Antologia de La Poesia Lirica Griega (Recuperado Automáticamente)

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Traidor el traductor, como dice el adagio italiano, lo es siempre.

La traducción es oficio de
exactitud imposible, y en la versión de una u otra lengua siempre se pierden cosas y se
añaden, en el arduo trasvase. Pero el traductor de poesía, ése sí que es un traidor redomado,
cien veces traidor, al querer nombrar con otras palabras, al evocar con otros sones, lo que el
poeta expresó con precisión irrepetible, con pasión lúcida, con hiriente acuidad.

Como decía Mallarmé, la poesía está hecha con palabras, no con ideas ni con
pensamientos. Reside en el matiz, en la evocación, en la prestancia de frases y sonidos que,
inevitablemente, van unidos a la lengua original. El traductor de poemas está condenado a
la tradición y al fracaso.

Y, sin embargo, algo queda en el tortuoso empeño de verter a otra lengua unos poemas. Se
difumina el color, el tono no tiene la acendrada alegría, la tersura fónica ni la musicalidad
del original; pero, con todo, tal vez se rescate en nuevas palabras el dolorido sentir, las
imágenes esenciales, la personalidad individual del poeta originario.

Tal vez, en fin, la traición valga la pena, si lo rescatado es superior a lo perdido, si la


deformación no es excesiva, si la palidez prosaica de la nueva versión no impide la lectura
admirada ni el entendimiento emotivo.

Por otra parte, la distancia entre las dos lenguas implicadas en el proceso de la traducción
puede hacer más sensible o menos ese proceso de trasvase poético. En el caso de verter
unos poemas compuestos en griego antiguo, con una antigüedad de unos 25 siglos de
lejanía a nosotros, lo perdido inevitablemente es mucho: la sonoridad y la musicalidad
originales, ya que el griego antiguo en una lengua de acento musical, y el ritmo estaba
basado en la alternancia marcada de sílabas largas y breves, según unos esquemas métricos
que no coinciden con los de nuestra métrica tradicional, y además la mayoría de estos
poemas se cantaban con unas tonadas que no conocemos, al son de instrumentos como la
lira, que ha servido para dar nombre a este tipo de creación literaria, «lírica».

Por otra parte, la inconmensurabilidad entre los campos semánticos del griego antiguo y el
castellano actual es tremenda; los vocablos utilizados por los viejos poetas helénicos tienen
unas connotaciones sociales y culturales que es imposible reproducir en una versión, y que
sólo comprendemos mejor a través de una serie de estudios y notas eruditas de que aquí no
podemos echar mano.

La exactitud total es imposible, como cualquier teoría de la traducción suele destacar,


porque las estructuras sintácticas y las redes semánticas entre dos lenguas diversas difieren.
Pero hay ciertos límites de precisión, modos diversos de presentar en otras palabras los
mismos contenidos, de sugerir los mismos efectos, etc. El problema de la traducción no
debe plantearse más que en términos relativos.

Cada lengua tiene sus recursos, y estos cobran un valor que puede variar según el contexto
y el sistema en que se encuadran. (Por ejemplo, está claro que el hipérbaton y el libre orden
de palabras tienen en las lenguas clásicas un valor expresivo muy notable que las lenguas
románicas no pueden reproducir con claridad, pero también es evidente que el castellano
con un orden de palabras de relativa libertad en comparación con otras lenguas modernas
tiene unas posibilidades expresivas que no debe desaprovechar el traductor).

A. Lírica arcaica: formas de clasificación.

Hablamos de poesía lírica en general, por convención, aunque hay tipos:

Por lírica arcaica se entiende habitualmente toda la poesía no épica ni dramática desde los
orígenes hasta el siglo IV a. C.

Lírica

La lírica arcaica y clásica es una poesía que no tiene aún el amaneramiento ni el rebuscado
refinamiento de la poesía helenística, y si, en cambio, una espontaneidad y un frescor
inigualables. La poesía lírica es, como toda la poesía griega, un producto muy ajustado a
unas normas formales muy fijas, y está muy encorsetada por unas pautas tradicionales
prefijadas; es, en cierta medida (aunque menos que la épica) una poesía formular, muy
influida por la dicción homérica y por un lenguaje literario un tanto artificial.

Creo que, aún a través del pálido reflejo de la versión de tal mutilados y menudos restos,
puede percibir el lector la claridad poética de ese mundo literario, que es el alba de la
poética occidental. Es una poesía ingenua y sencilla, con unos motivos esenciales que se
reiteran: la muerte, el mar, las lanzas, los dioses variopintos, los caballos, las muchachas de
gráciles tobillos y párpados pintados, el elogio de la juventud, la fugacidad del tiempo, los
colores brillantes, las flores y la luna de Safo, el reclamo de la gloria, el fulgor del oro y del
sol, la nostalgia, la invitación al goce, el amor penetrante, el vino que da alegría y olvido,
etc.

Pero algo hay en la poesía que nos llega, malgré tout, con un impacto impar. Tal vez la
sensación de la queja contra el tiempo, de la urgencia de la pasión, de lo irrepetible del
individuo, se pronuncia aquí con tonos más audaces y sinceros, y las palabras poéticas
guardan un aroma que perdura y un color que las estatuas han perdido y que las prosas
transmiten mitigado.

No olvidemos que los griegos consideraban la poesía como algo muy importante para la
comprensión del mundo y la vida. Se tomaban muy en serio a sus poetas. Ellos eran los
primeros educadores del pueblo, en una sociedad sin dogmas religiosos y sacerdotes con
libros sagrados ni tradiciones rígidas. La poesía servía de cauce para expresar doctrinas e
ideas nuevas, y para conservar los mitos y criticarlos, y se cantaba en las fiestas de los
banquetes privados.

EL YAMBO

Los tres poetas principales son los jonios Arquíloco (modelo del género), Semónides e
Hiponacte; de Ananio queda muy poco y de otros sólo el nombre. También poetas
importantes en otros géneros (p. ej. Anacreonte) escribieron yambos. El dialecto era el
jonio.

La raíz *-αμβ- la encontramos en otros tipos poéticos (p. ej. διθύραμβος), todos
pertenecientes a contextos dionisiacos. Por yambo se conocía una unidad métrica que
formaba el metro yámbico; los poemas suelen hacerse con trímetros, aunque también con
tetrámetros trocaicos y epodos, pero el término se refería primariamente a ἰαμβίζειν
(burlarse de algo, hacer sátiras); y que tradicionalmente se explicaba a partir de Ἰάμβη, una
criada coja de Eleusis que hizo reír con sus burlas a Deméter, sumida en la tristeza por el
rapto de su hija Perséfone.

El yambo es un género de inversión de los valores y se realiza con el fin último de


restablecerlos, en un contexto ritual dionisiaco, carnavalesco, en el que cabe la sátira, el
ataque personal y el uso de palabras malsonantes. También parece que pronto el yambo
quedó inserto en el ámbito del simposio. A partir de ahí se conformó el tipo poético
literario, más elaborado y con una intención creativa clara, que llegó quizá por la
realización de certámenes poéticos: así se podría explicar el nivel que alcanza Arquíloco,
que consigue que una forma ‘popular’, ‘ritual’ pase a ser de altura literaria, sin dejar de
lado componentes en principio vulgares (insultos, burlas, menciones sexuales procaces,
excesos de comida y bebida). El yambo está además en la base de la comedia, en la que es
clave tanto el ὀνομαστὶ κωμῳδεῖν (burlarse de personas 'por su nombre') como la
αἰσχρολογία, todo lo cual lo engloba Aristóteles en la ἰαμβικὴ ἰδέα (‘forma yámbica’), de
larga tradición en la literatura posterior.

LA ELEGIA

Trata de todo tipo de temas (incluso los del yambo), aunque su tono es siempre más
comedido, casi siempre firme y meditativo, y su finalidad es parenética (=exhortativa). Para
definirlo sólo se puede decir que es todo poema en dísticos elegiacos, estrofas formadas por
dos versos, un hexámetro dactílico y un pentámetro. De hecho, en su mayoría tienen tema
filosófico o moral (brevedad de la juventud, horrores de la vejez, naturaleza de la virtud,
conducta adecuada, defectos humanos, lo beneficioso para el Estado, el amor) o de
exhortación (a la lucha, a resistir la desgracia). Sin embargo, encontramos también insertas
narraciones míticas compendiadas (como recientemente en la nueva elegía descubierta de
Arquíloco), adivinanzas, experiencias personales del poeta, referencias a hechos
contemporáneos e incluso pasajes meramente descriptivos. También sabemos que había
elegías ‘históricas’ (sobre la fundación o la historia de una ciudad, colonizaciones o
guerras) pero han desaparecido todas.

Al menos sí que se puede delimitar bien los dos ámbitos en los que se recitaba la elegía: el
simposio y la celebración pública: tenemos testimonios de que Solón leyó sus elegías más
políticas en el ágora y las de fundación de ciudades parecen más propias de certámenes
poéticos. Aparte de ello, desde el siglo VI a. C. en inscripciones arcaicas y clásicas hay
elegías funerarias o dedicatorias, que habitualmente son llamadas ‘epigramas’. El dialecto
es jonio-épico con formas dialectales locales.

El término se relacionó sin rigor en la antigüedad con εὖ λέγειν (hablar de temas elevados),
ἐλεεῖν (lamentarse), ἒ ἒ λέγειν (decir ‘lamentos’), pero actualmente se señala la conexión
con ἐλελεῦ (un grito ritual de dolor) o la forma ϝ ήλεγε ϝ ήλεγε ϝ ή (métricamente una
'hemíepes': primera parte de un hexámetro hasta la cesura pentemímeres, que expresaría un
lamento). Es atractiva la relación con el término armenio elegn (tubo de un instrumento
musical), pues sabemos que siendo una poesía recitada (=‘en παρακαταλογή’) como el
yambo se podía acompañar también del αὐλός (un tipo de flauta). Desde época clásica se
identificaba con los lamentos, quizá porque el dístico elegiaco se utilizaba como estructura
métrica de los epigramas funerarios, aunque nuestra idea de ‘elegía’ como lamento por
nostalgia o dolores de amor vaya mejor con poetas latinos como Tibulo.

Los términos antiguos para este géneros son ἔλεγος (aparece en una inscripción del 586 a.
C. en un contexto de ‘canción de lamentación con flauta’), ἐλεγεῖον (significa ‘dístico
elegiaco’) y ἡ ἐλεγεία (poema extenso en dísticos elegiacos; pero τὰ ἐλεγεία , libro de
elegías).

ARQUILOCO DE PAROS

a) Lugar y tiempo en la historia

En el Mar Egeo, entre las islas Cícladas, al norte de Delos, y al este de Naxos, está Paros,
famosa por su mármol; allí nació el poeta Arquíloco. Es el primer autor griego de poesía
no épica del que se conserva obra gracias a las citas transmitidas por otros escritores y los
descubrimientos en papiros.

Se sabe que vive en la primera mitad del siglo VII a. C. Hijo de un noble pario y de una
esclava, pude emigrar de su rocosa isla natal para ganarse la vida, como soldado de fortuna,
con su lanza. Conoció la guerra como un menester penoso, no como el lugar de las hazañas
heroicas. Participa en la colonización de Tasos, isla situada al norte del mar Egeo. Cuenta
en unos versos que hicieron famoso su cinismo como escapó de un combate tras arrojar el
escudo. Es significativa su desenvoltura al confesar tan bochornoso acto. (El escudo es, en
la táctica hoplítica, el arma que protege el flanco del compañero inmediato, el emblema del
coraje del guerrero, que nunca debe perderse. «Volved con el escudo o sobre el escudo», se
decide en Esparta). Al poeta, pragmático, le interesaba salvaguardar su vida, no el código
del honor ni el renombre.
Entre los restos del monumento funerario construido en su honor, el Archilocheion, hay una
inscripción llamada “de Mnesiepes”; ésta deja saber que todavía hacia el siglo III a. C. se le
ofrecía una especie de culto, y se lee en ella cómo comenzó su vocación lírica: cuando su
padre, el noble Telesicles, lo mandó al campo a que recogiera una vaca para venderla, ya de
noche y a la luz de la luna, Arquíloco se encontró de camino con unas mujeres. Entre
bromas y risas, les dijo que debía vender la vaca, y ellas le contestaron que le darían buen
precio por ella; repentinamente, mujeres y vaca desaparecieron, quedando a sus pies una
lira; Arquíloco creyó que se había encontrado con las Musas. Luego, Telesicles, cuando
escuchó la historia y vio la lira, quedó sorprendido; primero buscó la vaca por toda la isla,
pero no la encontró. Tiempo después, Telesicles, fue elegido por sus conciudadanos como
emisario, junto con Licambes, para ir a consultar al oráculo de Delfos en nombre de la
ciudad, pero él también quería preguntar acerca de lo que había acontecido. Cuando
Telesicles y Licambes llegaron y se presentaron ante el oráculo, el dios dijo a Telesicles
que el primero de sus hijos que a su regreso le hablara, sería inmortal y famoso. Cuando
llegaron a Paros, se celebraba la fiesta de Artemisa y, casi no necesito decirlo, el primero
que encontró a Telesicles y habló con él fue su hijo Arquíloco.

También en el Archilocheion, se preservó en muy malas condiciones otra inscripción,


llamada “de Sóstenes”, en la cual se menciona la narración, cronológica de acuerdo con los
arcontes de Paros, que un tal Demeas había hecho de las hazañas de Arquíloco. Queda
establecido que los parios tenían a Arquíloco no sólo como poeta. ¿Qué acciones, aparte de
la piedad y del celo por su patria, fueron significativas para ganarle fama? No se sabe con
exactitud. Hacia el año 680 a. C., los parios fundaron una colonia en la parte septentrional
de la isla de Tasos. Telesicles y Telis, padre y abuelo de Arquíloco, habían participado en
la colonización, pues incluso, años después, Polignoto pintó a Telis, junto con Cleobea, la
muchacha que introdujo los ritos de Deméter en la isla. Arquíloco era reconocido, sin
duda, por haber salido de su isla al frente de una expedición para confirmar con armas el
imperio sobre la colonia.

La isla de Tasos, ubicada al norte del mar Egeo y rica en oro, plata y cobre, era además
estratégicamente idónea para intentar más tarde conquistar Tracia, también rica por sus
minas, o al menos para entablar relaciones comerciales con ella. La colonización de Tasos
provocó o acentuó la rivalidad entre las islas de Paros y Naxos, y, por tanto, Arquíloco se
vio constreñido a tomar parte como comandante del ejército en los conflictos armados entre
parios, naxios y tracios. De hecho, si vale decirlo, eso significa su nombre: “el que manda
sobre una tropa”. Fue un comandante, pues, para el cual —lo mismo que para Esquilo,
cuyo epitafio mencionaba no sus tragedias, sino que había peleado en Maratón— sus
trabajos bélicos eran igualmente o más queridos que sus proezas líricas; así, mientras en un
relieve del Archilocheion aparece con lira y escudo, en una lastra de Tasos se le representa
sólo con armas, yelmo y escudo: los colonos prefirieron recordar a Arquíloco como héroe
fundador.

Los poemas de este soldado se conocen en su mayor parte gracias a referencias de otros
autores, usados en otros contextos y con motivos ajenos al poema mismo, como testimonios
de una palabra o de una costumbre, por un interés filológico o histórico, etcétera; pero, a
pesar de que son jirones y retazos, arrojan alguna luz sobre su vida, y lo colocan ya en el
tiempo histórico. Por ejemplo, el fragmento 122 menciona un eclipse que pudo ocurrir el 6
de abril del 648 a.C. Además, Heródoto, al afirmar que Arquíloco fue contemporáneo de
Gyges, cuyo reino se ubica entre los años 687 y 651 a. C., ofrece como prueba la mención
del soberano en uno de los poemas (fr. 19). Otro fragmento, el 20, hace referencia a la
invasión que emprendieron los cimerios contra Magnesia, hacia el 652 a. C. Puede decirse,
sin mayores precisiones, que la vida de Arquíloco se desarrolló hacia la mitad del siglo VII
a. C.

El poeta encontró la muerte en una batalla contra los naxios; su asesino, un tal Calondes,
apodado Corax (Cuervo), fue arrojado del templo de Apolo por la pitonisa, por haber
matado a un hombre sagrado, servidor de las Musas.

b) La poética y la poesía de Arquíloco

Un dato incontrovertible de Arquíloco es su excelencia poética; los pocos versos que nos
han llegado, aunque muy pocas veces se tratan de un poema largo, y cuyo contexto se
desconoce casi siempre, permiten vislumbrar a un poeta óptimo. De entre los líricos
arcaicos griegos es Arquíloco el más citado, y casi siempre positivamente y con deferencia.
Desde la antigüedad se le considera gran poeta: distinguidos autores, que sin duda tuvieron
material escrito más amplio para juzgar la obra. Los griegos Heródoto, Píndaro, Platón,
Aristóteles, Tzetzes, y los latinos Cicerón y Horacio, entre otros, lo evalúan, podría
decirse, positivamente, incluso Heráclito afirma que habría que azotar a Arquíloco, lo
mismo que a Homero y Hesíodo, y no permitirle competir; es decir, aunque censurándolo,
pone a Arquíloco al nivel de los más grandes poetas de Grecia.

El estado fragmentario de la obra de Arquíloco no debe engañarnos. En general, la obra de


los poetas arcaicos griegos, lo que se ha conservado, está excelentemente escrito; podría
decirse que los restos de ese naufragio de textos dan prueba de virtud poética, gramática,
prosódica y sintáctica. Incluso entre ellos, sobresale Arquíloco. Por eso, debe tomarse en
cuenta que, aun siendo el primero de los líricos después de Homero, su perfección
prosódica está lejos de ser un mero ejercicio lírico balbuciente de novato tras el avasallante
ritmo de la épica; como se dice, vino nuevo en odres nuevos: el vehículo formal se altera: a
cambio del resonante mar de los hexámetros, hace su aparición el dístico elegíaco (un
hexámetro más un pentámetro), utilizado para ocuparse de asuntos más inmediatos y
propios de la historia, y no de los más lejanos del mito; se recurre también a los yambos
(una vocal breve más una larga), por su parecido a la lengua hablada, y a los troqueos (una
vocal larga más una breve), aptos para la danza,8 que suenan muy ágiles y vigorosos, en
comparación con el dáctilo (una vocal larga más dos breves), demasiado solemne si lo que
se quiere es herir o hacer reír.
Con todo, la tradición sigue imponiendo vocabulario, motivos y temas: la guerra iliádica, el
mar odiseico; la fábula hesiódica y sus exhortaciones, los episodios del amor, del vino, de
la muerte, etcétera. Por supuesto que el oficio de poeta de Arquíloco acusa, en más de un
sentido, la influencia de Homero y Hesíodo, todavía bajo la modalidad oral de su
ejecución, pero como un recurso perfectamente asimilado de las intenciones poéticas
propias, y más allá de eso, como un presupuesto con ayuda del cual Arquíloco consigue
eficazmente en su público objetivos que le son característicos y peculiares. Puede decirse
que los versos de Arquíloco dejan ver a una persona aristocráticamente educada, con una
peculiar sensibilidad para utilizar de una manera exquisita el bagaje de su formación para
lograr una poesía altamente sofisticada, con temas ajenos a sus fuentes. Por ejemplo, en el
fragmento 191, Arquíloco dice:

Pues ese ladino deseo de intimidad, envuelto bajo el corazón,


derramó espesa oscuridad en mis ojos
robando de mi pecho pensamientos débiles.

El público reconocería que la expresión “envuelto bajo el corazón” reproduce la expresión


que Homero utilizó en la Odisea, IX, 433, cuando Odiseo, para escapar de la cueva del
Cíclope, se dejó caer desde el lomo de un carnero, quedando debajo, “envuelto bajo el
vientre” de éste. Así, astuto, el deseo se le escapó al cegado Arquíloco, como Odiseo se le
ocultó al Cíclope. Pero, más aún, Arquíloco está ciego por el deseo, no de la misma forma
que el Cíclope, sino con la ceguera de la muerte, pues la espesa oscuridad que se derrama
sobre sus ojos evoca la que se vertió sobre Sarpedón, en Ilíada V, 696: cuando Pelagonte
sacó la lanza, a Sarpedón “lo abandonó la vida y una niebla se esparcía en sus ojos”;
Arquíloco queda tonto, pues lo abandona no la vida, sino los pensamientos. La efectividad
del poema, sabiendo estos pormenores, se vuelve extraordinaria y poderosa. Al mismo
tiempo, sutil y refinada.

Por su métrica, criterio que suele tomarse para la clasificación de los fragmentos,
Arquíloco escribió elegías (frs. 1-17), trímetros yámbicos (fr. 18-87), tetrámetros trocaicos
(frs. 88-167), epodos (frs. 168- 204) (más otros poemas de metro incierto 205295).12 Los
tres últimos deben considerarse recursos de la poesía yámbica, que, vinculada en sus
orígenes con el culto a Deméter, se reconoce, primordialmente, por la intención de insultar,
vituperar, calumniar, difamar y censurar. Arquíloco, Simónides e Hiponacte son los
principales representantes de esta poesía que ulteriormente dará origen a la comedia.

El lirismo de Arquíloco viene de lejos, de tradiciones populares y marginales a la epopeya,


de prácticas sociales y religiosas diversificadas y polivalentes, que encuentran en la
expresión prosódica un refinamiento exquisito. Su impronta se deja sentir ya en Platón, en
la ironía socrática, y, naturalmente en la comedia aristofánica, pero son Calímaco, entre los
alejandrinos, y Horacio, entre los romanos, quienes más se dejan influir por sus temas y
por su poesía. Por supuesto, no debe olvidarse a Catulo, cuya Lesbia evoca a la Neóbula de
Arquíloco. Dion de Prusia y Luciano de Samosata en sus invectivas contra los invertidos
se inspiran, por su mordacidad y por el tono jocoso en Arquíloco. Plutarco de Queronea,
pese a estar con sus criterios morales en las antípodas del poeta de Paros, no deja de
reconocer su alta calidad literaria y a él se deben un considerable número de los fragmentos
conservados.
c) Poesía e historia

Otros acontecimientos de la vida de Arquíloco, al margen de los que lo ubican en un


momento específico de la historia de Grecia, se traslucen en los fragmentos; pero su
historicidad queda supeditada a la interpretación que puede hacerse de la “verdad” poética:
o todo es ficción literaria o, quizá, también puedan colegirse datos reales, pero estos versos
siempre serán sospechosos y su sentido no abandona jamás el terreno de la conjetura.
Sin duda, la poesía de Arquíloco parece haber dado un salto cualitativo, porque se trata de
una poesía que se ocupa de la circunstancia, como si fuera poco menos que poesía de
ocasión; el tiempo sin tiempo del mito ha quedado atrás; aparece, entonces, lejos de la
representación idílica de la guerra, el realismo que, estéticamente hablando, no es menos
artificioso que la mitología, pero tiene la cara de la historia. El realismo de Arquíloco es
serio, descarnado, crudo y cruel. Además, irrumpe un tono autobiográfico y confesional,
marcadamente personal sin intenciones trascendentes o suprapersonales, es decir, sin buscar
la glorificación del guerrero o de la nobleza (Homero), ni la exaltación de los hechos
sociales o de la justicia (Hesíodo), ni la alabanza de la ética política (Calino, Tirteo). El
lector, por arte de esta poesía, por su inmediatez y poder, sentirá al poeta como un
contemporáneo, por la universalidad que Arquíloco ha conseguido defendiendo su
independencia y personalidad, e instituyéndose a sí mismo como instancia capaz de juzgar
a los demás.

A continuación, se recrea, casi como un divertimento, pero todo lo serio que puede hacerse,
una recreación del sentido posible que tiene el conjunto de los fragmentos, haciendo lo
mismo que tantos otros que, igual que yo, se han puesto a conjeturar el significado de una
palabra, de una línea, de esos escasos versos de Arquíloco.

d) El poeta y la guerra

Soy yo servidor de Enialo soberano


y de las musas, pues conozco su don amable
Fragmento 1

Arquíloco se presenta a sí mismo como guerrero y poeta. No tiene empacho en parecer


pretencioso, pues al llamarse servidor del dios de la guerra, se pone al mismo nivel de los
guerreros homéricos, porque también Agamenón los arengaba con ese epíteto: “Oh amigos,
héroes dánaos, servidores de Ares”. Además, extremadamente enfático el verso empieza:
“Soy yo...”. No es verdad que ésta sea la primera vez, como a veces se ha sostenido, que
aparece el “yo” del poeta. Ya en la Odisea, el primer verso decía “Al hombre, a mí di,
Musa...”. Pero ahora, con Arquíloco, el poeta es experto y sabedor del don poético, y ya no
más simple vehículo del dicho de la musa o mero portavoz del canto de la diosa, como en el
inicio de la Ilíada: “la cólera, canta, diosa...”. Pero en Ilíada, XII, 176, parecía ya irrumpir,
no menos divino, el “yo” del poeta: “y arduo, para mí —dice el aedo—, como un dios
arengar todo esto”. Como quiera que sea, Arquíloco, primer poeta lírico de Grecia del que
se tiene testimonio escrito se caracteriza con esa síntesis que regresará una y otra vez en la
literatura de todos los tiempos, el guerrero-poeta, sólo que éste, como se verá, también
escribe con sus combates y con sus versos hiere.
Se había ya dicho que era una pretensión de Arquíloco asemejarse a los héroes homéricos,
con el riesgo de ser desmentido casi inmediatamente por los fragmentos; pero la afirmación
es verdadera, sólo hay que matizarla: esa pretensión es irónica. Arquíloco no simplemente
se iguala a los guerreros de Homero, más bien, los parodia.

En sus versos, en contraste con la epopeya, aparece el soldado que, sin guardar compostura,
se embriaga con un vino tan fuerte como el que bebió el Cíclope, y cuya lanza, además de
darle de comer, lo sostiene para no caer (fragmento 2). Sin mayor protocolo, sin vasijas de
oro, sin que se haya realizado hazaña alguna, sin banquete de por medio, no le importa
mandar a sacar vino de donde sea para, embriagado, pasar la noche de vigilia de una mejor
manera (fr. 4); el colmo: prefiere abandonar su escudo que morir en la batalla (fr. 5) y
echarse a correr (fr. 233); por eso, su poesía fue proscrita de Esparta. Le gusta más un
estratega con entereza de ánimo (tal vez una alusión a sí mismo) que uno acicalado (fr. 114)
(probable alusión a su amigo Glauco, de quien se burla en el fr. 117); o con hipérbole
irónica se jacta de una “proeza” que, en realidad, es acción cruel y baja, que mil maten o se
atribuyan haber matado a siete (fr. 101). Podría decirse que, muy a su manera, Arquíloco
hace la crítica de Homero, ofreciendo versos que, jocosos, fracturan el ideal heroico y lo
hacen descender a lo cotidiano y trivial, si no a lo despreciable y ridículo; se da el lujo, por
ejemplo, de satirizar una boda celebrada en medio del campamento, haciendo chanzas sobre
los novios (fr. 112); después de todo, al contrario de lo que se suponía, la guerra no tiene
por qué ser en todo momento un asunto demasiado solemne.

e) La experiencia única de una doble aventura

1. Paros y Tasos

Con respecto a la colonización de Tasos, cabe decir que, a partir de los acontecimientos
vinculados a las expediciones navales y militares, se forma paulatinamente con la lectura de
los fragmentos la imagen de un hombre que me propongo describir a continuación. Como
supuesto hijo ilegítimo —ya que Arquíloco habría sido el hijo del noble Telesicles y de
Enope, una esclava tracia— se vio en la necesidad de destacar por sus acciones bélicas y de
buscarse su pan a punta de lanza (fr. 2); incluso se le ha considerado a veces, no muy
acertadamente, como uno de esos mercenarios (fr. 216), de quienes sólo se confía cuando
combaten (fr. 15) y que incluso suelen ir rapados (fr. 217). Ha tenido que dejar su patria
buscando un progreso material y puso en riesgo su vida, pues el mar, incluso para alguien
avezado (frs. 211, 212) siempre es peligroso por las tormentas (frs. 105, 106, 213, 231).
Así, se perdieron los cuarenta y nueve compañeros de Coíranos, que participó en la
colonización de la Propóntide (el mar de Mármara), y que fue el único a quien Poseidón
dejó vivir (fr. 192); naufragó también su cuñado (frs. 8-13), causándole al poeta tan gran
dolor que se aleja de aquello que más le gusta (fr. 215). Su isla, al parecer, no le ofrecía
mucho, sólo “higos y vida marina” (fr. 116).

Allá, en Tasos, las cosas tampoco aparecen mejor. Esa isla por sus condiciones geográficas
es hostil (frs. 21, 22), y la ciudad del mismo nombre no es distinguidamente dichosa, sino
lo contrario (fr. 228), al punto que Arquíloco deplora sus males (fr. 20), y acaso sea allí, si
no a Paros, a donde Zeus mandó la sequía (fr. 230), a pesar de que invocan a Deméter (fr.
169); se multiplican, como si hicieran falta, los conflictos armados, o bien contra otros
helenos, como los eubeos (fr. 3), o bien, contra los “perros” tracios con quienes deben
hacerse negocios, sin contar desgraciadamente con personas que se ocupen, no de su propia
ganancia, sino del bien común (fr. 93a).

Arquíloco se apresta a exhortar a sus compatriotas, que son pobres (fr. 109), y los anima a
ser valientes en el combate (fr. 7), aunque sabe que la decisión última depende de los dioses
(fr. 111). Crea la expectación ante lo que amenaza con ser un terrible combate cuerpo a
cuerpo (fr. 3); entonces, al acercarse la guerra, el hijo de Ares, el miedo, se presenta (fr.
18). Describe con ágil dramatismo una batalla de lanzas, dardos y saetas, frente a una
fortaleza (frs. 98-99); se ocupa del conflicto contra los naxios (fr. 89), exacerbado por la
colonización masiva y simultánea de la isla de Tasos, donde se concentró la pesadumbre de
todos los helenos (fr. 102). En los enfrentamientos armados, a veces ayuda un dios, como
Hermes (fr. 95) o Atenea, pero no mediante prodigios, sino inspirando valor en los
combatientes (fr. 94).

Tampoco en el plano más personal, las cosas funcionan mejor; sus amigos, todos
pertenecientes a la nobleza, no han sido constantes ni permanentes. Arquíloco sabe poner
el gozo de un amigo por encima del pueblo en general (fr. 14), y sabe reconocer el esfuerzo
de otro que, viniendo de Gortina en Creta, le dio su apoyo (fr. 24). Sin embargo, otros le
niegan la ayuda de antaño: Glauco, mencionado en varios fragmentos como un confidente
(frs. 15, 48, 105, 131), se rehúsa a acompañarlo, ahora cuando lucha nuevamente por Tasos
(fr. 96); por eso, Arquíloco lo ridiculizará (frs. 114?, 117), como a otros invertidos (frs. 25
y 178). Piensa Arquíloco, que podría seguir queriéndolo, pero sólo evitando tocar el tema
(fr. 171). Otros amigos lo “ahorcan” (fr. 129), convirtiéndose en enemigos; menciona,
entre éstos, a un Batusiades (frs. 182 y 183) y, peculiarmente, a Pericles que, siendo antes
amigo (frs. 13 y 16), lo ha traicionado quizá en asuntos amorosos (fr. 124).

Por todos esos conflictos, es en cierto sentido normal que se sienta presionado (fr. 235), y
se ignora, respecto de cuál amigo, o de cuál asunto, acepta o minimiza su error ante el
infortunio (fr. 127). Se va configurando, a partir de los fragmentos un personaje en cuyas
experiencias no hay seguridad histórica y cuya expresión lírica poco tiene que ver quizá con
la confesión biográfica, sin demérito de la personalidad y autenticidad de Arquíloco.
Conviene tener siempre presente que el “yo” del poema no necesariamente se identifica con
el “yo” histórico. Puede ser el caso de que se retrate la situación general y verdadera de los
compatriotas, sin ser por eso la experiencia propia del poeta, y puede no quitarse valor
histórico a los sucesos que se reviven en los fragmentos, que no sin sombra de engaño son
leídos más como documentos que como poemas.

El ejemplo más claro se lee en el fragmento 19:

No me importan los asuntos de Gyges rico en oro,


Ni me apresó todavía la envidia, ni miro con celos
obras de dioses, ni busco la gran tiranía:
está muy lejos de mis ojos.

Se podría pensar que lo expresado en estos versos es la posición de Arquíloco, que a fuerza
de repetir lo que no quiere, hace pensar que sí lo quiere; pero Aristóteles informa que quien
habla frente al amo de Asia (fr. 227) es un tal Carón, y no el poeta.
En todo caso, como se señaló, aparece el carácter de un hombre esforzado, que todo lo
obtiene con su trabajo (fr. 17), y que, tras haber entendido la necesidad de la guerra, se sabe
partícipe del destino común de todos los hombres (fr. 110).

Sus vivencias no lo han dejado indiferente; se puede decir incluso, por el tono sapiencial de
algunos de sus poemas, que ha llegado a ciertas conclusiones filosóficas: Arquíloco
advierte que los seres humanos son de ánimo cambiante (fr. 131), y piensan de acuerdo con
sus actividades (fr. 132). En el fondo, lo más importante y valioso, pensando
pragmáticamente, es esta vida (fr. 133), pero la existencia obliga al hombre a andar errante
y a extraviarse, porque los dioses arbitrariamente benefician o perjudican (fr. 130);
concluye que la calamidad apesadumbra, que a todos llega en determinado momento, sea
una tragedia en el mar, sea en las batallas, pero no cabe demasiada aflicción, sino enfrentar
las situaciones con buena cara; la vida del hombre se caracteriza por la alternancia de
bienes y de males (frs. 11, 12, 13, 16, 128). La norma ética máxima de Arquíloco —que se
describe a sí mismo con la sabiduría del erizo (fr. 201)—, es la formulación helénica del
“ojo por ojo y diente por diente”: pagar al mal con el mal (frs. 23, 14-15; 126). Faltará
tiempo para que llegue Platón, que enseña que no debe hacerse el mal ante el mal recibido.
Mientras tanto, Arquíloco pide a Apolo que, como suele, destruya a sus enemigos (fr. 26),
y, aunque también reconoce que no se debe ultrajar a los muertos (fr. 134), se solaza
esperando que los cadáveres de los enemigos se consuman al aire libre bajo el calor del
verano (fr. 107). Contra los enemigos tendrá dones lúgubres de hospitalidad (fr. 6).

Para calibrar el carácter de la poesía de Arquíloco, capaz de agriar todo, véase el siguiente
fragmento que pronto traiciona las expectativas que suscitó en el lector con una sentencia
de cariz sapiencial. Afirma que la naturaleza humana es complicada, pues no a todos gusta
lo mismo; pero inmediatamente, lo que se vislumbraba como un poema filosófico se
decanta por la procacidad, hace escarnio de dos homosexuales; además reivindica su propia
persona y su poesía como don de Zeus (fr. 25):

No es simple, en modo alguno, la naturaleza del hombre,


sino una cosa a uno, y otra, a otro, alegra el corazón.
Mas a Melandro parece óptimo el miembro viril,
y el periné al vaquero Falangio.
Esto ningún otro adivino te dijo, sino yo,
pues para mí, Zeus, padre de los olímpicos,
lo hizo, y un bien para los hombres
ni siquiera Eurimante podría vituperar.

2. Neóbula

Al lado de sus hazañas como militar, Arquíloco vivió una decepción que lo dejaría
marcado: Licambes, padre de Neóbula, mujer con la que Arquíloco se había
comprometido para desposarla, rompe el compromiso. Probablemente se trate de una
ficción poética, por más que haya tenido alguna base real. Con todo, más que a cualquier
otro asunto, a éste debe Arquíloco su fama de poeta del escarnio, tan eficaz, que
supuestamente Licambes mismo y sus hijas se habrían ahorcado. En realidad, con los
poemas vinculados con Neóbula, no se ha dejado de lado el personaje que, como se vio, se
ha fraguado en los otros asuntos bélicos. Más bien, los temas del soldado esforzado y
colonizador, y el del hombre despechado, se apuntalan entre sí, o, dicho de otro modo, son
aspectos que conviven y se entrecruzan en los fragmentos. Por ejemplo, fragmentos como
el 23 o el 125 pueden interpretarse en ambas temáticas, según se analicen bélica o
eróticamente. Pero el personaje gana la simpatía del lector y justifica el resentimiento que
se dispara en él a consecuencia de la frustración del matrimonio. Digamos de manera llana,
que a un resentido social le es más fácil encontrar el combustible de versos encendidos, si
tiene a la vista un blanco contra el cual dirigir sus dardos.

Aquel varón esforzado, pero supuestamente hijo ilegítimo, habría tenido tal vez mediante el
matrimonio con Neóbula la ocasión para legitimarse ante sus conciudadanos o, al menos,
para que la vida no le resultara tan adversa o difícil de llevar. Arquíloco se afana entonces
por aparecer ante el público como víctima; llega, por ejemplo, a llamar “padre” a
Licambes, y trata de hacer ver que el rompimiento del compromiso rebasa lo meramente
personal: en realidad, Licambes, al impedir el matrimonio de Arquíloco con su hija, ha
dejado claro que no es una persona en que se pueda confiar para ningún asunto, y ha
quedado en ridículo frente a la comunidad (fr. 172). Ha roto, al frustrar el matrimonio, un
juramento grande, es decir, sagrado (fr. 173). Agraviado, el poeta recurre a Zeus en busca
de justicia (fr. 197), que mira las acciones de hombres y bestias, y es garante del derecho
(fr. 177). En otras ocasiones, tal vez con otros motivos y contra otros enemigos, ya había
pedido a Apolo desquite (fr. 26); pero ahora recurre a Zeus, aunque éste puede actuar sin
sentido y hacer cosas irracionales y absurdas (fr. 122), sin un criterio permanente, los
dioses a veces ayudan a los hombres, otras los humillan (fr. 130). Como quiera que sea,
Arquíloco, siguiendo sus propios principios, no dejará a Licambes sin castigo (fr. 200).

A partir de los fragmentos, puede afirmarse, siempre conjeturalmente, que Arquíloco está
angustiado por el deseo; utiliza el lenguaje de la epopeya para expresar cómo sufre de una
manera sólo comparable con los dolores que experimentan los que viven la tragedia de la
guerra (frs. 191 y 193). Se ha acercado al templo de Hera, donde ha visto a unas vírgenes
que lo han rechazado (fr. 47). Le platica a Glauco, su amigo, el encuentro con esas jóvenes
que hasta en un anciano despertarían el deseo (fr. 48); el padre de ellas, Licambes, no está
muy contento con ese pretendiente que ronda a sus hijas (fr. 49). Entre ellas está Neóbula,
de quien Arquíloco se enamora. Querría él, al menos, tocarla con su mano (fr. 118), o bien,
llegar hasta el ayuntamiento (fr. 119). Más tarde, Neóbula ha correspondido al deseo de
Arquíloco (fr. 30), que la contempla pasmado en cada detalle (fr. 31); compara el cuerpo
de ella, con un paisaje montañoso y abrupto, donde él se pierde (fr. 190); ella también lo
desea (fr. 40). Arquíloco confiesa a Glauco que el deseo lo subyuga (fr. 196). Con él, con
su amigo, hace bromas procaces: le ha salido un tumor entre las piernas, pero ya conoce el
remedio (frs. 66-67).

Entonces, no se sabe cómo ni bajo qué condiciones, se habría pactado con Licambes el
matrimonio, quien más tarde, sin saber Arquíloco el motivo (fr. 210), rompería el acuerdo
para desposar a Neóbula con un tal Arquenactides (fr. 122). Arquíloco pide a Hefesto,
patrono de los cornudos, que le conceda la venganza (fr. 108). Lo posee una rabia a la que
no pondrá freno o pudor alguno, que lo vuelve tan atractivo por su vehemencia,
espontaneidad e ingenio; en versos donde conviven erotismo, ternura y mordacidad, la
rabia, poderosa, lo lleva a vituperar a Neóbula.
Poemas que son fragmentos que son palabras que son dardos que son heridas. El oidor de
entonces o el lector actual, compadeciéndose de Arquíloco, casi sin darse cuenta, como
mordido por una serpiente sigilosa, respirará agitado, resoplando con la misma rabia, con el
mismo desprecio por Licambes, el traidor, y por su hija, Néobula. Esa mujer pública, que
se alquila, prostituta:30 afirma que hubiera sido un mal casarse con ella (fr. 195); la acusa
de conductas lascivas (frs. 34, 41-44, 46, 189) y engañosas (fr. 184); que ya está anciana
(fr. 188), tanto, que no debería perfumarse (fr. 205); que es gorda y prostituta (fr. 206);
pero, además, que ni siquiera consigue excitar a nadie (fr. 252).

Pero no es todo; la cólera de Arquíloco, según se lo cuenta al mismo Glauco, lo lleva a


planear una venganza perversa: viendo que la hermana menor de Neóbula es la mejor de
todas las hijas de Licambes, decide seducirla (fr. 38), y en el templo mismo de Hera, donde
es sacerdotisa, tiene un escarceo amoroso (fr. 196a; publicado en 1974, es éste el más largo
de los fragmentos). Más tarde, Arquíloco mismo habría acusado a las hijas de Licambes
de sostener relaciones en el templo (fr. 36). El escarnio público debió ser de tal magnitud,
que Licambes y sus hijas decidieron ahorcarse (fr. 45).

La situación viene a ser, considera Arquíloco, la justa venganza de un agravio, tal como en
la fábula del águila y la zorra: tras haber decidido ser amigas y ser vecinas, se van a vivir a
un árbol, el águila en la punta y la zorra al pie del árbol; el águila ( Licambes) roba las crías
de la zorra (Arquíloco) para darlas a comer a sus aguiluchos. Enojada la zorra no deja de
lanzar maldiciones contra el águila, que en la altura puede hacer caso omiso; pero Zeus es
justo, y cuando el águila roba de un sacrificio un pedazo de carne, una chispa prende el
nido, y los aguiluchos caen. Entonces la zorra devora las crías del águila (frs. 172-177, 179-
181).

Atendiendo a estos dos temas supuestos de la poesía arquiloquea, Tasos y Neóbula, se


observa la convivencia de los intereses comunes del civismo y el egoísmo extremo de la
lujuria. Hay que decir que, en la interpretación de los fragmentos, nunca sobrará cautela; en
algunos fragmentos, como el 35 o el 37, el sentido permanecerá desconocido. Por más
incisivos que parezcan al lector los poemas, el estado fragmentario de esta poesía le impide
soslayar la distancia de siglos que la separa de sí; el tiempo es, entre otras causas, el que ha
impedido tener al menos un poema completo y con dificultad puede verse a través de los
fragmentos el talante real de su autor, porque ha llegado también su mala fama que no
siempre va de la mano con el tenor de los fragmentos. El renombre de su virulencia y
encono, de su rabia y escarnio, de su mordacidad e ironía, de su lascivia y procacidad e
incluso su presunta cobardía, hacen pensar en un poeta incapaz de la ternura, del
dramatismo, del humor, en ocasiones ingenuo, que tienen algunos fragmentos, y aquellas
cualidades tan ruidosas predisponen en la interpretación de otros que, oscuros, salen a la luz
inevitablemente teñidos del prejuicio que ha impuesto en el lector aquella fama.

Otro asunto que puede pensarse de la poesía de Arquíloco es el público a quien estaba
dirigida. Su temática, Tasos y Neóbula, ha permitido igualmente alguna conjetura. Ya sean
los soldados o los miembros de la comunidad religiosa, las cofradías cerradas o el pueblo
en espacios abiertos, o los nobles acaudalados o desposeídos, muy probablemente habría
que ubicar a sus auditores entre varones solteros, por ser los más idóneos para dejar la
propia tierra y partir a la aventura de la colonización, y de entre los solteros,
preferentemente entre quienes, por no ser primogénitos o legítimos, se veían obligados a
buscar su herencia lejos de la casa paterna, y cuya familia encontraba difícil colocarlos
entre las familias de raigambre en la ciudad, un público que se halla preconizado en los
pretendientes de Penélope en la Odisea.

f) La política
Otros temas que también aparecen en la poesía de Arquíloco son la ciudad y el poder. Las
condiciones geográficas de Grecia obligaron a las comunidades a organizarse de manera
autónoma, máxime cuando se trataba de las islas que se vuelven homónimas de ciudades.
La polis como entidad política aparece en algunos fragmentos, ya se trate de la ciudad
propia o de ciudades conquistadas (frs. 13, 23, 49, 91, 224); así pues, la obra de Arquíloco
aparece como testimonio de un movimiento de expansión comercial en busca de desarrollo
o de subsistencia, un período de colonización de parte de ciudades griegas; pero a la polis
se la considera ya, a mediados del siglo séptimo, “cuidadora de mancebos” (fr. 112), esto
es, como institución que debía dar al ciudadano el ámbito adecuado de desarrollo y
seguridad. La tiranía, entendida como el depósito de la autoridad suprema del estado en una
sola persona, se menciona paradójicamente como deseable (fr. 23) o vituperable (fr. 19). La
democracia, por su parte, deja sentir su carácter incipiente: se halla presente el sentimiento
comunitario cuando, por ejemplo, Arquíloco censura al hijo de Pisístrato por haber
buscado una ganancia personal en demérito del bien común (fr. 93a), o le recuerda a
Licambes que ha quedado en ridículo delante de los ciudadanos (fr. 172), los cuales son
solidarios en las desgracias (fr. 13), son tomados en cuenta, aun siendo pobres (fr. 109) se
les respeta y se busca su favor (fr. 133) o actúan casi conjuntamente (fr. 170).

Por lo demás, Arquíloco dirigirá también sus saetas contra el político y sus lisonjeros (fr.
115). Contra un mal político contará una pequeña narración que resultará agradable (fr.
168): escribió un epodo en que utiliza la fábula de la zorra y el mono: éste fue elegido rey
de los animales, pero la astuta zorra (Arquíloco) pone en evidencia la estupidez y la
avaricia del mono (el político), pues adulándolo y diciéndole que le daría un regalo, lo hace
caer en una trampa; al final la burla contra su apariencia: ¿cómo pensaba gobernar con ese
físico? (frs. 185-187) Aparecen, además, las escenas marinas, que tradicionalmente han
sido interpretadas como metáforas políticas: la nave del estado en medio de la borrasca (frs.
105, 106, 213); se menciona la constitución de Creta (fr. 232). Finalmente, hay que decir
que también podría tener cariz político el epodo que utilizaba la fábula del ciervo y la zorra
(frs. 224?, 225, 226), para mostrar cómo una zorra engaña dos veces a un pacífico ciervo,
que no tiene bilis (fr. 234), para que el león herido en su madriguera se lo coma.

Para muchas, o para alguna persona influyente, no debió de ser cómodo el oficio lírico de
Arquíloco, pues cuando alguien quiso callarlo, se representa a sí mismo como una cigarra
que cuando está atrapada por un ala, su chillido se vuelve más estridente (fr. 223), una
imagen muy eficaz de su franqueza y agresividad. Otro ejemplo: cuando Arquíloco
interpretó por primera vez el ditirambo, al cual sus conciudadanos reprobaron por ser muy
yámbico (fr. 251), sometieron al poeta a un proceso judicial y lo proscribieron. Entonces,
supuestamente, según lo deja ver la inscripción de Mnesiepes,32 el dios castigó al pueblo
haciendo que los varones padecieran impotencia sexual (fr. 222) hasta que el poeta fue
rehabilitado socialmente. Arquíloco, introduciendo esta poesía, aunque causó escándalo
por su extrañeza, por su novedad o por su carácter sexual, habría colaborado en introducir
el culto a Dioniso en Paros.

g) La poética
Otro tema muy importante es la poesía misma. En las empresas militares es importante la
flauta y la lira (fr. 93a). Arquíloco preside el peán, un canto de victoria, normalmente
entonado en honor de Apolo, al son de la flauta, pero, además, se trata de una versión
lesbia, es decir, de las mejores, de las más famosas (fr. 121); Arquíloco, pues, se
recomienda a sí mismo como poeta experto. Destaca, sobre todo la mención, acaso la más
antigua, del ditirambo, canto en honor de Dioniso, que debe hacerse en trance inspirado por
el vino (fr. 120), y que induce una especial locura (fr. 194). La poesía, pues, en el caso de
Arquíloco, estuvo también vinculada con la religión y el culto. No se olvide su vocación
lírica impulsada supuestamente por las musas mismas.

Los antiguos le atribuyeron la invención del yambo, verso poco noble, no apto para la
épica, si para los coloquios dramáticos, para las burlas y la sátira vulgar. En yambos y
elegías dejó testimonio de suyo doliente y de su palabra mordaz.

Las lecturas biográficas de Arquíloco entienden que tales aspectos de su vida se reflejan en
sus poemas. La primera persona de estos se presenta a veces como soldado poeta. Este
dístico elegíaco (fr. 1 W) se refiere a un tiempo a ambas facetas: “Soy yo servidor del
soberano Enialio [Ares] y de las musas, cuyo amable don conozco”. En este otro fragmento
(fr. 2 W), el yo poético es una especie de soldado de fortuna que vive al día gracias a sus
habilidades militares: “En mi lanza llevo amasado mi pan, en mi lanza llevo el vino de
Ismaro, que bebo en mi lanza apoyado”. Se ha de destacar que, al referirse a su vida de
guerrero, Arquíloco se suele expresar (fr. 5 W) en términos cínicos e incompatibles con el
ideal del héroe homérico:

Algún sayo se jacta con mi escudo que, junto a un arbusto, aun siendo una pieza
admirable, abandoné contra mi voluntad. Pero yo me salvé: ¿qué me importa
aquel escudo? Que se vaya a paseo. Pronto conseguiré otro mejor.

Con todo, en los fragmentos de Arquíloco no es fácil discernir, como ya se ha indicado


acerca de la lírica arcaica en su conjunto, entre la referencia autobiográfica y lo atribuible a
un yo poético que no se identifica necesariamente con el autor. Por tal razón las lecturas
biográficas del poeta coexisten, con buenos motivos, con sus contrarias.

La época alejandrina clasifica la obra de Arquíloco siguiendo criterios formales y


dividiéndola en libros de elegías, yambos, troqueos y epodos. Sin embargo, esta
clasificación métrica puede ser poco funcional y anacrónica, por no atender a lo
fundamental en la distinción de los géneros arcaicos: las circunstancias en que se ejecutan.
Se ha de notar que el tono yámbico del poeta de Paros, brusco e hiriente no es exclusivo de
sus poemas compuestos en esta forma métrica. Por ello es probable que, en Arquíloco, sea
preferible distinguir la poesía elegíaca de todo lo demás, “yámbico” a veces en sentido
amplio. Las reuniones privadas de la fratría de Arquíloco conformarían el contexto básico
de ejecución de tal poesía, yámbica por sus temas, no por su metro.

Se ha de contar con que al menos parte de sus elegías se ejecutaban ante un auditorio no tan
reducido, incluso en festivales, según atestigua un fragmento de Heráclito (fr. 42 DK). Este
debe de ser el caso de un texto identificado en 2005 entre los papiros de Oxirrinco (Power,
2016). En él se incluye una narración mítica-histórica relativa a Télefo, rey de Misia. Según
se ha de ver, las elegías históricas-narrativas configuran un tipo conocido en el caso de
otros autores de la época.

Se indicaba que el desinterés por el escudo abandonado por Arquíloco del que habla el
poema antes citado marca distancias frente a los ideales homéricos. Ese desinterés le podía
resultar jocoso al público de Arquíloco. Pero es improbable que hubiera sido recibido igual
en otras partes, por ejemplo, en Esparta, donde las madres despedían a sus hijos que partían
a la guerra diciendo: “Con él [con tu escudo] o sobre él [muerto]”.

[ FRAGMENTOS ]

ELEGÍAS

11
Soy yo servidor de Enialo2 soberano
y de las musas, pues conozco su don amable.

2
En la pica, mi pan amasado; en la pica, mi vino
Ismárico3; bebo en la pica apoyado.

3
Por cierto, no se tensarán muchos arcos,
ni se multiplicarán las hondas, cuando
precisamente Ares conduce el combate
en la llanura; abundará sin embargo la tristeza,
por obra de las espadas, pues los dueños de Eubea,
famosos por su lanza, en esa batalla son diestros.

44
[...]
huéspedes [...]
Mas la cena [...]
ni a mí cuantas [...]
Anda, recorre con una botija el banco de remeros
de la rauda nave, y las tapas quita de los hondos toneles;
saca el rojo vino sin sedimentos; en esta guardia
ni siquiera nosotros podremos estar sobrios.

1
Caracterización de Arquíloco como soldado y poeta.
2
Se trata de Ares, el dios de la guerra. También Agamenón en Homero, Ilíada, II, 110, se dirige a los héroes
dánaos como “servidores de Ares”.
3
Vino poderoso que, en la Odisea, IX, 201-211, consigue dejar sin sentido al Cíclope.
4
Exhortación de un soldado a otro a beber para mantenerse despierto; sobresale el realismo de lo cotidiano
en la guerra, en oposición a la idealización homérica. Esto es claro, por ejemplo, por la mención del kothon
(aquí: “botija”) una copa lacedemonia usada por los soldados.
55
¡Aquel arnés irreprochable! Alguno entre los sayos6
mucho se alegra con mi escudo.
Sin querer, lo dejé
junto a una mata. ¿Qué me importa ese escudo?
¡Que se pierda!; mas yo me salvé.
Otro no inferior adquiriré de nuevo.

67
Complacemos a los enemigos con lúgubres regalos para huéspedes.

78
[...] vayan todos contra los adversarios
fuerte corazón y amargo ánimo en los pechos,
[...] rehuyendo.

7a
De ciervos la mente tenga en los pechos.

89
Mucho, en piélagos de la blanca mar,
a la de bellos rizos10
pedimos el dulce retorno.

9
(2) [...] abandonó [...]
(7) [...] amigo [...]
(10) Si Hefesto, con sus vestiduras puras, hubiera atendido

5
Se ha querido ver en estos versos una trasposición de los valores tradicionales, según la cual no importa
tanto el honor como mantenerse a salvo; por suponerlos propios de un cobarde, los versos le ganaron el
rechazo de los espartanos. Véase el fr. 233, que manifiesta también la mentalidad pragmática que justifica
abandonar el escudo.
6
Los sayos eran un pueblo de Tracia.
7
Sumamente importante era la hospitalidad entre los griegos. Este verso, con su oxímoron regalo lúgubre,
trae a la mente a Polifemo (cfr. Od. IX, 3335 s.) que como regalo hospitalario a Odiseo promete comerlo al
último. También Arquíloco tiene un regalo, en este caso, para sus “anfitriones”, los tracios, pero ese regalo
será lúgubre, pues ha llegado para matarlos. “Complaciendo” se vuelve irónico.
8
Éste y el siguiente fragmento están tomados de un monumento erigido por un Sóstenes, en el
Archilocheion, un templo dedicado al poeta en Paros. Se trata de una exhortación a la batalla, incluso para
quien vacila, el que tiene “corazón de ciervo”; a despecho de otro poema que pinta al poeta como
“cobarde” por abandonar su escudo (fr. 5), estos versos lo colocan en la tesitura homérica que emprende
con ánimo la batalla.
9
Arquíloco compuso un poema sobre el naufragio de su cuñado. Pero los fragmentos del 8 al 13, pertenecen
acaso a diversos poemas con tema semejante.
10
Leucótea, diosa marina que como a Odiseo (Homero, Odisea, V, 333 ss.), ayuda a los náufragos; “la de
bellos rizos” se ha entendido como una metáfora del mar mismo.
la cabeza y los miembros amables de aquél.11

10
(2) [...] a ellos
(4) [...] pues de repente
(6) [...] de mujeres

1112
Nada remedio llorando; tampoco
lo empeoro si me doy a placeres y festejos.

12
†escondemos del soberano Poseidón13
los tristes dones.

1314
Ni alguno de los ciudadanos, Pericles,
nuestros gimientes dolores reprochando,
gozará del festejo, ni la ciudad,
pues la ola del muy estruendoso mar sumergió
a tales hombres, y de dolor tenemos henchidos
los pulmones.15 Mas ciertamente los dioses,
para males irremediables, amigo,
la firme resistencia16 pusieron como remedio.
Una vez alguno tiene este mal, otra, otro;
ahora contra nosotros se volvieron estos dolores,
y lamentamos una herida que es sangrienta;
otra vez vendrán uno tras otro, a otros.
Pero, lo más rápidamente posible,17
resistan, rechazando el luto que es de mujeres.

1418
Esímide, preocupándose del reproche del pueblo,
ninguno experimentará muchísimas de las cosas que él anhela.

15
11
El esposo de la hermana de Arquíloco, desaparecido en el mar sin honras fúnebres.
12
Una disculpa del poeta por no haber mostrado su pesar. Se puede comparar esta actitud con la de los frs.
12, 13, 128.
13
Poseidón es el dios y el mar, lo mismo que Ares es también la guerra.
14
Ésta es la elegía más amplia de las que se conservaron. Probablemente se trate de una composición
autónoma: “La elegía de Pericles”.
15
Los que quedaron vivos, también “se ahogaron”, pero en el dolor.
16
Esta “firme resistencia” no tiene nada de resignación; se trata de arrojar de sí la aflicción, pelear contra
ésta, resistirle, es no darle acogida.
17
Afanados, como si se estuviera en un barco a punto de naufragar por la tormenta.
18
En estos versos se puede ver que Arquíloco no depende ni quiere depender del qué dirán, muy importante
en la ética homérica y en general en la ética griega.
Glauco,
un hombre mercenario es amigo
en tanto combate.

1619
Todo dan al hombre, Pericles, suerte y destino.

17
Todo procuran a los mortales trabajo y humano ejercicio.

TRÍMETROS YÁMBICOS

18
Hijo de Ares sediento de sangre.

19
No me importan los asuntos de Gyges rico en oro,
Ni me apresó todavía la envidia, ni miro con celos
obras de dioses, ni busco la gran tiranía:
está muy lejos de mis ojos.

2020
Lloro los de los tasios, no los males de los magnesios.

2121
Esta isla de Tasos,
como lomo de asno:
se eriza rebosante de bosque agreste.

22
Pues para nada es un sitio hermoso ni deseado
ni amable, como el que rodea las corrientes del Siris.

19
Éste y el siguiente fragmento son muy similares. Incluso parece que el fr. 17, de sabor hesíodico, si se
recuerdan Los trabajos y los días, explica al 16. Es prematura la aparición de Tyche como “la suerte” en
tiempos de Arquíloco, y más bien podría tratarse de Amaltea, es decir, “la riqueza”. Moira se opone
negativamente a Tyche. El fragmento señalaría que en la vida del hombre hay altas y bajas, alegría y tristeza,
abundancia y precariedad, etcétera. Tratándose de Arquíloco, los dos fragmentos podrían ser la premisa que
crea las expectativas eventualmente traicionadas por el poeta, como, por ejemplo, en el fr. 25.
20
Los cimerios habían asolado la ciudad de Magnesia del Meandro (en la actual Turquía) en el año 652 a. C.
Muy pragmáticamente, Arquíloco no quiere que sus conciudadanos parios se distraigan de los problemas
propios con los tracios. Véase la nota al fr. 35.
21
En oposición paródica a las descripciones de la épica, ésta de la isla de Tasos, es coloquial. Este fragmento
puede unirse al siguiente.
2322
(7) [...] y yo le respondía:
“Mujer, dicho malo de los hombres
no temas en absoluto; en la sosegada noche
me preocupará: ten propicio ánimo.
¿Para este infortunio parezco haber venido?
Acaso te parecía un hombre cobarde
Y no éste cual soy yo, ni de esos de los que vengo.
Sé querer al que quiere
Y odiar al que odia y también al malvado [...]
Hormiga.23 Esta forma de hablar tiene la verdad.
A esta ciudad [...] te vuelves.
Alguna vez estos hombres la expoliaron, pero tú
la tomaste ahora a punta de lanza
y conseguiste gran fama;
domínala y mantén la tiranía;
serás, por cierto, para muchos de los hombres,
envidiable”.

2424
[...] con nave pequeña, atravesando el gran
ponto, viniste desde Gortina
[...]
[...] también ansío recibir esto.
ciertamente, no llegaste en buena nave,
con favorables ojos equipada,
mas un dios ofreció su mano, y te presentaste
aunque se haya disminuido la ganancia; los cargamentos me preocupan
poquísimo, salvándote tú, ya sea que se hubieran perdido,
o ya sea que, entonces, como quiera que los llevaras,
hubieran resultado un remedio.
A ningún otro semejante, hubiera yo encontrado,
si la onda del mar te hubiera sumergido
[...] o con sus manos por lanceros
[...] perdiendo la juventud esplendente.
Pero ahora... y un dios te salvó,
[...] y a mí desolado, veme,
[...] yaciendo en tiniebla
[...] otra vez en la luz llegué a ponerme.

2525
No es simple, en modo alguno, la naturaleza del hombre,
22
El fragmento es una alocución a una mujer para que domine y gobierne una ciudad. No se sabe quién es el
que habla, aunque pudiera ser Arquíloco. El fragmento también se ha interpretado en clave erótica.
23
Es problemática esta palabra; se ha querido ver un nombre propio o una alusión a una fábula.
24
Un amigo regresa de un viaje tras haber sorteado muchos peligros. Su regreso también representó para el
poeta un nuevo comienzo.
sino una cosa a uno, y otra, a otro, alegra el corazón.
Mas a Melandro parece óptimo el miembro viril,
y el periné al vaquero Falangio.
Esto ningún otro adivino te lo dijo, sino yo,
pues para mí, Zeus, padre de los olímpicos,
lo hizo, y un bien para los hombres
ni siquiera Eurimante26 podría vituperar.

2627
Soberano Apolo, también tú devasta
a los culpables, y destrúyelos como destruyes,
pero a nosotros...

3028
Ella, mientras sostenía un retoño de mirto, disfrutaba,
y una hermosa flor de rosa.

31
[...] su cabellera
sus hombros le ensombrecía, y las espaldas […]

34
Pues no te dejaremos pasar sin ninguna recompensa.

35
Un buey tenemos en casa, laborioso,
mocho, experimentado en obras.

3629
Contra un muro fueron apuntaladas en densa sombra.

37
Pues rodea tal cerco el aula.

25
Lo sentencioso de los dos primeros versos deviene instrumento de mordacidad y de procacidad; por ellas,
como si fueran un bien para los hombres, tal como lo es la adivinación, el poeta reclama para sí el privilegio
de ser él mismo un don de Zeus.
26
Se trata de cierto personaje que buscaba enemistar a los Dióscuros, o bien, un adivino, tal como parece, a
partir de Homero, Odisea, IX, 509, nada menos que uno vinculado con el que predijo al Cíclope que un tal
Odiseo lo habría de dejar ciego.
27
Compárese la forma de la plegaria con el fr. 108.
28
El fragmento había servido de testimonio para distinguir entre la rosa como flor, como planta o como
lugar donde se dan rosas. El “mirto” es una alusión a Afrodita, con que la imagen joven y hermosa de la rosa
pierde inocencia; también el verbo es sugerente en ese sentido. La mujer puede ser, acaso, la misma del
fragmento siguiente.
29
Esta línea se ha interpretado como un encuentro erótico, y hablaría de las hijas de Licambes. Se supone
que Arquíloco acusó a las hijas de Licambes de haber mantenido relaciones en el templo de Hera, en donde
eran sacerdotisas.
3830
Como la superior hija de Licambes.

4031
Humedecido pubis.

4132
como un alción
sobre una piedra saliente aleteaba.

4233
Sorbía, como con popote un hombre tracio o frigio
la cerveza, y ella, agachada, seguía fatigándose.

43
El miembro viril,
como el de un asno de Priene,
macho lascivo devorador de cosechas, se le hinchaba.

44
Y tenía mucha espuma en torno a la boca.

4534
Agachándose insolencia acumulada escupieron.

4635
A través de un tubo hacia un vaso.

4736
vírgenes,
de las puertas lo sacaban a golpes.
30
Comparación entre Neóbula y sus hermanas. Probablemente se la comparaba con una hermana más
pequeña (fr. 196a), pero superior por sus cualidades.
31
Las palabras tan explícitas, con un dejo aristofánico, habrían de ser injuriosas tratándose de mujeres de
buena familia.
32
De resonancias homéricas, el verso podría referirse a un encuentro amoroso, tras el cual, el hombre se
agita lleno de gozo, o bien, a la denuncia agresiva de la conducta de una mujer lasciva.
33
Sobre todos los tracios, pero también los frigios, eran célebres por sus excesos y avidez en la bebida. La
palabra griega para “popote” es, propiamente, “flauta”; se produce, pues, una curiosa imagen, además de
ser una alusión al miembro viril; se trata de una descripción eficaz y jocosa de una fellatio.
34
Se sostiene que aquí, por “agacharse”, debe entenderse “ahorcarse”; las hijas de Licambes no habrían
soportado el escarnio. Otra interpretación, erótica, por influjo del fr. 42, se ha interpretado también como
un fellatio. En todo caso, la expresión dejaría ver que el poeta consideraba haber humillado a sus
adversarios, es decir, a Licambes y a Neóbula.
35
Probablemente la descripción eufemística de la eyaculación.
36
Aquí un individuo es rechazado por ciertas vírgenes; pero se ha pensado también en la sacerdotisa del
templo de Hera (ver la nota al fr. 36), o bien, en las hijas de Licambes, en cuyo caso, el individuo rechazado
podría ser Arquíloco mismo.
4837
(5) nodriza [...] fragantes ellas, perfumados la cabellera
(6) y el pecho, de modo que incluso un anciano se hubiera enamorado
con pasión.
(7) Glauco
(15) ven
(18) Quería yo

4938
(4) Mujer
(5) enemicísimo
(7) ladrón nocturno, en torno a la ciudad ronda.

6639
En medio de los muslos.

67
(3) conozco de tal brote otra buena
(4) cura parezco
(5) males
(6) añadir
(8) de lino
(10) deseo ardientemente
(11) pubis

TETRÁMETROS TROCAICOS

88
Erxia, ¿dónde, de nuevo, se reúne el desdichado ejército?

8940
(0) ahora todos [...]
humean en torno [...]
a las naves, y agudas [...]
de enemigos, pero se consume [...]
con el sol, y valor [...]
quienes intensamente desean [...]
sumergir de los naxios [...]
y tronco de las plantas [...]
37
Arquíloco le cuenta a su amigo Glauco un encuentro con las hijas de Licambes.
38
El fragmento quizá pertenece al mismo poema que el anterior; probablemente hablaba Arquíloco, y el
ladrón y enemigo es Licambes, o éste acusa al poeta.
39
Probablemente este fragmento pertenezca al mismo poema del siguiente. Así, el brote en medio de los
muslos se referiría al miembro viril, y la cura consistiría en una mujer que accediera a la relación sexual.
40
El poema trata el conflicto bélico entre las islas de Paros y de Naxos.
hombres impiden [...]
esto al pueblo [...]
como sin cólera [...]
y de hermanos [...]
de los que cortaron [...]
cayó por los golpes [...]
estas cosas a mí el ánimo [...]
desde el fondo [...]
pero, sin embargo, muerto
___
conoce ahora, si
palabras que él está a punto de...
Algunos en Tasos...
y en Toronea....41
___
Otros en veloces [...] naves
y [...] desde Paros [...]
y hermanos [...]
ánimo [...]
fuego que ahora en torno
en un suburbio [...]
la tierra ultrajan [...]
Erxia, saquean [...]
Por eso [...] el camino preparan
Y ni siquiera favorables [...]

91
[...] padecer
[...] insensatos de pensamientos
[...] sin mezcla
[...] guías lancero siendo

(7) cumplir
(8) jurando, cuando
(9) escucharás
(10) contrario
(11) a la ciudad
(12) tener
(14) ni la piedra de Tántalo42

41
Colonia calcídica que servía como puesto de avanzada en la ruta de la conquista de Tasos.
42
Tántalo, que había robado néctar y ambrosía de un banquete divino, fue condenado en el Tártaro, en que
para sus inextinguibles sed y hambre le era retirados el agua y los frutos que sólo aparentemente tenía a su
alcance. En otra versión del mito a la que aquí alude Arquíloco, yacía debajo de una enorme piedra siempre
a punto de caerle encima. En este caso, Arquíloco usa el mito con intenciones políticas, pues a causa de los
(15) sobre esta isla se cuelgue [...] teniendo
(24) todo […] hacerse
(25) parezco […] de estos […]
(26) pues si […]
(27) separadamente […]
(30) en medio, pero los platos de la balanza, Zeus
(31) ni de los nuevos en frente […]
(32) la tierra con un crimen
(35) con perfumados
(41) Zeus
(42) altitonante
(44) de Tasos
(46) salvaba

9343
(4) hijo de Pisístrato
(5) hombres, que […] flauta y lira, condujo
(6) a Tasos, teniendo como don para los perros tracios oro
(7) puro, pero por ganancia propia produjo males comunes.

94
Cuando Atenea, hija de Zeus altitonante,
benévola se presentó a la batalla de éstos,
levantó el corazón de su muy afligido pueblo,
[…] en aquel día, sobre la tierra
restante […]; pues admitió campos tan grandes
[…] sin embargo, para la mente de los dioses olímpicos […]

95
[…] en el campamento […]
ahora apartado
cómo me salvó Hermes […]
con valeroso […]

9644
¿Cuál de los dioses, mientras
te transtorna mente y pensamientos […]
¡Ojalá de esta tierra te acordaras
ya que te atreviste a cosas terribles con nosotros
[…] a la cual tomaste con lanza y […]

98
conflictos entre Naxos y Paros, la isla de Tasos sufre la suerte de Tántalo.
43
Todavía está presente aquí el alto sentido de colectividad helénica que quería ampliar sus relaciones
comerciales e incursionar más decididamente en Tracia.
44
El destinatario era Glauco, amigo de Arquíloco, que, a diferencia de otras ocasiones, se rehúsa ahora a
entrar en combate.
(1) [...] o por ganancia [...]
(5) [...] lanzas [...]
(6) de ellos domó la mente
(7) Atenea, hija de Zeus;
(8) en torno a las altas defensas resistieron por la patria
(9) [...] está colocada una fortaleza visible por todas partes
(10) maravilla [...] de piedras construimos
(11) solos los hombres de Lesbos
(12) puestos en torno de ellos con las manos
(13) [...] Zeus, de los olímpicos
(14) [...] con raudas lanzas ocasionábamos la calamidad
(15) [...] en torno a la fortaleza fatigándose colocaron
(16) escaleras, y pusieron gran ánimo [...]
(17) bramaba mientras tenía puesto el pesado hierro.

99
(18) [...] cambiada; muchos dardos escaparon
(19) [...] las aljabas ya no escondían el crimen
(20) [...] de saetas; pero ellos
(21) [...] retorciendo nervios y extendiendo arcos [...]

101
Pues de siete cadáveres caídos, a los cuales atrapamos con los pies, somos mil
los matadores.

102
La pesadumbre de todos los helenos concurrió en Tasos.

10545
Glauco, mira, pues ahora el ponto profundo se perturba por las olas, y en
torno a la cumbre de las rocas Gyreas,46 recta, se yergue una nube, indicio de
tormenta, e inesperadamente llega el miedo.47

106
[...] naves en el ponto raudas
mucho del velamen urdimos
soltando las amarras de la nave. Toma el viento favorable
y salva a tus compañeros, para que nos acordemos de ti.
[...] aleja, ni esto arrojes
[...] se yergue agitándose
[...] pero tú, vigila

45
El fragmento, se dice, es alegoría de los pleitos entre parios y tracios.
46
Las rocas Gyreas son un promontorio ubicado frente a la bahía de Salamina en el Egeo; la referencia tal
vez sea mitológica y no geográfica, pues se trata de las rocas donde Áyax murió (Homero, Odisea, IV, 500
ss.).
47
Ver el fr. 18, que quizá describe el miedo como hijo de Ares.
10748
espero: Sirio49 desecará a muchos de ellos
ya que ilumina agudamente.

10850
Escucha soberano Hefesto, y, para mí que imploro, vuélvete
aliado propicio, y concede lo que precisamente concedes.

10951
Entended, pues, ciudadanos pobres, mis palabras.

110
†Trabajaré, porque es verdad que Ares es común para los hombres.

111
Animad también a los jóvenes;
pero lo determinante de la victoria depende de los dioses.

11252
(2) […] espero pues, espero
(3) en torno a los desdichados53 gritará el ejército
(4) […] el lecho nupcial, como un burro de Arcadia
(5) mucho esperan los jóvenes
(6) por la ciudad, cuidadora de mancebos
(8) alzarás en brazos
(10) al cual se acerca
(11) […] para Afrodita amigo
(12) […] como dichoso

11454
No me gusta el estratega grande ni el que marcha con paso alargado, ni el
orgulloso por sus rizos ni el rasurado finamente; para mí, más bien, que él sea
48
El poeta espera que los cadáveres de los enemigos queden insepultos.
49
Sirio era la estrella que anunciaba la canícula.
50
Hefesto, aquí invocado realmente, también aparece pero como metáfora en el fr. 9. La plegaria se
relaciona formalmente con la del fr. 26, dirigida a Apolo. Pero, ¿qué pide el poeta?: ¿Que, como dios del
fuego, incendie los cuerpos en el campo de batalla, o que, con llamas, lo salve de la muerte? ¿Que, como
aliado, le ayude en el amor o que, como esposo que ha sufrido el adulterio de su esposa Afrodita, lo ayude a
vengarse de su amada? ¿Puede Hefesto, el dios cojo, ser un referente del estratego patizambo del
fragmento 114?
51
Arquíloco exhortaría aquí a los parios a participar en la colonización de Tasos. Se trata de campesinos que
han llegado a la ciudad, o también acaso, porque son hombres que han dejado la ciudad.
52
El poeta trata de manera sarcástica una boda, que parece celebrarse en medio de una circunstancia bélica
por la presencia del ejército.
53
Los novios.
54
Frente a la idealización homérica, el realismo antitético arquiloqueo. Sin embargo, es posible que
Arquíloco no oponga el suyo a un general homérico, sino a uno espartano; es más, acaso ironiza a quien
había sido su amigo, a Glauco, cuyos rizos se mencionan en el fr. 117.
pequeño, y, a la vista, patizambo, firmemente plantado con sus pies, y lleno de
corazón.

11555
Ahora Leófilo gobierna, imperar es de Leófilo,
en Leófilo todo está: escucha a Leófilo.

11656
Deja Paros y aquellos higos y la vida marina.

11757
Al que arregla sus rizos, canta, a Glauco.

11858
¡Ojalá se me concediera tocar a Neóbula con mi mano!

119
Y en el odre59 hacer caer al ejecutante,60
y, sobre vientre, vientre arrojar,
y muslos a los muslos.

12061
Como sé dar inicio al canto hermoso de Dioniso soberano,
al ditirambo, si como por el rayo queda herido mi pensamiento
por el vino.

12162
Yo mismo dando inicio al peán lesbio al son de la flauta.

12263

55
El políptoton (usar la misma palabra en distintas funciones sintácticas) le sirve al poeta para ironizar al
gobernante y más al ciudadano sumiso. “Leófilo”, que significaría algo así como “amigo del pueblo”, puede
tratarse de un nombre parlante.
56
Exhortación acaso a emprender la colonización de Tasos.
57
El verso alude, parodiándolo, al inicio de la Ilíada: “la cólera canta, diosa…”
58
Si este fragmento, como se ha sugerido, estaba unido al siguiente, las implicaciones de “tocar” son todo
menos ingenuas.
59
Alusión a la región del estómago, o, más bien, a la región genital, tal vez de Neóbula, si se relaciona este
fragmento con el anterior.
60
El “ejecutante” o el que hace algo, esto es, “el hacedor”, es acaso una metáfora del miembro viril.
61
Tal como de Zeus, Semele gestó a Dioniso, Arquíloco, herido por el rayo del vino, genera el ditirambo.
62
El peán era un himno a Apolo, normalmente entonado para el combate o tras la victoria. Por otra parte, la
música y los cantores de Lesbos eran célebres en la antigüedad.
63
Un padre habla de su hija en este fragmento: nadie debiera admirarse de que le haya tocado una hija de
aspecto desagradable, pues sucesos que parecían imposibles ya se han verificado en la realidad, como que el
sol se oscurezca a mediodía. Se trata, según la hipótesis más sólida, de Licambes, que habla a Neóbula. Ella,
de no haber roto su padre la promesa, se habría casado con Arquíloco. Arquenáctides, mencionado en el
verso 10, es, quizá, el rival de Arquíloco. Por otro lado, se menciona un eclipse que bien puede ser el del 14
De los sucesos, ninguno es inesperable, ni negable con juramento
ni admirable, desde que Zeus, padre de los olímpicos,
desde el mediodía, puso la noche, ocultando la luz
del sol brillante, y un espanto lúgubre vino a los hombres.
Desde entonces, todo se vuelve tanto creíble como esperable
para los hombres. Que ninguno de ustedes se asombre ya,
mientras los observa, ni siquiera si los animales
terrestres intercambian con los delfines pasto
marino, y para aquéllos las olas resonantes del mar
más queridas se vuelven que la tierra firme,
y para éstos, el monte boscoso.
[…] Arquenactides
[…] hijo de […]
[…] al matrimonio […]

(16) […] a los hombres …

12464
(a) A la manera de los de Miconos65

(b) Bebiendo mucho vino y sin mezclar,


sin haber pagado el precio,
y sin haber sido llamado, viniste, precisamente como amigo,
pero tu vientre sedujo tu mente y pensamiento
hacia la desvergüenza.

12566
De tu lucha, como un sediento desea beber,
así estoy enamorado.

126
Una sola cosa conozco, y es grande:
a quien mal me hace
responder con terribles males.

127
Fallé, y quizás esta falta alcanzó a algún otro.

128
Corazón, corazón, por dolores intratables turbado,
sostente, y de enemigos defiéndete
arrojando un pecho contrario,
colocado firmemente
de marzo de 711 o el del 6 de abril del 648 a.C.
64
El fragmento se refiere a Pericles, amigo de Arquíloco, también mencionado en los frs. 13 y 16.
65
Isla de las llamadas Cícladas en el mar Egeo.
66
Se ignora si la “lucha” que se menciona deba entenderse en sentido bélico o erótico.
cerca de las emboscadas de enemigos.
Y no te enorgullezcas en público si vences,
ni vencido, en casa derrumbándote, te lamentes,
sino alégrate por lo que haya que alegrarse,
y no te duelas demasiado por los males,
sino conoce cuál ritmo tiene a los hombres.

129
Tú, pues, en verdad, eres ahorcado por tus amigos.

130
Para los dioses todo es fácil: muchas veces, de los males
levantan a los hombres que yacen sobre la negra tierra,
y muchas veces revuelcan, de modo que caen de espaldas,
incluso a quienes están bien firmes;
Y, después, muchos males surgen para ellos,
y por necesidad de la existencia va el hombre
errante y extraviado de mente.

131
Glauco, hijo de Leptines, para los hombres, como mortales que son,
su ánimo es así como es el día que Zeus les trae.

132
Y piensan tales cosas cuales las obras en que se implican.

133
Ninguno se vuelve respetuoso con sus conciudadanos
ni famoso una vez que han muerto;
más perseguimos los vivos el favor de lo vivo,
y los más grandes males siempre suceden a quien murió.

134
Pues no es bueno ultrajar a hombres que murieron.

EPODOS

16867
Carilao Erasmónida,
una ocurrencia en verdad ridícula
te contaré, muy queridísimo de los compañeros,
y te deleitarás de escucharla.

67
Los fragmentos del 168 al 171 pueden, por su métrica, pertenecer al mismo poema.
169
A Deméter las manos levantando.

170
De los ciudadanos, unos estaban
detrás, pero la mayoría […]

171
Quererlo aunque sea aborrecible,
y no dialogar.

17268
Padre Licambes, ¿cómo consideraste esto?
¿Quién desquició tus pensamientos,
con los que antes te habías ajustado?
Mas ahora mismo
pareces muy ridículo a los ciudadanos.

17369
Un juramento quebrantaste que era grande,
y la sal y la mesa.

17470
Cierta fábula de los hombres es ésta:
que entonces una zorra y un águila
trabaron amistad…

175
[…] hacia las crías llevando
[…] una comida no buena
[…] dos sin plumas
[…] de la tierra sobre la escarpada montaña
[…] nido
[…] antepuso.

176
¿Ves que aquélla es una escarpada montaña,

68
Los fragmentos del 172 al 181 pertenecen al epodo sobre la zorra y el águila (pero véase nota al fr. 178).
Arquíloco comienza abruptamente apostrofando a quien pensaba iba a ser su suegro y al que llamaba
incluso “padre”. Licambes no ha lesionado sólo la amistad con Arquíloco, se ha expuesto al escarnio público.
69
Licambes rompió un pacto considerado sagrado.
70
Los fragmentos del 174 al 181 cuentan la fábula. El águila y la zorra habían decidido ser vecinas, pero el
águila devora a los hijos de la zorra; más tarde, la zorra, que sólo había podido maldecir al águila, encuentra
la manera de vengarse, comiéndose a las crías del águila que accidentalmente incendió su nido y provocó la
caída de sus crías. En este cuento de amistad traicionada y de justicia resarcida, el águila resultará ser
Licambes, y la zorra, Arquíloco.
escabrosa y también abrupta?
En ella se asienta, desdeñando tu lucha.

177
Zeus, padre Zeus, tuyo el poder del cielo,
y tú observas las obras de los hombres
malvadas y lícitas, y de las fieras
la desmesura y también la justicia te ocupan.

178
No encuentres alguno de nalgas negras.

179
Llevando un banquete deplorable lo puso ante las crías.

18071
En él una chispa de fuego.

18172
(4) reconocía el gran mal
(5) pensamientos
(6) irreparable
(8) recordando
(9) habiendo lavado
(10) la senda velozmente a través del éter
(11) girando las ágiles alas
(12) tu ánimo espera

18273
Como cuando se reunía el pueblo para los premios
y allí estaba Batusiades.

18374
Del hijo de Seleo

18475
71
El águila había llevado a sus polluelos alimento que había arrebatado de un sacrificio; una chispa incendió
la paja seca de su nido.
72
El fragmento describe el dolor del águila que ha pagado su culpa. Tal vez venía también una reconvención
contra Licambes; ahora que Arquíloco tiene al público de su parte, puede asegurar que no hay culpa que
permanezca impune.
73
Deben relacionarse éste y el siguiente fragmento. Batusiades es otro enemigo de Arquíloco.
74
A diferencia de este hijo de Seleo, había unos Selios, sacerdotes del santuario de Zeus en Dodona
(Homero, Ilíada, XVI, 234-235). La burla arquiloquea residía en contraponer un personaje de dudosa
reputación a estos solemnes y renombrados personajes, por una referencia al nombre que era reconocida
por el público.
75
La interpretación más común entiende que estos versos se refieren a una mujer, pero también se ha
entendido que se refieren a una mona de una fábula.
En una mano, agua llevaba,
meditando engaños;
en la otra, fuego.

18576
Te diré cierta fábula, Cerícides,
con un mensaje lamentable en el bastón:77
un mono iba, separado de las fieras,
solo en la lejanía;
entonces lo encontró una astuta zorra
de mente sagaz.

18678
Presionando en el resorte de la trampa.

187
Si tienes, mono, semejante culo.

18879
Ya no floreces igual en el tierno cutis; pues ya se aja
con arrugas, y de mala vejez se apodera
[...] desde el delicioso rostro, precipitándose dulce anhelo
[...] pues ya te asaltaron muchos
hálitos del viento de invierno, y muy muchas veces [...]

18980
Muchas anguilas ciegas recibiste.

19081

76
El mono había sido elegido rey de los animales. La zorra, envidiosa, le ofrece un tesoro que
supuestamente había encontrado, un trozo de carne, pero que quería darle como homenaje al soberano;
con ese engaño lo hace caer en una trampa. A los reclamos del mono por la traición, la zorra contestaba: “y
tú, pobre mono, con ese cerebrillo, ¿eres el rey de los animales?”.
77
Entre los lacedemonios se enrollaban alrededor de un bastón pieles con mensajes que para ser leídos
debían colocarse en otro bastón del mismo grosor. Puede también de un talismán o de un amuleto, en caso
de que no se trate de un mensaje escrito.
78
Éste y el siguiente fragmento pertenecen a la conclusión de la fábula.
79
En 1974 Merkelbac y West publicaron el llamado papiro de Colonia (inv. 7511) que contiene dos
creaciones atribuidas a Arquíloco. La primera (fr. 193a) es la más notable de ellas, y esta segunda, donde con
metáforas entonces originales, Arquíloco denigra a Neóbula, cuya juventud, como la de una flor, ya se
marchita, y cuya piel el tiempo, como arado, rasguña.
80
Las interpretaciones de este fragmento han sido diversas. Según algunas se trata de una referencia
culinaria, y las anguilas un platillo exótico y caro; según otras, el fragmento es una referencia política para
alguien que ha “pescado en aguas turbias”; de acuerdo con otras más, las anguilas son una referencia al
miembro viril, y se dicen ciegas porque no ven la fealdad de la muchacha, acaso Neóbula.
81
Las palabras de aparente inocencia bucólica, se refieren, según algunas interpretaciones, al cuerpo
femenino, lo cual no es inusitado del todo; recuérdese, por ejemplo, que la descripción de la morada de
Venus del poeta latino Claudiano (10, 49-96) caracterizó probablemente el extendido concepto de “Monte
Escarpados barrancos de los montes, como era él en la juventud.

191
Pues ese ladino deseo de intimidad, envuelto bajo el corazón,
derramó espesa oscuridad en mis ojos
robando de mi pecho pensamientos débiles.

19282
De entre cincuenta hombres
dejó con vida Posidón Hipio a Coíranos.

19383
Miserable me hallo por el deseo,
exánime;84 por voluntad de los dioses,
por severos dolores traspasado
a través de los huesos.

194
[…] afuera cada uno
bebía, pero en locura báquica
19585
Era llevado un mal manifiesto a casa.

19686
Sin embargo, compañero,
me subyuga el deseo, que relaja los miembros

196a87
Absteniéndote del todo.
Igualmente me resignaré
Pero, si tienes prisa y el ánimo te empuja,
hay en nuestra casa,
una que ahora mucho te anhela,
una hermosa virgen tierna; y pienso que ella
de Venus”.
82
Coíranos, que participó en la colonización de la Propóntide, fue salvado de un naufragio por unos delfines
que lo llevaron a tierra. Posidón lo salvó, en el sentido en que, sólo a él, lo dejó vivir.
83
También en este fragmento, Arquíloco recurre a la épica para expresar sus líricas experiencias; en este
caso, el deseo, enviado por los dioses, casi mata y duele, incluso físicamente.
84
El deseo provoca una experiencia cercana a la muerte, causada por el dolor extremo.
85
El “mal manifiesto” puede tratarse de una mujer. Podría tratarse de Neóbula a pesar de que en el fr. 196a,
33-34, dirá que esa unión la expondría a la burla de los vecinos.
86
Este fragmento debe considerarse parte de la misma composición del siguiente fragmento, el llamado
Epodo de Colonia, en que Arquíloco pretende seducir a la hermana de Neóbula.
87
El lugar donde se desarrolla el poema es, tal vez, el templo de Hera, del cual la hermana de Neóbula es
quizá sacerdotisa. Algunas referencias debieron parecer a esta hija de Licambes inocuas, mientras que el
público podría entender, por ejemplo, las puertas, la parte baja del recinto (línea 21), los jardines boscosos
(líneas 23 y 24), como alusiones sexuales.
tiene aspecto irreprochable.
Hazla ahora tú amiga”.
Esto dijo, y yo le respondí:
“Hija de Anfimedo,
noble y también prudente
mujer, a la cual ahora la tierra sombría oculta,
deleites hay de la diosa
abundantes para los hombres jóvenes
fuera del divino asunto;88 de ellos, uno bastará.
Esto, en calma,
cuando oscurezca
tú y también yo con el favor del dios deliberaremos.
Obedeceré como me ordenes;
mucho me despiertas el deseo,
pero a que yo debajo del recinto y de las puertas me derrame
no te rehúses amiga,
pues me dirigiré a herbosos
jardines. Ahora, ten presente esto: a Neóbula
otro hombre la tenga;
ay ay, está muy madura, dos veces mayor que tú;
su flor virginal se esfumó
y la gracia que antes tenía;
pues su saciedad no…
la frenética mujer mostró la medida.
A los cuervos despídela.89
No sea que esto […]
de modo que, si yo tuviera una mujer semejante,90
sería motivo de burla para los vecinos;
mucho te quiero,
pues tú no eres infiel ni doble,
pero ella es mucho muy ácida,
y se hace muchos amigos;
tengo miedo de traer al mundo
hijos nacidos ciegos y fuera de tiempo,
apresurado con afán,
así como la perra”.
Tantas cosas le hablaba. Cuando tomé a la virgen,
en las flores que estaban en plenitud
la acosté; y cubriéndola con un suave
manto, sosteniendo su cuello con el brazo,
[…] a la que había cesado
así como un ciervo,
con las manos los senos toqué dulcemente,
88
El acto sexual consumado.
89
Habría varias maneras muy mexicanas de traducir esta expresión, pero ninguna tan cruel como era para
los griegos dejar insepulto un cadáver para pasto de aves (véase, por ejemplo, Homero, Ilíada, I, 4-5).
90
Probablemente el fr. 195 se puede ver a la luz de este verso y del siguiente.
mostró el joven cutis,
asalto de su juventud,
y mientras yo palpaba todo su hermoso cuerpo
desfogué mi fuerza vital blanca
tocando apenas el vello rubio.

19791
Padre Zeus, no celebré el banquete de bodas.

200
Aquél no saldrá impune de mí.

20192
Muchas cosas sabe la zorra; el erizo, una sola, y ella es grande.

POEMAS DE METRO INCIERTO

205
No te hubieras untado con perfumes,
si ya eres vieja.

206
De tobillo gorda, mujer lasciva.

210
Qué demonio, y de qué enojado.

211
Con el tridente, hábil, y capitán sabio.

212
Se puso en el vértice de la ola y del viento.

21393
Mientras tenía las almas en los brazos de las olas.

21594
Y ni me preocupo de yambos ni de deleites.

91
El poeta se dirige a Zeus, garante de la justicia, porque Licambes rompió pactos sagrados.
92
El fragmento devino proverbio. El erizo se identifica con Arquíloco, y lo único que sabe aparece en los frs.
23, 14-15, y 126.
93
Fragmento quizá de contenido político; se le puede relacionar con los frs. 105 y 106.
94
El poeta abandona por el dolor lo que más le gusta; se trata acaso de su estado de ánimo tras la muerte
del cuñado, ver fr. 9.
21695
Y ahora, como si fuera cario, mercenario seré llamado.

21796
Afeitando, lejos de los hombros, la melena al ras.

22297
Cortó los músculos de los miembros medios.

223
Atrapaste la cigarra de un ala.98

22499
Agazapada como perdiz.

225100
Acércate, pues eres noble.

226101
Pues nada en absoluto pensaban.

227102
Y él era amo de Asia criadora de ovejas.

228103
Tasos la ciudad tres veces desgraciada.

230
Zeus les dio una mala sequía.

231
Evitando un escollo apenas vislumbrado.
95
Arquíloco no fue un mercenario; el fragmento, más bien, expresa lo menos que él querría ser.
96
El fragmento describe acaso cómo cortaban el cabello a los esclavos.
97
Se describe la pérdida del vigor sexual. Véase el fr. 252 y la nota al fr. 251.
98
La cigarra es Arquíloco que suele hablar sin tapujos, y, cuando se lo “atrapa”, grita más agudamente, de
manera estridente, en yambos.
99
Los tres fragmentos siguientes, 224-226, podrían pertenecer al mismo epodo donde se narraba la fábula
de la zorra y el ciervo. Tal vez en otro orden: 225-224-226. La zorra engaña a un ciervo ingenuo y lo
convence de entrar a la cueva del león que estaba enfermo. A pesar de haber sido herido una vez, el ciervo
vuelve a caer en el engaño y es devorado. El ciervo estaría comparado con una perdiz tras haber sido herida
la primera vez. Quizá por eso este fragmento no pertenece a la fábula.
100
Alocución de la zorra al ciervo, el argumento había sido que si se volvía bienhechor del león, gozaría en o
futuro de su amistad.
101
Aquí el león habla al ciervo para vencer su miedo, después del primer encuentro.
102
El fragmento podría referirse a Gyges, mencionado en el fr. 19.
103
La isla fue testigo de batallas sangrientas entre los habitantes de Paros, de donde era Arquíloco, los de
Naxos y los de Tracia.
232
Ley cretense se enseña.

233
Allí los pies son los más honorables.

234
Pues bilis no tienes en el hígado.

235104
Yacía en un batán.

251105
(1) Dioniso
(3) uva inmadura106
(4) Higos dulces107
(5) Oifolio108

252
Pero los tendones de la verga quedaron desgarrados.109

Datos para una cronología

1.
No me importa todo el oro de Giges
-jamás lo envidié-, ni tengo celos
del poder de los dioses, ni me atrae
la altiva tiranía. No es bastante
para que en ello mi atención fije

2.
¡Ya todo es de esperar! ¡Juremos lo imposible!
¡No hay más sorpresas! Zeus, padre de los Olímpicos,
con ocultar la luz del sol, hizo del día
noche cerrada. Un blando temor le vino encima
104
Metáfora para “sufrir opresiones” o “estar en angustias”.
105
Son los restos del canto “más yámbico” dedicado a Dioniso: sus elementos son obscenidades, alusiones
sexuales, que le ganaron al poeta simultáneamente mala fama y renombre. Sus conciudadanos parios
procesaron al poeta y, en castigo, el dios castigó a los hombres con la pérdida de su virilidad. Consultado el
oráculo, el poeta fue rehabilitado.
106
Se puede referir a una joven todavía no lista para el matrimonio, o bien, a sus pequeños senos.
107
Los higos como las uvas pueden ser eufemismos de los órganos sexuales femeninos, la vagina y los senos
respectivamente.
108
Epíteto de Dioniso, como dios lascivo y lujurioso, el verbo (oipho) del que proviene la palabra, significa
“copular”, usado sólo en el caso de los seres humanos.
109
Es decir, esa mujer, sea la que fuere de la que se trate, ya no provoca deseos sexuales.
al hombre. Pero ya de hoy más todo es creíble
y de esperar. Que nadie se maraville si ve
que las bestias deciden tomarles
su alimento salobre a los delfines
y que les son más queridas las olas del mar
que la tierra firme, y que transitan por los bosques los delfines.

Los acontecimientos en Paros

4.
Padre Licambes, ¿qué es lo que tramaste?
¿Quién perturbó tu entendimiento? Antes
estabas en tus cabales. Pero ahora eres
en la ciudad gran motivo de burla.

5.
Cierta fábula hay que así cuenta:
que una vez la zorra y el águila trabaron amistad
como vecinas.

6.
No he celebrado, padre Zeus, mi boda.

7.
¡Oh Zeus, Padre Zeus, tuyo es el poder en los cielos,
y tú observas los hechos de los hombres,
criminales o justos, y a ti incluso te atañe
la desmesura y la justicia entre las fieras!

8.
Sé sólo una cosa importante: responder
con daños terribles a quien daños me hizo.

9. (Papiro de Colonia)
Ya no tienes lozana tu piel suave, pues ya se marchita
lo que antes floreció, y de la funesta vejez te abruma
…, y de tu rostro seductor el dulce encanto ha caído
de un salto. Sí, contra ti se lanzaron
las ráfagas de los vientos invernales y con frecuencia…

10.
No deberías untarte con perfumes, vieja como eres.

11.
¡Gorda, ramera, prostituta abominable!
12.
Deja Paros, sus higos y su vivir del mar.

Poeta-soldado

13.
Soy un siervo, yo, de Enialio, señor de la guerra
y un experto en el don de las Musas amable.

14.
Me gano mis chuscos de pan con la lanza, y el vino de Ismaro
con la lanza, y bebo apoyado en la lanza.

15.
Esta isla de Tasos como un espinazo de asno
se encrespa, coronada de un bosque salvaje.
…Que no es un lugar hermoso ni atractivo
ni amable cual el que surcan las aguas de Siris.

16.
En Tasos nos reunimos toda la basura de Grecia.

17.
Mousa/wn qera/ponta kate/ktanej, e/)ciqi nhou=.
(Oráculo espontáneo de la Pitonisa de Delfos)

Oposición a los valores tradicionales de la aristocracia

18.
Un sayo es quien lleva, ufano, mi escudo: lo eché, sin pensarlo,
junto a un arbusto, al buen arnés in reproche,
pero yo me salvé. ¿Qué me importa, a mí, aquel escudo?
¡Bah! Lo vuelvo a comprar que no sea peor.

19.
No quiero a un jefe altivo ni que ande dando trancos
ni ufano con sus rizos ni raso encima del labio;
Dadme uno que parezca menudo y patizambo,
y que hinque el pie, y que sea de corazón sobrado.

20.
Siete son los muertos, que a la carrera alcanzamos,
y los matadores somos mil…
21.
Ningún ciudadano es venerable ni ilustre
cuando ha muerto. El favor de quien vive preferimos
los vivientes. La peor parte siempre toca al muerto.

Vino y amor

22.
Anda, con el copón recorre los bancos de remeros
de la rauda nave, y destapa las jarras panzudas.
Y escancia el vino rojo hasta el fondo de heces.
Pues no podremos soportar sobrios esta guardia.

23.
Cómo marcar el inicio del bello canto del divino Dioniso,
el ditirambo, sé yo, cuando el vino fulmina mis entrañas.

24.
…y bebiste mucho vino sin mezcla,
no trajiste tu escote…
y sin ser, como amigo, invitado, viniste
y eso es porque tu vientre equivocó el camino
de tu conciencia y diste en plena desvergüenza.

25.
Tal ansia de amor me envolvió el corazón
y densa niebla derramó sobre mis ojos
robando de mi pecho el suave sentido.

26.
Yazgo, infeliz, por la pasión vencido,
sin vida, hasta los huesos traspasado
de fieros dolores que los dioses me envían.

27.
Pero el perturbador deseo me domina
y no me cuido de yambos ni placeres.

28.
De pelarme contigo son tan grandes las ganas
como las de beber, cuando la sed me abrasa.

29.
Ojalá pudiera tocar la mano de Neóbula…
y caer, presto a la acción, sobre el odre
y aplicar el vientre al vientre y mis muslos a sus muslos.
Visión de la vida

29.
Corazón, corazón, si te turban pesares
invencibles, ¡arriba!, resístele al contrario
ofreciéndole el pecho de frente, y al ardid
del enemigo opónte con firmeza. Y si sales
vencedor, disimula, corazón, no te ufanes,
ni, de salir vencido, te envilezcas llorando
en casa. No les dejes que importen demasiado
a tu dicha en los éxitos, tu pena en los fracasos.
Comprende que en la vida impera un ritmo.

30.
Confíate a los dioses en todo: ellos, a veces,
a quien yace en el suelo oscuro, lo levantan
y libran de infortunio; y en cambio, otras, atacan,
y al de más firme asiento lo hacen caer de espaldas;
males sin cuento siguen, y el hombre anda perdido,
faltándole el sustento, enajenado el ánimo.

31.
Esímides, nadie que atienda a la murmuración de la gente
podrá disfrutar del placer bastante ni mucho.

32.
No es honroso injuriar a los que ya están muertos.

33. (Papiro de Estrasburgo)


Que naufrague y lo volteen las olas
y en Salmidesos lo cojan, con celo exquisito,
desnudo, yerto de frío, los tracios
de moño alto.
Allí colmará la medida
de sus penas, comiendo
el pan del esclavo.
Y que, cubierto de algas del mar espumante,
castañee los dientes,
tendido al sereno, como un perro, de bruces, al borde
de los rompientes…
¡Quisiera ver eso!
Pues me injurió, siendo antes amigo,
y pisoteó nuestra fe.

34. (Elegía a Pericles)


Mientras plañe un dolor quejumbroso, ningún ciudadano
disfrutará de las fiestas, Pericles, ni el pueblo;
Pues que a unos tales barrieron las ondas del mar resonante
y con razón nos rebosa la pena del pecho.
Pero los dioses, amigo, para remedio de males
que no tienen salida, esfuerzo nos dieron.
Tal caso es un día a éste a quien toca, y el otro es a aquél:
hoy en contra nuestra se ha vuelto, y lloramos por eso
nuestra sangrienta llaga, más pronto caerá sobre otros.
Hala, dejad de llorar como hembras: sed fuertes.

Himnos a los dioses

35.
¡Hurra! ¡Por tu hermosa victoria, Heracles Soberano, bravo!
¡Hurra! ¡Grandes vencedores, tú y Yolao, dos bravos guerreros!
¡Hurra! ¡Por tu hermosa victoria, Heracles Soberano, bravo!

SEMONIDES DE SAMOS

Es junto a Hiponacte y Arquíloco de Paros uno de los grandes poetas yámbicos griegos.
Su vida sólo se conoce por medio de dos artículos del Suda, una enciclopedia bizantina del
siglo X.

Nació al parecer en Samos y si es conocido más comúnmente como de Amorgos, es que


parece que organizó la colonización de esta isla, en las Cícladas, donde fundó tres ciudades:
Minoa, Egiala y Arcesina, el mismo se estableció en Minoa. De esto se deduce que era de
familia noble, era hijo de Crinos.

Sin embargo, la historia no de ser necesariamente verídica, pues corresponde extrañamente


a la biografía de Arquíloco, registrado luego de la fundación de Thasos, colonia de Paros.

Según otros datos, sólo Minoa es fundada por Samos, Egiala y Arcesina fueron fundadas
por Naxos. La historia pudo haber sido inventada para reconciliar la tradición, la una
haciendo de Samos la patria de Semónides, la otra aludiendo a Amorgos.

La fecha de su florecimiento (apogeo) no es conocida con exactitud. Los cronistas citan


muchas fechas. La vigésima olimpiada (700-697 a. C.) según Clemente de Alejandría. La
Suda lo sitúa 490 años después de la guerra de Troya cerca del siglo VII a. C.

Los críticos modernos opinan generalmente que posiblemente es contemporáneo de


Arquíloco. De todas formas, se ha sostenido que las imágenes captadas por Semónides en
su poema sobre las mujeres traicionan su conocimiento sobre la teoría jónica de los cuatro
elementos, evidentemente por esta razón, Semónides ha sido ubicado más bien en el siglo
VI a. C.
Su nombre se transcribe normalmente como «Simonides» del griego Σιμωνίδης /
Simōnidēs. La única fuente que atestigua Σημωνίδης / Sēmōnidēs ortográficamente es por
parte del gramático bizantino Georges Choeroboscos, quien, de este modo, lo distingue de
su homónimo el poeta mélico Simonides de Ceos. Modernamente se ha mantenido esta
grafía por razones puramente acomodaticias.

La Suda le atribuye una elegía en dos libros, unos yambos, una historia de Samos
(Arqueología de los samios) y otros escritos. Ninguna de esas obras ha permanecido
íntegra en nuestros días, sin embargo, se conservan muchos fragmentos de éstas, de los
cuales, el más largo consta de 118 versos. Preservado por una cita de Estobeo, se trata de
un poema sobre las mujeres (Yambo de las mujeres) que constituye la primera obra
misógina de la literatura occidental. Semónides en esta obra define a la mujer según (10)
diez razas (castas), creadas por Dios, de las cuales ocho corresponden a animales (el perro,
el asno, el cerdo, el zorro, la comadreja, el simio, la yegua, la abeja) y dos a los elementos
(el mar y la tierra). La mujer abeja es el único tipo de mujer que aprueba el poeta. Ya desde
Hesíodo, la abeja se asimila al hombre, oponiéndola al abejorro el cual caracteriza a la
mujer. Todas las otras razas de mujeres presentan innumerables defectos, la mujer-tierra
encarna la necedad, la mujer – perro la inmoralidad, la mujer-mar la hipocresía, la mujer-
cerdo la suciedad, la mujer-simio la peor desgracia, haciendo con todas esas tipologías,
todo un cuadro de la mujer. Por ejemplo, la mujer-tierra es descrita de este modo:

«Los dioses olímpicos han dotado al marido de una retrasada mental. Este
género de mujer desconoce por completo lo que está bien y lo que está mal. El
único talento que ella posee es el de comer. Y así, si la divinidad envía un mal
invierno, ella tirita de frío pero es incapaz de lanzar leña al fuego»

Semónides ataca tanto a mujeres como a hombres: La Suda le atribuye muchos enemigos y
precisa que él fue el primero en utilizar yambos para la invectiva. Luciano de Samósata,
cita en otra parte a una de sus víctimas, un tal Orodikides, por cierto, totalmente
desconocido. Por supuesto no se trata de un personaje real: cada uno de los poetas
yámbicos solía atribuirse un ‘pica pleitos’, así, por ejemplo, Lycambo para Arquíloco de
Paros o Boupalos para Hiponacte.

Semónides es asimismo un acerbo observador de la existencia humana:

«No hay mortal que no espere llegar, en años venideros, a obtener riqueza y
fortuna; pero la lamentable senectud los sorprende mucho antes que logren
obtener su objetivo. Otros son exterminados por funestas enfermedades. Otros
son aniquilados por Ares… Los unos encuentran la muerte por el asalto de la
tormenta…mientras que aún hay otros que, impelidos por un mal hado, se
cuelgan de un dogal y abandonan voluntariamente la luz del día»

HIPONACTE

Viviría en la primera mitad del VI. De Éfeso, emigró a Clazómenas por la tiranía. Es el
poeta griego más cruel y ácido en sus críticas, dirigidas sobre todo a los escultores Búpalo y
Atenis, y también a otros que representa como dignos del ritual del ‘chivo expiatorio’
(φαρμακός). En su obra se refleja lo más bajo de la sociedad y el propio poeta, aunque
quizá era de origen noble, se representa con frecuencia a sí mismo en su poesía de modo
muy gráfico, lleno de sarcasmo e ironía, como alguien desastrado, un ratero que se
encomienda a Hermes dios de los ladrones, lo que lleva a pensar en la distinción entre el
‘poeta real’ y el ‘personaje dramático’ de que se reviste. Su lenguaje es muy complicado,
con muchos términos lidios y frigios y un léxico en general muy colorista y rebuscado (70
hápax). Es un personaje leído, con un lenguaje alusivo, que le hizo ser muy apreciado por
los alejandrinos: es brutal en su expresión, aunque refinado en la forma: por ejemplo, usa el
metro yámbico, pero con la penúltima sílaba larga (coliambo: ‘yambo cojo’), para expresar
un ritmo roto y como muestra de su habilidad. En sus poemas entra muchas cosas:
comparaciones burlescas, prácticas mágicas, refranes, ataques misóginos. Le gustaba lo
exótico y lo desacostumbrado, usaba curiosas metáforas, gustaba de los juegos de palabras,
del doble sentido, de la parodia de la tradición épica, especialmente de la Dolonía y de
aspectos de la Odisea (él como un Ulises mendigo, parodias del país de los feacios).

ANANIO

Contemporáneo quizá de Hiponacte, quedan sólo dieciocho versos. Su poesía anticipa


aspectos de la filosofía cínica, con tendencias moralizantes y un tono más reposado que el
de Hiponacte.

CALINO DE EFESO

La mayoría de la información que tenemos sobre el poeta Calino de Éfeso procede del
historiador y geógrafo de la época de Augusto, Estrabón, quien muy probablemente
contaba con una colección de las composiciones elegíacas de Calino, que le sirvieron para
apoyarse en su investigación sobre los conflictos bélicos que asediaron las ciudades jónicas
en el siglo VII a. C. Según el propio Estrabón, refiriéndose a la tribu de los magnesios,
cuya ciudad, Magnesia, se encontraba en las orillas del río Meandro al sur de Éfeso, Calino
se acordó de ellos como un pueblo próspero y afortunado que había salido airoso y
triunfante de la guerra contra los efesios.

Sabemos por el propio Estrabón que la ciudad de Magnesia fue destruida por los treres,
una tribu cimeria, y después por los efesios. La cronología relativa de Estrabón parece
estar basada en dos presupuestos (Podlecki 1984, p. 54): por una parte, que “las desgracias
de los magnesios” aludidas por Arquíloco se refieren a la destrucción de Magnesia por
parte de los treres y, por la otra, que Calino debió de ser mayor a Arquíloco porque en sus
poemas no hay rastros de que conoció esta devastación. Como ha sido señalado (Podlecki
1984, p. 54), además de que el argumentum ex silentio resulta poco concluyente, es mucho
más probable que “las desgracias” a las que se refiere Arquíloco hayan sido incluso más
antiguas, aquellas que ocurrieron en la época del rey lidio Candaules,118 de manera que,
más que ser anteriores, las actividades poéticas de Calino debieron ser contemporáneas a
las de Arquíloco, lo cual sitúa a nuestro poeta en torno a la mitad del siglo VII a. C.

La figura histórica de Calino, pues, está íntimamente ligada a las luchas de las ciudades del
Asia Menor contra los cimerios, un pueblo bárbaro procedente de la península de Crimea,
en la costa norte del mar Negro. Sabemos por Heródoto (I, 15) y también, de nuevo, por
Estrabón que los cimerios entraron por el Cáucaso al Asia Menor e invadieron el reino de
Lidia, matando incluso al rey Giges en el año 652 a. C.120 Durante el reinado de Ardis,
hijo de Giges, los cimerios tomaron la ciudad de Sardes, con excepción de la acrópolis
(Heródoto I, 15), pero no fue hasta el reinado de Aliates (610-550 a. C. aprox.) que los
cimerios fueron expulsados definitivamente de Asia (Heródoto I, 16).

Las elegías de Calino estuvieron, pues, vinculadas temáticamente con estos incidentes
bélicos y con las invasiones cimerias a la ciudad de Sardes. Es posible que el fr. 1 W (vid.
infra) deba contextualizarse precisamente dentro de la amenaza que estas invasiones
pudieron representar para los efesios, pues sabemos que, en efecto, los cimerios atacaron
Éfeso e intentaron destruir el templo de Artemisa. Sabemos, de nuevo por Estrabón, que
los efesios también estuvieron en guerra contra los magnesios, de manera que también es
posible que la poesía marcial de Calino pudiera haber tenido como referente este episodio
bélico.

Sobre la poesía de Calino, algunos testimonios lo erigieron en uno de los inventores y


creadores del metro elegíaco.

TIRTEO DE ESPARTA

Casi todo lo que sabemos sobre la vida del poeta Tirteo proviene de dos entradas
consagradas a él en la enciclopedia bizantina Suda (la segunda de las cuales, por razones
que se harán expresas más adelante, parece haber tenido por fuente una autoridad menos
confiable); por esto vale la pena citarlas aquí completas:

Tirteo: Hijo de Arquémbroto, laconio o milesio, poeta elegíaco y auletista; respecto al


cual hay un relato de que alentó con sus poemas a los lacedemonios cuando estaban en
guerra contra los mesenios y que, de esta manera, los hizo más poderosos. Él es muy
antiguo, contemporáneo de los llamados siete sabios, e incluso más antiguo. Floreció en la
Olimpíada número 35 (640-636 a. C.). Escribió la constitución para los lacedemonios,
consejos en versos elegíacos y canciones de guerra, en 5 libros.

Tirteo: Los lacedemonios juraron que iban a tomar Mesene o iban a morir. Cuando la
divinidad les prescribió en un oráculo que tomaran como general a uno entre los atenienses,
tomaron a Tirteo el poeta, que era un hombre cojo. Tras exhortarlos a tener valor, al
vigésimo año tomó Mesene. Ellos la destruyeron y catalogaron a los prisioneros entre los
hilotas.

Como puede observarse, del primer testimonio puede colegirse, al igual que de un pasaje de
Estrabón y de uno de Aristóteles, que la ἀκμή de Tirteo debe ubicarse en torno al 640 a.
C., es decir, en el período correspondiente a la segunda guerra mesenia (sobre esta guerra
vid. infra), conflicto bélico prolongado en el que los mesenios lucharon por su libertad
resistiendo al poderío de Esparta y que debió de constituir el contexto político y militar de
la parénesis tirtaica. Llama la atención en la primera entrada de la Suda la afirmación de
que Tirteo compuso también μέλη, es decir, poemas líricos, ya que únicamente
conservamos composiciones elegíacas. Las ‘canciones de guerra’, que Ateneo de
Náucratis llama ἐμβατήρια (melodías cantadas durante la marcha militar), probablemente
fueron compuestas en dialecto dórico y en versos anapésticos, tal como se puede deducir
del propio Ateneo y de un pasaje de Dion Crisóstomo. Respecto a la πολιτεία que
menciona la Suda, es posible que deba identificarse con la Εὐνομία de la que hablan
Aristóteles y Estrabón, y a la cual pudieron haber pertenecido los fragmentos tirtaicos de
parénesis política que figuran en este libro. Resulta más difícil identificar qué fragmentos
de los que conservamos pudieron pertenecer a las ὑποθῆκαι, aunque resulta significativo el
uso de ese sustantivo, ya que define el carácter parenético de la poesía de Tirteo (vid.
supra). Importante resulta también la atribución que hace la Suda de la patria milesia del
poeta, fundamentada en la opinión de que un tipo de poesía tan semejante a la de Calino,
en cuanto al contenido y la forma y en cuanto a su amplia relación con la dicción homérica,
no podría haberse desarrollado en Esparta (Prato 1968, p. 3*).

Las elegías de Calino y Tirteo tienen un mismo tema: son cantos de exhortación al
combate, poesía patriótica. Hay en ellos muchos ecos, en expresiones formularias y en
tópicos, de la poesía homérica. Pero tras estas referencias intencionadas a la tradición épica
laten nuevos acentos: los del espíritu ciudadano de la época hoplítica. No se trata de
celebrar las hazañas individuales de unos héroes que combaten por su propio honor y un
botín personal; sino de dar ánimo a aquellos que van a exponer su vida por salvar a la
ciudad, a las mujeres y a los niños. No dirimirá el éxito de la batalla la furia de los nobles
descendientes de los dioses, ni serán los duelos entre afamados caudillos quienes sentencien
el triunfo o la derrota; sino la resistencia de los que traban como un muro sus redondos
escudos en formación cerrada, los soldados de a pie que, con un pesado arnés metálico,
avanzan en una lenta falange, empalmando sus escudos y erizando sus lanzas. La gloria o el
deshonor será el premio que la ciudad acuerde a su coraje o su cobardía. «Morir en
vanguardia es para un joven hermoso», dice el lema patriótico que enarbolan estos poetas,
recogiendo de Homero el ideal de «la bella muerte». Y lo más terrible es el exilio y la
huida infame. Propaganda bélica, pero poesía también, al servicio de una ideología política.

Calino en Éfeso, y Tirteo en Esparta pregonan así los ideales bélicos de una edad que no es
ya la de los héroes, sino la de los ciudadanos que luchan por sus hogares y patria -como lo
hacía Héctor en la Ilíada-, prometiendo una gloria que se funda en la memoria colectiva
para quienes cumplen con su deber. Al lector moderno está poesía de resulta demasiado
conocida, pero en el siglo VII a. C. era algo nuevo.

Calino de Éfeso, quien viviera hacia la segunda mitad del siglo VII a. C. le tocó vivir la
invasión de los cimerios, pueblo bárbaro procedente de Crimea y el sur de Rusia, que hacia
el año 675 a. C. atacara varias ciudades del Asia Menor, entre ellas la patria del poeta.

MIMNERMO

(2ª mitad del siglo VII) se localiza en Colofón o Esmirna y pertenece a una generación
posterior a Calino, de situación política más tranquila. Es autor de dos libros, Esmirneida y
Nanno, colección de elegías en donde trata temas de mitología, la vejez y el amor, que
posiblemente era el tema principal y el que daba cohesión a los demás. Van dirigidos a la
lidia Nanno, αὐλητρίς (=‘flautista’ pero también ‘cortesana’). La posteridad le calificó
de γλυκύς (dulce) y de poeta amoroso sobresaliente, que invita al goce del momento
presente de la juventud y el amor, frente a la amenaza obsesionante de la vejez; el tono
general es melancólico y pesimista. Su comparación de la vida con las hojas, homérica,
tiene un tono distinto, más florido, cercano al de los elegiacos latinos, sobre los que influyó.

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