La Generacion de Los Hijos Gavazzo

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“La generación de los hijos: identificaciones y participación de los

descendientes de bolivianos y paraguayos en Buenos Aires” 1

Natalia Gavazzo 2

Resumen: Este artículo se basa en una tesis doctoral que, teniendo en cuenta que son las dos
comunidades de inmigrantes más numerosas y reconocidas de Buenos Aires, analiza algunas formas de
identificación de los hijos de bolivianos y paraguayos a fin de comprender el impacto que tiene la
migración a largo plazo en las "nuevas" generaciones. Allí se examina la articulación de estas
identificaciones con algunas formas de participación de los descendientes en organizaciones y proyectos
colectivos de diversa índole. En este trabajo se retoman algunas características generales referidas a las
identificaciones de los descendientes de bolivianos y paraguayos en la ciudad para comprender los
modos en que el término “generación” define a estos descendientes como un grupo distinguible tanto
dentro de la estructura familiar (es decir, como "hijos") como dentro de la estructura etaria (como
"jóvenes"). Se propone estudiar las prácticas que se derivan de estas identificaciones y sus efectos en
las relaciones sociales y en la auto-presentación de los hijos en diversos ámbitos de actuación. Esto
posibilitará analizar el lugar que ocupan las organizaciones de la sociedad civil en la lucha por los
derechos de los migrantes (especialmente bolivianos y paraguayos) y sus familias (específicamente sus
hijos), como al rol que ellos ocupan en la transformación de la sociedad porteña-argentina, considerando
el contexto discriminatorio que ha definido a estos migrantes como no deseados.

Palabras clave: generación – hijos de inmigrantes – identificaciones - participación

Abstract: This article is based on a PhD thesis that analizes some ways of identification among
second-generation Bolivians and Paraguayans in Buenos Aires –given that they are the two biggest
immigrant communities in that city and in Argentina- in order to understand the impact that migration
has in the long-term duration. The thesis also examines the articulation between those identifications
and diverse forms of participation displayed by the descendants in the frame of organizations and
collective projects created by their communities. In this article some of the general characteristics of
Bolivian and Paraguay descendants’ identifications in the city are revised, in order to comprehend how
the notion of “generation” help to define those descendants as a distinguishable group both within the
frame of family (as “sons” and “daughters”) and within the age social structure (as “young”). The aim is
to study some practices derived from those identifications and their effects in the social relationships
and in the self-definition of the descendants in different contexts. Eventually this will allow to analyze
the place that civil society organizations are playing in the struggle for migrants rights (specially
Bolivians and Paraguayans) and their families (specially their children) and, at the same time, the role
that the descendants are playing in the transformations of local society, considering the discriminatory
context within which these migrants were -and still are- defined as “unwanted”

Keywords: generation – descendants of immigrants – identifications - participation

1 Una versión anterior de este trabajo fue presentado en el V Congreso de la Asociación Latinoamericana de
Población, Montevideo, Uruguay, del 23 al 26 de octubre de 2012.
2
Natalia Gavazzo es Doctora en Antropología (FFyL – UBA), Magíster en Estudios Latinoamericanos
(University of London, Reino Unido) y Licenciada en Ciencias Antropológicas (FFyL – UBA). También es
Profesora y Becaria Postdoctoral del CONICET en la Universidad Nacional de San Martin (IDAES-
UNSAM). Desde 1999 investiga distintos aspectos de las migraciones desde países limítrofes hacia la
Argentina, desde la práctica de danzas, el activismo y las relaciones comunitarias hasta el
(trans)nacionalismo, el asociacionismo y las políticas publicas. Su actual proyecto de investigación trata
sobre las identificaciones de los hijos de bolivianos y paraguayos en el Area Metropolitana de Buenos Aires
en comparación con otras ciudades argentinas, y sobre el impacto que las mismas tienen en sus formas de
participación en organizaciones y en acciones colectivas de ambas colectividades. Dirección: Cachimayo 241
dept.3. C.P. 1424. Teléfono: (011)4432-9373 E-mail: [email protected].

1
1. Introducción: diferencia cultural y migración a través de las generaciones

Debido a la importancia que se observa no sólo en el volumen del flujo


inmigratorio en Argentina sino además en el impacto que tiene ese flujo en la sociedad “de
destino”, existe un vasto campo de estudios migratorios a los que este trabajo refiere en
mayor o menor medida. Los primeros avances se dieron en el campo de la historia
(Devoto, 2003) y la sociología (Germani, 1987[1955]), y aunque inicialmente se enfocaron
en las migraciones del siglo XIX y primer mitad del XX, en los últimos diez o quince años
las migraciones intra-regionales han sido crecientemente analizadas. Entre los enfoques
que proliferaron se debe mencionar el de los demógrafos, geógrafos, politólogos,
comunicólogos, especialistas del derecho y economistas. Los antropólogos se han
incorporado bastante después a este campo de estudios (Bargman, y otros 1992), sobre
todo en cuanto a la compresión de la dimensión cultural de las migraciones.
A ese respecto, partimos de que la inmigración es “constitutiva de nuestra sociedad
actual, parte integral del proyecto nacional decimonónico que, a medida que el tiempo ha
pasado, ha contribuido a construir cierta identidad” (Oteiza, Novick y Aruj, 1997:7).
Inmigrantes de todo el mundo han participado del desarrollo y crecimiento de la nación
argentina desde su nacimiento, tanto como mano de obra para el sector agrícola como
también –al menos para las elites liberales- como una fuerza para “civilizar” a la población
nativa. Funcionarios e intelectuales que promovieron la inmigración transoceánica a fines
del siglo XIX y principios del XX pensaron que los inmigrantes europeos iban a
“blanquear” a la población local. El discurso de apertura se correspondió entonces con una
normativa de recepción de los inmigrantes y de garantía de sus derechos básicos (Segato,
2002; Courtis y Pacecca, 2007; Domenech, 2008; Gavazzo, 2009).
En este sentido, los estudios sobre la inmigración en Argentina se han realizado
durante muchas décadas a partir de un “paradigma asimilacionista”, que sostenía que la
fusión de los inmigrantes (en ese momento, europeos) se debía en gran medida a su peso
demográfico, a su inserción en un único sistema de estratificación social, a su débil
identificación con sus naciones de origen, a la cultura abierta de la sociedad argentina y a
la infrecuente evaluación de la misma como “cultura a imitar” (Canelo, 2011). Pero a partir
de la década de 1980 los estudios migratorios en Argentina comenzaron a cuestionar la
idea del “crisol”, tomando por foco a grupos étnicos particulares e incorporando como
cuestión a la diferencia cultural. Desde entonces la historia económica perdió centralidad a
favor de una nueva historia social y de una emergente antropología histórica, más cercanas
al modelo del “pluralismo cultural” que al del “crisol” (Caggiano, 2005). Simultáneamente
se pasó de un paradigma fundamentalmente cuantitativo a uno más cualitativo, que además
involucra una gran variedad de abordajes, todo lo que resulta en la proliferación de nuevos
estudios de caso.
Recuperando estos recorridos, en este artículo se expone parte de una tesis doctoral
(Gavazzo, 2012) que se encuadró dentro de lo que podría denominarse como una mirada
antropológica de las migraciones a través de las generaciones.3 En la misma se analizaron

3
Por razones de limitación de espacio, en este artículo no podré detallar la totalidad de la bibliografía
específica recopilada en la tesis y que funciona como base de la investigación que sustenta algunas de las
afirmaciones del mismo. En todo caso, para conocer las referencias bibliográficas de los temas referidos en él
-como la antropología de las migraciones en el país, y/o la inmigración boliviana y paraguaya en Argentina,

2
algunas identificaciones que se construyen entre jóvenes argentinos hijos de inmigrantes
bolivianos y paraguayos en el Área Metropolitana de Buenos Aires (AMBA) 4 en relación
al origen de sus padres. Considerando varios ejes como el nacional, de clase, étnico, de
género, etario, entre otros, se propuso además comprender los efectos particulares de esas
identificaciones en aquellos descendientes que participan en organizaciones vinculadas a
las comunidades de origen de sus padres, puesto que las mismas pueden ser usadas como
herramientas modelando formas de participar social y políticamente válidas y vigentes.
¿Cómo impactan entonces esas identificaciones con el origen migratorio de los padres en
las maneras de participar que tienen los jóvenes hijos de migrantes bolivianos y
paraguayos en el AMBA? A partir de este análisis, en este artículo se propone conocer
algunas posibilidades de agencia de estos “hijos” de inmigrantes, y de su ingreso como
sujetos políticos en la arena pública, específicamente en la lucha contra la discriminación y
por el reconocimiento de los derechos de “sus” comunidades. ¿Cómo se articulan esas
identificaciones con sus acciones colectivas?
Para responder, deberemos considerar además cuándo y cómo el Estado argentino,
a través de sus políticas y sus instituciones, interpela y convoca a la participación a la así
llamada “segunda generación de inmigrantes”. Puesto que el “crisol de razas” se encuentra
en constante reactualización, resulta central el hecho de que en su devenir histórico la
construcción de la identidad nacional argentina ha renegado frecuentemente de la presencia
de las poblaciones de origen boliviano y paraguayo. O bien, si la ha visibilizado en
ocasiones lo ha hecho de maneras estigmatizantes que –como será remarcado en este
artículo- tienen un impacto específico en sus descendientes, que –a pesar de ser nativos
argentinos- se ven atravesados en sus identificaciones y sus formas específicas de
participación.
Justamente a lo largo de la historia argentina ha existido un importante sistema
migratorio en el Cono Sur gracias al cual Argentina podría ser definida como un país
“receptor” también en relación a las naciones vecinas (Balán, 1982). Argentina se ha
constituido como destino de distintas corrientes migratorias, principalmente de las
provenientes de países limítrofes y del Perú. El direccionamiento de flujos migratorios de
carácter limítrofe hacia las grandes áreas urbanas de la Argentina, especialmente el AMBA
a partir de la década de 1940 y 1950, hacen de las mismas importante ejes de recepción de
inmigrantes (Bruno, 2008). La inmigración de personas provenientes de estos dos países en
la ciudad capital argentina se vincula con cambios en los modelos económicos y políticos
de las naciones en cuestión (Martinez Pizarro y Villa, 2001; Benencia, 2003; Halpern,
2005). Y dentro de la población nacida en el extranjero, actualmente las dos poblaciones
mayoritarias, tanto a nivel nacional como de Buenos Aires, son la boliviana y la paraguaya
(Gavazzo, 2012).5 Por ello un estudio comparativo entre ambas comunidades resulta de
vital importancia, más aún cuando en el campo de estudios local existen pocos trabajos que

y/o las prácticas arísticas y culturales de los migrantes, y/o su inserción laboral, y/o la experiencia de los
niños migrantes en las escuelas y/o de las mujeres migrantes- ver Gavazzo, 2012.
4
Esta área comprende a la Ciudad Autónoma de Buenos Aires (CABA) y a veinticuatro municipios lindantes
de la Provincia de Buenos Aires (también conocido como Gran Buenos Aires – GBA). En esta área se
concentran más del 75% de los paraguayos y más del 55% de los bolivianos que residen en todo el territorio
nacional.
5
Según el Censo 2010, 1.805.957 extranjeros residen actualmente en el país, a diferencia de épocas pasadas
en que la mayoría eran de origen europeo, 1.245.054 (o sea casi un 69%) de los actuales migrantes provienen
de países limítrofes. Entr ellos se destcan los paraguayos con más de 550.000 residentes y los bolivianos con
más de 360.000, constituyendo juntos casi el 50% de la población extranjera en el país.

3
distingan ambas comunidades dentro del conjunto denominado “migrantes limítrofes” o
bien que se dediquen a tomar a más de una como referencia.
Otro hecho que resulta significativo es que -a pesar de la importancia de este vasto
campo de estudios migratorios y de que la migración boliviana y paraguaya a la Argentina
cuenta con una historia que abarca varias décadas y generaciones- el tema de las “segundas
generaciones” aún no ha sido explorado del mismo modo que lo fue para otros flujos de
inmigración, como el de los descendientes de inmigrantes provenientes de Asia
(Lamounier, 2002; Onaha, 2000; Gómez, 2008) y Europa (Devoto, 2003; Maluendres,
1994). Es central entonces sistematizar la información disponible y la discusión que se está
manteniendo tanto a nivel local como global, puesto que la cuestión de los descendientes
de inmigrantes viene siendo estudiada con gran interés en otras regiones del mundo. 6 En
Estados Unidos y Europa, por ejemplo, la temática está siendo debatida intensamente
impulsada por la “urgencia” percibida desde la política pública para estructurar un “buen
gobierno” en relación a la creciente inmigración. 7
Si tomamos el caso de Estados Unidos, podemos seguir a Portes (1997) que advierte
sobre las dificultades para los hijos de crecer en una familia de inmigrantes puesto que
buscan equilibrar la orientación de los padres extranjeros con las demandas de
“asimilación” de la sociedad receptora. Así, la “segunda generación” vive una tensión entre
ambas expectativas, lo que puede culminar o bien en el rechazo de la cultura parental o
bien en un repliegue hacia adentro de la comunidad migratoria para no confrontar con la
sociedad exterior (Portes, 1997:248). Aunque algunos estudios asumen que la
“asimilación” lleva progresivamente a la “aculturación”, lo que a su vez llevaría hacia la
movilidad socioeconómica de los hijos, Portes afirma que en las circunstancias presentes
los resultados son opuestos pues frecuentemente se impide su inserción en la sociedad, no
únicamente al mercado laboral sino también mediante la (des)valoración de su identidad
cultural. Pero, ¿sucede lo mismo en a los casos de estudio? ¿Cuál es la identidad cultural
de los hijos de inmigrantes bolivianos y paraguayos del AMBA y cómo afecta esa
identidad a su “asimilación”? ¿Qué comparten padres e hijos que los podría hacer “no
encajar”?
Si analizamos la historia argentina y el lugar del AMBA en la atracción de
inmigración de países de la región, especialmente Bolivia y Paraguay, comprendemos que
ante todo ambos colectivos de inmigrantes comparten una cierta “imagen pública” -
entendida como un conjunto de representaciones sociales que son formas de percibir,
conceptualizar y significar los procesos sociales desde modelos ideológicos construidos
históricamente- (Sinisi 1999). Asimismo, debido a que no existe representación sin
práctica social, esos modelos e imagenes generan simultáneamente prácticas concretas
(1999:45). Así, cuando las representaciones de propio grupo son valorizadas socialmente

6 Se deben usar entonces tanto los estudios realizados para otras comunidades en Argentina (como los
referidos más arriba) como para otros migrantes en el mundo (Portes, 1997; Levitt y Waters, 2002; García
Borrego, 2003; Lewis, 2007; Foner, 2009; Pedone, 2010a y b; Pedreño Canovas, 2010; Castellanos Ortega,
2010; Torres Perez, 2010; Castellanos Ortega, 2010; García Borrego, 2010; Sayad, 2011; entre otros). Para
más detalles sobre esta bibliografía, ver Gavazzo, 2012.
7
Algunos hechos recientes dan cuenta de esta urgencia para los gobiernos. En Europa, podemos resaltar
distintos hechos de violencia en las calles y en las escueles contra inmigrantes (principalmente africanos y
sudamericanos) en España, y también en los suburbios de grandes ciudades de Francia, especialmente París.
Tanto allí como en Estados Unidos aparece una preocupación respecto de su presencia en el espacio público,
lo que podría derivar en una competencia por recursos, incluso en términos políticos. Tal es el caso de la
participación de los jóvenes hijos de mexicanos en las distintas movilizaciones de reclamo por los derechos
de los inmigrantes de ese origen en los Estados Unidos.

4
como positivas, se espera entonces que los sujetos de referencia sean “reconocidos” y
“legítimos”. En contraste cuando son imaginados mediante estereotipos negativos el efecto
que provocan es la estigmatización.
A este respecto, ha sido suficientemente documentado que tanto bolivianos y
paraguayos como otros inmigrantes de la región comparten el estigma de “ser inmigrante
no deseados” y, en oposición a los europeos, son concebidos en ocasiones como un todo,
como un grupo único (Caggiano, 2005). Por medio de esta operación de unificación y
homogeneización, los inmigrantes latinoamericanos fueron definidos como un símbolo del
“atraso”, “primitivismo” y “subdesarrollo” del que este país supuestamente emergió en
parte gracias a los inmigrantes transatlánticos que aportaron la cuota de “civilización”,
“modernización” y “progreso” a la nación argentina desde fines de siglo XIX.8 En este
punto, es posible afirmar que lo que comparten los inmigrantes y sus hijos en los casos
seleccionados –tal como se busca mostrar- es un determinado estigma, es el ser concebidos
como “otros”, aunque –como veremos- la influencia de este estigma varía de acuerdo a los
diferentes estereotipos culturales (algunos asociados a la nacionalidad y otros a la clase
social, la edad o la etnicidad y la raza, entre otros).
Por esta razón, para analizar el modo en que se define socialmente a esta “segunda
generación” de inmigrantes y lo que puede haber de estigmatizante en esa denominación
(García Borrego, 2003), se precisa entonces comprender lo que ese término representa y
cómo se transmite y reproduce. Esto puede ayudarnos a entender las implicancias de la
denominación “inmigrantes de segunda generación” aplicada a los hijos que nunca
inmigraron y que, por esta operación, quedarían unificados con sus padres bajo la categoría
común de “inmigrantes”. Sobre esta clasificación que equipara a los hijos de inmigrantes
con sus padres, y los opone a los “autóctonos”, tal como mostraremos, se sustenta
frecuentemente su estigmatización. 9 Pues al tratar como inmigrantes a esos descendientes
el estigma se transmite “de generación en generación”, y es por eso que resulta
imprescindible atender a las categorías que se utilizan para nombrar a los grupos sociales
con que trabajamos. Como continuación de la tesis mencionada (Gavazzo, 2012), en este
artículo utilizaremos la categoría “hijo” por considerarla más pertinente, no sólo por ser la
de uso “nativo” sino también para superar este sesgo discriminatorio que la noción de
“segunda generación” parece esconder.
Incluso, los ideales promovidos por la denominada “primera generación” podrían
entrar en contradicción con la experiencia cotidiana de los niños, por ejemplo, en las
escuelas.10 Justamente en relación a las imágenes que supuestamente “comparten” con sus
padres, se debe estudiar la forma en que los hijos de inmigrantes son percibidos y
“regulados” por ciertas normas sociales para ver no sólo las dificultades que enfrentan sino
8
En este punto es importante relacionar el concepto de discriminación con el de racismo. Mientras que de
este último existe una amplia gama de literatura, sobre el primero no la hay tanta (Margulis y Urresti, 1999).
Por este motivo, y porque en ocasiones se complementan, es importante considerar similitudes, diferencias y
cruces entre ambas nociones.
9
Entendida como la atribución a “otros” de una identidad negativamente cargada que, superponiéndose a
cualquier otro rasgo suyo, se convierte en su atributo principal y definitorio (Goffman, 1980, citado en Garcia
Borrego 2003:30).
10
Al respecto de los niños migrantes y/o sus hijos que residen en áreas suburbanas o segregadas de la ciudad
–como es el caso de los hijos de bolivianos y paraguayos- debe decirse que aunque compartan el espacio
escolar y barrial con otros niños de recursos escasos (es decir del mismo estrato socio-económico) son objeto
de una “marcación étnica”. Los niños “nativos” o “autóctonos” de otros orígenes (y a veces los propios
docentes) además de burlarse de su acento, les adjudican un estereotipo negativo (por ejemplo, el de ser
demasiado “dóciles” o “pasivos”) que hace que los ejes nacionales o étnicos se entrecrucen con las marcas de
clase en las identificaciones de los hijos.

5
el tratamiento que se hace de ellas (García Borrego, 2003). Porque pueden ser vistos como
un “elemento distorsionador de la vida social del país” que no termina de encajar en el
modo en que la sociedad se imagina (o representa) a sí misma. Frecuentemente la
presencia de poblaciones surgidas de la inmigración plantea problemas a los nacionalismos
en la medida en que –como afirma García Borrego siguiendo a Sayad- se les atribuyan
“raíces culturales” de las que se piensa que tienen difícil encaje en la sociedad, como es el
caso de paraguayos y bolivianos en el AMBA. La alteridad étnica que se percibe como el
objeto del poder político se proyecta sobre los hijos incluso a veces de un modo mayor que
hacia sus padres debido a su “condición fronteriza”: una situación a mitad de camino entre
inmigrantes y nativos (García Borrego, 2003). Es así que, aunque “no son inmigrantes
venidos de fuera”, la biologización de la relación padre-hijo (que naturaliza la herencia
cultural de una generación a otra) hace que tampoco se pueda considerar a estos hijos
como “puramente autóctonos”, es decir como “culturalmente nativos”, por mucho que
legalmente puedan serlo.11 Esta supuesta “condición fronteriza” sería lo que entonces los
convierte en “problemáticos” y como consecuencia un objeto preferente de una política de
“normalización”.12 ¿Qué son y qué deberían ser estos jóvenes? ¿Argentinos, bolivianos,
paraguayos, ninguna de las tres, todas a la vez, otra? En todo caso, frente a la transmisión
inter-generacional del estigma, los hijos enfrentan un dilema: si se mantienen “bolivianos”
o “paraguayos” se enfrentarán al “ostracismo social” y continuarán “los ataques en la
escuela” (Portes, 1997). Pero si se convierten en “argentinos” deberán alejarse de los
sueños de sus padres de progresar sin perder la solidaridad étnica y la preservación de
valores tradicionales
Sea como fuere, y con bastante claridad, esta situación representa un desafío
considerable no sólo para los hijos sino también para quienes emprendan un análisis de sus
diversas estrategias de “asimilación” o “integración”, ya que postula como central el plano
cultural para comprender la “absorción” de los grupos de inmigrantes en la sociedad
receptora y en eso la antropología, como decíamos, realiza su aporte. Es que además los
procesos de “marcación étnica” o de “alterizacion” pueden verse afectados cuando -tal
como veremos en los casos de estudio- la comunidad en la que nacen estos hijos se
caracteriza por la solidaridad comunitaria y por redes sociales que fomentan la
preservación de la identidad nacional para el éxito individual (Portes, 1997). ¿Hasta qué
puntos las organizaciones contribuyen a una salida exitosa de la estigmatización para los
hijos?
Para analizar el modo en que las diversas identificaciones de los hijos de bolivianos
y paraguayos en el AMBA se relacionan con sus formas de participar de organizaciones y
proyectos colectivos, comenzaremos por estudiar el entramado de instituciones que
emergieron históricamente de ambas migraciones. Mostraremos la proliferación de redes
sociales establecidas en barrios de la ciudad que permiten la creación de asociaciones que
vinculan a los migrantes de origen boliviano y/o paraguayo, y que constituyen marco en el
cual se insertan los hijos como miembros activos.13 La intención es construir una visión

11
Siguiendo a Sayad, García Borrego afirma que los hijos pueden ser incluso percibidos como un
“subproducto endógeno” de la inmigración, una anomalía difícil de encajar en los parámetros del “etnicismo
político” que supone la homogeneidad cultural de la nación (2003).
12
En ese sentido, es útil considerar el concepto de biopolitica, entendida como la forma de poder político
propia de la modernidad que opera fundamentalmente mediante “intervenciones normalizadoras” sobre las
poblaciones (Foucault, 1991 [1978]).
13
Al respecto, debe decirse que ha habido interesantes trabajos en los que se analiza la inserción escolar de
los niños migrantes e hijos de migrantes en la ciudad de Buenos Aires, especialmente de bolivianos (Novaro
y otros, 2008; Beherán, 2007; Sinisi, 1999) que resultan realmente útiles para pensar en los estereotipos que

6
comparativa que resalte la gran heterogeneidad de organizaciones y de tipos de liderazgo
que se presentan en ambas comunidades en estudio, y sus implicancias para la
participación de la generación de sus “hijos”. Se examinarán finalmente testimonios de
algunos descendientes que han participado de estas organizaciones al respecto de las
actividades que realizan, los objetivos que tienen, de sus vínculos con el país de origen de
sus padres, con sus comunidades en el lugar de residencia y de sus relaciones con las otras
generaciones de dirigentes (sus padres y abuelos).

2. Asociacionismo en las comunidades boliviana y paraguaya en el AMBA

En cuanto a las organizaciones de las colectividades en estudio, se debe decir que


existe un indefinido pero importante universo de instituciones y asociaciones. 14 Es que
“para dar continuidad a la identidad y hacer posible la migración secuencial, una
comunidad de migrantes necesita conservar intactas sus relaciones con la comunidad de
origen, para lo cual es necesaria la creación de instituciones informales, que en la primera
etapa faciliten este pasaje y eviten la ruptura.” (OIM-CEMLA, 2004:12). A medida que la
permanencia en el nuevo territorio se prolonga, se vuelve necesario que las colectividades
superen el nivel informal de sus instituciones, para vincularse tanto con las instituciones
formales como con las comunidades locales. Este es el caso de los bolivianos y paraguayos
del AMBA. Al respecto, a pesar de la abundancia de asociaciones en ambas colectividades,
y aunque han habido investigaciones y análisis de algunas de sus organizaciones sociales,
la participación social de los inmigrantes limítrofes ha despertado poca atención en el
vasto campo de los estudios sobre migraciones internacionales a la Argentina que se ha
ocupado mayormente de temas como la inserción laboral y la distribución espacial, por
mencionar solo dos. Entre las excepciones se encuentran Halpern (1999), Pereyra (2001),
Recalde (2002), Caggiano (2004), OIM-CEMLA (2004), Gavazzo (2006) y Pizarro (2007)
quienes advierten la necesidad de establecer vínculos entre la emergencia de las
organizaciones comunitarias y la historia de cada uno de los dos flujos de migración en
estudio. Justamente en algunos de estos estudios se resaltan diferencias en el tipo de
organizaciones entre bolivianos y paraguayos debido a las características e historia de
ambos países y de ambas migraciones.
En cuanto a los paraguayos, puede decirse que sus organizaciones parecen estar
moldeadas por el hecho de que muchos de sus líderes son exiliados políticos lo cual les da
un perfil particular (Pereyra, 2001). Las primeras organizaciones en Argentina –como el
Centro Paraguayo en 1887- por ejemplo, fueron creadas después de la Guerra de la Triple
Alianza, cuando facciones de partidos políticos que habían sido proscriptos emergieron en
el exilio. Durante la dictadura de Stroessner, las facciones políticas fueron un lugar
importante para la resistencia y la lucha por el retorno a la democracia. En este sentido, tal
como los anarquistas y comunistas europeos, estos líderes tenían bases de formación
política sobre las cuales construir una estrategia de acción en el contexto migratorio. Por
otro lado, en la década de 1950, dos nuevas organizaciones fueron creadas: el Hogar

entran en juego en las identificaciones y participación de los hijos. Por bibliografía sobre fiestas, danzas,
bailes y vida comunitaria ver: Lamounier, 2002; Grimson, 1999; Gavazzo, 2002.
14
Es muy difícil determinar un numero cierto de organizaciones, debido en primer lugar a lo efímeras que
son algunas y a la informalidad de su funcionamiento, pero además porque no ha habido demasiado interés
en investigar la cuestión. Una excepción la constituye el Censo realizado por OIM-CEMLA (2004) que
muestra parte de la riqueza de este campo aun inexplorado.

7
Paraguayo Eusebio Ayala en 1953 y la Casa Paraguaya en 1954, dedicadas sobre todo a
la asistencia a los recién llegados y por ende al fortalecimiento de las redes comunitarias.
En 1961 nació otra institución importante: el Club Atlético Deportivo Paraguayo cuyas
actividades van más allá de los deportes y también incluyen metas sociales políticas y
culturales (Halpern, 1999). Estas tres instituciones continúan funcionando aún hoy y tienen
una influencia importante en la vida social y cultural de la comunidad.
Simultáneamente en la década del 60, se crearon otros “centros” vinculados a
regiones y pueblos de Paraguay razón por la cual mantienen un lazo más fuerte con los
lugares del origen de los emigrados, fortaleciendo así la tendencia a migrar hacia el mismo
destino que sus parientes o coterráneos.15 Por otra parte, en 1997 nace la Federación de
Entidades Paraguayas en la República Argentina (FEPARA), una organización que
pretende vincular instituciones tanto de Buenos Aires como del interior del país. 16 Aquellas
que se registran en dicha Federación son generalmente las que tienen personería jurídica
con un lugar físico (“sede” o “local”) para poder reunirse, 17 y muchas de ellas están
identificadas con los “barrios” en los que encuentran su lugar en Argentina y que en
ocasiones están incluidos en su nombre. 18 Como analizamos en la mencionada tesis
(Gavazzo, 2012), y del mismo modo que en la comunidad boliviana, esos “barrios”
terminan siendo conocidos –en cierto sentido- como “barrios paraguayos” en el imaginario
urbano de la ciudad de Buenos Aires. 19 Finalmente, como señala Pereyra, la política juega
un papel importante en el funcionamiento de las organizaciones paraguayas en tanto que la
afiliación a partidos políticos -y a sus desprendimientos en Argentina- define diferentes
perfiles e identidades entre ellas.
Con respecto a las organizaciones bolivianas, puede decirse que el “background
político” de sus líderes y fundadores es también un factor importante. La primera que se
registra –la Asociación Boliviana de Buenos Aires- data de 1933 y fue creada por ex
oficiales militares de la Guerra del Chaco. Durante las décadas de 1960 y 1970, las
organizaciones bolivianas podían ser agrupadas en dos tipos: por un lado, las relacionadas
con movimientos “villeros” y, por otro, las que se auto-reconocen como organizaciones
culturales. Las últimas estaban vinculadas a organizaciones previas y, según Pereyra, la
mayoría ganó prestigio después de que aquellas primeras organizaciones se debilitaron.
Entre estas, se destaca la Colectividad Boliviana de Morón y la Asociación de
Reivindicación Marítima las que aún hoy continúan trabajando a la cabeza de las demás
organizaciones de la comunidad boliviana en Buenos Aires. En 1978 se crea también
LIDERBOL, la primera liga de futbol de la comunidad. En cuanto a las organizaciones
barriales, puede decirse que adquirieron visibilidad en el contexto de un creciente
movimiento en las villas, dentro del cual, muchos líderes bolivianas aún hoy son

15
Uno del muy pertinente es el Centro Santarroseño que fue creado en 1966 y eso fue uno del primer
"centros" que poseyó realmente que un lugar para encontrar. En el caso boliviano también tenemos este tipo
de instituciones como el Centro de Estudio Cruceños.
16
Según la autora, existen 113 organizaciones paraguayas entre las cuales 80 están federadas, pero de
acuerdo a otras fuentes (como algunos medios de la comunidad) existen casi 500 en todo el país. La
colectividad paraguaya no cuenta con un Censo como el mencionado para el caso boliviano.
17
La lucha para conseguir una sede es una constante en casi todas las entrevistas realizadas para este estudio,
incluso en la memoria de aquellas instituciones que ya cuentan con un espacio físico.
18
Tal es el caso del Centro Cultural Paraguayo de Morón y el Centro Unidad Paraguaya Social y Cultural
de Quilmes.
19
Aunque emigrantes de otros orígenes, aún internos, tengan su propio peso en el proceso de imaginar
algunos barrios, las organizaciones paraguayas proyectan una imagen de la comunidad que permite hablar
acerca de estas cartografías de la ciudad. Y lo mismo sucede con los bolivianos.

8
reconocidos (Vargas, 2006). Durante el proceso de erradicación de estos barrios populares,
el movimiento se fortaleció y debilitó al mismo tiempo debido a que, por un lado, muchas
de estas villas fueron destruidas pero, por el otro, diversos asentamientos fueron
defendidos con éxito y se convirtieron en modelos para la acción de otros.
En tiempos democráticos, las organizaciones y los medios de comunicación
bolivianos se fortalecieron y al mismo tiempo algunas ferias comerciales y torneos de
fútbol comenzaron a formalizarse. En 1995 se crea la Federación de Entidades Bolivianas
(FACBOL), a pesar de que tempranamente en 1997 se divide, dando origen a FIDEBOL
(Federación Integrada de Entidades Bolivianas). A pesar de las divisiones internas entre
las federaciones, existen diversos intentos de reunificar organizaciones principalmente para
realizar eventos conjuntos. Según Pereyra, a pesar de que algunas organizaciones
bolivianas fueron fundadas por líderes con experiencia de militancia, la mayoría se auto-
define en torno a aspectos primariamente culturales, deportivos y económicos, y presentan
un énfasis menor en la afiliación a partidos políticos concretos.
Por un lado, los grupos de danza o fraternidades juegan un papel central en la vida
social de la comunidad, principalmente en los mega-eventos religiosos y culturales como
las festividades patronales que son uno de los espacios más importantes de encuentro entre
bolivianos en Argentina.20 Por otro lado, las ligas deportivas, principalmente aquellas
relacionadas al fútbol, son actualmente importantes espacios para la creación de un sentido
de pertenencia. 21 Otros grupos han emergido relacionados con actividades económicas y de
inversión en mercados, como la Asociación de Feriantes Latinoamericanos que organiza la
Feria Urkupiña en La Salada, una zona crucial para la industria textil. 22 La Colectividad
Boliviana de Escobar, fundada en 1990, reúne a casi 500 miembros en dos grandes
mercados en los cuales se venden frutas y verduras, un negocio con grandes beneficios lo
cual ha convertido a esta organización en una de las más poderosas de la comunidad
(Pizarro, 2007). Y también la feria del Parque Indoamericano (Canelo, 2011).
Periódicos de ambas colectividades dan cuenta de la gran diversidad de actividades
que desarrollan estas organizaciones que van desde movilizaciones políticas, festividades
religiosas, conmemoraciones cívicas y festivales artísticos de música y danza, hasta talleres
de formación, concursos varios, encuentros con personalidades destacadas y reuniones
privadas, incluidas las asambleas de las propias comisiones directivas de las instituciones.
Esto muestra la importancia y el peso que las asociaciones bolivianas y paraguayas han ido
adquiriendo con el tiempo en la vida de los residentes de esos orígenes y sus familias,
quienes participan de las actividades ofrecidas por las organizaciones en grado variable. 23
En términos comparativos, si a los bolivianos se los suele definir casi exclusivamente
como migrantes económicos, los paraguayos se ven mayormente atravesados por el exilio
político. Esto tiene impacto en los modos de participación de ambos colectivos. De ahí

20
De hecho, la Asociación de Conjuntos Folklóricos Bolivianos (AFABOL) fue creada después del año 2000
y, a pesar de no ser mu popular entre los residentes, reunió a casi todas las fraternidades de danza.
21
Un ejemplo es la Fraternidad Deportiva Boliviana (FRADEBOL) que fue fundada en 1989; sin embargo,
existen casi 20 asociaciones con más de 500 equipos y 6000 participantes. Otra institución importante es la
Asociación Deportiva Altiplano (ADA) que reúne a 70 equipos.
22
Otras organizaciones económicas son aquellas de comerciantes en Liniers y Escobar, barrios que pueden
ser definidos como en clave étnica. El último ha sido ampliamente estudiado por Roberto Benencia debido a
la asombrosa productividad de la unidad agrícola de los “quinteros” bolivianos.
23
En los periódicos El Renacer de Bolivia en Argentina y Ñañe Retá vemos registradas numerosas notas
referidas a las actividades de los centros y asociaciones de ambas comunidades a lo largo de varios años. A
pesar de su de acopio constante, resulta imposible analizarlo como se debería en esta tesis, aunque parece
importante dejar constancia de la riqueza de este material para futuros análisis de las organizaciones.

9
resulta que mientras que las instituciones bolivianas se definen principalmente en torno a
objetivos religiosos y culturales, las paraguayas lo hacen con más frecuencia en relación a
metas políticas, e incluso vinculados a la actividad de partidos políticos concretos del lugar
de origen (aunque esto siempre es motivo de disputas entre líderes y organizaciones). Por
otro lado, también se observan diferencias en los tipos de liderazgo, en tanto que algunos
dirigentes poseen experiencia previa de participación y militancia en tanto que otros
aprenden recién en el contexto migratorio, y esto difiere de una comunidad a otra
(Gavazzo, 2006).24 En este sentido, se observa un universo altamente heterogéneo de
instituciones y prácticas asociativas que incluyen desde clubes barriales, asociaciones de
ayuda mutua, conjuntos de danza y música, cooperativas de trabajo, programas de radio y
grupos de reflexión, entre muchos otros. Cada una de estas organizaciones tiene sus
propios objetivos, reclamos, interlocutores, alianzas y modo de auto-presentación y apelo a
los compatriotas y sus familias.
Las organizaciones comunitarias constituyen el primer escalón en el cuadro de
posibilidades de participación de los inmigrantes latinoamericanos, especialmente de los
bolivianos y paraguayos. Son las que están más cerca de los sujetos migrantes, por lo tanto
las que primero entran en contacto con los problemas que los aquejan y quienes deben en
principio buscar soluciones. Sin embargo, existen numerosos organismos dedicados al
tratamiento de la cuestión migratoria y a la defensa de los derechos de los inmigrantes. Con
respecto a las organizaciones extra-comunitarias, y tal como consta en la bibliografía
especifica (Pereyra, 2001; Novick, 2004; Jelin, 2006; Badaró, 2006; Courtis 2006), existen
distintos organismos dedicados a la “problemática migratoria” en el país, tanto del Estado
como ONGs. Es con ellos con quienes los migrantes y sus instituciones entran en contacto
y a partir de los cuales construyen determinadas representaciones e imágenes no sólo del
Estado argentino sino además de sí mismos como ciudadanos y/o extranjeros. Asimismo,
son sus funcionarios quienes se encargan de implementar tanto las leyes como las políticas
vigentes en la vida cotidiana de los migrantes y es por eso que pueden definirse como
agentes estatales (Canelo, 2011).
Por esta razón, se deben estudiar dos tipos de instituciones: comunitarias y extra-
comunitarias. En cuanto a las primeras, como vimos, se incluyen asociaciones y
organizaciones de diversa índole –políticas, culturales, deportivas, barriales, federaciones,
entre otras- que han surgido históricamente a partir de la conformación de redes entre los
migrantes, en este caso, paraguayos y bolivianos. Respecto de las extra-comunitarias,
existen dos subtipos: agencias del estado y organizaciones no gubernamentales. Es que
estas organizaciones, con sus subtipos, conforman una estructura institucional heterogénea
en la que los migrantes bolivianos y paraguayos –y a sus hijos- disputan un lugar como
actores sociales y políticos legítimos.

3. La participación de los hijos en las asociaciones de las comunidades migrantes

La estructura asociativa hasta aquí descripta funciona como marco para la


participación de los hijos. Debemos observar en qué tipo de organizaciones se sienten
cómodos para actuar y cumpliendo qué roles, partiendo de sus propios testimonios y desde
su propia perspectiva. Se parte de pensar que la participación en asociaciones como las

24
Dicha experiencia en el caso boliviano en ocasiones se refiere a la participación en actividades sindicales o
comunitarias en el sentido de los pueblos originarios (principalmente quechua y aymara) en tanto que el
paraguayo se vincula mayormente a la experiencia campesina y partidaria (también sindical).

10
aquí analizadas constituyen un punto de partida para comenzar a involucrarse en otras
luchas políticas, que exceden las que se derivan de la construcción de la idea de que son
“extranjeros” (o sea, de la “alterización” planteada en la Parte II). Puesto que las
organizaciones de la sociedad civil juegan un papel importante en la inclusión o exclusión
de los inmigrantes limítrofes en Argentina, puede que también afecte las vidas y
experiencias de sus descendientes. Pero ¿qué actividades desarrollan los hijos en función
de promover el reconocimiento de su identidad migratoria? ¿Continúan con las aprendidas
de sus padres o crean nuevas? ¿Cómo son las trayectorias de participación de los hijos de
bolivianos y paraguayos en el AMBA?
José Luis, hijo de padres bolivianos, de 36 años, tiene una larga historia de
participación en organizaciones de la comunidad boliviana. Como en muchos otros casos,
sus comienzos se dieron a partir de las danzas: “Claro; bailé. Bueno como todo; pata dura
que empecé con un poquito de baile; jugaba a la pelota; ese fue otro motivo que me
acerqué ahí, no digo desesperado, pero cuando llegué, tenían un equipo, fui; también
trabajé el idioma. Y, en esto, claro, me apasionó tanto esto porque evidentemente, es un
proceso de desarraigo. Por eso te digo, cuando yo tenía 15, 16 años, ponían música, era un
desastre, yo me peleaba.” La música y el deporte constituyen atractivos fundamentales para
que los hijos se interesen por participar de la vida asociativa de ambas comunidades. Con
el paso de los años, José Luis llegó a ser presidente de un importante centro de la
comunidad boliviana entre los años 2001 al 2007: “Primera vez que tenían un presidente
hijo. La primera vez y, aparte de eso, con toda una problemática ¿no? porque
evidentemente nosotros veníamos trabajando en el tema cultural; buscar la cultura,
justamente, me llevó a que yo fuera presidente. (…) entré buscando cultura y, a los 3
meses, entré como presidente. Eso me catapultó, pero hicimos bien las cosas en ese
aspecto”.
Justamente, la apertura despertó en él un interés mayor. Tal como relata, una vez en la
presidencia y con todas las ganas de contribuir a la institución, José Luis comenzó a
encontrar problemas con los socios y dirigentes mayores: “A mí me tocó 12 años pelear
con los viejos; “los viejos” es una manera de decir. Yo me presenté en 3 elecciones y salí
en 3 elecciones (…) Mientras yo bailaba y traía cosas de la colectividad, estaba todo bien.
Ahora, cuando yo quise la parte política y ahí fue el problema ¿entendés? Por el poder, por
decir “No, pero si yo estoy desde hace mucho tiempo, vos no vas a venir a cambiar”.
Según el no hay una verdadera apertura de los dirigentes más antiguos hacia los más
nuevos: “Yo los conozco a todos (dirigentes). De 45 / 50 años para arriba. Lo que puede
haber recién ahora son movimientos que sí, hay jóvenes, qué sé yo, pero no instituciones
conformadas societarias, no hay; todas son como te digo. Y en sus temas, tienen todos
profesionales; en general, el profesional tiene poder, capital económico (…) Y lo sienten
como un desarraigo, como que alguien les va a robar eso.”
Es interesante que José Luis identifique a esos dirigentes mayores con una clase socio-
económica ya establecida que marca una diferencia, pero sobre todo una asimetría, una
desigualdad entre ellos (“los nuevos”) y nosotros (“los que venimos peleándola desde
siempre”) en donde la comunicación y el consenso necesarios para la acción colectiva se
ven dificultadas. Como se mencionó, la inserción de “nuevas camadas” de dirigentes
jóvenes es ocasionalmente acompañada de una disputa de poderes con los ya establecidos
y en ejercicio desde hace años. En ese sentido, los conflictos entre dirigentes jóvenes y
mayores deben ser entendidos de acuerdo al modelo ya utilizado para analizar las
relaciones de poder (Elías y Scotson 1994, Elías 1998). Así, resulta lógico que José Luis
perciba que sus problemas con el Centro comenzaron justo cuando quiso involucrarse en

11
otros asuntos, y no sólo la danza, es decir debido a las diferencias que él tenía con “los
viejos”:
“Cuando uno empieza a trabajar, se da cuenta también de que hay otra problemática:
dirigencial O sea, la sociedad busca un referente para, justamente, salvar su culpa;
para eso son las instituciones. Y las instituciones están regidas por gente que también
tienen problemas contra sus pares y también tienen problemas entre sí. Por eso es que
ninguna institución puede salir adelante porque tienen esos problemas. Nosotros
venimos de una sociedad que hay diferencias de clases y están muy bien marcadas. Y
eso hace que nosotros por ejemplo, como sociedad, siempre tendamos al
paternalismo de alguien y ¿a quiénes buscamos? A los profesionales, a aquellas
eminencias que son mejores que nosotros. Y claro; cuando llegan, esas eminencias lo
que hacen es marcar esa diferencia de clases; lo primero que hacen. Entonces ¿qué
pasa? La sociedad, cuando piensa en ese proyecto, los empieza a presentar, porque es
aparte eso; vos tenés que integrar; no tenés que descentralizar o poner castas; yo creo
que se da en todas, en todas las instituciones se da igual. Vos fijate que la dirigencia
es toda de médicos, ingenieros, pero siempre se da así.
Nuevamente las “diferencias generacionales” pueden implicar también “diferencias
de clase”, entre otras desigualdades. Esto se aplica sobre todo cuando las generaciones se
definen a partir de los diferentes momentos de arribo al país por parte de los padres, puesto
que los hijos van viviendo coyunturas sociales y políticas particulares que -a lo largo de las
diferentes edades, como vimos en la tesis (Gavazzo, 2012)- generan diferenciaciones
también dentro del grupo de descendientes. Para José Luis, por ejemplo, existen
diferencias entre: “los que venían en los ’60, ’50, con los que vinieron en los ’80, ’90;
existe una gran diferencia. Sobre todo educacional; hay una barrera; es un problema eso.
Esa generación se encuentra con los hijos y ahí se crea un problema. Ellos cuestionan que
nosotros no somos bolivianos. Nos critican porque somos de la misma generación;
nosotros “no somos bolivianos”; no podemos tomar las insignias, los símbolos”.
Entonces los conflictos se dan no sólo con los dirigentes mayores sino con los
coetáneos nacidos en Bolivia o Paraguay. Por estos motivos, luego de intentarlo por varios
años, José Luis actualmente dice no creer en las organizaciones como medio para mejorar
la realidad de la comunidad:
Uno, siempre, en esa perspectiva, en esa mirada de transformar las cosas, con una
intención en la cual ir modificando; o sea, tratando de tener una institución
representativa; tratando de tener una institución que sea participativa, uno puede
ayudar al cambio. Y en ese momento, pensaba que era así; hoy en día pienso que me
equivoqué totalmente porque no era por ese lado por donde se podía cambiar. No es
por una institución o no es por algo de esa naturaleza que uno vaya a cambiar la
situación de los bolivianos; al contrario, lo que uno crea, posiciona un proceso nada

12
más pero no sería la utilidad o darle, buscarle desde una institución que eso vaya a
ser como un derrame, que todo vaya a ser en armonía y que podamos llegar a la
problemática, a solucionarla al contrario. Si nos metemos en una institución, lo único
que creamos, son más problemas.
Es interesante que José Luis dijera esto cuando en el momento de la entrevista estaba
fundando una nueva institución, una que –según cuenta- sería “diferente” de este otro tipo
de organizaciones de las que quiso distanciarse. En todo caso, existen conflictos entre
líderes de diferentes generaciones, sean éstas genealógicas (padres e hijos) como etarias.
Diferencias en el modo de encarar las alianzas o en cuanto a los objetivos de las
instituciones se van observando a lo largo de la vida participativa de los hijos que primero
se insertan en espacios particulares como los grupos de danzas o de recreación de las
mismas pero que van cambiando a lo largo de su crecimiento llegando incluso, ya después
de los 25 o 30 años, a disputar espacios de decisión como las comisiones directivas.
Aparecen entonces acuerdos y conflictos a la hora de actuar colectivamente que se
traducen en una competencia inter-generacional por el poder de controlar dichas prácticas
asociativas (Gavazzo, 2006). Las disputas con la generación de los dirigentes mayores es
una constante entre los entrevistados que más se han dedicado a participar del mundo de
las asociaciones de ambas comunidades. Con algunas diferencias notables entre quienes
vienen de familias con trayectoria de participación política y social tanto en el país de
origen y de destino, y aquellos que no contaban con ese capital social al momento de
ingresar en alguna asociación de la comunidad.
Fernando ya vivió gran parte de estas experiencias. Actualmente tiene 50 años y es
hijo de ambos padres paraguayos, pero confiesa no haber tenido grandes problemas para
abrirse camino en la organización de la que forma parte del desde el año 1985, el Club
Deportivo Paraguayo. Incluso fue presidente del mismo en el año 2006, por un lapso de
dos años.
vine acá y encontré mi lugar en el mundo, me abrieron las puertas, participé, era hijo
de un paraguayo conocido de la dirigencia, a mi se me facilitó, la única traba que
tuvimos era ser jóvenes, la dirigencia en ese momento nos acusaba de ser jóvenes, se
nos acusaba de tilingos, imberbes, y nosotros les decíamos, aguantamos el embate,
pero después les dijimos, “bueno pero basta, no nos acusen de ser jóvenes porque los
vamos a acusar de ser viejos,”…y les ganamos la elección el 17 de agosto de 1986,
fue la primera elección multitudinaria en la colectividad paraguaya, habrán
participado 400 socios mas o menos, donde el paraguayo votaba por primera vez,
muchos paraguayos votaban por primera vez en el exterior y por primera vez en su
vida
El interés de Fernando en participar, según cuenta, no es igual en otros descendientes:
“no se da mucho, es una lástima realmente, pero la juventud está descreída de la dirigencia
política, o sea el Paraguay tiene un 87% de su población que no supera los 25 años, súper
jóvenes y muchos ejemplos de buena conducta en la dirigencia paraguaya política no ha
dado, así que en ese sentido son muy descreídos y no hay participación no hay conciencia,

13
pero eso se da.” Lo que sí observa es que sus compatriotas participan más a nivel barrial.
Según Fernando la baja participación de los hijos en las instituciones se da porque no hay
un interés de las generaciones mayores de dirigentes de incorporarlos, de involucrarlos en
la vida asociativa:
el paraguayo se siente paraguayo y lucha por mantener y es un sacrificio enorme,
mantenerse paraguayo afuera y tenés un montón de conflictos, el paraguayo lucha
por mantener su origen pero sin embargo deja que sus hijos ya no pertenezcan a la
colectividad paraguaya, no los retienen, muy poco son los que hacen eso. Entonces
yo como dirigente insto a todos los padres paraguayos, que si los hijos no se sienten
paraguayos no es problema de los hijos, eso es un problema de educación de los
padres, que no les dimos las herramientas necesarias para que su hijo se sienta
orgullosos de ser argentino pero de no renunciar a sus orígenes paraguayos” (…) “yo
tengo un primo mío que reniega de ser paraguayo, pero sus mamá nunca le habló y él
se aisló, o sea no se acercó a la comunidad paraguaya, y entonces se perdió”
(…)“cuando uno está frágil culturalmente, es lógico que vos te sientas inseguro,
cuando viene un campesino de Paraguay, del campo, no conoce Asunción, viene a
Buenos Aires, es un cambio enorme, es como ir de la Tierra a Júpiter
Ciertamente la voluntad de los padres por involucrar a sus hijos en la vida
comunitaria es fundamental, tal como se ha analizado en la mencionada tesis (Gavazzo,
2012). Por este motivo, resulta evidente que sólo una parte de los descendientes cuentan
con el capital social de una familia con conocimientos acerca de las formas de
organización legítimas y eficientes, y contactos y relaciones sociales influyentes. Los otros
deben hacerse de herramientas propias para disputarle autoridad a las generaciones
mayores en el mundo de las asociaciones, o bien “hacerse a un lado”. En ese sentido,
Fernando sabe que tuvo el camino allanado gracias a la constante participación de su padre
en el ámbito de la política paraguaya y de los paraguayos en Buenos Aires. Esto también
generó en él una voluntad de compromiso con la institución, y le valió un enorme respeto
entre los colegas de su padre que se lo transfirieron –aquí también cuasi-biolóigicamente-
al hijo. La formación política en la familia y el espíritu de Fernando fueron elementos
clave en el ascenso dentro de la institución: “Y cuando vos sentís que podes dar mucho y
cuando vos ves que la gente espera de vos mucho, entonces el compromiso es doble y si le
querés sumar a esto la formación, un homenaje a mis padres, a mis abuelos, que entregaron
sus vidas por cambiar un Paraguay, por soñar un Paraguay distinto, que no lo lograron y
para mi era una continuidad de esa lucha.” Para los hijos, comenzar a participar de una
institución puede significar sentirse “más boliviano” o “más paraguayo”. Y con el tiempo,
eso puede resultar en relaciones duraderas porque “entrar en una institución paraguaya es
entrar a un pedacito de tierra paraguaya, por qué? Porque mantenés el idioma, están tus
compatriotas, comes tu comida típica, escuchas tu música, sos vos, tomas tereré, hablas de
tus problemas, buscas la solución de tus problemas”.
Hay otros casos más difusos, sobre todo el de los hijos que nacen en el contexto de
una familia mixta (es decir de varias nacionalidades), numerosa y sin grandes lazos con la
“comunidad”. Tal es el caso, de Víctor de 35 años, hijo de padre paraguayo y madre

14
boliviana quien, entre los años 1998 y 1999, tuvo un centro cultural en Banfield en el sur
del GBA con unos amigos. También tuvo un programa de radio, en radio Nacional. Desde
hace unos 4 o 5 años, participa de una Asociación Civil que se llama ABE, Asociación
Barrial Educativa, que trabaja en la Villa 31. “Entré porque se necesitaba una persona que
dé Taller de serigrafía. Y entré por ahí. Y después me dijeron si quería ser parte de la
Asociación Civil, y dije que sí. Ahora soy vocal.” En el taller que daba comenzó a ver que
había “muchas personas que eran de Bolivia, señoras. Había de Paraguay.
(mayoritariamente señoras) Y después estaban las Madres de Plaza de Mayo Línea
Fundadora.” También trabaja en el Centro Popular de Mataderos, en un pasillo de Villa 15,
barrio más conocido como Ciudad Oculta. Aunque actualmente dicta el taller de serigrafía,
cuenta que antes trabaja de alfabetizador y que esa experiencia lo acercó a otros
descendientes como él porque “en la villa hay gente de Perú, gente de Bolivia, gente de
Paraguay, uruguaya...y es como que ahí se ve eso. En el costadito de la ciudad está todo
eso.” Cuenta que cuando sus alumnos se enteran de que su mamá es boliviana y que su
papa es paraguayo eso “hace que ellos se sientan más cómodos. Pasa eso. Que pueden
hablar de otras cosas, con más soltura, viste? Con otras cosas que dan por entendido que yo
sé, o sea que no tienen que explicar cosas que a otro sí tendrían que explicarle.”
En este sentido, el ser descendiente puede constituir una “ventaja” en tanto le
permite “llegar mejor” a otros descendientes como él, con el fin de generar conciencias en
ellos al respecto de sus propios derechos y también una revalorización de la pertenencia de
sus padres, y la suya propia al universo de ellos, algo que es el objetivo de varios grupos de
hijos. Al respecto, Víctor opina que es importante que los hijos participen de las
organizaciones porque así algunos “se hacen cargo” y de ese modo le aportan a las sus
padres “lo que por mucho tiempo ellos tuvieron que sostener. Eso de quizás, al principio
no tener papeles y tener complicaciones para ir a, no sé, al médico...etc. Es como una
reivindicación, se puede decir.” Y esto tiene un valor positivo, tal como ilustra con el caso
de un amigo de él “que es también hijo de boliviana y de un jujeño. Igual, es como mucha
gente de Jujuy, niega a la vez que son descendientes de bolivianos, pero ahora como que
está todo bien, dicen “Sí, mi abuelo era boliviano”. Antes lo negaba.”
Desde este pensamiento, los hijos tal vez logren lo que los padres no consiguieron del
todo, es decir una “mayor integración” a la sociedad porteña y argentina, no sólo en
términos de los sentimientos de pertenencia y los lazos afectivos sino también en cuanto a
sus derechos básicos (como el de participar y organizarse). Sin embargo, la negación del
origen de la que hablan varios entrevistados podría dificultar que el hijo sienta la necesidad
y asuma el compromiso de participar en una institución comunitaria. Por eso, la educación
de los padres resulta central, aunque para Víctor en general los padres no se preocupan por
fomentar esa participación y ese reconocimiento en los hijos “quizás porque ellos, o en mi
caso particular, vieron lo que pasaba en la dictadura, que las personas que se manifestaban,
no llegaban. Y me parece que también eso es muy fuerte. Lo que pasa que hubo muchas
generaciones después de ahí que llegaron, hijos.”
En relación a esto, es importante indagar en las percepciones de los hijos respecto de
los problemas que enfrentan sus padres migrantes y otros ciudadanos de otros países que
residen en Argentina, para saber si los consideran propios o no, y si procuran dar solución
o no. En cuanto a eso, Gustavo M tiene 37 años, vecino de Ingeniero Bunge, en el Partido
de Lomas de Zamora, al sur de GBA, es hijo de ambos padres bolivianos y participó de
numerosas organizaciones. Cuando se le pregunta por los problemas que tienen los
migrantes bolivianos, comenta que el más grave es “la integración de los jóvenes; hay que
ayudar al tema de educación a través de los chicos migrantes ¿no? Y la cuestión laboral,

15
dentro de la cuestión de los derechos humanos en general.” O sea que una de las peores
problemáticas que enfrenta la comunidad, boliviana al menos, es no estar ocupándose de
los hijos más jóvenes. Gustavo M insiste en que no hay un gran compromiso colectivo por
parte de las organizaciones existentes con la intención de cambiarlo porque “del 100% de
la población boliviana en la ciudad de Buenos Aires, el 0,5 participa en las organizaciones;
nadie participa (…) Sí; si decimos que hay 200.000 bolivianos ¿cuántos chicos participan?
300, 400, 1000.”Ciertamente existe un consenso respecto de la “relativamente baja
participación” tanto en la generación de padres bolivianos y paraguayos como de sus hijos.
Según Gustavo, en la colectividad boliviana “tenemos una cuestión negativa que el
desentendimiento de los hijos de bolivianos. Ahí le resta, porque… bueno, migraste hace
10 años, 4 años, ahora… No, porque tiene una vida ¿te das cuenta? El tema es qué pasa
con los hijos; es un proceso; ojalá que algún día se llegue a decir “Tengo que aportar mis
10 pesitos, mis 5 pesitos, mi asociación y demás”. No existe esa cuestión.”.
Existen algunas diferencias entre comunidades que deben ser entendidas no sólo en el
marco de las historias nacionales sino también en el del contraste en el discurso oficial
entre “aquella inmigración europea” y “la de ahora”, base del relato xenófobo que en
ocasiones se proyecta también sobre los descendientes de los latinoamericanos. Para
Fernando por ejemplo existen notables diferencias entre “el paraguayo” y “el boliviano
(que) mantiene más, que tiene otro tipo de organización. Nosotros nos fuimos organizando
a los golpes, por necesidad, para no perder las raíces, pero los bolivianos tiene
organizaciones consolidadas, fuertes, tiene otra formación, otra participación, tienen más
educación cívica, son más concientes”. Y para ilustrar eso recuerda que cuando a Evo
Morales intentaron “tambalearlo” en el poder “hubo 20.000 bolivianos en la Plaza de
Mayo” mientras que cuando a Lugo el Parlamento y la Justicia en el Paraguay, “los otros
dos poderes que siguen igual”, comenzaron a complicarle la gestión
"nosotros no se si juntamos 1000, pero sin embargo nosotros acá juntábamos 8000,
10.000 personas en un campeonato de fútbol, en fiestas, en otras actividades, nosotros
podemos movilizar muchísima gente, pero los bolivianos, cuando se trata de defender sus
intereses, ellos tienen mucha mas convocatoria, son mas concientes, mas comprometidos”.
Y esto se ve “inclusive desde sus gobiernos” porque, tal como señala Fernando, hay más
acciones “para que sus compatriotas estén acompañados en el exterior, caso totalmente
distinto al paraguayo, nosotros fuimos expulsados y olvidados.” En consonancia con esta
idea, algunos feriantes paraguayos de La Salada, vecinos del barrio Lamadrid (aledaño a
Ingeniero Bunge en Lomas de Zamora), se quejaban de la “baja participación” de los
paraguayos en comparación con los bolivianos. Decían que eso se ve en la expansión
comercial que éstos consiguieron en relación a sus propios compatriotas, y adjudicaban el
éxito de los bolivianos a que tienen una “cultura organizativa” más desarrollada: “vos
tenés 3 o 4 bolivianos y ya te arman una institución”. Sin embargo para Víctor la
comunidad paraguaya se está comenzando a activar: “recién la veo teniendo un poquito
más de...es como que tiene una negación hacia lo político, en general, eh? Desde unos años
a acá veo que hay una mayor escucha hacia lo político.”
En conclusión, las disputas inter-generacionales se dan en torno a ciertos capitales
cuya puja define la reinvención del espacio político y social, razón por la cual el término
generación constituye una categoría con capital simbólico propio (Kropff, 2008). Los usos
de este término nos permiten explorar las disputas de sentido en torno a los procesos de
comunalización, especialmente en la dimensión temporal, la construcción de tradiciones y
sentidos de devenir, las apelaciones al pasado y las narrativas orientadas al futuro (Brown
1990 en Kropff 2008). Todo ello impacta en los modos en que los niños y los padres se

16
identifican a si mismos como parte de una misma comunidad de sentido y pertenencia, y
también en las formas en que son vistos “desde afuera”.

4. Ciudadanía y participación: inmigrantes y descendientes en acción

Los debates en torno a ciudadanía se han intensificado en la última década,


redefiniendo derechos y deberes de los individuos y grupos que componen una nación. En
ese proceso, la obtención del status de ciudadano –como vimos en el caso de los hijos de
bolivianos y paraguayos nacidos en Buenos Aires- no es garantía de cumplimiento de
derechos, especialmente en el caso de los inmigrantes. De este modo, como apunta Pereyra
(1999), la ciudadanía no garantiza la igualdad y menos aún cuando las migraciones
complejizan la adquisición de ese status que es justamente lo que legitima y habilita la
conciencia de ser “sujeto de derechos”. 25 En este contexto, los extranjeros frecuentemente
no son percibidos como “ciudadanos plenos” y, tal como vimos, esto se comporta como
una condición que se “transmite” o “transfiere” a sus descendientes. La ciudadanía
representa entonces la frontera entre la inclusión y la exclusión en importantes esferas de la
vida pública, constituye la barrera que legaliza e institucionaliza la exclusión de los
inmigrantes. Es por eso que la ciudadanía excluyente es un mecanismo de selectividad y
control de los inmigrantes, que está en el fondo de los intentos de las sociedades
“receptoras” por asimilar o integrar a los inmigrantes “pero en condiciones que no pongan
en peligro el orden público establecido y respetado por sus ciudadanos” (Fornet-Betancourt
2003:151). Esto es la “asimilación” e “integración” a un orden que les “cede” una
participación controlada en el espacio público. En todo caso, los hijos tienen la ventaja de
tener la nacionalidad argentina y, en función de ella, legitimar su participación frente a sí,
sus familias y sus “otros”.
Por eso, si la ciudadanía es un “status que garantiza a los individuos igualdad de
derechos y deberes, libertades y restricciones, poderes y responsabilidades” (Held, 1997,
Pereyra, 1999:12), se debería garantizar el otorgamiento creciente de derechos de
ciudadanía para que todos los grupos y personas sean tratados como miembros plenos en
una sociedad de iguales. Es cada Estado el que define los derechos y deberes para la
población, extranjeros o nativos, diferenciales entre éstos y también al interior de los
primeros. Por eso, en el caso argentino “se generan distintos criterios de diferenciación y
jerarquización que catalogan a algunos grupos como especialmente problemáticos,
mientras definen a otros como potenciales contribuyentes al desarrollo del país” (Jelín,
2006:48). A partir de eso, cada grupo desarrolla su propia estrategia de inserción y de
definición de su lugar en la sociedad argentina, como hemos visto hasta aquí. En el marco
de cierta configuración institucional, de ciertos marcos legales, políticas públicas y de
discursos (analizados en la tesis mencionada), el estudio de las estrategias de las
organizaciones bolivianas y paraguayas a través del testimonio de sus líderes,
especialmente el de los dirigentes que son jóvenes descendientes, nos permite determinar
el modo en que esas estructuras funcionan como oportunidades u obstáculos para la acción
y ejercicio de la ciudadanía.
A partir de las observaciones y entrevistas, se puede afirmar que los hijos de
bolivianos y paraguayos a los que nos referimos utilizan las redes sociales e instituciones

25
Según la autora, esta relación entre la ciudadanía y la extranjeridad se inserta en un sistema de sociedad
moderna funcionalmente diferenciada lo que implica una inclusión parcial de ciertos sectores como los
generados por la inmigración.

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creadas por sus padres migrantes dentro de los límites que éstos mismos les imponen.
También de acuerdo a la tolerancia y vocación de activismo que tenga cada sujeto en
particular. Al mismo tiempo, los hijos crean nuevos proyectos colectivos en donde pueden
fijar las propias reglas y establecer sus propios móviles y parámetros de acción. Sobre todo
los más jóvenes en ocasiones se involucran en la innovación de prácticas artísticas y
estéticas vinculadas al país de origen en relación a metas y compromisos nuevos. La
apertura de nuevos espacios de participación, lejos del alcance de los padres (aunque a
veces no del todo ajenas), se ve impulsada además por los conflictos que se generan en las
instituciones más importantes de ambas comunidades en relación a los límites que –desde
la visión adulta- deben respetar los dirigentes más jóvenes. Asimismo el estigma
mencionado al inicio que parece estar influyendo también en la “ausencia de participación”
en la vida asociativa de las “comunidades”. Se debe tener en cuenta que otros entrevistados
en la mencionada tesis, nunca participaron de ninguna asociación, ni institución, a pesar de
ocasionalmente acceder a los mercados culturales étnicos, como las fiestas, los restaurantes
y algunos espectáculos y eventos deportivos. Estos elementos también determinan que
muchos de los hijos encaren una reivindicación de su “cultura de origen”, a pesar de que
puedan no hacerlo desde el marco institucional dado. En todos los casos resulta imposible
afirmar una linealidad en la relación de los hijos con el origen familiar, razón por la cual en
vez de “transmisión de padres a hijos” resulta más adecuado referirse a la creación
permanente de una memoria compartida que – al ser altamente heterogénea- determina
identificaciones diferenciales y desiguales entre las distintas generaciones. Y esas
identificaciones constituyen materia prima para la formación de nuevos líderes en ambas
comunidades de migrantes.
En todo caso, “la emergencia de sociedades étnicas de ayuda mutua, de instituciones
culturales y la organización política incipiente permiten fortalecer la posición de la
comunidad vis-à-vis la sociedad hegemónica, y pueden constituirse en canales legítimos
para reclamar reconocimiento.” (OIM-CEMLA, 2004:13) No obstante, la incorporación
política sólo es posible en sociedades que aceptan a los inmigrantes como ciudadanos y no
meramente como poblaciones inmigrantes residentes, socialmente integradas pero
políticamente excluidas. Si los bolivianos y paraguayos se reconocen como sujetos de
derechos, si las disputas internas logran dirimirse entre ellos, si existen líderes que puedan
representar sus intereses colectivos, si las organizaciones comunitarias son reconocidas y
convocadas, si las políticas públicas apuntan no sólo a concientizar a los migrantes sino a
generar una reflexión al nivel de la sociedad toda, y si los líderes jóvenes encuentran
espacios reconocidos de expresión y para la acción colectiva, estaremos más cerca de una
participación ciudadana plena no sólo para los migrantes y sus hijos sino para todos los que
aquí convivimos, y también de crear sociedades -un poco al menos- más justas e
igualitarias.

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