INADI Editado
INADI Editado
Introducción
A lo largo de la historia, muchos grupos han padecido procesos de violencia y discriminación
producto del accionar de otros grupos que, constituyendo el colectivo cultural hegemónico,
negaron sistemáticamente la existencia de los primeros.
Esta realidad ha generado un fenómeno complejo que aún atraviesa nuestra sociedad y que
se expresa en múltiples formas de vulneración, discriminación y violencia. Este fenómeno
recibe el nombre de racismo y, para analizarlo, es preciso considerar cuatro dimensiones: los
mecanismos mentales de la discriminación, los sentimientos, las actitudes racistas y las
prácticas discriminatorias.
La discriminación por rasgos físicos, creencias religiosas, tradiciones culturales, pertenencias
nacionales, ha llegado a niveles de violencia tales como migraciones forzadas, segregación,
invisibilización, incluso genocidios y constituyen prácticas racistas. El racismo opera a través
del discurso, penetrando en el interior de las principales instituciones (escuelas, hospitales,
empresas, medios de comunicación, entre otros) para la consecución de sus objetivos.
En la actualidad, muchas de estas prácticas discriminatorias subsisten de manera más o menos
solapada en nuestra sociedad, provocando situaciones de desigualdad. Revertir este flagelo
requiere del esfuerzo de toda la comunidad y, en este sentido, el Estado reconoce su rol de
rector y reafirma su compromiso de combatir estas prácticas en todos sus niveles y
manifestaciones con el objeto de garantizar la igualdad y el respeto de los derechos humanos.
Para alcanzar estos objetivos, el INADI trabaja impulsando políticas públicas no
discriminatorias y en clave de derechos humanos, procurando sentar las bases de un cambio
de paradigma cultural que defienda el valor de la diversidad humana en todos sus sentidos.
De este modo, se diseñan y ejecutan acciones de sensibilización, capacitación y visibilización
cuyo sentido último es el de interpelar la conciencia colectiva y fomentar la igualdad e
inclusión.
El presente documento pretende presentar la temática del racismo a la comunidad y brindar
respuestas acerca de su significado, sus modos de acción y la incidencia social y política que
las prácticas racistas han tenido y tienen en nuestro país, entre otros interrogantes.
Nos encontramos transitando un camino de ampliación de derechos y de conquista de
mayores estándares de ciudadanía. Entre todos y todas, estamos construyendo una sociedad
respetuosa de la diversidad y, como organismo que lucha contra la discriminación y a favor de
la igualdad, consideramos fundamental la elaboración y difusión de materiales que, como
éste, nos interpelen y nos permitan tomar conciencia acerca de temáticas muy arraigadas en
el tejido social pero muchas veces silenciadas.
¿Qué es la discriminación?
Por tratarse de un fenómeno tan complejo, para comprender de manera cabal qué es el
racismo, debemos primero adentrarnos en el significado de la discriminación y el
etnocentrismo.
La discriminación es el acto de agrupar a los seres humanos según algún criterio elegido e
implica una forma de relacionarse socialmente. Concretamente, suele ser usado para hacer
1
Documento temático INADI - Racismo. - 1a ed. - Buenos Aires: Inst. Nac. contra la Discriminación, la
Xenofobia y el Racismo - INADI, 2013. ISBN 978-987-1629-25-1
1
diferenciaciones que atentan contra la igualdad, ya que implica un posicionamiento
jerarquizado entre grupos sociales2, es decir, cuando se erige un grupo con más legitimidad o
poder que el resto.
En el año 1988 se sancionó la Ley Nº 23.592 sobre Actos Discriminatorios que en su Artículo
1º reconoce como discriminación cualquier impedimento o restricción del pleno ejercicio
“sobre bases igualitarias de los derechos y garantías fundamentales reconocidos en la
Constitución Nacional […] por motivos tales como raza, religión, nacionalidad, ideología,
opinión política o gremial, sexo, posición económica, condición social o caracteres físicos”.
Asimismo, el documento titulado Hacia un Plan Nacional contra la Discriminación, aprobado
por Decreto Nº 1086/2005, define una práctica discriminatoria como:
a) crear y/o colaborar en la difusión de estereotipos de cualquier grupo humano por
características reales o imaginarias, sean éstas del tipo que fueren, sean éstas positivas o
negativas y se vinculen a características innatas o adquiridas; b) hostigar, maltratar, aislar,
agredir, segregar, excluir y/o marginar a cualquier miembro de un grupo humano del tipo que
fuere por su carácter de miembro de dicho grupo; c) establecer cualquier distinción legal,
económica, laboral, de libertad de movimiento o acceso a determinados ámbitos o en la
prestación de servicios sanitarios y/o educativos a un miembro de un
grupo humano del tipo que fuere, con el efecto o propósito de impedir o anular el
reconocimiento, goce o ejercicio de los derechos humanos o libertades fundamentales.
(INADI, 2005: 41).
Desde una perspectiva antropológica, la discriminación es un ejercicio cognitivo y social que
se centra en una demarcación muy fuerte entre grupos humanos, la cual se carga de juicios
de valor, lo que conduce a posicionamientos jerarquizados y de desigualdad.
En este sentido, hay varios procesos que juegan un rol fundamental en la puesta en práctica
de la discriminación. El mecanismo principal que respalda este proceso es el denominado
etnocentrismo, noción que articula otros tres conceptos: a) la diferenciación, es decir, la
construcción de otredad; b) la carga valorativa puesta sobre dicha construcción, es decir, los
prejuicios y c) la fijación social de imágenes de esos Otros, los estereotipos.
El etnocentrismo proviene de la palabra “etnicidad”, basada en la idea de distintividad entre
grupos, lo que implica una mirada comparativa donde se eligen y destacan ciertos rasgos
culturales (lenguaje, tradición, costumbres, tradiciones) para diferenciarse del resto. Es una
postura que tiende a universalizar la propia cultura, al considerar común o general aquello
que es particular, característico del pueblo al que se pertenece. Por ejemplo, cuando se
observa una costumbre que no es compartida por el grupo de origen se piensa o se dice “¡Qué
absurdo lo que están haciendo!” o “¡Qué ridiculez
cómo están vestidos!”.
La mirada etnocéntrica termina de completarse con un posicionamiento valorativo donde a
las características distintivas le son sumadas cargas valorativas que construyen jerarquías
entre grupos, en términos de mejor/peor, manifestadas comúnmente en una actitud de
superioridad cultural de un grupo social hacia otras culturas. De esta manera, se evalúa a las
otras culturas con los parámetros de la propia, lo que impide entender los sentidos y
significados reales, es decir, los otorgados por esa otra cultura que se pretende conocer.
2
El término “grupo” es utilizado para referir de manera abstracta a todo agrupamiento social, desde
comunidad, colectividad, colectivo hasta sociedad, Estado o nación.
2
Del mecanismo etnocéntrico podemos distinguir entonces, el concepto de otredad, entendido
como una relación donde se experimenta la sensación de la diferencia social y cultural. La
noción del “otro” es una doble construcción en la que no solo se construye un “otro” sino
también un “nosotros”. Es decir que este concepto consiste en una mirada comparativa con
una persona o grupo que se percibe distinto frente a la propia mirada, y resulta extraña al
posicionamiento de quién compara.
Configurar la otredad es un proceso social que reproducimos tanto individual como
colectivamente y que tiene que ver con constituir un propio grupo de pertenencia, un
“nosotros” que se fortalece al crear y reforzar límites que señalen a un “otros” como
absolutamente diferente a ese “nosotros”.
La “sensación de alteridad” es tener conciencia de la diferencia y surge comúnmente del
contacto intercultural, es decir, entre grupos culturalmente diferentes. Este posicionamiento
en relación con la percepción de la identidad propia y la de los demás, puede basarse en
múltiples características culturales, tales como formas distintas de vestir o de moverse, de
saludar, de comunicar el afecto o la disidencia, sabores de comidas, ritmos musicales, formas
de habitar un espacio, etc.
Cuando en una sociedad no se reflexiona sobre la construcción de las diferencias, ésta puede
ser reproductora de prejuicios y estereotipos discriminatorios que refuercen la categoría de
“otredad” y aumenten el distanciamiento social.
Otro elemento que forma parte del mecanismo etnocéntrico es el prejuicio. Se trata de un
juicio de valor negativo sobre otras personas o grupos que es previo a todo conocimiento.
También, el prejuicio suele conformarse sin que tengamos conciencia de ello, y por eso es
difícil detectarlo y reflexionar sobre el mismo. Por esta razón, es común que el prejuicio se
caracterice por no ser reconocido conscientemente por la persona que lo manifiesta, y muchas
veces lo detectan las/os otras/os que la escuchan.
Finalmente, el tercer elemento en juego es el estereotipo: una imagen o idea que se tiene de
un grupo basada en una generalización, donde se simplifican las características de esos Otros
y se cristalizan sobre unos pocos rasgos, comúnmente asociados a prejuicios. Suele ser fácil
conformar estereotipos de un grupo diferente del propio y muy difícil hacerlo sobre un grupo
al que se pertenece, y esto es así porque tendemos a no reconocer la complejidad ajena, a no
comprenderla en las mismas dimensiones que la propia. Es así que, al estar asociados a
prejuicios, la mayoría de los estereotipos suelen ser discriminatorios.
Un ámbito donde se pueden ver comúnmente los prejuicios y estereotipos es el del humor.
Los chistes de judíos, gallegos, mujeres, etc., que aún siguen despertando risa, están
fuertemente cargados de ideas estereotipadas sobre grupos sociales. De hecho, son los que
motorizan el humor en ese chiste.
Comúnmente, el etnocentrismo se articula con relaciones sociales de poder y sometimiento,
es decir de superioridad/inferioridad. Así, las actitudes propias de la mirada etnocéntrica
pueden ser de indiferencia, atracción, desprecio u odio, y desde ya debe siempre ser
interpretada junto con otras variables que impulsan cada actitud, como intereses políticos y
económicos de las sociedades involucradas en esa relación.
La mayoría de las expresiones discriminatorias tienen que ver con esta mirada etnocéntrica
hacia los/as otros/as. Entendemos entonces que la discriminación es una relación social,
centrada en el posicionamiento identitario jerarquizado y por lo tanto desigual. La desigualdad
implica la inferiorización de los otros, es decir, pensar el propio grupo como superior y los
grupos ajenos como inferiores, mecanismo que vimos en la definición de discriminación.
3
¿Qué es el racismo?
El racismo es una forma de discriminación centrada en diferencias
biológicas, reales o imaginarias, que se hacen extensivas a signos o
indicadores culturales o religiosos. Constituye una ideología que apeló a
la biología para establecer relaciones jerarquizadas de desigualdad entre
grupos humanos.
Algunos autores han señalado que hay múltiples formas en que el racismo es manifestado y
reconocido como tal y, por ese motivo, es que se podría hablar de muchos “racismos” en plural
(Segato, 2006). Sin embargo, podemos distinguir de manera general, a un único fenómeno
histórico surgido en el seno de la sociedad occidental y expandido al resto del mundo como
ideología (Zaffaroni, 1997; Taguieff, 1998).
Como corriente de pensamiento, el racismo surgió en Occidente y tiene aproximadamente
doscientos años desde su conformación, de ahí que se lo defina comúnmente como fenómeno
de la modernidad.
Entendemos, por tanto, al racismo como un fenómeno fundamentalmente social y moderno,
como un conjunto de ideologías, pre-conceptos, estereotipos y prejuicios que tienden a
segmentar al conjunto humano en supuestos grupos que tendrían características comunes
entre sí (y jerarquizables entre los distintos grupos), cuya explicación radicaría en una
supuesta herencia genética (INADI, 2005: 37).
Podemos incluso agudizar la definición y afirmar que el racismo moderno tiene una fuerte
impronta europeísta, siendo que Europa occidental le dio origen en un contexto de
expansionismo capitalista.
Aunque existen otros tipos de racismo en otras muchas partes del mundo, la forma de racismo
más corriente e históricamente devastadora ha sido el racismo europeo contra los pueblos no
europeos (Van Dijk, 2007).
Comprendemos entonces a las distintas expresiones de racismo en nuestro país como
resultado de la globalización e importación de paradigmas y valores racistas propios de la
cultura occidental hegemónica impartida históricamente desde Europa.
Como fue mencionado en la introducción, podemos descomponer al racismo en diferentes
dimensiones. La primera dimensión refiere a los mecanismos mentales que implican los
prejuicios y estereotipos propios de la discriminación expuestos más arriba. En cuanto a los
sentimientos, mencionamos especialmente la sensación de rechazo, miedo y amenaza,
incluso odio3. Otra dimensión es la de las actitudes racistas, entre las cuales señalamos como
3
Algunos autores caracterizan el racismo desde una perspectiva de índole más psicológica y podría
decirse no histórica. En esta clave, la heterofobia es entendida como un elemento constitutivo del
racismo, y definida como “miedo, extrañeza o confusión ante el otro, miedo que se expresa como
miedo a lo desconocido y que forma parte de la propia estructura de personalidad de los sujetos
sociales” (INADI, 2005; Feierstein,1999). Por otra parte, Castoriadis, (1990) caracteriza el racismo como
odio al Otro, en el proceso de constitución de la mismidad, es decir de la identidad de grupo, sucede
algo más que una mirada etnocéntrica: la convicción de pertenecer de manera exclusiva a un mundo
de verdad y autenticidad del que entonces el resto de los pueblos
carecen, lo que derivaría en una justificación válida para pensarse superior y pensar a los otros como
inferiores. Esa sería la matriz de desvalorización que terminaría en odio. Como se dijo, es sistemática
la presencia de la idea de amenaza asociada a los Otros, pero en el sentido planteado por el autor esta
amenaza es una amenaza a la Verdad, es decir a las instituciones establecidas por una sociedad. Desde
un afuera, éstas se podrían ver interpeladas corriendo el riesgo de caer en una crisis social de sentido.
4
características a la intolerancia y la estigmatización (otro tipo de actitudes pueden ser de tipo
opinión o creencia). Asimismo, las actitudes se ven plasmadas en el nivel de las prácticas
discriminatorias, las cuales van desde el discurso, la indiferencia, los insultos, hasta las golpizas
y matanzas.
Racismo y xenofobia
Es de suma relevancia hacer una precisión conceptual de la relación entre los términos
“racismo” y “xenofobia”.
Muchos autores ubican, implícita o explícitamente, a la xenofobia como una forma de racismo
(Wievorka, 1994; Zaffaroni, 1997; Van Dijk, 2007; Payne, 2008; Javaloy, 1994, entre otros)4.
La xenofobia, es decir, el desprecio, odio o rechazo hacia personas migrantes provenientes de
otras naciones, no es indiferente ante los sujetos sobre los que se ejerce: no es con cualquier
población migrante que se despiertan las olas de odio o desprecio social. Más bien, hay ciertos
grupos de migrantes sobre quienes recae el rechazo y, justamente, esos grupos están
marcados por el racismo de alguna manera (ya sea por rasgos físicos, o culturales, como la
lengua o la religión).
En este sentido, vemos que la xenofobia comparte los mecanismos discriminatorios que
caracterizan al racismo: las características socioculturales a partir de rasgos físicos y culturales
sobre los que se construyen los prejuicios que crean el miedo y la sensación de amenaza,
particularmente en el caso de la xenofobia. Por todo lo antedicho es que consideramos que,
si bien se trata de conceptos diferentes, la xenofobia no puede ser entendida de manera
acabada sin ser pensada junto al racismo.
A continuación, veremos cómo el concepto de racismo ha ido evolucionando en relación con
su significado. Previo a ello, consideramos importante caracterizar el discurso racista
propiamente dicho, para luego abordarlo en su historicidad y diversas manifestaciones.
El discurso racista
Así, es posible que la inmigración sea tratada en términos de invasión, inundación,
amenaza, o al menos, como un problema grave, en lugar de como una importante y
necesaria contribución para la economía, la demografía o la diversidad cultural del país Teun
Van Dijk, “El discurso racista”
El discurso racista es una práctica racista clave porque es la principal difusora de esta ideología
tanto a nivel de las instituciones, como en la vida cotidiana. Varios autores han intentado
describir la estructura que caracteriza el discurso racista. De manera general, podemos
caracterizar el discurso racista en dos tipos5:
4
Esta perspectiva se ve reforzada por los tratados internacionales que así lo vinculan, cuando al
abordar el problema del racismo se incluye la nacionalidad junto a los rasgos físicos o culturales, es
decir, como una forma posible de expresión del racismo. Ver especialmente la Convención
Internacional sobre la Eliminación de todas las formas de Discriminación Racial-CERD.
5
Tomado de Van Dijk, 2007.
5
indiferencia, como hacer caso omiso o interrumpir mientras la persona discriminada está
hablando.
6
Eurocentrada, es decir, etnocéntrica, centrada en la cultura europea occidental.
7
nacionalistas asociados al expansionismo capitalista europeo, el debate sobre las razas
humanas cobró centralidad, dando lugar a clasificaciones jerárquicas que principalmente
avalaban la superioridad de “la raza blanca” representada por Europa.
(…)
El racismo contemporáneo
A lo largo del tiempo, el concepto de raza se ha ido desdibujando, deconstruyendo y
deslegitimando. Se ha visto cómo el discurso racista respondía a ideologías e intereses
políticos particulares, en los que el fenotipo fue el signo mediante el cual se justificaba la
discriminación a pueblos culturalmente diferentes al occidental.
Por tal motivo, después de la Segunda Guerra Mundial y del Holocausto nazi, se ha intentado
abolir el término “raza” mediante dos operaciones.
Por un lado, sustituyendo la palabra “raza” por la de “etnia” (con la intención expresa de
destacar la base cultural de la discriminación racial) y, por el otro, descartando la palabra
“raza” a partir de declamar su no existencia biológica.
No obstante, a pesar de la comprobación de que las razas no existen, el racismo en tanto
ideología y práctica, sí existe. En este sentido, el documento titulado Hacia un Plan Nacional
contra la Discriminación (INADI, 2005) sostiene que “el concepto de racismo se continúa
utilizando, como modo de referir al conjunto de ideas o de prácticas sociales basado en la
creencia de la existencia de razas” (p. 49).
Son las representaciones ideológicas del racismo las que destacan aspectos físicos que de otra
manera no se pondrían de relieve, como el color de la piel, la forma de los ojos, del cráneo o
el tipo de pelo. Como afirma Todorov (1991), “El hecho de que las ‘razas’ existan o no para los
científicos no influye en nada en la percepción de un individuo cualquiera, que comprueba
perfectamente que las razas están ahí” (pp. 116-117). Esta observación no hace más que
reforzar nuestra perspectiva: el racismo está exclusivamente apoyado en prácticas y discursos
culturales cargados de ideología y de historia social, no de biología. Para luchar contra el
racismo y contra la errónea percepción de “razas humanas” se debe atacar la fuente de esa
percepción, es decir la ideología que se expresa a través de los discursos racistas.
Racismo y pobreza
Como dijimos anteriormente, el racismo es un fenómeno que implica relaciones de poder y
dominación y surge en el contexto del expansionismo europeo capitalista que se caracterizó
por la dominación política y económica de un pueblo sobre otro.
En esta línea, podemos comprender el racismo contemporáneo como una herramienta
exitosa para perpetuar la exclusión y la vulneración de derechos.
Si la exclusión es una de las consecuencias principales de la práctica racista, al ser cruzado con
la problemática de la desigualdad de clase socioeconómica, encontramos que el racismo
refuerza la estigmatización de los grupos en situación de pobreza.
Desde el discurso, la relación entre racismo y pobreza es notable cuando se oyen expresiones
asociadas al racismo biologicista clásico (“son unos negros”) o al racismo cultural cuando, por
ejemplo, el hecho de escuchar cumbia villera constituye el imaginario social de que “son unos
grasas/gronchos”, porque “eso no es música”, desvalorizando la capacidad de producción de
cultura de las clases populares.
Otro prejuicio muy común que recae sobre la población en situación de pobreza es el que se
escucha en las siguientes afirmaciones: “son todos vagos, no quieren trabajar”, “les gusta vivir
así hacinados”, “se llenan de hijos para cobrar los planes”, entre las más escuchadas.
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A su vez, el proceso ideológico de criminalización de la pobreza tiene una matriz racista y en
Argentina se expresa en el estereotipo del “pibe chorro”: un varón joven con gorra visera y
zapatillas deportivas, con un tono de pelo y piel morochos. No es difícil asociarlo con rasgos
físicos étnico-raciales que comparten comúnmente los pueblos indígenas y la población
migrante de las provincias o de países limítrofes (de Bolivia, del Perú o del Paraguay
principalmente). No es casual que la población que migra de estos lugares sea en su mayoría
descendientes de pueblos indígenas (coyas, aymaras, tupí guaraní, mapuches, tobas, entre
otros).
Observamos entonces cómo se entrecruzan las identidades y las problemáticas: las personas
migrantes que más sufren la xenofobia son las racializadas, es decir, las que tienen rasgos afro
o indígenas y, justamente, son las que habitan mayoritariamente en barrios populares o villas
de emergencia, sobre los que recaen los principales prejuicios y estereotipos que fortalecen
la exclusión social.
En Argentina, los principales grupos que aún son víctimas de las prácticas racistas son los
pueblos indígenas, los/as afrodescendientes y africanos/as migrantes, la población migrante
de países limítrofes y la proveniente de Asia, la comunidad judía y musulmana, entre otros.
Algunos ejemplos de discursos racistas en relación con estos grupos son:
“Ellos no tienen cultura”, en relación con los pueblos indígenas.
“En Argentina no hay negros”, en relación con los/as afrodescendientes.
“Nos vienen a sacar el trabajo”, en relación con la migración de países limítrofes o asiáticos.
“Son todos vagos, no quieren trabajar”, expresión que coincide para los pueblos indígenas y
en relación con las personas en situación de pobreza, entrecruzamiento que explicamos en el
apartado anterior.
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puede compartir rasgos que responden a diferentes culturas dado que las culturas no son
esencias, sino que están en mutua interacción y cambio a través de los procesos históricos.
El multiculturalismo fue un paradigma de los años ‘90 que se implementó al nivel de las
políticas públicas en muchos países de occidente y que buscó atender a la diversidad cultural
y promoverla con políticas específicas. Al no dar cuenta de una interrelación social entre las
culturas, su significado peligra en reproducir sentidos de fijeza y fuerte demarcación de
grupos. Es decir que, su uso político conlleva cierta ambigüedad e incluso conforma discursos
no asimilacionistas al mantener fuertes límites y distancias respecto de esos otros
“diferentes”.
Ello daría lugar a los discursos de “tolerancia” de lo diverso, donde lo que se hace no es más
que soportar alejadamente a esos Otros, sin una mínima identificación ni un auténtico
respeto.
El paradigma de la interculturalidad se muestra superador al del multiculturalismo porque
adopta un paradigma de diversidad cultural más permeable, inclusivo y dinámico. Hay un
compromiso con las diferencias porque todas y todos estamos inmersos en ellas, nos
reconocemos como parte de esa diversidad.
Así, la interculturalidad tiene que ver con la comunicación y ésta con la comprensión y el
entendimiento: no se trata sólo de convivir o entrar en contacto, sino de establecer puentes
comunicativos, de encuentro y comprensión mutua.
Adoptar el paradigma intercultural implica perder el miedo a relacionarnos, interactuar con
otros grupos, dialogando, aprendiendo a escuchar y a construir junto a quienes consideramos
diferentes.
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