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Final de Ciencia Politica

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UNIDAD 1: Política y Ciencia Política. Concepto. Instrumentos de análisis de la Ciencia Política.

Metodología de estudio.

Introducción. Siguiendo los lineamientos del autor, realizaremos una reflexión sobre la situación vigente de la ciencia
política poniendo la mirada en los aportes a la discusión epistemológica y de la historia institucional.
Es entonces que abordamos su objeto de estudio: la política.

- Max Weber, enseñaba que la política es la dirección o la influencia sobre la dirección de una asociación política,
la cual se caracteriza por el control de la violencia física como medio específico de dominación. Esa asociación
política, se denomina Estado. La dirección de una asociación política (Estado u otra) para tomar decisiones que
sean obligatorias y vinculantes para los miembros de un grupo. Aún cuando haya poderes corporativos y
sectoriales, sólo el poder político toma las decisiones “soberana” en una sociedad que son aquellas aplicables con
el respaldo del poder coercitivo a la generalidad de los ciudadanos.
- Distingamos los tres procesos que conforman la esfera de lo político: 1) la toma de decisiones públicas y
autorizadas; 2) la adquisición y mantenimiento del poder para tomar esas decisiones y ejercer ese poder y; 3) el
conflicto y la competencia por el poder y su utilización.
- El ámbito de aplicación de la política (Josep Colomer 2009), está dado por la provisión de bienes públicos, los
que no pueden ser provistos por el mercado u otros mecanismos privados. La mayoría de ellos implican una
redistribución de recursos entre los miembros de la sociedad y esto supone conflicto y competencia en la arena
política.
- En la antigüedad, la política era más amplia. Aristóteles consideraba al hombre como un “animal político”, porque
en la polis griega esta actividad no era solamente un aspecto de la vida, sino aquello esencial sin lo cual el hombre
no era tal. Todo se fundía en la polis.
- La política no aparecía separada de otras materias como la ética o la religión. Recién con Nicolás Maquiavelo
(1469-1527) la concepción de la política es considerada como algo diferente y a veces en conflicto con estas otras
esferas.
- Maquiavelo traía la idea que, si bien la política no estaba divorciada de la ética, la moral política es distinta a la
moral convencional. Tal es así que para construir una sociedad fuerte como la República romana, el Príncipe a
veces debe elegir caminos que, en la vida del común de los hombres, serían considerados perversos.
- Max Weber, decía que la gran tragedia de la política es la necesidad de elegir entre principios éticos diferentes, a
veces contradictorios, sin la garantía de saber cuál es el correcto. Sin olvidar la responsabilidad de aquel que
ejerce la política de manera profesional a la hora llevar adelante esa elección.
- Surge entonces el conflicto (valores, intereses y grupos) y el poder. Elementos constitutivos de la política para
Claude Lefort. En toda sociedad hay división pero también articulación de las diferencias, un orden provisto por
el poder.

La Ciencia Política.
Abal Medina, la entiende como “un campo de conocimiento plural, sólido y riguroso donde el progreso se da por
acumulación y no por “rupturas paradigmáticas” mediante la “herencia de conceptos, métodos, teorías y praxis” y donde
las teorías que se vuelven antiguas o inválidas o bien no reaparecen o bien, si lo hacen, regresan transformadas o
incorporadas a nuevas teorías”
Esta definición se basa en la posición ecléctico-progresiva de Almond o abierto-ecléctica de Pasquino. Esta postura
sostiene que el rasgo principal de la es disciplina es un progresismo ecléctico, es decir, la posibilidad de acumular y
mejorar los saberes acerca de cómo se producen los fenómenos políticos en contexto teórico plural.
UNIDAD 2: Poder político. Teorías sobre su surgimiento. La ruptura maquiavélica. Contractualismo.
Marxismo y concepción weberiana.

¿Qué es el poder político? Según Weber, la «dominación» o poder político es la capacidad que alguno o algunos tienen
de imponer su propia voluntad a los demás, en virtud tanto de su «autoridad» (derecho reclamado y reconocido de
mandar) como también en su capacidad de disponer de un aparato coactivo para hacer obedecer sus mandatos.
Añade Weber: Toda dominación se manifiesta y funciona en forma de gobierno. Todo régimen de gobierno necesita del
dominio en alguna forma, pues para su desempeño siempre se deben colocar en manos de alguien poderes imperativos.
El Estado es aquella comunidad humana que en el interior de un determinado territorio... reclama para sí (con éxito) el
monopolio de la coacción física legítima
Resumiendo: poder político es aquél que se ejerce sobre una sociedad, por personas «autorizadas» a tal efecto, y que
dispone de un aparato coactivo (el Estado) para imponerse en caso de desobediencia.

Con estos elementos puede formularse una segunda definición de la ciencia política: una disciplina social especializada
que en el marco de una ciencia social general se ocupa de todo tipo de fenómenos sociales (relaciones, estructuras,
instituciones) en la medida en que éstos afecten a, o influyan sobre, el poder político. Esta definición, por un lado,
combina los enfoques «sociológico» e «institucional» mencionados por Duverger, ya que involucra tanto la manera en que
individuos, grupos (organizados o no) y clases sociales interactúan para obtener, mantener o cambiar el poder político,
como los orígenes, estructuras, instituciones y funcionamiento de los regímenes políticos. Por otro lado, resuelve la
disputa sobre si la ciencia política es tal por poseer un objeto específico o más bien por su perspectiva analítica; en efecto,
construye al primero, de manera amplia y no pre-delimitada, como «todo» lo que gira en torno al poder político; y a la
segunda la concibe como una lente que resalta, dentro de ese todo, aquéllas relaciones o fenómenos que tienen un impacto
sobre dicho poder político.

Los orígenes del pensamiento político.

El nacimiento de la política como actividad ciudadana dio origen al pensamiento político, o sea, la reflexión sistemática
sobre los fines y organización de la sociedad, el Estado y el gobierno, y sobre el papel del hombre y el ciudadano en la
vida social y política.

Este se remonta a la Antigua Grecia. Podemos verlo en historiadores como Heródoto y luego en Tucídides, que analizan
las ideas políticas, comparan regímenes y especulan sobre las propiedades de los mismos.
Con la crisis de la democracia ateniense, aparecen Platón y Aristóteles. El primero, en sus dos obras “República” y “Las
Leyes”, se preocupó por la constitución de una polis justa, es decir una sociedad donde cada uno de los integrantes
desempeñara la actividad para la que estuviera más capacitado, propone una aristocracia basada en el conocimiento para
enfrentar una democracia desordenada y caótica. Los más sabios, los filósofos, debían gobernar.
Sin embargo, también entendía que esto podía degenerar en otras especies de regímenes de los cuales el más perverso era
la tiranía, el gobierno de uno solo que gobernara para su propio provecho. Cuando escribió Leyes, aceptó que el gobierno
más estable era el mixto, que combinaba la libertad de la democracia con la sabiduría y la virtud de la monarquía y la
aristocracia.
Aristóteles en “Política”, a diferencia de su antecesor al referir a la tipología de los regímenes políticos, los dividió según
la cantidad de personas que ejercen el poder y por su orientación favorable o contraria al bien de la comunidad, buscaba
un mejor funcionamiento político de las comunidades realmente existentes.
Para Aristóteles la mejor constitución política era la mixta, combinando aristocracia, democracia y oligarquía, pero sobre
todo aquella donde las fuerzas sociales se encontraban en una posición de paridad: básicamente donde ricos y pobres
compartían el gobierno y no se oprimían políticamente entre sí.
Por otro lado, en Roma, existía la ciudad romana (civitas) que era de politicidad reducida en relación a la polis, en tanto el
vivir asociado se basaba en consenso de la ley era independiente del vivir político.
Existía un fuerte vínculo entre el derecho y el estado pues la república era considerada como un conglomerado social que
se encontraba sujeto a las leyes. Todos los ciudadanos estaban sujetos a la ley, y ésta le otorgaba un conjunto de derechos
cívicos que constituían un cuerpo de derecho positivo que se basaba en costumbres no escritas, respaldadas por las
instituciones de la república romana.

El pensamiento de Cicerón:
- estos derechos garantizaban la libertad de los ciudadanos de la república romana y podían participar de la vida pública.
- no todos se encontraban habilitados para gobernar, sin embargo, la autoridad de los magistrados provenía del pueblo y se
encontraba atada al derecho.
- la autoridad y el derecho estaban sujetos siempre por un derecho natural universal, entendido como norma de justicia
que trasciende a los hombres.
- su forma ideal (siguiendo a Polibio) de gobierno combinaba monarquía (gobierno de uno), aristocracia (el senado) y
democracia (las asambleas).
La crisis del imperio Romano en el S. V, dio lugar a una fuerte disputa de poder entre organizaciones políticas seculares y
eclesiásticas. Con la consolidación del cristianismo como religión oficial en Occidente, permitió erigir al papado como
institución de gobierno e impulsó un modelo basado en la primacía de la religión sobre la política, el poder del emperador
ahora provenía de la iglesia.
Este modelo tuvo origen en la teoría de la teocracia papal (el papa disponía de la plenitud del poder) y en la doctrina del
augustinismo político (vinculada a la idea de San Agustín de que la ciudad estaba subordinada a la ciudad celestial).
Por otro lado, el imperio romano de occidente o imperio bizantino, impulsó un modelo basado en la primacía de la política
sobre la religión, en tanto el emperador era el representante de dios en la tierra y sus acciones eran consideradas divinas.
A fines del medioevo, Santo Tomás de Aquino, retomó la prédica aristotélica y resurgió la preocupación por la relación
entre las formas políticas existentes y el cristianismo: vuelve la idea de que la soberanía ejercida por reyes o magistrados
en las ciudades italianas, tenía como fuente el consenso popular, aunque esto no significara renunciar al origen divino.

En la primera Edad Moderna, conocida como el Renacimiento, aparece Nicolás Maquiavelo con dos rupturas:
- La ideológica: señaló la distinción entre la lógica de la moral religiosa y la lógica de la actividad política, permitiendo
que la política se constituyera como actividad autónoma.
- La epistemológica: rompió con el idealismo del pensamiento neoplatónico predominante en la época y postulo el
realismo como principio para el estudio de la política.
Almond nos enseña que, desde el renacimiento hasta la ilustración, se observó una preocupación creciente en los
estudios políticos por la búsqueda de pruebas, la evaluación de las evidencias y la estructura de las inferencias. Dando
paso a la descripción y explicación de los fenómenos políticos.
Posteriormente, con el surgimiento de los estados-nación, aparecieron las reflexiones sobre soberanía, el origen del
poder y el funcionamiento real del mismo, pero sobre todo la necesidad de vincular al conocimiento político con los
avances de las ciencias más desarrolladas del momento.
Así las cosas, Thomas Hobbes buscaba asociar la ciencia política con la matemática, sus axiomas y su principio de
racionalidad y John Locke, con la tradición empirista, sin negar los supuestos o ideas innatas, buscaba relacionarla con el
mundo de la experiencia sensible. Ambos dieron lugar al contractualismo.
El contractualismo es una corriente de las ciencias sociales que surgió en el s. XVII. Definía el surgimiento de la sociedad
y el poder político a partir de un contrato entre los individuos.
Este contrato ponía fin al estado de naturaleza, en el que los hombres vivían en ausencia de un poder legalmente instituido
que controlara a todos los miembros de la sociedad.
Luego, aparece Montesquieu, con la creación de la división de poderes, su preocupación fue estudiar cómo un conjunto de
principios se desarrollaba en distintos contextos políticos. Analizó las instituciones no como procedimientos formales sino
como costumbres y prácticas, comparando su desempeño en diferentes sociedades, antiguas y contemporáneas. Eso lo
posicionó junto a Alexis de Tocqueville en uno de los antecesores de la sociología política comparativista.
Legitimidad en sentido político: Si la legitimidad jurídica se refiere a la ley, la legitimidad política se refiere al ejercicio
del poder. El poder político que es percibido como legítimo será mayoritariamente obedecido, mientras que el percibido
como ilegítimo será desobedecido, salvo que se obtenga obediencia por medio de la violencia del Estado. La legitimidad
así entendida es un compromiso entre ambos extremos. Desde luego, la teoría de la legitimidad no prejuzga la bondad o
maldad de tal o cual régimen político, sino que examina, simplemente, los mecanismos de mando y obediencia. Resta
decir que, en términos generales, cuando el poder pierde su legitimidad deja de ser poder, salvo que ejercite la coacción.

UNIDAD 3: Democracia. Concepto. Discusiones sobre sus alcances. Transiciones políticas. Formas de
gobierno. Particularidades en América latina.
La democracia fue creada en la Antigua Grecia, al igual que la palabra que la describe, que combina las raíces demos
(pueblo) y kratos (autoridad), para significar gobierno del pueblo. Platón distinguió cinco formas de gobierno:
aristocracia, encabezada por los mejores; timocracia, en que gobiernan los más fuertes, amantes de los cargos y los
honores inherentes a ellos; oligarquía, gobierno de los ricos; democracia, gobierno del pueblo, donde la igualdad se
distribuye a los iguales tanto como a los que no lo son; y tiranía, gobierno unipersonal. Considerando buena sólo a la
aristocracia, criticó duramente a la democracia, que en su opinión sustituye la verdad y la justicia por la elocuencia.
En lo personal, Aristóteles prefería la politeia (democracia, en lenguaje moderno). La libertad, la igualdad, la soberanía
popular y el derecho a vivir de maneras diferentes son inherentes a ella. En la democracia, la asamblea de ciudadanos es
soberana, y se encargan las labores deliberativas, judiciales y administrativas a unos pocos electos por los demás.
Aristóteles enumeró otras instituciones democráticas que siguen teniendo vigencia en la actualidad, como la elección libre
de los funcionarios por sufragio universal sin restricción (o casi) por razones de propiedad, la alternancia en el gobierno,
la insaculación de ciertos cargos, la no reelección, el juicio por jurados y la soberanía de la asamblea de ciudadanos.

Tienen alcance colectivo porque implican a grupos humanos., numerosos, identificados por posiciones comunes. Las
discrepancias pue den afectar, según los casos, al control de recursos materiales, al disfrute de beneficios y de derechos o
a la defensa de ideas y valores. En más de una ocasión, la tensión o el antagonismo puede afectar simultáneamente a
bienes materiales, derechos legales y creencias religiosas o filosóficas.
El origen de los conflictos se sitúa en la existencia de diferencias sociales, que se convierten a menudo en desigualdades.

El camino hacia la representación política

1. El mundo clásico: La política es una construcción histórica originada en la Grecia clásica. Si bien las
instituciones políticas existían desde antes, fue allí donde por primera vez comenzó a pensarse lo político como
algo específico, separado de la religión y, por lo tanto, propio de la capacidad de acción de los hombres. Para los
clásicos, el hombre era por naturaleza un animal político, en tanto la política no era solamente un aspecto de la
vida, sino el todo y la esencia. El animal político vivía en comunión o comunidad, en donde el individuo, tal como
hoy lo entendemos, no existía. Ahora bien, ¿cómo se gobernaban efectivamente las polis? Existía una amplia
variedad de regímenes políticos, entre los que se destacaban las democracias. La democracia para los griegos era
un sistema de gobierno basado en la igualdad de todos los ciudadanos frente a la toma de decisiones colectivas.
Su nombre, demos (pueblo) kratos (gobierno), hacía referencia a su principio rector: el autogobierno del pueblo.
Si todos sufríamos las consecuencias de las acciones de los gobiernos, lo lógico era que todos tomáramos parte en
las decisiones. Obviamente, el “todos” de los clásicos era restringido ya que excluía de la ciudadanía a los
“desiguales” por naturaleza (mujeres, esclavos y extranjeros). En la idea clásica de la democracia sólo se era libre
cuando cada uno se gobernaba a sí mismo, dándose sus propias normas (autonomía). Así, todos los ciudadanos
(hombres libres) debían gobernarse sin distinción de capacidades personales o económicas. Libertad e igualdad se
implicaban mutuamente. La igualdad entre los ciudadanos era el eje de la democracia y en consonancia con él se
diseñaron todas las instituciones de gobierno. El funcionamiento de la democracia ateniense es conocido
principalmente por la peculiaridad de la ciudadanía reunida en asamblea, la cual encarnaba el ideal del gobierno
del demos en tanto garantizaba la participación directa de los ciudadanos en las decisiones que los afectaban y la
igualdad de esa participación (en base al principio de isegoria que establecía el igual derecho a hablar en la
asamblea). Sin embargo, existían otras instituciones, como las magistraturas, el consejo y los tribunales en las que
no participaban todos los ciudadanos y que, por ende, no eran identificadas como el demos. El principio de
igualdad en las instituciones de la democracia griega estaba garantizado por el sorteo. Este mecanismo permitía
que todos los ciudadanos que deseaban ejercer el poder tuvieran la misma probabilidad de acceder a un cargo
público y, por ende, ocupar tanto el lugar de gobernado como de gobernante.
2. La edad media: El máximo objetivo de los hombres, la salvación de sus almas, se vuelve una cuestión individual,
interna, apolítica y referida exclusivamente a la esfera privada. Por eso puede entenderse a la Edad Media como
un proceso de inversión de las categorías axiológicas del mundo clásico, ya que se modifican radicalmente la
manera de entender y ejercer el poder político. Es el mismo Señor quien ha resuelto los lugares que ocuparán
“naturalmente” sus siervos en la tierra, pero ellos no podrán ya modificarlo con acciones positivas que le den su
propia impronta, como sí era posible en el mundo clásico. Frente a la caída de la civilización clásica, la iglesia se
volvió la única institución que buscaba dar sentido a un mundo social desgarrado y diezmado por la violencia.
durante este largo período la política se retiró de la vida de los ciudadanos, para pasar a resolverse de manera casi
secreta, tras oscuros muros donde sólo muy pocos podían tener acceso.

3. Hobbes y la modernidad: Fueron los hombres modernos, los individuos, quienes crearon un ordenamiento
siempre provisorio y cambiante que se llamó sociedad, que reemplazó a su ancestro, la comunidad. En la base de
toda la concepción moderna del mundo estuvo presente esta noción de sociedad como núcleo central, estructurado
por relaciones artificiales de jerarquía, no naturales, y cuya inteligibilidad implicaba algo revolucionario para la
época: el orden de la sociedad podía ser transformado. Thomas Hobbes propuso un concepto que hizo historia: la
representación política individual. La noción de representación política consiste en que alguien puede hacer a otro
presente en un lugar (el escenario, el gobierno) en el que éste no está, alguien lo vuelve a (re)presentar en su
persona. En tal proceso, “alguien (el representante) sustituye y, al mismo tiempo, encarna al representado”.
Aparece el concepto de SOBERANO, dicho soberano representa la persona y juicio de los súbditos, en virtud de
la cesión que éstos realizan del derecho natural a todas las cosas que hasta entonces tenían, quienes pasan a
reconocerse como autores de todas las acciones realizadas por sus representantes: De esta manera, el acto de
constitución de la representación política dio lugar a una entidad, que es una y universal a la vez: el estado. El
estado es visto no ya como una entidad preestablecida, como algo dado, sino más bien como una entidad
arbitraria, no natural, una institución formada a partir de la voluntad de hombres libres y racionales que optan por
su constitución.

4. La representación moderna después de Hobbes: Por un lado, existe la idea de representación como semejanza,
lo que expresa es una relación de similitud (en algún aspecto) entre el representante y el representado. En
términos sociológicos se dice que alguien es representativo de un determinado grupo en la medida en que éste
comparte algunas características esenciales con el grupo.
Asimismo, es posible distinguir entre la representación como delegación y la representación como
responsabilidad. La primera acepción se deriva del derecho privado romano y se refiere a la idea de un embajador
o un abogado, que asume la representación de un individuo para defenderlo frente a una corte, por ejemplo. La
segunda, en cambio, se refiere a los términos de la responsabilidad de los representantes de “responder” a sus
representados.
La representación pensada como un mandato imperativo, asociada con la representación jurídica, implica la idea
de que el representante es un mero delegado cuya función consiste en transmitir las instrucciones exactas que sus
principales le han encomendado. Por su parte, la representación pensada en términos de independencia, asociada
con la representación política, implica la idea del representante como fiduciario, como un experto, cuya función es
la de tomar las decisiones que considera son en beneficio de sus principales.

5. La democracia representativa: La representación política, plasmada en la idea de que el representante debe


actuar en nombre de aquellos que representa y siguiendo sus intereses, es el núcleo central de la democracia
representativa. La representación democrática es un fenómeno de la modernidad que se caracteriza por la elección
de representantes encargados de tomar las decisiones que afectan al total de la ciudadanía.
La república se caracterizaba por la existencia de un sistema de representación y se distinguía de la democracia
pura en que delegaba la facultad de gobierno en un pequeño número de ciudadanos elegidos por el resto. De esta
manera, la república era una forma de gobierno superadora de la democracia por tender a “la total exclusión de la
gente en su capacidad colectiva”, produciendo decisiones menos pasionales, más cercanas al bien común. La
república basada en un sistema representativo podía comprender un número más grande de ciudadanos y una
mayor extensión de territorio, lo cual permitía la multiplicidad de partidos e intereses evitando así la opresión de
una facción. La democracia representativa condujo a una lenta ampliación de la ciudadanía en la que el gobierno
del demos sólo fue posible a través de sus representantes elegidos a través del voto. Ahora bien, la diferencia entre
la forma directa y la forma representativa de democracia no reside exclusivamente en la existencia o no de
representantes sino en el método de selección de los mismos. estamos en presencia de una particular forma de
gobierno que podemos definir como gobierno electoral representativo y que se caracteriza por la realización de
elecciones para establecer quiénes serán los representantes de los ciudadanos en la definición de las cuestiones
públicas. Nuestras actuales democracias indirectas, representativas o modernas se caracterizan por dos
instituciones casi desconocidas en las democracias clásicas: los partidos políticos y las elecciones periódicas, en
reemplazo de la asamblea y del sorteo.

— Primera ola democrática, 1828-1926: caracterizada por la expansión del derecho al sufragio masculino en una treintena
de naciones.
— Primera contra-ola, 1922-1942: retorno del autoritarismo y/o aparición del totalitarismo en Europa Central, Oriental y
del Sur, la Unión Soviética y América Latina.
— Segunda ola democrática, 1943-1962: democratización en las potencias derrotadas en la segunda guerra mundial
(Alemania Occidental, Japón, Italia, Austria), en algunos países latinoamericanos, y en varias colonias europeas que se
independizaron en esa época. — Segunda contra-ola, 1958-1975: aparición de dictaduras militares en América Latina y en
África, aunque también en Asia, a más de Grecia.
— Tercera o la democrática, 1974 en adelante: democratización en América Latina, Europa del Sur y Oriental, ex-Unión
Soviética y varios países de África y Asia.

Tipos de democracia
La democracia es un modelo de gobierno en el que la soberanía reside en el pueblo, o sea, en el que el conjunto de los
individuos gobernados posee la potestad de elegir, de un modo u otro, a quienes ellos consideren idóneos para detentar
el poder.
Aunque no era igual al actual, este tipo de gobierno nació en la Grecia Antigua, en el seno de la sociedad ateniense. Luego
de que culminara el Medioevo y después de que cayera el Antiguo Régimen de la monarquía aristocrática, la democracia
reapareció como consecuencia del surgimiento de la burguesía como clase dominante del mundo.

 Democracia directa: La democracia directa es aquella en la que el mayor rango posible de decisiones le es
consultado al pueblo, mediante referendos, asambleas y otros tipos de mecanismo consultivo, de modo que sea el
colectivo quien tome las decisiones directamente.
En ellas es frecuente la conformación de asambleas de participación popular, de las que emergen delegados o
voceros encargados de hacer ascender a las instancias de poder las peticiones y resoluciones tomadas localmente.
Este tipo de democracia es la que mayor grado de cercanía entre el pueblo y el gobierno permite. Sin
embargo, presenta la desventaja de multiplicar las instancias burocráticas y de enlentecer y encarecer el proceso
de toma de decisiones, puesto que las consultas y referendos exigen tiempo, dinero y esfuerzo.

 Democracia indirecta: En esta forma de democracia, la soberanía de la nación reside en los representantes
populares, electos mediante el sufragio, ya sea de tipo directo (las personas eligen a sus representantes) o de tipo
indirecto (las personas eligen delegados que, a su vez, eligen a los representantes).
Este sistema democrático funciona en base a la consideración de que no todo puede someterse a una consulta
popular, al menos no si se desea tener un Estado operativo y encargado de más asuntos que la constante consulta
de la voluntad popular.
De modo que esta última se transfiere a un número de representantes políticos libremente electos, para que tomen
las decisiones pertinentes, es decir, para que interpreten y ejecuten la voluntad del pueblo.
La democracia representativa puede a su vez ser de los siguientes tipos:
- Democracia parlamentaria. Aquella en la que la jefatura de gobierno es ejercida por un Primer Ministro
perteneciente al ala ejecutiva del parlamento (legislativo).
- Democracia presidencialista. Aquella en la que el poder ejecutivo recae sobre un presidente electo
mediante el sufragio popular directo, independiente de las labores del poder legislativo.
 Democracia semidirecta: Para algunos autores, existe una tercera forma de democracia que combina algunos
elementos de la directa y la indirecta, constituyendo así una democracia “semidirecta”.
En este caso, el poder político es controlado por gobernantes electos mediante el sufragio popular, pero la mayoría
de sus decisiones deben ser respaldadas por el pueblo, a través de referendos, consultas o plebiscitos. Mediante
este tipo de democracias se busca dar con una opción intermedia que sea más eficiente que la democracia directa,
pero que no distancie tanto al pueblo del ejercicio del poder, cosa frecuente en las democracias representativas, en
que una clase política termina constituyéndose en una élite.

La democracia en America Latina


Cuando América Latina inició hacia 1810 su movimiento por la independencia se inclinó por la forma republicana de
gobierno. En consecuencia, salvo pocas y pasajeras excepciones monárquicas,18 prácticamente todos los gobiernos
latinoamericanos se han sentido obligados a invocar —incluso por puro formalismo— las democracia y la soberanía
popular expresada en el sufragio. Sin embargo, las constituciones democráticas y la búsqueda de legitimación por medio
del sufragio, sólo en periodos limitados significaron auténtico recurso y subordinación a la soberanía popular.

Del cuadro se desprende que la mayor parte de los países latinoamericanos marchó, la mayor parte del tiempo, por sendas
distintas de las vías democráticas que sus constituciones prescriben. Las clases dirigentes se apartaron rápidamente de los
ideales democráticos que las inspiraron en los primeros momentos. El caudillismo y el militarismo prevalecieron,
distorsionando o violentando las instituciones democráticas. Fraudes electorales, golpes de Estado, inestabilidad política,
gobiernos dictatoriales y violaciones de las garantías individuales fueron más la regla que la excepción. Además, durante
el siglo XIX el derecho al sufragio solía estar restringido a hombres que tuviesen propiedades, pagasen impuestos o
supiesen leer y escribir, que para la época eran los menos. Por añadidura, la concesión del derecho al sufragio a las
mujeres fue relativamente tardía: inició en Ecuador en 1929, y culminó en Paraguay en 1961 (en México fue en 1953).
Desde principios y sobre todo a mediados del siglo XX hubo intentos de establecer regímenes democráticos en varios
países latinoamericanos; pocos de ellos tuvieron éxito duradero: Colombia, Costa Rica, Venezuela. Los demás,
sucumbieron ante la regresión autoritaria que inició hacia 1964. Fue apenas en las dos últimas décadas del siglo XX
cuando la democracia se hizo realidad en la mayor parte de los países latinoamericanos. Las dictaduras militares que
habían proliferado en Centro y Sudamérica fueron erradicadas. Regímenes personalistas o de camarilla, como el de los
Somoza en Nicaragua, fueron derribados. Pseudodemocracias en que un solo partido controlaba todos los resortes del
poder y ganaba siempre las elecciones, como en México y Paraguay, se abrieron a una efectiva oposición política. Países
con conflictos armados internos, como El Salvador y Guatemala, lograron la paz (lamentablemente, todavía no la logra
Colombia, asolada por una guerrilla cincuentenaria). Como consecuencia, en la actualidad todos los países
latinoamericanos, excepto Cuba, tienen gobiernos libremente electos por el pueblo. Sin embargo, buena parte de las
democracias latinoamericanas actuales no están consolidadas. Algunas concentran excesivo poder en las manos de un
líder carismático, como Venezuela. Otras han estado signadas por crisis e inestabilidad políticas, como Argentina,
Ecuador, Bolivia y Paraguay. En algunas más, la participación electoral es baja, como en Colombia, Guatemala y México.
En muchas, falta desarrollar mecanismos de transparencia y rendición de cuentas que erradiquen la corrupción. En casi
todas, existe un divorcio entre los gobernantes electos y la ciudadanía.

Transiciones políticas.
 La primera ola de democratización alude al período de transiciones democráticas que se originó con las
revoluciones norteamericana y francesa y se extendió hasta luego de la Primera Guerra Mundial (1828-1926)
 La segunda ola de democratización al período de transiciones democráticas desde comienzos de la segunda guerra
mundial hasta comienzos de los años sesenta (1943-1962).
 La tercera ola de democratización es un término acuñado por Huntington (1994) para referirse al proceso de
transiciones democráticas que se extendió en diversas regiones del mundo entre 1974 y 1990.
Las dos últimas décadas del siglo xx han contemplado la aparición de abundantes ejemplos de situaciones de transición:
en América Latina (Chile, México, Guatemala, El Salvador, Honduras...), en Europa central y oriental (Eslovaquia,
Rumania, Croacia, Ucrania, Belarus, Rusia...), Asia central (Kazajstán, Azerbaiján, Turkmenistán y otras repúblicas ex
soviéticas), y Extremo Oriente (Taiwàn, Corea del Sur, Camboya, Filipinas, Tailandia). Se trata de situaciones en las que
los sistemas dictatoriales han sido sustituidos por formas institucionales más cercanas a la democracia. Sin embargo, en
buena parte de ellos todavía no están aseguradas las condiciones para una competición política abierta: son aún núcleos
restringidos los que tienen en sus manos la selección de los conflictos a regular, el debate sobre las alternativas que se
proponen en cada caso y la decisión final para seleccionar una de ellas.

UNIDAD 4: representación política. Partidos y grupos de presión.


La representación fue posible entonces en la sociedad en tanto los individuos podían reconocerse como pertenecientes a
una parte de ésta, y, por consiguiente, verse o sentirse representados por un partido. De esta manera, la idea de
representación se materializó en el mundo moderno a través de la existencia de partidos que representaban a los diferentes
sectores constitutivos de la sociedad.
Actualmente, existe la tendencia a identificar como democracias a los países que, tras garantizar una serie de derechos a
sus ciudadanos, seleccionan a sus gobernantes mediante la elección libre entre partidos. Así, gobierno representativo y
mecanismos de elección se volvieron una pareja simbiótica en la enorme mayoría de los diseños institucionales modernos.
Es por ello que los modelos de política o de representación que construimos a continuación se basan en la forma en que se
conjugaron estos dos elementos centrales (los partidos políticos y las elecciones) en el funcionamiento de la política
moderna en occidente y en su relación con un tipo estatal y con una forma social determinada.
No existe actualmente en la disciplina una definición precisa y con acuerdo generalizado sobre lo que es un partido
político. Continúa, por lo tanto, un amplio debate entre distintas definiciones que pueden ser clasificadas en estrechas,
amplias o intermedias.

 Entre las definiciones estrechas encontramos a autores, como Downs, que proponen reducir la definición sólo a
los grupos que “buscan el control del aparato gubernamental en elecciones debidamente constituidas”. En el
mismo sentido, Schlesinger sugiere restringir la definición a los “partidos que compiten en elecciones libres y
primeramente a aquellos que son capaces de ganarlas a través del tiempo”, criticando a los que proponen abarcar a
todas las instituciones que se definan como partido. Esta definición estrecha, también denominada “electoral”, es
seguida por Sartori, quien entiende como partido a “cualquier grupo político que se presente en las elecciones, y
pueda hacerse un lugar a través de las elecciones, colocando a sus candidatos en los cargos públicos”. Por su
parte, Mainwaring y Scully, en su estudio sobre los partidos en América Latina, proponen una versión matizada
de la definición de Sartori, al incluir también a los partidos que quieran presentar candidatos pero no puedan
hacerlo porque están prohibidos o bien porque las elecciones no tienen lugar. Un problema de las definiciones
electorales es su dificultad para analizar organizaciones (como el Partido Comunista Chino) que actúan en
regímenes que no permiten la existencia de otros partidos políticos, y donde no existen por lo tanto elecciones
libres y competitivas. Otro problema de estas definiciones es su incapacidad para incluir a grupos que, si bien se
presentan a elecciones, no lo hacen para lograr en ellas acceder a cargos públicos. Es el caso, por ejemplo, de lo
que Sartori ha llamado partidos antisistema, organizaciones que ingresan a la arena electoral con el propósito de
deslegitimar al sistema existente sosteniendo uno alternativo. Asimismo, en las sociedades contemporáneas se
pueden identificar con facilidad distintos partidos que utilizan las elecciones como un foro para dar a conocer su
visión ideológica o sus opiniones sobre determinadas temáticas, partidos en los que predomina lo que
tradicionalmente se conoce como la función expresiva por sobre la instrumental. Como sostiene Janda, “una
verdadera teoría general de los partidos políticos no puede ser construida con una definición estrecha que excluya
a los sistemas unipartidistas y a los partidos antisistema”.

 Las definiciones amplias, en cambio, se basan en la caracterización dada por Max Weber (1964: 228), quien
define a los partidos como “formas de socialización que, descansando en un reclutamiento formalmente libre,
tienen por fin proporcionar a sus dirigentes dentro de su asociación y otorgar por este medio a sus miembros
activos determinadas probabilidades ideales o materiales [...]. Su acción está orientada a la adquisición del poder
social”.
 Luego están las llamadas definiciones intermedias. En ese sentido encontramos que Duverger (1972 [1957])
caracteriza a los partidos en torno a dos factores: (1) que su principal objetivo sea el de conquistar el poder o el de
compartir su ejercicio y (2) que cuenten con una base amplia de apoyo. Janda sostiene una definición semejante:
“un partido es una organización que busca ubicar a sus representantes reconocidos en posiciones de gobierno”.
“Reconocidos” quiere decir abiertamente identificados con el partido. Así, si un grupo de interés compite con sus
propios representantes se vuelve un partido. Finalmente, “ubicar” puede significar tanto hacerlo mediante
elecciones, como una acción administrativa o imposición directa. LaPalombara y Weiner señalan que para que
exista un partido deben darse cuatro condiciones esenciales: a) la existencia de una organización duradera y
estable; b) que dicha organización esté articulada de tal modo que las organizaciones de carácter local tengan
lazos regulares y variados con la organización en el ámbito nacional; c) la voluntad deliberada y consciente del
grupo de conquistar, ejercer y conservar el poder político; d) la búsqueda del apoyo popular para conseguir sus
fines (especialmente, pero no exclusivamente, en elecciones libres y competitivas). Frente a las definiciones
estrechas que señalan los medios y fines que debe tener una organización para ser un partido, y frente a las
amplias que relativizan tanto los fines como los medios, estas definiciones medias suavizan los medios (las
elecciones), pero mantienen los fines (ocupar cargos de gobierno). Ware ha propuesto una definición que, si bien
no pretende resolver el problema, permite trabajar con un concepto que es generalizable y analíticamente útil a la
vez: “Un partido político es una institución que (a) busca influir en el estado, generalmente tratando de ocupar
posiciones en el gobierno, y (b) usualmente consiste en algo más que un interés en la sociedad y trata, en algún
grado, de agregar intereses”. Esta definición señala la cualidad diferencial de los partidos frente a otras
organizaciones sociales y estatales, determinando que todo partido (1) busca influir sobre el estado
explícitamente, tratando de ocupar posiciones en el gobierno por medio de elecciones u otra forma que tenga
legitimidad popular, (2) que posee una organización que pretende ser, o al menos así lo presenta, como estable y
duradera temporalmente, y (3) consiste, de forma usual, en algo más que un interés individual o intenta de alguna
forma agregar diversos intereses.
La evolución de los partidos políticos:
• Los partidos de notables o de cuadros se distinguen por su composición reducida. Sus miembros eran reclutados
selectivamente en función de alguna cualidad especial: capacidad económica, prestigio social, influencia intelectual. Su
organización básica se fundaba en comités de personalidades o grupos de notables locales —conocidos en Estados Unidos
como caucus—, que mantenían entre sí una débil coordinación en manos de un pequeño núcleo de dirigentes
parlamentarios. Su ideario o programa era muy vago y dependía muy directamente del grupo de intereses —comerciales,
financieros, industriales, agrarios— que promovían. Es el modelo que adoptaron los primeros partidos del estado liberal,
creados —como hemos visto— desde el poder. Los partidos de notables siguieron jugando un papel importante hasta la
Segunda Guerra Mundial. En la actualidad, sólo subsisten como excepción en algunos países europeos. En Estados
Unidos, en cambio, los partidos actuales se asemejan todavía al partido de notables, puesto que la dimensión y la
diversidad de la sociedad americana convierte en buena medida a sus dos principales partidos en grandes confederaciones
de grupos locales.
• El partido de masas es una aportación de la socialdemocracia alemana de finales del siglo xix a la tipología de los
partidos. Con algunas variantes, fue adoptada posteriormente por otras grandes corrientes ideológicas —comunistas, nazi-
fascistas, demócrata-cristianas, nacionalistas en los países excoloniales—. Por ello, pareció durante algún tiempo que iba a
convertirse en el modelo definitivo de la organización partidaria. A diferencia de los partidos de notables creados desde el
poder, la oposi ción de los trabajadores asalariados tenía que dotarse de un instrumento basado en el reclutamiento masivo
de afiliados. Este carácter masivo —la búsqueda de la cantidad, no de la «calidad»— se justificaba por un doble motivo:
ideológico y práctico. Por una parte, expresaba la voluntad de facilitar el acceso del pueblo al poder, sin discriminaciones
de ningún tipo. El partido se convertía también en instrumento de educación popular, en cuanto difundía un ideario y
proponía un programa de acción y de gobierno. Al mismo tiempo y para desarrollar su tarea, le era necesario disponer de
dos recursos indispensables: colaboración voluntaria y medios económicos, procedentes de la dedicación y de las
pequeñas aportaciones de los militantes y no derivados de las fortunas personales de los notables. La difusión del modelo
fue paralela a la implantación del sufragio universal masculino, que se extendió a la mayoría de los países europeos
después de la Primera Guerra Mundiíd. El éxito de los partidos de masas —que en varios países los llevaría al gobiemo
durante el período de entreguerras— no pudo ocultar algunos de sus defectos, especialmente la tendencia a generar una
división intema entre una burocracia profesionalizada —que dirigía el partido— y la base de los afiliados (Ostrogorski,
Michels). Pese a su estmctura formalmente democrática —todos los cargos directivos debían ser designados por elección
—, los miembros de la dirección se reclutaban por cooptación entre aquellos que habían convertido la dedicación al
partido en su ocupación principal o exclusiva. De este modo, la rotación de los dirigentes era escasa y quedaba limitada a
un número reducido de sus miembros. Este fenómeno —que explica en parte el éxito del partido al dotarle de gran solidez
organizativa— acarreaba también una cara negativa, al aislar a la dirección de sus bases e impedir su necesaria
renovación. La evolución de los partidos de masas les condujo —hacia la mitad del siglo XX— a su conversión en un
tif)o diferente, al que se dio el nombre de partido de electores (Kirchheimer). Para este modelo, el objetivo central es la
movilización de los votantes con ocasión de cada consulta electoral. Con este fin, el partido difumina sus programas,
reducidos a menudo a afirmaciones de principio —justicia, orden, cambio, progreso, seguridad, etc.— y moduladas de
acuerdo con conveniencias de tipo estratégico. Sin abandonarla enteramente, el partido también desdibuja su conexión
preferente con un determinado sector social y pretende captar apoyos electorales en todos los sectores de la sociedad: de
ahí también el sobrenombre de catchallparties o partidos «atrapa-todo», que se les ha aplicado. Esta concentración en el
objetivo electoral y la gradual introducción de la financiación pública de los gastos de los partidos hacen menos
importante la afiliación. Ya no se trata tanto de transmitir una doctrina política a una gran masa de afiliados como de
conseguir su voto: más decisiva que la educación política es la propaganda electoral. Al mismo tiempo se extrema la
profesionalización de la dirección, integrada por personas que han hecho de la carrera política una dedicación exclusiva.
Aumenta también la importancia y la personalización del liderazgo, puesto que la imagen del líder y los rasgos que la
caracterizan sustituyen en cierto modo a la definición ideológica del partido.
Grupos de presión:
Los grupos de interés se caracterizan por ser asociaciones voluntarias que tienen como objetivo principal influir sobre el
proceso político, defendiendo propuestas que afectan a los intereses de un sector determinado de la comunidad: los
trabajadores asalariados, los miembros de una confesión religiosa, los empresarios de la industria química, etc. Estos
grupos se proponen participar en la elaboración de las decisiones políticas relacionadas con los intereses del sector, pero
sin asumir responsabilidades institucionales: actúan sobre las instituciones, pero sin ejercer directamente el poder que
éstas administran. De ahí que algunos autores prefieran calificar a estos grupos como grupos de presión, subrayando que
no persiguen ocupar el poder institucional, sino presionar sobre el mismo.
En cuanto a los métodos de acción, cabe señalar la gran gama disponible. Pueden ordenarse del modo siguiente:

— actividades de persuasión, con el recurso a la transmisión de información y documentación, a los contactos,


entrevistas y consultas con los demás actores, a la publicidad comercial directa o indirecta, etc.;
— actividades económicas, con el mecenazgo de actividades sociales y culturales, la contribución a la financiación
legal o encubierta de los partidos o la corrupción de otros agentes (mediante regalos, comisiones, participación en
beneficios, promoción profesional, etc.);
— actividades en el campo jurídico, resistiendo el cumplimiento de obligaciones legales (objeción militar, objeción
fiscal), interponiendo recursos o emprendiendo acciones reivindicatorías ante los tribunales para exigir la
paralización de determinadas decisiones o reclamar indemnizaciones por supuestos daños derivados de ellas, etc.;
— acciones de intimidación o coacción, que van desde el uso de la fuerza para interrumpir la actividad económica
(una huelga, un lock-out, una «huelga de inversiones» o una fuga de capitales) o social (una sentada, una
ocupación, una interrupción del tránsito) hasta la violencia física directa contra bienes y personas, empleando
métodos terroristas o mafiosos, etc.
Los grupos de interés pretenden convencer al poder institucional y a las elites que lo gestionan de que los intereses
particulares de dichos grupos coinciden con los intereses generales de la sociedad. Y que por esta razón las políticas
públicas —educativa, sanitaria, de transporte, etc.— deben acomodarse a las preferencias de tales grupos.

PARLAMENTARISMO
Los sistemas parlamentarios, como su nombre lo indica, se caracterizan por la soberanía del parlamento. Este principio
implica que la relación entre el poder ejecutivo y el poder legislativo se caracteriza por la fusión de ambos, es decir que
los gobiernos son designados, apoyados y destituidos a través del voto del parlamento. El jefe del ejecutivo –que puede
adoptar diversos nombres como primer ministro, premier o canciller, pero al que nos referiremos genéricamente como
primer ministro– es elegido por el legislativo, poder ante el cual es responsable junto a su gabinete, pues depende de su
confianza y puede ver revocado su mandato a través de un voto parlamentario de censura o de no confianza. La duración
del mandato del ejecutivo no esté sujeta a plazo alguno, ya que se mantiene mientras conserve el apoyo parlamentario. El
primer ministro tiene a su vez la facultad de disolver el parlamento y convocar a elecciones para la conformación de uno
nuevo. La fuente de legitimidad del gobierno es indirecta en tanto el primer ministro es elegido por el parlamento, cuyos
integrantes a su vez son elegidos por sufragio popular para cumplir funciones legislativas. En los sistemas parlamentarios
existe una distinción de funciones entre el jefe de gobierno –el primer ministro–, encargado de la dirección política y
administrativa, y el jefe de estado, que ejerce un rol simbólico y ceremonial (en las monarquías este cargo es ocupado por
un rey y en las repúblicas por un presidente elegido por el parlamento). Si bien es el jefe de estado quien propone la
designación del primer ministro, su poder es meramente formal, puesto que depende del consentimiento del parlamento.
La designación de los integrantes del gabinete por lo general tiene lugar posteriormente, en base a las propuestas del jefe
de gobierno y depende también del consentimiento del parlamento.

En cuanto a la estructura del gobierno, en los parlamentarismos el cuerpo ejecutivo es de carácter colectivo y está
integrado por el primer ministro, que lo preside, y el gabinete o consejo de ministros.

Finalmente, el modelo puro de parlamentarismo supone la soberanía del legislativo y por ende la inexistencia de la
revisión judicial de las leyes emitidas por éste. El parlamento tiene la última palabra.

En cuanto a la estructura del gobierno, en los parlamentarismos el cuerpo ejecutivo es de carácter colectivo y está
integrado por el primer ministro, que lo preside, y el gabinete o consejo de ministros. Al respecto, Sartori (1994) destaca
que el jefe del ejecutivo puede relacionarse con los demás integrantes del gobierno de diversas formas: como un primero
(primus) por encima de sus desiguales; como un primero entre desiguales; o como un primero entre iguales. Un primero
por encima de sus desiguales es el jefe del ejecutivo que realmente dirige el gobierno y que a la vez es jefe del partido, por
lo que difícilmente puede ser destituido por el voto del parlamento. Además, designa o remueve según le place a los
ministros de su gabinete, que le son en efecto subordinados. Este es el caso de un primer ministro británico. Un primero
entre desiguales es el jefe de gobierno que puede destituir a los miembros de su gabinete, pero éstos no lo pueden remover
a él. Un ejemplo de este tipo es el canciller alemán, el cual tiene menor preeminencia que el primer ministro británico,
pero sigue siendo un primus entre desiguales. Finalmente, un primero entre iguales es un primer ministro que cae con sus
ministros, que generalmente debe incluir en el gabinete a ministros que le son impuestos y que presenta poco control
sobre el grupo. Este es el caso de Francia durante la Tercera y la Cuarta República.

PRESIDENCIALISMO

Una de las características predominantes del sistema presidencialista es la separación de poderes que conlleva la
independencia de las ramas ejecutiva y legislativa, en abierta oposición a la fusión de las mismas que se constata en el
parlamentarismo. Esta separación de poderes se evidencia en que la elección del presidente y su perdurabilidad en el cargo
son independientes del congreso. El período de mandato del presidente es por un tiempo constitucionalmente prescrito. De
igual modo, el presidente carece de capacidad para disolver el congreso. La separación de poderes se observa también en
la norma que establece que la misma persona no puede desempeñar a la vez cargos en ambas esferas.

El hecho de que el presidente no sea miembro del parlamento nos lleva a uno de los rasgos estructurales que define a un
sistema presidencial, que es la elección popular del presidente, sea de forma directa o a través del colegio electoral –como
ocurre en Estados Unidos y como sucedía en la Argentina antes de la reforma constitucional de 1994–. Lo distintivo
reside en que la fuente de legitimidad del gobierno, a diferencia de los parlamentarismos, es el pueblo y no el parlamento.

En cuanto a la estructura del poder ejecutivo, en los sistemas presidenciales el presidente es quien dirige el ejecutivo y los
miembros del gabinete son nombrados y destituidos de manera discrecional por el primer mandatario, el cual adquiere una
absoluta predominancia Este ejecutivo unipersonal se encarna en la figura del presidente, quien concentra en su persona
los roles de jefe de estado, de carácter ceremonial, y de jefe de gobierno. Por último, en relación al proceso de revisión
judicial, en los presidencialismos la separación de poderes implica la existencia de un poder judicial capaz de revisar la
constitucionalidad de las normas.

SEMIPRESIDENCIALISMO

El semipresidencialismo es una forma de gobierno que combina elementos del régimen presidencial y el parlamentario. El
semipresidencialismo comparte con el presidencialismo la elección directa y popular del presidente, o por lo menos éste
no es electo por el parlamento. No obstante, el régimen semipresidencial se aleja del presidencialismo en la medida en que
se define como una estructura de autoridad dual, con dos cabezas, asemejándose más en este aspecto al modelo
parlamentario. De esta manera, el presidente, en tanto jefe de estado, debe compartir el poder con un primer ministro, que
es el jefe de gobierno y que está sujeto a la confianza del parlamento. Así, el gobierno es ejercido por el primer ministro y
los miembros del gabinete, cuyos integrantes también son parlamentarios. Cabe advertir que en el semipresidencialismo la
legitimidad del jefe de estado es democrática al igual que la del parlamento, contraponiéndose al modelo parlamentario
donde el jefe de estado presenta una legitimidad tradicional. Adicionalmente, en el marco del régimen semipresidencial, el
presidente no cumple un rol meramente ceremonial y simbólico sino que adopta un poder regulador, adquiriendo una
mayor relevancia en comparación con el jefe de estado de los sistemas parlamentarios, aunque su gravitación es menor en
relación a la función del presidente en los sistemas presidenciales.

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