Exodo 20
Exodo 20
Exodo 20
(11-1) Introducción
Hay muchas personas, aun algunos cristianos, que parecen creer que los Diez Mandamientos
fueron solamente para la dispensación mosaica y que no son parte del evangelio actual. Al
comenzar a estudiar estos diez principios, revelados hace más de tres mil años, pregúntese qué
importancia tienen en la actualidad. ¿Forman parte del evangelio como lo tenemos hoy día o eran
solamente para los antiguos israelitas? Esta pregunta es sumamente importante para usted. Cecil
B. DeMille, productor de la película Los Diez Mandamientos, hizo esta observación:
“Algunos, que no conocen la Biblia ni la naturaleza humana, tal vez vean en la escena de la orgía
del Becerro de Oro sólo una expresión de la imaginación hollywoodense; pero quienes tienen ojos
para ver apreciarán en la misma una terrible lección acerca de cuán rápidamente una nación, o el
hombre mismo, puede caer si no obedece la ley de Dios.
“Si el hombre no es gobernado por Dios, ciertamente será gobernado por tiranos, y no hay tiranía
más imperiosa y más devastadora, que el propio egoísmo del hombre sin ley.
“Al desobedecer los Diez Mandamientos, solamente nos destruimos a nosotros mismos.
Obedeciéndolos, por el contrario, podemos elevarnos a la plenitud de libertad bajo la guía de
Dios. Dios quiere que seamos libres y con osadía divina nos otorgó el poder de elegir.” (Discurso
dado en la ceremonia de graduación, en Brigham Young University Speeches of the Year, Provo,
31 de mayo de 1957.)
Instrucciones al alumno
1. Emplee los comentarios que aparecen más adelante. Ellos le ayudarán en la lectura y estudio de Exodo 20.
2. Lleve a cabo las asignaciones del Resumen Analítico, según las indicaciones de su maestro. (Los alumnos del Curso de
estudio individual supervisado deben completar toda esta sección.)
“Este precepto no solamente prohibe todo juramento falso, sino también toda blasfemia en la que
se usa el nombre de Dios, o donde nos referimos a El como testigo de la verdad. Necesariamente
prohibe toda mención liviana e irreverente de Dios o de cualquiera de sus atributos.”
(Clarke, Bible Commentary, 1:404.)
En una época en que lo profano domina tanto las conversaciones del mundo, es bueno recordar la
advertencia del Señor de que no tendrá por inocentes a tales personas. El élder LeGrand Richards
dijo lo siguiente:
“Es difícil entender cómo un individuo puede acercarse verdadera y sinceramente a Dios en
oración, buscando una bendición de su mano, y al mismo tiempo ser tan irrespetuoso como para
tomar en vano el nombre de El.
“La profanidad es incompatible con la reverencia. Ciertamente en este momento crítico en la
historia de nuestra nación, cuando tenemos necesidad de la ayuda de Dios, deberíamos
asegurarnos de no ofenderlo con nuestra forma de hablar. Apelamos a nuestros jóvenes para que
tengan en reverencia el nombre sagrado de Dios, para que puedan andar aceptablemente delante
del Señor a fin de que, si llegara un momento en su vida en que necesiten su ayuda, puedan
dirigirse a El con buena conciencia y clamen con fe en que El escuchará su ruego.” (En “The
Third Commandment”, The Ten Commandments Today, págs. 52-53.)
Hay un aspecto más que debe considerarse con relación al mandamiento de evitar tomar en vano
el nombre de Dios. El establecimiento de convenios y juramentos con Dios es parte integral del
evangelio, y cuando nos bautizamos, hacemos el convenio de tomar sobre nosotros el nombre de
Cristo (véase D. y C. 20:37). Si se olvida ese juramento solemne hecho al momento del bautismo,
se ha tomado en vano el nombre del Señor. Ante el altar del templo, hombres y mujeres
solemnemente juran sujetarse a convenios sagrados. Si al abandonar esos templos viven como si
las promesas no tuvieran ningún significado, violan el tercer mandamiento aunque no hayan
hablado cosas profanas. Quienes participan todas las semanas de la Santa Cena y lo hacen sin
considerar a fondo el significado de tomar sobre sí el nombre del Señor, lo están tomando en
vano. Tal liviandad con respecto a las cosas sagradas constituye vanidad a la vista de Dios. El
Señor mismo dijo en la revelación moderna: “Por tanto, cuídense todos los hombres de cómo
toman mi nombre en sus labios; porque he aquí, de cierto os digo, que hay muchos que están bajo
esta condenación, que toman el nombre del Señor y lo usan en vano sin tener autoridad.” (D. y C.
63:61-62.)
Además de los juramentos y convenios religiosos, muchos actos formales de nuestra sociedad
moderna van acompañados de juramentos y votos solemnes, los que frecuentemente son
desestimados o considerados sin importancia. Claramente, la violación de tales juramentos
también es una violación del tercer mandamiento.
“El término hebreo Sabbath significa ‘reposo’. Abarca el concepto de quieta tranquilidad, paz
mental y espiritual. Es un día para librarse de intereses egoístas y actividades absorbentes.
“El día de reposo ha sido dado a través de las generaciones del hombre como convenio perpetuo,
y es una señal perpetua entre el Señor y sus hijos. Es un día en el cual podemos adorar y expresar
nuestra gratitud y aprecio al Señor. Es un día en el cual debemos someter todo interés mundano y
alabar humildemente al Señor, pues la humildad es el comienzo de la exaltación. No es un día
para aflicciones y cargas sino para reposo y gozo. No es un día para banquetes, sino un día de
comidas sencillas y fiesta espiritual; no es un día de abstinencia, a no ser que se trate del día de
ayuno, sino un día en el que la empleada y la señora pueden verse aliviadas de la preparación. Es
un día otorgado por la gracia de nuestro Padre Celestial. Es un día en el que los animales deben
ser dejados libres para pastar y descansar, en el que el arado puede ser guardado en el lugar de las
herramientas y en el que otras máquinas deben enfriarse; un día en el que el patrón y el empleado,
el amo y el siervo pueden estar libres de la tarea de arar, hacer zanjas, en fin, de esforzarse. Es un
día en el que se debe cerrar la oficina, posponer los negocios, y olvidar las dificultades; un día en
el que el hombre puede verse temporalmente libre de aquel primer mandamiento ‘con el sudor de
tu rostro comerás el pan hasta que vuelvas a la tierra…’ Es un día en el cual el cuerpo puede
descansar, la mente relajarse y los espíritus pueden desarrollarse. Es un día en el que se puede
cantar, orar, predicar y dar testimonio, y en el que el hombre puede elevarse casi anulando el
tiempo, el espacio y la distancia que lo separa de su Creador.
“El día de reposo es un día en el cual debemos hacer un inventario para analizar nuestras
debilidades y confesar nuestros pecados a los que nos rodean y a nuestro Señor. Es un día en el
cual podemos leer buenos libros, meditar, estudiar las Escrituras y preparar discursos y lecciones,
un día para dormir la siesta y descansar, para visitar a los enfermos, predicar el evangelio y visitar
investigadores; un día para que nos reunamos tranquilamente con la familia y lleguemos a
conocer mejor a nuestros hijos; un día para cortejar adecuadamente, para hacer el bien, para beber
en la fuente de conocimiento e instrucción, para buscar el perdón de nuestros pecados, para
enriquecer nuestro espíritu y alma, para restaurarnos a nuestra estatura espiritual; un día para
participar de los emblemas del sacrificio y expiación de Cristo, para contemplar las glorias del
evangelio y de los horizontes eternos, para elevarnos en el sendero que lleva hacia nuestro Padre
Celestial.” (En “The Fourth Commandment”, parte 2, The Ten Commandments Today, págs. 66-
68.)
(11-9) Exodo 20:12. “Honra a tu padre y a tu madre”
El quinto mandamiento establece claramente la im portancia de la familia ante la vista de Dios.
Las relaciones familiares apropiadas constituyen uno de los diez principios fundamentales de la
ley, tanto en este mundo como en el venidero. En obediencia a esta ley, la unidad familiar y todos
los demás sectores de la sociedad permanecen estables y saludables. En esta época, que se
profetizó que sería una época en la que habría personas “desobedientes a los padres…sin afecto
natural” (2 Timoteo 3:2-3), uno tiene que considerar seriamente las implicaciones del
mandamiento de honrar padre y madre, y la promesa que encierra.
Si los padres son personas rectas y temerosas de Dios, los hijos tienen poca dificultad en entender
los mandamientos, aunque algunas veces les sea difícil obedecerlos. Si los padres no son rectos,
sin embargo, a menudo surgen dos interrogantes respecto a este mandamiento. Primero, ¿se
requiere honrar a los padres aunque éstos sean inicuos? Y segundo, ¿implica obediencia el
concepto de honrar, si los padres demandan una conducta equivocada?
Ante todo, aunque en la mayoría de los casos honrar incluye obedecer, los dos conceptos no son
lo mismo. Honrar significa “respetar…enaltecer o premiar por su mérito…” Obediencia es el
cumplimiento “de la voluntad de quien manda”. Pablo dijo: “Hijos, obedeced en el Señor a
vuestros padres, porque esto es justo” (Efesios 6:1; cursiva agregada), e inmediatamente añade:
“Honra a tu padre y a tu madre” (vers. 2). Obedecer a los padres en el Señor significa obedecerlos
en las cosas que son rectas (véase McConkie, Doctrinal New Testament Commentary, 2:521).
Sin embargo, siempre que un hijo vive rectamente, acarrea honor a sus padres, sea que sus padres
sean rectos o no. También es cierto el concepto opuesto: Siempre que un hijo vive inicuamente
acarrea vergüenza a sus padres, sea que ellos sean rectos o no. De manera que honrar a los padres
no siempre implica obedecerles. En aquellos casos, relativamente pocos, en que los padres pidan
o fomenten una conducta incorrecta de parte de sus hijos, ellos no los honran si les obedecen.
Pero no hay calificativo añadido al mandamiento de honrar padre y madre. Para entender la razón
de esto es necesario examinar el modelo perfecto de la relación entre padres e hijos. Solamente en
la relación de nuestros Padres Celestiales con sus hijos se encuentra el modelo perfecto de
paternidad. Los Dioses, naturalmente, son perfectamente honorables (esto es, merecedores de
honra por parte de sus hijos). Si ellos fueran los únicos padres con los que uno tuviera que tratar,
sería fácil honrarlos.
Pero, en su sabiduría infinita, han elegido poner a padres mortales para que los representen en la
creación y crianza de sus hijos. En otras palabras, los padres son los representantes directos de
Dios en la mortalidad y, por lo tanto, así como en el caso de los oficios del sacerdocio, se requiere
que los padres honren su llamamiento como representantes de Dios, cumpliendo con las
responsabilidades y obligaciones propias de tal llamamiento. Los padres son obligados a
esforzarse para ser lo más parecidos posible a Dios. El Señor ha dejado bien en claro que si
fracasamos en nuestra responsabilidad como padres, la cual incluye enseñar a los hijos lo que El
les enseñaría si estuviera aquí, vendrán serias consecuencias (véase D. y C. 68:25-31; 93:39-44).
Lugar donde se cree que fue el campamento de Israel mientras Moisés estaba en el
Monte Sinaí)
“ ‘El mundo entero se encuentra sumergido en una guerra que parece la peor de todos los tiempos.
Esta Iglesia es una Iglesia universal. Sus miembros devotos se encuentran en ambos campos y son
los instrumentos inocentes de sus gobiernos en conflicto. De ambos lados creen que están
luchando por sus hogares, por su país y por la libertad, y todos oran al mismo Dios, en el mismo
nombre, clamando la victoria. Ambos bandos no pueden tener razón completamente y es posible
que ninguno esté libre de error. Dios decidirá, en su propia manera, la justicia y la rectitud del
conflicto, pero El no tendrá por responsables del conflicto a los inocentes instrumentos de la
guerra, nuestros hermanos en armas. Esta es una de las grandes crisis en la vida terrenal del
hombre y Dios está al timón.’
“Hay, entonces, una enorme diferencia entre destruir la vida actuando bajo el mandato de una
nación soberana a la cual tenemos el deber de obedecer, y matar por responsabilidad propia. Sería
conveniente que todo joven llamado al servicio militar estudiara cuidadosamente la declaración de
la Primera Presidencia que acabo de citar.” (Lee, en “The Sixth Commandment”, parte 2, The Ten
Commandments Today, págs. 93-94.)
(11-13) Exodo 20:14. “No cometerás adulterio”
“El hombre debe reproducirse. No forma parte del reino vegetal y, por lo tanto, no sigue los
principios que rigen esa forma de vida, ni es un animal guiado por los instintos. Como hijo de
Dios, el hombre recibió poderes no otorgados a otras formas de vida. Fue hecho de la raza divina
y por lo tanto pudo tener muchos de los privilegios y poderes pertinentes a la divinidad.
“El poder de la reproducción es dado al hombre para perpetuar su especie de la misma manera
que le fue dado a formas inferiores de vida. Pero en tanto que el Señor estableció leyes naturales
que rigen el uso de este poder entre las formas inferiores, leyes que los animales por su naturaleza
no tienen la tendencia de quebrantar, el hombre está en una situación diferente. Con su libre
albedrío, con sus impulsos, algunos para bien otros para mal (aun Satanás se rebeló en la
preexistencia), puede usar estos poderes dados por Dios para propósitos buenos o malos. A
diferencia de los animales, este poder no es gobernado por instinto en el hombre sino que es
asunto de elección. El hombre poseía el derecho de escoger antes de venir al mundo, y ese
derecho no le fue quitado al hacerse mortal. Los animales no corrompen sus poderes
reproductivos, pues el instinto se ocupa de eso. Pero ¿qué ha de hacer el hombre? Esta pregunta
nos lleva al núcleo del propósito por el cual el hombre fue enviado aquí: para probarlo y saber si
es digno de volver a la presencia de Dios. Con este derecho de escoger por sí mismo, está libre
para elegir su propia senda y puede hacer lo que ennoblece o lo que rebaja.
“Las leyes son la respuesta. ¿En qué otra forma podría tratar Dios con un ser inteligente que tiene
el derecho de elección y que tiene que ser probado para ver qué camino elige?
“De manera que Dios llamó ante El al primer hombre y a la primera mujer. Como macho y
hembra tenían que reproducir su especie, pero tenían que hacerlo bajo ciertas condiciones
prescritas por Dios…
“El convenio del matrimonio, este pacto sagrado que tiene una duración eterna, fue la institución
celestial que Dios nos dio y bajo la cual sus hijos mortales podrían reproducirse. No debía haber
relación sexual fuera del matrimonio. Además, los hijos nacidos a la pareja dentro del matrimonio
señalado por Dios serían sus hijos para siempre y las familias continuarían como unidad aun en la
eternidad. Los lazos familiares, establecidos en la vida terrenal, durarían para siempre. Esto es
parte del sistema del cielo transferido a la tierra y debe ser mantenido siempre como cosa santa.”
(Mark E. Petersen, en “The Seventh Commandment”, parte 1, The Ten Commandments Today,
págs. 104-5.)
(11-14) Exodo 20:15. “No hurtarás”
Los Diez Mandamientos establecen los grandes principios que sirven de fundamento a la justicia
y la rectitud. Son tan amplios y profundos que cubren todos los aspectos de la conducta moral. El
octavo mandamiento es un buen ejemplo, pues está contenido en sólo dos palabras, y, sin
embargo, las implicaciones son tales que tratan de muchos aspectos de la conducta del hombre.
Desde la Caída, Adán y el género humano que vino después de él recibieron el mandamiento de
trabajar por su pan (véase Génesis 3:19). Cuando el hombre busca cosechar los beneficios de las
labores de otro sin compensación adecuada, comete un hurto. Así tenemos que el hurto consiste
en mucho más que solamente tomar la propiedad ajena. El presidente Spencer W. Kimball dijo:
“La palabra del Señor tiene aplicación tanto en nuestro trabajo como en nuestra vida particular:
‘No hurtarás…ni harás cosa semejante’ (D. y C. 59:6).
“A menudo nos encontramos justificándonos en toda forma de actos faltos de honradez,
incluyendo el robar en las tiendas, lo que es sucio y bajo, y que, sin embargo, es cometido por
millones de personas que dicen ser honorables y decentes.
“La falta de honradez viene en muchas formas: en atracos a mano armada; en la explotación del
amor y las emociones de alguien para obtener lucro; en el robo de dinero o llevarnos lo que
pertenece a los patrones; en la falsificación de cuentas bancarias; en sacar ventaja de otros
contribuyentes al erario público, mediante reclamos falsos; en buscar exoneraciones no
justificadas; en los préstamos particulares u oficiales, sin intención de devolver lo solicitado; en
declararse en bancarrota injusta e impropiamente, solamente para evitar el pago de deudas
pendientes; en robar en la calle o en las casas, dinero y otras posesiones de valor; en robar tiempo,
dando menos de la labor honesta de trabajo de un día a cambio del pago por un día completo; en
viajar sin pagar el precio debido para hacerlo; en fin, en todas formas de falta de honradez, en
todos los lugares y en todas las condiciones.
“A todos los hurtos y actos carentes de honradez, el Señor dice: ‘No hurtarás’. Usó solamente dos
palabras breves. Ya que es posible que se haya preocupado por la larga lista que tendría que haber
hecho de las distintas formas de robar, falsificar y aprovecharnos de nuestro prójimo. Así que
incluyó todos los métodos existentes para tomar lo que no nos pertenece diciendo sencillamente:
‘No hurtarás’.” (”A Report and a Challenge”, Ensign, noviembre de 1976, pág. 6.)
(11-15) Exodo 20:16. “No hablarás…falso testimonio”
“El asesinato, el adulterio y el robo, relacionados directamente con la vida, la virtud y
la propiedad, generalmente son considerados ante la ley como ofensas más serias que hablar falso
testimonio. Y, sin embargo, lo que a esto le falte en gravedad se compensa con la frecuencia con
que se comete. Es más, la mayoría de quienes leen estas lecciones probablemente se aparte, como
lo haría de una plaga, de las tres ofensas sociales mencionadas primero; pero consciente o
inconscientemente todos, el algún momento, nos vemos tentados al rumor descuidado y a otras
formas de expresar falso testimonio…
“Dar falso testimonio es testificar o repetir murmuraciones, insinuaciones, especulaciones como si
fueran verdad, para daño de un ser humano. A veces la práctica arranca de una falta de
información correcta; otras, de falta de comprensión, o de una disposición enfermiza para
distorsionar y falsear la verdad.
“En tanto que el asesinato consiste en quitar la vida, el decir falso testimonio consiste en la
destrucción del carácter o en la difamación. Llega a la ruina de la reputación del individuo.”
(Adam S. Bennion, en “The Ninth Commandment”, parte 1, The Ten Commandments Today,
págs. 134-36.)
(11-16) Exodo 20:17. “No codiciarás”
“Este es el último de los Diez Mandamientos, y si no tuviera tanta relación con los demás,
algunos podrían suponer que es uno de los de menor importancia. Pero todos los mandamientos se
interrelacionan de tal manera que no se puede desobedecer uno sin debilitar los demás. Para
ilustrar el punto (y para tener presente a los otros nueve):
“Quien codicia las ‘cosas’ materiales de la vida puede tener ‘otros dioses ajenos’ delante del
Señor y puede inclinarse ante los mismos en pensamiento y espíritu, aunque no lo hace
físicamente.
“Quien codicia puede tornarse duro y descuidado en otras cosas también, tales como ‘tomar en
vano el nombre del Señor’.
“Quien codicia puede no santificar el día de reposo a fin de obtener más ganancias.
“El que codicia tal vez no apoye a su padre y a su madre en sus necesidades.
“Algunos han llegado al asesinato por causa de la codicia.
“Muchos que han codiciado ‘la mujer del prójimo’ han cometido el grave pecado del adulterio.
“Quien codicia tiene más propensión a robar (o a estafar o cometer desfalcos, etc.).
“El que codicia puede dar falso testimonio a fin de obtener beneficios.
“De manera que el décimo mandamiento está inseparablemente integrado a todos los demás, y
codiciar podría llevar a la infracción de todos los otros, pues la vida es una unidad en la que cada
parte complementa a las demás. Y en la palabra de Dios también hay unidad y armonía, y toda
palabra de El proviene de la misma fuente. Y cada vez que ignoramos algún consejo o
mandamiento divino, podemos estar bien seguros de que nos debilitamos y aumentamos nuestra
susceptibilidad ante los demás pecados…
“El mandamiento contra la codicia no significa que no debemos tener un deseo sano de mejorar
nuestra situación. No quiere decir tampoco que no debemos tener una honrada ambición de poseer
más de las cosas buenas de la vida, ni significa que no podamos admirar lo que tiene nuestro
prójimo y buscar, con nuestro esfuerzo, obtener cosas de igual valor. La tierra tiene abundancia
para todos, y la necesidad interior de adquirir para nosotros las cosas buenas que otros tienen es
una cualidad productiva del carácter, siempre que las adquiramos mediante el esfuerzo honrado,
por las sendas de lo que es legal y manteniendo la vida bien equilibrada. El peligro surge cuando
lo que no es más que una ‘cosa’ comienza a importar demasiado.” (Richard L. Evans, en “The
Tenth Commandment”, parte 1, The Ten Commandments Today, págs. 142-44.)
Las Escrituras contienen una interesante definición de la codicia. Pablo, en dos ocasiones,
comparó la codicia con la idolatría (véase Efesios 5:5; Colosenses 3:5). La implicación que surge
es que cuando ponemos el corazón en las cosas del mundo, al extremo de que la lealtad a Dios y
sus principios ya no importa, entonces las cosas materiales se tornan en dioses para esa persona;
las busca y las adora, y esta práctica es idolatría. El Señor dijo que la idolatría era una
característica bien marcada de esta generación (véase D. y C. 1:16). Samuel le dijo a Saúl que el
pecado y la iniquidad también son idolatría (véase 1 Samuel 15:23).
RESUMEN ANALITICO
(11-17) Las leyes establecidas en los Diez Mandamientos ya estaban vigentes antes que la tierra
fuera organizada. Todos los profetas las han enseñado y son los cimientos de todas las
civilizaciones que han sido establecidas. También son las pautas para una vida plena y feliz. Si
somos sabios, buscaremos estas bendiciones mediante la obediencia a los mandamientos. El
profeta José Smith dijo:
“La felicidad es el objeto y propósito de nuestra existencia; y también será el fin de ella si
seguimos el camino que nos conduce a la felicidad; y este camino es virtud, justicia, fidelidad,
santidad y obediencia a todos los mandamientos de Dios. Mas no podemos guardar todos los
mandamientos si en primer lugar no los sabemos, y no podemos esperar saberlos todos, o saber
más de lo que ya sabemos a menos que cumplamos o guardemos lo que ya hemos recibido.
Aquello que en tal o cual circunstancia es malo puede ser, y frecuentemente es bueno en otra.”
(Enseñanzas pág. 312.)
Es importante notar que aún hoy en día, en la dispensación del cumplimiento de los tiempos, el
Señor ha reiterado cada punto de la ley sagrada. Deténgase un momento para considerar la
aplicación de los Diez Mandamientos en la actualidad y para ello lea los pasajes anotados a
continuación.