Renato Leduc, Antología
Renato Leduc, Antología
Renato Leduc, Antología
La Llorona
No llores, llorona, porque el llanto afea
(1957)
Del libro “XV Fabulillas de animales, niños y espantos”
y yo ‒perfecto amante‒
lo he olvidado…
No estás mal
y tu rastacuerismo colonial…
ni redimirte,
Florida de Resurrección…
tanto, tanto,
el divino Rubén,
(1929)
(1939)
La vida de renato leduc está llena de leyendas; lo mejor de todo es que fueron ciertas. Según José
Alvarado, era adicto a Pancho Villa y anduvo en las batallas conectándose en los postes para
telegrafiar. Presencio la invasión de Hitler a París y Victoriano Huerta bebió tequila delante de él.
Cuenta otra leyenda que el famoso poema del tiempo nació de un reto que un condiscípulo envidioso
de su talento, en la época de San Ildefonso, le lanzó públicamente: que escribiera un soneto con la
palabra tiempo; esta palabra no tiene ninguna rima consonante con otra en idioma español y un
soneto debe rimar. El poeta lo escribió utilizando con ingenio las diversas acepciones de la misma
Son bien conocidas las diversas versiones musicales que de este poema se han realizado. Destaca
la serenata seguía…
Se lo llevaron de leva
y ha de estar en el cuartel.
y a la sierra se partía
ya la tormenta rugía.
II
SINO EN LA TIERRA.
y no te enredes ni engañes
de la levita el faldón…!
triunfó la revolución…!
ya murió la usurpación.
En su caballo retinto
y no es gallo de espolón
se vislumbra la traición.
III
Abelardo ya es banquero
Se volteó el coronelazo,
se coló el licenciadito…
caray qué gente tan vil
Yo me largo de bracero
¡viva la revolución…!
a Sinatra en la pantalla
Mi general, yo quisiera
encontrar colocación:
En Peralvillo y Atlampa
no se consiguen frijoles
Bailleres y Jojenjoles.
de la insolente abyección;
IV
hinchados de devoción
rastreando en la procesión…
Obispos y ejecutivas
gritona Revolución
El triste trabajador
en el trabajo creador
se desgañitan a gritos
al águila nacional…
canónica y secular…
Buscamos un mexicano
de nuestra Revolución.
Ya con esta me despido
pero no te achicopales
(1962)
Del libro “Catorce poemas burocráticos y un corrido reaccionario, para solaz y esparcimiento de las
La conversión
Pensamos que ya era tiempo de ser románticos,
y entonces
y barnizamos la luna
de melancólico color.
Adquirimos también
Naturalmente, Chopin
y algunas otras cosas similares,
Y otras veces
ida.
Cuando
bailoteaban
por esnobismo.
Necesitábamos precisamente
y en un baile de máscaras
la rubia Magdalena nos presentó a Jesús.
#EscritoresMexicanos
que ya se va borrando.
Su perfume, su acento,
(1933)
La prueba manifiesta y latente de que el inmortal Renato Leduc, de voz fuerte y recia,
capaz de usar palabras rudas y memorables en los momentos más inesperados,
también podía modular esa voz de una manera dulce para dirigirse del modo más lírico
posible a una Dama, sin bajar ni un milímetro su viril condición de cazador fuerte y
valeroso.
Es muy probable que, si bien esa mujer no volvió a ser la de antes, por lo menos le
prodigó una leve sonrisa y ya en soledad alguna lágrima que ya no mitigó la sed de Don
Renato.
INÚTIL DIVAGACIÓN SOBRE “USTED”
“Yo vivo de lo poco que aún me queda de ‘usted’,/ su perfume, su acento,/ una lágrima
suya que mitigó mi sed”. ¿Por qué don Renato Leduc, el hombre grandote, rudo,
bohemio, de versos punzantes, certeros y agudos se puso alguna vez tan
“deliberadamente romántico” (dicho ésto en sus propias palabras) y escribió esos
versos delicados que tanto nos conmueven y desconciertan? En realidad no fue
solamente el conocido poema “Inútil divagación sobre el retorno”, escribió todo un libro
lírico de amor donde, sin perder su fina ironía, se abstiene de soltar sus atinados
improperios, afina su pluma, torna sutil su verso y deja constancia de su enorme
capacidad de rapsoda enamorado... ¿Quién fue la mujer que le inspiró tan memorables
renglones?
El destino jugó muy bien sus fichas para que don Renato pudiera conocerla, lejos de
México y en circunstancias muy dramáticas. Entre 1930 y 1941 el Poeta trabajaba para
la Secretaría de Hacienda y Crédito Público; a finales de esa década fue asignado a la
embajada de México en Francia. Feliz de la vida frecuentaba los cafés del boulevard
Saint Germain y se codeaba con personajes ahora legendarios como André Breton,
Salvador Dalí y Max Ernst, este último era novio con una jovencita 27 años menor que
él, Leonora Carrington quien iba a convertirse en la musa responsable de los versos
románticos de Leduc.
Leonora había huído de sus natal Inglaterra perdidamente enamorada del pintor Max
Ernst (quien estaba casado), siguió sus pasos desdeñando un brillante porvenir en la
nobleza y dejando en la total amargura a su padre, Lord Carrington.
El idilio entre el pintor y la princesa de edades tan dispares florecía en las nostálgicas
calles de París, pero fue interrumpido bruscamente por el ataque de las fuerzas
armadas alemanas contra Francia, era 1940, la Segunda Guerra Mundial se extendía
por todo el viejo continente. Ernst era judío, fue arrestado y cautivo en un campo de
concentración. Leonora logró escapar rumbo a España, pero víctima de un grave
trastorno depresivo, fue recluida en un sanatorio psiquiátrico de Santander, del que
posteriormente logró fugarse y, como pudo, llegó a Portugal donde se reencontró con el
Poeta Renato Leduc, su viejo amigo de aquellas memorables tertulias intelectuales en
el añorado café Les Deux Magots.
El status de diplomático mexicano de Leduc no fue suficiente para allanarle el camino
de regreso a América, ni para él ni para su amiga en infortunio. Agotadas todas las
tentativas de gestiones burocráticas, sólo encontraron una última solución, debían
casarse para que Leonora pudiera tener inmunidad como esposa de un extranjero
proveniente de un país neutral.
Una boda sin encanto, un mero trámite urgente logró salvarlos justo a tiempo, apenas
alcanzaron uno de los últimos barcos que logró zarpar, por la ruta de Marruecos (¡Ohh
“Casablanca”!) rumbo a Nueva York, antes del caos total. Un viaje lleno de
incomodidades y la llegada a una hostil “ciudad que nunca duerme” fue su obligada y
convenida “luna de miel”.
Pero era inevitable que en medio de tanta adversidad compartida y lealtad demostrada,
surgiera espontáneo un amor delirante entre ambos; por más que muchos se han
empeñado en negarlo, quedan como testimonio los versos románticos de Leduc, las
reveladoras respuestas que prodigó la Carrington en muchas entrevistas como aquella
inolvidable concedida a Silvia Scheren y por si fuera poco unas cartas descubiertas por
José Luis Martínez S. (tan inolvidable gambusino de tesoros bibliográficos). Enseguida
reproducimos textual un fragmento de una de esas misivas, escrita por Leonora a su
Poeta, allá en Nueva York:
“Te amo atrozmente, este lugar es horrible sin tí, y aquí me la paso toda la mañana.
Detesto Nueva York. Te amo y tengo ganas de acostarme contigo, tengo ganas de
abrazarte y lamerte. Se hace tarde y no vienes, no le temo a nada, por el amor de Dios
o de Satán (más bien por amor de Satán)./ Regresa PRONTO, PRONTO RENATO,
TENGO GANAS DE TI Y ME VUELVO LOCA SIN TI. VEN PRONTO. Estoy angustiada,
te necesito. ¿Tienes idea de cuánto te necesito? No voy a dejar de escribir hasta que
regreses...” Así era la añorada “USTED” del poema “Inútil divagación sobre el retorno”.
Con ayuda de amigos incondicionales lograron comprar un viejo automóvil y por
carretera abandonaron sin nostalgia Nueva York rumbo a México, lo que iniciaría para
Leonora su amor eterno por este país surrealista. Se instalaron en un hotelucho de la
colonia Tabacalera; mientras que Renato salía a buscar trabajo, Leonora solía esperarlo
en el Café Los Pericos, ahí comenzaría a echar raíces su encanto por esta tierra mágica
que no había de abandonar jamás.
Sin embargo los geniales temperamentos del Poeta de 48 años y de la Pintora de 28
eran incompatibles y se divorciaron en 1943, ahí nacieron sus respectivas nostalgias y
comenzaría la leyenda de unos de los episodios más conmovedores de la Literatura
mexicana. Muchos años después, Leonora le confesaría a Elena Poniatowska que
Renato Leduc había sido “el amor de su vida”.
“NOTICIA DE ÚLTIMA HORA”: Tan bella aventura tiene una posdata, el accidentado
amor entre Poeta y Pintora continuó como amistad sincera y en 1957 ¡TUVIERON UN
HIJO! (???!!!), nació un libro con el talento de los dos, el volumen “XV fabulillas de
animales, niños y espantos” escrito por Renato e ilustrado con viñetas de Leonora. En
su tiempo se publicó en edición modesta de 300 ejemplares pagados por el autor; el
libro se siguió publicando después pero sin dibujos. Una buena noticia, el ya citado
descubridor de tesoros José Luis Martínez S. rescató la obra original y la volvió a
publicar con un bellísimo prólogo de su autoría. Está disponible en Ediciones Vaso
Roto. No se lo pierdan.
Alfredo Jiménez G.
“¡Oh, si el humo fincara, si retornara el viento,/ si usted una vez más volviera a ser
usted!” (Renato Leduc).
¿Estarán conscientes las bellas mujeres de que sus desdenes pueden provocar,
además de tragedias, gran Literatura?
y soñar de poetas.
#EscritoresMexicanos