¿Porque Las Personas Hablan Tanto?
¿Porque Las Personas Hablan Tanto?
¿Porque Las Personas Hablan Tanto?
Antes de que alguien se haga ideas: experimenté todo esto sin ninguna droga. Ni
una sola. No podíamos tomar alcohol, ni fumar, ni ingerir ningún medicamento, ni
siquiera aspirina. Mi droga era la lucidez. En aquellos diez días, me oí con más
claridad a mi misma. Y empecé a escuchar mejor el mundo en que vivía. Sentí
que finalmente estaba en el mundo. Yo era.
Una parte eran chismes que habían sido guardados por días. Y que podrían
haber sido omitidos por siempre. Percibí, principalmente, que después de diez
días de silencio muchas de nosotras no querían oír. Sólo hablar. Pocas eran
aquellas que realmente querían escuchar la experiencia de otra, la voz de la
otra. La mayoría sólo quería contar la suya. No habían sentido la falta de otras
voces, sólo la del sonido de la propia voz. Diez días de silencio no habían sido
suficientes para acabar con nuestra sordera a la voz ajena.
El reportaje fue publicado, con el título "El enemigo soy yo". Yo seguí,
guardando, en parte, lo que aprendí allá. Y he sentido la falta de aquellos diez
días de silencio, ahora que aumenta en niveles casi insoportables la polución
sonora dentro y fuera de mi.
Me parece que nunca escuchamos tan poco cómo ahora. Tal vez por eso nunca
fuimos tan solitarios. Cuándo doy conferencias sobre reportajes, los alumnos de
periodismo suelen preguntar qué es lo que deben hacer para convertirse en
buenos reporteros. Mi respuesta es siempre la misma: escuchen. Creo que más
importante que saber preguntar es saber escuchar la respuesta. No sólo para
ser un buen periodista, sino para ser una buena persona. Escuchar es más que
oír. Cómo reportera y cómo persona me esfuerzo en ser una buena "escucha".
Hay aquellos que sólo hablan y rápido. Entrelazan un asunto con otro. Me quedo
muy atenta para detectar cuándo es que respiran y no lo logro. Creo que
encontraron una manera de hablar sin respirar. Sin duda ganarían buen dinero si
entrasen en algún concurso de estar sin respirar debajo del agua. Ahí, por lo
menos, se quedarían quietos y en silencio por un momento.
Existen aquellos que oyen lo que tú les dices, pero sólo para mostrarte en
seguida que ya habían pensado en eso, o que saben más que tú... qué es sólo
otra forma de no escuchar.
Hay incluso los que sólo oyen lo que estás diciendo para rápidamente
reaccionar. En cuanto tú hablas, ellos ya están hurgando en su cerebro en busca
de argumentos para demoler los tuyos y vencer en la discusión. Les gusta ganar.
Para ellos, cualquier conversación es un juego del que deben salir siempre
victoriosos. Y el otro, de preferencia, apabullado. Sólo conocen una verdad: la
suya. Y no aprenden nada, porque no creen que alguien esté a la altura de
enseñarles algo.
Y claro que hay un mix de varias especies de sordos. Y deben existir otras
modalidades que tú hayas detectado y yo no. El hecho es que vivimos en un
mundo de sordos sin deficiencia auditiva. Y una buena parte de ellos se queja de
soledad.
Siempre he reflexionado mucho acerca de por qué la gente habla tanto - y por
qué le es tan difícil escuchar. ¿Cuál es la amenaza contenida en el silencio?
¿Qué es lo que temen tanto escuchar si silencian su voz por un momento? ¿Por
qué necesitamos llenar nuestro mundo - incluyendo el interior - con tantos
ruidos?
Creo que cada uno de nosotros podríamos detenernos unos minutos y hacernos
las mismas preguntas.
Me doy cuenta también que existe una presión para que nos convirtamos en
habladores. Al hablar se supone que se tiene una ventaja en el mundo,
especialmente en el mundo del trabajo. Incluso si usted no dice nada nuevo,
incluso si repite lo que dijo su jefe con otras palabras. Pero hablar, cualquier
cosa, es marcar presencia, es un intento de garantizar que se es necesario. Y
estar quieto, en silencio, es visto cómo una invisible discapacidad. Como si
faltase algo, palabras. Pero, ¿será que las palabras están ahí, en una charla
desenfrenada? O más bien ¿será que el que habla está realmente presente en
ese discurso? Tengo mis dudas.
Hay dos libros muy interesantes que tratan sobre la escucha. "La Hermenéutica
del sujeto", de Michel Foucault (Martins Fontes), y "Cómo Escuchar" (Martins
Fontes), un libro pequeño y precioso de Plutarco. En ellos muestran que
escuchar es arriesgarse a lo nuevo, a lo desconocido. En el oído, más que en
cualquier otro sentido, el alma es pasiva en relación con el mundo exterior y
expuesta a todos los eventos que de ahí provengan y que puedan sorprenderla.
Al escuchar, nos arriesgamos a ser sorprendidos y conmovidos por lo que
oímos, mucho más cualquier objeto que nos pueda ser presentado por la visión y
el tacto.
Escuchar es quizás la capacidad más fascinante del ser humano porque nos da
la posibilidad de conexión. No hay conocimiento o aprendizaje sin una escucha
real. Cerrarse a no escuchar es condenarse a la soledad, es cerrarle la puerta a
lo nuevo, a lo inesperado.