Responsabilidad en Adicciones - W Vial
Responsabilidad en Adicciones - W Vial
Responsabilidad en Adicciones - W Vial
RESUMEN
La responsabilidad es una característica humana que implica la existencia de la liber-
tad. La etimología del término revela su significado más profundo: la capacidad de responder.
Las adicciones, entendidas como la incapacidad de escapar a la influencia de una determi-
nada sustancia, actividad o persona, constituyen una enfermedad de la libertad y, por lo tanto,
afectan negativamente a la responsabilidad. El artículo destaca las áreas o espacios en los
que todavía es posible encontrar responsabilidad, como respuesta y apertura a la verdad, y
utilizarla para prevenir o cortar con el sufrimiento que causa la esclavitud de las drogas o
la pornografía en internet. Se identifican cuatro objetivos positivos: vivir coherentemente de
acuerdo con los propios ideales, estar atento a lo que podría desencadenar una adicción y
fomentar las virtudes, buscar ayuda para reducir las consecuencias negativas y estar activos
en el proceso de curación.
ENGLISH ABSTRACT
Responsibility is a human characteristic that needs the existence of freedom now
and in act. The etymology of the word shows its deeper meaning: the ability to respond.
Addiction, defined as incapacity to escape the influence of a certain drug, activity or per-
son, is a disease of liberty and therefore adversely affects responsibility. In this article, we
highlight areas or spaces where you can still find responsibility, as an answer and open-
ness to the truth, that can be relied on, in order to rescue one from suffering experienced in
the slavery of drugs or pornography on internet. We identify four main positive goals: liv-
ing according to one’s ideals, alertness to discover what may trigger an addiction and
strive for virtues, seek help to reduce negative consequences of dependence, and be proac-
tive in the healing process.
I. INTRODUCCIÓN
2
La psicología y la neurociencia modernas han dado importantes pasos adelante, pero
aún quedan muchos misterios sobre las acciones de la persona. Se sabe mucho sobre la ubi-
cación en el cerebro de las funciones psicológicas y los predisponentes genéticos. Sin em-
bargo, los datos están lejos de ser totalmente ciertos, como señala Kagan4. No es posible
identificar, en un solo grupo de neuronas o circuitos interneuronales, construcciones psico-
lógicas como la percepción de rostros, la memoria de ciertas palabras, el concepto de nú-
mero, los juicios morales o las emociones. El determinismo genético también ha demostrado
ser insuficiente: no se ha encontrado ningún gen en clara relación con un componente de la
personalidad, un rasgo psicopatológico o un estado de ánimo. Aunque se sabe que los niños
maltratados, pobres o abandonados pueden llegar a ser más fácilmente ansiosos, irritables,
deprimidos o adictos, la investigación sigue centrándose en los factores biológicos. Kagan
señala que con ello se descuida la responsabilidad de la sociedad, que debería ocuparse de
otros factores de riesgo; y se quita la responsabilidad y la culpa a los propios individuos,
porque de esta manera no tienen que controlarse a sí mismos ni rendir cuentas de sus deci-
siones y acciones.
No se puede decir que cada persona adicta haya perdido la responsabilidad, pero
tampoco se puede decir que todos sean totalmente responsables. Debe ser analizado caso
por caso. Veremos la responsabilidad individual, sin olvidar que hay una responsabilidad
colectiva, de la familia, de la sociedad, del estado. Los dos niveles están unidos: el individuo
debe responder a su conciencia, pero también a las personas con las que vive, al mundo.
Uno puede ser engañado por el aparente consuelo de seguir la corriente, de no pensar en
los deberes, compromisos o ataduras, pero "quien no se atreve a tomar en sus manos el
timón de la propia vida, debe saber que la corriente, a la que se abandona, pronto o tarde le
precipitará contra los escollos"5.
Todos estos términos pertenecen a la esencia del ser humano y admiten la graduali-
dad. La voluntariedad de un acto varía en función de la conciencia, del grado en que se
rige por la razón o se oscurece por las pasiones, por los demás elementos de la afectividad
o por el inconsciente. Ser imputable significa haber cometido un acto como individuo. Ser
culpable está en relación con una ley natural o civil, un código moral de raíces religiosas o
deontológicas. Podemos encontrar actos voluntarios e imputables en ausencia de respon-
sabilidad, cuando se realizan con una voluntad oscurecida por factores internos o exter-
nos. La persona puede ser culpable, sin ser totalmente responsable. Ser responsable im-
plica un acto voluntario, imputable e incluso culpable si se refiere a una transgresión. So-
mos responsables cuando somos dueños de nuestro propio juicio y decisiones libres; se
añade a la idea de imputabilidad, la de ser responsable ante otro. La imputabilidad es un
requisito previo, la responsabilidad es una consecuencia.
Los hábitos facilitan la acción, dan espontaneidad y facilidad para actuar en una de-
terminada dirección: en el caso de los hábitos buenos o virtudes, la capacidad operativa se
desarrolla y crece, porque conduce a un buen proyecto de vida y nos hace más humanos;
la influencia en la libertad es positiva. En el caso de los malos hábitos o vicios, uno se
vuelve menos libre y por lo tanto menos humano. Las virtudes perfeccionan las potencias
y los vicios en cierto sentido las corrompen. Esta corrupción involucra a toda la persona y
sus fuerzas, lo que hace difícil actuar bien. Podemos pensar en el perezoso que es incapaz
de cumplir habitualmente sus deberes, o en el hombre dominado por el odio, que no sabe
amar. El vicio facilita las malas acciones.
Como Aristóteles explicó11, los justos no pueden realizar obras inicuas tan fácil-
mente como los injustos. Santo Tomás dirá que el hombre vicioso tiene una voluntad per-
vertida que no siente el reproche de la inteligencia12. Añade que el vicio " tiene algo de ha-
bituamiento, sin que esto suprima la libertad o la intensidad del acto ni disminuya de or-
dinario la responsabilidad"; y que " el vicioso está esclavizado a sus propias pasiones, pero
con la energía que el uso de la razón y la humana pasión por el infinito le confieren para
saciarlas"13.
Las adicciones se mueven dentro de estas categorías y son prueba empírica de ello:
los alcohólicos, por ejemplo, no pueden escapar de la bebida. Cuanto más fuertes e inten-
sas sean las experiencias con sustancias u otras acciones incontroladas, mayor será la escla-
vitud. ¿Estamos en el origen de un vicio? ¿Cómo afecta a la responsabilidad un hábito ope-
rativo estable? Espero que la respuesta sea más clara al final de estas páginas, en las que se
utiliza el concepto de responsabilidad como apertura y capacidad de responder.
La falta de coherencia con los ideales o con el programa existencial es una falta de
respuesta a lo que la vida exige, o una falta de responsabilidad. Puede ser vista como un
camino privilegiado para llegar a la adicción y otras patologías. El programa existencial
5
puede ser en parte recibido a través de la cultura, el medio ambiente o la familia, pero se
experimenta enraizado en lo más profundo de la persona.
La incoherencia actúa como un fuerte factor desestabilizador: las fuerzas del ego no
pueden luchar indefinidamente contra la conciencia sin que se produzca un serio daño. En
un enfoque psicoanalítico, la lucha termina en la represión o en el confinamiento en el in-
consciente de esos contenidos perturbadores. El conflicto también puede ser una conse-
cuencia o un indicio de factores como la depresión, los trastornos de la personalidad o al-
gún síntoma psicótico. Pero la incoherencia también puede ser una elección parcialmente
consciente y deliberada. Para dar algunos ejemplos: el cónyuge habitualmente infiel, el
funcionario insatisfecho que a menudo comete robos o no cumple sus obligaciones, la per-
sona con una vocación religiosa particular o de servicio a los demás que en determinadas
circunstancias no la cumple. No es extraño que las personas que eligen tratar de compati-
bilizar ideales opuestos, viviendo una doble vida de cualquier tipo, terminen asumiendo
conductas más alteradas.
Una forma velada de doble vida puede verse en aquellos que actúan externamente
de manera coherente, pero que siempre están incómodos. Pueden criticar a los que viven
mal, pero en realidad ellos mismos no caen en incoherencias más flagrantes sólo por
miedo. No se mueven por el amor dirigido a los demás, sino por el perfeccionismo o el
amor a sí mismos. Se desprende de aquí que la incoherencia puede ser externa o interna.
También se puede ver en relación con la acedia o tibieza, que Dante definió como escaso y
lento amor al verdadero bien14 que impulsa a vivir en lucha o, al menos, en oposición interior
con los ideales elegidos.
En nuestra sociedad hay numerosos elementos que favorecen una doble vida. Pa-
rece que el comportamiento personal coherente no importa, y por lo tanto la coherencia en
el bien no es un valor. A veces se ve como autenticidad el poder presentarse de diferentes ma-
neras, con distintas máscaras auténticas dependiendo de la situación. El joven y exitoso em-
presario, el fin de semana puede dar espacio a las drogas, una persona casada puede tener
otra pareja, y así sucesivamente.
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La ruta para escapar del sustrato de la incoherencia, en cualquier grado que se pre-
sente, pasa por la conciencia, el reconocimiento y la voluntad de cambio. La persona nece-
sita la sinceridad, que comienza con un ejercicio clave para la salud espiritual y mental:
enfrentarse a sí mismo para ver si las elecciones y los medios utilizados se adaptan en todo
momento al ideal elegido, al proyecto vital. Este examen de conciencia da luz al mundo inte-
rior. Muchas veces, para tomar conciencia de ello, se necesita el apoyo de los padres, el
cónyuge, un amigo, un sacerdote, un director espiritual o un psicólogo en ciertos casos, o
de algún tipo de coaching. Se trata de otra persona dispuesta a ayudar y a objetivar lo que
preocupa y a señalar las formas de volver a una vida coherente.
Los externalistas, en cambio, consideran que casi nada depende de ellos, y sufren
más trastornos psíquicos. Quien considera que todo sucede sin que él pueda intervenir, di-
fícilmente sentirá su responsabilidad: no querrá ni podrá transformar el mundo ni a sí
mismo. Así piensan muchas personas que han caído en la adicción: no intentan cambiar el
mundo, y se contentan con paraísos artificiales, que veremos.
En la base del vacío existencial hay otra incoherencia interna, como un desequilibrio
del corazón: no aceptar los límites de la humanidad y creerse plenamente autónomo. La
persona que no se considera limitada y finita no atribuye ningún significado al dolor o a la
tensión y no sabe esperar lo que quiere. Tal sujeto es presa fácil de las adicciones, del placer
fácil.
Los que no se reconocen sanamente dependientes de otros pueden dejarse llevar por
adicciones patológicas. Los que desean la libertad absoluta se encuentran con frecuencia
sumidos en la esclavitud. De ahí un diagnóstico todavía válido hecho hace muchos años
en el concilio vaticano II: "los desequilibrios que fatigan al mundo moderno están conecta-
dos con ese otro desequilibrio fundamental que hunde sus raíces en el corazón humano
(...). A fuer de criatura, el hombre experimenta múltiples limitaciones; se siente, sin em-
bargo, ilimitado en sus deseos y llamado a una vida superior. Atraído por muchas solicita-
ciones, tiene que elegir y que renunciar. Más aún, como enfermo y pecador, no raramente
hace lo que no quiere y deja de hacer lo que querría llevar a cabo. Por ello siente en sí
mismo la división, que tantas y tan graves discordias provoca en la sociedad"16 .
7
tiempo ni la manera de pensar en ello porque están oprimidas por la miseria. Son precisa-
mente las personas que tienen demasiados bienes materiales sin referencias espirituales y
las que viven en situaciones socioeconómicas degradantes las que corren un mayor riesgo
de convertirse en adictos.
Por otra parte, como señala Lewis, los estudios de neurociencia sugieren que las
elecciones impulsivas y descontroladas de los pacientes drogadictos se derivan de niveles
8
particulares de dopamina en ciertas áreas del cerebro, debido al fuerte impacto hedonista
que proviene de la experiencia repetida con las droga21. Esos niveles afectan cualquier otro
tipo de recompensa y los procesos cognitivos necesarios para tomar una decisión.
Creo que es cierto, como concluye Lewis, que las adicciones no son un estado mo-
nolítico: ni enfermedad ni elección. A menudo hay una serie recurrente de opciones que
permiten la negociación y a veces la cooperación entre los objetivos inmediatos y los de
largo plazo, pero que terminan alterando la función del cerebro. Los modelos de explica-
ción que se basan en la elección, y diríamos también en la responsabilidad, no son por
tanto incompatibles con la consideración de las adicciones como una enfermedad. Esto es
lo que podría haber afoirmado Aristóteles, quien escribió: "Tampoco el enfermo por sólo
desearlo se pondrá sano. Podemos, en efecto, suponer que esté enfermo voluntariamente
por haber vivido incontinentemente y desobedeciendo a los médicos. Hubo un tiempo en
que estuvo en su poder no enfermarse, pero ya no después de haberse abandonado, como
tampoco puede volver a tomar una piedra el que la ha lanzado, pero en su mano estuvo
tomarla o arrojarla, ya que el principio de la acción en él estaba"22.
En ambas posiciones hay elementos de verdad. Las personas adictas pueden carecer
de una visión de las consecuencias de sus acciones y pueden buscar una compensación in-
mediata, según un modelo de recompensa como el de Skinner. Pueden incluso dejar atrás
los malos hábitos si están pensando en metas futuras como un matrimonio feliz, un trabajo
donde se sientan realizado, etc. Hay varios estudios científicos sobre la importancia de los
hábitos o conductas saludables para disminuir el abuso de sustancias. Entre los factores
que promueven los hábitos saludables, la unión matrimonial parece importante y hay di-
ferencias con otras uniones23.
9
No se puede vivir la libertad de forma irresponsable, sin límites, aunque hay mo-
mentos en los que todo parece posible. Tarde o temprano descubres los límites. Uno de los
personajes de la novela de Aleksandr Solženicyn, Un día en la vida de Iván Denísovich, pri-
sionero en un lager de la Unión Soviética, recuerda con nostalgia un viaje suyo en el tren
Vladivostok-Moscú. Estaba lleno de militares y de algunas estudiantes, aparentemente fe-
lices, con las cuales bromeaba y hablaba con gusto. Ahora, obligado a trabajar a 30 grados
bajo cero, comenta con cierta amargura, que esos jóvenes viajaban al borde de la vida, y
que para ellos todos los semáforos estaban en verde27." Más allá de las circunstancias ex-
tremas, cada día nos confirma que no todos los semáforos están en verde. Por lo tanto, no es
extraño que una persona que no está dispuesta a respetar las normas, en cierto sentido es-
critas en su naturaleza, se encuentre con patologías.
En el trastorno de adicción a internet (IAD) las personas llegan a pasar días enteros
frente a la computadora, reducen la actividad física, descuidan la familia, los amigos, el
trabajo y otras obligaciones. Las causas subyacentes son con frecuencia la disminución de
la responsabilidad personal37. El uso de esta herramienta sin moderación, así como de los
11
videojuegos y similares, puede, por lo tanto, dar lugar a una perturbación y sería de espe-
rar que todos fueran más responsables: los proveedores de servicios, las empresas de soft-
ware de videojuegos, los padres, etc. Es urgente además una mejor reglamentación, que pro-
teja en particular a los niños. Tantas actividades inofensivas en la red que forman parte de
nuestras vidas, como enviar mensajes, leer noticias, comprar, etc., pueden ser experimen-
tadas para bien o para mal.
Mucho antes que cualquier red informática, Philipp Lersch escribió: "Es una defi-
ciencia de la voluntad interior la entrega desenfrenada a las imágenes y ensueños acucian-
tes de una fantasía desiderativa exagerada, en la que los instintos y tendencias se desaho-
gan de un modo ilusorio sin poderse realizar38. Y esta actitud interna de la voluntad debe
ser educada en la apertura a la verdad, a otros intereses, es decir, con responsabilidad.
Con nuestras limitaciones, también descubrimos lo que Lersch llama una superes-
tructura personal, formada por la voluntad y el pensamiento, que nos permite tomar una
posición frente a los condicionamientos internos, la esfera endotímica de los sentimientos,
impulsos y tendencias inconscientes. El hombre no puede abandonarse pasivamente a es-
tos procesos y estados que sufre, sino que debe regularlos. Así, alcanza el significado más
alto, su desarrollo supremo. Y en este esfuerzo encuentra su dignidad, su libertad y su res-
ponsabilidad40.
Cabría mencionar una amplia casuística en los diferentes escenarios de las acciones
emprendidas por los individuos adictos. La pregunta básica es muy similar: ¿la adicción
anula la responsabilidad en sus acciones o en sus elecciones libres? La respuesta también
nos lleva a una dimensión común. Se trata de examinar si la persona quiere libremente lo
que hace, si tiene esa experiencia de autodeterminación que se manifiesta en poder decir:
puedo, pero no tengo que43.
Para Aristóteles, un acto es involuntario cuando se hace por fuerza o por ignoran-
cia. Pero cuando se hace por miedo, como cuando los marineros tiran su carga por la
borda para salvar el barco durante la tormenta, la duda permanece, porque se ha hecho
una elección, aunque está claro que no lo harían excepto por necesidad. Para decidir en ta-
les casos, concluye, hay que mirar las circunstancias. Lo mismo ocurre con los actos de las
personas adictas y el Filósofo nos ofrece sugerencias útiles en la Ética Nicomachea. Es dife-
rente, dirá, actuar ignorando que actuar por ignorancia. Pone el ejemplo de la persona borra-
cha o enojada, que no actúa por ignorancia sino por embriaguez o furor, pero sin saber lo
que hace, por tanto, ignorándolo. Esta ignorancia de lo que se debe hacer lleva al vicio. Su
conclusión es nítida: "ciertamente no dice bien quien afirma que los actos realizados a
causa de la impetuosidad o del deseo son involuntarios"44.
Los pacientes con adicción parecen estar de acuerdo con Aristóteles cuando se dan
cuenta de que actúan en parte voluntariamente. La creencia en un factor genético puede
ayudar a reducir el sentimiento de culpa y fracaso personal que se desencadena cuando se
13
piensa en una elección personal. Sin embargo, en muchos casos, las personas no quieren
que su comportamiento se atribuya únicamente a los genes, sino que necesitan y ven un
espacio de responsabilidad. En algunas enfermedades mentales, se sabe que la situación
subjetiva empeora cuando se insiste en la genética o en la ausencia total de elección por
parte de los pacientes. Aumenta la sensación de impotencia ante síntomas más peligrosos
o impredecibles. Por lo tanto, sentir excesivamente el peso de la responsabilidad por las
propias acciones puede ser un tormento que debe ser aclarado; pero atribuirlo todo a la
genética podría obstaculizar la mejora de los pacientes, fomentando el fatalismo causal y
las excusas para permanecer en el "yo no puedo hacer nada"45.
14
abusa sexualmente de un niño, impulsado por sus impulsos incontrolados, puede estar en-
fermo, pero, si se confirma su culpabilidad, probablemente tendrá que ser confinado en
una estructura especial donde, además de recibir la terapia que pueda necesitar, será de-
clarado imputable, culpable y responsable. Es claro que los pacientes peligrosos, si real-
mente están enfermos, no deben ser castigados, pero la sociedad debe tomar medidas de
precaución e intentar curarlos.
Hemos dicho que los médicos y psicólogos rara vez se refieren a la responsabilidad
cuando hablan del momento inicial de la adicción. En el proceso de curación, sin embargo,
consideran que es clave para la recuperación51. Para algunos grupos de Alcohólicos Anóni-
mos, por ejemplo, el alcoholismo sería una enfermedad del cuerpo y del espíritu, pero la
persona sólo sería responsable de la terapia y no del comienzo o del desarrollo de la adic-
ción.
Hay suficientes pruebas de que para tratar las adicciones es clave fomentar el deseo
de cambiar, la confianza para hacerlo y la responsabilidad de la tarea. A menudo se reco-
mienda un cambio de estilo de vida o ejercicios psíquicos para modificar una forma de
pensar o una actitud, y todas las sugerencias requieren el compromiso del paciente, en la
medida en que sea capaz de hacerlo. La recuperación total, por lo tanto, puede llevar al su-
frimiento, porque significa aceptar humildemente alguna deficiencia de carácter y cambiar
considerablemente el estilo de vida de uno.
En la enfermedad, el cuerpo puede negar sus servicios al espíritu, pero muchas veces
es posible al menos cambiar la actitud. No es tarea de los profesionales de la salud interve-
nir directamente en la dimensión espiritual y, sin embargo, debido a la unidad del ser hu-
mano, muchas veces lo hacen. Cuando se toca esta dimensión, la grandeza de la relación
médico-paciente o psicólogo-paciente se manifiesta plenamente: por ejemplo, en el con-
suelo de los que sufren o en la ayuda para afrontar las dolorosas circunstancias de la enfer-
medad, promoviendo nuevas actitudes. De esta manera la persona se hace más consciente
de su espíritu, de su responsabilidad como fundamento de su existencia. Por lo tanto, la
intervención en la dimensión espiritual es importante en el proceso de curación de las
adicciones. Es necesario ayudarles a decidir responsablemente, a descubrir que su vida,
como escribió Karl Jaspers, está en tensión hacia lo trascendente y " la tarea del espíritu es de-
jar que lo verdadero se manifieste y encuentre un lenguaje"53.
Para alcanzar la meta se necesita energía y una tensión dirigida hacia el exterior,
que trate de dar una respuesta. El hombre madura mirando a las metas futuras, se encuen-
tra en un "campo polar de tensión entre el ser y el tener que ser, y por lo tanto frente a sig-
nificados y valores, cuya realización se requiere"54. Frankl menciona tres categorías de va-
lores. Los valores de la creación: cuánto da el hombre al mundo, trabaja, crea o produce. Los
valores de la experiencia: lo que recibe como regalo, en encuentros personales u otras expe-
riencias. Y los valores de la actitud: la actitud que toma frente a situaciones ineludibles y
frente al sufrimiento55.
Las personas adictas pueden ser incapaces de trabajar o realizar los valores creati-
vos. Quizá tampoco pueden expresar plenamente los valores de la experiencia, admirar la
belleza, amar, disfrutar de una obra de arte..., porque están condicionados por la bús-
queda ilimitada y compulsiva del placer. En cambio, los valores de actitud permanecen:
pueden cambiar la forma en que se enfrentan o actúan ante la adicción. Esto es una prueba
de una cierta capacidad de respuesta, de responsabilidad y de la utilidad de estimularla.
La ambivalencia de las personas adictas, que se dan cuenta de antemano de los ma-
los efectos de sus acciones, de la posibilidad de perder su trabajo, su familia e incluso su
vida, pero que aún así buscan cada vez más una salida e la adicción, que ya no les gusta
16
como antes, podría resolverse, si fueran capaces de mirar hacia fuera, hacia una meta que
unificara sus deseos y su mundo interior dividido. Conviene animarles a apreciar la be-
lleza, la autenticidad de una vida libre y feliz, con muchos intereses y amigos off-line a los que
puedan responder.
VII. CONCLUSIONES
17
La responsabilidad como la capacidad de responder, de salir de sí mismo, se pierde
a medida que aumenta la dependencia, lo que cierra la apertura al mundo. Todo perma-
nece atrapado en los estrechos márgenes de una sustancia, una imagen o un clic. Cuando
uno no admite la posibilidad de ser responsable, sale aún menos del ego. No hay ninguna
instancia externa a la que responder. Uno sólo puede responder a su propia conciencia, lo
que causa remordimiento. El remordimiento y el cierre llevan a la desesperación y a la
continuidad del vicio. La responsabilidad como apertura lleva al arrepentimiento y al
cambio.
Es claro que siempre se debe escuchar la voz de la propia conciencia. Pero, si esto se
refiriera a no escuchar nada más, a no pedir consejo, a no experimentar la necesidad de
responder a alguien fuera de nosotros, escuchar la propia conciencia podría convertirse en
una trampa y en una falta de responsabilidad. La persona que sólo quiere responder a sí
misma no responde en realidad. Permanece asfixiada por los remordimientos, como los
que inician el camino de las adicciones, donde el sentimiento de asfixia llama a una mayor
adicción aún, para intentar inútilmente respirar.
La persona adicta, en vez de amar, de salir de sí misma, de satisfacer la sed del otro
con el sacrificio, signo del verdadero amor, trata de satisfacer su propia sed de sentido, el
sentimiento de vacío. Paradójicamente, si deja este intento inútil y ofrece a la otra persona un
trago, apagará su sed personal. Por este camino puede descubrir una misión, y no pregun-
tarse tanto qué espera de la vida, sino qué espera la vida de él: saber dar una respuesta.
Como hemos visto, los profesionales de la salud se inclinan más a aceptar que la
responsabilidad es útil para curar las adicciones, pero menos para prevenirlas. Tal vez
piensen que la responsabilidad es una especie de aspirina, que uno sólo se debe tomar
cuando los síntomas se han manifestado59. Sin embargo, la responsabilidad es mucho más
que la aspirina y sería útil fomentarla en los diferentes ámbitos de la vida cotidiana, no
sólo de los enfermos, sino de la población en general. Seguramente se lograría una reduc-
ción significativa de las adicciones. Los estudios apoyan esta afirmación. De hecho, es bien
sabido que con pequeños cambios en el estilo de vida de la población en general se logra
una mayor reducción de los trastornos que si se concentran los esfuerzos sólo en los gru-
pos de riesgo o en los enfermos60.
Espero vivamente que haya más trabajos teóricos y experimentales, que partan de
una noción de responsabilidad como respuesta y apertura, y que podamos definir mejor
cómo ayudar más a las personas adictas en esta dimensión esencial.
18
19
1 BENEDICTO XVI, CARITAS in Veritate, 29 de junio de 2009, en AAS 101 (2009) 641-709, n. 76.
2 Diagnostic and Statistical Manual of Mental Disorders, Fifth Edition (DSM-5) APA Press, Washington DC
2013, 25.
3 JUAN PABLO II, Veritatis splendor, 6 de agosto de 1993, en AAS 85 (1993) 1133-1228, no. 33.
4 J. KAGAN, A Trio of Concerns, en "Perspectives on Psychological Science" 2 (4) 2007, 361-376. Jerome
Kagan, profesor de psicología en Harvard.
5 F. KÜNKEL, Psicoterapia del carácter (Die Arbeit Am Charakter), Marfil S.A., Valencia 1966, 20.
6 ARISTÓTELES, Etica Nicomachea, trad. y notas de C. Natali, Laterza, Roma-Bari 1999, Libro III, 1113a,
n. 5, 93.
7 Cfr. J. BURGGRAF, voz Libertad en C. IZQUIERDO (dir.), J. BURGGRAF, F.M. AROCENA, Diccionario de Teo-
pp. 465-468.
9 Cfr. T. NADELHOFFER et al, The free will inventory: Measuring beliefs about agency and responsibility en
"Consciousness and Cognition" 25, 2014, 27–41. Un 78 % de las personas estuvo de acuerdo con la propuesta
citada; un 11 % estuvo en desacuerdo y un 11 % se mostró indiferente.
10 Ver R. GARCÍA DE HARO, La vita cristiana. Corso di teologia morale fondamentale, Ares, Milán 1995, 442-
447.
11 Cf. ARISTÓTELES, Ética Nicomacheana, Libro V, 1137a, n. 13, 211-213: Sobre la Virtud de la Justicia.
12 Ver TOMÁS DE AQUINO, In II Sent., d. 25, q 1, a 4, a 5.
13 R. GARCÍA DE HARO, La vita cristiana, 445.
14 Véase DANTE ALIGHIERI, La Divina commedia, RadiciBUR, Milán 2007, Purgatorio, Canto XVIII, 337-
343.
15 Cfr. J.B. ROTTER, Generalized expectancies for internal versus external control of reinforcement in "Psycho-
"Social Science & Medicine" 75, 2012, 1114-1121. El artículo aborda la responsabilidad personal de un cónyuge
por la salud del otro, pero no aborda las cuestiones antropológicas subyacentes.
24 Cfr. J.B. HIRSH, A.D. GALINSKY, C. ZHONG, Drunk, Powerful, and in the Dark: How General Processes of
Disinhibition Produce Both Prosocial and Antisocial Behavior in "Perspectives on Psychological Science" 6, 2011,
415-427.
25 Cfr. B.W. ROBERTS et al, The Power of Personality. The Comparative Validity of Personality Traits, Socio-
economic Status, and Cognitive Ability for Predicting Important Life Outcomes in "Perspectives on Psychological
Science" 2/4, 2007, 313-345.
26 Cfr. D.A. CHARNEY, E. ZIKOS, K.J. GILL, Early recovery from alcohol dependence: factors that promote or
sus cuidados, Eunsa, Pamplona 2010, pp. 387-394; J.R. VARO, Adicción al alcohol y a drogas, in ibidem, 395-405.
30 A. HIGUERA-MATAS y otros, La exposición de los adolescentes a los cannabinoides altera el sistema dopami-
nérgico estrial e hipocampal en el cerebro de ratas adultas en "Neuropsicofarmacología europea" 20 (12) 2010, 895-
906.
31 Sobre el tema de la drogadicción en Frankl, véase: W. VIAL, La antropología de Viktor Frankl. El dolor
20
32 Cf. PONTIFICIO CONSEJO PARA LA PASTORAL DE LOS AGENTES SANITARIOS, Carta de los Agentes Sanita-
rios, Ciudad del Vaticano 1995 (4ª) (primera edición: octubre de 1994), nn. 92-103, 74-79.
33 F. BOLLORINO, Psichiatria e virtualità, in F. GIBERTI, R. ROSSI, Manuale di psichiatria, Piccin, Padova 2009
into the new millennium en "Cyber Psychology and Behavior" 1, 1998, 181-187.
36 Cfr. A. KOR et al, Psychometric development of the Problematic Pornography Use Scale in "Addictive Be-
general de Derecho Canónico, Vol. III, Universidad de Navarra, Aranzadi, Pamplona 2012, 492-496. Se hace refe-
rencia al canon 1095.
43 Cf. K. WOJTYLA , Persona y ación, Palabra, Madrid 2011, 163.
44 ARISTÓTELES, Étca Nicomachea, Libro III, 1111b.
45 Véase M.M. EASTER, Not all my fault: Genetics, stigma, and personal responsibility for women with eating
disorders en "Social Science & Medicine" 75, 2012, 1408-1416. El impacto en los pacientes de considerar la en-
fermedad como genética es diferente dependiendo del diagnóstico.
46 Cf. TOMÁS DE AQUINO, Summa Theol., I-II, q. 24, a. 3; q. 77 a. 2; D. BIJU-DUVAL, La profondità del cuore.
psicobiolo-gica, en F. RUSSO, J. VILLANUEVA (ed.), Le dimensioni della libertà nel dibattito scientifico e filosofico, Ar-
mando, Roma 1995, 37-48; J. CERVÓS-NAVARRO, S. SAMPAOLO, Libertà umana e neurofisiologia, en ibid., 25-34.
50 M. SCHELER, L'eterno nell'uomo, Fabbri, Milán 1972, 143; véase el capítulo Pentimento e rinascita, 139-
171.
51 Cfr. T.A. STEENBERGH y otros, Neuroscience exposure and perceptions of client responsibility among addic-
27-32.
53 K. JASPERS, Verità e verifica. Filosofare per la prassi, Morcelliana, Brescia 1986, 173.
on Psychological Science" 4/1 2009, 108-111; ID., Positive mental health in individuals and populations en F.A.
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