Daniel Bensaïd Renovó El Marxismo para El Siglo XXI - Jacobin Revista
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04.07.23
FRANCIA
HISTORIA / TEORÍA
EL SECRETARIO GENERAL FRANCÉS DE LA JUVENTUDE COMUNISTA REVOLUCIONARIA, ALAIN KRIVINE (EN EL CENTRO
CON GAFAS), FLANQUEADO POR DANIEL BENSAÏD (A SU DERECHA) Y HENRI WEBER (A SU IZQUIERDA), OFRECE UNA
RUEDA DE PRENSA EL 16 DE MAYO DE 1969 EN PARÍS. (AFP VÍA GETTY IMAGES)
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D
aniel Bensaïd señaló en una ocasión que la era del «maestro
pensador» en el marxismo europeo, representada por figuras como
Jean-Paul Sartre o Georg Lukács, había pasado: «Y esto es más bien
algo bueno: un signo de la democratización de la vida intelectual y
del debate teórico». Sin embargo, el propio Bensaïd destaca claramente como uno de
los pensadores marxistas más importantes de la última generación.
N
acido en 1946, Bensaïd pasó sus años de formación en el café de su
madre, Le Bar des Amis, en Toulouse, justo al norte de Barcelona, si
se hubieran cruzado los Pirineos. Veteranos de la Guerra Civil
española, comunistas franceses, obreros y antifascistas italianos
frecuentaban el café. Era un lugar de encuentro de radicales obreros de distintos
lugares y tradiciones.
La afiliación de Bensaïd al Partido Comunista Francés (PCF) solo duró hasta 1965.
Fue expulsado junto con otros estudiantes, y pasó a fundar un pequeño grupo llamado
Jeunesse Communiste Révolutionnaire (JCR), junto con figuras como Henri Weber y
Alain Krivine. La JCR desempeñó un papel fundamental en los acontecimientos de
mayo de 1968 y en las trayectorias posteriores de la izquierda radical francesa.
B
ensaïd y la JCR hicieron todo lo posible por construir a partir del
movimiento estudiantil radicalizado y trataron de forjar vínculos
con los radicales de la clase obrera. Entraron en la década de 1970
con la sensación de que los tiempos estaban cambiando y de que la
revolución volvía a estar a la orden del día. En 1974, lanzaron la Ligue Communiste
Révolutionnaire (LCR) después de que las autoridades francesas prohibieran su
predecesora. La LCR se convirtió en una de las principales fuerzas de la izquierda
radical francesa.
Con la huelga general de 1968, seguida de luchas clave como la ocupación en 1973 por
los relojeros de la fábrica LIP de Besançon, estaba claro que los trabajadores tenían
potencial para transformar la sociedad. Se derrumbaban las ideas de que la clase
obrera industrial de los países capitalistas avanzados estaba liquidada e inmóvil.
Sin embargo, el potencial de la clase obrera no se hizo realidad en Francia durante los
años 70 y posteriores. El Partido Socialista (PS) se convirtió en la fuerza dominante de
la izquierda pocos años después de Mayo del 68. François Mitterrand llegó al poder en
1981, prometiendo inicialmente reformas radicales antes de imponer rápidamente un
giro hacia la austeridad. Bensaïd tuvo que reflexionar sobre el significado de las
derrotas sufridas por el movimiento obrero y la izquierda fuera del PS y el PCF.
En la senda de Benjamin
E
n el campo memorialístico de la historia y el recuerdo, las obras más
significativas de Bensaïd fueron su estudio sobre Walter Benjamin,
su libro sobre la Revolución Francesa (narrado en primera persona
del singular, la voz de la Revolución) y su conmovedor libro sobre
Juana de Arco, que es un testimonio de los esfuerzos por honrar con fidelidad las
convicciones revolucionarias juveniles en un contexto de triunfo neoliberal.
Para Péguy, socialista militante, el supuesto sentido de la historia solo podía servir
para distraernos de una imperiosa responsabilidad aquí y ahora. No podía
liberarnos, en nombre de leyes históricas abstractas, de la cita del presente. Nadie
puede sustraerse al temible deber de decidir faliblemente, humanamente, en la
carne. A riesgo de perderse a sí mismo. El socialismo no es una tierra prometida,
un juicio final, una meta final y cerrada de la humanidad. Permanece «ante el
umbral», apoyado en lo desconocido, en la inquietud del presente y en el «poder
de la disidencia histórica».
Un Marx plural
L
a reconfiguración de Bensaïd del pensamiento histórico y la memoria
tomó forma en el plano de la metáfora, iluminando expresiones de la
teoría marxista que podían identificar y superar los puntos frágiles
del marxismo. Pasó gran parte de la década de 1980 enseñando en la
Universidad de París 8, trabajando con sus alumnos la inacabada crítica de Marx a la
economía política. Los resultados más notables de este trabajo fueron el libro Marx,
Intempestivo, junto con La discordance des temps: Essais sur les crises, les classes,
l’histoire.
Como dijo Bensaïd en una entrevista de 2006 cuando le preguntaron qué cosas de la
«herencia marxista» seguían siendo válidas:
Contretemps
C
uando examinamos las intervenciones teóricas emblemáticas de
Bensaïd, la noción de contretemps pasa a primer plano. Se trata de
reflexionar sobre la organización antagónica del tiempo. Para
Bensaïd, esto significaba interpretar El capital para exponer la
compleja multiplicidad de los tiempos tal y como los organiza el capitalismo.
Leer a Marx desde el punto de vista de la temporalidad condujo al encuentro con una
teoría intempestiva que no estaba en perfecta sincronía con el propio tiempo de Marx.
Esta no sincronicidad significaba que se podía continuar siguiendo la obra de Marx,
encontrando en ella una forma científica única de pensar sobre el capitalismo, las
luchas de clases y las complejidades del mundo moderno si se quería luchar por el
socialismo.
El siguiente pasaje da una idea del argumento que Bensaïd quería transmitir sobre la
organización del tiempo y El capital:
Las temporalidades del capitalismo también están conformadas por clases en lucha. La
orientación de Bensaïd hacia Marx se centraba en la comprensión de las clases en
términos de sus luchas, no como datos sociológicos manipulables por la sociología
burguesa.
La política profana
P
odemos comprender la especificidad de Bensaïd como marxista si lo
comparamos con la caracterización que hace Perry Anderson del
marxismo occidental. En el esquema de Anderson, el rasgo
definitorio del marxismo occidental fue la retirada de la política
revolucionaria, la deliberación estratégica y la crítica de la economía política, para
huir en su lugar hacia la filosofía y la estética. El precio de esta concentración en el
pensamiento filosófico fue el abandono del pensamiento político y de los análisis
necesarios de las coyunturas en las que operaban los marxistas.
Cada uno de estos libros tiene el mérito de combinar debates políticos y estratégicos,
diagnósticos de la coyuntura capitalista y las tendencias de la reflexión teórica y
filosófica contemporánea. El arco de cada obra se desarrolla esencialmente hacia la
política y la transformación revolucionaria.
Los caminos metafóricos y teóricos de Bensaïd le condujeron hacia la primacía de lo
que él llamaba «política profana». Se trata de un término muy apreciado por Bensaïd,
precisamente porque era una forma de política sin ilusiones sobre la historia como
proceso automático, en la que la acción y la responsabilidad políticas seguían siendo
vitales y ciertamente ganaban en sustancia.
Para Bensaïd, esta forma de expresar nuestro dilema nos permite conservar la
esperanza en una transformación socialista de la sociedad, reconociendo al mismo
tiempo las posibilidades de fracaso. Significa establecer una relación recíproca entre
esperanza y fracaso que la experiencia política podría resolver en la dirección de un
futuro socialista.
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