Estudio Workbook Mujer Emocionalmente Sana Realizado Por Kenya Aburdene

Descargar como pdf o txt
Descargar como pdf o txt
Está en la página 1de 26

ESTUDIO LIBRO MUJER EMOCIONALMENTE SANA

TEMAS
• Introducción Al Libro
• Tema 1: Deja De Temer Lo Que Piensen Los Demás
• Tema 2: Deja De Mentir
• Tema 3: Deja De Morir A Las Cosas Incorrectas
• Tema 4: Deja De Negar El Enojo, La Tristeza Y El Temor
• Tema 5: Deja De Culpar
• Tema 6: Deja De Ocuparte Demasiado
• Tema 7: Deja El Pensamiento Erróneo
• Tema 8: Deja De Vivir La Vida De Otros

INTRODUCCION

Éste libro trata acerca de seguir a Jesús y reunir el valor para dejar todo lo que no
pertenezca a su reino o esté bajo su gobierno.

Hoy en día la comunidad cristiana ha dado mucho valor a la perseverancia y la


resistencia pero debemos saber exactamente en que debemos preservar y resistir
y que debemos dejar atrás.

La clase de dejar atrás de la que se habla, no es una consecuencia de debilidad o


marcharse debido al desanimo. Es el resultado de ser fuerte y elegir vivir en la
verdad de Jesús. Significa dejar de simular que todo está bien cuando no lo está.

El acto de dejar que encontramos en la Biblia va de la mano con elegir.

Cuando dejamos aquellas cosas que están dañado nuestra alma o la de los
demás, somos libres para elegir otras maneras de ser y relacionarlos que están
cimentadas en el amor y conducen a la vida . Por ejemplo:
-Cuando dejamos de temer lo que los demás piensan, elegimos la libertad.
-Cuando dejamos de mentir, elegimos la verdad.
-Cuando dejamos de culpar, elegimos asumir la responsabilidad.
-Cuando dejamos de pensar en un erróneamente, elegimos vivir la realidad de
Cristo para nuestras vidas.

Buscar Efesios 4:22-25

Despojaos del viejo hombre…vestíos del nuevo hombre: Esto tiene la misma
idea de quitarse o ponerse un set de ropa. La idea es la de “vestirse” a una
diferente manera de vivir.
Piensen en un prisionero que ha sido liberado de prisión, pero que aún usa su
ropa de prisionero y actúa como prisionero, no como un hombre libre. Lo primero
que se le diría a esa persona es: “ponete ropa nueva.”

Incluso, mientras te pones ropas diferentes, cambiará la manera de pensar sobre


vos mismo y la forma de verte; de la misma forma, el ponerte esta distinta manera
de vivir´ empezará a cambiar tus actitudes. Esto significa que no debiéramos de
esperar a sentirnos como un nuevo hombre antes de vestirnos del nuevo
hombre.

TEMA 1: DEJA DE TEMER LO QUE PIENSEN LOS DEMÁS

Como cristianos, la palabra “Afirmación” se ha convertido en una palabra preferida


y popular. La escuchamos en los cumpleaños, en las reuniones de lideres, entre
amigos. La afirmación de parte de una líder, pastor o hermano es algo que
bendice y anima a las personas, pero puede ser muy dañino cuando la idea de
recibir una afirmación, se convierte en Aprobación. Cuando la afirmación y la
validación de otros se convierte en algo que uno debe tener.

Descansar en la aprobación de los demás para nuestro sentido de autoestima es


una contradicción directa con la verdad bíblica, nuestro falso sentido de
bienestar—es decir, nuestra capacidad de ser amados, nuestro sentido de ser lo
suficientemente buena- en definitiva no debe provenir de los demás, sino de dos
realidades fundamentales:

1. Fuimos creados a la imagen de Dios.


Esto significa tener un valor inherente. Somos tesoros sagrados, infinitamente
valiosos como hijas de Dios a pesar de lo que hagamos.

2. Tenemos una nueva identidad en Cristo.


Cuando comenzamos una relación con Jesús, encontramos nuestra nueva
identidad en El. Ahora dependemos del historial inmaculado de Jesús para
nuestra relación con Dios. Somos amadas y se nos considera lo
suficientemente buenos por SU CAUSA, no por nuestras obras ni fuerzas. No
hay nada que demostrar.

Al igual que la autora del libro y según su testimonio, ella siendo pastora,
esposa del pastor general de la iglesia, menciona que durante años memorizó
versículos claves, realizado estudios bíblicos sobre gálatas y romanos y meditó
sobre la justicia de Cristo como el fundamento de quien era ella.

Y a pesar de eso, grandes porciones de su identidad no habían sido


alcanzadas por la verdad del amor de Cristo hacia ella. Y esto también sucede
con nosotras, cuando nuestra capacidad de ser amadas no proviene de Cristo,
sino de lo que los otros perciben de nosotras.
En mateo 26:31-75
Después del arresto de Jesús, los doce discípulos lo abandonan y huyen, sin
embargo Pedro lo sigue hasta un patio externo mientras se llevaba acabo el
juicio de Jesús y muchos lo reconocen como su amigo. Con todo, pedro niega
tres veces conocerlo. Su temor a la desaprobación superaba lo que sabia y
creía intelectualmente como verdad. Pedro había confesado antes a Jesús
como el Mesías, pero esta convicción no era lo bastante profunda en el como
para soportar el posible rechazo y desaprobación de la gente.

Personajes bíblicos y la desaprobación

Las escrituras están repletas de ejemplo de personas que se desviaron al mirar a


los demás a fin de que les dijeran que estaban bien.

1. Jacob: Vivía llevado por el temor a lo que los demás pensaban y continuo
las mentiras de su madre en lugar de confrontarla. (Génesis 27)
2. Rubén: Prefirió tratar con amabilidad a su hermano José en vez de
venderlo como esclavo, pero la presión de los nueve hermanos lo superó.
Preocupado por lo que pensaran si el era el único defensor de su hermano
menor, se unió a ellos en un crimen espantoso. (Genesis:12-36)
3. Aarón: se solidarizó con la congregación descontenta que esperaba a que
Moisés descendiera del Monte Sinaí después de cuarenta días. El pueblo
quería un dios que pudieran ver y tocar, de modo que Aarón al final
sucumbió a la presión y les construyo un becerro de oro para aplacar su
ansiedad. (Éxodo 32)
4. Timoteo: Tenia la tendencia a ser temeroso y ceder a los que le rodeaban
casi hace que la iglesia de Éfeso fuera desviada por los falsos maestros. (1
Timoteo 1)

Al igual que estas personas, existieron muchas mas con las cuales podríamos
identificarnos. Decimos que Cristo ha cambiado nuestras vidas. Pero ¿De verdad
lo hizo? ¿Qué tan profundamente?

A veces nuestra necesidad de que otros nos digan que estamos bien resulta tan
sutil, pero tan penetrante, que puede ser difícil y a la vez aterrador reconocerla en
nuestra vida. Consideremos algunos ejemplos que describe el libro:
• Estás dolida por el comentario de una amiga, pero no dices nada porque no
quieres que piensen que eres susceptible o irritable.
• Tu mecánico te pasa una factura de casi el doble de lo que originalmente habían
acordado por reparar tu auto, pero está ocupado con otros clientes y no quieres
hacer una escena pidiendo una explicación.
• Saliste con un grupo de amigos a ver una película. Todos excepto tú quieren ir a
ver una en particular, pero no quieres que te vean como una persona complicada
o desagradable, así que te conformas y no dices nada.
• Tu familia quiere que vayas a la fiesta de jubilación de tu tía, a cien kilómetros de
tu ciudad. No quieres asistir, pero vas de
todos modos con tal de no tener que enfrentar la desaprobación de tus parientes.
Estás involucrado en una relación de noviazgo enfermiza con alguien porque no
sabes cómo terminar. Temes las repercusiones en los amigos mutuos y te
preguntas si la gente dirá: «¿Qué anda mal con él? ¿Otra relación fracasada más?
¿Quiere quedarse soltero para siempre?»
• Estas visitando a unos vecinos, pero no disciplinas la mala conducta de tu hijo de
cuatro años porque temes que te avergüence con otro berrinche.
• Tienes un empleado que está haciendo las cosas mal y agotando al resto del
equipo. Le das indicios de que necesita cambiar, pero él no capta el mensaje. Eres
su supervisor, pero no puedes tolerar la idea de hacer que pierda su empleo.
Como no quieres despedirlo, tienes que contratar a otra persona para que lo
cubra. Tu resentimiento crece.

Presta atención a cómo actúas en los próximos días. Observa tus interacciones
con los demás. Determina el número de veces que tus palabras y acciones se
modifican para obtener la aprobación - evitar la desaprobación- de los demás. Los
cambios que hacemos en nuestra conducta a menudo son sutiles y están por
debajo del nivel de nuestra conciencia. ¡Mantente alerta!

Ámate a ti misma por causa de Dios


Para muchos cristianos hoy el amor de Dios en Cristo sigue siendo una creencia
intelectual que afirmamos más que una realidad que experimentamos, la cual
transforma nuestros pensamientos y sentimientos acerca de nosotros mismos.
Como consecuencia, continuamos buscando el amor de la gente de una manera
destructiva. Bernardo de Clairvaux, el gran líder cristiano del siglo doce, habló de
cómo el amor de Dios nos conduce a un amor sano hacia nosotros mismos. Le
llamó a esto los cuatro grados
del amor1.
1. Amarnos por nuestra propia causa. Queremos evitar el infierno e ir al cielo,
entonces hacernos las cosas correctas tales como asistir a la iglesia, orar y
diezmar. Cuando la amenaza del cielo es eliminada, nuestra vida espiritual se
disipa rápidamente.
2. Amar a Dios por sus regalos y bendiciones. Estamos felices con Dios siempre y
cuando las cosas marchen bien en nuestras vidas. Cuando las pruebas y
complicaciones empiezan, nos desilusionamos y alejamos de él.
3. Amar a Dios solo por él. En esta etapa nuestro amor a Dios no está basado en
nuestros sentimientos o circunstancias. Lo amamos y confiamos en él por la
belleza y bondad de quién es, no debido a lo que podemos obtener de él. Vemos
nuestras tribulaciones y sufrimientos como dones para fortalecer nuestra fe y amor
hacia él.

4. Amarnos por causa de Dios. En este cuarto nivel y el más alto, la anchura, la
altura y la profundidad del amor de Cristo - un amor que sobrepasa todo
conocimiento humano ha penetrado ahora hasta lo más profundo de nuestro ser,
liberándonos de nuestra necesidad de buscar ese amor en otros.
El amor nos hace libres para entender quiénes somos a la luz del amor de Dios
hacia nosotros en Cristo Jesús. Tenemos valor y trascendencia, pero no por lo que
hacemos o lo que los demás puedan llegar a decir. Somos «dignos de amor»
porque Dios nos ama. El perfecto amor de Dios echa fuera todo el temor a lo que
los demás piensen. Descubrimos que este amor, como escribe el salmista, es
mejor que la vida (Salmo 63:3).

Un modelo saludable

Para el momento en que llegamos a ser adultos, hemos acumulado millones de


mensajes verbales o no de parte de nuestras familias, culturas, e incluso de
nuestras iglesias. Ellos nos dicen lo que debemos hacer, ser, pensar y sentir para
ser amados, aceptados y aprobados. Por esta causa, tomar la decisión de dejar de
temer a lo que digan los demás no es un acto de una sola vez, sino una disciplina
espiritual constante. La profundidad de nuestro deseo distorsionado de una
validación falsa aparte del amor de Dios tiene mucho alcance, más de lo que
podemos entender. Sin embargo, Jesús murió, resucitó y nos dio su Espíritu para
que podamos vivir una transformación y libertad continuas.

Juan 12 nos cuenta la historia de María, la cual nos ofrece un modelo de lo que
significa anclar nuestra identidad en el amor de Cristo por nosotros más que en la
opinión de los demás. María se suelta el cabello en público y lava los pies de
Jesús como si fuera una humilde esclava gentil. En la cultura judía antigua esto
era visto como un comportamiento escandaloso.
¿Está tratando de seducir a Jesús?
¿No siente respeto por sí misma?
¿No está consciente de lo que la gente puede llegar a decir de ella?

Sentada a los pies de Jesús, María no está preocupada por lo que puedan pensar
de ella. El amor y el perdón de Cristo penetran hasta lo más hondo de su ser. Esta
experiencia profunda no solo la libera del sentimiento de vergüenza, sino que
ilumina la verdad acerca de su valor y estima. Su corazón rebosa de gratitud hacia
Jesús por su amor, misericordia y asombrosa seguridad.

María comprende que su valor se relaciona más con Jesús que con las opiniones
de la gente. Sus acciones no están dictadas por lo que está bien a los ojos del
mundo, sino por lo correcto a los ojos de Cristo. Esto le brinda confianza en sí
misma a pesar de lo que la gente piense.

Al igual que ella, estás invitada a basar tu identidad en una experiencia continua
del amor de Dios en Cristo Jesús. Solo así entonces, seremos capaz de vivir una
vida sincera y auténtica a la luz del amor de Cristo.
TEMA 2: DEJA DE MENTIR

Mentir conforma de tal manera una gran parte de nuestro mundo —en la política,
los negocios, el matrimonio, las salidas románticas, la devolución de impuestos, la
búsqueda laboral, las publicidades, la familia, las amistades, el lugar de trabajo, la
escuela— que no deberíamos sorprendernos de que la mentira sea tan común
dentro de la comunidad cristiana.

• Saludas a alguien con una enorme sonrisa y un abrazo, pero la verdad es que no
soportas a esa persona.
• Dices: «Estamos bien en nuestra relación», cuando en realidad la mejor
descripción es que la relación está toxica.
• Afirmas: «Estoy bien. No me molesta haber perdido mi trabajo. No estoy
preocupada», pero lo cierto es que tienes mucho miedo de tu futuro.
• Comentas: «Creo que hiciste un gran trabajo», cuando en realidad crees que su
desempeño fue a lo sumo aceptable.
• Decís: «Ah, no puedo ir. Estoy muy ocupada», aunque la verdad es que prefieres
no asistir a la actividad.

Mentir y fingir son actos tan asociados a nosotros que casi no los notamos. Cada
cultura y familia tiene su manera particular de dar rodeos, ocultar los hechos y
evitar los momentos desagradables. Mentimos con las palabras. Mentimos con
nuestra sonrisa. Mentimos con nuestro cuerpo. Mentimos con nuestro silencio. Y
pensamos que no es grave porque «todo el mundo lo hace».

El grado de verdad, el grado de libertad

Parte del maravilloso plan de Dios desde el comienzo ha sido que los seres
humanos vivan en la verdad. Esto sigue siendo vital en su diseño a fin de que
disfrutemos de libertad y gozo. Jesús dijo:

«Si se mantienen fieles a mis enseñanzas, serán realmente mis discípulos; y


conocerán la verdad, y la verdad los hará libres» (Juan 8:31-32).

(Esta verdad incluye tanto la verdad bíblica acerca de Dios como la verdad en
general)

Como seguidores de Jesucristo, el grado en el que vivimos en la verdad determina


el grado en que somos libres. Cuando mentimos en ciertas áreas de nuestras
vidas, nos ponemos cadenas, limitando la libertad que Cristo conquistó para
nosotros.

-Si un pastor enseña la Biblia en su iglesia y luego se va a su casa y pasa tiempo


en secreto viendo pornografía en la Internet, no es libre, sino que está en cadenas.

-Leo y Mary se presentan en su grupo pequeño como una pareja cristiana sólida.
Sin embargo, Mary a menudo explota de rabia con Leo. Él tiene miedo de hablar
con ella o discutir sobre la más mínima cosa con tal de no empeorar la situación.
No quieren admitir este problema ni entre ellos ni a los demás. Leo y Mary no son
libres, sino esclavos.

Una gran guerra espiritual se desata en torno a este tema en nuestras vidas. Por
esta razón, Pablo cita el cinturón de la verdad como el primer elemento en la
armadura de Dios que debemos ponernos para defendernos contra los poderes
del mal. (efesios 6:12-14)

Cuando mentimos, ya no estamos bajo el dominio de Dios, sino de Satanás. Jesús


se refiere al maligno como el «padre de mentiras» (Juan 8:44). Y una vez que
cruzamos esa línea somos vulnerables a una variedad de ataques y engaños.

¿Conflicto? ¡Algo debe andar bien!

Hablar la verdad no nos asegura una reacción bien recibida de parte de nuestros
oyentes. La verdad dicha de forma irresponsable o con falta de respeto casi
siempre produce un daño innecesario.

Recuerda, el Señor vino lleno de gracia y verdad (Juan 1:17). Hablar la verdad
con amor incluye:
-elegir el tiempo indicado
-emplear las palabras de forma respetuosa
-responsabilizarte por tus propios sentimientos y pensamientos
-hablar en primera persona
(No nacemos con estas habilidades, sino que debemos aprenderlas y
practicarlas.)

La práctica de decir la verdad

Una cosa es dejar de mentir y otra muy distinta es empezar a decir la verdad.
Hacerlo con habilidad es una de las principales maneras en que reconocemos y
respetamos la imagen de Dios en nosotros y los demás. Aprender a hablar la
verdad resulta crucial para nuestra madurez espiritual.

• Respetuosamente. Sé amable, no insultante, teniendo en cuenta los


sentimientos de la otra persona.
-Irrespetuosamente: «Esa idea apesta ...».
-Respetuosamente: «Es una idea interesante» o «Estoy algo confundido por
tal cosa...».
• Sinceramente. Di lo que en verdad piensas o sientes; no mientas o evadas
la verdad.
-Sin sinceridad: «No puedo ir a almorzar. Tengo otros planes».
-Con sinceridad: «Prefiero no ir al almuerzo hoy porque quiero estar un
tiempo a solas».
• Directamente. No te vayas por las ramas o hagas insinuaciones para evitar
la verdad. No hagas declaraciones cuando en realidad estás haciendo una
pregunta.
-Indirectamente: «Están exhibiendo una buena película en el cine, pero está
lloviendo».
-Directamente: «¿Te gustaría ir conmigo a ver una película aunque esté
lloviendo?».
• Claramente: Piensa antes de hablar para describir bien lo que quieres
decir. Incluye detalles.
-Sin claridad: «Quisiera que algunas veces prepararas la cena».
-Con claridad: «¿Podrías preparar la cena los martes y jueves y hacerte
responsable de todos los ingredientes que precises?».

Esto requiere reflexión y energía. Recuerda, probablemente lleves toda una vida
de no hablar con respeto, sinceridad, determinación y claridad. Pocos de nosotros
hemos podido observar el ejemplo en nuestras familias y culturas. Así que date
tiempo y gracia para practicar esta nueva habilidad.

Mentirle a Dios

La Biblia es brutalmente honesta al exponer las fallas de algunos de los grandes


hombres y mujeres de fe cuando se trata de mentir. Abraham, Sara, Moisés,
Aarón, Isaac, Rebeca, Jacob, Raquel y David mintieron, junto con Pedro en el
Nuevo Testamento. Si estos santos lucharon por ser veraces, ¡entonces ninguno
de nosotros está exento!
Así que todos debemos tomar en serio la exhortación de Pablo en Efesios 4:25:
“Por lo tanto, dejando a un lado la mentira, hable verdad cada uno con su
prójimo, porque somos miembros los unos de los otros”.

El apóstol enfatiza aquí decir la verdad, especialmente dentro de la iglesia. Mentir


a los demás, particularmente a los hermanos en la fe, no es una opción para el
cristiano. Somos miembros unos de otros, y las mentiras debilitan la unidad del
cuerpo de Cristo, sembrando semillas de división, discordia y desconfianza.
La veracidad es importante para Dios porque Él es el Dios de la verdad que odia la
mentira y la falsedad. Dado que la falsedad es contraria a la naturaleza santa de
Dios y, de hecho, es parte de la naturaleza rebelde de Satanás. En Proverbios
6:16-19, Salomón enumera siete cosas que Dios odia. Dos de los siete tienen que
ver con la mentira. Proverbios 12:22 dice: “Los labios mentirosos son
abominación a Jehová, pero los que obran fielmente son su deleite”. Dios
nos dice que no andemos con rodeos ni disimulos en nuestra relación con Él. El
quiere que seamos sinceros los unos a los otros (Efesios 4:25) como también lo
seamos con Él.

Un modelo bíblico de una espiritualidad genuina abraza sus mundos emocionales


internos y no mienten acerca de ellos.
-Los profetas Elías y Jonás le decían a Dios con toda sinceridad que preferían
morir (1 Reyes 19:1-5; Jonás 4:8).
-Job oraba oraciones insolentes maldiciendo el día de su nacimiento luego de
haber perdido a sus diez hijos y su salud.
-Juan el Bautista, en una profunda lucha interior, le expresó abiertamente al Señor
su confusión acerca de la verdad de que Jesús era el Mesías.

Tenemos que enfrentar, en la presencia de Dios, todas nuestras desilusiones y


luchas (grandes o pequeñas) junto con todas las emociones que vienen
aparejadas. A veces pensamos de modo erróneo que si no decimos ciertas cosas
en voz alta, no serían una realidad, incluso para Dios. Él no sabría lo enojada,
deprimida, avergonzada, desesperanzada o confundida que nos sentimos (como
si ya no supiera todos nuestros pensamientos y sentimientos). Mientras más
auténtica nos mostramos con nosotras mismas, más crecemos en el
conocimiento de Dios. Las Escrituras y la gracia se hacen más vívidas de
nuevas maneras. Mediante un compromiso valiente con la verdad, avanzamos
mano a mano con Dios, experimentando su promesa de que la verdad nos hará
libres.

Acabemos con el fingimiento y recibamos un adelanto del cielo

No te equivoques en esto: Decidir dejar de mentir y comprometernos a decir la


verdad al inicio se sentirá como la muerte, porque es algo que está muy arraigado
en nosotros. Sin embargo, se trata de una muerte buena, que a fin de cuentas
lleva a la vida y la resurrección.

Una vez que acabes con el fingimiento de la superficialidad y la «bondad» que


caracteriza gran parte de nuestra cultura cristiana, experimentarás liberación y una
vida en comunidad genuina que es en realidad un adelanto del reino de los cielos.

Tus relaciones se volverán más auténticas. Ya que no tienes nada que esconder,
tus niveles de estrés y ansiedad disminuirán. Tu autoestima será más firme porque
tu integridad no está quebrantada. La paz con Dios, contigo misma y los demás
inundará tu vida. Cuando dejas de mentir, estás quitando las capas falsas y
despertando al «verdadero yo» que Dios ha plantado dentro de vos. Cuando
dejamos de mentirnos a nosotros, a los demás y a Dios, comienza un gran
despertar. Algunas partes de nosotros que antes estaban enterradas —tanto las
buenas como las malas— ahora emergen. Surge una nueva pregunta:

¿A qué cosa debo morir y no estoy muriendo dentro de mí? Discernir entre lo
bueno y lo pecaminoso es un gran tema y nos lleva a la siguiente temática, que
trata acerca de dejar de morir a las cosas incorrectas.
TEMA 3: DEJA DE MORIR A LAS COSAS INCORRECTAS

Muchos cristianos viven vidas infelices y frustradas. Están cansados, no se sienten


realizados, a menudo cargan con ciertos resentimientos, de modo que poco a
poco se desgastan y se preguntan qué es lo que anda mal. Ellos están muriendo a
las cosas equivocadas. Morir a las cosas incorrectas significa privarte de los dones
que Dios te dio y los placeres que nutren tu vida en Él.

Moris a las cosas incorrectas cuando dejas a un lado o le restas valor a


actividades que hacen que tu alma se sienta viva (la música, la danza, la escritura,
el arte, la gastronomía, la naturaleza);
cuando pasas por alto relaciones significativas; cuando cuidas de los demás mas
que de ti misma; y cuando no declaras tus preferencias honestamente,
relegándote siempre por los demás, dejándote en segundo plano.

¿Una «cristiana buena y amable»?

Durante nuestros primeros tiempos como creyentes pensamos que «una cristiana
buena y amable» personifica ciertas cualidades. Esos mensajes eran
ejemplificados y alentados por la subcultura cristiana en la que estaba siendo
formada espiritualmente.

Deseamos ser buen cristiano sin importar lo que cuesta. Y por error creemos que
esas personas buenas y amables se caracterizaban por 5 cosas:

1. nunca decían que no,


2. tenían una agenda social muy activa,
3. hacían malabares con muchas cosas a la vez sin quejarse,
4. realizaban un montón de tareas, y
5. ponían las necesidades de los demás antes que las suyas.

o Nunca dicen que no


Debemos entender el poderoso principio bíblico de los límites como un don de
Dios. Dios pone limites alrededor de cada cosa viviente, incluyendo los seres
humanos. No fuimos creados para ser máquinas de veinticuatro-horas-los-siete-
días-de-la-semana. Nuestros cuerpos y mentes necesitan dormir y descansar.
Tenemos límites específicos acordes a nuestra edad, personalidad, estado civil,
hijos, dones, educación, familia de origen y situación económica.

Por algún motivo algunas personas suponen que si alguna necesidad se cruza en
el camino, es la voluntad de Dios que la supliéramos, que es lo correcto, y a veces
hasta llegamos a sentirnos culpables si no lo hacemos. Sin importar cuál fuera el
pedido o la necesidad, a pesar de lo agotada o vacía que nos podemos sentir,
creemos que una buena cristiana casi nunca dice que no.
o Tienen una agenda social muy activa
Tener una vida social activa nos puede dar un falso sentido de bienestar y
podemos llegar a pensar que una buena cristiana tiene un montón de invitaciones,
mientras mas compromisos sociales, mejor nos sentimos.
A la larga, esas invitaciones se convierten en una terrible carga, ya que nos
sentimos obligadas a decirle que sí a todos. ¿A cuántos cumpleaños, babyshower,
graduaciones, bodas, almuerzos, cenas y actividades de la iglesia un ser humano
puede asistir? A pesar de nuestra necesidad de estar a sola a veces, rendimos
nuestro calendario a las obligaciones sociales de nuestra iglesia y ocupamos
mayor parte de nuestro tiempo.

o Hacen malabares con muchas cosas y no se quejan


A veces podemos llegar a pensar que esa es nuestra prueba de nuestro nivel
espiritual. Sacando un texto bíblico de contexto, nos decimos que todo lo podemos
en Cristo que nos fortalece (Filipenses 4:13) ... ¡y lo debemos hacer sin quejarnos!

Nuestros actos de malabarismo nos van a vencer, vamos a querer renunciar,


vamos a sobrecargarnos y tratar de poner una sonrisa sintiéndonos impotentes
para hacer algo al respecto y fingiendo un bienestar. ¿Es de extrañar que nos
lleve a terminar hundiéndonos en la depresión?

o Realizan muchas tareas


De alguna manera adoptamos la creencia de que mientras más ocupada estamos,
más espiritual somos. Si nos mostramos generosas y sacrificadas con nuestro
tiempo, entonces debo ser una buena persona y cristiana. El apóstol Pablo
parecía hacer un montón de cosas. Jesús también. Escuchamos a los pastores
decir que debemos trabajar todo lo posible hasta que nos muramos porque somos
jóvenes y tenemos mucho tiempo para descansar en el cielo.
Y queremos servir y hacer un montón de cosas. El problema es que podemos
terminar cansadas, resentidas y amargadas.

o Poner las necesidades de los demás antes que las suyas


Nuestra guía para la vida cristiana se resume muchas veces en tres aspectos:
ü Jesús primero
ü Los otros en segundo lugar
ü Yo en tercero

El mandato de Pablo en Filipenses 2:3-4 dice: «Con humildad consideren a los


demás como superiores a ustedes mismos. Cada uno debe velar no sólo por
sus propios intereses sino también por los intereses de los demás».
El problema era que eso no funciona si no velamos por nosotros también, porque
terminamos sirviendo a los demás falsamente, cansada, sin amor. miserable a
medida que tales demandas drenan lentamente el gozo auténtico de nuestra alma.
Morir a las cosas INCORRECTAS

Como resultado de esas creencias erradas, morimos a las cosas que no tenemos
que morir. Creemos que poner las necesidades de los demás antes que las
nuestras significa morir al yo.

Por error morimos a nuestros deleites y amor por las cosas que el Señor nos
regaló para disfrutar con El, los paseos a pie o en bici, pintar, bailar, cantar, la
jardinería, el arte, los parques. La autora del libro menciona como ejemplo el
hecho de que a ella le encantaba acampar, pero con la agenda llena del servicio
de la iglesia, moría a esos tiempos donde también se encontraba con Jesús,
disfrutando de eso que ella le encantaba. (ejemplo marta y maría-Lucas 10)

o ¿Has muerto por error a algo que Cristo no te ha pedido que


dejaras?

o ¿Cuándo fue la ultima vez que hiciste algo que te gusta, algún
hobby y te has encontrado al Señor en ese momento?

o ¿Alguna vez sentiste que la vida se te estaba pasando?.


Morir a las cosas CORRECTAS

Dios nunca nos pide que muramos a partes de nosotros que le dan vida a nuestra
alma. A David, por ejemplo, nunca le pidió que dejara su amor por la música y
escribir poesía. Siendo un rey muy ocupado y bajo una enorme presión, fácilmente
hubiera podido no pasar tiempo componiendo salmos. Sin embargo, nosotros nos
beneficiamos hasta el día de hoy de su decisión de haber continuado escribiendo.

Tenemos que morir a las partes pecaminosas de nosotras —la actitud defensiva,
la arrogancia, la hipocresía, el espíritu de juicio, la búsqueda de nuestro valor y
dignidad apartada de él— así como también a los pecados más evidentes como
murmurar, mentir, robar, codiciar y otros por el estilo. David tuvo que morir a su
mentira, su preocupación por lo que pensaban los demás, y al hecho de haber
puesto su confianza en su poderío militar en vez de en Dios.

Hay muchas cosas debajo de la superficie de nuestra vida que necesita


excavarse si hemos de ser transformadas. Partes profundamente arraigadas
que necesita que las confrontemos y matemos. Este es el único camino si
queremos andar en la libertad, la verdad y el amor de Cristo.

Descubre tu verdadero yo
El hecho de morir al yo supone que tienes un yo.
El problema con muchos cristianos comienza cuando tratamos de sacrificar un yo
que no poseemos. Tratamos de morir a nuestros temores, enojos, tristezas, por
ejemplo, sin primero reconocer que tenemos miedo, estamos enojados o tristes.

Tratamos de morir a ciertos pensamientos y sentimientos que no son del reino de


Dios sin antes reconocer plenamente que existen dentro de nosotros. Tratamos de
amar y respetar a los otros cuando no nos amamos y respetamos nosotros
mismos. Somos amables con los demás cuando no lo somos con nosotros.

En nuestro camino de discernimiento de las partes a las que debemos morir y las
que no, resulta crucial conocernos más a nosotras misma. Los siguientes tres
«conocimientos» te permitirán descubrir los aspectos de pecado que debía hacer
morir y también te ayudaran a recuperar las semillas de tu verdadero yo que
necesitas nutrir. Hay tres áreas primordiales que debes conocer y explorar si
quieres crecer en el conocimiento y la conciencia de vos misma:
tu corazón, tu historia y tu personalidad.

Conoce tu corazón
Conocer tu corazón significa prestarle atención a la amplia multitud de
pensamientos y sentimientos que albergas en tu interior en cualquier momento
dado. Observa el círculo de abajo, que representa tu mundo
interior o tu corazón.
La forma en que pensamos y sentimos es lo que compone nuestro ser interior.
somos moldeado por nuestros anhelos, preferencias, miedos, creencias, valores
sentimientos, pensamientos, Todo eso nos identifica.

Dedica unos minutos o más para leer ese circulo y pensar acerca de lo que sentís,
preferís, valoras, temes y crees. Esto te llevará a sacar a la luz durante el proceso
quién eres en realidad. Conocer las profundidades de nuestro corazón no resulta
sencillo; requiere trabajo, a menudo un trabajo doloroso. Se necesita una apertura
al Espíritu Santo y tiempo para reflexionar.

¿Qué cosas no me gustan?

¿Qué cosas valoro?

¿Qué es lo más importante para mí?

¿Cuáles son mis esperanzas, preferencias y alegrías?

¿Qué me proporciona un deleite genuino?

Conocer tu corazón exige estar en la presencia de Dios y hacerte algunas


preguntas difíciles sobre tus acciones, reacciones, motivaciones, sentimientos y
pensamientos. Que al reconocer, podes llevar a los pies de Cristo en oración.
Conoce tu historia
En nuestros años de formación somos como cemento fresco en el cual nuestras
familias dejan huellas inconscientes muy profundas. Esas huellas al final se
solidifican y no se pueden cambiar fácilmente. Solo cuando crecemos nos damos
cuenta de la profundidad de su influencia. Por ejemplo, aprendemos formas no tan
sanas de lidiar con el conflicto y evitamos las emociones desagradables. Podemos
tender a huir esas emociones y nunca aprendemos a lidiar con el conflicto interno
o con los demás y eso puede afectar de forma negativa tu matrimonio, maternidad
y relaciones interpersonales.

Si decimos que pertenecemos a la familia de Cristo, pero continuamos


perpetuando formas de vida insanas aprendidas en nuestros años pasados, nos
estamos engañando. Hábitos como el sarcasmo, mantenerse a la defensiva, el
perfeccionismo, la venganza, la amargura, juzgar a los demás y negarse a
perdonar no pertenecen a la familia de Jesús. Debemos explorar nuestras
historias de cerca para aferrarnos a lo bueno y con valentía admitir y cambiar lo
que no lo es. Solo entonces estaremos muriendo a las cosas correctas.

- Algunas preguntas para responder a solas y luego llevar en oración con el


Señor:

• ¿Cuál es la fuente de tu valor y autoestima? (Esto se refiere a cómo experimentas


el amor y la aceptación, además de lo que te brinda un sentido de poder)

Estas dos preguntas que te ayudarán a conocer tu fuente de valor y autoestima:


• ¿En qué confías para hallar tu sentido de importancia y significado?

• ¿Y qué temores centrales motivan tu comportamiento?

Conoce tu personalidad
Muchos de nosotros creemos que sabemos quiénes somos, pero no es verdad.
Los test de la personalidad dan una información bastante precisa sobre nuestra
naturaleza, la cual profundiza el conocimiento que tenemos de nosotros mismos.
Las indicaciones que recibimos de esos test pueden poner muy bien de manifiesto
a lo que tenemos o no tenemos que morir.

Aparentemente, existen tantos test de la personalidad como diferentes


personalidades. Cualquiera sea el que lleves a cabo o el tipo con el que más te
identifiques, hay dos factores de particular importancia con respecto a conocer tu
personalidad: determinar cual personalidad te identifica y comprender aquello
con lo que te ves tentada a reemplazar el amor de Dios en un esfuerzo por
asegurar tu valor personal.

Aunque hay disponibles varios test de la personalidad, creo que el ENEAGRAMA


nos ofrece una herramienta más poderosa como seguidores de Cristo. El mismo
identifica las tendencias de pecado de 9 tipos básicos de personalidad, cada uno
numerado sencillamente como Uno, Dos, Tres, etc. Por medio de él identificamos
ese pecado principal o tentación que informa y motiva nuestra conducta y
perspectiva en la vida. Entonces somos más capaces de morir a las partes
pecaminosas de nuestra personalidad y vivir basándonos en nuestros dones y la
identidad dada por Dios. Con esta conciencia, podemos empezar a librarnos del
pecado de poner nuestro valor y autoestima en algo o alguien aparte de Dios.

El Eneagrama es útil para señalar nuestras raíces de pecado y actitudes erradas,


saca a la luz los mecanismos de defensa que a menudo desarrollamos en
nuestras situaciones familiares y circunstancias personales. Lo más importante de
expone aspectos de nuestra personalidad que nos separan de Dios.

Dedica tiempo para orar y leer el cuadro o tomar el


test que podes escanear con el código QR. ¿Qué
número es el que mejor se aplica a ti? Al recorrer los
nueve tipos de personalidades del Eneagrama en la
columna izquierda del cuadro, considera cuál es la
que mejor te describe. Luego, en una actitud de
oración, medita sobre el remedio correspondiente en
la columna derecha.

Siéntate con tu líder o alguien que te conozca bien durante la


próxima semana y comparte todo esto con esa persona. Pídele su opinión, ora con ella.
No trates de averiguar lo que son los demás. Eso solo puede hacerlo la persona por sí
misma.

Cuando dejamos de morir a las cosas incorrectas e iniciamos el camino para conocer
nuestros corazones, historias y personalidades, conocemos a nuestro verdadero yo en
Cristo. Abrazamos toda nuestra humanidad, comprendiendo que mientras más
ignoramos o suprimimos ciertas emociones, más somos controladas por ellas. Esto nos
lleva al siguiente capítulo, que trata sobre el enojo, la tristeza y el temor.
Tema 4: Deja De Negar El Enojo, La Tristeza Y El Temor

La manera en que reaccionamos ante ciertas emociones está directamente


relacionada con la forma en que estas se manejaban en nuestra familia de origen.
Si tus padres o quienes te criaron limitaban sus posibilidades de pensamientos y
sentimientos, naturalmente tus posibilidades, deseos y emociones aceptables
también se verán restringidos. Los niños a los que no se les permite expresar
ciertas emociones, con el correr del tiempo, llegan a la siguiente conclusión: «¿Por
qué sentir eso después de todo?».

Reglas tácitas como «una buena niña siempre sonríe en la iglesia» o «una
persona amable nunca está aburrida ni sufre de depresión» crean barreras reales
que sofocan la autenticidad y la espontaneidad en las relaciones.

Una cosa ciertamente surge: la espiritualidad fingida. Sin embargo, una relación
más profunda y poderosa con Cristo, nosotros mismos y los demás se puede
volver una posibilidad muy real. Sin embargo, debemos continuar dando valientes
pasos de fe. Debemos abrazar todo el espectro de nuestras emociones,
incluyendo las difíciles y a veces prohibidas, como el enojo, la tristeza y el temor.

1. Enojo

Ø ¿Cómo manejas el enojo?


Ø ¿Cómo se expresaba este sentimiento en tu familia mientras estabas
creciendo?
Ø ¿Qué palabras o frases usarías para describirlo?
Ø ¿Qué sucedía cuando tus padres se sentían enojados?
Ø ¿Cómo expresabas tu enojo hacia un hermano o hermana?
Ø ¿Y hacia tus padres?
Ø ¿Qué ocurre en ti cuando estás cerca de alguien enojado?
Ø Cuándo te enojas ahora como adulta, ¿cómo lo expresas?

Al estar enojada, observa tu cuerpo más de cerca. A menudo te mostrará lo que


está sucediendo antes que tu cerebro llegue a captarlo. Quizás notes que tu
corazón late más rápido, tu pulso se acelera, o tu cuello, estómago, hombros y
espalda se ponen rígidos. Tal vez pierdas el apetito, te vuelvas irritable, tengas
dolores de cabeza o insomnio.

El enojo es un tema vital y central del discipulado para cada cristiano. Es una
señal con muchos mensajes potenciales de Dios para nosotros y una luz de
advertencia en el tablero de la vida, la cual nos invita a detenernos y prestarle
atención a nuestro motor interior. Y, créase o no, el enojo a menudo trae regalos.
A través de él, Dios puede ayudarnos a descubrir lo que en realidad queremos,
nos hace prestar atención a emociones aun más profundas, nos ayuda a
identificar expectativas no cumplidas y, a veces, a ver la insensatez de nuestro
pecado.
§ El enojo puede ser una señal de otras emociones más profundas

La mayoría de las personas se sienten menos vulnerables al expresar


sentimientos de enojo que al expresar dolor o temor. Por ejemplo, una persona
puede estar enojada con un amigo por haber olvidado su cumpleaños, pero lo que
en realidad hay detrás del enojo es el dolor. Otra persona puede estar enojada con
su iglesia por no organizar suficientes eventos sociales para solteros de más de
treinta años, solo para descubrir que su enojo en realidad está encubriendo un
temor a quedarse solo.

§ El enojo puede ser un indicativo de expectativas no alcanzadas

La próxima vez que estés enojada, pregúntate: «¿Qué estaba esperando?».


Las expectativas no alcanzadas o confusas en las relaciones — ya sean
familiares, laborales, escolares, con los amigos, los novios o las iglesias— son
fuente de mucho enojo. Esperamos que los demás sepan lo que queremos antes
de que esté claro en nuestras propias mentes y lo expresemos. Cuando entendas
que no tienes derecho a muchas de tus expectativas porque no las has pedido o
no has logrado un acuerdo, verás que cargas con mucho menos enojo.

§ El enojo puede ser un pecado

El enojo puede revelar arrogancia, odio, envidia o deseos de herir a otro. Préstale
atención a todo comentario sarcástico que hagas. Presta atención si descubres
que evitas a una persona. Cuando estás enojada por algo y luego le achacas la
culpa de tu enojo a alguien que no tiene nada que ver, eso es pecado.

2. Tristeza

Dios y nuestras pérdidas


Tendemos a ver nuestras pérdidas como extraños invasores que interrumpen
nuestra vida «normal». No obstante, la pérdida es parte de la vida. La gente que
amamos se muere. Las relaciones se rompen. Las puertas se cierran. Los sueños
se hacen pedazos. Nos mudamos. Logramos una meta y tenemos que
despedirnos del proceso que nos llevó allí. Envejecemos y perdemos la salud.
Nuestros niños crecen. En el transcurso de nuestras vidas dejaremos todo atrás.
No sabemos cómo hablar de la tristeza o la desilusión. Así que nos llenamos de
ocupaciones y buscamos maneras de medicar nuestro dolor.

la Biblia afirma la experiencia humana y la expresión de la tristeza y la angustia.


Jesús, nuestro Señor y Salvador, era un hombre de quebranto, que conocía el
dolor (Isaías 53:3).
“Despreciado y desechado entre los hombres, varón de dolores, experimentado en
quebranto; y como que escondimos de él el rostro, fue menospreciado, y no lo estimamos.”
Él elevaba oraciones con clamor y lágrimas (Hebreos 5:7).
“y Cristo, en los días de su carne, ofreciendo ruegos y súplicas con gran clamor y lágrimas
al que le podía librar de la muerte, fue oído a causa de su temor reverente.”

Lo observamos en el Jardín de Getsemaní antes de ir a la cruz, luchando con la


voluntad del Padre. La Biblia lo describe así: «Como estaba angustiado, se puso a orar
con más fervor, y su sudor era como gotas de sangre que caían a tierra» (Lucas 22:44).
Jesús, nuestro Mesías y Dios, no negó su tristeza y angustia.

David es bien conocido por ser un hombre conforme al corazón de Dios. Sin
embargo, dos tercios de sus salmos constituyen lamentos o quejas. Jeremías
protestó ante Dios acerca de sus circunstancias al menos seis veces distintas y
escribió Lamentaciones, un libro entero donde le expresa su profunda angustia a
Dios por la destrucción de Jerusalén.

Las Escrituras hacen más que darnos permiso de expresar nuestra tristeza, sino
que consideran que lamentar las pérdidas es vital para nuestro crecimiento
espiritual. Debemos lamentarnos por los padres que no estuvieron con nosotros,
las relaciones que se rompieron, la falta de educación, la falta de oportunidades
laborales, los divorcios, las muertes, las discapacidades, los niños con problemas,
las limitaciones crónicas de salud y la esterilidad. Negar la tristeza es como tratar
de negar un brazo o una pierna. Significa amputar una parte vital y necesaria de
nosotros.

Tenes permitido estar triste debido a las decepciones y la pérdida de personas o


cosas que te interesan. Detente por unos instantes. «Guarda silencio ante el Señor«
(Salmo 37:7). Deja que los sentimientos o pensamientos salgan a la superficie
mientras consideras las siguientes preguntas:
§ ¿Cuáles son algunas de las cosas que te mantienen triste?
§ ¿Cuáles son algunas de las pérdidas que estás cargando desde el año
pasado?
§ ¿Qué dificultades o desilusiones te están impactando?
§ ¿Cómo puede estar Dios hablando o moldeándote a través de esas cosas?
Ofréceselas una por una al Señor.

3. Temor

El temor viene con el ser humano. Detente por unos momentos en la presencia de
Dios. Pregúntate lo siguiente:
¿De qué tienes miedo? ¿Cuáles son tus ansiedades? ¿El dinero? ¿La seguridad?
¿Tus hijos? ¿Tu cónyuge? ¿Las relaciones? ¿El trabajo? ¿El futuro? ¿La salud?

Medita en la verdad del Salmo 46:10: « Estad quietos, y conoced que yo soy
Dios...». Además de hacer esto, reúne información para asegurarte de que estás
bien informada con respecto a tus temores. Eso puede incluir un chequeo médico,
hablar con una persona madura sobre cómo tratar las tensiones con tu pareja, o
reunirte con un consultor financiero para atender el aspecto económico. Y por
último, formula un plan de acción específico de modo que puedas vencer ese
temor de una vez por todas.

Tres pautas para dejar de negar el enojo, la tristeza y el temor

ü Experimenta tus sentimientos:


Las Escrituras nos invitan a expresar nuestros sentimientos hacia Dios: «Confía
siempre en él, pueblo mío; ábrele tu corazón cuando estés ante él» (Salmo 62:8).
Desafortunadamente, a muchos de nosotros se nos ha enseñado a no abrirle
nuestro corazón a nadie. Aun la gente más cercana nos conoce solo en parte y de
forma imperfecta. Sin embargo, Dios es plenamente confiable y seguro. Podemos
sincerarnos por completo con él. Podemos derramar ante él nuestros corazones
porque nada, absolutamente nada, puede hacer que Dios nos niegue su amor.

ü Piensa en tus sentimientos:


Una vez que hayas identificado tus sentimientos, pregúntate: «¿Cuáles son las
razones por las que me siento así?». Por ejemplo, estás ansiosa por la reunión de
mañana con tu jefe. Una vez que reconociste ese temor, es posible que te
preguntes: ¿Qué querrá decirme? ¿Y si me despide? ¿Y si me reduce el salario y
no me alcanza para mantenerme más?
Después de pensar en lo que estás sintiendo —ya sea tristeza, enojo o temor—
estás lista para el tercer paso que es hacer lo adecuado.

ü Haz lo apropiado:
discernir qué es lo que hay que hacer lleva un tiempo considerable. Necesitas
tiempo para reunir más información y pensar en todas las alternativas. Por
ejemplo, puedes necesitar algunas conversaciones importantes antes de tomar
una decisión. Tal vez quieras consultar con tu líder o una amiga de confianza. Tal
vez necesites pasar un buen tiempo a solas con Dios. Quizás te des cuenta que
debes aprender nuevas habilidades, como escuchar y hablar de una forma más
madura, luchar de una manera más objetiva o equitativa, o clarificar tus
expectativas.

§ Preguntas de reflexión:

1. ¿Cómo respondes normalmente a los sentimientos de ira, tristeza o miedo?


¿Tiendes a negarlos, suprimirlos o expresarlos de manera poco saludable?

2. ¿De qué manera estas emociones han afectado su relación con Dios y con
los demás?

3. ¿Cuáles son algunos ejemplos bíblicos de personas que experimentaron y


abordaron la ira, la tristeza o el miedo? ¿Cómo respondieron y qué
podemos aprender de sus experiencias?
§ Aplicaciones prácticas:

1. Oración: Pasa tiempo en oración, expresando honestamente tus emociones a


Dios. Busque Su guía y consuelo mientras navega a través de ellos.
2. Estudio de las Escrituras: busque pasajes en la Biblia que aborden la ira, la
tristeza y el miedo. Medita en estos versículos y reflexiona sobre su relevancia
para tu propia vida.
3. Llevar un diario: Comience un diario para registrar y procesar sus emociones.
Escriba sus pensamientos, oraciones y reflexiones a medida que buscas
comprenderlos y abordarlos con el Señor.
4. Busque apoyo: comunícate con tu líder o pastor de confianza que pueda
brindarte orientación, aliento y responsabilidad a medida que navegas a través de
estas emociones.
5. Busque ayuda profesional: si sus emociones son abrumadoras o afectan
significativamente su vida diaria, considere buscar asesoramiento o terapia
profesional desde una perspectiva cristiana.

Apoyo Bíblico:
1. Efesios 4:26-27 - "Airaos y no pequéis; no se ponga el sol sobre vuestro enojo, ni
deis oportunidad al diablo".

2. Salmo 42:11 - "¿Por qué te abates, oh alma mía, y por qué te turbas dentro de mí?
Espera en Dios, porque otra vez he de alabarle, salvación mía y Dios mío".

3. Filipenses 4:6-7 - "Por nada estéis afanosos, sino sean conocidas vuestras
peticiones delante de Dios en toda oración y ruego, con acción de gracias. Y la paz
de Dios, que sobrepasa todo entendimiento, guardará vuestros corazones y vuestros
pensamientos en Cristo Jesús".
TEMA 5: DEJA DE CULPAR

Es triste admitirlo, pero culpar es algo que forma parte de nosotros.


è Adán culpó a Eva.
è Eva culpó a la serpiente.
è Sara culpó a Agar.
è Los hermanos de José lo culparon a él.
è Los israelitas culparon a Moisés.
è Moisés culpó a Dios.
è Saúl culpó a David.

Hoy en día, cuando las cosas no salen como queremos, culpamos a nuestros
padres, cónyuges, hijos, escuelas, gobierno, empresas, jefes, empleados, líderes,
el clima, la inflación, el tráfico. Culpamos a los poderes diabólicos. ¡Hasta
culpamos a Dios cuando las cosas andan realmente mal!

Culpar nos conforta, al menos por un rato, dándonos la impresión de que estamos
en control. No obstante, en realidad logra lo contrario, quitándonos el poder
personal que nos dio Dios y manteniéndonos irremediablemente atascados en
nuestra inmadurez.

A continuación vamos a ver algunos ejemplos de comentarios que demuestran


cómo a veces jugamos el juego de la culpa con el fin de evitar asumir la
responsabilidad por nuestra vida:
• «Me estás arruinando la vida».
• «Mi jefe hace que mi vida sea miserable. Quisiera trabajar en otro lugar».
• «La iglesia no suple mis necesidades».
• «Estoy agotada porque mi esposo no toma vacaciones».
• «Tengo tantas deudas porque no me pagan lo suficiente en mi trabajo».
• «No estoy creciendo espiritualmente debido a que la iglesia es muy inmadura».
• «Las tarjetas de crédito me están arruinando la vida».
• «Mi relación con mi novio es muy mala porque él no cambia».
• «Es demasiado tarde para que cambie de empleo».
• «Cada vez que visito a mis padres durante las vacaciones, ellos me estresan».
• «Nunca he sido bueno en ciencias o matemática. Tuve maestros malísimos».

Las declaraciones culposas pueden dar la impresión de estar indefensos.


Creemos de forma equivocada que no tenemos otra opción. Cuando las
personas desempeñan el papel de víctimas, a menudo esconden un sentido de
superioridad moral con relación a los demás. Al hacerlo, no reconocen su
propia responsabilidad.

Vemos esto en el Jardín del Edén, cuando Adán y Eva intentaron sacar ventaja
culpándose uno al otro. Los que culpan a los demás son por lo general personas
enojadas y preocupadas por lo que los otros deberían estar haciendo en vez de
enfrentar su propio malestar. Eso es más fácil —al menos a corto plazo— que
tomar la difícil decisión de enfrentarlo.
Cuando seguimos permitiendo que las situaciones dolorosas continúen
lastimándonos o aceptamos el dolor porque «tenemos que hacerlo»,
erróneamente interpretamos que nuestras vidas están fuera de nuestro control.
Por ende, muy a menudo podemos terminar en la depresión.

Las siguientes son 6 señales que indican que puedes estar usando la culpa
para evitar la responsabilidad personal:

1. Sientes que la vida te jugó una mala pasada, que tuviste mala suerte.
2. No crees que puedas mejorar nada en tu vida.
3. Ves los sucesos negativos y las relaciones en tu vida como si estuvieran más
allá de tu control.
4. Rara vez crees que estás equivocada.
5. Piensas que disculparte es un signo de debilidad.
6. Vives en el pasado en vez de mirar al futuro.

Si te encuentras culpando a otros y sintiéndote víctima, es tiempo de hacerte una


pregunta importante: «¿Qué voy a hacer al respecto?».
Preguntarte esto cambia el enfoque de culpar a otros a responsabilizarte por tu
vida.

La autocompasión no solo es improductiva, es destructiva. Puede conducir a la


amargura, la falta de perdón y el resentimiento. No une a las personas, las divide.
Y estas son algunas de las razones por las que Satanás trabaja tan duro para que
nos centremos en nuestras heridas, en lugar de la cura, que es el amor y la
sabiduría de Dios.

Entonces, ¿Que puedo hacer?

ü Buscar al Señor
A lo largo de las páginas de la Biblia, Dios nos dice una y otra vez que Él quiere
que le traigamos nuestras heridas y tristezas, para que Él pueda consolarnos. Él
no solo quiere ser nuestro Consolador, sino nuestro Vindicador. (Salmo 135:14) Si
se lo permitimos, Él nos defenderá y peleará nuestras batallas por nosotros,
llevándonos a la victoria cada vez. Él nos dice en Su Palabra: "Yo, el Señor, amo
la justicia, pero odio el robo y la iniquidad. En mi fidelidad los recompensaré
y haré con ellos un pacto eterno.” (Isaías 61:8 NVI)

ü El perdón
Un buen antídoto para eliminar la victimización, es el perdón. A medida que
perdonamos a quienes nos ofenden, podemos dejar de lado nuestras emociones
negativas y malos sentimientos hacia los demás, y podemos recibir el consuelo y
la sanidad que solo pueden venir de Dios. La Escritura dice: "En toda angustia de
ellos él fue angustiado, y el ángel de su faz los salvó; en su amor y en su
clemencia los redimió, los trajo y los levantó todos los días de la antigüedad".
(Isaías 63:9) Él quiere ser nuestro Libertador. Pero podemos bloquear Sus
esfuerzos por consolarnos y rescatarnos cuando insistimos en aferrarnos a
nuestros sentimientos de resentimiento, amargura y falta de perdón.
Cuando elegimos perdonar, abrimos la puerta a la participación de Dios y todas
las bendiciones y provisiones que conlleva.

ü Ser Agradecido
Otro buen antídoto para deja la victimización es el agradecimiento. La Biblia dice:
"Dad gracias en todo, porque ésta es la voluntad de Dios para con vosotros en
Cristo Jesús". (1 Tesalonicenses 5:18 AMP) No importa lo que esté pasando en
nuestras vidas, siempre tenemos motivos para dar gracias a Dios y alabarlo. Nada
es más ofensivo para Dios que vivir con una actitud de desgracias y pérdidas, y
dejar de reconocer y enumerar todas las bendiciones que Él nos da diariamente.

“El pecado de la victimización es que nos evaluamos a nosotros mismos y a


nuestras circunstancias como si Dios no fuera nuestro Padre
misericordioso”.

Cuando quitamos a Dios del cuadro, cuando olvidamos la piedad que nos tuvo
con la muerte y resurrección de su Hijo amado, y la ayuda continua de su
Espíritu en nosotros, y pensamos que no es suficiente, nos volvemos hacia
nosotros mismos por amor y piedad. Cuando creemos que el amor de Dios no
basta, y usamos nuestras circunstancias como para justificar eso, tendemos a
tomar medidas para llenar esa falta con orgullo o autocompasión.

Cristo debe ser la piedra angular de nuestra vida sin importar las circunstancias y
debemos entregar todo a sus pies para que el sea el que nos transforme de
adentro hacia fuera, escudriñe nuestro corazón y nos de un enfoque sabio, bíblico
de cómo afrontar situaciones con nuestras relaciones interpersonales como
también, nuestros pensamientos y como nos vemos y como vemos la vida.

Pero tenemos este tesoro en vasos de barro, para que la excelencia del poder sea
de Dios y no de nosotros, que estamos atribulados en todo, pero no angustiados;
en apuros, pero no desesperados; perseguidos, pero no desamparados;
derribados, pero no destruidos. Dondequiera que vamos, llevamos siempre en el
cuerpo la muerte de Jesús, para que también la vida de Jesús se manifieste en
nuestros cuerpos,
2 corintios 4:7-10

También podría gustarte