Primer Capitulo Del Libro La Escuela de Cristo
Primer Capitulo Del Libro La Escuela de Cristo
Primer Capitulo Del Libro La Escuela de Cristo
Juan 1:51, “Y le dijo: De cierto, de cierto os digo: De aquí adelante veréis el cielo
abierto, y a los ángeles de Dios que suben y descienden sobre el Hijo del
Hombre.”
Lucas 9:23, “Y decía a todos: Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí
mismo, tome su cruz cada día, y sígame.”
La “Otredad” de Cristo
Es necesario que entremos a la muy severa escuela del Espíritu, lo cual resulta en
el descubrimiento de que nuestras mejores intenciones son corruptas, de que
nuestros más puros motivos son inmundos ante Sus ojos, de que el yo brota en
algún lugar en las cosas que intentamos que sean para Dios. No podemos
producir desde esta naturaleza algo aceptable para Dios. Todo lo que alguna vez
llegue a Dios será únicamente en Cristo, no en nosotros. En esta vida nunca será
en nosotros, ni como nuestro. Siempre existirá la diferencia entre Cristo y
nosotros. Aunque Él viva en nosotros, Él y únicamente Él, es el objeto de placer y
satisfacción divina, y la lección básica que usted y yo tenemos que aprender en
esta vida, bajo la tutela, revelación y disciplina del Espíritu Santo es, que Él es
diferente a lo que somos nosotros, y que esa “otredad” es definitivamente algo
absoluto. ¡Esta es una de las lecciones difíciles!
Si usted está mirando hacia adelante lo que estoy diciendo, verá a qué lo conduce
esto. Lo conduce a la más gloriosa posición. Lo conduce al glorioso hecho
mencionado por el Señor Jesús, en aquellos días antes de que las cosas llegaran
a ser internas: “Aprended de mí…y hallaréis descanso para vuestras almas.” Ese
es el objetivo. Nosotros nunca encontraremos descanso para nuestras almas,
hasta que, en primer lugar, hayamos aprendido la absoluta diferencia entre Cristo
y nosotros, y en segundo lugar, hayamos aprendido la absoluta imposibilidad de
ser como Él por medio de algo que podamos encontrar, producir o hacer en
nosotros mismos. No está en nosotros, en nosotros mismos, ni de esa manera. Así
que, más nos vale haber pasado por nuestra última desesperación con respecto a
nosotros mismos. ¡Estas dos cosas son básicas!
¿Qué cree que sintieron esos hombres cuando Él fue crucificado, todos huyeron
dejándolo solo y uno lo negó? ¿No cree usted que una oscura desesperación
entró en sus almas, no solo por las perspectivas y expectativas perdidas, sino una
desesperación sobre sí mismos? Sí, y Él tenía que permitirlo. No podía dar ni un
paso para evitarlo porque era necesario. Y usted y yo iremos por el mismo camino,
si estamos en la misma escuela. ¡Es esencial! Ninguna obra de edificación puede
ser hecha, hasta que esto haya avanzado internamente en nosotros.