Vincent, Jean, Sobre El Ascenso y La Victoria Del Nazismo, en Elementos para Una Análisis Del Fascismo
Vincent, Jean, Sobre El Ascenso y La Victoria Del Nazismo, en Elementos para Una Análisis Del Fascismo
Vincent, Jean, Sobre El Ascenso y La Victoria Del Nazismo, en Elementos para Una Análisis Del Fascismo
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en relación con los conflictos sociales propiamente dichos, como lo
hace por ejemplo, Talcott Parsons al analizar el nazismo como una
reacción fundamentalista a los empujones demasiado rápidos de
racionalización burocrática y de industrialización. Se corre el riesgo
también de culpar la falta de pedagogía o de comprensión de los
anti-nazis de la catástrofe de 1933 o de sobreestimar la capacidad
de manipulación de las clases dirigentes. Quizás fuera necesario
preguntarse antes que nada en qué condiciones sociales y políticas
es posible canalizar y utilizar los sentimientos de frustración y de
irritación compartidos por una parte importante de la población. En
realidad para comprender el proceso que condujo a Hitler a la toma
del poder, es preciso tratar el fenómeno nazi desde varios niveles: el
de la modificación de las relaciones entre clases, el de los
desmoronamientos ideológicos que se operan en función de la
conciencia de su situación que tienen las diferentes capas de la
población, el de los cambios de relaciones de fuerzas políticas,
sabiendo que los cambios decisivos se sitúan a nivel de la política y
del Estado en tanto que bloqueo de las relaciones de clase. Todavía
hoy, retrospectivamente, se tiende a hacer del nazismo una especie
de fatalidad, porque precisamente no están claros los
enfrentamientos políticos del final de la República de Weimar.
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política exterior relativamente pacífica (aplicación del Tratado de
Versalles). Dicho de otra manera, la burguesía sentía debilitada su
capacidad de afrontar la concurrencia capitalista internacional y
por esta razón no se sentía verdaderamente partidaria de la forma
parlamentaria del poder (su partido más representativo, los
nacional-alemanes, se situaba muy a la derecha).
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régimen de los consejos obreros a una no menor simpatía por el
militarismo nacionalista y la denuncia reaccionaria de la
democracia. En cuanto a las capas campesinas, se dejaban influir
por el conservadurismo sólido. En sus filas no se encontraban
partidarios incondicionales de la democracia parlamentaria, como
mucho había católicos ligados a la República a través de un partido
como el Zentrum. Además, la pequeña burguesía era sólo en
apariencia uno de los pilares del régimen de Weimar. Y su reticencia
era mayor por haber sido duramente golpeada en 1922-23 por la
inflación y porque no había obtenido muchos beneficios de la
política seguida por el nuevo régimen.
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cualquier tentativa real de cambio. Fundamentalmente se presenta
como un programa del antimarxismo, como un programa que busca
la solución de las contradicciones de la sociedad en el dominio del
movimiento obrero (destrucción de sus organizaciones ) y en la
hipertrofia del Estado represivo. Más que la denuncia de las cabezas
de turco judías, el objetivo del hitlerismo son los explotados que se
revelan contra su explotación. En realidad se propone promover una
nueva alianza de los defensores de la propiedad transformando la
pequeña burguesía en un ejército de cabos de vara encargados de
disciplinar a los trabajadores. El Führerprinzip no sólo expresa su
nostalgia por el orden sino que postula la creación de una sociedad-
cuartel cuyo modelo son los S.A. y los S.S. (4) Este programa, que
reflejaba la adaptación de fracciones importantes de la pequeña
burguesía al capitalismo monopolista, se enfrentaba, sin embargo,
con fuertes resistencias. Una parte muy importante de la pequeña
burguesía defendía orientaciones auténticamente anticapitalistas,
aunque sobre bases confusas. Numerosas corrientes se
pronunciaron por la nacionalización de la industria y de la banca, es
decir, por una revolución socialista realizada en colaboración
estrecha con los comunistas. La naturaleza de esta revolución era,
la mayoría de las veces, más nacional que proletaria, más marcada
por las concepciones de una nueva cohesión nacional que por teoría
de la dictadura del proletariado; esta revolución alemana era, a
pesar de todo, radicalmente opuesta a toda idea de fomento de la
sociedad burguesa. Sin duda, vehiculaba muchas escorias sobre la
venida del III Reich, sobre el tipo de comunidad a edificar, pero, más
allá de estas románticas ilusiones procedentes de un pasado
idealizado se traducía una profunda aspiración por una sociedad
más fraternal librada del yugo del dinero. Como muy bien ha visto
Ernst Bloch,(5) una gran parte de la pequeña burguesía vivía la crisis
de la sociedad según una temporalidad y unos ritmos distintos a los
vividos por las demás clases. A causa de su posición respecto de la
producción social, respecto de los conflictos esenciales (conflictos
capital-trabajo), la pequeña burguesía no podía captar todas las
circunstancias de las calamidades que la azotaban, por ello se
refugiaba en visiones míticas del presente o del futuro. Pero, a
pesar de su apego a los valores precapitalistas o de sus tendencias
nihilistas (rechazo de una parte del mundo moderno), la pequeña
burguesía era susceptible de sentirse atraída por el proletariado y el
socialismo. A lo largo de los años veinte son incontables los
ideólogos que preconizan la planificación de la economía basada en
el ejemplo de la Unión Soviética y que reconocen incluso la lucha de
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clases como motor de la Historia bajo formas, claro está, muy
deformadas.
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tener en cuenta al Parlamento (artículo 48 de la Constitución) tal
como lo pondrá en práctica Brüning con el apoyo del presidente de
la República, Hindenburg y, en 1932, von Papen. Pero la ineficacia
de estos gobiernos en su lucha por restaurar la rentabilidad de la
gran industria (elevando la tasa de ganancia), su falta de audiencia
entre la población, hizo inclinar la balanza en favor de la
movilización total a la manera nazi. El gran capital sabía que la
dirección nazi , ahora a la cabeza de un ejército de varios de
centenares de millares de hombres, no podía prescindir de una
financiación masiva y continuada bajo pena de quiebra financiera y
económica. Así pues, dependía en gran medida de sus proveedores
de fondos y, por ello, debía abrirse a sus sugerencias. Por otro lado,
Hitler y sus principales lugartenientes, al elegir la vía legal de
acceso al poder, habían mostrado claramente que no pretendían
crear desórdenes que pudieran poner en cuestión las relaciones de
propiedad del Estado. Así se creaba la base de un compromiso
duradero entre nazis y gran burguesía. El gran capital sacrificaba
sus organizaciones representativas y entrega a Hitler y a sus
secuaces la gestión del Estado, sin duda una parte importante del
pastel. A cambio obtenía la posibilidad de reforzar en proporciones
considerables la explotación de la clase obrera sin tener que
preocuparse por una resistencia organizada. Queda claro que si la
burguesía interviene de manera presurosa en la cumbre del Estado
(Hindenburg y su camarilla) para que Hitler sea nombrado canciller
del Reich,(7) es fundamentalmente porque había adquirido la certeza
de que no habría reacciones notables del movimiento obrero, ni
huelga general, ni levantamiento como el ocurrido en el golpe de
Kapp en 1920.
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de la que formaba parte) la socialdemocracia adoptó una actitud de
tolerancia, a menudo benevolente, respecto del gobierno Brüning, a
pesar de que éste llevaba a cabo una política de ataque frontal
contra el nivel de vida de la clase obrera y contra su libertad de
organización. Para hacer frente al peligro nazi, no veía otra táctica
que la del mal menor, es decir, la alianza con una parte incierta de
la burguesía contra otra cada vez más atraída por las soluciones
nazis. En 1931, en el congreso de Leipzig, Fritz Tarnow, el ideólogo
de la democracia económica, decía que era preciso convertirse en
los médicos de un capitalismo enfermo y la dirección del partido
rehusaba escuchar las advertencias del ala izquierda o las llamadas
a la creación de un frente único con los comunistas (esta última se
escindió antes de poder influir en esta orientación suicida). En 1932,
cuando el canciller von Papen destituyó mediante un verdadero
golpe de Estado al gobierno socialdemócrata de Prusia (el Land más
importante de Alemania), el partido socialdemócrata y los
sindicatos no presentaron ninguna resistencia digna de mención. De
todas maneras, la organización de autodefensa patrocinada por la
socialdemocracia, el Reichsbanner, casi no jugó papel alguno en la
lucha física contra las bandas nazis y en el control de la calle. El
partido estaba demasiado preocupado por su respetabilidad y por
las buenas relaciones con el centro burgués como para
comprometerse en una vía semejante. La esencia de su política era
la defensa de una legalidad que no preocupaba a casi nadie.
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poco más de tres millones en 1928) y aparecer como una
organización en pleno auge en relación con la socialdemocracia,
todavía mayoritaria entre la clase obrera, pero en decadencia. El
partido comunista aparecía como el principal beneficiario, después
de los hitlerianos, claro está, de la crisis del régimen capitalista.
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retroceso para la N.S.D.A.P., la dirección del partido comunista
creyó por un momento que el torrente nacionalsocialista iba a
encauzarse, cuando, en realidad este fracaso relativo fue tomado
como una advertencia seria por parte de los partidarios del Estado
fuerte a la manera nazi y aceleró las maniobras que darían el poder
a Hitler y a sus secuaces.
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poco el izquierdismo peligroso para mantener la influencia del
partido volviendo gradualmente a una política de frente único
(interpretada de manera oportunista). Pero, a partir del VI Congreso
de la Internacional, el radicalismo abstracto volvió a recuperar su
posición delantera.
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comunistas organizados en los sindicatos de dirección
socialdemócratas, donde disponían de una influencia nada
negligible forman la R.G.O. (oposición sindical roja) según el modelo
de los sindicatos rojos embrionarios. Las consecuencias,
naturalmente, fueron catastróficas. Los reformistas pudieron
expulsar fácilmente a los cuadros revolucionarios de los sindicatos
y consolidar su hegemonía entre el proletariado organizado durante
un período que, sin embargo, no les era favorable. De esta manera
los comunistas se vieron privados de los medios de actuar
eficazmente en favor de una huelga general contra cualquier
eventual toma del poder por parte de los nazis y así renunciaron a
un arma esencial. A nivel político propiamente dicho, el partido
siguió la misma vía atacando a menudo a la socialdemocracia como
su enemigo principal y rechazando evidentemente cualquier idea de
frente común contra las bandas nazis, lo cual no hacía más que
facilitar el trabajo a los dirigentes socialdemócratas deseosos de
librar a sus tropas de cualquier influencia comunista. El P.C.A.
lanzaba llamadas por un frente único con la base de los obreros
socialdemócratas, pero convencía a poca gente. Parecían, en
efecto, tentativas de desmoralización y para los militantes
socialistas más conscientes era una manera de desviarles del
combate en el interior de su propia organización. El recelo en que se
mantenía el frente único de base era mayor porque el P.C.A.
denunciaba a los dirigentes socialdemócratas de izquierda como
enemigos más peligrosos que los de derecha. Esta lógica sectaria
debió algunas veces dar náuseas a Thälmann y a quienes le
rodeaban ya que en 1931 rechazaron encontrarse al lado de los
nazis en un referéndum contra el gobierno socialdemócrata de
Prusia. Pero esta vez también la Internacional y Stalin intervinieron
en favor de una participación en esta dudosa empresa.
Por otro lado, esta política suicida estaba acompañada por una
terrible ceguera sobre la realidad de la amenaza nazi. El partido
hablaba mucho de una fascistización gradual del Estado y de la
sociedad y encontraba agentes fascistizantes en todas partes, en el
Zentrum católico, en los liberales y, de una manera general, en
todas las fuerzas que participaban en algo en el poder. Para el
partido, el Estado, desde el acceso al poder de Bruning, estaba
fascistizado y la subida al gobierno de la N.S.D.A.P. no podía, desde
su punto de vista, significar un salto cualitativo en relación a la
situación anterior. De esta manera el peligro nazi se minimizaba, es
decir, se reemplazaba en el marco de un simple fortalecimiento del
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autoritarismo del Estado burgués. Los dirigentes comunistas se
reafirmaban a sí mismos afirmando que la ocupación del poder por
los nazis era efímera y que inmediatamente después vendría su
turno. Siempre se referían a un análisis mecánico de la crisis del
capitalismo y de la radicalización de las masas, lo cual les permitía
soñar en un futuro menos oscuro para ellos e ignorar que los nazis
se preparaban para instaurar un sistema policial y
concentracionario sin precedentes. Contaban, sin embargo, con el
ejemplo italiano y podían leer en la prensa comunista de oposición
los artículos premonitorios de León Trotski o de Aúgust Thalheimer
que develaban de manera muy exacta los planes de los nazis y del
gran capital.(10) Tenían también a su disposición la literatura nazi,
desde Mein Kampf de Hitler hasta las libelos de los Streicher o los
de Rosenberg. Pero no importaba, en el gran cuerpo burocrático que
constituía el partido comunista, la percepción de los movimientos
reales de las clases en presencia pasaban a través del prisma
deformador de los intereses de la burocracia soviética y de su
socialismo nacional. El partido comunista alemán interesaba en
tanto que cuerpo monolítico, incondicionalmente fiel a la dirección
de la Internacional (es decir, a la dirección soviética), podía servir
de medio de presión, de moneda de cambio -como ocurrirá algunos
años más tarde- en el juego diplomático del Estado soviético. Por el
contrario, no hubiera presentado ningún interés para la burocracia
soviética en tanto que partido decidido a explotar , sin prejuicios,
todas las virtualidades de los trastornos revolucionarios de la
escena política alemana. En el fondo de la cuestión podía haber una
transformación fundamental de las relaciones de fuerza
internacionales y, al propio tiempo, un resurgimiento de los
procesos revolucionarios a escala europea, cosas completamente
contrarias a la estabilización de un poder conservador en la Unión
Soviética. Era preciso pues que el partido comunista alemán no se
alzara por encima de su sectarismo de organización y defender los
verdaderos intereses del proletariado.
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política de frente único por la base tenía poco éxito entre la clase
obrera. En agosto de 1930, el comité central del partido, publicó un
programa para la liberación nacional y social del pueblo alemán (11)
que retomaba muchas de las reivindicaciones del nacionalismo
alemán. En este programa se señalaba que el Tratado de Versalles y
el plan de Young para el pago de las deudas alemanas eran los
responsables casi exclusivos de la esclavitud del proletariado
alemán. Se mencionaba el papel de la burocracia y de la acción
socialdemócrata en el movimiento obrero, pero sobre todo por su
traición nacional y su colaboración con los imperialismos
extranjeros. La liberación social -el tema de una Alemania soviética-
se tocaba de lejos pero más como la consecuencia de la lucha
nacional que como la más alta expresión del combate proletario. De
esta manera, se borraban las fronteras entre una radicalización que
no traspasaba los límites de la ideología pequeño burguesa y la
formación de la conciencia de clase proletaria. En lugar de una
denuncia clara de los mecanismos de explotación y de opresión, el
denominador común era el extremismo abstracto, la retórica de la
humillación nacional o de la frustración ante el poder del dinero
mitificado. El programa no contenía ningún aspecto preciso en el
plano económico, nada sobre las perspectivas de organización
autónoma de la clase obrera (en consejos, por ejemplo) ni tampoco
sobre la manera de acceder al poder. De hecho no podía servir de
guía para la acción cotidiana y fue preciso completarlo, en mayo de
1931, con un programa de ayuda al campesinado
(Bauernhilfsprogramm) y un plan de creación de empleos
(Arbeitsbeschaffungsplan) que tenían en cuenta de manera seria las
preocupaciones inmediatas de las masas pero que no procuraban
indicaciones precisas sobre los medios para salir de la situación de
crisis. Ante la pequeña burguesía el partido comunista presentaba
su candidatura a la dirección de la sociedad sin mostrar pruebas de
su capacidad para ejercer realmente tal dirección. Este
nacionalcomunismo, por tomar una expresión de Trotski, tuvo, a
decir verdad, algunos éxitos. Sobre esta base, oficiales de la
Reichswher como Richard Scheringer, y miembros influyentes de la
bündische Jugend como Bodo Uhse ingresaron en las filas
comunistas. Pero, en general, los nacionalistas y los social-
revolucionarios permanecieron escépticos a pesar de sus
observaciones favorables al programa. Ernst Niekisch, dirigente del
movimiento Resistencia (Widerstandsbewegung) uno de los más
hostiles al nazismo, criticaba de manera significativa la falta de
independencia del P.C.A en relación a la dirección soviética. Sin
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embargo, lo que suscitó más profundamente la reserva de los
medios nacionalistas y social-revolucionarios fue la incapacidad de
los comunistas alemanes de dirigir a la clase obrera, de darle los
medios para aparecer como fuerza hegemónica. En este dominio la
demagogia surtió sus efectos puesto que incluso desorientó a
muchos que dejaron el partido para ingresar en el campo
nacionalista o nazi. En vísperas de la toma del poder por Hitler, la
desorientación de los comunistas era total. Ya no había línea sino
vacilaciones de hombre borracho entre el ultraizquierdismo más
sectario y un nacionalismo lleno de mala conciencia. Los
adversarios del proletariado lo tenían todo a su favor.
Cronología sumaria
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8.570.000 para los socialdemócratas
- Mayo de 1931, programa comunista de ayuda al campesinado.
- Mayo de 1931, plan comunista de creación de empleos.
- Mayo de 1931, congreso de la socialdemocracia de Leipzig.
- Enero de 1932, caída de Bruning.
- Julio de 1932, golpe de Estado de von Papen contra el gobierno
socialdemócrata de Prusia.
- Julio de 1932, elecciones legislativas:
5.300.000 votos para los comunistas
13.700.000 votos para los nazis
8.000.000 votos para los socialdemócratas
- Setiembre de 1932, mandato antidemocrático de von Papen.
- Noviembre de 1932, elecciones legislativas:
5.900.000 votos para los comunistas
11.700.000 votos para los nazis
7.200.000 votos para los socialdemócratas.
- Diciembre de 1932, gobierno von Schleicher.
- 30 de enero de 1933, subida de Hitler al poder.
Notas
1953.
(5) Ver Ernst Bloch, Erbschaft dieser Zeit, Frankfurt, 1962 y Vom-
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(8) Sobre el partido comunista ver Hermann Weber, Die Wandlung
des deutschen Kommenismus. DieStaliterung derKPO in der
Weimarer Republik Frankfurt, 1969 y Ossip K. Flechtheim, Die KPD
in der Weimarer Republik, Offenbach, 1948.
(9) Ver sobre este punto el testimonio revelador de las obras de
Thalmann Reden und Aufsalze zur Geschichte der deutschen
Arbeiterbewegung, tomo II, Berlín 1955.
(10) ver sobre este punto Ernst Mandel, Du fascisme, París, 1974.
(11)Ver el libro de Lothar Berthold Das Programm der KPD zur
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