TEMA 11. Conclusion Del Proceso. La Sentencia y Sus Efectos. Oct.18
TEMA 11. Conclusion Del Proceso. La Sentencia y Sus Efectos. Oct.18
TEMA 11. Conclusion Del Proceso. La Sentencia y Sus Efectos. Oct.18
1. Conclusiones e informes.
2. Diligencias finales.
3. La sentencia: concepto, forma y contenido.
3.1 .La formación interna de la sentencia.
3.2. Congruencia y motivación de la sentencia.
4. Efectos de la sentencia: la cosa juzgada
4.1. La cosa juzgada
4.1.1.Los límites de la cosa juzgada.
4.1.2. Tratamiento procesal de la cosa juzgada.
4.2. Otros efectos de la sentencia
Practicadas las pruebas, las partes han de formular oralmente sus conclusiones
sobre los hechos controvertidos, y han de referirse de forma ordenada, clara y concisa
a si los hechos relevantes han de considerarse como admitidos o bien probados o
inciertos. Para ello deberán realizar un breve resumen de cada una de las pruebas
practicadas sobre los hechos, con remisión pormenorizada a los autos del juicio. En
ese momento deben manifestar si algún hechos debe quedar como cierto en virtud de
una presunción, y también alegar cual sea el resultado de aplicar las normas de carga
de la prueba sobre los hechos que puedan considerarse como dudosos.
En conexión con lo anterior, esto es, con la aplicación de las normas sobre la
carga de la prueba y presunciones y del resultado de la prueba, las partes comenzaran
sus conclusiones refiriéndose en primer lugar a los hechos que basen sus
pretensiones y a continuación a los hechos formulados por la parte contraria, sin que
quepa en este momento introducir ningún hecho nuevo, sin perjuicio de lo que luego
se dirá a propósito de las diligencias finales.
Una vez se hayan expuesto las conclusiones sobre los hechos, de ahí que se
refieran al aspecto fáctico del proceso, la LEC (art. 433.4) prevé que cada una de las
partes pueda informar sobre los argumentos jurídicos en que basen sus pretensiones,
por lo que los informes se refieren a los aspectos jurídicos del objeto del proceso. Lo
que no pueden hacer las partes en ningún caso en este trámite es alterar dichas
pretensiones, es decir, que rige la prohibición de mutatio libelli o cambio de objeto que,
de realizarse por alguna de las partes, pondría a la otra en situación de indefensión.
En cuanto al papel que pueda tener el tribunal en este trámite, la LEC (art.
433,4) le concede la posibilidad, si no se considerase suficientemente ilustrado
respecto de las conclusiones e informes, de conceder la palabra a las partes cuantas
veces estime necesario para que informen sobre las cuestiones que les indique.
2. Diligencias finales.- Después de las conclusiones y los informes de las partes,
lo normal es que no exista ya actividad alguna en el juicio y el tribunal dicte sentencia
en los veinte días siguientes a su terminación (art. 434 LEC). Sin embargo, la LEC
prevé todavía otro posible trámite al que denomina diligencias finales y que está
relacionado con la prueba, como se verá a continuación.
Las diligencias finales vienen a sustituir a las antiguas diligencias para mejor
proveer de la LEC de 1881 que eran muy comunes en los procesos regulados por
aquella ley y que, a menudo, suponían un abuso y una dilación injustificada del
proceso y del plazo para dictar sentencia. Ahora, tanto la Exposición de Motivos como
la regulación en la nueva LEC (art. 435), la configuran como un trámite excepcional
muy apegado a los principios dispositivos y de aportación de parte que rigen en el
proceso civil, y solo muy excepcionalmente asumirá el Juez la iniciativa probatoria en
este trámite.
A estos efectos, la LEC regula dos supuestos distintos, aunque ambos afectantes
a la prueba. En primer lugar, la ley subraya (art. 435) que “solo a instancia de parte
podrá el tribunal acordar, mediante auto, como diligencias finales, la práctica de
actuaciones de prueba…”, siempre que se den determinadas circunstancias, esto es,
que por causas ajenas a la parte que la hubiese propuesto, no se hubiera practicado
alguna de las pruebas que en su momento, (audiencia previa o vista del juicio verbal),
fueron admitidas. Lógicamente, no podrán considerarse como tales aquellas pruebas
que hubieren podido proponerse en tiempo y forma por las partes, ni tampoco las que
hubieren propuesto a propósito de la manifestación del tribunal a que se refiere el art.
429,1 LEC. También cabrá la admisión y la práctica de las pruebas que se consideren
pertinentes y útiles, en los supuestos en que se trate de hechos nuevos o de nueva
noticia a que se refiere el art. 286 de la LEC.
Por otra parte, y en segundo lugar, también prevé la LEC (art. 435,2) que,
excepcionalmente, el tribunal pueda acordar de oficio o a instancia de parte, que se
practiquen nuevas pruebas sobre hechos relevantes, si las anteriores no hubieren
resultado satisfactorias por motivos ya desaparecidos e independientes de la voluntad
y diligencia de las partes, y siempre que pueda suponerse, en virtud de motivos
fundados, que las nuevas actuaciones probatorias permitirán adquirir certeza sobre los
referidos hechos. En estos supuestos la ley exige una motivación detallada de
aquellos motivos, en el auto del tribunal por el que se acuerde la práctica de las
citadas diligencias.
Incluso se han llegado a admitir diligencias finales de oficio en segunda instancia si
los presupuestos que son requeridos en primera instancia también concurren durante
la sustanciación del recurso de apelación (Auto del Tribunal Constitucional de 24 de
marzo de 2009 y Sentencia del Tribunal Supremo de 30 de noviembre de 2010).
Pero para considerar a la demanda como fundada, no basta con que la tutela
que se pretenda tenga su base en el derecho objetivo, sino que es necesario que esos
supuestos de hecho abstractamente formulados por la norma coincidan con el acaecer
concreto alegado en las partes. Esta operación, esto es, la de comparar los hechos
alegados con los supuestos legales, consiste en una calificación jurídica a la que se
denomina en la teoría de la sentencia subsunción, en cuanto que el Juez “subsume
hechos concretos bajo supuestos abstractos para ver si coinciden, porque si esa
coincidencia no se da deberá desestimar la demanda.
Junto con el deber genérico del Juez de resolver en todo caso los asuntos que
se le planteen con arreglo al sistema de fuentes establecida (art. 1,7 del CC), han de
añadirse otros deberes que la ley les impone y a lo que denomina requisitos internos
de la sentencia. Más concretamente el mencionado art. 218 se refiere a la
exhaustividad, a la congruencia y a la motivación de la sentencia, conceptos que, a
efectos de claridad y de su distinción, deben exponerse por separado, no sin decir que
tales requisitos no solo pueden suponer una infracción procesal (v.gr. art. 469, 1,2º
LEC), sino también una infracción de garantías constitucionales, caso del derecho a la
tutela judicial efectiva (art. 24 CE).
Por lo que se refiere a la exhaustividad la LEC (art. 218,1) establece que las
sentencias deberán hacer las declaraciones que exijan las pretensiones de las partes
condenado o absolviendo al demandado y “decidiendo todos los puntos litigiosos que
hayan sido objeto del debate”. Precisamente la exhaustividad se refiere a esto último y
conviene no confundir ese concepto con el de incongruencia por omisión de
pronunciamiento, aunque sobre ello exista debate doctrinal. En puridad una sentencia
que no decida algún punto de debate no es una sentencia incongruente -solo un
concepto muy amplio de incongruencia podría amparar la omisión de pronunciamiento
ni tampoco, según se verá después, integraría la categoría de incongruencia infra
petita, esto es, el Juez da menos de lo pedido, sino más bien una sentencia
incompleta cuyo tratamiento procesal es distinto al que merecería una sentencia
incongruente.
4.1. La cosa juzgada.- Sin duda el efecto más importante de la sentencia firme de
fondo es la cosa juzgada, aunque interesa hacer desde el principio algunas
precisiones conceptuales que eviten posibles confusiones y errores.
Por lo pronto, y como se verá después, aún siendo el efecto más importante de
la sentencia, la cosa juzgada no es el único sino que pueden existir otros que no cabe
confundir con la cosa juzgada, caso, por ejemplo, del efecto ejecutivo de algunas
sentencias. A ellos dedicamos después un epígrafe, no si antes haber abordado el
tema de la cosa juzgada. Como puso de manifiesto J. GOLDSCHMIDT (“Principios
generales del proceso” I) la finalidad práctica y la causa de actividad jurisdiccional,
deben contemplarse en la formación de la cosa juzgada, basando su propio concepto
de jurisdicción en este concepto. Sin embargo la cosa juzgada puede tener distintas
acepciones aunque pueda aplicársele un concepto unitario. En general se habla de la
cosa juzgada tanto como el estado al que llega un asunto como al efecto que se deriva
de la sentencia de fondo y que evita nuevos enjuiciamientos sobre lo ya resuelto.
Por otra parte, para que el efecto negativo o excluyente y, en otras condiciones,
el efecto positivo o prejudicial se pueda producir es necesario respetar los límites de la
cosa juzgada.
Por supuesto que las resoluciones que finalizan un proceso sin entrar en el
fondo por la falta de un presupuesto procesal o la existencia de un óbice procesal, no
producen el efecto de cosa juzgada ni siquiera en la infrecuente hipótesis de que se
tratara de una sentencia de absolución en la instancia.
Por otra parte, tampoco cabe deducir el efecto de cosa juzgada material en sus
dos funciones (positiva y negativa) de las sentencias de fondo firmes recaídas en los
procesos sumarios, esto es, en aquellos procesos donde está limitada la cognición, los
medios de ataque y de defensa y por tanto los actos de alegación y prueba, que
permiten que con posterioridad pueda plantearse un proceso plenario sobre aspectos
no contemplados en el proceso sumario. Estas excepciones son recogidas por la
propia LEC (art. 447,2) en la que se exceptúan de ese efecto las sentencias recaídas
en los juicios verbales sobre tutela sumaria de la posesión, las que decidan sobre la
pretensión de desahucio o recuperación de finca rústica o urbana, dada en
arrendamiento, por impago de la renta o alquiler o por expiración legal o contractual
del plazo, y en general las que recaigan sobre otras pretensiones a las que la ley ni
gue ese efecto. A todo ello cabe añadir también el supuesto contenido en el art. 787
LEC a propósito de la sentencia recaída en el proceso para la división de la herencia.
A los límites objetivos de la cosa juzgada se refiere la LEC (art. 222.2) cuando
exige la identidad de objeto respecto del ulterior proceso para que se siga el efecto
vinculatorio que le es propio. Por tanto, habrá que atender, según vimos con
anterioridad, a los criterios de identificación del objeto del proceso. A estos efectos, y
sin necesidad ahora de repetir lo dicho, habrá de tenerse en cuenta que sea lo que se
pide (petitum ) y la causa de pedir (causa petendi ) para establecer los términos de
comparación, sin olvidar que, a tenor de lo preceptuado en el art. 400 LEC y a los
efectos de cosa juzgada, “los hechos y los fundamentos jurídicos alegados en un litigio
se considerarán los mismos que los alegados en otro juicio anterior si hubiesen podido
alegarse en este”.
En cuanto al alcance objetivo de la cosa juzgada la LEC (art. 222.2) prevé que
se extienda tanto a las pretensiones de la demanda como a las de la reconvención, si
es que esta se ha planteado a las excepciones a que se refieren los apartados 1 y 2
del art. 408 de la LEC, es decir, a lo que resulte de decidir las llamadas excepciones
reconvencionales como las de compensación y de nulidad del negocio jurídico que el
demandado haya podido plantear.
Por tanto, una vez que se cierra la relación jurídica procesal con la sentencia, a
los hechos que se produzcan con posterioridad no podrán alcanzarle el efecto de cosa
juzgada material y con base en los mismos podría iniciarse un nuevo proceso con un
nuevo objeto.
Por lo que concierne al tratamiento procesal del efecto positivo o prejudicial, sin
perjuicio que pueda ser apreciado de oficio por el tribunal, la parte a quien pueda
interesar (actor o demandado) ha de formularlo en sus escritos alegatorios (demanda,
reconvención o contestación) y no se resolverá sobre ello previamente sino en la
sentencia. Así lo prevé la LEC (art. 421, 1, II) cuando establece que el proceso no se
sobreseerá cuando el efecto de una sentencia firme anterior haya de ser vinculante
para el tribunal que este conociendo de un proceso posterior.
En cuanto al efecto ejecutivo, de la dicción literal del art. 517,2 1º LEC (“solo
tendrán aparejada ejecución… 1º la sentencia de condena firme”) pudiera
desprenderse que, al menos en su aspecto formal, el efecto ejecutivo o la eficacia
ejecutiva de la sentencia tiene como presupuesto la cosa juzgada. Sin embargo, no
cabe confundir el efecto ejecutivo con el efecto de cosa juzgada. En primer lugar, el
efecto ejecutivo sólo lo producen las sentencias estimatorias de condena y no
cualquier sentencia de fondo que, aun siendo firme, fuera estimatoria o no de la
pretensión, como sucede con la cosa juzgada. Por supuesto que no son susceptibles
de ejecución las sentencias meramente declarativas o las constitutivas, como se
deduce claramente del art. 521.1 de la LEC, sentencias que, llegando a firmes, si
producirían el efecto de cosa juzgada.