Analisis Istorica Resumen

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LA REORIENTACIÓN DEL DISCURSO ECONÓMICO

LOS AÑOS OCHENTA

Los cambios contextuales más drásticos tuvieron lugar en los ochenta, cuando grandes áreas de
Asia, África y América Latina sufrieron, según observadores de varias tendencias, su peor crisis en
este siglo. En América Latina los años ochenta se conocen como «la década perdida». En 1982, el
anuncio mexicano de que no podría pagar las «obligaciones» del servicio de su deuda
desencadenó la infame crisis de la deuda. Las implicaciones sociales y políticas de tales cambios
fueron, así mismo, onerosas y amenazantes.

se percibiera como una transición a la democracia se volvió difícil de consolidar con el paso del
tiempo. Hasta la naturaleza parecía haberla emprendido contra la región: huracanes, erupciones
volcánicas, terremotos y, más recientemente, la reaparición del cólera, dieron a la región una
ración adicional de aflicciones naturales agravadas por las condiciones sociales.
Estos cambios estimularon una revaluación sustancial de la economía del desarrollo.

En su búsqueda de la consistencia rigurosa… las teorías

olvidaron aspectos importantes de la realidad social, política y cultural, así como del antecedente
histórico de las colectividades. Al hacer un tenaz esfuerzo de asepsia doctrinal, desarrollaron sus
argumentos en el vacío, fuera del tiempo y el espacio… Si los economistas neoclásicos se limitaran
a edificar sus castillos en el aire, sin alegar que ellos representan la realidad, sería un pasatiempo
intelectual respetable, capaz de despertar admiración a veces por el virtuosismo de algunos de sus
exponentes en otros continentes.

De los países del cono sur , que habrían de convertirse en enfoque estándar en toda América
Latina a finales de los ochenta. Para Bauer, los economistas del desarrollo de comienzos de los
cincuenta malinterpretaron por completo varios factores que caracterizaban las economías de los
países menos desarrollados . Para Dudley Seers, el que las teorías iniciales permitiesen a los
economistas y a los responsables de las decisiones concentrarse en asuntos técnicos, dejando de
lado cuestiones políticas y sociales importantes, contribuyó a su pronta adopción. Un factor
adicional al respecto fue que dichas teorías se compaginaban con «la conveniencia y el interés
profesionales, especialmente en los países ‘desarrollados’, donde se originó la mayoría de los
avances teóricos del área» .

Seers , por ejemplo, abogaba por la incorporación de la economía del desarrollo a un campo más
amplio de estudios del desarrollo para que pudiera encarar con seriedad los aspectos
sociales, políticos y culturales de éste. Para Meier, la economía del desarrollo necesitaba ir «más
allá de la economía neoclásica». Es difícil saber qué quiso expresar con ello el autor, ya que
él, como la mayor parte de los economistas, conservaba la creencia de que «las leyes de la lógica
son las mismas en Malawi y en todas partes. » Por ello en su discurso el economista es mucho más
un «guardián de la racionalidad» que «el representante de los pobres», para usar los términos del
propio Meier, quien arguye que los economistas deben equilibrar ambos roles.

Su recomendación era adaptar mejor el modelo mediante la realización de más estudios empíricos
y la construcción de «modelos de equilibrio general computable» y de algoritmos más
complejos . El llamado de Chenery por más estudios empíricos estaba dictado por el mismo marco
teórico dentro del cual se realizarían, y por tanto dichos estudios solo podrían reforzar el marco. La
esperanza era que, al llevar a cabo más estudios, los economistas acertarían por fin en sus
prescripciones, evadiendo así la cuestión de si el marco teórico resultaba adecuado en sí
mismo. Después de todo, economistas como Prebisch, Seers y varios neomarxistas habían
demostrado que la economía neoclásica era un aparato teórico inadecuado para entender la
situación de los países pobres.

Este supuesto ha estimulado el sentido de progresión y crecimiento de la teoría económica en


general, y de la economía del.

Con la llegada de los años ochenta, en América Latina y en la mayor parte del Tercer Mundo una
amalgama de enfoques, reunidos bajo la calificación de economía neoliberal, se volvió dominante
dentro de la elite. Los enfoques estatistas y redistributivos dieron paso a la liberalización del
comercio y de los regímenes de inversión, a la privatización de empresas estatales, y a políticas de
restructuración y estabilización bajo el control del amenazador Fondo Monetario
Internacional. Cierta interpretación de la experiencia de los «países recién industrializados» del
este de Asia, en términos de las ventajas de los regímenes liberales de intercambio , junto con el
influyente Reporte Berg para África , y las críticas de la escuela racionalista a los efectos
distorsionadores de la intervención gubernamental, contribuyeron al desmantelamiento de los
enfoques del desarrollo económico que habían prevalecido hasta los años setenta . Dentro de la
economía, incluso los enfoques del desarrollo sostenible han sido invadidos por el giro neoliberal.

y respaldados por el Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional. En América Latina no han
tenido mucho eco algunos tímidos intentos por proponer cierto “neoestructuralismo” (Sunkel
1990), a pesar de que algunos países (como Colombia) siguieron haciendo esfuerzos durante los
años ochenta para mantener un tipo mixto de política económica, comprometida apenas en parte
con el neoliberalismo y el libre mercado. En el caso colombiano, como en la mayoría de América
Latina, cualquier resistencia ante el neoliberalismo que pudiera haber existido desapareció a
comienzos de los noventa. La apertura total de la economía, unida a una nueva ronda de
privatización de los servicios y a la llamada modernización del Estado, se ha convertido en el orden
del día. Las políticas de apertura económica, como se conoce anacrónicamente el nuevo enfoque,
están siendo confrontadas desde numerosos puntos, aunque las elites en conjunto parecen estar
de acuerdo, por el momento, con ellas.32 En síntesis, los diagnósticos hechos a la economía del
desarrollo durante los ochenta no llevaron a un replanteamiento significativo de la disciplina. Lo
que aparentemente vemos es su disolución gradual. Una transformación radical en la teoría
económica del desarrollo no puede provenir, como lo supusieron los autores aquí analizados, del
propio campo de la economía (es decir, de la introducción de nuevos conceptos, mejores modelos
y algoritmos), sino de una crítica más amplia del campo del desarrollo. Al mismo tiempo, cualquier
estrategia que intente modificar la teoría y la práctica del desarrollo tendrá que tomar en cuenta el
pensamiento y las prácticas económicas actuales. Dicho proceso está aún por realizarse. Algunas
obras recientes de la antropología y la economía política suministran elementos para una
reformulación más creativa del pensamiento económico que la que los propios economistas
intentaron durante los ochenta

LA POLÍTICA CULTURAL DEL DISCURSO ECONÓMICO


Es tiempo ya de explorar las consecuencias de este análisis en términos de su relación con otras
posibles construcciones. Si existen otras construcciones, ¿cómo se harán visibles? ¿Cuál es su
relación con los modelos dominantes? ¿Cómo puede modificarse esta relación.

Sus esfuerzos se han visto obstaculizados a menudo por las trampas epistemológicas y el
etnocentrismo denunciados por Polanyi, Godelier, Gudeman y otros, autores con los que iniciamos
nuestro análisis de la economía como cultura. Una forma de detectar e investigar las
construcciones locales es observando las modalidades de resistencia que los grupos populares
muestran ante la introducción de las prácticas capitalistas. Esta ruta fue la que tomaron las
etnografías de resistencia de los años ochenta, como las de Nash , Taussig, Scott y Ong . Algo más
que la resistencia material estaba en juego.

En palabras de Taussig, Los campesinos consideran vívidamente antinaturales, incluso


malvadas, las prácticas que nosotros hemos llegado a aceptar como naturales en el
funcionamiento cotidiano de nuestra economía, y del mundo en general. Esta representación
aparece solo cuando ellos son proletarizados, y se refiere únicamente a la forma de vida
organizada mediante las relaciones capitalistas de producción. No ocurre, ni tiene alguna
referencia, con los modos de vida campesinos . Taussig nos invita a ver en este tipo de resistencia
una respuesta de la gente a lo que «ven como una manera malvada y destructiva de ordenar la
vida económica».

Sin embargo, los trabajos de los ochenta, utilizaron la resistencia para ilustrar las prácticas del
poder más que la lógica de los subalternos.

Comaroff y Comaroff 1991). Ya hemos presentado la noción de Gudeman y Rivera de los modelos
locales como «conversaciones» que ocurren en el contexto de otras conversaciones
dominantes. De hecho, desde la perspectiva de estos autores, lo que más cuenta es investigar la
articulación de las conversaciones locales con las «céntricas», incluyendo la relación entre las
inscripciones del pasado y las prácticas del presente, entre el texto céntrico y las voces
marginales, entre la «corporación» en el centro y «la casa» en los márgenes. El centro y la periferia
emergen entonces no como puntos fijos en el espacio, externos uno al otro, sino como zona en
continuo movimiento en la cual las prácticas de hacer conversaciones y economías se
entremezclan, cambiando siempre sus posiciones relativas.

El trabajo inicial de Gudeman ofrece una visión de la importancia y la coherencia de los modelos
locales en la economía de Panamá, opinión que fuera refinada a partir de sus trabajos en
Colombia . Estas conversaciones son incorporadas dentro de prácticas sociales
locales, produciendo un modelo local de economía.

En la base del modelo campesino se halla la noción de que la tierra «da» basándose en su
«fuerza». Sin embargo, mediante el trabajo los humanos deben «ayudar» a la tierra a dar su
producto. Si persiste la escasez, es porque la tierra necesita más ayuda, aunque los campesinos
saben que los productos químicos, a diferencia del abono orgánico, «queman la tierra» y «se
llevan» su fuerza. Hay un flujo de fuerza de la tierra a los cultivos, de esta al alimento, del alimento
a los humanos y de los humanos al trabajo, que confiere más fuerza a la tierra.
La fuerza se obtiene de la tierra y se consume a medida que los humanos recolectan más. Los
campesinos, sin embargo, son conscientes de que son empujados cada vez más hacia el
mercado, e interpretan este hecho como una disminución en su margen de acción. El modelo de la
casa persiste en las márgenes, donde el modelo de la corporación todavía no ha llegado a ser
dominante. La casa y la corporación se hallan en un contrapunteo, en el cual la segunda trata de
incorporar el contenido de la primera.

34 La economía del hogar se basa en la subsistencia, la de la corporación en la adquisición. Los


campesinos son conscientes de que participan en ambos tipos de economía. También tienen una
teoría sobre cómo están siendo drenados por los que controlan el mercado.

Más que el modelo del hogar, lo que se encuentra cada vez más en América

No solo hay que abandonar la idea de un modelo económico universal, sino que es necesario
reconocer que las formas de producción no son independientes de las representaciones de la vida
social en cuyo marco existen. La reconstrucción del desarrollo tiene que comenzar, entonces, por
un examen de las construcciones locales, en la medida en que constituyen la vida y la historia de
un pueblo, esto es, las condiciones del cambio y para el cambio. Esto trae a colación la relación
entre modelos y poder. Gudeman y Rivera abogan por un proceso basado en «comunidades de
modeladores», en el cual tengan vocería los modelos locales y los modelos dominantes.

Las comunidades locales aportan sus recursos materiales y culturales para resistir su choque con el
desarrollo y la modernidad. La persistencia de modelos económicos híbridos y locales, por
ejemplo, refleja las resistencias culturales que se presentan cuando el capital intenta transformar
la vida de las comunidades.

Aquí encontramos una nueva expresión de la dialéctica de las conversaciones populares y el texto
céntrico de Gudeman y Rivera. Mientras que los textos céntricos de la economía global ejercen
constantemente su influencia sobre diversos lenguajes populares, éstos últimos no se mezclan con
ellos en una armoniosa polifonía occidental. Esto no significa que estén menos organizadas
respecto del capital. Las organizaciones sociales minoritarias de las zonas tropicales húmedas, por
ejemplo, no quedan totalmente codificadas ni territorializadas por el capital .

Pero en la medida en que, dada la globalización del capitalismo, la economía constituye una
axiomática mundial, también las formas minoritarias se convierten en el blanco de sujeciones
sociales. Veamos ahora si las contribuciones de la economía política del desarrollo pueden seguir
ofreciendo criterios útiles para el doble proceso que estamos analizando, de hacer visibles las
construcciones locales y al mismo tiempo analizar las fuerzas globales. Samir Amin , quizá con
mayor elocuencia que otros autores, ha intentado proporcionar criterios generales para construir
órdenes alternativos del desarrollo dentro de la economía capitalista mundial. Para Amin, el
criterio básico para lograr tal objetivo es fomentar la acumulación autocéntrica, definida como
modelo en el cual las relaciones externas están subordinadas a las necesidades de acumulación
interna de capital.

Sobra decir que los obstáculos para restructurar a los países periféricos en economías
autocéntricas resultan enormes. En la visión de Amin, algunos podrían superarse mediante nuevos
modos de cooperación Sur-Sur, incluyendo la formación de bloques regionales de varios países
bajo lineamientos socialistas.

De todas maneras, como medio de descripción de un mundo hegemónico basado en un lenguaje


dominante, no podemos ignorar la economía política en nuestros intentos de imaginar alternativas
a ese mundo y a dicho lenguaje. Pero es necesario insistir en que para desarrollar análisis en
términos de economía política, esta debe ser desestabilizada continuamente. Modificar las
economías políticas incluye la resistencia material y semiótica, y el fortalecimiento material y
semiótico de los sistemas locales. En otras palabras, aunque la proyección social de los lenguajes
subalternos depende en gran medida de los movimientos sociales, se necesitan también
estrategias que modifiquen las economías políticas internacionales, regionales y locales.

Sin embargo, la meta fundamental de tal modificación no debe ser el logro de regímenes más
saludables de acumulación y desarrollo, como en el caso de Amin, sino la creación de mejores
condiciones que lleven a experimentos locales y regionales basados en modelos
autónomos . Además, y como ya lo discutimos, el análisis de la economía política debe conducirse
desde la perspectiva de su integración con las formas locales. También debería contribuir a
cambiar la economía política de la producción del discurso y la multiplicación de centros del
discurso. Los efectos de su hegemonía y el nocivo protagonismo de la economía deben ser
expuestos de otras maneras.

Por el contrario, constituye una alternativa filosófica y política acertada.

Significa que el científico social interpretativo tiene que considerar las descripciones propias de la
gente como puntos de partida de la teoría, es decir, de lo que ha de ser explicado. En este capítulo
hemos hablado de un tipo de poder social ligado a la economía de los bienes y de los discursos. El
poder social asociado al discurso se incrusta insidiosamente en los rincones más recónditos de la
vida social, incluso mediante formas sutiles.

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