2019santa Brígida de Suecia

Descargar como doc, pdf o txt
Descargar como doc, pdf o txt
Está en la página 1de 8

SANTA BRÍGIDA DE SUECIA

Patrona de Europa
Una peregrina universal en el siglo XIV

Mística, escritora, política, fundadora de una orden monástica y peregrina a las tres grandes
metas cristianas: Santiago, Roma y Jerusalén

Durante los siglos XII y XV los escandinavos peregrinaron a Santiago combinando las ventajas de
la navegación con la incomodidad de los caminos terrestres. El primer peregrino noruego
conocido fue el rey Sigurd Jorsalafar, quien zarpó de Bergen con sesenta barcos llegando a
Galicia en otoño de 1108. El siguiente fue el conde Reginaldo III El Santo, procedente de las Islas
Órcadas, quien peregrinó por mar en 1152 con quince barcos, siguiendo la misma ruta que
Sigurd. Hacia 1154-59 aparece el primer itinerario conocido del norte de Europa, obra del monje
islandés Nicolás Bergsson.

1, El texto describe una ruta entre Islandia y Tierra Santa, pasando por Bergen (Noruega), las
localidades danesas de Aalborg y Viborg, el paso del canal de Kiel (frontera entre Dinamarca y
Alemania), para continuar después por tierra y por mar hasta Jerusalén.

2. Otros elegían Roma o Santiago como destino de sus devociones, de modo que las
peregrinaciones escandinavas (Noruega, Suecia, Dinamarca, Finlandia e Islandia) existieron
durante toda la Edad Media, con un momento de crisis en el siglo XIV, época dramática para
Europa: los papas habían abandonado Roma para establecerse en Aviñón, Francia e Inglaterra
estaban en guerra y la peste negra asolaba Europa, causando la muerte de gran parte de su
población.

Pese a todo las peregrinaciones continuaron, gracias en buena medida a las naves de la liga
hanseática que hacían la ruta entre el norte de Europa y la Península Ibérica, de manera que el
trayecto andando era reducido.

En las ciudades hanseáticas floreció además el culto jacobeo, de suerte que sus habitantes
fueron fervientes difusores de la devoción al apóstol de Galicia. En Suecia la ciudad hanseática
por excelencia era Estocolmo, puerto estratégico que llegará a ser capital del país a partir de
1419.

En 1342 Brígida peregrinó a Compostela acompañada de su marido, Ulf y un séquito de


religiosos y laicos

No obstante, hubo también peregrinos de estas regiones que rehusaron viajar directamente a la
costa gallega. Quizá el caso más célebre sea el de santa Brígida de Suecia, quien en 1342
peregrinó a Compostela acompañada de su marido, Ulf Gudmarsson, y un séquito de religiosos y
laicos. La comitiva pasó por la ciudad danesa de Slesvig (hoy Schleswig, Alemania), siguió hasta
Colonia, para venerar las reliquias de los Reyes Magos, Aquisgrán, la vieja capital de
Carlomagno, y después de cruzar Francia, evitando el área noroccidental donde estaban los
campos de batalla, llegó a Tarascon-sur-Rhône, localidad próxima a Aviñón, para pasar después a
Marsella.

No está claro el resto del itinerario. Para algún investigador santa Brígida y sus acompañantes
embarcaron en una nave que les llevó a un puerto gallego. Otros, como Vicente Almazán,
amparándose en la documentación del proceso de canonización de la religiosa (1391), donde se
indica que había visitado “muchos lugares de peregrinación en España”, sugieren que el viaje
por mar desde Marsella terminaría en Barcelona, y que desde allí la comitiva sueca seguiría a
pie hasta Santiago, posiblemente por el camino Francés, previo paso por Zaragoza.

Sea como fuere, a fines de 1342 o inicios de 1343 Brígida llega a Compostela y concluye con éxito
una peregrinación realizada bajo inspiración de su piedad y también de su tradición familiar,
puesto que ya su padre, Birger Peterson, había peregrinado a Santiago en 1321, al igual que
habían hecho su abuelo, su bisabuelo y su tatarabuelo.

No era la primera mujer de noble cuna que llegaba como peregrina en aquel siglo de hierro; le
precedió en 1326 y 1335 santa Isabel de Portugal, dos veces peregrina de Santiago.

Cuando llegó santa Brígida a Galicia, la ciudad del apóstol y su diócesis estaban viviendo los
últimos años del pontificado de Martín Fernández de Gres, arzobispo entre 1339 y 1343. Es casi
segura la ausencia del prelado por esas fechas, puesto que en otoño de 1342 partió de
Compostela con destino a Algeciras, para participar con sus mesnadas en el ataque que Alfonso
XI preparaba contra la ciudad portuaria, todavía en manos musulmanas. Una terrible epidemia en
la primavera de 1343 cobró la vida de numerosos combatientes, entre ellos la del propio don
Martín, cuyo cuerpo fue enviado a Compostela para ser sepultado en el trascoro de la catedral.

Por lo tanto, parece claro que santa Brígida tuvo que prescindir de su encuentro con el arzobispo
de Santiago, aunque por su humildad y fervorosa devoción se conformaría con haber llegado con
bien hasta la tumba del apóstol, eludiendo los peligros de una Europa tan insegura como la de su
tiempo.
Lo más probable es que el grupo sueco se postrase piadosamente ante el altar mayor de la
basílica jacobea, realizase sus preceptivas ofrendas y, en íntimo recogimiento, se entregase a su
particular vivencia del misterio y del milagro. Conocidas son las visiones que la santa tuvo desde
niña, y que hicieron de ella una gran mística y una escritora de fuste.

Dictó a su confesor sus Revelaciones, recogidas y editadas en ocho libros por el español Alfonso
Fernández Pecha, obispo de Jaén y compañero de santa Brígida en su peregrinación a Tierra
Santa (1371). A esta obra hay que añadir sus Revelaciones extravagantes, recogidas por Pedro
de Alvastra, y su Opera minora, que contiene la regla de la Orden del Santísimo Salvador, por ella
fundada.
Las visiones que la santa tuvo desde niña hicieron de ella una gran mística y una escritora de
fuste

Quizá lo más llamativo de la estancia de santa Brígida en Compostela, o por lo menos lo más
elocuente que ha quedado para la historia, es la visión que en la ciudad tuvo uno de sus
compañeros de peregrinación, el monje cisterciense Svenúng: tras caer enfermo entró en
éxtasis y pudo ver a Brígida tocada con siete coronas mientras el sol se oscurecía.

La visión estaba acompañada de una voz que revelaba que el sol oscurecido simbolizaba el brillo
del príncipe de Suecia, que habría de apagarse para ser despreciado por los hombres, mientras
Brígida se aparecía coronada con la estrella septiforma de la Gracia de Dios. Esa era la señal de
que el monje sanaría de su enfermedad y de que podría regresar a Suecia.

No fue el único acontecimiento supranatual que ocurrió en Santiago durante la estancia de


santa Brígida. Una mujer de su séquito tuvo en la catedral, mientras oraba ante un crucifijo, la
revelación de que tendría que emprender un viaje hasta un lugar donde le hablaría otro
Crucificado; en efecto, la mujer partió para Roma y en Montefiascone (Viterbo) vio otro crucifijo
semejante al compostelano que le indicó que aquél sería el lugar donde habría de quedarse para
llevar una vida santa.

Las Revelaciones también documentan un milagro jacobeo: una mujer sueca que había
peregrinado dos veces a Santiago a la que el apóstol ayuda en el momento del Juicio del alma. No
es el único caso de visiones post mortem en relación con esta peregrinación a Compostela.

Las Revelaciones extravagantes recogen la visión que tuvo la propia santa de su marido difunto,
Ulf Gudmarsson (+1344), en el Purgatorio. A pesar de estar penando por tiempo indefinido en
tan espantoso lugar, Ulf le revela a su mujer que una de las seis cosas que le fueron de gran
utilidad en su vida fue el haber prometido abstinencia de bebida durante toda su peregrinación a
Compostela. Era un hecho habitual añadir detalles penitenciales a un peregrinaje ya de por sí
ascético, con una finalidad espiritual purificadora evidente.

Al regreso a su tierra, con la compañía de su marido, su séquito y una pequeña colección de


libros piadosos –la Doctrina de San Bernardo, entre ellos- adquirida en tierras hispanas, santa
Brígida y su esposo se retiran al monasterio cisterciense de Alvastra (Östergötland, sureste de
Suecia), donde Ulf fallece al año siguiente de su peregrinaje a Galicia.

2. En 1349 Brígida, ya viuda, emprende una peregrinación a Roma en compañía de su confesor


Pedro de Skeninge y de otras personas, con la intención de ganar las indulgencias del jubileo
romano de 1350 y de obtener la aprobación papal para la orden que se disponía fundar. Tras
cruzar una Europa devastada por la peste negra, la santa llega a una decadente urbe donde
residirá hasta su muerte en julio de 1373.
En 1349 Brígida emprende una peregrinación a Roma y en 1371 a Jerusalén
¿Qué había sucedido con la Ciudad Eterna? Tras la celebración del primera Año Santo Romano
(1300), los intereses políticos y económicos de Francia logran la sustitución, en 1309, de Roma
por Aviñón como sede papal. (De 1309 – 1377) 68 años

Clemente V (1305-1314) fue el primero de una serie de papas franceses en residir allí, mientras
Roma caía en una postración y en una decadencia difíciles de remontar.

Cuando en 1377 Gregorio XI abandona Aviñón y promueve el regreso de la Santa Sede a Roma, la
ciudad del Tíber era una vieja metrópoli semi abandonada y ruinosa.

En este marco se desenvuelve santa Brígida, atendiendo a sus devociones –dialogó varias veces
con el Crucificado pintado por Pietro Cavallini en la basílica de San Pedro extramuros-, cuidando
a pobres y enfermos, y dando de comer cada día a los peregrinos suecos en su casa, próxima a
San Lorenzo in Damaso. Su hija, futura santa Catalina de Suecia, se reunirá con ella en Bolonia y
le ayudará en sus piadosas acciones.

Lejos de remitir, las revelaciones en Roma serán frecuentes en la vida de santa Brígida. Algunas
de las más llamativas se referían al papa Urbano V. En una de estas visiones Brígida pudo
profetizar el encuentro pacífico en Roma entre el sumo pontífice y el emperador Carlos IV, hecho
que en efecto sucedió en 1368.

La segunda visión fue más dramática para el papa: después de una corta peregrinación a Amalfi,
a santa Brígida se le aparece al Virgen para advertirle que Urbano V, residente en Roma, Viterbo
y Montefiascone entre 1367 y 1370, no debería abandonar la ciudad de san Pedro para regresar a
Aviñón. Brígida se entrevistó con el papa en Montefiascone sin éxito, falleciendo Urbano V en
Aviñón a los dos meses de su regreso a Francia. (Papas en Aviñon) Clemente V (1305–1314),
Juan XXII (1316–1334), Benedicto XII (1334–1342), Clemente VI (1342–1352), Inocencio VI
(1352–1362), Urbano V (1362–1370) y Gregorio XI (1370–1378).

3. Aunque las peregrinaciones de santa Brígida en Italia fueron numerosas –visitó Asís, invitada
por el propio san Francisco, quien se le presentó en una de sus visiones-, la santa tuvo
necesidad de ir a Jerusalén para completar su periplo devoto por la trilogía más granada de
ciudades santas de la cristiandad.

El viaje estuvo motivado, ¡cómo no!, por una revelación, y felizmente para ella pudo contar con la
compañía de tres de sus ocho hijos: Catalina, Carlos y Bingerio, además del español Alfonso
Fernández Pecha. Salieron de Roma el 25 de noviembre de 1371 con destino a Nápoles, donde
tendrían que esperar hasta marzo del año siguiente a la llegada de un transporte. El barco que les
llevó hasta Palestina pasó por Messina, Cefalonia y Chipre, y a punto estuvo de zozobrar en la
costa de Jaffa, momentos en los que Brígida demostró gran calma consolando y tranquilizando a
sus acompañantes y asustadas sirvientas.
De Jaffa partieron a Jerusalén, en cuyas puertas pagaron la preceptiva “Donación al Sultán”, es
decir, una tasa de 72 dinares que el gobernador mameluco le cobraba a cada peregrino.

Cuando Brígida llega a Jerusalén se encuentra una ciudad en plena decadencia –se repetía la
experiencia de Roma-, con escasa población, una vida provinciana alejada del esplendor de los
tiempos del reino cruzado, y sus murallas ruinosas.

Los peregrinos cristianos no abundaban en 1372, pues la peste negra había afectado la
peregrinación a Tierra Santa, cancelándose durante veinticinco años el flujo peregrinatorio,
desde 1348 hasta 1373.

Lo primero que hizo santa Brígida tras acomodarse fue visitar la iglesia del Santo Sepulcro, donde
se encuentra el Gólgota y el edículo de la resurrección, en la rotonda constantiniana de la
Anastasis. En esta iglesia de peregrinación tuvo una visión de la crucifixión y muerte de Cristo
que la dejó extenuada.

Después se dirigió al huerto de Getsemaní y al Monte de los Olivos, en concreto a la iglesia de la


Ascensión, construida en el lugar donde la tradición asegura que se produjo la Ascensión de
Cristo a los cielos. Después la comitiva viajó a la cercana Belén para visitar la basílica de la
Natividad –la Virgen le había dicho a santa Brígida en una revelación que allí le mostraría cómo
fue el nacimiento del Salvador-, y después aún viajarían al río Jordán, donde Jesús recibió las
aguas del Bautista y a Jericó.

De Tierra Santa regresó al cabo de cuatro meses, todavía en 1372, muy debilitada y con su obra
terrenal ya terminada. Santa Brígida evocó tan intensamente la Pasión del Señor en Jerusalén
que esa vivencia espiritual fue más allá de lo místico y devino en un gran deterioro físico para
ella. Una fiebre se apoderó de su cuerpo y la enfermedad ya no la abandonó, falleciendo en
Roma el 23 de julio de 1373. Fue sepultada provisionalmente en la iglesia de San Lorenzo in
Panisperna, para ser trasladados sus restos cuatro meses después, por su hija Catalina, a la
abadía sueca de Vadstena, fundada por la propia santa antes de abandonar su país. En 1391 fue
canonizada y declarada patrona de Suecia. Siglos más tarde Juan Pablo II declararía copatrona de
Europa a esta gran peregrina y mística del siglo XIV.
Santa Brígida de Suecia
“Mi Corazón estalló por la violencia y fuerza del dolor.” (Jesucristo a santa Brígida, Revel. Extrav.,
cap. 51)

LA CARIDAD ARDIENTE DEL CORAZÓN DE JESÚS NO ACABA

"Si fuera posible, dijo Jesús a santa Brígida, que volviera a sufrir tantas veces los tormentos de mi
pasión, como almas hay en el infierno, los sufriría de buena gana; porque la caridad de mi
Corazón es hoy tan ardiente como entonces.” (Santa Brígida, citada por san Juan Eudes en O.C.
VIII, 251)

SANTA BRÍGIDA

“Conocemos bien los acontecimientos de la vida de santa Brígida, porque sus padres espirituales
redactaron su biografía para promover su proceso de canonización inmediatamente después de
su muerte, acontecida en 1373.

Brígida nació setenta años antes, en 1303, en Finster, Suecia, una nación del norte de Europa que
desde hacía tres siglos había acogido la fe cristiana con el mismo entusiasmo con el que la santa
la había recibido de sus padres, personas muy piadosas, pertenecientes a familias nobles
cercanas a la Casa reinante.

Podemos distinguir dos períodos en la vida de esta santa. El primero se caracteriza por su
condición de mujer felizmente casada. Su marido se llamaba Ulf y era gobernador de una
importante provincia del reino de Suecia. El matrimonio duró veintiocho años, hasta la muerte
de Ulf. Nacieron ocho hijos, la segunda de los cuales, Karin (Catalina), es venerada como santa. Se
trata de un signo elocuente del compromiso educativo de Brígida respecto de sus hijos. Por lo
demás, su sabiduría pedagógica fue apreciada hasta tal punto que el rey de Suecia, Magnus, la
llamó a la corte durante cierto tiempo, con el fin de instruir a su joven esposa, Blanca de Namur,
en la cultura sueca.

Cuando Brígida se quedó viuda, comenzó el segundo período de su vida. Renunció a otras
nupcias para intensificar la unión con el Señor a través de la oración, la penitencia y las obras de
caridad. También las viudas cristianas, por tanto, pueden encontrar en esta santa un modelo a
seguir. En efecto, Brígida, tras la muerte de su marido, después de distribuir sus bienes a los
pobres, aunque nunca accedió a la consagración religiosa, se estableció en el monasterio
cisterciense de Alvastra. Allí comenzaron las revelaciones divinas, que la acompañaron durante
todo el resto de su vida. Brígida las dictó a sus secretarios-confesores, que las tradujeron del
sueco al latín y las recogieron en una edición de ocho libros, titulados Revelationes
(Revelaciones). A estos libros se añadió un suplemento, que lleva por título precisamente
Revelationes extravagantes (Revelaciones suplementarias).
Leyendo estas Revelaciones nos sentimos interpelados sobre numerosos temas importantes. Por
ejemplo, aparece con frecuencia la descripción, con detalles bastante realistas, de la Pasión de
Cristo, hacia la cual Brígida tuvo siempre una devoción privilegiada, contemplando en ella el
amor infinito de Dios a los hombres.

En labios del Señor que le habla, ella pone con audacia estas conmovedoras palabras: «Oh,
amigos míos, yo amo con tanta ternura a mis ovejas que, si fuera posible, quisiera morir
muchas otras veces por cada una de ellas con la misma muerte que sufrí para la redención de
todas» (Revelationes, libro I, c. 59). También la dolorosa maternidad de María, que la convirtió
en Mediadora y Madre de misericordia, es un tema que se repite en las Revelaciones.
(Extractos de la Audiencia General del Papa Benedicto XVI sobre santa Brígida, 27 de octubre de 2010)

“MI CORAZÓN SE ESTREMECIÓ FRENTE A LA VIOLENCIA DE LA PASIÓN”


-Cor meum crepuit prae violentia Passionis

Revelaron el Divino Salvador y su Santísima Madre a santa Brígida, que estando en la cruz sufrió
por amor a nosotros dolores tan vivos, tan penetrantes, tan violentos y terribles, que su Corazón
adorable se rompió, se desgarró y estalló: “Mi Corazón se estremeció frente a la violencia de la
Pasión”.

“Mi Corazón – dijo este adorable Salvador a santa Brígida– estaba lleno de dolor y tanto más
cuanto que era una naturaleza excelentísima y delicadísima; mi dolor iba del Corazón a los
nervios, y de los nervios volvía al Corazón y de esta manera aumentaba el dolor y se
prolongaba hasta la muerte. Estando tan sumergido en dolores, abrí los ojos y vi a mi
queridísima Madre abismada en un mar de lágrimas, lo que me afligió más que mis propios
sufrimientos; vi también a mis amigos agotados de aflicción. Estando en tal suplicio, mi
Corazón estalló, por la violencia y fuerza del dolor, y entonces fue cuando salió mi alma y se
separó de mi cuerpo”.

He aquí las palabras de nuestro Divino Salvador a santa Brígida, de la que, en otra ocasión, habló
de la siguiente manera:

“Hay pocas personas que piensan con cuánto dolor fui clavado y estuve en la cruz, cuando
estalló mi Corazón por la fuerza de los dolores.”

Oigamos a la Bienaventurada Virgen que le dijo a la misma santa que al acercarse la muerte de su
Hijo, su Corazón se rompió por la violencia de los dolores: “Entonces se rompe el Corazón por la
fuerza de los dolores.” Y en otro lugar le dijo lo mismo: “Habiéndose acercado la muerte,
entonces el Corazón se rompe frente a un dolor intolerable.”

Algo semejante encontramos en el ejercicio décimo de Las Insinuaciones de la divina piedad de


santa Gertrudis, donde habla así a nuestro Redentor:
“Tu Corazón divino fue desgarrado y roto en tu muerte, por el exceso del amor a mí, que te hizo
sufrir tormentos tan violentos por mi amor, que este Corazón adorable se rompió y desgarró
por el esfuerzo de los dolores; de suerte que se puede decir que moriste de amor y de dolor por
mí.”

Y cada uno de nosotros puede decir lo mismo con toda verdad.

Gran Dios, ¿Quién ha oído jamás cosa semejante? Hombre, pecador, ¿No abrirás los ojos para ver
el amor que tu Salvador te tiene? Corazón humano, ¿no te conmoverá un amor tan ardiente?
¿No te convertirás? ¿No acabarás de amar a quien tanto te ama? (San Juan Eudes, O.C. VIII, 279-
281)

“Por más endurecido que sea un pecador, inmediatamente lo abandona el demonio, si invoca
mi nombre con el propósito de enmendarse”. Nuestra Señora Santa Brígida-

También podría gustarte