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INTRODUCCION

Los derechos humanos (DDHH) son garantías universales de las que todos los
individuos deben gozar, sin importar su condición social, política o económica. Aún para
aquellos ciudadanos que, por razones diversas, se encuentran privados de libertad deben
prevalecer la justicia, la vida y la salud.

La grave situación política y económica que se vive en Venezuela es conocida en el


mundo entero: carencia de alimentos, graves problemas sanitarios entre los que no podemos
dejar de incluir la falta del acceso al agua potable, electricidad, salud e inseguridad que son
sólo algunos de los muchos problemas que se viven en Venezuela. No sería exagerado el
decir que se vive la más grave crisis de toda la historia en el país. El sistema penitenciario
venezolano no escapa de esto; los centros que albergan a los privados de libertad sufren de
estos mismos problemas que vive la totalidad de la población venezolana aunados a
condiciones de hacinamiento extremo, y otras condiciones infrahumanas, en medio de los
cuales los prisioneros procuran sobrevivir.

Los presos se encuentran en recintos carcelarios inadecuados, muchos de ellos fallecen por
desnutrición, tuberculosis, hepatitis y otras enfermedades infectocontagiosas, es parte del
día a día de las prisiones venezolanas.

La investigación pretendió describir las condiciones del sistema de salud al que tienen
acceso los privados de libertad y los objetivos planteados para lograr este fin fueron:
contrastar la normativa legal vigente, a nivel nacional e internacional, con el actual sistema
de salud penitenciario; exponer las principales fallas y fortalezas del sistema penitenciario
venezolano y la incidencia del mismo en la falta de condiciones básicas de salud; y detallar
las principales fallas y fortalezas del servicio médico que presta el Estado a los internos
venezolanos
Caracas, 23 mar (EFE).- En las cárceles de Venezuela se registró un hacinamiento del 64,19 %
durante 2022, con una población reclusa de 33.558 privados de libertad sobre una "capacidad real
instalada" de 20.438 plazas, según datos del Observatorio Venezolano de Prisiones (OVP), que
presentó este jueves su informe anual.

"Venezuela cuenta con 52 centros de reclusión, con una capacidad instalada total de 26.238. Sin
embargo, en el 2022 solo se mantuvieron operativos 45 centros para una capacidad real instalada
de 20.438 plazas. Ello indica un hacinamiento en riesgo crítico", explicó la organización durante
una rueda de prensa virtual.

En Venezuela, señala la investigación, solo 17 centros de reclusión (37,77 %) albergan población


reclusa conforme a su capacidad instalada, mientras que los 28 restantes (62.22 %) se caracterizan
por permanecer "superpoblados".

El OVP explicó que, en comparación con años anteriores, en 2022 se computó un descenso en la
población carcelaria del 4,5 %, lo que equivale a 152 privados de libertad menos que en 2021.

Los centros penitenciarios albergaban, a finales del año pasado, a 30.998 hombres y 2.560
mujeres. Es decir, por cada 12 sujetos privados de libertad había una mujer en la misma condición.

Solo 2 % del total de personas privadas de libertad en Venezuela son extranjeros, unos 670
ciudadanos, subrayó la ONG.
"Las condiciones de reclusión cada vez empeoran. Ningún centro penitenciario del país cuenta con
los estándares mínimos de reclusión conforme al marco jurídico internacional, y mucho menos con
un enfoque diferenciado (para atender a personas con necesidades particulares)", apuntó.

Agregó que, además del hacinamiento, la población reclusa se ve afectada por el escaso acceso a
servicios básicos, una alimentación "deficiente o inexistente", falta de atención médica y de acceso
a la salud, violencia intracarcelaria, actos de corrupción, entre otras problemáticas. EFE

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NIUS habla en exclusiva con un exconvicto que retrata los horrores del interior de las cárceles
venezolanas

La tuberculosis y la desnutrición son las principales causas de muerte de los reclusos

104 reos murieron en la cárcel durante el 2019 por falta de atención del Estado

Hacer un ejercicio profundo de imaginación y tratar de intuir ante la falta de información y


transparencia por parte del gobierno de Nicolás Maduro cómo es una cárcel venezolana por
dentro: sus rutinas, sus espacios, su comida, ¿hay agua?, ¿hay medicamentos?, ¿cuánta gente hay
dentro?, ¿quién las controla?

El Observatorio Venezolano de Prisiones (OVP) denuncia en su último informe que un total de 104
privados de libertad murieron bajo la responsabilidad del Estado durante el año 2019, de los
cuales 66 perdieron la vida por las malas condiciones de salud que hay dentro de los centros
penitenciarios.

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El informe explica que, a diferencia de años anteriores, la violencia no fue la principal causa de
muerte entre los reclusos; sino que el factor número uno fueron las deplorables condiciones
sanitarias. La desnutrición y la tuberculosis, una enfermedad que se había erradicado en
Venezuela, fueron la causa de muerte del 63,46% de las víctimas.

Durante el año 2019, además, un total de 1.934 presos venezolanos hicieron huelga de hambre
para protestar contra la falta de alimentos, el retardo procesal y el agobiante hacinamiento.

#EnEsteMomento se vive una situación de tensión dentro del Retén de Cabimas, estado #Zulia. Al
parecer, los pranes exigen atención médica para los enfermos de tuberculosis y han detonado al
menos 6 granadas dentro del recinto #27Junio 📸 cortesía pic.twitter.com/tweDCBodRb

— Obs. V. de Prisiones (@oveprisiones) 27 de junio de 2020

"Sufrimos niveles de hacinamiento del 120%. La población penitenciaria venezolana en las 34


cárceles del país está alrededor de los 40.000 y la capacidad es de 21.000 personas", sostiene en
entrevista con NIUS Carolina Girón, directora del OVP. "Además, más de la mitad de las personas
privadas de libertad que permanecen en las cárceles venezolanas son procesados, ni siquiera hay
una sentencia firme contra ellos que determine su responsabilidad en el delito que se les imputa".

El Comité de las Naciones Unidas contra la Tortura iría un paso más allá y según afirmaciones de
uno de sus comisionados, el funcionario Alessio Bruni, el promedio de ocupación en las cárceles
venezolanas llegaría hasta el 231%. Pone como ejemplo uno de los centros de reclusión más
conocidos (y con peor fama) del país, el de Tocorón, en el Estado Aragua, que, según este Comité,
contaría con 7.000 reclusos a pesar de que fue diseñada para un total de 750.

Girón manifiesta su preocupación por los datos reflejados en el último informe del Observatorio y
que mostrarían un empeoramiento radical de la situación física de los reclusos, agravada por la
pandemia del coronavirus, ya que desde que comenzó la cuarentena en el país, están prohibidas
las visitas de familiares a las cárceles. En la mayoría de los casos y debido a la falta de alimentos
dentro de los centros penitenciarios, eran las familias las que suplían como podían la ingesta
calórica de los presos. Ahora, esa fuente de alimentación ha desaparecido y la total
incomunicación con sus familias está provocando, según la directora del OVP, que los
encarcelados hayan comenzado a manifestar cuadros severos de estrés en los últimos meses.
"No hay una política penitenciaria por parte del Estado con personal ni programas adecuados.
Todo es un ensayo – error y lamentablemente quien está sufriendo las consecuencias es la
población de los encarcelados. La situación, más ahora con la pandemia, es alarmante", sostiene la
funcionaria.

¿Cómo son las cárceles de Venezuela?

Las cárceles venezolanas funcionan de la siguiente manera. Se dividen en dos categorías: las
denominadas de régimen externo o abierto, y las que se conocen como “máximas” o de régimen
interno o cerrado, estas últimas controladas por el Estado.

Desde el año 2010, asfixiado por el desbordamiento de la población carcelaria, el gobierno


chavista del por entonces presidente Hugo Chávez, entregó el control de las cárceles a los
denominados pranes. El P.R.A.N. significa Preso Rematado Asesino Nato, y en la práctica supuso la
terciarización del control de los centros penitenciarios, entregando ese control a una persona, el
pran, que en general es un preso común con solera, que lleva años allí y que se ha ganado la
confianza y el voto de los demás. Porque al pran, ojo, le votan el resto de reclusos.

#Yaracuy | En lo que va de año han muerto 16 reclusos por tuberculosis en la Comandancia


General de la Policía

“El año pasado murieron 29, este año nos han pasado tratamiento, pero lo pasan ya cuando ven
que uno se esta muriendo”, denunció un privado de libertad.@oveprisiones
pic.twitter.com/UTGrXzUFy4

— Ricardo M. Tarazona (@rmtarazona) 7 de julio de 2020

Jesús*, nombre ficticio utilizado para este reportaje, es un chico venezolano de 26 años que hace
tres meses y diez días salió de la cárcel. Cumplía condena de seis años y un mes por haber robado
un coche, y en el robo hubo armas y tiros y un policía herido. Al final, cumplió 4 años y 9 meses y
ahora está disfrutando, por fin, de su libertad después del infierno.

Los primeros dos años y medio de su condena los pasó en la cárcel de Puente Ayala, en el Estado
Anzoátegui, un penal abierto y controlado precisamente por un pran.
"Al pran lo elegimos entre los mismos muchachos y controla absolutamente todo. La Guardia
Nacional (militares venezolanos) están fuera de la cárcel, pero no intervienen para nada", explica
Jesús a NIUS. "Vivir en Puente Ayala es como vivir en cualquier barrio de Caracas. Allí dentro hay
de todo porque en las cárceles que controlan los pranes hay más libertad. En Puente Ayala hay
mercado, cyberg con internet, entretenimiento y diversión".

Jesús cuenta que el pran organizaba “verbenas” y “fiestas” con los familiares de los reclusos
dentro de la prisión, y que incluso “abrían la piscina”. “Era un buen tipo. Nos ponía a hacer
bastante deporte y había muchos entretenimientos para distraer la mente”, explica.

Pero nada es gratis. Cada preso se encarga de comprar sus medicamentos, cualquier cosa que
desee traer de fuera, su droga (Jesús dice que, salvo heroína, en los penales de régimen abierto se
puede consumir cualquier tipo de droga en cualquier momento), sus cigarrillos o sus bebidas
alcohólicas. En general, el dinero de los reclusos sale del trabajo que hacen dentro del penal o del
dinero que les pasa su familia, que suele ser muy poco debido al carácter humilde de la mayoría de
los privados de libertad.

En la cárcel de Puente Ayala, Jesús trabajó de varias cosas: “vendí drogas y también vendí arepas
(comida tradicional venezolana), empanadas. Hacía lo que fuese”.

Además, cada recluso debe pagar semanalmente al pran lo que llaman una “causa”, que es una
vacuna, una cantidad estipulada de dinero que recibe el mandatario de la cárcel y que utiliza para
comprar sus armas y también para arreglar cualquier desperfecto que aparezca en el interior del
penal o atender un imprevisto.

Dentro de los centros penitenciarios controlados por pranes, según explica Jesús, sí hay armas,
pero solo el pran y su círculo íntimo, llamado “carro” (en el argot carcelario venezolano, el “carro”
es el grupo de personas elegidas por el pran para custodiarle y salvaguardar su integridad), tienen
derecho a tenerlas. El resto de la población reclusa no puede disponer de armas de fuego. “No
tenemos ese privilegio”, sostiene el ex convicto.

En Venezuela, el Estado no garantiza la alimentación de los presos: dependen de la comida que les
llevan sus familiares. Ahora con las visitas suspendidas por la #pandemia, la salud de los reos con
#tuberculosis está empeorando. Por @efectococuyo https://t.co/fzgAyfJTAQ

— saludconlupa.com (@saludconlupa) 11 de junio de 2020


“Lo más importante para sobrevivir en una cárcel controlada por un pran es no meterte en deuda.
Es decir, que no compres nada al pran que no puedas pagar ni le dejes debiendo dinero a nadie
porque en la cárcel, la deuda se paga con la vida”.

La rutina en Puente Ayala comenzaba a las 5 de la mañana. Ese es el único momento en el que
interviene la Guardia Nacional venezolana, porque es a esa hora cuando “pegan una luz para pasar
el número”. Hacen el recuento de los presos y se van. Después de eso, libertad. Cada recluso
puede hacer lo que quiera durante todo el día.

En Puente Ayala, Jesús vivió el motín de noviembre de 2018 donde murieron varios encarcelados.
La información que sacó la prensa al respecto sobre qué había pasado no fue esclarecedora y
nunca se supo cuántas personas murieron en aquél incidente.

“Lo que pasó es que hubo un cambio de gobierno del pran, porque unos muchachos consiguieron
armas y se levantaron contra el que mandaba en ese momento”, cuenta Jesús. “Fueron cinco
horas de tiros, yo me resguardé en una torre de la cárcel y vi morir a muchos compañeros que se
quedaban tirados en el suelo por las balas. La Guardia no hacía nada, aunque sabía lo que estaba
pasando. Ellos piensan: “que se maten”. Les da igual”.

Después de ese episodio, a Jesús lo trasladaron a otra cárcel, en esta ocasión un penal de régimen
cerrado controlado por el gobierno: la cárcel de Agroproductivo, una prisión de máxima seguridad
en el Estado Anzoátegui, al noreste del país.

Desde que Iris Varela, la Ministra de Servicios Penitenciarios de Venezuela (este diario solicitó una
entrevista formal con esta Ministra para este artículo y nunca recibió respuesta), llegara a su
puesto en enero de 2018, el gobierno ha tratado de recuperar el control de todos los centros
penitenciarios y terminar con los pranes, pero en la práctica, y si bien es cierto que muchas
prisiones ahora dependen completamente del Estado, todavía no se ha conseguido este objetivo
por completo; y el hecho de que la Administración intervenga no significa que la situación
intramuros mejore.

Según Carolina Girón, “el nuevo régimen del gobierno consiste en que les colocan un uniforme a
los reclusos; a los varones de amarillo y a las mujeres de rosa; hacen prácticas militares para
preparar a la población carcelaria en caso de que haya una intervención militar al país y poder
utilizar a los encarcelados como soldados; y ahora los centros están a cargo de directores privados
o de los denominados “custodios”, que son policías nacionales. Pero los problemas de mala
alimentación, falta de medicinas, enfermedades y hacinamiento continúan”, sostiene la directora
del OVP.
Y es que, en muchas ocasiones, la corrupción de los militares a cargo, los directores o los custodios
provocan que los escasos alimentos y el resto de rubros que el gobierno envía a los centros
penitenciarios nunca lleguen a su destino. El pasado mes de junio, por ejemplo, fue noticia
nacional la detención del subdirector de la Comunidad Penitenciaria de Coro (Copeco), en el
Estado Falcón, al occidente del país, por vender la comida del penal a los presos de manera
privada. El tipo estaba vendiendo cada plato a 800 mil bolívares, unos 4 dólares, casi el
equivalente al salario mensual mínimo en Venezuela.

Jesús pasó por la cárcel de Agroproductivo, la de Franklin Ruiz y la de Yare antes de salir. Todas
ellas de régimen cerrado.

En Agroproductivo pasó tres meses y lo que recuerda son “las humillaciones de los Guardias y el
maltrato”. El ex convicto cuenta que el desprecio se trasladaba incluso a los familiares de los
reclusos porque cuando les visitaban, los militares a cargo les obligaban a desnudarse, agacharse y
adoptar posiciones comprometidas como abrirse de piernas antes de pasar a la sala de visitas.

En esta cárcel, Jesús dormía en el suelo por las condiciones de hacinamiento insoportables. No
había agua (en ninguna hay o el servicio es deplorable por la mala calidad del vital líquido, lo que
provoca que los reclusos se enfermen con asiduidad), la comida se servía en cubos, sin horarios y
nunca era suficiente. Comían sin cubiertos, como podían y lo que podían; y el menú consistía en
una arepa sola y sin sal para el desayuno, arroz con frijoles o lentejas para el almuerzo y lo mismo
para cenar. Todo tipo porridge.

En la prisión de Agroproductivo se enfermó de paludismo, otra enfermedad que había sido


erradicada en Venezuela. “Me puse muy mal y llegué a pesar 39 kilos. Casi me muero”.

Pero lo peor llegó en el centro penitenciario de Yare, cuando se enfermó de Hepatitis A. Tardó días
en ir a la enfermería porque ir allí le daba miedo por las malas condiciones de salubridad en las
que se encontraba el lugar. “Me daba terror agarrar una tuberculosis si iba a la enfermería, porque
en la cárcel muchos se mueren de tuberculosis y los dejan morir, y esa es una enfermedad muy
contagiosa”.

Pero después de tres días con fiebre muy alta y sin comer se decidió a ir y le diagnosticaron, de
nuevo, paludismo. El diagnóstico era errado. Pasó dos meses hospitalizado al borde de la muerte
hasta que un médico le dijo lo que tenía porque le vio los ojos demasiado amarillos y descartó el
dengue. Jesús dice que se recuperó haciendo reposo y comiendo dulces, porque según él, eso es lo
que le dijo el médico que necesita el organismo enfermo de hepatitis para recuperarse. Sea como
sea, le funcionó.

Con los cambios constantes de centros penitenciarios, Jesús perdió el contacto con su familia, su
madre murió sin que él se enterara hasta siete meses después, cuando su hermana, por fin, le
localizó a través de Facebook. Jesús achaca el reencuentro familiar a Dios, al que dice que
descubrió en esta última prisión, donde compartía celda con un pastor evangélico que le enseñó
todo sobre el camino de la verdad y la luz. Se encomendó al culto Pentecostal y en Yare comenzó a
aprender el oficio de artesano por su cuenta: ahora cose zapatos de cuero y hace todo tipo de
artesanías variadas, aunque no sabe si podrá ganarse la vida con ello en la Venezuela en crisis que
está redescubriendo en el exterior.

Presos políticos: la otra lacra de la justicia venezolana

Los presos políticos no dependen del Ministerio de Asuntos Penitenciarios, sino de la policía
política y de la inteligencia del gobierno de Venezuela; sin embargo, es importante incidir en el
alarmante dato que publicó Foro Penal, una ONG local que se dedica a dar seguimiento a los casos
de este tipo de presos, el pasado mes de mayo.

Foro Penal señaló que en estos momentos hay un total de 402 presos políticos en el país caribeño.
Son 376 hombres y 26 mujeres, 275 civiles y 127 militares; 398 adultos y cuatro adolescentes. La
organización señaló su preocupación porque asegura que las cifras van "en aumento".

La última detención arbitraria llegaba el pasado lunes cuando la Dirección de Contrainteligencia


Militar (DGCIM) y el Cuerpo de Investigaciones Penales, Científicas y Criminalísticas (CICPC) de
Venezuela detuvieron a Nícmer Evans, politólogo, periodista y político opositor. Evans fue chavista
hasta la muerte de Hugo Chávez y comenzó en seguida sus discrepancias con el presidente Nicolás
Maduro hasta separarse completamente de él y formar parte ahora del Frente Amplio por una
Venezuela Libre, una plataforma civil opositora al mandatario.

Las autoridades policiales le acusan de un delito de “instigación al odio” por haber hecho unos
comentarios en Twitter sobre Diosdado Cabello y Tareck El Aissami, el número dos de Maduro y el
Ministro de Petróleo de Venezuela respectivamente, que han anunciado recientemente que son
positivo de coronavirus y actualmente se encuentran en cuarentena y aislamiento, pero según
ellos, en buen estado de salud y “con la moral alta”.

Otro
Situación de Salud de reclusos de un Centro de
Cumplimiento Penitenciario, Chile

Health situation of prisoners at a prison compliance


centre, Chile

C. Osses-Paredes1, N. Riquelme-Pereira2

1
Mg en Enfermería, Docente Facultad de Odontología, Carrera Enfermería, Universidad
del Desarrollo, Concepción-Chile.
2
Mg en Salud Familiar, Docente Facultad de Medicina, Departamento de Enfermería,
Universidad de Concepción, Chile.

Dirección para correspondencia

RESUMEN

Introducción: La población penitenciaria ha ido en aumento, y con ello las


necesidades en salud, siendo catalogada como una población vulnerable. Por otro lado,
las personas privadas de libertad mantienen los derechos inherentes al ser humano,
entre ellos el derecho a la salud, el cual en algunas oportunidades se encuentra
relegado.
Objetivo: Caracterizar la situación de salud de reclusos de un centro de cumplimiento
penitenciario, y su grado de satisfacción con la atención en salud brindada.
Material y métodos: Estudio descriptivo de corte transversal, llevado a cabo en el
centro de cumplimiento penitenciario El Manzano, Concepción, durante octubre 2011-
febrero 2012 mediante la aplicación del Examen de medicina preventiva y un
cuestionario de antecedentes sociodemográficos y de salud, incluyendo reclusos de
sexo masculino y femenino mayores de 18 años en régimen cerrado.
Resultados: Un 85% de la población estudiada eran hombres, la edad promedio fue
34 años, el 91,2% recibe visitas, el promedio de reclusión fue 38 meses. El 45% posee
al menos una enfermedad diagnosticada, primando los desórdenes mentales,
patologías del sistema respiratorio y circulatorio. Un 56% de los reclusos ha solicitado
atención en salud con poca frecuencia, encontrándose 33% muy satisfecho y 32%
satisfecho en lo relativo a los servicios sanitarios del penal.
Discusión: El estado de salud de la población penal se encuentra más deteriorado que
el de la población general, con necesidades mayores y distintas, sin embargo existe
una percepción de un buen estado de salud y una tendencia al alto grado de
satisfacción de los servicios sanitarios.

Palabras clave: Salud de grupos específicos; Satisfacción del paciente; Chile; Estado
de salud; Prisiones; Prestación de atención en salud; Accesibilidad a los servicios de
salud; Necesidades y demandas de servicios de salud.

ABSTRACT

Introduction: There are population groups nowadays that are regarded as vulnerable,
one of which is the prison population, considered to have major health needs.
Nonetheless, people deprived of liberty maintain inherent human rights such as that of
health care, which in some situations may take second place.
Methods: Cross-sectional descriptive study, carried out at El Manzano Prison
compliance centre, Concepción, from October 2011 to February 2012 with the
implementation of a preventive health exam and a socio-demographic and health
questionnaire, for 18+, female and male prisoners in a closed system, on reception of
written informed consent.
Results: in the study, the population was 85% men, the average age was 34 years,
91.2% receive visits, average term of imprisonment 38 months. At least 45% have a
diagnosed disease, prioritizing mental disorders, and respiratory and circulatory
system diseases. 56% of prisoners have requested health care infrequently, 33% of
which were very satisfied and 32% satisfied with prison health services.
Discussion: The health of the prison population is more impaired than that of the
general population, with a larger number of needs that are also different, but there is a
positive perception of health by prisoners and a high degree of satisfaction with health
services.

Key words: Health of specific groups; Patient satisfaction; Chile; Health status;
Prisons; Delivery of health care; Health services accessibility; Needs and health
services needs and demand.

Introducción

El aumento de la inseguridad en Chile ha conllevado a un incremento de la población


penal y de la magnitud del problema del hacinamiento carcelario1. Esta situación no es
única del contexto chileno y coloca al país en una situación semejante a la de Brasil,
Colombia y México, países con mayor sobrepoblación carcelaria en América Latina2.

Actualmente, la población recluida en régimen cerrado alcanza los 49.072 reclusos, y


se caracteriza por ser mayoritariamente joven, entre 25-35 años y masculina (88%)3.
En cuanto las condenas, la mayoría refieren a delitos contra la propiedad (más del
40% en el año 2004), seguido por la infracción a la ley 19.366 de tráfico ilícito de
estupefacientes (7,1%)4. Cabe destacar que el sistema penitenciario chileno contempla
tres regímenes de reclusión: el sistema cerrado, el sistema abierto, y el semiabierto. El
primero incluye a aquellas personas que se encuentran recluidas las veinticuatro horas
del día, por su parte el sistema abierto considera el cumplimiento total o parcial de la
condena en el medio libre. Finalmente, el sistema semi-abierto está constituido por
aquellas personas que cumplen su condena en un Centro de Educación y Trabajo
(CET), el cual puede ser de carácter urbano o rural3, 5-6. Sumado a lo anterior, se asocia
una clasificación criminógena relativa a la peligrosidad de cada recluso que ingresa al
sistema penitenciario, la cual comprende tres categorías: Baja peligrosidad, mediana
peligrosidad y alta peligrosidad7.

Es así como los sistemas penitenciarios, en particular los regímenes cerrados tienen un
régimen de vida impuesto, que involucra aspectos como la sanción, el encierro, el
aislamiento, la vigilancia permanente, así como la existencia de códigos propios,
generando pérdidas de tipo familiar, de relaciones, del contacto con el mundo y de
privacidad8.

Salud penitenciaria

La sanidad penitenciaria es un término tomado del campo jurídico que se refiere a toda
actividad promovida desde la prisión para la prevención y restauración de la salud de
las personas recluidas cuyas necesidades en salud son mucho mayores que las de la
comunidad en su conjunto, resultando en una alta demanda de servicios de atención
primaria en la cárcel. Sin embargo, el medio penitenciario se opone a proporcionar
buenos servicios de atención primaria9.

Las condiciones carcelarias por su parte, se caracterizan por insalubridad extrema que
incluyen servicios precarios o deficientes de agua potable, alimentación, higiene y
salud10, con alto índice de hacinamiento y celdas con poca ventilación11. Estas
condiciones contribuyen al empeoramiento de la salud de esta población, que a
menudo ya son comunidades desfavorecidas y con un precario estado de salud antes
de cumplir condena carcelaria11, sumado a la alta prevalencia de patologías, un bajo
nivel socioeconómico y cultural, así como dificultad de acceso a los servicios
sanitarios12 y a las serias deficiencias o ausencias de verdaderos programas de
readaptación social.

Por otro lado, el Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos establece en su Art.
10 que "toda persona privada de libertad será tratada humanamente y con el respeto
debido a la dignidad inherente al ser humano"13 es así como entre los derechos que
conservan los reclusos, se encuentran el derecho de expresión, educación, credo y
salud14.

Un estudio realizado en una prisión andaluza15, encontró que el 72% de los reclusos
considera su salud como buena o muy buena y el 32,7% refirió acudir al médico una o
más veces al mes. Un 43% de los reclusos manifestaron padecer alguna enfermedad
crónica, principalmente VIH (19,2%) y hepatitis C (18,2%). Por otro lado, dicha
población tiene más probabilidad de morir prematuramente que la población general
de su mismo grupo de edad, ya sea por causas violentas, psiquiátricas u otras
médicas16. Por todo lo anterior, y debido a la escasa información de la situación de
salud de la población penitencia chilena, la cual no fue considerada en la encuesta
nacional de salud17 llevada a cabo en Chile entre el año 2009-2010, se pretende
caracterizar la situación de salud de reclusos y la satisfacción de estos con la atención
brindada en el interior del centro de cumplimiento penitenciario (CCP) El Manzano,
Concepción.

Material y métodos

El presente estudio fue llevado a cabo mediante un diseño descriptivo de corte


trasversal que incluyó a 141 reclusos en régimen cerrado del CCP El Manzano,
desarrollado entre octubre 2011 y febrero 2012 en dependencias de Gendarmería de
Chile, de la ciudad de Concepción, seleccionados mediante muestreo probabilístico
estratificado en 9 módulos masculinos y 3 módulos femeninos. Dentro de los criterios
de inclusión se consideró a aquellos reclusos privados de libertad en subsistema
cerrado, tanto hombres como mujeres que fueran mayores de 18 años, en situación
procesal de imputado o condenado, incluyendo a reclusos que se encuentren en la
sección hospitalizados. Cuyo reclutamiento se realizó en coordinación con los
gendarmes y personal sanitario del penal.

Se excluyó a aquellos reclusos que cumplen condena en subsistema semiabierto o


abierto, a aquellos con conductas violentas conocidas, que se encuentren en la
situación procesal de detenidos, que se encuentren en módulo de castigados y aislados
y a aquellos reclusos que presenten algún grado de deterioro cognitivo.

Para la recolección de los datos se aplicó un formulario de antecedentes carcelarios y


de salud, previa validación por juicio de expertos con un Ka promedio de 0,89, junto
con el Examen Médico Preventivo (EMP). Como variable de estudio se consideró los
antecedentes de salud, determinado por: antecedentes mórbidos, presión arterial,
niveles de colesterol y glicemia, consumo permanente de medicamentos, consumo de
tabaco, actividad física, percepción del estado de salud actual y previo, cambio de
peso, y síndrome metabólico, entendiéndose este último como conjunto de varias
enfermedades o factores de riesgo que aumentan la probabilidad de padecer una
enfermedad cardiovascular, diagnosticándose con la presencia de al menos de los
siguientes criterios: obesidad abdominal (>102 cm en hombres, >88 cm en mujeres),
presión arterial elevada (PA>140/90mmHg), glucosa en ayunas >de 110 mg/dl),
triglicéridos >de 150mg/dl, y colesterol HDL < de 40 en hombres o < menor de 50 en
mujeres18. Finalmente se considerará satisfacción en salud, examen preventivo y la
demanda en salud por parte de los reclusos, esta última calificada durante el último
año en: Siempre (más de 15 consultas), Habitualmente (10-15 consultas), con alguna
frecuencia (3-9 consultas), con poca frecuencia (menos de 3) o nunca.

Para llevar a cabo el estudio se hizo uso de las consideraciones éticas de Ezequiel
Emmanuel19, con énfasis en el consentimiento informado, contando la aprobación del
comité de ética de la Facultad de Medicina de la Universidad de Concepción, Chile, y
con la autorización del Director Regional de Gendarmería de Chile. Así bien, por
tratarse de una población especial, debido a su condición de vulnerabilidad, se
consideraron los principios de la declaración de Helsinki, que comprende la protección
a las personas legalmente incapacitadas. Por otro lado, dicho proyecto se encuentra
respaldado por IdeaIncuba; Incubadora de Empresas de Alta Tecnología de la
Corporación Universidad de Concepción, dependiente de la Dirección de Investigación
en marco de la adjudicación del fondos aportados por INNOVA BÍOBÍO, Comité Fondo
de Innovación Tecnológica de la Región del Bío Bío, orientado a promover la
innovación, la transferencia y las capacidades tecnológicas en la Región del Bío Bío, a
través de la convocatorio para apoyar la realización de tesis o trabajo profesional de
Educación Superior de Pre y Post grado.

Con los datos recolectados se confeccionó una base de datos en SPSS v15.0 a la cual
se realizó una depuración junto con análisis exploratorio para realizar el análisis
mediante estadística descriptiva con uso de medidas de tendencia central, distribución
de frecuencia absoluta y relativa.

Resultados

En cuanto a la distribución por sexo, el 85% de los reclusos correspondió a hombres y


el 15% restante mujeres. La edad promedio fue 33,8 años, siendo los 24 años la edad
que más se repitió. Un 73% de la población encuestada se encuentra como condenado,
mientras el 27% restante eran imputados en espera de la resolución de su caso.

En promedio, los internos llevan recluidos 38 meses, el interno que lleva menor tiempo
en reclusión lo hace con menos de un mes y el interno que lleva más tiempo se
encuentra hace 264 meses en el penal, debiendo cumplir en promedio 67 meses de
reclusión, siendo la condena máxima de 360 meses.

El 91,2% de la población penal recibe visitas; de estos un 64,5% recibe visitas en cada
oportunidad, un 12,5% lo visitan mensualmente, así mismo otro 12,1% es visitado de
manera irregular, mientras un 2,1% recibe visitas anuales.

Un 49% de la población penal posee un índice de peligrosidad medio, mientras otra


proporción no menor posee un nivel de peligrosidad alto, representando un 28% de la
población y un 15% está clasificado como de baja peligrosidad. Se observa que un 8%
no posee clasificación.

Antecedentes de salud

Un 45% de la población penal entrevistada presenta a lo menos una patología


diagnosticada formalmente.

De acuerdo a las patologías presentadas, la mayor prevalencia de enfermedad


pertenece a desórdenes mentales, dentro de los que encontramos epilepsia,
esquizofrenia y retardo mental. Lo siguen las patologías del sistema respiratorio,
predominando el asma. Luego se encuentran las enfermedades del sistema circulatorio
marcado por la Hipertensión Arterial, la dislipidemia y la diabetes Mellitus. Destaca
también una alta proporción de internos con enfermedades del sistema digestivo
caracterizado por gastritis y ulceras gástricas.

En cuanto al consumo de medicamentos, un 28% refirió consumir al menos algún


medicamento de manera permanente.

En relación a los parámetros de los reclusos que presentaron alteración, la presión


arterial sistólica (PAS) estuvo más alterada que la presión arterial diastólica (PAD), sin
embargo en su conjunto solo un 11% presentó rangos de presión sobre 140/90mmHg.
Los niveles de colesterol HLD junto con triglicéridos fueron los exámenes de laboratorio
que estuvieron alterados en mayor proporción. Seguido del VLDL, el colesterol total y
la Glicemia.

La población penal tiende al sedentarismo, a su vez, un 74,5% de los internos


manifestó sufrir algún cambio de peso desde su ingreso al penal, de estos un 55,2%
presentó un aumento de peso y un 44,8% presentó una disminución. Por otro lado,
existe una proporción no menor con síndrome metabólico (19,9%). Un 11% manifestó
haber mantenido actividad sexual de riesgo durante los últimos 6 meses, a su vez un
17% presentó expectoraciones por más de quince días, y un 62,4% de ellos poseía
hábitos tabáquicos.
Considerando una escala de evaluación de 0 a 10, en donde 0 es el peor estado de
salud y 10 el mejor estado de salud percibido, existe una leve diferencia en la
percepción del estado de salud actual (media 7,07) versus percepción de salud previa
al internamiento (media 6,69), siendo la percepción actual de salud mejor ponderada y
presentando fluctuaciones mayores a las del estado de salud previo.
Del total de la población un 74% ha experimentado algún cambio de peso durante el
internamiento, de estos un 55% señalaron un aumento y el 45% restante una
disminución, la mayor proporción de los internos solicita atención de salud con poca
frecuencia (56%) y un 15,6% con alguna frecuencia, por otro lado existe un 13,5% de
los internos que jamás ha solicitado una atención en salud en las dependencias del
penal. Solo un 12,8% y un 3% ha solicitado atención habitualmente y siempre,
respectivamente.

De aquellos internos que sí han solicitado atención de salud, se observa una tendencia
al alto grado de satisfacción (33% muy satisfechos, 32% satisfechos), por otro lado,
un 25% considera la atención de salud "a medias", tan solo un 4% se encuentran
bastante insatisfecho y un 6% muy insatisfechos.

Finalmente, un 23% del total de los internos encuestados declaró haberse realizado un
examen preventivo previo durante la reclusión.

Discusión

La población recluida es principalmente masculina y perteneciente al grupo de adultos


jóvenes, a quienes se debería asociar una baja carga de enfermedad, sin embargo
llama la atención que un 45% de los reclusos tengan al menos una enfermedad
diagnosticada, lo que coincide con lo señalado por Oviedo15.

Es así como la salud de personas privadas de libertad es una arista conflictiva desde el
punto en que se mire, tendente a una alta carga de enfermedad, y más deteriorado
que el de la población general, primando trastornos mentales, enfermedades crónicas
no transmisibles y en proporción no menor enfermedades infectocontagiosas, por otro
lado, se puede observar un deterioro levemente mayor en la población femenina sobre
la masculina.

Se observa un bajo consumo de medicamentos de manera permanente al interior del


penal (28%), sin embargo los internos relataron consumir fármacos de manera
irregular, los cuales eran aportados por las visitas e ingresados de manera ilícita,
donde destacó el uso de analgésicos y benzodiacepinas.

Al interior del penal, prima el estado nutricional catalogado como sobrepeso u obeso,
esto concuerda con el estudio realizado por Palomo et al.20, sin embargo destaca que
estos índices fueron mayores para la población femenina chilena.
Dicho estado nutricional podría verse explicado por el régimen impuesto por el
ambiente penitenciario en donde la alimentación es alta en carbohidratos y baja en
proteínas, considerando una dieta poco balanceada, sumado a altos niveles de
sedentarismo. Sin embargo, este sedentarismo fue menor al encontrado por Vaquiro21,
pero mayor al pesquisado en el estudio de Palomo et al.20.

Lo anterior queda demostrado por el aumento de peso de los internos tras su ingreso
al penal. Situación similar sucede con la circunferencia de cintura, sin embargo, solo
las mujeres presentaron una media general alterada no así lo hombres, lo cual coincide
con lo indicado en el diagnostico en base a las necesidades en salud de reclusos22.

Uno de cada diez reclusos presentó Presión arterial alterada, y de uno de cada dos
presentó niveles de triglicéridos y HDL alterados, parámetros que se encuentran en
estrecha relación con el estilo de vida, y en este caso las condiciones de vida
impuestas, conllevando a que 1 de cada 5 reclusos presentara síndrome metabólico,
sin embargo, dicha proporción es menos de la mitad a la estimada en el estudio de
Huelva23, cabe destacar que en este caso los reclusos prácticamente desconocían su
condición de salud alterada, por lo que fueron derivados para el ingreso al pre
programa cardiovascular y lograr así actuar de manera oportuna e impedir el deterior
de salud. Lo anterior coincide parcialmente con lo determinado por Palomo el at19,
demostrando por consiguiente las características particulares y diferentes de las
personas privadas de libertad, que si bien presentan factores de riesgo similares, su
cuantía y proporción se distribuye de manera diferente a la de la población general.

En el ámbito de la actividad sexual, uno de cada diez reclusos manifestó prácticas


sexuales de riesgo, coincidiendo con lo expuesto por Ortiz y Montiel19, relacionado con
actividad sexual con más de una persona en los últimos 6 meses, prácticas sin uso de
preservativos y en menor proporción asociado a relaciones entre personas del mismo
sexo.

En relación al consumo de tabaco, este es permitido al interior del penal y se observan


altos índices de consumo, casi el doble a lo estimado por Palomo et al.19; aquellos que
no fumaban antes del internamiento adquieren la conducta al interior del penal, y
aquellos que fumaban aumentan la frecuencia de consumo.
Pese a todo lo anterior, existe una percepción de un buen estado de salud,
coincidiendo con el estudio realizado en la prisión andaluza, sin embargo, se
contrapone al informe de la calidad asistencial elaborado en España9. Cabe destacar
que las actividades de prevención y promoción al interior del penal son débiles.

Pese a esto, la solicitud de servicios sanitarios al interior del penal es baja, justificada
por la dificultad al acceso impuesto por los gendarmes, pero tendiente a altos niveles
de satisfacción de los reclusos, quienes justifican que las áreas a mejorar corresponden
al trato digno por parte de los profesionales de salud, haciendo énfasis a los
profesionales médicos y al acceso oportuno a atenciones en salud sin
cuestionamientos. Cabe señalar que los reclusos carecen del derecho a elegir la
atención que reciben, aumentando la brecha de inequidad en salud.

Finalmente, el centro de cumplimiento penitenciario actúa como factor protector para


el consumo de alcohol y drogas. Sin embargo, la alimentación, la actividad física y el
tabaquismo, son factores claves a intervenir para mejorar la calidad de vida de los
reclusos, por consiguiente, se sugiere analizar en futuras investigaciones el enfoque de
los determinantes sociales en salud presentes en la población penal. Además,
aumentar el tamaño muestral para disminuir el error y hacerlo lo más cercano a un
5%, y no al 7,9%, que fue el grado de error que se trabajó en el presente estudio,
supeditado por el presupuesto disponible para esta investigación.

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Dirección para correspondencia:


Claudido Osses-Paredes
Docente Facultad de Odontología,
Carrera Enfermería,
Universidad del Desarrollo,
Concepción-Chile.
E-mail: [email protected]

Fecha recepción: 11-01-2013


Fecha aceptación: 14-03-2013

Situación de Salud de reclusos de un Centro de


Cumplimiento Penitenciario, Chile

Health situation of prisoners at a prison compliance


centre, Chile

C. Osses-Paredes1, N. Riquelme-Pereira2

1
Mg en Enfermería, Docente Facultad de Odontología, Carrera Enfermería, Universidad
del Desarrollo, Concepción-Chile.
2
Mg en Salud Familiar, Docente Facultad de Medicina, Departamento de Enfermería,
Universidad de Concepción, Chile.
Dirección para correspondencia

RESUMEN

Introducción: La población penitenciaria ha ido en aumento, y con ello las


necesidades en salud, siendo catalogada como una población vulnerable. Por otro lado,
las personas privadas de libertad mantienen los derechos inherentes al ser humano,
entre ellos el derecho a la salud, el cual en algunas oportunidades se encuentra
relegado.
Objetivo: Caracterizar la situación de salud de reclusos de un centro de cumplimiento
penitenciario, y su grado de satisfacción con la atención en salud brindada.
Material y métodos: Estudio descriptivo de corte transversal, llevado a cabo en el
centro de cumplimiento penitenciario El Manzano, Concepción, durante octubre 2011-
febrero 2012 mediante la aplicación del Examen de medicina preventiva y un
cuestionario de antecedentes sociodemográficos y de salud, incluyendo reclusos de
sexo masculino y femenino mayores de 18 años en régimen cerrado.
Resultados: Un 85% de la población estudiada eran hombres, la edad promedio fue
34 años, el 91,2% recibe visitas, el promedio de reclusión fue 38 meses. El 45% posee
al menos una enfermedad diagnosticada, primando los desórdenes mentales,
patologías del sistema respiratorio y circulatorio. Un 56% de los reclusos ha solicitado
atención en salud con poca frecuencia, encontrándose 33% muy satisfecho y 32%
satisfecho en lo relativo a los servicios sanitarios del penal.
Discusión: El estado de salud de la población penal se encuentra más deteriorado que
el de la población general, con necesidades mayores y distintas, sin embargo existe
una percepción de un buen estado de salud y una tendencia al alto grado de
satisfacción de los servicios sanitarios.

Palabras clave: Salud de grupos específicos; Satisfacción del paciente; Chile; Estado
de salud; Prisiones; Prestación de atención en salud; Accesibilidad a los servicios de
salud; Necesidades y demandas de servicios de salud.

ABSTRACT

Introduction: There are population groups nowadays that are regarded as vulnerable,
one of which is the prison population, considered to have major health needs.
Nonetheless, people deprived of liberty maintain inherent human rights such as that of
health care, which in some situations may take second place.
Methods: Cross-sectional descriptive study, carried out at El Manzano Prison
compliance centre, Concepción, from October 2011 to February 2012 with the
implementation of a preventive health exam and a socio-demographic and health
questionnaire, for 18+, female and male prisoners in a closed system, on reception of
written informed consent.
Results: in the study, the population was 85% men, the average age was 34 years,
91.2% receive visits, average term of imprisonment 38 months. At least 45% have a
diagnosed disease, prioritizing mental disorders, and respiratory and circulatory
system diseases. 56% of prisoners have requested health care infrequently, 33% of
which were very satisfied and 32% satisfied with prison health services.
Discussion: The health of the prison population is more impaired than that of the
general population, with a larger number of needs that are also different, but there is a
positive perception of health by prisoners and a high degree of satisfaction with health
services.

Key words: Health of specific groups; Patient satisfaction; Chile; Health status;
Prisons; Delivery of health care; Health services accessibility; Needs and health
services needs and demand.

Introducción

El aumento de la inseguridad en Chile ha conllevado a un incremento de la población


penal y de la magnitud del problema del hacinamiento carcelario1. Esta situación no es
única del contexto chileno y coloca al país en una situación semejante a la de Brasil,
Colombia y México, países con mayor sobrepoblación carcelaria en América Latina2.

Actualmente, la población recluida en régimen cerrado alcanza los 49.072 reclusos, y


se caracteriza por ser mayoritariamente joven, entre 25-35 años y masculina (88%)3.
En cuanto las condenas, la mayoría refieren a delitos contra la propiedad (más del
40% en el año 2004), seguido por la infracción a la ley 19.366 de tráfico ilícito de
estupefacientes (7,1%)4. Cabe destacar que el sistema penitenciario chileno contempla
tres regímenes de reclusión: el sistema cerrado, el sistema abierto, y el semiabierto. El
primero incluye a aquellas personas que se encuentran recluidas las veinticuatro horas
del día, por su parte el sistema abierto considera el cumplimiento total o parcial de la
condena en el medio libre. Finalmente, el sistema semi-abierto está constituido por
aquellas personas que cumplen su condena en un Centro de Educación y Trabajo
(CET), el cual puede ser de carácter urbano o rural3, 5-6. Sumado a lo anterior, se asocia
una clasificación criminógena relativa a la peligrosidad de cada recluso que ingresa al
sistema penitenciario, la cual comprende tres categorías: Baja peligrosidad, mediana
peligrosidad y alta peligrosidad7.

Es así como los sistemas penitenciarios, en particular los regímenes cerrados tienen un
régimen de vida impuesto, que involucra aspectos como la sanción, el encierro, el
aislamiento, la vigilancia permanente, así como la existencia de códigos propios,
generando pérdidas de tipo familiar, de relaciones, del contacto con el mundo y de
privacidad8.

Salud penitenciaria

La sanidad penitenciaria es un término tomado del campo jurídico que se refiere a toda
actividad promovida desde la prisión para la prevención y restauración de la salud de
las personas recluidas cuyas necesidades en salud son mucho mayores que las de la
comunidad en su conjunto, resultando en una alta demanda de servicios de atención
primaria en la cárcel. Sin embargo, el medio penitenciario se opone a proporcionar
buenos servicios de atención primaria9.

Las condiciones carcelarias por su parte, se caracterizan por insalubridad extrema que
incluyen servicios precarios o deficientes de agua potable, alimentación, higiene y
salud10, con alto índice de hacinamiento y celdas con poca ventilación11. Estas
condiciones contribuyen al empeoramiento de la salud de esta población, que a
menudo ya son comunidades desfavorecidas y con un precario estado de salud antes
de cumplir condena carcelaria11, sumado a la alta prevalencia de patologías, un bajo
nivel socioeconómico y cultural, así como dificultad de acceso a los servicios
sanitarios12 y a las serias deficiencias o ausencias de verdaderos programas de
readaptación social.

Por otro lado, el Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos establece en su Art.
10 que "toda persona privada de libertad será tratada humanamente y con el respeto
debido a la dignidad inherente al ser humano"13 es así como entre los derechos que
conservan los reclusos, se encuentran el derecho de expresión, educación, credo y
salud14.

Un estudio realizado en una prisión andaluza15, encontró que el 72% de los reclusos
considera su salud como buena o muy buena y el 32,7% refirió acudir al médico una o
más veces al mes. Un 43% de los reclusos manifestaron padecer alguna enfermedad
crónica, principalmente VIH (19,2%) y hepatitis C (18,2%). Por otro lado, dicha
población tiene más probabilidad de morir prematuramente que la población general
de su mismo grupo de edad, ya sea por causas violentas, psiquiátricas u otras
médicas16. Por todo lo anterior, y debido a la escasa información de la situación de
salud de la población penitencia chilena, la cual no fue considerada en la encuesta
nacional de salud17 llevada a cabo en Chile entre el año 2009-2010, se pretende
caracterizar la situación de salud de reclusos y la satisfacción de estos con la atención
brindada en el interior del centro de cumplimiento penitenciario (CCP) El Manzano,
Concepción.

Material y métodos

El presente estudio fue llevado a cabo mediante un diseño descriptivo de corte


trasversal que incluyó a 141 reclusos en régimen cerrado del CCP El Manzano,
desarrollado entre octubre 2011 y febrero 2012 en dependencias de Gendarmería de
Chile, de la ciudad de Concepción, seleccionados mediante muestreo probabilístico
estratificado en 9 módulos masculinos y 3 módulos femeninos. Dentro de los criterios
de inclusión se consideró a aquellos reclusos privados de libertad en subsistema
cerrado, tanto hombres como mujeres que fueran mayores de 18 años, en situación
procesal de imputado o condenado, incluyendo a reclusos que se encuentren en la
sección hospitalizados. Cuyo reclutamiento se realizó en coordinación con los
gendarmes y personal sanitario del penal.

Se excluyó a aquellos reclusos que cumplen condena en subsistema semiabierto o


abierto, a aquellos con conductas violentas conocidas, que se encuentren en la
situación procesal de detenidos, que se encuentren en módulo de castigados y aislados
y a aquellos reclusos que presenten algún grado de deterioro cognitivo.

Para la recolección de los datos se aplicó un formulario de antecedentes carcelarios y


de salud, previa validación por juicio de expertos con un Ka promedio de 0,89, junto
con el Examen Médico Preventivo (EMP). Como variable de estudio se consideró los
antecedentes de salud, determinado por: antecedentes mórbidos, presión arterial,
niveles de colesterol y glicemia, consumo permanente de medicamentos, consumo de
tabaco, actividad física, percepción del estado de salud actual y previo, cambio de
peso, y síndrome metabólico, entendiéndose este último como conjunto de varias
enfermedades o factores de riesgo que aumentan la probabilidad de padecer una
enfermedad cardiovascular, diagnosticándose con la presencia de al menos de los
siguientes criterios: obesidad abdominal (>102 cm en hombres, >88 cm en mujeres),
presión arterial elevada (PA>140/90mmHg), glucosa en ayunas >de 110 mg/dl),
triglicéridos >de 150mg/dl, y colesterol HDL < de 40 en hombres o < menor de 50 en
mujeres18. Finalmente se considerará satisfacción en salud, examen preventivo y la
demanda en salud por parte de los reclusos, esta última calificada durante el último
año en: Siempre (más de 15 consultas), Habitualmente (10-15 consultas), con alguna
frecuencia (3-9 consultas), con poca frecuencia (menos de 3) o nunca.

Para llevar a cabo el estudio se hizo uso de las consideraciones éticas de Ezequiel
Emmanuel19, con énfasis en el consentimiento informado, contando la aprobación del
comité de ética de la Facultad de Medicina de la Universidad de Concepción, Chile, y
con la autorización del Director Regional de Gendarmería de Chile. Así bien, por
tratarse de una población especial, debido a su condición de vulnerabilidad, se
consideraron los principios de la declaración de Helsinki, que comprende la protección
a las personas legalmente incapacitadas. Por otro lado, dicho proyecto se encuentra
respaldado por IdeaIncuba; Incubadora de Empresas de Alta Tecnología de la
Corporación Universidad de Concepción, dependiente de la Dirección de Investigación
en marco de la adjudicación del fondos aportados por INNOVA BÍOBÍO, Comité Fondo
de Innovación Tecnológica de la Región del Bío Bío, orientado a promover la
innovación, la transferencia y las capacidades tecnológicas en la Región del Bío Bío, a
través de la convocatorio para apoyar la realización de tesis o trabajo profesional de
Educación Superior de Pre y Post grado.

Con los datos recolectados se confeccionó una base de datos en SPSS v15.0 a la cual
se realizó una depuración junto con análisis exploratorio para realizar el análisis
mediante estadística descriptiva con uso de medidas de tendencia central, distribución
de frecuencia absoluta y relativa.

Resultados

En cuanto a la distribución por sexo, el 85% de los reclusos correspondió a hombres y


el 15% restante mujeres. La edad promedio fue 33,8 años, siendo los 24 años la edad
que más se repitió. Un 73% de la población encuestada se encuentra como condenado,
mientras el 27% restante eran imputados en espera de la resolución de su caso.

En promedio, los internos llevan recluidos 38 meses, el interno que lleva menor tiempo
en reclusión lo hace con menos de un mes y el interno que lleva más tiempo se
encuentra hace 264 meses en el penal, debiendo cumplir en promedio 67 meses de
reclusión, siendo la condena máxima de 360 meses.

El 91,2% de la población penal recibe visitas; de estos un 64,5% recibe visitas en cada
oportunidad, un 12,5% lo visitan mensualmente, así mismo otro 12,1% es visitado de
manera irregular, mientras un 2,1% recibe visitas anuales.

Un 49% de la población penal posee un índice de peligrosidad medio, mientras otra


proporción no menor posee un nivel de peligrosidad alto, representando un 28% de la
población y un 15% está clasificado como de baja peligrosidad. Se observa que un 8%
no posee clasificación.

Antecedentes de salud

Un 45% de la población penal entrevistada presenta a lo menos una patología


diagnosticada formalmente.

De acuerdo a las patologías presentadas, la mayor prevalencia de enfermedad


pertenece a desórdenes mentales, dentro de los que encontramos epilepsia,
esquizofrenia y retardo mental. Lo siguen las patologías del sistema respiratorio,
predominando el asma. Luego se encuentran las enfermedades del sistema circulatorio
marcado por la Hipertensión Arterial, la dislipidemia y la diabetes Mellitus. Destaca
también una alta proporción de internos con enfermedades del sistema digestivo
caracterizado por gastritis y ulceras gástricas.

En cuanto al consumo de medicamentos, un 28% refirió consumir al menos algún


medicamento de manera permanente.

En relación a los parámetros de los reclusos que presentaron alteración, la presión


arterial sistólica (PAS) estuvo más alterada que la presión arterial diastólica (PAD), sin
embargo en su conjunto solo un 11% presentó rangos de presión sobre 140/90mmHg.
Los niveles de colesterol HLD junto con triglicéridos fueron los exámenes de laboratorio
que estuvieron alterados en mayor proporción. Seguido del VLDL, el colesterol total y
la Glicemia.

La población penal tiende al sedentarismo, a su vez, un 74,5% de los internos


manifestó sufrir algún cambio de peso desde su ingreso al penal, de estos un 55,2%
presentó un aumento de peso y un 44,8% presentó una disminución. Por otro lado,
existe una proporción no menor con síndrome metabólico (19,9%). Un 11% manifestó
haber mantenido actividad sexual de riesgo durante los últimos 6 meses, a su vez un
17% presentó expectoraciones por más de quince días, y un 62,4% de ellos poseía
hábitos tabáquicos.
Considerando una escala de evaluación de 0 a 10, en donde 0 es el peor estado de
salud y 10 el mejor estado de salud percibido, existe una leve diferencia en la
percepción del estado de salud actual (media 7,07) versus percepción de salud previa
al internamiento (media 6,69), siendo la percepción actual de salud mejor ponderada y
presentando fluctuaciones mayores a las del estado de salud previo.

Del total de la población un 74% ha experimentado algún cambio de peso durante el


internamiento, de estos un 55% señalaron un aumento y el 45% restante una
disminución, la mayor proporción de los internos solicita atención de salud con poca
frecuencia (56%) y un 15,6% con alguna frecuencia, por otro lado existe un 13,5% de
los internos que jamás ha solicitado una atención en salud en las dependencias del
penal. Solo un 12,8% y un 3% ha solicitado atención habitualmente y siempre,
respectivamente.

De aquellos internos que sí han solicitado atención de salud, se observa una tendencia
al alto grado de satisfacción (33% muy satisfechos, 32% satisfechos), por otro lado,
un 25% considera la atención de salud "a medias", tan solo un 4% se encuentran
bastante insatisfecho y un 6% muy insatisfechos.

Finalmente, un 23% del total de los internos encuestados declaró haberse realizado un
examen preventivo previo durante la reclusión.

Discusión

La población recluida es principalmente masculina y perteneciente al grupo de adultos


jóvenes, a quienes se debería asociar una baja carga de enfermedad, sin embargo
llama la atención que un 45% de los reclusos tengan al menos una enfermedad
diagnosticada, lo que coincide con lo señalado por Oviedo15.

Es así como la salud de personas privadas de libertad es una arista conflictiva desde el
punto en que se mire, tendente a una alta carga de enfermedad, y más deteriorado
que el de la población general, primando trastornos mentales, enfermedades crónicas
no transmisibles y en proporción no menor enfermedades infectocontagiosas, por otro
lado, se puede observar un deterioro levemente mayor en la población femenina sobre
la masculina.

Se observa un bajo consumo de medicamentos de manera permanente al interior del


penal (28%), sin embargo los internos relataron consumir fármacos de manera
irregular, los cuales eran aportados por las visitas e ingresados de manera ilícita,
donde destacó el uso de analgésicos y benzodiacepinas.

Al interior del penal, prima el estado nutricional catalogado como sobrepeso u obeso,
esto concuerda con el estudio realizado por Palomo et al.20, sin embargo destaca que
estos índices fueron mayores para la población femenina chilena.

Dicho estado nutricional podría verse explicado por el régimen impuesto por el
ambiente penitenciario en donde la alimentación es alta en carbohidratos y baja en
proteínas, considerando una dieta poco balanceada, sumado a altos niveles de
sedentarismo. Sin embargo, este sedentarismo fue menor al encontrado por Vaquiro21,
pero mayor al pesquisado en el estudio de Palomo et al.20.

Lo anterior queda demostrado por el aumento de peso de los internos tras su ingreso
al penal. Situación similar sucede con la circunferencia de cintura, sin embargo, solo
las mujeres presentaron una media general alterada no así lo hombres, lo cual coincide
con lo indicado en el diagnostico en base a las necesidades en salud de reclusos22.

Uno de cada diez reclusos presentó Presión arterial alterada, y de uno de cada dos
presentó niveles de triglicéridos y HDL alterados, parámetros que se encuentran en
estrecha relación con el estilo de vida, y en este caso las condiciones de vida
impuestas, conllevando a que 1 de cada 5 reclusos presentara síndrome metabólico,
sin embargo, dicha proporción es menos de la mitad a la estimada en el estudio de
Huelva23, cabe destacar que en este caso los reclusos prácticamente desconocían su
condición de salud alterada, por lo que fueron derivados para el ingreso al pre
programa cardiovascular y lograr así actuar de manera oportuna e impedir el deterior
de salud. Lo anterior coincide parcialmente con lo determinado por Palomo el at19,
demostrando por consiguiente las características particulares y diferentes de las
personas privadas de libertad, que si bien presentan factores de riesgo similares, su
cuantía y proporción se distribuye de manera diferente a la de la población general.

En el ámbito de la actividad sexual, uno de cada diez reclusos manifestó prácticas


sexuales de riesgo, coincidiendo con lo expuesto por Ortiz y Montiel19, relacionado con
actividad sexual con más de una persona en los últimos 6 meses, prácticas sin uso de
preservativos y en menor proporción asociado a relaciones entre personas del mismo
sexo.

En relación al consumo de tabaco, este es permitido al interior del penal y se observan


altos índices de consumo, casi el doble a lo estimado por Palomo et al.19; aquellos que
no fumaban antes del internamiento adquieren la conducta al interior del penal, y
aquellos que fumaban aumentan la frecuencia de consumo.

Pese a todo lo anterior, existe una percepción de un buen estado de salud,


coincidiendo con el estudio realizado en la prisión andaluza, sin embargo, se
contrapone al informe de la calidad asistencial elaborado en España9. Cabe destacar
que las actividades de prevención y promoción al interior del penal son débiles.

Pese a esto, la solicitud de servicios sanitarios al interior del penal es baja, justificada
por la dificultad al acceso impuesto por los gendarmes, pero tendiente a altos niveles
de satisfacción de los reclusos, quienes justifican que las áreas a mejorar corresponden
al trato digno por parte de los profesionales de salud, haciendo énfasis a los
profesionales médicos y al acceso oportuno a atenciones en salud sin
cuestionamientos. Cabe señalar que los reclusos carecen del derecho a elegir la
atención que reciben, aumentando la brecha de inequidad en salud.

Finalmente, el centro de cumplimiento penitenciario actúa como factor protector para


el consumo de alcohol y drogas. Sin embargo, la alimentación, la actividad física y el
tabaquismo, son factores claves a intervenir para mejorar la calidad de vida de los
reclusos, por consiguiente, se sugiere analizar en futuras investigaciones el enfoque de
los determinantes sociales en salud presentes en la población penal. Además,
aumentar el tamaño muestral para disminuir el error y hacerlo lo más cercano a un
5%, y no al 7,9%, que fue el grado de error que se trabajó en el presente estudio,
supeditado por el presupuesto disponible para esta investigación.

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Dirección para correspondencia:


Claudido Osses-Paredes
Docente Facultad de Odontología,
Carrera Enfermería,
Universidad del Desarrollo,
Concepción-Chile.
E-mail: [email protected]

Fecha recepción: 11-01-2013


Fecha aceptación: 14-03-2013
Tabla N°1: Derechos Constitucionales

Tabla N°2: Derechos de las personas privadas de libertad con enfermedades Virales.

Tabla N°3: Controles médicos

Tabla N°4: Mecanismos que ayuden al cumplimiento de los derechos

Tabla N°5: Personas privadas de libertad que padecen de enfermedades virales.

Tabla N°6: Atención a personas privadas de libertad que padecen enfermedades


virales.

Tabla N°7: Cumplimiento de derechos constitucionales

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