Triduo Al Espíritu Santo
Triduo Al Espíritu Santo
Triduo Al Espíritu Santo
Oremos:
¡Espíritu Santo, Señor y dador de vida! Tú que eres el santificador de nuestras almas y nuestros
cuerpos, venimos ante Ti humildemente, reconociendo nuestra realidad de pecado, y arrepentidos de
todos ellos, te imploramos nos hagas dignos de tu presencia, para que nuestras almas sean dignas
moradas de la Santísima Trinidad, el Dios Único y Verdadero. ¡Oh bondad infinita! Dios de gracia y
de misericordia, me pesa y me arrepiento de todas mis infidelidades a tu amor, no respondiendo a
tus muchas llamadas que me invitan a vivir conforme al mandamiento nuevo que el Señor Jesús dejó
a todos sus discípulos. Con tu ayuda decido seguir en adelante tus tiernas inspiraciones con más
docilidad. Para esta finalidad, ilumina mi entendimiento, fortalece mi voluntad, purifica mi corazón,
pon en orden todos mis pensamientos, deseos y afectos, y así guste y saboree los frutos
bienaventurados que tus dones producen en las almas que los poseen. Glorifícate a Ti mismo
concediéndonos estas gracias que te pedimos, por la intercesión de la Santísima Virgen María Madre
del Hijo de Dios y madre nuestra.
Amén.
3. REFLEXIÓN
Para el PRIMER Día
El Espíritu Santo es el Espíritu de la Luz, de la fuerza y del amor. Con sus siete dones Él
ilumina la mente, fortalece la voluntad, e inflama el corazón con el amor de Dios. Para
asegurar nuestra salvación, debemos invocar al Divino Espíritu diariamente, porque "El
Espíritu nos ayuda en nuestra debilidad”. Nosotros no sabemos qué hemos de pedir como
conviene. Pero el mismo Espíritu pide por nosotros. En el bautismo Dios nos ha regenerado
por el agua y el Espíritu Santo, y nos ha dado el perdón de todos los pecados y la vida nueva.
El Espíritu Santo nos ha hecho entonces nacer de nuevo, revistiéndonos de Cristo y así, ser
hijos de Dios.
Oremos:
¡Oh Santo Espíritu, Paráclito, Concédeme el don de la Sabiduría para que pueda despreciar
las cosas perecederas de este mundo y aspirar sólo a las cosas que son eternas; concédeme
el don del Entendimiento para iluminar mi mente con la luz de tu divina verdad; el don de
Consejo para que pueda siempre elegir el camino más seguro que agrade a Dios y me
conduzca al Cielo; el don de Fortaleza para que pueda llevar mi cruz con Jesús, el Señor
crucificado-resucitado, y pueda sobrellevar con coraje todos los obstáculos que se opongan a
mi salvación; el don de Conocimiento para que pueda conocer a Dios y conocerme a mí
mismo y así crecer en la perfección de la ciencia de los santos; el don de Piedad para que
encuentre en el servicio a Dios y a los hermanos la mayor alegría en mi vida; y el don del
Temor a Dios para que pueda ser lleno de reverencia amorosa hacia Él y el respeto grande y
misericordioso hacia el prójimo.
Amén.
3. REFLEXIÓN
Para el SEGUNDO Día
Sólo una cosa es importante: la salvación eterna. Por lo tanto, sólo una cosa hay que temer:
el pecado. El pecado es el resultado de la ignorancia, debilidad e indiferencia. El Espíritu
Santo es el Espíritu de Luz, de Fuerza y de Amor. Con sus siete dones ilumina la mente,
fortalece la voluntad, e inflama el corazón con el amor de Dios. Para asegurarnos la
salvación debemos invocar al Divino Espíritu diariamente, porque “el Espíritu viene en
ayuda de nuestra flaqueza. Pues nosotros no sabemos cómo pedir para orar como conviene;
más el Espíritu mismo intercede por nosotros” (Rom 8,26).
Oración:
Omnipotente y eterno Dios, que has condescendido para regenerarnos con el agua y el
Espíritu Santo, y nos has dado el perdón de todos los pecados, permite enviar desde el cielo,
sobre nosotros, los siete dones de tu Espíritu, el Espíritu de Sabiduría y de Entendimiento, el
Espíritu de Consejo y de Fortaleza, el Espíritu de Conocimiento y de Piedad, y llénanos con
el Espíritu del Santo Temor.
3. REFLEXIÓN
Para el TERCER Día
El Don del Temor de DioS nos llena con un soberano respeto por Dios, y nada nos hace
temer tanto como ofenderlo por el pecado. Es un temor que surge, no desde el pensamiento
del infierno, sino de sentimientos de reverencia y sumisión filial a nuestro Padre Celestial.
Es el Temor que es el principio de la sabiduría, que nos separa de los placeres mundanos que
podrían de alguna manera separarnos de Dios. "Los que temen al Señor preparará sus
corazones, y en su mirada santificara sus almas."
Oración:
Ven, Oh bendito Espíritu del Santo Temor, penetra mi corazón más profundo, y te pondré a
ti, mi Señor y Dios, ante mi rostro para siempre, ayúdame a huir de todas las cosas que
pueden ofenderte, y hazme digno de presentarme ante los ojos puros de Tu Divina Majestad
en el Cielo, donde Tú vives y reinas en la unidad de la siempre Bendita Trinidad, Dios por
todos los siglos.
Amén.