El Guardia Civil Tiroteado en La Gran Vía Tras Gritar ¡España! - El (Otro) Crimen Que Hizo Estallar La Guerra Civil

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Historia

El guardia civil tiroteado en la Gran Vía tras gritar


«¡España!»: el (otro) crimen que hizo estallar la
Guerra Civil

Suelen citarse las muertes del teniente Castillo y Calvo Sotelo como detonantes del conflicto
español en 1936, pero poco antes un agente de la Benemérita fue tiroteado en el centro de Madrid
durante un desfile

La matanza olvidada en el entierro de Calvo Sotelo: antes de la Guerra Civil tampoco se


respetaron los muertos

Guardias civiles, en el intercambio de disparos durante el entierro de Anastasio de los Reyes en Madrid

ISRAEL VIANA SEGUIR AUTOR


Madrid

15/12/2023 2
Actualizado a las 13:11h.
El 14 de abril de 1936 debería haber sido un día de celebración, el del quinto aniversario de la
proclamación de la Segunda República. «Los edificios públicos izaron la bandera tricolor. Los tranvías
se asociaron al júbilo y aparecieron con banderolas [...]. Todos saludaban con el puño cerrado y daban
muestras de gran alegría republicana. Se llenó el paseo de la Castellana y se levantaron tribunas para el
elemento oficial. Llegó el nuevo presidente de la República, don Diego Martínez Barrio [elegido solo
una semana antes y cesado un mes después], con su escolta de gala, y después el Gobierno y las demás
autoridades. Las precauciones de siempre», contaba 'El Siglo Futuro' en su edición de la tarde.
Sin embargo, tal y como informaba el mismo diario, todo se torció antes del mediodía, al paso de la
comitiva por la Gran Vía de Madrid: «Desfilaron las tropas y, finalmente, la Guardia civil. Antes estalló
un petardo que produjo alarma [...]. Sólo diremos, como novedad de este desfile, que a los lados de la
tropa y de la Guardia civil, como abriéndoles calle o encuadrándoles, iban las Juventudes socialistas y
comunistas, así como sus «pioneros» –como llaman a sus niños– y demás elementos estratégicos del
ejército social, cantando todos la Internacional, levantando los puños y gritando la consigna «U. H. P.»
(Uníos Hermanos Proletarios)».

Como si de una advertencia fortuita se tratara, antes de la tragedia se produjo un pequeño incidente que
sembró el pánico entre los asistentes al desfile, tan acostumbrados como estaban en aquellos días a la
violencia callejera en toda España. «En el Paseo de la Castellana, un individuo situado a espaldas de la
tribuna presidencial levantada frente a la calle del Marqués de Riscal, arrojó un petardo. La alarma fue
grande, mayor al difundirse la noticia por Madrid, pues en los primeros momentos se aseguró que se
trataba de una bomba. Unos guardias detuvieron al autor, que una vez en la Dirección de Seguridad se
apreció que se encontraba en estado de embriaguez», informaba 'El Siglo Futuro'.

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para diseccionar el polémico régimen, convencido de que «ni una ni otra son plausibles hoy»

Dos meses después, el 16 de junio, el líder del partido católico y conservador español de la CEDA, José
María Gil-Robles, describió en el Congreso de los Diputados la crisis que vivía España en esos
momentos. «Desengañaos. Un país puede vivir en monarquía o en república, en sistema parlamentario
o en sistema presidencialista, en un sistema soviético o en el fascismo, pero como únicamente no vive es
en anarquía. Y España, hoy, por desgracia, vive en anarquía [...]. Tenemos que decir hoy que estamos
presenciando los funerales de la democracia», comentó en su discurso.

Organizaciones paramilitares
Toda la cámara prorrumpió en gritos, unos de apoyo, otros de disentimiento. La situación del país era,
efectivamente, tan grave como señalaba Gil-Robles por los desórdenes provocados tanto por la
izquierda como por la derecha. A los actos de violencia hay que añadir que los partidos políticos de uno
y otro extremo preparaban a sus hombres para luchar desde hace semanas, instruyéndolos en
formaciones militares. «Todos a la calle», era la orden de una serie de jefes políticos. Ni el presidente del
Consejo de Ministros, Santiago Casares Quiroga, ni Gil-Robles, representantes ambos de grupos que
habían sido muy destacados en la Segunda República, podían ya controlar los acontecimientos.

Siguiendo estas consignas, el día del desfile a las 12.30 comenzaron los abucheos por parte de algunos
miembros de las Juventudes Socialistas Unificadas al paso de las unidades de la Guardia Civil por la
Gran Vía. Esta organización juvenil recién creada agrupaba a las jóvenes socialistas y comunistas del
país, que iban siempre uniformadas. Un desconocido alférez llamado Anastasio de los Reyes y varios
compañeros suyos que asistían de paisanos a la marcha se enfrentaron a estos jóvenes gritando
repetidamente «¡España, España!», según el relato realizado por el diario 'El Socialista'.
De repente, alguien sacó un arma y comenzó a disparar, alcanzando al citado alférez, que fue herido de
gravedad en el hígado. Aunque fue trasladado de urgencia a un centro sanitario en una de las propias
ambulancias del cuerpo de Sanidad Militar que participaron en el desfile, Anastasio de los Reyes ingresó
cadáver. El diario 'El Sol' aseguró que el guardia civil falleció «nada más ingresar en la Casa de la
Moneda». Dos de sus compañeros y otros asistentes al desfile, entre ellos varias mujeres y un niño,
también resultaron heridos. Según 'Ahora', el más joven de los heridos de bala, de 16 años, llamado
Benedicto Montes Miranda, falleció también al día siguiente.

Crónica de los altercados del entierro de Anastasio de los Reyes // ABC

Dos frentes
Las elecciones generales de febrero habían sido ya una lucha entre dos grandes alianzas: el Frente
Popular y el Frente Nacional. El primero lo constituían, además de los liberales de Casares Quiroga, el
PSOE, el PCE y otros grupos de las clases trabajadoras y el poderoso sindicato de la UGT. En el segundo,
la CEDA de Gil-Robles, pero también los monárquicos, los agrarios, los grandes terratenientes, otros
partidos de derechas y representantes del Ejército, la Iglesia y la burguesía. Sería a este segundo grupo
el que era afín el guardia civil asesinado.

Se puede decir, por lo tanto, que los dos frentes estaban ya formados antes de comenzar la Guerra Civil.
Solo faltaba que alguien encendiera la mecha. En la mayoría de los libros de Historia suele decirse que
fueron los asesinatos del teniente José Castillo (12 de julio) y del exministro de Hacienda José Calvo
Sotelo (13 de julio) los causantes, pero tienden a olvidarse de Anastasio de los Reyes, cuya muerte causó
graves disturbios en toda la capital que fueron cubiertos, también, en la prensa.

'El Sol' lo contaba así: «Después de los sucesos, varios jóvenes pertenecientes al Frente Popular,
formando manifestación, recorrieron varias calles vitoreando a la República. También se formó en la
calle de Serrano una manifestación integrada por elementos fascistas. Esto dio motivo a alborotos,
carreras y sustos, especialmente en la calle de Villanueva, donde un grupo de manifestantes trató de
j d di L ll d d t f i idió l ó it S ti
cercar a una pareja de guardias. La llegada de otras fuerzas impidió el propósito. Se practicaron unas
treinta detenciones».

El lugar donde iba la esquela de Anastasio de los Reyes que fue censurada por la República // ABC

La censura de ABC
La noticia del asesinato de De los Reyes en pleno centro de Madrid puso en alerta a las autoridades
republicanas por las posibles consecuencias que podría acarrear en aquel ambiente. En especial, les
preocupaban las previsibles protestas durante su entierro y decidieron evitar la asistencia masiva al
mismo, por lo que optaron por silenciar en lo posible a la prensa y censuraron la esquela que se publicó
al día siguiente en ABC. Se negaron a entregar el cadáver a su hijo mayor y decidieron trasladarlo
directamente desde el Depósito Judicial de la calle de Santa Isabel hasta el cementerio de la Almudena
durante la noche y sin ceremonias.

Indignado, el hijo acudió al Parque de Automóviles de la Guardia Civil, donde su padre prestaba
servicio, para informar a sus compañeros y jefes. Todos ellos se trasladaron de uniforme y a toda
velocidad al depósito. Tras muchas protestas, lograron que el cuerpo sin vida fuera entregado a su
descendiente. El director general de la Guardia Civil, el general Sebastián Pozas, acudió rápidamente
para impedirlo bajo las órdenes del Gobierno republicano, pero en el camino, a la altura del Paseo de la
Castellana, los compañeros del difunto se negaron a devolverlo a pesar de los requerimientos de su
superior.

El cuerpo de la víctima fue trasladado al cuartel de la Guardia Civil de Bellas Artes, en el actual Museo
Nacional de Ciencias Naturales, donde instalaron la capilla ardiente. La censura de la esquela en ABC,
sin embargo, tuvo el efecto contrario, pues muchos simpatizantes acudieron a dicho cuartel para
averiguar la hora del entierro. A primeras horas de la mañana del 16 de abril, el lugar ya estaba repleto
de ciudadanos y personalidades políticas como Gil Robles y el exministro de Hacienda José Calvo
Sotelo, jefes ambos los dos principales partidos de la derecha parlamentaria.
La Almudena
Alrededor de las 15.00 horas, y desobedeciendo al Gobierno, varios cientos de personas formaron el
cortejo fúnebre. El trayecto hacia el cementerio de la Almudena, sin embargo, fue del todo menos
tranquilo y emotivo, pues el coche con el cadáver de Anastasio de los Reyes fue atacado con pistolas y
ametralladoras en diversos puntos, con la consiguientes respuesta también armada de los contrarios.
Se produjeron diversos heridos de gravedad, uno de los cuales falleció varios días después.

ABC, esta vez sí, contó lo ocurrido con todo detalle al día siguiente: «En el momento en que la comitiva
iba a romper la marcha, un individuo que se hallaba entre la concurrencia sacó una pistola del bolsillo.
La acción fue observada por varias personas, las cuales se abalanzaron sobre el desconocido con ánimo
de agredirlo. Policías y guardias de seguridad lograron evitar que fuese golpeado por la muchedumbre
[...]. En estos primeros disturbios cundió el estado de excitación y alarma entre los concurrentes al acto
y hubo sustos y carreras, a consecuencia de los cuales resultaron lesionadas algunas personas».

Entre nuevos enfrentamientos y el intento de la comitiva fúnebre de llevar el ataúd hasta las puertas del
Congreso, donde se celebraba una sesión parlamentaria, el furgón con los restos llegó finalmente al
cementerio de la Almudena por expreso deseo de su familia. Mientras, varias camionetas de la Guardia
de Asalto, bajo las órdenes del teniente José del Castillo, disolvió las manifestaciones, para lo cual no
dudó en ordenar el uso de las armas. Aunque las cifras nunca quedaron claras del todo, se estima que,
durante los incidentes, murieron seis personas del cortejo y unas treinta resultaron heridas. Entre lo
primero, Andrés Sáenz de Heredia, de 24 años, primo del fundador de la Falange, José Antonio Primo de
Rivera.

Estas muertes en aquel ambiente de preguerra suelen ser pasadas por alto en los reportajes sobre las
causas o los incidentes que nos abocaron a la Guerra Civil. Estos artículos suelen centrarse en el
asesinato del teniente Castillo el 12 de julio de 1936 y el de Calvo Sotelo un día después. El primero salió
de su casa en la calle Augusto Figueroa de Madrid para empezar su servicio y fue acribillado por cuatro
hombres. La Falange lo había señalado tras los incidentes del entierro de Anastasio de los Reyes. El
segundo fue secuestrado de su casa por varios guardias de asalto y militantes del PSOE con una orden
de detención falsa. La camioneta en la que llegaron debía dirigirse a comisaría, pero tras circular unos
doscientos metros, el político recibió dos disparos en la nuca. La Guerra Civil comenzó cinco días
después.

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