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INADI Editado

Este documento analiza el racismo en la sociedad argentina. Explica que el racismo surge de la discriminación de grupos culturalmente hegemónicos hacia otros grupos, y se manifiesta a través de mecanismos mentales, sentimientos, actitudes y prácticas discriminatorias. También define la discriminación y el etnocentrismo, los cuales involucran la construcción de la otredad, los prejuicios y los estereotipos. El objetivo final es promover una sociedad más inclusiva e igualitaria que valore la diversidad.
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Este documento analiza el racismo en la sociedad argentina. Explica que el racismo surge de la discriminación de grupos culturalmente hegemónicos hacia otros grupos, y se manifiesta a través de mecanismos mentales, sentimientos, actitudes y prácticas discriminatorias. También define la discriminación y el etnocentrismo, los cuales involucran la construcción de la otredad, los prejuicios y los estereotipos. El objetivo final es promover una sociedad más inclusiva e igualitaria que valore la diversidad.
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Racismo: Hacia una Argentina intercultural1

Introducción
A lo largo de la historia, muchos grupos han padecido procesos de violencia y discriminación
producto del accionar de otros grupos que, constituyendo el colectivo cultural hegemónico,
negaron sistemáticamente la existencia de los primeros.
Esta realidad ha generado un fenómeno complejo que aún atraviesa nuestra sociedad y que
se expresa en múltiples formas de vulneración, discriminación y violencia. Este fenómeno
recibe el nombre de racismo y, para analizarlo, es preciso considerar cuatro dimensiones: los
mecanismos mentales de la discriminación, los sentimientos, las actitudes racistas y las
prácticas discriminatorias.
La discriminación por rasgos físicos, creencias religiosas, tradiciones culturales, pertenencias
nacionales, ha llegado a niveles de violencia tales como migraciones forzadas, segregación,
invisibilización, incluso genocidios y constituyen prácticas racistas. El racismo opera a través
del discurso, penetrando en el interior de las principales instituciones (escuelas, hospitales,
empresas, medios de comunicación, entre otros) para la consecución de sus objetivos.
En la actualidad, muchas de estas prácticas discriminatorias subsisten de manera más o menos
solapada en nuestra sociedad, provocando situaciones de desigualdad. Revertir este flagelo
requiere del esfuerzo de toda la comunidad y, en este sentido, el Estado reconoce su rol de
rector y reafirma su compromiso de combatir estas prácticas en todos sus niveles y
manifestaciones con el objeto de garantizar la igualdad y el respeto de los derechos humanos.
Para alcanzar estos objetivos, el INADI trabaja impulsando políticas públicas no
discriminatorias y en clave de derechos humanos, procurando sentar las bases de un cambio
de paradigma cultural que defienda el valor de la diversidad humana en todos sus sentidos.
De este modo, se diseñan y ejecutan acciones de sensibilización, capacitación y visibilización
cuyo sentido último es el de interpelar la conciencia colectiva y fomentar la igualdad e
inclusión.
El presente documento pretende presentar la temática del racismo a la comunidad y brindar
respuestas acerca de su significado, sus modos de acción y la incidencia social y política que
las prácticas racistas han tenido y tienen en nuestro país, entre otros interrogantes.
Nos encontramos transitando un camino de ampliación de derechos y de conquista de
mayores estándares de ciudadanía. Entre todos y todas, estamos construyendo una sociedad
respetuosa de la diversidad y, como organismo que lucha contra la discriminación y a favor de
la igualdad, consideramos fundamental la elaboración y difusión de materiales que, como
éste, nos interpelen y nos permitan tomar conciencia acerca de temáticas muy arraigadas en
el tejido social pero muchas veces silenciadas.

¿Qué es la discriminación?
Por tratarse de un fenómeno tan complejo, para comprender de manera cabal qué es el
racismo, debemos primero adentrarnos en el significado de la discriminación y el
etnocentrismo.
La discriminación es el acto de agrupar a los seres humanos según algún criterio elegido e
implica una forma de relacionarse socialmente. Concretamente, suele ser usado para hacer

1
Documento temático INADI - Racismo. - 1a ed. - Buenos Aires: Inst. Nac. contra la Discriminación, la
Xenofobia y el Racismo - INADI, 2013. ISBN 978-987-1629-25-1
1
diferenciaciones que atentan contra la igualdad, ya que implica un posicionamiento
jerarquizado entre grupos sociales2, es decir, cuando se erige un grupo con más legitimidad o
poder que el resto.
En el año 1988 se sancionó la Ley Nº 23.592 sobre Actos Discriminatorios que en su Artículo
1º reconoce como discriminación cualquier impedimento o restricción del pleno ejercicio
“sobre bases igualitarias de los derechos y garantías fundamentales reconocidos en la
Constitución Nacional […] por motivos tales como raza, religión, nacionalidad, ideología,
opinión política o gremial, sexo, posición económica, condición social o caracteres físicos”.
Asimismo, el documento titulado Hacia un Plan Nacional contra la Discriminación, aprobado
por Decreto Nº 1086/2005, define una práctica discriminatoria como:
a) crear y/o colaborar en la difusión de estereotipos de cualquier grupo humano por
características reales o imaginarias, sean éstas del tipo que fueren, sean éstas positivas o
negativas y se vinculen a características innatas o adquiridas; b) hostigar, maltratar, aislar,
agredir, segregar, excluir y/o marginar a cualquier miembro de un grupo humano del tipo que
fuere por su carácter de miembro de dicho grupo; c) establecer cualquier distinción legal,
económica, laboral, de libertad de movimiento o acceso a determinados ámbitos o en la
prestación de servicios sanitarios y/o educativos a un miembro de un
grupo humano del tipo que fuere, con el efecto o propósito de impedir o anular el
reconocimiento, goce o ejercicio de los derechos humanos o libertades fundamentales.
(INADI, 2005: 41).
Desde una perspectiva antropológica, la discriminación es un ejercicio cognitivo y social que
se centra en una demarcación muy fuerte entre grupos humanos, la cual se carga de juicios
de valor, lo que conduce a posicionamientos jerarquizados y de desigualdad.
En este sentido, hay varios procesos que juegan un rol fundamental en la puesta en práctica
de la discriminación. El mecanismo principal que respalda este proceso es el denominado
etnocentrismo, noción que articula otros tres conceptos: a) la diferenciación, es decir, la
construcción de otredad; b) la carga valorativa puesta sobre dicha construcción, es decir, los
prejuicios y c) la fijación social de imágenes de esos Otros, los estereotipos.
El etnocentrismo proviene de la palabra “etnicidad”, basada en la idea de distintividad entre
grupos, lo que implica una mirada comparativa donde se eligen y destacan ciertos rasgos
culturales (lenguaje, tradición, costumbres, tradiciones) para diferenciarse del resto. Es una
postura que tiende a universalizar la propia cultura, al considerar común o general aquello
que es particular, característico del pueblo al que se pertenece. Por ejemplo, cuando se
observa una costumbre que no es compartida por el grupo de origen se piensa o se dice “¡Qué
absurdo lo que están haciendo!” o “¡Qué ridiculez
cómo están vestidos!”.
La mirada etnocéntrica termina de completarse con un posicionamiento valorativo donde a
las características distintivas le son sumadas cargas valorativas que construyen jerarquías
entre grupos, en términos de mejor/peor, manifestadas comúnmente en una actitud de
superioridad cultural de un grupo social hacia otras culturas. De esta manera, se evalúa a las
otras culturas con los parámetros de la propia, lo que impide entender los sentidos y
significados reales, es decir, los otorgados por esa otra cultura que se pretende conocer.

2
El término “grupo” es utilizado para referir de manera abstracta a todo agrupamiento social, desde
comunidad, colectividad, colectivo hasta sociedad, Estado o nación.

2
Del mecanismo etnocéntrico podemos distinguir entonces, el concepto de otredad, entendido
como una relación donde se experimenta la sensación de la diferencia social y cultural. La
noción del “otro” es una doble construcción en la que no solo se construye un “otro” sino
también un “nosotros”. Es decir que este concepto consiste en una mirada comparativa con
una persona o grupo que se percibe distinto frente a la propia mirada, y resulta extraña al
posicionamiento de quién compara.
Configurar la otredad es un proceso social que reproducimos tanto individual como
colectivamente y que tiene que ver con constituir un propio grupo de pertenencia, un
“nosotros” que se fortalece al crear y reforzar límites que señalen a un “otros” como
absolutamente diferente a ese “nosotros”.
La “sensación de alteridad” es tener conciencia de la diferencia y surge comúnmente del
contacto intercultural, es decir, entre grupos culturalmente diferentes. Este posicionamiento
en relación con la percepción de la identidad propia y la de los demás, puede basarse en
múltiples características culturales, tales como formas distintas de vestir o de moverse, de
saludar, de comunicar el afecto o la disidencia, sabores de comidas, ritmos musicales, formas
de habitar un espacio, etc.
Cuando en una sociedad no se reflexiona sobre la construcción de las diferencias, ésta puede
ser reproductora de prejuicios y estereotipos discriminatorios que refuercen la categoría de
“otredad” y aumenten el distanciamiento social.
Otro elemento que forma parte del mecanismo etnocéntrico es el prejuicio. Se trata de un
juicio de valor negativo sobre otras personas o grupos que es previo a todo conocimiento.
También, el prejuicio suele conformarse sin que tengamos conciencia de ello, y por eso es
difícil detectarlo y reflexionar sobre el mismo. Por esta razón, es común que el prejuicio se
caracterice por no ser reconocido conscientemente por la persona que lo manifiesta, y muchas
veces lo detectan las/os otras/os que la escuchan.
Finalmente, el tercer elemento en juego es el estereotipo: una imagen o idea que se tiene de
un grupo basada en una generalización, donde se simplifican las características de esos Otros
y se cristalizan sobre unos pocos rasgos, comúnmente asociados a prejuicios. Suele ser fácil
conformar estereotipos de un grupo diferente del propio y muy difícil hacerlo sobre un grupo
al que se pertenece, y esto es así porque tendemos a no reconocer la complejidad ajena, a no
comprenderla en las mismas dimensiones que la propia. Es así que, al estar asociados a
prejuicios, la mayoría de los estereotipos suelen ser discriminatorios.
Un ámbito donde se pueden ver comúnmente los prejuicios y estereotipos es el del humor.
Los chistes de judíos, gallegos, mujeres, etc., que aún siguen despertando risa, están
fuertemente cargados de ideas estereotipadas sobre grupos sociales. De hecho, son los que
motorizan el humor en ese chiste.
Comúnmente, el etnocentrismo se articula con relaciones sociales de poder y sometimiento,
es decir de superioridad/inferioridad. Así, las actitudes propias de la mirada etnocéntrica
pueden ser de indiferencia, atracción, desprecio u odio, y desde ya debe siempre ser
interpretada junto con otras variables que impulsan cada actitud, como intereses políticos y
económicos de las sociedades involucradas en esa relación.
La mayoría de las expresiones discriminatorias tienen que ver con esta mirada etnocéntrica
hacia los/as otros/as. Entendemos entonces que la discriminación es una relación social,
centrada en el posicionamiento identitario jerarquizado y por lo tanto desigual. La desigualdad
implica la inferiorización de los otros, es decir, pensar el propio grupo como superior y los
grupos ajenos como inferiores, mecanismo que vimos en la definición de discriminación.

3
¿Qué es el racismo?
El racismo es una forma de discriminación centrada en diferencias
biológicas, reales o imaginarias, que se hacen extensivas a signos o
indicadores culturales o religiosos. Constituye una ideología que apeló a
la biología para establecer relaciones jerarquizadas de desigualdad entre
grupos humanos.

Algunos autores han señalado que hay múltiples formas en que el racismo es manifestado y
reconocido como tal y, por ese motivo, es que se podría hablar de muchos “racismos” en plural
(Segato, 2006). Sin embargo, podemos distinguir de manera general, a un único fenómeno
histórico surgido en el seno de la sociedad occidental y expandido al resto del mundo como
ideología (Zaffaroni, 1997; Taguieff, 1998).
Como corriente de pensamiento, el racismo surgió en Occidente y tiene aproximadamente
doscientos años desde su conformación, de ahí que se lo defina comúnmente como fenómeno
de la modernidad.
Entendemos, por tanto, al racismo como un fenómeno fundamentalmente social y moderno,
como un conjunto de ideologías, pre-conceptos, estereotipos y prejuicios que tienden a
segmentar al conjunto humano en supuestos grupos que tendrían características comunes
entre sí (y jerarquizables entre los distintos grupos), cuya explicación radicaría en una
supuesta herencia genética (INADI, 2005: 37).
Podemos incluso agudizar la definición y afirmar que el racismo moderno tiene una fuerte
impronta europeísta, siendo que Europa occidental le dio origen en un contexto de
expansionismo capitalista.
Aunque existen otros tipos de racismo en otras muchas partes del mundo, la forma de racismo
más corriente e históricamente devastadora ha sido el racismo europeo contra los pueblos no
europeos (Van Dijk, 2007).
Comprendemos entonces a las distintas expresiones de racismo en nuestro país como
resultado de la globalización e importación de paradigmas y valores racistas propios de la
cultura occidental hegemónica impartida históricamente desde Europa.
Como fue mencionado en la introducción, podemos descomponer al racismo en diferentes
dimensiones. La primera dimensión refiere a los mecanismos mentales que implican los
prejuicios y estereotipos propios de la discriminación expuestos más arriba. En cuanto a los
sentimientos, mencionamos especialmente la sensación de rechazo, miedo y amenaza,
incluso odio3. Otra dimensión es la de las actitudes racistas, entre las cuales señalamos como

3
Algunos autores caracterizan el racismo desde una perspectiva de índole más psicológica y podría
decirse no histórica. En esta clave, la heterofobia es entendida como un elemento constitutivo del
racismo, y definida como “miedo, extrañeza o confusión ante el otro, miedo que se expresa como
miedo a lo desconocido y que forma parte de la propia estructura de personalidad de los sujetos
sociales” (INADI, 2005; Feierstein,1999). Por otra parte, Castoriadis, (1990) caracteriza el racismo como
odio al Otro, en el proceso de constitución de la mismidad, es decir de la identidad de grupo, sucede
algo más que una mirada etnocéntrica: la convicción de pertenecer de manera exclusiva a un mundo
de verdad y autenticidad del que entonces el resto de los pueblos
carecen, lo que derivaría en una justificación válida para pensarse superior y pensar a los otros como
inferiores. Esa sería la matriz de desvalorización que terminaría en odio. Como se dijo, es sistemática
la presencia de la idea de amenaza asociada a los Otros, pero en el sentido planteado por el autor esta
amenaza es una amenaza a la Verdad, es decir a las instituciones establecidas por una sociedad. Desde
un afuera, éstas se podrían ver interpeladas corriendo el riesgo de caer en una crisis social de sentido.
4
características a la intolerancia y la estigmatización (otro tipo de actitudes pueden ser de tipo
opinión o creencia). Asimismo, las actitudes se ven plasmadas en el nivel de las prácticas
discriminatorias, las cuales van desde el discurso, la indiferencia, los insultos, hasta las golpizas
y matanzas.

Racismo y xenofobia
Es de suma relevancia hacer una precisión conceptual de la relación entre los términos
“racismo” y “xenofobia”.
Muchos autores ubican, implícita o explícitamente, a la xenofobia como una forma de racismo
(Wievorka, 1994; Zaffaroni, 1997; Van Dijk, 2007; Payne, 2008; Javaloy, 1994, entre otros)4.
La xenofobia, es decir, el desprecio, odio o rechazo hacia personas migrantes provenientes de
otras naciones, no es indiferente ante los sujetos sobre los que se ejerce: no es con cualquier
población migrante que se despiertan las olas de odio o desprecio social. Más bien, hay ciertos
grupos de migrantes sobre quienes recae el rechazo y, justamente, esos grupos están
marcados por el racismo de alguna manera (ya sea por rasgos físicos, o culturales, como la
lengua o la religión).
En este sentido, vemos que la xenofobia comparte los mecanismos discriminatorios que
caracterizan al racismo: las características socioculturales a partir de rasgos físicos y culturales
sobre los que se construyen los prejuicios que crean el miedo y la sensación de amenaza,
particularmente en el caso de la xenofobia. Por todo lo antedicho es que consideramos que,
si bien se trata de conceptos diferentes, la xenofobia no puede ser entendida de manera
acabada sin ser pensada junto al racismo.
A continuación, veremos cómo el concepto de racismo ha ido evolucionando en relación con
su significado. Previo a ello, consideramos importante caracterizar el discurso racista
propiamente dicho, para luego abordarlo en su historicidad y diversas manifestaciones.

El discurso racista
Así, es posible que la inmigración sea tratada en términos de invasión, inundación,
amenaza, o al menos, como un problema grave, en lugar de como una importante y
necesaria contribución para la economía, la demografía o la diversidad cultural del país Teun
Van Dijk, “El discurso racista”

El discurso racista es una práctica racista clave porque es la principal difusora de esta ideología
tanto a nivel de las instituciones, como en la vida cotidiana. Varios autores han intentado
describir la estructura que caracteriza el discurso racista. De manera general, podemos
caracterizar el discurso racista en dos tipos5:

Discurso hacia los Otros


El discurso racista hacia el grupo étnico o nacional discriminado suele expresarse de manera
directa y explícita en insultos o groserías. Por otra parte, estas formas de discriminación verbal
pueden cobrar modos más sutiles según los contextos y manifestarse en formas de

4
Esta perspectiva se ve reforzada por los tratados internacionales que así lo vinculan, cuando al
abordar el problema del racismo se incluye la nacionalidad junto a los rasgos físicos o culturales, es
decir, como una forma posible de expresión del racismo. Ver especialmente la Convención
Internacional sobre la Eliminación de todas las formas de Discriminación Racial-CERD.
5
Tomado de Van Dijk, 2007.
5
indiferencia, como hacer caso omiso o interrumpir mientras la persona discriminada está
hablando.

Discurso sobre los Otros


El discurso sobre el grupo étnico o nacional discriminado es aquel que se realiza entre los
miembros del grupo dominante (es decir, el que imparte el poder y ejerce la discriminación).
Hay una lógica discursiva que a modo de fórmula está presente en todo discurso racista: la
representación negativa de los otros y la autorepresentación positiva del nosotros. Es decir,
el objetivo detrás del discurso racista parece estar en hablar mal del grupo discriminado,
consolidando una imagen estereotipada y negativa y hablar bien del propio grupo,
neutralizando toda mirada crítica o reflexiva posible que pudiera cuestionar este discurso. Así,
un ejemplo sobresaliente es cuando en la redacción de las noticias de los diarios se utiliza
estratégicamente la voz activa o la voz pasiva, la primera para destacar la autoría de un hecho
negativo (“Dos bolivianos asaltaron un banco”), la segunda para omitir la autoría de un hecho
negativo (“Un hombre Qom fue atropellado en la ruta”).
Un discurso aún más sutil es el llamado infraracismo (Wievorka, 1994). Se trata de un discurso
muy cotidiano que se caracteriza por ser inconsciente. Es decir, la expresión es infraracista
cuando esa característica identitaria es resaltada por encima de otras o mencionada de
manera innecesaria, y comúnmente va relacionada en el discurso con una característica buena
que viene a disimular el destacado racista del comentario: “¡Tengo un amigo judío!” o “Mi
amigo es judío y es muy buena gente” o cuando alguien
dice “¿Viste a mi amiga el otro día?” y la otra persona responde “¿Cuál? ¿La negra?”.
Finalmente, entendemos que todo discurso es más que palabras ya que tiene un soporte
semiótico, es decir, signos visuales que contribuyen fuertemente a reforzar lo dicho o
completar lo que las palabras no dicen, pero sugieren. El recurso de mensajes no verbales es
muy funcional para el discurso racista, ya que por ejemplo se ve validado por fotografías,
películas, novelas, incluso musicalización de las noticias que intervienen en
la formación de estereotipos y carga de connotación negativa a los grupos vulnerados.
Con estas estrategias discursivas, la ideología racista logra alcanzar efectos de verdad que se
arraigan en el sentido común de una sociedad dando lugar a la reproducción de ideas
discriminatorias.

Racismo biológico: la interpretación jerárquica de la humanidad


Como antecedente al racismo propiamente dicho, mencionamos al sistema esclavista
impulsado desde Europa (principalmente, portugueses, holandeses e ingleses) durante los
siglos XV a XIX que apeló al secuestro, traslado y explotación compulsiva de personas africanas
que fueron tratadas como instrumentos de comercio. La mercantilización de los cuerpos,
expresada en el sometimiento extremo de mano de obra esclava africana e indígena, es un
antecedente representativo del paradigma de progreso que instituyó la asociación del color
oscuro de la piel (el imaginario de “raza negra”) con lo negativo y al color claro de la piel (el
imaginario de “raza blanca”) con lo positivo, delineando estructuras de poder.
La diferenciación de la humanidad en supuestas “razas humanas” se remonta al siglo XVIII con
las primeras clasificaciones exhaustivas del mundo. Carlos Linneo, un botánico y zoólogo
iluminista, estableció las primeras taxonomías sistemáticas del reino vegetal y animal, y brindó
las primeras clasificaciones de grupos humanos con características culturalmente vagas al día
de hoy (figuraban “el hombre con cola”, “el sátiro” y “el troglodita”, por dar algunos ejemplos).
Luego, surgirían las clasificaciones según pertenencias geográficas asociadas a características
6
de personalidad. En la misma época, el conde de Buffón fue el primero en hablar de “razas”
humanas y fueron “explicadas” según el clima al que estaba referenciado cada grupo.
Podemos afirmar que el racismo se encontraba latente en estas ideas.
El siglo XIX trajo consigo el auge del paradigma del evolucionismo cultural. Tomando la idea
de “progreso” vigente desde la ilustración, el evolucionismo cultural fue el ordenamiento de
las sociedades humanas existentes en “estadios” supuestos de la humanidad, caracterizados
según el grado de desarrollo tecnológico. De esta manera, los estadios donde ubicar a cada
sociedad estuvieron determinados por la mayor o menor presencia de la dimensión naturaleza
o cultura en su desarrollo social, lo que diagnosticaba el grado de progreso en el que se
encontraba (referenciada en el desarrollo tecnológico).
Si pensamos en una línea imaginaria cuya flecha apunta hacia un extremo, el punto de partida,
valorado negativamente, correspondería a un estado primario de naturaleza, y el punto de
llegada, valorado positivamente, sería un estado de máxima cultura. El “progreso” estaría
expresado en esa flecha que se aleja de la naturaleza y avanza en pos de alcanzar mayor
“perfección” cultural.
Esta idea, bajo un criterio de desarrollismo tecnológico y cultural ordenaba la evolución, y
estaba signada por un movimiento unidireccionado hacia un solo destino evolutivo: el modelo
de sociedad europea occidental como máximo ideal a alcanzar. Los pueblos no occidentales,
como los pueblos indígenas y africanos, el pueblo árabe o el gitano, entre otros, fueron vistos
como rudimentarios, cercanos a la “naturaleza”.
Así, fueron clasificados como “bárbaros” o “salvajes” los más lejanos a la propuesta de
progreso europea, pueblos que por ello estaban supuestamente más cercanos a la naturaleza,
asociada a la animalidad, la irracionalidad y la inmadurez, lo que justificaba por su parte,
comportamientos paternalistas de conquista por parte de Europa en nombre de “la
civilización”.
Aunque la idea de evolución ya reinaba en las teorías sociales de la época, el pasaje hacia la
racialización fue posible por el triunfo del paradigma darwiniano sobre la evolución de las
especies, donde una de las claves es la herencia biológica que opera como transmisor de lo
que la selección natural favorece.
De esta forma, el paradigma darwiniano interpretado con el sesgo ideológico dominante fue
extrapolado a lo social y vino a reforzar este racismo agazapado desde la Ilustración en la idea
de progreso de las sociedades, ahora definitivamente en términos de evolución, biologizando
los discursos.
Fue así que a partir del evolucionismo cultural se definió la idea de diferenciación racial por
causa biológica, según la cual, a través de la herencia basada en la sangre como metáfora de
la herencia genética, se transmitían las aptitudes culturales de cada grupo.
Resumiendo: en el siglo XIX el paradigma del evolucionismo cultural vino a asentar estas
clasificaciones que dieron lugar a un ordenamiento de las sociedades en una línea de
evolución cultural. A una diferenciación grupal –que no era otra cosa que una diferenciación
cultural eurocentrada6– se le asociaron características físicas, donde el contraste radical fue
“lo blanco” europeo “civilizado” frente a “lo negro” africano “salvaje”.
Así, el evolucionismo cultural sirvió de trasfondo para la ideología de las “razas” humanas:
diferencias físicas y sociales aparentemente transmitidas por herencia biológica,
destacándose el color de la piel como principal rasgo clasificador. En un contexto claro de
formación de los Estados- nación, y por consiguiente de construcción de discursos

6
Eurocentrada, es decir, etnocéntrica, centrada en la cultura europea occidental.
7
nacionalistas asociados al expansionismo capitalista europeo, el debate sobre las razas
humanas cobró centralidad, dando lugar a clasificaciones jerárquicas que principalmente
avalaban la superioridad de “la raza blanca” representada por Europa.
(…)
El racismo contemporáneo
A lo largo del tiempo, el concepto de raza se ha ido desdibujando, deconstruyendo y
deslegitimando. Se ha visto cómo el discurso racista respondía a ideologías e intereses
políticos particulares, en los que el fenotipo fue el signo mediante el cual se justificaba la
discriminación a pueblos culturalmente diferentes al occidental.
Por tal motivo, después de la Segunda Guerra Mundial y del Holocausto nazi, se ha intentado
abolir el término “raza” mediante dos operaciones.
Por un lado, sustituyendo la palabra “raza” por la de “etnia” (con la intención expresa de
destacar la base cultural de la discriminación racial) y, por el otro, descartando la palabra
“raza” a partir de declamar su no existencia biológica.
No obstante, a pesar de la comprobación de que las razas no existen, el racismo en tanto
ideología y práctica, sí existe. En este sentido, el documento titulado Hacia un Plan Nacional
contra la Discriminación (INADI, 2005) sostiene que “el concepto de racismo se continúa
utilizando, como modo de referir al conjunto de ideas o de prácticas sociales basado en la
creencia de la existencia de razas” (p. 49).
Son las representaciones ideológicas del racismo las que destacan aspectos físicos que de otra
manera no se pondrían de relieve, como el color de la piel, la forma de los ojos, del cráneo o
el tipo de pelo. Como afirma Todorov (1991), “El hecho de que las ‘razas’ existan o no para los
científicos no influye en nada en la percepción de un individuo cualquiera, que comprueba
perfectamente que las razas están ahí” (pp. 116-117). Esta observación no hace más que
reforzar nuestra perspectiva: el racismo está exclusivamente apoyado en prácticas y discursos
culturales cargados de ideología y de historia social, no de biología. Para luchar contra el
racismo y contra la errónea percepción de “razas humanas” se debe atacar la fuente de esa
percepción, es decir la ideología que se expresa a través de los discursos racistas.

Racismo y pobreza
Como dijimos anteriormente, el racismo es un fenómeno que implica relaciones de poder y
dominación y surge en el contexto del expansionismo europeo capitalista que se caracterizó
por la dominación política y económica de un pueblo sobre otro.
En esta línea, podemos comprender el racismo contemporáneo como una herramienta
exitosa para perpetuar la exclusión y la vulneración de derechos.
Si la exclusión es una de las consecuencias principales de la práctica racista, al ser cruzado con
la problemática de la desigualdad de clase socioeconómica, encontramos que el racismo
refuerza la estigmatización de los grupos en situación de pobreza.
Desde el discurso, la relación entre racismo y pobreza es notable cuando se oyen expresiones
asociadas al racismo biologicista clásico (“son unos negros”) o al racismo cultural cuando, por
ejemplo, el hecho de escuchar cumbia villera constituye el imaginario social de que “son unos
grasas/gronchos”, porque “eso no es música”, desvalorizando la capacidad de producción de
cultura de las clases populares.
Otro prejuicio muy común que recae sobre la población en situación de pobreza es el que se
escucha en las siguientes afirmaciones: “son todos vagos, no quieren trabajar”, “les gusta vivir
así hacinados”, “se llenan de hijos para cobrar los planes”, entre las más escuchadas.
8
A su vez, el proceso ideológico de criminalización de la pobreza tiene una matriz racista y en
Argentina se expresa en el estereotipo del “pibe chorro”: un varón joven con gorra visera y
zapatillas deportivas, con un tono de pelo y piel morochos. No es difícil asociarlo con rasgos
físicos étnico-raciales que comparten comúnmente los pueblos indígenas y la población
migrante de las provincias o de países limítrofes (de Bolivia, del Perú o del Paraguay
principalmente). No es casual que la población que migra de estos lugares sea en su mayoría
descendientes de pueblos indígenas (coyas, aymaras, tupí guaraní, mapuches, tobas, entre
otros).
Observamos entonces cómo se entrecruzan las identidades y las problemáticas: las personas
migrantes que más sufren la xenofobia son las racializadas, es decir, las que tienen rasgos afro
o indígenas y, justamente, son las que habitan mayoritariamente en barrios populares o villas
de emergencia, sobre los que recaen los principales prejuicios y estereotipos que fortalecen
la exclusión social.

El racismo en la actualidad argentina

En la actualidad, la noción de racismo ha ampliado sus significados


y ha desplazado su foco en lo biológico para poner énfasis en lo
cultural y en la nacionalidad: hoy en día la palabra racismo es usada para
describir la discriminación por motivos socioculturales apoyados en características
visuales. De esta manera, el racismo es un fenómeno discriminatorio
por motivos étnico-raciales (cultural-fenotípicos) y está atravesado
por las variables de clase y nacionalidad.

En Argentina, los principales grupos que aún son víctimas de las prácticas racistas son los
pueblos indígenas, los/as afrodescendientes y africanos/as migrantes, la población migrante
de países limítrofes y la proveniente de Asia, la comunidad judía y musulmana, entre otros.
Algunos ejemplos de discursos racistas en relación con estos grupos son:
“Ellos no tienen cultura”, en relación con los pueblos indígenas.
“En Argentina no hay negros”, en relación con los/as afrodescendientes.
“Nos vienen a sacar el trabajo”, en relación con la migración de países limítrofes o asiáticos.
“Son todos vagos, no quieren trabajar”, expresión que coincide para los pueblos indígenas y
en relación con las personas en situación de pobreza, entrecruzamiento que explicamos en el
apartado anterior.

Cambio de paradigma: interculturalidad frente al racismo


La diversidad humana tiene que ver con las diferencias culturales entendidas en un sentido
amplio, diferencias en cuanto a las formas de pensar, actuar y percibir el mundo y a las otras
sociedades que viven en él.
La migración y el intercambio cultural han sido una constante en la historia de las poblaciones
humanas. En tal sentido, la interculturalidad remite a la interacción entre grupos y a los
procesos de intersección cultural que se suscitan a partir de esto: diálogo, influencia,
transformación y conflicto.
La negación de la diversidad cultural forma parte de procesos discriminatorios en los cuales
se pretende someter sectores de la población que son diferentes en su pertenencia cultural
pero iguales en dignidad y derechos. Es importante señalar que un mismo grupo humano

9
puede compartir rasgos que responden a diferentes culturas dado que las culturas no son
esencias, sino que están en mutua interacción y cambio a través de los procesos históricos.

La idea de interculturalidad tiene que ver, entonces, con poder incluir


desde las diferencias, lo que implica la promoción del respeto entre
culturas, pero también el intercambio.

El multiculturalismo fue un paradigma de los años ‘90 que se implementó al nivel de las
políticas públicas en muchos países de occidente y que buscó atender a la diversidad cultural
y promoverla con políticas específicas. Al no dar cuenta de una interrelación social entre las
culturas, su significado peligra en reproducir sentidos de fijeza y fuerte demarcación de
grupos. Es decir que, su uso político conlleva cierta ambigüedad e incluso conforma discursos
no asimilacionistas al mantener fuertes límites y distancias respecto de esos otros
“diferentes”.
Ello daría lugar a los discursos de “tolerancia” de lo diverso, donde lo que se hace no es más
que soportar alejadamente a esos Otros, sin una mínima identificación ni un auténtico
respeto.
El paradigma de la interculturalidad se muestra superador al del multiculturalismo porque
adopta un paradigma de diversidad cultural más permeable, inclusivo y dinámico. Hay un
compromiso con las diferencias porque todas y todos estamos inmersos en ellas, nos
reconocemos como parte de esa diversidad.
Así, la interculturalidad tiene que ver con la comunicación y ésta con la comprensión y el
entendimiento: no se trata sólo de convivir o entrar en contacto, sino de establecer puentes
comunicativos, de encuentro y comprensión mutua.
Adoptar el paradigma intercultural implica perder el miedo a relacionarnos, interactuar con
otros grupos, dialogando, aprendiendo a escuchar y a construir junto a quienes consideramos
diferentes.

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