Renato Leduc, Antología

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Renato Leduc

La Llorona
No llores, llorona, porque el llanto afea

y quien mucho llora muy escaso mea.

No enturbies, señora, la luz de tus ojos,

no llores, señora, porque el llanto afea

y el riñón inunda de hirientes abrojos

pues quien mucho llora muy escaso mea.

Si fue por tus hijos cesa ya tu llanto.

Si fue por tu amante, con mayor razón...

Llorona, la muerte nunca es para tanto

y hay que hacer de tripas −dicen− corazón.

Lágrimas de sangre o de agua alcalina

ni al amor diluyen ni al amor concitan;

mas en cambio, infaman de humildad canina

y el alma corrugan y la córnea irritan...

No llores, Llorona, porque el llanto afea

y quien mucho llora muy escaso mea...

(1957)
Del libro “XV Fabulillas de animales, niños y espantos”

#EscritoresMexicanos Llorona, llanto, micción


Oda a la ciudad
Ciudad en que he vivido

y que fundaron antes

de que naciera yo,

los antiguos comanches…

Eludo hablar de tu pasado

porque es un pasado bochornoso

y yo ‒perfecto amante‒

lo he olvidado…

No estás mal

con la miseria de tus arrabales;

y tu rastacuerismo colonial…

Sin afán ulterior de comprenderte

ni redimirte,

he mirado la lepra de tus calles,

unas veces, desde un globo cautivo,

y otras, desde las torres de tu Catedral…


Eje de mi universo ‒triste abuela de piedra

que según es costumbre, nunca cubrió la hiedra.

Por tus paredes grises solía rampar mi anhelo,

eminente y sonoro, de ser buen campanero,

cuando la vida urbana se desbordaba con

el canto tutelar de las campanas,

bajo el cielo jocundo de la Pascua

Florida de Resurrección…

Ciudad fundada por economía

de material hidráulico, en un lago que era

acueducto, drenaje y Helesponto:

En el paralelismo torvo de tus calles,

me asaltaron impulsos disidentes,

de hijo, semental y “souteneur”,

porque yo, peregrino de tu asfalto,

tuve hambre de pan, y de mujer…

Ciudad de intensa vida provinciana:

Sólo me gustas cuando estás dormida,


y detrás de las puertas clausuradas

fórjanse niños, mientras nace el día…

Cuando, como beatíficas estatuas,

hay un borracho meando en cada esquina.

Y el mundo celestial viene a nosotros;

y las cosas terrestres se idealizan

tanto, tanto,

que sabemos por qué

el divino Rubén,

con infantil urgencia preguntó:

En el nombre de Dios, bulto siniestro,

aquello ¿es una estrella, o un farol?

Ciudad de mis ensueños ‒como dicen los clásicos‒,

déjame que te diga mi profesión de fe.

Si aún albergas doncellas, permanezcan intactas

en la Escila y Caribdis de cine y cabaret.

Que tus horizontales se conviertan en santas.

Que redobles tu tráfico y tu gendarmería;


y en vez de la querida,

seas la obesa mamá de grandes y pequeños.

Y que yo no lo vea, ciudad de mis ensueños…

(1929)

Del libro “El aula, etc.”

#EscritoresMexicanos Catedral, Ciudad, Pascua, arrabales, borrachos calles,

Aquí se habla del tiempo perdido que, como dice


el dicho, los santos lo lloran
Sabia virtud de conocer el tiempo,

a tiempo amar y desatarse a tiempo;

como dice el refrán: dar tiempo al tiempo...

que de amor y dolor alivia el tiempo.

Aquel amor a quien amé a destiempo

martirizóme tanto y tanto tiempo


que no sentí jamás correr el tiempo,

tan acremente como en ese tiempo.

Amar queriendo como en otro tiempo

ignoraba yo aún que el tiempo es oro

cuánto tiempo perdí ay cuánto tiempo.

Y hoy que de amores ya no tengo tiempo,

amor de aquellos tiempos cómo añoro

la dicha inicua de perder el tiempo...

(1939)

Del libro “Breve glosa al Libro del Buen Amor.

La vida de renato leduc está llena de leyendas; lo mejor de todo es que fueron ciertas. Según José

Alvarado, era adicto a Pancho Villa y anduvo en las batallas conectándose en los postes para

telegrafiar. Presencio la invasión de Hitler a París y Victoriano Huerta bebió tequila delante de él.

Cuenta otra leyenda que el famoso poema del tiempo nació de un reto que un condiscípulo envidioso

de su talento, en la época de San Ildefonso, le lanzó públicamente: que escribiera un soneto con la

palabra tiempo; esta palabra no tiene ninguna rima consonante con otra en idioma español y un

soneto debe rimar. El poeta lo escribió utilizando con ingenio las diversas acepciones de la misma

palabra y lo arrojó a la cara del compañero retador.

Son bien conocidas las diversas versiones musicales que de este poema se han realizado. Destaca

entre todas, la interpretada por Marco Antonio Muñiz.

#EscritoresMexicanos #Soneto Tiempo, amor, añoranza destiempo,


Corrido de la Revolución mexicana

TIEMPOS EN QUE ERA DIOS OMNIPOTENTE

Y EL SEÑOR DON PORFIRIO PRESIDENTE

TIEMPOS ¡AY…! TAN IGUALES AL PRESENTE.

Bonita placita de arnas

−gritaba Nacho García−

Para rotos y catrinas

la serenata seguía…

y en su silla de oro y plata

don Porfirio sonreía…

Tiburcia perdió a su hijo

ya nadie da razón de él…

Se lo llevaron de leva
y ha de estar en el cuartel.

Don Porfirio risa y risa

mirando al payaso Bell…

Qué buena se ha puesto tu hija

−el señor amo decía−

Demetrio le hunde la daga

y a la sierra se partía

y en su silla de oro y plata

don Porfirio sonreía.

Ya me arrebató mis tierras

don Venancio el gachupín…

A ver si la jeta cierras

tú eres indio y él catrín…

Don Porfirio ¡ay…! cómo goza

en los bailes de postín.

Ya vinieron los ministros

esta llegando uno diario

a revalsarla en las fiestas


piochudas del centenario.

Don Porfirio… santo… santo

ya el diente no pela tanto.

Por las llanuras del Norte

ya la tormenta rugía.

Ya se oyen rayos y truenos

del Sur por la serranía.

de su silla de oro y plata

don Porfirio se caía…

II

TIEMPOS DE PANCHO VILLA Y DE LA

GUERRA DE MENTADAS Y TIROS EN LA

SIERRA. TIEMPOS DE FE NO EN DIOS

SINO EN LA TIERRA.

Por el centro de la pila

fueron entrando a Torreón

mi general Pancho Villa


y atrás la revolución…

¡Ay jijos…! Ya se nos hizo

cuánto diablo bigotón…

Ya viene Toribio Ortega

subiendo y bajando cerros

y no te enredes ni engañes

que ahi anda Pablito Seáñez

haciendo ladrar los perros.

¡Cuánto usurero barbón..!

¡Ay jijos… cómo les vuela

de la levita el faldón…!

¡Ay jijos… ya se nos hizo:

triunfó la revolución…!

Tenemos camino andado…

No hay que juntarse con rotos

siempre te juegan traición

ya Madero está vengado

ya murió la usurpación.
En su caballo retinto

llegó Emiliano Zapata

bonita su silla charra

y sus botones de plata

pero mucho más bonito

su famoso Plan de Ayala…

Este gallo es de navaja

y no es gallo de espolón

si quieres tierra trabaja

trabaja no seas huevón…

Ya llegó don Venustiano

con sus anteojos oscuros

y Villa y Zapata gritan:

No sé que tengo en los ojos…

porque ya en Pablo González

se vislumbra la traición.

¡Ay reata no te revientes

que es el último jalón…!


Ya se están muriendo todos

¡Jesús qué desilusión…!

se está volviendo gobierno

¡Ay Dios…! La revolución.

III

TIEMPOS DE DON PANCHITO Y DE DOÑA

RAMONA, DE ARZOBISPOS A CABALLO

Y REVOLUCIÓN PEATONA Y DE UNA “BUENA

SOCIEDAD” QUE NI LA BURLA PERDONA.

Abelardo ya es banquero

banquero de “gente bien”

unos tienen gallinero

y otros siembran henequén.

Qué bonito es el dinero

con tal de que te lo den.

Se volteó el coronelazo,

se coló el licenciadito…
caray qué gente tan vil

ahí les va ese cañonazo

no es tanto nomás tantito

sólo son cincuenta mil.

Mi padre que fue ranchero

el pobre murió en Celaya

peleando por Obregón.

Yo me largo de bracero

sabe Dios cómo me vaya

¡viva la revolución…!

Aquel vestido de corto

¿es bailarín o ministro?

tacuche así se lo he visto

a Sinatra en la pantalla

vaya… vaya… vaya…

Mi general, yo quisiera

encontrar colocación:

nodriza, mozo, enfermera.


¡Viva la revolución…!

que me den una curul

y seré pico de cera

como le he sido en el FUL.

Tequila y mezcal tomamos

eso fue ayer no seas res

entonces pá qué peleamos

ahora se toma escocés…

En Peralvillo y Atlampa

no se consiguen frijoles

pero en los Jenas y Ambas

le entran duro a los jaiboles

Bailleres y Jojenjoles.

El pueblo los ve y se ríe

cual se reía don Porfirio

de la insolente abyección;

este pueblo desnutrido

pero nunca arrepentido


que hizo la Revolución…

IV

FECHA DE NUESTRA HISTORIA LA MÁS

BELLA PARA LAS “FUERZAS VIVAS”

PUES EN ELLA TRAS LAS

BARRAS SEREMOS NUEVA ESTRELLA.

Tiempos del cojo Santana

hinchados de devoción

jamás vieron tanta lana

rastreando en la procesión…

Obispos y ejecutivas

van del brazo y por la calle

mientras que las “fuerzas vivas”

no dan golpe que les falle.

¡Quién te lo había de decir

gritona Revolución

que hincada habías de asistir


hasta lo Coronación…!

Viendo tantos sacristanes

los fieros constituyentes

en sus tumbas como canes

pelando estarán los dientes.

Infeliz Benito Juárez

verte quisiera a estas horas

nos jinetean entre altares

los gringos y las señoras…

El triste trabajador

trabajos pasa prolijos

en el trabajo creador

y fecundo de hacer hijos.

Y las clases proletarias

se desgañitan a gritos

porque las cuentas bancarias

dizque ahora son sus ahorritos.


Esbirros de la Embajada

con el permiso oficial

han vuelto espalda mojada

al águila nacional…

¿Qué haremos en esta casa

cuando queramos hablar…?

nos van a poner mordaza

canónica y secular…

Buscamos un mexicano

pues con tanto margallate

se está volviendo texano

hasta el indio del ayate

y de lo alto nos escupe

tanto juan-diego agringado

que –ay virgen de Guadalupe−

¿dónde está Juan Colorado?

Y aquí termina el corrido

de nuestra Revolución.
Ya con esta me despido

todo escurriendo emoción

pero no te achicopales

hijo de indio y español…

Abre las alas paloma:

por los confines de Cuba

ya viene rayando el sol.

(1962)

Del libro “Catorce poemas burocráticos y un corrido reaccionario, para solaz y esparcimiento de las

clases económicamente débiles”

#EscritoresMexicanos Corrido, Díaz, Madero, Porfirio Revolución Villa, Zapata mexicana,

La conversión
Pensamos que ya era tiempo de ser románticos,

y entonces

confeccionamos un paisaje ad-hoc,

saturado del más puro idealismo,

y barnizamos la luna
de melancólico color.

Adquirimos también

una patria y un dios

para los usos puramente externos

del culto y del honor.

(Vertimos por la patria

medio litro de sangre;

comulgamos con ruedas de molino

por el amor de Dios.)

¡Ah!... y teníamos una dama

propia para el corazón.

Usaba las manos blancas,

un albo cuello de cisne

y los ojos insolubles

a la temperatura del alcohol.

Era una dama Capuleta,

hábil para charlar en el balcón.

Naturalmente, Chopin
y algunas otras cosas similares,

nos hicieron llorar más de una vez,

pero justificamos nuestro llanto

con el capcioso: ¿Quién que es, no es?

Y otras veces

llorábamos también por la exquisita

banalidad de nuestra vida

ida.

Cuando

vicios, virtudes y personas notables

bailoteaban

sobre la cuerda de nuestra ironía,

como muchachos locos, en la escuela,

o como tiples en la pasarela.

Y al fin fuimos cristianos

por esnobismo.

Necesitábamos precisamente

algún egregio sembrador de dudas

y en un baile de máscaras
la rubia Magdalena nos presentó a Jesús.

Y sucedió, porque al atardecer

las pasiones jocundas acallaron

su estentóreo fulgor de dinamita.

Éramos mansos de corazón

y la carne del Cosmos era de una

estupenda belleza hermanfrodita.

De "Algunos poemas deliberadamente románticos

y un prólogo en cierto modo innecesario" 1933

#EscritoresMexicanos

Inútil divagación sobre el retorno


Más adoradas cuanto más nos hieren

van rodando las horas,

van rodando las horas porque quieren.

Yo vivo de lo poco que aún me queda de usted,


su perfume, su acento,

una lágrima suya que mitigó mi sed.

El oro del presente cambié por el de ayer:

la espuma… el humo… el viento…

Angustia de las cosas que son para no ser.

Vivo de una sonrisa que usted no supo cuándo

me donó. Vivo de su presencia

que ya se va borrando.

Ahora tiendo los brazos al invisible azar;

ahora buscan mis ojos con áspera vehemencia

un prófugo contorno que nunca he de alcanzar.

Su perfume, su acento,

una lágrima suya que mitigó mi sed.

¡Oh, si el humo fincara, si retornara el viento,

si usted una vez más volviera a ser usted!

(1933)

Del libro “Algunos poemas deliberadamente románticos”

#EscritoresMexicanos Usted, acento, ayer lágrima, perfume, sed,


Alfredo Jiménez G.
8a

Alto de estatura, de ademanes seguros y voz firme; malhablado en televisión y hasta

en sus versos. Amante de la fiesta brava y autor de inolvidables novelas taurinas

como "El corsario Beige". Combatiente y al mismo tiempo cronista de la Revolución

Mexicana. Ese era el bardo, periodista, telegrafista y escritor Renato Leduc.

Cuando un Poeta de estas características desciende de su pedestal de macho


mexicano para dirigirse a una dama con palabras dulces y "deliberadamente
románticas" (como él mismo apuntó), demuestra que es todo un caballero; que se
sabe imponer cuando es preciso, pero tan capaz de ser humilde y demostrar a una
mujer que también tiene corazón y sabe ofrecerlo sin perder ni una partícula de
integridad. Don Renato Leduc era un Poeta completo.

La prueba manifiesta y latente de que el inmortal Renato Leduc, de voz fuerte y recia,
capaz de usar palabras rudas y memorables en los momentos más inesperados,
también podía modular esa voz de una manera dulce para dirigirse del modo más lírico
posible a una Dama, sin bajar ni un milímetro su viril condición de cazador fuerte y
valeroso.

Este poema es sumamente nostálgico, de singular belleza; añora alguna actitud


favorable hacia él, de la mujer amada, pero lo dice de una forma tan diplomática y sutil
que no dudo haya ablandado un poco la dura indiferencia de la musa en cuestión.

Es muy probable que, si bien esa mujer no volvió a ser la de antes, por lo menos le
prodigó una leve sonrisa y ya en soledad alguna lágrima que ya no mitigó la sed de Don
Renato.
INÚTIL DIVAGACIÓN SOBRE “USTED”

“Yo vivo de lo poco que aún me queda de ‘usted’,/ su perfume, su acento,/ una lágrima
suya que mitigó mi sed”. ¿Por qué don Renato Leduc, el hombre grandote, rudo,
bohemio, de versos punzantes, certeros y agudos se puso alguna vez tan
“deliberadamente romántico” (dicho ésto en sus propias palabras) y escribió esos
versos delicados que tanto nos conmueven y desconciertan? En realidad no fue
solamente el conocido poema “Inútil divagación sobre el retorno”, escribió todo un libro
lírico de amor donde, sin perder su fina ironía, se abstiene de soltar sus atinados
improperios, afina su pluma, torna sutil su verso y deja constancia de su enorme
capacidad de rapsoda enamorado... ¿Quién fue la mujer que le inspiró tan memorables
renglones?
El destino jugó muy bien sus fichas para que don Renato pudiera conocerla, lejos de
México y en circunstancias muy dramáticas. Entre 1930 y 1941 el Poeta trabajaba para
la Secretaría de Hacienda y Crédito Público; a finales de esa década fue asignado a la
embajada de México en Francia. Feliz de la vida frecuentaba los cafés del boulevard
Saint Germain y se codeaba con personajes ahora legendarios como André Breton,
Salvador Dalí y Max Ernst, este último era novio con una jovencita 27 años menor que
él, Leonora Carrington quien iba a convertirse en la musa responsable de los versos
románticos de Leduc.
Leonora había huído de sus natal Inglaterra perdidamente enamorada del pintor Max
Ernst (quien estaba casado), siguió sus pasos desdeñando un brillante porvenir en la
nobleza y dejando en la total amargura a su padre, Lord Carrington.
El idilio entre el pintor y la princesa de edades tan dispares florecía en las nostálgicas
calles de París, pero fue interrumpido bruscamente por el ataque de las fuerzas
armadas alemanas contra Francia, era 1940, la Segunda Guerra Mundial se extendía
por todo el viejo continente. Ernst era judío, fue arrestado y cautivo en un campo de
concentración. Leonora logró escapar rumbo a España, pero víctima de un grave
trastorno depresivo, fue recluida en un sanatorio psiquiátrico de Santander, del que
posteriormente logró fugarse y, como pudo, llegó a Portugal donde se reencontró con el
Poeta Renato Leduc, su viejo amigo de aquellas memorables tertulias intelectuales en
el añorado café Les Deux Magots.
El status de diplomático mexicano de Leduc no fue suficiente para allanarle el camino
de regreso a América, ni para él ni para su amiga en infortunio. Agotadas todas las
tentativas de gestiones burocráticas, sólo encontraron una última solución, debían
casarse para que Leonora pudiera tener inmunidad como esposa de un extranjero
proveniente de un país neutral.
Una boda sin encanto, un mero trámite urgente logró salvarlos justo a tiempo, apenas
alcanzaron uno de los últimos barcos que logró zarpar, por la ruta de Marruecos (¡Ohh
“Casablanca”!) rumbo a Nueva York, antes del caos total. Un viaje lleno de
incomodidades y la llegada a una hostil “ciudad que nunca duerme” fue su obligada y
convenida “luna de miel”.
Pero era inevitable que en medio de tanta adversidad compartida y lealtad demostrada,
surgiera espontáneo un amor delirante entre ambos; por más que muchos se han
empeñado en negarlo, quedan como testimonio los versos románticos de Leduc, las
reveladoras respuestas que prodigó la Carrington en muchas entrevistas como aquella
inolvidable concedida a Silvia Scheren y por si fuera poco unas cartas descubiertas por
José Luis Martínez S. (tan inolvidable gambusino de tesoros bibliográficos). Enseguida
reproducimos textual un fragmento de una de esas misivas, escrita por Leonora a su
Poeta, allá en Nueva York:
“Te amo atrozmente, este lugar es horrible sin tí, y aquí me la paso toda la mañana.
Detesto Nueva York. Te amo y tengo ganas de acostarme contigo, tengo ganas de
abrazarte y lamerte. Se hace tarde y no vienes, no le temo a nada, por el amor de Dios
o de Satán (más bien por amor de Satán)./ Regresa PRONTO, PRONTO RENATO,
TENGO GANAS DE TI Y ME VUELVO LOCA SIN TI. VEN PRONTO. Estoy angustiada,
te necesito. ¿Tienes idea de cuánto te necesito? No voy a dejar de escribir hasta que
regreses...” Así era la añorada “USTED” del poema “Inútil divagación sobre el retorno”.
Con ayuda de amigos incondicionales lograron comprar un viejo automóvil y por
carretera abandonaron sin nostalgia Nueva York rumbo a México, lo que iniciaría para
Leonora su amor eterno por este país surrealista. Se instalaron en un hotelucho de la
colonia Tabacalera; mientras que Renato salía a buscar trabajo, Leonora solía esperarlo
en el Café Los Pericos, ahí comenzaría a echar raíces su encanto por esta tierra mágica
que no había de abandonar jamás.
Sin embargo los geniales temperamentos del Poeta de 48 años y de la Pintora de 28
eran incompatibles y se divorciaron en 1943, ahí nacieron sus respectivas nostalgias y
comenzaría la leyenda de unos de los episodios más conmovedores de la Literatura
mexicana. Muchos años después, Leonora le confesaría a Elena Poniatowska que
Renato Leduc había sido “el amor de su vida”.
“NOTICIA DE ÚLTIMA HORA”: Tan bella aventura tiene una posdata, el accidentado
amor entre Poeta y Pintora continuó como amistad sincera y en 1957 ¡TUVIERON UN
HIJO! (???!!!), nació un libro con el talento de los dos, el volumen “XV fabulillas de
animales, niños y espantos” escrito por Renato e ilustrado con viñetas de Leonora. En
su tiempo se publicó en edición modesta de 300 ejemplares pagados por el autor; el
libro se siguió publicando después pero sin dibujos. Una buena noticia, el ya citado
descubridor de tesoros José Luis Martínez S. rescató la obra original y la volvió a
publicar con un bellísimo prólogo de su autoría. Está disponible en Ediciones Vaso
Roto. No se lo pierdan.

Alfredo Jiménez G.

“¡Oh, si el humo fincara, si retornara el viento,/ si usted una vez más volviera a ser
usted!” (Renato Leduc).
¿Estarán conscientes las bellas mujeres de que sus desdenes pueden provocar,
además de tragedias, gran Literatura?

Alusión a los cabellos castaños


Así como fui yo, así como eras tú,

en la penumbra inocua de nuestra juventud

así quisiera ser,

mas ya no puede ser.

Como ya no seremos como fuimos entonces,

cuando límpida el alma trasmutaba en pecado

al más leve placer,

Cuando el mundo y tú eran sonrosaba sorpresa.

Cuando hablaba yo solo dialogando contigo,

es decir, con tu sombra,

por las calles desiertas,

y la luna bermeja era dulce incentivo

para idilios de gatos, fechorías de ladrones

y soñar de poetas.

Cuando el orbe rodaba sin que yo lo sintiera,

cuando yo te adoraba sin que tú lo supieras

—aunque siempre lo sabes, aunque siempre lo sepas—

y el invierno era un tropo y eras tú primavera

y el romántico otoño corretear de hojas secas.

Tú que nunca cuidaste del rigor de los años


ni supiste el castigo de un marchito ropaje;

tú que siempre tuviste los cabellos castaños

y la tersa epidermis, satinado follaje.

Tus cabellos castaños, tus castaños cabellos

por volver a besarlos con el viejo fervor,

vendría yo la ciencia que compré con dolor

y la tela de araña que tejí en sueños.

Así como fui yo, así como eras tú,

en la inconciencia tórrida de nuestra juventud,

así quisiera ser,

mas ya no puede ser...


De "Algunos poemas deliberadamente románticos
y un prólogo en cierto modo innecesario" 1933

#EscritoresMexicanos

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