Astromitos (Spanish Edition)
Astromitos (Spanish Edition)
Astromitos (Spanish Edition)
P. 26
P. 6 P. 8 P. 10 P. 12 P. 16 P. 20
Nube
de Oort
P. 38 P. 44
P. 50
Los sabios de entonces buscaron la manera de explicarlos, como también hicieron con otros
misterios del mundo, y así nacieron los mitos y, con ellos, los dioses, los monstruos, los héroes
y seres tan fantásticos como su imaginación les permitiera.
Hoy sabemos que más allá del cielo hay un sistema solar, con planetas que giran alrededor
del Sol y satélites que giran alrededor de estos planetas y más, mucho más. Sus nombres se
han elegido en honor a esos viejos mitos y otras leyendas que hablan de nuestro pasado y de
nuestra curiosidad.
Se formó junto con el resto de planetas y astros que giran a su alrededor a partir de una nube de elementos
que flotaba por el espacio. Tan enorme era la nube, y tanto se apretó a sí misma gracias a la fuerza de grave-
dad, que su centro se transformó en una enorme bola de hidrógeno cuyo interior se incendió con energía,
luz y calor. Desde entonces, el Sol no ha dejado de brillar. Algún día se apagará, pero para que eso ocurra...
¡aún faltan miles de millones de años!
¡Aquí
estoy!
Sol Invictus
El Sol ha sido muchos dioses a lo largo de la historia. Conocido como Apolo o Helios desde los antiguos griegos,
para nosotros su nombre proviene del latín, la lengua hablada por los antiguos romanos. Es el Sol Invictus, «el
inconquistable», que en invierno derrota a la oscuridad y trae días más largos y noches más cortas.
Hoy en día sabemos que el Sol no es un dios ni una fuerza mística, sino una de las muchas estrellas que hay en
el universo.
Una de las cosas más increíbles de Mercurio es que a veces tiene amaneceres dobles. Si pudiéramos ir hasta
allí, en el momento adecuado, veríamos cómo el Sol sale por el horizonte para volver a esconderse como si
hubiera cambiado de opinión y, tras esperar un buen rato, ¡aparece de nuevo!
¡Vuelve
Sale. Se esconde. a salir!
Mercurio era una de las divinidades romanas del Olimpo y también el mensajero de los dioses, equivalente
al dios Hermes de Grecia. Dicen que lo primero que hizo al nacer fue robarle unas ovejas a su hermanastro
Apolo, aunque luego hicieron las paces y quedaron como amigos. Por ello también se lo conoce como el dios
de los rebaños y de la prosperidad.
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Algunos relatos dicen que fue hija de Dione y Júpiter (al que conoceremos después), otros que nació de la
espuma del mar, pero la mayoría coincide en que su hermosura enamoró a dioses y mortales e inspiró a
cientos de artistas que quisieron captar sus encantos.
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Otra cosa estupenda de la Tierra es que tiene un campo magnético que nos envuelve y nos protege. Sin
este escudo invisible, el viento solar habría eliminado nuestra atmósfera hace tiempo y no tendríamos aire
para vivir. ¡Menos mal!
¡Ja, ja!
Estoy
protegida.
La Madre Tierra
La diosa Tellus o Terra fue la Madre Tierra en la antigua Roma. Para los griegos se llamaba Gea. Era conside-
rada la diosa de los cultivos, y a sus creyentes les gustaba pensar que bendecía los matrimonios y era testigo
de grandes promesas y juramentos. Y cuando había terremotos… ¡suplicaban su perdón porque pensaban
que la diosa se había enfadado!
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Diosa Luna
Al igual que el Sol, la Luna fue adorada por muchos pueblos
antiguos, y cada uno lo hizo a su manera, como fuerza na- Anillo de
tural primero y más tarde como diosa. Unos la consideraron escombros.
hermana del Sol, otros su amante o su enemiga, pero, en
general, la Luna y el Sol siempre han tenido una fuerte rela-
ción en las historias que se cuentan.
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¡Nooo, mi
atmósfera!
Dios de la guerra
Marte se ve en el cielo como si fuera una estrella de color rojo anaranjado. Por ello, a menudo lo llaman «el
planeta rojo». Este color, como el de la sangre, hizo que los romanos le pusieran el nombre de su dios de la
guerra, Marte, que para los griegos se llamaba Ares.
Ambos pueblos no sentían lo mismo por su dios. En Grecia, Ares era un ser sanguinario y con mal genio,
mientras que, para los romanos, Marte representaba la justicia y era el padre de Rómulo y Remo, los funda-
dores de Roma. ¡Vaya diferencia!
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Fobos
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Por el contrario, su hermano Deimos se aleja cada vez más de Marte, por lo que un día se escapará hacia el
espacio. Eso quiere decir que, en el futuro, Marte no tendrá satélites.
¡Pues me
independizo!
Hijos de Ares
Según la mitología griega, Fobos y Deimos eran gemelos e hijos del dios Ares y la diosa Afrodita. Ya te habrás
dado cuenta: esta vez el origen del nombre es griego y no romano. Fobos significa «miedo», mientras que
Deimos significa «dolor». Como ambos hermanos acompañaban a su padre a participar en la guerra, se los
conocía como el dios del miedo y del dolor en la batalla. ¡Qué temibles!
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Su origen se remonta al nacimiento del sistema solar: hay quien cree que son trozos de un mundo que
no llegó nunca a formarse, otros opinan que se trata de restos provenientes de otras partes del sistema
solar que se acumularon con el tiempo. Lo que se sabe con seguridad es que el cinturón de asteroides es
la frontera que separa el sistema solar interior de los gigantes gaseosos.
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El agua se va
En realidad, y lo que queda
sale agua de son sales.
mi interior.
Diosa de la agricultura
Según cuenta la leyenda, Ceres tenía una hija muy querida llamada Proserpina que fue secuestrada por
su tío Plutón, el dios del inframundo. Ceres la buscó por todas partes: se disfrazaba para no ser recono-
cida y enseñaba el arte de la agricultura a todo aquel que fuera bueno con ella o le diera información
sobre su hija perdida. Finalmente, el todopoderoso Júpiter ayudó a Ceres y obligó a Plutón a devolver a
Proserpina, pero el dios del inframundo consiguió hechizar a la muchacha para que volviera junto a él
durante seis meses al año. ¡Menudo canalla!
Y esta, dicen, es la razón por la que en primavera y verano Ceres es feliz con su hija y la vida regresa a
la naturaleza, mientras que en otoño e invierno, cuando Proserpina se marcha, la tristeza invade a la
diosa y la tierra pierde su frescura. Es una bonita historia para explicar las estaciones.
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Palas
Los primeros asteroides
Vesta, Palas y Juno fueron los primeros asteroi- Cuando la diosa Atenea era joven, solía competir
des que se descubrieron en la historia, a princi- con su amigo humano Palas en fuerza y habilidad.
pios del siglo xix. Palas es el de mayor tamaño, y Un día, ambos se «divertían» arrojándose lanzas
Vesta tiene un gran cráter en cuyo centro se eleva para esquivarlas o detenerlas con sus escudos. En
una montaña de 23 kilómetros de altura desde un mal momento, Atenea no midió bien, y su arma
su base, siendo una de las más altas del sistema voló con fuerza e hirió de muerte a su compañero
solar. Juno es el más pequeño e irregular de los de juegos. Triste, se hizo llamar Palas Atenea a par-
tres cuerpos. tir de entonces, en homenaje a su amigo.
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Los gigantes de gas como Júpiter no tienen suelo en el que aterrizar. Su parte exterior es gaseosa y, a medida
que nos adentramos en su interior, el gas se convierte en líquido y luego en un extraño sólido a mucha pre-
sión. En la capa exterior de Júpiter podemos observar cinturones de nubes turbulentas y uno de sus rasgos
más llamativos, la Gran Mancha Roja, que es una tormenta tan grande como dos planetas Tierra.
Por eso, los antiguos romanos lo nombraron padre de los dioses, rey del Olimpo y señor del cielo. Era el
equivalente al dios griego Zeus. Aunque se trataba de un dios sabio que impartía justicia, también era un
poco ligón y para conquistar a sus diferentes amantes se valía de trucos y transformaciones mágicas. Por
esta razón Juno, su esposa, se ponía tan celosa.
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Calisto
por estar con Zeus (o para salvarla de Hera). Al fi-
nal, la transformaron en constelación, la Osa Mayor,
para que viviera para siempre en el cielo.
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Lo más llamativo de este planeta son sus enormes anillos. Aunque todos los planetas gaseosos del sistema
solar tienen anillos, solo los de Saturno se ven fácilmente desde la Tierra. Están compuestos por agua helada
y partículas, que van desde el polvo más fino hasta rocas de varios metros de tamaño. Son espectaculares.
Hexágono del
polo norte.
En Grecia aquel dios era Cronos, perteneciente a la raza de los titanes. Los romanos lo identificaron con su
dios de las cosechas y la abundancia, Saturno, el padre de Júpiter, es decir, de Zeus. Cronos fue un monarca
terrible. Tanto que llegó a zamparse a varios de sus hijos por miedo a que, cuando crecieran, le quitaran el
trono. Pero Zeus escapó, rescató a sus hermanos con una poción mágica y fue a la guerra contra él y otros
titanes. Tras diez años de lucha, Zeus venció y desterró a su padre y al resto de sus enemigos al Tártaro, un
profundo abismo donde las almas eran juzgadas después de la muerte.
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Otro secreto de Titán son sus enormes campos de dunas, que están formados por un material más parecido
al plástico que a la arena. Si pudiéramos ir hasta allí, veríamos un cielo anaranjado, nubes heladas y una
espesa niebla por todas partes. Es un lugar extrañísimo.
Reinaron antes que los dioses del Olimpo y solían representarse como criaturas colosales y poderosas. Cuando
Zeus ganó la batalla contra su padre, Cronos, muchos titanes fueron encerrados en el Tártaro, un horrible
lugar situado en lo más profundo del inframundo, el reino del dios Hades.
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Dione Tetis
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Encelado
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Poderosos gigantes
Mimas y Encélado no recibieron nombres de titanes, sino de gigantes. No hay que confundir a titanes y gi-
gantes, pues, aunque son parientes cercanos, su naturaleza es diferente. Los gigantes nacieron de Gea para
pelear contra Zeus. Resulta que a Gea no le hizo gracia que su nieto Zeus encerrara a sus hijos titanes en el
Tártaro después de la guerra. Normal, ¿no? Para vencer a los gigantes, era necesario que un dios y un mor-
tal pelearan juntos. Los gigantes fueron derrotados por los dioses del Olimpo y por varios héroes mortales,
entre los que destacó Heracles (Hércules).
Mimas fue vencido por Hefesto, el dios del fuego y la forja, que le arrojó proyectiles de metal fundido. Encé-
lado huyó del campo de batalla y a Atenea solo se ocurrió… ¡tirarle encima la isla de Sicilia!
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Padre
Bisabuelo
Hijo
Abuelo
La personificacion del cielo
Para los astrónomos de la antigüedad, Urano no se distinguía de otras estrellas. Por eso, aunque a veces se
puede atisbar a simple vista, no fue clasificado como planeta hasta que, el 13 de marzo de 1781, William
Herschel lo descubrió con ayuda de un gran telescopio. Si después de Marte estaba Júpiter, y luego Saturno,
parecía lógico que después de Saturno estuviese Urano, el antepasado de todos ellos. ¡Nombre fácil para
Urano!
Urano era un titán primigenio que personificaba el cielo. Estaba casado con Gea, por lo que es el ancestro
de la mayoría de los dioses griegos. Tenía la mala costumbre de impedir que sus hijos titanes fueran libres
después de nacer, así que Gea se enfadó y quiso librarse de él. Fue Cronos quien decidió ayudar a Gea, su
madre, y pasó a convertirse así en el nuevo rey del universo, antes de que lo fuera Zeus.
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Titania es el más grande de los dos, con una superficie con grietas y abismos creados
durante su formación.
Oberón es parecido a Titania, algo más oscuro y viejo, saturado de cráteres y con
pocos signos de actividad interna.
Titania
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Oberon
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La razón de que todos estos satélites se parezcan tanto entre sí es que se formaron a partir de la misma nube
de materiales alrededor de Urano.
Satélites en
formación.
¡Satélites
listos!
Nube de
elementos.
Seres magicos
En la obra La tempestad, de Shakespeare, Miranda es la hija de Próspero, el duque de Milán. Por cosas de la
vida, ella y su padre viven en una isla donde encuentran a un travieso silfo atrapado en un árbol por culpa
del hechizo de una bruja. Es Ariel, un espíritu infantil que se pone al servicio de Próspero.
El silfo Ariel también aparece en otra obra llamada El rizo robado, donde conocemos a Umbriel, un gnomo
que disfruta con las desgracias ajenas. Así, mientras Ariel es luz y brillo, Umbriel es oscuridad y sombras.
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Ariel
Umbriel 43
44
¡Ahí
estás!
Ya era hora.
Neptuno era el señor de los mares, igual que el dios griego Poseidón. Este dios fue devorado al nacer por
su padre, Cronos, pero volvió a la vida gracias a Zeus y luchó con él contra los titanes de su padre. Cuando
terminó la batalla, el mundo fue dividido en tres: Zeus recibió la tierra y el cielo, Hades el inframundo y
Poseidón los mares, en cuyas profundidades se levanta su reino.
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Proteo
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Dioses marinos
Tritón era hijo de Poseidón y Anfitrite, la diosa del mar
en calma. Como dios marino, gobernaba las profundida-
des de los océanos y tenía el poder de calmar las aguas
soplando a través de su cuerno, que había sido fabricado
a partir de una caracola.
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Hay dos tipos de cometas: los de periodo corto, que tardan menos de 200 años en dar una vuelta alrededor
de Sol, y los de periodo largo, que lo hacen en miles o millones de años, ya que viajan muy lejos. ¡Son los
exploradores espaciales! El Halley es el más famoso de los cometas, porque fue el primero en ser conside-
rado como tal. Hasta entonces se creía que los cometas solo hacían una pasada a través del sistema solar
para no volver jamás.
Astronomo Halley
En 1705, el astrónomo inglés Edmund Halley se dio cuenta de que varios cometas brillantes observados en el
pasado eran en realidad el mismo cuerpo regresando una y otra vez. Así fue como Halley descubrió el primer
cometa periódico conocido en la historia: ¡el cometa Halley!
Desde entonces, el cometa Halley se ha relacionado con observaciones de hasta 2.000 años de antigüedad.
Ahora sabemos que el punto más lejano de su órbita está más allá de Neptuno y que se acerca al Sol cada
75 años terrestres, más o menos, lo que lo convierte en un cometa de periodo corto.
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Como está tan lejos, sabemos poco de este lugar, pero hemos encontrado algunos planetas
enanos y lunas: los astromitos más recientes conocidos.
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Caronte
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Hidra Nix
Cerbero
Estigia
Caronte era el barquero encargado de conducir a las almas de los recién fallecidos a través de la laguna
Estigia para llevarlas al reino de Hades.
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Disnomia
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Un planeta enano muy lejano
Eris es otro planeta enano del cinturón de Kuiper, casi del mismo tamaño que Plutón pero un poco más
pesado. Está tan lejos que tarda 557 años en dar una vuelta al Sol. ¡Menudo maratón! Si lo comparamos con
el resto de planetas, la órbita de Eris es la más inclinada de todas, y por esa razón este planeta enano no fue
descubierto antes. Eris tiene un satélite compañero llamado Disnomia, minúsculo para la inmensidad del
espacio, unas sesenta veces más pequeño que el planeta enano.
Discordia y desorden
Cuando Eris fue descubierta, los científicos se dieron cuenta de que Plutón no debería ser un planeta. Y
es que Eris y Plutón son más pequeños que el resto de planetas que giran alrededor del Sol y tienen cerca
asteroides, cometas y otros objetos helados. No todo el mundo estuvo de acuerdo con esta decisión.
Muchas personas se enfadaron porque Plutón dejara de serlo de la noche a la mañana. ¡Vaya revés para
el pobre Plutón!
Este descontento fue la razón de que Eris se llame así, como la diosa griega de la discordia. En la mitología,
Eris engañaba a los demás para que se pelearan entre sí. Una vez, en una boda, ofreció una manzana dora-
da «a la más bella», y tres diosas se enfadaron para ver quién se la merecía más. ¡Esto acabó provocando
la guerra de Troya! Disnomia es una de las hijas de Eris, un espíritu o demonio al que le gusta que la gente
se porte mal. De tal palo, tal astilla.
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Estatua de
Conejo de la Isla de
Pascua. Pascua.
Dios de la creacion
Antes de ser bautizado de verdad, el planeta enano Makemake era conocido como «Conejo de Pascua»,
porque se descubrió durante la semana de Pascua. Su nombre final, Makemake, lo toma del dios creador
del mundo de los Rapa Nui, los habitantes de la Isla de Pascua. La isla se llama así por la misma razón: fue
descubierta por los europeos en Domingo de Pascua.
Dice la leyenda que cuando Makemake creó la Tierra se sintió solo y por eso también creó a los humanos.
Más tarde condujo a algunos de ellos a una isla deshabitada, la Isla de Pascua, para que levantaran un nuevo
reino. Y allí, dicen, se quedaron a vivir los Rapa Nui, e hicieron las famosas esculturas de piedra que todo el
mundo conoce.
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Hi’iaka
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Seguramente esta velocidad se deba a un impacto que sufrió contra un objeto de, por lo menos, la mitad de
su tamaño, que le dio un buen impulso y arrojó escombros al espacio, a partir de los cuales se pudieron crear
sus dos lunas, llamadas Hi’iaka y Namaka.
Un poco
sí que nos
parecemos.
Diosa de la fertilidad
El nombre de Haumea proviene de la mitología hawaiana. La razón es que este planeta enano fue descubier-
to desde la isla de Hawái. Haumea es la diosa de la fertilidad y madre de muchos dioses. Decían que sus hijos
nacieron de diferentes partes de su cuerpo.
Hi’iaka, diosa de las plantas, la poesía y la danza, surgió de la boca de Haumea, mientras que Namaka, diosa
del mar, vino del muslo de su madre.
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Oumuamua ya se ha ido y se perderá de nuevo en las profundidades del espacio para visitar otra estrella en
un futuro lejano. ¡Buen viaje!
Vosotros dais
vueltas, pero
yo me voy.
El primer explorador
Como Haumea, Oumuamua fue descubierto desde Hawái. Su nombre quiere decir algo así como «llegar des-
de lejos» o «el primero que nos alcanzó». Los astrónomos piensan que cada año nos visitan varios objetos
de fuera del sistema solar, pero son tan pequeños que no los detectamos casi nunca. No importa cuántos
encontremos en el futuro, porque Oumuamua siempre será el primero.
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Lo que sí sabemos es que el cinturón de Kuiper acaba como si de repente ya no hubiera más rocas,
ni más hielos. Más allá, hay un disco disperso y después, una nube redonda de objetos que envuel-
ven todo el sistema solar. De allí vienen los cometas de largo periodo que tardan miles o millones de
años en dar una vuelta al Sol. ¡Es el más allá!
Es la nube de Oort, tan alejada que para superarla por completo tendríamos que viajar un año a la
velocidad de la luz. ¡Y nada puede ir más rápido que la luz!
Tras ella, nos adentramos en el espacio interestelar de nuestra galaxia, la Vía Láctea. Millones de
estrellas brillan con luz propia y nos enseñan que hay una cantidad inimaginable de planetas repar-
tidos por el universo. Tantos mundos a los que poner nombre y de los que aprender, tantas leyendas
que se contarán, tantos astromitos por nacer.
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ISBN: 978-84-488-5653-3
www.megustaleer.com