Viacrucis 16 Estaciones

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Via Crucis Parroquial | Cuaresma 2024

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INTRODUCCIÓN

“El Misterio de la Cruz y de la Resurrección nos asegura que


el odio, la violencia, la sangre y la muerte no tienen la última
palabra en las vicisitudes humanas. La victoria definitiva es
de Cristo y debemos regresar a Él, si queremos construir un
futuro para todos de auténtica paz, justicia y solidaridad”.

San Juan Pablo II

Canto de Introducción

SACERDOTE
En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo…
Hermanos y hermanas, contemplemos ahora el camino de
Cristo hacia su muerte en la Cruz. Siempre queremos estar cerca
de Jesús, no queremos dejarlo solo. Queremos ir acompañados
de María, Madre de Dios, Madre nuestra también.

Queremos ser como San Juan, el Apóstol más joven, tan joven
como a nosotros. El discípulo que Jesús amaba. El Apóstol
que no lo abandonó. Queremos rezar por la paz en el mundo
que no haya más guerras, que Dios, que es Amor, reine en los
corazones de toda la humanidad.

Queremos pedir ayuda a Dios, ayuda para amarlo, ayuda


para entregarnos completamente a Él y a los demás y así ser
verdaderamente felices.
Via Crucis Parroquial | Cuaresma 2024

PRIMERA ESTACIÓN
JESÚS ORA EN EL JARDÍN DE LOS OLIVOS

V. Te adoramos, Oh Cristo y te bendecimos!


R. Que, por tu santa cruz, redimiste al mundo.

1º LECTOR – Jesús dijo a sus apóstoles: “Quédense aquí, y


velen conmigo, porque siento en el alma una tristeza de
muerte.” Unos pasos más adelante, se inclinó sobre su rostro
y comenzó a orar. Y decía: “Padre mío, si es posible, haz que
pase de mí esta copa. Pero que no sea como yo lo quiero, sino
como lo quieres tú”. Luego volvió con sus discípulos, y como los
encontró durmiendo, le dijo a Pedro: “¿Así que no han podido
mantenerse despiertos conmigo ni una hora? Manténganse
despiertos, y oren, para que no caigan en tentación”.

2º LECTOR – El sueño de los discípulos es imagen de nuestra


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debilidad. El Señor no encuentra apoyo en nosotros porque
no lo amamos lo suficiente. La soledad de Jesús aumentó su
sufrimiento interior.

SACERDOTE – Oh Jesús, ayúdanos a amarte cada vez más y a


hacer la voluntad de Dios Padre como tú la hiciste. Nos ayuda
a no elegir siempre lo que nos interesa, y a ayudar a quien
necesita y está solo.

(breve silencio)

SACERDOTE – Por todas las veces que fuimos perezosos y no


te amamos:

TODOS – ¡PERDÓN, SEÑOR!


Canto
Via Crucis Parroquial | Cuaresma 2024

SEGUNDA ESTACIÓN
Jesús es condenado a muerte

V. Te adoramos, Oh Cristo y te bendecimos!


R. Que, por tu santa cruz, redimiste al mundo.

1º LECTOR – Pilato preguntó al pueblo: “¿Qué debo hacer con


Jesús?” “Todos respondieron: ‘Crucifícale’. Entonces Pilato hizo
azotar a Jesús y luego lo entregó a los soldados, quienes le
pusieron una corona de espinas en la cabeza y un manto de
púrpura y, entre insultos, lo llevaron para crucificarlo.

2º LECTOR – Jesús ene las manos atadas y una corona de


espinas, pero está lleno de serenidad, dignidad y amor. Vino al
8 mundo para dar testimonio de la verdad. ¿Cuál es la verdad? La
verdad es una realidad: es el Reino de Cristo, donde el hombre
se convierte en hijo de Dios y hermano de Jesucristo.

SACERDOTE – Oh Jesús, en el mundo hay engaños, tristezas


y mentiras, ayúdanos a entrar en tu reino que es amor, paz y
justicia.

(breve silencio)

SACERDOTE – Por todas las veces que no tuvimos confianza


en Ti:

TODOS – ¡PERDÓN, SEÑOR!


Canto
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TERCERA ESTACIÓN
Jesús con la cruz a cuestas

V. Te adoramos, Oh Cristo y te bendecimos!


R. Que, por tu santa cruz, redimiste al mundo.

1º LECTOR – Los verdugos prendieron a Jesús, le quitaron


su manto de púrpura y lo obligaron a vestirse de nuevo. Le
pusieron sobre los hombros, desgarrados por los azotes, el
pesado madero de la cruz, que llevó por las calles de la ciudad
hasta el lugar de los tormentos, llamado Gólgota, que significa
lugar de la Calavera.

2º LECTOR – Jesús, al abrazar la cruz, nos revela la pasión de


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amor por la humanidad que lo llevó a esta hora dolorosa. Él llevó
nuestros pecados, nuestros sufrimientos, nuestros dolores.

SACERDOTE – Oh Jesús, haznos sentir el dolor del


arrepentimiento por nuestros pecados. Te pedimos, Señor:
enséñanos a vivir y caminar en la Verdad, a saborear el gozo
de tu perdón.

(breve silencio)

SACERDOTE – Por todas las veces que pecamos:

TODOS – ¡PERDÓN, SEÑOR!


Canto
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CUARTA ESTACIÓN
Jesús cae por primera vez

V. Te adoramos, Oh Cristo y te bendecimos!


R. Que, por tu santa cruz, redimiste al mundo.

1º LECTOR – Manso como un cordero, Jesús caminaba hacia


la muerte. Pero estaba tan débil por los azotes que no podía
caminar y cayó exhausto…
«Siento en el alma una tristeza de muerte» (Mc 14,34). «Jesús
cayó de rostro en erra» (Mt. 26:39).

2º LECTOR – La caída de Jesús nos muestra que Él no vino al


mundo como un superhombre, a pesar de ser el Hijo de Dios.
En verdad, se hizo nuestro hermano y quiso compartir con
nosotros nuestros sufrimientos.
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SACERDOTE – Oh Jesús, Tú caíste al suelo por amor, enséñanos
a amar como Tú amas.

(breve silencio)

SACERDOTE – Por todas las veces que fuimos egoístas e


ingratos:

TODOS – ¡PERDÓN, SEÑOR!


Canto
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QUINTA ESTACIÓN
Jesús encuentra a su Madre

V. Te adoramos, Oh Cristo y te bendecimos!


R. Que, por tu santa cruz, redimiste al mundo.

1º LECTOR – Cuando el Niño Jesús fue presentado por primera


vez al Templo, un hombre justo, llamado Simeón, predijo a
María los sufrimientos que Él y Ella pasarían.

2º LECTOR – María y Jesús están uno frente al otro. Se


encuentran dos corazones. El dolor y la pena se duplican. María
ofrece a su Hijo para que los hombres sean salvos del pecado.
El Corazón de Jesús y el Corazón de María están unidos por un
14 solo sentimiento: el de la oblación.

SACERDOTE – Padre Santo, te damos gracias por darnos a


Jesús y María. Ayúdanos a comprender mejor lo que significa
vivir como hijos de Dios. Señor, con tu ayuda quiero evitar todo
mal y todo pecado.

(breve silencio)

SACERDOTE – Por todas las veces que cometemos pecados:

TODOS – ¡PERDÓN, SEÑOR!


Canto
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SEXTA ESTACIÓN
Jesús es ayudado por el Cireneo a llevar la cruz

V. Te adoramos, Oh Cristo y te bendecimos!


R. Que, por tu santa cruz, redimiste al mundo.

1º LECTOR – “Y obligaron a uno que pasaba, Simón de Cirene


que venía del campo, a que le llevase la cruz” (Mc.15, 21).

2º LECTOR – Nos consuela la incapacidad de Jesús de llevar


la cruz: la cruz es también una cruz para el hombre Dios.
Jesús, aunque pudo hacerlo, no quiso ser un héroe atrevido
en el sufrimiento y aceptó ayuda. Nosotros, por el contrario,
sucumbimos a menudo a la tentación de encerrarnos en
16 nuestro sufrimiento, en lugar de aceptar, con sencillez,
dejarnos ayudar por los demás.

SACERDOTE – Oh Jesús, enséñanos a ser humildes, a reconocer


nuestras debilidades y a no avergonzarnos de necesitar tu
ayuda.

(breve silencio)

SACERDOTE – Por todas las veces que fuimos demasiado


orgullosos y arrogantes:

TODOS – ¡PERDÓN, SEÑOR!


Canto
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SEPTIMA ESTACIÓN
La Verónica enjuga el rostro de Jesús

V. Te adoramos, Oh Cristo y te bendecimos!


R. Que, por tu santa cruz, redimiste al mundo.

1º LECTOR – Jesús está desfigurado por el dolor. Los hombres


ciegos e ingratos lo desprecian y se burlan de él. Una mujer,
movida por la compasión, le limpia el rostro con un paño y en
él queda impreso el rostro de Jesús.

2º LECTOR – Todo rostro humano, incluso si está desfigurado,


esconde el rostro de Dios. Nosotros también podemos limpiar
18 el rostro de Cristo haciendo el bien a los demás.

SACERDOTE – Oh Jesús, ayúdanos a ver el rostro de cada


persona y de toda la creación, con tus ojos llenos de amor.

(breve silencio)

SACERDOTE – Por todas las veces que estuvimos ciegos y


sordos ante las necesidades y el sufrimiento de los demás:

TODOS – ¡PERDÓN, SEÑOR!


Canto
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OCTAVA ESTACIÓN
Jesús cae por segunda vez

V. Te adoramos, Oh Cristo y te bendecimos!


R. Que, por tu santa cruz, redimiste al mundo.

1º LECTOR – “No sabía que conspiraban contra mí, diciendo:


“Destruyamos el árbol con su fruto y cortémoslo de la tierra de
los vivientes, para que no haya más memoria de su nombre”
(Jeremías 11, 19).

2º LECTOR – Como sucedió antes con Jeremías, los líderes de


los judíos y de los sacerdotes quieren eliminar a Jesús porque
sus discursos perturban sus conciencias llenas de falsedad.
Jesús, como un árbol talado, cae, por segunda vez, bajo el
20 peso de la cruz. Dios no nos ama porque seamos impecables,
y quiso que su Hijo Jesús compartiera nuestras debilidades y
fracasos con los hombres.

SACERDOTE – Oh Jesús, quédate con nosotros en los


momentos difíciles y ayúdanos a levantarnos, arrepentirnos
de nuestros pecados y comenzar de nuevo el camino en tu
compañía.

(breve silencio)

SACERDOTE – Por todas las veces que, desanimados, nos


alejamos de Ti.

TODOS – ¡PERDÓN, SEÑOR!


Canto
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NOVENA ESTACIÓN
Jesús encuentra a las mujeres

V. Te adoramos, Oh Cristo y te bendecimos!


R. Que, por tu santa cruz, redimiste al mundo.

1º LECTOR – Muchas personas siguieron a Jesús y, entre ellas,


había mujeres que lloraban por la suerte de aquel hombre
justo e inocente, llevado a la tortura. “No lloréis por mí, sino
por ustedes mismas, por sus hijos y por su ciudad”, dijo Jesús,
aludiendo a la próxima destrucción de Jerusalén
(Lucas 23, 27-28-31).

2º LECTOR – Jesús pone en su lugar los gestos y los


sentimientos. ¿De qué sirve compadecerse de las situaciones
22 injustas, si no nos comprometemos y no luchamos para que
las cosas cambien?

SACERDOTE – Oh Jesús, ayúdanos a comprometernos para


que tantos males en el mundo, como el racismo, la violencia,
la explotación, la pobreza, sean superados y se establezca tu
Reino de paz y justicia.

(breve silencio)

SACERDOTE – Por todas las veces que fuimos injustos y


superficiales:

TODOS – ¡PERDÓN, SEÑOR!

Canto
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DECIMA ESTACIÓN
Jesús cae por tercera vez

V. Te adoramos, Oh Cristo y te bendecimos!


R. Que, por tu santa cruz, redimiste al mundo.

1º LECTOR – “¿No les conmueve a cuantos pasan por el camino?


Miren y vean si hay dolor igual al dolor que me atormenta”
(Lam 1,12)

2º LECTOR – Este texto nos cuenta el estado del alma de Jesús:


está al límite de sus fuerzas. Él, el Hijo de Dios, no reclamó el
derecho de ser equiparado a Dios y cae en el polvo del camino.
A nosotros, por el contrario, nos cuesta aceptar a este Dios tan
manso, tan humilde.
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SACERDOTE – Oh Jesús, danos un corazón bueno y humilde,
capaz de amar y aceptar siempre el sufrimiento con alegría y
por tu amor.

(breve silencio)

SACERDOTE – Por todas las veces que lamentamos que las


cosas no van bien.

TODOS – ¡PERDÓN, SEÑOR!


Canto
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DÉCIMO PRIMERA ESTACIÓN


Jesús es despojado de sus vestiduras

V. Te adoramos, Oh Cristo y te bendecimos!


R. Que, por tu santa cruz, redimiste al mundo.

1º LECTOR – Me miraron, me observaron, repartieron mis


vestidos y echaron suertes sobre mi túnica” (Sal 22,7 – 18 – 19).

2º LECTOR – Jesús, ya no enes derecho a un mínimo de respeto.


Sus ropas son arrancadas y arrastradas entre los soldados para
que se cumplan las Escrituras. Jesús al compartir la suerte
de los pobres, los esclavos, los despreciados, los oprimidos lo
convierte en el más grande de todos los hombres.
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SACERDOTE – Oh Jesús, ilumínanos y danos la gracia de
reconocerte en los que están cerca de nosotros, en los que
sufren, en los extraños, para que no hagamos vana tu pasión.

(breve silencio)

SACERDOTE – Por todas las veces que no fuimos respetuosos


y solidarios con los demás:

TODOS – ¡PERDÓN, SEÑOR!


Canto
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DÉCIMO SEGUNDA ESTACIÓN


Jesús es clavado en la cruz

V. Te adoramos, Oh Cristo y te bendecimos!


R. Que, por tu santa cruz, redimiste al mundo.

1º LECTOR – Finalmente llegaron al lugar llamado “Gólgota”,


donde lo crucificaron y con Él a dos ladrones. Pilato compuso
una inscripción y ordenó que la colocaran en la cruz; en él
estaba escrito: “Jesús de Nazaret, Rey de los judíos” (Juan 19,
18-19).

2º LECTOR – “A otros salvó; sálvese a sí mismo, si este es el


Mesías, el escogido de Dios.” (Lucas 23, 35). ¡Qué doloroso
asombro para quienes habían visto los milagros de Jesús y
escuchado sus palabras! Jesús acepta estas provocaciones y
28 permanece fiel hasta el final. Jesús, en la cruz, en medio de
tanto sufrimiento, derrama amor sobre todos y perdona a sus
verdugos: “Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen”
(Lucas 23, 34). Los frutos de su amor no se hacen esperar: uno
de los ladrones, por la extraordinaria gracia de Dios, reconoce
a Jesús como el Mesías.

SACERDOTE – Oh Jesús, enséñanos, como el buen ladrón, a


reconocer nuestras faltas y a pedir perdón.

(breve silencio)

SACERDOTE – Por todas las veces que no queremos


reconocernos pecadores:

TODOS – ¡PERDÓN, SEÑOR!


Canto
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DÉCIMO TERCERA ESTACIÓN


Jesús muere en la cruz

V. Te adoramos, Oh Cristo y te bendecimos!


R. Que, por tu santa cruz, redimiste al mundo.

1º LECTOR – Cuando llegó el mediodía, la oscuridad cubrió la


erra, hasta las tres de la tarde. Y a las tres de la tarde, Jesús
exclamó en alta voz: “Eloí, Eloí, lemá sabachtáni?”, que significa:
Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado? Luego, con
un fuerte grito, expiró (Mc 15,33-34-37).

2º LECTOR – Dios vino a la tierra una sola vez y, esta vez, se


hizo hombre y se dejó morir en la Cruz. Antes de morir, Jesús
30 experimenta la dolorosa sensación de sentirse abandonado
por el Padre: es el acto supremo de amor para reconciliar el
cielo y la erra.

SACERDOTE – Oh Jesús, queremos agradecerte por tu total


dedicación a nuestro favor y te pedimos que nos hagas buenos
y generosos.

(breve silencio)

SACERDOTE – Por todas las veces que no supimos estar


agradecidos.

TODOS – ¡PERDÓN, SEÑOR!


Canto
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DÉCIMO CUARTA ESTACIÓN


Jesús es bajado de la cruz

V. Te adoramos, Oh Cristo y te bendecimos!


R. Que, por tu santa cruz, redimiste al mundo.

1º LECTOR – José de Arimatea, que era discípulo de Jesús, pero


en secreto por miedo a los judíos, pidió a Pilato para retirar el
cuerpo de Jesús. Pilato se lo concedió.

2º LECTOR – El sacrificio ha terminado y Jesús es colocado en


los brazos de María, su Madre, que une su sufrimiento al de su
Hijo, por la salvación de la humanidad.
32 SACERDOTE – Sagrado Corazón de Jesús, Inmaculado Corazón
de María, ayúdanos a amarte cada vez más y a darte a conocer
a nuestros hermanos.

(breve silencio)

SACERDOTE – Por todas las veces que no supimos amar y nos


avergonzamos de dar testimonio de nuestra fe:

TODOS – ¡PERDÓN, SEÑOR!


Canto
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DÉCIMO QUINTA ESTACIÓN


Jesús es puesto en el sepulcro

V. Te adoramos, Oh Cristo y te bendecimos!


R. Que, por tu santa cruz, redimiste al mundo.

1º LECTOR – José de Arimatea, habiendo comprado una


sábana, lo puso en el sepulcro excavado en la roca y luego hizo
rodar una piedra hacia la entrada del sepulcro (Mt 15, 46).

2º LECTOR – La tumba resalta que Jesús recorrió el camino


hasta el final, murió como mueren los hombres y fue sepultado
como cualquier ser humano que muere. Pero entre las tumbas
esparcidas por la erra, hay una en la que el Hijo de Dios, el
34 hombre Jesucristo, venció la muerte.

SACERDOTE – Oh Jesús, con tu ayuda, también nosotros


queremos envolverte en una sábana nueva, es decir, queremos
vivir una vida limpia y queremos llevarte en nuestro corazón.

(breve silencio)

SACERDOTE – Por todas las veces que nos manchamos con


nuestros pecados:

TODOS – ¡PERDÓN, SEÑOR!


Canto
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DÉCIMO SEXTA ESTACIÓN


Jesús es puesto en el sepulcro

V. Te adoramos, Oh Cristo y te bendecimos!


R. Que, por tu santa cruz, redimiste al mundo.

1º LECTOR – Después del sábado, María de Magdala, María


madre de Santiago y de Salomé, compraron perfumes para
embalsamar el cuerpo de Jesús. El primer día de la semana,
muy de mañana, fueron al sepulcro. Y hablaban entre ellas:
“¿Quién nos ayudará a remover la piedra?” Pero al mirar, vieron
la piedra removida, a pesar de ser muy grande. Al entrar en el
sepulcro, vieron a un joven sentado a la derecha, vestido de
blanco, y tuvieron miedo. Pero él les dijo: “¡No teman! Están
buscando a Jesús de Nazaret, el Crucificado. ¡Ha resucitado,
no está aquí!” (Mc 1-16).
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2º LECTOR – Pasión y Resurrección son inseparables. Cada
sufrimiento, cada gran prueba produce un don aún mayor,
una alegría aún mayor. La Cruz produjo la Resurrección.
Jesús Crucificado ha resucitado. ¡Gracias Jesús! De ahora en
adelante, el hombre, cuando muera, podrá encontrar a Dios.

SACERDOTE – ¡Aleluya! ¡Aleluya! ¡Aleluya!

Que el pueblo en alegría cante la asamblea de los santos un


himno de gloria al Señor resucitado.

TODOS: Reina del cielo, alégrate. ¡Aleluya! Porque Aquel que


merecías llevar en tu vientre.
¡Aleluya! Resucitó como dijo. ¡Aleluya! Ruega a Dios por
nosotros. ¡Aleluya!
A través del desierto
Dios nos guía a la libertad
Via Crucis Parroquial | Cuaresma 2024

MENSAJE DEL SANTO PADRE FRANCISCO


PARA LA CUARESMA 2024
A través del desierto Dios nos guía a la libertad
Queridos hermanos y hermanas:

Cuando nuestro Dios se revela, comunica la libertad: «Yo soy el Señor, tu


Dios, que te hice salir de Egipto, de un lugar de esclavitud» (Ex 20,2). Así se
abre el Decálogo dado a Moisés en el monte Sinaí. El pueblo sabe bien de
qué éxodo habla Dios; la experiencia de la esclavitud todavía está impresa en
su carne. Recibe las diez palabras de la alianza en el desierto como camino
hacia la libertad. Nosotros las llamamos “mandamientos”, subrayando la fuerza
del amor con el que Dios educa a su pueblo. La llamada a la libertad es, en
efecto, una llamada vigorosa. No se agota en un acontecimiento único, porque
madura durante el camino. Del mismo modo que Israel en el desierto lleva
todavía a Egipto dentro de sí ―en efecto, a menudo echa de menos el pasado y
38 murmura contra el cielo y contra Moisés―, también hoy el pueblo de Dios lleva
dentro de sí ataduras opresoras que debe decidirse a abandonar. Nos damos
cuenta de ello cuando nos falta esperanza y vagamos por la vida como en un
páramo desolado, sin una tierra prometida hacia la cual encaminarnos juntos.
La Cuaresma es el tiempo de gracia en el que el desierto vuelve a ser ―como
anuncia el profeta Oseas― el lugar del primer amor (cf. Os 2,16-17). Dios educa
a su pueblo para que abandone sus esclavitudes y experimente el paso de la
muerte a la vida. Como un esposo nos atrae nuevamente hacia sí y susurra
palabras de amor a nuestros corazones.

El éxodo de la esclavitud a la libertad no es un camino abstracto. Para que


nuestra Cuaresma sea también concreta, el primer paso es querer ver la
realidad. Cuando en la zarza ardiente el Señor atrajo a Moisés y le habló, se
reveló inmediatamente como un Dios que ve y sobre todo escucha:
«Yo he visto la opresión de mi pueblo, que está en Egipto, y he oído los gritos
de dolor, provocados por sus capataces. Sí, conozco muy bien sus sufrimientos.
Por eso he bajado a librarlo del poder de los egipcios y a hacerlo subir, desde
aquel país, a una tierra fértil y espaciosa, a una tierra que mana leche y miel»
(Ex 3,7-8). También hoy llega al cielo el grito de tantos hermanos y hermanas
oprimidos. Preguntémonos: ¿nos llega también a nosotros? ¿Nos sacude?
¿Nos conmueve? Muchos factores nos alejan los unos de los otros, negando la
fraternidad que nos une desde el origen.

En mi viaje a Lampedusa, ante la globalización


de la indiferencia planteé dos preguntas, que
son cada vez más actuales: «¿Dónde estás?»
(Gn 3,9) y «¿Dónde está tu hermano?» (Gn
4,9). El camino cuaresmal será concreto si,
al escucharlas de nuevo, confesamos que
seguimos bajo el dominio del Faraón. Es un
dominio que nos deja exhaustos y nos vuelve
insensibles. Es un modelo de crecimiento
que nos divide y nos roba el futuro; que ha
contaminado la tierra, el aire y el agua, pero
también las almas. Porque, si bien con el
bautismo ya ha comenzado nuestra liberación,
queda en nosotros una inexplicable añoranza
por la esclavitud. Es como una atracción hacia
la seguridad de lo ya visto, en detrimento de la
libertad.

Quisiera señalarles un detalle de no poca


importancia en el relato del Éxodo: es Dios
quien ve, quien se conmueve y quien libera,
no es Israel quien lo pide. El Faraón, en efecto,
destruye incluso los sueños, roba el cielo, hace
que parezca inmodificable un mundo en el
que se pisotea la dignidad y se niegan los
vínculos auténticos. Es decir, logra mantener
todo sujeto a él. Preguntémonos: ¿deseo un
mundo nuevo? ¿Estoy dispuesto a romper
los compromisos con el viejo? El testimonio
de muchos hermanos obispos y de un gran
número de aquellos que trabajan por la paz y
la justicia me convence cada vez más de que
lo que hay que denunciar es un déficit de
esperanza. Es un impedimento para soñar, un
grito mudo que llega hasta el cielo y conmueve
el corazón de Dios. Se parece a esa añoranza
por la esclavitud que paraliza a Israel en el
desierto, impidiéndole avanzar. El éxodo puede
interrumpirse. De otro modo no se explicaría
que una humanidad que ha alcanzado el
umbral de la fraternidad universal y niveles de
desarrollo científico, técnico, cultural y jurídico,
capaces de garantizar la dignidad de todos,
camine en la oscuridad de las desigualdades y
los conflictos.
Dios no se cansa de nosotros. Acojamos la
Cuaresma como el tiempo fuerte en el que
su Palabra se dirige de nuevo a nosotros:
«Yo soy el Señor, tu Dios, que te hice salir de
Egipto, de un lugar de esclavitud» (Ex 20,2).
Es tiempo de conversión, tiempo de libertad.
Jesús mismo, como recordamos cada año en
Via Crucis Parroquial | Cuaresma 2024

el primer domingo de Cuaresma, fue conducido por el Espíritu al desierto para


ser probado en su libertad. Durante cuarenta días estará ante nosotros y con
nosotros: es el Hijo encarnado. A diferencia del Faraón, Dios no quiere súbditos,
sino hijos. El desierto es el espacio en el que nuestra libertad puede madurar
en una decisión personal de no volver a caer en la esclavitud. En Cuaresma,
encontramos nuevos criterios de juicio y una comunidad con la cual emprender
un camino que nunca antes habíamos recorrido.

Esto implica una lucha, que el libro del Éxodo y las tentaciones de Jesús en el
desierto nos narran claramente. A la voz de Dios, que dice: «Tú eres mi Hijo muy
querido» (Mc 1,11) y «no tendrás otros dioses delante de mí» (Ex 20,3), se oponen
de hecho las mentiras del enemigo. Más temibles que el Faraón son los ídolos;
podríamos considerarlos como su voz en nosotros. El sentirse omnipotentes,
reconocidos por todos, tomar ventaja sobre los demás: todo ser humano siente
en su interior la seducción de esta mentira. Es un camino trillado. Por eso,
podemos apegarnos al dinero, a ciertos proyectos, ideas, objetivos, a nuestra
posición, a una tradición e incluso a algunas personas. Esas cosas en lugar de
impulsarnos, nos paralizarán. En lugar de unirnos, nos enfrentarán. Existe, sin
embargo, una nueva humanidad, la de los pequeños y humildes que no han
sucumbido al encanto de la mentira. Mientras que los ídolos vuelven mudos,
ciegos, sordos, inmóviles a quienes les sirven (cf. Sal 115,8), los pobres de espíritu
están inmediatamente abiertos y bien dispuestos; son una fuerza silenciosa del
bien que sana y sostiene el mundo.

Es tiempo de actuar, y en Cuaresma actuar es también detenerse. Detenerse en


40 oración, para acoger la Palabra de Dios, y detenerse como el samaritano, ante el
hermano herido. El amor a Dios y al prójimo es un único amor. No tener otros
dioses es detenerse ante la presencia de Dios, en la carne del prójimo. Por eso
la oración, la limosna y el ayuno no son tres ejercicios independientes, sino un
único movimiento de apertura, de vaciamiento: fuera los ídolos que nos agobian,
fuera los apegos que nos aprisionan. Entonces el corazón atrofiado y aislado
se despertará. Por tanto, desacelerar y detenerse. La dimensión contemplativa
de la vida, que la Cuaresma nos hará redescubrir, movilizará nuevas energías.
Delante de la presencia de Dios nos convertimos en hermanas y hermanos,
percibimos a los demás con nueva intensidad; en lugar de amenazas y enemigos
encontramos compañeras y compañeros de viaje. Este es el sueño de Dios, la
tierra prometida hacia la que marchamos cuando salimos de la esclavitud.

La forma sinodal de la Iglesia, que en estos últimos años estamos redescubriendo


y cultivando, sugiere que la Cuaresma sea también un tiempo de decisiones
comunitarias, de pequeñas y grandes decisiones a contracorriente, capaces de
cambiar la cotidianeidad de las personas y la vida de un barrio: los hábitos de
compra, el cuidado de la creación, la inclusión de los invisibles o los despreciados.
Invito a todas las comunidades cristianas a hacer esto: a ofrecer a sus fieles
momentos para reflexionar sobre los estilos de vida; a darse tiempo para verificar
su presencia en el barrio y su contribución para mejorarlo. Ay de nosotros si la
penitencia cristiana fuera como la que entristecía a Jesús. También a nosotros
Él nos dice: «No pongan cara triste, como hacen los hipócritas, que desfiguran
su rostro para que se note que ayunan» (Mt 6,16). Más bien, que se vea la alegría
en los rostros, que se sienta la fragancia de la libertad, que se libere ese amor
que hace nuevas todas las cosas, empezando por las más pequeñas y cercanas.
Esto puede suceder en cada comunidad cristiana.

En la medida en que esta Cuaresma sea de conversión, entonces, la humanidad


extraviada sentirá un estremecimiento de creatividad; el destello de una nueva
esperanza. Quisiera decirles, como a los jóvenes que encontré en Lisboa el
verano pasado: «Busquen y arriesguen, busquen y arriesguen. En este momento
histórico los desafíos son enormes, los quejidos dolorosos —estamos viviendo
una tercera guerra mundial a pedacitos—, pero abrazamos el riesgo de pensar
que no estamos en una agonía, sino en un parto; no en el final, sino al comienzo
de un gran espectáculo. Y hace falta coraje para pensar esto» ( Discurso a los
universitarios, 3 agosto 2023). Es la valentía de la conversión, de salir de la
esclavitud. La fe y la caridad llevan de la mano a esta pequeña esperanza. Le
enseñan a caminar y, al mismo tiempo, es ella la que las arrastra hacia adelante.1

Los bendigo a todos y a vuestro camino cuaresmal.

Francisco

1 Cf. Ch. Péguy, El pórtico del misterio de la segunda virtud, Madrid 1991, 21-23.

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