Jorge Echazú Alvarado - Kampuchea Democrática. La Verdadera Historia de Esta Nación Durante Su Régimen Revolucionario

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KAMPUCHEA

DEMOCRÁTICA
La verdadera historia de esta nación durante su régimen revolucionario

1. UNA “PEQUEÑA ” GRAN REVOLUCIÓN

La vieja Indochina, colonia de Francia, se había constituido en entidades


políticas propias, justamente por el aplastamiento del colonialismo francés por cada
una de las naciones que la componían: Vietnam, Laos y Camboya. Después de esta
derrota a Francia, en la célebre e histórica batalla de Dien Biem Phu (1948), el
Imperialismo Norteamericano pasó a ocupar el vacío dejado, con la pretensión de
controlar rápidamente la "subversión" de estos pueblos.

Debe dejarse claramente establecido que "Indochina" fue una creación colonial
que, borrando fronteras históricas, metió en una misma bolsa a pueblos con culturas
propias y, sobre todo, deseos fervientes de autodeterminación nacional.

Ahora bien, la historia contemporánea de Camboya se inicia con el gobierno


burgués progresista, y al mismo tiempo aristocrático, (feudal-capitalista nacionalista,
sistema que se mantiene en muchas partes del mundo, cómo en Afganistán, Turquía,
países árabes, etc.) del príncipe Samdech Norodom Sihanouk que, oponiéndose a la
agresión norteamericana en el sudeste asiático, propició una política de “no alineación”,
que respondía a los deseos del Pueblo Jemer, mayoritario en el joven país, de no verse
envuelto en la escalada belicista que implementaba el imperialismo yanqui. La guerra
de Vietnam alcanzaba grandes proporciones y las fuerzas revolucionarias de Vietnam
del Norte aprovechaban la ventaja de tener una extensa frontera cercana que les
permitía usarla como santuario. Naturalmente, el agresivo imperialismo yanqui no podía
permitir por mucho tiempo tal situación y con suma rapidez organizó un complot militar
contra Sihanouk, deponiéndole del poder y encumbrando a una Junta de militares
reaccionarios al mando de Lon Nol (18 de marzo de 1970).

Se inicia así la lucha armada revolucionaria del pueblo jemer conducida por el
Partido Comunista de Kampuchea que ya había tomado la denominación de "Jemer
Rojo". Por el otro lado, Lon Nol, agente al servicio yanqui, abría las puertas del país a
la intervención, ya descarada, de los imperialistas que, en su afán de aplastar el nuevo
frente creado en el interior de Kampuchea, sometió al país a los famosos bombardeos
que ocasionaron centenares de miles de víctimas inocentes en uno de los genocidios
secretos e ignorados más grandes de la historia. Para ocultarlo ante la opinión mundial,
se crearía después el mito de los "genocidios" de los Jemeres Rojos.

Leamos lo que nos dice Noam Chomsky sobre esos bombardeos criminales:
(Noam Chomsky divide el genocidio camboyano en tres etapas. La primera a raíz de
los feroces bombardeos yanquis, la segunda como consecuencia de la victoria del
Jemer Rojo y la tercera como resultado de la invasión vietnamita)

“- I Fase: Destrucción estadounidense de Camboya

Los célebres "bombardeos secretos" empezaron el 18 de marzo de 1969. Una


semana más tarde, el 26 de marzo, el gobierno camboyano en el exilio condenó
públicamente dichos bombardeos y “el acribillamiento y exterminio de la población
camboyana residente en las poblaciones fronterizas, realizado casi diariamente por la
aviación estadounidense, con crecientes asesinatos y destrucción”; señalaba que tales
ataques estaban dirigidos contra los pacíficos campesinos camboyanos y exigiendo
que cesasen inmediata y definitivamente estos ataques criminales. El 28 de marzo, el
príncipe Sihanouk convocó una rueda de prensa en la que desmintió a todos los
efectos los informes que circulaban por los Estados Unidos de objetivos militares
comunistas dentro de sus fronteras. Personas desarmadas e inocentes habían sido
víctimas de los bombardeos estadounidenses incluyendo el último bombardeo, las
víctimas del cual fueron campesinos jemer, especialmente mujeres y niños. Sihanouk
hizo entonces un llamado a la prensa internacional: ‘Les pido que hagan saber en todas
partes cual es la postura de Camboya, esto es, que de ninguna manera aprobaré los
bombardeos en territorio camboyano, sea cual sea el pretexto’”. (1)

En resumen, en torno al genocidio yanqui de Camboya:

“La Comisión Investigadora Finlandesa estima que unas 600.000 personas, de una
población de unos siete millones, murieron durante la I Fase, que ocasionó también dos
millones de refugiados. De la II Fase dieron una estimación, más o menos realista, que
oscilaba entre 75.000 a 150.000 muertes cómo consecuencia de la justicia
revolucionaria-popular, más una cifra sin cuantificar, pero probablemente de cientos de
miles de personas, a causa de asesinatos de delincuencia común, hambre o
enfermedad”. (2).

Como podemos observar, el genocidio camboyano ha sido, ante todo y sobre


todo, un crimen realizado por el imperialismo yanqui a través de sus bombardeos
asesinos contra el campesinado y el pueblo jemer.

2. EL TRIUNFO DE LOS JEMERES ROJOS

La dirección revolucionaria de la lucha armada del pueblo jemer pudo en tiempo


relativamente corto -unos seis años- levantar prácticamente a la nación entera contra el
gobierno títere y los agresores norteamericanos. Una a una las provincias de todo el
país se convirtieron en un gran campo de batalla entre las fuerzas patrióticas y los
destacamentos títeres asesorados y respaldados por la maquinaria bélica de la fuerza
aérea de los Estados Unidos.
Mediante una maniobra táctica muy hábil, los jemeres rojos liderados por Kieu
Shampan y Pol Pot, reconocieron la dirección formal del príncipe Sihanouk y formaron
con él un “Frente de Liberación Nacional” teniendo en cuenta el enorme prestigio del
progresista monarca sobre todo en el orden internacional. Se estableció, pues, un
acuerdo entre las dos partes mutuamente beneficioso, de modo que mientras los unos
combatían en el interior del país, Sihanouk conseguía el apoyo internacional
indispensable.

La ayuda más positiva y eficaz vino de parte de la República Popular China de


Mao Tsé Tung, que encomendó a Chou En Lai la preparación de una “Confederación
Indochina” bajo el patrocinio chino y con la presencia de la República Democrática de
Vietnam del Norte, el Frente de Liberación de Vietnam, el Pathet Lao de Laos y el
Frente de Liberación de Kampuchea. Esta Conferencia sentó los cimientos de la
victoria que poco después conseguirían los pueblos “indochinos” contra la intervención
norteamericana.

Por su parte, la Unión Soviética con su política dual, ya en el camino irretornable


de la restauración capitalista, ayudaba con cuentagotas al esfuerzo de la península en
su lucha liberadora. En el caso de Camboya, la dualidad se convirtió en traición
completa, pues los soviéticos reconocieron inmediatamente la legalidad del gobierno
fascista de Lon Nol, impuesto y apoyado por los yanquis, instalando una frondosa
embajada en Phnom Penh. De este modo los esfuerzos diplomáticos del príncipe
Sihanouk tuvieron que dejar de lado a la Unión Soviética, fuertemente comprometida
con el régimen usurpador ya que la derrota soviética de la Guerra Fría se mostraba con
nitidez en el horizonte histórico.

Sin embargo, la lucha revolucionaria armada del FUNK (Frente de Unidad


Nacional de Kampuchea) se vigorizaba cada día y lenta, pero metódicamente, iban
cayendo uno a uno los reductos de la camarilla títere y de sus asesores
norteamericanos. A fines de 1974 y comienzos de 1975, la situación no podía ser mejor
para la causa revolucionaria: las zonas controladas por el gobierno se habían
restringido completamente, y en la práctica el régimen de Phnom Penh solamente
administraba la capital y una pequeña periferia. Toda la ayuda americana debía llegar
por vía aérea directamente a las azoteas de la embajada yanqui, mientras las unidades
uniformadas de negro del Jemer Rojo se acercaban inexorablemente a los arrabales de
la capital.

Mientras las fuerzas revolucionarias del Frente de Liberación de Vietnam se


acercaban a Saigón, los jemeres rojos se lanzaban sobre Phnom Penh. Los asesores
yanquis y soviéticos de Lon Nol no tenían escapatoria, se había completado el cerco de
hierro sobre la ciudad y la entrada de las fuerzas rebeldes y revolucionarias era cosa
de unos cuantos días. En efecto, el 17 de abril de 1975, algunos jóvenes combatientes
jemeres rojos montados en viejas bicicletas llegaron al Palacio de Gobierno, en el
centro de Phnom Penh, y se encontraron con la rendición de Unidades modernas de
blindados y otras mecanizadas del ejército títere en tanto que, mediante un puente
aéreo instalado desde la embajada yanqui, salían los "asesores" en desbandada y
llevándose, para siempre, documentos secretos de la sucia y genocida guerra de
Indochina. Lo importante es apuntar que también usaron el puente aéreo los
funcionarios de la embajada soviética acreditada ante Lon Nol. Existen pruebas
documentales (fotografías) de esta nuestra afirmación, pues no lanzamos afirmaciones
sin estar seguros de ellas.
Los jemeres rojos continúan con la guerra popular emprendida por la liberación
transformándola en revolución socialista, que es su finalidad y el objetivo emancipador
para el pueblo oprimido y explotado, con lo que rompen la unidad con el príncipe
Sihanouk que es derrotado por las fuerzas revolucionarias y populares, lo que da lugar
al nacimiento de la nueva nación: Kampuchea Democrática.

3. LOGROS DE LA REVOLUCIÓN

Una vez instalado el régimen Jemer Rojo en el poder político de Kampuchea, se


inició uno de los experimentos sociales más interesantes de la historia de la
humanidad. Los cambios que comenzaron a implementar los nuevos gobernantes
fueron muy profundos, radicales y sin precedentes en la historia moderna.
Efectivamente, hemos podido ver un documental yugoslavo único, por su propia
naturaleza, porque nos muestra una Kampuchea completamente nueva. La
Kampuchea Democrática era, entonces, la única nación del orbe que no utilizaba
moneda, la única nación que había prácticamente vaciado las ciudades para trasladar a
la población a los campos para labores agrícolas. El film yugoslavo constata como
conclusión que: "Nadie se muere de hambre en Kampuchea". Igual afirmación hace en
diciembre de 1978, el “Dagens Nyheter”, diario de Estocolmo (Suecia), en un reportaje
sensacional firmado por Richard Dudman, que introduce sus impresiones de su viaje a
Kampuchea, diciendo que tres años y medio después de la guerra de destrucción que
desataron los terroríficos bombardeos norteamericanos sobre Kampuchea, Vietnam y
Laos, puede nuevamente la nación alimentar a sus ciudadanos y además reiniciar la
exportación de arroz. Prosigue diciendo que el gobierno ha puesto en práctica un
significativo programa de irrigación para regar nuevos campos de cultivo y poder
obtener dos o tres cosechas al año.

En uno de los pocos reportajes realizados directamente al líder de los Jemeres


Rojos, Pot Pot, este periodista norteamericano, Richard Dudman, explaya ampliamente
el pensamiento del líder comunista:

“En la vieja sociedad la mayoría de la población no podía alimentarse, ahora


puede el 100% alimentarse suficientemente. La población puede hallar vivienda y ropa.
Se tienen servicios, medicinas y educación. Esto se debe a que Kampuchea se ha
convertido en dueña de su propio país y de todos los medios de producción. En lo que
se refiere a las acusaciones contra la Kampuchea Democrática, podemos decir, con
pruebas, que fueron ellos -los imperialistas- los que masacraron al pueblo de
Kampuchea. No son los pueblos del mundo, sino sus gobernantes, los que acusan y
atacan a Kampuchea, antes y ahora.
Nosotros pensamos que la revolución en cada país tiene que ser conducida por
el pueblo de ese país. Es incorrecto que otros se inmiscuyan en sus asuntos internos.
Una revolución importada no puede tener éxito. En cuanto a lo que se refiere a la
defensa nacional y a la reconstrucción, nosotros sostenemos el principio de la
independencia, el autoabastecimiento y la confianza en nosotros mismos. Movilizamos
nuestros propios esfuerzos para defender y reconstruir nuestro país”. (3).

En otra parte del reportaje, según Dudman, Pol Pot acusa a Vietnam de ser un
lacayo de la Unión Soviética, un enemigo de Kampuchea y una amenaza contra la paz
y la estabilidad en el mundo. Pronostica una catástrofe para Vietnam, la Unión
Soviética y sus aliados del Pacto de Varsovia si se atreven a enviar tropas para ayudar
a Vietnam en los actuales conflictos fronterizos (22 de diciembre 1978)”.

Los planes de la nueva dirección son grandiosos: en primer lugar consideran que
es erróneo confiar en la ayuda extranjera que solamente trae consigo dependencia.
Basarse en los esfuerzos propios es una regla fundamental de la nueva política. En
consecuencia, se procedió a suspender todas las importaciones y las fronteras del país
se cerraron herméticamente para impedir la penetración política e ideológica desde el
exterior. En segundo lugar, se determinó el traslado de toda la población activa hacia el
trabajo agrícola, considerado la base de la economía nacional. Como una
consecuencia de esta determinación, las ciudades se "vaciaron" y Phnom Penh
apareció como una ciudad desierta con unas cuantas decenas de miles de habitantes.
Toda la población activa fue trasladada al campo a reforzar el trabajo de construcción
de represas, tomas de agua y canales de irrigación. El gigantesco traslado social
también se dirigía a proteger a la población de los inminentes bombardeos que, según
los Servicios de Información, iban a iniciar los derrotados imperialistas
norteamericanos. No habría sido la primera vez, ni la última, que los yanquis vengaran
sus derrotas bombardeando a la población civil. En tercer lugar se inició uno de los más
grandes proyectos en el mundo de construcción de viviendas, según Dudman. Simples,
pero atractivas viviendas de madera de diferentes estilos surgían por miles a través de
todo el país para reemplazar a las viejas y antihigiénicas “chozas y chabolas”
construidas con ramas y palos. (4).

La nueva Kampuchea era evidentemente una nación única y pasamos a ver por
qué.

Pol Pot, el primer ministro Jemer Rojo decía:

“Nuestra Kampuchea fue liberada definitivamente a través del gran triunfo del 17
de abril de 1975. Actualmente gozamos de total independencia y soberanía. Esto es
muy importante porque es la primera vez en más de 2.000 años de historia que somos
independientes económica, política, militar y culturalmente. Esto nos hace sentir muy
contentos y orgullosos. (5).
En nuestra nueva sociedad kampucheana existen, también, contradicciones de
vida y muerte porque el enemigo, en forma de diferentes organizaciones de espionaje
imperialista al servicio de los intereses reaccionarios, trabaja subrepticiamente entre
nosotros para socavar nuestra revolución. (6).

La nueva fase de nuestra revolución de Kampuchea no es vieja, solamente tiene


dos años. En comparación con el tiempo de la revolución democrático-nacional, cuando
operamos durante decenas de años, en los cuales adquirimos gran experiencia, todo
resulta nuevo para nosotros. Debemos, por tanto, emplear al máximo nuestra cabeza,
investigar y adquirir conocimientos de la situación concreta del país para poder, así,
mejorar nuestro trabajo y alcanzar éxitos y triunfos en el futuro”. (7).

Por su parte el periodista Malcolm Caldwel, tiene estos conceptos sobre la


revolución jemer:

“Mi conclusión final, resultado de mi propia investigación, es que el experimento


de Kampuchea, que para los medios de comunicación occidentales y para los
vietnamitas y los rusos puede parecer algo totalmente irracional, reaccionario y
retrógrado, es un experimento sumamente válido y valioso. Sería una gran tragedia que
este fuera aplastado por una invasión vietnamita, que podría producirse este mes o en
diciembre próximo (de 1978)”. (8).

Es preciso comprender que la guerrilla kampucheana se ha sentido


constantemente aislada de todo el mundo: de los rusos, de los chinos, de Sihanouk.
Libraron sus batallas a partir de cero, contando solo con el apoyo de la población rural,
sin contactos con movimientos internacionales y sin el apoyo de alguna gran potencia,
socialista o no socialista. Los kampucheanos se alimentaban a sí mismos, alimentaban
a su ejército, almacenaban arroz para la liberación de Phnom Penh y exportaban arroz
al Frente de Liberación Nacional de Vietnam -a fin de permitirles llevar a término su
ofensiva final- y también a Laos. Estaban demostrando la viabilidad de su forma
particular de programa rural. Con esto entramos en una cuestión que puede ayudarnos
a vislumbrar la desesperada intensidad de esta política”. (Subrayado nuestro). (9).

Caldwell, un escritor progresista que veía Kampuchea como un modelo muy


interesante de organización social socialista, mostró gran simpatía por la experiencia
jemer y es seguramente la causa que provocó su asesinato en diciembre de 1978 en la
capital jemer, naturalmente por los agentes de los Servicios Secretos enemigos que
pululaban en la capital preparando la invasión futura de Kampuchea por parte de los
revisionistas vietnamitas (muy lejos del pensamiento de Hô Chi Minh) y sus amos los
liquidacionistas soviéticos. Caldwell, ratificando otros criterios independientes, resaltó el
carácter viable del desarrollo rural agrario y económico de Kampuchea Democrática.

En pocas palabras, podemos decir que la revolución Jemer era, efectivamente,


una revolución única. Basándose exclusivamente en sus propias fuerzas, pretendía
romper radicalmente con el sistema mundial del imperialismo construyendo una
sociedad completamente nueva.

La línea política de la nueva nación revolucionaria no podía ser del agrado del
imperialismo que consideraba, y considera, el mundo entero como “su” hacienda. Todo
esto no es una novedad, pero, además, Kampuchea Democrática con su política de
independencia nacional completa contradecía los designios del revisionismo
internacional que consideraba que los movimientos revolucionarios tenían que seguir
fielmente sus órdenes y disposiciones a fin de destruir mundialmente el socialismo y
demás movimientos anticapitalistas.

Al día siguiente del triunfo del 17 de abril de 1975, comenzaron las


provocaciones contra la "hereje" Kampuchea. Como el modelo de construcción
socialista era diferente, y en algunos casos contradictorios, con el aplicado en la
mayoría de los Estados "socialistas", se propició, a gran escala, una campaña
propagandística destinada a desprestigiar esa experiencia para luego poder atacarla
directamente.

4. UN ESTADO SIN MONEDA

Una de las características más notables que tuvo la experiencia jemer fue,
indudablemente, la decisión de cancelar la circulación de moneda, el riel camboyano, y
sustituirlo por bonos intercambiables por productos o servicios de acuerdo a las
circunstancias. Veamos cómo explican los jemeres rojos esta política financiera y
monetaria en el reportaje de Dudman.

“Thioun Prasith, del Departamento del Exterior, dice que los jemeres rojos
terminaron de usar moneda en 1973 para solucionar el problema que surgió en las
zonas liberadas y después extendido a todo el país tras la liberación. Los campesinos
que podían vender su arroz a la guerrilla, preferían hacerlo a los agentes
sudvietnamitas e inclusive al FNLV (Frente Nacional de Liberación de Vietnam), al
pagárselo mejor. Al mismo tiempo, por el interés de ganar más, el reclutamiento de
soldados se veía dificultado por la necesidad de los campesinos de trabajar la tierra al
máximo. Prasith dice que la organización revolucionaria pudo solucionar estos
problemas organizando cooperativas y, al mismo tiempo, prohibir la utilización de
dinero reemplazándolo por el sistema de trueque. Así funcionaba el sistema según el
funcionario: todo el arroz, la goma, o cualquier otro producto, era vendido al Estado al
valor del riel (4 rieles = 1 dólar). La cooperativa requiere medicinas, vestidos, tractores,
camiones… y se entregaban estos productos haciendo el respectivo cálculo comparado
con el valor monetario de estos productos. Igualmente, el Estado otorgaba un incentivo
a las cooperativas pobres, obtenido de las cooperativas exitosas, recibiendo aquellas
más productos para su desarrollo económico”. (10).

Naturalmente, esta política escandalizó a todo el mundo, ¿cómo se atrevían los


jemeres rojos a anular el símbolo, el dios, de la economía capitalista?. Era, pues,
imperdonable y había que tomar las medidas oportunas para “castigar semejante
delito".

5. EL VACIAMIENTO DE LAS CIUDADES

La gigantesca campaña contra los jemeres rojos tomó, naturalmente, los


caminos de la calumnia basándose en hechos reales de fácil explicación. Se
censuraba, en primer lugar, el impresionante plan de vaciar las ciudades y llevar la
población a trabajar a los campos en la producción agrícola. No se hacía el menor
esfuerzo en explicar que la industria moderna era prácticamente inexistente, que la
economía nacional se sustentaba en la producción agrícola, y que durante la guerra de
liberación contra la agresión yanqui, Phnom Penh se había agigantado de forma
desmesurada con los refugiados que huían de los terribles bombardeos. En segundo
lugar, se criticaba como un verdadero delito la pretensión jemer de no entregar nada
del plusproducto nacional al voraz capitalismo internacional a través de los
intercambios desiguales, la deuda externa y otros mecanismos de préstamos para el
desarrollo de las fuerzas productivas. En tercer lugar, se echaba en cara el atrevimiento
jemer de intentar liberarse de la ideología decadente de occidente.

6. ¿TRES MILLONES DE VÍCTIMAS?

Cómo ninguno de los anteriores "argumentos" parecía suficiente para derrocar a


los revolucionarios vestidos de negro, se pasó a fabricar “La Gran Mentira" que llenaría
revistas, periódicos y reportajes en oriente y occidente. Se lanzó, pues, al viento, la
monstruosa acusación contra los líderes jemeres de haber asesinado a 3 millones de
ciudadanos kampucheanos desde su ascenso al poder en 1975. Junto a la exorbitante
cifra se hacía referencia a las "causas del exterminio” que eran, entre otras, “saber leer
y escribir, llevar lentes, ser médico, profesor, o artista”, etc., etc.

La exorbitante cifra de los “2 o 3 millones de personas asesinadas" por los


jemeres rojos surgió de una conferencia de prensa otorgada por Kieu Samphan en
Colombo, Sri Lanka. Allá, Samphan dijo que la población de Kampuchea antes de la
guerra civil (los bombardeos yanquis), era de 7 millones de personas y que ahora se
podía decir que era de cinco millones. Lo que significaba claramente que durante todas
las confrontaciones bélicas: la agresión yanqui a través de los terribles bombardeos, la
lucha de liberación después del golpe de Lon Nol y los evidentes ajusticiamientos de
los reaccionarios fascistas por parte del régimen jemer rojo, Camboya-Kampuchea
sufrió un desangramiento de cerca de dos millones de personas muertas, y se le
adjudican todas ellas, falsa e hipócritamente, a los jemeres rojos y así se concluye que
exterminaron a 2 millones de personas. Esto es, precisamente, lo que hizo “la gran
mentira" que actualmente, junto a Noam Chomsky, denunciamos ante el mundo.

En síntesis, si creemos la propaganda anti-jemer, tendremos que considerar a


estos dirigentes como elementos totalmente desequilibrados y de un sadismo muy
superior al exhibido por los nazi-fascistas de Hitler. En efecto, los racistas alemanes
propugnaban la pureza racial y en su nombre se proponían aniquilar naciones y
poblaciones enteras (y en muchos casos lo consiguieron). Según la propaganda
occidental y la proveniente del "mundo socialista liquidacionista", los dirigentes de
Kampuchea Democrática mataban por gusto y por deporte. Todo esto es algo que,
naturalmente, cae por su propio peso y solamente puede convencer a los interesados
en auto-convencerse o a descerebrados que utilizan el cerebro para cualquier actividad
menos para pensar.

“La gran mentira" fue propagada sistemáticamente a los cuatro vientos


consiguiendo una censura mundial, sin precedentes históricos incomparables -ni tan
siquiera con la Alemania nazi-, contra el régimen Jemer Rojo. Las posibilidades de
defensa eran muy escasas y se reducían a algunos periodistas occidentales de buena
fe y sentido crítico que, sin caer en la trampa, se ponían a pensar en la
impracticabilidad de hacer desaparecer un "Everest de cadáveres” en las condiciones
técnicas limitadísimas de un país atrasado y subdesarrollado.

Leamos, a continuación, la versión que nos da Noam Chomsky, el prestigioso


intelectual norteamericano, sobre “la gran mentira":

“No vamos a documentar aquí la avalancha de furia y cólera dirigidas desde el


principio contra los jemeres rojos y las pruebas en que estas se basaban, pero sí cabe
destacar algunos hechos: 1º. La indignación, instantánea y contundente, que llegó a su
apogeo a principios de 1977 y que se mantuvo hasta el derrocamiento de Pol Pot,
estaba basada casi exclusivamente en pruebas que se referían fundamentalmente a
1975 y 1976. 2º. Excepción hecha de algunos periodistas especializados, los expertos
en Camboya del Departamento de Estado norteamericano y, probablemente, la
mayoría del reducido grupo de expertos en Camboya, las acusaciones más extremas
consistieron en un gran despliegue de indignación por las “atrocidades comunistas”,
acusaciones cuya integridad puede ser valorada comparándolas con las reacciones
ante la primera fase del genocidio y la responsabilidad de los Estados Unidos en la
misma. 3º. Estas apreciaciones escépticas, suprimidas casi totalmente en los medios
de comunicación, probaron ser muy precisas por lo que se refiere al período en
cuestión. 4º. La evidencia que proporcionó la base crucial para la denuncia del
“genocidio comunista”, era del tipo que habría sido rechazado con escarnio si algo
parecido se hubiese dicho en relación a la primera fase del genocidio u otras
atrocidades de los Estados Unidos, entre las que cabría contar las entrevistas y
fotografías falsificadas y las declaraciones inventadas y atribuidas a los oficiales de los
Jemeres Rojos, repetidas constantemente aun tras haber sido admitida su falsedad; las
estimaciones falsas del número de bajas basadas en la malinterpretación de estudios
que se convirtieron en doctrina incuestionable, incluso después de que su inexactitud
hubiese quedado manifiesta; los muy selectivos informes sobre los refugiados que no
contemplaban muchos de los testimonios de estos, así como tampoco pormenorizados
estudios realizados por especialistas en Camboya que no podían ser explotados, por lo
que pronto se convirtió en una campaña propagandística con un nivel de fraude de
sorprendente magnitud”. (11).
Para qué añadir nada a la sorprendente opinión del intelectual americano
anarquista que nada tiene de comunista.

Junto a la campaña perfectamente montada, comenzaron a producirse los


llamados "incidentes fronterizos" con Vietnam que también buscaban presentar a
Kampuchea Democrática como un régimen agresivo y presto a lanzarse contra los
países pacíficos de la región. De igual modo, este "argumento" chocaba con el más
elemental sentido común. ¿Se podía pensar que Kampuchea, con un ejército cien
veces inferior en número, prácticamente sin unidades blindadas, sin aviación y con una
marina primitiva, pudiera tener la intención de destruir a Vietnam, dueño del cuarto
ejército más poderoso del mundo?. Naturalmente que no. La verdad es que entre
Vietnam y Kampuchea existieron problemas territoriales desde siempre y la política
nacional del nuevo gobierno proclamaba el derecho de Kampuchea a una serie de
territorios ocupados por Vietnam, históricamente, por la fuerza. Esas aspiraciones
reivindicativas no eran del agrado de Vietnam, que hoy claramente se siente
"protagonista y protectora" de toda la antigua Indochina, tras su supravaloración de la
izquierda internacional por su derrota militar a los EE.UU.

Empero, por todos los datos imparciales que tenemos, la marcha de Kampuchea
por los caminos del desarrollo independiente era acelerada. Se había logrado la
autosuficiencia en cuanto al consumo de arroz y además, se podía exportar el
excedente. Se había vencido el hambre y se tenían enormes posibilidades de satisfacer
las necesidades de la población en cuanto a vivienda, educación y salud. Desde luego,
los niveles no eran los del capitalismo avanzado y es que no podía ser de otra manera.

El trabajo era muy intenso, pero libre, y Kampuchea era dueña de todo su
esfuerzo. Se podía apreciar en los films y películas de periodistas independientes:
enjambres de hombres y mujeres trabajando las presas de agua en las condiciones
más adversas, pero con entusiasmo y con la convicción de estar sentando los
cimientos de una sociedad nueva.

Naturalmente, una política de este tipo, tampoco podía ser del agrado de las
viejas capas sociales dominantes del país, de la burocracia y otras categorías sociales
medias. Se decía por ejemplo: ¿cómo un intelectual va a ser sometido al trabajo
manual en el campo?. Aunque de intelectual no se tenga nada (porque las condiciones
materialistas históricas poco, o nada, permitieron que pudiera existir tal
“intelectualidad”, el burócrata (que se autodenominaba “intelectual”), acostumbrado a la
“coima” corporativista “intelectual” y que está sentado detrás de un cómodo escritorio,
considera, pues, un atentado a los "Derechos Humanos" que se le obligue a trabajar en
la producción. Los parásitos sociales, es decir, aquellos elementos que pululan en las
ciudades dedicados al delito, a las transacciones ilegales y al comercio, legal o ilegal,
de todo tipo, también se convirtieron en enemigos a muerte del nuevo régimen
contribuyendo a su desprestigio.
Pero una cosa es definitivamente cierta: el régimen gozaba del apoyo de las
grandes mayorías nacionales y de la clase campesina y la pequeña clase obrera y
ninguna fuerza interior, por más ayuda que se le pudiera prestar, tenía siquiera la
mínima posibilidad de poner en peligro la estabilidad del gobierno. Esta realidad era
suficientemente conocida por los nuevos y enconados enemigos de la Kampuchea
Democrática y, por ello mismo, debieron organizar meticulosamente una trampa a fin
de derribar a los Jemeres Rojos.

7. LA MENTIRA: EL LEVANTAMIENTO INTERIOR; LA VERDAD:


UNA INVASIÓN VIETNAMITA EN TODA REGLA.

El primer paso de la agresión consistió en hacer creer a la opinión pública


mundial de la existencia de un movimiento armado de oposición al régimen de Phnom
Penh. Se decía que en varias provincias había surgido la resistencia y que inclusive se
podía constatar que había liberado algunas zonas. En torno a estas versiones tenemos
el testimonio de Hedvig Ekerwald, una periodista sueca que en la revista "Musikforum",
de febrero de 1979, dice:

“En el verano (1978), se informaba en la radio de Hanoi sobre insurrecciones en


las mismas provincias que nosotros visitábamos. Pero el pueblo de esas provincias no
hacía insurrecciones, por el contrario, trabajaba. Si el país hubiera estado al borde de
una guerra civil, como podía deducirse de los reportajes de radio Hanoi, nosotros
habríamos notado algo”. (12).

La presunta "resistencia" en el interior del país solamente existía en la mente y


los deseos del revisionismo internacional que ahora tomaba ventaja al imperialismo
norteamericano, o actuaba conjuntamente con él, de querer sofocar una experiencia
revolucionaria. Las mentiras en torno a la resistencia interior condujeron a que a fines
de 1978, se hablara de la creación de un falso “Frente de Liberación Nacional”,
organizado en Hanoi por algunos disidentes del Jemer Rojo, a la cabeza de los cuales
se hallaría Heng Samrin. Los acontecimientos se precipitaban y a fines del año 78, en
Kampuchea, se hablaba abiertamente de que una vez que comenzase el período seco,
a inicios de 1979, Vietnam atacaría militarmente, por lo que se pedía la intervención de
los organismos internacionales a fin de evitar la agresión.

Y efectivamente, el 1° de enero de 1979, grandes concentraciones de tropas


vietnamitas desbordaban la frontera común y pasaban a una invasión militar, en toda
regla, del territorio kampucheano. En las batallas de la frontera, el moderno ejército
vietnamita no tuvo dificultades en destruir a los regimientos mal armados de jemeres
rojos. En las batallas regulares, la victoria no podía sino volcarse en favor de la
maquinaria bélica agresora de Vietnam. Unos cuantos días, y los ejércitos invasores
vietnamitas rodeaban Phnom Penh. Se esperaba que la dirigencia Jemer intentara una
defensa a ultranza de la capital, sin embargo, cambiando súbitamente toda su táctica,
el mando Jemer abandona la ciudad y proclama la guerra popular contra los ocupantes
extranjeros, replegándose a las montañas occidentales.

Desde el primer momento, Vietnam procura ocultar su intervención directa y


anuncia a los cuatro vientos, y a quienes quieren creerlo, que ha sido una "insurrección
interior" la que dio al traste con el gobierno Jemer Rojo. Toda la campaña bien
orquestada, dirigida desde Moscú y Hanoi (y probablemente Washington), pretende
hacer “tragar ruedas de molino” al mundo entero. Se habla del gran odio acumulado en
el pueblo de Kampuchea contra los "genocidas" dirigentes jemeres que asesinaron,
nada menos, que a 3 millones de personas. Cada familia, sin excepción -decían- ha
perdido, por lo menos, un miembro y así se explica la facilidad con la que la
"resistencia interior” logró deponer el régimen.

Pero no es posible la continuación de la farsa. La prensa occidental, aún


rechazando la experiencia jemer, no puede sino referirse a la masiva invasión
vietnamita de Kampuchea, describiéndola en todas su realidad. Se ha dicho, con toda
razón, que "La primera víctima de la guerra es la verdad". Efectivamente, lo primero
que destruyeron los ejércitos de Vietnam en suelo jemer fue la posibilidad de que
saliera a luz su infame conducta. Se blandía como un argumento incontrastable que el
régimen había asesinado 3 millones de habitantes y, naturalmente, una salvajada
semejante justificaba plenamente la invasión militar y la intervención directa del
autoproclamado "hermano mayor", en los asuntos internos de Kampuchea.

La prensa europea, sobre todo, con los enormes medios técnicos que posee,
puso al descubierto toda la tramoya montada por soviéticos y vietnamitas (y
norteamericanos) contra el pueblo jemer. La revista sueca "Folket i Bild", de enero de
1979, trae un interesantísimo reportaje de dos de sus corresponsales que visitaban
Vietnam justamente los días de la invasión. Lasse y Lisa Berg, conversaban
largamente con Do Quic Cuong, jefe de la radio de la ciudad Hô Chi Minh, quien les
relata pormenorizadamente la versión oficial vietnamita de los acontecimientos. En
primer lugar, afirma que la liberación de Kampuchea en 1975, fue posible gracias a la
ayuda vietnamita, es decir, sin Vietnam no habría existido liberación de Kampuchea (el
“super-héroe” de la película, regala la libertad a los pueblos). Después explica que
desde el primer momento el gobierno jemer rojo “mostró enemistad” contra Vietnam,
provocando largas e interminables agresiones fronterizas y que los chinos ayudaron a
Kampuchea a levantar un poderoso ejército de ¡25 divisiones! (una división al completo,
está al mando de un General de División y, en caso de guerra, la componen unos
20.000 efectivos con armamento pesado incluso), de sus anteriores 3, apostándolas en
la zona fronteriza. Do continúa diciendo que los ataques fronterizos se hacían cada vez
más agresivos en tanto que Vietnam, "fraternal y pacientemente", llamaba una y otra
vez al diálogo y a las conversaciones para resolver los problemas comunes; finalmente
-prosigue Do- a mediados de 1978, el pueblo jemer resuelve liberarse de sus opresores
y funda un “Frente de Liberación” al cual Vietnam apoya como un deber
"internacionalista proletario". El 30 de diciembre el "Frente" libera, según Do, con ayuda
de tropas vietnamitas, la ciudad de Kratie, a 74 kilómetros en el interior de Kampuchea.
Por primera vez, un dirigente de la jerarquía vietnamita admite la participación de
fuerzas de su país en el conflicto de Kampuchea. Citamos a continuación, un párrafo
del reportaje de los periodistas suecos:

“La Gran Mentira. La primera víctima de la guerra es la verdad y en Indochina


está ocurriendo una gran mentira. Por una parte, se describe la peor masacre de la
historia y por otra una utopía realizada. En la versión vietnamita, se libra una guerra
defensiva contra una amenaza que tiene sus raíces en China; en la otra versión,
Vietnam es un estado expansionista y hambriento de territorios, con una ambición de
superpotencia y con el eventual apoyo de Moscú”. (13).

Por otra parte, tenemos la versión del periodista francés K. S. Karol, que nos
dice:

“Yo creo que, en las actuales circunstancias, el desarrollo de los acontecimientos


es decisivo para la izquierda. El socialismo, que en la conciencia de los trabajadores
aparece como la paz, poco a poco se confunde con la guerra, con una posible
ampliación del conflicto a nivel mundial. Es por eso que se puede esconder detrás de
un cuento como el de la "insurrección kampucheana", cubierta por divisiones
acorazadas y aviones Mig-21, en lugar de decir fuerte y claro que la Unión Soviética no
tiene ningún derecho, ni directo, ni por encargo, de ocupar estados soberanos, con el
pretexto de contradicciones políticas que pueden solucionarse por las partes según la
ley y el derecho, mucho más si se trata de Estados comunistas”. (14).

La máscara cae por completo y la primera víctima de la guerra, la verdad, se


alza como el Ave Fénix de sus cenizas. Poco a poco, se va dibujando toda la realidad.
Se trata de una simple y llana invasión de un país poderoso militarmente, contra otro
débil, la eterna historia de la sociedad de clases pero, en este caso, precisamente por
parte de quienes “pretenden abolirla”. El jefe de la radio de la ciudad de Hô Chi Minh,
había llegado radiante de alegría a informar a los periodistas suecos sobre la
"liberación" de Phnom Penh en la mañana del 8 de enero de 1979 a las 12:30, por
entonces seguía vigente la leyenda del "Frente de Liberación", derrocando a los
jemeres rojos. Como se ve, para los propios vietnamitas, la ridícula versión solamente
duró una semana, pero para ciertos "revolucionarios" de tierra adentro, aún hoy se
sigue hablando de la "revolución camboyana", de sabor colonial hasta su denominación
y tan grata para los oídos de farsantes izquierdistas, reformistas y oportunistas.

8. LA GUERRA POPULAR COMO RESPUESTA A LA AGRESIÓN

Cómo toda agresión de un poderoso a un débil, este primero pensó que la


aventura no pasaría de ser un agradable paseo y de algunos disparos aislados que al
ser oídos por los "nativos", provocarían su huida despavorida. El abandono de la capital
hizo pensar que, efectivamente, todo había concluido y según Do, "los hombres, por
fin, podrán volver a los campos y al trabajo pacífico". Pero la realidad era bien
diferente.
Con toda prisa se ordenó, por parte de los jemeres rojos, el abandono de las
grandes ciudades: Kompong Som, Battambang y otras, y la diseminación de pequeños
grupos guerrilleros por todo el país. Comenzaba la guerra del pueblo contra los
agresores extranjeros.

Los vietnamitas, después de ocupar Pnom Penh y la mayor parte del territorio
jemer, se pusieron a la tarea de organizar la ocupación “revistiéndola de ciertos
oropeles”. Habían conseguido la colaboración de algunos ex-jemeres rojos, cómo el
caso de Heng Samrin, un oficial de baja jerarquía que, al ser castigado por faltas
cometidas, demostró su mezquindad y su falta de principios revolucionarios, y se volcó
a favor de las facciones pro-vietnamitas del país que eran sumamente reducidas como
hemos visto y, naturalmente, un elemento semejante era el indicado para jugar el papel
de renegado colaboracionista. Bajo su dirección, se estructuró el nuevo gobierno
nacional y la "nueva" administración.

El carácter profundamente antinacional y traidor de la administración


colaboracionista de Heng Samrin y sus partidarios pro-vietnamitas, está retratado en
los acuerdos y pactos que firmó inmediatamente después de la toma de la capital. Un
tratado Vietnam-Camboya, "legalizó" la presencia de tropas vietnamitas en el territorio
jemer por tiempo indefinido mientras la "seguridad" de la nación siguiera amenazada.
De este modo, siguiendo fielmente el ejemplo imperialista que afirma a diestra y
siniestra que sus ejércitos son "llamados" para "defender" a los pueblos, los
revisionistas internacionales, siguiendo el mismo argumento, no tienen reparos en
violar la independencia de los pueblos y su soberanía nacional.

Los campos entre patria y anti-patria quedan claramente delimitados en la


singular lucha. El príncipe Sihanouk, viejo enemigo de los jemeres rojos a quienes
combatió estando de gobernante y quienes lo combatieron y encarcelaron de 1975 a
1979, tomó rápidamente partido contra la invasión y al lado de los que defendían con
las armas en la mano la independencia de Kampuchea. El patriota burgués y
aristócrata, ex-gobernante jemer, no dudó un solo instante en prestar apoyo moral a la
verdadera resistencia jemer que se enfrentaba a la agresión extranjera y lo cual le
honrra. Veremos con posterioridad cómo se va desarrollando la unidad nacional contra
los agresores con la participación del príncipe Sihanouk.

Uno de los textos más importantes que se publicaron para calumniar y


desprestigiar la experiencia jemer, ha sido el libro: "El exterminio de un país noble", de
los periodistas John Barron y Anthony Paul, que ha servido cómo base, incluso, de una
infame película, ampliamente galardonada, dedicada a atacar a los jemeres rojos ("Los
gritos del silencio"). No sabemos si el país era considerado tan "noble" cuando la
aviación norteamericana saturaba todo el territorio jemer con bombas genocidas que
causaron centenares de miles de víctimas asesinadas y realmente inocentes. Estos
autores, en medio de su animadversión total a la revolución dicen en torno a sus
líderes:
“Khieu Samphan, de 44 años.- Estoico e incorruptible, desmañado y tímido
socialmente, doctrinario y dogmático. Hou Yuon, de 45 años.- Inteligente, aventurero y
algunas veces arrogante, carismático y un buen dirigente. Hu Nim, de 43 años.-
Nervioso y rudo, locuaz y hasta altanero, imponía respeto por su inteligencia y su
habilidad como polemista. (15). Ieng Sary, de 45 años.- Astuto y resuelto, cortés y
diplomático. Ieng Thirith, de 43 años.- La hermosa esposa de Ieng, más fanática que su
esposo. Saloth Sar, de 47 años.- Callado y retraído, paciente y determinado, descrito
por un adversario como lerdo y afeminado. Saloth había sido profesor y periodista. (16).
En el contexto de sus valores y creencias, al parecer todos, excepto posiblemente Hu
Nim, eran hombres de principios, honestos, valerosos y casi puritanos”. (17).
.
Si los enemigos declarados de los jemeres rojos, tienen esos conceptos de sus
líderes resulta, pues, absolutamente contradictorio atribuirles la comisión de
atrocidades contra su propio pueblo. En realidad, el anterior párrafo demuestra que
nadie puede negar que los jemeres rojos fueran inteligentes, valerosos y, sobre todo,
profundamente incorruptibles. ¿Qué más puede pedir un pueblo a sus dirigentes?.

Con todos los datos acumulados de primera fuente, podemos detenernos un


poco y analizarlos con cuidado. Vamos a suponer que todas o algunas de las
acusaciones contra el régimen jemer son ciertas y que realmente durante dicho
gobierno (1975-78), se mató a las personas cómo a “moscas con insecticida”. Si esto
fuera verdad, el odio de todo un pueblo contra los dirigentes jemeres rojos, se hubiera
manifestado de alguna manera, haciendo imposible su supervivencia en las
condiciones de por sí difíciles de la lucha guerrillera en las montañas. ¿Cómo se puede
uno imaginar que un contingente de unos 40.000 hombres, mal armados, mal
alimentados y con una población civil tan adversa, pueda sostener una verdadera
guerra de resistencia durante tantos años contra el ejército vietnamita que cuenta con
equipo mecanizado y aviación moderna?. Naturalmente, eso es incomprensible para
cualquier observador imparcial.

Por otra parte, si la oposición interior a los jemeres rojos fuera tan grande y tan
profunda, ¿qué objeto tendría la presencia del enorme contingente vietnamita que, lejos
de disminuir, tiende a aumentar?. Finalmente, ¿por qué tienen tanto temor los nuevos
gobernantes de Phnom Penh a la presencia de observadores occidentales?. Todas
estas preguntas no tienen respuesta y ponen definitivamente en claro que los traidores
solo pueden sostenerse en el poder por la presencia salvadora de cerca de 200.000
soldados del ejército vietnamita.

Durante todo el año de 1979, las agencias informativas reportan desde la


frontera tailandesa grandes enfrentamientos y movimientos constantes de tropas tanto
vietnamitas cómo de jemeres rojos. El ejército de Heng Samrin actúa solamente cómo
policía de Phnom Penh y otras ciudades, pues no puede enfrentarse con las aguerridas
unidades de jemeres rojos que resisten la masiva invasión extranjera. Las formaciones
militares de jemeres rojos están compuestas por campesinos, jóvenes y hasta niños,
con su clásico uniforme negro y la bufanda o pañoleta al cuello, retirándose lentamente
hacia el occidente del país en busca de territorios favorables para la guerra irregular.

A continuación, tomamos un interesante reportaje logrado por un periodista


tailandés en la frontera común:

“Encontró un joven soldado que lo llevó a un campamento donde de 300 a 400


soldados jemeres rojos descansaban, más de la mitad de ellos eran mujeres y
muchachos muy jóvenes. ‘Nosotros nos movemos mucho y ocasionamos muchas bajas
a los vietnamitas’. Casi la totalidad de los soldados llevan fusiles automáticos del tipo
AK-47. Incluso los niños de 12 años están armados. ‘Es nuestra obligación estar en
permanente movimiento’, dicen. ‘Ahora vamos hacia la aldea Nimia’, dice uno que
parece ser el líder. No sabemos si el destacamento pertenece o no a las fuerzas de Pol
Pot, pero una parte de ellos lleva la calatrava al estilo de Mao. Nos invitan a su comida
que consiste en arroz y agua, pero ellos interrumpen la comida cuando llegan dos
camiones. Los líderes intercambian silbidos y todos se dispersan en el bosque. Se trata
de soldados tailandeses que patrullan la frontera. Sin embargo, las relaciones entre
Tailandia y los ahora rebeldes soldados jemeres rojos, han mejorado sustancialmente
desde la invasión vietnamita. Este reportaje está realizado unos 3 o 4 kilómetros dentro
de Kampuchea, cerca de la frontera tailandesa” (18).

La patriótica lucha del pueblo y la nación jemer contra la odiosa agresión del
revisionismo internacional, esta vez utilizando un ejército moderno, sigue siendo a la
fecha conducida por los jefes del Jemer Rojo: Kieu Samphan, Pol Pot y Ieng Sary,
desde las montañas y las selvas de la Kampuchea Democrática. Durante las épocas
secas se recrudece la agresión vietnamita y nuevas unidades mecanizadas se lanzan
contra los refugios rebeldes en tanto que durante los llamados monzones se abren
nuevas posibilidades para la lucha guerrillera de los jemeres rojos.

Jan Myrdal, es un prestigioso periodista y hombre público sueco. Como amigo


de los pueblos de la llamada Indochina que lucharon tan heroicamente contra el
imperialismo yanqui derrotándolo, Myrdal visitó varias veces Kampuchea. La última vez
lo hizo cuando el régimen de Pol Pot había sido expulsado de Phnom Penh y luchaba
en las selvas del norte y el occidente del país contra las tropas regulares de Vietnam
que habían impuesto, como sabemos, un régimen títere. Myrdal, según su relato,
penetró en Kampuchea por la frontera de Tailandia e hizo contacto con las autoridades
del Jemer Rojo que controlaban toda la zona occidental del país. Leamos a
continuación algunas de las exposiciones de Myrdal en torno a la política de la
K.ampuchea Democrática., a la invasión vietnamita y, finalmente, a la resistencia Jemer
contra la agresión del revisionismo internacional, comandado por la Unión Soviética de
Breznev, de su libro "Kampuchea, Hosten 1979":

“Y conversación tras conversación me relataron lo mismo: los vietnamitas están


implementando una guerra de exterminio. Roban todo, destruyen todo, golpean a la
población civil. Vietnam utiliza el hambre como arma. Yo creo que eso es cierto. No
solo se desprende de los relatos, sino que lo escuché de periodistas que el año 1978
visitaron Kampuchea y que, al margen de los distintos puntos de vista y de sus
creencias, sean de Estados Unidos, Japón, Yugoslavia o Suecia, todos están de
acuerdo en una cosa: en grandes distritos por los que viajamos había comida. El
hambre había desaparecido. Kampuchea pudo incluso exportar arroz. Los ferrocarriles
habían vuelto a funcionar. La red telefónica estaba siendo reparada. Se construían
viviendas en cada cooperativa. Yo visité escuelas y me llevé libros escolares. Escribo lo
que todos podían ver, pero tengo temor de que nuestra voz se hunda en la masiva
información falsa que difunden Vietnam y las fuerzas pro-soviéticas. (19).

Pregunta .- Toda la prensa mundial relata que el gobierno de Kampuchea Democrática


masacró al pueblo y mató a toda la intelectualidad después del triunfo del 17 de abril de
1975. ¿Qué tiene que decir al respecto?. Respuesta .- No hable de masacres, dice el
Dr. Thiounn Thioeun, es una habladuría. No es cierto. La única masacre es la que está
efectuando ahora Vietnam. Masacre antes no hubo, pero en cada revolución en la
historia han ocurrido fallos y errores. Esto mismo ocurrió en Kampuchea, pero nuestra
revolución no ha estado tan plagada de errores o fallos como otras revoluciones. Así,
poco a poco, va saliendo la verdad a pesar de las habladurías que difunden en los
medios Vietnam y otros. La verdad saldrá al completo y se demostrará que tengo
razón. (20).

Hoy se escribe mucho sobre la masacre en Kampuchea. Esto es cierto. Hubo masacre
en Kampuchea, pero los años de 1970-1975. Quizá un millón, de los siete millones de
habitantes que tenía, fueron víctimas, pero los responsables de la masacre de 1970-
1975 fueron los Estados Unidos, sus políticos y militares, además de sus sirvientes en
Phnom Penh. Corresponsables fueron también los diplomáticos soviéticos y alemanes
del Este que representaban a sus países en la corte de Lon Nol. Ahora sobreviene
nuevamente la masacre en Kampuchea. La ocupación vietnamita ha dejado los
campos totalmente inservibles. El gobierno de Hanoi trabaja para aplastar y aniquilar al
pueblo kampucheano. Quiere quizá hacer lo que hizo con el pueblo cham del Reino de
Champa”. (21).

El problema de Kampuchea ha ocupado ya varias veces la atención de diversos


organismos internacionales, como las Naciones Unidas, donde soviéticos y vietnamitas
han sido acremente censurados por la brutal agresión. Sin embargo, para nosotros,
mucha más importancia que la simple censura viene a ser el análisis materialista
histórico de un acontecimiento cómo el que tenemos entre manos para la causa del
socialismo en el mundo entero.

En efecto, ¿hasta cuándo podemos seguir hablando de "socialismo" cuándo se


vienen utilizando de la forma más descarada la imitación servil y puntual de los
métodos más aborrecibles del imperialismo agresor?, ¿en nombre de qué soberanía
popular podemos hablar si no respetamos mínimamente los derechos inalienables de
un pueblo y su independencia?, ¿de qué internacionalismo proletario podemos hablar
si es el bando opuesto el que realiza la intervención militar, tratándose de un país
socialista hermano?.
La verdad es que el "pecado" de la Kampuchea Democrática consistió en
pretender seguir un camino propio, un camino independiente, al margen de cualquier
imposición extranjera. Los jemeres rojos habían tenido una experiencia muy
aleccionadora cuando la Unión Soviética, en forma desleal y traidora, reconoció y
apoyó al régimen fascista de Lon Nol en contra de las aspiraciones populares. Por el
momento, los rebeldes jemeres no dijeron nada, pero una vez conquistado el poder con
sus esfuerzos propios decidieron, pues, una vía independiente. Inmediatamente
surgiría la presunta "madre patria" reclamando parte del "botín".

El caso de Kampuchea Democrática es una lección que no pueden olvidar los


pueblos del mundo. Estas nuestras notas vienen a constituir una modesta contribución
a abrir los ojos de los revolucionarios verdaderos de todo el mundo frente a los
enemigos que surgen después de los anhelados triunfos.

En 1980, la situación en la Kampuchea ocupada es muy compleja. Por una


parte, la resistencia popular se ha unificado, es decir, las fuerzas principales del pueblo
jemer: los jemeres rojos, y las fuerzas patrióticas que respaldan al príncipe Sihanouk,
han podido llegar a un acuerdo. Se han sumado al acuerdo, las pequeñas fuerzas
guerrilleras que responden a Son Sen, ex-primer ministro de Sihanouk con los cuales
se ha alcanzado un gobierno tripartito. Bajo la presidencia de Sihanouk y la
vicepresidencia de Kieu Samphan, la alianza ha logrado el reconocimiento,
prácticamente, del mundo entero; se ha fortalecido fuertemente el frente interno y se
está alcanzando cierto prestigio de la causa jemer.

Los invasores vietnamitas y su ejército intervencionista se mueven ahora en


Kampuchea como todo agresor, en medio de la hostilidad de las masas populares.
Nada ni nadie puede ocultar el triste papel que juega la dirigencia vietnamita con la
aventura en Kampuchea. Sabemos que el pueblo revolucionario vietnamita, aquel que
luchó tan heroicamente contra la agresión norteamericana, se opone resueltamente a
las acciones depredadoras en Kampuchea. Muchos vietnamitas opuestos a la invasión
han sido castigados en Vietnam por la dirigencia revisionista y servil de Moscú.

9. POST-SCRIPTUM

A fines de la década de los años 80, concretamente en 1989, y por presión


internacional cuando se derrumbaba el bloque socialista podrido de revisionismo, las
tropas vietnamitas abandonaron Kampuchea y su títere Heng Samrin fue arrojado
ignominiosamente del poder; el "Partido Comunista" de Camboya abandonó su nombre
adoptando el de “Partido Popular Camboyano"; Samrin fue sustituido por Hun Sen, otro
ex-Jemer Rojo que, cambiando de táctica, inició tímidas y cuidadosas aproximaciones
a los Jemeres Rojos.

1998 : La historia no tiene fin. Cuando ya se acaba el siglo, el movimiento Jemer


Rojo sigue instalado en el norte de la ahora llamada Camboya, que estaba dirigida por
un gobierno feudal-burgués al mando de Hun Sen. Las facciones políticas son las
mismas. Un gobierno "democrático" de tipo occidental, con elecciones parlamentarias y
todo cuanto de ello se deriva, se había hecho con el poder mediante una alianza entre
las fuerzas izquierdistas y las del heredero de Sihanouk, el príncipe Norodom
Rannariddh. El ejército camboyano, convertido en el árbitro de la situación política y
estructurado con ayuda occidental y vietnamita, ha dado un golpe militar (6 de julio de
1997) poniendo, otra vez, a Rannariddh en la clandestinidad.

- Los mismos militares que golpearon con Lon Nol, golpean ahora por encargo
de Vietnam y pretenden "acabar" con los jemeres rojos. Se dice que el movimiento
jemer rojo se ha debilitado mucho. Todo esto puede ser verdad, pero los
destacamentos jóvenes de jemeres rojos seguían impertérritos dominando el norte de
Kampuchea, con sus abarcas de cuero nativo, sus uniformes negros, su bufanda a
cuadros y la calatrava al estilo de Mao.

- Para sacudirse de la enorme carga que significa la campaña mundial


nuevamente desatada contra los jemeres rojos, se realizó un juicio contra Pol Pot y fue
condenado a cadena perpetua a cumplir en su choza de la selva.

- La leyenda de los 3 millones de muertos ha vuelto a las primeras planas para


combatir a los jemeres rojos. En las selvas profundas de la hermosa Kampuchea, la
tradicional dirigencia jemer roja ha perdido a Pol Pot (Saloth Sar), muerto en una
sencilla y humilde choza de una base jemer. Otros líderes, como Kieu Samphan o
Noum Chea, han llegado a un acuerdo con el gobierno de Hun Sen, restituido por el
imperialismo yanqui, que los ha recibido amistosamente. No podemos especular qué
carácter tuvo ese acuerdo, pero en realidad la guerra revolucionaria de Kampuchea se
ha frenado.

- A día de hoy, septiembre de 2016, Camboya es un país pobre y


subdesarrollado pero con su sociedad de clases y en la órbita del modo de producción
capitalista, los jemeres rojos fueron, finalmente, aniquilados de forma oficial con la
intervención del imperialismo norteamericano que puso orden, su orden, del mismo
modo que en otras naciones “democratizadas”, con su libre mercado, su propiedad
privada y su “libertad” por la que vela unas FF.AA., diseñadas en los despachos de los
Servicios de Inteligencia Militares y con armamento norteamericano. La desigualdad
entre ricos y pobres es ya una realidad y se dispara más cada día que pasa.

Milagrosamente, hace unas décadas Vietnam dejó de ser “territorio vedado” y las
ofertas de las agencias de viajes occidentales se dispararon para poder visitar el país,
siendo en la actualidad el turismo internacional una de sus fuentes de ingresos y cuyo
mayor atractivo es el recorrido turístico de zonas de guerra y de sus tácticas y
construcciones subterráneas realizadas a costa de la sangre de medio millón de
vietnamitas que lograron derrotar a la potencia militar más temible, y terrible, que ha
conocido la historia. Naturalmente, esto no entra dentro del discurso de los guías,
aunque puedes disparar en galerías de tiro construidas para ello con un AK-47 a 1
dólar el proyectil.

La experiencia de la revolución Jemer Roja es inédita y esto demuestra que


también los pueblos pequeños pueden hacer grandes revoluciones y que estas no son
patrimonio de enormes países o de líderes mundiales. También hay líderes "pequeños"
que adquieren grandeza aunque sus victorias pretendan ser ignoradas o, peor aún,
calumniadas.

Tarde o temprano se hará la luz en la maravillosa tierra jemer y en los jardines


paradisíacos de las riberas del Mekong, que volverán a mostrar a ese pueblo altivo
construyendo su futuro con sus propias manos.

Nota indispensable . Este documento fue escrito originalmente en la época de


la invasión vietnamita de 1979 y posteriormente actualizado en la medida que se
desarrollaban los acontecimientos. Por ello, algunos juicios del pasado están escritos
en presente y se han añadido datos actuales al final del mismo.

NOTAS BIBLIOGRÁFICAS
1. Chomsky, Noam y Edward S. Herman. "Los guardianes de la libertad". Grijalbo
Mondadori. Pág. 300.
2. Ibidem. Pág. 289.
3. Dudman, Richard. "Dagens Nyheter". Diario sueco. 2 de febrero de 1979. Reportaje.
4. Ibidem.
5. Pol Pot. "Confiar en las propias fuerzas". (Folleto en sueco. 1978). Asociación de
Amistad Suecia-Kampuchea. Pág. 40.
6. Ibidem. Pág. 42.
7. Ibidem. Pág. 40.
8. Caldwell, Malcoln. "Monthly Review". No. 4. Nov. 1979, vol. 3. Pág. 74.
9. Ibidem. Pág. 82.
10. Dudman, Richard. Citado.
11. Chomsky. Citada. Págs. 315-316.
12. Ekerwald, Hedvig. "Musikforum". Publicación sueca. Febrero de 1979.
13. Ibidem.
14. "Folkets y Bild". Revista sueca. 1979.
15. Barron, John y Anthony Paul.. "El exterminio de un país noble". Editorial DIANA.
México. 1979. Pág. 55.
16. Ibidem. Pág. 56.
17. Ibidem. Pág. 57.
18. Aftonbladet. Diario sueco. 15 de febrero de 1979.
19. Myrdal, Jan. "Kampuchea, Hosten 1979". Bokforlaget Pan/Norstedts. Pág. 28.
20. Ibidem. Pág. 31.
21. Ibidem. Pág. 64.
El texto es de Jorge Echazú Al varado
Publicado en el blog revolucionario
http://nuevademocraciapanama.blogspot.com.es/
Extraido y hecho público por León Rojo

- Corregido gramaticalmente y con el añadido final de “septiembre de 2016” por Tovarishch Krasnyy Volk

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