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Edad Media

período histórico de la civilización


occidental

La Edad Media, Medievo o Medioevo es el


período histórico de la civilización
occidental comprendido entre los siglos v
y xv. Convencionalmente, su inicio se
sitúa en el año 476 con la caída del
Imperio romano de Occidente y su fin en
1492 con el descubrimiento de América,[1] ​
o en 1453 con la caída del Imperio
bizantino, fecha que tiene la singularidad
de coincidir con la invención de la
imprenta —publicación de la Biblia de
Gutenberg— y con el fin de la guerra de los
Cien Años.

Santa Sofía de Constantinopla (532-537). El Imperio bizantino fue la única institución política (aparte del papado) que
mantuvo su existencia por la totalidad del periodo medieval.

La ciudad medieval francesa de Carcasona. Ciudades amuralladas, puentes bien guarnecidos y castillos son parte de la
imagen bélica de la Edad Media. El aspecto actual es fruto de una recreación historicista del siglo xix, cuando las murallas
ya no eran funcionales, y la mayor parte de las ciudades europeas las derribaba. El deseo de recuperarlas es una muestra
de medievalismo.
Ermita del Cristo de la Luz en Toledo, anteriormente mezquita. La convivencia entre civilizaciones alternó entre el
enfrentamiento y la tolerancia, el aislamiento y la influencia mutua.

Al día de hoy, los historiadores del período


prefieren matizar esta ruptura entre
Antigüedad y Edad Media de manera que
entre los siglos iii y viii se suele hablar de
Antigüedad Tardía, que habría sido una
gran etapa de transición en todos los
ámbitos: en lo económico, para la
sustitución del modo de producción
esclavista por el modo de producción
feudal; en lo social, para la desaparición
del concepto de ciudadanía romana y la
definición de los estamentos medievales,
en lo político para la descomposición de
las estructuras centralizadas del Imperio
romano que dio paso a una dispersión del
poder; y en lo ideológico y cultural para la
absorción y sustitución de la cultura
clásica por las teocéntricas culturas
cristiana o islámica (cada una en su
espacio).[2] ​

Suele dividirse en dos grandes períodos:


Temprana o Alta Edad Media (ss. v-x, sin
una clara diferenciación con la Antigüedad
Tardía); y Baja Edad Media (ss. xi-xv), que
a su vez puede dividirse en un periodo de
plenitud, la Plena Edad Media (ss. xi-xiii), y
los dos últimos siglos que presenciaron la
crisis del siglo xiv.

Aunque hay algunos ejemplos de


utilización previa,[Nota 1] ​el concepto de
Edad Media nació como la segunda edad
de la división tradicional del tiempo
histórico debida a Cristóbal Cellarius
(Historia Medii Aevi a temporibus
Constantini Magni ad Constaninopolim a
Turcis captam deducta, Jena, 1688)[3] ​
quien la consideraba un tiempo
intermedio, sin apenas valor por sí mismo,
entre la Edad Antigua identificada con el
arte y la cultura de la civilización
grecorromana de la Antigüedad clásica y
la renovación cultural de la Edad Moderna
—en la que él se sitúa— que comienza con
el Renacimiento y el Humanismo. La
popularización de este esquema ha
perpetuado un preconcepto erróneo: el de
considerar a la Edad Media como una
época oscura, sumida en el retroceso
intelectual y cultural, y un aletargamiento
social y económico secular (que a su vez
se asocia con el feudalismo en sus rasgos
más oscurantistas, tal como se definió por
los revolucionarios que combatieron el
Antiguo Régimen). Sería un periodo
dominado por el aislamiento, la ignorancia,
la teocracia, la superstición y el miedo
milenarista alimentado por la inseguridad
endémica, la violencia y la brutalidad de
guerras e invasiones constantes y
epidemias apocalípticas.[Nota 2] ​

Sin embargo, en este largo período de mil


años hubo todo tipo de hechos y procesos
muy diferentes entre sí, diferenciados
temporal y geográficamente, respondiendo
tanto a influencias mutuas con otras
civilizaciones y espacios como a
dinámicas internas. Muchos de ellos
tuvieron una gran proyección hacia el
futuro, entre otros los que sentaron las
bases del desarrollo de la posterior
expansión europea, y el desarrollo de los
agentes sociales que desarrollaron una
sociedad estamental de base
predominantemente rural pero que
presenció el nacimiento de una incipiente
vida urbana y una burguesía que con el
tiempo desarrollarán el capitalismo.[4] ​
Lejos de ser una época inmovilista, la
Edad Media, que había comenzado con
migraciones de pueblos enteros, y
continuado con grandes procesos
repobladores (Repoblación en la península
ibérica, Ostsiedlung en Europa Oriental) vio
cómo en sus últimos siglos los antiguos
caminos (muchos de ellos vías romanas
decaídas) se reparaban y modernizaban
con airosos puentes, y se llenaban de toda
clase de viajeros (guerreros, peregrinos,
mercaderes, estudiantes, goliardos, etc.)
encarnando la metáfora espiritual de la
vida como un viaje (homo viator).[5] ​

También surgieron en la Edad Media


formas políticas nuevas, que van desde el
califato islámico a los poderes universales
de la cristiandad latina (Pontificado e
Imperio) o el Imperio bizantino y los reinos
eslavos integrados en la cristiandad
oriental (aculturación y evangelización de
Cirilo y Metodio); y en menor escala, todo
tipo de ciudades estado, desde las
pequeñas ciudades episcopales alemanas
hasta repúblicas que mantuvieron
imperios marítimos como Venecia;
dejando en la mitad de la escala a la que
tuvo mayor proyección futura: las
monarquías feudales, que transformadas
en monarquías autoritarias prefiguran el
estado moderno.

De hecho, todos los conceptos asociados


a lo que se ha venido en llamar
modernidad aparecen en la Edad Media,
en sus aspectos intelectuales con la
misma crisis de la escolástica.[6] ​Ninguno
de ellos sería entendible sin el propio
feudalismo, se entienda este como modo
de producción (basado en las relaciones
sociales de producción en torno a la tierra
del feudo) o como sistema político
(basado en las relaciones personales de
poder en torno a la institución del
vasallaje), según las distintas
interpretaciones historiográficas.[Nota 3] ​

El choque de civilizaciones entre


cristianismo e islamismo, manifestado en
la ruptura de la unidad del Mediterráneo
(hito fundamental de la época, según
Henri Pirenne, en su clásico Mahoma y
Carlomagno[7] ​), la Reconquista española y
las Cruzadas; tuvo también su parte de
fértil intercambio cultural (escuela de
Traductores de Toledo, Escuela Médica
Salernitana) que amplió los horizontes
intelectuales de Europa, hasta entonces
limitada a los restos de la cultura clásica
salvados por el monacato altomedieval y
adaptados al cristianismo.

La Edad Media realizó


una curiosa
combinación entre la
diversidad y la unidad.
La diversidad fue el
nacimiento de las
incipientes naciones...
La unidad, o una
determinada unidad,
procedía de la religión
cristiana, que se impuso
en todas partes... esta
religión reconocía la
distinción entre clérigos
y laicos, de manera que
se puede decir que...
señaló el nacimiento de
una sociedad laica. ...
Todo esto significa que
la Edad Media fue el
período en que apareció
y se construyó
Europa.[8] ​

Esa misma Europa Occidental produjo una


impresionante sucesión de estilos
artísticos (prerrománico, románico y
gótico), que en las zonas fronterizas se
mestizaron también con el arte islámico
(mudéjar, arte andalusí, arte árabe-
normando) o con el arte bizantino.

La ciencia medieval no respondía a una


metodología moderna, pero tampoco lo
había hecho la de los autores clásicos,
que se ocuparon de la naturaleza desde su
propia perspectiva; y en ambas edades sin
conexión con el mundo de las técnicas,
que estaba relegado al trabajo manual de
artesanos y campesinos, responsables de
un lento pero constante progreso en las
herramientas y procesos productivos. La
diferenciación entre oficios viles y
mecánicos y profesiones liberales
vinculadas al estudio intelectual convivió
con una teórica puesta en valor espiritual
del trabajo en el entorno de los
monasterios benedictinos, cuestión que
no pasó de ser un ejercicio piadoso,
sobrepasado por la mucho más
trascendente valoración de la pobreza,
determinada por la estructura económica
y social y que se expresó en el
pensamiento económico medieval.

Medievalismo es tanto la cualidad o


carácter de medieval,[9] ​como el interés
por la época y los temas medievales y su
estudio; y medievalista el especialista en
estas materias.[Nota 4] ​El descrédito de la
Edad Media fue una constante durante la
Edad Moderna, en la que Humanismo,
Renacimiento, Racionalismo, Clasicismo e
Ilustración se afirman como reacciones
contra ella, o más bien contra lo que
entienden que significaba, o contra los
rasgos de su propio presente que intentan
descalificar como pervivencias
medievales. No obstante desde fines del
siglo xvi se producen interesantes
recopilaciones de fuentes documentales
medievales que buscan un método crítico
para la ciencia histórica. El Romanticismo
y el Nacionalismo del siglo xix
revalorizaron la Edad Media como parte de
su programa estético y como reacción
antiacadémica (poesía y drama
románticos, novela histórica, nacionalismo
musical, ópera), además de como única
posibilidad de encontrar base histórica a
las emergentes naciones (pintura de
historia, arquitectura historicista, sobre
todo el neogótico —labor restauradora y
recreadora de Eugène Viollet-le-Duc— y el
neomudéjar). Los abusos románticos de la
ambientación medieval (exotismo),
produjeron ya a mediados del siglo xix la
reacción del realismo.[11] ​Otro tipo de
abusos son los que dan lugar a una
abundante literatura pseudohistórica que
llega hasta el presente, y que ha
encontrado la fórmula del éxito mediático
entremezclando temas esotéricos
sacados de partes más o menos oscuras
de la Edad Media (Archivo Secreto
Vaticano, templarios, rosacruces,
masones y el mismísimo Santo
Grial).[Nota 5] ​Algunos de ellos se
vincularon al nazismo, como el alemán
Otto Rahn. Por otro lado, hay abundancia
de otros tipos de producciones artísticas
de ficción de diversa calidad y orientación
inspiradas en la Edad Media (literatura,
cine, cómic). También se han desarrollado
en el siglo xx otros movimientos
medievalistas: un medievalismo
historiográfico serio, centrado en la
renovación metodológica
(fundamentalmente por la incorporación
de la perspectiva económica y social
aportada por el materialismo histórico y la
Escuela de los Annales) y un
medievalismo popular (espectáculos
medievales, más o menos genuinos, como
actualización del pasado en el que la
comunidad se identifica, lo que se ha
venido en llamar memoria histórica).

Es impropio hablar de Edad


Media en otras civilizaciones
Mapa TO, con Jerusalén en el centro, y las tres partes simplificadas del mundo recordado, más que conocido en la Edad
Media.

Las grandes migraciones de la época de


las invasiones significaron
paradójicamente un cierre al contacto de
Occidente con el resto del mundo. Muy
pocas noticias tenían los europeos del
milenio medieval (tanto los de la
cristiandad latina como los de la
cristiandad oriental) de que, aparte de la
civilización islámica, que ejerció de puente
pero también de obstáculo entre Europa y
el resto del Viejo Mundo,[7] ​se
desarrollaban otras civilizaciones. Incluso
un vasto reino cristiano como el de
Etiopía, al quedar aislado, se convirtió en
el imaginario cultural en el mítico reino del
Preste Juan, apenas distinguible de las
islas atlánticas de San Brandán y del resto
de las maravillas dibujadas en los
bestiarios y los escasos, rudimentarios e
imaginativos mapas. El desarrollo
marcadamente autónomo de China, la
más desarrollada civilización de la época
(aunque volcada hacia su propio interior y
ensimismada en sus ciclos dinásticos: Sui,
Tang, Song, Yuan y Ming), y la escasez de
contactos con ella (el viaje de Marco Polo,
o la mucho más importante expedición de
Zheng He), que destacan justamente por
lo inusuales y por su ausencia de
continuidad, no permiten denominar a los
siglos v al xv de su historia como historia
medieval, aunque a veces se haga, incluso
en publicaciones especializadas, más o
menos impropiamente.[12] ​

La historia de Japón (que durante este


periodo estaba en formación como
civilización, adaptando las influencias
chinas a la cultura autóctona y
expandiéndose desde las islas
meridionales a las septentrionales), a
pesar de su mayor lejanía y aislamiento,
suele ser paradójicamente más asociada
al término medieval; aunque tal
denominación es acotada por la
historiografía, significativamente, a un
periodo medieval que se localiza entre los
años 1000 y 1868, para adecuarse al
denominado feudalismo japonés anterior
a la era Meiji (véase también shogunato,
han y castillo japonés).[13] ​

La historia de la India o la del África negra


a partir del siglo vii contaron con una
mayor o menor influencia musulmana,
pero se atuvieron a dinámicas propias
bien diferentes (Sultanato de Delhi,
Sultanato de Bahmani, Imperio
Vijayanagara —en la India—, Imperio de
Malí, Imperio Songhay —en África negra—).
Incluso llegó a producirse una destacada
intervención sahariana en el mundo
mediterráneo occidental: el Imperio
almorávide.

De un modo todavía más claro, la historia


de América (que atravesaba sus periodos
clásico y postclásico) no tuvo ningún tipo
de contacto con el Viejo Mundo, más allá
de la llegada de la denominada
Colonización vikinga en América que se
limitó a una reducida y efímera presencia
en Groenlandia y la enigmática Vinland, o
las posibles posteriores expediciones de
balleneros vascos en parecidas zonas del
Atlántico Norte, aunque este hecho ha de
entenderse en el contexto del gran
desarrollo de la navegación de los últimos
siglos de la Baja Edad media, ya
encaminada a la Era de los
Descubrimientos.

Lo que sí ocurrió, y puede considerarse


como una constante del periodo medieval,
fue la periódica repetición de puntuales
interferencias centroasiáticas en Europa y
el Próximo Oriente en forma de invasiones
de pueblos del Asia Central,
destacadamente los turcos (köktürks,
jázaros, otomanos) y los mongoles
(unificados por Gengis Kan) y cuya Horda
de Oro estuvo presente en Europa Oriental
y conformó la personalidad de los Estados
cristianos que se crearon, a veces vasallos
y a veces resistentes, en las estepas rusas
y ucranianas. Incluso en una rara ocasión,
la primitiva diplomacia de los reinos
europeos bajomedievales vio la
posibilidad de utilizar a los segundos
como contrapeso a los primeros: la
frustrada embajada de Ruy González de
Clavijo a la corte de Tamerlán en
Samarcanda, en el contexto del asedio
mongol de Damasco, un momento muy
delicado (1401-1406) en el que también
intervino como diplomático Ibn Jaldún.
Los mongoles ya habían saqueado
Bagdad en una incursión de 1258.[14] ​

El inicio de la Edad Media

Sueño de Constantino antes de la batalla del Puente Milvio. In hoc signo vinces (Con este signo vencerás). Ilustración de
las Homilías de san Gregorio Nacianceno, siglo ix
El papa Silvestre I bendice a Constantino, del que recibe con la tiara (símbolo del pontificado romano clásico, similar a
otros tocados político-religiosos, como la doble corona de los faraones) el poder temporal sobre Roma. Fresco del
siglo xiii, capilla de San Silvestre, monasterio de los Cuatro Santos Coronados.

Encuentro de León Magno con Atila, fresco de Rafael Sanzio en las estancias del Vaticano (1514).

Aunque se han propuesto varias fechas


para el inicio de la Edad Media, de las
cuales la más extendida es la del año 476,
lo cierto es que no podemos ubicar el
inicio de una manera tan exacta ya que la
Edad Media no nace, sino que "se hace" a
consecuencia de todo un largo y lento
proceso que se extiende por espacio de
cinco siglos y que provoca cambios
enormes a todos los niveles de una forma
muy profunda que incluso repercutirán
hasta nuestros días. Podemos considerar
que ese proceso empieza con la crisis del
siglo iii, vinculada a los problemas de
reproducción inherentes al modo de
producción esclavista, que necesitaba una
expansión imperial continua que ya no se
producía tras la fijación del limes romano.
Posiblemente también confluyeran
factores climáticos para la sucesión de
malas cosechas y epidemias; y de un
modo mucho más evidente las primeras
invasiones germánicas y sublevaciones
campesinas (bagaudas), en un periodo en
que se suceden muchos breves y trágicos
mandatos imperiales. Desde Caracalla la
ciudadanía romana estaba extendida a
todos los hombres libres del Imperio,
muestra de que tal condición, antes tan
codiciada, había dejado de ser atractiva. El
Bajo Imperio adquiere un aspecto cada
vez más medieval desde principios del
siglo iv con las reformas de Diocleciano:
difuminación de las diferencias entre los
esclavos, cada vez más escasos, y los
colonos, campesinos libres, pero sujetos a
condiciones cada vez mayores de
servidumbre, que pierden la libertad de
cambiar de domicilio, teniendo que
trabajar siempre la misma tierra; herencia
obligatoria de cargos públicos —antes
disputados en reñidas elecciones— y
oficios artesanales, sometidos a
colegiación —precedente de los gremios—,
todo para evitar la evasión fiscal y la
despoblación de las ciudades, cuyo papel
de centro de consumo y de comercio y de
articulación de las zonas rurales cada vez
es menos importante. Al menos, las
reformas consiguen mantener el edificio
institucional romano, aunque no sin
intensificar la ruralización y
aristocratización (pasos claros hacia el
feudalismo), sobre todo en Occidente, que
queda desvinculado de Oriente con la
partición del Imperio. Otro cambio
decisivo fue la implantación del
cristianismo como nueva religión oficial
por el Edicto de Tesalónica de Teodosio I
el Grande (380) precedido por el Edicto de
Milán (313) con el que Constantino I el
Grande recompensó a los hasta entonces
subversivos por su providencialista ayuda
en la batalla del Puente Milvio (312), junto
con otras presuntas cesiones más
temporales cuya fraudulenta reclamación
(pseudodonación de Constantino) fue una
constante de los Estados Pontificios
durante toda la Edad Media, incluso tras la
evidencia de su refutación por el
humanista Lorenzo Valla (1440).

División del Imperio romano, año 395.

Ningún evento concreto —a pesar de la


abundancia y concatenación de hechos
catastróficos— determinó por sí mismo el
fin de la Edad Antigua y el inicio de la Edad
Media: ni los sucesivos saqueos de Roma
(por los godos de Alarico I en el 410, por
los vándalos en el 455, por las propias
tropas imperiales de Ricimero en 472, por
los ostrogodos en 546), ni la pavorosa
irrupción de los hunos de Atila (450-452,
con la batalla de los Campos Cataláunicos
y la extraña entrevista con el papa León I
el Magno), ni el derrocamiento de Rómulo
Augústulo (último emperador romano de
Occidente, por Odoacro el jefe de los
hérulos -476-); fueron sucesos que sus
contemporáneos consideraran iniciadores
de una nueva época. La culminación a
finales del siglo v de una serie de
procesos de larga duración, entre ellos la
grave dislocación económica, las
invasiones y el asentamiento de los
pueblos germanos en el Imperio romano,
hizo cambiar la faz de Europa. Durante los
siguientes 300 años, la Europa Occidental
mantuvo un período de unidad cultural,
inusual para este continente, instalada
sobre la compleja y elaborada cultura del
Imperio romano, que nunca llegó a
perderse por completo, y el asentamiento
del cristianismo. Nunca llegó a olvidarse la
herencia clásica grecorromana, y la lengua
latina, sometida a transformación (latín
medieval), continuó siendo la lengua de
cultura en toda Europa occidental, incluso
más allá de la Edad Media. El derecho
romano y múltiples instituciones
continuaron vivas, adaptándose de uno u
otro modo. Lo que se operó durante ese
amplio periodo de transición (que puede
darse por culminado para el año 800, con
la coronación de Carlomagno) fue una
suerte de fusión con las aportaciones de
otras civilizaciones y formaciones
sociales, en especial la germánica y la
religión cristiana. En los siglos siguientes,
aún en la Alta Edad Media, serán otras
aportaciones las que se añadan,
destacadamente el islam.

Véanse también: Caída del Imperio romano de Occidente, Invasiones bárbaras y Pueblos germánicos.

Alta Edad Media (siglos v al x)

Los reinos germanorromanos (siglos


v al viii)
Bárbaros

Los bárbaros se
desparraman furiosos...
y el azote de la peste no
causa menos estragos,
el tiránico exactor roba
y el soldado saquea las
riquezas y las vituallas
escondidas en las
ciudades; reina un
hambre tan espantosa,
que obligado por ella, el
género humano devora
carne humana, y hasta
las madres matan a sus
hijos y cuecen sus
cuerpos para
alimentarse con ellos.
Las fieras aficionadas a
los cadáveres de los
muertos por la espada,
por el hambre y por la
peste, destrozan hasta a
los hombres más
fuertes, y cebándose en
sus miembros, se
encarnizan cada vez
más para destrucción
del género humano. De
esta suerte, exacerbadas
en todo el orbe las
cuatro plagas: el hierro,
el hambre, la peste y las
fieras, cúmplense las
predicciones que hizo el
Señor por boca de sus
Profetas. Asoladas las
provincias... por el
referido
encruelecimiento de las
plagas, los bárbaros,
resueltos por la
misericordia del Señor a
hacer la paz, se
reparten a suertes las
regiones de las
provincias para
establecerse en ellas.
Hidacio, Chronicon
(hacia 468).[15] ​
El texto se refiere concretamente a
Hispania y sus provincias, y los bárbaros
citados son específicamente los suevos,
vándalos y alanos, que en el 406 habían
cruzado el limes del Rin (inhabitualmente
helado) a la altura de Maguncia y en torno
al 409 habían llegado a la península
ibérica; pero la imagen es equivalente en
otros momentos y lugares que el mismo
autor narra, del periodo entre 379 y 468.

Los pueblos germánicos procedentes de


la Europa del Norte y del Este, se
encontraban en un estadio de desarrollo
económico, social y cultural obviamente
inferior al del Imperio romano, al que ellos
mismos percibían admirativamente. A su
vez eran percibidos con una mezcla de
desprecio, temor y esperanza
(retrospectivamente plasmados en el
influyente poema Esperando a los bárbaros
de Constantino Cavafis),[16] ​e incluso se
les atribuyó un papel justiciero (aunque
involuntario) desde un punto de vista
providencialista por parte de los autores
cristianos romanos (Orosio, Salviano de
Marsella y San Agustín de Hipona).[17] ​La
denominación de bárbaros (βάρβαρος)
proviene de la onomatopeya bar-bar con la
que los griegos se burlaban de los
extranjeros no helénicos, y que los
romanos —bárbaros ellos mismos, aunque
helenizados— utilizaron desde su propia
perspectiva. La denominación «invasiones
bárbaras» fue rechazada por los
historiadores alemanes del siglo xix,
momento en el que el término barbarie
designaba para las nacientes ciencias
sociales un estadio de desarrollo cultural
inferior a la civilización y superior al
salvajismo. Prefirieron acuñar un nuevo
término: Völkerwanderung ("Migración de
Pueblos"),[18] ​menos violento que
invasiones, al sugerir el desplazamiento
completo de un pueblo con sus
instituciones y cultura, y más general
incluso que invasiones germánicas, al
incluir a hunos, eslavos y otros.
Los germanos, que disponían de
instituciones políticas peculiares, en
concreto la asamblea de guerreros libres
(thing) y la figura del rey, recibieron la
influencia de las tradiciones
institucionales del Imperio y la civilización
grecorromana, así como la del
cristianismo (aunque no siempre del
cristianismo católico o atanasiano, sino
del arriano); y se fueron adaptando a las
circunstancias de su asentamiento en los
nuevos territorios, sobre todo a la
alternativa entre imponerse como minoría
dirigente sobre una mayoría de población
local o fusionarse con ella.
Los nuevos reinos germánicos
conformaron la personalidad de Europa
Occidental durante la Edad Media,
evolucionaron en monarquías feudales y
monarquías autoritarias, y con el tiempo,
dieron origen a los estados-nación que se
fueron construyendo en torno a ellas.
Socialmente, en algunos de estos países
(España o Francia), el origen germánico
(godo o franco) pasó a ser un rasgo de
honor u orgullo de casta ostentado por la
nobleza como distinción sobre el conjunto
de la población.

Las transformaciones del mundo romano


Gala Placidia y sus hijos, Valentiniano III y Justa Grata Honoria.

Véase también: Caída del Imperio romano de Occidente

El Imperio romano había pasado por


invasiones externas y guerras civiles
terribles en el pasado, pero a finales del
siglo iv aparentemente, la situación estaba
bajo control. Hacía escaso tiempo que
Teodosio había logrado nuevamente
unificar bajo un solo centro ambas
mitades del Imperio (392) y establecido
una nueva religión de Estado, el
Cristianismo niceno (Edicto de Tesalónica
-380), con la consiguiente persecución de
los tradicionales cultos paganos y las
heterodoxias cristianas. El clero cristiano,
convertido en una jerarquía de poder,
justificaba ideológicamente a un Imperium
Romanum Christianum (Imperio Romano
Cristiano) y a la dinastía Teodosiana como
había comenzado a hacer ya con la
Constantiniana desde el Edicto de Milán
(313).

Se habían encauzado los afanes de


protagonismo político de los más ricos e
influyentes senadores romanos y de las
provincias occidentales. Además, la
dinastía había sabido encauzar acuerdos
con la poderosa aristocracia militar, en la
que se enrolaban nobles germanos que
acudían al servicio del Imperio al frente de
soldados unidos por lazos de fidelidad
hacia ellos. Al morir en 395, Teodosio
confió el gobierno de Occidente y la
protección de su joven heredero Honorio
al general Estilicón, primogénito de un
noble oficial vándalo que había contraído
matrimonio con Flavia Serena, sobrina del
propio Teodosio. Pero cuando en el 455
murió asesinado Valentiniano III, nieto de
Teodosio, una buena parte de los
descendientes de aquellos nobles
occidentales (nobilissimus, clarissimus)
que tanto habían confiado en los destinos
del Imperio parecieron ya desconfiar del
mismo, sobre todo cuando en el curso de
dos decenios se habían podido dar cuenta
de que el gobierno imperial recluido en
Rávena era cada vez más presa de los
exclusivos intereses e intrigas de un
pequeño grupo de altos oficiales del
ejército itálico. Muchos de estos eran de
origen germánico y cada vez confiaban
más en las fuerzas de sus séquitos
armados de soldados convencionales y en
los pactos y alianzas familiares que
pudieran tener con otros jefes germánicos
instalados en suelo imperial junto con sus
propios pueblos, que desarrollaban cada
vez más una política autónoma. La
necesidad de acomodarse a la nueva
situación quedó evidenciada con el
destino de Gala Placidia, princesa imperial
rehén de los propios saqueadores de
Roma (el visigodo Alarico I y su primo
Ataúlfo, con quien finalmente se casó); o
con el de Honoria, hija de la anterior (en
segundas nupcias con el emperador
Constancio III) que optó por ofrecerse
como esposa al propio Atila
enfrentándose a su propio hermano
Valentiniano.
Alaricus rex gothorum, sello de Alarico II, rey visigodo.

Necesitados de mantener una posición de


predominio social y económico en sus
regiones de origen, reducidos sus
patrimonios fundiarios a dimensiones
provinciales, y ambicionando un
protagonismo político propio de su linaje y
de su cultura, los honestiores (los más
honestos u honrados, los que tienen
honor), representantes de las aristocracias
tardorromanas occidentales habrían
acabado por aceptar las ventajas de
admitir la legitimidad del gobierno de
dichos reyes germánicos, ya muy
romanizados, asentados en sus
provincias. Al fin y al cabo, estos, al frente
de sus soldados, podían ofrecerles
bastante mayor seguridad que el ejército
de los emperadores de Rávena. Además,
el avituallamiento de dichas tropas
resultaba bastante menos gravoso que el
de las imperiales, por basarse en buena
medida en séquitos armados
dependientes de la nobleza germánica y
alimentados con cargo al patrimonio
fundiario provincial de la que esta ya hacía
tiempo se había apropiado. Menos
gravoso tanto para los aristócratas
provinciales como también para los
grupos de humiliores (los más humildes,
los rebajados en tierra -humus-) que se
agrupaban jerárquicamente en torno a
dichos aristócratas, y que, en definitiva,
eran los que habían venido soportando el
máximo peso de la dura fiscalidad
tardorromana. Las nuevas monarquías,
más débiles y descentralizadas que el
viejo poder imperial, estaban también más
dispuestas a compartir el poder con las
aristocracias provinciales, máxime cuando
el poder de estos monarcas estaba muy
limitado en el seno mismo de sus gentes
por una nobleza basada en sus séquitos
armados, desde su no muy lejano origen
en las asambleas de guerreros libres, de
los que no dejaban de ser primun inter
pares.

Pero esta metamorfosis del Occidente


romano en romano-germano, no había
sido consecuencia de una inevitabilidad
claramente evidenciada desde un
principio; por el contrario, el camino había
sido duro, zigzagueante, con ensayos de
otras soluciones, y con momentos en que
parecía que todo podía volver a ser como
antes. Así ocurrió durante todo el siglo v, y
en algunas regiones también en el siglo vi
como consecuencia, entre otras cosas, de
la llamada Recuperatio Imperii o
Reconquista de Justiniano.

Los distintos reinos

Batalla de Vouillé (507), entre francos y visigodos, representada en un manuscrito del siglo xiv

Las invasiones bárbaras desde el siglo iii


habían demostrado la permeabilidad del
limes romano en Europa, fijado en el Rin y
el Danubio. La división del Imperio en
Oriente y Occidente, y la mayor fortaleza
del imperio oriental o bizantino, determinó
que fuera únicamente en la mitad
occidental donde se produjo el
asentamiento de estos pueblos y su
institucionalización política como reinos.

Fueron los visigodos, primero como Reino


de Tolosa y luego como Reino de Toledo,
los primeros en efectuar esa
institucionalización, valiéndose de su
condición de federados, con la obtención
de un foedus con el Imperio, que les
encargó la pacificación de las provincias
de Galia e Hispania, cuyo control estaba
perdido en la práctica tras las invasiones
del 410 por suevos, vándalos y alanos. De
los tres, solo los suevos lograron el
asentamiento definitivo en una zona: el
Reino de Braga, mientras que los vándalos
se establecieron en el norte de África y las
islas del Mediterráneo Occidental, pero
fueron al siglo siguiente eliminados por
los bizantinos durante la gran expansión
territorial de Justiniano I (campañas de los
generales Belisario, del 533 al 544, y
Narsés, hasta el 554). Simultáneamente
los ostrogodos consiguieron instalarse en
Italia expulsando a los hérulos, que habían
expulsado a su vez de Roma al último
emperador de Occidente. El Reino
Ostrogodo desapareció también frente a la
presión bizantina de Justiniano I.

Un segundo grupo de pueblos germánicos


se instala en Europa Occidental en el
siglo vi, de entre los que destaca el Reino
franco de Clodoveo I y sus sucesores
merovingios, que desplaza a los visigodos
de las Galias, forzándolos a trasladar su
capital de Tolosa (Toulouse) a Toledo.
También derrotaron a burgundios y
alamanes, absorbiendo sus reinos. Algo
más tarde los lombardos se establecen en
Italia (568-9), pero serán derrotados a
finales del siglo viii por los mismos
francos, que reinstaurarán el Imperio con
Carlomagno (año 800).

En Gran Bretaña se instalarán los anglos,


sajones y jutos, que crearán una serie de
reinos rivales que serán unificados por los
daneses (un pueblo nórdico) en lo que
terminará por ser el reino de Inglaterra.

Las instituciones

Breviario de Alarico, en un manuscrito del siglo x


La monarquía germánica era en origen una
institución estrictamente temporal,
vinculada estrechamente al prestigio
personal del rey, que no pasaba de ser un
primus inter pares (primero entre iguales),
que la asamblea de guerreros libres elegía
(monarquía electiva), normalmente para
una expedición militar concreta o para una
misión específica. Las migraciones a que
se vieron sometidos los pueblos
germánicos desde el siglo iii hasta el
siglo v (encajonados entre la presión de
los hunos al este y la resistencia del limes
romano al sur y oeste) fue fortaleciendo la
figura del rey, al tiempo que se entraba en
contacto cada vez mayor con las
instituciones políticas romanas, que
acostumbraban a la idea de un poder
político mucho más centralizado y
concentrado en la persona del Emperador
romano. La monarquía se vinculó a las
personas de los reyes de forma vitalicia, y
la tendencia era a hacerse monarquía
hereditaria, dado que los reyes (al igual
que habían hecho los emperadores
romanos) procuraban asegurarse la
elección de su sucesor, la mayor parte de
las veces aún en vida y asociándolos al
trono. El que el candidato fuera el
primogénito varón no era una necesidad,
pero se terminó imponiendo como una
consecuencia obvia, lo que también era
imitado por las demás familias de
guerreros, enriquecidos por la posesión de
tierras y convertidos en linajes nobiliarios
que se emparentaban con la antigua
nobleza romana, en un proceso que puede
denominarse feudalización. Con el tiempo,
la monarquía se patrimonializó,
permitiendo incluso la división del reino
entre los hijos del rey.

El respeto a la figura del rey se reforzó


mediante la sacralización de su toma de
posesión (unción con los sagrados óleos
por parte de las autoridades religiosas y
uso de elementos distintivos como orbe,
cetro y corona, en el transcurso de una
elaborada ceremonia: la coronación) y la
adición de funciones religiosas
(presidencia de concilios nacionales,
como los Concilios de Toledo) y
taumatúrgicas (toque real de los reyes de
Francia para la cura de la escrófula). El
problema se suscitaba cuando llegaba el
momento de justificar la deposición de un
rey y su sustitución por otro que no fuera
su sucesor natural. Los últimos
merovingios no gobernaban por sí
mismos, sino mediante los cargos de su
corte, entre los que destacaba el
mayordomo de palacio. Únicamente tras
la victoria contra los invasores
musulmanes en la batalla de Poitiers el
mayordomo Carlos Martel se vio
justificado para argumentar que la
legitimidad de ejercicio le daba méritos
suficientes para fundar él mismo su propia
dinastía: la carolingia. En otras ocasiones
se recurría a soluciones más imaginativas
(como forzar la tonsura —corte
eclesiástico del pelo— del rey visigodo
Wamba para incapacitarle).

Los problemas de convivencia entre las


minorías germanas y las mayorías locales
(hispanorromanas, galo-romanas, etc.)
fueron solucionados con más eficacia por
los reinos con más proyección en el
tiempo (visigodos y francos) a través de la
fusión, permitiendo los matrimonios
mixtos, unificando la legislación y
realizando la conversión al catolicismo
frente a la religión originaria, que en
muchos casos ya no era el paganismo
tradicional germánico, sino el cristianismo
arriano adquirido en su paso por el
Imperio Oriental.

Algunas características propias de las


instituciones germanas se conservaron:
una de ellas el predominio del derecho
consuetudinario sobre el derecho escrito
propio del Derecho romano. No obstante
los reinos germánicos realizaron algunas
codificaciones legislativas, con mayor o
menor influencia del derecho romano o de
las tradiciones germánicas, redactadas en
latín a partir del siglo v (leyes
teodoricianas, edicto de Teodorico, Código
de Eurico, Breviario de Alarico). El primer
código escrito en lengua germánica fue el
del rey Ethelberto de Kent, el primero de
los anglosajones en convertirse al
cristianismo (comienzos del siglo vi). El
visigótico Liber Iudicorum (Recesvinto,
654) y la franca Ley Sálica (Clodoveo, 507-
511) mantuvieron una vigencia muy
prolongada por su consideración como
fuentes del derecho en las monarquías
medievales y del Antiguo Régimen.[19] ​

Véanse también: Derecho germánico y Derecho visigodo.


La cristiandad latina y los bárbaros

Libro de Kells o Evangeliario de San Columba, arte hiberno-sajón o irlando-sajón.

La expansión del cristianismo entre los


bárbaros, el asentamiento de la autoridad
episcopal en las ciudades y del monacato
en los ámbitos rurales (sobre todo desde
la regla de San Benito de Nursia —
monasterio de Montecassino, 529—),
constituyeron una poderosa fuerza
fusionadora de culturas y ayudó a
asegurar que muchos rasgos de la
civilización clásica, como el derecho
romano y el latín, pervivieran en la mitad
occidental del Imperio, e incluso se
expandiera por Europa Central y
septentrional. Los francos se convirtieron
al catolicismo durante el reinado de
Clodoveo I (496 o 499) y, a partir de
entonces, expandieron el cristianismo
entre los germanos del otro lado del Rin.
Los suevos, que se habían hecho
cristianos arrianos con Remismundo (459-
469), se convirtieron al catolicismo con
Teodomiro (559-570) por las
predicaciones de San Martín de Dumio. En
ese proceso se habían adelantado a los
propios visigodos, que habían sido
cristianizados previamente en Oriente en
la versión arriana (en el siglo iv), y
mantuvieron durante siglo y medio la
diferencia religiosa con los católicos
hispanorromanos incluso con luchas
internas dentro de la clase dominante
goda, como demostró la rebelión y muerte
de San Hermenegildo (581-585), hijo del
rey Leovigildo). La conversión al
catolicismo de Recaredo (589) marcó el
comienzo de la fusión de ambas
sociedades, y de la protección regia al
clero católico, visualizada en los Concilios
de Toledo (presididos por el propio rey).
Los años siguientes vieron un verdadero
renacimiento visigodo[20] ​con figuras de la
influencia de san Isidoro de Sevilla (y sus
hermanos Leandro, Fulgencio y Florentina,
los cuatro santos de Cartagena), Braulio de
Zaragoza o Ildefonso de Toledo, de gran
repercusión en el resto de Europa y en los
futuros reinos cristianos de la Reconquista
(véase cristianismo en España, monasterio
en España, monasterio hispano y liturgia
hispánica). Los ostrogodos, en cambio, no
dispusieron de tiempo suficiente para
realizar la misma evolución en Italia. No
obstante, del grado de convivencia con el
papado y los intelectuales católicos fue
muestra que los reyes ostrogodos los
elevaban a los cargos de mayor confianza
(Boecio y Casiodoro, ambos magister
officiorum con Teodorico el Grande),
aunque también de lo vulnerable de su
situación (ejecutado el primero -523- y
apartado por los bizantinos el segundo
-538-). Sus sucesores en el dominio de
Italia, los también arrianos lombardos,
tampoco llegaron a experimentar la
integración con la población católica
sometida, y su divisiones internas hicieron
que la conversión al catolicismo del rey
Agilulfo (603) no llegara a tener mayores
consecuencias.
El cristianismo fue llevado a Irlanda por
San Patricio a principios del siglo v y
desde allí se extendió a Escocia, desde
donde un siglo más tarde regresó por la
zona norte a una Inglaterra abandonada
por los cristianos britones a los paganos
pictos y escotos (procedentes del norte de
Gran Bretaña) y a los también paganos
germanos procedentes del continente
(anglos, sajones y jutos). A finales del
siglo vi, con el papa Gregorio Magno,
también Roma envió misioneros a
Inglaterra desde el sur, con lo que se
consiguió que en el transcurso de un siglo
Inglaterra volviera a ser cristiana.
A su vez, los britones habían iniciado una
emigración por vía marítima hacia la
península de Bretaña, llegando incluso
hasta lugares tan lejanos como la costa
cantábrica entre Galicia y Asturias, donde
fundaron la diócesis de Britonia. Esta
tradición cristiana se distinguía por el uso
de la tonsura céltica o escocesa, que
rapaba la parte frontal del pelo en vez de
la coronilla.

La supervivencia en Irlanda de una


comunidad cristiana aislada de Europa por
la barrera pagana de los anglosajones,
provocó una evolución diferente al
cristianismo continental, lo que se ha
denominado cristianismo celta.
Conservaron mucho de la antigua
tradición latina, que estuvieron en
condiciones de compartir con Europa
continental apenas la oleada invasora se
hubo calmado temporalmente. Tras su
extensión a Inglaterra en el siglo vi los
irlandeses fundaron en el siglo vii
monasterios en Francia, en Suiza (Saint
Gall), e incluso en Italia, destacándose
particularmente los nombres de Columba
y Columbano. Las Islas Británicas fueron
durante unos tres siglos el vivero de
importantes nombres para la cultura: el
historiador Beda el Venerable, el misionero
Bonifacio de Alemania, el educador
Alcuino de York, o el teólogo Juan Escoto
Erígena, entre otros. Tal influencia llega
hasta la atribución de leyendas como la de
Santa Úrsula y las Once Mil Vírgenes,
bretona que habría efectuado un
extraordinario viaje entre Britania y Roma
para acabar martirizada en Colonia.[21] ​

Otras cristianizaciones medievales

Cirilo y Metodio, los apóstoles de los eslavos, con el alfabeto cirílico en un icono ruso del siglo xviii o xix.
Por su parte, la extensión del cristianismo
entre los búlgaros y la mayor parte de los
pueblos eslavos (serbios, moravos y los
pueblos de Crimea y estepas ucranianas y
rusas —Vladimiro I de Kiev, año 988—) fue
muy posterior, y a cargo del Imperio
bizantino, con lo que se hizo con el credo
ortodoxo (predicaciones de Cirilo y
Metodio, siglo ix); mientras que la
evangelización de otros pueblos de Europa
Oriental (el resto de los eslavos —polacos,
eslovenos y croatas—, bálticos y húngaros
—San Esteban I de Hungría, hacia el año
1000—) y de los pueblos nórdicos
(vikingos escandinavos) se hizo por el
cristianismo latino partiendo de Europa
Central, en un periodo todavía más tardío
(hasta los siglos xi y xii); permitiendo
(especialmente la conversión de Hungría)
las primeras peregrinaciones por vía
terrestre a Tierra Santa.[22] ​

Es una locura creer en


los dioses.
Saga de Hrafnkell,
sacerdote de Frey
(Islandia, compuesta a
finales del siglo xiii pero
ambientada en época
precristiana).[23] ​

Jázaros
Los jázaros eran un pueblo turco
procedente del Asia central (donde se
había formado desde el siglo vi el imperio
de los Köktürks) que en su parte
occidental había dado origen a un
importante estado que dominaba el
Cáucaso y las estepas rusas y ucranianas
hasta Crimea en el siglo vii Su clase
dirigente se convirtió mayoritariamente al
judaísmo, peculiaridad religiosa que lo
convertía en un vecino excepcional entre
el califato islámico de Damasco y el
imperio cristiano de Bizancio.

El Imperio bizantino (siglos iv al xv)


Corte del emperador bizantino Justiniano I, mosaico de San Vital de Rávena.

La división entre Oriente y Occidente fue,


además de una estrategia política
(inicialmente de Diocleciano —286— y
hecha definitiva con Teodosio I —395—),
un reconocimiento de la diferencia
esencial entre ambas mitades del Imperio.
Oriente, en sí mismo muy diverso
(península balcánica, Mezzogiorno,
Anatolia, Cáucaso, Siria, Palestina, Egipto y
la frontera mesopotámica con los persas),
era la parte más urbanizada y con
economía más dinámica y comercial,
frente a un Occidente en vías de
feudalización, ruralizado, con una vida
urbana en decadencia, mano de obra
esclava cada vez más escasa y la
aristocracia cada vez más ajena a las
estructuras del poder imperial y recluida
en sus lujosas villae autosuficientes,
cultivadas por colonos en régimen similar
a la servidumbre. La lengua franca en
Oriente era el griego, frente al latín de
Occidente. En la implantación de la
jerarquía cristiana, Oriente disponía de
todos los patriarcados de la Pentarquía
menos el de Roma (Alejandría, Antioquía y
Constantinopla, a los que se añadió
Jerusalén tras el concilio de Calcedonia de
451); incluso la primacía romana (sede
pontificia de San Pedro) era un hecho
discutido porque el Estado bizantino se
operaba según el cesaropapismo
(empezado por Constantino I[24] ​y
fundado teológicamente por Eusebio de
Cesarea).[25] ​
Mosaico bizantino con el tema de la Theotokos (María como Madre de Dios). Los nimbos representan la santidad (el del
Niño Jesús, cruciforme, la divinidad y el sacrificio de la Cruz). El fondo dorado representa la eternidad celeste, además de
cumplir con el horror vacui propio del estilo. Todos sus rasgos: el cromatismo, la frontalidad y la linealidad (bordes nítidos,
marcado de los pliegues), además de influir grandemente en el románico de Europa Occidental, se reprodujeron y
continuaron, estereotipados, en los iconos religiosos de épocas posteriores en toda Europa Oriental.

La supervivencia de Bizancio no dependía


de la suerte de Occidente, mientras que lo
contrario sí: de hecho, los emperadores
orientales optaron por sacrificar Roma —
que ya ni siquiera era la capital occidental
— cuando lo consideraron conveniente,
abandonándola a su suerte o incluso
desplazando hacia ella a los germanos
(hérulos, ostrogodos y lombardos), lo que
precipitó su caída. Sin embargo, la Ciudad
Eterna, que tenía un valor simbólico, fue
reconquistada e incluida en el efímero
Exarcado de Rávena.
Véase también: Constantinopla

La restauración imperial de Justiniano

Justiniano I consolidó la frontera del


Danubio y, desde 532 logró un equilibrio en
la frontera con la Persia sasánida, lo que le
permitió desplazar los esfuerzos
bizantinos hacia el Mediterráneo,
reconstruyendo la unidad del Mare
Nostrum: En 533, una expedición del
general Belisario aniquila a los vándalos
(batallas de Ad Decimum y de Tricamerón)
incorporando la provincia de África y las
islas del Mediterráneo Occidental
(Cerdeña, Córcega y las Baleares). En 535
Mundus ocupó Dalmacia y Belisario
Sicilia. Narsés elimina a los ostrogodos de
Italia en 554-555. Rávena volvió a ser una
ciudad imperial, donde se conservarán los
fastuosos mosaicos de San Vital. Liberio
solo consiguió desplazar a los visigodos
de la costa sureste de la península ibérica
y de la provincia Bética.

En Constantinopla se iniciaron dos


programas ambiciosos y de prestigio con
el fin de asentar la autoridad imperial: uno
de recopilación legislativa: el Corpus iuris
civilis, dirigido por Triboniano (promulgado
entre 529 y 534), y otro constructivo: la
iglesia de Santa Sofía, de los arquitectos
Antemio de Tralles e Isidoro de Mileto
(levantada entre el 532 y el 537). Un
símbolo de la civilización clásica fue
clausurado: la Academia de Atenas
(529).[Nota 6] ​Otro, las carreras de
cuadrigas siguieron siendo una diversión
popular que levantaba pasiones. De hecho,
eran utilizadas políticamente, expresando
el color de cada equipo divergencias
religiosas (un precoz ejemplo de
movilizaciones populares utilizando
colores políticos). La revuelta de Niká
(534) estuvo a punto de provocar la huida
del emperador, que evitó la emperatriz
Teodora con su famosa frase la púrpura es
un glorioso sudario.[Nota 7] ​
Crisis, supervivencia y helenización del
Imperio

Salterio Jlúdov, uno de los tres únicos manuscritos ilustrados iconódulos que sobrevivieron al siglo ix. Esta página ilustra
un pasaje evangélico en que un soldado ofrece a Cristo vinagre en una esponja atada a una lanza. En el plano inferior se
caricaturiza al último Patriarca de Constantinopla iconoclasta, Juan el Gramático, borrando un icono de Cristo con una
esponja similar.

Los siglos vii y viii representaron para


Bizancio una edad oscura similar a la de
occidente, que incluyó también una fuerte
ruralización y feudalización en lo social y
económico y una pérdida de prestigio y
control efectivo del poder central. A las
causas internas se sumó la renovación de
la guerra con los persas, nada decisiva
pero especialmente extenuante, a la que
siguió la invasión musulmana, que privó al
Imperio de las provincias más ricas: Egipto
y Siria. No obstante, en el caso bizantino,
la disminución de la producción intelectual
y artística respondía además a los efectos
particulares de la querella iconoclasta, que
no fue un simple debate teológico entre
iconoclastas e iconódulos, sino un
enfrentamiento interno desatado por el
patriarcado de Constantinopla, apoyado
por el emperador León III, que pretendía
acabar con la concentración de poder e
influencia política y religiosa de los
poderosos monasterios y sus apoyos
territoriales (puede imaginarse su
importancia viendo cómo ha sobrevivido
hasta la actualidad el Monte Athos,
fundado más de un siglo después, en
963).

Basilio II Bulgaróctono Βασίλειος Β΄ Βουλγαροκτόνος, que quiere decir: «matador de búlgaros»; el nombre Basilio,
Basileus significa rey en griego, y era el título que se daba al emperador.
La recuperación de la autoridad imperial y
la mayor estabilidad de los siglos
siguientes trajo consigo también un
proceso de helenización, es decir, de
recuperación de la identidad griega frente
a la oficial entidad romana de las
instituciones, cosa más posible entonces,
dada la limitación y homogeneización
geográfica producida por la pérdida de las
provincias, y que permitía una
organización territorial militarizada y más
fácilmente gestionable: los temas
(themata) con la adscripción a la tierra de
los militares en ellos establecidos, lo que
produjo formas similares al feudalismo
occidental.

El periodo entre 867 y 1056, bajo la


dinastía macedonia, se conoce con el
nombre de Renacimiento macedónico, en
que Bizancio vuelve a ser una potencia
mediterránea y se proyecta hacia los
pueblos eslavos de los Balcanes y hacia el
norte del mar Negro. Basilio II
Bulgaróctono que ocupó el trono en el
período 976-1025 llevó al Imperio a su
máxima extensión territorial desde la
invasión musulmana, ocupando parte de
Siria, Crimea y los Balcanes hasta el
Danubio. La evangelización de Cirilo y
Metodio obtendrá una esfera de influencia
bizantina en Europa Oriental que cultural y
religiosamente tendrá una gran proyección
futura mediante la difusión del alfabeto
cirílico (adaptación del alfabeto griego
para la representación de los fonemas
eslavos, que se sigue utilizando en la
actualidad); así como la del cristianismo
ortodoxo (predominante desde Serbia
hasta Rusia).

Sin embargo, la segunda mitad del siglo xi


presenciará un nuevo desafío islámico,
esta vez protagonizado por los turcos
selyúcidas y la intervención del Papado y
de los europeos occidentales, mediante la
intervención militar de las Cruzadas, la
actividad comercial de los mercaderes
italianos (genoveses, amalfitanos, pisanos
y sobre todo venecianos)[27] ​y las
polémicas teológicas del denominado
Cisma de Oriente o Gran Cisma de Oriente
y Occidente, con lo que la teórica ayuda
cristiana se demostró tan negativa o más
para el Imperio Oriental que la amenaza
musulmana. El proceso de feudalización
se acentuó al verse forzados los
emperadores Comneno a realizar cesiones
territoriales (denominadas pronoia) a la
aristocracia y a miembros su propia
familia.[28] ​
La expansión del islam (desde el
siglo vii)

Expansión árabe en el siglo vii: califa Abu Bakr en la zona I, Omar en la II, Uthman en la III y Ali en la IV.

En el siglo vii, tras las predicaciones de


Mahoma y las conquistas de los primeros
califas (a la vez líderes políticos y
religiosos, en una religión —el islamismo—
que no reconoce distinciones entre laicos
y clérigos), se había producido la
unificación de Arabia y la conquista del
Imperio persa y de buena parte del Imperio
bizantino. En el siglo viii se llegó a la
península ibérica, la India y el Asia Central
(batalla del Talas —751— victoria islámica
ante China tras la que no se profundizó en
ese Imperio, pero que permitió un mayor
contacto con su civilización,
aprovechando los conocimientos de los
prisioneros). En el occidente la expansión
musulmana se frenó desde la batalla de
Poitiers (732) ante los francos y la
mitificada batalla de Covadonga ante los
asturianos (722). La presencia de los
musulmanes como una civilización rival
alternativa asentada en la mitad sur de la
cuenca del Mediterráneo, cuyo tráfico
marítimo pasan a controlar, obligó al cierre
en sí misma de Europa Occidental por
varios siglos, y para algunos historiadores
significó el verdadero comienzo de la Edad
Media.[29] ​

Manuscrito árabe ilustrado del siglo xiii La representación de figuras solo se consiente en algunas interpretaciones del
islamismo, pero se prohíbe mayoritariamente. Esta prohibición incentivó otras artes, como la caligrafía. Esta ilustración
representa a Sócrates (Sughrat). La recuperación y difusión de la cultura clásica grecorromana fue una de las principales
aportaciones del islam medieval a la civilización.

Desde el siglo viii se produjo una difusión


más lenta de la civilización islámica por
sitios tan lejanos como Indonesia y el
continente africano, y desde el siglo xiv
por Anatolia y los Balcanes. Las relaciones
con la India fueron también muy estrechas
durante el resto de la Edad Media (aunque
la imposición del imperio mogol no se
produjo hasta el siglo xvi), mientras que el
océano Índico se convirtió casi en un Mare
Nostrum árabe, donde se ambientaron las
aventuras de Simbad el marino (uno de los
cuentos de Las mil y una noches de la
época de Harún al-Rashid).[30] ​El tráfico
comercial de las rutas marítimas y
caravaneras unían el Índico con el
Mediterráneo a través del mar Rojo o el
golfo Pérsico y las caravanas del desierto.
Esa llamada ruta de las especias
(prefigurada por la ruta del incienso en la
Edad Antigua) fue esencial para que
llegaran a occidente retazos de la ciencia
y la cultura de Extremo Oriente. Por el
norte, la ruta de la seda cumplió la misma
función atravesando los desiertos y las
cordilleras del Turquestán. El ajedrez, la
numeración indoarábiga y el concepto de
cero, así como algunas obras literarias
(Calila e Dimna) estuvieron entre los
aportes hindúes y persas. El papel, el
grabado o la pólvora, entre las chinas. La
función de los árabes, y de los persas,
sirios, egipcios y españoles arabizados
(no solo islámicos, pues hubo muchos que
mantuvieron su religión cristiana o judía —
no tanto la zoroastriana—) distó mucho de
ser mera transmisión, como testimonia la
influencia de la reinterpretación de la
filosofía clásica que llegó a través de los
textos árabes a Europa Occidental a partir
de las traducciones latinas desde el
siglo xii, y la difusión de cultivos y técnicas
agrícolas por la región mediterránea. En
un momento en que estaban
prácticamente ausentes de la economía
europea, destacaron las prácticas
comerciales y la circulación monetaria en
el mundo islámico, animadas por la
explotación de minas de oro tan lejanas
como las del África subsahariana, junto
con otro tipo de actividades, como el
tráfico de esclavos.

La Kaaba en la Mezquita de La Meca o mezquita sagrada (Masyid al-Haram).

La unidad inicial del mundo islámico, que


se había cuestionado ya en el aspecto
religioso con la separación de suníes y
chiíes, se rompió también en lo político
con la sustitución de los Omeyas por los
Abbasíes al frente del califato en el 749,
que además sustituyeron Damasco por
Bagdad como capital. Abderramán I, el
último superviviente Omeya, consiguió
fundar en Córdoba un emirato
independiente para al-Ándalus (nombre
árabe de la península ibérica), que su
descendiente Abderramán III convirtió en
un califato alternativo en el 929. Poco
antes, en el 909 los Fatimíes habían hecho
lo propio en Egipto. A partir del siglo xi se
producen cambios muy importantes: el
desafío a la hegemonía árabe como etnia
dominante dentro del islam a cargo de los
islamizados turcos, que pasarán a
controlar distintas zonas del Medio
Oriente (mamelucos, otomanos), o de
kurdos como Saladino; la irrupción de los
cristianos latinos en tres puntos clave del
Mediterráneo (reinos cristianos de la
Reconquista en al-Ándalus, normandos en
el sur de Italia y cruzados en Siria y
Palestina); y la de los mongoles desde el
centro de Asia.

Los eruditos como al-


Biruni, al-Jahiz, al-Kindi,
Abu Bakr Muhammad
al-Razi, Ibn Sina, al-
Idrisi, Ibn Bayya, Omar
al-Jayyam, Ibn Zuhr, Ibn
Tufail, Ibn Rushd, al-
Suyuti, y miles de otros
académicos no fueron
una excepción, sino la
norma general en la
civilización musulmana.
La civilización
musulmana del periodo
clásico fue destacable
por el elevado número
de eruditos polifacéticos
que produjo. Es una
muestra de la
homogeneidad de la
filosofía islámica sobre
la ciencia, y su énfasis
sobre la síntesis, las
investigaciones
interdisciplinares y la
multiplicidad de
métodos.[31] ​
Ziauddin Sardar
Ziauddin Sardar

Véanse también: Mahoma, Islam, Corán, Califa y Califato perfecto (demasiados parámetros en {{VT}}) Wikipedia.

Véanse también: Historia del Islam, Edad de Oro del Islam, Cultura musulmana, Filosofía islámica y Filosofía islámica
antigua (demasiados parámetros en {{VT}}) Wikipedia.

Véanse también: Al Juarismi, Avicena, Averroes, Maimónides e Ibn Jaldún (demasiados parámetros en {{VT}}) Wikipedia.

Al-Andalus (siglo viii al xv)

Interior de la Mezquita de Córdoba. Durante algo más de un siglo Córdoba fue la capital de un califato.

Véanse también: Conquista omeya de Hispania, Emirato de Córdoba y Califato de Córdoba.

Véanse también: Abderramán I, Abderramán II, Abderramán III, Alhakén II e Hisham II (demasiados parámetros en {{VT}})
Wikipedia.

Véanse también: Tudmir, Banu Qasi y Omar ibn Hafsún.

Véanse también: Ziryab, Moaxaja, Jarchas, Eulogio de Córdoba y Ciencia en Al-Ándalus (demasiados parámetros en {{VT}})
Wikipedia.

Véanse también: Muladí, Maulas, Dhimmi, Mozárabe y Yizia (demasiados parámetros en {{VT}}) Wikipedia.

Véanse también: Medina, Arrabal, Zoco y Alcazaba.

Imperio carolingio (siglos viii y ix)


Surgimiento y ascenso

Coronación de Carlomagno por el papa León III, el día de Navidad del año 800.

Hacia el siglo viii, la situación política


europea se había estabilizado. En oriente,
el Imperio bizantino era fuerte otra vez,
gracias a una serie de emperadores
competentes. En occidente, algunos
reinos aseguraban relativa estabilidad a
varias regiones: Northumbria a Inglaterra,
el Reino visigodo a España, el Reino
lombardo a Italia y el Reino franco a Galia
y Alemania. En realidad, el Reino franco
era un compuesto de tres reinos:
Austrasia, Neustria y Aquitania.

El Imperio carolingio surge de las bases


creadas por los predecesores de
Carlomagno desde principios del siglo viii
(Carlos Martel y Pipino el Breve). La
proyección de sus fronteras a través de
una gran parte de la Europa Occidental
permitió a Carlos la aspiración de
reconstruir la extensión del antiguo
Imperio romano occidental, siendo la
primera entidad política de la Edad Media
que estuvo en condiciones de convertirse
en una potencia continental. Aquisgrán fue
elegida como capital, en una situación
central y suficientemente alejada de Italia,
que a pesar de ser liberada del dominio de
los longobardos y de las teóricas
reivindicaciones bizantinas, conservó una
gran autonomía que llegaba a la soberanía
temporal con la cesión de unos incipientes
Estados Pontificios (el Patrimonium Petri o
Patrimonio de San Pedro, que incluía
Roma y buena parte del centro de Italia).
Como resultado de la estrecha vinculación
entre el pontificado y la dinastía carolingia,
que se legitimaban y defendían
mutuamente ya por tres generaciones, el
papa León III reconoció las pretensiones
imperiales de Carlomagno con una
coronación en extrañas circunstancias, el
día de Navidad del año 800.

KAROLUS. Monograma de Carlomagno, quien lo utilizaba como firma. Carlomagno, a pesar de sus esfuerzos, nunca
aprendió a escribir con soltura.

Se crearon las marcas para fijar las


fronteras ante los enemigos exteriores
(árabes en la Marca Hispánica, sajones en
la Marca Sajona, bretones en la Marca
Bretona, lombardos —hasta su derrota—
en la Marca Lombarda y ávaros en la
Marca Ávara; posteriormente también se
creó una para los húngaros: la Marca del
Friuli). El territorio interior fue organizado
en condados y ducados (unión de varios
condados o marcas). Los funcionarios que
los dirigían (condes, marqueses y duques)
eran vigilados por inspectores temporales
(los missi dominici —enviados del señor—),
y se procuraba que no se heredaran para
evitar que quedaran patrimonializados en
una familia (cosa, que con el tiempo, no
pudo evitarse). La consignación de tierras
junto con los cargos, pretendía sobre todo
el mantenimiento de la costosa caballería
pesada y los nuevos caballos de batalla
(destreros, introducidos desde Asia en el
siglo vii que se empleaban de una manera
completamente distinta a la caballería
antigua, con estribos, aparatosas sillas y
que podían sostener armaduras).[32] ​Tal
proceso estuvo en el origen del
nacimiento de los feudos que había que
ceder a cada militar de acuerdo con su
rango, hasta la unidad básica: el caballero
que ejercía de señor sobre un territorio, se
quedaba para su mantenimiento con una
reserva señorial y dejaba los mansos para
sus siervos, que estaban obligados a
cultivar la reserva con prestaciones
gratuitas de trabajo a cambio de la
protección militar y el mantenimiento del
orden y la justicia, que eran las funciones
del señor. Lógicamente, los feudos en sus
distintos niveles sufrieron la misma
transformación patrimonial que marcas y
condados, estableciendo una red
piramidal de fidelidades que es el origen
del vasallaje feudal.

Carlomagno negoció de igual a igual con


otras grandes potencias de la época,
como el Imperio bizantino, el Emirato de
Córdoba, y el Califato Abasida. Aunque él
mismo, ya en edad adulta, no sabía
escribir (cosa habitual en la época, en que
únicamente algunos clérigos lo hacían),
Carlomagno siguió una política de
prestigio cultural y un notable programa
artístico. Pretendió rodearse de una corte
de sabios e iniciar un programa educativo
basado en el trivium y el quadrivium, para
lo que mandó llamar a la intelectualidad
de su tiempo a sus dominios impulsando,
con la colaboración de Alcuino de York, el
llamado Renacimiento carolingio. Dentro
de este empeño educativo ordenó a sus
nobles aprender a escribir, cosa que él
mismo intentó, aunque nunca consiguió
hacerlo con soltura.[33] ​

División y hundimiento
Ludovico Pío, hijo y heredero de Carlomagno.

Muerto Carlomagno en 814, toma el poder


su hijo Ludovico Pío. Los hijos de este:
Carlos el Calvo (Francia occidental), Luis el
Germánico (Francia oriental) y Lotario I
(primogénito y heredero del título
imperial), se enfrentaron militarmente
disputándose los diferentes territorios del
imperio, que, más allá de las alianzas
aristocráticas, manifestaban distintas
personalidades, interpretables desde una
perspectiva protonacional (idiomas
diferentes: hacia el sur y oeste se
imponían las lenguas romances que se
comenzaban a diferenciar del latín vulgar,
hacia el norte y este las lenguas
germánicas, como testimoniaban los
previos Juramentos de Estrasburgo;
costumbres, tradiciones e instituciones
propias —romanas hacia el sur, germanas
hacia el norte—). Esta situación no
concluyó ni siquiera en el 843 tras el
Tratado de Verdún, puesto que la posterior
división del reino de Lotario entre sus hijos
(la Lotaringia, franja central desde los
Países Bajos hasta Italia, pasando por la
región del Rin, Borgoña y Provenza) llevó a
los tíos de estos (Carlos y Luis), a otro
reparto (el Tratado de Mersen del 870) que
simplificaba las fronteras (dejando
únicamente Italia y Provenza en manos de
su sobrino el emperador Luis II el Joven —
cuyo cargo no suponía más primacía que
la honorífica—, pero no condujo a una
mayor concentración de poder en manos
de esos monarcas, débiles y en manos de
la nobleza territorial. En algunas regiones,
el pacto no era más que una entelequia,
puesto que la costa del mar del Norte
estaba ocupada por los vikingos. Incluso
en las zonas teóricamente controladas, las
posteriores herencias y luchas internas
entre los sucesivos reyes y emperadores
carolingios subdividieron y reunificaron los
territorios de manera casi aleatoria.

La división, sumada al proceso


institucional de descentralización
inherente al sistema feudal, en ausencia
de fuertes poderes centrales, y al
debilitamiento preexistente de las
estructuras sociales y económicas, hizo
que la siguiente oleada de invasiones
bárbaras, sobre todo las protagonizadas
por húngaros y vikingos, sumieran de
nuevo a Europa Occidental en el caos de
una nueva edad oscura.
Carlos el Calvo, rey de Francia Occidental.

Apogeo del Imperio carolingio hacia 814.


Divisiones del Imperio en los tratados de
Verdún (año 843, línea punteada) y Meersen
(870).
Europa en torno al 998.

El sistema feudal

Uso del término «feudalismo»

El fracaso del proyecto político


centralizador de Carlomagno llevó, en
ausencia de ese contrapeso, a la
formación de un sistema político,
económico y social que los historiadores
han convenido en llamar feudalismo,
aunque en realidad el nombre nació como
un peyorativo para designar del Antiguo
Régimen por parte de sus críticos
ilustrados. La Revolución francesa
suprimió solemnemente "todos los
derechos feudales" en la noche del 4 de
agosto de 1789 y "definitivamente el
régimen feudal", con el decreto del 11 de
agosto.

La generalización del término permite a


muchos historiadores aplicarlo a las
formaciones sociales de todo el territorio
europeo occidental, pertenecieran o no al
Imperio carolingio. Los partidarios de un
uso restringido, argumentando la
necesidad de no confundir conceptos
como feudo, villae, tenure, o señorío lo
limitan tanto en espacio (Francia, Oeste de
Alemania y Norte de Italia) como en el
tiempo: un «primer feudalismo» o
«feudalismo carolingio» desde el siglo viii
hasta el año 1000 y un «feudalismo
clásico» desde el año 1000 hasta el 1240,
a su vez dividido en dos épocas, la
primera, hasta el 1160 (la más
descentralizada, en que cada señor de
castillo podía considerarse independiente,
y se produce el proceso denominado
incastellamento); y la segunda, la propia de
la "monarquía feudal"). Habría incluso
"feudalismos de importación": la Inglaterra
normanda desde 1066 y los estados
latinos de oriente creados durante las
Cruzadas (siglos xii y xiii).[34] ​

Otros prefieren hablar de "régimen" o


"sistema feudal", para diferenciarlo
sutilmente del feudalismo estricto, o de
síntesis feudal, para marcar el hecho de
que sobreviven en ella rasgos de la
antigüedad clásica mezclados con
contribuciones germánicas, implicando
tanto a instituciones como a elementos
productivos, y significó la especificidad del
feudalismo europeo occidental como
formación económico social frente a otras
también feudales, con consecuencias
trascendentales en el futuro devenir
histórico.[Nota 8] ​Más dificultades hay para
el uso del término cuando nos alejamos
más: Europa Oriental experimenta un
proceso de "feudalización" desde finales
de la Edad Media, justo cuando en muchas
zonas de Europa Occidental los
campesinos se liberan de las formas
jurídicas de la servidumbre, de modo que
suele hablarse del feudalismo polaco o
ruso. El Antiguo Régimen en Europa, el
islam medieval o el Imperio bizantino
fueron sociedades urbanas y comerciales,
y con un grado de centralización política
variable, aunque la explotación del campo
se realizaba con relaciones sociales de
producción muy similares al feudalismo
medieval. Los historiadores que aplican la
metodología del materialismo histórico
(Marx definió el modo de producción
feudal como el estadio intermedio entre el
esclavista y el capitalista) no dudan en
hablar de «economía feudal» para referirse
a ella, aunque también reconocen la
necesidad de no aplicar el término a
cualquier formación social preindustrial no
esclavista, puesto que a lo largo de la
historia y de la geografía han existido
otros modos de producción también
previstos en la modelización marxista,
como el modo de producción primitivo de
las sociedades poco evolucionadas,
homogéneas y con escasa división social
—como las de los mismos pueblos
germánicos previamente a las invasiones
— y el modo de producción asiático o
despotismo hidráulico —Egipto faraónico,
reinos de la India o Imperio chino—
caracterizado por la tributación de las
aldeas campesinas a un estado muy
centralizado.[35] ​En lugares aún más
lejanos se ha llegado a utilizar el término
feudalismo para describir una época. Es el
caso de Japón y el denominado
feudalismo japonés, dadas las innegables
similitudes y paralelismos que la nobleza
feudal europea y su mundo tiene con los
samuráis y el suyo. También se ha llegado
a aplicarlo a la situación histórica de los
periodos intermedios de la historia de
Egipto, en los que, siguiendo un ritmo
cíclico milenario, decae el poder central y
la vida en las ciudades, la anarquía militar
rompe la unidad de las tierras del Nilo, y
los templos y señores locales que
alcanzan a controlar un espacio de poder
gobiernan en él de manera independiente
sobre los campesinos obligados al
trabajo.

El vasallaje y el feudo
Un vasallo arrodillado realiza la inmixtio manum durante el homenaje a su señor, sentado. Un escribiente toma nota.
Todos están sonrientes.

Dos instituciones eran claves para el


feudalismo: por un lado el vasallaje como
relación jurídico-política entre señor y
vasallo, un contrato sinalagmático (es
decir, entre iguales, con requisitos por
ambas partes) entre señores y vasallos
(ambos hombres libres, ambos guerreros,
ambos nobles), consistente en el
intercambio de apoyos y fidelidades
mutuas (dotación de cargos, honores y
tierras —el feudo— por el señor al vasallo y
compromiso de auxilium et consilium —
auxilio o apoyo militar y consejo o apoyo
político—), que si no se cumplía o se
rompía por cualquiera de las dos partes
daba lugar a la felonía, y cuya jerarquía se
complicaba de forma piramidal (el vasallo
era a su vez señor de vasallos); y por otro
lado el feudo como unidad económica y
de relaciones sociales de producción,
entre el señor del feudo y sus siervos, no
un contrato igualitario, sino una
imposición violenta justificada
ideológicamente como un do ut des de
protección a cambio de trabajo y
sumisión.
Por tanto, la realidad que se enuncia como
relaciones feudo-vasalláticas es realmente
un término que incluye dos tipos de
relación social de naturaleza
completamente distinta, aunque los
términos que las designan se empleaban
en la época (y se siguen empleando) de
manera equívoca y con gran confusión
terminológica entre ellos:

El vasallaje era un pacto entre dos


miembros de la nobleza de distinta
categoría. El caballero de menor rango se
convertía en vasallo (vassus) del noble
más poderoso, que se convertía en su
señor (dominus) por medio del Homenaje
e Investidura, en una ceremonia ritualizada
que tenía lugar en la torre del homenaje
del castillo del señor. El homenaje
(homage) —del vasallo al señor— consistía
en la postración o humillación —
habitualmente de rodillas—, el osculum
(beso), la inmixtio manum —las manos del
vasallo, unidas en posición orante, eran
acogidas entre las del señor—, y alguna
frase que reconociera haberse convertido
en su hombre. Tras el homenaje se
producía la investidura —del señor al
vasallo—, que representaba la entrega de
un feudo (dependiendo de la categoría de
vasallo y señor, podía ser un condado, un
ducado, una marca, un castillo, una
población, o un simple sueldo; o incluso
un monasterio si el vasallaje era
eclesiástico) a través de un símbolo del
territorio o de la alimentación que el señor
debe al vasallo —un poco de tierra, de
hierba o de grano— y del espaldarazo, en
el que el vasallo recibe una espada (y unos
golpes con ella en los hombros), o bien un
báculo si era religioso.

La encomienda, encomendación o
patrocinio (patrocinium, commendatio,
aunque era habitual utilizar el término
commendatio para el acto del homenaje o
incluso para toda la institución del
vasallaje) eran pactos teóricos entre los
campesinos y el señor feudal, que podían
también ritualizarse en una ceremonia o —
más raramente— dar lugar a un
documento. El señor acogía a los
campesinos en su feudo, que se
organizaba en una reserva señorial que los
siervos debían trabajar obligatoriamente
(sernas o corveas) y en el conjunto de las
pequeñas explotaciones familiares
(mansos) que se atribuían a los
campesinos para que pudieran subsistir.
Obligación del señor era protegerles si
eran atacados, y mantener el orden y la
justicia en el feudo. A cambio, el
campesino se convertía en su siervo y
pasaba a la doble jurisdicción del señor
feudal: en los términos utilizados en la
península ibérica en la Baja Edad Media, el
señorío territorial, que obligaba al
campesino a pagar rentas al noble por el
uso de la tierra; y el señorío jurisdiccional,
que convertía al señor feudal en
gobernante y juez del territorio en el que
vivía el campesino, por lo que obtenía
rentas feudales de muy distinto origen
(impuestos, multas, monopolios, etc.). La
distinción entre propiedad y jurisdicción
no era en el feudalismo algo claro, pues de
hecho el mismo concepto de propiedad
era confuso, y la jurisdicción, otorgada por
el rey como merced, ponía al señor en
disposición de obtener sus rentas. No
existieron señoríos jurisdiccionales en los
que la totalidad de las parcelas
pertenecieran como propiedad al señor,
siendo muy generalizadas distintas
formas de alodio en los campesinos. En
momentos posteriores de despoblamiento
y refeudalización, como la crisis del
siglo xvii, algunos nobles intentaban que
se considerase despoblado
completamente de campesinos un señorío
para liberarse de todo tipo de cortapisas y
convertirlo en coto redondo reconvertible
para otro uso, como el ganadero.[36] ​

Junto con el feudo, el vasallo recibe los


siervos que hay en él, no como propiedad
esclavista, pero tampoco en régimen de
libertad; puesto que su condición servil les
impide abandonarlo y les obliga a trabajar.
Las obligaciones del señor del feudo
incluyen el mantenimiento del orden, o
sea, la jurisdicción civil y criminal (mero e
mixto imperio en la terminología jurídica
reintroducida con el Derecho Romano en
la Baja Edad Media), lo que daba aún
mayores oportunidades para obtener el
excedente productivo que los campesinos
pudieran obtener después de las
obligaciones de trabajo —corveas o sernas
en la reserva señorial— o del pago de renta
—en especie o en dinero, de circulación
muy escasa en la Alta Edad Media, pero
más generalizada en los últimos siglos
medievales, según fue dinamizándose la
economía—. Como monopolio señorial
solían quedar la explotación de los
bosques y la caza, los caminos y puentes,
los molinos, las tabernas y tiendas. Todo
ello eran más oportunidades de obtener
más renta feudal, incluidos derechos
tradicionales, como el ius prime noctis o
derecho de pernada, que se convirtió en
un impuesto por matrimonios, buena
muestra de que es en el excedente de
donde se extrae la renta feudal de manera
extraeconómica (en este caso en la
demostración de que una comunidad
campesina crece y prospera).
Los órdenes feudales

Orator, bellator et laborator (clérigo, guerrero y labrador); o sea, los tres órdenes medievales. Letra capitular de un
manuscrito.

Con el tiempo, siguiendo la tendencia


marcada desde el Bajo Imperio romano,
que se consolidó en la época clásica del
feudalismo y que pervivió durante todo el
Antiguo Régimen, se fue conformando una
sociedad organizada de manera
estamental, en los llamados estamentos u
ordines (órdenes): nobleza, clero y pueblo
llano (o tercer estado): bellatores, oratores
y laboratores los hombres que guerrean,
los que rezan y los que trabajan, según el
vocabulario de la época. Los dos primeros
son privilegiados, es decir, no se les aplica
la ley común, sino un fuero propio (por
ejemplo, tienen distintas penas para el
mismo delito, y su forma de ejecución es
diferente) y no pueden trabajar (les están
prohibidos los oficios viles y mecánicos),
puesto que esa es la condición de no
privilegiados. En época medieval, los
órdenes feudales no eran estamentos
cerrados y bloqueados, sino que
mantenían una permeabilidad que
permitía en casos extraordinarios el
ascenso social debido al mérito (por
ejemplo, a la demostración de un
excepcional valor), que eran tan escasos
que no se vivían como una amenaza, cosa
que sí ocurrió a partir de las grandes
convulsiones sociales de los siglos finales
de la Baja Edad Media, en que los
privilegiados se vieron obligados a
institucionalizar su posición procurando
cerrar el acceso a sus estamentos de los
no privilegiados (en lo que tampoco
tuvieron una eficacia total).
Completamente impropia sería la
comparación con la sociedad de castas de
la India, en que guerreros, sacerdotes,
comerciantes, campesinos y parias
pertenecían a castas diferentes
entendidas como linajes desconectados
cuya mezcla se prohibía.

Las funciones de los órdenes feudales


estaban fijadas ideológicamente por el
agustinismo político (Civitate Dei -426-), en
búsqueda de una sociedad que, aunque
como terrena no podía dejar de ser
corrupta e imperfecta, podía aspirar a ser
al menos una sombra de la imagen de una
"Ciudad de Dios" perfecta de raíces
platónicas[Nota 9] ​en que todos tuvieran un
papel en su protección, su salvación y su
mantenimiento. Esta idea fue reformulada
y perfilada a lo largo de la Edad Media,
sucesivamente por autores como Isidoro
de Sevilla (630), la escuela de Auxerre
(Haimón de Auxerre -865- en la abadía
borgoñona en la que trabajaban Erico de
Auxerre y su discípulo Remigio de Auxerre,
que seguían la tradición de Escoto
Eriúgena), Boecio (892), Wulfstan de York
(1010), Gerardo de Cambrai (1024) o
Adalberón de Laon; y utilizada en textos
legislativos como la llamada Compilación
de Huesca de los Fueros de Aragón (Jaime
I), y las Siete Partidas (Alfonso X el Sabio,
1265).[37] ​
Los bellatores o guerreros eran la nobleza,
cuya función era la protección física, la
defensa de todos ante las agresiones e
injusticias. Estaba organizada
piramidalmente desde el emperador,
pasando por los reyes y descendiendo sin
solución de continuidad hasta el último
escudero, aunque atendiendo a su rango,
poder y riqueza puede clasificarse en dos
partes diferenciadas: alta nobleza
(marqueses, condes y duques) cuyos
feudos tienen el tamaño de regiones y
provincias (aunque la mayor parte de las
veces no en continuidad territorial, sino
repartido y difuso, lleno de enclaves y
exclaves); y la baja nobleza o caballeros
(barones, infanzones), cuyos feudos son
del tamaño de pequeñas comarcas (a
escala municipal o inferior a la municipal),
o directamente no poseen feudos
territoriales, viviendo en los castillos de
señores más importantes, o en ciudades o
poblaciones en las que no ejercen
jurisdicción (aunque sí pueden ejercer su
regimiento, es decir, participar en su
gobierno municipal en representación del
estado noble). A finales de la Edad Media y
en la Edad Moderna, cuando la nobleza ya
no ejercía su función militar, como era el
caso de los hidalgos españoles, que
aducían sus privilegios estamentales para
evitar el pago de impuestos y obtener
alguna ventaja social, alardeando de
ejecutoria o de blasón y casa solariega,
pero que al no disponer de rentas feudales
suficientes para mantener la manera de
vida nobiliaria, corrían el peligro de perder
su condición por contraer un matrimonio
desigual o ganarse la vida trabajando:

Pues la sangre de los


godos,

y el linaje e la nobleza
tan crescida,
¡por cuántas vías e
modos
se pierde su grand
alteza
en esta vida!
Unos, por poco valer,
por cuán baxos e
abatidos
que los tienen;
otros que, por non
tener,

con oficios non debidos


se mantienen.
Copla X de las Coplas a
la muerte de su padre de
Jorge Manrique

Además de la legitimación religiosa, a


través de la cultura y el arte laicos (la
épica de los cantares de gesta y la lírica
del amor cortés de los trovadores
provenzales) se difundía socialmente la
legitimación ideológica de la forma de
vida, la función social y los valores de la
nobleza.[38] ​

Asesinato de Santo Tomás Becket (1170), provocado por el rey de Inglaterra, anteriormente su aliado. Vidriera de la
catedral de Canterbury (siglo xiii).

Excomunión de Roberto II de Francia (998), en una recreación de pintura histórica por Jean-Paul Laurens (1875).
Los oratores o clérigos eran el clero, cuya
función era facilitar la salvación espiritual
de las almas inmortales: algunos
formaban una élite poderosa llamada alto
clero, (abades, obispos), y otros más
humildes, el bajo clero (curas de pueblo o
los hermanos legos de un monasterio). La
extensión y organización del monacato
benedictino a través de la Orden de Cluny,
estrechamente vinculado a la organización
de la red episcopal centralizada y
jerarquizada, con cúspide en el papa de
Roma, estableció la doble pirámide feudal
del clero secular, destinado a la
administración los de sacramentos (que
controlaban toda la trayectoria vital de la
población, desde el nacimiento hasta
muerte); y el clero regular, apartado del
mundo y sometido a una regla monástica
(habitualmente la regla benedictina). Los
tres votos monásticos del clero regular:
pobreza, obediencia y castidad; así como
el celibato eclesiástico que se fue
imponiendo al clero secular, funcionaron
como un eficaz mecanismo de vinculación
de los dos estamentos privilegiados: los
hijos segundones de la nobleza
ingresaban en el clero, donde eran
mantenidos sin estrecheces gracias a las
numerosas fundaciones, donaciones,
dotes y mandas testamentarias; pero no
disputaban las herencias a sus hermanos,
que podían mantener concentrado el
patrimonio familiar. Las tierras de la
Iglesia quedaban como manos muertas,
cuya función era la de garantizar las misas
y oraciones previstas por los donadores,
de modo que los hijos rezaban por las
almas de los padres. Todo el sistema
garantizaba el mantenimiento del prestigio
social de los privilegiados, asistiendo a
misa en lugares destacados mientras
vivían y enterrados en lugares principales
de iglesias y catedrales cuando
morían.[Nota 10] ​No faltaron los
enfrentamientos: la evidencia de simonía y
nicolaísmo (nombramientos de cargos
eclesiásticos interferidos por las
autoridades civiles o su pura
compraventa) y la utilización de la
principal amenaza religiosa al poder
temporal, equivalente a una muerte civil: la
excomunión. El Papa se atribuía incluso la
autoridad de eximir al vasallo de la
fidelidad debida a su señor y reivindicarla
para sí mismo, lo que fue utilizado en
varias ocasiones para la fundación de
reinos que pasaban a ser vasallos del
Papa (por ejemplo, la independencia que
Afonso Henriques obtuvo para el condado
convertido en reino de Portugal frente al
reino de León).
Los laboratores o trabajadores, eran el
pueblo llano, cuya función era el
mantenimiento de los cuerpos, la función
ideológicamente más baja y humilde —
humiliores eran los cercanos al humus, la
tierra, mientras que sus superiores eran
honestiores, los que podían mantener la
honra u honor—.[Nota 11] ​Necesariamente
los más numerosos, y la inmensa mayoría
de ellos dedicados a tareas agrícolas,
dado la bajísima productividad y
rendimiento agrícola, propios de la época
preindustrial y del muy escaso nivel
técnico (de ahí la identificación en
castellano de laborator con labrador). Por
lo común estaban sometidos a los otros
estamentos. El pueblo llano estaba
compuesto en su gran mayoría por
campesinos, siervos de los señores
feudales o campesinos libres (villanos), y
por artesanos, que eran escasos y vivían,
bien en las aldeas (aquellos de menor
especialización, que solían compartir las
tareas agrícolas: herreros, talabarteros,
alfareros, sastres) o en las pocas y
pequeñas ciudades (los de mayor
especialización y de productos de
necesidad menos apremiante o de
demandada de las clases altas: joyeros,
orfebres, cereros, toneleros, tejedores,
tintoreros). La autosuficiencia de los
feudos y los monasterios limitaba su
mercado y capacidad de crecer. Los
oficios de la construcción (cantería,
albañilería, carpintería) y la misma
profesión de maestro de obras o
arquitecto son una notable excepción:
obligados por la naturaleza de su trabajo
al desplazamiento al lugar donde se
construye el edificio, se transformaron en
un gremio nómada que se desplazaba por
los caminos europeos comunicándose
novedades técnicas u ornamentales
transformadas en secretos de oficio, lo que
está en el origen de su lejana y mitificada
vinculación con la sociedad secreta de la
masonería, que desde su origen los
consideró como los primitivos
masones.[Nota 12] ​

Las zonas sin dependencia intermedia de


señores nobles o eclesiásticos se
denominaban realengo y solían prosperar
más, o al menos solían considerar como
una desgracia el pasar a depender de un
señor, hasta el punto de que en algunas
ocasiones conseguían evitarlo con pagos
al rey, o se incentivaba la repoblación de
zonas fronterizas o despobladas (como
ocurrió en el reino astur-leonés con la
despoblada Meseta del Duero) donde
podían aparecer figuras mixtas, como el
caballero villano (que podía mantener con
su propia explotación al menos un caballo
de guerra y armarse y defenderse a sí
mismo) o las behetrías, que elegían a su
propio señor y podían cambiar de uno u a
otro si les convenía, o con la oferta de un
fuero o carta puebla que otorgaba a un
población su propio señorío colectivo. Los
privilegios iniciales no fueron suficientes
para impedir que con el tiempo la mayor
parte de ellos cayeran en la feudalización.

Los tres órdenes feudales no eran en la


Edad Media aún unos estamentos
cerrados: eran consecuencia básica de la
estructura social que se había ido creando
lenta pero inexorablemente con la
transición del esclavismo al feudalismo
desde la crisis del siglo iii (ruralización y
formación de latifundios y villae, reformas
de Diocleciano, descomposición del
Imperio romano, las invasiones, el
establecimiento de los reinos germánicos,
instituciones del Imperio carolingio,
descomposición de este y nueva oleada
de invasiones). Los señores feudales eran
continuación de las líneas clientelares de
los condes carolingios, y algunos pueden
remontarse a los latifundistas romanos o
los séquitos germanos, mientras que el
campesinado provenía de los antiguos
esclavos o colonos, o de campesinos
libres que se vieron forzados a
encomendarse, recibiendo a veces una
parte de sus antiguas tierras propias en
forma de manso "concedido" por el señor.
El campesino heredaba su condición servil
y su sujeción a la tierra, y rara vez tenía
oportunidad de ascender de nivel como no
fuera por su fuga a una ciudad o por un
hecho todavía más extraordinario: su
ennoblecimiento por un destacado hecho
de armas o servicio al rey, que en
condiciones normales le estaban
completamente vedados. Lo mismo puede
decirse del artesano o el mercader (que en
algunos casos podía acumular fortuna,
pero no alterar su origen humilde). El
noble lo era generalmente por herencia,
aunque en ocasiones podía alguien
ennoblecerse como soldado de fortuna,
después de una victoriosa carrera de
armas (como fue el caso, por ejemplo, de
Roberto Guiscardo). El clero, por su parte,
era reclutado por cooptación, con un
acceso distinto según el origen social:
asegurado para los segundones de las
casas nobles y restringido a los niveles
inferiores del bajo clero para los del
pueblo llano; pero en casos particulares o
destacados, el ascenso en la jerarquía
eclesiástica estaba abierto al mérito
intelectual. Todo esto le daba al sistema
feudal una extraordinaria estabilidad, en
donde había "un lugar para cada hombre, y
cada hombre en su lugar", al tiempo que
una extraordinaria flexibilidad, porque
permitía al poder político y económico
atomizarse a través de toda Europa, desde
España hasta Polonia.

El año mil

El legendario año mil, final del primer


milenio, que se utiliza convencionalmente
para el paso de la Alta a la Baja Edad
Media, en realidad tan solo es una cifra
redonda para el cómputo de la era
cristiana, que no era de universal
utilización: los musulmanes utilizaban su
propio calendario islámico lunar que
comienza en la Hégira (622); en algunas
partes de la Cristiandad se utilizaban eras
locales (como la era hispánica, que cuenta
desde el 38 a. C.). Pero ciertamente, el
milenarismo y los pronósticos del final de
los tiempos estaban presentes; incluso el
propio papa durante el cambio de milenio
Silvestre II, el francés Gerberto de Aurillac,
interesado en todo tipo de conocimientos,
se ganó una reputación esotérica.[40] ​La
astrología siempre pudo encontrar
fenómenos celestes extraordinarios en los
que apoyar su prestigio (como los
eclipses), pero ciertamente otros eventos
de la época estuvieron entre los más
espectaculares de la historia: el cometa
Halley, que se acerca a la Tierra
periódicamente cada ocho décadas,
alcanzó su brillo máximo en la visita de
837,[41] ​despidió el primer milenio en 989
y llegó a tiempo de la batalla de Hastings
en 1066; mucho más visibles aún, las
supernovas SN 1006 y SN 1054, que
reciben el número del año en que se
registraron, fueron más detalladamente
reflejadas en fuentes chinas, árabes e
incluso indoamericanas que en las
escasas europeas (a pesar de que la de
1054 coincidió con la batalla de
Atapuerca).
Todo el siglo x, más bien por las
condiciones reales que por las
imaginarias, puede considerarse parte de
una época oscura, pesimista, insegura y
presidida por el miedo a todo tipo de
peligros, reales e imaginarios, naturales y
sobrenaturales: miedo al mar, miedo al
bosque, miedo a las brujas y los demonios
y a todo lo que, sin entrar dentro de lo
sobrenatural cristiano, quedaba relegado a
lo inexplicable y al concepto de lo
maravilloso, atribuido a seres de dudosa o
quizá posible existencia (dragones,
duendes, hadas, unicornios). El hecho no
tenía nada de único: mil años más tarde, el
siglo xx hizo nacer miedos comparables:
al holocausto nuclear, al cambio climático
(versiones contemporáneas del fin del
mundo); al comunismo (la caza de brujas
con la que se identificó al macarthismo), a
la libertad (Miedo a la Libertad es la base
del fascismo en la interpretación de Erich
Fromm), comparación que ha sido puesta
de manifiesto por los historiadores[42] ​e
interpretada por los sociólogos (Sociedad
del riesgo de Ulrich Beck).

La Edad Media cree


firmemente que todas
las cosas en el universo
tienen un significado
sobrenatural, y que el
mundo es como un libro
escrito por la mano de
Dios. Todos los
animales tienen un
significado moral o
místico, al igual que
todas las piedras y
todas las hierbas (y esto
es lo que explican los
bestiarios, los
lapidarios y los
herbarios). Se llega así a
atribuir significados
positivos o negativos
también a los colores...
Para el simbolismo
medieval una cosa
puede tener incluso dos
significados opuestos
según el contexto en el
que se contempla (de
ahí que el león a veces
simbolice a Jesucristo y
a veces al demonio).
Umberto Eco[43] ​

La coyuntura del año mil

En la coyuntura histórica del año mil, las


estructuras políticas más fuertes del
periodo anterior se estaban demostrando
muy débiles: el islam se descompuso en
califatos (Bagdad, El Cairo y Córdoba), que
para el año 1000 se estaban demostrando
incapaces de contener a los reinos
cristianos, especialmente al Reino de
León, en la península ibérica (fracaso final
de Almanzor) y al Imperio bizantino en el
Mediterráneo Oriental. También sufre la
expansión bizantina el Imperio búlgaro,
que queda destruido. Los particularismos
nacionales francés, polaco y húngaro
dibujan fronteras protonacionales que,
curiosamente, son muy similares a las del
año 2000. En cambio, el Imperio carolingio
se había disuelto en principados feudales
ingobernables, que los Otónidas se
proponían incluir en una segunda
Restauratio Imperii (Otón I, en el 962), esta
vez sobre bases germanas.[44] ​
La persistencia del miedo y la función
de la risa

Nel En el
mezzo medio del
del camino de
cammin nuestra
di nostra vida
vita me
mi encontraba
ritrovai en un
per una bosque
selva oscuro
oscura porque el
chè la recto
diritta camino
via era había
smarrita. extraviado.
Dante, Divina Comedia

Disciplinantes o flagelantes en un grabado del siglo xv Penitenciagite (haced penitencia) Hay que castigar el cuerpo para
salvar el alma. El ascetismo ve en la mortificación un camino para superar las tentaciones de la carne y obtener méritos
en vida para la redención de la culpa por los pecados.

Los miedos y la inseguridad no acabaron


con el año mil, ni tampoco hubo que
esperar para volver a encontrarlos a la
terrible peste negra y a los flagelantes del
siglo xiv Incluso en el óptimo medieval del
expansivo siglo xiii lo más habitual era
encontrar textos como el de Dante, o
como los siguientes:

Este himno de autor desconocido,


atribuido a muy diversos personajes (el
papa Gregorio —que pudiera ser Gregorio
Magno, a quien también se atribuye el
canto gregoriano, u otro de los de ese
nombre—, al fundador del Cister San
Bernardo de Claraval, a los monjes
dominicos Umbertus y Frangipani y al
franciscano Tomás de Celano) e
incorporado a la liturgia de la misa:
Dies iræ, Día de la ira;
dies illa, día aquel
Solvet en que los
sæclum in siglos se
favilla, reduzcan a
Teste David cenizas;
cum Sibylla ! como testigos
Quantus el rey David y
tremor est la Sibila.
futurus, ¡Cuánto
quando terror habrá
judex est en el futuro
venturus, cuando el juez
cuncta haya de venir
stricte a juzgar todo
discussurus ! estrictamente!
... ...
Confutatis Tras
maledictis, confundir a
flammis los malditos
acribus arrojados a
addictis, las llamas
voca me cum voraces
benedictis. hazme llamar
Oro supplex entre los
et acclinis, benditos
cor Te lo ruego,
contritum suplicante y
quasi cinis, de rodillas,
gere curam el corazón
mei finis. acongojado,
Lacrimosa casi hecho
dies illa, cenizas:
qua resurget hazte cargo
ex favilla de mi destino.
judicandus Día de
homo reus. lágrimas será
Huic ergo aquel día
parce, Deus. en que
resucitará, del
polvo
para el juicio,
el hombre
culpable.
A ese, pues,
perdónalo, oh
Dios.
Un monstruoso demonio arranca la lengua con una tenaza a un condenado (posiblemente un castigo por haber pecado
de palabra), mientras otro demonio le arrastra tirándole del pelo. Capitel románico de la iglesia de Bois-Sainte-Marie,
Brionnais, Francia.

Pero también participa de la misma


concepción pesimista del mundo este
otro, proveniente de un ambiente
totalmente opuesto, recogido en una
colección de poemas goliardos (monjes y
estudiantes de vida desordenada):[45] ​
O Fortuna O Fortuna,
velut luna como la
statu Luna
variabilis, variable
semper creces sin
crescis cesar
aut o
decrescis; desapareces.
vita ¡Vida
detestabilis detestable!
nunc primero
obdurat embota
et tunc y después
curat estimula,
ludo mentis como juego,
aciem la agudeza
egestatem, de la mente.
potestatem la pobreza
dissolvit ut y el poder
glaciem. se derriten
Sors como el
immanis hielo.
et inanis, Destino
rota tu monstruoso
volubilis, y vacío,
status una rueda
malus, girando es
vana salus lo que eres,
semper si está mal
dissolubilis, colocada
obumbrata la salud es
et velata vana,
siempre
puede ser
disuelta,
eclipsada
y velada
Fortuna imperatrix

mundi: Fortuna
emperatriz del mundo
(Carmina Burana)

Lo sobrenatural estaba presente en la vida


cotidiana de todos como un constante
recordatorio de la brevedad de la vida y la
inminencia de la muerte, cuyo radical
igualitarismo se aplicaba, en contrapunto
con la desigualdad de las condiciones,
como un cohesionador social, al igual que
la promesa de la vida eterna. La
imaginación se excitaba con las imágenes
más morbosas de lo que ocurriría en el
juicio final, los tormentos del infierno y de
los méritos que los santos habían
obtenido con su vida ascética y sus
martirios (que bien administrados por la
Iglesia podían ahorrar las penas
temporales del purgatorio). Esto no solo
operaba en los amedrentados iletrados
que únicamente disponían del evangelio en
piedra de las iglesias; la mayor parte de los
lectores cultos daban todo crédito a las
escenas truculentas que llenaban los
martirologios y a las inverosímiles
historias de la Leyenda Áurea de Jacopo
da Vorágine.
El miedo era inherente a la violencia
estructural permanente del feudalismo,
que aunque se encauzara por
mecanismos aceptables socialmente y
estableciera un orden estamental
teóricamente perfecto, era un permanente
recuerdo de la posibilidad de subversión
del orden, periódicamente renovado con
guerras, invasiones y sublevaciones
internas. En particular, las sátiras contra el
rústico eran manifestaciones de la mezcla
de desprecio y desconfianza con que
clérigos y nobles veían al siervo, reducido
a un monstruo deforme, ignorante y
violento, capaz de las mayores
atrocidades, sobre todo cuando se
agrupaba.[46] ​

A furia De la furia
rusticorum de los
libera nos, campesinos,
Domine líbranos
Señor.
Adición a la liturgia
eclesiástica de la
Letanía de los
Santos.[47] ​

Pero al mismo tiempo, se sostenía, como


parte esencial del edificio ideológico (era
la justificación de la elección papal) que la
voz del pueblo era la voz de Dios (Vox
populi, vox Dei). El espíritu medieval debía
asumir la contradicción de impulsar
manifestaciones públicas de piedad y
devoción y al tiempo permitir generosas
concesiones al pecado. Los carnavales y
otras parodias grotescas (la fiesta del
asno o el charivari) permitían todo tipo de
licencias, incluso la blasfemia y la burla a
lo sagrado, invirtiendo las jerarquías (se
elegían reyes de los tontos obispillos u
obispos de la fiesta) haciendo triunfar todo
lo que el resto del año estaba prohibido,
era considerado feo, desagradable o daba
miedo, como reacción saludable al terror
cotidiano al más allá y garantía de que,
pasados los excesos de la fiesta, se
volvería dócilmente al trabajo y la
obediencia. Seriedad y tristeza eran
prerrogativas de quien practicaba un
sagrado optimismo (hay que sufrir pues
luego nos aguarda la vida eterna), mientras
que la risa era la medicina del que vivía con
pesimismo una vida miserable y difícil.[48] ​
Frente al mayor rigorismo del cristianismo
primitivo, los teólogos medievales
especulaban sobre si Cristo río o no (la
Epístola de Léntulo, uno de los evangelios
apócrifos sostenía que no; mientras que
algunos padres de la iglesia defendían el
derecho a una santa alegría), lo que
justificaba textos cómicos eclesiásticos,
como la Coena Cypriani y la Joca
monachorum.[49] ​

Plena Edad Media (siglos xi al


xiii)

Faenas agrícolas del mes de junio, ilustración de Las muy ricas horas del Duque de Berry (1411-1416). Fenómenos
tradicionales y de larga duración, como la necesidad de murallas, lo rudimentario de las técnicas y la explotación de los
campesinos se contraponen a fenómenos nuevos y dinámicos, como el crecimiento de la ciudad y su atrevida
arquitectura, que no obstante se siguen basando en la extracción y distribución del excedente productivo del campo. Aún
queda mucho para culminar la transición del feudalismo al capitalismo.
Se asigna el nombre de Plenitud de la Edad
Media al periodo de la Historia de Europa
que ocupa los siglos xi al xiii. Esa Plena
Edad Media o Plenitud del Medievo
terminaría en la crisis del xiv o crisis de la
Edad Media, en la que se pueden apreciar
procesos «decadentes», y es habitual
calificarla de ocaso u otoño. No obstante,
los últimos siglos medievales están llenos
de hechos y procesos dinámicos, con
enormes repercusiones y proyecciones en
el futuro, aunque lógicamente son los
hechos y procesos que pueden entenderse
como "nuevos", que prefiguran los nuevos
tiempos de la modernidad. Al mismo
tiempo, los hechos, procesos, agentes
sociales, instituciones y valores
caracterizados como medievales han
entrado claramente en decadencia;
sobreviven, y sobrevivirán por siglos, en
buena medida gracias a su
institucionalización (por ejemplo, el cierre
de los estamentos privilegiados o la
adopción del mayorazgo), lo que no deja
de ser un síntoma de que es entonces, y
no antes, que se consideró necesario
defenderlos tanto.

Puente del Diablo en Borgo a Mozzano, ejemplo de ingeniería medieval, probablemente encargado por la condesa Matilda
de Toscana en el siglo xi
La justificación de esa denominación es lo
excepcional del desarrollo económico,
demográfico, social y cultural de Europa
que tiene lugar en ese período, coincidente
con un clima muy favorable (se ha
hablado del "óptimo medieval") que
permitía cultivar vides en Inglaterra.
También se ha hablado, en concreto para
el siglo xii, de la revolución del siglo xii o
renacimiento del siglo xii

El simbólico año mil (cuyos terrores


milenaristas son un mito historiográfico
frecuentemente exagerado) no significa
nada por sí mismo, pero a partir de
entonces se da por terminada la Edad
Oscura de las invasiones de la Alta Edad
Media: húngaros y normandos están ya
asentados e integrados en la cristiandad
latina. La Europa de la Plena Edad Media
es expansiva también en el terreno militar:
las cruzadas en el Próximo Oriente, la
dominación angevina de Sicilia y el avance
de los reinos cristianos en la península
ibérica (desaparecido el Califato de
Córdoba) amenazan con reducir el
espacio islámico a la ribera sur de la
cuenca del Mediterráneo y el interior de
Asia.
El modo de producción feudal se
desarrolla sin encontrar de momento
límites a su extensión (como ocurrirá con
la crisis del siglo xiv). La renta feudal se
distribuye por los señores fuera del
campo, donde se origina: las ciudades y la
burguesía crecen con el aumento de la
demanda de productos artesanales y del
comercio a larga distancia, nacen y se
desarrollan las ferias, las rutas
comerciales terrestres y marítimas e
instituciones como la Hansa. Europa
Central y Septentrional entran en el
corazón de la civilización Occidental. El
Imperio bizantino se mantiene entre el
islam y los cruzados, extendida su
influencia cultural por los Balcanes y las
estepas rusas donde se resiste el empuje
mongol.

El arte románico y el primer gótico son


protegidos por las órdenes religiosas y el
clero secular. Cluny y el Císter llenan
Europa de monasterios. El camino de
Santiago articula la península ibérica con
Europa. Nacen las Universidades (Bolonia,
Sorbona, Oxford, Cambridge, Salamanca,
Coímbra). La escolástica llega a su
cumbre con Tomás de Aquino, tras recibir
la influencia de las traducciones del árabe
(averroísmo). El redescubrimiento del
derecho romano (Bártolo de Sassoferrato,
Baldo degli Ubaldi) empieza a influir en los
reyes que se ven a sí mismos como
emperadores en su reino.

Los conflictos crecen a la par que la


sociedad: herejías, revueltas campesinas y
urbanas, la salvaje represión de todas
ellas y las no menos salvajes guerras
feudales son constantes.

La expansión del sistema feudal

Dinamismo interno: económico, social,


tecnológico e intelectual
Un campesino ordeña una oveja, mientras en la cabaña un niño come ante una mesa (los muebles no eran muy habituales
en las casas de los pobres). Ilustración del siglo xiv de Tacuinum sanitatis, un tratado médico árabe de Ibn Butlan que se
tradujo al latín y tuvo una gran difusión por Europa Occidental en la Baja Edad Media, como otras obras de origen similar.

Lejos de ser un sistema social


anquilosado (el cierre del acceso a los
estamentos es un proceso que se produce
como reacción conservadora de los
privilegiados, tras la crisis final de la Edad
Media, ya en el Antiguo Régimen), el
feudalismo medieval demostró suficiente
flexibilidad como para permitir el
desarrollo de dos procesos, que se
retroalimentaron mutuamente
favoreciendo una rápida expansión. Por
una parte, el asignar un lugar a cada
persona dentro del sistema, permitió la
expulsión de todos aquellos para quienes
no había lugar, enviándolos como colonos
y aventureros militares a tierras no
ganadas para la Cristiandad Occidental,
expandiendo así brutalmente sus límites.
Por la otra, el asegurar un cierto orden y
estabilidad social para el mundo agrario
tras el fin del periodo de las invasiones;
aunque ni mucho menos se acabaron las
guerras —consustanciales al sistema
feudal— el nivel habitual de violencia en
periodos bélicos tendía a controlarse por
las propias instituciones —código de
honor, tregua de Dios, acogimiento a
sagrado— y en periodos normales tendía a
ritualizarse — desafíos, duelos, rieptos,
justas, torneos, paso honroso—, aunque no
desaparecía ni en las relaciones
internacionales ni dentro de los reinos, con
unas ciudades que basaban su seguridad
y pax urbana en sus fuertes murallas, sus
toques de queda y su expeditiva justicia, y
unos inseguros campos en los que
señores de horca y cuchillo imponían sus
prerrogativas e incluso abusaban de ellas
(malhechores feudales), no sin encontrar
la resistencia antiseñorial de los
siervos,[50] ​a veces mitificada (Robin
Hood). A diferencia del modo de
producción esclavista, el modo de
producción feudal ponía en el productor —
campesino— la responsabilidad en el
aumento de la producción: sea buena o
mala la cosecha, debe pagar unas mismas
rentas. Es por ello que el sistema por sí
solo estimula el trabajo y la incorporación
de lo que la experiencia demuestre como
buenas prácticas agrícolas, incluso la
incorporación de nuevas técnicas que
mejoren el rendimiento de la tierra. Si el
aumento de la producción es permanente
y no coyuntural (una sola buena cosecha
por causas climáticas), quien empezará a
recibir estímulos será el señor feudal, que
detectará ese aumento de los excedentes
cuya extracción es la base de su renta
feudal (mayor uso del molino, mayor
circulación por los caminos y puentes,
mayor consumo en tiendas y tabernas; de
todos los cuales cobra impuestos o
aspirará a hacerlo), incluso se verá
impulsado a subir la renta. Cuando lo que
ocurre es que los campesinos, empujados
por el aumento de sus familias, presionan
los límites de los mansos roturando tierras
antes incultas (eriales, pastos, bosques,
humedales desecables), el señor podrá
imponer nuevas condiciones, e incluso
impedirlo, porque forman parte de su
reserva o de sus usos monopolísticos
(caza, alimento de sus caballos).

Caballos de tiro equipados con colleras para permitir el aprovechamiento eficaz de su fuerza. La fotografía es actual, pero
la tecnología empleada es similar a la mejorada en la Edad Media.

Esa dinámica lucha de clases entre siervos


y señores dinamizaba la economía y hacía
posible el inicio de una concentración de
riquezas acumuladas a partir de las rentas
agrícolas; pero nunca de manera
comparable a la acumulación de capital
propia del capitalismo, pues no se hacía
con ellas inversión productiva (como
hubiera ocurrido de disponer los
campesinos del uso del excedente), sino
atesoramiento en manos de nobleza y
clero. Tal cosa, en última instancia, a
través de los programas de construcción
(castillos, monasterios, iglesias,
catedrales, palacios) y el gasto suntuario
en productos de lujo —caballos, armas
sofisticadas, joyas, obras de arte, telas de
calidad, tintes, sedas, tapices, especias—
no pudo dejar de estimular el rudimentario
comercio a larga distancia, la circulación
monetaria y la vida urbana; en definitiva, el
resurgimiento económico de Europa
Occidental. Irónicamente, ambos procesos
terminarían por minar las bases del
feudalismo, y llevarlo hacia su
destrucción.[Nota 13] ​No obstante, no hay
que imaginar que se produjo nada
parecido a la revolución agrícola previa a
la revolución industrial: el hecho de que ni
campesinos ni señores pudieran convertir
en capital el excedente (unos porque se lo
extraían y otros porque su posición social
era incompatible con las actividades
económicas) hacía lenta y costosa
cualquier innovación, además del hecho
de que cualquier innovación chocaba con
prejuicios ideológicos y una mentalidad
fuertemente tradicionalista, ambas cosas
propias de la sociedad preindustrial. Solo
en el transcurso de siglos, y debido al
ensayo y error del buen hacer artesanal de
anónimos herreros y talabarteros sin
ningún tipo de conexión con la
investigación científica, se produjo la
incorporación de escasas pero decisivas
mejoras técnicas como la collera (que
posibilita el aprovechamiento eficaz de la
fuerza de los caballos de tiro, que
empiezan a sustituir a los bueyes) o el
arado de vertedera (que sustituye al arado
romano en las tierras húmedas y pesadas
del norte de Europa, no así en las secas y
ligeras del sur). El barbecho de año y vez
siguió siendo el método de cultivo más
utilizado; la rotación de cultivos era
desconocida, el abonado era un recurso
excepcional, dada la escasez de animales,
cuyo estiércol era el único abono
disponible; el regadío estaba limitado a
algunas de las zonas mediterráneas de
cultura islámica; se escatimaba la
utilización de hierro en herramientas y
aperos de labranza, dado su coste
inasumible por los campesinos; el nivel
técnico, en general, era precario. El molino
de viento fue una transferencia
tecnológica que, como tantas otras en
otros campos (pólvora, papel, brújula,
grabado), provenía de Asia. Aun con su
alcance limitado, el conjunto de
innovaciones y cambios se concentró
especialmente en un periodo que algunos
historiadores han venido en llamar el
"Renacimiento" del siglo xii o la Revolución
del xii, momento en el que el dinamismo
económico y social, a partir del motor
principal, que es el campo, produce el
despertar de un mundo urbano hasta
entonces marginal en Europa Occidental, y
el surgimiento de fenómenos intelectuales
como la universidad medieval y la
escolástica.

La universidad
Aula universitaria. Laurentius de Voltolina, segunda mitad del siglo xiv

Siguiendo el precedente de la
organización carolingia de las escuelas
palatinas, catedralicias y monásticas
(debida a Alcuino de York -787-), más que
el de otras instituciones semejantes
existentes en el mundo islámico,[Nota 14] ​
las primeras universidades de la Europa
cristiana fueron fundadas para el estudio
del derecho, la medicina y la teología. La
parte central de la enseñanza envolvía el
estudio de las artes preparatorias
(denominadas artes liberales por cuanto
eran mentales o espirituales y liberaban
del trabajo manual propio de las
artesanías, consideradas oficios viles y
mecánicos); estas artes liberales eran el
trivium (gramática, retórica y lógica) y el
quadrivium (aritmética, geometría, música
y astronomía). Después, el alumno entraba
en contacto con estudios más específicos.
Además de centros de enseñanza, eran
también el lugar de investigación y
producción del saber, y foco de vigorosos
debates y polémicas, lo que a veces
requirió incluso las intervenciones del
poder civil y eclesiástico, a pesar de los
fueros de los que estaban dotadas y que
las convertían en instituciones
independientes, bien dotadas
económicamente con una base
patrimonial de tierras y edificios. La
transformación cultural generada por las
universidades ha sido resumida de este
modo: En 1100, la escuela seguía al
maestro; en 1200, el maestro seguía a la
escuela.[53] ​Las más prestigiosas recibían
el nombre de Studium Generale, y su fama
se extendía por toda Europa, requiriendo la
presencia de sus maestros, o al menos la
comunicación epistolar, lo que inició un
fecundo intercambio intelectual facilitado
por el uso común de la lengua culta, el
latín.
Entre 1200 y 1400 fueron fundadas en
Europa 52 universidades; 29 de ellas de
fundación papal, las demás de fundación
imperial o real. La primera fue
posiblemente Bolonia (especializada en
Derecho, 1088), a la que siguió Oxford
(antes de 1096), de la que se escindió su
rival Cambridge (1209), París, de
mediados del siglo xii (uno de cuyos
colegios fue La Sorbona, 1275),
Salamanca (1218, precedida por el Estudio
General de Palencia de 1208), Padua
(1222), Nápoles (1224), Coímbra (1308,
trasladada desde el Estudio General de
Lisboa de 1290), Alcalá de Henares (1293,
refundada por el Cardenal Cisneros en
1499), La Sapienza (Roma, 1303),
Valladolid (1346), la Universidad Carolina
(Praga, 1348), la Universidad Jagellónica
(Cracovia, 1363), Viena (1365), Heidelberg
(1386), Colonia (1368) y, ya al final del
periodo medieval, Lovaina (1425),
Barcelona (1450), Basilea (1460) y Upsala
(1477). En medicina gozaba de un gran
prestigio la Escuela Médica Salernitana,
con raíces árabes, que provenía del
siglo ix; y en 1220 empezó a rivalizar con
ella la Facultad de Medicina de
Montpellier.

Véase también: Universidad

La escolástica
Los intelectuales medievales buscaban entender los principios geométricos y armónicos con los que Dios habría creado
el Universo. El compás en esta ilustración de un manuscrito del siglo xiii es un símbolo del acto de creación de Dios.[54]

La escolástica fue la corriente teológico-


filosófica dominante del pensamiento
medieval, tras la patrística de la
Antigüedad tardía, y se basó en la
coordinación de fe y razón, que en
cualquier caso siempre suponía la clara
sumisión de la razón a la fe (Philosophia
ancilla theologiae -la filosofía es esclava de
la teología-). Pero también es un método
de trabajo intelectual: todo pensamiento
debía someterse al principio de autoridad
(Magister dixit —lo dijo el Maestro—), y la
enseñanza se podía limitar en principio a
la repetición o glosa de los textos
antiguos, y sobre todo de la Biblia, la
principal fuente de conocimiento, pues
representa la Revelación divina; a pesar de
todo ello, la escolástica incentivó la
especulación y el razonamiento, pues
suponía someterse a un rígido armazón
lógico y una estructura esquemática del
discurso que debía exponerse a
refutaciones y preparar defensas. Desde el
comienzo del siglo ix al fin del xii los
debates se centraron en la cuestión de los
universales, que opone a los realistas
encabezados por Guillermo de
Champeaux, a los nominalistas
representados por Roscelino y a los
conceptualistas (Pedro Abelardo). En el
siglo xii tiene lugar la recepción de textos
de Aristóteles antes desconocidos en
Occidente, primero indirectamente a
través de los filósofos judíos y
musulmanes, especialmente Avicena y
Averroes, pero en seguida directamente
traducido del griego al latín por san
Alberto Magno y por Guillermo de
Moerbeke, secretario de santo Tomás de
Aquino, verdadera cumbre del
pensamiento medieval y elevado al rango
de Doctor de la Iglesia. El apogeo de la
escolástica coincide con el siglo xiii en
que se fundan las universidades y surgen
las órdenes mendicantes: dominicos (que
siguieron una tendencia aristotélica -los
anteriormente citados-) y franciscanos
(caracterizados por el platonismo y la
tradición patrística -Alejandro de Hales o
san Buenaventura-). Ambas órdenes
coparán las cátedras y la vida de los
colegios universitarios, y de ellas
procederán la mayoría de los teólogos y
filósofos de la época.
El siglo xiv representará la crisis de la
escolástica a través de dos franciscanos
británicos: el doctor subtilis Juan Duns
Escoto y Guillermo de Occam. Precedente
de ambos sería la Escuela de Oxford
(Robert Grosseteste y Roger Bacon)
centrada en el estudio de la naturaleza,
defendiendo la posibilidad de una ciencia
experimental apoyada en la matemática,
contra el tomismo dominante. La
polémica de los universales se terminó
decantando por los nominalistas, lo que
dejaba un espacio a la filosofía más allá
de la teología.

Ergo Luego Señor,


Domine, tú que das el
qui das entendimiento
fidei a la fe, dame
intellectum, de entender,
da mihi, ut, tanto como
quantum consideres
scis bueno, que tú
expedire, eres como
intelligam, creemos y lo
quia es que creemos. Y
sicut bien, creemos
credimus, que tú eres
et hoc es algo mayor
quod que lo cual no
credimus. puede
Et quidem pensarse cosa
credimus te alguna. Ahora,
esse aliquid ¿acaso no
quo nihil existe esta
maius naturaleza,
cogitari porque "dijo el
possit. An necio en su
ergo non corazón: no
est aliqua hay Dios" ? [...]
talis Si existe sólo
natura, en la mente,
quia "dixit no se cree que
insipiens in exista en la
corde suo: realidad; El
non est más grande.
Deus" ? [...] Por lo tanto, si
Si enim vel aquello de lo
in solo que no se
intellectu puede
est, potest concebir un
cogitari mayor existe
esse et in sólo en el
re; quod entendimiento,
maius est. eso mismo de
Si ergo id lo que no se
quo maius puede
cogitari concebir un
non potest, mayor es
est in solo aquello que no
intellectu: se puede
id ipsum concebir nada
quo maius mayor. Pero
cogitari obviamente
non potest, esto no es
est quo posible. Existe,
maius por tanto, más
cogitari allá de toda
potest. Sed duda, algo que
certe hoc no se puede
esse non pensar más
potest. grande que
Existit ergo existe tanto en
procul el
dubio entendimiento
aliquid quo como en la
maius realidad.
cogitari
non valet,
et in
intellectu et
in re.
Anselmo de Canterbury,

inicio del argumento


ontológico para probar
la existencia de Dios.
Proslogio, capítulo II
(1078). La frase
entrecomillada es una
cita bíblica (Salmos
13:1).[55] ​

Dicitur Exodi Se dice en Éxodo


III, ex 3,14 de la persona
persona Dei, de Dios: "Yo soy el
ego sum qui que soy."
sum. La existencia de
Respondeo Dios puede ser
dicendum probada de cinco
quod Deum maneras distintas.
esse quinque La primera y más
viis probari clara es la que se
potest. Prima deduce del
autem et movimiento. Pues
manifestior es cierto, y lo
via est, quae perciben los
sumitur ex sentidos, que en
parte motus. este mundo hay
Certum est movimiento. [...]
enim, et Igualmente, es
sensu imposible que algo
constat, mueva y sea
aliqua movido al mismo
moveri in hoc tiempo, o que se
mundo. [...] mueva a sí mismo.
Impossibile Todo lo que se
est ergo mueve necesita ser
quod, movido por otro.
secundum Pero si lo que es
idem et movido por otro se
eodem modo, mueve, necesita ser
aliquid sit movido por otro, y
movens et éste por otro. Este
motum, vel proceder no se
quod moveat puede llevar
seipsum. indefinidamente,
Omne ergo porque no se
quod llegaría al primero
movetur, que mueve, y así no
oportet ab habría motor
alio moveri. alguno pues los
Si ergo id a motores
quo movetur, intermedios no
moveatur, mueven más que
oportet et por ser movidos
ipsum ab alio por el primer
moveri et motor. Ejemplo: Un
illud ab alio. bastón no mueve
Hic autem nada si no es
non est movido por la
procedere in mano. Por lo tanto,
infinitum, es necesario llegar
quia sic non a aquel primer
esset aliquod motor al que nadie
primum mueve. En éste,
movens; et todos reconocen a
per Dios. [...]
consequens
La quinta se
nec aliquod
deduce a partir del
aliud
ordenamiento de
movens, quia
las cosas. Pues
moventia
vemos que hay
secunda non cosas que no tienen
movent nisi conocimiento,
per hoc quod como son los
sunt mota a cuerpos naturales,
primo y que obran por un
movente. [...] fin. Esto se puede
comprobar
Quinta via
observando cómo
sumitur ex
siempre o a
gubernatione
menudo obran
rerum.
igual para
Videmus
conseguir lo mejor.
enim quod
De donde se deduce
aliqua quae
que, para alcanzar
cognitione
su objetivo, no
carent,
obran al azar, sino
scilicet
intencionadamente.
corpora
naturalia, Las cosas que no
operantur tienen
propter conocimiento no
finem, quod tienden al fin sin
apparet ex ser dirigidas por
hoc quod alguien con
semper aut conocimiento e
frequentius inteligencia, como
eodem modo la flecha por el
operantur, ut arquero. Por lo
consequantur tanto, hay alguien
id quod est inteligente por el
optimum; que todas las cosas
unde patet son dirigidas al fin.
quod non a Le llamamos Dios.
casu, sed ex
intentione
perveniunt
ad finem. Ea
autem quae
non habent
cognitionem,
non tendunt
in finem nisi
directa ab
aliquo
cognoscente
et
intelligente,
sicut sagitta
a sagittante.
Ergo est
aliquid
intelligens, a
quo omnes
res naturales
ordinantur
ad finem, et
hoc dicimus
Deum.
Tomás de Aquino,
quinta de las Cinco Vías
(Quinquae viae) para
probar la existencia de
Dios.
Summa Theologiae
(Suma Teológica, 1274),
Quaestio 2, Articulus
3.[56] ​
Véase los argumentos
cosmológicos y
teleológicos actuales.
teleológicos actuales.

El surgimiento de la burguesía

Signoria de Florencia, una institución municipal que ejerce el poder soberano en esta ciudad estado italiana, dominada por
una potente burguesía artesanal y comercial que se va ennobleciendo y convirtiendo en patriciado urbano.

La burguesía es el nuevo agente social


formado por los artesanos y mercaderes
que surgen en el entorno de las ciudades,
bien en las antiguas ciudades romanas
que habían decaído, bien en nuevos
núcleos creados en torno a castillos o
cruces de caminos -los propiamente
llamados burgos-. Muchas de estas
ciudades incorporaron ese nombre -
Hamburgo, Magdeburgo, Friburgo,
Estrasburgo; en España Burgo de Osma o
Burgos-.

La burguesía estaba interesada en


presionar al poder político (imperio,
papado, las diferentes monarquías, la
nobleza feudal local o instituciones
eclesiásticas -diócesis o monasterios- de
las que dependieran sus ciudades) para
que se facilitara la apertura económica de
los espacios cerrados de las urbes, se
redujeran los tributos de portazgo y se
garantizaran formas de comercio seguro y
una centralización de la administración de
justicia e igualdad de las normas en
amplios territorios que les permitieran
desarrollar su trabajo, al tiempo que
garantías de que los que vulnerasen
dichas normas serían castigados con
igual dureza en los distintos territorios.

Aquellas ciudades que abrían las puertas


al comercio y a una mayor libertad de
circulación, veían incrementar la riqueza y
prosperidad de sus habitantes y las del
señor, por lo que con reticencias pero de
manera firme se fue difundiendo el
modelo. Las alianzas entre señores eran
más comunes, no ya tanto para la guerra,
como para permitir el desarrollo
económico de sus respectivos territorios,
y el rey fue el elemento aglutinador de
esas alianzas.

Los burgueses pueden considerarse como


hombres libres en cuanto estaban
parcialmente fuera del sistema feudal, que
literalmente los asediaba -se ha
comparado a las ciudades con islas en un
océano feudal-,[57] ​porque no participaban
directamente de las relaciones feudo-
vasalláticas: ni eran señores feudales, ni
campesinos sometidos a servidumbre, ni
hombres de iglesia. La sujeción como
súbdito del poder político era semejante a
un lazo de vasallaje, pero más bien como
señorío colectivo que hacía que la ciudad
respondiera como un todo a las demandas
de apoyo militar y político del rey o del
gobernante a la que estuviera vinculada, y
que a su vez participara en la explotación
feudal del campo circundante (alfoz en
España).

La expresión alemana Stadtluft macht frei


"Los aires de la ciudad dan libertad", o "te
hacen libre"[Nota 15] ​(paráfrasis de la frase
evangélica "la verdad os hará libres"),[59] ​
indicaba que quienes podían radicarse en
las ciudades, a veces huyendo literalmente
de la sujeción de la servidumbre. El siervo
huido se consideraba libre de retornar con
su señor si conseguía domiciliarse en una
corporación urbana por un año y un
día.[60] ​tenían todo un nuevo mundo de
oportunidades que explotar, aunque no en
régimen de libertad, entendida esta en su
forma contemporánea. La sujeción a las
normas gremiales y a las leyes urbanas
podía ser más dura incluso que las del
campo: la pax urbana significaba la rigidez
en la aplicación de la justicia, que
mantenía los caminos y las puertas de
entrada flanqueados con cadáveres de
ajusticiados y un severo toque de queda,
con cierre de puertas al anochecer y
rondas de vigilancia. Eso sí: concedía a los
burgueses la oportunidad de ejercer
parcela de poder, incluyendo el uso de las
armas en la milicia urbana (como las
hermandades castellanas que se
unificaron en la Santa Hermandad ya en el
siglo xv), que en no pocas ocasiones se
utilizaron en contra de las huestes
feudales, con el beneplácito de las
emergentes monarquías autoritarias. En el
caso más precoz y espectacular fueron las
comunas italianas, que se independizaron
de hecho del Sacro Imperio Romano
Germánico a partir de la batalla de
Legnano (1176).
Eva hilando ante la cuna de uno de sus hijos. Ilustración del folio 8 del Salterio Hunter. La introducción de la rueca para

hilar fue una de las innovaciones introducidas desde Asia en la Plena Edad Media. La de la ilustración es una hilandera
primitiva, sin rueda. Ambas eran utilizadas tanto en la artesanía urbana como en las labores domésticas de las mujeres
en campo y ciudad. Como todos los trabajos, dio origen a tensiones sociales: When Adam delved, and Eve span / Who
was then a gentleman? ("Cuando Adán cavaba y Eva hilaba, ¿quién era entonces caballero?") era una rima popular con la
que el clérigo John Ball movilizó a los campesinos ingleses de la revuelta de 1381.

En los burgos surgieron muchas


instituciones sociales nuevas. El
desarrollo del comercio llevó aparejado
consigo el del sistema financiero y la
contabilidad. Los artesanos se unieron en
asociaciones llamadas gremios, ligas,
corporaciones, cofradías, o artes, según el
lugar geográfico. El funcionamiento
interno de los talleres gremiales implicaba
un aprendizaje de varios años del aprendiz
a cargo de un maestro (el dueño del taller),
que implicaba el paso de aquel a la
condición de oficial cuando demostrara
conocer el oficio, lo que implicaba su
consideración como trabajador asalariado,
una condición de por sí ajena al mundo
feudal que incluso se trasladó al campo
(en principio de manera marginal) con los
jornaleros que no disponían de tierras
propias ni concedidas por el señor. La
asociación de los talleres en los gremios,
funcionaba de manera completamente
contraria al mercado libre capitalista: se
procuraba evitar todo rasgo posible de
competencia fijando los precios, las
calidades, los horarios y condiciones de
trabajo, e incluso las calles donde podían
radicarse. La apertura de nuevos talleres y
el paso del rango de oficial al de maestro
estaban muy restringidos, de modo que en
la práctica se incentivaban las herencias y
los enlaces matrimoniales endogámicos
dentro del gremio. El objetivo era
conseguir la supervivencia de todos, no el
éxito del mejor.

Más apertura demostró el comercio. Los


buhoneros que iban de aldea en aldea, y
los escasos aventureros que se atrevían a
hacer viajes más largos eran los
mercaderes más habituales de la Alta
Edad Media, antes del año 1000. En tres
siglos, para comienzos del siglo xiv las
ferias de Champaña y de Medina habían
creado rutas terrestres estables y más o
menos seguras que (a lomos de mulas o
con carretas en el mejor de los casos)
recorrían Europa de norte a sur (en el caso
castellano siguiendo las cañadas
trashumantes de la Mesta, en el caso
francés enlazando los emporios flamenco
y norte-italiano a través de las prósperas
regiones borgoñonas y renanas, todas
ellas salpicadas de ciudades). La Hansa o
liga hanseática estableció a su vez rutas
marítimas de una estabilidad y seguridad
similar (con mayor capacidad de carga, en
barcos de tecnología innovadora) que
unían el Báltico y el mar del Norte a través
de los estrechos escandinavos,
conectando territorios tan lejanos como
Rusia y Flandes y rutas fluviales que
conectaban todo el norte de Europa (ríos
como el Rin y el Vístula), permitiendo el
desarrollo de ciudades como Hamburgo,
Lübeck y Danzing, y estableciendo
consulados comerciales denominados
kontor.[61] ​En el Mediterráneo se llamaron
Consulado del Mar: el primero en Trani en
1063 y luego Pisa, Mesina, Chipre,
Constantinopla, Venecia, Montpellier,
Valencia (1283), Mallorca (1343) y
Barcelona (1347).[62] ​Cuando el estrecho
de Gibraltar fue seguro, se pudieron
conectar marítimamente ambas Europas,
con rutas entre las ciudades italianas
(sobre todo Génova), Marsella, Barcelona,
Valencia, Sevilla, Lisboa, los puertos del
Cantábrico (Santander, Laredo, Bilbao), los
del Atlántico francés y los del canal de la
Mancha (ingleses y flamencos, sobre todo
Brujas y Amberes). El contacto cada vez
más fluido de gentes de distintas naciones
(como comenzaron a llamarse a las
agrupaciones de comerciantes de cercano
origen geográfico que se entendían en la
misma lengua vulgar, al igual que ocurría
en las secciones de las órdenes militares)
terminó produciendo que ambas
instituciones funcionaran de hecho, como
primitivas organizaciones internacionales.

Todo ello desarrolló un incipiente


capitalismo comercial (véase también
Historia del capitalismo) con el incremento
o surgimiento ex novo de la economía
monetaria, la banca (crédito, préstamos,
seguros, letras de cambio), actividades
que mantuvieron siempre recelos morales
(pecado de usura para todas las que
significara lucro indebido, y en que
únicamente podían incurrir los judíos
cuando prestaban a otros que no fueran
de su religión, oficio prohibido tanto a los
cristianos como a los musulmanes). La
aparición de burgueses ricos y de una
plebe urbana pobre originó un nuevo tipo
de tensiones sociales, que produjeron
revueltas urbanas.[63] ​En cuanto a los
aspectos ideológicos, la expresión del
inconformismo burgués con su puesto
marginal en la sociedad feudal está en el
origen de las herejías a lo largo de toda la
Baja Edad Media (cátaros, valdenses,
albigenses, dulcinianos, hussitas,
wycliffianos). Los intentos de responder a
esas demandas del mundo urbano por
parte de la Iglesia, así como de
controlarlas y en su caso reprimirlas,
produjeron la aparición de las órdenes
mendicantes (franciscanos y dominicos) y
de la Inquisición. A veces, la imposibilidad
de conseguir el control hizo optar por el
exterminio, como ocurrió en Beziers en
1209, siguiendo la respuesta del legado
pontificio Arnaud Amaury:[64] ​

- ¿Cómo distinguiremos
a los herejes de los
católicos? - Matadlos a
todos, que Dios
reconocerá a los suyos

Las catedrales y la búsqueda de la altura


Catedral de Siena

Santa María del Fiore

En la Edad Media, la oposición entre lo alto y lo bajo "se proyecta en el espacio": se construyen torres y

murallas muy elevadas, muy visibles, para manifestar que se quiere escapar de lo "bajo"... lo alto y la
altura designan lo que es grande y hermoso... se expresa en la construcción de los castillos y las
catedrales... Esa oposición es el correlato de la que existe entre el cielo y la tierra.

(...)

Luego, se buscó la luz, e incluso se acabó por identificar a Dios con la luz. Los progresos técnicos, la
búsqueda de espacios abiertos y el uso cada vez más sofisticado del hierro y los diversos metales dieron
nacimiento, entre los siglos xi y xiii a las grandes catedrales.[65] ​
La rivalidad entre castillos señoriales tuvo su correlato urbano en la rivalidad entre casas fortificadas con torres
La rivalidad entre castillos señoriales tuvo su correlato urbano en la rivalidad entre casas fortificadas, con torres
desafiantes, que han sobrevivido en los espectaculares conjuntos de San Gimignano o de Cáceres. Mucho más extendida
estuvo la rivalidad de las catedrales, cuya construcción se demoraba por siglos, desarrollándose de un modo orgánico, sin
que los planes originarios se terminaran, haciendo que el resultado final fuera habitualmente la suma de estilos muy
diferentes. Se llegaron a producir verdaderas carreras de prestigio, como la que se prolongó por cientos de años entre las
de Siena y Florencia. Las dimensiones extraordinarias de ambas hicieron imposible que se terminaran antes de la crisis
bajomedieval, lo que determinó que los sieneses (izquierda: Catedral de Siena Duomo di Santa María) optaran por
conformarse con lo construido hasta entonces (para que pudiera utilizarse desde sus inicios, siempre se comenzaban las
obras por el ábside, permitiendo consagrar el altar y dar culto mientras continuaban las obras). Lo que se pretendía era
convertir el actual brazo mayor en el menor, y construir un brazo mayor verdaderamente descomunal (proyecto de 1339
que tuvo que abandonarse; el diseño inicial era de 1215-1263). Mientras tanto, los florentinos (derecha: Catedral de
Florencia Duomo di Santa María dei Fiori), humillados por no ser capaces de cubrir el gigantesco espacio central del
crucero (un desproporcionado tambor octogonal sobreelevado), tuvieron que esperar a que Filippo Brunelleschi
consiguiera resolver el desafío técnico con una impresionante cúpula que abre la época del Renacimiento (concurso de
1419 y construcción entre 1420 y 1436). Véase también catedrales de España.

Nuevas entidades políticas

Poderes universales, monarquías


feudales y ciudades-Estado

En la Plena Edad Media se observó una


gran disparidad en la escala a que se
ejercía el poder político: los poderes
universales (Pontificado e Imperio)
seguían reivindicando su primacía frente a
las Monarquías feudales, que en la
práctica funcionaban como estados
independientes. Al mismo tiempo,
entidades mucho más pequeñas en
extensión demostraban ser muy
dinámicas en las relaciones
internacionales (las ciudades-estado
italianas y las ciudades libres del Imperio
Germánico), y el municipalismo demostró
ser una fuerza muy a tener en cuenta en
todos los territorios de Europa.[66] ​

El redescubrimiento del Digesto


justinianeo (Digestum Vetus) permitió el
estudio autónomo del Derecho (Pepo e
Irnerio) y el surgimiento de la Escuela de
los Glosadores y de la Universidad de
Bolonia (1088). Ese suceso, que permitirá
el redescubrimiento paulatino del Derecho
romano, llevará a la formación del llamado
Corpus Iuris Civilis y a la posibilidad de
plantear un Ius commune (Derecho
común), y justificar la concentración de
poder y capacidad reglamentaria en la
institución imperial, o en los monarcas,
cada uno de los cuales empezará a
considerarse como imperator in regno suo
("emperador en su reino", definiciones de
Bártolo de Sassoferrato y Baldo degli
Ubaldi).

Rex superiorem non


recognoscens in regno
suo est Imperator: El
rey no reconoce
superiores, en su reino
es emperador.
Decretal Per
Venerabilem de

Inocencio III, 1202.[67] ​

La difícil convivencia de Pontificado e


Imperio (regnum et sacerdocium) a lo largo
de los siglos dio origen entre 1073 y 1122
a la querella de las investiduras. Distintas
formulaciones ideológicas (teoría de las
dos espadas, Plenitudo potestatis, Dictatus
papae, condenas de la simonía y el
nicolaísmo) constituían un edificio
levantado durante siglos por el que el papa
pretendía marcar la supremacía de la
autoridad religiosa sobre el poder civil (lo
que se ha venido denominando
agustinismo político), mientras que el
Emperador pretendía hacer valer la
legitimidad de su cargo, que pretendía
derivar del antiguo Imperio romano
(Translatio imperii), así como el hecho
material de su capacidad militar para
imponer su poder territorial e incluso
tutelar la vida religiosa (tanto en los
aspectos institucionales como los
dogmáticos), a semejanza de su
equivalente en Oriente. El acceso de
distintas dinastías a la dignidad imperial
debilitó el poder de los emperadores,
sujetos a un sistema de elección que les
hacía dependientes de un delicado juego
de alianzas entre los dignatarios que
alcanzaron el título de príncipe elector,
unos laicos (príncipes territoriales,
independientes en la práctica) y otros
eclesiásticos (obispos de ciudades libres).
No obstante, periódicamente se asistía a
intentos de recuperar el poder imperial
(Otón III y Enrique II entre los últimos
otónidas), que en ocasiones llegaban a
enfrentamientos espectaculares (Enrique
IV, de la dinastía salia, o Federico I
Barbarroja y Federico II de la dinastía
Hohenstaufen). La oposición entre güelfos
y gibelinos, cada uno asociado a uno de
los poderes en liza (papa y emperador),
presidió la vida política de Alemania e
Italia desde el siglo xii hasta bien entrada
la Baja Edad Media.

Ambas pretensiones distaron mucho de


hacerse efectivas, agotadas en su propio
debate y superadas por la mayor eficacia
política de las entidades urbanas y los
reinos del resto de Europa.[68] ​

Véase también: Derecho penal

Parlamentarismo

Apareció el parlamentarismo, una forma


de representación política que con el
tiempo se convirtió en el precedente de la
división de poderes consustancial a la
democracia de la Edad Contemporánea.
La primacía en el tiempo la tiene el Alþingi
islandés (930), que seguía el modelo de
los thing o asambleas de guerreros
germanos; pero desde finales del siglo xi
se fue gestando un nuevo modelo
institucional, derivado de la obligación
feudal de consilium, que implicaba a los
tres órdenes feudales, y se generalizó por
Europa occidental: las Cortes de León
(1188), el Parlamento inglés (1258) -
previamente las relaciones de poder entre
rey y nobleza habían sido reguladas en la
Carta EMagna, 1215, o las Provisiones de
Oxford, 1258- y los Estados Generales
franceses (1302).

La Reforma Gregoriana y las reformas


monásticas

Abadía de Cluny.

Hildebrando de Toscana, ya desde su


posición bajo los pontificados de León IX y
Nicolás II, y más tarde como papa
Gregorio VII (con lo que cubre toda la
segunda mitad del siglo xi), emprendió un
programa de centralización de la Iglesia,
con la ayuda de los benedictinos de Cluny,
que se extendieron por toda Europa
Occidental implicando a las monarquías
feudales (||sdestacadamente en los reinos
cristianos peninsulares, a través del
Camino de Santiago).

Las siguientes reformas monásticas,


como la cartuja (San Bruno) y sobre todo
la cisterciense (San Bernardo de Claraval)
significarán nuevos fortalecimientos de la
jerarquía eclesiástica y su implantación
dispersa en todo el territorio europeo
como una impresionante fuerza social y
económica ligada a las estructuras
feudales, vinculada a las familias nobles y
a las dinastías regias y con una base de
riqueza territorial e inmobiliaria, a la que
se añadía el cobro de los derechos propios
de la Iglesia (diezmos, primicias, derechos
de estola, y otras cargas locales, como el
voto de Santiago en el noroeste de
España).

El fortalecimiento del poder papal


intensificó las tensiones políticas e
ideológicas con el Imperio Germánico y
con la Iglesia oriental, que en este caso
terminarán llevando al Cisma de Oriente.

Las Cruzadas trajeron como consecuencia


la creación de un tipo especial de órdenes
religiosas, que, además de someterse a
una regla monástica (habitualmente la
cisterciense, incluyendo el cumplimiento
teórico de los votos monásticos) exigían a
sus componentes una vida castrense más
que ascética: fueron las órdenes militares,
fundadas tras la toma de Jerusalén en
1099 (caballeros del Santo Sepulcro,
templarios -1104- y hospitalarios -1118-).
También se constituyeron en otros
contextos geográficos (órdenes militares
españolas y caballeros teutónicos).

La adaptación a la pujante vida urbana de


los siglos xii y xiii será misión de un nuevo
ciclo de fundaciones en el clero regular:
las órdenes mendicantes, cuyos miembros
no eran monjes, sino frailes (franciscanos
de San Francisco de Asís y dominicos de
Santo Domingo de Guzmán, a las que
siguieron otras, como los agustinos); y de
nuevas instituciones: las Universidades y
la Inquisición.

Innovaciones dogmáticas y devocionales


Anunciación por Conrad von Soest, 1403. La Virgen, modelo de virtudes femeninas, cuya inocencia es simbolizada por el
lirio, escucha el mensaje divino traído por el arcángel San Gabriel y acepta su destino (concebir a Cristo por obra y gracia
del Espíritu Santo -la paloma-) con humildad y obediencia: Ecce ancilla Domini; fiat mihi secundum verbum tuum: He aquí
la esclava del Señor; hágase en mí según tu palabra (Lucas 1:38).[69]

A partir del siglo xi y el siglo xii se


introdujeron en el cristianismo latino
innovaciones dogmáticas y devocionales
de gran trascendencia:

La imposición del rito romano frente a la


anterior multiplicidad de liturgias (rito
hispánico, rito bracarense, rito
ambrosiano, etc.)

La imposición del celibato sacerdotal en el


Concilio de Letrán (1123).

El hallazgo del papel del purgatorio como


estadio intermedio de las almas entre
cielo e infierno, que intensificará la función
intermediadora de la Iglesia a través de las
oraciones y misas y los méritos de la
Comunión de los Santos por ella
administrados.

Mariología
La intensificación del papel de la Virgen
María, que pasa a ser una corredentora
con atributos investigados por la
mariología y aún no dogmatizados
(Inmaculada Concepción, Asunción de la
Virgen), con nuevas devociones y
oraciones (Avemaría, yuxtaposición de
textos evangélicos que se introduce en
occidente en el; Salve, adoptada por Cluny
en 1135; y Rosario, introducido por Santo
Domingo contra los albigenses), una fiebre
de fundaciones de iglesias en su nombre,
y con un amplísimo tratamiento artístico.
En la época del amor cortés la devoción a
la Virgen apenas podía distinguirse, al
menos en las formas, de la que el caballero
sentía por su dama.[Nota 16] ​

La mariología había nacido en la


Antigüedad tardía con la patrística, y el
culto popular de la virgen fue uno de los
factores clave de la suave transición del
paganismo al cristianismo, que suele
interpretarse como una adaptación del
patriarcal monoteísmo del judaísmo al
matriarcal panteón de las diosas-vírgenes-
madre del Mediterráneo clásico: la
cananea Astarté, la babilonia Istar, las
griegas Rea y Gaia, la frigia Cibeles, la
Artemisa de Éfeso, la Deméter de Eleusis, la
egipcia Isis, etc., si bien "hay dos
diferencias fundamentales entre el culto
cristiano a María y los cultos paganos: la
clara conciencia de la absoluta
trascendencia de Dios, que opera como
factor que elimina cualquier tendencia
idolátrica y la oposición por parte del
cristianismo a una divinización de la vida
que ponga en peligro el carácter
absolutamente libre de la decisión
creadora de Dios".[Nota 17] ​La controversia
Cristotokos-Theotokos (María como
"Madre de Cristo" o "Madre de Dios"), y el
amplio tratamiento de esta en el arte
bizantino habían caracterizado a la iglesia
oriental. El protagonismo de la Virgen
quedaba ampliamente compensado con la
misoginia del tratamiento de otras figuras
femeninas, destacadamente Eva, la
Magdalena y Santa María Egipcíaca. La
renuncia al cuerpo (la carne enemiga del
alma) y a las riquezas, que da oportunidad
al arrepentimiento y la redención (y confía
su gestión a la Madre Iglesia) solía ser el
aspecto más destacable también en las
vidas de otras santas y mártires.[70] ​

Sacramentos y cohesión social. Minorías


religiosas
El pecado original, por Bertram von Minden, 1375. El tema de Adán y Eva daba la ocasión más habitual de representación
de desnudos durante la Edad Media.

Por último, la institucionalización de los


sacramentos, especialmente la penitencia
y la comunión pascual que se plantean
como trámites anuales que el fiel ha de
cumplir ante su párroco y confesor. La
vivencia comunitaria de los sacramentos,
sobre todo los que significan cambios
vitales (bautismo, matrimonio, extrema
unción), y los rituales funerarios,
cohesionaban fuertemente a las
sociedades locales tanto aldeanas como
urbanas, sobre todo cuando se
enfrentaban a la convivencia con otras
comunidades religiosas —judíos en toda
Europa y musulmanes en España—.

La celebración de las festividades en días


distintos (viernes los musulmanes,
sábados los judíos, domingos los
cristianos), los distintos tabúes
alimentarios (cerdo, alcohol, rituales de
matanza que obligan a separar las
carnicerías) y la separación física de las
comunidades -guetos, aljamas o juderías y
morerías- planteaban una situación que,
incluso con tolerancia religiosa, distaba
mucho de ser un trato igualitario. Los
judíos cumplieron una función social de
chivo expiatorio que dio salida a las
tensiones sociales en determinados
momentos, con el estallido de pogromos
(revueltas antijudías, que tras la
conversiones masivas dieron paso a
revueltas anticonversas) o con las
políticas de expulsión (Inglaterra -1290-,
Francia -1394- y España -1492- y Portugal
en 1496). La existencia de minorías
religiosas dentro del cristianismo, en
cambio, no podía ser aceptada, puesto
que la comunidad política se identificaba
con la unidad en la fe. Los definidos como
herejes, por tanto, eran perseguidos por
todos los medios.

Delito, pecado y sexo

En cuanto a las desviaciones del


comportamiento que no supusieran
desafíos de opinión sino delitos o pecados
(conceptos identificables y de imposible
deslindamiento), su tratamiento era objeto
de las jurisdicciones civil (que aplicaba el
fuero correspondiente, la legislación del
reino o el derecho común) y religiosa (que
aplicaba el Derecho Canónico en
cuestiones ordinarias, o el procedimiento
inquisitorial en caso necesario), cuya
coordinación era a veces compleja, como
ocurría con las desviaciones de la
conducta sexual considerada correcta
(masturbación, homosexualidad, incesto,
estupro, amancebamiento, adulterio y
otros asuntos matrimoniales).[71] ​En
cualquier caso, la vivencia de la sexualidad
y la desnudez del cuerpo tuvo
tratamientos muy distintos en cada época
y lugar; y diferentes expectativas para
cada nivel social (se consideraba que era
propio de los campesinos un
comportamiento animal, es decir, natural, y
se pretendía que los nobles y clérigos
tuvieran más voluntad para controlar sus
instintos).

También costumbres como los baños


(conocidos desde las termas romanas y
reintroducidos por los árabes) y prácticas
como la prostitución fueron objeto de
críticas morales y reglamentaciones más
o menos permisivas, llegando en el caso
de los baños progresivamente hasta la
prohibición (se les acusaba de inmorales y
de producir el afeminamiento de los
guerreros), y en el de la prostitución al
confinamiento en determinados barrios, la
obligación de llevar determinadas prendas
y la detención de sus actividades en
determinadas fechas (Semana Santa). La
erradicación de la prostitución no se
concebía posible, dado lo inevitable del
pecado, y su papel de mal menor que
evitaba que el deseo irrefrenable de los
varones fuera en contra del honor de las
doncellas y las mujeres respetables. Por lo
general, los historiadores suelen coincidir
que el periodo de la Plena Edad Media fue
una etapa de mayor libertad de
costumbres que no tuvo que esperar a El
Decamerón (1348), y que en algunas
cuestiones, como la condición femenina,
significó una verdadera promoción, tanto
frente a la Alta Edad Media como frente a
la Edad Moderna;[72] ​aunque el extendido
mito de que se llegara a dudar si la mujer
tenía alma es un error filológico.[73] ​

Expansión geográfica de la Europa


feudal

Willelm Dux, el Duque Guillermo de Normandía dirige sus tropas a la batalla de Hastings que le convertirá en rey de
Inglaterra (1066). Tapiz de Bayeux, bordado pocos años después.

La expansión geográfica se llevó a cabo, o


se intentó llevar a cabo, al menos, en
varias direcciones, siguiendo no tanto un
propósito determinado por concepciones
nacionalistas inexistentes en la época,
sino la dinámica propia de las casas
feudales. Los normandos, vikingos
asentados en Normandía, dieron origen a
una de las casas feudales más expansivas
de Europa, que se extendió por Francia,
Inglaterra e Italia, enlazada con las de
Anjou-Plantagenet y Aquitania. Las casas
de Navarra y Castilla (dinastía Jimena),
Francia, Borgoña y Flandes (Capetos, Casa
de Borgoña —extendida por la península
ibérica—, Valois) y Austria (casa de
Habsburgo) son otros buenos ejemplos, y
todas ellas se vieron vinculadas por
alianzas, enlaces matrimoniales y
enfrentamientos sucesorios o territoriales,
consustanciales a las relaciones feudo-
vasalláticas y expresión de la violencia
inherente al feudalismo.[74] ​En el contexto
espacial de la Europa nórdica y centro-
oriental tuvieron un desarrollo similar la
Casa de Sweyn Estridsson danesa, la
Bjälbo noruega y los Sverker y Erik suecos;
y más tarde la Dinastía Jogalia o Jagellón
(Hungría, Bohemia, Polonia y Lituania).

En España, simultáneamente a la
disolución del Califato de Córdoba (en
guerra civil desde el 1010 y extinguido el
1031), se creó un vacío de poder que los
reinos feudales cristianohispánicos de
Castilla, León, Navarra, Portugal y Aragón
(fusionado dinásticamente con el condado
de Barcelona) intentaron aprovechar,
expandiéndose frente a los reinos de
taifas musulmanes en la llamada
Reconquista. En las islas británicas, el
reino de Inglaterra intentó repetidas veces
invadir a Gales, Escocia e Irlanda, con
mayor o menor éxito.

Reconstrucción de un drakkar, embarcación usada habitualmente por los vikingos.

En Europa del Norte, acabadas las


invasiones de los vikingos, las riquezas
saqueadas por estos sirvieron para
adquirir productos y servicios
occidentales, creando en el mar Báltico
una próspera red comercial que atrajo a
los escandinavos a la civilización
occidental, mientras su expansión hacia el
oeste por el Atlántico (Islandia y
Groenlandia) no pasó de la mítica
Vinlandia (asentamiento fracasado en
América del Norte, en torno al año 1000).
Los vikingos orientales, (varegos),
fundaron numerosos reinos en la Rusia
europea y llegaron hasta Constantinopla.
Los vikingos occidentales (normandos) se
instalaron en Normandía, Inglaterra, Sicilia
y el sur de la actual Italia, creando reinos
centralizados y eficientes (Rolón,
Guillermo el Conquistador y Roger I de
Sicilia). En el este, en el año 955, Otón el
Grande batió a los húngaros en la batalla
del Río Lech y reincorporó Hungría a
Occidente, al tiempo que comenzaba la
germanización de Polonia, hasta entonces
pagana. Posteriormente, desde tiempos
de Enrique el León (siglo xii), los alemanes
se fueron abriendo paso a través de las
tierras de los vendos, hasta el mar Báltico,
en un proceso de colonización conocido
como Ostsiedlung (que será mitificado
posteriormente con el romántico nombre
de Drang nach Osten, o Afán de ir hacia el
Este, lo que sirvió para justificar la teoría
nazi del espacio vital alemán Lebensraum).
Pero sin lugar a dudas, el movimiento de
expansión más espectacular, aunque
finalmente fallido, fueron las Cruzadas, en
donde selectos miembros de la nobleza
guerrera occidental cruzaron el mar
Mediterráneo e invadieron el Medio
Oriente, creando reinos de efímera
duración.

Luis IX de Francia (San Luis) dirigió a sus caballeros a un desembarco naval contra el fuerte egipcio de Damietta en la
Quinta Cruzada (1217-1221).
Las Cruzadas

Las Cruzadas fueron expediciones


emprendidas, en cumplimiento de un
solemne voto, para liberar Tierra Santa de
la dominación musulmana. El origen de la
palabra remonta a la cruz hecha de tela y
usada como insignia en la ropa exterior de
los que tomaron parte en esas iniciativas,
a partir de la petición del papa Urbano II y
las predicaciones de Pedro el Ermitaño.
Las sucesivas cruzadas tuvieron lugar
entre los siglos xi y xiii. Fueron motivadas
por los intereses expansionistas de la
nobleza feudal, el control del comercio con
Asia y el afán hegemónico del papado
sobre las iglesias de Oriente.

Balance de la expansión geográfica

Espada, cetro, orbe y corona (con su característica cruz inclinada) de San Esteban de Hungría, rey húngaro convertido al
cristianismo y coronado en diciembre del año 1000 por el papa Silvestre II, en un acto similar al que protagonizó
Carlomagno exactamente doscientos años antes, significando en este caso la expansión del cristianismo occidental y las
instituciones feudales por la Europa centro-oriental.

El balance de esta expansión fue


espectacular, por comparación a la
vulnerabilidad de la oscura época anterior:
Tras medio siglo de instituciones
carolingias, hacia 843 (Tratado de Verdún),
los territorios que podían identificarse más
o menos próximamente con ellas (lo que
podría denominarse una formación social
cristiano occidental) se extendían por
Francia, el oeste y sur de Alemania, el sur
de Gran Bretaña, las montañas
septentrionales de España y el norte de
Italia. Un siglo después, en la época de la
batalla del Río Lech (955), no había región
de Europa Occidental a salvo de las
nuevas oleadas de invasores bárbaros,
que parecían conducir a una nueva crisis
de civilización.[Nota 18] ​

Sin embargo, en los dos siglos siguientes


al fatídico año mil el panorama había
cambiado completamente: para la época
de la batalla de Navas de Tolosa (1212),
habían sido incorporadas a la civilización
europea toda Italia hasta Sicilia, la Gran
Bretaña no inglesa (Escocia y Gales),
Escandinavia (que se expandía por el
Atlántico Norte hasta Groenlandia), buena
parte de Europa Oriental (Polonia,
Bohemia, Moravia y Hungría, quedando los
pueblos eslavos de los Balcanes y Rusia
en la órbita del cristianismo oriental e
institucionalizando sus propios reinos) y
media península ibérica (en el transcurso
del siglo xiii lo sería toda excepto el
tributario reino nazarí de Granada,
quedando marcado definitivamente el
predominio cristiano sobre el estrecho de
Gibraltar con la batalla del Salado -1340-).
Otros territorios periféricos (como Lituania
o Irlanda) estaban sometidos a una
presión militar cada vez mayor por parte
de los reinos centrales de la cristiandad
latina. Más allá de los límites de Europa
Occidental, las incursiones militares de
huestes latinas de muy variada
composición habían puesto en sus manos
lugares tan lejanos como Constantinopla y
los ducados Atenas y de Neopatria o
Jerusalén y los Estados Cruzados.

Cristianos, musulmanes y judíos en la


península ibérica
Véanse también: Reconquista, Reinos de Taifas, Almorávides, Almohades y Reino de Portugal (demasiados parámetros en
{{VT}}) Wikipedia.

Véanse también: Sancho III el Mayor, Alfonso VI de Castilla, Alfonso I el Batallador, Jaime I el Conquistador y Fernando III
el Santo (demasiados parámetros en {{VT}}) Wikipedia.

Véanse también: Ibn Hazm, Avempace, Averroes, Maimónides y Yehudah Ben Samuel Halevi (demasiados parámetros en
{{VT}}) Wikipedia.

Véanse también: Escuela de traductores de Toledo, Literatura medieval española, Mester de juglaría, Mester de clerecía y
Lírica galaicoportuguesa (demasiados parámetros en {{VT}}) Wikipedia.

Véanse también: El Cid, Roger de Lauria y Al-Azraq.

Véanse también: Órdenes militares españolas, El monasterio en España, Historia del cristianismo en España,
Instituciones españolas del Antiguo Régimen y Concejo de la Mesta.

Véanse también: Conquista de Navarra, Taifa de Toledo, Batalla de Zalaca, Batalla de Uclés (1108) y Taifa de Zaragoza
(demasiados parámetros en {{VT}}) Wikipedia.
Europa en 1328.

Europa en la década de 1430.


Europa en la década de 1470.

Baja Edad Media (siglos xiv y


xv)

Muerte de Wat Tyler, líder de la revuelta campesina de 1381 en Inglaterra.


La Baja Edad Media es un término que a
veces produce confusión, pues procede de
un equívoco etimológico entre alemán y
castellano: baja no significa decadente,
sino reciente; por oposición al alta de la
Alta Edad Media, que significa antigua (en
alemán alt: viejo, antiguo).[75] ​No obstante,
es cierto que desde alguna perspectiva
historiográfica puede verse al conjunto del
periodo medieval como el ciclo de
nacimiento, desarrollo, auge e inevitable
caída de una civilización, modelo
interpretativo que inició Gibbon para el
Imperio romano (donde es más obvia la
oposición entre Alto Imperio y Bajo
Imperio) y que se ha aplicado con mayor o
menor fortuna a otros contextos
históricos y artísticos.[Nota 19] ​

El símil astronómico de ocaso, que Johan


Huizinga convierte en otoño, es utilizado
con mucha frecuencia en la historiografía,
con un valor analógico que más que una
decadencia en lo económico o lo
intelectual refleja un claro agotamiento de
los rasgos específicamente medievales
frente a sus sustitutos modernos.[76] ​

La crisis del siglo xiv

El final de la Edad Media llega con el


comienzo de la transición del feudalismo
al capitalismo, otro periodo secular de
transición entre modos de producción que
no finalizará hasta el final del Antiguo
Régimen y el comienzo de la Edad
Contemporánea, con lo que tanto este
último periodo medieval como la Edad
Moderna entera cumplen un papel similar
y cubren una similar extensión temporal
(500 años) a lo que significó la Antigüedad
Tardía para el comienzo de la Edad Media.

La ley de rendimientos decrecientes


empezó a mostrar sus efectos a medida
que el dinamismo de los campesinos
forzó la roturación de tierras marginales y
las lentas mejoras técnicas no podían
sucederse a un ritmo semejante. La
coyuntura climática cambió, acabando
con el denominado óptimo medieval que
permitió la colonización de Groenlandia y
el cultivo de vides en Inglaterra. Las malas
cosechas condujeron a hambrunas que
debilitaron físicamente a las poblaciones,
preparando el terreno para que la Peste
negra de 1348 fuera una catástrofe
demográfica en Europa. La repetición
sucesiva de epidemias caracterizó un
ciclo secular.

Consecuencias de la crisis
El matrimonio Arnolfini, por Jan van Eyck (1430), representa el interior de una acomodada casa burguesa, que ambientan
bien algunos de los nuevos valores de esa emergente clase social: la propiedad privada ganada con el trabajo, la familia
nuclear, la moderación, la discreción y la privacidad. La escena transcurre en Flandes, un emporio comercial y artesanal,
que suscitó el florecimiento de una nueva forma de pintura, la de los primitivos flamencos que entre otras innovaciones,
iniciaron la pintura al óleo, lo que permitía detalles sutilísimos para hacer cada vez más fieles los retratos, un género que
siglos antes no tenía ninguna demanda social.

Las consecuencias no fueron negativas


para todos. Los supervivientes
acumularon inesperadamente capital en
forma de herencias, que pudo en algunos
casos invertirse en empresas comerciales,
o acumularon inesperadamente
patrimonios nobiliarios. Las alteraciones
de los precios de mercado de los
productos, sometidos a tensiones nunca
vistas de oferta y demanda cambió la
forma de percibir las relaciones
económicas: los salarios (un concepto,
como el de circulación monetaria ya de
por sí disolvente de la economía
tradicional) crecían al tiempo que las
rentas feudales pasaron a ser inseguras,
obligando a los señores a decisiones
difíciles. Alternativamente primero
tendieron a ser más comprensivos con
sus siervos, que a veces estuvieron en
situación de imponer una nueva relación,
liberados de la servidumbre; mientras que
en un segundo momento, sobre todo tras
algunas rebeliones campesinas
fracasadas y duramente reprimidas,
impusieron en algunas zonas una nueva
refeudalización, o cambios de estrategia
productiva como el paso de la agricultura
a la ganadería (expansión de la Mesta).[4] ​

El negocio lanero produjo curiosas


alianzas internacionales e
interestamentales (señores ganaderos,
mercaderes de la lana, artesanos de
paños) que suscitaron verdaderas guerras
comerciales (en ese sentido se ha podido
interpretar las cambiantes alianzas y
divisiones internas Inglaterra-Francia-
Flandes durante la guerra de los Cien
Años, en la que Castilla se implicó en su
propia guerra civil).[77] ​Únicamente los
nobles con más capacidad (demostrada la
mayor parte de las veces por el despojo de
nobles con menos capacidad) pudieron
convertirse en una gran nobleza o
aristocracia de grandes casas nobiliarias,
mientras que la pequeña nobleza se
empobrecía, reducida a la mera
supervivencia o a la búsqueda de nuevos
tipos de ingresos en la creciente
administración de las monarquías, o a los
tradicionales de la Iglesia.

En las instituciones del clero también se


va abriendo un abismo entre el alto clero
de obispos, canónigos y abades y los
curas de parroquias pobres; y el bajo clero
de frailes o clérigos vagabundos, de
opiniones teológicas difusas, o bien
supervivientes materialistas en la práctica,
goliardos o estudiantes sin oficio ni
beneficio.

En las ciudades, la alta burguesía y la baja


burguesía viven un similar proceso de
separación de fortunas, que hace
imposible mantener que un aprendiz o
incluso un oficial o un maestro de taller
pobre tenga algo que ver con un mercader
enriquecido por el comercio a larga
distancia de la Hansa o las ferias de
Champaña y de Medina, o un médico o un
letrado salidos de la universidad para
entrar en la alta sociedad. Se va abriendo
paso la posibilidad (antes inaudita) de que
la condición social dependa más de la
capacidad económica (no necesariamente
ligada siempre a la tierra) que del origen
familiar.

Frente al mundo medieval de los tres


órdenes, basado en una economía agraria
y firmemente ligada a la posesión de la
tierra, emerge un mundo de ciudades
basado en una economía comercial. Los
centros de poder se desplazan hacia los
nuevos burgos. Estos reequilibrios se
vieron reflejados en los campos de batalla,
ya que los caballeros feudales empezaron
a ser superados por el desarrollo de
técnicas militares como el arco de tiro
largo,[78] ​arma que los ingleses usaron
para barrer a los franceses en la batalla de
Agincourt, en 1415, o la pica, usada por la
infantería de mercenarios suizos. Es en
esta época cuando aparecen los primeros
ejércitos profesionales, compuestos por
soldados a los que no les une un pacto de
vasallaje con su señor sino la paga. A
partir del siglo xiii se registran en
Occidente los primeros usos de la de
pólvora, invención china extendida desde
la India por los árabes, pero de forma muy
discontinua. Roger Bacon la describe en
1216) y hay relatos del uso de armas de
fuego en la defensa musulmana de Sevilla
(1248) y Niebla (1262, véase El cañón en la
Edad Media). Con el tiempo, el oficio
militar se envilece, devaluando las
funciones de la nobleza con las de la
caballería y los castillos, que quedan
obsoletos. El aumento de los costes y las
tácticas de batallas y asedios traerá como
consecuencia el aumento del poder del rey
frente a la aristocracia. La guerra pasa a
depender no de las huestes feudales, sino
de los crecientes impuestos, pagados por
los no privilegiados.
Díptico de Melun, de Jean Fouquet (1450). Panel izquierdo: Étienne Chevalier, el donante, con San Esteban, su santo
patronímico. En otra época, la perspectiva jerárquica hubiera distanciado a un simple mortal, por muy poderoso que fuera,
de personajes celestiales.

Mismo díptico, Panel derecho: La Virgen con el Niño. La modelo fue Agnès Sorel, amante del rey Carlos VII de Francia, lo
que aumenta el atrevimiento de la representación, que aun así resultaba asumible por la sensibilidad de la época.

Nuevas ideas
Las nuevas ideas religiosas -que se
adaptan mejor a la forma de vida de la
burguesía que a la de los privilegiados- ya
estuvieron en el fermento de las herejías
que se habían producido previamente, a
partir del siglo xii (cátaros, valdenses), y
que habían encontrado eficaz respuesta
en las nuevas órdenes religiosas
mendicantes, insertas en el entorno
urbano; pero en los últimos siglos
medievales el husismo o el wycliffismo
tienen una mayor proyección hacia lo que
será la Reforma protestante del siglo xvi El
milenarismo de los flagelantes convivía
con el misticismo de Tomás de Kempis y
con los desórdenes y corrupción de
costumbres en la Iglesia que culminaron
en el Cisma de Occidente. Fue devastador
el impacto que tuvo en la cristiandad
occidental el espectáculo de dos (y hasta
tres) papas excomulgándose mutuamente
(y a emperadores, reyes y obispos, y con
ellos a todos sus sacerdotes y fieles), uno
en la llamada cautividad de Aviñón a la que
le sometía el rey de Francia (fille ainée de
l'Eglise, hija mayor de la Iglesia), otro en
Roma y un tercero elegido por el Concilio
de Pisa (1409). La situación no se
recondujo totalmente ni siquiera con el
Concilio de Constanza (1413), que si
hubieran prosperado las tesis
conciliaristas se habría convertido en una
especie de parlamento europeo
supranacional, cuasi-soberano y
competente en toda clase de temas.
Hasta la humilde Peñíscola se llegó a
convertir por algún tiempo en el centro del
mundo cristiano -para los escasos
seguidores del papa Luna-.

Los intentos de imprimir mayor


racionalidad al catolicismo ya venían
estando presentes desde la cumbre de la
escolástica de los siglos xii y xiii con
Pedro Abelardo, Tomás de Aquino o Roger
Bacon; pero ahora esa escolástica se
enfrenta a su propia crisis y
cuestionamiento interno, con Guillermo de
Ockham o Juan Duns Escoto. La
mentalidad teocéntrica iba lentamente
dando paso a una nueva antropocéntrica,
en un proceso que culminará con el
humanismo del siglo xv en lo que ya
puede denominarse Edad Moderna. Ese
cambio no se limitó únicamente a las
élites intelectuales: personalidades
extravagantes, como Juana de Arco, se
convierten en héroes populares (con el
contrapunto de otras terribles, como Gilles
de Rais -Barba Azul-);[79] ​la mentalidad
social va alejándose del conformismo
temeroso para acoger otras concepciones
que implican una nueva forma de afrontar
el futuro y las novedades:
Hoy comamos y
bebamos y cantemos y
holguemos, que mañana
ayunaremos.
Villancico de Juan del
Encina

El anonimato conscientemente buscado


en el que vivieron silenciosamente
generaciones durante siglos

Non ¡No a
nobis, nosotros,
Domine, Señor, no
non nobis, a
sed nosotros,
nomini sino a tu
tuo da nombre
gloriam da la
gloria!
Salmos 115:1,
musicalizado y utilizado
muy frecuentemente
para uso litúrgico. Se
adoptó como lema de
los templarios y aparece

en la obra Enrique V de
Shakespeare.[80] ​

y que seguirá siendo la situación de los


humildes durante los siglos siguientes, da
paso a la búsqueda de la fama y de la
gloria personal, no solo entre los nobles,
sino en todos los ámbitos sociales: los
artesanos comienzan a firmar sus
productos (desde las obras de arte a las
marcas artesanas), y cada vez es menos
excepcional que cualquier acto de la vida
deje su huella documental (libros
parroquiales, registros mercantiles,
escribanos, protocolos notariales, actos
jurídicos).

El desafío al monopolio económico, social,


político e intelectual de los privilegiados,
creaba lentamente nuevos espacios de
poder en beneficio de los reyes, así como
un lugar cada vez más amplio para la
burguesía. Aunque la mayor parte de la
población siguió siendo campesina, lo
cierto es que el impulso y las novedades
ya no provenían del castillo o el
monasterio, sino de la Corte y la ciudad.
Entretanto, el amor cortés (procedente de
la Provenza del siglo xi) y el ideal
caballeresco se revitalizaron y pasaron a
convertirse en una ideología justificativa
del modo de vida nobiliario justo cuando
este empezaba a estar en cuestión,[81] ​
viviendo una época dorada, obviamente
decadente, localizada en el período de
esplendor del ducado de Borgoña, que
reflejó Johan Huizinga en su magistral El
otoño de la Edad Media.
Véanse también: Gótico tardío, Gótico flamígero, Gótico internacional, Primitivos flamencos y Trecento (demasiados
parámetros en {{VT}}) Wikipedia.

El fin de la Edad Media en la


península ibérica

Mientras que para el Mediterráneo Oriental


el fin de la Edad Media supuso el avance
imparable del islámico Imperio otomano,
en el extremo occidental, los expansivos
reinos cristianos de la península ibérica,
tras un periodo de crisis y ralentización del
avance secular hacia el sur, simplificaron
el mapa político con la unión matrimonial
de los Reyes Católicos (Fernando II de
Aragón e Isabel I de Castilla), los acuerdos
de estos con el de Portugal (Tratado de
Alcáçovas, que suponían el reparto de
influencias sobre el Atlántico) y la
conquista de Granada. Navarra, dividida en
una guerra civil entre bandos orientados e
intervenidos por franceses y aragoneses,
sería anexionada en su mayor parte a la
creciente Monarquía Católica en 1512.

Véanse también: Reino nazarí de Granada, Primera Guerra Civil Castellana, Casa de Trastámara, Almogávar y
Compromiso de Caspe (demasiados parámetros en {{VT}}) Wikipedia.

Véanse también: La Biga y la Busca, Guerra de los Remensas, Sentencia arbitral de Guadalupe, Revuelta Irmandiña y
Revuelta antijudía de 1391 (demasiados parámetros en {{VT}}) Wikipedia.

Véanse también: Gótico isabelino, Plateresco y Manuelino.


Capilla del Condestable en la Catedral de
Burgos, gótico final (1482).

La Virgen de los Reyes Católicos, Maestro de


la Virgen de los Reyes Católicos (anónimo
hi fl ) 1491 1493 M d l
hispano flamenco), 1491-1493, Museo del
Prado.
Portada manuelina de la iglesia de Golega. El
retorcimiento de las columnas imita el de las
gruesas maromas de los barcos, en una
nación marinera volcada en la Era de los
descubrimientos.
Decreto de la Alhambra por el que se
expulsa a los judíos de España, el mismo
año que se conquista Granada, se descubre
América y Nebrija pública su Gramática
Castellana: 1492. Es el final de la Edad Media
y el comienzo de la Edad Moderna, con una
unidad religiosa que acompañó a la unión de
los reinos de la Monarquía Católica.

Véase también
Portal:Edad Media. Contenido
relacionado con Edad Media.
Arqueolog Edad Filosofía
ía Media medieval
medieval Historia Gastrono
Arte medieval mía de la
medieval de España Edad
Cantar de Danza Media
gesta medieval Indument
Ciencia Épica aria (Edad
medieval medieval Media)

Ciudad Estrategia Literatura


medieval militar medieval

Cronologí medieval Medicina


a de la medieval
en Europa económic Técnica
Occidenta o medieval
l medieval Contribuci
Medievali Renacimie ones
smo nto islámicas
Música Saga a la
medieval (literatura) Europa
medieval
Pensamie Teatro
nto medieval

Notas
1. Aunque el primero que señaló la
existencia de unidad en el periodo
comprendido entre el siglo v y el xv
fue el humanista Flavio Biondo, la
gloria de haber utilizado antes que
nadie el término Edad Media le
corresponde al obispo de Alesia,
Giovanni Andrea dei Bussi. En una
carta suya del año 1469 se dice
expresamente lo siguiente:

«sed mediae
tempestatis tum
veteris, tum
recentiores usque
ad nostra
tempora».

Esa media tempestas era el esbozo de


unos «tiempos medios», que servían
de puente entre la gloriosa antigüedad
clásica, a la que se mitificaba, y los
nuevos tiempos, que habían vuelto sus
ojos hacia aquel período de esplendor.
Expresiones como medium aevum,
media tempestas, media aetas, etc.,
aparecen en historiadores o filólogos
desde comienzos del siglo xvi Así, por
ejemplo, las utilizaron Joaquin de Wat,
en 1501, o Juan de Heerwagen, en
1532. Más avanzado el siglo, en 1575,
las encontramos en Marco Welser y
Adriano Junius. El uso de dichas
expresiones puede, asimismo,
rastrearse en el transcurso del
siglo xvii: Conisius, en 1601; Goldats,
en 1604; Vossius, en 1662; etc. Du
Cange, en su célebre Glosario,
aparecido en 1678, habló de la
«mediae et infimae latinitatis». Puede
decirse que el término Edad Media
había sido plenamente admitido, por
más que su origen no fuera
propiamente obra de los historiadores,
sino de los filólogos. No obstante, en
el mismo siglo xvii se produjeron
algunas precisiones de gran
transcendencia acerca de los
«tiempos medios». En 1665, Jorge
Horn, en una obra titulada Arca Noé,
llamaba «medium aevum» al período
comprendido entre los años 300 y
1500. Poco tiempo después, en 1688,
apareció un libro que iba a
desempeñar un papel destacado en la
fijación del concepto de Edad Media.
Se trata de la Historia medii aevi a
temporibus Constantini Magni ad
Constantinopolim a Turcis captam, del
que era autor Cristóbal Keller, profesor
de la universidad alemana de Halle.
Fue Keller, cuyas precisiones
cronológicas sobre el Medievo son
bien significativas, el punto de partida
de la difusión y generalización de la
expresión Edad Media. Valdeón, op.
cit., vol 11 pg. 11.
2. Incluso en la actualidad se juzga a la
Edad Media como una época mala o
"fea", a la vez violenta, oscura e
ignorante. Ahora sabemos que esta
imagen es falsa, aunque hubo una
Edad Media de la violencia, y no
únicamente la de los conflictos y las
guerras entre grupos y entre países,
sino también las violencias contra los
judíos, con el comienzo del
antisemitismo, y la represión de los
rebeldes a la doctrina de la Iglesia...
Evidentemente, las Cruzadas también
forman parte del balance negativo.
Pero la Edad Media fue igualmente, y
pienso que incluso ante todo, un gran
periodo creador. Se puede apreciar en
el terreno el arte, de las instituciones,
por supuesto primordialmente en las
ciudades (por ejemplo con las
universidades), o incluso del
pensamiento, en el que la filosofía que
se ha llamado "escolástica" alcanzó
altas cumbres del saber... la Edad
Media creó "lugares de encuentro"
comerciales y festivos (las ferias, los
mercados y las fiestas), en los que
seguimos inspirándonos. Le Goff, op.
cit., pgs. 115-116.

En esta época, la
noche se vive en
ambientes poco
luminosos: en
cabañas
alumbradas a lo
sumo por el fuego
del hogar, en las
estancias
amplísimas de
castillos
iluminados por
antorchas o en la
celda de un monje
a la débil luz de un
candil, y oscuras
(además de
inseguras) eran las
calles de los
pueblos y de las
ciudades. No
obstante, ésta es
una característica
propia también del
Renacimiento, del
Barroco y -más
tarde aún- del
período que se
prolonga al menos
hasta el
descubrimiento de
la electricidad. En
cambio, al hombre
medieval se le ve -
o, al menos, se le
representa en
poesía y en
pintura- en un
ambiente muy
luminoso. Lo que
llama la atención
en las miniaturas
medievales es que,
habiendo sido
realizadas tal vez
en ambientes
oscuros apenas
iluminados por
una única ventana,
están llenas de luz,
incluso de una
luminosidad
especial,
producida por la
proximidad de
colores puros:
rojo, azul, oro,
plata, blanco y
verde, sin matices
ni claroscuros.
Umberto Eco,
Historia de la
Belleza, pg. 99-100

Le Goff, Héroes, maravillas y leyendas


de la Edad Media, Paidós, 2010;
Georges Duby La época de las
catedrales citados por Guillermo
Altares Robin Hood y la actualidad de
la Edad Media (http://blogs.elpais.co
m/papeles-perdidos/2010/12/robin-ho
od-en-otra-edad-media.html) , El País,
26 de diciembre de 2010

3. El debate entre las distintas


concepciones del feudalismo es uno
de las clásicas discrepancias entre las
escuelas institucionalista o restrictiva
(François-Louis Ganshof Qu'est-ce que
la féodalité? -Qué es el feudalismo-,
1947); y la materialista (Georges Duby
Señores y Campesinos). Para el caso
español es muy ilustrativo este texto
de Salustiano Moreta (1978) Señores
contra labradores: el malhechor feudal
en la literatura (http://www.geocities.c
om/urunuela23/moreta/moreta.htm) :

Respecto al
feudalismo
castellano, dado
que la
historiografía
oficial y
academicista
partió de los
presupuestos
teórico-
metodológicos
positivistas y de
una idea jurídico-
política del
feudalismo, no se
f
dudó en asegurar
«sin riesgo de
error, que el
sistema feudal no
alcanzó en los
Estados de la
Reconquista su
completo
desarrollo y que la
estructura social y
política de la
mayor parte de la
España cristiana
nunca llegó a
constituirse según
las formas
políticas de los
Estados feudales»
(Luis García de
Valdeavellano, Las
instituciones
feudales en
España, pág. 231).
En esta misma
línea, a partir de la
consideración del
feudalismo como
un fenómeno
esencialmente
político y
superestructural,
se formularía una
distinción
mixtificante entre
régimen feudal y
régimen señorial
como categorías
excluyentes y
contrapuestas
(Luis García de
Valdeavellano, op.
cit; Grassotti, Las
instituciones
feudo-vasalláticas
en León y Castilla.
Partiendo desde
presupuestos
positivistas,
Salvador de Moxó
ha puesto de
manifiesto algunas
de las limitaciones
de las causas y
razones aducidas
por los dos autores
anteriores para
mantener la no
feudalización
castellana.
Sociedad, estado y
feudalismo, págs.
193-202.). Por
fortuna la visión
académico-oficial
del feudalismo en
general y del
feudalismo
castellano en
particular resulta
cada vez menos
inapelable y su
cuestionamiento
crítico se halla en
marcha,
precisamente
desde las
perspectivas
teórico-
metodológicas
derivadas -en unos
casos simplemente
invocadas y en
otros asumidas
directa y
conscientemente,
aunque con
desigual acierto y
rigor de la otra
concepción del
feudalismo: el
feudalismo
entendido como
modo de
producción (Pese a
no contar todavía
con una sola
monografía
rigurosa sobre el
feudalismo en
Castilla analizado
desde las
categorías y
métodos derivados
de su
consideración
como «modo de
producción» se
han publicado ya
algunos trabajos y
se van ensayando,
poco a poco,
ciertas
observaciones y
problemas que
apuntan hacia esa
dirección:
Bartolomé
Clavero,
Mayorazgo:
propiedad feudal
en Castilla (1369-
1836), págs. 60 y
ss.; Señorio y
hacienda a finales
del antiguo
régimen en
Castilla; Julio
Valdeón Baruque,
Prólogo en El
modo de
producción feudal,
Akal, págs. 7-14;
Sebastiá Domingo,
Crisis de los
factores
mediatizantes del
regimen feudal;
Reyna Pastor de
Togneri, Del islam
al cristianismo,
págs. 12 y ss.)

4. Persona versada en el conocimiento


de lo medieval.[10]

5. Véase todo lo referente a El código da


Vinci.

6. No así la de Alejandría, que sobrevivió


incluso al asesinato de Hipatia (415).
El museo de Alejandría y la biblioteca
de Alejandría habían sufrido muchas
vicisitudes, como incendios y
terremotos, y el Serapeum fue
mandado derribar por el patriarca
Teófilo en 391, aunque sus fondos,
saqueados y desperdigados,
sobrevivieron hasta la invasión
musulmana (634), en que el califa
Omar protagonizó otra célebre ofensa:
«Los libros de la biblioteca o bien
contradicen al Corán, y entonces son
peligrosos, o bien coinciden con el
Corán, y entonces son redundantes»,
citado en Curiosidades de la ciencia
de Leonardo Moledo[26]

7. O bello sudario, o buen sudario.


Procopio, en su Historia secreta
reproduce así las palabras de Teodora:
Quien ha recibido
el poder soberano
no debe vivir si se
lo deja quitar. Tú
César, si quieres
huir, nada es más
fácil... en cuanto a
mí, Dios no
permita que
abandone la
púrpura y
aparezca en
público sin ser
saludada como
emperatriz.
Aprecio mucho
esta antigua
sentencia: «La
púrpura es un
glorioso sudario».

(Citado por Pilar Benejam, Horizonte,


pg. 106 (http://books.google.es/book
s?id=xPB_jvo8nA0C&pg=PA106&lpg=P
A106&dq=p%C3%BArpura+sudario+Ju
stiniano+Teodora&source=web&ots=3
vdUksl2qB&sig=dJ5EMTvi6ie-Klnv0AY
Ran51-Qo&hl=es&sa=X&oi=book_resul
t&resnum=2&ct=result)

8. Es la tesis principal de Perry Anderson


op. cit.. Es comentada y criticada por
Gregory Elliott (2004) Perry Anderson:
El laboratorio implacable de la historia
Universitat de València, ISBN
8437059356 pg. 144 (http://books.goo
gle.com/books?id=7WAIJPBUoG8C&p
g=PA144&lpg=PA144&dq=%22s%C3%
ADntesis+feudal%22&source=web&ots
=dtrSfByxH5&sig=7aYxyEzoZxmvaS7R
k3su905chrA&hl=es&sa=X&oi=book_re
sult&resnum=7&ct=result#PPA144,M
1) . La expresión síntesis feudal es
utilizada habitualmente en ese
sentido: Bisso y otros Occidente y su
legado. Una historia. Volumen I. Desde
las primeras civilizaciones a la crisis
del mundo medieval ISBN
9879164806 reseña (http://web.archiv
e.org/web/http://www.editorialtemas.
com.ar/libro.php?id_libro=44)

9. Platón, siguiendo un esquema triádico


de tradición indoeuropea, plantea en
sus diálogos (por ejemplo en Fedro y
en República) una sociedad en la que
los trabajadores (representantes de la
virtud cardinal de la templanza)
sostienen a los guerreros que les
defienden(fortaleza) y a los filósofos
que les gobiernan (prudencia), y su
conjunto en armonía produce la
obtención final de la justicia.

10. La identificación entre clero y nobleza


como privilegiados, y el papel clave de
los votos, era evidente en el momento
de su supresión durante la Revolución
francesa, y se explicitó en los debates
de la Asamblea (decreto del 13 de
febrero de 1790), comentados en De la
convocación a la revolución. La
Constitución francesa de 1791 (http://
www.antorcha.net/biblioteca_virtual/d
erecho/convocacion/convocacion_1
9.html) de Chantal López y Omar
Cortés. Lo mismo ocurrió en el caso
español: Secularización: Estado e
iglesia en tiempos de Gómez Farias (h
ttp://www.iih.unam.mx/moderna/ehm
c/ehmc10/125.html) , de Anne
Staples, Estudios de Historia Moderna
y Contemporánea de México, Álvaro
Matute (editor), México, Universidad
Nacional Autónoma de México,
Instituto de Investigaciones Históricas,
v. 10, 1986, p. 109-123

11. Etimológicamente humilior significa


los más humildes, los más pobres.
Humilis, -e Adjetivo. Humilde; pobre.
Breve vocabulario latín-castellano: H
(http://lenguayliteraturalatina.blogspo
t.com/2007/11/breve-vocabulario-latn-
castellano-h.html) . El humilior es el
que se encuentra rebajado en tierra
(ad humun). Humillarse es rebajarse
porque se supone que la tierra es lo
más bajo (infima) que hay en el
mundo. El mismo origen tiene humor
(humildad),[39]

12. La novela de Ken Follett Los pilares de


la tierra refleja ese ambiente.

13. Si las ciudades y la burguesía son una


contradicción inherente al sistema
feudal en su dinamismo, o algo
extraño y externo al modo de
producción feudal, es un debate
clásico de la historiografía
materialista, expuesto en Rodney
Hilton, op. cit.. Una visión irónica de
esta dinámica se encuentra en la
parodia de estudio de economía
histórica El papel de las especias (y de
la pimienta en particular) en el
desarrollo económico de la Edad
Media[51]

14. A partir del siglo ix los bimaristanes


entregaban diplomaturas de medicina
a estudiantes que realizaban prácticas
hospitalarias para ejercer
profesionalmente como médicos.
John Bagot Glubb Quotations on
islamic civilization (http://www.cyberis
tan.org/islamic/quote2.html) :

En tiempos de
Mamun, las
escuelas de
medicina fueron
extremadamente
activas en Bagdad.
El primer hospital
público gratuito
fue abierto en
Bagdad durante el
califato de Harun
Al-Rashid. Al
desarrollarse este
sistema, médicos y
cirujanos fueron
requeridos para
impartir lecciones
en la escuela de
médicos, y
entregaban
diplomas a
aquellos a los que
consideraban
cualificados para
practicar la
medicina. El
primer hospital en
Egipto fue abierto
en 872, y a partir
de entonces
saltaron a todo lo
largo y ancho del
Imperio, desde Al-
Andalus hasta
Persia.
La Universidad de Al Karaouine (Fez,
Marruecos, 859) es considerada la
más antigua del mundo.[52] ​La
primera universidad completa sería la
Universidad Al-Azhar (El Cairo, Egipto,
siglo x), que ofrecía una amplia
variedad de graduaciones
académicas, incluyendo estudios de
post-grado.

15. Un ejemplo de esta utilización nos lo


ofrecen quienes citan
(descontextualizando sus
circunstancias históricas) el conocido
refrán alemán, «El aire de la ciudad os
hará libres», como corroboración de la
tesis ideológica que atribuye a la
ciudad, en general, la capacidad de
conseguir que un sujeto de la especie
humana pueda alcanzar la libertad, es
decir, sin tener en cuenta que el refrán
citado se formula en el proceso de
transformación del sistema feudal en
el sistema constituido por las
ciudades burguesas de la baja edad
media.[58]

16. Para toda la sección Le Goff, op. cit.,


pgs. 80-87; la cita en cursiva, de
Agustín Rico Mansilla En torno a
Gonzalo de Berceo: Los "milagros de
Nuestra Señora" y el culto a la Virgen,
de donde también es esta cita:

Casi todos los


historiadores que
han estudiado el
tema están de
acuerdo en un
punto: En Europa,
los siglos xii y xiii
marcaron el auge
de uno de los
fenómenos más
interesantes del
cristianismo, el
culto a la Virgen
María (Gerli,1988).
Hasta ese
momento, la
devoción a la
Virgen, aun
existiendo, había
sido algo de
importancia
menor en la
Iglesia. Hilda
Graef (1967), desde
la más estricta
ortodoxia católica,
considera al
siglo xii como la
edad de oro de la
mariología. Y
Atienza (1991)
estima que el culto
a María en el
occidente cristiano
estalló
masivamente a
finales del siglo xi
se expandió a lo
largo de los siglos
xii y xiii y se
estabilizó, pero
con una
implantación
popular cada vez
más amplia, a
partir del siglo xiv

Véase también una perspectiva más


tradicionalista en el artículo Devoción
a la Santísima Virgen María (http://ec.
aciprensa.com/d/devocionmaria.ht
m) de la Enciclopedia Católica.

17. Juan Martín Velasco Diccionario de


Mariología Págs. 580-582: Paganismo
y devoción a María (http://www.merca
ba.org/FICHAS/MAR%C3%8DA/pagani
smo_devocion_maria.htm) ; también
Agustín Rico Mansilla op. cit.

parece casi seguro


que la
consideración y
aceptación por la
Iglesia del
protagonismo
mariano en el
misterio de la
Encarnación fue
evolucionando
progresivamente
desde el siglo ii
hasta el V
(Concilio de Efeso),
pero no puede
afirmarse con
seguridad que se
difundiera entre la
gran masa de fieles
y, menos aún, que
fuese objeto de un
culto generalizado.
Por otra parte,
conviene recordar
que la liturgia
católica fue
sustituyendo muy
lentamente a los
primitivos cultos
precristianos, los
cuales tardaron
varios siglos en
olvidarse; aún se
pueden rastrear en
muchas fiestas
actuales de base
pagana. Hemos
visto que el estudio
de las festividades
dedicadas a María
aporta algunos
datos: En la Iglesia
oriental solo se
tiene noticia de
una fiesta anterior
al siglo v: la
"Conmemoración
de Santa María": y,
a principios del
siglo vi la del
"Tránsito de la
Virgen".
Sorprendentement
e, en la Iglesia
romana no se
conocen fiestas
marianas hasta el
siglo vii lo qué
induce a pensar
que la evolución
fue bastante más
lenta.

18. Es la tesis que defiende el historiador


Kenneth Clark en Civilization, un
prestigioso documental televisivo de
la BBC, de la que se publicó también
un libro.

19. Basándose en una teoría de Eugenio


D'Ors se ha aplicado esta idea a los
periodos del Arte griego:
constructivo=arcaico, pleno=clásico y
decadentes=helenístico; y veía
paralelismos en el Renacimiento:
Quattrocento-Cinquecento-
Manierismo; o en otros periodos:
Barroco tenebrista-Barroco triunfante-
Rococó; Neoclasicismo-Romanticismo

Referencias
1. Edad media 476-1492 ( (http://www.lib
rarything.com/subject.php?subject=Eu
rope%09History%09476-
1492) LibraryThing).

2. Perry Anderson, op. cit.


3. Riu, Manuel (1978): Prólogo a la
edición española en La historia del
mundo en la Edad Media (The Shorter
Cambridge Medieval History, The Later
Roman Empire To The Twelfth
Century). Madrid, Sopena, tomo I pg.
XXIV.

4. Rodney Hilton, op. cit.


5. Le Goff, op. cit., pg. 63-64
6. Romano y Tenenti, op. cit.
7. Pirenne, op. cit.
8. Le Goff, op. cit., pgs. 116-117
9. DRAE (http://buscon.rae.es/draeI/Srvlt
GUIBusUsual?TIPO_HTML=2&TIPO_BU
S=2&LEMA=medievalismo)

10. DRAE (http://buscon.rae.es/draeI/Srvlt


GUIBusUsual?TIPO_HTML=2&TIPO_BU
S=2&LEMA=medievalista)

11. Honoré de Balzac El público está harto


de España, del Oriente y de la historia
de Francia al modo de Walter Scott.

12. Wolfram Eberhard (1952) Conquerors


and Rulers. Social Forces in Medieval
China ISBN 978-90-04-00515-0; Early
Medieval China (http://www.aall.ufl.ed
u/EMC/) Archivado (https://web.archi
ve.org/web/20060719230513/http://w
ww.aall.ufl.edu/EMC/) el 19 de julio
de 2006 en Wayback Machine., revista
historiográfica dedicada a la dinastía
Han y el comienzo de la Tang; Bao
Gan, Gabriel García-Noblejas Sánchez-
Cendal, Ning Yao (2000) Cuentos
Extraordinarios De La China Medieval,
Madrid: Lengua de Trapo, ISBN 84-
89618-47-X

13. Sociedad en el Japón medieval (http://


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htm) (referencia a la embajada de Ibn
Jaldún en la corte de Castilla en 1363
y en la de Tamerlán en 1401). Ibn
Jaldún: Auge y decadencia de los
Imperios (http://blogs.periodistadigita
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hazañas del Gran Tamorlán, con la
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Clavijo (español moderno) (http://ww
w.cervantesvirtual.com/servlet/SirveO
bras/12593175330140403087846/)
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arquitectura Madrid: Susaeta, ISBN 84-
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20. Jean Daniélou y otros (1982) Nueva


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yQ7Q_LGdplB_JsCJRyRwCQtwYU&hl=
es&sa=X&oi=book_result&resnum=9&
ct=result) . En el ámbito hispánico
resultan ya clásicos los estudios de
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transformaciones en la educación de
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(en Gerardo Rodríguez, reseña de (htt
p://www.scielo.org.ar/scielo.php?scrip
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(https://web.archive.org/web/2008080
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mrich) . ISBN 0-14-044238-3.

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25, núm. 1, pág. 501–534.
26. La Biblioteca de Alejandría
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(http://www.portalplanetasedna.com.a
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28. La Pronoia (http://imperiobizantino.wo


rdpress.com/2007/06/30/la-pronoi
a/) , en Imperio bizantino. Historia de
Bizancio enfocada principalmente en
el período de los Comnenos.

29. Pirene, op. cit.


30. Cf. Las mil y una noches en
Wikisource
31. Ziauddin Sardar, Science in islamic
philosophy (https://web.archive.org/w
eb/20090505185046/http://www.cgc
u.net/imase/islam_science_philosoph
y.htm)

32. Le Goff, op. cit., pgs. 25-27


33. Berta Raposo Fernández, Textos
alemanes primitivos: La edad media
temprana alemana en sus testimonios
literarios, Universitat de València,
1999, pg. 12 (http://books.google.co
m/books?id=Q3NRNow5UsoC&pg=PA
12&lpg=PA12&dq=%22carlomagno+ap
rendi%C3%B3+a+escribir%22&source=
web&ots=dLo3_YYvh0&sig=oLwrkxEY
YjBXfnyiCzxXHGXZobQ&hl=es&sa=X&
oi=book_result&resnum=1&ct=result#
PPA13,M1) . ISBN 978-84-370-4049-3

34. Guy Fourquin (1977), Señorío y


feudalismo en la edad media, Madrid:
EDAF. ISBN 8471663473

35. Witold Kula Teoría económica del


sistema feudal; Perry Anderson, op.
cit.

36. Voces coto redondo, señorío y serna,


en Diccionario Temático de la
Enciclopedia de historia de España,
Miguel Artola (dir.), pgs. 370-371 y
1086-1089
37. Véanse los textos citados en
Estamento. Fuentes: De consolatione
Philosophiae, citado por CONSTABLE,
G.,The orders of society. Three Studies
in Medieval Religious and Social
Thought. Cambridge, 1995, pp 267 y
sigs. Institutes of Polity (1008-1010),
citado por NICCOLI, O.. I sacerdoti, i
guerrieri, i contadini. Storia di
un'immagine della società. Milán,
1979, pg 13. GELABERT GONZÁLEZ,
Juan Eloy. El control de la economía,
pg. 591, cap. 7 de Historia de Europa,
dir ARTOLA, Miguel, Espasa-Calpe,
Madrid, 2007. ISBN 978-84-670-2630-
6. Sobre el origen de la división entre
oratores, bellatores y laboratores (en
francés) leforumcatholique (http://ww
w.leforumcatholique.org/print.php?nu
m=231028) . Gesta episcoporum
cameracensium (1024). Carmine ad
Robertum regem (1027-1031).
SERVERAT, Vincent: La Pourpre et la
glèbe. Rhétorique des états de la
société dans l'Espagne médiévale
(ELLUG: Grenoble, 1997), sobre todo p.
75-124.; mismo autor: Sobre algunas
tríadas sociales en la Hispania
medieval: de Isidoro de Sevilla a
Rodrigo Sánchez de Arévalo, Revista
de Literatura Medieval 19 (2007),
sobre todo p. 208-218. ALVARADO
PLANAS, Javier: De la ideología
trifuncional a la separación de poderes
(UNED: Madrid, 1993). Partida 2, título
XXI, introducción.

38. Arnold Hauser Historia social de la


literatura y el arte

39. Marcus Terentius Varro, De Lingua


Latina, traducción de Manuel Antonio
Marcos Casquero, Anthropos 1990
ISBN 84-7658-238-2 Pg.19 (http://book
s.google.es/books?id=R0ZtTmVphxkC
&pg=PA19&lpg=PA19&dq=humilior+hu
milde&source=web&ots=arsb3o_Frb&s
ig=JOIzqAS0LChPZN-hC2Nc8-Ebnv4&
hl=es&sa=X&oi=book_result&resnum=
1&ct=result#PPA19,M1) . Honestior
significa los más honestos, los más
honrados: Honestior, -ius Adjetivo en
grado comparativo de “honestus”.
Honestus, -a, -um Adjetivo. Honesto,
honrado. Breve vocabulario latín-
castellano: H (http://lenguayliteratural
atina.blogspot.com/2007/11/breve-vo
cabulario-latn-castellano-h.html)

40. Pierre Riché, Gerbert d'Aurillac, le pape


de l'an mil, París, 1987. Riché, Pierre
(1990). Gerberto, el Papa del año mil.
Editorial Nerea. ISBN 978-84-86763-
45-9.
41. Donald K. Yeomans (1998). «Great
Comets in History» (http://ssd.jpl.nas
a.gov/?great_comets) . Jet Propulsion
Laboratory. Consultado el 15 de marzo
de 2007.

42. Le Goff, op. cit., especialmente pg. 20


y capítulo 7 El imaginario religioso de
la Edad Media. Ángeles y demonios,
santas y santos, lo maravilloso,
dragones y hadas, pgs. 95-105

43. Umberto Eco (2004) Historia de la


Belleza, Barcelona:Lumen, ISBN 84-
264-1468-0, pg. 121

44. Georges Duby (1987) Atlas histórico


mundial, Madrid: Debate, ISBN 84-
7444-349-0

45. Dos traducciones al castellano:


https://web.archive.org/web/2007093
0155654/http://webs.ono.com/jgarciai
lla/doc/carmina.pdf

46. Sátiras contra el rústico y fiestas


carnavalescas, en Umberto Eco (2007)
Historia de la Fealdad, Barcelona:
Lumen ISBN 978-84-264-1634-6, pgs.
137.

47. Citado por E. Pablo Molina El latido


impetuoso de la letra. Violencia y
Literatura en algunos textos
hispanoamericanos (http://www.elhilo
deariadna.org/articulos/volumen9/art
03_letras_completo.asp) Archivado (h
ttps://web.archive.org/web/20070906
200802/http://www.elhilodeariadna.or
g/articulos/volumen9/art03_letras_co
mpleto.asp) el 6 de septiembre de
2007 en Wayback Machine.

48. Umberto Eco, op. cit. pg. 137 y 140.


49. Umberto Eco op. cit., pg. 135. El tema
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istoria-urbana-medieval) OCW
Universidad de Cantabria
Curso "Historia de la Baja Edad Media"
(https://web.archive.org/web/20140221
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des/historia-de-la-baja-edad-media-1)
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Periodos de la
Predecesor: Sucesor:
Historia
Edad Antigua Edad Moderna
Edad Media

Datos: Q12554
Multimedia: Middle Ages (https://com
mons.wikimedia.org/wiki/Category:Mid
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rch?type=image&search=%22Q12554%
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