Moreno Fernández
Moreno Fernández
Moreno Fernández
ISBN: 84-9822-495-0
Madrid: Liceus. 2006
ESQUEMA
Introducción
Del paisaje lingüístico florecido durante la Edad Media peninsular, las únicas
lenguas que cumplían sobradamente con los requisitos que, según la terminología de
Stewart (1968), llevan al reconocimiento de una lengua como lengua “estándar”
(historicidad, vitalidad, autonomía y estandarización) eran el castellano y el catalán
(Marcel 1987), además del portugués; las demás podían ser calificadas como
“vernáculas” o como “dialectos”. Y de ellas, el castellano fue, sin duda, la lengua que
disfrutó de un nivel de estandarización más avanzado gracias a la “planificación”
llevada a cabo por Alfonso X, contribuyendo a un cierto ordenamiento lingüístico y
utilizando la lengua para la ciencia o la filosofía. Hay razones para pensar que el
castellano forjado en el escritorio alfonsí es difícil de adscribir a un origen dialectal
concreto porque refleja una especie de variedad koinética de Castilla (Fernández
Ordóñez 2004: 403).
El siglo XVI colocó al castellano en la vanguardia de la “estandarización” de las
lenguas de Europa, gracias a las obras de un puñado de hombres de letras
excepcionales: Elio Antonio de Nebrija, Sebastián de Covarrubias, Bernardo de
Aldrete, Gonzalo Correas. La figura de Nebrija tuvo una enorme dimensión, tanto entre
sus coetáneos como entre los hombres de letras de los dos siglos posteriores. A él le
corresponde el mérito de haber publicado la primera gramática de una lengua
románica (Gramática de la Lengua Castellana, Salamanca, 1492). La obra de Nebrija
se agiganta al advertir que la primera gramática de la lengua portuguesa, la de Fernão
de Oliveira, se publicó en 1536, que la primera del vasco apareció en 1587, si se
acepta la afirmación de Hans Arens (1976: 94) o en 1729, si se acepta como tal el arte
de la lengua vascongada de Manuel de Larramendi; que la primera Gramática de
lengua mallorquina, de Juan José Amengual, es de 1835 y que la primera gramática
del gallego, firmada por Francisco Mirás, se publicó en 1864, por no hacer referencia
más que a obras relativas a lenguas de la Península.
Pero, en el caso de Nebrija, no fue solamente la gramática, porque en 1492
publicó en Salamanca su Diccionario latino-español, complementado hacia 1495 con
el Vocabulario español-latino; en 1517 apareció, en Alcalá de Henares, su Reglas de
orthographia en la lengua castellana. Y la labor de Nebrija respecto a las lenguas
romances no terminó aquí, sino que se extendió al catalán, mediante la adaptación y
traducción de Gabriel Busa (Diccionario latín-catalán y catalán-latín, Barcelona, 1507),
y a otras muchas lenguas porque fueron legión los que siguieron su metodología o
utilizaron como base sus diccionarios a la hora de codificar otras lenguas, en Europa y
en la joven América española (Alvar 1992; Moreno Fernández 1994).
Con toda la importancia de Nebrija, la labor renacentista de elaboración de
gramáticas y diccionarios tampoco acaba en su obra. En el campo de la lexicografía,
nuestro periodo conoció dos obras fundamentales: el Universal vocabulario de latín en
romance, de Alfonso de Palencia (Sevilla, 1490) y, muy singularmente, el Tesoro de la
lengua castellana o española, de Sebastián de Covarrubias (Madrid, 1611), el primer
diccionario monolingüe del español, el primero que puede recibir el calificativo de
“moderno” entre los publicados en la Península. En el ámbito de la gramática, la
relación de obras publicadas a caballo de los siglos XVI y XVII es larga. Basten estas
pocas referencias (Ramajo 1987): Cristóbal de Villalón: Gramática castellana
(Amberes, 1558); Útil y breve institución para aprender los principios y fundamentos de
la lengua Hespañola (Lovaina, 1555), Gramática de la lengua vulgar de España
(Lovaina, 1559); Bartolomé Jiménez Patón: Institutiones de la Gramática Española
(Baeza, 1614). Y, en lugar destacado, la obra de Gonzalo Correas Arte de la lengua
española castellana (Salamanca, 1626).
Ahora bien, desde el siglo XVII ninguna intervención ha resultado tan
trascendente y decisiva para la historia de la lengua como las practicadas por la Real
Academia Española. La Academia se fundó con los precedentes directos de la
Academia della Crusca de Florencia, creada en 1582, y de la Academie Française,
fundada en 1635 por el Cardenal Richelieu. No se trataba de una iniciativa
absolutamente original, dado que ya desde el siglo XV proliferaron los más diversos
tipos de academias en España, que respondían a intereses tan diversos como la
literatura, la arqueología o la historia, aunque en su mayor parte funcionaban como
cenáculos literarios (Zamora Vicente 1999: 13-14). Sin embargo, es palmario el influjo
de las academias francesa e italiana, por su espíritu y por sus obras, así como del
modelo francés de mecenazgo por parte de la Corona.
La Real Academia Española nació con un claro propósito: el cuidado de la
lengua castellana. Ese cuidado puede entenderse como un intento de contrarrestar la
supuesta decadencia derivada del barroquismo y el culteranismo o como una forma de
plantar cara al empobrecimiento progresivo o a la influencia excesiva de otras lenguas,
como podría ser el caso del francés (Fries 1989). Por otro lado, se hizo imperiosa la
necesidad de fijar una norma general, de crear un modelo de lengua nacional. El
espíritu que impregnaba las ideas lingüísticas de los siglos XVII al XIX era el de la
defensa a ultranza de lo correcto y la concepción de la lengua como un ser vivo,
sujeto, por tanto, a todo tipo de deturpaciones internas y de agresiones externas, que
había que evitar y paliar.
La labor de planificación del corpus realizada por la Real Academia Española
comenzó a dar sus primeros frutos a lo largo del siglo XVIII, con la publicación, entre
1726 y 1739, del Diccionario de la Lengua castellana, conocido como Diccionario de
Autoridades. El Diccionario se redujo “para su más fácil uso” en 1780, creando así la
primera entrega del diccionario general de la lengua que en su 15ª. edición, la de
1925, pasó a llamarse Diccionario de la Lengua Española. En 1741 se publica la
Orthographia Española y en 1771 la Gramática de la Lengua Castellana. De este
modo, la Academia sienta las bases de una importante labor de estandarización que
se ha prolongado hasta la actualidad.
a) las imponentes alturas de toda la región andina, que hicieron que el proceso de
hispanización fuera débil y tardío, con el consiguiente mantenimiento de una
importante población autóctona;
b) las dificultades de comunicación entre las tierras altas de las sierras andina y las
costas del Pacífico, que hicieron posible la creación de variedades dialectales
suficientemente diferenciadas, más conservadoras las primeras e innovadoras las
segundas;
c) la barrera natural de los Andes, que le ha conferido a Chile una personalidad
lingüística bien marcada;
d) la impenetrabilidad de la selva del Amazonas, que ha impedido el contacto
histórico entre el dominio del español y del portugués y que ha caracterizado
lingüísticamente las áreas correspondientes de los países hispánicos;
e) la frondosidad y fragmentación de la región de los grandes ríos (en las fronteras
de Paraguay, Uruguay y Argentina), que han hecho posible el mantenimiento de
una importante población guaraní y la formación de una modalidad de español más
conservadora;
f) la naturaleza llana y extensa de la región ganadera de los gauchos, entre Brasil y
Uruguay, que permitió unos interesantísimos intercambios lingüísticos, incluida la
creación de la variedad mixta llamada “fronterizo”;
g) la importancia del puerto de Buenos Aires, vía de acceso para procesos
migratorios de grandes dimensiones, con todas sus secuelas lingüísticas;
h) la gran extensión y dureza de los territorios del interior argentino, que solo muy
tardíamente pudieron ser poblados por hispanohablantes.
Mapa físico de América del Sur
Conclusión
En su historia
a) El español es una lengua milenaria, con una notable continuidad en
cuanto a la inteligibilidad diacrónica.
b) Las primeras muestras de castellano escrito son tanto documentos
públicos (fueros, repartimentos), como documentos privados, de carácter utilitario e
inmediato (glosas, listas, cartas, testamentos privados).
c) En el origen y la evolución del español han sido decisivos los contactos
con sus lenguas circunvecinas (vasco, lengua romances peninsulares, árabe,
lenguas indígenas americanas, lenguas indígenas polinésicas).
d) Tanto en España como en América, el español ha funcionado como koiné
o variedad franca para el entendimiento entre pueblos de procedencia lingüística
diversa.
e) La conversión del español en lengua nacional de España respondió a las
condiciones socioeconómicas y culturales favorables experimentadas por Castilla
desde la Edad Media y, muy especialmente, desde el siglo XVI.
f) El español ha disfrutado a lo largo de su historia de un nivel de
estandarización de los más avanzados entre las lenguas europeas.
En su geografía
a) El español es la lengua de un extenso dominio, geográficamente muy
compacto.
b) El español posee un notable nivel de homogeneidad lingüística,
compatible con su diversidad geolectal.
c) El español posee un índice de comunicatividad alto y un índice de
diversidad bajo.
d) La configuración geolectal del español es policéntrica, aunque su
estandarización sea monocéntrica.
Como puede observarse, la dimensión histórica y geográfica de la lengua española
es muy rica y compleja; tanto, que han sido y seguirán siendo campos de estudio
enormemente atractivos.
BIBLIOGRAFÍA