Autor Jose Gorostiza

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BENEMERITA ESCUELA NORMAL DE

COAHUILA

Escritores y poetas que marcharon la historia en la


literacidad medieval contemporánea de México y el
mundo.

Mtro. Benavente Ochoa


Alumna: Litzy Amairany Rodríguez Cerda 2*A
Biografía
(Villahermosa, 1901 - México, 1973) Poeta mexicano. A los diecisiete años llegó a la capital de
México, concluyó sus estudios de bachiller e inició los de jurisprudencia; pero pronto se inclinó por
las letras, mientras impartía cátedra en la Universidad Nacional. Ingresó asimismo al servicio
diplomático, llegando a representar a su país ante diversas naciones y ocupando algunos cargos
oficiales, entre ellos el de secretario de Relaciones Exteriores. Miembro desde 1954 de la
Academia Mexicana de la Lengua, en 1968 vio reconocida su trayectoria literaria con el Premio
Nacional de Ciencias y Artes.

José Gorostiza

Considerado uno de los más notables poetas mexicanos del siglo XX, José Gorostiza formó parte y
fue una de las figuras centrales del grupo literario surgido en torno a la revista Contemporáneos
(1928-1931), al que también pertenecieron Xavier Villaurrutia, Salvador Novo, Jorge Cuesta,
Gilberto Owen, Carlos Pellicer, Jaime Torres Bodet y Bernardo Ortiz de Montellano, entre otros. Su
obra, escasa en cuanto a títulos y publicaciones, posee no obstante una importancia fundamental
dentro de la poesía mexicana moderna. Se inicia con el libro Canciones para cantar en las barcas
(1925), de estilizado neopopularismo de fuentes hispánicas, y alcanza su máximo nivel en su gran
poema Muerte sin fin (1939); ambos libros y otros poemas posteriores serían recogidos en el
volumen Poesía (1964), que ha conocido múltiples ediciones. En 1969 fueron recopilados en un
volumen de Prosa sus artículos y textos dispersos.

No sin afinidades con Primero sueño de Sor Juana Inés de la Cruz, o más próximamente, con el
Cementerio marino de Paul Valéry, Muerte sin fin es una composición unitaria de 773 versos
dividida en dieciocho partes, resultado de un depurado proceso creativo que ahonda en una serie
de motivos, especialmente en el devenir de la existencia y en el sentimiento de la muerte,
vislumbrada como una luminosa transformación. Con un lenguaje límpido, este poema metafísico
produce al principio la impresión de un lago tranquilo; luego, al penetrar en él, el lector detecta las
leyes de su delicado y ambiguo movimiento. En su interior hay una incesante movilidad simbólica,
reflejos de aguas que quebrantan y descomponen el lenguaje, abriéndolo, como el autor quería,
«a todos los matices de significación».
La crítica ha juzgado Muerte sin fin como uno de los poemas mayores de las letras de México;
ciertamente tuvo una influencia decisiva en las generaciones posteriores y ha sido celebrado y
estudiado con minucioso fervor. Poeta de la intuición y de la inteligencia, José Gorostiza escribió
también unos pocos textos en prosa, entre ellos un revelador ensayo que lleva por título Notas
sobre poesía, en el cual expone sus certezas acerca del ejercicio lírico y desarrolla toda una teoría
respecto de cómo y en dónde nace el poema. Por su condensación y rigor, Octavio Paz comparó su
obra con la del español Jorge Guillén.

1. Principios de la ventilación mecánica para enfermería. ...


2. Poesía: Notas sobre poesía, Canciones para cantar en las barcas, Del poema frustrado,
Muerte sin fin. ...
3. MUERTE SIN FIN.

José Gorostiza (Villahermosa, Tabasco, 1901-Ciudad de México, 1973), es un escritor de obra


breve; pero la calidad, en su caso, se da en proporción inversa a esa brevedad. Para él, la poesía
fue un lento ejercicio, consistente en una depuración del lenguaje para asomarse a la esencia de
las cosas a través de las palabras. La culminación de este proceso es Muerte sin fin, poema
filosófico que resume preocupaciones vitales del poeta a partir de la imagen del agua contenida en
un vaso: Dios, el hombre, el universo, la sustancia y la forma poéticas...; mas todo ello
enseñoreado por la muerte, penúltima fase de un arte dialéctico en que ella, la Muerte, no
abandona un punto a la vida y mantiene así el equilibrio del mundo. La fase final es el hombre, el
poeta, reduciendo a la misma muerte a un esperpento, máxima verdad que nace del desprecio.
Con esta actitud, sólo el hombre escapa a la fatalidad, ya que ni siquiera Dios está al margen de
aquella dialéctica arrasadora, pues sin la presencia y el concurso del hombre en la tierra, Dios no
sería sino una enorme oquedad que paralizaría la vida, y la Muerte, salida de la boca de Dios
mismo, haría de él su última presa. La poesía es por esencia ambigua. De la obra de Gorostiza
pueden hacerse diversas interpretaciones, según los niveles del poema y los enfoques de los
lectores. Si Muerte sin fin es un poema hermético, su dificultad consistiría en querer abarcar todas
las lecturas que propone. Es natural que un lector no ad hoc ignore algunos de sus temas y no
logre asir el sentido total del poema; mas no por ello la experiencia de la lectura será menos rica.
En el solo aspecto poético se logra el encuentro con la obra de arte. La observación del mundo
exterior y, sobre todo, el acecho infatigable a la inteligencia quedan en Muerte sin fin traducidos
en un lenguaje estricto, plural en cuanto a su significado; cada imagen, cada parte o partícula del
poema están gobernadas por una mano insobornable. Del dominio de las palabras, de la
intransigencia con el lenguaje, surge esta obra de una claridad resplandeciente. Es natural que el
poema nos supere, lectores comunes, por su laboriosa construcción, por su evidente dificultad.
Quedamos inermes pero alucinados ante su forma artística, que si bien nace de un largo meditar,
toca primero nuestra emoción, de la misma manera como la poesía nace en el corazón del poeta,
aunque luego adquiera forma en su mente y sea la suma de este doble nacimiento.
Posteriormente, las consideraciones sobre lo observado serán múltiples; aquí comienzan los
obstáculos y el trabajo de superarlos. Éste es un ejercicio de la crítica especializada. Pero,
finalmente, querer “explicar” el poema puede ser una larga tarea académica o dar resultados
sospechosos de error. Tal vez es preferible su lectura como mera contemplación estética. En
resumen, Muerte sin fin es una explicación absolutamente individual de un pensamiento; su
lectura debería invitar a una comprensión también absolutamente individual de ese pensamiento.
Si algo o mucho queda en el misterio ello no se deberá sino a la certidumbre de que en el misterio
nacen también la idea de un dios o la creación poética. El poema nos aparta de lo cotidiano y esta
experiencia nos sobrecoge. Otros grandes poetas o grandes poemas de lengua española nos
producen el mismo efecto. El lenguaje es el puente que une lo comprensible a lo inefable: así en
Góngora, en Sor Juana, en San Juan de la Cruz, quienes nos entregan la parte más oculta y sin
embargo más clara de sus reflexiones a través de eso que llamamos lenguaje poético. San Juan de
la Cruz, por ejemplo, embelesa y convence al referirse a Dios, ya que él mismo está embelesado y
convencido. Gorostiza se inquieta con la idea de la divinidad para luego decepcionarse de ella; le
preocupa el hombre sujeto a un sinnúmero de dudas, que busca la libertad a través de la
inteligencia. Se ha señalado la presencia de Paul Valery, T. S. Eliot, Jorge Guillen, además de los
poetas citados anteriormente, en la obra de Gorostiza. Octavio Paz agrega a William Blake,
Heráclito y Parménides. Debe mencionarse también a Juan Ramón Jiménez, González Martínez, los
influjos naturales que hubo entre los Contemporáneos y algunos poetas del posmodernismo.
Muerte sin fin es también un poema que participa de otras artes; su división en partes, repetición
de frases temáticas, ascensión permanente hacia un final apoteótico, la armonía y la melodía,
hacen de él una composición musical. Además, la obra en su conjunto es de una arquitectura
perfecta. Los cuerpos primeros de la obra, los que están a la altura de los ojos del hombre, van
siendo superados por los cuerpos superiores, en que la ornamentación y la simbología se vuelven
más profusas, hasta llegar a la cúspide del edificio de la poesía, que como en los templos barrocos
levanta en triunfo la imagen de más alta jerarquía para glorificarla. En este caso, el lugar más
prominente corresponde a la Muerte, cuya presencia invade al orbe, después de que las últimas
notas del poema, las últimas imágenes, quedan vibrando en la transparencia del aire mientras un
aleluya aterrador anuncia la muerte de Dios. Quedan solos el hombre y su conciencia en un
diálogo último. Tal vez la luz del mundo, otrora surgida de Dios, como de una estrella lejanísima,
es ya luz sin estrella que aún sigue llegando a la tierra. Luego el baile, una danza macabra y
efímera, en que el hombre, otra vez dueño de sí, o aterrado por aquella visión apocalíptica, con
supremo desdén menosprecia a la misma muerte, “putilla del rubor helado”. Es el final de un
canto de victoria. El hombre, Prometeo vencedor, tiene en sus manos el fuego de los dioses. El
vaso está roto y el agua derramada y libre ha encontrado su forma justa, la no forma; la fuerza del
poema inunda el espíritu como esa misma agua, ya inmensa como el mar, como la luz que invade
hasta “las zonas más ínfimas del ojo”. De esta manera el mundo queda bañado de una claridad
prodigiosa. Tal vez eso es el poema de Gorostiza. El punto de partida, el símbolo del vaso y el agua,
es el momento justo para iniciar una aventura cuyo itinerario está señalado sólo por imágenes en
un ámbito en que la poesía vive en estado de pureza, a pesar de los temas que en un momento
pueden hacernos creer que a Gorostiza le preocupan más las cuestiones metafísicas. Vale la pena
el pretexto. La poesía tiene caminos infinitos y todos llevan a ella como hacia un polo magnético,
aun cuando ignoramos el secreto de su poderosa atracción.

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