Prólogo Al Lector Ocho Comedias Cervantes
Prólogo Al Lector Ocho Comedias Cervantes
Prólogo Al Lector Ocho Comedias Cervantes
En el tiempo de este célebre español [Lope de Rueda], todos los aparatos de un autor de
comedias se encerraban en un costal [saco grande], y se cifraban en cuatro pellicos blancos
[prenda de vestir propia de pastores hecha de pieles] guarnecidos [adornados] de guadamecí
dorado [cuero trabajado y pintado], y en cuatro barbas y cabelleras y cuatro cayados
[bastones], poco más o menos. Las comedias eran unos coloquios, como églogas, entre dos o
tres pastores y alguna pastora; aderezábanlas y dilatábanlas con dos o tres entremeses, ya de
negra, ya de rufián [delincuente], ya de bobo y ya de vizcaíno: que todas estas cuatro figuras y
otras muchas hacía el tal Lope con la mayor excelencia y propiedad que pudiera imaginarse.
No había en aquel tiempo tramoyas, ni desafíos de moros y cristianos, a pie ni a caballo; no
había figura que saliese o pareciese salir del centro de la tierra por lo hueco del teatro, al cual
componían cuatro bancos en cuadro y cuatro o seis tablas encima, con que se levantaba del
suelo cuatro palmos [medida de longitud]; ni menos bajaban del cielo nubes con ángeles o con
almas. El adorno del teatro era una manta vieja, tirada con dos cordeles de una parte a otra,
que hacía lo que llaman “vestuario”, detrás de la cual estaban los músicos, cantando sin
guitarra algún romance antiguo. […]
Sucedió a Lope de Rueda, Navarro, natural de Toledo, el cual fue famoso en hacer la figura de
un rufián cobarde; éste levantó algún tanto más el adorno de las comedias y mudó el costal de
vestidos en cofres y en baúles; sacó la música, que antes cantaba detrás de la manta, al teatro
público; quitó las barbas de los farsantes, que hasta entonces ninguno representaba sin barba
postiza, y hizo que todos representasen a cureña rasa [expresión militar, sin protección], si no
era los que habían de representar los viejos o otras figuras que pidiesen mudanza de rostro;
inventó tramoyas, nubes, truenos y relámpagos, desafíos y batallas, pero esto no llegó al
sublime punto en que está agora.