Olivia y su esposo, en Bajo el sol
jaguar) son los que aprecian la vida de un modo intenso, personal, erótico y han
encontrado algo en ella sublime. Algo de “mal gusto” se considera obsceno o vulgar. Y en
relación al erotismo, pornográfico.
Sin embargo, en este cuento, Calvino va “un poco más allá”: relaciona la carne en el
comer, con el sacrificio y el amor. El sacrificio y el canibalismo, vinculados al hecho de
comer, con la verdad de la vida revelada en la muerte.
En Bajo el sol jaguar, se actualiza la antigua comparación del sacrificio con la unión
erótica. Suele ser propio de este acto el otorgar vida y muerte, dar a la muerte el rebrote
de la vida y, a la vida, el vértigo de la muerte. Es la vida mezclada con la muerte: la muerte
es signo de vida. Y esta conjunción de opuestos, como en un abrazo erótico, adquiere en
Calvino pleno sentido, ya que lo que el acto de amor y el sacrificio revelan es la carne, el
cuerpo. El movimiento de la carne excede en este cuento, un límite, una violencia que
anima a los órganos. La carne es ese exceso que se opone a la ley de la decencia. La carne
es el enemigo nato de aquellos a quienes atormenta la prohibición del cristianismo: la
pareja del cuadro en el bar“Las Novicias”, en Oaxaca. Donde una monja joven y un viejo
sacerdote, de pie, uno junto al otro, las manos ligeramente separadas del cuerpo, casi
rozándose, transmitían a la pareja de turistas, una sensación perturbadora, como un
espasmo (¿orgasmo?) de sufrimiento y felicidad contenido.
Lo atractivo (erótico) en este genial cuento de Calvino, está dado en la articulación entre el
lenguaje poético y la prohibición contenida en la temática. Prohibición, a mi modo de ver
de alguna violencia elemental y básica. Y esa violencia se da en la carne: “en la carne de la
literatura” de Calvino, que designa el juego (el fuego) de los órganos de la reproducción y
del amor:
“Es decir, esa tensión hacia el fuera el otro lado el otro modo, que es finalmente lo que se
llama un estado de deseo.
Sobre este estado de deseo es mejor ser más precisos: se observa un estado de deseo
cuando de un estado de satisfacción se pasa a un estado de creciente satisfacción y por lo
tanto, de inmediato, a un estado de insatisfactoria satisfacción, es decir, de deseo.”
Héctor J. Freire
Escritor