Exodo 20

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Exodo 20

Los Diez Mandamientos

(11-1) Introducción
Hay muchas personas, aun algunos cristianos, que parecen creer que los Diez Mandamientos
fueron solamente para la dispensación mosaica y que no son parte del evangelio actual. Al
comenzar a estudiar estos diez principios, revelados hace más de tres mil años, pregúntese qué
importancia tienen en la actualidad. ¿Forman parte del evangelio como lo tenemos hoy día o eran
solamente para los antiguos israelitas? Esta pregunta es sumamente importante para usted. Cecil
B. DeMille, productor de la película Los Diez Mandamientos, hizo esta observación:
“Algunos, que no conocen la Biblia ni la naturaleza humana, tal vez vean en la escena de la orgía
del Becerro de Oro sólo una expresión de la imaginación hollywoodense; pero quienes tienen ojos
para ver apreciarán en la misma una terrible lección acerca de cuán rápidamente una nación, o el
hombre mismo, puede caer si no obedece la ley de Dios.
“Si el hombre no es gobernado por Dios, ciertamente será gobernado por tiranos, y no hay tiranía
más imperiosa y más devastadora, que el propio egoísmo del hombre sin ley.
“Al desobedecer los Diez Mandamientos, solamente nos destruimos a nosotros mismos.
Obedeciéndolos, por el contrario, podemos elevarnos a la plenitud de libertad bajo la guía de
Dios. Dios quiere que seamos libres y con osadía divina nos otorgó el poder de elegir.” (Discurso
dado en la ceremonia de graduación, en Brigham Young University Speeches of the Year, Provo,
31 de mayo de 1957.)
Instrucciones al alumno
1. Emplee los comentarios que aparecen más adelante. Ellos le ayudarán en la lectura y estudio de Exodo 20.

2. Lleve a cabo las asignaciones del Resumen Analítico, según las indicaciones de su maestro. (Los alumnos del Curso de
estudio individual supervisado deben completar toda esta sección.)

COMENTARIOS SOBRE EXODO 20


(11-2) Exodo 20:1-17. Las diez grandes piedras fundamentales
Quizás la mayor indicación de la importancia de los Diez Mandamientos sea el hecho de que los
mismos se encuentran en tres de los cuatro Libros Canónicos de la Iglesia. Después de que el
Señor se los dio a Moisés (véase Exodo 20), éste los repitió al resumir las experiencias de Israel
en el desierto (véase Deuteronomio 5:6-21). El profeta Abinadí los citó ante los malvados
sacerdotes del rey Noé (véase Mosíah 13:12-24), de manera que también se encuentran en el
Libro de Mormón. Y, aunque no dados en la forma exacta en que aparecen en los pasajes
anteriores, los mismos principios se encuentran también en el Nuevo Testamento (véase Mateo
5:17-37) y en Doctrina y Convenios (véase D. y C. 42:18-29; 59:5-9). Cuando el Señor recalca
algo por medio de tanta repetición, debe ser porque es importante. El élder Mark E. Petersen dijo:
“Con su propio dedo el Señor escribió los Diez Mandamientos sobre planchas de piedra. Estos
mandamientos representan la ley básica del Todopoderoso y desde ese entonces han constituido
los elementos básicos de la ley civil y religiosa.
“Son fundamentales para nuestra relación con Dios; constituyen parte integral del evangelio
restaurado del Señor Jesucristo y son esenciales para que lleguemos a ser perfectos, como nuestro
Padre Celestial es perfecto. (D. y C. 42; D. y C. 59.)
“Podemos encontrar algunas variantes de estas leyes en las reglas establecidas en Levítico y
Deuteronomio, que se aplican a situaciones específicas, pero, en general, son la base para toda
conducta apropiada del hombre.” (Moses, pág. 110.)
Estos mandamientos muestran al hombre, en orden de prioridad, las tres facetas más importantes
de sü vida. Los cuatro primeros mandamientos se refieren a su relación con Dios. El quinto
establece la importancia de la familia y de las relaciones familiares apropiadas. Los cinco
restantes regulan la relación del hombre con sus semejantes. El hombre que se ha comprometido a
perfeccionar su relación con Dios, con su familia y con sus semejantes está en camino a la
perfección en todas las cosas.

(11-3) Exodo 20:2-3. “No tendrás dioses ajenos delante de mí”.


El primer mandamiento enseña al género humano lo que debe ser más importante en su vida. Si
Dios no está primero, entonces todo lo demás se ve afectado. Nada en la vida, ni siquiera algo tan
precioso como la familia o la vida misma, puede tener más importancia para nosotros que Dios.
Cristo enseñó eso a sus discípulos: “El que ama padre o madre más que a mí, no es digno de mí;
el que ama a hijo o hija más que a mí, no es digno de mí”. (Mateo 10:37.) Y en esta dispensación
dijo: “No temáis, pues, a vuestros enemigos, porque he decretado en mi corazón probaros en todas
las cosas, dice el Señor, para ver si permanecéis en mi convenio hasta la muerte, a fin de que seáis
hallados dignos. Porque si no permanecéis en mi convenio, no sois dignos de mí” (D. y C. 98:14-
15.)
“Dios no nos favorecerá si lo ponemos en segundo lugar en nuestra vida, y si vamos detrás de
cosas mundanales, sin importar lo que ellas sean.
“El mandamiento del Salvador fue: ‘Buscad primeramente el reino de Dios y su justicia’. (Mateo
6:33.) En revelaciones dadas a José Smith, el Profeta, el Señor enseñó que debemos tener la única
mira de glorificar a Dios. (D. y C. 27:2; 55:1; 59:1; 88:67.)” (Petersen, Moses, pág. 111.)
Al principio algunos pueden pensar que el hecho de que el Señor demande adoración y devoción
exclusivas suena un tanto egoísta. Pero se debe tener presente lo siguiente: Primero, como Señor y
Creador de todo el universo con todo el poder, conocimiento y gloria, Dios no necesita la
adoración del hombre para engrandecerse. De manera que su celo no es por proteger su propio
estado.
Lo segundo a tener en cuenta es que el Señor enseñó a Moisés que la obra de El es “llevar a cabo
la inmortalidad y la vida eterna del hombre” (Moisés 1:39). Cada vez que sus hijos dan más
importancia a algo que la que dan a Dios, sea lo que fuere, en ese momento comienzan a desviar
la obra de El y sus propósitos. El es la única fuente de poder y conocimiento suficientes para
otorgar la salvación, y el poner algo por encima de El disminuye ]a capacidad del hombre de
participar de ese poder y conocimiento para salvación propia. Por eso es que, ante todo, El dice a
sus hijos: “No tendrás dioses ajenos delante de mí” (Exodo 20:3).
Un reconocido estudioso de la Biblia lo dice en esta forma: “Este mandamiento prohibe toda clase
de idolatría mental y todo apego desmedido a las cosas terrenales, que estimulan los sentidos…
Dios es la fuente de felicidad y toda criatura inteligente puede ser feliz solamente mediante El…El
primer mandamiento que nos ha dado tiene el propósito de evitarle aflicción al hombre y de darle
felicidad, apartándolo de toda dependencia falsa y llevándolo a Dios mismo, la fuente de todo
bien.” (Clarke, Bible Commentary, 1:402-3.)
(11-4) Exodo 20:4-6. “No te harás imagen…”
En el prefacio de Doctrina y Convenios el Señor dijo que una de las características del mundo
moderno era: “Todo hombre anda por su propio camino, y en pos de la imagen de su propio Dios,
cuya imagen es a semejanza del mundo y cuya substancia es la de un ídolo” (D. y C. 1:16). En
cuanto a la idolatría, el élder Spencer W. Kimball dijo:
“Sin embargo, la idolatría que más nos preocupa es la adoración consciente a otros dioses.
Algunos son de metal, terciopelo, cromo, de madera, de piedra y de ricas telas. No son hechos a
imagen de Dios o del hombre, sino que se elaboran para proporcionar al hombre comodidad y
deleite, para satisfacer sus caprichos, ambiciones, pasiones y deseos. Algunos carecen de forma
física alguna, pues son intangibles.
“…los ídolos modernos o dioses falsos pueden asumir formas tales como ropa, casas, negocios,
máquinas, automóviles, botes de recreo y otras numerosas atracciones materiales que nos desvían
del camino hacia la santidad. ¿Qué importa que el objeto en sí no tenga la forma de un ídolo?
Brigham Young dijo: ‘Igual sería para mí ver a un hombre adorar a un dios pequeño hecho de
latón o de madera, que verlo adorar sus bienes’. {Journal of Discourses, 6:196.)
“Las cosas intangibles constituyen dioses igualmente prestos. Los títulos, grados y letras pueden
convertise en ídolos. Muchos jóvenes determinan matricularse en la universidad cuando primero
deberían cumplir una misión. El título, y el dinero y la comodidad que por estos medios se
obtienen parecen ser tan deseables, que la misión queda en segundo lugar. Algunos desatienden el
servicio que deben prestar a la Iglesia durante los años de sus estudios universitarios, optando por
dar preferencia a la instrucción seglar y despreciando los convenios espirituales que han
concertado.
“Hay muchas personas que primero construyen y amueblan una casa, y compran su automóvil, y
entonces descubren que ‘no les alcanza’ para pagar sus diezmos. ¿A quién están adorando?
Ciertamente no es al Señor de los cielos y de la tierra, pues servimos a quien amamos y damos
nuestra primera consideración al objeto de nuestro afecto y deseos. Las parejas jóvenes que no
quieren hijos sino hasta que hayan recibido sus títulos quizás se sentirían ofendidas si se tildara de
idolatría a su preferencia expresada. Sus pretextos les proporcionan títulos a costa de los hijos.
¿Será una permuta justificable? ¿A quién aman y adoran, a sí mismos o a Dios? Otras parejas,
comprendiendo que la vida no tiene como objeto principal las comodidades, el desahogo y los
lujos, completan su educación mientras siguen adelante llevando una vida completa, teniendo
hijos y prestando servicio a la Iglesia y a la comunidad.
“Muchos adoran la cacería, la pesca, las vacaciones, los días de campo y paseos de fin de semana.
Otros tienen como ídolos a las actividades deportivas, el béisbol, el fútbol, las corridas de toros o
el golf. Estas actividades, en la mayoría de los casos, interrumpen la adoración del Señor y el
prestar servicio para la edificación del reino de Dios. La afición hacia estas cosas no parecerá cosa
grave a los participantes; sin embargo, indica dónde ellos están depositando su fidelidad y su
lealtad.
“Otra imagen que los hombres adoran es la del poder y el prestigio. Muchos huellan con los pies
los valores espirituales, y con frecuencia los valores éticos, en su ascenso al éxito. Estos dioses de
poder, riqueza y prestigio son sumamente exigentes, y son tan reales y verdaderos como los
becerros de oro de los hijos de Israel en el desierto.” (El milagro del perdón, págs. 38-40.)
(11-5) Exodo 20:5. Si los celos son un rasgo negativo, ¿cómo es que Dios
es un Dios celoso?
La raíz hebrea kanah significa “ardor, celo, celos” (Gesenius, Hebrew and English Lexicon of the
Old Testament, pág. 888). Por lo tanto, la implicación es que el Señor posee “sentimientos
profundos y firmes” con relación a la idolatría (Exodo 20:5). La razón parece clara: El único
poder para salvar de los lazos del pecado a la humanidad está en Dios. Toda adoración falsa, por
lo tanto, se interpone entre el pecador y ese poder. Como Dios ama a sus hijos y desea solamente
su mayor bienestar eterno, es celoso; es decir, tiene sentimientos profundos con relación a
cualquier inclinación a la adoración falsa que aquéllos puedan tener.
(11-6) Exodo 20:5-6. ¿Castiga el Señor a los hijos por la maldad de sus
padres?
En varios pasajes el Señor indica que visitará “la iniquidad de los padres sobre los hijos…hasta la
tercera y cuarta generación” (Exodo 34:6-7; Números 14:8), lo que se ha interpretado de la
siguiente mañera: El Señor no castigaría a nadie por un pecado que no cometió. Si los hijos
aprenden el mal proceder de sus padres y siguen su mal ejemplo, el Señor los castigará, mas no lo
hará si se arrepienten y le sirven. (Véase D. y C. 124:50-52; 98:46-47.)

Acantilados del Monte Sinaí


(11-7) Exodo 20:7. “No tomarás el nombre de Jehová tu Dios en vano”
En este mandamiento hay dos aspectos que resaltan por su importancia. Primero, el tercer
mandamiento implica que debemos tener una actitud sincera y reverente hacia Dios y su nombre.

“Este precepto no solamente prohibe todo juramento falso, sino también toda blasfemia en la que
se usa el nombre de Dios, o donde nos referimos a El como testigo de la verdad. Necesariamente
prohibe toda mención liviana e irreverente de Dios o de cualquiera de sus atributos.”
(Clarke, Bible Commentary, 1:404.)
En una época en que lo profano domina tanto las conversaciones del mundo, es bueno recordar la
advertencia del Señor de que no tendrá por inocentes a tales personas. El élder LeGrand Richards
dijo lo siguiente:
“Es difícil entender cómo un individuo puede acercarse verdadera y sinceramente a Dios en
oración, buscando una bendición de su mano, y al mismo tiempo ser tan irrespetuoso como para
tomar en vano el nombre de El.
“La profanidad es incompatible con la reverencia. Ciertamente en este momento crítico en la
historia de nuestra nación, cuando tenemos necesidad de la ayuda de Dios, deberíamos
asegurarnos de no ofenderlo con nuestra forma de hablar. Apelamos a nuestros jóvenes para que
tengan en reverencia el nombre sagrado de Dios, para que puedan andar aceptablemente delante
del Señor a fin de que, si llegara un momento en su vida en que necesiten su ayuda, puedan
dirigirse a El con buena conciencia y clamen con fe en que El escuchará su ruego.” (En “The
Third Commandment”, The Ten Commandments Today, págs. 52-53.)
Hay un aspecto más que debe considerarse con relación al mandamiento de evitar tomar en vano
el nombre de Dios. El establecimiento de convenios y juramentos con Dios es parte integral del
evangelio, y cuando nos bautizamos, hacemos el convenio de tomar sobre nosotros el nombre de
Cristo (véase D. y C. 20:37). Si se olvida ese juramento solemne hecho al momento del bautismo,
se ha tomado en vano el nombre del Señor. Ante el altar del templo, hombres y mujeres
solemnemente juran sujetarse a convenios sagrados. Si al abandonar esos templos viven como si
las promesas no tuvieran ningún significado, violan el tercer mandamiento aunque no hayan
hablado cosas profanas. Quienes participan todas las semanas de la Santa Cena y lo hacen sin
considerar a fondo el significado de tomar sobre sí el nombre del Señor, lo están tomando en
vano. Tal liviandad con respecto a las cosas sagradas constituye vanidad a la vista de Dios. El
Señor mismo dijo en la revelación moderna: “Por tanto, cuídense todos los hombres de cómo
toman mi nombre en sus labios; porque he aquí, de cierto os digo, que hay muchos que están bajo
esta condenación, que toman el nombre del Señor y lo usan en vano sin tener autoridad.” (D. y C.
63:61-62.)
Además de los juramentos y convenios religiosos, muchos actos formales de nuestra sociedad
moderna van acompañados de juramentos y votos solemnes, los que frecuentemente son
desestimados o considerados sin importancia. Claramente, la violación de tales juramentos
también es una violación del tercer mandamiento.

(11-8) Exodo 20:8-11. “Acuérdate del día de reposo, para santificarlo”


La doctrina del día del reposo, enseñada a través de las Escrituras, incluye los siguientes
conceptos importantes:
1. El mandamiento tiene un doble propósito: fomentar tanto el trabajo como la adoración. El
mandamiento es trabajar seis días y descansar el séptimo. En otras partes de las Escrituras el
perezoso es condenado y el trabajador es ensalzado (véase D. y C. 42:42; 56:17; 60:13; Alma
24:18; 38:12).
2. El día de reposo fue dado como señal del descanso de los Dioses después de trabajar en la
Creación. El vocablo hebreo shabbat significa “reposo”, o, “cese del trabajo”. El día de reposo
está directamente relacionado con la Creación, no solamente en el mandamiento en sí, sino
también en pasajes tales como Génesis 2:1-2 y Exodo 31:17.
3. Bajo la dispensación mosaica, la violación del día de reposo era un delito que se castigaba con la
muerte (véase Exodo 31:14-15). Un reconocido erudito explicó la razón de este castigo:
“Las penas de muerte impuestas como consecuencia de la violación del día de reposo en la época
del Antiguo Testamento nos transmiten dos suposiciones obvias: Primero, la ley del día de reposo
encierra un principio tan importante y básico que la violación de la misma se torna en ofensa
capital. Segundo, la violación del día de reposo encierra en sí una especie de muerte espiritual,
esto es, que el violar cualquier mandamiento acarrea ese tipo de muerte. Los profetas hicieron esta
aclaración. La obediencia, por otra parte, significa vida.” (Rushdoony, Institutes of Biblical Law,
pág. 137.)
4. Con relación a obedecer el día de reposo, el Señor dijo que es “señal…para que sepáis que yosoy
Jehová que os santifico“ (Exodo 31:13; cursiva agregada). El Señor enseña un concepto similar de
santidad o pureza espiritual en la revelación moderna: “Y para que más íntegramente puedas
conservarte sin mancha del mundo, irás a la casa de oración y ofrecerás tus sacramentos en mi día
santo”. (D. y C. 59:9; cursiva agregada.)
5. El concepto de santificación y la idea de reposo, tal como se usa en las Escrituras, parecen estar
íntimamente relacionados. El reposo del Señor es definido como “la plenitud de su gloria” (D. y
C. 84:24). Alma enseñó que ciertos miembros de la Iglesia habían entrado en el “reposo del
Señor” después de haber sido purificados mediante un proceso de santificación (Alma 13:12). En
otras palabras, la obra de Dios es la santificación de sus hijos hasta tal punto que puedan entrar en
el reposo final, el cual es la plenitud de su gloria. Se ha mandado que una vez por semana el
hombre descanse de sus labores y permita que Dios efectúe su obra de santificación sobre él.
Reposar en el día del Señor, entonces, implica mucho más que tomar una siesta o no efectuar las
actividades normales. El género humano debe participar en la obra del Señor en ese día, lo que
significa santificarse y santificar a los demás. Hacer la obra del Señor (santificación) a menudo
implica una gran actividad durante el día de reposo, y es posible que no tengamos descanso físico
en el sentido común de la palabra. Podemos suponer que si hacer el bien a un animal en el día de
reposo es aprobado por el Señor (véase Mateo 12:11; Lucas 13:15), entonces hacer bien a los
hombres goza de mayor aprobación del Señor. Los dos conceptos contenidos en el cuarto
mandamiento son reposo y adoración (véase D. y C. 59:10). El verbo hebreo la-avodh, “adorar”,
significa también “trabajar” y “servir”. Esta obra santa crea un hombre nuevo y santo; por lo
tanto, el día de reposo se relaciona con la obra de la Creación.
6. El mandamiento de observar el día de reposo no fue dirigido sólo a la persona sino también a sus
siervos (empleados), a los miembros de su familia y a sus animales. Bajo la ley de Moisés, hasta
la tierra misma tenía que tener su descanso una vez cada siete años (véase Exodo 20:10; Levítico
25:1-7). Imaginémonos la fe que se requería para confiar plenamente en la providencia de Dios en
lugar de depender de las labores de las propias manos cada siete años. (Ese cometido fue dado en
Levítico 25:20-22.)
7. Las promesas directas de abundancia de cosas materiales, de protección divina y poder espiritual
se dan con relación a la santificación del día de reposo. Por ejemplo, después de dar el
mandamiento de la observancia del año de reposo, el Señor prometió “y habitaréis en la tierra
seguros y la tierra dará su fruto, y comeréis hasta saciaros, y habitaréis en ella con seguridad”.
(Levítico 25:18-19.) Isaías prometió a aquellos que no se dejan llevar por sus propias
inclinaciones en el día de reposo: “te deleitarás en Jehová [un concepto tal vez relacionado con
fortalecer nuestra confianza en la presencia de Dios; véase D. y C. 121:45] y te haré subir sobre
las alturas de la tierra, y te daré a comer la herencia de Jacob”(Isaías 58:14). La herencia de Jacob
era la exaltación. ¡Y Jacob fue hecho un Dios! (Véase D. y C. 132:37.)
Las promesas que se encuentran en Doctrina y Convenios 59:16-24 están basadas en la condición
expresada en el versículo 16. El élder Spencer W. Kimball habló en detalle acerca del cometido
de santificar el día de reposo:
“El cuarto mandamiento es una ley que se compone de dos partes: una positiva y otra negativa.
Del lado negativo dice: ‘no hagas en él obra alguna (en el día de reposo)’. Del lado positivo:
‘acuérdate del día de reposo para santificarlo’…
“Cada semana encontramos gente que, en actitud desafiante, lleva adelante su trabajo y
actividades recreativas en el día del Señor. Muchas tiendas y otros establecimientos comerciales
exhiben grandes carteles: ‘abierto el domingo’. Las fábricas y negocios prosiguen sus actividades
‘a todo vapor’. En ese día se visita casas que están en venta y se efectúa la venta de las mismas.
Las playas, parques y otros lugares de diversión están más concurridos que nunca. Largas filas de
personas esperan turno para comprar sus boletos frente a los teatros. Los estadios y arenas atraen
a miles, y las familias tienen sus reuniones en parques y lugares de recreo en las montañas. Los
estudiantes hacen sus tareas escolares y estudian sus lecciones. Los ganaderos siguen atendiendo a
sus ganados. La gente viaja innecesariamente. Los agricultores aran la tierra, cultivan y cosechan
sus plantíos. Algunos hombres de negocios cierran sus oficinas pero usan los días de reposo para
ir a los arroyos a pescar y a las montañas para cazar. Las mujeres limpian la casa y hacen otras
tareas hogareñas. Otros van de excursión. La gente, en general, parece estar sobre ruedas: Los
caminos están repletos. Hombres a medio vestir podan los arbustos de las cercas o cortan el
césped. Los restaurantes y lugares de venta de comida lista para llevar trabajan casi
frenéticamente. Mujeres ataviadas en ropa de casa y hombres sin afeitar pasan horas
holgazaneando en sus casas. La élite social tiene recepciones y se reúne para tomar el té y,
semana tras semana, el día de reposo es profanado y la ley de Dios es desafiada.
“Se entiende que mucha gente buena se ve competida a trabajar durante el día de reposo, ya que si
no lo hacen se exponen a perder su empleo. Pero, frecuentemente, aquellos a quienes sus horas de
trabajo les exigen que trabajen parte del día de reposo encuentran excusas para no participar del
todo en actividades de adoración usando el trabajo como pantalla. Esas personas raramente
trabajan el domingo más horas que otras personas, y si tienen la voluntad de hacerlo,
generalmente pueden encontrar suficiente tiempo para prestar servicio a sus semejantes y
santificar el día de reposo en las horas que sobran.
“Cuando el empleo es escaso y difícil de obtener, algunas personas se ven obligadas a trabajar
durante el día santo como ‘buey en el lodazal’. Pero cuando el trabajo abunda, los hombres
pueden encontrar trabajo que no requiera servicio en domingo. Quizás sea un sacrificio financiero
conformarse con las ganancias obtenidas sin trabajar en el día santo, pero el Señor ha prometido
que bendecirá a quienes vivan sus leyes.” (En parte 1, The Ten Commandments Today, págs. 55,
57-58.)
Luego, refiriéndose a los aspectos positivos del mandamiento, el élder Kimball dijo:

“El término hebreo Sabbath significa ‘reposo’. Abarca el concepto de quieta tranquilidad, paz
mental y espiritual. Es un día para librarse de intereses egoístas y actividades absorbentes.
“El día de reposo ha sido dado a través de las generaciones del hombre como convenio perpetuo,
y es una señal perpetua entre el Señor y sus hijos. Es un día en el cual podemos adorar y expresar
nuestra gratitud y aprecio al Señor. Es un día en el cual debemos someter todo interés mundano y
alabar humildemente al Señor, pues la humildad es el comienzo de la exaltación. No es un día
para aflicciones y cargas sino para reposo y gozo. No es un día para banquetes, sino un día de
comidas sencillas y fiesta espiritual; no es un día de abstinencia, a no ser que se trate del día de
ayuno, sino un día en el que la empleada y la señora pueden verse aliviadas de la preparación. Es
un día otorgado por la gracia de nuestro Padre Celestial. Es un día en el que los animales deben
ser dejados libres para pastar y descansar, en el que el arado puede ser guardado en el lugar de las
herramientas y en el que otras máquinas deben enfriarse; un día en el que el patrón y el empleado,
el amo y el siervo pueden estar libres de la tarea de arar, hacer zanjas, en fin, de esforzarse. Es un
día en el que se debe cerrar la oficina, posponer los negocios, y olvidar las dificultades; un día en
el que el hombre puede verse temporalmente libre de aquel primer mandamiento ‘con el sudor de
tu rostro comerás el pan hasta que vuelvas a la tierra…’ Es un día en el cual el cuerpo puede
descansar, la mente relajarse y los espíritus pueden desarrollarse. Es un día en el que se puede
cantar, orar, predicar y dar testimonio, y en el que el hombre puede elevarse casi anulando el
tiempo, el espacio y la distancia que lo separa de su Creador.
“El día de reposo es un día en el cual debemos hacer un inventario para analizar nuestras
debilidades y confesar nuestros pecados a los que nos rodean y a nuestro Señor. Es un día en el
cual podemos leer buenos libros, meditar, estudiar las Escrituras y preparar discursos y lecciones,
un día para dormir la siesta y descansar, para visitar a los enfermos, predicar el evangelio y visitar
investigadores; un día para que nos reunamos tranquilamente con la familia y lleguemos a
conocer mejor a nuestros hijos; un día para cortejar adecuadamente, para hacer el bien, para beber
en la fuente de conocimiento e instrucción, para buscar el perdón de nuestros pecados, para
enriquecer nuestro espíritu y alma, para restaurarnos a nuestra estatura espiritual; un día para
participar de los emblemas del sacrificio y expiación de Cristo, para contemplar las glorias del
evangelio y de los horizontes eternos, para elevarnos en el sendero que lleva hacia nuestro Padre
Celestial.” (En “The Fourth Commandment”, parte 2, The Ten Commandments Today, págs. 66-
68.)
(11-9) Exodo 20:12. “Honra a tu padre y a tu madre”
El quinto mandamiento establece claramente la im portancia de la familia ante la vista de Dios.
Las relaciones familiares apropiadas constituyen uno de los diez principios fundamentales de la
ley, tanto en este mundo como en el venidero. En obediencia a esta ley, la unidad familiar y todos
los demás sectores de la sociedad permanecen estables y saludables. En esta época, que se
profetizó que sería una época en la que habría personas “desobedientes a los padres…sin afecto
natural” (2 Timoteo 3:2-3), uno tiene que considerar seriamente las implicaciones del
mandamiento de honrar padre y madre, y la promesa que encierra.
Si los padres son personas rectas y temerosas de Dios, los hijos tienen poca dificultad en entender
los mandamientos, aunque algunas veces les sea difícil obedecerlos. Si los padres no son rectos,
sin embargo, a menudo surgen dos interrogantes respecto a este mandamiento. Primero, ¿se
requiere honrar a los padres aunque éstos sean inicuos? Y segundo, ¿implica obediencia el
concepto de honrar, si los padres demandan una conducta equivocada?
Ante todo, aunque en la mayoría de los casos honrar incluye obedecer, los dos conceptos no son
lo mismo. Honrar significa “respetar…enaltecer o premiar por su mérito…” Obediencia es el
cumplimiento “de la voluntad de quien manda”. Pablo dijo: “Hijos, obedeced en el Señor a
vuestros padres, porque esto es justo” (Efesios 6:1; cursiva agregada), e inmediatamente añade:
“Honra a tu padre y a tu madre” (vers. 2). Obedecer a los padres en el Señor significa obedecerlos
en las cosas que son rectas (véase McConkie, Doctrinal New Testament Commentary, 2:521).
Sin embargo, siempre que un hijo vive rectamente, acarrea honor a sus padres, sea que sus padres
sean rectos o no. También es cierto el concepto opuesto: Siempre que un hijo vive inicuamente
acarrea vergüenza a sus padres, sea que ellos sean rectos o no. De manera que honrar a los padres
no siempre implica obedecerles. En aquellos casos, relativamente pocos, en que los padres pidan
o fomenten una conducta incorrecta de parte de sus hijos, ellos no los honran si les obedecen.
Pero no hay calificativo añadido al mandamiento de honrar padre y madre. Para entender la razón
de esto es necesario examinar el modelo perfecto de la relación entre padres e hijos. Solamente en
la relación de nuestros Padres Celestiales con sus hijos se encuentra el modelo perfecto de
paternidad. Los Dioses, naturalmente, son perfectamente honorables (esto es, merecedores de
honra por parte de sus hijos). Si ellos fueran los únicos padres con los que uno tuviera que tratar,
sería fácil honrarlos.
Pero, en su sabiduría infinita, han elegido poner a padres mortales para que los representen en la
creación y crianza de sus hijos. En otras palabras, los padres son los representantes directos de
Dios en la mortalidad y, por lo tanto, así como en el caso de los oficios del sacerdocio, se requiere
que los padres honren su llamamiento como representantes de Dios, cumpliendo con las
responsabilidades y obligaciones propias de tal llamamiento. Los padres son obligados a
esforzarse para ser lo más parecidos posible a Dios. El Señor ha dejado bien en claro que si
fracasamos en nuestra responsabilidad como padres, la cual incluye enseñar a los hijos lo que El
les enseñaría si estuviera aquí, vendrán serias consecuencias (véase D. y C. 68:25-31; 93:39-44).

Cumbre del Monte Sinaí


Si los padres no cumplen con las responsabilidades de su llamamiento (y, naturalmente, ningún
padre puede hacerlo perfectamente), son responsables ante Dios, pero esta circunstancia no quiere
decir que por eso los hijos ya no tengan la obligación de honrarlos. Una vez más, si estudiamos
los paralelos con un oficio o llamamiento en el sacerdocio, podremos entender la razón por la que
el Señor nos pide esto. Si bien es cierto que ningún poseedor del sacerdocio cumple perfectamente
con su oficio y llamamiento, su oficio en sí debe ser honrado a pesar de las imperfecciones del
individuo. Por ejemplo, aunque un obispo fuera a ser relevado por causa de indignidad personal,
uno no deja de honrar su oficio de obispo.
La historia de David y de Saúl es una ilustración clásica de este principio. Saúl había sido elegido
y ungido como rey por mandato del Señor. Luego, por causa de su orgullo y testarudez, perdió el
apoyo y la protección de Dios, y finalmente pecó gravemente y el Espíritu del Señor se apartó de
él. David, elegido y ungido como su sucesor, fue amenazado de muerte por Saúl en varias
oportunidades; y a pesar de ello, una y otra vez David rehusó levantar la mano contra Saúl. Su
respuesta era: “No extenderé mi mano contra mi señor, porque es el ungido de Jehová” (1 Samuel
24:10). Sin lugar a dudas, Saúl había fracasado en su llamamiento, pero David sabiamente
entendió que ese fracaso hacía a Saúl responsable ante Dios, no ante David. Del mismo modo, un
padre puede fracasar rotundamente en su oficio y llamamiento, aun al punto en el que el hijo no
puede más seguir su ejemplo, pero este hijo siempre tiene la obligación de honrar a su progenitor
por motivo que sigue siendo representante de Dios. El élder Bruce R. McConkie declaró este
principio en la forma siguiente:
“Los hijos vienen al estado mortal con el requisito inherente, puesto en sus almas por aquel Ser
que les dio vida como espíritus, de honrar a sus padres y obedecer su consejo en rectitud.”
(Doctrinal New Testament Commentary, 2:521.)
(11-10) Exodo 20:12. “Para que tus días se alarguen en la tierra”
Como se hizo notar anteriormente, el apóstol Pablo se refirió al quinto mandamiento diciendo que
es el primer mandamiento con promesa (véase Efesios 6:1-2). ¿Cómo es que honrar a los padres
lleva a una vida prolongada sobre la tierra? Para responder a esa pregunta deben ser considerados
los puntos siguientes:
1. Los israelitas habían recibido la promesa de una tierra en particular como su herencia, así como
los jareditas y la familia de Lehi recibieron una tierra prometida. En todos estos casos el Señor
enseñó claramente que tal herencia no era automática, sino que dependía de la rectitud de ellos, y
que la maldad pondría en peligro la obtención de esa herencia (véase Deuteronomio 28:1-2, 7, 10;
1 Nefi 2:20-21; Eter 2:7-12).
2. Cuando Moisés resumió la ley que había sido dada a Israel, cambió un poco las palabras del
quinto mandamiento. En Deuteronomio 5:16 leemos: “Honra a tu padre y a tu madre, como
Jehová tu Dios te ha mandado, para que sean prolongados tus días, y para que te vaya bien sobre
la tierra que Jehová tu Dios te da”. (Cursiva agregada.)
3. Moisés mandó a los padres de Israel que diligentemente enseñaran a sus hijos las leyes de Dios y
les dijo: “para que te vaya bien en la tierra que fluye leche y miel” (Deuteronomio 6:3; véase
también Exodo 20:3-17 donde se encuentran todos los mandamientos dados a los padres).
4. Anteriormente Moisés usó una expresión semejante al advertir a los israelitas: “Cuando hayáis
engendrado hijos y nietos…e hiciereis lo malo ante los ojos de Jehová…yo pongo hoy por
testigos al cielo y a la tierra, que pronto pereceréis totalmente de la tierra…No estaréis en ella
largos días sin que seáis destruidos.” (Deuteronomio 4:25-26; cursiva agregada.) Entonces Moisés
declaró el mismo principio, esta vez en una forma positiva, usando el mismo lenguaje que usó en
el quinto mandamiento: “Y guarda sus estatutos y sus mandamientos los cuales yo te mando hoy,
para que te vaya bien a ti y a tus hijos después de ti, y prolongues tus días sobre la tierra que
Jehová tu Dios te da para siempre” (Deuteronomio 4:40).
5. Para resumir: la condición para recibir y conservar una herencia en una tierra prometida es la
rectitud personal. Solamente si los padres enseñan a sus hijos la ley de Dios y los hijos honran y
obedecen a los padres, se podrá mantener esta rectitud personal. De manera que para permanecer
en la tierra largo tiempo (Exodo 20:12), la unidad familiar debe funcionar adecuadamente y los
hijos deben honrar a sus padres.
6. Hay otro aspecto del mandamiento que debemos analizar: las bendiciones personales que
recibimos por obedecerlo. El Señor prometió que aquellos que obedezcan los mandamientos
gozarán de salud, vigor y fuerza, y que el “ángel destructor pasará de ellos” (D. y C. 89:18-21).
Comentando la frase de Pablo con relación a que este mandamiento fue el “primero con promesa”
(Efesios 6:2), el élder Bruce R. McConkie dijo:
“Aquí Pablo interpreta la promesa como una promesa personal. Los hijos obedientes y fieles
tendrán una vida larga sobre la tierra. Esto es, en la generalidad de los casos, que la vida mortal es
prolongada por la obediencia a las leyes del evangelio; pero, más particularmente y en un sentido
más elevado, los que son temerosos de Dios y justos, refiriéndose a los humildes, vivirán sobre la
tierra una vez más en su estado final o celestial (D. y C. 88:16-20).” (Doctrinal New Testament
Commentary, 2:521-22.)
(11-11) Exodo 20:13. “No matarás”
“Uno de los pecados más graves entre todos y que atenta contra el plan de salvación del Señor es
el asesinato o la destrucción de la vida humana. Parece claro que el ser culpable de destruir la vida
es un acto de /rebelión, contra el plan del Todopoderoso porque se le niega al individuo cuya vida
se destruye el privilegio de tener una experiencia plena en esta oportunidad de aprendizaje
terrenal. Este pecado está en la misma categoría que la rebelión de Satanás y sus huestes, y, por lo
tanto, no deberá sorprendernos si los castigos impuestos sobre un asesino fueran de carácter
semejante al de los impuestos a aquellos espíritus que fueron expulsados de los cielos junto con
Satanás.” (Harold B. Lee en “The Sixth Commandment”, parte I, The Ten Commandments
Today, pág. 88.)
(11-12) Exodo 20:13. ¿En qué forma el mandamiento de no matar afecta a
quienes participan en la guerra?
“En una declaración incluida en un mensaje de la Primera Presidencia de la Iglesia durante la
Segunda Guerra Mundial, y presentada en la Conferencia General del 6 de abril de 1942, este
tema fue analizado detenidamente. El mensaje fue presentado en un momento en el que casi cien
mil jóvenes Santos de los Ultimos Días estaban en combate o entrenándose para combatir en la
guerra más destructiva de toda la historia. Cito aquí parte de aquel mensaje (páginas 32-36)
“ ‘…la Iglesia está, y debe estar, contra la guerra. La Iglesia misma no puede hacer la guerra a
menos que el Señor dicte nuevos mandamientos, ni puede considerar a la guerra como un medio
justo para arreglar disputas internacionales; esas disputas deberían y podrían ser resueltas, con el
acuerdo de las naciones, mediante la negociación pacífica.
“ ‘Pero los miembros de la Iglesia son ciudadanos o vasallos de potestades sobre las que la Iglesia
no tiene control alguno. El Señor mismo nos ha dicho que [(se cita D. y C. 98:4-7)].’
“Aunque por sus términos esta revelación se relacionaba más especialmente con Estados Unidos,
los principios enunciados en ella son universales en su aplicación, y están dirigidos
específicamente a todos los miembros de la Iglesia. Por lo tanto, cuando la ley constitucional de
un país llama a los hombres de la Iglesia a integrar las fuerzas armadas de ese país al cual están
sujetos, su deber cívico es responder al llamamiento. Si por escuchar ese llamado, y obedeciendo
a quienes tienen el mando sobre ellos, quitan la vida de aquellos que pelean en su contra, ese acto
no los constituye asesinos, ni los sujeta al castigo que Dios ha decretado para quienes matan, por
las razones mencionadas en seguida. Sería un Dios cruel si castigara a sus hijos como pecadores
por actos cometidos como inocentes instrumentos de una soberanía la cual El les ha dicho que
tienen que obedecer y cuyos mandatos no tienen poder para resistir.

Lugar donde se cree que fue el campamento de Israel mientras Moisés estaba en el
Monte Sinaí)
“ ‘El mundo entero se encuentra sumergido en una guerra que parece la peor de todos los tiempos.
Esta Iglesia es una Iglesia universal. Sus miembros devotos se encuentran en ambos campos y son
los instrumentos inocentes de sus gobiernos en conflicto. De ambos lados creen que están
luchando por sus hogares, por su país y por la libertad, y todos oran al mismo Dios, en el mismo
nombre, clamando la victoria. Ambos bandos no pueden tener razón completamente y es posible
que ninguno esté libre de error. Dios decidirá, en su propia manera, la justicia y la rectitud del
conflicto, pero El no tendrá por responsables del conflicto a los inocentes instrumentos de la
guerra, nuestros hermanos en armas. Esta es una de las grandes crisis en la vida terrenal del
hombre y Dios está al timón.’
“Hay, entonces, una enorme diferencia entre destruir la vida actuando bajo el mandato de una
nación soberana a la cual tenemos el deber de obedecer, y matar por responsabilidad propia. Sería
conveniente que todo joven llamado al servicio militar estudiara cuidadosamente la declaración de
la Primera Presidencia que acabo de citar.” (Lee, en “The Sixth Commandment”, parte 2, The Ten
Commandments Today, págs. 93-94.)
(11-13) Exodo 20:14. “No cometerás adulterio”
“El hombre debe reproducirse. No forma parte del reino vegetal y, por lo tanto, no sigue los
principios que rigen esa forma de vida, ni es un animal guiado por los instintos. Como hijo de
Dios, el hombre recibió poderes no otorgados a otras formas de vida. Fue hecho de la raza divina
y por lo tanto pudo tener muchos de los privilegios y poderes pertinentes a la divinidad.
“El poder de la reproducción es dado al hombre para perpetuar su especie de la misma manera
que le fue dado a formas inferiores de vida. Pero en tanto que el Señor estableció leyes naturales
que rigen el uso de este poder entre las formas inferiores, leyes que los animales por su naturaleza
no tienen la tendencia de quebrantar, el hombre está en una situación diferente. Con su libre
albedrío, con sus impulsos, algunos para bien otros para mal (aun Satanás se rebeló en la
preexistencia), puede usar estos poderes dados por Dios para propósitos buenos o malos. A
diferencia de los animales, este poder no es gobernado por instinto en el hombre sino que es
asunto de elección. El hombre poseía el derecho de escoger antes de venir al mundo, y ese
derecho no le fue quitado al hacerse mortal. Los animales no corrompen sus poderes
reproductivos, pues el instinto se ocupa de eso. Pero ¿qué ha de hacer el hombre? Esta pregunta
nos lleva al núcleo del propósito por el cual el hombre fue enviado aquí: para probarlo y saber si
es digno de volver a la presencia de Dios. Con este derecho de escoger por sí mismo, está libre
para elegir su propia senda y puede hacer lo que ennoblece o lo que rebaja.
“Las leyes son la respuesta. ¿En qué otra forma podría tratar Dios con un ser inteligente que tiene
el derecho de elección y que tiene que ser probado para ver qué camino elige?
“De manera que Dios llamó ante El al primer hombre y a la primera mujer. Como macho y
hembra tenían que reproducir su especie, pero tenían que hacerlo bajo ciertas condiciones
prescritas por Dios…
“El convenio del matrimonio, este pacto sagrado que tiene una duración eterna, fue la institución
celestial que Dios nos dio y bajo la cual sus hijos mortales podrían reproducirse. No debía haber
relación sexual fuera del matrimonio. Además, los hijos nacidos a la pareja dentro del matrimonio
señalado por Dios serían sus hijos para siempre y las familias continuarían como unidad aun en la
eternidad. Los lazos familiares, establecidos en la vida terrenal, durarían para siempre. Esto es
parte del sistema del cielo transferido a la tierra y debe ser mantenido siempre como cosa santa.”
(Mark E. Petersen, en “The Seventh Commandment”, parte 1, The Ten Commandments Today,
págs. 104-5.)
(11-14) Exodo 20:15. “No hurtarás”
Los Diez Mandamientos establecen los grandes principios que sirven de fundamento a la justicia
y la rectitud. Son tan amplios y profundos que cubren todos los aspectos de la conducta moral. El
octavo mandamiento es un buen ejemplo, pues está contenido en sólo dos palabras, y, sin
embargo, las implicaciones son tales que tratan de muchos aspectos de la conducta del hombre.
Desde la Caída, Adán y el género humano que vino después de él recibieron el mandamiento de
trabajar por su pan (véase Génesis 3:19). Cuando el hombre busca cosechar los beneficios de las
labores de otro sin compensación adecuada, comete un hurto. Así tenemos que el hurto consiste
en mucho más que solamente tomar la propiedad ajena. El presidente Spencer W. Kimball dijo:
“La palabra del Señor tiene aplicación tanto en nuestro trabajo como en nuestra vida particular:
‘No hurtarás…ni harás cosa semejante’ (D. y C. 59:6).
“A menudo nos encontramos justificándonos en toda forma de actos faltos de honradez,
incluyendo el robar en las tiendas, lo que es sucio y bajo, y que, sin embargo, es cometido por
millones de personas que dicen ser honorables y decentes.
“La falta de honradez viene en muchas formas: en atracos a mano armada; en la explotación del
amor y las emociones de alguien para obtener lucro; en el robo de dinero o llevarnos lo que
pertenece a los patrones; en la falsificación de cuentas bancarias; en sacar ventaja de otros
contribuyentes al erario público, mediante reclamos falsos; en buscar exoneraciones no
justificadas; en los préstamos particulares u oficiales, sin intención de devolver lo solicitado; en
declararse en bancarrota injusta e impropiamente, solamente para evitar el pago de deudas
pendientes; en robar en la calle o en las casas, dinero y otras posesiones de valor; en robar tiempo,
dando menos de la labor honesta de trabajo de un día a cambio del pago por un día completo; en
viajar sin pagar el precio debido para hacerlo; en fin, en todas formas de falta de honradez, en
todos los lugares y en todas las condiciones.
“A todos los hurtos y actos carentes de honradez, el Señor dice: ‘No hurtarás’. Usó solamente dos
palabras breves. Ya que es posible que se haya preocupado por la larga lista que tendría que haber
hecho de las distintas formas de robar, falsificar y aprovecharnos de nuestro prójimo. Así que
incluyó todos los métodos existentes para tomar lo que no nos pertenece diciendo sencillamente:
‘No hurtarás’.” (”A Report and a Challenge”, Ensign, noviembre de 1976, pág. 6.)
(11-15) Exodo 20:16. “No hablarás…falso testimonio”
“El asesinato, el adulterio y el robo, relacionados directamente con la vida, la virtud y
la propiedad, generalmente son considerados ante la ley como ofensas más serias que hablar falso
testimonio. Y, sin embargo, lo que a esto le falte en gravedad se compensa con la frecuencia con
que se comete. Es más, la mayoría de quienes leen estas lecciones probablemente se aparte, como
lo haría de una plaga, de las tres ofensas sociales mencionadas primero; pero consciente o
inconscientemente todos, el algún momento, nos vemos tentados al rumor descuidado y a otras
formas de expresar falso testimonio…
“Dar falso testimonio es testificar o repetir murmuraciones, insinuaciones, especulaciones como si
fueran verdad, para daño de un ser humano. A veces la práctica arranca de una falta de
información correcta; otras, de falta de comprensión, o de una disposición enfermiza para
distorsionar y falsear la verdad.
“En tanto que el asesinato consiste en quitar la vida, el decir falso testimonio consiste en la
destrucción del carácter o en la difamación. Llega a la ruina de la reputación del individuo.”
(Adam S. Bennion, en “The Ninth Commandment”, parte 1, The Ten Commandments Today,
págs. 134-36.)
(11-16) Exodo 20:17. “No codiciarás”
“Este es el último de los Diez Mandamientos, y si no tuviera tanta relación con los demás,
algunos podrían suponer que es uno de los de menor importancia. Pero todos los mandamientos se
interrelacionan de tal manera que no se puede desobedecer uno sin debilitar los demás. Para
ilustrar el punto (y para tener presente a los otros nueve):
“Quien codicia las ‘cosas’ materiales de la vida puede tener ‘otros dioses ajenos’ delante del
Señor y puede inclinarse ante los mismos en pensamiento y espíritu, aunque no lo hace
físicamente.
“Quien codicia puede tornarse duro y descuidado en otras cosas también, tales como ‘tomar en
vano el nombre del Señor’.
“Quien codicia puede no santificar el día de reposo a fin de obtener más ganancias.
“El que codicia tal vez no apoye a su padre y a su madre en sus necesidades.
“Algunos han llegado al asesinato por causa de la codicia.
“Muchos que han codiciado ‘la mujer del prójimo’ han cometido el grave pecado del adulterio.
“Quien codicia tiene más propensión a robar (o a estafar o cometer desfalcos, etc.).
“El que codicia puede dar falso testimonio a fin de obtener beneficios.
“De manera que el décimo mandamiento está inseparablemente integrado a todos los demás, y
codiciar podría llevar a la infracción de todos los otros, pues la vida es una unidad en la que cada
parte complementa a las demás. Y en la palabra de Dios también hay unidad y armonía, y toda
palabra de El proviene de la misma fuente. Y cada vez que ignoramos algún consejo o
mandamiento divino, podemos estar bien seguros de que nos debilitamos y aumentamos nuestra
susceptibilidad ante los demás pecados…
“El mandamiento contra la codicia no significa que no debemos tener un deseo sano de mejorar
nuestra situación. No quiere decir tampoco que no debemos tener una honrada ambición de poseer
más de las cosas buenas de la vida, ni significa que no podamos admirar lo que tiene nuestro
prójimo y buscar, con nuestro esfuerzo, obtener cosas de igual valor. La tierra tiene abundancia
para todos, y la necesidad interior de adquirir para nosotros las cosas buenas que otros tienen es
una cualidad productiva del carácter, siempre que las adquiramos mediante el esfuerzo honrado,
por las sendas de lo que es legal y manteniendo la vida bien equilibrada. El peligro surge cuando
lo que no es más que una ‘cosa’ comienza a importar demasiado.” (Richard L. Evans, en “The
Tenth Commandment”, parte 1, The Ten Commandments Today, págs. 142-44.)
Las Escrituras contienen una interesante definición de la codicia. Pablo, en dos ocasiones,
comparó la codicia con la idolatría (véase Efesios 5:5; Colosenses 3:5). La implicación que surge
es que cuando ponemos el corazón en las cosas del mundo, al extremo de que la lealtad a Dios y
sus principios ya no importa, entonces las cosas materiales se tornan en dioses para esa persona;
las busca y las adora, y esta práctica es idolatría. El Señor dijo que la idolatría era una
característica bien marcada de esta generación (véase D. y C. 1:16). Samuel le dijo a Saúl que el
pecado y la iniquidad también son idolatría (véase 1 Samuel 15:23).
RESUMEN ANALITICO

(11-17) Las leyes establecidas en los Diez Mandamientos ya estaban vigentes antes que la tierra
fuera organizada. Todos los profetas las han enseñado y son los cimientos de todas las
civilizaciones que han sido establecidas. También son las pautas para una vida plena y feliz. Si
somos sabios, buscaremos estas bendiciones mediante la obediencia a los mandamientos. El
profeta José Smith dijo:
“La felicidad es el objeto y propósito de nuestra existencia; y también será el fin de ella si
seguimos el camino que nos conduce a la felicidad; y este camino es virtud, justicia, fidelidad,
santidad y obediencia a todos los mandamientos de Dios. Mas no podemos guardar todos los
mandamientos si en primer lugar no los sabemos, y no podemos esperar saberlos todos, o saber
más de lo que ya sabemos a menos que cumplamos o guardemos lo que ya hemos recibido.
Aquello que en tal o cual circunstancia es malo puede ser, y frecuentemente es bueno en otra.”
(Enseñanzas pág. 312.)
Es importante notar que aún hoy en día, en la dispensación del cumplimiento de los tiempos, el
Señor ha reiterado cada punto de la ley sagrada. Deténgase un momento para considerar la
aplicación de los Diez Mandamientos en la actualidad y para ello lea los pasajes anotados a
continuación.

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